Cap Te Vielle
Cap Te Vielle
Cap Te Vielle
COORDINACIÓN EDITORIAL
ISBN 978-607-02-9741-0
CONTENIDO
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
Pauline Capdevielle
Diana Alejandra Avila Pérez
Capítulo primero
Reflexiones en torno a la secularización
y pluralismo
VII
VIII CONTENIDO
Capítulo segundo
Laicidad y libertades laicas
Capítulo tercero
Laicidad y políticas públicas
PRESENTACIÓN
X PRESENTACIÓN
dos como herramientas analíticas que permiten sentar las bases para el
análisis de la diversidad, tanto entre diferentes modelos de Estados como
dentro de ellos.
Asimismo, los textos presentados permiten definir la “laicidad” como
un concepto atravesado por un núcleo duro de preocupaciones, y a la vez,
dinámico en sus desarrollos y adaptaciones nacionales y locales. Desde la
primera perspectiva, la laicidad aparece siempre como una exigencia de au-
tonomía de lo político y de lo religioso, en aras de la defensa de la libertad
e igualdad de los individuos. Sin embargo, se hace también patente que la
laicidad no es un modelo predefinido, sino una estructura adaptable a un
tiempo y lugar que atiende a las necesidades políticas, jurídicas, sociales,
culturales e incluso económicas de cada sociedad.
Como consecuencia, el lector encontrará en los diferentes textos un
esfuerzo de reconstrucción histórica que hace patentes las inercias en la
aplicación de la laicidad como principio de las relaciones entre personas,
Estado e instituciones religiosas. Así, desde una perspectiva sociológica, de-
bemos atrevernos a hablar de laicidades en plural, a fin de generar mayor
inclusión de los diversos panoramas, incluso cuando no exista como tal un
reconocimiento formal del Estado laico a nivel jurídico. De esta manera, se
observa la construcción y reconocimiento de los derechos de las personas
a partir de la concepción laica, de tal suerte que su ámbito de aplicación,
aunque similar o igual, no arroja el mismo resultado.
El abordaje de políticas públicas —aportación fundamental de esta
obra— ilustra bien la idea anteriormente expuesta. Si bien existe un con-
senso en la mayoría de los ordenamientos constitucionales descritos en este
libro en torno a principios, valores y derechos, la definición y ejecución de
las políticas públicas muestran los diversos matices con los que la sociedad
vive la laicidad, así como el grado de implementación y recepción que se
tiene de esta estructura. Los programas y acciones diseñados desde arriba
por los Estados en materia de laicidad visibilizan las relaciones de fuerza a
distintos niveles, haciendo patentes las tensiones entre la legitimidad estatal,
las dinámicas de actuación de las poblaciones y los operadores políticos y
sociales a nivel local. De tal suerte, la laicidad, dentro de los mismos Esta-
dos, se desarrolla como un principio de geometría variable en sus condicio-
nes prácticas de aplicación.
La cuestión de las políticas públicas es, sin duda, imprescindible cuando
recordamos que la laicidad debe ser entendida como principio al servicio
de las libertades de los seres humanos. En este sentido, la autonomía entre
esfera política y religiosa postulada por ella garantiza precisamente a cada
individuo el desarrollo libre de sus convicciones, así como de sus proyectos
PRESENTACIÓN XI
XII PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN XIII
XIV PRESENTACIÓN
Pauline CaPdevielle*
Diana Alejandra avila Pérez**
ESTUDIO INTRODUCTORIO.
LA LAICIDAD DEL ESTADO MEXICANO
1 Hale, Charles A., El liberalismo mexicano en la época de Mora (1821-1853), 8a. ed., México,
y el Estado. En esta obra el autor estudia los avatares del conflicto religioso durante el gobier-
no de Plutarco Elías Calles y del llamado periodo del “maximato”.
En la primera mitad del siglo XIX las divergencias que le dieron vida a
México se adaptaron al tiempo, así, en unos momentos eran liberales contra
conservadores, en otros, federalistas y centralistas, republicanos y monár-
quicos, criollos y peninsulares, pugnas que eran en esencia iguales.
Con el Plan de Iguala el país conquistó la independencia, esto es, la
separación de España; sin embargo el esfuerzo de unos por conservar el
legado de Iguala, y el de otros por destruirlo, empeñó al país en una lucha
de un tercio de siglo.
En los inicios del México independiente la influencia del clero en la so-
ciedad mexicana era extraordinaria debido a su gran poderío económico.
Ningún otro grupo, ninguna otra clase social disfrutaba a este respecto de
semejante preponderancia social y política, mayor inclusive a su poder eco-
nómico. “Los miembros del clero no estaban aislados, convivían con el resto
de la población y en la difusión y dispersión de su organización en todo el
país, en su cercanía a los núcleos de población, se encontraba una causa de
la amplitud de su poder social”.3
En el campo esta influencia se ejercía activamente gracias al sistema de
la aparcería, utilizada por el clero en sus tierras, y también por los présta-
mos de dinero que otorgaba a los cultivadores. En las ciudades, la influencia
del clero no era menos grande: el arriendo de sus numerosas propiedades le
permitía controlar directamente a un gran número de personas, al tiempo
que el monopolio del comercio de dinero aumentaba la masa de sus deudo-
res, incluso entre las clases más pobres de la sociedad urbana.
Pero la influencia social del clero provenía también de su ascendiente
moral sobre un pueblo que permanecía profundamente católico. En este
dominio, el clero era “todopoderoso” y defendía celosamente la autoridad
espiritual que ejercía sobre la gran mayoría de la población.
De allí provenía la animadversión del clero mexicano hacia los extran-
jeros, los cuales, a sus ojos, representaban la introducción al país de ideas
opuestas al espíritu católico; y ello explica también la vigilancia extrema
que ejercía mediante numerosas corporaciones religiosas diseminadas por
todo el país.
Desde el punto de vista económico, hay que recordar que la guerra de
Independencia (1810-1821) provocó un auténtico desastre financiero para
el tesoro público de la joven nación mexicana. A partir de 1824, en el país
comenzó a percibirse la escasez de capitales, la cual se agravó todavía más
por el hecho de que la gran mayoría de los fondos particulares buscaban
3 Reyes Heroles, Jesús, El liberalismo mexicano, 2a. ed., México, Fondo de Cultura Econó-
4 Véase Ambroy, Carta al MAE de 12 de mayo de 1855, III, f. 334. Las grandes
riquezas de los conventos y su influencia sobre la población hacían a estas corporaciones
extremadamente poderosas en el país y en el interior de la propia Iglesia. En 1854 y 1855,
decidida la jerarquía eclesiástica a ejercer su control sobre los conventos, trató de introdu-
cir en ellos ciertas reformas. El fracaso de semejante tentativa no hizo sino mostrar clara-
mente la solidez y la resistencia de las comunidades religiosa. “Esta inexpugnable posición
de los conventos —comentó entonces Gavriac— debe ser un tema de estudios tan curiosos
como importantes. La cuestión de su mantenimiento o de su supresión, de su disminución
o de su reforma, está quizás estrechamente ligada a la existencia misma de la nación… Me
parece que la organización de las comunidades religiosas domina toda la cuestión en las
antiguas colonias españolas de América” (Carta al MAE, 3 de marzo de 1855, III, f. 277).
5 Gutiérrez Flores Alatorre, Blas José, Leyes de Reforma. Colección de las disposiciones que se
conocen con este nombre, publicadas desde el año de 1855 al de 1868, México, Imprenta de “El Cons-
titucional”, 1868-1870, t. I, p. 611.
lidad en la que vivía le país; así, el 5 de febrero de 1857 se creó una nueva
Constitución, que fue un catalizador de las diferencias entre partidos, lo
cual anunció un nuevo conflicto ideológico, siendo así el documento más
polémico en la historia de nuestro país.
Este texto constitucional era enteramente liberal, moderno y apegado
a las ideas vanguardistas de las naciones más avanzadas, entre las que se
encontraban libertades de trazo progresista como la libertad de expresión,
de asamblea y había uno que por su trascendencia en ese periodo supuso el
mayor obstáculo que habría de sortear para justificar su éxito: la libertad de
culto, un golpe al poder de la Iglesia católica en México; el inconveniente
fue que la sociedad y clase política mexicanas no estaban preparadas para
esto.
La libertad de culto para México fue un parteaguas en su historia, pues
recordemos que México era católico antes de nacer, el primer símbolo na-
cional que logró reunir a miles de personas sin importar diferencias eco-
nómicas, políticas o sociales fue el estandarte de la Virgen de Guadalupe
que acompañó a Hidalgo durante su campaña militar. Los documentos más
importantes creados durante la insurgencia, pilares del constitucionalismo
mexicano tales como Elementos Constitucionales de López Rayón (1811), Los
Sentimientos de la nación de José María Morelos (1813) y la Constitución de
Apatzingán (1814), establecían que la religión oficial y la única que debía
profesar el Estado era la católica, así como que los herejes y apóstatas per-
derían la ciudadanía. En 1824, México ya siendo independiente, la primera
Constitución Federal se hizo en “nombre de Dios todo poderosos, autor y
supremo legislador de la sociedad…”.
De esto podemos advertir que la independencia de México no hubiera
sido posible, en su tiempo, sin la Iglesia católica, la única conspiración exitosa
se forjó frente a la imagen de Cristo agonizante en el templo de la Profesa.
Los tres principios de la recién creada nación mexicana en Iguala fue-
ron “religión, independencia y unión”, que fueron plasmados en los tres
colores de la bandera que representa los tres pilares sobre los que se basó el
proyecto del Estado nacional mexicano.
Es por esto que cuando en la Constitución de 1857 se dio el golpe con-
tra el pilar religioso, el país tambaleó.
La Ley sobre Bienes Eclesiásticos, promulgada en 1847 por Valentín
Gómez Farías, es el antecedente de la Ley Juárez de 1885, de la Ley Lerdo
de (1856) y la Ley Iglesias de 1857, que en su conjunto son conocidas como
las “Leyes de Reforma”, mismas que establecieron la línea religiosa que
predominaría en el Congreso constituyente de 1856-1857. En el Congreso
de los cultos se les consideraba como personas que ejercían una profesión
y estarían directamente sujetas a las leyes que sobre la materia se dictaran.
En dicho precepto constitucional se establecía también la prohibición
para heredar, por sí o por interpósita persona, de un ministro de cualquier
culto, un inmueble ocupado por cualquier asociación de propaganda reli-
giosa, de fines religiosos o de beneficencia.
Asimismo, se prohibía a los ministros de culto heredar, por testamento,
de los ministros del mismo culto o de un particular con quien no tuvieran
parentesco dentro del cuarto grado.
En ese sentido, los ministros de los cultos podían heredar por sucesión
legítima de los ministros del mismo culto o de los particulares a pesar de que
tuvieran una relación de parentesco de cualquier grado, pues la prohibición
sólo alcanzaba a la sucesión testamentaria. Asimismo, los ministros del cul-
to podían heredar de parte de ministros de otro culto o de particulares con
quienes tuvieran una relación de parentesco dentro del cuarto grado.
Por virtud de la reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de
la Federación el 28 de enero de 1992, se modificó el citado artículo 130 para
quedar de la manera siguiente:
Para los efectos de esta Ley, se consideran ministros de culto a todas aquellas
personas mayores de edad a quienes las asociaciones religiosas a que perte-
nezcan confieran ese carácter. Las asociaciones religiosas deberán notificar
a la Secretaría de Gobernación su decisión al respecto. En caso de que las
asociaciones religiosas omitan esa notificación, o en tratándose de iglesias o
Los ministros de los cultos no pueden ser herederos por testamento de los
ministros del mismo culto o de un particular con quien no tengan parentesco
dentro del cuarto grado. La misma incapacidad tienen los ascendientes, des-
cendientes, cónyuges y hermanos de los ministros, respecto de las personas a
quienes éstos hayan prestado cualquiera clase de auxilios espirituales, durante
la enfermedad de que hubieren fallecido o de quienes hayan sido directores
espirituales los mismos ministros.
Por otra parte, por “asociación religiosa”, debe acudirse a lo que dispo-
ne el mismo artículo 130 constitucional en su inciso a; de dicho enunciado
normativo resulta que son asociaciones religiosas —un tipo especial de per-
sona moral— única y exclusivamente las Iglesias y agrupaciones religiosas
que obtengan su registro como tales en términos de la ley reglamentaria, y
cuyo objeto y finalidad sea justamente la propagación de su fe y la ministra-
ción de los ritos relativos: “Las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán
personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su
correspondiente registro. La ley regulará dichas asociaciones y determinará
las condiciones y requisitos para el registro constitutivo de las mismas”.
En otro aspecto, una asociación civil es una persona jurídica con pa-
trimonio y personalidad jurídica propia, cuyo origen es el contrato por el
que varios individuos consienten en reunirse de forma no transitoria para
conseguir un fin común no prohibido por la ley y no preponderantemente
económico.
Lo anterior se desprende de lo dispuesto en el artículo 1996 del Código
Civil para el estado de Tamaulipas, a precisar: “Cuando varios individuos
convinieren en reunirse, de manera que no sea enteramente transitoria,
para realizar un fin común que no está prohibido por la ley y que no tenga
carácter preponderantemente económico, constituyen una asociación civil
con patrimonio y personalidad jurídica propia”.
De lo hasta ahora reseñado se puede arribar a las subsecuentes conclu-
siones:
biblioGrafía
meyer, Jean, La cristiada, 4a. ed., México, Siglo XXI, 1976, t. 2: El conflicto
entre la Iglesia y el Estado.
reyeS heroleS, Jesús, El liberalismo mexicano, 2a. ed., México, Fondo de
Cultura Económica, 1974.
PREÁMBULO.
miedo y laiCidad
1979, p. 32.
2 Ibidem, p. 31.
23
vaba su fe hasta la vida pública y decía que la libertad era el “plan del Cielo
para la humanidad”. El presidente que defendió el “poder de la fe” e hizo
que en la Casa Blanca fuera obligatorio asistir a las sesiones de lectura bí-
blica.3 Pero, como se sabe, fue con base en esa fe con la que trató de ayudar
al mundo, sobre todo, quiso salvar a Iraq de la perdición eterna; y por ello
aniquiló a 600,000 personas en 2006, y se contaban casi un millón en 2007,
según el estudio del Opinion Research Business.
En el siglo XXI, como en los anteriores, la laicidad se encuentra ence-
rrada en medio de un juego perverso guiado por el miedo. Como celador
de una prisión que aún sin haber sido condenado vive en el infierno, la lai-
cidad se encuentra encerrada en un mundo de temor: el temor de aquellos
que no creen en un “ser superior” y se resisten a ser gobernados por una
idea fundamentada en su existencia, y el temor de quienes consideran que,
cuando el Estado no se basa en sus creencias sobre el destino divino, nos
está guiando hacia la perdición eterna.
Para el pensamiento laico, el miedo llega por partida doble: el dogmá-
tico teme al antidogmático y el antidogmático al dogmático. Y en medio de
ellos el pensamiento laico se convierte, como el Hermes de la era moderna,
en conciliador entre estos dos bandos que se temen mutuamente en térmi-
nos políticos. La laicidad, como pensamiento mediador del liberalismo, no
puede favorecer ni a la antirreligiosidad, como tampoco a la religiosidad;
debe mantenerse incólume entre dos reclamos que difieren sobre los funda-
mentos de la autoridad política. Dos bandos irreconciliables en tanto que
uno procura su libertad y autonomía en el mundo terrenal, y el otro conti-
núa angustiado por su destino divino.
Esta angustia que refiero es traducida en la Biblia con la palabra “mie-
do”. La primera emoción experimentada por los personajes de la Biblia.
Cuando Adán come del árbol del conocimiento, descubre que está desnu-
do y se esconde. Se esconde de Dios, quien lo está viendo, y le confiesa:
“Tenía miedo porque estaba desnudo”. La historia de la Iglesia católica ha
estado construida sobre esta misma base. Sobre la base del temor, el temor
a Dios, el temor al pecado y el temor al infierno. Moisés insta a los judíos
a que abandonen su miedo a los enemigos y teman a Dios. El miedo fue la
causa y la herramienta de la Santa Inquisición; momento de la historia en
el que las leyes positivas equivalían a las leyes de la Iglesia. Hay que temer
para salvarse en el más allá. De ahí el miedo que genera en los creyentes
(los más fundamentalistas) que el Estado no esté guiado por las enseñanzas
3 Singer, Peter, El presidente del bien y el mal. Las contradicciones éticas de George W. Bush, Bar-
del libro sagrado. Pues para ellos debe existir una relación intrínseca entre
el pecado y la ley. Entonces, ¿qué sucede cuando lo que está plasmado en
la ley positiva, en la ley creada por el ser humano, contradice las enseñan-
zas divinas?, ¿qué sucede cuando la ley no corresponde con el pecado o
con la ley de Dios?
Es por ello que la laicidad, como figura central del liberalismo y enseñan-
za que heredamos de la Ilustración, siempre está presente cuando tratamos
de responder preguntas centrales de la filosofía política, como: ¿debe estar la
autoridad política fundamentada en la razón o en la revelación?, ¿Jerusalén
o Atenas?, ¿la autoridad política radica en el reconocimiento democrático o
en el reconocimiento divino?, ¿las leyes son buenas porque las hemos elegido
nosotros, o son buenas porque reflejan la voluntad de un Dios?
Esa calidad de Hermes conciliador que le confiero a la laicidad, mode-
rador entre lo terrenal y lo divino, es lo que en la literatura especializada se
le suele atribuir cuando la relacionan con otros conceptos distintos como la
neutralidad y la tolerancia. La reconocen como un punto intermedio que
concilia entre nuestra libertad de creer y la prohibición de imponer.
Indudablemente, estos conceptos están, hasta cierto grado, relacionados
e intrincados con una misma clase de doctrina filosófica —el liberalismo—,
pero debemos notar que son de distinto calado y que requieren, normati-
vamente hablando, cosas distintas. Empero, y a pesar de estas diferencias
conceptuales que son importantes, lo relevante de esta relación es que el li-
beralismo le ha conferido a la laicidad el papel de mediador ilustrado entre
polos radicalmente distintos que surgen por el miedo, y la considera como
el antídoto del temor, calificándolo de infundado.
El miedo por quién ocupará el poder político e imponga su visión del
mundo sirve como válvula de escape de los valores políticos liberales. El
miedo al fundamentalismo, el miedo al totalitarismo, apoyan la idea de la
tolerancia, del pluralismo y, por supuesto, del pensamiento laico.
Las sociedades modernas, temerosas de contraer enfermedades ideoló-
gicas como el dogmatismo religioso o el nihilismo moral, encuentran susten-
to para el liberalismo en el pensamiento laico; éste se convierte en la penici-
lina que cura estas enfermedades endémicas de las sociedades plurales. Por
ello, el liberalismo construye su pensamiento con diferentes clases de antí-
dotos: el imperio de la ley, la democracia liberal, y los derechos humanos.
Es decir, el miedo no es únicamente una preocupación de los religiosos
sino también de los seglares. En la época premoderna ambos, religiosos y
seglares, cultivaban deliberadamente el miedo como apoyo a una especie de
conocimiento moral sobre cómo debían conducirse los hombres y las muje-
res en tanto seres éticos. Es muy conocido que uno de los fundamentos del
pensamiento hobbesiano, en el que radica la fundamentación del Estado,
es el miedo.
Pero también encontramos la misma preocupación dentro del pensa-
miento liberal. Autores como Locke consideran al miedo como un estado de
intranquilidad mental; el filósofo inglés estima que “el principal acicate de la
laboriosidad y las acciones humanas, si no es que el único, es la intran-
quilidad”, es decir, el miedo.4 Para Rousseau, el fundamento del contrato
social deriva de la depravación del hombre. Rousseau tiene que esperar a
la corrupción del alma, debe esperar a que el bon sauvage se convierta en
“animal degenerado”, para encontrar los fundamentos del contrato social
y justificar el paso a la República; momento en el que ya no existe la im-
posición unilateral del poder, sino que éste ya pertenece a todos.
El liberalismo moderno, desde Rawls a la fecha, se ha configurado como
una doctrina que pretende construir una moral independiente de cualquier
concepción comprehensiva del bien; basada en la idea de un “consenso
traslapado” que logre aglomerar las preocupaciones generales y compar-
tidas de todos los individuos con el fin de lograr una estabilidad social. Lo
importante acá es la distancia que toma el liberalismo frente a cualquier
concepción del bien.
Así, el liberalismo político también está relacionado con el mismo miedo en
el que está inmiscuida la laicidad. Un miedo ante el dogmatismo y el funda-
mentalismo ideológicos. El liberalismo político trató, desde la aparición de A
Theory of Justice, de encontrar una fórmula que evitara el maniqueísmo políti-
co de la época. De ese maniqueísmo político entre izquierda y derecha, entre
comunismo y capitalismo, entre creyentes y agnósticos, que Rawls veía como
la imposición política de distintas concepciones del bien, contradictorias e
inconmensurables, las cuales no necesariamente son correctas o razonables.
Fue el espíritu que antes también guió a Hannah Arendt cuando analizó
el páramo moral en que resultó la Segunda Guerra Mundial. Para Arendt,
los axiomas del pasado ya no servían, eran inoperantes, y lo que quedó fue
el miedo de los horrores generados durante la guerra, pero en ese miedo
yacía el instrumento de un nuevo consenso moral y político.5 Era, de nueva
cuenta, el miedo lo que movía la maquinaria del pensamiento liberal.
En temas directamente relacionados con la laicidad, es el miedo al im-
perio de una religión como mecanismo de fundamentación de los criterios
4 Locke, John, An Essay Concerning Human Understanding, Campell Fraser, Alexander (ed.),
6 Sher, George, Beyond Neutrality. Perfectionism and Politics, Cambridge, Cambridge Univer-
Aquellos que tienen ideas correctas o profundas sobre la bondad puede ser
que carezcan de la habilidad para afectar la retórica pública o para influir en
aquellos que tienen el poder, ya sea porque su público potencial está sesgado,
cesarán hasta que las distintas fracciones religiosas no consigan aceptar que
el bien común se construye con base en una moral de aceptación universal
y, en consecuencia, dejen de perseguir el poder estatal; hasta entonces, la
única salida que tenemos está marcada por el mecanismo liberal que llama-
mos laicidad.
biblioGrafía
CaPítulo Primero
REFLEXIONES EN TORNO A LA SECULARIZACIÓN
Y PLURICULTURALISMO
I. introduCCión
35
3 Mardones, José María (dir.), Diez palabras clave sobre fundamentalismos, Navarra, Verbo
Divino, 1999, p. 31.
5 Gauchet, Marcel, El desencantamiento del mundo, una historia política de la religión, Madrid,
9 Asad, Talal, Formations of the Secular. Christianity, Islam, Modernity, California, Stanford
University Press, 2003.
10 Hervieu-Léger, Danièle, Religión, hilo de memoria, Barcelona, Herder, 2005.
11 Ramón Solans, Francisco Javier, La virgen del Pilar dice… usos políticos y nacionales de un
Pele, Antonio et al., (eds.), La laicidad, Madrid, Dykinson, 2010, colección Debates del Institu-
to Bartolomé de las Casas, Universidad Carlos III de Madrid.
V. ConCluSioneS
and Political Weekly, India, vol. XLVIII, núm. 50, diciembre 2013, disponible en: http://www.
academia.edu/5387073/Revisiting_Secularism_Secularism_and_Secularisation-A_Bibliographical_Es-
say.
VI. biblioGrafía
Bahattin akSit**
I. introduCCión
El año 2015 será crucial para el futuro del Estado laico en Turquía. En junio
de este año se llevarán a cabo elecciones generales, donde los partidos más
importantes estarán contendiendo. Tres partidos de oposición son de orien-
tación laica dentro del marco parlamentario plasmado en las Constituciones
desde 1924, mientras que el partido en el poder y el presidente recientemente
electo se han vuelto abiertamente en contra del régimen parlamentario y
* Una primera versión de este ensayo fue presentada en la Conferencia organizada por
la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos (OSCE), y el Comité Estatal
para Relaciones religiosas de la República de Kyrgyz, Osh, Kirguistán, el 3 y 4 de diciembre
del 2003. La segunda versión fue presentada con motivo del taller organizado por el Instituto
Goethe y el Departamento de Filosofía de METU de Identidad Islámica y Cambio Social
Ankara, el 24 y 25 de mayo. La versión actual incluye algunas ideas de las versiones anterio-
res pero se aparta en otras, especialmente, al incluir hallazgos de investigaciones recientes.
Aksit, B. et al., Turkiye’de Dindarlık: Sosyal Gerilimler Ekseninde İnanc ve Yasam Bicimleri (Religiosity
in Turkey: Modes of Life and Belief in the Context of Social Tensions), Estambul, Iletisim
Publications, 2012.
La versión publicada por la Cátedra Extraordinaria “Benito Juárez” del Instituto de In-
vestigaciones Jurídicas de la UNAM fue traducida por Diana Alejandra Avila Pérez.
**
Profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad de Maltepe, Estambul.
47
48 BAHATTIN AKSIT
están optando por una nueva Constitución, la cual será esencialmente pre-
sidencial, autoritaria, conservadora y orientada religiosamente. Si el partido
que está actualmente en el poder, y que lo fue durante los últimos trece años,
gana las próximas elecciones, estará en el poder hasta el 2019, a sólo cuatro
años del centenario del establecimiento de la República secular turca.
Éste es el enigma que ha mantenido mi mente comprometida y ocu-
pada por la última década. El Estado secular turco ha estado vigente por
más de noventa y un años con sus altibajos: empezó con una alta dosis de
secularización entre 1924 y 1946, y continuó con una dosis moderara, des-
pués de la transición hacia un sistema multipartidista en 1946, hasta fina-
les de los años noventa. Sin embargo, esta tendencia parece revertirse en
dirección de una islamización de la sociedad, con la llegada al poder de un
partido de islam político, el Partido Justicia y Desarrollo (PJD/AKP) que
ganó las elecciones en 2002, 2007 y 2011. Estas victorias electorales fueron
consolidadas en 2014 con la elección de Recep Tayyip Erdogan como el
primer presidente electo popularmente.1
Un desarrollo paradójico se dio de la siguiente forma: durante el pe-
riodo secular de noventa y un años, se aplicaron las normas seculares a la
sociedad, las cuales fueron criticadas como mecanismo de ingeniería social
por los actuales dirigentes del partido y otros grupos religiosos de oposición,
mientras que buena parte de la sociedad resistió a la secularización, siendo
islámicos en su esfera privada e insistiendo en la presencia de símbolos y
prácticas islámicas en la esfera pública. Sin embargo, a partir de la llegada
al poder del Partido Justicia y Desarrollo, parece que sucedió lo contrario:
mientras el Estado hace cumplir las normas religiosas a la sociedad median-
te el sistema educativo y la movilización del partido, ha habido una resis-
tencia secular de una parte sustancial de la sociedad, como por ejemplo el
movimiento Taksim Gezi en Estambul.2
Asimismo, mientras en el pasado la secularización impuesta por el Esta-
do y las instituciones educativas y el incremento de los niveles de educación
y bienestar dieron lugar a una tendencia en dirección de una islamización
1 Recep Tayyip Erdogan es fundador y líder del Partido Justicia y Desarrollo (JDP/
AKP); fue primer ministro de 2003 a 2014, y desde agosto de 2014 es el primer presidente
de la República electo de forma popular. Su elección con base popular le dio mayor poder
que sus predecesores electos por el parlamento, con excepción de los presidentes fundadores
y los presidentes con una intervención militar. Con las elecciones de junio de 2015, busca
una mayoría que reforme la Constitución hacia un mayor presidencialismo. Los sectores
seculares de la sociedad temen un estilo de gobierno autoritario, conservador y antisecular.
2 Entre mayo y julio de 2013 se organizó una resistencia social y política en el parque
Taksim Gezi en el centro de Estambul, cuando el municipio inició un proyecto de renovación
urbana de construcción de un centro comercial en el centro del área verde. La resistencia se
extendió al resto de la Turquía e involucró a millones de personas.
50 BAHATTIN AKSIT
9 Idem.
10 Idem.
11 Idem.
12 Véase Casanova, J., Public religions in the modern world, Chicago, University of Chicago
Press, 1994; Durham, W. Cole, Freedom of Religions or Belief in Constitutional Orders, documento
presentado en la conferencia organizada por OSCE, Oficina de Instituciones Democráticas
y Derecho Humanos, y por el Comité Estatal de Asuntos Religiosos, Osh, 3 y 4 de diciembre
de 2003; así como Willaime, J. P., “Religion, State and Society in Germany and France”,
documento presentado en el encuentro anual de la Asociación de Sociología de la Religión,
Atlanta, Georgia, 15 de agosto de 2003, disponible en: http://hirr.hartsem.edu/sociology/sociolo-
gy _online_articles_willaime.html.
13 Durham, W. Cole, op. cit.
14 Idem.
15 Casanova, J., op. cit.
52 BAHATTIN AKSIT
22 Véase Gellner, E., idem; así como Azmeh, A., Islam and Modernities, Londres, Verso
Publications, 1993, pp. 104-121.
23 Gellner, Ernest, op. cit., p. 69.
24 Véase Najmabadi, E., “Hazards of Morality and Modernity: Women, State and
Ideology in Contemporary Iran”, en Kandioti, D. (ed.), Women, Islam and the State, London,
MacMillan, 1991; y Parsa, M., Social Origins of Iranian Revolution, Nueva Jersey, Rudgers Uni-
versity Press, 1989.
25 Asad, T., Formations of the Secular: Christianity, Islam and Modernity, California, Standford
University Press, 2003.
26 Joseph, S., “Elite Strategies for the State Building: Women, Family, Religion and State in
Iraq and Lebanon”, en Kandioti, D. (ed.), Women, Islam and the State, Londres, Macmillan, 1991.
54 BAHATTIN AKSIT
27Froese, P., “Forced Secularization in Soviet Russia: Why an Atheist Monopoly Failed”,
Journal for Science Study of Religion, Estados Unidos, 2004, pp. 35-50.
28 Aksit, B. et al., “Islamist Civil Society Organizations”, en Aktay, Y. (ed.), Islamism in
Turkey, Iletisim Yayınları, 2004, pp. 664-681.
29 El proyecto de investigación fue realizada por Bahattin Aksit, Recep Sentuk, Onder
Kucukural y Kurtulus Cengiz. El título del proyecto fue “La estructura social y la religión en
Turquía”, núm. 108 K 202. El libro fue publicado como Aksit, B. et al., Türkiye’de Dindarlık:
Sosyal Gerilimler Ekseninde İnanç ve Yaşam Biçimleri, (Religiosidad en Turquía: modos de vida y
creencia en el contexto de las tensiones sociales), Estambul, Ilotismo, 2012.
30 Habermas, J., The Theory of Communicative Action, Reason and Rationalization of Society,
Boston, Beacon Press, 1984, vol. 1.
31 Habermas, J., The Theory of Communicative Action. Lifeworld and System: A Critique of
Functionalist Reason, Cambridge, Polity Press, 1987, vol. 2.
32 Habermas, J., The Structural Transformation of the Public Sphere, Cambridge, Polity Press,
1989.
33 Parsons, T., The System of Modern Societies, Nueva Jersey, Printice-Hall, 1971.
34 Idem.
35 Chatterjee, P., The Politics of the Governed: Reflections on the Popular Politics of the Most of the
56 BAHATTIN AKSIT
públicos siendo que éstas son de índole privada, tal es el caso de rezar de
forma pública o privada (aunque en etapas tempranas de la secularización
de Turquía la práctica del rezo fue desplazada a la esfera privada). El quin-
to punto es relativo a las tensiones entre las interpretaciones tradicionales y
modernas de las actividades cotidianas, de los significados religiosos y de las
actuaciones. Las interrogantes que pueden representar esas tensiones y sus
posibles soluciones son formuladas en las celdas de la sección transversal del
siguiente cuadro.
38 Cuadro tomado de Aksit et al., Turkiye’de Dindarlık: Sosyal Gerilimler Ekseninde İnanc ve
Yasam Bicimleri, cit., pp. 533-535.
58 BAHATTIN AKSIT
de Turquía en sus diversos periodos, véase Keyder, C., State and Class in Turkey: A Study in
Capitalist Development, Londres, Verso Publications, 1987; así como Aksit, B. y Aksit, E. E.,
“Shifting Conceptions of Science, Religion, Society and State in Turkey”, Middle East Criti-
que, Suecia, vol. 19, núm. 1, 2010, pp. 71-87.
60 BAHATTIN AKSIT
40 Véase Keyder, C., State and Class in Turkey: a Study in Capitalism Development, Londres,
Verso Publications, 1987; y Chatterjee, P., The Politics of the Governed: Reflections on the Popular
Politics of the Most of the World, Nueva York, Colombia University Press, 2004.
nivel político, este periodo fue caracterizado por tres mandatos del Partido
Justicia y Desarrollo. Durante esta fase, se llevaron a cabo protestas a favor
de una mayor democratización del Estado, y a favor de la secularización, en
contra de la islamización de la esfera pública y del sistema político.
En la segunda mitad de los años 1990 hubo algunas discusiones acerca
del ascenso del capital islámico41 que desafiaba el sistema secular, pero fue-
ron desplazadas a un segundo plano durante la última década. La banca sin
intereses y/o con participaciones entró a Turquía durante los años 1990; sin
embargo, la cuestión de si su participación en el sistema bancario alcanzó
un nivel crítico para influir en el sistema como un conjunto no es conocida
y no ha sido discutida abiertamente en la actualidad.
He aquí un breve resumen de las opiniones que resultaron de las en-
trevistas a profundidad, respecto de las preguntas de la columna sobre el
sistema económico en el cuadro acerca de la influencia de la religión en las
actividades económicas diarias.
Los entrevistados pueden ser clasificados en cuatro grupos de acuerdo
con sus opiniones acerca de la lógica del sistema económico con las ense-
ñanzas de la religión y las tensiones que han experimentado al tomar de-
cisiones. El primer grupo considera que el campo económico está operan-
do desde su propia lógica a partir de la economía como ciencia social, en
donde la religión no puede ni debe interferir. Los miembros de este primer
grupo afirman que sus decisiones son tomadas con base en el conocimiento
científico. Este grupo parece representar un tercio de la población adulta.
El segundo grupo opina que los actores económicos deben manejar sus
actividades económicas tomando en cuenta los principios y normas religio-
sos mientras sea posible. Por ejemplo, no manejarán intereses al considerar-
los como usura, la cual es prohibida por la religión. Sin embargo, si no es
posible hacer una inversión sin un crédito bancario que implique una tasa
de interés, tomarán su decisión de acuerdo con su propia lógica y razona-
miento antes expresado.
El tercer grupo tomaría la misma decisión, tras haber consultado perso-
nas educadas de un modo religioso, y haber recibido su autorización.
El cuarto grupo no tomará decisiones en contra de las reglas religio-
sas. Incluso, algunos de ellos consideran que el Estado debe organizarse de
acuerdo con las prescripciones religiosas e intervenir en actividades econó-
micas conforme a las reglas de la Sharia.42
62 BAHATTIN AKSIT
43 Véase Moore, B., Social Origins of Dictatorship and Democracy, Londres, Penguin Books,
1966; y Trimberger, K., Revolution from Above: Military Bureaucracy and Development in Japan, Tur-
key, Egypt and Peru, Nueva Jersey, Transaction books, 1978.
44 Véase Mardin, S., “Center-Periphery Relations: A Key to Turkish Politics?”, Daeda-
lus, Massachusetts, vol., 102, núm. 1, 1973, pp. 69-190; i. d., “Some Notes on Normative
Conflict in Turkey”, en Berger, P. (ed.), The Limits of Social Cohesion: Conflict and Mediation in
Pluralist Societies, Boudler, Westview Press, 1998; Heper, Metin, The State Tradition in Turkey,
Walkington, Eothen Press, 1985; i. d. “The Strong State as a Problem for the Consolidation
of the Democracy, Turkey and Germany Compared”, Comparative Political Studies, California,
vol. 25, núm. 2, 1992, pp. 125-151; y Keyder, C., op. cit.
45 Para una tentativa similar veáse Keyder, C., op. cit., 1987 y Aksit, B., “Shifting Concep-
tions of Science, Religion, Society and State in Turkey”, Middle East Critique, vol. 19, 2010,
pp. 71-87.
46 Idem.
64 BAHATTIN AKSIT
66 BAHATTIN AKSIT
Un tercer grupo está conformado por personas religiosas que parecen es-
tar cómodas con el sistema económico y político que está consolidado a nivel
nacional e internacional. Para ellos, una democracia pluralista que brinda es-
pacios relativamente libres para la práctica de sus creencias tanto en la esfera
pública como en la privada parece ser la mejor opción disponible.
Finalmente, el cuarto grupo agrupa a las personas seculares que están
dispuestas a vivir en una sociedad democrática y pluralista en la cual las co-
munidades, así como las asociaciones religiosas y seculares coexistan y se reor-
ganicen en lugar de pelear entre sí, destruyéndose o subordinándose.
IV. ConCluSión
49 Aksit, B. et al., “Civil Society Organizations and State in the Context of Earthquake as
Represented in Three Newspapers in Turkey”, Culture and Modernity, Ankara, Turkiye Kultur
Arastırmaları ve Tetragon yayını, 2003, pp. 157-179.
68 BAHATTIN AKSIT
política que pueden ser confrontados mediante el debate. Sin embargo, una
paradoja puede contraponerse a esta optimista nota final. La paradoja resi-
de en las reformas democratizadoras relacionadas con la Unión Europea. El
actual partido democrático conservador “Justicia y Desarrollo”, con raíces
en el Islam político, ha estado llevando a cabo algunas reformas democra-
tizadoras, por un lado; sin embargo, por el otro, promovió algunas leyes
orientadas a la seguridad que restringen los derechos reconocidos en las
reformas democratizadoras. La paradoja está relacionada con la posibili-
dad de islamizar la sociedad, y de este modo fortalecer las estructuras de
autoridad jerárquica basadas en la fe, y prever un Estado secular que tenga
la misma distancia o cercanía para todas las religiones y sectas, creyentes y
no creyentes. El actual gobierno trabaja en la dirección de un cambio de las
prácticas elitistas excluyentes de los gobiernos anteriores hacia el islamismo
y el nacionalismo kurdo. Sin embargo, es preocupante para los sectores
seculares que el actual gobierno fomente prácticas excluyentes respecto a
ellos.
Además, los nuevos desarrollos globales parecen estar reforzando algu-
nas tendencias en la dirección de desdiferenciación, desmodernización y
desecularización o postsecularización que ponen en peligro las lógicas rela-
tivamente autónomas de sectores como la economía, el sistema universita-
rio y los campos de las ciencias y las artes. El actual partido (con orientación
religiosa) que está en el poder parece tomar la iniciativa y trabajar para el
fortalecimiento de estas tendencias en contra del Estado secular y los secto-
res de la sociedad secular. Los resultados de las elecciones de junio de 2015
nos mostrarán que tendencia prevalecerá.
V. biblioGrafía
70 BAHATTIN AKSIT
Cakir, R. et al., Imam-Hatip Schools: Myths and Realities (en turco), Estambul,
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72 BAHATTIN AKSIT
Néstor da CoSta*
I. introduCCión
Uruguay es un pequeño país del sur de América Latina que construyó una
experiencia de laicidad fuertemente inspirada en el modelo francés y que
incluso llegó a niveles de mayor radicalidad. Esta asunción hace necesario
compartir algunas de las características de la laicidad uruguaya. Todos habla-
mos desde algún lugar y un tiempo concreto, más allá de nuestros esfuerzos
por tener lecturas “avalorativas” como sociólogos.
Previamente recordemos que el término “laicidad” no tiene un signi-
ficado unívoco ni dentro ni fuera de fronteras ni muchos menos universal,
pese a que los uruguayos creemos que es lo más natural del mundo, y cuan-
do salimos al exterior volvemos impresionados por cómo se vive lo religioso
dentro del espacio público en otros países.
Entiendo necesario tomar el fenómeno de la laicidad como un proceso,
o varios procesos, más que como un modelo predefinido a seguir o alcanzar.
Asume diferentes modalidades y formatos según diversos lugares, historias,
actores involucrados. Son pocos los países donde el término laicidad tiene
una significación importante. Sabemos que no tiene traducción a idiomas
73
74 NÉSTOR DA COSTA
76 NÉSTOR DA COSTA
Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene re-
ligión alguna. Reconoce a la Iglesia Católica el dominio de todos los templos
que hayan sido, total o parcialmente construidos con fondos del erario nacio-
nal, exceptuándose sólo las capillas destinadas al servicio de los asilos, hospi-
tales, cárceles u otros establecimientos públicos. Declara asimismo exentos de
toda clase de impuestos a los templos consagrados actualmente al culto de las
diversas religiones.6
6 Véase Constitución de la República Oriental del Uruguay, desde 1919 a la fecha todas las
reformas constitucionales han dejado intocado este artículo.
78 NÉSTOR DA COSTA
También en 1919 se llevó a cabo por ley lo que se conoce como la “se-
cularización de los feriados” que consistió en el cambio de denominación
legal de los días feriados, de ahí que la Navidad pasó a denominarse “día
de la familia”; el día de la Epifanía —6 de enero— pasó a denominarse
día de los niños; la Semana Santa fue nombrada Semana de Turismo, entre
otros. Esa denominación legal existe hasta hoy, aunque la apropiación cul-
tural ha hecho que el 25 de diciembre sea llamado Navidad.
Fue en esa época que se procedió al cambio de nombres de varias ciuda-
des y localidades (más de 30) que perdieron sus nombres de santos a favor de
nombres laicos, por ejemplo, Santa Isabel pasó a llamarse Paso de los Toros,
o San Fernando cambió a Maldonado.
Esos dos contendores, que efectivamente disputaban espacios, se en-
frentaban bajo las premisas de cada uno; el ejemplo francés como ideal, un
claro jacobinismo, la impronta de la Ilustración, por un lado; y el combate
a la modernidad en forma intransigente, por el otro, resistiendo la pérdida
de espacios hasta ahora ocupados por ella, actitudes que —se entendía en-
tonces— iban contra la voluntad de Dios, al oponérse.
Resulta ejemplificante, para dar cuenta del clima de la época y los ex-
tremos del enfrentamiento, hacer referencia a los llamados “banquetes de
la promiscuidad”. Eran eventos organizados por connotadas personalidades
públicas del mundo liberal, convocando en la prensa de la época a realizar
el día viernes de semana santa, grandes parrilladas en la esquina opuesta
a la catedral y algunas Iglesias destacadas. El nivel del enfrentamiento era
ciertamente fuerte y la dialéctica del mismo generó un claro anticlericalis-
mo, en el que mucha responsabilidad tuvo, también, la actitud intransigente
de la Iglesia católica.
Siguiendo a Casanova, parece verificarse que en aquellos lugares en
que la religión, y en este caso la Iglesia católica, resistió los cambios pro-
pios del proceso de secularización, entendida ésta como “diferenciación
de las esferas seculares de las instituciones y normas religiosas”,7 en forma
fuerte, lo religioso culminó privatizándose a la vez que se generó un ro-
busto anticlericalismo. Ya Emile Poulat lo había indicado. Efectivamente
la Iglesia católica y también el “creer religioso” fueron desplazados hacia
los márgenes de la sociedad, volviéndose algo privado, reducido a la esfera
de lo íntimo, familiar, saliendo de la esfera ya no sólo estatal sino también
pública.
La Iglesia católica terminó aceptando la salida de lo público y su nuevo
lugar social. Coincidentemente con una larga crisis de autoridad provocada
7 Casanova, José, Religiones públicas en el mundo moderno, Madrid, PPC, 2000.
por la ausencia del único obispo uruguayo tras la muerte del arzobispo Ma-
riano Soler en 1908, se estuvo sin obispo hasta la separación institucional
de 1919.
La Iglesia católica se recluyó en lo privado y así lo evidencian las cartas
pastorales y documentos de la época, mayoritariamente centrados en las
costumbres personales. Recién en la década de 1960 se produce un cambio
al respecto volviéndose a una preocupación por lo público, aunque aban-
donando la pugna por la instalación como religión del Estado. Este despla-
zamiento a lo privado influyó a todo el espectro religioso del país y no sólo
a la Iglesia católica.
Durante décadas se pensó que la secularización implicaba privatización
de lo religioso pero esas perspectivas han sido rebatidas por estudios que
culminan afirmando que la privatización de lo religioso no es una tendencia
estructural moderna ni un elemento constitutivo de la secularización,8 sino
un fenómeno que se da sólo en determinadas situaciones.
8 Idem.
9 La Mañana, Montevideo, 2 de abril de 1987.
80 NÉSTOR DA COSTA
10 Idem.
11 La prensa escrita de la época proporciona una amplísima información sobre el parti-
cular al divulgar opiniones, publicar cartas de los lectores a favor y en contra, así como ser
vehículo de comunicados oficiales de diversos actores sociales.
12 El Diario, Montevideo, 5 de mayo de 1987; y La Mañana, Montevideo, 6 de mayo de
1987.
13 Intervención del senador A. Traversoni del Partido Colorado (gobierno), Diario de
Sesiones de la Cámara de Senadores, t. 305.
14 Intervención del senador C. Cigliuti del Partido Colorado, Diario de Sesiones de la Cáma-
ra de Senadores, t. 305.
y Cultura.
16 Intervención del diputado Asiaín del Partido Colorado.
82 NÉSTOR DA COSTA
nes ocupan el Estado estuvieran dotados de una cualidad que les permitiera
abandonar toda subjetividad.
84 NÉSTOR DA COSTA
Me gusta decir que somos una Iglesia pobre y austera. No tenemos muchos
recursos, ni somos un ‘lobby’ poderoso. Al mismo tiempo somos una Iglesia
libre. No tenemos ataduras y hemos aprendido a ser parte de esta sociedad
plural donde decimos con sencillez nuestra palabra. Entendemos la laicidad
como sana pluralidad en el respeto mutuo, en el aporte de todos para cons-
truir una sociedad más justa, más libre, más humana. El diálogo y el acerca-
miento entre creyentes y no creyentes, entre las distintas comunidades cristia-
nas, y las diversas religiones, es un bien para nuestro país que siempre estamos
llamados a acrecentar.19
No hay una laicidad, o quizá no existe “la laicidad” sino formas de vivir
ese proceso social con características particulares. Los énfasis de las diversas
“laicidades” no son universales intercambiables o aplicables como si se tra-
tara de un molde trasplantable. Cada comarca construye y reconstruye, da
significado y resignifica su forma de vivir la laicidad y esto se hace a través
de la pugna de diversos sectores sociales que intervienen en la sociedad.
Entre esos grupos podemos encontrar las propias Iglesias, aunque cabe
diferenciar la Iglesia católica de las Iglesias protestantes, ya que la primera
era hegemónica, vinculada al Estado desde los tiempos de la colonia; en
tanto que las Iglesias protestantes eran minorías que pugnaban por su lugar
social y reconocimiento. También cabe destacar el rol de las elites gober-
nantes constructoras del Estado, así como otro actor, todavía poco estudiado
en América Latina, como es la masonería que en muchos casos encontraba
dobles pertenencias a esta institución y a algunas iglesias protestantes.20
Secularización y laicidad son entonces procesos más que modelos aca-
bados. Eso implica considerarlos en sus respectivos contextos histórico-con-
cretos en que se desarrollaron y se desarrollan. Quizá se requiera de la rea-
lización de estudios comparados que puedan arrojar pistas acerca de estos
dos procesos.
En las últimas décadas la diversidad se ha vuelto un valor de creciente
reconocimiento en las sociedades contemporáneas y en varios lugares de
la tierra, sobre todo en occidente se transita hacia el reconocimiento del
derecho a la diversidad de sus ciudadanos, a distintos niveles. Los modelos
de laicidad están desafiados a encontrar nuevos equilibrios y formatos que
se hagan cargo del respeto a esa diversidad, también en lo referido a lo re-
ligioso.
Esta diversidad propone nuevos desafíos, exige encontrar formas de en-
frentarlas, y, en la experiencia de dar respuesta a esas situaciones, se pueden
apreciar al menos dos grandes tendencias, la tendencia a la inclusión y la
tendencia a la segregación. Cada una de éstas tiene implicaciones distintas.
Por un lado, se acentúa el reconocimiento de los ciudadanos y sus opciones
como valor, por el otro se acentúa la centralidad del Estado por sobre los
ciudadanos.
¿Veremos a nuestras sociedades avanzar hacia fórmulas incluyentes que
garanticen cada vez más la convivencia plural a la vez que instituciones
religiosas que asuman también la pluralidad? Creo que éste es uno de los
desafíos del tiempo actual. Al menos en una mirada desde Uruguay.
20 Coitinho, Mirtha, Testigos de un silencio. Metodismo y masonería en el Uruguay del siglo XIX,
86 NÉSTOR DA COSTA
VIII. biblioGrafía
21
Poulat, Emile, Notre laïcité publique. “La France est une Republique laïque”, París, Berg Inter-
national, 2003.
CaPítulo SeGundo
LAICIDAD Y LIBERTADES LAICAS
Fernando arlettaz*
I. introduCCión
89
90 FERNANDO ARLETTAZ
92 FERNANDO ARLETTAZ
94 FERNANDO ARLETTAZ
96 FERNANDO ARLETTAZ
98 FERNANDO ARLETTAZ
6 Las fuentes fundamentales de regulación del matrimonio canónico, que recogen y orde-
nan las fuentes dispersas anteriores, son las siguientes, Iglesia católica, Sesión XXIV del Concilio de
Trento: doctrina sobre el sacramento del matrimonio, cánones del sacramento del matrimonio y decreto Tametsi
sobre la reforma del matrimonio, 1563; Iglesia católica, Código de Derecho Canónico; Iglesia católica,
1965, Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual; Iglesia católica, Código
de Derecho Canónico, 1983.
and Law in the Western Tradition, Kentucky, Westminster John Knox Press, 1997. Véase también
Greiner, Albert, “L’enseignement de Luther sur le mariage”, Fac-Réflexion, París, núm. 16,
1990, pp. 39-51; y Witte, John Jr., “John Calvin on Marriage and Family”, en Selderhuis,
Herman (ed.), The Calvin Handbook, Cambridge, Michigan, William B. Eerdmans Publishing,
Grand Rapids, 2009.
9 La cuestión es mucho más compleja de lo que se puede presentar aquí, dado que en
algunos ordenamientos jurídicos el derecho estatal remite a las normas religiosas para la
regulación de algunos aspectos del matrimonio. Así sucede, por ejemplo, con la remisión
a la forma religiosa de celebración, de la que hablamos en los párrafos siguientes, pero
también con la remisión a otros aspectos del régimen matrimonial, sobre los cuales no nos
explayaremos.
10 Halpérin, Jean-Louis, “Les fondements historiques des droits de la famille en Europe”,
en toda Alemania en la segunda mitad del siglo XIX. El matrimonio religioso resistió en los
códigos de Portugal y España, en Polonia, en Rusia y en Grecia; y volvió a ganar terreno en
Italia después de los acuerdos de Letrán en 1929.
13 En Europa: Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Países Bajos. En Amé-
rica Latina: Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México,
Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela.
14 En Europa: Italia, España, Irlanda, Portugal. En América Latina: Brasil, Colombia,
movimiento de reacción bajo la Convención y el Directorio, que llegó hasta el Código Civil.
Este último redujo las causas de divorcio, entendiéndolo además como mera separación de
cuerpos. El divorcio vincular fue restablecido en 1884, durante el proceso laicizador de la III
República.
19 Renania y Bélgica, bajo el régimen del Código napoleónico, aunque las rupturas
matrimoniales eran pocas por el predominio de la religión católica; los países escandinavos,
Escocia, algunos cantones suizos (Ginebra, Vaud, Neuchâtel, Zurich), los Países Bajos y Pru-
sia, en donde predominaba la población protestante.
Alemania y Suiza.
21 En el último tercio del siglo XX en Italia, Portugal, España e Irlanda.
22 Durand, Jean-Paul “Code civil et droit canonique”, Pouvoirs, París, núm. 107, 2003,
p. 71.
23 Isambert, François-André, “La sécularisation interne du christianisme”, Revue Fran-
çaise de Sociologie, París, vol. 17, núm. 4, octubre-diciembre 1996, pp. 573-589.
pp. 38 y 39.
25 Explicamos esta diferencia en nuestro trabajo, Arlettaz, Fernando, “La laicidad vista
desde el paradigma de la secularización”, en Pelé, Antonio et al. (eds.), La laicidad, Madrid,
Dykinson, 2014, pp. 209 y ss.
26 Véase, por ejemplo, Europa laica, disponible en: www.laicismo.org; y American Civil Liberties
jas homosexuales, aunque los ministros individuales podían oponerse por razones teológicas.
La ley que estableció el matrimonio entre personas del mismo sexo obligó a la Iglesia oficial
danesa a celebrarlos, aunque permitiendo que los pastores individuales se excusaran; véase
el informe de prensa Folkekirken, The Danish Government: Same-sex Couples are to be able to Marry
in Church, 2011.
34 La Iglesia luterana de Suecia (que dejó de ser Iglesia oficial en el año 2000) había ve-
nido ofreciendo bendiciones a parejas homosexuales desde 2007. En 2009, y en vista de una
legislación que establecía el matrimonio homosexual no sólo bajo forma civil sino también
religiosa, aceptó oficiar matrimonios homosexuales. Sin embargo, los ministros individuales
pueden excusarse; véase el informe sobre el tema elaborado por la Iglesia luterana de Sue-
cia, Svenska kyrkan, Information on the decision regarding same-sex marriages, 2009; véase también
un informe del Comité Teológico que se encuentra disponible en versión española: Svenska
kyrkan, Matrimonios de parejas del mismo sexo: consideraciones del Comité Teológico, 2009.
35 La Iglesia luterana de Noruega (Iglesia nacional), está dividida en cuanto a la con-
sideración teológica de la homosexualidad; véase la resolución del sínodo de obispos Den
Norske Kirke, Appointment and ordination in the Church of Norway of homosexuals living in partnership.
Consequences of the Doctrinal Commission’s 2006 statement, 2007. Luego de la aprobación de la ley
de matrimonio en 2009, la Iglesia dio libertad a sus congregaciones para decidir si celebran
o no tales uniones.
36 La Iglesia luterana de Finlandia (Iglesia nacional), aprobó primeramente una oración
de intercesión para estos casos (véase Suomen Ev. Lut. Kirkko, The General Synod approved gui-
delines on facing same-sex couples, 2010) y luego aceptó la bendición de las parejas homosexuales
bajo unión civil (Suomen Ev. Lut. Kirkko [¿?]: Registered partnership). El arzobispo líder de la
Iglesia se felicitó tras la aprobación de la ley que permite el matrimonio homosexual (Finnish
Lutheran leader ‘rejoices’ over same-sex marriage vote, YLE Uutiset).
37 Evangelische Kirche in Deutschland, EKD supports blessing for homosexuals as part of pas-
toral care, 1996 y Evangelische Kirche in Deutschland, Improve the legal status of homosexual
partnerships, 2000.
38 Protestantse Kerk, The Uniting Protestant Churches in the Netherlands and homosexuality, 2004.
39 Fédération des Églises Protestantes de Suisse, Couples du même sexe. Loi sur le partenariat
enregistré, 2005.
40 Church of England, House of Bishops issues pastoral statement on Civil Partnerships, 2005; y
Church of England, A Response to the Government Equalities Office Consultation —Equal Civil Mar-
riage’— from the Church of England, 2012.
41 Church of Scotland, A challenge to unity: same-sex relationships as an issue in theology and hu-
man sexuality, 2011; Church of Scotland, Marriage and Civil Partnership (Scotland) Act 2014 (‘the
2014 Act’) Advice from the Principal Clerk, 2014.
42 Commission d’éthique de la Fédération Protestante de France, L’homosexualité : éléments
yecto de ley para la equiparación de derechos de las uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo,
2005; Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, Modificación del Código Civil
en materia de matrimonio para conseguir la equiparación matrimonial de las parejas homosexuales (s/f).
44 Conseil National des Evangéliques de France, Que croient les évangéliques? (s/f); Conseil
National des Évangéliques de France, Projet de loi sur le mariage et l’adoption: le CNEF interpelle les
parlementaires, 2012.
byterian Church, Family Paper Approved: Assembly also Adopts Call Affirming Civil Rights of Same-
Sex Couples. Las Iglesias unitarias celebran uniones de personas del mismo sexo y permiten
la ordenación de ministros gays y lesbianas. Los Congregacionalistas, aunque dan gran au-
tonomía a las asambleas locales, permiten en general tanto las celebraciones como la orde-
nación de pastores homosexuales y lesbianas. Entre los Presbiterianos hay divergencias de
opinión, pero muchos aceptan las uniones homosexuales. Sobre esto véase Coulmont, Bap-
tiste, “États-Unis. Le mariage religieux des couples de même sexe”, en Descoutures, Virginie,
Mariages et homosexualités dans le monde, París, Autrement, 2008, pp. 73-81.
53 Idem.
54 Diocese of New Westminster, New Westminster Synod and Bishop approve same-sex blessings,
2002.
55 Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina, Aborto y homosexualidad, la
postura de las Iglesias cristianas evangélicas afiliadas a ACIERA, 2003; Alianza Cristiana de Iglesias
Evangélicas de la Argentina, Preocupación frente a la Ley de Unión Civil, 2003; Alianza Cristiana
de Iglesias Evangélicas de la Argentina, Homosexualidad: reafirmando valores evangélicos, 2003;
Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina, Postura de ACIERA respecto al matri-
monio y la homosexualidad, 2009.
56 Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal, El lunes 31 de mayo todos al Congreso!,
2010.
V. ConCluSioneS
Tres grandes conclusiones pueden extraerse de las ideas que hemos ido de-
sarrollando hasta aquí. La primera es que existe una tendencia evidente, al
menos en Europa occidental y América, a la protección de las parejas homo-
sexuales mediante diferentes mecanismos jurídicos. La equiparación de las
parejas homosexuales con las heterosexuales para efectos de matrimonio, por
supuesto, no es ni mucho menos general, aunque sí creciente. Y en aquellos
Estados en los que las parejas homosexuales no pueden acceder al matrimo-
nio existen otros mecanismos alternativos de protección en el contexto del
derecho a la vida familiar (regímenes de parejas de hecho o de unión civil).
Por supuesto, no puede preverse hasta qué punto continuará extendién-
dose esta tendencia, aunque a juzgar por los cambios legislativos y jurispru-
denciales de estos últimos años no parece que vaya a detenerse. Ejemplo
claro es lo sucedido a lo largo de 2014 en los Estados Unidos, donde una
fuerte oleada jurisprudencial ha venido derribando las normas legales o
59 Diario Evangélico Berea, Evangélicos colombianos marchan contra el aborto y la unión homo-
sexual, 2006.
60 Portal Luteranos, Matrimônio, família e sexualidade humana proposta de diretrizes e procedimen-
Africa, 2005.
VI. biblioGrafía
ratzinGer, Joseph, Lumière du monde: Le pape, l’église et les signes des temps. Entre-
tien avec Peter Seewald, Montrouge, Bayard, 2010.
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Western Tradition, Kentucky, Westminster John Knox Press, 1997.
———, “John Calvin on Marriage and Family”, en SelderhuiS, Herman
(ed.), The Calvin Handbook, Cambridge, Michigan, William B. Eerdmans
Publishing, Grand Rapids, 2009.
Blandine Chelini-Pont**
123
3 Para un panorama de los Estados seculares existentes, véase Thayer, Donly D. et al.
(ed.), Religión y el Estado secular: reportes nacionales, Madrid, Universidad Complutense Publica-
ciones, 2015.
4 TEDH, Sentencia del 3 de noviembre de 2009, S. Lausi c. Italia, 30814/06, disponible
en: http://hudoc.echr.coe.int/sites/eng/pages/search.aspx?i=001-95589#{“itemid”:[“001-95589”]}.
5 “§55. La presencia del crucifijo puede ser fácilmente interpretada por los alumnos de
todas las edades como un símbolo religioso, y ellos sentirán que han sido educados en un
ambiente escolar marcado por una religión en particular. Lo que puede ser alentador para
algunos alumnos religiosos puede ser a su vez perturbadoramente molesto para alumnos de
otras religiones o aquellos que no profesan religión alguna. Este riesgo es particularmente
fuerte entre alumnos que pertenecen a minorías religiosas. La libertad negativa de la religión
no está restringida a la ausencia de servicios o educación religiosa. Se extiende a prácticas y
símbolos que expresan, de forma particular o general, una creencia, religión o ateísmo. Este
derecho negativo merece una protección especial si es el Estado el que expresa una creencia
y los disidentes se colocan en una situación de la cual no pueden salirse, si no es haciendo,
esfuerzos desproporcionados y actos de sacrificio”. TEDH, Gran Sala, Lautsi c. Italia, aplica-
ción núm. 30814/06, 18 de marzo de 2011.
7 “La República es una filosofía antes de ser un régimen; es una Iglesia laica cuyo dog-
2003; del mismo autor, Histoire de la laïcité, genèse d’un idéal, París, Gallimard, 2005, collection
La Découverte. Véase también Nicolet, Claude, L’idée républicaine en France, París, Gallimard,
1982.
8 Rémond, René (ed.), Histoire de la France religieuse, París, Seuil, 2004, t. 3, Du Roi très chré-
tien à la Laïcité républicaine, XVIIIème-XIXème siècles, 3a. parte, “Une vitalité religieuse toujours
forte”; Airiau, Paul, Cent ans de laïcité française. 1905-2005, París, Presses de la Renaissance,
2005; Tripier, Yves, La laïcité, ses prémices et son évolution depuis 1905 (le cas breton), París, L’Har-
mattan, 2003.
9 Battut, J. y Vand, Join-Lambert, 1984, la guerre scolaire a bien eu lieu, Bruselas, Desclée de
Brower, 1995.
10 Baubérot, Jean, Vers un nouveau pacte laïque?, París, Seuil, 1990.
tución de 1958. Este proceso permitió abrir una fase histórica de cambio
legal para las mujeres, con una especie de segunda secularización de la ley
civil que modificó la normatividad en relación a la familia y afianzó los
derechos de las mujeres en el marco familiar y en otros ámbitos.
La lucha por los derechos de igualdad entre el hombre y la mujer fue
uno de los principales combates políticos de la historia francesa a partir la
Segunda Guerra mundial. Esta lucha consistió en dos movimientos para-
lelos, los cuales, aunque aparentemente antinómicos, hicieron que Francia
conservara la tasa de natalidad más alta de Europa y, a la vez, una de las
tasas más elevadas de mujeres que trabajan. Respecto del primer movimien-
to, el Estado francés escogió deliberadamente la vía de la política familiar
mediante la incitación fiscal y la política de ayuda financiera a las familias,
de acuerdo con el número de hijos. Por otro lado, amplió la legislación pro-
tectora para las mujeres embarazadas, favoreció los modos colectivos de
guardia para los hijos de las madres trabajadoras, y multiplicó las escuelas
maternales que se encargan de los niños durante los horarios laborales. Ello
permitió preservar la vida de las familias, la educación de los niños y su se-
guridad, así como las necesidades y actividades económicas de las personas.
Asimismo, la ley de 1983 sobre la igualdad en el trabajo tomó en cuenta las
especificidades “femeninas” laborales, las cuales fueron denunciadas como
indebidamente ventajosas en 1988 por la Corte Europea de Justicia. Res-
pecto del segundo movimiento, el derecho francés destruyó en un periodo
de cuarenta años, progresivamente y a tirones, el modelo napoleónico de la
familia patriarcal, autoritaria y desigual. Podemos citar la ley de 1965 rela-
tiva a los regímenes matrimoniales: esta ley fue verdaderamente revolucio-
naria. Dio a las mujeres una libertad “financiera” que habían perdido desde
Napoleón. Ya podían, sin la “autorización” de su marido, abrir una cuenta
bancaria, usar libremente sus ingresos y gestionar solas sus propios bienes.
La potestad paternal fue reemplazada por la autoridad parental ejercida de
manera conjunta por ambos esposos.
La ley de 1972 impuso la igualdad de salarios entre hombres y mujeres
por el trabajo equivalente (aunque se sigue trabajando en ello). En 1975, la
ley autorizó el divorcio por consentimiento mutual y quitó al adulterio su
carácter penal (ya no es una causa perentoria de divorcio aunque siga sien-
do la primer causa de divorcio por falta). Si bien el divorcio está lejos de ser
siempre mutual, la disposición evita la obligación de “culpa” específica para
separarse. Hoy en día, los procedimientos de divorcios son iniciados en su
mayoría por mujeres. De manera global, el derecho del divorcio evolucionó
desde entonces, al pasar de un derecho que daba a las exesposas y madres
15 Véase http://femmes.gouv.fr/dossiers/egalite-en-droits-et-dignite/femmes-de-limmigration/.
16 Véase http://www.social-sante.gouv.fr/IMG/pdf/guide_marocaines.pdf.
Todo ello se produjo antes de 1989. Fue en esta fecha que ocurrió el primer
caso del velo islámico en la escuela pública. Y de forma inmediata, el ca-
rácter represivo de la religión musulmana, que obliga a las mujeres a usar el
velo por pudor bajo la presión y el control de los hombres y de su entorno,
encendió los debates, los cuales se enfocaron precisamente a la cuestión de
la prohibición del velo en la escuela para defender la libertad y la igualdad
de las mujeres.
La profunda conexión entre la laicidad francesa y la igualdad de las
mujeres se ha perfeccionado después de 1989 y se da en contra de lo que
podemos llamar un orden conservador y en ocasiones religioso. Los últimos
cambios fueron hechos en el contexto de una política pública voluntaria y
continua, fuera cual fuera la tendencia política de todos los gobiernos fran-
ceses, han adoptado claramente posturas de emancipación legal y social
para las mujeres, establecido una narrativa muy positiva en ellas.
IV. ConCluSioneS
17 Smith, Anthony D., Chosen People. Sacred Sources of National Identity, Oxford, Oxford
University Press, 2003, pp. 9 y 18.
18 Ibidem, p. 31.
19 Ibidem, p. 25.
prominente, con una violencia simbólica que no debe ser ignorada como
algo que no importa o que fuera propio de otro tiempo; se relaciona con la
tradición de la emancipación y la igualdad que es la base del orden civil y
cívico, que expresa la conquista del espíritu filosófico en contra del peso de
las tradiciones religiosas y sociales que colocaron a las mujeres en un papel
subordinado y constreñido. Aplicado a las mujeres, este ideal de emancipa-
ción ha pasado a ser parte de la leyenda de la “Gran nación francesa”. Tal
vez la cifra de velos integrales en Francia es muy reducida, y el ruego de las
mujeres menos favorable de lo que se imagina; tal vez las mujeres que se cu-
bren el rostro sienten que al hacerlo están ejerciendo su libertad absoluta.20
Pero estamos aquí en la representación ideal del ser, y para los franceses es
motivo de orgullo haber sido siempre, y tal vez los primeros, preocupados
en mejorar la “condición femenina”.
con su ambiente social o familiar —notoriamente por conversión— practicando por sí una
forma de ascetismo voluntario lejos de cualquier restricción. Haciendo esto corresponderían
a la postura “ultra”, entre todas las posibles posturas de creencia, en los tiempos posmoder-
nos que caracterizan a las sociedades contemporáneas.
dad de género: solamente las mujeres, por razón de sexo, deben usar esta
prenda que las esconde de los demás. El uso del velo integral elimina de las
calles la diversidad sexual, la cual tiene un significado profundo en un país
donde el sistema educativo se ha esforzado, por cuarenta años, para estable-
cer una convivencia obligatoria en las escuelas desde una edad temprana.
Últimamente, las demandas para la no diversidad se han multiplicado en
Francia, en especial en las albercas públicas, e incluso si se justifican por
modestia u obligación religiosa, son perjudiciales para principio de igualdad
entre hombres y mujeres. El hecho de que esto exista o haya existido en al-
gunos países como Afganistán con los talibanes, o Nigeria con Boko Haram,
donde el velo completo y el rechazo de la educación formal para las jóvenes
van de la mano, ancla ipso facto la correlación entre la prenda y la desigual-
dad sexual que simboliza.
Finalmente, esta prenda que oculta el rostro indica una discriminación
importante en la vestimenta. Puede ser incluida en la larga lista de obliga-
ciones aplicadas por los sistemas de castas, como aquellos establecidos en el
Antiguo Régimen, o aquel mucho más trágico de los judíos en las calles de
la Alemania nazi, reconocibles por sus estrellas amarillas. El velo integral es
como una quintaesencia de todas estas imaginaciones repulsivas. Las muje-
res son segregadas, discriminadas y desconocidas por todos los que no están
“autorizados” para verlas. Cuando una vestimenta separa tanto, ya sea al
esconder el rostro de una mujer por el hecho de ser mujer, o al obligar a una
persona a usar una campana por ser leprosa, el enfoque es similarmente
intolerable en una sociedad de ciudadanos. Incluso cuando este comporta-
miento sólo involucre una minoría extrema, sigue siendo altamente hiriente
e incompatible con las ideas de orden público y de la dignidad humana, es-
pecialmente al entenderse el orden público21 como los requerimientos mínimos
de la vida en sociedad y los principios constitucionales de libertad e igualdad.22
en: http://www.conseil-constitutionnel.fr/conseil-constitutionnel/francais/les-decisions/acces-par-date/
decisions-depuis1959/2010/2010-613-dc/decision-n-2010-613-dc-du-07-octobre-2010.49711.
html.
incremento del uso del velo en la calle. Los más determinados buscan inclu-
sive modificar las Constituciones y códigos civiles, especialmente, las dispo-
siciones garantistas de los derechos de las mujeres, o suspender la aplicación
de las leyes que no están conformes con los principios sagrados de la Sharia.
El conservadurismo religioso ha ganado fuerza desde los años 1990, poten-
ciando su impacto y ciertos éxitos para frenar los derechos de las mujeres a
nivel internacional. Lejos de haberse reducido, el lugar de la religión en el
campo social y político ha logrado ampliarse, demostrándolo de manera exi-
tosa en el combate contra el derecho al aborto. Pero lo más preocupante es la
multiplicación de los cambios legislativos que se vuelven rápidamente normas
sociales intangibles que reducen el rol de la mujer. La pregunta es la siguiente:
si las leyes que son sometidas a lo religioso tienen el poder de implementar un
conservadurismo social sin empatía por la causa de la mujer, ¿es cierto que la
promoción de la igualdad y de la libertad para las mujeres sólo es posible en el
marco de un régimen laico que limita el papel de la religión en la deliberación
pública y en el proceso de creación normativo? Lo anterior, especialmente si
el Estado laico tiene un secularismo claramente igualitario y un proyecto po-
lítico emancipador. Es por ello que parece plausible admitir que, en materia
de derechos de las mujeres, la neutralidad estricta del Estado, relacionada con
un cierto distanciamiento vis à vis la religión en el proceso político, es un siste-
ma protector y una garantía muy fuerte para el pluralismo religioso y para la
protección de minorías religiosas.
V. biblioGrafía
airiau, Paul, Cent ans de laïcité française. 1905-2005, París, Presses de la Re-
naissance, 2005.
battut, j. y vand, Join-Lambert, 1984, la guerre scolaire a bien eu lieu, Bruse-
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———, Histoire de la laïcité, genèse d’un idéal, París, Gallimard, collection La
Découverte, 2005.
Rodolfo vázquez*
I. introduCCión
143
3 Wellman, Carl, “El crecimiento de los derechos de los niños”, en Fanlo, I. (comp.),
al. (eds.), Children, Rights and the Law, Oxford, Clarendom Press, 1992, pp. 24 y ss.
5 MacCormick, N., op. cit., pp. 62 y ss.
Entre los derechos de la niñez, la educación es sin duda uno de los más rele-
vantes y, por supuesto, no está exento también de un posible consecuencialis-
mo adultista. A fin de cuentas, se argumenta: ¿no son los hijos una extensión
9 Campbell, Tom, “Los derechos del menor en tanto que persona, niño, joven y futuro
adulto”, trad. de Maribel Narváez Mora, en Fanlo, I. (comp.), Derechos de los niños…, cit., pp.
107 y ss.
natural de sus padres?, ¿no justifica esta relación natural un derecho a priori de
los padres sobre sus hijos? El peligro, como es obvio, es caer en un autorita-
rismo moral bajo la suposición de que los niños son una especie de propiedad
de los padres, que impide reconocer en ellos a seres humanos con intereses,
necesidades y derechos.
No hay duda alguna de que los padres tienen prioridad sobre otro tipo
de instituciones en la educación de sus hijos, simplemente por razones em-
píricas, como son las razones psicológicas. Pero debe reconocerse que el de-
recho de los niños a la educación tiene que prevalecer sobre las preferencias
de los mismos padres cuando el ejercicio de éstas pueda limitar el desarrollo
pleno de aquéllos. Restringir tales libertades, por medio de la coerción le-
gal, evita daños a terceros —los niños— y crea las condiciones que hacen
posible el gozo de las capacidades de estos últimos. A este respecto, vale la
pena recordar las palabras en disidencia del juez William O. Douglas, refi-
riéndose a los niños pertenecientes a la Old Order Amish, en el conocido
caso Wisconsin v. Yoder:
Jorge, “Soldados de Cristo”, Proceso, México, núm. 1484, 10 de abril de 2005, p. 54.
18 Véase la entrevista de Rodrigo Vera al presidente del Episcopado mexicano en Aguiar
Retes, Carlos, Proceso, México, núm. 1574, 31 de diciembre de 2006, pp. 13 y ss.
En nombre del deseo de los padres de hacer estudiar a sus hijos en escuelas
que se funden en principios (religiosos, políticos o morales), surgirían escue-
las inspiradas en los diversos harapos ocultistas de cada vez mayor difusión,
en conventículos estrafalarios e ideologías de todo género. Hay ciertamente
padres racistas nazis, estalinistas deseosos de educar a sus hijos (a nuestras
expensas) en el culto de su Moloch; padres que pedirían escuelas en las que
sus pimpollos no se sienten junto a condiscípulos meridionales. Nacerían pro-
bablemente escuelas satanistas, otras prestas a llamar como ‘expertos’ a car-
tománticos y magos y así sucesivamente.19
nocer si “detrás hay un intento de los obispos católicos por recuperar el poder y la influencia
que tuvieron en el pasado, lo cual significaría un retroceso”. Milenio, México, 20 de marzo
de 2008, Política, p. 13.
22 Op. cit., artículo 62.
23 Ibidem, artículo 58, párrafo VIII.
Pese al tinte conservador que deja ver el enunciado de este inciso, su califica-
ción dependerá de la concepción de familia que se adopte, y más en general,
del alcance que se quiera dar a la idea de procreación, y el debate, ya un tanto
añejo, pero con consecuencias siempre actuales, de la llamada procreación
asistida y los derechos correspondientes.
Desde el punto de vista de una ética conservadora el problema de la
procreación asistida debe ser abordado a partir de tres premisas básicas: 1)
existe un manifiesto interés por preservar los valores y principios de la fami-
lia cuyo núcleo se constituye por la pareja heterosexual que decide optar por
la paternidad-maternidad; 2) el nuevo ser no debe instrumentalizarse hacia
otros fines que no sean el asegurarle que será recibido en el seno social, con
las mejores condiciones para su formación y crecimiento armónicos (se en-
tiende que este fin sólo es alcanzable si se cumple el inciso anterior); 3) la
reproducción humana asistida no es una alternativa al proceso reproducti-
vo natural, sino una técnica destinada a tratar la infertilidad de las parejas
cuando ya han fallado otras técnicas o procedimientos terapéuticos, por lo
que sólo debe aplicarse a parejas infértiles.
24 Iniciativa de Decreto que expide la Ley General para la Protección de Niñas, Niños y
A partir una perspectiva laica liberal, ninguna de las tres premisas sería
aceptable tanto por consideraciones fácticas como por razones normativas.
Con respecto a la premisa 1, es un hecho que en muchas sociedades ac-
tuales, entre los diversos planes de vida, son empleados y aceptados modos
alternativos de procreación y formatos de familia distintos al de la pareja
heterosexual con unión matrimonial formal. Vale la pena recordar las posi-
bilidades existentes para tener un panorama lo más amplio posible de tales
alternativas. He intentado ordenarlas en forma descendente de aceptación
social consciente de su alcance subjetivo:
— Niños nacidos de parejas heterosexuales en uniones matrimoniales
formales o de facto estables.
— Niños nacidos de matrimonios previos o de uniones de facto, pero
ahora, o bien están en una situación uniparental o en una familia
reincorporada después del divorcio y nuevo matrimonio.
— Niños adoptados en otra familia, a través de adopción “tradicional”
donde la madre que renuncia no tiene contacto con el niño que dio
en adopción y el niño no tiene información sobre sus orígenes; o de
adopción “abierta”, donde la madre que renuncia puede mantener
contacto con el niño y el niño puede tener acceso a la información
sobre sus orígenes; o de adopción donde la madre que renuncia toma
parte en la selección de los padres adoptivos.
— Niños nacidos de una situación de padres solteros o de madres sol-
teras.
— Niños nacidos de los gametos de una pareja heterosexual a través de
la inseminación artificial o de la fecundación in vitro y transferencia
de embrión.
— Niños nacidos de parejas heterosexuales mediante la inseminación
artificial de un donante.
— Niños nacidos de los gametos de donantes o de embriones de donan-
tes mediante la fecundación in vitro y traslado de embrión.
— Niños nacidos por acuerdo de alquiler donde la madre sustituta
aporta o no el óvulo.
— Niños nacidos de parejas homosexuales (lesbianas) a través de inse-
minación artificial de un donante.
— Niños adoptados por parejas de homosexuales masculinos.25
— Niños que podrán nacer por clonación a partir de la transferencia de
núcleo en un óvulo. Transferencia que puede realizarse a partir de una
mericana de Derechos Humanos (CIDH) para justificar el acceso a los métodos de reproduc-
ción asistida y a la decisión de procrear o no procrear. Véase Artavia Murillo y otros (“Fecun-
dación in vitro”) vs. Costa Rica, sentencia de 28 de noviembre de 2012. En el apartado 146
se afirma: “En segundo lugar, el derecho a la vida privada se relaciona con: i) la autonomía
reproductiva, y ii) el acceso a servicios de salud reproductiva, lo cual involucra el derecho de
acceder a la tecnología médica necesaria para ejercer ese derecho. El derecho a la autonomía
reproductiva está reconocido también en el artículo 16 (e) de la Convención para la Elimina-
ción de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, según el cual las mujeres gozan
del derecho «a decidir libre y responsablemente el número de sus hijos y el intervalo entre los
nacimientos y a tener acceso a la información, la educación y los medios que les permitan
ejercer estos derechos». Este derecho es vulnerado cuando se obstaculizan los medios a través
de los cuales una mujer puede ejercer el derecho a controlar su fecundidad. Así, la protección
a la vida privada incluye el respeto de las decisiones tanto de convertirse en padre o madre,
incluyendo la decisión de la pareja de convertirse en padres genéticos”.
29 Lora, Pablo, op. cit., p. 31.
V. biblioGrafía
CaPítulo terCero
LAICIDAD Y POLÍTICAS PÚBLICAS
I. introduCCión
Los vínculos entre la religión católica y la política siempre han sido estre-
chos en Brasil. Una cuarta parte de los diputados de la primera legislatu-
ra del país independiente (1822-1826) estaba constituida por sacerdotes y
obispos; un sacerdote fue regente tras la abdicación del primer emperador;
el gobierno sancionaba las bulas papales; la Iglesia estaba materialmente
sostenida por el gobierno, el cual establecía también el programa escolar
de los seminaristas. La República proclamada en 1889 separó la Iglesia
católica del Estado, lo que generó la libertad de los cultos y la terminación
de los salarios del clero, la creación del Registro y del matrimonio civil, así
como la secularización de los cementerios. Sin embargo, a partir de 1931,
la política y la religión vuelven a acercarse, especialmente a partir de la
Constitución de 1988, cuando los evangélicos empiezan a tomar un papel
importante en la vida política, en todos los niveles del poder legislativo,
inaugurando, asimismo, una vía alterna a la legitimación religiosa del pro-
grama ideológico de la derecha.
La República suprimió la enseñanza religiosa en las escuelas públicas,
sin embargo, fue retomada en 1931 cuando el fascismo pasó a ser parte de
la ecuación política. Desde entonces, la religión integra el programa de es-
cuelas primarias públicas mientras su carácter facultativo es tomado muy
163
poco en cuenta. A partir de los años 1980, lo que cambió fue el esfuerzo de
las Iglesias evangélicas en oponerse al monopolio católico de la enseñanza
religiosa en el sector público.
Si empleamos los conceptos de Pierre Bourdieu,1 podemos decir que el
proceso de autonomización de los campos político y educativo vis à vis el
campo religioso ha retrocedido en Brasil a partir de los años 1980.
8 La tesis de Max Weber sobre el papel distinto de las creencias religiosas en el proceso
nes, así como los congresos eucarísticos que reunían multitudes en la plaza
pública. Desde entonces, las Iglesias evangélicas han empezado a ocupar las
plazas y los estadios deportivos para ceremonias cultuales, las cuales reúnen
multitudes de fieles. Pero además de ello, pasaron a ocupar también otra
dimensión del espacio público: los medios electrónicos. Las Iglesias evan-
gélicas mandaron instalar, o simplemente compraron emisoras de radio y
televisión, de difusión abierta o por cable, para que sus fieles quedaran “co-
nectados” en la prédica y programas de entretenimiento que consolidaran
su fe y que los desviaran de sus competidores religiosos o paganos. La Iglesia
católica hizo lo mismo y creó sus propios canales de televisión; sin embargo,
como los sistemas de comunicación son concesiones del Estado, se necesita,
para obtener dichas concesiones, la ayuda fundamental de un grupo políti-
co —la bancada— en el Senado o en la Cámara de Diputados.
Ciertamente, en el sistema político brasileño, los partidos son indispen-
sables para la captación de los votos durante las elecciones; pero una vez
electos, diputados y senadores se agrupan de acuerdo con sus intereses cor-
porativos. En el Senado, en la Cámara de Diputados, en las asambleas de
los estados de la Federación, así como en las cámaras municipales, estos gru-
pos son conocidos con el nombre de bancadas y desempeñan un papel aun
más importante que los mismos partidos. Asimismo, existe en cada nivel del
Poder legislativo decenas de bancadas, tales como el Frente Parlamentario
de Agricultores y Ganaderos (patronal), el Frente Parlamentario de la Agri-
cultura de las Familias (campesino), el Frente Parlamentario de Apoyo al
Deporte y el Frente Parlamentario Evangélico. La bancada evangélica está
formada sobre todo por pastores pentecostales, que no siempre votan en
bloque, salvo en las cuestiones relativas a los derechos sexuales y reproduc-
tivos, donde se alían con los católicos. Éstos, a su vez, no están organizados
en bancada sino articulados por la Confederación Nacional de los Obispos
(católicos) de Brasil —la CNBB—. Diputados y senadores organizan cada
semana rituales de integración religiosa. Los evangélicos organizan cultos
dentro de la Asamblea, mientras los católicos se reúnen afuera, en la sede la
CNBB, en Brasilia.
Este proceso de cambio acelerado del campo religioso indica dos situaciones
que amenazan la posición dominante ocupada por la Iglesia católica en la
historia del país: por un lado, el crecimiento de las Iglesias evangélicas; por
el otro, el de los “sin religión”. Para enfrentarlas, los dirigentes católicos han
decidido invertir para recuperar el espacio perdido y evitar una pérdida más
grande. Para ello, resolvierontomar diferentes caminos, entre otros, organizar
grandes espectáculos como los cultos evangélicos pentecostales, enfocarse en
las prácticas carismáticas y volver a valorizar los milagros, además de ofrecer
de forma efectiva la educación religiosa en las instituciones escolares. Aunque
se prescribe en la Constitución y en las leyes relativas a la educación, esta dis-
ciplina no siempre está disponible para los alumnos, sin duda debido a cierta
laicidad difusa en el ámbito docente.
La acción de la CNBB en la elaboración, y más tarde, en la reforma
de la Ley de las Directivas y de las Bases de la Educación Nacional (LDB),
Ley 9.394, promulgada el 20 de diciembre de 1996 muestra cómo esta ins-
titución cambió su estrategia. El texto de la LDB contenía dos elementos
importantes. El primero determinaba que la educación religiosa en las ins-
tituciones escolares debía ser proporcionada “sin cargos a los fondos públi-
cos”. El segundo elemento preveía dos formas de oferta de esta disciplina,
defendidas por sectores rivales del catolicismo: la forma confesional, de acuer-
do con la opción religiosa del alumno o de su responsable; y la interconfesional,
resultado de un acuerdo entre las diferentes instituciones religiosas.
En víspera de la cuarta y última visita del Papa Juan Pablo II a Brasil,
la LDB ha sido reformada por la Ley 9.475 del 22 de julio de 1997, cuyo
relator fue un diputado católico, el padre Roque Zimermann. La CNBB
acababa de pasar de una estrategia de competencia a una de confrontación.
La prohibición de la utilización de recursos públicos en la enseñanza religio-
sa fue suprimida, de la misma manera que las menciones a las modalidades
confesionales e interconfesionales de financiación a esta disciplina, la cual
ha sido declarada “parte integrante de la formación básica del ciudadano”.
Una vez suprimida la mención a las dos modalidades de la educación reli-
giosa, faltaba introducir la modalidad confesional como la única admitida
por la legislación que se logró mediante la firma de un concordato entre el
Estado brasileño y la Santa Sede. Fue la decisión más atrevida del alto clero
católico en su estrategia de confrontación para recuperar el espacio perdido.
Este concordato fue firmado en noviembre de 2008 por el ministro
brasileño de Relaciones Exteriores y por el secretario de Estado de la San-
ta Sede, como consecuencia de las negociaciones entabladas durante la
visita del Papa Benedicto XVI a Brasil, en mayo de 2007. El documento
fue homologado por la Asamblea Nacional, y el 11 de febrero de 2010, el
presidente Lula firmó el decreto 7.107 que promulgaba el concordato Brasil-
Santa Sede.
Lo que nunca había pasado, ni siquiera durante el Imperio, se hizo
realidad. Ello parecía imposible desde que la República inaugurada en
umbanda rinden homenaje a los orixás que asumen la forma de niños ge-
melos. Ocurre lo mismo con el nacimiento de Navidad, un montaje icónico
en todo Brasil, vieja costumbre de las familias y de las escuelas, que es recha-
zado por los evangélicos, que lo asimilan a una costumbre idólatra. Al exis-
tir alumnos que vienen de familias evangélicas, los maestros y los directores
de escuela terminan por abandonar estas costumbres ante la ofensiva de
los rivales, y optar por una plataforma común. La desaparición de algunas
manifestaciones tradicionales, aunque de origen católico, como las fiestas de
San Juan,11 la supresión de los nacimientos y del Ave María en las oraciones
colectivas, son buenos ejemplos de las concesiones católicas hechas en be-
neficio de la cooperación intereclesiástica en la escuela pública. La celebra-
ción común de Pascua y Navidad, así como la cita reiterada de extractos de
la Biblia, convenientemente escogidos, refuerzan esta colaboración.12
La presencia de la religión en las escuelas públicas brasileñas de enseñan-
za primaria es muy diversa. Si bien la educación religiosa es una disciplina
obligatoria, en la práctica no es siempre efectiva en los programas escolares,
ello depende siempre de las prioridades coyunturales de los sistemas de edu-
cación de los estados y municipios, así como de las decisiones tomadas por
cada una de las instituciones escolares. Pero aun sin la enseñanza de esta disci-
plina, el cristianismo suele estar presente como un componente moral que es
bien recibido por parte de los alumnos y de sus familias. En breve, la religión
es concebida por la mayoría de los docentes como la única base de los valores
morales y de los criterios fundamentales de la vida en sociedad.
Editora, 2008.
18 Cunha, L. A., Educação e religiões: a descolonização religiosa da escola pública, Belo Horizonte,
VIII. biblioGrafía
I. Introducción
183
DR © 2017. Instituto
de Investigaciones Jurídicas - Universidad Nacional Autónoma de México
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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Durante la segunda mitad del siglo pasado predominó en las ciencias sociales
una cosmovisión que situaba a la religión en el espacio de lo privado y postu-
laba que las creencias religiosas desaparecerían en un largo proceso evolutivo,
signado por el “avance” del conocimiento científico y el progreso indefinido.
Se llamó secularización a la proyección de esa lenta y continua desaparición de
lo religioso.1 Más recientemente, Michel y Pace2 advierten el renovado interés
por la temática religiosa en Europa y Estados Unidos, introduciéndose nuevos
conceptos para dar cuenta de la presencia de la religión en el espacio público.
“Des-secularización”, “mundo postsecular”, “retorno de lo sagrado” emergen
como nuevas categorías de análisis. El propio Berger ha revisado en los últimos
años sus premisas iniciales, al señalar el carácter eurocéntrico de las mismas y
la tendencia a extrapolar escenarios del viejo continente a otras latitudes.3 La
modernidad, según su renovada mirada, no supuso la declinación de lo religio-
so sino, en todo caso, un profundo proceso de pluralización de las creencias,
concepciones y estilos de vida. La teoría de la secularización, comprendida
bajo aquellos parámetros, se torna empíricamente insostenible para Berger.
En nuestras latitudes, no es posible pensar en un regreso de la religión
a la esfera pública,4 habida cuenta de su presencia inacabada. Ha sido una
1 Berger, Peter, The Sacred Canopy: Elements of a Sociological Theory of Religion, Nueva York,
Ancher books, 1967.
2 Michel, Patrick y Pace, Enzo, “Religion and Politics”, Annual Review of the Sociology of
Religion, Inglaterra, núm. 2, VII-XIII, 2011.
3 Berger, Peter, “Further thoughts on Religion and Modernity”, Society, Estados Unidos,
ner (2007-2015), se reabrieron las causas de delitos de lesa humanidad cometidos en la última
dictadura militar (1976-1983) en el marco de una activa política de derechos humanos; se
restablecieron las negociaciones paritarias entre actores empresariales y sindicales; se sancio-
nó una nueva legislación sobre los medios de comunicación, para los fines de democratizar
la distribución y el acceso a frecuencias radiales y televisivas; se aprobó una normativa acerca
del financiamiento de las campañas de los partidos políticos, para garantizar espacios más
igualitarios para todas las opciones electorales.
1. Bioética
Vaggione, Juan Marco (comps.), Permeabilidades activas. Religión, política y sexualidad en la Argentina
democrática, Buenos Aires, Biblos, 2015.
14 Como se explicará más adelante, en Argentina, con excepción de la Iglesia católica,
las demás confesiones religiosas deben registrarse en una dependencia estatal para ser reco-
nocidas oficialmente.
15 Véase http://www.cnm.gov.ar/Varios/ObjetivosConsejo.html.
3. Educación
4. Educación sexual
21 Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral, Buenos Aires, Ministerio de Edu-
5. Culto
22 Véase http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/normas/12611.pdf.
militar —Ley número 21.745—, supone que todas las entidades religiosas
que ejerzan sus actividades de culto en Argentina, a excepción de la Igle-
sia católica, deben tramitar su inscripción y reconocimiento oficial, como
condición previa a su actuación. A su vez, el Código Civil de la República
Argentina especifica que la Iglesia católica tiene carácter público, mien-
tras que las asociaciones civiles o religiosas —con esta figura se describen
a los demás cultos—, asumen un carácter privado.
No sólo cuestiones monetarias marcan una situación jurídica desigual
entre el catolicismo y los demás cultos. Elementos simbólicos que se enmar-
can en un vínculo privilegiado con el Estado también refuerzan las diferen-
cias. A través del Decreto número 1.233 (1998), el Estado expide creden-
ciales a arzobispos, obispos, prelados y superiores mayores, acreditando su
condición de tales. Pese a no ser considerados funcionarios estatales, otras
huellas perduran del régimen de patronato.23 Los prelados católicos se en-
cuentran homologados con las autoridades de gobierno. El Decreto número
1.131 incluye a los cardenales en la nómina de los beneficiados por la obten-
ción del pasaporte diplomático. A su vez, los arzobispos y los obispos reci-
ben el pasaporte oficial, al igual que los legisladores nacionales, los ministros
de la corte suprema y los gobernadores de las provincias.
Las iconografías católicas que decoran organismos oficiales y la convo-
catoria para la realización del Tedeum no están prescriptas en la legislación,
pero su permanencia y continuidad denota con claridad el indiscutido y na-
turalizado papel protagónico que detenta la Iglesia católica en el escenario
público argentino.
Pero el diferenciado estatus que detenta la Iglesia católica no debe
interpretarse como una encrucijada para las garantías de múltiples liber-
tades. Rige en el país una plena libertad religiosa, de cátedra, de investiga-
ción y divulgación, sin registros de censura por motivos religiosos. Desde
los inicios como nación independiente, la premisa de la libertad religiosa
estuvo presente en las primeras legislaciones. En 1825, un tratado firma-
do con Gran Bretaña garantizó a los ingleses el libre ejercicio de su culto.
Indicador de la relevancia de esta cuestión, el Congreso Constituyente
de 1853 dedicó más de la mitad de sus sesiones a definir qué modelo de
país se pretendía configurar en materia religiosa. La llegada de contin-
23 El acuerdo suscrito con la Santa Sede en 1966, puso fin al régimen de patronato,
eliminando la intervención de la Presidencia en la designación de obispos, lo que facilitó la
radicación de las órdenes religiosas y garantizó la libre distribución de las comunicaciones
papales en todo el territorio. Véase Esquivel, Juan Cruz, “Laicidad, secularización y cultura
política: las encrucijadas de las políticas públicas en Argentina”, Revista Laicidad y Libertades.
Escritos Jurídicos, España, vol. I, núm. 8, 2008.
V. biblioGrafía
Mar Griera*
I. introduCCión
tute for Migration and Ethnic Studies, University of Amsterdam, 2006, disponible en: http://
imiscoe.socsci.uva.nl/publications/workingpapers/documents/GovernanceofIslam-stateoftheart_000.pdf;
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bridge University Press, 2006, pp. 251-273; Burchardt, M. y Michalowski, I., After Integration:
Islam, Conviviality and Contentious Politics in Europe, Berlín, Springer, 2015, disponible en: http://
link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-658-02594-6_1.
4 Côté, P. y Gunn, J., La nouvelle question religieuse: régulation ou ingérence de l’État?/The New
Religious Question: State Regulation or State Interference, Bruselas, PIE, Peter Lang, 2006.
5 Berger, P., The Desecularization of the World. Resurgent Religion and World Politics, Wash-
ington, D. C., Ethics and Public Policy Center, William B. Eerdmans Publishing Company,
1999.
6 Hackett, R. I. J., “Rethinking the Role of Religion in the Public Sphere: Local and
Global Perspectives”, en Ostien P. y Nasir, J. (eds.), Comparative Perspectives on Shari’ah in Nigeria,
Ibadan Spectrum, 2005, p. 79; Casanova, J., “The Problem of Religion and the Anxieties of
European Secular Democracy”, en Motzkin, G. y Fischer, Y. (eds.), Religion and Democracy in
Contemporary Europe, Londres, Alliance Publishing Trust, 2008.
7 Beckford, J. y Gilliat-Ray, S., Religion in Prison: Equal Rites in a Multi-Faith Society, Cam-
8 Bramadat, P., “Religious Diversity and International Migration: National and Global
9 Davie, G., Religion in Modern Europe: A Memory Mutate, Nueva York, Oxford University
Press, 2000.
10 Griera, M., Diversitat Religiosa i Món Local: Una mirada a Europa, Barcelona, Diputació de
Barcelona, 2011. El texto que aquí se presenta está extraído de una parte de este libro y se
han adaptado algunas de las cuestiones que contiene.
11 En esta primera fase, el trabajo de campo fue realizado conjuntamente con Maria
Forteza y Gemma Ponsa. Un resumen del proyecto fue publicado en Griera, M. y Forteza,
M., “New Acts in the Governance of Religious Diversity in European Cities: the Role of
Interfaith Platforms”, en Haynes, J. y Henning A., Religious Actors in the Public Sphere: Means,
Objectives & Effects, Oxon, Routledge, 2011; y Griera, M., “Public Policies, Interfaith Associa-
tions and Religious Minorities: a New Policy Paradigm?, Evidence from the case of Barcelo-
na”, Social Compass, Países Bajos, vol. 59, núm. 4, 2012, pp. 570-587.
12 Esta segunda fase el trabajo fue realizada conjuntamente con Julia Martínez-Ariño
y Gloria García-Romeral. Además, contó con la colaboración de la Fundación Pi i Suñer
(Barcelona), y se publicó también en Sanchez Griñó J. M. y Serratussell Mirço, G., “La gestió
del pluralisme religiós als municipis catalans”, Revista Catalana de Sociologia, España, vol. 29,
núm. 44, 2013.
theory, Londres, Ashgate Publishing, Ltd., 2005; Baubérot, J., Laïcité 1905-2005, entre passion et
raison, París, Seuil, 2004.
16 En este contexto, el caso español es algo excepcional, ya que el hecho de que la se-
paración se produzca mucho más tardíamente y con una Iglesia postconciliar (Vaticano II)
hace que las características del acuerdo no sean tan radicales —y más positivas para la Iglesia
católica— a diferencia de otros países católicos. Véase Llamazares Fernandez, D., “Poder
político y poder religiosos: claves, cauces y modelos de relación. Acuerdos Iglesia-Estado”,
Laicidad y Libertades, España, núm. 3, 2003.
17 Davie, G., op. cit.
18 En este sentido, a propósito del caso danés, Champion expone que “La iglesia está
realmente «dentro» del Estado, es como una especie de servicio administrativo: los pastores,
y los obispos, son considerados funcionarios y las condiciones (laborales y de sueldo) están
equiparadas con las del resto del funcionariado”. Champion, F., op. cit.
19 Idem.
20 Beckford, J. A., op. cit.
21 Beckford, J. y Giliat-Ray, S., Religion in Prison: Equal Rites in a Multi-Faith Society, Cam-
Ahora bien, según el italiano Silvio Ferrari, hoy esta clasificación está
“cultural y legalmente obsoleta”.23 Las limitaciones principales que tiene
esta categorización son las que se mencionan a continuación. En primer
lugar, es una clasificación poco útil porque se asimilan modelos que más
allá del régimen constitucional tienen pocas cosas en común. Es decir, a
pesar de que a partir de los arreglos constitucionales Inglaterra y Dina-
marca sean clasificadas en la misma categoría, en la puesta en marcha
de estos modelos existen numerosas diferencias que ponen de manifiesto
la distancia existente entre ambos países. Además, la definición legal del
modelo de relación Iglesia-Estado no siempre nos informa sobre cuál es
el rol que se atribuye a la institución religiosa en el devenir de la sociedad
y del país. Así, por ejemplo, es pertinente enfatizar el hecho de que no
22 Una clasificación similar pero ligeramente diferente es la que propone Bader a partir
del análisis de los arreglos constitucionales. Según Bader, podemos distinguir entre los países
que tienen una Iglesia constitucionalmente establecida (constitutional establishment) como Gran
Bretaña o Grecia, y los países que no tienen ninguna Iglesia establecida como Francia, Ir-
landa o España. Ahora bien, entre los países con una Iglesia constitucionalmente establecida
podemos distinguir entre un establishment fuerte o débil. Se reconocen como países con un
fuerte establishment, a Grecia o Serbia, y países con un establishment más débil, a Gran Bre-
taña, Noruega, Dinamarca y Escocia. Es decir, estos últimos son aquellos que combinan la
existencia de una Iglesia establecida constitucionalmente con cierta institucionalización del
pluralismo religioso y mecanismos de cooperación selectiva con las minorías religiosas; véase
Bader, V., Secularism or Democracy? Associational Governance of Religious Diversity, Amsterdam, Am-
sterdam University Press, 2007.
23 Ferrari, A., “France and Greece: Two Approaches to Religious Pluralism”, Law and
Justice-The Christian Law Review, Londres, vol. 152, núm. 27, 2004, p. 6.
28 Liogier, R., Une laïcité “legitime”. La France et ses religions dÉtat, París, Médicis-Entrelacs,
2006.
29 Bader, V., op. cit.
mente, la financiación que reciben por parte del Estado) ha sido objeto de
polémicas en la esfera pública y, en algunos casos, se han creado comisiones
de investigación, debates parlamentarios y, finalmente, modificación de los
Acuerdos entre la Iglesia y el Estado.30 En cierto modo lo que en toda Euro-
pa se ponen en duda es la legitimidad de las Iglesias para seguir mantenien-
do unos privilegios que fueron acordados en un tiempo en que gozaban de
un apoyo social mucho más amplio.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que, tal y como pone de ma-
nifiesto Grace Davie, “las Iglesias históricas están perdiendo relevancia en
el mismo momento en que están llegando numerosos grupos religiosos de
otras regiones”.31 Son varios los autores que argumentan y explican que los
modelos de relación Iglesia-Estado se han (y están) acomodando para adap-
tarse a la nueva realidad plural de Europa. Un ejemplo paradigmático es
el relato que hace Davie de la polémica en torno a la representación de las
organizaciones religiosas en la segunda cámara del parlamento británico.
La llamada House of Lords cuenta con una serie de miembros que son no
electos; entre ellos, 26 obispos. A finales de la década de los noventa, en el
proceso de reforma de la cámara, se abrió un fuerte debate sobre la conti-
nuidad de los obispos en la cámara. Los argumentos contrarios a la repre-
sentación eran aquellos que alegaban que en una sociedad democrática y
moderna este sistema de representación no tenía ninguna razón de ser. Sin
embargo, la posición mayoritaria fue aquella que alegó que Gran Bretaña
se había convertido en una sociedad plural y que, por tanto, la House of
Lords también tenía que hacerse eco de esta nueva realidad. Es decir, no se
ponía en cuestión el hecho de que los obispos formaran parte de la Cámara,
sino que lo que se reclamaba era que no fueran los únicos representantes
religiosos que participaban en ella. En cierto modo, si tradicionalmente las
disputas públicas habían sido forjadas alrededor del eje religión versus laici-
dad, parece que en esta última discusión el eje se traslada hacia el binomio
Iglesia mayoritaria versus pluralismo. Los obispos anglicanos, además, se
mostraron partidarios de incluir otras organizaciones religiosas en el seno
de la segunda cámara del parlamento. Episodios como el descrito por Davie
se están produciendo en toda Europa y a raíz de estos acontecimientos los
30 En este sentido, por ejemplo, véase el caso de Dinamarca, que en 1994 creó una comi-
sión parlamentaria encargada de examinar los vínculos de la Iglesia y el Estado (sobre todo
en materia económica) y para incorporar las minorías religiosas en los Acuerdos. En 2000
entró en vigor la nueva ley que regula la situación de la Iglesia y de las minorías. Davie, op.
cit., p. 40). En Suecia ha pasado algo parecido, y el 5 de marzo de 1998 se aprobó una nueva
ley que regulaba el rol de la religión, la cual entró en vigor el 1o. de enero de 2000.
31 Idem.
sobre todo para la discusión a raíz del preámbulo de la Constitución Europea. Asimismo, ha
sido objeto de debate y se han creado grupos de reflexión sobre el tema, como el impulsado
por Jaques Delors “Une âme pour l’Europe”; véase Schlesinger, P. y Foret, F., “Political Roof
and Sacred Canopy?: Religion and the EU Constitution”, European Journal of Social Theory,
Gran Bretaña, vol. 9, núm. 1, 2006. Sin embargo, no se ha desarrollado una política activa
en la materia desde la Unión Europea.
derecho que conduce a una disminución de las diferencias entre los mode-
los de gestión de cada país. En este sentido, Koenig, afirma que el hecho de
que los grupos religiosos cuenten con la posibilidad de recurrir al Tribunal
Europeo de los Derechos Humanos para reclamar sus derechos obliga a los
Estados a adecuar sus órganos reguladores y armonizarlos a escala europea.
Sea como sea, lo que está claro es que en los últimos años la diver-
sidad religiosa ha adquirido mayor visibilidad en la agenda política de
los gobiernos europeos y que los antiguos mecanismos de gestión de las
relaciones Iglesia-Estado están en proceso de redefinición. En esta línea
Silvio Ferrari afirma que “...Los sistemas tradicionales de relaciones entre
los Estados y las religiones ya no funcionan bien y, después de un periodo
de relativa estabilidad, han entrado en una fase de transición. La fuerza de
este cambio es bastante clara, pero es difícil ser preciso sobre los resultados
concretos que conllevará”.35
tación kosher o halal en las escuelas, etcétera— pero que no estipulen concreta-
mente cómo estos derechos deben ser llevados a la práctica.
En esta línea, por ejemplo, en 1992 el gobierno español firmó unos
Acuerdos de cooperación, con rango de ley, con las comunidades judía, mu-
sulmana y protestante, donde se establecían y definían los derechos de estos
grupos (festividades, cementerios, atención religiosa en hospitales y prisio-
nes, etcétera). Sin embargo, paradójicamente, al aprobar los Acuerdos, no
se elaboró un plan de implementación ni se dedicó una partida extraordina-
ria de financiación para llevarlos a la práctica. Incluso, a pesar de que mu-
chas de las cuestiones estipuladas en los Acuerdos forman parte del ámbito
competencial de las administraciones locales, numerosos ayuntamientos no
tuvieron conocimiento de la existencia de dicho Acuerdos hasta bastante
tiempo después de que fueron firmados.37
Han sido los ayuntamientos los que, cuando se han encontrado con de-
mandas concretas de las comunidades, han tenido que buscar y pensar las
estrategias para hacer efectivos estos derechos al tiempo que, en gran medida,
han tenido que asumir el coste. Además, es necesario poner de manifiesto
que, en la mayoría de ocasiones, estas demandas no tienen precedentes,38 y,
por tanto, no existen referentes claros y explícitos a los que se pueda acudir.39
En segundo lugar, surge el reto de definir de qué manera se puede cons-
truir un marco de convivencia laico donde la existencia de una Iglesia histó-
ricamente dominante no implique un agravio comparativo y/o una ofensa
para las minorías religiosas. La mayoría de países europeos históricamente
han contado con una Iglesia mayoritaria que ha disfrutado de una posición
de privilegio en la esfera pública en detrimento de las minorías religiosas.
Sigue existiendo, además, lo que en otras ocasiones, utilizando la noción de
Michael Billig de “nacionalismo banal”,40 he definido como “cristianismo
Spain”, en Shadid W. y Koningsveld, P. S. von (eds.), Religious Freedom and the Neutrality of the
State: The Position of Islam in the European Union, Leiden, Peeters, 2002.
38 Esta cuestión, además, se acentúa por el hecho de que la mayoría de sistemas de
gestión de la diversidad religiosa en los países europeos fueron diseñados mucho antes de la
emergencia de estos nuevos grupos religiosos. En esta línea, el alcalde de la ciudad francesa
de Mulhouse afirmó: “la mayoría de demandas religiosas eran inexistentes en Francia en
1905” (cuando se diseñó el sistema de laicidad francés); citado en Palard, J., “Introduction”,
en Skard, H. et al., Gods in the City. Intercultural and Inter-Religious Dialogue at Local Level, Es-
trasburgo, Local & Regional, 2007. Lo que hace que, en muchas ocasiones, las autoridades
locales cuenten con muy pocas guías de actuación frente esta nueva diversidad religiosa.
39 Ante la evidencia de las dificultades de la administración local respecto a estas cues-
tiones, España creó en 2011 el Observatorio del Pluralismo Religioso, que difunde buenas
prácticas y se establece como órgano asesor de los ayuntamientos en esta materia.
40 Billig, M., Banal Nationalism, Londres, Sage Publications Ltd., 1995.
banal”. Billig sostiene que a pesar de que el nacionalismo suele estar vincu-
lado públicamente a formas agresivas y ardientes de patriotismo, la forma
más eficaz de reproducir la nación es aquella que se produce a través de ges-
tos más sutiles y que generalmente pasan inadvertidos a la mayoría. En este
sentido, nos dice: “La imagen metonímica del nacionalismo banal no es una
bandera que se agita conscientemente con ferviente pasión; es la bandera
que cuelga desapercibida en el edificio público”.41
De forma similar, las Iglesias históricas en los países europeos reproducen
su hegemonía integrados en la esfera de lo “normal” y de la reproducción de
dinámicas cotidianas y gestos sutiles que son percibidos como banales o
triviales para la población: la existencia de símbolos religiosos en el espa-
cio público, la celebración de festividades religiosas, la invitación de acto-
res religiosos a los actos públicos y otros muchos. Es por este motivo que
definir concretamente qué rol debe tener la Iglesia mayoritaria y, también,
las minorías religiosas en el espacio público e identificar qué significa y
qué implica exactamente actuar desde la laicidad pero respetar la diversi-
dad, es el tuétano de los debates actuales en torno a la diversidad religiosa.
Las autoridades locales se enfrentan hoy con la necesidad de construir
un entorno inclusivo donde nadie se sienta excluido; al mismo tiempo, sin
embargo, se encuentran con la dificultad de conjugar la tradición con los
nuevos referentes y hacer compatible un pasado impregnado de tradiciones
de raíz cristiana que hoy forman parte de la cultura popular común con un
presente y un futuro que se define en plural.
Encontrar el equilibrio entre la discriminación y el absurdo de una
neutralidad ficticia es el gran reto. Nos referimos a los debates sobre cues-
tiones tan dispares como la celebración de las festividades de origen reli-
gioso, la existencia de símbolos religiosos en el espacio público, el relato
sobre la propia historia del municipio, la toma en consideración (o no) de los
actores religiosos en la celebración de las efemérides y/o acontecimientos
clave de la ciudad, la mayor/menor visibilización de las organizaciones
religiosas en los medios de comunicación locales, etcétera.
Identificar qué prácticas pueden ser discriminatorias y evaluar qué
cuestiones se deben replantear a la luz del nuevo escenario plural es una ta-
rea acuciante y, a menudo compleja, que enfrentan las autoridades locales.
Las respuestas de las autoridades locales europeas en la materia son muy
diversas y no siguen un patrón común. En este sentido, mientras hay ayun-
tamientos como el de Berlín, que han prohibido la existencia de símbolos
religiosos en los espacios públicos —especialmente en las escuelas—, hay
41 Ibidem, p. 8.
otros lugares como la región de Puglia, en Italia, donde han decidido con-
siderar que los símbolos católicos son asumidos como parte de la tradición
cultural de la zona y, por tanto, extraer las connotaciones religiosas y no
identificarlos como discriminatorios con las minorías religiosas.
En algunas ciudades catalanas el tradicional pesebre navideño fue
substituido por versiones laicas del mismo, mientras en otras la tradición
continúa vigente y es impulsada desde los mismos ayuntamientos. Asimis-
mo, se mezclan cuestiones relacionadas con la presencia y visibilidad de
las nuevas confesiones religiosas en el espacio público y desde ahí emergen
debates como los relacionados con el velo integral.42 Los retos son múl-
tiples y el abanico de respuestas es muy amplio pero, en mayor o menor
grado, todas las administraciones locales de Europa deben hacer frente a
esta cuestión.
En tercer lugar, la necesidad de construir políticas públicas que logren
asegurar la cohesión y la paz social es una cuestión urgente en todas partes.
La emergencia de crisis de gobernabilidad vinculadas a cuestiones religio-
sas —como puede ser, por ejemplo, la crisis derivada de la publicación de
las caricaturas de Mahoma— han puesto de relieve la importancia de tener
en cuenta la variable religiosa como un factor clave en la construcción de la
cohesión social.
También, por supuesto, las quejas vecinales por la construcción de lu-
gares de culto43 otorgan un peso mayor a la necesidad de potenciar políti-
cas públicas para fomentar la buena vecindad. En cierto modo, estas “cri-
sis” han visibilizado la relevancia de contar con las herramientas adecuadas
para prevenir y/o dar respuesta a los conflictos de esta índole. Cuestiones
como la necesidad de construir una sociedad civil inclusiva, la necesidad de
evitar la radicalización de las minorías religiosas o la importancia de fomen-
tar una coexistencia respetuosa y tranquila forma parte de la agenda de los
gobiernos locales.
Es relevante tener presente, además, que tal y como el sociólogo ho-
landés Jan Rath pone de manifiesto, la incorporación en la agenda de estas
cuestiones aparece inseparablemente vinculada a una creciente “sensación
42 Burchardt, op. cit.; Moors, A. y Salih, R., “Muslim Women in Europe: Secular Nor-
mativities, Bodily Performances and Multiple Publics”, Social Anthropology, Inglaterra, vol. 17,
núm. 4, 2009, pp. 375-378, disponible en: http://doi.org/10.1111/j.1469-8676.2009.00090.x;
Göle, N., “Islam in Public: New Visibilities and New Imaginaries”, Public Culture, Estados
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43 Astor, A., “«Mezquita No!», The Origins of Mosque Oppositions in Spain”, GRITIM
Working Paper Series, Barcelona, núm. 3, 2009; Maussen, M., “Mosques and Muslims in Mar-
seilles”, ISIM Review, Holanda, vol. 16, otoño, 2005.
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48 Fetzer, J. y Soper, C., Muslims and the State in Britain, France, and Germany, Cambridge,
Cambridge University Press, 2005.
49 Galembert, C., “La ciudad de Mantes-la-Jolie y su mezquita: ¿un nuevo orden políti-
co-religioso en construcción?”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, Madrid, núm. 77, 2007.
50 Ibidem, p. 115.
51 Richardson, J. T., Regulating Religion: Case Studies from Around the Globe, Nueva York,
Kluwer Academic/Plenum Publishers, 2004.
religioso”, así como en saber analizar y detectar qué podría constituir una
discriminación de las autoridades hacia las minorías religiosas en relación
al uso del espacio público.
Ahora bien, el dilema que se plantea es, ¿hasta qué punto pueden de-
negarse estos permisos y, en cambio, permitir las procesiones católicas? En
Grecia, por ejemplo, el proselitismo está prohibido en la Constitución por lo
que las autoridades (estatales y locales) restringen enormemente las activi-
dades de las minorías religiosas en el espacio público. Un caso famoso en la
jurisprudencia europea es lo que llevó un testigo de Jehová griego a denun-
ciar al Estado griego ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos
por haberlo encarcelado (a él y su mujer durante una noche) debido a que
llamó a la puerta de una mujer integrante de la Iglesia ortodoxa, para expli-
carle sus creencias. El juez europeo dio la razón al quejoso y afirmó que “el
equilibrio de los derechos individuales obliga a tolerar que el pensamiento
de otro soporte un minimum de influencias, sin que se llegue a una extraña
sociedad de bestias silenciosas”.52 Es también pertinente tener en cuenta lo
que podría llamarse las paradojas de la visibilidad. En este sentido, mientras
las autoridades acostumbran a ser muy cautelosas con la autorización de
permisos para la realización del rezo de fin de ramadán en plazas públicas,
suelen ser muy flexibles y permisivos frente a la organización de medita-
ciones colectivas y/o expresiones de la llamada “espiritualidad holística”.53
En cuarto lugar, se pone de manifiesto que si bien hay cierto consenso
ante la idea de que los Estados no tienen obligación de favorecer la vida re-
ligiosa de la ciudadanía, también hay un cierto acuerdo en que no la pueden
entorpecer. El ejercicio de la libertad religiosa es un derecho, y, por tanto,
los ciudadanos que profesen una determinada fe deben estar en posibilida-
des de ejercer este derecho con unas condiciones mínimas. Sin embargo, la
pregunta clave es si no existen las “condiciones mínimas” para que la ciuda-
danía de un determinado país pueda ejercer este derecho, ¿quién las tiene
que facilitar?, ¿las propias comunidades religiosas o los gobiernos? Es de-
cir, en ocasiones las comunidades religiosas no tienen los medios necesarios
para construir templos “dignos” o para llevar a cabo sus actividades ade-
cuadamente o para garantizar que puedan vivir su cotidianidad según los
requerimientos de su fe (por ejemplo, si enferman, en los rituales de muerte
o en la educación de los hijos entre otras).
52 Seglers, A., “Llibertat religiosa i laïcitat: un estudi comparat”, Idees. Revista de Temes
Contemporanis, España, abril-septiembre, 2005, p. 175.
53 Heelas, P. et al., The Spiritual Revolution: Why Religion is Giving way to Spirituality, Londres,
54 Para profundizar más en estas cuestiones véase Griera, M., Diversitat Religiosa i Món
Local: una mirada a Europa, Barcelona, Diputació de Barcelona, 2011.
tejen entre actores religiosos, políticos y sociales son claves para compren-
der cómo se produce la gestión local de la diversidad religiosa. A veces, el
impacto del marco legal y político se reduce sólo a nivel formal, y prima la
importancia de las rutinas establecidas y los acuerdos que se desprenden
de las microdinámicas informales producidas a nivel local. Por este moti-
vo, resulta clave ir más allá del análisis jurídico y/o de la política formal
para adoptar una mirada sociológica con tal de poder comprender las
características actuales de la gestión de la diversidad religiosa y sus trans-
formaciones en la sociedad contemporánea.
X. biblioGrafía
CONCLUSIONES
LAICIDAD Y CULTURA LAICA*
Jean baubérot**
I. introduCCión
231
teórica, aunque ésta no es del todo ausente (véase los trabajos de Steve Bru-
ce). De hecho, algunos estudios empiezan con un recordatorio sintético, que
constituye una especie de homenaje al paradigma, del cual se libera después
en gran medida.
Ahora bien, partir de 1994, José Casanova procedió a un análisis al cual
me sumo de buena gana: la no pertinencia de la secularización como marco
paradigmático y la validez de la secularización como concepto. El sociólogo
desconstruye el paradigma, al mostrar que corresponde a tres “proposicio-
nes” divergentes: declive religioso, privatización, diferenciación institucional.
No existe, para Casanova, relación causal alguna entre las tres proposiciones.
A la luz de las encuestas empíricas, el declive (“pérdida”) y la privatización
(ya) no corresponden a un conjunto significativo de situaciones empíricas.
Cada una debe ser disociada de las otras. En cambio, la diferenciación en-
tre instituciones se verifica en muchos casos, sin implicar necesariamente un
declive irreversible de la religión, al mostrarse compatible incluso con formas
de “religión pública moderna”. Este enfoque conduce al sociólogo hispanoa-
mericano a distinguir diversos tipos de religión pública a partir de sus relacio-
nes con el Estado. Asimismo, integra el análisis de lo político y de lo jurídico,
singularmente ausente en la elaboración del paradigma de la secularización.
El desarrollo de estudios sobre la laicidad (o, en inglés-americano, sobre
el political secularism) resulta de un desplazamiento de este punto de vista, en
el sentido casi geográfico de la expresión. Y si se trata de tomar en cuenta
los acontecimientos contemporáneos más importantes, este desplazamiento
no se reduce al estudio del presente. Por una parte, no podemos ignorar
que las formas de religión han sido políticamente impuestas en el pasado,
lo que el paradigma no tomaba en cuenta. Además, y en consecuencia,
el proceso sociohistórico plural de la laicización como solución política
de los conflictos político-religiosos ha sido analizado (véase, por ejemplo,
Gill, 2008, o Cady y Sharkman-Hurd, 2010).2 Los trabajos recientes de la
Colección Cultura Laica de la UNAM3 y de El Colegio de México se ins-
criben en esta nueva perspectiva, la cual aporta nuevas ganancias de cien-
tificidad. Significa, asimismo, que es imposible ahora adoptar un plantea-
miento que se limite a la sociología de las religiones (inclusive ampliada
a los religious studies en general) como el paradigma de la secularización
tendía a ser. La interdisciplinaridad se impone, lo hemos constatado a lo
largo de esta obra. Esta interdisciplinaridad desborda las ciencias humanas
2 Gill, Antony, The Political Origins of Religious Liberty, Cambridge, Cambridge University
4 Véase Milot, Micheline, Laïcité dans le nouveau monde. Le cas du Québec, Turnhout, Brepols,
2002; Baubérot, Jean y Milot, Micheline, Laïcités sans frontières, París, Seuil, 2011; Baubérot,
Jean, Les sept laïcités françaises, París, Editions maison des Sciences de l’Homme, 2015.
se, 2005.
pues no podemos escapar del problema de la tensión que puede existir entre
el proceso de decisión político y el derecho.
Libertad de conciencia y no discriminación constituyen dos finalidades
fundamentales de la laicidad. De forma complementaria, los dos medios
principales para alcanzar estas finalidades son la separación y la neutra-
lidad, parámetros igualmente susceptibles de diferentes interpretaciones.
Como lo ha mencionado Roberto Blancarte, la “separación” no se reduce a
la existencia de una ley formal que establezca explícitamente la separación
de la religión y del Estado. Cuando existe dicha ley, sus modalidades pueden
inducir modelos de separación diferentes. Así, y al contrario de una percep-
ción común, la separación es, en varios aspectos, más estricta en Estados
Unidos que en Francia.7
La noción de separación puede acercarse a la de “diferenciación” desde
la óptica utilizada por Casanova (1994). De acuerdo con él, hay que distin-
guir las “religiones establecidas por el Estado” (established State Churches), en
las cuales existe un vínculo orgánico entre el Estado y la religión, como la
España franquista, u hoy en día, la República islámica de Irán, y por otra
parte, las diversas situaciones en las cuales la religión ya no es parte de
las instituciones obligatorias del Estado (state compulsory institutions), sino que
constituyen instituciones religiosas libres, que son partes de la sociedad civil
(free religious institutions of civil society). En esta hipótesis, pueden existir situa-
ciones en las cuales la religión sigue siendo oficialmente “establecida” (In-
glaterra, Dinamarca, etcétera) pero cuyo vínculo con el Estado se ha vuelto
“residual” en menor o mayor medida: el funcionamiento de la democracia,
el respecto de los derechos fundamentales, inscriben, de manera dominante,
la religión en las instituciones “libres”, disociada del Estado (los “bienes de
salvación” no son de su incumbencia).
Podemos plantear la hipótesis según la cual cuanto más poderosos son
los vínculos orgánicos entre el Estado y la religión —y hacen que ella pueda
imponer, gracias a él, ciertas normas incluyendo a los que no quieren seguir-
las—, más débil o incluso inexistente será la separación. A la inversa, cuanto
más constituye la religión una de las instituciones libres de la sociedad civil,
cuyas normas son únicamente objeto de una adhesión o rechazo voluntario,
más consistente resultará la separación. En este caso, la religión puede dis-
frutar de su “libertad”, de su desplazamiento del lado de la sociedad civil,
para hallar nuevos papeles. Sin contribuir a la gobernanza política desde
arriba, puede, sin embargo, influenciarla como una institución libre que
7 Zoller, Elisabeth, La conception américaine de la laïcité, París, Dalloz, 2005, p. 3-32; Berlin-
linerbau, J. (ed.), Secularism on the Edge, Nueva York, Palgrave MacMillan, 2014.
12 Martin, Xavier, Naissance du sous-homme au cœur des Lumières. Les races, les femmes, le peuple.
[El] tema moderno del progreso comparte con el tema religioso del fin del
mundo la creencia según la cual el tiempo… es la dimensión que acerca a
los hombres de un término deseable: ya sea por la voluntad divina, ya sea
por la alianza entre la temporalidad y la libertad humana… El nuevo retra-
to de la catástrofe transforma profundamente la experiencia del tiempo…
Ya no debemos consolarnos de la permanencia en el mundo (con sus injus-
ticias), sino del riesgo de su desaparición definitiva y sin futuro.15
Los que piensan que sólo existe un mundo están en la situación donde
se desarrolla la creencia fuerte de que no hay mucho más que “salvar” en
el futuro. Asimismo, lo político tiene mucha dificultad en pedir esfuerzos
para construir el futuro. La progresión de los discursos milenaristas, como
los discursos salafistas en el islam y pentecostales en el protestantismo, se
explica en buena parte por dicho contexto sociocultural. Estos discursos
reconstruyen de manera mítica e idílica el pasado fundador de su religión.
Pero este universo apocalíptico no se limita a lo religioso: muchos jóvenes
están familiarizados con él mediante los videojuegos y las películas del cine
contemporáneo. El “humo que mata”: podemos verlo en la propaganda de
Daech, como en la serie televisada Lost.
Debemos cuidar de no desarrollar, por nuestra parte, un discurso nos-
tálgico, una invocación del conjuro de la Ilustración que nos cegaría a su
complejidad, o al contrario, una suerte de negación del acervo de la historia
de Occidente. No es en vano que utilicé la expresión de “crisis del éxito”.
Me encuentro por mi parte, y no sorprenderá a las y los que nos conocen, en
una perspectiva muy análoga a la que desarrolló Roberto Blancarte y que
consiste en pensar a la vez en la “crítica (la autocrítica) y el elogio” de Occi-
dente, dando a esta noción un sentido axiológico e institucional, despojado
de cualquier carácter geográfico, ya que diferentes civilizaciones incorpora-
ron y se apropiaron algunos valores e instituciones históricamente nacidas
en occidente y los adaptaron a su propia cultura.
En este punto —me parece— podemos definir nuevos proyectos para la
laicidad. Evocaré rápidamente algunos.
15 Foessel, Michaël, “Apocalypse et Consolation”, Esprit, París, núm. 6, 2014, pp. 64-74.
16 Hartog, François, Régimes d’historicité. Présentisme et expériences du temps, París, Seuil, 2003.
V. biblioGrafía
———, Les sept laïcités françaises, París, Éditions Maison des Sciences de
l’Homme, 2015.
——— y milot, Micheline, Laïcités sans frontières, París, Seuil, 2011.
berGer, Peter, La religion dans la conscience moderne, París, Le Centurion, 1971.
———, The Sacred Canopy. Elements of a Sociological Theory of Religion, Nueva
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berlinerblau, Jacques, How to be Secular, Boston, Houghton Mifflin Har-
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GOULD, J. (ed.), Penguin Survey of the Social Sciences, Baltimore, Penguin,
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