Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Verdadera Comida y Verdadera Bebida

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

Sermón #3424 El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano 1

Verdadera Comida y Verdadera Bebida


NO. 3424
UN SERMÓN PREDICADO POR CHARLES HADDON SPURGEON.
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES,
Y PUBLICADO EL JUEVES 17 DE SEPTIEMBRE DE 1914.

“Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.”


Juan 6:55.

La multitud había seguido a Jesús motivada por los panes y los peces.
Él los reprende con delicadeza por haber sido guiados por un apetito tan
carnal y haber sido impelidos a seguirlo por un motivo tan burdo. Luego
les dice que hay una comida espiritual que es mucho mejor y una bebida
espiritual mucho más rica que esos alimentos que nutren el cuerpo y sa-
tisfacen los gustos animales. Después de lo cual, hablando espiritual-
mente de Sí mismo, dice: “Mi carne es verdadera comida,” comida real
que sustenta al alma; y: “Mi sangre es verdadera bebida,” bebida real, la
mejor, la bebida más verdadera, de naturaleza tal que fortifica al espíritu
para la inmortalidad.
Ustedes podrían preguntar de entrada: ¿Por qué nuestro Señor habla
de Su carne y de Su sangre como elementos separados? Traté de explicar-
les eso hace algún tiempo cuando nos reunimos en torno a esta mesa.
En la Cena del Señor debe haber pan y vino, pero pan separado del vino,
así como nuestro Señor habla de Su carne como algo separado de Su
sangre, y esto debía indicar que Él es sumamente precioso para nosotros
como un Salvador que muere. La sangre separada de la carne indica la
muerte. Es a la muerte de Jesús a la que el creyente vuelve primeramen-
te su mirada, y es al considerar al Cristo que vive y reina, y que fue in-
molado una vez, que recibimos nuestro más rico consuelo. De modo que
cuando nuestro Señor nos dice: “Mi carne es verdadera comida, y mi
sangre es verdadera bebida,” no se trata de una multiplicación innecesa-
ria de palabras o de una vana repetición de la misma idea. Con esa ex-
presión se denota a Sí mismo como el Cristo que muere.
Tomando las palabras como están, nuestro primer punto será que:
I. LA CARNE DE CRISTO ES VERDADERA COMIDA: COMIDA ESPI-
RITUAL.
La semejanza es enfática; es “verdadera comida.” Es semejante a la
comida porque la comida—o el alimento—sustenta al cuerpo. El cuerpo no
podría conservar ordinariamente su vigor—a no ser por un milagro—
excepto por el uso de alimentos. Sin pan desfallecemos, languidecemos,
Volumen 60 www.spurgeon.com.mx 1
2 Verdadera Comida y Verdadera Bebida Sermón #3424

enfermamos y morimos. De igual manera el alma sin Jesús—suponiendo


que esté viva—pronto se enferma, languidece y sufre hambre y quebran-
to.
Oh creyente, a pesar de toda tu fortaleza estarías sin energías en este
momento si Jesús no fuera tu sostén presente. Toda tu experiencia pa-
sada no serviría de nada si no tuvieras ahora a un Cristo presente en
quien depositar tus esperanzas. Sólo sería asunto de tiempo antes que te
hundieras en la corrupción de una abierta apostasía. Como a un hombre
encerrado en un calabozo y privado de comida que arrastra por unos
cuantos días una existencia sumamente dolorosa y que al final expira y
se convierte en carroña, así habrá de suceder contigo. A menos que Je-
sucristo sea tu comida diaria, regresarás a los elementos carnales del
mundo, y te volverás corrompido y depravado como otros lo son. Cristo
es el único sustento verdadero del alma vivificada. Pero observen que por
mucho que coma un hombre, la comida no siempre puede sustentarlo,
antes bien, algunas veces está débil y tendido en su lecho de languidez.
No sólo no puede sustentarlo sino que en breve es llevado a su tumba.
Pero si sus almas aprenden a alimentarse de Jesús, disfrutarán de la
bendita inmunidad prometida a los habitantes de Sion; no dirán: “Estoy
enfermo”; no morirán nunca; se alimentarán de este pan inmortal del
que comen los ángeles. Serán transportados a los asientos de los inmor-
tales en lo alto para morar para siempre con el Cristo de quien se han
alimentado, viniendo primero a Él para apaciguar su hambre, y creyendo
en Él continuamente para el sustento de su vida.
La comida no sólo proporciona sustento, sino que ayuda al crecimien-
to. El niño no puede desarrollarse para convertirse en un hombre si se le
niega su alimento diario; habrá de morir ciertamente en la infancia o en
la niñez, si está desprovisto del nutrimiento indispensable para el desa-
rrollo de su estructura corporal.
Ahora bien, hermanos y hermanas, muchos de nosotros somos bebés
en la gracia. Hemos sido llevados a los pies de Jesús, y así pertenecemos
a aquellos que constituyen Su reino, pero necesitamos crecer hasta llegar
a una edad adulta espiritual. No nos contentamos con poca fe, ni con
una débil esperanza ni con una chispa de amor. Queremos alcanzar la
perfección en las cosas espirituales, quiero decir, queremos ser hombres
perfectamente desarrollados, fuertes en la plenitud de la energía espiri-
tual, y esto sólo puede lograrse por Cristo. Sólo puedes desarrollarte con-
forme crezcas en el conocimiento de Él, y en la sujeción a la influencia de
Su Espíritu. Así como el alimento hace crecer nuestros cuerpos, así Cris-
to es el alimento de nuestras almas; Él es “verdadera comida,” pues nos
hace crecer de manera divina. Si un hombre se alimenta de la comida

2 www.spurgeon.com.mx Volumen 60
Sermón #3424 Verdadera Comida y Verdadera Bebida 3

disponible, no llegará a una absoluta perfección, pero si se alimenta de


Jesús, llegará a esa perfección. Por medio de la gracia de Dios en Cristo
Jesús hemos de llegar a la plenitud de la estatura de hombres en Cristo.
Allá arriba todos son hombres en Cristo. Todos son perfectos y sin man-
cha delante del trono, y esto es debido a que se han alimentado de esta
sagrada comida que los hace crecer hasta llegar a ser la imagen perfecta
de Aquel de quien se alimentan.
La comida no sólo sustenta y provoca el crecimiento, sino que compen-
sa el desgaste diario del cuerpo. Algunas personas olvidan que cada ejer-
cicio del cuerpo lo desgasta de la misma manera que la máquina consu-
me su combustible y se desgasta. Así como hasta una máquina de hierro
necesita ser reparada, así también este cuerpo nuestro necesita repara-
ción, y la comida con la que nos alimentamos está destinada a compen-
sar el desgaste diario al que todos nuestros huesos, músculos y nervios
están sujetos.
Amados, Jesucristo, en ese sentido, es comida. “Confortará mi alma.”
Él compensa el desgaste de la tentación, el deterioro de los cuidados, la
inquietud de los problemas, el humo y la agitación de múltiples ansieda-
des y todo lo que desgasta al hombre. Mi alma renueva una vez más su
fortaleza, como el águila, cuando sorbe del torrente que mana del pie de
la cruz.
¡Oh, creyente, pronto degenerarás! Este mundo de pecado pronto te
conducirá a rebelarte, y a perder todo lo bueno que tienes, a menos que
vayas continuamente a Cristo y te alimentes de Él. Pero si te alimentas
de Él, el mundo no te dañará; las tentaciones no te herirán; tus tribula-
ciones no te abrumarán, pues encontrarás que Su carne es verdadera
comida. La mejor comida que el cuerpo del hombre puede recibir, no
siempre puede repararlo del desgaste. Después de un cierto período de
vida, el cuerpo tiende a deteriorarse y la dieta más nutritiva no puede
impedir que el cabello, los dientes, los ojos, las piernas, los brazos y el
hombre entero muestren que la hora óptima ha pasado, y que el tiempo
del deterioro ha llegado. El hombre se encorva y se apoya en su bastón, e
independientemente de lo que coma de conformidad a la dieta más es-
tricta y al régimen del médico, con todo, le llega el tiempo del desgaste.
Los ojos se opacarán; las muelas fallarán porque ya son sólo unas cuan-
tas, y los pilares de la casa temblarán.
Pero, amados, Su carne es “verdadera comida,” y quienes se alimentan
de Él aun en la vejez fructificarán. Estarán vigorosos y verdes, para
anunciar que Jehová es recto. Sus últimos días serán sus mejores días, y
en lugar de declinar, cobrarán fuerzas con la multiplicación de sus años
hasta el preciso instante en que el corazón y la carne fallen, y entonces

Volumen 60 www.spurgeon.com.mx 3
4 Verdadera Comida y Verdadera Bebida Sermón #3424

será cuando la fortaleza de sus almas y su eterna porción les serán reve-
ladas más plenamente.
Además, la comida es un gran supresor del dolor y la enfermedad. Sin
comida, o sin alimento de algún tipo, la constitución interna del hombre
se llena de tormento y angustia. Amargos son los asedios del hambre. Tal
vez ningún dolor, con la excepción de la sed, sea más severo que el ham-
bre cuando el hombre ha estado expuesto por largo tiempo a ella. Sin
duda la carencia es la raíz de multitudes de enfermedades del pobre. Una
dieta generosa es con frecuencia más benéfica para el enfermo que las
mejores prescripciones médicas.
Lo mismo ocurre ciertamente con los creyentes en Cristo. Su carne es
verdadera comida en este sentido. Los dolores de la convicción y los re-
mordimientos de una conciencia culpable son anulados cuando el hom-
bre tiene a Cristo. Si un hombre está espiritualmente enfermo de mun-
danalidad, de dudas, de altivez, de envidia y de cualquier cosa que sea
una enfermedad común del hijo de Dios, bástale tener un abundante fes-
tín de la carne de Jesús, y la enfermedad se disipará. Cristo infunde tal
vigor en el sistema espiritual de Su propio pueblo cuando se alimentan
de Él, que echa fuera enfermedades a semejanza de los hombres fuertes
que las eliminan por la pura fortaleza de su constitución. Bienaventura-
do y feliz es el hombre que come esta carne, pues es verdadera comida en
ese sentido.
Además, nosotros utilizamos constantemente la comida para el desa-
rrollo de la fuerza. Un hombre mal alimentado no puede levantar los pe-
sos que puede levantar otro hombre que goza de una dieta más rica en
su mesa. La escasez de comida conlleva la ausencia de fuerzas. Ahora
bien, Cristo Jesús es el único alimento que puede fortalecer a Su pueblo
para el servicio. Aliméntense de Él y entonces correrán y no se cansarán;
caminarán y no se fatigarán. Él es verdadera comida, porque nos da una
fortaleza ilimitada. Reviste al hombre mortal con el poder de Dios. Hace
que el cristiano más débil de la Iglesia, cuando se alimenta de Cristo, sea
como un gigante para sufrir o para obrar.
No puedo extenderme sobre todos estos puntos, aunque hay suficiente
contenido en cada uno de ellos para predicar un sermón; pero, amado hi-
jo de Dios, busca a Cristo y no te quedes satisfecho mientras no seas
alimentado y nutrido diariamente de Él.
La palabra “verdadera” le da a la frase un aire de fuerte protesta. Te-
nemos que tomar ésto en consideración. ¿Por qué dice que Su carne es
verdadera comida? Es en oposición al alimento meramente animal y corpo-
ral, que es comida, pero no es comida verdadera. La gente piensa que el
pan es nutrimento sólido. Y sí lo es, hablando de cierta manera, pero,

4 www.spurgeon.com.mx Volumen 60
Sermón #3424 Verdadera Comida y Verdadera Bebida 5

¿qué es lo que sustenta? Sustenta al cuerpo, y el cuerpo, se dice, es sus-


tancial. Y verdaderamente lo es, para el ojo y para el tacto; pero, ¿qué es
el cuerpo? ‘Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo; la
hierba se seca, y la flor se marchita; ciertamente la gente es hierba.’ Este
cuerpo está tan poco tiempo aquí y se disuelve tan rápido, que puedo de-
cir sin temor a equivocarme que es sólo una sombra; y el alimento que
nutre a la sombra no es sino sombra. ¿Y qué es el alma dentro de noso-
tros? Vaya, eso, dices, es algo irreal. Ciertamente lo es, señores, para el
olfato, para la vista, para el tacto; pero no para el pensamiento real. Lo
real acerca de un hombre es su yo interior, que no se puede ver: su yo
inmortal, secreto, impalpable, invisible: eso nunca muere. El diente del
tiempo no lo toca, ni la guadaña de la muerte lo siega. El alma es lo real,
no el cuerpo; y, señores, el alimento que nutre al alma es después de to-
do el alimento real, aunque los hombres del mundo den la vuelta y di-
gan: “¡Ah, no!, el pan y el queso que ponemos en nuestra boca, eso es lo
real; danos abundancia de eso.” Señores, eso es una sombra; pero la
verdad que le dan a sus almas para nutrirlas, eso es lo que a los ojos de
Dios, a los ojos de los sabios y a sus ojos, si tienen algún discernimiento
espiritual, es verdaderamente comida.
Es verdadera comida, en contraste con las comidas típicas del Antiguo
Testamento. Existía la Cena Pascual, la cual ciertamente era una fiesta
gloriosa, cuando por ella el pueblo salió de Egipto gozándose. Sí, pero só-
lo fue una liberación de una esclavitud temporal común; pero quienes
comen el Cordero Pascual son liberados de la servidumbre de la muerte y
del infierno, pues Su carne es verdadera comida. En el desierto comieron
el maná. Sí, pero cada día parecía hablarles acerca de su propio carácter
insustancial, partiendo del hecho de que si lo guardaban hasta la maña-
na siguiente, criaba gusanos y hedía.
Pero nuestro Señor Jesucristo es alimento que no se corrompe nunca.
Aliméntense de Él, atesórenlo en sus corazones, y no encontrarán allí
ninguna corrupción, ni tampoco morirán. En el antiguo tabernáculo y en
el templo estaban los panes de la proposición, los cuales eran comida pa-
ra los sacerdotes. ¡Ah, pero el pan de la proposición no era más que un
tipo!, y para el sacerdote, sin importar cuán devotamente pudiera recibir-
lo, el pan de la proposición, en sí mismo, no era un alimento para su yo
real, sino solamente para su estructura corporal.
Y pudiera decir lo mismo del pan que tenemos puesto aquí sobre la
mesa esta noche; no hay nada en él; es un mero emblema y un signo. Pe-
ro la carne de Cristo es verdadera comida. Cuando he visto este texto co-
locado algunas veces sobre la mesa comúnmente usada para lo que lla-
man: el “Sacramento,” he temblado por temor a que la gente sea condu-

Volumen 60 www.spurgeon.com.mx 5
6 Verdadera Comida y Verdadera Bebida Sermón #3424

cida al aflictivo y antinatural error de la transubstanciación. Cuando


nuestro Señor dijo: “Mi carne es verdadera comida,” Él no podía referirse
al pan que estaba sobre la mesa, pues la Cena del Señor no había sido
instituida. En este texto particular, de cualquier manera, no puede haber
ninguna alusión de ningún tipo a lo que algunos llaman: “la Misa,” y
otros: “el Sacramento,” porque estas cosas no fueron expuestas por
nuestro Señor sino hasta unas pocas horas antes de Su muerte, y Él ha-
blaba en aquel momento meses antes de aquel tiempo. Amados, el pan es
pan y nada más que pan, y en la medida en que les señala, como un pos-
te de señales, la carne real de Cristo, en esa medida está bien. Si se de-
tuvieran allí, sólo puedo decir al respecto que el pan es comida, pero la
carne de Cristo es verdadera comida.
Cuando nuestro Señor dice: “Mi carne es verdadera comida,” clara-
mente la distingue de cualquier otro tipo de comida para el alma. Hay mu-
chos tipos de comida para el alma. Algunos hombres alimentan sus al-
mas de sus propias obras. “¡Oh!”—dicen—“hemos orado; hemos ayuna-
do; hemos dado a los pobres; hemos sido rectos; hemos sido justos”; y su
alma se alimenta de eso, aunque es puro viento. Pero si confiaran en
Cristo, eso sería verdadera comida. Algunos se alimentan de ceremonias.
Han sido bautizados, confirmados y no sé qué otras cosas más. Excelen-
tes exquisiteces son éstas, pero todo es puro viento. La recepción de Cris-
to en el alma y la confianza en Cristo para la salvación, esa es verdadera
comida. Algunos han crecido con falsas doctrinas, o con doctrinas verda-
deras pero exageradas, y estas los llevan a un desarrollo muy sutil de
arrogancia y de intolerancia que no constituyen ningún alimento sólido
para la mente humana. Pero, ¡oh, amados!, cuando un hombre puede
decir: “Mi esperanza está únicamente en el Crucificado; lo miro a Él cada
día; mis meditaciones están en Él; mucha de mi lectura es acerca de Él;
todas mis oraciones son enviadas al cielo a través de Él; mis alabanzas
son para Él; Él es el gran gozo de mi alma, y el consuelo y la fortaleza y
la ayuda”; entonces recibe la verdadera comida; será un hombre fuerte
que vencerá su pecado; será un hombre santo, un hombre feliz, un hom-
bre celestial, y dentro de poco será llevado a morar donde Jesús está, de
quien se ha alimentado.
Espero haber expuesto ésto claramente. Pensar en Jesús, confiar en
Jesús, eso es comer, y Jesús mismo es el alimento. Quienes confían en
Él y descansan en Él, obtienen el mejor alimento del alma. Reciben ver-
dadera comida.
II. LA SANGRE DE CRISTO ES VERDADERA BEBIDA.
Como la bebida sustenta al cuerpo, así nos sustenta la sangre de Je-
sús, es decir, los méritos de Su sacrifico expiatorio. El cuerpo no puede

6 www.spurgeon.com.mx Volumen 60
Sermón #3424 Verdadera Comida y Verdadera Bebida 7

ser robustecido sin algún líquido; el sistema lo necesita. El alma no pue-


de ser sustentada sin considerar y descansar en el sufrimiento vicario de
Jesús. Que Jesús murió en mi lugar y sufrió por mi pecado, debe esti-
mular mi esperanza, mi consuelo y mi gozo, en una palabra, mi alma en-
tera, tal como la bebida vigoriza el sistema físico.
La bebida refresca el cuerpo. El viajero está desfallecido; es un día cá-
lido, ardiente. Cuán diferente se mira el hombre cuando lava su rostro en
ese fresco riachuelo, y cuando sorbe un trago dulce y refrescante. Y así la
sangre de Jesús refresca al hombre que en ella confía. Si yo confío en
que Jesús fue castigado por mí, y me queda claro que Jesús murió por
mí, ¡cómo parece que mi alma recibe una nueva vida, cómo revive! Aun-
que estuviera muerto, quien creyera en ésto viviría. Quien pudiera con-
fiar en la sangre preciosa, aunque la desesperación lo asiera en un ata-
que de desfallecimiento de tal forma que no pudiera mover ni manos ni
pies, si esta preciosa doctrina de un Salvador que muere por el hombre
fuera creída por él, su corazón y su espíritu revivirían de inmediato.
La bebida también limpia el cuerpo. No me refiero al lavamiento, sino a
que la recepción del agua dentro del sistema enjuaga todos los diversos
segmentos del cuerpo, y sin duda el líquido siempre ejerce sobre el cuer-
po humano una saludable influencia a menos que sea tomada, de la ma-
nera que sea, inmoderadamente. Es, en gran medida, convertida en un
fluido vital del sistema.
Ahora bien, siempre que reciben a Jesucristo en su alma, ¡cómo puri-
fica las venas cuando la sangre no está bien! Cómo elimina todas las im-
purezas del sistema espiritual; y entre más llegues a descansar en un
Cristo que derrama Su sangre, más seguro estás de ser liberado de tus
pecados: me refiero a tus pecados reinantes, a tus pecados asediantes
que sólo pueden ser vencidos por la sangre del Cordero. La sangre de
Cristo es verdadera bebida.
La bebida también alegra al hombre. Cuántos corazones desfallecien-
tes han sido animados cuando se les ha ofrecido un trago refrescante; el
desfallecido ha abierto sus ojos y ha sonreído. Y, ¡oh!, cómo los pensa-
mientos de un Cristo agonizante reviven al alma desfallecida, y hacen
cantar al espíritu que una vez estaba listo a gemir y clamar: “estoy olvi-
dado; he sido abandonado; estoy perdido.”
Noten la palabra: “verdadera,” que regresa de nuevo: “Mi sangre es
verdadera bebida,” en oposición a toda bebida carnal, pues como dije
acerca del alimento, que sólo es una sombra que sustenta a una sombra,
lo mismo sucede con la bebida: es sólo una sombra que sustenta a una
sombra. La sangre de Cristo sustenta al espíritu; por tanto, es verdadera
bebida.

Volumen 60 www.spurgeon.com.mx 7
8 Verdadera Comida y Verdadera Bebida Sermón #3424

¡Cuán superior es a todas las bebidas típicas! Existía el agua que ma-
naba de la roca cuando era golpeada; existían las diversas bebidas que
acompañaban a las ofrendas, pero Jesús es la plenitud de la cual estas
cosas no eran sino los tipos.
Cristo dice: “Mi sangre es verdadera bebida,” como si por completo ig-
norara a todas las otras bebidas del alma. Algunos hombres beben hasta
quedar empapados del placer terrenal. Otros beben hasta quedar infla-
dos con su propia justicia. El diablo tiene sus copas, y sabe cómo llenar-
las hasta el borde, y hacerlas relucir y fascinar al ojo. Pero aunque las
almas de los hombres den sorbos de esas pociones hasta llegar a las he-
ces, nunca quedarán satisfechos, y en el mundo venidero su miseria será
mayor si tuvieron alguna satisfacción aquí. Pero, ¡oh!, si tu alma puede ir
a la sangre preciosa de Cristo y descansar allí, y si te puedes regocijar
porque Jesús murió por ti, puedes beber, pero nunca quedarás ebrio;
puedes beber, pero nunca conocerás la saciedad; puedes beber, y ten-
drás una satisfacción que nada puede destruir, que ni el tiempo ni el há-
bito pueden volver insípida a tu paladar, y de la que la eternidad no será
más que una bendita prolongación.
Bebe, alma sedienta, bebe de la fuente de la sangre del Salvador, y
nunca más tendrás sed, sino que clamarás: “tengo suficiente; he encon-
trado en la sangre expiatoria de Jesús todo lo que mi alma necesita.”
Junten estas dos cosas. Pareciera, de acuerdo al texto, que:
III. NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO ES COMIDA Y BEBIDA A LA
VEZ.
Entonces quisiera que notaran la adecuación de Jesucristo para las
necesidades del hombre. El hombre necesita comida y bebida. Jesús es
todo lo que el hombre necesita. Tú necesitas perdón; lo tienes en Cristo.
Necesitas vida, vida eterna: la tienes en Cristo. Necesitas paz, consuelo,
felicidad: todo lo tienes en Cristo. Ninguna llave se ajusta tan bien a una
cerradura como Cristo al pecador. Tú estás vacío, Cristo está lleno. No
puedes tener una necesidad que Él no pueda suplir. Nunca hubo ni ha-
brá un alma que esté más allá del alcance del poder de Jesús. ¡Oh, cuán
apropiado Salvador es para mí! Puedo decir eso, pues si Jesucristo hu-
biera sido enviado a este mundo únicamente por mí, no habría podido
adecuarse mejor a mí de lo que lo hace; y si hubiera sido enviado única-
mente por ti, pobre y trémulo pecador, no habría podido adecuarse a ti
mejor de lo que lo hará. Vaya, cuando pienso en Jesús, Él pareciera ser
todo mío, y estoy seguro de que no puedo permitirme prescindir de una
porción de Él. Lo necesito completamente, y Él llena exactamente mi al-
ma hasta el borde, y tú descubrirás que así es Él para ti. Él será tu ali-
mento y tu bebida, y si lo tienes a Él, dirás—

8 www.spurgeon.com.mx Volumen 60
Sermón #3424 Verdadera Comida y Verdadera Bebida 9

“Todo lo que yo pudiera desear


En Ti se encuentra ricamente;
No hay para mis ojos luz tan amada,
Ni amistad que sea ni la mitad de dulce.”
Entonces si Jesucristo es comida y bebida a la vez, ¡qué plenitud hay
en Él! No es únicamente una cosa y no es únicamente la otra, sino que
es ambas. Un hombre que tuviera abundante comida moriría, sin impor-
tar que comiera lo que quisiera, si no tuviera nada que beber; un hombre
que tuviera abundancia de bebida moriría, si no tuviese nada sólido que
comer. Jesús no nos da una parte de la salvación; nos la da toda. En Je-
sucristo encontrarán todo lo que necesitan entre el infierno y el cielo. A
lo largo de todo el camino, desde las puertas de la Gehena hasta las
puertas de perla del paraíso, Él suplirá la necesidad de cada peregrino.
Su pueblo está constituido por millones de millones, y con todo, cada
uno recibe de Él todo lo que necesita, pues “Agradó al Padre que en él
habitase toda plenitud.” Observen esas palabras: “Toda plenitud.” “Pleni-
tud” es una gran palabra, pero “toda” plenitud es una palabra mayor, y
toda plenitud habita en Él, esto es, permanece siempre en Él, siempre es
plenitud y siempre permanece siendo toda plenitud; esa es la mayor de
todas las palabras. Él es tanto comida como bebida; Él es todo lo que ne-
cesitamos.
Consideren, también, que si Cristo es comida y bebida a la vez, ¡cuán-
ta necesidad tenemos de Él!, porque no hay necesidad mayor en el mun-
do, supongo, que la necesidad de alimento, de comida y bebida. Cuando
oyes el grito de “¡Fuego!,” en la calle, te sobresaltas; pero los que han oí-
do el grito de “¡Pan!” en un disturbio, cuando hay escasez de pan, co-
mentan que el grito de “¡Fuego!” no se compara con el del hambre. Hay
algo tan penetrante, tan terrible, tan determinado, tan feroz, tan seme-
jante al aullido de las bestias salvajes en los hombres y en las mujeres
que claman por pan, que resulta ser el sonido más espantoso. Y “¡Agua!”
¡Qué palabra debió ser esa para un número de pobres desventurados que
estaban encerrados en el ‘Hoyo Negro de Calcuta,’ que gritaban a través
de aquellas ventanitas a los guardias que estaban afuera pidiéndoles algo
de beber; y que extendían sus manos y les suplicaban que los apuntaran
con sus carabinas y les dispararan, antes que dejarlos morir allí una
muerte lenta de sofocación y de sed! Cuando introducían un poco de
agua donde estaban ellos, cómo peleaban y luchaban por ella, por si al-
guien pudiera conseguir alguna gota de agua, o chupar un pañuelo que
hubiera sido sumergido en el agua, y así aguantar un poco más.
Ahora, nadie puede tener una mayor necesidad que una carencia real
de pan y agua, pero eso es lo que ustedes necesitan, mis queridos ami-
gos. Ustedes necesitan a Cristo; sus almas necesitan precisamente ese
Volumen 60 www.spurgeon.com.mx 9
10 Verdadera Comida y Verdadera Bebida Sermón #3424

pan y esa agua. Si no tienes a Cristo, no pienses que eres rico y que te
has enriquecido, pues en verdad estás desnudo y eres pobre y miserable.
Si no confías en Él, si no lo amas, si no le sirves, tu pobre alma no tiene
ni una sola gota para beber. ¿Qué puede hacer sino morir? Y, ¡oh!, ¿cuál
ha de ser su desventura cuando tu alma pida una gota de agua para re-
frescar su lengua, atormentada en esa llama? Mientras otros están dán-
dose un festín, tú tendrás el crujir de tus hambrientos dientes que se
convertirá en tu porción. Que Dios les conceda que no sea tan cruel para
sus almas como para que se mueran de hambre por ir sin Cristo.
Sí, y si Cristo es comida y bebida, cuánta necesidad hay de una verídi-
ca recepción de Él. Si tienen comida y bebida, no se puede darle ningún
otro uso que no sea comerla y beberla. Lleven comida a un hambriento;
preséntensela con su dedo y pregúntenle: “¿No te sientes mejor?” “No,”
responde. “Mírala, hombre; mírala.” “No, porque me da más hambre.”
“Pero córtala; aquí está el cuchillo.” “¡Oh!,” dice, “¿de qué me sirve eso?
Te burlas de mí; necesito ponerla entre mis dientes; necesito introducirla
en mi sistema, pues de lo contrario no me sirve de nada.”
Oyente, ¿de qué te sirve venir y escuchar, domingo tras domingo, pero
sin decidirte nunca a confiar en Cristo, ni introducirlo en tu alma? Vaya,
ustedes sólo me oyen, por decirlo así, derramar el agua, pero no la be-
ben. La ven brillar mientras les hablo de ella, pero no la reciben. ¿De qué
les sirve eso? ¡Oh!, algunos de ustedes perecerán; perecerán teniendo el
pan a su alcance, y con el límpido arroyo de la vida eterna fluyendo a sus
pies. ¡Oh, por qué esa insensatez! No sucede así con otras cosas. Los
hombres no se contentan con ver el oro; quieren llevarlo a casa y ponerlo
en sus bolsillos. ¿Cómo es que se contentan con oír acerca de Cristo, con
hablar acerca de Cristo, pero nunca piden la fe real, ni la unión vital con
el Señor Jesucristo? Ocúpense de ésto, o la muerte se ocupará de uste-
des.
Además, si Jesucristo es comida y bebida a la vez, amados en el Se-
ñor—les hablo a ustedes ahora—¡cuánta razón hay para dar gracias!
Comenté durante la lectura que si un hombre se sienta a comer y a be-
ber sin dar gracias, es muy descortés y muy semejante a las bestias.
Bien, entonces, alma mía, siempre que vengas a alimentarte de Cristo,
siempre que pienses en Él—y eso debería ser siempre—da gracias siem-
pre. El verdadero espíritu cristiano es de un agradecimiento perpetuo.
Me gusta comentar acerca de un querido amigo que está presente
ahora, quien, cuando comenzaron las nieblas de Noviembre, un domingo
por la mañana me dijo: “yo le digo a toda mi familia que esté más alegre
que nunca ahora que ha llegado el clima sombrío, como para desechar
todas estas cosas que nos rodean, manteniendo una alegría interior.”

10 www.spurgeon.com.mx Volumen 60
Sermón #3424 Verdadera Comida y Verdadera Bebida 11

Ahora, tú te estás alimentando siempre de Cristo, y entonces, cada vez


que te alimentes deberías dar gracias; por tanto, como siempre te estás
alimentando de Cristo, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos!” En la antigua Iglesia solían llamar a esta Cena, como noso-
tros lo hacemos a veces ahora, “la Eucaristía”: la acción de gracias. Bien,
la vida del cristiano debe ser una constante Eucaristía, y como siempre
se alimenta de Jesús, siempre debe hacerlo con este tributo de alabanza:
“¡Gracias a Dios por su don inefable!”
Sí, y si Jesucristo es comida y bebida, entonces aquí tienen una razón
por la que ustedes que son cristianos, deberían ser muy diligentes para
hablar de Él a otros: para repartirlo. ¡Oh!, si tuviéramos esta casa llena de
pan esta noche, y hubiere una hambruna en todo Londres, en el barrio
del este de la ciudad, en el barrio del oeste, y en el norte de la ciudad, y
en el sur, y los hombres cayeran muertos en las calles, y se estuvieran
amontonando allí afuera, en Elephant and Castle y en Newington Cau-
seway, sé lo que diría si el pan me perteneciera a mí: “¡Hermanos y her-
manas, vengan y ayúdenme a sacar el pan por las ventanas! ¡Que entren
por todas las puertas; que se apretujen en cada ventana y que reciban
algo de comer!” Y si estuvieran sedientos y tuviéramos las llaves del agua
colocadas aquí, y no hubiera disponibilidad de agua en ninguna otra par-
te, ¡oh!, estoy seguro de que no hay ningún niñito aquí que no estaría
contento de tomar su latita para repartir un trago de agua a la gente se-
dienta.
Bien, entonces, ustedes, que cuentan con pocas habilidades y que
aman a Cristo, háblenles de Él a los otros. Él es comida y bebida para los
hambrientos y para los sedientos. Si fuera meramente un lujo, yo no in-
sistiría; pero como es una verdadera necesidad para los moribundos hi-
jos de los hombres, háblenles acerca de Él, y si lo despreciaran, bien, en-
tonces, ustedes habrían hecho su parte; pero si perecen sin que ustedes
les hablen de Cristo, su sangre de ellos estará a vuestra puerta. ¡Oh!,
piensen cuando regresen a casa esta noche, andando por las calles, si es
que hay en alguna casa junto a la que pasen, algún habitante que pudie-
ra acusarlos de haberlo olvidado. No permitan que siga siendo así, sino
que, como Su carne es verdadera comida y Su sangre es verdadera bebi-
da, busquen repartir a Jesucristo a las multitudes hambrientas, para
que queden satisfechas.
Que el Señor los bendiga ricamente, por causa de Su nombre.

Nota del traductor:


El Hoyo Negro o el Agujero Negro de Calcuta: Así lo cuentan las fuen-
tes: Siraj ud-Daulah ordenó que 146 soldados británicos y civiles euro-

Volumen 60 www.spurgeon.com.mx 11
12 Verdadera Comida y Verdadera Bebida Sermón #3424

peos fueran trasladados al Agujero Negro, una prisión de siete metros


de ancho y escasos cinco metros y medio de largo. Sordo a las súpli-
cas de los reos, los vencidos fueron hacinados en aquel inmóvil vagón de
la vergüenza, sin alimentos ni agua. Tan sólo un soplo de aire, que se in-
sinuaba por las dos ventanas de la cárcel, podía sostener el hilo y la es-
peranza de tantas vidas. No obstante, las gruesas barras de acero impe-
dían la ventilación del recinto, y las llamas que crepitaban en el fuerte
sugerían una atmósfera de mayor opresión.
De la mazmorra –con la puerta a punto de reventar–, brotaba un grito
unánime, que apelaba a la piedad de los verdugos. Como en el poema de
León Felipe sobre Auschwitz, el Agujero se convirtió en un “lugar don-
de no se podía tocar el violín,” porque en su interior se rompían las cuer-
das de todos los violines. Semejaba un animal herido en la noche al que
se niega el compasivo y postrero tiro de gracia. Dos o tres hombres lo
custodiaban en cada turno: no faltaron los intentos de soborno, pero la
perfidia se guardaba las monedas en el bolsillo y desatendía las prome-
sas de la liberación.

http://www.spurgeon.com.mx/sermones.html
Oren diariamente por los hermanos Allan Roman y Thomas Montgomery,
en la Ciudad de México. Oren porque el Espíritu Santo de nuestro Señor
los fortifique y anime en su esfuerzo por traducir los sermones
del Hermano Spurgeon al español y ponerlos en Internet.
Sermon #3424—Volume 60
MEAT INDEED, AND DRINK INDEED

12 www.spurgeon.com.mx Volumen 60

También podría gustarte