Rafael Lapesa
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Rafael Lapesa
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Véase Lapesa, Rafael, Historia lingüística e historia general, Discurso inaugural de la Secc. VII del XXIV
Congreso Luso-Español para el Progreso de las Ciencias, pronunciado en Madrid el 14 de noviembre de 1958,
Madrid, 1959. Nueva edición en Buscad sus pares, pocos, Madrid, Gredos, 1978, págs. 13-24.
2Véase su artículo "Evolución sintáctica y forma interior del lenguaje", en Actas del XI Congreso Internacional de
Lingüística y Filología Románicas, 1865, Madrid, C.S.I.C., 1968 págs. 131-150.
3 Lapesa, Rafael, Asturiano y provenzal en el Fuero de Avilés, Acta Salmanticensia, 11, Salamanca, 1948.
Próximamente será publicada la rica documentación que acompañaba al estudio lingüístico y que se había omitido
hasta ahora.
4 Al estudio anteriormente citado hay que añadir sus trabajos ;'Los francos en la Asturias medieval y su influencia
lingüística", Symposium sobre cultura asturiana en la Alta Edad Media, Oviedo, 1967, págs. 341-353; "Los
provenzalismos del Fuero de Valfermoso de las Monjas (1189)", Philological Quarterly, LI, 1972, págs. 54-59;
"Rasgos franceses y occitanos en el lenguaje del Fuero de Villavaruz de Rioseco", Mélanges Paul Imbs, Travaux
de Linguistique et de Littérature, XI, Strasboyurg, págs. 529-532, y "El dialecto asturiano-occidental en los
documentos notariales de la baja Edad Media", en Homenaje a Vicente García de Diego, Revista de Dialectología
y Tradiciones Populares, XXXII, 1976, págs. 225-245.
5 Véase Diego Catalán, "En tomo a la estructura silábica del español de ayer y del español de mañana, en Sprache
und Geschiche, Festschriftfür Harri Meier zum 65 Gebunstag, München, 1971, págs. 77-110. También Moreno
Berna!, Jesús, Estudio lingüístico del ms. escurialense 1-1-6, Biblia romanceada de la primera mitad del siglo
Xlll, Universidad Complutense de Madrid, 1975; posteriormente "Les conditions de !'apocope dans les anciens
textes castillans", en Le passsage a l' 'ecrit des tangues romanes, Scriptoralia, 46, Gunter Narr, Tübingen, págs.
192-206.
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explicación como factores concurrentes con la fuerte influencia francesa que tanto influyó
en Castilla entre 1080 y 1270.
Todo esto no quiere decir que Lapesa permaneciera ajeno a las corrientes
estructuralistas que sustituyeron el historicismo lingüístico de sus maestros. Él mismo nos
recordaba a sus discípulos que en sus jóvenes años de Salamanca ya introdujo en sus cursos
el estudio de la fonología. Ocurre, sin embargo, que tenía la firme convicción de que las
descripciones sistemáticas de validez general, sobre las que se basa el método estructural,
deberían ir precedidas de una documentación exhaustiva que sirviera de sólido basamento a
cualquier modelo explicativo y que, en cualquier caso, ninguno de ellos podía entrar en
contradicción con la realidad lingüística6 , hecho éste que, a veces, no se ha tenido
suficientemente en cuenta en algunos trabajos de corte estructuralista. A lo que sí ha
permanecido ajeno ha sido a los intentos, con dudosos resultados hasta ahora, de la
lingüística generativa por ofrecer explicaciones históricas.
Cuando Lapesa inició su proyecto de elaboración de una Historia de la lengua de
carácter general, contaba sólo con los trabajos de la escuela de Menéndez Pidal. El mismo
maestro proyectaba una Historia de la lengua española, que quedó inconclusa y que
aparecerá en breve, editada por Diego Catalán7 • Sin embargo, la preocupación por conocer
el origen de la lengua española y los procesos que la habían de convertir en lengua
universal era ya patente desde el siglo XVI. A fin de valorar debidamente la obra de
Lapesa, haré un breve recorrido por las principales aportaciones existentes en la
historiografía lingüística española.
6Véase su artículo "Sobre problemas y métodos de una sintaxis histórica", en Homenaje a Xavier Zubiri, U,
Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1970, págs. 199-213.
7 Así aparece en los proyectos de próxima publicación anunciados por la Fundación Menéndez Pida!. Noticias de
esta Historia de la lengua en D. Catalán, Lingüística ibero-románica, Madrid, Gredos, 1974, págs. l 25-127.
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erróneo juicio acerca de que el romance hubiera llegado a tan alto estado "que más es de
temer su de<;endimiento que su perfección" 8 •
Las escasas referencias de Nebrija a la evolución del romance se hallan dispersas en
toda su obra. Alguna mayor importancia poseen su Ortografía y su Vocabulario. En la
primera porque adopta como referencia los valores fonológicos de la pronunciación pero
tiene la ortografía latina como modelo, tal como le reprocharía un siglo más tarde Gonzalo
Correas; el segundo porque proporciona una información etimológica fiable, que es la base
de cualquier estudio de tipo histórico.
Aún siendo un ensayo sobre el uso lingüístico, el Diálogo de la lengua de Juan Valdés 9
contiene algunas ideas interesantes sobre la evolución de la lengua. Por lo pronto, advierte
que lo que habían hecho las supuestas "autoridades" del siglo XV era más "escrivir mal
latín que buen romance". Carece Valdés de ideas claras acerca del origen de la lengua
castellana; de ahí proceden sus vacilaciones: aún reconociendo que la mayor parte de los
elementos lingüísticos del romance proceden del latín, se inclina a ver en el griego,
desechando, eso sí, el vasco, el origen de la primitiva lengua hablada en España. Al griego,
sustituido después por el latín, le cabe la· gloria de haber constituido el sustrato prerromano
más importante de España. Que esta idea estuviera o no determinada por el deseo de
encontrar para nuestra lengua el antecedente más glorioso no oculta el error histórico y
filológico en que incurre. Lo que no hay en Valdés. es dato alguno de naturaleza filológica;
todos los testimonios aducidos son históricos y, además, manejados con evidente abuso al
valorar las noticias de los historiadores antiguos. En cambio, sí acepta la teoría de la
corrupción lingüística para explicar el nacimiento del romance.
8 Tal como sostiene Eugenio de Bustos, esto no supone que considerara como modelo de lengua la de los
escritores latinizantes del siglo XV. Véase Bustos Tovar, Eugenio de, "Nebrija, primer lingüista español", en el
volumen Nebrija y la introducción del Renacimiento en España, Actas de la III Academia Renacentista,
Salamanca, 1983, págs. 205-222.
9 Véase el prólogo de Rafael Lapesa al Diálogo de la lengua en Clásicos Ebro, Zaragoza, 2ª ed., 1946.
10 López Madera, Gregorio, Excelenctas de la nwnarquía y reyno de España, Madrid. 1625.
11Poza, Andrés de, Antigua Lengua de las Españas, ed. de A. Rodríguez Herrero, Biblioteca Vasca, IV, Madrid,
1959.
12 Cuevas, Luis de las, Diálogo de las cosas notables de Granada y lengua española, Sevilla, 1603.
13Correas, Gonzalo, Arte grande la lengua española castellana, ed. de Emilio Alarcos García, Madrid, C.S.I.C.,
1950.
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14 Aldrete, Bernardo José de, Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se usa en España,
ed. facsimilar y estudio de Lidio Nieto Jiménez, Clásicos Hispánicos, Madrid, C.S.I.C., 1975.
15 Lidio Nieto ha reconstruido un esquema de fonética histórica con las ideas expuestas por Aldrete, que muestra la
sentencia de las sentencias y vocablos obscuros que en el Libro del Tránsito de la Muerte se hallan, Toledo, 1543;
Martín de Viciana, Libro de las alaban(:as de las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana, de 1574;
Antonio del Corro, Reglas gramaticales para aprender la lengua española y francesa, Oxford, 1586; Fray Jacinto
de Ledesma, Dos libros de la lengua primera de España, de 1626; Francisco Cascales, Cartas philologicas, de
1643, Ximénez Patón, B. Epítome de la ortografía latina y castellana, ed. de A. Quilis y J.M. Rozas, Madrid,
C.S.I.C., 1965. De las primeras véanse las referencias en Biblioteca Histórica de la Filología Castellana, del
Conde de la Viñaza, Madrid, Manuel Tello,1893.
17 Covarrubias, Sebastián de, Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611-1647), ed. de Martín de Riquer,
18 Berganza, Francisco de, Antigüedades de España propugnadas en las noticias de sus Reyes y Condes de Castilla
la Vieja, 17 ,13.
19 Feijoo, Fray Benito Jerónimo, "Paralelo de las lenguas castellana y francesa", Discurso XV del Teatro crítico
El siglo XIX conoce un torrente de opúsculos en los que de manera directa o indirecta,
casi siempre en forma de elogios, se incide en la historia de la lengua. Muchos de ellos son
discursos académicos. Citaré, entre otros, los de Martínez Marina 27 , Ramírez y las Casas
Deza 28 , Gil y Zárate 29 , Pidal30 , Monlau 31 , Valera 32 , Pascual 33 , Madrazo 34 , Mir35 ,
36 37
Commelerán , Lasala etc. Son todos ellos discurso de recepción o de contestación leídos
en la Real Academia Española y, en general, apenas aportan nuevas ideas sobre la historia
de la lengua.
Más alcance poseen las primeras obras monográficas, ya con carácter científico,
dedicadas a esclarecer asuntos concretos de la historia de la lengua española cuando no a
tratar de esbozar el marco general de su historia. Aparte de obras en las que todavía no
hallamos incorporados los nuevos métodos de la lingüística positivista, como la de
Ximénez de Embún 38 , y de otras de carácter comparatista como la de Farré y Carrio39 , la
primera obra que es preciso mencionar es el opúsculo de Andrés Bello "Apuntes sobre el
27Martínez Marina, M., "Ensayo histórico crítico sobre el origen y proceso de las lenguas, señaladamente del ·
castellano", en Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo IV, Imprenta Sancha, 1805.
28 Ramírez y las Casas Deza, Luis María, "Memoria sobre el origen de la lengua castellana", en Memorias
literarias de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, tomo IJ, Sevilla, 1843.
29 Gil y Zárate, Antonio, "Algunas causas que han debido contribuir a desnaturalizar la índole primitiva de la
Madrid, 1881.
35 Mir, Miguel, "Causas de la grandeza y perfección de la lengua castellana en el Siglo de Oro de nuestra
40Bello, Aridrés, "Apuntes sobre el estado de la lengua castellana en el siglo XIII", en Obras completas, Santiago
de Chile, 1801, págs. 305-329.
41Amador de los Ríos, José, "Sobre los orígenes y formación de las lenguas romances. Lengua castellana", en
Historia crítica de la literatura española, 7 vols., Madrid, 1861-65, vol. 11, págs. 361-414.
42Milá y Fontanals, Manuel, Estudios sobre los orígenes y formación de las lenguas romances y especialmente de
la provenzal, en Obras completas coleccionadas por Menéndez Pelayo, 5 volúmenes, Barcelona, Librería de
Álvaro Verdaguer, 1888-1895. Para el castellano, véase tomo IV, págs. 75-125.
43Por otra parte, Dámaso Alonso ha señalado la relación que existió entre Milá y Menéndez Pida!; véase Alonso,
Dámaso, "Pluralidad y unidad temáticas en Ja obra de Menéndez Pida!", en ¡Al¡:a la voz, pregonero!, Homenaje a
don Ramón Menéndez Pida[, Madrid, 1979, págs.17-42.esp. p. 18. Lo que más interesó a Menéndez Pida! de Milá
fue su intento por reconstruir la poesía heroico-popular, al que responde el libro de éste De la poesía
heroico-popular castellana. Estudio preeedido de una oración acerca de la literatura española [ 1874), Barcelona
C.S.I.C., 1959. A ese interés corresponde el primer trabajo pidalino sobre la leyenda de Jos infantes de Lara.
44Diez, Friedrich, Grammatik der romanischen Sprachen, 1' edición Bonn 1836-44, 3' edición 1870- 1872. Para el
castellano interesa el volumen III de la tercera edición, preferiblemente de la traducción francesa.
45Meyer-Lübke, W., Grammatik der Romanischen Sprachen, 4 vols. Traducción francesa Grammaire des tangues
romanes, París, 1890, 3 vols.
46 Cuervo, Rufino José, Disquisiciones de filología castellana, en Obras completas, Instituto Caro y Cuervo, 1954.
47 Véase Lapesa, Rafael, "Menéndez Pida!, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos", en el volumen
¡Al~·a la voz pregonero! Homenaje a don Ramón Menéndez Pida!, Madrid, 1979, págs. 43-79.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 117
48 Manuel Muiíoz Cortés ha hecho una buena síntesis de los métodos de Lapesa y de su íntima relación con la
escuela de Menéndez Pida!. Véase su artículo "Aspectos del texto histórico lingüístico (secundum Lapesam)", en
Homenaje al profesor Lapesa, Universidad de Murcia, 1990, págs. 43-70.
49Véase Lapesa, Rafael, "Semblanza de Américo Castro", en Homenaje a Américo Castro (José Jesús de Bustos y
Joseph Silverman, eds.), Madrid, Universidad Complutense, 1987, págs. 121-134. También "La huella de Américo
Castro en los estudios de lingüística española", en el volumen Américo Castro: The Impact of His Thought Esssays
to Mark the Centenary of His Birth, Madison, The Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1988.
50 Lapesa, Rafael, "Cómo enseñaba a trabajar don Ramón: sus obras y materiales inéditos", Boletín de la Real
Academia Española, LXVIII, 1988, págs. 398-402. Véase también "Don Ramón Menéndez Pida!. Ejemplo y
doctrina", Filología, XIII (1968-69), págs. 1-32.
51 Véase ut supra, n.3.
52Podría servir de modelo su clarividente estudio sobre el lenguaje épico: "La lengua de la poesía épica en los
cantares de gesta y en el Romancero", en Anuario de Letras, México, IV, 1964, págs. 5-24, recogido en el
volumen De la Edad Media a nuestros días, Madrid, Gredos, 1967, págs. 9-28.
53Lapesa, Rafael, "La apócope de la vocal en castellano medieval", en Estudios dedicados a R. Menéndez Pida/,
Madrid, 1951, págs. 185-226, y "De nuevo sobre la apócope de la vocal en castellano medieval", en NRFH,
XXIV, 1975, págs. 13-23, en el que replica a las objeciones formuladas por Diego Catalán en el trabajo citado en
n.4. Reimpresos ambos artículos en Estudios de historia lingüística española, Madrid, Paraninfo, Madrid, 1984,
págs. 167-197 y 198-208 respectivamente.
54 Lapesa Rafael, "Contienda de normas lingüísticas en castellano medieval", en Actas del Coloquio
hispano-alemán Menéndez Pida!, Tübingen, Max Niemayer , 1982, págs. 172-190. Reimpr. En Estudios de
historia lingüística española, cit., págs. 209-225.
55Lapesa, Rafael, "Sobre el ceceo y el seseo en España e Hispanoamérica", en Homenaje a Pedro Henríquez
Ureña, Revista Iberoamericana, XXI, 1956, págs. 409-416, y "Sobre el ceceo y el seseo andaluces", en Homenaje
118 José Jesús de Bustos Tovar
a André Martinet, i, Biblioteca Filológica, Universidad de la Laguna, 1957, págs. 67-94; reimpresos ambos en
Estudios de,fingüística histórica española, cit. págs. 249-284. De la fidelidad a sus maestros y amigos es ejemplo
el cuidado y pulcritud con que publicó los dos primeros volúmenes del trabajo proyectado, y sólo parcialmente
preparado, por Amado Alonso, De la pronunciación medieval a la moderna en español, ultimado y dispuesto para
la imprenta por Rafael Lapesa, Madrid, Gredas, 1, 1955, 11, 1969.
56Lapesa, Rafael, "Sobre el Cantar de Mio Cid. Crítica de críticas. Cuestiones lingüísticas", en Études de
Philologie Romnne et d'Histoire Littéraire offerts a Ju/es Horrent, Liege, 1980, págs. 213-23 1.
57 Lapesa, Rafael, La obra literaria del Marqués de Santillana, Madrid, Ínsula, 1957.
58Lapesa, Rafael "El cultismo semántico en la poesía de Garcilaso", en Homenaje a Margot Arce, Revista de
Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, 1972, págs. 33-45.
Lapesa, Rafael, "Latinismos semánticos en la poesía de Fray Luis de León", en Homenaje a Antonio Tovar,
59
Madrid, Gredas, 1972, págs. 243-251.
60Lapesa, Rafael, "Ideas y palabras: del ·vocabulario dela Ilustración al de los primeros liberales'', en Homenaje a
Pedro Laín, Asclepio, XVIII-XIX (1966-67), págs. 189-2 18.
6 1 Así lo refleja la tesis doctoral de Doris Ruiz Otín, Política y sociedad en el vocabulario de Larra, Madrid,
Desde otro punto de vista, Lapesa ha contribuido tanto a los estudios etimológicos 64 como a
los lexicográficos 65 y los ha insertado en su visión global de la historia de la lengua
española.
Atendiendo la aniigua sugerencia de su maestro Américo Castro, Lapesa se aplicó desde
los años sesenta a los estudios de sintaxis histórica del español. Iniciaba así un camino que
habría de dar frutos granados en los decenios siguientes. En otro lugar de este volumen se
da cumplida cuenta de lo que el esfuerzo de Lapesa ha significado en la filología española.
Baste aquí con indicar la importancia que estos trabajos han tenido en la renovación de su
historia de la lengua española. No sólo han aclarado cuestiones lingüísticas esenciales de la
gramática española en un campo en el que apenas había incidido Menéndez Pida!, sino que
han cambiado aspectos importantes de la interpretación de los textos y del valor lingüístico
(cronológico, estilístico, etc.) que se han incorporado a la descripción general de la historia
lingüística.
64A fin de no detallar cada uno de ellos, véanse los recogidos en el volumen Léxico e historia./ Palabras (volumen
preparado por Juan R. Lodares con la colaboración del autor), Madrid, Istmo, 1992.
65Véanse los artículos recogidos en el volumen Léxico e historia. //Diccionarios (volumen preparado por Juan R.
Lodares con la colaboración del autor); Madrid, Istmo, 1992.
66Véanse Vossler, Karl, El lenguaje como creación y evolución [1905), Madrid, Poblet, 1929, y Cultura y lengua
de Francia. Historia de la lengua literaria francesa desde los comienzos hasta el presente [1913], Buenos Aires,
Losada, 1955.
67Wartburg, Walter von, Évolution et structure de la tangue franraise [1934), traducción española de Carmen
Chust, Evolución y estructura de la lengua francesa, Madrid, Gredos, 1966.
68 Entwistle, W.J., The Spanish LLmguage, Londres, 1936
69 Oliver Asín, Jaime, Iniciación al estudio de la Historia de la lengua española, Zaragoza, 1938.
120 José Jesús de Bustos Tovar
salvo, claro está, de la que el propio don Ramón estaba preparando y quedó sin terminar,
como se ha indicado más arriba70.
Existen, a mi juicio, dos etapas en el proceso de elaboración de la Historia de la lengua
española de Rafael Lapesa. La reelaboración de la octava edición, en 1980, y en seguida la
novena de 1981, con nuevas adiciones, marca el tránsito de una obra que, sin dejar de ser la
misma, alcanza nuevas cimas de valor científico71 . En efecto, Lapesa comenzó a escribir su
Historia por incitación de Tomás Navarro Tomás, como se reconoce en la dedicatoria de la
octava edición, en un contexto histórico, cultural y científico nada propicio. Disperso el
grupo de investigadores que trabajaban en el Centro de Estudios Históricos y aislado don
Ramón Menéndez Pida!, Lapesa, que había quedado durante la guerra civil como único
"guardián" de aquel Centro, reanudó su trabajo tras la contienda con el firme propósito de
recoger la herencia recibida y, en comunicación constante con sus antiguos maestros, casi
todos ellos en universidades americanas, prosiguió el camino emprendido en los años
precedentes. Lapesa se dio cuenta de que era necesaria una obra que, recogiendo los
inmensos frutos logrados por la investigación pidalina, constituyera una descripción global
de la evolución del español desde sus antecedentes prerromanos hasta la época actual. Para
lograrlo, era necesario que confluyera un riguroso conocimiento de los datos lingüísticos
con un sentido de la claridad expositiva que hiciera accesible el libro no ya a los
especialistas, sino a ese estrato social que debía conocer, como un bien cultural, el
significado de la historia lingüística. Lapesa, formado en una rigurosa disciplina científica,
tenía además una clara vocación docente, tal como hemos podido comprobar -y
beneficiarnos de ello- los muchos centenares de alumnos que hemos pasado por sus clases.
Eso explica que la Historia sea ya desde la primera edición un modelo de rigor científico y
también una fuente de aprendizaje de sólidos saberes lingüísticos. Sin didactismo alguno
-ese mal · que hoy tiende a trivializar por supuestas razones pedagógicas la formación
cultural de los jóvenes que acceden al saber- la obra es un prodigio de claridad científica no
exenta de amenidad para la lectura. Para él, enseñar consiste básicamente en difundir el
saber con métodos científicos. Anticipándose a posiciones que hoy mantienen algunos,
entre los que me encuentro, las ciencias humanas han de utilizar criterios científicos pero
han de evitar un metalenguaje esotérico que lo haga inaccesible a los no iniciados. Esto es,
lo contrario de algunas modas que han secado las fuentes del saber humanístico.
Lapesa no se limita a recoger lo aprendido de otros, sino que aporta luz en aquellos
aspectos históricos que más penumbra arrojaban. Espléndida es su síntesis de la situación
lingüística prerromana en la Península Ibérica y su explicación del papel que estas lenguas
desempeñaron en la formación de los dialectos iberorrománicos, como lo es la
interpretación del valor que tienen los primeros documentos escritos y literarios para
describir el proceso de evolución. Todo el saber de Orígenes del español, de Menéndez
Pida!, aparece fundido con datos de otras procedencias para dar una exacta información
acerca de la lengua en los tiempos oscuros. Además, ya en estos primeros capítulos aparece
nítida la concepción lapesiana de la historia lingüística, basada, como se ha anticipado más
arriba, en la correlación entre fenómenos lingüísticos y procesos sociales y culturales.
Adviértase la sencillez con que relaciona la variación del cambio lingüístico con hechos de
la vida cultural. al explicar la contienda entre soluciones distintas en la época primitiva: "el
hecho de que en medio de la ignorancia ambiente, no desaparecieran las apetencias cultas,
explica en buena parte las fluctuaciones del lenguaje durante este período" 72 . Guiado por
esta idea, Lapesa no hace sólo historia externa sino que imbrica en la historia global tanto
los fenómenos llamados externos como los que corresponden a la evolución interna de la
lengua, proceso de fusión nada fácil, que aparece con una prodigiosa nitidez expositiva.
Lapesa incorpora a su obra, además, el estudio de la lengua de los principales textos
literarios de cada época, enlazando armónicamente con una de las direcciones de
investigación que le han sido más queridas. Pero esto no obedece sólo a un gusto personal,
sino a la convicción de que los textos literarios son, de entre los escritos, los que mejor
reflejan, dejando a salvo su valoración estética y su naturaleza estilística, los procesos
lingüísticos. No ignoro que esta idea está sometida a revisión actualmente. Algunos
filólogos piensan que es preferible bucear en la lengua que se testimonia en los textos de
archivo para descubrir la situación real de la evolución lingüística, con lo que los
testimonios literarios perderían valor histórico-lingüístico. Al margen de que esto es
descubrir un mediterráneo bien conocido y navegado por la escuela filológica española,
resulta que los textos literarios proporcionan una dimensión del uso lingüístico que de
ningún modo puede hallarse en otros textos escritos. Lapesa no hace una historia de la
lengua literaria, sino que imbrica la lengua de los textos literarios en la historia de la lengua
común. A mi juicio, una posición científica impecable73 •
La Historia conoció diversas modificaciones y adiciones hasta la séptima edición de
1968. Ya desde años antes Lapesa deseaba someter la obra a una revisión profunda,
intención siempre aplazada por su fecunda labor investigadora en la década de los sesenta y
de los ochenta, en los que dio a conocer, entre otros muchos trabajos, sus principales
artículos de sintaxis histórica. Un hecho anecdótico desencadenó por fin el proceso de
revisión; un cambio editorial forzado por el comportamiento desleal de los que habían
editado el libro hasta entonces facilitó la tarea. Comenzó así una nueva fase en la que la
Historia se convierte en el monumento científico filológico que es actualmente. Lapesa
había progresado en las diversas direcciones de investigación que había cultivado; dueño de
una prodigiosa capacidad de análisis de los datos, estaba en condiciones de hacer la gran
labor de síntesis. Y esto es lo que hizo entre 1975 y 1980. De este modo, a los dos años de
su jubilación administrativa, apareció la octava edición "refundida y muy aumentada" de su
Historia de la Lengua Española.
72 Lapesa, Rafael, Historia de la Lengua Española, Madrid, Escelicer, 1942. Cito por la 5' ed., de 1959, p.113.
73 El estudio lingüístico de textos medievales ha sido impulsado por Menéndez Pida! entre sus discípulos.
Recuérdense, entre otros, los trabajos de Manuel Ariza en este sentido. A ellos se añaden·multitud de tesinas y
tesis doctorales sobre textos fundamentales de la Edad Media, que sería imposible citar aquí.
122 José Jesús de Bustos Tovar
Muchas son las novedades que ofrecía la nueva edición74 . Toda la obra de Lapesa está
presidida por el equilibrio y la ponderación. Admira su capacidad para revisar temas ya
tratados en las ediciones anteriores, para incorporar nuevos testimonios procedentes de su
investigación personal, para sintetizar en un todo coherente las aportaciones ajenas, para
enfrentarse, en suma con los datos lingüísticos con la misma abierta curiosidad que en sus
años juveniles. Lapesa revisa uno a uno todos los capítulos de su Historia. Redacta
importantes adiciones al capítulo dedicado al estudio de las lenguas prerromanas y describe
una panorama lingüístico de Hispania incorporando las últimas investigaciones realizadas
en este campo. Muy revisada se halla asimismo la descripción de la romanización y de las
características del latín hispánico. No soslaya temas como el de la cantidad vocálica y la
diptongación que habían dado lugar a nuevas interpretaciones. Añade observaciones en
torno al influjo del griego sobre el latín que quizás estén en el origen de ciertas
construcciones romances del tipo va y dice, tomo y me voy, etc. 75 . La evolución del sistema
casual latino y su progresiva sustitución por el régimen preposicional, la transformación del
sistema deíctico latino, la aparición y desarrollo funcional del artículo como categoría
gramatical y tantos otros temas de sintaxis históricas se benefician de su investigación
personal.
Además de reelaborar epígrafes completos (como, por ejemplo, los referentes a
"aspectos morfológicos y semánticos del arabismo" y "Arabismo semántico, fraseológico y
paremiológico") Lapesa no elude enfrentarse a asuntos polémicos; así, toma posición
respecto de Ja idea de que la introducción de arabismos alterase la proporción de voces
oxítonas paroxítonas y proparoxítonas en el vocabulario español y esto favoreciese
determinados tipos de palabras76 • Se basa para ello en la calicata con Ja que ejemplifica el
comportamiento acentual de arabismos y palabras españolas en relación con su estructura
fonemática. Esa misma capacidad de precisión se advierte en las referencias que incluye en
las notas. Sirva de ejemplo, Ja información sobre el uso de Hispania o Spania, que anuncia
el tratamiento posterior de este asunto en el capítulo VIII77 , donde tras citar los estudios de
Américo Castro, José A. Maravall, Manuel Alvar, etc., establece sus propias conclusiones.
Lapesa sometió a profunda revisión la descripción del conjunto de cambios fonéticos
que tuvo lugar en la época de orígenes. En este sentido, la nueva edición de la Historia
incorpora elementos críticos sobre la naturaleza de estos cambios: la palatalización de l-l y
de l- inicial, la diptongación, la suerte de la vocal final, etc. son aspectos de la evolución
fonética integrados en una visión global del marco en el cual se produce el conjunto de
cambios fonéticos. Lo mismo puede decirse de las precisiones añadidas al tema de la
74 He resumido algunas de estas novedades en mi trabajo "El magisterio de Rafael Lapesa", en Cuadernos
Hispanoamericanos, número 371, 1981, págs. 1-23. Recojo ahora algunos de los párrafos dedicados allí a este
asunto.
75Véase Coseriu, Eugenio, "'Tomo y me voy'. Un problema de sintaxis comparada europea", en Vox Romanica,
25, 1, 1966, págs. 13-55. Reimpreso en Estudios de lingüística rorruínica, Madrid, Gredas, 1977, págs. 79-151.
76 Lapesa, R., Historia, cit., 8' ed., págs. 147-148.
77 Ibídem, págs. 201 -202.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 123
78Quizás sería mejor considerar el territorio peninsular como un "continuum" dialectal en el que paulatinamente
van surgiendo peculiaridades que fueron configurando los distintos dominios lingüísticos; el castellano seria uno
más de ellos. Véanse las rectificaciones a las ideas de Menéndez Pida! que formula Rafael Cano Aguilar en "Los
orígenes del español: nuevos planteamientos", en Homenaje a Germán Colón, Madrid Gredos, 1998, págs.
127-140.
79Crestomatía del español medieval, dirigida por Ramón Menéndez Pida! con la colaboración del Centro de
Estudios Históricos. Acabada y revisada por Rafael Lapesa y María Soledad de Andrés Castellanos, Madrid,
Seminario Menéndez Pidal-Editorial Gredos, t. 1, 1965; t. 11, 1966.
124 José Jesús de Bustos Tovar
con nitidez 80. Una vez más, la nueva edición de la Historia se benefició de la tenaz y
coherente línea metodológica seguida por su autor lo largo de toda su vida.
Ampliación importante afecta al tratamiento de los primeros textos en prosa,
especialmente en lo que se refiere a los catecismos político-morales de la época de
Fernando III, textos cuya importancia se ha puesto de manifiesto en las ediciones críticas
que se han realizado en los dos últimos decenios. Estos textos ofrecen abundantes
testimonios del esfuerzo que hubieron de realizar sus redactores por crear un léxico
adecuado, flexibilizar la sintaxis y organizar un discurso que se resistía a la expresión de las
ideas abstractas. Importantes observaciones formula el autor sobre La Fazienda de
Ultramar y las primeras versiones bíblicas romanceadas. Apoyado en datos históricos y en
alguna de las tesis doctorales dirigidas por él mismo 81 , describe la importancia que la
literatura didáctica tuvo para el desarrollo del romance literario primitivo, como importante
antecedente próximo de la prosa doctrinal e histórica alfonsíes. Abundantísimas son las
adiciones al estudio de la obra de Alfonso X el Sabio. Lapesa hace numerosas precisiones:
explica los aragonesismos y occitanismos en el Libro de las Cruzes, la procedencia de
ciertos rasgos estilísticos y su relación con las fuentes textuales, etc. Se añaden noticias
sobre la penetración del castellano en los documentos notariales del dominio navarro-
aragonés, redacta párrafos nuevos en torno a los textos postalfonsíes y describe el estado
de lengua subsiguiente a la relativa estabilización lingüística de este período.
Múltiples son las adiciones que hace al estudio de la lengua de Jos textos literarios en la
Edad Media. Advierte con perspicacia la penetración de Ja oralidad en la obra del mester de
clerecía, recoge e integra la información proporcionada por las últimas ediciones del Libro
de Buen Amor, llama la atención sobre Ja nueva veta poética que se manifiesta en el
angustiado sentimiento religioso de don Pedro López de Ayala, cuyo intimismo lírico es
novedad sorprendente en la literatura castellana. Todo ello fundido en la historia de la
lengua común; su deseo de precisión se manifiesta en la meticulosidad con Ja que trata la
alternancia del sufijo -illo / -iello. Dedica parágrafos totalmente nuevos a determinados
aspectos de la lengua y de los textos literarios del siglo XIV, con epígrafes de nuevo cuño,
como Jos titulados Cultismos y retórica y La literatura aljamiada. De este modo, advierte
que, junto a Ja introducción de neologismos cultos, se producían frecuentes alteraciones en
su estructura fonemática, con mutilaciones debidas a su uso oral. Estas deformaciones no
eran exclusivas del latín vulgar, como había estudiado Américo Castro82 ; aparecen también
en todos Jos textos literarios y son abundantes no sólo en la poesía goliardesca de Juan
Ruiz, sino también en Ja prosa sabia de don Juan Manuel, en los Proverbios morales del
80Trabajos recientes han confirmado y enriquecido esta apreciación lapesiana. Véase el artículo de Francisco de
Bustos, "Épica y crónica: contraste en la estructuración del discurso", en Actas del ll Congreso Internacional de
Historia de la Lengua Española, Madrid, Pabellón de España, 1992, págs. 557-568. También José Luis Girón,
"Cohesión y oralidad. Épica y crónicas", en Revisa de poética medieval, l, 1997, págs. 145-170.
81 Moreno Berna!, Jesús, Estudio lingüístico del ms. escurialense 1-1-6. Biblia romanceada de la primera mitad
Rabí don Sem Tob y en el Rimado de Palacio. Ello prueba la fácil asimilación de los
cultismos en la lengua hablada, que se integran en el vocabulario común y son sometidos a
los cambios fonéticos todavía vigentes hasta finales de la Edad Media. Será en la época del
humanismo latinizan te del siglo XV, continuado por el clasicismo del Renacimiento,
cuando se quiebre esta tendencia. Lapesa nos impulsó a algunos de sus discípulos a estudiar
esta evolución, lo que dio lugar a diversos trabajos 83 , también incorporados a su Historia.
Los estudios, con materiales siempre de primera mano, de Lapesa sobre los textos del
siglo XV le permiten describir con notable coherencia los importantes cambios lingüísticos
que comenzaron a gestarse en esta centuria y en las siguientes. Ofrece nuevos datos sobre el
fenómeno de confusión de sibilantes en las hablas meridionales, describe la irrupción de la
nueva corriente de latinización que inunda la literatura española y añade, en fin, agudas
notas sobre la evolución estilística de escritores poco conocidos, como Juan de Lucena, que
reflejan la dirección que iba tomando el latinismo prerrenacentista. Enseña así al lector el
sentido que tenía la Antigüedad para los hombres del siglo XV y diseña, al mismo tiempo,
el marco cultural en que se produce la evolución lingüística. Su preocupación por
fundamentar todo juicio en los datos testimoniados en los textos es constante; por eso
subordina la interpretación de los textos a la verificación de los datos filológicos, lo que le
permite establecer cuál es el sentido que puede tener el concepto de prerrenacentista
utilizado por María Rosa Lida para Juan de Mena, que ha sido puesto en duda en alguna
ocasión. Particular interés tiene, por otra parte, su observación acerca de la importante
influencia que tuvieron las traducciones en el proceso de creación lingüística durante este
siglo y los inmediatamente posteriores. A estos datos ofrecidos por Lapesa habría que
añadir algunos aspectos del lenguaje en las comedias humanísticas, difundidas en el ámbito
escolar, que desempeñaron asimismo una importante función difusora de la escritura en la
oralidad 84 .
El estudio del español del Siglo de Oro ocupa dos capítulos. Innumerables son las
rectificaciones y adiciones con que enriqueció su obra. Partiendo una vez más de sus
propios trabajos y aceptando los más valiosos de los ajenos, Lapesa aborda los temas más
importantes de este período de formación del español moderno; la descripción de los
últimos cambios fonéticos del español medieval, el proceso de dialectalización
subsiguiente, la lengua de los textos literarios, que adquiere ahora una considerable
complejidad, la formulación de un ideal de lengua y la aparición de las polémicas
lingüísticas que tuvieron lugar durante los dos siglos, la evolución sintáctica del español
clásico, enriquecida con numeroso datos procedentes de su investigación sobre sintaxis
83Véanse mi Contribución al estudio del cultismo léxico medieval, Madrid, Anejos del BRAE, 1975, y "Notas
sobre el cultismo léxico en la literatura medieval castellana", en Actas del XIV Congreso Internacional de
Lingüística y Filología Románicas, Nápoles, 1974, págs. 233-250. En otro sentido, la magnífica tesis doctoral de
Ramón Santiago, La primera versión castellana de "La Eneida" de Virgilio, Madrid, Anejos del Boletín de la
Real Academia Española, 1979.
84Véase la tesis doctoral de Javier Herrero, La oración compuesta en la Comedia Thebaida, Madrid, Universidad
Complutense, 1991. Para el plano léxico, mi artículo "Cultismo en el primer renacimiento", en Actas del Coloquio
hispano alemán Menéndez Pidal Max Niemayer, Tübingen, 1982, págs. 15-39.
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histórica, etc. son otros tantos aspectos que quedan expuestos con sólida precisión en esta
nueva edición de su Historia. Su intervención personal en la reelaboración y actualización
de los materiales que le confió Amado Alonso dio lugar a la publicación de los dos
primeros volúmenes y quedó pendiente el tercero, de más delicada redacción, porque
corresponde a materiales que no había sido ordenados por su autor antes de su fallecimiento
y que exigen, por tanto, una cuidadosa revisión, tanto más cuanto que Lapesa ha sido de
una fidelidad extrema al encargo que le hizo Amado Alonso. La minuciosidad con que
describe este complejo proceso de mutación fonética y fonológica y la exactitud de los
datos que él mismo aporta 85 , revelan el motivo que ha llevado al autor a realizar este arduo
trabajo de revisión de un manual, nacido con un propósito modesto y convertido en libro
fundamental para conocer nuestra historia lingüística.
La teoría pidalina del "estado latente" halla nueva confirmación en el tratamiento que
hace Lapesa de los fenómenos que dieron lugar a la aparición y desarrollo de las hablas
meridionales. Igualmente clara es la descripción del proceso primitivo de expansión del
español por América86 y de los factores de diversos origen y de naturaleza también
diferente (indigenismos, afronegrismos , hablas criollas, origen de la emigración peninsular,
asentamiento de la emigración, etc.) que han ido configurando las variedades del español en
América.
87 Lapesa, Rafael, El español moderno y contemporáneo, Barcelona, Crítica (Grijalbo Mond~dori), 1996.
88 Cf. n. 7 de este trabajo.
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89 Largos años dedicó Lapesa al absorbente trabajo de la Real Academia. La deuda contraida con él es, en este
sentido, inmensa. Muchos reconocimientos ha recibido por ello. Desgraciadamente, como es común entre
humanos, no le han faltado los arañazos de la ingratitud cuando no de la envidia.
90Véase su artículo "América y la unidad de la lengua española", en Revisa de Occidente, 2' época, IV, 1966.
Reimpreso en El español moderno y contemporáneo. Estudios lingüísticos, cit. pág.252.
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 129
deslumbrarlos. Pero hay otra causa innegable y más profunda, y es que desde hace tres
siglos vamos a remolque del restante mundo occidental, tanto en las innovaciones con que
la ciencia y la técnica han cambiado las condiciones de la vida humana, cuanto en la
exploración de nuevos derroteros para las ideas.... Con las ideas y las cosas vienen
inevitablemente las palabras. Ante este hecho, las lamentaciones son tan inútiles como las
protestas. La única actitud positiva consistirá en aprovecharnos del impulso ajeno tan
hábilmente que en un futuro más o menos próximo podamos seguir nuestro camino con
autonomía, y por lo que se refiere al lenguaje, asimilar lo necesario para que nuestro idioma
se mantenga a la altura de los tiempos, sin dejar de responder a lo que éstos exigen; pero
evitar en lo posible que tal puesta al día menoscabe su belleza y peculiaridad" 91 . Con este
criterio respecto del neologismo, Lapesa enlaza con el pensamiento de un ilustrado, tan
apreciado por el autor, como Feijoo acerca de este mismo asunto.
Su conciencia de historiador, el rigor de su método documental, la claridad de la
descripción lingüística son constantes en la obra de Lapesa. Por eso mismo, no puede
sorprender que el conocimiento de la historia de la lengua española suscite, a su vez, una
honda preocupación por su uso actual y por su futuro . Repetidas veces ha alzado su voz
contra el descuido, la ignorancia y la zafiedad con que utilizan nuestra lengua las gentes
que tienen una fuerte influencia sobre la sociedad. Lapesa dedicó una buena parte de su
esfuerzo a luchar por la educación lingüística de los españoles. En su primera juventud
desde su oficio, siempre recordado, de catedrático de Instituto. Él mismo nos lo ha descrito
con palabras llenas de ingenuidad 92 : ""Mi estreno, descorazonador, fue con los niños de
primer curso. Al abrir las puertas del aula, la invadió un centenar de críos en tropel,
empujándose, apretujándose ... Vi que se imponía como primeras metas conseguir que se
expresaran con mayor claridad y corrección; despertar, mediante la lectura, la memoria
visual y la precisión auditiva necesarias para desterrar cacofonías ... ; y lograr que
practicaran en su experiencia oral y escrita una sintaxis y lógica aminorando anacolutos y
faltas de concordancia... " Después, como profesor universitario, dedicó tanto tiempo a la
enseñanza como al estudio y a la investigación. Siempre se confesó continuador de las ideas
de Menéndez Pida!, aunque atento a las novedades que iban surgiendo. Aunque en 1992,
lamentara no poder incorporar nuevas concepciones lingüísticas, Lapesa no ha dejado de
estar dispuesto a aceptar cuantas ideas pudieran enriquecer el legado de Menéndez Pida!;
eso sí, siempre que no supusieran la pérdida de la coherencia teórica y metodológica que ha
inspirado todos sus trabajos. Por eso no evita pronunciarse acerca de ciertas ideas que
estima perniciosas; la más grave le parece aquella que distorsiona la naturaleza histórica del
lenguaje. Con el floreciente desarrollo de los estudios estructuralistas, surgidos inicialmente
de una dicotomía que hoy se estima falsa, pareció que la lingüística histórica había llegado
a un callejón sin salida. Lapesa no lo consideró nunca así; el tiempo habría de darle la
razón. Lo que parecía una distinción irreductible era, en realidad, un nuevo enfoque que,
desde el propio estructuralismo93 , habría de incorporarse pronto a los métodos históricos:
"La sincronía abstrae un momento de la diacronía y ésta no es sino una sucesión de
sincronías. Por otra parte, ni la lingüística diacrónica, ni la historia literaria pueden
desentenderse de la historia general. Los cambios lingüísticos y literarios incubados salen a
la superficie cuando las circunstancias históricas los favorecen. Así ocurrió con la
independización del castellano respecto del latín y con su extensión hegemónica; con el
desarrollo de la apócope en el castellano arcaico como consecuencia de la inmigración
franca en los siglos XI al XIII ...; con la formación del andaluz en las condiciones histórico-
sociales de la Reconquista y la frontera con el Reino moro de Granada; con la
transformación del sistema consonántico español y el triunfo del castellano norteño,
instalado en la corte de Madrid, sobre el toledano .. ." 94 . Muchos años después de haber
iniciado su labor de historiador de la lengua, Rafael Lapesa manifiesta inequívocamente,
una vez más, cuál ha sido el principio metodológico al que ha permanecido fiel.
Seguramente fue esta concepción de que la historia de la lengua es una parte indisociable de
la historia general la que impulsó a los académicos de la Real de la Historia a hacerlo uno
de sus miembros. Su discurso de ingreso en la alta Institución sirvió para que el maestro se
reafirmara en sus ideas.
Ya se ha dicho antes que la investigación lingüística fue para Lapesa el modo de
manifestarse como intelectual de su época. Por eso no dejaron nunca de preocuparle los
avatares de la sociedad civil en un tiempo tan difícil como el que le t-0có vivir, aunque
nunca aprovechó su condición de profesor para expresar ideas políticas. Sin embargo, desde
su responsabilidad como intelectual y como filólogo simepre se intc~·esó por cuanto lo
rodeaba. Particular sensibilidad tuvo siempre por la actitud de los españoles ante su lengua
y ante las demás lenguas de España. Esta preocupación se ha adensado en los últimos
tiempos viendo cómo la cuestión lingüística se ha convertido en algunos lugares de España
en arma arrojadiza, instrumento de política aldeana cuando no manipulación descarada al
servicio de intereses espurios. Quizás sus ideas actuales estén llenas de excesivo
pesimismo, pero faltaría a la objetividad si no lo reflejara en este artículo que pretende ser
un homenaje a su papel de maestro de la historia lingüística española. Ya en su artículo "La
responsabilidad de los intelectuales ante la lengua" 95 , de 1989 y, sobre todo, en el prólogo
a su El español contemporáneo... , ya citado, escrito en 1994, manifestaba su honda
preocupación: "Hubiera querido que mi aportación terminase con un 'canto de vida y de
esperanza ' . Así debería ser si nos limitáramos a pensar en el porvenir de nuestra lengua en
América ... pero esos motivos de exultante alegría tienen por contrapeso el descuido que en
España padece su enseñanza; los defectos resultantes del apresuramiento o la improvisación
93 Recuérdense los trabajos de Martinet, Coseriu, Alarcos Llorach y tantos otros que, desde planteamientos
rigurosamente estructuralistas, han realizado aportaciones fundamentales para la historia de la lengua española.
94Lapesa, Rafael, "Mi experiencia en la enseñanza del español y de la literatura", cit., véanse págs. 489-490.
Véase también el prólogo, cit, .p. 8.
95Este texto corresponde a la conferencia pronunciada en 1989 en el Colegio Libre de Eméritos, publicada en su
El español rrwderno y contemporáneo, cit., págs. 469-482
Rafael Lapesa, historiador de la lengua 131
documentación rigurosa se inserta en una prosa sobria, elegante, precisa. Él mismo nos dijo
alguna vez a sus discípulos que su oratoria y su escritura era una constante lucha por la
propiedad sintáctica. Son ya miles las páginas del maestro que atestiguan el éxito de su
esfuerzo. No estaría de más, asimismo, que esto se tomara como ejemplo.
La imagen del profesor y científico riguroso que es Rafael Lapesa no debe ocultar la
otra cara de su vida: el hombre afable con cuantos se acercaban a él, sensible ante la obra
artística, virtuoso en el sentido que a esta palabra daban los clásicos. Poeta él mismo,
vocación a la que no concedió el tiempo necesario, no podía por menos que manifestarlo en
su concepción profunda de la enseñanza de la lengua: "Para terminar, dediquemos unos
minutos a la misión principal del profesor de lengua y literatura: descubrir, revelar
maravillas... (la cursiva es mía). La más noble función del lenguaje, la función
representativa, consiste en reflejar, interpretar y ordenar el universo. Por lo tanto, el estudio
de la lengua debe descubrirnos las maravillas existentes en su sistema, en el funcionamiento
de éste y en su culminación en la creación literaria. Descubramos, mediante la literatura, la
belleza natural y la belleza creada por el hombre ... A través de la belleza literaria podremos
ampliar horizontes de humanidad; comprender el pasado propio y ajeno; comprender
también el presente propio y ajeno" 96 . Son palabras de un humanista de siempre, de un
humanista de nuestro tiempo.
96 Lapesa, Rafael, "Mi experiencia en la enseñanza del español y de la literatura", cit., p. 492.