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El legado de Belisario Domínguez
Si cada uno de los mexicanos hiciera lo que le corresponde la patria
estaría salvada" Estas palabras, pronunciadas por Belisario Domínguez Palencia, no son solo una reflexión, sino un llamado a la acción, un eco que atraviesa el tiempo y hoy nos convoca a todos los que creemos en la justicia, la libertad y la verdad. Pero, pregunto a ustedes, señores del jurado, a esta juventud y al público en general: ¿Por qué las acciones de Belisario Domínguez son tan poco conocidas, cuando su legado es justo lo que nuestro país necesita en estos tiempos? Vivimos en una época saturada de información, pero vacía de contenido. Los verdaderos héroes se ven eclipsados por personajes momentáneos, cuyas vidas no nos enseñan más que la superficialidad. Hombres como Belisario Domínguez, que dieron su vida por principios inquebrantables, son relegados al olvido, y eso nos afecta a todos. Su historia no se cuenta con la fuerza que debería porque su sacrificio nos recuerda que la libertad no es un regalo ni una condición permanente. La libertad es un reto diario. Nos exige levantar la voz, nos pide valor para defenderla, incluso cuando el miedo y la opresión se ciernen sobre nosotros. Y ese es precisamente el legado de Belisario: un hombre que eligió hablar cuando el silencio era la norma, un hombre que enfrentó la tiranía con la única arma que tenía: la verdad. Hoy más que nunca, Belisario Domínguez debería ser nuestro modelo a seguir. Nos mostró que el poder de la palabra puede derribar las cadenas de la opresión, que una voz valiente puede cambiar el rumbo de una nación. Pero de igual manera me pregunto: ¿por qué su lucha no resuena con la fuerza que debería en las nuevas generaciones? Porque su vida y muerte nos recuerdan una verdad incómoda: la libertad no es algo que se recibe pasivamente. No es algo que podemos tomar por sentado. La libertad se conquista día a día, con cada acción, con cada palabra, con cada elección. Belisario Domínguez nos dejó mucho más que un sacrificio: nos dejó el ejemplo de cómo se deben construir y proteger los espacios cívicos. Él nos mostró que la sociedad no solo tiene derecho a encontrar respuesta en las instituciones, sino que también tiene el deber de vigilarlas, de asegurarse de que sirvan al pueblo y no a los intereses de unos pocos. Belisario fue el primero en exigir transparencia, en denunciar la corrupción y en levantar su voz para que las instituciones fueran verdaderas defensoras de la justicia. Hoy, gracias a él, sabemos que la verdadera democracia solo es posible cuando los ciudadanos son activos, cuando exigen y hacen que sus gobernantes rindan cuentas. Compañeros y compañeras, jóvenes que me escuchan hoy: No podemos permitir que el legado de Belisario Domínguez se pierda en el tiempo. No podemos dejar que su ejemplo de valentía se desvanezca entre las distracciones del mundo moderno. Si Belisario pudo, en un momento de absoluta oscuridad, alzar su voz y enfrentar el riesgo de perderlo todo por la libertad, ¿qué nos detiene a nosotros de seguir su ejemplo? Hoy más que nunca necesitamos héroes como él. Hoy más que nunca debemos ser los vigilantes de nuestra libertad. No dejemos que su sacrificio haya sido en vano. Sigamos su lucha, porque en nuestras manos está continuar con la conquista de esa libertad que él soñó para México. "El pueblo mexicano, si quisiera ser libre, lo sería." Que estas palabras no sean solo historia, sino un compromiso. Un compromiso de todos los que estamos aquí presentes. ¡Porque el futuro de México está en nuestras manos! Democracia y elecciones Permítanme comenzar con las palabras de Francisco I. Madero, quien alguna vez dijo: "La democracia es el destino de la humanidad; la libertad su brazo indestructible". Estas palabras nos recuerdan que la democracia no es solo un sistema político, sino una aspiración continua hacia la justicia, la libertad y la igualdad. Estamos aquí para reflexionar sobre el futuro de nuestra democracia, específicamente sobre si estamos preparados para implementar el voto electrónico o con urna electrónica en todo el país. La tecnología ha avanzado a pasos agigantados, y muchos países ya han dado el salto hacia formas electrónicas de votación. Sin embargo, debemos preguntarnos si México está listo para este cambio. A simple vista, el voto electrónico podría traer grandes ventajas: mayor rapidez en los resultados, reducción de errores humanos, y quizá una mayor participación ciudadana. Pero, ¿qué hay de los riesgos? La ciberseguridad, la infraestructura necesaria y la desconfianza que aún persiste en amplios sectores de la población son barreras que no podemos ignorar. Hoy, el panorama electoral mexicano enfrenta retos importantes. Existen desigualdades en el acceso a la tecnología, lo que podría excluir a ciertas poblaciones de este proceso. Aún en varias comunidades, la infraestructura digital es deficiente o inexistente. Así que, aunque el voto electrónico es un objetivo deseable a largo plazo, mi diagnóstico es que aún no estamos en condiciones de implementarlo de manera segura y justa en todo el país. Pasemos al sistema de partidos en México. Vivimos en una nación con una rica diversidad política, pero, desafortunadamente, también hemos visto cómo el sistema de partidos ha caído en la polarización y el desgaste. En muchas ocasiones, los partidos parecen más preocupados por el poder que por representar genuinamente a sus ciudadanos. Mi diagnóstico del sistema de partidos es que necesita una renovación profunda. Los partidos deben volver a sus raíces, a los principios que dieron vida a la democracia: servir al pueblo y garantizar que cada ciudadano tenga una voz. Debemos recuperar la confianza en nuestras instituciones y en nuestros líderes, porque solo a través de la democracia, como bien lo señaló Madero, podemos aspirar a un país donde la justicia y la igualdad sean una realidad para todos. La implementación de herramientas tecnológicas, como el voto electrónico, puede ser parte de ese camino, pero solo cuando las condiciones lo permitan. Sigamos luchando por una democracia fuerte, transparente y accesible Juventudes Hoy quiero hablarles del poder que tenemos, un poder que nos pertenece a todos: el de construir el futuro. Nosotros, las juventudes de México, somos quienes llevamos la capacidad de transformar nuestro país en cada acción que tomamos. Como dijo Emiliano Zapata, "La tierra es de quien la trabaja." Esta frase no solo nos habla de los derechos sobre la tierra, sino del esfuerzo, de la lucha constante y de que el futuro pertenece a aquellos que lo construyen con sus manos y su corazón. Cuando vamos a votar, no es simplemente un trámite, no es solo marcar una boleta. Es un acto de fe, de creer que nuestras voces tienen el poder de cambiar el rumbo de nuestra nación. Pero, ¿qué sucede después de votar? Es entonces cuando empieza nuestro verdadero trabajo. Las juventudes no podemos quedarnos sentadas esperando que los cambios lleguen solos. Tenemos que seguir involucrándonos, participando en cada espacio posible, desde los movimientos sociales hasta los proyectos en nuestras comunidades. El cambio no es un evento, es un proceso, y nosotros somos los protagonistas de ese proceso. El México que soñamos, ese país donde la justicia, la equidad y la inclusión sean realidades, no se construye solo en las urnas. Se construye en cada acción que tomamos, en cada debate en el que participamos, en cada decisión que influenciamos. Después de votar, las juventudes debemos seguir siendo una fuerza activa, debemos alzar nuestras voces, organizarnos y actuar. No podemos permitir que el destino de nuestro país lo decidan otros por nosotros. El poder está en nuestras manos. Lamentablemente, muchos jóvenes en nuestro país sienten que su participación no tiene impacto. Y mi opinión sobre la baja participación de las juventudes en las elecciones es que muchas veces nos sentimos desconectados, desilusionados de un sistema que parece lejano o ajeno. Pero quiero decirles que sí podemos hacer la diferencia. Cada voto, cada acto de participación, es un paso hacia el cambio que tanto anhelamos. No podemos permitir que la apatía nos gane. Si no somos nosotros quienes actuamos, ¿quién lo hará? Somos la generación que puede transformar a México. Zapata nos recordó que "la tierra es de quien la trabaja." Hoy, esa tierra es nuestra democracia, nuestro futuro, y nosotros somos quienes debemos labrarla, con pasión, con esfuerzo, y con la certeza de que nuestras acciones pueden cambiar la historia. Educación cívica La educación cívica no es solo una materia en los libros, es el corazón de una democracia viva. No se trata solo de saber qué derechos tenemos, sino de sentir que cada uno de nosotros es parte activa de lo que sucede en nuestro país. Como dijo Benito Juárez: "La educación es el principio en el cual descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos." Y tiene razón. Porque un pueblo que conoce y ejerce su poder es un pueblo verdaderamente libre. Pero la pregunta es: ¿cómo asegurarnos de que esa educación llegue a todos y, sobre todo, inspire a las juventudes a participar? Los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLE) tienen la responsabilidad de difundirla, sí, pero el verdadero reto no es solo educar, sino inspirar. La educación cívica debe encender una chispa en cada ciudadano, debe ser un llamado a actuar, a no esperar que otros resuelvan lo que nos toca a todos construir. La participación ciudadana innovadora no es solo votar el día de las elecciones. Es mucho más que eso. Es involucrarnos en la vida pública, proponer, dialogar y estar atentos a lo que sucede a nuestro alrededor. Innovar en la participación no siempre requiere grandes plataformas digitales; lo que necesitamos es una actitud activa, comprometida. La verdadera innovación está en convertir la participación en un estilo de vida, donde todos los días podamos aportar al bienestar común. Y nosotros, los jóvenes, tenemos un papel crucial. No podemos seguir siendo espectadores en nuestra propia historia. No podemos esperar a que el cambio venga de arriba. Somos la generación que debe atreverse a actuar, que debe salir de su zona de confort y participar con fuerza, porque la democracia no es solo una fecha en el calendario, es un compromiso diario. Hoy más que nunca, es nuestro momento. Que nuestra participación no se limite a una urna, sino que sea una voz constante, viva, que se escuche en cada rincón de este país.