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Terapia Familiar Sistémica

TEMA 7

Casos prácticos.

Terapia Familiar Sistémica

Instituto Español de Formación Social

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Terapia Familiar Sistémica

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material, ni la recopilación en un sistema informático, ni la transmisión ni difusión de este

material por medios electrónicos (incluyendo email, redes sociales y cualesquiera otros

sistemas de transmisión informática entre particulares), mecánicos, por fotocopias, por

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del copyright.

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Índice:

CASO 1: Un caso ilustrativo: Abuso y Terapia Familiar por Juan Luis Linares.

CASO 2: Intervenciones sistémicas aplicadas en un caso de familia multiproblemática, en


ciclo vital adolescente con riesgo de adicción.

CASO 3: “Quiero Recuperar el Control”. Un Caso de Terapia Individual desde el Enfoque


Sistémico.

Resumen:
Los relatos de casos que se presentan a continuación pretenden ilustrar algunos de los
conceptos y herramientas básicos del paradigma sistémico, mostrando cómo un enfoque
tradicionalmente asociado al trabajo con parejas y familias se puede aplicar a una paciente
en psicoterapia, manteniendo la atención en las relaciones familiares, las interacciones y el
contexto.
Lo más significativo del enfoque sistémico y de los diferentes modelos que forman parte de
él (estructural, estratégico, intergeneracional, etc.) es la noción de que las conductas de los
individuos (incluidas las problemáticas o disfuncionales), adquieren un significado o
cumplen una función en su sistema relacional significativo, que suele ser su familia actual o
su familia de origen (Papp, 1994).
Los sistemas relacionales mantienen una correspondencia, equilibrio u homeostasis, al
establecerse determinados roles y patrones estables de interacción entre sus miembros. En
determinados momentos del ciclo vital o debido a cambios no previsibles en el entorno o en
alguno de los individuos, esta homeostasis se rompe, y el sistema debe encontrar un nuevo
equilibrio, incorporando nuevas formas de relación entre los individuos que forman parte de
él (Carter y Mc Goldrick, 2005). Tanto si se trabaja con una pareja o familia como si se trata
de una terapia individual, el foco del modelo sistémico está en las interacciones y el
contexto. Esto implica pasar de lo puramente intrapsíquico a lo interaccional,
preguntándonos cuáles son los circuitos de interacción que mantienen el problema. Estas
interacciones son, con frecuencia, intentos de solución ineficaces (“la solución que se
convierte en el problema”, en palabras de Waztlawick), y se dan entre la persona sintomática
y su entorno, o en las propias estrategias que pone en marcha el paciente para intentar
manejar sus dificultades. La identificación y posterior bloqueo y modificación de estos
circuitos de interacción que sostienen el problema es una de las herramientas básicas del
modelo sistémico.
El cambio terapéutico se produce también al favorecer una nueva percepción o significado
relacional o contextual del problema, utilizando herramientas terapéuticas como el
genograma (esquema de las relaciones familiares en tres generaciones) y preguntas que
exploran ese contexto relacional: “¿Para quién más es un problema? ¿Cómo perciben esta
situación otras personas significativas? ¿En qué momento surgió el problema? ¿Qué ha
cambiado en las relaciones antes y después de su aparición? ¿Quiénes o qué creencias
sostienen el problema o el no cambio? ¿En qué circunstancias, con quién, cuándo
disminuye o desaparece el problema?”.
El contexto que exploramos va más allá de la historia de la familia de origen, y contempla
también los valores culturales, sociales, religiosos, de género, de clase social, etc., a partir
de los que la persona y la familia han interpretado y dado sentido a la realidad. El terapeuta
actúa no tanto como un “técnico” que ayuda a reparar o sustituir circuitos de interacción

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atascados, sino como un co-creador de nuevos significados junto con el paciente, revisando
el origen de las narrativas o guiones familiares o culturales que han prevalecido en su vida
hasta ese momento y dialogando con él para construir entre ambos nuevas posibilidades.

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CASO 1: Un caso ilustrativo: Abuso y Terapia Familiar por Juan Luis Linares.

Camila, segunda hija de Carlos y Carolina, fue sometida a abusos sexuales por su

padre, ininterrumpidamente entre los 6 y los 16 años. Se trata de la modalidad más grave

de abuso sexual, tanto por la precocidad del inicio y por la duración, como por la intensidad

del mismo, que incluía relaciones genitales completas. El daño psicológico, por tanto, fue

muy importante, partiendo de una triangulación complementaria, en la que Camila fue

engañosamente promovida a la condición de "pseudocónyuge".

El maltrato psicológico fue, pues, triangulador, comportando una serie de

componentes que distorsionaron la vida de Camila durante un largo y trascendental período.

Desde el principio, ella experimentó con una extraña ambivalencia el halago y la seducción

con que su padre la trató, puesto que la relación privilegiada que, en algunos aspectos,

comportaba, no compensaba la pesada amenaza que le acompañaba ("nunca le debes

contar esto a nadie, so pena de gravísimas consecuencias para ti y para toda la familia"),

así como la pérdida del acceso fluido a su madre, Carolina, que, aun no sabiendo

conscientemente lo que pasaba, intuía en Camila más a una rival que a una hija. Además,

la relación con sus hermanos se vio también afectada negativamente, puesto que ellos no
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entendían la atmósfera enrarecida que rodeaba a Camila y la interpretaban como

manipulatoria por parte de la chica.

Por eso, cuando, a los 16 años, Camila rompió el juego y anunció que se marchaba

de casa, su madre y sus hermanos hicieron causa común con su padre, acusándola de

caprichosa e irresponsable. Años más tarde, Carolina diría que, aunque su hija le reveló lo

que estaba pasando antes de irse, ella pensó "que sólo se trataba de algunos tocamientos

menores".

Es una circunstancia gravísima, que se produce a menudo cuando las chicas ponen

fin al abuso, generalmente en la adolescencia, y que las coloca en situación de alto riesgo.

Tras cobrar conciencia plena de la estafa relacional a que han estado sometidas, se hunden

en la auto desvalorización y se sienten abandonadas por todos. No es raro que, sumergidas

en una vorágine caótica, incurran en conductas altamente autodestructivas.

Camila no fue una excepción. Anduvo perdida entre traficantes y otros delincuentes,

con uno de los cuales se emparejó de forma tan precipitada como precaria. Y de esa relación

tuvo tres hijos sucesivos: una niña, Rosa, y dos niños, Alberto y Martín, con los cuales se

sumió en un proceso de degradación y deterioro sociales. Pero entre el alcohol, las drogas

y los malos tratos que recibía de su pareja, Camila tuvo la idea de recurrir a los únicos de

los que intuía poder obtener ayuda: sus padres. Y la obtuvo. Fue una ayuda envenenada

para ella, pero eficaz para sus hijos, que tuvieron en los abuelos a unas buenas figuras

parentales, cuidadosos y protectores.

Pero, paradójicamente, ello supuso un aumento de la degradación de la imagen

familiar de Camila, que apareció ante todos como una irresponsable promiscua, capaz de

arrastrar a sus hijos a sus caprichos autodestructivos, de donde los abuelos los rescataban

gracias a su amorosa abnegación. Carlos y Carolina suspiraban y subían las cejas

resignadamente, comunicando a todos la sensación de que con Camila no había nada que

hacer, aunque, ¡ay!, ellos estaban dispuestos a cualquier sacrificio por salvar a los niños.

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Carlos dirigía una empresa familiar en la que irían trabajando todos sus hijos menos,

naturalmente, Camila. Así es como los hermanos de ésta, Felipe, Rodrigo, Magdalena,

Ignacio y Roberto, participaron sin proponérselo del entramado de complicidades que

confirmaban la descalificación y el descrédito de Camila, "esa loca mimada en la que no se

podía confiar". Con el paso del tiempo, los hijos de ésta también recibirían propuestas de

incorporación futura a la red que excluía y marginaba a su madre. Todos estaban

interesados en hacer verosímil la historia de la irresponsabilidad de Camila. Los padres para

combatir los sentimientos de culpa que evocaban los recuerdos del abuso e incluso para

borrar su misma evidencia, y los hermanos para justificar su privilegio frente a la marginación

de la excluida. Incluso a Rosa, Alberto y Martin les resultaba tranquilizador creer en la

insolvencia injustificable de su madre, que les permitía gozar con los abuelos de unas

ventajas materiales que ella no los podía dar.

Así las cosas, ocurrió que Camila, tras haber tocado fondo, inició un lento remonte

en su vida. Conoció a Fernando, un buen hombre que, muy enamorado, le ofreció la

posibilidad de crear una familia estable, a la que Camila aportó lo único que para ella

conducía a la estabilidad: más hijos. Nacieron Javier y Fernandito, que unidos a Tamaris,

fruto de un anterior matrimonio de Fernando, completaron un panorama tan novedoso como

comprometido. Por una parte, no había duda de que, por primera vez, Camila vislumbraba

la posibilidad de ser reconocida como mujer capaz y responsable, al frente de una familia

respetada. Tanto que se atrevió a denunciar a su padre en un centro de atención al menor,

alegando que existía peligro de que les hiciera a sus hijos lo que le había hecho a ella. Ello

bastó para que los tres chicos mayores regresaran junto a su madre, aunque de mal talante

y sin comprender por qué debían renunciar a las comodidades que disfrutaban con sus

abuelos. Por otra parte, lo arduo de la tarea ponía de manifiesto sus limitaciones:

sencillamente no se sentía con fuerzas de sacar adelante una familia tan compleja.

Fernando trabajaba jornadas interminables como agente de seguridad, mientras ella debía

bregar con la sobrecarga que suponían los pequeños y con la permanente descalificación a

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que la sometían los mayores: "Tú, que nos abandonaste para darte la gran vida, ahora tienes

la cara de sacarnos de casa de los abuelos alegando que son un peligro. ¡Tú sí que eres

una embustera peligrosa!" Y Camila se sumió en la depresión.

Fue entonces cuando empezó una terapia familiar, que, en una primera etapa, se

propuso consolidar el nuevo papel de Camila como esposa y madre en su familia creada.

Fernando colaboró plenamente, y Rosa, Alberto y Martín se calmaron lo suficiente como

para empezar a poder escuchar a su madre. Seguían sin entender el alcance del daño que

ésta había sufrido en su infancia, siendo ellos también niños damnificados por una historia

tormentosa, pero, al menos, le concedieron el beneficio de la duda: sí, ella los quería y, a

su manera, buscaba lo mejor para ellos. Comprendieron que no podían regresar con los

abuelos, pero se resistían a vivir en unas condiciones que, obviamente, no eran las

adecuadas. Aceptaron de buen grado ir a una residencia que ofrecieron los servicios

sociales y, durante los fines de semana que pasaban con Camila, ésta empezó a

experimentar, por primera vez en su existencia, la sensación de tener una familia bien

avenida por la que valía la pena esforzarse. Sobre todo, Rosa, de 17 años, y Martín, de 12,

se mostraron tranquilos y cariñosos con sus hermanos, así como razonablemente

respetuosos con Fernando. Pero con Alberto hubo más problemas, ya que la turbulencia

adolescente de sus 14 años se reforzaba por el hecho de ser el más consentido por los

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abuelos, quienes habían alentado en él fantasías de una pronta incorporación a la empresa

familiar. La depresión de Camila había desaparecido, pero lo inestable de la situación exigía

nuevos planteamientos.

Por eso el terapeuta le propuso a Camila abrir otro capítulo: "Usted es una mujer

formidable, que ha sacado fuerzas de flaqueza hasta conseguir lo que nadie habría

imaginado hace unos años: crear una hermosa familia y organizar bien el presente. El

problema es que el pasado es tan atroz que se le cuela por las rendijas, amenazando con

arruinar en cualquier momento lo construido. Lo que yo le ofrezco es que, ahora,

focalicemos el pasado y nos centremos en su familia de origen, sus padres y sus hermanos

principalmente, para que usted pueda obtener la reparación que merece y necesita. Esa es

una condición necesaria también para que su relación con sus hijos, y muy especialmente

con Alberto, se clarifique y se estabilice definitivamente. Pero, para eso, tiene usted que

traerme a sus padres."

Y los trajo. No le costó mucho porque Carlos temía el escándalo e incluso las

posibles consecuencias legales, y Carolina seguía a su marido incondicionalmente. Así que

Camila se presentó con ambos a la sesión, así como con Rosa, a la que había escogido en

calidad de hija mayor para que la acompañara y fuera testigo de todo lo que se hablara. Y

el padre protagonizó una actuación memorable, en la que reconoció todas sus culpas: "No

sólo la sometí a unos abusos espantosos, sino, lo que es peor, luego he permitido que fuera

ella la que apareciera como culpable de los fracasos de su vida. No puedo pedir perdón

porque no lo merezco". La madre afirmaba no haberse dado cuenta de nada y su marido,

caballerosamente, refrendaba su inocencia: "Yo soy el único culpable". No obstante,

Carolina mantenía un tono crítico con su hija: "Yo no sabía nada, y el hecho de que hayas

sufrido por lo que te hiciera tu padre no justifica que no me hayas dicho nada a mí. Tú no te

portaste bien, ni conmigo ni con tus hijos".

Pero, a esas alturas, ni Camila ni el terapeuta iban a permitir que se perpetraran

nuevas mistificaciones. Así que se rechazaron tajantemente las acusaciones y se planteó

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la necesidad de una asamblea familiar que aclarase definitivamente las cosas y que

restaurase el prestigio de Camila. Ella debía elegir las personas que asistirían, y así lo hizo:

sus hermanos con las parejas y dos tías maternas como representantes de la familia

extensa, así como Rosa en representación de sus hijos.

La sesión se celebró con la asistencia de 15 personas, y el padre se reiteró en su

autoacusación. Con voz firme y gesto digno, explicitó que había cometido los peores abusos

sexuales con su hija y que luego había permitido que se la acusara de irresponsable, sin

aclarar nunca hasta ese momento que tenía razones de peso para andar perdida en la vida.

La madre, que insistía en que ella no sabía nada ("...bueno, todo lo más me imaginaba que

podía haber habido unos tocamientos menores..."), se mostró compungida, llorando

desconsoladamente y reprochando a su marido que hubiera podido hacerle una cosa así a

su hija. Las cuñadas fueron muy duras con Carlos, insistiendo en que Camila ahora era otra

persona ante sus ojos. Pero los que desempeñaron un papel decisivo, que no cesaría de

aumentar en importancia desde ese momento, fueron los hermanos.

Felipe, el mayor, era un caso especial, porque tenía una larga historia de consumo

de drogas y era un hombre sumamente reservado, que no pronunció una palabra durante

toda la sesión. Pero Rodrigo, el tercero, lideró un proceso reparador admirable. Cuando

tomó la palabra, empezó reconociendo su parte de responsabilidad en la marginación a que

todos habían sometido a Camila: "Debimos habernos dado cuenta, pero no quisimos ver.

Algo intuíamos, pero cerramos los ojos por comodidad, porque se vivía mejor en la

ignorancia. Era más fácil acusar a una hermana de irresponsable, mientras se debatía en la

tormenta de su vida y nos iba trayendo hijos a casa para que se los cuidáramos, que aceptar

que lo que estaba podrido eran los cimientos de la familia, que el culpable de todo era

nuestro padre y que el crimen se había prolongado durante años bajo la mirada de nuestra

madre y ... de todos nosotros. Nada volverá a ser igual a partir de hoy. Le debemos a Camila

algo muy grande, muy importante ..."

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Magdalena lloró mucho, pero, a diferencia del llanto de la madre, el suyo expresaba

una conmoción sincera y un nítido arrepentimiento, ya que ella había sido, de entre los

hermanos, la que más había criticado a Camila. Ignacio y Roberto, de 22 y 20 años, eran

mucho menores que sus hermanos y ni siquiera recordaban el momento de la salida de

casa de Camila. Para ellos, su hermana había sido siempre una extraña lejana e

imprevisible, que incluso se había inventado un riesgo de abuso sexual de ellos para con

Rosa como motivo urgente para recuperar a sus hijos. Estaban conmovidos, pero

necesitaban más tiempo para elaborar la nueva situación.

En definitiva, la sesión de esclarecimiento fue todo un éxito, y el terapeuta así lo

señaló, insistiendo en que el proceso de reparación no había hecho sino empezar. Destacó

que la reacción de todos era un indicativo de la calidad humana de la familia. "Usted, Carlos,

le ha hecho muchísimo daño a Camila, pero ella es ahora una mujer fuerte, hermosa y

capaz, que está tomando definitivamente el control de su vida. En esa fuerza suya, en esa

capacidad de resistir y de recuperarse, seguramente hay también algo bueno de usted. En

cualquier caso, yo querría contar con todos para continuar y concluir esta terapia, que acabe

propiciando una situación justa y reparadora para Camila y para sus hijos."

La intención del terapeuta era seguir trabajando con los padres, con la idea de

generar un proceso de reconciliación ... sólo en la medida en que Camila lo quisiese.

Sustenta esta opción la evidencia de que una persona abusada o maltratada por sus padres
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sigue siendo su hija, por lo que, en cierta medida, siempre llevará dentro a sus

maltratadores. Todo lo que pueda avanzarse en el sentido de la comprensión y, si es

posible, del perdón y de la reconciliación, será una ayuda para aligerarle la carga. Dicho con

otras palabras, es más llevadero sentirse hija de unos padres que la maltrataron por sus

propios problemas, al fin y al cabo, humanos, que de unos monstruos incomprensiblemente

satánicos.

La terapia continuó, pues, y en las sesiones que siguieron se pudo trabajar con unos

padres que mostraron sombras y luces, y cuya colaboración permitió reconstruir sus

historias. Carlos había perdido a su padre siendo un niño, y su madre se volvió a casar con

un hombre que nunca la hizo feliz. Los dos hicieron su vida, recordando Carlos haber

descubierto a su madre en la cama con un amante, mientras las infidelidades de su

padrastro eran igualmente notorias. En un contexto abandónico, él se forjó una personalidad

muy independiente y luchadora, abandonando pronto los estudios para trabajar duro. Por

su parte, Carolina era huérfana de padre y madre, y su infancia transcurrió en un internado,

vigilada de lejos por sus dos hermanas mayores, de las que dependía hasta en los menores

detalles. Cuando, a los 17 años, Carlos y Carolina se conocieron, cayeron textualmente el

uno en los brazos del otro, constituyendo desde entonces una pareja indisoluble, de extrema

complementariedad. Él llevaba el timón y ella ponía flores en los jarrones.

A los 18 años estaban casados y tenían un primer hijo, cuando apenas habían tenido

tiempo u ocasión de jugar como niños ni de retozar como adolescentes. Y con 19 años

tuvieron a Camila. En ese contexto de prematuridad relacional, con Carlos jugando cada

vez con más fuerza al superhombre y con Carolina entregada al rol de frágil muñequita

dependiente, se produjo la pérdida de papeles. Felipe fue maltratado físicamente, porque

era un mocoso llorón que no respetaba la necesidad de descanso de su padre, y Camila fue

abusada sexualmente porque éste, todopoderoso, se merecía "el reposo del guerrero", y

Carolina estaba demasiado agotada tras su segundo parto.

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Carlos tuvo su momento más honesto cuando, hablando de todos estos temas,

manifestó, entre lágrimas, un sincero arrepentimiento: "Nunca más pude fiarme de mí

mismo. Siempre mantuve una distancia con mi otra hija, Magdalena, y, desde luego, con mi

nieta Rosa, por miedo a volver a perder el control con ellas. Pero, en el fondo, siempre supe

que no pasaría nada, porque lo mío con Camila fue una especie de enfermedad, una

obsesión morbosa de muy difícil repetición. Yo sé ahora que he arruinado su vida y también

la de toda mi familia ..." En cuanto a Carolina, ella insistía en no haber ni imaginado que

pudiera estar pasando algo semejante, y se mostraba muy enfadada con su marido. Durante

unos días lo abandonó, marchando a vivir a una casa que tenían en la playa, a 200

kilómetros del domicilio familiar, y tuvo varios contactos con Camila que fueron bien

acogidos por ésta y que parecieron marcar una nueva relación.

Sin embargo, este cambio tan espectacular de los padres no se mantuvo mucho

tiempo. Pronto Carlos empezó a emitir mensajes de que la vida y la empresa familiar tenían

que continuar, lo cual provocó en los hijos una reacción de intenso rechazo. Su carácter

autoritario no le permitía mantener el perfil humilde que había mostrado durante la

confesión. Ahora volvía a atrincherarse en el papel de gran hombre, pecador pero

arrepentido, junto al que corría a posicionarse su esposa, demasiado dependiente para

atreverse a afrontar una vida sin él.

Las sesiones de terapia con los hermanos, incluida Camila con todos los honores, e

incorporados Ignacio y Roberto, generaron un ambiente de entusiasta apoyo a aquélla y de

intensa crítica a los padres. Rodrigo se constituyó en líder de una auténtica revolución

familiar: "¿Cómo puede ser que este señor siga pretendiendo actuar como si nada hubiese

pasado? ¿Es que se cree que por haber reconocido lo que hizo, al fin y al cabo, cuando no

le ha quedado otro remedio, ya está todo resuelto?¿Y mamá? ¿Cómo se entiende que,

después de su marcha, haya vuelto a vivir con él, diciendo que no lo perdona, pero que no

lo puede dejar solo? Tenemos que hacer algo para que a Camila no le quede la menor duda

de que sus sufrimientos son cosa del pasado."

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¡Y vaya si hicieron! Reunidos en consejo, los hermanos acordaron despojar a los

padres de cualquier responsabilidad en la empresa familiar, concediéndoles un vitalicio

digno que les permitiera vivir lejos, en la casa de la playa. Y todos se alinearon junto a

Camila, ofreciéndole un lugar en la empresa y manifestando su solidaridad de diversas

formas. Felipe cambió espectacularmente, hablando con libertad de los malos tratos que él

mismo había sufrido y alineándose, junto a Camila, en el grupo de los damnificados.

Rodrigo, en su condición de nuevo líder, organizó hábilmente la empresa, ayudando a que

todos pudieran encontrar un lugar en ella. Magdalena se ofreció a ayudar a Camila

haciéndose cargo de los hijos de ésta que lo necesitaran durante algún tiempo. Ignacio se

unió a los hermanos mayores con el entusiasmo del converso y Roberto fue el único que

decidió seguir manteniendo relación con los padres, aunque también se acercó a los

hermanos y especialmente a Camila. En concreto, y aunque se trataba de un chico muy

joven, organizó varias comidas en su casa a las que invitó a todos los hermanos, así como

a Camila y su familia. Además, pudo resolver con ésta el equívoco de las acusaciones por

abuso a Rosa, que, aun siendo infundadas, habían servido para que Camila recuperara a

sus hijos. Roberto la comprendió y perdonó, aunque el asunto trajo para él algunas

molestias judiciales.

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Por último, Camila acabó de tomar el control de su vida: estudió unos cursos de

formación profesional y se hizo trabajadora familiar, alternando esa ocupación con algunas

colaboraciones en la empresa familiar. Al final de la terapia, Rosa, ya con 19 años, se fue a

vivir independientemente, primero con unas amigas y luego con un chico. Era una muchacha

que, en el fragor de los combates que la habían rodeado desde pequeña, había madurado

con precocidad, y ahora se mostraba bastante estable. Ella había comprendido a su madre

y había ayudado también a la estabilización de la familia. Martín no presentaba problemas,

y vivía con su madre con buena adaptación. En cuanto a Alberto, fue el que más se resistió

a aceptar la nueva situación, combinando su identificación con el abuelo con una actitud

desafiante propia de su condición de adolescente. Sin embargo, su tía Magdalena se ocupó

de él durante una temporada, hasta que disminuyó su conflictividad y pudo adaptarse a su

madre y a su nueva familia.

El caso de Camila ilustra bien cómo una historia de maltrato puede infiltrarse en el

tejido relacional de una familia a lo largo de varias generaciones. Los padres ya sufrieron

las consecuencias de unas pautas de crianza inadecuadas, que los obligaron a afrontar la

vida en circunstancias desventajosas. Así se entiende mejor su fracaso con sus hijos, y

sobre todo con Felipe y Camila, a los que siguieron sometiendo a situaciones

manifiestamente disfuncionales. La cadena del maltrato, a través de la patología adictiva de

Felipe y de la conducta inadaptada y la depresión de Camila, amenazaba con transmitirse

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a los hijos de éstos, entrelazándolos en juegos perversos con las otras dos generaciones.

Por suerte, la cadena del maltrato pudo ser interrumpida por una intervención terapéutica,

que fue también preventiva de males ulteriores y rehabilitadora de las secuelas del pasado.

Y la terapia liberó unos recursos que, con relativa autonomía de las intenciones iniciales del

terapeuta, condujeron el proceso por cauces insospechados. El grupo de hermanos adquirió

protagonismo, supliendo en su capacidad reparadora los límites de los padres. Tal es la

lógica del ecosistema.

CASO 2: Intervenciones sistémicas aplicadas en un caso de familia

multiproblemática, en ciclo vital adolescente con riesgo de adicción.

1. Metodología

Participantes:

Participaron de esta investigación una familia en carácter de consultantes y su

psicoterapeuta sistémico. La familia está compuesta por el padre, la madre y tres hijos de

20, 17 y 15 años. Es relevante destacar como uno de los lineamientos principales de este

enfoque el paciente identificado, (PI), (entiéndase la persona que presenta el problema) no

es el problema, ni un paciente aislado, sólo se considera un portador del problema del

sistema familiar (los consultantes). Hecha esta aclaración, se deja sentado que el paciente

identificado del caso es el hermano del medio (adolescente de 17 años), con un cuadro por

abuso de sustancias y en riesgo de adicción.

Instrumentos:

1. Historia Clínica: se accedió a la historia clínica de la familia con el fin de obtener y

transcribir los datos relevantes del caso.

2. Observación no participante en cámara Gesell (habitación acondicionada para

permitir la observación con personas, conformada por dos ambientes separados por un

vidrio): se recolectaron datos a partir de la observación de cuatro sesiones

consecutivas (un mes). A la primera sesión acudieron los padres de T y a las tres

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posteriores la familia completa. A partir de las observaciones se obtuvieron los datos

para dar respuesta a los objetivos propuestos, la descripción de la estructura familiar,

las intervenciones aplicadas y los cambios observados en la estructura.

3. Encuentros semanales con el terapeuta: los encuentros se produjeron en la

postsesión con el fin de promover el aprendizaje de los pasantes y el intercambio de

opiniones sobre los datos relevantes del caso tales como: aspectos disfuncionales

de la estructura del sistema familiar, planificación de intervenciones y cambios

logrados y/o esperados.

4. Encuentros semanales con un especialista de entrenamiento en la Mirada

Sistémica: este espacio ha permitido reflexionar acerca del diagnóstico estructural

del caso seleccionado, así como a identificar las intervenciones sistémicas aplicadas

al sistema familiar y pensar futuras intervenciones.

Procedimiento:

De la lectura de la historia clínica se procedió a la configuración del genograma y se

registraron los datos relevantes, con la finalidad de tener una rápida aproximación de la

familia consultante.

Una vez comenzado el proceso de observación en la cámara Gesell, se relevaron,

en una ficha, los aspectos disfuncionales de la estructura de la familia. Luego, y en base a

la experiencia en la cámara, se confeccionó el genograma de relaciones, teniendo en cuenta

al marco teórico, como soporte científico valido para el registro de lo observado en torno a

la dinámica familiar y su estructura.

En la ficha de registro se apuntaron, también, las intervenciones observadas puestas

en práctica en el setting terapéutico, pudiendo, gracias a ello, observar los cambios que se

produjeron a posteriori.

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Para finalizar, se consultaron diferentes aspectos de la integración entre la teoría y

la práctica con el profesional a cargo del entrenamiento en la mirada sistémica, con el

objetivo de proponer futuras intervenciones para responder el cuarto objetivo.

2. Desarrollo:

El desarrollo del presente trabajo está enfocado en dar respuesta a los objetivos de

investigación planteados, estando el objetivo específico orientado a la descripción de las

intervenciones realizadas en el caso. Para ello se utilizó el genograma familiar, los datos

pertinentes de la historia clínica (información demográfica, nivel educativo, ocupaciones,

información funcional y sucesos críticos y motivo de consulta actual) y la descripción de las

intervenciones realizadas, a partir de los cuales se presenta el caso observado.

En este sentido, y en relación a los objetivos específicos, para responder al primero

de ellos, relacionado con la descripción de la estructura del sistema familiar, se utilizó el

genograma de relaciones para dar cuenta de la dinámica interaccional de la familia. A partir

de la observación de la estructura familiar, plasmada en el gráfico, se describieron los puntos

relevantes de dicha estructura disfuncional; así como los puntos en los que se enfocó el

terapeuta del caso en busca de la reorganización familiar.

En el segundo objetivo específico se propuso la descripción de las intervenciones

aplicadas al caso, para ello se describieron las intervenciones registradas durante las cuatro

sesiones de la práctica profesional.

El tercer objetivo específico planteaba la necesidad de identificar si se habían

producido cambios en la estructura familiar, para dar cuenta de ello es que se describieron

los cambios observados en el sistema.

Para finalizar y en base a los aspectos disfuncionales de la estructura se propusieron

intervenciones para futuras sesiones del tratamiento, dando así respuesta al objetivo

específico cuatro.

Presentación del caso:

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Se confeccionó, en primera instancia, un genograma familiar como herramienta base

para la observación. Podríamos definir un genograma (ver figura 1), como un árbol

genealógico en cuyas ramificaciones se sitúan los diferentes parientes de la familia. Luego,

se detallaron los datos generales de importancia en relación con la familia, tomados de la

historia clínica, que sintetizan o avalan las dinámicas de funcionamiento. En el grafico se

puede observar a los cinco integrantes de la familia consultante y al PI, portador del síntoma:

Diego Ana

40 39

V 1993 / S (2009-2011)

Juan Tomás Mora

20 17 15

Figura 1. Genograma familiar.

Información demográfica:

La familia es española. Todos sus miembros han nacido y viven hasta la actualidad

en Madrid.

Niveles educativos:

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La madre posee educación universitaria, el padre no terminó el Bachiller. De los

hijos, el mayor terminó el secundario, el PI está cursando el último año de Secundaria y la

hermana menor está cursando los primeros años en la misma escuela.

Ocupaciones

La madre es profesional en el área de sociología, es investigadora y trabaja en una

universidad pública. El padre trabaja como repartidor de una empresa grande de productos

lácteos, siendo su jornada laboral de 10 horas, de lunes a viernes, e iniciando la jornada a

las 4 am. El hermano mayor trabaja en una fábrica, en donde trabaja como peón diez horas

diarias. El PI estudia y se destaca como jugador de fútbol en la liga, la hermana menor

estudia.

Información funcional

Se trata de una familia multiproblema, con numerosas consultas y conflictos por parte

de todos los miembros de la familia. De este modo, la familia recibe asistencia

multidisciplinaria en Servicios Sociales y por parte de los gabinetes psicopedagógicos

escolares.

Uno de los profesionales del gabinete psicológico del Colegio San José del Parque

(hija menor) fue la encargada de gestionar la derivación de la familia a la institución para un

tratamiento psicológico familiar; a partir de la denuncia de la adolescente por un hecho grave

de violencia del padre hacia la madre. En la actualidad la familia continúa en múltiples

tratamientos de salud.

Sucesos familiares críticos

Si bien no se incluyen en el presente estudio las familias extensas, cabe mencionar,

como datos extraídos de la historia clínica familiar, que los hermanos y el padre de Ana

(madre) son exadictos y alcohólicos. En cuanto a la familia extensa de D (padre) es

sustentada económicamente por él, debido a la edad mayor de sus padres.

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Entre los sucesos que han generado crisis familiares se destacan cronológicamente:

• Los padres del PI, han estado separados por un período de dos años.

• La madre hizo declaraciones de infidelidad frente a los hijos en diferentes contextos

hace un año en una de las sesiones de psicoterapia familiar.

• El padre tuvo un cuadro de depresión hace un año.

• El hermano mayor es adicto recuperado.

• El padre está en una crisis vital por riesgo de desempleo.

• El padre tuvo una reacción violenta significativa (arrojó un cuchillo al aire y cayó

muy cerca de la madre) hace 2 años, que desencadenó en la derivación a la

psicoterapia sistémica familiar.

Motivo de consulta actual

El PI presenta un cuadro por abuso de sustancias, un atraso en el cronograma

escolar y fue expulsado del equipo de la liga de fútbol. En este sentido, a partir de las

conductas del PI, la madre está preocupada por un inminente pasaje de T a la fase de

adicción.

- Objetivo 1: descripción de la estructura familiar. La familia del caso

presentado ha elaborado en el curso del tiempo pautas de interacción (estructura

familiar), que determinan la funcionalidad o disfuncionalidad de sus relaciones y que

rigen el funcionamiento de los miembros de la familia definiendo sus conductas.

Siguiendo a Minuchin, la terapia familiar estructural pone el acento en los aspectos

relacionales que mantienen los síntomas de los integrantes, pensando que lo que puede

cambiar son los factores contemporáneos, interpersonales que mantienen el problema,

poniendo el foco en trabajar sobre las estructuras familiares disfuncionales como ejes

para el cambio.

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El planteo del genograma de relaciones (ver figura 2), presentado a continuación ha

permitido la observación no solo los datos generales de la familia consultante, sino también

la dinámica de la familia en el periodo evolutivo actual. Esta dinámica conlleva a delimitar

jerarquías, roles, funciones, limites, triangulaciones, crisis, etc., en síntesis: los aspectos

constitutivos de la dinámica familiar inherentes y particulares del periodo de la observación

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El diseño de un genograma de relaciones permite observar a simple vista la

calidad de las mismas. A continuación, se explica cada uno de los puntos enumerados.

1) El punto 1 del gráfico representa un subsistema conyugal unido, aunque

denota una relación conflictiva y agresiva, en términos verbales y

descalificatorios de A hacia D. Deja sentado además una separación en la

historia de la pareja.

Esta relación se puedo observar en distintas ocasiones a lo largo del trabajo

realizado; es así que, por ejemplo, en la primera sesión, la pareja expresó sus conflictos

conyugales. A describió como pobre su relación de pareja con D. El poco tiempo

compartido a solas (sólo salen en familia una vez al mes), la falta de dialogo y la

ausencia de intimidad sexual, fueron sus principales reclamos, concluyendo que sentía

cierto rechazo por su pareja. D se mostró desentendido frente a lo expuesto por su

cónyuge, sólo comentó respecto de la relación que no tiene más ganas de pelearse con

A. De lo expuesto, y siguiendo las conceptualizaciones de Minuchin y Fishman acerca

del subsistema conyugal, se puede inferir que la pareja de D y presentaría dificultades

para poseer un territorio psicosocial propio que pueda proporcionarles un sostén

emocional.

Al concluir la primera sesión, el terapeuta informó al equipo de detrás de cámara

(pasantes), que la relación entre D y A ha sido crítica desde sus comienzos con una

separación y reconciliación reciente, e historias de infidelidad que desencadenaron un

cuadro depresivo en D.

A partir de los hechos ocurridos en la sesión, el terapeuta destacó la crisis de

pareja, el maltrato verbal de A y la ausencia de intimidad de sus conflictos frente a sus

hijos. Fernández Moya, considera vital para el desarrollo familiar y crecimiento de los

hijos un modelo de relaciones de intimidad en la pareja. En la primera sesión (hace dos

años), con todos los miembros presentes, A contó frente a toda la familia y el terapeuta,

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Terapia Familiar Sistémica

sus historias de infidelidades. Esta experiencia, según el terapeuta del caso, tuvo un

fuerte impacto negativo produciendo numerosos síntomas en los miembros del sistema

familiar, lo cual es congruente con lo propuesto por Minuchin y Fishman, quienes afirman

que si hay una disfunción conyugal repercutirá en toda la familia.

2) El punto 2 del cuadro representa el tipo de relación de los miembros del

subsistema parental en el vínculo con sus hijos. A posee una relación muy

fusionada, definida por el terapeuta como de madre sobre implicada. D, por el

otro lado, posee una relación fría y de poco contacto, definida por el terapeuta

como periférica.

Los tipos de relaciones mencionados se pueden observar en la siguiente viñeta

clínica, en la cual, hacia el final de la primera entrevista presenciada, A expuso con un

alto grado de preocupación el cuadro por abuso de sustancias de su hijo T. Se mostró

con pánico por el avance del cuadro de consumo refiriendo: tengo miedo de que T sea

adicto. El padre no realizó comentarios sobre el tema del consumo y aclaró: la mamá es

la que anda todo el día detrás de los temas de los chicos. Según Minuchin, los adultos

(en este caso ambos padres) tienen la responsabilidad de cuidar, proteger y socializar

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a los niños. De los sucesos presenciados en la entrevista, se infiere que esa función

parental recae solamente en A. El subsistema conyugal, debe diferenciarse para

desempeñar las tareas de crianza y socializar a un hijo, sin renunciar al mutuo apoyo

que caracteriza al subsistema conyugal, apoyo que A no encontraría de parte de D.

En la segunda entrevista, ya con todos los integrantes de la familia presentes, A

contó todos los esfuerzos que estaba haciendo por controlar a Tomás en pos de que no

se profundice o continúe el consumo de marihuana. La madre confesó distintas

conductas preventivas que estaba realizando para cuidar a T: interceptar las llamadas

telefónicas y las redes sociales, prohibirle las salidas, llevarlo y retirarlo del colegio,

revisar el cuarto de Tomás y revolver los cajones diariamente, etc. En este sentido, y

como afirma Minuchin, el hijo comienza a tener contacto con compañeros

extrafamiliares, la escuela y otros sistemas socializantes exteriores a la familia. El

subsistema parental debe adaptarse a los nuevos factores que actúan en el marco de

socialización. Si bien A hace intentos por adaptarse a estos cambios su estilo

sobreprotector no le permite una adaptación funcional.

En oposición, D se mantiene en una posición distante y consecuentemente

disfuncional. En este sentido, en la tercera sesión, el terapeuta le preguntó a D cómo

estaba acerca de la situación de T y éste le respondió: ahí andamos, estoy con muy

poco tiempo…, me preocupa lo de T pero…, tengo problemas en el trabajo, mi viejo

enfermo y unas cuantas cositas más…”. Comentó también que estaba tratando de salir

más en familia para no dejar salir sólo a este salame, en referencia a su hijo T.

Como se ha mencionado, el terapeuta definió a A como una madre sobre

protectora y a D como un padre periférico. En la última sesión presenciada, ambos

padres reconocieron sus limitaciones en el rol parental y la confusión que sentían en

cuanto a las funciones como padres. D confesó que le falta autoridad, que le cuesta

poner límites, que sus hijos no aceptan los mandatos y que no encuentra el momento

para charlar con ellos. Dijo: Siento que no me respetan, paso del silencio al grito por la

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Terapia Familiar Sistémica

impotencia que siento…. En relación a esta confesión, Minuchin y Fishman, explican

que la autoridad incuestionada que caracterizó en algún momento al modelo patriarcal

del subsistema parental desaparece, especialmente con hijos adolescentes,

reclamando el concepto de una autoridad flexible y racional.

Por el otro lado, A aceptó que se preocupa por todo y en exceso, que ahora es

el turno de T, pero que está pendiente constantemente de los tres hijos. También refirió

que es ella la que está mal, que persigue a todos y cerró su comentario diciendo: …la

casa es un caos…, yo también me quiero escapar…

Siguiendo los conceptos teóricos de Minuchin, el terapeuta refirió que A trata de

imponer reglas que no puede explicar en el momento o lo hace de manera incorrecta o

las considera evidentes, mientras que para T y sus hermanos no es así. Según Minuchin

y Fishman, el funcionamiento eficaz del subsistema parental requiere que tanto hijos

como padres acepten el hecho de que el uso diferenciado de la autoridad es necesario.

Simultáneamente, se espera de los padres comprendan las necesidades del desarrollo

de sus hijos y que expliquen las reglas que imponen.

3) El punto 3 del cuadro representa el rol jerárquico de A en la dinámica familiar.

Durante las cuatro sesiones observadas, pudo distinguirse claramente el rol

jerárquico de A en su familia. El conjunto de funciones de cada miembro del sistema es

lo que configura el rol de la persona. De este modo, por lo dicho en las sesiones, A es

reconocida como la persona que tiene la función de poder dentro de la familia, es decir

la posición jerárquica. Es la que establece las reglas, toma decisiones unilateralmente

sobre la familia general o sobre los distintos miembros que la componen. A es la que

controla todas las actividades que se desarrollan en el entorno familiar, es quien pone

límites y dice que está bien o mal.

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Terapia Familiar Sistémica

D, al igual que sus tres hijos, refuerza la posición de A, ya que se mantienen en

una posición expectante sobre la aprobación de A frente a sus conductas. A es quien

pide al terapeuta indicaciones, tareas y quien plantea los problemas.

En este sentido, es importante recordar que, para Haley, no existe síntoma

psiquiátrico sin una jerarquía confusa. Es así como el terapeuta en la última postsesión

describió y destacó a D como el miembro que menos participa en la organización del

sistema familiar, dejando el lugar de la jerarquía parental recaer enteramente sobre A.

En esta última sesión, adicionalmente, se produjo un episodio muy confuso para

los hijos. Los padres empezaron a discutir: A le dijo a D: siempre estás colgado en otra

cosa, no toma decisiones y estás arrastrando a la familia al caos. Frente a dicha

afirmación, D miró al terapeuta y le dijo: ¿qué quiere que haga si mi mujer me tiene todo

el tiempo corriendo de aquí para allá…?

4) El punto 4 del cuadro representa los límites difusos y poco claros entre el

subsistema parental y sus hijos, definidos por el terapeuta como una característica típica

de las familias aglutinadas.

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Terapia Familiar Sistémica

Siguiendo a Minuchin, en las familias aglutinadas la conducta de un miembro

afecta de inmediato a los otros y el estrés de un miembro individual repercute

intensamente a través de los límites y produce disipación a los otros subsistemas de la

familia. De lo expuesto por el terapeuta en las postsesiones, así como de lo que surge

de los datos presentados en la historia clínica, se puede observar que en todos los

sucesos críticos de la familia se han involucrado intensamente todos, ya sean los

conflictos conyugales, la adicción de Juan, la depresión de D.

Es muy representativo de esta modalidad funcional que la denunciante de

maltratos entre el padre y la madre haya sido la más pequeña del grupo familiar. El

terapeuta describió que los límites entre subsistemas se ven difusos, y sobrecargados,

resultando costoso disponer de los recursos necesarios por parte del subsistema

parental para manejar la situación de T.

En función de lo expuesto, y como señaló el terapeuta en todas las posesiones

del presente caso, se pueden identificar claramente limites difusos entre el subsistema

parental, así como la falta de alianza entre los cónyuges. Desde otra perspectiva, no

hay acuerdo entre los padres, se puede observar como la madre maximiza los límites

mientras que el padre los minimiza, es decir se trata de un enfrentamiento constante

entre una madre muy estricta y un padre muy permisivo.

Por su parte D, como se mencionó anteriormente, confesó que le falta autoridad

y que le cuesta poner límites. Adicionalmente, es acusado por A de cansarse y de que

no le importa, al punto de siempre terminar corriéndose de los conflictos.

En las distintas sesiones los padres refirieron que T no los respeta como padres

y que no respeta los límites, A expuso sobre T que: convence a todos, especialmente a

su padre que termina dejándolo hacer lo que quiere. En este sentido, A, en la última

sesión, dijo: cuando el padre no lo deja salir, T hace un escándalo hasta que finalmente

su padre termina accediendo. Esta escena puede relacionarse con la conceptualización

de Minuchin & Fishman acerca de la puesta de limites como una de las funciones

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Terapia Familiar Sistémica

parentales, los autores afirman que para que el funcionamiento familiar sea adecuado

los límites de los subsistemas deben ser claros, deben definirse con la suficiente

precisión como para permitir a los miembros de los subsistemas el desarrollo de sus

funciones sin interferencias indebidas, pero también deben habilitar el contacto entre los

miembros de un subsistema y los otros.

En el presente caso, las fronteras del sistema familiar son cerradas, A relató

durante los encuentros que siempre fue muy estricta con los amigos de sus hijos y que

actualmente no deja salir a Tomás porque no quiere que éste corra riesgos. Le limitó los

contactos con amigos, lo lleva y lo retira de la escuela, le suspendió salir a la plaza, a la

cancha. T refirió en todas las entrevistas su molestia acusando a su madre de que lo

vigila todo el tiempo y que vive revisándolo, hasta cuando está durmiendo.

Es importante destacar, como sostiene Minuchin, que la claridad de los límites

es lo más significativo en la estructura de un sistema, en donde la claridad de los

mismos, muestran un parámetro útil para evaluar el funcionamiento de la estructura. En

familias disfuncionales se presentan dificultades para la demarcación de límites.

5) El punto 5 del cuadro representa un triángulo conformado por A, D y T. Durante

las cuatro sesiones presenciadas pudo observarse un triángulo entre T y sus padres.

En la última sesión, el terapeuta destacó en el setting que ve muy unidos en un frente

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Terapia Familiar Sistémica

único a los padres del PI en cuanto a la postura que deben tomar en referencia a los

cambios que deben realizar de cara al tratamiento por abuso de sustancias de su hijo.

Los diálogos entre los cónyuges se tornaron amables armónicos y simétricos hacia el

final de la última sesión.

Del mismo modo, el terapeuta destacó que la alianza de sus padres para unirse

frente a la problemática de T tenía dos lecturas: la alegría del PI de ver a sus padres

unidos por un lado y la posibilidad que esta unión parental sostenida por el problema de

T esté adyacentemente provocando una presión y un compromiso en la función de T

como medio de unión entre sus progenitores, por el otro. En referencia a esta

observación y, siguiendo a Serebrinsky, la triangulación es descrita como un tipo de

estructura familiar donde se puede utilizar al hijo como medio para evitar o desviar el

conflicto parental o conyugal. Una de sus tres formas posibles es la desviación de

conflicto, y está referida a cuando a pesar de las diferencias conyugales los padres se

unen para cuidar, controlar o ayudar de alguna forma al hijo.

- Objetivo 2: Intervenciones sistémicas aplicadas al caso

En este apartado se describen aquellas intervenciones observadas en la cámara

Gesell a partir de las cuatro sesiones presenciadas. Siguiendo el orden del marco teórico

presentado, se enuncia en primer término como intervención general la coparticipación

y el diagnóstico, y luego, aquellas intervenciones especificas orientadas a reorganizar

(reestructurar) la familia mediante: el cuestionamiento del síntoma, el cuestionamiento

de la estructura familiar y el cuestionamiento de la realidad familiar.

1. Intervenciones generales:

La coparticipación.

En líneas generales pudo observarse que el terapeuta se relacionó con el

sistema familiar siempre con empatía, calidez y cuidado. Se vio una clara aceptación

del terapeuta por el sistema familiar. Como definió Umbarguer, entrar en coparticipación

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con un grupo familiar quiere decir establecer contacto con él y experimentar, luego de

ese contacto, los infinitos caminos por los cuales el terapeuta es aceptado, resistido y

respondido por la familia como un todo y por cada uno de sus miembros individuales.

La confianza con el terapeuta fue de vital importancia, si esto no se hubiera logrado, T

no habría aceptado su estado de consumo de sustancias. En este sentido, Umbarguer

advierte que cuando se interviene un sistema familiar o alguno de sus miembros, se

puede experimentar estrés en el sistema y responder insistiendo en conservar el modo

actual de funcionamiento, por este motivo, la coparticipación jugo un papel determinante

como intervención.

Pudo observarse al terapeuta desde una posición de cercanía, considerando

todos los aspectos que cada miembro trajo al setting. Se observó que el terapeuta se

ocupó de contener a todos los integrantes de la familia para sobrellevar las emociones

exteriorizadas en las sesiones. Desde la posición intermedia, se lo registró como un

oyente activo, asistiendo a los participantes para que cuenten lo que les pasa, a modo

de rastreo para recopilar datos. Por último, desde una posición distante el terapeuta no

hace papel de actor, sino de director. En este sentido, los padres de T agradecieron al

final de cada encuentro el trabajo profesional del terapeuta, la tranquilidad y la

contención que sentían por estar haciendo terapia familiar y por ser guiados en el

proceso por él.

Tal como plantean Minuchin y Fishman acerca de cómo entrar en coparticipación

con la familia, se pudo observar en todo momento a un terapeuta familiar

experimentando la realidad como los pacientes la viven, desde su idiosincrasia y

envolviéndose en las interacciones familiares durante el setting. Se destaca el uso del

lenguaje del paciente dentro de las distintas formas posibles de entrar en

coparticipación.

A modo de ejemplo, se transcribe uno de los diálogos ocurridos entre el terapeuta

y el PI acerca del consumo marihuana y de las tribus de adolescentes. Se registró un

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adolescente cómodo en la interacción y en confianza con el terapeuta, con total apertura

hacia el dialogo con el profesional. A partir de esta intervención, el terapeuta logró que

T acepte su situación de consumo. El dialogo ocurrió en la segunda sesión, en un

momento en que el terapeuta le pide a la familia que los dejen unos minutos a solas:

Terapeuta: Qué te pasa, tienes a tus padres muy preocupados, parece que lo

haces adrede, no quieres reconocer que te estás drogando.

T: bueno…, si me ofrecen fumar fumo…, ya me tienen hartos mis viejos, no me

dejan hacer nada, mi madre me persigue y mi padre cuando aparece sólo me

grita, ya me resigné, que se jodan…

Terapeuta: ellos te dejan salir y siempre te pillan fumando, si quieres que te

den…. cambia la estrategia. Si quieres salir, sácate el cartel de rebelde, acepta

las cosas, principalmente que tu familia y yo te queremos ayudar.

T: Ok, la realidad es que fumo todos los días, busco todas las oportunidades que

tengo para fumar… no puedo parar … me hace muy bien… (T con lágrimas en

los ojos) ¿y ahora qué?

Terapeuta: Ahora te doy un abrazo fuerte y nos vemos la próxima con toda tu

familia para seguir adelante, hoy dimos un gran paso (se fundieron en un

abrazo).

2. Intervenciones específicas:

➢ Cuestionamiento del síntoma: Reencuadramiento.

En el espacio de posesión, el terapeuta relató al grupo de pasantes que armó y

planificó sus intervenciones para el caso desde una perspectiva en la que el problema

de abuso de sustancias de T no es un hecho aislado.

Siguiendo la conceptualización de Fishman, acerca del síntoma y su portador,

se pudo observar al terapeuta cuestionar la definición que la familia da del problema,

moviendo a cada integrante a que busque respuestas afectivas, cognitivas y

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conductuales diferentes. Mediante el cuestionamiento del síntoma, a modo de un

reencuadramiento, el profesional pudo cambiar el marco conceptual que rodeaba al

paciente identificado. De las intervenciones descriptas en el marco teórico para

cuestionar el síntoma se pudieron identificar: la escenificación, el enfoque y la intensidad

(repetición del mensaje, cambio de distancia y resistencia a la presión de la familia).

➢ Escenificación.

Wainsten describe esta intervención como en la que el consultor intenta

trasformar las interacciones espontáneas presentadas durante la misma sesión. El

terapeuta pidió explícitamente en varias oportunidades que T dialogue en la entrevista

con sus padres acerca de los límites que éstos le ponen y los acuerdos a los que llegan.

Estas interacciones en el setting dieron cuenta al profesional sobre distintos aspectos

disfuncionales de la estructura familiar: la falta de límites, la jerarquía y sobreprotección

de A y la actitud periférica de D.

En el marco de una intervención específica de escenificación el terapeuta dio la

consigna de que escenifiquen como es un petición típica de autorización a los padres

para una salida de T con sus amigos. A continuación, se transcriben algunas líneas de

la escena.

T: mama, ¿me dejas salir el sábado? (el padre mira un cuadro del consultorio).

Terapeuta a T: ¿por qué no le pides permiso a tu padre?

T: para que…, si él siempre me dice pregúntale a mama…

Padre a Terapeuta: déjenme tranquilo a mí, yo no me meto, si digo algo la madre

me corrige y encima mi hijo me monta un escándalo y me insiste de manera

insoportable.

A a terapeuta: no ve lo que le digo doctor…, usted me pide que comparta y decida

con mi marido, pero aquí la única que se preocupa por todo soy yo.

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Terapia Familiar Sistémica

A partir de esta iniciativa pudo observarse que T solo dirigía sus peticiones de

autorización a su madre, que su padre no tenía ninguna participación e influencia en las

decisiones y que A no autoriza a T a hacer ningún tipo de actividad argumentando que

no se siente tranquila dejando salir a T, sin saber dónde, con quién está y qué está

haciendo. A partir de esta intervención se pudieron observar algunos aspectos

disfuncionales de la estructura familiar, orientando al terapeuta a proponer diferentes

modalidades de interacción entre A y T y D, las cuales son descriptas en los siguientes

párrafos.

➢ Enfoque.

Según Minuchin y Fishman en esta intervención, el profesional elabora un foco

y una meta terapéutica que incluye una meta estructural como estrategia subyacente.

El terapeuta del caso expuso en supervisión que el foco estaba puesto en T, el abuso

de sustancias toxicas y el riesgo de adicción. Si bien como estrategia subyacente y final

planteo la restructuración de los aspectos disfuncionales de la estructura familiar para

que cedan los síntomas de los distintos miembros del sistema, las metas principales que

se plantearon durante las sesiones presenciadas fueron:

1) El abandono del uso de drogas.

2) Uso productivo del tiempo.

3) Que el PI, consiga una situación estable y autónoma.

En síntesis, el primer cambio buscado fue frenar el agravamiento del cuadro, y

evitar el pasaje del abuso de sustancias a la fase de adicción.

Siguiendo estas metas, la mayor parte del tiempo de las sesiones fue dedicada

a dialogar sobre las conductas en torno al consumo de marihuana de T. Se psico educó

a T y a su familia, se prescribió tanto una psicoterapia individual para T, así como un

grupo terapéutico para padres con adolescentes en riesgo de adicción. Se logró un

avance significativo en torno al reconocimiento al cuadro por parte de T como

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consumidor abusivo y en la última postsesión el terapeuta estaba evaluando un hospital

de día para el PI.

Una intervención significativa que se pudo observar fue que T traiga una muestra

de orina (intervención orientada a evaluar estabilidad y autonomía), para tener un

indicador objetivo de la evolución y además incluyendo de esta forma a la familia a no

dejar de lado el problema de la droga y siendo también ésta de utilidad a la hora de

presionar al PI a que asumiera su responsabilidad.

El terapeuta prescribió a T distintas actividades (uso productivo del tiempo) de

una entrevista a la otra, como, por ejemplo: estudio, deportes, salidas con hermanos, y

actividades artísticas y recreativas siempre acompañado.

➢ Intensidad.

El terapeuta ha utilizado diferentes intervenciones para hacer llegar sus

mensajes a la familia. Las familias tienen campos de sordera selectiva regulados por la

historia en común. Las intervenciones observadas en este sentido fueron:

• Repetición del Mensaje: el terapeuta recalcó en repetidas oportunidades

aspectos relacionados con la peligrosidad de la fase de adicción, la falta de límites

parentales hacia T, la sobreprotección de A, y el rol periférico de D como padre, entre

los más destacados. Se transcribe a continuación un dialogo entre el terapeuta y T

acerca del abuso de marihuana:

Terapeuta: T no te das cuenta dónde te estas metiendo, el peligro que corres,

esto no es ninguna tontería…, podes terminar muy mal.

T: no sé, no sé…, es que mi vieja no me deja hacer nada.

Terapeuta: es que no estas colaborando en nada, tienes que tomarte las cosas

con más responsabilidad.

T: no es tan grave, solo unos porros…

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Terapia Familiar Sistémica

Terapeuta: ¿Cómo unos porros?, fumas cada vez que sales, te encontraron

droga en los cajones, en el colegio vas a repetir curso, te dejaron fuera del equipo

de futbol, ¿no entiendes lo que pasa?

T: bueno, está bien…, ¿qué quieren que haga?

Terapeuta: que te ayudes a ti mismo, y que me dejes ayudarte, así tus padres

están más tranquilos y confiados en que no corres riesgos de salud.

T: esto es no es un chiste ni una travesura.

• Cambio de distancia: esta intervención fue muy recurrente en el setting, y se

refiere al espacio (cercanía, lejanía o la altura) entre los miembros de la familia o entre

alguno y el terapeuta. En diferentes oportunidades se intensificaron las interacciones a

partir de esta modalidad. El terapeuta siempre estuvo muy próximo a T para insistir con

algunos mensajes.

• Resistencia a la presión de la familia: según Minuchin y Fishman, el “no hacer”

puede producir intensidad en la terapia, sobre todo sobre todo cuando el terapeuta no

hace lo que la familia quiere que haga. Con la resistencia del terapeuta a ser absorbido

por el sistema se introduce intensidad. Un ejemplo en esta dirección se puede observar

en la última sesión, cuando A y D le pidieron al terapeuta que decida él si le parecía

adecuado que T salga a un cumpleaños el sábado a la noche. El terapeuta se resistió a

tomar esta decisión, provocando mucha intensidad en el setting; frente a la petición de

los padres, el profesional respondió: ustedes son los padres, ustedes tienen que decidir.

➢ Cuestionamiento de la estructura familiar: Restructuración.

Siguiendo Minuchin y Fishman, el cuestionamiento de la estructura familiar

deriva en una restructuración, y ésta es definida como la modificación de las reglas de

la relación. El terapeuta expuso en el espacio de supervisión que llevaba adelante el

proceso de restructuración poniendo el acento principalmente en modificar los límites

de los subsistemas, para que pasen de difusos a ser claros, trabajar para que los roles,

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Terapia Familiar Sistémica

la jerarquía, las alianzas o las coaliciones sean funcionales para el contexto de la familia.

De las intervenciones descriptas para cuestionar la estructura familiar, se han

identificado en la observación: fijación de frontera (distancia psicológica y duración de

la interacción) y el desequilibrio (alianza alternante).

➢ Fijación de fronteras.

El terapeuta ha propuesto diferentes intervenciones para cambiar las distancias

entre los subsistemas con el objeto de regular el grado de permeabilidad entre los

subsistemas, entre las cuales se pudieron observar:

- Distancia psicológica: en todas las sesiones el terapeuta recurrió a las preguntas

circulares (aquellas ideadas para revelar las diferentes relaciones y las

diferencias entre relaciones).

- Se trataron de preguntas triádicas en las cuales uno de los miembros fue invitado

a describir la relación entre otros dos miembros (por ejemplo le preguntó a D qué

piensa de la relación entre A y su hijo), o bien se preguntó cómo un miembro de

la familia reacciona ante el problema y cuáles son las reacciones de otros

miembros ante esa reacción (por ejemplo, preguntó a cada miembro de la familia

que piensan que le pasa a T y por qué consume y abusa de las drogas).

- El foco de esta intervención radica en que ninguno de los miembros habla por el

otro, o dicen lo que el otro piensa o siente; sino más bien que cada uno expone

su propia visión de los diferentes conflictos planteados en el consultorio.

- Otro recurso muy utilizado por el terapeuta para modificar la distancia psicológica

entre los consultantes fue el uso del espacio en el set terapéutico. En este

sentido, por ejemplo, puso distancia separando miembros, acercó la distancia

juntando miembros, hizo cambios de sillas (por distintas ubicaciones y tamaños)

y retiró integrantes por algunos minutos del consultorio.

➢ Desequilibrio:

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Terapia Familiar Sistémica

Esta intervención cuestiona la distribución de los roles y funciones, así como el

vínculo jerárquico entre los miembros del sistema. El sistema consultante adquiere vital

importancia ya que la familia confía en las estrategias e intervenciones propuestas por

el terapeuta en busca de la restructuración funcional de la estructura familiar.

Para realizar esta intervención el terapeuta llevó a cabo una alianza alternante.

Esto implicó establecer una alianza tanto con los padres como con T. Con los primeros

se buscó un frente común y firme frente al consumidor. En este sentido, se promovió

que D y A trabajen juntos para señalar límites y reglas claras dentro de la casa, en

relación especialmente a aquellas que tienen que ver con el consumo de sustancias.

Algunas de estas reglas fueron negociadas durante las sesiones (puesta en acto), para

que el terapeuta pueda detectar cómo son las pautas transaccionales, con el fin de

poder, luego, planificar sus intervenciones.

Respecto a T, el terapeuta le dejó claro que era su aliado, y le propuso que si

colaboraba con el tratamiento y se dejaba ayudar iba a intervenir entre él y sus padres

negociando para que éstos le den las libertades que él estaba reclamando. En cuanto

al soporte teórico de esta intervención, afirma que es especialmente útil cuando se

trabaja con hijos adolescentes, donde el terapeuta apoya el derecho de los padres a

tomar decisiones en su condición de tales y al mismo tiempo da lugar a los adolescentes

a cuestionar y a solicitar cambios en el proceso de toma de decisiones dentro de la

familia.

➢ Cuestionamiento de la realidad familiar.

La terapia de familia parte del supuesto de que las pautas de interacción

obedecen a la realidad tal como es vivenciada. Por este motivo, modificar la visión de la

realidad familiar llevaría a elaborar nuevas modalidades de interacción entre ellos. De

este modo, en el caso observado, el terapeuta intervino resaltando en primer plano los

lados fuertes, tanto de T como de su familia.

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38
Terapia Familiar Sistémica

➢ Los lados fuertes:

En algunos pasajes de las sesiones, la familia veía en la consulta sólo las

dificultades, lo atípico, lo arriesgado y sin encontrar alternativas en sus propios

recursos. Por ejemplo, se organizaban en torno a las deficiencias del PI, y no en torno

a sus capacidades; o se culpaban entre D y A acerca de quién era responsable de los

conflictos familiares. El terapeuta se centró en mostrar los recursos, los aspectos

positivos y las capacidades, tanto de T como de la pareja y la familia en reiteradas

oportunidades. En este sentido, el terapeuta siempre destacó a nivel familiar la

resiliencia y el amor como sostén principal de la familia. Específicamente sobre el PI,

recalcó su compañerismo con cada uno de los integrantes de la familia y en especial a

sus padres.

Adicionalmente, con la intención de promover conductas saludables por parte de

T, el terapeuta hizo hincapié en el aspecto deportivo, destacando el desempeño

futbolístico y el rendimiento escolar, ya que antes del cuadro por abuso de sustancias

estos eran óptimos.

- Objetivo 3: cambios observados en la estructura familiar

A lo largo del curso del tratamiento del caso se han podido observar diversos

cambios que se han sucedido en la estructura familiar. En primer lugar, el principal

cambio se encuentra en la consideración por parte de la familia de la posibilidad de

coparticipación con el terapeuta, es decir, en la aceptación de un tratamiento familiar

para T. Este cambio es de radical importancia, ya que implica poner el foco del

tratamiento en la familia en lugar de en la persona. En este sentido, los padres del PI,

en la cuarta sesión, aceptaron que son responsables, en gran parte, por las conductas

de sus hijos, en este caso, de las conductas de consumo de T. Adicionalmente, cabe

mencionar como profundización de este cambio, que los padres de T se comprometieron

a asistir semanalmente al grupo de referentes de padres con hijos adictos que funciona

en la institución.

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Terapia Familiar Sistémica

Desde el punto de vista sistémico, es posible que sobrevenga un cambio por

fuerzas externas a la familia que introduzcan crisis (cuestionamientos) generando la

movilización de conductas diferentes. A su vez, el proceso de cambio puede darse de

forma continua o discontinua. En el presente caso, no pudo observarse el proceso de

manera continua, ya que sólo se registraron cuatro sesiones. Sin embargo, sí se

observaron saltos repentinos hacia nuevas pautas de organización.

Dentro de los saltos observados se destaca que los padres del PI se aliaron para

cumplir con el rol parental de manera conjunta. En la última sesión, las decisiones fueron

consensuadas y acordadas por ambos padres. Esto generó un cambio tanto en una

jerarquía parental, ahora compartida, así como en la producción de los límites claros y

unificados por parte de ambos padres, además de en la implicación de D en su rol de

padre y el descanso para A al poder compartir responsabilidades con su cónyuge.

Por su parte, se observaron cambios significativos en el PI. T aceptó su cuadro

de abuso de sustancias y la importancia de recibir ayuda. Accedió a distintas tareas

solicitadas por el terapeuta como asistir a terapia individual, diferentes exámenes, y

rechazar aquellas salidas que le signifiquen el riesgo de volver a consumir. Durante las

últimas dos semanas de observación T refirió no haber vuelto a consumir, del mismo

modo su madre indicó que no volvió a encontrar conductas de consumo. En la última

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Terapia Familiar Sistémica

sesión D contó que T había salido de noche a un cumpleaños y que había respetado las

pautas establecidas. Por último, se destaca la reinserción de T a la actividad deportiva.

Minuchin ha expresado que cuando la estructura del grupo familiar se

transforma, las posiciones de los distintos miembros del sistema se modifican

consecuentemente. Esto se puede observar en el caso descripto en tanto que A, D y T,

están comenzando a experimentar algunos cambios en su propio subsistema como en

los otros que están implicados.

Es posible que la familia entre en una crisis y que la transformación consiguiente

la lleve a un nivel de funcionamiento distinto que facilite la superación. En este punto es

importante destacar que se ha observado a A en sesión confesar que se sentía agotada

y responsable de tener que superar tantos temas y que sentía que la familia era un caos

y estaba en crisis; que ella también, al igual que T, quería escaparse de alguna forma.

Por este motivo parece oportuno hablar de un cambio de contexto a partir de los cambios

descriptos, sin embargo, aún sería prematuro llamarlo cambio de segundo orden.

- Objetivo 4: propuesta de futuras intervenciones

Desde el punto de vista sistémico la patología individual sólo es comprensible

dentro del contexto de la interacción familiar. Se ha debatido en los encuentros con el

profesional tratante si la enfermedad de T podría estar queriendo ocultar cambios en el

contexto familiar (la separación de los padres) o impedir el necesario ciclo de separación

entre sus padres y él, como adolescente. En la primera sesión, el terapeuta le pregunto

a la pareja si ellos creían que los conflictos conyugales (peleas, separación,

infidelidades) estaban afectando a T, sólo respondió A diciendo que no le parecía una

excusa que justifique la actitud de T. D, por su lado, tenía la mirada perdida y no emitió

respuesta. Otras de las preguntas que se plantearon en los espacios con el terapeuta

fueron: ¿existiría la posibilidad que T esté consumiendo para mantener a la familia,

especialmente al subsistema conyugal unido?, ¿qué podría estar sucediendo a nivel de

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Terapia Familiar Sistémica

pareja y cómo influye en el adolescente?, ¿es T el portador del síntoma de los conflictos

de pareja?

En este sentido, considerando las preguntas planteadas, el primer grupo de

intervenciones futuras se orientarían a intervenir el triángulo formado por A, D y su hijo

T. Cabe destacar que los triángulos son de vital importancia en el área clínica, ya que

promueven el desarrollo de síntomas en el individuo, generando tensión y provocando

sentimientos de indefinición y desesperanza. Una persona atrapada en un triángulo

tiene minimizadas sus funciones dentro de un sistema, intensificando su reactividad

emocional hasta el punto de determinar su conducta sin opciones. Por el otro lado,

describe la triangulación como un tipo de estructura familiar donde los límites entre el

subsistema parental y el filial están difusos y se utiliza al hijo como medio para evitar o

desviar el conflicto parental o conyugal. En función del marco teórico expuesto es que

posibles pautas de intervención deberían dirigirse hacia la triangulación existente en el

sistema familiar descrito.

En este sentido, se propone también intervenir el triángulo utilizando alianzas

con alguno de los miembros con la finalidad de que el terapeuta ingrese a ese triangulo

y que el adolescente portador del síntoma se sienta aliviado.

Adicionalmente, como intervención se insistiría en cuestionar la idea integral de

la jerarquía y el esclarecimiento de los límites para con los hijos. En este sentido, se

trabajaría con la psicoeducación de la pareja para redefinir el cuadro de T en términos

de que no existe un paciente individualizado o la idea lineal de que un miembro de la

familia controla el sistema; sino que en realidad cada integrante sirve de contexto a los

demás. Esta intervención apunta a hacer notar que no se puede separar contexto de

conducta.

Otro grupo de intervenciones podrían estar orientadas a reforzar el subsistema

conyugal, como base de una estructura familiar organizada. En referencia a este tema,

Minuchin y Fishman afirman que el subsistema conyugal debe llegar a un límite que lo

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Terapia Familiar Sistémica

proteja de la interferencia de las demandas y necesidades de otros sistemas, en

particular cuando la familia tiene hijos. Los adultos deben poseer un territorio psicosocial

propio, un refugio que puedan proporcionarse mutuamente, un sostén emocional. Es

vital para el desarrollo familiar y crecimiento de los hijos un modelo de relaciones de

intimidad.

Por lo recién expuesto, entre las intervenciones sistémicas orientadas a

profundizar una alianza conyugal podríamos usar la duración de la interacción, con el

objetivo de alargar el proceso de contacto entre A y T, promoviendo encuentros a solas

como pareja, practicando interacciones como formas novedosas que el terapeuta podría

introducir en el formato de las interacciones entre ellos.

Conclusiones:

El objetivo principal del presente estudio fue el de describir las intervenciones

sistémicas aplicadas en un caso de familia multiproblemática, en ciclo vital adolescente

con riesgo de adicción. Se considera que se han cumplido los objetivos específicos

planteados, ya que se ha descripto la estructura familiar, las intervenciones aplicadas,

los cambios observados, así como también se ha elaborado una propuesta de futuras

intervenciones para la familia.

Desde la psicoterapia sistémica se considera relevante destacar que las

personas y sus problemas se encuentran inmersos en sistemas más amplios, como lo

es la familia. Uno de los lineamientos principales de este enfoque, es que el paciente

identificado (PI), entiéndase la persona que presenta el síntoma, no es el problema, sólo

se considera portador de un síntoma emergente de un conflicto familiar.

Para dar respuesta a los objetivos específicos se utilizó como paradigma

orientador el modelo estructural de Salvador Minuchin, desde el cual se considera a la

familia como un sistema abierto, con patrones de interacción (estructura familiar) que

determinan las relaciones entre sus miembros. El terapeuta estructural trabaja en la

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Terapia Familiar Sistémica

modificación de los aspectos disfuncionales de la estructura. Con la reorganización

familiar se espera que el problema desaparezca.

A partir de lo expuesto en respuesta a los objetivos, el modelo estructural de

terapia familiar resultaría un planteamiento especialmente útil en el tratamiento de abuso

de sustancias. Serebrinsky describe las conductas marginales de un adolescente (por

ej.: consumo de sustancias) como un síntoma que revela un conflicto en sí mismo, pero

que también representa un intento de solución a una situación conflictiva familiar. Es

decir, este individuo no puede pensarse en forma aislada, pues se hace a sí mismo, se

co-construye en el ejercicio de múltiples interacciones, que se dan en el interior de la

familia. Por este motivo, se tiende a considerar el síntoma en su aspecto relacional como

emergente de una peculiar forma de interacción en el sistema familiar.

En relación con la familia estudiada y a partir de su diagnóstico estructural y de

las intervenciones aplicadas, se destacan como cambios significativos la implicación de

todos los integrantes en una psicoterapia familiar, el replanteo del subsistema tanto

conyugal como parental y, fundamentalmente, la contemplación de T respecto a su

cuadro de abuso de sustancias. Él es consciente de que existe un problema y se han

podido observar conductas orientadas a superarlo, de este modo, lentamente, comenzó

a pasar a la acción. En este sentido, el hecho de que acuda semanalmente a las

sesiones familiares y a la psicoterapia individual es un paso tan importante como haber

dejado de consumir determinadas sustancias o de frecuentar determinados lugares

asociados al abuso.

CASO 3: “Quiero Recuperar el Control”. Un Caso de Terapia Individual desde el

Enfoque Sistémico

1. Introducción.

El caso que se describe en este artículo es una terapia en la que se ilustran tres

ejes del trabajo terapéutico:

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Terapia Familiar Sistémica

a) La redefinición relacional y contextual del problema.

b) La intervención sobre los circuitos de interacción repetitivos.

c) La revisión de la narrativa a través de la que se construye y mantiene la visión

de la realidad de la paciente.

Se parte de una concepción de la relación terapéutica en la que terapeuta y

paciente asumen corresponsabilidad por el cambio. Se trata de construir con la paciente

una nueva visión de sí misma más comprensiva y positiva, que subraye sus capacidades

y sus movimientos hacia el cambio. Se revisa su “narrativa”, de forma que la paciente

comprenda cómo sus relaciones más significativas han influido en su posterior forma de

percibir y actuar en el mundo, y a la vez, reconozca la influencia que ella tiene ahora

sobre esos patrones de relación que ya no son tan funcionales. En el contexto de esta

relación de colaboración, el trabajo terapéutico se enfoca en los cambios concretos que

la paciente va realizando, buscando siempre datos mensurables para paciente y

terapeuta. “¿Qué fue diferente de la semana pasada? ¿Qué logró decir o hacer ahora,

y que no sucedía antes de acudir a consulta? ¿En qué acciones concretas de su vida

cotidiana se pueden traducir los nuevos aprendizajes que realiza la paciente en terapia?

2. Evaluación inicial del caso

- Motivo de consulta:

Sara (nombre ficticio) es una mujer soltera de 34 años, emigrante de un país

latinoamericano, que acude a consulta porque “quiere dejar de sentirse tan mal”. Está

tomando medicación antidepresiva desde hace varios meses, pero su estado anímico

no ha mejorado significativamente, así que ha decidido finalmente pedir ayuda

psicoterapéutica. El desencadenante inicial de la consulta fue la ruptura de una relación

sentimental que duró varios meses, y en la que puso mucha ilusión y esperanzas. Fue

ella quien tomó la decisión de no continuar esta relación, ya que sentía que él quería

simplemente “pasar el rato” y no asumir ningún compromiso.

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Terapia Familiar Sistémica

- Otros datos significativos sobre su situación actual:

Sara tiene un trabajo de un alto nivel de responsabilidad y exigencia en una

empresa muy prestigiosa. Ha ido ascendiendo profesionalmente a costa de una gran

dedicación y de tolerar el estrés y la tensión de este entorno de trabajo muy competitivo.

Estudió Economía en su país de origen, compatibilizando los estudios con el trabajo, y

consiguió una beca para venir a España a estudiar un Máster. Regresó y trabajó en su

país durante dos años y posteriormente decidió volver a Madrid, donde reside desde

hace cuatro años. Toda su familia extensa vive en su país de origen. Al iniciar la terapia

vivía en un piso compartido con una compañera de su país, amiga de su familia.

Sara dedica mucho tiempo a su trabajo y apenas tiene contacto con los pocos

amigos o amigas que ha conocido en Madrid. Reconoce que le cuesta mucho abrirse y

relacionarse más, aunque se siente sola. Anteriormente tenía más contacto con la

comunidad de la iglesia protestante a la que pertenece, aunque últimamente también se

ha distanciado de este entorno.

Esta paciente estuvo anteriormente en terapia, en su país de origen, justo antes

de venir a España, y siente que le ayudó mucho en esa etapa en su decisión de salir de

su país y venir aquí.

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Terapia Familiar Sistémica

Es una mujer inteligente, muy guapa y con un aspecto físico muy bien cuidado,

con un aire triste, aunque muy contenido y con una actitud un tanto reservada. Hasta

ahora Sara no había tenido ninguna relación de pareja, excepto una relación platónica

con un compañero de trabajo en su país de origen. Reconoce que se ha mantenido muy

cerrada a las relaciones con hombres, utilizando el trabajo y las creencias religiosas

como “protección”. En esta relación sentimental reciente, Sara dio el paso de acercarse

física y emocionalmente a un hombre, superando sus recelos iniciales al ver que él no

era tan creyente como ella. Sintió por primera vez “la ilusión de sentirse acompañada”,

y el deseo de que la relación se afianzase, pero comprobó gradualmente la falta de

implicación de él: “no sabía si iba en serio o seguía saliendo con otras chicas”.

Finalmente ella decidió cortar la relación, después de varios intentos y posteriores

reconciliaciones.

Esta experiencia ha tenido un impacto emocional muy grande en Sara, ya que

se le hace “mucho más difícil sobrellevar la sensación de soledad” y se siente “hundida,

ha perdido el control sobre sus sentimientos”. Conecta el dolor que sufre ahora con el

que sentía cuando se despedía de su madre después de sus visitas (hija de padres

separados, la paciente dejó de convivir con su madre a los 11 años para ir a vivir con su

padre y la familia de éste). A pesar de que durante mucho tiempo tuvo una sensación

de soledad, de falta de pertenencia y desprotección, ha salido adelante dando una

imagen de aparente estabilidad, ocultando o negando su dolor y “centrándose en hacer

lo que tenía que hacer y cumplir con su deber”. Ahora, esta estrategia ya no le funciona,

por mucho que intenta “volver a sentirse como antes y que las cosas no le afecten tanto”.

De ahí viene su petición de ayuda inicial: “quiero recuperar el control sobre mis

sentimientos”. Apenas ha hablado con nadie de lo que le está pasando ahora, excepto

con una amiga de su país y su madrastra, con quien tiene buena relación. No confía en

que si se lo cuenta a su madre ésta sea capaz de consolarla, y teme que probablemente

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Terapia Familiar Sistémica

se angustiaría más. Además, reconoce que ahora le cuesta aún más acercarse a la

gente y se ha vuelto más desconfiada, por miedo a que le vuelvan a hacer daño.

Estos son los datos recogidos en las primeras entrevistas, en las que exploramos

el motivo de consulta, los datos básicos de la situación actual de la paciente, incluido su

contexto relacional, las circunstancias que la llevan a consultar ahora, el grado de

motivación inicial para el cambio, y la descripción del problema y de la posible solución

que da la paciente. Llama la atención que ella viene a consulta con una petición que

equivale a “cambiar sin que nada cambie”, es decir, eliminar el sufrimiento actual sin

cambiar nada más de su vida, volver al “equilibrio” u homeostasis anterior “en la que no

sentía dolor, y tenía el control”. Dado que su primer intento de solución (la medicación

antidepresiva) no ha funcionado, hace otro intento a través de la terapia. Aunque

evidentemente uno de los objetivos terapéuticos es ayudarle a manejar y aliviar ese

dolor, iremos construyendo con Sara a lo largo de éstas y las siguientes sesiones la idea

de que esa vuelta atrás (dejar de sufrir al reducir al mínimo su mundo emocional) ya no

es posible. Transformamos entonces la demanda inicial de la paciente de “recuperar el

control y no sufrir” en “encontrar otra forma diferente de aliviar el sufrimiento y sentirse

en control de su vida, sin tener que apartarse de sus emociones”. Desde el modelo

sistémico habitualmente no contradecimos o confrontamos la demanda inicial del

paciente, sino que ésta se redefine o se amplía para abrir la puerta a nuevas

posibilidades de cambio.

3. La familia de origen

Una de las primeras herramientas terapéuticas que se utilizan en una terapia

sistémica es la construcción del genograma, que nos permite dar una perspectiva

relacional a las dificultades de la paciente y situar sus problemas actuales en el contexto

de su sistema familiar. Para ello, le planteamos “hacer un dibujo, un gráfico de tu familia

en tres generaciones, para visualizar mejor de dónde vienes”. Dibujamos a las mujeres

con un círculo y los hombres con un cuadrado (ver dibujo), y vamos incluyendo a los

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Terapia Familiar Sistémica

miembros de su familia extensa, indicando edades, quién convive con quién, quién se

independizó y quién no, quién mantiene económicamente a quién, muertes,

enfermedades, fechas de acontecimientos significativos y posibles coincidencias entre

sucesos... Vamos a tener así, en poco tiempo un diseño del contexto relacional, cultural,

de redes, donde acontece el problema que antes aparecía como individual. Al ir

explorando el genograma también iremos explorando la clase de vínculos que conecta

a los distintos miembros (sobre involucrados, afectuosos, conflictivos, distantes, etc.).

- Composición de la familia de origen:

Los padres de Sara vivieron juntos únicamente unos meses. Sara convivió hasta

los 11 años con su madre y la familia de ésta (abuela, tías y primos) y posteriormente

con su padre y la familia de éste (esposa y tres hijos menores que Sara).

- Familia materna:

La abuela materna de Sara es Antonia, de 85 años, que fue madre soltera y tuvo

tres hijas, Flor, Maruja y Dolores. La hija mayor es Flor, de 58 años, que tiene dos hijas:

Sara, fruto de su relación con Luis, y María (28 años), hija de otro hombre con el que no

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Terapia Familiar Sistémica

convivió. La segunda hija de Antonia es Maruja, de 53 años, tía de Sara, que también

ha sido madre soltera y tiene tres hijos fruto de relaciones con dos hombres: Juan, un

varón de 35, y dos hijas fruto de una segunda pareja con quien convivió dos años:

Jessica de 28 y Dulce de 23. Jessica tiene una enfermedad crónica que limita su

esperanza de vida, aunque de momento conserva un buen estado de salud. Es madre

soltera de dos hijos, un niño de 6 y una niña de 4. El padre de los niños mantiene una

cierta implicación en la crianza. La hija menor, Dulce, de 23, tuvo un hijo de 7 años con

un hombre con quien convivió un tiempo, y acaba de tener un hijo fruto de otra relación

esporádica. Dulce reside ahora mismo en otro país cercano donde trabaja, y es su

madre, Maruja, quien se hace cargo del niño de 7 años. Finalmente, la tía menor de

Sara es Dolores, de 42 años, que sufre un retraso mental severo y convive en el mismo

domicilio que la abuela, madre, hermana, tía y primos de Sara. La madre de Sara trabajó

como empleada doméstica, y pasaba temporadas residiendo fuera y visitando su propio

domicilio familiar los fines de semana. En la actualidad tiene varias enfermedades físicas

que limitan su movilidad y capacidad de realizar trabajo físico, así que gana algo de

dinero esporádicamente trabajando desde su casa como cocinera y depende

económicamente de Sara. El resto de la familia materna (la abuela, las dos tías, las

primas) también dependen parcialmente del apoyo económico de Sara, puesto que las

mujeres tienen trabajos inestables y mal remunerados, y los padres de los hijos de

Jessica y Dulce no se hacen cargo económicamente del mantenimiento de estos.

- Familia paterna:

Sara fue trasladada del domicilio materno al paterno a los 11 años, para criarse

con su padre en un entorno socioeconómico más favorable (el padre tenía su propio

negocio con el que mantenía económicamente a la familia) y asistir a un mejor colegio.

Hasta entonces el contacto con el padre había sido esporádico, en las contadas

ocasiones en que éste acudía al domicilio materno para llevar dinero de la manutención,

o en las visitas ocasionales de Sara al domicilio del padre. En este núcleo familiar Sara

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Terapia Familiar Sistémica

convivió con el padre y la esposa de éste, Purificación, que trabajaba como secretaria,

y con los tres hijos de ellos dos: Alfonso, que ahora tiene 27 años, Pedro, de 25, y

Mónica, de 22, que hasta su boda reciente convivía con su madre y dos hermanos

mayores. Los tres tienen sus estudios universitarios. Purificación ha sido siempre una

mujer muy devota de la iglesia protestante, a la que acudieron también todos los

miembros de la familia, incluida la propia Sara. El padre, Luis, murió hace tres años.

- Relaciones en la familia de origen:

La principal figura de apego en la infancia de Sara fue su madre. No desarrolló

un vínculo especialmente cercano con sus tías maternas ni con la abuela, a quien

percibía como “una mujer dominante y de carácter difícil”. Sara echaba de menos contar

con la presencia más continuada de su madre, que tenía que ausentarse con frecuencia

del domicilio, por su horario y condiciones de trabajo. Lo mismo le ocurrió a la madre

con su propia madre, la abuela materna de Sara, que trabajaba algunas temporadas en

otra ciudad. Sara siente que ni ella ni su propia madre han tenido a alguien “que haya

estado incondicionalmente para ellas”.

El cambio que supuso abandonar la casa materna a los 11 años para ir a vivir

con el padre es descrito por Sara como muy duro y traumático. Ocurrió sin previo aviso,

con la justificación de que así podría acudir a un buen colegio privado cercano al

domicilio del padre, que vivía en otra parte de la ciudad. Ella apenas tenía relación con

él, que era para ella “un extraño”, una especie de familiar lejano al que veía de visita

ocasionalmente. Sara dice que durante muchos años sintió que aquella “no era su

casa”. Nunca llegó a sentir una cercanía afectiva con su padre, aunque reconoce que

le afectó mucho la muerte de él hace tres años en un accidente de tráfico, cuando ella

ya vivía en España. Le sorprendió la sensación de pérdida tan grande que tuvo. “Él

estaba orgulloso de mí y de todos los logros que yo había conseguido; en cierto modo

me hacía sentir especial; fue quien más me animó a estudiar y venir a España. Al morir

él, perdí un apoyo, ya que era el único que no esperaba que yo me ocupase de él”. A

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Terapia Familiar Sistémica

partir de entonces, la madrastra se apoyó un poco más en ella, queriendo contar con su

ayuda en la relación con sus hijos, y con algo de apoyo económico.

Poco después de que Sara se trasladase a vivir con el padre, dejó de ver a su

madre durante los dos años en los que trabajó fuera del país. En esa época Sara volvía

de visita al domicilio de la familia materna con la abuela y las tías, y al menos allí sentía

más “calor” y sensación de bienvenida, en comparación con la distancia y una cierta

frialdad que sentía en la casa paterna. Aunque se sintió bien tratada por el padre y la

madrastra, quienes “no hicieron diferencias entre ella y los tres hermanos menores”,

reconoce que en ese ambiente familiar “no se mostraban mucho los sentimientos y todo

se trataba como con guantes de seda”, con delicadeza y buenas formas. Ella se sentía

profundamente triste y recuerda como momentos especialmente dolorosos aquellos en

que volvía a casa del padre y tenía que despedirse de su madre después de pasar unos

días con ella. Era un dolor muy profundo ante la pérdida y el abandono que se vuelve a

evocar ahora cuando sufre una ruptura sentimental. Sara echaba de menos que su

padre o su madrastra se acercasen a ella para cuidarla o consolarla cuando se sentía

tan mal, aunque ella intentaba no expresar sus emociones ni quejarse o reclamar

explícitamente más cercanía. Simplemente, se quedaba callada y se aislaba. Sara era

obediente y ayudaba a su madrastra con las tareas de la casa y el cuidado de los

hermanos pequeños. Fuera de la casa, se centró en estudiar y ser una alumna brillante,

y nunca compartió lo mal que se había sentido en esos años. Con el tiempo fue

desarrollando una relación más cercana con su madrastra, a la que describe como una

mujer “miedosa y precavida, temerosa del mundo externo a la familia”. Reconoce que

quizá a ella “se le contagió” un poco de este control y desconfianza. El padre, que vivió

dedicado a su familia, fue en cambio un “soñador”, siempre planificando y comenzando

otros nuevos negocios (además del que mantuvo de manera estable toda su vida) que

acababan siendo ruinosos.

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Terapia Familiar Sistémica

Con estos elementos de la historia clínica podemos plantearnos la hipótesis de

que la paciente ha vivido varias situaciones relacionales traumáticas en su familia de

origen, debido a las ausencias de su madre por motivos de trabajo, la separación de ella

al irse a vivir con el padre, la pérdida de su hogar original, y la difícil adaptación a la

nueva familia del padre. A partir de estas experiencias desarrolló un patrón de conducta

evitativa, desdeñosa, disociada, retraída, poco afectiva. Este tipo de respuesta le

permitió en un primer momento manejar el impacto de la separación traumática de su

madre, la falta de apego con el padre y la sensación de desprotección y falta de

pertenencia. En la actualidad sigue repitiendo esa conducta de retracción, distancia,

esfuerzo puesto en el trabajo para ser querida y aceptada, de forma que así logra

“controlar” las emociones. Al producirse la pérdida del vínculo con el primer hombre con

quien tiene una relación afectiva, conecta ese dolor con el que sentía por la separación

de la madre, y responde de la misma manera, con control y retracción.

Con estos datos, nos planteamos en terapia redefinir esa pauta de conducta (una

armadura emocional que en su momento la protegió pero que ahora la inmoviliza), y

encontrar herramientas para que Sara pueda manejar sus afectos y las relaciones de

un modo diferente. Siguiendo la premisa de “hablar el lenguaje del cliente” (Waztlawick)

utilizamos nociones de control-dolor semejantes a la definición de la paciente, pero

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Terapia Familiar Sistémica

ligeramente modificadas. Quizás no podamos aliviar el dolor, pero sí entender cómo

este proceso actual se parece al viejo y así destejer el nexo control-bienestar y

descontrol-angustia. Nos proponemos buscar un camino para que se pueda acercar a

la gente con una protección distinta que la distancia, transformando su “armadura” en

un “escudo móvil”. Ésta es una imagen visual poderosa que alude a sus creencias:

persona religiosa, metódica que puede mantener un control, pero al mismo tiempo

explorar diferentes modos de vincularse.

4. Otra experiencia traumática

Al inicio de la terapia Sara mantenía una actitud algo reservada y distante, tal

como suele hacer en el resto de relaciones. Era muy importante, por tanto, construir una

relación terapéutica que generase en ella una sensación de confianza en mí, en mi

intención de conocerla y ayudarla, y facilitar así una mayor apertura y acercamiento. Al

cabo de un tiempo, cuando empecé a tener la sensación de que quizá había algunos

temas de los que no hablábamos en terapia, se lo comenté y ella reconoció que sí, que

había algo, pero que no quería hablar de ello porque “removerlo no iba a servir para

nada”. Admitió, cuando le pregunté, que se trataba de una experiencia de abuso. Le dije

que es muy común que quienes han sufrido una experiencia así sean reacios a volver a

hablar de ello, por el dolor, la vergüenza o incluso la culpa que les crea, pero que

precisamente esa era la razón por la que sería tan importante hablarlo en algún

momento, cuando ella lo decidiese. Las experiencias traumáticas que se dejan

encerradas son como una casa que se mantiene cerrada; a veces hace falta abrir

puertas y ventanas para que se escapen los fantasmas y entre de nuevo el aire y la luz.

Además, sería importante hablar de ello no sólo por lo que ocurrió entonces, sino porque

ese tipo de experiencia seguramente seguía ejerciendo una influencia ahora mismo

sobre su vida, sus relaciones, sus miedos… No volví a insistir, aunque unos meses

después, con la relación terapéutica más consolidada, le volví a preguntar sobre este

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Terapia Familiar Sistémica

tema, al hablar de sus dificultades para confiar en los demás, y entonces me contó su

experiencia.

El abuso ocurrió cuando ella tenía de 5 a 7 años y vivía con su madre. Sara

pasaba mucho tiempo en la calle con otros niños y niñas, e iba con frecuencia a la casa

de una familia vecina, en la que una de las hermanas mayores se sentaba con ella a

jugar o a hacer los deberes. Los dos hermanos menores en la familia, adolescentes,

fueron quienes abusaron de ella. La llevaban a un cuarto a “jugar”, y ahí ocurrían los

tocamientos. Ella nunca habló de esto, y parece que nadie se dio cuenta de lo que

estaba ocurriendo. Al recordar estos episodios, a Sara le llama la atención darse cuenta

de lo desprotegida que estaba; nadie se ocupaba en vigilar dónde o con quién estaba:

“no recuerdo que nadie me cuidase en mi casa”. Cuando más adelante se fue a vivir a

la casa paterna se dio cuenta de que la madrastra, Purificación, era muy sobreprotectora

de su hija menor y que se preocupaba por que la niña nunca estuviese sola en compañía

de desconocidos, especialmente varones. Esa mirada de protección de su madrastra

hacia su hermana menor era algo que ella nunca había recibido. Sara no le contó a

nadie en su familia lo que había ocurrido ni habló de ello hasta hace unos años, con una

íntima amiga.

A partir de esta experiencia traumática podemos entender aún más cuál ha sido

el tipo de respuesta de Sara ante otros traumas y situaciones vitales críticas que le tocó

vivir posteriormente: la separación de la madre, el traslado al ambiente más frío y formal

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de la casa paterna, el posterior exilio y la separación de la comunidad religiosa en la que

se relacionaba, la muerte del padre, la ruptura amorosa y el trabajo actual hiperexigente.

En todas estas ocasiones su afrontamiento ha sido semejante: aparentar que

no pasaba nada, esforzarse, exigirse más, ocultar sus emociones, no sentir. Esta

desconexión interna o disociación es muy típica de las vivencias traumáticas y es

ampliada por el concepto de “sistemas organizados alrededor del trauma” , que describe

los patrones de relación que se establecen y perpetúan a partir del trauma original. En

el caso de Sara, este modo de respuesta organizó en cada oportunidad los tipos de

vínculos, hizo que los demás esperaran mucho de ella y que ella pidiera muy poco. La

frustración creció en ella, y eso la hizo a su vez sumamente vulnerable.

Sara vive en un mundo sin matices, de todo o nada. Espera una relación

idealizada con un hombre, alguien que finalmente la va a cuidar y proteger. Pero a la

vez mantiene un estilo de relación en el que al menor fallo se enfada y se retira para

siempre; su única forma de protegerse es cortar el vínculo, y esto contribuye a que cada

vez se sienta más sola. Al volverse sumamente vigilante y exigente con los hombres,

añade presión a la relación, y contribuye paradójicamente a que el otro se aleje.

5. Pautas de relación repetidas

Una vez que hemos identificado las experiencias relacionales clave y algunas de

sus implicaciones, abordamos en terapia cómo la paciente sigue repitiendo

determinados roles (de proveedora y trabajadora eficaz, dispuesta a cumplir las

expectativas de su familia o el trabajo), y patrones de relación (distancia, control) en

distintas relaciones o contextos (familia de origen, trabajo, pareja, relaciones con

amistades).

Intervenimos sobre estos patrones disfuncionales que se repiten, señalando

también su utilidad o funcionalidad hasta ahora; paralelamente, nos centramos en

identificar, reforzar y ampliar todo lo que es un poco diferente, los pasos hacia el cambio,

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las nuevas narrativas. Nos enfocamos en lo que la paciente sí es capaz de hacer, más

que en sus carencias, y construimos con ella una visión más positiva de sí misma.

- Relación actual con su familia de origen:

Sara es, en cierto modo, la proveedora emocional y económica de su familia

materna. “Mi madre se apoya en mí, es como si yo fuese la madre de mi madre. No le

puedo decir que tengo problemas o estoy mal, porque entonces ella se angustia y se

preocupa”. La madre la ve con admiración, “me dice que soy lo máximo”, aunque por

otro lado ella no se siente realmente tenida en cuenta en sus sentimientos o

necesidades (que casi nunca manifiesta). Su hermana materna, María, siente celos de

ella y a su vez, también reclama a Sara más atención y disponibilidad. La madre tiene

varios problemas de salud, pero no se cuida ni deja de hacer trabajos físicos que no le

convienen. Acaba empleando parte del dinero que Sara le envía mensualmente para su

manutención en otras necesidades de la abuela, tías o primos, o en gastos generales

del domicilio. Es frecuente que acabe pidiendo más dinero a su hija a mediados de mes.

Sara también aporta un dinero mensual a su madrastra, “que desde que murió el padre,

parece que quiere que yo le sustituya un poco”. En este caso no siente tanto la presión

económica, pero sí la demanda emocional de Purificación, que le pide ayuda para “hacer

entrar en razón” a uno de sus hijos varones.

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- El trabajo:

Sara ha funcionado hasta ahora muy bien en su entorno laboral extremadamente

exigente y competitivo, y ha ido consiguiendo ascensos y mejoras económicas. En cierto

modo, volcarse en el trabajo le sirve para desconectar de sus sentimientos; cumplir

eficazmente con sus tareas le da esa sensación de control que ella busca. Puede

manejar bastante bien las relaciones con jefes y clientes, siempre desde una cierta

distancia, y no llega casi nunca a intimar demasiado con sus compañeros. Nadie sabe

prácticamente nada de su vida personal. El grado de exigencia en el trabajo es tal que

apenas le queda tiempo libre para sí misma, ni siquiera a veces en los fines de semana.

Sara empieza a plantearse cómo poner algún límite a su dedicación y guardar un cierto

espacio para su vida privada, aunque cuando no está trabajando se da cuenta de lo sola

que está y se deprime.

Tanto en la familia como en el trabajo Sara se centra en “hacer lo que hay que

hacer”: cumplir con sus obligaciones, ser eficaz y estar a la altura de las expectativas

del otro, por muy exigentes que sean. Esto le devuelve en ambos contextos una imagen

positiva y valorada de sí misma, aunque las demandas son continuas y crecientes

(siempre hay más necesidades y gastos que cubrir en su familia, o más logros que

conseguir en el trabajo), imposibles de satisfacer por mucho que ella se esfuerce. El tipo

de empresa multinacional y muy competitiva donde trabaja Sara se nutre y a su vez

realimenta el modo de funcionamiento de personas como ella: orientadas al logro,

necesitadas del reconocimiento externo de su éxito, y desconectadas de sus

necesidades emocionales. Su éxito laboral es a la vez una “solución” (le aporta una

sensación de valía y una visión de sí misma como persona responsable y eficaz) y un

“problema” (acaba siendo una especie de robot, una máquina de trabajar

deshumanizada que se mantiene desconectada de sus sentimientos).

La labor terapéutica se centra en ayudar a Sara a ver cómo se queda atrapada

en esta exigencia y autoexigencia de ser la mejor y más capaz, y cuáles pueden ser

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Terapia Familiar Sistémica

para ella las alternativas para vivir atendiendo también sus propias necesidades, y no

sólo las demandas externas. ¿Están el éxito profesional o el deber hacia su familia por

encima de cualquier otro valor o necesidad en su vida? Ante las expectativas siempre

crecientes de su familia o del trabajo, ¿tiene ella algún límite?, ¿cuánto y hasta cuándo

está dispuesta a seguir dando?, ¿puede empezar a conectar con sus propios deseos y

necesidades, en lugar de actuar siempre para satisfacer los del otro?, ¿puede

reconocerse como alguien que, además de tener recursos y capacidad para cumplir

objetivos, tiene necesidad de afecto, de descanso, de cultivar sus aficiones?, ¿y cómo

satisface ella misma esas necesidades? Evidentemente, empezar a hacer cambios en

estos dos sistemas relacionales implica riesgos que ella debe afrontar, reacciones

homeostáticas internas o externas que le advierten de los peligros del cambio: ¿qué

consecuencias tiene en su entorno laboral poner algún límite?, ¿está dispuesta a buscar

nuevas formas de aliviar su soledad, en lugar de ocultarla mediante la sobrecarga de

trabajo?, ¿qué ocurre si gasta más de su propio dinero en sí misma en lugar de

enviárselo a su familia?, es más: ¿tiene derecho a hacerlo?, ¿cómo puede manejar los

posibles reproches o la culpa por decir no a su familia?

El trabajo terapéutico ha ido ayudando a que Sara tome conciencia de cómo

actúa, para qué le sirve, y cómo sus entornos familiar y laboral refuerzan ese rol de

proveedora competente. Se trata de ir conectando más con sus deseos (por ejemplo,

pararse de vez en cuando durante el día a preguntarse cómo se siente; hacer alguna

pequeña actividad placentera cotidiana) y no dejarse aplastar por los mandatos y las

exigencias.

- Amistades:

Sara mantiene una actitud distante y algo desconfiada; suele mostrarse seria,

formal y racional, poco comunicativa respecto a su vida personal. Reconoce que

“observa mucho a la gente antes de acercarse”, está muy pendiente de si la otra persona

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“es de fiar”. Si alguien hace algo que le defrauda, “borra a esa persona de la lista” y se

distancia o corta la relación.

En su país de origen se relacionaba con gente que conocía a través de la iglesia,

donde buscaba personas “coherentes con sus mismos principios religiosos: ser alguien

fiable y de palabra, respetuoso y considerado; no hacer nada que pueda dañar o

incomodar al otro”. Buscó un entorno similar en Madrid, donde participó durante un

tiempo en las actividades de una iglesia a la que acudían personas de su país. Aunque

entabló algunas amistades, fue luego cortando poco a poco el contacto. Aquella

“burbuja” en la que ella creía anteriormente, compuesta por “gente que nunca le iba a

defraudar”, empezó a venirse abajo al tener algún desencuentro o sentirse

decepcionada ante determinados comportamientos de los miembros de esta comunidad

que ella consideró poco ejemplares. Estos vínculos se han ido debilitando y Sara apenas

los ha sustituido por otros, puesto que tampoco se ha mostrado abierta en el trabajo

para entablar amistades, ni ha participado en otras actividades o círculos que le hayan

permitido salir de su aislamiento y construir una red de apoyo. Además, la ruptura

sentimental y el estado depresivo que sufrió a continuación acentuaron aún más su

desconfianza y miedos ante las relaciones.

La terapia ha abordado este tema, ayudando a Sara a validar y hacerse cargo

de su necesidad de conexión. Se han explorado cuáles son las opciones que tiene para

recuperar y ampliar su vida social, y se ha valorado mucho cualquier paso que ella ha

dado para estar más conectada, proponiendo tareas concretas como llamar a amigas,

realizar alguna actividad de ocio con gente, o invitar a alguien a su casa. A pesar de que

inicialmente le cuesta mucho dar estos pasos y encuentra todo tipo de excusas que lo

justifiquen, reconoce que una vez que lo hace se acaba sintiendo mucho mejor. Además,

es fundamental ver también cómo ella misma construye las barreras que dificultan las

relaciones y contribuyen a su soledad. Su alto nivel de exigencia, reflejado en esa

ideología de “todo o nada”, le dificulta aceptar y reconocer que no existe un mundo ideal

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(ni siquiera en el entorno de la iglesia) y que todas las personas tienen sus fallos. Aceptar

esto en los demás implica también aceptarse a sí misma como una persona imperfecta,

en lugar de estar constantemente comparando a los demás y a sí misma con el ideal de

perfección al que aspira… y que conduce inevitablemente a la frustración.

Otro componente de su patrón de relación habitual que se ha ido modificando es

su tendencia automática a desconectarse y alejarse en cuanto se siente decepcionada

o frustrada. En lugar de eso, ella puede probar otras alternativas, como volver a

acercarse y manejar la relación de forma diferente, mostrando cómo se siente o pidiendo

al otro lo que necesita. Sara ha empezado poco a poco a hacer esto, retomando el

contacto con algunas amigas y cuestionándose esa creencia en un “mundo perfecto”

libre de ambigüedades y de incertidumbres.

- Relación de pareja:

Aunque Sara ha tenido siempre el deseo de encontrar pareja y formar una

familia, los traumas y dificultades que hemos expuesto hasta ahora han contribuido a

que apenas haya tenido relaciones con los hombres. Su padre aparece como el único

varón en su familia extensa que mantuvo una relación de pareja estable (con la

madrastra de Sara), aunque nunca llegó a formar un vínculo cercano con su hija. El

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resto de los hombres en su familia materna no han sido buenos referentes como maridos

o padres, ya que han estado prácticamente ausentes del hogar y la crianza de los hijos,

y apenas intervinieron durante algún breve periodo en las vidas de su abuela, su madre,

sus tías o sus primas, una vez que nacieron sus respectivos hijos. La vivencia infantil de

Sara de un cierto abandono emocional y falta de protección contribuyó y a la vez se vio

incrementada por la experiencia del abuso sexual. En este primer y desafortunado

contacto físico y emocional con hombres, estos abusaron de su poder sobre ella,

utilizándola para su propia satisfacción y aprovechándose para ello de su vulnerabilidad

y dependencia infantil. Su búsqueda de pareja se basa en una imagen idealizada de

alguien que es totalmente confiable y que finalmente la va a proteger y se va a hacer

cargo de ella; es en cierto modo la búsqueda de una relación que resuelva y compense

todos sus traumas pasados. Sin embargo, desde su temor a ser herida, utilizada o

abandonada, se vuelve más susceptible a cualquier fallo en el otro, y desde ahí es más

probable que el otro se agobie o se aleje. La relación de pareja cuya ruptura provocó el

inicio de la terapia fue vivida por Sara como “la primera vez en que decidí dar el paso

de abrirme. Me di cuenta de que me volvía muy dependiente, que sólo quería estar con

él. Y luego me he sentido totalmente decepcionada. Además, yo no sabía que era tan

sensible, que podía sentir tanto dolor”.

El abordaje en terapia de los anteriores abandonos y traumas que había sufrido

(separación de la madre, abuso sexual, muerte inesperada del padre) sirvió para

contextualizar esta experiencia tan dura, entendiendo cómo esta pérdida actual volvía a

conectar con las pérdidas anteriores, además de ir encontrando nuevas formas de

manejar sus deseos y miedos en las relaciones.

En el transcurso de la terapia Sara inició otra relación sentimental y en esta

ocasión ella se sintió respetada y bien tratada, con la confianza y la seguridad suficientes

que le permitieron vivir las relaciones sexuales de una forma positiva. Esta relación se

rompió cuando él cambió de trabajo y se trasladó a otra ciudad. Además, él reconoció

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que no se sentía en este momento preparado para implicarse en una relación, puesto

que aún no se había recuperado del abandono por parte de su anterior pareja. Sara

volvió a sentirse deprimida, decepcionada y enfadada ante otro “fracaso”. Sin embargo,

también pudo reconocer que él era, a pesar de todo, un hombre noble y honesto, y que

esta experiencia había sido para ella mucho más positiva que la anterior. Además,

hablamos en terapia del logro que significaba para ella dar nuevos pasos, asumir el

riesgo de mostrarse más abierta, y tener mayor experiencia en la relación con los

hombres para dejar de verse frente a ellos “torpe, como una niña pequeña”, y empezar

a vincularse como una mujer adulta, que desea el contacto y la intimidad con un hombre,

y que decide lo que quiere.

6. Las narrativas de género y culturales

La perspectiva sistémica nos lleva a conectar las dificultades actuales de Sara

con los contextos relacionales que las originaron o las mantienen, tal como hemos

expuesto hasta ahora. Exploramos también los valores, creencias y mundo de

significados en su familia y su entorno social de origen en cuanto al género y la

inmigración, que son dos temas muy determinantes en la vida de Sara. Esto sirve para

hacer más visibles los guiones o narrativas a través de los que Sara da sentido a su

vida, reconocer cómo siguen actuando en su vida en el presente, y cuestionar, ampliar

o modificar aquellos que no encajan o limitan su propia experiencia. El rol de la mujer.

- Narrativas de género:

En la familia de origen, especialmente la materna, existe la creencia de que el

destino de toda mujer es tener pareja e hijos. Sara tiene un cierto lugar de prestigio en

la familia, al ser una pionera en conseguir una brillante carrera profesional y una buena

posición económica. Pero también es implícitamente cuestionada o descalificada por su

madre, su madrastra y otras mujeres de la familia por seguir soltera y sin hijos. Le

preguntan sobre el tema cada vez que visita a su familia, especialmente en una ocasión

reciente en que viajó a su país para asistir a la boda de su hermana paterna; le dicen

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que no sea tan exigente, y que, “con la edad que tiene, si no consigue pareja, al menos

debería plantearse tener un hijo, que la cuide cuando sea mayor”. En realidad, todas las

mujeres de su familia materna a lo largo de tres generaciones (su abuela y las hermanas

de ésta, su madre y sus tías, y sus primas) han sido madres solteras, ya que los hombres

no han permanecido implicados ni en la relación de pareja ni apenas como padres

(excepto su propio padre). Sara teme que haya una especie de “maldición” en la familia

materna que impida a las mujeres tener un hombre a su lado. En cuanto a su familia

paterna, la creencia de la madrastra es que una vez casada una mujer renuncia a

posibles proyectos vitales o profesionales independientes y a partir de entonces su vida

debe girar en torno a su marido y a sus hijos. Eso es lo que Purificación hizo con su

marido, el padre de Sara, y lo que la hija menor, Mónica, ha comenzado a hacer en su

reciente matrimonio. Sara se debate internamente entre ese guión que considera que el

matrimonio y la maternidad son lo único que da sentido a la vida de una mujer, y otros

posibles guiones que se han abierto para ella desde que vive en España, en los que la

vida en pareja o la maternidad son deseables pero no “obligatorias”, y cada mujer puede

decidir a qué quiere dar prioridad en su vida o qué modelo de pareja o familia desea

establecer.

- La inmigración:

Sara también ha vivido inmersa en la creencia familiar y cultural de que la lealtad

a la familia está por encima de todo, de forma que, si alguien emigra y consigue un

trabajo, debe siempre ahorrar dinero para las necesidades de quien se queda en el país

de origen. Uno no debe permitirse ser totalmente independiente, ni tampoco instalarse

del todo en el país de acogida. Se debe vivir aquí de forma transitoria, con la mirada

puesta en el país de origen y “con las maletas preparadas” por si hubiese que regresar

en cualquier momento. Así, Sara habla de cómo muchos de sus compatriotas viven en

habitaciones de alquiler en pisos compartidos y nunca se alquilan un piso o se compran

muebles, puesto que eso implicaría que están instalándose más en España. Por eso,

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ella entra en conflicto cuando decide alquilar un piso para ella sola, amueblarlo a su

gusto, o centrarse más en su vida en Madrid. ¿Tiene realmente derecho a ser

independiente, a vivir su vida? ¿Puede gastarse el dinero en lo que le dé la gana, o debe

anteponer siempre las necesidades más urgentes de su familia? Sara habla de cómo a

veces oye la “voz de la conciencia” que le dice que está de paso aquí, y que es egoísta

si emplea el dinero en sí misma.

¿Qué vida quiere construir Sara como mujer y como inmigrante? ¿Se siente

identificada con estos valores y expectativas de su familia y su entorno de procedencia?

El malestar que a veces siente, ¿realmente se aliviaría si su vida encajase más en estos

esquemas? Revisamos su historia y las elecciones que ella ha ido haciendo: Completar

una carrera universitaria, conseguir una beca para estudiar un Master, venir sola a

España e iniciar aquí una nueva vida, conseguir trabajo y adaptarse a un entorno

profesional muy competitivo, hacer frente probablemente a prejuicios por ser inmigrante,

ser económicamente independiente, etc. Estos desafíos descomunales a los que Sara

ha hecho frente ponen de relieve sus capacidades, su fuerza y determinación. Además,

indican que desde hace mucho tiempo ella ha ido haciendo elecciones para construirse

una vida muy diferente del resto de mujeres de su familia y de otros inmigrantes

procedentes de su mismo entorno. Sara puede ahora ir reconociendo cómo esta

narrativa familiar y de género ha ido moldeando su vida, comprender y respetar las

elecciones que han hecho otras mujeres en su familia, y también puede ir encontrando

dentro de sí las respuestas de qué es lo que la hace sentir bien, qué modelo de mujer

quiere ser, cómo quiere construir sus relaciones, su trabajo, su vida. Va sintiéndose

progresivamente más autora de su propio guion, en lugar de dedicarse a ejercer, sin

cuestionarlo, el papel que tenía asignado, o de sentirse víctima de esos “mandatos”

externos.

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Recientemente Sara hizo frente a varios momentos críticos en los que pudo dar

pasos para cambiar estas narrativas. Se mudó a un apartamento ella sola, al regresar

su compañera de piso a su país, y esto puso más de relieve su elección de apostar por

su vida en Madrid en lugar de vivir aquí con la sensación de estar de paso. Cumplió así

un deseo, a la vez que afrontaba más de lleno tanto su soledad como su proyecto de

vida independiente de su familia. Este cambio coincidió en el transcurso de dos meses

con su ruptura de la relación sentimental, con su viaje a su país para asistir a la boda de

su hermana y con un mayor nivel de presión y exigencia de su trabajo. Sara sufrió un

incremento de los síntomas depresivos y ansiosos en esta época. Además, se

acercaban las navidades y ella temía ese momento; si se quedaba en España se iba a

sentir muy sola; si volvía a su país se iba a repetir la historia (como en la boda de la

hermana) de sentirse observada, criticada por no tener “aunque fuera un hijo” y con

peticiones de dinero de parte de las mujeres de la familia. Pero precisamente también

ésta fue una ocasión para hacer un “experimento” y llevar a la práctica los cambios que

ella estaba comenzando aquí. Se trataba de ver si podía ir a su país y familia de origen

mostrando esa faceta suya de mujer más “europea”, más independiente, con menos

culpa por hacer lo que le gusta y cuidarse. Esta vez no iba a volver a su casa como una

especie de Papá Noel con regalos para todos, ya que se iba a gastar el dinero en otro

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billete de avión y no podía ni quería asumir más gastos. Así que disfrutaría de la

compañía de su familia, empezando también a cuidarse y a mostrar más explícitamente

sus necesidades, a la vez que pondría límites a las peticiones de dinero extra o de

cualquier otro reclamo del habitual rol de “proveedora”.

Anticipamos cómo ella podría hacer frente a posibles situaciones de reproche o

crítica, que se dieron sólo en el caso de su hermana materna, acostumbrada al rol de

Sara como la hermana mayor que todo lo soluciona. Este viaje fue una experiencia muy

positiva para Sara, que pudo entrenarse en una nueva forma de estar con su familia,

cambiando su lugar en la relación sin ceder a las expectativas externas, sin sentirse

culpable y sin retraerse o cortar el vínculo, tal como habría ocurrido anteriormente.

Además, a la vuelta del viaje empezó a buscar más activamente otro trabajo que le

permitiese vivir menos estresada con más tiempo para su vida personal.

7. Conclusiones:

El desarrollo de este caso ha ejemplificado el uso de conceptos y estrategias

terapéuticas del enfoque sistémico que pueden aplicarse a cualquier terapia, ya sea

individual, de pareja o de familia.

El trabajo con el genograma nos permite contextualizar el problema por el que

los pacientes acuden a consulta y darle un significado que conecte con la historia familiar

y las pautas de relación más significativas. Una vez que se identifican estas pautas

repetitivas, se comprueba cómo siguen actuando en el momento presente en distintos

contextos relacionales, tal como hemos descrito en el caso de Sara.

Así, estamos en condiciones de ayudar a los pacientes a iniciar cambios para

sustituir esas pautas disfuncionales por otras que permitan nuevas experiencias y

formas de relación y que conduzcan a una mayor satisfacción vital. Nos centramos en

los pequeños logros conseguidos (algo que la persona sintió, pensó o hizo diferente y

que apunta en dirección al cambio), y animamos a los pacientes a continuar esa práctica

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de nuevas modalidades de relación consigo mismos y con los demás, asignando tareas

concretas o “pequeños experimentos” para realizar entre una sesión y otra.

Anticipamos las posibles dificultades o resistencias internas o externas que

puedan surgir ante los intentos de cambio, y abordamos también cuáles son los

sistemas de creencias familiares, culturales o de género que pueden haber alimentado

el mantenimiento del problema. A la vez que reconocemos y respetamos la lealtad de la

persona hacia esas narrativas, las vamos cuestionando amablemente, añadiendo

nuevos aspectos que las modifiquen o amplíen lo suficiente como para que favorezcan

los nuevos planteamientos vitales del paciente.

En las propias palabras de Sara: “Al principio vine a terapia con la única idea de

dejar de sentirme mal. Luego me he ido dando cuenta de que el dolor que sentía no era

sólo por las circunstancias actuales, sino por muchas otras razones. Ahora empiezo a

sentir de nuevo que recupero el control, pero no es a costa de eliminar los sentimientos,

como antes. La terapia me está ayudando a ver que hay más opciones para mi vida de

las que yo pensaba, puesto que vivía bajo el lema de “hacer lo que hay que hacer”. He

ido concretando ideas que antes eran para mí mucho más difusas y vagas, por ejemplo,

que puedo tener en cuenta mis necesidades en lugar de atender siempre las de mi

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familia; que tengo derecho a poner límites y no tengo que hacer siempre lo que se

espera de mí. Puedo empezar a verme como una persona independiente, y no

solamente como parte de mi familia. Miro a las mujeres de mi familia y me doy cuenta

de todas sus carencias, de que viven dentro de un mundo limitado y no conocen ni se

han planteado otras opciones. En cambio, yo he intentado no dejarme llevar por las

circunstancias. Me siento mal por no tener pareja, pero también me doy cuenta de que

he elegido no casarme con cualquiera y no tener hijos yo sola. Veo que no encajo en el

guión familiar y eso me resulta a veces duro, pero en cierto modo también estoy

satisfecha de ello, ya que yo quiero elegir mi propia vida.”

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