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Dialogos en Torno A Alejandra Pizarnik Elizabeth Barral

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Alejandra Pizarnik y el miedo de la poesía1

Cold in hands blues

y qué es lo que vas a decir


voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo

El miedo es un protagonista indudable en la poesía de Alejandra. ¿Por qué?


El miedo está ligado a sus “figuras de presentimiento”, la presencia del miedo da cuenta
de que se ha tomado contacto con algo, algo ha sido sabido. Bajo qué figuras se lo
representa será otra cuestión.
¿Por qué ocultarse en el lenguaje?
¿En qué ocultarse cuando ha sido el lenguaje mismo quien le reveló su costado de
intemperie?
Alejandra es conciente de la verdad del desamparo.
Ella se hizo portadora de un lenguaje que desnuda las cosas.
Dice en: “Fragmentos para dominar el silencio”,

“Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y la palabras no guarecen, yo


hablo”

¿Cuál es el tejado del lenguaje? ¿Cuándo el lenguaje protege y cuándo desampara?


La palabra protege y cubre, cuando defiende del silencio, en Alejandra, en el silencio,
no hay silencio, se hacen oír las voces. Es un silencio hendido por el canto de los

1
Hablar de la poesía de Alejandra Pizarnik es hablar de Alejandra. Su poesía es la escritura de Alejandra,
en el doble sentido del término, es su escritura, porque Alejandra escribe y es también lo que se escribe
de Alejandra. Ante esta amalgama no se puede hablar sino de ella y su poesía. Lo que aquí se diga será a
partir de lo que se desprende en lo que está escrito. Es una lectura de ello, no pretendemos hacer psico-
biografía ni que esto sea ninguna psicología de la autora. Hablaremos de la Alejandra que leemos en sus
escritos.

1
enlutados. La palabra silencio está ligada etimológicamente a la palabra silente, y ésta a
los muertos, los silentes.
La palabra protege y cubre cuando sus ligaduras semánticas aseguran un statu quo, un
mundo construido a imagen y semejanza de la esfera del yo.

En el transcurso de su obra asistimos a un paulatino estallido de la palabra y a un


lenguaje que se abisma cada vez más.

Partamos del poema “El despertar” (ver al final)

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo


Qué haré con el miedo

Hay un despertar que se inicia cuando el pájaro ha perdido su jaula, es decir cuando se
ha volado su protección y ahí, produce un salto, un salto que la llevará a “otra orilla”,
“otro lado”, salto que marcará la heterogeneidad de un lado y otro. No es simplemente
cruzo de aquí a allá, es un cruce en el que se produce un despegue, una torsión que no
vuelve atrás. Un movimiento que la deja sola de una soledad que no puede volver a
cubrir. Se está solo.
Dice en Sala de psicopatología:

“pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:


se separó
fue demasiado lejos en la soledad
y supo –tuvo que saber-
que de allí no se vuelve”

2
Alejandra habla de separación, se-pare, tenemos ahí conjugados la separación, la
parición y también la partición, la poeta habla de su partir, un partir que la parte, su
poesía va a dar testimonio de ello. Leemos en: “La última inocencia”: “He de partir.
Pero arremete, ¡viajera!”

Primero entonces el despertar y con él, el miedo.


Fijémonos en la figura que utiliza, “la jaula se ha vuelto pájaro”, eso es una torsión,
obra de un poeta. No es que la jaula se abrió, se derribó, etc., se hizo pájaro y se voló,
es otra cosa, imposible volver atrás cuando lo que se produce es una mutación. Primer
salto. Ahí, frente a lo que se ha disuelto, el miedo. ¿Qué haré con el miedo?

Los primeros versos dan cuenta de una liberación, delirio, corazón loco, que aúlla a la
muerte y sonríe. Pero ni bien aparece el miedo desaparece la sonrisa, y la muerte enseña
a vivir a los muertos. El vacío no vacío, se escuchan los gritos de los condenados y sus
nombres, los de la poeta, ahorcados en la nada.
Este es un punto importante, podemos hipotetizar que pierde un modo de nombrarse.
Ella ha dejado atrás el nombre con el que la llamaron en su infancia: Flora, y comienza
a nombrarse con su segundo nombre: Alejandra.
El último poema del libro: “La última inocencia” hace referencia a su nombre,
“alejandra, alejandra debajo estoy yo alejandra”. Inmediatamente después sigue el otro
libro: “Las aventuras perdidas”.
Volviendo al poema, dice: “He consumado mi vida en un instante (… ) Ahora es nunca
o jamás o simplemente fue”
Es el instante del despertar, momento de quiebre fecundo, de fecundidad, de darse a luz.
Pero ese tiempo del ahora se hace inasible, es nunca o jamás, lo que se perdió disuelve
la consistencia del presente. También la vida consumada es nunca o jamás, modos de
nombrar lo que no será, lo que no fue.
Una digresión en esto, hablando de ese instante, Cesar Aira, en su libro: “Alejandra
Pizarnik”, menciona como característica de la poesía de ella, la brevedad, y la vincula a
un presente, a un instante de invención, no rememoración ni recuerdo.
Ese tiempo de la poesía como en el Haiku, la brevedad y sin moraleja. Es una pincelada
que dibuja un instante y queda para el lector la posibilidad de elegir, de decidir la
lectura, como dice Hanna Arendt.

3
Volviendo al poema, la lógica es impecable, acto seguido de decir “he consumado mi
vida en un instante”, habla del suicidio frente al espejo, es decir que la que debe morir
es la del espejo, su imagen, su identificación. Desaparecer para reaparecer en el otro
lado. Leemos aquí como se anticipan ciertos elementos que aparecen en poesías futuras.
Dirá en Árbol de Diana,
“Explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome”.

Momento de afánisis, desaparecer para reaparecer en otro puerto.


Las venas, canal de su sangre, muy presente en su poesía, extraídas para lograr esa
escala al otro lado de la noche, ¿del espejo?
El principio ha dado a luz el final, invierte la lógica habitual donde lo que se da a luz es
el principio, y en eso canta “la tristeza de lo que nace”. Así se acerca más a la verdad, en
la que cada cosa que nace lleva en si el germen del final.
Pero los brazos insisten en abrazar el mundo porque aún no les enseñaron que es tarde,
que ya hay un mundo que terminó para ella. “Señor arroja los féretros de mi sangre”,
lleva los muertos en las venas, las mismas que podrían ser el puente.

Leyendo sus poemas se tiene la sensación que no cesa de escribir ese despertar, o es un
despertar que no cesa. Un despertar sin fin. Murió de estar despierta. Como lo subraya
Aira al decir: murió de insomnio, ingiriendo una sobredosis de pastillas para dormir.

El libro que continua es: “Árbol de Diana”, un verdadero testimonio de esa luz hecha
escritura.
El prólogo de O. Paz lo anticipa. Y comienza con el salto.

He dado el salto de mí al alba.


He dejado mi cuerpo junto a la luz
Y he cantado la tristeza de lo que nace.

En ese salto se verifica un recurso poético que Aira nombra cono dislocación del
sujeto.
Este es un recurso poético, o un artificio de lenguaje que puede aparecer también en un
sueño. Consiste en hacer pasar al registro del enunciado un elemento de la enunciación.

4
La dislocación se pone de relieve haciendo cruzar los dos carriles, el del enunciado y el
de enunciación. Aira toma como ejemplo de esto, el sueño que relata Freud y que
retoma Lacan, sobre el padre muerto que aparece en el sueño, en el que el soñante dice:
“Él no sabía que estaba muerto”.

La virtud o eficacia poética de este recurso se verifica en la posibilidad de expresar ese


gesto de sustancia inasible, el instante de enunciación. Ese “gesto” que puede quedar
inscripto más allá de los enunciados.
Una topografía dislocada, dice Aira, dislocación de las leyes de la representación como
hizo Escher. La poesía de Alejandra cumple con lo que decía Rimbaud: la tarea
impuesta a la poesía es fijar vértigos. 2
Para dislocar tiene que hurtarse de las leyes del discurso.3

El salto que da en esa poesía consiste en un saltar de sí, “he dado el salto de mí al alba”,
luego en un segundo tiempo deja su cuerpo junto a la luz. En este punto, menciona Aira,
hay un desdoblamiento clásico, el cuerpo que se separa del alma. En el tercer verso ese
sujeto que se ha dado a luz, canta la tristeza de lo que nace. Se parte de sí. Se parte.
Una operación del mismo orden leemos en ese barco que “partió de mí llevándome”, se
sale de sí.
Este recurso poético puede leerse como un testimonio escrito de una operación subjetiva
de la poeta Alejandra.
La dislocación del sujeto se diferencia del desdoblamiento en el yo y el tú.
En este último caso los elementos de dicho desdoble son del mismo orden, es así como
podemos entonces ubicarlos en la lógica de lo especular.
El salto en cambio, ese salto hacia otro lado, marca la heterogeneidad en ese sujeto del
antes y el después. En el salto se ha producido una transformación. Es heterogéneo
porque cambia el lugar de la enunciación.
Volviendo al sujeto podemos decir que el sujeto del enunciado es la máscara, el ropaje
con el que se viste. El yo es máscara. Varias poesías de Alejandra se refieren a ello.
Esas vestiduras serán permanentemente deshojadas por la poeta, leemos en un poema:
“la que murió de su vestido azul está cantando”4. El descaro de la figura poética “morir
de su vestido” realiza el descascararse de sus vestiduras.

2
Cesar Aira, “Alejandra Pizarnik”. Beatriz Viterbo editora.
3
idem

5
La división subjetiva delimita dos campos heterogéneos. El espejo de las analogías se
rompe.
El drama de inadecuación es lo que padece el sujeto humano. De ahí nacemos como
hijos del lenguaje, de esa inadecuación.
Inadecuación entre las palabras y las cosas, entre sujeto del enunciado y la enunciación,
entre el decir y el dicho, entre el deseo y su objeto, etc.
En la desesperanza de sus últimos poemas la poeta declara: “las palabras no hacen el
amor, hacen la ausencia”. Bella manera de aludir al precepto lacaniano de “no hay
relación sexual”.
Las palabras hacen la ausencia, nos arrebatan el objeto, dice la poeta: “si digo agua
¿beberé?, si digo pan ¿comeré?” En la poesía de Alejandra, dice María Negroni: “No
hay unión, ni amorosa, ni entre el ser humano y el mundo, ni entre el lenguaje y las
cosas. No hay más que pérdida impotente de suprimir la escisión.” 5
En algunos pasajes de su poesía logra sellar poéticamente esa rajadura cuando, como
dice en Cantora Nocturna: “su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano
que busca el vaso”6. Pero no deja de ser una escritura de la hiancia, de esos espacios de
intervalo, y la heterogeneidad de los elementos, de la sed y la mano.

Al comienzo habíamos mencionado el miedo, miedo que la empuja a ocultarse en el


lenguaje. Pero, ¿qué sucede cuando las palabras no guarecen, o cuando hacen la
ausencia y dejan el mundo al descubierto, no cubren con un manto amoroso esa
desnudez?

¿De qué tiene miedo?


“ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe”7 dice en un poema.

Es el drama de la nominación.
En sus poemas está muy presente el tema del nombre y del nombrar.
Habíamos dicho que ella pierde el nombre de la infancia y asistimos en su poesía a los
diversos modos de nombrarse.

4
En el poema: “Cantora nocturna”. Poesía completa. Alejandra Pizarnik. Ed Lumen.
5
María Negroni, “El testigo lúcido. La obra de sombra de Alejandra Pizarnik”. Beatriz Viterbo Editora.
6
En el poema: “Cantora nocturna” ibid
7
Poema 6 en “Árbol de Diana”ibid

6
Se nombra metaforizándose en figuras como: “la niña”, “la pequeña naufraga”, la
viajera”, “la difunta”, imágenes especulares que va deshojando en los saltos de su
poesía. La dislocación del sujeto le permite, al decir de Aira,”salir del encierro de la
metáfora, que sustancializaba su personaje y la volvía un bibelot decorativo de la poesía
argentina”8
Esos personajes caen como hojas de otoño, “caen niñas de papel” dice en El deseo de la
palabra.
Otro modo de nombrarse es el acto mismo de la escritura. Es ese salto que
mencionamos que escribe la partición del sujeto, su rajadura.
Podríamos hipotetizar que el trabajo de su escritura lleva en sí la pregunta:
¿Cómo nombrarse? ¿Cómo dejar de ser y nombrarse nombrando lo que no existe?
¿Cómo nombrarse de otro modo?
Haciendo resonar su nombre escribe:
“te alejas de los nombres que hilan el silencio de las cosas” 9

Ahora bien, esta partición, esta herida es una herida que no cierra para Alejandra. Dice
en otro poema:

“mi persona está herida


mi primera persona del singular”10

“15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías,
tratando de configurar mi atroz materia verbal errante, porque – oh viejo hermoso
Sigmund Freud- la ciencia psicoanalítica se olvidó la llave en algún lado:
Abrir se abre
Pero ¿cómo cerrar la herida?”11

¿Por qué habría de ser cerrada? Tal vez no sea cerrar, si no inscribir de otro modo esa
herida. Podríamos ampliar la pregunta: ¿Cómo circunscribir, circundar ese agujero, que
funciona como un vórtice que atrae hacia sí la materia verbal?

8
Cesar Aira, “Alejandra Pizarnik”. Beatriz Viterbo Editora.
9
En: “Árbol de Diana” ibid
10
En el poema: “En esta noche, en este mundo” ibid
11
En el poema: “Sala de psicopatología”ibid

7
Te alejas de los nombres que hilan el silencio de las cosas, dice.
Los nombres que hilan, las mujeres son las que tejen, dice Lacan. Ese hilo del que
podemos tirar, el hilo de Ariadna, el hilo que permite salir del laberinto. El hilo de
Alejandra.
El hilo y el silencio de las cosas, ¿no es eso lo que dibuja el borde de un agujero? ¿No
es ese hilo del nombre el que permite circundar el vacío?
“La nominación es la única cosa de la que estamos seguros hace agujero”, dice Lacan.

Alejandra, pájaro, jaula, tejado, lenguaje, te alejas Alejandra

Un fonema: J. Retazo de su nombre.


Tejado, lenguaje, pájaro, significantes privilegiados que conllevan ese trozo de
Alejandra que se ha volado de la jaula del Otro.

Ahora bien, decíamos que la nominación hace agujero ¿que pasa con ese agujero en
Alejandra?

Hemos visto que en su escritura hay un precipitarse hacía ahí. Las palabras hacen la
ausencia, no el amor. Hay algo que se ha roto, “esta melodía rota de mis frases” y
parece no poder detenerse.
Dice en “EL infierno musical”

“La cantidad de fragmentos me desgarra


Un proyectarse desesperado de la materia verbal
Liberada a sí misma
Naufragando en sí misma”12

En otro poema:
“todo se desliza
hacia la negra licuefacción”13

12
Del poema: “El infierno musical” ibid
13
En el poema: “En esta noche en este mundo” ibid

8
Es muy probable que ese desencadenarse de sus frases le haga decir cosas tan
verdaderas.

Dos rasgos sobresalen en su escritura de este “precipitarse de su materia verbal”.


Uno: el arte que tiene para producir abismo en sus poemas., por ej.: “mi caída sin fin a
mi caída sin fin”, para tocar el más allá de las palabras, “en la cima de la alegría he
declarado acerca de una música jamás oída, ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en
éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo…” escribe en: “El deseo de la
palabra”
En “Piedra fundamental, leemos: “Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en
las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado…Yo quería entrar en el
teclado para entrar adentro de la música para tener una patria.”

Otro rasgo de su escritura que se lee mucho más en sus textos en prosa, es el juego con
la materia fónica de las palabras. En estos textos prevalece el humor.
Por ej.: en francés escribe: “Innocence & Non sense” un juego que en castellano no se
aprecia entre “inocencia y sin sentido”.
En el: “El textículo de la cuestión”, escribe: “Se dicen intelectuales, gente de letras,
cagatintaschinas, y qué sé yo (sigue), dijo el erotólogo, calígrafo y polígrafo, Dr. Flor de
Edicho Pú”. Después habla el profesor Sigmund Florchú.
“de la negra demonia de la verdad sea dicho”
“La pájara en el ojo ajeno”, “lectores pajericultos”, etc.

El abismo, el más allá de las palabras, la música jamás oída, el sin sentido y el humor,
hilos donde se teje un goce singular del que la escritura de Alejandra da testimonio.

Elizabeth Barral

Anexo:

POEMA:
EL DESPERTAR

9
a León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo


Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa


ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años

10
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumido mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo


y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas


y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final


Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado

Las gesticulaciones que remedan amor


Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana

11
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol


cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor:
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo.

Alejandra Pizarnik

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