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Libros Protocanonicos y Libros Deuterocanonicos

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LIBROS PROTOCANÓNICOS Y LIBROS

DEUTEROCANÓNICOS

I. Definiciones:
a. Protocanónicos:
El término Proto: primero y kanonikós: “de (perteneciente a) una regla (canon)”, es decir
el “primer canon”.
Se dio este nombre a los libros de la Sagrada Escritura que fueron reconocidos en todos los
tiempos como inspirados, ya sea por los judíos en relación al A. Testamento y la iglesia en
relación con el N. Testamento. De modo que jamás se dudó ni hubo la menor disputa sobre
su inspiración divina.

b. Deuterocanónicos:
Del griego: déuteros "segundo", "posterior" y kanonikós "de (perteneciente a) una regla
(canon)", "canónico"; es decir, "de segunda posterior inspiración", segundo canon". 
Se llaman libros deuterocanónicos a los textos y pasajes del A. Testamento de la Biblia
cristiana que no están incluidos en el Tanaj judío Hebreo-Arameo, pero sí se incluyen en la
Biblia griega “Septuaginta” también conocida como la versión de los LXX (setenta). Esto
debido a que alguna vez hubo dudas, por lo cual no entraron en el canon.

II. Libros que conforman estos dos Canones


i. Libros del Protocanónicos:
Este Canon está formado por los 39 libros del A. Testamento incluidos en la Tanaj Judía y
en el A. Testamento Protestante. Este Canon está conformado por los siguientes libros:

Libros Proféticos:
 Isaías,
 Jeremías,
 Ezequiel,
 Daniel,
 Nahum,

 Habacuc,
 Joel,
 Amós,
 Malaquías,
 Zacarías,
 Ageo,
 Sofonías,
 Abdías,
 Oseas,
 Jonás.
 Miqueas y
 Lamentaciones

Libros Sapienciales:
 Job
 los Salmos
 los Proverbios
 Eclesiastés y
 el Cantar de los Cantares

Pentateuco:
 Génesis
 Éxodo
 Levítico
 Números
 Deuteronomio

Libros Históricos:
 Josué
 Jueces
 Rut
 1ª y 2ª Samuel
 1ª y 2ª Reyes
 1ª y 2ª Crónicas
 Esdras
 Nehemías
 Ester

ii. Libros Deuterocanónicos:


Este Canon está formado por 7 libros distribuidos junto a los libros Inspirados del A.
Testamento. Estos libros los encontramos en la versión de los LXX o Septuaginta y en la
Biblia Católica. Estos libros son los siguientes

 Tobías
 Judit
 Sabiduría
 Eclesiástico
 Baruc
 1ª y 2ª de Macabeos
III. Historia de los dos Cánones Bíblicos

No sabemos con certeza cuándo comenzaron los judíos a reunir los Libros Sagrados en
colecciones. Pero sí sabemos con plena seguridad que los judíos poseían libros que
consideraban como sagrados y los rodeaban de gran veneración. El canon judío de los Libros
Sagrados ignoramos cuándo fue definitivamente cerrado. Para unos sería en tiempo de
Esdras y Nehemías (s. V a.C.); para otros, en la época de los Macabeos (s. II a.C.). Lo cierto es
que los judíos tenían en el siglo I de nuestra era una colección de libros Sagrados, que
consideraban como inspirados por Dios, y contenían la revelación de la voluntad divina
hecha a los hombre. En este sentido tenemos testimonios clarísimos de Josefo Flavio[1], del
cuarto libro de Edras[2] y del Talmud[3].
      Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia primitiva recibieron de los judíos el canon del
Antiguo Testamento. Por consiguiente, parece conveniente estudiar los testimonios
históricos que han llegado hasta nosotros acerca dela formación del canon del Antiguo
Testamento.

1. LOS LIBROS PROTOCANÓNICOS


Primeramente hablaremos de la formación del canon de los libros Protocanónicos del
Antiguo Testamento, que eran aceptados por todos los judíos. Ateniéndonos a los
testimonios bíblicos, parece que la formación del canon tuvo la siguiente evolución.

 Antes del destierro:

Existen muchos lugares en la Sagrada Escritura que demuestran que los hebreos tuvieron
especial cuidado en conservar ciertos libros escritos por Moisés, Josué, Samuel y otros
grandes hombres del pueblo israelítico. En diversas ocasiones Dios manda a Moisés que
ponga por escrito las leyes, tanto civiles como cultuales (Exodo 17:14; 34:27; Números 33:2;
Deuteronomio 31:9-14). También escribió el libro de la alianza (Éxodo 24:4; Deuteronomio
27:8; Éxodo 20:22, 23:19).
La Ley mosaica, dada por el gran legislador al pueblo elegido, fue posteriormente
aumentada con nuevas leyes y adaptada a las necesidades de los tiempos. Esta Ley,
designada por los hebreos con el nombre de “Torah”, gozó siempre de gran autoridad entre
ellos. Josué, el sucesor de Moisés, añadió nuevas leyes y ordenaciones, “escribiéndolas en el
libro de la Ley de Dios” (Josué 24:25). Samuel, profeta, “escribió el derecho real en un libro,
que depositó ante Yahvé” (1 Sam 10:25). Ezequías, rey, mandó coleccionar las sentencias de
Salomón (Proverbio 25:1).
Pero es sobre todo en la época de Josías, rey (640-608 a.C.), cuando se comienza a hacer
recurso a la autoridad de un texto escrito, cuyo carácter de código sagrado parece que había
sido reconocido oficialmente. Antes del reinado de Josías no consta que la Ley mosaica haya
gozado de una autoridad “canónica” universalmente reconocida. Según el testimonio de la
Sagrada Escritura, antes de la reforma de Josías existían muchas prácticas de culto que no
eran conformes con las prescripciones del Levítico (2 Re 23:4-15). Sin embargo, después que
el sumo sacerdote Hilcías encontró en el templo de Yahvé “el libro de la Ley” (2 Re 22-23; 2
Crónicas 34:35), las cosas cambiaron radicalmente. No se sabe si el libro encontrado ha de
ser identificado con el Pentateuco entero, o más bien con sólo el Deuteronomio. Pero el
hecho es que, a partir de este momento, “el libro de la Ley” fue considerado como algo muy
sagrado y como la colección de las leyes dadas por Dios a Israel. En los libros de los Reyes
encontramos ya las primeras citas explícitas de “la Ley de Moisés” (1 Re 2:3 =
Deuteronomio 29:8; 2 Re 14:6 = Deuteronomio 24:26).
Los profetas Isaías (Isaías 30:8; 34:16) y Jeremías (Jeremías 36: 2-4,27-32) escribieron sus
profecías. Y la obra del profeta Jeremías está inspirada indudablemente en el espíritu de la
reforma de Josías. Este mismo profeta tiene citaciones de profetas anteriores (Jeremías
26:18; 49:14-16 = Miqueas 3:12; Abdías 1 y 4), lo cual parece indicar que ya existían
colecciones de profecías.
        
 Después del destierro:
Tenemos testimonios escriturísticos importantes, de los cuales podemos deducir que casi
todos los libros Protocanónicos estaban ya reunidos en colecciones y eran considerados
como canónicos. Los textos bíblicos de esta época nos dan a conocer tres clases de Libros
Sagrados: la Ley (Torah), los Profetas (Nebi’im) y los Escritos o Hagiógrafa (Ketubim).
El primer testimonio en este sentido es el del libro de Nehemías (cap. 8-9). En él se narra
que Esdras, sacerdote y escriba, leyó y explicó la Ley de Moisés delante del pueblo (444 a.C.).
Y, después de escuchar su lectura, el pueblo prometió con juramento observarla, lo cual
parece indicar que reconocían autoridad canónica al Pentateuco.
El profeta Daniel afirma que “estaba estudiando en los libros el número de los setenta
años... que dijo Yahvé a Jeremías profeta” (Dan 9:2; Jeremías 25:11; 29:10). Esto demuestra
con bastante claridad que en aquel tiempo ya existía una colección de Libros Sagrados.
El libro del Eclesiástico, escrito en hebreo en Palestina hacia el año 180 a.C. por Jesús, hijo
de Sirá, y traducido al griego por su nieto hacia el año 130 a.C., contiene un prólogo añadido
por el traductor que es de la máxima importancia para la historia del canon. En él el nieto de
Jesús ben Sirá (ben=hijo de) habla de su abuelo, el cual “se dio mucho a la lección de la Ley,
de los Profetas y de los otros libros patrios” (Eclo= prólogo; el traductor emplea por tres veces la
misma expresión en el prólogo). De aquí podemos deducir que la Biblia ya estaba dividida
por aquel entonces en tres grupos. Dos de los cuales, la Ley y los Profetas, es muy posible que
ya estuvieran definitivamente completos y cerrados. El tercero, en cambio, designado
con un término indefinido, los otros libros, parece como insinuar que aún estaba en etapa de
formación y que todavía no había alcanzado la meta final. Además, Jesús ben Sirá, en el
himno de alabanza a los padres (Eclesiástico cap. 44-49), sigue ordinariamente el orden de
los escritos bíblicos, probando de esta manera que conocía todos los libros que los hebreos
colocaban bajo el título de profetas anteriores y posteriores. Por otra parte, de las citas que
tiene de otros libros del Antiguo Testamento se puede concluir que conocía casi todos los
libros del canon hebreo. De los únicos que parece no hacer referencia alguna son el Cantar
de los Cantares, Daniel, Ester, Tobías, Baruc, Sabiduría.
En el libro segundo de los Macabeos, escrito en griego hacia el año 120 a.C., se encuentra
una carta de los judíos de Jerusalén, escrita poco después del 164 a.C., dirigida a Aristóbulo
y a los judíos de Egipto (cf. 2 Mac 1,10-2,19). En ella se habla de un ejemplar de la Ley, que el
profeta Jeremías habría entregado a los deportados (2 Macabeos 2:1). También se hace
referencia a los escritos sagrados que Nehemías había reunido en su biblioteca, y a los que
Judas Macabeo –siguiendo su ejemplo- había juntado, después de haber sido desperdigados
por la guerra (2 Macabeos 2:13-15). Los libros que reunieron tanto Nehemías como Judas
Macabeo se designan bajo los títulos generales de “libros de los reyes”, “libros de los
profetas”, “libros de David” y “las cartas de los reyes sobre las ofrendas” (2 Macabeos 2:13).
 El libro primero de los Macabeos habla de Daniel y de sus tres amigos: Ananás, Azarías y
Misael, que por su inocencia y su gran fe fueron librados de la boca de los leones y del
horno de fuego (1 Macabeos 2.:,59). Esto nos demuestra que el libro de Daniel ya formaba
parte del canon de las Sagradas Escrituras hacia el fin del siglo II (1 Macabeos 12:9).
       
 Siglo I de nuestra era:
En este tiempo se nos da ya claramente el número de los Libros sagrados y su triple
división: Ley, Profetas y Hagiógrafos. Sin embargo, en algunos ambientes judíos existían
ciertas dudas sobre la canonicidad del Cantar, Eclesiástico, Proverbio, Ezequiel y Ester. Para
unos debían ser excluidos de la colección de los Libros Sagrados y de la lectura pública de la
sinagoga; para otros tenían la misma autoridad que los demás Libros Santos. Esto supone
que ya por aquel entonces habían sido recibidos en el canon del Antiguo Testamento.
        Filón de Alejandría (+38 d.C.), el filósofo judío alejandrino, no trata ex professo del
canon del Antiguo Testamento, pero cita el Pentateuco –al que atribuye mayor grado de
inspiración-, Josué, Jueces, Reyes, Isaías, Jeremías, los Profetas Menores, Salmos, Proverbios,
Job, Esdras[4].
        El Nuevo Testamento contiene innumerables citas del Antiguo Testamento, aunque
no nombra explícitamente los libros. Parece que no se alude a los libros de Rut, Esdras,
Nehemías, Ester, Eclesiastés, Cantar, Abdías, Nahum y a los Deuterocanónicos del Antiguo
Testamento. Pero es indudable que los autores del Nuevo Testamento admitían y usaban los
libros canónicos recibidos por los judíos.
        Josefo Flavio (a. 38-100 d.C.), en su libro Contra Apión (1:7-8), compuesto hacia el año
97-98 d.C., escribe que los judíos no tenían millares de libros en desacuerdo y contradicción
entre sí, como sucedía entre los griegos, sino sólo veintidós[5], que eran justamente
considerados como divinos y contenían la historia del pasado. Los 22 libros los distribuye
de la siguiente manera: cinco de Moisés, trece de los profetas[6] y otros cuatro libros que
contenían himnos de alabanza a Dios y preceptos de vida para los hombres[7]. Este texto de
Josefo Flavio es de gran importancia, aunque no nos dé los nombres de los libros.
        El cuarto libro de Esdras, escrito hacia el final del siglo I d.C., afirma que el número
de los libros sagrados es de veinticuatro[8]. El autor de este libro de Esdras nos da una
descripción de tipo legendario sobre la manera como Edras, escriba y sacerdote, logró
rehacer los libros sagrados destruidos por Nabucodonosor. Movido por el espíritu profético,
estuvo dictando a cuatro escribas, durante cuarenta días consecutivos, noventa y cuatro
libros. De éstos, veinticuatro debían ser leídos por los dignos y los indignos, y los otros
setenta había que entregarlos a los hombres instruidos (4 Esdras 14:44). El número de
veinticuatro libros corrobora evidentemente la cifra de 22 libros que nos da Josefo Flavio, y
que se consigue juntando Rut con Jueces y las Lamentaciones con Jeremías. En
consecuencia, la pequeña diferencia de veinticuatro y de veintidós es sólo aparente y
depende del cálculo que se siga. 

 Siglo II después de Cristo


El Talmud[9] babilónico nos da finalmente el canon completo del Antiguo Testamento.
Enumera 24 libros según el orden y da los nombres de los autores. El número coincide,
pues, con el que nos da el 4 Esdras y Josefo Flavio. Lo cual nos indica que en aquel tiempo
ya se encontraba cerrado el canon de los judíos. Este hecho parece que tuvo lugar, según la
tradición rabínica, en el sínodo de Jamnia (hacia el año 100 d.C.). Después de la destrucción
de Jerusalén, los judíos doctos se consagraron con gran ahínco a conservar lo que aún
subsistía del pasado, en modo especial las Sagradas Escrituras. A partir del sínodo de
Jamnia, la gran preocupación de los rabinos fue la conservación del texto sagrado. Los
trabajos de los Masoretas no perseguían más que este fin.
        El testimonio del Talmud babilónico está contenido en una Baraita[10] del ensayo
titulado Baba Bathra (la “última puerta”). El texto es posterior al siglo II d.C., pero recoge
una tradición de época bastante anterior. Dice así: “Nuestros doctores nos transmitieron la
enseñanza siguiente: El orden de los Profetas es éste: Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Jeremías,
Ezequiel, Isaías y los Doce (Profetas Menores)... El orden de los Hagiógrafos es el que sigue:
Rut, Salmos, Job, Proverbios, Eclesiastes, Cantar, Lamentaciones, Daniel, Ester, Esdras y
Crónicas. ¿Y quién fue el que los escribió? Moisés escribió su libro y la sección de
Balaam[11] y Job. Josué escribió su libro y los ocho últimos versículos de la Ley[12]. Samuel
escribió su libro, el de los Jueces y Rut. David escribió su libro por medio de los diez
ancianos: Adán, Melquisedec, Abrahán, Moisés, Hemán, Jedutun, Asaf y los tres hijos de
Coré. Jeremías escribió su libro, el libro de los Reyes y las Lamentaciones. Ezequías y sus
asociados escribieron los libros de Isaías, Proverbios, Cantar de los Cantares y Eclesiastés.
Los miembros de la Gran Sinagoga escribieron Ezequiel, los Doce (Profetas Menores),
Daniel y Ester. Esdras escribió su libro y las genealogías de las Crónicas hasta su época, y
Nehemías las completó”[13].
        En este catálogo no se dice nada de los siete libros Deuterocanónicos: Tobías, Judit,
Baruc, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos y Sabiduría.
        De lo dicho podemos concluir que el canon judío fue formado sucesivamente. Que
contenía los libros Protocanónicos, siguiendo el canon Palestinense. Sin embargo, es muy
posible que los libros Deuterocanónicos no estuvieran absolutamente excluidos del canon
judío Palestinense, pues, como veremos después, algunos Deuterocanónicos eran usados
por los judíos de Palestina. El canon, fijado definitivamente en el sínodo de Yamnia, debía
de estar ya terminado muy probablemente en el siglo II a.C., como nos lo demuestra la
versión de los Setenta o Septuaginta, empezada en el siglo III y terminada a fines del siglo II
a.C.

[1] Contra Apion 1:8.
[2] 4 Esdras 14:37-48.
[3] Talmud de Babilonia (Baba bathra 14b-15a).
[4] Cf. H. E. Ryle, Philo and Holy Scripture (Londres 1895).
[5] El número 22 corresponde a las letras del alefato hebraico. Esta misma cifra de 22 libros
es corroborada por Melitón de Sardes (Eusebio, Historia Ecclesiástica tomo 4,26), Orígenes
(Expos. in Ps. I),  San Atanasio (Epist. Fest.  39), San Cirilo de Jerusalén (Catequesis 4:33,35:I,
San Gregorio Nacianceno (Carm.  1,12), Rufino (In symb. 37), San Jerónimo (Prol. gal.), San
Epifanio (Mens. et pond. 4s.22.)San Isidoro de Sevilla (Etim..  16:10).
[6] Los 13 libros de los profetas son: Josué, Jueces-Rut, Samuel, Reyes, Crónicas, Esdras-
Nehemías, los 12 profetas menores, Isaías, Jeremías-Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Job,
Ester.
[7] Esos otros cuatro libros deben de ser: Salmos, Proverbios, Cantar, Eclesiastés. Cf. W.
Fell, Der Bibelkanon des Josephus: BZ (1909) 1-16. 113-122. 235-244)
[8] El número 24 proviene probablemente del alfabeto griego. Esta enumeración reúne de
dos en dos los libros de Samuel, los dos de los Reyes, los dos de las Crónicas y los de Esdras
y Nehemías; los 12 profetas menores forman también una sola unidad.
[9] Talmud significa “enseñanza, doctrina”, porque recoge la enseñanza de los rabino.
Consta el Talmud de dos partes: la Mishná y la Guemara. La Mishná fue compilada a finales
del siglo II d.C., en Tiberíades, por el rabino Judá han-Nasi, en la que se mencionan cerca de
150 rabinos, que ordinariamente se llaman Tannaítas. La Guemara es como el complemento
del Talmud por los rabinos posteriores, llamados Amoraim, que expusieron la Mishná en
Palestina desde el año 219 al 359, y en Babilonia desde el 219 al 500 d.C. Por eso, la primera
es conocida como la revisión Palestinense, y la segunda como revisión babilónica.
[10] Baraita = “externo”, indica el material que ha sido transmitido por los rabinos, pero que
no ha sido incorporado a la Mishná.
[11] Números 23-24.
[12] Se refiere a Deuteronomio 34:5-12: muerte de Moisés.
[13] Baba Bathra 14b-15a. Cf. H. Strack – P. Billerbeck, Kommentar zum N.T. aus Talmud und
Midrasch IV p. 424s.

NOTA: Los judíos palestinenses admitían, en tiempo de Cristo, todos los libros Protocanónicos


como sagrados. Esto parece estar fuera de toda duda. Existen incluso algunos indicios que
parecen indicar que los mismos judíos palestinenses conocían y usaban algunos de los libros
Deuterocanónicos. En Qumrán se han encontrado algunos fragmentos de tres libros
Deuterocanónicos: del Eclesiástico (gruta 2), de Tobías (gruta 4) y de Baruc (gruta 7)[14].
        Los judíos alejandrinos, en cambio, consideraban como canónicos no solamente los libros
Protocanónicos, sino también los Deuterocanónicos, tal como  se encontraban en la versión de
los Setenta. De aquí ha nacido la división del canon en palestinense y alejandrino, como veremos
a continuación.
 
[14] Cf. J. T. Milik, Dieci anni di scoperte nel deserto di Giuda (Turín 1957) página 23.

2. LOS LIBROS DEUTEROCANÓNICOS
La versión griega de los Setenta, ejecutada en Egipto entre el 300-130 a.C., contenía
además de los libros Protocanónicos, recibidos por todos los judíos, otros siete libros
llamados Deuterocanónicos: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría y
fragmentos de Ester (10,4-16,24) y Daniel (3,24-90; 13; 14).
La Iglesia cristiana, ya desde los tiempos apostólicos, recibió, entre los Libros Sagrados,
los Deuterocanónicos, sin hacer distinción alguna entre libros Protocanónicos y
Deuterocanónicos. De este modo, el canon de los judíos alejandrinos se convirtió en el canon
de la Iglesia católica Romana.
Pero podemos preguntarnos, ¿qué autoridad tenían los libros Deuterocanónicos entre los
judíos palestinenses y helenistas? ¡Eran recibidos también como sagrados por los judíos de
Palestina?

 Opiniones:
a) Según la sentencia de varios autores, el canon judío habría sido único para todos los
judíos. Y sería el canon breve, que no abarcaría los libros Deuterocanónicos. Este modo
de pensar es muy común entre los protestantes, y también es seguido por algunos
católicos. Pero éstos suponen que no es necesario que la Iglesia haya recibido el canon de
los judíos. Basta que lo haya recibido de los apóstoles y éstos de Cristo, el cual habría
dado instrucciones particulares a sus discípulos respecto de la inspiración de los
Deuterocanónicos. Propuesta de esta forma la hipótesis, es totalmente ortodoxa; pero no
parece apoyarse en los datos históricos, como veremos después.
b) Para otros autores, el canon del Antiguo Testamento habría sido único tanto para los
judíos palestinenses como para los alejandrinos. Ente canon único contendría todos los
libros Protocanónicos y Deuterocanónicos. Solamente en tiempo posterior (s. I-II d.C.),
los fariseos habrían rechazado los Deuterocanónicos (en el Concilio de Yamnia) por
motivos particulares. Los judíos helenistas, por el contrario, los habrían conservado.
c) Una tercera opinión, que nos parece la más probable, sostiene que entre los judíos existió
un doble canon. El canon breve de los judíos de Palestina, que no contenía los libros
Deuterocanónicos, y el canon amplio de los judíos alejandrinos, que comprendía los
libros Deuterocanónicos.

Esta divergencia entre los judíos palestinenses y alejandrinos se explica fácilmente si


tenemos en cuenta el ambiente en que cada grupo vivía. Los judíos alejandrinos tenían un
concepto más amplio de la inspiración bíblica que los palestinenses. Estaban convencidos
que poseían la sabiduría divina, y ésta, derramándose a través de las edades en las almas
santas, puede suscitar dondequiera y cuandoquiera amigos de Dios y profetas[15]. Por otra
parte, esta divergencia era provocada en cierto sentido por la gran estima y reverencia que
algunos grupos de judíos palestinenses tenían por ciertos libros Deuterocanónicos[16].
Es indudable que la versión griega alejandrina, llamada de los Setenta, contenía
los deuterocanónicos. El lugar que ocupan en los Setenta no es al final, como si fueran un
apéndice o de un género inferior, sino que están mezclados con los libros Protocanónicos. Lo
cual parece ser un indicio claro de que se les reconocía la misma autoridad y dignidad y se
les atribuía el mismo valor[17].
Hay, además, testimonios que nos demuestran que la mayor parte de los
Deuterocanónicos del Antiguo Testamento eran leídos y venerados por los judíos
palestinenses y de la diáspora.  
El Eclesiástico fue escrito en hebreo y conservado durante mucho tiempo en esta
lengua[18]. Es alabado por el Talmud con frecuencia[19] y citado muchas veces por los
rabinos hasta el siglo X d.C. En algunos lugares incluso se le cita como escritura
canónica[20]. De donde parece deducirse que en la antigüedad el Eclesiástico fue tenido
como canónico, al menos por ciertos círculos de judíos.
Los libros Tobías y Judit eran muy leídos por los judíos, como se ve por los Midrashim, en
donde se les comenta[21]. En tiempo de San Jerónimo, todavía se usaba el texto arameo o el
hebreo[22].
Baruc era leído públicamente por los judíos, aun en el siglo IV, en el día de la Expiación,
según el testimonio de las Constituciones apostólicas [23]. Además, la versión griega de
Baruc fue hecha por el mismo autor que hizo la de Jeremías 29:41. En consecuencia, Baruc
parece que ya estaba unido a Jeremías cuando hicieron la versión griega de este último.
En 1ª de los Macabeos, según el testimonio del Talmud babilónico[24], era leído entero en
la fiesta de las Encenias o de la dedicación del templo (Hanukkah)[25]. También es citado
por Josefo Flavio[26], y en tiempo de Orígenes[27] y de San Jerónimo se conservaba aún el
texto hebreo del 1 Macabeos[28].
El 2ª de los Macabeos fue escrito originariamente en lengua griega, por cuyo motivo es
menos citado por los escritores judío-palestinenses.
El libro de la Sabiduría, cuya lengua original también fue el griego, es citado varias
veces en el Nuevo Testamento[29], lo cual supone que era conocido de los judíos. San
Epifanio nos informa que los judíos de su tiempo (siglo IV) disputaban acerca del libro de la
Sabiduría[30]. Lo que parece indicar que algunos admitían su canonicidad, como se deduce
de las palabras de San Eustacio de Antioquía[31].
Las partes Deuterocanónicas de Ester (10,4-16,24) pertenecen probablemente al texto
original. Esto parece confirmado por el hecho de que en los Setenta los fragmentos
Deuterocanónicos no están formando un apéndice a la parte Protocanónica, como en la
Vulgata, sino mezclados con ella. Son usados por Josefo Flavio.
Los fragmentos Deuterocanónicos de Daniel (3:24-90; 13; 14), escritos en lengua hebrea o
aramea, también debieron de formar parte del texto original. Es de suma importancia el que
estas partes Deuterocanónicas se encuentren en la versión de Teodoción (finales del siglo II
d.C.), hecha directamente del hebreo. San Jerónimo tomó estos fragmentos Deuterocanónicos
de Daniel de la versión de Teodoción y los incorporó a su versión latina hecha sobre el
original hebreo. Es también probable que la historia de Susana[32] se encontrara en la
versión de Símaco.
De lo dicho podemos concluir que muchos de los Deuterocanónicos del Antiguo
Testamento gozaban de gran autoridad entre los judíos palestinenses. Esto no quiere decir,
sin embargo, que los considerasen como canónicos. Lo más verosímil parece ser que los
libros Deuterocanónicos fueron recibidos en el canon de las Sagradas Escrituras por los
judíos helenistas, independientemente de los judíos palestinenses. Más tarde la Iglesia,
guiada por la autoridad de Jesucristo y de los apóstoles, aprobó este canon y lo hizo suyo,
como veremos en su lugar. De este modo, el canon más amplio de los judíos alejandrinos se
vino a convertir en patrimonio de la Iglesia de Cristo. La Iglesia en su elección no se dejó
guiar por el espíritu particularista de los fariseos, sino por el espíritu universalista de
Jesucristo y de los apóstoles.

[15] Cf. Sabiduría 7:27.


[16] Por los documentos de Qumrán sabemos que éstos leían y usaban algunos de los
Deuterocanónicos. Cf. J. T. Milik, Dieci anni di scoperte nel deserto de Giuda(Turín 1957) p. 23.
[17] Este es el orden que tienen en el códice Vaticano (B): Gén, Ex, Lev, Num, Deut, Josué,
Jue, Rut, 1-2 Sam, 1-2 Re, 1-2 Crón, Esd-Neh, Sal, Prov, Ecl, Cant, Job, Sab, Eclo, Est, Jdt, Tob,
Os, Am, Miq, Jl, Abd, Jon, Nah, Hab, Sof, Ag, Zac, Mal, Is, Jer, Baruc, Lam, Carta de Jer (=Bar
6), Daniel Faltan 1-2 Macabeos, pero se encuentran en el Sinaítico y en el Alejandrino. El B
reproduce el orden de manuscritos antiguos griegos.
[18] En la Geniza de una Antigua sinagoga de El Cairo se ha encontrado una gran parte del
texto hebreo del Eclesiástico, entre los años 1896-1900.
[19] Cf. Chagiga 2,1; Sanhedrin 10b. Ver S. Schechter, The Quotations from Ecclesiasticus in
Rabbinic Literature, Jewish Quarterly Review (1891) 687-706.
[20] Talmud babilónico, Erubin 65a; ibid. baba kama 92b.
[21] Los Midrashim son una exposición libre y a veces arbitraria del texto bíblico.
[22] Praef. In Tob.
[23] Const. Apost. 5,20.
[24] Yoma 29a.
[25] Hanukkah significa “consagración”. Ver 1 Macabeos 4.
[26] Contra Apión 1:1.
[27] En Eusebio, Hist. Eclesiástica tomo 6:25.
[28] San Jerónimo, Prol. gal.
[29] Sabiduría 2:13 y 18 = Mt 27,:3; Sabiduría 3:8 = 1 Corintios 6:2; Sabiduría 4:10 =
Hebreos 11:5; Sabiduría 5:18-21 = Efesios 6:14.16s; Sabiduría 6:4.8 = Romanos 2:11; 1:,1;
Sabiduría 12:24-15 y 19 = Romanos 1:19-32.
[30] San Epifanio, Haer. 8,6.
[31] C. Orig. 18.
[32] Daniel 13.

 Los libros deuterocanónicos en la Iglesia de los primeros tiempos


Durante el primer siglo la Biblia cristiana tan sólo consistía en el AT (leído en la versión
de la Septuaginta). La autoridad residía en esta Escritura y en las palabras del Señor, las
cuales circulaban por medio de la tradición oral, como es evidente en la carta de Clemente a
los Corintios.» [33]
La versión LXX también fue utilizada por los autores del Nuevo Testamento. La mayoría
de los estudiosos datan los libros del NT en fechas diferentes que van desde el 75 d.C a
aproximadamente el 150 d.C, dependiendo de qué libro se trate. Los autores de la Escritura,
quienes escribieron en griego, citan a los libros de la Septuaginta ya que ésta estaba escrita
en griego.
Al tiempo que la Iglesia creció y comenzó a separarse del judaísmo, los judíos
comenzaron a codificar una colección de libros inspirados, ya sea como respuesta al
cristianismo o a las divisiones entre las diferentes escuelas judías. El NJBC[34] sostiene que
las discusiones con los primeros cristianos también contribuyeron a la decisión de los judíos
respecto a lo que constituiría el canon de libros del AT. En su obra The Early Church, Henry
Chadwick apunta que fue sólo después que los cristianos recurrieran más a la Septuaginta,
que se hizo más evidente el favorecimiento de los judíos griegos a traducciones más literales
al hebreo. ¡Algunos rabinos incluso denunciaron que durante la elaboración de la
Septuaginta se provocó un pecado parecido a la adoración del becero de oro!
Fue durante estos primeros años de la formación de la Iglesia que dos codificaciones
diferentes del Antiguo Testamento se manifestaron. Como los judíos no dispusieron de
todos los textos originales en hebreo de la LXX, usaron esto como pretexto y rechazaron los
libros deuterocanónicos considerándolos no inspirados.
También debemos aclarar que el hecho de que Jesús no citó cada uno de los 39 libros del
A.T. que los judíos consideran inspirados, se debe pensar que los libros no citados no están
inspirados. Sí es cierto que Jesús citó la mayor parte de éstos, pero no encontramos cita de
Jesús del libro de Rut, El Cantar de los Cantares, entre otros. En segundo lugar, realmente no
sabemos si Jesús, en efecto, alguna vez citó o no los Deuterocanónicos, ya que no toda la
revelación ha sido escrita en la Biblia (Jn. 21:25). Citar un libro no implica automáticamente
que se le considere inspirado. En Hebreos 11:36, por ejemplo, el autor alude al libro
[apócrifo] de La Ascención de Isaías 5:1-14. En Judas 9, se nos habla de que el Arcángel
Miguel disputó con el diablo el cuerpo de Moisés. Esta disputa no se encuentra en el A.T.,
sino sólo en el libro [apócrifo] La Asunción de Moisés, el cual no es inspirado. La mera
alusión a un libro o el citarlo no lo hace en automático más o menos inspirado por Dios. E
incluso un aspecto más importante es que no es verdad que los Deuterocanónicos no sean
referidos o aludidos en el Nuevo Testamento. Eclesiástico (o Sirac) 5:13-14 se corresponde
con Santiago 1:19; Sabiduría 2:12-20 con Mateo 27:41-43 y 1 Macabeos 4:36-59 y 2 Macabeos
10: 1-8 con Juan 10:22-36.

¿Qué dijo la Iglesia primitiva?

Entre los Padres de la Iglesia, Clemente cita a: “Judit, Tobías y Ester en su Carta a los
Corintios (27:5). Cita el libro de Sabiduría 12:12.

Didajé (Primera enseñanza escrita de los Apóstoles) cita Eclesiástico 4:31 (Didajé 4:5) y
Sabiduría 12:5 (Didajé 5:2). 

Carta de Bernabé cita a Sabiduría 2:12 (en 6: 7). 

Policarpo, en su Carta a los Filipenses (10:2) cita a Tobías 4: 10. 

NOTA: Los investigadores Protestantes A.C. Sundberg y J.P.lewis descubrieron que la


Iglesia Primitiva usaba el Canon de Alejandría (73 libros en el A. T.)
[33] (The Early Church, Henry Chadwick, p. 42)
[34] The New Jerome Biblical Commentary 

IV. El Concilio de Jamnia


Según la Tradición rabínica[35], este es el Concilio que fue llamado luego de la
destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. con el propósito de conservar lo que aún subsistía del
pasado. El “Concilio” fue sólo una hipótesis propuesta en 1871 por Heinrich Graetz para
explicar la razón por la que los judíos tienen un solo canon. Como hipótesis es muy débil, no
existen fuentes tempranas que hablen de ningún Concilio de Jamnia. Con las mismas
evidencias podríamos afirmar que se llevó a cabo un Concilio en Pekín. En cualquier caso, la
mayoría de los expertos finalmente han reconocido lo obvio: no existe ninguna razón para
creer que tal concilio existió.
Como he dicho, mientras que difícilmente se podría demostrar la existencia de tal
concilio, sí había una escuela rabínica, en el sentido que los rabinos impartían lecciones a sus
alumnos. Después de la destrucción de Jerusalén, en 70 d.C., la ciudad de Jamnia se volvió
el centro intelectual y religioso del judaísmo rabínico. Quizás no sea necesario mencionarlo,
pero los judíos de esa época que se convirtieron al cristianismo no formaban parte de la
escuela de Jamnia, ya que esta escuela sólo estaba conformada por aquellos judíos que
rechazaron a Jesucristo o de alguna manera les era indiferente. De hecho, la escuela de
Jamnia es producto de judíos fariseos y legalistas, esto, por cierto, es la razón por la que ellos
no necesitaron de ningún concilio que produjera un canon de las Escrituras. Los fariseos,
desde tiempo inmemorial, utilizaron el equivalente moderno del Antiguo Testamento del
protestantismo; fueron los helenistas, los judíos griegos, quienes utilizaron el Antiguo
Testamento que utiliza el catolicismo romano, mientras que los saduceos utilizaron sólo los
primeros cinco libros de la Biblia, ya que sólo a esos libros le confieren la canonicidad.
Sin embargo, debemos notar que los judíos no definieron el canon de sus escrituras hasta
el 90 d.C., esto es, después de la venida del Mesías, por lo tanto la Cristiandad del siglo I
estuvo 35 a 65 años sin la influencia de este sínodo.
Desde Pentecostés, la Iglesia de Jesús, la Iglesia universal o católica, fue la institución
investida de toda autoridad (Mt. 16:18-19; 18:18; Efesios 3:10; Hechos 15). Por lo tanto, lo que
hayan o no decidido los judíos en un concilio después de la venida de Jesucristo, en 90 d.C,
es irrelevante pues ya no seguían la verdadera Fe y habían rechazado al Mesías
crucificándolo.
Mientras que no podemos sostener que la escuela rabínica de Jamnia jamás haya
producido algún canon bíblico, podemos afirmar una de las mayores contribuciones de esta
escuela. Aquí se produjo la desafortunada jaculatoria Birkat haMinim, la cual maldecía a los
cristianos y sectarios, y pedían a Dios para que estos “sectarios”, «no tuvieran esperanza y
que en un instante los destruyeran todos los males, y que todos Sus enemigos fuesen
eliminados rápidamente; y que todos los malvados sean erradicados, vencidos y humillados,
pronto, en nuestros días”. Bendito eres, Señor, quien somete a los enemigos y humilla a los
pecadores”. Esta plegaria debía decirse durante todos los sabats, y obligó a los cristianos de
origen judío a separarse de los demás judíos en las sinagogas.
Antes de esto, aquellos judíos quienes aceptaron a Jesucristo todavía se sentían cómodos
yendo a la sinagoga, donde ellos intentaban convertir a otros hablándoles de Él, como el
largamente esperado Mesías. Por ejemplo, esto se describe como una práctica regular del
apóstol Pablo y Bernabé, en Hechos 14:1 y Hechos 17:2.
Después del Birkat haMinim, aquellos días terminaron. Un cristiano podía orar al Dios
de los judíos con la conciencia tranquila, ya que también era el Dios de los cristianos. Pero
obviamente, un cristiano de origen judío no podía pedirle a Dios que condenara a los
cristianos.
Mientras que no es claro que la escuela de Jamnia produjera un canon bíblico, sí se
manifestó allí una oposición contra los textos Deuterocanónicos sostenidos por el catolicismo
romano de hoy y contra la traducción griega de la Biblia en general, ya que los textos
Deuterocanónicos hablan muy claramente de cosas como el cielo y el infierno. Éstos
contienen profecías que innegablemente refieren a Jesucristo. Por ejemplo, Mt. 27:41-43 habla
claramente del cumplimiento de lo planteado en Sabiduría 2:12-22, en el cual el Justo debía
sufrir una muerte afrentosa (cf. Fil. 2:8). Al haberse desligado el judaísmo de los textos
Deuterocanónicos, pudo disminuir las conversiones en masa de judíos hacia el cristianismo.,
ya que estaban utilizando la versión griega de las Escrituras con los Deuterocanónicos. Esto,
por cierto, es la razón por la que muchos expertos, quienes defienden la idea de algún canon
de Jamnia, piensan que el canon sí se formó pero con el firme propósito de distinguirse y
deslindarse muy claramente de helenistas y de los cristianos. Ellos querían recuperar su
identidad. Además, los deuterocanónicos contienen muchas profecías cristianas y alusiones
al Nuevo Testamento ¡algo que los judíos no podían tolerar! Un ejemplo perfecto de esto
podría ser Sabiduría 2:10-24, lo cual es una de las profecías más claras acerca de la pasión de
Jesús, en toda la Escritura.
Los cristianos continuaron usando la versión de los LXX, hasta que el año 363 d.C. en el
Concilio de Laodicea se declara que sólo el A. Testamento con los Deuterocanónicos así
como los 27 libros del N. Testamento fueran leídas en la Iglesia, ya que hasta antes de esta
fecha, en las iglesias cristianas se leían libros como: El Pastor de Hermas los cuales estaban
considerados como inspirados, por lo tanto formaban parte del Canon [36]

Más tarde en el Concilio de Hipona 393 d.C. y en el Concilio de Cártago 397d. C.,
confirmaron la autoridad de los 46 libros del A. Testamento y los 27 libros del Nuevo
Testamento.
No fue hasta alrededor de 1530 cuando Lutero, durante la Reforma Protestante, decide
eliminar los Deuterocanónicos del A. Testamento, pero en la primera Biblia en Alemán de
Martín Lutero, impresa en el año 1534, los Deuterocanónicos aparecen al final de esta Biblia
en un apéndice. Lutero usó como base para remover los Deuterocanónicos, el Concilio de
Jamnia, así como que estos libros jamás debieron considerados como inspirados.
En el año 1545 el Concilio de Trento reafirma los libros Deuterocanónicos son
considerados como válidos como Palabra revelada de Dios, puesto que la Iglesia Primitiva
usó la Septuaginta para extender el Evangelio de Jesucristo.

[35] No hay ningún registro en la historia que nos demuestre la celebración del C. de Jamnia
[36] Constituciones Apostólicas

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