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ESPAÑA

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donde se ha definido la especie 

Homo antecessor y se ha hallado la serie más completa


de huesos de Homo heidelbergensis) y la cueva de Altamira (donde por primera vez se
identificó el arte paleolítico).
La particular posición de la península ibérica como «Extremo Occidente» del mundo
mediterráneo determinó la llegada de sucesivas influencias culturales del Mediterráneo
oriental, particularmente las vinculadas al Neolítico y la Edad de los Metales (agricultura,
cerámica, megalitismo), proceso que culminó en las denominadas colonizaciones
históricas del I milenio a. C. Tanto por su localización favorable para las comunicaciones
como por sus posibilidades agrícolas y su riqueza minera, las zonas este y sur fueron las
que alcanzaron un mayor desarrollo (cultura de los Millares, Cultura del
Argar, Tartessos, pueblos iberos). También hubo continuos contactos con Europa
Central (cultura de los campos de urnas, celtización).

La Dama de Elche, obra maestra del arte ibero.

La datación más antigua de un hecho histórico en España es la de la legendaria fundación


de la colonia fenicia de Gadir (la Gades romana, que hoy es Cádiz), que según fuentes
romanas (Veleyo Patérculo y Tito Livio) se habría producido ochenta años después de la
guerra de Troya, antes que la de la propia Roma,57 lo que la situaría en el 1104 a. C. y
sería la fundación de una ciudad en Europa Occidental de referencias más antiguas. 4243
Las no menos legendarias referencias que recoge Heródoto de contactos griegos con el
reino tartésico de Argantonio se situarían, por su parte, en el año 630 a. C. Las evidencias
arqueológicas de establecimientos fenicios (Ebusus —Ibiza—, Sexi —Almuñécar
—, Malaka —Málaga—) permiten hablar de un monopolio fenicio de las rutas comerciales
en torno al Estrecho de Gibraltar (incluyendo las del Atlántico, como la ruta del estaño),
que limitó la colonización griega al norte mediterráneo (Emporion, la actual Ampurias).
Las colonias fenicias pasaron a ser controladas por Cartago desde el siglo VI a. C., periodo
en el que también se produce la desaparición de Tartessos. Ya en el siglo III a. C., la
victoria de Roma en la primera guerra púnica estimuló aún más el interés cartaginés por la
península ibérica, por lo que se produjo una verdadera colonización territorial o imperio
cartaginés en Hispania, con centro en Qart Hadasht (Cartagena), liderada por la familia
Barca.
Teatro romano de Mérida. Más de dos mil años después de su construcción sigue utilizándose como
espacio escénico.

La intervención romana se produjo en la segunda guerra púnica (218 a. C.), que inició una


paulatina conquista romana de Hispania, no completada hasta casi doscientos años más
tarde. La derrota cartaginesa permitió una relativamente rápida incorporación de las zonas
este y sur, que eran las más ricas y con un nivel de desarrollo económico, social y cultural
más compatible con la propia civilización romana. Mucho más dificultoso se demostró el
sometimiento de los pueblos de la Meseta, más pobres (guerras lusitanas y guerras
celtíberas), que exigió enfrentarse a planteamientos bélicos totalmente diferentes a la
guerra clásica (la guerrilla liderada por Viriato —asesinado el 139 a. C.—, resistencias
extremas como la de Numancia —vencida el 133 a. C.—). En el siglo siguiente,
las provincias romanas de Hispania, convertidas en fuente de enriquecimiento de
funcionarios y comerciantes romanos y de materias primas y mercenarios, estuvieron entre
los principales escenarios de las guerras civiles romanas, con la presencia
de Sertorio, Pompeyo y Julio César. La pacificación (pax romana) fue el propósito
declarado de Augusto, que pretendió dejarla definitivamente asentada con el sometimiento
de cántabros y astures (29-19 a. C.), aunque no se produjo su efectiva romanización. En el
resto del territorio, la romanización de Hispania fue tan profunda como para que algunas
familias hispanorromanas alcanzaran la dignidad imperial (Trajano, Adriano y Teodosio) y
hubiera hispanos entre los más importantes intelectuales romanos (el filósofo Lucio Anneo
Séneca, los poetas Lucano, Quintiliano o Marcial, el geógrafo Pomponio Mela o el
agrónomo Columela), si bien, como escribió Tito Livio en tiempos de Augusto, «aunque fue
la primera provincia importante invadida por los romanos fue la última en ser dominada
completamente y ha resistido hasta nuestra época», atribuyéndolo a la naturaleza del
territorio y al carácter recalcitrante de sus habitantes. La asimilación del modo de vida
romano, larga y costosa, ofreció una gran diversidad desde los grados avanzados en la
Bética a la incompleta y superficial romanización del norte peninsular.

Edad Media
Artículo principal: Historia medieval de España
Alta Edad Media

Corona votiva de Recesvinto, tesoro de Guarrazar.

En el año 409 un grupo de pueblos germánicos (suevos, alanos y vándalos) invadieron la


península ibérica. En el 416, lo hicieron a su vez los visigodos, un pueblo igualmente
germánico, pero mucho más romanizado, bajo la justificación de restaurar la autoridad
imperial. En la práctica tal vinculación dejó de tener significación y crearon un reino
visigodo con capital primero en Tolosa (la actual ciudad francesa de Toulouse) y
posteriormente en Toletum (Toledo), tras ser derrotados por los francos en la batalla de
Vouillé (507). Entretanto, los vándalos pasaron a África y los suevos conformaron el reino
de Braga en la antigua provincia de Gallaecia (el cuadrante noroeste
peninsular). Leovigildo materializó una poderosa monarquía visigoda con las sucesivas
derrotas de los suevos del noroeste y otros pueblos del norte (la zona cantábrica, poco
romanizada, se mantuvo durante siglos sin una clara sujeción a una autoridad estatal) y los
bizantinos del sureste (Provincia de Spania, con centro en Carthago Spartaria, la actual
Cartagena), que no fue completada hasta el reinado de Suintila en el año 625.

Estatua de Isidoro de Sevilla por

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