El Texto Tradicional Del Nuevo Testamento - John Burgon
El Texto Tradicional Del Nuevo Testamento - John Burgon
El Texto Tradicional Del Nuevo Testamento - John Burgon
Argumentos preliminares.
Ofrecemos en las páginas que siguen una primicia en castellano, la traducción de la obra de
John Burgon El Texto Tradicional del Nuevo Testamento. Ante la imposibilidad de
publicar el texto en formato de libro impreso, queremos ofrecer entre tanto algunos de sus
capítulos. Es una obra clásica de crítica textual en defensa del Texto Receptus del Nuevo
Testamento, por uno de los eruditos más importantes, contemporáneo de Wescott y Hort.
INTRODUCCIÓN
Unas pocas observaciones al comienzo de este tratado, que fue dejado inacabado por John
Burgon con su repentina muerte, pueden hacer más comprensible su objetivo y perspectiva
a muchos lectores.
La crítica textual del Nuevo Testamento es una profunda investigación sobre cual es el
texto griego genuino -el verdadero texto de los santos Evangelios, de los Hechos de los
Apóstoles, de las Epístolas Paulinas y Apostólicas, y del Apocalipsis-. Puesto que ello
concierne al texto solamente, está dentro del campo de la baja crítica, según la
nomenclatura alemana, así como el examen crítico del significado, con todas sus
referencias y conexiones concomitantes, constituiría la alta crítica. Es por esto que es el
preludio necesario para cualquier investigación científica sobre el lenguaje, el sentido y la
enseñanza de los diversos libros del Nuevo Testamento, y debe realizarse siguiendo
principios científicos y definidos. El objeto de este tratado es llegar al establecimiento
general de esos principios. Con éste propósito John Burgon ha despojado la discusión de
todo disfraz extraño, y la ha llevado adelante lúcidamente en múltiples detalles, a fin de que
el uso de términos difíciles o sentencias complicadas no pudiera sembrar alguna
mistificación sobre la cuestión discutida, y para que toda persona inteligente interesada en
estas cuestiones -y ¿quién no lo está?- pueda entender los asuntos y sus pruebas.
En tiempos muy antiguos, hubo muchas variaciones en el texto del Nuevo Testamento, y
particularmente de los santos Evangelios. Nosotros trataremos principalmente esos cuatro
libros como constituyendo el apartado más importante para acotar un área más pequeña, y
por ser más conveniente para la presente investigación. Lo que suscitó en la Iglesia una
gran diversidad en palabras y expresiones. En consecuencia, la escuela de teología
científica de Alejandría, en la persona de Orígenes, fue la primera que encontró necesario
tomar conocimiento de la materia. Cuando Orígenes se trasladó a Cesarea, llevó sus
manuscritos con él, y parece que constituyeron el fondo con el que se inició la célebre
biblioteca de esa ciudad, que más tarde fue ampliada por Pánfilo y Eusebio, y también por
Acacio y Euzoio1, que fueron los sucesivos obispos del lugar. Durante la vida de Eusebio,
sino bajo su cuidado y control, los dos manuscritos unciales más antiguos existentes hasta
ahora descubiertos, conocidos como B y Alef, o Vaticano y Sinaítico, fueron realizados en
forma elegante y exquisita caligrafía. Pero poco después, a mediados del siglo IV -como
ambas escuelas de críticos textuales concuerdan- un texto diferente al B y Alef alcanzó
aceptación general y fue aumentándola hasta ser el predominante en el siglo VIII,
superando a los de finales del siglo IV, llegando a prevalecer de tal manera en el
cristianismo, que el pequeño número de manuscritos concordantes con B y Alef no eran de
compararse con los muchos que diferían de esos dos. Así, el problema del siglo IV anticipó
el problema del siglo XIX.
¿Estamos a favor de que el genuino texto del Nuevo Testamento siga a los manuscritos
Vaticano y Sinaítico y a los otros pocos que concuerdan básicamente con ellos, o
seguiremos al cuerpo principal de manuscritos del Nuevo Testamento, que a finales del
siglo en que aquellos dos fueron realizados, ya dominaban el campo de batalla, y lo han
continuado dominando desde entonces? Ese es el problema que este tratado se propone
resolver, es decir, cual de esos dos textos o conjuntos de lecturas tiene mejor testimonio, y
puede retroceder en el tiempo mediante la evidencia más poderosa hasta los autógrafos
originales.
Es necesario decir ahora unas pocas palabras para describir y dar cuenta de como esta
actualmente la controversia.
Después de la invención de la imprenta en Europa, la crítica textual comenzó a emerger
nuevamente. Su desarrollo se puede dividir en cuatro etapas, que podemos denominar
respectivamente: infancia, adolescencia, juventud e incipiente madurez2.
I. Erasmo editó en 1516 el Nuevo Testamento sobre la base de un número muy pequeño de
manuscritos, seguramente sólo cinco, reconocidos en aquella época. Seis años después
apareció la edición Complutense dirigida por el Cardenal Ximenes, que fue impresa dos
años antes que la de Erasmo. Robert Stephen, Teodoro Beza, y también los Elzevirs, como
es bien conocido, publicaron sus propias ediciones. En la última edición de los Elzevirs,
publicada en 1633, apareció por primera vez la expresión “Textus Receptus”, tan
ampliamente usada. El único objeto en este período era adherirse fielmente al texto recibido
por todas partes.
II. En el siguiente período, la evidencia de los manuscritos, las versiones, y los Padres fue
recopilada principalmente por Mill y Wetstein. Bentley pensó en retroceder hasta el siglo
IV para buscar una evidencia decisiva. Bengel y Griesbach enfatizaron sobre las familias y
las recensiones de los manuscritos, que marcaron el camino para apartarse del estándar
recibido. El cotejo de manuscritos fue llevado a cabo por esos dos críticos y por otros
hábiles eruditos, y especialmente por Scholz. Los materiales aumentaron, y aparecieron
multitud de teorías. Mucho de lo que era impreciso y elemental se entremezcló con la
promesa de que en el futuro se probaría más satisfactoriamente.
III. El líder en la siguiente etapa fue Lachmann, quien comenzó a descartar las lecturas del
Texto Recibido, suponiendo que éste únicamente tenía dos siglos de antigüedad. Como las
autoridades eran inconvenientemente innumerables, limitó su atención a los pocos que
concordaban con los unciales más antiguos conocidos en el momento, es decir, el llamado
L (Regius de París), uno o dos otros fragmentos de unciales, unos pocos de cursivos, unos
manuscritos de la Antigua Latina, y un número reducido de Padres antiguos, reuniendo
normalmente unos seis o siete en total para cada lectura individual. Tischendorf, el
descubridor de Alef, el hermano gemelo de B, y cotejador de un gran número de
manuscritos, siguió a Lachmann en lo principal, como también lo hizo Tregelles. Y el Dr.
Hort, quien, con el obispo Westcott, comenzó a teorizar y trabajar cuando la influencia de
Lachmann estaba en su punto más alto, en una muy ingeniosa y elaborada Introducción
defendió los dos unciales más antiguos -especialmente B- y su reducido número de
seguidores. Admitiendo que el Texto Recibido es, tan antiguo, como de mediados del siglo
IV, Hort argumentó que estaba separado por más de dos siglos y medio de los autógrafos
originales y que, de hecho, tomó importancia en Antioquía, por lo que debería llamarse
“Sírio”, a pesar de reconocer que era el predominante desde finales del siglo IV. El llamó
“Texto Neutral” a las lecturas de las que B y Alef eran los principales exponentes, y
sostuvo que ese texto podía remontarse hasta los genuinos autógrafos.4
IV. He colocado en último lugar los inicios de la escuela opuesta como evidenciando signos
de incipiente madurez científica, no porque admitamos que ellos la evidencien, que no es el
caso, sino debido a sus méritos intrínsecos, que serán desarrollados en este volumen, y a la
adición inmensa hecha recientemente de autoridades a nuestro depósito, como también a la
influencia indirecta ejercida recientemente por los descubrimientos alcanzados en otras
procedencias.5 Ciertamente, se busca establecer una mayor provisión de autoridades
válidas, y un método más acertado para usarlas. Los líderes que han defendido este sistema
han sido: el Dr. Scrivener, en un grado limitado, y especialmente John Burgon. Debe
entenderse, en primer lugar, que nosotros no abogamos por la perfección del Textus
Receptus. Nosotros reconocemos que requiere revisión aquí y allí. En el texto que dejó
John Burgon,6 se sugieren alrededor de 150 correcciones solamente en el Evangelio de
Mateo. Lo que nosotros defendemos es el Texto Tradicional, remontándolo a las épocas
más antiguas de las cuales no tenemos ningún registro. Confiamos en el testimonio
completo y la visión más clara de toda la evidencia. En humilde dependencia de Dios el
Espíritu Santo, quien, afirmamos, ha multiplicado los testimonios a lo largo de las edades
de la Iglesia, y cuya causa creemos defender, solemnemente requerimos a los muchos
estudiantes de la Biblia, que actualmente están firmemente en pos de la verdad, sopesar sin
prejuicio lo que decimos, orando que ello pueda contribuir en algo al establecimiento de las
verdaderas expresiones empleadas en la genuina Palabra de Dios.
Notas:
1Ver Jerónimo, Epist. 34 (Migne, XXII, p. 448). El códice V de Filón tiene la siguiente
inscripción: Eªzø› ®pskopoq ®n svmatoiq anene√sato, que quiere decir: transcrito de
papiro a pergamino. Edición de Filón de Leopold Cohn, De Opiticiis Mundi, Bratislava,
1889.
2ver mi Guide to the Textual Criticism of the New Testament, pp. 7-37. George Bell and
Sons, 1886.
3Para una estimación de la gran labor de Tischendorf, ver el artículo sobre el Testamento
Griego de Tischendorf en Quaterly Review, julio de 1895.
4 La teoría del Dr. Hort, que es generalmente mantenida para suplir la explicación
filosófica de los principios mantenidos por la escuela crítica que apoya a B y a como las
fuentes preeminentes del texto correcto, puede ser estudiada en su Introducción. También
es explicada y refutada en mi Guide to the Textual, pp. 38-59; y ha sido poderosamente
refutada por John Burgon en The Revision revised, artículo III, o en el nº 306 del Quaterly
Review, sin réplica.
5Quaterly Review, julio de 1895, “Tischendorf´s Greek Testament”.
6ver Prefacio.
ARGUMENTOS PRELIMINARES
Notas:
1Llama la atención que en campos en los que esperaríamos un procedimiento más
científico, la importancia de la crítica textual del Nuevo Testamento es menospreciada,
sosteniendo que la doctrina teológica puede establecerse en base a otros pasajes diferentes
de aquéllos cuyo texto ha sido impugnado por la escuela destructiva. Sin embargo: (a) en
todos los casos la consideración del texto por un autor debe forzosamente preceder a la
consideración de inferencias desde el texto -la baja crítica se debe fundamentar en la alta
crítica; (b) los pasajes confirmatorios no pueden dejarse de lado ante cualquier ataque a la
doctrina; (c) la Sagrada Escritura es demasiado única y preciosa para admitir que el estudio
de las diversas palabras de ésta sea interesante en lugar de importante; (d) muchos de los
pasajes que la crítica moderna borraría o pondría bajo sospecha -como los últimos doce
versículos de Marcos, la primera palabra desde la Cruz, y la estremecedora descripción de
la profundidad de su agonía, además de muchos otros- son extremadamente valiosos; y, (e)
generalmente hablando, es imposible pronunciar, sobre todo en medio del pensamiento y la
vida bullendo por todas partes en derredor nuestro, qué parte de Sagrada Escritura no es, o
puede no demostrar ser, de la mayor importancia e interés. E. M.
2N.T.: El Diatesarón era una pretendida armonización de los cuatro Evangelios en uno solo
3Ver volumen II, y un pasaje notable citado de Caius o Gaius por John Burgon en The
Revision Revised (Quarterly Review, nº 306, pp. 323-324).
4Juan 14:26.
5Juan 16:13.
6Sermón del pastor John Oxlee sobre Lucas 22:28-30 (1821), p. 91 (Tree Sermons on the
power, origin, and succession of the Christian Hierarchy, and especially that of the Church
of England).
7Westcott y Hort, Introduction, p. 92.
8Ibíd p. 142.
9Scrivener, F. A. H. A Plain Introduction to the Criticism of the New Testament (4ª edición
de Miller), vol. I, pp. 75-76.
10Por supuesto que este incisivo pasaje sólo se refiere a los principios de la escuela que
fracase. Una escuela puede dejar frutos de investigación muy valiosos, y no obstante estar
absolutamente equivocada acerca de las inferencias implicadas en tales y cuales hechos,
John Burgon lo admitió ampliamente. El siguiente extracto de uno de los muchos artículos
sueltos dejados por el autor se añade por su interés tanto ilustrativo como personal: “Así
como todos los presentes detalles deben ser muy familiares para aquellos que han hecho de
la crítica textual su objeto de estudio, ellos de ninguna manera pueden ser detenidos. No me
estoy dirigiendo sólo a personas eruditas. Me propongo, antes de abandonar mi pluma,
hacer participantes a las personas educadas, allí donde se encuentren, de mi profunda
convicción de que es posible para la mayoría tener certeza sobre este tema; y al contrario,
que los decretos de esa popular escuela -a la cabeza de la cual se levantan muchos de los
grandes críticos de la cristiandad- son totalmente erróneos. Fundadas, como me atrevo a
pensar, en premisas completamente falsas, todas sus conclusiones casi invariablemente
están equivocadas. Y sostengo que esto es demostrable; y me propongo en las páginas
siguientes establecerlo. Si no tengo éxito, pagaré la pena de mi presunción y necedad. Pero
si tengo éxito -y deseo que mis jueces sean juristas y personas expertas en las leyes de la
evidencia, o por lo menos a personas pensantes e imparciales, allí donde se encuentren, y
no a otros-, si establezco mi posición, digo, permítase que el hijo de mi padre y de mi
madre sea recordado amablemente por la Iglesia de Cristo cuando él haya partido de aquí”
El Texto tradicional del Nuevo Testamento (2).
Ofrecemos en las páginas que siguen una primicia en castellano, la traducción de la obra de
John Burgon El Texto Tradicional del Nuevo Testamento. Ante la imposibilidad de
publicar el texto en formato de libro impreso, queremos ofrecer entre tanto algunos de sus
capítulos. Es una obra clásica de crítica textual en defensa del Texto Receptus del Nuevo
Testamento, por uno de los eruditos más importantes, contemporáneo de Wescott y Hort.
El objetivo de la crítica textual, cuando se aplica a las Escrituras del Nuevo Testamento, es
determinar lo que los Apóstoles y Evangelistas de Cristo realmente escribieron -las precisas
palabras que emplearon, y su verdadero orden-. Es, por lo tanto, uno de los más importantes
temas que se pueden se propuestos para su examen; y, a menos que se haga con impericia,
mostrará que no carece de auténtico interés. Más aún, es claramente preeminente, en orden
al pensamiento sintético, sobre toda otra rama de la ciencia sagrada, en la medida en que
reposa sobre el gran pilar de las sagradas Escrituras.
Actualmente la crítica textual se ocupa principalmente de dos ramas distintas de
investigación: (1) Su primer objetivo es reunir, investigar y ordenar la evidencia provista
por los manuscritos, las versiones y los Padres. Y esta es una tarea poco gloriosa, ya que
demanda un trabajo prodigioso, una exactitud estricta, una atención incansable, que nunca
puede realizarse con éxito sin una muy sólida erudición. (2) Su segundo objetivo es extraer
inferencias críticas; en otras palabras, descubrir la verdad del texto -las genuinas palabras
del santo Escrito. Y esta es su función más alta, que requiere el ejercicio de capacidades
aún mayores. No se puede alcanzar el éxito en ello sin un conocimiento amplio y exacto,
libre de parcialidad y prejuicios. Sobre todo, se debe tener un entendimiento claro y
juicioso. Una perfecta facultad lógica siempre debe estar activa, o el resultado puede estar
constituido solamente por equivocaciones, que fácilmente pueden probar ser calamitosas.
Mi próximo paso es explicar lo que se ha hecho hasta ahora en cada uno de esos
departamentos, y mostrar los resultados. En la primera rama de la materia mencionada,
recientemente se ha hecho muy poco; pero este poco ha sido hecho muy bien. Mayores
resultados se han incorporado en los últimos treinta años: una gran cantidad de evidencia
adicional ha sido descubierta, pero solamente una pequeña porción se ha acabado de
examinar y cotejar. En la última rama, se han intentado muchas cosas, pero el resultado
evidencia estar lleno de frustración para aquellos que esperaban mucho de él. Los críticos
de este siglo se han apresurado demasiado. Se han precipitado a hacer conclusiones,
confiando en la evidencia que tenían en sus manos, olvidando que solamente pueden ser
científicamente sanas las conclusiones que se extraen de todos los materiales existentes. La
decisión debería haber sido precedida por una investigación más amplia. Permítaseme
explicar y establecer lo que he estado diciendo.
Semejanza entre los unciales y los cursivos tardíos; sobrestimación de los unciales más
antiguos; las copias, la clase de evidencia más importante; pero virtualmente no tan
antiguas como las más antiguas versiones y Padres
Las copias de los manuscritos comúnmente se dividen en unciales, es decir, las que están
escritas en letras mayúsculas, y cursivos o “minúsculos”, es decir, los que están escritos en
letra “corrida” o letra pequeña. Esta división, aunque conveniente, es engañosa. Los más
antiguos “cursivos” son más antiguos que los últimos “unciales” por cien años.1 El último
grupo de unciales pertenece virtualmente, como se probará, al grupo de los de cursivos. Un
manuscrito no tiene ningún mérito, por así decirlo, por ser escrito en caracteres unciales. El
número de los unciales es muy inferior al de los cursivos, aunque usualmente presumen de
mayor antigüedad. Se mostrará en un capítulo posterior, a la vista de los recientes
descubrimientos de manuscritos en papiros de Egipto, hay muchas razones para inferir que
los manuscritos cursivos derivaron en su mayor parte de los manuscritos en papiro, igual
que lo fueron los mismos unciales, y que la prevalencia de los unciales por algunos siglos
se debió a la biblioteca local de Cesarea. Para un completo informe sobre los diversos
códices, y para otras muchas peculiaridades de la crítica textual sagrada, remitimos al lector
a la Introducción de Scrivener, de 1894.
Ahora, no es tanto una exageración si no una evaluación totalmente errónea la importancia
atribuidas a los decretos Textuales de las cinco copias unciales más antiguas, que descansan
en la raíz de la mayor parte de la crítica de los últimos cincuenta años. En consecuencia,
somos constreñidos a conceder una atención al parecer desproporcionada de algunos a esos
cinco códices: el códice Vaticano, el B, y el códice Sinaítico, el Alef, ambos supuestamente
del siglo IV; el códice Alejandrino, el Alef, y el fragmentario códice de París, el C, que son
asignados al siglo V; y finalmente el códice Bezae de Cambridge, el D, supuestamente
escrito en el siglo VI. A estos ahora se les puede añadir, en lo que concierne a Mateo y
Marcos, el códice Beratino, el F, y el códice Rossano, el S, ambos de la primera parte del
siglo VI o de finales del V. Pero esos dos generalmente testifican contra los dos más
antiguos, y todavía no han recibido tanta atención como merecen. Finalmente se verá que
no se nos puede acusar de ninguna exageración al describir desde el principio a B, Alef y D
como tres de las copias más corruptas existentes. Nadie crea que la edad de esos cinco
manuscritos los coloca sobre un pedestal por encima de todos los demás. Se puede
comprobar que son erróneos vez tras vez por la evidencia de un período más antiguo del
que pueden presumir.
Ninguna persona competente negará que, ciertamente, estas copias de la Escritura, como
grupo, son los más importantes instrumentos de la crítica textual. Las principales razones
de esto son su texto continuo, su diseñada corporización de la Palabra escrita, su número y
su variedad. Pero nosotros tenemos tan en cuenta los manuscritos, porque: (1) proveen de
una evidencia ininterrumpida para el texto de la Escritura desde una fecha antigua a través
de la historia hasta la invención de la imprenta; (2) se observa que han marcado una línea
continua a través del tiempo de la Iglesia a partir de los tres primeros siglos; (3) son el
producto unido de todos los patriarcados en la cristiandad. No puede haber habido, por lo
tanto, una confabulación en la preparación de esta clase de autoridades. El riesgo de
transcripción errónea ha sido reducido al mínimo posible. El predominio del fraude de una
manera universal es sencillamente algo imposible. Las correcciones conjeturales del texto
son bastante seguras, con el paso del tiempo, para ser efectivamente excluidas. Al contrario,
el testimonio de los Padres es fragmentario, sin diseño, aunque frecuentemente se lo
considera el más valioso. Y ciertamente, como se ha dicho, normalmente no se encuentran;
sin embargo en ocasiones es muy valioso, ya sea por su eminente antigüedad o por la
claridad de su veredicto; mientras que las versiones, aunque en detalles más amplios
ofrecen una evidencia concurrente sumamente valiosa, todavía, por su naturaleza, son
incapaces ayudarnos en muchos aspectos concretos importantes. Ciertamente, por respeto a
las mismas palabras de la Escritura, la evidencia de las versiones en otras lenguas debe
tomarse con mucha precaución.
Innegable como es, el primitivismo de ciertas versiones y de no pocos Padres, hace
palidecer a los manuscritos. No poseemos copias actualmente del Nuevo Testamento tan
antiguas como la versión Siríaca y las versiones latinas, con una diferencia probablemente
de más de doscientos años, excepto fragmentos. Algo similar debemos decir de las
versiones realizadas en las lenguas del Bajo y Alto Egipto, que podrían ser del siglo III.4 Es
también razonable asumir que en ningún caso una versión antigua fue hecha a partir de un
solo ejemplar griego; consecuentemente, las versiones gozaron tanto en su origen como en
su aceptación, de más publicidad que la que necesariamente acompañó a cualquier copia
individual. Y es innegable que en incontables ocasiones la evidencia de una traducción, a
causa de la claridad de su testimonio, es tan satisfactoria como la de una auténtica copia del
griego.
Pero quisiera recordar especialmente a mis lectores el precepto de oro de Bentley: “El texto
real de los sagrados escritores no reposa ahora, teniendo en cuenta que los originales han
estado tanto tiempo perdidos, en ningún manuscrito o edición, sino que está disperso en
todos ellos”. Esta verdad, que era evidente para el poderoso intelecto de este gran erudito,
constituye la raíz de toda crítica textual sana. Confiar en el veredicto de dos, o cinco, o siete
de los manuscritos más antiguos es plausible a primera vista, y es el refugio natural de los
estudiantes que son o superficiales, o que quieren hacer su tarea tan fácil y simple como sea
posible. Pero dejar de lado a los testigos inconvenientes es contrario a todos los principios
de justicia y de ciencia. El problema es más complejo, y no ha de ser resuelto tan
fácilmente. La evidencia de una calidad fuerte y variada no se puede descartar con
seguridad, como si fuera sin valor.
Notas:
1Existen, pero, alrededor de 200 manuscritos de la Ilíada y la Odisea de Homero, y
alrededor de 150 de Virgilio. Pero en el caso de muchos libros las autoridades existentes
son muy escasas. Así, por ejemplo, no hay más que treinta de Esquilo, y W. Dindorf dice
que son copias de un ejemplar del siglo XI. Solamente unas pocas de Demóstenes, las más
antiguas del siglo X o XI. Solamente una autoridad para los primeros seis libros de los
Anales de Tácito (ver también la Introducción de Madvig). Solamente una para las
Clementinas. Solamente una para la Didaché, etc. Ver el Companion to School Classics de
Gow, Macmillan & Co. 1888.
2“He ayudado a mi amigo Scrivener en ampliar grandemente la lista de Scholz. De hecho,
hemos elevado el número de ‘Evangelia’ [copias de los Evangelios] a 621. De ‘los Hechos
y Epístolas Católicas’, a 239. De ‘Pablo’, a 281. De Apocalipsis, a 108. De los
‘Evangelistaria’ [copias de leccionarios de los Evangelios], a 299. Del libro llamado
‘Apóstolos’ [copias de leccionarios de los Hechos y las Epístolas], a 81. Haciendo un total
de 1629. Pero al final de una prolongada y laboriosa correspondencia con los custodios de
no pocas grandes bibliotecas continentales, puedo afirmar que nuestros ‘Evangelia’
ascienden al menos a 739. Nuestros ‘Hechos y Epístolas Católicas’, a 261. Nuestros
“Pablo’, a 338. Nuestros ‘Apocalipsis’, a 122. Nuestros ‘Evangelistaria’, a 415. Nuestras
copias de ‘Apóstolos’, a 128. Haciendo un total de 2003. Esto muestra un incremento de
tres cientos setenta y cuatro” (Revisión Revised, p. 521). Pero desde la publicación de los
Prolegomena del Dr. Gregory, y de la cuarta edición de Plain Introduction to the Criticism
of the New Testament, luego de la muerte de John Burgon, la lista se ha incrementado
considerablemente. En la cuarta edición de la Introduction (apéndice F) el número total
bajo las seis categorías de ‘Evangelia’, ‘Hechos y Epístolas Católicas’, ‘Pablo’,
‘Apocalipsis’, ‘Evangelistaria’ y ‘Apóstolos’, alcanzan casi las 3.829, y se calcula que una
vez se incorporen todas serán más de 4.000. Los manuscritos separados (algunos se han
contado más de una vez en el cálculo anterior) ya son más de 3.000.
3Evan. 481 está fechado en el 835 d.C. ; Evan. S. está fechado en el 949 d.C.
4O, como algunos piensan, a finales del siglo II.
5A C S (F en Mateo) con otros catorce unciales, la mayoría de los cursivos, cuatro de la
Antigua Latina, la gótica, Ireneo, etc.
6Ver volumen II.
7Todas estas cuestiones se entienden mejor mediante una ilustración. En Mateo 13:36, los
discípulos dicen a nuestro Señor: “Decláranos (…) la parábola de la cizaña”. Todos los
cursivos (y los unciales tardíos) concuerdan en esta lectura. ¿Por qué entonces Lachmann y
Tregelles (no Tischendorf) exiben diasa/fhson? Solamente porque ellos encontraron … en
B. De haber sabido que la primera lectura del códice a exhibía también esa lectura, habrían
estado más confiados que nunca. ¿Pero que pretexto puede haber para asumir que la lectura
Tradicional de todas las copias no es confiable aquí? La alegato de la antigüedad no puede
argüirse, porque Orígenes lee Fra/son cuatro veces. Las versiones no nos ayudan. ¿Qué otra
cosa es diasa/fhson sino clara glosa? … (elucida) explica Fra/son, pero Fra/son (di) no
explica diasa/fhson.
8Edición de Miller de Plain Introduction to the Criticism of the New Testament, de
Scrivener,, vol. I, p. 277.
9Es de destacar que la suma de la evidencia de Eusebio está en contra de los unciales. No
obstante, lo más probable parece ser que tuvo B y a ejecutado del … o copias “críticas” de
Orígenes. Ver más adelante, capítulo IX.
10o sea, 996 versículos sobre 3.780
11Scrivener, F. A. H. A Plain Introduction to the Criticism of the New Testament (4ª
edición de Miller), vol. I, apéndice F, 1326+73+980 = 2379.
Publicado por Revista Bíblica Koinonia
Soli Deo Gloria!.