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REVISTA DE CRITICA LITERARIA LATINOAMERICANA

Año XXIX, Nº 58. Lima-Hanover, 2do. Semestre de 2003, pp. 9-19

PRESENTACIÓN

DISLOCAMIENTOS DE LA POESÍA LATINOAMERICANA


EN LA ESCENA GLOBAL

Luis Cárcamo-Huechante
y José Antonio Mazzotti*
Harvard University

La feliz ocurrencia de revisar el panorama poético latinoameri-


cano más reciente en relación con la polivalente globalización pro-
vino de una serie de conversaciones no sólo entre los editores de
este número especial de la RCLL, sino también entre éstos y mu-
chos otros colegas que mantienen un interés constante por la poe-
sía en español de las últimas dos décadas. La globalización, como
una figura económica y simbólica en intensificada circulación, im-
plica –es bien sabido– un proceso de franca y renovada hegemonía
boreali. A su vez, el quehacer poético, en su limitado y casi siempre
opaco dominio de circulación, conlleva sujetos y textos marcados
por su mínima localidad, al menos desde la vigencia ya casi supe-
rada del tono narrativo-conversacional de las décadas de 1960 has-
ta fines de los 70ii.
Si se hiciera un catastro de referencias bibliográficas en el cam-
po crítico de la última década, probablemente el término globaliza-
ción permitiría construir un hiperbólico y creciente conjunto de
alusiones, títulos y autores. Y esto debido a que la globalización se
ha convertido en un tópico recurrente dentro del propio ámbito de
la cultura letrada de nuestros tiempos. Se ha publicado bastante
sobre sus ramificaciones económicas, políticas y sociales en la esca-
la mundial, particularmente desde las ciencias sociales, pero lo
que nos parece relevante resaltar –en la apertura del presente vo-
lumen– es esa ubicuidad hegemónica del fenómeno y sus conse-
cuencias en el propio recinto de la producción y circulación litera-
rias. En dicho sentido, resulta pertinente reflexionar, aunque sea
10 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

brevemente, sobre esta condición hiperrepresentacional de la glo-


balización, que la vuelve una presencia constante e invasiva en el
mercado de las letras a inicios del nuevo milenio, y sobre las for-
mas en que la poesía escrita en español, sobre todo en el sub-
continente latinoamericano, enfrentan el reto y a la vez lo alimen-
tan.
Desde una perspectiva sociohistórica, recordemos que el fenó-
meno globalizador no es precisamente nuevo y ha constituido un
proceso de sucesivos altibajos en el transcurso de los siglosiii. Lo
específico de este proceso hoy en día está dado por el incesante y
vertiginoso flujo de imágenes, la velocidad de los signos, el carácter
masivo del consumo simbólico y el masivo desplazamiento migra-
torio de sur a norte, todo ello provocado por las exigencias paupe-
rizantes en la periferia del mercado globalizado y el efecto de los
medios audiovisualesiv.
En este escenario de transformaciones, el nuevo quehacer poé-
tico subsiste en circunstancias más bien precarias e insularizadas
dentro del conjunto de textos y referencias literarias en la escala
continental (aunque quizá no siempre al interior de sus respectivos
países y sus cada vez más cuestionadas tradiciones nacionales). Si
bien es cierto que la poesía, como artículo y sustantivo, constituye
una expresión que indica, hasta gramaticalmente, una pretensión
de universalidad y trascendencia, su presencia se torna aun más
débil en el despliegue imperial y masivo de la era global. Al revés
de la condición sobrerrepresentada de la globalización, actualmen-
te la poesía se asocia con un circuito de alcance cada vez más limi-
tado (al menos frente a la narrativa), lo cual da cuenta tanto de su
posición en la dinámica general de los discursos letrados como de
las sociedades en su conjunto.
Sin duda que la percepción sociocultural de la poesía tuvo otros
relieves en el curso del siglo XX en América Latina. El marco refe-
rencial de la utopías políticas y sociales, en boga durante los 50, 60
y tempranos 70, hizo posible una (autoritaria) fe en la trascenden-
cia y carácter modelador tanto del sujeto político como del poético.
Se forjó así una correspondencia entre discurso poético y discurso
utópico: poesía y política se fundían simbólicamente en el horizonte
de mundos imaginados y liberadores. No por nada el narrativo-
coloquialismo era el lenguaje privilegiado entre la mayor parte de
los poetas orgánicos de la izquierda continental. Sin embargo, no
olvidemos tampoco que la fe en la trascendencia de la poesía y del
poeta como figura pública también tuvo su concentrada expresión
en el último ciclo escritural de Pablo Neruda (de 1950 a 1973).
Desde el Canto general (1950) hasta Maremoto (1971) se registra
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 11

una confianza redentora, sin límites –es decir, utópica– en la voz y


la representación poéticas.
No obstante, esta ruta trascendentalista, expansiva, del sujeto
y el lenguaje no había sido la misma en las poéticas y los textos la-
tinoamericanos del primer tramo del siglo XX, cuando los sacudo-
nes existenciales y económico-políticos de los 20v marcaban el ten-
so y complejo ingreso de las escrituras poéticas de la región al es-
cenario internacional de las vanguardiasvi. Esto resulta evidente
en el propio Neruda del período previo a los 40, en particular en
las dos primeras Residencias. Asimismo, ya a inicios de la década
de 1920, la producción lírica de César Vallejo registra una recu-
rrente inestabilidad del sujeto de escritura, visible a través de los
múltiples registros sociolectales, diatópicos y hasta prelingüísticos
de su estilo. De hecho, en Trilce (1922), el poeta peruano deja en-
trever una sensibilidad signada por los desgarramientos de su épo-
ca no sólo en el nivel temático sino en el plano de la escritura mis-
ma, en su ritmo muchas veces entrecortado y en la discontinuidad
morfosintáctica del propio lenguaje. A su vez, en el mismo clima
“de época”, Altazor (1931) de Vicente Huidobro concluye no sólo
con una crisis del sujeto poético sino del discurso mismo, sintoma-
tizando las encrucijadas de (des)articulación de la poesía en sus
posibilidades genésicas y representacionales, como se puede ver en
el desplazamiento del lenguaje desde sus niveles conceptuales has-
ta los más guturales gemidos e interjecciones, según es claro en el
último canto del poema.
Ciertamente, esta fase de retorcimientos y quiebras del sujeto
poético será oscurecida a partir del Canto general y, por qué no, de
la apelación social del último Vallejo (“¡salid, niños del mundo, id a
buscarla!”), que instalan, sobre pilares monumentales, una con-
fianza utópica en la poesía y su función modeladora, una fe en su
poder retórico y en su significación política. En este nivel, la voz y
la representación del poeta son posibilitadas por un concepto pro-
gresivo de la historia y la conquista inevitable de la sociedad sin
clases. Dentro de este marco hegemónico de referencia, las poéticas
de la interrogación y la inestabilidad, como la asumida por Lezama
Lima en Muerte de Narciso (1947), quedarían en los márgenes de
una órbita poética latinoamericana circundada por fuertes senti-
dos de afirmación política y, como decíamos, trascendencia social.
Se puede sostener también que, de una u otra manera, las poste-
riores rupturas retóricas y formales con la solemnidad del modelo
“vático” (a partir de la antipoesía y el conversacionalismo) no im-
plicaron necesariamente una crisis de la alianza entre poesía y
utopía, o creación poética y cambio social, en la medida en que el
12 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

sentido de la historia como marcha hacia la revolución seguiría


marcando el universo discursivo de los 60 y tempranos 70vii. Aun
en la antipoesía de Parra –el caso más frontal de ruptura con el pa-
radigma nerudiano– subsiste la confianza en el lugar simbólico del
discurso poético, como “voz de la tribu” y/o “habla” del individuo
contemporáneoviii.
Siguiendo la larga tradición de fe en la representación y tras-
cendencia redentora de la poesía, tan tarde como en 1989, Octavio
Paz la definía como “el antídoto de la técnica y el mercado”, en
cuanto “frente a la destrucción de la naturaleza, muestra la her-
mandad entre los astros y las partículas, las substancias químicas
y la conciencia” y constituye “prueba viviente de la fraternidad
universal”, erigiéndose de este modo como “la otra voz” (Paz 138)ix.
En esta visión subyace una cadena estable de identidad y corres-
pondencia entre los componentes de una totalidad universal, don-
de la poesía es capaz de otorgarles una configuración armónica de
representación y unidad. Esta ansiedad por reasignar una identi-
dad autosuficiente al evento poético –la figura universalista de “la
otra voz”– fracasa en momentos en que, hacia fines de los 80, ya no
son la historia totalizadora ni la utopía las que hacen posibles las
cadenas estables de identidad, sino que la eficacia dislocante de la
imagen mediática y el mercado global se imponen como escenario y
pre-texto de la vida contemporánea. En esas coordenadas, la cultu-
ra del simulacro torna problemática la apelación a grandes signifi-
cados redentores para una labor poética precarizada y opacada.
Los referentes se han vuelto virtualmente inciertos en el tramado
abstracto y simulatorio de la nueva economía. No que la pobreza,
la violencia urbana y otros males sociales hayan desaparecido con
la nueva globalización (por lo contrario, se han hecho omnipresen-
tes), sino que los mecanismos propiamente poéticos de expresión se
hallan mediados por el reino de las imágenes que no apelan a un
significado fuera del mismo juego de la representación. La parado-
ja consiste, pues, en no poder tratar de manera directa el referente
periférico sin caer en una de las retóricas trascendentalistas ante-
riores. El fenómeno, sin embargo, no constituye necesariamente
una nueva versión de un avance lineal y de superación dialéctica
de la razón comunicativa, sino que puede significar (cosa terrible,
como decía Vallejo) un retorno a las torremarfilescas reglas de jue-
go en que poesía y estado, poesía y poder, acampaban en orillas
opuestas.
En su análisis de los vínculos entre el mercado global y el do-
minio de la cultura, Fredric Jameson argumenta que “el capital en
sí mismo se ha vuelto libre flotante”, separándose “del ‘contexto
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 13

concreto’ de su geografía productiva”. Más aún, “el dinero se ha


convertido en abstracto”, aunque de algún modo siempre lo fuera
en “el sentido básico y primero” (142). Con anterioridad al giro es-
tablecido por los años tecnocrático-autoritarios de Thatcher y Rea-
gan en el capitalismo avanzado y de los “ajustes estructurales”
hacia “el libre mercado” en América Latina (principalmente pro-
movidos por los neoliberales desde mediados de los 70), los signos
y símbolos de la economía funcionaron en vinculación con configu-
raciones de territorio y lugar. Tal como sostiene el mismo Jame-
son, a pesar de la larga duración del impulso a la abstracción por
parte del capital, “de alguna manera el dinero todavía tenía un
contenido en el momento nacional –era el dinero asociado al algo-
dón, o al trigo, o a la producción textil, o los ferrocarriles y sus sí-
miles–” (142). Estas primeras imágenes sugieren una constelación
de signos asociados a la geografía material e imaginada de las eco-
nomías nacionales. En el contexto de los 30 a los 70, la ciudadanía
“nacional” y/o “latinoamericana” de la poesía y la literatura en ge-
neral constituyó una obsesión emblemática para las culturas iden-
titarias del Estado-Nación y sus esporádicas geopolíticas de carác-
ter continentalista. Obviamente, este período implicó una configu-
ración clara de los nexos entre cultura, identidad y territorio. En
palabras de Néstor García Canclini, “las culturas nacionales pare-
cían sistemas razonables para preservar, dentro de la homogenei-
dad industrial, ciertas diferencias y cierto arraigo territorial, que
más o menos coincidían con los espacios de producción y circulación
de bienes” (Consumidores y ciudadanos 31).
En cambio, hoy en día, se asistiría a nueva etapa de la abstrac-
ción del capital y la cultura como resultante de “la revolución ci-
bernética, la intensificación de las tecnologías de las comunicacio-
nes al punto que las transferencias de capital actualmente abolen
el espacio y el tiempo y pueden ser virtual e instantáneamente
operadas desde una nación a otra” (Jameson 143). La “desterrito-
rialización” de los sujetos y los signos, y la conversión de los su-
jetos en signos, se vuelve, en este escenario, la pauta cultural de
cada día. Obviamente, no queremos implicar que los tiempos y
modos de producción tradicionales hayan desaparecido. Más bien,
se trata de subrayar la simultaneidad de esferas de representa-
ción, dentro de las cuales, sin embargo, la de la globalización ad-
quiere un carácter a veces hegemónico entre las quebradas subje-
tividades utópicas o las promociones más recientes (y descreídas)
de creadores e intelectuales. Entonces, cabe preguntarse, ¿cómo li-
diar con esta intensificada abstracción de la era global? ¿Cómo
construir posibles espacios y tiempos –así, en plural– de interven-
14 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

ción concreta y localizada?


La propia respuesta de teóricos como Jameson apunta a la res-
titución de una “conciencia crítica”, capaz de volver legible la cul-
tura global a partir de una “cartografía cognitiva”. Con sus ecos
cartesianos, de una conciencia redentora puesta sobre un podio –la
del intelectual ilustrado e iluminista–, la respuesta tiende a una
reconstrucción de sí que no sólo establece una verticalidad del pen-
sar sino que se reinstala, de la misma manera que Paz con la poe-
sía, en el juego abstracto y desterritorializador del capital global.
Allí, ya sin base sociohistórica, la apelación a significados redento-
res –sea para la Teoría o para la Poesía, con mayúsculas– deriva en
la repetición casi en pastiche de una antigua como respetable as-
piración crítica.
Como fenómeno paralelo, la heterogeneidad de la producción
poética hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX ha
vuelto más enfática la localidad de la escritura. Si se revisan im-
portantes estudios críticos y antologías que incluyen la producción
poética posterior a 1940, lo que asoma es una proliferación de poé-
ticas, lenguajes y formas, generaciones, grupos e individualidades.
En la introducción a su Antología de la poesía hispanoamericana
contemporánea, José Olivio Jiménez registra esta heterogeneidad
de la poesía que se produce en América Latina tras el cierre de los
ciclos del modernismo y la vanguardia. Estos períodos fundaciona-
les, de una u otra manera, permitieron la configuración de un ca-
non global, como se refrenda con sólo nombrar los nombres y obras
de Vallejo, Huidobro, Borges, Neruda, Paz y Lezama Limax. Tras
este ciclo de los 20, 30 y 40, la noción de posvanguardismo caracte-
riza un variado y múltiple proceso, en que se vuelve complejo tra-
zar una estrategia crítica estable de representación y clasificación,
es decir, un canon, salvo el del ya consagrado coloquialismo.
A partir de los 60, y con especial énfasis hacia los 80, la hetero-
geneidad de poéticas en juego pone en escena prácticas escriturales
que podrían afiliarse con variadas tendencias (por ejemplo, anti-
poesía, conversacionalismo, nadaísmo, exteriorismo, neobarroco y,
posteriormente, “neobarroso”, poesía feminista, poesía “gay”, lum-
penpoesía, “cloaquización”) hasta innumerables y valiosos regis-
tros de aliento individual que simplemente se repliegan en su sin-
gularidadxi. Y esto, por cierto, sin nombrar los sistemas paralelos
de la poesía en lenguas indígenas ni los registros orales de circula-
ción del castellano popular, marcadamente diferente según las
normas léxicas y prosódicas de cada región y hasta microrregión.
En los inicios de un nuevo milenio, pensar en un proceso varia-
do de producciones poéticas posibilita activar un pensamiento local
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 15

y a la vez global de la diversidad. Sin duda que este concepto de lo


diverso merece subrayarse en el escenario de una era “mass-
mediática” y libremercadista que ha estado marcada por fuerzas
homogeneizadoras. Se puede afirmar que la dispersión y la varie-
dad de los registros poéticos se ha acentuado desde los años 80 en
adelante, precisamente al mismo tiempo que se ha intensificado el
expansionismo del capital transnacional y global. Desde nuestra
perspectiva, esta diversidad de poéticas constituye un potencial
epistemológico que permite, de un modo históricamente situado,
imaginar e instalar signos y flujos heterogéneosxii.
En este sentido, el presente conjunto de artículos establece re-
flexiones a partir de una multiplicidad de registros poéticos acon-
tecidos en las últimas décadas del siglo XX y en los inicios del pre-
sente. En dicha constelación de textos y poéticas, se dejan entrever
variadas localizaciones urbanas, ecológicas, génerico-sexuales, ét-
nicas, estéticas y culturales en un sentido más extenso. Esto, ob-
viamente, invita a construir una mirada crítica más atenta a di-
chas marcas de diferenciación y singularización de las respectivas
escrituras. De allí que también sugiere establecer una nueva rela-
ción con el canon y representación de la poesía latinoamericana de
la primera mitad del siglo XX, para examinar con otros lentes
(desde las categorías de raza, género y migrancia, por ejemplo)
hacia sus modernismos, sus vanguardias y sus posvanguardias, y
ya no el modernismo, la vanguardia o la posvanguardia. Pluralizar
y localizar dichos procesos también es una reformulación de enfo-
que posibilitada por la tensión de lo global y lo local, lo universal y
lo particular, lo abstracto y lo concreto de estos tiemposxiii.
A partir de esta mirada menos monumentalizadora y más si-
tuada, es posible valorar la localidad del evento poético en su tex-
tualización y en su recepción. Si la dinámica del capital global ha
acentuado la abstracción, en tanto desmaterialización, desrealiza-
ción y desterritorialización de los signos, el poema ofrece la posibi-
lidad de una experiencia con el texto como cuerpo, como materiali-
dad. Asimismo, la experiencia de escribir o leer poesía implica un
juego cruzado e interactivo entre el cuerpo del texto y el cuerpo del
sujeto que lee: cuerpos que, a su vez, conllevan experiencias singu-
larizadas y localizadas. En esta línea, resulta provocativo el plan-
teamiento formulado por Susan Stewart, en Poetry and the Fate of
the Senses, en el sentido de plantear que “el cuerpo histórico de las
formas poéticas es más y más un archivo de las experiencias senso-
riales perdidas” (132)xiv.
Por eso, la experiencia de la creación y recepción de un texto
poético conlleva una inmersión en la especificidad del lenguaje. En
16 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

una cultura de la imagen veloz y “des-anclada” territorialmente,


las formas poéticas invitan a operar con texturas donde cobran
significación los mínimos detalles. En dicha singularidad acentua-
da, en tiempos de abstracción y globalismo, el texto poético aconte-
ce como conjunto de gestos, muecas y guiños de un cuerpo lingüís-
tico y social que lucha por subrayar su particular historia. Por
cierto, se trata de una lucha inestable y contradictoria por la dife-
renciación y localización crítica, teniendo en cuenta los modos
hegemónicos en que se subsumen las diferencias dentro del juego
híbrido del capital multinacional y transnacional: lo local, lo digre-
sivo, lo “otro”, se transforma también en signo funcional dentro del
mercado global de las diferencias. La posibilidad de leer y signifi-
car lo local en los textos poéticos nos demanda una batalla crítica
por situar diferenciadamente los objetos y sujetos de interrogación
y, de esta manera, formular perspectivas más tópicas que utópicas.
Por último, no puede ignorarse el hecho de que la poesía se re-
localiza creativamente en las redes virtuales de carácter transna-
cional y global. De hecho, durante la última década, ha sido impre-
sionante el creciente número de poemas, antologías y artículos crí-
ticos de poesía que se han instalado en la Internet. Este reubica-
miento de la producción, circulación y consumo poéticos tiende a
poner de relieve las formas en juego, en especial cuando no sólo se
visualizan fijamente, sino que los poemas se acoplan con sonidos
de la naturaleza o la ciudad, música, voz e imágenes cambiantes (o
“slide shows”). Las localidades y diferencias de los lenguajes poéti-
cos desbordan sus ámbitos “nacionales” de recepción y se re-
inscriben en el circuito global de los signos. Lo que ocurre en la
cultura de la red es que se conforman nuevas identificaciones y afi-
liaciones contingentes de poetas, poéticas y textos (revistas elec-
trónicas, antologías virtuales, manifiestos cibernéticos, páginas
web personales para los nuevos poetas, etc.). Esto posibilita imagi-
nar aquello que García Canclini ha concebido como procesos de
“globalización tangencial”, en que entran en contacto textos y poe-
tas de diferentes localizaciones, cuestión que siempre había sido
una promesa sin forma en los discursos de lo latinoamericano du-
rante la primera modernización. Las tramas espaciales y tempora-
les de los textos de poesía sugieren estas localidades y diferencias
que, en sus complejas, aunque minúsculas, singularidades, activan
dislocaciones y, al mismo tiempo, nuevas formas de vinculación
transnacional en la vastedad hegemónica de la globalización.
Con este volumen no se pretende agotar el tema, sino simple-
mente hacerlo volver a entrar en circulación. Habrá textos y auto-
res que no pudieron ser tratados en los ensayos aquí presentes.
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 17

Nuestras disculpas anticipadas a los poetas y estudiosos corres-


pondientes. Confiamos, sin embargo, que este paso editorial moti-
ve nuevas revisiones y más amplias coberturas a fin de que la críti-
ca sobre poesía alcance de alguna manera las virtudes y dinamis-
mo que el objeto de estudio ha venido mostrando adelantadamen-
te.

Cambridge, Massachusetts, agosto del 2003.

NOTAS
* Se ordenan los nombres de los co-editores siguiendo el criterio alfabético re-
comendado por la Modern Languages Association of America.
1. Sin duda que el libro de mayor impacto internacional que aborda el proceso
de la actual globalización es Empire de Michael Hardt y Antonio Negri. Pa-
ra éstos, lo que el proceso globalizador implicaría es una nueva estructura
global de dominio basada en la decadencia y crisis de poder de los estados-
nación. Este nuevo eje global de autoridad y soberanía no tendría un centro
reconocible de articulación y adquiriría la forma de un “imperio” sin locali-
zación ni territorialidad. A éste se opondría la figura de “la multitud” como
una masa en rebeldía que desborda las viejas fronteras de representación
(naciones y partidos).
En los círculos del pensamiento crítico latinoamericano, el concepto de glo-
balización (para algunos, más bien, una “norteamericanización”) ha genera-
do bastante resistencia, producto de que las categorías de “imperio” y “mul-
titud” –en sus dimensiones abstractas y desterritorializadas– no hacen sino
velar por las especificaciones geopolíticas y sociohistóricas de la dominación
dentro del área, reforzando las agendas económicas, políticas y sociales del
gran capital. Una réplica bastante fuerte a la lectura de Hardt y Negri se
puede encontrar en Imperio Imperialismo de Atilio A. Borón, texto que se
inscribe dentro una tradición anticapitalista y anti-imperialista de pensa-
miento. A partir de este prisma ideológico, Borón critica el empeño teórico de
Hardt y Negri en cuanto arrancaría de un marco teórico vinculado a un “sa-
ber convencional del neoliberalismo que exalta la globalización y ‘naturali-
za’ al capitalismo” (135-36).
Otra vertiente de reflexión latinoamericana sobre el actual proceso globa-
lizador, muy diferente al enfoque de Borón y más cercana a los planteamien-
tos de un Arjun Appadurai en el contexto internacional, la ofrece el libro La
globalización imaginada de Néstor García Canclini, para el cual la globali-
zación se entiende como “un conjunto de estrategias para realizar la hege-
monía” del gran capital pero “es también el horizonte imaginado por sujetos
colectivos e individuales, o sea por gobiernos y empresas de los países de-
pendientes, por realizadores de cine y televisión, artistas e intelectuales, a
fin de reinsertar sus productos en mercados más amplios” (31-32).
2. Este corte cronológico es simplemente operativo y podría abarcar fechas an-
teriores y posteriores, según los o las poetas. Tampoco se sugiere aquí que no
18 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

coexistieran otras poéticas y estilos durante los mismos años. Sin embargo,
basta recordar la mayor circulación y consagración de autores dentro de esa
veta (por nombrar unos pocos, Cardenal, Parra, Fernández Retamar, Lihn,
Pacheco, Cisneros, Hinostroza, Dalton, Nogueras, etc.) para comprender sus
alcances y consecuencias (o rechazos) entre autores más recientes, surgidos
en su mayoría al compás de la neoliberalización de los mercados latinoame-
ricanos desde fines de los 70 y las dos décadas siguientes. Tampoco se ignora
el uso de registros lingüísticos populares en el costumbrismo, el postmoder-
nismo hispanoamericano y las vanguardias, aunque en el conver-
sacionalismo, el exteriorismo y la antipoesía desde fines de los 50 ese regis-
tro se vuelve elemento central y está directamente vinculado al “británico
modo” de la poesía en inglés a partir de los imaginistas. Contribuye también
rechazo a la solemnidad verbal, es decir, el uso de una norma “culta” o im-
postada (el “vosotros” en Neruda y Vallejo, por ejemplo), el alejamiento de la
experiencia cotidiana y social (como en Lezama), etc.
3. Véanse los artículos de Enrique Dussel y Walter Mignolo, citados en la Bi-
bliografía, los cuales ofrecen interesantes (aunque discutibles) puntos de
vista sobre el curso histórico-cultural de las oleadas globalizadoras frente a
los procesos expansivos de la modernidad eurocéntrica y sus configuraciones
de lo civilizatorio y lo universal, lo colonial y lo imperial. Asimismo, resulta
muy útil el ensayo de John Coatsworth sobre los ciclos de globalización en
América Latina, estrenados con la invasión europea del XVI y su escandalo-
sa disminución de la población indígena, el crecimiento de la forzada inmi-
gración africana durante el XVIII, las nuevas oleadas migratorias europeas
y asiáticas durante fines del XIX, y el cuarto ciclo, que sería el de las últimas
dos décadas del XX y su flujo continuo de masas migratorias desde el sur
hacia las antiguas y nuevas metrópolis imperiales (es decir, Europa y los
EE.UU.), paralelo al de la entrada triunfal del capital transnacional, el de-
terioro y desmantelamiento de las políticas locales nacionalistas y protec-
cionistas (es decir, de los estados-nación), y el reino simbólico de las nuevas
tecnologías mediáticas.
4. A este respecto, el capítulo 2 de Modernity at Large de Arjun Appadurai o-
frece una interesante conceptualización de lo que él denomina “cinco dimen-
siones de los flujos culturales globales” (ethnoscapes, mediascapes, technos-
capes, financescapes e ideoscapes) y que, a su juicio, darían cuenta de los
rasgos centrales que configurarían la globalización a fines del siglo XX, los
cuales, grosso modo, son los que arriba hemos descrito.
5. Pensemos en la hegemonía flamante del imperio norteamericano sobre la
región, en la Gran Depresión del 29, en las importantes conquistas de la re-
forma universitaria y la jornada de las ocho horas, etc.
6. Sin duda que el momento de las vanguardias poéticas en América Latina re-
activa cuestionamientos claves en relación a las interacciones de centros y
periferias y, para el caso que nos interesa, anticipa los contradictorios cru-
ces de lo local y lo global que hoy experimentamos. Como apunta Eduardo
Milán, en su reflexión sobre la poesía latinoamericana del siglo XX, “el des-
centramiento que produjo la vanguardia en las artes coincidió con una rea-
lidad descentrada que, en lo que respecta a la poesía, resulta una confirma-
ción: la toma de conciencia de que nuestra poesía es, en realidad, descentra-
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 19

da respecto de cualquier hegemonía” y que “más que como una clara, re-
flexiva y asumida posición poética” se constituiría “como una verdadera
condición de sobrevivencia” (XIX). Es en estos términos que las vanguardias
poéticas latinoamericanas anticipan signos contemporáneos de pregunta e
inestabilidad. De la antología de Milán en sí misma, preferimos no opinar.
Una crítica frontal se encuentra en Mendiola (ver nuestra Bibliografía).
7. La expresión concentrada de este paradigma se registrará en la denominada
“poesía de compromiso”, de enorme vigor en las décadas a que hacemos refe-
rencia. A fines de los 70 y principios del 80, un referente emblemático de es-
ta tradición lo constituiría Poesía trunca, antología editada por Mario Bene-
detti y publicada por primera vez en La Habana, Cuba, en 1977. Al reedi-
tarse en España por Visor (en 1979 y en 1980) y circular en Latinoamérica,
obviamente su contexto de resonancia era el clima político y social creado
por el auge sandinista en Nicaragua y la experiencia de resistencia a las dic-
taduras militares en el Cono Sur. En un cauce similar, aunque con menor
impacto, cabría mencionar las antologías La novísima poesía latinoamerica-
na (1980), por Jorge Boccanera, y Poesía rebelde en Latinoamérica (1978),
por el mismo Boccanera en colaboración con Saúl Ibargoyen Islas. A manera
de complemento crítico sobre este período, y para un panorama general so-
bre la poética coloquial hispanoamericana, ver el libro de Alemany Bay.
8. Para una distinción entre antipoesía y conversacionalismo, ver el aún indis-
pensable texto crítico de Fernández Retamar. Asimismo, es conveniente re-
mitirnos a la ya advertida pretensión de representación y alcance social en
ensayos como el de Pedro Lastra sobre el “traspaso” de la palabra poética a
voces populares. La experiencia no es nueva y tiene importantes anteceden-
tes en Salomón de la Selva y Salvador Novo en los años 20 y 30, como bien
anotó José Emilio Pacheco en su “Nota sobre la otra vanguardia”.
9. La noción de “fraternidad universal” que Paz advierte en la poesía a fines de
los 80 evoca una lectura ya establecida por éste mismo en torno al moder-
nismo hispanoamericano, en el que también hallará una lógica universal de
correspondencia e identidad. Lo que subyace en ello es su asociación de poe-
sía a pensamiento analógico, dotada de similar trascendencia ayer –a fines
del siglo XIX– y entonces –fines del XX–. Se puede confirmar esto compa-
rando las frases arriba citadas de La otra voz con lo que escribe en Cuadri-
vio, a propósito del modernismo: “el movimiento de los hispanoamericanos
simultáneamente fue una reacción contra la vaguedad y facilidad de los ro-
mánticos y nuestro verdadero romanticismo: el universo es un sistema de
correspondencias, regido por el ritmo” (Paz 28). Lo que parece cuestionable
aquí es su reiteración reificada de un mismo paradigma de identidad y co-
rrespondencia universal, aún en las circunstancias de fines del siglo veinte,
sin tener en consideración los sacudones del suelo mismo de la lógica de re-
presentación e identidad en este nuevo escenario.
10. El ciclo de los años 20 a fines de los 40 ha posibilitado estudios de carácter
canónico, como Fundadores de la nueva poesía latinoamericana del crítico y
poeta Saúl Yurkiévich, cuyo panteón de figuras da cuenta de la estabilidad
de ciertos referentes: precisamente, los grandes nombres de Vallejo, Huido-
bro, Borges, Girondo, Neruda, Paz y Lezama Lima.
11. Ernesto Lumbreras, en el ensayo que cierra la antología que co-editara con
20 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

Eduardo Milan (consignada en nuestra Bibliografía), provee un recuento del


“carácter protagónico de lo individual en la escritura poética” a partir de tí-
tulos de libros publicados entre los 60 y los 80 por parte de poetas tales co-
mo Antonio Cisneros (Perú), Luis Rogelio Nogeras (Cuba), Rodolfo Hinostro-
za (Perú), Eduardo Mitre (Bolivia), Luis Alberto Crespo (Venezuela), José
Luis Rivas (México) y Raúl Zurita (Chile). Esta particularización de las pro-
ducciones poéticas se hace también patente al leer los textos reunidos por
Julio Ortega en su Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI; en
su “Prólogo,” el mismo Ortega señala que “estos poetas no requieren ya ad-
herirse a un solo modelo de lectura, a una estética dominante, y mucho me-
nos a una opción monológica excluyente” (17). En el mismo sentido, es sin-
tomático que un libro como Medusario: Muestra de poesía latinoamericana,
concebido y editado por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí,
renuncie a la configuración representacional de la antología y proponga
“una muestra”. En su “Prólogo,” Roberto Echavarren se desmarca de lo que
sería “la ambición enciclopédica” o el “panorama comprensivo” de la empre-
sa antológica y subraya el hecho que una muestra comportaría “el interés
impune de ser reemplazable por la siguiente en una serie”. Más aún, para el
poeta y crítico uruguayo, en el tramado de la muestra, “el conjunto dialoga
entre opciones que se recombinan o apartan” y “se confirma un ‘aire del
tiempo’ en el juego de las diferencias” (Echavarren et al. 11). En tal dimen-
sión, lo que nos sugiere este planteamiento no-antológico es que la hetero-
geneidad e inestabilidad de la representación, que pudiera pensarse como
desventaja, instala una cierta ventaja epistemológica: la de acentuar locali-
dades y diferencias. También es curioso que desde su voluntad no represen-
tativa, la muestra privilegie autores de la veta lezamiana y órfica, que apa-
recían como relativamente marginales frente a las grandes figuras del con-
versacionalismo. Ironías de la no representatividad. Para otro tipo de acer-
camiento, de dimensiones trasatlánticas por su inclusión de la producción
peninsular en español, puede verse la reciente antología Las ínsulas extra-
ñas, de Eduardo Milán et al.
12. Esto se hace más que evidente en el estudio realizado por José Antonio Maz-
zotti sobre los “flujos” de la producción poética peruana de los 80, donde “las
heterotopías cambian [… ] profundamente el rostro de los mapas literarios
tradicionales al proponer simultaneidades de niveles, posiciones y movi-
mientos que trascienden o desarrollan las retóricas convencionales” y, en es-
te sentido, habría “una dispersión semejante cuantitativamente, pero no en
los matices de fondo, a la de los grupos [peruanos] del 70, el 60 y el 50” (175-
6).
13. Esta misma pluralización de las miradas críticas desafía también la instala-
ción universalista del canon poético, como ocurre en Paz o Yurkiévich, en
quienes poco se exploran las marcas locales de sus “grandes” referentes. No
se trata, ciertamente, de deshacerse de dicho canon poético, sino más bien de
resituarlo, repensarlo y revalorarlo en la complejidad de sus localizaciones,
en términos estéticos, culturales, génerico-sexuales, étnicos y sociohistóricos.
La tradicional autonomía del lenguaje poético queda, así, profundamente re-
lativizada.
14. La poética de Susan Stewart, poeta y crítica norteamericana contemporánea,
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 21

resulta iluminadora para captar ciertas posibilidades específicas para la


restitución de sentidos –como sensorialidad– en la sociedad contemporánea.
Como ella lo constata, “las esferas completas de la experiencia de los senti-
dos pudieran perderse para muchos individuos del primer mundo” (332). Sin
embargo, en este mismo planteamiento, subyace el presupuesto de que esta
pérdida es sobre todo una experiencia primermundista y que todavía “fuera”
del capitalismo avanzado –¿el “allá” rural de Sudamérica, Africa o el Asia?–
habría un dominio de lo natural, con lo cual deja abierta la posibilidad a una
cierta exotización de lo que no es “primer mundo”. Si hay algo que enseña y
demuestra el proceso de la globalización es el hecho de que la oleada expan-
siva tanto del mercado como de la cultura tecnológica y urbana se ha vuelto
omnipresente de un modo universalmente hegemónico; en esos términos, el
trastocamiento de “la experiencia de los sentidos” que describe Susan Ste-
wart, no es algo para nada ajeno a aquellos individuos (especialmente urba-
nos) situados fuera de lo que ella designa como “primer mundo”.

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DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 23

* Se ordenan los nombres de los co-editores siguiendo el criterio alfabético


recomendado por la Modern Languages Association of America.
i Sin du da que el libro de mayor impacto internacional que aborda el proceso de

la actual globalización es Empire de Michael Hardt y Antonio Negri. Para éstos,


lo que el proceso globalizador implicaría es una nueva estructura global de
dominio basada en la decadencia y crisis de poder de los estados-nación. Este
nuevo eje global de autoridad y soberanía no tendría un centro reconocible de
articulación y adquiriría la forma de un “imperio” sin localización ni
territorialidad. A éste se opondría la figura de “la multitud” como una masa en
rebeldía que desborda las viejas fronteras de representación (naciones y
partidos).
1.En los círculos del pensamiento crítico latinoamericano, el concepto de
globalización (para algunos, más bien, una "norteamericanización") ha generado
bastante resistencia, producto de que las categorías de “imperio” y “multitud” –
en sus dimensiones abstractas y desterritorializadas– no hacen sino velar por
las especificaciones geopolíticas y sociohistóricas de la dominación dentro del
área, reforzando las agendas económicas, políticas y sociales del gran capital.
Una réplica bastante fuerte a la lectura de Hardt y Negri se puede encontrar en
Imperio Imperialismo de Atilio A. Borón, texto que se inscribe dentro una
tradición anticapitalista y anti-imperialista de pensamiento. A partir de este
prisma ideológico, Borón critica el empeño teórico de Hardt y Negri en cuanto
arrancaría de un marco teórico vinculado a un “saber convencional del
neoliberalismo que exalta la globalización y ‘naturaliza’ al capitalismo” (135-
36).
Otra vertiente de reflexión latinoamericana sobre el actual proceso globalizador,
muy diferente al enfoque de Borón y más cercana a los planteamientos de un
Arjun Appadurai en el contexto internacional, la ofrece el libro La globalización
imaginada de Néstor García Canclini, para el cual la globalización se entiende
como “un conjunto de estrategias para realizar la hegemonía” del gran capital
pero “es también el horizonte imaginado por sujetos colectivos e individuales, o
sea por gobiernos y empresas de los países dependientes, por realizadores de
cine y televisión, artistas e intelectuales, a fin de reinsertar sus productos en
mercados más amplios” (31-32).
ii Este corte cronológico es simplemente operativo y podría abarcar fechas

anteriores y posteriores, según los o las poetas. Tampoco se sugiere aquí que no
coexistieran otras poéticas y estilos durante los mismos años. Sin embargo,
basta recordar la mayor circulación y consagración de autores dentro de esa
veta (por nombrar unos pocos, Cardenal, Parra, Fernández Retamar, Lihn,
Pacheco, Cisneros, Hinostroza, Dalton, Nogueras, etc.) para comprender sus
alcances y consecuencias (o rechazos) entre autores más recientes, surgidos en
su mayoría al compás de la neoliberalización de los mercados latinoamericanos
desde fines de los 70 y las dos décadas siguientes. Tampoco se ignora el uso de
registros lingüísticos populares en el costumbrismo, el postmodernismo
hispanoamericano y las vanguardias, aunque en el conversacionalismo, el
exteriorismo y la antipoesía desde fines de los 50 ese registro se vuelve elemento
central y está direcatamente vinculado al "británico modo" de la poesía en inglés
a partir de los imaginistas. Contribuye también rechazo a la solemnidad verbal,
es decir, el uso de una norma "culta" o impostada (el "vosotros" en Neruda y
24 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

Vallejo, por ejemplo), el alejamiento de la experiencia cotidiana y social (como


en Lezama), etc.
iii Véanse los artículos de Enrique Dussel y Walter Mignolo, citados en la

Bibliografía, los cuales ofrecen interesantes (aunque discutibles) puntos de vista


sobre el curso histórico-cultural de las oleadas globalizadoras frente a los
procesos expansivos de la modernidad eurocéntrica y sus configuraciones de lo
civilizatorio y lo universal, lo colonial y lo imperial. Asimismo, resulta muy útil
el ensayo de John Coatsworth sobre los ciclos de globalización en América
Latina, estrenados con la invasión europea del XVI y su escandalosa
disminución de la población indígena, el crecimiento de la forzada inmigración
africana durante el XVIII, las nuevas oleadas migratorias europeas y asiáticas
durante fines del XIX, y el cuarto ciclo, que sería el de las últimas dos décadas
del XX y su flujo continuo de masas migratorias desde el sur hacia las antiguas
y nuevas metrópolis imperiales (es decir, Europa y los EE.UU.), paralelo al de la
entrada triunfal del capital transnacional, el deterioro y desmantelamiento de
las políticas locales nacionalistas y proteccionistas (es decir, de los estados-
nación), y el reino simbólico de las nuevas tecnologías mediáticas.
iv A este respecto, el capítulo 2 de Modernity at Large de Arjun Appadurai ofrece

una interesante conceptualización de lo que él denomina “cinco dimensiones de


los flujos culturales globales” (ethnoscapes, mediascapes, technoscapes,
financescapes e ideoscapes) y que, a su juicio, darían cuenta de los rasgos
centrales que configurarían la globalización a fines del siglo XX, los cuales,
grosso modo, son los que arriba hemos descrito.
v Pensemos en la hegemonía flamante del imperio norteamericano sobre la

región, en la Gran Depresión del 29, en las importantes conquistas de la


reforma universitaria y la jornada de las ocho horas, etc.
vi Sin duda que el momento de las vanguardias poéticas en América Latina

reactiva cuestionamientos claves en relación a las interacciones de centros y


periferias y, para el caso que nos interesa, anticipa los contradictorios cruces de
lo local y lo global que hoy experimentamos. Como apunta Eduardo Milán, en su
reflexión sobre la poesía latinoamericana del siglo XX, “el descentramiento que
produjo la vanguardia en las artes coincidió con una realidad descentrada que,
en lo que respecta a la poesía, resulta una confirmación: la toma de conciencia
de que nuestra poesía es, en realidad, descentrada respecto de cualquier hege-
monía” y que “más que como una clara, reflexiva y asumida posición poética” se
constituiría “como una verdadera condición de sobrevivencia” (XIX). Es en estos
términos que las vanguardias poéticas latinoamericanas anticipan signos
contemporáneos de pregunta e inestabilidad. De la antología de Milán en sí
misma, preferimos no opinar. Una crítica frontal se encuentra en Mendiola (ver
nuestra Bibliografía).
vii La expresión concentrada de este paradigma se registrará en la denominada

“poesía de compromiso”, de enorme vigor en las décadas a que hacemos


referencia. A fines de los 70 y principios del 80, un referente emblemático de
esta tradición lo constituiría Poesía trunca, antología editada por Mario
Benedetti y publicada por primera vez en La Habana, Cuba, en 1977. Al
reeditarse en España por Visor (en 1979 y en 1980) y circular en Latinoamérica,
obviamente su contexto de resonancia era el clima político y social creado por el
auge sandinista en Nicaragua y la experiencia de resistencia a las dictaduras
militares en el Cono Sur. En un cauce similar, aunque con menor impacto,
cabría mencionar las antologías La novísima poesía latinoamericana (1980), por
DISLOCAMIENTOS DE LA POESIA LATINOAMERICANA 25

Jorge Boccanera, y Poesía rebelde en Latinoamérica (1978), por el mismo


Boccanera en colaboración con Saúl Ibargoyen Islas. A manera de complemento
crítico sobre este período, y para un panorama general sobre la poética coloquial
hispanoamericana, ver el libro de Alemany Bay.
viii Para una distinción entre antipoesía y conversacionalismo, ver el aún

indispensable texto crítico de Fernández Retamar. Asimismo, es conveniente


remitirnos a la ya advertida pretensión de representación y alcance social en
ensayos como el de Pedro Lastra sobre el "traspaso" de la palabra poética a
voces populares. La experiencia no es nueva y tiene importantes antecedentes
en Salomón de la Selva y Salvador Novo en los años 20 y 30, como bien anotó
José Emilio Pacheco en su "Nota sobre la otra vanguardia".
ix La noción de “fraternidad universal” que Paz advierte en la poesía a fines de

los 80 evoca una lectura ya establecida por éste mismo en torno al modernismo
hispanoamericano, en el que también hallará una lógica universal de
correspondencia e identidad. Lo que subyace en ello es su asociación de poesía a
pensamiento analógico, dotada de similar trascendencia ayer –a fines del siglo
XIX– y entonces –fines del XX–. Se puede confirmar esto comparando las frases
arriba citadas de La otra voz con lo que escribe en Cuadrivio, a propósito del
modernismo: “el movimiento de los hispanoamericanos simultáneamente fue
una reacción contra la vaguedad y facilidad de los románticos y nuestro
verdadero romanticismo: el universo es un sistema de correspondencias, regido
por el ritmo” (Paz 28). Lo que parece cuestionable aquí es su reiteración
reificada de un mismo paradigma de identidad y correspondencia universal, aún
en las circunstancias de fines del siglo veinte, sin tener en consideración los
sacudones del suelo mismo de la lógica de representación e identidad en este
nuevo escenario.
x El ciclo de los años 20 a fines de los 40 ha posibilitado estudios de carácter

canónico, como Fundadores de la nueva poesía latinoamericana del crítico y


poeta Saúl Yurkiévich, cuyo panteón de figuras da cuenta de la estabilidad de
ciertos referentes: precisamente, los grandes nombres de Vallejo, Huidobro,
Borges, Girondo, Neruda, Paz y Lezama Lima.
xi Ernesto Lumbreras, en el ensayo que cierra la antología que co-editara con

Eduardo Milan (consignada en nuestra Bibliografía), provee un recuento del


“carácter protagónico de lo individual en la escritura poética” a partir de títulos
de libros publicados entre los 60 y los 80 por parte de poetas tales como Antonio
Cisneros (Perú), Luis Rogelio Nogeras (Cuba), Rodolfo Hinostroza (Perú),
Eduardo Mitre (Bolivia), Luis Alberto Crespo (Venezuela), José Luis Rivas
(México) y Raúl Zurita (Chile). Esta particularización de las producciones poéti-
cas se hace también patente al leer los textos reunidos por Julio Ortega en su
Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI; en su “Prólogo,” el mismo
Ortega señala que “estos poetas no requieren ya adherirse a un solo modelo de
lectura, a una estética dominante, y mucho menos a una opción monológica
excluyente” (17). En el mismo sentido, es sintomático que un libro como
Medusario: Muestra de poesía latinoamericana, concebido y editado por Roberto
Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí, renuncie a la configuración
representacional de la antología y proponga “una muestra”. En su “Prólogo,”
Roberto Echavarren se desmarca de lo que sería “la ambición enciclopédica” o el
“panorama comprensivo” de la empresa antológica y subraya el hecho que una
muestra comportaría “el interés impune de ser reemplazable por la siguiente en
una serie”. Más aún, para el poeta y crítico uruguayo, en el tramado de la
26 LUIS CÁRCAMO-HUECHANTE Y JOSE ANTONIO MAZZOTTI

muestra, “el conjunto dialoga entre opciones que se recombinan o apartan” y “se
confirma un ‘aire del tiempo’ en el juego de las diferencias” (Echavarren et al.
11). En tal dimensión, lo que nos sugiere este planteamiento no-antológico es
que la heterogeneidad e inestabilidad de la representación, que pudiera
pensarse como desventaja, instala una cierta ventaja epistemológica: la de
acentuar localidades y diferencias. También es curioso que desde su voluntad no
representativa, la muestra privilegie autores de la veta lezamiana y órfica, que
aparecían como relativamente marginales frente a las grandes figuras del
conversacionalismo. Ironías de la no representatividad. Para otro tipo de acerca-
miento, de dimensiones trasatlánticas por su inclusión de la producción
peninsular en español, puede verse la reciente antología Las ínsulas extrañas,
de Eduardo Milán et al.
xii Esto se hace más que evidente en el estudio realizado por José Antonio

Mazzotti sobre los "flujos" de la producción poética peruana de los 80, donde “las
heterotopías cambian [… ] profundamente el rostro de los mapas literarios
tradicionales al proponer simultaneidades de niveles, posiciones y movimientos
que trascienden o desarrollan las retóricas convencionales” y, en este sentido,
habría “una dispersión semejante cuantitativamente, pero no en los matices de
fondo, a la de los grupos [peruanos] del 70, el 60 y el 50” (175-6).
xiii Esta misma pluralización de las miradas críticas desafía también la

instalación universalista del canon poético, como ocurre en Paz o Yurkiévich, en


quienes poco se exploran las marcas locales de sus “grandes” referentes. No se
trata, ciertamente, de deshacerse de dicho canon poético, sino más bien de
resituarlo, repensarlo y revalorarlo en la complejidad de sus localizaciones, en
términos estéticos, culturales, génerico-sexuales, étnicos y sociohistóricos. La
tradicional autonomía del lenguaje poético queda, así, profundamente
relativizada.
xiv La poética de Susan Stewart, poeta y crítica norteamericana contemporánea,

resulta iluminadora para captar ciertas posibilidades específicas para la


restitución de sentidos –como sensorialidad– en la sociedad contemporánea.
Como ella lo constata, “las esferas completas de la experiencia de los sentidos
pudieran perderse para muchos individuos del primer mundo” (332). Sin
embargo, en este mismo planteamiento, subyace el presupuesto de que esta
pérdida es sobre todo una experiencia primermundista y que todavía “fuera” del
capitalismo avanzado –¿el “allá” rural de Sudamérica, Africa o el Asia?– habría
un dominio de lo natural, con lo cual deja abierta la posibilidad a una cierta
exotización de lo que no es “primer mundo”. Si hay algo que enseña y demuestra
el proceso de la globalización es el hecho de que la oleada expansiva tanto del
mercado como de la cultura tecnológica y urbana se ha vuelto omnipresente de
un modo universalmente hegemónico; en esos términos, el trastocamiento de “la
experiencia de los sentidos” que describe Susan Stewart, no es algo para nada
ajeno a aquellos individuos (especialmente urbanos) situados fuera de lo que
ella designa como “primer mundo”.

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