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Cap. 12 Resumen

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Resumen.

Capítulo 12
Aspectos de la emoción

A medida que nos ocurren sucesos vitales importantes, se activan reacciones


biológicas y cognitivas en nosotros. Los procesos biológicos y cognitivos resultantes generan
emociones que nos preparan para lidiar de manera adaptativa con el suceso vital importante
al que nos enfrentamos.

Aspectos biológicos de la emoción


Al enfrentarse a una situación de importancia personal (por ejemplo, una amenaza),
el cuerpo se prepara para afrontarla de manera efectiva (por ejemplo, se prepara para correr)
mediante la activación de lo siguiente: 1) corazón, pulmones y músculos (sistema nervioso
autónomo); 2) glándulas y hormonas (sistema endocrino); 3) estructuras cerebrales límbicas
como la amígdala (circuitos neurales del cerebro); 4) actividad neural y ritmo del
procesamiento de información (tasa de descargas neurales); y 5) patrones discretos de
musculatura facial (realimentación facial). Al activarse estos sistemas biológicos, la persona
experimenta emociones y está significativamente más preparada para afrontar la amenaza
inminente.

Teoría de las emociones diferenciales


La teoría de las emociones diferenciales toma su nombre de la importancia que da
esta teoría a las emociones básicas que sirven a propósitos motivacionales únicos o
diferentes (Izard, 1991, 1992, 1993; Izard y Malatesta, 1987). La teoría plantea los siguientes
postulados (Izard, 1991):
1. Existen diez emociones que constituyen el sistema motivacional principal de los
seres humanos.
2. Sentimiento único: cada emoción tiene su propia cualidad fenomenológica
subjetiva única.
3. Expresión única: cada emoción tiene su propio patrón expresivo-facial único.
4. Actividad neural única: cada emoción tiene su propia tasa específica de descarga
neural que la activa.
5. Propósito/motivación única: cada emoción genera propiedades motivacionales
diferenciadas y tiene funciones adaptativas.
Cada emoción, según la teoría de las emociones diferenciales, opera como sistema
que coordina componentes de sentimiento (postulado 2), expresión (postulado 3), actividad
neural (postulado 4) y propósito/motivación (postulado 5).
Cada emoción existe para proporcionarle al individuo una heurística organizada para
lidiar de manera eficaz con tareas y problemas vitales que son tanto importantes como
recurrentes (por ejemplo, establecimiento de lazos sociales, confrontación de amenazas).

Hipótesis de la realimentación facial.


El aspecto subjetivo de la emoción se deriva de los sentimientos engendrados por: 1)
los movimientos de la musculatura facial, 2) los cambios en la temperatura facial y 3) los
cambios en la actividad glandular de la piel de la cara. La emoción es tomar conciencia de la
realimentación propioceptiva de la conducta facial.

La exposición a un suceso externo (ruido estrepitoso) o interno (el recuerdo de haber


sufrido algún daño) aumenta la tasa de descarga neural con la suficiente velocidad como
para producir un programa subcortical de emoción tal como temor. El cerebro subcortical
(sistema límbico) posee programas específicos de emoción innatos y preprogramados de
manera genética. Al activarse, estos programas mandan impulsos a los ganglios basales y
nervios faciales a fin de generar expresiones faciales discretas. Unos microsegundos
después de la presentación de la expresión facial de temor, el cerebro interpreta la
estimulación propioceptiva (cuáles músculos se contraen, cuáles músculos se relajan, los
cambios en el flujo sanguíneo, cambios en la temperatura cutánea, secreciones glandulares).
Este patrón particular de realimentación facial se integra a nivel cortical —se le interpreta—
para dar lugar al sentimiento subjetivo de temor. Sólo entonces es que el lóbulo frontal de la
corteza se percata del estado emocional a nivel consciente. Casi inmediatamente después,
el cuerpo completo se une a la realimentación facial para involucrarse en la emoción del
temor mientras los sistemas glandular-hormonal, cardiovascular y respiratorio se activan
para amplificar y preservar la experiencia activada de temor.

La acción facial también cambia la temperatura del cerebro, de tal forma que los
movimientos faciales asociados con emociones negativas (tristeza) constriñen la respiración,
aumentan la temperatura cerebral y producen sentimientos negativos, mientras que los
movimientos faciales asociados con emociones positivas (felicidad) aumentan la respiración,
disminuyen la temperatura cerebral y producen sentimientos positivos.
Aspectos cognitivos de la emoción

Para quienes que estudian la emoción desde un punto de vista cognitivo, social o
cultural, los sucesos biológicos no son, por necesidad, los aspectos más importantes de la
emoción. Las emociones sí emergen a partir de procesos biológicos. Pero también surgen a
partir del procesamiento de la información, la socialización y los contextos culturales.

El constructo central en la comprensión cognitiva de la emoción es la valoración.


Todos los teóricos cognitivos de la emoción ratifican las siguientes dos creencias
interrelacionadas (Frijda, 1986; Lazarus, 1991a; Ortony et al., 1988; Roseman, 1984;
Scherer, 1984a; Smith y Ellsworth, 1985; Weiner, 1986): 1) las emociones no suceden sin
una valoración cognitiva antecedente del suceso y 2) es la valoración, no el suceso mismo,
lo que ocasiona la emoción.

Las valoraciones preceden y evocan emociones. Las situaciones y desenlaces no


ocasionan emociones en la forma en que lo hacen las valoraciones (interpretaciones) de
dichas situaciones y desenlaces.

Dos tipos de valoraciones: primaria y secundaria, regulan el proceso emocional. La


valoración primaria analiza si algo importante está en juego dentro de una situación o no —
bienestar físico, autoestima, una meta, el estado financiero, respeto o el bienestar de una
persona amada—. La valoración secundaria sucede después de cierta reflexión y gira en
torno de la evaluación de cómo afrontar el beneficio, daño o amenaza potenciales.

Conocimiento emocional
A medida que las personas obtienen experiencia con diferentes situaciones,
aprenden a discriminar entre las tonalidades de una sola emoción. Estas distinciones se
almacenan de manera cognitiva en jerarquías de emociones básicas y sus derivados. Así, el
número de emociones diferentes entre las que puede distinguir una persona constituye su
conocimiento emocional. A través de la experiencia, construimos una representación mental
de las diferentes emociones y de la manera en que cada emoción individual se relaciona con
otras emociones y con las situaciones que las producen.
Los teóricos de la valoración creen que existen tantas emociones como posibilidades
de valoración cognitiva de una situación (Ellsworth y Smith, 1988a; Smith y Ellsworth, 1985,
1987). Por ejemplo, un individuo que acaba de perder frente a un rival podría, en potencia,
experimentar angustia, enojo, temor, asco y celos (Hupka, 1984).

A la larga, una vida entera de este aprendizaje produce un conocimiento emocional


altamente personal. Es esta reserva de conocimiento emocional la que permite que el
individuo valore situaciones con gran discriminación y que, por ende, responda con
emociones situacionalmente adecuadas (más que con emociones generales).

Aspectos sociales y culturales de la emoción

Del mismo modo en que una valoración contribuye a la comprensión cognitiva de la


emoción, las relaciones sociales contribuyen a la comprensión social de la emoción.

Aquellos que estudian la construcción cultural de las emociones señalan que si uno
cambiara la cultura en la que vive, también cambiaría el repertorio emocional propio. Así
también, señalan que si cambiara la situación en la que uno se encuentra, las emociones
también cambiarían.

Socialización emocional
La socialización emocional sucede cuando los adultos les indican a los niños lo que
deberían saber acerca de las emociones.

Los adultos les cuentan a los niños sobre las situaciones que provocan emociones,
acerca de la manera en que la emoción se manifiesta y sobre las palabras o etiquetas para
sus sentimientos y conductas. Cuando los niños aprenden acerca de las emociones de parte
de los adultos, lo que aprenden básicamente cae bajo las categorías de conocimiento
emocional, manejo de expresiones y control emocional.

Manejo de las emociones


La forma en que las personas aprenden a manejar sus emociones se puede ver en
los profesionales que interactúan de manera frecuente, cercana e íntima con el público.

Durante las relaciones interpersonales, es frecuente que nos “infectemos” de las


emociones de los otros a través de un proceso de contagio emocional que inicia con
imitación, realimentación y, a la larga, con el “contagio” en sí. También compartimos y
revivimos nuestras experiencias emocionales recientes durante nuestras conversaciones con
otros, un proceso que se denomina reparto social de la emoción. Y la cultura socializa a sus
miembros para experimentar y expresas sus emociones en formas particulares. En general,
otras personas y la cultura nos instruyen en cuanto a las causas de nuestras emociones
(conocimiento emocional), la forma en que deberíamos expresarlas (manejo de expresiones)
y el momento en que es necesario controlarlas (manejo emocional).

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