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Revista Brasileira Do Caribe 1518-6784

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Revista Brasileira do Caribe

ISSN: 1518-6784
caribe.revista@ufma.br
Universidade Federal do Maranhão
Brasil

Baena Reina, Fuensanta


NEGRAS Y MULATAS EN EL NOROESTE DE NUEVA ESPAÑA: la transgresión de la
norma entre las parteras de San Miguel de Culiacán
Revista Brasileira do Caribe, vol. 17, núm. 33, julio-diciembre, 2016, pp. 37-51
Universidade Federal do Maranhão
Sao Luís, Brasil

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=159149454003

Cómo citar el artículo


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NEGRAS Y MULATAS EN EL NOROESTE DE
NUEVA ESPAÑA: la transgresión de la
norma entre las parteras de San Miguel
de Culiacán
Fuensanta Baena Reina
Universidad de Granada, Granada, Es

Resumo
Entre as alteridades sociais que aconteceram no Noroeste de Nova
Espanha durante o periodo virreinal destaca-se a presença de uma
minoría negra e mulata que apenas tem sido refletida na historiografía
tradicional. Na vila de San Miguel de Culiacán teve lugar no ano de 1627
um processo inquisitorial contra todas aquelas pessoas transgressoras
da moral católica imposta. Entre as acusadas, um grupo de parteiras
mulatas e negras às quais foram denunciadas por retirar as reliquias que
as mulheres levaram no pescoço penduradas com o intuito da proteção.
Esse fato evidencia o papel desempenhado pelas mulheres negras e
mulatas na construção do privado e na transmisão dos valores culturais
no mundo novohispano.
Palavras-chave: mulatas, negras, parteras, Culiacán, Inquisición.

Resumen
Entre las alteridades sociales que se dieron en el noroeste de Nueva
España a lo largo del periodo virreinal nos encontramos con una
minoría negra y mulata cuya presencia apenas si ha sido reflejada en
la historiografía tradicional. En la villa de San Miguel de Culiacán tuvo
lugar en 1627 un proceso inquisitorial contra todas aquellas personas
que transgredían la moral católica impuesta. Entre las acusadas, un
grupo de parteras mulatas a las que se les denunciaba por haber quitado
las reliquias que las mujeres que iban a dar a luz llevaban colgadas en
el cuello a modo de protección. Una situación que pone de manifiesto
el papel que jugaron las mujeres negras y mulatas en la construcción
de lo privado, en la transmisión de los valores culturales en el mundo
novohispano.
Palabras claves: mulatas, negras, parteras, Culiacán, Inquisición.

Artigo recebido em março de 2016 e aprovado para publicação em junho de 2016


Revista Brasileira do Caribe, São Luís - MA, Brasil, v. 17, n. 33, jul./dez. 2016, p. 37-51
Fuensanta Baena Reina

Abstract
Among the social alterities that occurred in northwestern New
Spain throughout the colonial period we find a black and mulatto
minority whose presence has hardly been reflected on in traditional
historiography. In the town of San Miguel de Culiacán an inquisitorial
process took place in 1627 against all those who had transgressed the
imposed Catholic morality. Among the accused, a group of mulattoe
midwives who were denounced for having removed the amulets that
women were wearing on their neck as a protection when they were
giving birth. A situation that highlights the role played by women in
building a private sphere and in the transmission of cultural values in
the New Spanish world.
Keywords: mulattoes, blacks, midwives, Culiacan, Inquisition.

En marzo de 1627 se inició en la villa de San Miguel de


Culiacán una pesquisa por parte del Tribunal del Santo Oficio.
Entre las denuncias destacan las que iba dirigidas contra varias
mujeres que reunían tres características comunes: trabajar como
parteras y ser africanas o afrodescendientes. Éstas se habían
trasladado al noroeste de Nueva España, territorio alejado del
centro del virreinato y donde el grueso de la población era
indígena.
Los indígenas, fuera del ratio de influencia del Santo
Oficio, se convirtieron también en protagonistas de estos
procesos. A pesar de la prohibición expresa de contacto alguno
entre las castas, la interacción entre los grupos afros e indígenas
fue puesta de manifiesto en varias ocasiones, generándose un
complejo sincretismo e intercambio cultural y de conocimientos.
A través de estas páginas intentaremos analizar aquellos
casos en los que las africanas que ejercían como parteras se
convirtieron en protagonistas transgresoras en una región
fronteriza del virreinato de Nueva España, como la villa de San
Miguel de Culiacán.
Entre la lista de acusados figuraban también españoles,
mestizos indígenas e incluso un portugués. Sin embargo, dado
lo inusual de la presencia africana en el noroeste novohispano
consideramos que el tema de estudio nos permitiría abordar una
parte de la historia de esta región cuyos protagonistas apenas si

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entre las parteras de San Miguel de Culiacán

aparecen reflejados en la historiografía tradicional. De hecho,


estamos ante un grupo que ha permanecido silenciado por siglos
pero que jugó un papel importante en la construcción del México
contemporáneo.
Con la intención de llevar a cabo nuestra investigación,
analizaremos las fuentes documentales primarias recogidas en el
Archivo General de la Nación de México (en adelante AGN),
donde en la rama Inquisición el volumen 360 es el más importante,
no sólo por la cantidad de hojas, sino fundamentalmente por la
información que alberga.
Sin embargo, debemos ser cautelosos a la hora de analizar
este tipo de documentación pues no debemos olvidar que nos
encontramos ante denuncias permeadas por los intereses del
escribano y por supuesto, de la institución inquisitorial. Son
fuentes de las que contamos con una visión reducida pero, hay
que saber aprovecharlas.
Los primeros africanos en el noroeste novohispano

La historiografía tradicional no ha prestado atención a la


importancia del aporte africano a la construcción de la sociedad
mexicana. De hecho, la mayor parte de los estudios sobre la
población africana han tendido a centrarse en aquellas áreas a
las que llegaron como mano de obra esclava para trabajar en
los sectores de la economía colonial que más demandaban este
tipo de mano de obra como eran los trapiches, las haciendas
azucareras, las plantaciones de tabaco y las estancias de ganado
(CASTILLO PALMA, 2006).1 Mas, aventurarse a escribir sobre
aquellos a los que la historiografía no ha prestado atención
implica dar visibilidad y relevancia al sector de la población que
estuvo presente y dejó impronta en el México contemporáneo.
A consecuencia del descenso demográfico que afectó a la
población indígena durante los siglos XVI y XVII, las políticas
1
La localización de las principales comunidades afromexicanas la encontramos en la
Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, así como Acapulco, Veracruz y la propia Ciudad de
México. Sin embargo, es posible encontrar al componente africano en otras regiones
como Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Zacatecas, Coahuila, Puebla, Jalisco,
Chiapas o Yucatán.

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virreinales impulsaron la llegada masiva de población africana.


Será entre los años de 1580 y 1640, cuando miles de africanos
llegaron para trabajar en los sectores dinámicos de la economía
colonial y el servicio doméstico. (AGUIRRE BELTRÁN, 1989).
Los primeros negros y mulatos que llegaron al noroeste lo
hicieron como integrantes de los séquitos de capitanes y soldados
que se habían lanzado a la exploración y conquista de una región
de la que apenas si se tenía conocimiento previo. Entre las
empresas que alcanzaron la margen noroccidental de la Nueva
España destacan las de Beltrán Nuño de Guzmán, Hernán Cortés,
Francisco Vázquez de Coronado y Francisco de Ibarra. Entre
los elementos básicos, a la hora de organizar una expedición,
estaban no sólo los soldados, caballos, armas y demás avituallas
necesarias para la subsistencia, sino también indios auxiliares
y negros esclavos que, en algunos momentos, sirvieron como
combatientes (VALDEZ AGUILAR, 1996/1997, p. 79-98).
Estos grupos establecieron los primeros núcleos de
población, como la villa de San Miguel de Culiacán, fundada en
1531 por Nuño de Guzmán. Este asentamiento fue durante muchos
años, el único territorio poblado de españoles por el rumbo del
norte (JIMÉNEZ, 2006). Sin embargo, hubo dificultades para
la supervivencia en una región alejada del centro del virreinato,
donde los nuevos pobladores estaban sujetos a la convivencia
no siempre pacífica con la población indígena. Así, tal y como
señala el cronista Mota Padilla, “que aunque Don Nuño de
Guzmán había entrado en el reino con quinientos castellanos,
sólo de la villa de Culiacán se habían salido más de ciento…”
(MOTA PADILLA, 1870, p. 119).
En la visita pastoral que el obispo Alonso de la Mota y
Escobar realizó a la jurisdicción de Nueva Galicia en 1605
describe a San Miguel de Culiacán como una villa habitada
por unas 30 familas de españoles, dedicados a las labores
agropecuarias, comercio, explotacion de las salinas y minería.
Sobre los africanos que en ella habitaban nos dice que “negros
esclabos ay pocos anssi por la pobreça de vezinos, como porque
se hazen muy viciosos con el simbolo de la tierra de Guinea...”
(MOTA Y ESCOBAR, 1966, p. 50)

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entre las parteras de San Miguel de Culiacán

Años más tarde, a sólo dos años de que en el noroeste de


Nueva España el Tribunal de la Santa Inquisición diese inicio a
una investigación contra las prácticas trangresoras que rompían
la moralidad cristiana, la villa de Culiacán seguía manteniendo
poco más de 30 vecinos españoles (LÁZARO DE ARREGUI,
1980), resaltando que, a pesar de llevar casi un siglo fundada,
las políticas pobladoras de la Corona seguían sin aportar los
alicientes necesarios para fomentar la presencia de colonos
españoles.
El Santo Oficio en la villa de San Miguel de Culiacán

Las regiones de frontera, como lo fue la villa de San Miguel


de Culiacán, se convirtieron en espacios en los que los delitos
contra la fe y la desviación de normas se habían convertido en
prácticas comunes. En estos grandes espacios despoblados, la
Iglesia era consciente de la realización de tales transgresiones,
cometidas por españoles, extranjeros y castas que encontraron en
esta región noroccidental el escenario perfecto para llevar a cabo
unas prácticas que trasgredían la ley y moral católica.
Sin embargo, vigilar estas prácticas en un territorio como
el norte era tarea complicada pues como señala la doctora
Susan Deeds, “la frontera ofrecía grandes espacios para evitar
las condiciones opresoras y realizar rituales y actividades para
fomentar la salud y bienestar” (DEEDS, 2008, p. 83)
Al igual que ocurre en Nueva Vizcaya, la aparente poca
importancia de las denuncias nos hace pensar que en San
Miguel de Culiacán, la Inquisición no tuvo un papel importante
(QUIÑONES HERNÁNDEZ, 2009) De hecho, fueron muy
pocos los expedientes que se trasladaron a la ciudad de México
para su ejecución final.
Sin embargo, es posible realizar otro tipo de estudios que
se alejan de la visión positivista de la historia en la que sólo los
acontecimientos importantes o personajes relevantes tengan
cabida. Es por ello que vamos a centrar nuestra investigación en
el año de 1627, clave en la historia de la Inquisición en el noroeste
de Nueva España (CUEVAS ARÁMBURU, 2013). En la villa de
San Miguel de Culiacán, así como en la de San Felipe y Santiago,

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se hizo lectura de un edicto general y varios particulares, entre los


que destacó uno contra “astrólogos, judiciarios, nigrománticos,
hechiceros”.2
Las denuncias, auto denuncias y testificaciones
comenzaron a llegar al Tribunal y, como señala Mario Cuevas
(1992, p. 21)), “es difícil detectar si éstas son el fruto de un
‘sincero arrepentimiento’ o son el resultado de una inminente
denuncia por ser del conocimiento público las conductas.”.
Para la villa de San Miguel de Culiacán contamos con 47
expedientes entre denuncias y testificaciones. Sin embargo, no
fue necesaria la aplicación de todo el poder inquisitorial, es decir,
no se implantaron condenas ejemplarizantes. Las actas fueron
enviadas a la ciudad de México, donde el 18 de agosto el Señor
Inquisidor, don Francisco Bazán de Albornoz, las archivó.3
Otra cuestión es importante señalar: casi la mitad de los
acusados fueron componentes de las castas, quienes a pesar de
sus intentos por integrarse en la sociedad novohispana, siempre
terminaron por rechazar las estructuras sociales y religiosas
impuestas, recurriendo a otros mecanismos contrarios al dogma
cristiano como modo de subsistencia en un ambiente adverso
(REYES COSTILLA, GONZÁLEZ DE LA VARA, 2001).
El 25 de marzo de 1627, el negro Juan de San Diego leyó
en alta e inteligible voz el auto que el comisario jesuita Hernando
de Villafañe había emitido y por el cual se hacía llamar a los
vecinos de la villa y alrededores a acusar posibles delitos contra
la fe católica. Las acusaciones comenzaron a llegar al Tribunal.
El caso de las parteras de Culiacán: transgresoras de la norma

Entre las denuncias recogidas por los notarios y testigos del


Santo Oficio se encontraban aquellas que se realizaron contra un
grupo de mujeres que ejercían el oficio de parteras y que habían
2
AGN, Inquisición, v. 360, f. 367v. El padre Hernando de Villafañe actuó como
comisario del Santo oficio para las villas de San Felipe y Santiago, y la de San Miguel
de Culiacán, tras el nombramiento hecho por el Dr. Francisco Bazán de Albornoz,
inquisidor apostólico.
3
AGN, Inquisición, v. 360, f. 365. Excepto la acusación contra Juan de Velasco por
bigamia, que mandó fuese investigada.

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entre las parteras de San Miguel de Culiacán

transgredido las pautas marcadas por la nueva sociedad colonial.


Algunas mulatas libres realizaban este tipo de oficios o trabajos.
Además de ser parteras solían vender legumbres o comida. Pero
también podían dedicarse a trabajos relacionados con las artes
amatorias o la brujería (CASTILLO PALMA, 2006).
Sin embargo, son mujeres de las que apenas se ha
mencionado su existencia en la historiografía. En este sentido,
como bien señala Alejandra Cárdenas, “las prácticas de los
sin voz frecuentemente se ubican en la transgresión y una de
las formas de emprender la tarea de completar la historia del
orden moderno es precisamente el estudio de la transgresión”
(CÁRDENAS SANTANA, 1997, p. 13)
La esperanza de vida a lo largo de la Edad Moderna tuvo
importantes altibajos. Las tasas de mortalidad, tanto infantil
como adulta fueron muy elevadas, al menos a lo largo del siglo
XVI y primera mitad del siglo XVII, por lo que la procreación se
favorecía y la mujer era reconocida por su capacidad reproductora.
El miedo durante los meses de gestación y ante la proximidad del
parto hacía que las parturientas buscasen la protección divina.
Para ello, portaban al cuello toda clase de reliquias, Agnus Déi4,
amuletos y talismanes, se hacía invocación a los santos, rezos y
eran encendídos cirios, etc., creando un escenario en el cual el
temor y el respeto se combinaban ante un momento crucial como
era el del alumbramiento. A ello debemos de añadir la confianza
que se debía demostrar hacia la partera. En el caso de Culiacán
lo que llama la atención es que, en la mayor parte de los casos
denunciados, las parteras eran mulatas, lo que nos permitiría
hablar de una práctica de las afrodescendientes con una red de
trabajo y aplicación e intercambio de conocimientos al resto de
la sociedad colonial.
Y es que, a pesar de que las mulatas prestaban sus servicios
y conocimientos para ayudar a las parturientas, todas fueron
acusadas de quitar las reliquias que éstas llevaban colgadas al
cuello sin esperar a que la labor de parto hubiese terminado.

4 Del latín Agnus Dei, “Cordero de Dios”, eran una especie de relicarios que las mujeres
llevaban al cuello con la imagen impresa de la Virgen María o algún santo, y que
estaban bendecidos por una autoridad religiosa.

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Una práctica que, en algunos casos, venía acompañada de otros


mecanismos poco heterodoxos como la ingesta de tierra diluida
en agua.
Fueron las mujeres españolas las que más demandaron
el trabajo de las parteras afrodescendientes, lo que nos permite
reconocer que había mayor colaboración y cercanía entre éstas
que con los indígenas. Incluso las reclamaban en varias ocasiones
para tratar temas diversos o dolencias propias de su sexo. En
este sentido, las investigadoras Asunción Lavrin y Pilar Pérez
afirman:
La diversidad de mujeres que convivieron en el mismo
espacio dificulta la tarea, porque no todas ellas dejaron en la
misma medida testimonios escritos o de otra índole. Mujeres
españolas, peninsulares o criollas, indígenas, mestizas, negras
libres o esclavas, habitantes de un mundo urbano o rural,
compartieron espacios, vivencias y en consecuencia fuentes,
pero sus vidas no siempre estuvieron reguladas por códigos de
conducta idénticos. El color de su piel y su rango social hicieron
que sus mundos, en ocasiones, discurrieran paralelos y que no
siempre sus huellas fueran detectables con el mismo grado de
dificultad (LAVRIN. PÉREZ CANTÓ, 2006, p. 514)
Entre las denuncias se encuentra la del matrimonio
formado por los españoles Juan de Cárdenas y María Maldonado,
así como las también españolas Luisa de Cárdenas, Jerónima de
Godoy, Ana de Ugende, Inés de Jerez y Francisca de Escalante.
Por último, Isabel Arias, una mulata contra la que pesaban varias
acusaciones ante el tribunal eclesiástico por su trabajo como
partera, fue otra de las denunciantes.
Las parteras contra las que se levantaron las denuncias
fueron, por un lado, las mulatas Ana de Valencia, Catalina
González y la citada Isabel Arias, además de una negra esclava
llamada Beatriz. Por otro lado, las españolas Constanza
Maldonado y Catalina González, así como las mestizas Inés
de los Ríos y Lucía de Trujillo, fueron acusadas por el mismo
motivo.

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entre las parteras de San Miguel de Culiacán

En el caso de Isabel Arias, sabemos que era mulata de 30


años de edad, viuda de Juan de Tapia5 e hija de Chapultepec.
Acusada por quitar a las parturientas las reliquias una vez que la
criatura había nacido, aunque aún no hubiese echado las pares
(la placenta) fue incluso reprendida por uno de los denunciantes,
Juan de Cárdenas, caballero y vecino de la villa de Culiacán, a la
sazón elegido como Justicia Real con vara del Santo Oficio ese
mismo año, ante la afirmación de la partera de que “quitándoselas
echaría las pares”. Ante la insistencia de la mulata, volvió a
reprenderla, afirmando “que era hechicería”, de modo que
finalmente desistió en su intento.6
Otra de las acusadas fue la también mulata Ana de
Valencia, de 40 años. Fue denunciada, entre otros, por la citada
Isabel Arias, a quien “avra cinco o seis meses que estando
pariendo y aviendo ya echado la criatura, una muger llamada Ana
de Valencia, mulata viuda de Alonso Ruiz, le quito unas reliquias
que tenia al cuello para que echase las pares…”7
Esto nos permite comprobar que las parteras mulatas
realizaban su trabajo no sólo atendiendo a los partos de las
mujeres españolas de la villa, sino que también se ayudaban entre
ellas a la hora de dar a luz a sus hijos.
Algunas de las denunciantes fueron atendidas por estas
mulatas, o bien, estaban presentes acompañando a la parturienta
cuando les fueron retiradas las reliquias del cuello. Es el caso de
María Maldonado o de su esposo, quienes estuvieron en la casa
de una mujer que estaba dando a luz cuando Isabel Arias ejercía
como partera.8 Pero también podía darse el caso de acusaciones
5
Al respecto, Juan de Cárdenas, uno de los denunciantes, señala que era soltera. Sin
embargo, es más que probable que fuese viuda y que se debiese a un error del escribano
si nos atenemos a las declaraciones del resto de denunciantes, quienes afirman que fue
esposa de Juan de Tapia. AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 484v-502v
6
AGN, Inquisición, Vol. 360, fs. 485. Juan de Cárdenas es el único denunciante varón
que se recoge en estas acusaciones contra las parteras. En todas sus acusaciones
menciona siempre el hecho de que fuese el encargado de reñir o llamar la atención
ante una actuación impropia por parte de las parteras.
7
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 489v.
8
En este caso, es curioso que el hombre esté presente, mucho más cuando es alguien
revestido de autoridad en la villa de Culiacán, por lo que posiblemente el nacimiento

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que se hicieron por el simple hecho de haber oído decir en la


villa que alguien actuaba de esa manera. Es el caso de María
Maldonado, quien denunció a Catalina González, viuda mulata,
porque había oído decir y era voz común que hacía lo mismo.9
Pero una de las parteras que más acusaciones recibió fue
Catalina González. Esta mulata tiene un total de seis denuncias
de las ocho que se presentaron contra el grupo de las parteras,
lo que nos lleva a pensar que, recurrir frecuentemente a sus
servicios revela la calidad de su trabajo.
De hecho, la acusación más antigua se remite a 12 años
atrás, cuando la española Francisca de Escalante, casada con el
arriero Agustín de Mesa, vio que la denunciada “ha quitado seis
y ocho veces las reliquias y Agnus que tenían puestas las paridas
para que echasen las pares…” incluso “esto lo ha hecho con ella
estando parida seis u ocho veces”.10
No es la única que solicitó de los conocimientos de la
partera pues la joven Jerónima de Godoy también recurrió a ella
para que la ayudase a parir, quitándole las reliquias que traía
al cuello.11 O el caso de Inés de Jerez, que denuncia que a ella
también se lo hizo, “y le ha quitado las reliquias ayudándola
a parir siete veces y dos con una su hermana, y que la dicha
deponiente mientras estaba con su entero sentido no consentia se
las quitase y la dicha partera con todo eso se las quitaba.”12
Fueron varios los que reprendieron la actuación de la
mulata Catalina González, como el ya citado justicia real de la
villa, Juan de Cárdenas; o Ana de Ugende, casada con el español
Juan de la Reatiguín, quien viendo cómo quitaba los agnus y
reliquias que las parturientas tenían al cuello y a pesar de los
reclamos de los asistentes, “con todo eso se las quitó.”13

fuese de algún familiar.


9
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 484v.
10
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 488v.
11
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 490.
12
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 487.
13
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 486.

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entre las parteras de San Miguel de Culiacán

Por último, la negra Beatriz, esclava del alférez de la villa


Lucas de Valenzuela, también fue sujeta a varias acusaciones. En
esta región, y dada la escasez de esclavos africanos, poseer alguno
siempre fue visto como signo de prestigio. De esta esclava se
decía “que dio prisa a que quitasen las reliquias para que echasen
las pares la dicha parida…”14 Una vez que quitaba las reliquias,
la esclava ponía “una xervilla en el vientre”,15 práctica por la que
también se acusó a la citada Catalina González.16 Sin embargo,
no fueron solamente afrodescendientes las denunciadas. Las
mestizas indígenas Inés de los Ríos, que ejercía en Sinaloa,17 y
Lucía de Trujillo desde Topia,18 recibieron sendas acusaciones
por el mismo motivo, quitar las reliquias a las parturientas para
que echasen las pares.
A ello debemos añadir las denuncias que se emitieron contra
dos españolas que actuaron como parteras y que, curiosamente,
empleaban los mismos métodos de las mulatas: quitaban las
reliquias. Es el caso de Catalina González, homónima de la
partera mulata, y de Constanza Maldonado.
El ocho de abril de 1627, la española Catalina González,
mujer de Bernabé Pérez de Vargas, mercader vecino de Culiacán,
y de 40 años de edad, presentó una denuncia contra sí afirmando
que habrá como veinte años que estando en la villa de Culiacán
llegó a quitar en varias ocasiones a algunas paridas las reliquias
que tenían puestas una vez que habían echado las criaturas, y que
lo hacía “porque avia oyido decir que era asi bueno para que les
cayesen las pares”.19
Para el mismo efecto de echar las pares, dio de beber a
alguna paridas “tierra de tres quicios de puertas”. Esta práctica
parecía ser común en la cultura africana pues la propia Catalina
González después de parida recibió de una negra que hacía las
14
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 485v.
15
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 486v.
16
Ibíd.
17
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 515-516v.
18
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 507-509v, y fs. 514v-515.
19
AGN, Inquisición, vol. 360, fs. 482v.

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veces de partera tierra a beber para el mismo fin. Precisamente


afirma que de esta negra, ya difunta, lo aprendió. Recuerda
además “que la tierra se avia de tomar de tres quicios de puertas
diferentes.”
Sobre la ingesta de tierra debemos de tener en cuenta
en primer lugar que para el mundo africano la vida estaba
sometida a la influencia de los ancestros, además de encontrarse
estrechamente relacionada con la naturaleza, el agua y la tierra. En
este sentido, Armando Reyes afirma que la tierra es considerada,
Como la progenitora por excelencia, la dadora del alimento
que permite la subsistencia de la humanidad. El uso de la tierra
tendrá, entonces, para el negro y el mulato, una importancia
primordial, para bien y para mal. (REYES VELARDE, 2003, p.
147)
Volviendo a la declaracion de Catalina González lo
primero que nos lleva a reflexionar es su precoz conocimiento
y su papel como partera cuando afirma que, han transcurrido
unos veinte años desde que quitó las reliquias a las paridas. Esto
significa que la acusada tendría unos 20 años de edad cuando
comenzó a aplicar el conocimiento de la negra partera de quien
había atendido.
Segundo, llama la atención el hecho de que sea una
española la que esté empleando un patrón de conocimientos
médicos que aunaba la tradición cristiana y la africana a través
de las reliquias, la ingesta de tierra bebida y su colocación en los
quicios de las puertas.
Otra española, Constanza Maldonado, viuda del minero
Alonso de la Fuente, de 50 años de edad, se culpó de que “algunas
vezes que abran sido como quatro o cinco a quitado a sus hijas
y a otras personas que estaban de parto las reliquias para que
echasen las pares”. En este caso, la acusada no consideraba que
esto estuviese mal, y sus actos estaban más bien relacionados
con una práctica común, pues había oído “que era bueno para el
dicho efesto y que otras lo hasian asi…”20

20
AGN, Inquisición, Vol. 360, fs. 488.

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NEGRAS Y MULATAS EN EL NOROESTE DE NUEVA ESPAÑA: la transgresión de la norma
entre las parteras de San Miguel de Culiacán

La protección de imágenes y reliquias tienen para


Armando Reyes influencia indígena (REYES VELARDE, 2003,
p. 148) poniéndolo en relación con otros casos similares como el
de la mestiza Isabel de Ovando, vecina de la villa de San Felipe
y Santiago de Sinaloa, quien contrató los servicios del indio Juan
Bargañon,
Para que diesse a la dicha su hija algún bebediço con que le
hiziesse caer la criatura. Y el indio queriendole dar el tal remedio,
dixo que no lo daría hasta que cubriessen las imagines que avía
en aquel aposento, entonces la dicha Isabel de Obando cubrió las
imágenes todas, y después de cubiertas, reparo en que era mal
hecho y que aquel indio no debía de curar como christiano sino
como hechizero.21
Sin embargo creemos que sería más oportuno vincularlo
a la tradición cristiana con la cual, era práctica generalizada la
colocación en la habitación de la parturienta la representación de
la Virgen María con el niño en brazos con objeto de proteger a la
mujer en el difícil momento del parto.
Conclusiones

Tradicionalmente los temas relacionados con el embarazo


y el alumbramiento han estado vinculados al ámbito de lo privado
y lo femenino. Por ello, las mujeres durante el periodo virreinal
fueron las transmisoras del conocimiento y las prácticas durante
los partos. Para conseguir la protección durante el parto, las
mujeres se colocaban al cuello pequeñas reliquias o Agnus Déi.
En este sentido, no debemos de olvidar que la última fase del
embarazo ha constituido siempre una situación de riesgo, tanto
para la mujer como para el bebé, creando un clima emocional
muy tenso.
En el caso concreto de la villa de San Miguel de Culiacán,
las mujeres españolas, mestizas, negras o mulatas, crearon una red
de intercambio de conocimientos que ha quedado manifiestamente
expuesta en la figura de la partera: mujeres viudas y afromestizas
libres que conformaban núcleos familiares marcados por la
21
AGN, Inquisición, Vol. 360, fs. 469.

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Fuensanta Baena Reina

ausencia del referente masculino. Eran conocedoras de los


peligros que entrañaba el alumbramiento, de ahí que ofreciesen
sus servicios a clientas generalmente españolas, a pesar del
conocimiento general de sus prácticas poco ortodoxas como la
retirada de las reliquias/amuletos y que éstos fuesen sustituidos
por la ingesta de brebajes preparados con elementos que a ellas
les eran familiares, como la tierra.
Por otro lado, resulta igualmente curioso que haya dos
denunciadas españolas que como parteras, mantuviesen la
práctica de quitar las reliquias tal y como las mulatas y la africana
venían haciendo.
Sobre las denuncias de las propias mujeres, algunas de las
cuales habían solicitado los servicios de las parteras, viene a poner
de manifiesto el papel que jugaron las mujeres en la construcción
de lo privado. Ellas eran las transmisoras de valores culturales
como la vestimenta, la educación, los comportamientos sociales,
la moralidad o las creencias religiosas. Pero, además, estos casos
centrados en las mujeres rompen con la idea de relacionar lo
público como exclusivamente masculino. Estas denuncias ponen
de relieve la proyección social y pública del ámbito considerado
privado del parto.
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