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Gastón Soublette

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Gastón Soublette: La crisis de

una cosmovisión
01 Abril 2020

En este artículo publicado en la reciente edición


de Revista Universitaria, bajo el título “La
megacrisis” el filósofo y académico del Instituto
de Estética Gastón Soublette, cuestiona la
cosmovisión que nos ha puesto a la especie
humana en una relación contrapuesta con la
naturaleza y con ella misma. Reflexión hecha a
propósito de la explosión social surgida en
nuestro país en octubre pasado, pero que también
nos da luces en medio de la situación sanitaria
producto del Covid-19.
photo_camera Gastón Soublette. (Foto: Karina Fuenzalida)

La megacrisis

Esta situación que afecta hoy no solo a Chile, tiene raíces


psicológicas y culturales que trascienden los hechos concretos
en que su problemática se hace visible en forma de protestas,
movilizaciones masivas y violencia destructora. Los asuntos
graves que afectan hoy a la sociedad son, en su conjunto, el
resultado del modo de pensar y de actuar de un tipo humano
generado a nivel mundial desde mediados del siglo XX.
 

El estallido social de Chile en 2019 tomó por sorpresa a la mayor


parte de los chilenos. Pero no a todos, pues no son pocos los que
desde hace tiempo tenían la certeza de que algo semejante tenía
que ocurrir en un país en el que las desigualdades sociales figuran
entre las más injustas del mundo.

Se habló entonces de salarios, pensiones, impuestos, salud,


educación, seguridad, corrupción, discriminación, pérdida de
confianza a todo nivel, desprestigio de nuestras instituciones,
incapacidad de nuestros gobernantes para comprender el momento
histórico, en fin, tal es el inventario que integra la masa de nuestra
megacrisis.

Pero la tendencia inevitable a juzgar los acontecimientos de este


fenómeno solo en el plano político y económico, es como un velo
que nos impide percibir el mar de fondo común que los homologa
con sucesos de la misma naturaleza, que ocurren en otros países y
en un mismo contexto. Por otra parte, y esto es lo más
fundamental: esta megacrisis que afecta hoy no solo a Chile
tiene raíces psicológicas y culturales que trascienden los
hechos concretos, en que su problemática se hace visible en forma
de protestas, movilizaciones masivas y violencia destructora.

Cosmovisión disruptiva

Pocos son entre nosotros los que están dispuestos a ver en esta
crisis algo más que la mecánica de estos hechos rupturistas y sus
causas inmediatas, aunque, por otro lado, nadie podría contradecir
la afirmación de que los problemas graves que afectan hoy a la
sociedad son, en su conjunto, el resultado del modo de pensar y de
actuar de un tipo humano generado a nivel mundial desde mediados
del siglo XX.

En la estructura psicológica de ese tipo humano se ha formado


una cosmovisión que ha puesto a la especie humana frente a la
naturaleza y frente a sí misma en una relación que no es
armónica ni integradora, sino esencialmente disruptiva y
conflictiva. Esa cosmovisión siempre ha estado en la mente del
hombre occidental, pero nunca había tenido a su disposición, como
ahora, los instrumentos ideológicos y técnicos como para llevarla
hasta sus últimas consecuencias.

En un intento por describir las características psicológicas de este


tipo humano, podría decirse que, desde sus antiguas raíces
culturales grecolatinas, este ha actuado y ha pensado en términos
de oposición y dominio. Desde la elaboración de su racionalidad
científica y filosófica, su actitud fundamental ante la vida ha sido
singularizarse hasta fijar una frontera absoluta entre el sujeto y el
objeto, con el fin de definir el ser y el sentido en términos de poder,
por las exigencias superiores de una sociedad dominadora.

"En la estructura psicológica de


ese tipo humano se ha formado
una cosmovisión que ha puesto a la
especie humana frente a la
naturaleza y frente a sí misma en
una relación que no es armónica ni
integradora, sino esencialmente
disruptiva y conflictiva", afirma
Gastón Soublette.
El aporte del Cristianismo a la cultura europea no logró cambiar en
su base esa actitud, aunque generó una cualidad espiritual ante el
ser supremo, capaz de fundamentar una ética que hizo posible la
cooperación de los diversos estamentos sociales, de todo lo cual
emergió la cultura occidental.
Pero la actitud de conocer el mundo para imponer el diseño del
hombre a la naturaleza y sacar provecho ilimitado de todas las cosas
no cambió. Solo atemperó las expectativas de proyecto de mundo
concebido en su pensamiento político y técnico.

Posteriormente, la reforma generó en el Imperio Reformado del


Norte, esto es, Gran Bretaña y Escocia, una filosofía utilitaria por la
que la generación de riqueza y el progreso de las artes útiles pasó,
de hecho, a identificarse con el sentido de la vida, a la cual se le dio
un fundamento teológico como mandato divino.

Esa nueva cosmovisión se extendió por el mundo y dio nacimiento a


nuestra civilización industrial, la cual continúa su curso histórico
hasta hoy y actualmente ha alcanzado sus más altos logros. Esos
logros supremos proceden de las mismas premisas con que siempre
el hombre europeo se relacionó en términos de dominio con los
demás hombres y con la naturaleza, solo que en la etapa actual ha
alcanzado un alto grado de desmesura, hasta el punto de
desarticular la trama de la vida planetaria y poner en riesgo la
supervivencia de nuestra especie.

Esa alteración del orden terrestre corre a parejas con una


igualmente grave alteración psicológica del hombre moderno, pues
la civilización industrial masificó a los pueblos, los desarraigó de su
cultura tradicional que era el fundamento espiritual de su sabiduría,
su virtud y su creatividad, para transformarlos en una masa amorfa
de consumidores y usuarios pasivos.

En tanto, la hegemonía de la economía y la tecnología en la vida de


las naciones empobreció esa cultura histórica hasta hacerla
desaparecer, de hecho, como tal. Para eso generó una pedagogía
adecuada al constructo puramente económico y tecnológico que
se identificó con lo que todos llamamos el “país”.

Por nuestra adhesión inconsciente al mito del progreso es que se


diferenciaron los conceptos de país y de nación, y el hombre pasó a
ser el elemento derivado de la cuestión principal y al cual la
racionalidad vigente denominó “recurso humano”. Así, la cuestión
principal llegó a ser la economía y los emprendimientos
industriales, lo cual impuso como necesidad primordial la idea
de “crecimiento”, el que por su propia naturaleza se concibe como
ilimitado.
Este proyecto de mundo se propuso como meta ejercer un total
dominio sobre la naturaleza, pero al alcanzar sus más altos
logros se halló sorpresivamente frente a una adversidad
insuperable: la intensa explotación de los así llamados recursos
naturales desarticuló la trama vital de la tierra y la naturaleza reveló,
en resultados tangibles, no haber sido dominada sino obligada a
emprender un proceso de retirada, con lo cual esta civilización
removió peligrosamente la base natural que le ha permitido por más
de un siglo vivir del saqueo de todos los territorios.

Paralelamente, es preciso considerar que las estadísticas de la ONU


y de la FAO nos informan que la alteración general de la vida,
provocada por la desmesura de la actividad industrial, está dejando
un saldo de más de mil trescientos millones de seres humanos
reducidos a la pobreza, en todos los sentidos de la palabra
(pobreza multidimensional). Esto significa que se identifican
múltiples carencias a nivel de los hogares y las personas, en los
ámbitos de la salud, la educación y la calidad de vida (ONU, “The
2019 Global Multidimensional Poverty Index”, MPI).

 
Imagen: The Wall - Pink Floyd
Situándonos ahora en el ámbito valórico se puede afirmar hoy, sin
temor a errar, que los valores de la cultura cristiana, que fue la del
mundo occidental, han sido abolidos de hecho. El proyecto inicial de
constitución para la Unión Europea, redactado por el expresidente
francés Valéry Giscard d’Estaing, hacía mención del fundamento
cristiano de la cultura europea, pero los gobiernos de las naciones
asociadas eliminaron ese pasaje del texto. Esto porque los europeos
de hoy tienen proyectos a futuro, para los cuales no es conveniente
que la concepción del hombre y del mundo que se desprende del
Evangelio de Jesucristo siga pesando sobre ellos.

Lo dicho hasta aquí da la impresión de ser una digresión respecto


del tema de la crisis social que afecta a Chile, pero eso en
apariencia, pues el tipo humano, cuyas características psicológicas
fueron descritas antes, es el que también forma parte de nuestra
nación; para decirlo con mayor propiedad, somos nosotros, y
nuestros patrones de pensamiento y de conducta son iguales a los
de cualquier otro que haya sido formado por la pedagogía de esta
civilización. Y tanto es así que resulta indiferente el régimen en que
este tipo humano actúe, sea en una sociedad capitalista o socialista,
pues el resultado de sus actos, a la postre, será siempre el mismo.

Dicho en otras palabras, se trata de un ser cuya psique vertida


enteramente hacia el exterior es la causa de por qué yace
atrapado en la trama puramente material de la realidad, por lo
que da muestras alarmantes de carecer de interioridad como si
hubiese sido anulado el agente más eficaz (el espíritu) que lo
capacita para su autosuperación mental y ética.

Un ejemplo particularmente impresionante de esta grave anomalía


psicológica puede hallarse en el hecho de las movilizaciones de
miles de jóvenes, quienes pierden la vida en conflictos armados
provocados, no por motivos patrióticos o de seguridad nacional, sino
por el lobby de empresas petroleras, fabricantes de armas y
servicios generales, como fue el caso de la reciente guerra de Irak.

Con todos estos antecedentes históricos, y solo recurriendo a ellos,


es que se puede entender que Chile sea un país en que las
desigualdades sociales figuren entre las más injustas del mundo,
que gran parte de su territorio haya sido saqueado por las industrias
extractivas, que el agua, elemento primordial para nuestra
supervivencia, haya sido privatizada y que gran parte de nuestro
pueblo viva en una estrechez que lo mantiene al límite de lo
soportable. También se pueden invocar esos antecedentes para
explicar el porqué del bajo nivel de pensamiento de nuestra clase
política y la pobreza formativa de nuestra educación, respecto de la
cual se han hecho intentos para excluir de los programas de
asignaturas a la Historia y la Filosofía.

En una mirada global de la sociedad chilena da la impresión de


que la carencia de un desarrollo interior ha empobrecido
nuestra visión del mundo, del hombre y su destino. Por eso
somos un país (una nación) donde ya no se confía en nadie, y se
ha perdido el respeto más elemental en el trato de unos con
otros.
Ante este cuadro, en cierta medida dramático, que hoy se puede
describir sin temor a que se nos acuse de catastrofistas, pues esta
dura realidad resulta evidente para la mayor parte de nuestro pueblo,
como educador yo aconsejaría a nuestras autoridades revisar
nuestras orientaciones pedagógicas. Esto con el objetivo de
introducir en los programas de estudio asignaturas que tengan un
carácter esencialmente formativo, poniendo énfasis en el propósito
de dar a nuestros jóvenes una consistencia ética, como primera
prioridad y, enseguida, entrar en el ámbito de desarrollo interior.
Esto en conformidad con los valores fundamentales que se pueden
resumir en los conceptos de sabiduría y virtud, recurriendo para ello
a la tradición oral sapiencial de nuestra cultura popular, en paralelo
con las reflexiones sobre estos mismos te-mas de los grandes
sabios reconocidos por la historia universal, tales como Confucio,
Lao Tse, Sócrates y algunos pensadores modernos como Heidegger,
Erick Fromm y Morris Berman.

*Gastón Soublette : escritor, esteta, filósofo y musicólogo del


Conservatorio de París. Fue director del Instituto de Estética de la
UC (1978-1980), y luego, continuó como académico hasta la
actualidad. Entre sus grandes obras destacan: La estrella de
Chile y El folklore de Chile: la cueca.

Filósofo Gastón Soublette: el modelo del


bienestar a través del crecimiento
económico está en crisis
por Marco Fajardo y Tatiana Oliveros 12 junio, 2020
El filósofo, musicólogo, esteta y escritor de 93 años, acaba de publicar un nuevo libro,
"Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis" (Ediciones UC), donde señala que el
estallido social y la pandemia del coronavirus son parte de las consecuencias de un sistema
de 500 años que está llegando a su fin en el planeta. "El ser humano se negó el sentido y la
trascendencia con esta visión utilitaria del mundo, en que la generación de riqueza es un
mandato divino y es un signo de favor divino, y el crecimiento, por tanto, es el gran imperativo,
hasta formar las grandes potencias. Eso niega el sentido de la vida y el sentido de
trascendencia", analiza. Señala que las personas aceptaron el mito del progreso hasta cierto
punto, hasta darse cuenta de que el bienestar que les ofrecieron no llegó nunca, porque viven
en un malestar crónico, urgidas por el tiempo útil, abusadas por el poder económico,
engañadas por el poder político.




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Gastón Soublette acaba de publicar un nuevo libro, Manifiesto. Peligros y oportunidades


de la megacrisis (Ediciones UC), donde señala que el estallido social y la pandemia del
coronavirus son parte de una megacrisis mundial del sistema de vida actual.
Para el filósofo, musicólogo, esteta y escritor de 93 años, el modelo que llega a su fin es el
capitalismo del progreso ilimitado que nace en Gran Bretaña y cuyo impulso material fue la
Revolución Industrial, para extenderse luego al resto del mundo, con la bomba nuclear
como una de sus creaciones.

Sin embargo, la alternativa no es el marxismo, sino una cultura alternativa: una donde el
hombre recupere su lugar como parte de la naturaleza.
Los orígenes del sistema en crisis
Manifiesto... es un texto breve, que contiene lo esencial del pensamiento de Soublette,
escrito de manera sencilla, y donde examina los orígenes del "mito del progreso", un
elemento fundamental para entender la crisis actual que vive la humanidad.
A su entender, este mito hunde sus raíces en 1534, en Inglaterra, con la separación de la
Iglesia anglicana de la católica, bajo Enrique VIII.

"Esa libertad que le dio la reforma anglicana a Inglaterra le permitió razonar sobre el
destino de la nación en términos muy distintos a Francia o Italia, en el sentido utilitario de
la palabra", uno de cuyos intelectuales fue el filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626).

Este señaló que el hombre debía usar su intelecto para el desarrollo de las artes y el
comercio, y fue uno de los pioneros del pensamiento científico moderno.

"Ahí nació un pensamiento utilitario y el imperativo de generar riqueza, un imperativo


divino. Por eso Inglaterra estuvo a la cabeza de la civilización industrial", dice Soublette.

Esto se sumaba a la filosofía del reformador protestante francés Juan Calvino (1509-1564),
"que sostuvo que la riqueza material era un signo de sabor divino, y que la pobreza
significa que Dios te reprobaba, y eso la Gran Bretaña lo hizo suyo".

A Bacon y Calvino se sumaría el economista escocés Adam Smith (1723-1790), quien en


palabras de Soublette introdujo el concepto de que la sociedad no estaba compuesta por
familias o comunidades, sino individuos, y que "la actitud apta para generar riqueza es
aquella autorreferente y egoísta, y que así se genera la riqueza".

Este modelo, que para Soublette se basa en el egoísmo, se extendió por toda Europa, con
una filosofía de la riqueza con sabor divino que el filósofo chileno califica de "perversa" e
incluso contraria al Nuevo Testamento, que más bien aconseja "una vida no miserable, pero
sencilla, y un desapego a los bienes materiales".
La materialización del "mito del progreso" son las grandes potencias: Inglaterra, pero
también Rusia, Estados Unidos, China, Francia y Alemania.

Este modelo "dominó la mente de todo el mundo, volvió loca a la humanidad, y creó
formas de vida absolutamente inhumanas". Y ejemplifica con la Revolución Francesa, que
ocurrió para liberar al pueblo de los privilegios de la nobleza, pero condujo a una
explotación "mucho peor que bajo la monarquía".

Por qué es un "sistema inhumano"


En lo que califica como un sistema "inhumano", Soublette ve que no hay espacio para las
personas.

"A la civilización industrial lo que le interesa es que las culturas antiguas desaparezcan",
olvidando prácticas anteriores diversas y divergentes, porque ello facilita la transformación
de las personas en trabajadores y consumidores pasivos.

"Si tú solo eres la pieza de una máquina, tu persona no interesa. El poder económico dice
eso, indirectamente. Si eres una persona de carácter nervioso, afectivo o intelectual, no
interesas. Solo interesa que funciones en la sociedad del rendimiento, la persona no cuenta
para nada", señala.

Un ejemplo paradigmático para Soublette fue la construcción de la represa en el Alto


Biobio, entre 1998 y 2004, a manos de Endesa, una filial de la española Endesa, que inundó
territorio ancestral mapuche.

Ante los reclamos de los afectados, la empresa les ofreció otros terrenos, "como si a una
comunidad que ha vivido miles de años en un lugar se le pudiera meter en un camión y
trasladar a otro". También ofertó a los mapuches "puestos de trabajo" en la construcción de
la represa para destruir "la propia cultura".

"Eso revela cómo esa visión del mundo, utilitaria, nacida en Inglaterra, le ha envenenado la
mente al mundo entero", sentencia.
Por qué hay una "megacrisis"
Sin embargo, Soublette está convencido que este sistema, esta concepción de mundo, está
en crisis, esa "donde la finalidad de la historia humana es llegar al bienestar" a través de la
tecnología y el crecimiento económico.

Cree que un mundo construido sobre esa base tiene que derrumbarse, porque desconoce lo
más sagrado que el ser humano tiene, desconoce el sistema de relaciones del ecosistema
planetario, de cómo está organizada la vida en el planeta, los vegetales, los animales, los
elementos, el aire, el agua, la tierra, los mares, el régimen de lluvia.

"Desconoce eso, por eso llama a la naturaleza recursos naturales, son recursos de los que
se puede sacar lo que se quiera, son recursos de energía y de materia prima", dice.
"Al empresario de hoy no le importa la relación total que existe entre los elementos y los
seres vivos, entre los vegetales y los animales, entre el ser humano y la naturaleza, no le
interesa eso. Le interesa sacarle provecho a todo, porque detrás de eso está la idea del
progreso, que es lo mismo que el crecimiento, eso es lo que está detrás".

Un mundo así tenía que hacer crisis porque, en sus palabras, destruye lo más sagrado que
tiene la naturaleza humana. "El ser humano no nació para eso, entonces, al destruir eso, se
está serruchando el piso a sí mismo".

Estallido social, un síntoma


En ese sentido, el estallido social del 18 de octubre para Soublette es solo un síntoma más
de la megracrisis, al igual que la propia pandemia del coronavirus.

"El estallido social que vimos en Chile a partir de octubre del año pasado, en realidad es un
estallido a nivel mundial. La gente aceptó el mito del progreso hasta cierto punto, hasta
darse cuenta que el bienestar que le ofrecieron no llegó nunca, porque vive en un malestar
crónico, urgido por el tiempo útil, abusado por el poder económico, engañado por el poder
político, entonces, explotaron todos, se dieron cuenta de que el mito del progreso era una
mentira".

Soublette reflexiona que se perfeccionaron las cosas, las máquinas y al final el ser humano
es el que está sirviendo a la máquina que esperaba que le sirviera.

"Ese mundo tenía que terminar. Entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo? Estamos
viviendo las fases finales de la civilización industrial que creó estas formas de vida
absolutamente inhumanas", subraya.

La pandemia, otro síntoma


La propia pandemia, al igual que el estallido social, también es parte de este sistema que
está muriendo, en el sentido de que es una manifestación material de un daño que hay a
nivel espiritual en la humanidad.

"La psicología moderna ha descubierto cosas que los indígenas siempre las han sabido: que
los contenidos profundos de la conciencia, incluso los que son inconscientes, se proyectan
en la realidad, se proyectan en el acontecer objetivo, incluso muchas veces sin que el ser
humano se lo proponga, incluso sin que el ser humano sepa interpretar qué le está pasando
y eso por una ley de analogía, lo que tú tienes dentro y que está muy al fondo de tu
conciencia. Por analogía ocurre en la realidad", dice.

Cuando el ser humano ha sido despojado de su sentido y de su sentido trascendente, eso se


proyecta en la realidad también, explica Soublette, ya sea en forma de enfermedades, de
calamidades, de desastres, uno de cuyos ejemplos es el cambio climático, que "es también
una proyección de lo que tenemos dentro".

"Entonces esta pandemia es algo de eso, pues el gran psicólogo Carl Gustav Jung dijo que
la humanidad moderna era psicológicamente psicopática, que estaba profundamente
enferma. La humanidad moderna está profundamente enferma, engañada por el mito del
progreso, por el mito del crecimiento ilimitado. Él lo dijo en su último libro", señala en
referencia a El libro rojo del célebre suizo, nacido en 1875 y muerto en 1961, y que recién
se publicó en 2009.
"Todo el mundo sabe que una persona que tiene una actitud muy negativa en la vida, de
alguna manera le ocurren desgracias. Por analogía, lo que tiene dentro, le ocurre fuera de él
también".

Soublette menciona asimismo la interpretación de que se trata de una venganza de la


naturaleza por la contaminación ejercida por el ser humano. Y nombra el ejemplo de Japón,
una de las potencias más poderosas y que más ha maltratado a la fauna marina, y que ha
sufrido varios tsunamis.

Otro ejemplo es lo que ocurre en el Amazonas.

"Los árboles en el amazonas llegan al agua misma de los ríos y ahora no, la selva está
retrocediendo y empiezan a aparecer grandes arenales y pedregales. Esta selva, que quiso
salvarnos la vida, se dio cuenta de que nosotros queríamos suicidarnos, y entonces es como
que dijera 'entonces suicídense, yo me retiro'".

A esto se suma la presidencia de Jair Bolsonaro, un político que no tiene "la menor idea de
nada, no sabe lo que es el ser humano, no sabe lo que es la naturaleza".

"Entrega lo que queda de esa selva para la explotación comercial. Hay acusaciones en La
Haya contra él, porque esa selva no le pertenece a él, le pertenece al mundo. ¿Y por qué
Bolsonaro lo hace? Porque carece completamente de sabiduría".

Una vez más, Soublette cita a Jung, quien a esto lo llamaba "instintos tanáticos", instintos
que llevan al ser humano a la muerte.

"Pero no se da cuenta de lo que está haciendo, pero a lo que va es a la muerte, la muerte de


él y de todo el pueblo, eso es lo que están buscando. Esos son los límites de la civilización
industrial. Ha llegado a un grado de peligrosidad que, si sigue adelante, va a acabar con
todo".

La alternativa al sistema en crisis


¿Cuál es la alternativa frente a este sistema en crisis? Para Soublette no es el marxismo, que
para él en su libro es otra cara de la misma moneda. Él cree en lo que denomina la "cultura
alternativa".

En su libro cita que, en el año 1983, en Toronto, Canadá, se celebró un Congreso Plenario
de la Cultura Alternativa bajo el nombre de “Iniciativa planetaria para el mundo que
elegimos”.

Allí surgió una coalición basada en tres principios: el primero, sobre la transformación
personal o conversión, bajo el rótulo de “autorrealización”; el segundo, referido al
desarrollo de las aptitudes para vivir en comunidad; y el tercero, contribuir a la unidad del
mundo mediante una educación para la paz y la solidaridad.

También sintetizaron tres conceptos: “No lucrar, no tener metas precisas y no publicitarse”.

Soublette también menciona como punto clave el medio ambiente, y cree que de hecho el
ser humano debe adaptarse a la naturaleza, no al revés.

"Hasta ahora, ¿qué es lo que ha hecho el ser humano? Le ha impuesto a la naturaleza el


diseño utilitario del hombre, sin importarle cómo va a reaccionar, y ha reaccionado
pésimo".

Como una de las consecuencias de este "diseño utilitario" nombra el cambio climático.

"Durante mucho tiempo han creído que lo estaban haciendo muy bien, ahora se dan cuenta
que estaban destruyendo todo", reflexiona.

"Lo que debimos haber hecho, y esto es lo que propone la cultura alternativa, si aún es
tiempo de salvarnos, es observar, estudiar bien cuál es el plan maestro de la naturaleza para
poder adaptarnos nosotros a ese plan que tiene millones de años. La naturaleza tiene un
plan maestro, que no es nuestra planificación industrial, no se acerca a eso, porque lo que
hemos hecho hasta ahora es destruir la naturaleza y destruirla hasta un nivel que muchos
sospechan que es irreversible, que, hagamos lo que hagamos, ya pasamos el límite. Bueno,
yo no creo eso, creo que hay más variables".
Ell filósofo cree que aún es tiempo de que el ser humano se dé cuenta de que debe estudiar
y debe considerar el plan maestro de la naturaleza para adaptar a eso su conducta, "y para
ello hay que volver a lo que nuestros antepasados llamaban la sabiduría".

"El ser humano se negó el sentido y la trascendencia con esta visión utilitaria del mundo, en
que la generación de riqueza es un mandato divino y es un signo de favor divino y el
crecimiento, por tanto, es el gran imperativo, hasta formar las grandes potencias. Eso niega
el sentido de la vida y el sentido de trascendencia", analiza.

"Antes, aunque hubiera un Napoleón o un Luis XIV, todos tenían, aunque fuera
inconscientemente, la noción de que hay un sentido que va más allá del mundo material y
que hay una trascendencia, aún los más perversos creían eso. Pero la civilización industrial,
desde Bacon para adelante, empezó lentamente a socavar esa noción de que hay un sentido
y ese sentido es trascendente. Eso han hecho con el ser humano. Entonces, el ser humano es
solo una gran pieza de la gran máquina industrial que ellos han creado".

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