Jorge - Santiago - Aguirre - Espinosa El Voto
Jorge - Santiago - Aguirre - Espinosa El Voto
Jorge - Santiago - Aguirre - Espinosa El Voto
Cuando van a haber elecciones en nuestro país, mucho se habla de los candidatos. Qué si dijo tal cosa, qué si no dijo la
otra.... Pero al parecer, hemos perdido de vista que los principales protagonistas de cualquier elección somos nosotros los
votantes. Poder afirmar eso en nuestro país es algo novedoso. Lamentablemente todavía hay quiénes no se acostumbran a
esta realidad y no encuentran una razón de peso para ejercer este derecho y al mismo tiempo cumplir con su obligación. Y
en cambio cada tres años, cuando hay elecciones, prefieren continuar con sus indispensables labores dominicales, en
tareas tan complicadas como dormir hasta la 1:00, cambiarle a la tele, comer con la suegra, y todas esas enriquecedoras
actividades. Los tiempos cambian, los candidatos cambian y sin embargo estas actitudes se siguen presentando elección
tras elección.
Creo que todo el problema está en la forma en que vemos nuestro voto. Pensamos que su importancia está en lo mucho o
poco que pueda servir para aumentar los puntos porcentuales del candidato de nuestra preferencia. Olvidamos que la
importancia del voto esta en la acción que genera el sustantivo: votar. Así de sencillo. Independientemente de las
preferencias de cada quien el voto es importante por ser voto. Por ejercerse. Porque algo tan sencillo como marcar la
boleta se transforma en uno de los pilares sobre los que nuestro país descansa. Si esto no fuera suficiente aquí se exponen
otras razones por las cuales el voto es importante.
Pero primero, a manera de introducción, es primordial analizar cómo llega el mexicano a la jornada electoral.
En abril, junto con la primavera, me llegó la mayoría de edad. Creo acertar al suponer que al lector esto le importa muy
poco. No lo culpo, la vida de un joven resulta tan poco interesante y tan incomprensible para cualquiera que no sea él
mismo, su familia, sus amigos y su novia, como las conferencias rutinarias a las que nos acostumbró cada semana uno de
los nonagenarios jefes sindicales que tuvimos en nuestro país. De lo que sí estoy seguro que puede resultar interesante
para el lector, es de la reacción que observé en mis amigos y amigas con respecto a su novedosa mayoría de edad:...
¡Fregón ya no hay problema para ir al antro!... ¡Ahora sí mis jefes me van a oír porque soy mayor!... etc., etc.
Éstos comentarios que estuvieron o están en boca de la mayoría de los jóvenes mexicanos con credencial para votar no
deben de ser motivo de risa, al contrario deben de ser motivo de gran preocupación por parte de las autoridades, los
padres de familia y la sociedad en general. Mucho se habla de lo que ha cambiado en la sociedad, que antes no era como
ahora, que si estamos en medio de una crisis moral, que si los jóvenes no tenemos valores, etc. En su mayoría estos
comentarios vienen de quiénes ven la brecha generacional como un profundo abismo que de ninguna forma se puede
cruzar, por que aunque es obvio que hay cosas distintas, en el fondo las cosas siempre son iguales, lo que cambia es la
perspectiva desde la cual miramos, los que antes escandalizaron con su música o vestimenta hoy se escandalizan por la de
sus hijos, por citar un ejemplo. No obstante, sí hay valores que han quedado en el oscuro olvido de la juventud actual.
Entre éstos valores que se han perdido se encuentra el nacionalismo. No nos confundamos, seguramente en la mente del
lector se prendieron focos rojos ante la asociación de esta idea con las deformaciones de que fue objeto durante este siglo
y que manipuladas por personajes tristemente célebres como Hitler en Alemania, como Mussolini en Italia y más
recientemente como Milosevic en la ex - Yugoslavia, han acarreado graves tragedias no solo para esas naciones sino para
toda la humanidad. El nacionalismo al que me refiero no atrae tragedias, al contrario sus efectos son totalmente positivos:
te hace sentir orgulloso de tus raíces, y entre otras muchas cosas te hace participar en la vida cívica de tu país. Efectos
que hoy están ausentes.
Este refrigerador en el que hemos congelado el nacionalismo, aumenta sus gélidas temperaturas por dos principales
factores: la globalización y la indiferencia ante la historia nacional. En el primero de los factores citados valdría la pena
señalar varias cosas: resulta obvio que en los tiempos que estamos viviendo (¿o sufriendo?), ninguna nación puede
declararse autosuficiente y permanecer aislada, sin embargo vivir en la "gran aldea" que algunos proponen es muy
peligroso, pues nos conduce a la pérdida de la identidad nacional, a la alteración de nuestras más añejas costumbres y a
desviar la atención y preocupación de los sucesos relevantes de nuestro país por contemplar sucesos irrelevantes de algún
otro país con mayor poder. El segundo factor, se deriva directamente de una seria disfunción en el sistema educativo de
nuestro país. Hoy en día la mayoría ignora que el país en el que vive tiene una historia rica, única y sobretodo con la
inevitable tendencia a repetirse. Esta ignorancia nos lleva a un estado que es incluso peor: la indiferencia. De estudiar,
conocer y de importarnos la historia de nuestro país los mexicanos podríamos construir el futuro mucho más hábilmente y
con más "constructores" que como se ha hecho hasta ahora.
En este escenario se desarrolla la vida cívica del joven mexicano, y de esta forma enfrenta las elecciones. Con un
nacionalismo devaluado por la crisis en la que nos han sumido la globalización y su apatía por la historia nacional.
La situación del adulto mexicano, no es tan distinta a la de los jóvenes, de hecho me parece que agregando un factor que
es la desilusión (derivada de la falta de esperanza de un futuro mejor), también interpreta en una situación conflictiva su
rol en la vida política de su país.
Además la histórica inasistencia a las urnas en jornadas electorales en nuestro país, aunque su tendencia sea la de ir
disminuyendo, hacen que el panorama en cuanto al entusiasmo electoral sea oscuro.
En esta circunstancia llegamos cada tres o cada seis años a las elecciones. Algunas cosas cambian, unas aparecen y otras
desaparecen. Pero en los últimos tiempos, nuestra actitud hacia las elecciones se da en el marco de la falta de amor patrio
y de desilusión en la mayoría de los casos. Esa es la motivación que tenemos.
¿Cómo convencer a un joven, al que le importa más encontrar una fiesta para el fin de semana que la situación de su país,
de que su voto es importante?, O ¿Cómo asegurar a un adulto decepcionado de que debe votar? En mi humilde opinión
hay ciertas razones inobjetables que deben ser suficientes para convencer a cualquier escéptico del sufragio efectivo.
POR CONFIANZA...
Por primera vez todos los mexicanos podemos tener la certeza de que nuestro voto es respetado y vale. En los últimos
años, el Instituto Federal Electoral ha alcanzado la credibilidad para poder afirmar que es independiente. Este organismo
guiado por ciudadanos como nosotros nos puede garantizar que el granito de arena que aportamos para la construcción de
nuestro país en verdad va a llegar a su destino, nos puede dar la confianza que tanta falta hizo en otras épocas. Confianza
que envidiarían muchos candidatos de épocas pasadas que fueron despojados de triunfos legítimos por un sistema
electoral dependiente del gobierno que no garantizaba la limpieza en los comicios. Confianza que radica en el saber que los
funcionarios de casilla que van a certificar el correcto desarrollo de estas elecciones van a ser vecinos nuestros, parientes
nuestros, incluso nuestras propias madres. Confianza que aumenta al saber que las elecciones son preparadas con mucho
cuidado desde mucho tiempo atrás. Confianza en un padrón electoral con fotografía que, aunque obviamente como
cualquier cosa creada por los hombres tenga sus fallas, da mayor credibilidad al proceso. Confianza en fin, que como toda
confianza se basa en la certeza que da la incertidumbre cuando es iluminada por luces que no nos producen falsas visiones
para embaucarnos, sino que nos dan seguridad del camino que andamos.
POR AGRADECIMIENTO...
Esta razón para votar es muy especial. Al hablar de agradecimiento no me refiero al voto que se da al candidato que más
despensas repartió o al que alguna vez fue a nuestra colonia y nos dio unos bonitos abre-sodas. No, me refiero al
agradecimiento que debemos a todos aquellos que no van aparecer en el papel de la boleta electoral pero que sin duda con
sus vidas han constituido el papel en el que se ha escrito la historia democrática de México. Muchos son los ejemplos que
nos da la historia de nuestro país, y muchísimos otros que quedan en el anonimato, de mexicanos ilustres que creyeron
que en este país podía existir la democracia, que creyeron firmemente que el pueblo debe elegir a sus gobernantes y que
incluso dieron su vida para conseguirlo. De no votar el dos de julio estaremos ignorando su sacrificio.
Al emitir nuestro sufragio debemos de recordar llenos de gratitud los esfuerzos de Francisco I. Madero y su "Sufragio
efectivo, no reelección"; los esfuerzos de gente que se vio impedida de participar en los más altos escenarios de la vida
política de este país al no contar con apertura democrática como José Vasconcelos; de todos los que por expresarse
libremente fueron perseguidos, difamados y encarcelados como Heberto Castillo; de los que fueron líderes y no pudieron
llegar hasta donde merecían como el doctor Nava; de los que arriesgaron todo por seguir sus creencias como el "Maquío"
Clouthier; y sobre todo de todos los luchadores anónimos, para los que no hay reconocimiento, los que nunca van a tener
una calle con su nombre. Para ellos, para los que envejecieron tras los muros de una cárcel, para los que vivieron lejos de
su patria, para los que un negro 2 de octubre vieron el ocaso, debe tener una dedicación especial nuestro voto. En fin,
para todos aquellos que en sus luchas quijotescas enfrentaron gigantes de verdad y tuvieron caídas mucho más dolorosas
que las del ilustre hidalgo de la Mancha.
Independientemente del partido con el que simpaticemos o de la ideología con la que nos identifiquemos, es justo
agradecer a todos ellos, de la forma en que ellos hubieran preferido que les agradeciéramos: aprovechando la oportunidad
que ellos nunca tuvieron y que ganaron para nosotros. Porque lo que para nosotros representa el mínimo esfuerzo de ir a
nuestra casilla y tachar una papeleta, para ellos representó una lucha, un sueño y en muchos casos la muerte.
POR COMPROMISO...
Las fronteras nos son más que una exageración del instinto animal del hombre de poseer territorio, en el fondo las
fronteras no pueden atesorar en su interior el sentimiento de unión que existe o que debe existir entre los hombres por el
solo hecho de ser personas. Tomando esto como verdad nuestro voto no solo repercute en nuestra realidad nacional, sino
que va más allá. Por eso mismo su importancia es doble. Al votar no podemos olvidar a todos aquellos que en otros países
y en otras circunstancias no tienen las libertades que nosotros tenemos. Así con algo tan sencillo como ir a nuestra casilla,
estamos siendo solidarios con ellos. Cabe aclarar que esto no es solo una cosa de ser caritativo, es una obligación ante
ellos. Obligación dictada por ese rasgo común que tenemos lo mismo con un chino que planta arroz, que con un cubano
que va a la zafra, que con un americano en Wall-Street y que con un esquimal cazador de focas: somos personas. Y como
tales no podemos permanecer insensibles ante los atropellos que se sufren en otras naciones por regímenes donde no se
respeta la libertad. Por ellos, por el compromiso que tenemos con ellos que nunca van a poder decir: Yo escojo a fulano
para que me gobierne, porque les callan la boca..., por el sentimiento de unión que sobre todo nosotros los mexicanos
tenemos en los momentos de más dificultad, es importante votar. Démosles simbólicamente la oportunidad que nunca van
a tener.
POR EL PRIVILEGIO DE LA QUEJA...
Si todavía hay quien siga pensando que no es necesaria su presencia en su casilla cuando hay elecciones, o si todavía hay
alguien que prefiera ese día quedarse a ver a Pedro Infante como Pepe El Toro, en la típica película de los domingos, estoy
seguro de que con el argumento que sigue los voy a convencer.
Los mexicanos somos un pueblo muy especial y a pesar de las múltiples diferencias que tenemos en varias actitudes
somos parecidos. En general somos respetuosos de la familia, somos medio flojos, somos solidarios, y sí, no lo podemos
negar somos muy quejumbrosos. Si alguien dudara de esto le sugeriría platicar con el entrenador de nuestra Selección
Nacional que nunca complace a nadie y que tiene que aguantar la opinión de 20 millones más de entrenadores en potencia
que desde la comodidad de su sofá, le dicen lo que tiene que hacer. Somos muy repelones, nada nos parece. Para que uno
de nosotros acepte y guste totalmente de algo es muy difícil, y para que otros dos piensen igual está en chino. Y lo peor es
que a veces esta actitud la tomamos desde una comodidad bárbara. Es típico el señor que se la pasa quejándose de la
corrupción en el país, pero que cuando lo para un oficial de tránsito por exceso de velocidad inmediatamente como perro
hambreado le ofrece al oficial su correspondiente mordida. Lo mismo pasa en la vida política: si queremos opinar sobre el
régimen que gobierne en unos años, debemos ser colaboradores activos en su formación. Quien no pague su boleto de
entrada en el teatro de la vida política no está en posición de juzgar más adelante a los actores que no representen bien su
papel en la obra. Ganémonos nuestra oportunidad de poder exigir lo que se nos promete. Los que cargan el rol principal en
la democracia no son los gobernantes, sino el pueblo porque sabe colaborar cuando se le pide, aplaudir cuando es justo,
exigir cuando es necesario y participar siempre.
POR EL FUTURO...
Para poner mejor esta razón pediré prestado el ejemplo de los ecologistas: si no cuidamos nuestro ambiente, si no
respetamos la naturaleza, nosotros no vamos a sufrir nada... los que van a cargar con nuestros errores son nuestros hijos.
En las elecciones pasa lo mismo: si no votamos conscientemente, sino participamos, tal vez nosotros no suframos las
consecuencias, pero las generaciones futuras sí. ¿Qué clase de México queremos darle a nuestros hijos?. Se dice que la
mejor herencia que los padres pueden legar es una buena educación, estoy de acuerdo. Sin embargo agregaría que es de
suma importancia heredarles un buen país. ¿De qué le sirve a mi hijo que le pague sus estudios, si en su país no cuenta
con las oportunidades para progresar?. Obviamente no vamos a solucionar todos los problemas de nuestro país de la
noche a la mañana con solo tachar una hojita, no es magia. Pero podemos empezar por preocuparnos en saber que
candidato le va a dar, en un futuro, un mejor México a nuestros hijos. El voto no es solo para sacar un ganador en la
elección, es para forjar el futuro. Al votar debemos tener en mente lo que puede pasar en los próximos 6 años, pero sobre
todo tratemos de vislumbrar un futuro un poco más lejano y pensemos si es lo que nos gustaría para nuestros hijos.
POR DEBER...
Según la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es derecho y deber del ciudadano (entiéndase toda persona
que ha llegado a la mayoría de edad) votar en elecciones federales, estatales y municipales.
Dicen que a la fuerza ni los zapatos entran, pero si a pesar de todo lo aquí expuesto, alguien continuará reacio a participar
en las elecciones, le sugiero dar una leída a nuestra Carta Magna. No son los candidatos, ni el IFE los que nos piden
nuestro voto, es la Constitución. Gracias a ese librote tan olvidado puede usted leer esto y yo escribirlo, puede exigir una
educación gratuita y puede llamar a una huelga si atropellan sus derechos de trabajador, entre otras muchas cosas. Es esa
Constitución a la que tanto apelamos para defendernos, la que nos pide y obliga a votar. No es justo que cuando nos
conviene exijamos nuestra libertad de expresión, la igualdad entre todos, nuestro derecho a la seguridad social, etc., etc.;
pero cuando se trata de cumplir con las obligaciones y los deberes que la misma Constitución estipula, a todos se nos
olvida que existe y nos hacemos locos. No seamos como las veletas que se mueven para donde va el viento, seamos
personas íntegras con principios que permanezcan inalterables aunque la circunstancia cambie. Que así como exigimos, así
cumplamos.
Hay muchas cosas que los jóvenes envidiamos de los adultos, pero creo que hay una que la mayoría de los adultos
desearían recobrar de los jóvenes, por que es la que le da a la gente la capacidad de hacer grandes cosas y es la que más
se va perdiendo a medida que vamos creciendo: la entrega por los ideales. Durante la juventud surgen los sueños más
audaces y los sacrificios más estoicos por los sueños que tenemos. No nos importa hacer lo que sea con tal de ver nuestros
anhelos cumplidos. Sin embargo cuando la gente crece se le olvida y comienza a poner los pies más en la tierra, sin darse
cuenta de que como dicen, ahí se les ensucian más.
Votar es recobrar esa experiencia, pues cuando emitimos nuestro sufragio tan conscientemente que sabemos por quién y
por qué estamos votando, y logramos identificarnos con la persona, el partido o la ideología por la que lo hacemos,
estamos diciendo: creo en ti. Así como creímos en algo o en alguien en nuestra juventud. Así como hubo ideas por la que
nos la hubiéramos jugado si hubiese sido necesario, así como creímos en proyectos y para lograrlos tuvimos que sacrificar
muchas cosas. Todos hemos tenido ese sentimiento, unos apenas lo estamos descubriendo, otros casi lo han olvidado.
Pero si asistimos a nuestra casilla cuando nos toque con la mentalidad de votar como quien cree en quien vota, sentiremos
que de nuevo nos la jugamos por nuestro ideal y sobre todo, nos daremos cuenta de que mucha otra gente también
comparte ese mismo ideal.
Ante todo el mexicano cabal cumple con su patria. Al votar tenemos la gran oportunidad de hacer notar que somos buenos
mexicanos. Votemos; enseñemos a los más chicos, con un abstencionismo desproporcionado en su pequeñez, lo que
realmente es ser mexicano; enseñemos a los más viejos, con una jornada tranquila, que el mexicano puede ser tolerante y
coexistir con ideas distintas a las propias en paz. Enseñémonos que somos mucho más que tequila y mariachi, que somos
una nación capaz de vivir en un régimen democrático.
En las elecciones podemos demostrar que ser mexicano es mucho más que ponerse melancólico con las canciones de José
Alfredo Jiménez, comer frijoles y salir a la Macro cuando gana nuestra selección nacional. Demostrémonos y
demostrémosle al mundo de lo que somos capaces de hacer por nuestro país, seamos mexicanos en serio.
Durante el tiempo cercano a una elección mucho se habla de los debates, de hecho con el tiempo se convierten en las
fechas más importantes de las campañas de los candidatos. Un candidato puede enfilarse al triunfo o hundirse en la
derrota después de debatir con los demás candidatos.
Pues bien basándome en esto he llegado a una teoría: el debate más importante en cualquier elección se da el mismísimo
día de la elección. A la larga, este debate se convierte en el determinante del rumbo del país, de él se derivan grandes
acontecimientos que son decisivos en el acontecer de nuestra nación. En este debate solo puede haber un ganador o un
solo perdedor y en ambos casos sería México. El debate al cual me refiero es el que se da en el interior de las conciencias
de los ciudadanos mexicanos. Las partes serán: por un lado, la del buen mexicano que se preocupa por el futuro de su
familia y de su país y que sabe que su voto es importante; y por otro, el mexicano "X", que como no está ni con Dios ni
con el diablo, prefiere quedarse a descansar en su casa. Si el debate lo gana el buen mexicano y por consiguiente
votamos, la propia nación es la que sale triunfando, porque independientemente de que candidato gane, se demuestra que
somos un pueblo democráticamente maduro. De ganar el mexicano "X" y por consiguiente la abstinencia, se desperdicia
una gran oportunidad de contribuir con nuestro país y su futuro. ¿Quién va a ganar este debate? Nosotros tenemos la
última palabra.
Nos está tocando vivir el cambio de siglo y de milenio y mucho se ha hablado de lo que esto significa. Para mí esto no
significa absolutamente nada, y en esto radica su importancia. El siglo y el milenio que nacen están en blanco, nadie
todavía ha hecho nada que en el año 3000 o sin ir tan lejos, en el 2100, vaya a ser recordado. Esa oportunidad es nuestra.
Las páginas de la historia del siglo y del milenio que acaban de nacer están en blanco, ¿con qué tinta queremos escribirla?
Tal vez suene exagerado pero con algo tan sencillo como votar hacemos historia.
En este ensayo se han dado varias razones para votar, desde la confianza en el sistema electoral, hasta el ser un buen
mexicano, pasando entre otras por el agradecimiento y el privilegio de la queja. Además se trató sobre lo importante que
es nuestra participación en esta jornada. Sin embargo todos estos argumentos sobre la importancia del voto se convierten
en palabrería si al llegar nuestra oportunidad el debate en nosotros es ganado por la apatía. Construyamos el México que
tanto deseamos siendo conscientes de la importancia del voto y actuando consecuentemente.