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Za Balza

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La leyenda

insurgente
Jorge Zabalza

La leyenda
insurgente

EDICIONES DE LA ESTACA
© 2019 Jorge Zabalza
La leyenda insurgente
zurdatupa@gmail.com
Montevideo, Uruguay

Corrección de estilo: Edda Fabbri


Diseño de tapa: Cecilia Duffau
Ilustración de tapa: Alejandro Duffau
Diseño interior: Cecilia Duffau

Impreso en Uruguay

ISBN 978- 9974-


Ricardo, hermano mío, sobrevivir no otorga derecho a olvidar
las palabras que dijimos medio siglo atrás. Este ensayo pretende
recuperar parte del arsenal simbólico por el que Jorge, Alfredo y tú
dieron la vida. Pretende ver la leyenda patria desde la montonera
de todas las sangres, la que rodeó al Artigas despeinado y sin
uniforme. Es que, antes de voltear paredes y muros, las futuras
insurgencias necesitarán desprender esa historia del carro de los
poderosos.
A Veronika y al amor en tiempos de cáncer. Deseo que algún
día puedas rehacer los pedacitos de vida que te arrebaté.
A Laura y las mil esquinas abiertas. Aunque ya no somos
aquellos dos, deseo reencontrarnos mil veces más en alguna de
ellas.
A Juan y la esperanza. No hay duro que no se ablande ni túnel
del que no puedas salir con tus solas fuerzas.
A Iván y la curiosidad. Aunque nadie puede decirte adónde
vas, algún día querrás saber de dónde venís y ahí va este ensayo.
Los amo.
“Empuñé un arma porque busco la palabra justa.”
Paco Urondo
Primer cuaderno

La invasión
Capítulo 1. Alejo García

El portugués Alejo García llegó al “río como mar” el 2


de febrero de 1515 en la expedición de Juan Díaz de Solís. Un
grupo de guaraníes los atacó apenas desembarcaron y Alejo, el
sobreviviente, presenció uno de los rituales más antiguos: los
vencedores se comieron a Solís y buena parte de su tripulación.
Con otros tres portugueses y 14 españoles, Alejo logró huir
hasta Porto dos Patos –hoy Florianópolis– y allí, en la costa
brasileña, vivió durante ocho años en contacto con la población
tupí. Lo enteraron de que existía la “sierra de plata” y el reino
del inca Huayna Capac, el “rey blanco”. Su codicia hizo el resto.
Cuentan que Alejo logró organizar un safari que atravesó
medio continente en busca del país donde esperaban la plata y
el oro. Dos mil tupíes condujeron a cinco españoles por senderos
que solamente ellos conocían y donde los extranjeros se perdían a
la menor distracción. ¿Cómo fue que cinco europeos lograron que
cientos de guaraníes los guiaran a lo largo de 2.700 quilómetros
a través de la selva? Por muy bien armados que estuvieran, no
dejaban de ser apenas uno entre 400. No conocemos la versión
tupí de los acontecimientos, quienes tal vez hayan hecho acuerdos
con Alejo para acompañar a la expedición.
La cuestión fue que, en 1524, salieron de la costa atlántica
hacia el Alto Perú. Luego de cuatro meses de caminata, Alejo fue
el primer europeo en ver el río Paraguay, razón suficiente para ser
recordado como descubridor del Paraguay por la iconografía. En
realidad, fue conducido hasta allí por quienes llevaban miles de
años pescando, navegando y zambullendo en esas aguas.
El adelantado Domingo Martínez de Irala llegó a ese mismo
río dos décadas después. Continuador de la aventura de Alejo y,
por ende, preocupado por la suerte que había corrido, interrogó
a varios indígenas, de cuyas declaraciones informó a la Corona,

···15
que las encajonó en el Archivo General de Indias.1 Los testimonios
permitieron reconstruir las peripecias de la expedición de Alejo,
cruzaron el Chaco y, tras pasar tremendas penurias, llegaron a
las sierras andinas más orientales, cerca de Cochabamba. Estaban
a tan sólo 150 quilómetros del Cerro de Potosí, donde el mito
se hacía realidad y el vientre de la montaña era pura plata. No
pudieron pisar la tierra prometida, pero se consolaron saqueando
poblados, robando objetos de oro y plata y capturando esclavos.
Satisfechas sus ansiedades, embalaron los tesoros y se embarcaron
aguas abajo por el Paraguay. En la retirada murieron Alejo García
y sus compañeros europeos. Una versión sostiene que los mataron
los payaguás en una emboscada, pero, según otros, fueron sus
mismos acompañantes guaraníes. Lo cierto es que Alejo yace
enterrado en la actual San Pedro de Ycuamandiyú.
La historia escrita sobre Alejo García confirma la parcialidad
con que se redactó la leyenda del “encuentro entre culturas”, el
relato de la invasión y el genocidio que dejaron los escribidores
europeos. Sus versiones escritas se transformaron en verdad
absoluta e irrebatible, fueron propagadas por las poleas de
trasmisión de la hegemonía: instituciones de educación, calendario de
conmemoraciones, simbología patriotera y nomenclátor de las ciudades.
La leyenda europeizada, que los pueblos latinoamericanos
aprendieron a reverenciar, los hace pensar con cabeza de origen
europeo, les impide mirar la falsa historia con ojo crítico e
investigar las evidentes contradicciones con la realidad.

12 de octubre de 1492

Durante siglos los pueblos escandinavos conservaron sus


sagas, narraciones de un pasado mítico mezclado con relatos
de la expansión territorial de los vikingos, que se trasmitieron

1. Confirma el discurso dado por el historiador paraguayo Roberto Quevedo, el


21 de setiembre de 2005, en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño de Rio
de Janeiro, que se pueden leer en el anuario del año 2005 editado en Asunción
por la Academia Paraguaya de la Historia.

16 ···
oralmente durante siglos. Las sagas contaban la colonización
de Islandia y de Groenlandia a mediados de los 800 con el
liderazgo de Erik Thorvaldsson, el Rojo. De Groenlandia a
la costa de América del Norte queda una distancia mucho
menor que de Escandinavia a Islandia y, por consiguiente, fue
muy lógico que los vikingos llegaran a Terranova, Canadá.
La saga de Erik el Rojo2 relata el viaje de Bjarni Herjojfsson,
que iba a Groenlandia en busca de su padre, pero las tormentas
lo desviaron y llegó a orillas canadienses, sin atreverse a tocar
tierra. En cambio, Leif Eriksson, uno de los hijos de El Rojo,
que compró el barco de Bjarni, no sólo desembarcó en Canadá,
sino que sus 35 tripulantes pasaron un invierno en su costa.
Thorvald Eriksson, su hermano, se asentó en esas tierras durante
dos o tres años hasta que murió en uno de los ataques de los
indígenas. Años más tarde, un tercer hermano Eriksson, de
nombre Thorstein, anduvo a la deriva por la costa canadiense,
pero volvió a Groenlandia. Un hijo de Thorfinn Karlsefni, otro
vikingo, fue el primer niño europeo en nacer en tierras americanas.
Hasta que se descubrieron evidencias arqueológicas que
comprobaron la presencia vikinga en Terranova, se desconfiaba de
la autenticidad de las sagas. En 1959 un matrimonio de arqueólogos
noruegos encontró un asentamiento vikingo, L’Anse aux Meadows.
En los años 70 otro arqueólogo, danés, descubrió al norte de
Terranova una veintena de útiles de evidente origen vikingo. Ya en
el siglo XXI se descubrió una fundición de hierro al sur de Terranova,
indicio de un posible asentamiento. Finalmente, investigaciones
recientes del ADN de cuatro familias de islandeses, 80 personas,
demostraron que tenían una mujer indígena entre sus antepasados.
Surcaron en precarias embarcaciones el Atlántico Norte hacia el
oeste; los impulsaban motivos diversos, pero nunca se asentaron
en el Nuevo Mundo… ¿eran menos conquistadores y bestiales que
los españoles? Para nada, simplemente los hijos de Erik el Rojo no
estaban consumidos por el fuego que devoraba a Cristóbal Colón

2. Anónimo. Saga de Erik el Rojo, Editorial Nórdica, Madrid, 2011.

···17
y los suyos. A la audacia vikinga le faltaba la irracionalidad de
la reproducción ampliada. Los vikingos llegaron al Abya Yala
un siglo antes de las salvajadas de la revolución industrial.
Cristóbal Colón reclutó su primera tripulación entre los
marinos y soldados que merodeaban los caminos de España, la
morralla sobreviviente a cuatro siglos de cruzadas, masacres
y rapiñas a moros y judíos. Todos ellos mercenarios con harta
experiencia en piratería mediterránea que, dada la situación
social de la España Negra, no tuvieron más remedio que hacerse
ladrones, mendigos o curas. Ellos surcaron el océano tras el mito
de una “tierra prometida” donde encontrarían fortuna, fama y
títulos de nobleza, el símil católico de la “tierra sin mal” de los
guaraníes.
En la segunda expedición de Colón se enrolaron alrededor
de 1.500 hombres. Cargaron las 17 naves con utensilios,
herramientas, animales y plantas: toros, vacas, caballos, cerdos,
ovejas y gallinas, semillas diversas, caña de azúcar y árboles
frutales. Trajeron los primeros espejitos y cuentas de colores,
cascabeles, paños y medicinas. Venían pilotos, labradores,
carpinteros, albañiles y otros artesanos. Los Reyes Católicos y el
almirante Colón habían firmado las Capitulaciones de Santa Fe
consignando el muy cristiano propósito de catequizar y civilizar
a los infieles. El personal seleccionado parecía más idóneo
para la rapiña que para evangelizar a nadie. Además, como los
reyes necesitaban pagar a los prestamistas que financiaron la
expedición, se autoproclamaron dueños del oro, la plata, perlas
y demás tesoros que se consiguiesen, salvo el 10 por ciento que
otorgaron a Colón, quien también debía pagar sus deudas. En la
letra chica desaparecieron los Evangelios.
En 1493, al año de haber llegado a la costa de lo que creían eran
las Indias, fundaron la Factoría Colombina en la isla bautizada La
Española. Decían que era un enclave comercial, pero en realidad
fue la base de las incursiones contra los arawaks que vivían allí
desde hacía milenios. Como algunos de éstos se negaban a ser
esquilmados y se escondían en la selva, los esclavizaron por la

18 ···
fuerza de las armas. Colón envió a la madre patria 500 esclavos
para ser vendidos. Sus hermanos Bartolomé y Diego descubrieron
la renta que dejaba el tráfico de esclavos y se dedicaron al negocio.
El continente invadido estaba densamente poblado. Algunos
investigadores,3 muy tacaños al hacer sus cuentas, calculan que
había unos 11 millones de indígenas alrededor de 1570, mientras
que otros,4 aproximándose a la realidad desde otro punto de
vista, entienden que la población originaria era de entre 100 y
120 millones al momento de la invasión en 1492. Pertenecían a
muy diferentes etnias: maya, kuna, chibcha, misteca, zapoteca,
ashuar, huaraoni, guaraní, tupinikin, kaiapó, aimara, ashaninka,
kaxinawa, tikuna, terena, quechua, charrúa- minuán, querandí,
karajá, krenak, araucano- mapuche, yanonami y xavante. El
invasor hizo tabla rasa con esa gran diversidad cultural y política
y designó a todos con el sustantivo “indio” que, además de racista,
era erróneo pues Colón había tocado tierra muy lejos de la India.
No invadieron un espacio vacío, sino que, por el contrario,
abortaron el proceso histórico de los pueblos invadidos y
trastocaron completamente su desarrollo social, político y
económico. Colón y los suyos no descubrieron nada, por el
contrario, desmontaron un proceso cuya historia se había iniciado
antes de que Europa estuviera habitada. Agresión genocida que
continúa 525 años después, con las persecuciones y matanzas a
las poblaciones del Amazonas, los mayas de Guatemala y México,
los mapuches de Chile y Argentina, los misquitos en Nicaragua.
La historia de América Latina es la historia de la resistencia a la
agresión de los invasores, la historia de pueblos sin capitalismo
pero forzados a transitar hacia el capitalismo.
La invasión provocó la necesidad de resistir la cristianización
brutal y la introducción forzosa de la cultura y la civilización
europeas. Se reivindicó el uso de las lenguas ancestrales, rebajadas

3. Ángel Rosenblat, La población de América en 1492, Institución Cultural


Española, Buenos Aires, 1943.
4. Henry Dobbins, “Estimating aboriginal population”, en Current Antropology N°
4, University of Chicago Press, Chicago, octubre de 1965, págs 395- 449.

···19
a la categoría de dialectos, y sustituidas por los dos únicos
idiomas aceptados por el invasor peninsular. Como gran parte
de la población pensaba y soñaba en quechua, aimara y guaraní…
¿por qué debían aceptar el español como lengua oficial? El invasor
bautizó con sus nombres el continente, los países y las ciudades,
borrando la nomenclatura nativa y sustituyéndola por una
artificial, de origen europeo, cuyo colmo fue llamar América al
continente habitado por 90 millones de personas que no hablaban
español e ignoraban quién diablos era Américo Vespucio.
El nombre América convoca, respalda y legitima la memoria
del genocidio, la esclavitud y la humillación, de la complicidad
con el tráfico de esclavos convertido en una forma legal de
comercio y socialmente consentido. En nombre de la civilización,
Europa se atribuyó el derecho de destruir a sangre y fuego las
formaciones sociales que encontró. La cristianización forzosa
excluyó toda cosmovisión diferente y se tradujo en instituciones
políticas, jurídicas y económicas creadas para someter y explotar
las poblaciones originarias.5

El mejor negocio

Nicolás de Ovando partió en 1502 de Sanlúcar de Barrameda con


3 mil expedicionarios. Firmó capitulaciones que lo comprometían
a asentarse en La Española y enseñar las más modernas técnicas
agrícolas a la población arawak. También se estipulaba la verdadera
finalidad de la expedición: todo lo producido, tanto por arawaks

5. En la Cumbre Continental realizada en Guatemala en 2007, los pueblos y


nacionalidades indígenas decidieron que en adelante se autoconvocarían como
Abya Yala, “espacio permanente de enlace e intercambio, donde converjan
experiencias y propuestas, para que juntos enfrentemos las políticas de
globalización neoliberal y luchar por la liberación de nuestros pueblos hermanos,
de la madre tierra, del territorio, del agua y de todo el patrimonio natural para
vivir bien”. En el idioma de la etnia kuna –que hoy viven en Panamá y Colombia–,
Abya Yala es el nombre del continente americano y sus varios significados son
“tierra noble que acoge a todos” y “tierra joven en plena madurez’’. Rescatar la
denominación ancestral del territorio es parte del proceso de construcción de la
identidad política de un movimiento de los pueblos originarios.

20 ···
como por colonos, debía pagar un elevado tributo a la Corona. Los
Reyes Católicos querían convertir a los indígenas en contribuyentes
del fisco. De pasada, en el contrato con Ovando, decretaron el
monopolio español del comercio entre las Indias y Europa.
Según denunció fray Bartolomé de las Casas en su Historia de
las Indias (escrita entre los años 1527 y 1559), Ovando transformó
a la isla La Española en un inmenso predio minero servido por
la inerme población indígena y fue responsable de la hecatombe
de los antillanos que se rebelaron.6 Los españoles implantaron
un sistema de privilegios feudales –era su manera de vivir, la
única que conocían– que estableció una relación de servidumbre
(amo/esclavo) en su vínculo con las poblaciones originarias.
En los papeles, los expedicionarios era simples mercenarios
contratados por la Corona española, pero en los hechos se
entregó la organización y gestión a la iniciativa privada;
los empresarios adelantaban de su peculio el costo de cada
expedición y, de ahí, el título de adelantados que recibían. La
inversión se amortizaba robando y explotando a los indígenas.
Las capitulaciones obraron como una especie de patente de
corso, autorizaban a resarcirse de lo invertido a costo de las
poblaciones originarias. La barbarie de las prácticas cotidianas
transformó en genocidio y esclavitud la finalidad civilizadora
anunciada con bombos y platillos en las capitulaciones.
Los emprendedores hicieron abortar el desarrollo histórico
de los pueblos originarios, muy diferente al europeo y que
no tenía por qué desembocar inevitablemente en el modo
capitalista de producción. Sin embargo, carecían de un proyecto
político propio; aunque el motor de la invasión fue la empresa
privada, no se imaginaban constituyendo un embrión capitalista
independiente del capitalismo europeo. Desembarcaban con
la única finalidad de conformar un sistema de extracción del
oro y la plata que serían transportados a Londres y Amberes
para financiar la revolución industrial. Su equipaje ideológico

6. Ángel Losada, Fray Bartolomé de las Casas, Editorial Tecnos, Montevideo, 1970.

···21
y político fueron los códigos, o mejor dicho, su ausencia, que
caracteriza al crimen organizado. Apenas tocaban tierra, los
campesinos y artesanos ibéricos transmutaban en saqueadores
y esclavistas, meros operadores de las burguesías europeas.
Salvo fray Bartolomé de las Casas y el Inca Garcilaso, que con
escaso éxito intentaron denunciar la naturaleza criminal de la
invasión, el resto de los contemporáneos transformaron en poema
romántico los ríos de sangre indígena que derramaron los europeos.
La fuente ideológica en que abrevaron los genocidas fue la autoridad
de los Reyes Católicos y el papa católico. Respaldaban la tesis de
que los pobladores originarios no tenían alma y eran una especie
de monos, como los africanos esclavizados. Los actuales abogados
de los antiguos genocidios argumentan que no se puede juzgar
con los actuales principios éticos y morales la masacre comenzada
con Cristóbal Colón. Indudablemente su mirada es una forma de
justificar la injustificable ideología que impulsó aquellos crímenes.

El reparto de las tierras

En 1493, cuando apenas habían anclado las carabelas de


Colón, el recién elegido papa Alejandro VI, nacido Rodrigo Borgia,
dictó la bula pontificia alejandrina, que declaró a sus amigos, los
reyes de Castilla, dueños de todas las tierras que se descubrieran
al oeste del meridiano que quedaba a 100 leguas de las Azores y
Cabo Verde. Consagró a los reyes propietarios del escenario físico
donde la Iglesia llevaría a cabo la conquista de las almas paganas.
El derecho de propiedad otorgado por la Iglesia tenía carácter
divino, irrevocable y el papa amenazaba con la excomunión a
quienes pusieran en dudas la voluntad de Dios. El decreto del
papa introdujo la propiedad privada donde no existía. ¿Con
qué derecho la otorgaba en nombre de un dios desconocido por
quienes tenían el derecho legítimo al territorio? ¿Con qué derecho
los monarcas de Castilla y Portugal se adueñaban de la mitad del
mundo? Simplemente por el poder de sus armas: la propiedad
realenga de la tierra nació de la violencia a mano armada.

22 ···
Un año más tarde, el Tratado de Tordesillas agregó lo suyo
a la seguridad jurídica a la europea, santificando el reparto del
mundo entre las monarquías de Castilla y de Portugal. Entre
ambas acordaron una línea imaginaria, ubicada 370 leguas
al oeste de Cabo Verde, que dividía el derecho de esclavizar y
rapiñar el mundo entre Juan II, de Portugal, y los Reyes Católicos.
Aunque no podían saberlo, al firmar en Tordesillas colocaron
la Banda Oriental en la frontera entre ambos imperios y, por
consiguiente, hicieron nacer a Uruguay como problema; ése fue
el origen de la duda existencial que determinó buena parte de
la historia de los orientales: ¿somos o no somos?, ¿qué somos?
Por gracia del altísimo, los monarcas repartieron entre los
adelantados y mercenarios las tierras comunitarias usurpadas
a los indígenas. Los nuevos propietarios recibieron gratis sus
parcelas individuales, sin contrapartida, como recompensa por los
servicios prestados. El origen de los latifundios en América Latina
fue el reparto de un territorio inmoral e ilegítimamente obtenido
por quienes lo repartían. Los invasores recibieron sus solares en
los cascos urbanos y chacras en los ejidos, así como las suertes
de estancias en el entorno de las ciudades. En teoría no se debía
discriminar a nadie, pero en la práctica los repartidores favorecieron
a sus familiares y favoritos de piel europea. Un robo gigantesco.
Dada la necesidad de amortizar sus deudas, unas décadas
más tarde la Corona debió dejar el reparto gratuito y comenzó
a vender las tierras al mejor postor en pública subasta. La
condición para que el beneficiario adquiriera el dominio
completo del campo recibido era poblarlo, vivir en él, cultivarlo
y hacer las mejoras necesarias. Recién entonces quedaba
habilitado a vender o arrendar su propiedad. Sin embargo,
en la práctica, los beneficiarios fueron, en su mayoría, los
miembros de la casta que no salían de la planta urbana y que
poseían el capital suficiente para participar en las subastas.

···23
El reparto de las personas7

El ayllu, la forma básica de organización social y política del


Tawantinsuyo, se constituía a partir de la ligazón emanada de
la propiedad comunitaria de la tierra y de la forma cooperativa
de hacerla producir. Además, todas y todos sentían descender
de un antepasado común, ya fuera un personaje mítico o real.
Era una especie de familia ampliada. Esta forma de ordenar la
materialidad de la vida tenía consecuencias inevitables en la
mentalidad dominante. El individuo no era la unidad mínima de
la fuerza de trabajo ni del orden social y político. Tampoco la
familia era la célula económica de la sociedad: la alimentación,
la vestimenta y el cuidado de niñas, niños, ancianas y ancianos
se resolvía colectivamente en el ayllu. Enervado el impulso
individualista, como señala Mariátegui, domina en el espíritu un
humilde y religioso sentimiento de responsabilidad social. Se
siente como colectivo, no como individuo independiente; no hay
ciudadanos sino comunidad, el ayllu.
Esas mentalidades no empataban con el modo de ver el mundo
de los invasores católicos, apostólicos y europeos, formado desde
el afán de lucro individual y la competencia feroz en los mercados,
el individualismo exacerbado que era la forma natural del
capitalismo. En consecuencia, tanto los curas como los militares
y los burócratas de la Corona libraron una guerra santa contra el
modo comunitario de existir: el genocidio también estaba dirigido
a destruir el ayllu.

7. En 1791, Victoriano de Villava, fiscal de Charcas, tomó la posta de fray


Bartolomé y, casi 300 años después, denunció el genocidio: “Los conquistadores,
los que los sucedieron y sus descendientes, creyéndose de una naturaleza
superior a la de los demás hombres por sus proezas militares y preocupados
porque no sabían resistirlas, se persuadieron de que los americanos les eran
destinados para bestias de carga, y así se los repartieron como ganado para
hacerlos trabajar en los campos y en las minas, de modo que los que no
habían fenecido al filo de la espada, fenecieron al de la prisión y la fatiga, más
exterminadora aunque más lenta”. Citado por Sergio Esteban Caviglia en Pueblos
originarios e independencia, Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut,
Rawson, 2016.

24 ···
Llegado a cierto grado de desarrollo económico y social, fue
necesario realizar obras para canalizar el agua, construir vías
de comunicación y de intercambio de bienes y organizarse para
hacer la guerra y conquistar territorios para la agricultura y la cría
de ganado. Las actividades requirieron la organización política
de grandes masas de trabajadores y soldados. De ellas y en ellas
fueron naciendo las estructuras centralizadas que anunciaban el
surgimiento del Estado que se concretó con el Imperio de los Incas.
El Inca fue su representación, encarnaba la divinidad. En adelante,
hubo tierras cuyo producto se dedicaba a alimentar y vestir a la
burocracia, los soldados y los nobles que rodeaban y servían al
Inca. Otras producían para sostener a los sacerdotes dedicados
al culto del Sol, sustento ideológico del Inca. Los miembros del
ayllu dedicaban jornadas laborales a trabajar en esas tierras: era
la forma de pagar los tributos que debían al Inca y al culto solar.
Es decir, pagaban en fuerza de trabajo, no existía la moneda.
El ayllu se convirtió en la unidad básica del orden político
de la sociedad, para el servicio militar, el trabajo en las minas
y las tierras del Inca y las jornadas de construcción de templos,
edificios públicos y obras de infraestructura. Se reclutaba cierta
cantidad de hombres durante un tiempo para una obra específica
y se les retribuía con comida, chicha, coca, música y regalos. Para
organizar su sistema impositivo, España aprovechó la existencia
previa del ayllu y de la mita. En el Tawantinsuyo, la mita era
sentida como una fiesta popular, un acontecimiento social, pero
los invasores españoles la transformaron en un purgatorio.
La centralización del poder político en el Inca no rompió las
formas comunales preexistentes: el ayllu continuó trabajando la
tierra en forma cooperativa en sus parcelas de propiedad comunal.
La burocracia dueña del poder centralizado se apropiaba del
plusproducto mediante tributos, sin despojar a las comunidades
de sus tierras. Los que la trabajaban no fueron separados de la
tierra ni de los medios de producción, no había hombres y mujeres
libres necesitados de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Es decir, en el Tawantinsuyo no se dieron las condiciones

···25
necesarias para el surgimiento del capitalismo como modo de
producción. Con las formas comunales de producir coexistía el
embrión de un Estado centralizado, una especie de tránsito hacia
una formación social de clases que no necesariamente debía tener
las características del capitalismo.
En marzo de 1503, Nicolás de Ovando recibió la orden real
que autorizaba a repartirse los indígenas. Félix de Azara describió
así el reparto:

“Cada pueblo está dividido en cacicazgos, y cada uno de éstos


es una encomienda que confiere el gobernador por una o dos vidas
a los vecinos. Éstos toman la lista de indios que la componen desde
18 años a 50, que llaman mitayos, y lleva a su casa la sexta parte
de ellos para que les sirvan dos meses. Luego los vuelven al pueblo
de donde llevan otra sexta parte por otros dos meses, y así turna
siempre”.8

La encomienda fue el método político militar para el


sometimiento y la explotación en masa de las poblaciones
originarias. Consagró el derecho del invasor a disponer a su
antojo de la vida del invadido, considerado racialmente inferior
al europeo. Implicaba el reparto de tierras y la asignación de
fuerza de trabajo gratuita a los invasores que, por su parte, se
comprometían a pagar al rey los impuestos en dinero, oro o plata.
Además de proveer fuerza de trabajo gratuita, los
repartimientos y las encomiendas daban solución al problema
práctico de cobrar impuestos a quienes se negaban a pagar
y no tenían domicilio fijo. Millones de personas, infieles en
su mayoría, pasaron a ser contribuyentes del fisco, pagando
con trabajos forzados sus tributos. Creer en otros dioses
no fue obstáculo para ser transformados en pagadores de

8. Félix de Azara (1742- 1821), Descripción e historia del Paraguay y del Río de la
Plata. Obra póstuma de Félix de Azara [anterior a 1809]. Publicada por Agustín
de Azara, bajo la dirección de Basilio Sebastián Castellanos de Losada, Imprenta
de Sanchiz, Madrid, 1847.

26 ···
impuestos. Dejaron de ser absolutamente invisibles desde que
empezaron a llenar las arcas de los reyes de Aragón y Castilla.
Formalmente los españoles se hacían cargo de la alimentación
de los mitayos y debían retribuirles con una remuneración fijada
por la Corona. En la realidad, el repartimiento significaba que los
invadidos trabajaran gratuitamente ocho días al mes al servicio
del invasor, en su casa, en el campo o en las minas, ocho días al
mes durante una o dos vidas, la del invasor y la de su heredero.
Los curas reordenaban el espíritu de los invadidos, haciéndolos
rezar el padrenuestro mientras los amos los obligaban a trabajar.
La encomienda, además, pretendía congeniar el discurso que
otorgaba libertad a los hombres y mujeres con las prácticas de
esclavitud más salvaje, una forma de esclavismo que permitía a
los despóticos amos comulgar sin remordimientos los domingos.
En el papel, los encomendados disfrutaban de la libertad que les
otorgaban los reyes, pero en la realidad los forzaban a trabajar
a palos. El encomendero era una especie de señor, dueño de las
tierras y de quienes trabajaban en ellas. Muchos historiadores y
ensayistas europeos, que justificaron la mita y la encomienda,
argumentaban que libraba a los indígenas de su modo perezoso
de vivir y los incluía en formas más modernas y racionales de
vida. Integraba el combo de la evangelización de los paganos, se
proponía redimirlos mediante el Evangelio y el trabajo forzado.
Fray Bartolomé de las Casas fue el personaje más importante,
aunque no el único, que denunció las prácticas inhumanas
de los encomenderos. Él mismo había sido beneficiario de una
encomienda antes de hacerse sacerdote, pero, indignado con la
explotación que entrañaba, en 1514 renunció a ella por motivos
de conciencia. En 1542 logró que el rey aprobara las Leyes Nuevas,
que suprimían las encomiendas, pero, dada la reacción de los
encomenderos, en 1545 se volvieron a implantar. Sin embargo,
siguió confiando en reyes y papas y, por consiguiente, escribió,
debatió y postuló leyes que reformaran las aristas más inhumanas
de las encomiendas. Mientras tanto, la vida de los encomendados
continuó como de costumbre.

···27
Asunción

En 1536 Pedro de Mendoza fue el primer adelantado del Río


de la Plata. Lo acompañó un ejército con más de 1.500 hombres
y alrededor de una decena de mujeres. Para cumplir con las
capitulaciones que firmó con Carlos I, Mendoza fundó Buenos Aires
como punto de abastecimiento y descanso para los alucinados que
peregrinaban hacia la “sierra de plata”. El hostigamiento de los
querandíes, primos hermanos de los charrúas, hizo insoportable
la vida a los de Mendoza, que optaron por incendiar la ciudad
recién fundada y regresar a la madre patria. Algunos, sin embargo,
huyeron hacia el norte, remontaron el Paraná y, con Juan de
Salazar a la cabeza, redoblaron la apuesta, fundando Asunción a
orillas del Paraguay en 1537, apenas una década después de que
Alejo García lo descubriera a los españoles.
Una de las mujeres que llegó con Mendoza, Isabel de Guevara,
cuya fortaleza de carácter trasuntaba en sus escritos, formó parte
del grupo que emigró con Salazar. Veinte años más tarde, el 2 de
julio de 1556, escribió a Juana de Austria una carta conservada en
el Archivo Histórico Nacional de España, de la cual Felipe Pigna
recogió una frase reveladora:

“Vinieron los hombres en tanta flaqueza que todos los trabajos


cargaban a las pobres mujeres, así en lavarles la ropa como en
curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, a limpiarlos, hacer
centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas y poner en orden
a los soldados. Porque en este tiempo –como las mujeres nos
sustentamos con poca comida– no habíamos caído en una flaqueza
como los hombres.” 9

No sólo a los indígenas esclavizaron los patriarcas, volcaban


las penurias sobre sus propias mujeres. ¡Qué no harían a las
esclavas indígenas o africanas!

9. En http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/conquista_y_colonia/
fundaciones_de_buenos_aires.php, el 25 de julio de 2017.

28 ···
Asunción era apenas un frágil fuerte de madera, al que, de
todas maneras, le cupo el honor de ser el primer seudópodo del
Estado español que se estableció más o menos firmemente en
la cuenca del Plata. Cuando los portugueses cerraron la salida a
Europa vía Brasil, Asunción fue la base de las expediciones que
abrieron la salida por Buenos Aires hacia los puertos españoles.
Crearon Santa Fe y Corrientes, estaciones de abastecimiento
y descanso para los viajeros. El reparto del mundo entre los
imperios determinó el destino de Asunción y del Río de la Plata.
De todas maneras, allá en medio de la selva, Asunción quedó muy
aislada del mundo español.10
En el año 1556 se repartieron 20 mil guaraníes entre 320
invasores españoles y portugueses de Asunción. Domingo Martínez
de Irala argumentó que “dicho repartimiento entre tantos fue por
dar a los conquistadores algún alivio por estar viejos y cansados”,11
una especie de jubilación para invasores que no encontraron la
“sierra de plata” pero descubrieron que las encomiendas y las
mitas servían de maravillas a su enriquecimiento. En aquel mundo
pirata, la esclavitud estaba llamada a ser la fuente de riqueza más
rentable.

10. En su artículo “Paraguay, isla rodeada de tierras”, en el Correo de la Unesco


de agosto/setiembre de 1977, Augusto Roa Bastos describe a Asunción como:
“una isla rodeada de tierra en el corazón del continente. […] cuando el espejismo
del áureo metal se esfumó, sólo les quedó a los conquistadores la enorme
cantera humana de la población indígena, que les resultó al final una magra
compensación. Comenzaron a explotar ‘el oro de sus cuerpos’, ese metal oscuro
viviente, que en lugar de agotarse se propagaba sin cesar, proveyéndolos de
mano de obra esclava en la economía de subsistencia agraria de las ‘encomiendas
de indios’; de mujeres esclavas en los serrallos; de una descendencia mestiza,
la de los que luego serían los mancebos de la tierra o criollos, los que a su vez
iban a superar a sus padres blancos en la opresión de sus hermanastros nativos
que no habían tenido el ‘privilegio’ de ser hijos de europeos”. Sin oro a la vista,
Asunción se volvió una incubadora de mancebos de la tierra y centro político del
desarrollo de las encomiendas y de las reducciones.
11. “Relación original y parecer de las cosas y sucesos del Río de la Plata, dirigida
al marqués de Mondéjar, presidente del Consejo de Indias, por el gobernador de
aquellas provincias Domingo de Irala”. Colección Gaspar García Viñas, Buenos
Aires, Tomo 79, Documento N° 1239.

···29
Enajenados

¿Qué clase de mujeres y hombres eran aquellos que surcaron


ese océano plagado de monstruos fabulosos y sacudido por
fenómenos incontrolables? ¿Qué desesperación los empujaba a
embarcarse en aquellas cáscaras de nuez? ¿Qué estrella perseguían?
¿Qué perfiles psicológicos y sociales tenían? ¿De dónde provenía
ese poderoso espíritu de cruzada? Debieron navegar casi a ciegas,
tanteando el camino con brújulas que marcaban un rumbo
incierto y fijando su posición con relación a una estrella polar que
no siempre veían. No tenían otra perspectiva que la aventura.
Al embarcarse en Cádiz eran galeotes, artesanos, mendigos,
curas o burgueses venidos a menos, segundones de familias
hidalgas que consideraban denigrante el trabajo manual, sin otro
destino que la espada o la sotana. Al desembarcar en el Nuevo
Mundo transmutaban, como por arte de magia, en mercenarios de
la gran cruzada del siglo XVI. Los trastornaba la fiebre del oro y la
plata, de la apropiación de esas inmensas extensiones de tierras,
de explotar salvajemente a indígenas o africanos secuestrados.
Desheredados y segregados en España, devenían poderosos amos
y señores en el Nuevo Mundo. La ambición los llevaba a huir de las
miserias de España, y se amañaban para sobrevivir, para afrontar
peligros desconocidos, corriendo el riesgo de dejar el cuero en la
estaca.
El capitalismo europeo no necesitaba trasplantar proletarios
libres al Nuevo Mundo, ni tampoco quería hacerlo con burgueses
que acumularan capital y desarrollaran un capitalismo propio e
independiente. Por el contrario, como para burgueses bastaba con
ellos, que disfrutaban el festín desde la lejana Europa, requerían
gente desesperada, mercenarios sin escrúpulos, que aceptaran el
rol de conformar un apéndice del capitalismo europeo. No debían
crear una nueva burguesía, como hicieron los del Mayflower, sino
simplemente enviar el producto de sus rapiñas a los bancos de
Londres, Amberes y París. La revolución industrial se originó
en las riquezas acumuladas por esta banda de genocidas y

30 ···
depredadores, por sus brazos alquilados y sus almas vendidas.
Crearon instituciones estatales que mantuvieron los mecanismos
de reproducción del capitalismo que se desarrollaba en Europa.
Sin ellos la historia de la humanidad habría sido muy diferente.
Alejo García fue un prototipo de esos héroes a los que
cantan los autores europeizados. Sus proezas merecían figurar
en los libros de historia, junto a las de Hernán Cortés, Francisco
Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, Juan Díaz de Solís, Domingo
Martínez de Irala, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando
Magallanes y Sebastián Gaboto. Todos ellos responsables de la
matanza de millones de seres humanos, de los más graves delitos
de lesa humanidad de la historia. Fueron una generación de
genocidas que asolaron el continente entero y cuya impunidad
ha durado mucho más de 500 años. América Latina es hija de sus
perturbaciones místicas, de sus ambiciones desmedidas y de su
espíritu depredador, el mismo que hasta hoy día caracteriza a
la clase dueña del continente. Nacidos del afán de lucro parecen
haber sido necesarios para forjar un sistema capitalista donde no
se ponía el sol.
Nos hicieron prisioneros de sus fiebres, las que los motivaron
a construir el mundo de la propiedad latifundista y la explotación
salvaje del indígena y de los esclavos africanos. La posterior
lucha de clases ha ido modificando algunos aspectos del modo
de producción latinoamericano, pero esa esencia depredadora y
criminal sigue siendo idéntica a sí misma. Su temeraria audacia
no merece admiración sino juicio y castigo.

El ojo insurgente

“La historia siempre es la misma y siempre varía, porque cada


generación la ve y la escribe desde un nuevo ángulo […] Por más
repetido que nos parezca un paisaje, siempre hemos de encontrar
un ángulo nuevo o una hora diferente para enfocarlo bajo un
aspecto de interés renovado.”12

12. Fernando Assunção, El gaucho, Imprenta Nacional, Montevideo, 1963, pág 18.

···31
El ojo insurgente pretende ver la historia con la mirada de
las víctimas del genocidio, del repudio a los brutales métodos
de exterminio masivo de los invasores. No sólo está indignado,
piensa también que la invasión y la destrucción del Abya Yala fue
un hecho injustificable, absolutamente innecesario, que no debió
haber existido.
Aun si se considera que el capitalismo representó un progreso
económico para la historia de la humanidad, no es posible deducir
que con el desembarco de Colón arribó la civilización a las costas
del continente. Por el contrario, los crímenes cometidos por
los invasores marcaron un punto de retroceso para los pueblos
autóctonos. El ojo crítico e insurgente condena a Cortés, Pizarro y
los demás criminales de la invasión.
Los europeos se glorificaron a sí mismos, escribieron su
propia apología e inventaron el mito del “buen salvaje”, de
mujeres y hombres que los recibían alegremente, que aceptaban
de buen grado el trabajo esclavo y adherían alegremente a la
cultura y la religión europeas. Algunos hipócritas se atrevieron
a bautizar el crimen como “encuentro de las dos culturas”.
Crearon la falsa sensación de haber hecho avanzar a la población
indígena, trampa retórica que escondió la barbarie europea
y en la cual cayeron hasta Carlos Marx y Federico Engels, los
pensadores más profundos de las fuerzas sociales y políticas que
luchan por la liberación. Durante un tiempo demasiado largo se
mantuvo archivado el relato de las justas rebeliones indígenas.
Se escribió una novelita rosa sobre el pasado para fundamentar
el nacimiento y la consolidación de las oligarquías dependientes.
Los historiadores orgánicos de la burguesía leyeron los
acontecimientos con las gafas del poder y la explotación. Por
consiguiente, para transformar revolucionariamente la sociedad, es
preciso subvertir la historia, releerla pensando en las insurgencias
que necesariamente vendrán. Es posible internarse activamente
en las leyendas de la clase dominante y reinterpretarlas con la
mirada de los derrotados.
32 ···
Aun indignado, el ojo no se deja llevar por un optimismo
irracional. El proceso histórico no conduce en línea recta rumbo al
futuro promisorio; por el contrario, suele volverse sobre sí mismo
a la espera de que la experiencia de las derrotas del pasado se
integre al presente y lo revolucione. Es un movimiento ucrónico,
atemporal, un deslizarse sobre una banda de Moebius, en la que
cada momento histórico es a la vez pasado, presente y futuro.
De la maraña de apologías y panegíricos habrá que despejar
con paciencia los hechos y documentos que explican las razones
del indomable espíritu de lucha de los de abajo. Iluminar la
historia con la resistencia de los pueblos originarios y de los
esclavos africanos, rescatar sus luchas emancipatorias, anticipar
en la lectura del pasado los problemas fundamentales que deberán
encarar las revoluciones futuras. Es posible desenredar los hilos
ideológicos con que los historiadores pretendieron enajenar a las
víctimas para que nunca más hubiera rebelión.
La historia de la humanidad, sin embargo, no tiene por qué
girar alrededor de un único centro, sea asiático o europeo: Abya
Yala es nuestro centro del mundo y uno de los varios centros de
la historia de la humanidad. A raíz de la intervención armada, las
poblaciones incas, mayas, aztecas y guaraníes fueron forzadas a
transitar hacia un capitalismo cuya existencia ignoraban. A los
pueblos originarios les hicieron conocer, en unas pocas horas, la
civilización de la Inquisición y de Torquemada, al tiempo que se los
mantuvo apartados de los valores y la filosofía revolucionaria que
surgieron del Renacimiento y la Enciclopedia. Sólo les mostraron
la cara del poder, les ocultaron las artes y las ciencias europeas.
Separados violentamente de sus tierras, les trastocaron sus
creencias y su milenaria forma de organización social y, a golpes
de marrón, introdujeron el orden político, religioso y militar
europeo, un cuerpo extraño incrustado por la fuerza en la cultura,
la filosofía y la psicología de los invadidos. América Latina nació
de una violentísima violación. No hubo consentimiento sino
aberrantes crímenes contra la humanidad.
El capitalismo no es la única forma de acabar con la escasez
y las hambrunas, no es el único camino hacia el desarrollo

···33
industrial, también es posible recorrer los senderos de las formas
comunitarias de propiedad y de las relaciones cooperarias de
producción. También ellas permitían poner fin a los males de
las sociedades precapitalistas. ¿Podía el Tawantinsuyo haber
transitado hacia la industrialización de la economía por una vía
diferente a la capitalista? Jamás se sabrá. No lo permite la brutal
interrupción de su historia. Los pueblos originarios podrían
haberse desarrollado por un rumbo ni peor ni mejor que el
europeo, pero que no necesariamente tenía que repetir su proceso
hacia el capitalismo industrial. La historia no obedece leyes de
carácter universal que obliguen a seguir un camino determinado.
Es preciso centrar la mirada en la resistencia secular a los
lobos, en los rebeldes que no aceptaron la superioridad de la
cultura europea y la religión católica, las únicas universalmente
válidas para los invasores. Hay que repetirlo cada vez que las
oligarquías o los progresismos rinden homenaje al derecho de
pernada de España, en el centenario de algo, el bicentenario o los
500 años del 12 de octubre.

34 ···
Capítulo 2. Doña Mencia y su nieto Hernandarias

A la hora de acostarse, los asunceños hacían el Evangelio a un


lado y se dedicaban fervorosamente a mestizarse. El gobernador de
Asunción, Domingo Martínez de Irala, también fue un adelantado
en ese aspecto, su harén registraba al menos siete concubinas
guaraníes oficiales. Además de dar el ejemplo, Irala arengaba a
sus secuaces para que lo imitaran. La poligamia se hizo la regla
matrimonial de Asunción, a tal grado que los padres franciscanos
la llamaron “paraíso de Mahoma”; fue el centro de reproducción y
diseminación de mestizos para toda la cuenca del Plata.
Mientras que españoles y portugueses se anotaban en masa
para perpetrar la rapiña en México, Nueva Granada y Brasil,
Asunción no figuraba siquiera en la lista de sus destinos favoritos.
No ofrecía atractivo para los buscadores de fortuna. Según
calculaba el padre Martín González –el Bartolomé de las Casas
paraguayo– en 1575, en la segunda generación de pobladores de
Asunción los españoles no llegaban a 200, mientras que eran más
de 10 mil los “mancebos de la tierra”, como llamaban a los hijos
de padres europeos con guaraníes esclavizadas y sodomizadas.
En Asunción también se procrearon algunos criollos, o sea, hijos
legales de española y español.

Doña Mencia

Alentada por las autoridades eclesiásticas de Asunción,


la promiscuidad escandalizó a los reyes de Castilla quienes,
buscando poner fin al boom de la mestización, acordaron en 1547
una capitulación sui generis con Juan de Sanabria. Lo nombraron
gobernador del Río de la Plata a cambio del compromiso de
trasladar hacia Asunción entre 50 y 80 españolas, dotadas de
las virtudes necesarias para competir con la atracción fatal de
las guaraníes. Según los cronistas, todas ellas eran de origen
hidalgo, las unas venían con sus maridos, las otras viajaban para

···35
reconquistar a los suyos, víctimas de los encantos guaraníes,
y un tercer grupo estaba constituido por jóvenes en estado de
merecer que aportaban los vientres necesarios para dar origen a
una elite criolla con pureza de sangre certificada. A ellas no las
atrajo el llamado del oro y la plata, sino que fueron acarreadas
para cumplir la función reproductora que les asignaba el sistema
patriarcal dominante.
Sanabria murió antes de que zarparan los seis barcos que había
fletado y su esposa, doña Mencia, debió asumir el cumplimiento
del contrato y los riesgos que implicaba: en abril de 1550 se
embarcó con sus hijas, que eran tres según algunos cronistas y
cuatro según otros. Mencia Calderón estaba dotada con varias de
las cualidades que el patriarcado siempre admiró en las mujeres.
A su vez, el capitán de la expedición, Juan de Salazar y Espinoza,
había sido uno de los fundadores de Asunción y tenía fama de
experto baqueano. Los barcos fueron cargados con ganado vacuno
que los asunceños habían encargado. Las dos tropas –ganado y
mujeres– fueron arreadas para llenar necesidades vitales de la
banda de invasores genocidas.
Luego de hacer escala en Canarias, un temporal los empujó
hacia la costa africana y allí cayeron en manos de corsarios
franceses. Doña Mencia se preocupó de dejar constancia escrita
de que el pundonor de las damas había quedado a salvo, luego
de arduas negociaciones suyas con los piratas. La virginidad
acrecentaba el valor de las señoras en el mercado asunceño. Según
ella, los asaltantes se conformaron con llevarse los instrumentos
de navegación, las joyas de las señoras y otros valores más
terrenales. La expedición tardó casi un año en llegar a Santa
Catalina, Brasil, donde el 1 de enero de 1552 el capitán Salazar
anotó en su bitácora que, debido a la muerte de tripulantes y
mujeres, el viaje continuaría con sólo 80 hombres y 40 mujeres.
Las autoridades portuguesas, que los atendieron con
mucha cortesía, retuvieron a los viajantes durante dos años, los
suficientes para que Salazar se casara con la viuda de uno de los
expedicionarios muertos y Hernando Trejo con María, hija mayor

36 ···
de Mencia, con quien tuvieron un hijo, Hernandito, que se hizo
jesuita y fue fundador de la Universidad de Córdoba, la rebelde
del siglo XX.
Finalmente lograron salir de Santa Catalina divididos en dos
grupos. El grupo de Juan de Salazar decidió navegar hacia el sur
siguiendo la costa brasileña y remontar los ríos Paraná y Paraguay
hasta llegar a Asunción. Un tropero de apellido Gaete arreó las
vacas y el toro que se habían salvado, a cuya descendencia le
cupo el honor de dar origen a la riqueza ganadera del Plata. El
otro grupo, al mando de doña Mencia, hizo a pie más de 1.700
quilómetros por el mismo inhóspito sendero que 25 años antes
recorriera Alejo García. Con auxilio de guaraníes que encontraron
en el camino, en mayo de 1556 llegaron a Asunción doña Mencia,
sus hijas casaderas y las 20 mujeres que sobrevivieron a la
travesía. Juan de Salazar13 escribió el relato de las proezas de la
nunca reconocida Mencia Calderón, aunque haya tenido la talla de
Cortés, Pizarro y otros conquistadores masculinos.

Hernandarias

Hernando Trejo murió en Asunción y su viuda, María, la hija de


doña Mencia, casó con Martín Suárez Toledo, que llegó a ocupar la
gobernación del Río de la Plata en 1572. Al poco tiempo tuvieron
un hijo a quien llamaron Hernando Arias de Saavedra, nombre de
su abuelo paterno. Américo Vespucio encontró que las indígenas
“no tienen nada defectuoso en sus cuerpos, hermosos y limpios,
ni tampoco son tan groseras, porque, aunque son carnosas, falta
a la par en ellas la fealdad”.14 Cabe presumir que los guaraníes
despertaban iguales deseos en las españolas, sin embargo, estos
amancebamientos eran muy reprobados y sus hijos, un subtipo
de los mestizos de la tierra, sufrían una especie de ostracismo

13. Luciano Álvarez, “Las 50 doncellas”, en El País, Montevideo, 15 de marzo de


2014.
14. Cita transcrita de Felipe Pigna, Mitos de la historia argentina, Tomo I, Editorial
Norma, Buenos Aires, 2004.

···37
social. Tal vez María no estuvo libre de tan poderosas tentaciones
tropicales, pero, de todas maneras, el nieto de doña Mencia quedó
protegido por el apellido de una familia de alcurnia, y el linaje lo
habilitó para gozar de una vida libre de discriminaciones y casarse
con Jerónima de Contreras, hija de Juan de Garay, gobernador de
Asunción y sembrador de ciudades en el Plata. De esta manera, la
cuestión de la posible y probable sangre mestiza de Hernandarias
pasó a un segundo plano y pudo integrarse al primer elenco de
cuadros políticos nacidos en suelo americano.
Además de hablar guaraní corrientemente, Hernandarias
pensaba y se comportaba como un guaraní, se identificaba con
la cultura indígena. Esa condición mestiza le fue muy útil para
la tarea de “pacificar” guaraníes. Fue polifuncional: fundador de
ciudades, represor de levantamientos indígenas, introductor de
vacunos, organizador de las primeras estancias cimarronas y las
primeras reducciones. Incansable servidor de la Corona, gobernó
el Río de la Plata en varias oportunidades.
Los españoles conformaron una casta de privilegiados con
sus hijos mestizos y los parientes de las guaraníes amancebadas,
los favorecieron y los incorporaron a la vida política virreinal.
Las hijas mestizas de Irala, por ejemplo, fueron reconocidas por
el padre, que las casó con criollos y españoles. Este estamento
mestizo de los asimilados a la sociedad colonial jugó el papel
de quinta columna, dividiendo a los guaraníes y ayudando a
los represores durante las rebeliones. Fue más poderoso que el
arcabuz y la armadura. Los mancebos amansados convivieron
estrechamente con los criollos de su generación y, como la
existencia de grandes yacimientos de oro estaba comprobada,
conformaron una masa inmune a esa fiebre, cuya única salida fue
hacer producir la tierra. Chocaban con la cultura de sus padres
españoles, que consideraban denigrante el trabajo y lo aborrecían.
Sentían a Hernandarias uno de los suyos y, por consiguiente, lo
apoyaron en su carrera política, militar y empresarial.
El lazo generacional se consolidó alrededor de 1580, años
de la segunda fundación de Buenos Aires por Juan de Garay,

38 ···
cuando se produjo en Santa Fe el levantamiento de los “siete jefes
criollos”, llamada indistintamente revolución de los mancebos.
Destituyeron a Alonso Vera, español de pura cepa, autoritario y
haragán gobernador, pero más tarde esta primera revolución del
Río de la Plata fue derrotada.15
Gracias a sus lazos familiares y a los méritos militares
cosechados en la represión, el nombramiento de Hernandarias
como gobernador del Río de la Plata y del Paraguay no tuvo
obstáculo alguno. Por el contrario, contó con un amplísimo
espectro de apoyos entre los españoles, mestizos y criollos. Ejerció
el cargo en varios períodos, el primero de ellos desde 1597 hasta
1599, luego entre 1602 y 1609 y el último desde 1615 a 1618.
En 1588 Hernandarias aparece vinculado a la fundación de
Corrientes, asociado a Alonso Vera y Aragón, alias el Tupí. Como
solía suceder, la creación de cada centro poblado, o fortines
militares más bien, era sentida como una reedición del acto
invasor y venía en el mismo paquete que las rebeliones. Los
levantamientos fueron sofocados por el nieto de doña Mencia, que
armó un ejército con 250 soldados –posiblemente mancebos de
la tierra–, 120 guaraníes amigos, caballos, perros, abastecimiento
y pertrechos de guerra. Hernandarias logró cooptar a varios
caciques que participaron de la campaña contra las otras tribus
guaraníes. Hizo publicar un bando donde declaraba la guerra a
fuego y sangre a los indígenas alzados contra Dios y el rey.
Durante diez años de feroz represión fue entregando rebeldes
a los encomenderos y, en 1598, los invasores podían agradecerle
que, a escasos 10 años de fundada Corrientes, ya estuvieran
funcionando 104 encomiendas. En retribución, lo ungieron
propietario de extensas estancias en la provincia. Durante su
segundo mandato, en que introdujo el ganado en la isla del
Vizcaíno, Hernandarias reprimió y persiguió guaraníes hasta el
río Aguapey. En 1611 los chamanes convencieron a sus feligreses

15. Agustín Zapata, Los siete jefes, primera revolución del Río de la Plata,
Colmegna, Santa Fe, 1972.

···39
para atacar a varias embarcaciones españolas y a las reducciones
jesuitas de San Ignacio y Caazapá. También esta vez, al mando
de una fuerza de 300 soldados, Hernandarias fue responsable de
la masacre de guaraníes. La multiplicación de las encomiendas
perpetuaba el estado de rebelión. La iconografía lo consagra como
paradigma de acción civilizadora, pero evita el análisis de su
costado criminal, de su papel en las masacres de guaraníes.

Rebeliones

En el siglo que va desde 1537 a 1616 se contabilizaron 25


levantamientos guaraníes contra los invasores: una rebelión cada
tres años y poco. A este hecho irrefutable se le deben agregar los
permanentes malones, otro modo de resistencia de los pueblos de
las pampas (querandíes, charrúas, minuanes) y de los mapuches
en el sur andino. En 1560, la etnia calchaquí derrotó fuerzas
españolas y las expulsó de los pueblos llamados Cañete, Córdoba
y Londres en la región de Tucumán. Sería suficiente para titular
“la guerra al invasor” el primer capítulo de la historia del Río de
la Plata.
El reparto de indígenas, más que el de las tierras, era la
sustancia económica del acto fundacional de las ciudades y, en
consecuencia, era lógico y natural que a cada ciudad fundada
correspondiera una rebelión guaraní. Se forzaba a la población
a acatar los preceptos bíblicos y recitar el catecismo en latín, a
cristianizar sus nombres. Violaban la intimidad de los invadidos,
su identidad, querían domesticarlos a través de la palabra de
Dios. La despiadada imposición del dogma católico, que prohibió
creencias religiosas ancestrales y persiguió rituales milenarios,
incrementó el odio y la resistencia y los hizo perdurar durante
siglos.
Ante tamaña brutalidad, los payés recobraron su antiguo rol
de profetas y conductores de multitudes. Recorrían a pie campos
y pueblos predicando la necesidad de retornar a las creencias y
costumbres ancestrales, llamando a recuperar ritos, canciones

40 ···
y danzas tradicionales. El baile tuvo un rol fundamental en la
reivindicación de la cultura guaraní: hasta hoy día, muchas letras
de chamamés mantienen viva la memoria de las luchas.
Los payés instaban a refugiarse en la libertad de los montes,
donde encontrarían la “tierra sin mal”, a abandonar los nombres
asignados por los curas y rebautizarse con nombres guaraníes.
Predicaban el uso obligatorio del tembetá, un adorno de madera
o piedra en forma de T que los curas habían sustituido con los
crucifijos, y convocaban a no trabajar en las encomiendas, a
abandonarlas y seguir a sus profetas en procesión, dedicándose
a cantar y danzar por los montes. Llamaban también a quemar
las vacas y los perros, que sentían tan invasores como a los
españoles. Rechazaban de plano las costumbres impuestas y
deseaban de corazón retornar a la civilización guaraní. Luchar por
la reafirmación de la identidad equivalía a ejercer la soberanía
sobre sí mismos. Al recuperar su cultura tradicional, sentían
reconquistar su libertad. Los payés convocaron muchedumbres
tras esa pacífica forma de desobediencia.
Desde el mismo día que fundaron Asunción, tanto Juan
de Ayolas como Martínez de Irala debieron enfrentar diversas
rebeliones indígenas. Fueron tan hostigados como lo había sido
Mendoza en Buenos Aires. En 1556, año de la llegada de doña
Mencia y de la formalización del régimen de encomiendas, detonó
la primera rebelión armada documentada. Fue derrotada en
Asunción. Una vez que recuperaron el control militar, los curas
retomaron la práctica del catecismo forzoso, sordos e insensibles
a la bronca que provocaban con su intolerancia fanática.
Tres años después, en Acaraiba, se produjo otra rebelión: se
alzaron en armas los mitayos que prestaban servicio militar y eran
utilizados como represores de sus propios hermanos. Su consigna
fue “libertad y guerra sangrienta contra los españoles”16 y se
extendió por todo el territorio paraguayo durante varios meses.

16. Bartomeu Meliá, El guaraní conquistado y reducido, CEADUC, Asunción, 1986,


pág 30.

···41
Se precisaron dos expediciones punitivas para poner fin a la
rebelión. La euforia por el triunfo militar sirvió de estímulo para
una intensa persecución al mejor estilo Torquemada. La violencia
represiva, sin embargo, no pudo apagar el espíritu de rebelión,
simplemente lo volvió clandestino.
Tras el mito de El Dorado, Nufrio Chaves llegó a Asunción en
1544 con Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Fue uno de sus principales
capitanes, pero luego de asociarse con Irala, Chaves fue decisivo
en la destitución de Cabeza de Vaca como gobernador. Se volvió
mano derecha de Juan de Garay y amigo de Hernandarias.
Obstinado aventurero, recorrió varias veces los territorios y ríos
del Paraguay en búsqueda de cualquier objeto que reluciera.
Siguiendo el cauce del Pilcomayo, atravesó el Chaco y llegó al
Alto Perú; desde Chuquisaca se fue caminando a Lima y retornó
a Asunción en 1550. A puro andar y pelear hizo los méritos
suficientes para que lo nombraran gobernador de Moxos, donde
fundó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, haciendo el consabido
reparto de tierras e indígenas.
La insoportable situación que vivían los guaraníes volvió
a explotar en 1568. Se calcula que se alzaron unos 10 mil
guerreros. Fue la recordada “rebelión de la tierra”. Nufrio Chaves
salió a dar batalla a los rebeldes, pero el cacique Porrilla, líder
del levantamiento, lo mató con un golpe de macana. Dicen las
crónicas españolas que la rebelión fue derrotada.
Diez años después de la hazaña de Porrilla, entre 1577 y 1579,
ocurrió otra insurrección multitudinaria, liderada por Oberá,
cacique y payé a la vez, que supo darle un sentido muy religioso
a la lucha emancipatoria. Desde la región de Guarambaré, donde
surgió el foco rebelde, el movimiento insurreccional pronto
se extendió a todas las poblaciones del entorno asunceño. Los
guaraníes fueron muy receptivos al llamado de Oberá. La fuerza de
la rebelión obedecía a razones profundas, era el grito de rechazo a
la encomienda y a la regimentación de la vida cotidiana impuesta
por el fundamentalismo católico.

42 ···
Oberá se decía discípulo del sacerdote Martín González, quien
desde el púlpito había denunciado duramente la tan poco cristiana
barbarie de los españoles. En el esfuerzo por fundamentar su
prédica rebelde, el profeta intentó fusionar algunos aspectos de
la doctrina católica con rituales guaraní ancestrales. Afirmaba
tener origen divino, concebido milagrosamente en el vientre de
una virgen guaraní y nacido salvador de su pueblo. Lo que había
sido posible para María… ¿por qué no podía serlo para la madre
de Oberá? Decía contar con poderes milagrosos transferidos por
un cometa que había capturado.
Tras un largo trabajo de agitación con canciones y bailes en
las selvas tropicales, Oberá logró reunir un numeroso ejército que,
comandado por el cacique Guaycará, entabló una batalla que duró
varios días contra las milicias de Juan de Garay. Los rebeldes fueron
derrotados y dispersados. Oberá desapareció sin dejar rastros.
Nunca más lo vieron los españoles. Los derrotados confesaron
sus pecados, se bautizaron y fueron nuevamente sometidos
al trabajo esclavo en mitas y encomiendas. Las insurrecciones
guaraníes continuaron hasta entrada la segunda mitad del siglo
XVIII y engancharon con la mal llamada “guerra guaranítica”, que

fue, en realidad, una gigantesca cacería de esclavos, con miles de


indígenas secuestrados en masa y trasplantados a San Pablo.

···43
Capítulo 3. Guaraní-misioneros

Renovada con las diarias humillaciones, la bronca generada


por la invasión estimulaba una subjetividad muy proclive a
la insurrección y a los malones. Las matanzas y la barbarie no
pudieron doblegar el espíritu de rebeldía y los españoles no
tuvieron más remedio que reflexionar un poco y descubrir que el
exterminio no era la única solución a la cuestión indígena.
El sacerdote Luis de Bolaños, de la orden San Francisco de Asís,
en 1580 había formado las primeras reducciones en Yaguarón y
San José de Caazapá, cerca de Asunción. Inteligente como muy
pocos de sus contemporáneos, Hernandarias entendió que no
podía pasarse toda la vida espada en mano y que el experimento
de Bolaños significaba la posibilidad de emplear un método más
político para resolver la situación. Una vez gobernador del Río de
la Plata, decidió apoyarse en las experiencias de los franciscanos
y, junto a Bolaños, patrocinó al padre Luis Gámez para que a fines
de 1615 fundara la reducción de Itatí a orillas del Paraná, cerca
de Corrientes.
Tres años más tarde, en mayo de 1618, Hernandarias rindió
cuentas de los resultados obtenidos con las tres reducciones que
había ayudado a establecer en las cercanías de Buenos Aires.17
En el informe al rey, recalcó su conclusión de que era necesario
extender y desarrollar las reducciones como complemento del
sistema de las encomiendas, era una forma de dominación más
pacifica que los repartimientos. Se quejó asimismo de la falta
de sacerdotes para el desarrollo del proceso. Los franciscanos
incorporaron cultivos traídos por los españoles y estimularon las
habilidades artesanales de los guaraníes en carpintería, alfarería,
herrería e hilados. Su estrategia era reducirlos a la fe cristiana con

17. José Torre Revello. El informe puede leerse en los apéndices I y II de su


Contribución documentada para la biografía del fray Luis de Bolaños, Tomo XXI,
págs 69- 72, Instituto de Investigaciones Históricas, UBA, Buenos Aires, 1937.

44 ···
el mosquete escondido bajo la sotana, inducirlos a abandonar su
vida comunitaria, tan poco productiva en opinión de los europeos.
A principios del siglo XVI, los portugueses comenzaron a
organizar expediciones que salían de San Pablo (Brasil) hacia
el oeste, con el propósito de buscar minerales preciosos. No
encontraron ciudades de plata, pero descubrieron el negocio
de secuestrar guaraníes y venderlos como esclavos para las
plantaciones. En un primer momento centraron sus ataques en las
comunidades no reducidas, pero luego se lanzarían también sobre
las misiones jesuitas. La acción de los despiadados bandeirantes
fue un elemento de enormes repercusiones sociales y políticas en
la región misionera. Se calcula que esclavizaron a unos 300 mil
guaraníes, entre reducidos y no reducidos.

Los jesuitas

En 1609 la Compañía de Jesús llegó al Plata y creó la


primera de sus 30 misiones en San Ignacio Guazú, a orillas del
Paraguay.18 En esta primera misión fue decisiva la participación
del sacerdote Roque González de Santa Cruz, tal vez criollo, tal
vez mancebo de la tierra que hablaba fluidamente guaraní y, por
consiguiente, podía comunicarse fácilmente con la población
indígena.19 Con una mentalidad diferente a la de los franciscanos,
los jesuitas se atrevieron a cuestionar el régimen esclavista
implementado por la monarquía. Encontraban que el reparto
de indígenas y las encomiendas entrañaban injusticias y, por
consiguiente, consideraban legítima a la desobediencia de leyes
que convalidaban ese sistema. Tenían fama de disidentes con la
ortodoxia de la Iglesia Católica.

18. Véase Guillermo Furlong Cardiff, Misiones y sus pueblos guaraníes, Imprenta
Balmes, Buenos Aires, 1962.
19. Véase Sergio Venturini, “El ciclo histórico de las misiones”, en El indio
guaraní, Tierradentro Ediciones, Montevideo, 2011.

···45
La propuesta jesuita fue aceptada por una parte de la etnia
guaraní. La búsqueda de protección frente a los esclavistas
fue posiblemente uno de los principales motivos para que los
guaraníes aceptaran integrarse al sistema de las misiones. Miles de
ellos optaron por una salida que parecía asegurarles una vida más
tranquila, apartados de la órbita del racismo español y portugués.
Es probable que, como los jesuitas introdujeron técnicas agrícolas
de avanzada y la comida nunca faltaba en las misiones, esto haya
facilitado la integración de los guaraníes, que sufrían periódicas
hambrunas. Incluso agregaron a la dieta la carne vacuna, que
abundaba en las estancias misioneras. Cada pueblo tenía un
matadero que carneaba entre 10 y 40 cabezas de ganado por día.
Los jesuitas presentaban sus misiones como una alternativa
menos cruel que el sometimiento que utilizaron los españoles.
Conformaron un sistema de producción y un orden social y
político diferente y hasta antagónico al orden que quería instaurar
la monarquía española. Lograron desarrollar el mayor emporio
comercial de la región, acompañado por una estructura social muy
consolidada y un ejército bien entrenado. Las misiones pudieron
ser vistas como una especie de Estado dentro del Estado. Por
consiguiente, los jesuitas se convirtieron en blanco de los ataques
del estamento ligado al poder real.
Hacia 1750, unos 150 mil guaraníes habían optado por
integrarse a las 30 misiones jesuíticas. Debe recordarse que se
negaron a hacerlo la mayor parte del millón de personas que
poblaban la región al llegar Alejo García. De todas maneras,
el volumen de incorporados a las misiones hacía parecer
insignificantes a los 12 mil habitantes de Buenos Aires y más a
los 300 pobladores de Montevideo en esos años. Unos 30 mil de
los guaraníes reducidos estaban radicados en los siete pueblos
creados al este del río Uruguay: las Misiones Orientales. El proyecto
jesuita ajustó como un guante a las necesidades de los guaraníes,
y de la combinación de intereses surgió la forma de pensar, sentir
y actuar que hegemonizó la cuenca del Plata.

46 ···
Relaciones de cooperación

El sistema agrícola originario era la roza: talaban los árboles


hasta dejar un claro en la selva y allí sembraban la mandioca
–principal alimento–, el maní, la calabaza, el maíz y la batata
dulce. Cuando se agotaba la tierra cambiaban de lugar y talaban
nuevamente. El sistema no los retenía en un lugar fijo. Sin embargo,
más que emigrar hacia otras regiones, circulaban en torno a un
mismo lugar y, cada tanto tiempo, regresaban al punto de partida.
Fueron más bien semi nómades o semi sedentarios.
Organizaban colectivamente los cultivos. No había jerarquías
a la hora de dividir el trabajo y repartirse lo cosechado. La única
diferencia era de género: los hombres cazaban y las mujeres eran
agricultoras. No cosechaban lo suficiente para almacenar una
reserva de granos en previsión de épocas de escasez. La inexistencia
de excedente evitó que se despertara el apetito por apropiarse
individualmente de los alimentos almacenados o de la tierra para
producirlos. La subjetividad guaraní–misionera carecía de afán de
lucro, motor de arranque del capitalismo. No imaginaban siquiera
la posibilidad de apropiarse individualmente de la tierra, que para
ellos era, como el sol, un bien que no se puede comprar ni vender.
Nada los incentivaba a dar respuestas de carácter individualista,
por el contrario, la necesidad de sobrevivir y reproducirse en la
selva tropical los indujo a soluciones colectivas, de cooperación.
En su “Informe sobre el gobierno y libertad de los indios
guaraníes”, Félix de Azara no entendía cómo era posible vivir así:

“Los mencionados indios, casi desde su reducción hace tres


siglos, han tenido y tienen el gobierno más singular y extraordinario
que ha visto el mundo. Un gobierno en comunidad, en que no se
permite la menor propiedad particular, en que nadie puede sacar
la menor ventaja ni utilidad de su talento, industria, habilidades y
virtudes, ni de su facultades físicas: en que nadie es dueño de sí
mismo, ni del tiempo, ni de su trabajo, ni del de su mujer y familia:
en que la desnudez, el hambre y la miseria oprimen a todos; y en

···47
que V M no saca ni ha sacado jamás un peso fuerte por los justos
derechos debidos a la soberanía y protección que ésta les franquea.
[...] éstos no tienen interés en que su pueblo esté rico o pobre,
pues en ambos casos su asistencia, condición y comodidades,
son las mismas. [...] Jamás habrá civilización, ciencias, ni artes
mientras exista el gobierno de comunidad, porque de nada sirven
las disposiciones físicas ni espirituales en los que viven en ella
respecto a que lo mismo ha de comer y vestir un pintor excelente
que el pastor de las vacas”.20

¿Cómo podía ser que carecieran de ambiciones personales?


Los civilizados europeos nunca lograron entender el espíritu de
los bárbaros guaraníes. Horrorizados por la herejía, pretendieron
reemplazarla con los valores de la propiedad privada, el latifundio
y el trabajo esclavo, todos ellos santificados por la Iglesia Católica.
En las misiones se producía para el mercado, pero la
inteligencia de los jesuitas hizo que se preservaran allí algunos de
los rasgos comunitarios esenciales al organizar su peculiar forma
de producción y de propiedad. Una vez reducidos, los guaraníes
se convirtieron en troperos, obreros de la construcción, artesanos
y también en agricultores, pero no trabajaban por un salario, sus
mentalidades quedaron protegidas de las influencias del afán de
lucro y de la competencia feroz. El capitalismo había irrumpido
desde el exterior, pero no pudo salvar las vallas con que los
jesuitas le cortaron el paso.
Una parte de la propiedad de la tierra se organizó como
“campos de Dios”,21 que eran trabajados colectivamente ciertos
días de la semana. Lo producido se almacenaba en una barraca
que administraba la Compañía de Jesús. El conjunto se llamaba
tupambaé. Aunque la contabilidad de la producción se hacía en
dinero, la circulación de la moneda estaba prohibida en las misiones.

20. Félix de Azara. Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata en 1801.
Imprenta Sanchiz, Madrid, 1847, pág 110.
21. Véase Luis Rodolfo González y Susana Rodríguez Varese, “Guaraníes y
paisanos”, Cuadernos Nuestras Raíces N° 3, Nuestra Tierra, Montevideo, 1990.

48 ···
La otra forma de propiedad la constituían los “campos del
hombre”, el abambaé, que se otorgaba a las parejas que contraían
matrimonio y cuyo producto pertenecía a la familia. Ésta recibía,
además, del tupambaé, los artículos necesarios para el consumo
diario: yerba mate, carne y tabaco, entre otros. El salario y el
mercado no eran las formas de distribuir lo producido.
Los jesuitas vendían lo almacenado –ahora sí se producía
un excedente– a compradores que venían de Asunción, Santa
Fe, Buenos Aires e incluso de Europa. Con el dinero obtenido se
compraban artículos como telas y metales para artesanías, que
no se producían en la reducción y que se repartían entre las
familias. Según el investigador Sergio Venturini, en las misiones se
desarrolló el cooperativismo bastante antes de que en Alemania
descubrieran esta forma de organizar la producción.
Varias familias se agrupaban en torno a un cacique o un
chamán y vivían en una barraca comunitaria sin paredes internas
divisorias. En base a esta unidad comunitaria o familia ampliada
se organizaban la defensa, la caza, la pesca y el cultivo de la tierra,
era la célula económica y política de las misiones. En cada misión
había 20 o 30 de estos cacicazgos, hasta 50 en algunos casos.
Cada pueblo elegía su cabildo.
Los conflictos se resolvían en la plaza pública, con la
participación de la comunidad. No había cárceles. La educación de
los niños era tarea colectiva, así como el cuidado de los ancianos.
Dado que las comunidades no estaban escindidas en clases, el
poder político surgía de relaciones sociales establecidas en pie
de igualdad, entre individuos libres, sin la finalidad de someter y
expropiar a sus semejantes.

El derrame

Miles de guaraní- misioneros fueron trasladados como obreros


de la construcción a Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Santo
Domingo de Soriano. Levantaron las murallas de Montevideo y de
la fortaleza de Santa Teresa. Según recuentan Rodolfo González

···49
Rissotto y Susana Rodríguez Varese, siete familias fueron
trasplantadas desde las misiones de San Lorenzo y San Miguel para
trabajar en la fundación de Maldonado; 149 guaraní- misioneros
de un escuadrón de dragones, a las órdenes del sargento José
Rondeau, trabajaron en la construcción de Minas; la población
inicial de Víboras era del mismo origen; 204 guaraní- misioneros
fueron traídos en ocasión de fundar San José; 18 para la fundación
de Santa Lucía y otro tanto para la de Pando. Muchos testimonios
certifican que fueron guaraníes la mayoría, si no la totalidad, de
la población inicial de Salto, Paysandú, Batoví, Durazno, Artigas
(San Eugenio), Dolores, Capilla Nueva de Mercedes, Florida y Melo.
El proceso denominado como colonización del Río de
la Plata se basó en la fuerza de trabajo y la sangre guaraní;
fueron ellos los constructores de la región, aunque el trabajo
haya sido una imposición de España. En 1750, en tiempos
de la masacre cometida por los ejércitos aliados de Portugal
y España, los portugueses hicieron un traslado masivo de
guaraní- misioneros para fundar la ciudad de Viamão en la
costa atlántica de Río Grande del Sur.
La cortedad de miras asustaba. Los portugueses de San Pablo,
al igual que los españoles de Asunción y Buenos Aires sólo vieron
en las misiones una inagotable mina de mano de obra y carne
de cañón. Los acarreos masivos de personas continuaron en el
siglo XIX. Auguste Saint Hilaire, botánico francés que publicó las
observaciones de sus viajes por la región platense entre 1816 y
1820, relata el desplazamiento forzoso de 4 mil guaraníes huyendo
de la persecución de las tropas de Ramírez, el caudillo entrerriano
que vendió su alma. La falsa independencia de la Banda Oriental
no interrumpió el acarreo, en 1829 Fructuoso Rivera trajo 8 mil
misioneros para fundar Bella Unión.
Miles de arrieros vinieron a la Banda Oriental como peones de
las “vaquerías” misioneras y cientos de ellos optaron por quedarse
a vivir acá. Según explican Rodolfo González y Susana Rodríguez
Varese, la mano de obra guaraní, muy calificada para la época, era
requerida por las estancias cimarronas que necesitaban albañiles,
alambradores, herreros, quinchadores, etc. En un mundo criollo
50 ···
donde el trabajo manual era mirado con desprecio, había una
demanda sostenida por la habilidad de los obreros y artesanos
indígenas.
Como explican los autores citados, el derrame fue un goteo
intermitente con picos de acarreo masivo en ocasiones. Comenzó
en el siglo XVII con los grupos que no querían permanecer en las
reducciones y fugaban de ellas y continuó luego, en los siglos
siguientes, con los que desertaban de los ejércitos de guerreros o
de las cuadrillas de la construcción. Las migraciones duraron cerca
de 80 años (1750- 1830) y cambiaron radicalmente la composición
étnica y demográfica de la Mesopotamia y la Banda Oriental.

La tercera parte

Investigando las partidas de nacimiento, matrimonio y


defunción de los archivos parroquiales –registro civil de aquellos
tiempos–, González Rissotto concluyó que entre 1760 y 1810 el
norte estaba poblado por unos 20 mil indígenas, mayoritariamente
guaraníes vinculados de algún modo a las misiones.
A partir de sus investigaciones, Padrón Favre señala que:

“La consulta de los diversos empadronamientos de población


de la primera mitad del siglo XIX, como los muy bien conservados
registros parroquiales, señalan inequívocamente que al nacer el
Estado oriental existían miles de pobladores de origen indígena,
mayoritariamente misionero. Incluso hemos afirmado que, para
1830, esa presencia misionera, entre indígenas y descendientes
mestizos, podía alcanzar del 15 al 20 por ciento de la población”.22

Su distribución no era pareja en el territorio de la Banda


Oriental, por el contrario, puede afirmarse que existían dos zonas
diferentes: el territorio al norte del Río Negro, casi totalmente
poblado por guaraní- misioneros, y el del sur del mismo río, donde

22. Oscar Padrón Favre, “Algunos aspectos de la presencia guaraní- misionera en


Uruguay”, en El indio guaraní, Tierradentro Ediciones, Montevideo, 2011, pág 89.

···51
con esa misma población se mezclaban españoles, portugueses,
criollos y mestizos. Las diferencias tuvieron evidentes
consecuencias sociales y políticas.
Según Esteban Campal:

“Todo gira alrededor del bovino, y quien no cuida de su


procreo y buen uso, fracasa irremediablemente. La necesidad trae,
pues, orden, sentido de previsión, ingenio y disciplina, forjándose
así el carácter del paisano, que es una mezcla de costumbres
españolas y guaraníes, estrechamente vinculadas al cuidado y
al uso del ganado, y muy distintas a las del gaucho, que aparece
mucho después y que es hijo de las vaquerías, de la abundancia y
del desorden”.23

Cuando los relatos, informes y testimonios de la época


hablan de “paisanos”, hacen referencia a esos pobladores de
origen guaraní- misionero, que se distinguían de los “indios” o
“infieles” y de los “criollos” (españoles americanos). Su calidad
de sedentarios los oponía a la población indígena nómade y a los
gauchos y changadores de la “vida suelta”. Estas precisiones son
importantes porque el discurso de Artigas casi siempre se dirigía
a los paisanos orientales.
En este siglo XXI, la población de Uruguay mantiene las
raíces genéticas que la emparentan con los guaraní- misioneros.
Las investigaciones de Mónica Sans en el Departamento de
Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación (UDELAR) permitieron sacar algunas conclusiones en
ese sentido: “Con relación a la ancestría, se destaca que un tercio
de la población [del Uruguay actual] posee un antepasado materno
indígena, lo cual se aplica con igual probabilidad a hijas e hijos”.24
Ese 31 por ciento es el promedio de diferentes valores
regionales. El profesor de genética Bernardo Bertoni (UDELAR)

23. Esteban Campal, Hombres, tierras y ganados, Arca, Montevideo, 1967, pág 24.
24. Mónica Sans, “Raza, adscripción étnica y genética en Uruguay”, revista Runa,
Universidad de Buenos Aires, 2009, pág 168.

52 ···
afirma que 60 por ciento de los habitantes del departamento
de Tacuarembó tienen un ancestro guaraní por línea materna
y que 3 por ciento lo tienen por línea paterna. La diferencia
entre las líneas maternas y paternas surgió de que mientras
los hombres indígenas fueron exterminados sin piedad y
otros murieron en combate entre 1810 y 1820, las mujeres
fueron repartidas como esclavas entre las familias de elite.
La población actual de Montevideo alcanza al 20 por ciento
de ancestros guaraníes por línea materna, que es la cifra más baja
para todo el país. Cerro Largo, en cambio, con 30 por ciento se
aproxima al promedio nacional.
Si la alternativa era la esclavitud en forma de encomienda
española o de maloca portuguesa, ¿qué tiene de extraño que los
guaraní- misioneros hayan preferido las suavemente onduladas
praderas del norte oriental, donde el caballo era garantía de
libertad y el alimento estaba al alcance del cuchillo?
El goteo se hizo aguacero. Los guaraníes y mestizos se
convirtieron en la más fuerte agrupación humana del sur de Brasil
y de ambas orillas del Paraná y del Uruguay y continúan siéndolo
en el Paraguay. La migración tuvo importantes consecuencias
genéticas y demográficas así como culturales, pues fue conducida
organizadamente por los caciques y chamanes, que también
derramaron sabiduría por toda la región. En algunos casos, la
población abandonó las misiones con sus cabildos al frente. No
se dejaron llevar por un simple impulso individualista sino que,
aunque fuera por goteo, sus movimientos migratorios fueron
organizados en el marco de sus creencias y cultura.
Muchas de las costumbres de la población rural de las
Provincias Unidas nacieron de las tradiciones guaraníes. Siglos
antes de las reducciones, los guaraníes ya se alimentaban con maíz
y mandioca, bebían yerba mate y usaban las hierbas medicinales
que aún se usan. En lengua guaraní dieron nombre a países, ríos,
cuchillas y ciudades de la cuenca del Plata. El hábito de tomar
mate dibuja el mapa del derrame misionero.
···53
De la misma manera que cabe interrogarse hasta dónde la
cultura musical montevideana es de origen africano, es lícito
preguntarse hasta dónde la cultura campera de la cuenca del Plata
hereda las técnicas y los hábitos desarrollados en las misiones.
No se trata de una cuestión de raza –en definitiva, la raza es una
construcción arbitraria de los racistas– sino del surgimiento en
las praderas de la cuenca del Plata de un modo de vivir, hacer y
pensar propio. De alguna manera las culturas de las poblaciones
de origen guaraní lograron imponerse a la cultura hispánica, al
tiempo que incorporaron muchos de sus elementos. Hasta la
oleada de inmigrantes que llegó en la segunda mitad del siglo
XIX aprendió a tomar mate y, sorbiendo el agua por la bombilla,

fueron incorporando hábitos y saberes guaraní- misioneros.

54 ···
Capítulo 4. La edad del cuero

Juan de Garay partió de Asunción en 1573 al frente de una


expedición con más de 80 mancebos de la tierra y apenas nueve
españoles. Se proponía fundar Santa Fe, un motel en la ruta de la
salida por el Río de la Plata. Siete años después, en 1580, el mismo
Garay refundó Buenos Aires, donde convergían las rutas que
llevaban a Cuyo y Chile y las que venían del Alto Perú y sus minas
de Plata. En realidad, fueron dos las ciudades fundadas: Santísima
Trinidad, donde se repartieron chacras y suertes de estancias y,
sobre la costa barrosa del río como mar, el puerto del Buen Ayre,
que pronto fue el centro del contrabando de esclavos –unos 4
mil africanos por mes–, que eran transportados a las minas del
Potosí. Buenos Aires creció y se desarrolló como agencia de la
mafia del tráfico negrero.25 Los fundadores fueron 52 mancebos
de la tierra, unos 200 guaraníes con sus familias y 11 españoles.
Aunque les caiga mal a algunos, esas ciudades fueron “cabecitas
negras” desde el arranque.
A poco de establecido a orillas del Plata, Garay ordenó a
Hernandarias que arreara 500 vacunos de Asunción a Buenos
Aires, un recorrido de más de 300 leguas. Cada vaca costaba un
peso y medio en Asunción y fue vendida a tres pesos y medio en
Buenos Aires. El negocio valía la pena. El mismo Arias de Saavedra
tropeó 1.500 cabezas y otros tantos yeguarizos hasta Corrientes
y, poco más tarde, llevó igual cantidad de vacunos hasta Santa
Fe. Las llanuras del Plata no ofrecían incentivo económico alguno.
Solamente albergaban el deambular nómade de los pampas
(querandíes y charrúas), no había minas de oro y plata en ellas
y los indígenas se negaban a trabajar gratis. Los esfuerzos de
Hernandarias harían que el vacuno –o más bien su cuero– se
volviera el principal recurso económico del Virreinato. Se calcula
que medio siglo después, en 1733, el rodeo bonaerense alcanzaba

25. Félix Luna, Breve historia de los argentinos, Planeta, Buenos Aires, 1994.

···55
las 50 mil cabezas, cifra que asciende a 80 mil si se le suma las
que manejaban los jesuitas.26
Corridos de la Mesopotamia, los “indios bravos” debieron
cruzar el río Uruguay y poblaron las praderas orientales. Así nació
la “banda de los charrúas”, a la que evitaban cruzar los españoles
de la banda occidental. En 1609 Hernandarias arreó unas decenas
de bovinos a la isla del Vizcaíno. La introducción del ganado en
estas tierras sin dueño tenía el sentido de abastecer de cueros,
tasajo y sebo a Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes. Fue el primer
monocultivo, el inicio de un destino extractivista. Una inversión
riesgosa que fue un éxito.
Años más tarde Hernandarias llevó a la isla del Vizcaíno otras
100 vaquillonas y toros desde su estancia en el Salado. Una tercera
tanda, de alrededor de 5 mil reses, fue conducida por los misioneros
desde las reducciones en las sierras del Tape. El proyecto no era
establecerse o fundar una ciudad, como en los casos de Corrientes,
Santa Fe y Buenos Aires. Simplemente se proponían “sembrar”
ganado y, cada tanto, organizar una vaquería para cosechar
los cueros, el sebo y el tasajo que necesitaban. Por más de 100
años la Banda Oriental estuvo prácticamente deshabitada, pero
densamente poblada por vacunos y caballares; era coto de caza,
tierra de safaris que cazaban vacas como en África se hizo con los
elefantes, para vender sus colmillos. Según Esteban Campal,27 el
ganado sembrado por Hernandarias se multiplicó hasta alcanzar
los 5 millones de reses en 1680.
Reflexiona Alberto Zum Felde:

“Los historiadores han denominado a las diversas edades de


la civilización universal según la materia prima que servía de base
a su industria y daba carácter a la civilización. Así, la edad de la
piedra, la edad del bronce, la edad del hierro. Puede decirse, sin

26. Emilio A Coni, “Historia de las vaquerías del Río de la Plata (1555- 1750)”,
Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1930, Tomo 96, pág 269.
27. Esteban Campal, op cit.

56 ···
abuso de la metáfora, que el Uruguay tiene una ‘edad del cuero’.
[…] el cuero es lo que menor esfuerzo demanda en el Uruguay
durante el siglo XVIII: no cuesta nada y sirve para todo”.28

Campal resumió el concepto:

“De 1700 a 1800 el cuero es, en efecto, la materia prima de


toda industria”.29

Techos, paredes, puertas y ventanas del rancho eran de cuero,


como el sombrero, las botas y el abrigo del gaucho. Cruzaban
los ríos con pelotas de cuero y el coronel Pacheco interrogaba a
los presos enchalecados en cuero crudo. En ausencia de clavos,
se usaban ataduras de cuero. En la cultura gaucha el cuero fue
lo que el hielo para la cultura del “país de las sombras largas”.
No era cómoda ni fácil esa vida bastante primitiva, que moldeó
una manera de ser austera y autosuficiente, acostumbrada a
remediarse con lo elemental y a tomar lo necesario directamente
de la naturaleza.

Renta diferencial

La multiplicación explosiva del ganado traído de España cambió


las condiciones; las pampas improductivas se transformaron en
pasturas ganaderas; vacunos y equinos satisfacían las necesidades
de alimentación y transporte, en tanto el cuero era desde material
para la construcción hasta insumo para la vestimenta. Al principio
sólo se abastecía la necesidad de la población, luego se vendía sebo
y grasa a Brasil, pero al comenzar el siglo XVII, alguien con olfato
empresarial compró esos cueros, que no valían prácticamente
nada, los transportó en barco y los vendió a la industria europea
para fabricar calzado, botas de soldados y correajes. En 1613 se

28. Alberto Zum Felde, Proceso histórico del Uruguay, Biblioteca de Autores
Uruguayos, Montevideo, 1919, pág 26.
29. Esteban Campal, op cit, pág 85.

···57
exportaron 350 cueros, que pasaron a ser 4.730 en 1614 y, al año
siguiente, 4.450. Entre julio de 1615 y julio de 1617, fueron 9.850
los cueros que salieron de Buenos Aires.30 La ruta del cuero no
era directa: se transportaban a Brasil y desde allí a Europa y las
nuevas fábricas instaladas en Manchester. El Cabildo de Buenos
Aires se quejaba en 1660 de que: “El único fruto de esta ciudad
de Buenos Aires son los cueros, y éstos sólo salen por la mar, y
no habiendo navíos no tienen valor”. Como no llegaban navíos
de registro –los del monopolio español del comercio– pero lo
hacían barcos portugueses, el contrabando a Brasil era la única
salida para los cueros.31 Al comenzar los años 1700 se blanqueó
el contrabando al crearse los Asientos de Francia e Inglaterra en
el puerto de Buenos Aires.
Según Emilio Coni, los ingresos por las ventas de cueros
no eran suficientes para las finanzas de Buenos Aires, en
particular porque las prácticas de depredación redujeron el rodeo
rápidamente. De coto de caza, la Banda Oriental pasó a ofrecer
la posibilidad de jugosos negocios a contrabandistas españoles
asociados con bucaneros y corsarios que eran, en realidad, un
tipo de empresariado capitalista. Los burgueses eran corsarios
enmascarados y los corsarios eran burgueses sin traje ni corbata.
Además de los derechos de aduana cobrados por los
cueros exportados legalmente, el agronegocio despertó apetitos
recaudadores en el todavía germinal Estado del Río de la
Plata. Los cabildos de Buenos Aires y Santa Fe, compelidos
por sus necesidades financieras, comenzaron a expedir
permisos para hacer vaquerías. Años más adelante, como
algunos de los adjudicatarios no podían cubrir los costos,
los permisos, o parte de ellos, se vendían a los “accioneros”.
El capitalismo mercantil estaba sembrando sus semillas.
A partir de que el cuero adquirió valor, las praderas
comenzaron a producir para el mercado y se despertó el interés
por las grandes extensiones, como muy bien explica Esteban

30. Emilio A Coni, op cit, pág 300.


31. Ibid, tomado de Archivo de Indias, Correspondencia.

58 ···
Campal.32 La propiedad pasó a tener otro sentido que el título de
hijodalgo colgado en la chimenea. Hasta es posible pensar que uno
de los motivos de los guaraníes para incorporarse pacíficamente a
las reducciones hayan sido esos rodeos vacunos de las estancias
misioneras. Los guaraníes llegaron a arrear tropas de hasta 30 mil
cabezas cada una, traídas desde la Banda Oriental, que cuereaban
en las misiones jesuíticas.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la “edad del cuero con valor
de uso” se convirtió en “edad del cuero- mercancía”, un producto
con valor que despertó el interés de los inversores o accioneros
y que, en necesaria contrapartida, creó una demanda sui generis
de peones a destajo o changadores, jinetes especializados en
desjarretar reses cortando los tendones de las patas traseras con
una medialuna de hierro atada a la punta de una tacuara. Según
Campal, se les pagaba hasta 50 pesos fuertes por cada mil vacunos
desjarretados. Era un trabajo a destajo, ocasional e irregular, de
“mozos sueltos” que fueron desarrollando nuevas formas de
vivir, habilidades ecuestres, herramientas, hábitos y costumbres.
Un tipo muy especial de trabajo asalariado.
En 1723, poco antes de la fundación de Montevideo, el Cabildo
de Buenos Aires explicaba al asiento inglés que traer de la Banda
Oriental 20 mil cueros costaba 32.500 pesos. La tercera parte
era la ganancia de los accioneros. El flete en carretas desde la
otra orilla salía unos 10 mil pesos. Había que agregarles los 12
mil pesos que cobraban los 100 hombres armados que protegían
la caravana durante los ocho meses que duraba la expedición.
Finalmente debían pagar a los desjarretadores.33 Parece que la
cuenta no desagradaba a los británicos: en 1718, desde Buenos
Aires salieron hacia Inglaterra unos 10 mil cueros de la Banda
Oriental; la cifra aumentó a 40 mil en 1723 y a 60 mil en 1724.
El costo de la producción de cueros en el Río de la Plata era
menor que el costo de producirlos en Europa, en especial porque

32. Ibid.
33. Emilio A Coni, op cit, pág 312.

···59
la fertilidad de las praderas permitía que fuera mucho menor la
inversión en capital variable. Sin embargo, los cueros se vendían
al precio determinado por el valor de los vacunos criados en
los predios menos fértiles de Europa y producidos con salarios
muchísimo más altos que los percibidos por los changadores del
Plata. En consecuencia, una jugosa renta diferencial esperaba a
quienes fueran capaces de apropiarse de las praderas orientales
y mesopotámicas.
Con el aumento del valor de los cueros surgieron condiciones
de rentabilidad que despertaron el hambre por las grandes
extensiones de tierras: el latifundio surgió y se perpetuó cuando
comenzó a ser fuente del gran negocio. Los aspirantes a latifundistas
no registraban su existencia, pero era el flujo de renta diferencial
lo que realmente despertaba su apetito, era fuente subyacente de
sus ambiciones, generadora de consecuencias muy concretas en
lo social y en lo político. Bien puede afirmarse que fue uno de los
motivos de la guerra civil que desató la elite bonaerense. No sólo
luchaban por las rentas aduaneras, querían además apropiarse del
trozo mayor de la renta diferencial producida por el latifundio.

La Tacita del Plata

La multiplicación del ganado hizo que resultara bastante más


barato pagar flete por los cueros extraídos en la Banda Oriental,
que arrear el ganado y cuerearlo en Buenos Aires. En 1624, en
la reducción de Santo Domingo de Soriano se instaló la primera
barraca para almacenar los cueros y embarcarlos hacia Buenos
Aires. Fue el primer capital mercantil radicado en territorio
oriental.
Eran buenas las razones para que surgieran empresas
dedicadas a la explotación ganadera de la “mina de cueros”.
Los faeneros vendían cueros a quien fuere, al comercio sin
aduanas de Colonia o en la frontera con Brasil o a los bucaneros
franceses y británicos instalados en la costa de Maldonado y Rocha.
A veces debían atravesar las líneas de los ejércitos españoles

60 ···
sitiadores de Colonia, cuyos oficiales hacían la vista gorda a
cambio de una propina. Detrás del negocio del cuero se formó
una elite que más bien era un amontonamiento de mercaderes y
latifundistas, contrabandistas todos ellos.
Portugal fue el primero en reaccionar a los nuevos incentivos
económicos e instaló una factoría en Colonia del Sacramento.
Tampoco se proponía ocupar territorio, sino simplemente
establecer un punto para la extracción de cueros y tasajo por
fuera del control español. Los portugueses fortificaron la llamada
Guardia de Castillos corriendo su frontera sur hasta el arroyo
Valizas. En 1720, al mando de Manuel Freitas de Fonseca, cuatro
barcos portugueses con 250 hombres anclaron en la bahía de
Montevideo. El movimiento encendió una luz roja en la corte del
monarca español Felipe V, quien decidió pelear por las reservas
vacunas de la Banda Oriental. En 1724 Bruno Mauricio de Zabala,
gobernador de Buenos Aires, desembarcó con 10 cañones, 110
soldados y mil guaraníes- misioneros que construyeron el Fuerte
de San José en la punta sur de la Ciudad Vieja.
Luego ordenaron a Zabala construir una ciudad fortificada
que pudiera frenar el avance portugués y que, junto con Buenos
Aires, pudiera controlar la entrada al sur de América. Una ciudad
de doble propósito, fortín y mostrador para el negocio del cuero.
Sin embargo, no le fue sencillo encontrar en Buenos Aires gente
dispuesta a poblar la inhóspita “banda de los charrúas”, a vivir en
casas de adobe crudo con techos de cuero y volverse blanco de
los malones. Zabala debió ofrecer un generoso reparto de tierras
y ganados para incentivar el espíritu de aventura de quienes se
decidieran a acompañarlo. Felipe V prometió además reconocerlos
como “hijosdalgo de solar conocido”. Aun así, sólo lograron
convencer a seis familias, entre ellas la del abuelo de José Artigas,
nacido en Zaragoza, que con sus cuatro hijas pequeñas cruzó el
“río como mar”.
Ante la renuencia de los bonaerenses, Felipe V contrató a
Francisco de Alzaibar para que reclutara 50 familias campesinas
de Canarias, de esas que, desesperadas por la miseria, no

···61
preguntaban hacia dónde las trasplantaban. Les pagaron un doblón
por persona embarcada. El primer padrón de Montevideo registró
seis familias de Buenos Aires y 50 provenientes de Canarias, unas
250 personas en total. En 1728 Alzaibar importó desde Tenerife
otras 30 familias, que llegaron junto a un pequeño ejército de 400
soldados españoles.
La construcción de las murallas de la ciudad requirió unos 40
años de trabajo a los más de 2 mil obreros acarreados desde las
misiones jesuitas. Cada vez que alguien se detiene a admirar la
Puerta de la Ciudadela debiera recordar que fue obra del trabajo
forzoso de los guaraní- misioneros. Su prolongada estadía fue,
muy probablemente, más que suficiente para intensificar el
mestizaje.
Las ordenanzas de Felipe I, promulgadas 200 años antes,
habilitaban a Zabala para entregar gratuitamente un solar
urbano a cada familia, además de una quinta en el ejido y una
“suerte de estancia” en las planicies limitadas por los propios y
el arroyo Pando. Cada familia recibió 200 vacunos, 100 ovejas,
las herramientas que precisaban y los alimentos que cubrirían
sus necesidades durante el primer año. Vinieron con una mano
adelante y la otra atrás, pobres por antonomasia, trajeron consigo
sus brazos y la costumbre de luchar por la vida. No tenían fortunas
ni títulos de nobleza, pero en cumplimiento de las promesas del
rey, Zabala los consagró “hijosdalgo de solar conocido”.
En 1731 los charrúas intentaron tomar por asalto la ciudad,
pero al año siguiente, gracias a la mediación encaminada por el
abuelo de José Artigas, se logró hacer un acuerdo de paz entre
Zabala y algunos caciques, que se mantuvo hasta mediados de
siglo. Vivían prácticamente sitiados por los contrabandistas
portugueses, los minuanes y los charrúas, pero fueron trabajadores
incansables, amansaron el ganado, lo pastoreaban y marcaban,
hicieron sementeras y sembraron el trigo, lo molieron y leudaron
el pan, salaron la carne y fabricaron sebo para consumo propio34

34. Ibid, pág 53.

62 ···
o para venderlo en Buenos Aires. Para aumentar la producción
era preciso que el ganado dejara de pastar sin marca ni seña,
y comenzaron a domesticarlo mínimamente, simplemente
encerrándolo en las rinconadas que formaban los ríos o las sierras.
¡Algunos de ellos hasta comenzaron a marcar las reses!
Así surgieron las primeras estancias, al principio en Corrientes,
Santa Fe y Buenos Aires y por último también en la Banda Oriental.
Más allá del carácter militar del proyecto Montevideo, cada
cabeza de familia –paisano o canario– se convirtió en minúsculo
hacendado radicado en el campo, algo que ya había ocurrido del
otro lado del río Uruguay. Crearon lo que Campal denomina una
“modesta riqueza agropecuaria”, que podría haber dado origen a
un capital industrial, con molinos, saladeros, fábricas de velas y
varaderos para construir barcos.

El latifundio

Aunque fueran precarias y primitivas, las estancias requirieron


gente que se radicara en el campo y peones sedentarizados.
Toda una revolución en respuesta al crecimiento de la demanda
europea (calzado y correaje para obreros y soldados). Un salto en
el tránsito al capitalismo. Dispersos en la periferia urbana, con
intereses bien distintos a los de la elite portuaria, los pequeños
hacendados de origen canario organizaron lo poco de explotación
ganadera y agrícola ordenada que hubo en la Banda Oriental
durante el siglo XVIII y se constituyeron en sujeto demandante del
“arreglo de los campos”.
No era la única forma de satisfacer la demanda europea
de cueros. En octubre de 1727, a pocos meses de la fundación
de Montevideo, Felipe V otorgó a Francisco de Alzaibar, su fiel
servidor, el derecho de comprar todos los cueros que quisiera
sin la obligación de rendir cuentas a nadie ni de pagar nada a
las autoridades locales. Además, las autoridades concedieron
a Alzaibar la rinconada delimitada por el Plata y los ríos San
José, Santa Lucía y Luis Pereira, un total de 423 mil hectáreas.

···63
Privilegio al que se agregó la autorización para instalar en la barra
del Santa Lucía barracas para almacenar cueros, un varadero y
un embarcadero con permiso para exportar a España. Negocio
redondo.35
Creando el latifundio, el monarca respondió a las necesidades
del mercado europeo. Alzaibar paraba rodeo sin respetar límites,
cuereaba las reses fueren de quien fueran y luego exportaba el
cuero directamente desde sus propiedades, en una especie de
abigeato y contrabando autorizados por la monarquía. En abierta
violación de todas las leyes y ordenanzas de Indias, el rey Felipe
V convirtió a Alzaibar en dueño de un conglomerado de empresas
capaz de competir ventajosamente con el propio monopolio del
Estado.
Después de casada con el mariscal José Joaquín de Viana
–gobernador de Montevideo– a María de Alzaibar la apodaron La
Mariscala. Esta sobrina de Francisco fue dueña de la enorme estancia
que comprendía los parajes de Godoy, Polanco, Marmarajá, Aiguá
y Barriga Negra, la mitad del actual departamento de Lavalleja.
Entre los parientes y amigos de Alzaibar se repartieron los campos
que quedaban al sur del Río Negro, enmarcados por el Uruguay
al oeste y el Cebollatí y el Olimar al este. Gigantescas estancias
hacia donde arreaban todo el ganado que encontraran, fuera
propio o ajeno. Vaciaron los campos con la matanza masiva, que
era el agronegocio de la época. En 1742, a menos de dos décadas
de fundada Montevideo, quedaban apenas 16 mil vacunos en su
entorno.
Amparado en los privilegios, el latifundio fue la forma más
competitiva de la producción de cueros, mucho más redituable
que el trabajo tenaz del pequeño hacendado. Se puede afirmar
que el primer latifundista nació de las entrañas y protegido por
el propio Estado. Felipe V selló el destino de la Banda Oriental
al provocar el fracaso del paisanaje. Prefirió retroceder hacia el

35. Esteban Campal, op cit, págs 55 y sigs.

64 ···
medioevo que avanzar hacia una sociedad burguesa con un sólido
campesinado tal cual imaginaban Jovellanos, Campomanes y los
liberales españoles.
Las diferencias entre la ganadería a lo Zabala y la ganadería a
lo Alzaibar radicaban en la forma social que cada cual quería darle
al manejo: aquél apostaba a que el ganado lo criaran pequeños
hacendados, una colonización con cierta racionalidad, y éste
se jugaba a la extracción irracional de cueros de ganado semi
salvaje. El primero apuntaba difusamente a crear una sociedad
de campesinos e industrias de muy escasa dimensión –saladeros,
fábricas de velas y de jabón, molinos, etc– mientras que el segundo
dirigía sus intereses personales hacia un país dominado por la
oligarquía vacuna.
Según Carlos Real de Azúa, en 1787 un millón de cueros
vacunos al año salían por la aduana montevideana hacia Europa
y posiblemente la misma cantidad lo hacía por detrás de ella.36
Poco después de 1820, 70 por ciento de los productos que se
embarcaban en Montevideo eran cueros vacunos y otro 15 por
ciento era tasajo. La economía del Río de la Plata fue vacuno-
dependiente desde el siglo XIX.

El consentimiento

Con el puerto de Buenos Aires alcanzaba y sobraba para cubrir


las necesidades del desarrollo de la producción y el comercio.
Montevideo fue concebida considerando razones de defensa
del Virreinato: era necesaria una fortaleza que obstaculizara la
expansión portuguesa. En medio del vacío social y económico se
implantó un reducto del ejército y la marina españoles. El poder
del Estado quedaba reducido a su mínima expresión, en tanto la
fuerza armada era la expresión más descarnada de su razón de
existir. Era un Estado sin sociedad civil. Las primeras familias
fueron trasplantadas en el marco de esa estrategia militar, más

36. Carlos Real de Azúa, El patriciado uruguayo, Asir, Montevideo, 1961, pág 31.

···65
que en función de un proyecto de reproducción ampliada del
capital. Cada una y cada uno de los pobladores tenía asignada
una función en la defensa de la plaza.
La Iglesia Católica acompañó a las fuerzas armadas en el
esfuerzo por instaurar el poder de coerción y coacción de la
monarquía. El Estado implantado en la bahía de Montevideo
tenía dos caras: las fuerzas armadas y la Iglesia Católica; era una
especie de estado teocrático en el que la coerción y la coacción
la ejercían en simultáneo, tras un objetivo en común, aunque lo
hicieran por vías paralelas. “El padre Barral, primer párroco de
Montevideo, era dueño de toda la extensión comprendida entre
los ríos Santa Lucía y San José; su estancia, hacia el arroyo de la
Virgen, era conocida con el nombre de Taperas de Santa Fe.”37 Los
curas se arremangaban la sotana, se apropiaban de tierras como
hicieron los jefes militares y eran implacables en el ejercicio del
poder. Posiblemente el padre Barral haya aceptado participar en
la aventura de fundar Montevideo por la promesa de convertirse
en “hijodalgo”.
La información sobre el párroco- latifundista demuestra
claramente que la propiedad de tierras y ganados se respaldaba
en la cara armada del Estado, pero debe recordarse que el goce de
la propiedad dependía de que los demás respetaran su derecho
formal. Las armas eran insuficientes para imponer respeto en
aquellas praderas sin alambrar, donde se arreaba el ganado sin
mirar de quién era. Sin alguna forma de consentimiento tácito no
podrían haber existido los enormes latifundios.
¿Qué gobernador, adelantado o sacerdote podía imponer su
autoridad sólo por la fuerza de la espada o por el temor a Dios?
El respeto a las jerarquías debía contar con cierta aquiescencia
pasiva de las y los vecinos, siempre disconformes y prestos a
insubordinarse. Sin algún grado de anuencia por parte de quienes
debían obedecer y respetar, no podía haber obediencia al mando
militar ni respeto a las jerarquías de la Iglesia ni a la propiedad.

37. Ibid, pág 36.

66 ···
Cuando se desvaneció el consentimiento, las masas irredentas se
lanzaron a expropiar y repartirse los latifundios.
Valía la fuerza de las armas, como desde el origen de la sociedad
humana, pero en aquellas vastas praderas era además necesario
que la mayoría –que también tenía sus armas– consintiera con su
pasividad el ejercicio del poder político por una minoría. El poder
no se podía ejercer solamente en base a la fuerza bestial.
Afirmada en la organización militar y religiosa que la
población estaba acostumbrada a respetar, la elite de burócratas
logró mantenerse en la cumbre, pero también es cierto que su
fuerza disminuía al adelgazar el vínculo con la monarquía: parte
del poder revertía a los sometidos y los desposeídos. El raquitismo
del cordón umbilical propició condiciones para que, frente al
aumento arbitrario de impuestos a los textiles de algodón, la sal,
el tabaco y los juegos de cartas, los comuneros colombianos se
insubordinaran, dejando bien en claro su derecho a la rebelión.

···67
Capítulo 5. Los esclavos africanos

La captura y el tráfico de esclavos fue una práctica de todas las


épocas. Se esclavizó mujeres, deudores y prisioneros de guerra. En
caravanas organizadas por comerciantes árabes del norte africano
se arreaban esclavos por tierra hacia el Mediterráneo europeo. El
comercio de personas se intensificó en el siglo XIV con la revolución
en las técnicas de navegación, las mismas que hicieron posible el
viaje de Colón. Portugal fue la nación dominante de esa novísima
red comercial entre Europa y la costa atlántica de África.
Cuando las condiciones de trabajo y las enfermedades
diseminadas por los invasores exterminaron prácticamente la
población originaria de América, los portugueses estuvieron en
condiciones de abastecer de esclavos africanos a las minas y las
plantaciones de América. Hasta que británicos y franceses los
desbancaron, fueron los mayores traficantes del mundo occidental.
El tráfico de personas fue el gran dispensador de rentabilidad y
contribuyó sustancialmente a la formación del capital industrial
en Europa y Estados Unidos.
Al inicio del siglo XVII, junto con las primeras cabezas de
ganado Hernandarias introdujo 30 esclavos africanos.38 Así como
fue el creador de la “mina de cueros”, su olfato empresarial lo
consagró como el primer promotor del esclavismo en la Banda
Oriental. Siguieron su ejemplo los portugueses que, al fundar la
Colonia del Sacramento, entraron de contrabando más de 1.200
esclavos que luego vendieron en el Virreinato español.
El comercio de africanos secuestrados y esclavizados fue, a
partir de entonces, junto al contrabando de cueros, el otro pilar de
la economía de Montevideo. Muchas veces mostrador y latifundio
compartían el mismo propietario que, además, lucraba con el
tráfico de africanos. El traficante- terrateniente- mercader carente

38. Roberto Bracco, José López Mazz, Beatriz Orrego y Nicolás Batalla, Esclavitud
y afrodescendientes en Uruguay, Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, Montevideo, 2012, pág 15.

68 ···
de escrúpulos morales era prototipo de la ética hegemónica en la
joven sociedad montevideana. El patriciado uruguayo se formó
alrededor del tráfico de esclavos o, dicho de otra manera, se
enriqueció en el negocio de la tortura, la violación y la muerte,
fue un patriciado sin escrúpulos, ideológicamente esclavista y
contrabandista.
Hasta fray Bartolomé de las Casas, que denunció y luchó
con denuedo para abolir la encomienda, abogó por reemplazar
la mano de obra indígena con esclavos importados de África.
Años después se arrepintió de esta prédica. Para poner fin a
los tratos inhumanos a los pobladores originarios, no encontró
mejor remedio que predicar a favor del tráfico negrero. No veía
ninguna inmoralidad en ello. Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento
condenaban la esclavitud; por el contrario, el esclavismo era cosa
de sentido común en una religión que, paradojalmente, había
nacido entre los esclavos del imperio romano.
Se puede calcular en más de 12 millones39 el número de
personas trasladadas por la fuerza desde África al continente
americano entre 1600 y 1800. La cifra no contabiliza los millones
de asesinados en el acto de captura ni los que murieron por el
maltrato en las bodegas de los barcos que los trasladaban. Los
africanos cubrían el faltante de mano de obra producido en las
regiones agrícolas y mineras debido a las condiciones de trabajo,
las cacerías de indígenas y las nuevas enfermedades responsables
del progresivo exterminio de la población originaria. El volumen
de los africanos trasplantados los colocó en tercer lugar entre
las comunidades humanas que dieron origen a los actuales
latinoamericanos.

Los traficantes orientales

El Río de la Plata fue la vía principal para abastecer de esclavos


los dominios españoles del sur, incluyendo Perú. Los barcos

39. Ibid, pág 10.

···69
llegaban cargados de africanos a Montevideo y, como España
prohibía venderlos por oro o plata, regresaban a Europa
desbordando cueros, tasajo y sebo. Cada esclavo valía entre 200 y
300 cueros según su estado físico y sanitario. Hasta bien pasada
la mitad del siglo XX, los historiadores ignoraron o banalizaron
la centralidad del tráfico de esclavos en la economía de la Banda
Oriental. Recién en 1965 Ildefonso Pereda Valdés presentó en
“Aporte del negro a nuestra formación nacional”,40 la primera
investigación seria sobre las rutas del tráfico y las diversas
modalidades de la introducción de esclavos en Montevideo.
Pereda quebró el silencio que escondía los crímenes aberrantes de
los creadores de la República Oriental del Uruguay, los próceres
venerados en el altar oficial.
Por una de las cláusulas del tratado de Utrech, firmado en
1715, España entregó a Gran Bretaña, por 30 años, la exclusividad
del tráfico de esclavos en el Río de la Plata. El Estado británico
privatizó el tráfico de inmediato y concedió el Real Asiento de
Negros a la South Sea Company, que se estableció en el Arroyo
de las Vacas. Según lo estipulado en Utrech, el Cabildo de Buenos
Aires se quedaba con la tercera parte del valor de los cueros
canjeados por esclavos. El propio fisco estaba interesado en el
tráfico inmoral.
En 1791 Carlos IV declaró a Montevideo único puerto de
entrada de esclavos para el Río de la Plata, Chile y Perú. Más que
dudoso honor, pero muy buen negocio. En los 35 años transcurridos
entre 1777 y 1812 pasaron por la aduana más de 60.393 esclavos.
Montevideo desplazó a Buenos Aires y se convirtió en el centro
esclavista del Cono Sur, vergüenza muy bien disimulada cuando
se analiza la génesis del patriciado uruguayo. Carlos IV perjudicó a
los comerciantes bonaerenses en la misma medida que benefició a
los montevideanos, creando las condiciones para la confrontación
entre ambas elites mercantiles, la famosa lucha de puertos, que

40. Artículo publicado en la Revista del Instituto Histórico y Geográfico,


Montevideo, 1965.

70 ···
fue en realidad un ajuste de cuentas entre las mafias de traficantes
de ambas orillas del Plata.
El decreto facilitó el aumento desmedido del volumen de
esclavos comerciado por Portugal, que apenas 15 años antes había
sido expulsado de la Colonia. Unos 33 mil esclavos fueron cargados
en barcos portugueses desde Brasil, adonde habían llegado en
navíos ingleses. De los 582 barcos con esclavos que llegaron al
Río de la Plata, solamente 144 provenían directamente desde
África.41 Los barcos brasileños sufrían desperfectos casualmente
cerca de Montevideo, amarraban en el puerto con la excusa de las
reparaciones y, al menor descuido o coima mediante, terminaban
vendiendo los esclavos ilegalmente.
En 1790 el número de esclavos radicados en Montevideo
aumentó considerablemente llegando a alrededor de 5 mil. La cifra
es enorme comparada con la población de Buenos Aires en 1810
–unos 43 mil habitantes– y con las menos de 12 mil personas que
vivían en Montevideo en la misma fecha. En 1803 Nicolás de Vedia
censó 9.367 habitantes en el casco urbano de Montevideo, de los
cuales alrededor de 2.850 eran esclavos, poco menos de la tercera
parte de la población de intramuros. En 1810 Montevideo tenía una
población de 11.430 habitantes, 36 por ciento de los cuales eran
africanos, esclavos o manumitidos. Estas cifras indican el carácter
esclavista de la economía del Virreinato y la importancia de los
africanos en el territorio donde en 1811 surgiría el artiguismo.
Junto a la rapiña del oro y la plata, el secuestro y tráfico de
africanos fue el gran negocio del siglo XVIII, una de las mayores
fuentes de capital original para el desarrollo del capitalismo. Aun
así, algunas interpretaciones consideran que la expansión del
capitalismo por el mundo trajo consigo el progreso y el desarrollo
de la humanidad. Para compartir esa visión es necesario pasar por
alto los millones de cadáveres que quedaron por el camino.

41. Alex Borucki, Las rutas brasileñas del tráfico de esclavos hacia el Río de la
Plata, 1777-1812, Emory University, Atlanta, 2009.

···71
Según los autores antes citados:42 “En nuestra historia sólo
se menciona en forma incidental que la amplia mayoría de los
personajes ilustres que fueron protagonistas de la independencia
estaban vinculados directa o indirectamente con la trata de
esclavos”. Se los pinta con el gesto arrogante y con aire de
autoridad moral, aunque fueron vulgares despachantes de aduana
de los esclavistas británicos y franceses, que expiaban sus culpas
confesándose con el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga en la
Catedral de Montevideo.
Francisco Antonio Maciel, Lucas Obes, José Batlle y Carrió,
Pedro Berro, Mateo Magariños, Francisco Juanicó y varios ilustres
apellidos más hicieron su fortuna traficando seres humanos.
Todos ellos homenajeados en el nomenclátor de la ciudad, cuando
debieran estar en la lista de los requeridos por crímenes de lesa
humanidad. La historia, la literatura, el arte y la cultura funcionan
como simples encubridores del horror. Francisco Maciel, el “padre
de los pobres” fundador del Hospital de Caridad, no fue uno más,
sino el más notorio importador de esclavos.

La civilización del esclavismo

La fuente del esclavismo occidental y cristiano fue Aristóteles,


para quien la existencia de amos y esclavos era un fenómeno de la
naturaleza, como la caída de las manzanas al suelo o el florecer de
las plantas en primavera. Unos vinieron al mundo para ser esclavos
mientras que otros lo hicieron para ser amos y señores. Hasta la
conformación física condenaba a los esclavos, dotados del vigor
necesario para soportar los trabajos más penosos. En cambio,
los nacidos para amos y señores tenían serias dificultades para
doblar sus delicados lomos, condición anatómica que solamente
les permitía dedicarse a la guerra, las artes, el comercio, la filosofía
y la política. Aristóteles miraba el mundo desde la esclavitud, en

42. Bracco, López Mazz, Orrego y Batalla, op cit, pág 8.

72 ···
ella fundamentó su interpretación de la realidad social y política,
sobre ella edificó su templo filosófico.
La Ética de Aristóteles postulaba la plena felicidad como
finalidad última del ser humano, solamente alcanzable mediante
el conocimiento y la razón. Para ser plenamente feliz, cada familia
ateniense debía ser propietaria de varios esclavos, cuyos servicios
garantizaran el tiempo libre necesario para dedicarse a conocer
y pensar. En cambio, los esclavos no necesitaban ser felices, no
eran seres humanos sino una especie de robots perfectos que
obedecían sin discutir las órdenes de sus dueños. Las familias
eran responsables de educar, disciplinar y amaestrar a los
esclavos, igual que a los animales domésticos. Los muy civilizados
griegos trataban a otros seres, tan humanos como ellos, como si
fueran objetos inertes, sin respetar lo que pensaban y sentían, sin
el menor remordimiento y sin reparar que deshumanizaban las
relaciones humanas. Más que una ética, la de Aristóteles parece
haber sido una verdadera hipocresía.
Aristóteles escribió además la Lógica, la nueva ciencia de la
Antigüedad, la del arte y el método para pensar correctamente.
Para Aristóteles era correcto pensar que había seres nacidos
para ser dominados y disciplinados por sus amos. Ninguno de
sus silogismos cuestionó la esclavitud ni el patriarcalismo. Era
correcto defender el sistema, no era correcto denunciar a sus
víctimas. Su ética y su lógica podrían haber sido meros ejercicios
intelectuales, pero el hecho indudable es que, junto al derecho
romano y la Biblia hebrea, la filosofía griega fue el principal
surtidor ideológico de la civilización europea. Europa hundió sus
raíces en las ideas de Aristóteles, Platón y Sócrates.
Hacer la apología de la Antigüedad implica invisibilizar a los
300 mil esclavos existentes en Atenas, sin cuyo trabajo forzoso los
filósofos no podrían haber paseado del brazo por plazas y templos.
La felicidad, la política y la filosofía, como el arte y la poesía,
estaban reservadas a algunos ciudadanos griegos de Atenas; no a
todos ellos, y mucho menos a las mujeres atenienses, reducidas
al cuidado de la casa, bien lejos de la política, el arte o la filosofía,

···73
incapacitadas para acceder a la felicidad. Los panegíricos de la
Antigüedad griega eluden, por lo general, la crítica a su naturaleza
esclavista y patriarcal, ideas que hacían a la esencia de su cultura.
A partir del Medioevo, el orden natural es sustituido por el
orden divino, definido por la palabra de Dios, interpretada por la
Iglesia Católica. Tanto la teología cristiana como la musulmana
abrevaron en la metafísica aristotélica. La ética de Aristóteles
permitió que los europeos gozaran de sus derechos y libertades,
mientras sus mujeres y esclavos vivían en condiciones miserables.
La Ilustración heredó la hipocresía griega: mientras cantaba al
romanticismo, la libertad, la justicia y el conocimiento científico,
pasaba por alto que el capital mercantil europeo obtenía sus
enormes ganancias cazando y traficando esclavos. El envase
aristotélico contenía el embrión del fascismo. ¿Cómo extrañarse,
entonces, de que la barbarie de hoy levante muros donde se
estrellan miles de refugiados africanos?
Transformaron la esclavitud en cuestión de sentido común,
parte de la lógica imperante, a nadie indignaba que hubiera esclavos.
Tal vez porque todos eran cómplices del crimen, aceptaban con
naturalidad su existencia, aunque haya sido la condena moral
que arrastró Europa desde su nacimiento. En esas condiciones,
la ideología del esclavismo llegó a América transportada en las
carabelas de Colón. Los “decentes y principales” del Río de la Plata
cedieron ante el orden natural y la voluntad divina. ¿Qué mejor
justificación que la de hacerlo obedeciendo a las reflexiones
metafísicas de Aristóteles?

La leyenda del tío Tom

La esclavitud se basaba y se basa en la violencia directa sobre


el cuerpo y el espíritu de los esclavos. ¿Cómo podrían ellos no
odiar a sus opresores? Todavía la conciencia colectiva no ha
asumido que la historia de Montevideo estuvo ensombrecida y
ensangrentada por la esclavitud, que la sociedad montevideana
de 1800 estaba definida por su carácter esclavista, que no cabe

74 ···
hablar de valores y filosofía cuando el mundo se divide en amos
y esclavos.
En cierta medida se continúa siendo tan hipócritas como
Aristóteles, justificando a los amos criollos de esclavos, algunos
de los cuales desempeñaron importante rol en el artiguismo. La
imaginación fantasiosa pretende colorear de rosado el rojo sangre
del esclavismo montevideano, en otra leyenda que convierte
en personajes folclóricos a los africanos esclavos. Se creó un
imaginario urbano de felices esclavos.
Hubo que esperar al siglo XX, a que Lino Suárez Peña publicara
sus entrevistas a ancianos sobrevivientes de la esclavitud, para
que se abriera un nuevo horizonte sobre la vida de los esclavos
en la Banda Oriental. Sus testimonios contradicen la versión en
boga que los hace cumplir con el servicio doméstico urbano y
los caracteriza como felices tíos Tom que amaban a sus amos.
En el ensayo de Suárez Peña, los ancianos entrevistados explican
que los esclavos cubrieron la necesidad de trabajo en el medio
rural. Los traían para los trabajos más rudos en las estancias,
en particular en las de la frontera con Brasil, adonde llegaban
de contrabando y en las cuales sus vidas no fueron felices ni
rodeadas de amor. Oscar Montaño, en Umkhonto, ratificó los
dichos de Suárez Peña.
Es indudable que hubo amos más rigurosos y violentos que
otros, y que pudo haber esclavos que besaran el látigo del amo,
así como esclavos amantes de sus amas. Es también indudable,
sin embargo, que la esclavitud es una forma de tortura y que el
odio dominaba los corazones de los africanos secuestrados, que
por eso escapaban o se alzaban en cuanto encontraban la menor
oportunidad. Fugaban apenas les era posible y se refugiaban en
los montes del norte. En 1803 ocurrió una fuga masiva de esclavos
que escaparon hacia el río Yi, donde fundaron la nación Bantú
del Hum, una comunidad negra cuya lucha permanece ignorada.
Ana Frega señala que fugaron de Montevideo más de mil esclavos
africanos en octubre de 1811, cuando comenzaba la Redota y
finalizaba el sitio de la ciudad.

···75
Entre 1790 y 1809 fueron manumitidas 185 mujeres y hombres
en Montevideo por gracia de sus propietarios. En el mismo
período, 234 esclavas y esclavos lograron ahorrar lo suficiente
para comprar la libertad a sus dueños. No sólo mediante la fuga
individual o colectiva o por la leva militar podían alcanzar la
deseada libertad. Es curioso que, en el período artiguista, los amos
hayan manumitido a 212 mujeres y hombres y que 397 esclavos
y esclavas pudieron comprar su derecho a ser libres.43 Las cifras
indican que los africanos continuaron esclavizados en medio de
los discursos que, desde mayo de 1810, proclamaban libertad,
igualdad y fraternidad. Contrasentido muy difícil de explicar, y
que puede calificarse como el talón de Aquiles del artiguismo.
Dada la escasez de españoles voluntarios para enrolarse, desde
1590 España reclutó africanos para llenar plazas en infantería, del
mismo modo que había hecho con los guaraní- misioneros para
cubrir sus batallones de dragones. Los destacamentos de “pardos
y morenos” custodiaban Buenos Aires cuando los escuadrones
europeos salían de la ciudad. Durante la reconquista de Buenos
Aires se formó un cuerpo de infantería con cinco compañías de
pardos, dos de indígenas y dos de esclavos africanos a quienes se
les prometió la libertad luego de cumplido el servicio militar. De
los 5 mil soldados que rechazaron a los invasores ingleses, 876
eran africanos o hijos de africanos. Para no desairar el sagrado
derecho de propiedad, el Cabildo de Buenos Aires pagó a cada
propietario el precio de cada esclavo manumitido. Otorgar la
libertad a los esclavos a cambio de su enrolamiento era otra forma
de someterlos por la fuerza.
Recién a fines del siglo XVIII los dueños del capital industrial
empezaron a necesitar trabajadores que vendieran su fuerza de
trabajo y que compraran las manufacturas que ellos mismos
producían. Fue entonces que sacaron la cuenta de que los
esclavos africanos consumían muy poco y su mantenimiento era
más costoso que el salario obrero. Surgió, en consecuencia, un

43. Arturo Bentancur y Fernando Aparicio, Amos y esclavos en el Río de la Plata,


Planeta, Montevideo, 2006.

76 ···
impetuoso movimiento abolicionista. La burguesía entendió
ventajoso cambiar los grilletes de hierro por los sutiles grilletes
del fetichismo y la enajenación. En 1807 Inglaterra abolió la
esclavitud y pasó a perseguir y reprimir el tráfico de esclavos. El
cambio de opinión fue acompañado por una abundante literatura
que denunciaba las inhumanas condiciones en que los africanos
eran secuestrados, trasladados y obligados a trabajar. Sin embargo,
la abolición era una necesidad de la reproducción ampliada que
nada tenía que ver con valores humanitarios o sentimientos de
justicia.
A instancias de los jacobinos y bajo el impulso de la
onda progresista que llegaba de Gran Bretaña, la Asamblea
Constituyente de 1813, en Buenos Aires, decretó la libertad de
vientres, es decir, que toda persona nacida en las Provincias
Unidas sería libre. Además, y en vistas a la guerra, los propietarios
quedaron obligados a vender sus esclavos al Estado para formar
los batallones de pardos y morenos. Sin embargo, nunca se les
ocurrió abolir la esclavitud, como hubiera sido coherente con
sus principios, tal vez porque a esos buenos patriotas criollos
también les llegaba el derrame vertido por el gran negocio de los
traficantes.
Recién una década después, en 1825, la Asamblea de Florida
declaró libres a todos y todas las nacidas en la Banda Oriental
y prohibió el tráfico de esclavos a los extranjeros, mientras
siguieron siéndolo quienes ya lo eran. Se argumentaba que eran
incapaces de sobrevivir por sí mismos. Recién en diciembre de
1842 se abolió la esclavitud mediante una ley del gobierno de
la Defensa, vasallo de los centros europeos. Sin embargo, los
recién manumitidos fueron obligados a enrolarse en el ejército
de Rivera, aunque en caso de no ser aptos para el servicio militar,
deberían continuar trabajando para sus propietarios en condición
de pupilaje. Fue una libertad muy condicional la otorgada por
estos carceleros criollos, valía más el interés económico que la
dignidad de sus víctimas.

···77
Segundo cuaderno

El Movimiento de Mayo
Capítulo 6. El jacobinismo

Que la tierra es esférica y gira en torno al sol es hoy en día una


verdad tan incuestionable que, salvo las sectas estadounidenses
más fanáticas, nadie se atreve a sostener que la tierra es plana
y centro del universo. Sin embargo, el dogma geocéntrico
hegemonizó el Medioevo occidental y cristiano. Aunque estuviera
científicamente demostrado, la Iglesia Católica prohibió pensar
que el sol era el centro del sistema planetario, lo que significaba
cuestionar a Dios y la creación.
El dogmatismo católico obraba como un cerrojo que impedía
el desarrollo del pensamiento crítico y, subsidiariamente, el
de las ideas políticas. La batalla por las ciencias era, entonces,
el paso previo y necesario en la preparación de las batallas
políticas y militares con que la burguesía se independizó de la
nobleza y de la Iglesia Católica. Fue preciso que el pensamiento
científico quebrara la hegemonía de los dogmas escolásticos para
que florecieran libremente las utopías burguesas en Inglaterra,
Holanda, Bélgica y Francia.
En 1543, medio siglo después de la llegada de Cristóbal Colón al
continente americano, se inició con Copérnico la mayor revolución
ideológica de la historia occidental. La Iglesia Católica reaccionó
con su característico fundamentalismo y descargó la furia de sus
instituciones contra Copérnico. Ya era tarde; la divulgación del
modelo heliocéntrico iba liberando el pensamiento científico de las
ataduras que lo sujetaban a la superchería geocéntrica. La pintura
y la escultura se atrevieron a romper las reglas del misticismo
y, de las propias entrañas de la Iglesia, surgieron Miguel Ángel y
Rafael Sanzio, Rubens y Rembrandt, el Ticiano. Luego de escribir
su Elogio de la locura –dedicado a su amigo Tomás Moro–, Erasmo
de Rotterdam tradujo al alemán la Biblia. La traducción del texto a
lengua vulgar facilitó la expansión del protestantismo y la ruptura
de Martín Lutero con el oficialismo del Vaticano. La cultura y la
filosofía abandonaron la escolástica, Dios fue sustituido por el

···81
individuo como eje del modo de ver el mundo, y el Renacimiento
significó el inicio del individualismo feroz que acompañó al
desarrollo del capitalismo.
A medida que el conocimiento científico fue avanzando, la
Iglesia no tuvo más remedio que extender sus prohibiciones:
condenó las obras de Galileo, la teoría de la evolución de Darwin,
la Enciclopedia francesa y así sucesivamente. El catolicismo fue el
mayor obstáculo para la libertad de pensamiento y el avance de
las ciencias, pero además se volvió la principal fuente de las ideas
políticas más retrógradas.
El conocimiento científico debió proseguir su desarrollo
circulando clandestinamente, a través de los rudimentarios
medios de comunicación de la época y sorteando la campaña de
quema de libros y brujas de la Santa Inquisición. La Iglesia se
ensañó con las mujeres y las persiguió con tanto furor como a las
ciencias. Los matemáticos, físicos y médicos debieron organizarse
clandestinamente para proseguir sus investigaciones y desarrollar
las nuevas teorías. Las ciencias avanzaron sin detenerse,
derribando los muros ideológicos más retardatarios. Las mujeres
no pudieron romper las cadenas del patriarcalismo.
La revolución copernicana terminó reflejándose en la vida
política. El sacerdote jesuita Francisco Suárez se preguntó qué
debían hacer los súbditos de un monarca pagano, cuya legitimidad
para ocupar el trono nadie discutía. ¿Se lo debía obedecer o no?
Al responder esa pregunta retórica, Suárez cuestionó críticamente
las tesis medievales del poder absoluto e ilimitado de los reyes.
Explicó que, por muy legítimo que fuera su derecho al trono, no se
debía obedecer a un rey pagano, ni a las leyes que fueran contra
la religión. Es decir que, bastante antes que Jacobo Rousseau, las
tesis de Suárez pusieron límites a la autoridad de los monarcas.
Más tarde, con Rousseau, se propagarían las ideas de que la
sociedad surgía de un contrato establecido entre los individuos,
por su libre voluntad.
El jesuita extrapoló sus conclusiones del caso del rey
pagano al de las leyes injustas que, según él, también debían ser

82 ···
desobedecidas porque la injusticia les hacía perder la categoría de
leyes. Suárez concluyó que el pueblo tenía derecho a desobedecer
y rebelarse contra una monarquía que atentara contra la fe católica
o que cayera en el despotismo o en la injusticia. Si el monarca
muere o desaparece, la raíz divina del poder revertía en el pueblo,
decía Suárez.
Las ideas políticas de la burguesía encontraron algo de
libertad en las fisuras que provocó la revolución copernicana en
el pensamiento dogmático de la Iglesia. Expresión del nuevo clima
ideológico fueron las dos revoluciones inglesas del siglo XVII, que
impusieron el Parlamento como forma de limitar el poder absoluto
del monarca, especialmente en cuestiones presupuestales e
impositivas. Un Parlamento del cual estaban excluidos los sectores
populares.
Derribadas sus defensas ideológicas y políticas, la hegemonía
del pensamiento feudal se derrumbó a fines del siglo XVIII y echaron
a volar la cultura, las artes y la filosofía burguesas, los motores
de la dinámica insurgente que conmovió a Europa y al mundo
entero. La ruptura del conocimiento científico con el dogmatismo
parece haber sido condición previa al libre volar del pensamiento
insurgente, mientras que dogma e ignorancia continúan alejando
cada vez más a las futuras insurgencias. Las columnas humanas
que harán las futuras revoluciones deberán estar libres de
esquemas y recetas, deberán analizar libremente la realidad y
proyectar, con igual libertad, el tránsito hacia la transformación
del modo de producir y la forma de organizar el poder político.

Las invasiones inglesas

En noviembre de 1805, una flota al mando de lord Popham


había zarpado del Cabo de Buena Esperanza y puesto proa hacia
Montevideo. Lo tentaban las cifras del comercio: en 1802 habían
entrado al puerto 188 buques de alto bordo (151 de ellos eran
españoles) y 166 habían salido del mismo. En el mismo año, 648
naves de cabotaje habían entrado desde los ríos y 640 habían

···83
partido hacia ellos.44 Su propósito era tomar militarmente el
puerto y liberar su comercio.
Popham cambió el rumbo sorpresivamente y siguió a Buenos
Aires, dando por descontado que sería bien recibido, pese a que,
según Moreno, esta ciudad contaba con “pertrechos sin igual en
otra parte de la región”.45 Las tropas de Beresford entraron por
el Riachuelo y desembarcaron en Quilmes. Su opción pareció ser
acertada porque, sin resistir la invasión, el virrey Sobremonte
salió huyendo con 10 mil onzas de oro que se robó del Tesoro
público, abandonando la ciudad a los ingleses que la ocuparon
sin resistencias. En realidad, les quitó el botín a los británicos,
piratas uniformados que venían a robarse el oro y la plata. Al mes
y medio de la ocupación, en agosto de 1806, fuerzas orientales al
mando del francés Santiago Liniers cruzaron el Plata y la Armada
inglesa se vio obligada retirarse.
Al poco tiempo la Armada Real logró rehacerse y contraatacar,
tomó Maldonado en octubre de 1806 y sus soldados desembarcaron
en Punta Gorda, Montevideo, a principios de 1807. Los británicos
derrotaron a los orientales en el Molino de Pérez, lograron abrir un
hueco en la muralla y subiendo por la actual calle Brecha tomaron
la Matriz, desde donde dominaron la ciudad entera. Bloquearon
el puerto de Buenos Aires, pero se cuidaron de no obstaculizar el
paso de las fragatas cargadas de esclavos. Finalmente decidieron
tomar nuevamente por asalto la capital virreinal, pero esta vez
fueron derrotados y sufrieron 3 mil bajas en combate.
Parecía haber llegado la civilización a Montevideo. Inundaron
la Banda Oriental con mercaderías británicas que, desde esa
cabecera de playa, desparramaron a todo el Virreinato por vía
fluvial. Demostración práctica de las posibilidades que ofrecía el
libre comercio a los consumidores, pero no sólo trajeron bienes
materiales, sino que, además, los invasores ingleses vinieron a

44. Francisco Bauzá, Historia de la dominación española en el Uruguay, Barreiro y


Ramos, Montevideo, 1895. Tomo II, Libro VI, pág 359.
45. Carlos Machado, Historia de los orientales, Banda Oriental, Montevideo, 1972,
pág 17.

84 ···
propagar la teoría económica del libre cambio, que figura con el
enciclopedismo francés y el liberalismo español entre las fuentes
del pensamiento de los dirigentes del Movimiento de Mayo.
Editaron el periódico bilingüe La Estrella del Sur, que se difundía
en Buenos Aires.
La elite de los mercaderes criollos encontró en el libre comercio
el programa político para que la independencia del monopolio
español les brindara grandes ganancias comerciales.
Además, los cañones de la Armada Real multiplicaban la fuerza
ideológica de las teorías de Adam Smith y, bajo el estandarte de
la libertad de comercio, abrían a cañonazos los ríos y los puertos
para que entraran africanos secuestrados y las manufacturas
producidas en Manchester, Bristol y Liverpool. El siglo XIX estuvo
signado por el ascenso de Gran Bretaña a nación dominante de
los mares, conquista del mundo que encubrió con el discurso
de la libertad, hipocresía a la que adhirieron muchos de los que
lucharon por la independencia latinoamericana, comenzando por
Francisco Miranda.
Las fracasadas invasiones dejaron, sin embargo, algunos frutos
importantes a los ingleses. Entre ellos, 58 personajes bonaerenses
firmaron un libro jurando lealtad al monarca británico.
Un círculo muy importante de la elite criolla se definió en 1806
por la libertad de comercio. Un día después del 25 de mayo de
1810, la Junta tomó medidas políticas concretas que consagraron
el libre comercio en las Provincias Unidas.

Detrás del telón de mayo

A comienzos del siglo XIX, la elite española de Montevideo


y sus hijos criollos imaginaban ser una especie de patriciado
romano, o vivir en las grandes cortes europeas: importaban
vinos españoles de alta calidad y finas telas inglesas, entre otros
productos. Los artículos suntuarios constituían el 30 por ciento
de las importaciones que pasaban por la aduana de Montevideo.
El lujo lo pagaban con las ganancias del tráfico de esclavos,

···85
que no reinvertían como exige la lógica burguesa, sino que
despilfarraban. Se enriquecían contrabandeando y poseían
enormes latifundios sin títulos de propiedad, sin pagar nada al
fisco y sin el menor escrúpulo. No cumplían las leyes que imponían
a los demás. El desorden general del Virreinato los beneficiaba.
Monopolizaban los cargos en las instituciones de gobierno,
militares y eclesiásticas:

“De los 170 virreyes que se sucedieron, apenas sólo cuatro


fueron americanos. De los 602 gobernadores, solamente 14 lo
fueron. Un coronel ganaba por su grado cinco veces más por ser
peninsular. Germinaron allí resentimientos. Y se multiplicaron por
el monopolismo que los asfixiaba económicamente”.46

Nacidos de española y español, con “certificado de pureza”,


los criollos disfrutaban el lujo de sus padres pero, salvo casos
excepcionales, estaban impedidos sistemáticamente de acceder a
los cargos en las instituciones militares, eclesiásticas y estatales.
Eran privilegiados con relación al resto de la población del
Virreinato, pero los marginaban de los escalones superiores del
poder.
Como no había razones económicas, sociales o políticas para
que sobreviviera el monopolio comercial, era innecesario que
los peninsulares mantuvieran la exclusividad en el desempeño
de las funciones burocráticas. Simplemente una razón de poder
los sostenía en sus cargos y, como ese poder estaba cuestionado
por el cataclismo de la revolución industrial y de la invasión
napoleónica, parecía haber llegado el momento de los españoles
americanos.
Jorge Abelardo Ramos señaló:

“el levantamiento revolucionario en toda América no fue sino


la prolongación en el Nuevo Mundo de la conmoción nacional de

46. Ibid, pág 8.

86 ···
la vieja España que pugnaba por remozarse. Nuestra Revolución de
Mayo, que adquiere casi simultáneamente un carácter continental,
no fue un levantamiento contra España. ¡Dos Españas había y
luchamos con una de ellas contra la otra! No fue para desasirnos
de España que Mayo nació sino para liberarnos juntos del yugo
absolutista”.47

En particular, el saavedrismo no tenía la menor intención de


romper los lazos con España, simplemente se proponía desalojar
a los españoles europeos de sus lugares de poder en el Virreinato.
La de 1810 parece haber sido la rebelión de los hijos nacidos en
América contra los padres que venían de Europa: la interpretación
de los hechos de mayo bien podría utilizar elementos de las
teorías de Sigmund Freud.48 Los hijos de los españoles procuraban
apropiarse de la cumbre virreinal, de las rentas de la aduana, del
comercio legal con España y del contrabando de cueros hacia
Europa, de las ganancias provenientes del tráfico de esclavos o
la venta de equipos y suministros a los barcos que amarraban
en Buenos Aires y Montevideo, de la propiedad de las tierras
realengas y los beneficios del reparto de indígenas. En los hechos,
significaba matar a sus padres, a la representación del poder
español.
Aunque explicaba correctamente los acontecimientos
ocurridos en diez cuadras a la redonda de Plaza de Mayo, la
tesis de Ramos fue insuficiente para interpretar otras líneas de
acontecimientos del período: el levantamiento de los guaraní-
misioneros o el de los aymaras de las “republiquetas”, a quienes
poco les interesaba el absolutismo español y las ideas irradiadas
desde Francia. Ni Andrés Guazurary ni Juana de Azurduy se
veían como continuadores de Robespierre y Marat –a quienes
probablemente desconocían– sino que creían ser los legítimos

47. Jorge Abelardo Ramos, Revolución y contrarrevolución en la Argentina,


Senado de la Nación, Buenos Aires, 2006, pág 24.
48. Carlos Real de Azúa, op cit, pág 69: “Lo refleja la anécdota de Roque Gómez,
un importante comerciante español, que encontró un día a sus hijos, niños
entonces, entrenándose militarmente con el fin de matar godos”.

···87
sucesores de Oberá, Túpac Amaru y Túpac Katari. Las diferentes
etnias indígenas se enfrentaban a las dos Españas, la del
monopolio y la del libre comercio, pues las dos habían invadido,
rapiñado y exterminado a las poblaciones originarias. Para ellos
fue irrelevante el resquebrajamiento de la hegemonía dogmática
del catolicismo, pues su pensamiento corría por otros andariveles.

Chuquisaca y la primera Junta

La difusión de la Ilustración y las ideas de la Revolución


Francesa no impidió que las supersticiones continuaran
paralizando a la burguesía española, que no fue capaz de
independizar su pensamiento y, en consecuencia, no podía
proponerse la conquista del poder político. El catolicismo fue
la armadura impenetrable que impidió a España vivir lo que
vivieron los Países Bajos, Inglaterra, Alemania y Francia. En pleno
Siglo de las Luces, España permaneció a oscuras. Ausente en las
revoluciones burguesas, quedó fuera de la Europa occidental y
burguesa.
Sin embargo, el pensamiento político burgués logró filtrarse a
través de las grietas del escolasticismo y creó las condiciones en
que surgió el despotismo ilustrado, versión española y conciliadora
de las ideas de la Ilustración, que apostaba a la acción progresista
de un monarca ilustrado. Los liberales españoles se proponían
sustituir la ausencia de burguesía en España, no querían ejecutar
reyes como habían hecho ingleses y franceses. Era una forma bien
particular de impulsar el desarrollo del capitalismo y del Estado
nacional sin la acción de la clase social que debía ser su impulsora.
El despotismo ilustrado dominó el escenario español y confrontó
abiertamente con los terratenientes vinculados a la Hermandad
de la Mesta, los señores feudales y las autoridades de la Iglesia
Católica.
Jovellanos, Pedro Rodríguez de Campomanes, Floridablanca,
Aranda y otros ilustrados intelectuales lograron que el rey Carlos
III, su déspota ilustrado, instrumentara importantes reformas

88 ···
económicas, políticas y sociales. Pretendían reformar el Estado
en beneficio del pueblo, pero cuidando de no involucrarlo ni
permitirle participar en la acción benefactora del monarca. Ni
siquiera lo informaron de lo que estaba sucediendo.
De hecho, y como explica Abelardo Ramos, luego de
Napoleón la política española quedó dividida en dos: por un
lado, los conservadores del sistema de privilegios feudales, que
rápidamente se acoplaron al bonapartismo y, por el otro, los
progresistas del despotismo ilustrado, que hicieron del regreso
de Fernando VII su bandera e impulsaron la creación de juntas de
gobierno en cada ciudad, una expresión de esa España interesada
en reformar la monarquía.
La Universidad de Chuquisaca, creada por la Compañía de Jesús,
fue fundamental en la batalla contra el absolutismo. Desacralizó
el pensamiento en el período previo a los movimientos de 1809
y 1810, abriendo puertas y ventanas al ingreso de las ideas de la
Revolución Francesa. En consecuencia, no fue nada extraño que
el 25 de mayo de 1809, por primera vez en Hispanoamérica, una
junta de gobierno integrada por criollos desplazara en Chuquisaca
al gobernador español. Fue el primer grito de ruptura con la
monarquía absoluta, un ensayo de los hechos que conmoverían
después al Virreinato del Río de la Plata.
El 16 de julio del mismo año, en la ciudad de La Paz, un grupo
de conjurados presididos por Pedro Domingo Murillo tomaron por
asalto el cuartel español y se apoderaron de las armas, llamaron
a cabildo abierto, destituyeron al gobernador y al obispo y los
sustituyeron con la llamada Junta Representativa y Tuitiva de los
Derechos del Pueblo, presidida por el mismo Murillo.
El 27 de julio la Junta aprobó su Plan de Gobierno, que
señalaba:

“[…] hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en


el seno mismo de nuestra patria; hemos visto con indiferencia
por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al
despotismo y tiranía de un usurpador injusto que, degradándonos

···89
de la especie humana, nos ha mirado como a esclavos; hemos
guardado un silencio bastante parecido a la estupidez. […] Ya
es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad,
[…] de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas
colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor
injusticia”.49

Contradiciendo esta proclama rupturista, el grito de guerra


de los rebeldes era: “¡Viva Fernando VII! ¡Muera el mal gobierno!
¡Mueran los chapetones!”. Querían romper con la monarquía, pero
vivaban a Fernando VII.

Mariano Moreno

Fue el más notorio de los jacobinos50 de 1810, el principal


opositor a la fracción conservadora encabezada por Cornelio
Judas Saavedra. Moreno impulsó la inmediata declaración de
independencia y un programa muy radical para la época, con
confiscaciones de propiedades y terror a lo Robespierre. Escribió
su Plan de Operaciones, apostando a que el Movimiento de Mayo
desembocara en una insurrección generalizada, semejante a la del
pueblo parisino dos décadas atrás.
A los 22 años, tras un larguísimo viaje en carreta desde Buenos
Aires, el joven Moreno ingresó a la Universidad de Chuquisaca,
centro de propagación de las ideas revulsivas del siglo XVIII, que
convirtieron en revolucionaria a la intelectualidad criolla en el sur

49. Manuel Chust (coord), 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, Fondo
de Cultura Económica, México, 2007, pág 213.
50. En París se llamaba jacobinos a los padres domínicos y, por extensión, en
1789 se llamó así al grupo de diputados del Tercer Estado que se reunía en el
convento de dicha orden religiosa en la calle Saint Honoré, a metros del local
donde se reunía la Asamblea Constituyente. Mirabeau, Robespierre y Sieyès se
contaron entre los iniciadores del grupo parlamentario de los jacobinos. Bajo la
conducción de Robespierre y con la incorporación de George Danton, Jean- Paul
Marat, Camille Desmoulins y Louis Saint- Just, los jacobinos se transformaron
en el partido político del radicalismo popular. Fueron la fuerza principal para la
condena a muerte de Luis XVI.

90 ···
del continente. El 35 por ciento de los miembros de la Junta de La
Paz fueron abogados criollos titulados en Charcas.51
Además de estudiar abogacía, durante su estadía en la
universidad Moreno visitó las minas de Potosí. Lo impactó el
sufrimiento de los mitayos. Para recibirse, el novel abogado eligió
escribir una tesis doctoral que tituló “Disertación jurídica sobre el
servicio personal de los indios en general y sobre el particular de
yanaconas y mitayos”’, en la que escribió:

“Desde el descubrimiento, empezó la malicia a perseguir unos


hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas
tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren
dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus
amos, jueces y curas. Se ve continuamente sacar violentamente a
estos infelices de sus hogares y patrias, para venir a ser víctimas
de una disimulada inmolación”.

Moreno mantuvo esta sensibilidad hasta su muerte. En


Chuquisaca pudo leer y estudiar a Rousseau, Voltaire, Diderot,
Montesquieu y D’Alembert, el arsenal ideológico de los
intelectuales burgueses en lucha contra la monarquía francesa.
Incluso el joven abogado tradujo al español El contrato social
de Rousseau. De hecho, compartía las ideas de Suárez sobre el
derecho a la rebelión, sin saltearse los conceptos del despotismo
ilustrado español. La Revolución Francesa prendió fuertemente en
aquel espíritu predispuesto a inflamarse.
El 30 de setiembre de 1809, en representación de los
hacendados bonaerenses y en ejercicio de la abogacía, Moreno
presentó una petición al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Era
un informe muy completo sobre la situación económica y social
del Virreinato. En su diagnóstico explicaba que los hacendados
bonaerenses, debido al monopolio español, debían pedir permiso
a los mercaderes de Cádiz y Buenos Aires para vender sus

51. Manuel Chust, op cit, pág 205.

···91
productos. Llamaba a que el virrey los considerara capacitados
para manejar directamente sus propios negocios con Europa. Los
hacendados sentían que el monopolio nada aportaba, lo que los
volcaba contra los mercaderes y los burócratas.

“Puesto el gobierno en la necesidad de una operación que


debe perjudicar a uno de los dos gremios, ¿debería aplicarse el
sacrificio al miserable labrador que ha de hacer producir a la tierra
nuestra subsistencia, o al comerciante poderoso que el gobierno y
ciudadanos miran como sanguijuela del Estado?”

El planteo de Moreno era directo y franco: no se trataba de


oponer el proteccionismo al libre comercio, sino de determinar a
qué sector social debía beneficiar la política económica del virrey.
Moreno explicaba que la eliminación del monopolio español
redundaría en más y mejores beneficios para comerciantes
y hacendados, pero también para el fisco, cuya recaudación
aumentaría al pasar por la aduana todo lo que habitualmente
salía de contrabando. Proponía blanquear el comercio en negro
con los ingleses. Colocado por Moreno entre los hacendados
y los dueños del monopolio, Cisneros se mantuvo indeciso,
actitud que fomentó en buena medida la explosión de mayo
de 1810.
Como suponía que la eliminación del monopolio podría
perjudicar a las incipientes industrias del norte, posibles aliados
de los hacendados bonaerenses, Moreno propuso fijar derechos
de aduana a las manufacturas europeas que competían con las
de Córdoba y las otras provincias. Pretendía atemperar la segura
avalancha de manufacturas inglesas que provocaría la libertad de
comercio.
En su representación, Moreno abundaba sobre la necesidad
de la amistad con Inglaterra, aunque alertaba sobre las
peligrosas intenciones de este amigo circunstancial. Puede
decirse que se excedió en sus expectativas sobre los británicos.
Pronto le llegaría el desengaño, pues para los “casacas rojas” la

92 ···
independencia de las colonias españolas sólo era la oportunidad
de hacer buenos negocios.
En la Junta de Gobierno elegida el 25 de mayo de 1810, Cornelio
Saavedra fue presidente y Mariano Moreno secretario general.
Acordaron asumir en nombre de Fernando VII “para guarda de sus
augustos derechos, obedecer sus órdenes y decretos, y no atentar
directa ni indirectamente contra su autoridad, propendiendo
pública y privadamente a su seguridad y respeto”, como quedó
documentado en la Gaceta de Buenos Aires.
Moreno creía que ganar la neutralidad del imperio británico
era una estrategia astuta para enfrentar el absolutismo, a la que
denominaron “la máscara de Fernando VII”. Saavedra, en cambio,
se sentía identificado con la monarquía, la Inquisición y la nobleza
feudal, la España de la represión a los comuneros. Gobernar en
nombre de Fernando VII significaba en primer lugar ser herederos
de la pompa y los privilegios virreinales. El saavedrismo no quería
gobernar un país independiente, se conformaba con tomar por
asalto los cargos de los godos.
El 28 de mayo de 1810, la Junta rebajó de 50 a 7,5 por ciento
los derechos de aduana a los cueros y el sebo exportados. Dos
meses después derogó la prohibición de traficar legalmente el oro
y la plata desde Buenos Aires, de modo que los barcos negreros
británicos pudieron vender esclavos y volver a Londres con
metales preciosos. Se proclamaba de hecho el fin del monopolio
español. La Junta de Mayo, que supuestamente encabezaría una
guerra de independencia, al dar rienda suelta al libre comercio
quedaba subordinada a la política exterior británica. La libertad
de comercio fue la teoría de la dependencia en el siglo XIX.
Ese mismo 28 de mayo los jacobinos lograron que la Junta de
Gobierno aprobara una resolución, redactada por Moreno, donde
quedaba sentada la independencia como finalidad del Movimiento.
Sin embargo, se continuó usando la “máscara” durante seis años
más. Recién en el Congreso de Tucumán, en julio de 1816, se
proclamó la independencia de las Provincias Unidas.

···93
Plan de operaciones

El 15 de julio de 1810 la primera Junta conformó una comisión


secreta para redactar un cuerpo de leyes y medidas que ordenaran
su trabajo. El secretario general, Moreno, quedó encargado de la
elaboración del documento final. El 30 de agosto presentó un
“Plan de operaciones”, una secuencia de operaciones políticas,
económicas y militares que ordenaban el trabajo de la Junta en un
rumbo opuesto al que proponía Cornelio Judas Saavedra.
En opinión de Vivian Trías, el plan

“no sólo postula una estrategia militar y política para


la revolución, sino que propone una honda y revolucionaria
transformación de la realidad económica y social. […] Obsérvese la
importancia que adquiere el Estado revolucionario en la concepción
morenista y como, en sus soluciones, se percibe la idea de que
la ausencia de una burguesía industrial debe ser suplida por un
enérgico intervencionismo estatal”.52

Moreno se propone reemplazar el orden ahora derruido,


por una versión rioplatense de un Estado fuerte e ilustrado que,
sin monarcas y sin burguesía, condujera el proceso hacia donde
indicaba el desarrollo del capitalismo industrial en Europa.
La imagen morenista del Estado fuerte coincidía con la idea de
socialismo de Estado que sostenía Trías. La condición necesaria
era que ese Estado fuera orientado por los jacobinos organizados
en la Logia Lautaro y aliados con José de San Martín, el hombre
fuerte en los años venideros. Supuestamente objeto de la acción
política de ese Estado benefactor, la masa ignorante quedaba
afuera, aplastando la ñata contra la vidriera de sus ilustrados
dirigentes.
Otorgaba, es cierto, la libertad a los esclavos y prohibía su
tráfico. La existencia de las enormes mayorías indígenas y africanas

52. Vivian Trías, Los caudillos, las clases sociales y el imperio, Banda Oriental,
Montevideo, 1988, pág 157.

94 ···
era un hecho político imposible de ignorar, sus condiciones de
vida estuvieron muy presentes en el pensamiento de Moreno y
de Monteagudo, sin embargo, los guaraní- misioneros debieron
volverse la mayor fuerza militar de la región para que el movimiento
político de los criollos se diera cuenta de su existencia.
Se prohibía el comercio negrero, lo que provocaría la caída
de la recaudación aduanera y hacía imperioso proveer nuevos
recursos que financiaran el Estado. En consecuencia, el plan de
Moreno: “Entre otras disposiciones incluye la expropiación de
los bienes de 5 o 6 mil personas pudientes, para obtener 300
millones de pesos que serían puestos en diferentes giros en el
medio de un centro facilitando fábricas, ingenios, aumento de la
agricultura, etc”.53 La opción por las confiscaciones a los “decentes
y principales”, además de radical, evitaba la tentación de recurrir
a la financiación externa, así como la dependencia de los capitales
europeos. Los capitales confiscados irían a formar un fondo para
financiar la industria minera estatal. El Estado debía “procurar
todos los recursos que sea menester introducir, como semillas,
fabricantes e instrumentos, y comenzando a poner en movimiento
la gran máquina de los establecimientos para que progresen sus
adelantamientos”.54 Entre las fábricas que quería instalar, dos
eran de fusiles y otra era de pólvora. Con una guerra en puerta,
estas medidas daban practicidad al trasfondo ideológico de las
confiscaciones.
El plan prohibía a las empresas privadas explotar las minas
de oro y plata. La prohibición comprendía especialmente a
los capitales extranjeros, que no podrían hacer préstamos ni
emprender negocios sin la intervención previa y el control del
gobierno. También prohibía la importación de artículos suntuarios.
Propuso además que la Junta de Mayo llevara la revolución a
la Banda Oriental, financiando el levantamiento revolucionario de

53. Ibid.
54. Ibid.

···95
José Artigas. También quería enviar agentes secretos a
Río Grande del Sur para organizar una insurrección contra los
portugueses. Moreno entendió que la revolución no podía quedar
encerrada en los estrechos límites del Virreinato. Si no se extendía
al continente, estaba condenada a muerte.
Mariano Moreno daba por descontado que habría reacciones
violentas de los perjudicados por las confiscaciones y por la
abolición de la esclavitud y, por consiguiente, no le tembló la
pluma al proponer:

“Reformemos los abusos corrompidos y póngase en


circulación la sangre del cuerpo social extenuada por los antiguos
déspotas y de este modo se establecerá la santa libertad de la
patria. Y así no debe escandalizar el sentido de mis voces, de cortar
cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa, aun cuando tenga
semejanza con las costumbres de los antropófagos y los caribes”.

En otros términos, pretendía instalar el terror como régimen


de justicia revolucionaria. Firme en sus convicciones republicanas,
Mariano Moreno intentó abolir el protocolo, los privilegios y el
boato que el saavedrismo entendía necesario mantener. Es muy
conocido el episodio del banquete donde un oficial de Patricios
brindó a la salud de Cornelio, futuro emperador de América.
El brindis motivó la indignación de Moreno y, al día siguiente, hizo
aprobar un decreto que suprimía los honores al presidente de la Junta.
El “Plan de operaciones”, de carácter muy radical para la
época, y los enfrentamientos con Saavedra, candidato a prócer de
las Provincias Unidas, terminaron cuando Moreno fue asesinado
el 4 de marzo de 1811. Fue envenenado en el barco británico que
lo conducía a Londres, a donde viajaba en una misión diplomática
inventada.
Después de su muerte, las medidas radicales del “Plan de
operaciones” fueron rápidamente archivadas, tanto por las
fracciones de Saavedra y Rivadavia como por los propios jacobinos
y la Logia Lautaro.

96 ···
Los jacobinos parecen haber quedado a mitad del camino,
fueron incapaces de quitarse la “máscara” de Fernando VII e
incapaces de romper con sus prejuicios elitistas y movilizar la
base social para hacer que el programa de emancipación social
dejara de ser solamente un enunciado de principios. Por temor
a la anarquía montonera, apoyaron el acuerdo con el virrey Elío
y permitieron que los portugueses invadieran la Banda Oriental.
Si no se rompe con todo, es como si no se rompiera con nada. El
impulso del jacobinismo fue puramente declarativo.

···97
Capítulo 7. El fuego de la memoria

En 1641, desde San Pablo, partió una bandeira de 400


portugueses y 2.500 mercenarios tupíes armados con arcos y
flechas. Su destino era la margen oriental del río Uruguay y, si
les iba bien, se proponían cruzar a la otra orilla y levantar en
lo posible alguna fortificación para correr la frontera hasta el
río Paraná. Cuarenta años antes de instalarse en Colonia del
Sacramento, Portugal ya tenía intenciones de apoderarse de
Misiones, Corrientes y Entre Ríos, cuya riqueza natural eran las
parcialidades guaraníes, abipones, guaycurúes, a las que cazaban
para esclavizarlos.
Hermanos jesuitas legos, con experiencia militar obtenida en la
guerra de Flandes, entrenaron y adiestraron en el uso de las armas
de fuego a los guaraníes de las misiones y, una vez organizado el
ejército miliciano, prepararon una emboscada en Mbororé. Luego
de tres días de feroz combate, los bandeirantes paulistas huyeron
en desbandada hacia la selva. La victoria consolidó el dominio
guaraní- misionero de la banda occidental del río Uruguay.
Un siglo después, en enero de 1750, se firmó el Tratado
de Madrid que establecía un nuevo reparto de los territorios
de América del Sur. Por ese acuerdo entre potencias europeas,
España entregó las Misiones Orientales a cambio de Colonia del
Sacramento, y Portugal pudo concretar parte de su propósito. Los
guaraníes- misioneros no entendieron por qué los utilizaban como
moneda de cambio y se rebelaron casi inmediatamente contra el
traslado forzoso. La Compañía de Jesús instruyó a sus sacerdotes
para que apoyaran a la Corona y convencieran a los guaraníes
de acatar el tratado, abandonando sus tierras, construcciones y
plantaciones. A pesar de la orden superior, muchos jesuitas se
sumaron a la rebelión indígena.
Según la historiografía escrita por jesuitas, en 1752 el cacique
José Sepé Tiarayú capitaneó la defensa de la reducción de San
Miguel, atacada por un ejército portugués. Fue el primer combate

98 ···
de una resistencia que se prolongó durante varios años y se
extendió a todas las reducciones.55 En febrero de 1756, las familias
“miguelistas”56 vinculadas a Sepé combatieron a los españoles de
Javier de Viana en el arroyo Guacacai o Vacacai. Sepé murió en el
combate. También cabe recordar que, en octubre del mismo año,
la comunidad de Yapeyú, cuyo cacique era Rafael Paracatú, dio la
batalla del Daymán.
Descendiente de uno de los primeros caciques guaraníes que
aceptó reducirse y cristianizarse, Nicolás Ñanguirú fue quien más
influyó en el impulso a la rebelión. Con armamento y recursos
inferiores los indígenas equilibraron fuerzas mediante el empleo
de tácticas de hostigamiento, el muerde y huye de la guerra de
guerrillas. A principios de 1756, decididos a terminar con la
resistencia guaraní- misionera, españoles y portugueses unificaron
sus fuerzas. Más de 2.600 españoles y 2.300 portugueses, armados
con los más modernos fusiles y cañones, se concentraron en Bagé.
En Caybaté se enfrentaron a 5 mil milicianos guaraní- misioneros.
En el combate murieron más de 1.500 guaraníes.
El testimonio escrito por algunos sacerdotes jesuitas permitió
conocer los pormenores políticos y militares de la resistencia
guaraní, que más bien era el relato de las proezas y los fracasos de
los líderes y jefes militares que acaudillaban una masa ignorante
y pasiva. Esta historia de héroes y villanos fue confirmada en
los interrogatorios a los guaraníes hechos prisioneros que,
bajo tortura, acusaban por la rebelión a los grandes caciques
muertos en combate. La realidad era bien otra. Si bien se había
permitido que los guaraníes reducidos conservaran inalterado
su tejido comunitario de cacicazgos y chamanes, para la gestión
de la producción y la justicia los jesuitas habían constituido otra
estructura con cabildos y jefes militares, que se superponía a
la red política originaria. De todas formas, los pueblos elegían

55. Lía Quarlieri, “Guerra en las misiones orientales del Paraguay (1752- 1756)”,
X Jornadas Interescuelas/Departamento de Historia, Universidad Nacional de
Rosario, 2005, pág 7.
56. Guaraníes de la reducción de San Miguel.

···99
directamente cada año sus autoridades. Ambos tejidos (el
originario y el impuesto por los jesuitas) constituyeron la telaraña
de relaciones políticas que organizaba y dirigía la rebelión. A los
testigos europeos aquello parecía un caos porque, posiblemente,
no alcanzaban a comprender esta otra forma de orden, bien
diferente a la pirámide vertical de poder que dominaba en Europa.
Medio siglo más tarde, la organización de la montonera artiguista
–heredera del orden político guaraní- misionero– también sería
juzgada como bárbara y caótica.
A Caybaté le siguieron varias matanzas. Los que no fueron
exterminados se vieron obligados a emigrar luego de quemar
tierras, casas y demás pertenencias. Poco quedó de los siete
pueblos de las Misiones Orientales. Según cifras publicadas
por el jesuita Furlong Cardiff, en el año 1751 vivían en ellas
29.191 personas, de las que luego del genocidio quedaron sólo
14.018.57 ¡La población brutalmente reducida a la mitad! Uno de
los más espantosos crímenes de lesa humanidad de la historia
latinoamericana, un capítulo que, cínicamente, la historiografía
europeizada denomina “guerras guaraníticas”.
Los guaraníes no dejaron por escrito el relato de las peripecias,
pero ello no significa el olvido de su historia reciente. Por el
contrario, es muy posible que la mantuvieran viva en los relatos
orales y las canciones, en las pinturas y el dibujo en telas. No
podía estar ausente en las ruedas de fogón ni en los contrapuntos
de los payadores. Toda su cultura estaba impregnada de hazañas
propias y matanzas ajenas. Sepé Tiarayú y Nicolás Ñanguirú
son realmente santos míticos venerados a nivel popular en Río
Grande del Sur, reconocidos en el nomenclátor del Estado por los
gobiernos de Brasil. Lástima que continúen siendo ignorados para
el pueblo uruguayo.
La memoria insurrecta fue un determinante importantísimo
de la rebelión artiguista; apenas 60 años separaron este genocidio
del inicio de la “admirable alarma” en 1811. Es muy probable que

57. Luis Rodolfo González y Susana Rodríguez Varese, op cit, pág 24.

100 ···
Artigas se sintiera identificado con esa memoria indígena y con la
carga de justicia que implicaba.

Túpac Amaru y Micaela Bastida

Las reformas de los borbones en 1776 dividieron en dos sus


dominios del sur: el Virreinato del Perú, que centralizaba el tráfico
comercial del Pacífico en el puerto de El Callao, y el Virreinato
del Río de la Plata, que lo hacía en Buenos Aires con el comercio
del Atlántico. Para asegurar que los tributos de las minas del
Potosí llegaran a España, se los confiaron a Buenos Aires y,
en consecuencia, se vaciaron las arcas de Lima. Las reformas
borbónicas disminuyeron enormemente las rentas aduaneras
del Virreinato del Perú y provocaron una crisis en su economía.
Quebraron plantaciones de algodón y de azúcar. Cerraron las
explotaciones mineras y los obrajes, talleres textiles de trabajo
forzoso, “verdaderos campos de concentración donde se obligaba
a hombres y mujeres, ancianos y niños a trabajar sin descanso”,
como los describe Felipe Pigna. Sobrevino gran desocupación y
un aumento sin medida de los impuestos. Se agravó aun más la
miseria y la súper explotación que sufrían los indígenas.
José Gabriel Condorcanqui nació cacique y en la provincia de
Tinta en marzo de 1740. Su posición económica y social era algo
mejor que la de otros caciques del Perú. A los 20 años desposó
a Micaela Bastidas.58 Adoptando el nombre y el destino de Túpac
Amaru, que había sido el último Inca del Perú, asesinado por
los españoles, el 5 de marzo de 1781 José Gabriel presentó una
petición a las autoridades limeñas, en la que describía:

“[…] nos oprimen en los obrajes, chorrillos y cañaverales,


cocales, minas y cárceles en nuestros pueblos. Los hacendados,
viéndonos peores que a esclavos, nos hacen trabajar desde

58. Felipe Pigna, “Túpac Amaru”, tomado de www.elhistoriador.com.ar,


enero de 2019.

···101
las dos de la mañana hasta el anochecer que aparecen las
estrellas, sin más sueldo que dos reales por día. […] y con
echar vales parecen que pagan. Yo que he sido cacique tantos
años, he perdido muchos miles, así porque me pagan tan mal
en efectos, y otras veces nada, porque se alzan a mayores”.59

Exigía que el Virreinato liberara a los indígenas de los trabajos


forzados en las minas, plantaciones y obrajes. En definitiva,
su reclamo constituyó la base programática de las rebeliones
indígenas en el Tawantinsuyo (Perú y Alto Perú).
Integrada por encomenderos y latifundistas, la Audiencia de
Lima hizo oídos sordos al reclamo y con esa decisión arbitraria
cerró el camino de la protesta legal y pacífica. Entonces Túpac
Amaru hizo circular un bando que llamaba a la desobediencia civil,
a no pagar los impuestos. Se aspiraba a restablecer la soberanía
del Inca sobre el Tawantinsuyo. Decía que

“los reyes de Castilla me han tenido usurpada la corona y el


dominio de mis gentes cerca de tres siglos […] estropeando como
a bestias los naturales del reino; quitando las vidas a todos los que
no supieren robar, todo digno del más severo reparo. Por eso, y por
los clamores que con generalidad han llegado al cielo, en nombre
de Dios todopoderoso ordenamos y mandamos que ninguna de las
personas dichas pague ni obedezca en cosa alguna a los ministros
europeos intrusos”.

Fue el inicio de la rebelión. Los rebeldes invadieron latifundios,


obrajes y minas; a su paso caían de hecho las encomiendas,
mitas y todas las servidumbres que soportaban los indígenas.
Eliminaron el pago de la alcabala y otros derechos de aduanas. Se
abolió la esclavitud de los africanos. Luchaban por la libertad y la
soberanía, contra el esclavismo, por sus tierras, por sus culturas.
Túpac Amaru convocaba también a los criollos, llamándolos a

59. Antonio Gutiérrez Escudero, “Tupac Amarú, el sol vencido: ¿el primer
precursor de la independencia?”, Universidad de Sevilla, 2006, pág 207.

102 ···
sumarse “para sacudir el yugo insoportable y contener el mal
gobierno”. Se desarticulaba el orden colonial, fue una verdadera
insurrección social, a lo Espartaco, a la haitiana.
Por donde pasaban las milicias, se iban sumando los liberados
del trabajo forzoso –mestizos, zambos, indígenas y esclavos
africanos– hasta alcanzar la cifra de 100 mil combatientes.
También se incorporaron muchos criollos. Pronto el levantamiento
se extendió a lo largo de los 1.500 quilómetros que van desde
Salta al Cuzco. Se desarticulaba el orden colonial, lo que suponía
la aspiración a un nuevo orden.
El 18 de noviembre de 1780 los rebeldes obtuvieron una gran
victoria en Sangarará. En la batalla jugaron un papel decisivo
las mujeres organizadas en el batallón comandado por Tomasa
Tito Condemayta, nacida cacica en Acos, que se incorporó a la
insurrección desde el comienzo. La memoria guarda el recuerdo de
aquellas mujeres que, además, habían derrotado a los españoles
en la defensa del puente de Pillpinto sobre el río Apurímac.60
Las historias europeizadas ningunean el importante papel
de las mujeres en las insurrecciones indígenas. Relegan a Micaela
Bastidas al papel de esposa de Túpac Amaru, subordinada al
hombre que acaudillaba la rebelión. Todo indica lo contrario: a
partir de Sangarará, mientras Túpac recorría campos y ciudades,
convocando a alzarse en armas, Micaela asumió el principal
papel en la administración de los territorios liberados, al tiempo
que, con clara visión estratégica reprendía a su marido por la
demora en marchar hacia el Cuzco, dándole tiempo a España
para reorganizar sus fuerzas. Túpac Amaru terminó aceptando el
imperioso consejo de Micaela, pero ya era tarde, el peligro alarmó
tanto a los españoles de Buenos Aires como a los de Lima, que
aprestaron un ejército de 17 mil soldados y cayeron sobre los
tupacamaristas, asolaron los poblados indígenas, desataron una
campaña de terrorismo, torturas, saqueos y asesinatos en masa.

60. Sara Beatriz Guardia, Mujeres peruanas, al otro lado de la historia, Minerva,
Lima, 2002.

···103
Capturado Túpac Amaru en abril de 1781, dieron muerte a
su familia y amigos en la plaza de Cuzco. Tomasa Condemaita
fue asesinada aplicándole garrote vil con un torno de hierro. A
Francisco Túpac Amaru (tío de José Gabriel) y a Hipólito (su hijo)
se les cortó la lengua antes de ahorcarlos. Como su cuello era
demasiado fino, a Micaela no la pudieron ahogar con el garrote y
la ahorcaron con sogas mientras le pateaban el estómago. Estaba
embarazada. Luego de haberlo hecho presenciar el suplicio de
sus seres queridos, ataron cada miembro de Túpac Amaru a un
caballo, pero, tal vez porque el inca era muy fuerte, no pudieron
descuartizarlo. Le cortaron la lengua y la cabeza.
Para finalizar, decapitaron a todos y enviaron sus cabezas a
varias poblaciones para infundir terror a los posibles rebeldes.
Los cuerpos de Micaela y Túpac fueron quemados en una hoguera
en Machu Picchu y sus cenizas arrojadas al aire y al riachuelo que
por allí corre.
No lograron, con esa barbarie, desalentar la insurrección
tupamara, que continuó durante dos años más, liderada por
Diego Cristóbal, primo de Túpac Amaru.61 Finalmente, capturado,
Cristóbal fue atenaceado hasta morir; los muy cristianos españoles
le fueron arrancando pedazos del cuerpo con tenazas al rojo vivo.
No pudieron impedir que la memoria de la rebelión siguiera viva:
en Cuzco el martirio de Túpac y los suyos está tan vivo como el
de Jesús para los cristianos. Esa memoria hizo que se calificara de
“tupamaros” a los montoneros artiguistas.

Túpac Katari y Bartolina Sisa

Tomás Apaza, conocido como Túpac Katari, nació en Macha


y cacique como José Gabriel. Trabajó en las minas desde niño y
sufrió en carne propia la esclavitud; su padre murió trabajando
en los socavones. Ya adulto se inició en la vida política de la
misma manera que Túpac Amaru, con una pacífica petición

61. Antonio Gutiérrez Escudero, op cit.

104 ···
a las autoridades en nombre de los pueblos aymaras. Reclamó
que aliviaran los impuestos imposibles de pagar y mejoraran
las miserables condiciones de vida de los indígenas. Llegó
hasta Buenos Aires con sus reclamos. No fue escuchado por
el gobierno, por supuesto. Al regresar del Río de la Plata,
lo encarcelaron por obstaculizar la recaudación impositiva.
Indignados, sus vecinos y familiares lo sacaron de la prisión por
la fuerza y así dieron comienzo a la rebelión aymara de 1780.62
Acaudillada por Tomás Apaza, la insurrección se generalizó.
En marzo de 1781, 40 mil guerreros aymaras pusieron cerco
a la ciudad de La Paz durante más de tres meses. Las mujeres
hostigaban a los españoles lanzándoles ovillos de lana
impregnados en aceite o pólvora.63 Bartolina Sisa fue compañera
sentimental de Túpac Katari. Gregoria Apaza, por su parte, era
la de Andrés Túpac, sobrino de Túpac Amaru II. Los roles que
desempeñaron en la rebelión, protagonistas en la conducción
militar de las fuerzas indígenas, no podían ser comprendidos
por los historiadores con mentalidad europea. Éstos eligieron
ignorar la actuación de las mujeres aymaras, que cuestionaba sus
sentimientos patriarcales más profundos e incluso las ideas de
la propiedad privada, a las cuales están íntimamente ligadas la
subordinación y la explotación de las mujeres por los hombres.
En las sociedades andinas, ausente el “instinto” de la propiedad
privada, las mujeres no estaban sometidas a la indignidad del
patriarcalismo. Mujeres y hombres se sentían mutuamente
complementarios, actuando en plano de igualdad en lo comunal.
Los españoles veían a ambas mujeres en el papel de esposas,
como prescribía la ideología predominante en Europa, en todo
disímil del modo de ver el mundo en los Andes. Era imposible que
las percibieran comandando ejércitos a la par que los hombres.64

62. María Eugenia del Valle, Historia de la rebelión de Túpac Katari, Biblioteca del
Bicentenario de Bolivia, La Paz, 2017.
63. Felipe Pigna, “La insurrección tupakatarista”, tomado de www.elhistoriador.
com.ar, enero de 2019.
64. Véase María Eugenia del Valle, Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, dos heroínas
indígenas, Biblioteca Popular Boliviana, La Paz, 1981. También puede leerse a
Marina Ari Murillo, Bartolina Sisa, la generala aymara y la equidad de género,
Amuyañataki, La Paz, 2003.

···105
Después de 109 días de sitio a La Paz, llegaron refuerzos desde
Chuquisaca y los de Túpac Katari debieron replegarse. Bartolina
Sisa fue capturada y torturada hasta la muerte. Los habitantes de
varias poblaciones aymaras fueron quemados vivos.
La rebelión era tan masiva que, luego de la derrota, precisaron
dos años de terrorismo represivo para sofocarla. Apresado en
noviembre de 1781, a Túpac Katari le colocaron una corona de
espinas y clavos y lo pasearon por las calles. Después de arrancarle
la lengua, lo descuartizaron con cuatro caballos y las partes de su
cuerpo fueron exhibidas como escarmiento. Luego de diez meses
de exhibición, quemaron los pedazos de su cuerpo.
Los rebeldes aymaras no conocían a los enciclopedistas,
ni el despotismo ilustrado y el liberalismo. No reclamaban la
independencia de España porque los pueblos originarios eran
independientes antes de que existiera Europa. Simplemente no
pertenecían a la sociedad colonial española. Tanto Túpac Amaru
como Túpac Katari comenzaron reclamando al “mal gobierno” por
las inhumanas condiciones a que estaban sometidos los indígenas,
pero con el desarrollo de los hechos, la denuncia se transformó
en insurrección contra el sistema. La finalidad de la rebelión la
resumió en una frase Bartolina Sisa: “Para que, extinguida la cara
blanca, sólo reinasen los indios”.65
El proceso aymara fue más radical que el de Túpac Amaru.
Querían abolir los repartimientos, restablecer la cultura, la
religión y el modo de vida tradicional, recuperar la soberanía
sobre las grandes extensiones de tierra que les habían arrebatado.
En definitiva, restablecer el orden social y político propio del
Tawantinsuyo.
Las insurrecciones demostraron que las milicias indígenas
podían derrotar a los ejércitos regulares españoles, que los
invasores podían ser cualquier cosa, menos invencibles. Los
habían derrotado en varias batallas. Según la historia europeizada,
el comienzo del fin del imperio español fue la invasión de los

65. Ibid, pág 249.

106 ···
Bonaparte, pero desde el punto de vista latinoamericanista
se puede interpretar que los pueblos originarios se sumaron
al Movimiento de Mayo para continuar con las insurrecciones
quechuas, aymaras y guaraníes que perduraban en su memoria
oral. Tal vez por eso, Túpac Katari puedo aventurar: “a mí sólo me
matarán, pero mañana volveré y seré millones”.

Juana de Azurduy66 y Manuel Asencio Padilla

A las insurrecciones de 1780 siguió un período de terrorífica


represión y de nuevos repartimientos de la mano de obra indígena.
Pero la violencia institucionalizada no logró apagar la llamarada.
Apenas 30 años después, bastó con que soplara una suave brisa
para que las brasas se encendieran nuevamente. A diferencia de
los acontecimientos de Plaza de Mayo, que tuvieron un perfil
definidamente eurocéntrico, los del Alto Perú se caracterizaron
por la irrupción incontenible de las bases sociales, que ocuparon
el centro del escenario de lucha. El fenómeno se produjo a partir
de sus propias necesidades, las que había expresado el programa
de las insurrecciones de 1780. Está claro que quechuas y aymaras
no esperaron a que el ejército al mando de Castelli y Belgrano
viniera a liberarlos.
Las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, en el último trimestre
de 1813, con la consecuente retirada del Ejército del Norte,
detonaron el resurgir de la rebelión indígena. Manuel Asencio
66. El coronel sueco Jean Adam Graaner, oficial del Estado Mayor, que visitó
el Virreinato a principios del siglo XIX, dejó un curioso testimonio: “Los indios
del Perú, si bien abandonados a sí mismos, no han dejado las armas. En las
vecindades de La Paz, un criollo de nombre Warnes acaudilla a más de 4 mil
indios que se han refugiado en las montañas, inaccesibles para quienes no
son nativos del país. Padilla, jefe de un cuerpo volante de indios, formado por
unos 2 mil hombres, ha hecho mucho daño a los españoles sobre la línea de
comunicaciones con Lima. Su esposa, tan célebre en Perú bajo el nombre de
doña Juana de Azurduy, mujer de rara belleza, de 26 años de edad, es jefe de un
ejército de 1.500 indios de Cochabamba y combatió contra las tropas de Lima
mandadas por Pezuela en persona; mató 400, hizo 100 prisioneros y se apoderó
de una bandera magnífica que remitió al cuartel general de Belgrano”, en Sergio
Esteban Caviglia: Pueblos originarios e independencia, Ministerio de Educación de
la Provincia de Chubut, Rawson, 2016.

···107
Padilla, criollo nacido en una familia “decente y principal” del
Alto Perú, se había enrolado casi niño en las fuerzas realistas.
Como soldado participó en la represión de quienes continuaron la
lucha de Túpac Katari y presenció las torturas y los monstruosos
ajusticiamientos. La indignación y el dolor que le provocó el
castigo inhumano a los indígenas lo convenció de abandonar la
vida militar e ingresar a la Universidad de Chuquisaca. En esa
ciudad conoció a Juana de Azurduy, huérfana, de madre mestiza y
padre español, educada en colegio de monjas. En 1805 contrajeron
matrimonio.
Padilla había sido designado alcalde de un pequeño pueblo
y, en 1809, desde la muy lejana Lima, le ordenaron abastecer con
víveres a las tropas realistas que se preparaban para reprimir
el movimiento juntista. Padilla se negó rotundamente a hacerlo
y, en represalia, los españoles confiscaron sus propiedades. No
pudieron meterlo preso pues huyó a las selvas con su familia y se
refugió entre la población aymara.
Un año más tarde, en 1810, Juana y su esposo ya habían
formado el batallón Los Leales, integrado por unos 2 mil
indígenas. Fue su lugarteniente el cacique Juan Huallparrimachi,
descendiente de los incas. La Junta de Buenos Aires los encargó
de defender Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.
En setiembre ocuparon la ciudad de Punilla. Los Leales se
sumaron a las fuerzas de Esteban Arce para obtener la victoria de
Aroma sobre los realistas. Más tarde se incorporaron al Ejército
del Norte. Una vez que Castelli sufrió la derrota de Huaqui y sus
fuerzas se retiraron hacia el sur, la guerrilla acaudillada por el
matrimonio hostigó a los godos impidiéndoles perseguir a los
criollos. También apoyaron el Ejército del Norte en su segunda
expedición al Alto Perú y participaron en la batalla de Ayohuma,
bajo el mando de Manuel Belgrano.
Fracasadas las dos tentativas de Buenos Aires en el Alto Perú
y replegado el Ejército del Norte hacia Salta, Padilla acaudilló la
formación de la republiqueta de La Laguna, una guerrilla aymara
que nucleó a 200 fusileros y 4 mil indígenas y se movía al norte de

108 ···
la provincia de Chuquisaca. Las acciones guerrilleras de Azurduy,
Padilla y sus milicianos, junto a las de la guerrilla de Güemes,
hicieron posible que San Martín organizara su ejército y pudiera
después cruzar los Andes.
El 14 de setiembre de 1816, Padilla fue herido de muerte
por un balazo. No satisfechos con haberlo matado, los españoles lo
degollaron y exhibieron su cabeza en una pica en el pueblo La Laguna.
Juana logró rescatar su cabeza en una acción de enorme coraje.
Los jefazos criollos del Alto Perú se opusieron a que Juana,
una mujer, ejerciera el mando de Los Leales.
Luego de que Juana diera a luz a su hija menor, Los Leales
marcharon a Salta, donde pasaron a coordinar acciones con las
fuerzas guerrilleras de Martín Güemes. Siguieron luchando hasta
que éste murió en 1821. Se disolvió entonces la guerrilla y Juana
de Azurduy quedó en la provincia de Salta, sobreviviendo en la
más absoluta pobreza. En la guerra había perdido a cuatro de sus
cinco hijos.
Una vez terminada la gesta independentista con la victoria de
Sucre en Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, Simón Bolívar fue
a visitar a Juana en su modesta vivienda, le reconoció sus virtudes
y méritos militares, opinando incluso que el Alto Perú debía llevar
el nombre de Azurduy en lugar del suyo propio. Fue la única
recompensa que recibió en vida esta enorme revolucionaria. Vivió
hasta los 82 años y murió el 25 de mayo de 1862. Actualmente
ha sido reconocida como libertadora de Bolivia. No era la única
heroína, pero su nombre pudo quebrar la invisibilidad en que
hundieron la participación de las mujeres en la guerra contra los
españoles.
Se oculta la gesta de las mujeres con el fin de reproducir y
mantener la cultura patriarcal, su heroísmo amenaza de hecho
la diferencia de género, el invento ideológico para someter y
esclavizar. Juana de Azurduy demuestra que, en tiempos de rojo
vivo, la dominación de género se puede desarticular al mismo
tiempo que la dominación de clase y que las mujeres asumen
roles protagónicos que no son los que les asigna el patriarcalismo.

···109
La guerra de las republiquetas67

Escribe Bartolomé Mitre en su Historia del general Belgrano y


de la independencia argentina:

“Es ésta una de las guerras más extraordinarias por su


genialidad, la más trágica por sus sangrientas represalias y la
más heroica por sus sacrificios oscuros y deliberados. Lo lejano y
aislado del teatro en que tuvo lugar, la multiplicidad de incidentes
y situaciones que se suceden en ella, fuera del círculo del horizonte
histórico, la humildad de sus caudillos, de sus combatientes y
de sus mártires, han ocultado por mucho tiempo su verdadera
grandeza, impidiendo apreciar con perfecto conocimiento de
causa su influencia militar y su alcance político […]. Esta eficaz
guerra de guerrillas tuvo como efecto la paralización de grandes
unidades regulares de los realistas y la continuación de la lucha,
incluso cuando las fuerzas de los revolucionarios no tuvieron éxito
en las campañas del Alto Perú y continuaba la tradición guerrera
de los indígenas y los criollos sudamericanos, que dio en el Alto
Perú el primer grito de independencia”.68

Hasta un historiador tan asociado a Gran Bretaña debió


reconocer el surgimiento espontáneo de más de cien movimientos
guerrilleros, que sostuvieron la guerra hasta 1825. A fines de
1813, el Ejército del Norte, al replegarse, dejó desguarnecidas las
poblaciones que lo habían apoyado y que, urgentemente, debieron
organizar su autodefensa frente a los españoles. Es preciso repetir
la cifra para fijarla en la memoria: ¡más de 100 republiquetas!
Mitre acuñó el término “republiqueta” para referirse a esta forma
de lucha de los cambas y africanos, organizados y armados para

67. Basado en Pueblos originarios e independencia, de Esteban Caviglia, Ministerio


de Educación de la Provincia de Chubut, Rawson, 2016.
68. Bartolomé Mitre, Historia del general Belgrano y de la independencia
argentina, Estrada, Buenos Aires, 1960, pág 142.

110 ···
protegerse de la barbarie española. Artigas habría denominado
“admirable alarma” a este fenómeno de masiva sublevación.
En el siglo XX habrían sido llamadas “territorios liberados”.
En palabras de Mitre:

“Cada valle, cada montaña, cada desfiladero, cada aldea, es


una republiqueta, un centro local de insurrección, que tiene su
jefe independiente, su bandera y sus termópilas vecinales, y cuyos
esfuerzos aislados convergen sin embargo hacia un resultado
general, que se produce sin acuerdo previo de las partes. Y lo que
hace más singular este movimiento y lo caracteriza, es que las
multitudes insurreccionales pertenecen casi en su totalidad a la
raza indígena o mestiza, y que esta masa inconsistente, armada
solamente de palos y piedras, cuyo concurso nunca pesó en la
batalla, reemplaza con eficacia la acción de los ejércitos regulares
ausentes, concurriendo a su triunfo, con sus derrotas más que con
sus victorias”.69

Hostigaban y mordían a los realistas, huyendo luego a refugiarse


en su republiqueta. Cabe señalar la contradicción evidente de
Mitre, que elogió hasta la exageración a las republiquetas, pero,
como Sarmiento, aborreció y condenó a las montoneras de las
provincias del sur, obviando el hecho de que eran dos formas de
expresión de las multitudes insurreccionales.
En 1816, el movimiento guerrillero estaba localizado
principalmente en seis republiquetas. Tres de ellas ponían cerco a
Cochabamba y las otras hostigaban los caminos que unían Potosí
con Chuquisaca. Al terminar la guerra, con la batalla de Tumusla,
habían sobrevivido apenas nueve de los ciento y tantos caudillos
que comandaron las republiquetas, pero, con su sacrificio, habían
liberado todo el país.
La ley N° 606 del 24 de noviembre de 2014, en su artículo
1 dice: “Se declara Patrimonio Cultural e Histórico del Estado

69. Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Tomo


III, edición de La Nación, Buenos Aires, 1945, pág 117.

···111
Plurinacional de Bolivia la Batalla de Tumusla, del 1 de abril de
1825, como última batalla que selló la independencia de Alto Perú,
suscitada en la localidad de Tumusla del municipio de Santiago
de Cotagaita, provincia de Norchiras, del departamento de
Potosí”. Después de la victoria de Sucre en Ayacucho, las fuerzas
realistas bajo la jefatura de Pedro Antonio Olañeta permanecieron
intactas y, pese a lo que repitió la historia oficial en toda América
Latina durante más de 200 años, la independencia de Bolivia no
se concretó hasta el triunfo de las tropas (26 oficiales y 1.300
soldados) del coronel Carlos Medinaceli en Tumusla. Olañeta
murió en combate. La ofensiva final del ejército de Simón Bolívar
recién pudo concretarse luego de este triunfo. Reconociendo el rol
de Medinaceli, Bolívar lo ascendió a general. Queda demostrado
una vez más, mediante hechos debidamente documentados y
conocidos desde dos siglos atrás, que la versión europeizada
suele ser una falsificación de los acontecimientos históricos.
La republiqueta de Ayopapa,70 cuyo caudillo fue José Miguel
Lanza, liberó una extensión de unos 1.400 quilómetros cuadrados.
En 1825, luego de la victoria de Ayacucho, Sucre quiso hacer su
entrada triunfal en La Paz, pero allí lo esperaban y recibieron los
guerrilleros de Ayopapa, que ya habían liberado la ciudad. A esa
altura, los aguerridos –como se hacían llamar– eran unos 500
soldados regulares y alrededor de 2 mil milicianos indígenas.
El “batallón sagrado” lo integraron unos 200 combatientes
regulares y 3 mil indígenas que entraban en batalla armados con
macanas. A mediados de 1816, luego de derrotarlos, los godos
tomaron la republiqueta de Larecaja. Ejecutaron a su líder, el
sacerdote Escolástico de las Muñecas.
Según casi todos los autores, la republiqueta de Santa Cruz
fue la más importante. La comandaba Ignacio Warnes, que había
sido designado gobernador de Santa Cruz de la Sierra por Belgrano
antes de emprender la retirada. Warnes murió en combate.

70. La enumeración de las republiquetas está tomada de Caviglia, op cit.

112 ···
Comenzaron sus acciones en 1813 y en sus filas llegaron a formar
regularmente mil soldados y unos 2 mil milicianos indígenas
armados con arco y flecha.
Juan Antonio Álvarez de Arenales, encargado por Belgrano del
gobierno de Cochabamba, fue reconocido como jefe de todas las
republiquetas, claro que, salvo en circunstancias excepcionales,
cada guerrilla conservaba su autonomía táctica y operaban sin
coordinar entre sí. Álvarez comandó directamente la republiqueta
de Vallegrande, que hostigaba a los godos en los caminos entre
Cochabamba, Chuquisaca y Santa Cruz. Desde 1814 contaba
con 13 cañones, unos mil fusileros y 3 mil milicianos indígenas
provistos de lanzas, palos, hondas y flechas. Los guerrilleros de
Vallegrande derrotaron a los 4 mil soldados bien preparados y
armados del realista Pezuela. A fines de 1816 los guerrilleros se
retiraron hacia Jujuy.
Otras republiquetas fueron las de Tarija (unos mil guerrilleros),
Cinti con 2 mil indígenas que luchaban con palos y hondas, Porco
y Chayanta, cuyos milicianos indígenas tomaron Potosí y la
entregaron al ejército de Rondeau.

Güemes, el guerrillero

Martín Miguel de Güemes fue el arquetipo del guerrillero en el


siglo XIX. Con apenas 14 años se había enrolado en el contingente
militar destacado en Salta por el virrey. En 1806 revistó en
la reconquista de Buenos Aires. Fue edecán de Liniers. Con un
pelotón de jinetes se metió a caballo en el río y obligó a rendirse
a un navío inglés encallado frente al puerto, hazaña con la que
comenzó a labrar el prestigio que lo convirtió en caudillo.
Ocurridos los sucesos de mayo de 1810, Martín Güemes
renunció al servicio de España y se puso de inmediato a las
órdenes de la Junta de Mayo. Por ser nativo de Salta lo destinaron
al Ejército del Norte. Peleó en la batalla de Suipacha el 7 de
noviembre de 1810, la primera victoria de las armas patriotas.
Juan José Castelli ignoró los méritos de Güemes en el combate

···113
y no lo mencionó en el parte. Sin embargo, la mayor parte de los
heridos y los muertos revistaban en el escuadrón que comandó el
salteño.71 La documentación ha demostrado que fue un verdadero
héroe en Suipacha.
Incidentes de su vida privada le valieron que Belgrano lo
separara de filas en junio de 1812. Güemes regresó a Buenos Aires.
Estuvo en el sitio a Montevideo, donde habrá oído de primera
mano los relatos de la Redota y de la persecución bonaerense a
los orientales. En diciembre de 1813 se reincorporó al Ejército del
Norte, ahora bajo el mando de Rondeau.
Las “partidas tranquilizadoras” españolas, una especie de
paramilitarismo, habían instalado el terror en Salta. Güemes
decidió enfrentarlas con una estrategia guerrillera: grupos de
unos veinte jinetes que hacían la vida imposible a los realistas,
mordiéndolos por sorpresa y huyendo a protegerse en las
impenetrables serranías. Dejaban al enemigo sin caballos, mulas,
bueyes y víveres. Una guerra de recursos, tal como la practicaron
la montonera artiguista y las republiquetas. Los guerreros de
Güemes eran indígenas fugados de los repartimientos en Alto Perú,
africanos que se emancipaban al enrolarse, muchos mestizos y
criollos marginados por el sistema colonial.72 Vestían poncho rojo
y por ello los llamaban los “infernales”. La estrategia de Güemes
fue muy elogiada por San Martín.
El 29 de marzo de 1814, los guerrilleros obtuvieron la victoria
de Tuscal de Velarde y de inmediato pusieron sitio a la ciudad de
Salta. Los realistas debieron evacuar la ciudad y abandonar casi
todo su parque. Retrocedieron a refugiarse nuevamente en el Alto
Perú. Un año más tarde, en abril de 1815, los de Güemes ocasionaron
a los godos 120 muertos y 122 heridos en el Puesto del Marqués.

71. Luis Güemes, “Martín Miguel de Güemes, el verdadero héroe de Suipacha”, en


http://periodicotribuna.com.ar/7974- martin- miguel- de- guemes- el- verdadero-
heroe- de- suipacha- parte- ii.html#sthash.antllqMF.dpuf y Julio César Chavez,
http://periodicotribuna.com.ar/7974- martin- miguel- de- guemes- el- verdadero-
heroe- de- suipacha- parte- ii.html
72. Sara Mata de López, Los gauchos Güemes. Guerras de independencia y
conflicto social, Sudamericana, Buenos Aires, 2008.

114 ···
Entre 1814 y 1820, los “infernales” derrotaron siete tentativas
españolas de invadir las Provincias Unidas desde el Alto Perú.
Los logros de la guerrilla norteña se tradujeron en crecimiento
de la popularidad de Güemes y determinaron que, en 1815, el
Cabildo lo designara gobernador de Salta y Jujuy. Como San Martín
en Cuyo, Güemes fue elegido por el cabildo provincial, en lugar de
ser designado por el gobierno central como ocurría en las demás
provincias. Ejerció el cargo hasta 1820. Sin embargo, a Rondeau
le cayó muy grueso el nombramiento y exigió, arbitrariamente,
que el guerrillero entregara unos 500 fusiles ganados en combate.
Una burda provocación para demostrar que el caudillo salteño
debía obediencia al jefe del Ejército del Norte. Sin embargo, con
el respaldo del Cabildo de Salta, Güemes se negó a entregar
las armas y Rondeau lo declaró reo de Estado y traidor. Inició
una puja de poder en medio de la guerra, debilitó las fuerzas
propias, favoreciendo objetivamente al enemigo, que terminó por
derrotarlo en Sipe Sipe (1816).
Tanto Salta como Montevideo tenían condiciones para el
desarrollo propio del comercio, de modo que aparecían como
las reales competidoras de Buenos Aires. Salta quedaba a igual
distancia de Lima que de Buenos Aires, eran el nudo de la
comunicación entre la plata del Potosí y el puerto de salida hacia
Europa. Hasta avanzado el siglo XIX, las provincias del norte fueron
mucho más ricas y pobladas que Buenos Aires. Sin duda eran
centros económicos y políticos del Virreinato. No por casualidad
los principales episodios de la guerra ocurrieron en el norte, bien
lejos de Buenos Aires.
La lucha contra el absolutismo era también la lucha contra
el centralismo porteño. De ahí que tanto Güemes como Artigas
hayan sido los más tempranos caudillos con proyección nacional.
En el polo opuesto, Rondeau era la expresión del temor al arraigo
popular de Güemes en el norte y de José Artigas en el litoral. Se
sentía cercado por las montoneras de Salta y de la Banda Oriental.
En abril de 1817, la ciudad de Salta fue tomada por 5.400
soldados al mando del general La Serna, que venían de vencer

···115
a Napoleón. La elite salteña se abrazó con la fuerza ocupante,
pero la población los boicoteó, saboteando su logística. Los
“infernales” volvieron a poner sitio a la ciudad, hasta que La Serna
debió regresar al Alto Perú.
Recuperada la ciudad de Salta, Güemes tomó una serie de
medidas con el propósito de castigar a la elite salteña: expropió
estancias que repartió entre los “infernales” y decretó el cierre del
comercio con Alto Perú y Lima, lo que por un lado contribuía a
la defensa de la frontera norte, pero además provocaba pérdidas
a los fuertes comerciantes salteños. Asimismo, como necesitaba
financiar su estructura militar, Güemes impuso tributos
extraordinarios a los comerciantes y terratenientes. Quienes se
negaban a pagarlos sufrieron expropiaciones y, en algunos casos,
extorsiones. Esos sectores de la elite se nuclearon en La Patria
Nueva, una organización entre logia y “partida tranquilizadora”,
cuyas intenciones eran derrocar a Güemes y tomar la ciudad de
Salta.
Desde Buenos Aires, sin embargo, negaron los auxilios
que pidieron los salteños. Güemes se enfrentaba no sólo a los
españoles del Alto Perú, sino también a la quinta columna apoyada
por el gobernador de Tucumán, afiliado al partido unitario. Con
los “infernales” debilitados por la necesidad de pelear en tantos
frentes a la vez, los realistas comandados por Pedro Antonio
Olañeta pudieron tomar Salta otra vez en marzo de 1819. En Salta
ya no quedaban recursos. Rondeau había sido ungido director
supremo y les negó todo auxilio.
En esas condiciones las fuerzas realistas pudieron recuperarse:
en mayo de 1820 una columna española ocupó nuevamente la
ciudad de Salta. Solamente los cordobeses enviaron auxilios.
En soledad y sin recursos, Güemes organizó nuevamente la
resistencia. Lograron vencerlo en abril de 1821, pero un año
después, el 31 de mayo de 1821 los “infernales” recuperaron el
control de Salta. Los sectores más empobrecidos los acompañaron
en la entrada triunfal. Güemes decidió castigar a sus enemigos
criollos y autorizó el saqueo de los comercios y grandes viviendas

116 ···
de lujo. Fue una respuesta política a los reclamos de sus tropas,
cansadas de traiciones por parte de los “peores americanos” que
balconeaban la guerra. Andresito hizo algo parecido en Corrientes
y Otorgués, por su parte, lo permitió en Montevideo.
Las republiquetas y los “infernales” retuvieron las fuerzas de
Goyeneche y Pezuela en el Alto Perú… ¿Qué habría ocurrido si esos
ejércitos hubieran logrado pasar hacia el sur y unir sus fuerzas
con la Armada estacionada en Montevideo? El destino del Río de
la Plata se jugó en las alturas de Alto Perú y Salta. Los realistas
se vieron obligados a dispersarse para cubrir todos los frentes
que abrían los guerrilleros y, por otro lado, a concentrarse para
la defensa de Potosí y otras ciudades del Alto Perú. La estrategia
guerrillera los empujaba insensiblemente a la derrota.
Los poderosos de la ciudad intentaron comprar a Güemes,
que se negó rotundamente y continuó peleando hasta el final.
Entonces, los de La Patria Nueva se ofrecieron a Olañeta para
eliminar a Güemes. El 7 de junio, en una incursión a la ciudad,
un piquete de infantes realistas, al mando de José María Valdés,
tendió una emboscada al caudillo, que fue herido de un balazo. El
guerrillero se refugió en la casa de Magdalena Güemes de Tejada,
su hermana, conocida en Salta como Macacha, donde falleció
pocos días más tarde. Fue enterrado en la capilla de El Chamical
en 1821. Rivadavia reflejó el odio de los “decentes y principales” al
dar la noticia en La Gaceta: “murió el abominable Güemes al huir
de la sorpresa que le hicieron los enemigos; un cacique menos”.

···117
Capítulo 8. “Mi patria es toda América”

Bernardo Monteagudo fue uno de los más notables jacobinos


de 1810 y, por otra parte, el más ignorado. Estuvo en Chuquisaca,
Buenos Aires, Chile y Perú, allí en donde estaba el ojo de la
tormenta. Fue amigo personal y compañero de lucha de Castelli,
San Martín y Bolívar. Un siglo y medio antes de que naciera
Ernesto Guevara escribió: “yo quiero servir a mi patria, que es
toda la extensión de América”.73
Obtuvo su título de abogado en Chuquisaca en 1808. Al igual
que Moreno, se empapó en las aguas de la Ilustración francesa
y lo conmovieron las condiciones inhumanas en que vivían y
trabajaban los indígenas en el Potosí. La epopeya revolucionaria
de Túpac Amaru le inspiró en 1809 el “Diálogo entre Atahualpa
y Fernando VII en los Campos Elíseos”. No sabemos qué haría
Atahualpa paseando por el centro de París, pero así lo quiso
Monteagudo, que le hace decir a su personaje:

“Convenceos de que los españoles han sido unos sacrílegos


atentadores de los sagrados e inviolables derechos de la vida, de
la libertad del hombre. Conoced que como envidiosos y airados de
que la naturaleza hubiese prodigado tantas riquezas a su América,
habiéndolas negado al suelo hispano, lo han hollado por todas
partes. Confesad, en fin, que el trono, en orden a las Américas,
estaba cimentado sobre la injusticia y era el propio asiento de la
iniquidad”.

“El orador de la revolución”

Nacido en julio de 1764, Juan José Castelli era el más


veterano de los jacobinos. Fue el primero de ellos en ingresar
a Chuquisaca y fue también un estudioso de El contrato social,

73. Javier Garín, El discípulo del diablo. Vida de Monteagudo, el ideólogo de la


Unión Sudamericana, Dunken, Buenos Aires, 2011.

118 ···
el texto revolucionario del siglo XVIII. Vivía esperando que los
clarines sonaran en Buenos Aires. La ansiedad, las ilusiones y el
intercambio epistolar con Francisco Miranda le hicieron creer que
los invasores británicos podían ser la esperanza en 1806.
Los ejércitos franceses ocuparon España y Portugal a fines
de 1807 y el rey Fernando VII se prestó a la puesta en escena
de Bayona, un juego de abdicaciones por la cual José Bonaparte
terminó coronado rey. Las juntas de gobierno, que brotaron
como hongos después de la lluvia, suplieron la ausente autoridad
legítima y organizaron la resistencia al invasor. Las juntas de toda
España se centralizaron en la de Sevilla, que pretendió arrogarse
el derecho de gobernar América hasta el regreso de Fernando VII.
Pero los criollos creían haber llegado a la mayoría de edad y estar
en condiciones de gobernarse a sí mismos.
En enero de 1810 los bonapartistas tomaron Sevilla y disolvieron
la Junta Central. Nada quedó del gobierno español independiente,
la soberanía revirtió al pueblo, según la tesis del jesuita Suárez.
Cuentan que semanas después del acontecimiento, al enterarse
de las noticias de España, hubo una reunión de un grupo de
conspiradores en la casa de Rodríguez Peña, en la cual designaron
a Castelli y Martín Rodríguez como sus representantes frente a
Cisneros. Al otro día, ambos irrumpieron intempestivamente en el
despacho del virrey y exigieron que convocara a Cabildo abierto,
el organismo político teóricamente más democrático. Cisneros
cedió y el Cabildo se reunió el 22 de mayo. Fue decisivo el apoyo
de Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, la mayor
fuerza militar criolla de Buenos Aires.
De los 40 mil habitantes de Buenos Aires, más de la cuarta
parte eran esclavos africanos sin ningún tipo de derecho. Del resto,
cuya enorme mayoría eran marginados, sólo unos 500 fueron
convocados al Cabildo, los “decentes y principales”. Apenas 251
españoles europeos se atrevieron a ingresar al salón del “abierto”.
Las cifras dan la idea exacta del grado de apertura democrática de
la asamblea.
La participación del pobrerío de los suburbios estuvo reducida
a unos pocos centenares de personas, que acudieron a la plaza

···119
y vivaron enfervorizados la oratoria encendida y contagiosa de
Castelli, impidiendo el ingreso de godos al Cabildo. Habían sido
convocados por la legión “infernal” de Domingo French y Antonio
Beruti. El Cabildo abierto no fue en absoluto representativo de la
realidad social de Buenos Aires y, por consiguiente, más allá de lo
que trasmita la iconografía, las decisiones fueron tomadas por una
elite criolla bien reducida y poco popular. El historiador Félix Luna
caracterizó el fenómeno como “una revolución de los sectores
dirigentes criollos con cierto poder económico y político”.74
Para poner coto al desborde, el coronel Saavedra propuso
que el Cabildo de Buenos Aires –cuyos miembros eran realistas–
designara una junta para sustituir al virrey Cisneros. Vulgar
maniobra que echó luz sobre sus verdaderas intenciones políticas.
Por su lado, Castelli planteó que el nuevo gobierno debía surgir
de elecciones ciudadanas, aunque es preciso aclarar que, para él y
sus amigos jacobinos, la categoría “ciudadano” sólo comprendía
a quienes poseían alguna propiedad inmobiliaria. Ya se le veían
las puntas a la puja entre “jacobinos” –que se proponían una
revolución con las ideas de la francesa- y “conservadores” que,
simplemente, querían heredar el Virreinato sin alterar para nada el
sistema social y político. Finalmente se llegó a una circunstancial
cláusula de paz y se pudo instalar la Junta de Gobierno de Buenos
Aires.
El movimiento juntista americano había surgido un año antes,
en Chuquisaca (25 de mayo de 1809), y fue seguido por la Junta de
La Paz (16 de julio de 1809), que confrontó con mayor decisión al
poder español. Ambas rebeliones fueron severamente reprimidas
por las tropas realistas al mando de Goyeneche, formada por unos
5 mil soldados: en particular sobre los paceños se descargó la muy
civilizada barbarie occidental y cristiana. Hubo confiscaciones,
destierros, torturas, persecuciones a la población y, en enero de
1810, semanas antes de que alumbrara el sol del 25, fusilaron a
Pedro Domingo Murillo y 2 mil rebeldes criollos y mestizos.

74. Entrevista a Félix Luna en La Nación, Buenos Aires, 22 de mayo de 2000.

120 ···
A instancias de Moreno, Castelli fue nombrado jefe del
Ejército del Norte y corrió en auxilio de los rebeldes del Alto
Perú. La Junta de Mayo condenó a muerte a Santiago Liniers, que
había acaudillado una asonada realista en Córdoba, y cargó sobre
Castelli la responsabilidad de ejecutarlo, algo que nadie se atrevía
a llevar a cabo. Castelli y French lo fusilaron en Cabeza de Tigre.
“La cosa va en serio”, parecía ser su mensaje o, con palabras de
Castelli: “nosotros seremos los verdugos, sean ustedes hombres
libres”.75
Con sus 19 jóvenes años, Monteagudo había participado en el
levantamiento de Chuquisaca. La represión española lo encarceló,
pero logró fugarse y llegar a Potosí, donde se incorporó al Ejército
del Norte que había tomado la ciudad y se proponía liberar el Alto
Perú. Castelli lo empleó como secretario del Ejército del Norte.76
El 14 de diciembre de 1810 Castelli ajustició a los
responsables de las ejecuciones de Murillo y sus compañeros.
Juicios sumarios y ejecuciones de prisioneros suelen teñir de
sangre los levantamientos populares. Los hasta ayer sometidos a
la represión de la clase dominante dan rienda suelta a su bronca
con actos que consideran de justicia, horrorizando a las elites,
que hasta entonces festejaban la represión y las persecuciones
a las clases populares. A esa violencia de abajo, los de arriba la
emplean como materia prima de sus leyendas negras.

La proclama de Tiahuanaco

Desde el gobierno de Alto Perú, Castelli proclamó la


confiscación de los latifundios españoles y declaró su intención de
repartirlos entre los indígenas liberados de la mita y la encomienda.
Proclamó la infaltable libertad de comercio, la anulación de los
tributos que pagaban los indígenas y los equiparó legalmente con
los criollos, autorizándolos a ocupar todos los cargos del Estado.

75. Citado por Rogelio Alaniz en un artículo del periódico El Litoral, Santa Fe,
abril de 2017.
76. Félix Luna, Breve historia de los argentinos, Planeta, Buenos Aires, 1993.

···121
Hizo traducir al quechua y al aymara los decretos de la Junta.
Al cumplirse un año del mayo de 1810, las poblaciones de
los alrededores de La Paz fueron convocadas a un acto que tuvo
lugar en Tiahuanaco, a orillas del sagrado lago Titicaca. Ante una
multitud de indígenas y soldados, Castelli leyó una proclama que
firmaba junto a Monteagudo. Reafirmó su disposición de hacer
las reformas necesarias para compensar “los abusos introducidos
en perjuicio de los indios” y los invitó “a informar de las medidas
inmediatas o provisionales que puedan adoptarse […] con
particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimiento de
escuelas y excepción de cargas impositivas indebidas”. Parecían
proponer un reordenamiento radical de las relaciones sociales
en Alto Perú,77 pero además de los sentimientos de solidaridad
y de la opción ideológica, la postura de Castelli y Monteagudo
permitía sospechar cierto interés estratégico por conseguir
aliados fundamentales para derrotar a los realistas.
En setiembre de 1811, una resolución de la Junta reafirmó esa
voluntad reformista, eliminando los tributos indígenas en todas
las provincias. Probablemente los jacobinos debieron actuar con
mayor decisión y atreverse a tomar haciendas, obrajes y minas,
a liberar la servidumbre de quienes trabajaban en ellas. Tal vez,
en lugar de imitar a Robespierre, Castelli y Monteagudo debieron
haber tomado el ejemplo de Túpac Amaru.
La población quechua y aymara fue reacia a responder a esta
convocatoria afrancesada, que no se diferenciaba demasiado de las
promesas que hacían los realistas para ganarse la voluntad de los
indígenas. Escépticos, desconfiaban de las promesas del Ejército
del Norte. Tenían sus propios intereses y opiniones, expresados
desde otra cosmovisión y con una lógica muy diferente a la
europea; no eran un objeto inerte, sin voluntad autónoma, que
podían disputarse españoles y criollos con promesas demagógicas.
Ese alejamiento de las masas potencialmente más revolucionarias

77. Véase Fabio Wasserman, Juan José Castelli. De súbdito de la corona a líder
revolucionario, EDHASA, Buenos Aires, 2011.

122 ···
fue, en el fondo, la razón que frenó los propósitos proclamados
por los jacobinos y, en breve plazo, trajo la derrota en Huaqui
y la retirada del Ejército del Norte hacia el sur. Los indígenas
reaccionaron e irrumpieron masivamente en el escenario con la
formación de las republiquetas.
Los jacobinos regresaron a Buenos Aires. Al ver que Castelli
y Monteagudo había instalado en América la guillotina de
Robespierre, Saavedra y sus compinches sintieron que no sólo los
cuellos de los realistas estaban en peligro. Presintieron, además,
que la confrontación entre jacobinos y conciliadores corría
el riesgo de terminar en un baño de sangre. En consecuencia,
tomaron la iniciativa, sometieron a Castelli a juicio y, tal vez
entonces, empezaron a pensar en asesinar a Moreno.
El saavedrismo aprovechó para acusar a Castelli por haberse
comportado de manera impropia con las jerarquías eclesiásticas
y políticas de Alto Perú. En realidad, el ataque de Saavedra estaba
dirigido a las reformas políticas implementadas por la figura
principal del jacobinismo. Ninguno de los testigos convocados por
el tribunal testificó contra del acusado. Bernardo Monteagudo lo
defendió argumentando con orgullo que Castelli había procurado
por todos los medios propagar el sistema de la igualdad y la
independencia. El 12 de octubre de 1812 murió Juan José Castelli
a raíz de un cáncer provocado por quemaduras de cigarro en la
lengua.

El periodista

El periodismo fue el modo de agitación política preferido por


Monteagudo, aunque, dado el extendido analfabetismo, el alcance
de la prensa era más bien corto. Fue redactor responsable del
periódico oficial de la Junta, la Gaceta de Buenos Aires, fundado
por Moreno en junio de 1810 bajo la consigna “el pueblo tiene
derecho a saber la conducta de sus representantes”, y donde
se hacían públicos los asuntos que trataba el gobierno. Tanto
los editoriales de Moreno como los artículos de Monteagudo y

···123
de Manuel Alberti ofendían la sensibilidad de los círculos que
rodeaban a Saavedra, Pueyrredón y Rivadavia.
Lejos de amilanarse por las reacciones, Bernardo Monteagudo
redobló la apuesta y editó Mártir y Libre, su instrumento para
batallar por las ideas radicales. Desde esas páginas bregó por
la declaración inmediata de la independencia de las Provincias
Unidas y la instalación de una república constitucional. A lo largo
de su vida, Monteagudo fundó y dirigió varios periódicos en tres
países: Argentina, Chile y Perú.
También ensayó otras formas de dar la lucha: el 12 de
enero de 1812 creó la Sociedad Patriótica, que reunió a unos
40 morenistas con la finalidad de discutir organizadamente las
cuestiones atinentes al bien público, es decir, era lo que hoy en
día se denomina partido político. Su órgano de difusión fue El
Grito del Sud, dirigido por él mismo en el “año tercero de nuestra
libertad”, como se leía en el encabezado.
Monteagudo dedicó su primer editorial:

“A los esclavos y sus hijos: […] cuando el español, ese


monstruo a quien parecen vomitar las ondas del océano en
nuestras apacibles costas, para causar en ellas desolación, horror
y espanto […] haciendo perecer por el trabajo, y por la dureza del
castigo, a la enorme población con que inundaba el continente y
sus innumerables islas”.78

Tremendo diagnóstico que, sin embargo, no se tradujo en


acción concreta. ¿Qué habría ocurrido si el ejército comandado por
Castelli hubiera tomado encomiendas, obrajes y minas, liberando
mitayos y esclavos? Probablemente habría significado transformar
en insurrección indígena la guerra civil entre europeos y criollos.
Notable cambio cualitativo que los criollos, por muy jacobinas
que fueran sus ideas, evitaron inducir.

78. Archivado en la Biblioteca Mariano Moreno y recogido por Sergio Esteban


Caviglia en su ya citada obra Pueblos originarios e independencia, pág 38.

124 ···
Al llegar desde Europa, San Martín y Alvear crearon la Logia de
Caballeros Racionales, más conocida como Lautaro. Los miembros
de la Sociedad Patriótica se integraron en bloque a la organización
carbonaria. El 8 de octubre de 1812 dicha alianza derrocó al
Primer Triunvirato e instaló el Segundo, presidido por Carlos de
Alvear e integrado por Juan José Paso y Nicolás Rodríguez Peña,
todos ellos miembros de la logia. Fue un putsch militar contra el
sector conservador; de hecho, entrañaba una perspectiva política
independentista más firme. Una especie de golpe “bueno”.
En 1815 Monteagudo creó otro periódico, El Independiente,
con el cual apoyó disciplinadamente al gobierno del director
supremo Alvear. Cuando éste fue derrocado, a Monteagudo lo
metieron en prisión, le embargaron sus bienes y lo desterraron a
Europa. Durante su estadía en Londres se sintió deslumbrado por
la monarquía parlamentaria británica y se convirtió en divulgador
de sus virtudes. Percibía la lucha contra el absolutismo como un
capítulo sureño en la historia de la revolución de Francia. Esa
lógica europeísta ofició, de hecho, como impedimento subjetivo
para confiar en el potencial insurreccional autónomo de las
comunidades indígenas y apostar a su fuerza transformadora.

La Carta de Jamaica

No todo marchaba viento en popa en el Caribe. Simón Bolívar


se hundía en las tristezas del exilio luego de la intentona fracasada
en 1814. En tales circunstancias, marcado por la derrota, Bolívar
respondió públicamente a una misiva que le había enviado el
comerciante Henry Cullen, un jamaiquino hijo de ingleses. En ella,
Bolívar escribió: “La Europa misma, por miras de sana política
debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia
americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige,
sino porque este es el medio legítimo y seguro de adquirirse
establecimientos ultramarinos de comercio”.79 El destinatario
79. La Carta de Jamaica se conserva en el Archivo General de la Nación de
Ecuador. Las citas en este trabajo están tomadas el 8 de febrero de 2019 de: alba
ciudad. org/2015/09 texto- completo- carta- de- jamaica- hallada- en- ecuador-
pdf.

···125
servía de trampolín para hacer llegar un mensaje a la “Europa
civilizada, comerciante y amante de la libertad”. La carta era, en
realidad, una forma de comenzar a preparar la futura insurgencia.
Al igual que su preceptor Francisco Miranda, Simón tenía la
certeza de que la intervención de los británicos era imprescindible,
que la victoria sólo se podría alcanzar “bajo los auspicios de una
nación liberal que nos preste su protección”, las mismas falsas
expectativas que alimentaban Moreno y Monteagudo en el Río
de la Plata. Confiaban en el auxilio de Gran Bretaña más que en
la rebelión de las masas indígenas y africanas. Esa convicción
generalizada distorsionó la percepción de las perspectivas,
impidiéndoles conducir la lucha contra el absolutismo hacia un
horizonte emancipador de la población esclavizada. Ya el Foreign
Office se encargaría de mostrarles los motivos reales de las
promesas británicas.
En la Carta de Jamaica, Bolívar identificaba el sujeto social de
la lucha: los “españoles americanos”, el mismo del Movimiento
de Mayo.

“[…] no somos indios, ni europeos, sino una especie media


entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores
españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento,
y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos
a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los
invasores […]”.

Pensaba que la elite mantuana –ni india, ni europea– podía


ser la fuerza social de la lucha contra el absolutismo español. No
quería que lo identificaran con los indios. Pasaba por alto el hecho
de que godos y criollos eran, en realidad, un bloque de poder
único, el que surgió de la invasión de 1492, que ambos explotaban
por igual el trabajo esclavo y semi esclavo. Las masas mestizas
y mulatas no podían distinguir a los esclavistas criollos de los
esclavistas españoles.
La elite mantuana, como sus pares rioplatenses, sólo aspiraba
a hacer directamente sus negocios con Europa. En realidad,

126 ···
sólo precisaban una declaración formal de independencia, una
máscara de soberanía para encubrir la dependencia real del
centro financiero e industrial británico. La confianza en el auxilio
de Gran Bretaña y su definición por la elite mantuana fueron dos
errores gravísimos en el análisis de la realidad social y política que
condujeron a Bolívar hacia la derrota de 1814. Había quedado solo
con su ejército de criollos, mientras el pueblo mestizo y mulato
lo miraba con indiferencia o se integraba al ejército realista de
Boves, que lo derrotó prometiendo abolir la esclavitud y hacer la
reforma agraria. El estrepitoso fracaso sensibilizó su conciencia
de la realidad.
Desde Jamaica, Simón Bolívar llegó a la isla de Haití en enero
de 1816. Gracias al auxilio en hombres, dinero y armamento que
recibió de Alexandre Pétion, presidente de la primera república
independiente de América Latina, Bolívar pudo preparar y
organizar las dos sucesivas expediciones que zarparon hacia el
continente. En la primera fue rápidamente derrotado y Pétion
debió auxiliarlo nuevamente. El gesto solidario tuvo indudables
repercusiones en la historia latinoamericana, generó un extendido
sentimiento de temor en las elites criollas y las autoridades
españolas, pero produjo un efecto estimulante en los sectores
populares que, en adelante, multiplicaron pronunciamientos y
conspiraciones.80
Fue esa experiencia haitiana la que determinó un cambio de
paradigma en Bolívar, lo ayudó a comprender que las banderas de
la emancipación de los esclavos eran más profundas, sentidas y
movilizadoras que la lucha contra el absolutismo. Bolívar abandonó
la alianza con la elite mantuana y emprendió su segundo período
revolucionario volcado hacia los más infelices. El compromiso
ético contraído con Pétion lo llevó a asumir, no sin ambigüedades
y vaivenes, un profundo programa de liberación social: abolición
de la esclavitud, eliminación de los tributos de las poblaciones
indígenas, reparto de tierras, etc. El cambio ideológico puso fin a

80. Véase Juan Francisco Martínez Peria, Lazos revolucionarios. Influencias,


encuentros y desencuentros entre Haití, Venezuela y Nueva Granada en la época
de la independencia (1789-1830), Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, 2015.

···127
su matrimonio con los criollos de Mantua, pero le trajo el amor
incondicional de los pueblos marginados y sometidos, aun sin
dejar de preocuparse por mantener adormecido el espíritu de
guerra racial que agitó a Haití en su liberación.

“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo


nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes
entre sí y con el todo […] ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá
fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que
algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso
de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios, a tratar
de discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las
naciones de las otras tres partes del mundo.”

Una década antes de convocar el Congreso de Panamá, Bolívar


ya aparecía caminando tras la utopía de la unión continental, la
necesidad y los beneficios del apoyo y la mutua defensa entre
los pueblos del continente. El carácter social de la lucha de los
pueblos americanos nació ligado al concepto de “América, una
única nación”.

El miedo a la democracia

Monteagudo regresó de su destierro europeo, pero el gobierno


de Pueyrredón lo confinó en Mendoza. Sin embargo, otra vez
logró escapar y atravesar la cordillera hacia Chile, donde llegó
justo para festejar la victoria de Chacabuco y encontrarse con San
Martín, que lo designó auditor de guerra del Ejército de los Andes,
con el grado de teniente coronel.
Su incidencia política en Chile parece haber sido importante.
Algunos historiadores sostienen que fue el redactor del acta
de independencia proclamada por O’Higgins en enero de 1818.
Lo cierto es que hasta 1820 editó en Santiago El Censor de la
Revolución, en cuyas páginas reafirmó su conocida admiración
por las virtudes del sistema político británico.

128 ···
En 1820 Monteagudo integró la expedición libertadora al Perú.
La maniobra militar de San Martín sorprendió hasta a los propios
peruanos, quienes un buen día, al despertar, se encontraron
con que las tropas chilenas y argentinas habían entrado a Lima,
declarado la independencia del Perú y constituido una república.
San Martín y Monteagudo creían que una monarquía
constitucional a la inglesa era la solución a los problemas políticos
y las luchas intestinas que agitaban a las novísimas repúblicas
americanas. El ejemplo paradigmático que esgrimían era la guerra
fratricida en las Provincias Unidas. Ni San Martín ni Monteagudo
quisieron ver que la inestabilidad política provenía de las
ambiciones hegemónicas de la elite, que un gobierno equilibrado
y sensato sólo podría lograrse aniquilando el poder personalizado
primero en Pueyrredón y luego en Rivadavia.
En La República, Platón había dejado sus reflexiones sobre la
forma de organizar de la manera más justa posible la vida política
de las ciudades- estado griegas. Esa obra, escrita hace unos 2.500
años, influyó de manera muy importante en el pensamiento
político de quienes crearon los sistemas de gobierno de la
burguesía. En diálogo con su maestro Sócrates, recurso retórico de
Platón, dejó constancia del miedo a la democracia que dominaba
a los ciudadanos atenienses, una pequeña minoría de la que
estaban excluídas las mujeres y los esclavos, es decir, la enorme
mayoría de la población. Según este filósofo griego, el desarrollo
de la democracia –gobierno del pueblo– hasta sus últimas
consecuencias implicaba el aumento desmedido de la cantidad de
ciudadanos que opinan y participan. Todos –en la Antigüedad el
“todas” no existía– se creían con derecho a gobernar.
El crecimiento de la participación política aumentaba los
disensos y potenciaba las disconformidades, la República se
degradaba cada vez más, tornándose inoperante, incapaz de
resolver los problemas del buen gobierno. La contracara de la
expansión cuantitativa era, en opinión de Platón, la pérdida de
calidad en las decisiones del gobierno de la República. La ampliación
de la política a la chusma echaba a perder la democracia de los

···129
“decentes y principales”, determinando que éstos no tuvieran otra
opción que instaurar una tiranía, el gobierno en el que decidía
un solo individuo, en beneficio de los ricos y poderosos. En fin,
Platón sostenía que era buena la democracia, siempre y cuando el
número de ciudadanos no creciera demasiado, siempre y cuando
la participación de los plebeyos no se saliera del control de las
elites. En ese sentido, tanto San Martín como Monteagudo, aún
afiliados a la concepción republicana de la Revolución Francesa,
creían que la monarquía constitucional, el invento de los ingleses,
hacía posible combinar el gobierno de un tirano con la democracia
restringida y controlada mediante la representación parlamentaria.
A diferencia de Artigas, a San Martín lo aquejaba el miedo a la
intervención de las multitudes populares en el poder político.
Había sido formado en la cultura occidental, estaba integrado a ella
y, en consecuencia, heredaba los temores y prejuicios platónicos.
Aun inmerso en aquella masa que cruzó los Andes, constituida
por africanos, guaraníes y mestizos, entendió que abrir el poder
al pueblo era condenar el país al caos.
Los devaneos monárquicos no fueron impedimento para
radicalizar el gobierno de San Martín en Perú. En una de sus
primeras medidas, el Protector secuestró los bienes de los “malos
europeos” radicados en España o emigrados del Perú. Tampoco
los “malos americanos” que habían abandonado los intereses
de la patria escaparon a las confiscaciones del nuevo gobierno.
También extinguió las contribuciones extraordinarias que pagaban
los criollos al virrey para sostener la guerra. El 28 de julio de 1821
se declaró la independencia en el Perú.
San Martín hizo de Monteagudo una especie de primer ministro
que, durante los años 1821- 22, desempeñó los ministerios de
Guerra y de Relaciones Exteriores. Abolieron la esclavitud, la
encomienda y la mita, prohibieron la santa Inquisición, crearon
la Biblioteca Nacional y expropiaron bienes de 4 mil españoles
que fueron expulsados de Perú. Estas medidas, radicalmente
revolucionarias, profundizaban las tomadas en la Asamblea del
año XIII y desmienten la imagen de “excelente militar, ignorante

130 ···
en política” que nos dejaron sus detractores oficialistas. Se podía
sospechar que asustaron tanto a los mercaderes y latifundistas
limeños como a los bonaerenses. Así como los mantuanos se
alejaron de Bolívar, las elites de Lima pusieron mucha distancia
con el tape San Martín.
Monteagudo quiso instalar en Perú la monarquía consti-
tucional. La postura monárquica despertó sospechas en los
peruanos, en particular entre los más republicanos: ¿quién
sería el rey?, ¿San Martín?, ¿Monteagudo sería su Richelieu? Lo
cierto es que los limeños hubieran soportado cualquier monarca,
mientras sus ideas fueran conservadoras. Aprovechando el viaje
de San Martín a Guayaquil, derrocaron a Monteagudo. Éste debió
huir una vez más, se incorporó al ejército de Simón Bolívar con el
grado de coronel y participó en la batalla de Ayacucho.
Los testimonios históricos destacan la estrecha sintonía
entre Monteagudo y Simón Bolívar, amistad que se dio durante el
período de mayor impopularidad del tucumano en Perú, cuando
la clase alta limeña lo llamaba despectivamente “el Mulato” en
alusión a su aspecto. De acuerdo con las descripciones de la época,
los rasgos de Bernardo Monteagudo revelaban su ascendencia
africana y eran razón suficiente para considerarlo incapaz de
gobernar un país y para alimentar el odio racista de la elite.

Congreso de Panamá

Dos días antes de la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de


1824, Simón Bolívar convocó a los países de América para realizar
en Panamá el congreso que llamó Anfictiónico. Monteagudo se
apresuró a preparar un resumen de sus ideas americanistas: el
Ensayo sobre la necesidad de una federación general entre los
estados hispanoamericanos y su plan de organización,81 que de
inmediato puso a disposición del Libertador.
El Ensayo daba un pantallazo del panorama global, alertando
sobre el peligro que significaba la Santa Alianza, reorganización

81. Bernardo Monteagudo, Ensayo, Universidad Autónoma de México, México,


1979, pág 7.

···131
del absolutismo concretada en el Congreso de Viena. Era urgente
“formar una liga general contra el enemigo común y llenar, con la
unión de todos, el vacío que encontraba cada uno en sus propios
recursos”. Parecía de vida o muerte la unión política y militar
de América del Sur para defenderse del enorme poder político y
militar concentrado en el Congreso de Viena, o sea, era urgente
organizar el contrapoder. Sin embargo, Monteagudo era consciente
de que las disputas, conflictos y las guerras obstaculizaban la
unidad entre las aldeas. Veía al Congreso de Panamá como un
espacio político permanente, donde se dirimieran las diferencias
comerciales y territoriales entre los americanos del Sur. No
se ilusionaba demasiado. Muchas de sus ideas sirvieron como
ingredientes en el debate de 1826 en Panamá y contribuyeron a
la tentativa de concretar la nación continental independiente. El
Ensayo quedó inconcluso. Monteagudo fue asesinado a puñaladas
en Lima cuando tenía escasos 35 años.
El propósito de Simón Bolívar era colocar la piedra angular
para un proceso de integración latinoamericana. Diversas
circunstancias hicieron que el Congreso de Panamá no alcanzara
dicha finalidad. La convocatoria no tuvo la respuesta esperada.
Perú, Colombia, Venezuela y Guatemala se incorporaron de
inmediato, pero varios países no aceptaron la invitación. Paraguay
no fue, desconfiaba –y no era para menos– de las intenciones de
brasileños y argentinos. No quiso concurrir el gobierno unitario de
Rivadavia –por razones obvias– ni tampoco lo hizo el de Santiago
de Chile, aunque ambos se cuidaron de dar una negativa rotunda
por temor a la fuerza militar de Bolívar.
Contrariando la voluntad de Bolívar, Francisco de Paula
Santander invitó a Estados Unidos a participar en el Congreso. El
parlamento estadounidense discutió durante meses la cuestión
y finalmente envió dos observadores; uno murió en el camino y
el otro llegó cuando ya había terminado el Congreso. Los gringos
querían evitar que, a iniciativa de Colombia, el Congreso decidiera
organizar una expedición libertadora desde Puerto Rico y Cuba,
algo similar a lo que había hecho San Martín en el Pacífico. Temían

132 ···
que la independencia de ambas islas provocara una especie de
“efecto Haití”, contagiando a luchar por la emancipación de los
esclavos en los estados del Sur. Para impedir que estos países
cobraran conciencia de la fuerza que podían adquirir mediante
la unión, Estados Unidos saboteó el proyecto bolivariano. A
Santander le cupo el honor de ser el primer latinoamericano
obsecuente con los yanquis.
El delegado británico, a su vez, rechazaba la propuesta de
rebajar los aranceles entre los países participantes, medida dirigida
a incentivar la formación de un mercado interno de América del
Sur. Al Foreign Office le resultaba más sencillo someter a cada país
por separado que imponer sus políticas comerciales a un bloque
de países y, en consecuencia, se oponía a cualquier iniciativa con
sentido latinoamericanista.
Sin embargo, más allá del interés de yanquis y británicos, el
esfuerzo bolivariano fue saboteado por las disputas entre las 20
elites portuarias. El litigio por el puerto de Guayaquil entre Perú y
la Gran Colombia, la pugna por la región de Chiapas entre México y
Centroamérica y la invasión de Brasil a la Banda Oriental sirven de
ejemplos reveladores de la acción de la principal fuerza centrífuga.
Los intereses minúsculos de las elites predominaron sobre el
interés general de crear una nación continental. No asumieron su
rol de burguesía nacional, solamente les preocupaba eternizar su
control sobre el espacio reducido de cada comarca. En Panamá se
archivó la visión a largo plazo de construir el espacio geográfico
donde desarrollar una economía propia, independiente de la
europea.

···133
Capítulo 9. El estratega del sur

José de San Martín fue el artífice del cruce de los Andes, una
de las más grandes proezas realizadas por un ejército regular.
Hasta entonces habían fracasado las tentativas bonaerenses para
desalojar a los españoles tanto de Chile como del Alto Perú. Cada
vez que las fuerzas criollas obtenían una victoria, los realistas se
reorganizaban y contraatacaban desde el Bajo Perú, su reducto
militar más fuerte. El cruce fue otro de esos hechos militares que,
por sus consecuencias políticas, ha hecho girar 180 grados el
rumbo que seguía la historia.
San Martín había sacado sus propias conclusiones de los
reveses sufridos por el Ejército del Norte en Alto Perú y cambió
sustancialmente el plan de operaciones de la Junta de Mayo. Para
desalojar a los españoles de su fortaleza limeña, era necesario
dar previamente un largo rodeo, atravesar primero los Andes,
tomar luego la capitanía de Chile y recién entonces se estaría en
condiciones de trasladar un ejército en barco por el Pacífico, para
desembarcar en el Perú, ocuparlo y, desde allí, atacar con éxito a
los realistas atrincherados en La Paz y Chuquisaca. Una lección
magistral de la estrategia de aproximación indirecta.
El asalto al bastión de los españoles y la ocupación final del
Alto Perú llegarían desde el norte y no desde el sur. La maniobra
inesperada habría de desconcertar a propios y ajenos. Sencillo
pero notable cambio de perspectiva, comparable a las genialidades
del cartaginés Aníbal o del vietnamita Vo Nguyên Giáp. La derrota
y la victoria ya existen antes de apretar el gatillo por primera vez.
Se triunfa o se pierde al concebir la guerra, bastante antes de
comenzar.
Sin la acción guerrillera de las republiquetas en Alto Perú y la
de Güemes en Salta y Jujuy, San Martín no podría haber cruzado la
cordillera ni trasladado por vía oceánica a su ejército. El estratega
de la guerra regular logró concretar su proyecto porque en las

134 ···
quebradas y en las alturas andinas se desarrollaron las proezas de
la guerra irregular, que muchas veces también han logrado torcer
180 grados la historia.

José de San Martín

Una vez expulsada la Compañía de Jesús en 1767, Juan de San


Martín fue designado administrador de la reducción de Yapeyú,
donde se radicó con Gregoria Matorras, su esposa. Era la misión
más al sur de los jesuitas, habitada por unos 7 mil guaraníes que
manejaban el rodeo vacuno más grande de las Misiones.
No se sabe bien qué día nació José Francisco. Las noches
febriles del trópico y la numerosa población guaraní hacen
muy posible que haya nacido “mancebo de la tierra”. Tampoco
es seguro que Juan haya sido su padre. No se ha encontrado su
partida de nacimiento, pero la genealogía de San Martín está
siendo investigada con bastante rigor.82
El poeta Juan Bautista Alberdi dejó constancia de que, al
conocer a San Martín en su exilio de París (1843) lo creyó un indio.
Sus rasgos eran aindiados. Hablaba el guaraní con la fluidez de
quien lo hace desde que nació. Con intenciones descalificadoras,
en Buenos Aires lo nombraban tape, cholo e indio. Abundan los
testimonios sobre el aspecto de José Francisco, pero ninguno dice
que fuera rubio y de ojos celestes.
La incógnita se podría despejar con un estudio del ADN de
sus restos, que hasta ahora las autoridades argentinas se han
negado a hacer. Un San Martín “mancebo de la tierra”, mestizo
como la mayoría de la población de aquel entonces, desvirtuaría
la iconografía patriotera que ha edificado un “santo de la espada”
con rasgos europeos. Echaría por tierra la credibilidad de la
historia escrita por Sarmiento, Mitre y Vicente Fidel López.

82. Hugo Chumbita, “San Martín, mestizo americano”, revista Casa de las
Américas N° 274, La Habana, enero- marzo de 2014.

···135
Sea como fuere, lo cierto es que el matrimonio San Martín llevó
a José Francisco a vivir en España con seis años o poco más. Allí
ingresó a la escuela militar con apenas diez u once años83 e hizo
su carrera en el ejército español, alcanzando el grado de teniente
coronel a fuerza de sumar batallas contra ingleses, franceses y
moros. Moldeó su carácter y forjó su personalidad en España,
donde se educó. Su mentalidad era española. Argumenta con
razón Norberto Galasso84 que, dada su crianza y su educación, los
sentimientos de San Martín lo ligaban a España, pero a la liberal,
no al modo del absolutismo retardatario.
En 1808 se inició en las sociedades secretas, integrándose
a la filial gaditana de la Logia de los Caballeros Racionales,
organizada por Francisco de Miranda para el regreso a luchar
por la independencia de América. “Nunca reconocerás como
gobierno legítimo de la patria sino a aquel que haya sido elegido
por la viva y espontánea voluntad del pueblo”, era la consigna
que reafirmaba el propósito de continuar en América la lucha que
los carbonarios estaban desarrollando en Europa. Más allá de que
hayan sido estimuladas e impulsadas por el Foreign Office –hay
quienes dicen que también financiadas–, las logias masónicas
eran un anticipo de los partidos políticos, fueron organizaciones
políticas que agitaron las ideas de libertad, igualdad y fraternidad.
Su programa ideológico era el de la Revolución Francesa.
A sus 33 años, San Martín pidió la baja del ejército español
y emprendió el viaje hacia las Provincias Unidas. De paso por
Londres convivió bastante tiempo con Miranda y otros miembros
de la logia Gran Reunión Americana. Llegó a Buenos Aires en
marzo de 1812 junto a Carlos de Alvear, cuando el Movimiento
de Mayo ya estaba por cumplir dos años de vida. De inmediato
se puso a trabajar en la construcción de sus dos instrumentos: el
Regimiento de Granaderos a Caballo, el brazo militar, y la Logia de

83. Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe. Vida y obra de José de San Martín, Booket,
Buenos Aires, 2014.
84. Norberto Galasso, Los malditos Vol II, Ediciones Madres de Plaza de Mayo,
Buenos Aires, 2005, págs 154- 162.

136 ···
los Caballeros Racionales, el brazo político, más conocida como
Logia Lautaro. En caso de acceder a cargos en el gobierno, los
miembros de la Lautaro se comprometían a consultar sus decisiones
más importantes con los organismos de la logia y a respetar
disciplinadamente lo decidido por ellas… era un partido político.
El nombre de Lautaro rinde homenaje al cacique mapuche que
derrotó a las tropas españolas en Chile y ejecutó a Valdivia dándole
a beber oro derretido para saciar su codicia.85 La denominación
simbolizaba la voluntad de combatir al enemigo a muerte, el
espíritu con que San Martín puso su espada al servicio de la Junta
de Mayo.
Poco aportó la Junta al Regimiento de Granaderos a Caballo,
tanto en recursos como en soldados, pero de alguna manera San
Martín logró integrar 283 guaraní- misioneros a sus filas.86 Sin
usar la bandera de Belgrano, en febrero de 1813 los granaderos
triunfaron en San Lorenzo, Santa Fe, sobre los españoles europeos.
Fue el bautismo de fuego y el pilar del prestigio político del
Libertador.
San Martín había presenciado la polémica que siguió a la
derrota de Huaqui, así como las maniobras de baja estofa con que
Saavedra pretendió condenar a Juan José Castelli. Por consiguiente,
cuando acordó con los jacobinos, estaba muy bien informado
sobre qué representaba cada uno de los bandos del Movimiento de
Mayo y se alió con los más afines a las ideas políticas de quienes
tomaron la Bastilla y cortaron la cabeza a un rey.

El año XIII

La alianza de los morenistas con San Martín dejó muy mal


parado al saavedrismo, cuya política oscilante determinó que
un grupo de militares afines a la Lautaro disolviera el Primer
Triunvirato en octubre de 1812. Mediante un documento redactado
por San Martín les exigieron renunciar, advirtiéndoles que “no

85. Sergio Esteban Caviglia, op cit.


86. Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe… op cit, pág 89.

···137
siempre están las tropas para sostener gobiernos tiránicos”. Lo
reemplazaron por el Segundo Triunvirato, integrado con miembros
de confianza de la Lautaro, fue un verdadero golpe de Estado. Se
hicieron del gobierno con la perspectiva de endurecer la guerra,
apresurar la declaración de la independencia y establecer una
república. Luego de la victoria de Belgrano en Tucumán (setiembre
de 1812) y la de San Martín en el combate de San Lorenzo (febrero
de 1813), el clima político bonaerense era de euforia: se sentía que
la independencia estaba a la vuelta de la esquina.
El nuevo Triunvirato convocó la Asamblea del año XIII, que
funcionó como constituyente hasta su disolución a fines de
enero de 1815. Al influjo de los jacobinos y de la atmósfera de
entusiasmo libertario, la Asamblea dio algunos pasos importantes,
por lo menos en lo declarativo. En primer lugar, sus integrantes
asumieron el gobierno en nombre del pueblo y no en el de la
Corona española, como venían haciendo los gobernantes criollos
desde mayo de 1810. Tampoco juraron fidelidad a Fernando
VII. En segundo lugar, se juramentaron a luchar por el bien y la
felicidad común de toda la América y no sólo la del Río de la Plata.
Bernardo Monteagudo, representando a la provincia de Mendoza,
entregó a la Asamblea un borrador de Constitución para los
“Estados Unidos de América del Sur”. Fue el primer proyecto
concreto de nación continental.
Además, la Asamblea del año XIII aprobó un paquete
de medidas tendientes a la liberación social: se abolieron la
encomienda, la mita y el yanaconazgo, se proclamó la igualdad
de derechos de los indígenas y se extinguieron los tributos que
debían pagar. La Asamblea declaró la libertad de vientres y de los
esclavos que fueran desembarcados en adelante en las Provincias
Unidas. Evidentemente, para no perjudicar a sus propietarios, se
acordó que el decreto no alcanzaba a quienes ya eran esclavos
en 1813. Se decretó la libertad de cultos y la caducidad del Santo
Oficio, así como de toda autoridad eclesiástica que no perteneciera
al Río de la Plata. Se prohibió la tortura y se eliminaron los títulos
de nobleza. Aparentemente, se estaba produciendo un “giro al
jacobinismo”.

138 ···
En carta dirigida a Godoy Cruz, diputado por Cuyo, San
Martín reclamó airado: “¿Hasta cuándo esperaremos para declarar
nuestra independencia?”87 Sin embargo, se produjo una alianza
de facto entre los conservadores de Rivadavia y los de Carlos
de Alvear, apóstata que renunció a los principios con que había
desembarcado el año anterior en Buenos Aires. Sin embargo,
como las dos fracciones coincidían en la necesidad de ganar las
simpatías de Gran Bretaña, ninguna de ellas quiso irritarla con
una declaratoria de independencia. Creyeron que debían esperar
el consentimiento de Gran Bretaña antes de formalizarla. Como
en mayo de 1814 Fernando VII había recobrado la corona, la
elite de comerciantes, latifundistas y burócratas sintió que se
abrían nuevas perspectivas. Postergaron la declaración por
tiempo indefinido. Además, para no ofender a nadie, la gloriosa
Asamblea del XIII no se atrevió a oficializar la bandera blanca y
celeste adoptada por Belgrano en Tucumán, y se continuó izando
el pabellón español.
A fines de enero de 1814, la Asamblea creó el cargo de director
supremo, sustituyendo por un presidente todopoderoso el
régimen colegiado de las juntas y triunviratos. Eligieron a Gervasio
de Posadas, a quien sucedería su sobrino, Carlos de Alvear, muy
racionales y caballeros ambos, pero bien conservadores en los
hechos, enemigos declarados de todo lo popular y montonero.
Quedaron centralizadas las fuerzas políticas y militares, en
condiciones de reprimir la anarquía –el enemigo que más
temor inspiraba a la elite–, a los “infernales”, el artiguismo, las
republiquetas y los guaraníes de la Mesopotamia. Fue un vuelco
hacia el autoritarismo. Alvear y Rivadavia salieron de la Asamblea
dueños de las instituciones, revirtiendo el giro hacia el jacobinismo
que parecía indicar lo declarativo. La fracción
conciliadora consintió en una legislación de avanzada en materia
de libertades y derechos sociales, pero mantuvieron bien sujetas
las riendas del poder.

87. Felipe Pigna, “José de San Martín”, en: https:/www.elhistoriador.com.ar/jose-


de- san- martin- por- felipe- pigna/

···139
Guerra de todo el pueblo

El 26 de marzo de 1812, en la posta de Yatasto, provincia de


Salta, Manuel Belgrano envió un informe a Pueyrredón en el que
dejó bien claro el aislamiento del Ejército del Norte:

“Ni en mi camino del Rosario, ni en aquel triste pueblo, ni


en la provincia de Córdoba y su capital, ni en las ciudades de
Santiago, Tucumán y Jujuy fue observado aquel entusiasmo que se
observaba en los pueblos que recorrí cuando mi primera expedición
al Paraguay; por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, toda
indiferencia y diré más, odio mortal que casi estoy por asegurar
que preferirían a Goyeneche, cuando no fuese más que por variar
de situación y ver si mejoraban. Créame V E: el ejército no está en
país amigo, no hay una sola demostración que me lo indique, no se
nota un solo hombre que se una a él, no digo para servirle, ni aun
para ayudarle; todo se hace a costa de gastos y sacrificios… se nos
trata como verdaderos enemigos, pero qué mucho ¡si se ha dicho
que hasta se acabó la hospitalidad para los porteños y que los han
de exprimir hasta chuparles la sangre!”88

Las fuerzas militares enviadas por Buenos Aires a las provincias


del norte no eran bien recibidas, despertaban más hostilidad que
respeto, se las sintió como un ejército de ocupación. El Triunvirato
responsabilizó a Belgrano por el fracaso político que, en realidad,
era responsabilidad de la elite centralista y lo relevó del mando
del Ejército del Norte, designando a José de San Martín. El 30 de
enero de 1814 se concretó el relevo en la Posta de Yatasto. Lejos
de quedar enfrentados, sus coincidencias en lo político y en lo
militar dieron origen a una profunda amistad. Belgrano entregó
el mando y San Martín lo encargó del regimiento más numeroso.

88. Citado por Justo Maeso y tomado de Guillermo Vázquez Franco, La historia
prohibida, Mendrugo, Montevideo, 2011, pág 177.

140 ···
En Tucumán, donde instaló su cuartel general, el Libertador
comenzó la reorganización del Ejército del Norte. En abril de 1814
encargó a Martín Güemes la defensa de la frontera norte y Posadas
ratificó la decisión. San Martín se declaraba admirador de la guerra
de recursos y las tácticas guerrilleras del salteño, menospreciado
hasta entonces por los mandos militares y el gobierno de Buenos
Aires.
Con el cruce de los Andes en su magín, San Martín hizo llegar
a Gervasio de Posadas, el novel director supremo, su deseo de ser
nombrado gobernador de la provincia de Cuyo, que abarcaba las
actuales Mendoza, San Juan y San Luis. ¿Podía negarse a un pedido
de quien detentaba el mayor poder militar de la región? Era, por
otra parte, una buena oportunidad para alejar de Buenos Aires a
los Granaderos a Caballo y su comandante. Desde agosto de 1814
San Martín fue gobernador de Cuyo. No querían que interviniera en
las pujas internas, lo preferían dedicado a resolver los problemas
de la salud pública, las escuelas y los canales de riego en Cuyo. Sin
embargo, además de cumplir las tareas de gobierno, San Martín
encontró tiempo suficiente para organizar el ejército y fortalecer,
en consecuencia, su presencia en el escenario político.
Las medidas políticas que tomó en Cuyo revelaban la
tendencia popular de su manera de sentir y pensar, especialmente
en materia de educación, salud y cárceles. La señal más fuerte
consistió en la expropiación de bienes a los españoles. Además,
interpretando el sentir popular, en 1814 San Martín no remitió a
Buenos Aires lo recaudado por impuestos extraordinarios para
financiar la guerra, tampoco lo hizo con el diezmo que debía
enviar al obispado de Córdoba. Puja de poderes. Los fondos que
obtuvo al pararse de punta los dedicó a sanear las finanzas de
Cuyo. La forma progresista de encarar el gobierno generó apoyo de
la población cuyana: cuando Carlos de Alvear, director supremo,
ordenó relevar a San Martín del mando del Ejército de los Andes,
hubo una pueblada que impidió que el cambio se produjera.
Con la práctica de la libertad de comercio, Buenos Aires había
arruinado la producción de las provincias norteñas (del vino

···141
mendocino frente al importado de Europa, por ejemplo), situación
que soliviantaba ánimos contra la hegemonía que pretendía
instalar la elite porteña y determinaba el trasfondo subjetivo con
que los cuyanos percibían la realidad.
En octubre de 1815 un ejército español de 5 mil soldados –que
venía del Bajo Perú– venció a los patriotas chilenos luego de dos
días de sitio a Rancagua. Por fortuna, Bernardo O’Higgins y los
suyos lograron romper el cerco y retirarse hasta Cuyo, donde los
recibió José de San Martín. La derrota de Rancagua volvió urgente
recuperar Chile: en cualquier momento los realistas podían invadir
Mendoza. A la disconformidad con el gobierno central se agregaba
la posibilidad bien concreta de sufrir una invasión y quedar
librados a sus propias fuerzas para organizar la resistencia.
A fines del año siguiente... ¡otra derrota más!: el ejército del
Norte cayó vencido en Sipe Sipe (norte de Bolivia). Dejándose llevar
por sus rencores, Rondeau siempre se dio maña para dividir la
fuerza militar del Movimiento de Mayo. Los realistas no tuvieron
problemas para propinarle una paliza monumental. Ahora los
eufóricos eran los españoles.
Había que agregar un cambio en la concepción política al ya
concretado en la estrategia militar. La victoria dependía de que
los pueblos sintieran suya la lucha y la apoyaran masivamente,
algo que estaba lejos de ocurrir. San Martín intuyó que la guerra
entre ejércitos profesionales había que convertirla en guerra de
todo el pueblo, parecida a la que hicieron los pueblos españoles
para derrotar la invasión bonapartista, experiencia que había
vivido de muy cerca en mayo de 1808, cuando debió pasar varios
días encerrado, esperando que amainara el huracán popular en la
ciudad de Cádiz.89
En ese sentido intentó implementar medidas que transfor-
maran el Ejército de los Andes.
En primer lugar, incorporó a los oficiales chilenos derrotados
en Rancagua. Designó a Bernardo O’Higgins y Ramón Freire jefes

89. Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe…, op cit, pág 58.

142 ···
de dos de las seis columnas que atravesaron la cordillera. San
Martín confió además en Manuel Rodríguez, que regresó a Chile a
desarrollar fuerzas guerrilleras para hostigar a las tropas realistas.
Manuel fue, además, una pieza fundamental en el trabajo de
inteligencia que permitió a San Martín conocer los movimientos
del enemigo y desinformarlo sobre las intenciones propias. La
guerra de zapa que acaudilló Manuel Rodríguez se tradujo en
apoyo e integración popular al cruce de los Andes.
En segundo lugar, San Martín fue lo suficientemente
desprejuiciado como para jugarse por los comandantes
guerrilleros de Alto Perú y Salta, actitud contraria a la mezcla de
temor y racismo que mostraban los gobernantes bonaerenses.
La acción de Güemes, las republiquetas y el matrimonio Padilla-
Azurduy fueron fundamentales.
En tercer lugar, el carácter popular lo definió realmente la
incorporación masiva de esclavos liberados. De un total de 5 mil
soldados que cruzaron los Andes, más de 1.500 eran africanos
esclavos o liberados. Menos de 150 regresaron con vida a Buenos
Aires. Los guerreros de origen africano fueron la infantería
principal de San Martín, los que ofrendaron su vida en masa.
Pese a que la bandera de Belgrano ya había sido aprobada por
el congreso de Tucumán (1817), el Ejército de los Andes enarboló
una propia, que lo distinguía de los ejércitos de Buenos Aires,
que todavía hacían flamear el pabellón español. Fue también una
forma de respetar los sentimientos de los chilenos.
En enero de 1817 se inició el cruce de los Andes, que tomaría
25 días. Las columnas de San Martín atravesaron la cordillera por
seis rutas diferentes, obligando al enemigo a dividir sus fuerzas
en un frente de 800 quilómetros de longitud, pues ignoraban por
dónde penetraba la fuerza principal de San Martín. La victoria
de Chacabuco, el 12 de noviembre de 1817, abrió las puertas de
Santiago de Chile. Los realistas recuperaron posiciones en Cancha
Rayada cuatro meses más tarde, pero en abril de 1818 San Martín
logró la victoria definitiva en Maipú. O’Higgins fue elegido para
gobernar Chile y quedó despejado el camino hacia Perú.

···143
Sabotaje conservador

Luego de la victoria de San Martín en Chacabuco (año 1817),


los vientos de victoria inflaban las velas en el sur: los Pueblos
Libres estaban en pleno apogeo desde su Congreso de Arroyo de
la China, los guaraní- misioneros tenían sus victoriosas Fuerzas
Libres, en Tucumán habían declarado la independencia las
provincias afines a Buenos Aires, las fuerzas guerrilleras en Alto
Perú y los “infernales” de Güemes concretaban proezas diarias.
Era esplendoroso el panorama para los criollos. Muy difícil no
sentir que se aproximaba la victoria, o que, con la ofensiva sobre
el Bajo y el Alto Perú, se terminaría de expulsar a los españoles
del sur de América.
Sin embargo, la elite criolla sentía la derrota de los españoles
como un peligro, veía que las montoneras victoriosas amenazaban
su hegemonía y que corrían el riesgo de ser empujados pirámide
abajo por la plebe organizada y armada. Haciéndose intérprete
del desánimo de sus compinches, el director supremo Pueyrredón
ya había invitado a los portugueses a cruzar las fronteras de
la Banda Oriental para “pacificar” el artiguismo y para, en un
segundo momento, derrotar a las montoneras y los caudillos de la
Mesopotamia. Obtenido el consentimiento del gobierno porteño,
Portugal invadió las Provincias Unidas en agosto de 1816.
Pese a las pésimas condiciones de su salud, el 30 de marzo de
1817 San Martín llegó a Buenos Aires de regreso. El propósito era
obtener los recursos necesarios para culminar la proeza. Buenos
Aires recibió a San Martín con grandes festejos populares y el
Congreso sesionó especialmente para homenajearlo, pero la elite
gobernante, alineada tras el resbaloso Pueyrredón, escondía el
facón bajo el poncho. La Logia organizó una reunión para discutir
las perspectivas políticas en el Río de la Plata. Pueyrredón,
“incondicional” apoyo de San Martín, pintó las grandes líneas
a seguir: Buenos Aires hacía esfuerzos financieros más que
suficientes para liberar a Chile del yugo español, era el turno de

144 ···
los chilenos, su hora de sacrificarse y financiar la expedición al
Bajo Perú. Pueyrredón dejó en claro que Buenos Aires necesitaba
dedicar sus recursos a “pacificar” el artiguismo y prepararse, por
las dudas, para enfrentar una posible invasión realista. Pueyrredón
puso a San Martín entre la espada y la pared, preguntándole si
tenía intenciones de conducir su ejército a Buenos Aires para
combatir al anarquista José Artigas. San Martín argumentó que
Buenos Aires tenía fondos suficientes para financiar la invasión al
Bajo Perú y, a la vez, enfrentar a Artigas. Agregó que la invasión
española era puro cuento. En mayo de 1817, San Martín ya había
atravesado nuevamente la cordillera.
Después de Maipú, Bernardo O’Higgins fue nombrado director
supremo de Chile. El novel gobierno agrupó a las tropas chilenas
y las de los Andes en un ejército único, la expedición libertadora
del Perú, que puso al mando de San Martín. Al mismo tiempo
creó una flota con algunos buques comprados y otros que fueron
capturados.90 Enarbolando el pabellón chileno, la Armada fue
puesta al mando de un británico, el almirante Thomas Cochrane.
La nueva fuerza naval dio batalla y derrotó a una flota española
que había zarpado de Cádiz en 1818 y amenazaba al Chile recién
independizado. En adelante el gobierno chileno dominaría la costa
y los puertos del Pacífico.
Mientras tanto, San Martín volvió a Buenos Aires para urgir
fondos al Directorio y al Congreso. Le hicieron grandes honores,
pero las nueces fueron muy escasas. Finalmente, Pueyrredón le
concedió medio millón de pesos, de los cuales San Martín recibió
solamente 300 mil. La gota que desbordó el vaso la puso el
Congreso, que aprobó la Constitución de 1819, muy centralista,
que contradecía la voluntad de las mayorías inclinadas hacia el
federalismo, en especial, de las montoneras de Francisco Ramírez
y Estanislao López que avanzaban rápidamente hacia la capital.
Pueyrredón debió renunciar en 1819. Lo sustituyó José
Rondeau: fue peor la enmienda que el soneto. En lugar de combatir

90. Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe…, op cit, pág 210.

···145
a los portugueses, como era el sentimiento de las Provincias
Unidas, Rondeau intentó convencer al barón de Lecor para que
invadiera las provincias de Entre Ríos y Córdoba. Pensaba que así
dejaría sin aliados a Artigas. Sus prejuicios lo enceguecieron.
Por otro lado, llamó al Ejército del Norte y al Ejército de
los Andes para que intervinieran en la guerra civil contra el
federalismo y Artigas. Manuel Belgrano acudió al llamado de
Rondeau y consintió en apuntar los fusiles contra las montoneras
federales. Sin embargo, disconformes con esa decisión, varios
de sus oficiales se sublevaron en Arequito (enero de 1820).
Eran cordobeses, santafecinos y entrerrianos y no querían ser
represores de su propia gente.
Por su parte, San Martín fue clarísimo y se negó a que el
Ejército de los Andes se involucrara en el “derramamiento de
sangre entre hermanos”. Rondeau quedó solo una vez más. Las
negativas tuvieron efectos concretos y, a comienzos de 1820,
Estanislao López y Francisco Ramírez, caudillos federales, le
propinaron una paliza histórica en Cepeda.
En agosto de 1820 las fuerzas expedicionarias partieron del
puerto de Valparaíso: 24 buques y 4.800 soldados. Un mes más
tarde desembarcaron en una playa vecina a la ciudad de Pisco,
cerca de Lima. San Martín declaró la independencia del Perú
apenas llegado, y formaron un gobierno bajo su protección. Sin
embargo, el virrey José de la Serna se había hecho fuerte en el
Cuzco y desde allí mantenía una presencia amenazante. Para
obtener la liberación definitiva era preciso aniquilarlo. San Martín
se propuso atacarlo en tres direcciones diferentes al mismo
tiempo: desde el Bajo Perú lo haría con parte de su ejército, desde
Arica con fuerzas chilenas y desde el sur, de Salta, con las milicias
comandadas por el gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos.
Era una oportunidad única para expulsar definitivamente a
España de los territorios del sur. Tanto el caudillo cordobés como
San Martín reclamaron apoyo y fondos a Buenos Aires, pero la
pandilla de Rivadavia estaba jugada a negociar con la Corona el
retiro de las tropas realistas. No querían de ninguna manera que

146 ···
el prestigio de San Martín siguiera creciendo. Todo lo calculaban a
partir de sus intereses personales. Un verdadero sabotaje que, en
los hechos, favorecía al ejército realista.

Guayaquil

San Martín y Simón Bolívar se encontraron el 26 de julio de


1822 en la ciudad de Guayaquil. San Martín llegó al encuentro con
la expectativa de encontrar en Bolívar los auxilios que necesitaba
para aniquilar definitivamente al virrey De la Serna. Creo que fue
su gran decepción: la respuesta de Bolívar careció de la grandeza
desinteresada que San Martín esperaba. El hecho se agregó a un
par de diferencias políticas entre ambos libertadores: en primer
lugar, Bolívar disentía abiertamente con el sistema monárquico
que postulaba San Martín, por muy constitucional que fuera y
mucho más si ello significaba importar sangre azul de Europa. En
segundo lugar, los separaba el futuro que cada cual quería para el
puerto de Guayaquil. San Martín entendía necesario no mezclarse
en el conflicto político y respetar la voluntad del Cabildo y demás
autoridades criollas de la ciudad, pasando por alto el hecho de
que estaban dominadas por una elite portuaria gemela de la
bonaerense. Por el contrario, Bolívar no admitía otra alternativa
que la incorporación de Guayaquil y de Quito a la Gran Colombia.
Sostenía que la cuestión debía resolverse en función del interés
general de todos los pueblos colombianos y no sólo del particular
de los ecuatorianos. Bolívar izó la bandera de Gran Colombia en
Quito el 16 de junio de 1822, pero debió hacerlo bajo protesta de
importantes sectores sociales, contradicción que más adelante se
iba a expresar políticamente. El resultado conocido del abrazo fue
el retiro de San Martín, que dejó en manos de Bolívar las tareas de
liberar el Alto Perú y de crear los Estados Unidos de América del Sur.
Al mirar en derredor, San Martín se vio en la mayor de las
soledades. Privado del apoyo político y logístico por el gobierno
de las Provincias Unidas, perseguido con saña por Rivadavia,
enfrentado con la elite criolla y con los revolucionarios peruanos

···147
(que no entendían que postulara una monarquía) y ahora, en
Guayaquil, con Bolívar negando auxilios a su último plan de
guerra, se sintió más solo que el día de su partida hacia Francia,
cuando su hija fue la única en acompañarlo. En su decisión de
alejarse seguramente influyó esa percepción de su debilidad.
La soledad tenía su fuente en el miedo al amontonamiento, en
el miedo a llevar la democracia hasta sus últimas consecuencias.
San Martín no quiso tomar partido por las multitudes con espíritu
insurrecto, por los aymaras, quechuas, guaraní- misioneros,
mestizos, mulatos, criollos pobres y marginados. Lo vencieron su
temor a la “anarquía”, término despectivo que usaba la elite –la
misma que lo llamaba “el Tape”– para descalificar a las montoneras.
San Martín no estaba solo, había una fuerza social y política que lo
hubiera apoyado ni bien se decidiera a dar la pelea. No se atrevió
a jugarse por el federalismo artiguista, la única fuerza social y
política capaz de quebrar la hegemonía de la elite conservadora.
De Guayaquil, San Martín regresó a Lima y luego fue a Chile.
En 1823 regresó a Mendoza y pidió autorización para entrar a
Buenos Aires. Rivadavia se la negó. En Mendoza, el libertador
recibió una carta de Estanislao López que lo prevenía:

“Sé de una manera positiva, por mis agentes en Buenos Aires,


que a la llegada de vuestra excelencia a esa capital será mandado
a juzgar por el gobierno en un Consejo de Guerra por los oficiales
generales, por haber desobedecido a sus órdenes en 1819, haciendo
la gloriosa campaña a Chile, no invadir Santa Fe, y la expedición
libertadora al Perú”.

Cuentan que Bernardino Rivadavia llegó al colmo de colocar


un informante en la propia casa del Libertador en Mendoza para
espiar su correspondencia.
La academia argentina no podía presentar a Rivadavia, el
primer presidente de la República, boicoteando la liberación
del continente americano, ensañado en perseguir a San Martín.
Prefirieron desfigurar sutilmente la situación, integrar a San

148 ···
Martín al santoral sin desmedro de los honores debidos a la figura
presidencial de Rivadavia. Crearon la imagen de San Martín como
eximio militar, pero con escasa capacidad política, un santo de la
espada sin ambiciones personales que cedió posiciones ante el
ambicioso Simón Bolívar y que renunció a los homenajes que le
hubieran rendido de haberse sometido a la elite.
Sin embargo, San Martín tenía bien que claro que el partido
unitario era su enemigo. No se dejó arrastrar a la guerra contra el
artiguismo y los caudillos federales, ni se sumó a la persecución
a Juan Manuel de Rosas. No fue artiguista ni federal ni rosista,
pero se oponía frontalmente a las ideas y las prácticas del partido
unitario y de sus principales jugadores como Alvear, Pueyrredón y
Rivadavia. Mantuvo hasta su muerte abundante correspondencia
con Artigas, Estanislao López y Juan Manuel de Rosas, a quien
envió de regalo su sable libertador: todo un símbolo y un pecado
imposible de perdonar por los unitarios.
En Guayaquil, San Martín no estaba tan solo. Simplemente
no supo ver dónde estaba su compañía. Parecía haber llegado
su hora, el momento de otra genialidad política de la misma
dimensión que el cruce de los Andes. Podía haberse convertido
en el gran caudillo aglutinador de los caudillos regionales, capaz
de unificar y centralizar el espíritu insurrecto disperso en el
territorio. Era el momento de organizar el centro político de las
montoneras, esbozado por la Liga Federal de los Pueblos Libres,
que Artigas no pudo o no supo convertir en organización estable
y permanente. Así como el cruce de la cordillera definió la guerra
de la independencia, se precisaba a un San Martín convertido
en general de los que deseaban cambiar el destino del sur de
América, en el jefe que derrotara a Rivadavia y los unitarios. Sin
embargo, dejó escurrir entre los dedos la oportunidad histórica de
transformar en movimiento continental las luchas fraccionadas
de cada territorio.
Luego del cruce de los Andes, José de San Martín había
adquirido el prestigio necesario para derrotar a las fuerzas de
la contrarrevolución. Estaba en condiciones de conducir a buen

···149
puerto una guerra civil de carácter revolucionario que derrocara
a las elites. Pero no quiso. Quedó encerrado en el laberinto de
su subjetivismo, determinado por el boicot a que lo sometieron,
pero también por sus propias debilidades. Al mismo tiempo
que se expulsaba los españoles, se debía desplazar a la elite
bonaerense de sus posiciones de poder. La perspectiva social
conducía inevitablemente a una guerra popular. En la disyuntiva,
el libertador optó por retirarse de la vida política y militar.
Aprovechando las debilidades de las sociedades latinoamericanas
surgidas de la lucha contra los españoles, los Bernardino Rivadavia
lograron impedirlo. San Martín no estaba solo, existían las fuerzas
sociales y políticas que lo hubieran apoyado ni bien se decidiera
a dar la pelea.

150 ···
Capítulo 10. Los mayordomos

En 1795, a sus 19 años, Juan Martín Pueyrredón fue enviado a


Cádiz por su familia. En España adquirió los conocimientos legales
y las habilidades ilegales necesarias para desempeñarse como un
buen comerciante- traficante- contrabandista. Poco antes de 1806
regresó y heredó los negocios de su padre, un capital que lo volvió
persona de mucha influencia en Buenos Aires.
Por su parte, Bernardino Rivadavia nació en 1780, hijo de
un abogado español que pertenecía al círculo íntimo del virrey
Liniers. Éste ungió a Bernardino capitán del cuerpo de “gallegos”
en 1807 y, atribuyéndole alguna hazaña militar frente a los
invasores ingleses –que nadie puede certificar– le adornaron la
frente con hojitas de laurel. Antes de los 30 años se casó con la
hija del gobernador Del Pino, uno de los puntos a favor en su
currículum. De manera que terminó poseyendo méritos militares,
riqueza y vínculos matrimoniales suficientes para ser nombrado
alférez real por Cisneros.
En 1810 Bernardino y Juan Martín treparon al carro que
pasaba. Rivadavia estuvo en el Cabildo abierto del 22 de mayo,
mientras que Pueyrredón llegó de Rio de Janeiro recién en junio.
Al principio Pueyrredón tuvo un papel más visible que Rivadavia.
Ambos tenían la piel clara, padres peninsulares, pocos escrúpulos
y vocación de traficantes: típicos ejemplares de la fracción
conciliadora que se apropió del Movimiento de Mayo.
Conductores activos de las conspiraciones con que
Buenos Aires concretó su dominio sobre las Provincias Unidas.
Responsables de las operaciones que desgajaron del tronco
nacional a Bolivia, Paraguay y Uruguay, uno de los mayores
crímenes políticos cometidos en la historia de América Latina.
Se ensañaron con Artigas, Güemes y los caudillos federales. La
leyenda patriotera los absolvió; pero, mirada desde abajo, la
historia se niega a hacerlo.

···151
Juan Martín Pueyrredón91

Apenas desembarcaron, los ingleses eliminaron los impuestos


al comercio exterior, tanto a las importaciones (esclavos y
manufacturas inglesas) como a las exportaciones hacia Europa y a
las provincias. La medida perjudicaba a quienes se enriquecían con
los privilegios del monopolio español de comercio, pero dejaba
además sin asunto, al eliminar los tributos, a quienes eludían los
controles aduaneros. Al regresar Pueyrredón en 1806, encontró
indignados a sus amigos, en especial a Martín de Alzaga, quien
sería el financista de la resistencia a los ingleses. La indignación
de ambos aumentó cuando la flota británica incautó los barcos de
los que eran propietarios.92 Sus razones para odiar a los británicos
eran más que suficientes.
Liniers confió a Pueyrredón un destacamento que debía
enfrentar a las fuerzas invasoras británicas. Pagó de su peculio
cuatro reales por día a los “voluntarios”, haciendo sospechar que el
nombramiento se debía a su fortuna. Fue sorprendido y derrotado
por los británicos en el combate de Perdriel. Sin embargo, los
personajes de la resistencia –Liniers, Alzaga y Pueyrredón–
lograron despertar el entusiasmo de sectores populares que se
incorporaron a las milicias y obligaron la retirada de los ingleses.
Cuando la flota inglesa se refugió en el puerto de Maldonado
y desde allí continuó amenazando a Buenos Aires, el Cabildo
volvió a confiar en Pueyrredón y lo envió a Madrid en busca de un
auxilio que nunca llegó. Luego de la invasión bonapartista regresó
a Montevideo donde fue detenido por el virrey Elío. Huyó a Brasil
e hizo gestiones para coronar en el Plata a la princesa Carlota,
fracasando también.
En agosto de 1810, después de la derrota de Huaqui en Alto
Perú, la Junta lo envió a sustituir a Castelli para comandar la

91. Véase Alejandro Jasinski, “Juan Martín Pueyrredón”, en http://www.


elhistoriador.com.ar/juan- martin- de- pueyrredon/
92. Aurora Ravigna en entrevista con Eduardo Videla, Página 12, Buenos Aires,
25 de junio de 2006.

152 ···
retirada del Ejército del Norte. En la pasada por Potosí se apropió
de todo el oro y la plata que estaba al alcance de su mano, dicen
que lo depositó en la caja del gobierno. Dada su incapacidad
militar, en 1812 lo sustituyó Manuel Belgrano en el mando. Al
volver a Buenos Aires, tal vez por integrar la Lautaro, Pueyrredón
fue elegido para reemplazar al jacobino Juan José Paso como vocal
del Primer Triunvirato, donde coincidió con Rivadavia, secretario
de guerra del organismo, el verdadero gobierno detrás del trono,
según la opinión general.
El Triunvirato se negó a proclamar la independencia y
mantuvo una actitud conciliadora hacia los realistas. Llegaron al
colmo de impedir que se usara la bandera celeste y blanca de
Belgrano, símbolo de la independencia. Estaban jugados a obtener
la paz mediante negociaciones de carácter reservado con Elío.
Predispuestos a renunciar a la lucha antes de darla, ordenaron
replegar el Ejército del Norte hacia Buenos Aires, órdenes que
Belgrano debió desconocer para obtener el triunfo en la batalla
de Tucumán.
Apenas José de San Martín y Carlos de Alvear crearon la Logia
Lautaro, Pueyrredón olfateó el poder de los militares llegados de
Europa y rápidamente se incorporó a la organización, sin parar
mientes en la contradicción que significaba pertenecer a la misma
organización política que los jacobinos más notorios. El episodio
previo a la batalla de Tucumán dio lugar al putsch de San Martín
y su gente, que instalaron el Segundo Triunvirato. Pueyrredón y
Rivadavia debieron exiliarse al galope.
Juan Martín regresó de su corto destierro y se dedicó durante
un año al comercio en San Luis. Allí se vinculó con San Martín, que
estaba en plena organización del Ejército de los Andes y, ni lerdo
ni perezoso, se hizo amigo del Libertador. En marzo de 1816,
Pueyrredón fue designado diputado por San Luis al Congreso de
Tucumán. Era su segunda oportunidad.
Con el aval de San Martín y de la Lautaro, el Congreso lo
designó director supremo a mediados de año. Su primer paso fue
reunirse en Córdoba con San Martín para coordinar la logística

···153
del Ejército de los Andes. ¿Ello lo convirtió en un independentista
radical? De ninguna manera. Al poco tiempo Pueyrredón mostraría
su verdadera condición, al propiciar la invasión portuguesa a la
Banda Oriental en 1817.
Bajo el nombre de Logia Ministerial, Pueyrredón reflotó la
Lautaro, bastante alicaída después de la voltereta de Alvear. En
ella figuraban desde Cornelio Saavedra hasta French y Manuel
Moreno, el hermano de Mariano, todo el espectro político de Mayo.
Pueyrredón intentaba arrastrar el extremo más revolucionario del
Movimiento hacia las posiciones más conciliadoras, maniobra
tan vieja como la política. Sus vinculaciones con la logia y,
en consecuencia, con San Martín, marcaron una diferencia
con Rivadavia. Sin embargo, ello no fue obstáculo para que,
hermanados por la misma paranoia, ambos constituyeran la dupla
que persiguió incansablemente a Güemes, Ramírez, José Artigas y
otros “anarquistas”.

Todos contra Artigas

1814 parecía ser el año de la restauración. Napoleón


había sido obligado a retirarse de España y marchaba rumbo a
Waterloo. Fernando VII había recuperado el trono, aunque, en
agradecimiento, debió firmar el tratado comercial y de mutua
defensa que lo transformó en fiel servidor de Gran Bretaña. Las
monarquías reaccionarias se habían organizado en el Congreso de
Viena. En las cortes europeas se respiraba un aire triunfal.
El general Pablo Morillo y Morillo, al que llamaban “el
pacificador”, alistó una flota con 10 mil hombres con el propósito
de recuperar el dominio de América. El temor que inspiró la
amenaza fue tan grande, que el gobierno presionó al almirante
Guillermo Brown para que arriara la bandera de Belgrano y
levantara el pabellón español en la isla de Martín García. El destino
de la expedición de Morillo era inicialmente Buenos Aires, pero la
derrota de otra armada española en el Río de la Plata lo llevó a
cambiar de rumbo y desembarcar en Venezuela.

154 ···
Los miedos a la “anarquía” artiguista y a la flota de Morillo
estimularon variadas fantasías políticas en Buenos Aires.
Salieron los enviados especiales a la desesperada, a la búsqueda
de soluciones mágicas que detuvieran al marino español y que,
al mismo tiempo, permitieran restablecer el control sobre las
multitudes montoneras. A fines de 1814, el todavía director
supremo Gervasio de Posadas envió a Belgrano y Rivadavia en
misión diplomática a Europa. Les encomendó felicitar a Fernando
VII por su feliz restitución, jurarle amor y fidelidad y rogarle que
suspendiera la expedición de Morillo. Simultáneamente Carlos
de Alvear, en decisión personal, lanzó otra idea maravillosa:
encargó a Manuel García hacer gestiones ante el Foreign Office
para que aceptaran a las Provincias Unidas como protectorado
británico. Aseguró a Londres que los porteños estaban dispuestos
a obedecer las leyes británicas con el mayor placer. Sin embargo,
ya disfrutando de su luna de miel con la monarquía española,
Gran Bretaña no deseaba emprender nuevas aventuras amorosas.
Dos años después, en 1816, el director supremo Pueyrredón
envió a Florencio Terrada a Brasil para convencer al emperador
de crear un protectorado portugués con las Provincias Unidas y
coronar en el Plata a un príncipe de la Casa de Braganza. Todo
el paquete entreguista debía ser aprobado por el Congreso
de Tucumán. También encargó a Valentín Gómez negociar la
colocación del duque de Orleans en el trono del Río de la Plata.
La historia oficial continúa sosteniendo que el espíritu patriótico
animaba estas gestiones y ensalzando la memoria de Pueyrredón,
Alvear y Rivadavia.
En medio de semejante delirio, el director supremo De Posadas
decidió comenzar la guerra civil. El 11 de febrero de 1814 declaró a
Artigas “infame”, “enemigo de la patria” y puso precio a su cabeza.
De Posadas encargó al barón de Holmberg invadir la provincia de
Santa Fe con una fuerza de 400 hombres, capturar a José Artigas
y fusilarlo. El austríaco fue por lana y salió trasquilado. Fuerzas
federales al mando de Fernando Otorgués y Eusebio Hereñú lo
derrotaron en El Espinillo, lo tomaron prisionero, respetaron su
vida y lo dejaron en libertad.

···155
Nombrado director supremo por el Congreso de Tucumán
(mayo de 1816), Juan Martín Pueyrredón sucedió a De Posadas.
Luego designó, a dedo y desde Buenos Aires, gobernadores de su
confianza en todas las provincias. Además, trasladó de Tucumán
a Buenos Aires la sede del Congreso Constituyente para colocarlo
bajo control directo de la elite. Procuró centralizar el poder
político en su persona. Fracasada la diplomacia de la entrega,
Pueyrredón concibió otra genialidad: invitar una fuerza extraña
para que pacificara el país. Contrató entonces a Manuel García,
nefasto personaje especializado en camandulerías y traiciones, y
le encomendó viajar a Rio de Janeiro y persuadir al emperador
portugués de que invadiera la Banda Oriental. Le daba garantías
de que Buenos Aires se abstendría de intervenir.
Portugueses, españoles y porteños constituyeron otra santa
alianza: todos contra Artigas. “Cualquier amo antes que los
‘anarquistas’ de Artigas”, sentenciaba Carlos Quijano.93 La entrega
traicionera de la Banda Oriental causó tanta indignación y rechazo
en la opinión pública bonaerense que, por las dudas, Pueyrredón
desterró a French, Dorrego y otros federales a Estados Unidos. Sin
embargo, la movilización popular fue creciendo de todas maneras
y presionó, en junio de 1819, a la renuncia de Pueyrredón y a su
autoexilio en Francia. Recién 30 años después se atrevió a regresar
a Buenos Aires, donde murió a los pocos meses de llegar.

Divide y reinarás

San Martín requirió el apoyo del gobierno bonaerense para su


plan de operaciones. La respuesta de Rivadavia fue contundente:
“al país le era útil que permaneciesen los españoles en el Alto
Perú”. Temía que, afirmado en su riqueza minera, el Alto Perú
conformara un centro de poder al interior de las Provincias Unidas,
que impulsara una alternativa al de Buenos Aires. El enemigo no
era España para Rivadavia. Una mezcla de temor e intereses lo

93. Carlos Quijano, en Marcha, 19 de mayo de 1961, Montevideo, Uruguay.

156 ···
hizo asumir como propia la estrategia de Gran Bretaña de dividir
América, se encargó de reducir las Provincias Unidas al mínimo
posible. Sin embargo, el colmo del entreguismo se alcanzó
luego del triunfo de Ayacucho. A instancias de Simón Bolívar, el
general Sucre propuso al Congreso de Buenos Aires que declarara
formalmente la incorporación del Alto Perú a las Provincias
Unidas. En la perspectiva de una nación continental, el Libertador
apuntaba a la reunificación del territorio del antiguo Virreinato,
devolviendo a su lugar natural la provincia altoperuana como
primer paso. Para sorpresa del continente, en mayo de 1825
el gobierno argentino respondió a Sucre “[…] es voluntad del
Congreso General y Constituyente que las provincias del Alto Perú
queden en plena libertad para disponer su suerte, según crean
convenir mejor a sus intereses y a su felicidad”.94 Balcanizar era la
estrategia del gobierno de las Provincias Unidas.
Se deshicieron sin escrúpulos del Alto Perú, de Paraguay y
de la Banda Oriental. Abandonaron Perú y Chile. Mientras que el
destino manifiesto de Estados Unidos y de Brasil era apoderarse
cada vez de más territorios, el de la facción de Rivadavia fue un
constante desprenderse de provincias desarticulando el antiguo
Virreinato. ¿Por qué renunciaron a tan importantes territorios
que, además de una nutrida e industriosa población, albergaban
inapreciables riquezas mineras, así como puertos atlánticos y
pacíficos?
Los mayordomos estaban dispuestos a ceder soberanía a
quien fuera. Sus intereses comerciales los identificaban con
las políticas de la burguesía inglesa y los contraponían a sus
posibles competidores, las otras comarcas de América del Sur.
No sentían otra necesidad que intentar convencer a Fernando VII
y al Foreign Office de que en Buenos Aires había mucha gente
dispuesta a ser fieles y humildes súbditos suyos. No precisaban
enviar expediciones militares. En los hechos, la finalidad última
era conservar sus empleos de mayordomos. No constituían una

94. Pedro Godoy, Nuestra América ¿Naciones o nación?, Centro de Estudios


Chilenos, Santiago de Chile, 2012.

···157
clase social con intereses independientes de los centros europeos
del capitalismo y, en consecuencia, era materialmente imposible
que a partir de sus intereses individuales imaginaran un proyecto
nacional.
Por otra parte, tenían la certidumbre de que el Alto Perú,
Paraguay y la Banda Oriental serían los focos de fenómenos
populares incontrolables, que ya podían vislumbrar en la dignidad
de las republiquetas, de los “infernales” y de Purificación. La
estrategia del “divide y reinarás” aseguraba su dominio sobre las
clases populares de lo que restara de la nación. Era preciso aislar las
provincias sanas para que no contrajeran el virus de la explosión
social, más valía desprenderse de los focos de anarquismo que
combatirlos sin pena ni gloria.

La gran zoncera

Pese a la derrota de Cepeda, los mayordomos conservaron el


gobierno de la provincia de Buenos Aires. En 1821, un año después,
colocaron a Martín Rodríguez como gobernador, un militar que no
conoció las mieles de la victoria. El general Rodríguez, solícito
servidor, designó a Bernardino Rivadavia y a Manuel García como
ministros de gobierno y de hacienda respectivamente. Ellos fueron
el gobierno real de la provincia o, dicho más claramente, tuvieron
luz verde para sus grandes negocios personales.
Gracias a estas facilidades, Rivadavia y su camarilla hicieron
que la provincia de Buenos Aires contratara con la banca Baring
Brothers un préstamo por un millón de libras esterlinas. Lo insólito
fue que el conjunto de las Provincias Unidas se comprometió a
pagar la deuda que contrajo Buenos Aires en su propio beneficio.
Por la ley de enfiteusis –icónica para la oligarquía heredera de
Rivadavia, anticipo de reforma agraria para otros– las tierras
públicas fueron hipotecadas en garantía de la deuda contraída.
¡Excelente negocio! Rivadavia argumentó que el millón de libras
era necesario para modernizar el puerto –era una obra que
beneficiaba al país entero, argumentaba– y construir una red de

158 ···
aguas corrientes para la ciudad. Las obras nunca se realizaron. El
préstamo obedecía a la necesidad de colocar fondos de la banca
inglesa, no a necesidades de las Provincias Unidas. Rivadavia
hizo que el gobierno pagara por adelantado intereses y servicios
de la deuda contraída. La gestión del préstamo se adjudicó a
un consorcio privado que cobró, también por adelantado, una
comisión de 120 mil libras. Resultado: Buenos Aires solamente
recibió 560 mil libras del millón que le habían prestado y que
pagaron todas las provincias.
En mayo de 1824, Rivadavia movió sus hilos nuevamente
e hizo que el parlamento de la provincia de Buenos Aires, que
carecía de potestades para ello, le encomendara buscar en Londres
la forma de explotar la riqueza minera de todo el territorio
argentino. ¿Cómo resolvió el asunto? Pues armó la River Plate
Mining Association, una empresa para la explotación de la mina
de Famantina (La Rioja), de cuyo directorio era presidente.
En marzo de 1826, ya presidente de la República, Rivadavia
cocinó en el Congreso la ley de nacionalización del subsuelo, que
colocaba las minas argentinas bajo la administración del Poder
Ejecutivo. Los congresistas aceptaron que Bernardino fuera
presidente de la empresa minera privada al mismo tiempo que
lo era de las Provincias Unidas. La riqueza minera de Argentina
quedó totalmente a su disposición. Más que un estadista genial,
fue un gran empresario que trabajó con los dineros públicos para
su fortuna personal. Más que fundar la República, fue el fundador
de la corrupción.
Fue sin dudas el máximo exponente del odio de clases y
el conductor político de las persecuciones, encarcelamiento y
represión a los opositores al Partido Unitario. Hizo que la República
funcionara exactamente igual que el Virreinato, con su pandilla
encaramada en el lugar que antes monopolizaban los burócratas
españoles. Rivadavia fue un gran motor de la balcanización, que
Gran Bretaña retribuyó facilitándole las condiciones para hacer
buenos negocios personales con fondos estatales. La corrupción
es el ladero de la derrota ideológica, primero se vuelven apóstatas

···159
y, una vez corrompido el modo de pensar y de sentir, se llenan los
bolsillos vaciando el Estado.
“Es el más grande hombre civil de los argentinos, padre de sus
instituciones libres, cuyo espíritu renace en este día a la vida de la
inmortalidad en los siglos”, escribió en 1880 Bartolomé Mitre. Por
fortuna, en su Manual de zonceras argentinas, Arturo Jauretche
coloca las cosas en su justo lugar al comentar que el elogio de
Mitre a Rivadavia es la mayor de las zonceras argentinas.

La sopa primordial

Es posible imaginarse la situación de quienes fundaron


Asunción, Corrientes y Buenos Aires, unos cuantos españoles
arracimados, rodeados por una masa de guaraníes y mancebos
de la tierra que los acompañaban. Un puñado de europeos
que, pese a la superioridad de sus armas, debían sentirse muy
indefensos, acorralados por la naturaleza y por los “indios bravos”
o “baguales”, abandonados a la buena de Dios en las pampas y
selvas, esperando con angustia el arribo de algún barco que los
conectara con su mundo y con el poder protector del Estado. Al no
tener escape, matar o morir era su única opción y ello se tradujo
en delirio desesperado a la hora de los arcabuces y la rapiña, en
furia genocida. Necesitaban ser audaces y corajudos, no tenían
repliegue posible.
La lejanía adelgazó el vínculo con la fuente del poder político
y militar, los invasores dependían de sí mismos, de su voluntad y
firmeza más que del lejanísimo monarca. En esas condiciones se
diluían mucho las diferencias de clase establecidas en la España
feudal. Ya no había señores y siervos ni artesanos y burgueses. El
espanto los igualaba.
Se convirtieron en una masa socialmente indiferenciada,
una especie de sopa primordial, cuya posterior diferenciación
dibujaría la nueva pirámide de poder y riqueza en la cuenca
del Plata. Había que barajar nuevas relaciones de poder entre
quienes desembarcaron, y salió a relucir el cuchillo. En medio

160 ···
del desconcierto se abrió una historia a codazos y zancadillas,
conspiraciones y peleas a brazo partido por el reparto de tierras
e indígenas. Hernandarias, hijo de la tierra, terminaba por ser
gobernador y terrateniente, mientras que Mendoza, un noble
venido a menos, acababa en el pantano y regresaba a España
llorando de pena. Basta leer las crónicas escritas por los primeros
asunceños para confirmar que los conflictos se resolvían a espada
y mosquete.
En Asunción, Corrientes y Buenos Aires hubo conspiraciones
y motines que encaramaron a unos en la cúspide y relegaron a
otros a los sótanos y subterráneos. En el camino muchos acabaron
ahorcados y otros fueron excluidos y marginados. El baño de
sangre empapó a toda la sociedad. Sin embargo, daban la pelea
en las mismas condiciones: mientras que unos ya vinieron dueños
de la espada, la toga o la cruz, los otros, de condición plebeya,
sólo contaban con la fuerza de sus brazos, de su inteligencia o su
astucia. Los primeros hicieron valer sus vínculos con la cadena de
poder, pero los segundos eran más numerosos.
Quedaron en el vértice los que lograron, por uno u otro medio,
apropiarse de las fuentes de enriquecimiento y poder. No eran los
mismos que llegaron de España dueños del poder y la riqueza.
Monopolizaron el comercio legal y el contrabando, se repartieron
los indígenas en encomiendas y mitas, explotaron las minas, las
plantaciones y las praderas ganaderas, se quedaron con el tráfico
de esclavos africanos, las rentas de aduana y el abastecimiento
de los barcos de guerra y los ejércitos. La nueva diferenciación
social y política produjo la elite de los mayordomos criollos del
capitalismo europeo, que protagonizaría los movimientos de
1810.
Se organizaron en el vértice, como abastecedores de la
máquina burguesa de Europa con el oro y la plata, el algodón y
el azúcar, los cueros y las maderas producidos al bajo costo de
la rapiña, la vaquería y el trabajo esclavo. No podían imaginar un
proyecto político propio, fueron simples operadores a sueldo del
proyecto de las burguesías europeas. Se enriquecieron extrayendo

···161
metales preciosos y materias primas que les parecían inagotables
y que vendían a precios muy altos. Obtenían esa diferencia a
favor simplemente por haberse apropiado de tierras más fértiles
y minas más ricas que las de Europa. Los burgueses europeos les
permitieron disfrutar del pedazo diferencial de la torta, siempre y
cuando mantuvieran libres las esclusas del comercio.
Aunque los mayordomos no eran conscientes de la existencia
de la renta diferencial, de alguna fuente surgía el exceso de valor
que engrosaba sus bolsillos. Ese flujo obraba en el subconsciente,
induciendo la noción de ser apenas un seudópodo, sin interés
alguno en impulsar un proceso independiente de la economía y
la política. Se sabían dependientes del desarrollo industrial de
Europa, aunque anhelaban romper con el monopolio español, ya
fuera mediante el contrabando o aprovechando las invasiones
inglesas de 1806, la portuguesa de 1816 o aceptando finalmente
la dependencia económica de Gran Bretaña. Se veían a sí mismos
como burgueses de segunda, y como tales sólo reclamaban a sus
patrones, los de primera, un mejor salario y mejores condiciones
de trabajo, nada de proyectos de independencia económica.
Reclamaban una justa recompensa por el coraje de enfrentar los
sinsabores de la conquista, reclamo que fue, en última instancia,
la razón de organizarse en el Movimiento de Mayo.
Por otra parte, la invasión había sido financiada por las
burguesías europeas que, por su necesidad de reproducir y
acumular capital, se daban al impulso irresistible de extender su
dominación por el mundo. Era una clase social que escribía su
propia historia, consciente de su interés supremo, la conquista
de la “tierra prometida”. Como el rey Midas, transformaban las
comunidades humanas en fuerza de trabajo y transmutaban
así la naturaleza en oro y plata. Una monstruosa enredadera
asfixiando el planeta, con ramificaciones que penetraban allí
donde encontraban oportunidad de lucro.
En cada territorio que invadían sólo les interesaba asegurar la
continuidad del flujo de materias primas y metales preciosos en un
sentido y de las manufacturas en el contrario. No necesitaban ni se

162 ···
proponían financiar burguesías que desarrollaran un capitalismo
independiente y que, luego, irremediablemente, se transformaran
en centros de poder opuestos a los europeos. Tampoco necesitaban
poderosos estados nacionales, semejantes a aquellos con los que
sometieron y disciplinaron a la clase trabajadora en Europa. Les
bastaba con empleados que aseguraran el buen clima para los
negocios. Ahí aguardaban, disponibles, ansiosos, los funcionarios
civiles, eclesiásticos y militares prestos a transformarse en
gestores y operadores de la burguesía europea.
Pueyrredón y Rivadavia actuaron según los patrones éticos
y morales legados por los abuelos depredadores, la generación
de los Alejo García y los Irala, y por sus padres, la generación de
los traficantes de esclavos y ladrones de latifundios. El patriciado
uruguayo no fue nada mejor: traicionaron al artiguismo y
disfrazaron fraudulentamente de nación una falsa república
oriental. La dualidad de ser a la vez dominantes y dominados fue
el rasgo esencial de su carácter de clase, sus políticas estaban
dominadas por la necesidad contradictoria de someter a los de
abajo y de besar las botas de los patrones europeos. Por todo
eso, pese a proclamarse independentista, el Movimiento de Mayo
acabó en un simple enroque de metrópolis. No les interesaba en
absoluto ser independientes de la burguesía británica, que les
compraba los cueros, transportaba los esclavos que secuestraba
en África, traía manufacturas a menor costo que las producidas
en el país y, por si todo eso fuera poco, financiaba los negociados
que hacían a costillas del Estado.
En consecuencia, todo terminó con los criollos desplazando
a los españoles de la gestión de los negocios y cediendo a
Gran Bretaña lo que antes detentaba España. La independencia
formal, declarada en Tucumán (año 1816), culminó el proceso
de sustitución que se venía procesando desde antes, a veces
subterráneamente, a veces a la luz del sol. El formato “república
independiente” sólo fue un cambio en el modo de la dependencia.
No hubo cambios en la formación social y política. En absoluto.
El Movimiento de Mayo sólo trajo un cambio de patrón. La sopa

···163
primordial fue estratificada para dar origen a las elites portuarias
y éstas, a su vez, a medida que fueron tomando cuenta de las
ventajas de someterse por un lado y someter por el otro, se fueron
transformando en burguesía dominada/dominante a partir de
1810.
No debieron insurreccionarse contra el sistema feudal como
hicieron sus patrones europeos, sino que en cada comarca
latinoamericana se fueron constituyendo en clase dominante
arropada en el poder del capitalismo europeo. Pese a las diferencias
que pudieran tener, nunca quisieron embarcarse en una lucha de
vida o muerte contra ellos. Ni siquiera lo imaginaban. En 1810 ya
estaban consolidados como gerentes del comercio en el apéndice
sur, y operadores políticos de la expansión de Europa. No les
interesaba desarrollar un capitalismo como el que motivó las
revoluciones burguesas europeas.
Como explica José Carlos Mariátegui, la formación de la clase
dominante en América Latina fue muy diferente al proceso que
dio origen a las burguesías nacionales en Asia y, por supuesto,
nada tiene que ver con las revoluciones burguesas europeas.
Se constituyeron como clase en la diferenciación de la sopa
primordial y desde siempre se sabían burgueses de segunda,
dominados por los burgueses de primera; pero sometiendo a
las poblaciones insurrectas cobraron conciencia de ser una clase
dominante al sentir el peligro de la rebelión de los sometidos.
En ese sentido, parecen bien errados los análisis que trasladan
mecánicamente a las colonias latinoamericanas el proceso de
formación de las clases sociales en Europa y pretenden descubrir
burguesías con intereses nacionales donde sólo existió una clase
social que, aunque propietaria de tierras y mostradores, nunca
dejó de ser mera empleada de los burgueses europeos.

164 ···
Tercer cuaderno

El pueblo reunido y armado


Capítulo 11. Yapeyú

En 1627 el jesuita Roque González fundó Yapeyú, la más


meridional de las misiones jesuitas, ubicada en la rinconada
del Ibicuy y el río Uruguay, provincia de Corrientes. Cerraba la
entrada a la Mesopotamia. Las primeras familias fueron guaraníes
que venían huyendo del Guayrá, perseguidos por los cazadores
de esclavos paulistas. Los únicos españoles de Yapeyú fueron el
párroco y su ayudante, un pueblo de indios, por cierto. Cada 1 de
enero la población guaraní elegía sus cabildantes y el corregidor.
Dada la escasez de tropas regulares, la Corona debía confiar
la defensa a los indígenas. Desde 1650 se otorgó a los guaraníes
permiso para usar armas de fuego. Se los exoneró de algunos
tributos en recompensa por sus servicios. Según la historiadora
Caletti Garciadiego, “las milicias guaraníes constituyeron un
hecho inédito dentro del sistema defensivo americano entre fines
del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII.95 En realidad, España
utilizaba los indígenas para resolver sus problemas militares con
los portugueses, eran carne de cañón.
Los guaraníes de las Misiones intervinieron en el Chaco,
participando en operaciones de escarmiento a malones de las
parcialidades guaycurúes, payaguás y mbyás; asimismo fueron
encargados de defender la frontera contra los portugueses,
cuyas cacerías de esclavos parecían no tener fin. Intervinieron,
además, en los desalojos de portugueses que se establecían en
estancias y poblaciones fortificadas en territorio del Virreinato
español. En 1680, bajo la conducción militar de los jesuitas, unos
3 mil guerreros de las Misiones –la mitad de ellos a caballo–
fueron trasladados hacia el sur: eran el grueso de las fuerzas que
asediaron por primera vez Colonia del Sacramento. Participaron
en los cinco sucesivos sitios a la ciudad hasta la expulsión
definitiva de los portugueses. Una guerra que no era suya de

95. Bárbara Caletti Garciadiego, “Milicias y guaraníes en Yapeyú”, en Protohistoria


Nº 23, Rosario, 2005, págs 47- 70.

···167
ningún modo. Las Misiones, además, suministraron mano de
obra guaraní para la construcción de fortificaciones –la muralla
de Montevideo entre ellas–, presidios, iglesias y otras obras de
urbanización; fortificaron el puerto de Buenos Aires cuando se
temían invasiones por la vía fluvial.96
Suya fue, en cambio, la rebelión contra ejércitos españoles
y portugueses en 1750 y también suya fue la resistencia a la
ocupación de los siete pueblos de las Misiones Orientales en 1801.
De manera que, en 1814, a dos siglos de la primera reducción
jesuítica, los guaraníes de las Misiones tenían tanta instrucción
y experiencia en combate contra ejércitos regulares, que a nadie
pudo extrañar que organizaran las Fuerzas Libres Occidentales
Guaraníes y que Andrés Guazurary, su comandante, las condujera
a la victoria contra ejércitos de Paraguay, Portugal y Buenos Aires.
Durante el siglo y medio que el Virreinato usó guaraní-
misioneros para integrar sus cuerpos armados, los indígenas
manejaban depósitos de armas y los recursos necesarios para
desplazarse a puntos muy distantes de la región. En cada una
de las milicias que cercaron Colonia revistaban de 3 mil a 7
mil guerreros, bien pertrechados y entrenados por instructores
jesuitas con mucha experiencia en las guerras europeas. Los
oficiales y sargentos eran elegidos entre los caciques guaraníes
por el Cabildo de cada pueblo. En los papeles figuraba un capitán
general español como supervisor y coordinador de todas las
milicias, pero en los hechos, bajo el ala protectora de los jesuitas,
los guaraníes fueron ganando espacios. A diferencia de la Corona,
los sacerdotes tenían en mente un proyecto de sociedad que tendía
a desarrollar las capacidades y la autonomía de los indígenas.
Cuando España y Portugal firmaron el Tratado de Madrid y
sus ejércitos unificados atacaron las Misiones, debieron enfrentar
la resistencia inclaudicable de las milicias guaraní- misioneras.Por

96. Mercedes Avellaneda y Lía Quarleri. “Las milicias guaraníes en el Paraguay y


Río de la Plata: alcance y limitaciones (1649- 1756)”, publicado en Estudos Ibero
Americanos de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUCRS),
Volumen XXXIII, junio de 2007.

168 ···
esa razón, una de las primeras medidas tomadas en 1759 fue
declarar oficialmente a las milicias indígenas como rebeldes y
prohibirles el uso de las armas de fuego.

Polo de desarrollo

El fortín Yapeyú se fue transformando en importante centro del


flujo comercial. Hacia Yapeyú convergían los excedentes agrícolas
de los 30 pueblos de las Misiones, allí se los almacenaba y luego
se los transportaba en balsas hasta Salto Chico –hoy ciudad de
Concordia–, donde se los embarcaba por vía fluvial a Buenos Aires,
para que los colocaran en el mercado los administradores jesuitas.
Los yapeyuanos llegaban regularmente al Riachuelo en tres barcos
tripulados por guaraníes, pero con patrones españoles. Era la
“ruta al Salto”, la principal salida al Atlántico para la producción
de las Misiones, que fueron extendiendo su área comercial hacia
el sur y provocando los celos de sus competidores porteños.
Yapeyú también fue un emporio de la producción ganadera,
centro de una red de estancias cuyos rodeos alcanzaron las 200
mil cabezas de ganado. Los establecimientos se extendían por
la inmensa región a ambos lados del Uruguay, abarcando las
provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe en Argentina, Río
Grande del Sur en Brasil y los departamentos de Artigas, Salto,
Rivera, Tacuarembó, Paysandú y Soriano en Uruguay.97
Según Soares de Lima, la primera de esas estancias fue la de
San Andrés, que se fundó en 1657 cerca del arroyo Miriñay y se la
dotó con 652 vacunos. La cría dio buenos resultados, pues 35 años
después, desde San Andrés se arrearon hacia la orilla oriental del
Uruguay las mil cabezas del primer rodeo de la estancia de Quaraí
en la barra del Cuareim. Pronto las estancias misioneras cubrieron
el norte del Río Negro en la Banda Oriental. Las comunidades
trabajaban en forma cooperativa. La necesidad de mano de obra

97. Ver Carlos Soares de Lima, “La patria misionera. La civilización jesuítico
guaraní y su influencia en el pensamiento artiguista”, Linardi y Risso,
Montevideo, 2009.

···169
sedentarizada llevó a instalar unos 15 o 20 puestos, en cada uno
de los cuales vivían y trabajaban cinco o más familias.
Sin que fuera iniciativa de la Corona, la región del norte del Río
Negro fue colonizada desde el Yapeyú. Algunos de esos puestos
fueron también puertos, como Salto Chico, del lado occidental,
y San Javier y Paysandú en la orilla oriental. La explotación de
los enormes rodeos de ganado cimarrón ocasionó un crecimiento
vertiginoso de la población en el litoral del Uruguay. En 1780
se registraron 41 puestos, dos puertos fluviales y dos centros
poblados. La estable prosperidad del complejo de estancias,
puestos, rutas y puertos dio lugar a que fueran muchos los
guaraníes que emigraron hacia el sur. Mientras que Alzaibar y
los empresarios de la vaquería agotaban el ganado, los guaraní-
misioneros aportaron una forma ordenada de producir y de vivir
en comunidad. Hasta la expulsión de los jesuitas en 1770, Yapeyú
fue eje del desarrollo cultural y social, de prosperidad económica
y poder militar.
Al saberse capaces de crear y administrar la economía y la
defensa militar del floreciente Yapeyú, ¿habrán pensado los
guaraníes que los administradores y mandos españoles eran
unos parásitos superfluos e innecesarios, que podían ejercer su
soberanía y gobernarse sin la tutoría de los invasores?
Para quebrar ese poder organizado por la orden de Ignacio
de Loyola, el rey expulsó a los jesuitas de las Misiones y los
reemplazó con administradores civiles. Tal vez no fue causalidad
que la sustitución coincidiera con un período de crecimiento
de la demanda europea y mejores precios de los cueros. Según
Caletti Garciadiego el boom reportó a los nuevos administradores
la oportunidad de hacer excelentes negocios y duplicó el monto
de las remesas enviadas al virrey. Viendo llenarse sus arcas, este
señor hizo la vista gorda a las denuncias de malos tratos a la
población indígena. La posibilidad de mayores ganancias llevó a
la explotación irracional, iniciando el proceso de decadencia de
Yapeyú. Para “mejorar la eficiencia administrativa”, el virrey creó
el departamento de Yapeyú con los pueblos de Yapeyú, La Cruz,
Santo Tomé y San Borja.

170 ···
En 1777 asumió Juan de San Martín como gobernador. Tres
años de viruela habían reducido de 8 mil a 3 mil el número de
habitantes de Yapeyú. Aun en esas condiciones, San Martín armó
un cuerpo de milicianos guaraníes que acudió a defender Buenos
Aires de la invasión inglesa. Designó las autoridades entre los
indígenas más allegados a su persona, quebrando la tradición
misionera de elegirlas autónomamente. Permitió la entrada de
comerciantes europeos que estafaron a los pobladores. Fundó
las estancias de La Merced, de Mandisoví (hoy Federación, Entre
Ríos) y Jesús del Yeruá. Fue reemplazado en 1781 por Francisco
de Uribarri.
En esos días, por mandato del virrey Vértiz, Tomás de
Rocamora, el mismo que tendría la disputa con Artigas, fundó
los pueblos de Gualeguaychú, Gualeguay y Arroyo de la China.
No querían que la población guaraní anduviera dispersa por
esos campos: concentrada en “pueblos de indios” era posible
controlarla más eficazmente. Se calcula que las tres villas estaban
habitadas por 273 familias (unas 1.500 personas). Según un
informe de Liniers, en 1804, de un total de 4.200 habitantes más
de 3 mil eran guaraní- misioneros.

Reparto de tierras

Las autoridades del Virreinato repartieron tierras entre


aquellos guaraní- misioneros que habían demostrado mayor
predisposición a adoptar las costumbres, la religión y la forma de
trabajar de los europeos. De ese modo, beneficiaron a 101 familias
de Yapeyú con una estancia, herramientas de trabajo y provisiones
para sobrevivir un año. Cuando el Ejército del Norte pasó hacia
Paraguay el 16 de noviembre de 1810, Belgrano ratificó el reparto
realizado por los españoles. Además, adjudicó a los pobladores
de Mandisoví las estancias que ocupaban irregularmente y
repartió entre ellos 26 mil cabezas de vacunos. Designó a Pablo
Areguatí como alcalde de Mandisoví y comandante de las milicias,
un guaraní que luego se convertiría en cuadro del centralismo
porteño.
···171
Los españoles achacaban la decadencia de Yapeyú al modo
de vivir en comunidad y trabajar cooperativamente de los
guaraní- misioneros. Pensaban que sin la pasión por volverse
ricos y poderosos era imposible que los individuos desplegaran
sus mejores virtudes, entendían que el yugo de la comunidad
mantenía atrapada a la iniciativa individual. Por consiguiente,
intentaron borrar hasta el último vestigio de cooperativismo y
comunidad. Pretendieron sustituir la forma guaraní de vivir en
comunidad con la propiedad privada de la tierra y la apropiación
individual de sus productos. Creyeron liberar a los guaraníes del
ocio y la pereza incluyéndolos en el sistema capitalista. Recetaban
pisar la cabeza a los prójimos.
Domingo Manduré había nacido en Yapeyú en la misma
época que José Francisco de San Martín. En el reparto de tierras
recibió una estancia ubicada en San Antonio del Salto Chico, del
lado occidental del río Uruguay. Como casi todos los que fueron
favorecidos por el Virreinato, en 1810 se sintió convocado por
el Movimiento de Mayo y tomó las armas contra los españoles.
Manduré se convirtió en agitador de la insurrección. El investigador
Oscar Padrón Favre98 señala que “el epicentro principal de su
prédica de rebelión autonomista y antibonaerense puede situarse
entre las poblaciones de Mandisoví y Salto Chico”.
El 10 de diciembre de 1810 comenzaron a cruzar el río
Uruguay las familias llegadas con la Redota. Se instalaron en Salto
Chico, que de hecho se convirtió en capital del departamento
de Yapeyú, al fijar allí su residencia el recientemente designado
gobernador José Artigas. La gente de Manduré corrió a ponerse
bajo sus órdenes.
En 1813 las milicias de Manduré se rebelaron contra el
centralismo bonaerense y, aliadas con las de Blas Basualdo,
derrotaron en Mandisoví a las tropas porteñas del teniente
Bernardo Pérez Planes y de su aliado, el alcalde Pablo Areguatí.

98. Oscar Padrón Favre, “Éxodos de indígenas guaraníes- misioneros al territorio


oriental del río Uruguay durante la revolución”, en Revista do Instituto Histórico e
Geográfico do Rio Grande do Sul, N° 148, Porto Alegre, 2014.

172 ···
La rebelión se extendió a Yapeyú. Pérez Planes terminó sus
días fusilado en el campamento artiguista de Belén. Manduré
intervino activamente para repeler tanto a los portugueses como a
las fuerzas de Manuel de Sarratea, que hostigaban a los acampados
en Salto Chico.
Cuando Artigas fue derrotado por Francisco Ramírez en 1820,
Manduré y más de mil guaraní- misioneros debieron emigrar
de Entre Ríos, cruzaron en Salto Chico y se establecieron en las
cercanías de Soriano. Años más tarde Saint Hilaire encontraría a
Ramírez viviendo al norte de Salto, como alcalde de un pueblo de
indios que posiblemente hoy sea Constitución o tal vez Belén. Se
había incorporado a los portugueses de Lecor.

La hegemonía guaraní-misionera

En un artículo del 10 de setiembre de 1965, publicado en el


diario Época, Alberto Methol Ferré disparó a boca de jarro algunos
interrogantes claves:

“¿Cuál fue el peso global de las Misiones en la política global


artiguista? ¿Cuáles sus raíces? ¿Por qué lo acompañaron con
una confianza que sólo habían ofrecido a sus viejos promotores
jesuitas? ¿Cuál era entonces el estado real de las Misiones y su
significado? No he encontrado ideas claras al respecto”.99

Apenas 60 años los separaban del genocidio sufrido en la


segunda mitad del siglo XVIII, menos de una década atrás había
sido la brutal ocupación portuguesa de las Misiones Orientales.
No parece creíble que en estos pueblos de indios se homenajeara a
Cortés o a Pizarro, se leyera a Rousseau y a los liberales españoles
o se reverenciara a Fernando VII y a su hermana Carlota. Era muy

99. Esteban Campal, op cit, pág 73. Campal hizo suyos los interrogantes de
Methol. Otros investigadores –como Susana Rodríguez Varese, Luis Rodolfo
González, Sergio Venturini y Oscar Padrón Favre– aportaron elementos que
ayudan a encontrar las respuestas.

···173
posible, en cambio, que llevaran una contabilidad detallada de las
humillaciones y masacres sufridas. Tres siglos de violencia física
y espiritual eran más que suficientes para mantener encendido
el odio al invasor y los deseos de venganza. Tal vez esperaban el
nuevo profeta que los conduciría a “la tierra sin mal”, como había
hecho Oberá, donde rescatarían su forma de vivir en comunidad,
su cultura y su religión que los invasores quisieron secuestrar. La
rebelión latía a flor de piel.
Es de creer que la historia de las masacres era demasiado
reciente para no seguir viva. Los que sobrevivieron se fueron
desparramando desde las Misiones Orientales y Occidentales
hacia Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental, llevando consigo
la memoria de la barbarie ibérica y las tradiciones de lucha contra
el invasor.
Más que por su peso demográfico –eran la mayoría de la
población–, la influencia principal de los guaraní- misioneros
provenía de su ordenamiento social y político, de su forma
comunitaria de vivir y de su modo cooperativo de producir.
Tampoco cabe olvidar el peso político de la experiencia guerrera,
en parte adquirida al servicio de portugueses y españoles, pero
sobre todo en la resistencia a sus agresiones. Constituyeron una
sólida formación social, política y cultural en la cuenca del Plata,
frontalmente opuestas a los valores medievales y mercantilistas
del invasor. Durante siglo y medio, Yapeyú influyó enormemente
los modos de pensar y de hacer en las dos bandas del río Uruguay.
El mundo guaraní- misionero hegemonizó cultural y políticamente
a charrúas y otras etnias, a criollos y africanos. José Artigas sirve
de ejemplo paradigmático.

174 ···
Capítulo 12. La “admirable alarma”

Los acontecimientos en Buenos Aires provocaron largas


cavilaciones en el Cabildo de Montevideo, que finalmente
desconoció a la Junta de Mayo y proclamó su adhesión al Consejo
de Regencia. Roto el vínculo con Buenos Aires, el gobierno
montevideano debió hacerse cargo de la administración del
Virreinato y, en consecuencia, de pagar tanto los sueldos de la
burocracia cívica y militar, como los gastos de preparación de la
guerra que se venía. Asimismo, debió hacer frente a los “donativos
patrióticos” que exigía el regente para enfrentar a Napoleón.
El gobernador Soria respondió a los apremios financieros con
un aumento de la carga fiscal sobre los criollos, todos ellos
sospechosos de simpatizar con la subversión. Los militares
pasaron a desempeñarse como recaudadores, yendo puerta por
puerta, pueblo por pueblo, estancia por estancia, concitando la
antipatía de los forzados a contribuir.
Por si ello fuera poco, en agosto de 1810 a Soria se le ocurrió
actualizar los títulos de propiedad de las tierras ocupadas
irregularmente. Como casi todos los hacendados eran ocupantes
de hecho –casi nadie tenía título de propiedad–, la regularización
significaba pagar un precio por las tierras que se ocupaban o, en
caso de negarse a hacerlo, ser desalojados por la fuerza. Fue un
“fiscalazo” brutal que afectó tanto a los latifundistas como a los
paisanos.
En octubre, Vigodet sustituyó a Soria como gobernador y de
inmediato fijó un plazo perentorio de 30 días para regularizar
las propiedades. Para hacer cumplir los decretos envió “partidas
tranquilizadoras”, que sometieron a los paisanos a abusos
violentos. Tal vez haya sido esa prepotencia institucionalizada la
que motivó a Tomás García de Zúñiga, los hermanos Rivera, los
Bauzá y otros grandes hacendados orientales a incorporarse al
artiguismo.
Designado virrey del Río de la Plata, Javier de Elío desembarcó
en Montevideo y agregó varios despropósitos más a los

···175
preexistentes. Cargó a los criollos con un empréstito forzoso
que prometió devolver cuando llegaran fondos del Perú o de
España, es decir, nunca. Intensificó la campaña de las “partidas
tranquilizadoras”. Declaró “rebelde y revolucionaria” a la Junta
de Mayo, cerró Maldonado y Montevideo a los barcos porteños y
bloqueó el puerto de Buenos Aires. El 5 de julio ordenó bombardear
Buenos Aires.
No conforme con los empujones fiscales y los cañonazos, el
virrey Elío instaló una horca en la plaza Matriz. Hizo que en las
plazas y mercados de todos los pueblos se leyera una proclama
para meter miedo a la población:

“Vecinos de esta campaña, las intrigas y sugestiones de


la desesperada Junta de Buenos Aires os han precipitado en el
proyecto más disparatado y criminal. […] la ruina de vuestras
familias es certísima. […] Mirad que a mi sola orden entrarán 4
mil portugueses, y con la expedición que ha salido a la campaña,
atrapada entre dos fuegos, ni podéis escapar, ni entonces os
valdrá el arrepentimiento: todavía tenéis ocasión; retiraos, os digo,
otra vez a vuestros hogares, y si no me obedecéis, pereceréis sin
remedio y vuestros bienes serán confiscados”.100

El 19 de enero de 1811, Montevideo se convirtió en sede oficial


del Virreinato o, lo que es lo mismo, en base político militar de la
restauración del absolutismo europeo.

La bronca

Decía Zum Felde que el godo era “la dominación orgullosa,


la autoridad arbitraria, el despojo de la libertad y de la tierra […]
la policía que persigue, encarcela y mata […] la altanería patrona,
que relega y humilla […] la injusticia opresora que se impone por

100. Ana Ribeiro, Artigas en 1811, Banda Oriental, Montevideo, 2014, pág 42.

176 ···
la fuerza”.101 El profundo odio separaba más que el océano a los
españoles americanos de los europeos, graficaba Simón Bolívar.
Odiaban el orden político del Virreinato, que era el de
los funcionarios de las cúpulas militares, eclesiásticas y
administrativas, del boato y la pompa, de la injusticia y el
privilegio. El orden del que tenía más fuerza, de los latifundistas
que arreaban ganado propio o ajeno y lo vendían en Brasil, de los
mercaderes prendidos a la renta de la aduana, de los que creaban
el Cuerpo de Blandengues para perseguir el contrabando y eran,
al mismo tiempo, los principales contrabandistas de cuero y
esclavos africanos.
Para los paisanos y los criollos del sur del Río Negro, ese
orden virreinal aparecía como un desorden total, provocaba
disconformidad y alimentaba la bronca. Radicados en medio
de la nada y sin ninguna perspectiva, creían tener derecho a
ser recompensados por los riesgos que corrían al defender los
dominios de la Corona. Vivían a la espera de su Fuenteovejuna,
del “acatamos, pero no cumplimos”. Durante décadas fueron
rumiando su descontento en la pasividad, con ojo crítico y mucha
bronca, pero de brazo quieto. Los tributos confiscatorios y la
horca del virrey Elío desbordaron el vaso, y la pasividad se volvió
tromba social, “admirable alarma”. Los ánimos soliviantados
cristalizaron en rebelión apenas un germen cayó al caldo de
cultivo insurreccional.
Carlos Machado opina que el “fiscalazo” y el decreto de
regularización de las estancias “empujó, sin saberlo, a la revolución”,
hizo que tanto el paisanaje como los grandes latifundistas criollos
se sintieran perjudicados por igual, reaccionaran del mismo modo
y, puestos contra la pared, eligieran ensartarse en la espada. La
“admirable alarma” fue la culminación de un largo proceso de
acumulación subjetiva en la campaña oriental –al norte y al sur del
Río Negro– que explotó en forma de contraviolencia a la violencia
institucionalizada por las autoridades del Virreinato.

101. Citado por Carlos Machado, Historia de los orientales, Banda Oriental,
Montevideo, 1972, pág 28.

···177
Por unas naranjas

Al parecer, a mediados de febrero de 1811, soldados del


escuadrón de José Artigas entraron a una quinta en Colonia y se
comieron unas naranjas. Al brigadier Muesas no se le ocurrió nada
mejor que rezongar malamente al capitán de Blandengues por la
indisciplina de sus subordinados. Nada más ni nada menos que a
Artigas, en ese entonces el personaje de mayor prestigio al norte
y al sur del Río Negro. “[…] en diciendo Artigas en la campaña,
todos tiemblan”, informaba Juan José de Salazar, capitán de la
marina, al virrey Elío.
Pretendieron hacernos creer que todo se desencadenó por
unas pocas naranjas… cuando, evidentemente, la actitud de
Muesas era expresión de la intolerancia hacia los criollos y del
espíritu terrorista promovido por el virrey. En Artigas, por su
lado, pesaba el ánimo levantisco e insurgente que campeaba en
la Banda Oriental, la insurrección latente en los indígenas del
norte y el rencor que animaba a los paisanos del sur. El cúmulo
de emociones cristalizó en el gesto de arrojar el sable sobre la
mesa del brigadier Muesas. No fueron las naranjas el motivo de la
actitud de Muesas ni de la reacción de Artigas.
Artigas podía haber cruzado a Buenos Aires en Colonia,
Carmelo o Soriano, pero prefirió tomar el camino largo. Con el
teniente de Blandengues Rafael Hortiguera cabalgaron hacia
Paysandú, al territorio guaraní- misionero. Recalaron en la
estancia de Hilarión de la Quintana, que les facilitó caballos, y
luego vadearon el río Uruguay, atravesaron Entre Ríos y Santa
Fe, tomaron contacto con los insurrectos y llegaron a destino
el 26 de febrero de 1811. Tal cual había recomendado el plan
de operaciones de Moreno, la Junta lo recibió con entusiasmo,
pero lo auxiliaron solamente con 150 soldados del Regimiento de
Pardos y Morenos y con 200 pesos.
Mientras tanto, por las praderas corrían los chasques llevando
las novedades de Buenos Aires y las malas noticias de Belgrano

178 ···
en Paraguay y de Castelli en Alto Perú. Las misivas se escribían
con el lenguaje almibarado de la época, es cierto, pero se entendía
claramente el mensaje: sonaba el clarín llamando a expulsar al
godo, y las clarinadas atrapaban las voluntades ya predispuestas.
El 28 de febrero de 1811, un heterogéneo grupo de 300 jinetes
emboscó a los godos en el arroyo Asencio, dejando a varios de
ellos tendidos a orillas del monte. Según Pedro Viera, era tal la
impaciencia que no pudo sujetarlos más y por ese motivo se
adelantó al regreso de Artigas. De hecho, la “admirable alarma”
había comenzado mucho antes de que los blandengues se
comieran las naranjas. Puede decirse que el día del primer “grito”,
la criatura llevaba más de nueve meses de gestación.
Enfervorizada con la iniciación victoriosa, la montonera
proclamó que se sumaba a las filas del Movimiento de Mayo –el
famoso “grito” no tuvo nada que ver con la independencia de
Uruguay– y formaron una partida que encabezaron Venancio
Benavídez y Pedro Viera, portugués más conocido como “Perico el
bailarín”. Tomaron Mercedes, Soriano, El Colla, Víboras y Espinillo,
ciudades de las que desalojaron a las guarniciones españolas.
Una vez que la gente se rebela contra el poder establecido, se
sueltan los frenos de lo prohibido y algunos se desmandaron
de tal manera que “varias familias han quedado enteramente
desnudas”, como informó el propio José Artigas. Los que vivían
abusando del desorden se horrorizaron cuando les tocó el turno
de sufrir abusos por parte de sus víctimas.

Autoorganización en 1811

En Arroyo Grande tomaron las armas los tres hermanos


Quinteros; ocuparon la ciudad de Porongos los dos Vargas,
Baltasar y Marcos, medianeros de la estancia de los Durán, que
más tarde, seducidos por Sarratea, abandonarán las filas de
Artigas. En el Pintado, levantó su gente el cura Santiago Figueredo;
Manuel Francisco Artigas lo hizo en Casupá de Florida con Andrés
Latorre, el gran latifundista Tomás García de Zúñiga y José Llupes.

···179
Juan Francisco Vázquez lo hizo en San José, y Valentín Gómez,
otro cura párroco, en la ciudad de Canelones.
La rebelión explotó también al este del territorio. Juan Correa
ocupó la ciudad de San Carlos y puso sitio a la de Maldonado
hasta lograr su capitulación; al mismo tiempo, Pedro Gervasio
Pérez ocupó la fortaleza de Santa Teresa y la ciudad de Rocha.
En Maldonado y Minas se incorporaron Francisco Bustamante,
Paulino Pimienta, Juan Antonio Lavalleja, José Machado y José
Antonio Berdún. Francisco Delgado se levantó en Cerro Largo.
Manuel Antonio Artigas había integrado el grupo jacobino de
French y Beruti el 25 de mayo y luego se enroló en el ejército
que marchó a Paraguay. Cuando Belgrano fue nombrado jefe del
Ejército de la Banda Oriental, Manuel Artigas cruzó a Soriano
en marzo de 1811 y a fines de abril puso sitio a San José. En
esa batalla con las fuerzas españolas –previa a Las Piedras– fue
malamente herido y falleció en mayo de 1811. Su nombre está
grabado en la pirámide de la Plaza de Mayo en Buenos Aires.
Este grupo heterogéneo reunió a los capitanes en los primeros
tiempos del artiguismo, los años expropiadores y guerreros.
Había entre ellos guaraníes, africanos y criollos –hasta algunos
portugueses como Viera– mezclados y unidos contra los españoles,
como ya lo habían hecho antes en las rebeliones de Túpac Amaru
y Túpac Katari, como lo estaban haciendo en esos días en Salta
y Alto Perú. Gente de a caballo todos ellos que, en décadas de
vida social y trajín campero, habían ganado la confianza de sus
vecinos y, ahora, cuando éstos respondían masivamente al llamado
insurreccional, asumieron la responsabilidad de una empresa
donde el propio cuero podía quedar en la estaca. El arraigo social
derivó naturalmente en rol político y militar. No cualquiera puede
convocar a dar la vida combatiendo, y los capitanes de Artigas no
eran cualquiera.

180 ···
El asedio a Montevideo

El 9 de marzo Artigas salió de Buenos Aires de regreso a su


tierra, pasando nuevamente por lugares donde ardía el fuego
insurgente: Santa Fe, Arroyo de la China y Paysandú. En Mercedes
lo alcanzó el nombramiento de segundo jefe del Ejército Auxiliador
del Norte, cuya jefatura desempeñaba Manuel Belgrano. En esa
ciudad se leyó una proclama llamando a levantarse en armas
contra el despótico gobierno español. Artigas afirmaba contar
con el auxilio de la Junta de Buenos Aires y se colocaba bajo el
paraguas de “nuestro amado” Fernando VII, haciendo suya la
artimaña morenista de la “máscara”.
En Mercedes llamó a vencer o morir, pero más convincente
que sus palabras fue el hecho de haber expulsado a los realistas
de los pueblos, camino a Montevideo. Fue una seguidilla de
escaramuzas que ayudaron a concitar el apoyo de la población.
Como último recurso, el virrey Elío envió a Gervasio de Posadas
al frente de unos mil hombres que logró reclutar en Montevideo:
marinos que se caían del caballo, presidiarios a quienes se les
prometió la libertad y “maturrangos”, españoles europeos que se
extraviaban en el campo. Los presidiarios se pasaron al bando
rebelde tan pronto pudieron, lo mismo hicieron los blandengues
que constituían la caballería de Posadas y que habían servido con
Artigas. En la previa, la deserción anunciaba el resultado de la
batalla.
De todas maneras, hubo pelea y se derramó sangre: 30
españoles resultaron muertos, 50 fueron heridos y 420 tomados
prisioneros, según consta en el informe de Artigas. Del lado
insurgente hubo alrededor de 20 muertos y 14 heridos. Artigas
dejó constancia de que habían respetado la vida a los que se habían
rendido y era verdad: no degollaron a todos los prisioneros. Sin
embargo, no hay nada que documente la verdad del “clemencia
para los vencidos”, la frase célebre que dicen que dijo Artigas. La
victoria levantó el alicaído ánimo de los bonaerenses luego de las
derrotas sufridas en Alto Perú.

···181
De ahí en adelante, los acontecimientos se precipitaron. Sin
oposición a la vista, Artigas avanzó hacia Montevideo. Podía
haber entrado a la ciudad, tal era el ímpetu de sus desarrapadas
tropas y tal era el desconcierto de la marinería española que
la defendía. Sin embargo, José Rondeau, el nuevo jefe, ordenó
detenerse. Artigas insistió en tomar las murallas por asalto, pero
el porteño, respaldado por la Junta de Mayo, creía más estratégico
hacer rendirse por hambre y sed a los sitiados. En realidad, ya
predominaba la fracción de la conciliación con España, que
apostaba al desgaste de la “chusma” insurrecta que rodeaba a
Artigas. Querían evitar que tomaran Montevideo.
Dos días después de la batalla de Las Piedras se instaló el
sitio a la ciudad, que se prolongó cinco meses más. Una línea
imaginaria, desde Punta Carretas hasta el Miguelete, dividió en
dos el territorio montevideano: hacia un lado cruzaron unos 4 mil
“malos europeos y peores americanos” buscando el amparo de
los muros y de una docena de barcos de guerra españoles; hacia
el otro, emigraron los criollos que fueron expulsados de la ciudad
y corrieron a engrosar la milicia de 1.500 voluntarios y 5 mil
paisanos armados que acampaban en el Cordón con Artigas. En
Arroyo Seco, por cuerda separada, estaban los 2.800 soldados y la
docena de cañones del ejército regular a las órdenes de Rondeau.

Blas Basualdo

En aquellos días de la “alarma”, Manuel Pintos Carneiro, Hilario


Pintos, Pedro Osuna y otros paisanos incendiaron las praderas al
norte del Río Negro. Caudillos principales de la rebelión norteña
fueron Baltasar y Juan Antonio Ojeda, guaraníes de cara ancha y
flaco bigote, baqueanos expertos de esos campos impenetrables
para los españoles de Montevideo. La mayor parte de ellos habían
recibido estancias que –en tanto juez de tierras designado por el
virrey– Artigas había repartido en 1808.
También se alzó en armas Blas Basualdo, el capitán de milicias
de mucha fama, harto conocido por su valor y guaraní- misionero

182 ···
que había recibido una estancia ubicada en Santo Domingo de
Soriano. Fue de los primeros en levantarse. No participó en Las
Piedras ni en el sitio de Montevideo, pero se hizo fuerte en Cerro
Lunarejo, departamento de Rivera, al frente de 200 jinetes, y
desde ahí propagó el mensaje insurreccional a todo el norte del
Río Negro. Sus milicias llegaron hasta el Ibicuy.
Con los 350 guerreros que ya integraban su montonera, se
incorporó a la Redota en Salto Chico. Dada su reputación como
combatiente, Artigas lo nombró jefe de división. Bajó al sur para
el segundo sitio de Montevideo, al mando de 400 hombres y con
ellos protegió la “marcha secreta” hacia Arerunguá.
Un año después, junto a las milicias de Baltasar Ojeda, Blas
Basualdo estableció su centro de operaciones en los alrededores
de Belén, otro “pueblo de indios” fundado el 14 de marzo de
1801 por los que huían de la matanza en los “siete pueblos”. Sus
primeros habitantes venían de Las Víboras, Espinillo, Soriano y
Paysandú. Belén también quedó comprendido en el departamento
de Yapeyú. Francisco Redruello, jefe de la guarnición de Belén,
fue el primero en la Banda Oriental que respondió al llamamiento
del 25 de mayo de 1810. Junto con Julián Laguna y Manuel Pintos
Carneiro encabezaron el levantamiento de Belén.
Luego de abandonar el segundo sitio, en marzo de 1814,
Basualdo regresó al litoral norte, cruzó el río a la altura de Belén
y sus fuerzas se unieron a las de Domingo Manduré en Entre
Ríos. A la lucha contra los españoles se agregaba ahora la guerra
que desató Pueyrredón. Mientras Andrés Guazurary recuperaba
los pueblos de Misiones Occidentales tomados por el ejército
paraguayo, en Corrientes Basualdo y Manduré derrotaron a las
milicias bonaerenses de Bernardo Pérez y Planes secundado por
Pablo Areguatí. Ambas provincias y parte de Entre Ríos quedaron
incorporadas al artiguismo.
En diciembre del mismo año el gobierno de Buenos Aires envió,
por vía fluvial, un pequeño ejército para “pacificar” Corrientes
y Misiones. En inferioridad de condiciones, Basualdo le presentó
combate, pero obligado a replegarse hasta el sur de Yapeyú y

···183
sin cesar de dar batalla, se incorporó a las fuerzas federales de
Francisco Ramírez para avanzar sobre Corrientes. Con más de mil
guerreros, el 17 de diciembre los de Basualdo pusieron sitio a los
porteños de Perugorría que se había atrincherado en la estancia
de Colodrero. El asedio duró varios días hasta que el correntino al
servicio de Buenos Aires capituló el 24 de diciembre y fue enviado
prisionero a Purificación, donde Artigas lo hizo fusilar el 17 de
enero de 1815. Basualdo tomó medidas muy severas con los
vencidos: fusiló a José Añasco, por ejemplo.
En esos días de enero de 1815 José Artigas, secundado por
Rufino Bauzá y Fructuoso Rivera, derrotó a Manuel Dorrego en
Guayabos, quedando las milicias artiguistas dueñas del escenario
en la margen occidental del Uruguay, desde Misiones a Entre
Ríos y la Banda Oriental. A mediados de febrero, Basualdo tomó
por asalto el Arroyo de la China. Allí, en mayo de 1815, en pleno
esplendor revolucionario, enfermó y falleció Blas Basualdo, uno
de los principales caudillos guaraní- misioneros de la montonera
artiguista.

La panadería y La Paraguaya

Sin esperanzas de auxilios que llegaran de España y agobiado


por la escasez de alimentos, municiones y pólvora, Javier de Elío
resolvió transar con Portugal y pedirle que invadiera la Banda
Oriental. Entre bambalinas, la omnipresente diplomacia británica
movía sus hilos, buscando controlar la puerta de entrada sur al
continente. Intentaba, además, terminar con un conflicto que
perjudicaba el flujo del comercio y que distraía a España, su
aliado en la guerra con Napoleón, que para el Foreign Office era el
escenario principal. De todas maneras, los británicos enviaron una
misión a Buenos Aires para presionar a la Junta Grande –que había
sustituido a la de Mayo– y convencerlos de aceptar el acuerdo de
paz con Elío. Claro que, una vez bloqueado el puerto y sufrida la
derrota de Huaqui, los bonaerenses no necesitaban empujones de
nadie para desear el fin de la guerra al precio que fuera.

184 ···
Sin esperar que Buenos Aires firmara el tratado, el 23 de julio
de 1811 los portugueses al mando de Diego de Souza invadieron
por sorpresa la Banda Oriental. Venían a “pacificar” el país a
pedido del virrey –legítimo representante del rey de España– y
con el consentimiento de la Junta de Mayo. Peligroso precedente
aprovechado por británicos y portugueses para dejar constancia
de su buena voluntad en responder a los deseos de españoles
y bonaerenses y para demostrar que estaban en condiciones
de “pacificar” la Banda Oriental, tarea que al parecer no podían
cumplir los españoles ni los porteños.
Una vez concretada la invasión, el gobierno bonaerense se
asustó y se apuró a negociar el tratado con Elío. Los mercaderes
porteños no podían soportar que los mercaderes portugueses
controlaran el Plata. Sin consultar a las fuerzas orientales, cuya
suerte estaba en juego más que nada, el traficante de esclavos
Manuel de Sarratea y el mercader Juan Martín Pueyrredón
comenzaron a negociar con el virrey Elío un borrador del
armisticio.
Apenas dos meses después, Elío y la Junta Grande aprobaron
de apuro el borrador de la tregua: unos levantarían el bloqueo
al puerto de Buenos Aires, sobre todo para permitir el tráfico de
esclavos, y los otros, en reciprocidad, se comprometían a hacer
que las tropas de Rondeau y Artigas pusieran fin al asedio a
Montevideo. No contaban con que los vecinos que acampaban en
el Cordón estuvieran en completo desacuerdo. Buenos Aires los
dejaba completamente desamparados, sujetos al capricho de los
portugueses y españoles, quienes ya olfateaban que esas masas
armadas podían ser muy peligrosas.
Buenos Aires envió el borrador para que Artigas y Rondeau
lo aprobaran, pero como las opiniones de ambos no coincidían,
resolvieron consultar a algunos oficiales de las milicias y a varios
de los vecinos “decentes y principales”. La consulta fue el 11 de
setiembre en la panadería de Vidal. Concurrieron menos de un
centenar de personas, entre las cuales se destacaban el presbítero
Dámaso Larrañaga, el cura Miguel Barreiro, primo de Artigas, y

···185
el influyente Tomás García de Zúñiga, su amigo. La concurrencia
fue muy restringida, sin que se abriera la participación a la
gente de a pie.
En nombre de la Junta Grande, el jacobino Juan José Paso
planteó que Buenos Aires carecía de fuerzas suficientes para
hacer la guerra al mismo tiempo en Alto Perú, Paraguay y la Banda
Oriental. Demasiados frentes de lucha obligaban a firmar acuerdos,
aunque tuvieran gusto a rendición. Artigas preguntó qué les
ocurriría a los orientales, librados a las “partidas tranquilizadoras”
españolas y a la política de tierra arrasada de los portugueses. De
puro atrevido, Paso aseguró que España no tomaría represalias.
Los orientales, en cambio, estaban convencidos de que serían
víctimas de la furia española. Desconfiaban de la veracidad de las
afirmaciones de Paso, pensaban que su única salida era mantener
el sitio y tomar Montevideo como fuera.
En Buenos Aires, la efímera Junta Grande había sido sustituida
por el Primer Triunvirato, cuyo secretario, Bernardino Rivadavia,
era un operador no tan secreto del Foreign Office. Cambio de
figuritas, pero la política seguía siendo la misma. Ansiosos por
reenganchar sus negocios, pese a la negativa de los orientales, el
7 de octubre de 1811 los triunviros cerraron el acuerdo preliminar
de paz con el virrey.
Al llegar la noticia del tratado infamante, los orientales
exigieron una nueva asamblea a Rondeau. La convocó para el 10
de octubre en la quinta de La Paraguaya (hoy Parque Central) y
esta vez concurrieron cientos de vecinos, tal vez unos mil de ellos.
Cambió la cantidad de los vecinos y La Paraguaya se aproximó más
que la panadería de Vidal a representar la composición social de
la Redota. El Triunvirato envió a José Julián Pérez, representante
porteño en la negociación con el virrey, para que encarara a
los disconformes e irritados orientales, quienes seguían sin ver
razones valederas para levantar el sitio y se tenían fe para hacer
frente a los portugueses al mismo tiempo que a los españoles.
Rechazaron la tregua que los condenaba. En La Paraguaya y por
aclamación, los vecinos proclamaron a Artigas Jefe y Protector de
los Orientales. En realidad, refrendaron un hecho ya consumado.

186 ···
Capítulo 13. La Redota

Por el Tratado de Pacificación, título de por sí muy sugestivo,


los sitiadores debían alejarse de Montevideo. Una vez terminadas
las consultas, Artigas decidió acatar, abandonar el sitio y retirarse
rumbo a San José. Dominados por sentimientos de derrota, con la
percepción de haber sido traicionados por su propio gobierno, los
vecinos orientales no tenían muchas otras alternativas: levantaron
el campamento del Cordón y marcharon tras las milicias. Llegados
el 20 de octubre de 1811 a San José, los alcanzó la noticia de
la ratificación del acuerdo entre Elío y el Triunvirato. En el paso
del río San José donde acamparon, los vecinos realizaron otra
asamblea, dícese que espontánea. Con más aplausos confirmaron
al jefe y protector que se habían dado. La asamblea corroboró
el malestar que sentían por la decisión del gobierno de Buenos
Aires y decidieron marchar rumbo al litoral norte, hacia los
dominios guaraní- misioneros. Se colocaron fuera del alcance de
los españoles y de portugueses y lejos de las conspiraciones de
Buenos Aires. Una decisión estratégica.
Bautizaron Redota a la larga caravana: sarcasmo popular.
Décadas más tarde, Clemente Fregeiro la nombró “éxodo del
pueblo oriental”, para darle un carácter bíblico al muy terrenal
José Artigas, convirtiéndolo en el Moisés de ese invento que
bautizaron nación uruguaya. Hay quienes creen ver las raíces de la
orientalidad en la Redota, sin embargo, los “redotaos” se sentían
tan parte de las Provincias Unidas como los salteños, correntinos,
entrerrianos y santafecinos, que también habían puesto distancia
con el gobierno de Buenos Aires.
Fue una manifestación extraordinaria, conmovedora: gente
de trabajo rudo, que manejaba el ganado (herraban, marcaban,
construían corrales, ordeñaban, hacían manteca y quesos) y
cultivaban la tierra (araban, sembraban, cosechaban, cuidaban
sus sementeras).102 Al ver alejarse de los muros de la ciudad a

102. Lucía Sala, Nelson de la Torre y Julio Rodríguez, Artigas y su revolución


agraria 1811-1820, segunda edición, Siglo XXI, México, pág 95.

···187
aquella abigarrada multitud, respiraron con alivio los mercaderes,
burócratas y latifundistas montevideanos, tanto los de origen
europeo como los nacidos en América.
Está claro que podían haber marchado hacia Colonia o
Mercedes, puntos que facilitaban el apoyo militar de Buenos
Aires, pero Artigas eligió afrontar las dificultades de conducir
la caravana por el trayecto hasta Salto Chico. ¿Por qué condujo
la Redota hacia el litoral norte? La respuesta debe buscarse
en que sustituyó la subordinación al Movimiento Mayo por la
alianza con los guaraní- misioneros y los “indios infieles”, mucho
más decididos que los porteños a combatir contra españoles y
portugueses. El rumbo que tomó la Redota estaba cargado de
significaciones políticas; a los ambiguos acuerdos del Triunvirato
con el virrey se opondrían los acuerdos entre los “redotaos”, las
montoneras de las provincias del litoral y los guaraní- misioneros.
En Salto Chico se forjaría el artiguismo, la alianza multicultural de
las masas reunidas y armadas.

“Espacio de esperanza”

Tres meses antes de invadir la Banda Oriental, los portugueses


ya habían pretendido tomar Yapeyú, pero fueron rechazados por
milicias guaraníes el 26 de marzo de 1811 y por los 100 milicianos
enviados desde el Cordón al mando de Fernando Otorgués para
reforzar la guarnición de Yapeyú. Otros 150 fueron a Santo Tomé.
En los primeros días de mayo esas tropas artiguistas debieron
bloquear las tentativas de Fernando das Chagas Santos de ocupar
Santo Tomé con 400 soldados y seis cañones.
Probablemente para no romper del todo con Artigas,
el Triunvirato lo nombró gobernador de Yapeyú el 15 de
noviembre, un mes después del armisticio con Elío. Era también
un reconocimiento a sus relaciones con las etnias indígenas.
Desempeñó el cargo hasta que, a mediados de 1812, se restableció
el sitio a Montevideo. Le fijaron Santo Tomé como residencia
del gobernador, pero Artigas prefirió cruzar por Salto Grande e

188 ···
instalarse en Salto Chico, desde donde podía observar Yapeyú y la
Banda Oriental a la vez.
El período de gobierno de Artigas en Yapeyú fue bastante
corto, pero alcanzó para dejar sentado su profundo respeto por
las tradiciones y la soberanía indígenas, lo que caracterizó su
trayectoria política. Los “pueblos de indios” volvieron a elegir los
cabildos y comandantes que mejor les pareciera, en la seguridad
de que Artigas respetaría las decisiones que tomaran. Una actitud
opuesta a la manera hispano- criolla que, desde Buenos Aires,
designaba autoridades entre los más afines a la administración,
decidiendo en función de sus intereses y menospreciando la
soberanía de los indígenas. La integración indígena al artiguismo
fue también consecuencia de ese respeto por el sentir y el pensar
de los pueblos originarios.
Baltasar Ojeda, guaraní- misionero, tal vez nacido en Paraguay,
peleó en la batalla de Las Piedras y, tres semanas después, junto
a Baltasar Vargas, dio el combate del Cordón, obligando la huida
del enemigo. Se integró al asedio de Montevideo en 1811. Luego
de haber participado en la toma de Paysandú, se sumó a quienes
cruzaron el río hacia Salto Chico y luego, al mando de su división,
se incorporaría al segundo sitio de Montevideo. También participó
en la “marcha secreta”, rebelión contra los desplantes de Manuel
de Sarratea, general del ejército bonaerense. Fue un guerrero de
absoluta confianza de Artigas.
En Salto Chico acamparon entre 16 y 20 mil personas, que
reflejaban el amplio abanico social y étnico de la Banda Oriental,
el del norte y el del sur del Río Negro. Está claro que no todos los
“redotaos” luchaban por lo mismo; que no era lo mismo el gran
estanciero que el esclavo africano liberado por haberse enrolado
o el charrúa que miraba de reojo a los criollos. Sus diferencias se
irían ahondando a medida que Artigas respaldó las ocupaciones
de tierras y su reparto entre “los más infelices”. La lucha por la
tierra profundizó la brecha hasta que “fueron quedando aquellos
que no podían zafar, o bien quienes encontraban allí un espacio
de esperanza”.103
103. Ana Frega, “Caudillos y montoneras en la revolución radical artiguista”,
tesis de doctorado para la Universidad de Buenos Aires, Instituto de Historia
Argentina y Americana, Buenos Aires, 15 de noviembre de 2002, pág 10.

···189
Los africanos en la Redota

Artigas ordenó levantar un padrón de los “redotaos”. Registró


unas 900 familias acampadas en Salto Chico. Veinticinco de ellas
eran dueñas de más de cinco esclavos cada una y tenían bienes
que promediaban los 700 pesos por persona. Eran la gente rica y
poderosa, una minoría que no llegaba al 3 por ciento. Entre ellos se
destacaba Pablo Perafán de la Rivera, padre de Fructuoso y Bernabé,
que viajó con siete carruajes y 16 esclavos. Era propietario de:

“campos en San José, desde Carreta Quemada hasta Chamizo


y desde el Arroyo de la Virgen hasta el Pintado, adquiriendo más
tarde dos estancias sobre el Río Negro: la de Rincón de Averías
y la de Arroyo Grande. Logró después, ya en los confines de la
provincia, los campos de San Luis y del Hospital. Se dice que todo
redondeaba las cien leguas cuadradas (unas 270 mil cuadras)”.104

Muchas de las actitudes futuras de sus hijos Bernabé y


Fructuoso tenían sus razones de ser:

“Alejandro Montiel no tenía mujer ni hijos, pero llevaba dos


carretas de pertenencias y 10 esclavos varones. Antonio Dopeso
llevaba 12 esclavos, y Pedro Palacios 15. Aquellos morenos
acarreaban leña, ordeñaban, lavaban, cuidaban los caballos y
cocinaban en cada alto del camino”.105

También estaba Martín Artigas, padre del Protector, que


marchaba con tres carretas y ocho esclavos. La riqueza y el poder
se medían por la cantidad de esclavos más que por las leguas de
campos que cada cual poseía.

104. Carlos Real de Azúa, op cit, pág 38.


105. Ana Ribeiro, op cit, pág 80.

190 ···
Según Carlos Machado,106 se contabilizaron 130 familias
dueñas de esclavos en cantidades menores a cinco y con bienes
por valor de 125 pesos por persona. Seguramente se trataba de
pequeños hacendados, artesanos y comerciantes que, aun así,
eran propietarios de esclavos.
Unas 450 familias, la mitad de las empadronadas, no tenían
ningún esclavo y sus posesiones andaban por los 50 pesos por
cada uno de sus miembros. Unas 270 familias, que constituían el
30 por ciento, no poseían esclavos ni bienes: nada. En el censo de
Salto Chico figuraban, en un padrón aparte, unos mil africanos
emancipados y 500 en calidad de esclavos. Es posible deducir
que más del 90 por ciento de los “redotaos” eran pobres o muy
pobres, no vivían de sus propiedades sino de su trabajo, fuera
esclavo o libre. El padrón marca diferencias sustanciales entre la
composición social del Movimiento de Mayo y la del artiguismo.
Se calculaba que otros 5 mil africanos quedaron entre los muros
de Montevideo y constituyeron, hasta el Grito de Asencio, el 20
por ciento de la fuerza de trabajo de la ciudad. La imagen icónica
del artiguismo lo vincula a los criollos descendientes de europeos,
pero la piel de los “redotaos” era tan oscura como la de las fuerzas
que vencieron en Las Piedras. El silencio que envuelve a la realidad
multiétnica del artiguismo redujo a una presencia decorativa de
los guaraní- misioneros, las tribus charrúas, minuanes y abipones
y los esclavos secuestrados en África, como si hubieran sido
vulgares acompañantes de una epopeya de criollos.
A principios de siglo, Ildefonso Pereda Valdés divulgó una
serie de ensayos de carácter antropológico sobre los aportes de la
comunidad africana a la cultura uruguaya. En 1965 culminó sus
análisis lingüísticos –sobre los términos africanos incorporados
al lenguaje cotidiano rioplatense– con el ensayo “El negro en el
Uruguay. Pasado y presente”, donde destacó la importancia que
tuvieron esos guerreros “pardos y morenos”, cimarrones o no, en
las campañas contra españoles y portugueses.

106. Carlos Machado, op cit, pág 37.

···191
Talón de Aquiles

El compañero Daniel Vidart hizo una semblanza del niño


Artigas al depositar en el Mausoleo de la plaza Independencia la
urna funeraria con los restos del jefe de los orientales, el 26 de
octubre de 2012:

“[…] se crió hasta los 14 años aquí, en Montevideo, entre


negros. Su ama de leche lo era y le cantaba canciones africanas para
hacerlo dormir. Negros esclavos tratados sin rigor, incorporados a
la familia, le contaban, al igual que hacían los ancianos de la tribu
africana a sus lejanos auditores, acerca de los pueblos de la selva
y sus costumbres, junto a la historia de los antepasados llenas de
mitologías asombrosas y sorprendentes. Sus íntimos y queridos
amigos eran cuatro niños de su edad: Gonzalo, los angoleños
Gerónimo y Francisco y el inteligente y cariñoso Joaquín […] Al
igual que el ‘tío’ Antonio que lo llevaba y traía de la escuela, el
africano ‘tío’ Peña cuando se enfrentó con Muesas en Colonia y
decidió incorporarse a la Revolución de Mayo, lo acompañó hasta
Paysandú juntando por el camino negros cimarrones que formaron
el primer ejército de la patria”.

No parece nada extraño que Artigas se haya criado entre


africanos: a fines del siglo XVIII la tercera parte de los habitantes
de Montevideo habían nacido en África o eran hijos de
africanos. Seguramente ocurrió lo mismo a la mayoría de sus
contemporáneos. También fueron africanos los guerreros que lo
escoltaron al cruzar el río Paraguay rumbo al exilio. Esos africanos
que, luego de la derrota de 1820 habían quedado sin otro lugar
donde refugiarse, fundaron los pueblos de Camba- Cuá y Laurelty,
verdaderos campos de refugiados.
Artigas no manifestó ninguna preocupación por que los
africanos esclavizados marcharan en la Redota al servicio de ricos
hacendados. Ni siquiera criticó el hecho en su correspondencia.

192 ···
Toleró sin comentarios que el censo allí levantado los contabilizara
aparte, aceptando de hecho la esclavitud. Un par de años
después, argumentando que los delegados orientales habían sido
rechazados por la Asamblea del año XIII, el artiguismo no aplicó la
declarada libertad de vientres. Tampoco la aplicaron los Pueblos
Libres, que no habían estado representados en la Constituyente.
En su ensayo “El negro en el Uruguay. Pasado y presente”,
Pereda Valdés destacó la importancia que tuvieron los batallones
de pardos y morenos en las campañas contra españoles y
portugueses. No sólo en el Ejército de los Andes sirvieron a una
causa que sintieron suya aunque no lo era. En 1816, cuando la
derrota ya se veía venir, 600 esclavos fueron emancipados de
apuro. El Cabildo de Montevideo pagó a precio de mercado para
no perjudicar el patrimonio de sus amos, que eran todos criollos.
Los africanos fueron uno de los componentes más importantes
de la fuerza militar del artiguismo, sin embargo, esa importancia
no se tradujo en definiciones políticas e ideológicas, algo que sí
ocurrió con los guaraní- misioneros. En el Reglamento de 1815, por
ejemplo, sólo eran beneficiarios los “negros libres y los zambos de
esta clase”. No figuraban los esclavos entre “los más infelices”. Se
argumentaba que los esclavos no podían ser sujetos de derecho y,
en consecuencia, no podían ser propietarios de tierras. Artigas ya
había roto todas las leyes sobre la propiedad, ¿podía ceder ante
este tipo de leguleyería?
De no haber sido interrumpido por la invasión portuguesa
de 1817, cabe suponer que, en algún momento, Artigas podría
haber tomado las medidas necesarias para abolir por completo la
esclavitud. Era la culminación lógica de las medidas de carácter
revolucionario que se tomaron en el período artiguista de
Purificación. Sin embargo, fue dual y poco clara la actitud política
de Artigas con respecto a los esclavos africanos. Tal vez lo haya
condicionado la necesidad de mantener el apoyo de los grandes
hacendados, todos ellos dueños de esclavos, cálculos pragmáticos
que lo insensibilizaron. El hecho es que Artigas no abolió la
esclavitud. ¿No quería que quedaran desamparados los esclavos

···193
ancianos, cuyos amos estaban obligados a mantenerlos cuando ya
no podían trabajar? Argumento banal, porque una ley artiguista
de abolición habría resuelto el problema con alguna forma de
pensión para los veteranos del trabajo esclavo.
Al tiempo que se proclamaba la igualdad, la fraternidad y la
libertad como principios políticos, se aceptaba con naturalidad
la esclavitud. Los criollos se creían con derecho a esclavizar a
indígenas y africanos y cada cual recogía migajas del tráfico de
esclavos. Artigas mismo pareció estar muy anclado en la ideología
esclavista. La hegemonía de esas ideas en la sociedad no lo exime
de responsabilidad individual, pero ayuda a explicar su doble
rasero.
Artigas no se hizo eco del grito de igualdad y libertad de
la revolución haitiana, ni del decreto de Carúpano (1816) con
que Bolívar consagró la libertad absoluta para las esclavas y los
esclavos. La solidaridad de Artigas se detuvo en la puerta de la
emancipación… ¿habría necesitado un empujón de Alexandre
Pétion como el que le dio a Simón Bolívar?

Los grandes hacendados

Los vecinos de la fortaleza de Santa Teresa prendieron


fuego a sus casas con todas sus pertenencias y luego marcharon
con sus familias hacia San José para incorporarse a la Redota.
Pequeños comerciantes –algunos de ellos urbanos, como el padre
de Lavalleja– y pequeños hacendados que, empujados por las
partidas españolas y la barbarie portuguesa, elegían sacrificar lo
ya obtenido e ir tras la promesa de una campaña mejor arreglada.
Un caso emblemático, que pintó claramente el estado de ánimo de
la población de la campaña al sur del Río Negro.
Las familias rodearon a José Artigas y sus 3 mil milicianos
cuando se retiraron del sitio de Montevideo. ¿Los atraía el tan
mentado carisma de José Artigas? No cabe menospreciar la
capacidad de esos vecinos para hacer el diagnóstico de la
situación que vivían, imaginar perspectivas y elegir un rumbo en

194 ···
consecuencia. Además de guaraní, africana y charrúa, la fuerza
político militar del artiguismo también estuvo constituida por la
población del sur. Los motivaban la desesperanza sembrada por el
virrey Elío y la esperanza de resolver sus apremios con el “arreglo
de los campos”, que sólo podían lograr bajo el alero artiguista.
Como surge del padrón de la Redota, desde el vamos se
sumaron algunos grandes hacendados criollos a la “admirable
alarma”, otros quedaron en la ciudad con los españoles –algunos,
incluso, emigraron a Europa– y un tercer grupo se subordinó
a las fuerzas de Rondeau. Lo más lógico y natural habría sido
que esos señores fueran enemigos declarados del artiguismo, al
estilo de Lucas Obes, Nicolás Herrera y Pedro Feliciano Cavia. Sin
embargo, a la mayoría los dominaban los mismos sentimientos
que, con mucha precisión, había descrito Mariano Moreno en su
representación ante el virrey Cisneros. Los grandes terratenientes
criollos que se sumaron al artiguismo, hartos de ser perjudicados
por los godos, estaban interesados en comerciar libremente con
los ingleses.107
También sintieron el picanazo de las medidas fiscales y
represivas del virrey. El paraguas del “bienamado Fernando VII”
–Artigas lo llamó así reiteradamente– les ofrecía ciertas garantías,
estaban convencidos de que sus privilegios serían respetados.
Carlos Machado108 señala que a estos latifundistas, “por su
condición de letrados”, Artigas les confió los cargos de diputados,
alcaldes y cabildantes, pero más a la corta que a la larga utilizaron
sus cargos para sabotear el reparto de tierras. Artigas intentó
navegar las aguas del pluriclasismo y mantener bajo el mismo
alero a los grandes terratenientes –sus amigos de infancia– y a los
condenados de la tierra. Entrañaba un contrasentido imposible
de superar: eran muy difíciles los acuerdos entre expropiados y
expropiadores. Ya se irían separando las aguas.

107. Carlos Real de Azúa, op cit, pág 67: “Se sabe, eso sí, que junto al Precursor
acudió el grueso de la clase dirigente estanciera, saladera y eclesiástica,
representada para la ocasión por las figuras de los Durán, García de Zúñiga,
Barreiro, Monterroso y muchos otros”.
108. Carlos Machado, op cit, pág 32.

···195
El cisma ideológico entre las burguesías y el sistema feudal,
general en la Europa occidental y cristiana, fue la base fundamental
de la integración de los criollos ricos a la Redota. El Movimiento de
Mayo se presentó como un conflicto para liberarse del monopolio
español, instituido por el absolutismo, y plegarse a las corrientes
burguesas modernas, al libre comercio liderado por Gran Bretaña.
Los mercaderes, latifundistas y burócratas criollos estaban muy
lejos de imaginar nada diferente al orden burgués que imperaba
en Europa; por el contrario, su urgencia se reducía a imponer, lo
más rápidamente posible –velocidad equivalía a violencia– el orden
hegemonizado por la burguesía británica. Aunque fueran grandes
terratenientes se afiliaban al liberalismo económico británico,
el despotismo ilustrado español y las ideas de las revoluciones
francesa y estadounidense.
En abril de 1813 se reunió el Congreso de Tres Cruces, en
el campamento de las fuerzas artiguistas del segundo sitio de
Montevideo. En la instancia varios grandes hacendados –como
Manuel Martínez de Haedo– fueron designados delegados a la
Asamblea Constituyente del año XIII con el beneplácito de Artigas.
De acuerdo con las instrucciones aprobadas por el Congreso, los
delegados de la Banda Oriental promoverían la declaración de la
independencia de las colonias; léase bien, se reclamaba mucho
más que la independencia de la Banda Oriental. Se sostuvo la
necesidad de una Constitución republicana y federal que uniera
toda la nación a la vez que mantenía la necesaria autonomía de las
provincias federadas. Los miembros de la elite montevideana, que
ya llevaban más de dos años en el proceso artiguista, compartían
esta visión que se plasmó en las Instrucciones del Año XIII, en las
que se podían adivinar influencias de la Revolución Francesa y de
la estadounidense. La decisión política de estos miembros de la
elite hizo de Purificación una montonera multiétnica y policlasista.
Ahí marcharon juntos, pero no entreverados, los Bauzá con
los guaraníes, los Rivera con el “Caciquillo”, García de Zúñiga
con José Culta, etcétera. Artigas hizo ingentes esfuerzos para
preservar la alianza entre los diferentes sectores sociales que se

196 ···
hicieron eco de la “admirable alarma”, pero al llegar las grandes
definiciones, siempre inclinó la balanza hacia abajo, como
demostró el incidente de Encarnación Benítez. Es que Artigas
se había suicidado de clase y sentía la justicia implícita en las
expropiaciones, pero los otros grandes hacendados, criollos como
él, nunca se suicidaron de nada y siguieron perteneciendo en
cuerpo y alma a la elite propietaria de la Banda Oriental. Artigas
se había despojado de la mentalidad de los latifundistas criollos
y adoptado una manera de sentir y de pensar mezcla de guaraní-
charrúa- gaucho- paisano trabajador. Veía las cosas desde las
antípodas sociales de los Rivera, los García de Zúñiga y los Bauzá.
A consecuencia de ello, se convirtió en objeto del odio de clase de
quienes lo habían amado hasta ese momento y que abandonaron
el barco rápidamente en cuanto olfatearon que la mano venía de
revolución agraria y mestiza.

···197
Capítulo 14. Los charrúas

En 1582, a los dos años de repoblada Buenos Aires, Juan de


Garay repartió a los indígenas de la zona entre los nuevos socios
fundadores, lo que era usual entre los invasores europeos. En el
acta de entrega dejó constancia de que Bagual, cacique querandí,
había sido “encomendado” para trabajar en beneficio de Cristóbal
Altamirano. Los suyos lo llamaban, en guaraní, Nimty, pero para
cristianizarlo sus esclavizadores lo nombraron Juan Bagual.
En 1599 fugó por primera vez hacia las pampas. Bagual
era parte del núcleo duro de la pobreza, los más excluidos de
todos, los irrecuperables, los que no se entregaron nunca. Los
empujaron hacia los espacios libres del sur porque se negaban
a ser repartidos y catequizados. Encerrados en su túnel sin
salida, Bagual y los suyos no tenían otra forma de sobrevivir
que “malonear”, asaltar estancias y pulperías para obtener los
alimentos, vestimentas, pólvora y caballos que necesitaban. La
moral de los “civilizados” europeos condenaba la violencia de los
malones, olvidando que desde 1492 ellos eran los responsables
de la barbarie que enfermaba al continente entero. La moral de
los “bárbaros” querandíes sentía el malón –un hecho violento,
sin duda– como la necesaria respuesta a la invasión. La condena
moral de los europeos fue recogida por la historia escrita, pero la
versión indígena, que explicaba el sentimiento de injusticia que
motivaba los malones, se perdió junto a las tradiciones orales.
Bagual fue atrapado y encomendado otra vez, pero nuevamente
logró escapar en 1604. Antes de fugarse descargó su bronca
con toda furia e incendió la capilla de la encomienda y mató a
media docena de guardias. Hasta que murió, Bagual se resistió a
ser esclavizado. Su historia ilustra el espíritu indomable de los
querandíes, el mismo que llevaban en sus genes los charrúas, sus
primos. La etnia llamada “pampa” por los españoles luchó por su
vida libre y autónoma durante 400 años.
198 ···
El éxito en sus correrías permitió a los querandíes reunir la
fuerza suficiente para atacar Buenos Aires. Las hazañas de Bagual
inspiraban terror a los invasores, que lo creían un demonio. En
1610, cercado por los españoles, cuando ya no tenía otra salida
posible, se rindió a Marín Negrón, gobernador de Córdoba, quien
dejó documentada su opinión: “estos bárbaros desnudos son más
fuertes y duros de domar que cuantas naciones hay en el mundo”.
Había un evidente dejo de admiración en la opinión del también
guerrero Marín. La vida de Bagual fue un permanente fugarse, ser
perseguido, apresado y sobrevivir: un emblema de la resistencia.

Baguales

La domesticación del caballo fue uno de los grandes


acontecimientos en la historia humana, proporcionó medio
de transporte, fuerza de tiro para arar y para cargar, alimento
proteínico y una poderosa arma de guerra. ¿Cuántas grandes
hazañas se lograron gracias al caballo? Los caballos hicieron
posible la ocupación relámpago del continente, infundían mucho
más terror que los mosquetes y las armaduras. ¡Fueron los tanques
de la blitzkrieg española! Sin embargo, una vez pasado el susto,
los pámpidos se hicieron amigos del caballo y se transformaron
en los mejores y más veloces jinetes.
Cuenta la leyenda que los querandíes eran tan veloces que,
para cazar los venados y los ñandúes, corrían hasta alcanzarlos.
No obstante esto, los guerreros que peleaban a pie contra los de
Mendoza ya eran una verdadera caballería pampa cuando llegó
Juan de Garay. El caballo de los invasores se transformó en arma
de los invadidos para resistirse. Un par de siglos después, el relato
de Lucio V Mansilla describió gráficamente la simbiosis entre el
indio y su caballo:

“Para ganar tiempo y dar más alivio a mis cabalgaduras,


mandé mudarlas. Los indios no echaron pie a tierra. Tienen la
costumbre de descansar sobre el lomo del caballo. Se echan como

···199
en una cama, haciendo de cabecera del pescuezo del animal, y
extendiendo las piernas cruzadas en las ancas, así permanecen
largo rato, horas enteras a veces. Ni para dar de beber apean;
sin desmontarse sacan el freno y lo ponen. El caballo del indio,
además de ser fortísimo, es mansísimo”.109

La casi totalidad de los testimonios cuenta que, al evacuar la


primera Buenos Aires, de apuro y hostigados por los querandíes,
Diego de Mendoza y los suyos no pudieron llevarse cinco
yeguas y dos caballos que, en el apuro de la fuga, quedaron
abandonados a la buena de Dios. Medio siglo después, cuando
Juan de Garay fundó nuevamente la ciudad, esos animales se
habían reproducido y eran una respetable caballada silvestre.
Contribuyeron a aumentarla los ejemplares que vinieron de
Chile, cruzando los Andes hacia las praderas, sobrevivientes a la
muerte de sus jinetes en las batallas entre indígenas y españoles.
Félix de Azara escribió, admirado: “Los caballos cimarrones viven
en todas partes, en tropas tan numerosas que no es exageración
decir que algunas se componen de 120 individuos”.110
Salvador Canals Frau,111 antropólogo español radicado en
Buenos Aires, explicó que según “una arraigada costumbre”,
el nombre del cacique Bagual se hizo extensivo a los indios
querandíes, a quienes los españoles llamaron baguales. El nombre
identificaba un modo de vida:

“este continuo estar alzado, esta preferencia indómita por la


libertad de las pampas que muestran tener los indios […] como el
ganado cimarrón demostraba la misma pasión, nada más lógico
que admitir como muy probable que el nombre que los españoles
dieron a la indiada alzada pasara poco a poco a designar también
al ganado libre que estaba en la misma situación”.

109. Lucio V Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles, citado por Fabián
Corral B: Jinetes y caballos, aperos y caminos, Trama, Quito, 2014, pág 154.
110. Félix de Azara, “Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos
del Paraguay y el Río de la Plata”, citado por Fabián Corral B, op cit, pág 146.
111. Citado por Fernando Assunção en su libro El gaucho, Imprenta Nacional,
Montevideo, 1963, pág 54.

200 ···
Dámaso Antonio Larrañaga, presbítero de Montevideo, que a
veces lograba hacer a un lado sus prejuicios, en febrero de 1813
reconoció con cierto deslumbramiento que

“su natural coraje y admirable destreza como jinetes hicieron


de charrúas y minuanes señores en todas las gamas de la caballería
ligera, especialmente en cuanto atañe a operaciones de guerrilla
y descubierta. Nadie como ellos para espiar los movimientos del
contrario, desordenar sus cuadros con un ataque sorpresivo, o
removerlo de posiciones ventajosas para atraerlo a una emboscada,
en las que eran verdaderos maestros”.

Los querandíes sentían el llamado ancestral de la vida libre y


aborrecían que los disciplinaran para enriquecer a un encomendero.
No menos indomables eran sus primos charrúas, que para no
someterse cruzaron el Uruguay hacia la banda oriental, que los
españoles bautizaron de los “indios bravos”. Los charrúas fueron
baguales, símbolo de su porfiada rebeldía al invasor. En homenaje
al espíritu de resistencia que caracterizó a Nimty y su tribu, las
caballadas cimarronas de las pampas pasaron a ser conocidas
como la “bagualada”.

La “guerra de los charrúas”

“Inauditos desastres dignos de ocultar a los oídos píos de


Vuestra Excelencia se han cometido por los faeneros que tuvo a
su cargo don Manuel Sáenz del Cerro en aquella infeliz parte de
pueblos que, aunque salvaje, goza de las prerrogativas y derecho
de la naturaleza y de gentes. Sus pueblos y tolderías, no una sino
muchas veces, fueron dados al fuego y el saqueo y asesinados sus
ocupantes como las reses en el matadero. La mayor parte de la
ancianidad de ambos sexos entregó la cerviz al cuchillo y fiereza
de una turba de hombres desprendidos de los sentimientos de
humanidad; y la juventud fue dispersa y condenada al cautiverio
de la arbitrariedad caprichosa. Estos hechos, señor excelentísimo,

···201
dieron motivo a que minuanes y charrúas formasen un cuerpo y
plantasen sus tolderías en la situación ventajosa que les ofrece el
seno o rinconada que forma el arroyo que se denomina Mataojo
con el Arapey, sobre las costas del río Uruguay, distante de las
estancias fronterizas del Río Negro como doce leguas; allí,
abroquelados y quejosos de la iniquidad, parece que en día usaron
de la misma, sorprendiendo y asesinando a cuantos pudieron en
algunas vaquerías que habían ido a recoger ganado.”112

Este relato, firmado por un tal Bernardo Suárez en un informe


dirigido al virrey Olaguer y Feliú, hace recordar la matanza de
vietnamitas llevada cabo en la aldea de My Lai por el ejército
estadounidense. Además Suárez dejó constancia de que los
charrúas se habían refugiado en la zona de Arerunguá y que, tras
las agresiones y ataques que sufrían, se escondía la avidez de los
estancieros por adueñarse de tierras y ganados.
Fundamentando la necesidad de ocupar por la fuerza las 86
leguas cuadradas de Yapeyú, el capitán de blandengues Jorge
Pacheco preguntaba:

“¿De qué le sirve al indio tener formidables estancias si él,


aunque mate abundante y venda con estimación las pieles, sólo
come carne de toro sin sal y anda toda la estación del año en
camisa y calzoncillo de algodón burdo, fabricado en sus mismos
telares, llevando sobre tal ropaje un poncho de los que llaman en
el país vicharaz, cuyo precio es de diez o doce reales y cubriendo
la cabeza con un gorro de hilo, si es que él o su mujer lo teje?”113

Inmunes al fetichismo que todo lo convierte en objeto que se


compra y se vende, quedaba claro que los indígenas no podían
convertirse en motor del mercado. Más adelante Pacheco proponía

112. Eduardo Acosta y Lara, La guerra de los charrúas, citado por Carlos Maggi
en Artigas y el Caciquillo, págs 71- 72.
113. Carlos Maggi, op cit, pág 86.

202 ···
despojarlos de sus tierras y, si se oponían al desalojo, exterminarlos.
Clara lógica la de Pacheco: si no sirve al capital, ¿qué sentido tiene
la existencia?
Un escrito del virrey Olaguer y Feliú matizaba los dichos de
Pacheco:

“Los citados minuanes y charrúas que se encuentren en


disposición de poder invadirnos, deben ser tratados como enemigos
respecto a sus hostilidades, que obligaron a este superior gobierno
a despachar una expedición para escarmentarlos. Pero a los que se
rindiesen o se hallasen en sus tolderías sin preparativos que hagan
conocer su disposición a invadirnos [paradoja de la dialéctica
imperial: los charrúas tratados como invasores de su propio
territorio], no han de tratarse con rigor y sólo sí ha de intimárseles,
bajo las más serias conminaciones, a que se abstengan de toda
hostilidad contra nosotros que no procuramos ofenderlos, sino
que nos obligan a ello con sus invasiones y robos”.

Era clara la alternativa planteada a los charrúas: debían rendirse


para ganarse la tolerancia de los godos o serían masacrados por
continuar oponiéndose a la obra civilizatoria de Europa. Los
funcionarios liberales del Virreinato, como Félix de Azara, creían
posible convencer a los charrúas de que aceptaran, pacífica y
tranquilamente, trabajar por la fuerza en las encomiendas.
La amenaza de exterminio provocó la reacción de los indígenas
y, a fines de 1797, se produjo el levantamiento desesperado que
Eduardo Acosta y Lara tituló “la guerra de los charrúas”. Como
las llamadas “guerras guaraníticas”, la de los charrúas no fue una
guerra sino una violentísima campaña de exterminio, de ataques
despiadados a las tolderías, asesinatos de niños, mujeres y
ancianos, destrucción de sus pertenencias y venta como esclavos
de los sobrevivientes. Todo lo demás suena a excusa hipócrita.
El ejército español descargó el fuego de sus cañones y sus
fusiles sobre los indígenas armados con flechas y bolas. Una
confrontación demasiado desigual y una resistencia heroica. En

···203
agosto de 1798, el teniente coronel Francisco Rodrigo, al mando de
una fuerza muy bien pertrechada y entrenada en Yapeyú, infligió
a los charrúas una terrible derrota, mataron a 300 guerreros y
tomaron prisioneros a casi 150. La tercera parte de la población
total. Faltaba poco más de una década para la Redota y la alianza
con los charrúas contra los españoles, el enemigo común. Al
mantener impune el genocidio sufrido por los charrúas, la historia
escrita en versión europea transformó en héroes a los victimarios
y hundió en el olvido a las víctimas verdaderas, sólo recordadas
por algunas minorías.

Paysandú, Belén y Daymán

La aparición de Paysandú en la historia escrita se remonta


al año 1607, cuando los capitanes de Hernandarias eligieron el
lugar para armar unos ranchos muy precarios donde descansar
en sus viajes a Santo Domingo de Soriano. Se volvió lugar de
paso obligatorio, tanto para quienes bajaban por el Uruguay en
balsas, como para los que atravesaban el río a caballo. En 1752,
familias indígenas que venían huyendo desde la Misión de San
Borja, fijaron su domicilio en Paysandú. Aunque los guaraníes no
precisaban que los dirigiera ningún sacerdote, la leyenda atribuye
la fundación al franciscano Policarpo Sandú, a quien, según
cuentan algunos, los guaraníes llamarían Pay Sandú. A fines del
siglo XVIII ya había 22 familias viviendo en ranchos de cuero y paja.
Hasta 1802 Paysandú dependió administrativamente de Yapeyú.
Hacia 1811, Paysandú estaba habitada por unas 1.100
personas, tres cuartas partes de las cuales eran de origen guaraní.
Una partida de 200 “tranquilizadores” a las órdenes del hacendado
y militar español Benito Chaín, mantenían aterrorizado al “pueblo
de indios”: un enclave español en el mundo guaraní- misionero.
Dada la ruta de la Redota hacia Salto Chico, Paysandú significaba
un flanco abierto al enemigo. Por consiguiente, Artigas encargó la
misión de tomar Paysandú a las milicias comandadas por Carranza
y apoyados por 28 charrúas cuyo cacique era Manuel Artigas,

204 ···
llamado Caciquillo, hijo del caudillo. El poeta Bartolomé Hidalgo,
que había sido empleado de Martín Artigas en 1803 y había peleado
en Montevideo contra la agresión británica, se integró al sitio de
la ciudad y luego fue en la expedición a Paysandú como secretario
de Carranza. Bartolomé redactó el parte militar sobre la operación
que fue enviado a la Junta bonaerense y que figura en sus obras
completas. A las fuerzas de Carranza y Caciquillo se agregaron los
Voluntarios de Tacuarembó al mando de Baltasar Ojeda. Paisanos,
criollos, guaraníes, charrúas y el trovador popular, el contingente
que tomó Paysandú era fiel reflejo de la composición multiétnica
del artiguismo.
El 8 de octubre de 1811, cuando se aproximaron las fuerzas
artiguistas, Chaín se retiró apresuradamente hacia la margen
oeste del río Uruguay, arrastrando por la fuerza a muchos vecinos
sanduceros, cuyas casas, tiendas y pulperías había saqueado
antes. Unido con Luis Larrobla, Benito Chaín organizó una de
las más sanguinarias “partidas tranquilizadoras”, especie de
paramilitares que asolaron en aquellos tiempos la Banda Oriental.
Coronó su carrera de terrorista al servicio de la Cisplatina violando
mujeres, asesinando niños y quemando las casas de los paisanos
beneficiados por el reparto de tierras.
El informe de Hidalgo no fue la única referencia documentada
acerca de la intervención charrúa en la Redota. Carlos Maggi114
recogió del Archivo Artigas varios partes portugueses que
historian las derrotas sufridas a manos de la milicia multiétnica
artiguista. Informan que dos meses después de la toma de
Paysandú un cuerpo artiguista de mil hombres, de los cuales
452 eran charrúas, atacó sorpresivamente a los portugueses
acantonados en pueblo Belén, una acción que sirvió para reforzar
el esquema de seguridad de la Redota. Con esta acción militar,
Artigas estaba violando deliberadamente el armisticio firmado
por Buenos Aires y el virrey Elío.

114. Carlos Maggi, Artigas y el Caciquillo, Fin de Siglo, Montevideo, 2006, pág 32.

···205
Según consta en los detallados informes de los portugueses,
el 11 de junio de 1812 infligieron una tremenda derrota a los
charrúas en los montes del Daymán. Les mataron unos 60
guerreros en el combate, otros 66 fueron hechos prisioneros y
luego repartidos como esclavos entre los oficiales del vencedor.
Los portugueses se apoderaron de unos 3 mil caballos y yeguas y
quemaron todos los ranchos. En Daymán pelearon valientemente
hasta morir los caciques Moreira, Gaspar y Mesalana, fue mucha
sangre charrúa la derramada luchando contra Portugal. El coronel
Joaquín D’Oliveira, jefe de la fuerza portuguesa, reconoció: “Según
nuestros soldados más valientes, si los indios hubieran tenido
tiempo de llegar a sus caballos, pocos de nosotros hubiéramos
escapado de esa batalla”.115 El militar admiraba el valor y la
combatividad de los charrúas.

La alianza

En sus “Apuntes varios sobre charrúas”, anotó el general


Antonio Díaz: “En el año 1811 hicieron una especie de paz y alianza
con el general Artigas, a quien tenían respeto, ofreciendo pelear
contra los realistas”.116 En marzo de 1812, al hacer un relevamiento
de los efectivos artiguistas, el capitán Antonio Laguardia informa
a la Junta de Paraguay que contabilizó “cuatrocientos indios
charrúas armados con flechas y bolas”.117
Otros documentos complementan la información:

“Hay un establecimiento regular y público de los charrúas


junto a las fuerzas de Artigas: están, alternativamente, de uno y del
otro lado del río Uruguay; espían toda la zona; sostienen combates
contra los portugueses; consiguen ganado (vacas para alimentar a
las tropas y a las familias; y caballos que son, por todo el tiempo

115. Ibid, pág 41.


116. Citado por Eduardo Acosta y Lara en La guerra de los charrúas, Linardi y
Risso, Montevideo, 1989, pág 2.
117. Ibid, pág 3.

206 ···
de la revolución, la principal máquina de guerra); el número de
guerreros charrúas, oficialmente registrados, es de 450”.118

A principios de 1811, apenas sonada la “admirable alarma”,


Artigas escribió al gobernador de Corrientes:

“[…] yo deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por


sí, para que cuiden de sus intereses como nosotros de los nuestros.
Así experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado
de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que
ellos tienen el principal derecho, y que sería una degradación
vergonzosa, para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión
vergonzosa que hasta hoy han padecido, por ser indianos”.119

Paysandú, Belén y Daymán evidenciaron la existencia del


acuerdo, pero se abrieron varios interrogantes: ¿los charrúas
dieron la vida sólo para defender la Redota, o era un acuerdo de
mutua conveniencia? ¿Lo hacían para recuperar lo que antes les
pertenecía por derecho natural?
Cerca de la quinta parte de los guerreros charrúas dieron
la vida protegiendo a las familias de la Redota, un caso único y
excepcional en las guerras de independencia de América Latina.
Carlos Maggi se preguntó por qué los charrúas estuvieron
dispuestos a tamaño sacrificio:

“¿Qué interés, qué sentimiento, qué esperanza, que


extraña adhesión motiva a las tribus infieles para presentarse
así? No hay un solo ejemplo similar en toda la revolución
americana. Hubo sí, levantamientos indígenas contra la
opresión que los esclavizaba. Pero este no es el caso de los
charrúas que son cazadores, nómades y, por consiguiente,
libres. Los charrúas no vienen a pelear contra sus tiranos,

118. Carlos Maggi, op cit, pág 35.


119. “Carta al Cabildo Gobernador de Corrientes”, citada por Roberto Ares Pons
en José Artigas, conductor rioplatense 1781-1820, UNAM, México, 1979.

···207
vienen a pelear a favor de un amigo que los llama. ¿Cómo se
explica semejante influjo personal?”.120

Ofrendar la vida de esa manera no podía obedecer


simplemente a influjos personales. La alianza fue posible porque
Artigas les reconocía “el principal derecho”, su derecho a ser
soberanos y gobernarse a sí mismos, a decidir sobre sus propios
asuntos. Sostuvo que debían ser emancipados del inhumano
“estado de aniquilamiento” a que estaban sometidos, convicción
que, paradójicamente, no extendió a la situación de los africanos.
Asumió la responsabilidad de los españoles por la degradación y
exclusión de los indígenas, ideas todas ellas que causaban escozor
en las mentalidades racistas del Plata. En realidad, implícito en las
misivas de Artigas, aparecía el planteo de una solución multiétnica
a la cuestión indígena.
Con Artigas se desarrollaron convergencias políticas labradas
en décadas de práctica social en común. No sólo con Artigas,
sino con cientos de “hombres sueltos”. En algún momento los
charrúas percibieron que los “redotaos” abrían un espacio a sus
esperanzas. Encontraron en Salto Chico una forma de lucha que
les prometía escapar del brete sin salida. Es tiempo de reconocer
que los charrúas poseían la capacidad intelectual suficiente para
decidir dónde les apretaba el zapato e identificar a sus enemigos.
A días de comenzar el cruce hacia Salto Chico, el 2 de noviembre
de 1811, Artigas señaló en carta a Carranza: “La reunión de los
indios bravos es de primera necesidad y yo espero que usted, de
cualquier modo, me envíe algún cacique, acompañado de diez
o doce indios, para que trate conmigo”. En la segunda carta,
expedida el mismo día, ordena clara, concisa y concretamente a
Carranza: “Auxiliará usted a la mayor brevedad a mi Caciquillo,
dándole orden de partir para los indios bravos, a fin de que éstos
nos auxilien con sus brazos en una causa que también es la suya;
para ello aconsejará usted de mi parte al Caciquillo. Emplee
cuantos medios considere usted razonables”.
120. Carlos Maggi, op cit, pág 31.

208 ···
La necesidad de victoria era el interés compartido, pero la
base de esa alianza indisoluble surgía de una manera de sentir en
común, como expresó un año después, en setiembre de 1812, en
su tercera misiva a Carranza, que pidió entregar en mano propia
a Caciquillo:

“Cuando tengo el gusto de hablar al noble cacique don Manuel


Artigas, lo hago con toda la satisfacción que me inspiran sus dignos
pensamientos. Yo estoy seguro de estar siempre con vos, así como
vos debéis siempre contar conmigo. Nada habrá capaz de dividir
nuestra unión y, cuando los enemigos se presenten al ataque,
nos verá el mundo ostentar nuestra amistad y la confianza que
mantenemos. Yo estoy convencido de tus buenos sentimientos;
por ello y por las demás condiciones que te adornan, será siempre
un amigo tuyo y de los que te siguen, tu padre, José Artigas”.

Artigas reconocía públicamente la paternidad del cacique.


A partir de estas expresiones, Maggi afirma que Artigas mismo
se había transformado en charrúa. Si el vínculo entre ambos fue
parental o no lo era, parece polémica irrelevante, lo trascendental
era la coincidencia ideológica y de sentimientos que hizo posible
la alianza política.

La “marcha secreta”

La posesión de una buena y numerosa caballada era un


elemento decisivo en el arte de la guerra del siglo XIX, y lo fue
hasta la invención del uso militar del motor a combustión.
Por consiguiente, una parte sustancial de cualquier plan de
operaciones militares consistía en apropiarse de los caballos del
enemigo, a fin de dejarlos sin movilidad ni transporte. Para el
“muerde y huye” de los movimientos guerrilleros era esencial la
posesión y el mantenimiento de grandes caballadas, lo que podía
determinar la diferencia entre la victoria y la derrota. Ello explica
la importancia de los charrúas en la guerra de recursos, gracias

···209
a sus habilidades como domadores de caballos, que hicieron
posibles victorias asombrosas del artiguismo.
En mayo de 1812 partió desde Buenos Aires hacia el litoral
norte un ejército de 2 mil hombres, comandado personalmente
por Sarratea, entonces presidente del Triunvirato. La idea del
gobierno porteño era que el triunviro, uno de los artífices del
acuerdo con el virrey, sustituyera a Artigas en el mando de las
fuerzas acampadas en Salto Chico, poniendo punto final a la
indisciplina de los “redotaos”. No habían preguntado a Artigas
si estaba de acuerdo en ser relevado, ni a sus huestes si querían
cambiar de mando. Como temía el choque frontal, Sarratea
se instaló a una legua del campamento artiguista y desde allí
comenzó a tejer una red de intrigas dirigida a debilitar el prestigio
de Artigas y desautorizarlo ante los suyos. Logró atraer algunos
capitanes artiguistas con conspiraciones y promesas: en todo
proceso histórico de los pueblos han existido individuos de poca
firmeza en sus compromisos. En una carta que envió a Otorgués,
Sarratea lo instaba abandonar al “traidor” Artigas. Esa vez el tiro
salió por la culata, porque Otorgués entregó la carta a Artigas,
informándole de la felonía.
Las maquinaciones de Sarratea llegaron a su fin la noche
del 16 de enero de 1813, cuando le robaron 2.700 caballos y
700 bueyes… ¡inmovilizaron su ejército! Una derrota inesperada
y espectacular. Los ladrones tuvieron la habilidad de arrear el
ganado tan silenciosamente que los guardias siguieron durmiendo
tranquilamente, no hubo alarma alguna en el campamento
porteño y los vencedores no dispararon una sola bala. ¿Quién
podía haber concretado tamaña proeza del abigeato? La hipótesis
más plausible la atribuye a los charrúas, los únicos capaces de
semejante hazaña.
Después de que Sarratea quedara en ridículo, José Artigas
y unos 5 mil combatientes emprendieron la marcha hacia
Montevideo, ladearon el campamento porteño y se incorporaron
al sitio ya iniciado por José Culta y su regimiento. Marcharon
también Baltasar Ojeda con la Segunda División de Caballería con

210 ···
254 plazas y Caciquillo con una partida de unos 100 charrúas.
El bastión español quedó a punto de caer bajo dominio del
Protector de los Pueblos Libres, lo que desesperó a los mercaderes
en ambas orillas del Plata. De ninguna manera podían permitirlo. El
11 de febrero de 1814 un decreto de Gervasio Posadas, presidente
del Directorio, declaró traidor a Artigas y puso precio a su cabeza.
Apostaban a provocar la división que no había logrado Sarratea.
Artigas se vio ante una disyuntiva muy difícil de resolver
correctamente. Si permanecía en el sitio, convalidaba de hecho la
infamia de que era objeto, pero si emprendía una nueva “redota”
retrocedía dos casilleros y desarticulaba las fuerzas sitiadoras
que tenían la victoria en el bolsillo. Entonces decidió retirarse del
campamento en completo silencio, sin avisar a nadie, vestido de
paisano y armado de lanza. Fue la “marcha secreta”.
José Rondeau informó al gobierno porteño:

“El coronel don José de Artigas ha desaparecido de este


sitio en la noche del 20 del corriente, y tras él han desfilado el
Regimiento de Blandengues y un piquete de caballería patriótica,
más la división del mando de don Fernando Torgués, que cubría
el punto del Cerro y que en la misma noche abandonó su puesto,
llevándose un cañón de a cuatro que tenía, etc, etc”.

También se esfumaron del sitio Baltasar Ojeda y Manuel


Artigas y… los casi 3 mil caballos de Sarratea.
Días después, al frente de unos 2 mil hombres, en su mayoría
guaraní- misioneros, Baltasar se hizo fuerte en Belén, un enclave
que impedía a los porteños cruzar el río Uruguay hacia la estancia
de Arerunguá, donde Artigas había instalado su comandancia.
Caciquillo oficiaba de enlace entre Ojeda y el jefe de los orientales.
El entramado militar de Artigas estaba constituido principalmente
por las milicias guaraní- misioneras, la caballería charrúa y la
infantería africana. Con la “marcha secreta” y la instalación en
Arerunguá, Artigas reasumió el control político del norte del Río
Negro.

···211
Nacida bajo el ala del Movimiento de Mayo para intervenir en la
guerra civil contra los españoles europeos, la lucha del artiguismo
fue cambiando de carácter a medida que se sumaban aliados y los
enemigos se iban definiendo. Quedaron a un costado los grandes
hacendados criollos y se consolidó la alianza con indígenas y
africanos quienes, como no sabían leer ni escribir, expresaron
su pensamiento a punta de fusil haciendo la guerra a españoles,
portugueses y porteños indistintamente. El artiguismo terminó
siendo el instrumento de lucha de los más infelices. ¡Cómo no
iban a defeccionar los criollos dueños de esclavos si la montonera
multiétnica les ocupaba sus grandes propiedades!
La alianza artiguista caminaba tras un horizonte de pacífica
convivencia entre indígenas, africanos y criollos. Su utopía
multiétnica nunca habría conducido a la sangrienta matanza de
Salsipuedes, al arreo masivo de guaraníes hacia Bella Unión ni
al apartheid racista de los africanos en Montevideo. Ese mismo
horizonte de respeto étnico hizo posible que muchos criollos
pobres se incorporaran a los levantamientos de Túpac Amaru
y Túpac Katari, impulsó la participación de los jesuitas, muy
politizados e ideologizados, en la resistencia guaraní al genocidio
y, finalmente, atrajo a los curas y gauchos de origen criollo hacia
el multicolor artiguismo. Tal vez expresaran sus puntos de vista
de manera diferente, con las limitaciones propias de su cultura y
su lenguaje, seguramente no habían desarrollado las finezas de la
razón cartesiana, pero como tenían lóbulo frontal e hipotálamo,
eran capaces de proyectar el futuro, de imaginar horizontes y
caminar hacia ellos… ¿o se los seguirá percibiendo como incapaces
de elaborar sus propias ideas en respuesta a las persecuciones
que sufrían?

212 ···
Capítulo 15. “Los hombres malos”

José Culta era un paradigma de la mentalidad gaucha. Abandonó


la “vida suelta” para enrolarse con Artigas en los Blandengues, en
1811 se levantó en armas, peleó en Las Piedras y marchó con la
Redota. Llegado al Salto Chico, un día se “desconchabó”, como
solía hacerlo en las vaquerías, y volvió a soltarse por esos campos,
matrereando libremente. En esos andares se le ocurrió tomar por
asalto la estancia de los García de Zúñiga, creyendo que Tomás
compartiría gustoso algo de su fortuna con los compañeros de
lucha. De cierta manera Culta expresaba el ánimo igualitario de la
montonera.
Sin embargo, García de Zúñiga, que no se destacaba por su
generosidad ni por ser muy remilgado, tomó prisionero a José y
lo envió detenido a Salto Chico. Allí Culta hizo acto de contrición
con Artigas, pidió las disculpas de rigor y fue absuelto. Pese a
su intención de delinquir contra la propiedad de un afamado
artiguista, la conducta de Culta no pareció tan terrible al caudillo
ni un crimen digno de ser castigado. En el conflicto con uno de
los más “decentes y principales”, Artigas se inclinó a favor de uno
de los “bandidos sociales”, todo un mensaje político a los más
infelices, sin dudas.
Luego del incidente, Artigas confió a Culta el mando de
200 milicianos. Fue el contingente que restableció el sitio de
Montevideo en octubre de 1812, al año de iniciada la Redota. En un
acto simbólico, que sintetizaba los sentimientos del artiguismo, el
gaucho José Culta enarboló la bandera de Belgrano frente a las
murallas montevideanas. Por muy gaucho que fuera, no dejaba de
hacer gestos muy políticos y de signo opuesto a los que hacían los
politizados pueyrredones y rivadavias.
Recién 20 días después llegaría José Rondeau para formalizar
el sitio, con ejército regular, general al frente y con el beneplácito
del gobierno de Buenos Aires. En la batalla del Cerrito, al mando
de Rondeau, las fuerzas artiguistas derrotaron a los españoles.

···213
Desde entonces, el barrio es conocido como Cerrito de la Victoria.
Dado el coraje demostrado en dicho combate, José Culta fue
ascendido a capitán por Rondeau. No defraudó la confianza de
Artigas.

Fernando Otorgués

Otro guerrero indómito. Experto jinete, hábil tropero y muy


bueno arrojando boleadoras y lazo, trabajó en el campo desde
chiquilín. Anduvo de “vida suelta” y después se hizo blandengue,
acompañando a Artigas, su pariente. Años más tarde, junto a sus
hermanos y con el grado de sargento de milicias, peleó contra
los ingleses en Buenos Aires. Formó en la caballería que rechazó
el desembarco británico en el Buceo. Aparentemente cansado de
tanta guerra, se desmovilizó y entró a trabajar de mayordomo en
la llamada Estancia del Rey, en el Rincón del Cerro.
Allí lo sorprendió la “admirable alarma”. Fue uno de sus
principales agitadores y organizadores. Formó la División de
Dragones de la Libertad con sus vecinos del Pantanoso, Miguelete
y el Cerro. Después de la batalla de Las Piedras, su contingente
llegó a tener 800 combatientes, muestra de que había ganado la
confianza de los paisanos. Con el paso del tiempo y de los tiros
tirados, fue llamado a asumir responsabilidades cada vez mayores.
Durante el sitio de Montevideo, Artigas le encomendó cabalgar
los 800 quilómetros hasta la ciudad de Santo Tomé, en Misiones
Orientales, para defenderla de los portugueses. Por su capacidad
en el combate, la Junta de Buenos Aires lo designó comandante
del Escuadrón de Voluntarios Arerunguá, con el cual fue abriendo
camino a la Redota.
Al mando del Regimiento Dragones de la Libertad, Fernando
Otorgués integró la fuerza que sitió por segunda vez a Montevideo.
Una noche de enero de 1814 se fue con Artigas, custodiándolo
en la “marcha secreta” a Arerunguá. Después regresó al sur para
hacerse cargo de las fuerzas sitiadoras artiguistas. A fines de
junio de 1814, después de las victorias del almirante Guillermo

214 ···
Brown en Juncal y el Buceo, con la población sitiada agotada por
el hambre, la sed y la peste, Gaspar de Vigodet decidió capitular
ante los sitiadores. Unos 5.200 soldados comandados por Carlos
de Alvear entraron al reducto hispánico.
Las garantías estipuladas en la capitulación fueron
rápidamente desconocidas por Alvear, que tomó prisionero
a todo el mando español y se apoderó de barcos mercantes,
armas, cañones y esclavos. Impuso contribuciones de guerra a
los españoles. Orondo por la victoria, Alvear se sintió tentado
de extender sus dominios al resto de la Banda Oriental y, para
concretar su ambición, decidió hacer la guerra a Artigas.
Para comenzar, atacó por sorpresa a Otorgués, que estaba
acampado en Las Piedras. Los orientales debieron retirarse hacia
Aiguá para reorganizarse, pero en octubre, en Marmarajá sufrieron
otro duro golpe a manos de los porteños, esta vez comandados
por Manuel Dorrego. Fernando Otorgués debió replegarse hacia
Rocha, a la frontera con Brasil.
Entusiasmado, Dorrego cambió de objetivo y cruzó el Río
Negro con la idea de atacar por sorpresa el campamento de
Arerunguá y resolver definitivamente la cuestión. Sin embargo, el
10 de enero de 1815, a orillas del arroyo Guayabos, que desemboca
en el Arerunguá, siguiendo las órdenes de Artigas, unos 1.500
milicianos encabezados por Rivera121 infligieron una derrota
mayúscula a los soldados de Dorrego. Se liquidó el proyecto de
Alvear, quien, para evitar nuevos percances militares, el 25 de
febrero de 1815 entregó las llaves de Montevideo a las tropas
orientales de Fernando Otorgués.
Antes de replegarse a la vecina orilla, Alvear saqueó la ciudad,
se llevó 17 barcos grandes y más de 80 pequeños, cargados con
todo lo que pudo: esclavos, muebles, ventanas, cientos de cañones,
miles de fusiles, pólvora, sacos de café, etcétera. Dinamitó
las Bóvedas –el polvorín español–, donde murieron unas cien
personas. Rapiña y asesinato, la marca del demonio en la frente
de Alvear, el masón del discurso liberal y progresista, agente del
Foreing Office.

121. Washington Lockhart, Rivera tal cual era, Imprenta Dolores, Dolores, 1996.

···215
Fernando Otorgués fue recibido con las solemnidades del
caso por el Cabildo de Montevideo y su recién elegido alcalde
mayor, Tomás García de Zúñiga. El idilio duró el tiempo que
demoró en publicar un bando prohibiendo a los españoles toda
actividad política, so pena de fusilamiento. Se echó a perder
del todo cuando comenzaron las expropiaciones y repartos de
estancias, ordenadas por Artigas seis meses antes de promulgar
el Reglamento de Tierras.
Interesa la opinión de Carlos Real de Azúa:

“En el centro de la pugna aparece Fernando Otorgués, uno de


los ‘hombres malos’ de nuestro pasado, uno de los calumniados
de nuestra historia, cuya leyenda de crueldades forjada por la
clase alta montevideana sobrevivió tenazmente a la reivindicación
de Artigas y el paso de la ‘leyenda negra’ a la ‘leyenda celeste’.
Hombre de algunos posibles, con estudios suficientes como para no
poder hacer de él un ‘bárbaro’, vinculado familiarmente a Artigas,
Otorgués constituyó el blanco tras el cual ocultó el patriciado
comercial montevideano la animadversión ya viva a su jefe. Si
se tiene en cuenta que Otorgués entra a Montevideo al frente de
una masa campesina artiguista no es difícil ver que el temor, el
horror, el odio que este épico barbudo provocó en Montevideo,
fue un episodio más de una colisión de clases y estilos de vida que
tiene innumerables versiones en la historia de Hispanoamérica.
(Desde los montoneros de Ramírez atando en 1820 sus caballos
a la Pirámide de Mayo hasta los descamisados del 17 de octubre o
los guajiros de Fidel Castro irrumpiendo en La Habana.) Encarnó
sí la dureza revolucionaria que el artiguismo implicaba en sus
profundidades; la necesaria, inexorable, purificadora y a veces
triste y a veces repulsiva dureza revolucionaria pero que, en lo que
a violencias atañe, como muy bien Plácido Abad lo señalaba, todas
las medidas de Otorgués fueron nada frente a las crueldades de los
destacamentos españoles que libraban una guerra de partidas en
los campos del sur. Pero estas crueldades, naturalmente, no era la
ciudad la que las sufría”.122

122. Carlos Real de Azúa, op cit, pág 72.

216 ···
El 25 de abril de 1815 el Cabildo proclamó a José Artigas
capitán general de la Banda Oriental. Dada su preocupación por
los equilibrios y cediendo a las presiones de la elite montevideana,
Artigas relevó a Otorgués de su cargo y lo sustituyó con Fructuoso
Rivera. Ni aun así cesó la intensa vida guerrera de Fernando
Otorgués, que continuó de combate en combate y peleó contra los
invasores portugueses hasta que lo hicieron prisionero en 1820.
Arquetipo de la impronta guerrera de los gauchos.

La cultura gaucha

El destajo fue la relación laboral típica de la corambre, el


sistema de explotación predominante en el Río de la Plata.

“El precio de la tarea completa se fijaba en un número de


cueros que les quedaban a los changadores como beneficio de su
trabajo, pero como no tenían a quien venderlos, lo hacían al mismo
patrón, que les pagaba por ellos un valor harto menor al verdadero
y que, como generalmente era acreedor del propio changador por
ropas, yerba o bebidas que éste le comprara en su carácter de
propietario de la pulpería del pago, la paga o ganancia quedaba
en nada, apenas en un saldar parcialmente deudas en especie, que
siempre eran interminables”.123

Estas condiciones de trabajo, que aseguraban la rentabilidad


de la inversión, las imponían los latifundistas y los “accioneros”,
pero los peones no tenían otra alternativa que aceptarlas.
Del trabajo a destajo surgió la cultura gaucha, peones que se
conchababan el tiempo que duraba la changa y luego regresaban
a la vida semi nómade en las praderas. Las historias de vida de
Fernando Otorgués, Encarnación Benítez, Blas Basualdo, José
Culta y Pedro Amigo permiten componer una imagen de la manera

123. Fernando Assunção, op cit, pág 152.

···217
de ser gaucha, estereotipo cultural producto de las necesidades
laborales de la producción ganadera.
Los changadores se hicieron eximios jinetes, hábiles con
el lazo y las boleadoras, duchos lanceros, se acostumbraron a
desjarretar reses con la medialuna. Sus técnicas y sus herramientas
(apero, bota de potro, boleadoras) fueron traídas por los guaraní-
misioneros, algunas de ellas heredadas de los jinetes mogoles
y traídos por los jesuitas desde Hungría. La cacería de ganado
fue una actividad muy primitiva, salvaje y sangrienta, que fue
seleccionando trabajadores de mucho coraje y poca sensibilidad al
contacto diario con la muerte. Así como el sistema de fabricación
en serie determinó el tipo de obrero que necesitaba –tan bien
caracterizado por Charles Chaplin en Tiempos modernos– los
requerimientos de la corambre moldearon el tipo humano que
dominó las praderas de Río Grande del Sur (gauderios), las de
Buenos Aires, la Mesopotamia y la Banda Oriental.
Ahí, dispuestos a conchabarse en las vaquerías, estaban los
expulsados a la periferia urbana y a la toldería indígena, los criollos
más pobres y los mancebos de la tierra, social y políticamente
excluidos, los guaraníes, charrúas y pampas, los africanos que
habían escapado a los montes, especialmente los fugados de
Brasil. Las necesidades de la corambre se fueron satisfaciendo con
el material humano disponible, la “resaca” social.
También los portugueses que desertaban de los ejércitos
y de las bandeiras respondieron a la solicitud de peones para
corambre. Hasta algunos pelirrojos como Pedro Campbell,
corsarios británicos desembarcados en estas playas, aportaron su
granito de arena. De ese multicolor abanico de tipos humanos y
de su entrecruzamiento genético y cultural surgió el gaucho, un
tipo cultural único y diferente. Las praderas hicieron de horno
donde leudó la masa que dio origen a la particular forma de ser y
de vivir a lo gaucho.
No venían al mundo predestinados a la marginación, sino
que fueron expulsados por el sistema de poder y se adaptaron a
vivir en los márgenes de la sociedad. Después de expulsarlos, el
modo de producción los necesitó, y entonces volvió a incluirlos

218 ···
en el sistema para desempeñarse en la categoría de changadores
sueltos. Un escalón más arriba que los marginados. El sistema
les puso sus condiciones: debían ser mestizos, “sueltos” y
desclasados. El gaucho no apareció por casualidad sino a
pedido.
El mismo proceso de gauchización sufrieron los hacendados
criollos que vivían en campaña, grandes y medianos, que
compartían mesa, fogones, guitarras y costumbres con sus
peones destajistas, a los que explotaban sin misericordia alguna.
Por eso mismo, ser gaucho se identificaba con una cultura, más
que con individuos de determinada clase o etnia. Era tan gaucho
el matrero, peón o tropero como el dueño de la estancia donde se
refugiaba.
El gaucho se convirtió en el símbolo característico de la
sociedad rioplatense y, como tal, cumplió un rol fundamental
en la historia. Desde lo alto del caballo se sentía dueño de aquel
mundo. Las praderas sin límites alimentaron espíritus altaneros
en quienes las cabalgaban libremente. De ahí surgió el mito del
amor a la libertad, de la opción libre por la vida aventurera, un
burdo disfraz del modo en que los individuos eran forzados a
volverse gauchos. La supuesta libertad de elección disimulaba su
condición real de explotados.
En respuesta a la violencia de sus condiciones de existencia,
era natural que los gauchos se vanagloriaran de llevar el facón
de modo que saliera cortando y que, de un modo exacerbado,
fueran agresivos y corajudos, valores viriles que trajeron consigo
los españoles y portugueses. Indomables, era natural que los
caracterizara la falta de respeto a la propiedad, las leyes y las
autoridades. Fueron el último bastión de lo autóctono, de la
resistencia a la bárbara y renovada invasión de la civilización
europea. Para las elites fue un factor de “anarquía” que, cuando
se volvió peligroso, hubo que disciplinar a palo y reja, con Policía
y represión.

···219
La “gauchofobia”

Los operadores culturales del orden europeo siempre trataron


con desprecio al gaucho, por mestizo, por vivir de acuerdo con
sus propios códigos éticos y morales, por su sentir ajeno al
sentimiento del invasor. Félix de Azara, militante liberal, lo expuso
claramente:

“por lo común escapados de las cárceles de España y del


Brasil o de los que por sus atrocidades huyen a los desiertos. Su
desnudez, su larga barba, su cabello nunca peinado y la oscuridad
y porquería de su semblante los hacen espantosos a la vista. Por
ningún motivo o interés quieren servir a nadie y sobre ser ladrones,
roban también mujeres. Las llevan a los bosques y viven con ellas
en una choza, alimentándose con vacas silvestres”.124

Esta descripción de Azara fue reproducida por la academia y


sirvió de base documental a su “gauchofobia”, como la denomina
Daniel Vidart con acierto.
“[…] el gaucho aparece como lo que es y no como lo que se
desea que sea”, explica Vidart: ni ángel ni demonio. Fuerza de
trabajo necesaria en 1700 y subversivo en 1800. Subvertía el orden
porque se identificó con la lucha por la propiedad de la tierra.
A poco de iniciadas las luchas independentistas, la cultura
gaucha alcanzó el punto culminante de su incidencia como
milicianos del artiguismo, confiscadores de latifundios y
ganados. Su modo de vida cambió radicalmente desde que fueron
beneficiarios del reparto de los campos expropiados, antes y
después del Reglamento de Tierras. Ya no era necesario que fueran
“hombres sueltos”, se afincaron en sus suertes de estancias y se
transformaron en paisanos, duchos en el manejo de su propio
ganado y cultivadores de su propia tierra. A nadie le gusta
andar vagando por los campos semidesnudo y mal visto por sus

124. Citado por Daniel Vidart en su prólogo a El gaucho, de Fernando Assunção.

220 ···
semejantes, no era por su propia voluntad que andaban “sueltos”
los gauchos. El reparto de latifundios expropiados les cambió el
perfil sociopolítico: desapareció el mítico “amor a la libertad” e
irrumpió el carnal amor a la tierra.
La decadencia de su tipo socio cultural culminó a fines del
siglo XIX, con la introducción del Hereford y del alambrado, que
requerían otro tipo de mano de obra, otros oficios y otro modo
de vida, más sedentario y apegado a la estancia. Es cierto que
sobrevivieron los Martín Aquino y los Clinudo,125 que anduvieron
de matreros hasta bien entrado el siglo XX, pero la mayoría querían
tierra para trabajar.
Soportaban la marginalidad, la sufrían, pero no la amaban,
no existía ninguna necesidad espiritual de ser marginado. La vida
fuera de los márgenes no significaba un grado mayor de libertad,
sino que se sufría como una prisión, la más triste y explotadora
forma de dependencia. Para la inauguración del monumento al
gaucho –escultura de José Luis Zorrilla de San Martín–, en 1927,
los “gauchófobos” escribieron largas parrafadas ensalzando el
arquetipo gaucho, pero todos ellos, sin embargo, expusieron al
escarnio público sus prototipos de carne y hueso: los Fernando
Otorgués, Encarnación Benítez y el matrero Martín Aquino.

125. Cédar Viglietti, El Clinudo, un gaucho alzao, Minas, 1955, y Banda Oriental,
Montevideo, 2004.

···221
Cuarto cuaderno

José Artigas
Capítulo 16. El bandido social

Al iniciarse el siglo XVI, a Carlos II, rey de España, se le ocurrió


morirse sin dejar descendencia, falta de previsión que desencadenó
12 años de guerra entre las familias que disputaban el trono. A los
16 años de nacer en Zaragoza, José Antonio Artigas se alistó en
el bando de los Borbones y combatió hasta terminado el conflicto
armado. Luego, acuciado por la desventura y la desocupación, se
embarcó hacia Buenos Aires en busca de trabajo.
Dados sus escasos recursos y sus muchas habilidades en
el campo de batalla, apenas llegado le ofrecieron una plaza
en el escuadrón de caballería de Echauri. Al poco tiempo casó
con Ignacia Javiera Carrasco Melo, nacida en Lima, cuya madre
descendía de Beatriz Túpac Yupanqui, princesa inca y sobrina de
Túpac Amaru. El ADN originario enriqueció el acervo genético de
los Artigas, aspecto que no debería ser ignorado al analizar la
historia de vida del jefe de los orientales, en particular por las
implicancias subjetivas que entraña.
Confirma el antropólogo Daniel Vidart: “Artigas tiene una
ilustre ascendencia por el lado español que se entronca hasta con
reyes, pero lo más interesante es que por el lado de la abuela
Carrasco desciende de una princesa Inca, una “ñusta”, que se
llamaba Beatriz Túpac Yupanqui”.126
La familia Artigas- Carrasco, que ya tenía cuatro niñas,
fue una de las seis atrevidas que cruzaron el Río de la Plata y
emprendieron la aventura de fundar Montevideo. Debieron
afrontar difíciles condiciones de vida, asediados por los “indios
bravos” y por portugueses no menos bravos. Los atrajo la promesa
de convertirse en propietarios e “hijosdalgo”. Con las murallas en
construcción, José Antonio fue elegido alférez real del Cabildo de
Montevideo.

126. Daniel Vidart, entrevistado por Efraín Chury Iribarne en Radio


Centenario, Montevideo, 3 de agosto de 2004. www.radio36.com.uy/
entrevistas/2004/08/030804_vidart_htm

···225
Con la experiencia de Mendoza en la memoria, los primeros
200 habitantes de Montevideo sabían que la fuerza militar no era
recurso suficiente para “pacificar” a los “infieles” y que podía ser
más saludable entablar negociaciones e intentar una coexistencia
relativamente pacífica. Cuando Montevideo cumplió sus primeros
seis años, sintieron que se les venía encima el malón y, ante la
posible catástrofe, resolvieron enviar tres delegados a pactar con
los charrúas. Los enviados se perdieron en el desierto y allá debió
ir José Antonio en su rescate, acompañado por un lenguaraz de
origen peruano.
Después de 23 días sin que se supiera nada de ellos, Artigas y
su socio regresaron a Montevideo acompañados por dos caciques
charrúas con los cuales firmaron una paz que duró 12 años.127
Durante 30 años José Antonio fue protagonista en la búsqueda
de soluciones a los conflictos que salpicaban las relaciones con
los charrúas. Dada la confianza que se había ganado, entraba y
salía a sus tolderías, era un aventurero de marca mayor don José
Antonio Artigas.

Cuestión de moldes

José Artigas no encajó en los moldes preestablecidos. Su


conducta revela que no encontró acomodo en la cultura a la
española de Montevideo. Rechazó los valores y la filosofía de vida
de las familias “decentes y principales” –recién escapadas de la
miseria–, condición que lo inclinó a adoptar el modo de vivir y
pensar de los “hombres sueltos”, tan sujetos a las influencias
de la cosmovisión indígena, hegemónica en el norte de la Banda
Oriental.
Su desacomodo venía de familia. En estrecho contacto con los
abuelos desde muy pequeño, recibió, sin dudas, el legado cultural
del patriarca aventurero y de la descendiente de los Túpac Amaru.
¿Por qué Ignacia Javiera Carrasco habría de ocultarle su árbol

127. Carlos Maggi, op cit, pág 48.

226 ···
genealógico? Por el contrario, lo más probable es que haya
trasmitido con orgullo su identidad y relatado las proezas de
leyenda de sus antepasados. Con toda seguridad el abuelo también
enardecía la imaginación del nieto con relatos de la guerra en
España o de sus excursiones a las tolderías. ¿Qué otra cosa podría
contarle José Antonio en las largas sobremesas de invierno, con
alguna que otra copa de vino casero entre pecho y espalda?
Como todas las escuelas, la de los franciscanos, a la que
concurrió el pequeño José, cumplía su rol de disciplinar a los niños
en el modo hegemónico de ver las cosas y encajar a cada uno en el
casillero que le correspondía. En el caso de Artigas, esa educación
formal posiblemente chocaba con la que impartían sus abuelos,
que le hacían conocer otras caras del mundo, más ligadas a la
realidad y a sus historias personales, que nada tenían que ver con
la currícula franciscana. Abuelos con vidas tan fuera de lo común
no eran los mejores maestros para mantenerlo encuadrado en el
casillero para el que había nacido. ¿A quién puede extrañar que el
jovencito Artigas se haya lanzado a la aventura, internándose en
tierras de changadores y contrabandistas, de charrúas, guaraníes
y gauchos de mala fama?
Nicolás de Vedia, su condiscípulo escolar, recuerda haberlo
encontrado entre los 16 y los 18 años, “en una estancia a orillas
del Bacacay, circundado de muchos mozos alucinados”. Podía
haberse enrolado en el ejército o la marina –como su padre y
su abuelo–, podía haberse vuelto cura –su abuelo le compró una
capellanía– o, simplemente, como hacía la mayoría, podía haberse
dedicado a administrar el negocio de Martín José, su padre. Sin
embargo, tal vez incentivado por el imaginario de sus abuelos,
el joven Artigas prefirió fugar hacia las sierras y los montes de
tribus indígenas y “hombres sueltos”, donde nadie era vasallo
de nadie y predominaban otras formas de relaciones humanas,
muy diferentes a las de Montevideo. Si hubiera estado adaptado al
lugar donde le tocó nacer, Artigas no se habría mandado a mudar.
Fue el suicidio de alguien que nació criollo y que, luego
de suicidarse, renació como “hombre suelto”, bandolero de

···227
la campaña oriental. Su insurrección se produjo a la edad que
tenía Aparicio Saravia cuando se fue de lancero tras los pasos de
Timoteo Aparicio, la misma de muchos jóvenes que decidieron
huir de la sociedad formalmente estructurada. Los suicidios de
clase son el fruto de las condiciones sociales y políticas de una
época, pero también del carácter individual que se forjó en los
primeros años de la niñez.
El perfil del Artigas rupturista no servía a la imagen que
vendió la iconografía patriotera, la del prócer peinado casi a la
gomina, militar prolijamente uniformado, el santo cívico que
preside el altar de la religión patria. Había que presentar un joven
muy formal, cuyo ejemplo no invitara a la rebelión. Eugenio Petit
Muñoz lo pintó así:

“Tiene, al comienzo, como hombre de la colonia, los ideales de


un español americano, hijo de buena cuna en la ciudad y mimado
por ella, en la juventud, en las treguas de su andar por los campos
en acarreos de ganado, leal vasallo del rey, progresista y celador
responsable del orden en la campaña”.128

No es cierto. No se prestó a ser mimado por esa ciudad en la


que vivió poco y nada.

La telaraña

“[…] está, clamoroso, el descubrimiento, la persecución y


el salvamento (inexplicable) del malviviente Artigas; faenero,
robador de caballos, contrabandista, matrero mentado del
Lunarejo, la Sierra de Santa Ana y Bacacay (Tacuarembó, Rivera
y Río Grande)”.129 Tal la conclusión de Carlos Maggi al leer el
apéndice “Documento diversos” del Tomo IV del Archivo Artigas.

128. Eugenio Petit Muñoz, Artigas, federalismo y soberanía, Facultad de


Humanidades y Ciencias, Departamento de Publicaciones, Montevideo, marzo de
1988, pág 44.
129. Carlos Maggi, op cit, pág 61.

228 ···
También Bartolomé Mitre, uno de los autores de la leyenda
negra, se refirió al Artigas delincuente. Para una historia del
caudillo que nunca terminó de escribir, relató cómo la Policía
había perseguido durante leguas a unos contrabandistas y cómo
las cabalgaduras de los maleantes, una vez agotadas, terminaron
por caer al suelo. Encabezados por Artigas, los bandoleros se
atrincheraron tras ellas y comenzaron a hacer fuego a discreción
y mantuvieron a raya a los milicos hasta que, finalmente, lograron
darse a la fuga.130
En 1794, Agustín de la Rosa, jefe de la guardia fronteriza
estacionada en Melo, persiguió una partida de contrabandistas
que logró huir a duras penas. Cuatro noches después los
perseguidos pasaron a ser perseguidores y tomaron por asalto
el campamento de la Policía, matando a dos de ellos. De todas
maneras, los guardias lograron atrapar a dos de los bandidos
que, al ser interrogados, confesaron que los cabecillas de los
contrabandistas eran José Artigas y un tal Bordón. Escándalo en
Montevideo al quedar requerido por la justicia el nieto de uno de
los fundadores de la ciudad.
Pasó otro año más, entró 1795, el gobernador de Montevideo
recibió la información de que Manuel Portugués, con una tropa de
4 mil vacunos, y el susodicho José Artigas con otras 2 mil cabezas,
estaban por partir desde la horqueta de los Arapey131 rumbo al
Lunarejo. El gobernador ordenó al teniente Hernández que los
capturara y confiscara el ganado. A principios de 1796, Hernández
informó que había tendido una emboscada a unos 80 changadores
cuya jefatura ejercía Artigas. Sin embargo, inesperadamente,
aparecieron de la nada 200 charrúas que atacaron la partida de
Hernández y mataron a dos soldados. En el entrevero, Artigas y
los suyos pudieron retirarse hacia Santa Tecla, Brasil, arreando los
vacunos, por supuesto.

130. Hugo Chumbita, “El bandido Artigas”, revista Todo es Historia, N° 356,
Buenos Aires, marzo de 1997.
131. Desembocadura del río Arapey Chico en el Grande.

···229
Poco después, los charrúas llegaron al campamento policial
a pedir formalmente disculpas al teniente. Le explicaron que lo
habían confundido con unos maleantes que días antes habían
robado unos animales de la toldería. Al dar cuenta al virrey del
informe del teniente, el gobernador aclaró que, según su entender,
los indios habían procedido con malicia, engañando a Hernández
para proteger a Artigas. Aunque logró escapar otra vez, gracias
al apoyo de los charrúas, el cerco parecía estar cerrándose cada
vez más.
El contrabando era una corriente comercial natural que,
simplemente, no se interrumpía en las arbitrarias fronteras
fijadas por el papa y los reyes de España y Portugal. Desde Madrid
o desde Buenos Aires se pretendía prohibir el contrabando con
decretos que soldados mal pagos y mal armados debían aplicar
a varios grandes latifundistas, los principales contrabandistas de
ganado. El contrabando era una forma de quebrar el antieconómico
monopolio español, obraba en el sentido del desarrollo del
capitalismo, que la inútil pretensión monopólica del Estado
español parecía querer detener. El contrabando tenía, pues, una
razón de ser incontenible, arrasadora, pese a lo que dispusieran
las autoridades del monopolio.
Fluían los cueros y el ganado en pie hacia las zonas mineras y
las plantaciones de Brasil y, a la vuelta, los caballos traían el lomo
doblado por el tabaco, la yerba y la caña, mercaderías de primera
necesidad. Apenas debían sortear la vigilancia de unas escasas
partidas militares que por lo general hacían la vista gorda, ya
fuera por temor, comodidad o complicidad y, sobre todo, porque
los bandoleros trabajaban con los más poderosos terratenientes.
Pese a sus contradicciones raciales, peleas por apropiarse de
tierras y competencias comerciales que se resolvían a punta de
cuchillo, el gauchaje “vago y mal entretenido”, las tribus charrúas,
guaraní- misioneros, los pulperos de campaña y de los pueblos,
los pequeños hacendados y los grandes latifundistas, todo aquel
aquelarre humano integraba la inmensa red que transportaba
mercaderías de un lado al otro de la frontera con Brasil. ¿Quién

230 ···
no había contrabandeado o cuereado un vacuno ajeno?
En sus 15 años de bandido sin fronteras, José Artigas se había
ganado la estima y el respeto de la amplia base social que habitaba
las praderas. Bartolomé Mitre se quejaba de la manera en que la
gente llamaba a Artigas para resolver pleitos y conflictos entre
vecinos.132 En 1807 el virrey Javier de Elío debió reconocer ese
prestigio –incrementado por el experimento en Batoví– y lo designó
juez de tierras con atribuciones para repartirlas gratuitamente. En
dicha calidad, entre 1808 y 1810 Artigas favoreció con donaciones
a Blas Basualdo, Baltasar Ojeda, Hilario Pintos y a muchos otros
compinches suyos de matrereadas, que luego serían militantes de
la “admirable alarma”, alianzas personales cerradas con la entrega
de tierras, al mejor estilo de los señores feudales. Sin propósito
político expreso, se fue hilvanando la telaraña de relaciones
personales que sería el caldo de cultivo de la “admirable alarma”.

Bandolero133

¿Por qué el bandolero Artigas era sentido como un héroe por


la población de la campaña oriental? El abigeato y el contrabando,
los muchos robos y las varias muertes perpetradas por los
“alucinados” eran condenados por los jueces y las autoridades
españolas, pero la mayoría de los paisanos no los consideraban
delitos, sino que los consideraban una actividad legítima y
aplaudían cada vez que los matreros arreaban una tropa al otro

132. Hugo Chumbita, entrevistado por María Esther Gilio en Brecha, 15 de


setiembre de 2000.
133. A partir de Eric Hobsbawm, los bandoleros dejaron de ser tema exclusivo de
las páginas policiales; el historiador y pensador marxista introdujo el concepto
de “bandido social”. En dos obras Hobsbawm estudia estas “formas arcaicas
de los movimientos sociales en el siglo XIX”: en Rebeldes primitivos (1959),
donde les dedica un capítulo, y en Bandidos (1969), donde completa el tema.
“La interpretación de Hobsbawm sobre el bandolerismo social del tipo que
encarna Robin Hood, el ladrón noble, rompe con la tradición historiográfica que
considera como mero delincuente, un fuera de la ley, a todo participante en las
luchas armadas contra el poder establecido”, explicó Gilberto López y Rivas,
antropólogo e historiador mexicano, en una mesa redonda de la UNAM recogida
en el periódico La Jornada (2009).

···231
lado de la frontera: significaba dinero en la caja de las pulperías
y regalos para las mujeres y los niños. En esas contradicciones
se esconden los misterios de los “bandidos sociales”, categoría
elaborada por Eric Hobsbawm para explicar la universalización
del fenómeno de tantos que transgredieron leyes y códigos, pero
fueron aceptados como rebeldes por los de abajo.
Al terminar el siglo XVIII y al influjo de Yapeyú, ya se habían
extendido las estancias al norte del Río Negro, introduciendo
relaciones capitalistas allí donde predominaba una formación
precapitalista. Sólo las fuerzas militares, como las de Pacheco y
las de Rocamora, podían garantizar la recaudación de impuestos
y respaldar los abusos de poder de los latifundistas. Era inevitable
que la ocupación violenta del territorio por las instituciones
represivas despertara reacciones en los paisanos perjudicados por
el orden impuesto y que hacían suya la cultura de las comunidades
guaraní- misioneras. En esas condiciones, la transgresión de las
leyes cobraba un sentido de justicia social o, por lo menos, de lucha
contra la injusticia que imponía el Virreinato. Los bandoleros, y en
particular José Artigas, expresaron esos sentimientos colectivos
de repudio, bronca e impotencia provocados por la expansión del
Estado a la zona libre de leyes.
¿Quién no sentía bronca hacia las autoridades coloniales y
hacia su brazo armado? La violencia y el delito de los bandidos
sociales adquirieron legitimidad, subvertían el orden impuesto por
la monarquía y, a ojos de la población, gozaban de reconocimiento
y prestigio; los bandoleros hacían lo que todos querían hacer.
Artigas se movía de estancia en estancia, bien recibido por sus
dueños, por los peones y las mujeres, su agitada vida de matrero
tenía pausas muy reconfortantes. El poder que ejercía la elite se
sentía ilegítimo, abusivo, injusto. La población percibía una mano
negra escondida tras ese Estado invasor, una elite que carecía de
toda legitimidad salvo el uso de la fuerza armada.
Según Hugo Chumbita, el bandolero representa:

232 ···
“la revancha instintiva, emocional y espontánea de la gente
de abajo contra el Estado, contra los ricos, contra el poder [y]
aparece junto con este fenómeno el de la canonización popular,
que convierte a estos bandoleros no sólo en héroes de leyenda sino
también en santos a los que se pide y se hace promesas”.

Este fenómeno ocurrió con mucha frecuencia en el nordeste


brasileño hasta avanzado el siglo XX.134
El simple rechazo a la cultura y al despotismo colonial bastó
para que fueran criminalizados y perseguidos por las elites,
por su clero y sus intelectuales. José Artigas, el bandolero, no
estaba expresamente contra el sistema, pero vivía fuera de él. Los
“alucinados” no imaginaban siquiera la posibilidad de revolucionar
el orden impuesto por los españoles, pero actuaban como si lo
estuvieran haciendo. Hacían presentir una revolución, el bandido
social era, en cierta forma muy primitiva, una referencia política,
precursor del revolucionario.
Como había testimonios que daban prueba fehaciente del
pasado bandolero de José Artigas, muchos autores uruguayos,
llevados por la oleada patriotera de fines del siglo XIX, decidieron
ignorar las pruebas de la infamia. La imagen del bandolero, por
muy social que fuera, no se ajustaba a la necesidad de construir
un “padre de la patria uruguaya”, derrumbaba el edificio que
deseaban levantar y, por consiguiente, optaron por enterrarla en
una zona difícil de despejar. Los artífices de la “leyenda celeste”
lo hicieron nacer oficialmente con 31 años cumplidos, ya siendo
un respetable oficial del Cuerpo de Blandengues y, por ende, apto
para ser usado como ícono del orden burgués.
Si los textos escolares pintaran al joven Artigas real, al matrero,
el bandido social, estarían trasmitiendo su actitud de ruptura
con los valores hegemónicos de su época y nuestra enana clase
dominante habría perdido su “padre nuestro Artigas, señor de
nuestra tierra”, el principal instrumento disciplinario, que concita
reverencia por encima de las diferencias de clase y de ideologías.

134. Hugo Chumbita, en entrevista citada.

···233
Blandengue

Con la reproducción de las estancias, comenzaron los reclamos


por el “arreglo de los campos”, que en realidad eran una protesta
por los abusos de los latifundistas, reyes del contrabando. En mayo
de 1795, vecinos de la campaña presentaron una queja formal
ante el Cabildo de Montevideo. Manifestaban su molestia por la
desidia de los encargados de vigilar la frontera y su complicidad
con los grandes latifundistas- contrabandistas. Reclamaban la
formación de una guardia dedicada a la represión del abigeato y
el contrabando. La amenaza portuguesa y la perspectiva de una
posible invasión inglesa agravaban el panorama, pero la respuesta
de las autoridades fue muy lenta, recién en enero de 1797 el virrey
Pedro Melo creó la Guardia de Blandengues –“policía montada”,
la llama Carlos Maggi–, un cuerpo con 480 efectivos que debían
controlar el desierto del norte, cuyo único centro poblado era
Paysandú. La finalidad del cuerpo represivo era, en última
instancia, sedentarizar el malevaje, “someterlos al peonazgo”,
como sintetiza Lucía Sala de Turón.
El primer problema que debía resolver el virrey era el
reclutamiento de personal militar. Recurrió en primer lugar a
guaraní- misioneros obsecuentes que, al estilo de los cipayos en la
India, fueron cómplices del poder de los europeos. Sin embargo,
después del genocidio de 1780, su número no era suficiente
para cubrir las plazas necesarias. Para compensar la escasez de
personal, Antonio Olaguer y Feliú, el nuevo virrey, indultó a los
bandoleros dispuestos a vestir el uniforme de los blandengues,
salvo los que hubieran cometido “delitos de sangre”.
Se acogieron los que estaban recluidos en las cárceles. También
lo hicieron otros, como Artigas, que optaron por abandonar la vida
bandida y enrolarse en el Cuerpo de Blandengues. Artigas estaba
al caer preso. Una semana después del decreto de indulto, había
logrado escapar auxiliado por los charrúas de una emboscada
tendida por la guardia de Melo.135 Su detención era sólo cuestión

135. Carlos Maggi, op cit, pág 68.

234 ···
de tiempo. En esa situación, según relatan varios historiadores, el
padre de Artigas hizo gestiones ante el gobernador de Montevideo
para que lo enrolaran como blandengue; cabe suponer que la
familia también presionó al bandolero para que aceptara la
oportunidad de que se perdonaran sus delitos.
Artigas salió de inmediato a reclutar compinches que lo
acompañaran. Logró convencer a unos 50 bandoleros de iniciar
juntos la carrera de blandengues. Al parecer, su intención era
conformar con los ex bandidos una fuerza contundente, que
inspirara respeto en la interna del cuerpo; evidentemente Artigas
no se incorporó de cabeza gacha, sino que su intención parecía ser,
sin desacatarse, cumplir las órdenes como mejor se le antojara,
regla de conducta farisea que, por otra parte, estaba generalizada
en la sociedad: se aceptaba el monopolio con reverencia formal,
pero todo el mundo contrabandeaba.
Durante 20 años Artigas había estado fuera del sistema,
haciendo la “vida suelta”. Tal vez ya estuviera cansado de esa
vida poco gratificante, de esporádicas alegrías clandestinas,
arriesgando ser lastimado o apresado por la Policía, tal vez sintió
deseos de volver al redil y decidió regresar al casillero de donde
había escapado adolescente. El Artigas que se hizo blandengue
gozaba de la confianza de los latifundistas y del escalón superior
del Virreinato, que por eso mismo le confiaron la misión de
apoyar a Azara en Batoví y lo designaron juez de tierras con
envidiables atribuciones. Al mismo tiempo, sin embargo, Artigas
era sumamente respetado por los bandoleros y la población de la
campaña. No en vano pudo ser jefe de una partida de 80 hombres,
cantidad considerable para la época.
Según consta en el archivo que lleva su nombre, años después
Artigas informaba:

“[…] se me nombró para pasar a la costa del arroyo Chuy


en donde había una partida de 100 hombres, con objeto de
observar a nuestros fronterizos portugueses que por aquella
parte acumulaban tropas. Desde la fecha me mantuve en aquel

···235
apostadero, hasta que [dados] los desórdenes de los campos
cometidos por los ladrones vagabundos e indios infieles,
[pusieron a mis órdenes una gruesa partida] para perseguir, armar
y aprehender a aquellos perturbadores de los habitantes de la
campaña. Desde el 10 de julio del mismo año (1797) permanecí en la
campaña hasta el 2 de marzo del 98, habiendo atacado a los indios
infieles en tres ocasiones, cogido algunos prisioneros, quitándoles
mucha caballada, aprehendiendo varios reos, decomisando a los
contrabandistas una porción de tabaco y muchas cabalgaduras y
remitiendo 30 reclutas para este cuerpo”.136

Informó haber atacado a los “infieles” tres veces, confesión de


parte que lo relevó de otra prueba e hizo posible que su actitud
fuera interpretada como un pacto mefistofélico. Sin embargo,
¿será posible que Artigas haya echado por la borda sus principios
y sus lealtades de un día para el otro?, ¿que una vez devenido
blandengue persiguiera a sus antiguos camaradas y a sus aliados
charrúas, que le brindaran hospitalidad?, ¿a aquellos a quienes
anduvo convenciendo para acogerse al indulto? Cuesta creerlo, en
especial porque los hechos posteriores desmienten la sospecha.
Si Artigas hubiera traicionado a los suyos, ¿cómo podría
haberse transformado en “admirable alarma” la telaraña tejida
en 20 años de “vida suelta”? ¿Quién podría confiar en él? Carlos
Maggi argumenta que los tres ataques a “indios infieles” de los que
Artigas informa, no fueron a los charrúas sino contra los guaraníes
que estaban al servicio de España, integrando las filas de Francisco
Rodrigo y que participaron en la guerra contra los charrúas. No
parece muy lógico que los charrúas estuvieran dispuestos a dar la
vida en los combates de Paysandú, Belén y el Daymán si Artigas
los hubiera atacado tres veces. Muy probablemente Artigas los
haya protegido de las persecuciones.137
Parece más verosímil la hipótesis de que los compromisos
contraídos por Artigas con sus compinches de “vida suelta” y

136. Ibid, pág 70.


137. Ibid, pág 71.

236 ···
con los indígenas hayan sido más fuertes que los firmados al
incorporarse al Cuerpo de Blandengues. Es más coherente la
tesis de Carlos Maggi: el desempeño como “policía montada” no
impidió que Artigas mantuviera los lazos que lo unían con los
matreros y los indígenas, sus amigos. Con o sin uniforme sostuvo
sus lealtades y complicidades. Es la interpretación que se ajusta
mejor a la globalidad de su vida y a las características personales
de Artigas.
Sujeto a la verticalidad, es posible que Artigas haya mentido
descaradamente en su informe al gobernador de Montevideo,
ocultando su displicencia en el cumplimiento de las órdenes
recibidas. Dado su carácter, es muy probable que Artigas haya
obrado según su leal saber y entender y no según las órdenes
recibidas. Si los hubiera reprimido, los charrúas habrían
reaccionado al artiguismo con el mismo odio que sentían por los
españoles, sentimiento que habría impedido cualquier tipo de
alianza.

···237
Capítulo 17. Arerunguá

Carlos Maggi descubrió un Artigas de poncho y ropas raídas,


desmelenado y de carne y hueso, que contradice absolutamente
el acartonado y siempre uniformado que pintó Juan Manuel
Blanes. Su forma de austeridad, la que consta en el testimonio
de Larrañaga, inspiró una imagen que se humanizaba a medida
que se apartaba de la ortodoxia patriotera. No fue el caudillo más
pobre del mundo, sino el que adoptó las costumbres indígenas,
como habían hecho una buena cantidad de habitantes de la
campaña oriental. El Artigas de Maggi es terrenal, accesible, sin
misterios. Para Maggi es innegable que Artigas había cruzado la
línea entre las culturas, que abandonó la europea, autoproclamada
la “civilización por antonomasia”, para adoptar la cosmovisión de
los indígenas, sus hábitos y reglas de conducta.

“Artigas no tiene un tipo de pobreza que venga de la


austeridad, Artigas practica un tipo de pobreza que viene de la
prehistoria. Esa fue la idea que se me ocurrió leyendo el diario de
Paysandú de Larrañaga. Larrañaga es un hombre muy culto, apunta
con una precisión enorme todo lo que ve y todo lo que sucede, es
un comilón, además, porque era un cura gordo, y apunta todos los
días de mañana y de noche lo que comió, si tomó vino, lo que hizo.
Y cuando llega a Paysandú y se encuentra con Artigas es 1815,
apogeo de Artigas, tiene la Liga Federal, es dueño de la cuarta
parte del continente y en ese momento los medios materiales
que lo rodean no es que sean pobres, es que son de otro mundo,
corresponden a un mundo más primitivo. Nadie que sea pobre,
por eso come de cuclillas mordiendo la carne y cortando con el
cuchillo para arriba. Echaron la casa por la ventana para atenderlo
a Larrañaga, consiguieron tres asientos y eran seis, no tenían
dónde sentarse, no tenían medios de ninguna clase. Me di cuenta
de que eso correspondía a otra cultura, pensé eso, no sé por qué
se me ocurrió, entonces recorrí los 34 tomos del Archivo Artigas

238 ···
apuntando las relaciones de Artigas con una tribu determinada que
eran los charrúas de Arerunguá […] Yo pensé: Artigas tiene una
biografía india; yo no sabía con quién era la cosa, cuando empecé
no lo sabía. Pero encontré los documentos que eran como una fila
de piedritas que se ponen en un arroyo para cruzar de una a la otra
orilla, que es lo que hacen siempre los historiadores, unen lo que
saben imaginando lo que no saben, así hice ese caminito. Esos 300
documentos me probaron una cosa que es indiscutible [...]: que los
charrúas tuvieron una actuación preponderante en las guerras de
la independencia, cosa que no había sido destacada nunca. Es una
novedad cualitativa muy importante.”138

Se merece un paréntesis especial Carlos Maggi, que en este


ensayo ha sido citado con harta frecuencia. Ensayista, filósofo
y político, narrador, dramaturgo y humorista, escribió algunos
guiones de cine, fue también poeta, abogado y periodista, un
intelectual impresionante. Sus ensayos Artigas y su hijo Caciquillo
(1991), Artigas y el lejano norte (1999) y los ocho tomos de La
nueva historia de Artigas (2005) se salen de los caminos trillados
por la iconografía. Su obra refleja el impacto que la vida de
Artigas provocó en su sensibilidad, y es también la consecuencia
de sus pacientes investigaciones en el Archivo Artigas, hechas en
compañía de historiadores tan rigurosos como Juan Pivel Devoto
y Eugenio Petit Muñoz. Carlos Maggi se hizo preguntas que la
academia nunca se planteó.
¿Que noveló la historia de vida de Artigas? Puede ser, pero…
¿qué cosa diferente han sido las fantasías y falsedades escritas
por Sarmiento y Alejandro Dumas, intelectuales de mucha nota,
académicos muy respetados en el mundo de la cultura europeizada?
En definitiva, también fueron de ficción las historias que elevaron
al podio de los grandes estadistas a Pueyrredón, Rivadavia y toda
la caterva de operadores lacayunos que gobernaron desde Buenos

138. CX 14 El Espectador, programa del 8 de agosto de 2005. Tertulia con Carlos


Maggi, Carmen Tornaría, José Claudio Williman y la historiadora Ana Ribeiro:
http://www.espectador.com/cultura/48469/la- nueva- historia- de- artigas

···239
Aires. Interpretaciones muy sesgadas ideológicamente, que
presuponían la existencia de una “nación uruguaya” en el pueblo
de la Redota, arbitrariedad a partir de la cual fundamentaban la
implantación del artificial Estado nacional. Las preocupaciones de
Maggi corrían en otra dirección.
Es preciso destacar que los datos señalados por Carlos
Maggi provienen de documentos dejados de lado por académicos
que los conocían. Se obvió conscientemente el análisis de las
estrechas vinculaciones de Artigas con las culturas indígenas. Se
archivaron hechos históricos documentados, considerándolos
datos intrascendentes, privando al análisis y las interpretaciones
de su gesta de datos fundamentales. Maggi descubrió las
maravillas escondidas en esos mismos hechos despreciados por
la iconografía oficial.
Puede ser que el Artigas de Maggi tenga mucho de literatura,
de obra de arte, fruto de su admiración por la personalidad del
caudillo, pero no se puede negar que está fundamentado en la
documentación existente en el Archivo Artigas. El de Maggi es
un Artigas global y entero, abarca la totalidad de su historia de
vida: el adolescente que rompe los esquemas, el “alucinado” de
la “vida suelta”, el bandolero, el que adoptó la cultura indígena,
el blandengue y el jefe de los orientales. Una vida en proceso,
que va cambiando a medida que se desarrolla, como le sucede
a todos los seres humanos. Mucho más real que el Artigas
fragmentado, que nació con más de 30 años, o que el Artigas
provinciano, balcanizado, propiedad de la elite de mayordomos
que construyeron el Estado uruguayo en su propio beneficio.

La frontera purpúrea

Apenas iniciado el siglo XIX, Napoleón Bonaparte intentó sin


éxito que Portugal rompiera con Inglaterra. El conflicto derivó en
la llamada “guerra de las laranjas”, que duró 18 días contados a
partir del 20 de mayo de 1801. Francia obligó a España a entrar en
la guerra y ésta tomó varias ciudades portuguesas.

240 ···
Desde Rio de Janeiro, donde se había refugiado la corte, los
portugueses aprovecharon la oportunidad para proseguir con
su expansión en la región del Plata. Fracasaron en la tentativa
de tomar el fortín de Nova Coimbra sobre el río Paraguay, pero
lograron destruir el de Cerro Largo, las fortificaciones de Santa
Tecla y el recién fundado pueblo de Batoví. Al mismo tiempo se
apoderaron de los siete pueblos de las Misiones Orientales. Al
firmar la paz en Badajoz, España cedió a Portugal los siete pueblos
de las Misiones Orientales.
José Borges do Canto desertó del ejército portugués, se
incorporó al español y poco más tarde volvió a desertar, regresando
a filas portuguesas. Un personaje camaleónico que, gracias a sus
capacidades dialécticas, logró convencer a unos 300 guaraníes, que
habían vendido sus servicios a España, para que permanecieran
indiferentes mientras Do Canto y los suyos masacraban a los 30
españoles de la guarnición de Chuniveri. A los guaraníes les daba
lo mismo Portugal que España. Los bandeirantes aprovecharon la
ocasión para arrear enormes rodeos hacia las fazendas de Brasil.
El marqués de Avilés, virrey del Río de la Plata, adolorido por
la matanza, envió a Jorge Pacheco hacia Santa Tecla, con la misión
de recuperar territorio misionero. En el camino, de pasada, el
capitán criollo, dícese que pariente de Artigas, topó en el Lunarejo
con una toldería de charrúas y, como no pudo contener su fiebre
racista, destruyó los toldos, robó 96 caballos, asesinó a seis
guerreros y una mujer y llevó como esclavos al resto de los 41
charrúas allí acampados.
Aun siendo tantos los méritos hechos por Pacheco, los
hacendados elevaron una representación al virrey, quejándose de
su escasa actividad: “Nosotros creemos que la inacción y el olvido
del comisionado sobre el exterminio de los infieles y facinerosos,
ha sido la causa de la continuación y acrecentamiento de los males
que tantas veces lloramos”.139

139. Carlos Maggi, op cit, pág 85.

···241
Muerte de portugueses y españoles, matanzas de charrúas,
enormes arreos de ganado, Batoví devastada a poco de creada… el
clima de frontera era muy confuso, todos eran amigos y cómplices
de todos, y todos eran enemigos de todos. Los que hoy estaban
asociados para el contrabando, mañana se mataban en el campo
de batalla, en las cuadreras o en el mostrador de las pulperías.
Vivían cuchillo en mano y cada estancia era un fortín. El clima
bélico condicionaba la vida de fieles e infieles, de charrúas y
guaraníes que alquilaban sus servicios a españoles o portugueses
indistintamente, según les conviniera en el momento. El norte
del Río Negro fue la “tierra purpúrea” muchísimo antes de que
William Henry Hudson pisara la Banda Oriental para escribir su
ensayo novelado.
A poco más de un lustro de incorporarse al Cuerpo de
Blandengues, en marzo de 1803, a los 39 años, José Artigas
argumentó sentirse enfermo y regresó a Montevideo, donde
presentó un certificado médico para justificar el pedido de pase
a retiro. Sus motivos reales no estaban claros, no quedaron
documentados, como quedó la solicitud de retiro.
Apenas retirado Artigas, asignaron el mando del ejército
español al coronel Tomás de Rocamora, que instaló su comandancia
en Arerunguá. Rocamora aplicaba la estrategia más lógica: plantar
la bandera de España en la base de operaciones de los charrúas, en
su refugio emblemático, tierras que, al mismo tiempo, quedaban
en medio de la ruta por donde se arreaba el ganado hacia Brasil.
Tierras que, a la vez, eran de nadie y de todos.
La ocupación de Arerunguá por las tropas de Rocamora
fue un paso importante para el control militar de la población
multiétnica y plurinacional que se movía en el norte de la Banda
Oriental. Además, se abrían paso las políticas de exterminio.
Avanzaba el Estado, avanzaba el capitalismo, retrocedían las
comunidades indígenas y la red social del contrabando. Este
cambio en la correlación de fuerzas incidió, de alguna manera, en
el ánimo de Artigas que, al poco tiempo de haber pedido retiro,
se dejó convencer para reintegrarse nuevamente a la actividad

242 ···
militar en la frontera norte. Probablemente su intención fuera
desplazar a Rocamora de Arerunguá. En abril de 1804, Pascual
Ruiz Huidobro, nuevo gobernador de Montevideo, lo designó al
frente de una partida de 50 voluntarios para que regresara al
territorio en disputa.
Artigas puso condiciones para el regreso al norte. Las
describió en una carta a Ruiz Huidobro: “Yo salí de esta plaza
[Montevideo] para obrar según mis conocimientos y sin que, en
mis maniobras, tuviese que entender otro alguno de los oficiales
que hay en la campaña”.140 Sus palabras traslucen el espíritu de
Artigas al aceptar alejarse de la vida de bandolero para hacerse
blandengue. Ahora exigía carta blanca que lo habilitara a facilitar
el regreso de las tolderías y los contrabandistas a Arerunguá.

Francisco Javier de Viana

En un informe de José Artigas a Rafael Sobremonte, virrey


del Río de la Plata, escrito en agosto de 1804, y conservado en el
Archivo, se lee:

“[…] sólo me hallo con 40 hombres. Este corto número de gente


es insuficiente para operar por unos parajes que continuamente
provocan choques con los infieles. Otros han salido con número
muy crecido de tropa y no han podido hacer nada. […] sólo una
vez conseguí tener 120 hombres de tropa […] e hice, en el campo,
todo cuanto quise en favor de las armas del rey y de la patria, en
exterminar los indios que los hice ganar hasta los pueblos de las
Misiones. De modo que el vecindario vivía todo descuidado en sus
estancias, pero en la ocasión no puedo hacer todo lo que deseo, ni
puedo usar mis conocimientos, debo limitarme a contener algunas
desgracias”.141

140. Ibid, pág 100, carta conservada en el Archivo Artigas.


141. Citado por Carlos Maggi, ibid, pág 106.

···243
Seis días después de que Artigas y sus voluntarios llegaran
al norte, atravesaron el río Arapey y derrotaron una partida de
Borges do Canto, tomaron seis prisioneros y se quedaron con la
caballada. Todo ello sin sufrir una sola pérdida. Sus 40 milicianos
habían sido suficientes para vencer a los portugueses, pero a
Artigas le parecían muy pocos para reprimir charrúas… la victoria
sobre Portugal le servía para justificar su notoria inactividad en la
represión de los charrúas.
El informe es parte de la querella epistolar entablada entre
Artigas y Rocamora –de la que tomó cuenta el virrey–, donde el
oficial de blandengues dejaba muy mal parado al coronel español,
demostrando que era un inútil, a quien le habían robado la caballada
y le carneaban los vacunos en sus propias narices. La paciencia del
virrey se terminó agotando con la disputa y, en octubre de 1804,
cortó por lo sano. Por un lado, disolvió el escuadrón de voluntarios
de Artigas, licenciándolos y dispersándolos por la campaña y, por
el otro, trasladó a Rocamora hacia Colonia, dejándolo sin el mando
del ejército. Finalmente, el teniente coronel Francisco Javier de
Viana, hijo del primer gobernador de Montevideo, compañero
de escuela de Artigas, fue nombrado único comandante de la
campaña.
A principios de 1805 llegó al norte el novel comandante.
Se sabía poco capacitado para desempeñar su cargo en un
territorio que la era desconocido y hostil, surcado por intereses
muy diversos. Charla va, charla viene, los amigos acordaron que
Viana proporcionaría a Artigas 100 hombres y, a cambio, éste le
aseguró que se encargaría de abastecer de carne y cabalgaduras a
la tropa española. Paso seguido, Francisco Javier de Viana mudó
la comandancia a las puntas del río Cuareim, dejando libres los
campos de Arerunguá.
Casi de inmediato, Artigas firmó una petición solicitando
que se le concedieran las tierras del “rincón que forman el
arroyo llamado Valentín que desagua en el Arapey Grande y las
puntas de la cuchilla que sale al Daymán y hace rincón con otro
arroyo llamado Arerunguá, que hace barra con el propio Arapey

244 ···
Grande”.142 Un día después, el 14 de febrero de 1805, Francisco de
Viana accedió al pedido y decretó que “siendo realengo el terreno
deslindado en este memorial […] se concede el uso y propiedad
de este terreno a don José Artigas”. Hoy día puede parecer algo
absurdo, pero así de fáciles eran las cosas en aquellos tiempos sin
alambrados ni registros de propiedad.
La estancia se ubicaba entre las actuales rutas 26 y 31, al sur
del Arapey, cerca del cerro Cementerio, llamado así porque ahí
enterraba a sus muertos la etnia charrúa.
Acota Carlos Maggi:143

“Esta estancia descomunal, más grande que el departamento


de Montevideo, tiene 105 mil hectáreas de superficie y fue
formalmente escriturada a nombre de Artigas. Constituye la única
fortuna que tuvo en toda su vida y lo transforma en uno de los
terratenientes con mayor extensión de tierra, en la Banda Oriental”.

¿Pensaba Artigas dedicarse a estanciero? No parece. Su vida


posterior indica algo diferente: más que como establecimiento
ganadero, Arerunguá servía de sede para los negocios del
contrabando de ganado y cueros. ¿Pensaba, entonces, dedicarse al
comercio libre con Brasil? Puede ser, pero, de hecho, la propiedad
de Arerunguá sirvió para sellar la alianza de Artigas con charrúas
y guaraníes, quienes tenían el “derecho principal” sobre la Banda
Oriental. Arerunguá parecía destinada a ser una especie de reserva
indígena, centro de la economía informal o clandestina, pero que
hacía posible la subsistencia de la que –pocos años más tarde–
sería la base social del movimiento político artiguista.
En 1814, al retirarse del segundo sitio de Montevideo en la
“marcha secreta”, el caudillo retornó a Arerunguá, una fortaleza
inexpugnable, refugio seguro ante las conspiraciones de los
porteños. Desde allí mantuvo abundante correspondencia en la

142. Carlos Maggi, op cit, pág 108. Es documento del Archivo Artigas.
143. Carlos Maggi, en artículo publicado en El País, 9 de enero de 1994.

···245
que, como destaca reiteradamente Maggi, repitió varias veces el
giro “estoy en el centro de mis recursos” o “estoy en el seno de
mis recursos” para referirse a la tierra donde estaba acampado.
Era su fortaleza, el castillo del jefe de los orientales.

246 ···
Capítulo 18. Montonera y caudillo

Domingo Faustino Sarmiento, brazo intelectual de la


civilización occidental, luego de demonizar a Artigas, convocaba
a destruir a los “bárbaros” montoneros, en especial al jefe de los
orientales:

“Artigas, como se ha visto, era un salteador, nada más,


nada menos. Treinta años de práctica asesinando o robando de
cuenta propia, asesinando o quitando contrabandos de cuenta
del gobierno español dan títulos indiscutibles para el ejercicio
del mando sobre el paisanaje de indiadas alborotadas por una
revolución política, y entre las cuales viene incrustado el nombre
aterrante de Artigas como jefe de bandoleros, de Artigas como
encargado de exterminarlos, de Artigas como caudillo de todo un
país en armas”.144

Tampoco se anduvo con chiquitas Fructuoso Rivera, escudero


de Carlos Lecor, barón de la Laguna, que escribió agraviando a
Artigas y condenándolo a muerte:

“Todos los hombres, todos los patriotas, deben sacrificarse


hasta lograr destruir enteramente a don José Artigas; los males
que ha causado al sistema de la libertad e independencia son
demasiado conocidos para nuestra desgracia y parece escusado
detenerse a comentarlos, cuando nombrando al monstruo parece
que se horripilan. No tiene otro sistema Artigas que el del desorden,
la fiereza y el despotismo”.145

144. Domingo Faustino Sarmiento, Conflictos y armonías de razas de América, St


Oswald Editor (imprenta de Túñez), Buenos Aires, 1883.
145. Carta a Francisco Ramírez fechada el 13 de junio de 1820, Archivo de
Corrientes, Correspondencia Oficial años 1810- 1921, Tomo 9, folios 053 al 055.
Descubierta por el historiador José Eduardo Picerno.

···247
Desde 1820 Artigas fue un desaparecido forzoso. Durante
casi 70 años se lo borró de la historia oficial y de los discursos de
las recién creadas instituciones republicanas. La letra del himno
nacional uruguayo, que aprobó el presidente Rivera en 1833, no
menciona a José Artigas ni siquiera una vez. Como señala Gonzalo
Abella, al jurar la Constitución el 18 de julio de 1830, la bandera
de Artigas no fue izada en el acto. Los artífices del Estado tapón
lo radiaron de la historia y de la canción patriótica oficial, pero
no les fue tan fácil borrarlo de la memoria de aquel pueblo que se
había reunido y armado en busca de su propio destino. ¿Podían
olvidar que habían expropiado latifundios y los habían repartido
al amparo de Artigas? En la campaña, que seguía siendo más
federal que uruguaya, se contaban por miles los beneficiarios
del Reglamento y en sus corazones latía el artiguismo. La llamita
siguió encendida, escondida, a veces tan sólo en una mirada o en
un gesto, pero no se apagó nunca.
La antigua Roma calificaba –más bien, descalificaba– de “bárbaros”
a los celtas, germanos y sajones que quería someter. Un milenio
después, la Europa colonialista empleó el mismo recurso y
trataba de salvajes e ignorantes a los pueblos que hizo víctimas
de la hecatombe y la rapiña. Se puede afirmar que el recurso
de desacreditar para conquistar y dominar se empleó desde el
alba de la historia. Se intentaba convencer a los sometidos de
que sus culturas eran inferiores, y así inducirlos a aceptar el
orden y los valores que les imponían, los “civilizados”. Con
similar metodología, los “decentes y principales” denigraron a
Encarnación Benítez, José Culta y Baltasar Ojeda, preparando el
terreno ideológico para el exterminio del artiguismo.
Jorge Luis Borges decía que los montoneros iban a la guerra
como a una competencia deportiva, que la tomaban como
“juegos de hombría”, la oportunidad de mostrar sus habilidades
guerreras, su coraje y la fuerza de sus brazos. Sin embargo,
aquel andrajoso, semidesnudo y harapiento amontonamiento
de guerreros sabía muy bien cuáles eran sus necesidades y las
expresó armas en mano, con hechos y no con largas parrafadas.

248 ···
Tal vez no leían ni escribían, tal vez manejaban un léxico escaso
y carecían de elementos para elaborar complejos razonamientos
abstractos, pero eran muy conscientes de que querían tierras para
trabajar e identificaban con claridad a quiénes debían expropiar.
Su forma de pensar era tan legítima e inteligente como la que
produjo la Ilustración y la Enciclopedia. Si carecían de palabras
para explicitarlas y darles forma de programa escrito, no dudaron
en reunirse en montoneras y cabalgar hacia el horizonte que
necesitaban alcanzar.

El entrevero

“Tenía alrededor de 1.500 seguidores andrajosos en su


campamento, que actuaban en la doble capacidad de infantes
y jinetes. Eran indios principalmente sacados de los alicaídos
establecimientos jesuíticos, admirables jinetes y endurecidos en
toda clase de privaciones y fatigas. […] Chaquetilla y un poncho
ceñido en la cintura a modo de kilt escocés, mientras otro colgaba
de sus hombros, completaban con el gorro de fajina y un par de
botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo, el atavío
artigueño. Su campamento lo formaban filas de toldos de cuero y
ranchos de barro, y éstos, con una media docena de casuchas de
mejor aspecto constituían lo que llamaban Villa de la Purificación.”

Tal la descripción, ya clásica, de las huestes artiguistas en


1815, hecha por John Parish Robertson, que da testimonio directo
del origen guaraní- misionero de la mayoría de los artiguistas. El
escocés remató diciendo que Artigas “en nada parecía un general”.
Tampoco se parecía ese pueblo reunido y armado a los ejércitos
regulares a la europea.

“[…] aunque considerable, está completamente confinada a


los órdenes bajos de la comunidad y deriva de las mismas causas
que lo hacen temible para los órdenes altos, a saber, que no sólo
permite, sino que alienta cualquier exceso y desorden entre sus

···249
seguidores y tiene por su línea de conducta casi enteramente
arruinado al país que gobierna actualmente.”

Temido por los de arriba, querido por los de abajo, decía


el testimonio del comodoro William Bowles, que llegó al puerto
de Montevideo para proteger a los súbditos británicos y pudo
presenciar el incontenible remolino de la montonera.
La inmejorable y gráfica descripción de los “redotaos” que
escribió Jesualdo Sosa en base a documentos contemporáneos
dice:

“[…] una multitud desharrapada que lo sigue de cerca. Es gente


que no entiende de jerarquías. […] Changadores, troperos, negros
bisoños, indios a medio civilizar, desheredados de la fortuna y
amigos de la infancia y correrías.”146 “[…] Con viejas carabinas
enmohecidas, sables mellados y sin empuñadura, pistolones y
trabucos naranjeros, hojas de tijera de esquilar y medialunas de
desjarretar enastadas en cañas, ornadas con trapos multicolores,
van esos paisanos que ondean al viento sus camisas rayadas, sus
chiripás de merino, los más sin sombrero o simplemente una vincha
sujetando la revuelta cabellera, con sus rostros requemados por el
sol de las cuchillas, con las narices aplastadas, anchas y sensuales,
olfateantes, que parecen llevar todo el olor del campo, con los
labios de esponjas salientes como chatos higos maduros y los ojos
inyectados en sangre o la mirada aguda de pajarraco criollo capaz
de distinguir el meneo de un bulto en la espesa cerrazón o en la
noche más oscura”.147

A medida que se fueron reuniendo y armando, los montoneros


artiguistas iban rompiendo con la dominación ideológica de los
invasores europeos, sostenida además por las elites criollas. El
sujeto social de la campaña oriental, hasta entonces informe y

146. Jesualdo, Artigas. Del vasallaje a la revolución, Losada, Buenos Aires, 1961,
pág 224.
147. Ibid, pág 198.

250 ···
disperso, en 1810 comenzó a transformarse en sujeto político,
los jinetes hicieron lanzas con sus medialunas, dejaron de
ser “hombres sueltos” organizados para ser explotados por
accioneros y latifundistas hasta que, en determinado momento,
habían constituido el poder propio que nunca habían podido
ejercer, que necesitaban para arrebatar tierras a los latifundistas,
abolir las encomiendas y la esclavitud, repartirse el ingreso de las
aduanas y expulsar a los europeos.
Reunirse y tomar las armas fue un acto creador, fundacional,
que provocó una sensación de poder que sedimentó en las
subjetividades y cambió el modo de verse a sí mismos. Los
amontonados y entreverados se convirtieron en hacedores de la
historia. ¿Cuánto debe la humanidad a las masas que, simplemente,
se atrevieron a armarse para luchar?
Se prefirió explicar ese fenómeno espontáneo de masas,
atribuyéndolo a la fascinación que provocaba la personalidad de
José Artigas. Era la mejor manera de evitar explicaciones que se
hundieran en las motivaciones más profundas, tanto las de orden
social y económico como las etnológicas nacidas con la invasión
de 1492. La tesis del carisma implica educar en la idea de que
los pueblos son incapaces de decidir por sí mismos, que deben
esperar un dios que baje a la tierra y los libere del yugo opresor.
El rumbo de la historia depende de esos hombres con atributos
divinos y no de las masas decididas a liberarse.
“Un caudillo que encabeza un gran movimiento social no es
más que el espejo en que se reflejan, en dimensiones colosales,
las creencias, las necesidades, las preocupaciones y los hábitos de
una nación en una época dada de su historia.”148 Hasta Domingo
Faustino Sarmiento, el gran detractor, debió reconocer que los
caudillos expresaban las condiciones sociales y culturales de su
época más que las características virtuosas del individuo.

148. Domingo Faustino Sarmiento, “Vida de Juan Facundo Quiroga”, en Antología


de literatura hispanoamericana, recopilación de David William Foster, Garland
Publishing, Nueva York, Londres, 1994, pág 277.

···251
Cabe pensar que todo ocurrió al revés, que en las
circunstancias de 1810 no fueron las mansas multitudes que se
adscribieron pasivamente al caudillo, sino que, a medida que ellas
fueron tomando las armas y reuniéndose, le tomaron el gustito
al poder que generaba su propio atrevimiento. Recién después
de amontonarse, decidieron investir como caudillo al bandido
social Artigas, cuyo sentido de justicia habían comprobado y
cuya firmeza para enfrentar a las autoridades –aun integrando el
Cuerpo de Blandengues– tan cercanamente conocían. Las masas
irredentas lo ungieron jefe de los orientales bastante antes de
que, en la quinta de La Paraguaya, el aplauso de unos pocos le
diera cierta formalidad al asunto.
En décadas de “vida suelta”, miles de manos fueron moldeando
la arcilla hasta darle la forma del caudillo que necesitaban y lo
transformaron en vocero de su multiétnica convivencia, de sus
sentimientos de postergación y sus odios a la elite. El carisma de
Artigas no fue un atributo individual sino una cualidad trasmitida
por los artesanos que lo produjeron.
Durante el siglo XIX y los primeros años del XX, las montoneras
intervinieron decididamente en el escenario político rioplatense,
fueron fuerzas militares lo suficientemente poderosas como para
plantarse de igual a igual frente a las instituciones, para cuestionar
el dominio del Estado. Podían parecer muy desordenadas a ojos de
los europeos, acostumbrados a ver desfilar ejércitos regulares por
avenidas también regulares, pero la montonera recreaba maneras
primitivas de organización guerrera y política, así habían luchado
los padres y los abuelos, la sentían suya, se movían en ella como
peces en el agua.

La democracia “bárbara”

“La voluntad de la multitud popular, la elección del pueblo. Es


el jefe de las masas, elegido directamente por ellas, sin injerencia
del poder oficial, en virtud de la soberanía de que la revolución ha
investido al pueblo todo, culto e inculto; es el órgano y el brazo
inmediato del pueblo, en una palabra, el favorito de la democracia”

252 ···
Con esta frase explicaba Juan Bautista Alberdi, nacido justo
en 1810, las relaciones de las montoneras con sus caudillos
como expresión democrática de la voluntad popular. El poeta y
filósofo entendía que “los jefes [fueron] elegidos por la voluntad
del pueblo, sustituyendo a los jefes elegidos por la voluntad de
los reyes”.149 En el mismo sentido, José Pedro Varela, intelectual
contemporáneo del fenómeno, sostuvo que la montonera era “la
forma de gobierno primitiva que se adapta al estado social de
nuestra campaña”.
En mayo de 1810 los sectores populares no fueron invitados
a participar de la elección de los miembros de la Junta, ni como
electores ni como elegibles. Los hombres de Mayo no querían
discutir de igual a igual con la población de origen africano o
indígena y, por consiguiente, evitaron los cabildos realmente
abiertos, sin discriminación social ni étnica. Era el mismo horror
a la participación de las mayorías populares que sentía Platón,
el miedo a que la cantidad se adueñara de la democracia y, en
consecuencia, decayera la calidad intelectual del sistema de
gobierno, querían una república muy democrática, pero sin pueblo
gobernando.
Ese miedo los llevó a acosar a la princesa Carlota,
prácticamente desde el día siguiente al 25 de mayo. Pretendían
establecer un sistema que combinara la centralidad del trono real
con un parlamento que representara a los ciudadanos, que eran
solamente los propietarios de inmuebles. “Libertad, igualdad,
fraternidad”, pero sin “sans culotte”. Hasta el puñado de jacobinos
se dejó llevar por el temor y salieron a recorrer las cortes europeas,
buscando unas gotas de sangre azul que santificaran el gobierno
de la Junta de Mayo.
La montonera de los “redotaos” instituyó una forma de
democracia muy diferente a la representativa y liberal. Nada tenía

149. Juan Bautista Alberdi, Grandes y pequeños hombres del Plata, Punto de
Encuentro, Buenos Aires, 2007, págs 129- 140.

···253
que ver con la república de Platón, gobernada por los filósofos, o
con los tres poderes de Montesquieu, vinculados todos ellos por
los intereses de la burguesía. En la campaña oriental de 1800,
salvo los curas artiguistas y algún otro intelectual, nadie conocía
las constituciones inglesa, francesa o estadounidense. Maggi
acota que Artigas la había conocido a través de una traducción al
español de una obra de Thomas Payne.
La irrupción política de la plebe “bárbara” despertó el
odio virulento de la elite “civilizada”. Los “bárbaros” no sabían
pensar, carecían de pensamiento crítico y se dejaban arrastrar
por irrefrenables instintos sanguinarios. No podían gobernar
una república. A la “democracia bárbara” de la montonera, la
elite criolla contrapuso la “democracia civilizada”, gobernada
por personajes intelectualmente superiores, como Pueyrredón,
Sarratea y Rivadavia.
Los vecinos de Santa Teresa prendieron fuego a sus
propiedades antes de partir hacia San José para incorporarse a
las filas artiguistas. Abandonar bienes y posesiones para marchar
con toda la familia hacia un destino incierto implica decisiones
de tremendo dramatismo. Fue un cúmulo de determinaciones
individuales que, en su conjunto, constituyeron una expresión
política directa, sin representantes, muy democrática. Un
plebiscito masivo que deja ver formas de expresión política
preñadas de coraje y audacia, un compromiso mucho mayor que
el mero ejercicio del voto.
La Redota fue una manifestación de la democracia montonera,
un tipo de organización política de masas. Primitiva, por cierto,
pero muchísimo más abierta a la participación política que las
formalidades de la democracia representativa. No había elecciones,
no se eligió a Artigas entre varios candidatos, pero su autoridad
se fue forjando como una trama de relaciones sociales y políticas
que, una vez consolidadas, dieron a luz manifestaciones como la
“admirable alarma” y la Redota, hechos más emparentados con un
quehacer directo de la política que con los modos representativos
que implantó la burguesía.

254 ···
La masa amontonada eligió más bien un cacique que otra cosa.
El cacicazgo y el chamanismo habían sido los modos de organizarse
que encontraron los primeros núcleos humanos, cuando debieron
defenderse o alimentarse. Usaron un criterio que seguramente
está codificado en el genoma político de la especie humana, pues
sus huellas, imborrables, continúan determinando la tendencia al
caudillismo y cuestionando permanentemente el funcionamiento
colectivo de los partidos. La gente opta por organizarse en torno
a un caudillo/cacique, por dentro o por fuera de las instituciones
formales de la democracia liberal.
La montonera delegaba su poder en el caudillo, que
concentraba en su persona todas las funciones políticas:
comandaba la organización militar, legislaba e instrumentaba
políticas, administraba justicia. No había división de poderes.
Obviamente, la centralización del poder en una persona abría
ventanas al capricho y el autoritarismo de los que Artigas no estuvo
libre. Cada montonero, sin embargo, se reservaba el derecho de
ratificar su contrato político, pues, si estaba disconforme, podía
“desconchabarse”, como hizo José Culta. De hecho, todos los días
se estaba plebiscitando la pertenencia al artiguismo.
Las partes contratantes acordaban tácitamente que el caudillo
solamente podía ordenar aquello que, de antemano, sabía que los
montoneros estaban dispuestos a obedecer. El reclamo airado
de Encarnación Benítez demostró de qué modo se erguía un
montonero frente a su caudillo, reclamando justicia para los
que habían dado todo por la patria. En los hechos, el “obedezco
y mando” estaba muy relativizado por el hábito de mandar
obedeciendo.
De alguna manera, en 1820, el caudillo debe haber traspuesto
los límites del acuerdo con sus bases y, a partir de su desvío,
el consentimiento se debilitó y la montonera se deshilachó,
determinaciones políticas individuales de signo contrario a la
“admirable alarma” y a la Redota. En ese marco de complejas
relaciones entre la democracia directa y el autoritarismo del
caudillo hay que ubicar la afirmación de que la autoridad emana
del pueblo y cesa ante su presencia soberana.

···255
Quedan abiertos posibles interrogantes: ¿qué forma es
más democrática que la otra?, ¿bajo cuál de ambas formas los
individuos participaban más en la vida política? Fueron fenómenos
muy difíciles de comparar, sus puntos de partida y sus historias
fueron muy diferentes. Mientras la democracia representativa ha
demostrado tener muy poco de democrática y mucho de dictadura
de la clase dominante, la democracia montonera contenía, por el
contrario, algunos gérmenes de poder popular, de participación
política masiva y directa. El rechazo a priori, sin analizar las
razones de su eterna resurrección, no ha permitido que la teoría
explique el fenómeno: ¿cómo es posible que el caudillismo
emerja desde las oscuridades subconscientes para determinar los
acontecimientos trascendentales de la humanidad? Se lo quiso
desterrar de las concepciones de organización política, pero los
caudillos se reproducen porfiadamente, trastocando las formas
democráticas de hacer política.

256 ···
Capítulo 19. La leyenda celeste150

Manuel Oribe fue uno de los desertores de las huestes


artiguistas que pasó a Buenos Aires. En 1825 fue segundo jefe
de la patriada de Lavalleja; la finalidad era expulsar a Portugal
de la Banda Oriental para reincorporarla a las Provincias Unidas.
Luego de un sinuoso periplo, Oribe terminó siendo presidente
de Uruguay. No duró mucho, pues lo derrocó una conspiración
golpista de Rivera y debió refugiarse en Buenos Aires. Juan
Manuel de Rosas lo recibió como presidente legal de Uruguay y,
retribuyendo la gentileza, Oribe lo secundó en la guerra contra
los unitarios. Desde el 10 de marzo de 1839 hasta la paz del 8 de
octubre de 1851, Uruguay fue el campo de batalla de la Guerra
Grande. Oribe comandó un nuevo sitio a Montevideo y estableció
su gobierno en el Cerrito. Controlaba toda la Banda Oriental
menos Montevideo y Colonia del Sacramento. Su principal apoyo
era, en consecuencia, la población de la campaña, la beneficiaria
del reparto de tierras, custodia de la memoria de José Artigas. No
fue de extrañar, entonces, que Manuel Oribe firmara un decreto
denominando José Artigas a la calle principal del Cerrito, llamada
hasta entonces De la Restauración. Más tarde intentó repatriar de
Paraguay los restos del jefe de los orientales. Fueron los primeros
gestos institucionales de la reivindicación, pasitos muy cortos
pero pasos al fin.
Otro episodio preñado de simbolismo fue protagonizado
por Leandro Gómez. Combatiente en filas de Oribe, 15 años
después sería el héroe de Paysandú, fusilado por Venancio Flores,
creador del Ejército uruguayo. Leandro Gómez descubrió en un
cambalache la espada que el gobierno de Córdoba había regalado
a José Artigas en 1815, la compró y la donó al gobierno uruguayo
en 1856. La memoria del caudillo lograba escapar por debajo de la
lápida que le colocaron Rivera y el gobierno de la Defensa.

150. Expresión acuñada por Carlos Real Azúa y empleada, entre otros, en
El patriciado uruguayo, Asir, Montevideo, 1961, pág 71. También la usó
frecuentemente Carlos Quijano.

···257
Cuarto de siglo más tarde, a partir de 1875, estimulados por la
demanda británica de Hereford y ovinos, los grandes estancieros y
los militares se propusieron modernizar la explotación ganadera.
La modernización requería extender la presencia del flaco
Estado tapón a todo el territorio. Como describió gráficamente
Washington Lockhart, fue necesario “amurallar las estancias” con el
alambrado. Después del genocidio del pueblo paraguayo cometido
por la Triple Alianza en 1870, el novel Ejército uruguayo estaba
en condiciones de emplear la mano dura con los ingobernables
orientales. El coronel Lorenzo Latorre y Juan Domingo Ordoñana,
presidente de la recién creada Asociación Rural, decidieron dar un
golpe cívico- militar para poner orden en el país y dar seguridad
a sus ciudadanos. El protagonismo de Ordoñana ha sido poco
reconocido, pese a haber sido socio financista del desembarco de
la Agraciada y haber facilitado al jefe de los Treinta y Tres un
latifundio en el departamento de Colonia.151
El matrimonio entre militares y latifundistas fortaleció y
consolidó el Estado tal como lo conocemos hoy día. En base al
látigo y el garrote –la violencia institucionalizada–, instalaron el
principio de legalidad en la “tierra purpúrea”, luego, el batllismo
se encargaría de continuar la ingrata tarea de llevar los cuerpos
represivos hasta el último rincón del país.
La instalación del principio de autoridad, siempre ligado a
la represión policíaco militar, necesitaba recrear el relato de la
historia de los orientales. Comenzaron entonces a surgir los mitos
oficiales acerca de la existencia de una “nación uruguaya”, sin
importar si esa versión se alejaba más o menos de los hechos
históricos. Todo valía mientras sirviera a los fines políticos
que dieron origen al Estado tapón. Lo importante era imponer
un pasado de ensueño para legitimar el recorte de la libertad
cimarrona; las dictaduras descubrieron que Artigas podía ser el
héroe militar que necesitaban.

151. Washington Lockhart, Cuadernos de Marcha, febrero de 1996.

258 ···
Apuntando en esa dirección, Máximo Santos –el otro
dictador militar– hizo aprobar en 1882 el llamado a concurso
para un monumento a Artigas que sería levantado en la plaza
Independencia. En 1884 decretó duelo nacional para el 23 de
setiembre, fecha en que falleció Artigas. Muchos artistas e
intelectuales sintieron inflamarse el pecho de patriotismo ante la
convocatoria de Santos. Juan Manuel Blanes, por ejemplo, pintó
su colección de estampitas patrióticas, una burda falsificación
ideológica de hechos y personajes, todos ellos vistiendo uniforme
militar o sombrero de copa, atuendos bien ajenos a la manera de
vestir en Purificación.
En 1884, Carlos María Ramírez, ex colorado, fundador del
Partido Constitucional, le dio tremendo impulso a la versión
“celeste” de la historia y presentó su obra máxima: Artigas, en
donde declaró “precursor de la nacionalidad oriental” a quien
había sido Protector de los Pueblos Libres. Hizo de Artigas lo
que nunca había sido ni quiso ser, para beneplácito de quienes
continuaban la herencia del Estado tapón. Ramírez había estado
entre los afines a la leyenda negra, pero en las nuevas condiciones
se arrepintió públicamente, reconociendo haberse equivocado.
Para su campaña de santificación de Artigas, contó con el
invalorable auxilio de Clemente Fregeiro, que falsificó la Redota,
convirtiéndola en “éxodo del pueblo oriental”.

Bronce se compra

Uruguay llegó al Centenario dividido por los levantamientos


saravistas de 1897- 1904 y por la irrupción de la clase obrera
organizada, que preocupaba por las posibles réplicas locales de
la Comuna de París. En condiciones tan inestables, el modo de
hacer política del batllismo buscó plegar las clases populares
para, en última instancia, favorecer el dominio y los negocios de
la clase de los propietarios. El batllismo transformó el Estado en
un sistema bien aceitado de amortiguadores, que amainaban los
temporales de la lucha de clases en los pasillos parlamentarios

···259
y ministeriales. José Batlle y Ordóñez logró que los trabajadores
perdieran su identidad y usaran una cédula que los identificaba
con el batllismo, una fuerza que se colocaba por encima de las
clases. Instauró una “paz social” que hizo a los pobres un poquito
menos pobres y a los ricos cada día más ricos. En ese contexto,
descubrieron la utilidad de la figura de José Artigas –ni blanco ni
colorado, ni proletario ni burgués–, el símbolo perfecto de una
nación caracterizada por el consenso de todas las clases sociales
y todos los partidos políticos.
Hasta fines del siglo XIX, la enseñanza pública utilizó el
Bosquejo histórico de la República Oriental del Uruguay como
texto oficial, del cual se habían hecho cuatro reediciones. Fue
escrito por Francisco Berra, especializado en pedagogía y métodos
de educación, que junto a José Pedro Varela y Alfredo Vázquez
Acevedo integró la Asociación Amigos de la Educación Popular,
propulsora de la reforma vareliana. Aunque hoy día no se le da
trascendencia a Berra, fue un personaje influyente del mundillo
intelectual montevideano, y se contó entre los fundadores del
Ateneo.
Su Bosquejo presentaba un Artigas más humano y real que
el broncíneo, militarizado por la leyenda celeste. Sin embargo, lo
describió como un autócrata, que manipulaba a un pueblo sometido
mansamente a su voluntad, cuyos cabildos y gobernadores eran
simples ejecutores de las órdenes del jefe de los orientales. Desde
otro ángulo y con otro tono, Berra coincidió con la versión riverista
de un Artigas despótico y autoritario. La imagen pintada por Berra
satisfacía a los rencorosos hijos de los “decentes y principales”,
hasta que un buen día dejó de corresponder con la intención
política de Máximo Santos que, por decreto del 13 de setiembre
de 1883, en aras de la nueva imagen de Artigas, prohibió el uso
del Bosquejo.
Carlos María Ramírez, que hasta poco antes había adherido
a la tesis de “Artigas, el déspota”, se plegó rápidamente a la
nueva onda ideológica y pasó a jugar de ariete para desacreditar a
Francisco Berra, Luis Melián Lafinur, Juan Carlos Gómez y todos los

260 ···
autores iconoclastas. Cayó el anatema sobre ellos y se censuraron
sus escritos. Francisco Berra debió huir a Buenos Aires, donde
procuró que Bartolomé Mitre lo respaldara en divulgar su visión
de Artigas. Una década más tarde, en 1894, en la semblanza dicha
a modo de despedida en la Sociedad de Amigos, Carlos María
de Pena dejó entrever la verdad: la obra de Berra no cumplía “la
función que debe llenar la historia para formar el sentimiento
nacional de un país que debía consolidar su soberanía”. Clarísimo:
aunque se alejara de la realidad o la tergiversara, la historia oficial
debía ser el catecismo del Estado tapón, una historia a lo Hermano
Damasceno o H D, para quienes debimos padecerlo en las escuelas
a mediados del siglo XX.
Prohibido Berra, el historiador oficial del Estado tapón pasó
a ser Francisco Bauzá, católico conservador, muy crítico de
la reforma vareliana, en particular de la laicidad, varias veces
diputado y senador del Partido Colorado, opuesto a José Batlle
y Ordóñez. Un currículum que indica sin dudas su vocación
ideológica. La obra que lo catapultó se titulaba Historia de la
dominación española en el Uruguay, dejando entrever el deseo
de que la patria fuera iberoamericana, culturalmente europea.
Bauzá partía del presupuesto de que lo “nacional y uruguayo”
era simple continuación del desarrollo de la historia de España,
un marco conceptual que ignoraba por completo las raíces
originarias, así como la resistencia indígena a la invasión española
y las determinantes influencias culturales y políticas guaraní-
misioneras en el período iniciado en 1810.

“Si la suerte de las armas le fue adversa y el personalismo


le cegó más de una vez, esos no son motivos bastantes para
desconocerle méritos que no tuvieron la mayor parte de sus
adversarios. Sus faltas y errores, que tan duramente pagó la Banda
Oriental, no fueron traiciones a la causa pública.”152

152. Francisco Bauzá, Historia de la dominación española en el Uruguay, Barreiro


y Ramos, segunda edición, Montevideo, 1897, pág 748.

···261
Embretado entre la línea política de reivindicar a Artigas
y la lealtad a la memoria de Rufino Bauzá, su padre, Francisco
modeló un perfil del “protector” que oscilaba entre la apología y
la iconoclasia.

El Centenario

“Sólo nos proponemos formular un alegato, con la transcripción


textual de todas las acusaciones y de todos los elogios de que
ha sido objeto Artigas y el examen de las pruebas producidas”,
dice Eduardo Acevedo en el “alegato histórico” al que tituló José
Artigas. Su obra cívica. Fue publicado por la editorial Mariño en
1910, poco antes de celebrarse el siglo de la batalla de Las Piedras.
En las primeras páginas el autor aclaró que su intención no era la
biografía sino que, como hombre de leyes, emprendía la defensa
de Artigas ante el tribunal de la historia, rebatiendo una por una
las acusaciones presentadas en el libelo de Cavia y en las historias
de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López. Acevedo asimiló la
leyenda negra a las campañas de desprestigio sufridas por José
de San Martín y Simón Bolívar. Se erigió en continuador de la obra
de Carlos María Ramírez, cabeza visible de la redención del gran
caudillo en el ambiente intelectual y académico.
“La obra de Artigas es ante todo de ciudadano. Fue militar
porque era necesario que alguien mandara los ejércitos, pero su
tarea es fundamentalmente cívica, de propaganda de ideales, de
elaboración de caracteres y de formación de pueblos.”153 Además
de rebatir las acusaciones, ya el título del alegato indicaba la
intención de presentar el nuevo Artigas: ejemplo de civismo,
modelo para la juventud del Uruguay batllista. Acevedo quería
desechar la imagen de héroe militar, preferida por las dictaduras
de Latorre y Santos. Luego de aclarar que Artigas nunca había
tenido el grado de general, limó las aristas del héroe militar, es

153. Eduardo Acevedo, José Artigas. Su obra cívica, Imprenta Atenas, Montevideo,
1950, pág 42.

262 ···
decir, lo convirtió en héroe ciudadano y lo vistió con la toga de un
gran demócrata burgués.
Presidente del Club Atlético Peñarol y del Consejo que
administraba Montevideo, el periodista Julio María Sosa se
preparó para recibir a lo grande el año del Centenario. Entonces
era diputado por el Partido Colorado y percibió la ocasión de
colocar en la opinión pública la transfiguración concretada en
la academia y los ámbitos intelectuales; era la oportunidad de
demostrar al pueblo que Artigas había sido un precursor de
la democracia liberal en el país. En una palabra, Sosa quería
afiliarlo al batllismo. Desempolvó el proyecto de monumento en
la plaza Independencia, que llevaba treinta años circulando por
los mentideros políticos, pero estaba encajonado en el archivo
del Parlamento. Logró que se aprobara y que en 1911 se hicieran
grandes fiestas en homenaje al Centenario. Sin embargo, el
monumento recién pudo ser inaugurado en 1923.

“Artigas es una idea elemental, primordial, hecha visible en un


cuerpo y convertida en fuerza anímica; tiene algo, me parece, de la
belleza arquitectónica griega, la construcción humana intuitiva, la
choza divinizada en el mármol, en que la resistencia es armonía, y
la armonía es resistencia. Dada una situación, podemos asegurar
la conducta de ese hombre, y hasta sus palabras, como, reconocido
el módulo o el diámetro de la columna, vemos la silueta del
monumento histórico.”154

Juan Zorrilla de San Martín no se anduvo con chiquitas a la


hora de escribir el panegírico de Artigas. Para ello debía olvidar
que poco antes se había hecho eco de las palabras infamantes de
Sarmiento, Mitre y Vicente López.
El gobierno había llamado a concurso entre los escultores
nacionales y extranjeros para competir por el proyecto del

154. Juan Zorrilla de San Martín, La epopeya de Artigas. Tomo II, Imprenta
Nacional Colorada, Montevideo, 1930, pág 370.

···263
monumento ecuestre de Artigas. Se necesitaba una memoria que
pudiera despejar las confusiones que los artistas pudieran tener, o
sea, que reprodujera la imagen de Artigas que el batllismo quería
reproducir. Le encargaron a Zorrilla que la escribiera. Como todos
sus contemporáneos, el poeta del Tabaré había estado influido
por la leyenda negra, a tal grado que al escribir su Leyenda patria,
olvidó mencionar siquiera a Artigas. De todas maneras, sensible al
cambio ideológico propulsado para consolidar el Estado tapón, en
ese año 1910, previo al Centenario, Zorrilla dio a luz La epopeya de
Artigas, dos volúmenes de 440 páginas cada uno, 2 mil ejemplares
editados por la Librería Nacional (Barreiro y Ramos). Un rotundo
éxito editorial, hubo un par de reediciones.
Indujeron en el pueblo trabajador una especie de ensueño
burgués, lo hicieron vivir una “fantasía nacional” para disolver
la lucha de clases, dicho sea parafraseando al historiador Carlos
Demasi. Con sus miradas batllistas, tergiversaron el pasado para
que prefigurara el Uruguay del futuro, veían una alegre marcha
por el camino progresista hacia un futuro promisorio. Artigas era
el vehículo ideal para la hegemonía, introducía en las conciencias
la aceptación de las ideas batllistas y burguesas.155
Para fabricar el Artigas máximo héroe de la patria debieron
ignorar su juventud bandolera y sus relaciones con la población
guaraní- misionera y con los charrúas. Lo balcanizaron, además,
aislándolo de los Pueblos Libres que protegía, para presentarlo
como precursor de la “nación uruguaya”. Evitaron toda
investigación y documento que pudiera cuestionar el papel que

155. “La coyuntura de 1911 era la oportunidad para consolidar un orden


político particularmente inestable; pero si la elite aspiraba a instituir su control,
necesariamente debía buscar un espacio de transacción con aquellos sectores
políticamente ‘peligrosos’. La experiencia de la guerra civil había mostrado,
en uno y otro bando, la capacidad de movilización y de presión de sectores
importantes de las clases bajas: éstos eran los que acompañaban la convocatoria
de los caudillos políticos y los que formaban el principal contingente en las
guerras civiles […]. Estas consideraciones explican la razón por la que los
grupos dirigentes aceptaron instaurar a Artigas como principal héroe nacional”,
escribe Carlos Demasi en “La construcción de un héroe máximo”, Revista
Iberoamericana, Vol. LXXI, N° 213, octubre- diciembre de 2005, pág 1031.

264 ···
le asignaron, que siquiera sugiriera un Artigas diferente. Lo
fumigaron para descontaminarlo de su bien ganada fama de
expropiador de latifundios. Inventaron un Artigas aséptico,
impoluto, intachable. Ejemplo de civismo, de una ciudadanía
recién salida de fábrica, sostén de los valores de la democracia
burguesa, pero desligado de las pasiones partidarias. Mostraron
su “obra cívica” pero ocultaron los caracteres que lo llevaron a
ser bandido social, blandengue y jefe montonero. Lo despojaron
de su carne y hueso para convertirlo en prócer de bronce. Método
muy poco científico pero que dio resultados. Pragmatismo puro
y duro.

“Para entender a nuestro héroe debemos viajar a la fundación


del Estado. Se creó un ejército profesional; una Policía efectiva,
portadora de un armamento y organización superior a los
bandoleros; un conjunto de códigos que regulara en un mismo
sentido la vida de todos nosotros; un conjunto de políticos, que
mal que bien condujera el barco hacia algún lado; una escuela
pública que disciplinara a los actuales ciudadanos; y una ideología
aglutinante. Con mucho, esto último era lo más difícil de lograr.
Había que convencer y convencerse de que nosotros éramos una
cosa diferente de los otros; más justos, aguerridos, democráticos
y republicanos que los otros; que habíamos nacido por nuestra
propia decisión y no la de otros; que la tierra donde vivimos tiene
estos límites y no otros; y que no podíamos ser otra cosa que
la que somos. Difícil tarea, había que trocar lo negro en blanco,
lo insípido en sabroso y lo pueril en magnífico. Difícil pero no
imposible. Se editaron millones de libros, se distribuyeron miles
de bustos, se pintaron cientos de cuadros, se hicieron docenas
de canciones y se declararon algunos feriados; y, además, se
adoctrinaron millones de alumnos, se aleccionaron miles de
docentes, se concibieron cientos de actos, se escribieron decenas
de artículos y se proscribieron unos pocos iconoclastas.”156

156. Marcelo Marchese, Pensamientos salvajes, El Mendrugo, Montevideo, 2011,


pág 249.

···265
Capítulo 20. Las tablas de la ley

En 1911, el año del Centenario, Héctor Miranda publicó su


ensayo Las Instrucciones del Año XIII. Hizo de la Asamblea de
Tres Cruces la ceremonia fundacional de la “nación uruguaya”.
En 1914 Miranda fue electo diputado por Treinta y Tres, su
departamento natal, como afiliado a la corriente de Feliciano Viera,
presidente elegido para dar un “alto” al proceso de reformas del
primer batllismo. Los escritos de Miranda sobre historia estaban
subordinados a su concepción política conservadora, no podía ser
de otra manera. En consecuencia, su ensayo fue un instrumento
de lucha ideológica para la extensión y consolidación del Estado
tapón en todo el territorio oriental. Reinterpretó el período
artiguista a partir de las Instrucciones del Año XIII, completando
la transformación de José Artigas en héroe cívico, que había
iniciado Eduardo Acevedo. Sólo faltaba colocar las tablas de la
ley en la imagen de Artigas pintada por Blanes. Fue el puntillazo
final de la campaña apologética del Centenario, la culminación del
proceso que había echado a andar Carlos María Ramírez.
Hasta el ensayo de Miranda, las Instrucciones habían pasado
desapercibidas para los historiadores. Tampoco el pueblo armado
y reunido, absorbido por el fárrago de la lucha, adjudicó especial
relevancia al documento de Tres Cruces y nadie lo conservó en
la Banda Oriental. El primer ejemplar de las Instrucciones recién
fue conocido en 1878, cuando el historiador argentino Mariano
Pelliza descubrió una copia firmada por Artigas. La ubicó entre
los papeles de José Gaspar Rodríguez de Francia, que estaban en
el botín de que se apropió Mitre al rematar el genocidio de la
Triple Alianza. Habían transcurrido 65 años de presentadas por
Artigas en la asamblea de Tres Cruces. El documento fue puesto
bajo custodia del Archivo General de la Nación Argentina, pero
de allí también desapareció. En 1930 Ariosto Fernández encontró
otra copia en el archivo de Rio de Janeiro. En realidad, se fueron
descubriendo varias copias enviadas a distintos receptores y en
cada una el contenido presentaba variantes.

266 ···
La Asamblea Constituyente

El conflicto de poder entre jacobinos y saavedrismo, ya


ensangrentado con la muerte de Moreno, desembocó en el golpe
que dio la alianza de San Martín y Monteagudo. Bernardino
Rivadavia nunca perdonaría al Libertador la caída del Primer
Triunvirato y su desplazamiento del poder. Lo sustituyeron
con el Segundo Triunvirato, cuyos miembros pertenecían,
mayoritariamente, a la Logia Lautaro. Tal vez para legitimar el
putsch, los nuevos triunviros convocaron a la Asamblea del año
XIII, integrada por diputados de todas las provincias, un Congreso
Constituyente que comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813.
La idea era declarar la independencia de las Provincias Unidas y
aprobar una Constitución republicana, pero hasta su disolución,
tres años después de iniciado, no había declarado ni constituido
nada.
Lo presidió Carlos de Alvear, miembro de la Logia Lautaro
que, como buen masón, fue uno de los principales impulsores
de la línea de subordinación a Gran Bretaña. Meses después, a
principios de 1815, Alvear enviaría una carta al Foreign Office
pidiendo que los británicos aceptaran a las Provincias Unidas en
calidad de protectorado. Los diputados de la Constituyente habían
sido elegidos por los cabildos en cada provincia, el mecanismo
no fue todo lo democrático ni lo transparente que debía haber
sido. Nadie cuestionó, por supuesto, la exclusión de las masas
indígenas y africanas. La Constituyente serviría de escenario a las
disputas entre el federalismo y el centralismo bonaerense en el
contexto del Movimiento de Mayo.
El 8 de marzo de 1813 asumieron los diputados, sin jurar
fidelidad al rey Fernando VII, como venían haciendo los integrantes
de las juntas desde 1810; además, se juramentaron luchar por el
bien y la felicidad común de toda la América y no sólo por el Río
de la Plata. Bernardo Monteagudo, representando a la provincia
de Mendoza, entregó a la Asamblea un borrador de Constitución

···267
para los “Estados Unidos de América del Sur”. Fue un progreso
que no hubieran asumido en nombre de la Corona sino en
representación de “la nación”, pero, por otro lado, ello significó
consagrar la hegemonía unitaria y centralista. Eran representantes
de la soberanía de las provincias unidas como un todo único y no
de las localidades que los habían elegido diputados.157 Como el
gobierno bonaerense consideraba que la Banda Oriental dependía
de Buenos Aires, sólo le correspondían los dos diputados que
designó Sarratea.
Los constituyentes abolieron la encomienda, la mita y el
yanaconazgo, se proclamó la igualdad de derechos de los indígenas
y se extinguieron los tributos que debían pagar. Declararon la
libertad de vientres y de los esclavos que fueran desembarcados
en adelante en las Provincias Unidas. Para no perjudicar a sus
propietarios, acordaron que el decreto no alcanzaba a quienes
ya eran esclavos en 1813. Determinaron, además, la libertad de
cultos y la caducidad del Santo Oficio, así como de toda autoridad
eclesiástica que no perteneciera al Río de la Plata. Prohibieron
la tortura y se eliminaron los títulos de nobleza. Estas reformas
de carácter social se debieron probablemente al influjo de los
jacobinos y parecen compensar el retroceso político hacia el
centralismo porteño.
A jacobinos y saavedristas les parecía imprescindible el
consentimiento de Gran Bretaña para formalizar la independencia
y por consiguiente, de mutuo acuerdo, la postergaron por tiempo
indefinido. Además, la gloriosa Asamblea del XIII aprobó la
bandera blanca y celeste adoptada por Belgrano en Tucumán,
aunque de hecho, para no ofender a nadie, se continuó izando el
pabellón español.
A fines de enero de 1814, por iniciativa de Carlos de Alvear,
la Constituyente sustituyó el régimen colegiado de las juntas y

157. Ana Frega, “Las instrucciones de los diputados orientales a la Asamblea del
Año XIII”, Anuario del Instituto de Historia Argentina N° 13, Memoria Académica,
La Plata, 2013. Recuperado de http://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/
view/IHAn13a10

268 ···
triunviratos por un director supremo todopoderoso. Se
centralizaron las fuerzas del poder para combatir a la “anarquía”
de los “infernales”, el artiguismo, las republiquetas y los guaraníes-
misioneros. Fue un vuelco hacia el autoritarismo. Eligieron a
Gervasio de Posadas, tío de Alvear, enemigo declarado de todo lo
popular y montonero. En definitiva, la legislación de avanzada en
materia de libertades y derechos sociales no se compadeció con el
régimen de gobierno, ideado para combatir lo popular y conciliar
con los centros europeos de poder.

Tres Cruces

La elección de los diputados orientales, como explica Felipe


Pigna, era temida por los conciliadores, previendo que se sumaran
a los de San Martín e inclinaran la balanza hacia la proclamación
inmediata de la independencia. En consecuencia, la elección de
estos diputados tenía serias connotaciones políticas. Sarratea
se adelantó a la jugada y los designó a dedo: Larrañaga por
Montevideo, y otro presbítero, Gómez Fonseca, por Maldonado.
Su intención era dividir a los orientales apelando a respaldar a los
criollos “decentes y principales”, sector social al que pertenecían
los dos curas.
El campo sitiador de Montevideo lo conformaban cuatro
ejércitos diferentes: dos de ellos obedecían al Segundo Triunvirato:
el que estaba al mando de José Rondeau acampaba en el Cerrito,
y el de Sarratea, uno de los triunviros derrocados, hazmerreír a
quien le habían robado la caballada, se había instalado en Arroyo
Seco. El pueblo reunido y armado, que había bajado de Salto Chico
y seguía a Artigas, su caudillo, estaba acampado en Tres Cruces.
En la estancia de Tomás García de Zúñiga, en el Paso de la Arena,
estaba la cuarta fuerza sitiadora, la caballería charrúa con Manuel
“Caciquillo” Artigas al frente.
Obviamente Artigas desconoció a Sarratea y, para elegir
nuevos diputados, convocó una asamblea integrada por delegados
de 23 pueblos y villas de la Banda Oriental. Algunos nombres de

···269
delegados quedaron consignados en los documentos; eran todos
de los sacerdotes y hacendados criollos que habían participado
en la “admirable alarma”, la batalla de Las Piedras, el sitio de
Montevideo y la Redota. Probablemente, los amontonados tuvieran
la sensación de estar escribiendo la misma historia con los
hacendados ricos y, por eso, aceptaron que Artigas les confiara la
representación en la Constituyente. Pronto descubrirían que sus
historias eran distintas y opuestas. Los charrúas no participaron.
La cita fue en el campamento de Tres Cruces, en una casona
propiedad de Manuel Sainz de Cavia, ubicada en el predio que
hoy ocupa el Hospital Británico. Las lluvias retrasaron el inicio
de las sesiones hasta el 5 de abril. Varios delegados quedaron
empantanados en los barrizales, no pudieron llegar a tiempo
y Artigas designó directamente a sus reemplazantes. No hay
referencia documentada acerca de la cantidad de presentes en
Tres Cruces. La finalidad era solamente refrendar los diputados
a la Constituyente, pero, al mandatarlos con las Instrucciones, se
estaba decidiendo el contenido de leyes que, de ser aprobadas,
afectarían al conjunto de las Provincias Unidas.
El argumento político para la creación de las juntas de
gobierno en toda la península, esgrimido también para legitimar
la Junta de Mayo, era la tesis sostenida por el sacerdote jesuita
Suárez: en ausencia del monarca la soberanía revierte a los
pueblos, fuente real del poder político. Los pueblos y villas
poseían derechos originales que conservaban naturalmente, salvo
aquellos delegados por mandato expreso a sus diputados. La tesis
era también válida para los derechos de los “pueblos de indios”.158
La asamblea de Tres Cruces quiso ser una puesta en práctica de
la “soberanía particular de los pueblos”, en palabras del propio
Artigas. En el acta levantada en el congreso, la Banda Oriental
se constituyó formalmente en provincia “compuesta de pueblos
libres”. Implicaba establecer una nueva forma de orden político,
basada en el traspaso del poder central a las poblaciones de todo

158. Ana Frega, op cit, pág 4.

270 ···
el territorio, opuesta al sistema del Virreinato que, en última
instancia, era el mismo que pretendía imponer la elite bonaerense
en el año XIII. A nadie extrañó que, paso seguido, declarara el cese
de su autoridad ante aquella asamblea soberana y que, en gesto
simbólico, se retirara de la sala. Significaba que el poder político,
hasta entonces concentrado en el Protector, revertía a los vecinos
reunidos en Tres Cruces. Según Ana Frega, cada pueblo recibió
un ejemplar de las Instrucciones y las reelaboró en función de
sus propios intereses. De ahí la variedad de la documentación
encontrada.
En la “oración inaugural” –como la llama la iconografía– Artigas
planteó que en primer lugar se debía decidir si se reconocía o no
a la Constituyente. Luego se abría una disyuntiva –explicó a los
asambleístas–, entre reconocer por simple obediencia, tal como
exigía el Triunvirato, o hacerlo mediante un pacto político que
preservara la soberanía del pueblo. Artigas puso el énfasis en la
preservación de la soberanía de los orientales mediante el pacto
con las otras provincias, constituyendo de ese modo una federación
de repúblicas soberanas. De hecho, al considerar a la Banda una
provincia más, eligieron seis diputados a la Constituyente. Por
si algún delegado tenía dudas, el jefe de los orientales explicó
que exigir garantías para reconocer la Constituyente no quería
decir separarse de las Provincias Unidas; de hecho, al reunirse en
Tres Cruces, ya se estaba participando de la Constituyente. Meses
más tarde, criticaría a la provincia de Corrientes que declaró su
separación del resto.
El mensaje de apertura repasó los sacrificios hechos por la
población desde que sonó la “admirable alarma”. Aumentó la carga
emotiva de la reunión, ya influida por el clima de la muchedumbre
sitiadora, intentando crear la sensación de estar erradicando el
viejo orden del absolutismo español para establecer otro de signo
contrario. Les sobraba experiencia política, la habían adquirido
en los dos últimos años de lucha contra los españoles y de
confrontaciones con la elite porteña. Los orientales se sentían
muy agraviados, pero las peripecias los habían fortalecido. Se

···271
mandató a los diputados para exigir que el nuevo Triunvirato
desagraviara a Artigas, cuya cabeza estaba puesta a precio por
el anterior. También exigieron que, comandadas por Rondeau –a
quien Artigas juró obediencia en esos días– tuvieran un carácter
de auxiliadoras y que Buenos Aires devolviera todos los bienes y
pertrechos rapiñados por Alvear en Montevideo. En Tres Cruces
se respetaron las vías orgánicas, se aceptaban las decisiones
tomadas colectivamente en la Constituyente.

Federación de repúblicas independientes

En primer lugar, se instruyó a los diputados para impulsar


la declaratoria de la independencia absoluta de las Provincias
Unidas, cosa que los de Buenos Aires asentían con la cabeza, pero
no levantaban la mano para aprobarla. Además, las instrucciones
reafirmaban la forma de gobierno republicana para las Provincias
Unidas, contradiciendo los proyectos monárquicos de todo el
espectro del Movimiento de Mayo, que comprendía desde los
jacobinos de Monteagudo hasta Belgrano y Rivadavia, pasando
por San Martín.
Las Instrucciones del Año XIII colocaron en un lugar muy
secundario los grandes problemas sociales de las Provincias
Unidas. No hicieron referencia a la esclavitud de los africanos ni al
sistema de repartimiento de los indígenas. En cambio, contuvieron
soluciones políticas adecuadas a los conflictos que afectaban a las
provincias y las comunidades indígenas. La novena instrucción,
por ejemplo, reclamaba explícitamente la devolución de los
siete pueblos de las Misiones “que hoy ocupan injustamente
los portugueses”, posiblemente obedeciendo a los deseos de
los guaraní- misioneros. De la misma manera, en respuesta a
las contradicciones entre las provincias y Buenos Aires, en Tres
Cruces se enunció, por primera vez, la necesidad de sellar los
acuerdos que dieran origen a una federación de las Provincias
Unidas. Se propuso en concreto prohibir que el gobierno nacional
estuviera radicado en Buenos Aires, lo que hirió fuertemente la
sensibilidad de la elite porteña.

272 ···
Independencia, soberanía particular de los pueblos y
federación, síntesis de un imaginario político que defendía los
intereses de las localidades pero afectaba los de la gente “decente
y principal” interesada en conciliar con los centros europeos,
monopolizar las rentas aduaneras y centralizar el gobierno de las
provincias. Las Instrucciones fueron un rayo en cielo despejado
y determinaron que la Constituyente rechazara de plano a
los diputados orientales. Equivalían a una “revolución en la
revolución”, como expresó la historiadora Ana Ribeiro en ocasión
del Bicentenario. Se puede palpitar que el rechazo fue para
impedir la aprobación de la salida federal, además del sarampión
que provocaban José Artigas y la montonera multirracial.

“La federación instintivamente les servía en la medida que


veían en ella un sistema que les permitía conservar sus espacios
de poder respecto de la expansiva Buenos Aires tanto como con
respecto de los otros caudillos, expansivos ellos también […]
La federación entonces parecía ser el mecanismo perfecto para
marcar territorios. Ya que no para limitar facultades.”159

Guillermo Vázquez Franco resume en este par de frases el


hecho de que la federación cayó como anillo al dedo a los caudillos
que, de inmediato, hicieron suya la idea. Las Instrucciones se
ajustaban a la realidad del Río de la Plata, aunque, de hecho,
cayeran muy gordas a los mayordomos porteños. Enchalecar
a las Provincias Unidas en una única circunscripción política
y administrativa no se compadecía con los intereses de las
montoneras y de los caudillos, el poder real en cada provincia.
Fue preciso balcanizar la nación, desgajando las provincias del
Paraguay, Misiones Orientales, Alto Perú y Banda Oriental, para
centralizar el poder en Buenos Aires. La división del poder entre
varias unidades políticas y el respeto como ley de sus mutuas

159. Guillermo Vázquez Franco, Francisco Berra, la historia prohibida, El


Mendrugo, Montevideo, 2011, pág 206.

···273
relaciones, demostraron que podían funcionar perfectamente
como base para un acuerdo entre los caudillos. Servía, además,
a las comunidades de guaraní- misioneros, que tradujeron el
federalismo a su idioma como respeto a la autonomía de las
Misiones Occidentales y Orientales.
La historiografía en general ha coincidido en atribuir raíces
europeas al imaginario plasmado en las Instrucciones del Año
XIII. Los editoriales rousseaunianos que escribía Mariano Moreno
en la Gaceta de Buenos Aires pudieron ser una de las fuentes
que saciaron la sed ideológica de los más revoltosos criollos de
la Banda Oriental. También era posible acceder en Montevideo al
Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau, traducido por Moreno y
publicado en Buenos Aires.
Eran evidentes las concordancias de las Instrucciones,
cuya autoría se atribuye a Miguel Barreiro –cura de 24 años,
sobrino y secretario de Artigas– con la primera Constitución
estadounidense. Aquel federalismo llegó al Río de la Plata a través
del Common Sense, obra del inglés Thomas Payne, activo militante
de la Revolución Francesa –en la que fue convencional– y luego
combatiente en la guerra de la independencia estadounidense. Una
traducción de su obra al castellano, a cargo del colombiano Manuel
García de la Serna, figuraba entre los ejemplares coleccionados
en la Biblioteca Nacional fundada por el cura Larrañaga con el
aval de Artigas. La documentación de la época permite descubrir
similitudes con escritos de Miguel Barreiro. Hay testimonios de
que el Cabildo de Montevideo obsequió un ejemplar del Common
Sense a Artigas, y de que éste solicitó se le hiciera llegar otro para
regalarlo a Guazurary, intención que concretó en 1817.
La de Artigas no podía ser, de ninguna manera, una opción
doctrinaria, producto de discutir en teoría los ordenamientos
jurídicos. Pueblos y villas libres que constituían una república
provincial, pactos defensivos- ofensivos para conformar la
república de todas las provincias: era un sistema jurídico que
daba forma a la realidad política y social del Río de la Plata.
Formas parecidas habían sido planteadas por Tucumán, Córdoba

274 ···
y Paraguay.160 El federalismo fue su toma de partido por una
interpretación de la experiencia política de las montoneras.
Permitía respetar el ordenamiento real de los pueblos reunidos y
armados y darle una forma que armonizara con esa realidad. En
definitiva, las constituciones provinciales podían ser diferentes
entre sí y todas ellas ser contenidas por la Constitución nacional.

160. Mario Cayota, “Reflexiones e interrogantes en torno a las Instrucciones del


Año XIII”, revista Transformación, Oficina Nacional del Servicio Civil, Año 8,
N° 52, Montevideo, 2013.

···275
Capítulo 21. Repartir tierras expropiadas

La doble necesidad de defender la frontera y de aumentar el


volumen de la producción de cueros preocupaba al gobernador de
Montevideo y lo impulsó a buscar soluciones que contemplaran
ambos aspectos. En octubre de 1800, para experimentar
repartiendo tierras realengas, envió al brigadier Félix de Azara a
Batoví. Presuponían que cada paisano se aferraría a su propiedad
y, por consiguiente, la defendería con uñas y dientes de los
portugueses. Se apuntaba a que Batoví constituyera la primera
línea defensiva en la frontera con Brasil. En última instancia,
la política agraria del Virreinato obedecía a las necesidades
militares de la monarquía española. De cierta manera, replicaba
en el Nuevo Mundo la vieja visión militarista con que el imperio
romano colonizó el Mediterráneo. El experimento tuvo poco éxito,
pues en 1817 Batoví sería destruida y ocupada por las fuerzas
invasoras de Lecor. Ya sargento mayor de Blandengues y dadas sus
vinculaciones con la población, se asignó a José Artigas la misión
de respaldar el proyecto. En menos de seis meses, el marino y el
blandengue repartieron ciento y tantas estancias.161
Al gremio de los hacendados ricos le cayó algo gordo el
reparto. Para ellos, el Virreinato debía perfeccionar el sistema
policial existente y meter en vereda a vagos, charrúas y
africanos. Todo lo resolvían exterminando infieles, reprimiendo
y encarcelando “infelices”, que era para ellos la única solución
al problema social. Consideraban la mano dura el método más
efectivo para perpetuar la forma latifundista de explotación de
la tierra. En cambio, señaló Esteban Campal,162 un cúmulo de
“memorias, informes y representaciones”, que circulaban entre
burócratas virreinales, atribuían al acaparamiento latifundista el

161. Enrique Mena Segarra, “Fronteras y límites”, Cuaderno Nuestra Tierra N° 42,
Montevideo, 1970, pág 19.
162. Esteban Campal, Hombres, tierras y ganados, Arca, Montevideo, 1967, pág
70.

276 ···
despoblamiento de la campaña, lo que facilitaba la ocupación de
tierras por los fazendeiros portugueses.
El comandante general de la campaña, Antonio Pereira,
ya pensaba así en 1786, y proponía reducir el tamaño de los
latifundios. Poco más tarde lo siguió en la idea Rafael Pérez del
Puerto, gobernador de Maldonado y fundador de Minas, que
consideraba conveniente “que no haya grandes terrenos en una
sola persona o familia”. Miguel Lastarria, otro notorio liberal
llegado de España, bregó por repartir tierras gratuitamente a
quienes la pidieran.
La excesiva extensión de los latifundios y su depredadora
forma de producción se transformó en la cuestión esencial que,
a partir de 1811, escindiría la Banda Oriental entre expropiados
y expropiadores. Los primeros, lógica y naturalmente, refugiaron
sus ambiciones tras las fuerzas políticas y militares con sede en
Madrid, Rio de Janeiro y Buenos Aires, mientras que los segundos,
los expropiadores, encontraron en la montonera artiguista la
expresión política de su hambre de tierras. Artigas fue el único
que, en el siglo XIX, propuso repartir los latifundios expropiados
a los “malos europeos y peores americanos” para solucionar los
problemas de la producción agropecuaria. El artiguismo convirtió
el “arreglo de los campos”, que fue un reclamo permanente del
paisanaje, en lucha para expropiar y repartir los latifundios.
Habría que esperar al siglo XX y a Emiliano Zapata para que la
cuestión de la tierra cobrara esa misma importancia programática
en América Latina.

Azara y Artigas

Apenas terminado el reparto, Azara regresó a España y


presentó ante las autoridades una “memoria rural”. Afiliado a la
filosofía reformista de sus maestros Campomanes y Jovellanos,
su informe traslucía el propósito de transformar el Virreinato
en una colonia de agricultores y artesanos libres del vasallaje, a
quienes se les daría un buen nivel de educación: la imagen ideal

···277
de la sociedad liberal de entonces. El marino recomendaba a su
monarca, suponiéndolo progresista, que entregara tierras a los
guaraní- misioneros, para convertirlos en campesinos a la europea.
Soñaba con un Río de la Plata con propiedades individuales
desparramadas por la campaña, cada uno dedicado a su estancia,
su sementera y su ganadito. Intuía el peligro de que los “pueblos
de indios” pudieran convertirse en foco de irradiación del modo
de vivir indígena, completamente antagónico al propugnado por
la burguesía europea.
Azara informaba al monarca que el objetivo esencial en el
Río de la Plata era destruir “para siempre el actual gobierno en
comunidad”. Aconsejó que a los guaraníes:

“se les dé plena libertad para trabajar, adquirir, poseer, gozar


y vender; a mandar que en el futuro paguen las alcabalas, los
derechos reales, los diezmos, primicias y derechos parroquiales
para la subsistencia de los curas y entretenimiento de los templos y
del culto; y, en una palabra, a que en lo dicho y en todo se gobiernen
por las mismas leyes y maneras que los españoles campestres”.163

Se hacía eco de la prédica burguesa que liberó a los siervos de


sus cadenas feudales y los transformó en citoyens de la República
francesa, libres de vender su fuerza de trabajo o ser soldados de
los ejércitos de Napoleón.
El progresista Azara disfrazaba de libertad individual, libre
iniciativa o libertad de empresa, el propósito de lanzar a los
indígenas a competir en el mercado regido por el afán de lucro,
una triquiñuela dialéctica que pretendía desvirtuar en la teoría las
formas comunitarias de vivir, para luego pasar a desarticularlas
en concreto, ya fuera disolviéndolas o exterminando a quienes
las practicaban desde milenios atrás. Azara y los liberales creían
que la competencia y la explotación del prójimo eran los únicos

163. Félix de Azara, Memorias sobre el estado rural del Río de la Plata, Imprenta
Sanchiz, Madrid, 1847, pág 122.

278 ···
motores del desarrollo social y negaban que la solidaridad y la
cooperación pudieran impulsar otra forma de desarrollo en las
comunidades originarias. Querían hacer estallar las comunidades,
convertir a los guaraníes en hombres lobos de hombres, en feroces
escaladores de la pirámide y, a la vez, en resignados contribuyentes
del fisco. A eso lo llamaban libertad individual o de iniciativa. En
mayo de 1803, el rey promulgó una cédula real que prohibía a la
vez las encomiendas y las comunidades, considerando que ambas
coartaban por igual la libertad y que, al eliminarlas, se liberaba a
los indígenas. Para la monarquía y los liberales, las comunidades
esclavizaban tanto como las encomiendas, ambas impedían que
los indígenas se convirtieran en trabajadores libres de vender su
fuerza de trabajo.
Azara, sin embargo, no creía que todos los indígenas fueran
iguales, algunos eran peores aun que los otros. En su “memoria
rural” dejaba fuera de la civilización a los “infieles”, irrecuperables
incapaces de adoptar las culturas y las religiones europeas.
Sostenía que no era posible transformar a los abipones, minuanes
y charrúas en campesinos a la usanza del capitalismo europeo:

“no hay en ellos indios instruidos en nuestra santa religión, ni


aun bautizados, ni que paguen mita o servicio a los españoles, ni
tributo a V M y es muy raro el que se dedica a trabajar para sí, ni
para nadie [...] en realidad puede decirse que no conocen gobierno,
ni comunidad, ni la menor sujeción para nada. Deben pues dejarse
estos pueblos en el estado actual, pues no hay otro arbitrio”.164

[Los indígenas] “no eran capaces de comprender todos


los beneficios que resultarían para el país ocupado por los
conquistadores y lucharon contra ellos”, diría años más tarde
Isidoro de María, cronista veraz del Montevideo antiguo,
preocupado por rescatar la memoria de su consuegro Artigas en
plena época de olvido e infamia, pero que se hizo eco de la visión

164. Ibid, pág 114.

···279
prejuiciosa y racista que el caudillo tanto había combatido.165
Para incorporarse al estilo de vida europeo, los “infieles” debían
tener aptitudes suficientes para transformarse en pequeños
propietarios, algo imposible dado su apego a la vida comunitaria.
¿Para qué dar tierras a quienes no sienten el sagrado impulso del
lucro?, preguntaba el capitán Jorge Pacheco.

“Yo deseo que los indios, en sus pueblos, se gobiernen por


sí, para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así
experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado
de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que
ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación para
nosotros, mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta
hoy han padecido por ser indianos […] tome las providencias en
la inteligencia de que lo que dicta la razón y la justicia es que
los indios nombren los administradores de ellos mismos. […]
No conviene que ningún europeo –sin distinción de persona–
permanezca en un empleo ni menos en los varios ramos de pública
administración. Lo prevengo a usted para que, si hay algunos en
ejercicio, sean depuestos y colocados en su lugar, americanos.”

Con esta carta del 9 de abril de 1815, dirigida a José de Silva,


gobernador de Corrientes, Artigas fue categórico, se colocaba en la
vereda de enfrente a la de Azara. Los indígenas deben gobernarse
a sí mismos. Sería degradante continuar excluyéndolos. ¿Se
imaginan cómo caían estas duras definiciones en las elites criollas?
El modo de pensar de Artigas estaba muy lejos de proponerse
la transformación de los indígenas en propietarios individuales
de la tierra. En 1800 ya pensaba que se debía restituir las tierras
a quienes tenían la mayor legitimidad para ser sus dueños: las
comunidades originarias. Más que para aumentar la producción o

165. Isidoro de María, Elementos de la historia de la República Oriental del


Uruguay para uso de las escuelas, Imprenta Rius y Becchi, 1883, pág 8.

280 ···
mejorar la defensa del territorio, concebía el reparto como un
método iluminado con criterios de justicia social.166

Purificación

Luego de retirarse del segundo sitio con la “marcha secreta”


hacia Arerunguá (20 de enero de 1814), Artigas puso rumbo hacia
el río Uruguay, instalando provisoriamente su cuartel general en
pueblo Belén. El 22 de junio de 1814 los españoles entregaron
Montevideo a Carlos de Alvear. Los desmanes y ambiciones del
petimetre de Mayo duraron seis meses: el 10 de enero de 1815,
desde Belén, Artigas condujo la batalla de Guayabos y Alvear, luego
de ser derrotado, entregó las llaves de la ciudad al artiguismo.
Artigas no “bajó” a la capital, cuyas murallas y puertos
ofrecían, según las teorías militares, la posición con mayores
argumentos estratégicos a favor. ¿Qué mejor para defenderse
del posible ataque de Morillo? ¿Qué mejor base para lanzar sus
corsarios a los siete mares? ¿Desde dónde podía controlar mejor
al archiconservador Cabildo montevideano? Sin embargo, prefirió
acampar lejos de Montevideo, en Paysandú, “pueblo de indios”
habitado por unas 25 familias, pero que para Artigas era el centro
de sus recursos políticos. Allí recibió, a mediados de junio de
1815, a Dámaso Antonio Larrañaga y Antolín Reyna, enviados en
peregrinaje por la elite conciliadora, para que lo convencieran de
la fidelidad del Cabildo.
El criollo Antolín Reyna había sido cabildante con el Virreinato
español, conservó el cargo bajo el gobierno de los porteños y luego
también lo fue con el artiguista. ¡Cuánta capacidad de acomodarse!
Desde el Cabildo empleó sus recursos políticos para obstaculizar
las confiscaciones a familiares y amigos. Compró el latifundio a
los Azcuénaga, radicados en Buenos Aires quienes, para eludir la
confiscación, le vendieron sus campos a precio de regalo. Reyna

166. Edmundo Narancio, “El Reglamento de 1815”, en Artigas, edición de El País,


Montevideo, 1951.

···281
aprovechó el viaje a Paysandú para conocer el latifundio recién
comprado, pero lo encontró ocupado por decenas de familias.
Flexible y astuto, arregló con los ocupantes que le enviaran
cueros a Montevideo como pago del arriendo, lo cual implicaba
reconocerlo como propietario. Los ocupantes aceptaron la
propuesta pero nunca enviaron nada.

“Enseguida mande usted principalmente aquellos que por su


influjo e intereses serán tenaces en hacernos la guerra teniendo
entendido que allí van a subsistir para siempre […] Del mismo modo
me remitirá usted cualquier americano que por su obstinación o
por otro grave motivo fuese perturbador del orden social y sosiego
público.”

Días después, Artigas reiteró la orden:

“Es de necesidad que salgan de esa Plaza y sus extramuros


todos aquellos europeos que en tiempos de nuestros afanes
manifestaron dentro de ella su obstinada resistencia. Tome V S
las mejores providencias para que marchen a mi cuartel general,
con la distinción que no debe guardarse consideración alguna con
aquellos que por su influjo y poder conservan cierto predominio
en el pueblo. […] Este es el lugar destinado para su purificación”.167

Así ordenó Artigas al Cabildo de Montevideo, el 28 de julio de


1815, el envío de los europeos para reunirlos cerca de Paysandú.
Poco después, en el mes de agosto de su triunfal año 1815,
Artigas trasladó el campamento un poco más al norte, a campos
de Juan Bautista Dargain, ubicados entre el Daymán, el Uruguay
y el Chapicuy Grande. Monterroso, cura radicalmente jacobino,
bautizó Purificación el poblado montonero cuyo destino era,
además de campamento de la montonera, ser el lugar para
confinar a los enemigos, europeos o criollos.

167. José Artigas al Cabildo Gobernador de Montevideo, fechada el 4 de agosto


de 1815 en Paysandú.

282 ···
Un año más tarde (1816), en las proximidades de Purificación
instalaron una colonia para familias de abipones y guaycurúes,
tribus provenientes del Chaco, que hasta entonces se habían
resistido a ser “encomendados” o “reducidos” y que, sin embargo,
no tenían ningún empacho en asentarse y trabajar en las tierras
cedidas por Artigas. Fueron tal vez más de 400 personas. Su
flexibilidad para pensar “a lo indio” obtuvo respuestas diferentes
en los condenados al exterminio. Batoví podría haber sido el
puntapié inicial de solución al problema nunca resuelto de
restituir el territorio rapiñado a sus legítimos dueños.
El Cabildo protegió la impunidad de sus correligionarios y
no envió nadie a purificarse. Tal vez presintiendo la traición que
vendría, José Artigas escribió una carta amenazante al alcalde
provincial Juan de León: “aguárdeme el día menos pensado en ésa.
Pienso ir sin ser sentido, y verá usted si no me arreo por delante al
gobierno, a los sarracenos, a los porteños y a tanto malandrín que
no sirven más que para entorpecer los negocios”. Artigas hablaba
con la voz tonante de la milicia acantonada en Purificación.
La cuestión de las confiscaciones y repartos de latifundios
agravó este enfrentamiento. Apenas Fernando Otorgués entró a
Montevideo, Artigas le había encomendado confiscar estancias en
la zona de los arroyos Garzón y José Ignacio y repartirlas entre
los artiguistas. La misma orden recibió Lavalleja para hacerlo en
Colonia del Sacramento. Artigas se arrogó su potestad de “juez de
tierras” para continuar repartiendo campos.
El Cabildo de Montevideo puso el grito en el cielo: no quería
que nadie confiscara a los grandes terratenientes sin su previo
consentimiento. Se erigió en defensor político de los latifundistas
criollos. Por su parte, éstos crearon una agremiación, la Junta de
Hacendados, preparando su instrumento de clase para la lucha
social. El 11 de agosto se reunieron en asamblea y aprobaron por
unanimidad un borrador que resumía sus reclamos, redactado por
Manuel Pérez. Entre los unánimes estaba Fructuoso Rivera, quien
acusó de los continuos robos de ganado a los comandantes y las
tropas artiguistas que, en su mayoría, eran de origen indígena

···283
o africano. Por encima de cualquier otra consideración, Rivera
privilegiaba su identidad social.
El Cabildo envió en delegación a Purificación al alcalde Juan
de León y a León Pérez, propietario de estancia, para exponer a
Artigas sus agravios y quejas. Los mandataron para trasmitirle al
caudillo la preocupación del organismo por el “desarreglo de la
campaña” que, según ellos, se debía a los desmanes de las huestes
artiguistas. Para que no quedaran dudas de sus intereses, llevaron
consigo los títulos de propiedad expedidos por los gobiernos de
Buenos Aires y Montevideo entre 1810 y 1815. Alguna historiografía
supone que ambos participaron en la redacción del Reglamento
de Tierras, pero en realidad ellos representaban las fuerzas
opuestas a las expropiaciones artiguistas. Exigían que fuera el
Cabildo el responsable de decidir quién era un “peor americano”,
si se le confiscaba o no, y de qué manera. Se imaginaban como un
poder paralelo al de Purificación; claro que su protesta se hizo
en voz poco audible, si se atrevían a levantarla, podían marchar a
purificarse.
En Batoví, el caudillo pisó la línea roja que atravesaría en
1815. Es obvio que no fue aprendiz o discípulo de Azara, que
tenía sus propios puntos de vista. Hasta es posible que el capitán
de fragata haya tenido mucho que aprender de su ayudante,
cuyo desempeño en Batoví aumentó tanto su prestigio, que las
autoridades debieron reconocer el hecho y lo designaron juez de
tierras. Artigas expropió y repartió latifundios mucho antes de
promulgado el Reglamento de Tierras. Está documentado, por
ejemplo, que Mariano Ximénez recibió tierras entregadas por
Artigas el 25 de diciembre de 1811. Asimismo queda claro que,
durante el curso de la Redota, Artigas hizo donación de campos a
varios de los suyos.

Encarnación Benítez

Imponía respeto por su corpulencia y su contextura corporal,


la más primitiva de las formas de cacicazgo. Estribaba descalzo,

284 ···
enganchando los enormes dedos que escapaban por las puntas de
sus botas de potro. Es un forajido, perverso, vago y turbulento,
cuenta Eduardo Galeano que dijo el muy honorable Cabildo de
Montevideo. La pluma fácil de Faustino Sarmiento se ensañó con
Encarnación, “el más horrible de aquellos bandidos […] un atleta
de ceño y hechos tan feroces que traía aterrados a sus mismos
compañeros”. El autor de Civilización y barbarie dibujó un
monstruo para amedrentar a los ricos y poderosos. En uno de sus
cuentos de terror, decía que el “Pardo” ensillaba a los porteños,
los montaba con espuelas y los domaba a puro rebenque.
Encarnación Benítez parecía salido de “La Libertad guiando al
pueblo”, el clásico cuadro que pintó Eugene Delacroix, el artista
militante de la Revolución Francesa. No es nada difícil imaginar al
Pardo como uno de aquellos sans-culotte que un día tomaron la
Bastilla y al otro guillotinaron a Luis XVI. Tanto las masas parisinas
como las nucleadas en la montonera artiguista se jugaron enteras
por revoluciones que sintieron verdaderas.
Benítez fue uno de los 5 mil africanos autoemancipados que
deambulaban libremente por las praderas orientales, buena parte
de ellos fugados de las plantaciones de Brasil, que hicieron de
la montonera artiguista su espacio político y cuyo caudal étnico
fue un aporte sustancial a la formación de la cultura gaucha.
Léase nuevamente que el grueso de las tropas que vencieron en
la batalla de Las Piedras venía de África. Después de siglos de
humillaciones, tortura y genocidio, en la montonera se respiraba
un airecito de venganza.
Al quedar sin el respaldo del ejército español, el derecho de
propiedad de los “malos” y de los “peores” se vino al suelo y, por
consiguiente, los guaraní- misioneros y los paisanos, que tenían
el principal derecho, volvieron a abrigar esperanzas de trabajar
las tierras. Desvanecida la seguridad jurídica que trasmitían las
armas españolas, ¿qué juez se atrevería a proteger los latifundios
basándose en la letra de la ley, pero sin el respaldo de un buen
ejército? Quedaron dadas las condiciones para que indígenas y
africanos hicieran justicia con su propia mano. Al derrumbarse el

···285
edificio jurídico de las leyes de Indias, se abrieron espacios donde
resolver el conflicto sin la mediación del Estado, directamente, por
la vía de los hechos. Todo volvió casi a fojas cero, regresó la razón
del artillero. Era la hora de expropiar latifundios y repartirlos.
Muchas tomas espontáneas precedieron a la promulgación del
Reglamento de Tierras, cuyo rol, en realidad, fue proporcionar el
marco formal a los repartos ya consumados, dio respuesta política
a las necesidades y aspiraciones de los montoneros.
Con las leyes de Indias, la monarquía había legalizado y
blanqueado el origen violento del derecho a la propiedad de los
latifundios… ¿Por qué los sin tierra debían, entonces, respetar
las leyes del latifundio?, ¿no tenían derecho a crear otras leyes
y otro orden y a emplear la violencia para ello? Por muy salvaje
que fuera, la violencia ejercida por el abajo sería, apenas, un
pálido reflejo de la que habían empleado para crear latifundios.
El artiguismo tradujo al castellano la contra violencia del abajo en
movimiento, del mismo modo que Túpac Amaru y Túpac Katari la
habían traducido al quechua y al aymara.

Las aguas partidas

En noviembre de 1815, a dos meses de promulgado el


Reglamento, el Cabildo de Montevideo creyó que las expropiaciones
realizadas por Encarnación Benítez eran la oportunidad de
presionar a Artigas para que pusiera fin a las confiscaciones.
Le enviaron una carta acusando al Pardo de faenar clandestino,
vender cueros a los contrabandistas y repartir los campos entre
sus amigos. Al frente de un tropel de forajidos, decía la misiva
de los cabildantes, recorría los campos, confiscando estancias
y repartiendo sus tierras. La población estaba aterrada, decía el
Cabildo, aunque, por cierto, se refería solamente a los expropiados,
porque, con toda seguridad, los expropiadores bailaban de alegría
con Encarnación. El Cabildo conminaba al Protector para “sofocar
de una vez la altivez de este Vesubio, antes que convierta en
cenizas el precioso vellocino de nuestra provincia”.

286 ···
Eran los latifundios propiedad de los “albines” –Francisco Albín
y sus hijos–, monstruos de otra galaxia, que integraban aquellas
“partidas tranquilizadoras” de los “malos españoles” e hicieron
estragos por doquier, asesinando, violando e incendiando hogares
de los criollos. Confiscarlo era un verdadero acto de justicia social.
También Antolín Reyna reclamaba protección a su latifundio, pero
para el artiguismo era uno de los “peores americanos”, de los que
no vivían ni trabajaban en sus campos. Sus latifundios eran un
pedazo de papel que utilizaban para encubrir arreos clandestinos
y contrabando de cueros.
También por escrito, en enero de 1816, Encarnación hizo su
descargo:

“muchos bellacones prevalidos de mi bondad [...] quieren


insultar a los hombres de bien, que expusimos el pecho a las
balas y dardos de los enemigos, mientras ellos, entregados al ocio,
solo trataban de sus propios emolumentos [...] nosotros hemos
defendido la patria y las haciendas de la campaña, hemos perdido
cuanto teníamos, hemos expuesto nuestras vidas por la estabilidad
y permanencia de las cosas. ¿Y es posible que, desde el Padre hasta
el último negro, a todos nos hayan perseguido y procurado de
todos modos nuestro exterminio, [y que] sigan ellos disfrutando
de sus antiguas usuras y nosotros destrozando su mala conducta
y su antipatriótica versación...?”.

Al finalizar su carta, preguntaba “¿será posible que sean estos


enemigos declarados del sistema los que ganan y nosotros los que
perdemos?”.168 No podía permanecer callado cuando los “peores
americanos” le escamoteaban la revolución a los que estaban
luchando por la tierra. En el curso de la lucha iniciada en 1811 se
habían definido dos campos: por un lado, el de los “más infelices”,
que intentaban instalar un nuevo orden a partir del reparto de los

168. Ricardo Arocena, “Crónicas de la Patria Vieja”, pág 163 https://www.google.


com/search?client= ubuntu&channel= fs&q= encarnacion+ benitez+ y+ ricardo+ ar
ocena&ie= utf- 8&oe= utf- 8

···287
latifundios y, por el otro, el de los “peores americanos”, que se
aferraban al orden por el cual eran propietarios de los latifundios
que se estaban expropiando. Con Encarnación y el Cabildo el
conflicto quedó planteado en toda su crudeza.
José Artigas podía haber pedido un poco más de paciencia a
los impacientes, haberles explicado que los cambios no se podían
hacer de un día para el otro, que debían ser prudentes para que
los hacendados ricos continuaran apoyando el artiguismo. Podía,
incluso, haberse enojado, reprochando a Encarnación los palos en
la rueda. Nada de eso hizo Artigas. Sacó a relucir su compromiso
con los más infelices. Consciente de que los cabildantes confundían
patria con negocio, respaldó las confiscaciones y los repartos de
Encarnación.169 Respondió las acusaciones del Cabildo: “Otros
que hubieran sido menos declarados en contra del sistema que
Albín y sus hijos, serían ciertamente más acreedores a nuestra
benevolencia y respeto”, y ordenó repartir la estancia de los
albines. Perdida la puja de poder, el Cabildo calló prudentemente,
a la espera de una nueva oportunidad, la que llegaría de mano de
Lecor.
El jefe de los orientales no dudó un instante. Apretó el
acelerador y radicalizó la revolución necesaria para resolver esa
eterna lucha en favor del pobrerío. Promulgó el Reglamento de
Tierras y, entonces sí, los expropiadores tuvieron un instrumento
legal y, armados con él, se lanzaron sobre las propiedades de los
terratenientes, pasando por encima al Cabildo de Montevideo. Fue
un tremendo sacudón, un terremoto social y político. No sólo se
confiscó en pocos meses una extensión de tierras que equivalía a
la mitad del territorio de la Banda, sino que se contaron por miles
las familias que se beneficiaron con el reparto. El Reglamento
desbordó el vaso, los terratenientes y los mercaderes del Cabildo
dijeron “no va más” y quedó en carne viva la división real que
subyacía en el movimiento artiguista. Después de haber pretendido

169. Lucía Sala de Touron, Nelson de La Torre y Julio C Rodríguez, Artigas y su


revolución agraria 1811-1820, segunda edición, Siglo XXI, México, 1987, págs
231- 233.

288 ···
unir el agua con el aceite, se partió en dos el pluriclasismo de la
Redota y Artigas tomó partido por las masas expropiadoras y no
por las elites expropiadas.
Se transformó la estructura de propiedad de la tierra y se
revolucionó la realidad social y política del campo oriental. Lucía
Sala, Julio Rodríguez y Nelson de la Torre explicaron cómo en
1819:

“el campo uruguayo se parcelaba en pequeñas suertes,


los gauchos alzados comenzaban a gustar del trabajo honrado,
levantaban ranchos y corrales, plantaban sus primeras sementeras.
Por primera vez, miles de hombres comenzaban a comprender que
la tierra no tenía por qué ser el fruto del privilegio colonial, ni la
prenda del caudillo ensoberbecido en su poder”.170

El parteaguas dio lugar a situaciones muy desagradables


para los privilegiados. Debieron entender que ya no “ordenaban”
la sociedad, sino que eran “ordenados” por otros, por los más
infelices. Estaban acostumbrados a imponer su voluntad sin
miramientos ni consideraciones de ningún tipo y ahora debían
subordinarse a la voluntad de quienes, anteriormente, estaban
sometidos a la suya. Es notable que los historiadores orgánicos
de la clase dominante hayan ignorado la existencia del conflicto
social, de la lucha entre esclavos y amos, encomendados y
encomenderos, paisanos sin tierra y dueños de latifundios. Por
lo general la historia del siglo XIX se escribió sin mencionar las
motivaciones de justicia social subyacentes en las conductas de
Encarnación Benítez, Andresito y José Artigas.
Es cierto que la guerra de recursos y su práctica de
incautaciones indujo a confusión, hubo robos y saqueos de
estancias en beneficio propio. También cabe señalar las naturales
pulsiones de revancha y venganza, que muchas veces dieron lugar
a explosiones excesivas contra la vida de los españoles e, incluso,

170. Ibid.

···289
contra los hacendados criollos. Artigas debió fusilar a milicianos
que habían robado las haciendas de algunos “redotaos”. Las
plumas de Sarmiento, Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre
hicieron de esos episodios excepcionales la regla de conducta de la
montonera. En lugar de caracterizar al artiguismo por su hambre
de liberación, lo presentaron como un movimiento de criminales.
Usaron el estigma como instrumento para la hegemonía, mientras
que se erigían en representantes de la ética y la moral civilizadas,
entendiendo por tales las surgidas de la cultura europea y su
sistema económico.
El anatema dejaba sin explicar el hecho primario: ¿de
dónde había surgido la voluntad expropiadora de Encarnación
Benítez? No había sido habilitado por las autoridades del Mayo
bonaerense, tampoco fue Artigas quien le ordenó expropiar a
los albines. Fueron sus vecinos quienes lo echaron a andar para
que confiscara y repartiera el latifundio. Lo eligieron para que
asumiera el rol político militar que necesitaban. ¿Quién se atrevía
entonces a dudar de la legitimidad de Encarnación? A la montonera
nadie podía imponerle nada que no quisiera, su opinión estaba
respaldada en las armas. Han “civilizado” nuestros sentidos a tal
grado, que estamos acostumbrados a creer que solamente son
legítimas las formas representativas y liberales de democracia y,
en consecuencia, menospreciamos todas las otras que existieron
y existen. En definitiva, las montoneras eran formas primitivas
de llevar adelante un programa político, y posiblemente fueron
democracias mucho más participativas que los parlamentos
surgidos en las revoluciones de Cromwell, Mirabeau y Jefferson.
Con los portugueses tomando Montevideo en 1817, los
latifundistas vieron llegar la oportunidad de recuperar sus
propiedades. Iniciaron cientos de acciones judiciales intentando
desalojar a los donatarios que trabajaban las tierras recibidas
del artiguismo. La Cisplatina estuvo atravesada por esa disputa
judicial. El reparto de tierras realizado por Artigas continuó
determinando la vida política en la Banda Oriental casi hasta
el siglo XX, había revolucionado la estructura de la propiedad.

290 ···
Sin embargo, el fenómeno fue silenciado y desvirtuado por
la historiografía. No podían entender que el artiguismo había
peleado por la independencia de España, pero con reparto de las
estancias de los latifundistas como Rivera y García de Zúñiga.
Setembrino E Pereda, militante del Partido Colorado, citaba a
Isidoro de María:

“Los resultados de esta disposición, tan laudable en el fondo,


no fueron muy satisfactorios. Pocos interesados se presentaron en
demanda de tierras para poblar. La indiferencia, la desidia y aun la
facilidad de los medios de vida para el sustento, por la abundancia
de ganado, los retraía de pensar en adquirir suertes de estancia
para dedicarse al trabajo”.171

Los pobres no querían trabajar, su pereza habría determinado


que todo quedara en papel y letras. Todo ello afirmado pese a
que ya se disponía de las pruebas documentales del Archivo
Artigas, que Agustín Beraza había publicado y corroboraban
la aplicación práctica del Reglamento de Tierras. Un verdadero
fraude intelectual.
Era muy peligroso rescatar la memoria de los confiscadores y
repartidores de tierras y, por consiguiente, fueron cuidadosamente
ignorados. En última instancia, en la segunda mitad del siglo XIX,
los escribas de la historia del Estado tapón eran hijos y nietos de
“peores americanos”. Querían evitar que el artiguismo sirviera de
fundamento al reclamo de reforma agraria que ya se exigía desde
el movimiento obrero.

171. Isidoro de María, Compendio de la historia de la República Oriental del


Uruguay, Tomo III, citado por Setembrino Pereda en su Artigas. El Siglo Ilustrado,
Montevideo, 1931, pág 324.

···291
Quinto cuaderno

La catástrofe
Capítulo 22. De derrota en derrota

Carlos Federico Lecor, barón de la Laguna, nació en Portugal.


Podía haber sido comerciante, pero terminó enrolado en el
ejército, instrumento de la violencia organizada y armada para la
expansión del comercio portugués. Ascendió a teniente coronel
peleando contra la invasión napoleónica. Luego de derrotados,
Lecor y otros oficiales portugueses decidieron huir a Brasil,
pero antes, hicieron escala en Londres. La estadía se prolongó
el tiempo necesario para incorporarse al ejército británico que
expulsó a los Bonaparte de la península ibérica en 1814. El jefe
supremo era el general Wellington. Lecor y sus colegas integraron
la división portuguesa de dicha expedición. La fidelidad de Lecor
fue recompensada con el cargo de comandante. Mérito suficiente
para que en 1815 la Corona portuguesa le confiara el mando del
ejército que se preparaba para invadir las Provincias Unidas del
Río de la Plata.
El mariscal Beresford, que había comandado el fracaso de 1806,
cuando la invasión inglesa fue derrotada en Buenos Aires, fue el
asesor en la preparación de las fuerzas portuguesas. El Foreign
Office insistía en su propósito de controlar el Río de la Plata: diez
años después reiteraba el propósito de 1806, pero esta vez la
dueña del mundo se disfrazaba de portuguesa. La “pacificación”
de la Banda Oriental parecía ser un simple pretexto para cumplir
la antigua finalidad de apoderarse de las Provincias Unidas. De
todas maneras, la invasión portuguesa sería más británica que el
palacio de Westminster.
Portugal invadió la Banda Oriental con un ejército de entre 10
mil y 12 mil soldados,172 muy bien equipados y organizados en
cuatro columnas. El propio Lecor estaba al mando de la columna
sur, el grueso de las fuerzas portuguesas, constituida por 6 mil

172. Lincoln R Maiztegui Casas, Orientales. Una historia política del Uruguay.
Tomo1, “De los orígenes a 1865”, Planeta, Buenos Aires, 2004.

···295
voluntarios reales y 4.831 piezas de artillería, que avanzarían por
la costa atlántica hacia Montevideo.
Otra columna, con casi 3 mil soldados, comandada por el
general Bernardo Silveira, debía penetrar por Cerro Largo rumbo
al litoral oeste y tomar Paysandú, con la mira centrada en Santa Fe
y Entre Ríos. La tercera, de 650 hombres, cuyo jefe era el coronel
Das Chagas Santos, se posicionó en las Misiones Orientales
amenazando avanzar sobre Corrientes y Misiones Occidentales.
Una vez ocupadas la Mesopotamia y la Banda Oriental, el puerto de
Buenos Aires quedaba cercado y Gran Bretaña próxima a quedarse
con la puerta sur del continente.
El cuarto contingente debía instalarse en las cuchillas Santa
Ana y Haedo, asegurando las comunicaciones y la logística de
las otras tres. Como reserva permanecían los 2 mil soldados con
11 cañones que, al mando del mariscal Joaquín Curado, estaban
estacionados desde 1811 en San Diego, a poca distancia de la
actual ciudad de Alegrete.

La invasión

El 28 de agosto de 1816 comenzaron las operaciones. El


mariscal Araújo Correia, al mando de la vanguardia, tomó la
fortaleza Santa Teresa, donde Lecor instaló la comandancia general
del ejército invasor. La ofensiva por tierra estaba abastecida y
apoyada desde el mar: la escuadra del conde de Viana bordeaba la
costa del Atlántico en dirección a Maldonado y Montevideo.
El director supremo Juan Martín Pueyrredón reaccionó
rápidamente, pero la única medida que se le ocurrió para enfrentar
la invasión fue comisionar a Manuel José García ante la corte de
Portugal, donde se mantuvo hasta 1820. Encomendó al mandadero
plenipotenciario que diera garantías a Londres y Rio de Janeiro
de que Buenos Aires se abstendría de intervenir. Con parecidas
instrucciones, viajó Nicolás de Vedia hasta el campamento de
Carlos Lecor para pedirle por favor que no ocupara la provincia
de Entre Ríos. Lecor los tranquilizó con una mentira piadosa:

296 ···
solamente tomaría el territorio al este del río Uruguay. Para
disimular su felonía, Pueyrredón envió a Montevideo unas pocas
barricas de pólvora y 300 monturas. Insuficientes, por supuesto.
Se consumaba la entrega de la Banda Oriental.
En el momento de pasar la frontera, el barón de la Laguna dio
a conocer una encendida proclama. Afirmó en ella que amaba a los
orientales como hijos suyos, logrando que muchos se encariñaran
con la nueva figura paterna. La complicidad de los patriciados de
ambas orillas le allanaba el camino, Lecor podía presumir que la
marcha hacia Montevideo sería un paseo muy tranquilo.
Fue el mentor intelectual del Club del Barón, la agrupación
política de tránsfugas orientales que crearon la Cisplatina, luego
fueron el embrión del partido de la “defensa” y, más tarde, los
fundadores del Partido Colorado. No podía prever, sin embargo,
que el artiguismo estuviera dispuesto a dar la vida y, durante
cuatro años impedirían que el portugués consumara la ocupación
de la Banda Oriental. El paseo se le volvió un vía crucis a Lecor, el
fiel servidor del Foreing Office.

La entrega de Montevideo

Al artiguismo le cayó encima todo el peso del mundo occidental


y cristiano: Gran Bretaña, Portugal y España, secundadas por sus
mayordomos del Río de la Plata. Esta perspectiva no arredró, sin
embargo, a Artigas, que se dispuso a enfrentar la invasión. Dividió
el sur del río Negro en cuatro zonas: 1) de la primera encargó a su
hermano Manuel Francisco, que organizó escuadrones de caballería
con voluntarios del sur del Santa Lucía; 2) asignó a Tomás García
de Zúñiga la segunda, que abarcaba desde el Santa Lucía al Yi y
el Río Negro; 3) confió a Pedro Fuentes la defensa de la ciudad de
Colonia del Sacramento, y 4) la zona de Soriano quedó comandada
por Miguel Gadea. Intramuros, a las órdenes directas del Cabildo,
formaba el cuerpo de “cívicos”, con 380 soldados, 33 cabos, 25
sargentos y 31 oficiales. Rufino Bauzá se hizo cargo del cuerpo
de “libertos”, esclavos que fueron manumitidos al incorporarse y

···297
que sus amos entregaban en cantidad proporcional a los bienes
que poseían.
A la par de estos aprestos, Artigas concentró el grueso de sus
fuerzas al norte del Río Negro, en el centro de sus recursos, donde
ya se había replegado en la Redota y en la “marcha secreta”. Las
fuerzas artiguistas eran unos 8 mil, cifra que algunos elevan a 10
mil, la tercera parte de ellos guaraníes, otros varios miles de origen
africano y el resto eran mestizos, mulatos y criollos pobres. Es muy
probable que el guaraní fuera el idioma que hablaba comúnmente
esta montonera. Ubicó el destacamento de vanguardia, cuya
jefatura desempeñaba Andrés Latorre, de manera que amenazara
la reserva de Curado, en San Diego. La disposición de las fuerzas
permite suponer que, además de la defensa de la Banda Oriental,
el objetivo de Artigas era impedir que los portugueses invadieran
las provincias de los Pueblos Libres.
Artigas ya preveía que Montevideo no ofrecería demasiada
resistencia a Lecor y, el 13 de setiembre de 1816, pocos días
después de la caída de Santa Teresa, ordenó sacar la guarnición
de la plaza para reforzar las tropas de García de Zúñiga al norte
del Santa Lucía. Además, mandó derribar las murallas para que
no sirvieran de protección a los portugueses. El Cabildo se negó
a cumplir estas órdenes, se sublevó y capturó a Miguel Barreiro,
gobernador de Montevideo. Fue Rufino Bauzá, con su cuerpo de
libertos, que restableció el control artiguista de la ciudad y Manuel
Oribe, joven oficial suyo, rescató al secuestrado Barreiro.
Artigas había encargado a Rivera y Otorgués enlentecer el
avance del ejército invasor por la costa atlántica. Frutos recibió
la orden de marchar hacia Maldonado y, desde allí, hostilizar la
posición de Lecor. En caso de que la flota portuguesa anclara
cerca de Montevideo, debía acudir en auxilio de Manuel Artigas.
Mientras tanto, la caballería de Otorgués se instaló en Melo,
apuntando al río Yaguarón, en observación de los movimientos de
la columna de Bernardo Silveira, que probablemente bajaría por
la Cuchilla Grande. Haciendo una lectura realista de la correlación

298 ···
de fuerzas, Artigas ordenó a ambos que hostigaran al enemigo sin
presentarle combate: “muerde y huye”, guerra de guerrillas.
Otorgués y Rivera no pudieron acordar quién mandaba a quién
y se enzarzaron en una competencia contraproducente. Rivera,
además, contradijo las órdenes explícitas de Artigas y presentó
batalla en India Muerta, el arroyo que corre entre Lascano y el
Chuy. El 19 de noviembre de 1816 recibió una paliza monumental,
al costo de la vida de 250 de milicianos. Pese al fracaso de Rivera,
un destacamento artiguista, el de Pedro Gutiérrez, logró ocasionar
150 bajas al enemigo en Arroyo Sauce y, el 6 de diciembre, Otorgués
logró otra victoria en Pablo Pérez. Las victorias artiguistas no
fueron un impedimento insalvable para que Lecor continuara
avanzando sobre la capital.
La derrota de India Muerta acrecentó el desasosiego y los
temores en la tibia Montevideo. A fines de noviembre, Barreiro
comisionó a los cabildantes Juan Francisco Giró y Juan José
Durán para gestionar ante Pueyrredón el envío de los auxilios.
Encontraron Buenos Aires agitada, la gente reclamaba declarar la
guerra a Portugal. El 7 de diciembre de 1816, para llenar el ojo
de la opinión pública, Pueyrredón los recibió a la vista de todo el
mundo y los invitó a una reunión con las principales autoridades
del gobierno porteño. A pesar de la presión popular, se rechazó
la idea de declarar la guerra a Portugal y se limitaron a enviar una
misión diplomática a Rio de Janeiro para exigir explicaciones por
el atrevimiento de haber invadido el territorio de las Provincias
Unidas.
El supremo condicionó la ayuda: enviaría 600 fusiles, 500
sables, cuatro cañones y 200 mil cartuchos, pero solamente si la
Banda Oriental reconocía al Directorio como gobierno y enviaba
delegados al Congreso de Tucumán. Extorsión lisa y llana, ante la
cual cedieron Giró y Durán, firmando el acuerdo con Pueyrredón
al día siguiente. Al fin y al cabo, entre “decentes y principales”
podían entenderse a las mil maravillas. Subordinarse al director
supremo y reconocer el Congreso de Tucumán significaba, nada
más ni nada menos, que quebrar la liga de los Pueblos Libres

···299
federados, el proyecto político más importante de la época. Varias
de las provincias federadas se habían negado a enviar diputados
el congreso tucumano. Tanto Barreiro como el Cabildo compartían
la opinión de la misión Durán- Giró, pero previendo la indignación
de Artigas, rechazaron de plano el convenio con Pueyrredón. El
caudillo estalló: “El jefe de los orientales ha manifestado en todo
tiempo que ama demasiado a su patria para sacrificar este rico
patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad”.
El 4 de enero de 1817 Lecor tomó el puerto de Maldonado.
En coordinación con el conde de Viana, establecieron el cuartel
general en Pan de Azúcar, a cien quilómetros de Montevideo,
cuyos días parecían contados. Barreiro y Joaquín Suárez, las dos
referencias artiguistas más importantes, se fueron de la ciudad,
acompañados por numerosas familias, rumbo al Santa Lucía. Allí
se sumaron a las fuerzas de García de Zúñiga.
El Cabildo de Montevideo se atrevió entonces a salir del closet.
En una sesión de apuro solicitó al emperador portugués: “con el
mayor empeño que S M se digne incorporar a sus dominios del
Brasil este territorio de la Banda Oriental del Río de la Plata”. Allá
fueron a Pan de Azúcar el cura Larrañaga y el síndico Pío Bianqui
con la misión de hacer llegar la carta y, ya que estaban, entregaron
también la ciudad.173 Al siempre listo Dámaso Antonio Larrañaga,
que dos años antes había viajado a Paysandú para jurar lealtad a
Artigas, le daba lo mismo servir a Pueyrredón que al barón de la
Laguna con tal de librarse de la “anarquía” artiguista.
Lecor los tranquilizó. Su furia “pacificadora” se dirigía
exclusivamente contra el artiguismo, los “honrados habitantes”
no tenían de qué preocuparse, sus derechos estarían amparados,

173. “A poco, el Cabildo designa a Larrañaga y a Bianqui diputados ante el rey


don Juan VI, para reclamar y concertar la incorporación. ‘Solicitarán –dicen
las instrucciones– con el mayor empeño que S M se digne incorporar a sus
dominios del Brasil este territorio de la Banda Oriental del Río de la Plata.’ Estas
instrucciones, además de los anteriores cabildantes, las firman el alcalde de
primer voto don Juan José Durán y el defensor de menores don Juan Francisco
Giró, los mismos personajes que un año antes habían ido a entregarle la
provincia a Pueyrredón.” Citado por Carlos Quijano, en Marcha, 19 de agosto de
1961.

300 ···
y los que tenían cargos públicos seguirían cobrando sus
remuneraciones. Entregaron Montevideo sin disparar una
sola bala. Recibido bajo palio, como un emperador, el 20 de
enero de 1817, Carlos Francisco Lecor entró en Montevideo.
Humillante besamanos de los “decentes y principales” que,
felices y contentos con las promesas, echaron rodilla al suelo
ante el nuevo virrey. Sentían que la victoria de Portugal era la
derrota del artiguismo, se sentían tan triunfadores como los
portugueses. Fueron, en realidad, un hato de canallas, aunque
todavía se los honre como beneméritos padres de la patria.

Con perros cimarrones…

El 24 de octubre, acampado a orillas del arroyo Carumbé,


cerca de su desembocadura en el río Daymán, Artigas fue
sorprendido por una columna de 800 soldados portugueses,
parte de la reserva del general Joaquín Curado. Con su caballería
dividida en dos alas de 450 y 400 jinetes –además de unos 150
charrúas que las respaldaban– Artigas presentó combate en las
alturas de los cerros de Carumbé. Fue desastroso, murieron casi
la mitad de los milicianos artiguistas. Los sobrevivientes debieron
cruzar el Daymán, pensando reagruparse en Puntas del Arapey
con la vanguardia de Latorre y sus 3.400 milicianos. Tampoco
allí encontraron reparo. Luego de una marcha nocturna y de
vadear el Arapey, los portugueses del teniente Abreu atacaron
el campamento de Artigas en la mañana del 3 de enero de
1817. Tras denodado combate los artiguistas debieron escapar
en desbandada, abandonando armas, bagajes y caballos. Su
campamento fue incendiado.
Al otro lado del Cuareim, en la margen derecha del arroyo
El Catalán, a Latorre lo esperaba una emboscada tendida por el
marqués Luis Teles da Silva, gobernador de Río Grande del Sur.
Sin embargo, Latorre lo madrugó y, en la mañana del 4 de enero,
asaltó por sorpresa el campamento del portugués. Lanceros
charrúas y guaycurúes cubrieron el avance de la infantería de

···301
libertos africanos y vadearon el arroyo, atacando al marqués por la
retaguardia. Cuando Latorre acariciaba la victoria, entró al campo
de batalla el destacamento de Abreu, que regresaba de dispersar
a Artigas en el Arapey. El Catalán fue la derrota más sangrienta
de toda la guerra: pueden calcularse en 900 los milicianos que
dejaron allí la vida y 290 fueron tomados prisioneros. Se perdieron
600 caballos y dos cañones.
Los últimos meses de 1816 y los primeros de 1817 habían
sido catastróficos, de derrota en derrota. Según la Historia de los
orientales de Carlos Machado, en esas escasas semanas de guerra,
alrededor de 3.200 artiguistas habían muerto en combate y unos
400 habían sido hechos prisioneros. Además, habían perdido
unos 15 mil caballos y 1.600 fusiles. El saldo dejaba a las fuerzas
artiguistas reducidas a la mitad. La situación preanunciaba la
derrota, pero la voluntad de combate seguía incólume. Artigas
escribió a Lecor “cuando me falten hombres para combatir a sus
secuaces, los he de combatir con perros cimarrones”. Él también
se sentía un bagual indomable.

Desertores

“En sus conversaciones con los jefes principales [en el


campamento del Santa Lucía Chico] el Protector había adquirido
la certeza de que ellos se inclinaban a aceptar la reconciliación
con las Provincias sometidas a la autoridad del Directorio […]
Barreiro, Bauzá y Ramos, usando un lenguaje respetuoso, se lo
manifestaron sin reticencias […] El Protector escuchó con visible
desagrado las advertencias de los jefes adictos a la reconciliación.
[…] Las principales batallas no las habían ganado los portugueses,
sino que las había perdido Artigas y sus tenientes, [léase Rivera,
Otorgués, Guazurary, Latorre, Sotelo y los que no pensaban igual
que Rufino] inutilizando de antemano a todos sus soldados que así
mismo hicieran prodigios bajo una dirección inexperta.”174

174. Francisco Bauzá, op cit, pág 695.

302 ···
El relato de la discusión del Paso de la Arena que escribió
Francisco Bauzá fue, con toda seguridad, fiel al que había oído
desde niño de boca de su padre. De esa manera, incorporó a
la enseñanza escolar las explicaciones dadas por Rufino que
intentaban justificar haber pasado al enemigo.
En apenas cuatro meses y medio, aunque todavía no dominaban
la campaña, los portugueses habían conquistado Montevideo. En
abril de 1817, Artigas buscaba el modo de evitar la catástrofe que
se veía venir y allá fue, hasta el Paso de la Arena, a consultar
a sus más veteranos laderos. Miguel Barreiro y Rufino Bauzá le
trasmitieron la opinión prevalente: la única forma de obtener
los recursos necesarios para continuar la guerra a Portugal era
plegarse a Buenos Aires. Eran conscientes de que aceptar las
condiciones impuestas por Pueyrredón significaba quebrar la
Liga Federal de los Pueblos Libres y dar luz verde al centralismo
porteño.
Como era de prever, Artigas reaccionó airado y, paso seguido,
designó comandante general a Fructuoso Rivera que, pese a
mantener correspondencia con Pueyrredón, sostuvo un prudente
–¿o ladino?– silencio en la reunión. El 23 de mayo de 1817, en
el cuartel general de Santa Lucía, se reunieron 37 comandantes
y oficiales disconformes con el nombramiento. Comunicaron al
jefe de los orientales que no aceptaban a Fructuoso Rivera como
comandante general y designaron, en su lugar, a Tomás García de
Zúñiga, quien rechazó la jefatura ofrecida. No se hizo esperar el
enojo del Protector que, de regreso a Purificación, mandó colocar
grillos a Miguel Barreiro.
Poderoso latifundista, Rufino Bauzá se había sumado desde el
vamos al movimiento artiguista. Con su hermano Pedro Celestino
pelearon en Las Piedras, estuvieron en Purificación y en la batalla
del Cerrito, acompañaron la “marcha secreta” y, al frente de “los
negros de Bauzá”, un batallón de libertos africanos, Rufino peleó
en Guayabos a las órdenes de Artigas. En 1816 luchó en India
Muerta contra el invasor portugués bajo el mando de Rivera.
···303
En octubre de 1817, a orillas del Santa Lucía Chico, Rufino
Bauzá, Bonifacio Ramos, Julián Álvarez y los hermanos Manuel e
Ignacio Oribe decidieron abandonar las filas del artiguismo. Lecor
permitió que cruzaran el Plata en un barco de guerra, con sus 500
milicianos y dos cañones hacia Buenos Aires. De hecho, estaban
conformando en la Banda Oriental un sector afín al centralismo
de Buenos Aires, fenómeno semejante al que, simultáneamente,
se estaba dando en Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
En 1818, luego de cooptar a Eusebio Hereñú y a su hermano
–junto a Gregorio Samaniego, Evaristo Carriego y otros caudillos
entrerrianos–, Pueyrredón envió un ejército para adueñarse de
Entre Ríos. La mano negra de Pueyrredón jugó sus cartas para
dividir y debilitar la Liga Federal de los Pueblos Libres. Hasta
Fernando Otorgués recibió correspondencia clandestina del
director supremo. Su verdadero enemigo era el federalismo.
A fines de 1817, junto con Francisco Llambí, Pablo Zufriategui,
Juan Benito Blanco, Tomás García de Zúñiga y otros “notables”,
los Bauzá integraron Los Caballeros Orientales, una sociedad
clandestina que se propuso poner fin al proceso liderado por
Artigas. En los hechos, la actividad conspirativa favorecía la
agresión portuguesa.
Rufino Bauzá peleó en Cepeda contra las fuerzas de los Pueblos
Libres al mando de Estanislao López y Pancho Ramírez. Terminó
su carrera militar en Montevideo, con el grado de coronel, como
edecán de Lavalleja, pero después apoyó a Rivera y al gobierno
de la Defensa durante la Guerra Grande. Luchó en cien combates
por la independencia, podía haber sido héroe del artiguismo, pero
prefirió ser recordado al servicio de la elite de los mayordomos.
Los Bauzá y los Oribe fueron claros, puntualizaron que “no
querían servir a las órdenes de un tirano como Artigas que,
vencedor, reduciría el país a la barbarie”. Obviamente, barbarie
eran Encarnación Benítez y Andrés Guazurary, y tirano el
expropiador de latifundios. Tomaron partido por su clase social.
Los que no han sido claros son los historiadores.
El coronel Pedro Fuentes, comandante de Colonia, se sumó a

304 ···
la ola de deserciones y entregó la plaza a los portugueses. Años
atrás, en 1815, Pedro Fuentes ya había desafiado la autoridad de
Artigas, devolviendo a latifundistas amigos suyos los campos
expropiados. Cabe señalar que Fuentes se incorporó con el grado
de coronel al ejército portugués.
El 13 de noviembre de 1817, Artigas no tuvo otro remedio que
declarar la guerra al Directorio, abriendo otro frente de guerra
que no convenía en modo alguno al artiguismo.

1818

Año que no comenzó tan mal como terminó. Al tomar


Montevideo, Lecor se había metido en un trampero, quedó rodeado
por guerrillas artiguistas que lo mordían a diario, dueños de la
campaña oriental. Varias veces intentó romper el acoso, enviando
destacamentos a disputar el control. Uno de ellos fue arrollado
por una temeraria carga de caballería de Juan Antonio Lavalleja en
el Paso de Cuello, río Santa Lucía. A fines de marzo, Rivera detuvo
en Casavalle otra fuerte columna portuguesa que salió rumbo a
Florida.
Finalmente, Lecor resolvió construir un foso defensivo que se
extendía desde la barra del Santa Lucía –hoy Santiago Vázquez–
hasta el puertito del Buceo. Cada 1.200 metros se levantaron
fortines con artillería de grueso calibre. Era la famosa “zanja
reyuna”, que intentaba proteger vacunos y caballares de las
incursiones artiguistas. No se detuvo el hostigamiento guerrillero.
Además, en las primeras semanas de 1818, las fuerzas de
Artigas lograron reconquistar Yaguarón, Pelotas, Cerro Largo
y la fortaleza de Santa Teresa. Pero pronto se repusieron los
portugueses y, comandados por Manuel de Souza, persiguieron
a los artiguistas y los forzaron a retirarse hasta Purificación.
Provisoriamente, Lecor quedó con el control del noreste de la
Cisplatina, la frontera con Brasil.
Desde Purificación, apoyado en los Pueblos Libres, la posición
de Artigas era todavía dominante, le permitía defender el norte

···305
oriental e impedir que Portugal llegara hasta el Paraná. Reforzó su
enclave instalando dos baterías, una frente a Paysandú y la otra
próxima al Arroyo de la China. Fueron dotadas con tres cañones
que Ramírez había capturado a los unitarios en el combate de
Saucesito. El propósito era obstaculizar una posible remontada de
la Armada portuguesa hacia Purificación.
Para completar su dominio sobre la Banda Oriental, Lecor
debía desalojar a Artigas de su enclave. Contaba con los 4 mil
soldados de Joaquín Javier Curado, que permanecían establecidos
sobre el río Cuareim, y con la flotilla fluvial comandada por
Jacinto Sena Pereira. Combinando esas fuerzas terrestres y
navales, preparó una operación de pinzas sobre Purificación que
comenzó en febrero de 1818, cuando Curado avanzó sobre las
milicias artiguistas. La flotilla portuguesa remontó el Uruguay el
2 de mayo. Es evidente que no habría podido pasar entre la costa
de Colonia y la isla Martín García sin la pasiva complicidad de los
porteños, cuya artillería controlaba el canal. Simultáneamente, los
1.500 soldados de Bentos Manuel Ribeiro cruzaron el Uruguay una
noche y luego atacaron las baterías desde Entre Ríos, por donde
nadie los esperaba. Acosado desde todos los puntos cardinales,
Artigas debió abandonar Purificación, replegándose hacia la orilla
occidental del Uruguay. Empero Bentos Manuel no dio tregua a las
fuerzas artiguistas, que debieron repasar nuevamente el río hacia
el este. Tenaz y decidido, el portugués lo persiguió a través del
actual departamento de Paysandú. Alcanzó y derrotó a Artigas en
Guaviyú el 21 de mayo de 1818.
A los pocos días, las milicias de Rivera se tomaron la revancha
en Chapicuy, pero ello no detuvo la embestida de los portugueses,
que derrotaron nuevamente a Artigas cerca del Queguay Chico,
haciendo unos 200 prisioneros, entre ellos Miguel Barreiro.
La oportuna llegada de Rivera impidió que los portugueses
aniquilaran definitivamente al jefe de los orientales.
El 28 de julio, Bentos Manuel venció a Rivera en Arroyo
Grande. La derrota convenció a Fructuoso de pactar con Bentos
Manuel y pasarse al enemigo, una versión siglo XIX del síndrome

306 ···
de Estocolmo. Otros capitanes artiguistas ya habían sido hechos
prisioneros en combate: Juan Antonio Lavalleja, Bernabé Rivera,
Manuel Francisco Artigas y Joaquín Suárez. Mondragón murió
ahogado en el Arerunguá. La victoriosa columna de Curado
logró sumarse al grueso del ejército de Lecor y ambas ocuparon
Colonia del Sacramento. A dos años de iniciada la invasión, Lecor
estableció su dominio sobre el territorio al sur del Río Negro.

···307
Capítulo 23. Fuerzas Libres Occidentales Guaraníes

Dominar la vía de entrada por el Río de la Plata era el paso


inicial para arrebatar a los españoles el dominio del continente
entero y favorecer el desarrollo del comercio y la acumulación del
capital industrial europeo. El proyecto de expansión del capitalismo
británico, arranque del fenómeno actualmente tergiversado bajo
el término “globalización”, proyectaba convertir América del Sur
en un Brasil ampliado, un continente entero sujeto a la voluntad
de Gran Bretaña. Algo parecido a lo que hicieron con la India,
Pakistán y Bangladesh. Portugal era el instrumento del Foreing
Office para llevar a cabo este plan.
Fracasaron, sin embargo. En 1801 Portugal no había podido
llegar hasta el río Paraná y debió conformarse con los siete pueblos
de las Misiones Orientales. Por su parte, Gran Bretaña no pudo
apoderarse de los puertos del Río de la Plata en 1806. Las guerras
europeas obligaron a postergar sus ambiciones. La conquista de
la Mesopotamia quedó a la espera de un momento más propicio,
el que parecía haber llegado en 1816, cuando ya estaba claro que
las elites de Montevideo y Buenos Aires soñaban con trabajar de
mayordomos en el palacio de Buckingham.
Siete meses antes de la invasión, el 11 de enero de 1816, José
Artigas ya había advertido a Andrés Guazurary, estacionado en
La Candelaria, frontera con Paraguay, que según informaciones
recibidas desde Brasil:

“[…] es preciso irnos preparando poco a poco y ponernos en


términos de contener los esfuerzos de esta potencia [Portugal],
a quien como vecinos debemos suponerla más enemiga por
la experiencia que tenemos de sus procedimientos inicuos, y
mayoritariamente cuando sé que su plan está decidido a ocupar
todo lo que divide la costa oriental del Paraná”.175

175. Washington Reyes Abadie, Artigas y el federalismo en el Río de la Plata,


Banda Oriental/La República, Buenos Aires: Mariano Más, Tomo II, Vol 2, 1998,
pág 110.

308 ···
Artigas no se engañaba sobre los apetitos de Portugal y del
“pacman” británico.
Tampoco se engañaban británicos y portugueses: probable-
mente sabían que el artiguismo expresaba las aspiraciones de
los criollos más pobres, africanos secuestrados, guaraníes-
misioneros, charrúas y demás parcialidades. Una combinación
demasiado explosiva. El único hueso duro de roer era la fuerza
social que vagamente entrañaba la posibilidad de una sociedad
diferente a la europea, de convivencia multirracial, donde jugara
un papel central el trabajo cooperativo y la vida en comunidad.
Los think tank británicos aconsejaron exterminar el artiguismo. Al
ejército de Lecor le asignaron dos misiones bien claras: aniquilar la
montonera “anarquista” y trasladar la frontera hasta el río Paraná.
Recién después de que Bolívar y San Martín expulsaron a los
españoles y cuando parecía fracasado el plan A de expansión del
capitalismo británico, el Foreing Office sacó a relucir su plan B: la
balcanización de América Latina. Si las circunstancias hubieran
favorecido el plan A de Gran Bretaña, la actual América Latina
no estaría fragmentada en veinte comarcas diferentes y el inglés
sería su idioma principal.

Andrés Guazurary

El 30 de noviembre de 1778 nació Andrés Guazurary en Santo


Tomé. Allí pasó su infancia, en la orilla occidental del Uruguay,
frente a San Borja, desde 1801 el mayor enclave portugués de
las Misiones Orientales. Fue sacristán. Pese a que hacía diez años
que habían sido expulsados, recibió la educación que trajeron
los jesuitas. Hablaba y escribía español, portugués y guaraní. Lo
describen taciturno y lacónico, muy poco proclive a la risa, rasgos
característicos del indígena en general.
Firmaba Andrés Artigas deseando simbolizar su adhesión
a la revolución artiguista y su orgullo de ser considerado hijo
adoptivo por José Artigas. En 1810 tenía 32 años y, como hicieron
cientos de guaraníes, se enroló en el Ejército del Norte, enviado a

···309
liberar Paraguay por la Junta de Mayo. Cuando Manuel Belgrano
fue desplazado del mando, Andresito no quiso subordinarse a
José Rondeau y se integró a las filas de José Artigas en el sitio
de Montevideo, en actitud con muchos implícitos, muestra de su
personalidad.
A fines de 1814, Artigas le confió la comandancia general de
las Misiones Occidentales. Inicialmente se estableció en Yapeyú.
En acuerdo con Artigas se propuso recuperar los pueblos de indios
que, por un convenio con Belgrano de 1811, estaban ocupados
por tropas paraguayas de Gaspar Rodríguez de Francia. En mayo
de 1815 Guazurary inició la campaña con unos 500 milicianos
guaraníes. Uno a uno fue rescatando Santa Ana, Loreto, San
Ignacio Miní y otros poblados. En cada uno de ellos instalaba un
cabildo y un gobierno autónomos, a la usanza guaraní- misionera.
El 14 de setiembre de 1815 expulsó definitivamente las tropas
paraguayas –de origen guaraní y mestizo– hacia el otro lado del río
Paraná. El éxito despertó expectativas: los guaraníes misioneros
descubrieron que Guazurary tenía las capacidades necesarias para
organizar una fuerza militar que recuperara los siete pueblos.
Poco después arrancaron los preparativos para la reconquista
de las Misiones Orientales, uno de los principios enunciados en
las Instrucciones del Año XIII, dejado de lado por la Constituyente.
Siguiendo órdenes de Artigas, Guazurary trasladó su centro de
operaciones a Santo Tomé, a tiro de flecha de San Borja, escalón
obligado de la campaña de liberación. Quedó en La Candelaria
un pequeño piquete, al mando del capitán Miño, en observación
de los movimientos de los paraguayos. Luego de un tiempo
prudencial, Miño se desplazó a Concepción del Uruguay, presto
para integrarse a la campaña proyectada. En el mismo esfuerzo por
concentrar fuerzas, Artigas envió a Pantaleón Sotelo hasta Yapeyú
para reagrupar a cientos de milicianos que andaban dispersos y
que formaron la división de Manuel Antonio Curaeté. Asimismo
hizo llegar armamentos, municiones y pertrechos a Guazurary,
que además instaló una fábrica de pólvora en Concepción y un
taller de reparación de armas en San Carlos.

310 ···
El 3 de julio de 1816, en carta a Guazurary, Artigas
estableció que

“Puestos en esta forma y arreglada toda la gente, no hemos


precisamente de aguardar que ellos nos ataquen, debemos
penetrarnos a su territorio para asegurar un golpe para cuyo fin
estoy tomando mis providencias en toda la circunferencia de la
línea para que el movimiento sea general y violento”.

Quería acelerar los preparativos para atacar al enemigo


antes de que estuviera en condiciones de reaccionar. En dos
meses terminaron de concentrarse las fuerzas sobre el Uruguay.
Eran imposibles de ocultar los preparativos artiguistas y, una
vez que los detectó, el portugués Francisco das Chagas Santos
quiso adelantarse a la jugada y repasó el río intentando tomar
Santo Tomé por sorpresa. Sin embargo, los guaraníes- misioneros
pudieron derrotarlos el 13 de setiembre en San Juan de Velho y,
tres días después, volvieron a dispersarlos en Rincón de la Cruz,
al norte de Yapeyú.

Primera tentativa de liberación

Eran entre 1.500 y 2 mil guerreros armados con su valor, lanzas,


flechas y apenas dos precarios cañones y pocos fusiles, una fuerza
muy mal armada, pero con el coraje suficiente para encender luces
rojas en el alto mando portugués. El 12 de setiembre de 1816, las
Fuerzas Libres Occidentales Guaraníes comenzaron a cruzar el
río Uruguay por el paso de Itaquí, decididos a tomar San Borja. La
fecha debiera ser recordada en los calendarios rioplatenses.
La proclama de Andrés Guazurary convocaba a luchar por la

“libertad de los siete pueblos de esta banda del tiránico


dominio de los portugueses, bajo el cual han estado 15 años los
infelices indios gimiendo la dura esclavitud. He puesto mi ejército
delante de los portugueses, sin recelo alguno, fundado en primer

···311
lugar en que Dios favorecerá mis sanos pensamientos, y en las
brillantes armas auxiliadoras y libertadoras, sólo con el fin de
dejar a los pueblos en pleno goce de sus derechos, esto es para
que cada pueblo se gobierne por sí mismo, sin que ningún otro
español, portugués o cualquiera de otra provincia se atreva a
gobernar, pues habrán experimentado los pueblos los grandes
atrasos, miserias y males en los gobiernos español y portugués.
[…] Compaisanos míos, levantad el sagrado grito de la libertad,
destruid la tiranía, y gustad del deleitable néctar que os ofrezco
con las venas del corazón que traigo desecho por vuestro amor”.

Parecía llegado el momento de los guaraní- misioneros en la


historia de América. La guerra civil entre españoles americanos
y españoles europeos, iniciada en mayo de 1810, hizo un giro
brusco hacia la lucha por la emancipación de los indígenas. Luego
de reunirse y armarse en las Fuerzas Libres, el pueblo guaraní-
misionero hizo que la cuestión de la liberación y la soberanía
cobrara nueva vida en el imaginario rioplatense de la época. Al
tener su propio ejército ya se estaban gobernando a sí mismos,
libres de españoles, portugueses y de “cualquier otra provincia”
(léase Buenos Aires). El artiguismo fue otro a partir de entonces.
Amanecía el 21 de setiembre de 1816 cuando las Fuerzas
Libres pusieron sitio a San Borja, donde estaban atrincherados
los 400 efectivos de Chagas Santos con 14 cañones. De inmediato,
una compañía guaraní comandada por Vicente Tiraparé desertó
de filas portuguesas y se pasó a las Fuerzas Libres. Mientras tanto,
a fin de reforzar el asedio a San Borja, Pantaleón Sotelo intentó
cruzar el Uruguay un poco más al sur, a la altura de Yapeyú,
pero hostigado por la división portuguesa de Abreu, recién pudo
incorporarse al sitio el 24 de setiembre. Al otro día, Guazurary
intimó a Chagas para que se rindiera en las próximas 48 horas.
Pero ni los portugueses se rindieron ni Guazurary se decidió a
tomar por asalto Santo Tomé.
El sitio duró 13 días, demasiado tiempo, el suficiente para que
el 3 de octubre llegara Abreu con sus 650 veteranos y atacara por

312 ···
sorpresa a las milicias guaraníes, forzando su repliegue. Unos 400
guaraníes- misioneros murieron en el combate. Para peor, el 19 de
octubre de 1816, el portugués Mena Barreto logró batir en Ibiracoy
la columna de Artigas que marchaba al norte para proteger la
retirada de Guazurary. La primera tentativa fracasó y la liberación
de los siete pueblos debió postergarse indefinidamente.

Tierra arrasada

El fracaso en el asedio a San Borja y las derrotas de Artigas


en Arapey y El Catalán dejaron despejado el camino de Chagas
Santos. El 14 de enero de 1817, mil soldados portugueses
veteranos de la guerra contra Napoleón y cinco cañones cruzaron
el paso de Itaquí y entraron a saco en los desprotegidos pueblos
de La Cruz y Yapeyú. El 31 de enero instaló su cuartel general en
Santo Tomé. En su correspondencia, el general Curado ordenó a
Chagas que “nada debe quedar en pie, ni templos, ni habitaciones,
ni capillas, ni estancias, ni nada, en fin, de lo que pueda servir un
día para núcleo de una población”. Chagas obedeció debidamente.
Desde Santo Tomé envió partidas a vandalizar los pueblos de
Santa María, San José, San Ignacio Miní, Apóstoles, San Javier y
San Carlos… hasta sus bosques talaron, sólo les faltó echar sal
sobre las ruinas. Luego informó a su superior:

“he destruido y saqueado los siete pueblos de la margen


occidental del Uruguay, saqueado solamente los pueblos de
Apóstoles, San José y San Carlos. Dejando hostilizada y arrasada
la campaña adyacente de los mismos pueblos por espacio de
cincuenta leguas. […] se trajeron a este lado del río 500 arrobas de
plata, muchos y ricos ornamentos, 3 mil caballos, igual número de
yeguas y 1.130 pesos o reis de plata”.176

176. Rubens Rodríguez, “Sangre guaraní artiguista. Andrés Guazurary”, en revista


Raíces, Montevideo. https://www.raicesuruguay.com/raices/home.html

···313
Dos meses después, saqueado todo lo que se podía saquear,
Chagas Santos regresó el 13 de marzo a las Misiones Orientales.
Durante meses, la población y sus Fuerzas Libres debieron
abocarse a la reconstrucción y reorganización de los pueblos
arruinados. En marzo de 1817 Guazurary fundó Nuestra Señora de
la Asunción del Cambay, nueva capital de Misiones Occidentales,
ubicada a orillas del río Miriñay, donde actualmente está la ciudad
de Monte Caseros.
En el segundo semestre de 1817, una vez finalizado el
esfuerzo de reconstrucción, las Fuerzas Libres se corrieron hacia
Apóstoles, contra la Provincia de Corrientes, donde comenzaron
a reagruparse y reorganizarse, preparando una segunda tentativa
sobre las Misiones Orientales. Alertado por los preparativos, al
amanecer del 2 de julio de 1817 Chagas Santos atacó Apóstoles
con 800 soldados. Los misioneros salieron a combatir enarbolando
una bandera roja, pero fueron rechazados y debieron retroceder
hacia la iglesia, donde quedaron sitiados. A las tres de la tarde,
una incontenible carga de los lanceros de Guazurary aplastó
a los de Chagas y los obligó a repasar el río hacia las Misiones
Orientales. Parecía restablecido el dominio de las Fuerzas Libres
sobre la banda occidental del Uruguay y ello abrió una ventanita
de esperanza. Sin embargo, las conspiraciones de los porteños
crearon en Corrientes un escenario conflictivo, que debió ser
atendido antes de intentar otra vez la liberación de los siete
pueblos. El gobierno bonaerense actuaba objetivamente como
aliado de Portugal.

Corrientes

En Corrientes, Juan Bautista Méndez, artiguista desde


la primera hora, encabezó el putsch que en 1814 derrocó al
gobernador Domínguez, que estaba respaldado por Buenos Aires.
Luego, con el apoyo de la campaña, mayoritariamente guaraní y
artiguista, Méndez legitimó su golpe de Estado mediante un acto
electoral que lo erigió en gobernador de Corrientes. Su primera

314 ···
medida fue declarar la autonomía de la provincia, rompiendo la
relación de dependencia con el gobierno central.
Méndez y el artiguismo correntino convocaron un congreso
con delegados de todos los pueblos y villas de la provincia. Genaro
Perugorría lo presidió en representación personal del Protector
de los pueblos libres. Meses después, tentado por Pueyrredón,
Perugorría abandonó el artiguismo, depuso al artiguista Méndez
y, completando su voltereta, se subordinó al Supremo Directorio,
que lo reconoció oficialmente gobernador de Corrientes. Artigas
reaccionó rápidamente, ordenó recuperar la provincia a las fuerzas
de Blas Basualdo, asentadas en Curuzú Cuatiá. Vencieron a las
de Buenos Aires y apresaron al inconstante Perugorría. Basualdo
envió el prisionero a Purificación, donde Artigas lo mandó fusilar.
Restablecido el control de Corrientes, un nuevo congreso
reeligió gobernador a Méndez en febrero de 1815. Ese mismo año
se celebró el Congreso de Arroyo de la China, al que Corrientes
envió sus diputados, que participaron en la primera declaratoria de
la independencia de los pueblos libres. Todo parecía normalizado,
pero la situación era sumamente inestable, la saga correntina
estaba lejos de haber llegado a su fin.
Los contrastes militares sufridos por las milicias de Artigas
y las Fuerzas Libres de Guazurary, dieron ánimo a Juan Martín
Pueyrredón que, en 1818, se atrevió a impulsar un nuevo golpe de
Estado en Corrientes. Al ver que el poder podía quedar en manos
indígenas, la elite correntina prefirió prosternarse ante Buenos
Aires; su única salvación era estrechar vínculos con el futuro
partido unitario. En el mes de mayo, con intervención de las tropas
del coronel Elías Galván, depusieron una vez más a Méndez.
Otra vez fue rápida la respuesta del artiguismo. Las Fuerzas
Libres bajaron a Corrientes organizadas en tres columnas,
comandadas respectivamente por Guazurary, Pantaleón Sotelo y
Juan Pablo López. El estado mayor lo integraban Vicente Tiraparé,
Francisco Javier Siti, Juan Asencio Abiaró, Ignacio Mbaibé y Blas
Uré. Se establecieron en el pueblo de Caá Catí, quilómetros al este
de la capital. El 2 de agosto de 1818 atacaron al ejército porteño.

···315
Los indígenas se negaban a combatir contra las tropas de
Guazurary, y la elite criolla de la ciudad de Corrientes desató
una feroz represión. En su furia racista llegaron a incendiar Las
Garzas, un pueblo de indios que quedó en cenizas. Al igual que
sus pares de Montevideo y Buenos Aires, las familias “decentes y
principales” de Corrientes habían hecho de la ciudad un bastión
reaccionario y racista.
Una vez en Caá Catí, Guazurary requisó armas y municiones,
obligó a abrir los comercios que habían cerrado por la cercanía
de los guaraníes, liberó a los indígenas repartidos para el servicio
doméstico e hizo que los comerciantes pagasen las deudas que
tenía con el Estado, para utilizar los fondos en el mantenimiento
de las Fuerzas Libres Occidentales Guaraníes. El temor crecía cada
día con las medidas que decretaba Guazurary. Buena parte de los
“decentes y principales” huyeron como si hubieran visto al diablo.
La contraofensiva artiguista condujo a la toma de la ciudad
de Corrientes. Con el cometido de preparar el arribo del grueso
de las Fuerzas Libres, el 16 de agosto Pedro Campbell, irlandés,
marino, corsario artiguista, entró a la ciudad a la cabeza de una
vanguardia de unos 100 indígenas. Hizo que el Cabildo enarbolara
la bandera tricolor del artiguismo.
A medida que avanzaba hacia la capital, Guazurary iba
liberando a los indígenas de las encomiendas, entregaba tierras a
quienes querían trabajarlas e incorporó voluntarios a sus tropas.
El terror aumentaba, “era un conjunto aterrador y repugnante
–describió Manuel Mantilla, testigo contemporáneo–, una indiada
poco menos que desnuda, sucia, fea y de aspectos feroz; unos
llevaban harapos, otros, raídos chiripases tan solo, y otros se
cubrían con pedazos de cuero”. Los “decentes y principales”,
esclavistas todos ellos, sentían que esas medidas políticas les
arrebataban el poder político… ¡cómo no iban a escandalizarse!
Guazurary entró a la ciudad, a pie y desarmado, caminando en
medio de las milicias que desfilaron ordenadamente, enarbolando
banderas tricolores. Espectacular irrupción de los guaraníes:
finalizaban 250 años de dominio europeo en Corrientes. La

316 ···
montonera quedó acuartelada en la ciudad. Impuso a la elite
una contribución compulsiva para pagar las armas, pertrechos,
vestimentas y caballos que necesitaba para retomar la guerra con
Portugal. La obligó a comprar sus artículos de consumo en las
recién creadas “tiendas del ejército reconquistador”. Las víctimas
se apropiaban del poder y lo ejercían sobre sus victimarios, eran
hechos de carácter revolucionario.
Guazurary dispuso que los muy buenos artistas guaraníes
representaran, en la plaza principal y durante cuatro días, la
obra teatral compuesta por los jesuitas titulada La tentación de
San Ignacio. Los patricios se negaron a concurrir y Guazurary
tomó una medida ejemplarizante: ordenó que los hombres que
se negaron a concurrir al teatro arrancaran a mano los yuyos de
la plaza. Mientras sus maridos cumplían el castigo, las señoras
debieron bailar con los milicianos hasta que la plaza quedó bien
limpia.
El 28 de agosto decretó la libertad de los indígenas acarreados
por las fuerzas porteñas y de los niños entregados como esclavos
a las familias de la elite correntina. Además, hizo detener a los
hijos de las familias que tenían niños esclavos para que sus
madres sintieran el mismo sufrimiento que las esclavas a quienes
arrebatan sus niños. Pasados siete días los devolvió sanos,
limpios y alimentados. La historia escrita recoge los odios de la
elite esclavista, pero prestó poca atención a los testimonios orales
de los que amaban a Guazurary.
Las Fuerzas Libres no tuvieron sosiego. En el mes de setiembre
debieron reponer por tercera vez a Méndez como gobernador y
hacerse cargo del reordenamiento administrativo de la provincia.
En octubre tuvieron que rechazar un nuevo ataque de tropas
enviadas por Rodríguez de Francia, que quiso pescar en aguas
revueltas. Además, la flotilla de Campbell y un destacamento
con Francisco Javier Siti debieron prestar auxilio a los artiguistas
santafesinos sitiados por los bonaerenses en la ciudad de Paraná.
En 1819 las Fuerzas Libres abandonaron Corrientes hacia las
Misiones Occidentales, con la idea de reemprender la nueva
campaña de liberación de los siete pueblos.

···317
Peces en el agua

Artigas decidió que las Misiones Orientales serían el escenario


principal de la guerra al portugués. No quedan dudas. La novena
instrucción del Año XIII ya había señalado la importancia crucial
de la reunificación de las provincias misioneras, y el Protector
lo ratificó al comunicar a Barreiro que “los golpes más rápidos
y fuertes debían experimentarse en Misiones”. A comienzos de
1816 ordenó concentrar las Fuerzas Libres Occidentales Guaraníes
sobre el río Uruguay y, al mismo tiempo, desplazó el grueso de su
montonera hacia las tierras del norte del Río Negro.
Evidentemente, al elegir el escenario de la guerra, Artigas no
hizo cálculos puramente militares. Por eso sumergió el grueso de
su movimiento armado en el “centro de sus recursos”, es decir,
condujo la montonera hacia el terreno cuya población tenía metida
en las entrañas la cuestión de la liberación y estaba dispuesta
a pelear a muerte. Allí, las milicias de Artigas bebieron en ríos
profundos y recibieron el alimento ancestral, el de Túpac Amaru
y Túpac Katari. Liberar los siete pueblos y defender los Pueblos
Libres de la Liga Federal se transformó en el eje de la concepción
de Artigas, la que dejaba traslucir en la disposición de sus fuerzas.
Nadie puede afirmar que haya sido por Buenos Aires o por
Montevideo que dieron la vida miles de guaraníes- misioneros,
de charrúas y de criollos montoneros. En cambio, a partir de los
acontecimientos que protagonizaron, es posible sostener que
albergaban el deseo de liberar un territorio para sí, para su propio
desarrollo, para la recreación de su mundo libre y autónomo,
de convivencia multiétnica, sin europeos que los sometieran. La
concepción política del artiguismo, como sospechaba Methol Ferré,
estaba muy abrazada a la de los guaraní- misioneros. Mientras
que mayo de 1810 expresó las contradicciones entre españoles
europeos y españoles americanos, la gesta artiguista sólo se
puede comprender tomando en cuenta el peso gravitacional de los
pueblos indígenas. No caben dudas, el artiguismo fue tan guaraní-

318 ···
misionero como lo era el escenario donde desarrolló su actuación
más importante. Desde 1816 se apropiaron del artiguismo y lo
transformaron en instrumento para su liberación.
En realidad, fue el pueblo reunido y armado quien determinó
el escenario de la guerra al portugués y a la elite unitaria. La
composición de lugar de Artigas no era –no podía ser– la de un
general al mando de su ejército, sino la de un revolucionario
colocado al frente de un pueblo sublevado, una concepción que
un siglo más tarde se llamaría “guerra de todo el pueblo”. Artigas
fue erigido caudillo de la emancipación por una montonera
multiétnica, sin latifundistas ni traficantes de esclavos.
Como cientos de los que deambulaban por las praderas, y tal
como opina Carlos Maggi, Artigas había abandonado la versión
española de la civilización europea. Pensaba y sentía a la manera
que incorporó en la “vida suelta”, mestizaje de cultura de indígena
y bandolero social. Cuando hacía la guerra al europeo, pensaba
antes que nada en la dignidad de quienes tenían el legítimo
derecho a vivir del modo que lo habían hecho sus ancestros.

La concepción de los mayordomos

Montevideo era la ciudad de los hacendados, comerciantes y


burócratas criollos, la población que sentía la invasión portuguesa
como su salvación personal y colectiva, que deseaba el libre
comercio con Londres y el fin de las expropiaciones de latifundios.
Artigas sabía muy bien que la verdadera fuerza del invasor era
la complicidad de los “decentes y principales” del Cabildo de
Montevideo y del Triunvirato de Buenos Aires. La fortaleza de
Lecor radicaba en el entreguismo liderado por Larrañaga, Rivera,
Bauzá y los demás contrabandistas y esclavistas, un hecho
irrebatible. El artiguismo sólo podía haber triunfado desalojando
del poder a la quinta columna montevideana.
Al concentrar sus fuerzas en el norte, con lo que Artigas
relegaba la defensa de Montevideo a un lugar muy secundario,
parecía decirles a los mayordomos “háganse cargo ustedes”. El

···319
mensaje fue comprendido rápidamente y provocó disconformidad
con la manera de desarrollar las operaciones de Artigas, conflicto
que se concretó en la deserción de Bauzá y otros capitanes
artiguistas. Los desacatados del Santa Lucía pensaban que era
preciso jugar todas las cartas en la defensa de Montevideo, que
ése era el escenario principal, donde tenían sus capitales y vivían
sus familias.
Como faltaban soldados y recursos materiales para detener
la ofensiva portuguesa, Bauzá padre estaba dispuesto a pagar el
bajísimo precio de obtenerlos a cambio de la subordinación al
supremo director Pueyrredón y al Congreso de Tucumán. Sabían
de antemano que esa opción significaba deshacer la Liga de los
Pueblos Libres. Los desertores imaginaban una Banda Oriental
integrada a las Provincias Unidas, pero bajo la hegemonía de la elite
que representaba Pueyrredón. Coincidían en la visión centralista
de los unitarios y rechazaban el federalismo del artiguismo. Ésa
fue la opción ideológica que determinó su deserción.
A partir de Bauzá hijo, la historia institucionalizada prefiere
presentar a Artigas como un caudillo autoritario y tozudo,
mientras que los desertores eran oficiales sensatos y racionales
que entendían las medidas que tomaba Pueyrredón. Esta tesis
sostiene que Artigas y los traidores se distanciaron por diferencias
personales. Hay que repetir hasta el cansancio que esa es la
versión unitaria y colorada de la gesta de Artigas, la que oculta
las diferencias reales. Interpretación que encontró continuidad en
los partidos políticos formados en el Estado tapón y que convirtió
al riverismo en el núcleo principal del desgarramiento de los
orientales de su nación.

Las dos estrategias de Lecor

Al invadir en 1816, Lecor adaptó sus movimientos y


estrategias a las diferencias sociales y políticas que existían entre
una orilla y la otra del Río Negro. De manera que, al sur del Río
Negro, obró con extremada ductilidad política. Como se proponía
320 ···
que la Provincia Cisplatina quedara integrada al imperio por los
siglos de los siglos, Lecor resolvió el problema de la propiedad
de la tierra, la cuestión trascendental, contemplando diversos
intereses y neutralizando ánimos revoltosos. En primer lugar,
satisfizo al lobby de sus oficiales, convertidos en terratenientes-
ocupantes, que le reclamaban tanto un título de propiedad como
uno nobiliario. Otros de ellos se contentaban con que los dejara
arrear ganado a los saladeros de Río Grande y terminaron vaciando
nuevamente las praderas orientales.
En segundo plano venían las exigencias de los terratenientes
criollos y europeos, que querían la devolución de sus latifundios
y que se les otorgara, además, patente de corso para apropiarse
del ganado cimarrón. Finalmente, Lecor debía hacer frente a
los reclamos de los beneficiarios del Reglamento de 1815, cuyo
número aumentaba cada día, pues mientras continuaba la guerra
los montoneros no cesaron de ocupar y repartirse los latifundios.
Lecor no podía pensar en desalojarlos sin correr el riego de
echarse encima esos veteranos de guerra autodesmovilizados, por
consiguiente les tiró un anzuelo y los reconoció como “poseedores
de buena fe”. El cambio de categoría les otorgó ciertos derechos
y trasladó la disputa por la propiedad a los estrados judiciales,
pasó a ser nuevamente cuestión de abogados.
Aun así, Lecor permitía que partidas paramilitares, como la
de Benito Chaín, expulsaran violentamente a muchísimas familias
de “poseedores de buena fe”. Con su maniobra de política judicial
–operación de disuasión–, Lecor logró desarmar la base social del
artiguismo al sur del Río Negro: miles de milicianos optaron por
dedicarse a trabajar su suerte de estancia y vaciaron de voluntarios
las filas de las milicias.
La contrarrevolución agraria era, obviamente, la perspectiva
de Lecor, pero fue escalonando las soluciones para evitar la
formación de nuevas “alarmas”. Creó condiciones para que una
parte del artiguismo dejara de sentir la montonera como la única
forma de luchar por la tierra. Hizo perder fuerza revolucionaria al
hambre de tierra. Cuando en 1820 creyó consolidada la Cisplatina,

···321
cambiaron sus perspectivas y resolvió desalojar a los poseedores
precarios, incumpliendo promesas y tomando partido por los
terratenientes. Provocó una reacción tan masiva en la campaña,
que hasta Rivera en 1825 se sintió compelido a abandonar el club
de los amigos del Barón y correr a abrazarse con Lavalleja en el
Monzón.
La estrategia política válida en el sur resultaba inocua con
los guaraní- misioneros, que no luchaban por una parcela o una
suerte de estancia. Al norte del Río Negro, donde los pueblos
de indios no mordían el anzuelo, la estrategia de Lecor fue de
exterminio. Con los guaraní- misioneros fue implacable, les aplicó
la misma política de tierra arrasada que llevaron adelante Curado
y Chagas Santos.

322 ···
Capítulo 24. Final de todo

Juan Francisco García de Zúñiga, padre de Tomás e hijo de un


alto funcionario del Virreinato, compró a la Compañía de Jesús
los campos de Los Desamparados, que se extendían entre los dos
Santa Lucía y los arroyos Arias y Chamizo. También fue favorecido
con la propiedad de las estancias de San Gabriel y Pagola. Al morir,
Juan Francisco era propietario de unas 144 mil cuadras y uno de
los personajes más poderosos de la Banda Oriental.

“En 1812, en el correr de las primeras luchas se las amañó para


adquirir en el Salto tierras de magnitud similar a las de su padre,
también 200 leguas, prácticamente la mitad de aquel departamento.
Las obtiene, y en esto supera la marca de su progenitor, por simple
cesión, de Bartolomé Mena, un analfabeto al que Tomás García de
Zúñiga auxiliara con 2 mil pesos, y que las había recibido en 1801
de Joaquín Soria y de Azara.”177

Como tenía diez hermanos, Tomás García de Zúñiga recibió


sólo una parte del patrimonio paterno, pero había heredado de su
padre el instinto para los negocios inmobiliarios. Tomás utilizó sus
vínculos con Artigas para enriquecerse y estafó a Bartolomé Mena,
con quien debía sentirse unido por los principios de fraternidad
e igualdad que decía sustentar. Al finalizar su carrera política, en
1830, se había hecho propietario de unas 600 mil hectáreas en
Florida, Canelones, Salto y Paysandú.
Pese a lo tortuoso y poco ético de la conducta de García de
Zúñiga, en 1812 Artigas le confió una misión ante el gobierno
bonaerense. Lo proveyó de instrucciones muy claras: debía exigir
a Buenos Aires que se abstuviera de hacer acuerdos a espaldas de
los orientales, como había hecho recientemente al firmar el tratado
con el virrey Elío. Por otra parte, García de Zúñiga fue mandatado

177. Carlos Real de Azúa, op cit, pág 38.

···323
para reclamar que se pusiera a las milicias orientales bajo el mando
único de José Artigas y se diera al ejército bonaerense el carácter
de “auxiliador”. Las recomendaciones apuntaban a preservar
la soberanía de la Banda Oriental en el marco de las Provincias
Unidas. Artigas ya pensaba en constituir una federación mediante
pactos de mutua defensa. Estas demandas serían refrendadas
más tarde por el Congreso de Tres Cruces. En realidad, como
demostraría en el futuro, a García de Zúñiga poco le interesaba
hacer respetar la “soberanía particular” de la Banda Oriental.
Una vez en la otra orilla, Tomás entró en contacto con el Triunvirato.
En el cenáculo dirigente se respiraba un aire muy distinto al
predominante en las huestes sitiadoras de Montevideo. La cumbre
de Mayo no se preocupaba demasiado por la independencia; de
hecho, por ese motivo San Martín y los morenistas darían el golpe
de Estado. En esas condiciones, el gobierno rechazó de plano las
condiciones artiguistas, no podía aceptarlas. Lo inesperado fue
que, entusiasmado con el microclima ideológico del Triunvirato,
Tomás García de Zúñiga renegó por primera vez del artiguismo.
Fue la primera de muchas veces. La voltereta lo pintó en genio y
figura: desleal y oportunista.
Tiempo después Montevideo fue ocupada por las fuerzas de
Alvear, y García de Zúñiga adhirió prestamente a los porteños.
Su velocidad de adaptación le reportó un cargo en el Cabildo de
Montevideo. Luego de Guayabos, Tomás entregó personalmente
las llaves de la ciudad a Otorgués, ¡lo hizo en nombre del gobierno
bonaerense! Aporteñado y artiguista al mismo tiempo. Gran
capacidad para desdoblarse. En 1817 el caudillo le dio mando
de tropas y los desertores lo quisieron designar jefe en lugar de
Rivera, era tan endiablado su zigzagueo que tanto Artigas como
los desacatados de Santa Lucía lo creían de confianza.
Ya relevado del mando por Artigas, Tomás García de Zúñiga
se entregó a los portugueses. Al mismo tiempo fueron apresados
Miguel Barreiro y Joaquín Suárez quien, sin embargo, logró escapar
de la prisión. Barreiro fue confinado en un barco, pero Tomás
se movía con amplia libertad por Montevideo. Un prisionero

324 ···
con beneficios. Tomás logró convencer a Lecor de que coincidía
con el proyecto político cisplatino y rápidamente se integró al
llamado Club del Barón, centro político de los conversos a la
religión portuguesa. Había sido uno de los colaboradores más
cercanos de Artigas, luego se aporteñó y se arrimó a Alvear, y
finalmente pasó a integrar el círculo íntimo de Lecor. De víctima
de los “pacificadores”, Tomás transmutó en “pacificador”, o sea,
victimario.
En julio de 1821 los miembros del Club adoptaron la forma de
Congreso Cisplatino y, con el mismo entusiasmo con que ocho años
antes habían aprobado las Instrucciones de Año XIII, declararon la
integración de la Banda Oriental al Imperio de Portugal. García de
Zúñiga desechó todos sus anteriores compromisos y, en un abrir
y cerrar de ojos, se convirtió en ideólogo de la Cisplatina. Un giro
intelectual de 180 grados. Cambió de sentimientos, emociones
y amistades en un periquete. El amor por el poder fue el hilo
conductor de los cambios del apóstata. Junto con Fructuoso
Rivera fueron las palancas de la política luso- británica.
Una vez que asumieron el gobierno de la Provincia Cisplatina,
fueron favorecidos con títulos nobiliarios. Así, Fructuoso Rivera
pudo lucirse como barón de Tacuarembó y comandante general de
la campaña. Tomás García de Zúñiga, en cambio, fue recompensado
en 1827 con la presidencia de la Provincia Cisplatina. En 1830 se
sentía tan brasileño que se fue a vivir a Rio de Janeiro.
Para que esta elite de mayordomos de la burguesía europea
pudiera transformarse en dueña del Uruguay, sus patrones
portugueses debían derrotar al pueblo reunido y armado.
La subordinación y la traición fueron las condiciones de su
conformación en clase dominante. No debieron hacer ningún
esfuerzo extraordinario. Nunca quisieron constituirse en bur-
guesía independiente con un proyecto político contrapuesto al del
centro de acumulación capitalista. Fueron servidores de los más
antipopulares intereses económicos y políticos. La historia de vida
del latifundista García de Zúñiga, llena traiciones y volteretas, es
la historia de la transformación de la Banda Oriental en Estado
tapón y de éste en Estado nacional del Uruguay.

···325
Guazurary prisionero

A finales de 1818 la división de Vicente Tiraparé se desplazó


a Caá Catí, en Misiones Occidentales, donde se incorporó al
contingente de Pantaleón Sotelo. El 4 de enero de 1819, ambas
fuerzas acamparon a orillas del Uruguay. Su nueva bandera tenía
tres franjas, de colores rojo, verde y blanco. El 16 de febrero se
agregaron los 400 guerreros y dos cañones al mando de Blas
Uré. El 23 de marzo Andrés Guazurary salió de Corrientes para
sumárseles. El artiguismo concentraba fuerzas, preparando otra
campaña para liberar a los siete pueblos.
Sin embargo, la guerra civil desatada por Pueyrredón no
permitió dedicar todas las Fuerzas Libres a expulsar a los
portugueses de las Misiones Orientales. El destacamento de Juan
Asencio Abiaró debió permanecer en Corrientes apoyando al
gobernador Juan Bautista Méndez. El de Francisco Siti se trasladó a
Santa Fe, atento al posible ataque que, desde Entre Ríos, pudieran
hacer los hermanos Hereñú. Un tercer contingente, al mando de
Ignacio Mbaybé quedó estacionado en la recién fundada Asunción
del Cambay, defendiendo las Misiones Occidentales, listo para
cruzar el Uruguay apenas fuera necesario.
El 26 de abril, entre 1.500 y 2 mil milicianos guaraní- misioneros
atravesaron nuevamente el río Uruguay. Pantaleón Sotelo se
desempeñaba como segundo jefe de Guazurary, mientras que
Matías Abacú, Mariano Myerá y Blas Uré eran sus lugartenientes.
Se les incorporó una milicia de correntinos al mando de Sánchez
Negrete.

“Hoy día de la fecha ha sido el día de más aplausos a los dignos


hijos de la patria; día feliz en que logrado tomar este pueblo de
San Nicolás sin oposición alguna. […] Porque oyendo el enemigo
el nombre de los libres occidentales profugaron vergonzosamente
dejándonos el pueblo libre, y cuatro piezas de artillería. […] Gloria
a los libres. Pueblo recuperado de San Nicolás, 29 de abril de 1819.”

326 ···
Así rezaba el informe enviado por Guazurary al gobernador
Juan Bautista Méndez, dando cuenta de la toma pacífica de San
Nicolás y de San Luis de Gonzaga. La campaña fue un largo abrazo
entre hermanos.
Las Fuerzas Libres instalaron su cuartel general en San
Nicolás. Un ataque de los portugueses fue rechazado el 9 de
mayo. De contragolpe, los de Guazurary corrieron a los de Chagas
Santos hasta San Borja, único de los siete pueblos que todavía
conservaba el ejército portugués.
Según lo planificado, después de reconquistar las Misiones
Orientales, las Fuerzas Libres debían unirse con las milicias de
Artigas para incursionar en Río Grande del Sur. Guazurary dejó
San Nicolás a cargo del capitán Khiré y marchó hacia el sur en
procura de Artigas. El encuentro con el Protector nunca llegó a
realizarse.
Las fuerzas portuguesas, por su parte, pudieron reforzar a
Chagas Santos sin inconvenientes: desde Río Grande llegaron los
800 soldados del coronel José Abreu, y desde Alegrete lo hizo
otra fuerte columna enviada por el gobernador Filgueira. Chagas
Santos y Abreu sorprendieron a las Fuerzas Libres el 6 de junio
mientras cruzaban el río Camacuá por el paso de Itacurubí. Allí
murió peleando Vicente Tiraparé y cayó prisionero Sánchez
Negrete. Luego hubo una desbandada. Las Fuerzas Libres se
dividieron en destacamentos para cruzar el río Uruguay, con
la idea de reagruparse del lado occidental y preparar, una vez
más, la liberación de los siete pueblos. En eso estaba Guazurary,
construyendo una balsa, cuando el 24 de junio fue tomado
prisionero en Paso de San Isidro. La caída marcó el final de
todo.
La enumeración sumaria de las peripecias de las Fuerzas
Libres permite entender el papel real que jugaron en la epopeya
artiguista. A sangre y coraje no pudieron salir victoriosas,
pero realizaron hazañas extraordinarias para los medios que
tenían. Fueron derrotadas por ejércitos superiores en número

···327
y armamento, en disciplina, coordinación e instrucción para el
combate en formaciones regulares.
Los carceleros se encarnizaron con Andrés Guazurary. A los tres
meses de haber sido aprisionado, lo embarcaron hacia Porto
Alegre junto con el franciscano Acevedo y, desde allí, ambos
fueron trasladados a Rio de Janeiro. Los encerraron en un primer
momento en la fortaleza de Santa Cruz y luego, durante un año y
medio, los sometieron a un régimen de aislamiento en el Forte da
Laje, pequeña isla de la Bahía de Guanabara.
Con el artiguismo “pacificado” y la Cisplatina convertida en un
hecho consumado, los carceleros aliviaron las condiciones de
cautiverio y permitieron salir a los prisioneros. Con la esperanza
de ganarlos para la causa, el embajador de España realizó
gestiones para que el cura Acevedo y Guazurary regresaran a
Arroyo de la China. Sin embargo, en un episodio confuso y nunca
aclarado, luego de liberado Andrés Guazurary tuvo una riña con
unos soldados británicos y fue nuevamente encarcelado, no se
sabe bien dónde, pero se presume que murió en cautiverio en la
Ilha das Cobras.

Después de Guazurary

La presencia de las Fuerzas Libres en Corrientes despertó


contradicciones varias entre guaraníes y criollos, que emergieron
con toda potencia una vez prisionero Guazurary. Con el fin de
aplacar los ánimos, Artigas convocó a Juan Bautista Méndez, el
gobernador de Corrientes, y al núcleo duro de las Fuerzas Libres:
Pantaleón Sotelo, Francisco Siti, Blas Uré, Juan Asencio Abiaró,
Ignacio Mbaibé, Manuel Cayré y algunos otros capitanes, lo más
granado de los sobrevivientes. La reunión tuvo lugar en Asunción
del Cambay a fines de agosto de 1819. Artigas permaneció allí
hasta fines de setiembre de 1819. Acordaron el retiro de las
Fuerzas Libres de la provincia de Corrientes y que el sucesor de
Guazurary en la comandancia fuera Pantaleón Sotelo, también
nacido en Santo Tomé, otro de los héroes poco reconocidos de la
328 ···
gesta artiguista. Pantaleón fue blandengue desde que se creó el
cuerpo, se “alarmó” en 1811 y, desde entonces, participó en todos
los hechos políticos y militares del artiguismo.
A pesar de que cada vez era más empinada la cuesta, luego de
la reunión se reiniciaron los preparativos para liberar a los siete
pueblos y llevar la guerra a Río Grande del Sur. Se concentraron
las Fuerzas Libres sobre el margen occidental del Uruguay, 1.600
guerreros al mando de Pantaleón Sotelo y Francisco Siti. Al mismo
tiempo, Artigas reagrupó en Arerunguá su columna de unos 300
montoneros, la reunió con la vanguardia de Andrés Latorre, otros
500 combatientes más, y en noviembre de 1819 entraron a Brasil
por Santa Ana. El 14 del mismo mes lograron una victoria en Santa
María al atacar por sorpresa a las fuerzas del coronel Abreu. Luego
Artigas instaló su campamento cerca de allí, soportando con éxito
varios embates portugueses. En diciembre de 1819 presentó
combate en el arroyo Ibirapuitán, donde venció a tropas brasileñas
en una escaramuza. La seguidilla de pequeñas victorias se cortó
cuando, en enero de 1820, Artigas cayó derrotado en Quebrada
Belarmino, donde perdieron la vida varios caudillos guaraníes.
El infortunio fue en Tacuarembó, el 22 de enero de 1820. Con
3 mil soldados, el conde Filgueira atacó por sorpresa la división
de Andrés Latorre y dio muerte a mujeres, niños y ancianos de las
familias que marchaban junto a los guerreros guaraníes. Mientras
arengaba a sus compañeros, fue herido de muerte Pantaleón
Sotelo. Fue la última batalla de Artigas en territorio oriental,
el golpe de gracia que lo forzó a vadear definitivamente el río
Uruguay y refugiarse circunstancialmente en Entre Ríos. Aún
pensaba recuperarse y volver al ruedo. No se daba por vencido ni
aun vencido.

Cepeda… y después

La aprobación de la Constitución de 1819, centralizadora


y oligárquica, fue la gota que desbordó el vaso de la paciencia,
ya colmado por los episodios anteriores: no declarar la guerra a

···329
Portugal, pasividad en la defensa de la Banda Oriental, permitir el
pasaje por el canal Martín García, etc. Fue tal el revuelo en Buenos
Aires que Pueyrredón debió renunciar. Lo suplió José Rondeau,
insensible al clamor popular, nada preocupado por el destino
nacional y siempre listo a combatir la “anarquía” artiguista. En
plan de guerra a las montoneras, Rondeau ordenó a los ejércitos
de los Andes y del Norte desplazarse hacia Buenos Aires.
José de San Martín se negó de plano a participar en la
guerra fratricida. En cambio, Manuel Belgrano aceptó gustoso el
convite y comenzó a correrse hacia el sur. Según relata Francisco
Bauzá, Belgrano interceptó cartas de San Martín a José Artigas
y a Estanislao López informando su negativa a cumplir la orden
recibida del Directorio. La “obediencia debida” de Belgrano
provocó rechazo a sus oficiales, que se amotinaron el 8 de enero
de 1820 en Arequito, encabezados por gente de mucho prestigio
como Juan Bautista Bustos, Alejandro Heredia y José María Paz.
Fracasada su tentativa, Rondeau no tuvo escrúpulo alguno en
pedir a Lecor que invadiera Entre Ríos. El colmo del entreguismo.
El despropósito de Rondeau –que interpretaba la partitura
antipopular– lo condujo al aislamiento y un mes después, cuando
hizo frente a Francisco Ramírez y Estanislao López, no pudo
contar con fuerzas suficientes. Los caudillos federales lo vencieron
en Cepeda el 1 de febrero de 1820. Rondeau debió renunciar, el
Congreso de Tucumán quedó disuelto de hecho. Sin embargo,
los vencedores concedieron la gobernación de la provincia de
Buenos Aires a Manuel Sarratea y permitieron que los unitarios
conservaran un cachito de poder.
Uno de los amotinados de Arequito, Juan Bautista Bustos,
regresó a Córdoba a la cabeza de 2.500 soldados, y allí, en su ciudad
natal, fue elegido gobernador de inmediato. Su primera medida
fue declarar autónoma a la provincia. Otros caudillos siguieron
su ejemplo y florecieron las autonomías en las Provincias Unidas.
La república de Tucumán adhirió al federalismo bajo el liderazgo
de Bernabé Araóz, pero en el agitado revuelo autonomista se
disgregó en tres: Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, que

330 ···
el 31 de marzo de 1820 eligió gobernador al federal Juan Felipe
Ibarra. La provincia de Cuyo, donde había gobernado San Martín,
también se dividió en tres: Mendoza, San Juan y San Luis.
El 23 de febrero de 1820, al firmar el Tratado del Pilar con
Buenos Aires, López y Ramírez decretaron el fin de la Liga de los
Pueblos Libres. Demostraban de hecho que consideraban agotado
el ciclo artiguista, ni siquiera se preocuparon por declarar la guerra
a Portugal para rescatar a la Banda Oriental, ya no consideraban
hermanos a los orientales. El triunfo de Cepeda no significó para
nada una victoria del artiguismo. Sin embargo, por las dudas, en
Pilar dejaron constancia formal de que el Tratado sería consultado
con Artigas.
Con su tenacidad característica, José Artigas convocó a
reorganizarse una vez más. El 5 de marzo de 1820, en Asunción
del Cambay, las Fuerzas Libres eligieron a Francisco Siti para
reemplazar a Sotelo en la comandancia general de Misiones. La
elección fue confirmada por el Cabildo y apoyada por Artigas. La
reorganización militar era una última tentativa de recomposición
política del artiguismo. A fines de abril de 1820 se realizó en
la Costa de Ávalos un congreso convocado por el Protector.
Participaron delegados de Misiones Occidentales, la Banda Oriental
y Corrientes, las provincias que no fueron invitadas a firmar el
Tratado del Pilar. Se pactó una alianza ofensiva y defensiva entre sí.
¿Sabían que era la instancia final? Probablemente lo sospechaban.
Dada la debilidad de las tres firmantes, el Pacto de Ávalos
parecía tener vida corta, pero aun así Ramírez temía que el
artiguismo resurgiera y recortara su incidencia política en la
región. Hubo escaramuzas entre los bandos que fraternizaban
hasta el año anterior. Sin las milicias encabezadas por Fructuoso
Rivera –ya pasadas a Portugal–, Artigas fue derrotado por Ramírez
en Rincón de Ávalos el 29 de julio de 1820. Un hecho impensable
poco antes.
El golpe de gracia, sin embargo, lo propinó Francisco Siti al
acoplarse a las huestes de Ramírez en el acuerdo alcanzado en
Mocoretá. Artigas fue vencido en Las Tunas por las milicias de Siti

···331
y Ramírez. Aun después de esa derrota intentó tomar Asunción
del Cambay con las fuerzas que le restaban, Pablo Aramimbí, Perú
Cutí, Matías Abacú, entre otros. Sin embargo, perseguido por sus
antiguos aliados, debió finalmente cruzar el Paraná por el Paso de
la Candelaria el 5 de setiembre de 1820.
Carlos Quijano cita un comentario de Eduardo Acevedo:

“Fue vencido, pues, Artigas, gracias a la escuadra, a las armas


y a los soldados que el gobierno de Buenos Aires había puesto a
la disposición de Ramírez en virtud de los convenios secretos del
Pilar. Y fue vencido también porque las divisiones orientales que
habían escapado del desastre de Tacuarembó, en vez de cruzar
el Uruguay desacataron sus órdenes para entrar en transacciones
con Lecor. Si esas fuerzas lo hubieran acompañado a Corrientes,
es probable que la suerte de las armas le hubiese sido favorable y
entonces las Provincias Unidas habrían decretado la guerra al Brasil,
como complemento obligado del derrumbe de las autoridades
que habían pactado la conquista de la Banda Oriental. De aquí
seguramente la amarga reconvención que el coronel Cáceres pone
en boca de Artigas: que Rivera tenía la culpa del triunfo de los
portugueses”.

“El gran traicionado”178

Abundan las tentativas de explicar esta traicionera opinión


de Rivera, pero no logran convencer a nadie. Hizo leña del árbol
caído, lo empujó escaleras abajo. Como los caranchos, se arrojó
sobre los despojos y dejó al descubierto su carácter miserable. El
contenido de la carta fue un compendio de las razones para que
la historia lo condenara. Probablemente Artigas no habría sido
derrotado, lo derrotó la traición de Fructuoso Rivera.
Francisco Bauzá relata que, a fines de 1814, Rivera había
golpeado con el puño a un soldado y luego huyó al galope. Para su

178. Carlos Quijano, “El gran traicionado”, Marcha, 19 de mayo de 1961,


Montevideo, Uruguay.

332 ···
desgracia, se cruzó con unos blandengues al mando de Pantaleón
Sotelo, el guaraní. Los milicianos desnudaron y sometieron a
escarnio público al futuro presidente del Uruguay, que volvió
a huir desesperado y se escondió en un horno de panadería.179
Reunido con quienes intervinieron en el hecho, Artigas consideró
justo y suficiente el castigo impuesto a Rivera por la gente de
Sotelo. Estaba criando el cuervo que le arrancó los ojos.
Además de su escaso prestigio entre la milicia artiguista, el
episodio saca a la luz las facetas más negativas de la personalidad
de Fructuoso. Sin embargo, ensalzar a Rivera ha sido una de las
formas del Partido Colorado para imponer su hegemonía política.
Hasta José Enrique Rodó, diputado colorado, que se opuso
denodadamente a la ley de ocho horas, escribió en El mirador
de Próspero, enalteciendo a Rivera: “De todos los caudillos del
Río de la Plata, contando lo mismo los que le precedieron que
los que vinieron después de él, Rivera fue el más humano: quizá
en gran parte porque fue el más inteligente”. Un modo sutil de
plegarse a la leyenda negra. Se batió el bombo de la apología para
disimular que Rivera fue un personaje nefasto. Rodó ocultó la
traición, su complicidad con Portugal, la masacre de Salsipuedes
y sus servicios a los europeos en la Guerra Grande. No pensaba
así Carlos Quijano:

“La traición iba a consumarse. En tanto Artigas se hunde para


siempre en el Paraguay, Canelones, Maldonado y San José también
se declaran incorporados a la Corona de Portugal y en 1821 se reúne
el Congreso Cisplatino. Forman parte de é1 los cabildantes de antes,
los desertores de antes y el 18 de julio de 1821, reténgase la fecha,
después de sesudos discursos de Bianqui, Llambí y Larrañaga, se
vota por aclamación la incorporación a Portugal. ‘De este modo
–acertó a decir Bianqui– se libra a la provincia de la más funesta de
todas las esclavitudes que es la de la anarquía. Viviremos en orden
bajo un poder respetable; seguirá nuestro comercio sostenido por

179. Washington Lockhart, Rivera tal cual era, Impresora Dolores, Uruguay,
1996, pág 9.

···333
los progresos de la pastura; los hacendados recogerán el fruto de
los trabajos emprendidos en sus haciendas, para repararse de los
pasados quebrantos y los hombres díscolos que se preparan a
utilizar el desorden y satisfacer sus resentimientos en la sangre
de sus compatriotas se aplicarán al trabajo o tendrán que sufrir el
rigor de las leyes’.”

Más adelante el dedo índice de Quijano acusa:

“Deben repetirse los nombres de los que votaron esa


incorporación, tanto más cuanto que un sospechoso y en el caso
también piadoso olvido ha disimulado o disminuido la tremenda
culpa. Son éstos: Juan José Durán, Dámaso A Larrañaga, Thomas
García de Zúñiga, Fructuoso Rivera, Loreto de Gomensoro, José
Vicente Gallegos, Manuel Lago, Luis Pérez, Mateo Visillac, José
de Alagón, Gerónimo Pío Bianqui, Romualdo Ximeno, Alejandro
Chucarro, Manuel Antonio Sylba, Salvador García, Francisco
Llambí”.

No hubo derrota para la elite montevideana, todo se redujo a


acomodar el cuerpo y cambiar de bando. Los únicos derrotados
fueron la montonera artiguista, las Fuerzas Libres de los guaraní-
misioneros y el proyecto federal de los Pueblos Libres.

334 ···
Capítulo 25. La leyenda insurgente

La leyenda negra se hizo para fundamentar y justificar


la balcanización, es la historia que refleja el interés de los
mayordomos y sus patrones británicos. No pudieron desgarrar
Santa Fe y Entre Ríos como hubieran deseado.
La leyenda celeste fue escrita para fundamentar la implantación
definitiva del Estado tapón, era necesario enmascararlo con un
disfraz, el de República Oriental del Uruguay. Sirvió a otra política
británica puesta en práctica por la elite patricia de mercachifles,
esclavistas y terratenientes.
Sea con tinta negra o celeste, los escribidores orgánicos
crearon sus leyendas para leer el pasado en función de los
proyectos políticos de sus partidos, de cómo veían el futuro.
Son las leyendas de los unitarios y de los colorados, los partidos
hegemónicos. Su versión ocultó o deformó los hechos con el
objetivo de asegurar la reproducción del capital.
Cabalgando en ancas de las multitudes insubordinadas en los
años 60 del siglo pasado, muchos historiadores afines a corrientes
marxistas y revisionistas se sintieron impulsados a romper el
monopolio burgués sobre la historia.
Con diversas metodologías se comenzó a investigar las
raíces guaraníes de la cultura, la historia y hasta la genética
de la población de la campaña y cayeron algunos de los velos
que hasta entonces impedían ver el esclavismo, la revolución
agraria artiguista y las condiciones políticas del surgimiento de
la República Oriental del Uruguay. Las varias verdades reveladas
alimentaron a los luchadores populares antes y después de la
dictadura. La verdad es siempre revolucionaria.
Esta “leyenda insurgente” tampoco ha sido escrita con
inocencia. Analiza e interpreta los mismos acontecimientos ya
comprobados y documentados por investigadores anteriores,
pero lo hace a la luz del propósito de liberación social. Se ubica,
pues, en la trinchera opuesta a la alianza de clase que articula

···335
la leyenda negra con la leyenda celeste. Intenta subvertir ambas
historias oficiales, desarticular sus bases ideológicas y mirar la
realidad con los cristales rojos y negros de quienes luchan por la
transformación revolucionaria de la sociedad. La voluntad de hacer
la revolución social debe estar firmemente asentada en la historia
de ese artiguismo de los condenados de la tierra. El propósito
de hacer la revolución es determinante, nos obliga a descubrir
los instrumentos de dominación y, entre ellos, la tergiversación
deliberada del artiguismo.
El ajuste de la interpretación escrita al desarrollo real de los
hechos históricos no puede comprobarse experimentalmente.
La historia no es una ciencia exacta. Las tesis e hipótesis de los
historiadores persiguen fines políticos, cuya aproximación a la
realidad solamente puede ser comprobada con el desarrollo de los
acontecimientos. No hay nada nuevo en la “leyenda insurgente”,
es una toma de partido por la revolución social, por las masas
empobrecidas que ocupan en la sociedad el lugar que ocuparon
aquellos criollos marginados, los indígenas y los africanos. El
futuro dirá si la insurgencia vendrá, o si los sometidos seguirán
soportando pasivamente la explotación; recién entonces se sabrá si
ha sido correcto o no escribir una leyenda que sirva de sedimento
a esa visión insurgente. La predisposición ideológica del autor
lo impulsa a buscar en la historia del artiguismo los elementos
que contribuyen a quebrar la hegemonía liberal y estimular la
resistencia y la lucha.
Aunque breves, incompletas y superficiales, las referencias
concretas al pueblo guaraní- misionero aproximan a la verdad
histórica, certifican su rol protagónico en la cuenca del Plata. Están
tomadas de trabajos de investigadores que permiten concluir que
los más de 150 mil guaraníes reducidos en las misiones jesuíticas
obraron como centro de gravedad importante en la vida productiva
y comercial del Virreinato: que su forma de producir cooperativa,
su modo comunitario de vivir y sus tradiciones de resistencia al
europeo influyeron en la vida cultural y política de los Pueblos
Libres; que los episodios guerreros y políticos protagonizados

336 ···
por las Fuerzas Libres Occidentales Guaraníes las convirtieron
en protagonistas centrales de la gesta artiguista, en especial
luego de la invasión portuguesa de 1816; que el artiguismo fue
tan guaraní- misionero como lo era el idioma, la cultura, las
tradiciones y hasta la carga genética del escenario donde se
desarrolló su accionar político y militar. Estas conclusiones son
suficientes para provocar cierto desasosiego en el espíritu crítico,
le sugieren que algo anda mal en la interpretación oficial, que hay
un desajuste entre la leyenda celeste y el transcurso real de los
acontecimientos históricos del Río de la Plata.
Más insuficientes y breves todavía son las referencias
tomadas de los estudios que comprueban la participación masiva
de los africanos y sus descendientes en la epopeya artiguista. La
leyenda celeste, en cambio, los eliminó como protagonistas del
relato histórico y, en el mejor de los casos, los presentó como
personajes folclóricos, meras comparsas de los próceres criollos
que lucharon contra españoles y portugueses. Tampoco hay nada
nuevo en reconocer la importancia de su actividad política y
militar. Simplemente se intenta colocar en el lugar más destacado
de la historia a quienes fertilizaron la tierra donde fueron
trasplantados y esclavizados. Esa perspectiva humanista obliga
a reconocer que el artiguismo careció de actitudes y definiciones
claras sobre la abolición de la esclavitud, que soslayó la resolución
de esta cuestión humana esencial: fue su talón de Aquiles.
El hecho de dar justa relevancia al protagonismo de indígenas
y africanos no significa ignorar la importancia de los paisanos y
hacendados pobres, cuyo reclamo de arreglar la campaña sirvió
de base a la política artiguista de expropiar y repartir latifundios
que, en definitiva, determinó el quiebre del policlasismo. La
lucha por la tierra sacó al artiguismo de la guerra civil iniciada
en mayo de 1810 y lo transformó en expresión política militar de
los condenados de la tierra, de los marginados y excluidos por el
sistema colonial. Mucho menos significa ignorar la influencia de
los portadores de las ideas jacobinas surgidas en las revoluciones
en Francia y Estados Unidos –en su mayoría curas criollos– y su
contribución al nacimiento del proyecto de federación.

···337
Otro elemento que destaca la leyenda insurgente es el propósito,
nunca concretado, de construir una nación latinoamericana. La
leyenda celeste logró aislar la historia del Uruguay de la historia
del continente, una balcanización ideológica en respuesta a las
exigencias de los centros europeos del capitalismo. Inventaron
veinte historias nacionales donde debía existir una sola, la de
América Latina. Son demasiadas. Implica la negación del proceso
real en el continente, imposible de explicar sin analizar cada una
de las partes integradas a la historia global y única de la nación
latinoamericana.
Despiertan suspicacias las historias que fragmentan a
Uruguay de la historia de sus hermanos del Plata. ¿Cómo es
posible interpretar la historia de Paraguay aislándola de los
sucesos de mayo de 1810? ¿Cómo es posible enseñar una historia
del período artiguista sin considerar la historia de Corrientes y de
las Misiones? ¿Cómo es posible considerar la historia de la banda
oriental del río Uruguay sin referirse a la de su banda occidental?
¿Ignorando el desarrollo de los acontecimientos en Entre Ríos,
Santa Fe y Salta? ¿Quién derrotó a Artigas en Tacuarembó?
¿Fueron Lecor y Portugal o la elite porteña y Francisco Ramírez?
No se puede construir la historia de Uruguay como una entidad
aislada del proceso económico, social y político de la región.
La leyenda celeste fue finamente pergeñada para disimular
y ocultar que la transformación de la elite de mayordomos
–mercachifles, traficantes de esclavos, latifundistas y burócratas
criollos– en clase dominante de Uruguay sólo pudo lograrse
mediante la traición y la persecución del artiguismo hasta
aniquilarlo. Para que naciera el Estado tapón fue necesario
“pacificar” violentamente al artiguismo, acabar con la “anarquía”
montonera. Por un lado, convirtieron a Artigas en “padre de la
patria”, mientras que por el otro, no podían explicar que para nacer
la República Oriental del Uruguay debieron derrotar y satanizar a
José Artigas. Era un contrasentido y lo resolvieron mintiendo: lisa
y llanamente mintiendo.
338 ···
Las futuras insurgencias necesitan una nueva historia que
prepare sus miradas para aproximarse mejor a la realidad que
se quiere transformar. La subversión de la interpretación de
la historia es una condición imprescindible para detonar las
insurgencias que vendrán. Queda un enorme trabajo por hacer.

···339
Índice

Primer cuaderno. La invasión 13

Capítulo 1. Alejo García 15


12 de octubre de 1492 16
El mejor negocio 20
El reparto de las tierras 22
El reparto de las personas 24
Asunción 28
Enajenados 30
El ojo insurgente 31
Capítulo 2. Doña Mencia y su nieto Hernandarias 35
Doña Mencia 35
Hernandarias 37
Rebeliones 40
Capítulo 3. Guaraní- misioneros 44
Los jesuitas 45
Relaciones de cooperación 47
El derrame 49
La tercera parte 51
Capítulo 4. La edad del cuero 55
Renta diferencial 57
La Tacita del Plata 60
El latifundio 61
El consentimiento 64
Capítulo 5. Los esclavos africanos 68
Los traficantes orientales 69
La civilización del esclavismo 72
La leyenda del tío Tom 74
Segundo cuaderno. El Movimiento de Mayo 79

Capítulo 6. El jacobinismo 81
Las invasiones inglesas 83
Detrás del telón de mayo 85
Chuquisaca y la primera Junta 88
Mariano Moreno 90
Plan de operaciones 94
Capítulo 7. El fuego de la memoria 98
Túpac Amaru y Micaela Bastida 101
Túpac Katari y Bartolina Sisa 104
Juana de Azurduy y Manuel Asencio Padilla 107
La guerra de las republiquetas 110
Güemes, el guerrillero 113
Capítulo 8. “Mi patria es toda América” 118
“El orador de la revolución” 118
La proclama de Tiahuanaco 121
El periodista 123
La Carta de Jamaica 125
El miedo a la democracia 128
Congreso de Panamá 131
Capítulo 9. El estratega del sur 134
José de San Martín 135
El año XIII 137
Guerra de todo el pueblo 140
Sabotaje conservador 144
Guayaquil 147
Capítulo 10. Los mayordomos 151
Juan Martín Pueyrredón 152
Todos contra Artigas 154
Divide y reinarás 156
La gran zoncera 158
La sopa primordial 160

Tercer cuaderno. El pueblo reunido y armado 165

Capítulo11. Yapeyú 167


Polo de desarrollo 169
Reparto de tierras 171
La hegemonía guaraní- misionera 173
Capítulo 12. La “admirable alarma” 175
La bronca 176
Por unas naranjas 178
Autoorganización en 1811 179
El asedio a Montevideo 181
Blas Basualdo 182
La panadería y La Paraguaya 184
Capítulo13. La Redota 187
“Espacio de esperanza” 188
Los africanos en la Redota 190
Talón de Aquiles 192
Los grandes hacendados 194
Capítulo 14. Los charrúas 198
Baguales 199
La “guerra de los charrúas” 201
Paysandú, Belén y Daymán 204
La alianza 206
La “marcha secreta” 209
Capítulo 15. “Los hombres malos” 213
Fernando Otorgués 214
La cultura gaucha 217
La “gauchofobia” 220
Cuarto cuaderno. José Artigas 223

Capítulo 16. El bandido social 225


Cuestión de moldes 226
La telaraña 228
Bandolero 231
Blandengue 234
Capítulo 17. Arerunguá 238
La frontera purpúrea 240
Francisco Javier de Viana 243
Capítulo 18. Montonera y caudillo 247
El entrevero 249
La democracia “bárbara” 252
Capítulo 19. La leyenda celeste 257
Bronce se compra 259
El Centenario 262
Capítulo 20. Las tablas de la ley 266
La Asamblea Constituyente 267
Tres Cruces 269
Federación de repúblicas independientes 272
Capítulo 21. Repartir tierras expropiadas 276
Azara y Artigas 277
Purificación 281
Encarnación Benítez 284
Las aguas partidas 286

Quinto cuaderno. La catástrofe 293

Capítulo 22. De derrota en derrota 295


La invasión 296
La entrega de Montevideo 297
Con perros cimarrones… 301
Desertores 302
1818 305
Capítulo 23. Fuerzas Libres Occidentales Guaraníes 308
Andrés Guazurary 309
Primera tentativa de liberación 311
Tierra arrasada 313
Corrientes 314
Peces en el agua 318
La concepción de los mayordomos 319
Las dos estrategias de Lecor 320
Capítulo 24. Final de todo 323
Guazurary prisionero 326
Después de Guazurary 328
Cepeda… y después 329
“El gran traicionado” 332
Capítulo 25. La leyenda insurgente 335
Reconocimiento

Siento la necesidad de hacer público mi reconocimiento a


Rodolfo Porrini, Edda Fabbri, Cecilia Duffau, Alejandro Duffau y
Carlos Casares. Sin su auxilio generoso y fraternal, este ensayo
autodidacta habría sido muchísimo menos riguroso, más mal
escrito y peor editado.

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