Metafisica Ferraris E2 2020 PDF
Metafisica Ferraris E2 2020 PDF
Metafisica Ferraris E2 2020 PDF
de la web
Maurizio Ferraris
Edición y traducción
Jimmy Hernández Marcelo
Paloma Vicente Moraleja
METAFÍSICA DE LA WEB
METAFÍSICA DE LA WEB
Maurizio Ferraris
Edición y traducción
Jimmy Hernández Marcelo
Paloma Vicente Moraleja
DYKINSON
2020
Las actividades de investigación, edición y traducción que han conducido a la
realización de este libro se han desarrollado en el marco del proyecto Onto-
logy, socio-virtual objects and new social identities (ID-Entity) del programa
de Excelencia del Departamento de Filosofía y Ciencias de la Educación de la
Universidad de Turín. Además, la publicación ha contado con la colaboración
y financiación del Center for Ontology de la Universidad de Turín (Labont).
Extravagantes, 1
ISSN: 2660-8693
Editorial Dykinson
c/ Meléndez Valdés, 61 – 28015 Madrid
Tlf. (+34) 91 544 28 46
E-mail: info@dykinson.com
http://www.dykinson.com
Preimpresión: TallerOnce
ISBN: 978-84-1324-843-1
Depósito Legal: M-18066-2020
I. HISTÉRESIS
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
1. REVOLUCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
a) Documedialidad.– b) Automatización.– c) Capitalización.–
d) Movilización.– e) Histéresis
2. REVELACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
a) Metafísica.– b) Ontología.– c) Tecnología.– d) Epistemolo-
gía.– e) Teleología
3. ESPECULACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
a) Intencionalidad.– b) Responsabilidad.– c) Historicidad
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
1. KHORA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
a) Entropía.– b) Retención.– c) Emergencia.– d) Entelequia
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2. MNEME . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
a) Registro primario.– b) Inscripción.– c) Iteración.– d) Altera-
ción.– e) Responsividad
3. ANÁMNESIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
a) Registro secundario.– b) Imaginación.– c) Diferencia.–
d) Ejemplificación.– e) Significatividad
4. HIPÓMNESIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
a) Registro terciario.– b) Iterabilidad.– c) Terceridad.– d) Do-
cumentalidad.– e) Normatividad
5. HIPÓSTASIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
a) El registro primero de la información.– b) Capitalización.–
c) Movilización.– d) Plusvalor.– e) Ciencia Nueva
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
1. Ricos cada vez más pobres, pobres cada vez más ricos . . . . . . . . . . . . 147
2. El comunismo realizado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
3. ¿Alienados o imbéciles? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
4. ¿Qué ha sucedido? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
5. Vivir sin trabajar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
6. ¿Por qué no somos felices? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
7. El arcano del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
8. Si es gratis, el productor eres tú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
9. ¿Qué hacer (todo el día)? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
10. El consumo es un maestro alemán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
11. ¿Quién paga? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
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LA FILOSOFÍA DE LA TECNOLOGÍA
DESDE EL NUEVO REALISMO
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publicase este texto. Ahora bien, en el libro se realiza una interesante inter-
pretación de los autores vinculados a la filosofía de la diferencia, a saber, La-
can, Derrida, Foucault y Deleuze. Estos autores comparten un vínculo común
en la filosofía de Nietzsche y Heidegger; sin embargo, en el interior de sus
propuestas existe una diferencia. De allí que Ferraris hable de “diferencias” y
no de “diferencia”. La propuesta de Ferraris es considerar dos grupos: el pri-
mero –de herencia heideggeriana– se expresaría en la idea de la clausura de
la representación (Lacan y Derrida), el segundo –de herencia nietzscheana–
defendería una apertura de la representación (Foucault y Deleuze).
En Huellas intenta comprender el sentido del nihilismo posmoderno. De
la misma forma que en el texto anterior, Ferraris explica que la noción de “ni-
hilismo” no sigue una única dirección y por ello sería mejor hablar de “nihi-
lismos”. Ahora bien, lo que caracteriza a este nihilismo posmoderno es la con-
vicción de no poseer la verdad –vinculada a Nietzsche– y el reconocimiento
de haber disuelto el ser en la voluntad humana –vinculado a Heidegger–. El
texto se conecta directamente con Diferencias y da la impresión de ser una
prolongación de este primer estudio. Se incluye en la exposición a Lyotard y
Vattimo como dos importantes representantes de este nihilismo posmoderno
que significaría también un “adiós a la verdad”22.
El tercer escrito, El giro textual, empieza donde termina Huellas: con la
consideración del textualismo como una consecuencia del posestructuralis-
mo francés que ha germinado poderosamente entre los académicos y univer-
sidades americanas, en particular en la Universidad de Yale. Aquí Ferraris se
centrará en las propuestas de Lyotard y Derrida y su influencia en la corriente
denominada “Yale Critics”23. Ferraris se propone comprender el sentido del
textualismo americano nacido gracias al éxito del posestructuralismo. El texto
concluye con un examen de las diferencias entre los textualismos americanos:
Richard Rorty, Rodolphe Gasché, Harold Bloom, Paul de Man, entre otros.
En estos primeros tres libros se puede encontrar ya desde el principio una
lectura heterodoxa del proyecto posmoderno en el que se ponen en eviden-
cia la ruptura interna y las incoherencias de muchos de sus planteamientos.
22 Recordemos que un importante escrito de Vattimo lleva por título Addio alla ve-
rità, Roma, Meltemi, 2009.
23 El nacimiento del posestructuralismo suele situarse en una conferencia de Derrida
pronunciada en la Universidad Johns Hopkins (Baltimore) el 21 de octubre de 1966. Cf.
Jacques DERRIDA, “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias huma-
nas”, en La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 383-401.
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Ahora bien, todo lo que hemos explicado sobre los orígenes de la filosofía
de Ferraris y su conexión con el proyecto del Nuevo realismo debe ser com-
prendido en el marco de un debate con uno de los más importantes persona-
jes de la filosofía occidental: Immanuel Kant.
29 Maurizio FERRARIS, Postille a Derrida, Torino, Rosenberg & Sellier, 1990.
30 Maurizio FERRARIS, Honoris causa a Derrida, Torino, Rosenberg & Sellier, 1998.
31 Maurizio FERRARIS, Introducción a Derrida, Buenos Aires, Amorrortu, 2006.
32 Maurizio FERRARIS, Jackie Derrida retrato de memoria, Bogotá, Pontificia Uni-
versidad Javeriana, 2007.
33 Maurizio FERRARIS, Ricostruire la decostruzione: cinque saggi a partire da Ja-
cques Derrida, Milano, Bompiani, 2010.
34 Jacques DERRIDA y Maurizio FERRARIS, El gusto del secreto, Madrid, Amor-
rortu, 2010.
35 Jacques DERRIDA y Gianni VATTIMO (Eds.), La religion, Paris, Seuil, 1996.
36 Hilary PUTNAM, Cómo renovar la filosofía, Madrid, Cátedra, 1994, p. 191.
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1. Una estética «razonable» en el sentido más corriente del término, esto es, en oposi-
ción a una estética «artística» en el sentido más demótico. No hay una sola razón para ser
más artístico en estética que en ingeniería, y esto no solo porque la estética no es necesa-
riamente una filosofía del arte, sino también porque, aunque lo fuera, el discurso sobre el
arte no sería artístico en sí mismo.
2. En un sentido más técnico, que se remonta a distinciones académicas útiles, «ra-
cional» se opone a «empírico» (como cuando todavía se habla de «mecánica racional»).
Aquí señalamos un límite de nuestro discurso. Aunque hemos intentado, en la medida de
lo posible, basar nuestros argumentos lógicos en ejemplos (tomados de la experiencia o
44 Maurizio FERRARIS, Estetica razionale, Milano, Raffaello Cortina, 1997, pp. 469-
571.
45 Aquí se encuentran ya reflexiones sobre el concepto de Khora y la relación “ejem-
plaridad-ejemplo” que el lector descubrirá en Metafísica de la Web.
46 Incluso en el lenguaje ordinario denominamos “esteticién” (o como recomienda la
RAE “esteticista”) a un profesional especialista en tratamientos de belleza.
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EPISTEMOLOGÍA ONTOLOGÍA
Enmendable In-enmendable
Ciencia: Experiencia:
– lingüística – no necesariamente lingüística
– histórica – no histórica
– libre – no necesaria
– infinita – finita
– teleológica – no necesariamente teleológica
Verdad: Realidad:
no nace de la experiencia, sino que resulta no está naturalmente orientada hacia la
orientada teleológicamente hacia ella ciencia
Mundo interno: Mundo externo
(= interno a los esquemas conceptuales) (= externo a los esquemas conceptuales)
Paradigma: el esquema conceptual está en Paradigma: todo lo que no es enmendable
la cabeza y habla del mundo, por tanto, es está en el mundo y no se puede cambiar
enmendable con el pensamiento
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56 Hemos de señalar que su interpretación es bastante heterodoxa respecto a las inve-
stigaciones sobre Derrida que circulaban por aquel entonces. Además, Ferraris es uno de
los pocos autores que pone su atención en las investigaciones fenomenológicas del joven
Derrida y las relaciona con las últimas centradas en el mundo de los objetos sociales. En mi
caso personal, ha sido la lectura de este libro el motivo por el cual decidí dedicar mi inve-
stigación doctoral a la relación entre Husserl y Derrida. Cf. Jimmy Hernández Marcelo, El
joven Derrida y la fenomenología francesa (1954-1967): fenomenología, epistemología y
escritura, Mauritius, Editorial Académica Española, 2018.
57 Maurizio FERRARIS, Ontologia, Napoles, Guida, 2003.
58 Maurizio FERRARIS, Dove sei? Ontologia del telefonino, Milano, Bompiani, 2005.
59 Maurizio Ferraris (Ed.), Storia dell’ontologia, Milano, Bompiani, 2008.
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no vemos nada, sin considerar que algo (fosfenos y vagos colores) vemos, pero decidimos
que no cuenta porque –desde el momento que en la escuela nos han enseñado que el ojo
es como una máquina fotográfica– establecemos que si el diafragma está cerrado no se ve
nada.
La falacia consiste en la total absorción de la ontología en la epistemología, según una
estrategia en tres movimientos. Primero, se asume que lo que es (ontología) está determi-
nado por aquello que sabemos (epistemología): “las intuiciones sin concepto son ciegas”.
Segundo, se afirma que lo que sabemos está determinado por nuestros esquemas con-
ceptuales: “el yo pienso debe acompañar todas mis representaciones”. Tercero, (se trata
de un movimiento sucesivo a Kant y se puede datar alrededor de Nietzsche) se descubre,
o se cree descubrir, que estos esquemas a su vez son determinados por otros esquemas
(tradición, textos, uso y costumbres), con un regreso al infinito cuyo resultado es: «no hay
hechos, solo interpretaciones»60.
Los objetos son de tres tipos: (1) los objetos físicos (montañas, ríos, cuerpos humanos
y animales) que existen en el espacio y en el tiempo con independencia de si son conocidos
por algún sujeto, aunque puedan haber sido fabricados por estos, como en el caso de los
artefactos (sillas, destornilladores); (2) los objetos ideales (números, teoremas, relacio-
nes) que existen fuera del espacio y del tiempo con independencia de si son conocidos
por algún sujeto, aunque, una vez han sido conocidos por estos, pueden ser socializados
(por ejemplo, cuando se publica un teorema. Lo cual implica que sea la publicación la que
tenga un inicio en el tiempo, no el teorema); (3) los objetos sociales, que no existen como
tales en el espacio, pero subsisten como huellas (inscripciones, registros en la mente de
las personas) y por esta vía adquieren una duración en el tiempo; estos dependen, para su
existencia, de sujetos que los conozcan o al menos sepan usarlos y que, en algunos casos,
los han constituido62.
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65 Maurizio FERRARIS y Mario DE CARO (Eds.), Bentornata realtà. Il nuovo reali-
smo in discussione, Torino, Einaudi, 2012; Emergenza, Torino, Einaudi, 2016.
66 Maurizio FERRARIS, Sans Papier. Ontologia dell’attualità, Roma, Castelvecchi,
2007; Realismo positivo, Torino, Rosenberg & Sellier, 2013; Il denaro e i suoi inganni,
Torino, Einaudi, 2018.
67 Maurzio FERRARIS, Postverità e altri enigmi, Bologna, il Mulino, 2017; Intorno
agli unicorni. Supercazzole, ornitorinchi, ircocervi, Bologna, il Mulino, 2018.
68 Maurizio FERRARIS, Anima e iPad, Parma, Guanda, 2011.
69 Maurizio FERRARIS, Filosofia per dame, Parma, Guanda, 2011.
70 Maurizio FERRARIS, Piangere e ridere davvero, Genova, il Melangolo, 2009;
Mobilitazione Totale, Roma-Bari, Laterza, 2015; I modi dell’amicizia, Napoli-Salerno, Or-
thotes Editrice, 2016; L’imbecillità è una cosa seria, Bologna, il Mulino.
71 Maurizio FERRARIS, Lasciar tracce: documentalità e architettura, Milano, Mi-
mesis, 2012.
72 Maurizio FERRARIS, “Ermeneutica neorealista”, Giornale di Metafisica, 2 (2018),
pp. 432-447; Learning to Live: Six Essays on Marcel Proust, Leiden/Boston, Brill, 2020.
73 Maurizio FERRARIS y Leonardo CAFFO, Filosofia globalizzata, Milano, Mimesis,
2013; Scienza Nuova. Ontologia della trasformazione digitale, Torino, Rosenberg&Sel-
lier, 2018; Cinema and Ontology, Milano-Udine, Mimesis, 2018; Metafísica de la Web,
Madrid, Dykinson, 2020.
74 Maurizio FERRARIS, Manifesto del nuovo realismo, Roma-Bari, Laterza, 2012;
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En el presente, lo mínimo que se puede decir es que la pregunta ¿quién es? es de otra
época. Al principio he sugerido que la pregunta ¿dónde estás? universaliza la interrogación
del concurso televisivo, ¿desde dónde llama?, con la diferencia crucial de que en nuestros
días dirigimos la pregunta a la persona a la que llamamos y no a quien llama. Sin embargo,
pensándolo bien la cosa parece más complicada y en más sentidos. Si por, un lado, hemos
perdido la certeza sobre la ubicación de nuestro interlocutor, puesto que puede estar en
cualquier parte (incluso en cualquier parte del mundo, con los móviles más avanzados y
caros podría estar incluso en el Polo Norte), por el otro, hemos adquirido una certeza, im-
pensable en otros tiempos, respecto a su identidad: cuando nos llaman aparece el nombre
de nuestro interlocutor (por usar un término grato a la burocracia telefónica) y podemos
decidir si responderle o no, sin tener que recurrir a la función de filtro que durante algunos
años había sido la prerrogativa (y el valor) de los contestadores automáticos87.
87 Maurizio FERRARIS, Dove sei? Ontologia del telefonino, Milano, Bompiani, pp.
54-55.
88 Maurizio FERRARIS, Metafísica de la Web, Madrid, Dykinson, 2020, p. 49.
89 Maurizio FERRARIS, Anima e iPad, Parma, Guanda, 2011.
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Los portadores de verdad son lo que (en una reutilización de la terminología de Peirce
declinada en un sentido ontológico y no gnoseológico) propongo llamar primeridad. Lo
primero que hay y que existe independientemente es la ontología, la cual constituye la rea-
lidad y está compuesta de individuos. Los enunciadores de verdad constituyen la episte-
mología, es decir, aquello que sabemos y que siempre es una segundidad (algo que se sabe,
o se cree saber, sobre algo que es: τι κατὰ τινος), esta constituye la verdad y se compone de
objetos, los cuales son conceptos relacionales que presuponen sujetos cognoscentes. Por
último, los factores de verdad son la terceridad, es decir, la tecnología, la cual media entre
la ontología y la epistemología a través de interpretaciones que usan esquemas y generan
hechos. Resumo los términos que he enumerado en una tabla. En las próximas páginas las
describiré más detalladamente100.
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MAURIZIO FERRARIS
En el momento en el que cualquier actividad produce datos, los que a su vez generan
valor –es decir, capital– es necesario reconocer que la movilización es un trabajo, ya que
permite perfeccionar la automatización, optimizar la distribución y mejorar los servicios104.
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valor documedial. Si es verdad que la pizarra universal es un ideal destinado con toda pro-
babilidad a permanecer como tal, es cierto que la visión que de ella tienen los movilizantes
es mucho más clara y detallada que la que tienen los movilizados105.
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AGRADECIMIENTOS
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I
HISTÉRESIS
INTRODUCCIÓN
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de ir más allá de las apariencias con el fin de captar las esencias. Por lo tanto,
comenzaré con el examen de la revolución actual, tratando de comprender su
especificidad, por ende, también las diferencias esenciales en comparación
con la revolución industrial; por ello me enfocaré en la revelación metafísica
hecha posible por la revolución (que, como cualquier revolución, no transfor-
ma el mundo, sino que manifiesta sus estructuras esenciales presentes desde
el principio en una forma oculta o solo insinuada); en un tercer momento, me
dedicaré a la especulación, es decir, seguiré el destino de la razón, que consis-
te en trascender lo que se da, la ontología, para llegar a lo que aún no existe,
la teleología, la finalidad de nuestra historia y las decisiones que tenemos que
tomar respecto al futuro.
1. REVOLUCIÓN
a) Documedialidad
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b) Automatización
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c) Capitalización
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d) Movilización
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tecnológica ya superada, nos impide reconocer la esencia del trabajo como in-
tervención humana en el mundo. Esto se puede ver muy bien en las represen-
taciones tradicionales que ven la ausencia de trabajo como pura inoperancia;
así como en las preocupaciones de economistas y sociólogos que durante el
siglo pasado se preguntaron cómo los humanos llenarían el creciente tiempo
libre garantizado por la automatización. Lo que ha sucedido en las últimas
décadas muestra que estas preocupaciones eran infundadas, porque los seres
humanos saben muy bien cómo ocupar su tiempo libre, siempre que tengan
una herramienta técnica que les permita hacerlo. La movilización total gene-
rada por la revolución documedial es, por ende, de particular interés antro-
pológico porque demuestra que en la elección entre acción e inacción, si el
entorno es propicio, los humanos eligen la acción.
El segundo aspecto de la movilización, que es menos evidente pero más
esencial, es que la documentación puede transformar lo que antes era me-
ramente pasivo e inútil en actividad y utilidad: el sueño, la diversión, el con-
sumo. Cuando la producción y la distribución están cada vez más automati-
zadas, el polo decisivo pasará de la producción al consumo y del negotium
al otium. El homo faber solo ha sido una contingencia vinculada a una edad
muy larga de la historia humana, la que se encuentra entre el abandono de la
caza y la recolección y la automatización perfecta de la producción. La pro-
ducción puede estar totalmente garantizada por las máquinas, pero el con-
sumo requiere necesariamente agentes humanos, los cuales proporcionan
la finalidad última de todo el sistema y, al mismo tiempo, perfeccionan su
funcionamiento, ya que el consumo ahora produce datos, exactamente como
cualquier otra forma de movilización humana.
Incluso mi sueño, cuando produce datos, porque estos datos se pueden
recopilar, es capitalizable, y el trabajo del probador de colchones se convierte
en una profesión muy respetable. Aristóteles sostenía que la vida es praxis y
no poiesis, lo que significaba que no producía objetos y que no tenía ningún
propósito más allá de sí misma. No obstante, en el momento en el que se
puede registrar el comportamiento humano (consumo, acción, invención), la
praxis se convierte en poiesis, es decir, produce documentos que, como he-
mos visto, pueden capitalizarse. Para entender lo que quiero decir, piénsese
en las relaciones únicas que un teléfono inteligente nos presenta, estas no
siendo necesarias tienen el singular efecto de transformar eventos en objetos
calculables que previamente se desvanecían en la nada. Además, se puede
convertir, con plena conciencia, en actividad lo que antes llamábamos pérdi-
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e) Histéresis
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METAFÍSICA DE LA WEB
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Intentando dar un nombre único a las mil caras de Visnú, las pistas acu-
muladas hasta el momento sugieren una palabra: histéresis, un término ge-
neralizado en muchas áreas y con muchos significados diferentes, pero desde
un punto de vista metafísico (es decir, como especificaré en breve, trans-cate-
gorial) designa la circunstancia por la que un evento conserva los eventos que
le precedieron, de modo que los efectos sobrevivan a las causas. El rasguño
en mi teléfono móvil que recuerda una colisión inmediata, los intereses com-
puestos del capital, el aprendizaje de un idioma, lo genético que nos predispo-
ne al reumatismo y la neurosis que nos empuja a establecer relaciones con los
demás repitiendo los patrones vividos cuando éramos niños son solo algunos
entre muchos ejemplos.
La histéresis no se da solo en el interior de la mente; no se da solo en la ex-
terioridad del mundo social; también se da en la naturaleza y en sus objetos.
Algo sucede –una tormenta de verano, un incendio forestal, un meteorito que
cae sobre la Luna– y la materia lo recuerda en forma de humedad, cenizas o
cráteres, iniciando así ese proceso cuyo resultado final, a través de otras for-
mas de histéresis, no es solo el mundo social, sino el universo mental mismo.
En efecto, el pensamiento nunca tiene lugar sin el apoyo de un cuerpo, que no
se reduce al cerebro, sino que está hecho de piel, sentidos, manos, pies, bolí-
grafos y cuadernos. El material que nos rodea no solo está presente, también
es una referencia al pasado: cráteres que recuerdan explosiones distantes,
montañas que conservan dentro conchas que se remontan a las épocas en las
que las montañas formaban parte del fondo marino ahora desaparecido, o
más prosaicamente las abolladuras de nuestro teléfono móvil y las cicatrices
que nos hicimos cuando éramos niños, que mantienen el registro de nuestras
caídas con una precisión implacable. La materia es naturaleza, la memoria es
espíritu, sin embargo, las dos dimensiones no están separadas u opuestas: la
naturaleza es un espíritu inconsciente así como el espíritu es una naturaleza
inconsciente.
Llegados a este punto, no es sorprendente que cuando se inventó un apa-
rato tecnológico, el disco duro, capaz de maximizar los efectos de la histére-
sis, la humanidad se apartó de la conquista del espacio (que aparentemente
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METAFÍSICA DE LA WEB
era su principal objetivo hacia mediados del siglo pasado) para capitalizar
las ganancias de la conquista del tiempo, es decir, las ventajas que se derivan
de poder mantener una gran cantidad de eventos antes de que desaparezcan
como lágrimas bajo la lluvia. La explosión de la histéresis, es decir, la cir-
cunstancia por la cual cada evento natural o social, incluso el más mínimo
comportamiento puede registrarse automáticamente y a muy bajos costos, ha
cambiado por completo el mundo en el que vivimos al revolucionar la natura-
leza misma de la producción que caracterizaba al mundo industrial.
La histéresis es, por lo tanto, un candidato para ser el nombre del principio
unificador del evento con mil nombres y rostros con el que nos medimos en
las últimas décadas. Un principio que, no olvidemos, si vamos al análisis de
mediados del siglo pasado –el cual predecía la próxima desaparición de la
escritura– nunca debería haber aparecido en la escena mundial. Ha sucedido
precisamente lo opuesto. La representación ideológica de la sociedad en la
que la escritura habría sido reemplazada por medios más cálidos, como la
oralidad y la imagen, ha sido negada por la realidad tecnológica de la explo-
sión de la histéresis, que no descendía del cielo de las ideas, sino que se levan-
taba del suelo de prácticas concretas; y, precisamente por esta razón, consti-
tuye una contingencia histórica que, al mismo tiempo revela una estructura
metafísica que se hace legible hoy, del mismo modo como la matematización
ha hecho legible la estructura física del mundo.
2. REVELACIÓN
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a) Metafísica
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MAURIZIO FERRARIS
de las notas sobre este tema de Aristóteles, que Andrónico de Rodas orde-
nó después de los libros de física); es un lado omnipresente del que experi-
mentamos los efectos en todo momento. Aristóteles compara la experiencia
sensible con un ejército en campaña. En el flujo de la experiencia, la fuga de
las sensaciones, a la manera de actuar de un pelotón, en cierto punto se de-
tiene, como cuando un soldado deja de huir y alienta a sus compañeros para
que la falange se recomponga. Del mismo modo, la creencia se forma a partir
de la experiencia, que se convierte en conocimiento cuando podemos trans-
mitir a otros aquellas creencias que retenemos (correcta o incorrectamen-
te) como verdaderas y justificadas. La imagen es interesante desde muchos
puntos de vista: explica cómo gradualmente nos movemos de la sensación
al pensamiento; sugiere que, dado que las sensaciones son fijas, esto puede
conducir a la formación de categorías, precisamente a través de la iteración
de experiencias, es decir, con el proceso “rapsódico” que parece tan razonable
aunque desagradaba mucho a Kant; sobre todo, permite comparar de modo
muy sugerente un proceso natural (la fijación de la sensación, pero podría ser,
igualmente, la forma en que una corriente cava surcos en la tierra, los cuales
se profundizan progresivamente) con un proceso intencional: el soldado que
se detiene y otros que lo imitan. Es evidente que hay muchas diferencias entre
la fijación de la sensación y la decisión del soldado, pero no hay un hiato, no
hay intervención de alguna propiedad mágica que diferencie la decisión del
soldado de la forma en la que, por ejemplo, un goteo de agua, buscando su
propio camino, se encamina hacia la derecha en lugar de hacia la izquierda.
Sobre todo, ilustra un proceso de histéresis que va más allá de la esfera del co-
nocimiento, al implicar también al ser, al hacer y al tender (entendido como
apuntar hacia).
Aquí está el primer punto que debe esclarecerse. Por lo general, estamos
dispuestos a ver a la memoria como una precondición del conocimiento, pero
somos mucho más reticentes a admitir que lo que se representa en la mente
como memoria es solo una de las funciones de la histéresis que, como tal, no
se limita a la esfera de la epistemología, sino que implica a la ontología, a la
tecnología y a la teleología. Cuando Kant define el principio supremo del inte-
lecto como la posibilidad de los fenómenos de volver a la unidad sintética de
la apercepción, se refiere al hecho de que el conocimiento exige la histéresis.
En comparación con esta piedra angular de la epistemología antigua (que ya
se encuentra en el Teeteto) y moderna, solo tengo que agregar que la histé-
resis no es solo gnoseología, sino que afecta todas las áreas de la metafísica.
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b) Ontología
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buido supersticiosamente el poder sobre nuestras vidas, pero que tal vez no
lo poseían de forma autónoma, sino solo como la hipóstasis de una función
fundamental, a saber, el registrar.
c) Tecnología
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d) Epistemología
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puedan ser conocidas por nosotros. Esta falacia surge nuevamente en la críti-
ca del siglo XX del “mito del dato”, que apoya la dependencia de la ontología
con respecto a la epistemología con este argumento: si puedo usar los datos
como base para una teoría, entonces estos datos no son independientes de la
teoría. Si, por otro lado, afirmo que los datos son independientes de la teoría,
entonces nunca podré usar un solo dato para confirmar o refutar una teoría.
El resultado de esto es que si quiero que una ontología sirva a una epistemolo-
gía, la epistemología debe construir una ontología. El discurso continúa, pero
es intrínsecamente inconsistente, porque una ontología construida a partir
de una epistemología es una epistemología y no una ontología; además, una
epistemología que conoce una epistemología (en lugar de una ontología) ni
siquiera es una epistemología.
Cuando llegamos al mundo, el mundo ya estaba allí, y no como un residuo
inerte, sino como la estructura desde la cual emergen los seres vivos, su mun-
do social y su mundo ideal. Cuando venimos al mundo venimos del mundo,
de un mundo que nos rodea y que viene a nuestro encuentro, con obstáculos
y recursos, con una realidad compleja pero equipada y cognoscible. Este ser
en el mundo hace que la pregunta sobre las modalidades de nuestro acceso al
mundo sea sutilmente insensata. Si por casualidad nos despertáramos en una
habitación desconocida, la pregunta correcta no sería: “¿cómo puedo conocer
esta habitación?” (¡Por supuesto que puedo saberlo, pues estoy en ella!), sino
más bien, como Jonás o Pinocho en el vientre de la ballena: “¿Cómo he llega-
do aquí? ¿Por qué estoy aquí?”. El problema no está en explicar cómo la men-
te se refiere al mundo, sino cómo la mente emerge del mundo. La respuesta a
esta pregunta proviene precisamente de la tecnología como iteración. En este
contexto, el proceso de idealización como resultado de la iteración constituye
un elemento decisivo para la transición de la tecnología a la epistemología,
del llegar a ser al saber (o a creer que se sabe), es decir, desde la iteración (lo
mismo es repetido) a la alteración (lo mismo es sabido y se convierte en ob-
jeto de comprensión). En el momento en el que poseemos las ideas, también
podemos formular declaraciones sobre algo, es decir, llevar a cabo procedi-
mientos en los que la epistemología se revela como resultado de una coope-
ración entre ontología y tecnología, donde la primera ofrece la materia, la
segunda el proceso y la tercera la forma (la proposición S es p, donde p quiere
ser verdadero sobre S).
Permitidme que me explique con un ejemplo. En un frasco hay 22 alu-
bias (ontología); las cuento (tecnología); enuncio la frase: “en este frasco hay
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que las palabras se parecen a las cosas? Es una contrariedad no muy diferente
a la del tiempo para Agustín (sé qué es el tiempo si no me lo preguntas, pero
cuando me lo preguntas, no lo sé) que se resuelve precisamente poniendo
el énfasis en la dimensión tecnológica de la verdad que, de la misma forma
como andar en bicicleta o encender una fogata, puede funcionar perfecta-
mente incluso si no conocemos las razones de este funcionamiento (como
sucede en la “eficacia irrazonable” de las matemáticas que hoy encuentra una
ilustración eminente e inquietante en el mundo de la histéresis generalizada).
e) Teleología
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3. ESPECULACIÓN
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a) Intencionalidad
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res y las cámaras, sino también los espejos tienen la característica distintiva
de lo mental. Y el hecho de que, para responder a esta objeción, (desde los
escolásticos hasta los analíticos) se use la noción de “intencionalidad secun-
daria” solo agrava el problema, porque no se entiende cómo, excepto sobre la
base de una petición de principio, pueden haber razones para llamar “secun-
daria” a la intencionalidad de un espejo o un ordenador y llamar “primaria”
a la de un profesor o la de un castor. La diferencia no es entre primaria y
secundaria, sino entre orgánico y mecánico, y la pregunta sigue siendo por
qué introducir una noción animista como la de “intencionalidad” en lugar
de la de “representación” –que para ser entendida no requiere el recurso de
suplementos animistas–.
Este discurso muestra que, por razones históricas que sería demasiado
extenso tratar aquí, el término “intencionalidad” es engañoso, porque sugie-
re no simplemente la posesión de una imagen, sino que evoca un acto de la
voluntad. Tener la intención de hacer esto o aquello no significa simplemen-
te representar esto o aquello –lo que sin duda hace la mente tanto como el
ordenador–, sino que significa proponerse realizar una acción, lo que puedo
hacer y el ordenador no, no porque yo posea la representación y aquel no,
sino porque tengo actitudes hacia esta representación (miedo, deseo, planifi-
cación) que el ordenador no tiene. Una vez más, el uso de la intencionalidad
se presenta como una petición de principio: una noción que debería definir el
carácter distintivo de lo mental, en realidad presupone este carácter distin-
tivo, pero de una forma implícita, es decir, el hecho de que lo mental sea un
ámbito de representaciones (y, no lo olvidemos, de operaciones que no son
representadas) que tienen lugar en un organismo en lugar de en un mecanis-
mo. Si se quiere, como es más que legítimo, distinguir las representaciones
mecánicas de las orgánicas, debemos comprometernos en un trabajo serio en
lugar de escapar con un abracadabra llamado “intencionalidad”.
Esto es válido, a pesar de la circularidad por la cual lo mental se define
sobre la base de lo intencional y lo intencional sobre la base de lo mental.
Afirmar que las representaciones extramentales adquieren intencionalidad
solo en la medida en que son utilizadas por una mente, y que no poseen in-
tencionalidad en sí mismas, significa en el mejor de los casos respaldar una
evidencia sólida, es decir, que un espejo o un ordenador son mecanismos y
un castor y un profesor son organismos. En el peor de los casos, que también
es el más frecuente, significa mantener que la mente confiere intencionalidad
a las representaciones, es decir, usar el definiendum (intencionalidad como
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b) Responsabilidad
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c) Historicidad
Ahora bien, la pregunta sobre las causas finales es una pregunta sobre la
historia, que tiene mucho más que ver con el futuro que con el pasado. En
términos generales, la historicidad es la antítesis de la muy triste frase de
Wittgenstein según la cual “de lo que no se puede hablar, es mejor guardar
silencio”, lo que ha dado a los analíticos la convicción de ser, solo por esto,
los primeros entre los filósofos, mientras que se limitaban a ser los últimos
entre los científicos. En el momento en el que se construye una filosofía de la
historia o, si se prefiere, una storytelling, se señala una perspectiva para el
futuro, y solo en esta perspectiva se lee el pasado. Se trata de una actividad
muy respetable, que en los últimos dos siglos ha caído en descredito por la
muy acertada razón de que durante estos dos últimos siglos se ha limitado a
dar malas noticias: el desierto avanza, Occidente está en el ocaso, el nihilismo
se está apoderando del mundo.
Si uno se detiene a reflexionar, el círculo de la necesidad y de su satisfac-
ción, es decir, la vida, no tiene sentido (y es lo que se llama “nihilismo”); pero
si se reflexiona un poco más, uno se da cuenta de que no está claro por qué
debería haber un sentido último y que la multitud de sentidos intermedios,
desde el cielo estrellado sobre nosotros hasta el restaurante estrellado frente
a nosotros, es más que suficiente para hacer que la vida sea digna de ser vivi-
da. Sin embargo, esta respuesta es inconsistente con la tendencia especulati-
va a exceder los límites y, por ello, no quiero evitar la cuestión del fin último,
es decir, de lo que, tomando en mi camino el léxico de Samuel Alexander,
llamo “Deidad”, esto es, el telos ideal hacia el que se mueve toda historicidad.
¿Qué será de nosotros? ¿Dónde terminaremos en este camino? Tomemos
esta oración en toda su seriedad. Nosotros, como seres humanos, nos dirigi-
mos a alguna parte. Los elefantes, castores, salmonetes o amebas, no poseen
una filosofía de la historia, la creación de un fin que vaya más allá del final
de los organismos, que no es un límite, sino el signo del éxito de sus formas
de vida. Somos nosotros los que podemos y debemos preguntarnos “¿dónde
terminaremos?”: dónde terminaremos nosotros, eso sí, y no (como en el an-
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II
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no lo posean sin más, sino solo en cuanto hipóstasis de una función funda-
mental: el registro.
¿Pero de qué depende el poder del registro, su superioridad frecuentemen-
te desconocida o sencillamente presupuesta como evidente? El registro tiene
la propiedad metafísica de transformar la pasividad en actividad, el evento en
objeto, el caso en ley. La “A”, cuando se repite, no es solamente “A”, es otra
cosa distinta y de mayor valor. Y, sobre todo, lo que es repetido es repetible.
Hemos de ver en esto último un gran cambio, especialmente a nivel ontoló-
gico. La investigación sobre el registro nos compromete, por tanto, en una
búsqueda metafísica, que va más allá, mucho más allá, y sobre todo, mucho
más acá, de la historia de la Web y de la revolución documedial. Una historia
de la que no podemos prescindir y a la que se debe interpretar, ante todo,
como una narración metafísica de tipo especulativo en la que, por supuesto,
el lector podrá creer o no (si lo desea, podría también prescindir de ella), pero
que, en mi propuesta cumple una función esencial: la de darnos algunas luces
sobre las fuerzas fundamentales que, desde el principio del mundo, son la
base de muchos acontecimientos tales como la historia, la economía, la polí-
tica y, evidentemente, también la Web.
Se nos puede plantear una muy bien justificada objeción3, que podría pre-
sentarse de la siguiente manera: ¿No es arriesgada la universalización del
concepto de “registro”? ¿No es incurrir en el mismo error de aquellos que
han universalizado la diferencia o la información? ¿Podemos decir, en ver-
dad, que el registro del ADN es el mismo registro de una memoria digital?
¿No es más bien un acercamiento que sería válido únicamente por analogía?
Con el fin de responder a estos interrogantes, procedamos ahora a analizar
los componentes del registro, recurriendo a los antiguos nombres de Khora,
Mneme, Anámnesis, Hipómnesis e Hipóstasis. En efecto, el registro es un
operador técnico cuya acción se articula en estos cinco momentos: la khora,
el registro metafísico; el mneme, la inscripción por la cual una cosa se fija
en nosotros; la anámnesis, la iteración (y alteración), gracias a la cual, lo
que se ha fijado se reitera, una o n veces; la hipómnesis, la externalización,
el proceso por el cual inscripciones, iteraciones y alteraciones pasan sobre
un soporte técnico externo; y la hipóstasis, la creación y la implementación
de una inteligencia artificial, gracias a la explosión de la hipómnesis. Estas
funciones son frecuentes en la descripción del conocimiento, desde Platón4
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1. KHORA
a) Entropía
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b) Retención
Sin embargo, con esto hemos dado espacio solo al empirismo, o mejor, a la
conjetura sobre lo que habría tenido lugar. Hemos dejado aparte el transcen-
dental supuesto a todo el proceso (por tanto, metafísico en sentido kantiano)
y que constituye la condición de posibilidad de todo el proceso (por tanto,
trascendental). Este trascendental es precisamente el registro, que juega un
papel esencial en la génesis del mundo, siendo el único elemento necesario en
un proceso que, por otra parte, es, en todo otro ámbito, del todo contingente.
10-6 segundos después del Big Bang, los quark se unieron de 3 en 3 para
formar protones y neutrones. En este instante disponemos de los elementos
constitutivos del universo. La única condición preliminar para que esto su-
cediera es precisamente el registro. Los físicos cuentan entre las partículas
elementales que componen la materia el gluon, del inglés “glue”, pegamento,
cuya función consiste en mantener unidas las demás partículas, con una ac-
ción estrictamente emparentada con la memoria, con el retener las huellas de
un estado. Esto es lo que otras conjeturas físicas llaman “entropía fuerte”, es
decir, el aglutinante de un universo compuesto por individuos11, diversos los
unos de los otros, aunque no fuera más que por posición. Estos individuos
son íntimamente históricos porque la tela de la que están tejidos es el espacio-
tiempo. ¿No es lo que narra Proust en las últimas páginas de las Recherches,
cuando vio a los huéspedes del salón Guermantes como agigantados, por-
que al espacio modesto que ocupan en las estancias del palacio es necesario
añadir la enormidad del tiempo de su vida incorporado en ellos, lo cual los
transforma en muñecas inmersas en los colores del tiempo y en gigantes que
caminan sobre los zancos de los años?12 El Big Bang, por tanto, es un Big
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15 “Bien, si alguien modelara figuras de oro y las cambiara sin cesar de unas en otras,
en casa de que alguien indicara una de ellas y le preguntase qué es, lo más correcto con
mucho en cuento a la verdad seria decir que es oro –en ningún caso afirmar que el triáng-
ulo y todas las otras figuras que se originan poseen existencia efectiva, puesto que cam-
bian mientras hace dicha afirmación– y contentarse si eventualmente aceptan con alguna
certeza la designación de «lo que tiene tal característica». El mismo razonamiento vale
también para la naturaleza que recibe todos los cuerpos. Debemos decir que es siempre
idéntica a sí misma, pues no cambia nada para sus propiedades. En efecto, recibe siempre
todo sin adoptar en lo más mínimo ninguna forma semejante a nada de lo que entra en
ella, dado que por naturaleza subyace a todo como una masa que, por ser cambiada y con-
formada por lo que entra, parece diversa en diversas ocasiones” (Platón, Timeo, 50b-c).
16 “Si afirmamos, contrariamente, que es una cierta especia invisible, amorfa, que
admite todo y que participa de la manera más paradójica y difícil de comprender de lo
inteligible, no nos equivocaremos. En la mediad en que sea posible alcanzar a comprender
su naturaleza a partir de lo expuesto, uno podría expresarse de la siguiente manera: la par-
te de él que se está quemando se manifiesta siempre como fuego, la mojada, como agua;
como tierra y aire en tanto admite imitaciones de estos” (Platón, Timeo, 51b).
17 Jacques DERRIDA, “«Génesis y estructura» y la fenomenología”, La Escritura y la
diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 225.
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c) Emergencia
No tengo nada más que añadir a la larga tradición del emergentismo, sino
que emerger es ser registrado: para que una emergencia de cualquier tipo,
en la naturaleza o en la sociedad pueda tener lugar, en efecto, es necesario
un registro preliminar, de otro modo el mundo sería un eterno comenzar, un
deslumbramiento instantáneo sin coherencia y sin consecuencias. El registro
–el dejar huella, la síntesis pasiva, el recordar de la memoria y el repetir de
la materia– determina la emergencia, el nacimiento de algo nuevo, ya sea el
universo, la vida, la sociedad, el sentido, la intencionalidad y todos los indivi-
18 Cf. A.G. GARGANI, “L’attrito del pensiero”, en Filosofia ’86, Laterza, Roma-Ba-
ri, 1987, pp. 5-22. La metáfora se deriva de Wittgenstein: “Llegamos a una losa de hielo
donde no hay fricción y, por lo tanto, las condiciones son, en cierto sentido, ideales, pero
por esta razón no podemos movernos”. Queremos caminar, entonces necesitamos fricción.
¡Volvamos al terreno accidentado!”, Ludwig WITTGENSTEIN, Ricerche filosofiche, § 107.
19 Así, en la retracción, el hebreo tzim tzum ()םוצמצ, la autolimitación de Dios que se re-
trae después de la creación del mundo. La imagen es particularmente significativa porque,
estrictamente hablando, es precisamente la retirada, la creación de un espacio vacío (Khalal
/ Khalal Hapanoi, )יונפה ללח, que también es en este caso de una khora (Ha-Makom, םוקמה, li-
teralmente “el Lugar”) es uno de los nombres de Dios en la literatura rabínica), una obra de
registro, da vida al mundo: así, la creación es retracción y registro. La explosión por sí sola
habría sido un brillo puro e intemporal. Es solo a partir de la retención que todo comienza,
lo que significa que todo comienza con una retención, y todo procede a retirarse y luego a
retenciones, en una imagen que coincide con la doctrina neoplatónica de las hipóstasis.
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20 John LOCKE, Ensayo sobre el entendimiento humano, Madrid, Editora Nacional,
1980.
21 Thomas REID, Investigación sobre la mente humana según los principios del sen-
tido común, Madrid, Trotta, 2004.
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d) Entelequia
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una energía mucho más débil que la solar, en forma de rayos infrarrojos. Sin
embargo, se podría objetar, también los ordenadores, los automóviles y las
secadoras de pelo explotan energía y vuelven a emitir calor (poco, si están
bien proyectados): ¿acaso son seres vivos? Naturalmente no: la biología nos
dice que los organismos, a diferencia de los agregados inorgánicos, tienen un
metabolismo –con la excepción problemática de los virus, que parasitan el
metabolismo de otros– tienen la posibilidad de extraer energía de su ambien-
te y de usarla para crecer, desarrollarse, auto-replicarse, y son temporalmen-
te continuos (es decir, no pueden morir y volver a la vida, a lo sumo pueden
ralentizar su metabolismo hasta estados de muerte aparente).
No es casualidad que Aristóteles23 haya definido al alma (en sus tres di-
mensiones vegetativa, animal e intelectual) como la entelequia –la finalidad
interna– de un cuerpo vivo: la posesión de un organismo es la condición para
la posesión de un alma como propiedad proveniente del organismo que, en
determinadas condiciones, puede dar lugar no solo al estrato vegetativo y al
estrato animal, sino también al intelectual. Además, los humanos (y proba-
blemente otros animales no humanos) poseen la conciencia reflexiva de la
mortalidad; esta circunstancia desencadena una relación específica con la
temporalidad, con la espera, con la asignación de significado, que son los ca-
racteres específicos de la razón humana, y que dependen exclusivamente de
nuestro componente orgánico. Finalmente, los organismos se reproducen y
de esta necesidad surgen exigencias sociales totalmente inconcebibles para
una inteligencia artificial y que, por otra parte, determina una continuidad de
fondo entre la sociabilidad animal y la humana24. La importancia de estos as-
pectos y su rol de demostrar que la inteligencia artificial es inteligencia, pero
que no está dotada de racionalidad –aunque, por razones muy distintas de las
sostenidas por los críticos de la inteligencia artificial, que se conectaban pre-
valentemente con la posesión de especiales recursos intelectuales25– puede
realizarse con un sencillo experimento mental. Cuando transfiero mi archivo
desde un ordenador a otro, la naturaleza del archivo no cambia al cambiar su
soporte físico. Pero si trasplantase mi cerebro al cuerpo de otro, no sería ya
la misma inteligencia, y podemos estar seguros de que en breve tiempo mi
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2. MNEME
a) Registro primario
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b) Inscripción
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reside en que no está muy claro qué puede hacer un mneme y esto me parece
más bien un deus ex machina. Se ha advertido polémicamente que, tal vez,
uno de los pocos casos en que se puede hablar de la transmisión de mnemes,
son las cadenas de San Antonio28: lo que es extraordinariamente verdadero,
pero no se presenta como un argumento irónico en favor de los mnemes, sino
más bien como un argumento serio en favor de otra cosa, es decir, de las ins-
cripciones. Las costumbres, los modelos de comportamiento que pueden ser
aceptados o rechazados, se transmiten por medio de ritos, etiquetas, filmes,
periódicos, cuentos de familia, bibliotecas, es decir, por medio de inscripcio-
nes que pueden ser o bien escrituras en el sentido corriente o bien inscripcio-
nes tales como, por ejemplo, los datos de las memorias artificiales, los com-
portamientos codificados e inscritos en la mente de las personas. Desde este
punto de vista, el reclamo de la inscripción –que se vincula a una experiencia
muy común, justamente la de leer y la de escribir– proporciona la misma
ventaja explicativa de los mnemes, sin crear entidades problemáticas ad hoc.
Sin embargo, la inscripción no tiene lugar solo en el mundo social, sino
que es la condición de la misma experiencia individual y es posible releer toda
la teoría de la experiencia de Kant en términos de teoría del registro29. Esto es
particularmente evidente en la llamada “Deducción A”, la que encontramos
en la primera edición de la Crítica de la razón pura. Aquí Kant sostiene que,
para que un objeto sea conocido, es necesario que sea percibido (“síntesis
de percepción”), contenido en la memoria o, como dice Kant, en la imagi-
nación (“síntesis de reproducción”), y finalmente conceptualizado (“síntesis
de recognición”). En su presentación, se trata de un argumento de tipo epis-
temológico, que aísla los criterios mínimos de una experiencia30. Pero Kant,
como sabemos31, tenía también y sobre todo, un objetivo ontológico, que se
manifiesta a través de la acción constructiva de los esquemas que son formas
de imaginación (o de registro, como veremos) que definen la sustancia como
permanencia de algo en el tiempo y la causa como sucesión de algo en el tiem-
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po; por medio de la función del ‘yo pienso’, el receptáculo en el que se mani-
fiesta la experiencia y que está hecho de tiempo como forma del sentido inter-
no; y del espacio, la forma del sentido externo que aparece como la heredera
directa de la khora platónica, visto que contiene todo sin tener forma alguna.
También vale la pena observar una circunstancia, que es crucial. Las ope-
raciones de las que habla Kant son síntesis a priori. La síntesis unifica dos ele-
mentos, pues no es posible sin el registro primario. Es ya el caso de la “sinopsis
del sentido” de la que habla Kant. Como advertía justamente Kant, todo aná-
lisis presupone una síntesis, ya que para dividir es necesario haber unificado
antes. Y la síntesis es un gesto, precisamente como aquellos juicios sintéticos
a priori que Kant ejemplifica a través de las matemáticas (que en sus formas
complejas requiere un registro terciario, pero en las formas elementales re-
quiere un registro secundario, aunque solo fuera el simple hecho mecánico
del aprendizaje mnemónico de las tablillas). Ahora bien, reflexionemos un
momento. La pregunta fundamental de la Crítica de la razón pura es “¿cómo
son posibles los juicios sintéticos a priori?”, es decir, las proposiciones que
amplían nuestro conocimiento, pero que preceden a la experiencia y que son
independientes de ella. Kant encuentra el paradigma de estos juicios en sim-
ples operaciones aritméticas como 7+5=12, que es síntesis y no análisis, por-
que no llegaremos nunca al resultado analizando el 5 y el 7, puesto que el 12 se
puede obtener también sumando 6+6, 10+2 etc. Es la operación (la síntesis,
que en este caso es simplemente la suma) de los dos números, lo que da el re-
sultado. Kant se pregunta cómo es posible extender este procedimiento fuera
de la matemática (que para él no es verdadero conocimiento) y despliega todo
el complejo dispositivo de la filosofía trascendental. Pero la verdadera piedra
angular está escondida en un lugar que Kant no había previsto y, en el fondo,
ni siquiera comprendido: los juicios sintéticos a priori no se encuentran en
el comienzo del proceso, en la tabla de los juicios que, para Kant, preceden a
las categorías. Es necesario, por el contrario, escavar más profundo, en los es-
quemas, en aquellos métodos de construcción que para Kant median entre los
conceptos y los objetos, pero que, en efecto, si es que es verdad cuanto hemos
dicho hasta aquí, producen los conceptos construyendo objetos.
c) Iteración
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32 Gilbert SIMONDON, Du mode d’existence des objets techniques, Paris, Au-
bier-Montaigne, 1958.
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d) Alteración
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e) Responsividad
Sin embargo, una buena pregunta es la siguiente: ¿el sentido, tal como
viene del exterior, es solamente entropía? ¿Cómo puede producir, en esta si-
tuación, una entelequia, es decir, un organismo que tenga una finalidad en sí
mismo y no solo en el destino, un universal del enfriamiento del universo?
Para dar un sentido y una finalidad, la forma esencial de la teleología, es
necesario tener un cuerpo (y un ser para la muerte). La noción de “responsi-
vidad” es transversal respecto a cuerpo y espíritu, razón y sentimiento, eco-
nomía y derroche. Lo que lo humano aporta al sistema no es la inteligencia
sino la necesidad, que, interactuando con la técnica, genera lo que yo defino
como “responsividad”33, un neologismo con el que defino el arco de compor-
tamientos que van desde la irritabilidad del más simple procariota hasta la
sensibilidad de un animal complejo, hasta el imperativo categórico del cual
se deriva la necesidad de la posibilidad de una acción moral. Por muy distin-
tas que sean, todas estas actitudes tienen un único origen: la capacidad de
extraer del ambiente energía y de usarla para crecer, desarrollarse, autorre-
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que solo un organismo puede dar, esto es, la necesidad, el deseo, la finalidad
y la finitud.
La movilización consiste en el encuentro entre un organismo y un meca-
nismo, cuya inteligencia no es más que una de las manifestaciones, tal como
lo es el trabajo considerado en términos tradicionales. Este encuentro es de-
cisivo y define la especificidad del humano respecto a los animales no huma-
nos y respecto a los autómatas. En lugar de estar a mitad de camino entre el
animal y el superhombre, como quería Nietzsche, o ni ángeles ni animales,
como sugería Pascal, los humanos están a mitad de camino entre el animal y
el autómata. Los animales no humanos tienen solo el organismo, las máqui-
nas solo el mecanismo, los humanos se colocan en el cruce entre mecanismo
y organismo, es decir, en la responsividad. Es en la responsividad (cuya forma
básica es la sensibilidad, la irritabilidad, el ojo que se pone rojo, el prurito, la
tos, mientras aquella más filosóficamente manifiesta es la razón en cuanto
facultad de los fines), donde hay que buscar la diferencia decisiva entre alma
y autómata, que no consiste en cualquier suplemento de alma espiritual, sino
más bien en la naturaleza animal que nos caracteriza en cuanto organismos.
Somos almas en cuanto somos animales, y somos almas más complejas que
los animales no humanos, porque disponemos –en nosotros y sobre todo fue-
ra de nosotros – de autómatas muy potentes que se llaman lenguaje, cultu-
ra, tecnología. Y de este encuentro entre orgánico y mecánico es dónde tiene
origen la teleología, el hecho de reconocer finalidades para nosotros, para los
otros y para el mundo.
La situación puede ser esquematizada de la siguiente manera:
T
(Technology)
O E
(Ontology) (Epistemology)
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3. ANÁMNESIS
a) Registro secundario
b) Imaginación
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38 Yuval Noah HARARI, Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la
humanidad, Barcelona, Debate, 2014.
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39 KANT, Crítica de la razón pura, B 152: “por lo que el invento posee espontanei-
dad, la designo también con el nombre de imaginación productiva”.
40 Ignace Jay GELB, A Study of Writing, the Foundations of Grammatology, Chica-
go, University of Chicago Press, 1963.
41 Gilbert SIMONDON, Imagination et invention (1965-1966), Paris, Presses Univer-
sitaires de France, 2014.
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c) Diferencia
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43 James JOYCE, Retrato del artista adolescente, Barcelona, RBA Editores, 1995,
p. 3: “Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran), había una vez una vaquita
(¡mu!) que iba por un caminito. Y esta vaquita que iba por un caminito se encontró un
niñín muy guapín, al cual le llamaban el nene de la casa...”
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dad a la que he hecho referencia un poco más arriba, exige que la caracterís-
tica fundamental de lo humano sea el entramado entre organismo (portador
de fin) y mecanismo (portador de iteración y potenciamiento). La différance
muestra que la máquina está ya en nosotros y que, por tanto, todas las oposi-
ciones entre orgánico y mecánico deben tener presente la co-presencia de las
dos dimensiones en un organismo tan profundamente determinado por los
mecanismos (cultura, leguaje, tecnología) como el ser humano.
d) Ejemplificación
105
MAURIZIO FERRARIS
45 John LOCKE, Ensayo sobre el entendimiento humano, Madrid, Editora Nacional,
1980, cit. IV, vii. 9.
46 Algo de esto encontramos en la noción de “campeón”, central para la reflexión de
Goodman en Ver y construir el mundo. Lo que es aún más interesante porque, a diferencia
de mí, Goodman se mueve en un terreno constructivista, aunque, al igual que yo, es fuer-
temente nominalista, lo que explica el interés por el ejemplarismo.
106
METAFÍSICA DE LA WEB
47 “La palabra alemana Beispiel, que se usa comúnmente como sinónimo de Exem-
pel, no tiene exactamente el mismo significado. Tomar un ejemplo y citar un Beispiel para
mayor claridad y comprensión de una expresión son dos conceptos muy diferentes. El
Exempel es un caso especial de una regla general, ya que representa una acción como
practicable o impracticable. Un Beispiel, por otro lado, es solo lo particular (concretum)
representado como contenido en lo universal según los conceptos (abstractum) y la expo-
sición puramente teórica de un concepto”. I. KANT, Fundamentación de la metafísica de
las costumbres, Madrid, Espasa-Calpe, 1981; Ak VI: 479.
107
MAURIZIO FERRARIS
48 Jacopo Domenicucci me envió este comentario, el cual agradezco: “La serie mode-
lo/obra maestra/tipo me hace pensar en los tres novelistas franceses que juegan con uno
de los tres términos, respectivamente Stendhal/Flaubert/Balzac. El primero a menudo se
pregunta si sus personajes corresponden a modelos literarios y juega con Descartes (‘notre
héros n’était pas tellement héros’, o la escena de la caída de un caballo en Chartreuse, en
108
METAFÍSICA DE LA WEB
cuando de algo decimos que no es bello, sino que es típico? Decimos que no es
un modelo elevado, pero presenta una buena cara, una expresión, un cuerpo
y un comportamiento. Existe, por tanto, un sentido en el que “ejemplar”, sig-
nifica “típico”, y no es ya una alabanza (quizá excepto en la expresión “cocina
típica” o semejantes, en la cual la tipicidad en sí misma constituye un mérito).
Expresiones como “el típico francés” o “el típico burócrata” no son lisonjeras.
Quizá una forma galante y paradójica se puede encontrar en “el típico imbé-
cil”: el insulto está en el imbécil y el típico quizá lo atenúa; esto no se da, por
el contrario, en el “típico idiota”, donde típico suena como agravante.
Para concluir, vayamos a la manifestación más explícitamente teleológica
de la ejemplaridad, el fenómeno del dar ejemplo. Hay un sentido por el que en
la ejemplaridad tenemos el fundamento místico de la autoridad y el origen de
la normatividad. Esto es perfectamente evidente en los sistemas de common
law, en los que el caso se convierte en ley. En los sistemas de civil law tene-
mos un escrito que se coloca en el origen del espíritu (los diez mandamientos,
las diez tablas), sin embargo, codificando costumbres precedentes (y con esto
volvemos a la ejemplaridad). Lo que ha sucedido puede llegar a ser, gracias al
registro, ejemplo, norma, por tanto, valor. Un buen ejemplo debe siempre ir
acompañado de un elemento de ordinariedad y casualidad (“un ejemplo ca-
sual”). Sin embargo, esta accidentalidad se convierte en algo de autoridad, im-
portante, normativo. El ejemplo de padre no es un padre ejemplar, sino por
accidente; y, si fuese un padre ejemplar, en un cierto sentido dejaría de ser un
buen ejemplar de padre. Siempre en base a esta misma ley, puede suceder que
un caso se haga famoso, se convierta en Fall o en un affaire. Que se convierta,
por ejemplo, en un caso literario. Una cosa que, o hace explotar la casuística, o
se exorbita, o bien instituye una nueva normatividad, por tanto, también una
nueva normalidad. El caso puede dejar de ser típico, convirtiéndose en excep-
cional, o bien puede dejar de ser excepcional, convirtiéndose en norma. Por
tanto, dentro de la tensión entre normal, norma, normativo, tenemos, sucesi-
vamente: un caso cualquiera, el accidental; el caso típico, el normal; y el caso
hiperbólico, el extraordinario, y que precisamente por esto constituye el mo-
delo que hay que seguir, en definitiva, la idea en sentido kantiano. En términos
generales, el mecanismo está sujeto solo a leyes causales: el elemento A causa
el elemento B. El organismo, por el contrario, obedece también a leyes finales.
un desfile completo frente a las damas), Flaubert está obsesionado por la idea de producir
obras maestras (letras), y Balzac habla de los tipos en cada página (‘il était le type même
du... ‘). ¡En cambio, el campeón parece un personaje cortés en la literatura!”.
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MAURIZIO FERRARIS
e) Significatividad
49 Gottfried Wilhelm LEIBNIZ, Discours de métaphysique, Paris, Vrin, 2016, § 19.
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METAFÍSICA DE LA WEB
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MAURIZIO FERRARIS
un caso como en el otro, asistimos a procesos en los que se pasa del signifi-
cado al signo sin sentido y, viceversa, del signo sin sentido al significado, con
tal que haya una capacidad de registrar. Por lo demás, no olvidemos que la
distinción entre señal y rumor es fuertemente ideológica52, y que esto vale en
los dos sentidos: lo que aparece como rumor es señal y lo que aparece como
señal es rumor.
Es verdad que sin algoritmo los datos serían vacíos y sin datos el algoritmo
sería ciego53, pero es también verdad que, de acuerdo con el empirismo tras-
cendental que está en la base de este libro, los algoritmos no son distintos o
a priori respecto de los datos, sino que emergen precisamente a través de la
dialéctica inscripción-iteración-alteración. Esta no es solo especulación, sino
que encuentra correspondencia en una evidencia muy cercana a nosotros.
Mientras se ha buscado una Web semántica, es decir, mientras se ha querido
aplicar un trascendental al registro, se ha perdido un objetivo aparentemente
sencillo, el de preparar máquinas de traducción. Pero cuando la Web ha creci-
do hasta el punto de engendrar algunos Big Data, y en estos casos un archivo
textual idealmente semejante a la biblioteca de Babel, tenemos la alteración,
el hecho de que la simple inscripción e iteración determina la génesis de los
significados, produciendo algoritmos relativamente eficaces para la traduc-
ción. En este como en muchos otros casos, y obviamente a un nivel de abs-
tracción muy elevado, podemos teorizar el desarrollo de una dirección que se
despliega de manera serial:
Registro → Emergencia → Categorización (en bloque, es decir, precisa-
mente con una marcha rapsódica) → Individuación, como conocimiento per-
fecto, que constituye el ideal del saber: la teoría del todo es la teoría de los
todos, no consiste en encontrar una ley universal, sino en el conocimiento
directo del universo.
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METAFÍSICA DE LA WEB
un cierto límite, tiempo perdido. Toda hipómnesis puede ser, de hecho, capi-
talizada. El algoritmo trata correlaciones y es la correlación la que crea el sig-
nificado, no a la inversa. Como no existe un lenguaje privado, tampoco existe
un sentido privado. El pensamiento no es algo que queda una vez que se ha
quitado el mundo, como piensa Frege (evitar la reducción de la filosofía a la
psicología con una epojé que recuerda Husserl y que estaba motivada por las
mismas intenciones). Así como se dice “orad, orad, que la fe vendrá”, se pue-
de también legítimamente decir: “hablad, hablad, que el significado vendrá”.
4. HIPÓMNESIS
a) Registro terciario54
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MAURIZIO FERRARIS
b) Iterabilidad
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METAFÍSICA DE LA WEB
c) Terceridad
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56 El mito de Prometeo que da el fuego a los humanos robándolo de los dioses sugiere
una intuición muy razonable: ningún humano ha inventado el fuego (que, por lo tanto,
tiene algo trascendente en relación con los humanos), pero el fuego es una de las pre-a-
daptaciones que permiten la manifestación de características esenciales de la naturaleza
humana: cocinar, calentar, socializar alrededor del campamento, etc.
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METAFÍSICA DE LA WEB
I
(Interpretant)
O S
(Object) (Sign)
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METAFÍSICA DE LA WEB
d) Documentalidad
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58 Barry SMITH, “How to Do Things with Documents”, Rivista di Estetica, 50 (2012),
179-198; David KOEPSELL and Barry SMITH, “Beyond Paper”, The Monist, 97 (2), April
2014, 222-235.
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METAFÍSICA DE LA WEB
sería nulo (un acuerdo entre amnésicos no es un acuerdo, un acuerdo sin tes-
tigos y sin registros puede siempre ser impugnado). De este modo, los temas
de la explicación documentalista se estructuran en dos tesis: la primera es
que la documentalidad es la condición necesaria de la realidad social, que no
puede existir en ausencia de documentos; la segunda es que la documenta-
lidad es la condición suficiente de la realidad social: basta que existan docu-
mentos y seres biológicamente semejantes a nosotros (en particular, dotados
de sensibilidad y de memoria) para obtener todo lo que compone la realidad
social, intencionalidad individual y colectiva comprendidas.
Examinemos, en primer lugar, la tesis de la documentalidad como con-
dición suficiente de la realidad social. La sociedad se funda, ante todo, sobre
la comunicación, es decir, sobre el registro. Podemos concebir una sociedad
sin leguaje, pero no sin memoria, y esta circunstancia responde a las carac-
terísticas fundamentales del pensamiento y de la acción, y son estrictamente
dependientes de la capacidad de recordar. El presupuesto evidente para la
creación de objetos de orden superior59, como son los objetos sociales, no es
la intencionalidad, sino más bien el registro. Esta centralidad del registro en
el mundo social se manifiesta por la producción de documentos, un fenómeno
presente desde las primeras fases de la sociedad humana, pero cuya acción
ha sido ampliamente subestimada. El crecimiento de dispositivos técnicos de
producción de documentos en los últimos decenios la ha revelado con una
claridad inconcebible inicialmente. He aquí por qué producimos actos que
no deben ser necesariamente lingüísticos60, y que, sobre todo, adquieren su
sentido solo si están inscritos, pues una vez inscritos adquieren el poder que
conocemos: desde las firmas que deciden la guerra o la paz a las erratas que
causan caídas en la bolsa de valores. Por esta razón son tan cruciales los do-
cumentos, por ello hacemos cola para tenerlos y nos desesperamos si los per-
demos, por ello la documentalidad es un ingrediente tan importante de la
sociedad y, por ello mismo, ha acontecido la revolución documedial.
También en las así llamadas –insisto sobre esto porque es difícil circuns-
cribir con claridad la esfera de la escritura– sociedades sin escritura, en las
que la documentalidad se manifiesta en mitos y en el recurso a rituales com-
plicados que se transmiten de generación en generación, se trata de docu-
mentalidad y no de intencionalidad, porque se trata, en la mayoría de los
59 Alexius MEINONG, Teoría del objeto y presentación personal, Miño y Dávila,
Madrid/Buenos Aires, 2008.
60 R. SACCO, “Il diritto muto”, en Rivista di diritto civile, I, 1993: 689.
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MAURIZIO FERRARIS
e) Normatividad
61 ¿Cuántos sabrían explicar por qué nos damos la mano en un saludo o acuerdo? Y,
con mayor razón, cuántos niños que giran en círculo y luego caen al suelo (“Casca il mon-
do, casca la terra”) son conscientes de que es muy probable que esto sea una repetición del
colapso épico con el que se cierra la Titanomaquia?
62 Andrea DE JORIO, La mimica degli antichi investigata nel gestire napoletano,
Napoli, Fibreno, 1832.
63 Régis DEBRAY, Dieu, un itinéraire : Matériaux pour l’histoire de l’éternel en oc-
cident, Paris, Jacob, 2001.
64 William WARBURTON, Dissertations sur l’union de la religion, de la morale et
de la politique, London,1742
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METAFÍSICA DE LA WEB
65 Ignace GELB con su libro A study in writing : the foundations of grammatology
(Chicago, University of Chicago Press; 1952) se presenta como el antefacto de Jacques
DERRIDA, De la grammatologie (Paris, Les Editions de Minuit, 1967).
66 Charles Sanders PEIRCE, Collected Papers of Charles Sanders Peirce, Bristol,
Thoemmes Press, 1931-1958.
67 La cual también ha tenido intuiciones profundas en esta dirección. Véase Charles
Sanders PEIRCE, The Essential Peirce, Selected Philosophical Writings, Volume 2 (1893–
1913), Bloomington/Indianapolis, Indiana University Press, 1998.
68 Luigi PAREYSON, Estetica. Teoria della formatività, Torino, Edizioni di «Filoso-
fia», 1954.
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MAURIZIO FERRARIS
69 Hay que señalar que record, el registro y la fijación documental, se refieren eti-
mológicamente al corazón (cor), como en otras palabras derivadas recordar, learn by heart,
apprendre par coeur. Demostrando así la cercanía entre la grabación externa e interna y,
también, el hecho de que la documentalidad está en la base de la intencionalidad ya en la
conciencia, que nunca es una conciencia aislada, una mónada, sino algo inmerso en el mun-
do, sujeto a las interacciones sociales y, por lo tanto, con una separación externa/interna
mucho más inestable que la diferencia problemática entre res extensa y res cogitans.
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METAFÍSICA DE LA WEB
70 Herbert Paul GRICE, Studies in the Way of Words, Cambridge, Harvard Univer-
sity Press, 1989, 213–223
71 Jacques DERRIDA, Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1998. La derivación
de la intencionalidad de la documentalidad se analiza en Maurizio FERRARIS, Anima e
125
MAURIZIO FERRARIS
iPad, Parma, Guanda, 2011. Para una comparación sistemática con las posiciones pre-
dominantes en ontología social, véase Giuliano TORRENGO, “Documenti e intenzioni.
La documentalità nel dibattito contemporaneo sull’ontologia sociale”, Rivista di Estetica,
(2009) 42, pp. 157-188.
72 John Rogers SEARLE, La construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós,
2004 y Creando el mundo social: la estructura de la civilización humana, Barcelona,
Paidós, 2017; Michael BRATMAN, Planning and the stability of intention, Stanford, CSLI,
1991 y Faces of intention: selected essays on intention and agency, Cambridge : Cambrid-
ge University Press, 1999; Margaret GILBERT, On Social Facts, London/New York, Rout-
ledge, 1989, Living Together: Rationality, Sociality, and Obligation, Lanham, Rowman
and Littlefield, 1996 y Joint Commitment: How We Make the Social World, New York,
Oxford University Press, 2014; Philip PETTIT, The common mind : an essay on psycho-
logy, sociology and politics, New York, Oxford Univ. Press, 1996; Raimo TUOMELA, The
Importance of us. A Study of Basic Social Notions, Stanford, Stanford University Press,
1995 y The Philosophy of Social Practices: A Collective Acceptance View, Cambridge,
Cambridge University Press, 2002.
73 Cf. Fabio MERLINI, Ubicumque, Macerata, Quodlibet, 2015; Michel WIEVIOR-
KA, L’Impératif numérique, Paris, CNRS Éditions, 2013; Elena PASQUINELLI, Irresisti-
bili schermi, Milano, Mondadori, 2012; Carlo FORMENTI, Felici e sfruttati. Capitalismo
digitale ed eclissi del lavoro, Milano, Egea, 2011
126
METAFÍSICA DE LA WEB
5. HIPÓSTASIS
a) El registro primero de la información
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MAURIZIO FERRARIS
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METAFÍSICA DE LA WEB
ideas de la razón (símbolos), sino atajos con los cuales nosotros los humanos,
que no somos Watson, tratamos de dar orden a lo múltiple o, al menos, de
recortar islas de sentido en el mar del no-sentido.
b) Capitalización
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MAURIZIO FERRARIS
77 Maurizio FERRARIS, ¿Dónde estás?: ontología del teléfono móvil, Barcelona, Mar-
bot, 2008; Documentalità: perché è necessario lasciar tracce, Roma-Bari, Laterza, 2009.
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METAFÍSICA DE LA WEB
de los objetos sociales, por tanto, el surgir de un capital más ubicuo, informa-
do y poderoso que aquel que la historia haya conocido, es decir, precisamente
el capital documedial.
Este es el verdadero capital de nuestra época, que al mismo tiempo arroja
luz sobre la naturaleza de todo capital precedente, revelando su naturaleza
documedial: el capital no ha sido, en el tiempo, más que una forma particular
de archivo, pero en los momentos en los que, como hoy, toda la interacción
social puede ser archivada, parece evidente que se asiste a la capitalización
de la interacción social y, precisamente, de lo que llamo “movilización”78, el
sistema de acciones que cada uno de nosotros realiza a través de la Web. La
revolución documedial, como sucede siempre en el caso de una revolución
tecnológica y social, permite por tanto la aparición de estructuras fundamen-
tales que estaban presentes desde el origen de la civilización humana. Actuar
políticamente de modo eficaz dentro de este contexto, requiere consciencia
teórica, y a este fin es importante enfocar la naturaleza del capital tal como
emerge de la revolución documedial.
Hemos de pensar en el capital del siglo XXI, que no son las finanzas sino
la Web. Y debemos escribir un Capital para el siglo XXI, captando el origen,
la estructura y los poderes de este nuevo capital. En este sentido, Marx puede
enseñarnos mucho y sus errores nos pueden enseñar todavía más. El princi-
pio de base de la teoría de la documentación, según la cual “todo puede ser
documento”79, ha encontrado una actuación masiva precisamente en la edad
de la revolución documedial. En el plano del capital: la multiplicación, clasi-
ficación y activación de los datos es el capital del siglo XXI. La machine lear-
ning resultará posible, solo cuando se disponga de una cantidad enorme de
datos. Por tanto, no es inteligencia artificial, sino un archivo que, ante todo,
no es autoconsciente y, por tanto, tiene mucho más de biblioteca de Babel que
de inteligencia. El problema no son solo claramente los derechos humanos
78 Maurizio FERRARIS, “Total Mobilization”, en The Monist, vol. 97, n. 2, 2014 April
1, pp. 200–221; Movilización total, Barcelona, Herder, 2017.
79 Suzanne BRIET, Qu’est-ce que la documentation?, Paris, Édit, 1951. Además de
Briet, los textos fundamentales para la definición moderna del documento son P. Otlet,
Traité de documentation: le livre sur le livre: théorie et pratique, Mundaneum, Bruxelles
1934; Robert PAGÈS, “Transformations documentaires et milieu culturel”, en Review of
Documentation, XV, 1948, fasc. 3; M.K. BUCKLAND, “What is a ‘document’?”, en Journal
of the American Society for Information Science (1986-1998), Sept. 1998, 48, 9; R. DAY,
The Modern Invention of Information: Discourse, History, and Power, Edwardsville,
Southern Illinois University Press, 2001.
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MAURIZIO FERRARIS
c) Movilización
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METAFÍSICA DE LA WEB
80 T. SCHOLZ (Ed.), Digital Labor. The Internet as Playground and Factory, Rout-
ledge, London-New York 2012; J. CRARY, 24/7. Late Capitalism and the Ends of Sleep,
New York, Verso, 2013; C. FUCHS, Digital Labour and Karl Marx, New York, Routledge,
2014.
81 C. Benedikt, M. A. Osborne, The Future of Employment: How Susceptible are
Jobs to Computerisation?, 2013, September 17, http://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/
downloads/academic/The_Future_of_Employment.pdf
133
MAURIZIO FERRARIS
este punto de vista sería necesario apartar los ojos del complot de la luna y de
los mercados y considerar un hecho al que pocos prestan atención. Mientras
satisfacemos nuestras necesidades y expresamos nuestras ideas, subrogamos
las funciones de bancos, periódicos, publicidad y agencias de viajes (la des-
aparición de la intermediación, que es de hecho el recurso a sistemas más
poderosos y centralizados de mediación ofrecidos por las plataformas). So-
bre todo, creamos enormes archivos sobre nosotros mismos, sobre nuestras
costumbres, sobre nuestras reglas y sobre nuestros quebrantamientos de la
regla. Al hacer esto, trabajamos gratis sin saberlo, porque producimos una
riqueza muy superior a la del dinero. Un capital que no se limita a dar infor-
maciones sobre lo que podemos gastar, sino sobre lo que somos y sobre lo que
queremos, sobre lo que el dinero no solo no puede comprar, sino sobre lo que
el dinero ni siquiera tiene la posibilidad de representar con detalle.
Invocar un retorno al pasado, persiguiendo los fantasmas de un empleo
fijo a tiempo indefinido, es una estrategia perdedora y, lo que es peor, estúpi-
da, porque hace promesas y produce expectativas que no podrán mantenerse
jamás. Es vano perseguir hacia atrás el mito de los años setenta y del pleno
empleo: es como soñar con el Ancien Régime en la Francia de la Restaura-
ción, con una diferencia fundamental, esto es, que alguno podría tener nostal-
gia del Ancien Régime, de sus certezas y de su “dolce vita”, mientras ninguno
añoraría los años setenta del siglo pasado. Efectivamente, ¿estamos seguros
de que la estrategia apropiada para garantizar la paz social en Europa consis-
ta en reivindicar anacrónicamente las condiciones de pleno empleo y en cri-
ticar la creciente precarización del trabajo? Conceptos como “pleno empleo”
y “precariedad” ¿pueden todavía formar parte del escenario documedial? Se
trata, por el contrario, de acoger las novedades específicas.
El carácter de la ”Onlife”82, de la vida en la red no está en su naturaleza
virtual e informacional, sino más bien en la movilización, que hay que definir
conceptualmente determinando sus diversos grados, así como los compro-
misos profesionales (o el paro) de los movilizados, las franjas de sexo y edad.
El consumo es ahora interpretable –sin críticas ni ironías83–, como trabajo
a domicilio; la producción no está ya separada del entretenimiento, por la
reducción de la distinción entre vida y trabajo permitida por la difusión de las
82 L. FLORIDI (Ed.), The Onlife Manifesto. Being Human in a Hyperconnected Era,
London, Springer International, 2015.
83 Se puede encontrar en Günther, ANDERS, La obsolescencia del hombre. Sobre el
alma en la época de la segunda revolución industrial, Valencia, Pre-Textos, 2011.
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METAFÍSICA DE LA WEB
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MAURIZIO FERRARIS
los datos accesibles a los movilizantes y los accesibles a los movilizados), para
establecer las motivaciones teóricas del salario de movilización.
d) Plusvalor
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METAFÍSICA DE LA WEB
84 Michael HARDT y Antonio NEGRI, Assembly, New York, Oxford University Press,
2017.
85 Karl MARX, Lineamenti fondamentali della critica dell’economia politica (1857-
1858), Nueva Italia, Florencia 1970, p. 101: “Lo concreto es concreto porque es la síntesis
de muchas determinaciones, de ahí la unidad de lo múltiple. Por esta razón, en el pensa-
miento se presenta como un proceso de síntesis, como resultado y no como un punto de
partida, aunque es el punto de partida real y, por lo tanto, también el punto de partida de
la intuición y la representación”.
86 Barry SMITH, “Diagrams, Documents, and the Meshing of Plans”, en Andras BE-
NEDEK & Kristof NYIRI (eds.), How To Do Things With Pictures: Skill, Practice, Perfor-
mance, Frankfurt, Peter Lang, 2013, pp. 165-179.
87 Maurizio FERRARIS, Una Ikea di università, Raffaello Cortina, Milano 2009;
Bruce C. SALMON, Storytelling in preaching, Nashville, Broadman Press, 1988.
88 Para Yan Thomas las cosas se convierten en pensamiento, lo contrario a como
piensa Virno, para quien el pensamiento se convierte en cosa.
89 Cf. Alfred SOHN-RETHEL, Geistige und körperliche Arbeit. Zur Theorie gesel-
lschaftlicher Synthesis, Freiburg/ Wien, Ça ira, 2018.
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METAFÍSICA DE LA WEB
la visión que de ella tienen los movilizantes es mucho más clara y detallada
que la que tienen los movilizados.
e) Ciencia Nueva
De aquí la exigencia, sobre todo para la Web, de una basilikè téchne (la
técnica política que busca lo mejor para la sociedad), para expresarse con
Platón, y de una educación de la voluntad, como decía Kant. Es decir, preci-
samente la exigencia de una razón práctica. Parece evidente, pero no es así:
basta considerar que la técnica parece resumirse todavía hoy, en los progra-
mas de enseñanza, en la trinidad Inglés-Internet-Empresa, y que la reflexión
más crítica se limita a la exigencia de tutelar la privacy. Pero la técnica, afor-
tunadamente, no es solo una nueva lengua sagrada en la que manifestar ac-
ciones cuyo sentido no se entiende, ni la libertad puede consistir en la libertad
puramente negativa de no dejar rastros, del derecho al olvido. No, la razón
práctica de la Web debe consistir en una libertad positiva y la esperanza hay
que ponerla en el progreso de aquella técnica peculiar que es la cultura hu-
manística. La cultura es razón práctica. No es erudición (¡la Web nos ha de-
mostrado cuán poco se necesita para ser eruditos!), sino que es el intento de
comprender el presente y de transformarlo, ante todo mirando a lo humano
sin hacerse demasiadas ilusiones. Es precisamente de aquí de donde se debe
partir, para relanzar la cultura que, repito, no es lo contrario de la técnica,
sino que es la técnica en sentido inminente, y es también la única técnica que
puede, en principio, ser guiada por una razón práctica. Aquí “práctico” hay
que entenderlo en sentido kantiano: lo que es posible por medio de la liber-
tad, una libertad que es, a su vez, una técnica, la más difícil.
El análisis de la transformación en curso oscila entre una exaltación acrí-
tica y un rechazo ideológico. En ambos casos, falta una verdadera concep-
tualización del estado de cosas. ¿Qué significa “a cada uno según sus necesi-
dades”? En la perspectiva que defendemos, debe significar, en primer lugar,
hacer ver a todos, lo más accesible que se pueda, los resortes ofrecidos por
la revolución documedial, y para hacer esto, antes que capacidades técnicas
(que están siempre en retraso respecto a la actualidad: cuando se enseña una
técnica, ya está superada), es necesario enseñar capacidades críticas y cono-
cimientos humanísticos, es decir, precisamente las únicas que no pueden ser
sustituidas por los algoritmos del “busca, no clasifiques”. En este sentido, el
primer significado de “a cada uno según sus necesidades” hay que interpre-
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pone una revolución copernicana que nos lleve a ver en la técnica no tanto
la extensión del hombre96, sino más bien en el hombre una extensión de la
técnica, siguiendo, en este caso, una línea interpretativa fuertemente repre-
sentada en el siglo XX97, aunque nuestra perspectiva se caracteriza por una
visión netamente positiva de esta determinación98, que no es una alienación
de la naturaleza humana, sino más bien una revelación de sus posibilidades
más propias. Orlando, que se deshace del arcabuz para preservar la caballe-
ría (solo por citar un ejemplo con sabor de fábula) no renuncia a la técnica,
sencillamente preserva una técnica antigua (la espada) respecto a una técnica
moderna. Y, por otra parte, las Tempeste d’acciaio de Jünger nos han enseña-
do cómo a partir de técnicas mucho más modernas que el arcabuz se pueden
recrear fábulas y mitos. La naturaleza y el espíritu no son dos dimensiones
contrapuestas, son las dos caras de una misma realidad, que se comunican a
través de la técnica, una de cuyas formas más antiguas es, precisamente, la
composición de narraciones de aquellas tramas cuyo origen no es distinto al
de los tejidos que nos acompañan desde el paleolítico99.
La ciencia tiene que hacerse comprensible, porque la sociedad está cada
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METAFÍSICA DE LA WEB
vez menos dispuesta a dar cheques en blanco a los expertos: por tanto, debe
saber comunicar, persuadir, discutir fuera del campo de la especialidad, esto
es, acercarse a aquella unión entre ciencia y humanismo que estaba vigente
en tiempos de Galileo. Por otra parte, el humanismo –en el momento en que
la mayor producción industrial de Occidente es el documento: libros, escri-
tos, mensajes, imágenes– no es ya sencillamente la Arcadia, sino un elemen-
to crucial para la tecnología y la economía. Pensar la cercanía entre saber y
tecnología equivale a pensar y a programar el presente y a releer el mundo
de la Web a la luz de la documedialidad, en lugar de con las antiguas –y ya
inoperantes– coordenadas de la antigua industria, del antiguo capital y de las
antiguas humanidades. Tenemos frente a nosotros una industria 4.0 que no
corresponde ni al mundo de la manufactura del siglo XIX, ni al mundo de la
comunicación del siglo XX. Esta circunstancia sugiere que el camino que se
abre a las disciplinas humanísticas no es una vuelta al pasado, sino más bien
una vuelta al futuro: es necesario pensar sobre humanidades 4.0 capaces de
interactuar con una industria 4.0 y con una ciencia 4.0, justamente como en
la corte de Federico II la investigación científica se encontraba con la estrate-
gia política y los funcionarios de la cancillería real dieron vida también a aquel
otro gran descubrimiento tecnológico que es el soneto. No lo olvidemos. El
humanismo se manifiesta siempre que una crisis nos obliga a preguntarnos:
¿Qué es el hombre?100 Aquí “crisis” no es solo una señal de decadencia, sino
también la señal de una transformación y de un enriquecimiento que tiene el
propio protagonista en la técnica. Así fue en tiempos de Platón y de los sofis-
tas (giro técnico: la alfabetización de masas), en el tiempo de los humanistas
(giro técnico: la imprenta) y ahora con la Web.
Conclusión evidente, pero no siempre señalada, es que el humanismo es
una técnica y se necesita encontrar tecnologías humanísticas adaptadas a
nuestros tiempos. La técnica es todo lo que los humanos han inventado para
poner remedio a sus insuficiencias, comprendido el lenguaje, la escritura, el
pensamiento y la cultura. Lo humano no es el punto más alto de la creación,
sino un producto contingente y defectuoso; su cerebro no posee nada más que
el de tantos otros animales no humanos. Sin embargo, es precisamente por
su deficiencia por lo que el hombre ha creado exteriorizaciones técnicas que
definen su especificidad. Contrariamente a lo que sostenía Rousseau, el hom-
bre no nace libre. Esta es la mala noticia. Pero la buena es que puede llegar a
serlo, a través del desarrollo de sus dotaciones tecnológicas. He aquí el signi-
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III
LA CIUDAD DE DIOS
INTRODUCCIÓN
1. RICOS CADA VEZ MÁS POBRES, POBRES CADA VEZ MÁS RICOS
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inacabada: “atrévete a pensar por ti mismo”, aunque sea una estupidez lo que
pienses), los puestos de dirección de hoy no pueden separarse de la capaci-
dad, por tanto, se muestran extremadamente solicitados, pagados y buscados.
Evidentemente, esta circunstancia no coincide con la justicia social, sino que
implica la reducción de una injusticia y un riesgo: el de un incompetente que
dirige una realidad compleja. Si un heredero al trono parece que no se le da
demasiado bien, no se le ciega ni se le corta la nariz, como era la práctica en
Bizancio, sino que se le excluye de la sucesión mediante alguna estratagema.
En un entorno menos exigente, incluso a los profesores universitarios se les
pide, al menos pro forma, que sean inteligentes. ¿De dónde sacamos la idea
del camino hacia lo peor? ¿Quizás por el hecho de que el progreso de la mo-
dernidad y la dictadura de la tecnología nos han homogenizado –todos igua-
les dentro y fuera, el destino de la humanidad según Zarathustra, Pasolini y
muchos más–? Me gustaría señalar que hace cincuenta años era muy común
que ciudades enteras del sur de Italia, de Grecia y de Portugal estuvieran po-
bladas por mujeres vestidas de negro y por hombres con boinas y camisas
blancas, una prolongación natural de los trajes tradicionales (en efecto, nada
es más homogeneizante que el folklore). Hoy todos se visten de diferentes
maneras, excepto los pocos que (como otros compradores dispersos en cen-
tros comerciales de todo el mundo) han decidido seguir las reglas estéticas
de Dolce & Gabbana. Y, además, la televisión inicialmente nos ofrecía uno o
dos canales, ahora Netfilx nos ofrece miles de películas y series: ¿estábamos
más homogenizados entonces o lo estamos ahora? ¿La fábrica puede ofrecer
una opción? Veganos, melarianos, musulmanes en Ramadán, comida kosher
están hoy previstos en las cartas de los restaurantes. ¿Esto no es un progreso?
Son elecciones que apenas se notan en las cafeterías, principalmente porque
la gente trabaja cada vez menos, pero los mismos jóvenes que hace cien años
habrían comido el rancho enlatado durante el servicio militar (una homogeni-
zación que desaparece y de la que no sentimos nostalgia) les encantan el sushi.
¿Homogenización aquí también? Me parece que el significado de las palabras
se pierde, y sobre esto ni siquiera vale la pena hablar. Prefiero decir que se da
una convergencia entre útil y felicidad: es mucho mejor multiplicar la esfera
de gustos y deseos, ya que produce más ingresos, ahora que sabemos cómo
preverlos y conocerlos a través de algoritmos que monitorean el consumo.
Si alguien dijo que esto es una violación de la privacidad, entonces el biblio-
tecario que registra el libro que tomamos prestado y los seguidores del bird
watching también deberían ser acusados de una violación de la privacidad.
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2. EL COMUNISMO REALIZADO
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3. ¿ALIENADOS O IMBÉCILES?
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2 Aprovecho esta oportunidad para especificar tres términos que usaré a menudo
en este libro: filosofía de la historia, especulación y deconstrucción.
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de que es cierto que en algunos casos lo único que puede perderse son las
propias cadenas, pero que todavía son algo, de lo que no se puede prescindir
demasiado a la ligera.
Así como la alienación no puede evocarse demasiado a la ligera entre
aquellos que han perdido sus cadenas durante mucho tiempo, o tal vez las
tienen, sino que se trata de la chaîne souple de De Maistre, que nos une sin
encadenarnos a Dios (como pensaba él) sino a la técnica y a la sociedad, y que
solo con una imperdonable estupidez se puede comparar con las cadenas que
unían (hoy ya no se hace porque existen los barcos a motor) a los esclavos con
sus asientos en las embarcaciones de remo. Viajamos, compramos, probamos
vinos y alimentos que son incomparablemente mejores y más abundantes
que en el pasado, nuestra vida es más larga que en cualquier época anterior;
sin embargo, los victimistas afirman que estamos alienados, es decir, si las
palabras tienen sentido, viajamos, compramos, probamos y a menudo sobre-
vivimos, como mejor no se podría, por mera coacción externa y forzados por
una ley implacable. Sin embargo, esto no es así. Y la prueba es que también
pagamos para viajar, consumir, probar y sobrevivir; si el servicio fuera aliena-
do, tendríamos al menos la previsión de que se nos pagase por ello. El recurso
a la noción de “alienación”, desde este punto de vista, constituye un autoen-
gaño capital, porque atribuye al ser humano una virtud que no tiene por natu-
raleza y que debe ser conquistada a través de la técnica y la cultura. El placer
estético, la necesidad de lo superfluo, la vanidad, la incapacidad de estar con
la manos quietas; por lo tanto, la movilización, así como la dependencia de
prótesis técnicas (palos, drogas, sociedad), todo esto es lo humano, no el ca-
pital. El mecanismo que lo desencadena no es el de la alienación, sino el de la
imbecilidad, una categoría explicativa mucho más útil que la alienación, tam-
bién porque no nos absuelve de nuestras faltas al no imputárselas al capital.
El fin de la alienación es solo el más sorprendente de los signos del comu-
nismo realizado a través del capitalismo que caracteriza nuestra era. También
está el fin de la sociedad privada (comenzando con la posesión de datos, para
llegar a los bienes en uso en lugar de bienes en propiedad), la nueva interna-
cional (globalización), la sociedad sin clases (hay diferencias de estrato, pero
no de clases, y esta es la razón por la cual la sociedad solo puede conocerse
a través de los big data), la sociedad sin Estado (estamos presenciando la
privatización de funciones estatales como la moneda, el ejército, la oficina de
correos), la dictadura del proletariado (el populismo antes mediático y ahora
digital). No pretendo que se asuma solo porque lo digo, sino que dedicaré un
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4. ¿QUÉ HA SUCEDIDO?
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Si todo esto es cierto, una pregunta es inevitable: ¿por qué no somos feli-
ces?
En primer lugar, porque estamos preocupados por los trabajos que desa-
parecen y, con razón, somos escépticos sobre el hecho de que regresen. Los
teóricos de la conspiración que acusan a Soros de organizar deportaciones
de migrantes de África para reforzar el ejército de reserva del empleador y
reducir los salarios omiten dos circunstancias que parecen ser relevantes, por
decir lo menos. La primera es que es difícil hablar de un nuevo comercio de
esclavos para los desembarcos de migrantes, ya que estos últimos, a diferen-
cia de los esclavos reales (y sin considerar que es ofensivo, tanto para los es-
clavos de entonces como para los migrantes de ahora) no están encadenados.
Decir que no hay diferencia entre estar encadenados y embarcarse pagando
no es diferente a afirmar que todos somos esclavos, al menos, de nuestras
pasiones. La segunda, no menos macroscópica, es que es difícil hablar de
los migrantes como ejercito de reserva del capital cuando es evidente que el
capital (admitido, pero no asumido de que exista, repito, como portador de
intencionalidad) ni siquiera necesita del otro, de ejército, ya sean efectivos o
regulares. En realidad, no se sabe qué hacer con los soldados de infantería y
los tenientes (incluso los generales arriesgan sus cabezas en estos días), y los
demás cuerpos harían bien en encontrar otro trabajo precisamente porque
los drones pronto serán los se encarguen de recoger los tomates.
En segundo lugar, ¿por qué no se dice que debemos ser felices, como decía
Saint Just? “Que Europa sepa que ya no queréis un infeliz o un opresor en
suelo francés” (olvidando que propició al menos una infelicidad en Francia,
la de Luis XVI, decapitado como opresor) y concluía diciendo que “la felici-
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dad es una idea nueva en Europa”. No se dice que sea una buena idea y, sobre
todo, que estemos hechos para ser felices. Abd al Rahman III, emir de Córdo-
ba en el siglo X, había cuantificado el número de días felices de su vida en 14.
El recuento del Príncipe de Salina en El gatopardo es aún más deprimente:
dos semanas antes de la boda, seis más tarde, media hora después del naci-
miento de su primogénito (aunque se trató de un engaño porque el hijo era un
capullo), alguna conversación con el segundo hijo antes de morir (puede que
también fuera un engaño: es probable que solo fueran monólogos), muchas
horas en el observatorio mirando las estrellas (pero quizás estas fueron “una
donación anticipada de las bienaventuranzas mortuorias”).
En tercer lugar, porque hacemos trampa. La tecnología permite (en un
movimiento asintótico) la realización de la única igualdad posible para un ser
por lo demás desigual y tendencialmente sociopático como es el ser humano.
A aquellos que dicen que las necesidades son muy diferentes, les respondo
que no está claro qué puede ser una necesidad, y especialmente una necesi-
dad primaria, dada la naturaleza insondable e insaciable del ser humano. La
razón por la cual la filosofía de la historia mainstream es engañosa es que
hay quienes –y son muchos– se entregan sin el más mínimo sentido crítico a
comparaciones desacertadas entre el presente y el pasado. A estos les propon-
go una consideración simple. Nadie estaría dispuesto a regresar –sin ir más
lejos solo a la vida de hace cuarenta años– a una vida de Travet3 o un obrero
de línea de producción en cadena. Lo mismo ocurre con la familia, la socie-
dad civil, el estado: todo esto se transforma profundamente, hasta el punto
de que tal vez ya no existe, o más bien, se incorpora y reestructura por la re-
volución documedial. Por mucho que los tradicionalistas deseen una vuelta
o, al menos, lamenten su desaparición, nunca volverán atrás, al igual que el
pleno empleo, y no lo dejarán con tantos remordimientos. La injusticia perci-
bida no es una injusticia real, tanto es así que nadie estaría dispuesto a volver
al pasado. Por tanto, todos perciben oscuramente (o tal vez de una manera
completamente clara) las ventajas de la situación actual en comparación con
las que le han precedido, pero no lo reconocen, porque hacerlo significaría
admitir su debilidad, su mediocridad, su compromiso con el estado de cosas
que tanto les gusta criticar.
En cuarto lugar, y sobre todo, porque somos ignorantes y nos ensañamos
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Vivir sin trabajar, decía antes. Y esto es verdad. Que se nos pague por vivir,
esto no es cierto. He aquí la sencillísima razón por la que no somos felices.
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del “trabajo”. Y en cambio tiene las mismas características del tiempo, según
Agustín: si no se me pregunta, sé lo que es, pero si se me pregunta, no lo sé.
Comencemos con una pregunta elemental. Darse la mano es un trabajo
intelectual que, por ejemplo, marca la conclusión de un contrato. Pero nadie
podría negar que también sea un trabajo manual, ya que se hace con las ma-
nos (y esto se aplica a la mayoría de los trabajos intelectuales, que requieren
el uso de manos y dedos en teclados o con un bolígrafo y papel). Y, sin duda,
existen buenas razones para argumentar que a menudo darse la mano no es
un trabajo, si sucede en un contexto de convivencia, incluso si el caso es com-
plejo, dado que establecer relaciones puede ser un trabajo (por ejemplo, darse
la mano en una campaña electoral o estrechándole la mano al final de un al-
muerzo de negocios). Entonces, ¿qué es el trabajo? ¿Qué distingue el tiempo
del trabajo del tiempo de la vida? ¿De qué tratan específicamente la sociolo-
gía, la psicología y la filosofía del trabajo? La tradición filosófica lee con gusto
el proceso de trabajo en términos de cansancio o alienación (tanto es así que
se podría decir que el filósofo no trabaja), mientras que debe concebirse, en
un sentido más amplio, como producción de valor, que no excluye en abso-
luto que haya realización sin cansancio y producción de valor sin alienación.
“Trabajo” es sola una palabra, que, sin embargo, se opone a muchas otras
(ocio, desempleo, juego, vida), lo que debería sugerir que lo que se llama “tra-
bajo” se diga de muchas maneras y, a menudo, de maneras muy diferentes.
Frente a esta complejidad, por lo general se hace más simple y se identifica,
más o menos, el trabajo con el de nuestros padres cuando éramos niños, que
erigimos como norma. Dado que nunca hemos experimentado ese trabajo
en su dureza, y el tiempo tiñe de nostalgia los recuerdos, la idea que subyace
en las discusiones sobre el trabajo es, a menudo, que debemos regresar a ese
trabajo perdido, a ese supuesto trabajo “real” e “íntegro”. Lo cual, a fin de
cuentas, es paradójico, porque durante medio siglo (y con excelentes razones)
la crítica de la izquierda ha insistido en la necesidad de superar la antigua
organización del trabajo y, en general, el trabajo en su conjunto. Además de
ser paradójico, la nostalgia de los trabajos del pasado también carece de sin-
ceridad. ¿A quién realmente le gustaría ser mecanógrafo o contador o ser un
trabajador de línea de montaje al estilo de Modern Times? Se trata de liberar
la nostalgia por los trabajos perdidos. El mundo actual (y sobre todo los filó-
sofos, que corren menos riesgos que otros, a menos que Simone Weil persista
en trabajar en la fábrica, suponiendo que encuentre un puesto en una) parece
lamentar un pasado al que nadie estaría dispuesto a volver (y que, dicho se-
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registrada y, por lo tanto, sea capaz de producir valor, puede calificarse como
trabajo. Insisto en este punto: si el acto o el hecho se registra (por ejemplo, mi
sueño registrado por un reloj inteligente), produce valor, y si produce valor,
entonces es trabajo (por consiguiente, tendría derecho a que me pagasen por
dormir, entonces la idea de un probador de colchones se convierte en una
profesión prometedora). Digo esto no para insultar a los millones de personas
invisibles que hoy trabajan con cansancio y alienación, sino para indicar la
forma en que, incluso estos trabajos, desaparecerán. Lo que quiero hacer es
señalar como una esperanza, lo que en Occidente se percibe como una ame-
naza. Situarse en esta perspectiva tendría más de una ventaja. Porque es dar
una esperanza concreta a los explotados; es hacer comprender a los movili-
zados que no se debe lamentar la condición de explotado; y es orientar tanto
a los explotados de hoy como a los de ayer hacia una concepción del trabajo
que no es solo producción, sino también consumo. Esta es una concepción
vinculada a una característica del ser humano que ninguna automatización
puede hacer desaparecer.
Aquello con lo que nos medimos no son contradicciones, como pensaba
Marx, sino revelaciones: formas en las que, tarde o temprano, la técnica re-
vela la esencia de las relaciones sociales que media y hace posible. En esta
revelación aparecen dos fenómenos opuestos. Por un lado, crece el descon-
tento social, generado por la oscura percepción de que lo que se produce se
regala libremente y que las plataformas no lo recompensan ni lo reconocen.
Por tanto, entre los datos disponibles para los usuarios comunes y los dispo-
nibles para las empresas se crea lo que propongo definir como el “plusvalor
documedial”, una diferencia cuantitativa y cualitativa a la que no se ha pres-
tado atención hasta ahora, al centrarse en fenómenos que son completamente
marginales. Por otro lado, sin embargo, al menos en Occidente, hay un cre-
cimiento promedio del bienestar individual, aunque existe la impresión de
que este no es el caso; esto depende del hecho de que los servicios ofrecidos
por la Web realmente mejoran la vida de las personas. Si bien en este caso,
¿cómo es esto posible? Insistir en el hecho de que los seres humanos son
constitutivamente infelices, o nunca lo suficientemente felices, precisamente
porque son animales no estabilizados, captura un carácter general, al que,
sin embargo, debe agregarse una circunstancia específica. Pero la disonancia
entre el bienestar real y el malestar percibido no debe imputarse solo al ser
humano, sino que debe concebirse como la señal de algo oculto, algo que pide
ser sacado a la luz. La gente se queja de la dificultad de encontrar trabajo; y,
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el de consumidor y navegante –el que esté contento o no, poco importa, pero
esto no es alienación. A esta palabra fetiche, si es que la hay, a este refugio
de pecadores, que ofende la verdadera alienación de quienes se rompen la
espalda bajo el sol, convendría reemplazarla por una antropología diferente,
o al menos una nueva nomenclatura, que precisamente hoy es visible, desde
el momento en el que en muchas partes del mundo la necesidad da paso al
consumo y, por lo tanto, revela aspectos del ser humano antes reservados
para las élites y borrados en la vida de cada día de la lucha por la existencia.
Por lo tanto, una vez comprobado que la alienación ya no es una clave para
leer el presente, y que de hecho es una fuente de seria confusión, lo mejor es
no ir a buscar la alienación incluso donde no hay rastro de ella, sino más bien
elaborar nuevas categorías para leer el presente.
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man el poder, es porque no tienen un cuerpo, es decir, lo que nos hace tener
prisa, estar necesitados, estar aburridos, ser susceptibles de cansancio, ser
irritables y estar dotados de miedos y fines. Precisamente en estos defectos se
basan nuestras posibilidades, nuestro “qué hacer”, que se puede resumir en
tres palabras: la invención, la movilización y el consumo.
Comencemos con la más rara y difícil, la invención. Pensad en los pintores,
que durante milenios han tenido una existencia visible, garantizada por la ha-
bilidad manual en la producción de representaciones. En un momento dado,
sin embargo, la máquina entra en escena, o más bien sale del molino, del
bastidor, del laboratorio y entra en la vida de todos y, sobre todo, comienza a
hacer obsoleto lo hecho a mano. En el caso de los pintores, es la cámara foto-
gráfica la que los priva de su función más natural. ¿Qué hacer? Como hemos
visto, se han inventado otras cosas que hacer y el mercado del arte nunca ha
sido tan floreciente desde que existe la cámara fotográfica. En efecto, paradó-
jicamente pero no demasiado, son los fotógrafos los que han desaparecido,
no los pintores. Los primeros, de hecho, ejercen una competencia técnica que
se vuelve cada vez más fácil, generalizada y accesible, porque a su vez está
automatizada y, al final, está disponible para todos en la máquina universal
que cada uno de nosotros tiene en nuestros bolsillos. Los segundos, en cam-
bio, deben pensar en nuevas reglas, o simplemente en la ruptura de la regla,
la infracción, el movimiento del caballo, que no necesariamente tiene que te-
ner un solo inventor. Como el gesto que, sorprendiendo a los productores,
ha hecho que en el teléfono móvil el uso de textos prevaleciera sobre el uso
oral (es el gesto que, interceptado por Jobs, ha determinado el nacimiento
del teléfono inteligente). Aquí ¿Cuál es la contribución humana? ¿En la pro-
ducción? Evidentemente no, los mensajes de texto tienen un origen humano,
pero estaban destinados a fines más modestos y funcionales, al igual que el
urinario de Duchamp. La contribución humana consiste en el consumo, que
es una manifestación de necesidades y deseos, por tanto, también en la con-
cesión de nuevos fines al objeto. Es decir, en la creación de una teleología
que, lejos de ser suprimida, se ve reforzada por la técnica. En otras palabras,
es cierto que la técnica proporciona medios y no fines, pero se pasa por alto
que el crecimiento de los medios implica una multiplicación de fines, es decir,
un florecimiento humano infinitamente mayor que el dictado por la penuria.
Si la invención solo es para pocos y aunque se dé colectivamente sigue
siendo poco habitual, entonces ¿qué hacen los muchos otros? ¿Y qué hacen
estos pocos cuando no tienen golpes de genialidad? Se agitan y, por primera
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que la técnica ofrece a los humanos a través del consumo, el cual tiene la ven-
taja de ejercerse no en trincheras y tempestades de acero, sino en supermer-
cados con aire acondicionado. El héroe de la transmutación de los valores no
es Zaratustra, sino la necesidad real o supuesta (es una norma de prudencia
centrarse en la necesidad en lugar de la inteligencia, el heroísmo y la santi-
dad: pues se pisa sobre terrero seguro). La creatividad, repito, es algo raro y
está reservada para unos pocos. Para los demás (entre los que yo mismo me
cuento) nos queda, precisamente, la producción de valor ya sea tanto al con-
sumir bienes como al generar datos a través de la navegación por internet.
Es un trabajo preciosamente humano porque concretiza al hombre liberado
y humanista de Marx y no implica cansancio ni contrición. Además, está al
alcance de cualquier imbécil, por lo que promete la paz social. Lo único que
exige es el esfuerzo de una elaboración teórica capaz de transformar el con-
sumo en trabajo y, por consiguiente, una elaboración política capaz de hacer
operativa la transmutación de valores.
Una dependencia bastante conocida del ser humano, que es la mirada del
otro, sería realmente difícil determinar respecto de esta dependencia, pues
hasta qué punto llega la necesidad y dónde comienza el deseo. También en
este caso, la apelación a la alienación es una forma de evitar el problema, de
abstenerse de analizar y de buscar un culpable fácil. En el contexto de esta ne-
cesidad de reconocimiento, que impulsa a los humanos en las redes sociales,
y la necesidad de conocimiento, que impulsa a las empresas a recopilar datos,
no los despreciamos (con un gesto inútil y sin seguimiento) sino que nos pre-
guntamos: ¿por qué los datos deberían ser un mal? El conocimiento siempre
es un bien y la ignorancia siempre es un mal. No obstante, hay algo aún más
profundo que la dependencia de la mirada del otro y es, precisamente, el con-
sumo. El hombre es lo que come, así que el hombre es lo que consume. Su
estructura está ahí. Después vendrán superestructuras sofisticadas (o no ven-
drán en absoluto) pero el punto de partida es ese. En cuanto organismo que
necesita alimentarse, el ser humano constituye, por esta vía, la entelequia de
todo el sistema, y digo con razón entelequia, es decir, una finalidad interna, ya
que es el fin de todo el sistema capitalista, el cual está hecho para responder al
consumo y, si es posible, para promover nuevas formas de consumo.
Una investigación filosófica de la transformación en curso sería arbitraria
si no intentara responder a cuestiones fundamentales que surgen en los acon-
tecimientos actuales, sino que simplemente se limitara a indicar una esencia
que la trasciende. Y, antes que nada, ¿qué es el hombre? Pregunta a la que
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“A cada uno según sus habilidades” es la primera parte del dicho evangé-
lico que constituye el primer precepto del marxismo. Evidentemente, con-
cretizarlo es bastante difícil (solo piénsese en cuán inaccesible puede ser el
camino de la meritocracia). Pero aún más difícil, aparentemente imposible,
es llevar a cabo la segunda parte: “a cada uno según sus necesidades”. Ya
siendo arduo en sí mismo en los tiempos de Jesucristo, este principio parece
ser absolutamente impracticable en la era del turbocapitalismo desenfrena-
do, que aparentemente es en el que vivimos. ¿Pero estamos seguros de que
sea así? En mi propuesta de bienestar digital, me gustaría mostrar que, si
logramos entender nuestra época y sus caracteres adecuadamente, estaremos
en condiciones más apropiadas para la realización de un comunismo (o un
cristianismo) de necesidades.
Me imagino la pregunta. ¿Quién paga en todo este círculo virtuoso por el
que los humanos inventan usos, informan sobre comportamientos y necesi-
dades y, sobre todo, consumen, mientras las máquinas producen y distribu-
yen? Es evidente: aquellos que acumulan la mayor cantidad de plusvalor, las
compañías de recolección de datos que nos brindan información que equivale
a 1 (que clima hace en Roma, que Notre Dame se incendia, etc.) y a cambio
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denuncia la desaparición del trabajo, solo que piensa en el trabajo del siglo
XX. A los teóricos de la conspiración del capital simplemente les digo que tal
cosa no existe y que el capital somos todos nosotros, como parte de un mundo
social más complejo e interrelacionado de lo que se pensaba en la época de
Marx. A los aristócratas de los derechos humanos les digo que ocuparse de lo
real es la única forma de proteger los derechos. Al tercer estado preocupado
por el trabajo, le digo que el problema es precisamente el del trabajo, solo que
el trabajo no ha desaparecido, sino que ha cambiado de manera radical y es,
precisamente, esta radicalidad la que ahora se echa en falta en la compren-
sión del presente.
En el momento en el que la pregunta banal “¿quién controla la privacidad
y la propiedad de los datos?” es reemplazada por otra mucho más significati-
va, ¿quién paga por la producción de datos y cómo se la paga?”, se debe idear
una estrategia para tasar y redistribuir el plusvalor documedial. Esto no es
una utopía, en China ya lo es, gracias a la fuerza de mil millones de teléfonos
móviles y un gobierno autoritario que nacionaliza las plataformas. Necesita-
mos encontrar formas para los países liberales y en esta dirección hay algunas
indicaciones a considerar.
En primer lugar, luchar contra la técnica proponiendo apagar los teléfo-
nos móviles es una batalla perdida desde el principio, al igual que todas las
batallas contra la tecnología y el progreso. Hasta donde sabemos, la única
nación que en un momento cerró sus puertas al progreso fue Japón en el siglo
XVI, por ideales no nobles, y se dio porque se tenía conciencia del hecho de
que la tecnología habría puesto fin al feudalismo. Pero también sabemos que
después de 1867 se reabrieron estas puertas, de hecho ahora están totalmen-
te abiertas. Por lo tanto, en toda la historia humana no conocemos un solo
ejemplo del rechazo al progreso, excepto, de hecho, en Japón del siglo XVI,
en Orlando furioso (Orlando que destruye el arcabuz de Cimosco) y en otros
ejemplos de literatura fantástica, entre los que se encuentran teorías del feliz
decrecimiento y las desvalorizaciones de la alienación del hombre moderno
en la era de la técnica.
En segundo lugar, no son los consumidores de todo el mundo los que tie-
nen que unirse, sino los gobiernos a nivel europeo (como representantes de
un gran capital de productores de datos, 500 millones y que no están armados
unos contra los otros), movidos por el interés de garantizar la paz social en
un contexto en el que la creciente desaparición de los trabajos tradicionales
(alienantes y agotadores) genera conflictos y populismos. Son ellos quienes
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deben negociar con las plataformas una redistribución de las ganancias pro-
ducidas a través de la movilización, al igual que lo hacían con las industrias
tradicionales. Prohibir la creación de perfiles, por otro lado, sería un precepto
inviable y, por consiguiente, un precepto inútil. Para conceptualizar el pre-
sente utilizando los ejemplos tomados del pasado, sería necesario concebir
a Europa como una gran fábrica compuesta de plataformas y a los europeos
como trabajadores que producen valor, es decir, datos, sin que se les retribu-
ya por ello.
En tercer lugar, la tasación del plusvalor documedial tendría la posibilidad
de un éxito mucho mayor que un impuesto sobre el capital. Porque si bien la
posibilidad de impuestos sobre el capital haría que se escapase a paraísos fis-
cales, el impuesto sobre el excedente documedial aprovecharía un capital no
transferible, esto es, la recopilación de datos producida diariamente por los
movilizados europeos. Sin el conocimiento que proviene de esta movilización,
todo el sistema de producción estaría paralizado exactamente como lo habría
sido en el caso de una huelga general en los tiempos clásicos de la industria.
Si las plataformas deciden resistir hasta el extremo a la mera posibilidad de
una huelga general (porque de hecho no hay necesidad de que se produzca di-
cha huelga), sería suficiente proceder a la nacionalización de las plataformas
según el modelo chino.
En cuarto lugar, el salario resultante de la movilización tendría una triple
ventaja sobre la renta básica: no sería un subsidio, sino un salario que reem-
bolsa una actividad realmente realizada, es decir, la gran movilización que
produce datos y, por lo tanto, valor, en la Web; no alimentaría la economía
informal: si se trabaja para la mafia, se usan notas en lugar de teléfonos mó-
viles y no se accede al salario de movilización; el dinero no provendría de las
arcas de un estado altamente endeudado, comprometiendo el futuro de las
generaciones futuras, sino que serían una nueva riqueza real que entraría en
circulación al aumentar el consumo.
En quinto lugar, y sobre todo, la creación de un salario de movilización
basado en la distribución de una ganancia colectiva es una condición nece-
saria, pero no suficiente, para el bienestar digital. Necesitamos concebir el
trabajo del siglo XXI no como un período que se mueve entre la educación
y la jubilación, sino como la alternancia –o incluso la simultaneidad– entre
momentos de producción y momentos de formación, que en el círculo vir-
tuoso que ocurriría estaría garantizado por el consumo y la movilización, así
como por el valor que de ellos se derivasen. En resumen, el plusvalor estaría
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La vieja normalidad
Ahora parecen lejanos los tiempos en los que saludábamos a nuestros fa-
miliares, amigos e incluso desconocidos con un beso –o más, dependiendo
del país–. Nos parece que fue en otra vida cuando haciendo cola en el banco
o en correos nos poníamos a hablar con toda confianza con las personas que
estaban a nuestro alrededor. Parece que fue hace tanto cuando ayudábamos a
un desconocido en la calle u ofrecíamos un pañuelo a alguien que lo necesita-
ba. Estos son algunos ejemplos de nuestras costumbres sociales o de nuestra
forma normal de comportarnos cuando formamos parte de la colectividad.
Estos ejemplos hacían referencia a normas no escritas, a formas de compor-
tamiento adquiridas e inconscientemente repetidas, pero que expresan una
forma de entendernos en el mundo y a los otros.
Ahora bien, es importante señalar que aunque sean formas adquiridas,
la consolidación de muchas de estas costumbres está relacionada con una
creencia que se asocia al acto. Es por esta razón que el acto en sí mismo es un
acto de normalidad, porque se conforma con una norma –un esquema con-
ceptual– que puede tener su origen en diversas fuentes: la religión, la política,
la estética, la ciencia, etc. El brindis, por ejemplo, cuyo origen etimológico
es “yo te lo ofrezco” (en alemán Ich bringe dir), está asociado a un contexto
político en el que se buscaba la seguridad de no estar siendo envenenado al
beber. La norma establece que si las copas se chocan con fuerza y los con-
tenidos se mezclan, el que intentase envenenar al oponente sería, al mismo
tiempo, también envenenado. Si lo analizamos detenidamente no es un signo
de amistad sino de desconfianza; además de ser una forma más higiénica que
la de hacer que otro pruebe la comida o la bebida antes.
Los besos, quizás uno de los signos más distintivos de las sociedades oc-
cidentales respecto de las orientales, forman parte de este amplio abanico de
comportamientos sociales normales que realizábamos a diario. A partir de
4 La versión inglesa de este escrito fue publicado el 3 de junio de 2020 con el título
“Towards a New Normality” en https://labontblog.com/2020/06/03/post-coronial-
studies-towards-a-new-normality/
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MAURIZIO FERRARIS
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METAFÍSICA DE LA WEB
Epistemología y normalidad
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La sociedad postcoronial
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