Santos DimeComoEvaluas
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Santos de Escolar Guerra Málaga Resumen: La evaluación es un fenómeno que permite poner sobre el
tapete todas nuestras concepciones. Más que un proceso de naturaleza técnica y aséptica es modo una de actividad
practicar penetrada la evaluación de dimensiones podríamos psicológicas, llegar a las concepciones políticas y morales.
que tiene Por el el profesional que la practica sobre la sociedad, las instituciones de enseñanza, el aprendizaje Palabras y
claves: la comunicación evaluación, interpersonal... disposiciones legales, supervisión institucional, presión social,
Abstract: Evaluation brings forth, in itself, all our conceptions. In fact, more than an aseptic and technical process it is
an activity penetrated by psychological political educational and institutions moral dimensions. teaching The and
conceptions learning so a as professional interpersonal has communication, about society, can be inferred through the way
he practices evaluation. pressures, Key words: organizational Evaluation, conditions, legal regulations, evaluator,
Antes de abordar el análisis de esa epifanía que propicia la evaluación quiero plantear cuatro
cuestiones preliminares referidas a este complejo fenómeno que condiciona los procesos de
aprendizaje y penetra el tapiz de las relaciones que se establecen entre evaluadores, entre evaluados
Aclaremos, en primer lugar, que la evaluación que se realiza en las insti- tuciones no tiene lugar
en una campana de cristal, sino que está condiciona- da por diversos agentes que inciden sobre ella.
Ninguno de los profesiona- les que trabaja en una institución haría el mismo tipo de evaluación en el
caso de que fuese responsable de una actividad particular con un aprendiz al que estuviese
que evaluar a un número a veces desmesurado de alumnos, entregar calificaciones con unos
terminales pre- determinados, debe hacerlo en un momento preciso, en unas actas que le son
entregadas por los servicios de Secretaría...
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ENFOQUES EDUCACIONALES, Volumen No 5 (1) - 2003 Clasificaré y comentaré, brevemente, a continuación algunos
Prescripciones legales: la evaluación está condicionada por disposi- ciones legales que la
inspiran y la regulan. Estas disposiciones están pene- tradas de una filosofía que da sentido a la
forma de practicar la evaluación. Además, unifican los momentos, la nomenclatura y los contenidos
momento que quiera, con la nomenclatura que considere oportuna y sobre los aspectos que se le
antojen.
agentes que velan por el fiel cumplimiento de la norma. Es cierto que cada profesional realiza la
evaluación desde una pers- pectiva particular y con una actitud determinada, pero nadie le libra de
seguir las pautas reguladoras. Puede tener un criterio contrario a la norma, pero se ve obligado a
cumplirla.
Presiones sociales: la evaluación que realizan los profesionales en las instituciones está sometida
a presiones de diverso tipo. Por una parte, al tener el conocimiento un valor de cambio (además del
valor de uso, que lo convierte en interesante, práctico o motivador), la calificación que obtiene el
evaluado se convierte en un salvoconducto cultural. La familia del alum- no se interesa por los
resultados de la evaluación obtenidos por sus hijos (frecuentemente, sólo por eso). Por otra parte, la
comparación entre las calificaciones obtenidas hace que los evaluados se vean clasificados por los
resultados del proceso. La sociedad no es ajena a los resultados de esa clasificación que compara y
Al comenzar un curso les pedí a mis alumnos que respondieran por escrito a esta cuestión: ¿cómo
me defraudaría mi profesor durante el curso? Yo les escribí, también un texto sobre la interrogación
recíproca: ¿cómo me defraudarían mis alumnos durante el curso? Cuando leímos nuestros textos
respectivos, les dije, entre otras muchas cosas, que me defraudarían si les viese tan interesados por
la calificación que el aprendizaje fuese una cues- tión marginal o anecdótica. Alguien me dijo que
en todos los procesos de selección se tenía en cuenta el expediente académico. ¿Cómo no obsesio-
narse por las calificaciones? Tuvimos que hacer una comisión mixta (de alumnos y profesor) para
respondernos a esta otra cuestión, en absoluto baladí: ¿cómo nos defrauda el sistema a ambos?
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Condiciones organizativas: la evaluación se realiza con unos condicionantes determinados como son el
institucional, las exigencias del curriculum, las técnicas disponibles, la for- mación recibida, la cultura
organizativa...
En segundo lugar, es preciso reseñar que la evaluación tiene, entre otros, dos componentes básicos: uno
problemático (Santos Guerra, 1998). No resulta fácil saber cuándo y cómo ha realizado el alumno los
aprendizajes pretendidos. Pero hay otro componente de la evaluación que es tenido muy poco en cuenta y
implícita- mente que cuando el aprendizaje no se produce se debe a la exclusiva responsabilidad del que
aprende: es torpe, es vago, está mal preparado, tiene poca base, tiene pocos medios, tiene malas
influencias, no tiene ayu- das, tiene distractores importantes, está inmerso en problemas, no tiene suficiente
motivación, no domina las técnicas de estudio necesarias, se pone nervioso al realizar las pruebas...
Obsérvese que pocas veces se responsabiliza a la institución o a los docentes del fracaso que tienen los
alumnos aunque, en algunas ocasiones sea evidente su influencia en el hecho. Pienso, por ejemplo, en el
caso de dos profesores que imparten cursos paralelos, de la misma asignatura, en el mismo centro y cuyos
alumnos han sido divididos en dos grupos, partidos por la letra L. Los que forman el grupo de la A a la L
obtienen resultados satisfactorios y los de la L a la Z fracasan con estrépito. ¿No se puede atribuir nada de
los resultados a la actuación de los docentes? ¿Hay que pensar que los alumnos más torpes o más
perezosos se agrupan por las iniciales de sus apellidos? La explicación se hace más inquietante si el hecho
se repite año tras año. Sin embargo, cada alumno se hará cargo de su fracaso asumiendo toda la
En tercer lugar, es conveniente recordar, como ya apuntaba más arriba, que el conocimiento académico
tiene un doble valor. Por una parte, tiene valor de uso (es decir, es útil, tiene sentido, posee relevancia y
significa- ción, despierta interés, genera motivación...) y por otra parte tiene valor de cambio (es decir, se
puede canjear por una calificación, por una nota). Cuando predomina el valor de uso, lo que importa de
verdad es el aprendi- zaje. Cuando tiene una gran incidencia el valor de cambio es porque lo único que de
Me pregunto cada día: ¿cuántos de mis alumnos estarán aquí por el de- seo y el gusto de aprender o por
el interés intrínseco de lo que aprende y cuántos por la imperiosa necesidad de obtener un certificado.
Ironiza Gelner sobre los títulos académicos con una divertida anécdota. Dice que por las
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ENFOQUES EDUCACIONALES, Volumen No 5 (1) - 2003 afueras de la ciudad de Edimburgo paseaba un individuo
- ¿Usted está bien de la cabeza? Las personas solían contestar desconcertadas. pero seguras, que sí,
que estaban cuerdas. Pero él seguía con su interrogatorio: - ¿Me lo puede acreditar? La respuesta de
los interpelados se cargaba de asombro. No sabían cómo podía acreditarse, así de pronto, esa
respuesta afirmativa. Pero él decía: - Pues yo sí lo puedo acreditar de forma inequívoca. Y sacaba de
su cartera un documento que decía en su cabecera: Certifi- cado de alta del manicomio.
Es decir, que es el título y solamente el título quien acredita, en una sociedad, que se han
Es necesario hacer hincapié en el papel que desempeña la evaluación dentro del curriculum. De
situando en la consecu- ción de buenas calificaciones es porque el interés que tiene el conocimiento
es, cuando menos, secundario. No tienen por qué ser antagónicos el valor de uso y el valor de
cambio, pero la práctica pervertida puede exclusivizar el interés por las calificaciones. Se puede
observar con preocupación cómo algunos alumnos -incluso, grupos enteros- forcejean con el
profesorado para que se vean menos temas, para que el programa sea más corto, para que sea más
fácil aprobar (a costa de que el aprendizaje sea también menor o de que no exista). Se puede
comprobar fácilmente cómo los alumnos desean irse pronto de vacaciones, hacer puentes entre días
festivos, retrasar el co- mienzo de las clases... Con tal de que no se amenace el aprobado, todo es
aceptable.
En cuarto lugar, deseo advertir que la forma de practicar la evaluación potencia o debilita un tipo
de operaciones intelectuales u otro según los criterios que fija el evaluador. Si se pide que se
jerarquicen por orden de complejidad intelectual las siguientes tareas (todas importantes, todas nece-
sarias) está claro que el orden tendrá carácter descendente. La de menor potencia será memorizar y
ANALIZAR ARGUMENTAR
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DIME CÓMO EVALÚAS Y TE DIRÉ QUÉ TIPO DE PROFESIONAL Y DE PERSONA ERES 73
Ahora bien, si se observa qué orden ocupan estas tareas en las pruebas y exigencias de la evaluación,
probablemente esté invertido el orden. De esta manera, la evaluación estará puesta al servicio de las tareas
intelectualmente más pobres. Es decir, la estructura de tareas (Doyle, 1979) está muy vincula- da a la
La complejidad que encierra el proceso de evaluación es tan grande que resulta sorprendente el
reduccionismo con el que frecuentemente se practi- ca en el marco de las instituciones. Una de las causas
poner una nota no es un proceso de evaluación, como no lo es la simple medición de la longitud de una
mesa. Otra causa de la simplificación pro- viene de la selección de los contenidos evaluables. ¿Por qué
sólo conoci- mientos y destrezas?, ¿por qué no actitudes y valores? Una tercera causa es la pretendida
tecnificación que despoja a la evaluación de dimensiones más complejas como la justicia, la diversidad, la
emotividad...
La forma de entender y de practicar la evaluación permite deducir cuáles son las teorías sobre las que
ésta se sustenta. No es cierto que los prácticos no tengan teorías, otra cosa es que éstas sean explícitas.
a.- Sobre la naturaleza de la inteligencia: si se piensa que la inteligencia es algo dado de una vez para
siempre a las personas, que no está condicio- nada por factores sociales, culturales, lingüísticos,
económicos..., será más fácil clasificar a los sujetos en grupos de fracaso o de éxito. Si, por el contra- rio,
se piensa que la inteligencia es algo que se construye, que depende de influjos culturales, que tiene la
Hay evaluadores que clasifican y etiquetan a los evaluados atribuyéndo- les unas capacidades
inamovibles que, de alguna manera, condicionan las expectativas y predisponen al fracaso o al éxito. La
política de etiquetado, como certeramente explica Michael Apple (1986) no se realiza de manera casual:
"Una gran parte de la literatura de etiquetado de los niños en la escuela descansa en una rama particular
del idealismo. Es decir, supone que las
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identidades de los alumnos son creadas totalmente por las
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percepciones que los profesores tienen de los estudiantes en el aula. Sin embargo, no es simple- mente
una cuestión de que la conciencia de los profesores crea la concien- cia de los niños: por ejemplo, un
profesor concibe a un estudiante como realmente torpe y, en consecuencia, el niño se vuelve realmente,
aunque con toda seguridad hay en esto algo de verdad. Además de eso se hallan también profundamente
implicadas las expectativas y circunstancias materiales ob- jetivas que forman y rodean el entorno
escolar" (Apple, 1986:184-185).
Es decir, que es más fácil que se apliquen etiquetas de bajo potencial a personas de clases menos
docente tiene de lo que es enseñar y aprender. No sólo de qué es lo que el aprendiz tiene que
Me serviré de dos metáforas para explicitar estas afirmaciones. Primera metáfora: El docente es
una persona que posee el conocimiento en un recipiente. Por ejemplo, una botella de agua. El
aprendiz es una copa (ele- mento por completo pasivo) que recibe el agua de manos del docente. La
evaluación consistirá en preguntarse por el agua que contiene esa copa. Si no hay agua dentro de ella
es porque no estaba debajo del chorro de agua que se vertía de la botella. Segunda metáfora: el
docente en un experto en buscar manantiales de agua. La tarea docente consiste en enseñar al apren-
diz a localizar por sí mismo manantiales de agua. La evaluación consistirá, en este caso, en
comprobar si el aprendiz es capaz de buscar por sí mismo fuentes de agua y de saber si ésta es
linealmente estructurado (sólo puede aprender el alumno, sólo puede aprender del profesor...), la
¿Se potencia, desde esa concepción, el aprendizaje autónomo, la bús- queda de conocimiento
independiente? ¿Se practica el aprendizaje compar- tido, el trabajo en grupo, la búsqueda colegiada?
¿Se piensa, desde esta concepción, en los efectos secundarios del aprendizaje? Evidentemente, no.
De ahí el hecho, tantas veces denunciado por los alumnos de que han aprendido algo o mucho de
c.- Sobre la naturaleza de la profesión: quien concibe al docente como un profesional dedicado a
siones psicológicas y sociales, practicará una evaluación centrada en la ad- quisición de datos y en el
dominio de competencias.
Si alguien entiende que el docente es una persona encargada de introdu- cir en la cabeza del aprendiz
una serie de datos, conceptos, teorías y destre- zas, no se planteará ninguna cuestión sobre las exigencias
morales, las rela- ciones interpersonales, las dinámicas sociales que conlleva una forma dis- tinta de
entender la profesión.
LA EVALUACIÓN PERMITE DEVELAR LAS ACTITUDES DEL EVALUADOR
a.- Hacia sí mismo: si uno tiene la conciencia de que parte del aprendiza- je depende de la forma en que
se ha enseñado, mantendrá la humildad de reconocer como suyo parte del fracaso de los que aprenden. No
Quien se vive a sí mismo desde la displicencia, desde una actitud maso- quista, será probable que aborde
la evaluación desde posiciones sádicas. Es más que probable que convierta la evaluación en una instancia
La evaluación no se utiliza como un instrumento de aprendizaje para el que enseña (Santos Guerra,
2001), sino como un simple modo de compro- bación del esfuerzo realizado por el que aprende.
b.- Hacia los evaluados: como la evaluación encierra poder, hay quien la utiliza como un arma con la
que amenaza y castiga. Lejos de emplearla como un estímulo, le sirve como instrumento de opresión. "Ten
cuidado con lo dices o con lo que haces, porque te puedo suspender", dice el evaluador que se atrinchera
Este poder es a veces ejercido por el evaluador y, a veces, es vivido por el evaluado que practica un
Este clima adultera la convivencia y genera una dinámica de falsedades y de perversión institucional. El
que evalúa no recibe críticas de los evaluados por el temor a que se produzcan represalias o castigos, más o
menos vela- dos. A sus espaldas dirá el evaluado todo lo que piensa y lo que siente, pero esa información
nunca se podrá utilizar para reflexionar o para el mejorar el proceso, ya que ni siquiera es conocida.
Una forma perniciosa de poder es aquella que consiste en la imposición de la verdad. La defición
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ENFOQUES EDUCACIONALES, Volumen No 5 (1) - 2003 ridad dice que es verdad" tiene mucho que ver con la práctica
de la evalua- ción, ya que ésta ha consistido esencialmente en dar respuestas que el evaluador
considera como válidas. ¿Quién no ha tenido que renunciar a sus propios criterios para acomodarse
Los alumnos renuncian, con mucha frecuencia, al derecho que la ley les confiere de hacer
reclamaciones sobre la calificación obtenida, ya que con- sideran que pueden salir malparados. Y,
en caso de acudir a comisiones evaluadoras alternativas, tienen la sospecha de que los profesores
adopta- rán una actutud gremialista que defienda los criterios de un compañero.
c.- Hacia los colegas: la evaluación suele ser una práctica individualista en un doble sentido. En
primer lugar porque cada evaluador la practica según sus peculiares criterios. En segundo lugar
aprendizaje. Hasta cuando se hacen trabajos de grupo el evaluador se muestra inquisiti- vo para
saber qué hizo cada uno de los integrantes del mismo. Es grupal el trabajo, pero la evaluación sigue
compañeros. Detrás de esa forma de actuación (cada uno a su tarea, "cada maestrillo con sus
actillas") subyace una concepción egocéntrica del proceso de enseñanza y aprendizaje. Ni siquiera
lleva a la reflexión el comprobar las significativas discrepancias entre los resultados de la evaluación
realizada por compañeros. Si en segundo curso obtienen mejores calificaciones que en primero,
¿dónde adquirieron la base necesa- ria? Si van bien en todas las asignaturas y sólo mal en la mía,
¿qué sucede con mi forma de evaluar? Si con todos los colegas obtienen aprobados, ¿por qué
En realidad, sólo importa "mi" asignatura, "mi" alumno, "mi" evaluación". Las preguntas de más
calado ni siquiera se plantean. No aparecen interrogantes del siguiente tipo: ¿cómo salen formados
los aprendices?, ¿qué tipo de pro- fesional buscamos?, ¿qué exigencias tiene la práctica y cómo las
satisface- mos?, ¿cómo se hace la simbiosis teoría/práctica?, ¿cómo se forman las acti- tudes?...
LA EVALUACIÓN PERMITE DEVELAR LOS PRINCIPIOS ÉTICOS DEL EVALUADOR
La evaluación no es sólo un procedimiento mecánico que conduce a una calificación sino que
encierra, por el contrario, dimensiones éticas de natu- raleza nada desdeñables. ¿Se ha pensado lo
suficiente sobre los sentimien- tos que se mueven -tanto de profesores como de alumnos- en torno al
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fenómeno de la evaluación? ¿Se ha planteado con profundidad lo que suce- de con los componentes
Veamos algunos de los principios que, a través de la forma de hacer la evaluación, quedan de manifiesto
a.- Sobre la estructura y la dinámica social: quien concibe la realidad social como un entramado fatalista
de jerarquías, no será sensible a los perjuicios y a las dificultades que los más desfavorecidos tienen para
acce- der al conocimiento. Unos tienen muchos medios psicológicos (expectati- vas, estímulos,
motivaciones, facilitadores...) y materiales (dinero, libros, internet...) y parten con ventaja en esa lucha por
conseguir los mejores puestos. La evaluación tiene que ver con la racionalidad pero también con la justicia.
obsesionada con mediciones estandarizadas, es poco sensible a las diferencias económicas, sociales y
culturales.
b.- Sobre finalidad de las instituciones: quien piensa que las instituciones han de convertirse en filtros
sociales, que han de clasificar a los sujetos en función de sus capacidades, hará una evaluación tendente a
establecer rigu- rosas competiciones clasificadoras. Si, por el contrario, alguien piensa que las instituciones
tienen la tarea de ayudar a que las personas crezcan y lleguen a sus máximas posibilidades, hará una
Estas concepciones están condicionadas, entre otros muchos factores, por la cultura que invade la
sociedad y las mismas instituciones (Pérez Gómez, 1998), que no pueden quedarse al margen del clima
cultural en el que se mueven. Por eso, resulta fácil dejarse arrastrar hoy día por las corrientes neoliberales
que sumergen a las instituciones en una dinámica de competitividad, de obsesión por la eficacia y por el
c.- Sobre las exigencias morales de la profesión: Las profesiones en las que se produce una interacción
profunda entre las personas se sustentan sobre unas exigencias morales que no pueden ser olvidadas.
Si un docente, sólo se preocupa de la dimensión técnica del aprendizaje, del progreso intelectual, del
éxito académico del aprendiz, estará olvidando los principios básicos de la relación humana y de un
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ENFOQUES EDUCACIONALES, Volumen No 5 (1) - 2003 ALGUNAS CONCLUSIONES ENCAMINADAS A MEJORAR
LA PRÁCTICA
Podría darse la vuelta al título y al contenido de este texto. Todas las concepciones, las actitudes y
los principios del profesional conducen a una práctica evaluadora determinada. A su vez, la práctica
permite descubrir las concepciones, las actitudes y los principios que la sustentan. De ahí mi interés
por cerrar estas líneas con sugerencias para mejorar la práctica de la evaluación.
ES PRECISO PONER EN TELA DE JUICIO LAS PRÁCTICAS EVALUADORAS
Si no se somete la práctica a un análisis riguroso que ponga en entredi- cho el entramado de
Esta revisión constante de las prácticas y de los principios que la susten- tan ha de hacerse de
preguntas, desmontar las para- dojas (Santos Guerra, 1999), analizar las repercusiones de un
La evaluación se ha circunscrito a los aprendizajes de los alumnos pero, como es lógico, hay que
evaluar también la docencia (Jiménez Jiménez, 1999). Si se evalúa la docencia, será más fácil
Formularse preguntas no lo es todo. Si una vez formulados los interrogantes, respondemos con
además, defenderemos intereses espurios que mantengan el statu quo de nuestras prácticas.
La investigación exige rigor. Ahora bien, hay quien concibe la investiga- ción como un
sofisticado y complejo sistema de carácter estadístico que solamente los técnicos dominan. Entiendo
argumentaciones
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cargadas de rigor. Digo esto porque algunos docentes entienden que la investigación educativa es
El sentido educativo que ha de tener la investigación exige que ésta se ponga al servicio de la mejora de
las prácticas y que no sirva sólo para llenar los anaqueles de tomos cuajados de hermosas y consistentes
teorías.
Entendiendo por mejora no sólo la multipli- cación de sus exigencias técnicas sino la racionalidad de la
El motor que impulsará la transformación y la mejora de la evaluación que realizan los profesionales es
ES PRECISO EXIGIR LAS CONDICIONES NECESARIAS PARA QUE LA MEJORA LLEGUE A BUEN TÉRMINO
La mejora no depende sólo de las concepciones, de las actitudes y de los principios que inspiran la
práctica de los evaluadores. Hace falta transfor- mar las situaciones en las que se desarrolla la práctica.
Esas condiciones no se modifican por arte de magia. Es necesario ejercer la crítica y organizar la exigencia
Nuestra condición de profesionales y de ciudadanos nos exige un com- promiso con la transformación
que pasa por mejorar las condiciones que la hagan posible. Para ello hace falta romper el individualismo,
desmontar el fatalismo y practicar la valentía cívica, que es una virtud democrática que nos hace ir a causas
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