Vaillant-La Formacion Inicial de Profesores en America Latina
Vaillant-La Formacion Inicial de Profesores en America Latina
Vaillant-La Formacion Inicial de Profesores en America Latina
RESUMEN
INTRODUCCIÓN
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El capítulo se basa en un artículo previo de la autora: VAILLANT, D. (2013). Formación
inicial del profesorado en América Latina: dilemas centrales y perspectivas. Revista Española de
Educación Comparada, v.: 22, p.: 185 - 206, 2013 http://www.uned.es/reec/pdfs/22-2013/22-MO-
09_Vaillant.pdf
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Posee un Doctorado en Educación de la Universidad de Québec à Montréal, Canadá y una
Maestría en Planeamiento y Gestión Educativa de la Universidad de Ginebra, Suiza. Ocupó varios
cargos de responsabilidad en la Educación Pública en Uruguay. Es profesora invitada en numerosas
universidades latinoamericanas y europeas, asesora de varios organismos internacionales y autora de
artículos y libros referidos a la temática de profesión docente, reforma e innovación educativas.
Actualmente dirige el Instituto de Educación y el Programa de Doctorado en Educación de la
Universidad ORT Uruguay. Es Investigadora Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)
de Uruguay. Su último libro: VAILLANT, D y MARCELO GARCÍA, C. (2015). El ABC y D de
la formación docente. NARCEA, Barcelona.
Datos de contacto: Email: vaillant@ort.edu.uy y Web page: http://denisevaillant.com/
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especialmente aquellos que han tenido menos oportunidades (UNESCO-OREALC, 2013 y 2014;
BRUNS Y LUQUE, 2014).
Ministerios de Educación, profesores, formadores e investigadores ponen en duda la
capacidad de las Universidades e Institutos Superiores para dar respuesta a las necesidades actuales
de la profesión docente (UNESCO-OREALC 2013). Algunas críticas refieren a la organización
burocratizada de la formación, al divorcio entre la teoría y la práctica, a la excesiva fragmentación del
conocimiento que se imparte y a la escasa vinculación con las escuelas (VAILLANT y MARCELO
GARCÍA, 2015). Otras falencias han sido compartidas en encuentros de especialistas de la Región,
tales el desarrollo de habilidades y actitudes pertinentes para la práctica profesional; la formación en
ámbitos como valores ciudadanos; el conocimiento de lenguas extranjeras; la formación para las
competencias del mundo global y la apropiación y uso pedagógico de TIC y, en general, la escasa
articulación con las reformas curriculares (UNESCO-OREALC, 2013 y 2014).
Tanto a nivel mundial como en América Latina, existe una preocupación creciente por abordar
los desafíos relacionados con la preparación de profesores. Organismos como UNESCO, OCDE, OEI,
OEA y MERCOSUR han impulsado estudios, investigaciones, reuniones y publicaciones sobre la
formación inicial docente que han permitido -a pesar de la heterogeneidad y diversidad de situaciones
nacionales presentes en América Latina- identificar tendencias convergentes (UNESCO-OREALC,
2013).
- Un entorno profesional que presenta dificultades a la hora de retener a los buenos profesores
en la docencia. A esto se agrega condiciones de trabajo inadecuadas y problemas en la
estructura de remuneración e incentivos.
- Muchos profesores no están bien preparados y requieren una formación remedial.
- La evaluación de los docentes no ha sido, por lo general, un mecanismo que retroalimente la
tarea de enseñar.
Tal como lo hemos ya expresado y pese a estos patrones comunes, todo análisis sobre
situación de los docentes a nivel latinoamericano debe tener en cuenta las variaciones significativas
existentes entre los países de la región. Existen países que enfrentan el desafío de contar con
3
Entendida como la preparación inicial de maestros de educación básica y profesores de educación media.
3
profesores formados a nivel superior. Para otros países, en cambio, el desafío es el mejoramiento de
los contenidos y prácticas.
Los Ministerios de Educación son los empleadores públicos más importantes que tienen los
países de América Latina lo que explica el peso de las decisiones que se toman en el ámbito de la
profesión docente (UNESCO-OREALC, 2013). Según BURNS & LUQUE (2014), la región, cuenta
con más de 7 millones de profesores con condiciones de trabajo muy variadas.
Cerca del 75 % de los docentes son mujeres, en un rango que va desde un 62 % en México
hasta un 82 % en Uruguay, Brasil y Chile. En la mayor parte de la región, el cuerpo docente está
envejeciendo. En Perú, Panamá y Uruguay, el profesor promedio tiene más de 40 años; los cuerpos
docentes más jóvenes están en Honduras y Nicaragua y tienen en promedio 35 años (BURNS &
LUQUE, 2014).
Los candidatos a profesores son también más pobres que el conjunto general de estudiantes
universitarios. Los datos sobre ingreso a las universidades muestran que los estudiantes que cursan
carreras relacionadas con la educación, son de condición socioeconómica más baja y tienen más
probabilidades de pertenecer a la primera generación de sus familias que tiene estudios universitarios,
que quienes ingresan en otras carreras (BURNS & LUQUE, 2014).
El perfil y estructura de las carreras docentes en América latina han sido objeto de estudio por
parte de diferentes especialistas, académicos, e investigadores. En esa línea, se puede mencionar un
estudio reciente de CUENCA (2015) quien analiza 18 carreras docentes del continente. En ese trabajo
se clasifica a las carreras docentes en dos tipos: las tradicionales (promoción laboral vertical,
estabilidad laboral y privilegio de la antigüedad) y las carreras meritocráticas (énfasis en la promoción
horizontal y la estabilidad asociada al desempeño).
Si bien la regulación sobre las carreras docentes es altamente heterogénea, CUENCA (2015),
concluye que América latina transita del modelo tradicional de carrera docente hacia un modelo
basado en el desarrollo profesional. Según CUENCA (2015), es necesario tener en cuenta el vínculo
de las carreras con los planes de formación y, su enmarcamiento en políticas integrales docentes. En
el mismo sentido, VAILLANT (2016) afirma que, para lograr sostenibilidad en el tiempo, el
desarrollo profesional docente debe articularse con la carrera docente. Se trata de políticas de “alto
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voltaje” que es necesario sustentar en acuerdos sobre criterios profesionales compartidos entre
autoridades, docentes y organizaciones docentes.
La profesión docente se regula en la mayoría de los países por los estatutos docentes, que son
el instrumento que da legitimidad a la actividad de enseñanza y establecen derechos y obligaciones
(CUENCA, 2015). En gran parte de los países latinoamericanos, los docentes trabajan en centros
escolares públicos, son funcionarios estatales y, por lo tanto, gozan de la estabilidad en su cargo
(UNESCO-OREALC, 2013 y 2014). Los docentes de centros educativos públicos, participan en un
único mercado laboral interno. Los salarios se ajustan por antigüedad y la carrera y sus escalones,
también se apoyan en la antigüedad. Una de las características más extendidas de las estructuras
salariales docentes en América Latina es que las escalas son definidas centralmente
(MORDUCHOWICZ, 2009). Muchos países parecen otorgar un lugar especial a la antigüedad como
el principal componente para que el docente pueda avanzar en una carrera profesional que finaliza en
una posición máxima sin trabajo de aula, con responsabilidades de administración y gestión.
A pesar de una gran variabilidad en los países latinoamericanos, los méritos habitualmente
considerados para el ingreso a la docencia son: las calificaciones obtenidas en la formación inicial,
los cursos de actualización y la experiencia docente previa. Es la combinación de los méritos y de los
resultados de las pruebas, cuando existen, la que determina la selección y ordenación de los docentes.
Según algunos autores (TERIGI, 2009), un buen número de docentes comienza su carrera en la
categoría de suplentes, pero, una vez alcanzada la categoría de titular, la estabilidad laboral es
permanente hasta la jubilación. En la mayoría de los casos, los docentes nuevos ingresan a la carrera
en condición de interinos o en períodos de prueba, tras los cuales (concursando nuevamente o
superando diferentes pruebas y evaluaciones) adquieren derechos como parte del cuerpo docente.
Existen diversas categorizaciones sobre las condiciones laborales que afectan más
directamente la profesión docente, entre éstas la que aparece en un informe de la OECD del año 2002.
A pesar de tratarse de un estudio de 15 años, muchos factores identificados conservan hoy vigencia
como los problemas de disciplina escolar, el tiempo dedicado a la tarea, el multiempleo y los
fenómenos referidos a la rotación de docentes los que serán analizados brevemente en los párrafos
que siguen.
Algunos estudios (VAILLANT & MARCELO GARCÍA, 2015) muestran que una de las
principales razones para la deserción docente en América Latina, incluye los problemas de disciplina
en el aula. Parecería que cuando los docentes sienten que tienen un mayor control sobre las políticas
disciplinarias de sus centros educativos, también están más propensos a seguir en la enseñanza.
Un dato relevante adicional en cuanto a las condiciones de trabajo de los docentes de América
Latina, refiere al multi-empleo. Un informe sobre la jornada laboral del profesorado indica que el
28% de los docentes que enseñan en el sexto grado de educación primaria en América Latina
desarrolla una actividad laboral adicional a la enseñanza, lo que dificulta su disponibilidad para
participar en actividades de la escuela o de perfeccionamiento (SITEAL, 2010).
En la mayoría de los países latinoamericanos, la estructura salarial paga por igual a los
docentes sin tener en cuenta los desiguales esfuerzos y habilidades. No se distingue entre quienes
tienen buen o mal desempeño. Además el salario se encuentra desvinculado de las actividades
desarrolladas en los establecimientos escolares, no se diferencia entre especialidades donde hay
escasez de profesores y aquellas donde hay sobreoferta, y se considera la antigüedad como la principal
razón de los aumentos salariales. Esto último determina que, finalmente, se recompense más bien la
fidelidad que el desempeño efectivo en el trabajo.
Un estudio referido a Chile, aunque probablemente refleje una realidad más amplia y
compartida por otros países latinoamericanos, señala que los docentes se auto-perciben como una
profesión de bajas remuneraciones, con un trabajo agobiante y sin el tiempo necesario para
planificación, preparación de materiales, evaluación, superación profesional, trabajo en equipo,
atención de estudiantes y sus familias, entre otras actividades adicionales a la enseñanza en el aula
(BELLEI & VALENZUELA, 2010).
Para muchos autores, el tema de la atracción a la profesión se relaciona con el debate sobre
los salarios docentes. Es esta una discusión en la que entran consideraciones referidas a la estructura
legal y limitada de la jornada laboral y las vacaciones durante los periodos sin clases. Estas
características de la profesión docente complejizan el análisis respecto a si el nivel actual de los
salarios docentes es bajo o, con algunos supuestos, es más alto que el de otras profesiones. La carrera
docente está estrechamente relacionada con las remuneraciones e incentivos. Es esta una temática que
en América Latina, ha hecho mucho ruido en los últimos años. La bibliografía (MORDUCHOWICZ,
2009) considera que las remuneraciones docentes se componen del salario básico y de otras
especificaciones que otorgan aumentos por diferentes motivos, entre las cuales la antigüedad suele
ser la más importante. En varios casos, el salario básico, puede aumentar en forma sustantiva cuando
se consideran los incentivos.
Una de las características más extendidas de las estructuras salariales docentes de América
Latina es que las escalas actuales son definidas centralmente (MORDUCHOWICZ, 2009;
VAILLANT, 2005). En algunos países con estructura federal, la tendencia ha sido en los últimos años
a establecer un mínimo salarial para todos los docentes.
Existe ya bastante evidencia de que, aunque las remuneraciones y los incentivos, ocupan un
lugar importante a la hora de elegir ingresar y permanecer en la profesión docente, los profesores
también otorgan un valor preponderante a otras cuestiones, entre ellas, el reconocimiento y los
incentivos que reconocen el buen desempeño (ANDREWS, 2006). En ese sentido, algunos estudios
(VAILLANT & ROSSEL 2010), señalan que en América Latina, es posible identificar iniciativas
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promisorias referidas al reconocimiento de los buenos docentes. Los objetivos de las premiaciones
docente expresan el interés por dos grandes cuestiones estrechamente vinculadas: la jerarquización
social de la figura del profesor a través de la realización de un evento que premie a los docentes más
destacados y la difusión de experiencias exitosas de trabajo docente.
Aunque la evidencia sobre los efectos de las premiaciones en la mejora de la valoración social
de la docencia, son todavía incipientes, parecería que ellas se han instalado como un instrumento
interesante y complementario a otras políticas que apuestan a mejorar el reclutamiento, la retención
y, en última instancia, brindan incentivos para un mejor desempeño de los docentes (VAILLANT &
ROSSEL, 2010).
Es a partir del contexto de actuación de los profesores en América Latina y de sus principales
características que examinaremos en los párrafos que siguen, la situación de la formación inicial.
¿Cuáles son las políticas que promueven una preparación de calidad de profesores que los fortalezca
en su tarea de enseñanza? y ¿cómo lograr que esas políticas se formulen y se mantengan en el tiempo?
La formación inicial de los docentes constituye el primer eslabón del desarrollo profesional
continuo. Históricamente dicha función la han desempeñado instituciones específicas, caracterizadas
por tener un personal especializado y un currículum que prescribe contenidos a ser abordados
(VAILLANT & MARCELO GARCÍA, 2015).
La formación inicial docente como institución cumple básicamente tres funciones: en primer
lugar, la de preparación de los futuros docentes, de manera que asegure un desempeño adecuado en
el aula. En segundo lugar, la institución formativa tiene la función del control de la certificación o
permiso para poder ejercer la profesión docente. En tercer lugar, la institución de formación del
docente ejerce la función de socialización y reproducción de la cultura dominante. (VAILLANT &
MARCELO GARCÍA, 2015).
- Calificaciones docentes acordes con las demandas de los niveles de enseñanza de cada
sistema educativo (suficientes profesores titulados).
- Criterios definidos de selección para la formación docente inicial que consideren calidad y
necesidades cuantitativas de los sistemas educacionales, incluyendo el contar con docentes
para zonas aisladas, rurales e indígenas.
- Instituciones de formación docente bien gestionadas y sujetas a procedimientos de
acreditación de esta gestión.
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A la hora de considerar los criterios arriba señalados, es necesario tener presente, la diversidad
del cuerpo docente en cuanto a los niveles escolares y especialidades, lo que conlleva diferencias de
estatus, remuneraciones y de autopercepciones. Tales diferencias dan origen, en varios países, a
denominaciones distintas: “educadores/as” para la educación inicial, “maestros/as” para enseñanza
primaria y “profesores/as” para la educación secundaria (TENTI, 2009). Pero a pesar de las
diferencias entre maestros y profesores, en ambos casos constatamos que ellos han dejado de ser parte
del segmento más educado de la población en los distintos países. Los docentes de la Región
pertenecen a la clase media o media baja, exhiben patrones de consumo cultural de cierta precariedad
y manifiestan una inconformidad con sus condiciones de trabajo aunque un nivel razonable de
satisfacción con la profesión (ORTEGA, 2013).
En contraste con lo que sucede con estudiantes de carreras distintas a la docencia, los
candidatos a ser maestros y profesores, tienen antecedentes socioeconómicos más modestos, si
miramos tanto los niveles de instrucción de sus padres como sus niveles de ingreso familiar. También
los estándares de admisión a las instituciones de formación de docentes, tienden a ser más bajos que
en el conjunto de carreras de educación superior (GATTI & DAVIES, 2016).
La base institucional de la formación docente en América Latina deriva de sus orígenes en las
Escuelas Normales establecidas a lo largo del siglo XIX y de las cuales permanecen aún resabios
concretos. Esto comenzó a cambiar progresivamente desde fines de los años sesenta, pero con más
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En la mayoría de los países las antiguas Escuelas Normales (ÁVALOS, 2013) se han ido
transformando en Institutos Superiores o Universidades con carreras que van de 2 a 6 años, y cuyo
requisito de ingreso es que se haya completado el segundo ciclo de enseñanza media. Tres países
mantienen la formación en el nivel medio y están en pleno proceso de transición. Uno de ellos es
Honduras donde se ha incorporado como requisito de ingreso a los estudios normalistas, la aprobación
de bachillerato. En Guatemala y Nicaragua aún persiste el modelo puro de formación en la enseñanza
media para los maestros de educación básica.
Paralelamente a esa histórica base institucional normalista, y con el fin de atender a una
creciente población para el nivel secundario, se originan instancias universitarias de formación
docente, eventualmente facultades de educación. Esta base universitaria no tiene la misma presencia
en todos los países latinoamericanos pero constituye un sector importante de la formación docente,
especialmente para el nivel secundario, donde tiene una participación mayoritaria. Es así que se según
un estudio de UNESCO-OREALC (2013), se pueden distinguir cuatro tipos de instituciones:
- Las Escuelas Normales que se definen como instituciones de educación secundaria cuyo
propósito es la formación de maestros de educación primaria y, en algunos casos, de
educación preescolar. Usualmente son dependientes, académica y administrativamente, de
los Ministerios o Secretarías de Educación y las mismas pueden encontrarse en países como
Nicaragua o Guatemala.
La formación docente pública (no universitaria) es regulada con mayor o menor intensidad
por el estado, y/o por gobiernos provinciales/estaduales. En los casos de mayor regulación estatal,
ésta refiere a la apertura y cierre de instituciones formadoras, la aprobación del currículum de
formación docente, la certificación de los egresados, el nombramiento del personal formador en las
instituciones estatales, y el monitoreo de los procesos de formación. Pero a su vez, se constata que la
creciente oferta privada en varios de los países ocurre con muy poca regulación estatal (ÁVALOS,
2013).
Las modalidades de oferta abarcan desde las exclusivamente presenciales, pasando por las
que cuentan con una parte presencial y una parte a distancia, hasta las que se ofrecen exclusivamente
online. En los últimos años se constata una expansión considerable de la educación a distancia. En
Chile, dicha modalidad atiende entre el 12% y el 14% de los estudiantes de carreras de Pedagogía. En
Brasil, en el 2010, alcanzaba al 60% de los estudiantes graduados en cursos de Pedagogía, que son
responsables por la formación de profesores para la educación infantil y los primeros años de la
educación básica (GATTI & DAVIES, 2016).
¿Cuáles son las tendencias más prometedoras en materia de instituciones formadoras? Según
ÁVALOS (2013), la acreditación de las instituciones (tanto inicial como continua) es un modo
necesario de velar por la calidad de la formación, especialmente, en los países en que la oferta de
formación está distribuida en muchos tipos de instituciones públicas y privadas y en modalidades
presenciales y a distancia. En este sentido, RÍOS Y VALENZUELA (2013, p. 87), en una
investigación sobre docentes chilenos, afirman: “…La explosión desregulada de la oferta de los
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programas de formación docente, muchos de ellos de precaria condición, constituyó una forma de
responder a los cambios demográficos y a políticas de ampliación de la cobertura de la enseñanza pre-
escolar y media y de la ampliación de la jornada escolar de los estudiantes de Educación Básica y
Media…”
Aun cuando la inclusión de la formación docente en las universidades se realice con éxito,
sigue sin poder afirmarse que estar dentro de las universidades redunda por definición en la formación
de mejores docentes. Hay quienes afirman que el nivel universitario de la formación del profesorado
puede representar una elevación formal de calificación pero lo que elevará la calidad de la enseñanza
y reforzará las competencias profesionales en la sala de clase, es la articulación teoría-práctica, lo cual
requiere reducir la distancia entre los ámbitos de formación de docentes y los centros educativos. En
este sentido hay autores que sostienen que la conexión entre la institución educativa y la formación
mejora cuando ésta se convierte en un centro de innovación pedagógica (VAILLANT & MARCELO
GARCIA, 2015).
En América Latina, la docencia se ha transformado en una profesión que no atrae a los mejores
candidatos. Quienes ingresan a las Universidades y a los Institutos de Formación tienen en promedio,
peor historial educativo que otros estudiantes que acceden a otros estudios más valorizados
socialmente (GATTI & DAVIES, 2016). El estatus disminuido de la profesión docente en
comparación con otras carreras universitarias genera una presión familiar y social hacia los jóvenes
interesados en la enseñanza para que busquen otras alternativas más promisorias desde el punto de
vista económico y de prestigio social (UNESCO-OREALC, 2013).
Pero esto es sólo una parte de la cuestión ya que existe un serio problema de retención, que
hace que en muchos países la deserción de la profesión sea una conducta frecuente que, lógicamente,
no afecta a los peores sino a los mejores docentes, que son quienes tienen más oportunidades de optar
por puestos mejor retribuidos en otras áreas (VAILLANT, 2010).
Aquellos jóvenes que optan por la profesión docente, lo hacen en gran medida por descarte,
es decir que la principal razón es que no tienen puntajes competitivos como para acceder a otras
carreras. Uno de los mayores dilemas a resolver, es mejorar la valoración social hacia la docencia de
manera de atraer a la profesión a los jóvenes con buenos promedios educativos.
¿Qué se debe enseñar? O mejor dicho ¿qué es útil que los futuros docentes aprendan? Estas
son las dos preguntas que invariablemente se formularon e intentan responder en varios países en
América Latina que invirtieron recursos humanos y materiales en importantes transformaciones
curriculares en la formación inicial de docentes.
Los estudios de GATTI & SÁ BARRETO (2009) sobre la formación docente en Brasil, de
CALVO, RENDÓN & ROJAS (2004) sobre Colombia y la aplicación nacional del estudio IEA
TEDS-M4 en Chile (ÁVALOS & MATUS, 2010) evidencian insuficiencias en la oferta de cursos y
el currículo de los programas docentes examinados en los mencionados países. Por lo general, el
contenido de los programas es considerado fragmentario y disperso con poco énfasis en lo requerido
para enseñar en las aulas especialmente en las áreas de contenido disciplinario.
Algunos países de América latina y el Caribe, cuentan con estándares que sirven de referencia
a los currículos de los cursos, como es el caso de Chile, Perú y Ecuador. Otros, como Brasil y
Argentina, tienen orientaciones curriculares de carácter bastante general, sin detallar contenidos
propiamente dichos, sin definir estándares de referencia más explícitos. En este sentido, les cabe a las
diferentes instituciones formadoras definir su currículo y los contenidos a tratar en las diferentes
asignaturas (GATTI & DAVIS, 2016). Sin embargo y a pesar de estas iniciativas promisorias, las
4
El Teacher Education and Development Study in Mathematics (TEDS-M) es un estudio comparativo
internacional referido a los profesores de matemática a nivel de escuelas primarias y secundarias.
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propuestas curriculares registran importantes desajustes y constituyen otro de los principales dilemas
a resolver
Existe poca evidencia sobre el efecto de la mayor o menor preparación de los formadores en
la formación inicial del profesorado. En todo caso, son los programas de formación docente para el
nivel inicial y primario que tienen formadores con menores calificaciones académicas (licenciaturas
y post-grado) aunque es posible que se suplan estas limitaciones por su experiencia anterior como
profesores en escuelas del sistema educacional (ÁVALOS & MATUS, 2010). Los datos del estudio
IEA TEDS-M sobre los formadores que imparten cursos de matemática y didáctica de la matemática
en 34 instituciones chilenas, indican que la mayor parte de los formadores tenía título de profesor y
licenciatura, pero no magíster o doctorado. Por otra parte, esto mismos formadores indicaron que
sólo habían ejercido docencia en escuelas durante un máximo de cinco años (ÁVALOS & MATUS,
2010).
En América Latina los programas de formación inicial del profesorado, son regulados por las
autoridades de los Ministerios de Educación cuando las instituciones están bajo su dependencia, lo
que no es el caso de las universidades ni siempre de las instituciones superiores privadas. Según
ÁVALOS (2013), la regulación refiere a los requisitos de ingreso de candidatos para la formación
docente tal el examen de conocimientos básicos en el caso de México y Perú; la autorización o
acreditación previa para el funcionamiento de programas de formación docente como ocurre en
Colombia; y la formulación de lineamientos o marcos curriculares para toda la formación primaria y
en algunos casos la secundaria (Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala, México y Perú).
A pesar de la existencia de estas formas de regulación, el hecho que muchos de los sistemas
estén en proceso de revisar sus políticas e instrumentos de regulación, sugiere que no funcionan bien.
Claramente, faltan formas de regular la oferta privada y en aquellos países donde la oferta de nuevos
profesores excede las necesidades, falta establecer mecanismos para determinar cupos de ingreso
15
Hoy, la formación inicial enfrenta en América Latina el desafío de mejorar las capacidades y
competencias de los docentes que trabajan en contextos vulnerables y que impulsan programas para
lograr la inclusión educativa. En la mayoría de los países, las leyes que rigen el sector educación
identifican derechos educativos y educación inclusiva. Sin embargo, existen grandes dificultades para
traducir esa legislación en políticas sectoriales y, más aun, en prácticas pedagógicas que conduzcan
al cumplimiento efectivo de esos derechos educativos consagrados en las leyes (CALVO, ORTIZ &
SEPÚLVEDA, 2009).
En las últimas décadas del siglo XX, América Latina ha sido escenario de grandes reformas
en los sistemas educacionales, que incluyeron enormes inversiones de fondos públicos, generalmente
contrayendo endeudamiento externo, pero los resultados distan de ser convincentes en cuanto a los
avances en el derecho a la educación. Bajo estas condiciones, las preocupaciones por la formación
inicial para inclusión educativa se incrementan (TERIGI, PERAZZA & VAILLANT, 2009) y surgen
importantes dilemas para lograr una educación para todos.
Uno de los principales desafíos de la formación inicial actual, refiere a la utilización de las
TIC con sentido pedagógico. DUSSEL, define el uso con sentido pedagógico como “a un conjunto
heterogéneo de prácticas que se distinguen porque manifiestan una preocupación por los saberes que
se ponen en juego (ya sean saberes pedagógicos, conceptuales, tecnológicos o contextuales)”
(DUSSEL, 2014:27).
VAILLANT & MARCELO GARCIA (2015) nos plantean que en formación inicial, es
necesario que las tecnologías se integren y dialoguen tanto con el contenido que se enseña así como
con la didáctica y la pedagogía de ese contenido (VAILLANT & MARCELO GARCIA, 2015).
Dichos autores siguiendo plantean un modelo a desarrollar en formación inicial, basado en tres tipos
de conocimiento: conocimiento tecnológico, conocimiento tecnológico del contenido y conocimiento
tecno-pedagógico.
problemas que los estudiantes encuentran (VAILLANT & MARCELO GARCIA, 2015). Entre los
dilemas principales a resolver hoy en formación inicial, está el cómo lograr que los futuros profesores
utilicen las TIC con sentido pedagógico.
Tal como ha sido señalado, en secciones precedentes, en los últimos años, se constata una
notable expansión de las modalidades formación inicial a distancia. Esta expansión representa un
importante desafío en términos de calidad. Se han puesto en evidencia problemas vinculados no al
uso las tecnologías, pero también a los modelos de implementación y a los contenidos, tutorías y
evaluaciones. Además, se constata un alto número de abandono en la modalidad a distancia (RIVAS,
2015; LOUZANO & MORICONI, 2014; COX, MECKES & BASCOPÉ).
Según RIVAS (2015), los próximos años serán un gran laboratorio de experiencias de
formación docente digital. También serán tiempos de replanteo de los sistemas de acreditación, dadas
las múltiples posibilidades de capacitación en un entorno globalizado y este es otro de los principales
dilemas a resolver en los próximos años.
3. REFLEXIONES FINALES
Las políticas deberían sustentarse en acuerdos sobre criterios profesionales que constituyeran
referenciales para la enseñanza y que fueran el requisito básico para una formación y un desempeño
laboral de calidad. El monitoreo de las instituciones de formación docente constituye otra de las
políticas clave. Se debería contar con bases de datos actualizadas que incluyeran datos respecto a la
incidencia de las acciones de formación inicial docente. Se requiere mejorar la producción de
investigaciones dando prioridad a los estudios que evalúen la formación que realizan las instituciones.
Y para fortalecer la profesión docente, es necesario también pensar en políticas relacionadas con los
mecanismos de reclutamiento de formadores. Estos deben responder eficazmente a los requerimientos
actuales del desarrollo profesional docente, el que debería generar condiciones para que los docentes
revisaran sus marcos conceptuales y sus prácticas (VAILLANT, 2016).
Para lograr la mejora de la formación inicial del profesorado en América Latina, se debería
convertir a docencia en una carrera atractiva para jóvenes con buenos resultados educativos en la
educación media aumentando el nivel académico exigido. Y para que la formación no quede en mera
retórica e incida efectivamente en lo que los docentes hacen en el aula y en lo que aprenden los
estudiantes de los centros educativos, se deberían re-pensar la amplia gama de políticas y reformas
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implementadas. Si bien en muchos casos las orientaciones fueron semejantes, su éxito y, en términos
más generales, la calidad de las políticas de formación docente han variado considerablemente.
Mientras que algunos países han mantenido la orientación básica de sus políticas durante largos
períodos, creando así un entorno predecible y estable, otros han experimentado cambios frecuentes
en las políticas que aplican.
¿Cuáles son las políticas educativas que promueven una formación inicial de calidad? nos
preguntábamos en secciones previas. La respuesta a esa pregunta se vincula con la amplia red de
factores que contribuyen a aumentar el atractivo a la profesión y a garantizar que los docentes
permanezcan en ella.
Una de las tareas esenciales hoy en la región es la de encontrar la manera de mejorar las
perspectivas de carrera de los docentes y modificar el imaginario colectivo referido a esta profesión
(VAILLANT, 2005). La superación de la situación actual pasa, conjuntamente, por devolver la
confianza en sí mismos a maestros y profesores; pero también, por mejorar las condiciones de trabajo
y por exigir que los docentes se responsabilicen por sus resultados. Plantear este cambio de
perspectiva exige un apoyo decidido de los propios docentes, de la administración educativa y del
conjunto de la sociedad.
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