Femenino en La Voràgine
Femenino en La Voràgine
Femenino en La Voràgine
O EL ECO DE UN CICLO
Bogotá
Universidad de los Andes
Facultad de Artes y Humanidades
Departamento de Humanidades y Literatura
2004
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer la posibilidad de hacer este trabajo a mi mamá: esa gran Alicia que
justifica estas páginas. A mi papá, por supuesto, por el Amor. A mis hermanos Chili,
Gabriel, Nora y Charlie, por enseñarme a leer. A ellos está dedicado este trabajo.
Gracias también a las mujeres que me sirven de ejemplo a seguir: Elfi, M arianela,
amigos, por acompañarme y hacer las veces de mis hermanos. A Rolando por
celebrarme la idea de estudiar literatura. A Rafa, M ario y Ricardo por estar atentos y
resolver todas mis dudas. Y a Carolina Alzate por su diálogo sabio y generoso.
CONTENIDO
Vorágine es por definición un “remolino impetuoso que hacen en algunos parajes las
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aguas del mar, de los ríos o de los lagos” . Otra de sus acepciones de diccionario dice
por vorágine esa mezcla de sentimientos muy intensos que se despiertan en el alma de
unos hombres que hacen un viaje. El derrotero que se sigue va desde Bogotá hasta la
selva amazónica del Brasil. A Alicia y Arturo, quienes emprenden el viaje como
Clemente Silva, los devora la selva. Esa selva es una especie de remolino cuyo
La razón por la cual se despierta en los hombres una vorágine interior es la lucha que
1
Del “ Diccionario de la lengua española”. Real Academia Española. Vigésima Edición. Espasa-Calpe:
1984. Madrid
2
http://www.elmundo.es/diccionarios/
1
mayoría de sus manifestaciones. La batalla de ese hombre contra su instinto se
psíquica, un proceso que es la esencia del misterio del renacimiento” (Callan 176). En
Asimismo se verá cómo la mujer de La vorágine hace eco de ese devenir cíclico que
muerte, porque se sabe próxima a revivir en nuevas formas de vida. Ella advierte su
renacimiento.
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CAPÍTULO 1
LO FEMENINO COMO OPUES TO A LO MAS CULINO
EN LA VORÁGINE
Colombia por los años comprendidos entre 1910 y 1930. Se trata de un grupo de
letrados que fue testigo de la pérdida de Panamá (1903) y la Guerra de los M il Días
políticos que dieron lugar a esas circunstancias históricas se remontan a casi un siglo
lugar a ocho guerras civiles en el país, que culminaron con la más fatídica de ellas: la
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Las fuentes principales que consulté para la conocer el contexto histórico de la novela fueron Los
intelectuales colombianos en los años veinte: el caso de José Eustacio Rivera de Hilda Soledad
Pachón y Colombia, una Nación a pesar de sí misma. De los Tiempos Precolombinos a nuestros días
de David Bushnell.
3
instalación del régimen regeneracionista proclamado por Rafael Núñez hacia 18764.
y centralista que prolongó el analfabetismo en las regiones rurales del país. Así, al
política, se desató en el país una rebelión liberal que provocó la Guerra de los M il
mundial que comenzó por los años comprendidos entre 1890 y 1920.
Rivera y sus contemporáneos advirtieron los altos costos sociales del avance
nacional un sentimiento populista que hizo una marcada distinción entre lo propio y
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Bajo el gobierno de Rafael Núñez (1825-1894) y contando con el amparo ideológico de los
conservadores (con Miguel Antonio Caro a la cabeza), se dio en Colombia el período conocido como
La Regeneración (1886-1910). De carácter conservador y católico, el régimen regeneracionista dio
lugar a la redacción de la constitución de 1886. En ella se proyectó un discurso que consolidaba al
territorio colombiano a partir de la religión católica y la lengua castellana. De esta forma, se
cristalizaba en el país una tradición católica consolidada en su pasado colonial español.
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velaron, entre otras cosas, por exponer en la literatura la importancia de una rigurosa
demarcación fronteriza entre Colombia y sus países limítrofes. Es claro entonces que,
ello la novela de Rivera no escapa a ese discurso de oposición política que toma
forma en sus páginas, dando cuenta de los hechos que han atentado contra la
soberanía nacional:
Hoy escribo estas páginas en el Río Negro, río sugestivo que los naturales
llaman Guainía. Desde ha tres semanas, en el maletón de la turca, huimos de las
barracas del Guaracú. Sobre la cresta de estas ondas retintas que nos van
acercando a Yaguaraní, frente a estas orillas que vieron bajar a mis compatriotas
esclavizados, sobre estos remolinos que venció la curiara de Clemente Silva,
hago memoria de los sucesos aterradores que antevinieron a la fuga, inconforme
con mi destino, que me obligó a dejar un rastro de sangre. (369)
grupos indígenas que conoce Arturo Cova y los crímenes cometidos contra los
desconocía, “porque a esta pobre patria no la conocen sus propios hijos, ni siquiera
sus geógrafos” (361). Está claro entonces que en la obra de Rivera, la exposición
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traicionero porque siendo colombiano esclaviza a sus compatriotas. Barrera es por
materializan al forastero tiránico que martiriza la patria ajena. Todos ellos, sin
orgullosos de su nacionalidad, los que cobren la infamia. Por eso Barrera muere a
manos de Arturo Cova en una heroica escena y el Cayeno recibe hasta morir golpes y
disparos de Cova, Fidel, el Catire M esa y Griselda. “¡Así murió aquel extranjero,
aquel invasor, que en los lindes patrios taló las selvas, mató los indios, esclavizó a
mis compatriotas!”(379).
Como dice Doris Sommer, “De manera retórica, las fronteras que el discurso del
especial, y son los de principal interés para este trabajo, aquellos que plantean a la
naturaleza y mujer malogran el devenir del orden patriarcal y traen con ellas la
destructores del porvenir masculino. La novela de Rivera, por tanto, descubre una
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sospecha sobre lo femenino como perjuicio para lo masculino en las primeras décadas
mujeres durante los años veinte en el país. Ellas se mantienen ocupadas en asuntos
algunos de los temas que son propios de discusiones mujeriles, aquellos que, como la
Los diálogos descubren los oficios femeninos de la época y las tareas curriculares de
las mujeres para su futura inscripción en el hogar. En la escuela, por lo demás, se les
formal. Cova intenta engañar a Franco con la idea de que Alicia es, legalmente, su
esposa; y monta para él una fachada, que descansa sobre las ocupaciones que
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- Despreocúpese. Alicia encuentra distracción en practicar lo que le enseñaron
en el colegio. En casa divide el tiempo entre la pintura, el piano, los bordados,
los encajes... (126)
pública. Llama la atención además que ambos personajes, Arturo y Fidel, estén tan
vinculados con la vida pública y que ambos pierdan la cabeza por mujeres que los
poder son malogrados por su trato con modelos femeninos renuentes a la autoridad
tradicional.
Al parecer Fidel tiene la opción de elegir racionalmente qué es lo que quiere hacer
con su vida, aún cuando no se trate de participar activamente de la vida pública. Eso
hace que una vez más el espacio de lo doméstico se muestre como transitorio para lo
compañero de permanecer en Arauca y que la gran infamia realizada por ella consista
visto, esa condena de la independencia femenina anida en la capital del país, en tanto
privado e invisible. Así, aunque Alicia viene de Bogotá -del centro del sistema
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político nacional-, en su calidad de mujer no puede aspirar a otras opciones de vida o
educación que aquellas dictaminadas por la tradición patriarcal del país. La mujer es
vista como complemento de aquel gran centro que el hombre representa; es vista
De otra parte resulta evidente la brecha cultural y política que separa a la capital de
sus regiones aledañas. No sólo porque la justicia se practica de otra forma en los
llanos y la selva sino porque se descubre todo un país del que no se tiene noticia en
logran acceder a ellas adquieren un estatus distinto, más elevado, al otorgado por la
educación en las zonas rurales. El papel de la ciudad capital como centro del sistema
político nacional excluye a los territorios de la periferia. José Eustasio Rivera devela
para la gente del interior, del centro, que constituye el país verdadero y su más cruda
(von der Walde 79). Ese otro país en el que se vivencia la impunidad prolonga el
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texto mismo permite la permanente transformación de dichas oposiciones. Es decir
lenguaje que legitiman algunos de los discursos totalitarios impuestos por la época.
la paternidad:
Según Sommer las palabras de Arturo develan una propuesta metonímica en la que la
figura del padre es una representación parcial de un todo que es la patria. Y la tierra
sobre la que se extiende esa patria está representada por la mujer. La cualidad fértil
que comparten tierra y mujer las vincula metafóricamente. Luego, hay una distinción
expansión de la figura padre, en tanto que la parte (el padre) se convierte en el todo
(la patria); mientras que la metáfora anula la figura de la madre, al sustituirla por la
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genera buena parte del discurso histórico en Hispanoamérica. La figura del
padre se extiende hasta igualar y dominar la tierra. Esta, de otra parte, es el
resultado de un juego metafórico por el cual reemplaza a la mujer, a la esposa
del padre, con un territorio aparentemente igual e ideal para su producción y
reproducción. M ientras la fuerza masculina se expande metonímicamente hasta
alcanzar dimensiones nacionales, la fuerza femenina se cancela por una
sustitución metafórica […] Por otra parte, la patria misma deriva su significado
del padre. Si bien la tierra es femenina, su legitimidad procede del padre y de su
nombre. En consecuencia, su carencia de legitimidad nativa la hace
dependiente de él. (Sommer 465)
que subyace a las preguntas de Cova. “La vieja Tiana obviamente no necesita ni al
jerárquicos que resultan tan naturales para el inquisitivo hombre blanco de Bogotá”
(Sommer 466). Es así como Sommer consigue demostrar que aquellas dicotomías
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vorágine; en que atraviesan la novela reescribiéndose como personajes. Parecería que
al escenario a jugar un papel distinto al que se les asignó dentro del momento
1.3. El día, la noche y los primeros atisbos de una naturaleza instintiva femenina
Como ya se dijo, las mujeres de la novela transgreden los preceptos que les adjudica la
domesticidad femenina impuesta por el ideal mariano de la época. Pero ese proceso
marcan en la novela los pasos que sigue Alicia para reavivar su naturaleza instintiva.
cuando la oscuridad de la noche los cubre. En una escena muy temprana de la novela
Alicia cuenta para Arturo y Don Rafael el malestar que le produjo su encuentro con el
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Alicia, que nos alumbraba con una linterna, suplicó que esperásemos la salida
del sol. (90)
sosteniendo la linterna como un foco, proyectando un haz de luz sobre los personajes
masculinos que la acompañan. Ella permanece a oscuras mientras ilumina a los dos
hombres de la escena. Lo que resulta en un montaje casi literal del precepto que reza
que detrás (a la sombra) de todo gran hombre, hay una gran mujer. Los hombres están
acción del hombre, más no a participar en ella. Las bestias son amaestradas con éxito
triunfado sobre lo silvestre. La mujer mientras tanto ovaciona a Cova por defenderla
que se sentía ante aquel canalla. Arturo Cova es el hombre para Casanare y Alicia la
idiosincrasia rurales.
ser socorrida en medio de ella. Quizás por eso la luz del amanecer siempre acompaña
su calma. Una madrugada, Alicia anuncia como milagroso el inexplicable sosiego que
siente al pisar las tierras periféricas del Casanare: “-Es encantador Casanare –repetía
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y una vez más la iluminación aminora sus miedos. Parece haber incluso una
Nótese que el asombro de Alicia ante la avanzada solar es comparable con el del toro
y la fiera e implica para el espectador masculino una histérica reacción que raya en la
naturaleza. En ella, al tiempo que en la llanura, nacía “un hálito jubiloso que era vida,
Alicia. Ella comienza allí, con el primer despuntar del día llanero, la exploración de
nacional.
Otras mujeres de la novela enseñan ya una relación con su naturaleza instintiva algo
más consolidada que la de Alicia, quizás porque llevan más tiempo al margen de los
novela evocan formas animales o vegetales, e incluso paisajes agrestes que recuerdan
la naturaleza salvaje que las invade. La vieja criada Bastiana es, según Cova,
“arrugada como un higo seco” (101). Griselda tomará formas animales para expresar
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su disgusto: “-Trascordao, ¿se le volvió a olvidá el cuaerno? Estoy entigrecía contra
usté. No me salga con ésas porque peleamos”. Alicia es, según Griselda, “¡Coloradita
que ni un merey!” (107) y, a juicio de Cova, un vestido rojo la haría parecer un tizón
encendido. La turca Zoraida, por su parte, es según Cova una loba insaciable. Esa
cataratas exuberantes:
La madona asomo a la puerta, llenando con su figura quicio y dintel. Era una
hembra adiposa y agigantada, redonda de pechos y de caderas. Ojos claros, piel
láctea, gesto vulgar. Con sus vestidos blancos y sus encajes tenía la apariencia
de una cascada. Luengo collar de cuentas se descolgaba desde su seno, cual una
madreselva sobre una sima5. (320)
Así pues, si hay una manera de fundirse con la manigua, ésta es perceptible en las
hace guiños al lector acerca de una renovada interioridad instintiva. De esta suerte, lo
que se lee en el Epílogo como un devorar la selva a los hombres, es en el caso de las
y deja entrever en alguna de ellas (Alicia) los pequeños cambios que ocurren en las
habrá ya desaparecido para la noche en la que Barrera intente violarla. ¿Qué decir
entonces del momento en que, sin queja alguna, Alicia da a luz a su hijo sietemesino
5
La edición de Cátedra de La vorágine, dirigida por Monserrat Ordóñez, tiene una referencia sobre la
palabra sima que reza así: “ sima: Abismo. Así figura en las ediciones primera y quinta. En la edición
de la biblioteca de Ayacucho (1976) y en muchas otras aparece, erróneamente, cima” (320).
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Se diría que es a partir del desprendimiento del miedo a la oscuridad que se marcan
fantasías de Arturo Cova por fuera de la capital, es decir, esos primeros guiños de
misterio que anuncian la proximidad de la selva aterradora: “La brisa del anochecer
novela es engañosa desde el Casanare, llora como una mujer y evoca explícitamente
la figura de Alicia para Cova. Oscuridad y mujer, como se verá más adelante,
los sueños tormentosos que tiene en La M alorita y en los que Alicia encarna a un
árbol de caucho que le reclama por sus maltratos: “¿Por qué me desangras?, suspiró
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ver la confusión de ancas lucientes, crines huracanadas, cascos sonoros. ¡Aquel
para mí! ¡Éste es el más lindo! ¡M iren el otro cómo patea! (118)
El ocaso del día por fuera de la capital trae consigo la aparición de fenómenos que
vegetales de las regiones rurales, que, irónicamente, también dibujan grandes urbes a
los ojos de los hombres citadinos: “Hacia la tarde, parecían surgir en el horizonte
mérito del milagro: -¡Las oraciones de mi madrecita! –¡Las misas que ofrecí! -¡El
oscuridad".(310)
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Esclavo, no te quejes de las fatigas; preso, no te duelas de tu prisión: ignoráis la
tortura de vagar sueltos en una cárcel como la selva, cuyas bóvedas verdes
tienen por fosos ríos inmensos. ¡No sabéis del suplicio de las penumbras, viendo
al sol que ilumina la playa opuesta, adonde nunca lograremos ir! ¡La cadena que
muerde vuestros tobillos es más piadosa que las sanguijuelas de estos pantanos;
el carcelero que os atormenta no es tan adusto como éstos árboles, que nos
vigilan sin hablar!
Hasta ese momento son perceptibles para el lector cada uno de los cambios psíquicos
que experimenta Alicia y que van señalados por el marcado curso de las noches fuera
de la ciudad. Puesto que la noche evoca muerte al involucrar la culminación del día, a
supervivencia debe morir. No obstante, cada una de esas pequeñas muertes implica
Zoraida Ayram, Arturo Cova recordará para el lector el proceso de vida y muerte que
también tuvo que atravesar la turca para conseguir participar tan activamente en el
noches de reflexión y nostalgia que amasaron sus conductas: “¡Cuántas noches como
ésta, en desiertos desconocidos, armaría su catre sobre las arenas todavía calientes,
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desilusionada de sus esfuerzos, ansiosa de llorar, huérfana de amparo y
más severo que el de Alicia y estar más curtida de sufrimientos y nostalgia. “Su alma,
aunque sus ambiciones fueran siempre vulgares”(326). Por eso eventualmente Arturo
la mira con repulsión, la llama “jamona indecorosa que alcanza los límites de la
marchitez y de la obesidad”(356). Según Cova, “La misma Alicia, con todos los
No obstante, Arturo reconoce con anterioridad que Zoraida goza de una profunda
sensibilidad que la enseña a ser solidaria, inclusive, con el prójimo al que explota.
noche, dando la “impresión de que una flauta estaba dialogando con las estrellas”, la
M adona tocó una “música de secreto y de intimidad” que convocó a varias mujeres
con sus niños y consiguió por un instante redimir las penas de cuantos la rodeaban:
Hizo a los caucheros una promesa de redención, realizable desde la fecha en que
alguna mano (ojalá que fuera la mía) esbozara el cuadro de sus miserias y
dirigiera la compasión de los pueblos hacia las florestas aterradoras; consoló a
las mujeres esclavizadas, recordándoles que sus hijos han de ver la aurora de la
libertad que ellas nunca miraron, e indudablemente nos trajo a todos el don de
encariñarnos con nuestras penas por medio del suspiro y de la ensoñación. (327)
escucharse en la capital y al que nadie encuentra. No por nada, Arturo Cova y Alicia
unos y otros, por fuera del centro de la Nación, es ahora el mismo: “Ni rastro de ellos,
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¡Los devoró la selva!”(385). En la novela se descorren constantemente velos que
encaran al lector con un interminable juego de alteridades. Allí cada víctima olvida a
los caucheros e indígenas son sólo algunos ejemplos de lo Otro del hombre letrado y
capitalino. Y estos casos son sólo algunos agregados a la delicada red de formas de
texto surgen cantos que emiten lamentos y hacen de cada nueva lectura una súplica.
La turca Zoraida consigue articular así, en una música de secreto, la afligida voz de
una selva atormentada por su dolor y el ajeno. La M adona, entonces, encarna por un
femenino, en alianza con la música y la naturaleza. Paz, misterio y melancolía son las
palabras que evoca la música de Zoraida para el narrador. La promisión de una vida
libre para los hijos de aquellas mujeres dominadas, esclarece la idea de que la mujer
no necesita saldar personalmente la deuda de sus verdugos. Basta con que sus
semillas puedan gozar de la justicia que a ella le fue negada. En eso consiste su
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sosegadamente con la muerte a medida que reconocen su instinto y la perpetuidad de
su composición orgánica.
selva. El Pipa le promete a Cova ser “lucero de esos confines, si pone a [su] cuidado
llevar una existencia cíclica. Así lo percibe Arturo Cova cuando El Pipa canta en la
¿Cuál era la razón de sufrir por ella? Había que olvidar, había que reír, había
que empezar de nuevo. M i destino así lo exigía, así lo deseaban, tácitos, mis
camaradas. El Pipa, disfrazando la intención con el disimulo, cantó cierta vez
un llorao genial, a los compases de las maracas, para infundirme la ironía
confortadora:
El domingo la vi en misa,
el lunes la enamoré,
el martes ya le propuse,
el miércoles me casé;
el jueves me dejó sólo,
el viernes la suspiré;
el sábado el desengaño…
y el domingo a buscar otra
porque solo no me amaño. (200)
Arturo sin embargo, parece sordo a la insinuación de Pipa, a pesar de que intenta
hacer un recuento de los días y las noches que podrían implicarle, como sucede con
las mujeres, su trasformación: “M e burlé del amor y de la virtud, de las noches bellas
y de los días hermosos. No obstante, alguna ráfaga del pasado volvía a refrescar mi
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que el proceso de adaptación a la selva de Arturo Cova difiere notablemente del que
a medida que más se aproxima a la naturaleza salvaje, en Arturo ese mismo miedo se
¿Dónde estará la estrella querida que de tarde pasea las lomas? ¿Aquellos
celajes de oro y múrice con que se viste el ángel de los ponientes, por qué no
tiemblan en tu dombo? ¿Cuántas veces suspiró mi alma adivinando al través de
tus laberintos el reflejo del astro que empurpuraba las lejanías, hacia el lado de
mi país, donde hay llanuras inolvidables y cumbres de corona blanca, desde
cuyos picachos me vi a la altura de las cordilleras! ¿Sobre qué sitio erguirá la
luna su apacible faro de plata? [...] Déjame huir, oh selva, de tus enfermizas
penumbras, formadas con el hálito de los seres que agonizaron en el abandono
de tu majestad. (190)
curso cíclico de los acontecimientos selváticos. No hay ni sol ni luna que puedan
inscrito en el devenir histórico del hombre moderno: “Vinieron los ruidos, las voces
cíclica y el espacio se retroalimenta con los cuerpos que desfallecen en él. Al margen
pie del coloso que se derrumba, el germen que brota; en medio de los miasmas, el
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polen que vuela; y por todas partes el hálito del fermento, los vapores calientes de la
guiado por las formas a priori del tiempo, el espacio, la causalidad, la no-
contradicción, se presenta como la vía legítima y propia del “ser humano en general”
pensamiento del siglo XIX. Y con ello deviene un período moderno que abarca
como el lugar de las grandes realizaciones humanas. Y en vista de que ese tiempo
La novela de Rivera nace inscrita en este período moderno. Por eso en ella son
eje del poder y la demarcación del paso del tiempo como principio básico del
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naturaleza cíclico, ya no el lineal y progresista que dicta el racionalismo. En la
novela, la naturaleza burla siniestra el sueño evolutivo del hombre, toda vez que éste
modernidad.
Esto explica que hoy nos moleste el tímido asomo de la maleza raquítica que trepa
urbanas que ostentamos como tramos de progreso y, sin embargo, allí sigue palpitante
que tachamos de maleza. Con ella crece en dosis proporcionales el miedo del hombre
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hombre será el pensamiento estructurado y la mujer la maleza caótica que lo
encono, viéndola ingeniarse por adquirir imperio sobre mi ser. ¿Ambicionaba mi oro
Para proseguir con el tema del sucederse cíclico de los acontecimientos de la novela,
ironía brutal que significa lo natural para el hombre civilizado dentro de la marcha
deberían conducir a un mañana, a un suelo mejor, no llevan a otro lugar que al ayer.
sabiduría cósmica para fraguar su camino: “Don Clemente, con las manos en la
cabeza, estrujaba su pensamiento para que brotara alguna idea lúcida. Sólo el cielo
podía indicarle su orientación. ¡Que le dijera de qué lado nace la luz! Eso le bastaría
sólo guiándolo como a cualquier otra criatura biológica en demanda del rumbo solar,
del libro son, al mismo tiempo, su origen: ¡Los devoró la selva!” (Camacho 231). La
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vorágine da testimonio, pues, del poder del instinto sobre la razón, de la naturaleza
De esta forma La vorágine empuña una promesa de redención para que cuando el
hombre repare de nuevo en su instinto, como Clemente Silva sepa leer la selva y
orgullo y saber son sólo algunos de los vocablos que enmarcan esta ironía del instinto
Nunca he conocido pavura igual a la del día que sorprendí a la alucinación entre
mi cerebro. Por más de una semana viví orgulloso de la lucidez de mi
comprensión, de la sutileza de mis sentidos, de la finura de mis ideas; me sentía
tan dueño de la vida y del destino, hallaba tan fáciles soluciones a sus
problemas, que me creí predestinado a lo extraordinario. La noción del misterio
surgió en mi ser. Gozábame en adiestrar la fantasía y me desvelaba noches
enteras, queriendo saber qué cosa es el sueño y si está en la atmósfera o en las
retinas.
Por primera vez mi desvío mental se hizo patente en el fosco Inírida, cuando oí
a las arenas suplicarme: “No pises tan recio, que nos lastimas. Apiádate de
nosotras y lánzanos a los vientos, que estamos cansadas de ser inmóviles”.
(228)
naturaleza le habla. Del vegetal dice que “sólo entiende su idioma el presentimiento”
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naturaleza hablante que le suplica compasión. Se diría que en realidad es la
partir de su salida de Bogotá sus descripciones serán fruto de las expectativas que
creó anticipadamente de las tierras desconocidas a las que se encaminó. “En este
tampoco de los antropólogos europeos de finales del siglo XIX y comienzos del XX,
cuya interpretación del mundo que encontraron se basó y fue una proyección de sí
Arturo a esa poesía bucólica que ignora las inclemencias de la ley de la selva.
¿Cuál es aquí la poesía de los retiros, dónde están las mariposas que parecen
flores traslúcidas, los pájaros mágicos, el arroyo cantor? ¡Pobre fantasía de los
poetas que sólo conocen las soledades domesticadas!
¡Nada de ruiseñores enamorados, nada de jardín versallesco, nada de panoramas
sentimentales! Aquí, los responsos de sapos hidrópicos, las malezas de cerros
misántropos, los rebalses de caños podridos. Aquí la parásita afrodisíaca que
llena el suelo de abejas muertas; la diversidad de flores inmundas que se
contraen con sexuales palpitaciones y su olor pegajoso emborracha como una
droga; la liana maligna cuya pelusa enceguece los animales; la pringamoza que
inflama la piel, la pepa del curujú que parece irisado globo y sólo contiene
ceniza cáustica, la uva purgante, el corozo amargo. (296)
El espectáculo agreste que ofrece el narrador en este cuadro empata pues con su
angustia por perder la cordura en la mitad de la selva: “Parecióme que mi cerebro iba
a entrar en ebullición” (293). Podría pensarse que esos desordenes mentales son las
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formas en que la selva consigue conversar con los hombres de la novela, dado que es
sólo por medio de ellos que los hombres dan cuenta de lo que la selva les dice.
hacer una nueva lectura del mundo donde, esta vez, esté también involucrado su
instinto. Eso explica porqué en la selva “Los sentidos humanos equivocan sus
facultades: el ojo siente, la espalda ve, la nariz explora, las piernas calculan, y la
invasión del instinto obligará a los hombres de La vorágine a odiar a esa selva sádica
que los trastorna y a repudiar todo lo que imite su naturaleza cíclica. En el siguiente
capítulo trataré de exponer esos momentos en los que la naturaleza trata de entrar en
diálogo con los hombres de la novela y en los que ellos exponen conductas
masculino en La vorágine sostiene una inútil lucha con su instinto y cómo ésta
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CAPÍTULO 2
S OBRE EL INS TINTO Y LA RAZÓN
He decidido ser un tigre
La selva invade el alma como un vino
Aquí no hay bien ni mal sino el zarpazo...
William Ospina,
“ Lope de Aguirre” en El país del viento (1992)
¿Loco por qué? ¡ Imposible! Mi cerebro era fuerte y mis ideas limpias.
(La vorágine, 292)
En el texto, el hombre moderno habita una descomunal cárcel verde donde juega a
que lo mora. Pero la naturaleza carcelaria persiste en su encierro y con ella crece el
miedo que pretende superarla a base de excesos con miras a cualquier acción que
simule civilización. El hombre es allí esa criatura siempre acosada por el valor vital
del rendimiento: conviene que lleve una existencia productiva, rentable, propia de la
sofocados por la selva combativa. Allí será lo masculino ese espíritu irredento que ha
regiones periféricas, ignorando que ellas son ya parte del reino del instinto. De ahí la
defensa de Arturo Cova a ese hombre, antes civilizado, que se barbariza en pos de
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anonimato de las ciudades, se lanzaron a los desiertos buscándole un fin
cualquiera a su vida estéril. Delirantes de paludismo, se despojaron de la
conciencia, y, connaturalizados con cada riesgo, sin otras armas que el
Winchester y el machete, sufrieron las más atroces necesidades, anhelando
goces y abundancia, al rigor de las intemperies, siempre famélicos y hasta
desnudos porque las ropas se les podrían sobre la carne. (297)
Está claro que para el narrador el hombre que lleva una vida corriente, y en esa
medida anónima, lleva una vida estéril. Y aunque es su desespero por la rentabilidad
lo que lleva al hombre a una muerte segura en los territorios de lo indómito, para el
trágica de la inútil demanda de la razón por superar la imbatible potestad del instinto
sobre el existir. En La vorágine son en realidad las ansias de libertad de Cova las
deja entrever intentos de la naturaleza por desmentir esa premisa. Así, pese a que en
tormento. Sin embargo, como lo agreste no encaja dentro de los principios civilizados
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superstición los aspectos que la naturaleza parece querer comunicar. Por lo demás el
hombre, perdido en la selva se niega a escuchar otro lenguaje que no sea de carácter
ser un hombre tan huraño y de tan dudosa confiabilidad como el Pipa. Y sus
resultar usualmente descabellados. Es sólo bajo el efecto del yagé que el Pipa anuncia
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El Pipa les entendió sus airadas voces, según las cuales debían ocupar barbechos,
llanuras y ciudades, hasta borrar de la tierra el rastro del hombre y mecer un solo
ramaje en urdimbre cerrada, cual en los milenios del Génesis, cuando Dios
flotaba todavía sobre el espacio como una nebulosa de lágrimas. (213)
A través del mito, el sermón del Pipa resalta el derecho, al parecer divino, de la
espesura de ramajes, para hacer de cada lectura una aproximación al mundo cada vez
Es curioso observar cómo el autor del texto invita a una exploración instintiva en los
personajes de su novela. Con el ánimo de explicar los motivos por los que Arturo
éxodo que los condena a su desaparición pese a su falta de amor por ellas, José
Cualquier hombre por cuyas venas circule sangre cálida sabe de sobra que
la mujer deja de sernos indiferente desde el preciso instante que otro
hombre la desea. Sobre ella conspiran para retenerla el egoísmo del
macho y su amor propio, de tan enconada manera, que el varón despojado
o abandonado injerta en un solo propósito de venganza diferentes
rencores. Y aunque ya la mujer poco le importe, él sigue ofendido, no
tanto como amante sino como varón, y le cobra la ofensa a su rival. (La
vorágine y sus críticos. Rivera 67)
José Eustasio Rivera parece instar al lector a hacer un recorrido por esas conductas
por ejemplo, ilustra la cita anterior cuando afirma: “Creí haber sido miope ante la
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distinción de mi compañera. En verdad no es linda, más por donde pasa los hombres
Barrera la anhelaba, se encendió en celos” (236) y siguió los pasos de Cova, camino
a la venganza y el desastre. Queda claro además que la rabia que alienta el intrépido
voluntad, como imponen al corazón sus latidos los músculos involuntarios del
cuerpo. Ese impulso pensado aquí como cólera constituye la fuerza vital de la novela:
el instinto. Este capítulo dará cuenta de los argumentos que sustentan esa cólera
Esta actuación irreflexiva, instintiva, es encendida por un sujeto femenino del que se
Hoy, como nunca, siento nostalgia de la mujer ideal y pura, cuyos brazos
brinden serenidad para la inquietud, frescura para el ardor, olvido para los
vicios y las pasiones. Hoy, como nunca, añoro lo que perdí en tantas doncellas
ilusionadas, que me miraron con simpatía y que en el secreto de su pudor
halagaron la idea de hacerme feliz. (356)
Las generalidades que cobijan a las mujeres oscilan entre la virtud y el vicio de lo
humano. De allí que las mujeres de la novela compartan también, además de las
33
procesos de colonización política y económica, es corriente que se construya al Otro
colonizado como una colectividad anónima que siempre lleva la marca de lo plural y
manipulación a ese sujeto colonizador que las moldea a su antojo, para así justificar
indios-” (129), la casa para las mujeres y la escuela para los hombres blancos:
- M ama, jue que los indios le mataron a él la jamilia, y como puaquí no hay
autoridá, tie uno que desenrearse solo. Ya ven lo que pasó en el Hatico:
macetearon a tóos los racionales y toavía humean los tizones. Blanco, ¡hay
que apandiyarnos pa echarles una buscáa!
- ¡No, no! ¿Cazarlos como a fieras? ¡Eso es inhumano!
- Pues lo que usté no haga contra eyos, eyos lo hacen contra usté.
-¡No contradigás, zambo alegatista! El blanco es más leído que vos. Preguntále
más bien si masca tabaco y dale una mascáa. (130)
La traición de las mujeres será el pretexto para el impulsivo viaje de Cova, y, por
para desandar esa ruta de lágrimas y sangre que recorrí el nefando día, cuando tras la
34
Puesto que los varones de la novela labran su desgracia contra su voluntad, siguiendo
el camino que van abriendo las féminas a quienes siguen, mujer y desgracia irán de la
metafórica de naturaleza igual señora: "-¡Oh selva, esposa del silencio, madre de la
(189). La selva evoca a la mujer porque comparte con ella los roles de madre y esposa
que se le imponen socialmente. Pero esos papeles tradicionales que son vistos como
virtudes mujeriles se trastocan al ser materializados por la selva, porque todo cuando
noción negativa que se tiene del instinto. Y así, recobrar para lo femenino los
anida en lo femenino. Una prolongación del yugo masculino sobre lo femenino dentro
35
de la esfera de lo literario. M ás aún, mujer y naturaleza no existen en sí mismas, sino
masculinos, o cuando hablar de ellas evoca la adversidad que causan en los destinos
general, en la novela cuando ellas (las mujeres) hablan con hombres osan discutir los
“satisfecha de ser hermosa, de ser deseada, de ser impura” (222). Pero en realidad
Alicia está sufriendo de los mismos tormentos que sufre cualquier otro esclavo bajo la
tiranía de Barrera. Eso prueba que hay un imaginario masculino que atribuye
36
De otra parte, en la descripción de las mujeres de la novela no se presenta el recorrido
psicológico que sí tiene lugar con los personajes masculinos. M ientras Alicia está
Las voces femeninas que escuchamos son aquellas que se cuelan en medio de las
narraciones masculinas. Por lo general, oímos hablar a las mujeres a través de los ojos
por lo demás, queda muy bien representada geográfica y racialmente entre las
posibilidades de vida que el hacer las veces de sirvienta. Quizás sea posible que el
narrador quiera exponer las figuras más representativas de las mujeres que habitan en
Colombia. ¿Pero qué decir del hecho de que todas ellas resulten igualmente salvajes y
Las reflexiones interiores que se leen en la novela son siempre masculinas y están
denuncia de crímenes impunes que atacan al país. Quienes escriben y deliberan son
37
siempre los hombres. Narciso Barrera escribe para Cova una carta en la que alcanza a
grava sobre los árboles su atormentada búsqueda de padre en duelo: “Aquí estuvo
martirizados por la tiranía de otros, un anuncio desmoralizado de que aún hay mucho
por contar: “Cuide mucho esos manuscritos y póngalos en manos del Cónsul. Son la
hombres que cuentan con el don de la palabra para discernir racionalmente, la mujer y
dejan los hombres son el producto de la bestialización psicológica que la selva les
verse en algunos lugares cómo sus huellas son semejantes a los aludes: los caucheros
38
que hay en Colombia destruyen anualmente millones de árboles” (298). Pero, según
Los rastros de animalidad que se ven en la novela son de carácter femenino. M ujer y
femenino. Al igual que Cova, Estévanez y Franco, Clemente Silva desoye la verdad
“Todos los hombres son pecadores condenados a sufrir pero Rivera pone un empeño
especial en castigar a aquellos hombres que, según la tradición poética que comenzó
39
involucran a lo femenino. Cova ve en Don Clemente a su padre y en Ramiro a su
hermano: son varias las generaciones de hombres llevados a la perdición por culpa de
una mujer. Es el mismo hombre que a través de la historia ha sido desdichado por la
mujer. Sólo se salva de la fatalidad de una mala compañía femenina un hombre que,
como Don Rafael, escoja por esposa a una mujer que actúe con el servilismo de la
penitencia:
fundacional del siglo XIX. Por ello, la desobediencia del género femenino a esas
Cuando Alicia y don Rafael salieron al patio, abrió mi fantasía las alas:
M e vi de nuevo entre mis condiscípulos, contándoles mis aventuras de
Casanare, exagerándoles mi repentina riqueza, viéndolos felicitarme, entre
40
sorprendidos y envidiosos. Los invitaría a comer a mi casa, porque ya para
entonces tendría una, propia, de jardín cercano a mi cuarto de estudio. Allí los
congregaría para leerles mis últimos versos. Con frecuencia Alicia nos dejaría
solos, urgida por el llanto del pequeñuelo, llamado Rafael, en memoria de
nuestro compañero de viaje. (125)
pero se sabe que su hijo, que se presume de antemano varón, la protege desde el
No tomes a mal que sea mi querida; hoy es sólo una madre en espera de su
propio milagro. ¡Tantos en el mundo se resignan a convivir con una mujer que
no es la soñada, y, sin embargo, es la consentida, porque la maternidad la
santificó! ¡Piensa que Alicia no ha delinquido, y que yo, despechado, la
denigré! Vamos a buscarla a Yaguaraní. Nadie la compra porque está encinta.
¡Desde el vientre materno mi hijo la ampara! (376)
A veces Arturo desea la mala suerte de Alicia, dado el resentimiento que siente por su
abandono: “¡Qué dicha que las fugitivas conocieran la esclavitud! ¡Qué vengador el
latigazo que las hiriera!” (221). Pero la posibilidad de que su futuro hijo sufra en el
vientre de su madre, no tiene comparación con ningún otro dolor masculino: “¿Alicia
tormento podía inventarse contra varón alguno?” (222). Sorprende aquí cómo oscila
La posibilidad de que Alicia le sea infiel a Arturo la convierte, según él, en mujer
41
biológica de sus crías. Todo esto tomando en cuenta que en los animales la
una necesidad reproductiva. Es decir que cuando Arturo actúa con celosa agresividad
por dentro:
embrujo de la selva virgen. Así, varias veces Arturo desprecia al hijo de Alicia
sea. “Por lo demás, los hijos, legítimos o naturales, tenían igual procedencia y se
querían lo mismo. Cuestión de medio” (96). Exhibiendo las conductas más animales,
reproducción en las discordias que cultivan a causa de las mujeres. Pero el hombre de
42
la novela jamás interpreta como instintivas estas autómatas acciones, a pesar de que sí
se anticipan a mis ideas: cuando el cerebro manda, ya mis nervios están en acción”
(316). Arturo Cova interpreta racionalmente la naturaleza de sus conductas. Según él,
femenino:
Sin embargo, la lealtad me dominó la sangre y con desdén hidalgo puse en fuga
la tentación. Yo, que venía de regreso de todas las voluptuosidades ¿iba a
injuriar el honor de un amigo, seduciendo a su esposa que para mí no era más
que una hembra, y una hembra vulgar" (123).
tropiezo. Pero ahora él cree poder discernir entre una buena acción racional,
embargo, hay conductas animales que Arturo Cova no alcanza a racionalizar y son
intenta justificar las violentas conductas de Cova hacia las mujeres y, en general,
hacia todo aquello que aluda a lo femenino en La vorágine. Franco, incluso, llega al
compañera Griselda:
43
- Franco -le dije-: Yo no soy digno de tu amistad. ¡Yo le pegué a la niña
Griselda!
Desconcertado, se ahogó en estas voces:
- ¿Alguna falta que te cometió? ¿A tu señora? ¿A ti?
- ¡No, no! M e emborraché y las ofendí a ambas, sin motivo alguno. Hace ya
siete días que las dejé solas.¡Dispara contra mí esa carabina!
Tirándola al suelo, se echó en mis brazos.
- Tu debes tener razón, y si no la tienes, te la concedo. (159)
vorágine, dada además la argumentación orgánica que ofrece el autor acerca de las
desamor de una mujer será tachado de afeminado y hasta de castrado: “¡Y yo por qué
hembras? Ella había sido un mero incidente en mi vida loca y tuvo el fin que debía
tener. ¡Barrera merecía mi gratitud!” (199). La mujer se piensa aquí como la criatura
portadora del huevo a fecundar. Y qué mejor ejemplo de ello que Alicia, quien iba
esperaba” (87), presta siempre a ser fecundada y engendrar las crías de su compañero
masculino.
Sin embargo, la novela misma parece seguir poniendo en duda las percepciones de la
realidad que expresa el narrador en su diario. Así como tienen lugar en el texto los
espacios en los que la naturaleza parece hablar sin el consentimiento del narrador, hay
44
masculino. Para empezar, en la novela las mujeres desoyen los pareceres sociales y
junto con la naturaleza osan batallar contra los dictámenes racionales que representa
que expone la novela y termina por encajar sin lamentaciones en la selva que Cova
tanto desprecia.
Entre tanto, Arturo manifiesta una desaprobación de lo salvaje y una alabanza inútil
Y la odio y la detesto por calurosa, por mercenaria, por incitante, por sus pulpas
tiranas, por sus senos trágicos. Hoy como nunca, siento nostalgia de la mujer
ideal y pura, cuyos brazos brinden serenidad para la inquietud, frescura para el
ardor, olvido para los vicios y las pasiones. Hoy, como nunca, añoro lo que
perdí en tantas doncellas ilusionadas, que me miraron con simpatía y que en el
secreto de su pudor halagaron la idea de hacerme feliz. La misma Alicia, con
todos los caprichos de la inexperiencia, jamás traicionó su índole aseñorada y
sabía ser digna hasta en las mayores intimidades". (356)
vorágine al paso que sus berrinches desaparecen de la narración. Y como Alicia, otras
mujeres de la historia enseñan cómo su carácter ha sido moldeado por una naturaleza
45
Resulta, pues, plausible una lectura de La vorágine respaldada en el descubrimiento
logrado por los personajes femeninos de la historia, acerca de la pretensión inútil del
hombre moderno por privilegiar una racionalidad que se queda corta a la luz del
será la encarnación de una mala hierba en los sueños de Cova, recordando para el
Con todo, en un universo voraginoso donde las cosas no son siempre lo que parecen,
una lectura que catalogue de misógina la novela de Rivera podría estar padeciendo el
encantamiento al que la selva somete a los hombres. Puede ser que en un tono algo
Otro en general, y de lo femenino, como forma de ese Otro, permitiendo que el lector
desfallezca ante su alquimia selvática, tal como sucede con Cova y sus compañeros.
La dominación tiránica del hombre sobre la mujer es espejo de la opresión que ejerce
juzgado:
- Ay, señor, parece increíble. Son picaduras de sanguijuelas. Por vivir en las
ciénagas picando goma, esa maldita plaga nos atosiga, y mientras el cauchero
sangra los árboles, las sanguijuelas lo sangran a él. La selva se defiende de
sus verdugos, y al fin el hombre resulta vencido.
46
- A juzgar por usted el duelo es a muerte. (244).
Estas palabras atormentadas son de Clemente Silva, el arquetipo del anciano sabio
que es capaz de moverse instintivamente por el reino de la selva sin perder por eso su
Clemente Silva sepa respetar y moverse entre esa selva de otredades que enseña La
la víctima y que no empiece con la autoimplicación del lector muestra las peripecias
dialogar con cada aspecto de la novela y cuestione, como la selva y lo femenino, las
discurso hegemónico desplegado por la literatura nacional que merece una urgente
reevaluación.
En el texto hay una vorágine que hipnotiza al lector para encararlo con los procesos
vorágine consigue, en últimas, que la razón patine al filo de lo instintivo y que cada
lectura conceda a lo Otro, cualquiera que sea su constitución, mujer, indio o cauchero,
47
lectura que permita dilucidar, entre las porosidades del texto, la cosmovisión de
colombiana.
propone el culto moderno por la racionalidad humana. El que los modos tradicionales
de silenciación como el abuso sexual y físico presentes en ella se anuncien junto con
de quien las martiriza, aún cuando ello les signifique su misma muerte. Sólo cuando
Y es que no hay nada entre las penurias provocadas por la selva que no constituya un
cobro por las miserias provocadas por el hombre. La naturaleza tarde o temprano ha
pues el también destruyó los árboles y es justo que conozca nuestro martirio!” (229).
Hay una promesa de desagravio por parte de la selva que se va haciendo cada vez
más tangible para los personajes internados en la selva y que le fue revelada a Arturo
Cova por el Pipa. Cova, al filo de la locura por su desesperanza racional, encara la
48
inminente venganza de la naturaleza: “¡Selva profética, selva enemiga! ¿Cuándo
Buenos Aires en 1929: “No hay pasión en sus personajes que la selva no haya
azuzado hasta el delirio, como una vasta terciana. No hay en la novela agonía de
mortal alguno que la selva no haya sufrido con dolor dual desde que el hombre
Al parecer Cova no tuvo elección sobre su futuro. Él, que encarnaba una promesa de
desgracia, yendo de la mano de una mujer. “Igual que Adán, Arturo es arrojado del
Paraíso porque se dejó tentar por Eva, por Alicia, cuyo nombre sugiere el adjetivo
aliciente, seductora” (M enton, 200). Los actos de Arturo son el resultado de una
fuerza natural, poderosa y ajena a su voluntad, aliada siempre a lo femenino dado que
evoca sus formas y sus papeles sociales de madre y esposa. Si bien la mujer está
49
también dotada de raciocinio, su vinculación con lo instintivo la enemista con el
resulta bella sólo en la medida en que la domina. Una vez el hombre se reconoce
naturaleza y todo cuanto se asocie con ella, le resulta tenebroso y despreciable. Es allí
polaridades que rivalizan al hombre con la mujer y a la razón con el instinto. Alicia,
50
CAPÍTULO 3
ALICIA O LA ELOCUENCIA DE LOS ELEMENTOS
Está claro que Arturo Cova se refiere reiteradamente a lo femenino en los mismos
términos en que suele hacerlo contra la selva, denunciando el perjuicio que ambas
similares de las mujeres y la selva en La vorágine las que delatan la evolución del
51
Por lo demás, Arturo Cova se muestra veterano ante sus pueriles rabietas, dando
mujeres. Cova reaccionará violentamente sólo cuando se vea provocado por la acción
insolente de las mujeres que encuentra durante su viaje, como ocurre, por ejemplo,
transformación interior que sufre la figura de Alicia en la novela que, aunque en los
pasajes más tempranos del texto varios personajes se muestran preocupados por su
frágil bienestar e incluso algunos dan por sentada su muerte en los llanos, ella
sobrevive hasta su reencuentro con Arturo. El general Gámez y Roca, por ejemplo, ya
Este pasaje no sólo exhibe claramente el concepto de virilidad que manejan varios de
Alicia. En adelante su figura irá tomando matices más salvajes, menos afectados,
hasta transformar por completo la imagen primera que tenemos de ella. Las
52
rencorosas descripciones que Arturo hará ahora de Alicia develarán la tenacidad con
Además la que fue mi querida tenía sus defectos: era ignorante, caprichosa y
colérica. Su personalidad carecía de relieve: vista sin el lente de la pasión
amorosa, aparecía la mujer común, la de encantos atribuidos por los
admiradores que la persiguen. Sus cejas eran mezquinas, su cuello corto, la
armonía de su perfil un poquillo convencional. Desconoció la conciencia del
beso y sus manos fueron incapaces de inventar la menor caricia. Jamás escogió
un perfume que la distinguiera; su juventud olía como la de todas. (199)
M ás tarde, en una escena posterior a la del general Gámez, pero bajo las mismas
El Barrera taba chocao, pero sin atreverse a ser abusivo. Una noche, entre el
bongo, destapó boteya por emborracharnos. ¡Como náa le recibíamos, les
mandó a los bogas sacarme a empeyones, y se lanzó a forzá a la niña Alicia;
pero ésta defondó la boteya contra la borda, y le hizo al beyaco, de un golpe,
ocho sajaduras en plena cara! (373)
Hay que resaltar aquí cómo la narración de incidentes parecidos agudiza el carácter
cíclico del texto. Después de haber señalado anteriormente cómo Clemente Silva
recorre en círculos la selva, nos encontramos aquí con otro tipo de circularidad,
relacionada con el contenido de los hechos del texto. Esta última escena citada es
En esta oportunidad, cabe agregar, la historia está narrada indirectamente por una voz
femenina, en contraste con la escena previa narrada por Cova, donde el héroe es por
53
supuesto él mismo y Alicia su frágil y quejumbrosa protegida. Así pues, Alicia no
sólo sobrevive al Casanare sino que además enfrenta la selva hasta el último trecho de
esculpida por un instinto de conservación. La misma mujer que rasga con una botella
Arturo Cova: “La pobre salió de Bogotá en circunstancias aflictivas; no sabía montar
a caballo, el rayo del sol la congestionaba, y cuando a trechos prefería caminar a pie,
cuenta de lo que ha sido desde antes de internarse en los llanos y se duele de no poder
Alicia, en cambio, se reescribe a sí misma. Ella se adapta al cambio mientras que él,
llanto fueron para las selvas inhumanas. ¡Vivirá! ¡M e lo llevaré en una canoa por
54
estos ríos, en pos de mi tierra, lejos del dolor y la esclavitud, como el cauchero del
Putumayo, como Julio Sánchez!” (382). M ientras Alicia da a luz al natural, como la
lo halló la indiecita tendido de espaldas, agitando las manos en el delirio, como para
coger en el aire a su propia alma” (227). La mujer engendra vida sobre el mismo
ambas mujeres son víctimas de la tiranía masculina desatada por sus maridos:
Finalmente, la voz de Alicia se pierde en la novela y sólo sabemos que tuvo un parto
viaje que se convierte en significativo a pesar y por encima de ella, en cuanto como
narración para que Arturo libre su lucha interior entre pensamiento e instinto, ella
55
sigue siendo el pretexto del viaje de Arturo y la culpable de todas sus tragedias. Entre
tanto, en silencio y con el sigilo del crecimiento vegetal se gesta en las entrañas de lo
femenino una forma de vida que el hombre aún no consiguió profanar. La evolución
de Alicia es espejo del curso embrionario de su vientre, en tanto que ambos procesos
Pese a que existe una clara relación de afinidad entre los papeles de mujer y selva en
de la novela, Arturo Cova retrata a Alicia como una niña quebradiza que lloriquea
cambio del amparo valeroso del mismo: “Y cuando me desmontaba a improvisar una
hacia las mujeres de la novela y alimentar las subsiguientes escenas en las que Alicia
56
"Alicia entre humillada y sorprendida, abrió la máquina y empezó a coser. Hubo
momentos en que sólo se oía el ruido de los pedales y el charloteo del loro en la
que luego de coser acallado en su morada se entretiene con el bullicio de las corridas
y el áspero estrépito del tiro al blanco. Todo esto con el patrocinio de Griselda, la
Así, uno de los aspectos que distancian a Arturo Cova de Alicia física y
con Griselda, es decir, desde el momento en que Alicia encuentra la aliada femenina
salíamos del bongo, salíamos juntas, si dormíamos en la playa, una contra otra, bien
tapáas con la cobija” (372). Arturo sigue a Alicia, Franco a Griselda y Alicia se deja
guiar por Griselda. De nuevo, son las mujeres quienes esbozan los puntos cardinales
57
Antes de ser aplastada por la soledad y por la selva, Alicia crece, aprende, se
adapta. A diferencia de Cova, ella se integra en el nuevo ambiente y disfruta
(sin imágenes cultas ni idealizaciones) la aurora, la doma de potros, su nueva
amistad. La capacidad de cambio y evolución de Alicia está resumida en una
compleja descripción del narrador, que deja filtrar la misma información que
rechaza: “Y de esa mujer sonriente y salvaje había hecho Alicia su asesora, su
confidente. En su alma reconcentrada e inexperta iba desarrollándose un
carácter nuevo, bajo la influencia peligrosa de la amiga”. La amistad es positiva
para ambas, aunque la que más tiene que aprender en este nuevo mundo es
Alicia. Con Griselda se hace más fuerte y más independiente: un Arturo que
evoluciona con lentitud contempla el desarrollo de este “carácter nuevo” con la
misma sensación de impotencia y horror que le produce la selva. (Ordóñez 36)
mundo que la circunda. Sin embargo, nunca consigue dialogar con Cova y por eso
desiste en interpelarlo. Así, pese a que pocas veces se le oye hablar, su paso por la
novela resulta muy elocuente, gracias a las trasformaciones de carácter que enseña en
mundo.
Pero Arturo Cova no es ciego ante los atisbos de transformación personal que afloran
el recato y las buenas costumbres. Entre esos destellos de resolución de Alicia, Arturo
Cova destaca sus ocasionales deseos de darse muerte como una puerta de escape a sus
circunstancias:
58
podré olvidar el papel que has desempeñado en mi vida? ¿Cómo podrás
pagarme lo que me debes? No será enamorando a las campesinas de las posadas
ni haciéndome ansiar tu apoyo para abandonarme después. Pero si esto es lo
que piensas, no te alejes de Bogotá, porque ya me conoces. ¡Tú responderás!
-¿Y sabes que soy ridículamente pobre?
- Demasiado me lo repitieron cuando me visitabas. El amparo que ahora te pido
no es el de tu dinero, sino el de tu corazón. (87)
Así, aunque Alicia todavía exhibe con naturalidad su dependencia del amparo social
suicidio de Alicia sean interpretados por Cova como luces de un carácter decidido,
cuando es el afán de supervivencia que brota en Alicia lo que hace que el personaje,
Luego, las formas disímiles en las que Arturo y Alicia se relacionan con la muerte
contribuyen también a surcar esos caminos distintos que ambos personajes recorren
por separado.
novela. Nunca vuelve a saberse que Alicia, o alguna otra de las mujeres en la historia,
59
quiera matarse y en cambio sí cunde la sospecha de que Lucianito se suicidó y se
conoce con precisión el pasaje en el que Arturo intenta quitarse la vida. Alicia en
cambio sólo vuelve a hablar de la muerte en la oportunidad en la que, aún poseída por
infortunio de su amante:
En la ciudad, Alicia todavía actúa de acuerdo a los criterios sociales que le inculcan la
necesidad irreflexiva de ser salvada por un hombre. Esto lleva a que Arturo Cova sea,
desde el inicio del texto y por boca de la misma Alicia, mártir de su vinculación con
selváticas y, por consiguiente, su nexo con Arturo Cova irá tomando, al mismo ritmo,
Ahora bien, en oposición a Arturo Cova, Alicia no sólo opta siempre por la vida, por
seguir viviendo a pesar de los infortunadas situaciones que se le presentan, sino que
60
selvático, Alicia es análoga a las semillas que esperan pacientemente convertirse en
brote. Ella es una más de las numerosas floraciones que percibe el protagonista en la
selva: “Tus multísonas voces forman un sólo eco al llorar por los troncos que se
desploman, y en cada brecha los nuevos gérmenes apresuran sus gestaciones” (190).
A ambas, a Alicia y la selva, alude este bellísimo señalamiento: “Tu tienes la adustez
orgánica, selva y mujer ocultan un enigma que resulta ininteligible para lo masculino
los acontecimientos. Esa fuerza está encarnada por la mujer. Ahora lo femenino tiene
el poder motor para dar curso a una narración masculina, pese al intento estéril de los
mujeril:
61
Una vez más, la mujer es responsable del infortunio del hombre y el hombre culpable
para evitar que su desobediencia (la de ella) concluya en el caos. Se precisa entonces
dada las conductas de macho copulador de las que hace recurrente demostración
de que nunca se apasionó por mujer alguna y la frialdad con la que se aproxima a
cómo dio muerte a Barrera y hace algunas heroicas anotaciones al respecto: “Esto lo
62
Clemente Silva. Ya libré a mi patria del hijo infame. Ya no existe el enganchador.
¡Lo maté! ¡Lo maté!” (381). Sorprende pues el hecho de que se sobrepongan en un
mismo acto las actividades prescritas socialmente para ambos géneros y que éstas
actividades ordinarias, en oposición a las grandes faenas encaradas por los hombres
de la novela, que van desde adiestrar potros salvajes y maniobrar el fuego, hasta
chinchorros para conjurar el acecho del tigre y otros riesgos nocturnos. Arrodillado
ante ella como ante una divinidad, don Rafo la soplaba con su resuello” (86). La
63
como terrenal. La dicotomía hombre-mujer se ha extendido hasta la calificación de
Como pudo verse anteriormente, las primeras palabras que leemos de Arturo Cova
son parte de una carta de la que sólo se tiene noticia porque nunca aparece expuesta
racional sobre la naturaleza. Arturo, consagrado, sigue un camino que lleva hacia
hasta el bajo fondo instintivo de la selva infernal que lo devora. El destino actúa allí
64
como una fuerza sobrehumana, que desarraiga al hombre de su próspero porvenir y se
remite al tópico del amor ideal, a su altísima aspiración espiritual y apela a la imagen
del fuego para dar cuenta de lo que Cova esperaba del amor en su juventud. “El uso
figura mitológica de Prometo que fue castigado por haberse robado el fuego divino”
conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me
sobre el leño que la alimenta” (79). No obstante, la mujer consigue más bien la
extinción de esa llama que Arturo Cova quiere que se encienda en su espíritu. La
idealización de lo femenino, pues, tiene un precio muy alto que conlleva la perdición
de lo masculino.
del hombre sobre la naturaleza, en tanto que el fuego actúa como elemento generador
del trabajo, como puente mediador entre la naturaleza y el hombre, recordando que es
el hombre (lo racional) el que se impone a la naturaleza (lo instintivo). Pero esa llama
al contacto del hombre con la mujer. Parecería entonces que la novela una vez más se
65
mitológica de Prometeo, creador de los primeros hombres y benefactor de la
hombres una criatura que les significará la desgracia y que está representada por
La razón humana se declara superior a las leyes divinas, pretende dominar las fuerzas
ocultas del universo y, como castigo, recibe la compañía funesta de quien generará su
desgracia de todo el género humano, permitiendo que del cofre de Epimeteo (su
esposo) salieran todos los males humanos y se expandieran por el mundo. Epitemeo
fue advertido por su hermano Prometeo de la imprudencia que sería casarse con
Pandora y aún así desobedece su consejo. Parece entonces que Arturo peca de
imprudente en dos aspectos distintos relacionados con el mito. En primer lugar, como
Epitemeo, desoye las recomendaciones de sus familiares y, por consiguiente, las leyes
sociales tradicionales.
En segundo lugar, al igual que Prometeo, Arturo viola los mandatos religiosos que le
66
premeditadamente el incendio de “La maporita”. Esta vez el fuego evoca la soberbia
del hombre que recurre a la devastación para instaurar su poder sobre la naturaleza:
brazos -tediosos de libertad- se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos
desventura. Ella es un amorío fácil que se entrega sin oponer mayor resistencia y no
condiciona a Cova a casarse con ella. Los padres de Alicia planean su matrimonio
según los preceptos religiosos y patriarcales que dominan la época. Sin embargo, ella
cuando la mujer se relaciona con fuego en el texto, se habla de una llama que nunca
fuego cobra en ellas matices de destrucción. Así le habla Cova a Alicia cuando
Griselda le regala una tela de color rojo: “-Con ese traje parecerás un tizón
67
encendido./ -Blanco -me replicó [Griselda]-: pior es no parecer náa” (103). Aún con
más dureza habla Arturo de la turca Zoraida y de cómo ella extingue con lascivia la
llama de su deseo: “Cual se agota una esperma invertida sobre su llama, acabó presto
con mi ardentía esta loba insaciable, que oxida con su aliento mi virilidad. Y la odio y
la detesto por calurosa, por mercenaria, por incitante, por sus pulpas tiranas, por sus
De ahí que el alma femenina, aquella que sí logra habituarse a cada aparte de La
femenino. Un ente dotado de razón como él, pero que no niega su instinto cuando se
salvajes.
manejo del fuego, a manera de dominio de la razón sobre el instinto, funcionaba para
68
lo masculino como elemento de supervivencia. Ahora, si se trata de buscar un
equivalente al fuego como factor de supervivencia, pero esta vez en el caso de las
Ese proceder cíclico de Alicia durante la obra conecta a lo femenino con la selva y
permite deducir que la naturaleza en la novela funciona como una entidad femenina.
La selva y la mujer serían entidades cíclicas y por tanto materializarían una forma de
femenino aluda la imprecación que hace Arturo Cova a la selva en la segunda parte
orgánica de su energía vital. Y dado que su psiquis está en conexión profunda con su
Nunca se sabe qué sucede exactamente con Arturo Cova y sus compañeros cuando el
Cónsul envía su último cable al M inistro, comunicando la fatal noticia de que los
69
cuando el alba riega sobre los montes su gloria trágica, se inicia el clamoreo
sobreviviente: el zumbido de la pava chillona, los retumbos del puerco salvaje,
las risas del mono ridículo. ¡Todo por el júbilo breve de vivir unas horas más!
(297)
que sabiamente los salva de su inquietud por la perpetuidad y los eleva en el reino de
vida. Una vez Alicia se reconcilia con su naturaleza salvaje, se adapta y sobrevive por
sí misma. Ya no emite queja alguna. Esa semilla al viento ha dado brotes, se sabe
como mujer y ella renace, probablemente hecha semilla, árbol o caucho. Propongo
entonces que en La vorágine la mujer, a diferencia del hombre, nunca muere: ella se
sabe promesa de resurrección. Por eso no llora su condición de mortal ni amenaza con
obstante, mi espíritu sólo se aviene con lo inestable, desde que soporta el peso de tu
vorágine 190). Todo aquel que esté disociado de su instinto está condenado a
De ahí que sea Clemente Silva quien sobreviva la selva. Oscar Gerardo Ramos
vorágine es una tragedia, y sobre ella permanece la figura enteca de Clemente Silva.
A todos los demás se los traga la selva. En Clemente Silva triunfa el hombre. Algún
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día, más allá de la novela, se entregó victorioso a la muerte, con la placidez de un
conquistador” (Ramos, 372). M ejor aún sería pensar que Clemente Silva respeta a la
selva en cuanto que reconoce su superioridad, imita a los animales que en ella
habitan, y, por consiguiente, guiado por lo instintivo, consigue sobrevivir. Tal como
su nombre lo indica, de forma casi literal, Clemente Silva es aquel que por ser
Sin fuego, ni fusil, vagó dos meses entre los montes, hecho un idiota, ausente
de sus sentidos, animalizado por la floresta, despreciado hasta por la muerte,
masticando tallos, cáscaras, hongos, como bestia herbívora, con la diferencia de
que observaba qué clase de pepas comían los micos, para imitarlos. (314)
interior y su importancia para la novela, puesto que lo pone al mismo nivel de quienes
sí van detrás del oro blanco que impulsa a un conquistador, y ya no en busca de los
huesos de su hijo menor Lucianito. Clemente Silva aprende, como Alicia, a leer La
Esa cualidad cíclica de la naturaleza femenina explica también por qué Clemente
Silva y su grupo de compañeros recorre en círculos la selva y por qué son las mujeres
quienes trazan el camino circular de los hombres que las buscan. La naturaleza se
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vano la narración está enmarcada por el embarazo de Alicia, como un indicativo
manifiesto del hilado cíclico, femíneo, que hilvana la obra. Se acentúa el vínculo
muere.
adaptación al medio. Sobre el sujeto femenino recaerá, entonces, toda la culpa por las
conductas irresponsables y peligrosas que pruebe realizar lo masculino. Por eso Cova
es persistente en manifestar su malestar por lo que quiso y no pudo ser, a causa del
infortunio encabezado por Alicia, que el azar decidió dictarle. Una vez se entera del
sus desventuras. Un poco más tarde, aún sin conocer lo que le deparaba la selva, en
los llanos confiesa a Don Rafael: “...lloré por mis aspiraciones engañadas, por mis
ensueños desvanecidos, por lo que no fui, por lo que ya no seré jamás” (98). Es la
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palabra en boca de lo masculino lo que le otorga poder de dominación sobre su
por sus actos: ha deshonrado a una mujer y pese al fastidio que le significa su
El hombre, entonces, escribe un manuscrito que dejará para la historia, haciendo eco
una mujer. Se sabe que las voces narrativas que se escuchan en la novela La vorágine
son en su totalidad masculinas. Arturo Cova, Ramiro Estévanez y Clemente Silva son
quienes tienen en la novela voz narrativa. Casualmente los tres tienen una tragedia
que contar cuyo origen anida en el rastro de una mujer precursora de su desgracia.
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Por lo demás, sólo aquellos que llevan nombre y apellido, a saber los hombres
vale la pena remitirse a las tres distintas apreciaciones que hace cada uno de los
racionalizar su efecto hipnótico y explica las razones por las que el árbol silvestre se
vuelve perverso en defensa ante la amenaza del hombre que lo sangra en la selva. De
acuerdo con la observación de Silva, cada elemento selvático reacciona con la misma
Nadie ha sabido cuál es la causa del misterio que nos trastorna cuando vagamos
en la selva. Sin embargo, creo acertar en la explicación: cualquiera de estos
árboles se amansaría tornándose amistoso y hasta risueño, en un parque, en un
camino, en una llanura, donde nadie lo sangrara ni lo persiguiera; más aquí
todos son perversos, o agresivos o hipnotizantes. (294)
Ramiro Estévanez por su parte cuenta cómo la selva mantiene embrujados a los
hombres aún en los confines que le resultan aparentemente ajenos. Los hombres que
han tenido contacto con la selva no escapan jamás a sus perversos encantamientos. La
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que escapan, aunque se refugien en las ciudades, llevan ya el maleficio en
cuerpo y en alma. M ustios, envejecidos, decepcionados, no tienen más que una
aspiración: volver, volver, a sabiendas de que si vuelven perecerán. (355)
aludiendo a ella como un ser dotado de atributos psicológicos que le son propios:
“Esta selva sádica y virgen procura al ánimo la alucinación del peligro próximo. El
narradores al evocar la naturaleza salvaje que los rodea. M ás aún, la novela está llena
catástrofes: “Brindemos los tres por la fortuna y el amor. ¡Ilusos! Debimos brindar
por el dolor y la muerte!” (126). El hombre pues, como embajador de lo racional, está
naturaleza será su alidada, una compañera de fiar. Lo mismo ocurre con las mujeres
con quienes los hombres de la novela planifican su porvenir. Cada hombre virtuoso
de la historia siente un malestar profundo por una mujer en particular y todas sus
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suscitadas por aquella mujer. Cada reminiscencia cala aún más hondo sobre el lector,
dado que lo predispone para que cada atisbo de felicidad para el protagonista se torne
eventualmente en desgracia.
hechicerías. Ya Clarita había sido presentada por Cova en una faceta muy particular
incertidumbre ante el viejo M auco, quien pretende sanarle el dolor de una puñalada
Tanto Clarita como el M auco hablan con incorrecciones gramaticales que los
distinguen del cronista intelectual, para quien sus análisis resultan superticiosos y, por
ordinario tiene en sus gestos y en su oralidad cotidiana una gracia tan poderosa como
la de Arturo Cova:
Era cenceño y pálido, de mediana estatura, y acaso mayor que yo. Cuadrábale el
apellido al carácter y su fisonomía y sus palabras eran menos elocuentes que su
corazón. Las facciones proporcionadas, el acento y el modo de dar la mano
advertían que era hombre de buen origen, no salido de las pampas sino venido a
ellas. (107)
Fidel Franco resulta a los ojos de Arturo tan digno de su simpatía y respeto como
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letrada, con nombre y apellido, que llegaron a la selva guiados por una fuerza mayor
que sus voluntades racionales. Quizás por eso todos ellos podrían reconocerse en la
Al inicio de la segunda parte del texto, Arturo Cova se descubre prisionero de una
cárcel verde que resulta ser la selva. De forma similar, en un momento muy temprano
como un cepo: “Casanare no me aterraba con sus espeluznantes leyendas [...] Pero
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Adicionalmente, parece ser que el oficio de carcelero que ejerce la mujer en la novela
mujeres de La vorágine prolongan las cadenas de la selva hasta los espacios urbanos
encomienda a Dios para ser encontrado por Clemente Silva. Aún en la selva, Cova
Cova es espectador, queriendo ser actor. Intenta ser rebelde pero no lo logra,
pues es prisionero de prejuicios y valores propios de la sociedad que cree haber
abandonado. Sus actos derivan de incapacidad para afrontar la vida y son, por
tanto, irresponsables e inútiles. Cova, con su puerilidad machista, su orgullo y
vanidad desmedidos, su falta de convicción respecto de la propia conducta, y su
obsesión de ofrecer imagen desfavorable de sí mismo, no es por cierto
personaje carente de lógica o significación [...] El ímpetu romántico de Cova
impresiona como caricatura incongruente con el medio salvaje en que ocurre.
Es el personaje condenado, que atraviesa la novela en un proceso doblemente
agónico, en los dos sentidos, lucha y desintegración hacia la muerte, que posee
la palabra agonía. Sin duda es justicia poética que Cova desaparezca en la selva.
(Filer 397)
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A diferencia de Arturo, Alicia tolera el mundo subterráneo que figura la selva en la
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CONCLUS IONES
El primer encuentro de Arturo Cova con las hechicerías populares ocurre cuando en
los llanos escucha que Griselda, en complicidad con Bastiana, ha encargado traer una
hierba que enamora: “- ¿Y qué es eso de venga venga?/ - Encargos de la patrona. ¡Es
escuchará también por boca de Bastiana los efectos que tienen los rezos y las
hechizo que Bastiana hizo sobre su hijo. Sin embargo, aunque dudoso, Arturo descree
de no racionalidad:
- Creí que su ansia de regreso obedecía a la aversión que siente por el Pipa.
- Yo los reconciliaré para siempre.
- Es que Correa le teme por la amenaza de que va a causarle maleficio. Ha
dado en entristecerse cuando escucha cantar cierto pájaro.
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Recordando los filtros de Sebastiana, repuse dudoso:
- ¡Ignorancia, superstición! (216)
femenina es en sí misma una señal de que la magia del instinto aún se impone en la
civilización. Las mujeres son germen de otras mujeres que ya fueron también semilla
racional no comprende.
El gran conjuro que realizan las mujeres de la novela consiste, pues, en reconciliarse
con su instinto, quizás como una invitación a desandar esas sendas donde lo racional
quebró su ineludible nexo con lo salvaje. Cuando en las mujeres de la novela aflora el
de una serpiente que se muerde la cola: en ellas surge una conciencia interior de
eternidad que sugiere una actuación encaminada siempre hacia lo más elevado. Es
decir que es preciso recordar lo que fueron para cultivar en el presente una
entregaríamos con sincera serenidad a las nuevas formas de vida que nos esperan. Y
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debería consistir, entonces, en llevar una vida cada vez más humana para ser, en otros
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BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA PRIMARIA
BIBLIOGRAFÍA S ECUNDARIA
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