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El Juicio Final de Satanas y Los Impios

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El juicio final de Satanás y los impíos -

Apocalipsis 20:7-15
El milenio se termina y Satanás es soltado
(Ap 20:7-10) “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y
saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y
a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena
del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los
santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el
diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la
bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los
siglos.”
La única manera de comprobar si las condiciones favorables en las que el hombre había
vivido en el milenio habían logrado cambiar su corazón, sería soltar nuevamente a
Satanás, y esto es lo que ocurre a continuación: “Cuando los mil años se cumplan,
Satanás será suelto de su prisión”.
Aun las personas que vivan en el milenio tendrán la posibilidad de tomar decisiones
libremente. Nadie será obligado a servir a Dios en la eternidad. Por esa razón, al terminar
este período, Satanás es soltado y el hombre podrá manifestar con entera libertad cuál es
su decisión.
Y como era de esperar, inmediatamente después de ser liberado, Satanás reanuda sus
actividades allí donde las dejó: “Y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro
ángulos de la tierra, a Gog y a Magog”.
Dice que intentará engañar “a las naciones”. Muchos se preguntan a qué naciones se
refiere aquí. Y debemos suponer que durante el milenio la población de la tierra
aumentará considerablemente en medio de sus condiciones favorables. Muchas de estas
personas que nacerán serán creyentes, pero otros muchos no.
Otra cuestión que despierta mucha curiosidad tiene que ver con “Gog y Magog”.
¿Quiénes son estas naciones? Es bastante difícil saber con seguridad a quién se refiere,
porque la composición de las naciones al final del milenio será muy diferente de la que
conocemos en la actualidad. Además, no debemos dejar de notar que Satanás no sólo
engañará a Gog y Magog, sino a “las naciones que están en los cuatro ángulos de la
tierra”.
En cuanto a Gog y Magog, encontramos una referencia a ellas en (Ez 38-39). Sin
embargo, en Ezequiel, Gog es el gobernante de Magog, y no dos naciones como en
Apocalipsis: “Hijo de hombre, pon tu rostro contra Gog en tierra de Magog, príncipe
soberano de Mesec y Tubal, y profetiza contra él” (Ez 38:2). No obstante, el contexto de
esta referencia en el profeta Ezequiel nos puede ayudar a entender a lo que se refiere
Juan en Apocalipsis. Ezequiel anuncia en estos capítulos que Gog iba a lanzar un ataque
a gran escala contra la tierra de Israel, pero que éste no tendría éxito, sino que acabaría
con su propia destrucción. Con el tiempo, entre los judíos, Gog y Magog llegaron a ser
símbolo de las naciones que se oponen a Dios y luchan contra su pueblo. Por lo tanto, lo
más probable es que la referencia que tenemos en Apocalipsis se base en esta idea, y
describa una nueva reunión de todas las naciones para hacer guerra contra Dios y su

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pueblo. Esta interpretación sería confirmada porque en ambos casos los enemigos de
Dios serán destruidos del mismo modo. Fijémonos en la descripción que nos ofrece
Ezequiel:
(Ez 39:6) “Y enviaré fuego sobre Magog, y sobre los que moran con seguridad en las
costas; y sabrán que yo soy Jehová.”
Finalmente Dios se glorificará en medio de sus juicios y defenderá a su pueblo.
Pero volvamos a los detalles que nos ofrece Apocalipsis. Vemos aquí que Satanás
engaña a las naciones incrédulas “a fin de reunirlos para la batalla”. Esta batalla es
diferente a la que tuvo lugar antes del milenio. En aquella ocasión los ejércitos que
luchaban contra el Señor fueron dirigidos por la bestia (Ap 19:19-21), mientras que aquí
es el mismo Satanás quien los capitanea.
Vemos también que Satanás tendrá mucho éxito engañando a las naciones, porque
cuando se nos describe la formación de su ejército se nos dice que “el número de los
cuales es como la arena del mar”.
Nos resulta incomprensible que después de haber disfrutado de mil años de paz y
bendición bajo el justo gobierno del Mesías, los hombres se dejen seducir con tanta
facilidad por Satanás, hasta el punto de declarar la guerra contra Dios. Esto sólo es
posible, si como dijo el profeta Jeremías, el corazón del hombre es “engañoso más que
todas las cosas y perverso” (Jer 17:9).
Muchos piensan que si los hombre pudieran tener mejores sueldos, mejores casas, el
acceso a una mejor educación y sanidad, los pecadores no serían tan malos y las guerras
se acabarían. Otros dicen que llegarían a creer en Dios si acabara con las injusticias
sociales y este mundo fuera un lugar justo. Pero todo esto es completamente falso.
Durante el milenio Dios hará todo esto y mucho más, y sin embargo, al terminar este
período, el hombre se rebelará nuevamente contra Dios y se embarcará en una guerra
contra él. Está claro que un entorno perfecto no puede producir un corazón perfecto. El
corazón del hombre es malo y quiere vivir en independencia de Dios, aunque eso
signifique su propia autodestrucción.
Pues bien, como decimos, Satanás logró reunir un gran ejército en muy poco tiempo.
Ahora vemos cuál es su objetivo prioritario: “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y
rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada”. Esto se refiere probablemente
al pueblo de Dios y a la capital del Rey, Jerusalén.
Aquí tenemos la respuesta de Dios: “Y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió”.
Esta es la última batalla de la historia de la humanidad, y significa la derrota definitiva de
Satanás y de los hombres rebeldes. Aun así, esperaríamos la descripción de una gran
batalla, pero no hay lugar para eso. El poder de Dios es tan abrumador que no hay lugar
ni siquiera para algo que pudiera parecer una batalla. El fuego de Dios descendió del
fuego y los consumió a todos en un instante.
Y por último encontramos el fin del mismo diablo: “Y el diablo que los engañaba fue
lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. Finalmente, toda la trinidad
satánica terminan corriendo la misma suerte.
Debemos entender que este “lago de fuego y azufre” es una referencia al infierno. Y esto
nos lleva a pensar en otra cuestión: ¿No ha estado el diablo siempre en el infierno? Y la
respuesta es no. A lo largo del libro de Apocalipsis hemos visto diferentes cambios en
cuanto al diablo. En (Ap 12:9) vimos que fue arrojado del cielo, en donde acusaba a los
santos de Dios. Y un poco más adelante nos dice que fue arrojado a la tierra, y sabiendo

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que le quedaba poco tiempo, comenzó una terrible campaña de persecución contra el
pueblo de Dios (Ap 12:12-17). Al llegar al capítulo 20 vemos que es atado por mil años y
se le impide engañar a las naciones (Ap 20:1-3), pero al terminar el milenio, vuelve a ser
desatado, volviendo a engañar a las naciones y organizándolas para luchar contra Dios,
pero como no podía ser de otro modo, es derrotado y lanzado para siempre al lago de
fuego y azufre (Ap 20:10). Así termina la historia de Satanás, que comenzó en el cielo
como un magnífico ser.
(Is 14:12-15) “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste
por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al
cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del
testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y
seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del
abismo.”
En cuanto al “lago de fuego y azufre”, debemos notar que es un lugar de tormento sin
interrupción: “Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. En la cultura
popular muchas veces se piensa en el infierno como un lugar de diversión donde estará la
gente interesante de este mundo, pero esto no tiene nada que ver con la realidad.

El juicio ante el gran trono blanco (Ap 20:11-15)


Después de que el diablo fuera juzgado, le toca ahora el turno a los hombres rebeldes
que le siguieron, pero no sólo a ellos, porque como veremos a continuación, todos los
inconversos resucitarán a fin de comparecer ante Dios en el gran trono blanco. Es
realmente un pasaje muy serio y trágico, porque será un juicio definitivo ante el más alto
tribunal que se puede encontrar en todo el universo, y por lo tanto, su veredicto será
inapelable.

La descripción del gran trono blanco


(Ap 20:11) “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del
cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.”
Juan comienza describiendo una escena que por su majestad y solemnidad le causa una
fuerte impresión: “Y vi un gran trono blanco”. Aunque lo que sin duda hacía grande a ese
trono era la majestad del Juez que lo ocupaba y la importancia y transcendencia de las
decisiones que en él se tomaban. En cuanto al color “blanco” del trono, una vez más
debemos pensar en que es usado como un símbolo de la santidad, pureza y justicia que
en él se manifestaba.
Ahora bien, ¿quién era “el que estaba sentado en él”? En el versículo siguiente se nos
dice que los que comparecían ante aquel trono estaban “de pie ante Dios”. Por lo tanto,
debemos concluir que el Juez es Dios mismo. Sin embargo, por otras partes de las
Escrituras sabemos que a quien ha sido entregado todo el juicio es al Hijo, al Señor
Jesucristo (Mt 25:31-46) (Jn 5:22) (Hch 10:42) (Hch 17:30-31) (Ro 2:16) (2 Ti 4:1).
La presencia del que está sentado en el trono es tan impresionante que “delante de él
huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos”. Ahora bien, si resulta
que no se encontró lugar para la tierra y el cielo, lo más probable es que fueran
completamente destruidos. La desaparición total de la antigua creación es necesaria para
luego crear un “cielo nuevo y tierra nueva” (Ap 21:1).

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Recordemos que no sólo el hombre fue afectado por el pecado, sino que la misma
creación recibió también la maldición de Dios por su culpa. Esta es la razón por la que
debe ser totalmente destruida.
Por lo tanto, si en este momento ya no existen los cielos y la tierra, entonces debemos
suponer que el “gran trono blanco” debe estar situado en algún sitio fuera de nuestro
mundo, probablemente en el cielo.

Los muertos resucitan para comparecer en juicio


(Ap 20:12-13) “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante
del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro
libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las
cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los
muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había
en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.”
1. ¿Quiénes son los que van a ser juzgados?
Ahora la atención de Juan se dirige hacia los que estaban delante del trono blanco: “Y vi a
los muertos, grandes y pequeños de pie ante Dios”.
¿Quiénes son las personas a las que se hace referencia aquí? Entendemos que son
“muertos espirituales”, es decir, inconversos. Todos ellos resucitarán para comparecer
ante el trono de Dios. Creemos que entre ellos no habrá creyentes, porque éstos ya
habrán resucitado en “la primera resurrección”, ya sea en el arrebatamiento o al comienzo
del milenio.
Notemos que no habrá distinción de clases sociales en ese momento, sino que allí
estarán por igual “grandes y pequeños”. Todas las distinciones que el hombre hace en
este mundo serán eliminadas ante aquel que no hace acepción de personas (Ro 2:11) (1
P 1:17). Tanto unos como otros son responsables ante Dios. Ya sabemos que nuestra
sociedad actual siempre pone el énfasis en determinadas clases sociales, como los
políticos o gobernantes, y también en ciertos tipos de pecados, como los asesinos,
violadores, pederastas o ladrones, pero en el juicio de Dios, todos comparecerán por
igual.
Juan nota que están “de pie”, lo que probablemente implica que están a punto de
escuchar el veredicto divino sobre la causa abierta sobre ellos.
Satanás ha engañado a los pecadores haciéndoles creer que pueden vivir como les dé la
gana sin tener que dar cuentas a nadie. También les ha hecho pensar que no habrá un
castigo futuro, tal como le dijo a Eva en el huerto del Edén: “No moriréis” (Gn 3:4). Pero
todo esto es mentira, tal como los hombres tendrán ocasión de comprobar por sí mismos
al final de sus vidas.
En realidad, este será el juicio final para toda la humanidad, pero Dios nunca a dejado de
ejecutar sus justos juicios a lo largo de toda la historia. El diluvio, la torre de Babel, la
destrucción de Sodoma y Gomorra, las plagas sobre Egipto, la cautividad de Israel, la
ruina de Babilonia o la destrucción de Jerusalén, son sólo unos pocos ejemplos de estos
juicios.
Pero todos estos juicios no anulan la necesidad de un juicio futuro y final. No toda la
maldad de los hombres ha tenido su justa retribución en esta vida. Por el contrario,
muchos hombres malvados han disfrutado de poder y bienestar durante toda su vida. Este

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ha sido uno de los grandes problemas de los creyentes durante siglos, porque parecía
que la justicia divina quedaba en entredicho. Pero la justicia perfecta de Dios se va a
manifestar en este día del juicio final.
2. ¿Sobre qué base van a ser juzgados?
El juicio comienza abriendo lo libros: “Y los libros fueron abiertos”. Ahora bien, ¿a qué
libros se refiere? Debemos notar que se mencionan aquí dos clases de libros.
Por una lado hay un libro en el que están registradas todas las obras humanas: “Fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.
No hay nada que se pueda esconder de los ojos de Dios, y él tiene constancia de cada
cosa que hemos pensado, dicho o hecho. El apóstol Pablo dijo lo siguiente en cuanto a
este juicio:
(Ro 2:16) “En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres,
conforme a mi evangelio.”
Cada uno de nosotros vamos escribiendo ese libro con cada decisión y acción que
tomamos en nuestras vidas.
Pero luego hay un segundo libro: “Y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida”.
Aquí están escritos los nombres de quienes creyeron el evangelio y tienen vida eterna,
por eso se le llama “el libro de la vida” (Ap 3:5) (Ap 17:8), o también el “libro de la vida del
Cordero” (Ap 13:8) (Ap 21:27).
Este segundo libro será abierto para que las personas comprueben que sus nombres no
están inscritos en dicho libro, y que por lo tanto, no han creído en la obra de Cristo a favor
de ellos.
Ahora bien, ¿no hay cierta incompatibilidad entre ambos libros? Por un lado, nuestros
nombres son escritos en el libro de la vida cuando creemos en Cristo, pero por otro, en el
primer libro los hombres son juzgados según sus obras. ¿Cuál es la base de este juicio, la
fe o las obras?
En la Biblia podemos encontrar las dos verdades. Por ejemplo, se enseña en ocasiones
que el juicio se basará en las obras (Mt 16:27) (Ro 2:5-11). Pero también se nos dice que
para ser salvo es necesaria únicamente la fe (Jn 3:16) (Jn 5:24). Ambas verdades son
complementarias, porque según el razonamiento bíblico, lo que hacemos pone de
manifiesto lo que somos.
Pero puede que haya dos libros por otra razón. Cuando se abra el libro de las obras, no
habrá duda de que todos los hombres merecen la condenación. Pero será necesario abrir
también el libro de la vida para ver si esa persona creyó en Cristo y aceptó que él pagara
en la cruz por sus malas obras.
3. Los muertos son resucitados para que puedan comparecer ante el tribunal de Dios
Los creyentes ya habían resucitado anteriormente, pero ahora les toca el turno a los
inconversos: “Y el mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y el Hades
entregaron los muertos que había en ellos”. Nadie será excluido en la resurrección. La
idea es la de un juez que cita a alguien para comparecer en su tribunal y no puede
negarse a hacerlo. No hay escapatoria posible.
Se hace referencia al mar, que tantas vidas se ha tragado, y también a la “muerte y el
Hades”. Estos dos últimos aparecen juntos con frecuencia en la Biblia, como una pareja
inseparable. La muerte se refiere probablemente a la tumba, el lugar donde están los

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cuerpos muertos, y el Hades describe el reino de los muertos. Ahora se unen los espíritus
con los cuerpos.
4. La muerte y el Hades son destruidos
Una vez que la muerte y el Hades han devuelto a todos los muertos, su tarea ha sido
cumplida y son “lanzados al lago de fuego”. Con esto mismo coincide el apóstol Pablo
cuando dice que “el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Co 15:26).
Tanto la muerte como el Hades son fuerzas malignas, productos del pecado, por lo tanto,
son arrojadas al mismo lugar donde ya estaba la bestia, el falso profeta y el diablo (Ap
19:20) (Ap 20:10).
En toda la Biblia la muerte física se presenta como una calamidad aborrecible. Es la justa
retribución a la rebeldía humana. Pone al descubierto la enorme miseria a la que llega el
hombre pecador. Mientras se enseñorea del hombre es la mayor y más temible de sus
desgracias. Es por esta razón que debe ser destruida.
5. El destino eterno de los pecadores
La muerte física en la tierra es temporal, y es considerada aquí como la primera muerte.
Pero el lago de fuego es definitivo y eterno, “esta es la muerte segunda”.
Esta segunda muerte tiene lugar después de la resurrección, por lo tanto, los hombres
volverán a tener su cuerpo, pero estarán muertos, porque estarán separados eternamente
de Dios. Esta resurrección para condenación, de la que también habló el Señor Jesucristo
(Jn 5:29), será terrible. Los hombres recibirán cuerpos que les durarán para siempre, pero
cuerpos pecaminosos, sujetos al dolor y el sufrimiento.
Como hemos visto, su destino final será el lago de fuego: “Y el que no se halló inscrito en
el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Allí estarán en compañía de la bestia, el
falso profeta, Satanás y todos sus demonios.
La realidad de cómo será el infierno sobrepasa a cualquier cosa que la imaginación
humana pueda producir. Un lugar de eterno tormento, en compañía de todos los
demonios, sin posibilidad de salir de él. Todo esto resulta sobrecogedor.
Notemos de paso que aquí, como en el resto de la Biblia, no se habla de ningún lugar
intermedio como el purgatorio inventado por los católicos. También se contradice
claramente la enseñanza de los testigos de Jehová que sostienen que la muerte acaba
con la existencia de los incrédulos y que por lo tanto, no hay ningún infierno.

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