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Cultura de Paz

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CULTURA DE PAZ

es una idea que puede ser comprendida con cierta facilidad gracias a los
imaginarios colectivos en los que se apoya la necesidad de una cultura con
capacidad de orientar e implementar un mundo mas pacifico. Creemos que la
mayor parte de la historia de la humanidad ha sido dirigida por la paz. La Cultura
de Paz es rápidamente aceptada, lo que se convierte en una gran ventaja. La
complejidad en que estamos insertos y pensar que Cultura de Paz son todas
aquellas acciones que promocionen los mayores equilibrios posibles.
La Declaración de Naciones Unidas es ante todo una declaración de intenciones
que no tenían pretensión, lógicamente, de construir un modelo antropológico u
ontológico de los seres humanos, ni sobre los conflictos, la paz, la violencia , las
mediaciones o sobre el poder de la cultura de paz, ni por supuesto un análisis de
la coyuntura internacional. Anqué, obviamente, si lleva implícito un
posicionamiento de todos estos asuntos.
1. La Cultura de Paz para las Naciones Unidas
La Paz y la Cultura de Paz esta indudablemente ligada a los seres humanos, sin
embargo no siempre ha sido reconocida pública y políticamente como un
instrumento de gestión de los conflictos humanos. Quizás haya sido en el siglo XX,
después de que pusieron fin a las guerras.
Esta idea fue difundida por la Unesco a partir de 1989, aunque había sido utilizada
por otros autores (Adams, 2003) en la declaración de su constitución se
manifestaba: “…en consecuencia, crean por la presente la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, con el fin de alcanzar
gradualmente, mediante la cooperación de las naciones del mundo en las esferas
de la educación, de la ciencia y de la cultura, los objetivos de paz internacional y
de bienestar general de la humanidad…”

Hacia una Cultura Global de Paz

Documento de trabajo preparado por el Programa Cultura de Paz (CPP)

UNESCO -- Manila, las Filipinas, Noviembre de 1995

I. INTRODUCCIÓN
En los umbrales del siglo XXI, la humanidad misma constituye la más grande
amenaza a su propia existencia. La proliferación de armas nucleares de la Guerra
Fría ha cedido su lugar a una perspectiva igualmente consternante: la amenaza
constante de conflictos étnicos, la violencia y la inestabilidad entre y en el interior
de los países. Los efectos derivados incluyen la degradación del medio ambiente,
la pobreza, la superpoblación, las migraciones y los desplazamientos masivos, así
como los costos sociales de poblaciones asediadas y heridas por la guerra,
carentes de la infraestructura o la voluntad para construir sobre la destrucción y
los trastornos ocasionados por la guerra.

En todo el mundo, las comunidades desgarradas por la guerra buscan bías para
restaurar la paz y la justicia social. En este contexto, la paz debe percibirse como
un proceso más amplio y dinámico. La paz demanda relaciones no violentas no
sólo entre los Estados, sio también entre los individuos, los grupos sociales, entre
un Estado y todos sus ciudadanos, así como entre los seres humanos y su medio
ambiente.

La humanidad, trabajando global y localmente, tiene la capacidad de transformar


la amenaza y la dificultad en desafío, cooperación y crecimiento. Los nuevos
problemas pueden ser resueltos por individuos e instituciones que aprenden
nuevas actitudes y comportamientos, y que actúan con un espíritu de solidaridad y
colaboración. Junto con las acciones a nivel de las tradiciones locales y las
instituciones nacionales, las acciones a escala internacional -- mediante un
sistema de las Naciones Unidas revitalizado y más democrático, así como por
medio de las organizaciones intergubernamentales y de otras agencias
internacionales -- se deben utilizar para promover y proseguir la paz.

Ya existen signos de progreso: Las Naciones Unidas son más emprendedoras; la


sociedad civil se está movilizando por medio de miles de organizaciones no
gubernamentales que articulan sus esfuerzos a nivel local con aquéllos realizados
a nivel mundial.

El mandato de la UNESCO es y siempre fue construir las defensas de la paz en


las mentes de los hombres y mujeres. Es en este espíritu que ella está
conduciendo la promoción de una cultura de paz. El objetivo de una cultura de paz
es un mundo el que la rica diversidad de culturas sea motivo de valorización y
cooperación; la UNESCO considera que cada persona puede desempeñar un
papel en este proceso.

La UNESCO ha asumido la cultura de paz como el tema de un nuevo programa y


un nuevo proyecto transdiciplinario. Dentro de este proyecto, en el Programa
Cultura de Pan (PCP) convergen todos los sectores de la Organización en un
esfuerzo común que involucra a todas sus esferas de competencia (educación,
ciencia, cultura y comunicación) como instrumentos esenciales para construir una
cultura de paz en cooperación con otros socios en todo el mundo.
Este documento pretende sintetizar el concepto "cultura de paz" y explorar cómo
el Programa Cultura de paz de la UNESCO se puede construir sobre sus
cimientos y convertirse en un componente esencial del movimiento mundial por la
paz. Como el concepto mismo, este documento es orgánico, y afina y revisa sus
objetivos basándose en los logros o modificaciones de su metodología inicial. Se
espera sinceramente que todos los que están comprometidos en la prosecución
de una paz duradera contribuyan al desarrollo de este documento y de la filosofía
que lo subtiende.

Cultura de paz: un concepto en evolución

Aunque sus principios fundamentales son claros, "cultura de paz" es un concepto


complejo que todavía sigue evolucionando y desarrollándose como resultado de la
práctica. La cultura de guerra ha permeado todos los aspectos del comportamiento
humano, incluso de maneras de las que no somos conscientes. Por lo tanto, una
cultura de paz también transformará todos los aspectos del comportamiento
humano, tanto individual como institucional, de maneras que aún no pueden ser
totalmente previsibles.

La UNESCO es plenamente consciente de la necesidad de apoyar un movimiento


mundial que está transformando firmemente una cultura de violencia en una
cultura más propicia para la paz. La Organización considera que en la familia de
las Naciones Unidas ella ocupa un lugar estratégico para promover, fortalecer y
difundir este mensaje de paz y comprensión mutua con el que se identifica la
cultura de paz.

El desafío más inmediato y visible es encontrar nuevos métodos para enfrentar los
problemas creados por la actual situación mundial. La UNESCO está reorientando
sus estrategias operacionales teniendo en cuenta esta sistuación, y está buscando
modos nuevos y apropiados para reforzar los constructos de la paz en la mente de
hombres y mujeres.

Principios básicos

Una cultura de paz se basa en valores, actitudes, comportamientos y estilos de


vida que refuerzan la no violencia y el respeto de los derechos y libertades
fundamentales de cada persona. Ella depende de la observancia y aceptación del
derecho de las personas a ser diferentes y de su derecho a una existencia pacífica
y segura dentro de sus comunidades.

El movimiento de una cultura de paz, como un gran río, se nutre de diversas


corrientes -- de cada tradición, cultura, lengua, religión y perspectiva política. Su
objetivo es un mundo en el que las culturas que constituyen esta riqueza vivan
juntas en una atmósfera marcada por la comprensión, la tolerancia y la solidaridad
intercultural.
En un mundo caracterizado por la diversidad, el conflicto seguirá formando parte
de la vida misma. En vez de temer el conflicto, debemos aprender a valorarlo y a
cultuvar su aspecto positivo no violento -- el coraje, el heroísmo, la creatividad, el
restablecimiento de la justicia. Como se afirmó en el debate del Consejo Ejecutivo
de la UNESCO cuando el Programa Cultura de Paz se presentó por primera vez
en 1992 "los conflictos son inevitables, necesarios y pueden incluso ser
beneficiosos al suscitar la innovación, la actividad, la identidad y la reflexión. Pero
los beneficios dependerán de nuestra capacidad para manejar los conflictos, para
resolverlos equitativamente e impedir sus manifestaciones violentas destructivas".

La creación de una cultura de paz se caracteriza por la coparticipación y la libre


circulación de la información. El secreto, las restricciones a la libertad de
información y expresión, así como el uso exclusivo del conocimiento para obtener
ganancias y poder formaron parte de una cultura en la que el "otro" es percibido
como objeto de explotación o enemigo potencial. Por consiguiente, las medidas
que aseguran la transparencia constituyen una importante contribución.

Una cultura de paz no se puede imponer desde el exterior. Se trata de un proceso


de largo plazo que crece a partir de las creencias y las acciones de las propias
personas, y se desarrolla de manera diferente en cada país y región, dependiendo
de su historia, culturas y tradiciones. Por lo tanto, la información sobre las
iniciativas de una cultura de paz y otras actividades relevantes deben ser
accesibles a cada región y país para que sean utilizadas en la medida en que son
adecuadas para ellos.

La plena participación y el fortalecimiento de las mujeres es esencial para el


desarrollo de una cultura de paz. La cultura de guerra impuso a la mujer una serie
de desafíos y desventajas. Madre sola, proveedora úncia, objetivo civil, refugiada,
ciudadana desprovista de poder, viuda, huérfana; todos estos son papeles que las
mujeres han sido obligadas a asumir. El conocimiento y las competencias para
sobrevivir que las mujeres han desarrollado a pesar de estos obstáculos son
esenciales para la reconstrucción de sociedades viables y comunidades estables.
Las mujeres tienen un profundo interés en una cultura de paz y son copartícipes
importantes en el proceso de restauración y reconciliación en los niveles local,
nacional e internacional.

Cuestiones relacionas

La creación de una cultura de paz constituye un vasto proyecto, multidimensional y


mundial en cuanto a su alcance. Está relacionado con la seguridad económica y el
desarrollo; la seguridad política y la democracia; el costo-efectividad y la
conversión económica; y el desarrollo de una solidaridad mundial.

La seguridad económica y el desarrollo son fundamentales. La paz sólo se


puede asegurar cuando las personas están libres del miedo al hambre. Por
consiguiente, las diversas iniciativas para una cultura de paz deben vincular la paz
con el desarrollo endógeno, equitativo y sustentable. Si el desarrollo no es
endógeno, se corre el riesgo de que contraríe e incluso perturbe el contexto
cultural y económico tradicional de las vidas de las personas. Si no es equitativo,
puede perpetuar injusticias que conducen a conflictos violentos. Si no es
sustentable, puede perjudicar e incluso destruir el medio ambiente y las
estructuras sociales existentes.

La seguridad política y la democracia se pueden obtener mediante instituciones


y comportamientos que aseguren que los conflictos inherentes a todas las
sociedades humanas no destruirán la integridad y el efectivo funcionamiento de la
sociedad. Mientras que en el pasado la estabilidad política se aseguraba teniendo
como último recurso la amenaza de la fuerza militar, hoy se obtiene mediante
sistemas de democracia participativa. En estos sistemas, el conflicto se maneja
gracias a una combinación de participación, diálogo, mediación y compromiso, y
se buscan soluciones políticas de las que todos se pueden beneficiar.

El costo-efectividad de la paz debe ser por lo menos tan grande como el de la


guerra, a fin de eliminar la ventaja compartiva de la cultura de guerra. Esto es
importante porque la guerra ha probado ser un útil generador de ganancias, ya
sea en términos de recursos humanos o materiales, o, más recientemente, de
lucrativas ganancias gracias a la producción y el comercio para la guerra.

La conversión de la producción y el comercio militar hacia otros de carácter civil es


necesaria porque puede hacer disponibles los recursos para programas de
desarrollo humano requeridos para brindar seguridad económica y política. Este
"dividendo de la paz" podría ofrecer, por ejemplo, los recursos requeridos para
financiar programas nacionales de cultura de paz. Por consiguiente, las iniciativas
destinadas a lograr el control del comercio de armas y la conversión de la
producción militar en producción civil revisten una importancia capital.

Solidaridad mundial. Mientras que la cultura de guerra promueve la solidaridad


contra un enemigo constituido por otro grupo, o nación, la cultura de paz
promueve la solidaridad de toda la gente contra las amenazas comunes a su
seguridad. Ella demanda a cada uno que vea al otro como un aliado en una lucha
colectiva por la paz y que cada uno trabaje con el otro para consolidar e
implementar sus respectivas acciones por la paz.

En síntesis, una cultura de paz es un cuerpo creciente de valores, actitudes,


comportamientos y estilos de vida compartidos basados en la no violencia y el
respeto de los derechos y libertades fundamentales, en la comprensión, en la
tolerancia y la solidaridad, en la coparticipación y la libre circulación de la
información, así como en la plena participación y fortalecimiento de las mujeres. Si
bien no niega los conflictos que emergen de la diversidad, exige soluciones no
violentas y promueve la transformación de la competición violenta en cooperación
para el logro de objetivos compartidos. Es tanto una visión como un proceso
multidimensional y global, que está articulado con el desarrollo de alternativas
positivas a las funciones previamente desempeñadas por la guerra y el
militarismo.
Una cultura de paz está basada en los principios enunciados en la Carta de las
Naciones Unidas y en el respeto de los derechos humanos, la democracia y la
tolerancia, la promoción del desarrollo, la educación para la paz, la libre circulación
de información y la mayor participación de la mujer como enfoque integral para
prevenir la violencia y los conflictos, y que se realicen actividades encaminadas a
crear condiciones propicias para el establecimiento de la paz y su consolidación.
(A/RES/52/13, el 15 de enero de 1998, § 2)

 significa »cultura de paz«?


 La UNESCO y la cultura de paz
 Paz positiva versus paz negativa
 Las condiciones de la paz: desarrollo, democracia y educación
 Educación para la paz
 Educación e interculturalidad
 Implicación personal e individual en el fomento de la paz
 La paz, un proyecto que nos implica a todos
 Notas

¿Qué significa »cultura de paz«?

1 Mateos García: ¿Qué se está entendiendo o qué se


quiere decir realmente con »cultura de paz«?
2 Mayor Zaragoza: La cultura de paz es una síntesis
terminológica de la que hace bien poco Johan Galtung me
decía, »¡qué bien que nos haya dado usted una fórmula tan
sencilla para decir lo que todos queremos decir!«, pues en
inglés solo hay dos palabras: culture, peace. Y basta con
estas dos palabras para comprender que justamente lo que
queremos es ir en contra de una »cultura de guerra o de
Federico violencia«. Es decir, ir en contra de la fuerza y de la
MAYOR violencia y favorecer la razón, el diálogo y la conciliación. Y
ZARAGOZA esto es posible porque, como científico sostengo – y en la
es catedrático de Declaración de Sevilla así lo expresamos en un manifiesto
Bioquímica y un que luego hizo luego suyo la Conferencia General de la
defensor UNESCO – 1 que carece de toda base argüir que la guerra y
compromitido de la violencia son inherentes al ser humano. Luego, no
la paz. Fue »nacemos« sino que nos »hacemos«. Las guerras, como
durante doce afirma la Constitución de la UNESCO, »nacen en el espíritu
años Director de los hombres«, y, por tanto también su erradicación. De
General de la ahí la necesidad de una cultura de paz.
UNESCO y,3 Pero, como me demanda concreción, añadiré una
precisión más: para mí la definición suprema de cultura es
nuestro comportamiento en cada instante, porque es lo que
resume todo lo que hemos vivido, nuestra experiencia, lo
que hemos recibido, el contexto en que hemos vivido, lo que
pensamos, soñamos... Todo lo que hace que cada día nos
comportemos de una manera determinada. Por eso, para mí
ahora, preside la la mejor definición de cultura es la de »comportamiento
Fundación cotidiano«. Esto mismo llevado al ámbito concreto de la paz,
Cultura de Paz. sería cultura de paz: acciones, maneras de vida,
Además es poeta comportamientos, hábitos, actitudes, … que favorezcan, que
y escritor. vayan a favor de la paz.

La UNESCO y la cultura de paz

4 Mateos García: He leído en alguna de sus obras que esta


expresión la acuñó siendo Director General de la UNESCO.
Es unánimemente reconocido que durante su mandato se
llevaron a cabo importantes proyectos dirigidos a impulsar
esta »cultura de paz« que acaba de definirnos (como el
United Nations reconocimiento por la Asamblea General de la ONU del año
Educational, 2000 como año internacional de la paz, o el período 2001-
Scientific and 2010 como el decenio de la paz y la no violencia, así como
Cultural la aprobación del programa de una cultura de paz). ¿Podría
Organization precisarnos más esta implicación institucional que usted
(UNESCO) conoce tan de cerca?
Portal 5 Mayor Zaragoza: En efecto, en 1995 aprobamos en
sesión plenaria de la Conferencia General de la UNESCO, la
siguiente definición de cultura de paz: »una cultura de la
convivencia y la equidad, fundada en los principios de
libertad, justicia y democracia, tolerancia y solidaridad; una
cultura que rechaza la violencia, se dedica a prevenir los
conflictos en su origen y a resolver los problemas por la vía
del diálogo y la negociación; una cultura que asegura para
todos el pleno ejercicio de todos los derechos y les
proporciona los medios para participar plenamente en el
Fundación desarrollo endógeno de la sociedad«. 2
Cultura de Paz6 Esto es así, porque la UNESCO tiene una relación directa
Portal con la cultura y la educación. Es el único organismo
especializado del sistema de Naciones Unidas cuyo
mandato hace referencia directamente a ambos términos
(cultura-educación y paz), imprimiéndoles una cierta unidad.
De acuerdo con su Constitución, su misión consiste en
»contribuir al mantenimiento de la paz y de la seguridad,
intensificando, mediante la educación, la ciencia y la cultura,
la colaboración entre las naciones para asegurar el respeto
universal de la justicia, de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza,
sexo, lengua o religión«.
7 La UNESCO es también la única organización del sistema
cuya Constitución se refiere »al ideal democrático de
dignidad, igualdad y respeto de la persona«, porque la
guerra solo deviene posible cuando se reniega de estos
valores esenciales.
8 Pero lo más importante es la fuerza que esta Institución
puede hacer sobre otras Comunidades o Instituciones
internacionales para que se muevan también en esta
dirección, como la misma Organización de las Naciones
Unidas, o la Organización de Estados Americanos, la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, la
Organización de la Unidad Africana, o la Commonwealth.
Todas se han pronunciado en favor del reconocimiento y la
necesidad de una cultura de paz, que ha de sustentarse en
una serie de principios básicos, como el respeto y
cumplimiento de los derechos humanos, la erradicación del
hambre y la pobreza, … Falta ahora la voluntad política para
llevarlos a efecto.

Paz positiva versus paz negativa

9 Mateos García: En su obra, Un mundo nuevo, dice,


»Cerca ya del tercer milenio, ¿quién se contentaría con una
»paz negativa«, entendida como una mera ausencia de
guerra?. Se hace necesario un sentido más dinámico del
término, más positivo. La paz en la que pensamos es la paz
positiva«. 3 Es cierto, solemos definir la paz como la
ausencia de guerra, pero »cultura de paz« tendría que decir
algo más sobre qué sea la paz, sobre cómo podría
alcanzarse, medios para conseguirla, etc. Es importante,
pues, aclarar este matiz. ¿Cómo entiende la diferencia entre
ambos términos?
10 Mayor Zaragoza: Con una definición negativa de la paz
decimos lo que no queremos que sea, no queremos la
guerra, la dominación, la violencia en todas sus
manifestaciones. Pero esta definición negativa, aunque
necesaria, exige una alternativa de contenido, una paz
positiva, que diga qué se quiere y se puede hacer para
favorecer la paz. La paz positiva, según la expresión de
Spinoza, »nace de la fuerza del alma, de la concordia y de la
justicia«. Una cultura de paz se basa precisamente en esta
concepción positiva de la paz, en la necesidad imperiosa de
buscar alternativas concretas que den contenido positivo a
la paz, que posibiliten en último término su desarrollo.
Alternativas diversas y comprometidas que nos impliquen a
todos: políticos, ciudadanos, intelectuales, … fomentando la
coparticipación a fin de reducir las asimetrías en el
desarrollo humano, erradicar la pobreza y poner fin a la
explotación de los más menesterosos.
11 En relación con esta última idea, y ya que ha mencionado
mi libro Un mundo nuevo, escrito con mi colaborador Jérôme
Bindé. »No quiero sólo análisis y diagnósticos« – le dije –
»quiero que después de cada capítulo nos reunamos y
busquemos un conjunto de soluciones«. Puede ocurrir que,
en ocasiones, esas soluciones o propuestas nos parezcan
utópicas o tendentes a cierto idealismo; en otras, quizás,
demasiado simples, pero representan el esfuerzo por
concretar, por buscar soluciones, alternativas, medios,
plazos, contenidos concretos. Después habrá que probarlos,
pensar en los recursos y las posibilidades con las que
contamos, llegar a acuerdos... Pero es necesario actuar,
establecer algunas soluciones reales: porque si no
actuamos a tiempo, nuestros hijos no tendrán ya tiempo de
actuar.

Las condiciones de la paz: desarrollo, democracia y


educación

»El objetivo de la12 Mateos García: Luego una cultura de paz requiere un
paz es un cambio profundo en la manera de vivir, tanto a escala
objetivo a largo cotidiana como a escala internacional, y está asociada,
plazo que inevitablemente, a »cultura de guerra y dominación«, que es
supone la que durante siglos ha imperado en el mundo. Se trata,
establecer un pues, de invertir el orden: una cultura de paz en vez de una
estrecho vínculo cultura de guerra, convertir las acciones y actitudes de
entre paz, dominación y violencia, en actitudes de diálogo,
desarrollo, coparticipación y apertura. Para lograr este giro
justicia y copernicano, si me permite la expresión, ¿qué condiciones
democracia. Es se requieren?, ¿a qué plazo?, ¿con qué medios?
lo que denomino
13 Mayor Zaragoza: El objetivo de la paz es un objetivo a
›triángulo
largo plazo que supone establecer un estrecho vínculo entre
interactivo‹.«
paz, desarrollo, justicia y democracia. Es lo que denomino
»triángulo interactivo«, que sólo es efectivo cuando tiene
como eje central la educación y por motivación profunda la
solidaridad y el sentimiento de justicia. No es posible una
cultura de paz sin la intervención de estos otros elementos
que ayudan a su construcción, que podrían concretarse en
estos tres pilares: desarrollo, democracia y educación.
14 Desarrollo endógeno y exógeno, es decir, unas
condiciones económicas mínimas que puedan erradicar el
hambre y la pobreza en el mundo. La ayuda pública
internacional al desarrollo no solo no ha aumentado sino que
ha disminuido: mientras esto siga así no estaremos en
condiciones de afrontar el reto de la paz aunque sea a largo
plazo. Mientras imperen las diferencias económicas cada
vez más extremas entre los pueblos, mientras no logremos
una más justa distribución de las riquezas, mientras el
hambre y la malnutrición existan en el mundo, no podremos
pensar en la paz, no estaremos en una cultura de paz.
15 Democracia: además hemos de resolver
democráticamente los problemas causados por el ascenso
de los nacionalismos exacerbados, de los fundamentalismos
y de los conflictos étnicos, que están dominando a un
mundo cada vez más fragmentado, en el que las
desigualdades se agrandan vertiginosamente. Pero
democracia exige, a su vez, desarrollo y educación, de ahí
la interactividad de los tres vértices del triángulo.
16 En cuanto a la educación, ya sabe que para mí es una
preocupación primordial. Es, en primer lugar, formación,
información e igualdad de oportunidades, de acuerdo; pero
más que eso es lo que entendió magistralmente Giner de los
Ríos, »el proceso a través del cual logramos dirigir con
sentido nuestra propia vida«. Yo lo llamo »soberanía
personal«. Creo que educación significa que uno es uno
mismo, la »mismidad« de la que hablaba Zubiri. Esto es, no
ser una marioneta de nadie, ser capaz de actuar por
nosotros mismos, o lo que viene significando desde la
Ilustración, »ser mayores de edad«, responsables,
autónomos y solidarios al mismo tiempo. Sólo desde la
educación así entendida puede emprenderse una tarea tan
descomunal como el cambio que estamos exigiendo, como
el reto que nos espera, un giro profundo en el rumbo del
mundo, ese »giro compernicano«, como usted muy bien ha
dicho.

Educación para la paz


17 Mateos García: Por eso una »cultura de paz« debe
apoyarse en la educación, por eso en los nuevos planes de
estudio se otorga una especial importancia a »la educación
para la paz y la no violencia«. Quizás hayamos empezado a
entender esta vinculación estrecha entre educación, hábitos,
actitudes, por un lado, y paz, concordia, respeto, solidaridad,
por otro. Me consta que también usted los describe como
tareas coimplicadas, pero ¿podría precisar para nuestros
lectores en qué consiste esta implicación? ¿Cuál es la
relación que usted encuentra entre ambos términos?
18 Mayor Zaragoza: Como decía hace poco Edgar Morín,
»la soberanía personal es la solución y se llega a ella a
través de la educación«. En este concepto de educación
incluyo también los sentimientos. Frente al »pienso, luego
existo« de la cultura racionalista, han sido los países pobres
y más desfavorecidos los que han dicho, »siento, luego
existo«, es decir, quiero referirme no sólo a la forma de
expresar nuestros pensamientos sino también nuestros
sentimientos.
19 La educación está en el corazón de la construcción de la
paz, pues es ante todo a través de ella como debería
asegurarse la transmisión a cada persona, desde su más
tierna infancia, pero también durante toda la vida, de los
valores de no violencia, tolerancia, democracia, solidaridad y
justicia, que son la »levadura de la paz«. La educación debe
promover, en definitiva, un espíritu de apertura: hacia los
otros, hacia los problemas, hacia la búsqueda de las
soluciones … Comprenderá que le dé tanta importancia a la
educación y a la necesidad de contar con ella para cimentar
una cultura de paz.

Educación e interculturalidad

»Hay que formar20 Mateos García: Una educación así entendida parece
a cada individuo apoyarse en un cierto »universalismo«, al menos de una
en el respeto de serie de valores y conceptos sobre lo que entendemos y
los derechos queremos lograr a través de la educación: la dignidad de la
humanos y en la persona, el reconocimiento de una serie de derechos
comprensión fundamentales, el acceso a la formación y a la información
multicultural, en igualdad de oportunidades, etc. Estos valores y derechos
transmitiendo y de clara inspiración racionalista occidental, están aún lejos
compartiendo de ser ni aún siquiera un atisbo de realidad en grandes
conocimientos zonas del planeta. ¿Cómo, entonces, puede conciliarse una
entre culturas y educación así entendida, con pretensiones de universalidad
en muchas cuestiones, con una convivencia multicultural en
sociedades ocasiones contraria al reconocimiento de ciertos valores
diferentes.« esenciales?. ¿Cómo puede abordarse la multiculturalidad
desde el concepto de educación que usted demanda?
21 Mayor Zaragoza: La educación debe poner de manifiesto
la riqueza que representa la diversidad de nuestro mundo e
inculcar actitudes positivas ante la misma. Según René-Jean
Dupuy, se trata de »mirar al otro y verlo vivir con una
curiosidad que se muestra abierta para comprenderlo mejor,
para tratar de captar por qué vive, cómo vive, cuáles son las
razones históricas, sociológicas, religiosas, y cómo, por
tanto, asume así el misterio de su existencia«. Esta mirada
de apertura y de diálogo está en la base de la promoción de
una cultura de paz y de una actitud de aceptación mutua de
las diferencias.
22 Desde mi punto de vista, la enseñanza debe combinar la
educación para la ciudadanía, es decir, para la participación,
y la educación para la paz y por ende de la tolerancia. Hay
que formar a cada individuo en el respeto de los derechos
humanos y en la comprensión multicultural, transmitiendo y
compartiendo conocimientos entre culturas y sociedades
diferentes.
23 Lo que pretendemos es una educación para todos, de
todos y durante toda la vida, que permita enseñar los
valores del diálogo, de la concertación y de la no violencia, y
edificar una nueva ética que será por fuerza una ética del
futuro. En la que, fundamentalmente, se entienda que los
problemas más acuciantes de la humanidad hoy, son
problemas de todos, y por lo mismo incumbe a todos su
resolución. Esto es lo que la educación puede hacer por
nosotros, una educación que no puede ser etnocentrista,
sino multiculturalista en los términos que he tratado de
decirle.

Implicación personal e individual en el fomento de la


paz

Federico 24 Mateos García: De lo que hemos venimos hablando


MAYOR puede colegirse que en el desarrollo de una cultura de paz
ZARAGOZA: debe darse una doble implicación: institucional, política y
Educación para económica (como las ayudas y el fomento del Desarrollo)
la paz. por un lado, pero también algo personal y subjetivo que nos
2004. implica a cada uno en nuestras actuaciones cotidianas.
Luego no todo depende de las Instituciones, de la voluntad
política, de los »otros«, aunque también. Hablemos de este
último elemento, ¿qué hay de subjetivo, de personal, de
actuación cotidiana individual, en el desarrollo y fomento de
una cultura de paz?
25 Mayor Zaragoza: Es así, en efecto, como usted dice: una
tarea que nos implica a todos. La paz no debe imponerse
desde el exterior, mediante acuerdos económicos y
políticos; también debe tomar impulso en cada uno de
Artículo nosotros, sobre la base de la »solidaridad moral e intelectual
de la humanidad«. La paz no se importa de fuera: forma
Educadores parte íntimamente de nosotros y debe desarrollarse a través
para la paz. de nuestros actos y nuestras actitudes. La cultura de paz
2004. consiste en desarrollar y fomentar nuestra predisposición
Artículo personal en pro de la justicia, que, como escribe Felipe E.
Macgregor, »es la herramienta primordial para construir el
Educación para objetivo de la paz«. Nada ni nadie puede asegurarnos que
todos a lo largo las próximas generaciones sean más generosas o solidarias
de toda la vida. que las actuales, la única forma de prever el futuro es
2004. contribuir a su desarrollo a través de la educación y de la
Artículo formación, de ahí la importancia que doy a estos términos.
26 Por tanto, los principios esenciales en los que se basa una
En pie de paz.
cultura de paz son, como recojo en el libro del que ya hemos
2003.
hablado, una serie de valores, actitudes, comportamientos y
Artículo
formas de vivir que se basan en el respeto de los derechos y
las libertades fundamentales de toda persona; una sociedad
atenta a los suyos, que no pretende la dominación o la
explotación, sino que protege los derechos de los débiles;
comprensión, tolerancia y solidaridad entre las culturas,
rechazo de todas las formas de xenofobia y racismo y de
toda actitud que conduce a ver en el otro al enemigo
señalado; la difusión y la libre circulación de la información;
la participación plena y completa de las mujeres, con los
poderes correspondientes …
"Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente
de los hombres donde deben erigírse los baluartes de la paz" (Declaración de
la Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Cienca y la Cultura)

Es de suma importancia para pensra en un Diseño que desea promover el


desarrollo del hombre tener algunos conceptos claros, y dentro de esto la cultura
de la paz es de vital importancia.

Definición.

La cultura de la paz consiste en una serie de valores, actitudes y


comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de
atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la
negociación entre las personas, los grupos y las naciones, teniendo en cuenta un
punto muy importante que son los derechos humanos, así mismo respetándolos y
teniéndolos en cuenta en esos tratados (ONU, asamblea general del 6 de Octubre
de 1999 en el Quincuagésimo tercer periodo de sesiones, Acta 53/243).

En el artículo 1 de la mencionada acta de la ONU se especifica a cabalidad el


concepto:

Una cultura de paz es un conjunto de valores, actitudes, tradiciones,


comportamientos y estilos de vida basados en:
a) El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no
violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación;

b) El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e


independencia políticade los Estados y de no injerencia en los asuntos que son
esencialmente jurisdicción interna de los Estados, de conformidad con la Carta de
las Naciones Unidas y el derecho internacional;

c) El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades


fundamentales;

d) El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos;

e) Los esfuerzos para satisfacer las necesidades de desarrollo y protección del


medio ambiente de las generaciones presente y futuras;

f) El respeto y la promoción del derecho al desarrollo;

g) El respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres


y hombres;

h) El respeto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de


expresión, opinión e información;

i) La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia,


solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a
todos los niveles de la sociedad y entre las naciones;

y animados por un entorno nacional e internacional que favorezca a la paz.

Como pueden apreciar la cultura de paz integra varios temas como los derechos
humanos, las leyes, el desarrollo sostenible, la diversidad cultural y otros que
tienen como principal objetivo sentar las bases para la  NO VIOLENCIA, es decir
la paz.

Indice
1. Introducción
2. De qué hablamos cuando hablamos de Paz
3. Algunas implicaciones del concepto de paz en la educación
4. Cultura de paz y educación: implicaciones mutuas
5. Bibliografía
1. Introducción

"La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada
en la condición humana. Estamos en la era planetaria; una aventura común se
apodera de los humanos donde quiera que estén. Estos deben reconocerse en su
humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a
todo cuanto es humano" (Edgar Morin, 1999)
Tal vez sea precisamente en el reconocimiento recíproco de la condición humana
donde reside el fundamento de una cultura universal, conformada colectivamente,
que aspira a resolver las problemáticas y retos del futuro desde una forma de
gobierno fundada en la justicia. Por otro lado, es evidente que la educación -
cualquiera que sea su definición o función social establecida- es una tarea
humana, centrada en el diálogo entre los actores, dirigida a aquel aprendizaje que
favorece la comprensión del mundo, un mayor desarrollo de la personalidad de
cada cual y la mejor forma posible de utilizar las capacidades (individuales y
colectivas) para abordar con creatividad y éxito los problemas reales de una
sociedad sometida a acelerados y constantes cambios.
Reconocernos en nuestra humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la
diversidad cultural inherente a todos plantea diversas cuestiones que la educación
debe responder. Una de estas interrogantes es cómo llegar a ese reconocimiento
a través del diálogo como método para tomar conciencia de nuestra realidad
común y a la vez diversa; y también como condición necesaria para construir un
saber o conocimiento útil. Es decir, cómo favorecer una educación caracterizada
por tres tipos de relaciones:
Dialógica o comunicativa como instrumento de descubrimiento compartido del
saber;
Igualitaria como intercambio de percepciones, emociones, sentimientos e ideas
de lo que somos y a lo que aspiramos, basado este intercambio en el respeto de la
dignidad humana y en la diversidad cultural;
Contextual o histórica que construye la realidad y sus posibilidades de mejora
partiendo de las preocupaciones reales de los que educan y se educan.

Por otro lado, no podemos olvidar que ese saber conveniente y perdurable
fundado en el conocimiento de la condición humana y de sus posibilidades
transformadoras, esencia básica de la educación, está unido de manera
inexorable al universo de los valores: al modo cómo percibimos el mundo, lo
organizamos y nos situamos en él estableciendo un conjunto de reglas y normas
para dirimir los conflictos de relaciones que se dan en el mismo; y, codificando las
prioridades de nuestras acciones en función del grado de satisfacción de nuestras
necesidades humanas básicas. Es por ello que la educación no puede ni debe
acontecer al margen de la dimensión ética; pues educar, según Victoria Camps
(1994), es: " formar el carácter, en el sentido más extenso y total del término:
formar el carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible,
y formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del
presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes
sociales". ¿Cuáles deben ser los valores mínimos universalizables y
consensuados que posibilitan el reconocimiento de lo que como seres humanos
nos hace semejantes y, a la vez, diferentes? Atendiendo a las cuestiones
anteriores, tres son pues, de partida, los desafíos que la sugerencia de Morin nos
plantea:
1/ Reflexionar sobre la mejor forma de poner la educación al servicio de la
Humanidad, como meta, que recomienda una profunda reflexión sobre la finalidad
misma de la educación, desde la perspectiva política de la formación de una
ciudadanía responsable, en un mundo globalizado y en permanente cambio. Se
trataría, en primer lugar, de asegurar el pleno ejercicio de los derechos
democráticos y la cohesión social a través de la participación; las competencias
básicas para una ciudadanía informada y responsable; la construcción de una
cultura científica para todos; el cultivo de los valores y actitudes de aprecio de si
mismo y de los otros, como base de la convivencia y la paz; y los procedimientos
para seguir aprendiendo y accediendo al conocimiento a lo largo de toda la vida.
Por otro lado, esta educación debe mantener un adecuado equilibrio tanto en su
dimensión humanista como tecno-científica, considerando las necesidades de los
individuos y las demandas sociales. Y por último, la revisión y actualización
periódica del currículo, en su concepción más amplia, para permitir el desarrollo de
las dimensiones señaladas.
2/ Considerar la educación como un proceso caracterizado por una especial
relación comunicativa o aprendizaje dialógico, sostenido por los principios de
igualdad y no-discriminación cuyo fin no es exclusivamente la transmisión de
conocimientos, sino la construcción colectiva de los mismos, desde el
reconocimiento y respeto a la diversidad, guiada por la búsqueda de soluciones
reales y posibles a las problemáticas a las que las sociedades, según su contexto,
deben dar respuesta. O dicho a la manera de Adela Cortina (1996): "La educación
del hombre y del ciudadano ha de tener en cuenta, por tanto, la dimensión
comunitaria de las personas, su proyecto personal, y también su capacidad de
universalización, que debe ser dialógicamente ejercida, habida cuenta que
muestra saberse responsable de la realidad, sobre todo de la realidad social,
aquel que tiene la capacidad de tomar a cualquier otra persona como un fin, y no
simplemente como un medio, como un interlocutor con quien construir el mejor
mundo posible".
3/ Enseñar la condición humana teniendo presente su naturaleza como unidad
compleja que traducido al ámbito educativo significa abordar la transversalidad
como un elemento diferenciador e innovador de una educación orientada por una
visión holística del ser humano y del mundo. Visión que por la misma razón, en los
niveles más concretos de la educación, implica una organización escolar más
abierta y estrechamente coordinada con otros ámbitos sociales.
En síntesis, se trata de recuperar el valor de la humanidad a través de la
educación para hacer frente a los retos del futuro desde el aprendizaje de una
cultura universal. Pero no de una cultura cualquiera, sino una cultura fundada en el
conjunto de esos valores compartidos por todos inspirados en un deber ético y una
necesidad y realidad social: convivir en paz.

Manifiesto de Sevilla
Diecisiete especialistas mundiales representantes de diversas disciplinas
científicas se reunieron en mayo de 1986 en la capital andaluza. Fruto de esta
reunión es el llamado Manifiesto de Sevilla que ha permitido avanzar en la
concepción de violencia al considerarla como un ejercicio de poder, refutando el
determinismo biológico que trata de justificar la guerra y a legitimar cualquier tipo
de discriminación basada en el sexo, la raza o la condición social. La violencia es,
por consiguiente evitable y debe ser combatida en sus causas económicas,
sociales y culturales. En el Manifiesto se declara que es científicamente incorrecto:
Afirmar que el ser humano haya heredado de sus ancestros los animales la
propensión de hacer la guerra, puesto que es un fenómeno específicamente
humano, producto de la cultura; Pretender que hemos heredado genéticamente la
propensión de hacer la guerra, puesto que la personalidad está determinada
también por el entorno social y ecológico; Inscribir la violencia en la selección
realizada, a través de nuestra evolución humana, a favor de un comportamiento
agresivo en detrimento de otros tipos de conducta posibles como la cooperación o
la ayuda mutua; Afirmar que la fisiología neurológica nos obliga a reaccionar
violentamente, puesto que nuestros comportamientos están modelados por
nuestros tipos de acondicionamiento y nuestros modos de socialización; Decir que
la guerra es un fenómeno instintivo que responde a un único móvil, pues la guerra
moderna pone en juego tanto la utilización de una parte de las características
personales (obediencia ciega o idealismo) y aptitudes sociales como el lenguaje
como planteamientos racionales (evaluación de costes, planificación, tratamiento
de la información).

2. De qué hablamos cuando hablamos de Paz

El concepto de paz ha estado ligado de manera subordinada, en su primera


aparición, al de la guerra. Son pues conceptos coetáneos. Las propuestas chinas
de desarme- por ejemplo- datan de 546 a. C y son paralelas a los intentos griegos
de usar alianzas para terminar con las guerras internas y contener las externas
(Heer,1979). Aunque es cierto que la historia de la humanidad está jalonada de
hechos y documentos, hitos del pensamiento universal, que han ido constituyendo
un cúmulo excelente de ideas a favor de la paz, no es menos cierto también que
los grandes pensadores del pasado- filósofos, teólogos, juristas..., tanto orientales
como occidentales- han dedicado una atención sorprendentemente escasa a
dichos problemas desde un punto visto de una paz abierta y positiva.
(Cranston,1978).
Según las circunstancias de la época, los desafíos presentes, las fuerzas
dominantes o la dirección de las tendencias del pensamiento religioso, filosófico o
político, entre otros, la humanidad ha ido construyendo una dimensión de la Paz
que en la actualidad está estrechamente unida a la recuperación de la dignidad, y
con los procesos de cambio y transformación, en el ámbito personal, social y
estructural, que están implícitos en el traspaso de una cultura de violencia a una
cultura de paz (Fisas, 1998). En este sentido, las investigaciones suelen referirse a
la paz como la conjunción de Desarrollo, Derechos humanos, Democracia y
Desarme, mostrando que la ausencia de cualquiera de estas "D" constituye un
factor de violencia. La Paz es considerada, por consiguiente, como el proceso de
fortalecimiento de cada uno de estos factores, estrechamente relacionados con el
concepto de seguridad humana. Esta perspectiva actual supera la tendencia
largamente sostenida que defendía que la paz era la ausencia de guerra (paz
negativa), evolucionando hasta la noción actual del término (paz positiva). La Paz
está no sólo relacionada con el fin de las hostilidades bélicas sino con otros
fenómenos estrechamente vinculados con la violencia: la pobreza, las carencias
democráticas, el desarrollo de las capacidades humanas, las desigualdades
estructurales, el deterioro del medio ambiente, las tensiones y los conflictos
étnicos, el respeto a los derechos humanos...
La paz, bajo una u otra forma, definición o proyección, siempre ha sido el pretexto
de la mayor parte de las acciones políticas del ser humano; en cuyo nombre,
también se han cometido las mayores barbaries. No podemos olvidar, antes de
nada, que el propio concepto de paz, su naturaleza y dimensión, ha sido diferente
según las diversas culturas y civilizaciones. Esto implica también hoy, si
consideramos que no se siguen en todos los lugares los mismos procesos de
construcción pacífica de las sociedades, que no podemos hablar de paz, sino de
las paces. Así a lo largo de la línea del tiempo nos encontramos distintas
versiones de "Paz" - eirene griego, pax romana, santhi hinduista, ahimsa, paz
jainista, la paz taoista, shalom hebreo, pax hispánica, pax americana... - con sus
diferentes modos tanto de concebir y organizar el mundo como de resolver y
enfrentar los conflictos. Concepciones de paz negativa como ausencia de guerra o
de paz positiva como construcción de la justicia social. La perspectiva negativa de
la paz ha conducido a confundir conflicto con violencia. Esta confusión en la
actualidad permanece en la opinión popular y se mantiene en nuestro propio uso
de la lengua. El diccionario de la Lengua española define al término paz como
"situación y relación mutua de los que no están en guerra" o "sosiego y buena
correspondencia de unos con otros, en contraposición a disensiones, riñas y
pleitos". Por su parte conflicto se define como "lo más recio de un combate". No es
extraño pues que durante mucho tiempo los investigadores se dedicaran al estudio
de la guerra y de los conflictos bélicos.

Investigación, educación y acción para la paz


La Investigación para la paz, iniciada después de la Segunda Guerra Mundial,
persigue la reducción de la violencia y busca conocer los mecanismos y dinámica
de los conflictos para encontrar vías de solución pacífica a los mismos, a través
del estudio de los cambios de comportamiento de las sociedades. Entre sus
rasgos podemos destacar su carácter normativo (posee un elevado contenido de
juicios de valor y se orienta hacia la acción en la elaboración de políticas que
exceden el marco académico); interdisciplinario (utiliza los conocimientos de
diversas ciencias); transdisciplinario (combina los medios propios de cada
disciplina científica); institucional ( existen numerosos centros de investigación en
todo el mundo); y global (estudia diferentes niveles y destinatarios que abordan las
problemáticas que afecta al conjunto de la humanidad). La educación para la paz
constituye, desde sus orígenes, junto a la acción para la paz, uno de los
principales objetivos de la Investigación para la paz. Y esto es así porque se parte
de la convicción de que la paz en sentido positivo, como proceso íntimamente
relacionado con los avances de las sociedades, necesita métodos y estudios
científicos que analicen situaciones contrarias a la cultura de la paz y aporten y
orienten soluciones (investigación); requiere la información y la formación de la
ciudadanía sobre las problemáticas mundiales para buscar y trabajar en la
solución creativa y positiva de las mismas (educación); y, exige la puesta en
práctica de medidas, recursos y esfuerzos humanos que construyan la paz
(acción).
Los trabajos pioneros de Johan Galtung han permitido un mínimo de rigurosidad
conceptual sobre lo que se entiende por paz relacionada con la violencia y han
significado una referencia fundamental en la llamada Investigación para la Paz.
Para este autor la paz se define en términos de ausencia de violencia. Así: "la
violencia está presente cuando los seres humanos se ven influidos de tal manera
que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales, están por debajo de sus
realizaciones potenciales" (Galtung, 1985). La definición de violencia indicada
tiene la virtud de abarcar un conjunto amplio de fenómenos en que las personas
son (o se ven) imposibilitadas de realizarse en los diferentes planos del desarrollo
de su individualidad por causas visibles (violencia directa) o menos visibles
(violencia estructural y violencia cultural) en estrecha relación con el grado de
satisfacción de las necesidades humanas básicas.
Además de la caracterización de estos diferentes tipos de violencia, la definición
de Galtung posee una virtud adicional: su definición de paz escapa a una
concepción lineal y unidimensional de la misma. No se trata de saber si las
sociedades se aproximan con mayor o menor grado a un tipo ideal de paz, como
una situación final o estado, sino discernir en el presente cómo éstas identifican y
resuelven los tipos de violencia que generan o a los que se enfrentan. La paz, por
consiguiente, se construye; es un proceso social permanente. El estudio empírico
de la paz significa, entonces, abandonar cualquier concepción que suponga un
estadio pacífico ideal. Por el contrario, se trata también de identificar cuáles son
los espacios presentes de la violencia construidos históricamente por las
sociedades.
Es interesante notar el grado de ruptura del enfoque de Galtung con los estudios
más clásicos sobre la temática de la paz. Para este autor el potencial para la
violencia, como para el amor, está en la naturaleza humana, pero las
circunstancias condicionan la realización de ese potencial. ¿Cómo construir la
paz? Es necesario, primero, trazar el mapa de la violencia que Galtung relaciona
con un triángulo en cuya cúspide o vértice visible se sitúa la violencia directa, real,
ejercida, relacionada proporcionalmente con los otros vértices (base) más ocultos
o menos visibles constituidos por la violencia cultural y la violencia estructural.
Esto implica que la paz debe construirse en la cultura y en la estructura y no sólo
en la "mente humana" como se expresa en la Carta de Constitución de la
UNESCO, referido en otro lugar. Y no basta, por otro lado, reconstruir sólo la paz
después de un conflicto bélico, porque si bien puede evitarse la violencia directa,
la más visible, deben buscarse alternativas para transformar las estructuras y las
raíces de las mismas que se encuentran en la propia cultura. La tesis que
mantiene Galtung (1998) es que "si las culturas y estructuras violentas producen
violencia directa, entonces tales culturas y estructuras también reproducen la
violencia directa". ¿Cómo salir de este círculo vicioso?. Para Galtung la paz
definida como la capacidad de manejar los conflictos tiene dos soluciones: la
política de la democracia y la política de la noviolencia. Retornamos pues a la
concepción oriental de paz positiva y al principio práctico jainista de ahimsa (no
matar, no hacer daño a ningún ser viviente) recogido por Gandhi por "noviolencia"
con el doble significado de respeto total a la persona y como forma, en el ámbito
político, de lograr el cambio social.
En síntesis, según Fisas (1998): " Si la ausencia de guerra podemos denominarla
como paz negativa, la ausencia de violencia equivaldría a paz positiva, en el
sentido de justicia social, armonía, satisfacción de las necesidades básicas
(supervivencia, bienestar, identidad y libertad), autonomía, diálogo, solidaridad,
integración y equidad". Como vemos la paz "no puede consistir únicamente en la
ausencia de conflictos armados, sino que entraña principalmente un proceso de
progreso, de justicia y de respeto mutuo entre los pueblos, destinado a garantizar
la edificación de una sociedad internacional en la que cada cual pueda encontrar
su verdadero lugar y gozar de la parte de los recursos intelectuales y materiales
del mundo que le corresponde y que, la paz fundada en la injusticia y la violación
de los derechos humanos no puede ser duradera y conduce inevitablemente a la
violencia" (Resolución 11.1 Conferencia General de UNESCO 1974).
La paz en su concepción actual es la suma de tres tipos de paces: paz directa
(regulación noviolenta de los conflictos), paz cultural (existencia de valores
mínimos compartidos) y paz estructural (organización diseñada para conseguir un
nivel mínimo de violencia y máximo de justicia social).
La existencia de un consenso y acuerdo conceptual que define la paz en relación
no con la guerra sino con la violencia, significa la superación de la misma
buscando sus raíces profundas tanto en el plano más visible (violencia directa)
como en los más ocultos (violencia cultural y violencia estructural): la paz es un
proceso gradual y permanente de las sociedades en el que poco a poco se
instaura lo que se llama justicia. Pero es necesario ser conscientes de que la paz,
en ese escenario, es un camino emprendido, repleto de errores, de ensayos, de
búsquedas nuevas y creativas que tratan de superar los retos del presente y
anticiparse al futuro. Esas tentativas no son siempre perfectas y, por consiguiente,
no debemos caer en la tentación de considerar la paz como una meta final, como
un estado inamovible, perpetuo. Muy al contrario, la paz es el resultado de
nuestras relaciones humanas, pero no únicamente de estas relaciones, porque la
misma paz es un fenómeno a la vez interno y externo al ser humano. Como
fenómeno interno no basta con conseguirla "en la mente de los hombres", sino
también en otros espacios: en la cultura, en las estructuras organizativas, en la
economía, en la dimensión política y en lo social.... Pero a su vez también en el
plano más externo: en su dimensión ecológica. De ahí que la paz tenga un
enfoque holístico, pues se trata de buscar una armonía, un equilibrio tanto con
nosotros mismos y con los demás, como con el medioambiente. Esto revela la
necesidad de un nuevo empoderamiento pacifista guiado por un nuevo enfoque de
lo que entendemos por paz, pero no de paz como algo perfecto, acabado,
perpetuo, sino como un proceso imperfecto, inacabado. De ahí que algunos
investigadores, opten por la llamada paz imperfecta que conlleva (Muñoz, 2001):

 una ruptura con las concepciones anteriores de la paz como algo perfecto y
no alcanzable en el día a día;
 el reconocimiento de las realidades, prácticas y acciones pacifistas y sus
capacidades para actuar y transformar su entorno más cercano;
 la anticipación y planificación de los posibles futuros conflictivos.

Si el concepto de paz positiva marcó una ruptura con la noción tradicional


estableciendo la relación de paz no con la guerra sino con la violencia; la paz
imperfecta señala un avance por cuanto si bien reconoce la imperfección de la
condición humana, también percibe que nuestras relaciones están caracterizadas
por decisiones y acciones guiadas, la mayoría de las veces, por la regulación
pacífica o noviolenta de los conflictos lo que permite que los seres humanos en
nuestras continuas tentativas, procesos y ensayos tengamos cotidianamente más
momentos de paz que de violencia o de guerra. Para percibir esos momentos es
necesaria un actitud positiva abierta y de encuentro con los "otros". Se trata de
comenzar a construir la paz desde los espacios más próximos, desde nuestras
experiencias personales y sociales, porque como dice Raimundo Panikkar (1995)
si queremos la paz debemos prepararla nosotros mismos (Si vis pacem, para te
ipsum), porque los paradigmas de paz anteriores han sido inútiles y se precisa
"crear un espacio donde la creatividad pueda desarrollarse, un espacio donde las
soluciones incluso parciales, relativas, pequeñas e imperfectas, sean posibles".
Esto implica una nueva orientación epistemológica y didáctica que consiste en:

 Investigar "las características de los momentos de paz reconociendo su


carácter procesual y, por consiguiente, imperfecto, en lugar de basar la
investigación en la guerra o la violencia" (Martínez, V,2001);
 Educar aprovechando como elemento esencial de nuestro aprendizaje
dialógico esas vivencias y experiencias positivas que favorecen las
relaciones humanas y que resuelven de manera pacífica, casi siempre,
nuestros conflictos de intereses. Educación por consiguiente optimista,
fundada en el respeto compartido por la dignidad humana y por la
construcción colectiva de una ética mínima sobre la que se sostiene la
convivencia;
 Actuar a favor de la construcción de la paz desde los espacios más
cercanos a los más distantes, buscando el establecimiento de redes que
posibiliten transformaciones y cambios en todos los ámbitos a través de la
cooperación y su fuerza sinérgica resultante.

Algunas implicaciones del concepto de paz en la educación


La educación relativa a la paz es un acto pedagógico que supone un conjunto
armonioso y una reflexión madura sobre los objetivos cognitivos, operacionales
(procedimentales) y afectivos destinada a favorecer:
 El acceso a las distintas fuentes de información sobre cómo construir la paz
a través de la concienciación y sensibilización sobre las problemáticas mundiales;
 La adquisición de los conocimientos necesarios para desarrollar- a través
de métodos pedagógicos activos y coherentes- un juicio crítico que ilumine tanto el
análisis como la acción en relación con los obstáculos que dificultan la
construcción de la paz;
 La construcción colectiva de valores y comportamientos que nos guíen
como personas y como miembros de una comunidad a buscar estrategias
alternativas cara a los problemas de la paz.

Dependiendo del concepto de paz que adoptemos, así resultará un modelo más o
menos acertado de educación para la paz. Es evidente que esta educación no
puede reducirse a la mera transmisión de aquellos contenidos relativos a la paz,
sino que desde una dimensión global debe repercutir en todo el currículo
entendido este como todo aquello que el medio ofrece a los individuos como
posibilidad de aprender tanto en el seno de las instituciones educativas como
fuera de ellas. Por esta misma razón debe formar parte integral e integrada de
todo el sistema educativo, no como una actividad aislada u ocasional motivada por
la celebración de una efemérides o años internacionales, sino como elemento
esencial de todo proyecto educativo que pretenda ponerse al servicio de la
humanidad. Dicho proyecto educativo, fruto de la reflexión y del compromiso de
todos los miembros de la comunidad educativa, debe fundarse en una
terminología clara y correcta de la noción de paz. Un proyecto sostenido por la paz
negativa tenderá a fortalecer la norma y el orden institucional para evitar de este
modo cualquier alteración de lo que se entienda por convivencia. Y estará más
centrada en los procesos de transmisión del conocimiento otorgado (científico) que
en los procesos colectivos de aprendizaje; más en la obediencia de las normas
establecidas que en la regulación pacífica de los conflictos. Por el contrario, un
proyecto educativo elaborado desde una perspectiva de la paz positiva e
imperfecta tenderá a valorar todas las acciones pedagógicas caracterizadas por
aquella convivencia donde los conflictos se resuelven favorablemente para todos y
no exagerará excesivamente las perturbaciones o violencias que en el seno de la
organización se produzcan como un rasgo constante y esencial de la misma. Y
actuará, a la vez, ante la violencia con soluciones dirigidas a frenar y prevenir no
sólo las expresiones de esa violencia ejercida de manera directa, sino tratando de
descubrir tanto en la cultura (clima escolar) como en la estructura (organización
formal e informal) las raíces de la misma.
La realidad social es compleja, al igual que la condición humana, por lo que
cualquier proyecto de construcción de la paz deberá considerar adecuadamente la
multiplicidad de factores y elementos que se interrelacionan. La educación para la
paz no puede quedar indiferente de esta complejidad pues refleja, lo quiera o no,
un modelo social militante y comprometido con unos determinados valores.
Diversidad, interrelación, multicausalidad e interdependencia son elementos
básicos de esa unidad compleja que es nuestro mundo en continuo y acelerado
cambio. Diversidad, interrelación, multicausalidad e interdependencia también son
los factores que definen la educación y que no pueden ser obviados; muy al
contrario, necesitan ser comprendidos y aceptados a través de métodos basados
en la cooperación y en la llamada racionalidad comunicativa.
Lejos de utopismos pedagógicos, la concepción de paz imperfecta sugiere un
modelo de educación para la paz que apoyándose en la realidad cotidiana, en las
vivencias personales de los actores de la educación intenta comprender y
transformar esa realidad sin tener que esperar que se haya producido una
conciencia universal tal que la violencia deje de existir. La idea es mucho más
sencilla, se trata simplemente de crear una conciencia mayoritaria a favor de la
paz desde la cotidianidad en el convencimiento de que "una utopía de hoy es una
realidad mañana". Como decía Gandhi no hay camino para la paz, la paz es el
camino. En ese camino la educación, como proyecto individual y social, es un
instrumento eficaz de transformación, aunque no es el único. En este sentido la
educación debe ser sostenida por algunos principios esenciales:
 Enseñar y aprender a resolver los conflictos de forma noviolenta como
estrategia para prevenir la violencia y hacer de nuestras relaciones humanas una
fuente de enriquecimiento personal puesto al servicio de la comunidad,
especialmente de los más vulnerables.
 Aprender unos valores, verdaderamente significativos, construidos
colectivamente, como elemento esencial de un aprendizaje ciudadano que durante
toda la vida potencie, a través de una democracia cada vez más participativa e
igualitaria, nuestra responsabilidad solidaria con las generaciones presente y
futuras.
 Ser un aprendizaje orientado a la acción en distintos ámbitos para
conseguir que ese ideal compartido de paz, como justicia y equidad, constituya un
verdadero y permanente proceso a través del cual son menos los miembros de la
sociedad a quienes se niega el ejercicio y disfrute de los derechos humanos.

De acuerdo con los principios anteriores puede establecerse, como se ha


auspiciado actualmente por distintos organismos internacionales y de carácter
regional así como por algunas reformas educativas, los componentes de un
programa de educación para la paz que se articula alrededor de los siguientes
ámbitos:
 La educación para la regulación pacífica de los conflictos.

Dicha educación debe atender no sólo la enseñanza y el aprendizaje de las


estrategias de regulación de aquellos conflictos que se dan en el interior de las
instituciones educativas, sino favorecer espacios de participación y diálogo en
nuestras relaciones sociales para enfrentar adecuadamente los desafíos como
ciudadanos.
 La educación en valores y el aprendizaje de una ciudadanía democrática.

La cultura democrática es la base indispensable para hacer viable la misma


democracia, no como una forma de gobernar, sino como una forma de vida. Es
por ello que esta educación, cuyos principales beneficiarios son los jóvenes e
indirectamente todos los miembros de la comunidad educativa, debe promocionar
también los valores y las prácticas democráticas en cada una de las esferas en los
que se ejerce la ciudadanía: familia, medios de comunicación, instituciones...
 La educación para la paz y la comprensión internacional.

Como resultado de la creciente globalización, la paz entre los países, a través de


la cooperación, la solución de los conflictos por la vía pacifica de la negociación y
el respeto por el derecho internacional, depende en gran medida del grado de
interdependencia y comunidad de intereses socioeconómicos, geográficos y
políticos entre los Estados. Si esta tesis es válida, la educación debe también
priorizar la promoción- en los diferentes niveles del sistema educativo de cada uno
de los países- del estudio de otros pueblos y de otras culturas, incluidas las
aportaciones realizadas para la construcción de la Cultura de paz.
4. Cultura de paz y educación: implicaciones mutuas
La educación constituye sin lugar a dudas el instrumento más valioso para
construir la Cultura de Paz, pero a su vez, los valores que esta inspira deben
constituir los fines y los contenidos básicos de tal educación. Si la construcción de
la cultura de paz a través de ese "conjunto de valores, actitudes, tradiciones,
comportamientos y estilos de vida" constituye la clave del potencial creador de la
ciudadanía mundial, la educación es la herramienta que puede configurar y guiar
el desarrollo de ese potencial, y al mismo tiempo orientarlo adecuadamente para
alcanzar las aspiraciones pacíficas de la comunidad internacional. Cultura de Paz
y educación mantienen así una interacción constante, porque si la primera es la
que nutre, orienta, guía, marca metas y horizontes educativos, la segunda es la
que posibilita- desde su perspectiva ética- la construcción de modelos y
significados culturales nuevos. La educación es posiblemente el agente más
poderoso para el cambio cultural y para el progreso social pues permite por un
lado el desarrollo integral de la persona y la concienciación sobre las
problemáticas sociales; así como facilita por otro, la búsqueda y puesta en práctica
de las soluciones adecuadas. Si el derecho humano a la paz es un derecho
síntesis, la cultura de paz por la misma razón es un concepto síntesis al sumar las
aportaciones culturales de todas las sociedades a favor del ejercicio de este
derecho. Un ejercicio que de hacerse efectivo debe asumir acciones coordinadas,
interdependientes y sinérgicas en ocho esferas o ámbitos:
 Cultura de paz a través de la educación
 Desarrollo económico y social sostenible
 Respeto de todos los derechos humanos
 Igualdad entre hombres y mujeres
 Participación democrática
 Comprensión, tolerancia y solidaridad
 Comunicación participativa y libre circulación de información y
conocimientos
 Paz y seguridad internacionales

La Cultura de Paz, resultado de un largo proceso de reflexión y de acción no es un


concepto abstracto, sino que fruto de una actividad prolongada a favor de la paz
en distintos periodos históricos y en diferentes contextos, constituye un elemento
dinamizador, abierto a las constantes y creativas aportaciones que hagamos. La
educación en este proceso ocupa un importante papel pues gracias a la relación
interactiva y sinérgica que mantiene con la Cultura de paz favorece el desarrollo
del resto de ámbitos donde esta se desarrolla y construye. Es a través
precisamente de la educación que las sociedades alcanzan mayores cotas de
desarrollo humano, superan los prejuicios y estereotipos que segregan y separan
a unos de otros, se establecen relaciones basadas en la cooperación y la
participación, se aprehende y comprende el mundo diverso y plural en el que
vivimos, se desarrollan las habilidades y capacidades necesarias para
comunicarse libremente, se fomenta el respeto de los derechos humanos y se
enseñan y aprenden las estrategias para resolver los conflictos de manera
pacífica. Esto conlleva un cambio en la pertinencia de la educación ofrecida por
los sistemas educativos actuales. Pertinencia, referida por un lado a su función
socializadora en cuanto transmisora de los valores propios de la sociedad y por
otro a su capacidad de anticiparse al cambio satisfaciendo así las necesidades
sociales. A estas dos funciones (socialización y anticipación al cambio) se le une,
como han comprendido algunos reformadores, la función humanizadora o
pacificadora. Si bien las dos primeras atienden a las dimensiones tradicionales de
la educación (organización escolar, proceso educativo, currículo y dimensión
social), la tercera función representa un nuevo paradigma para los sistemas
educativos, pues se trataría de planificar la educación de manera más compleja
atendiendo por un lado a la exigencia de un aprendizaje ciudadano permanente
donde la transmisión de los conocimientos no es tan importante como la
construcción y difusión de los mismos; y, por otro lado, el establecimiento de una
red entrelazada de momentos donde se aprende dando respuesta a problemas de
carácter más universal. La función liberadora o humanizadora exige, por
consiguiente, la concepción de un modelo de educación abierto y plural, no
restringido únicamente a los centros educativos. De ahí que la Cultura de paz
represente para los sistemas educativos contemporáneos un conjunto de
tensiones:
La Cultura de Paz y Noviolencia exige pasar de un modelo de educación
institucionalizada a un modelo de sociedad educativa.
La definición de Cultura de Paz establece el modo y los niveles de análisis de las
relaciones entre la educación y la cultura, incluyendo la dimensión cultural de un
modelo de desarrollo que debe ser compatible tanto con el derecho humano a la
paz como con el derecho a un desarrollo humano sostenible. Esta relación señala
no sólo las finalidades de la educación sino las metas de la sociedad. Esta
tendencia representa una nueva forma de entender el concepto de una nueva
ciudadanía emergente caracterizada por una ecuación - pendiente en muchas
sociedades- entre el principio de igualdad y la cohesión social. Las profundas
transformaciones en curso están produciendo redefiniciones en relación con el
ejercicio de la ciudadanía que van más allá de su significado tradicional como
expresión de un conjunto de derechos y deberes consagrados por las leyes. Los
signos de la globalización y la tercera revolución industrial colocan en el centro del
desarrollo los componentes del conocimiento y la información. Esos cambios
alteran las formas del ejercicio ciudadano y reasignan nuevas funciones a los
sistemas educativos. La educación puede facilitar el acceso democrático del
conocimiento asegurando la igualdad inmaterial, pero no puede asegurar en el
futuro la igualdad material. En la actualidad, los cambios acelerados a los que se
ve sometida la sociedad evidencian que el ejercicio ciudadano no remite sólo a
disponer de derechos políticos, civiles y sociales, sino también a participar en las
mismas condiciones que los demás en el intercambio comunicativo, en el
consumo cultural, en el manejo de la información y en el acceso a los espacios
públicos. Las mismas tendencias que caracterizan nuestro mundo al comienzo del
siglo XXI determinan cuáles serán los desafíos de la educación (Braslavsky,
2001): a) La existencia de una sociedad con dos velocidades y por tanto con dos
tipos de ciudadanos ( los que se benefician de la producción de bienes y servicios
y los que quedan excluidos) exige garantizar una educación de una calidad tal que
permita a todos aprovechar los bienes de la sociedad y buscar, al mismo tiempo,
alternativas para que las desigualdades no existan; b) La presencia de nuevas
formas de violencia relacionadas con este tipo de sociedad emergente, la
marginación o la diversidad cultural impone un modelo educativo capaz de
establecer un diálogo intercultural sincero y gestionar pacíficamente los conflictos;
c) El conocimiento progresa a gran velocidad y cambia en su estructura, por lo que
la educación no puede quedar anclada en la transmisión de un conocimiento
desfasado que no es funcional en los momentos actuales; y d) La democratización
de las sociedades exige que la educación sea más participativa y democrática,
abierta a la comunidad más próxima. La educación debe preparar al individuo para
el trabajo en una sociedad no siempre cohesionada, hacerle apto para realizar su
papel de ciudadano y desarrollarle como ser humano, pero es obvio que en los
momentos actuales esta educación no puede quedarse reducida al marco de los
centros educativos, porque los objetivos de la educación y el proceso educativo
que requieren la sociedad y la propia Cultura de Paz son de tal complejidad que
ninguna institución educativa podría ser suficiente para realizar aisladamente esta
tarea. La única solución consiste en reestructurar la sociedad de tal manera que
pueda comprometer a todos sus segmentos y a todas las instituciones en este
proceso: medios de comunicación, administraciones públicas, asociaciones
sindicales, colectivos ciudadanos, organizaciones no-gubernamentales... En
resumen, no basta con una reforma educativa amplia que fije la Cultura de paz
como prioridad de la educación, sino que esta labor corresponde al conjunto de la
sociedad. La educación obligatoria puede ser una buena y sólida base para
contribuir a la construcción de esta cultura, pero la paz como derecho requiere del
quehacer permanente y coordinado de todos los actores sociales. La tensión está
servida entre la realidad presente y el deseo de un mundo sin fronteras.
La Cultura de paz promueve la concepción de centro docente como comunidad de
aprendizaje.
La eficacia de los centros educativos constituye el centro de los debates actuales
sobre educación. Dos criterios determinan, entre otros, tal eficacia. Por un lado,
los avances tecnológicos y la preponderancia del saber en un mundo globalizado,
acompañado de nuevos desafíos y nuevas desigualdades sociales, exige la
apertura de los centros educativos a la sociedad. Y por otro, los centros deben ser
capaces de organizarse de manera cada vez más democrática, obteniendo
mejores resultados y mayores niveles de calidad. La cuestión que propone la
Cultura de Paz es saber cómo las escuelas pueden contribuir más eficazmente en
la construcción de esa cultura basada en los principios de la democracia y de la
noviolencia. Si el objetivo consiste en formar ciudadanos noviolentos para alcanzar
una sociedad pacífica, los centros educativos deben tener como meta favorecer
una organización cada vez más participativa y democrática que - por medio de la
gestión noviolenta de las diferencias y de los conflictos que en ella se producen-
alcance en mayor grado sus objetivos a través de la cooperación de todos sus
miembros. Y esto porque los centros educativos, al igual que prácticamente todas
las organizaciones sociales, son espacios caracterizados por la existencia
constante de conflictos (Ball, 1989); pero el conflicto entre los distintos miembros
de la comunidad educativa no sólo es un hecho inevitable de su vida organizativa,
sino que puede y debe ser considerado también como un proceso mediante el
cual el propio centro crece y se desarrolla. Comprender y resolver los conflictos en
los centros educativos es un rasgo esencial de su propia organización democrática
basada en el respeto mutuo, en la diversidad y en el pluralismo. Los estudios
recientes constatan que: a) los centros educativos más abiertos y democráticos
favorecen los niveles democráticos de la sociedad (Ehman,1980); b) los métodos
pedagógicos y cooperativos disminuyen los conflictos étnicos y favorecen la
comprensión entre las diferentes culturas (Lynch,1991); c) las prácticas educativas
democráticas responden mejor a las necesidades de aprendizaje del alumnado
(Dimmock, 1995); y d) los centros, en definitiva, que favorecen a su alumnado
experiencias democráticas desarrollando en el aula y en la escuela las
competencias, los valores y los comportamientos democráticos contribuyen, mejor
que otros centros, a la instauración de una cultura de paz y noviolencia (Harber,
1997). Pero esto no es suficiente, la educación impartida en los centros docentes
no está aislada del resto de moldeamientos educativos que la sociedad ofrece. Es
pues necesario pasar de un modelo centrado únicamente en la relación tradicional
entre profesorado y alumnado en el espacio cerrado de las organizaciones
escolares, a un modelo abierto a la comunidad. Pasar de los centros educativos a
las comunidades de aprendizaje. Esto representa dos retos: el primero de ellos
referido al centro educativo como espacio comunitario para la realización de otras
actividades educativas complementarias organizadas, coordinadas o dirigidas por
y para la comunidad; la inclusión en el currículo y en los proyectos educativos de
actividades en colaboración con la comunidad; o utilizando de manera sistemática
los recursos que la comunidad ofrece al centro. El segundo reto obedece a la
exigencia de la propia construcción de la Cultura de Paz de diseñar proyectos
educativos integrales, participativos y permanentes basados en la actuación
conjunta de todos los componentes de la comunidad educativa y de amplios
sectores de la sociedad.
La Cultura de paz tensiona la organización escolar y el propio currículo
Fomentar los valores universales compartidos y los comportamientos en que se
basa la Cultura de paz es una finalidad educativa que supone el aprendizaje de
una ciudadanía capaz de manejar situaciones difíciles e inciertas desde la
autonomía y la responsabilidad individual. Responsabilidad, por otro lado, unida al
reconocimiento del valor del compromiso cívico, de la asociación con los demás
para resolver los problemas y trabajar por una comunidad justa, pacífica y
democrática. Pero como sabemos esta finalidad es una quimera cuando las
sociedades no son capaces de satisfacer las necesidades básicas de sus
ciudadanos. La Cultura de paz tensiona tanto a la educación como a la sociedad al
tratar de capacitar a los individuos para hacer elecciones y actuar no sólo en
función de las condiciones sociales, económicas o políticas del presente, sino en
relación con la visión del futuro al que aspiran. Dicha tensión obliga no sólo a
repensar la organización escolar para alcanzar mayores niveles de participación
democrática, sino que exige que estos mismos niveles estén presentes en la
sociedad.
Durante mucho tiempo, la institución escolar, nacida bajo la inspiración de la
Ilustración, se limitó casi exclusivamente a transmitir los saberes científicos o
técnicos que los ciudadanos necesitan para desempeñar las funciones
demandadas por la sociedad. Esto supuso considerar que el saber académico
correcto tenía que proceder de los conocimientos científicos, organizado a través
de las diferentes materias o disciplinas. Pero en la actualidad, los cambios que se
están produciendo en el mundo de la ciencia, del conocimiento y de la información
ha dejado de alentar la ilusión de poseer verdades absolutas y una neutralidad
discutible, cuestionada por una visión holística de la realidad e impone un nuevo
enfoque curricular en el que la dimensión transversal constituye una de sus
mejores innovaciones, encaminada a corregir algunos de los efectos perversos
que hemos heredado de la cultura tradicional. Uno de los cuales ha sido, sin duda,
que ese tipo de enseñanza tradicional no prepara al alumnado para convertirse en
ciudadanos de pleno derecho en una sociedad democrática, al no permitirles el
acceso de conocimientos precisos sobre la problemática social del momento,
desarrollar su propia autonomía moral, construir su propio conocimiento y
participar en la solución de los graves problemas que afectan a la humanidad. Por
otro lado, ni la ciencia ni la educación han sido nunca neutrales. Por eso, la
escuela no puede permanecer al margen de las nuevas corrientes que imperan en
el campo de la Filosofía de la Ciencia, según las cuales las teorías científicas no
serían sino modelos explicativos parciales y provisionales de determinados
aspectos de la realidad en un determinado contexto histórico, social y cultural.
Como señala Montserrat Moreno (1993): "La temática de los temas transversales
proporciona el puente de unión entre lo científico y lo cotidiano, a condición de
proponer como finalidad las temáticas que plantean y como medios las materias
curriculares, las cuales cobran así la calidad de instrumentos cuyo uso y dominio
conduce a obtener unos resultados claramente perceptibles".
La educación tiene la finalidad de contribuir a desarrollar en los alumnos y
alumnas aquellas capacidades que se consideran necesarias para desenvolverse
como ciudadanos con plenos derechos y deberes en la sociedad en la que viven.
Capacidades que tienen que ver no sólo con los conocimientos que aportan las
diversas materias curriculares o disciplinas, sino también con ciertas cuestiones de
una gran trascendencia en la época actual sobre las cuales las sociedades
reclaman una atención prioritaria. La educación, por consiguiente, debe posibilitar
que el alumnado llegue a entender esos problemas cruciales- de los que se hace
eco la comunidad internacional- y a elaborar un juicio crítico respecto a ellos,
siendo capaces de adoptar actitudes y comportamientos basados en valores,
racional y libremente asumidos. Esta reflexión es la que ha llevado a emprender
en numerosos países reformas educativas que comparten el mismo enfoque
curricular y en las que el concepto de "transversalidad", aunque con diferencias,
constituye uno de sus más importantes rasgos, introduciendo nuevos contenidos
curriculares, pero sobre todo reconstruyendo y reformulando los existentes desde
un nuevo enfoque integrador e interdisciplinar. La transversalidad es, sin lugar a
dudas, uno de los elementos más innovadores de las actuales reformas
educativas y el elemento básico de la llamada Educación Global sostenida por los
siguientes ejes: "la globalización de la cultura, la educación integral de la persona,
la organización democrática de la escuela y el compromiso de la educación con la
problemática socio-natural" (Yus, 1997). Esto significa que los currículos deben
admitir la tensión que la transversalidad genera en los programas escolares, tanto
en su metodología como en sus contenidos, desde la perspectiva de la Cultura de
Paz. Ante la complejidad y globalidad de las problemáticas mundiales, la
educación deba ser una educación global que supere también la noción de una
transversalidad simple, entendida como la presencia en cada una de las áreas de
conocimiento de contenidos que atraviesan el currículo. Como expresa Travé
González (1999): "Superar la disciplinariedad y la transversalidad simple por
planteamientos transdisciplinares, no solamente representa, en síntesis, adoptar
una forma más o menos novedosa de organizar el conocimiento escolar ni de
formular otro tipo de alternativa metodológica. Supone, por el contrario, asumir
propuestas críticas de intervención que permitan modificar las viejas estructuras
epistemológicas y didácticas, propuestas que partan de la educación como hecho
global e integrador capaz de contribuir, desde la lógica del alumno que aprende, a
explicar en definitiva la realidad de la sociedad actual en toda su complejidad y en
toda su diversidad".
Fundamentos de la Cultura de Paz y Noviolencia en educación
Instrumentos normativos: Recomendación sobre la educación para la
comprensión, la cooperación y la paz internacionales y la educación relativa a los
derechos humanos y las libertades fundamentales; Plan de Acción Mundial sobre
Educación para los Derechos Humanos y la Democracia; Declaración y Programa
de Acción de Viena de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos;
Declaración y Plan de Acción Integrado sobre Educación para la Paz, los
Derechos Humanos, la Democracia y la Tolerancia; Plan de Acción para el
Decenio de las Naciones Unidas para la educación en la esfera de los Derechos
Humanos; Declaración y Plataforma de Acción de Beijing; Declaración y Programa
de Acción sobre una Cultura de Paz.
Bases jurídicas: Resoluciones de Naciones Unidas y de UNESCO; Disposiciones
constitucionales y legislativas de los Estados que reconocen el derecho humano a
la paz y establecen los principios de derechos humanos y la paz como finalidades
básicas del derecho a la educación.
Contribución intelectual y pedagógica: Manifiesto de Sevilla sobre la violencia;
Congreso de Yamusukro; Proyecto transdisciplinario "Hacia una Cultura de Paz"
de UNESCO; Reunión sobre Educación para una Cultura de Paz de Río de
Janeiro; Declaraciones a favor de la Cultura de Paz realizadas en diversos foros
sociales en todo el mundo; Planes y Programas de acción a favor de la Cultura de
Paz realizadas por diversos Ministerios de educación en todos los continentes;
Plan Andaluz de Educación para la Cultura de Paz y Noviolencia de la Consejería
de Educación y Ciencia.....
5. Bibliografía
BALL, Stephen (1989): La micropolítica de la escuela. Hacia una teoría de la
organización escolar, Piados/ MEC, Barcelona.
BRASLAVSKY, Cecilia (2001): Los desafíos de la educación para el siglo XXI, en
Red Mediterránea. BIE. Evaluación de Reformas, MEC, Madrid.
CAMPS, Victoria (1994): Los valores de la educación, Aulada/ Anaya, Madrid.
CORTINA, Adela (1996): El quehacer ético. Guía para la educación moral,
Aulada / Anaya, Madrid.
CRANSTON, Maurice W (1978): Paz y convicciones, Ediciones Sígueme/
UNESCO, Salamanca.
DIMMOCK, C (1995): Building democracy in a school setting: the principal´s role,
en Chapman y otros (ed.): Creating and Managing the democratric Shool, The
Falmer Press, Londres.
FISAS, Vicenç (1998): Cultura de paz y gestión de conflictos, Icaria/ UNESCO,
Barcelona.
GALTUNG, Johan (1985): Sobre la paz, Editorial Fontamara, Barcelona.
GALTUNG, Johan (1998): Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación,
resolución, Bakeaz/ Gernika gogoratuz, Bilbao.
HARBER, Clive (1997): L´efficacité des écoles, l´education pour la democratie et la
no-violence, UNESCO, París (ED-97/WS/23).
HEER, Friedrich (1979): Grandes documentos de la Humanidad, Mundo actual de
ediciones, Barcelona.
LYNCH, J (1992): Education for Citizenshio in a Multicultural Society, Cassell,
Londres.
MARTINEZ, Vicente (2001): La paz imperfecta. Una perspectiva desde la filosofía
para la paz, en MUÑOZ, Francisco, La paz imperfecta, Instituto Paz y conflictos,
Universidad de Granada, Granada.
MORENO, M (1993): Los temas transversales: una enseñanza mirando hacia
delante, en Los temas transversales: Claves de la formación integral, Santillana,
Madrid.
MORIN, Edgar (1999): Los sietes saberes necesarios para la educación del futuro,
UNESCO, París.
MUÑOZ, Francisco (2001): La paz imperfecta, Instituto Paz y Conflictos/
Universidad de Granada, Granada.
PANIKKAR, R (1995): Cultural Disarmament-The Way to Peace, Westminster
John Knox Press, USA.
TRAVÉ GONZÁLEZ, G (1999): Superar la disciplinariedad y la transversalidad
simple: hacia un enfoque basado en la educación global, en la revista
Investigación en la escuela, núm. 37, Díada, Sevilla.
YUS, Rafael (1997): Hacia una educación global desde la transversalidad, Alauda/
Anaya, Madrid

Leer más:
http://www.monografias.com/trabajos10/culpa/culpa2.shtml#ixzz2tK8qbCbN
La Cultura de paz es una tentativa -largamente tejida a largo de la historia, a través de
cuyos hilos se ha conformado, parcialmente, un modo de organizar el mundo, basado
en el derecho sagrado de vivir juntos- que se define como el conjunto de valores,
actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida que inspiran una forma
constructiva y creativa de relacionarnos para alcanzar- desde una visión holística e
imperfecta de la paz - la armonía del ser humano consigo mismo, con los demás y con
la naturaleza

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