Logica de La Investigación Imposible
Logica de La Investigación Imposible
Logica de La Investigación Imposible
WALTER BELLER
No se escribe la teoría analítica sin determinada organización racional. No es posible
especificar los principios lógicos imperantes en el inconsciente sin oponerlos a los de la lógica
estándar. Ninguna clínica diferencial será posible sin una estructura lógicamente dispuesta. No hay,
pues, psicoanálisis sin una lógica.
Puntuar “una lógica” sugiere que hay varias y una de ellas se acomodaría mejor al saber
analítico. Para que tenga sentido, esa afirmación debe aclararse distinguiendo dos problemas:
primero, ¿se trata o no de una lógica formal, matemática?; y, segundo, ¿hay alguna que podría ser la
adecuada para el funcionamiento del inconsciente?
El término “lógica” se emplea con dos acepciones distintas: para designar cierto
encadenamiento regular y coherente de hechos o situaciones (como cuando se habla de “la lógica
del capitalismo”), y para referirse a la ciencia formal que expone las reglas y procedimientos de la
inferencia válida (como el silogismo o la lógica de primer orden). Estas acepciones se suelen
confundir en muchos textos. Aquí nos atendremos exclusivamente a la segunda: la lógica como
ciencia deductiva, cuyas aplicaciones al campo analítico son posibles e indispensables.
Cuando la lógica formal (que opera utilizando un lenguaje simbólico artificial y haciendo
abstracción de los contenidos) se aplica a ciertos campos del saber, se dice que éstos han sido
formalizados o axiomatizados. Tal cosa no ocurre con el psicoanálisis, pues no contamos con su
versión axiomatizada, aunque se han hecho varios intentos.1
No obstante, el psicoanálisis no puede dejar de ser un saber (hasta cierto punto) comunicable
y en ese sentido debe estar en consonancia con la ciencia. A diferencia de la hechicería y la brujería,
el saber científico es comunicable y esto supone –desde la revolución científica del siglo XVII– un
pasaje a la formalización o matematización. Con la finalidad de colocarse en ese ámbito (en vez del
saber místico), el psicoanálisis requiere de instrumentos formales que le permitan ofrecer respuestas
pertinentes en la dimensión que le es propia: en el registro simbólico. Por consiguiente, está
obligado a explicar y responder racionalmente sobre los interrogantes que el inconsciente presenta,
comunicando sus resultados.
Las lógicas paraconsistentes –que forman parte de las lógicas no-clásicas– son teorías
formales que admiten como verdad formal la presencia de contradicciones. ¿Son estas lógicas
adecuadas para la teoría psicoanalítica? Para responder a la pregunta nos ocuparemos tan sólo de
cuatro aspectos de las teorías paraconsistentes:
Cada uno de estos elementos son construcciones conceptuales cuya formulación adquiere
expresiones estrictamente formales (axiomas y teoremas), y creemos que tienen una notable
correspondencia con la teoría psicoanalítica.4 Justo porque existen teorías que admiten
contradicciones, algunos lógicos han visto la posibilidad de aplicarlas en el análisis de la teoría
freudiana del inconsciente.5
INSISTENCIA DE LA INCONSISTENCIA
La LC es un sistema lógico consistente pues no admite ningún teorema cuya negación sea
también un teorema. Sus axiomas son consistentes ya que no hay un par de ellos que se contradigan
mutuamente. Tampoco admite la deducción de proposiciones contradictorias. Por ende, cuando se
propongan dos teoremas contradictorios, para la LC resulta que por lo menos uno de ellos no se
puede demostrar.
Aunque la mayoría concibe a la contradicción de una sola forma, hay que distinguir entre la
supercontradicción y la contradicción en modo simple. Ambas difieren en su respectivas
interpretaciones y en su escritura. La primera se expresa con la fórmula: “p y no es en absoluto
cierto que p” y se escribe: [p y #p]. Tal fórmula es definitivamente absurda y provoca la trivialidad
o endeblez del sistema que la introduzca. En cambio, una contradicción simple, que no sea
supercontradicción, puede darse perfectamente dentro de un sistema coherente. Reto que superan
las teorías paraconsistentes, con fórmulas como “p y no p a la vez”, la cual se escribe: [p y Np],
donde “N” es un functor nuevo introducido por la LP9 y adecuado para enunciar el segundo tipo de
contradicción.
Ahora bien, la contradicción surge como resultado de las gradualidades. Donde hay grados
de verdad, habrá contradicciones; y donde hay grados de algo, hay grados de verdad.10 Para la LC
hablar de “grados de verdad” resulta inaceptable; su carácter bivalente (toda proposición es
verdadera o es falsa, sin matices o grados) la lleva a rechazar cualquier apelación a la existencia de
valores de verdad intermedios (admitidos, sin embargo, por los sistemas multivalorados y los
difusos).
Lacan ha señalado que “la verdad tiene un límite por un lado, y por eso ella es medio-decir
[mi-dire]. Pero por el otro carece de límite, es abierta. Y por eso puede habitarla el Saber
Inconsciente, porque el Saber Inconsciente es un conjunto abierto”.11 Cuando se alude a la verdad,
Lacan advierte que uno está situado en el medio de un circuito fugaz: el que va de la articulación del
sujeto en alguno de los significantes que lo hacen presente, en un momento dado, en la enunciación,
hasta su pérdida por el hecho de que la verdad de su ser es solamente ser representado. De manera
que la verdad es, para Lacan, un estar situado dentro de la gradualidad.
Por otro lado, el gradualismo supone que los hechos no se dan de manera puramente
antitética; rechaza la disyunción del todo o nada, rechaza que las cosas sean absolutamente blancas
o absolutamente negras. En contraste, la LC opera con el principio del tercio excluso: [o P o no P].
El cielo es azul o no lo es, de manera definitiva. No puede ser a la vez azul y no azul. No puede ser
[P y no P], pues así lo manda el principio de no-contradicción. Al no reconocer ninguna
gradualidad, la LC objeta el carácter gris de la verdad que, sin embargo, es constante en la práctica
clínica.
NEGACIÓN Y SUPERNEGACIÓN
Toda contradicción requiere del operador (o functor) lógico de la negación; es decir, para que
haya contradicción se debe afirmar A y al mismo tiempo negar A. Los sistemas paraconsistentes no
sólo admiten contradicciones y antinomias, sino que han renovado el saber lógico al dar cuenta de
otros conectivos lógicos no considerados por la LC. Éste es el caso de la negación.
En forma general, la LP correlaciona las categorías de lo mismo y lo otro. Permite que pueda
predicarse la mismidad y al mismo tiempo sostenerse la alteridad. Tal cosa es inexpresable en el
sistema clásico, puesto que no distingue entre una y otra forma de negación, mantiene los
“principios lógicos supremos” y desconoce la gradualidad.
La bivalencia del clasicismo sólo admite dos valores: Verdadero (V) y Falso (F), mientras
que las lógicas no-clásicas admiten al menos tres valores: V, F y V&F. En este caso, tendrían que
considerarse tres posibilidades: la verdad pura, la falsedad pura y una mezcla de ambas. Incluso, la
LP admite cuatro posibilidades: V / F / Ni lo uno ni lo otro / Lo uno y lo otro. Aún más, hay
conjuntos de valores infinitos. Dado que puede haber más de dos valores de verdad, la negación de
una proposición [p] no autorizaría automáticamente a invertir su valor de verdad, porque siempre
habría una tercera, una cuarta o una pluralidad de posibilidades.
Luego asevera Freud que por “estas vías de conexión pueden consumarse desplazamientos y
refuerzos de la investidura libidinal que revisten significación para la patología y son descubiertos
por el análisis”.
Nadie podría decir que esas vinculaciones son evidentes. Por el contrario, la clave se
encuentra en el concepto difuso (vale decir, gradualista) del predicado: “lo pequeño separable del
cuerpo”. No hay duda que “lo pequeño” es una noción difusa, y ahí se encuentra en funcionamiento
una lógica paraconsistente. Se preserva algo y, sin embargo, ese algo –la mismidad– se encuentra
negado –aunque no de forma absoluta– a través de la alteridad que no implica la transformación en
su contrario (como plantea la dialéctica hegeliana). ¿Cómo lo construye Freud?
Mediante la posibilidad, como señala él, de que ese “pequeño separable del cuerpo” pueda
consumar desplazamientos por vías de conexión, y refuerzos libidinales. Los desplazamientos son
pasajes de una representación a otra, para lograr que determinada representación sea contigua y
opuesta (vid. infra) a otra. Así pues, una representación es la otra por compartir atributos
superficiales. Lo cual expresa una de las tesis de la LP: algo no es, ni deja de ser.
Está claro que la LC mantiene el principio de identidad (A = A), debido a que rechaza la
existencia de grados en las afirmaciones. La LP, por el contrario, considera que en el lenguaje y en
la ciencia nos encontramos constantemente con situaciones en las cuales hay una cierta
“borrosidad”, de modo que en tales circunstancias no es válido el principio de que algo es o no es,
de manera radical.
Sea, por ejemplo, la antinomia entre el proceso primario y el proceso secundario, concebidos
por Freud como dos modos del funcionamiento del psiquismo. El proceso primario, propio del
inconsciente, se caracteriza por la ausencia de contradicción (es decir, admite pensamientos
mutuamente incompatibles), en tanto que el proceso secundario, perteneciente a lo preconsciente y
lo consciente, inhibe al primario e introduce, precisamente, el principio (fuerte) de no-
contradicción.
En sentido estricto, el pensamiento consciente está regido, hasta cierto punto, por las leyes
del proceso secundario. La libido, en su búsqueda de identidad, debe cumplir con ciertos trámites:
asumir el principio de no-contradicción, las nociones de tiempo, espacio, etc. En cambio, el proceso
primario utiliza las leyes de la asociación: la contigüidad o simultaneidad, la analogía y la oposición
(o sea, la contradicción débil).
Más aún, la oposición es para Freud aquella ley de asociación por la que una representación
se vincula con otras por significar todo lo contrario, o por la diferencia opuesta formal que posee.
En la Interpretación de los sueños dice que si no se entendió el sentido de un sueño, a veces es
conveniente darle la vuelta y tomar el sentido opuesto al aparente. Si el empleo de la oposición es
una forma interpretativa fundamental, entonces reclama una lógica paraconsistente.
Sobre el sueño, Freud advierte: “Yo os aseguro que es posible y hasta muy probable que el
durmiente sepa, a pesar de todo, lo que significa su sueño; pero no sabiendo que lo sabe, cree
ignorarlo”.15 El sujeto sabe y no sabe, fórmula que escribe la inconsistencia [p y no p] y rechaza en
principio del tercero excluso (el cual afirma que entre dos propiedades contradictorias, toda cosa
debe tener necesariamente una de ellas).
La fórmula “el sujeto sabe y no sabe”, debe entenderse como construida por la negación
débil; por consiguiente, se hace inteligible si parafrasea como “es hasta cierto punto verdad que el
sujeto sabe y a la vez no sabe”, donde el “no” del “no sabe” no se entiende de manera absoluta,
fuerte.
Por otra parte, el drama del sujeto en la clínica es que quiere y no quiere saber a la vez. Con
mucha frecuencia, a la pregunta “¿Qué piensa?”, le sigue la respuesta: “No sé”, donde el “sé” es una
forma del verbo “saber”, y donde el “no”, paradójicamente, no atañe al saber sino al yo [je]. Lo que
falta entonces es el sujeto mismo; sin embargo, algo del sujeto persiste aunque no sea más a nivel
de la enunciación. El sujeto no está y, al propio tiempo, no deja de estar. Fórmula claramente
expresable en la LP.
Desde el punto de vista clínico, la estrategia neurótica implica pensar al Otro como
consistente, y para sostener dicha consistencia debe rechazar la contradicción, lo cual abre una
dimensión frente al saber: todo tiene explicación consistente, todo puede demostrarse y, siendo así,
la dimensión de la falta queda obturada y se tapona la castración. La inconsistencia estructural
debería llevar al neurótico a aproximarse a la LP, pero su estrategia recusa tal acercamiento
(orientado por el proceso secundario).
Temas recurrentes del discurso neurótico son las tribulaciones de sus vínculos amorosos. Para
Freud el amor es “la relación del yo con sus fuentes de placer”. Si estas fuentes están en el propio
cuerpo, hay autoerotismo. La libido que encuentra placer en el yo se llama narcisista. Pero en las
primeras etapas infantiles el amor no se distingue totalmente del odio.
Asegura Freud que amor y odio, corrientemente presentados como tajantes opuestos, no
mantienen entre sí una relación simple. Y añade que no han surgido de la escisión de algo común
originario (como en el mito platónico) sino que tienen orígenes diversos, y cada uno ha recorrido su
propio desarrollo antes que se constituyeran como opuestos bajo la influencia de la relación placer-
displacer.17
El odio es el primer vínculo con el objeto del yo-placer purificado (que reconoce como yo a
todo lo placentero, y como no-yo, como objeto, a todo lo displacentero). De esta manera, el objeto
aparece signado por lo displacentero. No obstante que el amor y el odio se llegan a oponer en cierto
momento, no son afecciones exclusivas pues también aparece la indiferencia; la indiferencia no es
ni amor ni odio, aunque tiene relación con ambos. En suma, no se trata solamente de la oposición
amor/odio, sino que la indiferencia desempeña un tercer papel estructural entre ellos. Como no se
cumple el principio del tercero excluso, las relaciones amor-odio-indiferencia son expresables en
términos de la LP.
A eso –comenta Lorenzo Peña–, el contradictorialista puede responder que, aunque así fuera,
cabe la posibilidad de que alguien ame y odie a la vez a otra persona precisamente en aquel sentido
de los verbos “odiar” y “amar” en el que sí son predicados contrarios (la clase de objetos que odian
a un ente dado, x, es un subconjunto propio del complemento de los objetos que aman a x). […] Eso
sí, como tal situación contradictoria, aunque ocurra será siempre, con todo (al menos en parte), falso
que sucede; o sea su tener lugar será cierto y falso a la vez. 18
La historia de la génesis y de los vínculos del amor nos permite comprender que tan a
menudo se muestre “ambivalente”, es decir, acompañado por mociones de odio hacia el mismo
objeto. Ese odio mezclado con el amor proviene, en una parte, de las etapas previas del amar no
superadas por completo, y en otra parte tiene su fundamento en reacciones de repulsa procedentes
de las pulsiones yoicas, que a raíz de los frecuentes conflictos entre intereses del yo y del amor
pueden invocar motivos reales y actuales.
Por otra parte, como ha mostrado Lacan, el amor no sólo es ambivalente sino claramente
inconsistente. La fórmula “Te pido que rechaces lo que te ofrezco, porque eso no es eso”,19 jamás
podría expresarse en términos de la LC. La proposición “algo es y, a la vez, no es”, constituye una
contradicción y, por ende, es propia de la LP. La fórmula propuesta por Lacan es inconsistente,
como es inconsistente cualquier malentendido. Y el malentendido es inevitable en los asuntos del
amor... porque se funda en el desconocimiento del hecho que una demanda es una exigencia
imposible de colmar.
NEGACIÓN EN LA METAPSICOLOGÍA
Las formaciones inconscientes suponen diversas maneras en que las contradicciones (los
conflictos) se hacen presentes en el sujeto. Como se dijo, para que establezca una contradicción se
requiere de la negación. Para Freud la negación es una noción fundamental (que se encuentra en
diversos contextos: reacción terapéutica negativa, narcisismo negativo, etc.).
En un caso, Freud anuda la represión con la negación y la localiza –como lo haría un lógico
tradicional– en el juicio, especialmente en el juicio adverso realizado por el yo preconsciente, que
no acepta como propias o de su pertenencia aquellas representaciones-palabra que representen
representaciones-cosa reprimidas y pertenecientes al inconsciente. Estas últimas, por medio de la
palabra, tienen acceso a la conciencia, pero el yo preconsciente les agrega el “no” (que es
inexistente en el sistema inconsciente). El deseo puede, de esta manera, ser pensado por el yo, pero
no aceptado. Así se consigue una separación del deseo y la representación, cumpliéndose uno de los
objetivos de la represión. Esto pensado y no aceptado es paraconsistente.
La negación que estudia Freud correspondería al functor de la LP que se llama “de afirmación
y negación conjuntas”, escrito como [Sp], el cual se lee: “Es, y no es, verdad que p”, o también: “Ni
es, ni deja de ser, verdad que p”.22
Un tipo de negación niega el elemento, pero lo conserva, manifestándose de dos maneras: por
una parte, en la negación (Verdrängung) de la represión de la neurosis, que niega conservando el
elemento inconsciente (como fue expuesto anteriormente), y por otra parte, en la desmentida
(Verleugnung) en la perversión, que niega conservando el fetiche. La forclusión (Verwerfung) de la
psicosis es un modo de negación que no deja rastro o vestigio alguno: ella no conserva, arrasa.
Para el psicoanálisis, si hay negación, también hay retorno. De manera que la negación deja
algo a salvo, y por eso puede igualmente pensarse como una negación débil en lugar de una
negación absoluta, que es la única que considera la LC.
En todo caso, las relaciones entre esas tres estructuras son lógicas y no descriptivas, pues
nada tiene que ver con las contingencias históricas o anecdóticas del padecer de un sujeto
cualquiera. Esto reafirma una vez más que el psicoanálisis implica la construcción de una lógica. Y
esa lógica está más cercana de la paraconsistencia, como se ha venido mostrando.
INCOMPLETUD E INCONSISTENCIA
No hay Otro del Otro, dice Lacan, porque el Otro como orden simbólico es incompleto: algo
falta y faltará. No hay, ni puede haber, un orden significante que sea un todo completo, ni en lo que
se refiere al lenguaje, ni a un sistema lógico, matemático o de cualquier tipo.
Lacan hace ver la imposibilidad de que el orden simbólico sea completo, precisamente
mediante el matema del significante del Otro como incompleto. Recurre para ello a los teoremas de
Gödel, de tal manera que la incompletud permite sostener la indecibilidad del valor de verdad.
Así pues, la incompletud permite sostener la indecibilidad del valor de verdad, escribe esta
media verdad, como no-toda. Es decir, el Otro no puede saberlo todo. Lo cual tiene repercusiones
en la clínica: el notodismo debe articularse con la inconsistencia. No todo puede saberse, y la
verdad entraña contradicciones. Ambos puntos van contra la estrategia neurótica. En el devenir de
la cura, hay momentos donde la incompletud del Otro se vuelve relevante, y otros momentos en
donde se entrevé la inconsistencia. El fin de análisis implica sostener ambas posiciones.24
La inconsistencia del Otro plantea que el goce no tiene explicación. Pero esa falta de
explicación no es algo externo sino inherente al propio sistema. No se puede saber todo de todo,
pues siempre habrá algo que quede sin explicación, sin interpretación. Pretender que todo tiene
explicación es suponer que el Otro es completo, que existe un saber absolutamente verdadero, sin
contradicciones ni fisuras. Equivaldría a negar el inconsciente y a sostener la inexistencia de la
división subjetiva. Supuestos ambos que no se pueden recusar porque están en el centro de la teoría
psicoanalítica.
Puesto que las oposiciones contradictorias son algo inherente a la teoría psicoanalítica, como
hemos insistido (aunque sólo examinamos unas cuantas ilustraciones), las construcciones de la LP
ofrecen un notable y poderoso instrumento para hacer el análisis lógico de la lógica que subyace a
la teoría psicoanalítica. Lo cual habrá de permitir ampliar las posibilidades de comunicabilidad del
psicoanálisis.
Cierto que las motivaciones filosóficas del tratamiento de la contradicción tienen una larga
historia. Aquí sólo se ha querido establecer un vínculo con la enseñanza que se inicia con el
fundador del psicoanálisis. La postulación de una lógica difusa contradictorial permite comprender
mejor los alcances del psicoanálisis, que de otro modo parecerían alejarse de los cánones del saber
científico. Pero la LP sólo puede funcionar como un instrumento de análisis, nada más, pero nada
menos.
NOTAS
1
El inglés W.R. Bion y el chileno Matte Blanco hicieron algunas propuestas basadas en la
teoría intuitiva de conjuntos. Véase P. Bion Talamo, Metapsicología y metamatemática, Ed.
Polemos, Buenos Aires, 1999. En México, Santiago Ramírez hizo otra propuesta siguiendo la
axiomatización del número de Peano. Para una crítica a las posibilidades y límites de axiomatizar el
psicoanálisis, véase J. Belindky, El psicoanálisis y los límites de su formalización, Lumen,
Barcelona, 1985.
2
Cfr. A. Eidelsztein, Las estructuras clínicas a partir de Lacan 1, Letra Viva, Buenos Aires,
2002, pp 35-38.
3
En el texto Lo inconsciente, afirma: “ausencia de contradicción, proceso primario […],
carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica, he ahí los rasgos cuya
presencia estamos autorizados a esperar en procesos pertenecientes al sistema Icc.”.
4
Así lo sostiene J-A. Miller en el capítulo “La lógica del significante”, en Matemas II, 1994
(4ª. edición), Buenos Aires, especialmente en pp. 86-88.
5
Varios estudios se han hecho al respecto. Uno de los “primeros sistemas de lógica
paraconsistente surgió en la Argentina en 1954 y se debió a F.G. Asenjo […] [quien en 1982]
publica un artículo titulado ‘La verdad, la antinomicidad y los procesos mentales’. […]
Parafraseando a Freud, sostiene que las ideas más contradictorias pueden coexistir y tolerarse
mutuamente, en otras palabras, que impulsos contrarios existen en la vida mental sin cancelarse ni
disminuirse y que la negación no es, por tanto, una línea divisoria que separe tajantemente opuestos
contradictorios”. [En esa línea hay otros autores.] Gladys Palau, Introducción filosófica a las
lógicas no clásicas, Gedisa, Barcelona, 2002, pp. 181-182.
6
L. Peña, Introducción a las lógicas no clásicas, UNAM, México, 1993, cap. IV y passim.
7
J. Mosterín y Roberto Torretti, Diccionario de lógica y filosofía de la ciencia, Alianza
Editorial, Madrid, 2002.
8
Vid. L. Peña, Rudimentos de lógica matemática, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Madrid, 1991.
9
Para las especificaciones de estos y otros functores, cuya notación es novedosa, consultar L.
Peña, Op. cit.
10
L. Peña, Fundamentos de ontología dialéctica, Siglo XXI, Madrid, 1987, p. 133.
11
J. Lacan, Seminario XXI, “los incautos no yerran” (inédito), clase 15 de enero de 1974.
12
Idem.
13
Así lo afirma R. Harari, en Las disipaciones de lo inconsciente, Amorrortu, Buenos Aires,
1996, p. 72.
14
S. Freud, “De la historia de una neurosis infantil”, Obras completas, XVII.
15
S. Freud, Lecciones introductorias al psicoanálisis, Obras completas.
16
Cfr. J. Belindky, Op. cit, pp. 132-135.
17
Cfr. S. Freud, “Pulsiones y destinos de pulsión”, Obras completas, p. 130 y passim.
18
L. Peña, “La defendibilidad lógico-filosófica de teorías contradictorias”, en Antología de la
lógica en América Latina, Universidad de Carabobo, Valencia/Venezuela, 1988, p. 652.
19
J. Lacan, Seminario XIX “… o peor” (inédito), clase 19 de febrero de 1972.
20
S. Freud, “La negación”, en Obras completas, XIX, p. 258.
21
Escribe Freud: “En extremo llamativa es la conducta del sueño hacia la categoría de la
oposición y la contradicción. Lisa y llanamente la omite, el “no” parece no existir para el sueño.
Tiene notable predilección por componer los opuestos en una unidad o figurarlos en idéntico
elemento. Y aun se toma la libertad de figurar un elemento cualquiera mediante su opuesto en el
orden del deseo, por lo cual de un elemento que admita contrario no se sabe a primera vista si en los
pensamientos oníricos está incluido de manera positiva o negativa”. Idem.
22
L. Peña, Rudimentos de lógica matemática, p. 114.
23
Véase, L. Peña, “La defendibilidad lógico-filosófica de teorías contradictorias”, pp. 659-
662 y passim.
24
Así lo sostienen M.L. Fischman y A. Hartmann en Amor, sexo y… fórmulas, Manantial,
Buenos Aires, 1995, p. 105.