Gastón Soublette
Gastón Soublette
Gastón Soublette
una cosmovisión
01 Abril 2020
La megacrisis
Cosmovisión disruptiva
Pocos son entre nosotros los que están dispuestos a ver en esta
crisis algo más que la mecánica de estos hechos rupturistas y sus
causas inmediatas, aunque, por otro lado, nadie podría contradecir
la afirmación de que los problemas graves que afectan hoy a la
sociedad son, en su conjunto, el resultado del modo de pensar y de
actuar de un tipo humano generado a nivel mundial desde mediados
del siglo XX.
Imagen: The Wall - Pink Floyd
Situándonos ahora en el ámbito valórico se puede afirmar hoy, sin
temor a errar, que los valores de la cultura cristiana, que fue la del
mundo occidental, han sido abolidos de hecho. El proyecto inicial de
constitución para la Unión Europea, redactado por el expresidente
francés Valéry Giscard d’Estaing, hacía mención del fundamento
cristiano de la cultura europea, pero los gobiernos de las naciones
asociadas eliminaron ese pasaje del texto. Esto porque los europeos
de hoy tienen proyectos a futuro, para los cuales no es conveniente
que la concepción del hombre y del mundo que se desprende del
Evangelio de Jesucristo siga pesando sobre ellos.
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Sin embargo, la alternativa no es el marxismo, sino una cultura alternativa: una donde el
hombre recupere su lugar como parte de la naturaleza.
Los orígenes del sistema en crisis
Manifiesto... es un texto breve, que contiene lo esencial del pensamiento de Soublette,
escrito de manera sencilla, y donde examina los orígenes del "mito del progreso", un
elemento fundamental para entender la crisis actual que vive la humanidad.
A su entender, este mito hunde sus raíces en 1534, en Inglaterra, con la separación de la
Iglesia anglicana de la católica, bajo Enrique VIII.
"Esa libertad que le dio la reforma anglicana a Inglaterra le permitió razonar sobre el
destino de la nación en términos muy distintos a Francia o Italia, en el sentido utilitario de
la palabra", uno de cuyos intelectuales fue el filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626).
Este señaló que el hombre debía usar su intelecto para el desarrollo de las artes y el
comercio, y fue uno de los pioneros del pensamiento científico moderno.
Esto se sumaba a la filosofía del reformador protestante francés Juan Calvino (1509-1564),
"que sostuvo que la riqueza material era un signo de sabor divino, y que la pobreza
significa que Dios te reprobaba, y eso la Gran Bretaña lo hizo suyo".
Este modelo, que para Soublette se basa en el egoísmo, se extendió por toda Europa, con
una filosofía de la riqueza con sabor divino que el filósofo chileno califica de "perversa" e
incluso contraria al Nuevo Testamento, que más bien aconseja "una vida no miserable, pero
sencilla, y un desapego a los bienes materiales".
La materialización del "mito del progreso" son las grandes potencias: Inglaterra, pero
también Rusia, Estados Unidos, China, Francia y Alemania.
Este modelo "dominó la mente de todo el mundo, volvió loca a la humanidad, y creó
formas de vida absolutamente inhumanas". Y ejemplifica con la Revolución Francesa, que
ocurrió para liberar al pueblo de los privilegios de la nobleza, pero condujo a una
explotación "mucho peor que bajo la monarquía".
"A la civilización industrial lo que le interesa es que las culturas antiguas desaparezcan",
olvidando prácticas anteriores diversas y divergentes, porque ello facilita la transformación
de las personas en trabajadores y consumidores pasivos.
"Si tú solo eres la pieza de una máquina, tu persona no interesa. El poder económico dice
eso, indirectamente. Si eres una persona de carácter nervioso, afectivo o intelectual, no
interesas. Solo interesa que funciones en la sociedad del rendimiento, la persona no cuenta
para nada", señala.
Ante los reclamos de los afectados, la empresa les ofreció otros terrenos, "como si a una
comunidad que ha vivido miles de años en un lugar se le pudiera meter en un camión y
trasladar a otro". También ofertó a los mapuches "puestos de trabajo" en la construcción de
la represa para destruir "la propia cultura".
"Eso revela cómo esa visión del mundo, utilitaria, nacida en Inglaterra, le ha envenenado la
mente al mundo entero", sentencia.
Por qué hay una "megacrisis"
Sin embargo, Soublette está convencido que este sistema, esta concepción de mundo, está
en crisis, esa "donde la finalidad de la historia humana es llegar al bienestar" a través de la
tecnología y el crecimiento económico.
Cree que un mundo construido sobre esa base tiene que derrumbarse, porque desconoce lo
más sagrado que el ser humano tiene, desconoce el sistema de relaciones del ecosistema
planetario, de cómo está organizada la vida en el planeta, los vegetales, los animales, los
elementos, el aire, el agua, la tierra, los mares, el régimen de lluvia.
"Desconoce eso, por eso llama a la naturaleza recursos naturales, son recursos de los que
se puede sacar lo que se quiera, son recursos de energía y de materia prima", dice.
"Al empresario de hoy no le importa la relación total que existe entre los elementos y los
seres vivos, entre los vegetales y los animales, entre el ser humano y la naturaleza, no le
interesa eso. Le interesa sacarle provecho a todo, porque detrás de eso está la idea del
progreso, que es lo mismo que el crecimiento, eso es lo que está detrás".
Un mundo así tenía que hacer crisis porque, en sus palabras, destruye lo más sagrado que
tiene la naturaleza humana. "El ser humano no nació para eso, entonces, al destruir eso, se
está serruchando el piso a sí mismo".
"El estallido social que vimos en Chile a partir de octubre del año pasado, en realidad es un
estallido a nivel mundial. La gente aceptó el mito del progreso hasta cierto punto, hasta
darse cuenta que el bienestar que le ofrecieron no llegó nunca, porque vive en un malestar
crónico, urgido por el tiempo útil, abusado por el poder económico, engañado por el poder
político, entonces, explotaron todos, se dieron cuenta de que el mito del progreso era una
mentira".
Soublette reflexiona que se perfeccionaron las cosas, las máquinas y al final el ser humano
es el que está sirviendo a la máquina que esperaba que le sirviera.
"Ese mundo tenía que terminar. Entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo? Estamos
viviendo las fases finales de la civilización industrial que creó estas formas de vida
absolutamente inhumanas", subraya.
"La psicología moderna ha descubierto cosas que los indígenas siempre las han sabido: que
los contenidos profundos de la conciencia, incluso los que son inconscientes, se proyectan
en la realidad, se proyectan en el acontecer objetivo, incluso muchas veces sin que el ser
humano se lo proponga, incluso sin que el ser humano sepa interpretar qué le está pasando
y eso por una ley de analogía, lo que tú tienes dentro y que está muy al fondo de tu
conciencia. Por analogía ocurre en la realidad", dice.
"Entonces esta pandemia es algo de eso, pues el gran psicólogo Carl Gustav Jung dijo que
la humanidad moderna era psicológicamente psicopática, que estaba profundamente
enferma. La humanidad moderna está profundamente enferma, engañada por el mito del
progreso, por el mito del crecimiento ilimitado. Él lo dijo en su último libro", señala en
referencia a El libro rojo del célebre suizo, nacido en 1875 y muerto en 1961, y que recién
se publicó en 2009.
"Todo el mundo sabe que una persona que tiene una actitud muy negativa en la vida, de
alguna manera le ocurren desgracias. Por analogía, lo que tiene dentro, le ocurre fuera de él
también".
"Los árboles en el amazonas llegan al agua misma de los ríos y ahora no, la selva está
retrocediendo y empiezan a aparecer grandes arenales y pedregales. Esta selva, que quiso
salvarnos la vida, se dio cuenta de que nosotros queríamos suicidarnos, y entonces es como
que dijera 'entonces suicídense, yo me retiro'".
A esto se suma la presidencia de Jair Bolsonaro, un político que no tiene "la menor idea de
nada, no sabe lo que es el ser humano, no sabe lo que es la naturaleza".
"Entrega lo que queda de esa selva para la explotación comercial. Hay acusaciones en La
Haya contra él, porque esa selva no le pertenece a él, le pertenece al mundo. ¿Y por qué
Bolsonaro lo hace? Porque carece completamente de sabiduría".
Una vez más, Soublette cita a Jung, quien a esto lo llamaba "instintos tanáticos", instintos
que llevan al ser humano a la muerte.
En su libro cita que, en el año 1983, en Toronto, Canadá, se celebró un Congreso Plenario
de la Cultura Alternativa bajo el nombre de “Iniciativa planetaria para el mundo que
elegimos”.
Allí surgió una coalición basada en tres principios: el primero, sobre la transformación
personal o conversión, bajo el rótulo de “autorrealización”; el segundo, referido al
desarrollo de las aptitudes para vivir en comunidad; y el tercero, contribuir a la unidad del
mundo mediante una educación para la paz y la solidaridad.
También sintetizaron tres conceptos: “No lucrar, no tener metas precisas y no publicitarse”.
Soublette también menciona como punto clave el medio ambiente, y cree que de hecho el
ser humano debe adaptarse a la naturaleza, no al revés.
Como una de las consecuencias de este "diseño utilitario" nombra el cambio climático.
"Durante mucho tiempo han creído que lo estaban haciendo muy bien, ahora se dan cuenta
que estaban destruyendo todo", reflexiona.
"Lo que debimos haber hecho, y esto es lo que propone la cultura alternativa, si aún es
tiempo de salvarnos, es observar, estudiar bien cuál es el plan maestro de la naturaleza para
poder adaptarnos nosotros a ese plan que tiene millones de años. La naturaleza tiene un
plan maestro, que no es nuestra planificación industrial, no se acerca a eso, porque lo que
hemos hecho hasta ahora es destruir la naturaleza y destruirla hasta un nivel que muchos
sospechan que es irreversible, que, hagamos lo que hagamos, ya pasamos el límite. Bueno,
yo no creo eso, creo que hay más variables".
Ell filósofo cree que aún es tiempo de que el ser humano se dé cuenta de que debe estudiar
y debe considerar el plan maestro de la naturaleza para adaptar a eso su conducta, "y para
ello hay que volver a lo que nuestros antepasados llamaban la sabiduría".
"El ser humano se negó el sentido y la trascendencia con esta visión utilitaria del mundo, en
que la generación de riqueza es un mandato divino y es un signo de favor divino y el
crecimiento, por tanto, es el gran imperativo, hasta formar las grandes potencias. Eso niega
el sentido de la vida y el sentido de trascendencia", analiza.
"Antes, aunque hubiera un Napoleón o un Luis XIV, todos tenían, aunque fuera
inconscientemente, la noción de que hay un sentido que va más allá del mundo material y
que hay una trascendencia, aún los más perversos creían eso. Pero la civilización industrial,
desde Bacon para adelante, empezó lentamente a socavar esa noción de que hay un sentido
y ese sentido es trascendente. Eso han hecho con el ser humano. Entonces, el ser humano es
solo una gran pieza de la gran máquina industrial que ellos han creado".