Don Gato y Su Pandilla
Don Gato y Su Pandilla
Don Gato y Su Pandilla
Lope de Vega es conocido entre nosotros como dramaturgo, uno de los pocos que se
estudian en el liceo. Aquí estamos, curiosamente frente a una novela en verso,
compuesta por siete silvas. (Combinación métrica, no estrófica, en la que alternan
libremente versos heptasílabos y endecasílabos.). Su nombre Gatomaquia alude
paródicamente a la Teomaquia de Hesíodo, es decir, a las luchas entre los dioses por el
poder. Aquí los que luchan son, sin más, una pandilla de gatos. Marramaquiz y Micifuz
se disputan el amor de la gata Zapaquilda, mientras Micilda actúa como detonadora de
los celos. Tal triángulo deriva en una batahola generalizada, la del título.
Uno podría preguntarse qué puede haber de atractivo en esto. Todo. Hay que concluir
que Héctor Manuel Vidal es el rey Midas del teatro. Convierte esta novela en una
experiencia teatral inolvidable. No poco tiene que ver con ello su estupenda adaptación
y la elección de un elenco soñado. La frescura de los cuatro actores jóvenes y su
versatilidad son extraordinarias. Con elementos escuetos: una pared blanca de fondo,
conformada por 12 tableros que se corren en espacios vacíos, se convierte en pantalla,
ventana, retablo. Dos reguladores manuales de luz que los actores manejan crean y
complementan el clima que Claudia Sánchez imprime a la obra. Algunos accesorios
escénicos (micrófonos, palos, narices que convierten una rodilla en cara, instrumentos
musicales convencionales y no tanto) son el disparador para que el público caiga preso
de la seducción de la pieza. Cada una de las silvas es separada por la dirección no solo
por los cambios lumínicos sino, sobre todo, por los cambios de estilo. Así se transita
desde el verso clásico a la ópera, pasando por el rap, el doblaje de una “película” dentro
de la obra y la historieta. Los actores son gatos, pero el vestuario de impecable buen
gusto de Paula Villalba, no agrega colas y orejas, confía en que un gesto es suficiente. Y
lo es sin amaneramientos. Una lamida de rostro, un arquear el lomo, alcanzan para
trasmitir lo gatuno sin caricaturas, dejando entrever su relación con lo humano. El relato
está lleno de bromas íntimas, por ejemplo, la parodia de los estilos conceptista y
culterano, predominantes en la época de Lope y que él mismo había hecho objeto de
burla en sus Décimas burlándose de todo estilo afectado. Un gato habla en “culterano”,
y lo que es más, lo entiende. Los retruécanos y antítesis de los conceptistas son
parodiados por un autor de esta misma escuela.
Pero para que la fórmula funcionara hacía falta gente especial. Pensemos en Jimena
Pérez, a quien conociéramos en 2001 por Secretos de Raquel Diana y a quien
recordamos también junto a Vidal en Pericles de Shakespeare. Es una actriz dotada para
la danza, para el canto que maneja estupendamente y para el buen decir. Cecilia
Sánchez fue la maravillosa Mami de Mi muñequita cuyo monólogo del conejito se
constituyó en un clásico deleitoso, Leandro Núñez, el mayordomo de Mi muñequita y el
hijo candidato a morir en Uz, el pueblo. (Seguimos en deuda con Gabriel Calderón
disparando talentos.) Diego Arbelo fue, por su parte, el joven mutilado de Kiev, de
Sergio Blanco. Sánchez y Núñez a su vez están en cartel con otras obras, en otras salas.
¿Qué puede hacer esta generación de jóvenes actores? Puede decir el verso con claridad
y sin amaneramiento; puede bailar, cantar, manipular objetos, luchar, ejecutar con
gracia y ritmo distintos instrumentos, ser sarcásticos, ser frescos, en fin, responder
plenamente a lo que Vidal quiere y consigue. Hacer viable un clásico sin traiciones y sin
trampas. Cuando cada silva requiere un estilo nuevo, todo es justificado y claro. No hay
demagogia, no hay recursos de golpe bajo. Hay puro talento en todas partes. Ni Claudia
Sánchez, ni Paula Villalba, ni Ulivi, ni Perazza necesitan elogios. Pero todo funciona
tan bien que es imposible pensar en el placer total sin tenerlos presentes. Brecht hubiera
disfrutado en grande de esta exposición de los recursos que apela a la pura inteligencia
del espectador sin privarlo del gozo.
Gatomaquia es sin duda uno los mejores espectáculos que ha habido en la cartelera de
2007. Héctor Manuel Vidal, un director estupendo, bien rodeado por su pandilla de
gatos jóvenes. No falten: hay fiesta en el teatro.
i
: "La Gatomaquia" del Lic. Tomé de Burguillos (Lope de Vega). Adaptación para teatro: Héctor Manuel Vidal. Actúan Jimena Pérez,
Leandro Núñez, Diego Arbelo, Cecilia Sánchez. Composición y dirección musical: Fernando Ulivi. Escenografía e iluminación:
Claudia Sánchez. Vestuario: Paula Villalba. Dirección: Héctor Manuel Vidal. FUNCIONES: Viernes y Sábados 20.30 hs, Domingos
18.30 hs. Generales $ 150, Tarjeta Joven y Jubilados $ 100, Socio Espectacular Gratis. Teatro Victoria: Río Negro 1479 Tel. 9019971
Cecilia Sánchez