Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Rafael Lapesa

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 24

http://dx.doi.org/10.12795/PH.1998.v12.i02.

08

RAFAEL LAPESA, HISTORIADOR DE LA LENGUA


José Jesús de Bustos Tovar

LINGÜÍSTICA HISTÓRICA E HISTORIA DE LA LENGUA.


Rafael Lapesa es probablemente, el último y más ilustre miembro de la escuela de
filología española, que fundara don Ramón Menéndez Pida!. Quiere esto decir que parte de
los principios teóricos y metodológicos postulados por el maestro y sobre ellos ha
construido toda su obra científica. Sin embargo, lejos de un servilismo doctrinal que lo
hubiera convertido en un mero epígono, Lapesa ha desarrollado temas que apenas habían
sido esbozados por Menéndez Pida! (como la descripción del proceso de apócope de la -e,
el principio de la confusión fonológica de las sibilantes a partir del siglo XV, el estudio de
los fueros primitivos, etc.), inició otros que apenas habían aparecido en la obra pidalina (la
sintaxis histórica, de manera especial) y abordó campos del saber filológico y literario con
metodología muy personal, como son sus numerosos análisis literarios de autores que
abarcan desde las edad media hasta nuestros días. Esto es, Rafael Lapesa no se ha limitado
a ser un mero continuador, sino que ha emprendido nuevas tareas, aunque, eso sí,
manteniendo su fidelidad a la escuela filológica en la que se había formado
Partiendo del positivismo historicista, que es raíz común de todos los integrantes de la
escuela de Menéndez Pida!, Lapesa, ha incorporado ideas de otras procedencias. En él han
influido de manera notable, entre otros, Américo Castro, a quien debe la sugerencia para
elaborar una sintaxis histórica, Amado Alonso, que se hizo eco del neoidealismo
vossleriano, y también Dámaso Alonso, su "hermano mayor" del grupo filológico español,
de quien admiró, entre otras cosas, la finura de su análisis estilístico. Se reúnen, pues, en
Lapesa intereses científicos confluyentes, presididos siempre por una concepción de la
historia en la que los cambios lingüísticos se explican por la interdependencia entre hechos
de cultura y fenómenos sociales 1.
Si hubiera que sintetizar muy brevemente las ideas de Lapesa en el plano lingüístico, yo
las resumiría del siguiente modo: 1º) la evolución lingüística se explica en primer término
por razones internas a la propia lengua, sin que ello implique determinismo alguno. De este
modo, Lapesa se identifica con Menéndez Pida!, en la idea de que los cambios lingüísticos
constituyen tendencias evolutivas de carácter general que contienden entre sí y que se
propagan mediante procesos en los que intervienen factores que atañen a la vida social; 2º )

1
Véase Lapesa, Rafael, Historia lingüística e historia general, Discurso inaugural de la Secc. VII del XXIV
Congreso Luso-Español para el Progreso de las Ciencias, pronunciado en Madrid el 14 de noviembre de 1958,
Madrid, 1959. Nueva edición en Buscad sus pares, pocos, Madrid, Gredos, 1978, págs. 13-24.

I.S.S.N. 1132-0265 PHILOLOGIA HISPALENSIS 12 fase. 2 (1998) 109-132


110 José Jesús de Bustos Tovar

la escritura y, de modo especialmente relevante, la literatura, refleja de_modo bastante fiel


la consolidación de los fenómenos evolutivos; por tanto, los testimonios literarios,
debidamente valorados en función de tales y también como manifestaciones del uso común,
son una fuente privilegiada para el estudio de la historia lingüística; 3º) la historia de la
lengua es, en cierto sentido, una parte de la historia de los pueblos que la hablan; existe, o
puede existir, una correlación entre la descripción de los procesos evolutivos y la historia
general de los pueblos. Esta afirmación hay que interpretarla al margen de una concepción
idealista del lenguaje, ya que está basada siempre en la rigurosa documentación de los
testimonios utilizados. No quiero decir con ello que Lapesa no haya recogido una cierta
herencia idealista, sino que la ha tamizado pasándola por el filtro riguroso de un
positivismo no materialista, aprendido en la escuela pidalina. Un ejemplo especialmente
relevante de esta idea se halla explicado en su concepción de forma interior del lenguaje2,
definido como proceso mediante el cual la historia de la comunidad social aprovecha
ciertas tendencias evolutivas para plasmar en ellas una especial visión de la realidad.
Ya en su tesis doctoral sobre el Fuero de A vilés 3 se advierte la dirección que habían de
seguir los trabajos de historia lingüística del profesor Lapesa. La inmigración de gentes
procedentes de Francia, su asentamiento en barrios propios en distintas villas y el papel
profesional que desempeñaron, así como su importante aportación en el ámbito económico,
determinó la aparición de fuertes influencias lingüísticas, tal como se advierte en diversas
fuentes jurídicas de la alta edad media4 . Los trabajos de historia lingüística de Lapesa no
son en sentido estricto, tal como hoy lo entenderíamos, estudios sociolingüísticos, pero
todas las explicaciones de los fenómenos de cambio están referidos casi siempre a factores
sociales. Un ejemplo paradigmático lo constituye su descripción del proceso que afecta a la
apócope de la vocal final: los factores de naturaleza interna (estructura silábica, ritmo
acentual, · pérdida de vocales intertónicas, etc.), que algunos habían propuesto como
explicación exclusiva del largo proceso de cambio5 son inteligentemente utilizados en su

2Véase su artículo "Evolución sintáctica y forma interior del lenguaje", en Actas del XI Congreso Internacional de
Lingüística y Filología Románicas, 1865, Madrid, C.S.I.C., 1968 págs. 131-150.
3 Lapesa, Rafael, Asturiano y provenzal en el Fuero de Avilés, Acta Salmanticensia, 11, Salamanca, 1948.
Próximamente será publicada la rica documentación que acompañaba al estudio lingüístico y que se había omitido
hasta ahora.
4 Al estudio anteriormente citado hay que añadir sus trabajos ;'Los francos en la Asturias medieval y su influencia
lingüística", Symposium sobre cultura asturiana en la Alta Edad Media, Oviedo, 1967, págs. 341-353; "Los
provenzalismos del Fuero de Valfermoso de las Monjas (1189)", Philological Quarterly, LI, 1972, págs. 54-59;
"Rasgos franceses y occitanos en el lenguaje del Fuero de Villavaruz de Rioseco", Mélanges Paul Imbs, Travaux
de Linguistique et de Littérature, XI, Strasboyurg, págs. 529-532, y "El dialecto asturiano-occidental en los
documentos notariales de la baja Edad Media", en Homenaje a Vicente García de Diego, Revista de Dialectología
y Tradiciones Populares, XXXII, 1976, págs. 225-245.
5 Véase Diego Catalán, "En tomo a la estructura silábica del español de ayer y del español de mañana, en Sprache
und Geschiche, Festschriftfür Harri Meier zum 65 Gebunstag, München, 1971, págs. 77-110. También Moreno
Berna!, Jesús, Estudio lingüístico del ms. escurialense 1-1-6, Biblia romanceada de la primera mitad del siglo
Xlll, Universidad Complutense de Madrid, 1975; posteriormente "Les conditions de !'apocope dans les anciens
textes castillans", en Le passsage a l' 'ecrit des tangues romanes, Scriptoralia, 46, Gunter Narr, Tübingen, págs.
192-206.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 111

explicación como factores concurrentes con la fuerte influencia francesa que tanto influyó
en Castilla entre 1080 y 1270.
Todo esto no quiere decir que Lapesa permaneciera ajeno a las corrientes
estructuralistas que sustituyeron el historicismo lingüístico de sus maestros. Él mismo nos
recordaba a sus discípulos que en sus jóvenes años de Salamanca ya introdujo en sus cursos
el estudio de la fonología. Ocurre, sin embargo, que tenía la firme convicción de que las
descripciones sistemáticas de validez general, sobre las que se basa el método estructural,
deberían ir precedidas de una documentación exhaustiva que sirviera de sólido basamento a
cualquier modelo explicativo y que, en cualquier caso, ninguno de ellos podía entrar en
contradicción con la realidad lingüística6 , hecho éste que, a veces, no se ha tenido
suficientemente en cuenta en algunos trabajos de corte estructuralista. A lo que sí ha
permanecido ajeno ha sido a los intentos, con dudosos resultados hasta ahora, de la
lingüística generativa por ofrecer explicaciones históricas.
Cuando Lapesa inició su proyecto de elaboración de una Historia de la lengua de
carácter general, contaba sólo con los trabajos de la escuela de Menéndez Pidal. El mismo
maestro proyectaba una Historia de la lengua española, que quedó inconclusa y que
aparecerá en breve, editada por Diego Catalán7 • Sin embargo, la preocupación por conocer
el origen de la lengua española y los procesos que la habían de convertir en lengua
universal era ya patente desde el siglo XVI. A fin de valorar debidamente la obra de
Lapesa, haré un breve recorrido por las principales aportaciones existentes en la
historiografía lingüística española.

LA HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL SIGLO DE ORO.


El primero que se interesó por esta cuestión fue Nebrija, pero lo hizo no corno
historiador de la lengua castellana, sino en la medida en que se ocupó de la gramática y de
la ortografía castellanas y su dependencia de las latinas. Nebrija, sin embargo, dejó bien
establecido el origen latino de la lengua romance, introduciendo el concepto de corrupción
lingüística. Aunque no habla de latín vulgar, en su esbozo de explicación del proceso está
implícito tal concepto, por más que una de las causas de tal corrupción se atribuyera a la
influencia de los godos. A Nebrija le interesó más la comparación entre el latín clásico, tal
como él propugnaba, que el estudio de los procesos históricos de evolución. Ni siquiera
puede aducirse que viera en la obra de los escritores latinizantes del siglo XV el modelo del
romance de su época. Es verdad que en Nebrija existió una idea de peifeccionamiento del
romance, lo que implica un cierto sentido de evolución histórica, pero en realidad se refiere
a la lengua artística, no a la lengua común, que estima culminada. Quizás esto explique su

6Véase su artículo "Sobre problemas y métodos de una sintaxis histórica", en Homenaje a Xavier Zubiri, U,
Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1970, págs. 199-213.
7 Así aparece en los proyectos de próxima publicación anunciados por la Fundación Menéndez Pida!. Noticias de
esta Historia de la lengua en D. Catalán, Lingüística ibero-románica, Madrid, Gredos, 1974, págs. l 25-127.
112 José Jesús de Bustos Tovar

erróneo juicio acerca de que el romance hubiera llegado a tan alto estado "que más es de
temer su de<;endimiento que su perfección" 8 •
Las escasas referencias de Nebrija a la evolución del romance se hallan dispersas en
toda su obra. Alguna mayor importancia poseen su Ortografía y su Vocabulario. En la
primera porque adopta como referencia los valores fonológicos de la pronunciación pero
tiene la ortografía latina como modelo, tal como le reprocharía un siglo más tarde Gonzalo
Correas; el segundo porque proporciona una información etimológica fiable, que es la base
de cualquier estudio de tipo histórico.
Aún siendo un ensayo sobre el uso lingüístico, el Diálogo de la lengua de Juan Valdés 9
contiene algunas ideas interesantes sobre la evolución de la lengua. Por lo pronto, advierte
que lo que habían hecho las supuestas "autoridades" del siglo XV era más "escrivir mal
latín que buen romance". Carece Valdés de ideas claras acerca del origen de la lengua
castellana; de ahí proceden sus vacilaciones: aún reconociendo que la mayor parte de los
elementos lingüísticos del romance proceden del latín, se inclina a ver en el griego,
desechando, eso sí, el vasco, el origen de la primitiva lengua hablada en España. Al griego,
sustituido después por el latín, le cabe la· gloria de haber constituido el sustrato prerromano
más importante de España. Que esta idea estuviera o no determinada por el deseo de
encontrar para nuestra lengua el antecedente más glorioso no oculta el error histórico y
filológico en que incurre. Lo que no hay en Valdés. es dato alguno de naturaleza filológica;
todos los testimonios aducidos son históricos y, además, manejados con evidente abuso al
valorar las noticias de los historiadores antiguos. En cambio, sí acepta la teoría de la
corrupción lingüística para explicar el nacimiento del romance.

LA POLÉMICA SOBRE EL ORIGEN DE LA LENGUA CASTELLANA.


En las polémicas sobre el origen de la lengua española, el asunto que suscitó mayor
interés giró en torno a la disparatada teoría de López Madera 10, de la que se hicieron eco
humanistas de segunda fila como Andrés de Poza11 en 1587, Luis de las Cuevas 12 y, lo que
es más sorprendente, un humanista y filólogo de primera categoría como fue Gonzalo
Correas 13 , empeñados todos ellos en hacer creer que la primitiva lengua española era

8 Tal como sostiene Eugenio de Bustos, esto no supone que considerara como modelo de lengua la de los

escritores latinizantes del siglo XV. Véase Bustos Tovar, Eugenio de, "Nebrija, primer lingüista español", en el
volumen Nebrija y la introducción del Renacimiento en España, Actas de la III Academia Renacentista,
Salamanca, 1983, págs. 205-222.
9 Véase el prólogo de Rafael Lapesa al Diálogo de la lengua en Clásicos Ebro, Zaragoza, 2ª ed., 1946.
10 López Madera, Gregorio, Excelenctas de la nwnarquía y reyno de España, Madrid. 1625.
11Poza, Andrés de, Antigua Lengua de las Españas, ed. de A. Rodríguez Herrero, Biblioteca Vasca, IV, Madrid,
1959.
12 Cuevas, Luis de las, Diálogo de las cosas notables de Granada y lengua española, Sevilla, 1603.
13Correas, Gonzalo, Arte grande la lengua española castellana, ed. de Emilio Alarcos García, Madrid, C.S.I.C.,
1950.
Rafael La.pesa, historiador de la lengua 113

hablada en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos, según probaba un


pergarrúno escrito en puro castellano supuestamente mil quinientos años de la llegada de
los romanos. Esta tesis, defendida con ardoroso vigor, sólo es explicable como
consecuencia de un nacionalismo imperial, llevado hasta el paroxismo, que otorgaba al
español las más nobles cualidades, superiores a las de cualquier lengua clásica.
En sentido estricto, la primera obra que puede considerarse ya una historia de la lengua
española es la de Bernardo de Aldrete 14 , quien rebate de manera contundente a Madera y
sus seguidores, aunque recurriendo a la argucia de atribuir valor profético al mentado
pergamino encontrado en el Monte Santo de Granada, pero afirma de manera clara la
común pertenencia de las lenguas románicas al tronco latino. Establecido el origen latino,
admite la influencia de otras lenguas, como sustratos prerromanos, helenismos,
germanismos y arabismos, en forma de préstamos léxicos. Acertada es asimismo, en
términos generales la descripción de la expansión del castellano primitivo por la Península
Ibérica. Con todo, la mayor novedad de la obra de Aldrete reside en la percepción de una
evolución interna de la lengua. No se trata en sentido estricto de una fonética histórica 15 ,
aunque Aldrete considera que la "corrupción" no es sólo consecuencia de la influencia de
otras lenguas, sino también de un proceso inherente a su naturaleza histórica, tal como se
afirma explícitamente: "Digo lo primero, que la lengua con el tiempo se muda, i poco a
poco siendo otra, de manera que sin nueuo acidente , más que el que el tiempo causa basta
para que una lengua sea casi otra de la que fue agora trezientos años .. ."
La teoría de la corrupción del latín como origen del castellano fue seguida por la
mayoría de los humanistas españoles, salvo el caso citado de Gonzalo Correas 16 . Además,
el importante papel que el léxico desempeña en la obra de Aldrete tuvo su correlato en la
más importante obra de la filología española del Siglo de Oro, que fue el Tesoro de
Covarrubias 17 . Aunque, como es bien sabido, se trata de una obra de naturaleza
lexicográfica, el Tesoro contiene noticias históricas de capital importancia para la
semántica histórica y es, desde luego, el antecedente más importante del Diccionario de
Autoridades que redactarían los primeros académicos en el siglo XVIII.

14 Aldrete, Bernardo José de, Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se usa en España,

ed. facsimilar y estudio de Lidio Nieto Jiménez, Clásicos Hispánicos, Madrid, C.S.I.C., 1975.
15 Lidio Nieto ha reconstruido un esquema de fonética histórica con las ideas expuestas por Aldrete, que muestra la

modernidad de sus ideas.


16 Véanse las obras de Ambrosio de Morales, Discurso sobre la lengua castellana, de 1546; Alejo Venegas, Breve

sentencia de las sentencias y vocablos obscuros que en el Libro del Tránsito de la Muerte se hallan, Toledo, 1543;
Martín de Viciana, Libro de las alaban(:as de las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana, de 1574;
Antonio del Corro, Reglas gramaticales para aprender la lengua española y francesa, Oxford, 1586; Fray Jacinto
de Ledesma, Dos libros de la lengua primera de España, de 1626; Francisco Cascales, Cartas philologicas, de
1643, Ximénez Patón, B. Epítome de la ortografía latina y castellana, ed. de A. Quilis y J.M. Rozas, Madrid,
C.S.I.C., 1965. De las primeras véanse las referencias en Biblioteca Histórica de la Filología Castellana, del
Conde de la Viñaza, Madrid, Manuel Tello,1893.
17 Covarrubias, Sebastián de, Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611-1647), ed. de Martín de Riquer,

Barcelona, Horta, 1953; nueva edición Madrid, Turner, 1972, 1976.


114 José Jesús de Bustos Tovar

LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS TRAS LA CREACIÓN DE LA REAL ACADEMIA


ESPAÑOLA.
Durante el siglo XVIII, interesa ante todo el aspecto normativo del uso lingüístico.
Frente al abuso, ya degradado, del culteranismo barroco y también en lucha con el
neologismo innecesario de origen francés, surgen una serie de obras en las que sólo de
modo incidental se alude a 1a h1stona . . d e 1a 1engua espano - 1a. Berganza 18 , F eIJOO
.. 19 ,
Sarmiento ° Capmany , Forner , Fernández de Navarrete , Vargas Ponce , etc. plantean
2 21 22 23 24

la cuestión lingüística desde una perspectiva apologética. Distinto es el caso de Mayans y


Siscar25 , quien, además de sus ideas sobre el origen innato del lenguaje, basado en la
"infusión divina", tiene un claro sentido de la evolución lingüística; de este modo, compara
las lenguas con ríos que, denominándose de la misma manera en todo su curso, lleva
siempre aguas diferentes 26 . Interesantes perspectivas ofrece la obra de Mayans; desde su
negativa a aceptar las estrafalarias ideas sobre el origen prerromano del español hasta sus
importantes aportaciones en el campo de la etimología y de la ortografía. Menos acertado
está en su peculiar forma de concebir el cambio fonético, pero ello no quita mérito al
intento de dar explicación racional a este aspecto del cambio lingüístico. Mayans carecía
de una idea "científica" de la evolución lingüística. En todo caso, es el primer lingüista que
trata de dar una explicación coherente del origen y evolución de la lengua española, por
más que no poseyera las herramientas precisas para lograrlo. Haría falta cerca de un siglo
para que triunfaran los criterios historicistas de los neogramáticos, que son la base del
desarrollo de la filología moderna.

18 Berganza, Francisco de, Antigüedades de España propugnadas en las noticias de sus Reyes y Condes de Castilla

la Vieja, 17 ,13.
19 Feijoo, Fray Benito Jerónimo, "Paralelo de las lenguas castellana y francesa", Discurso XV del Teatro crítico

universal, Madrid, 1780.


20Sarmiento, Fray Domingo, Elementos etimológicos según el método de Euclides.. ., en Biblioteca histórica de la
Filología castellana del Conde la Viñaza, Madrid, Manuel Tello, 1893.
21 Capmany, Antonio de, "Del origen y formación de la lengua castellana", tomo 1, págs. CXXIII-CCXXIII de su

Teatro histórico crítico de la eloqüencia española, Madrid, 1786,


22Forner, Juan Pablo Exequias de la lengua castellana, ed. de P. Sáinz Rodríguez, Madrid, Clásicos Castellanos,
Espasa-Calpe, 1925.,
23 Fernández de Navarrete, M., "Sobre la formación y progresos del idioma castellano", en Memorias de la Real

Academia Española, IJI, 1871, págs. 230;241. Madrid, 1972.


24 Vargas Ponce, José de, Declamación contra los abusos introducidos en castellano, seguido de una Disertación

acerca de la lengua castellana, Madrid, Impr. Viuda de Jbarra, 1795.


25 Mayans y Sisear, Gregorio, Orígenés de la lengua española, Madrid, 1737.
26 Sobre las ideas lingüísticas de Mayans véase el discurso de doctorado honoris causa pronunciado por Rafael
Lapesa en la Universidad de Valencia, 1985, publicado en el volumen Estudios lingüísticos, literarios y
estilísticos, Valencia, 1987, págs. XIII-XX. Reimpreso en el volumen El español moderno y contemporáneo,
Barcelona, Crítica, 1996, págs. 55-66. Con posterioridad han aparecido algunos estudios notables sobre la obra de
Mayans; destacaré entre ellos el de María José Martínez Alcalde, Las ideas lingüísticas de Gregario Mayans,
Ayuntamiento de Oliva, 1992
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 115

El siglo XIX conoce un torrente de opúsculos en los que de manera directa o indirecta,
casi siempre en forma de elogios, se incide en la historia de la lengua. Muchos de ellos son
discursos académicos. Citaré, entre otros, los de Martínez Marina 27 , Ramírez y las Casas
Deza 28 , Gil y Zárate 29 , Pidal30 , Monlau 31 , Valera 32 , Pascual 33 , Madrazo 34 , Mir35 ,
36 37
Commelerán , Lasala etc. Son todos ellos discurso de recepción o de contestación leídos
en la Real Academia Española y, en general, apenas aportan nuevas ideas sobre la historia
de la lengua.
Más alcance poseen las primeras obras monográficas, ya con carácter científico,
dedicadas a esclarecer asuntos concretos de la historia de la lengua española cuando no a
tratar de esbozar el marco general de su historia. Aparte de obras en las que todavía no
hallamos incorporados los nuevos métodos de la lingüística positivista, como la de
Ximénez de Embún 38 , y de otras de carácter comparatista como la de Farré y Carrio39 , la
primera obra que es preciso mencionar es el opúsculo de Andrés Bello "Apuntes sobre el

27Martínez Marina, M., "Ensayo histórico crítico sobre el origen y proceso de las lenguas, señaladamente del ·
castellano", en Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo IV, Imprenta Sancha, 1805.
28 Ramírez y las Casas Deza, Luis María, "Memoria sobre el origen de la lengua castellana", en Memorias
literarias de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, tomo IJ, Sevilla, 1843.
29 Gil y Zárate, Antonio, "Algunas causas que han debido contribuir a desnaturalizar la índole primitiva de la

lengua castellana", en Discursos de la Real Academia Española, 1, págs. 541-559.


30Pida!, Pedro José, "Formación del lenguaje vulgar en los códices españoles", en Discursos de la Real Academia
española, incluido en Estudios literarios, tomo 1, Madrid, Manuel Tello, 1890.
31 Monlau, Pedro Felipe, "Del origen y formación del romance castellano", en Discursos de la Real Academia
Española, tomo//, Madrid, 1861. Del mismo autor, "Del arcaísmo y el neologismo. ¿Cuándo se debe considerar
fijada una lengua?", en Memorias de la Real Academia Española, 1, 1863, 123 páginas. Notable para la época es
asimismo su Diccionario etimológico de la lengua castellana (ensayo) precedido de unos Rudimentos de
elimología, Madrid, M. Rivadeneyra, 1856, 554 páginas.
Valera, Juan, "Idea vulgar que hoy se tiene del habla castellana y sobre la idea que, en mi sentir, debe tener la
32

Academia", en Memorias de la Real Academia, 1862.


33 Pascual, Augusto, "De las lenguas románicas y de su influencia en la formación de la española", en Memorias

de la Academia Española, tomo V, 1876.


Madrazo, P., "El estado de Ja lengua castellana en el siglo de oro", en Discursos de la Real Academia Española,
34

Madrid, 1881.
35 Mir, Miguel, "Causas de la grandeza y perfección de la lengua castellana en el Siglo de Oro de nuestra

literatura", en Memorias de la Academia Española, VIII, 1902, págs. 493-569.


36 Commelerán, Francisco A., "Leyes que regulan las transformaciones que sufre la palabra latina para convertirse

en castellana", en Discursos de la Real Academia española, Madrid, 1890.


37 Lasala, Manuel, Del más antiguo uso del romance español entre los pueblos de nuestra Península, Folletín de

"El Aragón" , Zaragoza, Gregorio Juste, 1863, 89 páginas.


38Ximénez de Embún y Val, Tomás, Lengua española en el siglo de oro y su literatura: cambios notables que ha
sufrido, diferencias principales que la distinguen de como ahora comúnmente se usa, Zaragoza, 1897.
w Farré y Carrio, Ignacio, Granuitiw histórica de las lenguas castellana y catalana, Barcelona, 1884.
116 José Jesús de Bustos Tovar

estado de la lengua castellana en el siglo XIII"4º, con acertadas observaciones sobre la


evolución de la lengua en ese período. También Amador de los Ríos41 se hace eco de los
nuevos vientos de origen germánico que estaban modernizando profundamente los estudios
históricos. Con todo, la que puede ser considerada la primera obra de la romanística
española es la de Milá y Fontanals42 , quien, aunque carente de la formación positivista que
triunfaba en Alemania, encara con visión historicista el origen común de las lenguas
románicas y la relación existente entre ellas, con especial atención al estudio del provenzal
y del catalán en la Edad Media43 • Al final de siglo, la filología española se incorpora
plenamente a las nuevas corrientes, en las que se aprecia la fuerte influencia de los grandes
maestros de la romanística como Diez44 y Meyer-Lübke45 . Las Disquisiciones de filología
castellana, de Rufino José Cuervo46 son de 1895 y en seguida aparece la figura de
Menéndez Pida!, con su primer estudio sobre la leyenda de los infantes de Lara, publicado
ya en 1896. Pocos años más tarde, 1904, apareció la primera edición de su Manual
elemental de gramática histórica española, que ha estado vigente durante decenios. De
1906 son sus trabajos fundamentales sobre El dialecto leonés y la edición de la Primera
Crónica General. Es, pues, en la transición entre los siglos XIX y XX, coincidiendo con la
crisis del 98, generación a la que perteneció Menéndez Pida!, cuando se inaugura lo que
había de ser la gran escuela de filología española, en la que había de formarse años más
tarde Rafael Lapesa47 .

40Bello, Aridrés, "Apuntes sobre el estado de la lengua castellana en el siglo XIII", en Obras completas, Santiago
de Chile, 1801, págs. 305-329.
41Amador de los Ríos, José, "Sobre los orígenes y formación de las lenguas romances. Lengua castellana", en
Historia crítica de la literatura española, 7 vols., Madrid, 1861-65, vol. 11, págs. 361-414.
42Milá y Fontanals, Manuel, Estudios sobre los orígenes y formación de las lenguas romances y especialmente de
la provenzal, en Obras completas coleccionadas por Menéndez Pelayo, 5 volúmenes, Barcelona, Librería de
Álvaro Verdaguer, 1888-1895. Para el castellano, véase tomo IV, págs. 75-125.
43Por otra parte, Dámaso Alonso ha señalado la relación que existió entre Milá y Menéndez Pida!; véase Alonso,
Dámaso, "Pluralidad y unidad temáticas en Ja obra de Menéndez Pida!", en ¡Al¡:a la voz, pregonero!, Homenaje a
don Ramón Menéndez Pida[, Madrid, 1979, págs.17-42.esp. p. 18. Lo que más interesó a Menéndez Pida! de Milá
fue su intento por reconstruir la poesía heroico-popular, al que responde el libro de éste De la poesía
heroico-popular castellana. Estudio preeedido de una oración acerca de la literatura española [ 1874), Barcelona
C.S.I.C., 1959. A ese interés corresponde el primer trabajo pidalino sobre la leyenda de Jos infantes de Lara.
44Diez, Friedrich, Grammatik der romanischen Sprachen, 1' edición Bonn 1836-44, 3' edición 1870- 1872. Para el
castellano interesa el volumen III de la tercera edición, preferiblemente de la traducción francesa.
45Meyer-Lübke, W., Grammatik der Romanischen Sprachen, 4 vols. Traducción francesa Grammaire des tangues
romanes, París, 1890, 3 vols.
46 Cuervo, Rufino José, Disquisiciones de filología castellana, en Obras completas, Instituto Caro y Cuervo, 1954.
47 Véase Lapesa, Rafael, "Menéndez Pida!, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos", en el volumen
¡Al~·a la voz pregonero! Homenaje a don Ramón Menéndez Pida!, Madrid, 1979, págs. 43-79.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 117

RAFAEL LAPESA EN LA ESCUELA DE MENÉNDEZ PIDAL


No es ésta la ocasión adecuada para describir con precisión el lugar que Lapesa ocupa
en la escuela de Menéndez Pidal 48 . Señalaré para lo que ahora interesa que su primer
maestro fue Américo Castro 49 . De su mano ingresó en el Centro de Estudios Históricos,
donde Menéndez Pida! ejercía un magisterio absoluto, y al círculo de sus intereses
científicos había de permanecer siempre fiel. Lapesa ha descrito el método de trabajo de
Menéndez Pidal y las extraordinarias consecuencias que tuvo para la filología española50 .
Fruto de esa fidelidad han sido las líneas maestras que rigen toda la obra de Rafael Lapesa
y, de modo particular, su concepción de la historia de la lengua. En realidad, don Ramón
dirigió desde el principio su investigación filológica: desde los estudios sobre el Fuero de
Avilés y la presencia de elementos provenzales en los textos jurídicos primitivos, ya citados
más arriba 51 hasta sus primeros trabajos de interpretación lingüística de textos literarios 52 ,
que constituyen elementos esenciales para una historia de la lengua. Del mismo modo,
Lapesa se interesó por otros campos de estudio que también habían de formar parte de su
concepción de la historia lingüística. Una parte sustantiva de ésta se halla integrada por la
fonética histórica. A esta parcela ha dedicado Lapesa trabajos memorables. Sirvan como
ejemplo de su pensamiento teórico y de su metodología, fundada en su idea de que los
cambios lingüísticos son correlatos de cambios sociales y culturales, su explicación del
proceso de pérdida de la vocal final 53 , sus estudios sobre la norma lingüística alfonsí54 o su
interpretación sobre las confusiones de sibilantes a principios del siglo XVI 55 . No hace

48 Manuel Muiíoz Cortés ha hecho una buena síntesis de los métodos de Lapesa y de su íntima relación con la

escuela de Menéndez Pida!. Véase su artículo "Aspectos del texto histórico lingüístico (secundum Lapesam)", en
Homenaje al profesor Lapesa, Universidad de Murcia, 1990, págs. 43-70.
49Véase Lapesa, Rafael, "Semblanza de Américo Castro", en Homenaje a Américo Castro (José Jesús de Bustos y
Joseph Silverman, eds.), Madrid, Universidad Complutense, 1987, págs. 121-134. También "La huella de Américo
Castro en los estudios de lingüística española", en el volumen Américo Castro: The Impact of His Thought Esssays
to Mark the Centenary of His Birth, Madison, The Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1988.
50 Lapesa, Rafael, "Cómo enseñaba a trabajar don Ramón: sus obras y materiales inéditos", Boletín de la Real

Academia Española, LXVIII, 1988, págs. 398-402. Véase también "Don Ramón Menéndez Pida!. Ejemplo y
doctrina", Filología, XIII (1968-69), págs. 1-32.
51 Véase ut supra, n.3.
52Podría servir de modelo su clarividente estudio sobre el lenguaje épico: "La lengua de la poesía épica en los
cantares de gesta y en el Romancero", en Anuario de Letras, México, IV, 1964, págs. 5-24, recogido en el
volumen De la Edad Media a nuestros días, Madrid, Gredos, 1967, págs. 9-28.
53Lapesa, Rafael, "La apócope de la vocal en castellano medieval", en Estudios dedicados a R. Menéndez Pida/,
Madrid, 1951, págs. 185-226, y "De nuevo sobre la apócope de la vocal en castellano medieval", en NRFH,
XXIV, 1975, págs. 13-23, en el que replica a las objeciones formuladas por Diego Catalán en el trabajo citado en
n.4. Reimpresos ambos artículos en Estudios de historia lingüística española, Madrid, Paraninfo, Madrid, 1984,
págs. 167-197 y 198-208 respectivamente.
54 Lapesa Rafael, "Contienda de normas lingüísticas en castellano medieval", en Actas del Coloquio
hispano-alemán Menéndez Pida!, Tübingen, Max Niemayer , 1982, págs. 172-190. Reimpr. En Estudios de
historia lingüística española, cit., págs. 209-225.
55Lapesa, Rafael, "Sobre el ceceo y el seseo en España e Hispanoamérica", en Homenaje a Pedro Henríquez
Ureña, Revista Iberoamericana, XXI, 1956, págs. 409-416, y "Sobre el ceceo y el seseo andaluces", en Homenaje
118 José Jesús de Bustos Tovar

muchos años respondió contundentemente a ciertas críticas hechas a la interpretación


pidalina del Cantar de Mío Cid, con un trabajo en el que queda patente cómo un método
rigurosamente positivista se enlaza con una interpretación cultural y literaria56 . El segundo
elemento constitutivo de una historia de la lengua es el léxico. Sería imposible aquí señalar
lo que Lapesa debe a la escuela de Menéndez Pida! en su formación como lexicógrafo.
Largos años ha pasado trabajando sobre el vocabulario de los Orígenes del español, de los
que acaba de aparecer el primer fascículo. Con ello, Lapesa enlaza una de sus primeras
tareas en la escuela de don Ramón con el fruto de su madurez filológica. En medio, son
innumerables los estudios etimológicos, así como el estudio del léxico que caracteriza a un
autor o a una época. En este aspecto, debe señalarse la influencia de Dámaso Alonso, fino
rastreador de antecedentes léxicos en la poesía gongorina y profundo conocedor de sus
valores semánticos. Lapesa no le anduvo a la zaga. El estudio de la obra de Santillana57 ,
siguiendo en cierta manera el modelo de María Rosa Lida en su estudio de la poesía de Juan
de Mena, es uno de los trabajos de filología y de estilística más sólidos de nuestra historia
lingüística. Lapesa coincide con Dámaso Alonso en otorgar un importante papel al léxico
culto en la historia de la lengua y a ello ha dedicado estudios magistrales sobre la presencia
del cultismo semántico primero en Garcilaso58 y, posteriormente, en Fray Luis de León 59 .
Desde otro punto de vista, ha estudiado asimismo cómo el léxico, elemento esencial para la
interpretación de la realidad, reflej a el pensamiento de una época60 . Este tipo de trabajos
léxico-semánticos históricos ha dado como resultado varias tesis doctorales. La idea básica
es la de que el vocabulario se agrupa en campos nocionales que reflejan la ideología y la
cultura de un autor61 , de un grupo generacional y cultural62 , y de un período histórico 63 .

a André Martinet, i, Biblioteca Filológica, Universidad de la Laguna, 1957, págs. 67-94; reimpresos ambos en
Estudios de,fingüística histórica española, cit. págs. 249-284. De la fidelidad a sus maestros y amigos es ejemplo
el cuidado y pulcritud con que publicó los dos primeros volúmenes del trabajo proyectado, y sólo parcialmente
preparado, por Amado Alonso, De la pronunciación medieval a la moderna en español, ultimado y dispuesto para
la imprenta por Rafael Lapesa, Madrid, Gredas, 1, 1955, 11, 1969.
56Lapesa, Rafael, "Sobre el Cantar de Mio Cid. Crítica de críticas. Cuestiones lingüísticas", en Études de
Philologie Romnne et d'Histoire Littéraire offerts a Ju/es Horrent, Liege, 1980, págs. 213-23 1.
57 Lapesa, Rafael, La obra literaria del Marqués de Santillana, Madrid, Ínsula, 1957.
58Lapesa, Rafael "El cultismo semántico en la poesía de Garcilaso", en Homenaje a Margot Arce, Revista de
Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, 1972, págs. 33-45.
Lapesa, Rafael, "Latinismos semánticos en la poesía de Fray Luis de León", en Homenaje a Antonio Tovar,
59
Madrid, Gredas, 1972, págs. 243-251.
60Lapesa, Rafael, "Ideas y palabras: del ·vocabulario dela Ilustración al de los primeros liberales'', en Homenaje a
Pedro Laín, Asclepio, XVIII-XIX (1966-67), págs. 189-2 18.
6 1 Así lo refleja la tesis doctoral de Doris Ruiz Otín, Política y sociedad en el vocabulario de Larra, Madrid,

Centro de Estudios Constitucionales, 1983.


62Véase Laín Martínez, Milagro, El vocabulario de la Institución Libre de Enseñanza, tesis doctoral, Madrid,
Universidad Complutense, 1976.
63También es resultado de una tesis doctoral; dirigida por Lapesa, la importante obra de Pedro Álvarez de Miranda
Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en España, Anejos del Boletín de la Real Academia
Española, Madrid, 1992.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 119

Desde otro punto de vista, Lapesa ha contribuido tanto a los estudios etimológicos 64 como a
los lexicográficos 65 y los ha insertado en su visión global de la historia de la lengua
española.
Atendiendo la aniigua sugerencia de su maestro Américo Castro, Lapesa se aplicó desde
los años sesenta a los estudios de sintaxis histórica del español. Iniciaba así un camino que
habría de dar frutos granados en los decenios siguientes. En otro lugar de este volumen se
da cumplida cuenta de lo que el esfuerzo de Lapesa ha significado en la filología española.
Baste aquí con indicar la importancia que estos trabajos han tenido en la renovación de su
historia de la lengua española. No sólo han aclarado cuestiones lingüísticas esenciales de la
gramática española en un campo en el que apenas había incidido Menéndez Pida!, sino que
han cambiado aspectos importantes de la interpretación de los textos y del valor lingüístico
(cronológico, estilístico, etc.) que se han incorporado a la descripción general de la historia
lingüística.

EL PROYECTO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA.


Nada mejor que las palabras del propio Lapesa reflejan la intención que guió la
redacción de su Historia de la Lengua Española, publicada por primera vez en 1942: "La
presente obra ha sido escrita con el deseo de ofrecer una visión histórica de la constitución
y desan-ollo de la lengua española como reflejo de nuestra evolución cultural". Hay
implícita en esta afirmación toda una declaración de la posición teórica de su redactor en la
que junto, al núcleo fundamental de raíz pidalina, se unen ideas de origen neoidealista que
tienen sus fuentes más lejanas en los dos estudios esenciales de K. Vossler, El lenguaje
como creación y evolución y Cultura y lengua de Francia 66, y el más próximo en el libro
de W arburg, Évolution et structure de la tangue fram;aise 67. Ramón Menéndez Pida!
declara en su prólogo que "la historia de la lengua española ha sido ya objeto de obras muy
valiosas", pero la verdad es que no hallamos otras que las señaladas ya en este trabajo y las
que el propio Lapesa cita de Entwistle68 y la notable, aunque escolar, de Oliver Asín 69 , a

64A fin de no detallar cada uno de ellos, véanse los recogidos en el volumen Léxico e historia./ Palabras (volumen
preparado por Juan R. Lodares con la colaboración del autor), Madrid, Istmo, 1992.
65Véanse los artículos recogidos en el volumen Léxico e historia. //Diccionarios (volumen preparado por Juan R.
Lodares con la colaboración del autor); Madrid, Istmo, 1992.
66Véanse Vossler, Karl, El lenguaje como creación y evolución [1905), Madrid, Poblet, 1929, y Cultura y lengua
de Francia. Historia de la lengua literaria francesa desde los comienzos hasta el presente [1913], Buenos Aires,
Losada, 1955.
67Wartburg, Walter von, Évolution et structure de la tangue franraise [1934), traducción española de Carmen
Chust, Evolución y estructura de la lengua francesa, Madrid, Gredos, 1966.
68 Entwistle, W.J., The Spanish LLmguage, Londres, 1936
69 Oliver Asín, Jaime, Iniciación al estudio de la Historia de la lengua española, Zaragoza, 1938.
120 José Jesús de Bustos Tovar

salvo, claro está, de la que el propio don Ramón estaba preparando y quedó sin terminar,
como se ha indicado más arriba70.
Existen, a mi juicio, dos etapas en el proceso de elaboración de la Historia de la lengua
española de Rafael Lapesa. La reelaboración de la octava edición, en 1980, y en seguida la
novena de 1981, con nuevas adiciones, marca el tránsito de una obra que, sin dejar de ser la
misma, alcanza nuevas cimas de valor científico71 . En efecto, Lapesa comenzó a escribir su
Historia por incitación de Tomás Navarro Tomás, como se reconoce en la dedicatoria de la
octava edición, en un contexto histórico, cultural y científico nada propicio. Disperso el
grupo de investigadores que trabajaban en el Centro de Estudios Históricos y aislado don
Ramón Menéndez Pida!, Lapesa, que había quedado durante la guerra civil como único
"guardián" de aquel Centro, reanudó su trabajo tras la contienda con el firme propósito de
recoger la herencia recibida y, en comunicación constante con sus antiguos maestros, casi
todos ellos en universidades americanas, prosiguió el camino emprendido en los años
precedentes. Lapesa se dio cuenta de que era necesaria una obra que, recogiendo los
inmensos frutos logrados por la investigación pidalina, constituyera una descripción global
de la evolución del español desde sus antecedentes prerromanos hasta la época actual. Para
lograrlo, era necesario que confluyera un riguroso conocimiento de los datos lingüísticos
con un sentido de la claridad expositiva que hiciera accesible el libro no ya a los
especialistas, sino a ese estrato social que debía conocer, como un bien cultural, el
significado de la historia lingüística. Lapesa, formado en una rigurosa disciplina científica,
tenía además una clara vocación docente, tal como hemos podido comprobar -y
beneficiarnos de ello- los muchos centenares de alumnos que hemos pasado por sus clases.
Eso explica que la Historia sea ya desde la primera edición un modelo de rigor científico y
también una fuente de aprendizaje de sólidos saberes lingüísticos. Sin didactismo alguno
-ese mal · que hoy tiende a trivializar por supuestas razones pedagógicas la formación
cultural de los jóvenes que acceden al saber- la obra es un prodigio de claridad científica no
exenta de amenidad para la lectura. Para él, enseñar consiste básicamente en difundir el
saber con métodos científicos. Anticipándose a posiciones que hoy mantienen algunos,
entre los que me encuentro, las ciencias humanas han de utilizar criterios científicos pero
han de evitar un metalenguaje esotérico que lo haga inaccesible a los no iniciados. Esto es,
lo contrario de algunas modas que han secado las fuentes del saber humanístico.
Lapesa no se limita a recoger lo aprendido de otros, sino que aporta luz en aquellos
aspectos históricos que más penumbra arrojaban. Espléndida es su síntesis de la situación
lingüística prerromana en la Península Ibérica y su explicación del papel que estas lenguas
desempeñaron en la formación de los dialectos iberorrománicos, como lo es la
interpretación del valor que tienen los primeros documentos escritos y literarios para
describir el proceso de evolución. Todo el saber de Orígenes del español, de Menéndez

10 Véase ut supra, n.7.


71El propio Lapesa ha descrito el proceso· de elaboración de su Historia. Véase su artículo "Historia de una
Historia de la Lengua Española, en Actas del I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española
(Cáceres, 30 de marzo-4 de abril de 1987, IJ, Madrid, Arco-Libros, 1988, págs. 177 1-1785.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 121

Pida!, aparece fundido con datos de otras procedencias para dar una exacta información
acerca de la lengua en los tiempos oscuros. Además, ya en estos primeros capítulos aparece
nítida la concepción lapesiana de la historia lingüística, basada, como se ha anticipado más
arriba, en la correlación entre fenómenos lingüísticos y procesos sociales y culturales.
Adviértase la sencillez con que relaciona la variación del cambio lingüístico con hechos de
la vida cultural. al explicar la contienda entre soluciones distintas en la época primitiva: "el
hecho de que en medio de la ignorancia ambiente, no desaparecieran las apetencias cultas,
explica en buena parte las fluctuaciones del lenguaje durante este período" 72 . Guiado por
esta idea, Lapesa no hace sólo historia externa sino que imbrica en la historia global tanto
los fenómenos llamados externos como los que corresponden a la evolución interna de la
lengua, proceso de fusión nada fácil, que aparece con una prodigiosa nitidez expositiva.
Lapesa incorpora a su obra, además, el estudio de la lengua de los principales textos
literarios de cada época, enlazando armónicamente con una de las direcciones de
investigación que le han sido más queridas. Pero esto no obedece sólo a un gusto personal,
sino a la convicción de que los textos literarios son, de entre los escritos, los que mejor
reflejan, dejando a salvo su valoración estética y su naturaleza estilística, los procesos
lingüísticos. No ignoro que esta idea está sometida a revisión actualmente. Algunos
filólogos piensan que es preferible bucear en la lengua que se testimonia en los textos de
archivo para descubrir la situación real de la evolución lingüística, con lo que los
testimonios literarios perderían valor histórico-lingüístico. Al margen de que esto es
descubrir un mediterráneo bien conocido y navegado por la escuela filológica española,
resulta que los textos literarios proporcionan una dimensión del uso lingüístico que de
ningún modo puede hallarse en otros textos escritos. Lapesa no hace una historia de la
lengua literaria, sino que imbrica la lengua de los textos literarios en la historia de la lengua
común. A mi juicio, una posición científica impecable73 •
La Historia conoció diversas modificaciones y adiciones hasta la séptima edición de
1968. Ya desde años antes Lapesa deseaba someter la obra a una revisión profunda,
intención siempre aplazada por su fecunda labor investigadora en la década de los sesenta y
de los ochenta, en los que dio a conocer, entre otros muchos trabajos, sus principales
artículos de sintaxis histórica. Un hecho anecdótico desencadenó por fin el proceso de
revisión; un cambio editorial forzado por el comportamiento desleal de los que habían
editado el libro hasta entonces facilitó la tarea. Comenzó así una nueva fase en la que la
Historia se convierte en el monumento científico filológico que es actualmente. Lapesa
había progresado en las diversas direcciones de investigación que había cultivado; dueño de
una prodigiosa capacidad de análisis de los datos, estaba en condiciones de hacer la gran
labor de síntesis. Y esto es lo que hizo entre 1975 y 1980. De este modo, a los dos años de
su jubilación administrativa, apareció la octava edición "refundida y muy aumentada" de su
Historia de la Lengua Española.

72 Lapesa, Rafael, Historia de la Lengua Española, Madrid, Escelicer, 1942. Cito por la 5' ed., de 1959, p.113.
73 El estudio lingüístico de textos medievales ha sido impulsado por Menéndez Pida! entre sus discípulos.
Recuérdense, entre otros, los trabajos de Manuel Ariza en este sentido. A ellos se añaden·multitud de tesinas y
tesis doctorales sobre textos fundamentales de la Edad Media, que sería imposible citar aquí.
122 José Jesús de Bustos Tovar

Muchas son las novedades que ofrecía la nueva edición74 . Toda la obra de Lapesa está
presidida por el equilibrio y la ponderación. Admira su capacidad para revisar temas ya
tratados en las ediciones anteriores, para incorporar nuevos testimonios procedentes de su
investigación personal, para sintetizar en un todo coherente las aportaciones ajenas, para
enfrentarse, en suma con los datos lingüísticos con la misma abierta curiosidad que en sus
años juveniles. Lapesa revisa uno a uno todos los capítulos de su Historia. Redacta
importantes adiciones al capítulo dedicado al estudio de las lenguas prerromanas y describe
una panorama lingüístico de Hispania incorporando las últimas investigaciones realizadas
en este campo. Muy revisada se halla asimismo la descripción de la romanización y de las
características del latín hispánico. No soslaya temas como el de la cantidad vocálica y la
diptongación que habían dado lugar a nuevas interpretaciones. Añade observaciones en
torno al influjo del griego sobre el latín que quizás estén en el origen de ciertas
construcciones romances del tipo va y dice, tomo y me voy, etc. 75 . La evolución del sistema
casual latino y su progresiva sustitución por el régimen preposicional, la transformación del
sistema deíctico latino, la aparición y desarrollo funcional del artículo como categoría
gramatical y tantos otros temas de sintaxis históricas se benefician de su investigación
personal.
Además de reelaborar epígrafes completos (como, por ejemplo, los referentes a
"aspectos morfológicos y semánticos del arabismo" y "Arabismo semántico, fraseológico y
paremiológico") Lapesa no elude enfrentarse a asuntos polémicos; así, toma posición
respecto de Ja idea de que la introducción de arabismos alterase la proporción de voces
oxítonas paroxítonas y proparoxítonas en el vocabulario español y esto favoreciese
determinados tipos de palabras76 • Se basa para ello en la calicata con Ja que ejemplifica el
comportamiento acentual de arabismos y palabras españolas en relación con su estructura
fonemática. Esa misma capacidad de precisión se advierte en las referencias que incluye en
las notas. Sirva de ejemplo, Ja información sobre el uso de Hispania o Spania, que anuncia
el tratamiento posterior de este asunto en el capítulo VIII77 , donde tras citar los estudios de
Américo Castro, José A. Maravall, Manuel Alvar, etc., establece sus propias conclusiones.
Lapesa sometió a profunda revisión la descripción del conjunto de cambios fonéticos
que tuvo lugar en la época de orígenes. En este sentido, la nueva edición de la Historia
incorpora elementos críticos sobre la naturaleza de estos cambios: la palatalización de l-l y
de l- inicial, la diptongación, la suerte de la vocal final, etc. son aspectos de la evolución
fonética integrados en una visión global del marco en el cual se produce el conjunto de
cambios fonéticos. Lo mismo puede decirse de las precisiones añadidas al tema de la

74 He resumido algunas de estas novedades en mi trabajo "El magisterio de Rafael Lapesa", en Cuadernos
Hispanoamericanos, número 371, 1981, págs. 1-23. Recojo ahora algunos de los párrafos dedicados allí a este
asunto.
75Véase Coseriu, Eugenio, "'Tomo y me voy'. Un problema de sintaxis comparada europea", en Vox Romanica,
25, 1, 1966, págs. 13-55. Reimpreso en Estudios de lingüística rorruínica, Madrid, Gredas, 1977, págs. 79-151.
76 Lapesa, R., Historia, cit., 8' ed., págs. 147-148.
77 Ibídem, págs. 201 -202.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 123

primitiva dialectalización peninsular, sobre el dialecto navarro-aragonés, etc. Del cuidado


con que Lapesa revisa el texto anterior es buen ejemplo el párrafo referente a la unidad
lingüística española. Aunque es verdad que en los estudios de Menéndez Pida! se había
puesto de manifiesto, de forma quizás exagerada, la consideración del romance castellano
como variedad caracterizada por su disidencia respecto a las restantes lenguas
iberorrománicas 78 , la Historia, sin rectificar al maestro, señala con precisión cómo se van
consolidando las peculiaridades castellanas en relación con las de los dialectos románicos
laterales.
El estudio lingüístico de los textos literarios se inserta, como se ha dicho más arriba, en
el conjunto de la explicación histórica. Los criterios metodológicos de Lapesa, sólidamente
enraizados en los de la escuela de Menéndez Pida!, se basan en la cuidadosa documentación
de todos los hechos lingüísticos que son pertinentes para la explicación histórica. Por eso
una de las preocupaciones de Lapesa fue contar con una colección de textos, literarios y no
literarios, suficientemente representativos de cada época, para que sirvieran de fundamento
a la historia de la lengua. Fruto de esa preocupación fueron los trabajos dirigidos por él
mismo, con la colaboración de María Soledad de Andrés Castellanos, para acabar la
Crestomatía del español medieval79, que constituye por sí sola una verdadera historia de Ja
lengua. Con los datos procedentes del material utilizado para la Crestomatía, y con otros de
diverso origen, Lapesa renueva aspectos esenciales de la Historia. Así, el estudio del
español arcaico ofrece, junto a importantes modificaciones sobre Ja pronunciación antigua,
valiosos juicios en torno a los textos literarios primitivos. Contaba, para ello, además, con
numerosos trabajos sobre la lengua de las jarchyas, el lenguaje épico, Juan Ruiz, el lenguaje
del amor cortés, las serranillas, etc. Una breve, pero importante, adición sobre el Cantar de
Mio Cid matiza prudentemente la datación pidalina sobre Ja fecha de composición del
Poema. Confirma, en cambio, su carácter de poesía oral, manifiesto en diversos recursos
expresivos que constituyen peculiaridades del lenguaje épico. Los múltiples testimonios
recogidos en su artículo, ya citado, "El Cantar de Mio Cid. Crítica de críticas. Aspectos
lingüísticos" ofrecen una sólida base documental a las afirmaciones de Lapesa. Algunas de
las notas características de ese lenguaje, como es el predominio de la yuxtaposición,
valorada por Badía Margarit como manifestación de una "sintaxis suelta" frente a Ja
denominada "sintaxis trabada", propia de los textos en prosa, incita a realizar una cuidadosa
revisión del proceso de formación del sistema de conjunciones en las lenguas romances. El
valor de Ja oralidad como elemento constitutivo y organizador del texto aparece sugerido

78Quizás sería mejor considerar el territorio peninsular como un "continuum" dialectal en el que paulatinamente
van surgiendo peculiaridades que fueron configurando los distintos dominios lingüísticos; el castellano seria uno
más de ellos. Véanse las rectificaciones a las ideas de Menéndez Pida! que formula Rafael Cano Aguilar en "Los
orígenes del español: nuevos planteamientos", en Homenaje a Germán Colón, Madrid Gredos, 1998, págs.
127-140.
79Crestomatía del español medieval, dirigida por Ramón Menéndez Pida! con la colaboración del Centro de
Estudios Históricos. Acabada y revisada por Rafael Lapesa y María Soledad de Andrés Castellanos, Madrid,
Seminario Menéndez Pidal-Editorial Gredos, t. 1, 1965; t. 11, 1966.
124 José Jesús de Bustos Tovar

con nitidez 80. Una vez más, la nueva edición de la Historia se benefició de la tenaz y
coherente línea metodológica seguida por su autor lo largo de toda su vida.
Ampliación importante afecta al tratamiento de los primeros textos en prosa,
especialmente en lo que se refiere a los catecismos político-morales de la época de
Fernando III, textos cuya importancia se ha puesto de manifiesto en las ediciones críticas
que se han realizado en los dos últimos decenios. Estos textos ofrecen abundantes
testimonios del esfuerzo que hubieron de realizar sus redactores por crear un léxico
adecuado, flexibilizar la sintaxis y organizar un discurso que se resistía a la expresión de las
ideas abstractas. Importantes observaciones formula el autor sobre La Fazienda de
Ultramar y las primeras versiones bíblicas romanceadas. Apoyado en datos históricos y en
alguna de las tesis doctorales dirigidas por él mismo 81 , describe la importancia que la
literatura didáctica tuvo para el desarrollo del romance literario primitivo, como importante
antecedente próximo de la prosa doctrinal e histórica alfonsíes. Abundantísimas son las
adiciones al estudio de la obra de Alfonso X el Sabio. Lapesa hace numerosas precisiones:
explica los aragonesismos y occitanismos en el Libro de las Cruzes, la procedencia de
ciertos rasgos estilísticos y su relación con las fuentes textuales, etc. Se añaden noticias
sobre la penetración del castellano en los documentos notariales del dominio navarro-
aragonés, redacta párrafos nuevos en torno a los textos postalfonsíes y describe el estado
de lengua subsiguiente a la relativa estabilización lingüística de este período.
Múltiples son las adiciones que hace al estudio de la lengua de Jos textos literarios en la
Edad Media. Advierte con perspicacia la penetración de Ja oralidad en la obra del mester de
clerecía, recoge e integra la información proporcionada por las últimas ediciones del Libro
de Buen Amor, llama la atención sobre Ja nueva veta poética que se manifiesta en el
angustiado sentimiento religioso de don Pedro López de Ayala, cuyo intimismo lírico es
novedad sorprendente en la literatura castellana. Todo ello fundido en la historia de la
lengua común; su deseo de precisión se manifiesta en la meticulosidad con Ja que trata la
alternancia del sufijo -illo / -iello. Dedica parágrafos totalmente nuevos a determinados
aspectos de la lengua y de los textos literarios del siglo XIV, con epígrafes de nuevo cuño,
como Jos titulados Cultismos y retórica y La literatura aljamiada. De este modo, advierte
que, junto a Ja introducción de neologismos cultos, se producían frecuentes alteraciones en
su estructura fonemática, con mutilaciones debidas a su uso oral. Estas deformaciones no
eran exclusivas del latín vulgar, como había estudiado Américo Castro82 ; aparecen también
en todos Jos textos literarios y son abundantes no sólo en la poesía goliardesca de Juan
Ruiz, sino también en Ja prosa sabia de don Juan Manuel, en los Proverbios morales del

80Trabajos recientes han confirmado y enriquecido esta apreciación lapesiana. Véase el artículo de Francisco de
Bustos, "Épica y crónica: contraste en la estructuración del discurso", en Actas del ll Congreso Internacional de
Historia de la Lengua Española, Madrid, Pabellón de España, 1992, págs. 557-568. También José Luis Girón,
"Cohesión y oralidad. Épica y crónicas", en Revisa de poética medieval, l, 1997, págs. 145-170.
81 Moreno Berna!, Jesús, Estudio lingüístico del ms. escurialense 1-1-6. Biblia romanceada de la primera mitad

del siglo XIII, Madrid, Universidad Complutense, 1975.


82 Castro, Américo, Glosarios latino-españoles de la Edad Media, Centro de Estudios Históricos, Madrid, 1936.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 125

Rabí don Sem Tob y en el Rimado de Palacio. Ello prueba la fácil asimilación de los
cultismos en la lengua hablada, que se integran en el vocabulario común y son sometidos a
los cambios fonéticos todavía vigentes hasta finales de la Edad Media. Será en la época del
humanismo latinizan te del siglo XV, continuado por el clasicismo del Renacimiento,
cuando se quiebre esta tendencia. Lapesa nos impulsó a algunos de sus discípulos a estudiar
esta evolución, lo que dio lugar a diversos trabajos 83 , también incorporados a su Historia.
Los estudios, con materiales siempre de primera mano, de Lapesa sobre los textos del
siglo XV le permiten describir con notable coherencia los importantes cambios lingüísticos
que comenzaron a gestarse en esta centuria y en las siguientes. Ofrece nuevos datos sobre el
fenómeno de confusión de sibilantes en las hablas meridionales, describe la irrupción de la
nueva corriente de latinización que inunda la literatura española y añade, en fin, agudas
notas sobre la evolución estilística de escritores poco conocidos, como Juan de Lucena, que
reflejan la dirección que iba tomando el latinismo prerrenacentista. Enseña así al lector el
sentido que tenía la Antigüedad para los hombres del siglo XV y diseña, al mismo tiempo,
el marco cultural en que se produce la evolución lingüística. Su preocupación por
fundamentar todo juicio en los datos testimoniados en los textos es constante; por eso
subordina la interpretación de los textos a la verificación de los datos filológicos, lo que le
permite establecer cuál es el sentido que puede tener el concepto de prerrenacentista
utilizado por María Rosa Lida para Juan de Mena, que ha sido puesto en duda en alguna
ocasión. Particular interés tiene, por otra parte, su observación acerca de la importante
influencia que tuvieron las traducciones en el proceso de creación lingüística durante este
siglo y los inmediatamente posteriores. A estos datos ofrecidos por Lapesa habría que
añadir algunos aspectos del lenguaje en las comedias humanísticas, difundidas en el ámbito
escolar, que desempeñaron asimismo una importante función difusora de la escritura en la
oralidad 84 .
El estudio del español del Siglo de Oro ocupa dos capítulos. Innumerables son las
rectificaciones y adiciones con que enriqueció su obra. Partiendo una vez más de sus
propios trabajos y aceptando los más valiosos de los ajenos, Lapesa aborda los temas más
importantes de este período de formación del español moderno; la descripción de los
últimos cambios fonéticos del español medieval, el proceso de dialectalización
subsiguiente, la lengua de los textos literarios, que adquiere ahora una considerable
complejidad, la formulación de un ideal de lengua y la aparición de las polémicas
lingüísticas que tuvieron lugar durante los dos siglos, la evolución sintáctica del español
clásico, enriquecida con numeroso datos procedentes de su investigación sobre sintaxis

83Véanse mi Contribución al estudio del cultismo léxico medieval, Madrid, Anejos del BRAE, 1975, y "Notas
sobre el cultismo léxico en la literatura medieval castellana", en Actas del XIV Congreso Internacional de
Lingüística y Filología Románicas, Nápoles, 1974, págs. 233-250. En otro sentido, la magnífica tesis doctoral de
Ramón Santiago, La primera versión castellana de "La Eneida" de Virgilio, Madrid, Anejos del Boletín de la
Real Academia Española, 1979.
84Véase la tesis doctoral de Javier Herrero, La oración compuesta en la Comedia Thebaida, Madrid, Universidad
Complutense, 1991. Para el plano léxico, mi artículo "Cultismo en el primer renacimiento", en Actas del Coloquio
hispano alemán Menéndez Pidal Max Niemayer, Tübingen, 1982, págs. 15-39.
126 José Jesús de Bustos To var

histórica, etc. son otros tantos aspectos que quedan expuestos con sólida precisión en esta
nueva edición de su Historia. Su intervención personal en la reelaboración y actualización
de los materiales que le confió Amado Alonso dio lugar a la publicación de los dos
primeros volúmenes y quedó pendiente el tercero, de más delicada redacción, porque
corresponde a materiales que no había sido ordenados por su autor antes de su fallecimiento
y que exigen, por tanto, una cuidadosa revisión, tanto más cuanto que Lapesa ha sido de
una fidelidad extrema al encargo que le hizo Amado Alonso. La minuciosidad con que
describe este complejo proceso de mutación fonética y fonológica y la exactitud de los
datos que él mismo aporta 85 , revelan el motivo que ha llevado al autor a realizar este arduo
trabajo de revisión de un manual, nacido con un propósito modesto y convertido en libro
fundamental para conocer nuestra historia lingüística.
La teoría pidalina del "estado latente" halla nueva confirmación en el tratamiento que
hace Lapesa de los fenómenos que dieron lugar a la aparición y desarrollo de las hablas
meridionales. Igualmente clara es la descripción del proceso primitivo de expansión del
español por América86 y de los factores de diversos origen y de naturaleza también
diferente (indigenismos, afronegrismos , hablas criollas, origen de la emigración peninsular,
asentamiento de la emigración, etc.) que han ido configurando las variedades del español en
América.

EL ESPAÑOL MODERNO Y CONTEMPORÁNEO.


De la historia forman parte asimismo el pasado cercano y la configuración del presente.
Casi doscientas páginas de su Historia dedica Lapesa a describir el estado del español
moderno desde la codificación académica del siglo XVIII hasta nuestros días. Esto era
posible porque a lo largo de toda su vida Lapesa no había dejado de interesarse por
cuestiones relativas al español de hoy. Su intensa actividad en la Real Academia y su
interés por las cuestiones léxicas y gramaticales dieron lugar a la publicación de numerosos
artículos de naturaleza sincrónica. Por eso no puede sorprender a nadie la gran cantidad de
información incorporada en las nuevas ediciones de su Historia, procedente en gran
medida de su investigación personal. Tal ocurre en el estudio sobre los campos ideológicos
del neologismo incorporado en la transición del siglo XVIII al XIX, la indagación sobre la
aportación idiomática de Larra y de los poetas románticos, su enfoque sobre el problema
que plantea la adopción de extranjerismos en el español actual, etc. Los tres capítulos
finales, y de modo especial el último, dedicado al español de América, que casi duplica su
extensión respecto de las ediciones anteriores, fueron completamente reelaborados. Como
se ha anticipado más arriba, se estudian nuevos asuntos que, como el de la influencia del
elemento africano y el de las hablas criollas, han sido objeto de importantes trabajos en los

85 Véase, por ejemplo, el contenido de la pág. 372, n. 11 de su Historia.


86 Complementando el trabajo de Menéndez Pida! "Sevilla frente a Madrid", Lapesa había estudiado la cuestión
del andalucismo del español de América en su artículo ""El andaluz y el español de América", en el volumen
Presente y futuro de la lengua española, Madrid, OFINES, 11, págs. 173-82. La nueva edición de su Historia pone
al día los datos sobre este asunto, lo que permite formular importantes precisiones.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 127

últimos años. La extensión del voseo, la descripción de los principales rasgos


diversificadores del español en América, etc. Son otros tantos aspectos que han requerido la
cuidadosa atención del autor y que quedan englobados en el marco de la historia de la
lengua española.
La importancia que Lapesa concede a la evolución moderna y contemporánea del
español se ha puesto de manifiesto más recientemente con la publicación de un volumen
que recoge sus estudios en este marco cronológico : El español moderno y contemporáneo 87.
Las palabras de su autor en el prólogo revelan algo que siempre ha estado presente en el
talante intelectual y científico de Rafael Lapesa: su pudorosa modestia. Creo que merece la
pena recogerlas aquí: "Reúno en este volumen una serie de artículos publicados entre 1956
y 1993, obedientes a distintos estímulos y condicionados por diferentes circunstancias. Sin
embargo, hay en ellos el afán común de presentar los fenómenos lingüísticos en relación
estrecha con las transformaciones del vivir y pensar españoles a partir del siglo XVII/, con
especial atención a los cambios ideológicos, políticos y sociales, y también a las
innovaciones científicas, literarias y artísticas (la cursiva es mía) . Al darlos ahora juntos a
la imprenta no pretendo sino preparar de algún modo el camino para que otros mejores que
yo (la cursiva es mía) continúen la historia de la lengua española que don Ramón Menéndez
Pida! no llegó a terminar, y cuyo texto completo, que no alcanza sino hasta fines del siglo
XVII, pronto verán la luz 88 gracias a su nieto Diego Catalán .. ." . En efecto, las quinientas
páginas de este volumen revelan varias ideas esenciales que han definido la figura
intelectual de Rafael Lapesa. En primer lugar, el sólido sentido de la coherencia
metodológica que ha dirigido toda su labor de investigación. Eso permite que exista una
línea directriz que preside artículos publicados en 1956 con los elaborados casi cuarenta
años después, dando continuidad a un sentido de la historia lingüística que entronca
directamente con el pensamiento histórico de Menéndez Pida!, pero también con el de su
otro maestro , don Américo Castro. A nadie se le escaparán las resonancias del concepto de
"vividura" hispánica que existen también en las palabras prologales de Lapesa. Por eso, el
sentido de continuidad de la indagación científica se justifica en la finalidad última que se
le concede: se trata de un camino para interpretar la historia común de los españoles y del
mundo hispánico que, entre todos, fue creándose partir de 1492. La segunda idea patente en
esas palabras es su fidelidad al magisterio de Menéndez Pida!. Hasta tal punto llega su
modestia que subordina sus trabajos -incluida su Historia- a la del maestro. Sin embargo,
nada podrá cambiar la función formadora e informadora que los trabajos de lingüística
histórica de Rafael Lapesa han cumplido a lo largo de varios decenios.
Dada la rigurosa coherencia interna que poseen todos los estudios de lingüística
histórica de Lapesa, no puede sorprender que su volumen sobre el español moderno y
contemporáneo constituya un precioso complemento de su Historia de la Lengua Española.
En una primera parte recoge sus estudios sobre la lengua durante los siglos XVIII y XIX
proyectados sobre dos asuntos básicos: 1) la relación entre palabras, ideas y cosas, cuestión

87 Lapesa, Rafael, El español moderno y contemporáneo, Barcelona, Crítica (Grijalbo Mond~dori), 1996.
88 Cf. n. 7 de este trabajo.
128 José Jesús de Bustos Tovar

importante en la transición del mundo moderno al contemporáneo, y 2) las cuestiones de


lengua y estilo en escritores fundamentales como Feijoo, Larra y Espronceda. Su estudio
sobre el problema de la lengua en Feijoo es modélico. Se halla en la línea, mantenida
invariablemente por Lapesa, de que los hechos de lengua reflejan los cambios culturales; de
ahí deriva el valor que atribuye a la innovación estilística del escritor benedictino, nuestro
"primer ilustrado" en palabras del propio autor, que creó una nueva fórmula en la que la
escritura didáctica, el ensayo, adquiere las galanuras de un estilo cargado de expresividad.
Ello justifica el parangón que Lapesa establece con Ortega y Gasset, aludiendo a la
afirmación de éste de que "en España para persuadir es menester antes seducir".
La segunda parte del libro se refiere a cuestiones suscitadas en la época, de no escasa
duración, en la que Lapesa dedicó una gran parte de su trabajo a la labor de la Real
Academia89 . Cuestiones léxicas, gramaticales y de política lingüística ocupan una buena
parte de estos estudios. En ellos se manifiesta como virtud básica la de la ponderación en el
tratamiento de los asuntos lingüísticos, enfocados desde una visión universal. Jorge Guillén,
en un poema magistral, definió a Lapesa como arquetipo de la discreción y de la mesura.
Efectivamente, si alguna persona se ha ganado el derecho de poseer la virtud cervantina de
la discreción ésta es Rafael Lapesa. Los estudios recogidos en este volumen lo manifiestan
una y otra vez. A ese talante responde su concepción de la unidad del idioma, pensada
como integración de sus variedades: "Cada hispanohablante culto debe hacer suya por el
conocimiento y el amor toda creación verdadera nacida en nuestra lengua, donde quiera que
haya surgido. Debe decir con Juan Ramón Jiménez: Un español no es el español ahora para
mí; el español que yo quiero es todos los españoles. Y todos los hiapanoamericanos ... Con
este inteletto d'amore se provocarán influencias mutuas que conduzcan a la formación de
una koiné. Es lo que se nos impone en tiempos de progresiva uniformidad en todos los
órdenes de la vida. Esa koiné garantizaría por unos siglos más -quién sabe cuántos- la
pervivencia de un español sin fracturas" 90 . Creo que estas palabras reflejan fielmente el
modo en que Lapesa, en tantas cosas inspirador del pensamiento de la Real Academia
durante estos años, ha superado el antiguo e inconveniente casticismo lingüístico que
presidió los criterios normativos académicos desde su fundación hasta que Menéndez Pida!
asumió su dirección.
Esta misma discreción lingüística se manifiesta en el conjunto de artículos referidos al
español de América y a la debatida cuestión de la aceptación de neologismos. Su actitud
abierta, aunque no alegremente permisiva, se manifiesta en muy diversos testimonios.
Véamoslo con un ejemplo: "Sí, estamos inmersos en extranjerismo lingüístico .... Ocurre así
en gran parte por frivolidad o ignorancia; en gran parte por cuquería propagandística: el
marchamo foráneo deja boquiabiertos a los papanatas, y éstos abundan tanto que es práctico

89 Largos años dedicó Lapesa al absorbente trabajo de la Real Academia. La deuda contraida con él es, en este
sentido, inmensa. Muchos reconocimientos ha recibido por ello. Desgraciadamente, como es común entre
humanos, no le han faltado los arañazos de la ingratitud cuando no de la envidia.
90Véase su artículo "América y la unidad de la lengua española", en Revisa de Occidente, 2' época, IV, 1966.
Reimpreso en El español moderno y contemporáneo. Estudios lingüísticos, cit. pág.252.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 129

deslumbrarlos. Pero hay otra causa innegable y más profunda, y es que desde hace tres
siglos vamos a remolque del restante mundo occidental, tanto en las innovaciones con que
la ciencia y la técnica han cambiado las condiciones de la vida humana, cuanto en la
exploración de nuevos derroteros para las ideas.... Con las ideas y las cosas vienen
inevitablemente las palabras. Ante este hecho, las lamentaciones son tan inútiles como las
protestas. La única actitud positiva consistirá en aprovecharnos del impulso ajeno tan
hábilmente que en un futuro más o menos próximo podamos seguir nuestro camino con
autonomía, y por lo que se refiere al lenguaje, asimilar lo necesario para que nuestro idioma
se mantenga a la altura de los tiempos, sin dejar de responder a lo que éstos exigen; pero
evitar en lo posible que tal puesta al día menoscabe su belleza y peculiaridad" 91 . Con este
criterio respecto del neologismo, Lapesa enlaza con el pensamiento de un ilustrado, tan
apreciado por el autor, como Feijoo acerca de este mismo asunto.
Su conciencia de historiador, el rigor de su método documental, la claridad de la
descripción lingüística son constantes en la obra de Lapesa. Por eso mismo, no puede
sorprender que el conocimiento de la historia de la lengua española suscite, a su vez, una
honda preocupación por su uso actual y por su futuro . Repetidas veces ha alzado su voz
contra el descuido, la ignorancia y la zafiedad con que utilizan nuestra lengua las gentes
que tienen una fuerte influencia sobre la sociedad. Lapesa dedicó una buena parte de su
esfuerzo a luchar por la educación lingüística de los españoles. En su primera juventud
desde su oficio, siempre recordado, de catedrático de Instituto. Él mismo nos lo ha descrito
con palabras llenas de ingenuidad 92 : ""Mi estreno, descorazonador, fue con los niños de
primer curso. Al abrir las puertas del aula, la invadió un centenar de críos en tropel,
empujándose, apretujándose ... Vi que se imponía como primeras metas conseguir que se
expresaran con mayor claridad y corrección; despertar, mediante la lectura, la memoria
visual y la precisión auditiva necesarias para desterrar cacofonías ... ; y lograr que
practicaran en su experiencia oral y escrita una sintaxis y lógica aminorando anacolutos y
faltas de concordancia... " Después, como profesor universitario, dedicó tanto tiempo a la
enseñanza como al estudio y a la investigación. Siempre se confesó continuador de las ideas
de Menéndez Pida!, aunque atento a las novedades que iban surgiendo. Aunque en 1992,
lamentara no poder incorporar nuevas concepciones lingüísticas, Lapesa no ha dejado de
estar dispuesto a aceptar cuantas ideas pudieran enriquecer el legado de Menéndez Pida!;
eso sí, siempre que no supusieran la pérdida de la coherencia teórica y metodológica que ha
inspirado todos sus trabajos. Por eso no evita pronunciarse acerca de ciertas ideas que
estima perniciosas; la más grave le parece aquella que distorsiona la naturaleza histórica del
lenguaje. Con el floreciente desarrollo de los estudios estructuralistas, surgidos inicialmente
de una dicotomía que hoy se estima falsa, pareció que la lingüística histórica había llegado
a un callejón sin salida. Lapesa no lo consideró nunca así; el tiempo habría de darle la

91Lapesa, Rafael, "'Kahlahtayood'. Madariaga ha puesto el dedo en la llaga", en Revista de Occidente, nº 36


(marzo de 1966), págs. 373-380. Reimpreso en El español moderno y contemporáneo, cit., véase p. 414.
92 Véase su artículo "Mi experiencia en la enseñanza del español y de la literatura", en Actas del 1 Congvreso
Internacional sobre la enseñanza del español, Biblioteca Pedagógica, Madrid, 1992, págs. 13-22. Reimpreso en El
español moderno y contemporáneo, cit., págs.483-492.
130 José Jesús de Bustos Tovar

razón. Lo que parecía una distinción irreductible era, en realidad, un nuevo enfoque que,
desde el propio estructuralismo93 , habría de incorporarse pronto a los métodos históricos:
"La sincronía abstrae un momento de la diacronía y ésta no es sino una sucesión de
sincronías. Por otra parte, ni la lingüística diacrónica, ni la historia literaria pueden
desentenderse de la historia general. Los cambios lingüísticos y literarios incubados salen a
la superficie cuando las circunstancias históricas los favorecen. Así ocurrió con la
independización del castellano respecto del latín y con su extensión hegemónica; con el
desarrollo de la apócope en el castellano arcaico como consecuencia de la inmigración
franca en los siglos XI al XIII ...; con la formación del andaluz en las condiciones histórico-
sociales de la Reconquista y la frontera con el Reino moro de Granada; con la
transformación del sistema consonántico español y el triunfo del castellano norteño,
instalado en la corte de Madrid, sobre el toledano .. ." 94 . Muchos años después de haber
iniciado su labor de historiador de la lengua, Rafael Lapesa manifiesta inequívocamente,
una vez más, cuál ha sido el principio metodológico al que ha permanecido fiel.
Seguramente fue esta concepción de que la historia de la lengua es una parte indisociable de
la historia general la que impulsó a los académicos de la Real de la Historia a hacerlo uno
de sus miembros. Su discurso de ingreso en la alta Institución sirvió para que el maestro se
reafirmara en sus ideas.
Ya se ha dicho antes que la investigación lingüística fue para Lapesa el modo de
manifestarse como intelectual de su época. Por eso no dejaron nunca de preocuparle los
avatares de la sociedad civil en un tiempo tan difícil como el que le t-0có vivir, aunque
nunca aprovechó su condición de profesor para expresar ideas políticas. Sin embargo, desde
su responsabilidad como intelectual y como filólogo simepre se intc~·esó por cuanto lo
rodeaba. Particular sensibilidad tuvo siempre por la actitud de los españoles ante su lengua
y ante las demás lenguas de España. Esta preocupación se ha adensado en los últimos
tiempos viendo cómo la cuestión lingüística se ha convertido en algunos lugares de España
en arma arrojadiza, instrumento de política aldeana cuando no manipulación descarada al
servicio de intereses espurios. Quizás sus ideas actuales estén llenas de excesivo
pesimismo, pero faltaría a la objetividad si no lo reflejara en este artículo que pretende ser
un homenaje a su papel de maestro de la historia lingüística española. Ya en su artículo "La
responsabilidad de los intelectuales ante la lengua" 95 , de 1989 y, sobre todo, en el prólogo
a su El español contemporáneo... , ya citado, escrito en 1994, manifestaba su honda
preocupación: "Hubiera querido que mi aportación terminase con un 'canto de vida y de
esperanza ' . Así debería ser si nos limitáramos a pensar en el porvenir de nuestra lengua en
América ... pero esos motivos de exultante alegría tienen por contrapeso el descuido que en
España padece su enseñanza; los defectos resultantes del apresuramiento o la improvisación

93 Recuérdense los trabajos de Martinet, Coseriu, Alarcos Llorach y tantos otros que, desde planteamientos
rigurosamente estructuralistas, han realizado aportaciones fundamentales para la historia de la lengua española.
94Lapesa, Rafael, "Mi experiencia en la enseñanza del español y de la literatura", cit., véanse págs. 489-490.
Véase también el prólogo, cit, .p. 8.
95Este texto corresponde a la conferencia pronunciada en 1989 en el Colegio Libre de Eméritos, publicada en su
El español rrwderno y contemporáneo, cit., págs. 469-482
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 131

con que forzosamente actúan periodistas y locutores; y, sobre todo, el espíritu de


insolidaridad que está cundiendo en la parte española de la piel de toro y que, reabriendo
heridas de pasados agravios -reales, por desgracia, en algunos casos, pero quiméricos en
otros- convierte en rencorosas hermanastras a las lenguas hermanas de la nacional, o
pretenden elevar a lenguas de cultura dialectos que nunca pasaron de ser conjuntos de
variedades aldeanas". Quizás estas palabras sean, como he dicho, pesimistas en exceso,
pero no dejan de revelar un aspecto de la realidad española actual, percibida
angustiadamente por el maestro.
Rafael Lapesa escribió acerca de la historia de la lengua española y enseñó Historia de
la Lengua. Difícil, por no decir imposible, es separar el Lapesa investigador del Lapesa
profesor. En esto también es ejemplo. Cuando hoy algunos profesores universitarios se
precian de "que no les gustar dar clases" porque se consideran sólo "investigadores"
(distinción perfectamente admisible, pero que uno no acierta a comprender por qué tiene
que expresarse en términos contradictorios), Lapesa se nos presenta como un modelo al que
imitar. Él ha demostrado de manera patente que se pueden consagrar muchas horas de todos
los días a la enseñanza; nunca olvidaremos aquellos exámenes que devolvía a sus alumnos
cuidadosamente corregidos con observaciones llenas de agudeza, que eran por sí solas una
fuente insustituible de aprendizaje. Inolvidables fueron sus consejos para que en la
indagación etimológica los estudiantes "no inventáramos latín de cocina", para que en la
explicación de los procesos evolutivos atendiéramos rigurosamente al orden relativo de los
fenómenos fonéticos, para que, en fin, en la descripción de la sintaxis histórica no se diera
un sólo paso sin aludir a los testimonios que la confirman.
La riqueza de información, la actualización bibliográfica, la valentía científica para
adoptar criterios propios acerca de los temas más complejos de la historia de la lengua, su
generosidad para rectificar cuando datos aportados por otros lo requería, pero también su
seguridad para afirmase en sus juicios cuando los testimonios aportados eran irrebatibles,
circulan por toda la obra histórica lapesiana. Por toda ella corre la sangre del espíritu. Es la
erudición puesta al servicio del conocimiento del hombre. A Rafael Lapesa se le podría
aplicar lo que él mismo dijo de Dámaso Alonso, ese "hermano mayor" en el afecto y en la
filología del que se enorgulleció con frecuencia: "humano maestro de humanidades". Los
estudios históricos de Rafael Lapesa son imprescindibles para quien se acerca al
conocimiento de nuestro pasado histórico y lingüístico, pero lo serán también para quien
advierta que en el uso de la lengua y en la constante evolución de sus variedades
encontramos siempre al hombre concreto y a la comunidad en la que el hombre se realiza
como ser histórico.
Algunos pensadores actuales nos están advirtiendo acerca del peligro que acecha a las
ciencias humanas y sociales cuando se sustituye un lenguaje, en el que los no especialistas
puedan reconocerse, por un metalenguaje que, lejos de estar al servicio de la precisión
científica, sólo sirve para encastillar a quienes lo cultivan en supuestos círculos de saber,
inaccesibles para los que no pertenecen a la propia secta. Creo que estas críticas tienen un
fundamento sólido, como creo también que esas posiciones conducen al pesprestigio final
de las humanidades. Nadie más lejos de esa actitud que la de Rafael Lapesa. La
132 José Jesús de Bustos Tovar

documentación rigurosa se inserta en una prosa sobria, elegante, precisa. Él mismo nos dijo
alguna vez a sus discípulos que su oratoria y su escritura era una constante lucha por la
propiedad sintáctica. Son ya miles las páginas del maestro que atestiguan el éxito de su
esfuerzo. No estaría de más, asimismo, que esto se tomara como ejemplo.
La imagen del profesor y científico riguroso que es Rafael Lapesa no debe ocultar la
otra cara de su vida: el hombre afable con cuantos se acercaban a él, sensible ante la obra
artística, virtuoso en el sentido que a esta palabra daban los clásicos. Poeta él mismo,
vocación a la que no concedió el tiempo necesario, no podía por menos que manifestarlo en
su concepción profunda de la enseñanza de la lengua: "Para terminar, dediquemos unos
minutos a la misión principal del profesor de lengua y literatura: descubrir, revelar
maravillas... (la cursiva es mía). La más noble función del lenguaje, la función
representativa, consiste en reflejar, interpretar y ordenar el universo. Por lo tanto, el estudio
de la lengua debe descubrirnos las maravillas existentes en su sistema, en el funcionamiento
de éste y en su culminación en la creación literaria. Descubramos, mediante la literatura, la
belleza natural y la belleza creada por el hombre ... A través de la belleza literaria podremos
ampliar horizontes de humanidad; comprender el pasado propio y ajeno; comprender
también el presente propio y ajeno" 96 . Son palabras de un humanista de siempre, de un
humanista de nuestro tiempo.

96 Lapesa, Rafael, "Mi experiencia en la enseñanza del español y de la literatura", cit., p. 492.

También podría gustarte