Cuento Contabilidad
Cuento Contabilidad
Cuento Contabilidad
Un Cuento Contable
Había una vez un árbol grande y hermoso plantado en medio de un pequeño prado, todo cubierto de césped.
Este árbol tenía muchos frutos, también representaba todo cuando tenía su dueño, todo lo que tenía, mantenía,
usaba, fabricaba, compraba y vendía estaba allí representado en este árbol.
Por su gran actividad el árbol se llamó Activo y donde estaba plantado se llamó contabilidad simple, a pesar de
su gran actividad su labor era incompleta y había muchas cosas que no podía representar, un día este árbol tuvo
dos Hijos muy parecidos quienes se quedaron a vivir allí en la misma finca una vez adultos lo ayudaban en su
pesada labor.
Mientras que el árbol seguía ocupándose de todo, sus hijos se dividieron el trabajo uno se ocupaba de las deudas
del negocio y el otro manejaba el dinero aportado por el dueño, por ello a este árbol se le llamó capital mientras
que a su hermano se le llamó pasivo.
El terreno donde trabajaban activo y pasivo cambio de nombre llamándose contabilidad por partida doble.
El árbol llamado capital debía trabajar diariamente mientras que el llamado pasivo haciendo honor a su nombre
solo laboraba una vez al mes.
Capital tuvo tres hijos que desde muy temprano decidieron ayudar a su padre en su diaria labor. Los tres hijos de
capital se llamaron ingresos, costos y gastos, ahora eran seis árboles trabajando de manera coordinada y con el
mismo objetivo.
Al terreno original le llamaron Cuentas reales y donde estaban los hijos de capital se llamó cuentas nominales no
obstante el nombre Contabilidad por Partida Doble se extendió a ambos terrenos.
El tronco representaba al grupo, las grandes ramas a los subgrupos, las ramas medianas a las cuentas, las ramitas
a las subcuentas y las hojas a los detalles.
Contabilidad Simple
Contabilidad por Partida Doble
Partes
Subtítulos
Características
Personajes
Tiempo
Lugar
Activo
Pasivo
Capital
Ingreso
Costo
Gasto
Hace Mucho Tiempo...
Un Pequeño Prado
Cuentas Reales
Cuentas Nominales
Integrantes:
Ernesto Samudio
INVENTARIO
Tal vez fue en una de aquellas tardes que tanto odia: tranquila, sin estruendos ni simulacros, de ésas cuando la
verdad comienza a petrificarse. O quizá fue una de las otras, fervientes, redentoras, alucinadas, de aquellas
cuando el espejo nos sonríe compasivamente.
La pregunta salió fluida, así como en una distracción del inconsciente: natural, como la muerte.
No hubo llantos ni suspiros, sólo el nacimiento de una gran montaña que surgía a sus espaldas, acorralándolo
para negar su pasado.
Sin nada que agregar, retiró la vista de aquellos ojos buscando el horizonte, pertrecho y escaso de sus veinte
años.
Y comenzó, por primera vez el inventario:
1.-Un cuerpo que espera placer y entrega gemidos; unos ojos grises que esperan el color de una vida plácida,
unos pies casi vírgenes pero encallecidos; unas manos llenas de líneas indescifrables y ansiosas.
2.-Dos o tres esperanzas, tres o cuatro líneas escritas a borbotones, un espejo cenicientezco, algunos libros
que a veces resuellan su condena inmóvil.
3.-Una despedida inconclusa, números de teléfonos inútiles, cientos de fotos dispersas y otras clasificadas que
le recuerdan sus raíces, grisáceas, sepia y carcomidas.
4.-Ganas, uno que otro terrible secreto, una confidencia olvidada por el confidente, dos labios tan rojos como el
deseo, fantasías en espera.
5.-Un amigo muerto a destiempo, otros con grilletes sonoros e invisibles, tres mujeres de piedra que vigilan, un
amor cansino.
6.- Voluntad, un carácter a veces insufrible, un padre fantasma, una hermana que nunca conocerá, una planta
antigua, dos tortugas que de noche se reproducen en la lujuria que provoca la humedad.
7.-Y un baúl, un enorme y austero cofre situado en la mitad de la vida que guarda y entumece algunos
recuerdos en proceso de olvido.
Fue así como esa tarde comprendió, a fuego, que las madres son una estela de piedra que narran su propia
historia y la de sus hijos, que a veces las palabras pronunciadas se van quedando como lima en el estanque en
el que reposa la Ofelia que todos llevan dentro, que sí, que no hay dudas, que el tiempo, Newton y los otros ya
no importan, porque la vida, como su madre respondiera exacta, certera y lapidaria, sí, la vida será siempre así.
TIEMPO PERDIDO
Manuela se escondió en el cuarto de lavado tapándose con la ropa sucia que estaba en una
canasta. Se sentía ansiosa, ya que era la primera vez que jugaba con vecinos de su misma edad,
entre ocho y nueve años. Pasaron las horas y nadie se asomaba por la puerta del cuarto, ni
siquiera se escuchaban pasos fuera de el. ¿Que habrá pasado? - se preguntaba y se prestaba a
salir de su escondite, pero el miedo de arruinar el juego la hacia permanecer en esa posición por
muy aburrida que estuviera... sintió ganas de orinar, pero se acomodaba para engañar la
necesidad que le aprisionaba la vejiga. Más horas y nada pasaba, hasta que las ganas de ir al
baño fueron más fuertes y con mucha pesadumbre salió fuera de su escondite... estaba algo
oscuro ya y se preguntaba que horas serían mientras abría la puerta del cuarto. Al entrar al baño,
notó que las cosas estaban algo raras, miró el espejo y un escalofrío recorrió su espalda... salió
gritando de la casa y se desmayó en la entrada.
El tema de conversación en el vecindario era aquella anciana que apareció desmayada en la casa
que yacía abandonada por más de 7 décadas.
-Sí, ¡el inventario de las cosas perdidas! -me contestó con cierta
energía y, no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió: