El Corazón de Un Líder - Tabernaculo Prensa de Dios
El Corazón de Un Líder - Tabernaculo Prensa de Dios
El Corazón de Un Líder - Tabernaculo Prensa de Dios
Siempre hemos estado en constantes batallas, hasta el punto de preguntarnos que hasta cuando estaremos
así. Podremos tener momentos de paz o de treguas, pero no significa que en algún momento no tengamos
que volver a pelear. Cada día trae su propio afán, y esto es porque estamos en la tierra, si estuviéramos en el
cielo, no tendríamos luchas. Es posible que en algún momento no tengamos que luchar, pero mientras
estemos en la tierra siempre tendremos guerra, tanto natural como espiritual.
Todos tenemos batallas diarias, puede ser una llamada que nos saca de nuestras casillas, una noticia o algo
inesperado que confronte nuestro espíritu, y por lo tanto tendremos que actuar porque no podemos
quedarnos de brazos cruzados.
Es un error pensar que las batallas se ganan solas, debemos ir con un equipo; por esta razón debemos ver
cuáles son los líderes que tenemos a nuestro lado con los cuales podemos contar para que nos ayuden a
librar nuestras batallas.
Hay todo tipo de batallas: las hay fuertes, débiles, hay otras que dejan secuelas en nuestras vidas, otras que
no. Depende de cómo libremos esas batallas y de las personas que nos rodean es que vamos a sentir que
verdaderamente obtuvimos o no la victoria.
El líder siempre tiene personas a su lado, ya que ejerce una influencia en los demás, por esta razón, siempre
tiene personas a su alrededor. Cuando nos rodeamos de personas que no son líderes, esas personas en vez
de sumarnos, nos restan, ya que constantemente y por todo, nos ponen objeción.
El líder siempre tiene una proyección positiva, siempre tiene planes, propósitos y siempre lleva la delantera,
pero depende de las personas que le acompañen, esto le será más fácil o más difícil. Es difícil reunirse con
personas que tienen una visión y pensamientos totalmente diferentes a los nuestros. Hay líderes con una
visión totalmente divorciada y ante algún plan nuevo o propuesta, ponen una objeción o tratan de desinflar
la idea.
El líder que tiene la visión de Dios, no puede dejarse llevar de las personas que están a su lado, ya que así
nunca alcanzará el propósito de Dios en su vida. Por esta razón, el líder debe rodearse de personas con
quienes comparta la misma visión, que tengan su mismo espíritu.
Un águila y una gallina nunca podrán estar caminando juntas, no son iguales. El águila no puede estar
caminando en tierra con la gallina cuando puede volar, inclusive cuando puede pasar por encima de
cualquier tormenta. De esta misma manera nos tenemos que ver nosotros. No podemos detenernos por las
personas que nos rodean, no podemos pensar como ellos, al contrario, debemos lograr que ellos piensen
como nosotros. Es un trabajo arduo, pero es un trabajo que todo líder debe hacer.
El líder debe ayudar a las personas que le rodean a descubrir sus dones, sus habilidades y capacidades; a
veces nos rodeamos de personas que no tienen identidad, que no saben qué hacer y en los momentos de
crisis necesitaremos que esas personas se levanten y nos ayuden.
En 2 Timoteo 1:5-6 vemos como Pablo afirma y ejerce influencia sobre Timoteo de una manera
espectacular. Pablo no estaba con Timoteo para perder el tiempo. Un líder no está cerca de otra persona
para hacerle perder tiempo, ya que en un segundo perdido se puede perder una batalla, además, el tiempo
es oro y no se puede recuperar. Pablo le dice a Timoteo: “Te recuerdo Timoteo, que avives el fuego del don
que recibiste por la imposición de mis manos”.
El líder siempre le recuerda a las personas que están a su lado los dones que tienen, les hace ver que no son
cualquier cosa, que son líderes en potencia. Al parecer a Timoteo se le estaba olvidando el fuego que tenía
dentro, por eso Pablo también le dijo: “Tengo presente la fe sincera que recibiste de tu abuela Loida y de tu
madre Eunice, y se que en ti está también”. Pablo le estaba dando el valor, lo estaba afirmando e
influenciando para que ambos hicieran el mismo propósito. Es difícil que estén juntos dos líderes con
propósitos diferentes, ya que nunca se podrán encontrar.
Pablo le recordó a Timoteo cuando le impusieron manos, cuando fue apartado, cuando fue ungido; por eso
un líder siempre tiene que expresarle a su gente que son buenos, valiosos, que pueden lograrlo, que son
bendecidos, y debe hacerlo porque muchas veces nuestra alma se olvida de quienes somos en Cristo. Por
esta razón un buen líder debe ser un mentor para levantar a aquellos que están a su lado, ya que si nadie les
ha mostrado lo que llevan dentro, en el momento en que venga el gigante, se irán porque tendrán miedo.
Debemos revisar las actitudes y el comportamiento de la persona que esté a nuestro lado, porque si cuando
viene una tarea difícil se va, nos deja demostrado que no está caminando con nosotros.
El líder no está para abochornar o quitarle el valor a nadie, sino para enaltecer lo que Dios ya le ha dado a
esa persona, para levantarlo y asegurarle que juntos alcanzarán el propósito.
Debemos reunirnos con personas que nos fortalezcan, que nos animen, que no nos den tantas negativas y
existen muchas personas llenas de negatividad. Cuando tenemos un plan o amanecemos con deseos de
hacer algo que Dios nos ha pedido y no encontramos a una persona igual que nosotros, nos desencantamos
y esto trae como consecuencia, que muchos planes de Dios sean abortados, y por el hecho de no encontrar
un liderazgo que este en el Espíritu, la visión de Dios se muere. Por esta razón es que si somos líderes y
Dios nos da una orden debemos cumplirla, sin dejarnos llevar por aquellos que están desenfocados, puesto
que jamás entenderán que es Dios quien nos está hablando. Por esta razón debemos aprender a diferenciar
cuando es Dios el que nos habla y cuando es el hombre.
Muchos líderes están unidos en el alma, pero no en el espíritu, y es por esto que se hace tan difícil decirle a
un hermano que nos alejamos porque nos está matando la visión, o porque está siendo un obstáculo para
nosotros. Debemos decírselo por más que amemos a esa persona, debemos dejarle saber que si seguimos
así, nunca podremos cumplir nuestro destino. Debemos hacerles saber que por estar siguiendo esas voces
de objeción y negatividad nos hemos estancado en el propósito de Dios, ya que hay una demanda espiritual
la cual debemos obedecer y cumplir. Dios siempre le pone demanda al líder y esa demanda hay que
cumplirla. Cuando los demás te hablan negativamente, cuando te piden esperar más tiempo, cuando te
llevan la contraria, es como si te pusieran una soga que te ata, y llega el momento en que debemos romper
esa soga, porque no podemos caminar en la carne.
Antes de obedecer al hombre, debemos obedecer a Dios, y los planes de Dios se entienden en el espíritu. Si
las personas que están con nosotros andan en la carne, no nos conviene andar con ellos, puesto que
estamos colocados en otro nivel. Entendimos que andando en la carne no ganamos nada. Debemos dejar a
los demás que se queden en la carne si desean hacerlo, mientras que nosotros aprendemos a volar como
líderes.
Es difícil romper el lazo almático con personas que nos están siendo piedra de tropiezo para nuestro
destino; pero debemos levantarnos con coraje, tomar decisiones y recordarles que los hemos afirmado,
influenciado, le hemos impuesto manos, y que si aún así desean quedarse en la carne, nosotros no.
Nos van a criticar al principio, pero cuando estemos en otra gloria, ellos dirán: ¡yo quiero lo que tiene ese
hombre! Primero criticarán, pero después se arrepentirán de no haber obedecido ni escuchado cuando le
hablábamos. Cuando quieran andar como nosotros andamos, les diremos: ahora que quieres, ven conmigo.
Mientras tanto, debemos dejarlos a un lado, no importa si es nuestro mejor amigo, debemos hacerlo porque
nos están contaminando y el líder no se puede contaminar; el líder se debe influenciar con Dios para
influenciar a los demás.
Aquel que tiene un corazón de líder sabe que hay diferentes niveles de liderazgo, es decir, que no nos
podemos quedar en un nivel, porque Dios nos está demandando a otro nivel, y si queremos ser líderes en
excelencia, Dios nos pondrá más responsabilidad. Hay hermanos con un potencial de líderes tremendo,
tienen un llamado muy especial y Dios les está poniendo responsabilidades y mucho peso; el hermano
mientras tanto, está viendo a otros hermanos que no tienen responsabilidad y quieren ser como ellos.
Muchas personas han perdido su liderazgo por estar al pendiente de lo que los otros hacen; mientras más
grande es nuestro liderazgo, mayor será nuestra carga espiritual. Habrá momentos en los que vamos a
sentir que no aguantamos, que nuestra mochila es muy pesada, pero Dios nos la ha puesto a nosotros
porque sabe que somos líderes.
El líder no se queja de la carga que tiene, el líder se goza de la carga que tiene. Un buen líder cuando no tiene
carga, se preocupa, el buen líder está acostumbrado a tener mucha responsabilidad y a tener en sus
espaldas la carga de la iglesia.
Preocupémonos cuando no tengamos responsabilidad. Muchos se quejan cuando les dan mucho trabajo,
se enfadan si los ponen en muchos ministerios e incluso entran en rebeldía; con esa actitud pierden su
liderazgo. Tenemos que pedirle al Señor que nos de más responsabilidad.
Pablo le dice a Gálatas: “Hijos míos, de nuevo vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado
en ustedes”. El apóstol Pablo no era un líder cualquiera, él decía que otra vez volvía a tener esa
responsabilidad en su vida, que no podía soltarlos hasta que ellos no vieran a Cristo en sus vidas.
El nivel de liderazgo de un líder por excelencia te hace tener dolor, por eso el día que ya no tengamos dolor
pasaremos a ser líderes normales. Entonces, si queremos ser líderes, si Dios nos está poniendo cargas, si
Dios nos está probando, debemos aceptar la carga sin protestar. Debemos pedir más responsabilidad,
porque cuando nos conformamos, le estamos diciendo a Dios: yo no quiero ser líder.
Debemos querer ser líderes anormales, debemos trascender, levantar; no podemos buscar sustitutos, el
líder no se puede retractar, el líder tiene que asumir su carga y seguir caminando con ella, porque llegará un
momento en que esa carga la llevaremos y no la sentiremos. Ahí es cuando Dios dice que debe darnos más
carga. Por esta razón hay personas que hasta pierden oportunidades en el trabajo, ya que no quieren la
responsabilidad; se quejan de los horarios extensos, o de que no van a poder ir a la iglesia; pierden las
oportunidades porque le piden a Dios un trabajo, pero que sea cómodo, sin saber que hasta en el trabajo
secular, Dios te prepara para lo espiritual.
Dios no le entrega su iglesia a cualquiera, Dios se la entrega a personas que son verdaderos líderes de
excelencia; si no somos líderes de excelencia no ganaremos ninguna batalla, estaremos siempre pidiéndole
a otros que oren por nosotros, por no querer asumir nuestra carga. Cuando una persona sabe que el Espíritu
está en ella, que tiene la autoridad delegada, sabe que ya puede enfrentar cualquier problema en su casa, en
su matrimonio, con sus hijos, sin necesitar el apoyo de los demás.
Hay que cambiar la mentalidad, tenemos que tener mentalidad de líderes. Hay personas que llevan años en
la iglesia y su nivel de liderazgo es muy débil, puesto que han cogido un evangelio muy fácil; el evangelio se
vive con carga y con responsabilidad. El líder no puede ver un problema y quedarse de brazos cruzados, el
líder siempre está en movimiento, buscando y resolviendo. Personalmente debemos preguntarnos si hemos
menguado, si nos hemos conformado.
El líder siempre se pone a la disposición de los demás, se ofrece para ayudar y servir, con la seguridad de
que le darán alguna responsabilidad.
Dios es un Dios de estrategias, por esta razón el líder tiene que estar viendo las estrategias que Dios le dará.
Hay personas que no tienen planes ni sueños, porque no tienen estrategias, su mente está tan pequeña, tan
conformada que piensan que Dios se lo hará todo.
Una estrategia es un conjunto de acciones que debemos ejecutar para un determinado fin. Todo líder debe
ser estratega y buscar la voz de Dios que le diga como actuará. La fe no anula la estrategia. Como líderes
debemos enfocarnos en hacer estrategias, metas tangibles a corto plazo y que nos llevarán a nuestra
bendición.
Dios es un Dios de amor, y también un Dios de estrategias. Él hizo el mundo estratégicamente en un plan de
6 días. Él se mueve bajo estrategias. Para las batallas debemos pedirle a Dios una estrategia del cielo para
poder alcanzar nuestro propósito. Todo hijo de Dios debe tener una meta y no querer dejárselo todo a Él.
La madre de Moisés fue una estratega. Guardó al niño por varios meses, y cuando ya no pudo guardarlo
más, pensó en que la hija de faraón se bañaba en el río, por esta razón puso al niño en una canasta y mandó
a su hija mayor a seguirla para que cuando llegara a donde la hija del faraón, ésta le dijera que conocía a
una mujer que podía cuidar del bebé. De esta manera, Moisés fue criado y cuidado por su propia madre.
Dios le había dicho que su hijo era un libertador y que no podía morir, y fue Él quien estratégicamente le dio
la orden de dejarlo en la canasta para ser cuidado por la hija de faraón y que El se lo devolvería.
Busquemos estrategias para salvar nuestro matrimonio, para ayudar a que nuestros negocios se levanten,
para esto debemos tener la mente de Cristo, para que sepamos como El quiere que hagamos las cosas.
Los apóstoles solo evangelizaban a los judíos, Dios les había ordenado: “Id por todo el mundo y predicad el
evangelio”, pero ellos se habían conformado solo con predicar a los judíos; por esta razón, cuarenta años
después de Cristo, Dios tuvo que tumbar a Pablo del caballo para que fuera donde los gentiles y luego de
estar con ellos dijo que tenía que buscar una estrategia.
El Señor ya le había ordenado que hacer y por eso buscó a Pedro y durante quince días este le contó la vida
de Cristo y como hizo con ellos. Después de esto, Pablo ya había sido preparado para ir y predicar el
evangelio. De manera estratégica buscó la dirección: lo que Cristo quería, como lo hacía y como hablaba.
Pablo recibió de Pedro lo que no había vivido con Cristo.
José, el segundo de Egipto, en el tiempo de hambre les dijo a sus hermanos que se cuidaran d decir que
eran pastores, que dijeran que eran ganaderos, porque los Egipcios no soportan a los pastores. No hablo
mentira, estaba buscando una estrategia, ya que los pastores cuidan ovejas las cuales son animales; y los
ganaderos también cuidan animales. Era otra palabra usada estratégicamente con el mismo significado.
El líder hasta que no busque una estrategia no puede descansar, se tiene que mantener buscando la
dirección de Dios. Estratégicamente Dios le dirá lo que tiene que hacer y como lo va hacer. Cuando El nos da
una estrategia damos en el blanco. Cuando tenemos un nivel de liderazgo mayor, sabemos que nos va a
hacer un estratega. Hay una estrategia que debemos conocer para expandir el evangelio, para que las almas
lleguen, para alcanzar esta ciudad y tomar a la Republica Dominicana.
Quedándonos sentados Dios no lo va hacer, es estrategia. Por eso nuestra vida se desborona, nuestro
negocios caen, nos conformamos diciendo que si Dios nos lo dio lo va a mantener, pero Dios dice que
abramos nuestra mente y miremos lo que El quiere que hagamos. Que tomemos responsabilidad porque
cuando nos de una estrategia tiene que ser con responsabilidad que la asumamos. Y cuando nos da esa
estrategia es para que nosotros mismos la hagamos y resolvamos sin demoras, porque las estrategias son
para que las hagamos inmediatamente.
Tenemos que ser proactivos, con un espíritu diferente, anhelar cosas diferentes y cuidar de nuestro
liderazgo, el cual se puede secar por no tener estrategias. Un ejército, antes de atacar, planea su estrategia.
Estudia el territorio hasta que lo conoce para poderlo invadir.
Si queremos tener corazón de líder debemos buscar el próximo plan y desarrollarlo, no es al azar, es con un
plan. Debemos pensar, actuar y tener sentido común de las cosas.
La iglesia de este tiempo quiere que todo se lo resuelvan y que Dios le envíe el mana del cielo. Dios nos da el
mana, pero quiere que lo distribuyamos como Él desea. Dios nos puede dar un negocio y si no tenemos
estrategia, se nos puede caer. Por esta razón, esas estrategias la debemos buscar de Dios y no de hombre.
Un ejemplo es Moisés, quien fue salvado porque hubo una estrategia, dada por Dios, no por hombres.
El líder nos lleva a ganar, no a perder, porque el líder siempre está un paso adelante, siempre está
previniendo la situación, por eso las crisis no le agarran desprevenido porque ya ha hecho una estrategia,
para que cuando lleguen las crisis no le afecte.
En un momento, la madre de Moisés no tenía ninguna salida, la orden de faraón era matarlo. No lo podía
esconder más porque el niño ya estaba creciendo. Hay situaciones en nuestras vidas que ya no la podemos
ocultar más, tenemos que tomar una decisión estratégicamente sin esperar ni un segundo más y no dejarle
todo a Dios. Debemos conectarnos de la fuente para recibir la dirección de Dios.
El que tiene corazón de líder sabe que nació para siempre triunfar, no alberga temores en su corazón, se
enfrenta a los riesgos con valentía porque sabe que cuando hay un líder, Dios lo protege.
Dios nos habla y no queremos obedecer, nos instruye y no aceptamos por temor a fracasar, por temor a
morir o a que nos vaya mal. Pero cuando somos líderes sabemos que Dios nos va a proteger.
Moisés nació con un liderazgo, el faraón lo quería matar y se mantuvo vivo porque Dios lo protegió. No
debemos temer cuando Dios dice que tiene algo para nosotros, ni cuando nos propone algo, aunque sea
difícil creer tenemos su protección.
El apóstol Pablo dijo: “Cinco veces he sido azotado, he recibido treinta y nueve latigazos, he naufragado, he
pasado prisión”.
A pesar de todas estas dificultades Pablo continuó llevando el evangelio a los diferentes lugares que el
Señor le había enviado. Pablo en ningún momento se atemorizó, enfrentó con valentía el temor que como
hombre podía tener. Ese temor nos mantiene en el mismo nivel y en pánico, creyendo que Dios se ha
apartado de nosotros. Debemos tomar el riesgo de levantarnos, preguntémosle al Señor lo que debemos
hacer. Debemos pedirle que vea nuestra condición, que estamos acomodados y con miedo de escuchar Su
voz.
Si Dios nos dice que invirtamos, debemos hacerlo con los ojos cerrados porque Él nos sacará con bien, si
nos dice que hagamos un negocio y es de Dios, Él nos va a salvar nuestro dinero, lo va a salvar todo.
Cuando Dios nos afirma nos está diciendo que es para levantar nuestro liderazgo. Dios está diciendo que
somos lideres y nos muestra el potencial que tenemos y lo que podemos hacer. Debemos pasar a otro nivel,
llevar cargas aunque nos duela, buscar estrategias divinas, hacer que Dios sea nuestro estratega y dejar de
actuar por nuestra cuenta para que Él siempre nos proteja. Cuando hay un lider, Dios lo protege aunque el
diablo se levante.
El que no ejerce liderazgo no hace absolutamente nada. Cuando hay un líder que está ejerciendo una
influencia, cuando se levanta un evangelista, el Señor no permite que el diablo lo destruya, podrá ser
azotado, pero su vida y su familia serán cuidadas. Tenemos que entender que Dios está buscando lideres no
a personas normales. Debemos de vernos como un hombre y como una mujer de Dios y aprender como
lideres a no familiarizarnos, porque cuando nos familiarizamos dejamos de ver al Espíritu Santo y dejamos
de recibir la dirección de Él y cuando nos está hablando ni siquiera lo escuchamos porque nos
acostumbramos. Puede bajar la gloria de Dios y ni siquiera la vemos, la indiferencia nos saca de la visión de
Dios.
Un líder debe mirar siempre el manto que está puesto sobre el hombre de la casa y pregonar lo que Dios
está haciendo.
Vemos que la samaritana cuando tuvo el encuentro con Jesús cambió una ciudad completa porque no se
familiarizó con lo que Cristo le habló, pregonó las grandezas que Jesús hizo con ella. Dios siempre nos está
hablando, no es un Dios de tradición, siempre está en movimiento y no debemos quedarnos atrás porque
Dios en medio de ese movimiento siempre nos enseña cosas nuevas.
Moisés nunca se familiarizó con Dios, lo buscaba siempre por más de cuarenta años y buscaba Su
presencia con anhelo. Por eso Dios le mostró lo que iba hacer con su pueblo y le dijo que primero estaría
con la gente. Esto significa que llegará el momento en que Dios nos pondrá a vivir con la gente para
ayudarlos e instruirlos. Pero luego le dijo a Moisés que lo pondría delante de la gente para que le abra
camino y las próximas generaciones lo encuentren ya preparado.
Finalmente, Dios le dijo que lo pondría fuera de la gente porque Dios lo llamó a que subiera al monte a tener
intimidad con Él, porque su nivel de liderazgo ya había pasado a otro nivel, de estar a solas con Dios. Pero ya
habrá líderes formados para que continúen guiando y cuidando al pueblo.
Dios nos está enseñando que llegará un momento en el que seremos lideres como Josué y tendremos que ir
a la pelea, pero no podemos ir si no llevamos a Moisés, porque Moisés estará con los brazos arriba
conectado con Dios mientras nosotros peleamos. Por eso la batalla no se gana sólo, se gana con líderes,
con conexiones de liderazgo. Se necesita a Moisés, se necesita a Aarón y a Ur que levantaran a otros
mientras estén orando.
Líder no significa poder, significa servir. Cuando Dios ve nuestro corazón, nuestros sufrimientos y cargas,
nos levanta y nos lleva a otro nivel porque ya estamos en la capacidad de levantar a otros. Un líder siempre
tiene que estar dispuesto a ayudar a otro líder, no espera a que le llamen.
Se necesita un liderazgo que camine bajo la misma visión, por tanto debemos ofrecernos, darnos,
entregarnos y en esa medida, Dios se nos mostrará como se mostró en Moisés y en Josué.
En nosotros está el tomar la decisión, por eso tiene que nacer la disposición en nuestros corazones porque
Dios quiere ponernos carga espiritual, tomémosla y busquemos Su presencia, y la lluvia del cielo bajará y
veremos en el paso de los años como Dios nos ha formado.
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