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Logica de La Investigación Imposible

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Lógica de la investigación imposible

WALTER BELLER
No se escribe la teoría analítica sin determinada organización racional. No es posible
especificar los principios lógicos imperantes en el inconsciente sin oponerlos a los de la lógica
estándar. Ninguna clínica diferencial será posible sin una estructura lógicamente dispuesta. No hay,
pues, psicoanálisis sin una lógica.

Puntuar “una lógica” sugiere que hay varias y una de ellas se acomodaría mejor al saber
analítico. Para que tenga sentido, esa afirmación debe aclararse distinguiendo dos problemas:
primero, ¿se trata o no de una lógica formal, matemática?; y, segundo, ¿hay alguna que podría ser la
adecuada para el funcionamiento del inconsciente?

El término “lógica” se emplea con dos acepciones distintas: para designar cierto
encadenamiento regular y coherente de hechos o situaciones (como cuando se habla de “la lógica
del capitalismo”), y para referirse a la ciencia formal que expone las reglas y procedimientos de la
inferencia válida (como el silogismo o la lógica de primer orden). Estas acepciones se suelen
confundir en muchos textos. Aquí nos atendremos exclusivamente a la segunda: la lógica como
ciencia deductiva, cuyas aplicaciones al campo analítico son posibles e indispensables.

Cuando la lógica formal (que opera utilizando un lenguaje simbólico artificial y haciendo
abstracción de los contenidos) se aplica a ciertos campos del saber, se dice que éstos han sido
formalizados o axiomatizados. Tal cosa no ocurre con el psicoanálisis, pues no contamos con su
versión axiomatizada, aunque se han hecho varios intentos.1

No obstante, el psicoanálisis no puede dejar de ser un saber (hasta cierto punto) comunicable
y en ese sentido debe estar en consonancia con la ciencia. A diferencia de la hechicería y la brujería,
el saber científico es comunicable y esto supone –desde la revolución científica del siglo XVII– un
pasaje a la formalización o matematización. Con la finalidad de colocarse en ese ámbito (en vez del
saber místico), el psicoanálisis requiere de instrumentos formales que le permitan ofrecer respuestas
pertinentes en la dimensión que le es propia: en el registro simbólico. Por consiguiente, está
obligado a explicar y responder racionalmente sobre los interrogantes que el inconsciente presenta,
comunicando sus resultados.

Para cumplir con el requisito de comunicabilidad racional, el psicoanálisis puede utilizar el


instrumental de la lógica formal para dar cuenta del funcionamiento inconsciente. Lo cual es posible
porque la lógica no es sino un conjunto de teorías científicas que suministran un repertorio de
verdades formales que las otras ciencias respetan. En consecuencia, dichas verdades se pueden
emplear como técnicas de análisis racional y utilizarlas en la teoría psicoanalítica. Si es tal cosa es
factible; entonces: ¿cuáles son las verdades formales que resultan pertinentes para el psicoanálisis?

LÓGICA PARA LAS OPOSICIONES CONTRADICTORIAS

La respuesta no es sencilla porque las verdades formales dependen de la teoría que se


considere. No hay un fondo común para todas las verdades formales. En el estado actual de los
conocimientos, tenemos dos caminos: las teorías de la lógica clásica y las de las lógicas no-clásicas,
cuyas respectivas concepciones sobre la verdad son divergentes. Ninguna teoría formal podría
presumir que abarca todas las verdades, a menos que se considere la única lógica. Pero ninguna
tiene el monopolio de la verdad formal. La verdad es no toda, en lógica como en el psicoanálisis.
En el caso de las formaciones inconscientes, si bien su dimensión más esencial y dinámica es
lógica,2 no puede reducirse a los conceptos de la lógica clásica (LC). El sujeto del inconsciente, y el
inconsciente mismo, se especifican por un rechazo fundamental a los principios de dicha lógica, con
el de no-contradicción. Como ha señalado Freud, una de las características del inconsciente es la
“ausencia de contradicción”.3

La expresión “ausencia de contradicción” es ambigua: ¿quiere Freud decir que en el


inconsciente no hay ninguna contradicción? Más bien, puede entenderse como la confirmación de
que el inconsciente excluye el principio formal de no-contradicción. En otras palabras, el
inconsciente no opera mediante el principio que afirma: “ningún ente puede ser al mismo tiempo P
y no P”. De modo que “ausencia de contradicción” significaría que existe una verdad lógica que
establece para el inconsciente que algo puede ser P y no P a la vez. Asevera, pues, que hay
contradicciones verdaderas o verdades que son contradicciones. O sea, que contradicción no sea
sinónimo de ilógico.

Por tanto, si la LC se autodefine como consistente (pues rechaza conclusiones, axiomas y


teoremas contradictorios), no resulta adecuada para la teoría y práctica psicoanalíticas. Freud lo
sabía, pero cuando la teoría psicoanalítica fue fundada no había ninguna lógica formal con la
capacidad de oponerse a la LC. No había manera, pues, de dar cuenta formalmente del trabajo del
inconsciente. Para ello había que esperar varias décadas.

Las lógicas paraconsistentes –que forman parte de las lógicas no-clásicas– son teorías
formales que admiten como verdad formal la presencia de contradicciones. ¿Son estas lógicas
adecuadas para la teoría psicoanalítica? Para responder a la pregunta nos ocuparemos tan sólo de
cuatro aspectos de las teorías paraconsistentes:

–Su innovador concepto de inconsistencia formal.


–Su noción de gradualismo veritativo (que la verdad tiene grados).
–Las diversas formas de la negación.
–Las modalidades debilitadas del principio de no-contradicción que proponen.

Cada uno de estos elementos son construcciones conceptuales cuya formulación adquiere
expresiones estrictamente formales (axiomas y teoremas), y creemos que tienen una notable
correspondencia con la teoría psicoanalítica.4 Justo porque existen teorías que admiten
contradicciones, algunos lógicos han visto la posibilidad de aplicarlas en el análisis de la teoría
freudiana del inconsciente.5

INSISTENCIA DE LA INCONSISTENCIA

La LC es un sistema lógico consistente pues no admite ningún teorema cuya negación sea
también un teorema. Sus axiomas son consistentes ya que no hay un par de ellos que se contradigan
mutuamente. Tampoco admite la deducción de proposiciones contradictorias. Por ende, cuando se
propongan dos teoremas contradictorios, para la LC resulta que por lo menos uno de ellos no se
puede demostrar.

La consistencia de la LC impide aceptar la verdad de un enunciado y la de su contradictorio.


Por tanto, la oposición lógica entre enunciados contradictorios exige que, si uno es verdadero, el
otro tendrá que ser falso y, si uno es falso, el otro ha de ser verdadero. Por ejemplo, la proposición
“si duermo y sueño, entonces duermo”, cuando es negada implica la afirmación: “no es verdad que
cuando duermo y sueño, entonces duermo”, que para la LC constituye una proposición auto
contradictoria y automáticamente descartable. Además, la negación de una contradicción es
invariablemente una verdad lógica: el enunciado No (P y no P) es siempre verdadero, según la LC.
En cambio, de acuerdo con Lorenzo Peña, 6 una teoría formal es contradictorial si, y sólo si, es
inconsistente, es decir, si contiene por lo menos un par de teoremas tal que uno es la negación del
otro. Así pues, cada teoría contradictorial –hay varias– contiene algún teorema de la forma [p y no
p], donde la conjunción (“y”) es la conjunción natural y la negación (el “no”) es la negación débil o
natural (ver infra). Una teoría contradictorial escribe la contradicción en el seno mismo de los
sistemas formales.

Las lógicas paraconsistentes estudian sistemas lógicos apropiados para la construcción de


teorías formales inconsistentes, pero no triviales. Permiten razonar desde premisas contradictorias,
sin que se pueda deducir de ellas cualquier afirmación.7 Una teoría sería trivial si cualquier fórmula
en su lenguaje fuera demostrable. En una lógica paraconsistente no todo se puede inferir, pues hay
al menos una fórmula que no es demostrable.

No obstante la existencia de diversos sistemas paraconsistentes, en lo sucesivo nos


referiremos como LP a las propuestas elaboradas por Lorenzo Peña.8

EL SABER (SIEMPRE) HASTA CIERTO PUNTO

Aunque la mayoría concibe a la contradicción de una sola forma, hay que distinguir entre la
supercontradicción y la contradicción en modo simple. Ambas difieren en su respectivas
interpretaciones y en su escritura. La primera se expresa con la fórmula: “p y no es en absoluto
cierto que p” y se escribe: [p y #p]. Tal fórmula es definitivamente absurda y provoca la trivialidad
o endeblez del sistema que la introduzca. En cambio, una contradicción simple, que no sea
supercontradicción, puede darse perfectamente dentro de un sistema coherente. Reto que superan
las teorías paraconsistentes, con fórmulas como “p y no p a la vez”, la cual se escribe: [p y Np],
donde “N” es un functor nuevo introducido por la LP9 y adecuado para enunciar el segundo tipo de
contradicción.

Ahora bien, la contradicción surge como resultado de las gradualidades. Donde hay grados
de verdad, habrá contradicciones; y donde hay grados de algo, hay grados de verdad.10 Para la LC
hablar de “grados de verdad” resulta inaceptable; su carácter bivalente (toda proposición es
verdadera o es falsa, sin matices o grados) la lleva a rechazar cualquier apelación a la existencia de
valores de verdad intermedios (admitidos, sin embargo, por los sistemas multivalorados y los
difusos).

Lacan ha señalado que “la verdad tiene un límite por un lado, y por eso ella es medio-decir
[mi-dire]. Pero por el otro carece de límite, es abierta. Y por eso puede habitarla el Saber
Inconsciente, porque el Saber Inconsciente es un conjunto abierto”.11 Cuando se alude a la verdad,
Lacan advierte que uno está situado en el medio de un circuito fugaz: el que va de la articulación del
sujeto en alguno de los significantes que lo hacen presente, en un momento dado, en la enunciación,
hasta su pérdida por el hecho de que la verdad de su ser es solamente ser representado. De manera
que la verdad es, para Lacan, un estar situado dentro de la gradualidad.

Por otro lado, el gradualismo supone que los hechos no se dan de manera puramente
antitética; rechaza la disyunción del todo o nada, rechaza que las cosas sean absolutamente blancas
o absolutamente negras. En contraste, la LC opera con el principio del tercio excluso: [o P o no P].
El cielo es azul o no lo es, de manera definitiva. No puede ser a la vez azul y no azul. No puede ser
[P y no P], pues así lo manda el principio de no-contradicción. Al no reconocer ninguna
gradualidad, la LC objeta el carácter gris de la verdad que, sin embargo, es constante en la práctica
clínica.

Al no aceptar la existencia de grados, para la LC la verdad se da completamente o no se da. La


falsedad también es total. Ello equivale a asentir sólo dos extremos: 100% (la verdad total) o 0% (la
falsedad total). En cambio, la gradualidad implica que entre 0 y 1 se encuentran una infinidad de
números, infinidad de valores de verdad. Así, alguien es joven hasta cierto punto, como es rico
hasta cierto grado.

La LP articula “grados de verdad” con “contradicción”, argumentando lo siguiente. Si un


hecho es verdadero sólo en cierto grado, significa que ese mismo hecho no es plenamente
verdadero, lo cual equivale a decir que tal hecho es también en alguna medida –en cierto grado–
falso. Por consiguiente, su negación será verdadera de forma matizada por tal gradualidad. De modo
que si algo es verdadero en alguna medida, es que resulta verdadero (en esa medida), y puesto que
su negación no es absoluta sino también gradual, resulta que es falso (hasta cierto punto). Por tanto,
aquí tenemos la contradicción: un cierto hecho es afirmado tanto como verdadero y negado como
falso.12

NEGACIÓN Y SUPERNEGACIÓN

Toda contradicción requiere del operador (o functor) lógico de la negación; es decir, para que
haya contradicción se debe afirmar A y al mismo tiempo negar A. Los sistemas paraconsistentes no
sólo admiten contradicciones y antinomias, sino que han renovado el saber lógico al dar cuenta de
otros conectivos lógicos no considerados por la LC. Éste es el caso de la negación.

Se deben diferenciar dos tipos de negación: la negación fuerte (supernegación, la llama L.


Peña), la cual se interpreta como “es del todo falso que p”, “es absolutamente falso que p” [#p], y la
negación débil, que es el simple “no”, que niega pero no de manera contundente, definitiva o
absoluta, interpretada como “no sucede que p”, “es falso que p”, escrita como [Np]. (En todos los
casos, “p” es una proposición cualquiera.)

Por un lado, la negación fuerte es la de la LC y apunta a la supercontradicción: si algo es A no


puede en absoluto llegar a ser no-A. Por otro lado, existe la negación débil que permite al sistema
lógico construir contradicciones, sin que el sistema se vuelva inutilizable o trivial, de modo que
algo sea al mismo tiempo P y no-P, a condición de que la negación no sea tomada en forma
absoluta.

En forma general, la LP correlaciona las categorías de lo mismo y lo otro. Permite que pueda
predicarse la mismidad y al mismo tiempo sostenerse la alteridad. Tal cosa es inexpresable en el
sistema clásico, puesto que no distingue entre una y otra forma de negación, mantiene los
“principios lógicos supremos” y desconoce la gradualidad.

La bivalencia del clasicismo sólo admite dos valores: Verdadero (V) y Falso (F), mientras
que las lógicas no-clásicas admiten al menos tres valores: V, F y V&F. En este caso, tendrían que
considerarse tres posibilidades: la verdad pura, la falsedad pura y una mezcla de ambas. Incluso, la
LP admite cuatro posibilidades: V / F / Ni lo uno ni lo otro / Lo uno y lo otro. Aún más, hay
conjuntos de valores infinitos. Dado que puede haber más de dos valores de verdad, la negación de
una proposición [p] no autorizaría automáticamente a invertir su valor de verdad, porque siempre
habría una tercera, una cuarta o una pluralidad de posibilidades.

En suma, para la LP el principio de no-contradicción es necesario porque precisamente evita


que cualquier fórmula sea demostrable; por ende, es un prin cipio que forma parte de la LP. Pero
siendo necesario es insuficiente para construir determinadas fórmulas más amplias y entre ellas las
que expresan contradicciones. Es por eso que sostiene, además, una forma débil del principio de no-
contradicción, mismo que admite que una proposición sea a la vez verdadera y falsa [Sp] (vid.
infra), o también que sea un teorema de la LP la fórmula [p y Np].
PARACONSISTENCIA E INCONSCIENTE

Esta lógica paraconsistente, sostenida por negaciones débiles y por la admisión de


contradicciones, se encuentra enunciada “en estado práctico” en Freud.13 En efecto, Freud denominó
concepto inconsciente, que no es el concepto del inconsciente, ni tampoco una manera inconsciente
de procesar conceptos (al modo del proceso primario). Nada de esto; él dice expresamente: un
concepto inconsciente, que se trataría de una unidad en un “tren de pensamientos”, o tal vez un
“enlace por los hilos lógicos” del inconsciente, a saber: “pene, heces, niño”. Este enlace conforma
una unidad inconsciente: “el de lo pequeño separable del cuerpo”.14

Luego asevera Freud que por “estas vías de conexión pueden consumarse desplazamientos y
refuerzos de la investidura libidinal que revisten significación para la patología y son descubiertos
por el análisis”.

Un concepto inconsciente comprende, de manera paraconsistente, una negación débil y una


forma de gradualidad, sin las cuales la conexión mencionada por Freud puede parecer un absurdo o
algo muy “ilógico”. De tal manera que la vinculación abarca al pene, a las heces y al (hijo) niño. Se
trata de una ecuación fundamental del psicoanálisis, de la cual derivan después, por la inferencia
que conecta las “heces”, “el dinero”, como regalo.

Nadie podría decir que esas vinculaciones son evidentes. Por el contrario, la clave se
encuentra en el concepto difuso (vale decir, gradualista) del predicado: “lo pequeño separable del
cuerpo”. No hay duda que “lo pequeño” es una noción difusa, y ahí se encuentra en funcionamiento
una lógica paraconsistente. Se preserva algo y, sin embargo, ese algo –la mismidad– se encuentra
negado –aunque no de forma absoluta– a través de la alteridad que no implica la transformación en
su contrario (como plantea la dialéctica hegeliana). ¿Cómo lo construye Freud?

Mediante la posibilidad, como señala él, de que ese “pequeño separable del cuerpo” pueda
consumar desplazamientos por vías de conexión, y refuerzos libidinales. Los desplazamientos son
pasajes de una representación a otra, para lograr que determinada representación sea contigua y
opuesta (vid. infra) a otra. Así pues, una representación es la otra por compartir atributos
superficiales. Lo cual expresa una de las tesis de la LP: algo no es, ni deja de ser.

Está claro que la LC mantiene el principio de identidad (A = A), debido a que rechaza la
existencia de grados en las afirmaciones. La LP, por el contrario, considera que en el lenguaje y en
la ciencia nos encontramos constantemente con situaciones en las cuales hay una cierta
“borrosidad”, de modo que en tales circunstancias no es válido el principio de que algo es o no es,
de manera radical.

La LC sostiene de modo estricto la separación entre la verdad y la falsedad. En tanto que la LP


admite grados intermedios y, al hacerlo, rechaza dos extremos: la identidad absoluta y la otredad
que descalificaría la presunta identidad absoluta. Ambos extremos son posibles cuando se sustenta
el principio absoluto de no-contradicción. La división subjetiva, como el concepto inconsciente, son
impensables en términos de la LC, y en cambio tienen su expresión en la LP.

LA CONTRADICCIÓN EN LA TEORÍA FREUDIANA

El psicoanálisis es una teoría forjada mediante el establecimiento de varias oposiciones


contradictorias, de modo que supone el rechazo de los fundamentos de la LC. Por ejemplo: las
oposiciones principio de placer/principio de realidad; condensación/desplazamiento; pulsiones de
autoconservación/pulsiones sexuales, etcétera. También se presenta la oposición en las respectivas
pulsiones: la transformación en su contrario, la ambivalencia amor/odio, o las contraposiciones
activo/pasivo, etcétera.
En general, las nociones freudianas se construyen por su recíproca oposición contradictoria.
Pero no se trata de un modelo dialéctico, en el sentido hegeliano, porque no hay síntesis que supere
y conserve los opuestos. Tampoco hay en el freudismo una teleología como la que supone la
dialéctica hegeliana. En la teoría freudiana cada noción se interdefine en función de las otras y así
coexisten en ella los opuestos contradictorios.

Sea, por ejemplo, la antinomia entre el proceso primario y el proceso secundario, concebidos
por Freud como dos modos del funcionamiento del psiquismo. El proceso primario, propio del
inconsciente, se caracteriza por la ausencia de contradicción (es decir, admite pensamientos
mutuamente incompatibles), en tanto que el proceso secundario, perteneciente a lo preconsciente y
lo consciente, inhibe al primario e introduce, precisamente, el principio (fuerte) de no-
contradicción.

En sentido estricto, el pensamiento consciente está regido, hasta cierto punto, por las leyes
del proceso secundario. La libido, en su búsqueda de identidad, debe cumplir con ciertos trámites:
asumir el principio de no-contradicción, las nociones de tiempo, espacio, etc. En cambio, el proceso
primario utiliza las leyes de la asociación: la contigüidad o simultaneidad, la analogía y la oposición
(o sea, la contradicción débil).

Más aún, la oposición es para Freud aquella ley de asociación por la que una representación
se vincula con otras por significar todo lo contrario, o por la diferencia opuesta formal que posee.
En la Interpretación de los sueños dice que si no se entendió el sentido de un sueño, a veces es
conveniente darle la vuelta y tomar el sentido opuesto al aparente. Si el empleo de la oposición es
una forma interpretativa fundamental, entonces reclama una lógica paraconsistente.

El proceso primario es quizá uno de los principales descubrimientos psicoanalíticos, cuya


forma de funcionamiento psíquico tiene sus leyes propias y es diferente al definido como
pensamiento consciente. Puesto que no carece de estructura lógica, entonces su funcionamiento
contradictorio puede muy bien ser expresado por la LP.

QUERER SABER Y NO QUERER SABER

Sobre el sueño, Freud advierte: “Yo os aseguro que es posible y hasta muy probable que el
durmiente sepa, a pesar de todo, lo que significa su sueño; pero no sabiendo que lo sabe, cree
ignorarlo”.15 El sujeto sabe y no sabe, fórmula que escribe la inconsistencia [p y no p] y rechaza en
principio del tercero excluso (el cual afirma que entre dos propiedades contradictorias, toda cosa
debe tener necesariamente una de ellas).

La fórmula “el sujeto sabe y no sabe”, debe entenderse como construida por la negación
débil; por consiguiente, se hace inteligible si parafrasea como “es hasta cierto punto verdad que el
sujeto sabe y a la vez no sabe”, donde el “no” del “no sabe” no se entiende de manera absoluta,
fuerte.

Además, la fórmula incluye dos consecuencias. El sujeto:


1. Sabe más de lo que dice; y
2. Dice más de lo que sabe.

En el primer caso se patentiza un excedente del saber, y en el segundo, un excedente del


decir. El saber y el decir (términos en la izquierda de ambas fórmulas) remiten al inconsciente,
mientras que los otros se refieren al consciente/preconsciente (términos a la derecha de las
fórmulas). Sin embargo, y esto es lo más relevante, la articulación de los términos resulta
inconmensurable,16 es decir, contradictoria.
El saber y el decir entrañan una verdad que se construye de manera contradictoria, siempre
que se entienda que entre ellos se da cierta gradualidad, y esta gradualidad es la que permite
establecer la contradicción entre ambos (conforme a lo expuesto líneas arriba).

Por otra parte, el drama del sujeto en la clínica es que quiere y no quiere saber a la vez. Con
mucha frecuencia, a la pregunta “¿Qué piensa?”, le sigue la respuesta: “No sé”, donde el “sé” es una
forma del verbo “saber”, y donde el “no”, paradójicamente, no atañe al saber sino al yo [je]. Lo que
falta entonces es el sujeto mismo; sin embargo, algo del sujeto persiste aunque no sea más a nivel
de la enunciación. El sujeto no está y, al propio tiempo, no deja de estar. Fórmula claramente
expresable en la LP.

Desde el punto de vista clínico, la estrategia neurótica implica pensar al Otro como
consistente, y para sostener dicha consistencia debe rechazar la contradicción, lo cual abre una
dimensión frente al saber: todo tiene explicación consistente, todo puede demostrarse y, siendo así,
la dimensión de la falta queda obturada y se tapona la castración. La inconsistencia estructural
debería llevar al neurótico a aproximarse a la LP, pero su estrategia recusa tal acercamiento
(orientado por el proceso secundario).

AMOR, ODIO Y LA IMPOSIBILIDAD DEL UNO

Temas recurrentes del discurso neurótico son las tribulaciones de sus vínculos amorosos. Para
Freud el amor es “la relación del yo con sus fuentes de placer”. Si estas fuentes están en el propio
cuerpo, hay autoerotismo. La libido que encuentra placer en el yo se llama narcisista. Pero en las
primeras etapas infantiles el amor no se distingue totalmente del odio.

Asegura Freud que amor y odio, corrientemente presentados como tajantes opuestos, no
mantienen entre sí una relación simple. Y añade que no han surgido de la escisión de algo común
originario (como en el mito platónico) sino que tienen orígenes diversos, y cada uno ha recorrido su
propio desarrollo antes que se constituyeran como opuestos bajo la influencia de la relación placer-
displacer.17

El odio es el primer vínculo con el objeto del yo-placer purificado (que reconoce como yo a
todo lo placentero, y como no-yo, como objeto, a todo lo displacentero). De esta manera, el objeto
aparece signado por lo displacentero. No obstante que el amor y el odio se llegan a oponer en cierto
momento, no son afecciones exclusivas pues también aparece la indiferencia; la indiferencia no es
ni amor ni odio, aunque tiene relación con ambos. En suma, no se trata solamente de la oposición
amor/odio, sino que la indiferencia desempeña un tercer papel estructural entre ellos. Como no se
cumple el principio del tercero excluso, las relaciones amor-odio-indiferencia son expresables en
términos de la LP.

En su Ética, Spinoza había reconocido la coexistencia, en un mismo individuo y en su


relación con un mismo objeto, de dos afectos opuestos: placer y sufrimiento, amor y odio, atracción
y repulsión... A esta coexistencia Freud le dio un nombre: ambivalencia. De una manera general, se
habla de ambivalencia cuando se da una presencia simultánea en el mismo sujeto de deseos, ideas o
afectos antitéticos (en particular del par amor-odio) respecto de un mismo objeto. De este modo, la
afirmación y la negación de un afecto son simultáneas e inseparables. La ambivalencia muestra que
el sujeto está escindido y que el inconsciente no se gobierna por el principio de la bivalencia. Lejos
de ser una excepción, la ambivalencia constituye una constante de la vida afectiva. En los textos
freudianos, la ambivalencia se produce en relación con la pulsión sexual, en la dupla activo-pasivo,
donde tampoco cabe el principio de bivalencia de la LC, irrelevante para el inconsciente.
Catulo dice amo et odio. No es una contradicción, objeta el pensamiento clasisista, ya que se
puede amar a alguien en un aspecto y odiarlo en otro; ee decir, el clasisita trata de mostrar que amor
y odio no son lógicamente incompatibles.

A eso –comenta Lorenzo Peña–, el contradictorialista puede responder que, aunque así fuera,
cabe la posibilidad de que alguien ame y odie a la vez a otra persona precisamente en aquel sentido
de los verbos “odiar” y “amar” en el que sí son predicados contrarios (la clase de objetos que odian
a un ente dado, x, es un subconjunto propio del complemento de los objetos que aman a x). […] Eso
sí, como tal situación contradictoria, aunque ocurra será siempre, con todo (al menos en parte), falso
que sucede; o sea su tener lugar será cierto y falso a la vez. 18

Eso mismo ha encontrado Freud en la experiencia analítica. En Pulsiones y destinos de


pulsión, advierte:

La historia de la génesis y de los vínculos del amor nos permite comprender que tan a
menudo se muestre “ambivalente”, es decir, acompañado por mociones de odio hacia el mismo
objeto. Ese odio mezclado con el amor proviene, en una parte, de las etapas previas del amar no
superadas por completo, y en otra parte tiene su fundamento en reacciones de repulsa procedentes
de las pulsiones yoicas, que a raíz de los frecuentes conflictos entre intereses del yo y del amor
pueden invocar motivos reales y actuales.

Por otra parte, como ha mostrado Lacan, el amor no sólo es ambivalente sino claramente
inconsistente. La fórmula “Te pido que rechaces lo que te ofrezco, porque eso no es eso”,19 jamás
podría expresarse en términos de la LC. La proposición “algo es y, a la vez, no es”, constituye una
contradicción y, por ende, es propia de la LP. La fórmula propuesta por Lacan es inconsistente,
como es inconsistente cualquier malentendido. Y el malentendido es inevitable en los asuntos del
amor... porque se funda en el desconocimiento del hecho que una demanda es una exigencia
imposible de colmar.

NEGACIÓN EN LA METAPSICOLOGÍA

Las formaciones inconscientes suponen diversas maneras en que las contradicciones (los
conflictos) se hacen presentes en el sujeto. Como se dijo, para que establezca una contradicción se
requiere de la negación. Para Freud la negación es una noción fundamental (que se encuentra en
diversos contextos: reacción terapéutica negativa, narcisismo negativo, etc.).

En un caso, Freud anuda la represión con la negación y la localiza –como lo haría un lógico
tradicional– en el juicio, especialmente en el juicio adverso realizado por el yo preconsciente, que
no acepta como propias o de su pertenencia aquellas representaciones-palabra que representen
representaciones-cosa reprimidas y pertenecientes al inconsciente. Estas últimas, por medio de la
palabra, tienen acceso a la conciencia, pero el yo preconsciente les agrega el “no” (que es
inexistente en el sistema inconsciente). El deseo puede, de esta manera, ser pensado por el yo, pero
no aceptado. Así se consigue una separación del deseo y la representación, cumpliéndose uno de los
objetivos de la represión. Esto pensado y no aceptado es paraconsistente.

Por tanto –escribe Freud–, un contenido de representación o de pensamiento reprimido puede


irrumpir en la conciencia a condición de que se deje negar. La negación es un modo de tomar
noticia de lo reprimido; en verdad, es ya una cancelación de la represión, aunque no, claro está, una
aceptación de lo reprimido. Se ve cómo la función intelectual se separa aquí del proceso afectivo.
Con ayuda de la negación es enderezada sólo una de las consecuencias del proceso represivo, a
saber, la de que su contenido de representación no llegue a la conciencia.20
Para Freud, negar algo en el juicio quiere decir: “Eso es algo que yo preferiría reprimir.” El
juicio adverso es, señala, el sustituto intelectual de la represión, de modo que el no es una marca de
ella, su certificado de origen. Por medio del símbolo de la negación, el pensar se libera de las
restricciones de la represión y se enriquece con contenidos.

Desde el punto de vista lógico, la negación así descrita implica un no y un sí simultáneos, en


el mismo acto. Ahí donde el paciente dice “no”, el analista lee “sí”. Pero la conjunción de ambas
expresiones es necesaria y por eso constituye una verdadera contradicción que el sujeto revela y
oculta a la vez. De la misma manera, en un sueño aparecen formas contradictorias, inconsistentes,21
que se oponen a la LC y sólo pueden establecerse como formulaciones propias de la LP.

La negación que estudia Freud correspondería al functor de la LP que se llama “de afirmación
y negación conjuntas”, escrito como [Sp], el cual se lee: “Es, y no es, verdad que p”, o también: “Ni
es, ni deja de ser, verdad que p”.22

Ahora bien, la paraconsistencia rechaza la supuesta universalidad del principio de no-


contradicción, y el psicoanálisis representa, precisamente, un contraejemplo de tal suposición. Pero
eso no significa que el mencionado principio deje de tener vigencia en los sistemas
contradictoriales, e incluso para el psicoanálisis.

Es decir, la LP reconoce que el principio de no-contradicción es verdadero; pero también son


verdaderos los contraejemplos respecto de ese principio. Así como hay enunciados que si son
verdaderos no pueden ser falsos, también hay otros que son al mismo tiempo verdaderos y falsos,
esto es, contradicciones verdaderas. 23 De ambas formas está plagado el psicoanálisis, y una de esas
formas es precisamente el estudio freudiano de la negación.

NEGACIÓN Y ESTRUCTURAS CLÍNICAS EN FREUD

La negación también desempeña un papel sustantivo en la determinación de las estructuras


clínicas. El diagnóstico diferencial sólo puede ser buscado en el registro simbólico donde se
articulan las preguntas fundamentales del sujeto (sobre el sexo, la muerte, la procreación, la
paternidad) en ocasión de la travesía del complejo de Edipo. A partir de lo simbólico puede hacerse
el diagnóstico diferencial por medio de los tres modos de negación del Edipo –lo que equivale a la
negación de la castración del Otro– correspondientes a las tres estructuras clínicas establecidas por
Freud.

Un tipo de negación niega el elemento, pero lo conserva, manifestándose de dos maneras: por
una parte, en la negación (Verdrängung) de la represión de la neurosis, que niega conservando el
elemento inconsciente (como fue expuesto anteriormente), y por otra parte, en la desmentida
(Verleugnung) en la perversión, que niega conservando el fetiche. La forclusión (Verwerfung) de la
psicosis es un modo de negación que no deja rastro o vestigio alguno: ella no conserva, arrasa.

Cada modo de negación es concomitante a un tipo de retorno de lo que ha negado. En la


represión, lo negado retorna en lo simbólico mediante el síntoma: el síntoma de la neurosis. En el
caso de la desmentida, lo negado es simultáneamente afirmado y retorna en lo simbólico bajo la
forma del fetiche del perverso. En cambio, en la psicosis, lo que es negado en lo simbólico retorna
en lo real como “automatismo mental”, que tiene como expresión característica a la alucinación.

Para el psicoanálisis, si hay negación, también hay retorno. De manera que la negación deja
algo a salvo, y por eso puede igualmente pensarse como una negación débil en lugar de una
negación absoluta, que es la única que considera la LC.
En todo caso, las relaciones entre esas tres estructuras son lógicas y no descriptivas, pues
nada tiene que ver con las contingencias históricas o anecdóticas del padecer de un sujeto
cualquiera. Esto reafirma una vez más que el psicoanálisis implica la construcción de una lógica. Y
esa lógica está más cercana de la paraconsistencia, como se ha venido mostrando.

INCOMPLETUD E INCONSISTENCIA

El orden simbólico, desde el cual el analizante formula su demanda de saber, es tan


inconsistente como incompleto. Ni todo se puede saber, ni todo se puede decir. La verdad es no-
toda, como el decir sólo puede ser un medio-decir. Por ello, Lacan articula el concepto de
incompletud con la noción de falta y la falta con la inconsistencia.

No hay Otro del Otro, dice Lacan, porque el Otro como orden simbólico es incompleto: algo
falta y faltará. No hay, ni puede haber, un orden significante que sea un todo completo, ni en lo que
se refiere al lenguaje, ni a un sistema lógico, matemático o de cualquier tipo.

En lo que se ha venido exponiendo, los sistemas lógicos no pueden definir absolutamente la


verdad lógica, porque ningún sistema puede asumir el compromiso de decir la verdad toda. En otras
palabras, qué sea una verdad lógica es algo que remite a un cierto sistema, fuera del cual ni se
acepta ni se considera.

Lacan hace ver la imposibilidad de que el orden simbólico sea completo, precisamente
mediante el matema del significante del Otro como incompleto. Recurre para ello a los teoremas de
Gödel, de tal manera que la incompletud permite sostener la indecibilidad del valor de verdad.

La incompletividad del teorema de Gödel señala en síntesis: si la aritmética formal es no-


contradictoria, entonces su no-contradicción no es demostrable por los métodos formalizables en la
aritmética formal. Este resultado asestó un golpe fatal al programa formalista y abrió la posibilidad
de investigar la inconsistencia de los sistemas lógicos (una de las raíces de la LP). Asimismo, tales
resultados puntualizan que una proposición es indemostrable si es indecidible, es decir, tal
proposición no puede ser determinada como válida, ni tampoco como falsa, dentro de un sistema
simbólico. Su verdad no se puede demostrar. O, como dice Lacan, no hay la verdad de la verdad, la
verdad no puede probarse a sí misma como verdadera.

Así pues, la incompletud permite sostener la indecibilidad del valor de verdad, escribe esta
media verdad, como no-toda. Es decir, el Otro no puede saberlo todo. Lo cual tiene repercusiones
en la clínica: el notodismo debe articularse con la inconsistencia. No todo puede saberse, y la
verdad entraña contradicciones. Ambos puntos van contra la estrategia neurótica. En el devenir de
la cura, hay momentos donde la incompletud del Otro se vuelve relevante, y otros momentos en
donde se entrevé la inconsistencia. El fin de análisis implica sostener ambas posiciones.24

La inconsistencia del Otro plantea que el goce no tiene explicación. Pero esa falta de
explicación no es algo externo sino inherente al propio sistema. No se puede saber todo de todo,
pues siempre habrá algo que quede sin explicación, sin interpretación. Pretender que todo tiene
explicación es suponer que el Otro es completo, que existe un saber absolutamente verdadero, sin
contradicciones ni fisuras. Equivaldría a negar el inconsciente y a sostener la inexistencia de la
división subjetiva. Supuestos ambos que no se pueden recusar porque están en el centro de la teoría
psicoanalítica.

Y, SIN EMBARGO, HAY DIFERENCIAS

Puesto que las oposiciones contradictorias son algo inherente a la teoría psicoanalítica, como
hemos insistido (aunque sólo examinamos unas cuantas ilustraciones), las construcciones de la LP
ofrecen un notable y poderoso instrumento para hacer el análisis lógico de la lógica que subyace a
la teoría psicoanalítica. Lo cual habrá de permitir ampliar las posibilidades de comunicabilidad del
psicoanálisis.

Lógicos de la corriente de la LP interesados en el psicoanálisis y analistas interesados en el


tema lógico, lo han sostenido así. En este trabajo se han explicitado algunos elementos de la LP que
convergen con los planteamientos y tesis de la teoría psicoanalítica. Específicamente, se ha tratado
de poner en correspondencia determinadas nociones como el gradualismo anudado a la
contradicción, el papel de la negación débil y las consecuencias de la articulación entre el principio
clásico de no-contradicción y el principio de contradicción en la LP.

Cierto que las motivaciones filosóficas del tratamiento de la contradicción tienen una larga
historia. Aquí sólo se ha querido establecer un vínculo con la enseñanza que se inicia con el
fundador del psicoanálisis. La postulación de una lógica difusa contradictorial permite comprender
mejor los alcances del psicoanálisis, que de otro modo parecerían alejarse de los cánones del saber
científico. Pero la LP sólo puede funcionar como un instrumento de análisis, nada más, pero nada
menos.

NOTAS
1
El inglés W.R. Bion y el chileno Matte Blanco hicieron algunas propuestas basadas en la
teoría intuitiva de conjuntos. Véase P. Bion Talamo, Metapsicología y metamatemática, Ed.
Polemos, Buenos Aires, 1999. En México, Santiago Ramírez hizo otra propuesta siguiendo la
axiomatización del número de Peano. Para una crítica a las posibilidades y límites de axiomatizar el
psicoanálisis, véase J. Belindky, El psicoanálisis y los límites de su formalización, Lumen,
Barcelona, 1985.
2
Cfr. A. Eidelsztein, Las estructuras clínicas a partir de Lacan 1, Letra Viva, Buenos Aires,
2002, pp 35-38.
3
En el texto Lo inconsciente, afirma: “ausencia de contradicción, proceso primario […],
carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica, he ahí los rasgos cuya
presencia estamos autorizados a esperar en procesos pertenecientes al sistema Icc.”.
4
Así lo sostiene J-A. Miller en el capítulo “La lógica del significante”, en Matemas II, 1994
(4ª. edición), Buenos Aires, especialmente en pp. 86-88.
5
Varios estudios se han hecho al respecto. Uno de los “primeros sistemas de lógica
paraconsistente surgió en la Argentina en 1954 y se debió a F.G. Asenjo […] [quien en 1982]
publica un artículo titulado ‘La verdad, la antinomicidad y los procesos mentales’. […]
Parafraseando a Freud, sostiene que las ideas más contradictorias pueden coexistir y tolerarse
mutuamente, en otras palabras, que impulsos contrarios existen en la vida mental sin cancelarse ni
disminuirse y que la negación no es, por tanto, una línea divisoria que separe tajantemente opuestos
contradictorios”. [En esa línea hay otros autores.] Gladys Palau, Introducción filosófica a las
lógicas no clásicas, Gedisa, Barcelona, 2002, pp. 181-182.
6
L. Peña, Introducción a las lógicas no clásicas, UNAM, México, 1993, cap. IV y passim.
7
J. Mosterín y Roberto Torretti, Diccionario de lógica y filosofía de la ciencia, Alianza
Editorial, Madrid, 2002.
8
Vid. L. Peña, Rudimentos de lógica matemática, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Madrid, 1991.
9
Para las especificaciones de estos y otros functores, cuya notación es novedosa, consultar L.
Peña, Op. cit.
10
L. Peña, Fundamentos de ontología dialéctica, Siglo XXI, Madrid, 1987, p. 133.
11
J. Lacan, Seminario XXI, “los incautos no yerran” (inédito), clase 15 de enero de 1974.
12
Idem.
13
Así lo afirma R. Harari, en Las disipaciones de lo inconsciente, Amorrortu, Buenos Aires,
1996, p. 72.
14
S. Freud, “De la historia de una neurosis infantil”, Obras completas, XVII.
15
S. Freud, Lecciones introductorias al psicoanálisis, Obras completas.
16
Cfr. J. Belindky, Op. cit, pp. 132-135.
17
Cfr. S. Freud, “Pulsiones y destinos de pulsión”, Obras completas, p. 130 y passim.
18
L. Peña, “La defendibilidad lógico-filosófica de teorías contradictorias”, en Antología de la
lógica en América Latina, Universidad de Carabobo, Valencia/Venezuela, 1988, p. 652.
19
J. Lacan, Seminario XIX “… o peor” (inédito), clase 19 de febrero de 1972.
20
S. Freud, “La negación”, en Obras completas, XIX, p. 258.
21
Escribe Freud: “En extremo llamativa es la conducta del sueño hacia la categoría de la
oposición y la contradicción. Lisa y llanamente la omite, el “no” parece no existir para el sueño.
Tiene notable predilección por componer los opuestos en una unidad o figurarlos en idéntico
elemento. Y aun se toma la libertad de figurar un elemento cualquiera mediante su opuesto en el
orden del deseo, por lo cual de un elemento que admita contrario no se sabe a primera vista si en los
pensamientos oníricos está incluido de manera positiva o negativa”. Idem.
22
L. Peña, Rudimentos de lógica matemática, p. 114.
23
Véase, L. Peña, “La defendibilidad lógico-filosófica de teorías contradictorias”, pp. 659-
662 y passim.
24
Así lo sostienen M.L. Fischman y A. Hartmann en Amor, sexo y… fórmulas, Manantial,
Buenos Aires, 1995, p. 105.

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