El Testimonio
El Testimonio
El Testimonio
Lucas 4:22
Jesús inicia su ministerio como todos nosotros debemos de iniciar nuestro servicio
y nuestro andar con el Señor: "con un buen testimonio". No podemos vivir la vida
cristiana sin un buen testimonio.
¿Qué es el testimonio?
Es hablar favorablemente, aprobar a alguien, ratificar algo y es testificar o ser
testigo de algo.
La vida cristiana es una vida de buen testimonio, y cuando nosotros pensamos
servir al Señor, como debe ser el anhelo de todos, es obligación de todos trabajar
para el reino del Señor.
Proverbios 22:1
Eclesiastés 7:1
Colosenses 3:23
2 Juan 2:15
1 Reyes 17:24
Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque me tuvo
por fiel, poniéndome en el ministerio, aun habiendo sido yo antes blasfemo,
perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por
ignorancia en mi incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más que
abundante, con la fe y el amor que se hallanen Cristo Jesús.
Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero. Sin embargo, por esto
hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda
Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en El para vida
eterna. Por tanto, al Rey eterno (de los siglos), inmortal, invisible, único Dios, a El
sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
1 Timoteo 1:12-17 (NBLH)
Hechos 6:3
"Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos
de este trabajo."
Introducción:
1 Luego Agripa dijo a Pablo: --Se te permite hablar por ti mismo. Entonces Pablo
extendió la mano y comenzó su defensa: 2 --Me tengo por dichoso que haya de
exponer hoy mi defensa delante de ti, oh rey Agripa, acerca de todas las cosas de
las que soy acusado por los judíos; 3 mayormente por ser tú conocedor de todas
las costumbres y cuestiones de los judíos. Por lo tanto, te ruego que me escuches
con paciencia.
Antecedentes:
4 Mi manera de vivir, desde mi juventud, la cual pasé desde el comienzo entre los
de mi nación en Jerusalén, la conocen todos los judíos. 5 Ellos me conocen desde
antes, si quisieran testificarlo, que conforme a la más rigurosa secta de nuestra
religión viví como fariseo. 6 Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la
promesa que Dios hizo a nuestros padres, 7 promesa que esperan alcanzar
nuestras doce tribus sirviendo constantemente día y noche. ¡Por la misma
esperanza soy acusado por los judíos, oh rey! 8 ¿Por qué se juzga increíble entre
vosotros que Dios resucite a los muertos?
Vida Anterior:
9 Pues yo, a la verdad, había pensado que debía hacer muchas cosas contra el
nombre de Jesús de Nazaret; 10 y esto hice en Jerusalén. Habiendo recibido
autorización de los principales sacerdotes, yo encerré en cárceles a muchos de los
santos; y cuando les mataban, yo di mi voto contra ellos. 11 Muchas veces,
castigándoles en todas las sinagogas, procuraba obligarles a blasfemar; y
enfurecido en extremo contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades
extranjeras. 12 En esto estaba ocupado cuando iba a Damasco con autorización y
comisión de los principales sacerdotes.
19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial. 20 Más bien,
primeramente a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra
de Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se conviertan a
Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. 21 A causa de esto, los judíos me
prendieron en el templo e intentaron matarme. 22 Pero habiendo obtenido auxilio
de Dios, me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños
y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron
que habían de suceder: 23 que el Cristo había de padecer, y que por ser el
primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los
gentiles.
Salmo 66:16: «Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho
a mi alma».
Definitivamente, hay muchas más, pero analicemos al menos tres razones por
las que debemos reflexionar y compartir el evangelio.
Recuerda lo perdido que estabas realmente sin Dios. «Recuerda», como Pablo
instruye a los creyentes en Efeso en Efesios 2:12: «En aquel tiempo estabais sin
Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin
esperanza y sin Dios en el mundo». Recuerda cómo tú, como el predicador y
escritor de himnos John Newton escribió sobre sí mismo antes de su conversión,
eras «capaz de todo» y «no tenía[s] el más mínimo temor de Dios ante [tus] ojos…
ni la menor sensibilidad de conciencia». Recuerda cómo estuviste en el infierno,
cómo el vacío de las mentiras del mundo te roía, cómo tu corazón estaba frío y
duro como una piedra, recuerda cómo eras un enemigo de Dios.
Es fácil para nosotros hablar de dónde venimos, qué hacemos o qué tipo de cosas
nos gustan, las conversaciones entre cristianos deben estar llenas de testimonios
acerca de lo que el Señor ha hecho y lo que está haciendo. Aquí hay una pregunta
para ti:
¿Conoces las historias de cómo tus amigos, de cómo las personas en tu grupo
pequeño, de cómo las personas con las que te sientas regularmente cerca en la
iglesia, llegaron a conocer al Señor? ¿Cuando oras por tus amigos, compañeros y
miembros de la iglesia, agradeces a Dios por la forma en que él los salvó, por la
forma en que trajo un fiel testimonio del evangelio en sus vidas y los llevó al
arrepentimiento y la fe?
Si no es así, hazlo una tarea, incluso esta semana, pídeles que te cuenten su
historia y comparte la tuya con ellos. Puedes descubrir que al hacerlo quizá
sientas que el deseo de compartir tu fe crece nuevamente.
a. Antes
b. Cómo
c. Después