21 Lecturas de Derecho Administrativo
21 Lecturas de Derecho Administrativo
21 Lecturas de Derecho Administrativo
Concepto y Naturaleza
Tomás Hutchinson *
Abogado y Magistrado Argentino
Como consecuencia de ello, se hizo necesario Este fenómeno de delegación se produce tam-
dotar a cierto tipo de entes de prerrogativas exorbi- bién fuera del campo de estos colegios -p. ej. en la
tantes al Derecho privado, que les permitieran cum- concesión de servicios públicos- y con similares cfec-
plir, con la mayor eficacia, las funciones asignadas; tos1. El "delegado" actúa en el ámbito de la "delega-
circunstancia, esta última, que se vincula con la pro- ción" como si fu era la propia Administración Pública
blemática general de la publicidad del Derecho, "dclegante". Dentro de este concreto ámbito, las re-
fenómeno universal en la época moderna. laciones jurídicas que se traten entre el delegado y
los particulares serán también administrativas, aun-
que éste formalmente sea un ente privado o público,
La cuestión bajo análisis, obviamente, se vincu- no estatal.
la con la cuestión del rol que actualmente cumple el
Estado en la comunidad y que se manifiesta con la
ampliación de sus funciones; y con la atribución de No parece ocioso, entonces, el tratamiento del
otras que les son propias a personas jurídicas dife- posible ejercicio de la función administrativa de es-
renciadas. tos entes, tanto más que la postura que sobre esta
cuestión se adopte incide directamente en el posible
arrumbamiento del criterio subjetivo 2 como delimi-
Que la Administración Pública no gestiona por tador del concepto de Administración Pública, y, por
sí misma todas las funciones de que es titular es una ende, un ensanchamiento del concepto de Derecho
verdad evidente. Para satisfacer las exigencias que en Administrativo.
ocasiones se le presentan para la organización de
ciertos intereses de la sociedad, se acudió a la técni-
ca de reconocerles a algunos entes -como es el caso 11. FUNCION ADMINISTRATIVA DE
de los colegios profesionales- ciertas atribuciones CIERTOS ENTES PRIVADOS
propias del Estado, en virtud de las cuales la gestión
de los intereses de la profesión como grupo se entre- l. Posibilidad de que ejerzan función
gan a estos entes bajo ciertas condiciones, retenien- administrativa.
do el Estado la titularidad última de la atribución
y con ello las potestades de policía necc- l. llutchinson: "Las cooperativas prestatarias de servicios públi-
sanas. cos._ Algunos aspectos de su régimen jurídico", en la obra co-
lectiva "Las cooperativas de servicios públicos. Un enfoque
jurídico', ed. Intercoop, Ds. As. 1987, pág. 114.
2. Lo que ha encontrado recepción en nuestro Derecho. Ver SU-
(*)Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencio- PREMA CORTE de la Provincia de Buenos Aires, causa
so Administrativo Federal (Buenos Aires-Argentina); Direc- 48.160 'Villarde Puenzo' dei20-II-84, en La Ley 1984-D-1-H.
tor del Curso de post-graduación en Derecho Administrativo respecto, el comentario de Grecco, Carlos, 'Impugna-
y Administración Pública en la Facultad de Derecho de la Uni- Cion ¡ud1c1al contra actos administrativos del Poder Judicial'
versidad de Buenos Aires (Argentina). La Ley, 1984-D-141. '
Thémis 13 10
Que los particulares están llamados a desem- di da en que salvo raras excepciones5 , el análisis y de-
peñar un importante papel en el campo del Derecho terminación del concepto de función administrativa,
Administrativo, no ya como administrados3 simples, es referido exclusivamente al Poder Ejecutivo. No
o incluso como administrados calificados, sino como sólo se excluye de su tratamiento a entes como los
sujetos activos y ejecutores de la actividad adminis- que nos ocupan, sino que también se lo hace con las
trativa -junto con la Administración Pública y como funciones administrativas de los Poderes Legislativo
7
sustitutos o auxiliares de la misma- es algo indiscu- y Judicia16, y con entes tínicamente estatales que
8
tible en nuestra realidad actual. La creciente com- prestan un servicio público .
plejidad en la vida social y la gran expansión de los
fines administrativos llevan a ello. Pues bien, en este 2. Criterios para definir la función administrativa
plano es necesario situar la figura de estos entes, que
implica la realización de función administrativa por
Según el criterio que se adopta para definir la
particulares.
función administrativa, variará la conclusión respec-
to a si entes que no son estatales la ejercen o no. Es
Un ejemplo de ello lo demuestra el hecho de lógico que no va ser lo mismo si se adopta un crite-
que en nuestro derecho provincial, las corporaciones rio material, que si se acepta uno mixto o un criterio
o colegios que regulan la actividad profesional han orgánico. Cabe aclarar que difícilmente encontrare-
pasado a ocupar un lugar preponderante, ya que, por mos criterios puros -material u orgánicos- para de-
disposición estatal han tomado a su cargo el control finir a la función administrativa, sino primor-
del ejercicio de la profesión, este hecho de la reali- dialmente material u orgánico. Esto último dificulta
dad tambien ha encontrado recepción, últimamente, la sistematización; sin embargo, partiendo de los
en el orden nacional4 . principios generales, podemos tratar de sintetizar las
principales doctrinas al respecto.
El análisis de las distintas posiciones asumidas
por los doctrinarios sobre el tema, ofrece, como en 2.1.- Doctrina negativa
la mayoría de los asuntos de nuestra materia, dificul-
tades serias. Algunas veces ellas se deben al hecho
de que no se tiene presente el criterio rector que ins- Encontramos aquí la opinión mayoritaria en
pira al autor, otras, las más, obedecen a problemas nuestro país. Agrupando las distintas posiciones so-
de índole metodológico o terminológico. bre la base de los argumentos que se invoca, puede
advertirse que la mayor parte se basa en la circuns-
tancia de que: a) los entes privados no integran los
Esas dificultades se presentan en el tema que cuadros de la Administración. Aquí encontramos a
nos toca tratar agravadas por la circunstancia de que Marienhoff y Diez. Puede verificarse en esta postu-
gozan estos entes de ciertas prerrogativas ajenas al ra algunas contradicciones. Así, el primero adopta
ámbito del Derecho privado. Algunos autores, a pe- un criterio material de función administrativa -lo
sar de ello, las consideran ajenas a los conceptos y que presupone, por lo menos, que los otros poderes
principios tradicionales del Derecho Administrativo del Estado ejercen dicha función- y luego sostiene
-Derecho solamente de la Administración Pública- que los entes no estatales no la ejercen porque no in-
Por ello se acude frecuentemente a la remanida fra- tegran la Administración -lo que implícitamente
se de la "crisis del Derecho Administativo" sin también excluye a los otros Poderes del Estado9- v
recabar que dicha "crisis" no es nada más que una '
b) no son organos . ' 10 y E seo1a u .
estata1es. A SI'F'1onm
parte de la que afecta a todo el sistema de valores y
creencias recibidas y que se eleva, por ello, a elemen- 5. Linares, Juan F.: "Fundamentos de Derecho Administrativo",
to definitivo y global de la sociedad actual y de cada Bs.As. 1975, págs. 27 a 28; 44 a 66; Gordillo, Agustín: "Trata-
una de sus manifestaciones. do de Derecho Administrativo" t. 1, Cap. VII.
6. Jlutchinson, Tomás: "El Poder Judicial y su función adminis-
No podemos seguir abordando el tema sin par- trativa" R.A.D.A. 13:35.
tir del concepto mismo de función administrativa, 7. Por ser totalmente estatales. Ver Ca m. Nac. A pe!. Con t. Adm.
puesto que de su extensión, depende a quien o a Fed., sala IV, voto mayoritario, causa 8381, "Gas del r::stado
quienes se les reconoce su ejercicio. Es aquí donde c/Uitraocean" del 26-111-85.
·nos encontramos con la primera dificultad, en la me- 8. Cam. Nac. Apel. Con t. Adm. Fed., Sala IV, voto mayoritario en
las causas 8135 "Transportadora de Caudales Zubdesa" dei4-
VII-85; 12.908 "Prieto de Zárate" dei19-XII-86.
3. Empleamos el término "administrado" por respetar el uso
común, aunque es preferible el vocablo "particular" pues se 9. Un ejemplo de esta posición la encontamos en la posición ma-
"administran" bienes, cosas, etc. 'pero no personas'. yoritaria de la Cam. Nac. Apel. Con t. Adm. Fed., Sala 111, cau-
sa 5272 "Alonso" del16-ll-83.
4. Con la creación del Colegio Público de Abogados de la Capi-
tal Federal, resistido por algunos abogados, a tal punto que 10. Fiorini, Dartolomé:. "Teoría jurídica del acto administrativo",
hubo varios juicios planteando la inconstitucionalidad de la Bs. As., 1969, págs. 13, 18 y 19.
ley de creación.
11. EscoJa, Héctor: "Tratado general de procedimiento adminis-
trativo", Ds. As., 1973, pág. 1
11 Thémis 13
Pensamos que quienes así opinan caen en una peti- Para ello, tienen en cuenta que dentro del
ción de principios. Ello en la medida en que comien- ámbito de este Derecho, quedan incluídas, no sólo la
zan por definir a la función administrativa como la regulación de las relaciones que tales entes pueden
propia de tales órganos; luego quien no reviste ese mantener con la Administración central, sino tam-
carácter no puede ejercerla. Así, se da por sentado bién con los particulares 16, llegando incluso, a tener
lo que es, precisamente, el tema a investigar. facultades de regulación normativa de los derechos
subjetivos e intereses legítimos de aquellos. Este re-
Como crítica conjunta a estas doctrinas nega- conocimiento no lleva a esta doctrina, sin embargo,
tivas, podemos decir que las mismas no pueden re- como consecuencia, a aceptar que dicten actos ad-
solver el problema de haber sido investidos estos ministrativos, basándose en la imposibilidad de en-
entes de prerrogativas ajenas al Derecho privado - globar los actos de los órganos estatales y de los no
facultad de suspender el servicio, cobrar por vía de estatales, en un régimen jurídico uniforme 17.
apremio, etc.- como propias y derivadas del poder
de imperio de Derecho Público. La solución se encuentra, entonces, en la rup-
tura de la ecuación Derecho Administrativo- Admi-
2.2.- Doctrina positiva nistración Pública. Si ésta, y consiguientemente la
función administrativa fueron el eje, en torno al cual
se edificó el andamiaje del Derecho Administrativo,
En la doctrina nacional quienes más se han ahora el campo de éste se ha ido ampliando hasta re-
ocupado del tema son Gordillo y Linares. Si bien no basar el contenido de la función administrativa 18.
hay identidad absoluta entre ellos, lo cierto es que el
argumento básico está dado por el hecho de que cier-
tos entes y aún personas privadas, gozan de prerro- Es decir, en lugar de ampliarse el contenido del
gativas exorbitantes al Derecho privado i que concepto tradicional de función administrativa -co-
típica manifestación del poder de imperio 2. mo hace la doctrina positiva- acá se mantiene res-
tringida esa noción y se amplía el contenido del
Derecho Administrativo. Resumiendo: la actividad
Es de destacar que esta doctrina considera que el de los entes públicos no estatales, no es función ad-
ejercicio de la función administrativa de estos entes ministrativa, pero, de todos modos, está encuadrada
no constituye la regla respecto de todos sus actos, en el ámbito del Derecho Administrativo.
"... sólo pueden considerarse como tales aquellos que
aparezcan claramente como una derivación expresa
de la potestad pública" 13 . De lo que resulta que no 2.4.- Nuestra posición
en todo momento ejercerán función administrativa,
sino solamente en aquellas oportunidades en quC' Es evidente que no podemos quedarnos con la
ejercieran las prerrogativas de derecho público que simple afirmación del nombre de la función; en este
le fueron conferidas por el Estado. sentido no tiene trascendencia que llamemos a la
A semejanza de lo que ocurre entre los auto- función administrativa o no. Lo importante, lo que si
res que adoptan la tesis negativa, aquí tampoco en- tiene trascendencia es el régimen jurídico que viene
contramos identidad en cuanto a los criterios detrás de la calificación. Si contáramos con un régi-
adoptados para definir la función administrativa. men jurídico definido, no interesaría cómo denomi-
Así, mientras Linares sigue básicamente un criteri1) namos a la actividad que realizan. Pero si no
material, aunque con elementos residuales 14. Gordi- contamos con tal régimen jurídico, lCuál hemos de
. . miXto
11 o a d opta un cnteno . u orgamco-matena
' . . 115 . aplicar? lLos principios del Derecho Privado? lLos
propios del Derecho Público?.
2.3.- Doctrina ecléctica
Si nos encontramos con un ente que, por dis-
Quizás no sea el título más apropiado para ca- posición del propio Estado, ejerce sobre los particu-
racterizar a esta doctrina, pero no cabe duda que la lares facultades que implican limitaciones de la
misma lleva un apartamiento de las dos posturas más órbita de sus derechos subjetivos, que ejercen pre-
radicales. Parte de la idea de que la actuación de los rrogativas que sólo encuentran su fundamento en el
entes no estatales no es ajena a las regulaciones del típico poder del imperio del Estado y del Derecho
Derecho Público y, más específicamente, del Dere- Administrativo que regula su actuación, la aplicabi-
cho Administrativo. lidad del Derecho privado, para regular el ejercicio
de las mentadas facultades, debe ser descartado.
13. Gordillo "Tratado ... ", cit., t. III, págs. 1-15 y ss. 16. Cassagnc: "El acto ... ", pág. 70.
14. Linares: "Fundamentos ... ", cit. pág. 66. 17. \.-assagne: Ibídem, pág. 95.
15. Gordillo, "Tratado ... ", cit., t. 1, pág. VII-42. 18. Cassagnc: Ibídem, cit., pág. 67.
Thémis 13 12
Por otra parte, ¿cambia la naturaleza de la La cuestión radica en que estas dos calificacio-
función por la circunstancia de que la ejerza el Esta- nes: Administración-sujeto y Administración-fun-
do directamente o un ente no estatal? ¿Qué diferen- ción, no siempre coinciden: no todo sujeto
cia existe entre el acto por el cual un ente estatal administrativo actúa siempre por la Administración-
factura el servicio de electricidad y luego ejecuta por sujeto.
apremio el pago o que la misma conducta provenga
de una cooperativa de servicios eléctricos? Eviden- Ahora bien, sucede que toda Administración-
temente, a primera vista, no hay ninguna diferencia. sujeto está sometida en su estructura, organización y
¿Por qué entonces en un caso habremos de conside- funcionamiento interno al Derecho Administrativo
rar a la función administrativa y en el otro no? El con- -con sus privilegios en más y en menos-, aún cuan-
tenido del acto es el mismo, los efectos también lo do parte o toda la actividad a que dicho funciona-
son, están sujetos a un mismo o similar régimen miento se encamine sea "privada"; así, en materia
jurídico. Conviene aclarar, sin embargo, con respec- contractual, todo el largo procedimiento de la for-
to a esto último, que el hecho de que sostengamos mación de la "voluntad" y habilitación del gasto es
que estos entes no estatales ejercen función adminis- siempre regulado por el Derecho Administrativo,
trativa y que dictan actos administrativos, que se ri- aún cuando el contrato sea de Derecho privado.
gen por los principios jurídicos propios del Derecho
Administrativo, no implica necesariamente, que han
de series aplicables los mismos textos positivos, ni En cambio, cuando el ente no tiene esta condi-
que aquellos principios han de ser aplicados con la ción de Administración-sujeto no es aplicable, a su
misma intensidad a unos que otros. Concluyamos estructura, organización y funcionamiento interno el
que ello no obsta a lo que dijéramos respecto al tipo Derecho Administrativo, más que en la medida en
de actividad que realizan, cuando ejercen las prerro- que está expresamente contenido en su estatuto le-
gativas de poder, toda vez que es admisible un con- gal o sea consecuencia directa del desempeño de
cepto de función administrativa comprensivo de funciones públicas encomendadas al ente; pero si se
regímenes diferenciados. encamina a actividades de defensa de sus propios de-
rechos o intereses de carácter privado, tal régimen
les es inaplicable.
Aquella misma doctrina que adopta una pos-
tura crítica frente a la consideración administrativa
de estas funciones, no acierta en el encuadramiento Todo lo expuesto nos lleva a replantear el con-
de estas entidades en relación con la Administración cepto del Derecho Administrativo. De ello nos ocu-
pública de cobertura. A nuestro juicio, la explicación paremos ahora.
adecuada nos la ofrece el concepto jurídico genéri-
co de la "delegación" administrativa, en el que, por III. EL DERECHO ADMINISTRATIVO Y LA
descontado, tienen cabida todas las entidades que FUNCION ADMINISTRATIVA
presten servicios públicos, calificadas de públicas
-un tanto precipitadamente- por alguna doctrina, l. El Derecho Administrativo es el Derecho propio
pese a tener una base privada inequívoca y un origen de quienes ejercen la función administrativa.
también muchas veces privado; siendo el derecho
privado el que regula el régimen jurídico de su acti-
vidad común, quedando los aspectos administrativos Un Derecho general se refiere y es aplicable a
reducidos a la función administrativa que cumplen. toda clase de sujetos; es el caso del Derecho civil.
No hay razón para no encuadrar, a estas personas Hay otros Derechos, en cambio, que sólo regulan las
claramente privadas que, no obstante, realizan algu- relaciones de ciertas clases de sujetos, en cuanto su-
na suerte de función administrativa, dentro de la jetos singulares o específicos, sustrayéndolos en cier-
rúbrica común de "sustitutos" administrativos. tos aspectos, al imperio del Derecho común, a este
Derecho suele llamársele estatutario. El Derecho
canónico es un ejemplo claro, pues no se refiere a
3. Diversidad entre Administración-sujeto y una abstracta función sacra!, sino que regula las re-
Administración-función. laciones jurídicas de unos entes específicos. Por es-
ta razón en el Derecho canónico figuran preceptos
Del análisis, anterior, surge con claridad la ne- sobre propiedad, prescripción, penas, etc.. El propio
cesidad de distinguir diversos empleos del vocablo Derecho mercantil ha sido, también, un Derecho es-
"administración". tatutario típico en su origen y desarrollo -derecho de
los mercaderes-, pero a partir de la Revolución Fran-
El concepto Administración, y por ende admi- cesa y la codificación napoleónica, el Derecho mer-
nistrativo, tiene una doble significación: a) un aspec- cantil se transformó en un Derecho de base objetiva,
to subjetivo, estructural, de organización y regulador de los actos de comercio, aunque última-
funcionamiento interno, esto es su naturaleza y con- mente tiende a ser considerado como un nuevo De-
dición en cuanto sujeto y b) su actividad, sus funcio- recho de base subjetiva, de carácter estatutario,
nes, el régimen jurídico de sus actos. como Derecho propio de las empresas mercantiles.
13 Thémis 13
Algo semejante sucede con el Derecho Admi- La afirmación de que es un Derecho común
nistrativo, que no es el Derecho propio de unos órga- hay que entenderla como opuesta a la expresión De-
nos o un poder, sino el Derecho propio de una recho especial. El Derecho Comercial no es un De-
función, la función administrativa 19 , sustrayendo a recho común, sino un Derecho especial, ya que en
los sujetos que la ejercen del Derecho común. las materias que el mismo no regula se aplica el De-
recho Civil. En el Derecho Administrativo la solu-
2. Es un Derecho Público común de la ción es completamente distinta: cuando en él hay una
Administración Pública. laguna, éste se integra con sus propios principios sin
necesidad de acudir a otros Derechos 20. Es decir,
que es capaz de autointegrar sus propias lagunas so-
El Derecho Administrativo es un Derecho bre la base de sus propios principios generales, sin
Público y constituye una de sus ramas más importan- perjuicio de que estos principios remitan con fre-
tes. Siendo la Administración el instrumento de re- cuencia a los criterios jurídicos generales formulados
lación permanente y general con los ciudadanos, es o desarrollados primeramente por el Derecho Ci-
lícito decir que el Derecho Administrativo es el De- vil 21 . Los principios generales del Derecho son una
recho Público interno del Estado por excelencia. condensación de grandes valores jurídicos materia-
les que constituyen el substractum mismo del orde-
Todas las instituciones del Derecho Adminis- namiento y la experiencia reiterada de la vida
trativo están marcadas por la regulación básica del jurídica.
poder y de la libertad que se contienen en la Consti-
tución. Es un Derecho referido a un tipo determina- El Derecho Administrativo, en cuanto derecho
do de sujetos: los que cumplen la función común, no está formado solamente por normas po-
administrativa y, dentro de éstos preferentemente, sitivas sino también por principios generales, que sir-
(pero no únicamente), las Administraciones Públi- ven para articular, interpretar o completar esas
cas -nacional, provinciales y municipales-. Ello quie- normas, a las que acompañan, formando en torno a
re decir que el Derecho Administrativo tiene que ellas un aura inseparable. Los principios generales
atender básicamente a las exigencias que estos suje- deben aplicarse con mayor razón en el Derecho Ad-
tos presentan para su desenvolvimiento jurídico nor- ministrativo, pues este es el campo más fértil de la le-
mal. gislación contingente y ocasional22•
Thémis 13 14
(los sujetos administrativos), cómo se la ejerce (for- prerrogativas, por otro libertad-garantías25 , de ahí el
mas jurídicas administrativas), con qué medios, con jntento permanente de hacer compatibles ambos
qué atribuciones o facultades y con qué alcances. principios. Y ello se logra en función de una idea
transcendente: el bien común.
Atendiendo a su esencia, el Derecho Administra-
tivo se nos presenta como una estructura dialéctica 25. Frugone Schiavone, Héctor: "Algunas premisas fundamenta-
les para el estudio del Derecho Administrativo" en revista
integrada por dos principios: por un lado potestad- Uruguaya de Estudios Administrativos, nQ 1, 1981, pág. 65.
Thémis 13
15
EL REDESCUBRIMIENTO DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
LUEGO DE LA PANDEMIA DEL COVIT-19
3
III. SOBRE EL DERECHO ADMINISTRATIVO REGULADOR
1. E c d a dad c da d d c ad a
ad
En el marco de la ac i idad admini ra i a q e debe reali ar e conforme al
principio de legalidad, el r gimen de derecho admini ra i o impone q e
ejercicio, por lo rgano compe en e , e haga ci ndo e a lo e ablecido en la
Con i ci n en la le e , en par ic lar, conforme al procedimien o
legalmen e e ablecido. Por ello, la ac acione reali ada por rgano
incompe en e , in ob er ancia del procedimien o legalmen e pre cri o o q e
rpen la re er a legal, con i en a de hecho ician lo ac o
admini ra i o a dic ado de n lidad. En par ic lar, re pec o de lo
reglamen o , lo mi mo no p eden reg lar ma eria re er ada a la le , como
e el ca o de la ipificaci n de deli o , fal a o infraccione admini ra i a , el
e ablecimien o de pena o ancione , a como rib o con rib cione .
En e a forma, no de lo principale igno formale del afian amien o del
principio de la legalidad en el derecho admini ra i o con empor neo, ha ido
el ome imien o de la ac aci n de la Admini raci n P blica a norma
procedimen ale q e a eg ren a lo admini rado n ra o j o, ba ado en la
b ena fe en la confian a leg ima, median e la pre i i n de n procedimien o
formalmen e reg lado, en el c al e garan ice el derecho a la defen a , en
general, el debido procedimien o admini ra i o. La con ec encia de ello e q e
na de la carac er ica del derecho admini ra i o con empor neo ea la
conocida endencia a codificar el procedimien o admini ra i o median e la
anci n de le e e pec fica q e lo reg len, incl endo la implificaci n de
r mi e admini ra i o , para racionali ar la rami acione q e lo par ic lare
lle an a cabo an e la Admini raci n P blica a garan i ar la par icipaci n
ci dadana en la formaci n de lo ac o admini ra i o .
E e derecho admini ra i o q e no o ro conocemo q e hemo rabajado,
ha ido el re l ado de con olidaci n en el m ndo moderno, ig iendo re
endencia paralela : la primera, la rela i a a la relaci n en re la Admini raci n
P blica lo par ic lare ba ada en el car c er er icial de la mi ma, e decir,
como lo indica la Con i ci n, la Admini raci n e al er icio de lo
ci dadano , por ello, e rige por lo principio f ndamen ale de hone idad,
par icipaci n, celeridad, eficacia, eficiencia, ra parencia, rendici n de c en a
re pon abilidad (ar 141); la eg nda, la rela i a al ome imien o de la
ac i idad admini ra i a al principio de legalidad, lo q e implica q e oda la
4
ac acione de la Admini raci n P blica deben reali ar e, como dice la
Con i ci n, con ome imien o pleno a la le al derecho (ar . 114); la
ercera, la rela i a al car c er ab ol o de dicho principio de legalidad, en el
en ido de q e no ha rea inm ne al mi mo, par ic larmen e en lo q e e
refiere a la ni er alidad de con rol j dicial de lo ac o de la Admini raci n,
lo q e implica q e a no ha ac o e cl ido del mi mo, como oc rr a con lo
iejo ac o de gobierno; con el ejercicio de podere di crecionale q e la le
p eda o orgar a la Admini raci n para ge ionar el in er general, iempre
e ar ome ido a l mi e ; con la i acione e cepcionale q e e p edan
pre en ar en na ociedad q e la Admini raci n e llamada a enfren ar,
iempre, en el marco de la legalidad.
2. La d cc d a dad d d a ac
c c a
Lo l imo e alado e corre ponde con lo q e Ed ardo Garc a de En err a
calific , al p n ali ar el alcance del principio de legalidad en el derecho
admini ra i o en lo pa e democr ico , como el re l ado de la l cha con ra
la inm nidade de poder, q e iden ific en e o re elemen o .
En a , en el proce o de red cci n progre i a de ac o e a ale
q e p dieran e ar e cl ido del con rol j dicial, lo q e cond jo a la red cci n
o m bien al abandono de la eor a de lo ac o de gobierno al aclarar e q e lo
mi mo , en realidad, no on ac o admini ra i o q e e n e cl ido de
con rol, e decir, no on ac o de la a oridade admini ra i a de rango
blegal, ino q e on ac o e a ale dic ado por rgano ejec i o en
ejec ci n direc a e inmedia a de la Con i ci n, ra n por la c al a ella e q e
deben e ar ome ido , lo q e implica ome imien o a con rol de
con i cionalidad por la J ri dicci n con i cional, ob iamen e no de
legalidad por par e de la J ri dicci n con encio o admini ra i a.
La con ec encia de ello e q e conforme a lo po lado del E ado de
Derecho con ba e en el principio de la legalidad, odo lo ac o e a ale e n
ome ido al derecho odo on con rolable j dicialmen e por ra one de
con i cionalidad o de legalidad; ning n ac o e a al debe e capar al con rol
del Poder J dicial.
Siendo lo ac o admini ra i o iempre de car c er blegal, lo mi mo
e n ome ido al con rol j dicial por par e de lo rib nale con compe encia
con encio o admini ra i a, q e en la ma or a de lo pa e del m ndo
con empor neo e conforma por rib nale e peciali ado , a n c ando no
nece ariamen e eparado del Poder J dicial como cede con el originario
modelo franc . A lo mi mo , por o ra par e, no lo ienen acce o lo
5
admini rado c o in ere e per onale , direc o leg imo ha an ido
le ionado por la ac i idad admini ra i a, como e la i aci n general de la
legi imaci n en e o proce o , ino q e ambi n progre i amen e la
legi imaci n e ha e endido a la pro ecci n de in ere e dif o , e decir, lo
concernien e a la calidad de ida de la poblaci n como lo originado por da o
al ambien e o a lo con midore ; de lo in ere e colec i o , referido , por
ejemplo, a n ec or poblacional de erminado e iden ificable.
E o rib nale con encio o admini ra i o , por o ra par e, en el m ndo
con empor neo, no lo ejercen na compe encia de con rol obje i o de la
ac aci n de la Admini raci n endien e a la an laci n de lo ac o
admini ra i o ilegale , ino na compe encia de orden bje i a, para ambi n
poder condenar a la Admini raci n al pago de ma de dinero, a la
reparaci n de da o perj icio originado en re pon abilidad admini ra i a,
para di poner lo nece ario para el re ablecimien o de la i acione j r dica
bje i a q e p die en haber ido le ionada por la ac i idad admini ra i a.
Ello implica q e lo j ece con encio o admini ra i o on lo llamado no
lo a an lar ac o admini ra i o , ino a conocer decidir con pleni d
den ro de lo l mi e de compe encia, oda la demanda q e e p edan
in en ar con ra lo en e p blico ba ada en pre en ione bje i a . Adem ,
el mbi o del con rol q e ejercen lo j ece con encio o admini ra i o e ha
e endido ambi n a la ab encione o nega i a de lo f ncionario a dic ar
e pec fico concre o ac o admini ra i o a q e e n obligado por la
le e . Se ra a de lo q e en m cho pa e e conoce como el con rol
con encio o admini ra i o con ra la carencia o la omi ione admini ra i a .
En d a , ambi n e el proce o de ome imien o del poder
di crecional al con rol j dicial, median e la dep raci n progre i a del mi mo,
, al e cl ir e del concep o elemen o q e lo di or ionaban p e al
q edar a eg rado el ome imien o a con rol j ri diccional de la ac acione
de la Admini raci n en ejec ci n de podere e pre ado en forma de
concep o j r dico inde erminado , lo q e dio origen a la llamada
di crecionalidad cnica ome ida en pleno a la legalidad; d , al
de arrollar e la po ibilidade de con rol obre la calificaci n apreciaci n de
lo hecho en la ac aci n de la Admini raci n, lo q e nada iene de
di crecional; c , al admi ir e, finalmen e, en relaci n con lo q e e
e ric amen e ac aci n di crecional, el con rol obre la ra onabilidad,
racionalidad, l gica proporcionalidad de la ac aci n.
Sobre el poder di crecional, recordemo q e i bien, iempre, en la ac aci n
admini ra i a la compe encia de la a oridade admini ra i a iempre iene
q e e ar pre i a en e o legal e pre o, en el c al e a orice la ac aci n del
6
f ncionario, la mi ma, en alg no ca o e pre i a con preci o l mi e en la
le , mien ra q e en o ro , la le le o orga al f ncionario cier a liber ad para
elegir en re no o ro c r o de acci n, apreciando la opor nidad o
con eniencia de la medida a omar e. En e e l imo ca o e donde e e en
pre encia del ejercicio de podere di crecionale , q e e i en, preci amen e
c ando la le permi e a la Admini raci n apreciar la opor nidad o
con eniencia para la emi i n del ac o admini ra i o de ac erdo a lo in ere e
p blico en el o , eniendo el poder de elegir en re di er a al erna i a
ig almen e j a . Ha ido preci amen e en e e campo de la di crecionalidad
donde e ha plan eado el mencionado proce o de limi aci n para e i ar la
arbi rariedad admini ra i a, ome er a con rol j dicial la o alidad de la
ac i idade admini ra i a , preci ando la rea de ac aci n q e no
con i en di crecionalidad como el ca o de la aplicaci n de lo an e
mencionado concep o j r dico inde erminado . En con ec encia, mien ra
la compe encia di crecionale dejan al f ncionario la po ibilidad de e coger
eg n cri erio na en re aria ol cione j a , c ando e ra a de la
aplicaci n de n concep o j r dico inde erminado no cede lo mi mo, p e en
aplicaci n lo e admi e na ola ol ci n j a correc a, q e no e o ra
q e aq lla q e e conforme con el e p ri , prop i o ra n de la norma q e
a ori a la ac aci n.
Pero como e dijo, incl o dep rada en e a forma la ac i idad di crecional,
la liber ad dada al f ncionario para de arrollarla ambi n e ome ida a l mi e
con role en aplicaci n de principio generale del derecho como lo de
ra onabilidad racionalidad; de l gica, j icia eq idad; de
proporcionalidad, odo lo c al e ha enido incorporando progre i amen e
como e o e pre o en le e de procedimien o admini ra i o.
Y en c a, e la red cci n progre i a de la ieja eor a de la
circ n ancia e cepcionale q e en an a o daban origen a rea de ac aci n
de la Admini raci n q e e capaban a la legalidad por fal a de reg laci n de la
mi ma, q e a lo efec o de hacer pre alecer el principio de la legalidad en el
m ndo democr ico, pro ocaron el de arrollo del derecho admini ra i o
reg lador, incl o median e la anci n de legi lacione reg ladora de la
emergencia, para a eg rar q e a pe ar de lo req erimien o de la mi ma ,
q eda e claro q e la ac aci n de la a oridade debe ome er e iempre al
derecho; de manera q e olo para el ca o de q e lo in r men o e i en e no
ean ficien e para poder a ender la e igencia de ge i n p blica q e
plan ean de erminada i acione de emergencia, e p eda apelar a la a da
del derecho con i cional.
7
E preci amen e por ello, por ejemplo, q e la Con i ci n pre en
ar c lo 344, con el c al e inicia el Cap lo II del T lo de la pro ecci n de
la Con i ci n, lo q e e califica e pre amen e como e ado de e cepci n,
q e on lo q e p eden decre ar e en ca o de circ n ancia e cepcionale , q e
on aq ella ;
de orden ocial, econ mico, pol ico, na ral o ecol gico, q e afec en
gra emen e la eg ridad de la Naci n, de la in i cione de lo
ci dadano ci dadana , a c c a c a
ac ad d a c a d a a ac a a c .
E decir, lo q e origina q e an e circ n ancia e cepcionale el Jefe del
Ejec i o Nacional p eda apelar al a ilio del derecho con i cional declarar
n e ado de e cepci n , e preci amen e q e el derecho admini ra i o
reg lador no ea ficien e de manera de permi irle a la Admini raci n hacerle
fren e a ale hecho .
E a diferen e forma de e ado de e cepci n e reg laron en la Le
Org nica obre E ado de E cepci n de 2001,1 eg n la circ n ancia
e cepcionale q e e pre en en, e ableci ndo e adem , pre i ione obre el
ejercicio de lo derecho q e ean re ringido con la finalidad de re ablecer la
normalidad en el menor iempo po ible (ar . 1, LO).
3. D a c c a ca c c a c ca d d d
d c ad a ad
Para preci ar obre la circ n ancia e cepcionale q e p edan j ificar la
declara oria de ale e ado de e cepci n, la Le e pecial ra ific el cri erio
fijado en la Con i ci n, de q e debe ra ar e de i acione obje i a de ma
gra edad a a c d d a d E ad
a aa a (ar . 2, LO), por lo q e deben dic ar e olo en ca o de e ric a
nece idad para ol en ar la i aci n de anormalidad (ar . 6, LO); debiendo
pre er e la po ibilidad de adop ar medida de e cepci n q e en odo ca o
iempre deben er proporcionale a la i aci n q e e q iere afron ar en lo
q e re pec a a gra edad, na rale a mbi o de aplicaci n (ar . 4, LO); q e
ambi n, en odo ca o, deben ener na d raci n limi ada a la e igencia de
la i aci n q e e q iere afron ar, in q e al medida pierda car c er
e cepcional o de no permanencia (ar . 5, LO).
E a medida q e e adop an para enfren ar lo efec o de circ n ancia
e cepcionale , por o ra par e, en ning n ca o in err mpen el f ncionamien o de
lo rgano del Poder P blico (ar . 339 C.) ni la compe encia con i cionale
1
V a e en Gac a O c a N 37.261 de 15-08-2001.
8
como lo confirma la Le Org nica (ar . 3, LO); lo c al implica q e en ning n
ca o n e ado de e cepci n p ede modificar el principio de la re pon abilidad
del Pre iden e de la Rep blica, ni la del Vicepre iden e Ejec i o, ni la de lo
Mini ro , de conformidad con la Con i ci n la le (ar . 232 C.). Adem ,
lo decre o rela i o a lo e ado de e cepci n iempre e n je o al con rol
j dicial de con i cionalidad por par e de la Sala Con i cional del Trib nal
S premo de J icia (ar . 336.6), al con rol pol ico por par e de la A amblea
Nacional, la c al p ede aprobar o improbar el decre o pr rroga, de haberla
(ar . 338). Lo decre o , adem , p eden er re ocado no lo por el Ejec i o
Nacional ino por la A amblea Nacional o por Comi i n Delegada, al ce ar
la ca a q e lo mo i aron.
De ac erdo con la Con i ci n, adem , la circ n ancia e cepcionale
q e p eden decre ar e c ando d d a d c a d
E ad a a a a a c , conforme con el ar c lo 388 de la
Con i ci n on: el e ado de alarma, el e ado de emergencia econ mica, el
e ado de conmoci n in erior el e ado de conmoci n e erior; reg lada en
lo ar . 8 a 14 de la Le Org nica.
Dejando apar e lo do l imo , referido a circ n ancia e cepcionale
prod cida por conmoci n in erior o e erior, q e ap n an a i acione de
g erra, lo do primero ocan m direc amen e el derecho admini ra i o
reg lador. El ad d a a a, en efec o, reg lado en el ar c lo 338 de la
Con i ci n el ar c lo 8 de la Le Org nica, e pre q e p ede decre ar e
c ando en circ n ancia e cepcionale prod cida por ca rofe ,
calamidade p blica o ro acon ecimien o imilare q e pongan eriamen e
en peligro la eg ridad de la Naci n o de ci dadano lo d d a
d c a d E ad a a a a a c . Y en c an o
al ad d ca c ca reg lado en la mi ma norma del ar c lo
338 de la Con i ci n el ar c lo 10 de la le Org nica, p ede decre ar e
c ando en circ n ancia econ mica e raordinaria q e afec en gra emen e
la ida econ mica de la Naci n ambi n re l en c lo d
d a d c a d E ad a a a a .
Todo lo an erior implica, en odo ca o, q e iendo la circ n ancia
e cepcionale manife acione propia de la ida en ociedad, el derecho
admini ra i o, preci amen e para a eg rar el ome imien o de la
Admini raci n al derecho a la le , no dej de ener pre encia en la a enci n
de la mi ma , habi ndo e de arrollado progre i amen e reg lacione para q e
la Admini raci n p diera con ar con lo in r men o nece ario para
a enderla , adop ando la medida apropiada a cada na de ella .
9
E decir, p ede decir e q e la circ n ancia e cepcionale la
i acione de rie go, de a re, de calamidad p bica o de emergencia, no on
e ra o al derecho admini ra i o, en reg lacione la Admini raci n
deber a encon rar lo in r men o nece ario para, pre er ando la legalidad,
a ender adec adamen e la con ec encia de acaecimien o, an o en el ca o
de q e ean ca ada por hecho na rale , como erremo o , er pcione
olc nica , eq a , in ndacione , de li amien o ; por ac i idade h mana
como incendio o acciden e de ran por e; o por la propia condici n del g nero
h mano como on el de arrollo de enfermedade gra e e endida como
epidemia o pandemia ; en oda e a i acione , con la con ec en e
p rdida de ida h mana da o ma eriale , de r cci n de rec r o
na rale , e in err pci n de lo proce o lo ocioecon mico .
P ede incl o decir e q e, en lo iempo con empor neo , lo de a re ,
calamidade p blica pandemia , e decir, la i acione de emergencia la
nece idad de la a enci n de rie go para la ociedad por par e por la
admini racione p blica , han dado origen incl o a n r gimen j r dico
admini ra i o e pec fico, con el obje o preci amen e- de a ender la
admini raci n de la a enci n de de a re dem i acione de emergencia.
E e, en odo ca o, ha ido n campo propio del derecho admini ra i o
reg lador, q e e el q e preci amen e c a d c b c ca
d a Pa d a d C d-19, obre odo para poder con a ar i lo medio
reg ladore ordinario e i en e de lo c ale di pon a el E ado, eran o no
efec i amen e ficien e para enfren ar efec o , con ello de erminar i
realmen e el Ejec i o Nacional req er a ac dir al a ilio del derecho
con i cional decre ar el e ado de alarma, al como procedi a hacerlo
median e el Decre o No. 4.160 de 13 de mar o de 2020 q e f e obje o de
pr rroga en m l iple oca ione .2
En par ic lar, me referir a la reg lacione e pec fica del derecho
admini ra i o obre la a enci n de enfermedade gra e la a enci n de lo
rie go deri ada de la mi ma e ablecida an o an e del decre o de e ado
de alarma como en e o, lo permi ir a lo e dio o del derecho
admini ra i o, poder con in ar la area de rede c brimien o de n e ra
di ciplina reg ladora, de erminar la medida q e pod an haber e adop ado
con ba e en la reg lacione e i en e , confron ndola con la pre i a en el
referido decre o de e ado de alarma.
E a confron aci n ded cci n no la podemo hacer en e a in rod cci n al
ema, iendo area f ra de lo admini ra i i a del pa , con ello de erminar
2
Gac a O c a No. 6519 E ra de 13 de mar o de 2020.
10
la nece idade de reforma legi la i a, reglamen aria organi a i a, q e lo
n e o iempo imponen.
IV. SOBRE EL RÉGIMEN JUR DICO ADMINISTRATIVO DE LA
ATENCI N DE LA SALUD Y LA ATENCI N DE RIESGOS
SANITARIOS: UN EJEMPLO CL SICO DEL DERECHO
ADMINISTRATIVO REGULADOR RELATIVO A LA ATENCI N
DE LAS ENFERMEDADES DE DENUNCIA OBLIGATORIA
En odo lo pa e con empor neo , par ic larmen e de p de la grande
epidemia pandemia q e e cedieron ha a la primera d cada del iglo
pa ado, la legi laci n admini ra i a en ma eria de pro ecci n de la al d reg l
ampliamen e podere de la admini racione p blica para a ender i acione
de rie go en e e campo a a eg rar la al bridad p blic, pro eger la al d de
lo ci dadano [proc rar por la rec peraci n de la al d de lo afec ado .
En Vene ela on de de acar en e a ma eria la reg lacione q e e
e ablecieron en lo a o rein a c aren a del iglo pa ado conforme a la
reg laci n e pre a q e e e ableci en la Le de Sanidad Nacional de 15 de
j lio de 1938, en la c al e fac l e pre amen e al Ejec i o nacional:
c ando h biere amena a de in a i n de na enfermedad con agio a o
q e por na rale a ea peligro a para la com nidad, o reinare en el pa
alg na de e a enfermedade [ ] para c a ac c a a
d da a c a a aa a c ba a ad
d a a d b ca (ar . 13).
En el campo del derecho admini ra i o la re p e a a e a amplia
delegaci n norma i a q e el legi lador, como reg lador de la pol ica de
pro ecci n a la al d, hi o al Ejec i o Nacional, f e la emi i n del R a
d E dad d D c a Ob a a adop ado el 11 de ago o de 1939,
con el obje o de e i ar la propagaci n de la mi ma . En dicho Reglamen o e
en meraron la enfermedade q e en la poca eran de impor ancia, m cha de
la c ale ac almen e a han de aparecido o han ido con rolada , mien ra q e
o ra an a con in an igen e .
Yq reg laba dicho Reglamen o?
Tal como lo e plicaba a mi al mno del C d D c Ad a
II (preci amen e referido al derecho admini ra i o reg lador) en la Uni er idad
Cen ral de Vene ela, hace a ca i 60 a o ,3 dicho Reglamen o e ableci el
ig ien e r gimen:
3
V a e en Allan R. Bre er-Car a , D c Ad a .E c d J d (1959-
11
1. b d ac : d cac d dad a c
d c a
Para re ablecer la al d en ca o de p rdida de la mi ma, en el Reglamen o
e e ableci la nece idad del E ado de locali ar la per ona afec ada de
cier a enfermedade gra e , q e f eron calificada como de no ificaci n o
den ncia obliga oria; en mer ndo e la ig ien e :
G A: C lera a i ico; Coq el che (To ferina); Dif eria angina de
c alq ier cla e; Diarrea di en er a e pecificando la ca a, i f ere po ible;
Encefali i de c alq ier cla e; E carla ina; Fiebre amarilla; Fiebre ifoidea
para ifoidea; Fiebre de c alq ier cla e, c a d raci n e ceda de c a ro d a ;
In o icacione alimen icia ; Lepra; Meningi i en general; Of alm a
neona or m; Pe e; Pne mon a , bronco-ne mon a conge ione ;
Poliomieli i ; Rabia; R beola; Sarampi n; Sep icemia p erperal, T ano ,
infan il, o ro; Tracoma; Tif e an em ico; Varicela; Vir ela en c alq iera
de forma (ala rim).
G B: Ac inomico i ; Anq ilo mia i ; A caridio i ; Beriberi;
Br celo i ; B ba; Carb nco; Deng e; Eri ipela; E piroq e o i ic ero-
hemorr gica; E q i o omia i ; Fa o; Fiebre rec rren e; Filario i ; Infl en a;
Lei hmanio i ; Morded ra de erpien e , e pecificando, i f ere po ible, el
g nero of dico; M ermo farcino; Paro idi i ; Pal di mo, e pecificando la
forma, i f ere po ible; Pelagra; P i aco i ; Sarna; Sodok ; Triq ino i ;
T berc lo i en c alq iera de forma , e pecificando el rgano o la par e
afec ada; T laremia (ar . 1).
De ac erdo con el Reglamen o, el Mini erio con compe encia en ma eria
de al d (en once , el Mini erio de Sanidad A i encia Social) e habili ado
para a men ar o recla ificar la li a (ar . 2)
2. La b ac d a :c cac d ca
In ere a a la a oridade ani aria conocer la incidencia de dicha
enfermedade en la poblaci n del pa , ra n por la c al el Reglamen o
e ablece q e lo m dico , en principio, , a fal a de ello , el padre de familia,
el parien e m cercano o c alq ier per ona q e enga conocimien o de q e
alg na per ona padece na enfermedad del Gr po A, e obligado a
com nicarlo den ro de la 24 hora por la a m r pida a la a oridad
ani aria m cercana. En el ca o de enfermedade del Gr po B, la per ona
1964), F ndaci n de Derecho P blico, Edi orial J r dica Vene olana, Caraca 2014.
12
e n obligada a form lar la den ncia de la enfermedad en n rmino de 5 d a
(ar . 3).
Por o ra par e, el Reglamen o impone ig almen e a la farmacia o c alq ier
e ablecimien o de e pendio de medicina la obligaci n de den nciar a la
a oridad ani aria obre la en a de prod c o de inado a pre enir o ra ar
enfermedade de den ncia obliga oria. Para e o fine , el Reglamen o a ori a
a la a oridad ani aria a reali ar la in peccione nece aria lle ar n regi ro
obre la informacione rela i a a la ma eria (ar . 4).
De e e modo, c ando la den ncia repe ida hagan del conocimien o de la
a oridad ani aria la amena a de q e na enfermedad gra e p eda propagar e
en forma de epidemia a na porci n o a la o alidad de la poblaci n nacional,
a p ede adop ar, de manera opor na, la medida q e f eren nece aria , q e
e anali an a con in aci n.
3. S b a d da c a d a b ad a
En primer l gar, el r gimen j r dico-admini ra i o del re ablecimien o de
la al d perdida reg lado en el Reglamen o, en efec o, e ablece la po ibilidad
para la a oridad ani aria de la adopci n de na erie de d da c a
d a b ad a , q e en an en once f ndamen o en el ar c lo 76 de
la Con i ci n (1961) q e e ablec a q e odo e n obligado a ome er e a
la medida ani aria q e e able ca la Le , den ro de lo l mi e imp e o por
el re pe o a la per ona h mana.
En re e a medida re ric i a de la liber ad per onal e enc en ran la
ig ien e :
A. La c b a ad
P ede ceder q e na enfermedad q ede, en c an o e refiere a
ra amien o, al libre j icio de q ien la padece. Pero ha o ra como on alg na
de la calificada como de den ncia obliga oria, re pec o de la c ale , por
ra n de gra edad, q ien la padece e con ier e en elemen o con iderado
de peligro para la colec i idad, a ori ando el Reglamen o a la a oridad
ani aria para poder ordenar proceder a recl i n obliga oria en
e ablecimien o de al d. A al efec o, el Reglamen o iden ifica en Ar c lo
7, en re la enfermedade en nciada , on declarada como de c
b a a, por el iempo en la condicione q e de erminen la a oridade
ani aria re pec i a , la ig ien e : c lera a i ico, fiebre amarilla, lepra,
Meningi i -cerebro-e pinal epid mica, pe e, poliomieli i , if , ir ela, if
e an em ico.
13
Tambi n e obliga oria la recl i n para lo q e padecen de enfermedade
en rea , c ando la per ona afec ada e nieg en a ra ar e (ar . 9).
B. E a a b a
El Reglamen o, re pec o de la o ra enfermedade q e no conlle an la
medida de recl i n obliga oria, reg l el ai lamien o como medida re ric i a
de la liber ad per onal; medida q e, a diferencia de la recl i n, e debe ejec ar
en el domicilio del enfermo, por el iempo condicione q e de ermine la
a oridad ani aria, iempre q e e re na condicione higi nica , no ea n
i io de i ienda colec i a, como ho el, colegio, o e ablecimien o imilare .
El ai lamien o e permi e re pec o de la o ra enfermedade q e no re i en la
gra edad de la e pecificada en el Ar c lo 7 a referido.
C. L b a
El Reglamen o pre ig almen e la po e ad de la a oridad ani aria de
e aminar ome er a per odo de ob er aci n o c aren ena, a como a o ra
re riccione medida q e e ale la a oridad ani aria, a la per ona q e
ha an e ado en con ac o direc o o indirec o con ca o de enfermedade de
den ncia obliga oria, o c ando e o peche o epa q e on por adore de
g rmene o par i o ca an e o ra mi ore de enfermedade (ar . 9).
D. La c a a
E pec ficamen e re pec o de la c aren ena, al como e reg la en el
Reglamen o, a diferencia de la recl i n o ai lamien o, con i e en la
prohibici n de alida de n de erminado l gar, imp e a a la per ona q e
ha an e ado en con ac o con o ra afec ada de enfermedade de den ncia
obliga oria, o q e e o peche p eden er por adora de lo agen e ca an e
de la enfermedad. A al efec o, por ejemplo, el Reglamen o de Sanidad Mar ima
e ableci e a medida re pec o de la per ona q e e enc en ran a bordo de
n b q e donde ha a na per ona q e pade ca de alg na de la enfermedade
de den ncia obliga oria.
E. La d cac d da d
El Reglamen o a ori a a la a oridade ani aria a hacer marcar con
car ele o bandera i ible de de lejo , la ca a donde e i an o ha an e i ido
ca o de enfermedade de den ncia obliga oria colocar g ardia con el fin de
hacer c mplir la medida q e e ha an adop ado (ar . 10).
F. La ac b a a
14
El Reglamen o pre i adem e pre amen e q e en lo i io donde e
prod ca na epidemia o e manifie e na enfermedad de no ificaci n
obliga oria, el Mini ro de Sanidad A i encia Social p eda declarar
obliga oria la inm ni aci n ac i a o pa i a con ra la enfermedad en c e i n
(ar . 18). Ello, en el marco de la Le de Vac na.
G. La a a ad a ac dad
En al ag arda de la garan a del derecho a la pri acidad, el ar c lo 20 del
Reglamen o e ableci q e lo da o q e ob engan lo f ncionario de Sanidad
obre enfermedade de den ncia obliga oria, on por na rale a pri ado ,
q edando je o lo f ncionario q e lo re elen a ancione pec niaria
pre i a en el reglamen o o a la de i ci n del cargo .
4. M d da c a d a b ad d a a c d
a a
El ar c lo 11 del Reglamen o, proh be a la per ona q e pade can
enfermedade de den ncia obliga oria, ran i ar a pie o en eh c lo por la a
p blica o cambiar de re idencia in permi o e cri o de la a oridad ani aria, la
c al ha de fijar la condicione de ra lado.
Ig almen e la norma a ori a al Mini ro con compe encia en ma eria de
al d (en once Mini ro de Sanidad A i encia Social) para e ablecer
cordone ani ario en poblacione o regione de erminada , con el fin de
impedir la propagaci n de enfermedade ra mi ible .
5. M d da c a d a b ad d ,d d c a a
d cac d d c a aba aa a a c a ac .
Ca ad ab c .
El ar c lo 12 del Reglamen o proh be a lo q e fren o ha an frido
enfermedade de no ificaci n obliga oria, o q e pro engan de l gare donde
e i an o ha an e i ido enfermo de e a cla e, a i ir a e c ela , colegio
o ro in i o de en e an a, f brica , allere , ea ro o ro l gare donde
i an, pernoc en o e re nan aria per ona , c ando por pre encia en e o
i io e ema el peligro de propagar la enfermedad.
Lo mae ro , jefe , direc ore , geren e o encargado de lo
e ablecimien o en c e i n deben dar par e inmedia amen e a la a oridad
ani aria, al ob er ar c alq ier e colar, empleado, obrero o ra per ona, en
ale condicione .
6. La a ca aca ad ca c ad
15
De ac erdo con lo pre i o en el ar c lo 14 del Reglamen o, la a oridade
ani aria podr n ordenar la de infecci n o limpie a de lo l gare p blico o
pri ado donde e i a o h biere e i ido n ca o de enfermedad ra mi ible;
adem , q edan a ori ada para ordenar la cla ra o al o parcial de c alq ier
ca a o e ablecimien o p blico o pri ado; para e i ar la propagaci n de dicha
enfermedade .
7. V a a a a c a a a ab dad d d c .
El Ar c lo 16 del Reglamen o, en el marco de la pre i i n del ar c lo 62
de la Con i ci n (1961), e ableci la po ibilidad para la a oridade
ani aria de poder reali ar i i a ani aria a c alq ier hora del d a o de la
noche lo enfermo o o pecho o de frir enfermedade de den ncia
obliga oria.
8. M d da c a a a dad ada.
Por o ra par e, con el fin de e i ar la propagaci n de la enfermedade , el
Ar c lo 16 del Reglamen o e ablece re riccione re pec o de lo obje o
propiedad de la per ona q e fran o ha an frido de enfermedade de
den ncia obliga oria, di poniendo na prohibici n de q e e p eda hacer con
lo mi mo ning n negocio, o ran acci n in el corre pondien e permi o de la
a oridad ani aria.
Adem , el ar c lo 15 del Reglamen o di pone en re la medida de
re ric i a de la propiedad pri ada, la de infecci n obliga oria, d ran e el c r o
de la enfermedad ra mi ible, de la ropa , en ilio dem obje o e p e o
a con aminaci n, q e p edan er medio de propagaci n de la enfermedad.
En forma m general la Le de Sanidad Nacional, adem , e ableci o ra
medida re ric i a de la propiedad inm eble para lo ca o en lo c ale lo
propie ario no ob er aren en propiedad la di po icione de la higiene
p blica a q e e n obligado , en conformidad con el ordinal 2 del ar c lo 32
de la Con i ci n Nacional (1936), como con ec encia ello f ere preci o
e ing ir na enfermedad peligro a, comba ir na epidemia o e i ar na
amena a inminen e para la al d p blica, en c o ca o el Ejec i o Federal
podr ordenar la oc paci n emporal de la propiedad a n de r cci n,
indemni ndo e al propie ario en la forma q e lo de ermine la Le (ar . 17).
Paralelamen e, en odo aq ello ca o en lo c ale e realice na i i a
ani aria, la oc paci n emporal, la reparaci n o la de r cci n de la propiedad
por ca a de al bridad p blica, la le e ige, in embargo, q e la medida ea
ejec ada de conformidad con la Le e Reglamen o , le an ndo e n Ac a
16
por d plicado de oda la ac acione , en la c al podr el propie ario re er ar e
lo derecho q e a j icio le corre pondan (ar . 18).
9. M d da c a d c a
Conforme al ar c lo 17 del Reglamen o, la a oridade ani aria p eden
prohibir lo elorio de la per ona q e ha an m er o de enfermedade
ra mi ible ordenar el en ierro en la condicione q e j g en con enien e .
Adem , p eden ambi n ordenar la a op ia del cad er, con el fin de
confirmar el diagn ico.
10. M d da a c a a
Para lo infrac ore del Reglamen o, el mi mo e ableci ancione
pec niaria o arre o proporcional conforme a la Le de Sanidad Nacional
in perj icio de o ra pena q e imponga el C digo Penal (ar . 19).
V. ¿ERA INSUFICUENTE EL RÉGIMEN DE DERECHO
ADMINISTRATIVO EXISTENTE PARA ATENDER LAS
EXIGENCIAS DE LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS?
An e reg lacione como la an e anali ada , e a in d da, pero
dic ada con b en cri erio para la pro ecci n de la al d, con la debida
garan a de lo derecho de lo admini rado , la preg n a q e debemo
hacerno lo admini ra i i a e i la mi ma eran o no ficien e para
a ender la pandemia del Co id-19; o i en cambio era indi pen able q e e
decre a e el e ado de alarma conforme al ar c lo 338 de la Con i ci n para
a ender la emergencia ani aria, pre i ndo e reg lacione q e plieran la
ineficiencia de dicha reg lacione .
Para ello deben anali ar e la reg lacione e ablecida en el decre o de
e ado de alarma por el Co id-19, para de erminar i el r gimen an e
mencionado era o no in ficien e; lo q e olo p ede deri ar e i e aprecia q e
la reg lacione q e e h bieran adop ado con el decre o f eran diferen e de
la q e e aban pre i a en el r gimen e i en e. Pero i la medida q e e
adop aron pod an, en defini i a, adop ar e con ba e en la reg lacione
e i en e igen e , en once e p ede decir, q e no e aba dado del i e o
con i cional b ico e igido para n e ado de e cepci n.
Recordemo q e conforme a la propia Con i ci n, en el decre o por el c al
e declare el e ado de alarma e p eden e ablecer re riccione de garan a
con i cionale en el marco de lo di p e o en el ar c lo 6 de la Le Org nica,
q e e ablece q e:
A c 6: El decre o q e declare lo e ado de e cepci n er dic ado
ca d c a c dad a a a a ac d a a dad,
17
ampliando la fac l ade del Ejec i o Nacional, con la cc a
d a aa a c c a da la ejec ci n, eg imien o,
per i i n e in pecci n de la medida q e e adop en conforme a derecho.
El Pre iden e de la Rep blica, en Con ejo de Mini ro , podr ra ificar la
medida q e no impliq en la re ricci n de na garan a o de n derecho
con i cional. Dicho decre o er ome ido a lo con role q e e ablece e a
Le .
En e e ca o, como lo di pone el ar c lo 339 de la Con i ci n, el decre o
q e declare el e ado de alarma deber reg lar el ejercicio del derecho c a
garan a e re ringe; e decir, no e po ible q e el decre o ejec i o re rinja
na garan a con i cional p ra implemen e, e ando obligado el Ejec i o
a decirlo e pre amen e, ino q e e indi pen able q e en el e o del mi mo
decre o e reg le, en concre o, median e norma , el ejercicio del derecho c a
garan a e re ringe.4 Solo a e q e iene en ido la pre i i n del ar c lo 21
de la Le Org nica q e di pone q e:
A c 21: El decre o q e declare el e ado de e cepci n pende
emporalmen e, en la le e igen e , lo ar c lo incompa ible con la
medida dic ada en dicho decre o.
Ahora bien, en el marco con i cional, legal reglamen ario an e
comen ado, e de in er preci ar c le f eron la reg lacione re ric i a de
derecho con i cionale dic ada a ra del decre o No. 4.160 de 13 de
5
mar o de 2020, median e el c al e declar el e ado de alarma para a ender
la emergencia ani aria del Corona ir (Co id-19) 6 , a poder de erminar i
la reg lacione e i en e de derecho admini ra i o eran o no in ficien e .
4
V a e Allan R. Bre er-Car a , Pr logo, al libro de Daniel Zo a o, L ad d
c c d c a A ca La a, In i o In eramericano de Derecho
H mano , Edi orial J r dica Vene olana, Caraca -San Jo , 1990, p p. 24 .
5
No referiremo al Decre o inicial N 4.160 de 13 de mar o de 2020, por er con enido
f ndamen almen e el mi mo de lo Decre o l eriore a ra de lo c ale e pre endi
ce i amen e, na e ran c rrido el pla o con i cional de igencia pr rroga,
dic ar decre o l eriore median e lo c ale e decre aba na e m el e ado de
alarma, b rlando la limi aci n emporal con i cional legalmen e e ablecida
6
V a e lo e dio incorporado en el libro: Allan R. Bre er-Car a H mber o Romero
M ci (Coordinadore ), E d dc b a a d a d C d-19 d c
d ad d a a a V a, Academia de Ciencia Pol ica Sociale , Colecci n
E dio No. 123, Caraca 2020.; e pecialmen e lo rabajo de Gabriel Sira San ana,
Carlo Garc a So o, Allan R. Bre er-Car a , Ca erina Bala o Tejera Jo Ignacio Hern nde
G.
18
1. R cc d a aa aa a b ad d c c ac
Median e el ar c lo 7 del decre o 4.160 de 13 de mar o de 2020, in
mencionar ni re ringir en forma e pre a la garan a del derecho a la circ laci n
al libre r n i o pre i a en el ar c lo 50 de la Con i ci n, q ien ejerce de
hecho la Pre idencia de la Rep blica e a ori a mi mo para poder ordenar,
en el f ro, cc a a c c ac en de erminada rea o ona
geogr fica , a como la en rada o alida de a , c ando ello re l e nece ario
como medida de pro ecci n o con enci n del corona ir COVID-19, con la
nica re ricci n de q e dicho decre o f ro endr an q e con emplar:
medida al erna i a q e permi an la circ laci n ehic lar o pea onal
para la adq i ici n de biene e enciale : alimen o , medicina , prod c o
m dico ; el ra lado a cen ro a i enciale ; el ra lado de m dico ,
enfermera o ro rabajadore de lo er icio de al d; lo ra lado
de pla amien o de eh c lo per ona con oca i n de la ac i idade q e
no p eden er obje o de pen i n de conformidad con la norma i a
igen e, a como el e ablecimien o de corredore ani ario , c ando ello
f ere nece ario.
El Decre o 4.160, adem , reg l a pec o de la garan a q e pod an llegar
a re ringir e, preci ando q e:
C ando ea nece aria la circ laci n ehic lar o pea onal conforme al
p rrafo preceden e, deber reali ar e preferen emen e por na ola per ona
del gr po familiar, gr po de rabajadore /o rabajadora o de per ona
inc lada en re en f nci n de la ac i idad q e reali an, el
e ablecimien o donde laboran o el l gar donde habi an. En odo ca o,
deber n abordar e mecani mo de organi aci n en lo ni ele en q e ello
ea iable a fin de proc rar q e, en n de erminado colec i o de per ona ,
la circ laci n e re rinja a la menor can idad po ible de oca ione n mero
de per ona , e omen oda la pre i ione nece aria para e i ar la
e po ici n al corona ir COVID-19.
El decre o por l imo en el ar c lo 15, obre el libre r n i o al erri orio
nacional di p o q e:
Ar c lo 15. El Ejec i o Nacional podr pender lo elo hacia
erri orio ene olano o de de dicho erri orio por el iempo q e e ime
con enien e, c ando e i a rie go de ingre o de pa ajero o mercanc a
por adora del corona ir COVID-19, o dicho r n i o repre en e rie go
para la con enci n del ir .
19
2. R cc d a aa aa a b ad c ca a d c a
aba
A ra del Decre o 4.160 de 13 de mar o de 2020, in mencionar ni
re ringir en forma e pre a la garan a de la liber ad econ mica el derecho al
rabajo e ablecida en lo ar c lo 112 89 de la Con i ci n, q ien ejerce
de hecho la Pre idencia de la Rep blica ambi n e a ori a mi mo en
ar c lo 8, para en el f ro poder d a a d ac dad en
de erminada ona o rea geogr fica , agregando q e dicha pen i n,
implicar la pen i n de la ac i idade laborale c o de empe o no ea
po ible bajo alg na modalidad a di ancia q e permi a al rabajador de empe ar
labor de de l gar de habi aci n.
Conforme a e a a ori aci n q e e dio a mi mo q ien ejerce la
Pre idencia para adop ar medida f ra , el propio Decre o e ableci en
ar c lo 9, na e cepci n re pec o de ac i idade q e in embargo no er n
obje o de pen i n, en mer ndo e la ig ien e :
1. Lo e ablecimien o o empre a de prod cci n di rib ci n de
energ a el c rica, de elefon a elecom nicacione , de manejo di po ici n
de de echo , en general, la de pre aci n de er icio p blico
domiciliario .
2. Lo e pendio de comb ible l brican e .
3. Ac i idade del ec or p blico pri ado pre ador de er icio de
al d en odo el i ema de al d nacional: ho pi ale , amb la orio , cen ro
de a enci n in egral dem e ablecimien o q e pre an ale er icio .
4. La farmacia de rno , en ca o, e pendio de medicina
debidamen e a ori ado .
5. El ra lado c odia de alore .
6. La empre a q e e penden medicina de cor a d raci n e in mo
m dico , di ido de carbono (hielo eco), o geno (ga e o l q ido
nece ario para el f ncionamien o de cen ro m dico a i enciale ).
7. Ac i idade q e conforman la cadena de di rib ci n di ponibilidad
de alimen o perecedero no perecedero a ni el nacional.
8. Ac i idade inc lada al Si ema Por ario Nacional.
9. La ac i idade inc lada con el ran por e de ag a po able lo
q mico nece ario para po abili aci n ( lfa o de al minio l q ido o
lido), policlor ro de al minio, hipoclori o de calcio o odio ga (ha a
cilindro de 2.000 lb o bombona de 150 lb).
20
10. La empre a de e pendio ran por e de ga de o dom ico
comb ible de inado al apro i ionamien o de e acione de er icio de
ran por e erre re, p er o aerop er o .
11. La ac i idade de prod cci n, proce amien o, ran formaci n,
di rib ci n comerciali aci n de alimen o perecedero no perecedero ,
emi i n de g a nica de mo ili aci n, eg imien o con rol de
prod c o agroalimen ario , acondicionado , ran formado erminado ,
el ran por e mini ro de in mo para o agr cola de co echa de
r bro agr cola , oda aq ella q e a eg ren el f ncionamien o del
Si ema Nacional In egral Agroalimen ario.
Adicionalmen e, el Decre o deleg en la Vicepre iden a Ejec i a, en
con l a con lo Mini ro del Poder Pop lar q e conforman el Gabine e
Ejec i o con compe encia en ma eria de al d, defen a, relacione in eriore ,
ran por e, comercio, alimen aci n er icio p blico domiciliario , para q e
p eda ordenar median e Re ol ci n la pen i n de o ra ac i idade ,
di in a a la indicada en e e ar c lo c ando ello re l e nece ario para
for alecer la accione de mi igaci n de lo rie go de epidemia relacionado
con el corona ir (COVID-19); Delegaci n q e iola lo e ablecido en la Le
Org nica, q e olo permi e delegar la ejec ci n de lo q e e di ponga en el
decre o (ar . 16).
3. R cc d a aa a d d c a a d cac d
d c a d ca .
En el ar c lo 11 del Decre o No. 4.160 de 13 de mar o de 2020, de n e o,
in mencionar ni re ringir en forma e pre a la garan a del derecho a la
ed caci n del derecho a ed car e ablecida en lo ar c lo 102 106 de la
Con i ci n, q ien ejerce de hecho la Pre idencia de la Rep blica decre
direc amen e la pen i n de:
la ac i idade e colare acad mica en odo el erri orio nacional a
par ir del d a l ne 16 de mar o de 2020, a lo fine de re g ardar la al d
de ni a , ni o adole cen e , a como de odo el per onal docen e,
acad mico admini ra i o de lo e ablecimien o de ed caci n p blica
pri ada.
A lo efec o de implemen ar e a medida, el mi mo ar c lo di p o q e lo
Mini ro Mini ra del Poder Pop lar con compe encia en ma eria de
ed caci n, en c alq iera de modalidade ni ele , deb an:
coordinar con la in i cione ed ca i a oficiale pri ada la
reprogramaci n de ac i idade acad mica , a como la implemen aci n de
21
modalidade de ed caci n a di ancia o no pre encial, a lo fine de dar
c mplimien o a lo programa ed ca i o en odo lo ni ele . A al efec o,
q edan fac l ade para reg lar, median e Re ol ci n, lo e ablecido en e e
apar e.
4. R cc d a a a ad d c a a b ad c ca, d
d c a aba , d d c d d d c d
dad
En con ra e con lo an ncio an e referido de po ibilidad de re ricci n
a de la garan a con i cionale a lo derecho al libre ejercicio de la
liber ad econ mica del rabajo, el Decre o No 4.160 del 13 de mar o de 2020,
in decirlo ni e pre arlo formalmen e, e ableci ambi n direc amen e
re riccione a la garan a con i cionale a dicho derecho , adem de a la
garan a con i cional al derecho de re ni n (ar . 53 Con i ci n), al
e ablecer la pen i n de di er a ac i idade en de erminada modalidade
en el pa .
P , conforme al ar c lo 12 del Decre o, el Pre iden e de la Rep blica
di p o q e:
e pende en odo el erri orio nacional la reali aci n de odo ipo de
c c b c , bc , concier o , c ca ,
c , c c d , a, c a d
d a b c a aa ac d a .
Sin embargo, de ac erdo con la propia norma e e ableci na e cepci n
general e q e no f eron obje o de dicha pen i n:
la ac i idade c l rale , depor i a de en re enimien o de inada a
la di racci n el e parcimien o de la poblaci n, iempre q e reali aci n
aa b c . Lo e ablecimien o donde e realicen e e ipo
de ac i idade podr n permanecer parcialmen e abier o , pero bajo ning n
concep o podr n di poner e pacio para pre en acione al p blico.
En e a ma eria e pec fica, el Decre o di p o q e el Mini erio del Poder
Pop lar para Relacione In eriore , J icia Pa deber reali ar la
coordinacione nece aria con la a oridade el mbi o m nicipal para el
c mplimien o e ric o de e a di po ici n.
S d , en el mi mo ar c lo 12 del Decre o, e di p o o ra re ricci n a
la garan a con i cionale de lo derecho al libre ejercicio de la ac i idade
l cra i a , al rabajo de re ni n, al di poner e q e a c c ad
en re o ro , lo ig ien e e ablecimien o :
22
lo caf , re a ran e , a ca , bare , aberna , helader a , ea ro , cine ,
a di orio , alone para conferencia , ala de concier o , ala de
e hibici n, alone de fie a, alone de banq e e , ca ino , parq e
infan ile , parq e de a raccione , parq e ac ico , feria , ool gico ,
cancha , e adio dem in alacione para e pec c lo depor i o con
aforo p blico de c alq ier ipo.
Sin embargo, en c an o a lo e ablecimien o dedicado al e pendio de
comida bebida , en el ar c lo 13 del Decre o e e ableci como e cepci n,
q e lo mi mo :
podr n permanecer abier o pre ando er icio e cl i amen e bajo la
modalidad de repar o, er icio a domicilio o pedido para lle ar, pero no
podr n pre ar er icio de con mo er ido al p blico en el e ablecimien o,
ni celebrar e pec c lo de ning n ipo. La rea de dicho
e ablecimien o de inada a la a enci n de clien e o comen ale para
con mo in i , o para la pre en aci n de e pec c lo , permanecer n
cerrada .
En e a ma eria, adem , ambi n en iolaci n de lo di p e o en el ar c lo
16 de la Le Org nica, en el Decre o e procedi a delegar en el Mini erio del
Poder Pop lar con compe encia en ma eria de al d, en coordinaci n con lo
Mini erio con compe encia en ma eria de alimen aci n comercio, la
reg laci n de la pre i ione e ablecida en el decre o; preci ando incl o q e:
De er nece ario, e ablecer n ambi n la reg laci n e pecial para
e ablecimien o p blico , o pri ado de beneficencia p blica, comedore
para rabajadore o ro en lo c ale e di ponga de e pacio de aforo
p blico para comen ale .
T c , el ar c lo 14 del Decre o No. 4.160 e ableci q e lo parq e de
c alq ier ipo, pla a balneario , p blico o pri ado , e man endr n cerrado
al p blico.
Y c a , por l imo, el Decre o No 4.160 del 13 de mar o de 2020, ambi n
e ableci direc amen e, pero in decirlo ni e pre arlo formalmen e,
re riccione a la garan a con i cionale al derecho a la liber ad econ mica
al derecho al rabajo, adem a la garan a del derecho de propiedad (q e
conforme al ar c lo 115 olo p ede e ar ome ida a la con rib cione ,
re riccione obligacione ab ca a con fine de ilidad p blica o
de in er general ), al e ablecer direc amen e en el ar c lo 17 q e el Mini erio
del Poder Pop lar para la Sal d, en car c er de a oridad p blica de al d
de la m al a direcci n p ede de ignar o req erir q e lo e ablecimien o
de a enci n m dica, ho pi ale , cl nica amb la orio pri ado , f ncionen:
23
como ho pi ale de campa a o cen inela en ma eria de corona ir
COVID-19, no e ando je o a horario, rno o limi aci n de na rale a
imilar.
Adem , e di p o en la mi ma norma q e, en odo ca o:
el Mini ro del Poder Pop lar para la Sal d, c ando lo e ime
con enien e para la mejor ejec ci n de e e Decre o, girar la in r ccione
nece aria o efec ar lo req erimien o indi pen able a lo cen ro de
al d, cl nica , labora orio dem e ablecimien o pri ado de
pre aci n de er icio de al d, lo c ale e n en la obligaci n de a ender
dicha in r ccione req erimien o priori ariamen e.
5. R cc d a aa ad d c a a b ad a
En con ra e con lo an ncio an e referido de po ibilidad de re ricci n
f ra de garan a con i cionale de ario derecho de con agraci n
con i cional, el Decre o No 4.160 del 13 de mar o de 2020, ambi n e ableci
direc amen e, pero in decirlo ni e pre arlo formalmen e, re riccione a la
garan a de la liber ad per onal, al e ablecer la ig ien e medida :
P , en el ar c lo 10, e orden b a d a ca a q e
c bran la boca nari en lo ig ien e ca o :
1. En odo ipo de ran por e p blico erre re, a reo o mar imo,
incl ido lo i ema me ro, Me rob , me rocable, cable ren lo
i ema ferro iario .
2. En erminale a reo , erre re mar imo .
3. En e pacio p blico q e, por la na rale a de la ac i idade q e en
ello e reali an, deban conc rrir n n mero con iderable de per ona ,
mien ra no ea pendida dicha ac i idad.
4. En la cl nica , ho pi ale , di pen ario , amb la orio , con l orio
m dico , labora orio dem e ablecimien o q e pre en er icio
p blico o pri ado de al d, a como en lo e pacio ad acen e a o .
5. En permercado dem i io p blico no de cri o .
A lo efec o de la ejec ci n de e a re ricci n, el decre o e limi a in r ir
a la a oridade compe en e en ma eria de eg ridad ci dadana, a d
defen a in egral de la naci n a omar la pre i ione nece aria para hacer
c mplir e a reg laci n.
S d , en el ar c lo 23 del decre o e e ablecieron cc a a
aa a d a b ad a d c c ac c a c
24
d a a c a a obliga orio para odo lo pacien e o pecho o
de haber con ra do el corona ir q e ca a la COVID-19, a como aq ello
en lo c ale e h biere confirmado al diagn ico por re l ar po i i o
conforme a alg no de lo e debidamen e cer ificado para la de ecci n de la
COVID-19 o de alg na de cepa , a q iene e imp o la obligaci n de
permanecer
en c aren ena en ai lamien o ha a q e e compr ebe median e
dicho e q e a no repre en a n rie go para la propagaci n del ir ,
a n c ando pre en en n oma le e .
I a , en el ar c lo 24 del decre o, e e ableci ambi n la obligaci n
de permanecer en c aren ena o ai lamien o por n pla o de do (2) emana , a
la per ona q e h bieran e ado e p e a a pacien e o pecho o o
confirmado de haber con ra do el corona ir q e ca a la COVID-19, en
ca o ale como:
1. Haber enido con ac o direc o con el pacien e infec ado o
o pecho o de haber con ra do el ir en ra n de ac i idade
profe ionale , cnica o laborale a ociada a la a enci n m dica o
ani aria.
2. La i i a a pacien e enfermo o bajo o pecha de e arlo.
3. Haber permanecido en n mi mo en orno con pacien e enfermo ,
o bajo o pecha de e arlo, a ea con oca i n de ac i idade laborale ,
acad mica , profe ionale o relacione ociale de c alq ier ipo.
4. Haber iajado en c alq ier ipo de na e, aerona e o eh c lo con
n pacien e afec ado o o pecho o de erlo.
5. Haber con i ido en el mi mo inm eble con n pacien e con
COVID-19 en lo 14 d a po eriore a la aparici n de primero
n oma .
6. Haber enido con ac o direc o con la per ona indicada en
alg no de lo n merale preceden e .
7. Q iene ean no ificado por el Mini erio del Poder Pop lar de la
Sal d como n po ible por ador de la COVID-19, a c o efec o el
Mini erio p ede er ir e de la modalidade de la ecnolog a de la
informaci n q e con idere con enien e .
En odo ca o, el Decre o di p o q e la condicione an o de la c aren ena
como del ai lamien o deb an er de arrollada por el Mini erio del Poder
Pop lar para la Sal d, di lgada ampliamen e a ni el nacional (ar . 25);
25
agregando re pec o de la c aren ena q e la a oridade compe en e en
ma eria de eg ridad ci dadana, al d defen a in egral de la naci n
di pondr n lo e pacio q e er ir n de ai lamien o para lo ca o de
c aren ena q e e req ieran (ar . 29).
En odo ca o, a pe ar de la indicaci n en mera i a de lo p e o en lo
c ale deb a oc rrir la c aren ena o ai lamien o, de hecho lo q e oc rri f e
q e oda la poblaci n, no olamen e lo enfermo o q iene f eran
o pecho o de e ar enfermo o h bieran enido con ac o con alg no de lo
an eriore , f e compelida a e ar en ai lamien o.
Tra ndo e de medida re ric i a de la liber ad per onal, el ar c lo 26 del
Decre o di p o q e el c mplimien o de la c aren ena o el ai lamien o an e
indicado e de car c er obliga orio e req erir al je o c mplimien o
ol n ario. Sobre ello, adem , el Decre o di p o q e:
an e la nega i a de c mplimien o ol n ario por par e de la per ona
obligada a permanecer en c aren ena o ai lamien o, la a oridade
compe en e en ma eria de eg ridad ci dadana, al d defen a in egral de
la naci n deber n omar oda la pre i ione nece aria para man enerlo en
la in alacione m dica o la q e e di pongan para al fin, en
re idencia o bajo medida al erna i a e peciale , i f ere a ori ado, o
ra ladarlo a alg no de dicho l gare i no e encon rare en alg no de ello .
El Decre o di p o q e oda la per ona q e e enc en ren en lo
p e o pre i o en lo ar c lo 23 24 del Decre o an e indicada :
e n obligada a pro eer opor namen e a la a oridade compe en e
en ma eria de al d, eg ridad ci dadana, o de defen a in egral de la naci n,
oda informaci n q e ir a a lo fine de de erminar la forma de con agio a
la q e e o e p e a el alcance q e p diera haber enido como agen e de
propagaci n.
A lo efec o de la e andari aci n de la informaci n a recolec ar, el
Mini erio del Poder Pop lar para la Sal d elaborar lo re pec i o
c e ionario para di rib ci n a la a oridade compe en e e inmedia a
di ponibilidad median e acce o elec r nico.
La informaci n apor ada conforme a lo e ablecido en e e ar c lo olo
podr er ili ada con el obje o de reali ar el eg imien o de la locali aci n
del a ance del corona ir COVID-19, omar la medida e peciale de
pro ecci n a fa or del apor an e, o de la per ona o com nidade q e
p dieren haber re l ado afec ada , c alq ier o ra medida rela i a a la
ejec ci n de e e Decre o.
26
De ning na manera podr er ili ada la informaci n con fine di in o
a lo pre i o en e e ar c lo, ni di lgada la informaci n per onal de
manera alg na, o ili ada en procedimien o o proce o admini ra i o o
j diciale de ning n ipo di in o a lo procedimien o de con rol del
corona ir COVID-19.
Y ercero, en el ar c lo 5 del decre o e e ableci na m impor an e
cc a a a a a d a b ad a al e ablecer e la obligaci n de
la per ona na rale , a como la per ona j r dica pri ada , de pre ar
conc r o c ando, por ra one de rgencia, ea req erido por la a oridade
compe en e , pero in indicar e c mo en q forma p eden er req erida
q ipo de conc r o han de pre ar. Lo cier o e q e la Con i ci n en
ar c lo 134 e ablece q e en Vene ela la per ona , iene(n) el deber de
pre ar lo er icio ci ile nece ario para hacer fren e a i acione de
calamidad p blica lo q e olo p ede e igir e de conformidad con la le , no
p diendo nadie er ome ido a recl amien o for o o. Si con el Decre o 4.160
e pre endi re ringir e a garan a, la nica forma en q e ello pod a haber e
ma eriali ado era e ableciendo la reg laci n nece aria en el propio Decre o,
e ableci ndo e direc amen e el r gimen legal aplicable en el ca o de la
i aci n de alarma, lo q e no e hi o.
6. R cc d a aa a d a ab dad d a
d c
El ar c lo 28 del Decre o 4.160, in hacer referencia alg na a lo e ablecido
en el ar c lo 47 de la Con i ci n q e garan i a la in iolabilidad del hogar
dom ico, di p o la po ibilidad de q e e erifiq en i i a ani aria ,
a ori ando a lo rgano de eg ridad p blica a reali ar en
e ablecimien o , per ona o eh c lo la in peccione q e e imen nece aria
c ando e i a f ndada o pecha de la iolaci n de la di po icione de e e
Decre o.
Como con ec encia de e a in peccione o i i a , dicha a oridade ,
conforme e indica en el Decre o 4.160, deben:
omar la medida inmedia a q e garan icen la mi igaci n o
de aparici n de c alq ier rie go de propagaci n o con agio del
corona ir COVID-19 como con ec encia de la lneraci n de alg na
de la medida con enida en e e in r men o o la q e f eren dic ada
por la a oridade compe en e para de arrollarlo.
El Mini ro del Poder Pop lar para Relacione In eriore , J icia
Pa deber e ablecer lo par me ro de ac aci n adec ada aplicable a
27
la i aci n par ic lar q e plan ea la a enci n de la epidemia del
corona ir COVID-19.
7. A c ac a b a c c a d a ac ad
a aba d ad d a a a
C ando e anali a el Decre o de E ado de alarma de 2020 para a ender la
pandemia del COVID-19, lo q e e nece ario de erminar, an e odo, e i
efec i amen e conforme al ar c lo 337 de la Con i ci n a ac ad d a
c a d ac a dad, a c a a ac a
a a d a, encajando preci amen e en la ma eria de al d a enci n de
enfermedade como la q e pro oca el Corona ir , den ro de la denominada
como de enfermedade de no ificaci n obliga oria, n campo en el c al la
legi laci n igen e de de hace ca i cien a o reg la ficien e podere q e
permi an dic ar ca i oda la medida q e e adop aron a ra del referido
Decre o, ignor ndo e o almen e lo q e e ablec a el derecho admini ra i o
reg lador en la ma eria.
En e a ma eria, en efec o, como e ha dicho, el Reglamen o de
Enfermedade de Den ncia Obliga oria (Enfermedade de No ificaci n
Obliga oria, en la erminolog a con empor nea), no olo e en mera a la
infl en a como na de ella , de no ificaci n inmedia a, ino q e e preci a
q e al li ado incl ido en el Reglamen o, el Mini erio de Sanidad p ede agregar
o ra enfermedade , como in d da pod a haber e hecho con la afecci n
re pira oria in en a prod cida por el Vir COVID-19.
Conforme a la norma i a de dicho Reglamen o, la area q e lo
admini ra i i a enemo por delan e, e rede c brir el propio derecho
admini ra i o, para de erminar i en realidad era o no nece ario decre ar n
e ado de alarma para a ender la i aci n acaecida con oca i n de la
pandemia de na Enfermedad de No ificaci n Obliga oria como la del
Corona ir , como con ec encia de la emi i n del e ado de alarma, proceder
a e diar la reg lacione q e deben e ablecer e en el campo de la pro ecci n
a enci n de la al d para ac ali ar aq ella e a pre i ione ..
En o ra palabra , re i ar la ieja norma de 1939 con ra arla con la
dic ada en el Decre o por el c al e declar el e ado de alarma de 2020, e n
ejercicio nece ario de rede c brimien o del derecho admini ra i o para
con a ar no olo q e en momen o, el derecho admini ra i o reg lador
re pondi a la nece idade ociale en ma eria ani aria, ino para iden ificar
de er el ca o- carencia concl ir en na reg laci n legal con empor nea
para enfren ar cri i rie go como el pre en e.
28
Ello implica ol er a pre ar m a enci n al derecho admini ra i o
reg lador, par iendo por p e o de lo grande a ance q e imo en el
e dio de la eor a del derecho admini ra i o.
VI. UNA REFLEXI N ADICIONAL PARA EL DERECHO
ADMINISTRATIVO REGULADOR: LA NECESARIA
INSTITUCIONALIZAC N DE LA ORGANIZACI N DE LA
ADMINISTRACION PARA LA PREVENCI N Y ATENCI N DE
DESASTRES
La a enci n de circ n ancia e cepcionale no olo req iere de la
legi laci n nece aria a cargo del derecho admini ra i o reg lador, q e permi a
al E ado a ender la a i facci n del in er general garan i ando lo derecho
de la per ona , ino q e ambi n impone la nece idad de q e el derecho
admini ra i o reg le org nicamen e a la Admini raci n para poder hacer
fren e efec i a eficien emen e a e a i acione e raordinaria .
Por ello, e n igno com n del derecho admini ra i o reg lador en el
m ndo con empor neo el q e e ha a progre i amen e normado la
e r c raci n de organi acione admini ra i a permanen e para a ender
preci amen e la admini raci n de la a enci n de emergencia de a re , ,
adem , para gerenciar la pol ica de inada a pre enir oc rrencia.
P ede decir e q e en ca i odo lo pa e e han dic ado le e e ableciendo
e a Organi acione e pec fica para la pre enci n como la a enci n de
de a re . Se ob er a por lo general q e e a reg lacione adop an na
concepci n in egral q e in ol cra de de la m ima a oridad del pa
re pec i o, generalmen e el Pre iden e de la Rep blica Con ejo de
mini ro , de donde e deri a la coordinaci n in erin i cional, por na par e
na cober ra de ni ele erri oriale , generalmen e comprendido en re ha a
c a ro ni ele de par icipaci n: nacional, e adal-regional-depar amen al-
pro incial, m nicipal local, in ol crando an o el ec or p blico, como el
pri ado, la ni er idade , la com nidad lo indi id o en forma an o
indi id al como colec i a.
En el ca o de Vene ela la e periencia de arrollada en la organi aci n
de in ancia de pro ecci n ci il e iniciaron en 1958 con la creaci n de la
"Di i i n de Socorro Defen a Ci il" en el Mini erio de Sanidad A i encia
Social, con in aron en 1967 l ego del erremo o oc rrido en Caraca el 29 de
j lio de 1967, con la creaci n del "Comando Unificado M dico A i encial"
(CUMA), pre idido por el Mini erio de Sanidad e in egrado por Repre en an e
de odo lo Organi mo del E ado, cond jeron en 1969 a la creaci n del
"Fondo de Solidaridad Social" (FUNDASOCIAL), con el obje o de pre enir
29
reparar en lo po ible, lo da o oca ionado por calamidade ca rofe q e
p dieran afec ar a gr po apreciable de la colec i idad. A par ir de 1971, e
cre , por Decre o Pre idencial N 702, la "Comi i n de Defen a Ci il", con la
f nci n de planificar coordinar la accione enden e a pre enir, red cir,
a ender reparar lo da o a per ona biene ca ado por calamidade
p blica por c alq ier origen, ocorriendo im l neamen e a la poblaci n
afec ada.
No f e ino en 1976, al dic ar e la Le Org nica de Seg ridad Defen a,
c ando e reg l la Defen a Ci il, mien ra q e en 1979, median e Decre o
N 231, e di p o q e la Comi i n Nacional de Defen a Ci il pa ara a formar
par e in egran e del "Con ejo Nacional de Seg ridad Defen a," q e a par ir de
1996 f e aprobado f e reg lado en el Reglamen o Parcial No. 3 de la Le
Org nica de Seg ridad Defen a relacionado con la Defen a Ci il Vene olana.
E a reg lacione pro ocaron la incl i n en el ar c lo 332.4 de la
Con i ci n de la pre i ione obre la e r c raci n de na Organi aci n de
Pro ecci n Ci il Admini raci n de De a re ," lo q e origin a la po re la
anci n de la Le de la Organi aci n Nacional de Pro ecci n Ci il
Admini raci n de De a re .7
Con oca i n preci amen e de la pandemia del COVID-19, e e e o ro
campo de re i i n de rede c brimien o del derecho admini ra i o reg lador,
q e ambi n deber llamar la a enci n de lo admini ra i i a , para a eg rar
q e la Admini raci n p eda hacer fren e a la a enci n efec i a de i acione
de a ro a , calamidade pandemia , in nece idad de ener q e ac dir al
a ilio del derecho con i cional para ob ener la re p e a a la nece idade de
la Admini raci n del E ado.
23 de ep iembre de 2020
7
V a e en Gac a O c a N 5.557 de 13-11-2001
30
TEMA A. BASES CONSTITUCIONALES DEL
DERECHO ADMINISTRATIVO
J a im e V i d a l P e r d o m o
Profesor, Colegio Mayor Nues-
tra Señora del Rosario, Bogotá.
203
que allí está lo esencial de un derecho administrativo. Esto nos recuerda una
vieja polémica, tal vez la polémica del derecho administrativo más importante
de este siglo: la polémica alrededor de la teoría del servicio público y de la
tesis contraria de la influencia de la noción del poder público o de autoridad,
lo que llaman los franceses la noción de "pissance publique”. Bello tema del
cual han sido protagonistas los más importantes juristas del derecho público
en el derecho francés y que, queramos o no, repercute en los derechos vene-
zolano y colombiano, en cierta manera, porque por fortuna nuestra organiza-
ción institucional no ha sido de obediencia ciento por ciento a esas grandes
teorías. Sin embargo, por lo que el tema de bases constitucionales del derecho
administrativo arranca de un famoso artículo del profesor Georges Vedel, pro-
fesor en París, actualmente miembro del Consejo Constitucional de Francia,
vale la pena que para darle un núcleo científico o filosófico hagamos una pe-
queña mención de esta discusión y luego pasemos a examinar ya las bases en
concreto en los dos derechos.
El artículo del profesor Vedel se publicó hacia el año de 1954, y se llama
precisamente así: "Las bases constitucionales del derecho administrativo”. En
buena parte es un artículo crítico de la concepción de la teoría del servicio
público que había dominado en Francia la doctrina a finales del siglo xix y
comienzos del siglo xx. Teoría del servicio público que ustedes lo saben estuvo
expuesta con tanto vigor intelectual por León Duguit, por Gastón Jéze, por
Bonard, que constituyeron lo que se llamó la "escuela del servicio público”.
Según ella todos los temarios del derecho administrativo se explicaban con re-
ferencia a la teoría del servicio público; la acción del Estado, de otro lado,
estaba concentrada en la prestación de los servicios públicos, y la competencia
del juez administrativo giraba finalmente alrededor de esa actividad de pres-
tación de servicios públicos.
Recordemos nomás que Dugüit decía que el Estado era la cooperación
de servicios públicos, y que Jéze anunciaba que la teoría del servicio público
era la piedra angular del derecho administrativo.
Frente a esa concepción que hacía de la noción del servicio público el
núcleo fundamental, el elemento coordinador, el aglutinante de todas las partes
del derecho administrativo, se desdibuja en un tiempo y luego retoma fuerzas
una teoría que contemplaba los fenómenos del derecho administrativo más en
términos de autoridad, de poder, de gestión pública en la acción del Estado,
más que en términos de su vocación de servicio. Es la vieja polémica entre
Duguit y Hauriou, y luego en parte trasladada a la nueva escuela dentro de
la cual el profesor Vedel aparece como uno de los seguidores del pensamiento
de Hauriou, así como el profesor de Laubadere, también de Burdeos, apareció
como continuador del pensamiento de León Duguit. Bien, lacrítica de Vedel,
204
para irnos ya hada el núcleo de su pensamiento, consiste, principalmente, en
que la noción de servicio público no define el campo del derecho administrati-
vo: hay servicios públicos de legislación, por ejemplo, de justicia, que no per-
tenecen al dominio del derecho administrativo; y, en cambio, hay servicios pú-
blicos como los industriales y comerciales que a veces los llamamos en nues-
tros países "empresas públicas” que no están regidos por las normas de dere-
cho público, que son las propias del servicio público. Eso generó lo que en
Francia se ha llamado “la crisis” de la noción jurídica del servicio público,
con base en un libro del profesor de Corail, libro resonante en cuanto que
hizo todo su análisis de cuáles eran las razones que habían conducido a la
famosa crisis de la noción de servicio público. Entre ellas, por la razón de
que se fue perdiendo el sentido orgánico, el servicio público era una actividad
de interés general, pero atendida directamente por el Estado, que tenía a su
cabeza un engranaje administrativo, responsable de esa actividad pública; se
fue yendo la noción hacia un terreno funcional de actividad importante para la
vida de la comunidad, fuera cualquiera persona que la presentara o la atendie-
ra; elemento de ampliación y a la vez de confusión que le permitió decir a
Vedel, con cierta ironía que si así fueran las cosas, desde la panadería hasta la
música podrían ser clasificadas como servicio público.
A mí me tocó cuando fui a estudiar a Francia asistir a todo ese espectáculo
intelectual de debate a que dió lugar la crisis de la noción jurídica de servicio
público, y en las distintas ediciones de mi libro de Derecho Administrativo
he dado cuenta de ese fenómeno, muy interesante, que todavía creo tiene ciertas
repercusiones en la orientación conceptual del derecho administrativo.
3. Decía igualmente Vedel que uno de los problemas de la teoría del
servicio público es que no tenía bases constitucionales, porque se monta sobre
la idea de una función, de una actividad, cuando en Francia la distinción de
las atribuciones del Estado se hace en términos orgánicos, de las ramas que
prestan los servicios, y que esto, naturalmente, dejaba el derecho administrativo
sobre una base incierta, y colocaba en un terreno de mucha inestabilidad con-
ceptual a la mención del servicio público. Por eso él queriendo, en ese afán
de los hombres de ciencia, encontrar un criterio coordinador para explicar
el conjunto de una disciplina, lo busca en la noción de "poder ejecutivo” cum-
pliendo su tarea de ejecución de la ley. Entonces, dice Vedel, que la base
constitucional fundamental del derecho administrativo es la actividad del poder
ejecutivo en cumplimiento de la ley y mediante esa gestión pública, que se di-
ferencia de la gestión privada en que en esta última la actividad estatal puede
estar regida por normas de derecho civil y normas de derecho comercial.
Así, como ustedes lo pueden apreciar, se trata de un intento de consti-
tuirle un fundamento sólido, de carácter científico, que arranque directamente
205
de la Constitución y que permita definir administración pública y qué es dere-
cho administrativo: lo hace alrededor de la noción de poder ejecutivo y de
ejecución de la ley. Rápidamente por razones de tiempo, debo mencionar apenas
que esa concepción fue criticada por otro jurista francés muy importante, el
profesor Eisenmann, en artículo también de mucho vigor de 1972, y que luego,
en cierta manera, la polémica ha continuado, pero Vedel insiste en la necesidad
de darle esas bases constitucionales al derecho administrativo, y en su 8» edi-
ción de 1980 de su Droit Administratif se refiere a las críticas y a lo que él
considera que todavía queda en pie de esa fundamentación suya del derecho
administrativo.
4. Bien, esto en cuanto hace a esta primera parte, que podía ser más
extensa, pero naturalmente, me hago cargo de las limitaciones del tiempo para
desarrollar este tema y quiero pasar a una segunda parte, de un pequeño ensayo
comparatista entre derecho venezolano y derecho colombiano; quizás si ustedes
me acompañan en el recorrido, podamos ver los distintos capítulos del derecho
administrativo y ver de ellos qué normas emanan directamente de la consti-
tución. Después de esa teoría de Vedel, la más general sobre las bases del de-
recho administrativo extraídas de la constitución, podemos puntualizar tres gran-
des principios que a mi modo de ver dominan el derecho administrativo, y
que son útiles para la comparación y reflexión comparatista entre el derecho
venezolano y el derecho colombiano.
En primer lugar, la existencia de un régimen presidencial en los dos paí-
ses; ésto determina una cierta cantidad de funciones administrativas, delimita
ciertos capítulos, ciertos campos del derecho administrativo. Naturalmente que,
en el caso venezolano, el régimen presidencial puede estar ligeramente atenuado
en cuanto a la exigencia de la decisión de ciertos actos en el Consejo de Mi-
nistros, exigencia que en derecho colombiano no existe de esa manera, y que
a mi modo de ver, y lo he planteado en mis libros podría dar carácter incons-
titucional a ciertas funciones que la ley atribuye al Consejo de Ministros en
Colombia, porque desafían de alguna manera la lógica rigurosa del régimen
presidencial. Someter al Presidente de la República, a la decisión de unos mi-
nistros que son subordinados suyos, pero esto en Venezuela no se plantea, por-
que está consagrada directamente la función del Consejo de Ministros en la
Constitución, mientras que en Colombia es una función de ley, no de consti-
tución y el propio Consejo no está contemplado a nivel constitucional.
Los términos con los cuales se designa el régimen presidencial en las dos
constituciones es bastante parecido; en Colombia se habla del Presidente como
Jefe del Estado y suprema autoridad administrativa en el artículo 120; en Ve-
nezuela, en el artículo 181, se habla del Presidente como Jefe del Estado y del
Ejecutivo Nacional. Las funciones del Consejo de Ministros pueden atenuar un
206
tanto, en derecho colombiano, el rigor de la unipersonalidad del poder en la
cúspide presidencial que contrastan un poco con el esquema tradicional según
nos hace recordar aquella famosa frase de Lincoln, cuando consultando a sus
secretarios su opinión, se daban 6 votos en una determinada dirección: 6 votos
no, el de él sí, luego gana el sí, dijo Lincoln. Es el rigor si se quiere excesivo
del régimen presidencial, que como decía el profesor Planchart ayer en su con-
ferencia, resulta un tanto disminuido por el acomodamiento de mecanismos de
cierto parlamentarismo como es el del Consejo de Ministros.
Así presentaría yo, en este ensayo comparatista, aquel primer principio
fundamental de bases para las particularidades del derecho administrativo al-
rededor de esta noción del sistema presidencial.
5. El segundo gran principio de bases constitucionales del derecho admi-
nistrativo es el relacionado con la definición de un régimen federalista y de
un régimen centralista o unitario. En Venezuela, el artículo 2? y el artículo 99
de la Constitución definen ese carácter federal, mientras que en Colombia la
Constitución de 1886, que va a celebrar dentro de poco sus 100 años, preci-
samente en la Constitución que hace réplica a un antiguo régimen federal que
existió, sobre todo en una forma más acusada, a partir de 1863; esto da para
el derecho administrativo consecuencias muy importantes, naturalmente. Se crea
una necesidad en el régimen federal de definir en la Constitución las compe-
tencias nacionales, enfrente de las competencias departamentales y municipales,
en el lenguaje colombiano, porque todo aquello tiene que ser directamente tra-
tado en la Constitución, o en muy buena parte; mientras que en un sistema
centralista o unitario, la Constitución puede ser más escasa en normas y las
leyes vienen a desarrollar esos principios, como por ejemplo, en relación con
el sistema tributario, lo explicaba hace unos momentos el profesor Juan Rafael
Bravo.
Esta es una diferencia en cuanto a bases del derecho administrativo que
emana de la Constitución directamente, y que es fruto de la opción por un
régimen federal o por un régimen centralista o unitario. Igualmente, se en-
cuentra, lo digo de paso, la idea del Distrito Federal en el artículo 12 de la
Constitución de Venezuela; en Colombia el artículo 199 se refiere a un régimen
particular de Bogotá, pero sin que haya requerimiento de que la organización
de la ciudad capital, en un régimen centralista como el colombiano, deba apa-
recer en la Constitución, mientras que, me parece a mí, en un régimen federal
sí hay necesidad de definir directamente en la Constitución el carácter de esa
ciudad sede de los poderes nacionales.
En síntesis, porque naturalmente todo esto supondría unos desarrollos ma-
yores, yo me permitiría dejarles esta inquietud expresada en lo siguiente: lo
que puede uno llamar "derecho local”, o sea el conjunto de normas dispuestas
207
por las autoridades seccionales y locales, en un régimen centralista o unitario
como el colombiano, es eminentemente un campo del derecho administrativo,
porque esas autoridades no pueden producir normas sino de naturaleza adminis-
trativa. En cambio, en un sistema de carácter federal, ese derecho local no so-
lamente es más amplio en cuanto a la cantidad de normas, sino que la sustan-
cia de esa normatividad envuelve normas de carácter legislativo, o sea sobre
temas distintos de las materias puramente administrativas. Ese es un gran con-
traste que le da una dimensión al derecho administrativo diferente, según el
partido que se tome sobre la organización federal o sobre la organización cen-
tralista.
208
Estos, considero yo, podrían ser tres presupuestos particulares de bases del
derecho administrativo tomadas de la Constitución. Ahora podemos hacer un
recorrido sobre ciertos capítulos, sobre las partes fundamentales del derecho ad-
ministrativo a ver de ellos qué encontramos directamente en la Constitución,
como para decir que en determinado capítulo hay una base constitucional ex-
presada de determinada manera, con cierto alcance que acá le damos.
209
cir un fenómeno como de cascada que haga descender atribuciones suyas hacia
los colaboradores; luego, ya es fenómeno de ley, que descienda de los minis-
terios hacia otros funcionarios. Además, hay una facultad interesante en Co-
lombia del Presidente en esta materia de organización administrativa: es la dis-
tribución de negocios administrativos; o sea, que la ley crea las funciones de
los distintos organismos, pero le está atribuido directamente al Presidente la
posibilidad de que coloque en una de esas casillas una función, la pase a otro
lugar en razón de la afinidad de los negocios, cosa que pueda dar bastante
flexibilidad para ir redistribuyendo los servicios entre los distintos despachos
sin necesidad de que haya una ley que reordene los ministerios. N o es muy uti-
lizada entre nosotros, episódicamente se hacen pequeños ajustes de ese funcio-
namiento ministerial a través del ejercicio de esta facultad del artículo 132.
Viene también el 120.21, una facultad de crear cargos y designar funciones
concretas que es fruto de una reforma constitucional de 1968, que se preocupó
bastante de esos temas constitucionales y administrativos.
210
En la idea de que servicio público traduce una mayor capacidad de intervención
del Estado, que en Colombia, se desdibuja ese significado especial por la con-
sideración de que existe un texto de intervención del Estado en la economía y
en las actividades privadas, mucho más amplio, que no condiciona esa inter-
vención, a que sean calificadas esas actividades de servicios públicos.
En tercer lugar, hay una función de inspección que destaco por algunas con-
secuencias que luego atribuyo en el balance general comparativo, que en el de-
recho venezolano se manifiesta en el artículo 65 en la inspección de cultos re-
ligiosos, de acuerdo con la ley. En derecho colombiano esa función digamos de
inspección, manifestación de una actividad administrativa, está en otras normas,
inclusive dando lugar a la teoría de decretos autónomos, ejercicio de funciones
presidenciales propias no subordinadas a la ley; en materia educativa, en el
artículo 120.12 de la Constitución colombiana hay esa consagración de ese poder
normativo autónomo, en relación con instituciones de utilidad pública en el
120.19, en el 120.15 una facultad de inspección sobre establecimientos de cré-
dito y sociedad comerciales, y lo que ayer nos mencionaba el profesor Aldana
Duque, el artículo 120, numeral 14, de la Constitución, relacionado con funcio-
nes de intervención presidenciales en el banco de emisión y en las entidades de
ahorro, texto que, digo de paso, se erigió en mi país, por un error de la jurispru-
dencia de la Corte Suprema de Justicia, en una especie de abceso jurídico, que
fue creciendo, y por el empleo de una palabra y contra su concordancia con
otros textos constitucionales, la jurisprudencia derivó un pretendido poder le-
gislativo del Gobierno, en esos casos. Allí hubo un interesante enfrentamiento
en la tesis de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado; por for-
tuna, creo yo, se ha impuesto la tesis del Consejo de Estado, que ha analizado
esos poderes en términos de funciones administrativas y no legislativas. Aquel
fenómeno de "bola de nieve” que se dio con la interpretación de la Corte Su-
prema de Justicia, estaba a punto de crear un gran desequilibrio de poderes en
la medida en que se interpretaba que todo lo atinente al "ahorro” era facultad
exclusiva del Ejecutivo, en la cual no podía intervenir la ley. Y ustedes saben
la amplitud del concepto de ahorro en lo económico; así se podía crear ese fe-
nómeno de desequilibrio de poderes o alrededor de la interpretación de lo que
es ahorro, que limitaría, en muy buena parte, la vida económica, determinada
por normas gubernamentales sin intervención del Congreso, desafiando todos
los principios de separación de poderes y de reserva legislativa en ciertos campos.
211
46 de la Constitución colombiana está la posibilidad, según lo ha interpretado
la jurisprudencia, de que el Ejecutivo reglamente el derecho de reunión; así
está hoy en día en Colombia, reglamentado por normas del Ejecutivo, no de
ejecución de ninguna ley sino normas propias, a través de los llamados regla-
mentos autónomos; luego, en el artículo 39, se ha encontrado también una
fuente de ese tipo de actos reglamentarios en relación con la inspección de
profesiones y oficios. En derecho colombiano y no en derecho venezolano,
habría una función administrativa en este tema en relación con libertades y
derechos.
9. El capítulo sobre función pública, devuelve actividades gubernamen-
tales, dentro del cumplimiento de las leyes, dentro de la ejecución de las leyes,
dentro de los límites que son propios de la acción administrativa. Allí estaría
la mención que hacen las dos constituciones hacia las facultades presidenciales
de nombramiento de ciertos funcionarios. No cito las normas porque son sufi-
cientemente conocidas en los dos derechos; ellas serían, digamos, la contribu-
ción constitucional base de este capítulo del derecho administrativo sobre función
pública. No hago referencia a otras normas de carrera administrativa, de inha-
bilidades, de inelegibilidades, puesto que operan dentro de la técnica anterior de
que deben estar dispuestas por la ley, y el Ejecutivo solamente actúa en ejer-
cicio de la potestad reglamentaria.
1 0 . Pasamos rápidamente al tema de los contratos y encontramos allí tam-
bién similitudes en los dos derechos. La consagración constitucional en los dos
de la representación contractual del Estado, que trae el derecho venezolano en
el artículo 190, numeral 15, referido a los contratos de interés nacional; en Co-
lombia de manera más general en el artículo 76, numeral 11, y en el artículo
120, numeral 13. Esta constitucionalización digamos así, de esta representación
contractual, por lo menos en Colombia crea ciertos problemas, en cuanto a !a
posibilidad de celebración de contratos por otros organismos que no dependen
de la administración, contratos del Congreso, de la República, contratos de la
Contraloría General, contratos de Procuraduría; tal vez este rigor constitucional
en este aspecto crea luego esas otras inquietudes.
En la Constitución venezolana encuentra uno normas sobre contratos, nego-
ciación de empréstitos atribuidas al Presidente en el artículo 190.13, en rela-
ción con los contratos de interés nacional en el artículo 126, y en algunas nor-
mas sobre las concesiones, fruto, pienso yo, de la evolución venezolana en el
campo de los recursos naturales.
11. Rápidamente, como lo impone el rigor del reloj, en relación con los
bienes, otro capítulo del derecho administrativo, quizás nos encontramos en
que fuera de las normas de contratación no existen en la Constitución otras
disposiciones; fuera de la distribución de bienes entre los distintos niveles: na-
212
cional, estatal y municipal, con una norma curiosa en Colombia: la protección
de los bienes de los Departamentos y de los Municipios, en el artículo 183 de
la Constitución, en términos de propiedad privada; invoca esa disposición la
garantía constitucional de la propiedad privada de los particulares para exten-
dérsela a bienes de los Departamentos y de los Municipios, lo cual tiene una
explicación histórica que no creo del caso mencionar en el momento.
Para terminar, las apreciaciones sobre dos puntos finales, comenzando por
la responsabilidad. La Constitución venezolana define la responsabilidad den-
tro de los elementos fundamentales del Estado, exige que sea responsable (ar-
tículo 39). Habla también, en el artículo 121, de la responsabilidad por abuso
del poder y violación de la Ley, que ya nos va insinuando el contencioso-admi-
nistrativo de anulación, de plena jurisdicción, por lo menos en relación con el
lenguaje en la materia del derecho colombiano; en el artículo 46 también apa-
recen aquellas menciones de nulidad y responsabilidad. La responsabilidad espe-
cial de los ministros en el artículo 196 de la Constitución. En Colombia una
norma genérica que puede ser, por lo menos, en principio, equivalente, se encuen-
tra en el artículo 20 de la Constitución, que habla de la responsabilidad gene-
ral de las autoridades; también existe el artículo 16 que ha sido, en la juris-
prudencia del Consejo de Estado, utilizado como fuente directa de la respon-
sabilidad del Estado por falla en los servicios públicos.
Sobre esta interpretación del Consejo de Estado me he permitido decir que
allí quizás exista un error, puesto que la Constitución en Colombia normal-
mente no consagra derechos subjetivos sino hace declaraciones de carácter polí-
tico y hay necesidad de que venga la ley para que, al desarrollar esos princi-
pios de esa declaración, erija realmente determinadas hipótesis en derechos sub-
jetivos. Así que, como lo dice algúnConsejero, tal vez es una fuente apenas
mediata pero noinmediata de la responsabilidad en Colombia este artículo 16
que ordena que el Estado debe proteger la vida, honra y bienes de las personas.
12. El último capítulo, el de los principios de la justicia administrativa:
en el artículo 220 de la Constitución venezolana está lo relacionado con la nu-
lidad de los actos que hayan sido realizados por razón del empleo de la fuerza,
directa o indirectamente; en el artículo 215 las atribuciones de la Corte Su-
prema de Justicia, en el numeral 6, sobre nulidad de reglamentos, numeral 7,
sobre nulidad de actos administrativos que creo son las bases del contencioso-
ádministrativo. En Colombia, por la existencia de una jurisdicción especial
contencioso-administrativa, que encabeza el Consejo de Estado según el mode-
lo francés que se ha adoptado allí, las normas constitucionales son un poco
más abundantes en esta materia, por lo menos aquéllas que como el artículo
137 y el 141 se refieren a la organización del Consejo de Estado. Inclusive;
en el artículo 193 que está allí, perdido, mal ubicado en relación con el tema
213
que trata, se habla de la suspensión de los actos administrativos, y luego del
valor de las ordenanzas de las Asambleas Departamentales y de los acuerdos de
los Concejos Municipales, que existen mientras no sean suspendidos o anulados
por la jurisdicción de lo contencioso-administrativo.
13. Hemos hecho, a vuelo de pájaro, este recorrido sobre distintos ca-
pítulos del derecho administrativo para tratar de encontrar a cuáles normas de
carácter constitucional les podemos atribuir el carácter de servir de bases con-
cretas del derecho administrativo en derecho venezolano y en derecho colom-
biano. La comparación entre los dos, de manera tentativa, preliminar, son el
fruto de estas Jornadas, que precisamente deben permitirnos este acercamiento
y algunas conclusiones.
De mi parte serían las siguientes: en primer término, creo que hay una
gran similitud en las bases concretas del derecho administrativo entre la Cons-
titución colombiana y la Constitución venezolana, en buena parte con un mismo
fenómeno de extensión. Sin embargo, hay algunas diferencias entre ese prin-
cipio de similitud, por los mayores poderes autónomos en el derecho admi-
nistrativo colombiano por parte del Presidente de la República como conse-
cuencia de esas funciones de inspección que señalé. En cambio, el derecho ve-
nezolano es más abundante en normas constitucionales sobre la organización te-
rritorial, consecuencia lógica de que ha optado por el sistema federal. En tercer
lugar, la mayor abundancia de normas en el derecho colombiano en relación
con la organización administrativa nacional tiene una explicación histórica muy
fácil; estas normas, en buena parte, han sido introducidas por una reforma
constitucional de 1968, que tuvo como uno de sus centros de preocupación el
llevar a la Constitución una serie de principios sobre organización administrativa
central y descentralizada por servicios que antes no estaban suficientemente claros
en el ambiente jurídico colombiano o creaban polémicas que la reforma consi-
deró del caso eliminar.
Como último punto, la conclusión general: efectivamente hay muchas más
bases para el derecho administrativo en las constituciones, que para cualquier
otro derecho. Comparemos ron el derecho civil, mencionemos simplemente el de-
recho internacional, y el derecho penal, a pesar de que todos ellos emanan de
normas muy concretas de la Constitución; sin embargo, es más abundante la
normatividad constitucional en relación con campos que son del dominio del
derecho administrativo. Al fin de cuentas —como decíamos al comienzo de la
disertación— el derecho administrativo es el derecho de la organización de una
rama del poder público y de su actividad y éstos, los cánones jurídicos, exigen
que esté dispuesto, por lo menos en muy buena parte, desde la propia Cons-
titución.
Muchas gracias.
214
¿HACIA DONDE VA EL DERECHO ADMINISTRATIVO?
SUMARIO:
( *)
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad Mayor de la República Oriental
del Uruguay. Profesor de Derecho Administrativo, Profesor de Informática Jurídica y de Derecho
Telemático, y Director del Instituto de Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho de dicha
Universidad. Profesor de Derecho Administrativo, Director del Programa Master de Derecho
Administrativo Económico (PMDAE), y Profesor de Derecho Informático en la Facultad de Derecho
de la Universidad de Montevideo. Profesor Invitado del Instituto Nacional de Administración Pública
(España). Profesor Visitante de la Especialización en Derecho Administrativo de la Universidad de
Belgrano (Argentina). Profesor Extraordinario Visitante de la Universidad Católica de Salta
(Argentina). Autor de varios libros y múltiples trabajos sobre temas de su especialidad. Miembro del
Instituto Uruguayo de Derecho Administrativo, del Instituto de Derecho Administrativo de la
Universidad Notarial Argentina, de la Asociación Argentina de Derecho Administrativo, de la
Asociación de Derecho Público del Mercosur, de la Asociación Andrés Bello de juristas franco
latino americanos, de la Asociación Iberoamericana de Derecho Administrativo, y de la Asociación
Internacional de Derecho Administrativo. Secretario General del Foro Iberoamericano de Derecho
Administrativo.
I) PROPOSITO
( 1)
Jaime VIDAL PERDOMO - “Responsabilidad del Estado por actividad administrativa”, en
“Congreso Internacional de Derecho Administrativo” (Universidad de la República, Montevideo,
1983), pág.85 y sigtes.
( 2)
Carlos E. DELPIAZZO - “Estudios sobre la responsabilidad de la Administración” (U.M.,
Montevideo, 2009), págs. 28 y sigtes. y 41 y sigtes.
( 3)
Jaime VIDAL PERDOMO - “Derecho Administrativo” (Temis, Bogotá, 1985), 8ª edición.
( 4)
Jaime VIDAL PERDOMO - “Derecho Administrativo” cit., pág. 5.
( 5)
Carlos E. DELPIAZZO - “Derecho Administrativo Uruguayo” (Porrúa - UNAM, México,
2005), pág. 10.
( 6)
Libardo RODRIGUEZ RODRIGUEZ - “Derecho Administrativo” (Temis, Bogotá, 2008),
16ª edición; y “Derecho Administrativo Colombiano” (Porrúa - UNAM, México, 2004).
Orlando SANTOFIMIO GAMBOA (7), dilectos amigos, autores de obras
importantes para nuestra común disciplina.
( 7)
Jaime Orlando SANTOFIMIO GAMBOA - “Tratado de Derecho Administrativo”
(Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2003), 3ª edición, 4 tomos.
( 8)
Alberto Ramón REAL - “El Estado de Derecho”, en Estudios Jurídicos en memoria de
Eduardo J. Couture (Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales, Montevideo, 1957), pág. 585 y sigtes.; y “Estado de Derecho y humanismo personalista”
(F.C.U., Montevideo, 1974), pág. 95 y sigtes.
( 9)
Carlos E. DELPIAZZO - “Transformaciones del Derecho Administrativo”, en Víctor
HERNANDEZ MENDIBLE (Coordinador) - “Derecho Administrativo Iberoamericano, 100 autores en
homenaje al Posgrado de Derecho Administrativo de la Universidad Católica Andrés Bello”
(Ediciones Paredes, Caracas, 2007), tomo 1, pág. 417 y sigtes.; y “Pasado, presente y futuro del
Derecho Administrativo”, en Rev. Argentina del Régimen de la Administración Pública (Buenos
Aires, 2007), Año XXIX, Nº 348, pág. 243 y sigtes.
Como consecuencia de la crisis experimentada por el Estado liberal en la
segunda mitad del siglo XIX, comienzan a aplicársele correctivos en lo político,
con proyecciones en lo económico y social.
Así, puede identificarse una etapa prestacional (12), caracterizada por una
presencia estatal creciente en la producción de bienes y servicios para la
colectividad.
( 10)
José Aníbal CAGNONI - “Estudios sobre el Estado Democrático y Social de Derecho”
(Montevideo, 1989), pág. 29 y sigtes.
( 11)
Agustín A GORDILLO - “Tratado de Derecho Administrativo” (F.D.A., Buenos Aires,
1997), tomo I, 4ª edición, págs. III-42 y III-43.
( 12)
Carlos E. DELPIAZZO - “Derecho Administrativo Especial” (A.M.F., Montevideo, 2009),
volumen 1, 2ª edición actualizada y ampliada, pág. 487 y sigtes.
( 13)
Héctor BARBE PEREZ - "Adecuación de la administración conformadora del orden
económico y social a las exigencias del Estado de Derecho", en Perspectivas del Derecho Público
en la segunda Mitad del Siglo XX (Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1969),
tomo V, pág. 21 y sigtes., y en Rev. Derecho, Jurisprudencia y Administración (Montevideo, 1967),
tomo 65, pág. 1 y sigtes.
Más adelante, sin abdicar de la procura del bienestar de los habitantes, el
Estado social de Derecho ingresa en una crisis determinante de los denominados
procesos de reforma del Estado (14), impuestos por el propio peso de un Estado
que devino demasiado gravoso para la sociedad (15) y que se ha visto incidido por
los procesos de descentralización y por el desenvolvimiento del Derecho de la
integración.
( 14)
Agustín A GORDILLO - “Tratado de Derecho Administrativo” cit., tomo I, 4ª edición, pág.
II-11.
( 15)
Pierre RONSANVALLON - “La crisis del Estado providencia” (Civitas, Madrid, 1995),
pág. 31 y sigtes.; y Sabino CASSESE - “La crisis del Estado” (Lexis Nexis, Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 2003, pág. 31 y sigtes.
( 16)
Tomás Ramón FERNANDEZ - “Panorama del Derecho Administrativo al comienzo de su
Tercera Centuria” (La Ley, Buenos Aires, 2002), pág. 94.
( 17)
Carlos E. DELPIAZZO - "Automatización de la actividad administrativa en el marco de la
reforma del Estado", en Anuario de Derecho Administrativo (Montevideo, 1998), tomo VI, pág. 17 y
sigtes.; "Marco legal de la automatización de la actividad administrativa", en Rev. Iberoamericana
de Derecho Informático (UNED, Mérida, 1998), Nº 19-22, pág. 699 y sigtes.; “La Administración y el
Gobierno electrónico”, en CD del XI Congreso Iberoamericano de Derecho e Informática” (Panamá,
2006); y “Telecomunicaciones y Administración”, en Fernando GALINDO (Coordinador) -
“Gobierno, Derecho y Tecnología: las actividades de los Poderes públicos” (Civitas, Madrid, 2006),
pág. 449 y sigtes.
( 18)
Carlos E. DELPIAZZO - "Instrumentos usados para la reforma del Estado en Uruguay",
en Rev. de Derecho del Mercosur (Buenos Aires, 1997), Año 1, Nº 2, pág. 67 y sigtes.
( 19)
Carlos E. DELPIAZZO - “Dignidad humana y Derecho” (U.M., Montevideo, 2001), págs.
42, 75 y sigtes., y 88 y sigtes.
( 20)
Juan Carlos CASSAGNE - “Derecho Administrativo” (Abeledo Perrot, Buenos Aires,
1996), tomo I, 5ª edición, pág. 62 y sigtes.
del bien común, asume una actuación menos incisiva respecto a lo que se
considera propio de los individuos y grupos intermedios (21).
( 21)
Carlos E. DELPIAZZO - “Los derechos fundamentales y la libertad económica”, en VII
Jornadas Internacionales de Derecho Administrativo (FUNEDA, Caracas, 2004), pág. 59 y sigtes.
( 22)
José Luis CEA EGAÑA - “Estado constitucional de Derecho: nuevo paradigma jurídico”,
en Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano (Konrad Adenauer, Montevideo, 2005), Año
11, tomo I, pág. 47 y sigtes.
( 23)
Luis PRIETO SANCHIS - “Constitucionalismo y garantismo”, en Miguel CARBONELL y
Pedro SALAZAR (Editores) - “Garantismo” (Trotta - UNAM, Madrid, 2005), pág. 41 y sigtes.
( 24)
Luigi FERRAJOLI - “Sobre los derechos fundamentales”, en Miguel CARBONELL
(Editor) - “Teoría del neoconstitucionalismo” (Trotta, Madrid, 2007), págs. 72 y 73.
para que el mismo se vaya “impregnando” del nuevo paradigma basado en la
eminente dignidad de la persona humana y de sus derechos inherentes (25):
En primer lugar, respecto a las “fugas regulatorias”, cabe decir que las
mismas encierran un planteo no sólo contradictorio sino sorprendente (32) ya que lo
propio de la actividad pública, regida por el principio de especialidad, no se
corresponde con el Derecho regulador de la actividad privada, presidido por el
principio de libertad. “Hay que subrayar que es la legalidad -se ha dicho- y no la
( 28)
Enrique SAYAGUES LASO - “Tratado de Derecho Administrativo” (Montevideo, 1959),
tomo I, pág. 15 y sigtes.
( 29)
Luciano PAREJO ALFONSO y otros - “Manual de Derecho Administrativo” (Ariel,
Barcelona, 1996), 4ª edición, tomo I, pág. 33.
( 30)
Carlos E. DELPIAZZO - "Actividad administrativa y Derecho privado", en Rev. de
Derecho de la Universidad de Montevideo (Montevideo, 2002), Año I, Nº 1, pág. 25 y sigtes.
( 31)
Antonio TRONCOSO REIGADA - “Privatización, empresa pública y Constitución”
(Marcial Pons, Madrid, 1997), pág. 29.
( 32)
Guillermo Andrés MUÑOZ - “Derecho público y Derecho privado en la organización de la
Administración”, en Guillermo Andrés MUÑOZ y Carlos Manuel GRECCO - “Fragmentos y
testimonios del Derecho Administrativo” (Ad-Hoc, Buenos Aires, 1999), pág. 459.
libertad lo que está en la base misma de la actuación de los poderes públicos, y
que ello no es un prurito de los juristas, como alguien podría creer, sino una
exigencia indeclinable del principio democrático mismo” (33).
Por eso, bien se ha dicho que “la supuesta huida al Derecho privado no es,
en realidad, sino una huida del Derecho” (36) ya que “se trata de escapar de todo
un ordenamiento, en concreto, huir de la legislación de contratos del Estado, del
ordenamiento jurídico en materia de selección, promoción y control del personal, y
enajenación de bienes” (37).
( 33)
Eduardo GARCIA DE ENTERRIA y Tomás Ramón FERNANDEZ - “Curso de Derecho
Administrativo” (Civitas, Madrid, 2004), tomo I, 12ª edición, págs. 410 y 411.
( 34)
Luciano PAREJO ALFONSO y otros - “Manual de Derecho Administrativo” cit., tomo I,
pág. 341 y sigtes.
( 35)
Sebastián MARTIN RETORTILLO - “Reflexiones sobre la huida del Derecho
Administrativo”, en Rev. de Administración Pública (Madrid, 1996), Nº 140, pág. 36.
( 36)
José Manuel SALA ARQUER - “Huida al Derecho privado y huida del Derecho”, en Rev.
Española de Derecho Administrativo (Civitas, Madrid, 1992), Nº 75, pág. 399.
( 37)
José Luis VILLAR PALASÍ - “Tipología y Derecho estatutario de las entidades
instrumentales de las Administraciones públicas”, en A.A.V.V. - “Administración instrumental.
Homenaje al Profesor Manuel Francisco Clavero Arévalo” (Civitas, Madrid, 1994), tomo I, págs. 164
y 165.
( 38)
Carlos E. DELPIAZZO - “Estudios sobre la Responsabilidad de la Administración” (U.M.,
Montevideo, 2009), pág. 77 y sigtes.
entes con terceros e, incluso, en su propia organización y estructura. En síntesis,
con invocación del principio constitucional de eficacia se trata de excluir los
procedimientos de control del gasto y de la selección de contratistas y de
funcionarios. Al respecto, debe tenerse en cuenta que la noción de eficacia no es
la misma cuando se trata de la gestión pública que cuando se trata de actividad
privada ya que la Administración es una entidad instrumental para el bien común y
no una mera organización lucrativa como son las organizaciones empresariales
privadas” (39).
Por lo tanto, dos son las notas esenciales que caracterizan a este fenómeno
de “instrumentalización”, a saber:
Por lo que refiere al primer aspecto, la “nota común en todos estos casos es
que la instrumentalización se consigue a través de la fórmula de la concesión de
personalidad jurídica” (42). La personalidad jurídica distinta formalmente de la del
Estado es el eje sobre el que gira la construcción de los entes instrumentales (43) y
( 39)
Rafael FERNÁNDEZ MONTALVO – “Régimen de contratación de la administración
instrumental”, en A.A.V.V. - “La Administración Instrumental. VIII Jornadas del Gabinete Jurídico de
la Junta de Andalucía” (Sevilla, 2005), págs. 123 y 124.
( 40)
Ángel BALLESTEROS FERNÁNDEZ – “La responsabilidad patrimonial de los entes
instrumentales de la Administración y su transmisión a la entidad matriz” en Rev. de Estudios de la
Administración Local y Autonómica (Madrid, 2006), Nº 300 – 301, pág. 565.
( 41)
José ORTIZ MALLOL – “La relación entre la entidad matriz y la instrumental: algunas
notas”, en A.A.V.V. - “La Administración Instrumental. VIII Jornadas del Gabinete Jurídico de la
Junta de Andalucía” (Sevilla, 2005), pág. 192.
( 42)
Fernando GARRIDO FALLA – “Origen y evolución de las entidades instrumentales de
las Administraciones Públicas”, en A.A.V.V. - “Administración Instrumental. Homenaje al Profesor
Manuel Francisco Clavero Arévalo” (Civitas, Madrid, 1994), tomo I, pág. 29.
( 43)
José Ignacio MORILLO-VELARDE PÉREZ – “La huída del Derecho administrativo, la
personalidad jurídicas de las administraciones públicas y el principio de eficacia. Reflexiones” en
A.A.V.V. - “Administración Instrumental. Homenaje al Profesor Manuel Francisco Clavero Arévalo”
(Civitas, Madrid, 1994), tomo II, pág. 1006.
constituye, por ende, el criterio básico para identificar la naturaleza de esa
variedad de entes (44).
Por eso, sin que ello implique estigmatizar a las regulaciones comunes para
las actividades en competencia o la genuina actividad de sociedades de economía
mixta de Derecho privado, se impone el “retorno al Derecho Administrativo”,
advirtiendo que la aplicación del Derecho privado a la Administración es un
“espejismo” (46) y reivindicando que, en cualquier caso, la actuación administrativa,
tanto directa como indirecta, encuentra límites infranqueables en el respeto a los
derechos fundamentales y a los principios generales de legalidad, prohibición de la
arbitrariedad, objetividad y neutralidad, los cuales tienen un alcance global,
cualquiera sea la forma o el ropaje jurídico que se haya puesto la Administración.
( 44)
José Luis MEILAN GIL – “La funcionalidad de los entes instrumentales como categoría
jurídica”, en A.A.V.V. - “Administración Instrumental. Homenaje al Profesor Manuel Francisco
Clavero Arévalo” (Civitas, Madrid, 1994), tomo II, pág. 975.
( 45)
José Luis ECHEVARRIA PETIT - “Actuación del Estado a través de personas de
Derecho privado: la huída del Derecho público”, en Rev. de Derecho y Tribunales (Montevideo,
2007), Nº 5, pág. 121 y sigtes.
( 46)
Tomás Ramón FERNANDEZ - “Panorama del Derecho Administrativo al comienzo de su
tercera centuria” cit., pág. 23.
medida que se abren a la libertad espacios antes dominados por monopolios,
crece un nuevo Derecho Administrativo; en la medida que la Administración
procura hacer posible la libertad y la igualdad, emerge un nuevo Derecho
Administrativo; en la medida que la autotutela administrativa se compatibiliza con
la tutela judicial, aún cautelar, se desarrolla un nuevo Derecho Administrativo; en
la medida que integración y solidaridad caracterizan el modelo de Estado
moderno, se fortalece un nuevo Derecho Administrativo; en la medida que la
acción pública esté impregnada por la promoción de los derechos fundamentales,
se consolida un nuevo Derecho Administrativo (47).
( 47)
Jaime RODRIGUEZ-ARANA MUÑOZ - “La vuelta al Derecho Administrativo. A vueltas
con lo privado y lo público”, en Rev. de Derecho de la Universidad de Montevideo, Año IV (2005),
Nº 7, pág. 89 y sigtes.
gobierno de instituciones públicas como privadas puesto que, en ambos casos, el
arte de la dirección o del gobierno requiere de un conjunto de actitudes y aptitudes
comunes que permiten hablar de una teoría general de la dirección, gestión,
gobierno o administración según los casos, de proyección indistinta al ámbito
público y al privado” (48).
Por lo tanto, que se administre bien y que se gobierne con justicia no son
aspectos ajenos al actual Derecho Administrativo.
( 51)
Héctor GIORGI - "El mérito y la validez del acto administrativo. El concepto de buena
administración en la Constitución uruguaya", en Escritos Jurídicos (F.C.U., Montevideo, 1976), pág.
91.
( 52)
Augusto DURAN MARTINEZ - “Principio de eficacia y Estado subsidiario”, en “Liber
Amicorum Discipulorumque José Aníbal Cagnoni” (F.C.U., Montevideo, 2005), pág. 154.
( 53)
Benedict KINGSBURY, Nico KRISCH y Richard B. STEWART - “El surgimiento del
Derecho Administrativo Global”, en Res Pública Argentina, Año 2007, Nº 3, pág. 35.
( 54)
Jesús GONZALEZ PEREZ - "La ética en la Administración pública" (Civitas, Madrid,
1996), pág. 65 y sigtes.
silencio... Lo que importa ahora es que no sea todo un juego de palabras sino un
compromiso de conversión a la conducta ética" (55).
( 55)
Luis Carlos BERNAL - "El cansancio de ser honrado" (Montevideo, 1999), págs. 103 y
104.
( 56)
José Aníbal CAGNONI - "Justicia y sociedad: los fenómenos de la corrupción", en Rev.
de Derecho Público (Montevideo, 1997), Nº 11-12, pág. 15 y sigtes.
( 57)
Carlos E. DELPIAZZO - "Ética en el ejercicio de la función administrativa", en Rev.
Iberoamericana de Derecho Público y Administrativo (San José de Costa Rica, 2003), Nº 3, pág. 27
y sigtes.; y "Etica no exercicio da funçao administrativa", en Rev. Informativo de Direito
Administrativo e Responsabilidade Fiscal" (Curitiba, 2001), Nº 5, pág. 420 y sigtes.
( 58)
Jesús GONZALEZ PEREZ - "La ética en la Administración pública" cit., pág. 53.
( 59)
Washington ABDALA y Guillermo MACIEL - "Manual de Ciencia Política" (F.C.U.,
Montevideo, 1996), tomo II, pág. 219.
( 60)
Carlos E. DELPIAZZO - "Juridización de la ética pública", en Rev. Ius Publicum
(Santiago de Chile, 2005), Nº 15, y en Rev. de Derecho de la Universidad de Montevideo, Año III
(2004), Nº 6, pág. 7 y sigtes.
D) Derecho Administrativo y globalización
( 61)
Mariano R. BRITO - “Globalización y Derecho Administrativo”, Rev. de Antiguos
Alumnos del I.E.E.M. (Montevideo, 2001), Año 4, Nº 3, pág. 76 y sigtes.
( 62)
Ulrich BECK - “¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la
globalización” (Paidós, Barcelona, 1998), pág. 27 y sigtes.
( 63)
Oscar SARLO - “Globalización y Derecho, sus proyecciones sobre la formación de los
juristas”, en Cuaderno de la Facultad de Derecho (F.C.U., Montevideo, 1999), Tercera serie, Nº 3,
pág. 9.
( 64)
Juan Cruz ALLI ARANGUREN - “Derecho Administrativo y globalización” (Civitas,
Madrid, 2004), pág. 309 y sigtes.
Desde el punto de vista jurídico, este nuevo escenario no es neutro ya que
-como la mayoría de las grandes conquistas culturales, científicas y tecnológicas
que registra la historia- impone dar respuestas a situaciones nuevas y muchas
veces ambivalentes. En la medida que se trata de una realidad mundial que
exhorbita las fronteras territoriales de los países, es evidente la necesidad de
reglas comunes.
( 65)
Agustín A. GORDILLO - “Tratado de Derecho Administrativo” cit., tomo I, pág. V-14 y
sigtes.
( 66)
Eduardo JIMENEZ DE ARECHAGA (Director) - “Derecho Internacional Público” (F.C.U.,
Montevideo, 1994), tomo V, 2ª edición, pág. 224 y sigtes.
( 67)
Jorge E. FERNANDEZ REYES - “Curso de Derecho de la Integración” (U.M.,
Montevideo, 2006), pág. 131 y sigtes.
( 68)
Héctor GROS ESPIELL, Carlos E. DELPIAZZO y otros - “El Derecho de la Integración
del Mercosur” (U.M., Montevideo, 1999), pág. 67 y sigtes.
En tercer lugar, es dable advertir lo que ha dado en llamarse
“convergencia de los Derechos Administrativos” (69) impuesta por la
globalización, lo que permite hablar de la formación de un “ius commune
administrativum”, que se encuentra en una constante relación de interacción con
los Derechos nacionales, en los cuales se inserta y a los cuales condiciona en
influencia recíproca (70).
( 69)
Sabino CASSESE - "El problema de la convergencia de los Derechos administrativos",
en Rev. Actualidad en el Derecho Público (Buenos Aires, 1996), Nº 5, pág. 3 y sigtes.
( 70)
Santiago MUÑOZ MACHADO - “La Unión Europea y las mutaciones del Estado”
(Alianza, Madrid, 1993), pág. 128.
( 71)
Sabino CASSESE - “La globalización jurídica” (Marcial Pons, Madrid, 2006), pág. 23 y
sigtes.
( 72)
Carlos E. DELPIAZZO - “Perspectiva latinoamericana del Derecho Administrativo
Global”, en Víctor HERNANDEZ MENDIBLE (Coordinador) - “Desafíos del Derecho Administrativo
Contemporáneo. Conmemoración Internacional del centenario de la Cátedra de Derecho
Administrativo en Venezuela” (Ediciones Paredes, Caracas, 2009); “Global Administrative Law and
Comparative Administrative Law in Latin America”, en Jaime RODRÍGUEZ ARANA y Javier
ROBALINO (Coordinadores) – “Global Administrative Law: towards the Ius Commune or a Lex
Administrativa?” (Cameron May, Londres, 2010); y “Hacia un Derecho Administrativo Global”, en
“Regulación, Supervisión y Autoridades de los Mercados Financieros. Un estudio de Derecho
Público Económico” (Lumen Juris, Río de Janeiro, 2010).
( 73)
Benedict KINGSBURY, Nico KRISCH y Richard B. STEWART - “El surgimiento del
Derecho Administrativo Global” cit., pág. 28.
Desde el punto de vista formal, podría postularse que la conceptualización
de un Derecho Administrativo Global presupone la existencia de una
Administración global o transnacional.
( 74)
Benedict KINGSBURY, Nico KRISCH y Richard B. STEWART - “El surgimiento del
Derecho Administrativo Global” cit., pág. 32 y sigtes.
( 75)
Sabino CASSESE - “Il Diritto Administrativo Globale: una introduzione”; conferencia
pronunciada el 10 de enero de 2005 en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Roma
“La Sapienza”.
( 76)
Jaime RODRIGUEZ-ARANA MUÑOZ - “El Derecho Administrativo en el siglo XXI”, en
Rev. Argentina del Régimen de la Administración Pública, Circular Letter Nº 82.
Si se mira el panorama de la reforma administrativa especialmente en
América latina (77), es posible advertir que las llamadas reformas de primera
generación refirieron a la Administración convencional o clásica y apuntaron
básicamente a la reducción de su tamaño (enfoque cuantitativo).
( 77)
Rafael MARTINEZ PUON - "Nuevos derroteros de la reforma administrativa en América
latina", en Rev. Iberoamericana de Administración Pública (INAP, Madrid, 2002), Nº 8, pág. 156 y
sigtes.
( 78)
Juan F. MESTRE DELGADO - “Nuevas tecnologías y Administración pública”, en
Documentación Administrativa, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 2003, Nº 265-
266, pág. 117 y sigtes.; y Ricardo S. PIANA - “Gobierno electrónico, organización en red y
gobernabilidad democrática”, en X Congreso Iberoamericano de Derecho e Informática (Santiago
de Chile, 2004), pág. 105 y sigtes.
( 79)
Carlos E. DELPIAZZO - “Administración electrónica y tratamiento de la información”, en
anuario “Derecho Informático” (F.C.U., Montevideo, 2008), tomo VIII, pág. 524 y sigtes.; y “Las
nuevas telecomunicaciones y el tránsito de la Administración prestacional a la Administración
electrónica”, en Anuario da Facultade de Dereito da Universidade da Coruña (Coruña, 2007), Nº
11, pág. 177 y sigtes.
( 80)
Carlos E. DELPIAZZO - “La Administración y el Gobierno electrónico”, en CD del XI
Congreso Iberoamericano de Derecho e Informática” (Panamá, 2006); y “Telecomunicaciones y
Administración”, en Fernando GALINDO (Coordinador) - “Gobierno, Derecho y Tecnología: las
actividades de los Poderes públicos” (Civitas, Madrid, 2006), pág. 449 y sigtes.
los asuntos internos entre los distintos órganos y organismos que componen la
Administración (81).
( 81)
Francisco Javier SANZ LARRUGA - “Las bases jurídicas de la Administración
electrónica en España: el uso de las técnicas informáticas, electrónicas y telemáticas en las
Administraciones públicas”, en Anuario da Facultade de Dereito da Universidade da Coruña, Año
2002, Nº 6, pág. 714.
( 82)
Angel SANCHEZ BLANCO - "Las Administraciones Públicas e Internet", en Separata del
Boletín Informativo del Instituto Nacional de Administración Pública (Madrid, 2001), Nº 4, pág. 7.
( 83)
Carlos E. DELPIAZZO - "Marco legal de la automatización de la actividad
administrativa", en Rev. Iberoamericana de Derecho Informático (Mérida, 1998), Nº 19-22, pág. 718
y sigtes.; y "Nuevo horizonte para la automatización administrativa en Uruguay. A propósito de la
aprobación del Decreto Nº 65/998 sobre procedimiento administrativo electrónico", en Rev.
Derecho de la Alta Tecnología (Buenos Aires, 1998), Año X, Nº 116, pág. 24 y sigtes.
Para que la Administración electrónica sea posible, es necesario que, desde
el Derecho, se adecue el marco normativo a fin de facilitar y dar seguridad a los
intercambios (84). Según se ha destacado, “una vez aceptada la validez jurídica de
los documentos electrónicos y el reconocimiento de la firma electrónica con valor
igual entre la Administración pública y los privados, la convergencia permite a la
Administración pública comunicarse entre sus distintas dependencias y con los
ciudadanos” (85).
En efecto, documentación electrónica (86) y firma electrónica (87) son los dos
pilares fundamentales que sustentan los procedimientos (88) y actos administrativos
electrónicos (89) y, consiguientemente, la tramitación en expediente electrónico que
( 84)
Carlos E. DELPIAZZO - “¿Hacia dónde va el Derecho de Internet?”, en anuario
“Derecho Informático” (Montevideo, 2004), tomo IV, pág. 247 y sigtes.; y DELPIAZZO, Carlos E. y
VIEGA, María José, “Lecciones de Derecho Telemático” (F.C.U., Montevideo, 2004), pág. 218 y
sigtes.
( 85)
Antonio MARTINO - "E-government: la convergencia es su motor, la privacy su límite",
en Anales de las 30 Jornadas Argentinas de Informática e Investigación Operativa (Buenos Aires,
2001), pág. 508.
( 86)
Carlos E. DELPIAZZO - "Derecho Informático Uruguayo" (Idea, Montevideo, 1995), pág.
45 y sigtes.; “El documento y la firma ante las N.T.I. en Uruguay”, en XVIII Jornadas
Iberoamericanas y XI Jornadas Uruguayas de Derecho Procesal (F.C.U., Montevideo, 2002), pág.
734 y sigtes.; "El documento electrónico frente a la integración", en VI Congreso Iberoamericano de
Derecho e Informática (Montevideo, 1998), pág. 333 y sigtes.; y "Documentación electrónica de los
negocios en Internet", en VIII Congreso Iberoamericano de Derecho e Informática (México, 2000),
pág. 462 y sigtes.
( 87)
Carlos E. DELPIAZZO - "Adecuación del Derecho a la necesidad de la firma
electrónica", en Informática y Derecho (Depalma, Buenos Aires, 2001), volumen 7, pág. 113 y
sigtes.; "Autenticación de las operaciones en Internet", en anuario "Derecho Informático" (F.C.U.,
Montevideo, 2001), tomo I, pág. 253 y sigtes.; "Validez y eficacia de la firma electrónica", en
Tribuna del Abogado (Montevideo, 2000), Nº 117, págs. 16 y 17; "De la firma manuscrita a la firma
electrónica: un caso de impacto de la Tecnología sobre el Derecho", en Rev. de Antiguos Alumnos
del Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (Montevideo, 2001), Año 4, Nº 1, pág. 76 y
sigtes.; "De la caligrafía a la criptografía", en Anales de las 30 Jornadas Argentinas de Informática
e Investigación operativa (Buenos Aires, 2001), pág. 209 y sigtes.; y "Relevancia jurídica de la
encriptación y la firma electrónica en el comercio actual", en VIII Congreso Iberoamericano de
Derecho e Informática (México, 2000), pág. 130 y sigtes.
( 88)
Carlos E. DELPIAZZO - "El procedimiento administrativo y las nuevas tecnologías de la
información", en Rev. Uruguaya de Derecho Constitucional y Político (Montevideo, 1992), tomo
VIII, Nº 48, pág. 420 y sigtes.; "Informatización de la actividad administrativa. Hacia el expediente
electrónico en Uruguay", en Rev. Actualidad en el Derecho Público (Buenos Aires, 1997), Nº 6,
pág. 3 y sigtes.; "Regulación del procedimiento administrativo electrónico", en Procedimiento
Administrativo Electrónico (O.N.S.C., Montevideo, 1998), pág. 151 y sigtes.; "Nuevo horizonte para
la automatización administrativa en Uruguay. A propósito de la aprobación del Decreto Nº 65/998
sobre procedimiento administrativo electrónico", en Rev. Derecho de la Alta Tecnología (Buenos
Aires, 1998), Año X, Nº 116, pág. 24 y sigtes.; e "Informatización del procedimiento administrativo
común", en VI Congreso Iberoamericano de Derecho e Informática (Montevideo, 1998), pág. 776 y
sigtes.
( 89)
Carlos E. DELPIAZZO - "Acto administrativo automático", en VI Congreso
Iberoamericano de Derecho e Informática (Montevideo, 1998), pág. 943 y sigtes.; "El procedimiento
administrativo electrónico y el acto administrativo automático", en Recopilación de conferencias y
exposiciones (UTE, Montevideo, 1999), pág. 46 y sigtes.; "Acto administrativo y reglamento en el
Derecho uruguayo", en Jornadas sobre Acto Administrativo y Reglamento (R.A.P., Buenos Aires,
permite el relacionamiento del administrado con la Administración los 365 días del
año sin limitación de horario de atención al público, o sea, las 24 horas de cada
día de la semana.
2002), pág. 574 y sigtes.; “Notas para una caracterización actual del acto administrativo”, en
Anuario de Derecho Administrativo (Montevideo, 2002), tomo IX, pág. 25 y sigtes.
( 90)
Carlos E. DELPIAZZO - “Triple dimensión del principio de transparencia en la
contratación administrativa”, en Rev. Trimestral de Direito Público (Sao Paulo, 2007), Nº 46, pág. 5
y sigtes.
( 91)
Carlos E. DELPIAZZO - “De la publicidad a la transparencia en la gestión
administrativa”, en Rev. de Derecho de la Universidad de Montevideo, Año II (2203), Nº 3, pág. 113
y sigtes.
( 92)
Laura NAHABETIAN - “Protagonistas del cambio. Derechos ciudadanos y nuevas
tecnologías”, en X Congreso Iberoamericano de Derecho e Informática (Santiago de Chile, 2004),
pág. 120 y sigtes.
( 93)
Carlos E. DELPIAZZO - “Dimensión tecnológica de la participación del administrado en
el Derecho uruguayo”, en Rev. Iberoamericana de Derecho Público y Administrativo (San José de
Costa Rica, 2005), Nº 5, pág. 63 y sigtes.; y en Rogerio GESTA LEAL (Organizador) -
“Administraçao Pública e Participaçao Social na América Latina” (Edunisc, Santa Cruz do Sul,
2005), pág. 117 y sigtes.
Por lo que refiere al primero de dichos deslindes, puede definirse a la
participación política como “cualquier acción de los ciudadanos dirigida a influir en
el proceso político y en sus resultados”, comprendiendo acciones tendientes a
incidir en la composición de los órganos y cargos representativos, en las actitudes
de los políticos y en la respuesta a decisiones tomadas, abarcando también la
actuación en organizaciones que buscan objetivos colectivos. En cambio, la
participación administrativa posee un alcance más restringido ya que refiere
específicamente al relacionamiento de la Administración con los administrados,
sea individual o colectivamente considerados, de modo que la dualidad “Estado -
ciudadano” (que especifica la participación política) se traduce aquí en la relación
“Administración - administrado”.
( 94)
Carlos E. DELPIAZZO - “Régimen jurídico de los usuarios de servicios públicos y de
interés general en Uruguay”, en Jaime RODRIGUEZ ARANA MUÑOZ y Raúl CANOSA USERA
(Editores) - “Derecho de los consumidores y usuarios: una perspectiva integral” (Netbiblo, La
Coruña, 2008), pág. 248 y sigtes.
( 95)
Daniel Hugo MARTINS - “No llamemos más administrados a las personas que habitan
nuestro territorio”, en Anuario de Derecho Administrativo (Montevideo, 1996), tomo V, pág. 61 y
sigtes.
( 96)
Eduardo GARCIA DE ENTERRIA y Tomás Ramón FERNANDEZ - “Curso de Derecho
Administrativo” cit., tomo II, 9ª edición, pág. 19.
persona humana (97), derivada de su eminente dignidad (98), de la que se
desprenden todos y cada de los derechos fundamentales y desde la cual deben
ellos interpretarse y aplicarse: el legislador, absteniéndose de sancionar leyes que
los contravengan; el juez al dirimir los litigios sometidos a su jurisdicción, y
cualquier autoridad administrativa al cumplir sus cometidos (99).
( 97)
Eduardo SOTO KLOSS - “La primacía de la persona humana, principio fundamental del
Derecho público chileno”, en Estudios Jurídicos en memoria de Alberto Ramón Real (F.C.U.,
Montevideo, 1996), pág. 507 y sigtes.; y “Derecho Administrativo” (Edit. Jurídica de Chile, Santiago,
1996), tomo I, pág. 83 y sigtes.
( 98)
Carlos E. DELPIAZZO - "Dignidad humana y Derecho" cit., pág. 27 y sigtes.; Héctor
GROS ESPIELL - “La dignidad humana en los instrumentos internacionales de derechos
humanos”, en CATEDRA UNESCO DE DERECHOS HUMANOS - “Dignidad Humana” (Universidad
de la República, Montevideo, 2003), pág. 9 y sigtes.; y José Aníbal CAGNONI - “La dignidad
humana. Naturaleza y alcances”, en CATEDRA UNESCO DE DERECHOS HUMANOS - “Dignidad
Humana” cit., pág. 65 y sigtes., y en Rev. de Derecho Público, Año 2003, Nº 23, pág. 11 y sigtes.
( 99)
Jesús GONZALEZ PEREZ - “La dignidad de la persona y el Derecho Administrativo”,
(Jurúa, Curitiba, 2007), pág. 6; y “La dignidad de la persona humana” (Civitas, Madrid, 1986), pág.
85 y sigtes.
( 100)
Arturo ARDAO - “El hombre en cuanto objeto axiológico”, en “El hombre y su conducta.
Ensayos filosóficos en honor de Risieri Frondizi” (UPRED, Buenos Aires, 1980), págs. 73 y 74.
( 101)
Germán J. BIDART CAMPOS - “Teoría general de los derechos humanos” (Astrea,
Buenos Aires, 2006), págs. 72 a 79.
( 102)
Carlos E. DELPIAZZO - “Derecho Administrativo Uruguayo” cit., pág. 7.
abstención) conlleva efectos de sanción y, si origina daños, de reparación integral
de los mismos (103).
Por lo tanto, el desafío de nuestros días pasa por la revalorización del bien
común desde la perspectiva de los derechos fundamentales del hombre al que se
debe servir, cuya eminente dignidad debe iluminar como criterio rector el ser
(organización) y el quehacer (actividad) administrativos.
( 103)
Eduardo SOTO KLOSS - “La servicialidad del Estado. Base esencial de la
institucionalidad”, en “Estudios Jurídicos en homenaje al Prof. Mariano R. Brito” (F.C.U.,
Montevideo, 2008), pág. 331 y sigtes., especialmente págs. 338 y 339.
( 104)
Carlos E. DELPIAZZO – “Recepción de los principios generales de Derecho por el
Derecho positivo uruguayo”, en Actas del VII Foro Iberoamericano de Derecho Administrativo
(Netbiblo, La Coruña, 2008), pág. 607 y sigtes., y en A.A.V.V. - “Los principios en el Derecho
Administrativo Uruguayo” (A.M.F., Montevideo, 2009), pág. 31 y sigtes.
REVISTA DE
INVESTIGAÇÕES
CONSTITUCIONAIS
vol. 1 | n. 3 |setembro/dezembro 2014 | ISSN 2359-5639 | Periodicidade quadrimestral
Curitiba | Núcleo de Investigações Constitucionais da UFPR | www.ninc.com.br
Licenciado sob uma Licença Creative Commons
Licensed under Creative Commons Revista de Investigações Constitucionais
ISSN 2359-5639
DOI: http://dx.doi.org/10.5380/rinc.v1i3.40514
CARLOS E. DELPIAZZO*
Universidad de Montevideo (Uruguay)
carlos.delpiazzo@delpiazzo.com
Recebido/Received: 22.02.2014 / February 22nd, 2014
Aprovado/Approved: 27.03.2014 / March 27th, 2014
Resumen Abstract
El Derecho Administrativo propio del Estado Constitu- The Administrative Law of the Constitutional rule of law
cional de Derecho debe estar centrado en la persona del must be centered in the person of the citizen, both in its indi-
administrado, tanto en su dimensión individual como vidual and social dimension, from which derive their rights
social, de las que derivan sus derechos y deberes. Con- and duties. As a result, the administrative legal relationship
secuentemente, la relación jurídica administrativa debe must build itself based on the servitude of the Public Admi-
edificarse sobre la base de la servicialidad de la Adminis- nistration in the pursuit of the common good.
tración Pública en la procura del bien común.
Palabras-clave: administrado; Estado Constitucional de Keywords: citizen; Constitutional rule of law; rights and
Derecho; derechos y deberes; Administración Pública; duties; Public Administration; servitude and common good.
servicialidad y bien común.
Como citar este artigo | How to cite this article: DELPIAZZO, Carlos E. Centralidad del administrado en el actual Derecho Admi-
nistrativo: impactos del Estado Constitucional de Derecho. Revista de Investigações Constitucionais, Curitiba, vol. 1, n. 3, p.
7-32, set./dez. 2014. DOI: http://dx.doi.org/10.5380/rinc.v1i3.40514
SUMARIO
I) Introduccion. II) La figura del administrado. 1. Centralidad. 2. Denominación. III) Las dimensiones
del administrado. 1. Proyección individual. 2.Proyección social. 3. Proyección trascendente. IV) La
relacion juridica administrativa. 1. Las ideas de posición y de relación. 2. Situaciones activas. 3. Situa-
ciones pasivas. V) Enfoque desde los deberes del administrado. 1. Marco de referencia. 2. Proyección
individual. 3. Proyección social. 4. Proyección trascendente. 5. Consecuente responsabilidad. VI) En-
foque desde la servicialidad de la administracion. 1. Marco de referencia. 2. Esencialidad del principio
de juridicidad. 3. Vinculación con el bien común. 4. Consecuente responsabilidad. VII) Conclusion.
VIII) Referencias.
I) INTRODUCCION
La enseñanza de Mariano Brito ha tenido siempre como un punto focal esencial
la centralidad -“protagonismo originario” 1 de la persona humana fundada en su emi-
nente dignidad 2, que la hace irrepetible e insustituible para la realización de sus fines
vitales esenciales.
Consecuentemente, ha proclamado que “los derechos fundamentales del hom-
bre son, nada más, pero tampoco nada menos, que aquellas perfecciones debidas al
hombre por reclamo de su naturaleza corporal y espiritual, haciéndolas posibles en
plenitud, y que la razón descubre. Y el hombre, en cuanto ser, es un todo, una unidad.
A esta unidad inescindible pertenecen todos los derechos fundamentales, las perfec-
ciones que le son debidas sin que pueda ser dividido en dos o más partes: el hombre
moral de un lado y el hombre político, o jurídico, o económico del otro. El menoscabo o
insatisfacción de alguno de esos derechos o perfecciones debidas afectará inevitable-
mente la personalidad enteriza del hombre” 3.
Correlativamente, con magistral claridad, ha enseñado que “La referencia
social que le es propia dimensiona al hombre en el deber: su perfección acabada
reclama su actuación debida. El reconocimiento y la afirmación de la libertad conl-
levan el reconocimiento de las situaciones de deber y responsabilidad personales
consiguientes” 4.
Asimismo, como lógica consecuencia de la afirmación de “la dimensión sustan-
tiva personal” de cada individuo, es contundente su afirmación del Estado como “ser
1 BRITO, Mariano R. Libertad y autoridad del Estado. In: A.A.V.V. – Aspectos legales y socioeconómicos de la
Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012, p. 155
– ss.
3 BRITO, Mariano R. Derechos fundamentales. In: A.A.V.V. – Evolución constitucional del Uruguay. Montevideo:
instrumental para el interés general. Porque él, carente de existencia sustantiva, sólo es
un ser para otros, para que los componentes del cuerpo social puedan alcanzar plena-
mente sus fines propios” 5.
1. Centralidad
Las referidas premisas ubican a la persona en el centro del sistema jurídico y,
consecuentemente, sientan las bases para erigir la teoría del administrado como capí-
tulo fundamental del Derecho Administrativo 6 en el Estado constitucional de Derecho
7, en el cual derechos y deberes no son una cuestión moral sino jurídica.
5BRITO, Mariano R. Planificación y libertad en el Estado social de Derecho. Revista Uruguaya de Estudios
Administrativos. Año I, nº 1. Montevideo, 1977, p. 31 – ss.
6 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 2. Montevideo: A.M.F., 2013, p. 219 – ss.
7 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 1. Montevideo: A.M.F, 2013, p. 32 – ss.
8 GONZALEZ PEREZ, Jesús. El administrado. Santiago de Querétaro: FUNDAP, 2003, p. 22 – ss.
9 GARCIA TREVIJANO FOS, José Antonio. Tratado de Derecho Administrativo. Tomo I. Madrid: Editorial Rev.
de Derecho Privado,1974, p. 520.
2. Denominación
A pesar de fundadas críticas, la expresión “administrado” y su generalizado uso
determinan que siga utilizándose útilmente para designar a cualquier persona física o
jurídica u organización no personificada considerada desde su posición respecto a la
Administración pública o sus agentes 11.
Lo que ocurre es que la voz “administrado” parece reflejar una situación pasi-
va que no se compadece con la realidad actual en que cada sujeto ostenta frente a
la Administración derechos subjetivos e intereses legítimos, que se traducen en sus
derechos de libertad, de participación y de obtención de la prestación de bienes y
servicios 12.
Es que - con palabras de Jaime Rodriguez-Arana Muñoz- la nueva funcionalidad
requerida de la Administración reclama “que los ciudadanos no deben ser sólo sujetos
pasivos de las potestades públicas, sino que deben aspirar a ser legítimos colaborado-
res y protagonistas de la propia Administración para la gestión de los intereses que les
afectan” 13.
Ante tal constatación, como bien lo han puesto de manifiesto Eduardo García
de Enterría y Tomás Ramón Fernández, “este término de administrado es, realmente,
poco feliz; como participio pasivo del verbo administrar, parece argüir una posición
simplemente pasiva de un sujeto, que vendría a sufrir o soportar la acción de adminis-
trar que sobre él ejerce otro sujeto eminente y activo,… que llamamos Administración
10 BARRA, Rodolfo Carlos. Principios de Derecho Administrativo. Buenos Aires: Abaco, 1980, p. 259 – 260.
11DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 2. Montevideo: A.M.F., 2013, p. 220 – 221.
DELPIAZZO, Carlos E. Dimensión tecnológica de la participación del administrado en el Derecho uruguayo.
Revista Iberoamericana de Derecho Público y Administrativo. nº 5. San José de Costa Rica, 2005, p. 63 – ss.
LEAL, Rogério Gesta. (org). Administraçao Pública e Participaçao Social na América Latina. Santa Cruz do
Sul: Edunisc, 2005, p. 117 – ss.
12 (PAREJO ALFONSO, Luciano. Manual de Derecho Administrativo. 4ª ed., vol. 1. Barcelona: Ariel, 1996, p.
344 – 345.
13 RODRIGUEZ ARANA, Jaime. Cuestiones de Etica Social. Lugo: 2000, p. 33.
Pública. Sin embargo, esta connotación pasiva que el nombre de administrado evoca
inevitablemente es inexacta hoy, tanto política como jurídicamente…” 14.
Por eso, Daniel Hugo Martins ha invitado a que “llamemos persona al sujeto pa-
sible de tener relaciones con la Administración Pública, eliminando la equívoca expre-
sión administrado” 15.
Aunque evidentemente lo es, lo cierto es que el Derecho positivo emplea expre-
siones que no siempre reflejan la fuerza expansiva de la noción.
Así ocurre, por ejemplo, con el empleo de la palabra “habitante”, la cual, no obs-
tante su generalidad, alude a quienes se afincan o domicilian en un territorio, carecien-
do así de la amplitud necesaria.
Tampoco es suficientemente abarcativa la designación como “interesado” ya
que refiere a una situación jurídica subjetiva concreta, cual es la de quien tiene un de-
terminado interés, cualquiera sea la calificación que merezca el mismo, descartando
otras igualmente habilitantes.
Asimismo, la expresión “ciudadano”, aunque presenta una nota de apertura de-
mocrática, resulta limitativa en la medida que connota derechos políticos y excluye a
quienes no lo son y a los extranjeros, los cuales, obviamente, pueden y necesitan rela-
cionarse con la Administración a distintos efectos.
Por otra parte, también merece críticas la denominación de “particular” para
designar al sujeto de la relación jurídico administrativa, motivo por el cual es razona-
ble seguir hablando de administrado para referir con generalidad y amplitud a todo
el que, independientemente de su naturaleza jurídica, se vincula con la Administraci-
ón, sin que ello implique una connotación peyorativa o de improcedente pasividad y
subordinación.
14 FERNANDEZ, Tomás Ramón; GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo. Curso de Derecho Administrativo. 9ª ed. Tomo
1. Proyección individual
Los derechos fundamentales lo son por derivar de la naturaleza del hombre, de
modo que la fuente de los mismos radica en su eminente dignidad humana 17.
Ya la legislación de Partidas reconocía que “La persona del home es la más noble
cosa del mundo” (Ley 26 de Partida VII, Título I), precepto que el proverbio castellano
tradujo por “Nadie es más que nadie” para poner de manifiesto que la supremacía del
ser humano se manifiesta en que todos los hombres son iguales en dignidad 18.
En nuestro país, así lo reconoce expresamente el art. 72 de la Constitución cuan-
do explicita que “La enumeración de derechos, deberes y garantías hecha por la Consti-
tución no excluye los otros que son inherentes a la persona humana” 19.
Con palabras de Alberto Ramón Real, “Inherente significa que por su naturaleza
está de tal manera unido a otra cosa que no se puede separar”, de modo que “derechos
inherentes a la personalidad humana son pues, aquellos inseparables por su naturaleza
de dicha personalidad, de los que se goza por el solo hecho de ser hombres” 20.
Ellos fincan en la eminente dignidad de toda persona que “es algo absoluto
que pertenece a la esencia y en consecuencia radica en la naturaleza humana; es la
perfección o intensidad de ser que corresponde a la naturaleza humana y que se
predica de la persona, en cuanto ésta es la realización existencial de la naturaleza
humana” 21.
Consecuentemente, todos los derechos inherentes a la condición humana se
imponen no sólo al legislador sino también al constituyente por cuanto preexisten a
la organización estatal; no son creados por acto jurídico alguno sino que nacen con el
hombre mismo, cualquiera sea su condición, sea varón o mujer, joven o viejo, enfermo
o sano, cualquiera sea su raza, religión o ideología.
Es que la dignidad humana es intangible y de máximo valor no por imperio de
disposición alguna sino por el origen y naturaleza del hombre, impregnando, por tanto,
17 BRITO, Mariano R. La dignidad humana como fundamento de nuestro Derecho Administrativo. In: DELPIAZZO,
Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo: Montevideo: F.C.U., 2012, p. 155
– ss.
18 GONZALEZ PEREZ, Jesús. La dignidad de la persona. Madrid: Civitas, 1986, p. 24.
19 GROS ESPIELL, Héctor. La dignidad humana en los instrumentos internacionales de derechos humanos. In:
CATEDRA UNESCO DE DERECHOS HUMANOS. Dignidad Humana. Montevideo: s.n., 2003, p. 9 - ss; CAGNONI,
José Aníbal. La dignidad humana: naturaleza y alcances. In: CATEDRA UNESCO DE DERECHOS HUMANOS.
Dignidad Humana. Montevideo: s.n., p. 65 – ss; CAGNONI, José Aníbal. La primacía de la persona: el principio
personalista. Revista de Derecho Público. nº 24. Montevideo: s.n., 2004, p. 135 – ss; ROCCA, María Elena. Toda
nuestra Constitución reposa sobre la noción de persona. Revista de Derecho Público. nº 24. Montevideo:
s.n., 2004, p. 139 – ss; LABORDE, Marcelo. No sólo de derechos vive el hombre: los deberes de las personas
en el artículo 72 de nuestra Constitución. In: DELPIAZZO, Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho
Administrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012, p. 185 – ss.
20 REAL, Alberto Ramón. Los principios generales de Derecho en la Constitución uruguaya. Montevideo:
s.n., 1965, p. 24.
21 ALTIERI, Santiago. El estatuto jurídico del cigoto: ¿Persona o cosa? Montevideo: U.M., 2010, p. 63.
todas las ramas del Derecho 22 e incidiendo en la recta jurisprudencia sobre los derechos
humanos 23.
Con palabras de José Aníbal Cagnoni, “la dignidad es consideración, respetabili-
dad, estimación de cada uno por sí y con respecto a todos los demás, es lo que merece
la persona por su humanidad, es lo adecuado a esta esencialidad que hace singular en
el universo a esta especie de seres vitales que somos los humanos” 24.
Consecuentemente, la dignidad de la persona implica el derecho que tiene
todo hombre a que se le reconozca como ser dotado de fin propio y no como un
simple medio para los fines de otros, y se erige como principio general de Derecho
que sustenta todo el ordenamiento jurídico y sirve de base al universo de derechos
de cada individuo.
Desde la perspectiva del Derecho Administrativo, cabe suscribir la enseñanza
de Jesús González Pérez en el sentido de que la dignidad de la persona actúa “como
principio informador y límite de la actividad administrativa” ya que “es incuestionable
que cualquiera que sea la finalidad perseguida por la Administración, cualquiera que
sea la forma de actuación y cualquiera que sea la realidad social sobre que recaiga, ha
de respetar como algo sagrado e inviolable la dignidad de la persona” 25.
2. Proyección social
Según la certera enseñanza de Mariano Brito, “El hombre no es sólo en tanto
que individuo, en dimensión de interioridad; se abre a los otros, formando el nosotros,
o, inevitablemente, se mutila y empobrece, y aún se destruye… Por exigencia racional
22 BIASCO, Emilio. Introducción al estudio de los deberes constitucionales. In: A.A.V.V. – 50 aniversario de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuaderno de la Facultad de Derecho. Tercera Serie,
Nº 6. Montevideo: F.C.U., 2000, pág. 71 – ss.; BLENGIO VALDES, Mariana. El derecho al reconocimiento
de la dignidad humana. Montevideo: A.M.F.,2007, p. 55 – ss.; SAGÜES, Néstor. Dignidad de la persona e
ideología constitucional. Revista de Derecho Constitucional y Político. Tomo XII. nº 72. Montevideo:
s.n., 1996, p. 679 – ss.; LEIZA ZUNINO, Pablo. Los deberes jurídicos y su directa vinculación con los valores
fundamentales propios del Derecho Administrativo. In: DELPIAZZO, Carlos E. (coord.). Pasado y presente
del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012, p. 193 – ss.; SECO, Ricardo Francisco.
Un contenido para los términos dignidad de la persona humana: aportes desde el Derecho del trabajo y el
pensamiento social cristiano. Revista de Derecho Laboral. tomo LIII, nº 239. Montevideo: s.n., 2010, p. 459
– ss.; CERVINI, Raúl. El Derecho penal del enemigo y la inexcusable vigencia del principio de la dignidad de
la persona humana. Revista de Derecho. nº 5. Montevideo: Universidad Católica del Uruguay, 2010, p. 36.
23 BRITO, Mariano R. La dignidad humana como fundamento de nuestro Derecho Administrativo. In: DELPIAZZO,
Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012, p.
165 – ss.; BLENGIO VALDES, Mariana. El derecho al reconocimiento de la dignidad humana. Montevideo:
A.M.F.,2007, p. 63 – ss.; CHAVEZ FERNANDEZ POSTIGO, José. La dignidad como fundamento de los derechos
humanos en las sentencias del Tribunal Constitucional peruano. Lima: s.n., 2012.
José Aníbal. La dignidad humana: naturaleza y alcances. In: CATEDRA UNESCO DE DERECHOS
24 CAGNONI,
HUMANOS. Dignidad Humana. Montevideo: s.n., p. “Dignidad Humana” cit., pág. 65.
25 GONZALEZ PEREZ, Jesús. La dignidad de la persona humana y el Derecho Administrativo. Curitiba: Juruá,
2007, p. 13.
26BRITO, Mariano R. Derechos fundamentales. In: A.A.V.V. – Evolución constitucional del Uruguay.
Montevideo: UCUDAL, 1989, pág. 11 – ss.
27 DELPIAZZO, Carlos E. Dignidad humana y Derecho. Montevideo: U.M., 2001, p. 37 – ss.
28 YEPES STORK, Ricardo. Fundamentos de Antropología. Pamplona: EUNSA, 1996, p. 285 - 286.
29 GELSI BIDART, Adolfo. La familia y el Derecho. In: PLA RODRIGUEZ, Américo, RANZETTI, Ana María (coord.). El
Por otra parte, desde el punto de vista sustancial, la referencia a que la familia
es “la” base de la sociedad y no “una” de sus bases, tiene una importancia inequívoca
ya que hace de ella la base fundamental de nuestra sociedad. Tal importancia explica
la segunda frase del mismo art. 40 de la Constitución, a cuyo tenor “El Estado velará
por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la
sociedad” 31.
Al respecto, es de ver que la conjugación del verbo “velará” traduce la imposici-
ón de un deber, de modo que la norma es declarativa del papel básico de la familia (pri-
mera oración) y constitutiva del deber del Estado de velar por ella (segunda oración).
Quiere decir que la norma constitucional bajo examen impone al Estado, como
deber positivo del que cada familia es acreedora, velar por “su estabilidad moral y ma-
terial”, es decir, por su permanencia, tanto desde el punto de vista moral (en lo que
refiere a la ordenación a sus fines) como desde el punto de vista material (en lo que dice
relación con su funcionamiento operativo) 32.
En segundo lugar, la producción y la obtención de los medios necesarios para
satisfacer necesidades mediante la técnica y el trabajo encuentran su expresión en la
empresa, entendida genéricamente como la organización de capital y trabajo destina-
da a la producción o mediación de bienes o servicios 33.
La naturaleza social del hombre lo llevó muy pronto a descubrir las ventajas que
aporta la coordinación de varios individuos y la utilización de instrumentos apropiados,
conforme a un plan, para alcanzar los propósitos perseguidos.
Independientemente de la diversidad de formas jurídicas que puede adoptar,
la empresa es una institución integrada por personas, bienes materiales e inmateriales,
puesta al servicio del interés común en el resultado económico pretendido 34.
Al respecto, nuestra Constitución no sólo reconoce que “Toda persona puede
dedicarse al trabajo, cultivo, industria, comercio, profesión o cualquier otra actividad
lícita” (art. 36) sino que comete al Estado, a través del ejercicio de la función legislativa,
el fomento -vale decir, el estímulo- de la “agricultura, industria, comercio interior y
exterior” (art. 85, num. 3º).
En tercer lugar, es preciso añadir que familia y empresa no agotan el elenco de
manifestaciones de la dimensión social del hombre, existiendo otras comunidades in-
termedias que las personas pueden formar en ejercicio de su derecho de asociación
31 BRITO, Mariano R. Funciones del Estado en relación a la familia. In: PLA RODRIGUEZ, Américo, RANZETTI, Ana
3. Proyección trascendente
Con independencia de convicciones religiosas o posturas ideológicas, es una
realidad evidente que la persona humana tiene un espíritu, aspecto en el cual se dife-
rencia de todos los demás seres vivos.
Como tal, tiene una conciencia o espacio interior al que nadie puede acceder
si uno no quiere y que permite a cada hombre direccionar su conducta sin que ningún
cautiverio o castigo sea capaz de suprimirle ese nivel de libertad interior para sostener
una creencia, pensamiento o deseo 39.
A partir de la libertad de conciencia queda claro que cada ser humano es la
fuente de su actuar, de la que derivan los derechos a la libertad de expresión, a la libre
discusión en la búsqueda de la verdad, a la libertad religiosa (que incluye no sólo creer
sino también practicar), a vivir según el dictado de las propias convicciones y, en defini-
tiva, a realizar el proyecto vital que cada uno elija.
De acuerdo al art. 54 de la Constitución, se manda “reconocer a quien se hallare
en una relación de trabajo o servicio, como obrero o empleado, la independencia de su
conciencia moral y cívica”. Por imperio del art. 72, tal derecho se reconoce y garantiza
universalmente por ser inherente a la personalidad humana.
De ahí la importancia vital en el Estado constitucional de Derecho de la objeción
de conciencia como derecho fundamental a incumplir un deber jurídico por motivos
de conciencia ya que de nada valdría la libertad de conciencia si no se la pudiera hacer
valer en el momento en que ella es vulnerada 40.
2. Situaciones activas
Entre las situaciones activas (o de poder o de ventaja) en que se puede en-
contrar el administrado, es habitual incluir la potestad, el derecho subjetivo y el
interés legítimo.
En primer lugar, tomando palabras de Eduardo García de Enterría y Tomás
Ramón Fernández, la potestad puede definirse como “una manifestación de la perso-
nalidad consistente en un poder efectivo, atribuido directamente por el ordenamiento,
previo, por lo tanto, e independiente de toda relación jurídica concreta y susceptible
por esa razón de desplegarse y actuar frente a círculos genéricos de personas, que res-
pecto del titular de dicho poder, se encuentran en una situación de sujeción” 45.
En segundo lugar, siguiendo a Juan Carlos Cassagne, “mientras la potestad en-
traña la configuración de un poder genérico no referido a un sujeto determinado ni
a una cosa en particular, el derecho subjetivo consiste en un poder concreto, en una
relación jurídica determinada con respecto a un sujeto o a una cosa” 46.
En tercer lugar, de la mano de la doctrina italiana, el interés legítimo se consi-
dera una situación jurídica activa de menor protección a partir de la distinción entre
normas de acción y normas de relación. Mientras que las primeras regulan la activi-
dad de la Administración tutelando el interés público y pudiendo dar lugar a intereses
44 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 2. Montevideo: A.M.F., 2013, p. 263 - ss
45 FERNANDEZ, Tomás Ramón; GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo. Curso de Derecho Administrativo. 9ª ed. Tomo
Perrot, 1998, p. 99
3. Situaciones pasivas
Se incluyen entre las situaciones pasivas (o de deber o de gravamen), la sujeci-
ón, el deber y la obligación.
Por un lado, la sujeción es la situación correlativa de la potestad y, como tal,
implica soportar los efectos desfavorables derivados de su ejercicio, producidos directa
e inmediatamente en la esfera del sujeto pasivo, prescindiendo de cualquier compor-
tamiento de éste 48.
Por otro lado, al decir de Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández,
“deberes y obligaciones son dos especies de un género común, los deberes en sentido
amplio, en cuanto comportamientos positivos o negativos que se imponen a un sujeto
en consideración a intereses que no son los suyos propios sino los de otro sujeto distin-
to o los generales de la colectividad” 49.
Según dichos autores, mientras que los deberes en sentido estricto tienen su
origen directamente en la norma y no en ninguna relación o negocio jurídico concreto,
las obligaciones se producen en el seno de una relación dada en estricta correlación
con un derecho subjetivo de otro sujeto que es parte de dicha relación.
1. Marco de referencia
Complementando lo ya dicho, cabe recordar que Eduardo J. Couture aporta una
triple definición de deber, haciéndolo en los siguientes términos 50:
a) “en sentido general, situación jurídica constituida por la exigencia de obser-
var una determinada conducta;
47 SANCHEZ CARNELLI, Lorenzo. Las situaciones jurídicas subjetivas. Montevideo: F.C.U., 2004, p. 54 – ss
48 BIASCO, Emilio. Las figuras jurídicas subjetivas en el Derecho uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2006, p. 152
– ss
49 FERNANDEZ, Tomás Ramón; GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo. Curso de Derecho Administrativo. 9ª ed. Tomo
2. Proyección individual
Como se ha destacado con acierto, “la dignidad humana implica el necesario
reconocimiento de que todos los seres humanos, iguales entre sí, son titulares, ontoló-
gicamente hablando, de una igual dignidad y que esta dignidad se integra con todos
los derechos humanos: los civiles, los políticos, los económicos, sociales y culturales. La
negación o el desconocimiento de algunos o de todos estos derechos, significa la ne-
gación y el desconocimiento de la dignidad en su ineludible e integral generalidad. La
51 VILLAMIL, Lucía. Los deberes como efectivo límite y garantía de los derechos humanos. In: DELPIAZZO,
Carlos E. (coord). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo: (F.C.U., 2012,
p. 209 – ss.
dignidad es un atributo de la persona humana, de todos los seres humanos sin ningún
tipo o forma de discriminación” 52.
Por ende, son deberes de todo administrado en su dimensión individual preser-
var esa dignidad y, en su mérito, trabajar y cuidar la salud.
En los términos del art. 37 de la DADDH, “Toda persona tiene el deber de traba-
jar, dentro de su capacidad y posibilidades, a fin de obtener los recursos para su subsis-
tencia o en beneficio de la comunidad”.
Por su parte, el art. 44, inc 2º de la Constitución es claro en el sentido de que
“Todos los habitantes tienen el deber de cuidar su salud, así como el de asistirse en caso
de enfermedad”.
3. Proyección social
Como integrante del cuerpo social, toda persona tiene el deber de velar por su
familia y, consecuentemente, de cuidar y educar a los hijos “para que éstos alcancen su
plena capacidad corporal, intelectual y social” (arts. 41 y 42 de la Constitución).
Más ampliamente, la DADDH dispone que “Toda persona tiene el deber de asis-
tir, alimentar, educar y amparar a sus hijos menores de edad, y los hijos tienen el deber
de honrar siempre a sus padres y el de asistirlos, alimentarlos y ampararlos cuando és-
tos lo necesiten” (art. 30).
También a nivel de la empresa, los administrados tienen deberes hacia su perso-
nal (art. 56 de la Constitución) y hacia el ambiente en que desenvuelven sus actividades
(art. 47 de la Carta).
Otro tanto ocurre con las otras comunidades intermedias ya que “Toda persona
tiene el deber de convivir con los demás, de manera que todas y cada una puedan for-
mar y desenvolver integralmente su personalidad” (art. 19 de la DADDH).
Asimismo, con relación al Estado, “Toda persona tiene el deber de obedecer a la
ley y demás mandamientos legítimos de las autoridades de su país y de aquel en que se
encuentre” (art. 33 de la DADDH), así como de “pagar los impuestos establecidos por la
ley para el sostenimiento de los servicios públicos” (art. 36 de la DADDH).
Según el art. 72 de nuestra Constitución, también tiene los deberes que “se de-
rivan de la forma republicana de gobierno”.
En lo que refiere específicamente a las relaciones de los administrados con la
Administración, la Carta Iberoamericana del CLAD incluye no taxativamente los si-
guientes deberes de aquéllos:
a) lealtad;
b) buena fe;
c) veracidad;
52 GROS
ESPIELL, Héctor. La dignidad humana en los instrumentos internacionales de derechos humanos. In:
CATEDRA UNESCO DE DERECHOS HUMANOS. Dignidad Humana. Montevideo: s.n., 2003, p. 13.
d) responsabilidad;
e) respeto y decoro; y
f ) colaboración.
En primer lugar, respecto al deber de lealtad, señala la Carta Iberoamericana
del CLAD que “Los ciudadanos deberán acatar con lealtad la Constitución, las leyes así
como el entero ordenamiento jurídico con arreglo a las exigencias de un Estado de
Derecho”.
En su mérito, este deber obliga a los administrados a un trato con los demás y
con los funcionarios públicos presidido por las reglas del honor y la rectitud.
En segundo lugar, en cuanto al deber de buena fe, establece la Carta Iberoa-
mericana del CLAD que “Los ciudadanos habrán de actuar siempre de acuerdo con el
principio de buena fe, tanto en el uso de la información obtenida de la Administración
Pública, la cual deberá ser utilizada con interés legítimo, como así también abstenerse
del uso de maniobras dilatorias en todo procedimiento o actuación en relación con
dicha Administración Pública”.
Con acierto, el texto reivindica el carácter principial de la buena fe, cuya apli-
cación al Derecho Administrativo todo resulta hoy incuestionable en tanto connota la
presencia de valores en la relación Administración administrado 53.
En palabras de Mariano Brito, el principio de buena fe representa una de las vías
más fecundas de irrupción del contenido ético social en el orden jurídico y, concretamen-
te, el valor de la confianza en la conducta de los agentes públicos y de los administrados 54.
En tercer lugar, por lo que refiere al deber de veracidad, dice la Carta Iberoame-
ricana del CLAD que “Los ciudadanos tiene la obligación de ser veraces en todas sus
relaciones con la Administración Pública, evitando toda afirmación o aportación falsa o
temeraria a sabiendas”.
En rigor, como lo he señalado antes de ahora, la búsqueda de la verdad en toda
la actividad administrativa, es un pilar fundamental del quehacer estatal, conforme al
cual debe procurarse el conocimiento de la realidad y sus circunstancias tal cual aquélla
y ésta son, independientemente de cómo hayan sido alegadas por las partes 55.
Por eso, el art. 4º del Decreto Nº 500/991 de 27 de setiembre de 1991 dispone
que “La Administración está obligada a ajustarse a la verdad material de los hechos, sin
que la obliguen los acuerdos entre los interesados acerca de tales hechos ni la exima de
investigarlos, conocerlos y ajustarse a ellos, la circunstancia de no haber sido alegados
o probados por las partes”.
56COMADIRA, Julio Rodolfo. Derecho Administrativo. Segunda edición Buenos Aires: Lexis Nexis, 2004, p.
627 - 628.
57 DELPIAZZO, Carlos E. Estudios sobre la responsabilidad de la Administración. Montevideo: U.M., 2009,
p. 71 – ss.
4. Proyección trascendente
En su proyección trascendente, toda persona tiene el deber de formarse y, para
ello, de acceder a la enseñanza (arts. 70 y 71 de la Constitución).
Con palabras de la DADDH, “Toda persona tiene el deber de adquirir a lo menos
la instrucción primaria” (art. 31).
Más ampliamente, el art. 72 reconoce todos los demás deberes “inherentes a la
personalidad humana”.
Para una conciencia rectamente formada, la objeción de conciencia no plantea
un conflicto entre el orden jurídico (el Derecho objetivo) por un lado y el orden moral,
religioso o ideológico (grabado en la conciencia de alguien) por otro, sino que plan-
tea dentro del ordenamiento jurídico un enfrentamiento entre la norma que obliga a
guiarse por la propia conciencia y la norma que impone o prohíbe una conducta deter-
minada, el cual obliga a una ponderación que en los regímenes democráticos debe ser
resuelta en tutela de la coherencia entre las propias convicciones y la realidad.
5. Consecuente responsabilidad
Tal como lo han expresado Eduardo Soto Kloss 58 y Celso Antonio Bandeira de
Mello 59, “quien
dice Derecho, dice responsabilidad” ya que “el Derecho supone sujetos
responsables, sin los cuales no cabría ni siquiera imaginar el mismísimo Derecho: es
decir, que responden (dan cuenta) de sus actos, de sus conductas”.
Siendo así, la vinculación de los deberes con la responsabilidad resulta evidente,
ubicando al administrado en una situación jurídica pasiva (deudor) frente a la Adminis-
tración o al tercero dañado (acreedor) 60.
Por lo tanto, no sólo los funcionarios públicos son responsables frente a la Ad-
ministración sino que lo son todos los administrados en caso de apartarse del cumpli-
miento de sus deberes positivos o negativos frente a ella.
1. Marco de referencia
La contracara de la centralidad de la persona humana es la servicialidad de la
Administración, que proviene de su propia etimología ya que la palabra “administrar”
proviene del latín “ad” y “ministrare”, que significa “servir a” 61.
58 SOTO KLOSS, Eduardo. Derecho Administrativo. Tomo II. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1996, p. 285 – ss.
59 MELLO, Celso Antonio Bandeira de. Curso de Derecho Administrativo. México: Porrúa - UNAM, 2006, p. 851.
60 LISA,
Federico José. La responsabilidad hacia la Administración Pública: responsabilidad y deberes públicos.
Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo, año VII, nº 13. Montevideo: s.n, 2008, p. 43 - ss.
61 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 1. Montevideo: A.M.F, p. 55.
62 SOTO KLOSS, Eduardo. Derecho Administrativo. Tomo II. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1996, p. 83
– ss.; SOTO KLOSS, Eduardo. La primacía de la persona humana, principio fundamental del Derecho público
chileno. In: Estudios Jurídicos en memoria de Alberto Ramón Real. Montevideo: F.C.U., 1996, p. 507 - ss.
63BRITO, Mariano R. Principio de legalidad e interés público en el Derecho positivo uruguayo. La Justicia
Uruguaya. Tomo XC, sección Doctrina, p. 11 – ss., BRITO, Mariano R. Derechos fundamentales. In: A.A.V.V. –
Evolución constitucional del Uruguay. Montevideo: UCUDAL, 1989, pág. 11 – ss.
64 RODRIGUEZ-ARANA MUÑOZ, Jaime. Etica, Poder y Estado. Buenos Aires: RAP, 2004, p. 75.
65 BRITO, Mariano R. El Estado de Derecho en una perspectiva axiológica. Revista Ius Publicum. Santiago de
Chile: s.n., 2001, p. 63 – ss., BRITO, Mariano R. Derechos fundamentales. In: A.A.V.V. – Evolución constitucional
del Uruguay. Montevideo: UCUDAL, 1989, pág. 11 – ss.
66 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 1. Montevideo: A.M.F, p. 34 – ss.
legalidad” de que hablaba Maurice Hauriou por la más precisa referencia al “haz de la
juridicidad” 67.
Siguiendo la pedagógica enseñanza de Eduardo Soto Kloss, “Si quisiéramos
tener una noción breve, de fácil retención y manejo, y al mismo tiempo exacta, de lo
que es el principio de juridicidad, podría decirse que es la sujeción integral a Derecho
de los órganos del Estado, tanto en su ser como en su obrar” 68.
En primer lugar, con la expresión sujeción se significa en su sentido más pleno
e intenso la idea de sometimiento, de obediencia, de conformidad al Derecho.
Tal sometimiento al Derecho se da respecto al Estado de modo radicalmente
distinto que respecto a las personas humanas. Ello es así porque mientras el hombre
-como entidad sustantiva- puede hacer todo lo que la ley no le prohíbe, porque es
un centro natural de actividad que halla en la regla de Derecho su límite pero no el
principio de su acción, los entes estatales hallan en el Derecho la fuente de su existencia
y de su acción. Mientras que en el campo de la actividad privada rige el principio de la
libertad, en el campo de la actividad pública rige el principio de especialidad, según
el cual los organismos públicos sólo pueden actuar válidamente en las materias que
les están expresamente asignadas 69.
En segundo lugar, al calificar la sujeción estatal al Derecho como integral, se
quiere enfatizar que la misma no admite excepciones, de modo que no existe la po-
sibilidad de que algún órgano del Estado pueda estar por fuera o por encima de la
regla de Derecho.
En tercer lugar, al optar por la individualización del principio como de juridici-
dad y no tan sólo de legalidad, ya se ha puesto de manifiesto que la sujeción debida es
al Derecho en todas sus formas de expresión, abarcando tanto normas como principios.
En cuarto lugar, el sometimiento del Estado al Derecho alcanza a todos sus
órganos tanto en su ser porque la existencia misma de ellos es creación del Derecho
como en su obrar ya que toda su actuación, cualquiera sea la función que ejerzan,
debe estar bajo la regla de Derecho.
Aún cuando la formulación del principio de juridicidad refiere al Estado, es
preciso entender que alcanza también a la variada gama de entidades previstas en
los ordenamientos jurídicos, que actúan en el campo del Derecho público aunque
67 DELPIAZZO, Carlos E. Afirmación y evolución del principio de juridicidad. In: MATILLA, Andry; SANTAELLA,
Héctor; SANTOFIMIO, Jaime Orlando (coord) - Ensayos de Derecho Público en memoria de Maurice Hauriou.
Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2013, p. 197 – ss.
68 ) SOTO KLOSS, Eduardo. Derecho Administrativo. Tomo II. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1996, p.24.
69 DELPIAZZO, Carlos E. Los derechos fundamentales y la libertad económica. In: VII Jornadas Internacionales
de Derecho Administrativo Allan R. Brewer Carías. Caracas, FUNEDA, 2004, p. 59 – ss; DELPIAZZO, Carlos
E. Derecho Administrativo Especial. Vol. 2, segunda edición actualizada y ampliada. Montevideo: A.M.F.,
2010, p.475; y DELPIAZZO, Carlos E. Actividad administrativa y Derecho Privado. Revista de Derecho de la
Universidad de Montevideo. Año I, nº 1. Montevidéu: Universidad de Montevideo, 2002,p. 25 - ss.
por fuera de las estructuras estatales, incluso valiéndose de figuras propias del Dere-
cho privado para desplegar su actividad 70.
4. Consecuente responsabilidad
Otra vez siguiendo las claras directivas de Mariano BRITO, es preciso enfatizar
que “la responsabilidad hace al ser de los entes públicos estatales y, con ello, a su razón
de ser” 72.
Siendo así, se impone reafirmar que la responsabilidad administrativa está im-
puesta por el hecho de que el Estado y todos sus órganos, funciones, cometidos y me-
dios (materiales y humanos) están al servicio de la persona humana y sus derechos
fundamentales, teniendo por finalidad la consecución del bien común.
En consecuencia, cualquier ámbito de irresponsabilidad, por más pequeño y ex-
cepcional que sea, violenta el Estado de Derecho, implica una desigualdad y genera un
70DELPIAZZO, Carlos E. La responsabilidad estatal ante la huída del Derecho Administrativo. Revista
Argentina del Régimen de la Administración Pública. Año XXXI, Nº 370, Buenos Aires: s.n., 2009, p. 157 – ss.;
DELPIAZZO, Carlos E. La responsabilidad estatal ante la huída del Derecho Administrativo. A&C - Revista de
Direito Administrativo & Constitucional. Año 9, Nº 35. Belo Horizonte: Fórum, 2009, p. 13 – ss.
71MEILAN GIL, José Luis. Intereses generales e interés público desde la perspectiva del Derecho público
español. A&C - Revista de Direito Administrativo & Constitucional. Año 10, nº 40. Belo Horizonte: Fórum,
2010, p. 171 – ss.
72 BRITO,
Mariano R. Responsabilidad extracontractual del Estado administrativa, legislativa y jurisdiccional. In:
Estudios Jurídicos en memoria de Alberto Ramón Real. Montevideo: F.C.U.,1996, p. 130.
agravio, que debe siempre ser reparado total e integralmente. Todo daño, cualquiera
sea el órgano estatal que lo haya provocado, significa un detrimento de la esfera jurídi-
ca de alguien, es decir, un menoscabo de lo que le pertenece, una lesión en lo suyo, que
debe ser reparada a quien la ha sufrido por aquel que la ha causado 73.
VII) CONCLUSION
La proclamación del Estado constitucional de Derecho de nuestros días 74 reva-
loriza y acentúa la centralidad de la persona humana, como lo reconoce el art. 1º de la
Constitución alemana al proclamar que “La dignidad humana es intangible” 75.
Así lo reconoció explícitamente Mariano Brito en su última intervención en la
Semana Académica del Instituto de Derecho Administrativo del año 2011, al conme-
morarse el centenario del nacimiento del Profesor Enrique Sayagués Laso. Dijo en esa
oportunidad: “Hoy en día en el mundo occidental se afirma lo que se ha llamado el
Estado constitucional de derecho, basado en la primacía de la Constitución o, mejor
dicho, del bloque de la constitucionalidad… Ese bloque de constitucionalidad reposa
en la dignidad de la persona humana” 76.
Y tal dignidad no deriva de ningún tratado, Constitución o ley sino que es innata
a la naturaleza humana 77, por lo que el aludido bloque de constitucionalidad compren-
de los derechos humanos reconocidos o no por la Constitución, contenidos o no en las
convenciones internacionales 78.
Siendo así, en el juego de deberes recíprocos de la Administración y el admi-
nistrado, éste ostenta una posición de centralidad que, no obstante, no lo exonera de
deberes y responsabilidades. Pero son mayores los de la Administración como conse-
cuencia de su propia naturaleza instrumental, de su ser para cada uno de los integran-
tes del cuerpo social a los que se debe vicarialmente.
73 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 2. Montevideo: A.M.F., 2013, p. 477 - ss.; DELPIAZZO,
Carlos E. Panorama actual de la responsabilidad estatal. In: DELPIAZZO, Carlos E. (coord.). Transformaciones
actuales del Derecho Administrativo. Montevideo: F.C.U., 2010, p. 13; DELPIAZZO, Carlos E. La responsabilidad
estatal en el actual Estado de Derecho. Anuario Jurídico Villanueva. nº IV Madrid: Universidad Complutense,
2010, p. 15 – ss.; DELPIAZZO, Carlos E.. Calidad del Estado de Derecho. Revista de Derecho de la Universidad de
Montevideo. Año XIII Nº 23,. Montevideo: Universidad de Montevideo, 2002, pág. 7.
74 DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 1. Montevideo: A.M.F, p. 32 – ss.
75DURAN MARTINEZ, Augusto. Neoconstitucionalismo y Derecho Administrativo. Buenos Aires: La Ley
Uruguay, 2012, p. 39 - ss.
76 BRITO, Mariano R. La dignidad humana como fundamento de nuestro Derecho Administrativo. In: DELPIAZZO,
Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012, p.164.
77 GONZALEZ PEREZ, Jesús. La dignidad de la persona humana y el Derecho Administrativo. Curitiba: Juruá,
2007, p. 6.
78DURAN MARTINEZ, Augusto. Neoconstitucionalismo y Derecho Administrativo. Buenos Aires: La Ley
Uruguay, 2012, p. 845.
VIII) REFERENCIAS
ALTIERI, Santiago. El estatuto jurídico del cigoto: ¿Persona o cosa? Montevideo: U.M., 2010.
ASIAIN, Carmen. Veto a la libertad de conciencia. In: A.A.V.V. – Veto al aborto. Montevideo: U.M.,
2012.
BARRA, Rodolfo Carlos. Principios de Derecho Administrativo. Buenos Aires: Abaco, 1980.
BIASCO, Emilio. Introducción al estudio de los deberes constitucionales. In: A.A.V.V. – 50 aniversa-
rio de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuaderno de la Facultad de Derecho.
Tercera Serie, Nº 6. Montevideo: F.C.U., 2000.
BIASCO, Emilio. Las figuras jurídicas subjetivas en el Derecho uruguayo. Montevideo: F.C.U.,
2006.
BLENGIO VALDES, Mariana. El derecho al reconocimiento de la dignidad humana. Montevideo:
A.M.F., 2007.
BRITO, Mariano R. Derecho Administrativo: su permanencia, contemporaneidad, prospectiva.
Montevideo: U.M., 2004.
BRITO, Mariano R. El Estado de Derecho en una perspectiva axiológica. Revista Ius Publicum. San-
tiago de Chile: s.n., 2001.
BRITO, Mariano R. Derechos fundamentales. In: A.A.V.V. – Evolución constitucional del Uruguay.
Montevideo: UCUDAL, 1989.
BRITO, Mariano R. Funciones del Estado en relación a la familia. In: PLA RODRIGUEZ, Américo, RAN-
ZETTI, Ana María (coord.). El Derecho y la Familia. Montevideo: F.C.U., 1998.
BRITO, Mariano R. La dignidad humana como fundamento de nuestro Derecho Administrativo. In:
DELPIAZZO, Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Monte-
video: F.C.U., 2012.
BRITO, Mariano R. Libertad y autoridad del Estado. In: A.A.V.V. Aspectos legales y socioeconómicos
de la desregulación y privatización. Montevideo: F. C. U, 1991.
BRITO, Mariano R. Planificación y libertad en el Estado social de Derecho. Revista Uruguaya de
Estudios Administrativos. Año I, nº 1. Montevideo, 1977.
BRITO, Mariano R. Principio de legalidad e interés público en el Derecho positivo uruguayo. La Justi-
cia Uruguaya. Tomo XC, sección Doctrina. Montevideo: s.n, s.d.
BRITO, Mariano R. Principios del procedimiento administrativo común. In: A.A.V.V. Procedimiento
Administrativo. Montevideo: UCUDAL, 1991.
BRITO, Mariano R. Responsabilidad extracontractual del Estado administrativa, legislativa y ju-
risdiccional. In: A.A.V.V.Estudios Jurídicos en memoria de Alberto Ramón Real. Montevideo:
F.C.U.,1996.
BROSETA PONT, Manuel. La empresa, la unificación del Derecho de las obligaciones y el Dere-
cho Mercantil. Madrid: Tecnos, 1965.
CAGNONI, José Aníbal. La dignidad humana: naturaleza y alcances. In: CATEDRA UNESCO DE DERE-
CHOS HUMANOS. Dignidad Humana. Montevideo: s.n., p. 65.
CAGNONI, José Aníbal. La primacía de la persona: el principio personalista. Revista de Derecho
Público. nº 24. Montevideo: s.n., 2004.
CASSAGNE, Juan Carlos. Derecho Administrativo. tomo II. sexta edición actualizada. Buenos Aires:
Abeledo Perrot, 1998.
CASSINELLI MUÑOZ, Horacio. La familia en la Constitución. In: PLA RODRIGUEZ, Américo, RANZETTI,
Ana María (coord.). El Derecho y la Familia. Montevideo: F.C.U., 1998.
CASSINELLI MUÑOZ, Horacio. Libertad de asociación, personalidad jurídica y Poder Ejecutivo. Revis-
ta de Derecho, Jurisprudencia y Administración, tomo 65. S.l: s.n., s.d..
CERVINI, Raúl. El Derecho penal del enemigo y la inexcusable vigencia del principio de la dignidad
de la persona humana. Revista de Derecho. nº 5. Montevideo: Universidad Católica del Uruguay,
2010.
CHAVEZ FERNANDEZ POSTIGO, José. La dignidad como fundamento de los derechos humanos
en las sentencias del Tribunal Constitucional peruano. Lima: s.n., 2012.
COMADIRA, Julio Rodolfo. Derecho Administrativo. Segunda edición Buenos Aires: Lexis Nexis,
2004.
COUTURE, Eduardo J. Vocabulario Jurídico. Buenos Aires: Depalma, 1976.
DELPIAZZO, Carlos E. Actividad administrativa y Derecho Privado. Revista de Derecho de la Uni-
versidad de Montevideo. Año I, nº 1. Montevidéu: Universidad de Montevideo, 2002.
DELPIAZZO, Carlos E. Afirmación y evolución del principio de juridicidad. In: MATILLA, Andry; SAN-
TAELLA, Héctor; SANTOFIMIO, Jaime Orlando (coord) - Ensayos de Derecho Público en memoria
de Maurice Hauriou. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2013.
DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo Especial. Vol. 2, segunda edición actualizada y am-
pliada. Montevideo: A.M.F., 2010.
DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 1. Montevideo: A.M.F, 2013.
DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo General. Vol. 2. Montevideo: A.M.F., 2013.
DELPIAZZO, Carlos E. Derecho Administrativo Uruguayo. México: Porrúa – UNAM, 2005.
DELPIAZZO, Carlos E. Dignidad humana y Derecho. Montevideo: U.M., 2001.
DELPIAZZO, Carlos E. Dimensión tecnológica de la participación del administrado en el Derecho
uruguayo. Revista Iberoamericana de Derecho Público y Administrativo. nº 5. San José de Costa
Rica, 2005
DELPIAZZO, Carlos E. Estudios sobre la responsabilidad de la Administración. Montevideo: U.M.,
2009.
DELPIAZZO, Carlos E. La responsabilidad estatal ante la huída del Derecho Administrativo. Revista
Argentina del Régimen de la Administración Pública. Año XXXI, Nº 370, Buenos Aires: s.n., 2009.
DELPIAZZO, Carlos E. La responsabilidad estatal ante la huída del Derecho Administrativo. A&C -
Revista de Direito Administrativo e Constitucional. Año 9, nº 35. Belo Horizonte: Fórum, 2009.
DELPIAZZO, Carlos E. La responsabilidad estatal en el actual Estado de Derecho. Anuario Jurídico
Villanueva. nº IV Madrid: Universidad Complutense, 2010.
DELPIAZZO, Carlos E. Los derechos fundamentales y la libertad económica. In: A.A.V.V. VII Jornadas
Internacionales de Derecho Administrativo Allan R. Brewer Carías. Caracas, FUNEDA, 2004.
DELPIAZZO, Carlos E. Panorama actual de la responsabilidad estatal. In: DELPIAZZO, Carlos E. (co-
ord.). Transformaciones actuales del Derecho Administrativo. Montevideo: F.C.U., 2010.
DELPIAZZO, Carlos E.. Calidad del Estado de Derecho. Revista de Derecho de la Universidad de
Montevideo. Año XIII Nº 23,. Montevideo: Universidad de Montevideo, 2002.
DURAN MARTINEZ, Augusto. Neoconstitucionalismo y Derecho Administrativo. Buenos Aires: La
Ley Uruguay, 2012.
FERNANDEZ, Tomás Ramón; GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo. Curso de Derecho Administrativo. 9ª
ed. Tomo II. Madrid: Thomson Civitas, 2004.
GARCIA MAYNEZ, Eduardo. Introducción al estudio del Derecho. México: Porrúa, 1960.
GARCIA TREVIJANO FOS, José Antonio. Tratado de Derecho Administrativo. Tomo I. Madrid: Edito-
rial Rev. de Derecho Privado,1974.
GELSI BIDART, Adolfo. La familia y el Derecho. In: PLA RODRIGUEZ, Américo, RANZETTI, Ana María
(coord.). El Derecho y la Familia. Montevideo: F.C.U., 1998.
GONZALEZ PEREZ, Jesús. El administrado. Santiago de Querétaro: FUNDAP, 2003.
GONZALEZ PEREZ, Jesús. El principio general de la buena fe en el Derecho Administrativo. Ma-
drid: Civitas, 1999.
GONZALEZ PEREZ, Jesús. La dignidad de la persona humana y el Derecho Administrativo. Curi-
tiba: Juruá, 2007.
GONZALEZ PEREZ, Jesús. La dignidad de la persona. Madrid: Civitas, 1986.
GROS ESPIELL, Héctor. La dignidad humana en los instrumentos internacionales de derechos huma-
nos. In: CATEDRA UNESCO DE DERECHOS HUMANOS. Dignidad Humana. Montevideo: s.n., 2003.
CAGNONI, José Aníbal. La dignidad humana: naturaleza y alcances. In: CATEDRA UNESCO DE DERE-
CHOS HUMANOS. Dignidad Humana. Montevideo: s.n., 2003.
LABORDE, Marcelo. No sólo de derechos vive el hombre: los deberes de las personas en el artículo
72 de nuestra Constitución. In: DELPIAZZO, Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Derecho Ad-
ministrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012.
LEAL, Rogério Gesta. (org). Administraçao Pública e Participaçao Social na América Latina. San-
ta Cruz do Sul: Edunisc, 2005.
LEIZA ZUNINO, Pablo. Los deberes jurídicos y su directa vinculación con los valores fundamentales
propios del Derecho Administrativo. In: DELPIAZZO, Carlos E. (coord.). Pasado y presente del Dere-
cho Administrativo Uruguayo. Montevideo: F.C.U., 2012.
LISA, Federico José. La responsabilidad hacia la Administración Pública: responsabilidad y deberes
públicos. Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo, año VII, nº 13. Montevideo: s.n,
2008.
MARTINEZ TORRON, Javier; NAVARRO VALLS, Rafael. Conflictos entre conciencia y ley. 2ª edición
revisada Madrid: Iustel, 2012.
MARTINS, Daniel Hugo. No llamemos más administrados a las personas que habitan nuestro territo-
rio. Anuario de Derecho Administrativo. Tomo V Montevideo: s.n., 1996.
MEILAN GIL, José Luis. Intereses generales e interés público desde la perspectiva del Derecho públi-
co español. A&C - Revista de Direito Administrativo & Constitucional. Año 10, nº 40. Belo Hori-
zonte: Fórum, 2010.
MELLO, Celso Antonio Bandeira de. Curso de Derecho Administrativo. México: Porrúa - UNAM,
2006.
NAVARRO FLORIA, Juan G. El derecho a la objeción de conciencia. Buenos Aires: Abaco, 2004.
PAREJO ALFONSO, Luciano. Manual de Derecho Administrativo. 4ª ed., vol. 1. Barcelona: Ariel,
1996.
REAL, Alberto Ramón. Los principios generales de Derecho en la Constitución uruguaya. Mon-
tevideo: s.n., 1965.
ROCCA, María Elena. Toda nuestra Constitución reposa sobre la noción de persona. Revista de De-
recho Público. nº 24. Montevideo: s.n., 2004.
RODRIGUEZ-ARANA MUÑOZ, Jaime. Cuestiones de Etica Social. Lugo: 2000.
RODRIGUEZ-ARANA MUÑOZ, Jaime. Etica, Poder y Estado. Buenos Aires: RAP, 2004.
SAGÜES, Néstor. Dignidad de la persona e ideología constitucional. Revista de Derecho Constitu-
cional y Político. Tomo XII. nº 72. Montevideo: s.n., 1996.
SANCHEZ CARNELLI, Lorenzo. Las situaciones jurídicas subjetivas. Montevideo: F.C.U., 2004.
SANCHEZ, Alberto M. La objeción de conciencia en el agente estatal. In: HERNANDEZ MENDIBLE,
Víctor. Desafíos del Derecho Administrativo Contemporáneo: Conmemoración Internacional
del Centenario de la Cátedra de Derecho Administrativo en Venezuela. Tomo I. Caracas: Paredes,
2009.
SECO, Ricardo Francisco. Un contenido para los términos dignidad de la persona humana: aportes
desde el Derecho del trabajo y el pensamiento social cristiano. Revista de Derecho Laboral. tomo
LIII, nº 239. Montevideo: s.n., 2010.
SOTO KLOSS, Eduardo. Derecho Administrativo. Tomo II. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1996.
SOTO KLOSS, Eduardo. La primacía de la persona humana, principio fundamental del Derecho públi-
co chileno. In: Estudios Jurídicos en memoria de Alberto Ramón Real. Montevideo: F.C.U., 1996.
VILLAMIL, Lucía. Los deberes como efectivo límite y garantía de los derechos humanos. In: DELPIA-
ZZO, Carlos E. (coord). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo:
(F.C.U., 2012.
YEPES STORK, Ricardo. Fundamentos de Antropología. Pamplona: EUNSA, 1996.
VILLAMIL, Lucía. Los deberes como efectivo límite y garantía de los derechos humanos. In: DELPIA-
ZZO, Carlos E. (coord). Pasado y presente del Derecho Administrativo Uruguayo. Montevideo:
(F.C.U., 2012.
YEPES STORK, Ricardo. Fundamentos de Antropología. Pamplona: EUNSA, 1996.
LA ADMINISTRACIÓN GARANTE.
UNA APROXIMACIÓN*
RESUMEN
La noción de Estado garante aparece ante la crisis de sostenibilidad del Estado
social y se presenta como alternativa al Estado y Administración prestacional.
En su realización efectiva no se ha desarrollado como un nuevo modelo de Es-
tado, pero ha tenido importantes efectos en la configuración de un nuevo tipo
de actividad administrativa, la actividad de garantía, que cobra sentido en el mar-
co de una nueva relación entre Estado y sociedad, proyectándose sobre estas dos
realidades.
ABSTRACT
The notion of guarantor state faces the crisis of sustainability of the welfare
state and is presented as an alternative to prestacional Administration.
Although a new model of state has not been developed, it has had an impact of
a new type of administrative activitie within the framework of a new
relationship between state and society.
SUMARIO
I. INTRODUCCIÓN. LOS PLANTEAMIENTOS REFORMISTAS EN TORNO A LA CRISIS DEL ES-
TAD SOCIAL: 1. Las razones del Estado social. 2. El problema de su sostenibilidad.—
II. EL ESTADO PRESTACIONAL COMO OBJETO DE REFORMA: 1. La inicial opción por la
Administración prestacional como medio e instrumento de realización del Estado
social. 2. Las recientes transformaciones en la correlación entre Estado y sociedad.
3. La necesidad de ordenar la retirada del Estado y definir su nueva posición es-
tratégica.—III. EL ESTADO GARANTE COMO ALTERNATIVA AL ESTADO PRESTACIONAL:
1. La génesis del modelo como respuesta al adelgazamiento del Estado. 2. Preci-
siones sobre su real alcance.—IV. CARACTERIZACIÓN Y DELIMITACIÓN DE LA ADMI-
NISTRACIÓN GARANTE: 1. Su delimitación en las exposiciones generales respecto a
otros modos de actividad administrativa. 2. Actividad de garantía y actividad de
regulación. 3. Su función característica. Los frentes de actuación de la Adminis-
tración garante: A) La actuación sobre el flujo de cometidos desde el Estado a la
sociedad. B) La actuación sobre el flujo ascendente. Autorregulación y refe-
rencias privadas asumidas por el Estado. C) La actuación en los espacios pre-
tendidamente neutrales entre Estado y sociedad.—V. POTESTADES Y FÓRMULAS
DE ACTUACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN GARANTE: 1. Potestades en la órbita de la re-
gulación. 2. La rendición de cuentas (accountability) y la transparencia. 3. Apli-
cación del Derecho público y sus principios a sujetos privados.—VI. LOS DESA-
RROLLOS ORGANIZATIVOS DE LA ADMINISTRACIÓN GARANTE: 1. La tendencia a la eficacia
y valoración de resultados. 2. La conexión con el sector privado.—VII. A MODO DE
CONCLUSIÓN.
En los últimos años se han hecho muy evidentes las elevadas mag-
nitudes del gasto público, sobre todo cuando ha generado un incre-
mento de la deuda pública que se percibe como una de las causas de
la grave crisis económica desencadenada en el tramo final de la pri-
mera década del siglo. Ese gasto público tan elevado se atribuye en
muy buena medida a la realización y mantenimiento del Estado social,
por lo que cunde así la sensación de que, si se supera de manera de-
finitiva y clara la crisis económica, ello será con el coste de la pérdi-
da del Estado social o de la reducción y rebaja de sus objetivos hasta
extremos que lo hagan irreconocible. En esta encrucijada, las opcio-
nes se plantean en términos de cruda disyuntiva: o se acaba por des-
mantelar el Estado social; o se opta de manera resuelta por mante-
nerlo, reformando aspectos que no supongan una rebaja de sus fines
y objetivos.
1 Éste es, sin duda, uno de sus grandes méritos: el Estado social no canceló, como algu-
nos se temían, las libertades y garantías propias del Estado de Derecho y se mantuvo así la ple-
na compatibilidad de ambos modelos. Esto es algo que quedó muy claro en las ponencias de
Otto BACHOF y Ernst FORSTHOFF sobre el concepto y esencia del Estado social de Derecho (Be-
griff und Wesen des sozialen Rechtstaates) discutidas en un famoso debate de la Asociación de
Profesores Alemanes de Derecho Público en 1954. Textos recogidos en las publicaciones de esta
Asociación (Veröffentlichungen der Vereinigung der Deutschen Staatsrechtslehrer, núm. 12, Ber-
lín, 1954). Sobre estas cuestiones básicas, vid. W. ABENDROTH / E. FORSTHOFF / K. DOEHRING, El
Estado social, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1986.
2 J. PONCE SOLÉ, El derecho y la (ir)reversibilidad limitada de los derechos sociales de los ciu-
dadanos. Las líneas rojas constitucionales a los recortes y la sostenibilidad social, Instituto
Nacional de Administración Pública, Madrid, 2013.
3 Vid. al respecto la obra colectiva M. J. TEROL BECERRA (dir.), El Estado social y sus exi-
en los mandatos que se imponen a los poderes públicos para dar efec-
tividad a esos derechos y desarrollar actuaciones y políticas que ase-
guren las prestaciones y las coberturas básicas de todos los ciudadanos4.
El tercer argumento a favor del mantenimiento del Estado social es
que no parece tener alternativas de progreso. No se han planteado, en
efecto, propuestas alternativas consistentes al Estado social. Se plan-
tean, sí, reformas parciales, pero no hay un modelo que se defina de ma-
nera ordenada y sistemática como alternativa o evolución del Estado so-
cial, a diferencia de lo que éste fue respecto a modelos que sustituyó o
perfeccionó, como eran el Estado liberal o el Estado de Derecho5.
2. El problema de su sostenibilidad
J. HABERMAS ante los primeros síntomas de crisis en «La crisis del Estado social y el agota-
miento de las energías utópicas», recogido en su libro recopilatorio Ensayos políticos, Pe-
nínsula, Barcelona, 1988.
6 C. DE CABO, La crisis del Estado social, PPU, Barcelona, 1986; R. GARCÍA COTARELO, «Cri-
sis y reformulación del Estado del bienestar»; J. PÉREZ ROYO, «Crisis del Estado social: un fal-
so debate»; P. BARCELLONA / A. CANTARO, «El Estado social entre crisis y reestructuración»; es-
tos tres trabajos en el libro colectivo J. CORCUERA ATIENZA / M. A. GARCÍA HERRERA (eds.),
Derecho y economía en el Estado social, Tecnos, Madrid, 1988; J. HABERMAS, «La crisis del Es-
tado social…», cit.
tearse es si sería posible mantener los fines y objetivos del Estado so-
cial —por exigirlo así la Constitución y por otras muchas razones, al-
gunas de las cuales se han apuntado ya— con otro aparato instru-
mental y otros medios, de forma tal que se pueda eludir o solventar, al
menos en una parte significativa, el grave problema de la sostenibilidad.
Este planteamiento nos lleva a reparar en el modo instrumental de re-
alización del Estado social desde su implantación hasta los tiempos
recientes, para valorar después si ese aparato instrumental es suscep-
tible de reforma o de sustitución por otro sistema, prestando especial
atención al tipo y la posición que ocupa la Administración pública7.
Desde finales del pasado siglo ese panorama tan sucintamente des-
crito se ve fuertemente conmocionado. Las alteraciones más visibles son
las que se producen en ese aparato administrativo que opera como ins-
trumento principal, prácticamente exclusivo, de realización del Estado
social. Un aparato muy ramificado y extendido, con unos costes de
8 Unos Estados que vieron cómo se desarticularon en buena medida sus sociedades du-
retos y panoramas como son la incertidumbre o la globalización. Sobre ello, la obra colecti-
va, dirigida por M. DARNACULLETA / J. ESTEVE PARDO / I. SPIECKER GEN. DÖHMANN (eds.), Selbs-
regulierung als Umgangsstrategie des Rechts mit Ungewissheit in der Globalisierung, Nomos, Ba-
den-Baden, 2015, de próxima edición la versión en castellano.
reductoras que apuntaban hacia el llamado Estado mínimo, T. VESTING, «Zwischen Gewähr-
leistungsstaat und Minimalstaat», en W. HOFFMANN-RIEM / E. SCHMIDT-ASSMANN, Verwal-
tungsrecht in der Informationsgesellschaft, Beck, Múnich, 2000, págs. 111 y ss.
14 C. FRANZIUS, «Der “Gewährlesitungsstaat” ein neues Leitbild für den sich wandelnden
15 Vid. La nueva relación entre Estado y sociedad, cit., en especial págs. 85 y ss.
16H. MAURER, Derecho Administrativo. Parte general, Marcial Pons, 2011, pág. 53.
17Así lo hace A. VOSSKUHLE, «Die Beteiligung Privater an der Erfüllung öffentlicher Auf-
gaben und staatliche Verantwortung», VVDStRL 62 (2003).
18 En este sentido afirma, muy certeramente, J. L. CARRO FERNÁNDEZ-VALMAYOR que «la his-
les…», cit., pág. 35; M. DARNACULLETA, «La recepción y desarrollo de los conceptos y fórmu-
las de la regulación. El debate en la República Federal Alemana», en S. MUÑOZ MACHADO /
J. ESTEVE PARDO, Fundamentos e instituciones de la regulación, Iustel, Madrid, 2009, en espe-
cial el apartado que titula «La importancia de la regulación en la configuración de un nuevo
Estado garante», págs. 384 y ss.
22 Sobre la autorregulación y su relación con los temas y conceptos que aquí se tratan re-
torregulación cuando ésta tiene efectos sobre terceros, W. HOFFMAN-RIEM, «Das Recht des
Gewährleistungsstaates», en G. F. SCHUPPERT (ed.), Der Gewährleistungsstaat-Ein Leitbild auf
dem Prüfstand, Nomos, Baden-Baden, 2007, págs. 89 y ss.
25 Una exposición completa en la obra de referencia sobre la materia: M. DARNACULLETA,
denamiento jurídico, Tirant lo Blanc, Valencia, 2003, con desarrollos muy certeros sobre la au-
torregulación regulada en esta materia, en especial págs. 279 y ss.
es el caso de las llamadas agencias de rating. Unas agencias privadas que se desenvuelven en
el espacio de la autorregulación pero que, por los efectos de sus declaraciones, esa autorre-
gulación se regula, como hace el «Reglamento 1060/2009 del Parlamento Europeo y del Con-
sejo, por el que se establece el régimen aplicable a las agencias de calificación crediticia». So-
bre el tema y su más reciente evolución, sobre todo a través de la Dodd-Frank Act en Estados
Unidos, tras el estallido de la crisis financiera, vid. E. COCCIOLO, «Banca en la sombra, agen-
cias de calificación y Derecho. Una visión sobre la regulación y el lado oscuro del sistema fi-
nanciero global», en M. A. SALVADOR ARMENDÁRIZ (dir.), Regulación bancaria…, cit. Sobre la
significación de las agencias de rating y su capacidad de influencia sobre los Estados me
ocupo también en La nueva relación entre Estado y sociedad. Aproximación al trasfondo de la
crisis, cit., en especial págs. 120 y ss.
30 Este concreto sector lo trato en mi artículo «Los derivados extrabursátiles. Retos y
o menos informal por los poderes estatales para responder eficazmente a los movimientos que
se producen en un panorama marcado por la globalización. Al respecto, R. LEÑERO BOHÓR-
QUEZ, «El Comité de Basilea como poder público global para la armonización normativa
bancaria. Implicaciones para el Derecho público», en M. A. SALVADOR ARMENDÁRIZ (dir.) Re-
gulación bancaria…, cit., págs. 184 y ss.
na-Buenos Aires-São Paulo, 2014, en especial en el capítulo que dedica a «Garantías de se-
guridad que ha de ofrecer la Administración».
34 Una exposición general puede encontrarse en la séptima edición del manual de los
profesores Jerry L. MASHAW / Richard A. MERRILL, Administrative Law. The American Public
Law System, West Academic Publishing, St Paul, MN, 2014, en especial el capítulo «Reme-
dies, Accountability and Privatizad Implementation», págs. 1502 y ss.; esta séptima edición
cuenta con la colaboración de los profesores P. M. SHANE / M. Elizabeth MAGILL / Mariano Flo-
rentino CUÉLLAR / Nicholas R. PARRILLO.
tions, Privatization, and the Meaning of State Action», en Public Administration Review,
núm. 58, 1998.
36 Vid. N. BAMFORTH / P. LEYLAND (eds.), Accountability in the Contemporary Constitution,
siva de las exigencias propias del Derecho público no ya sólo sobre las
Administraciones y agencias públicas, sino, más allá de ellas, sobre su-
jetos privados que desarrollan actividades de interés público. Así, la
citada Ley 19/2013, sobre transparencia y acceso a la información pú-
blica, sitúa entre los sujetos obligados a las exigencias de transparen-
cia a las personas privadas que presten servicios públicos o ejerzan
potestades administrativas. Se advierte aquí la secuencia característi-
ca que en diversos frentes está configurando, mediante la legislación y
la actividad administrativa, ese sistema garante: en un primer movi-
miento se entrega al sector privado la gestión de toda una serie de ser-
vicios en régimen de mercado —fuera de los esquemas concesionales
que presuponen la titularidad pública— y también de potestades ad-
ministrativas, como hemos tenido ocasión de comprobar con relación
a la regulación y control de riesgos que desplaza o transforma la noción
de policía. Pero en un segundo movimiento, que en algunos sectores to-
davía no se ha producido pero que tendrá que realizarse de algún modo,
se extienden a estos sujetos los trazos fundamentales del marco jurídico,
inequívocamente público, en el que esos servicios y potestades se de-
senvolvían antes de su transferencia al sector privado38. Comproba-
mos ahora esa secuencia con la extensión a particulares que prestan ser-
vicios públicos o ejercen potestades administrativas de las reglas de
transparencia y acceso a la información que se aplican a las Adminis-
traciones públicas.
38 Una extensión de los principios del Derecho público se produce ya mediante el control
40 Entre ellos, Harold KRENT, «The Private Performing the Public: Delimiting Delega-
tions to Private Parties», University of Miami Law Review, núm. 65, 2010, págs. 507 y ss.
41 Ésta es la postura —asumida luego por otros muchos— de Robert S. GILMOUR / Lau-
cisionmaking and Accountability in the Administrative State», 56 Duke Law Journal, 377,
2006.
45 Jody FREEMANN, «Extending Public Law Norms Through Privatization», 116 Harvard
47 En el Reino Unido se hizo famosa la frase del que fuera primer ministro, Tony Blair:
«what counts is what works». Una frase que, en la Introducción a la obra por ellos dirigida,
recuerdan N. BAMFORTH / P. LEYLAND (eds.), Accountability in the Contemporary Constitution,
Oxford University Press, 2013.
50 A destacar la vía abierta por los llamados encargos in house para servicios locales. So-
bre ellos, B. NOGUERA DE LA MUELA, «Los encargos in house en la Ley de Contratos del Sec-
tor Público: especial referencia a los mismos en el ámbito local a la luz de la reciente juris-
prudencia comunitaria», en Revista de Administración Pública, núm. 182, 2010.
1993, con sus medidas organizativas en red en el programa de lucha contra la pobreza. Una
experiencia que estudia G. F. SCHUPPERT, Verwaltungsorganisation und Verwaltungsorga,
vol. I, C. H. Beck, Múnich, 2006, págs. 995 y ss.
THEMIS40
229
Eduardo García de Enterría
tres-récente, qui ont été rendues, mais non "Mais qu'est- ce done enfin qu'une loi? Tant
exécutées. 11 n 'y a pasen effet d 'édit, de déclaration qu 'on se contentara de nattacher a ce mot que
du roi, de lettres patentes solemnellement des idées métaphysiques, on continuera de
enregistrées qui ne souffrent mil/e tempéraments raisonner sans s'entendre';l.
dans la practique. On voit par les lettres des
controleurs généraux et des intendants que le Hay que forjar, pues un conceptop nuevo, el que él
gouvernement permet sans cesse de faire par propone de forma resuelta:
exception autrement qu'i/ n'ordonne. 11 brise
rarement dans tous les sens, suivant les cas "Quand tout le peuple statue sur tout le peuple
particuliers et pour la grande facilité des affaires. il ne considere que lui-meme, et s'i/ se forme
alors un rapport, c'est de /'objet entier sous un
point-de-vuea /'objetentiersous un autrepoint
Qui voudrait juger le gouvernement de ce de vue, sans aucune division du tout. Alors la
temps-la par le recuil de ses lois tomberait dans sur laque/le on statue est générale
les erreurs les plus ridicules. comme la volonté qui statue. C'est cet acte que
j'appelle une loi'?.
On peut di re que, e hez les hommes de /'ancien En términos más simples: la Ley es la decisión del
régimen, la place que la notion de la loi doit pueblo entero (voluntad general) decidiendo sobre el
1
occuper dans /'esprit humain était vacante" • pueblo entero, por medio -y esto es igualmente esen-
cial- de normas generales y comunes.
En realidad, la administración del Antiguo Régimen
funcionaba sobre la idea central de la soberanía del "Quand je dis que /'objet des lois est toujours
Rey, capaz de actuar tanto por normas generales généra/, j'entends que la loi considere les
como por rescriptos singulares no vinculados a Ley sujets en corps et les actions comme abstraites,
alguna y capaces, además, de pasar por encima de las jamais un homme comme individu ni une
Leyes existentes; y, a la vez, en cuanto se tratase de action particuliere .. . toute fonction qui se
asuntos administrativos, los jueces llamados sobera- rapporte a un objet individue/ n 'appartient
1
nos, a quienes se habría trasladado el poder absoluto point a la puissance législative"' •
del monarca, decidían según la razón de Estado y no
conforme a una Ley cualquiera que pudiera imponer- En esa generalidad de origen y de objeto de la Ley
se a ellos imperativamente. ("quand tout le peuple statue sur tout le peuple'1
estaría su milagroso mecanismo. Fruto de voluntad
La revolución operará aquí una de sus grandes trans- general, se resuelve en mandatos necesariamente
formaciones. generales. Esto es, por otra parte, lo que hace a la Ley
infalible, incapaz de error. Diderot lo dirá con convic-
Su profeta será Rousseau. En su obra capital, Le contrat ción que nos desarma (cuando tan escarmentados
social, capítulo VI del Libro 11, dedicado al tema de la estamos hoy de las Leyes actuales):
Ley, pregunta:
Cuando la ley no había sido aún cambiada, su aplicación lo hacía día a día. Si uno no ha visto a la administración del antiguo régimen en
acción, leyendo los documento secretos que dejó, no se podría imaginar el desprecio hacía la ley en el espíritu mismo de aquéllos que la
clf.>lican, cuando no hay más asamblea política ni periódicos para frenar la actividad caprichosa y distorsionare! humor arbitrario y cambiante
de los ministros y de sus verdugos. Ya casi no hay ordenanzas del consejo que no recuerden leyes anteriores, a menudo recientes, que han
sido dadas pero no ejecutadas. En efecto, no hay mandato, declaración del rey, cartas solemnemente registradas que no sufran miles de
alteraciones en la práctica. Se ve, por las cartas de los controladores generales y de los intendentes que el gobierno permite constantemente
.1ctuar f.>ür excepción, no conforme a lo que él ha ordenado. Él rompe raramente en todos los sentidos, según los casos y por la gran facilidad
de los asuntos. Aquél que quisiera juzgar el gobierno de aquel tiempo mediante una recopilación de sus leyes caería en los errores más
ridículos. Se puede decir que con los hombres del antiguo régimen, el sitio (lugar) que el concepto de la ley debe ocuparen la mente humana estaba
vacante.
EL CONTRATO SOCIAL. "Pero, ¡qué es entonces una ley? Mientras nos limitemos a aplicarle a esta palabra nada más que conceptos
metafísicos, seguiremos razonando sin entendernos".
"Cuando todo el pueblo legisla sobre todo el pueblo, no considera sino a sí mismo, y si se establece una relación, es la del objeto entero
bajo un punto de vista hacia el objeto entero bajo otro punto de vista, sin ninguna división (del todo). Entonces la materia sobre la cual se
legisla es general así como la voluntad que legisla. Es aquel acto llamado ley".
1
"Cuando digo que el objeto (fin) de las leyes es siempre general, me refiero a que la ley considera a los sujetos como un cuerpo y las acciones,
como abstractas; nunca a un hombre como un individuo o una acción particular ... toda función que se relaciona con un objeto individual
no pertenece al poder legislativo"
THEMIS40
230
La Administración Pública y la Ley
"Les volontés particulieres sont suspectes; elles refus, et de les forcer a se punir eux-memes,
peuvent etre bonnes ou méchantes, mais la quand i/s font ce qu'i/s n'ont pas voulu?
volonté général est toujours bonne: elle n'a Comment se peut- i1 (aire qu'i/s obéissent et
jamais trompé, elle ne trompera jamais';;. que personne ne commande, qu'i/s servent et
náyent point de maí'tre; d'autant plus libres en
El mismo Rousseau está en el origen de esa sorpren- effet que sous une apparente sujétion, nul ne
dente convicción, cuando el famoso capítulo 3 del perd de sa liberté que ce qui peut nuire a ce/le
Libro 11 del Contrat Social, contestando a la cuestión d' un autre? Ces prodiges sont /'ouvrage de la
de "si la vo/onté généra/e peut errer", responde: /oí. C'est a la /oí seu/e que les hommes doivent
la justice et la liberté. C'est cette voix céleste
"la volonté générale est tou¡ours droite ... le qui dicte a chaque citoyen les préceptes de la
peuple ne se trompe point", raison publique, et luí apprend a agir selon les
maximes de son propre jugement, et a n'etre
Supuesto que todos participan en la formación de la pasen contradiction avec lui-meme. C'est elle
voluntad general y nadie puede ser injusto consigo seu/e aussi que les chefs doivent (aire parler
mismo. quand ils commandent; car si-tot qu'indépen-
damment des /oís, un homme en prétend
El resultado de este mecanismo, aparentemente tan soumettre un autre asa volonté privée, il sort a
simple, es, sin embargo, deslumbrador; significa, nada /'instant de /'état civil, et se met vis-a-vis de luí
menos, desterrar para siempre del mundo la posibili- dans le pur état de nature ou /' obéissance n 'est
8
dad de una Ley opresora o injusta. Todas las leyes jamais prescrite que par la nécessité".
serán, por virtud de esa técnica, Leyes de Libertad. En
otro lugar del Contrat Social ( 1, 6) Rousseau explica, Se trata, sin duda posible, de
en efecto, que por la asociación general que él pro-
pugna "la plus sublime de toutes les institutions
humanes, ou plutot par une inspiration céleste,
"chacun s'unissant a tous n'obéisse pourtant qui apprit a/' homme a imiter ici-bas les decrets
9
qu'a luí meme et reste aussi libre inmuables de la divinité".
7
qu'auparavant".
El nuevo concepto de la Ley es, pues, ni más ni menos,
En su Discours sur /'Économie politique (que es la voz una verdadera relación divina.
"Economie Politique" de la enciclopedia) no puede
ocultar el orgullo de su descubrimiento: De ello se deduce directamente (Contrat, 11, 11) que
"Par que/ art inconrevable a-t-on pu trouver le "La fin de tout systeme de legislation ... se réduit
moyen d'assujettir les hommes pour les rendre a ces deux objets principaux, la liberté et
10
1ibres? O'employer au servíce de/'état les biens, /'égalité".
les bras, et la vie meme de tous ses membres,
sans les contraindre et sans les consulter? Rousseau lanzaba así una idea llamada a un largo y
O'enchainer leur volonté de leur propre aveu? glorioso porvenir, la idea de que, a través del mágico
De faire va/oír leur consentement contre leur mecanismo del establecimiento de las Leyes por la
"Las voluntades particulares (individuales) son sospechosas; pueden ser buenas o malas (malvadas) pero la voluntad general es siempre
buena: nunca ha engañado, nunca engañará."
"La voluntad general es siempre derecha (recta) ... el pueblo, jamas se equivoca" .
... "Cada uno, uniéndose a todos no obedece sin embargo más que a sí mismo y queda tan libre como antes."
"¡Mediante qué arte convencible se ha podido encontrar el medio de dominar a los hombres para (luego) liberarlos? ¡De emplear al servicio del Estado
los bienes, los brazos (las manos) e incluso la vida de todos sus miembros y sin obligarlos ni consultarlos? ¡De encadenar la voluntad de su propio sentir?
¡De hacer prevalecer su consentimiento contra su negativa y forzarlos a autocastigarse, cuando hacen lo que no han querido? ¡Cómo es que
ellos obedecen sin que nadie mande, que sirvan sin tener amo; aún más libres en efecto bajo una aparente sujeción, nadie pierde de su libertad
sino lo que puede perjudicar a la de otro? Esos pródigos son la obra de la ley. Es sólo a la ley que los hombres deben la justicia y la libertad.
Es aquella voz celestial que dicta (dictamina) los preceptos de la razón pública y le enseña a actuar según las reglas de su propio juicio sin
estar en contradicción consigo mismo. Es también a ella sola que los jefes deben hacer hablar cuando mandan; ya que (inmediatamente)
una vez alejado de las leyes, un hombre que pretende someter a otro bajo su voluntad (privada), sale al instante del estado civil y se ubica
frente a él en el simple estado natural, en el que la obediencia jamas es prescrita sino por necesidad".
' "La más sublime de todas las instituciones humanas, o más bien por una inspiración celestial, que enseñó al hombre a imitar en ese mundo
los decretos inmutables de la divinidad".
111
"El fin de todo sistema de legislación ... se reduce a esos dos objetos principales: la libertad y la igualdad".
THEMIS40
231
Eduardo García de Enterría
voluntad general, actuando por medio de preceptos La Revolución Francesa pondrá en pie esa nueva idea
igualmente generales, resultará un tipo de sociedad en de la Ley como expresión de la voluntad general,
la que reinará necesariamente la libertad de cada uno, estableciéndose sobre materias generales y cuyo con-
sin otro límite que el respeto a la libertad igual de los tenido produce libertad. La cuestión esencial del
demás. Esta idea pasará al fundamental artículo 4 de orden político pasa a ser así la titularidad del poder
la Declaración de Derechos de 1789, y es la que legislativo, ese poder mágico que rectificaría todas las
elevará a la más alta expresión la Filosofía del Dere- iniquidades de la historia y del que surgiría el hombre
cho y del Estado de Kant. nuevo, gobernado sólo por la libertad.
"La liberté consiste a pouvoir faire tout ce qui La Revolución Francesa se apropiará, en efecto, de esa
ne nuit pasa autrui: ainsi, l' exercice des droits idea nueva de la Ley, y edificará sobre ella un sistema
naturels de chaque homme n'a de bornes que nuevo de poder. El mismo Rousseau había dicho en
ce/les qui assurent aux autres membres de la las mismas Lettres écrites de la Montagne:
société la jouissance de ces mémes droits. Ces
bornes ne peuvent étre déterminées que par la "Un peuple libre obéit, mais il ne sert pas; il a
. ¡¡11
L01. des chefs et non pas des maltres; il obéit aux
Lois, mais il n'obéit qu'aux Lois et c'est par la
El contenido de la Ley será, pues, articular esa coexis- force des Lois qu'il n'obéit pas aux hommes"
13
tencia de derechos o libertades en la sociedad. (Lettre Vlll).
De aquí arranca la idea esencial de la Ley como Estos conceptos esenciales pasarán a nutrir la Decla-
garantía de los derechos, que entierra resueltamente ración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de
su vieja concepción como quod principi placuit legis 1789, la Carta magna de la Revolución. "Tout ce qui
habet vigorem, lo que al príncipe place tiene fuerza de n'est pas défendu par la Loi ne peut étre empeché et
Ley, que hacía equivaler a ésta con el producto de una nul ne peutétre contfraint a faire ce qu'el/e n'ordonne
simple voluntad humana superior (para explicar tal pas", dice su artículo 5. "Nul homme ne peut étre
superioridad estaban las aplicaciones teológicas del accusé, arréte ni détenu", precisa el artículo 7, "que
poder). Viene a resultar inesperadamente, en virtud dans les cas déterminés par la Loi, et selon les formes
14
del mágico y prodigioso hallazgo de Rousseau, que la qu'el/e a prescrites".
Ley no tiene otro objeto ni produce otro efecto,
justamente, que localizar, proteger y hacer efectiva la Sólo cuando un ciudadano es llamado a obedecer" en
1ibertad, articulando la libertad de todos y asegurando vertude la Loi doitobéir a l'instant: il serend coupable
su simple coexistencia. de la résistance", artículo 7.
11
"La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudica a los demás: así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre
tiene como únicos lírnites aquéllos que aseguran a los demás miembros de la sociedad, el gozo de los mismos derechos. Esos límites sólo
; pueden ser determinados por ley".
1
No hJy entonces libertad sin leyes, ni donde esté por encima de las leyes ... En una palabra la libertad sigue siempre la suerte de las leyes;
reina o perece con ellas; no sé nada más cierto.
11
Un pueblo libre obedece, pero no sirve; tiene jefes mas no amos; obedece las leyes pero sólo a ellas y es por la fuerza de las leyes que él
no obedece a los hombres.
,., "Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido más que en los casos prescritos por la ley y según las formas que ellas prescriben".
THEMIS40
232
la Administración Pública y la Ley
9-15 de abril de 1791 ). Los agentes judiciales que apropiada), pero estos poderes discrecionales están,
salgan del Juzgado para hacer una ejecución, dispu- ellos mismos, encuadrados por la Ley que, primero,
so la Ley de 6-27 de marzo de 1791, artículo 38, los otorga, y, en segundo término, los ordena hacia
deberán expresar que actúan "au nom de la Loi" y fines concretos, regulando también la competencia y
portar una medalla con estas! palabras: Action de la el procedimiento concreto para su ejercicio.
Loi, etc.
El fenómeno de la legalización completa de la actua-
Todo esto dista de ser retórico; es, por el contrario, la ción administrativa, en virtud del principio de que
instauración de un mecanismo técnico riguroso y sólo la Ley puede mandar sobre hombres libres, dista
estricto. Significa que todo órgano público (del Rey de ser un postulado puramente teórico. Por el contra-
para abajo) ejerce sólo el poder que la Ley ha rio, los primeros textos revolucionarios se preocupa-
definido previamente, en la medida tasada por la ron de establecer con todo rigor la regla de que la
Ley, mediante el procedimiento y las condiciones Administración sólo puede mandar lo que la Ley
que la propia Ley establece, y ningún otro poder. ordena y, correlativamente, un control de la observan-
Sólo la Ley manda y todos los agentes, administra- cia de la legalidad por la Administración, control que
tivos o judiciales, en cuanto "agentes" comisiona- se encomendó, en el caso de las Administraciones
dos por el pueblo, son simples ejecutores de la locales, a las entidades de rango superior y al Gobier-
misma, que comprueban que el supuesto de hecho no central en los demás casos.
previsto por la Ley se ha producido y que seguida-
mente deciden lo que la Ley ha determinado previa- La Constitución de 1971, Título 111, capítulo IV, Sec-
mente como procedente. ción 11, disponía en su artículo 4 que
De este modo, y por vez primera en la historia "i/ appartient au pouvoir législatifdedéterminer
humana, todo el aparato de poder se objetiviza en un les régles et le mode de leurs [des
abstracto sistema de ejecución legal, de normas escri- administrateurs] fonctions, tant sur les objets
tas y como tales ciertas, elaboradas meditadamente ci-dessus esprimés que sur toutes les autres
15
con la sage lenteur de las Asambleas, fijas e inmuta- parties de /' administration intérieure".
bles para los aplicadores, seguras y ciertas, pues, para
los ciudadanos. La Ley escrita pasa así al lugar central La legalización de la Administración, su sumisión a la
del sistema. Ley para que ésta determine de una manera previa "/es
régles et lemode de leurs fonctions", queda así consa-
111 grada desde el primer texto constitucional revolucio-
nario. Pero no se trata sólo de un enunciado retórico,
La Administración Pública experimenta aquí la más sino que la propia Constitución se preocupa inmedia-
relevante transformación de su historia. Hasta ese tamente de hacer eficaz ese sometimiento, implantan-
momento la Administración era un atributo personal do un sistema de control de observancia de la Ley. El
del monarca absoluto, vicario de Dios en la tierra que, artículo 5, precisa, en efecto:
en virtud de esta superioridad formal, gobernaba por
su sola prudencia a la grey de su pueblo. Frente a este "Le Roi a le droit d'annuler les actes des
criterio de la sola prudencia en la atención al bien administrateurs de département contraires aux
16
general, el aparato administrativo va a tener que tener Lois ou aux ordres qu'i/leur aura adressés".
en cuenta a partir de ahora las prescripciones de la
legalidad, únicas en virtud de las cuales puede orde- (El Rey es aquí el Consejo de Ministros, llamado
nar y prohibir. Es verdad que esta ejecución legal no entonces "Conseil d'Etat": Ley de 27 de abril de 1791 ).
será nunca puramente automática, porque la Ley
otorga con normalidad poderes discrecionales a la El artículo 6 :
Administración, poderes en cuya aplicación la Admi-
nistración mantiene una reserva de prudencia propia "Les administrateurs de département ont de
para valorar las situaciones concretas (por ejemplo, meme le droit d'annuler les actes des sous-
realización o no de una obra pública, el trazado de administrateurs de district contraires aux Lois
una vía, la designación de la persona que estime ou aux arretés des administrateurs de
" "Pertenece al poder legislativo determinar las reglas y el mecanismo de sus funciones, ta•·.tt sc.bre las materias arriba expresadas así como
las otras partes de la administración interior".
'" "El rey tiene el derecho de anular las actas de los administradores de departamento contrarias a las leyes u ordenanzas que él les dicto".
THEMIS40
233
Eduardo García de Enterría
département ou aux ordres que ces derniers la observancia de esa regla se mantendrán por el
17
leur auront donnés ou transmis". Gobierno revolucionario o jacobino a partir de 1792.
Es verdad que los "comisarios en misión" serán quie-
En fin, el artículo 7 prevé que si los "administrateurs de nes ejerzan en el territorio los poderes efectivos y que
département" no ejercieren ese poder de control, el sus decisiones, como delegadas de la propia Conven-
Rey, como cabeza del Ejecutivo, podrá sustituirlos ción, tendrán la fuerza de "leyes provisionales".
anulando directamnte los actos "des sous-
administrateurs". Pero el Decreto de 14 frimario del año 11, que ha sido
considerado como la verdadera Constitución provi-
Ya Rousseau había notado la necesidad de ese control sional del Gobierno revolucionario, establece reglas
de la observancia de la legalidad por la Administra- inequívocas: una, la de su artículo 11 ("i/estexpressément
ción: "1/'n 'y aurait point de liberté dans un Etat ou le défendu a toute autorité et a tout fonctionnaire
corps chargé de l'application des Lois aurait droit de public de faire des proclamations ou de prendre des
les (aire parlera sa fantaisie, puisqu'il pourroit (aire arrets extensifs, limitatifs contraires au sens littéral de
exécuter comme des lois ses volantés le plus trraniques" la loi sous prétexte de f'interpréter ou de suppléer. A
1
(Lettres écrites de la montagne, Lettre IX), principio la Convention seu/e appartient le droit de donner
que los revolucionarios, como se ve, aplican desde el /'inerprétation des décrets et 1'on ne fourra s 'adresser
primer momento. qu 'a elle seu/e pour cet objet"J/ que hace más
enérgica la sumisión de los agentes administrativos a
Esmein, en su clásico Précis élémentaire de /'histoire la ejecución de la Ley. Otra, el control de ese some-
du droit francais de 1789 a 1814, (1908), vio en esas timiento. El artículo 4 dispone :
reglas de la Constitución de 1791 el origen del conten-
cioso administrativo moderno, aunque no se hiciese "la surveillance active relativement áux /oís et
bajo forma judicial. mesures mi/itaires, aux /oís administratives,
civiles et crimine/les est délégué au Conseil
En el proyecto de constitución jurídica de 1793 se exécutif, qui en rendra compte par écrit, tous
decía en su Declaración de Derechos, artículo 32: les dix jours a u Comité de salut public pour fui
dénoncer les rétards et les négligences dans
"11 y a oppression .. . lorsque la loi est violée par /'exécution des /oís civiles et crimine/les, ainsi
1
les fonctionnaires publics dans son application que les violations de ces /oís et de ces mesures ... ,,2
a des faits individuels. 11 y a oppression lorsque
des actes arbitraires violent les droits des La Constitución directoria! del año 111 mantiene en
citoyens contre 1'expression de la loi. Dans tout vigor el régimen puramente jerárquico de los recursos
gouvernement libre le mode de résistance a ces de anulación, artículo 193 y siguientes. Además,
différents actes d'oppression doit etre reglé par existe también una serie de recursos organizados en
19
la Constitutión". leyes especiales encomendados a órganos adminis-
trativos o en algún caso ai''Corps Legislatif", en lo que
Si reconvertimos "droit de résistance" a recursos de Burdeau ha visto las raíces de un sistema contencioso
anulación, está aquí ya formulada toda la técnica de - administrativo propiamente dicho.
legalidad de la Administración y de su control efectivo.
Pero la instauración definitiva de este sistema será
Res u Ita importante notar que tanto la exigencia de una la obra de Napoleón, como es bien conocido. Hasta
Administración ejecutora de la Ley como el control de entonces Ministros y autoridades departamentales
17
"Los administradores departamentales tienen el mismo derecho de anular las actas de los sub-administradores de distrito contrarias a las leyes
IH u ordenanzas de los administradores departamentales, o las ordenanzas que estos últimos hayan dictaminado o transmitido".
No existía libertad en un Estado en que los encargados de aplicar la ley tengan derecho de moldear! a a su antojo, ya que podrían ejecutarla
,. como si ella fuera una ley tiránica.
"Hay opresión ... cuando la ley es violada por funcionarios públicos en su aplicación a los hechos individuales. Hay opresión cuando actos
arbitrarios violan los derechos de los ciudadanos es contra de la expresión de la ley. En todo gobierno libre, el modo de resistencia a esos
diferentes actos de opresión debe ser regulado por la constitución".
'" Está expresamente prohibido a toda autoridad y todo funcionario público hacer proclamaciones o tomar medidas extensivas, limitativas
contrarias al sentido literal de la ley, so pretexto de interpretar o enmendar. Corresponde sólo a la Convención el derecho de interpretar
decretos y podrá dirigirse sólo a ella para ese efecto.
21
"El cuidado activo relativo a las leyes y medidas militares, leyes administrativas, civiles y criminales se delega al Consejo ejecutivo, quien
informará por escrito todos los días al comité de salubridad pública para exponer las tardanzas y los descuidos en la ejecución de las leyes
civiles y militares, así como las violaciones de esas leyes y medidas".
THEMIS40
234
la Administración Pública y la ley
acumulaban las funciones de administrar y de deci- poder, creando para su uso particular "une espéce de
dir recursos. La constitución del año VIII, comple- Tribunal plus dépendant, qui présentat a ses sujets
tada en esto por la Ley de 28 pluvioso del mismo que/que apparence de la justice , sans fui en faire
23
año VIII, crean órganos especializados en la resolu- craindre la réalité". Observa al efecto que en la
ción de impugnaciones de los administrados contra mayor parte de las ordenanzas y edictos publicados
los actos de la Administración, el Conseil d'Etat, la por el Rey en el último siglo de la monarquía se verá
Constitución, artículo 52, y los Conseils de que era común precisar que las contestaciones a las
Préfecture, la citada Ley. En 1806 (Decretos de 11 que la ejecución de esas disposiciones pudiesen dar
de junio y 22 de julio) se singulariza en el seno del lugar serían resueltas por el intendente o por el conse-
Conseil d'Etat la "Commission du contentieux"y se jo, prohibiendo "a noscourset Tribunauxd'enprendre
ponen en pie la primeras reglas de procedimiento con na issance".
para estos asuntos, que quedan así separados de los
generales consultivos de que el Conseil continúa Cuando la materia estaba regulada por leyes antiguas
conociendo. Ha surgido así el primer contencioso- o por costumbres, se usaba resueltamente por el
administrativo, propiamente como tal, aunque aún Consejo la vía de la avocación. Así, se estableció en
en la forma de "justicia retenida". Una "jurispru- los espíritus la idea de que si derivaban de un acto
dencia administrativa" surgirá, cuya evolución con- administrativo no pertenecían a los jueces ordinarios,
tinua (sobre todo a partir de 1872, en que se impone que debían reducirse a pronunciarse sobre intereses
el sistema llamado de justicia delegada, que asegu- particulares." En cette matiere-concluye- nous n 'avons
ra la independencia del órgano de enjuiciamiento) faitque trouver la formule: a1'ancien régime appartient
creará el Derecho Administrativo contemporáneo. l'idée" .
El sistema de garantías a la libertad y a la observan-
cia de la Ley por cualquier autoridad o agente Extrae el siguiente texto de la motivación de un
queda instaurado de manera efectiva, dando lugar Intendente para justificar la avocación de un asunto
a una técnica depurada, que irá sucesivamente ante el Consei/:
enriqueciéndose.
"Le juge ordinaire est soumis ades regles fixes,
IV qui 1'obligent de réprimer un fait contraire ala
loi; mais le conseil peut toujours déroger aux
24
Tocqueville, que había visto tan certeramente la regles dans un but utile".
inconsistencia de las leyes en la administración del
Antiguo Régimen, y que había dicho que estaba Aquí, justamente, está el error interpretativo, que me
vacantes entonces "/a place que la notion de la /oi doit permito observar. Tocquevillees insensible al cambio
occuper dans /'esprit huma in", no acertó a ver luego de sentido de la Ley que ha aportado la Revolución ,
cómo esa "place vacante" es la que la Revolución tanto como expresión y garantía de la libertad como
trató de ocupar. Por eso, inesperadamente para su en cuanto pauta efectivamente vinculante a la Ad-
lucidez, minusvalizó, o incluso negó, sorprendente- ministración y a sus órganos y parece pensar que la
mente, la efectividad, de la gran creación revolucio- Ley en el régimen postrevolucionario tiene la misma
naria en esta materia. El capítulo IV del Livre deuxde escasa consistencia que él había observado, como
L'Ancien Régime et /á Révolution lleva el siguiente vimos en ell, supra, que tenía en el Antiguo Régimen.
epígrafe: "Que la justice administrative et la garantie Ahora bien, la justicia administrativa que surge de la
des fonctionnaires sont des institutions de /'ancien Revolución no tiene por objeto "déroger aux regles
22
régime". dans un but uti/e", como decía el Intendente que
Tocqueville cita; no es un simple instrumento de la
La explicación que da Tocqueville es simple. Dado razón de Estado para inaplicar o forzar la interpreta-
que el poder judicial del Antiguo Régimen, por su ción de la Ley, antes por el contrario es un sistema
estamentalización en los parlamentos judiciales, era que pretende, justamente, asegurar la estricta obser-
-tendencialmente al menos- independiente del Rey, vancia de la Ley por la Administración, principio
éste hizo costumbre de desapoderarlo para conocer él esencial del orden político y de la libertad que la
mismo los asuntos que interesaban directamente a su Revolución ha creado.
22
"Que la justicia administrativa y las garantías de sus funcionarios son institucionales del Antiguo Régimen".
" Una especie de Tribunal más dependiente, que presentaría una cierta apariencia de justicia, sin dejar de ver o tener la realidad.
14
El juez ordinario está sujeto a reglas fijas, que lo obligan a rechazar un hecho contrario a la ley; sin embargo, se puede ir contras estas reglas
si se tiene un objetivo útil.
THEMIS40
235
Eduardo García de Enterría
Nadie discute hoy, en efecto, ese aserto. El actual de los que son propios de las Administrativas Privadas.
Estado de Derecho no sería siquiera concebible sin un En las reflexiones de este Instituto de Maatricht, este
sistema de justicia administrativa y los principios en hecho, me imagino, será considerado como apodíctico.
que el Estado de Derecho se asienta se apoyan en la El Derecho Administrativo no es un apéndice prescin-
idea de la libertad y los derechos humanos y repudian dible o de ornato para las Administraciones Públicas;
a limine cualquier interpretación que intentase dejar la es un componente esencial de su estructura y de su
arbitrariedad de la administración, o la consideración funcionamiento.
sistemática de los intereses gestores de ésta, como
superiores a las determinaciones legales y a la libertad. Y ese Derecho Administrativo no reduce, en modo
alguno, a la Administración a un mero aparato de
V ejecución automática de la Leyes predeterminadas. La
Administración Pública no podrá nunca reducirse a un
La sumisión de la Administración Pública a la Ley y el sistema de respuestas fijas, que puedan quizás ser
control efectivo de ese sometimiento por un sistema codificadas un día agotadoramente por un ordenador.
eficaz de justicia administrativa que garantice a los Lo sustancial de los poderes administrativos es que son
ciudadanos, constituye un rasgo esencial y definitiva- poderes discrecionales, que es verdad que es la Ley la
mente establecido del Estado contemporáneo. El sis- que los otorga y regula, que es verdad que el juez
tema de justicia administrativa se ha ido sometiendo administrativo podrá controlar en cuanto a sus posibles
a la Ley. Lo que comenzó presentándose como un excesos, pero que sustancialmente dejan a los adminis-
control"objetivo", realizado en el propio interés de la tradores extensos campos de libertad, de cuyo ejercicio
legalidad administrativa, ha pasado a ser, sin perjuicio podrá derivarse una buena o una mala gestión.
de ese efecto reflejo, una técnica de garantía "subje-
tiva" de los ciudadanos, cuyos intereses vitales de El Derecho Público no pretende eliminar, en modo
cualquier carácter no pueden ser afectados por las alguno, la política, que es esencialmente, sine qua
Administraciones Públicas más que "en virtud de la non, libertad de opciones; intenta sólo ponerle ciertos
Ley", porque sólo en la Ley las sociedades occidenta- límites, postulados por la concepción del hombre y de
les admiten la prevalencia del poder público sobre la sociedad sobre la que vivimos e intentamos seguir
esos intereses privados. viviendo.
Este rasgo, por cierto, es el que, por encima de la De nuevo reaparece aquí la idea ilustrada de la Ley
homogeneidad sustancial de la técnicas de organiza- como expresión y garantía de la libertad, que hoy
ción y de gestión, separa necesariamente los modos sentimos como consustancial a nuestra civiliza-
de actuar de las Administraciones Públicas respecto ción.
THEMIS40
236
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO
EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
POR
139
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
140
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
141
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
142
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
143
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
144
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
145
REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA. 77. — 1 0
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
II
146
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
esta REVISTA, núm. 40, pp. 66 y ss., quien hace notar cómo la primera constitución
francesa contiene la formulación más pura de los principios roussonianos (aunque
aun así lo haga heterodoxamente) al hacer gravitar sobre la Asamblea el mono
polio del poder legislativo.
(10) La expresión proclamaciones se interpreta por la doctrina en el sentido
de que se trata no de reglamentos complementarios, sino de «mesures de publicité
que a certains égards peuvent étre comparées aux arrétes municipaux destines
a rappeler de noveau les lois et réglements sans rien ajouter á I«ur forcé, prope»
(DOUENCE: Recherches sur le pouvoir reglamentaire de V' Administration, cit:,
p. 158) ya que la Constitución excluía sistemáticamente toda participación de la
Administración en el poder legislativo; CABRÉ DE MALBERG, R. G.: Contributiort a
la théorie General de l'Etat, I, París, 1920, p. 519; también sobre el tema, Mo-
REAU: Le réglement administratif, 1902, núms. 48 y ss., y DUGUIT, L.: La sépa-
ration des pouvoirs..., cit.. p. 23; ESMEIN, A.: Elements..., cit., II, pp. 75 y ss.
(11) Vid. VEDEL, G.: Les bases constitutionelles du droit. administratif, «Etu-
des et documents», Conseil d'Etat, 1954; para España, MARTÍN-RETORTILLO, S.:
Presupuestos constitucionales de la función administrativa en el derecho positivo
español, en esta REVISTA, núm. 26, pp. 11 y ss.
(12) Vid. GARCÍA DE ENTERRÍA, E.: Revolución francesa y Administración con-
temporánea, Madrid, 1972.
(13) El derecho de hacer proclamations conforme a las leyes para ordenar
o recordar su observancia, fue utilizado por Luis XVI en el sentido de dictar
verdaderos reglamentos, como de hecho hizo en diversas ocasiones. Sin embargo,
también la Asamblea dictó por sí misma, bajo el nombre de Instrucciones, nor-
mas conducentes a la ejecución de las principales leyes (vid. ESMEIN, A.: Elé-
ments..., cit., II, p. 76; también, DOUENCE, J. C : Recherches..., cit., p. 159).
(14) Artículo 44: «Le Gouvernement propose les lois et fait les regfcments
necesaires pour assurer leur execution.»; este texto va a marcar la pauta en
el futuro de tal manera que se verá reiterado, con las variantes que se examinan
en la nota siguiente, en las demás constituciones francesas, y con fórmulas casi
idénticas en nuestra patria.
147
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
148
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
prescrire d'autres mesures que ceiles dont. le principe se trouve contenue, impli-
citement au moins, dans la loi mime laqueile ils viennent s'ajouter--, para
DUGUIT así como el reglamento no puede hacer nada FÍ no media una habilitación
legislativa, puede hacerlo todo si dicha habilitación existe; su tesis en Traite
ele Droit Constitutionnel,* 3.a ed., París, 1928, II, pp. 209 y ss. Asimismo son
interesantes las polémicas en torno a la naturaleza del «réglément d'administrá-
tion publique». Vid. LAFBRRIÉRE: Traite de la ¡urisdiction et du recours conten-
tieux, 2* ed., París, 1898; HERZOG: La loi et le réglément d'administration publi-
que, «Rev. Droit Public», 1939, pp. 643 y ss.
(17) GARCÍA DE ENTERRÍA, E.: Revolución francesa..., cit., p. 55.
(18) En los arréts Chambre syndicale des constructeurs de matériel de chemin
de fer, de 19 de febrero de 1904,. y Babia, de 4 de mayo de 1906, dio solución a
los problemas que derivaban en derecho francés de la extensión de los poderes
reglamentarios del presidente de la República. En el primero de ellos se declaró
la legalidad de los Decretos de 17 de septiembre de 1900 y 2 de enero de 1901
sobre la creación y organización de Consejos de trabajo (vid. Las conclusiones
del comisario del Gobierno, en «Rev. Droit Public», 1904, pp. 88 y ss.) y en el
segundo se decide a favor de un Decreto impugnado por un funcionario porque
había modificado las condiciones del cuerpo del que formaba parte • (Las conclu-
siones del comisario del Gobierno, en «Rev. Droit Public», 1906, pp. 678 y,ss.):
El comisario Romieu recogía en sus conclusiones una interpretación muy cer-
cana a la vigente en Alemania sobre la potestad reglamentaria (vid. infra):
-Relévent par leur nature du pouvoir législatif toutes les questions relatives direc-
tement ou indirectement aux obligations a imposer aux citoyen par voie d'autoríté.
En sens inverse, c'eet, en principe, le pouvoir executif qui regle l'organisation
intérieure des services publics et les conditions de leur fonctionnement qui ne
lesen pas droits des tiers.- • . • . . . . • • •
149
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
150
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
151
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
152
SOBKE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
redactaban los textos legales en el sentido de que la. función del reglamento
era ejecutar la ley, fue si acaso cuando se plantearon por primera vez el tema
al recoger el principio en el Decreto de 26 de enero de 1812,' más atrás citado;
en las sucesivas Constituciones aparecerá igualmente plasmado el principio, pero
su vigencia práctica fue nula. Y ello a pesar de que la doctrina interpretó, con
impecable ortodoxia, que el reglamento no podía ser sino una norma de ejecución
de la ley a la cual le incumbía el primer pronunciamiento normativo sobre cual-
quier materia. Por ejemplo, COLMEIRO: Derecho Administrativo español, 2.° ed., Ma-
drid, 1858; p. 85, escribe que «la ley proclama máximas generales del derecho, es-'
tablece principios: los reglamentos prevén, deducen consecuencias», dejando sentado
que «la ley manda y el reglamento obedece», y describiendo la relación que existe
entre ambos en base a determinar que «la ley contiene lo sustancial y el re-
glamento. lo accidental»- (vid. del mismo también: Elementos de Derecho político
y administrativo de España, Madrid, 1877, pp. 160 y 165). COLMEIRO introduce la
categoría del reglamento de" administración" pública francés y dice que a ella
pertenecen los Decretos, Ordenes, circulares, Reglamentos, ordenanzas o Instruc-
ciones. SANTAMARÍA DE PAREDES: Curso de Derecho Administrativo, 8.a ed., Ma-
drid,- 1914,- pp. 52 y ss., sitúa, sin embargo, junto al reglamento de ejecución
otro cuyo contenido versa «sobre el modo de regular el servicio administrativo»,
lo que recuerda la fórmula francesa (a su vez próxima a la alemana) «organiza-
ción interior de los servicios públicos». POSADA, A.: Tratado de Derecho Adminis-
trativo, 2.a ed., Madrid, 1923, en especial p. 236; parece distinguir entre aquellos
supuestos en que el "reglamento aparece para dar cumplimiento a' una ley de-
terminada de aquellos otros en que se dicta «para la ejecución de las leyes»,
con lo que se mantiene en la misma línea si bien matizándola algo, quizá por
intentar aproximarse a la figura del reglamento de administración pública fran-
cés del que tan influida estaba nuestra doctrina.
(25) Según el artículo 17 de la ley de 30 de enero de 1938 alcanzaban el
rango de leyes las normas concernientes a la estructura orgánica del Estado o
las que constituyesen normas principales del ordenamiento jurídico del país-.,
las demás normas tendrían carácter reglamentario. La escasa precisión de la
distinción permitía la regulación por reglamentos de cualquier materia con sólo
confederarla no «principal», o afectante a aspectos orgánicos menores. Sobre la
titularidad de la potestad reglamentaria en nuestro derecho antes de la aproba-
ción de la Ley Orgánica del Estado, vid., por. ejemplo, MARTÍN MATEO, R.: La
degradación normativa de las disposiciones reglamentarias, en esta REVISTA, nú-
mero 51, pp. 325 y ss.
(26) En este sentido, por ejemplo, HAURIOU, M.: Précis élémentaire de Droit
Administratif (en la cinquiéme edition, mise en jour par André HAURIOUI, 1943..
p. 319. También DOUENCE, op. cít., p. 38.
153
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
154
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
III
155
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
(27) Vid. GARCÍA DE ENTERRÍA: Legislación delegada..., cit., pp. 149 y ss. Tam-
bién de este autor y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R.: Curso de Derecho Administra-
tivo, I, Madrid, 1974, pp. 38 y ss.
156
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO E N EL DERECHO ESPAÑOL
157
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
158
SOORE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
(33) GARCÍA DE ENTERRÍA, E., y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., op. cit.¿ pp. 176 y ss.
159
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
160
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO E N EL DERECHO ESPAÑOL
161
REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA. 7 7 . — 1 1
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
taux. Pues bien, en aquellos casos en que la loi fixe les regles, los re-
glamentos que versen sobre la materia serán siempre ejecutivos, ya
que la ley debe agotar la ordenación o bien habilitar al ejecutivo para
que la complete. En cambio, en aquellos casos en que la función de
la ley es la determinación de les principes fondamentaux, lo que no
tenga carácter de principio fundamental será función exclusiva de la
Administración el regularlo. En este último supuesto, el reglamento
será ejecutivo en tanto que coadyuve a la misión del legislativo de
determinar tales presupuestos básicos, pero en lo no fundamental, la
Administración será libre de dictar las disposiciones que estime opor-
tunas, pues este sector es de su autónoma competencia normativa. Es-
tas últimas son, en definitiva, materias mixtas por pertenecer concu-
rrentemente a la ley y al reglamento (37). El resto de los asuntos
sería competencia exclusiva de la Administración regularlos.
. Aceptadas las premisas de esta tesis, no existiría inconveniente ló-
gico para incorporar las anteriores categorías a nuestro derecho, pues,
ciertamente, también la Ley de Cortes emplea expresiones similares.
Efectivamente, en unos casos no determina cuál ha de ser la exten-
sión de la regulación legal, pero en seis supuestos, su artículo 10 se
refiere o bien a «las grandes operaciones» o bien a «las bases», per-
mitiendo deducir que también en nuestro país, todo lo que no tenga
ese carácter trascendente pertenece en exclusiva a la normación re-
glamentaria. Así pues, la aceptación de la doctrina que comentamos
serla un auténtico revulsivo: la ley perdería todo su prestigio, de-
jándole de pertenecer con la exclusividad tradicional la creación de
reglas de derecho obligatorias para los ciudadanos.
De cualquier forma, esta doctrina resolvería, sin duda, el problema
de la identificación de un reglamento como ejecutivo, de no ser porque
las determinaciones de nuestro derecho positivo hacen que no sea
pura y simplemente de recibo (38). En efecto, los artículos 10 y 12
162
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
163
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
164
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
165
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
166
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
IV
167
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
168
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPANUL
tir que también los ministros pueden normar libremente estas ma-
terias estaríamos llegando a la conclusión absurda de que la atri-
bución originaria al Consejo de la potestad reglamentaria y su su-
perior posición jerárquica no tienen significado alguno.
Sin embargo, la "contradicción es sólo aparente. No creo que sea
lícito resolverla aduciendo que la declaración del articulo 14 de la
Ley de Régimen Jurídico no tiene mayor valor que el de una simple
delimitación' de esferas cómpetenciales, requerida por la departa-
mentalización de la Administración del Estado, ni tampoco afirman-
do, por atrayente y cómodo que pudiera resultar, que, aun en el
ámbito de las normaciones ací iníra, la competencia del Consejo de
Ministros es general y la de cada ministro sólo abarca los asuntos
que están en la esfera de su propio campo de actividad; no quedaría
así resuelta la cuestión: la consecuencia de tal postura sería ampliar
la competencia de cada ministro en detrimento de la del Consejo.
Por mi parte entiendo que de la confrontación del artículo 13 de la
Ley Orgánica con el 14 de la Ley de Régimen Jurídico, sólo puede vá-
lidamente concluirse lo siguiente: que los ministros no tienen atri-
buciones para dictar normas innovando originariamente el ordena-
miento, puesto que aun cuando en las materias propias de sus De-
partamentos tienen conferida potestad reglamentaria, ésta es no sólo
derivada sino también condicionada, requiriéndose para ser válida-
mente empleada que exista un pronunciamiento previo por parte del
Consejo de Ministros que establezca las líneas maestras de la norma-
ción de una determinada materia. Se extrae, sin esfuerzo, esta in-
terpretación del esclarecedor articuló 24 de la ley de Régimen Jurí-
dico («Adoptarán la forma de Decreto las disposiciorfes generales no
comprendidas en los artículos 10 y 12 de la ley de Cortes...»), que de
forma explícita exige que la regulación de una materia se inicie
siempre o por norma con rango de ley (necesariamente en el campo
reservado a ella y por ampliación en cualquier otra esfera) o por
disposición general aprobada por Decreto (en los demás supuestos),
forma típica de. manifestación de la voluntad del Consejo de Mi-
nistros. No requiere el ministro para modelar la organización interna
de su Departamento una habilitación específica de ley en cada caso,
pero sí una decisión precedente del Consejo de Ministros que regule
los aspectos básicos de la materia (44).
169
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
170
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
. 171
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
172
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
173
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
(48) Cfr. una postura distinta en GARCÍA DE ENTERRÍA, E.: Legislación delegada...,
citado, especialmente p. 165. También FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R.: Lo remisión nor-
mativa en dos sentencias recientes, en esta REVISTA, núm. 63.
(49) La aceptación de esta tesis ofrece argumentos más claros para llegar a
la determinación de si un reglamento es o no ejecutivo, sobre todo cuando se
producen regulaciones por normas con rango de ley en el ámbito de las ma-
terias organizativas. Así, por ejemplo, sobre el tema de funcionarios el texto
articulado aprobado por Decreto de 7 de febrero de 1964 no agotó la regulación
de lo que cabría incluir entre lo básico en esta materia. De esta manera, en
determinados supuestos el reglamento ha sido llamado a completar la inacabada
regulación legal, lo que quiere decir que el reglamento ha entrado a normar
una materia reservada a la ley, obteniendo por ello el carácter de ejecutivo
(por ejemplo, régimen disciplinario, retributivo, etc.), cosa que no ocurre cuando
el reglamento se mueve a niveles que no cabe calificar de básicos.
Por otra parte, también es posible determinar de una manera más acorde
con la realidad de las cosas el efecto que se produce cuando, en materia de
organización, una ley no se limita a producir la regulación que le está enco-
mendada por nuestras leyes fundamentales (art. 41, L. O. E.), sino que entra
abiertamente en el campo que originariamente pertenece al reglamento (su-
puesto que en materia de organización es total y absolutamente habitual) re-
mitiéndose incluso a una norma administrativa posterior que complete sus pre-
ceptos. Creo que el simple hecho de esta remisión no convierte al ulterior
reglamento en ejecutivo de la ley, puesto que el único efecto resultante de la
formal ampliación del ámbito de ésta es una restricción de idéntica extensión
en la potestad reglamentaria que se verá limitada y condicionada para regular
un campo en el que originariamente podía intervenir sin mayores trabas. Cierta-
mente, el supuesto ideal de concurrencia de normas de rangos diversos en ma-
teria de organización sería aquel en el que la ley se limitase, por ejemplo, a
crear un Ministerio y el reglamento determinara más minuciosamente su orga-
nización con lo que quedarían netamente diferenciados los campos propios de
ambas normas. Pero en los supuestos en que la ley entra a regular la materia
174
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
175
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
176
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
177
REVISTA BE ADMINISTRACIÓN PUBLICA. 7 7 . — 1 2
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
178
SOBRE EL CONCEPTO DE REGLAMENTO EJECUTIVO EN EL DERECHO ESPAÑOL
179
SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
(56) Quedan a salvo, por supuesto, aquellos casos en que la ley expresamente
determine el cauce que habrán de seguir para ser válidamente adoptados deter-
minados reglamentos, y los trámites ordenados de una manera general para
toda una materia por la ley básica reguladora de la misma (por ejemplo, informe
de la Comisión Superior de Personal preceptuado por el artículo 18 de la Ley
de Funcionarios para las disposiciones relativas al régimen de la función pública).
(57) El propio Consejo de Estado en la moción referida de 22 de mayo
de 1969, expresaba, al argumentar sobre la imposibilidad de que los reglamentos
ejecutivos se puedan aprobar provisionalmente sin su dictamen, que el «artícu-
lo 17.6 de la Ley del Consejo fue tan sólo, en este punto, un reflejo de u n
régimen jurídico de la Administración en 1944 y desaparecido en la actualidad,
tras las leyes mencionadas» (Ley de Régimen Jurídico de la Administración del
Estado y Ley de Procedimiento Administrativo).
180
JURISPRUDENCIA
LA BUENA ADMINISTRACIÓN COMO PRINCIPIO Y
COMO DERECHO FUNDAMENTAL EN EUROPA*
a
rajaime@gmail.com
Fecha de recepción: 5 de Enero 2014
Fecha de revisión: 1 de Marzo 2014
Fecha de aceptación: 12 de Marzo 2014
RESUMEN
El derecho fundamental a la buena administración, tal y
como está redactado en el artículo 41 de la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea de diciembre de 2000, trae
consigo un replanteamiento del derecho administrativo en su
conjunto. Ahora, desde la centralidad del ciudadano y desde su
participación activa en la conformación de los intereses generales,
el derecho administrativo y sus principales categorías deben ser
nuevamente formulados puesto que ahora la relevancia de los
derechos fundamentales de la persona sugiere nuevas formas de
comprender el sistema del derecho administrativo.
23
La buena Administración como principio y como derecho fundamental en Europa
24 Jaime Rodríguez-Arana
El principio, y obligación, de la buena Un conocido autor y destacado asesor de
Administración pública, vincula la forma en que diferentes programas de reformas de gobiernos y
se deben dirigir las instituciones públicas en una administraciones de todo el mundo como Crozier
democracia avanzada. Dirigir en el marco de la señaló recientemente que, a su juicio, la mayor
buena Administración pública supone asumir parte de los procesos de reformas administrativas
con radicalidad que la Administración pública fallidos lo habían sido por el sistemático olvido
existe y se justifica, en la medida en que sirve de la opinión de los ciudadanos en relación con
objetivamente al interés general. el enfoque y orientación de las más diversas
políticas públicas.
Las instituciones públicas en la democracia no
son de propiedad de sus dirigentes, son del pueblo El comentario, desde luego, no tiene
que es el titular de la soberanía. El responsable desperdicio. Es decir, debe tenerse muy presente
tiene que saber, y practicar, que ha de rendir en materia de buena Administración pública
cuentas continuamente a la ciudadanía y que la porque forma parte de su esencia. ¿De qué
búsqueda de la calidad en el servicio objetivo al serviría una Administración pública técnicamente,
interés general debe presidir toda su actuación. perfectamente articulada, con procedimientos
adecuadamente elaborados y con unos magníficos
Hoy es frecuente que las nuevas Constituciones procesos de políticas públicas, si no estuviera
en los diferentes países del globo incorporen conectada a la realidad, no potenciara la
como nuevo derecho fundamental el derecho a la participación cívica, se olvidara de las condiciones
buena Administración pública. Por una poderosa sociales o usara a la ciudadanía como justificación
razón: porque la razón de ser del Estado y de la para su crecimiento incontrolado?.
Administración es la persona, la protección y
promoción de la dignidad humana y de todos sus La buena Administración pública, más en
derechos fundamentales. tiempos de crisis, ha de estar comprometida
radicalmente con la mejora de las condiciones
En el presente, momento de profunda crisis de vida de las personas, ha de estar orientada a
en tantos sentidos, la indignación reinante facilitar la libertad solidaria de los ciudadanos.
también se canaliza hacia la exigencia de una Para ello es menester que su trabajo se centre
buena Administración pública que trabaje sobre sobre los problemas reales de la gente y procure
la realidad, desde la racionalidad y, centrada en buscar las soluciones escuchando a los sectores
el ser humano, actúe con mentalidad abierta, implicados.
buscando el entendimiento y haciendo gala de
una profunda sensibilidad social. La buena Administración pública tiene
mucho que ver con la adecuada preparación
En fin, a lo largo de estas páginas, se analizarán de las personas que dirigen en los organismos
las implicaciones de la buena Administración públicos. Deben tener mentalidad abierta,
pública en relación con algunos de los aspectos metodología del entendimiento y sensibilidad
más destacados de la acción pública, tales como social. Deben trabajar sobre la realidad, utilizar
la centralidad del ser humano, la apertura a la razón y contemplar los problemas colectivos
la realidad, la metodología del entendimiento, desde perspectivas de equilibrio para ser capaces
la participación cívica, la modernización de entender dichos problemas y contemplar
permanente, la vinculación ética o la sensibilidad la pluralidad de enfoques y dimensiones que
social. encierran, situando en el centro al ser humano y
sus derechos inviolables.
Igualmente, estudiaremos con la brevedad del
caso, las características más sobresalientes del La dimensión ética incorpora un componente
derecho fundamental de la persona a la buena esencial a la buena Administración: el servicio
Administración, partiendo esencialmente del objetivo al interés que ha de caracterizar, siempre
Ordenamiento europeo en materia de derechos y en todo caso, la acción administrativa y la
fundamentales que es, en este momento, la impronta directiva de los responsables.
principal Carta de los derechos humanos.
En este tiempo de crisis, la perspectiva finalista
del poder ha hecho acto de presencia con inusitada
26 Jaime Rodríguez-Arana
aparato administrativo en una colosal maquinaria esta consideración abierta, plural, dinámica y
de laminación del adversario y de control social, complementaria de los intereses generales, del
reclamaron la vuelta a la buena Administración bienestar integral de los ciudadanos.
pública.
En efecto, el pensamiento compatible hace
Efectivamente, el aparato administrativo se posible que al tiempo que se hace una política de
desvía cíclicamente de sus fines y es necesario impulso de la sociedad civil, no haya compuertas
poner en marcha una nueva reforma. Por eso, que limiten una acción de la Administración
desde el principio de la Administración pública, pública que asegure la libertad de disfrutar,
su reforma ha sido, es, y seguirá siendo, una por ejemplo, de una justa y digna jubilación de
cuestión esencial, un asunto que acompaña nuestros mayores, que limiten la libertad de
inexorablemente su existencia. disponer de un sistema de salud para todos, que
recorten la libertad de que todos tengan acceso
La razón principal se puede encontrar en la a la educación en todos sus niveles, o acceso a un
necesidad de embridar la tendencia endogámica puesto de trabajo, o sencillamente a disfrutar de
de la propia Administración pública, y sobre la paz.
todo, de las personas que en ella laboran. En
este sentido, la reforma de la Administración Por eso, la Administración pública debe ser
pública en la democracia constituye un trabajo un entorno de entendimiento y un marco de
permanente porque es permanente su adecuación humanización de la realidad que fomente la
a las necesidades colectivas de los ciudadanos y dignidad de la persona y el ejercicio de todos
muy especialmente a la generación de las mejores los derechos fundamentales de la persona,
condiciones vitales que permitan el ejercicio de la removiendo los obstáculos que impidan su
libertad solidaria de las personas. efectivo cumplimiento.
Desde esta perspectiva, las reformas Una Administración pública que se ajuste
administrativas deben levantarse en función adecuadamente a las demandas democráticas ha
de las necesidades públicas de las personas y de responder a una rica gama de criterios que
no en función de los intereses burocráticos o podríamos calificar de internos, por cuanto miran
tecnocráticos de las Administraciones públicas. a su propia articulación interior, a los procesos
¿Por qué?. Porque, como bien sabemos, de tramitación, a su transparencia, a la claridad y
corresponde a los poderes públicos promover simplificación de sus estructuras, a la objetividad
las condiciones para que la libertad y la igualdad de su actuación, etc. Pero por encima de todos
del individuo y de los grupos en que se integra los de esta índole o, más bien, dotándolos de
sean reales y efectivas y remover los obstáculos
sentido, debe prevalecer la finalidad de servicio al
que impiden o dificulten su plenitud y facilitar la
ciudadano a que vengo haciendo alusión.
participación de todos los ciudadanos en la vida
política, económica, cultural y social.
En este sentido, no podemos dejar de subrayar
La ingente tarea que supone construir una insistentemente la centralidad de la persona para
buena Administración pública es un aspecto de la buena Administración pública. Efectivamente, el
la vida pública que requiere profundizar en una ser humano, con el cúmulo de circunstancias que
idea sustancia: asegurar las libertades reales de la lo acompañan en su entorno social, es el auténtico
gente. Desde esta perspectiva, la Administración sujeto de los derechos y libertades. A ese hombre,
pública aparece como uno de los elementos clave a esa mujer, con su determinada edad, su grado
para asegurar que las aspiraciones colectivas de de cultura y de formación, mayor o menor, con su
los ciudadanos puedan hacerse realidad. procedencia concreta y sus intereses particulares,
propios, legítimos, es a quien la Administración
Por lo tanto, la Administración pública pública sirve para que se pueda desarrollar en
nunca podrá ser un aparato que se cierre a la libertad solidaria.
creatividad, o la impida con cualquier tipo de
En este sentido, el personal al servicio de la
Administración pública, para poder desempeñar
su tarea con talante de servicio y eficacia
La buena Administración pública se realiza desde necesita, además de los medios y condiciones
28 Jaime Rodríguez-Arana
2.3 METODOLOGÍA DEL del trabajo público la preocupación de los
ENTENDIMIENTO ciudadanos, de la gente: sus aspiraciones, sus
La buena Administración pública aspira a expectativas, sus problemas, sus dificultades,
colocar en el centro del sistema a la persona y sus ilusiones. Pero no de cualquier manera,
sus derechos fundamentales. Desde este punto contando con las personas, con las destinatarias
de vista, es más sencillo y fácil llegar a acuerdos del quehacer público que realizan las
unos con otros porque de lo que se trata es de una Administraciones públicas.
acción pública de compromiso real con la mejora
de las condiciones vitales de los ciudadanos. En efecto, la buena Administración supone
la necesidad de contar con la presencia y
En efecto. Cuando las personas son la referencia participación real de la ciudadanía, de toda la
del sistema político, económico y social, aparece un ciudadanía, evitando que las fórmulas cerradas
nuevo marco en el que la mentalidad dialogante, que proceden de las ideologías de este nombre
la atención al contexto, el pensamiento reflexivo, expulsen de su consideración a determinados
la búsqueda continua de puntos de confluencia, la sectores sociales.
capacidad de conciliar y de sintetizar, sustituyen a
las bipolarizaciones dogmáticas y simplificadoras, En este sentido, la buena Administración no
y dan cuerpo a un estilo que, como se aprecia puede atender tan sólo los intereses de un sector,
fácilmente, busca, por encima de todo, mejorar las de un grupo, de un segmento social, económico
condiciones de vida de la gente. o institucional, ya que una condición de estos
nuevos espacios es el equilibrio, entendiendo
El método del entendimiento supone que la por tal, la moderación y atención a los intereses
confrontación no es lo sustantivo del procedimiento de todos. Preocuparse sólo por el interés de
democrático. Ese lugar le corresponde al diálogo. algunos, aunque se trate de grupos mayoritarios,
La confrontación es un momento del diálogo, significa prescindir de otros, y consecuentemente
como el consenso, la transacción, el acuerdo, la practicar un exclusivismo que es ajeno a la buena
negociación, el pacto o la refutación. Todos son Administración pública.
pasajes, circunstancias, de un fluido que tiene como
meta de su discurso el bien social, que es el bien de Por eso, la determinación de los objetivos de
la gente, de las personas, de los individuos de carne las políticas públicas no puede hacerse realmente
y hueso. Si la administración del sector público, si no es desde la participación ciudadana. La
la buena Administración, discurre por estos participación ciudadana se configura como
derroteros las posibilidades de entendimiento de un objetivo público de primer orden ya que
unos con otros son grandes. constituye la esencia de la democracia y, por
ello, ocupa un lugar sobresaliente entre los
La buena Administración pública se hace parámetros centrales de la buena Administración
entender, necesita afirmar, explicar, aclarar, pública.
razonar. Por una razón elemental: porque el
dueño y señor de la Administración pública es el Una actuación pública que no persiga, que
pueblo, y a él los dirigentes deben rendir cuentas no procure un grado más alto de participación
permanentemente de las decisiones que adoptan. ciudadana, no contribuye al enriquecimiento de
la vida democrática y se hace, por lo tanto, en
En el Estado de Derecho es fundamental que detrimento de los mismos ciudadanos a los que
los administradores de la cosa pública se habitúen se pretende servir. Pero la participación no se
a la rendición de cuentas sobre sus decisiones formula solamente como objetivo político, sino
y, sobre todo, a que el poder se ejerza desde la que las nuevas políticas públicas reclaman la
explicación, desde la razón, desde la luz, desde la práctica de la participación como método.
transparencia, desde la motivación inherente a la
posición que se tiene desde arriba. Tratar de la participación como método
es tratar de la apertura del gobierno y la
administración pública que la quiere practicar
2.4 PROMOCIÓN DE LA PARTICIPACIÓN hacia la sociedad. Una organización cerrada no
La buena Administración pública significa, puede pretender captar, representar o servir los
entre otras consideraciones, poner como centro intereses propios de la ciudadanía.
30 Jaime Rodríguez-Arana
preocupaciones y la proyección de sus ilusiones y En efecto, la relación entre Ética y
objetivos. Administración pública en sentido amplio
constituye un problema intelectual de primer
El punto de partida es la correcta disposición orden, de gran calado. Desde los inicios mismos
de apertura. Sin ella el diálogo será aparente, sólo del pensamiento filosófico y a lo largo de toda
oiremos lo que queremos oír e interpretaremos de la historia en Occidente ha sido abordado por
modo sesgado lo que se nos dice. La pretensión de tratadistas de gran talla, desde las perspectivas
centrarse en los intereses de la gente será ilusoria. más diversas y con conclusiones bien dispares.
Y por mucho que se haya pretendido traducir
Ese diálogo debe caracterizarse además por su algunas de ellas en formulaciones políticas
flexibilidad. Es decir, no se trata de un intercambio concretas, la experiencia histórica ha demostrado
rígido y formalista; no es una encuesta, está sobradamente que ninguna puede tomarse como
abierto, y han de ponerse en juego los factores una solución definitiva de tan difícil cuestión.
personales y ambientales necesarios para hacerlo
más confiado y fructífero. En ese mismo sentido El centro de la Administración pública, repito,
ha de tenerse en cuenta el talante personal del es la persona, el ciudadano. La persona, el ser
interlocutor y contar también con el propio, para humano, no puede ser entendido como un sujeto
que la condición de los interlocutores no sea un pasivo, inerme, puro receptor, destinatario inerte
elemento de distorsión en la comunicación. de las decisiones públicas
El diálogo debe conducirse sin limitación en Definir a la persona como centro de la acción
los temas salvo que atente a la dignidad de la pública significa no sólo, ni principalmente,
persona. También interesa conocer, cuando sea calificarla como centro de atención, sino, sobre
el caso el descontento que producimos, a quien y todo, considerarla el protagonista por excelencia
por qué. Y en medio de la multitud de propuestas de la Administración pública. Aquí se encuentra
de solución que se darán, habrá que resaltar que una de las expresiones más acabadas de lo que
interesa considerarlas todas, pero de modo muy entiendo por buena Administración pública en el
especial las que tengan como rasgo el equilibrio marco democrático.
propio del centro, es decir, las que toman en
consideración a todos los sectores afectados por Afirmar que la libertad de los ciudadanos es
el problema que se trate o la meta que se persiga, el objetivo primero de la acción pública significa,
y no sólo al propio. pues, en primer lugar, perfeccionar, mejorar, los
mecanismos constitucionales, políticos y jurídicos
que definen el Estado de derecho como marco de
2.5 VINCULACIÓN ÉTICA libertades. Significa también crear las condiciones
En las formulaciones recientes sobre la buena para que cada hombre y cada mujer encuentre a
Administración pública suele estar siempre su alrededor el campo efectivo, la cancha, en la
presente la dimensión ética, seguramente que jugar, libremente su papel activo, en el que
porque se ha caído en la cuenta de que la buena desarrollar su opción personal, en la que realizar
Administración pública debe estar orientada creativamente su aportación al desarrollo de la
al bienestar integral de los ciudadanos y debe sociedad en la que está integrado.
facilitar, por tanto, a quienes son sus destinatarios
su mejoramiento personal. Establecidas esas condiciones, el ejercicio real
de la libertad depende inmediata y únicamente
La importancia de la Ética en relación con la de los propios ciudadanos, de cada ciudadano.
muy noble actividad pública continua siendo en La buena Administración pública ha de mirar
el presente uno de los aspectos más complejos de precisamente a la generación de este ambiente en
afrontar probablemente porque todavía el poder el que cada ciudadano pueda ejercer su libertad
y el dinero son grandes ídolos a los que se adora de forma solidaria. Para ello, los administradores
con intensa devoción. El poder por el poder, sea de la cosa pública han de tener siempre bien
financiero o político, explica sobradamente el presente que la acción pública ha de atender de
sentido de la crisis en la que nos encontramos. manera preferente al bienestar integral de todos
los ciudadanos.
El solar sobre el que es posible construir una que defendemos. Es necesaria la prueba última
buena Administración pública es, insistimos una de la contrastación empírica, la comprobación de
vez más, el de la realidad del ser humano, una que lo resuelto, lo ejecutado, produce los efectos
realidad no acabada, ni plenamente conocida, por deseados, o al menos efectos aceptables en la
cuanto es personalmente biográfica, y socialmente mejora de la situación que se deseaba resolver.
histórica, pero incoada y atisbada como una
realidad entretejida de libertad y solidaridad, La buena Administración pública opera en
y destinada por tanto, desde esa plataforma un marco de moderación y de conocimiento
sustantiva, a protagonizar su existencia. de la realidad, tratando de mejorarla, lo que es
compatible evidentemente con la rectificación
La buena Administración pública no puede sobre la marcha de los errores que se puedan
reducirse, pues, a la simple articulación de cometer. Pretender que la Administración
procedimientos, con ser éste uno de sus aspectos pública esté libre de tachas o errores es algo
más fundamentales. La buena Administración metafísicamente imposible que cuándo se cree
pública debe partir de la afirmación radical de la firmemente se producen grandes desastres.
preeminencia de la persona, y de sus derechos,
a la que los poderes públicos, despejada toda Podríamos decir que la apertura a la realidad,
tentación de despotismo o de autoritarismo, la aproximación abierta y franca a las condiciones
deben subordinarse. objetivas de cada situación, y la apertura a
la experiencia son componentes esenciales,
La afirmación de la prioridad del ser actitudes básicas del talante ético desde el que
humano, de la sustancialidad de la persona es debe construirse la buena Administración pública.
el elemento clave de la configuración ética de la En ellas se funda la disposición permanente de
buena Administración pública. Pero hablar de corregir y rectificar lo que la experiencia nos
configuración ética no puede entenderse como muestre como desviaciones de los objetivos
la articulación de una propuesta ética concreta, propuestos o, más en el fondo, de las finalidades
definida, que venga a constituir una especie que hemos asignado a la acción pública.
de credo o de código de principios dogmáticos
desde los que se pretenda hacer una construcción Pensar la complejidad de la realidad y acercarse
política. a ella desde el supuesto de la propia limitación, al
tiempo que acaba con todo dogmatismo, rompe
La buena Administración pública, por lo tanto, también cualquier tipo de prepotencia en el
no puede fundarse, como algunos pretenden que análisis o en el dictamen de soluciones, a la que el
se haga, en la propuesta de soluciones definitivas, político pueda verse tentado.
perfectamente perfiladas en los gabinetes de los
ideólogos que pretenden tener la clave para la El buen administrador público ha de tener
interpretación de todo acontecimiento humano. claro que no es infalible, que sus opiniones, sus
La acción pública se ve orientada por grandes valoraciones están siempre mediatizadas por
principios generales que en absoluto resuelven, la información de que parte, que es siempre
que no dan la fórmula para la solución de limitada, necesariamente incompleta.
problema concreto alguno.
La Administración pública radicalizada sólo se
Los grandes principios generales orientan en puede ejercer desde convicciones que se alejan
la búsqueda de soluciones, pueden ser elementos del ejercicio crítico de la racionalidad, es decir,
de contraste para un juicio sobre la validez de desde el dogmatismo que fácilmente deviene en
las soluciones propuestas, pero por sí mismos fanatismo, del tipo que sea.
no resuelven nada, porque las soluciones a los
problemas concretos van a depender del juicio Sin embargo, toda acción pública es relativa.
prudencial de quienes han de decidir. El único absoluto asumible es el hombre, cada
hombre, cada mujer concretos, y su dignidad.
En efecto. La validez de la solución aportada Ahora bien, en qué cosas concretas se traduzcan
vendrá contrastada por la experiencia. No basta aquí y ahora tal condición, las exigencias que
comprobar que las soluciones aplicadas están en se deriven de ellas, las concreciones que deban
consonancia teórica con los grandes principios establecerse, dependen en gran medida de ese
32 Jaime Rodríguez-Arana
“aquí y ahora”, que es por su naturaleza misma, es un factor que actúa realmente, que gravita
variable. sobre las situaciones reales, y debe ser tenido en
cuenta en su valoración.
La moderación, lejos de toda exaltación y
prepotencia, implica una actitud de prudente Por ello, una buena Administración pública
distanciamiento, la asunción de la complejidad de debe tener muy en cuenta la opinión pública.
lo real y de nuestra limitación. La complejidad de Sería suicida, pero sobre todo sería inadecuado
lo real no es una derivación del progreso humano, e injusto, actuar de espaldas a ella. Pero la acción
de los avances científicos y de la tecnología, por pública no puede plantearse como un seguidismo
mucha complejidad que hayan añadido a nuestra esclavizado de esa opinión. Negar una crisis que
existencia. está instalada ya en la sociedad es, en este sentido,
un grave error que tarde o temprano el pueblo
Con la actitud de equilibrio quiero referirme cobra.
a la atención que el administrador público
debe dirigir no a un sector, a un segmento de la La atención a la opinión pública no significa
población, a un grupo, por muy mayoritario que sólo atención a la opinión mayoritaria, ni mucho
fuese, de ciudadanos, sino que el político debe menos. El buen administrador público debe
tener presente la realidad social en todas sus tener particular sensibilidad para atender a las
dimensiones. demandas de grupos y sectores minoritarios
que manifiestan un especial compromiso ético-
Se trata de administrar para todos, contando político en la solución de graves problemas que
con los intereses y las necesidades de todos, y aquejan a nuestra sociedad y, trascendiéndola, al
también y sobre todo con las de los que no las mundo entero, y que representan, en cierto modo,
expresan, por cuanto entre ellos se encuentran aquello que se denominaba conciencia crítica de
posiblemente los que tienen más escasez de la sociedad.
medios o menos sensibilidad para sentir como
propios los asuntos que son de todos. Equilibrio, La conciencia ecológica, el antimilitarismo,
pues, como garantía, también, del buen gobierno y el reparto de la riqueza, el compromiso con los
la buena administración. desposeídos, la crítica de una sociedad consumista
y competitiva, la reivindicación de la dignidad
El equilibrio es una exigencia y una de la condición femenina, la denuncia de una
condición de la buena Administración pública. sociedad hedonista y permisiva, etc., son tantas
El administrador público no está comprometido manifestaciones de una particular sensibilidad
con un segmento, ni con una mayoría por amplia ética.
que fuese, sino que lo está con todos, aunque
la base social que constituye su soporte serán A veces, es cierto, estas tomas de postura
necesariamente los sectores más dinámicos, se hacen con manifestaciones desmesuradas y
activos y creativos del cuerpo social. reduccionistas o totalizantes, pero que nunca
el administrador público debe dejar de tener
Al tratar acerca de las condiciones objetivas de presentes, con el equilibrio y mesura que
las diversas situaciones a las que el administrador deben caracterizarle. Una respuesta cumplida
público se enfrenta, podría interpretarse que a las demandas y expectativas de la sociedad de
deben atender sólo a lo que podríamos llamar nuestro tiempo, requiere estar abierto también a
condiciones reales, prescindiendo de las las nuevas sensibilidades y hacer una ponderada
referencias a la subjetividad, a las inclinaciones, a valoración de sus diversas manifestaciones,
la conciencia de las gentes, al sentir social. sabiendo distinguir los compromisos auténticos
de los oportunismos y de las estrategias de lucha
Nada más lejos de lo que debe ser. El sentir partidista.
social, la conciencia social, debe ser un elemento
de primer orden en la consideración del Las sociedades democráticas son fundamen-
administrador público, si realmente se admite talmente, esencialmente, sociedades plurales,
que la ciudadanía es el elemento fundamental en hasta el punto de que un pluralismo disminui-
la articulación de la vida política. El sentir social do o menoscabado puede ser interpretado co-
forma parte de las condiciones objetivas, porque mo un síntoma de déficit democrático. La buena
34 Jaime Rodríguez-Arana
Las personas no son mercancías; las personas que menos condiciones tienen de salir adelante. Y
tienen un potencial de libertad e inteligencia esta nueva sociedad que está emergiendo poco a
muy importante y los buenos administradores poco, ofrece muchas potencialidades para mejorar
públicos tienen que ser capaces de hacer aflorar la vida de los ciudadanos desde las vertientes
esas potencias, esa capacidad de aportación de pública y privada. Se habla de la nueva economía,
ideas, esa capacidad de intercambio de ideas, esa de los nuevos canales comerciales, de la nueva
capacidad de generar confianza para transformar democracia, más directa y más participativa, se
la realidad. habla también de nuevas formas de concebir y
ejecutar las políticas públicas.
En la sociedad del conocimiento, donde
Internet, la red, tiene tanta importancia, tenemos Desde la buena Administración pública hay
que ser conscientes de que la clave está en que pensar que los poderes públicos tienen el
concebir los conocimientos como capacidad para gran desafío de mejorar las condiciones para el
mejorar la vida de los hombres, no en acumular libre desarrollo solidario de los ciudadanos.
todo un conjunto de información que viene por la
red y que no se sabe para qué sirve. La importancia que las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación tienen en la
Sin embargo, comprobamos que para mucha mejora de las relaciones entre Administración
gente ocurre eso que anunciaba Jeremy Rifkin, 24 pública y ciudadanos es evidente.
horas, 7 días a la semana. Estamos intentando que
los trabajadores vivan en mejores condiciones, Solo hay que pensar en las posibilidades
en unas nuevas condiciones más humanas de que las TIC ofrecen al ciudadano para acceder
trabajo, y estamos obligando, muchas veces, a que a la información pública, en las posibilidades
los empleados estén conectados al ordenador 24 que tiene la organización de informar con más
horas los 7 días de la semana, sábados y domingos transparencia a la población, en la posibilidad
incluidos. O que a través de los móviles, resulta de hacer participar al ciudadano en la toma de
que se puede tener a los trabajadores en un decisiones o en la definición de sus necesidades
permanente sentido de dependencia que dañe colectivas. La simplificación que puede
incluso la vida de familia. representar para la organización pública la
puesta en común de recursos, evitando trámites
La sociedad del conocimiento nos facilita saber e informaciones innecesarias y duplicaciones de
más para pensar mejor. Las organizaciones son, tareas se impone por sí misma.
como señala Llano, comunidades de aprendizaje,
de investigación. En efecto, si en una organización Las ventajas de las nuevas tecnologías son
hay un deseo de mejora, si continuamente se evidentes, sobre todo en orden a recuperar, en
analizan los resultados: ¿por qué las cosas salen la práctica, esa idea central del pensamiento
bien?, ¿por qué salen mal?, y ¿qué cambios se democrático de que las instituciones son de la
deben procurar desde el trabajo en equipo, desde propiedad ciudadana.
la escucha de los colaboradores?, entonces es más
fácil saber lo que se debe hacer en cada momento. Las distintas Administraciones públicas,
a lo largo y ancho del planeta, han avanzado
Las transformaciones tecnológicas están sustancialmente en esta materia. Ahí están las
determinando un nuevo tipo de sociedad, ventanillas únicas que permiten la interconexión
que abandona a marchas forzadas su carácter de registros, la ventanilla única empresarial
postindustrial para configurarse, como se ha que agiliza la creación de empresas, el portal
dicho, como una sociedad del conocimiento y de las Administraciones públicas, la Intranet
de la información. Ahora bien, esta sociedad del administrativa, la regulación de la ley de firma
conocimiento y de la información tiene que ser electrónica, el documento nacional de identidad
también una sociedad humana, profundamente electrónico, la gestión telemática de determinados
humana, en la cual resplandezcan los derechos trámites administrativos, como las cotizaciones
fundamentales y la dignidad de las personas. a la Seguridad Social o la declaración y pago de
impuestos…
Pensamos en una sociedad donde
resplandezcan los derechos fundamentales de los
Sin embargo, hay que reconocer que aún formas de entender el trabajo que se realiza en
queda camino que recorrer en la implantación las dependencias públicas que, de la mano de
de una autentica Administración electrónica que Alejandro Llano, me parecen muy relevantes para
garantice mayores cotas de eficacia, de eficiencia y comprender el sentido de la tarea administrativa.
de calidad de los servicios, así como más cercanía
a los ciudadanos. Primera, trabajar es aprender. Dirigir
es enseñar. Trabajar es aprender porque el
Para que la Administración pública on-line aprendizaje es permanente y no se puede
tenga sentido, el desarrollo en el interior de la deslindar el trabajo del aprendizaje. En el puesto
organización pública debe ir en paralelo al propio de trabajo aprendemos en convivencia con los
desarrollo tecnológico de la sociedad. Por ello, demás colaboradores, colegas, por lo que el que
no solo hay que hacer esfuerzos por implantar dirige no se puede guardar para sí lo que ha
la e-Administración, sino que también hay que aprendido de otros, sino que generosamente
priorizar la extensión del uso de las nuevas tiene que transmitirlo a los demás en un camino
tecnologías en la sociedad, minimizando la brecha en el que se hace escuela y se descubren buenos
social que se puede producir según se use o no la directivos para lo público y para lo privado.
información.
En segundo lugar,
Hemos de admitir que en muchos países .
del globo el acceso a Internet es escaso entre la Permanentemente hemos de buscar las causas
población a pesar de los esfuerzos económicos de lo que sale bien, de lo que sale mal y tomar
que se están realizando por implantar el uso decisiones. Y a la hora de los diagnósticos, de
del ordenador a las escuelas, o por hacer más los análisis, tenemos que contar con toda la
económico el acceso a Internet. Esta realidad, organización, con todas las personas que trabajan,
y la adopción de determinadas medidas, como que están involucradas en los objetivos y en los
mejorar la seguridad electrónica, garantizar resultados.
la confidencialidad, son claves para que cobre
sentido la Administración en línea. En tercer lugar,
Una nueva cultura, tecnológica y que tiene mucho que ver con la orfebrería, tarea
profundamente humanista a la vez, es la que que está vinculada a la elaboración esmerada del
impregna la buena Administración pública. Este trabajo, a la minuciosidad y laboriosidad propia
ambiente debe presidir la propia organización, los del trabajo de los artesanos dedicados al montaje
métodos de trabajo, las gestiones administrativas, y tratamientos de las joyas y las piedras preciosas.
los procedimientos, la prestación de servicios Lo importante es el trabajo, lo bien que se haga el
públicos. Para que esta nueva cultura tecnológica y trabajo, produzca o no el resultado buscado. Si el
humana, radicalmente tecnológica y radicalmente fin opaca al medio, mal asunto, mal asunto.
humana, penetre verdaderamente, es muy
importante trabajar en el mundo de la educación En cuarto lugar,
y de la formación.
. La persona en el
Por eso, en una institución como el centro, en el centro de trabajo, tiene que ser la
Instituto Nacional de Administración Pública característica que distinga el trabajo de las nuevas
es esencial insistir y subrayar la formación de organizaciones de la sociedad del conocimiento.
los funcionarios en el manejo de los nuevos Si la persona es una mercancía de usar y tirar, mal,
instrumentos informáticos de gestión, sin perder muy mal.
de vista algo fundamental: que las TIC no son un
fin en sí mismas, son un medio para conseguir una En quinto lugar,
Administración pública más humana que facilite
el libre ejercicio de los derechos fundamentales , y si es una organización pública su
de las personas. talante y su estilo estarán al servicio objetivo y
permanente de los intereses generales. Intereses
La buena Administración pública en la generales entendidos como la garantía de los
sociedad del conocimiento trae consigo seis derechos de las personas.
36 Jaime Rodríguez-Arana
Y en sexto lugar, la sociedad libere energías que permitan su
desarrollo y la conquista de nuevos espacios de
. ¿Por qué? Porque el aprendizaje no libertad y de participación ciudadana.
termina nunca, la formación no termina nunca
y gestionar es aprender, y gestionar, como decía Las prestaciones públicas constituyen
antes, es investigar. La buena Administración el entramado básico del llamado Estado del
pública, en fin, no puede olvidar estos criterios bienestar, modelo que poco a poco va camino
tan importantes para realizar, en la sociedad de su desaparición salvo que proyectemos el
del conocimiento, de la mejor forma posible, el quehacer público desde la perspectiva dinámica
servicio objetivo al interés general. del Estado del bienestar.
38 Jaime Rodríguez-Arana
de los ciudadanos, de las personas de carne y Por lo que respecta a la jurisprudencia, debe
hueso que día a día, con su esfuerzo por encarnar tenerse en cuenta que normalmente los conceptos
los valores cívicos y las cualidades democráticas, de elaboración jurisprudencial son conceptos
dan buena cuenta del temple democrático en la construidos desde la realidad, algo que es en
cotidianeidad. símismo relevante y que permite construir un
nuevo derecho fundamental con la garantía del
Por ello, si las instituciones públicas son de apoyo de la ciencia que estudia la solución justa a
la soberanía popular, de donde proceden todos las controversias jurídicas.
los poderes del Estado, es claro que han de estar
ordenadas al servicio objetivo del interés general. El artículo 41 de la Carta constituye un
precipitado de diferentes derechos ciudadanos
Desde el punto de vista normativo, es que a lo largo del tiempo y a lo largo de los
menester reconocer que la existencia positiva diferentes ordenamientos han caracterizado la
de este derecho fundamental a la buena posición central que hoy tiene la ciudadanía en
administración parte de la Recomendación núm. todo lo que se refiere al Derecho Administrativo.
R (80) 2, adoptada por el Comité de Ministros
del Consejo de Europa el 11 de marzo de 1980, Pues bien, dicho precepto dispone:
relativa al ejercicio de poderes discrecionales
por las Autoridades administrativas así como de 1. Toda persona tiene derecho a que las
la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las instituciones y órganos de la Unión traten
Comunidades Europeas y del Tribunal de Primera sus asuntos imparcial y equitativamente y
Instancia. dentro de un plazo razonable.
40 Jaime Rodríguez-Arana
referencia específica y concreta de lo hechos El apartado cuarto del artículo 41 de la
y los fundamentos de derecho que para el Carta de los Derechos Fundamentales de la
órgano administrativo que dicta la resolución Unión Europea dispone que toda persona podrá
han sido relevantes, que permita reconocer al dirigirse a las instituciones de la Unión en una de
administrado la razón fáctica y jurídica de la las lenguas de los Tratados y deberá recibir una
decisión administrativa, posibilitando el control contestación en esa lengua.
judicial por los tribunales de lo contencioso
administrativo”. Además, tal obligación de la Por su parte, la jurisprudencia ha ido, a
Administración “se engarza en el derecho de los golpe de sentencia, delineando y configurando
ciudadanos a una buena administración, que es con mayor nitidez el contenido de este derecho
consustancial a las tradiciones constitucionales fundamental a la buena administración
comunes de los Estados miembros de la Unión atendiendo a interpretaciones más favorables
Europea" que ha logrado refrendo normativo para el ciudadano europeo a partir de la idea de
como derecho fundamental en el artículo 41 de la una excelente gestión y administración pública
Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión en beneficio del conjunto de la población de la
Europea, proclamada por el Consejo de Niza Unión Europea.
de 8/10 de diciembre de 2000, al enunciar que
este derecho incluye en particular la obligación Debe tenerse presente, también, que el
que incumbe a la Administración de motivar sus artículo 41 del denominado Código Europeo de
decisiones”. Buena Conducta Administrativa de 1995 es el
antecedente del ya comentado artículo 41 de la
En el apartado tercero del precepto se carta de los Derechos Fundamentales. Es más, se
reconoce el derecho a la reparación de los trata de una fiel reproducción.
daños ocasionados por la actuación u omisión
de las instituciones comunitarias de acuerdo El artículo 41 de la Carta Europea de los
con los principios comunes generales a Derechos Fundamentales de diciembre de 2007
los derechos de los Estados miembros. La es, ciertamente, la referencia normativa más
obligación de indemnizar en los supuestos de importante que existe en el seno de la UE en la
responsabilidad contractual y extracontractual materia. Hasta el punto que el Código de Buena
de la Administración está, pues, recogida en la Conducta Administrativa de la UE, dirigido a las
Carta. Lógicamente, el correlato es el derecho a la instituciones y a los órganos de la Unión Europea,
consiguiente reparación cuando las instituciones aprobado por resolución del Parlamento Europeo
comunitarias incurran en responsabilidad. La de 6 de septiembre de 2001, es un instrumento
peculiaridad del reconocimiento de este derecho, de concreción precisamente del derecho
también fundamental, derivado del fundamental fundamental a la buena administración.
a la buena administración, reside en que, por lo
que se vislumbra, el régimen de funcionalidad de En la introducción que hace el Defensor del
este derecho se establecerá desde los principios Pueblo Europeo al Código el 5 de enero de 2005,
generales de la responsabilidad administrativa en en el epígrafe dedicado a la naturaleza jurídica,
derecho comunitario. se recuerda literalmente el contenido del citado
artículo 41 de la Carta y se recuerda que el
La cuestión del derecho a la indemnización Defensor del Pueblo Europeo investiga posibles
cuando el Estado, como consecuencia del casos de mala administración en las actividades
funcionamiento de sus servicios, haya provocado de las instituciones y órganos de la Unión.
daños a los ciudadanos es un tema polémico. En
realidad, una Administración que debe indemnizar La referencia a las instituciones y órganos
con cantidades millonarias es una mala de la Unión debe entenderse en sentido amplio
Administración por causar con frecuencia daños puesto que las decisiones y las declaraciones
a los ciudadanos, por mucho que esté reconocido de voluntad de las instituciones y los órganos
el derecho a la justa indemnización. Es mejor se realizan, bien unilateralmente, bien colectiva
Administración aquella que indemniza menos o multilateralmente, de forma y manera que
porque ocasiona menos daños a los ciudadanos la buena o la mala administración se refiere
como consecuencia del funcionamiento de los obviamente a los titulares o al titular de la
servicios públicos en general. potestad en cada caso.
La propia Carta dispone en su artículo 43 que Esta apreciación del Defensor del Pueblo
todo ciudadano de la UE o toda persona física o Europeo acerca de la naturaleza jurídica del
jurídica que resida o tenga su domicilio fiscal en contenido del Código me parece fundamental.
un Estado miembro, tiene derecho a someter al Por una razón sencilla: si las reglas y principios
Defensor del Pueblo de la Unión los casos de mala del Código, de eminente carácter ético, no son de
administración en la acción de las instituciones u general observancia para todas las instituciones
órganos comunitarios, con exclusión del Tribunal y órganos de la UE, entonces nos encontraríamos
de Justicia y del Tribunal de Primera Instancia en con unas consecuencias contradictorias en sí
el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales. mismas.
42 Jaime Rodríguez-Arana
establecido en el artículo 41 de la Carta Europea Unión. El Código utiliza el término funcionario
de los Derechos Fundamentales. para designar a los funcionarios de la UE en
sentido estricto y a los agentes de la UE a los
Por lo que se refiere al aludido Código Europeo que es de aplicación. Funcionarios y agentes
de Buena Conducta, aprobado por el Parlamento podríamos denominar al personal al servicio de la
Europeo en septiembre de 2001, poco tiempo Administración pública de la UE.
después de la Carta Europea de los Derechos
Fundamentales (diciembre de 2000 y, después, Sin embargo, como precisa el precepto, el
diciembre de 2007), es necesario señalar que es Código también se extiende, es lógico, a otras
un instrumento magnífico para que el Defensor personas que trabajen para la Administración
del Pueblo compruebe la existencia de casos de comunitaria como son los contratados en régimen
mala administración cuando así se le solicite, de Derecho privado, expertos de Administraciones
cumpliendo cabalmente de esta manera la nacionales en comisión de servicios así como
función de control externo de la actuación de becarios.
las instituciones y órganos de la UE que tiene
encomendada. En efecto, esta función la realiza Es decir, las obligaciones y deberes que se
el Defensor del pueblo de acuerdo con el artículo derivan del derecho fundamental a la buena
195 del Tratado de la Constitución Europea y con administración se refieren a todas las personas
el Estatuto del propio Defensor. que de forma directa o indirecta laboran para la
Administración comunitaria, incluso a becarios
La virtualidad del Código es que permite y expertos nacionales en comisión de servicios.
a los ciudadanos de la UE conocer en la Tal extensión de las obligaciones es coherente
realidad práctica en qué consiste este derecho con el alcance y significado de estas obligaciones
fundamental, qué significa en concreto y en qué y deberes, que gravan la conducta de aquellas
casos se lesiona por parte de las Autoridades de personas que reciben su retribución de los fondos
la Unión. públicos comunitarios, con independencia de su
categoría profesional.
Aunque el Defensor del Pueblo asegura, enero
de 2005, que muchos países se han inspirado en El Código precisa, en el artículo 2, qué
el Código para redactar los Códigos nacionales entiende por público, por ciudadano, por el
y que se ha hecho una extensa e intensa labor sujeto con el que se relaciona la Administración
de difusión, lo cierto y verdad es que la simple pública comunitaria. Entiende por público a toda
opinión que existe en la ciudadanía acerca de persona física o jurídica, independientemente de
la UE y de sus instituciones, es suficientemente que residan o tengan su domicilio en un Estado
elocuente del conocimiento real que tienen los miembro. Es decir, el autor del Código manifiesta
pueblos europeos de este derecho fundamental y un entendimiento muy amplio, como debe ser,
de sus consecuencias. del significado y alcance del término público.
También en el artículo 2 precisa dos cuestiones
El Código señala en su artículo 1 que las terminológicas. Nos dice que por institución
instituciones y órganos de la UE, obviamente hay que entender institución y también órgano,
representados o encarnados en personas y por funcionario, funcionario y agente de las
individuales o colectivas, deben respetar los Comunidades Europeas.
principios establecidos en el Código en sus
relaciones con el público. Más que respetar, lo que Por lo que se refiere al ámbito material de
deben es cumplir diligentemente las obligaciones aplicación, el Código contiene los principios
y deberes que marca el Código, y que son generales de buena administración aplicables a
corolarios necesarios del derecho fundamental todas las relaciones entre las instituciones y el
a la buena administración que asiste a todo público en el artículo 3.
ciudadano de la UE.
Capítulo aparte merecen los principios que
El Código es de aplicación, artículo 2, a todos rigen las relaciones entre los funcionarios y la
los funcionarios y agentes de la UE de acuerdo institución, que se encuentran en el Estatuto de
con el Estatuto de la función pública europea y la función pública comunitaria. No se entiende
el régimen jurídico aplicable a los agentes de la bien la mención que el artículo realiza a que
tales principios generales se pueden dispensar de trato, esta deberá ser justificada, motivada
si existen disposiciones específicas en la materia. convenientemente en función, dice el Código, de
Pueden ser desarrollados, eso sí, pero inaplicables las características pertinentes objetivas del caso.
por existir normas específicas, parece un tanto Es decir, la motivación debe estar fundada sobre
contradictorio. la realidad, sobre las características pertinentes
del caso y, lo que es más importante, debe hacerse
¿Es que estos principios pueden ponerse objetivamente.
entre paréntesis o declararse inaplicables para
casos específicos? ¿Los principios de ausencia de El contenido del principio de ausencia
discriminación, proporcionalidad, ausencia de de discriminación, en particular, implica que
abuso de poder, imparcialidad, independencia, el funcionario evitará toda discriminación
objetividad, confianza legítima, coherencia, injustificada entre miembros del público por
asistencia, justicia, imparcialidad, racionalidad, razones de nacionalidad, sexo, raza, color, origen
cortesía, respuesta, acuse de recibo, identificación étnico o social, características genéticas, lengua,
del funcionario competente, audiencia, religión o creencias, opiniones políticas o de
motivación, celeridad, acceso a la información…? cualquier tipo, pertenencia a una minoría nacional,
propiedad, nacimiento, discapacidad, edad u
También el Código, como no podía ser de otra orientación sexual. Estas listas tan largas deberían
manera, prescribe el principio de juridicidad evitarse pues en el futuro no sería extraño que
al disponer en su artículo 4 que el funcionario surja una nueva causa de discriminación por lo
actuará de conformidad con la legislación y que es mejor usar fórmulas más amplias que den
aplicará las normas y procedimientos establecidos cabida a cualquier forma de discriminación por la
en la legislación comunitaria. causa que fuere.
En concreto, el funcionario velará por que Un principio general, también del Derecho, es
las disposiciones que afecten a los derechos o el de proporcionalidad. El Código en su artículo 6
intereses de los ciudadanos estén basados en la lo define así: al adoptar decisiones el funcionario
ley y que su contenido cumpla la legislación. Se garantizará que las medidas sean proporcionales
trata, pues, de la enunciación del principio de al fin perseguido, evitando toda forma de
legalidad en su versión más formal. Salvo que restricción de los derechos de los ciudadanos
interpretemos el término legislación en un sentido así como la imposición de cargas cuando éstas y
amplio, que no es fácil, tal y como está redactado, aquellas no sean razonables con respeto al objeto
podríamos colegir que hay una referencia al perseguido.
derecho. El principio de juridicidad se refiere a la
ley y al derecho. Además, al adoptar decisiones, el funcionario
respetará el justo equilibrio entre los intereses
En el artículo 5 empiezan las referencias individuales y el interés público general. Es decir,
a los principios generales de buena conducta las decisiones deben estar en consonancia con
administrativa, que constituyen un corolario el fin establecido en las normas que le sirven de
necesario, no se puede perder de vista, del cobertura y con el interés general concreto.
derecho fundamental a la buena administración
del que disponen los ciudadanos de la UE. El interés general al que deben estar
supeditadas todas las decisiones de los
El primero de estos principios generales es el funcionarios tiene dos dimensiones. Por un
de igualdad o, en términos negativos, ausencia lado, los principios y criterios del Estado social
de discriminación. El principio se plantea en el y democrático de Derecho que han de estar
marco de la tramitación de las solicitudes del proyectados en las normas que sirven de cobertura
público y en el ámbito de la toma de decisiones. a dichas medidas. Y, por otro, la realidad concreta
En ambos casos, el funcionario debe garantizar en que se encarna el interés general porque el
el principio de igualdad de trato, que implica que interés general solo tiene sentido para el Estado
los ciudadanos que se encuentren en la misma de Derecho si se nos presenta de forma concreta y
situación procedimental serán tratados de igual con la motivación y justificación que sea menester
manera, de manera similar dice el Código. En según el grado de discrecionalidad ínsito en la
el caso de que se produzca alguna diferencia potestad desde la que se dicta la decisión.
44 Jaime Rodríguez-Arana
acción arbitraria que afecte adversamente a
Igualmente, la referencia que hace al justo los ciudadanos, así como de cualquier trato
equilibrio entre el interés particular y el interés preferente por cualesquiera motivos. En mi
general debe entenderse como operación opinión, una interpretación literal, pegada a la
de contraste jurídico realizada sobre el caso letra de este parágrafo del precepto, nos llevaría a
concreto, sobre la realidad. En otras palabras, es una conclusión absurda: que una acción arbitraria
muy adecuada esta expresión de justo equilibrio que no afecte negativamente a los ciudadanos de
que utiliza el autor del Código en esta materia la Unión podría ser posible.
porque, en mi opinión, constituye un fiel reflejo
de una de las características que mejor define el Una acción arbitraria es una acción irracional
sentido de las ciencias sociales en este tiempo: el y, como ya sabemos, el quehacer administrativo
pensamiento compatible o complementario. de la unión Europea, por mor del artículo 41 de la
Carta, debe estar motivado. Y una acción motivada
El poder en el Estado de Derecho sólo tiene excluye radicalmente la arbitrariedad que es,
sentido si se ejerce al servicio objetivo del interés insisto, contraria a la misma Carta y, por tanto,
general. Por eso, el artículo 7 se refiere al principio como más adelante comentaremos, al artículo
de ausencia de abuso de poder. Precisamente 18 del Código. La imparcialidad exige que no se
porque el poder público es una institución que se tome partido a favor de ninguna persona, física
justifica en la medida en que se dirige a posibilitar o jurídica, porque todas son iguales ante la ley y
el libre y solidario desarrollo de las personas. hacia todas se debe ofrecer el mismo y correcto
trato.
La persona es el centro y la raíz del Estado y A la independencia de los funcionarios se
los poderes públicos que las normas atribuyen refiere el artículo 8 en su último parágrafo en
a los titulares, individuales o colectivos; se estos términos: “la conducta del funcionario
justifican en la medida en que su ejercicio vaya nunca estará guida por intereses personales,
dirigido a la mejora de las condiciones de vida familiares o nacionales, ni por presiones políticas.
de los ciudadanos, no de las condiciones de vida El funcionario no participará en una decisión
de los gobernantes. Por eso el artículo 7 dispone en la que él mismo, o un familiar cercano, tenga
con toda claridad que los poderes se ejercerán intereses económicos”.
únicamente de acuerdo con la finalidad para la
que han sido otorgados por las disposiciones El funcionario sólo debe guiarse por razones
pertinentes, evitando el uso de dichas potestades de interés general. Además, cuando advierta que
para objetivos sin fundamento legal o que no una determinada decisión a la que está llamado
estén motivados por un interés público. a participar colisiona con asuntos personales o
familiares, deberá abstenerse.
Es decir, el poder debe ejercerse en función
del fin previsto en la norma, que no puede Corolario necesario del derecho a una
ser otro que de interés general, obviamente, y buena Administración pública es el principio
también por razones de interés público explícitas, de objetividad. La subjetividad suele estar en la
que obviamente habrán de argumentarse base de la mala administración, de las decisiones
convenientemente. Insisto, en los casos en que el arbitrarias, que son todas aquellas en las que
poder se funde sobre razones de interés general, existe una ausencia de racionalidad. El principio
éste ha de estar perfectamente delimitado de objetividad en el Código está redactado, artículo
en la realidad y argumentado en lo concreto 9, en términos de principio de relevancia, que es
suficientemente. una consecuencia concreta de la objetividad: “al
adoptar sus decisiones, el funcionario tendrá en
La imparcialidad y la independencia son cuenta los factores relevantes y otorgará a cada
también dos principios básicos que deben uno de los mismos su propia importancia en la
distinguir la actuación de los funcionarios decisión, excluyendo de su consideración todo
comunitarios y, por ende, a las mismas elemento irrelevante”.
instituciones europeas.
Si entendemos que la objetividad supone
En virtud de la imparcialidad, dice el artículo racionalidad porque lo objetivo es lo que se
8 que el funcionario se abstendrá de toda puede argumentar desde la lógica, lo que se
puede fundar desde las más elementales reglas El principio de confianza legítima está
de la razón, el principio de relevancia reclama contemplado también en este precepto,
al funcionario que identifique el o los asuntos concretamente en el párrafo segundo: el
relevantes en cada decisión, resolviendo desde funcionario respetará las legítimas y razonables
esos parámetros y excluyendo las cuestiones expectativas de sus actuaciones ante los
accesorias o tangenciales. ciudadanos. El límite de este principio se
encuentra en la legitimidad y la racionalidad
Este principio tiene mucha importancia porque de las expectativas generadas. Si éstas fueran
hasta ahora en muchos casos los funcionarios ilegales o arbitrarias, nos encontraríamos con
resolvían o dictaban medidas o decisiones una grave lesión de este principio, que el Código
administrativas por razones subjetivas, o por denomina “legítimas expectativas, consistencia y
sinrazones, basándose en argumentos peregrinos asesoramiento”.
o accesorios.
En los dos primeros párrafos de este precepto,
Los precedentes administrativos siempre han el Código se refiere a la confianza legítima y en el
sido muy importantes en la praxis administrativa, tercero al principio de asesoramiento, que es un
así como el principio de confianza legítima, principio que se deriva de la centralidad del ser
corolario necesario del principio de buena fe humano y, por ende, del derecho fundamental
proyectado sobre el derecho administrativo. a la buena administración: si fuera necesario, el
Es lógico que haya una cierta continuidad en funcionario asesorará a los ciudadanos acerca
las políticas públicas y que los criterios de de cómo debe presentarse un asunto de su
regularidad y, valga la reiteración, de continuidad competencia, así como sobre el modo en que se
sigan fundando el régimen de los servicios debe actuar mientras se trate ese asunto.
públicos así como de los llamados servicios de
interés general. Consecuencia de la equidad que el artículo
41 de la Carta exige a los funcionarios y a
Las decisiones administrativas gozan de la las instituciones en el principio de justicia,
presunción de legitimidad, que exige, cuando se establecido en el artículo 11: “el funcionario
dictan al amparo de potestades discrecionales, actuará de manera imparcial, justa y razonable”.
una debida justificación. En otras palabras, que Imparcialidad, justicia y racionalidad, tres
la expresiones de voluntad de la Administración, principios que conforman el alma de la
también de la comunitaria, generan razonables Administración, están indeleblemente unidos
expectativas que, salvo por acreditadas razones entre sí.
de interés general, habrán de ser cumplidas por
los funcionarios. La buena Administración pública exige un
trato cortés, educado, de los funcionarios a los
El artículo 10 del Código se ocupa de este ciudadanos, y viceversa también, evidentemente.
tema al señalar que el funcionario será coherente El artículo 12 trata este principio denominado de
en su propia práctica administrativa, así como cortesía, principio que es tratado en un sentido
en la actuación administrativa de la institución, muy amplio, pues bajo la rúbrica general de
lo que implica que el funcionario debe respetar cortesía, se hace referencia a la diligencia, a la
el precedente administrativo existente en la corrección y a la accesibilidad a los ciudadanos.
institución, salvo que existan razones fundadas, Quizá fuera más adecuado referirse al principio
en cuyo caso deberá, dice el artículo glosado, de servicio al ciudadano, que es más general.
expresar ese fundamento por escrito. La referencia a la diligencia alude a trabajo bien
hecho, a trabajo realizado con profesionalidad,
Coherencia, precedente administrativo, lo que nos llevaría también a enunciar, cosa que
racionalidad, son términos relacionados con el el Código no hace, a este principio, que es desde
quehacer de las Administraciones públicas, que luego un principio de ética muy importante,
en sus actuaciones no disponen, ni mucho menos, tanto que es capital y central para comprender el
de la autonomía de las personas físicas, pues están sentido y alcance del sentido ético del quehacer
vinculadas a las normas y a los procedimientos. administrativo de los funcionarios de la UE.
46 Jaime Rodríguez-Arana
En este punto, el autor del Código ubica sentido, de facilitar a los ciudadanos los trámites
el deber de respuesta, que es una obligación, ante la UE, el artículo 14 del Código dispone que
legal por supuesto, pero que tiene un fuerte de toda reclamación o petición de los ciudadanos
contenido ético. Así, podemos leer en el párrafo ante las instituciones de la UE se entregará a
primero de este artículo que al responder a la dichos ciudadanos un acuse de recibo en un plazo
correspondencia, llamadas telefónicas y correo máximo de dos semanas, salvo que en este plazo
electrónico, el funcionario tratará en la mayor se pueda enviar una contestación pertinente o
medida posible de ser servicial y responderá a las salvo en los casos en los que las reclamaciones
preguntas que se le plantean de la manera más o peticiones resulten impertinentes, bien por su
completa y exacta posible. número excesivo o por ser repetitivas o absurdas.
En efecto, el principio de servicio imprime una El acuse de recibo, señala el párrafo segundo de
forma de trabajar de los funcionarios a disposición este precepto, especificará el nombre y número de
de los ciudadanos, por lo que su entero quehacer teléfono del funcionario competente para tramitar
administrativo debe estar presidido por este el asunto así como del servicio al que dicho
principio, de manera que en sus relaciones con funcionario pertenece. Tal disposición permite que
los ciudadanos, también, como es lógico, con sus el derecho que asiste a todo ciudadano a conocer
subordinados, siempre debe conducirse con este el estado de los procedimientos administrativos
sentido de servicio permanente. en que sea interesado sea efectivo, pues de esta
manera los ciudadanos pueden relacionarse con
Una consecuencia del principio de servicio el funcionario responsable y preguntar sobre el
es que al ciudadano deben ahorrársele todos los curso de sus reclamaciones o pedidos.
trámites innecesarios. El párrafo segundo del
artículo 12 dispone que si el funcionario advierte El principio de servicio al ciudadano y de
que un asunto sometido a su consideración no es facilitación de los trámites se concreta en el
de su competencia, deberá orientar al ciudadano artículo 15 del Código, en el que se establece
en cuestión al funcionario realmente competente. que si un escrito o reclamación es dirigida a
Sin embargo, sería más sencillo para el una institución que no sea competente para su
ciudadano que fuera el propio funcionario el que tramitación, dicha unidad deberá ponerla en
internamente remitiera el asunto al competente conocimiento del órgano competente advirtiendo
haciéndoselo saber así al ciudadano solicitante. de tal circunstancia al ciudadano solicitante,
Esta solución me parece más coherente con el indicándole además la identidad y el teléfono
principio de servicio porque indicar al ciudadano del funcionario competente al que se ha hecho
a quién debe dirigirse supone tantas veces llegar el expediente. Una vez que el funcionario
continuar un peregrinaje administrativo, a veces competente empiece la instrucción del expediente,
sin fin. deberá, en caso de existir errores u omisiones en la
solicitud, comunicarlo al interesado facilitándole
¿Y si el funcionario comete un error que afecta que pueda subsanar dichos errores u omisiones.
negativamente los derechos o intereses legítimos
de un ciudadano? El párrafo tercero del artículo El derecho de audiencia y de hacer
12 viene a dar por bueno ese inteligente dicho que observaciones durante el procedimiento se
reza así: rectificar es de sabios. En estos casos, encuentra reconocido en el artículo 16 del
el artículo señala que el funcionario presentará Código. El funcionario deberá garantizar este
sus excusas, tratará de corregir los efectos derecho, facilitando, además, que se respeten los
negativos resultantes de su error de la forma más derechos de defensa del interesado porque en el
rápida posible e informará al interesado de las procedimiento administrativo, como señalamos
posibilidades de recurso de conformidad con el con anterioridad, rige el derecho a la tutela
artículo 19 del código. administrativa efectiva.
48 Jaime Rodríguez-Arana
información sea confidencial, el funcionario, Una cuestión central en la materia es la
párrafo tercero, deberá indicar al peticionario los referente a la autoridad que ha de investigar
motivos por los que no puede comunicar dicha las denuncias de mala administración de las
información. Cuándo se soliciten informaciones instituciones europeas. Pues bien, de acuerdo
de las que no sea competente, el funcionario con el artículo 195 del Tratado de Roma y del
que reciba tales peticiones deberá indicar al Estatuto del Defensor del Pueblo, resulta que esta
solicitante de las mismas el nombre y teléfono tarea es de competencia del propio Defensor del
del funcionario competente y, si fuera el caso, los Pueblo. Una definición de mala administración
datos de la institución competente o responsable nos la ofrece el informe del Defensor del año
para tratar dicha información (párrafo cuarto). 1997: “se produce mala administración cuando un
organismo no obra de acuerdo con las normas o
Finalmente, el funcionario, dependiendo del principios a los que debe estar sujeto”.
tema de la solicitud, dirigirá a la persona solicitante
de la información al servicio de información al Definición que es demasiado general e
público de la institución competente (párrafo imprecisa, por lo que habrá de ceñirse a los
quinto). El principio de servicio y de facilitación parámetros jurídicos señalados en el artículo 41
aconsejaría en este supuesto que sea el propio de la Carta, de manera que habrá de observarse,
funcionario el que internamente haga llegar la además de la lesión de las normas del servicio de
solicitud de información a donde corresponda, los principios generales que presiden la actividad
comunicando dicha circunstancia al solicitante. de las instituciones públicas, si efectivamente
se contraviene la equidad, la imparcialidad, la
En el mismo sentido, el artículo 23 se refiere racionalidad en los plazos, la contradicción, la
al acceso de los ciudadanos a los documentos y motivación, la reparación o el uso de las lenguas
archivos administrativos, señalando que, en estos oficiales.
casos, dichas solicitudes se tratarán de acuerdo
con el derecho comunitario. En fin, el reconocimiento a nivel europeo del
derecho fundamental a la buena Administración
El derecho de acceso a la información sólo pública constituye, además, un permanente
será efectivo si los archivos en los que obran las recordatorio a las Administraciones públicas de
informaciones están ordenados y bien tratados. que su actuación ha de realizarse con arreglo a
Por eso el artículo 24 manda a los departamentos unos determinados cánones o estándares que
de las instituciones a mantener los adecuados tienen como elemento medular la posición central
archivos de correspondencia de entrada y salida del ciudadano. Posición central del ciudadano que
de los documentos que reciban y de las medidas ayudará a ir eliminando de la praxis administrativa
que se adopten. toda esa panoplia de vicios y disfunciones que
conforman la llamada mala administración.
Finalmente, cada institución procurará
informar a los ciudadanos de sus derechos y,
cuando sea posible, lo hará electrónicamente, 5. PRINCIPIOS DE LA BUENA
publicándolo en su página web. Además, la ADMINISTRACIÓN Y DERECHOS
propia Comisión europea, en nombre de todas las CONCRETOS QUE COMPONEN EL
instituciones de la UE, publicará y distribuirá el DERECHO FUNDAMENTAL
Código entre los ciudadanos en forma de folleto
(artículo 25). La centralidad del ciudadano para la
Administración pública y su posición estelar en
El Defensor del Pueblo Europeo es la el nuevo Derecho Administrativo, han permitido
institución competente para conocer de las que, en la Unión Europea, la Carta Europea de
reclamaciones frente a lesiones o incumplimientos los Derechos Fundamentales haya reconocido el
establecidos en este Código, dice el artículo 26, derecho fundamental de los ciudadanos europeos
por lo que adquiere una gran relevancia en orden a a la buena Administración pública.
la garantía del derecho a la buena administración
y a la preservación de los principios éticos de la Este derecho, como hemos señalado, se
función pública en Europa. concreta en una determinada manera de
administrar lo público caracterizada por la
50 Jaime Rodríguez-Arana
de los establecidos en las disposiciones sus agentes asumirán las consecuencias
generales o en contra del interés general. de sus actuaciones de acuerdo con el
. ordenamiento jurídico. Igualmente, la
11. Principio de imparcialidad e independencia: Administración pública rendirá cuentas de
el personal al servicio de la administración sus actuaciones y publicará las evaluaciones
pública deberá abstenerse de toda actuación de sus unidades.
arbitraria o que ocasione trato preferente
por cualquier motivo y actuar en función 18.Principio de facilitación: los ciudadanos
del servicio objetivo al interés general, encontrarán siempre en la Administración
prohibiéndose la participación de dicho las mayores facilidades para la
personal en cualquier asunto en el que él tramitación de los asuntos que les afecten,
mismo, o personas o familiares próximos,
tengan cualquier tipo de intereses o pueda al funcionario responsable, a obtener copia
sellada de las solicitudes, a conocer el estado
de tramitación, a enviar, si fuera el caso,
12. Principio de relevancia, en cuya virtud el procedimiento al órgano competente,
las actuaciones administrativas habrán a ser oído y a formular alegaciones o a la
de adoptarse en función de los aspectos referencia a los recursos susceptibles de
más relevantes, sin que sea posible, como interposición.
fundamento de la decisión que proceda,
valorar únicamente aspectos de escasa 19.Principio de celeridad, en cuya virtud las
consideración. actuaciones administrativas se realizarán
optimizando el uso del tiempo, resolviendo
13. Principio de coherencia: las actuaciones los procedimientos en plazo razonable
administrativas serán congruentes con la que, en todo caso, no podrá superar los dos
práctica y los antecedentes administrativos meses a contar desde la presentación de
salvo que, por las razones que se expliciten la solicitud en cualquier registro público.
por escrito, sea pertinente en algún caso En especial, las autoridades impulsarán
apartarse de ellos.
incentivarán el uso de las tecnologías de
14.Principio de buena fe, en cuya virtud las la información y las comunicaciones a
autoridades y los particulares presumirán los efectos de que los procedimientos se
el comportamiento legal de unos y otros en tramiten con diligencia y sin dilaciones
el ejercicio de sus competencias, derechos y
deberes
20.Principio de transparencia y acceso a
la información de interés general: el
virtud la actuación administrativa será funcionamiento, actuación y estructura
respetuosa con las expectativas que de la Administración ha de ser accesible
razonablemente haya generado la propia a todos los ciudadanos, que pueden
administración en el pasado. conocer la información generada por
las administraciones públicas y las
16.Principio de asesoramiento: el personal instituciones que realicen funciones de
al servicio de la Administración pública interés general.
deberá asesorar a los ciudadanos sobre la
forma de presentación de las solicitudes y
su tramitación. 21.Principio de protección de la intimidad:
de forma que el personal al servicio de la
17.Principio de responsabilidad, por el que la Administración pública que maneje datos
Administración responderá de las lesiones personales respetará la vida privada y la
en los bienes o derechos de los ciudadanos integridad de las personas, prohibiéndose
ocasionados como consecuencia del el tratamiento de los datos personales con
funcionamiento de los servicios públicos
o de interés general. Las autoridades y personas no autorizadas.
52 Jaime Rodríguez-Arana
9. Derecho de participación en las actuaciones publicar periódicamente, por supuesto en
administrativas en que tengan interés, lugares visibles a los usuarios, las tablas
especialmente a través de audiencias y de derechos de los usuarios así como las
de informaciones públicas. En todos los obligaciones del prestador, expresados en la
procedimientos administrativos en los forma más concreta y detallada posible.
que se van a adoptar medidas que afectan
a ciudadanos, éstos podrán personarse, a 15. Derecho a formular alegaciones en
través de audiencias o de informaciones cualquier momento del procedimiento
públicas, según cual sea la naturaleza de la administrativo. Con independencia de las
decisión. audiencias e informaciones públicas que
estén previstas en los procedimientos
10.Derecho a una indemnización justa en los administrativos, la persona interesada
casos de lesiones de bienes o derechos podrá formular las alegaciones que estime
como consecuencia del funcionamiento de pertinentes, siempre convenientemente
los servicios de responsabilidad pública. argumentadas, en cualquier momento del
La garantía patrimonial, consecuencia procedimiento, incluso antes de su inicio.
del Estado de Derecho, asegura que toda
persona a la que la Administración, como 16. Derecho a presentar quejas, reclamaciones
consecuencia del funcionamiento de los y recursos ante la administración. La
servicios de su responsabilidad, haya naturaleza contradictoria del procedimiento
lesionado sus derechos o bienes, disponga administrativo garantiza que, una vez
de una justa indemnización. dictada la correspondiente resolución, está
sea objeto de queja, reclamación o recurso
11. Derecho a servicios públicos y de interés ante las autoridades administrativas o ante
general de calidad. Los servicios de las judiciales.
responsabilidad pública deben ofrecer
a los usuarios determinados patrones o 17.Derecho a interponer recursos ante la
estándares concretos de calidad, que se autoridad judicial sin necesidad de agotar
medirán periódicamente y se pondrán en la vía administrativa previa, de acuerdo
conocimiento de los usuarios, para que con lo establecido en las leyes. Más en
estos estén lo mejor informados posible. concreto, el ciudadano interesado, si así lo
12. Derecho a elegir los servicios de interés el poder judicial sin esperar a agotar la vía
general de su preferencia. Cuando sea administrativa.
posible, sobre todo en el marco de los
servicios económicos, los usuarios podrán 18.Derecho a conocer las evaluaciones de los
elegir los servicios de su preferencia en el entes públicos y a proponer medidas para
contexto del principio de mejores servicios su mejora permanente. Las evaluaciones
a mejores precios. periódicas del desempeño de los entes
públicos deben ser puestas a disposición
13. Derecho a opinar sobre el funcionamiento de los ciudadanos, de manera que sean
de los servicios de responsabilidad conocidas por todos, especialmente por
administrativa. Los ciudadanos, los usuarios quienes tiene más relación con dicha
de los servicios, una vez que conozcan el entidad y, así, puedan los ciudadanos
grado de calidad de la prestación de los proponer medidas o iniciativas dirigidas a
mismos, podrán expresar en la forma en que
estimen conveniente sus puntos de vista y públicas.
opiniones de cara a una mejor prestación de
los mismos. 19.Derecho de acceso a los expedientes
administrativos que les afecten en el marco
14. Derecho a conocer las obligaciones del respeto al derecho a la intimidad y a las
y compromisos de los servicios de declaraciones motivadas de reserva que en
responsabilidad administrativa. Los todo caso habrán de concretar el interés
servicios de responsabilidad pública deben general al caso concreto. Los ciudadanos
54 Jaime Rodríguez-Arana
sufrir en sus bienes o derechos a causa del que es concreto y argumentado y que, en última
funcionamiento de los servicios públicos, instancia, se dirige a la mejora de las condiciones
podrán en cualquier momento demandar de vida de las personas.
las responsabilidades en que puedan haber
incurrido determinados servidores públicos En segundo término, una buena
en el ejercicio de sus funciones. Administración pública se refleja en la conducta
ética de sus miembros. Si los servidores públicos
31.Derecho a recibir atención especial y no se distinguen por un trabajo bien hecho,
preferente si se trata de personas en realizado de cara a la comunidad, recto, buscando
situación de discapacidad, niños, niñas, la justicia y la equidad, entonces no existirá una
adolescentes, mujeres gestantes o adultos buena Administración pública.
mayores, y en general de personas en estado
En tercer lugar, una buena Administración
Las personas con especiales necesidades es aquella en la que participan los ciudadanos
serán tratadas por los servidores públicos y desde la que se promueve el ejercicio de la
de forma preferente facilitándoles todo lo libertad solidaria de las personas.
BIBLIOGRAFÍA
. Anuario de
Derechos Humanos. Madrid: Universidad . Madrid.
Complutense. • TOMÁS MALLÉN, B. (2004).
• GONZÁLEZ NAVARRO, F. (1994). .
. Navarra: Eunsa. Madrid: INAP.
• HABERMAS, J. (2000). • VILLORIA, M. (2007). .
. Barcelona: Paidós Ibérica. Madrid: Síntesis.
• HABERMAS, J. (2000). • VON IHERING, R. (2008).
. Madrid: Trotta. . Granada: Comares.
• HUME, D. (1992). • WEBER, M. (2001).
. Madrid: Tecnos. . Madrid: Alianza
• LLANO, A. (1999). . Editorial.
Barcelona: Ariel,
• MIR PUIG-PELAT, O. (2002).
. Madrid: Civitas.
56 Jaime Rodríguez-Arana
El acto administrativo como categoría jurídica
José Luis Meilán Gil
Catedrático de Derecho Administrativo
Universidad de A Coruña
SUMARIO
I. INTRODUCCIÓN
II. ORIGEN DEL ACTO ADMINISTRATIVO: EL PRIMER CONVENCIONALISMO DE LA
TEORÍA
III. EL ACTO ADMINISTRATIVO EN FRANCIA COMO RESULTADO DE LA NO FISCA-
LIZACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN POR LOS TRIBUNALES ORDINARIOS
IV. EL ACTO ADMINISTRATIVO CONSTRUIDO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE LA
SENTENCIA
V. LA INFLUENCIA DEL DERECHO CIVIL
VI. LA DISPERSIÓN DOCTRINAL
VII. ENSAYO DE RECONDUCCIÓN DE LOS ELEMENTOS ESENCIALES DE LA CATE-
GORÍA JURÍDICA
1. La potestad administrativa. 2. Incidencia directa en situaciones jurídicas. 3. Acto adminis-
trativo y jurisdicción contencioso-administrativa. 4. Acto administrativo, actuación adminis-
trativa y derechos fundamentales. 5. Algunas consecuencias prácticas. 6. El acto administra-
tivo como concreción de la norma.
VIII. CONCLUSIÓN
I. INTRODUCCIÓN
El acto administrativo es una categoría jurídica fundamental, incluso central, en la for-
mación y desarrollo hasta nuestros días del Derecho administrativo no anglosajón1. Sucede
que, no obstante esta importancia, teórica y práctica, tanto en la vertiente no contenciosa
como contenciosa, las concepciones del acto administrativo son variadas2. El arco va desde
una concepción del acto como denominador común de la actividad del Estado -actos legisla-
tivos, actos reglamentarios, actos contractuales, acto unilateral, acto-condición, actos juris-
diccionales3- a otras menos amplias que engloban en una misma categoría los reglamentos, o
actos reglamentarios o actos administrativos normativos y los actos administrativos no nor-
mativos, con respaldo en el Derecho positivo4 o se admite junto a esa concepción otra más
estricta que se correspondería a la de los actos administrativos no normativos5.
En el centro de esta diversidad se encuentra la consideración de las fuentes del Derecho
y en ese sentido si el acto administrativo es o no fuente de Derecho. El carácter polisémico de
esta expresión, que no deja de tener algo de metafórica, añade complejidad a la cuestión y
amplía las divergencias. Puede entenderse, y así se ha entendido, como el origen de donde
procede el Derecho o como su manifestación6. El planteamiento era más fácil desde la ver-
tiente civilista en la que se construyó inicialmente la teoría. Para lo que aquí importa, la cues-
tión tal como la entiendo, estriba en discernir si el acto administrativo crea Derecho o sim-
plemente lo aplica, creando, extinguiendo o modificando derechos, entre otras funciones
posibles, por expresarlo de una manera gráfica. Esta segunda opción es mi punto de partida.
Al aplicar el Derecho, entendido como el conjunto del ordenamiento jurídico en el que
se incluyen principios generales y costumbre, el acto administrativo generador de derechos7
1 Así lo declaró enfáticamente Otto Mayer en su Deutches Verwaltungsrecht, 1ª ed. de 1885 “El
Rechstaat se perfecciona en virtud del acto administrativo” y el Derecho administrativo moderno
“está dominado por él”. Derecho administrativo alemán, T.I. Buenos Aires, 1982, p. 125. En
Francia. Cfr. M. Hauriou, Précis de Droit administratif et de Droit public géneral, 5ª ed., 1903,
Prefacio: “El Derecho administrativo francés ha hundido su raíz jurídica en el acto de administra-
ción. Todo se ha concentrado sobre el acto”. M. Caetano, Principios fundamentais do Direito
administrativo, Almedina, Coimbra, 1996, p. 89: “tema central do Direito administrativo moder-
no”. En España, testimonios más recientes: A. Gallego Anabitarte - A Menendez Rexach, Acto y
procedimiento administrativo, Marcial Pons, 2001, p. 22. R. Bocanegra, Lecciones sobre el acto
administrativo, Thomson-Civitas, 3ª ed., 2004, p. 25.
2 Un muestrario extenso en F. Garrido falla, Tratado de Derecho administrativo, vol. I Parte gene-
ral, 3ª ed., Tecnos, Madrid, 2002, pp. 540-44 por nota.
3 Ad exemplum, cfr. G. Jéze, Les principes generaux du Droit administratif, t.I. Dalloz, 2005, pp.
25 y ss. Ad exemplum en la doctrina francesa, A. de Laubadére, Traité élementaire de Droit ad-
ministratif, t.I, 3ª ed. París, 1963, pp. 15 y ss.
4 Ad exemplum, F. Garrido Falla, Tratado… p. 547. R. Alessi, “Principi de Diritto amministrativo”,
p. 79, J. P. Cajarville, (A. Foro VIII, p. 732) en Uruguay, J. O. Santofimio, Tratado de Derecho
administrativo, t. I, 3ª ed., Universidad Externado, 2003, en Colombia.
5 Ad exemplum: E. Sayagues, Tratado de Derecho administrativo, I. Montevideo, 1953, p. 388, C.
A. Bandeira De Mello, Curso De Derecho Administrativo, Porma, México, 2006, J. Fernández,
(A. Foro VIII, p. 513).
6 Cfr. F. de Castro y Bravo, Derecho civil de España, Thomson-Civitas, 2008 (reimpresión) p. 363 y
ss con amplia bibliografía.
7 Cfr. R. F. Bacellar Fillo, (A. Foro VIII, p. 151) habla del acto administrativo como “criador de
direitos” y por eso la necesidad de asegurar su “estabilizaçao”.
partes contratantes, para expresar de una manera contundente y gráfica la vinculación de los
contratantes a lo pactado.
Por la misma razón, entiendo que si reconoce que existen actos normativos, distintos de
los que no tienen ese carácter quizá lo más claro será calificar a aquellos de normas diferentes
de los actos administrativos.
En último término la categoría jurídica se justifica por el régimen jurídico que conlleva.
Las clasificaciones doctrinales han de responder a las diferencias del régimen jurídico de los
elementos clasificados. Las categorías jurídicas no las entiendo como un apriorismo16 sino
como el resultado de un proceso de abstracción a partir de los datos de la realidad, en la que
ha de contarse con la historia y los contextos socio-políticos e ideológicos.
En ese sentido es necesario recorrer aguas arriba el río de la historia para comprobar
donde y cuando aparece el acto administrativo, cuál es su función y hasta qué punto puede
identificarse el núcleo esencial que lo configura como categoría jurídica propia del Derecho
administrativo -ius commune- liberado de las construcciones del Derecho -privado- civil17.
16 Sobre el refugio de los juristas en el método deductivo, Otto Nass, “Reforma administrativa y
ciencia de la Administración”, ed. española, Madrid, 1964, PP. 51-52.
17 Cfr. J. L. Meilán Gil, El proceso…. pp. 37-39, con citas de Hauriou, Waline, Rivero en Francia y
Otto Mayer y Wolf en Alemania.
18 Otto Mayer, Le droit Administratif Allemand, París 1903 p. 62 nota 10.
19 Sobre la euforia de los revolucionarios franceses y su convicción de que estrenaban un orden
nuevo y el mimetismo de la doctrina que ignora la realidad anterior cfr. J. L. Meilán Gil, El proce-
so de la definición del Derecho administrativo, ENAP, 1997, pp. 18 y ss., incorporado a Adminis-
tración Pública en perspectiva, Universidad de A Coruña, 1996, pp. 25 y ss.
La tesis ha sido desarrollada ampliamente por A. Gallego Anabitarte. Administración y jueces:
Gubernativo y contencioso, ENAP, 1971, incorporado a Poder y Derecho, Marcial Pons, Madrid,
2009 Cfr. G. Villapalos, Los recursos contra los actos de gobierno en la Baja Edad Media, Insti-
tuto de Estudios administrativos, Madrid, 1976: no existe el acto administrativo, como categoría
jurídica, pero existía un control peculiar de actos que podrían considerarse equivalentes.
20 Sobre la interpretación de ese texto del Derecho romano por Vazquez De Mechaca sustentando el
contrario “princeps legibus alligatus”, Cfr. A. Gallego, op. cit., pp. 58-64.
21 M. S. Giannini, “Atto amministrativo”, Enciclopedia giuridica, p. 159.
22 En estos ordenamientos existen actos equivalentes. En el Reino Unido incluso con el mismo nom-
bre –administrative act- que proceden del Government y public authorites. La diferencia es que es-
tos actuan “if they were private individuals”. Sus “unlaw acts”, su “administrative wrong doing”
son objeto de judicial review para declarar su ilegalidad, ante los tribunales ordinarios (Cfr.
H.W.R.Wade, Administrative Law, Clarendon Press, Oxford 1989, 6ª ed. pp. 22, 33, 36,37). No
obstante, la judicial review implica un control judicial de la actividad de los governmental bodies
con base en principios de public law, que reconoce aquellas funciones, poderes y deberes que no
tienen los particulares. Pero nunca se ha planteado la judicial review, pese a su nombre, como un
proceso al acto, sino como un proceso de pretensiones.
Cfr. P. Cane, An Introduction to Administrative Law, 3ª ed., Clarendon Press, Oxford, 1996, parte.
I.
Para los EE.UU. vid infra, The administrative Procedure Act. La judicial review es el remedio
fundamental contra la actuación administrativa ilegal. Hace efectiva la doctrina de ultra vires, por
actuar fuera del poder que estatutariamente se otorga a las agencias. Cfr. B. Schwartz, Administra-
tive Law, 2ª ed. LB, Boston, 1984, pp. 435 y ss.
El régime administratif tiene, en cambio, como fundamento el acto administrativo ligado a las pre-
rrogativas de la Administración.
23 Cfr. J.L. Meilán Gil, Sobre el acto administrativo y los privilegios de la Administración, Adminis-
tración… pp. 389 y ss.
24 Etapas conocidas en Alemania, Italia, Portugal, España.
25 Cfr. E. García De Enterría, La Revolución francesa y administración contemporánea, Madrid,
1972, pp. 72-73, citando a A. de Tocqueville.
instrumento político para la concentración del poder: del absolutismo a la centralización que
“l´Europe nous envie”, dirá Tocqueville. No sólo en Francia, también en Alemania, con
formulaciones que se complementan.
32 La distinción entre actos administrativos y cuestiones civiles domina todo el Derecho administra-
tivo francés y como un eco –a veces como la exportación de una enfermedad imaginaria- al de
otros países. Cfr. R. Fernández De Velasco, “El acto administrativo”, Madrid, 1929, p. 65.
33 Laferriere, Traité élémentaire de Droit administratif, Paris 1933, p. 548.
les admitan contra ellas los interdictos posesorios de manutención o restitución”. La batalla entre
la fuerza ejecutiva del acto administrativo y la fuerza sumaria del interdicto es ganada por el pri-
mero como revela la jurisprudencia del Consejo Real de 1845 a 1868.
42 Ad exemplum, STS de 13 de julio de 1961 para fundamentar en ella la teoría del acto confirmato-
rio o el acto de reproducción.
43 Un desarrollo aberrante conducirá al Führerprinzip, el Führer encarna la idea moral del Estado.
44 Otto Mayer, Derecho …. p. 125.
45 Cfr. J. L. Meilán Gil, La estructura…. pp. 59 y ss.
46 Cfr., Otto Mayer, Derecho…. T. I, p. XXVIII; La admiración persiste en H. J. Wolf, Verwaltungs-
recht, I, 5ª ed. Munich- Berlín, 1963, p. 1
47 En ello radica la “reserva de ley” para limitar la potestad del Ejecutivo de dictar reglamentos. Cfr.
J.L. Meilán Gil “El poder normativo del Estado. A propósito de ley y reglamento en el Derecho
español” Revista Iberoamericana de Derecho Público y Administrativo, Nº 8 (2007) pp. 13-14.
48 Précis de Droit administratif et de Droit public général, Prefacio de la 3ª ed. en Obra escogida…
p. 36.
49 Cfr. J. L. Meilán Gil, La estructura … pp. 81-82.
50 Cfr. J. L. Meilán Gil, “Progreso tecnológico y servicios públicos”, Thomsom-Civitas, 2004 pp. 21-
23. Esa correlación está ya asentada en la 5ª edición del Precis de Hauriou publicada en 1903. En
1900 había publicado “La gestión administrativa”, apud, Obra escogida, pp. 127 y ss. La 11ª edi-
ción de 1927 comienza enlazando servicio público y poder público. “El servicio público es la obra
a realizar por la administración pública –el fin- el poder público es el medio de realización”.
51 Melanges Hauriou, pp. 819-820. En la misma línea Laferriére.
metidos al Derecho común siempre que no se haya previsto el ejercicio de la autoridad propio
del Derecho administrativo. Encontrar un pretexto para salirse de los principios ordinarios del
Derecho es disminuir sin razón las garantías de los administrados”. El acto administrativo se
limitaba el acto de autoridad, de imposición unilateral, la decision exécutoire.
En Alemania, por influencia del Derecho civil, se construirá dogmáticamente el acto
administrativo como negocio jurídico52. Esta línea se inició por Otto Mayer y adquiere noto-
riedad con Korman53 y Fleiner54. Según el primero, los actos administrativos son declaracio-
nes de voluntad que están dirigidas a crear relaciones jurídicas, que es lo propio del negocio
jurídico. Desde un punto de vista dogmático se quiere diferenciar determinados actos de la
Administración de otros que no tienen ese carácter negocial, porque se limitan a certificar
algo ya existente, a informar o se trata de simples actos materiales.
Desde este punto de vista la teoría no se aparta de la función originaria del acto adminis-
trativo, sino que la refuerza. Dentro de la amplia panoplia de actos de la Administración
existirían unos que merecerían con propiedad la calificación de acto administrativo.
Para afirmar esa diferencia, quizá no sea necesario ligar acto administrativo a negocio
jurídico “por una cuestión de lenguaje”55. El acto administrativo implica una imposición
unilateral, aunque en ocasiones su eficacia requiera una aceptación56.
En la literatura francesa, Hauriou subraya que el acto administrativo es “una decisión
adoptada en vista de producir un efecto jurídico”, decisión que identifica como una declara-
ción de voluntad, en diálogo con el Código civil alemán57.
De esta orientación quedará en un amplio sector de la doctrina científica la concepción
del acto administrativo como declaración de voluntad, sin más de la Administración (que
produce efectos jurídicos subjetivos)58 o se añade de deseo, de conocimiento o de juicio
(realizada por un sujeto de la Administración pública en el ejercicio de una potestad admi-
nistrativa) (Zanobini59) que en España acepta en sus propios términos Garrido Falla60 y
García de Enterría, éste con la adición al final “distinta de la potestad reglamentaria”61.
62 Cfr. M. Ballbé, “Actos administrativos” Nueva Enciclopedia jurídica, t. II. Barcelona, 1950.
63 Por un concepto amplio de ese tipo se decanta J. A. García Trevijano, Los actos administrativos,
Civitas, Madrid, 1986, pp. 95-99.
64 Aurelio Guaita, “El concepto de acto administrativo”, REDA, 7 (1975, p. 549).
1. La potestad administrativa
En el comienzo el acto administrativo implica ejercicio de un poder –de la Administra-
ción- fiscalizable por una jurisdicción especial. Esta circunstancia procesal es determinante.
El ejercicio del poder implica una imposición que se identificará como unilateral.
Esa circunstancia permite considerar el acto administrativo desde el Derecho del mismo
nombre, sin acudir a préstamos del Derecho civil. El acto administrativo es resultado del
ejercicio de un poder, o si se prefiere de una potestad, reconocida por el Derecho, una potes-
tad administrativa, inicialmente reconocida a la Administración Pública. No es necesario
acudir a la declaración de voluntad65. Aplicada al acto administrativo es una “metáfora”,
significa un inadecuado antroformismo. Yendo al fondo, voluntad y potestad juegan en ámbi-
tos diferentes. La primera opera fundamentalmente en el Derecho privado que es el dominio
de la autonomía de la voluntad. La segunda, en el del principio de legalidad.
La diferencia se aprecia de un modo rápido si se examinan los vicios jurídicos de una y
otra. No es, en el caso de la potestad, la vis, el metus, el dolo –aunque alguna repercusión
puede tener en el titular de la competencia66- sino la incompetencia, el contenido imposible o
ilícito, ausencia del procedimiento legalmente establecido, infracción del ordenamiento jurí-
dico, incluida la desviación de poder67. Este último vicio es paradigmático. Lo decisivo no es
la voluntad del titular que dicta el acto, sino “el ejercicio de potestades administrativas” para
fines distintos de los fijados por el ordenamiento jurídico68. La desviación de poder no equi-
vale a abuso de Derecho, ni por el origen, ni por sus efectos; ni discrecionalidad se identifica
con autonomía de la voluntad. Esta supone para el particular libertad de elegir la actuación
que estime conveniente, sin más limitación que lo que esté prohibido. La discrecionalidad es
simplemente ausencia de determinación en la norma de los presupuestos de ejercicio de la
potestad. Un silencio consciente para que la Administración elija, en una decisión, lo que es
lo justo y apropiado en un caso al interés general que debe servir. Su límite no es lo no prohi-
bido, sino lo permitido, más aún lo ordenado, -vinculación de la potestad a su fin- aunque
esto último no esté expresamente determinado en la norma.
Al subrayar la importancia de la potestad administrativa se permite reconocer la exis-
tencia de auténticos actos administrativos en aquellos órganos del Estado, distintos de la
Administración, cuando desarrollan funciones que no son las que caracterizan su inserción
constitucional, o por entes a quienes el ordenamiento jurídico atribuye funciones sustancial o
materialmente administrativas y que hacen posible la revisión de los actos por la jurisdicción
contencioso-administrativa69.
Y, por supuesto, los actos de particulares en cuanto sean titulares de potestades adminis-
trativas reconocidas por el ordenamiento jurídico, como ocurre en concesionarios de servicios
públicos.
2. Incidencia directa en situaciones jurídicas
La amplitud antes señalada con que se ha caracterizado el acto administrativo en la doc-
trina ha propiciado un movimiento de reducción de aquella70. En Italia, y el dato es significa-
tivo, un sector ha distinguido dentro de los actos de la Administración, los provvedimenti
ammnistrativi y los actos administrativos instrumentales. Aquellos serán los actos administra-
tivos “por excelencia o en sentido propio71. Si todos los actos de la Administración tienen
como finalidad la realización de un interés público concreto (Alessi) o son expresión actual
de la autoridad (Giannini) los provvedimenti realizan ese interés público de una manera in-
mediata, en tanto que los instrumentales los realizan de modo mediato. Se vuelve a repristinar
la comparación de los provvedimenti con las sentencias. Así como la sentencia no es el único
acto del juicio72, lo mismo ocurre con el provvedimento, que va precedido y seguido de actos
instrumentales. Dicho con palabras de Giannini, los provvedimenti actúan el “momento” de
la autoridad, suprimen o comprimen la libertad de algunos particulares, determinan en un
caso concreto las relaciones de autoridad-libertad.
La distinción expuesta viene a subrayar la importancia del procedimiento administrati-
vo73. El iter de ese provvedimento –en la tradición española, la resolución- viene precedido
por unos actos –de trámite- y seguidos por actos de ejecución74. Unos y otros tienen como
referencia el acto administrativo, que produce como efecto incidir en una situación jurídica.
Esto último es lo que lo diferencia de los otros. La distinción sería equivalente a la expuesta
por Otto Mayer entre negociales y no negociales. La resolución –el acto administrativo- ha de
producirse de acuerdo con el procedimiento debido. En ese sentido, el iter del ejercicio de la
potestad es diferente al de la voluntad.
Los actos instrumentales –de trámite- están vinculados a la resolución, a cuya validez
contribuyen. Sin resolución –acto definitivo-, que le sirva de fundamento jurídico, no podrá
llevarse a cabo ningún acto de ejecución material. Es lógico que los actos de trámite puedan
ser objeto de recurso administrativo como las resoluciones cuando de algún modo las sustitu-
yen o las impiden75. Por eso, se comprende que se haya negado en la tradición española76 que
los consejos y dictámenes de las corporaciones administrativas sean actos administrativos. Se
reserva esta calificación para los actos que tengan “la fuerza de ejecutivos y obligatorios, sin
otro trámite”. La ley de lo contencioso de 1888-94 reconocía a las resoluciones administrati-
vas como el objeto del proceso administrativo.
70 Por una noción restringida del acto administrativo, que comparto, en la doctrina española, Villar
Palasí, Gallego Anabitarte, Bocanegra Sierra, muy marcado por una orientación alemana.
71 Cfr. M. S. Giannini, Atto… pp. 163-165.
72 No es el proceso, sino la sentencia lo que constituye el acto judicial, dirá A. Merkl, Teoría General
Del Derecho Administrativo, Comares, Granada, 2004, P. 225.
73 Cfr. artículo 107 de la LRJAPAC.
74 En el mismo sentido, G. Vedel-P.Devolvé, Droit administratif, PUF, 11ª ed., 1990, pp. 254-257.
75 Artículo 107,1 de la LRJAPAC.
76 En la vieja Enciclopedia jurídica Seix.
Los efectos del acto administrativo, su modo de manifestarse y su incidencia son fun-
damentales para su configuración. Son parte esencial de la explicación del origen del acto
administrativo. Como declaración jurídica resulta obvia su diferencia con un hecho, aunque
de éste se deriven efectos jurídicos de acuerdo con el Derecho administrativo, como puede
ocurrir con el mero transcurso del tiempo o como causa de responsabilidad.
El acto administrativo, desde esa misma perspectiva, también difiere de la sentencia.
Aquél es una imposición unilateral, aunque sometida al Derecho, que incide primaria y origi-
nariamente en una situación jurídica de un tercero. La sentencia –en el contencioso-
administrativo- incide secundariamente al revisar el acto o con motivo de un acto. La senten-
cia procede de un órgano judicial independiente. La resolución de un recurso administrativo
es un acto administrativo que procede del mismo órgano que dictó la resolución recurrida
(recurso de reposición) o de otro con el que está relacionado jerárquicamente77.
De acuerdo con lo expuesto, el acto administrativo puede ser entendido como una decla-
ración jurídica –de derechos y obligaciones- que incide en situaciones jurídicas concretas,
reconociéndolas, creándolas, modificándolas o extinguiéndolas. Declaración que es resultado
del ejercicio de una potestad administrativa78. Por esa incidencia se distinguiría de actos de
trámite y de ejecución insertos o ligados a un procedimiento. Por la unilateralidad se distin-
guiría del contrato, en el que es esencial la bilateralidad, aunque la Administración conserve
prerrogativas en la concepción tradicional del contrato y puedan separarse actos de prepara-
ción del contrato, precisamente por los efectos que producen79.
Esta aproximación se corresponde con el origen del acto administrativo y la tradición
francesa ligada a la décision executoire, a la orientación italiana del provvedimento, a la
concepción mayeriana recogida en la vigente ley alemana80 y a la tradición española y el
Derecho positivo81.
77 Como se expuso anteriormente a estos actos algún autor los denomina jurisdiccionales. Lo son en
cuanto resuelven un recurso, pero entiendo que ello no cambia la naturaleza del acto administrati-
vo. Tampoco entiendo que sea necesario distinguir en el acto administrativo, esencialmente unila-
teral, los que sean decisiones “executoires” y los que no se consideren como tales porque no modi-
fican la situación, al desestimarse un recurso administrativo (Vedel, op. cit., pp. 246-247). Se trata
de un acto administrativo confirmatorio de otro, que evita la alteración de la situación reconocida.
78 En la misma dirección R. Fernández De Velasco, El acto administrativo, Madrid, 1929, pp. 15 y
ss. Acto administrativo es “toda la declaración jurídica unilateral y ejecutiva en virtud de la cual la
Administración tiende a crear, reconocer, modificar o extinguir situaciones jurídicas subjetivas”.
79 Cfr. J. L. Meilán Gil, Estructura… pp. 131-151.
80 El artículo 35 de la Verwaltungsverfahrensgesetz (ley de procedimiento administrativo) define el
acto administrativo como toda disposición, decisión u otro medida de poder adoptada por una au-
toridad para el régimen de un caso particular en el ámbito del Derecho público, con efectos jurídi-
cos directos al exterior, se sobreentiende de la Administración pública a cuya organización perte-
nece la autoridad que ejerce una potestad.
R. Bocanegra, Lecciones… pp. 33 y ss. pone el acento en la regulación -regelung- que no se utiliza
aquí para evitar los equívocos que pudieran derivarse de la regulación económica ahora de actuali-
dad.
81 Un espigueo. El Titulo V de la LRJAPAC se refiere a disposiciones y actos administrativos. La
denominación no es unitaria. Su capítulo II habla de los requisitos de los actos administrativos. En
el III de los actos de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho administrativo al referirse a
la ejecutividad y a la eficacia (artículos 56 y 57). Al tratar de la notificación se habla de resolucio-
nes y actos administrativos que afecten a sus derechos y e intereses (artículo 58). Al tratar actos de
la nulidad y anulabilidad se habla de actos de la Administración pública.
El objeto de los recursos administrativos son las resoluciones –actos definitivos en el artículo 25
de la LJCA- y los actos de trámite, si estos últimos deciden directa o indirectamente el fondo del
asunto… (artículo 107 de LRJAPAC). Acto administrativo como decisión con efectos en derechos
o intereses de terceros.
82 En ese sentido se afirma que los actos administrativos unilaterales “font grief”. Cfr. G. Vedel-P.
Devolvé, Droit…pp. 240-242. Esa ligazón se observa en el Derecho comunitario. Según el artículo
230 del Tratado, versión consolidada, el Tribunal de justicia controlará la legalidad de los actos….
83 Cfr. J. L. Meilán Gil, Prólogo al libro de Marta García Pérez, El objeto del proceso contencioso-
administrativo, Aranzadi, 1999.
das para su restablecimiento (art. 42). La jurisdicción, podría decirse, operaba con ocasión de
un acto administrativo. La pretensión pasaba a tener prevalencia sobre el acto84.
La relación entre acto administrativo y jurisdicción contencioso-administrativa fue fun-
damental para la configuración jurídica de aquel. En el estadio actual, que se incoa en la
interpretación antes expuesta, el contencioso-administrativo no se ciñe ya exclusivamente al
acto administrativo.
Este no tiene que construirse al modo procesal85, como el acto susceptible de ser revisa-
do por una jurisdicción especial. El acto administrativo, incluso en el momento histórico de
su alumbramiento, existía aunque no fuese recurrido judicialmente. Atribuía, reconocía o
limitaba o imponía derechos y obligaciones. Precisamente, por esto podía suscitarse una
controversia ante la nueva jurisdicción contenciosa. La accesibilidad al contencioso revela la
naturaleza jurídica del acto administrativo.
4. Acto administrativo, actuación administrativa y derechos fundamentales
La Constitución de 1978 ha permitido dar un paso importante para que el contencioso-
administrativo español haya dejado de estar vinculado exclusivamente al acto administrativo.
Según el artículo 103, clave en la nueva orientación, la “Administración pública sirve con
objetividad los intereses generales… con sometimiento pleno a la ley y al Derecho”. El artí-
culo 106 declara que “los tribunales controlan la potestad reglamentaria y la legalidad de la
actuación administrativa”86.
De la intencionalidad de esa nueva redacción puedo dar una interpretación cuasiauténti-
ca por haber intervenido en su redacción como constituyente. La posición de la Administra-
ción como servidora orienta a considerar sus potestades, no como privilegios, sino vinculadas
al fin que será concreción del interés general. El sometimiento del Derecho –de influencia de
la ley fundamental de Bonn- supone superar estrictos límites de la ley dando cabida a los
principios generales del derecho con toda naturalidad, alguno de ellos incorporados a la
Constitución (artículo 9), que son el “oxígeno que respiran las normas”87.
La “actuación” permite incorporar como objeto del contencioso-administrativo “todas
las actuaciones –de la Administración- que realiza en su condición de poder público”. Se
conocerán en ese orden jurisdiccional “las pretensiones que se deduzcan en relación con la
88 Artículo 1 LJCA 29/1998 de 13 de julio, además de actos -y disposiciones-de otros órganos consti-
tucionales o previstos en la Constitución; según expuso anteriormente con carácter general al
hablar de la potestad administrativa.
89 La prevalencia reconocida en los artículos 9 y 53 de la CE tiene un precedente en la ley para la
reforma política en cuyo proyecto de ley se introdujo como enmienda mía: “los derechos funda-
mentales son inviolables y vinculan a todos los órganos del Estado”. Sobre ella, que se juzga “de
gran trascendencia”, cfr. Pilar y Alfonso Fernández-Miranda, Lo que el Rey me ha pedido, Barce-
lona 1995, p. 261. J. González Pérez “Prologo” al libro de A. Fernández Carballal, El urbanismo
finalista, Civitas, UDC, Madrid 2002, p. 16 con citas de González Navarro y Hernández Gil.
90 “Los interesados podrán solicitar en cualquier estado del proceso la adopción de cuantas medidas
aseguren la efectividad de la sentencia” (artículo 129 de la LJCA 29/1998). Con anterioridad a esa
ley cfr. J.L. Meilan Gil, “La suspensión jurisdiccional de los actos administrativos desde la consti-
tucionalización de los derechos fundamentales”, Perspectivas constitucionais. Nos 20 anos da
Constituiçao de 1976, Jorge Miranda, organizador, Coimbra editora, 1997, pp. 149-180.
91 STS 12 de junio de 1965.
No serían consentibles los actos que son “satélites” de ellas, como los actos de ejecu-
ción. La declaración jurídica constituirá el canon de la conformidad o no a Derecho de éstos.
6. El acto administrativo como concreción de la norma
Desde un punto de vista dogmático, el acto administrativo responde a la necesidad de
concretar la norma a uno de los supuestos de hecho previstos por ella ya que, como observó
Aristóteles, la Ley no puede cubrir la infinitud de los supuestos singulares. A la norma se
anudan los derechos y obligaciones de cada cual; ésta es su primordial función técnico-
jurídica. A veces esos derechos y obligaciones se anudan a la norma directamente92. Pero eso
ocurre raramente en el ámbito del Derecho administrativo, y ésta es una de sus peculiarida-
des. La jerarquía de las normas se alarga, a veces extraordinariamente, en un proceso de
concreción. Entre la norma y sus destinatarios se interpone la Administración, provenga
aquélla del legislador o de ella misma. Es una peculiaridad del Derecho administrativo.
Sucede, además, que en muchas ocasiones la regulación del supuesto de hecho no se
hace de golpe, sino mediante una gradación sucesiva de normas ordenadas según un criterio
de mayor concreción93.
La creación de derechos y deberes en los particulares por su conexión directa a la norma
es posible sólo cuando se opera sobre un objeto uniforme o inalterable, cuando se pretende
conductas uniformes en todos los destinatarios de las normas, sin que haya necesidad de
concretar el cuándo o el cómo. Pero lo normal es que los derechos y deberes, que encuentran
su fundamento en una norma, exijan una concreción de ésta, “una modalización singular”
respecto a circunstancias singulares: respecto del sujeto o respecto del propio contenido del
acto. Lo peculiar del Derecho administrativo es que esa labor no se realiza exclusivamente
por la vía de interpretación de unos Tribunales; la misma norma encarga a la Administración
la tarea de concretarla a cada supuesto singular, de modalizar en cada caso los derechos y
deberes que la norma genéricamente otorga o impone.
La función fundamental del acto consiste en ser la última fase en la concreción de los
derechos y deberes que se engarzan en una norma, con capacidad por tanto de modalizarla, de
adaptarla a las situaciones singulares y tanto cuando se actúa su ejercicio de potestades regla-
das como, y con mayor razón, si se actúa en el ejercicio de potestades discrecionales94. Esta
es la misión del acto administrativo: operar la máxima concreción de la norma, que es su
aplicación singular.
Desde esta perspectiva no serían actos administrativos, en tanto no conllevan una decla-
ración jurídica con los efectos indicados con anterioridad, los actos instrumentales o de pro-
cedimiento. Ayudan a la concreción de la norma. Son hitos, a veces indispensables, para la
declaración que contiene el acto administrativo como resolución o acto definitivo que pone
92 Sin necesidad de un previo acto de requerimiento o sujeción individual, por utilizar la expresión
del artículo 39 de la LJCA de 1956, o cuando no se precisa de actos de aplicación, según el artícu-
lo 29 de la Ley de 1988.
93 Cfr. J.L. Meilan Gil, La distinción entre norma y acto administrativo, Escuela Nacional de Admi-
nistración Pública, Madrid, 1967, pp. 45-46. Renato Alessi, Principi di diritto amministrativo,
Milán, 1966, p. 9, habla de normas incompletas que necesitan ser completadas en un proceso de
integración estructural.
94 Un ejemplo, entre muchos en materia de urbanismo: plan general de ordenación urbana, plan
particular, licencia.
fin al procedimiento. Cuando esos actos instrumentales impiden ese final previsto -la decla-
ración jurídica- se sitúan en la misión que corresponde al acto administrativo, determinan la
declaración por vía negativa y por eso son recurribles95.
La posición que aquí se sostiene implica una distinción entre lo que es propiamente una
norma y lo que es un acto, aunque ambos sean resultado del ejercicio de una potestad admi-
nistrativa, incluso por un mismo titular. La cuestión es que no es raro, sin embargo, en secto-
res de la doctrina científica calificar de actos, con diferentes efectos jurídicos a ese par de
conceptos, normalmente por su consideración desde una teoría general del Derecho96.
No parece cuestionable que la Constitución o la ley aprobada por un Parlamento sean
normas jurídicas97. La cuestión antes citada se plantea en relación con las normas administra-
tivas, típicamente los reglamentos, así denominados y demás disposiciones administrativas
que proceden de órganos o entes administrativos diferentes98.
La diferencia entre norma y acto, como categorías jurídicas diferentes se plantea en or-
denamientos jurídicos, como el estadounidense, que no operan con el acto administrativo, lo
que proporciona un indicio de que la distinción puede obedecer a que manifiestan categorías
jurídicas99.
Esa potencialidad de innovar el ordenamiento es nota decisiva para distinguir el regla-
mento –y disposiciones administrativas- y el acto administrativo. No son adecuadas las dos
acepciones de fuentes del derecho a las que se aludió anteriormente, ni por lo que se refiere al
poder de donde “mana” el Derecho, ni por el modo o forma en que se manifiesta. Un mismo
órgano puede producir un reglamento -para regular determinados aspectos de los funciona-
rios públicos -o un acto- el nombramiento de un funcionario. Una y otra pueden aparecer bajo
la misma forma. Por Decreto puede aprobarse el reglamento y realizarse un nombramiento.
100 El artículo 1 del título preliminar del Código civil español reformado en 1973-74 habla de “las
fuentes del ordenamiento jurídico español”.
101 Cfr. sobre la aportación de la perspectiva iusadministrativista, Cfr. J.L. Meilán Gil, “Los principios
generales del Derecho desde la perspectiva del Derecho público en España”, Actas del VII Foro
Iberoamericano de Derecho administrativo, Junta de Castilla y León, 2008, pp. 409 y ss. y la ver-
sión inicial del presente trabajo, A. VIII Foro, pp. 389-392.
102 Cfr. E. García De Enterría, inicialmente en “Recurso contencioso directo contra disposiciones
reglamentarias y recurso previo de reposición” RAP, 29 (1959) pp. 101 y ss. ha sido matizada en
Curso de Derecho administrativo, I, 6ª ed., Civitas, 1993, pp. 173-176 aceptando la innovación.
103 J.L. Meilán Gil, La distinción entre norma y acto administrativo, Escuela Nacional de Administra-
ción Pública, Madrid, 1967.
104 Cfr. Villar Palasí, Apuntes de Derecho Administrativo, 1965-66, t. II, p. 122.
general no impida la impugnación de los actos en aplicación de las mismas, fundadas en que
éstas no son conformes a Derecho112 y hace más amplia la legitimación para recurrir.
La distinción se reconoce con claridad en el Derecho positivo al tratar de su regulación
en artículos distintos113, con expreso reconocimiento del plusvalor singular de aquella114. La
producción de las disposiciones y actos es también diferente115, y se regula separadamente la
nulidad de pleno derecho116. No caben recursos administrativos contra las disposiciones117. El
acto se reconoce como el modo ordinario de aplicación de una disposición118, y se evidencia
en la posibilidad de interposición de recurso contencioso-administrativo contra los actos que
se produzcan en aplicación de las disposiciones119. Al dictar una sentencia estimatoria de un
recurso contencioso contra un acto administrativo el Tribunal deberá plantear una cuestión de
ilegalidad si considera ilegal el contenido de la disposición, o resolverá sobre ello si es com-
petente. En todo caso, la resolución de la cuestión no afectará a lo resuelto en la sentencia120.
VIII. CONCLUSIÓN
El acto administrativo es una categoría jurídica distinta de la sentencia, del contrato, del
Reglamento y disposiciones administrativas.
Es manifestación o resultado del ejercicio de una potestad administrativa habilitada por
el ordenamiento jurídico –nulla potestas sine lege- sea o no una Administración pública su
titular.
Su finalidad es la realización singular de una norma y su contenido consiste en una de-
claración jurídica, de derechos y obligaciones que incide en situaciones jurídicas concretas,
reconociéndolas, creándolas, modificándolas o extinguiéndolas. Por esta última nota no se
identifican con otros actos de la Administración que preparan o ejecutan la declaración.
No se integra en el ordenamiento jurídico, no es fuente del Derecho, aunque sí genera
derechos.
Su lugar central en el contencioso-administrativo ha sido ocupado por el derecho fun-
damental a la tutela judicial efectiva.
19
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
sumario
I. Motivaciones de la reforma
II. La competencia de la jurisdicción contencioso-administrativa
III. Los diversos procesos contencioso administrativos
IV. El proceso contencioso administrativo contra los actos
administrativos
21
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
i. motivaciones de la reforma
Las motivaciones centrales de la reforma, conforme se
indica en los “Considerandos” del Decreto fueron, en efecto,
entre otras:
22
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
-
ción, que la Sala de lo Constitucional no tiene el monopolio
de controlar las cuestiones de constitucionalidad respecto de
cualquier otro acto del Estado, sino solo de las cuestiones de
inconstitucionalidad referidas a las “leyes, decretos y regla-
mentos,” razón por la cual, lo conforme a la Constitución todas
las otras cuestiones de inconstitucionalidad respecto de otros
23
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
24
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
25
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
26
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
27
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
28
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
29
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
30
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
31
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
32
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
33
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
34
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
35
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
36
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
37
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
-
nistrativo de anulación de los actos administrativos, es el con-
tencioso de anulación y amparo que se desarrolla cuando la
pretensión de anulación del acto administrativo está acompa-
ñada de una pretensión de amparo por la violación por el acto
impugnado de una garantía o derecho constitucional.
38
Comentarios sobre los procesos contencioso administrativos...
la Ley de la jurisdicción contencioso administrativa de El Salvador de 2017...
Allan R. Brewer-Carías
-
istrativos debe considerarse como una acción subsidiaria
respecto de la acción contencioso administrativa de anulación,
pues si la lesión al derecho constitucional de una persona la
provoca un acto administrativo, el amparo al mismo tiene que
implicar su anulación, de manera que el agraviado debe solici-
tar su nulidad ante el juez contencioso administrativo compe-
tente, antes de acudir a la Jurisdicción Constitucional.
39
Revista Electrónica de Derecho Administrativo Venezolano Nº 13/2017
-
istrativo de anulación y amparo, una vez anulado el acto
administrativo impugnado, puede directamente restablecer
el derecho constitucional infringido y, además, adoptar man-
damientos de hacer o de no hacer en relación con la Adminis-
tración Pública, para asegurar no sólo dicho restablecimiento,
sino impedir la sucesiva vulneración del derecho o garantía
constitucional por la Administración. Por supuesto, además, y
de acuerdo a lo señalado anteriormente, en caso de proceder,
y conforme a lo solicitado, el juez podría adoptar las decisio-
nes de condena respecto de la Administración, por los daños y
perjuicios que se pudieran haber causado al recurrente por el
acto anulado.
40
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
!"#"$%&!$'()&*+$,(-$
!"#$%&'()'%'"#$*+
,-$"&.-('/-)'0(
-*1'('#2&-2'3-
!"#$%&'(&*.&/01213452.&**.&67!8090:6*2.&**.;.&<2&8790=92> .&**.?.&67:608@
97&>0&67!8090:6*2 .&**.A.&6 7!8090:6*2B&62826*>2>&C&<7=&87=94<2>7=& >0& <2
801!*=*D: . &* * . E . &6 21269010= . &* * . F . &6 < 2 = * G * 6 26 * D : & > 0 & < 2 & 67 !8 0 90 :6*2 .
***.&0H6086*7:0=&2&<2&*!817117I2J*<*>2>K&>0<0I26*D:B&=4=@
9*946*D:&C&2L7626*D:.&***.;.&>0<0I26*D:.&***.?.&=4=9*946*D: .&***.A.&2 L7@
626*D: . & * L. & 6 0 : 9 1 2 < * M 2 6 * D : & C & > 0 = 6 0 : 9 1 2 <*M26*D:. & * L. ; .
60:912<*M26*D: . & * L. ? . & > 0=60:912<*M26*D: .&L.&6<2=*G*626*7:0=.&L.;.
> 0=60:912<*M26*D:&9011*971*2<&C&>0=60:912<*M26*D:&G4:6*7:2< .&L.?.&> 0=@
60:912<*M26*D:& 87<59*62K& <2& 2497:7!52 .&L.A.&> 0=60:912<*M26*D:& G4:6*7@
:2<.&L*.&67:60:9126*D:&C&>0=67:60:9126*D:&2>!*:*=9129*L2.
<$&6N,OP"PQR"S,&T(&)$&:$R"S,&2#-(,P",$&,N&RN,P"(,(&R)UQOQ)$O&(VW#(@
O$O&+",RQ)$T$O&$&)$&N#-$,"X$R"S,&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&8Y')"R$&Z[N&$&)NO
W#",R"W"NO&\Q#]T"RNO&^Q(&)$&#"-(,B&RN%N&(,&()&R$ON&T()&#_-"%(,&(OW$`N).
!UO&$))U&T(&$)-Q,$&#(-Q)$R"S,&RN,P(,"T$&(,&,N#%$O&RN%N&)$&<(Z&T(
8#NR(T"%"(,PN&2T%","OP#$P"+NB&,.a&;b.FEbB&)N&R"(#PN&(O&^Q(&_OPNO&OQ#-(,
(,&cN#%$&"%W)]R"P$&T()&N#T(,$%"(,PN&RN,OP"PQR"N,$)&Z&)(-$)B&O",&W(#\Q"@
R"N&T(&)$&W#NcQO$&()$'N#$R"S,&TNRP#",$#"$&,$R"N,$).
<$&$#P"RQ)$R"S,&N#T(,$T$&T(&)NO&S#-$,NO&W$#$&RQ%W)"#&RN,&)NO&c",(O&^Q(
)(O&RN##(OWN,T(,&T(,P#N&T(&)$&N#-$,"X$R"S,&T('(&#(OWN,T(#&$&W#",R"W"NO
^Q(B&W$#$&)$&%$ZN#&W$#P(&T(&)$&TNRP#",$B&",P(-#$,&)$&P(N#]$&\Q#]T"R$&-(,(#$)
T(&)$&N#-$,"X$R"S,&$T%","OP#$P"+$d&ON,&)NO&O"-Q"(,P(OK&\(#$#^Q]$B&RN%W(P(,R"$B
R(,P#$)"X$R"S,&Z&T(OR(,P#$)"X$R"S,B&RN,R(,P#$R"S,&Z&T(ORN,R(,P#$R"S,;.
;
& L(#&k_RPN#&/N#-(&0=67<2B&)*+,-./0*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*919.&;B&>(W$)%$&JQ(@
,NO&2"#(OB&;bgEB&W.&?eFd&/Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*919.&*B&0T"P.&<(V"O&:(@
>NRQ%(,P$R"S,&2T%","OP#$P"+$&[&,.a&?ef@?eg&hO(WP"(%'#(&?iiA@$'#")&?iiEj
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
;bi #0205+1#5C-=1&85.->5
*.& /01213452
0,&()&U%'"PN&T(&)$&N#-$,"X$R"S,&$T%","OP#$P"+$B&)$&%Q)P"W)"R"T$T&T(
S#-$,NO&^Q(&)$&RN,cN#%$,&N')"-$&$&(OP$')(R(#B&(,&$#$O&T(&)$&Q,"T$TB&Q,$
N#T(,$R"S,&T(&PNTNO&())NO&$&P#$+_O&T(&Q,$&O(#"(&T(&#()$R"N,(O&T(&OQ'N#@
T",$R"S,&Z&T(&OQW#(%$R]$B&RN,&()&N'\(PN&T(&^Q(&O(&ON%(P$,&$)&S#-$,N
^Q(&O(&(,RQ(,P#$&(,&)$&RYOW"T(&T(&)$&N#-$,"X$R"S,&T(&^Q(&O(&P#$P(.&0,
(OP$&N#T(,$R"S,B&T(,N%",$T$&\(#$#^Q]$B&)NO&S#-$,NO&OQW(#"N#(O&T"OWN@
,(,&T()&WNT(#&\(#U#^Q"RN&W$#$&T"#"-"#B&N#T(,$#&(&",OW(RR"N,$#&)$&RN,TQR@
P$&T(&)NO&",c(#"N#(O.&l<$&\(#$#^Q]$&(O&WNT(#&Z&)$&cQ,R"S,&\(#U#^Q"R$&(O&()
(\(#R"R"N&T(&(O(&WNT(#m?.
0OP(&W#",R"W"N&$c(RP$&$&)NO&S#-$,NO&$T%","OP#$P"+NO&(,&OQ&#()$R"S,
RN,&)$&RN%W(P(,R"$&%$P(#"$)B&T(&)N&^Q(&O(&T(TQR(K$;j&^Q(&,N&(V"OP(&\(@
#$#^Q]$&$T%","OP#$P"+$&(,&)$O&#()$R"N,(O&^Q(&O(&T$,&(,P#(&)$&2T%","OP#$@
R"S,&Z&)NO&W$#P"RQ)$#(Od&?j&^Q(&P$%WNRN&(V"OP(&#()$R"S,&\(#U#^Q"R$&(,P#(
)$&2T%","OP#$R"S,&Z&)NO&#(OP$,P(O&S#-$,NO&T()&0OP$TN&h8NT(#&<(-"O)$P"+NB
8NT(#&/QT"R"$)&Z&D#-$,NO&8#N+",R"$)(Ojd&Aj&^Q(B&T(,P#N&T(&)$&2T%","O@
P#$R"S,B&)$&\(#$#^Q]$&O(&W#(O(,P$&OS)N&(,P#(&S#-$,NO&T(&Q,&%"O%N&(,P(B
WN#&)N&^Q(&,N&WQ(T(&n$')$#O(&T(&OQ'N#T",$R"S,&\(#U#^Q"R$&T(&(,P(&WY@
')"RN&$&NP#N&(,P(&WY')"RNB&,"&(,P#(&TNO&S#-$,NO&T(&T"OP",PNO&#$%NO&T(&)$
2T%","OP#$R"S,A.
0,&)$&\(#$#^Q]$&O(&W#(O(,P$,&)$&)],($&Z&()&-#$TN.&<$&)],($&\(#U#^Q"R$
O(&cN#%$&WN#&()&RN,\Q,PN&T(&S#-$,NO&(,&O(,P"TN&+(#P"R$)B&Q,"TNO&WN#&)$
#()$R"S,&T(&OQ'N#T",$R"S,B&%"(,P#$O&^Q(&()&-#$TN&(O&)$&WNO"R"S,&N&O"PQ$@
R"S,&\Q#]T"R$&^Q(&R$T$&Q,N&T(&)NO&S#-$,NO&NRQW$&(,&T"Rn$&)],($E.
V"OB&JQ(,NO&2"#(OB&?iiAB&WW.&?fE&Z&OO.&0O&"%WN#P$,P(&O(`$)$#&^Q(&)$&6N,OP"PQR"S,&(OW$`N)$&#(@
RN,NR(&Q,&#()(+$,P(&W#",R"W"NB&()&T(&RNN#T",$R"S,.&oOP(&(O&Q,&W#",R"W"N&T(&$RPQ$R"S,&T(&)$O
2T%","OP#$R"N,(O&8Y')"R$O&h$#P]RQ)N&;iA.;&60jB&)N&RQ$)&T(%Q(OP#$&)$&#(+$)N#"X$R"S,&T(,P#N&T(
)$&N#-$,"X$R"S,&WY')"R$.&2&P#$+_O&T(&())$&O(&W(#O"-Q(&)$&RNn(#(,R"$&(,&)$&$RPQ$R"S,&T()&RN,\Q,PN
T(&",OP"PQR"N,(O&WY')"R$O.&L(#&!$,Q()&p<L210M&1*67B&;20.30,0*61)*.6707<30*.5=-61/-1'2>5.0?5@
30A.1/-1=561$/+0.0672530*.-61;BC=0356B&0OPQT"NO&T(&>(#(RnN&8Y')"RNB&*02<B&!$T#"TB&;bged&2)@
c # (T N&I2<<0I7& 2:2J*92190B1)*.3-,7*1D1,20.30,0*61E<./5+-.75=-61/-=1:-2-34*1/-
'2>5.0?530A.9&!$#R"$)&8N,OB&0OW$`$&?iiid&!"-Q()&=p:6k0M&!71D:B&l<$&RNN#T",$R"S,&$T@
%","OP#$P"+$&RN%N&RN,R(WPN&\Q#]T"RNm&(,&:*3<+-.7530A.1$/+0.067257085B&?Ai@?A;B&*:28B&0O@
W$`$B&;bb?.
?
& !$,Q()&!$#]$&>50MB.<5=1/-1/-2-34*15/+0.06725708*919.&;B&8)QO&4)P#$B&JQ(,NO&2"#(OB
;bbfB&;i&q&(T.B&R$W]PQ)NO&L**&Z&L***B&W.&;AF.&=QO&$,P(R(T(,P(O&n"OPS#"RNO&O(&#(%N,P$,&$)&>(#(@
RnN&6$,S,"RNB&RQZN&O"-,"c"R$TN&$P(,T]$&$)&RQ"T$TN&T(&)$O&RN$OO&O$R#$OB&W$#$&#(c(#"#O(&)Q(-N&$&)$
-#$T$R"S,&(,P#(&)NO&OQ\(PNO&(R)(O"UOP"RNO&^Q(&P(,]$,&WNP(OP$T(O&T(&N#T(,B&T(&%$-"OP(#"N&Z&T(&\Q@
#"OT"RR"S,.&0,&()&O"-)N&HH&O(&P#$O)$T$&(OP(&RN,R(WPN&$&)$&N#-$,"X$R"S,&T()&0OP$TNB&W(#T"(,TN&OQ
O(,P"TN&N#"-",$).&0,&/NO_&2,PN,"N&I21652&910L*/2:7&G7=B&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9
0T"P.&1(+.&T(&>(#(RnN&8#"+$TNB&!$T#"T&;befB&WW.&E;F@E;e.
A& !$,Q()&!$#]$&>50MB.<5=1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&W.&;AF.
E
& &/Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?fE.&0OP(&$QPN#&O(`$)$&^Q(&l(V"OP(,
P$%'"_,&(,&)$&N#-$,"X$R"S,&$T%","OP#$P"+$&S#-$,NO&cQ(#$&T(&)$O&)],($O&\(#U#^Q"R$OB&^Q(&WN#&)N
RN%Y,&T(O$##N))$,&$RP"+"T$T(O&T(&$O(ON#$%"(,PN&-(,(#$).&0,P#(&,NONP#NOB&(,&()&N#T(,&,$R"N@
,$)B&O(#]$&)$&$RP"+"T$T&T(&)NO&$O(ON#(O&T(&I$'",(P(&T(&)NO&!","OP(#"NO.&0OP(&P"WN&T(&S#-$,NO
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ;b;
<$O&c$RQ)P$T(O&T()&OQW(#"N#&^Q(&T(#"+$,&T()&W#",R"W"NO&ON,FK$;j&>"@
#"-"#&(&"%WQ)O$#&)$&$RR"S,&T()&",c(#"N#B&T$,TN&)$O&lS#T(,(Om&W(#P",(,P(O.
0OP$& WNP(OP$T& T(& T$#& lS#T(,(Om& (O& Q,$& RN,O(RQ(,R"$& "%W)]R"P$& T()
WNT(#&\(#U#^Q"RN.&?j&>"RP$#&T"OWNO"R"N,(O&T"#"-"T$O&$&#(-)$#&)$&RN,@
TQRP$&T()&",c(#"N#.&0OP$O&T"OWNO"R"N,(O&WQ(T(,&O(#&",OP#QRR"N,(OB&R"#RQ@
)$#(OB&S#T(,(O&Z&#(-)$%(,PNO&",P(#,NOe.&Aj&:N%'#$#&)NO&",P(-#$,P(O
T(&)NO&S#-$,NO&",c(#"N#(O&Z&cN#%$)"X$#&)NO&RN,P#$PNO&(,&()&U%'"PN&T(
OQ&RN%W(P(,R"$.&Ej&*,OW(RR"N,$#&T(&Nc"R"N&)$&$RP"+"T$T&T(&)NO&S#-$@
,NO&",c(#"N#(OB&$W)"R$,TN&(,&OQ&R$ON&)$O&O$,R"N,(O&RN##(OWN,T"(,P(O
(,&(\(#R"R"N&T(&)$&WNP(OP$T&T"OR"W)",$#"$&$&)NO&cQ,R"N,$#"NO&#(OWN,O$@
')(O.&Fj&6N,P#N)$#&)NO&$RPNO&T"RP$TNO&WN#&()&S#-$,N&",c(#"N#B&$&P#$+_O
T()&#(RQ#ON&\(#U#^Q"RN.&ej&>()(-$#&OQO&c$RQ)P$T(O&Z&$+NR$#O(&T(&)$&RN%@
W(P(,R"$& T()& ",c(#"N#& RN,cN#%(& )NO& )]%"P(O& (OP$')(R"TNO& WN#& )$& <(Z&,.a
;bFEb.&fj& 1(ON)+(#&)NO& RN,c)"RPNO&N&RQ(OP"N,(O&T(&RN%W(P(,R"$&^Q(&O(
W#NTQXR$,&(,P#(&S#-$,NO&",c(#"N#(O.
2&)NO&WNT(#(O&T()&OQW(#"N#&\(#U#^Q"RN&)(&RN##(OWN,T(,&NP#NO&P$,PNO
T('(#(O&T()&",c(#"N#B&^Q(&O(&RN,R#(P$,&(,&)$&OQ'N#T",$R"S,&$)&OQW(#"N#.
<$&OQ'N#T",$R"S,B&^Q(&O(&%$,"c"(OP$&WN#&()&lT('(#&T(&N'(T"(,R"$mB&P"(,(
OQO&#$XN,$')(O&)]%"P(O&\Q#]T"RNOK&(,&,",-Y,&R$ON&WQ(T(&W#(P(,T(#O(&Q,$
OQ'N#T",$R"S,&T()&cQ,R"N,$#"N&N&(%W)($TN&^Q(&+$Z$&%UO&$))U&T()&",P(@
#_O&T(&)$&cQ,R"S,&WY')"R$f.
**.& 67!8090:6*2
**.;.& <2&8790=92>
<$O&TNRP#",$O&"P$)"$,$&Z&(OW$`N)$&$R(WP$,&()&RN,R(WPN&T(&WNP(OP$T
RN%N&c"-Q#$&\Q#]T"R$&T()&>(#(RnN&2T%","OP#$P"+NB&T"c(#(,R"U,TN)$&T()
T(#(RnN&OQ'\(P"+Ng.
<$&)(-$)"T$T&NPN#-$&c$RQ)P$T(O&T(&$RPQ$R"S,B&$WNT(#$&Z&n$'")"P$&$&)$
2T%","OP#$R"S,B&)N&^Q(&T(#"+$&(,&^Q(&PNT$&)$&$RR"S,&$T%","OP#$P"+$&O(
W#(O(,P(&RN%N&(\(#R"R"N&T(&Q,&WNT(#&$P#"'Q"TN&(,&cN#%$&W#(+"$&WN#&)$
RN,OP"PQZ(&Q,$&",OP"PQR"S,&^Q(&(,&)$&R"(,R"$&$T%","OP#$P"+$&O(&T(,N%",$&675EE15./1=0.-B&hW.
?fEj.&!"-Q()&!21*0:k7GGB&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&*,G1307G9&W.&e?i.
F
& !"-Q()&!21*0:k7GGB&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G91W.&e;Ad&!$,Q()&!$#]$
>50MB.<5=1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&WW.&;AF&Z&;Aed&I21652@910L*/2:7&G7=B&F25@
75/*GGG91*,G1307G91W.&E?i.
e
& 2#P]RQ)N&?&T()&>(R#(PN&;fFb[f?.
f
& !"-Q()&!21*0:k7GGB&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G91WW.&e;F&Z&e;e.
g
& /NO_&<.&L*<<21&82<2=*&&Z&/NO_&<.&L*<<21&0M64112B&;20.30,0*61/-1:-2-34*1$/+0.0672570@
8*B&9.&**B&46!B&!$T#"TB&;bbAB&W.&;f.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
;b? #0205+1#5C-=1&85.->5
)(ZB&Z&WN#&())$&T()"%"P$TN&Z&RN,OP#Q"TN.&0O&Q,&P]PQ)N&T(&$RR"S,&$T%","O@
P#$P"+$.
=N,&$P#"'Q"T$O&T"#(RP$&Z&Q,")$P(#$)%(,P(&WN#&()&>(#(RnN&$&Q,&OQ\(@
PNB&T('"TN&$&OQ&WNO"R"S,&\Q#]T"R$&W$#$&PQP()$#&Z&-(OP"N,$#&'"(,(O&N&",P(#(@
O(O&W#NP(-"TNO.&8N#&(ONB&)$O&WNP(OP$T(O&$T%","OP#$P"+$O&W(#P(,(R(,&$&)$
(OW(R"(&T(&)$O&WNP(OP$T(O@cQ,R"S,B&(O&T(R"#B&)$O&^Q(&ON,&(\(#R"P$T$O&(,&",@
P(#_O&$\(,N&$)&W#NW"N&P"PQ)$#B&(OW(R]c"R$%(,P(&()&",P(#_O&WY')"RNb.&<$&$P#"@
'QR"S,&)(-$)&O(&#($)"X$&O"(%W#(&(,&cN#%$&(OW(R]c"R$&Z&T(P(#%",$T$&(,
RQ$,PN&$&OQ&RN,P(,"TN&RN,R#(PNB&(OW(R]c"RNB&WQ(O&(O&W#NW"N&T()&0OP$TN&T(
>(#(RnN&^Q(&,N&WQ(T$,&(V"OP"#&WNT(#(O&\Q#]T"RNO&",T(P(#%",$TNO&(&")"@
%"P$TNO.&2T(%UOB&ON,&",$)"(,$')(OB&",P#$,O%"O"')(O&(&"##(,Q,R"$')(O;i.
=(&T"c(#(,R"$,&T(&)$&RN%W(P(,R"$&(,&^Q(&_OP$&P"(,(&Q,&O(,P"TN&%UO
#(OP#",-"TNB&WQ(O&O(&#(c"(#(&$&)$&W$#P(&N&%(T"T$&T(&)$&WNP(OP$T&$O"-,$T$&$
Q,&S#-$,N&T(P(#%",$TN&T(OP",$P$#"N&T(&_OP$.&<$&T"OP",R"S,&,(P$&(,P#(
$%'$O&,NR"N,(O&(O&$,$)]P"R$B&Z&,N&P"(,(&WN#&^Q_&W#(O(,P$#O(&(,&)$&W#UR@
P"R$B&WQ(O&)N&QOQ$)&(O&^Q(&Q,$&%"O%$&,N#%$&RQ%W)$B&$)&%"O%N&P"(%WN
Z&O",&W#(NRQW$#O(&WN#&OQ&T(O)",T(B&$%'$O&RNO$OK&$P#"'QR"S,&T(&WNP(OP$TB
OQ&T(O$-#(-$R"S,&(,&RN%W(P(,R"$O&Z&)$&$O"-,$R"S,&T(&_OP$O&$&)NO&S#-$,NO
$T%","OP#$P"+NO;;.
0)&#_-"%(,&T(&)$&<(Z&,.a&;bFEb&,N&n$R(&#(c(#(,R"$&$&)$O&WNP(OP$T(O
$T%","OP#$P"+$O&(,&cN#%$&(VW#(O$;?.
**.?.& 67:60897&>0&67!8090:6*2
<$&RN%W(P(,R"$&(O&(#"-"T$&W$#$&W#(O(#+$#&Z&W#NP(-(#&()&RQ%W)"%"(,@
PN&T(&)$O&c",$)"T$T(O&WY')"R$O&N&T(&'"(,&RN%Y,&^Q(&)$&2T%","OP#$R"S,
W(#O"-Q(.&0,&(O$&RN,T"R"S,&WQ(T(&O(#&$,$)"X$T$&RN%N&W#",R"W"N&\Q#]T"RN
cQ,T$%(,P$)&T(&PNT$&N#-$,"X$R"S,&WY')"R$&T()&0OP$TN&ZB&P$%'"_,B&(,&OQ&c$X
T",U%"R$&Z&RN,R#(P$B&RN%N&()(%(,PN&(O(,R"$)&T()&$RPN&$T%","OP#$P"+N;A.
b
& /N#-(&>0&0=90J2:&Z&8(T#N&/.&I7:Mp<0M@910L*/2:7B&)<26*1/-1/-2-34*13*.6707<30*.5=
-6,5I*=91*B&0T"P.&46!B&!$T#"TB&;bb?B&WW.&bA&Z&OO.
;i
& /N#-(&>0&0=90J2:&Z&8(T#N&/.&I7:Mp<0M@910L*/2:7B&)<26*1/-1/-2-34*13*.6707<30*@
.5=GGG91*,G1307G9&W.&bf.
;;
& &<QR"$,N&8210/7&2<G7:=B&l<$&$RP"+"T$T&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&8Y')"R$K&OQO&R$#$RP(@
#]OP"R$OB&R)$O"c"R$R"N,(O&Z&cN#%$OmB&(,1#5.<5=1/-1:-2-34*1$/+0.06725708*9&0T"P.&2#"()&>(#(RnNB
E.q&(T.&RN##(-"T$&Z&$Q%(,P$T$B&J$#R()N,$B&;bbgB&W.&Aeb.
;?
& 67!2>*12&n$&ONOP(,"TN&^Q(&)$O&WNP(OP$T(O&(OP$P$)(O&",P(-#$,P(O&T()&#_-"%(,&(VN#'"@
P$,P(&T(&>(#(RnN&2T%","OP#$P"+N&n$))$,&(,&)$&6N,OP"PQR"S,&:$R"N,$)&OQ&cQ,T$%(,PN&(VW#(ONB
"%W)]R"PN&N&",n(#(,P(.&0,&/Q)"N&1.&67!2>*12&B&H-D1/-1,2*3-/0+0-.7*615/+0.06725708*615.*75/51D13*@
+-.75/5&hRN,&)$&RN)$'N#$R"S,&T(&<$Q#$&!7:9*jB&0T"P.&<$&<(ZB&JQ(,NO&2"#(OB&?iiAB&W.&;?i.
;A
& /Q$,&6$#)NOB&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&W.&?fe.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ;bA
0O&T(c","T$&WN#&)$&TNRP#",$&RN%N&()&RN,\Q,PN&T(&cQ,R"N,(O&^Q(&Q,
$-(,P(& WQ(T(& )(-]P"%$%(,P(& (\(#R(#B& T$& )$& %(T"T$& T(& )$O& $RP"+"T$T(O
^Q(&RN,cN#%(&$)&N#T(,$%"(,PN&\Q#]T"RN&RN##(OWN,T(,&$&R$T$&S#-$,N
$T%","OP#$P"+NK&(O&OQ&$WP"PQT&)(-$)&T(&N'#$#&ZB&WN#&())NB&cN#%$#]$&W$#P(
(O(,R"$)&T()&W#NW"N&RN,R(WPN&T(&S#-$,N;E.
0)&$#P]RQ)N&A.a&T(&)$&<(Z&;bFEb&(OP$')(R(&^Q(K&lH513*+,-7-.3051/-1=*6
A2>5.*615/+0.06725708*616-2J1=51K<-12-6<=7-916->B.1=*61356*691/-1=51)*.6707<30A.
L530*.5=91/-1=561=-D-61D1/-1=*612->=5+-.7*61/0375/*61-.16<13*.6-3<-.305m.
<$&6N,OP"PQR"S,B&cQ(,P(&R#($TN#$&T(&PNTN&()&N#T(,$%"(,PN&\Q#]T"@
RN;F&Z&,N#%$&$P#"'QP"+$&T(&RN%W(P(,R"$&T(&)NO&S#-$,NO&RN,OP"PQR"N,$)(OB
T$&OQOP(,PN&$&)$&N')"-$PN#"(T$T&T(&(OP(&#(^Q"O"PN&(O(,R"$)&T()&$RPN&$T%"@
,"OP#$P"+NB&(,&)$&%(T"T$&^Q(&()&T(#(RnN&T(&W(P"R"S,&#(RN,NR"TN&(,&()&$#@
P]RQ)N&;E&T(&,Q(OP#$&6$#P$&!$-,$&,N&O(&$-NP$&RN,&()&W(T"TNB&O",N&^Q(
"%W)"R$& ()& T('(#& T(& #(OWN,T(#.& 0OP(& R$#URP(#& (,RQ(,P#$& cQ,T$%(,PN
P$%'"_,&(,&)$&>(R)$#$R"S,&2%(#"R$,$&T(&)NO&>(#(RnNO&Z&>('(#(O&T()
kN%'#(&h$#P]RQ)N&HH*LjB&^Q(&#(RN,NR(&^Q(&PNT$&W(#ON,$&P"(,(&T(#(@
RnN&$&W#(O(,P$#&W(P"R"N,(O&Z&$&N'P(,(#&W#N,P$&#(ON)QR"S,.
<Q(-N&T(&)$&#(cN#%$&T(&,Q(OP#$&6N,OP"PQR"S,&:$R"N,$)&W#NTQR"T$
(,&()&$`N&;bbEB&)$&RN%W(P(,R"$&(,RQ(,P#$&P$%'"_,&OQ&cQ(,P(&(,&)$O&RN,@
+(,R"N,(OB&T(R)$#$R"N,(O&Z&W$RPNO&#(RN,NR"TNO&RN,&\(#$#^Q]$&RN,OP"PQ@
R"N,$)& h$#P]RQ)N& fFB& ",R.& ??j& (,& )$& %(T"T$& ^Q(& N')"-$,& $)& 0OP$TN& $
#(OW(P$#&)NO&T(#(RnNO&WN#&(OPNO&",OP#Q%(,PNO&#(RN,NR"TNO&ZB&(,&RN,O(@
RQ(,R"$B&$&T"RP$#&)$O&,N#%$O&T(&RQ$)^Q"(#&R$#URP(#&,(R(O$#"$O&W$#$&n$@
R(#)NO&(c(RP"+NO;e.
**.A.& 67!8090:6*2B&62826*>2>&C&<7=&87=94<2>7=
& & && &&&&>0&<2&801!*=*D:
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
;bE #0205+1#5C-=1&85.->5
WQ(O&)$&RN%W(P(,R"$&(O&)$&(VR(WR"S,&Z&)$&",RN%W(P(,R"$&)$&#(-)$.&2T(@
%UOB&()&(\(#R"R"N&T(&)$&RN%W(P(,R"$&(O&N')"-$PN#"Nd&(,&R$%'"NB&(,&()&R$ON
T(&)$&R$W$R"T$T&(O&c$RQ)P$P"+N&W$#$&OQ&P"PQ)$#;f.
0OP$&T"OP",R"S,&T(#"+S&(,&()&T(,N%",$TN&,*67<=5/*1/-1=51,-2+060A.
-M,2-659&)"%"P$,TN&()&(\(#R"R"N&T(&)$&RN%W(P(,R"$&T(&cN#%$&P$)&^Q(&Q,&S#@
-$,N&$T%","OP#$P"+N&OS)N&WQ(T(&n$R(#&)N&^Q(&()&>(#(RnN&)(&W(#%"P(B&(O
T(R"#B&)N&^Q(&R$(&(,&()&U%'"PN&T(&$^Q_))$;g.
=QW(#$T$&(OP$&(P$W$&O(&W#NWQO"(#N,&TNO&R#"P(#"NO&P(,T(,P(O&$&T()"@
%"P$#&)$&RN%W(P(,R"$&$T%","OP#$P"+$K&$j&)$&RN%W(P(,R"$B&^Q(&OQ#-(&,N
OS)N&T(&)N&(VW#(ONB&O",N&P$%'"_,&T(&)N&#$XN,$')(%(,P(&"%W)]R"PNB&WNO"@
R"S,&^Q(&#(RN,NR(&"%WN#P$,P(O&W#(R(T(,P(O&\Q#"OW#QT(,R"$)(O ;bB&Z&'j&()
lW#",R"W"N&T(&)$&(OW(R"$)"T$TmB&$W)"R$TN&$&)$&T(P(#%",$R"S,&T(&)$&R$W$R"@
T$T&T(&)$O&W(#ON,$O&\Q#]T"R$O&W#"+$T$O.&<$&(OW(R"$)"T$T&T()&S#-$,N&OQ#-(
T(&)$&,N#%$&N'\(P"+$&^Q(&(OP$')(R(&)$O&c",$)"T$T(O&W$#$&)$O&RQ$)(O&()&S#@
-$,N&cQ(&R#($TNB&N&T(&OQ&N'\(PN&",OP"PQR"N,$)?i.&>(&(OP$&cN#%$B&()&U%'"PN
T(&)"'(#P$T&T()&S#-$,N&$T%","OP#$P"+N&(OP$#U&$RNP$TN&WN#&()&c",&^Q(&(%$@
,$&T(&)$&,N#%$&Z&,N&WN#&()&^Q(&WQ(T$&OQ#-"#&T(&)$&+N)Q,P$T&T()&cQ,R"N@
,$#"N?;.
;f
& !"-Q()&=.&!21*0:k7GGB&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&*,G1307G9&W.&Fb?&r+(#&R$W]@
PQ)NO&***B&*LB&L&Z&L*r.
;g
& 2T(%UO&T(&())NB&)$&R$W$R"T$TB&O$)+N&R$ONO&%QZ&(VR(WR"N,$)(OB&P"(,T(&$&W#NP(-(#&$&)NO
",P(#(O(O&T()&W#NW"N&",R$W$XB&Z&)$&RN%W(P(,R"$&,N&$OW"#$&$&W#NP(-(#&$)&S#-$,N&$T%","OP#$P"+N
$)&RQ$)&T()"%"P$B&O",N&$&)NO&W$#P"RQ)$#(O&Z&$)&",P(#_O&WY')"RN.&0,&RQ$,PN&$&OQ&(\(#R"R"NB&()&T(&)$
R$W$R"T$T&(OPU&T"c(#"TN&$)&$#'"P#"N&T(&$^Q()&^Q(&)$&P"(,(d&(,&R$%'"NB&()&T(&)$&RN%W(P(,R"$B&WN#
()&RN,P#$#"NB&(O&N')"-$PN#"N&WN#&)$O&#$XN,(O&T(&",P(#_O&WY')"RN&(,&^Q(&O(&cQ,T$.
;b
& =QW#(%$&6N#P(&T(&/QOP"R"$&T(&)$&8#N+",R"$&T(&JQ(,NO&2"#(O&(,&)$&R$QO$&l=R"$%%$#())$
2)c#(TN&!.&R[8NT(#&0\(RQP"+N.&6N$TZQ+$,P(&6N)(-"N&T(&L(P(#",$#"NO&T(&)$&8#N+",R"$&T(&JQ(@
,NO&2"#(OmB&=6/8R"$.&JO.&2O.&T()&iA[;;[g;B&0>&bb@?;E.&0,&(O$&NWN#PQ,"T$T&O(&ONOPQ+N&^Q(K&l0)
+(PQOPN&W#",R"W"N&T(&^Q(&(,&T(#(RnN&$T%","OP#$P"+N&)$&RN%W(P(,R"$&(O&)$&(VR(WR"S,&Z&)$&",RN%@
W(P(,R"$&)$&#(-)$B&Z&^Q(&WN#&P$,PN&PNT$&RN%W(P(,R"$&T('(&(OP$#&RN,c(#"T$&WN#&,N#%$&(VW#(O$...
n$&O"TN&OQW(#$TN&WN#&()&W#N-#(ON&T(&)$&R"(,R"$&\Q#]T"R$&Z&)NO&#(^Q(#"%"(,PNO&T(&Q,$&#($)"T$T
T]$&$&T]$&%UO&RN%W)(\$B&^Q(&(V"-(&Q,&%$ZN#&Z&%UO&R$)"c"R$TN&T(OW)"(-Q(&T(&$RP"+"T$T&$T%"@
,"OP#$P"+$m.
?i
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?fb.&<$&89:&n$&ONOP(,"TNK&l4,
$T(RQ$TN&R#"P(#"N&T(&O],P(O"O&+$)N#$P"+$&T(&)$O&WNOPQ#$O&#(O(`$T$O&T('(&))(+$#&$&RN,O"T(#$#&^Q(
)NO&(,P(O&(OP$P$)(O&P"(,(,&$WP"PQT&)(-$)&W$#$&n$R(#&PNTN&)N&^Q(&(OP_&(VW#(O$%(,P(&W(#%"P"TN&Z
#$XN,$')(%(,P(&"%W)]R"PN&(,&)N&(VW#(ONB&T(c","(,TN&()&RN,P(,"TN&T(&(OP(&Y)P"%N&U%'"PNB&$&)$
)QX&T()&W#",R"W"N&T(&)$&(OW(R"$)"T$Tm.&>"RPU%(,(O&?EeKAeE.
?;
& :N&WQ(TN&T(\$#&T(&R"P$#&)$&WNO"R"S,&T(&/Q$,&G#$,R"ORN&< *:210=B&W#Nc(ON#&^Q(&",P(#@
W#(PS&^Q(&()&l$V"N%$&N,PN)S-"RN&T(&)$&)"'(#P$Tm&+$)(&P$,PN&W$#$&)$&R$W$R"T$T&T()&nN%'#(&RN%N
W$#$&)$&T(&)NO&(,P(O&$T%","OP#$P"+NO&Z&OQO&S#-$,NO.&0,Q,R"S&(,&(O(&O(,P"TNK&l,N&n$Z&W(#ON,$
RN)(RP"+$&WY')"R$&,"&S#-$,NO&T(&(O$&W(#ON,$B&,"&RN%W(P(,R"$&T(&())$&Z&T(&OQO&S#-$,NOB&O"&Q,$&N
%UO&,N#%$O&,N&)N&(OP$')(R(,&hW#",R"W"N&T(&\Q#"T"R"T$Tjd&W(#N&Q,$&+(X&R#($T$&T"Rn$&W(#ON,$
_OP$&Z&OQO&S#-$,NO&WQ(T(,&n$R(#&PNTN&)N&W#Nn"'"TN&T(,P#N&T(&OQO&#(OW(RP"+$O&RN%W(P(,R"$O
h$V"N%$&N,PN)S-"RNjm.&/Q$,&G#$,R"ORN&<*:210=B&l6N%W(P(,R"$&$T%","OP#$P"+$&Z&W#Nn"'"R"N,(O
"%W)]R"P$OmB&%-:5B&,.a&gB&$'#")[\Q,"N&T(&;bfFB&W.&;fB&Z&l<$&RN%W(P(,R"$&Z&)NO&WNOPQ)$TNO&T(&)$
#(%"O"S,mB&%-:59&$`N&*B&,.a&?B&W.&;Ad&Z&(,&:-2-34*1$/+0.06725708*9&0T"P.&2OP#($B&JQ(,NO&2"#(O...
WW.&?EA&Z&OO.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ;bF
0)&W#Nc(ON#&67!2>*12&(,P"(,T(&^Q(&#(OQ)P$&WNO"')(&RN,R")"$#&$%'$O
WNOPQ#$O&TNRP#",$#"$OB&lT(c","(,TN&()&RN,P(,"TN&T(&)NO&WNT(#(O&#$XN,$@
')(%(,P(&"%W)]R"PNO&WN#&%(T"N&T(&)$&(OW(R"$)"T$TB&O",&W(#\Q"R"N&T(&QP")"@
X$#&(OP$&Y)P"%$&W$QP$&W$#$&T$#&RN,P(,"TN&$&)NO&WNT(#(O&",n(#(,P(Om ??.
**.E.& 621269010=
<$& RN%W(P(,R"$& W#(O(,P$& R"(#PNO& R$#$RP(#(O& cQ,T$%(,P$)(OB& ^Q(
RN,RQ##(,&$&O",-Q)$#"X$#)$B&$&O$'(#?AK
$j& &0O&N')"-$PN#"$B&WN#^Q(&O(&$P#"'QZ(&$&)NO&S#-$,NO&(OP$P$)(O&$&c",
T(&^Q(&_OPNO&)$&(\(#X$,&$RP"+$%(,P(&(,&)NO&R$ONO&(,&^Q(&RN##(O@
WN,T$?E.&<NO&S#-$,NO&$T%","OP#$P"+NO&,N&WQ(T(,&()(-"#&$&OQ&$#@
'"P#"N&$RPQ$#&N&,N&$RPQ$#d&$)&RN,P#$#"NB&(O$&$RPQ$R"S,&(O&,(R(O$#"$
ZB&RN,O(RQ(,P(%(,P(B&Q,&T('(#.&<$&6N,OP"PQR"S,&T$&OQOP(,PN&$
(OP(&R$#$RP(#&(,&)$&%(T"T$&^Q(&()&T(#(RnN&T(&W(P"R"S,&#(RN,NR"TN
(,&()&$#P]RQ)N&;E&T(&,Q(OP#$&6$#P$&!$-,$&,N&O(&$-NP$&RN,&()&W(@
T"TNB&O",N&^Q(&"%W)"R$&()&T('(#&T(&#(OWN,T(#.&8(#N&P$%'"_,&)$
N')"-$PN#"(T$T&(,RQ(,P#$&cQ,T$%(,PN&(,&)$&>(R)$#$R"S,&2%(@
#"R$,$&T(&)NO&>(#(RnNO&Z&>('(#(O&T()&kN%'#(&h$#P]RQ)N&HH*LjB
^Q(&#(RN,NR(&^Q(&PNT$&W(#ON,$&P"(,(&T(#(RnN&$&W#(O(,P$#&W(P"@
R"N,(O&Z&$&N'P(,(#&W#N,P$&#(ON)QR"S,?F.
'j& 0O&"%W#N##N-$')(B&WQ(O&)$&RN%W(P(,R"$&$O"-,$T$&N&W$#P(&T(&())$
,N&WQ(T(&O(#&P#$,Oc(#"T$&WN#&()&S#-$,N&^Q(&)$&P"(,(&$P#"'Q"T$&$
NP#N&S#-$,N&T"c(#(,P(B&O$)+N&(,&$^Q())NO&R$ONO&(,&^Q(&P$)&WNO"'"@
)"T$T&nQ'"(#$&O"TN&(VW#(O$%(,P(&$QPN#"X$T$&,N#%$P"+$%(,P(.
0OP(&R$#URP(#&P"(,(&OQOP(,PN&(,&)$&R"#RQ,OP$,R"$&T(&n$'(#&O"TN&(O@
P$')(R"T$&(,&",P(#_O&WY')"RN&WN#&Q,$&,N#%$&(OP$P$)?e.
Rj& 0O&"##(,Q,R"$')(B&(,&RQ$,PN&Q,&S#-$,N&,N&WQ(T(&T(R"T"#&W#"+$#@
O(&T(&Q,$&RN%W(P(,R"$&$P#"'Q"T$B&N&T(&Q,$&W$#P(&RQ$)^Q"(#$&T(
())$B&N&T()&(\(#R"R"N&T(&(O$&RN%W(P(,R"$B&\QOP$%(,P(&WN#&()&R$#UR@
P(#&N')"-$PN#"N&^Q(&)$&RN%W(P(,R"$&#(+"OP(.
??
& /Q)"N&1.&67!2>*12&B&H-D1/-1,2*3-/0+0-.7*6GGG91*,G1307G91W.&;Fe.&0OP(&$QPN#B&RN,cN#%(&$)
R#"P(#"N&T(&G()"W(&2/2&0=8*<B&O(`$)$&^Q(&WNT(#(O&",n(#(,P(O&ON,&)NO&^Q(&T(#"+$,&T(&)$&W#NW"$
(V"OP(,R"$&Z&,$PQ#$)(X$&T()&S#-$,NB&$Q,&RQ$,TN&,N&PQ+"(O(,&Q,&OQOP(,PN&(VW#(ON&(,&)$&)"P(#$)"@
T$T&T(&)$&,N#%$&T(&R#($R"S,.
?A
& k_RPN#&/N#-(&0=67<2&B&)*+,-./0*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91&WW.&?fi&Z&OO.
?E
& 2O]&)N&(OP$')(R(&(VW#(O$%(,P(&()&$#P]RQ)N&A&T(&)$&<(Z&,.a&;bFEb.
?F
& !"#"$%&!$'()&*L2:0I2B&H*61;20.30,0*61)*.6707<30*.5=-61-.1-=1$37*1$/+0.06725708*B&(,
/N#,$T$O&:$R"N,$)(O&T(&)$&2ONR"$R"S,&2#-(,P",$&T(&>(#(RnN&2T%","OP#$P"+NB&=$,&!"-Q()&T(
9QRQ%U,B&?iiA.&1$c$()&I7:Mp<0M&21M26&n$&(VW#(O$TN&^Q(&O(&P#$P$&T(&Q,&W#",R"W"N&^Q(&(V@
R(T(&$)&>(#(RnN&8Y')"RN&(OR#"PNB&Z$&^Q(&OQ&RQ%W)"%"(,PN&RN,OP"PQZ(&Q,$&N')"-$R"S,&T(&>(#(@
RnN&:$PQ#$).
?e
& 8#NRQ#$R"S,&T()&9(ON#N&T(&)$&:$R"S,B&>"RPU%(,(O&?EEKAiE&@&?EEKF;i&@&?EeKAeE.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
;be #0205+1#5C-=1&85.->5
Tj& 0O&N'\(P"+$B&(,&RQ$,PN&OQ#-(&T(&Q,$&,N#%$&^Q(&T(P(#%",$&)$&$W@
P"PQT&)(-$)&(,&'$O(&$)&W#",R"W"N&T(&(OW(R"$)"T$T.
**.F.& 6<2=*G*626*D:&>0&<2&67!8090:6*2
<$&R)$O"c"R$R"S,&P#$T"R"N,$)&W(#%"P(&T"OP",-Q"#&)$O&O"-Q"(,P(O&(OW(@
R"(O&T(&RN%W(P(,R"$K
$j& 6N%W(P(,R"$&(,&#$XS,&T(&)$&%$P(#"$K&)$&R)$O"c"R$R"S,&#(WNO$&(,
)$&,$PQ#$)(X$&T()&$RPN&RN,cN#%(&$)&T(#(RnN&N'\(P"+N&^Q(&RN,c"(#(
Q,$&O(#"(&T(&$P#"'QR"N,(O&$&)NO&S#-$,NO&Z&OQ\(PNO&(OP$P$)(O&W$#$&)$
#($)"X$R"S,&T(&OQO&RN%(P"TNO&W#NW"NO.&1"-(&()&W#",R"W"N&T(&(OW(@
R"$)"T$TB&^Q(&W(#%"P(&$&)NO&S#-$,NO&Z&OQ\(PNO&(OP$P$)(O&#($)"X$#
PNTNO& $^Q())NO& $RPNO& +",RQ)$TNO& $& )NO& c",(O& ^Q(& %NP"+$#N,& OQ
R#($R"S,B&(O&T(R"#B&$&OQO&RN%(P"TNO&(OW(R]c"RNO?f.
'j& 6N%W(P(,R"$&(,&#$XS,&T()&)Q-$#&N&P(##"PN#"NK&#(c(#"T$&$&)$&T(P(#@
%",$R"S,&T(&)$&RN%W(P(,R"$&(,&'$O(&$&R"#RQ,OR#"WR"N,(O&P(##"PN@
#"$)(OB&^Q(&)"%"P$,&-(N-#Uc"R$%(,P(&()&R$%WN&T(&$RR"S,&T(&)NO
S#-$,NO&Z&OQ\(PNO?g.
Rj& 6N%W(P(,R"$&(,&#$XS,&T()&P"(%WNK&#()$R"N,$T$&RN,&()&W(#]NTN
T(&TQ#$R"S,&T(&)$&RN%W(P(,R"$&N&T()&W)$XN&N&O"PQ$R"S,&$&W$#@
P"#&T()&RQ$)&())$&RN##(OWN,T$?b.&0O&c$RP"')(&P$%'"_,&T"OP",-Q"#
)$&RN%W(P(,R"$&(,&W(#%$,(,P(B&P(%WN#$#"$&N&$RR"T(,P$).&<$
RN%W(P(,R"$B&WN#&#(-)$&-(,(#$)B&(O&W(#%$,(,P(B&(,&RQ$,PN&()
S#-$,N& WQ(T(& (\(#R(#& (,& RQ$)^Q"(#& P"(%WN& )$O& $P#"'QR"N,(O
^Q(&)(&n$,&O"TN&RN,c(#"T$O.&8(#N&(,&R"(#PNO&R$ONO&()&N#T(,$%"(,@
PN&\Q#]T"RN&NPN#-$&Q,$&c$RQ)P$T&$)&S#-$,N&OS)N&WN#&Q,&)$WON&T(@
P(#%",$TNAi.
Tj& 6N%W(P(,R"$&(,&#$XS,&T()&-#$TNK&(O&W#NW"$&T(&)$&#()$R"S,&\(#U#@
^Q"R$&Z&O(&+",RQ)$&RN,&)$&WNO"R"S,&^Q(&()&S#-$,N&P(,-$&(,&)$&)],($
\(#U#^Q"R$&A;.
?f
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?g;.
?g
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?g;.
?b
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?g;.
Ai
& 2-QOP],&I71>*<<7B&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&W.&;g.&0OP(&$QPN#&(\(%W)"c"R$&()&OQ@
WQ(OPN&T(&RN%W(P(,R"$&P(%WN#$#"$&RN,&()&R$ON&T()&/(c(&T(&I$'",(P(&T(&!","OP#NOB&^Q(&T('(&W#(O(,@
P$#&$&)$&6N%"O"S,&J"R$%(#$)&8(#%$,(,P(&Q,&#(-)$%(,PN&T(&,(R(O"T$T&Z&Q#-(,R"$&T(,P#N&T()
W)$XN&T(&T"(X&T]$O&T(&OQOR#"PN&N&WQ')"R$TN&h$#P]RQ)N&bbB&",R.&A.ajK&(,&P$)&R$ON&)$&RN%W(P(,R"$&T()
S#-$,N&O(&n$))$&)"%"P$T$&(,&#$XS,&T()&P"(%WN&(,&)$&cN#%$&",T"R$T$B&Z&(O&WN#&(,T(&Q,$&RN%W(P(,R"$
P(%WN#$#"$.
A;
& 2-QOP],&I71>*<<7B&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&W.&;b.&
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ;bf
***.& 0H6086*7:0=&2&<2&*!817117I2J*<*>2>K
&&&&&&&&& >0<0I26*D:B&=4=9*946*D:&C&2L7626*D:
0VW#(O$&()&$#P]RQ)N&A&T(&)$&<(Z&;bFEb&(,&RQ$,PN&$)&(\(#R"R"N&T(&)$
RN%W(P(,R"$K&l-610+,2*22*>5C=-9151+-.*61K<-1=51/-=->530A.1*16<6707<30A.
-67<80-2-.1-M,2-65+-.7-15<7*20?5/56N1=5158*3530A.16-2J1,2*3-/-.7-151+-.*6
K<-1<.51.*2+51-M,2-651/06,*.>51=*13*.72520*O.
***.;.& >0<0I26*D:
9#$T"R"N,$)%(,P(&O(&T"c(#(,R"$,&TNO&(OW(R"(O&T(&T()(-$R"S,K&$j&)$
)(-"O)$P"+$B&Z&'j&)$&$T%","OP#$P"+$.
<$&W#"%(#$&(O&$\(,$&$&)$&#()$R"S,&\(#U#^Q"R$&WQ(O&P"(,(&)Q-$#&RQ$,TN
()&8NT(#&<(-"O)$P"+NB&T(,P#N&T(&)NO&)]%"P(O&RN,OP"PQR"N,$)(OB&T()(-$&(,&()
8NT(#&0\(RQP"+N&()&(\(#R"R"N&T(&R"(#P$O&c$RQ)P$T(O&W#NW"$OA?.
8N#&OQ&W$#P(B&)$&T()(-$R"S,&$T%","OP#$P"+$&P"(,(&(c(RPN&(,P#(&S#-$,NO
$T%","OP#$P"+NO&Z&WQ(T(&W#(O(,P$#&TNO&cN#%$OK&;j&)$&T()(-$R"S,&$T%"@
,"OP#$P"+$&",P(#N#-U,"R$B&Z&?j&)$&T()(-$R"S,&$T%","OP#$P"+$&",P(#OQ'\(P"@
+$.&0OP$&Y)P"%$&O(&RN,c"-Q#$&(,P#(&(,P(O&WY')"RNO&Z&(O&$T%"P"T$&WN#&)$
TNRP#",$&(OW$`N)$&Z&)$&"P$)"$,$B&W(#N&,N&n$&O"TN&#(RN-"T$&N#-U,"R$%(,P(
WN#&()&>(#(RnN&8Y')"RN&$#-(,P",N&(,&()&N#T(,&,$R"N,$)AA.
<$&T()(-$R"S,&$&)$&^Q(&O(&n$R(&#(c(#(,R"$&(,&(OP$&NR$O"S,B&RN,&'$O(
(,&)$&,N#%$&WNO"P"+$&$#-(,P",$B&(O&)$&T()(-$R"S,&",P(#N#-U,"R$B&"T(,P"c"@
R$T$&RN%N&Q,&%(T"N&P_R,"RN&W$#$&)$&%(\N#&N#-$,"X$R"S,&Z&T",U%"R$&T(
)$&2T%","OP#$R"S,&8Y')"R$.&=(&P#$P$&T(&Q,$&P_R,"R$&WN#&)$&RQ$)&Q,&S#-$@
,N&$T%","OP#$P"+N&O(&T(OW#(,T(&T(&Q,$&W$#P(&T(&)$&RN%W(P(,R"$&^Q(&P"(@
A?
& k_RPN#&/N#-(&0=67<2&B&)*+,-./0*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&WW.&?fF&Z&?feB&/Q$,&6$#@
)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?gAd&/Q)"N&1.&67!2>*12&B&$37*15/+0.06725708*9&<$
<(ZB&JQ(,NO&2"#(O&?iiAB&W.&?b.
AA
& 8$#$&^Q(&WQT"(#$&#(OQ)P$#&+"$')(&RN##(OWN,T(#]$&OQ&#(-Q)$R"S,&,N#%$P"+$B&%(T"$,P(
T"OWNO"R"N,(O&)(-$)(O&T()&%"O%N&#$,-N&T(&$^Q())$O&^Q(&$P#"'QZ(#N,&)$&RN%W(P(,R"$&^Q(&(O&N'@
\(PN&T(&T()(-$R"S,.&k_RPN#&/N#-(&0=67<2&B&)*+,-./0*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91WW.&?fF&Z&?fed
/Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&WW.&?gA&Z&OO.&>(&)$&#()$R"S,&(,P#(&T()(-$,P(&Z
T()(-$TN&O(&T(#"+$,&R"(#P$O&RN,O(RQ(,R"$OB&)$O&^Q(&WQ(T(,&O",P(P"X$#O(&T(&)$&OQ-Q"(,P(&cN#%$K
$j&0)&S#-$,N&T()(-$,P(&WQ(T(&(,&RQ$)^Q"(#&%N%(,PN&#(PN%$#&()&(\(#R"R"N&T(&)$&c$RQ)P$T&T()(@
-$T$B&T$TN&^Q(&O(&P#$P$&T(&Q,$&c$RQ)P$T&W#NW"$.&'j&0)&WNT(#&\(#U#^Q"RN&T()&T()(-$,P(&ON'#(&()
T()(-$TNB&$)&O(#&$%W)"NB&",R)QZ(&)$&$P#"'QR"S,&T(&(VW(T"#)(&",OP#QRR"N,(O&ON'#(&()&%NTN&T(&(\(#@
R(#&)$O&$P#"'QR"N,(OB&Z&T$#)(&S#T(,(O&RN,R#(P$O&W$#$&#(ON)+(#&Q,&R$ON&(OW(R]c"RN&T(&Q,$&Q&NP#$
%$,(#$.&0))N&RN%N&RN,O(RQ(,R"$&T(&P#$P$#O(&T(&RN%W(P(,R"$&W#NW"$.&Rj&0)&T()(-$TN&(O&#(OWN,@
O$')(&WN#&()&%NTN&(,&^Q(&(\(#R(&)$&c$RQ)P$T&T()(-$T$.&=",&(%'$#-NB&P$%'"_,&)N&(O&()&T()(-$,P(B
RN%N&RN,O(RQ(,R"$&T(&Q,$&#(OWN,O$'")"T$T&0.1-=0>-./*&(&0.180>0=5./*B&O$)+N&^Q(&()&T()(-$TN
n$Z$&$RPQ$TN&WN#&",OP#QRR"N,(O&(OR#"P$O&Q&S#T(,(O&+(#'$)(O&T()&T()(-$,P(B&R$ON&(,&()&RQ$)&)$&#(O@
WN,O$'")"T$T&T(&_OP(&(O&W)(,$.&Tj&6N,P#$)N#&WN#&()&T()(-$,P(K&_OP(B&$T(%UO&T(&",OP#Q"#&(,&-(,(@
#$)&)$&$RR"S,&T()&T()(-$TN&Z&T(&(VW(T"#)(&S#T(,(O&RN,R#(P$OB&WQ(T(&P$%'"_,&#(+NR$#&$RPNO&^Q(
T"RP(&(OP(&Y)P"%N&rT(&Nc"R"N&N&$&W(P"R"S,&T(&W$#P(r&WN#&#$XN,(O&T(&)(-"P"%"T$T&N&T(&NWN#PQ,"@
T$Td&N&$+NR$#O(&$&)$&%$P(#"$&^Q(&T()(-S.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
;bg #0205+1#5C-=1&85.->5
,(&$P#"'Q"T$&W$#$&P#$,Oc(#"#)$&$&NP#N&(,&cN#%$&P#$O"PN#"$&^Q(B&WN#&OQWQ(O@
PNB&,N&)$&P(,]$&$O"-,$T$AE.
0OP$&c"-Q#$&,N&"%W)"R$&Q,$&$)P(#$R"S,&T(&)$&(OP#QRPQ#$&$T%","OP#$P"+$B
OS)N&$c(RP$&$&OQ&T",U%"R$&(&"%WN#P$&()&T(OW#(,T"%"(,PN&T(&Q,&T('(#&cQ,R"N@
,$).&<$&RN%W(P(,R"$&T()(-$T$&O"-Q(&W(#P(,(R"(,TN&$)&S#-$,N&T()(-$,P(B&()
RQ$)&#(P"(,(&)$&P"PQ)$#"T$T&T(&$^Q_))$AF.&0)&T()(-$,P(&,N&(O&#(OWN,O$')(&T(&)NO
$RPNO&Z&T(R"O"N,(O&$TNWP$TNO&WN#&()&T()(-$TNB&T$TN&^Q(&_OP(&$RPY$&(,&(\(#@
R"R"N&T(&Q,$&RN%W(P(,R"$&^Q(&)(&n$&O"TN&+U)"T$%(,P(&$P#"'Q"T$.
6N,&(OP$&P_R,"R$&T(&(VR(WR"S,&O(&R#($&Q,$&RN%W(P(,R"$&,Q(+$&(,&()
T()(-$TNB&RN,&)N&RQ$)&W$#$&^Q(&#(OQ)P(&+"$')(&\Q#]T"R$%(,P(&#(OQ)P$&,(@
R(O$#"N&()&T"RP$TN&T(&Q,$&,N#%$&^Q(&)$&$QPN#"R(.
<$&,N#%$&^Q(&$QPN#"X$&)$&T()(-$R"S,&WQ(T(&#(+(OP"#&,$PQ#$)(X$&)(@
-$)& N& #(-)$%(,P$#"$.& 0)& 1(-)$%(,PN& :$R"N,$)& T(& )$& <(Z& T(& 8#NR(T"@
%"(,PNO&2T%","OP#$P"+NOB&>(R#(PN&,.a&;fFb[f?B&$QPN#"X$&$&%","OP#NO&Z
S#-$,NO&T"#(RP"+NO&T(&(,P(O&T(OR(,P#$)"X$TNO&$&T()(-$#&c$RQ)P$T(O&(,&)NO
",c(#"N#(O&\(#U#^Q"RNOAe.
<$&OQ'T()(-$R"S,&,N&(O&WNO"')(B&O$)+N&^Q(&O(&(,RQ(,P#(&$QPN#"X$T$&(VW#(@
O$%(,P(&WN#&Q,$&,N#%$&)(-$).&0))N&(O&)S-"RN&O"&O(&RN,O"T(#$&^Q(&)$&T()(-$R"S,
(O&Q,$&(VR(WR"S,&$)&W#",R"W"N&T(&)$&"%W#N##N-$'")"T$T&T(&)$&RN%W(P(,R"$&Z
^Q(&OS)N&WQ(T(&))(+$#O(&$&R$'N&O"&W#(+"$%(,P(&O(&$QPN#"XS&OQ&(\(#R"R"N.
***.?.& =4=9*946*D:
=(&(,P"(,T(&WN#&OQOP"PQR"S,&l)$&P#$O)$R"S,&P(%WN#$)&T(&)$&c$RQ)P$T&T(
(\(#R"R"N&T(&PNT$O&N&W$#P(&T(&)$O&RN%W(P(,R"$O&T(&Q,&(,P(&WY')"RN&$&NP#N
"%WQ(OP$&RN%N&RN,O(RQ(,R"$&T(&)$&c$)P$&T(&(\(#R"R"N&T(&_OP$O&N&T(&NP#$O
R"#RQ,OP$,R"$O&$,N#%$)(OmAf.&0O&Q,$&P_R,"R$&T(&T(O$WNT(#$%"(,PN&Q,"@
)$P(#$)&T(&RN%W(P(,R"$O.
<$O&TNO&%NT$)"T$T(O&T(&(OP$&P_R,"R$&ON,K&)$&OQOP"PQR"S,&WN#&OQ'#N@
-$R"S,&Z&)$&OQOP"PQR"S,&WN#&T"ON)QR"S,.&<$&W#"%(#$&O(&W#(O(,P$&RQ$,TN
Q,&S#-$,N&OQW(#"N#&W(#O"-Q(&WN#&O]&()&RQ%W)"%"(,PN&T(&)$O&N')"-$R"N,(O
^Q(&ON,&"%WQ(OP$O&$&)NO&",c(#"N#(O&Z&_OPNO&)$O&",N'O(#+$,Ag.&<$&OQOP"PQ@
AE
& k_RPN#&/N#-(&0=67<2&B&)*+,-./0*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?fFd&/Q$,&6$#)NO&62=@
=2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&WW.&?gA&Z&OO.
AF
& /Q$,&2)cN,ON&=2:92!2152&82=971B&;20.30,0*61/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&9.&*B&!$T#"TB
;bggB&WW.&Age&Z&OO.
Ae
& 2#P]RQ)N&?&T()&>(R#(PN&,.a&;fFb[f?.
Af
& /Q$,&2)cN,ON&=2:92!2152&82=971B&;20.30,0*61/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&W.&AgF.
Ag
& =2:92!21*2&82=971&$R)$#$&^Q(&(,&()&>(#(RnN&WNO"P"+N&(OW$`N)&(OP$&c"-Q#$&O(&W#(O(,P$&(,
TNO&R$ONOK&$)&P#$P$#O(&T()&RQ%W)"%"(,PN&T(&)$O&N')"-$R"N,(O&"%WQ(OP$O&$&)NO&(,P(O&)NR$)(OB&Z&(,&()&R$ON
T(&^Q(&)$&6N%Q,"T$T&2QPS,N%$&,N&RQ%W)"(#(&)$O&N')"-$R"N,(O&^Q(&)$&6N,OP"PQR"S,&Z&)$O&)(Z(O&)(
"%WN,(,&N&$RPQ$#(&T(&cN#%$&P$)&^Q(&$P(,P(&-#$+(%(,P(&$)&",P(#_O&-(,(#$)&hRc#.&$#P]RQ)N&;FF.;&60j.
/Q$,&2)cN,ON&=2:92!2152&82=971B&;20.30,0*61/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&*,G1307G9&W.&AgF.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ;bb
R"S,&WN#&T"ON)QR"S,&P"(,(&)Q-$#&(,&()&R$ON&T(&",RQ%W)"%"(,PN&-(,(#$)"@
X$TN&T(&)$O&N')"-$R"N,(O&WN#&W$#P(&T(&Q,&S#-$,NB&c#(,P(&$&)N&RQ$)&()&OQ@
W(#"N#&W#NR(T(&$&T"ON)+(#B&RN,c"$,TN&$&NP#N&W#N+"O"N,$)%(,P(&()&(\(#R"R"N
T(&OQO&cQ,R"N,(O.
=(&R#"P"R$&)$&R$)"c"R$R"S,&RN%N&OQOP"PQR"S,&T(&O"PQ$R"N,(O&^Q(&R$'(,
O(#&T(,N%",$T$O&RN%N&6<,=-.305.&0,&)NO&R$ONO&T(&Q,$&OQOP"PQR"S,&W(#@
ON,$)&Z&P(%WN#$)&(,&)$&P"PQ)$#"T$T&T(&Q,&S#-$,N&hWN#&+$R$,P(B&(,c(#%(@
T$TB&$QO(,R"$j&,N&n$Z&OQOP"PQR"S,&(,&O(,P"TN&(OP#"RPNB&WQ(O&,N&(V"OP(
P#$O)$R"S,&T(&RN%W(P(,R"$OB&^Q(&W(#%$,(R(,&(,&OQ&O(T(&N#"-",$#"$.&0,
)$&OQW)(,R"$B&)NO&^Q(&O(&%Q(+(,&ON,&)NO&P"PQ)$#(O&T(&)NO&S#-$,NOB&WQ(O&)$O
RN%W(P(,R"$O&W(#%$,(R(,&(OPUP"R$OAb.&0,&(OP(&OQWQ(OPN&()&#((%W)$XN
T()&P"PQ)$#&T(&Q,&S#-$,N&,N&",c)QZ(&(,&)$&RN%W(P(,R"$&$P#"'Q"T$&$&T"RnN
S#-$,NB&,N&O(&%NT"c"R$&)$&RN%W(P(,R"$&(V"OP(,P(B&O(&%$,P"(,(&",$)P(#$@
')(d&$)&RN,P#$#"NB&O(&$O(-Q#$&)$&RN,P",Q"T$T&T(&OQ&(\(#R"R"NEi.
***.A.& 2L7626*D:
0O&()&$RPN&%(T"$,P(&()&RQ$)&Q,&S#-$,N&OQW(#"N#&\(#U#^Q"RN&$OQ%(&()
RN,NR"%"(,PN&N&)$&T(R"O"S,&T(&Q,&$OQ,PN&^Q(&RN##(OWN,T(&$)&U%'"PN&T(
RN%W(P(,R"$&T(&Q,&S#-$,N&",c(#"N#E;.&<$&$+NR$R"S,&(O&%$,"c(OP$R"S,&T(
)$&cQ,R"S,&-(,_#"R$&T(,N%",$T$&lOQW(#",P(,T(,R"$&T()&S#-$,N&OQW(@
#"N#mB&cQ,R"S,&T(&$%W$#N&Z&RQOPNT"$&T(&)NO&T(#(RnNO&Z&cQ,R"N,(O&^Q(&O(
$T%","OP#$,&'$\N&OQ&T"#(RR"S,E?.
6N%N&W#NR(T"%"(,PN&Z&P_R,"R$&$T%","OP#$P"+$&#(W#(O(,P$&(,&cN#%$
%UO&)"%"P$T$&)N&RN,P#$#"N&T(&)$&T()(-$R"S,B&WQ(O&Q,&S#-$,N&OQW(#"N#&#(@
OQ()+(&$OQ%"#&)$&RN%W(P(,R"$&T(&Q,&S#-$,N&",c(#"N#.&8Q(T(&%$,"c(OP$#@
O(&P$,PN&T(&Nc"R"N&RN%N&$&",OP$,R"$&T(&Q,&W$#P"RQ)$#&$c(RP$TN&Z&O"(%W#(
W#NR(T(&RN%N&#(-)$&-(,(#$)B&$Q,^Q(&,N&n$Z$&,N#%$&(VW#(O$&^Q(&)$&$Q@
PN#"R(.
67!2>*12&(,P"(,T(&+"$')(&^Q(&()&8NT(#&0\(RQP"+N&,$R"N,$)&O(&$+N@
^Q(B&WN#&#$XN,(O&T(&)(-"P"%"T$TB&$)&(\(#R"R"N&T(&RN%W(P(,R"$&^Q(&RN@
##(OWN,T(& $& )NO& (,P(O& T(OR(,P#$)"X$TNO.& =QOP(,P$& OQ& R#"P(#"N& (,& l)$
"%WN#P$,R"$&^Q(&)$&+"-(,R"$&T(&)$&\Q#"T"R"T$T&WNO((&h...j&(,&()&%$#RN&T()
Ab
& /Q$,&2)cN,ON&=2:92!2152& 82=971B& ;20.30,0*61/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&*,G1307G9&W.
Age.
Ei
& !"-Q()&!21*0:k7GGB&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&*,G1307G91W.&ei?.
E;
& <$&8#NRQ#$R"S,&T()&9(ON#N&T(&)$&:$R"S,&(,P(,T"S&^Q(K&l0)&",OP"PQPN&T(&)$&$+NR$R"S,
O(&T$&RQ$,TN&Q,&S#-$,N&T(P(#%",$TNB&WN#&Q,&$RPN&$T%","OP#$P"+N&W#NW"N&Z&cQ,TU,TNO(&(,&#$@
XN,(O&T(&N#T(,&\(#U#^Q"RN&Z&T(&NWN#PQ,"T$TB&$T^Q"(#(&Q,$&RN%W(P(,R"$&^Q(&%$P(#"$)%(,P(
RN",R"T(&RN,&)$&T(&Q,&S#-$,N&",c(#"N#B&ON'#(&)$&'$O(&T(&^Q(&P$)&RN%W(P(,R"$&T()&",c(#"N#&(OPU
RN,P(,"T$&(,&)$&T()&OQW(#"N#m.&>"RPU%(,(O&;FbKFg;d&;egK?b?d&??eK;e;d&?A?K;fEd&?EeKAeE.
E?
& J$#PN)N%_&G*71*:*B&:-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&W.&;EE.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
?ii #0205+1#5C-=1&85.->5
'"(,&RN%Y,&RQZ$&-(OP"S,&",%(T"$P$&RN%W(P(&$&)$&2T%","OP#$R"S,&8Y@
')"R$&Z&T(,P#N&T(&_OP$B&RN%N&P"PQ)$#B&$)&8#(O"T(,P(&T(&)$&:$R"S,...m EA.&0,
()&R$ON&T(&)$&$+NR$R"S,&WN#&#$XN,(O&T(&NWN#PQ,"T$TB&%_#"PN&N&RN,+(@
,"(,R"$&(OP"%$&^Q(&#(OQ)P$&$W)"R$')(&()&$#P]RQ)N&bf&T()&1:<82B&RN,&)N
RQ$)&(,&R$ON&T(&(,P(O&R#($TNO&WN#&()&6N,-#(ON&:$R"N,$)B&(,&QON&T(&OQO
c$RQ)P$T(O&RN,OP"PQR"N,$)(OB&OS)N&R$'#]$&)$&$+NR$R"S,&WN#&T"Rn$O&#$XN,(O
(,&()&OQWQ(OPN&^Q(&)$&,N#%$&T(&R#($R"S,&T()&(,P(&nQ'"(O(&$RN#T$TN&Q,
RN,P#N)&$%W)"N&WN#&W$#P(&T()&0\(RQP"+N.&0,&R$%'"NB&O"&O(&P#$P$#$&T(&(,P(O
R#($TNO& WN#& ()& 8NT(#& 0\(RQP"+N& (,& (\(#R"R"N&T(&OQO&W#NW"$O&c$RQ)P$T(O
RN,OP"PQR"N,$)(OB&)$&$+NR$R"S,&O(#]$&$T%"O"')(&RN,&$%W)"PQTEE.
0,&RQ$,PN&$&)$&#(OWN,O$'")"T$T&T(&)NO&S#-$,NOB&$&T"c(#(,R"$&T(&)$&T(@
)(-$R"S,&r(,&)$&RQ$)&)$&#(OWN,O$'")"T$T&T()&T()(-$TN&RN(V"OP(&RN,&)$&T()
T()(-$,P(rB&(,&)$&$+NR$R"S,&)$&#(OWN,O$'")"T$T&T()&",c(#"N#&T(O$W$#(R(B
WQ(O&(,&P$)&O"PQ$R"S,&()&$RPN&(O&T"RP$TN&T"#(RP$%(,P(&WN#&()&OQW(#"N#B
^Q"(,&$OQ%(&W)(,$&Z&(VR)QO"+$&#(OWN,O$'")"T$TEF.
0,&)$&TNRP#",$&O(&n$&W)$,P($TN&NP#N&OQWQ(OPN&T(&"%W#NR(T(,R"$&T(
)$&$+NR$R"S,K&()&R$ON&T(&)$&RN%W(P(,R"$&$P#"'Q"T$&$)&S#-$,N&",c(#"N#&(,
+"#PQT& T(& Q,$& "TN,("T$T& (OW(R"$).& <$& cQ,T$%(,P$R"S,& T(& (OP$& c"-Q#$
l,N&WQ(T(&\QOP"c"R$#&)$&(%"O"S,&T(&$RPNO&WN#&W$#P(&T(&^Q"(,(O&R$#(R(,&T(
(O$&"TN,("T$T&(OW(R]c"R$%(,P(&#(RN,NR"T$m.&0)&W#NW"N&1(-)$%(,PN&T(&)$
<(Z&,.a&;bFEb&(,&OQ&$#P]RQ)N&?&W#Nn]'(&$&)NO&%","OP#NO&Z&S#-$,NO&T"#(RP"@
+NO&T(&)NO&(,P(O&T(OR(,P#$)"X$TNO&$+NR$#O(&$)&RN,NR"%"(,PN&Z&T(R"O"S,&T(
Q,&$OQ,PN&RQ$,TN&Q,$&,N#%$&)(&nQ'"(#$& $P#"'Q"TN& Q,$& RN%W(P(,R"$
(VR)QO"+$&$)&",c(#"N#Ee.
*L.& 60:912<*M26*D:&C&>0=60:912<*M26*D:
<$&N#-$,"X$R"S,&$T%","OP#$P"+$&WQ(T(&O(#&R(,P#$)"X$T$&N&T(OR(,P#$@
)"X$T$B&O(-Y,&^Q(&)$O&T(R"O"N,(O&T()&0OP$TN&O($,&#(OQ()P$O&WN#&)NO&S#-$@
,NO&R(,P#$)(O&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&N&(OP_,&$P#"'Q"T$O&$&NP#NO&(,P(O&RN,
W(#ON,$)"T$T&\Q#]T"R$Ef.
<$& $W)"R$R"S,& T(& (OPNO& W#",R"W"NO& #(OWN,T(& $&Q,& ",P(##N-$,P(&RN@
%Y,K&O"&)$O&RN%W(P(,R"$O&W$#$&RQ%W)"#&)NO&RN%(P"TNO&(OP$P$)(O&T('(,
$-#QW$#O(&(,&)NO&S#-$,NO&T(&)$&W(#ON,$&\Q#]T"R$&WY')"R$&0OP$TN&h2T%"@
EA
& /Q)"N&1.&67!2>*12&B&$37*15/+0.06725708*91*,G1307GB&W.&AF.
EE
& /Q)"N&1.&67!2>*12&B&$37*15/+0.06725708*91*,G1307GB&W.&AF.
EF
& /Q)"N&1.&67!2>*12&B&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&W.&Ai.
Ee
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&W.&?gb.
Ef
& L(#&/Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?gbd&&!$,Q()&!$#]$&>50MB
#5.<5=1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&W.&;Abd&!"-Q()&!21*0:k7GGB&F2575/*1/-1/-2-34*15/+0.06@
725708*9&W.&eAgd&k_RPN#&/.&0=67<2B&)*+,-./0*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G91W.&?fgd&J$#PN@
)N%(&G*71*:*B&:-2-34*1$/+0.06725708*91*,G1307G91W.&;Fe.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ?i;
,"OP#$R"S,&R(,P#$)&N&T"#(RP$j&N&O"B&(,&R$%'"NB&())$O&T('(,&O(#&$T\QT"R$T$O
$&NP#$O&(,P"T$T(O&(OP$P$)(O&T(OR(,P#$)"X$T$O&RN,&W(#ON,$)"T$T&\Q#]T"R$ Eg.
6N,&'$O(&(,&(OPNO&W#",R"W"NO&h^Q(&,N&O(&(,RQ(,P#$,&RN,P(%W)$TNO
RN%N&P$)(O&(,&Q,$&,N#%$&WNO"P"+$&(OW(R]c"R$jB&)$&N#-$,"X$R"S,&$T%","O@
P#$P"+$& $#-(,P",$& (,& ()& U%'"PN& ,$R"N,$)& O(& (,RQ(,P#$& RN,OP"PQ"T$& WN#
Q,$&2T%","OP#$R"S,&R(,P#$)&rRN,cN#%$T$&WN#&)$&8#(O"T(,R"$&T(&)$&:$@
R"S,B&)$&/(c$PQ#$&T(&I$'"(,(P(&T(&!","OP#NOB&O"(P(&=(R#(P$#]$O&T(&0OP$TN
Z&T"(X&!","OP(#"NOEbB&RN,&OQO&=(R#(P$#]$O&Z&=Q'O(R#(P$#]$O&Z&T(%UO&S#-$@
,NO&T(ORNR,(,P#$TNOr&Z&Q,$&2T%","OP#$R"S,&T(OR(,P#$)"X$T$&RN%WQ(O@
P$&WN#&O(O(,P$&(,P(O&$W#NV"%$T$%(,P(.
*L.;.& 60:912<*M26*D:
0,&)$&R(,P#$)"X$R"S,B&)NO&S#-$,NO&$T%","OP#$P"+NO&O(&+",RQ)$,&\(#U#@
^Q"R$%(,P(&h(OP$')(R(,&#()$R"N,(O&",P(#N#-U,"R$Oj&Z&,N&WNO((,&W(#ON@
,$)"T$T&\Q#]T"R$&,"&W$P#"%N,"N&W#NW"NO.&0,&(OP(&R$ONB&)$&$P(,R"S,&T(&)NO
c",(O&T()&0OP$TN&(OPU&$&R$#-N&T()&(,P(&N&(,P(O&R(,P#$)(Od&WN#&(ON&O(&n$&T"@
RnN&^Q(&)$&R(,P#$)"X$R"S,&(O&Q,&N#T(,$%"(,PN&\(#$#^Q"X$TNFi.
6Q$,TN&O(&n$R(&#(c(#(,R"$&$&Q,&S#-$,N&R(,P#$)"X$TNB&lO(&)(&RN,O"T(@
#$&RN%N&()&PNTNB&+$)(&T(R"#B&()&O"OP(%$&N#-U,"RN&(,&RN,\Q,PN&N&O(&n$R(
#(c(#(,R"$B&(,&W$#P"RQ)$#B&$&OQ&R$)"T$T&T(&RN%WN,(,P(&T()&O"OP(%$mF;.
2O]B&)$&R(,P#$)"X$R"S,B&$)&RN,OP"PQ"#&Q,&O"OP(%$&N#-U,"RN&N#T(,$TN
%(T"$,P(&#()$R"S,&\(#U#^Q"R$&^Q(&T"OWN,(&T(&Q,&S#-$,N&R(,P#$)&Y,"RNB
WNO((&R"(#PNO&R$#$RP(#(O&cQ,T$%(,P$)(OK&;j&)$&RN%W(P(,R"$&T()&RN,\Q,PN
O(&$P#"'QZ(&(,&W#",R"W"N&$)&S#-$,N&R(,P#$)&Y,"RNd&?j&)$&$RP"+"T$T&T(&)NO
()(%(,PNO&^Q(&RN%WN,(,&()&O"OP(%$B&T"#"-"T$&WN#&()&S#-$,N&R(,P#$)&Y,"@
RNB&(,&+"#PQT&T(&OQO&WNT(#(O&(OW(R]c"RNOB&(O&#(WQP$T$&RN%N&RN%W(P(,R"$
(\(#R"T$&WN#&()&\(#$#R$d&Aj&n$ZB&(,&W#",R"W"NB&Q,$&ON)$&W(#ON,$)"T$T&\Q#]@
T"R$B&)$&T()&O"OP(%$B&^Q(&P$%'"_,&(O&$P#"'Q"T$&$)&\(#$#R$d&Ej&)$O&#()$R"N,(O
N#-U,"R$O&^Q(&O(&(OP$')(R(,&(,P#(&)NO&RN%WN,(,P(O&T()&O"OP(%$&ON,&T(
R$#URP(#&",P(#,N&Z& T(&,$PQ#$)(X$&P_R,"R$B& O",&W(#\Q"R"N&T(&^Q(&P(,-$,
W#NZ(RR"N,(O&\Q#]T"R$O.
Eg
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*1$/+0.06725708*91*,G1307G9&WW.&?gb&Z&OO.
Eb
& <NO&!","OP(#"NO&ON,K&*,P(#"N#d&1()$R"N,(O&0VP(#"N#(OB&6N%(#R"N&*,P(#"N#&Z&6Q)PNd&>(@
c(,O$d&0RN,N%]$&Z&8#NTQRR"S,d&8)$,"c"R$R"S,&G(T(#$)B&*,+(#O"S,&8Y')"R$&Z&=(#+"R"NOd&/QOP"R"$B
=(-Q#"T$T&Z&>(#(RnNO&kQ%$,NOd&0TQR$R"S,B&6"(,R"$&Z&9(R,N)N-]$d&9#$'$\NB&0%W)(N&Z&=(@
-Q#"T$T&=NR"$)d&=$)QTd&>(O$##N))N&=NR"$).
Fi
& !$,Q()&!$#]$&>50MB.<5=1/-1/-2-34*91*,G1307G9&W.&;Ab.
F;
& !o:>0M&2821*6*7B&l<$&R(,P#$)"X$R"S,mB&%-806751/-1:*3<+-.7530A.1;BC=035B&?B&!$@
T#"TB&W.&;;.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
?i? #0205+1#5C-=1&85.->5
*L.?.& >0=60:912<*M26*D:F?
L.& 6<2=*G*626*7:0=
L.;.& >0=60:912<*M26*D:&9011*971*2<&C&>0=60:912<*M26*D:
&&&&&&&&&&&&&G4:6*7:2<
9#$T"R"N,$)%(,P(&O(&n$&T"OP",-Q"TN&(,P#(&(,P(O&P(##"PN#"$)(O&Z&,N&P(@
##"PN#"$)(O.&<$&T(OR(,P#$)"X$R"S,&P(##"PN#"$)&OQWN,(&)$&T(P(#%",$R"S,&T(
Q,&U%'"PN&-(N-#Uc"RN&T(,P#N&T()&RQ$)&()&S#-$,N&T(OR(,P#$)"X$TN&(\(#R(
OQ& RN%W(P(,R"$& Z& T(O$##N))$& OQ& $RP"+"T$TFA.&0OPNO&(,P(OB&^Q(&RQ(,P$,
RN,&()&P(##"PN#"N&RN%N&Q,N&T(&)NO&()(%(,PNO&RN,OP"PQP"+NOB&T"OWN,(,&T(
WNT(#(O&T(&OQW#(%$R]$&-2>51*+.-6&Z&OQ&cQ,T$%(,PN&#$T"R$&(,&)$&O$P"O@
c$RR"S,& T(& )$O& ,(R(O"T$T(O& T()& -#QWN& T(%N-#Uc"RN& ^Q(& )NO& RN,cN#%$
h0OP$TNB&W#N+",R"$OB&RN%Q,$OjFE.
=Q&W#(OQWQ(OPN&,(R(O$#"N&(O&)$&(V"OP(,R"$&T(&",P(#(O(O&W(RQ)"$#(O&T(
)NO&(,P(O&)NR$)(OFF.&0,&#($)"T$TB&(OP$&T"OP",R"S,&,N&$WN#P$&QP")"T$TB&$T+"#@
P"_,TNO(&^Q(&(V"OP(,&cN#%$O&T(&T(OR(,P#$)"X$R"S,&^Q(&W#(O(,P$,&R$#UR@
P(#&T(&)$&T(OR(,P#$)"XR"S,&P(##"N#"$)&Z&T(&)$&cQ,R"N,$)&N&WN#&O(#+"R"NOFe.
L.?.& >0=60:912<*M26*D:&87<59*62K&<2&2497:7!52
6N,OP"PQZ(&Q,$&cN#%$&OQW(#"N#&T(&T(OR(,P#$)"X$R"S,&WN)]P"R$B&^Q(
OQWN,(&Q,$&WNP(OP$T&,N#%$P"+$&N#"-",$#"$.&0,&)$&1(WY')"R$&2#-(,P",$
F?
& <$$6N#P(&=QW#(%$&T(&/QOP"R"$&T(&)$&:$R"S,&ONOPQ+N&^Q(K&l0)&RN,R(WPN&T(&T(OR(,@
P#$)"X$R"S,B&W#NW"N&T(&)$O&P_R,"R$O&T(&N#-$,"X$R"S,&$T%","OP#$P"+$B&(O&$%W)"N&(&",+N)QR#$
'UO"R$%(,P(&$&PNTNO&)NO&(,P(O&%(,N#(O&TNP$TNO&T(&W(#ON,$)"T$T&\Q#]T"R$&W#NW"$&Z&T"OP",P$
T(&)NO&R(,P#NO&WN)$#(O&T(&(O$&N#-$,"X$R"S,K&$T%","OP#$R"S,&WY')"R$&,$R"N,$)B&W#N+",R"$)&Z
%Q,"R"W$)&(,&)NO&R$ONO&(,&^Q(&#(OQ)P$&$QPS,N%$m.&6$QO$&l6N"c",B&G(#,$,TN&L"RPN#"N&Z&NP#NO
)4&=(#+"R"NO&0)_RP#"RNO&T()&I#$,&JQ(,NO&2"#(O&=2.&=0IJ2&W#(OR",T"'")"T$T&r&#(",RN#WN@
#$R"S,mB&A;[;i[gb.
FA
& k_RPN#&0=67<2&B&)*+,-./0*91*,G1307G9&W.&?gi.
FE
& IQ"TN&M2:7J*:*B&)<26*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*9&P#$T.&$&)$&F.q&(T.B&9.&*B&0T"P.&2#$ZYB
JQ(,NO&2"#(OB&;bFEB&W.&;Ff.
FF
& 0,&(O(&O(,P"TNB&1$c$()&0:910:2&640=92&B&)<26*1/-1/-2-34*15/+0.06725708*91+N).&;[;.&7#@
-$,"X$R"S,&2T%","OP#$P"+$B&0T"P.&9(R,NOB&;;.q&(T.B&!$T#"TB&;bbFB&W.&?E.&2)(\$,T#N&:*097&n$&R#"P"@
R$TN&)$&TNRP#",$&P#$T"R"N,$)&^Q(&$'N-$&WN#&(OP$&R)$O"c"R$R"S,&(,&cQ,R"S,&T()&P(##"PN#"N.&0,&(O(
O(,P"TNB&(,P"(,T(&^Q(&(O&",RN##(RP$&)$&R)$O"c"R$R"S,&(,P#(&(,P(O&P(##"PN#"$)(O&hRN%W#(,T"TNO&()&0OP$@
TNB&W#N+",R"$O&Z&%Q,"R"W"Nj&Z&(,P(O&,N&P(##"PN#"$)(OB&^Q(&O(&'$O$&(,&()&TN')(&R#"P(#"N&T(K&$j&(,&)NO&W#"@
%(#NO&()&P(##"PN#"N&(O&Q,&()(%(,PN&RN,OP"PQP"+NB&%"(,P#$O&^Q(&(,&)NO&O(-Q,TNO&(O&Q,$&O"%W)(
)"%"P$R"S,&T()&U%'"PN&T(&)$&RN%W(P(,R"$B&Z&'j&)NO&P(##"PN#"$)(O&P"(,(,&Q,"+(#O$)"T$T&T(&c",(OB&%"(,@
P#$O&^Q(&)NO&O(-Q,TNO&OS)N&P"(,(,&c",(O&RN,R#(PNO.&2)(\$,T#N&:*097B&l0,P(O&P(##"PN#"$)(O&Z&,N&P(##"@
PN#"$)(OmB&(,&%-806751$/+0.0672530A.1;BC=03591,.a&eEB&!$T#"TB&;bf;B&WW.&?b&Z&OO.
Fe
& 2-QOP],&I71>*<<7B&P+,2-6561/-=1P675/*910T"P.&!$RRn"B&JQ(,NO&2"#(OB&;beeB&WW.&AF&Z&OO.
=NOP"(,(&^Q(&n$Z&RN#WN#$R"N,(O&N&(,P(O&T(&cN%(,PN&^Q(&#(Y,(,&(O$O&R$#$RP(#]OP"R$OB&RN%N&)$&6N%"@
O"S,&:$R"N,$)&T(&1]N&J(#%(\NB&)$&6N#WN#$R"S,&T(&GN%(,PN&T()&L$))(&*,c(#"N#&T(&1]N&6nQ'QP.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
H*61,20.30,0*61/-1=51*2>5.0?530A.15/+0.067257085 ?iA
ON,&$QPS,N%$O&)$O&W#N+",R"$OB&RN,cN#%(&)N&(OP$')(R(&)$&6N,OP"PQR"S,
:$R"N,$)B&Z&(,&cN#%$&#(OP#",-"T$&)NO&%Q,"R"W"NOB&^Q(&O(&(,RQ(,P#$,&$
%"P$T&T(&R$%",N&(,P#(&)$&$QPN,N%]$&W)(,$&Z&NP#N&P"WN&T(&T(OR(,P#$)"X$@
R"S,K&)$&$QP$#^Q]$Ff.
<$&$QPN,N%]$&W#N+",R"$)&(O&],O"P$&$)&O"OP(%$&c(T(#$)&h+(#&$#P]RQ)NO&F
Z&A;&6:j.
0OP$&$QPN,N%]$&"%W)"R$&()&WNT(#&T(&N#-$,"X$#&()&-N'"(#,N&)NR$)&RN,cN#@
%(&$&)$&,N#%$O&RN,OP"PQR"N,$)(OB&TU,TNO(&OQO&",OP"PQR"N,(OB&#"-"_,TNO(&WN#
cN#%$O&(VR)QO"+$O&T(&()(RR"S,&T(&OQO&$QPN#"T$T(O&WY')"R$O&h^Q(&ON,&",T(@
W(,T"(,P(O&T()&IN'"(#,N&c(T(#$)jB&#(-Q)$#&()&T(O(%W(`N&T(&OQO&cQ,R"N,(OB
R$W$R"T$T&T(&T(O$##N))$#&T(,P#N&T(&OQ&P(##"PN#"N&()&"%W(#"N&\Q#"OT"RR"N,$)Fg.
L.A.& >0=60:912<*M26*D:&G4:6*7:2<
<$&T(OR(,P#$)"X$R"S,&cQ,R"N,$)B&WN#&O(#+"R"N&N&",OP"PQR"N,$)B&O(&(O@
P#QRPQ#$&ON'#(&)$&'$O(&T(&Q,&R#"P(#"N&P_R,"RNB&Z&T$&)Q-$#&$&^Q(&T(P(#%"@
,$TNO& O(#+"R"NOB& RN%(P"TNO& N& W#(OP$R"N,(O& O(& RN,c"(#(,& $& Q,& S#-$,N
$T%","OP#$P"+N&RN,&W(#ON,$)"T$T&\Q#]T"R$&W#NW"$.&0,&)$&T(OR(,P#$)"X$R"S,
cQ,R"N,$)&WQ(T(&(V"OP"#B&"-Q$)%(,P(B&Q,&U%'"PN&P(##"PN#"$)&$O"-,$TNB
W(#N&(OP(&()(%(,PN&,N&(OB&(,&(OP(&R$ONB&()&^Q(&P"(,(&+$)N#&W#(+$)(R"(,P(B
O",N&^Q(&(O(&#N)&RN##(OWN,T(&$&)$&$P#"'QR"S,&T(&Q,&O(#+"R"N&N&Q,$&cQ,@
R"S,Fb.
=(&)$&RN,R"'(&RN%N&lQ,&W#",R"W"N&T(&N#-$,"X$R"S,&RN,O"OP(,P(&(,
P#$,Oc(#"#&RN%W(P(,R"$O&T(R"ON#"$O&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&(OP$P$)&$&)$O&T(@
%UO&W(#ON,$O&\Q#]T"RN@WY')"R$Omei.&0OP$O&W(#ON,$O&\Q#]T"R$O&,N&RN,OP"PQ@
Z(,&N#T(,$%"(,PN&(,&O(,P"TN&W#NW"NB&R$#(R(,&T(&'$O(&ONR"N)S-"R$&Z&ON,
OQ\(PNO&T()&W#NW"N&N#T(,$%"(,PN&^Q(&)$O&R#(S.
<$&TNRP#",$&c#$,R(O$&(,P(,T"S&^Q(&(OP$&P_R,"R$&RN,O"OP]$&(,&RN,c(#"#
Q,$& R"(#P$& $QPN,N%]$& $& Q,& O(#+"R"N& WY')"RN& T(P(#%",$TNB& TNPU,TN)(
RN,&W(#ON,$)"T$T&\Q#]T"R$&W#NW"$.&=N,&)NO&(OP$')(R"%"(,PNO&WY')"RNO&T()
>(#(RnN&c#$,R_Oe;.
<$&T(OR(,P#$)"X$R"S,&P"(,(&)$O&O"-Q"(,P(O&R$#$RP(#]OP"R$OK&;j&<$&(V"OP(,@
R"$&T(&(,P(O&WY')"RNOB&TNP$TNO&T(&W(#ON,$)"T$T&\Q#]T"R$&W#NW"$.&?j&<$
P#$,Oc(#(,R"$&T(&$P#"'QR"N,(O&r^Q(&W(#P(,(R(,&$&)$&2T%","OP#$R"S,&R(,@
P#$)r&$&(OPNO&(,P(O.&Aj&<$&T(OR(,P#$)"X$R"S,&PNP$)&,N&(O&WNO"')(e?.&Ej&0OP$
Ff
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*91*,G1307G9&W.&?b?.
Fg
& /Q$,&7RP$+"N&I24:2&B&f[F[bf.
Fb
& k_RPN#&0=67<2B&)*+,-./0*GGG91*,G1307G9&WW.&?gi&Z&OO.
ei
& /NO_&2.&I21652@910L*/2:7&G7=B&F2575/*GGG91*,G1307G9&W.&EAi.
e;
& !$,Q()&>50MB.<5=GGG91*,G1307G9&W.&;EE.
e?
& &!"-Q()&!21*0:k7GB&F2575/*GGG91*,G1307G9&WW.&eEA@eEE.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
?iE #0205+1#5C-=1&85.->5
P_R,"R$&,N&WQ(T(&T(#"+$#&(,&Q,$&W)(,$&Z&(,P(#$&)"'(#P$T&T(&)NO&S#-$,NO
T(OR(,P#$)"X$TNO.&>('(&(V"OP"#&Q,&RN,P#N)&%UO&N&%(,NO&$%W)"N&T()&WN@
T(#&R(,P#$)eA.
L*.& 67:60:9126*D:&C&>0=67:60:9126*D:
&& && && &2>!*:*=9129*L2
<$&RN,R(,P#$R"S,&Z&)$&T(ORN,R(,P#$R"S,B&$)&"-Q$)&^Q(&)$&R(,P#$)"X$@
R"S,&Z&)$&T(OR(,P#$)"X$R"S,B&RN,OP"PQZ(,&%NT$)"T$T(O&T(&N#-$,"X$R"S,
$T%","OP#$P"+$&^Q(&T$,&)Q-$#&$&Q,$&Q,"c"R$R"S,&N&T"OP#"'QR"S,&W(#%$@
,(,P(&T(&RN%W(P(,R"$O&Z&$P#"'QR"N,(O.&8N#&())N&^Q(T$,&O(W$#$T$O&Z&T"@
c(#(,R"$T$O& T(& NP#$O& cN#%$O& T(& T"OP#"'QR"S,B& RN%N& )$& T()(-$R"S,B
%(#$%(,P(&P#$,O"PN#"$O&Z&R"#RQ,OP$,R"$)(OeE.
9$,PN& )$& RN,R(,P#$R"S,& RN%N& )$& T(ORN,R(,P#$R"S,& ON,& W#",R"W"NO
N#-$,"X$P"+NO&^Q(&O(&T$,&(,&()&U%'"PN&T(&Q,$&%"O%$&W(#ON,$&WY')"R$
(OP$P$).&8N#&)N&P$,PNB&WQ(T(,&P(,(#&)Q-$#&(,&)$&2T%","OP#$R"S,&R(,P#$)&Z
(,&)$O&(,P"T$T(O&T(OR(,P#$)"X$T$OeF.
k$Z&RN,R(,P#$R"S,&RQ$,TN&)$O&c$RQ)P$T(O&T(&T(R"O"S,&O(&#(Y,(,&(,
)NO&S#-$,NO&OQW(#"N#(O&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&R(,P#$)B&N&RQ$,TN&(O(&RN,@
\Q,PN&T(&c$RQ)P$T(O&O(&(,RQ(,P#$&$&R$#-N&T(&)NO&S#-$,NO&T"#(RP"+NO&T(&)$O
(,P"T$T(O&T(OR(,P#$)"X$T$O.&0,P#$`$&Q,$&P]W"R$&#()$R"S,&",P(#N#-U,"R$
(,&()&%$#RN&T(&)$&W#NW"$&(,P"T$T&(OP$P$).&0,&G#$,R"$&O(&)$&T(,N%",$&T(O@
R(,P#$)"X$R"S,&l\(#U#^Q"R$m&N&l'Q#NR#UP"R$m.&
0,&cN#%$&",+(#O$B&O"&)$O&RN%W(P(,R"$O&T(R"ON#"$O&ON,&$O"-,$T$O&$&S#@
-$,NO&",c(#"N#(O&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&R(,P#$)"X$T$&N&T(OR(,P#$)"X$T$B&()
c(,S%(,N&#(R"'(&()&,N%'#(&P_R,"RN&T(&lT(ORN,R(,P#$R"S,m.
<$&T(ORN,R(,P#$R"S,&"%W)"R$&^Q(&()&S#-$,N&T(ORN,R(,P#$TN&$)&^Q(
()&(,P(&R(,P#$)&P#$,Oc"(#(&W$#P(&T(&OQO&$P#"'QR"N,(O&W#NW"$O&R$#(R(&T(&W(#@
ON,$)"T$T&\Q#]T"R$.&0O&Q,&W#NR(T"%"(,PN&$&)NO&(c(RPNO&T(&$-")"X$#&)$&$RP"@
+"T$T&T(&)$&2T%","OP#$R"S,&R(,P#$).&8$#$&^Q(&(V"OP$&T(ORN,R(,P#$R"S,&O(
#(^Q"(#(,&R"(#PNO&()(%(,PNOB&$&O$'(#K&$j&$P#"'QR"S,&T(&Q,$&RN%W(P(,R"$
(,&cN#%$&(VR)QO"+$&Z&W(#%$,(,P(d&'j&(OP$&$P#"'QR"S,&T('(&n$R(#O(&$&Q,
S#-$,N&^Q(&,N&NRQW(&)$&RYOW"T(&T(&)$&\(#$#^Q]$B&$Q,&RQ$,TN&(OP_&(,RQ$@
T#$TN&T(,P#N&T(&)$&%"O%$d&Rj&Q,&U%'"PN&P(##"PN#"$)&T(,P#N&T()&RQ$)&()&S#@
-$,N&(\(#X$&)$&RN%W(P(,R"$&^Q(&)(&n$&O"TN&$P#"'Q"T$.
eA
& !"-Q()&!21*0:k7GG&B&F2575/*GGG91*,G1307G91W.&eEA@eEE.
eE
& k_RPN#&0=67<2&B&)*+,-./0*GGG91*,G1307G9&W.&?gE.
eF
& /Q$,&6$#)NO&62==2I:0B&:-2-34*15/+0.06725708*9&W.&?bF.
DA-2003/2004, núms. 267-268. MIRIAM MABEL IVANEGA. Los principios de la organización admin...
De la peligrosidad o inutilidad de una teoría general del contrato administrativo(*)
- [ED, 179-655]
Primera Parte
La peligrosidad de la teoría
Introducción
1. La tesis propuesta
Otro distinguido jurista extranjero presente en esa ocasión fue Guglielmo Roehrssen quien
explicó el derecho de su país sobre el tema diciendo que, en Italia, la concepción francesa del
contrato administrativo era desconocida porque todas las controversias contractuales ponían en
juego derechos subjetivos y, por lo tanto, de acuerdo con el sistema jurisdiccional italiano,
correspondían a la jurisdicción de los tribunales judiciales con exclusión de los administrativos.
En el entusiasmo general por la teoría francesa pocos repararon en la atingencia de las palabras
de Roehrssen para el derecho argentino: entonces, como ahora, se prefería independizar los
conceptos básicos del derecho administrativo francés de su origen adjetivo, sosteniendo su
’sustantivización’.
Dada la importancia que revisten los contratos que celebra el Estado, es sorprendente la
pasividad con que los cultores de las demás ramas del derecho han visto desarrollarse la teoría
del contrato administrativo en nuestro país, que ha tornado en excepcional y caprichosa la
aplicación del derecho privado a la problemática contractual del Estado.
Ya no se alzan voces como en otras épocas para cuestionar la pertinencia de esta teoría en el
derecho argentino(1). Resignados ante una especialidad que no desean criticar, los iusprivatistas
se ven así impedidos de extender su análisis a una riquísima e importante problemática. La
unidad del fenómeno jurídico se sacrifica en aras de una especialidad basada en doctrinas
provenientes de regímenes jurisdiccionales ajenos, que son trasladadas a nuestro sistema
exagerando aun las características de su país de origen.
Al igual que lo que ocurre con la teoría del servicio público(2), la figura del contrato
administrativo es otra de nuestras importaciones del derecho francés que se apoya en una
importante corriente doctrinaria y una jurisprudencia pacífica, pero que no cuenta con base
normativa propia ni viene constitucionalmente impuesta. Por ello, hemos venido sosteniendo
desde hace varios años, en cursos universitarios de postgrado, la tesis de la peligrosidad o
inutilidad, en el derecho argentino, de la teoría del contrato administrativo con el alcance que
corrientemente se le ha dado entre nosotros. Dado el sistema jurisdiccional argentino y dadas
las características de nuestra administración pública, consideramos que la teoría tradicional del
contrato administrativo es no sólo innecesaria, sino también inconveniente, tanto para quienes
contratan con el Estado como para los mismos intereses públicos y, por lo tanto, debe ser
abandonada o, cuando menos, significativamente acotada.
i) Que en todos los contratos que el Estado celebra, los aspectos que hacen a la competencia, a
la formación de la voluntad administrativa y a la selección del contratista se rijan por el derecho
público.
ii) Que ciertos acuerdos que celebra el Estado para fijar el alcance de derechos u obligaciones
que emanan de relaciones extracontractuales de sumisión, propias del derecho público, puedan
necesitar regirse por reglas diferentes a las aplicables a los contratos del derecho privado: son
aquellas relaciones que García de Enterria denomina ’conciertos de la Administración’ en las
cuales ésta recurre al acuerdo con el particular en lugar de imponer unilateralmente su
voluntad(3). En el derecho alemán son éstos, así como los convenios entre entes públicos, los
’contratos de derecho público’(4).
iii) Que la administración carezca de facultades para limitar, por vía contractual, las potestades
legislativas del Congreso.
iv) Que ciertos contratos que el Estado celebra, como ocurre con la concesión de servicios
públicos, no tengan parangón en el derecho privado legislado y por ende merezcan una
normativa propia que, a falta de soluciones expresas en la legislación o en las estipulaciones
contractuales aplicables, deba ser construida jurisprudencialmente.
v) Que el Estado pueda necesitar para ciertos contratos determinados que sí están legislados en
el derecho privado, una normativa especial que utilice reglas distintas de las normas supletorias
del derecho privado y que por ende sea conveniente que, ya sea por vía legal o en la misma
documentación contractual, se establezcan dichas reglas, como de hecho ocurre en ciertos y
determinados casos.
vi) Que el Estado pueda aprovechar su fuerza negociadora para imponer en la documentación
contractual cláusulas que le conceden prerrogativas respecto de la otra parte contratante y que
ésta debe aceptar si desea contratar con el Estado.
vii) Que la aplicación de dichas reglas y cláusulas especiales vaya creando, a través de los años,
un cuerpo de precedentes cuyo conocimiento es necesario para la mejor interpretación de
aquéllas.
viii) Que el desarrollo de ciertas relaciones nacidas de un concierto de voluntades entre el
Estado y un particular se vea regido por una reglamentación que la administración puede
modificar unilateralmente, como ocurre con la función pública.
ix) Que algunas decisiones que la administración adopta dentro de una relación contractual
constituyan, por apoyarse directa o indirectamente en ley habilitante, actos administrativos y,
como tales, gocen de las prerrogativas que a su respecto establece la pertinente ley de
procedimientos administrativos.
x) Que en ciertos contratos del Estado, por su complejidad, duración e importancia económica,
pueda ser conveniente que la administración (como lo haría cualquier particular en su lugar) no
aplique rigurosamente a su cocontratante la letra del contrato, en aras de permitir su
continuación y evitar una rescisión correcta en lo jurídico pero nociva en lo fáctico.
Pero la crítica que formulamos sí discute que, en un contrato que corresponde al tráfico
jurídico patrimonial, es decir que establece a cargo del cocontratante prestaciones que la parte
estatal no le podría imponer unilateralmente, y que constituyen el equivalente económico de los
derechos que el contrato confiere a dicho cocontratante(5):
i) En ausencia de toda disposición legal o contractual que lo autorice, la parte estatal goce de
prerrogativas intracontractuales tales como disponer unilateralmente la modificación o
rescisión del contrato o imponer al contratista sanciones no previstas en norma legal o
contractual alguna.
ii) Que dichas prerrogativas existan aun en presencia de disposiciones contractuales que las
nieguen.
iii) Que sea posible englobar todas las situaciones descriptas en el precedente apartado a) en
una teoría general y extraer de ella conclusiones extrapolables a cualquier contrato que la
administración celebre siempre que encuadre dentro de una categoría tan imprecisa como la del
’contrato administrativo’.
iv) Que toda decisión que la administración adopte en el curso de tal tipo de contrato
constituya un acto administrativo y se rija, por ende, por las normas de la ley de procedimientos
administrativos aplicable.
Ello significa que no procede la crítica a la teoría del contrato administrativo mientras ésta se
limite a describir el régimen de ciertos contratos que se apartan de las soluciones típicas del
derecho privado por la existencia de disposición legal o contractual que así lo disponga. Pero en
este caso la teoría carecerá de consecuencias jurídicas sustantivas y sólo tendrá un interés
adjetivo como ser la atribución de competencia al fuero contenciosoadministrativo allí donde
exista separadamente.
De allí que la tesis de este trabajo no se rebata señalando la existencia de contratos que, por
disposición expresa de la ley o por previsión expresa de la documentación contractual
respectiva, se rigen por reglas ajenas a las tradicionales del derecho privado. La tesis propuesta
sólo puede rebatirse de dos maneras: demostrando que existe una definición precisa tanto de la
categoría del ’contrato administrativo’ como de las reglas que se le aplican, o sosteniendo que la
imprecisión que resulta de la falta de dichas definiciones es un costo aceptable dadas las
ventajas que la teoría del contrato administrativo acarrea. Como veremos, lo primero es
imposible y lo segundo equivocado.
Como se deducirá fácilmente, la crítica a la teoría tradicional del contrato administrativo se
centra, en definitiva, en la pretendida existencia de las cláusulas exorbitantes implícitas: si ellas
existen, la teoría es útil (o sea, tiene efectos jurídicos sustantivos concretos) pero peligrosa;
mientras que si ellas no existen, la teoría pierde peligrosidad pero al mismo tiempo carece de
efectos sustantivos y se vuelve en gran medida inútil.
1. La imprecisión de la teoría
Una teoría que pretende efectos tan importantes como colocar al contratista en una situación
de subordinación frente a la administración, sujeto a las órdenes de ésta aunque el contrato o la
ley no lo dispongan expresamente, debiera tener un alcance nítidamente delimitado. Ello no es
así. Los mismos partidarios de la doctrina lo admiten: Berçaitz cita las palabras de Rouviére
según el cual ’Todos los esfuerzos tentados para extraer los caracteres distintivos de los
contratos administrativos e insertarlos en una fórmula, han fracasado. No es posible librar a una
fórmula única los caracteres de todos los contratos concluidos en este vasto dominio’(6).
Como se sabe, la categoría del contrato administrativo fue creada en Francia para distinguir
aquellos contratos que caen bajo la jurisdicción de los tribunales administrativos, por oposición
a los demás contratos que celebra el Estado en los que corresponde entender a los tribunales
judiciales(7). En el derecho francés, un contrato es calificado como ’administrativo’, y su
conocimiento queda prohibido a los tribunales judiciales y reservado a los administrativos,
cuando existe una íntima relación entre el contrato y un servicio público. Ello ocurre cuando el
contrato ’confía al cocontratante la ejecución directa e inmediata de una misión de servicio
público’ o tiene por objeto ’la ejecución misma del servicio público’, o incluso cuando constituye
una ’modalidad de ejecución del servicio público’(8). Pero también es ’administrativo’ el
contrato que contiene ’cláusulas exorbitantes’ del derecho privado(9) o está sujeto a un ’régimen
exorbitante’ del derecho privado(10).
Estas fórmulas han ocasionado, por su misma imprecisión, una copiosa jurisprudencia. Como
lo reconoce el principal expositor francés: ’La identificación de los contratos administrativos no
ha estado nunca exenta de dificultades, pero parece que desde hace unos años estas dificultades
se han acentuado y su denuncia constituye, en todo caso, el tema principal de un número
creciente de artículos y de comentarios de jurisprudencia(11)’. A 25 años del Arrêt Epoux Bertin,
decía la Enciclopedia Dalloz, ’la jurisprudencia se ha vuelto nuevamente muy compleja para
explicar’(12). Para Weil, la búsqueda de un criterio claro y preciso del contrato administrativo
constituye un verdadero trabajo de Sísifo(13).
Sin embargo, la doctrina argentina no ha sido, y no podía serlo, más feliz que la francesa en
definir de una manera precisa al contrato administrativo dentro del universo de contratos
celebrados por la administración. La necesidad de recurrir para ello a conceptos imprecisos,
subjetivos o indeterminados tales como el fin público(18), el interés público(19), la función
administrativa(20), la utilidad pública(21), las necesidades públicas colectivas(22), las funciones
específicas del Estado(23), el ’giro o tráfico peculiar de la administración’(24), o aún el
cumplimiento a través del contrato de ’prestaciones de justicia social’(25), demuestra que la
figura carece de contornos nítidos. Como dice Sayagués Laso: ’El concepto de servicio público
carece de precisión... La noción de utilidad pública o colectiva es extremadamente vaga. Una y
otra permiten soluciones contradictorias respecto de ciertos contratos’(26). Lo subjetivo de la
noción resulta de los ejemplos de la misma doctrina: sería administrativo el contrato de
suministro de combustibles para una línea aérea estatal, pero no el de víveres para sus
pasajeros(27).
Prueba de toda esta imprecisión es que han podido ser calificados como ’contratos
administrativos’ un empréstito público que según el art. 743 del cód. de com. se rige por el
Título XI de dicho Código en ausencia de ley especial al respecto(36), un convenio de
producción de material grabado con destino a la programación de radiodifusión(37), un
contrato de transporte de correspondencia(38), un contrato evidenciado en un certificado de
depósito a plazo fijo emitido por un banco provincial(39), un contrato de explotación de
espacios para publicidad comercial(40), concesiones otorgadas bajo la legislación minera(41),
contratos petroleros(42), préstamos del Banco Hipotecario Nacional a particulares(43) y ventas
de viviendas económicas(44).
Si la categoría del contrato administrativo es imprecisa, mayor confusión aún existe respecto
de las consecuencias substanciales de la inclusión de un determinado contrato dentro de ella.
Consciente de la imposibilidad de extender literalmente el régimen de algunos contratos
nominados a todo contrato que merezca el calificativo de ’administrativo’, la doctrina debe
contentarse con la afirmación de que el régimen general que enuncia como típico del contrato
administrativo debe adecuarse a cada contrato en particular, tarea que no acomete en
profundidad.
Por ello, la consecuencia de clasificar a un contrato que el Estado celebra como ’administrativo’
es colocar el plexo de obligaciones y derechos que emanan de ese contrato en una total
incertidumbre. Inútil es argumentar, a renglón seguido, que ciertos aspectos de la teoría
tradicional no se le aplican al contrato en cuestión(45). Hasta que la jurisprudencia no se
pronuncie uniformemente al respecto, lo que puede no ocurrir nunca, las partes de ese contrato
no sabrán a qué atenerse.
Toda defensa de la teoría, en su alcance tradicional, debiera demostrar que, ante cualquier
contrato que celebra el Estado, ella permite predecir, con un aceptable grado de certeza, qué
régimen lo regirá, cuán válidas son las estipulaciones que él contiene y que se apartan de las
tradicionales cláusulas exorbitantes, y cuál es el alcance de las cláusulas exorbitantes que, en
adición a lo estipulado o en contra de ello, regirán a su respecto. Como tal predicción es
imposible, dado lo impreciso de la teoría, cabe concluir que ella es más apta para la exposición
didáctica, para la argumentación retórica en favor de una u otra posición ante un caso dado o,
finalmente, para la explicación ex post de decisiones judiciales, que para servir de pautas a las
que las partes deben ajustar su conducta durante la ejecución del contrato.
Pero ocurre que la función esencial del derecho es reglar la conducta de las personas fuera del
juicio, estableciendo reglas claras que les permitan conocer con razonable precisión sus
derechos y sus obligaciones, y puedan predecir por ello las consecuencias jurídicas de su
conducta. La teoría del contrato administrativo que, en síntesis, no hace más que generalizar las
reglas de la concesión de servicios públicos y del contrato de obra pública a todos los contratos
que el Estado celebra(46), impide un aceptablemente claro pronóstico de la solución judicial de
las controversias. Decir que todo contrato administrativo es unilateralmente mutable por el
Estado, agregando a renglón seguido que el grado de mutabilidad dependerá del tipo de
contrato de que se trate(47), es una frase satisfactoria para el tratadista, útil para el juez (en
cuanto da un ancho campo a su discrecionalidad para decidir), pero terrible para el
cocontratante del Estado y para el funcionario público responsable, que no pueden adivinar qué
alcance dará el juez a tal potestad en el contrato que a ellos les concierne.
2. La exageración de la teoría
El peligro de la teoría tradicional es tanto más agudo por cuanto el derecho argentino ha
exacerbado las reglas especiales del contrato administrativo yendo en algunos puntos más allá
de lo sostenido en el derecho francés.
Esta exageración se evidencia de diversas maneras. En primer lugar, las definiciones del
contrato administrativo son más amplias en la Argentina que en Francia: un contrato por el cual
un particular alquila su propiedad al Estado para que funcione un juzgado, y que no contiene
cláusulas exorbitantes, sería un contrato administrativo en nuestro país, pero no en Francia(48).
Para ciertos autores franceses se presume que el contrato celebrado por la administración, aún
tratándose de servicios públicos de índole administrativa, es de derecho común, mientras que
nuestra doctrina propone la presunción opuesta(49). En Francia la regla —bien que con algunas
excepciones— es que las empresas públicas que adoptan forma societaria no pueden celebrar
contratos administrativos(50); en nuestro país tal posibilidad se afirma con alcance más
general(51). Más aún, para ciertas opiniones todos los contratos que celebra el Estado serían
administrativos(52), posición esta que, obviamente, desborda los límites de la teoría francesa.
Del mismo modo, parte de la doctrina francesa había negado la mutabilidad del contrato
administrativo(53), mientras que autores como Jèze modificaron su posición inicial para
sostener que ella regía solamente en ciertos contratos(54) y, si bien en l983 el Consejo de Estado
reconoció expresamente la mutabilidad en el arrêt Union des transports publics urbains et
régionaux(55), el alcance del fallo es discutido(56). El mismo de Laubadère pareciera fundar la
mutabilidad del contrato administrativo en la existencia de ley o cláusula contractual que la
prevea y considera incorrecto sostener que ‘porque la administración sea signataria de un
contrato posee ipso facto el derecho de modificar sus cláusulas’(57) Entre nosotros, por el
contrario, dicha característica se manifiesta con carácter general considerándosela una mera
emanación del carácter administrativo del contrato(58). Ella abarca incluso cláusulas, como las
condiciones de pago, que en Francia no serían nunca consideradas modificables. A este
respecto, la regla francesa es categórica: ’Es, pues exclusivamente sobre las condiciones del
servicio que la administración puede imponer modificaciones a su cocontratante. Las cláusulas
financieras no pueden ser ellas mismas afectadas’(59) Esta clara posición contrasta con los fallos
en los que nuestra Corte Suprema admitió, por vía de hipótesis, la licitud de modificar la
modalidad de pago convenida atento al carácter administrativo del contrato, o rechazó la
pretensión de la administración de modificar unilateralmente el régimen de reconocimiento de
variaciones de costos basándose en que no se había demostrado el interés público
comprometido(60). Similar oposición se observa entre la jurisprudencia del Consejo de Estado
francés que rechaza la potestad de la administración de modificar unilateralmente la tarifa,
rehusando hacer suya la tesis de Jèze acerca del carácter reglamentario de la misma (61), y la
doctrina argentina que continúa citando a Jèze para sostener el carácter reglamentario, y no
contractual, de la remuneración del concesionario y la correlativa facultad administrativa para
reducir unilateralmente la tarifa(62).
Por último, mientras que, en Francia, la extinción del contrato por razones de oportunidad
genera para el Estado la obligación de indemnizar el lucro cesante(63), esta consecuencia es
discutida en la doctrina nacional(64), y no siempre aplicada estrictamente por la
jurisprudencia(65).
La teoría argentina del contrato administrativo resulta, así, exagerada y carente de matices con
relación a sus fuentes francesas(66) y, como se verá en la Segunda Parte de este trabajo, sin
parangón en los países del llamado ’primer mundo’.
II
Sin embargo, dicho remedio indemnizatorio no siempre constituye una solución satisfactoria
que elimine la nocividad de estas consecuencias. En primer lugar, la indemnización puede no
ser plena atento a la ya mencionada discusión acerca de la procedencia del lucro cesante y a la
facultad que otorga al juez el reformado art. 1638 del Código Civil. Además, la determinación y
pago de la indemnización suelen depender de un complicado proceso que demanda varios años
a través de tres instancias judiciales(67) para desembocar finalmente en un trámite
administrativo de cobro que, a su vez, puede llegar a insumir otros dos años(68). Esta demora,
incómoda cuando se trata de contratos de suministro o de obra pública de monto reducido,
puede llegar a comprometer la existencia misma del contratista en el supuesto de obras públicas
de gran magnitud. Por otra parte, cuando se trata de empresas concesionarias de servicios
públicos o de obras públicas, la rescisión anticipada implica frecuentemente la desaparición de
la empresa o, cuando menos, una significativa pérdida en el valor de sus acciones: el mercado no
invierte en pleitos. Sin llegar a estos extremos, la continua interferencia de la administración
durante la vida del contrato para modificar sus términos originales agrava lo que los inversores
llaman ’riesgo regulatorio’, uno de los principales factores que inciden en la valuación de las
empresas de servicios públicos.
Algunas de las consecuencias jurídicas de la teoría del contrato administrativo son de índole
general, mientras que las otras, las cláusulas exorbitantes implícitas, se expresan en forma de
reglas especiales. Las que denominamos generales son tres: la afectación del principio pacta
sunt servanda, el rechazo de las soluciones del derecho privado y la administrativización de las
relaciones contractuales.
Por más que se sostenga que el principio pacta sunt servanda rige aún en los contratos
administrativos(69), lo cierto es que tal afectación ocurre: si aplicamos la doctrina tradicional, el
principio sólo rige en la medida en que lo considere correcto el tribunal, siendo imposible, la
mayoría de las veces, determinar de antemano en qué casos así lo decidirá. Se ha dicho, incluso,
que cuanto más progresa el derecho administrativo más se evoluciona de la ’rigurosa
inflexibilidad’ que el principio del contrato como ley de las partes ostenta en el derecho privado,
hacia la ’relativa mutabilidad’ de ese mismo principio en el derecho administrativo(70).
Por otra parte, cuando pasamos de la doctrina del fallo al resultado de la litis observamos que,
en muchos de los casos publicados, el tribunal invocó el principio pacta sunt servanda para
rechazar la acción del contratista y no para poner límites a la pretensión estatal de modificar el
contrato(71). Idéntica observación cabe para los fallos que han decidido que también dentro del
campo del contrato administrativo rigen la regla de la buena fe y la doctrina de los actos
propios(72).
Aun reconociendo que en el derecho privado se han introducido reglas que atemperan la
rigidez de la concepción del contrato como ley de las partes, como ocurre con la reforma de los
arts. 954, 1198 y 1638 del cód. civil dispuesta por la ley 17.711 [ED, 21-961], no es menos cierto
que se trata de situaciones excepcionales. En el derecho privado no se sostiene, como principio
general, que en cualquier contrato uno de los contratistas pueda modificarlo unilateralmente o
incluso rescindirlo anticipadamente cuando ello no está previsto en el texto respectivo.
Por lo tanto, afirmar que en los contratos administrativos rige la regla pacta sunt servanda, y
agregar a renglón seguido que las relaciones que emanan de dichos contratos son por principio
mutables, es incurrir en una figura cercana al oxímoron. Como ha dicho un autor francés, a
fuerza de ’poner de relieve las prerrogativas de la administración, frecuentemente se ha
sofocado toda idea contractual’(73).
La teoría del contrato administrativo implica, en aquellos supuestos en que ni la ley especial ni
el contrato ofrecen una respuesta, dejar de lado las soluciones existentes en el derecho privado
en aras de una especialidad que desemboca en un vacío jurídico ante la falta de reglas claras y
predeterminadas y la consiguiente necesidad de construirlas al efecto. La teoría del contrato
administrativo destruye primero la normativa contractual del derecho privado para intentar
luego reconstruirla recurriendo, porque no tiene más remedio, a las mismas reglas que antes
rechazó, ahora con el argumento de que se trata de principios generales del derecho cuyo
alcance excede el campo del derecho privado(74), o que ellas son aplicables en subsidio o ’por
analogía’(75).
Así, sostener que la rescisión por incumplimiento y los daños y perjuicios son algunas de las
’sanciones’ que puede imponer el Estado a su contratista, no es sino repetir lo que ocurre en el
derecho privado. También es observable la pretensión de construir una definición especial de
fuerza mayor aplicable a los contratos administrativos y que lleva a dar primacía, en nuestro
derecho, a los precedentes del Consejo de Estado a partir del caso de los ’Tranvías de
Cherburgo’(76) por sobre la regla del art. 1198 del cód. civil. Como se sabe, en dicho caso, el
Consejo de Estado distinguió entre la teoría de la imprevisión, que se aplica a los casos de un
desequilibrio transitorio de la economía del contrato, y la fuerza mayor, que desemboca en la
rescisión del contrato tanto cuando el evento impide su cumplimiento como cuando, sin impedir
tal cumplimiento, el evento crea un desequilibrio definitivo en su economía. Atento al texto del
art. 1198 de nuestro cód. civil, que no distingue entre el desequilibrio temporario y el definitivo,
es de preguntarse por qué se prefiere una jurisprudencia extranjera a una ley nacional. El
argumento acerca de la especialidad de la solución administrativa es objetado aún en Francia,
donde la oposición entre la jurisdicción administrativa, que admite la teoría de la imprevisión, y
la judicial, que la rechaza, ha sido tradicional. La doctrina administrativista francesa sostiene
que aunque esta teoría llegare a ser admitida por los tribunales judiciales, sería siempre distinta
de la construida por el derecho administrativo(77). En su perspicaz comparación entre el
contrato de obra pública y la locación de obra privada, Llorens disputa esta conclusión: ’La
divergencia entre el derecho privado y el derecho administrativo se limita a una oposición de
reglas aplicables. Ella no implica de ninguna manera una diferencia absoluta de naturaleza entre
los contratos. Contrariamente a la opinión corriente de la doctrina publicista, la teoría de la
imprevisión no se funda, en el derecho administrativo, en consideraciones totalmente ajenas al
derecho privado. Ella reposa sobre ideas que el tribunal judicial bien podría hacer suyas’(78).
Estas palabras son perfectamente aplicables a nuestro derecho a partir de la modificación del
art. 1198 del cód. civil: la pretendida nota diferencial que radicaría en la imposibilidad de
extinguir el contrato administrativo por invocación de esta teoría(79), no toma en cuenta que el
art. 1198 también permite a la administración evitar la terminación del contrato.
Es curiosa esta vocación argentina por recalcar las diferencias entre el derecho contractual
privado y el administrativo cuando en Francia un profundo estudio comparado del contrato de
obra pública y del de locación de obra llega a la conclusión de que las semejanzas son tantas que
ponen en tela de juicio la necesidad de la dualidad de jurisdicción en materia contractual, atento
a que las pocas diferencias existentes son de origen jurisprudencial(80).
Ello no quita que exista una situación especial en la aplicación de la fuerza mayor a los
contratos que el Estado celebra, cuando la causal emana del mismo Estado, pero esta situación
abarca a todos dichos contratos y no sólo a una categoría de ellos, observación que es extensible
a la teoría del ’hecho del príncipe’: ¿en qué casos puede el Estado prevalerse de sus prerrogativas
públicas y hacer más onerosa la prestación de su contratista sin que ello repercuta en el precio
del contrato? Nuevamente se observa que la especialidad de la materia comprende a todos los
contratos del Estado: es el doble carácter de legislador y cocontratante que asume el Estado lo
que crea problemas exorbitantes del derecho privado en nuestro derecho, como en el de todos
los países, y no la existencia de una categoría especial de contratos públicos(81). Ello no significa
aceptar la posición para la cual todos los contratos de la administración son administrativos con
el argumento de que en todos ellos existen prerrogativas administrativas intracontractuales
como la facultad de dirección y control. Las prerrogativas que sí admitimos respecto de todos los
contratos del Estado, como de todas las relaciones jurídicas privadas, son extracontractuales y,
por ende, excepcionales y necesariamente dependientes de ley.
La posibilidad de optar entre la solución del derecho privado y una solución diferente fundada
en principios de derecho público que rara vez son claros o precisos, constituye una seria causal
de inseguridad jurídica. Muchas veces la opción se orienta hacia la solución más favorable para
las arcas estatales: la invocación del derecho administrativo en ’Meridiano’ permitió a la Corte
Suprema construir un derecho de rescisión en favor de la administración que ignoraba el
derecho de opciones sucesivas que el contrato expresamente otorgaba al particular, y redujo así
significativamente el derecho al lucro cesante de éste(82); resultado análogo al que produjo en
Clan la inaplicabilidad de las reglas del cód. civil sobre locación de cosas(83). La Corte pudo
mantenerse dentro del derecho privado en ’Martínez Suárez de Tinayre’, dado que él le permitía
aplicar el art. 1638 del código civil a un contrato celebrado con un canal de televisión estatal
para reducir la indemnización que correspondía al particular afectado por la rescisión
anticipada del contrato(84), pero también consideró a esta regla del código civil de aplicación
supletoria al contrato de obra pública ante la ausencia de normas en la ley 13.064 acerca de la
rescisión sin culpa del contratista(85).
Quizás una de las consecuencias más nocivas, y que más confusión acarrea, de la teoría
tradicional del contrato administrativo, en su vertiente argentina, es la tendencia a considerar
que todo pronunciamiento estatal emitido en el marco de un contrato calificado como
’administrativo’, constituye un acto administrativo, con las graves consecuencias procesales y de
fondo que tal categorización conlleva(86). Ello sería una consecuencia más de la relación de
subordinación que existe en el contrato administrativo y que se ve incompatible con la igualdad
entre las partes contratantes propia del derecho privado(87). Se argumenta, como fundamento
de esta posición, que ’las necesidades públicas satisfechas mediante obras y servicios no toleran
demoras ni interferencias que forzosamente se generarían si aquélla tuviera que demandar
previamente la verificación de que su obrar se ajusta a la legalidad’(88).
Allí donde coexisten un régimen contractual con uno reglamentario, las decisiones que la
administración adopte en aplicación de este último (y que, en materia de servicios públicos,
corresponderán por lo general en la actualidad al respectivo ente regulador) constituirán actos
administrativos, al igual que la decisión estatal que da por terminada la habilitación (concesión,
licencia, permiso u otra) que la ley exige como condición para poder prestar el servicio. Las
restantes declaraciones de voluntad administrativa referentes al régimen contractual podrán
beneficiarse con un régimen de preclusión contractual si no son cuestionadas dentro del plazo
que expresamente prevé el mismo contrato, pero no debieran ser necesariamente consideradas
actos administrativos en sentido estricto.
Pero donde no exista base legal o preclusión contractual, la mera expresión de voluntad de la
administración, aunque sea unida al silencio del contratista, debe reputarse insuficiente para
alterar el plexo de derechos y obligaciones emanados del contrato y el contratista no debiera
estar obligado a recurrirla para mantener sus derechos(91).
Mención especial merece la aplicación analógica de las reglas sobre el acto administrativo a los
contratos que celebra el Estado y que prevé el último párrafo del art. 7º de la Ley Nacional de
Procedimientos Administrativos, norma que ha provocado controversias en la doctrina y en la
jurisprudencia(92). Al respecto, cabe distinguir entre el contrato en sí y los actos unilaterales
emitidos en su marco por la administración. En lo que hace al contrato, se observa que dicha
aplicación analógica, que expresamente se limita al Título III de la ley, sólo corresponde cuando
’ello fuere procedente’(93). Esta locución permite distinguir, por ejemplo, entre las normas
sobre la validez de la voluntad del agente administrativo contratante, que son perfectamente
aplicables a los contratos que el Estado celebra, de la potestad general de revocar los actos
administrativos por razones de oportunidad que, independientemente de la constitucionalidad
de habilitación tan universal(94), cabe reputar ajena al régimen de los contratos(95). Debe
recalcarse que no existe paralelismo entre las relaciones de conceptos acto jurídico/contrato y
acto administrativo/contrato administrativo: la subsunción del contrato dentro de la categoría
más general del acto jurídico es posible en el derecho privado porque los particulares, en
principio, no pueden crear unilateralmente obligaciones a cargo de terceros; por el contrario, la
administración sí puede hacerlo y de allí la necesidad de separar el régimen del acto unilateral,
que puede crear obligaciones independientemente de la voluntad del particular que es su
destinatario, de las reglas aplicables a los contratos ya que éstos, cualquiera sea su naturaleza,
sólo nacen de un acuerdo de voluntades(96).
Vemos aquí otro ejemplo de lo que García de Enterria y Fernández llaman las ’generalizaciones
sucesivas’ a las que también nuestro derecho administrativo es tan afecto. Con olvido de las
fundamentales diferencias que existen entre un acto nacido de la voluntad unilateral de la
administración, de otro nacido de un concurso de voluntades que representan intereses
contrapuestos, diferencias que el derecho francés apunta claramente(97), parte de la doctrina
nacional extiende el régimen de los actos unilaterales a los contratos y coloca luego a ambas
figuras dentro del alcance de las normas que rigen la expropiación pese a la ausencia de ley que
cumpla con el recaudo constitucional de declarar la utilidad pública(98).
En lo que hace a los actos unilaterales que la administración emite durante el transcurso del
contrato, observamos que una ley de procedimientos administrativos no puede constituir
habilitación general para que la administración dicte actos administrativos que inciden
negativamente sobre la esfera de derechos de los particulares. Para que ello pueda ocurrir es
necesario una ley especial que lo disponga: así lo exige el art. 19 de la Constitución Nacional. Por
ende, las consecuencias que, según dichas leyes, derivan de un acto administrativo, requieren la
previa constatación de que la declaración de voluntad estatal constituye un acto administrativo,
no siendo suficiente para ello que dicha declaración se haya vertido en el marco de un contrato
calificado como ’administrativo’ alegando la relación de subordinación que él pretendidamente
origina: ¿Qué subordinación existe en un contrato de empréstito o en los demás ejemplos antes
citados en los que la jurisprudencia consideró presente un contrato administrativo?(99) La
interpretación expansiva de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, forzada en
cuanto pretende incluir a esa misma ley dentro de las ’respectivas leyes especiales’ a que ella se
remite al estatuir en materia de contratos, unida a la falta de distinción entre distintos tipos de
contratos que se observa en su art. 7º, abre la puerta a la aplicación de la teoría del acto
administrativo a toda la contratación estatal. Interpretaciones de este tipo(100) obligan, a fin de
evitar la pérdida de derechos, a recurrir toda expresión de voluntad de la administración emitida
durante la ejecución de cualquier contrato en que ella es parte, desembocando así en una
verdadera ’metástasis jurídica’.
De allí, entonces, que quepa distinguir, en el marco de las relaciones contractuales del Estado,
aquellas declaraciones de voluntad que constituyen actos administrativos, de aquellas otras que
merecen el calificativo de ’meros pronunciamientos administrativos’ ante su carencia de
idoneidad para incidir en la esfera jurídica del contratista(105), observando asimismo que su
vinculación con un contrato clasificado como ’administrativo’ por la doctrina tradicional no
otorga necesariamente a tales declaraciones carácter de ’acto administrativo’(106).
La teoría del contrato administrativo pretende dar una respuesta única a una serie muy diversa
de situaciones que se plantean cuando contrata el Estado. De allí su atracción, diríamos estética.
Pero ella no puede, sin embargo, hacernos pasar por alto las peligrosas consecuencias de su
principal faceta sustantiva: las cláusulas exorbitantes implícitas, cláusulas estas cuya
peligrosidad se acrecienta al observar que ellas regirían aun en contra de lo estipulado
expresamente en el contrato.
a) El ius variandi
La segunda fuente del ius variandi es la potestad reglamentaria de que goza la administración
respecto de ciertas relaciones. Tal lo que ocurre con la función pública, donde tal potestad
emana, en primer lugar, de la Constitución misma: el Presidente es el ’jefe supremo de la
Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país’, mientras
que el Jefe de Gabinete ejerce la administración general del país y expide los reglamentos
necesarios para ejercer tal facultad(114). Además, dicha potestad se funda en la ley que establece
el Régimen Jurídico de la Función Pública: el agente ingresa a la administración y en la
prestación del servicio debe ajustarse a ’las condiciones de tiempo, forma, lugar y modalidad que
determinen las normas emanadas de autoridad competente’(115). Por ello se ha sostenido que su
status es fundamentalmente reglamentario y no contractual(116).
De allí que cuando no exista una situación reglamentaria, o una previsión legal o contractual
que establezca el ius variandi, éste no procederá(120). Y dado que las situaciones reglamentarias
conciernen al servicio público pero no a la remuneración del contratista, jamás podrá invocarse
un ius variandi implícito para modificar dicha remuneración(121).
Por último, las variaciones que son consecuencia indirecta del ejercicio de la potestad
reglamentaria que han atribuido a la administración leyes que no tienen relación inmediata con
el contrato dan lugar a una problemática común a todo tipo de contrato del Estado. Se trata
aquí, nuevamente, de otras potestades extracontractuales que tampoco son renunciadas por la
administración por el solo hecho de haber suscrito un contrato, y cuyo ejercicio podrá, o no, dar
lugar a indemnización bajo la teoría del hecho del príncipe(122).
La inoponibilidad de la exceptio non adimpleti contractus por el contratista, que sostiene parte
de la doctrina(123), y ha admitido alguna jurisprudencia(124),constituye otro ejemplo de la
exagerada generalización ínsita en la teoría del contrato administrativo. Tal inoponibilidad
podría ser defendible —dentro de ciertos límites— en la concesión de servicios públicos, en la
cual existe una relación tripartita Estado concedente - concesionario - usuario, y donde la
principal prestación que recibe el concesionario (el precio del servicio) proviene del usuario, y
no del Estado. Obsérvese que la exceptio rige plenamente entre concesionario y usuario: la falta
de pago conlleva generalmente la interrupción del servicio. Pero no parece razonable que una
controversia entre el Estado y el concesionario acarree la suspensión del servicio por parte de
este último. Ello no impide que el concesionario pueda oponer al Estado, como defensa ante la
imputación de falta de expansión o mejoramiento del servicio, su renuencia a aprobar los
aumentos de tarifas que el contrato prevé. Como se observa, la exceptio aún juega, aunque de
modo limitado, en la concesión de servicios públicos.
Por el contrario, allí donde la prestación principal a que tiene derecho el contratista proviene
del Estado, rechazar la procedencia de la exceptio constituye una flagrante injusticia que no
puede validarse con la apelación al interés público ni con la presunción —tan abusada en la
práctica— de la solvencia del Fisco(125). Que durante mucho tiempo se haya castigado con la
rescisión culposa del contrato al contratista de obras públicas que no cumplía ante la falta de
pago del Estado, es un ejemplo más de las consecuencias que acarrea la exacerbación de las
especialidades en detrimento de los principios y valores jurídicos básicos, observación que cabe
también a la actual solución de rescisión ’por culpa concurrente’ aunque ya sin penalidades para
el contratista(126).
Por otra parte, reducir la aplicación de la exceptio a aquellos casos en que el incumplimiento
del Estado coloca al contratista en ’razonable imposibilidad de cumplimiento’ constituye una
solución imperfecta e injusta. Imperfecta, porque exige al contratista llegar al borde de la
insolvencia para poder invocar la cláusula, poniendo así en riesgo la supervivencia de la empresa
y de la fuente de trabajo(127). E injusta, en cuanto supone que las demás obras que tiene en
curso el contratista deben auxiliar financieramente a la que contrató el Estado dado que, si su
situación financiera es desahogada gracias al flujo de fondos proveniente de sus otras obras,
podría probarse en el juicio que el contratista tenía medios para continuar cumpliendo.
En realidad, cuanto más considerables sean los intereses públicos en juego en un contrato
determinado, mayor será la falta de la administración al no tener fondos expeditos para pagar al
contratista, máxime cuando la celebración del contrato está condicionada, en algunos casos
expresamente, a la exigencia de partida presupuestaria(128). La teoría tradicional produce,
entonces, un resultado paradójico: cuanto más grave es la falta de la administración, mayor es el
esfuerzo financiero que debe realizar el contratista.
El Estado, por ende, debe incluir en las cláusulas contractuales los plazos de tolerancia de la
mora estatal que el contratista está obligado a aceptar, en exceso de los cuales el contratista
debería poder paralizar su prestación. Ello no quita que, tal como ocurre en el derecho privado,
el incumplimiento invocable debe ser grave, ya que los apartamientos menores nunca autorizan
la exceptio(129). En este sentido cabe señalar que la nueva ley española de Contratos de las
Administraciones Públicas de 1995 autoriza la oposición de la exceptio por el contratista cuando
la demora de pago por la administración excede los cuatro meses, debiendo comunicar su
decisión a la administración con un mes de anticipación(130).
Es curioso cómo, bajo un régimen constitucional que expresamente dispone que los
particulares sólo quedan compelidos a realizar una determinada conducta cuando la ley así lo
manda, la doctrina haya creado una teoría que obliga al contratista a seguir las órdenes del
Estado aunque no exista ley ni texto contractual que así lo establezca(131).
Potestad de tamaña gravedad no puede presumirse ni establecerse como consecuencia
implícita del encuadramiento de un contrato dentro de la imprecisa categoría del ’contrato
administrativo’. Decir que ella debe adecuarse al tipo de contrato de que se trate no elimina la
incertidumbre en que se coloca al contratista a quien nadie puede asegurarle si su contrato es
’administrativo’ ni cuál es el alcance de las órdenes que está obligado a obedecer.
La desigualdad básica que existe entre las partes de un contrato estatal es extracontrato dado
que la administración no abdica de las potestades que las leyes le confieren por firmar un
contrato. Por el contrario, dentro del contrato cabe sostener la tesis opuesta: las partes son
iguales a menos que existan normas (como la Ley de Obras Públicas) que establezcan
prerrogativas a favor del Estado.
Recordamos aquí la frase de Grisel para el derecho suizo: ’Al actuar por la vía del contrato más
que por la del acto administrativo, la administración se autolimita. Ella burlaría las expectativas
de su cocontratante (si recurriera) al empleo de procedimientos ajenos al derecho de los
contratos’(132).
Esta, como las demás cláusulas exorbitantes, por ende, sólo debiera existir allí donde la ley o la
documentación contractual la prevé, y con un alcance limitado a tales previsiones.
d) Las sanciones
Distinto es el caso de las sanciones ajenas al contrato en sí, que inciden sobre la posibilidad que
el contratista celebre nuevos contratos con la administración, como ocurre con el régimen de los
registros de proveedores o constructores de obra pública. En estos casos, la administración
puede establecer sus propias reglas ’disciplinarias,’(134) en tanto ellas se limiten a excluir de
futuras contrataciones a los contratistas incumplidores, pero este régimen no está
necesariamente restringido a los contratos administrativos(135).
La indemnización plena del daño emergente y lucro cesante es la solución del derecho francés
que sostiene la rescisión unilateral como prerrogativa exorbitante del Estado, así como la del
derecho español que legisla expresamente el rescate(138). En realidad, si el Estado debe
indemnizar integralmente al contratista, incluyendo el lucro cesante, no se ve diferencia con la
solución del derecho privado cuando una parte rescinde sin derecho salvo por la imposibilidad
de exigir judicialmente al Estado el cumplimiento del contrato(139). Pero tomar la regla del
derecho francés privándola de sus consecuencias plenas según ese derecho, la tergiversa
totalmente: obsérvese que en Francia, debido a la obligación de indemnizar el lucro cesante, el
rescate no se utiliza casi nunca cuando no está contractualmente previsto(140). En particular la
analogía con la expropiación es particularmente inapropiada(141): una cosa es el sacrificio de la
propiedad privada ante la utilidad pública que declara una ley del Congreso, y otra muy distinta
es otorgar al Presidente, Gobernador, intendente o ministro de turno la posibilidad, ante el
silencio del contrato, de privar a cualquier contratista del Estado de sus legítimas expectativas
de ganancias mediante la mera alegación, que por lo general será judicialmente irrevisible, del
interés público(142).
Segunda Parte
La inutilidad de la teoría
La demostración de la inutilidad
En la primera parte de este trabajo se demostró la peligrosidad de la teoría general del contrato
administrativo resultante de la pretendida existencia de las cláusulas exorbitantes implícitas.
Cabe ahora inquirir sobre la utilidad de la teoría.
Pues bien, si se eliminan las cláusulas exorbitantes implícitas, la teoría tradicional del contrato
administrativo se limita a una descripción del régimen de ciertos contratos, régimen que surge
de la ley o de cláusulas contractuales expresas, incluyendo aquellas normas reglamentarias
incorporadas por referencia. Pero esa descripción se agota en sí misma, ya que las reglas que
expone no son extensibles a otros contratos, conclusión ésta no siempre aclarada por la
doctrina. Viene al caso recordar aquí la distinción entre las exposiciones descriptivas y las
prescriptivas expuesta al comienzo de la Primera Parte: como se verá ella es importante para dar
su justo valor a las opiniones que universalizan la teoría del contrato administrativo.
1. En general
Corresponde, primero, analizar en términos generales cuán necesaria es la teoría del contrato
administrativo. Para ello es conveniente pasar revista al derecho extranjero para determinar si
ella ha sido receptada en todos los sistemas jurídicos. La situación del derecho nacional será
considerada posteriormente.
a) En el derecho extranjero
Sin embargo, es frecuente leer estudios de derecho comparado que parecerían dar un mentís a
esta afirmación, ya que sostienen que, pese a diferencias superficiales, existen profundas
similitudes en el régimen de los contratos que celebra el Estado en todos los países. Recordamos
un artículo de Langrod en el American Journal of Comparative Law(152), y dos meditados
trabajos de Gaspar Ariño Ortiz que constituyen el alegato más fundado acerca de dichas
similitudes que conocemos(153).
Suele citarse, en apoyo de esas similitudes, la obra de Mitchell sobre los contratos celebrados
por la administración en países del common law y en Francia. No compartimos esta
interpretación: más allá de frases aisladas y de su alegato en favor de la aceptación de principios
especiales para ciertos contratos estatales, la obra de Mitchell es una demostración de la
diferencia fundamental que existe entre la teoría francesa del contrato administrativo y el
régimen legal de los contratos celebrados por el Estado en los países del common law. El mismo
autor reconoce expresamente que, para los países anglosajones, ’La aceptación de los contratos
administrativos, en cuanto requiere la aceptación de un trato especial para el Estado y sus
órganos, no importa qué paralelismos se tracen, involucra de hecho un cambio radical’(154).
Veamos la situación en Gran Bretaña. Se cita el caso ’Amphitrite’(155) como principal apoyo de
la existencia de reglas exorbitantes en los contratos que celebra el Estado. Se trataba, en la
especie, de una carta entregada por el cónsul británico en Estocolmo a los armadores de un
buque sueco permitiéndole el acceso a los puertos ingleses, durante la primera guerra mundial,
sin sujeción al derecho de secuestro de parte de las autoridades británicas en atención a que
llevaba un determinado porcentaje de carga aprobada. Como el compromiso no se cumplió, y el
buque fue secuestrado y luego vendido, el armador sueco demandó indemnización la que fue
rechazada por la justicia con el argumento de que la Corona no puede renunciar
contractualmente a sus prerrogativas soberanas. No se trataba aquí de un contrato comercial,
dijo el tribunal, sino de un arreglo (arrangement) ’por el cual el gobierno intentó dar
seguridades acerca de cuál sería su conducta ejecutiva en el futuro.’ Por lo tanto, concluyó el
juez, tal arreglo no constituyó un contrato exigible, sino una expresión de la intención de actuar
de una determinada manera.
Así como el caso ’Amphitrite’ no es extrapolable al tráfico jurídico patrimonial, tampoco lo son
los restantes temas que trata Mitchell para el derecho inglés, a saber: la remoción de
funcionarios públicos y la imposibilidad de celebrar contratos incompatibles con los deberes del
ente contratante cuando implican una renuncia a una de sus funciones esenciales. Ello ocurrió
en el caso ’Ayr Harbour’ en el que se declaró inexigible la cláusula de un contrato de compra de
un predio que prohibía al ente público adquirente utilizar el terreno así comprado de modo de
afectar negativamente el uso de los restantes terrenos del vendedor, dado que el ente había
recibido por ley la potestad de expropiar los terrenos necesarios para la explotación de un
puerto(156). Por el contrario, en contratos de neto corte patrimonial la regla es exactamente la
opuesta a la que se obtendría aplicando las cláusulas exorbitantes tradicionales: así, en el caso
’Lindegren’(157), se rechazó la pretensión de la Armada Real de denunciar, fundándose en su
inconveniencia, un contrato de compra de materiales de guerra celebrado durante las
contiendas napoleónicas; y lo mismo ocurrió medio siglo después con la pretensión de la Corona
de revocar un contrato de explotación de ramales ferroviarios celebrado en Canadá por 21 años
argumentando que dicho contrato obstaculizaba la reorganización del servicio ferroviario(158).
La doctrina más reciente confirma lo que venimos de afirmar: pese a las exhortaciones de
Mitchell, los contratos que la Corona celebra se siguen rigiendo substancialmente por las
mismas reglas que las aplicables a los contratos privados. Las excepciones son de índole
procesal (exclusión del estoppel) o hacen a la competencia de los funcionarios contratantes
regida, como en todo el mundo, por normas propias del derecho público(159).
En lo que hace a los Estados Unidos, el análisis de la obra ya citada de Mitchell es igualmente
decepcionante para los defensores de la recepción mundial de la figura del contrato
administrativo. Ello se demuestra pasando revista a los temas que trata ese autor como
atentatorios contra la intangibilidad del contrato: el ejercicio del poder de policía (incluyendo la
regulación de las tarifas) por las legislaturas, el otorgamiento de exenciones impositivas, la
expropiación y la pretensión de limitar por contrato la autoridad constitucional del
Congreso(167). En ninguno de dichos temas están en juego relaciones contractuales
patrimoniales o el ejercicio de potestades intra-contractuales, aparte de que, en numerosos
ejemplos que da el mismo Mitchell, la decisión del tribunal fue favorable a la intangibilidad del
contrato: así el caso ’New Orleans Gas Co.’, en el cual se impidió a una legislatura eliminar, por
razones de conveniencia, el monopolio previamente otorgado a una compañía de gas(168), o el
caso ’Walla Walla’ en que se desestimó la revocación, por razones de conveniencia, de un
monopolio de servicios de aguas corrientes(169). Más aún, en diversos casos que cita Mitchell se
hizo mención del principio opuesto: la capacidad para celebrar contratos obligatorios fue
caracterizado como ’un elemento esencial de la soberanía’ en el caso ’Vicksburg’(170), entre
otros. Durante las dos guerras mundiales en que intervino Estados Unidos, recuerda Mitchell, la
facultad estatal de terminar o modificar contratos se basó en leyes especiales dictadas al efecto.
Se cita además, en apoyo de la posición que asimila el derecho norteamericano con el francés
en este punto, al caso ’G. L. Christian’(171), posterior a la obra de Mitchell. Tampoco este caso
tiene el alcance que se pretende. Se trataba de un contrato de construcción de viviendas en el
cual se había omitido incluir expresamente una cláusula facultando a la administración a
rescindir por razones de conveniencia, y cuya inclusión era exigida por la reglamentación
aplicable. El tribunal consideró que cuando la inclusión de una cláusula es exigida por la
reglamentación aplicable, debía demostrarse claramente que la exclusión era deliberada para
que no se la aplicara, lo que en la especie no ocurría porque existían varias cláusulas del contrato
que hacían referencia a la facultad de la parte estatal de terminar por razones de conveniencia.
Pese a lo modesto del alcance del fallo, al menos comparado con las prerrogativas que surgen de
las cláusulas exorbitantes del derecho francés, el fallo causó conmoción en los Estados Unidos,
reacción que es la mejor demostración de la intangibilidad de los contratos en dicho país cuando
no existen disposiciones legales o contractuales que disponen lo contrario.
Ello no quita que la legislación norteamericana sobre contratos del Gobierno sea copiosa e
incluya cláusulas análogas a las que denominamos ’exorbitantes’ como las ’changes
clauses’(172). Pero se trata siempre de normas expresas incluidas en contratos específicos
(generalmente de suministro de bienes y servicios), acerca de las cuales el contratista no puede
verse sorprendido por su aparición inopinada como ocurre con las cláusulas exorbitantes
implícitas. Pero allí donde no hay tales cláusulas expresas no juegan prerrogativas especiales de
la administración: la terminación por razón de conveniencia, si bien es una cláusula usual en los
contratos que el Gobierno celebra, debe tener una base contractual o legal para ser procedente,
pues de lo contrario hay violación del contrato(173).
Ejemplo de lo afirmado es la Federal Acquisition Regulation (’FAR’) que también ha sido citada
entre nosotros como demostrativa de la analogía del régimen contractual federal
norteamericano con la teoría del contrato administrativo. En realidad, la FAR demuestra
exactamente lo contrario: las prerrogativas estatales dependen de la inclusión de una cláusula
que las prevea expresamente, a punto tal que luego de la descripción de cada prerrogativa, la
norma indica qué cláusula debe incluirse para preverla. Así, la facultad de ordenar cambios en el
desarrollo de la obra, prevista en la sección 43.201, necesita la inclusión de las cláusulas que
figuran en la sección 52.243; y la facultad de rescindir el contrato por razones de conveniencia
(sección 49.502) requiere la inclusión de las cláusulas que figuran en la sección 52.249. Cierto es
que en algunos supuestos la regla prevista en un reglamento se considera aplicable aunque no
esté expresamente incluida en el contrato, tal como ocurrió en el caso ’Christian’. Pero ello
siempre que el reglamento sea anterior a la celebración del contrato(174) y que la cláusula no
haya sido excluida por decisión de funcionario competente(175).
En lo que hace a los contratos con ’objeto público’, como se califica a los contratos entre entes
públicos y a ciertos contratos con particulares como la concesión de servicios públicos, también
se sostiene —salvo casos excepcionales— la aplicación de la normativa contractual común
cuando no existe norma específica en sentido contrario(182). Aun reconociendo que existe en la
concesión la potestad extracontractual de extinguir el acto administrativo habilitante por motivo
de interés público, con su efecto reflejo sobre el contrato, la doctrina aclara que ella, por lo
común, resulta de norma expresa y sólo puede ejercerse después de un cierto tiempo de
celebrado el mismo(183).
Muy lejos estamos en el derecho italiano, pues, de la doctrina francesa del contrato
administrativo.
Por último, es interesante observar la evolución del derecho español en esta materia. La ley de
1965 de Contratos del Estado(184) consideraba como ’administrativos’ a los siguientes
contratos:
i) aquellos cuyo objeto directo fuere ’la ejecución de obras y la gestión de servicios públicos del
Estado, así como la prestación de suministros al mismo’, a todos los que se les otorgaba
expresamente carácter de ’administrativos’;
ii) los demás contratos que tuvieren ’carácter administrativo por declararlo así una ley, por su
directa vinculación al desenvolvimiento regular de un servicio público o por revestir
características intrínsecas que hagan precisa una especial tutela del interés público para el
desarrollo del contrato’(185).
Los contratos incluidos en la segunda categoría debían regirse por sus normas administrativas
especiales y, en su defecto, por analogía, por las disposiciones de la misma ley relativas a los
contratos de obras, gestión de servicios y suministros y, finalmente, por las demás normas del
derecho administrativo; recién en defecto de este último eran de aplicación las normas del
derecho privado.
Las notas que la teoría francesa adjudica al contrato administrativo aparecían nítidas en el art.
18 de la ley de l965, según el cual el ’órgano de contratación’ tenía las siguientes prerrogativas:
interpretar los contratos administrativos y resolver las dudas que ofreciere su cumplimiento, así
como modificar, por razón de interés público, los contratos celebrados y acordar su resolución,
todo ello dentro de los límites y con sujeción a los requisitos señalados en esa ley. Si bien estas
notas eran directamente aplicables a los contratos nominados expresamente como
’administrativos’, o sea los de la primera categoría antes descripta, resultaba, de la enumeración
de normas aplicables a los demás contratos administrativos, que también ellos quedaban
alcanzados por tales normas.
Como se ve, la revista del derecho extranjero confirma la necesidad de distinguir entre la
exposición descriptiva y la prescriptiva. Mientras la exposición se mantiene en un nivel
descriptivo, las semejanzas entre el derecho francés y los demás derechos son múltiples. En
todos los países la administración aprovecha su enorme poder de negociación para imponer
cláusulas que le otorgan prerrogativas especiales frente a su contraparte. En algunos países
existen leyes que establecen tales prerrogativas respecto de determinados contratos. En muchos
países el Estado recurre a la figura contractual en lugar de imponer unilateralmente su voluntad,
o para acordar conductas entre entes públicos. Pero sólo en los pocos países en los que
predomina la teoría del contrato administrativo se sostiene que, en aquellos contratos que, pese
a corresponder al tráfico jurídico patrimonial, encuadran dentro de la categoría general de
’administrativos’, las prerrogativas de la administración existen en ausencia de toda disposición
legal o contractual y, más aún, que ellas prevalecen sobre normas contractuales expresas en
sentido contrario.
Otra reflexión que provoca la comparación del derecho extranjero con el nacional es la
frecuencia con que, en nuestro país, se invocan, en apoyo de las potestades exorbitantes de la
administración, precedentes extranjeros en los que una ley incide en un contrato celebrado con
el Estado. Así, al analizar la potestad administrativa de modificar unilateralmente el contrato, se
mencionan fallos norteamericanos que declararon la constitucionalidad de leyes que ordenan la
eliminación de pasos a nivel en las ciudades(196), y cuando se sostiene el carácter reglamentario
de las tarifas se trae a colación la jurisprudencia norteamericana acerca de la constitucionalidad
de leyes que fijaban tarifas o precios(197).
Creemos que esta asimilación no es correcta. La discusión versa sobre los poderes de la
administración para modificar los contratos que ha celebrado, y no sobre la potestad del Poder
Legislativo para dictar leyes que incidan sobre dichos contratos. La distinción no es meramente
formal o de detalle: hace al principio de separación de los poderes negar al Ejecutivo potestades
de que el Congreso goza. Esta distinción es la que expresa el principio de legalidad, piedra
angular incluso del derecho administrativo de raigambre europea(198).
b) En el derecho nacional
Es claro que las prerrogativas estatales se utilizan (o debieran siempre utilizarse) en defensa
del interés público. Pero ello no es razón suficiente para justificar cualquier prerrogativa.
Precisamente, el Derecho Administrativo no es sino un compendio de las transacciones entre las
prerrogativas del Estado y los derechos de los particulares a que se ha llegado después de un
largo decurso histórico.
Aun dando por sentado que la admisión de las cláusulas exorbitantes implícitas permite al
Estado ajustar continuamente el contrato a las necesidades públicas incluso cuando ha omitido
prever tal facultad en la normativa o documentación aplicable, cabe preguntar cuál es el precio
que se paga por otorgarle tal prerrogativa. Como se ha visto, el precio es nada menos que afectar
la fuerza vinculante de todos los contratos que el Estado celebra y dejar a su cocontratante ante
un alto grado de inseguridad jurídica.
Cabe inquirir, pues, si el adecuado cumplimiento de los cometidos estatales justifica soportar
este costo. Consideramos que no, ya que si los gobiernos de las principales naciones del mundo
pueden cumplir sus funciones sin recurrir a la muleta de las cláusulas exorbitantes implícitas,
también podría hacerlo el nuestro. Demostración ésta que se ratifica al observar que grandes
sectores de nuestra economía en los que antes regía la teoría del contrato administrativo (o sea
los servicios públicos antes estatales y hoy privados), se desenvuelven en el presente sin
problemas pese a la carencia, de parte de los prestadores privados, de tales cláusulas implícitas
en los contratos que celebran(200). ¿Por qué no afecta, hoy, la continuidad del servicio público
la oposición de la exceptio non adimpleti contractus por el cocontratante de una compañía
telefónica privada y sí lo hacía idéntica oposición a la compañía estatal de teléfonos?(201). El
hecho que, actualmente, las necesidades públicas en materia de agua, electricidad, gas y
teléfonos se atiendan eficazmente sin recurrir a la teoría del contrato administrativo, demuestra
el exceso de la argumentación según la cual el aplicar a los contratos del Estado el régimen
contractual privatístico provocaría ’demoras e interferencias’ que impedirían atender
adecuadamente las necesidades públicas(202).
Desde el punto de vista del análisis sistemático observamos lo poco común que es encontrar en
nuestro derecho la aceptación de la interrelación entre el sistema jurisdiccional y el derecho
administrativo de fondo: hemos tomado las teorías jurídicas europeas sin prestar atención a su
necesaria correlación con los sistemas jurisdiccionales en las cuales se desarrollaron. Como dice
Brewer Carías respecto del mismo fenómeno observado en el derecho venezolano: ’Importamos,
en general, la distinción teórica, pero sin la justificación jurisdiccional práctica’(203). Así
ocurre, en nuestro derecho, con la recepción del concepto de ’vías de hecho’, que en su país de
origen solo sirve para otorgar competencia al tribunal judicial ante la pérdida del carácter
administrativo de la conducta estatal debida a la grosera violación legal en que incurre la
administración, y que por ende no tiene sentido en la Argentina donde la competencia judicial
es ineludible(204).
En los países como Francia y los Estados Unidos que han creado autónomamente su derecho
administrativo (aún reconociendo, en el segundo caso, la influencia atenuada del régimen
jurídico inglés del cual es sucesor) existe una nítida correlación entre el sistema jurisdiccional y
el derecho de fondo. Por el contrario, en aquellos que se han acostumbrado a importar sistemas
y teorías ajenos, que podríamos llamar países de derecho ’derivado’, como ocurre con Argentina,
es frecuente observar, no sólo la yuxtaposición de sistemas de diverso origen, sino también una
falta de correlación entre el régimen adjetivo y el derecho sustantivo.
Por no detenerse en esa correlación es que se suele citar a autores italianos como ’contrarios’ a
la teoría del contrato administrativo sin reparar que esa posición no es una corriente doctrinaria
sino la simple consecuencia del régimen jurisdiccional italiano que, a diferencia del francés,
coloca —en principio— a todas las controversias contractuales del Estado bajo el amparo de los
tribunales judiciales y obliga a separar de ellas a las controversias sobre los actos
administrativos que se dictan en el proceso de formación de la voluntad administrativa (y sólo
excepcionalmente durante la ejecución del contrato) pues, ellos sí, corresponden a la
jurisdicción administrativa.
La recepción de la figura del contrato administrativo en nuestro derecho es otro ejemplo de
esta aceptación indiscriminada de conceptos provenientes de regímenes jurisdiccionales ajenos
al nuestro, que se ha buscado fundar en la ’sustantividad’ de dicha figura. Ello pese a que el
derecho legislado nacional no conozca, en general, la figura ya que no existe una ley general de
contratos administrativos(206) (las hay en proyecto) y las leyes generales que sí existen sobre la
contratación pública se apliquen a todos los contratos de la administración en sus requisitos de
competencia y procedimiento de selección(207). Idénticamente, el art. 7º de la ley de
procedimientos administrativos dispone la aplicación analógica de su Título III a ’los contratos
que celebre el Estado’ sin distinguir entre ellos.
Ello mientras no se caiga en la tentación de establecer reglas para ciertos contratos nominados
y luego disponer algo desaprensivamente (como lo hacía la ley española de l965, hoy derogada)
que dichas reglas se aplican ’por analogía’ a los demás contratos que lleguen a quedar incluidos
en la categoría de ’administrativos’(209).
De allí, entonces, que la posición que sostenemos no sería afectada por la sanción de una ley de
contratación pública que acepte la teoría tradicional del contrato administrativo. En efecto, ante
la posibilidad de clasificar cualquier contrato que el Estado celebra como ’administrativo’, ya
que —de acuerdo con las opiniones en boga— bastaría para ello la inclusión de una cláusula
tenida por ’exorbitante’, el legislador no podrá nunca definir con precisión las consecuencias de
tal categorización, con lo cual la aceptación legal de la teoría no haría sino dar jerarquía de ley a
la imprecisión que hoy reina en la materia.
La imposibilidad de establecer reglas generales de índole publicística para todos los contratos
calificados como ’administrativos’ es reconocida por la misma doctrina mayoritaria(210), con lo
cual, o se crean subcategorías dentro de la figura genérica, agravando aun más la confusión, o se
restringe la aplicación de dichas reglas a los supuestos en que vienen previstas por la ley o la
documentación contractual, con lo cual la teoría se vuelve descriptiva y, por ende, inútil.
2. En especial
En realidad, el Estado puede utilizar el contrato como medio para perseguir fines públicos,
como puede ser el respeto de la legislación laboral o ambiental(214). Dependerá de la redacción
del contrato y, en su caso, de la normativa vigente, que los beneficiarios tengan acción directa
contra el contratista o deban limitarse a denunciar su incumplimiento a la administración para
que ésta exija el respeto de lo pactado.
En otros casos, las consecuencias para los terceros derivan de un traspaso al contratista de
potestades públicas como el derecho de imponer servidumbres administrativas o de
individualizar los bienes a expropiar(215).
Por último, en las concesiones de servicios públicos y de obras públicas, las condiciones en que
el concesionario debe desempeñar su actividad y cobrar la tarifa son negociadas por el Estado en
interés de los usuarios y pueden ser invocadas por éstos directamente ante el concesionario,
negándose a pagar tarifas que no cumplen con la normativa aplicable(216).
Por lo demás, se trata de normas expresas de la ley o del contrato a las que nada agrega
calificar a éste como ’administrativo’, ni la presencia de cláusulas de este tipo tiene como
consecuencia necesaria la inclusión —como implícitas— de las típicas cláusulas exorbitantes.
Pues bien, como reconoce este autor, en el primer caso nos encontramos frente a un problema
de responsabilidad contractual del Estado, sea ella nacida del incumplimiento de sus
obligaciones contractuales, o de la modificación unilateral del contrato efectuada en ejercicio del
ius variandi. No hay aquí especialidad alguna: el Estado debe indemnizar al contratista como lo
debería hacer un contratante privado en la misma situación(221).
La segunda hipótesis es propia del derecho público, ya que las cuestiones que plantea obedecen
al doble carácter del Estado como contratista y como poder público. Esta temática se plantea en
todos los países, aun cuando no conozcan la teoría del contrato administrativo. Así, en el
derecho norteamericano, ciertas medidas estatales pueden generar responsabilidad contractual
mientras que otras se consideran ’acto del soberano’ que no hacen responsable al Estado frente
a su contratista afectado(222). Similar distinción se plantea en Francia al analizar la
responsabilidad por hecho del príncipe(223). En nuestro derecho, si la responsabilidad del
Estado por acto lícito es admitida dentro de ciertas circunstancias(224), con más razón debe
serlo allí donde además, a raíz de la existencia de un contrato, el Estado obtendría un beneficio
al pagar un precio menor que el que se le habría aplicado luego de conocida la medida que
constituye el hecho del príncipe(225). Como se ve, estos argumentos rigen en todo contrato que
el Estado celebre, merezca o no el calificativo de ’administrativo’.
Por último, el desequilibrio proveniente de un acto ajeno a las partes queda hoy comprendido
en la teoría de la imprevisión aplicable, en nuestro país, tanto entre los particulares como entre
un particular y el Estado: si éste considera que el contrato debe continuar, deberá soportar el
restablecimiento del equilibrio financiero del contrato o, dicho en términos del art. 1198 del cód.
civil, un mejoramiento equitativo de sus efectos.
Como se observa, en los tres supuestos de restablecimiento del equilibrio financiero del
contrato, las reglas aplicables se extienden a todos los contratos que celebra el Estado y no sólo a
aquellos calificados como ’administrativos’. El mismo autor citado lo reconoce pues, a renglón
seguido de considerar que el concepto se extiende a todos los contratos administrativos, agrega:
’El respectivo principio inmanente de justicia que justifica tal solución, es de vigencia para toda
especie de contratación.’ Ello se confirma al pasar revista a los fundamentos de la
responsabilidad del Estado en estos casos: ella se basa en el art. 17 de la Constitución Nacional,
’en cuyo mérito a nadie puede imponérsele el sacrificio de sus intereses particulares en beneficio
público sin el respectivo resarcimiento’(226). Sea entonces que el sacrificio se imponga en pro
de las arcas públicas (sobre las que repercuten todo gasto y todo ingreso del Estado) o de los
usuarios del servicio público, el argumento es válido cualquiera sea la naturaleza del contrato
celebrado por el Estado.
El auge del concepto del equilibrio financiero del contrato se debió, en la Argentina, al
desorden económico que imperó durante casi medio siglo evidenciado en una inflación creciente
y finalmente descontrolada, donde la emergencia era la regla y la previsibilidad la excepción. En
una economía estable y ordenada, la aplicación del concepto debiera ser excepcional, indigna de
los ríos de tinta que ha provocado entre nosotros, y subsumible dentro de otras reglas que lo
tornan así en buena medida innecesario.
Cabe considerar también la alegada especialidad del contrato administrativo que radicaría en el
carácter de ’colaborador’ de la administración que asume el contratista y que permite a la
doctrina tradicional caracterizar a este tipo de contratos como ’una fórmula de colaboración de
los particulares a un tarea concreta de la administración’(228).
En la concesión de servicios públicos, esta visión descansa en la concepción del servicio público
como actividad administrativa(229), por lo cual la ejecución misma del servicio implica colocar
al contratista en lugar de la administración. Bajo una concepción que ve al servicio público
meramente como una industria regulada(230), la figura se desdibuja.
Por otra parte, la conveniencia para la administración de establecer relaciones de confianza con
sus contratistas, sacrificando así ventajas inmediatas en aras de asegurarse prestaciones
satisfactorias en el largo plazo, es una característica de la contratación estatal en todos los
países, que no deriva de la existencia de una categoría especial de contratos sino de una
apreciación pragmática del interés público. Ello se comprueba al advertir que el fenómeno existe
también en aquellos países que no conocen la categoría, como Inglaterra y los Estados Unidos.
Turpin titula el último capítulo de su obra sobre contratos del Estado ’La nueva sociedad’ y
explica allí las razones que han contribuido a establecer una estrecha relación de dependencia
mutua entre el gobierno y la industria privada(231). Por su parte, la Federal Acquisition
Regulation de los Estados Unidos habla del ’Equipo de Adquisición’ formado tanto por los
funcionarios públicos como por los propios contratistas y los usuarios, unidos todos en el
objetivo común de asegurar una correcta relación entre el precio y la calidad de los
productos(232).
La misma situación se observa en el campo del derecho privado, a punto tal que Berçaitz
arguye en favor del tratamiento equitativo del contratista público recurriendo, como ejemplo, a
la conducta de los particulares. Así se pregunta este autor: ’¿no es preferible para la
administración pública tratar a sus colaboradores en forma de no alejarlos con exigencias
estrictas que ningún comerciante avezado tiene con su clientela seria y cumplidora? El excesivo
rigor sólo sirve para desplazar a los colaboradores de buena fe en beneficio de los de mala fe,
que, ab initio, procuran por todos los medios, lícitos e ilícitos a su alcance, burlar las
estipulaciones del contrato, ya que nada temen, porque nada tienen que perder’(233).
La visión del cocontratante como ’colaborador’ del Estado es positiva en tanto permite superar
una posición maniqueísta que ve un ilícito en toda ventaja que la administración le concede, y
destaca el interés público permanente tanto en contar con un plantel confiable de contratistas
como en mantener sin interrupciones la prestación de los servicios públicos a cargo de los
concesionarios o licenciatarios respectivos. Pero estas apreciaciones son propias de la ciencia de
la administración, más que del derecho administrativo. El derecho sólo puede establecer
principios como los de la buena fe y los propios actos, aplicables también en el ámbito de la
contratación estatal, que actúan como límites ante actitudes abusivas o incoherentes de la
administración. Dentro de esos límites, la decisión acerca de la manera de proteger mejor los
intereses públicos corresponde a la administración y el juez no intervendrá en la medida en que
no haya violación de derechos contractuales.
Cabe, por último, inquirir si la teoría del contrato administrativo es necesaria en virtud de la
existencia del fuero contenciosoadministrativo que prevén la legislación nacional(234) y las
constituciones provinciales.
Dado que la teoría del contrato administrativo se desarrolló muy posteriormente a la existencia
de la jurisdicción contenciosoadministrativa(235), nada impide rechazar aquélla aun
manteniendo las cuestiones dentro del ámbito de esta jurisdicción. Más aún, sería posible
excluir a las cuestiones contractuales de dicha jurisdicción, con lo cual se establecería un
régimen similar —en cierta medida— al del derecho italiano que reserva —en principio y con
ciertas excepciones— los litigios contractuales del Estado a los tribunales ordinarios(236).
II
La teoría del contrato administrativo ha tenido en nuestro país un desarrollo que supera con
creces al de su país de origen, tanto en lo que respecta al alcance de la figura y las consecuencias
de su aplicación, como al número de sus cultores y propagandistas. Amén del comprensible
’prurito académico de la especialidad de las instituciones jurídico-administrativas’ de que nos
hablan García de Enterria y Fernández(240), han existido razones y puntos de vista públicos y
privados que han fomentado tal desarrollo.
Desde el punto de vista del Estado, la teoría del contrato administrativo es grata para los
funcionarios públicos, en cuanto les permite actuar discrecionalmente respecto de los
contratistas e impide a éstos reaccionar rápidamente. Si se admitiera ampliamente la exceptio
non adimpleti contractus, por ejemplo, las consecuencias de la mora estatal en los pagos
repercutiría inmediatamente en la opinión pública, que responsabilizaría así al funcionariado
por el desorden administrativo que tal mora significa. Obligar al contratista a continuar
cumpliendo hasta llegar a una situación tal de ahogo financiero que haga predecible con alguna
certeza que la interrupción será justificada judicialmente, posterga el impacto público de la
mora estatal y protege así a los funcionarios responsables a expensas del contratista que no
consigue un trato preferencial en los pagos.
De esta manera, la teoría del contrato administrativo impide aplicar al Estado la misma
disciplina que rige entre los particulares, quienes deben incluir en sus contratos las cláusulas
que deseen hacer valer en la medida en que ellas se aparten de las que prevé una normativa
preexistente, y deben luego ajustar su conducta a lo pactado so pena de responsabilidad por su
incumplimiento contractual.
Nada de ello niega la facultad estatal de proteger los intereses públicos. En efecto, allí donde
exista un interés público que justifique apartarse del principio estricto de pacta sunt servanda, el
Estado podrá, como legislador, sentar reglas precisas sobre el alcance del apartamiento, de
consecuencias también delimitadas y aplicables a una categoría de contratos claramente
definida, como lo ha hecho en la Ley de Obras Públicas. En ausencia de ley, es plausible que el
Estado utilice su capacidad negociadora para incluir en la documentación contractual cláusulas
que establezcan expresamente análoga potestad, nuevamente precisando sus límites: será
cuestión importante que hace a la ciencia de la administración, pero no al derecho
administrativo, concluir si el costo adicional y la reducción del número de potenciales
contratistas que pueden acarrear ciertas cláusulas para el Estado(241), así como la falta de
transparencia que su ejercicio o la amenaza del mismo pueden conllevar, justifica su inclusión.
Obsérvese, además, que en nuestro derecho la ley de expropiación incluye también a los
derechos contractuales(242). De allí que, en los pocos casos en que la imprevisión estatal
coloque a los derechos contractuales del contratista privado en situación de claro conflicto con
intereses públicos de gran importancia, quedará el instituto expropiatorio (que en nuestro
derecho excluye la indemnización por lucro cesante)(243) como remedio de último recurso.
Tampoco podrá oponerse el contrato con el Estado al ejercicio del poder de policía, sin perjuicio
de las indemnizaciones que pudieren corresponder al contratista, en su caso, por aplicación de
la teoría del hecho del príncipe.
Por otra parte, el interés público no radica solamente en adecuar la prestación de los
contratistas del Estado al cambio de las necesidades colectivas ocurrido durante la vida del
contrato incluso cuando éste no lo ha previsto. Existe también un interés público en la
confiabilidad del Estado como parte contratante. La seguridad jurídica es un bien que interesa
no sólo a los particulares, sino también al Estado(244). Ella constituye un basamento esencial
para la realización de inversiones genuinas (o sea con capital de riesgo y sin avales del Estado).
Dicho con otra palabras: por sobre el interés público puntual involucrado por un determinado
contrato administrativo, está el interés público general en la seguridad jurídica y en la
transparencia de las contrataciones estatales. Por otra parte, la teoría tradicional, con su énfasis
en proteger eventuales y futuros intereses públicos, termina frecuentemente por impedir la
concreción de proyectos de interés actual y concreto: así, por ejemplo, la negativa de la parte
estatal a renunciar a la potestad revocatoria por razones de interés público en una concesión de
uso del dominio público portuario(245), puede impedir utilizar el inmueble que se daría en
concesión para construir una planta fabril que necesariamente debe ubicarse dentro del puerto,
dado que ningún inversor o financista aceptará arriesgar sus capitales en un proyecto sobre el
que pesa tal espada de Damocles(246). En definitiva, la seguridad jurídica es uno de los factores
que inciden en el denominado ’riesgo país’ y éste, a su vez, afecta variables tales como la tasa de
interés de los préstamos que toman tanto el Estado como los particulares. Por otra parte, es
ingenuo creer que ciertas prerrogativas que la administración insiste en reservarse, como la
posibilidad de aplicar multas draconianas, la latitud en materia de respeto del cronograma de
pagos convenido, o la facultad de rescisión unilateral por razones de oportunidad insertada en
contratos de larga duración y que requieren cuantiosas inversiones, no inciden en el costo de sus
contratos y en la imagen que merece el Estado como contratante ante la opinión pública
nacional e internacional(247).
Un ejemplo de la inseguridad jurídica que provoca la teoría del contrato administrativo se pudo
observar en el Congreso de Derecho del Petróleo celebrado en Mar del Plata en l987. Se
analizaron en esa ocasión los contratos que regirían de allí en más la participación privada en la
extracción de petróleo. El texto de dichos contratos había sido discutido exhaustivamente en
Houston entre funcionarios del Gobierno Argentino y representantes de la industria petrolera
internacional, de allí el nombre ’Plan Houston’ que se dio al programa. Acordado ese texto y
aprobado por decreto del Poder Ejecutivo(248), las compañías petroleras lo consideraban
inmodificable. Grande fue su sorpresa, porque ningún funcionario público les formuló
advertencia alguna al respecto, cuando se enteraron de que, dada la presencia de numerosas
cláusulas exorbitantes, dichos pactos constituían verdaderos contratos administrativos sujetos a
todas las prerrogativas estatales(249). Es de preguntarse cuántas inversiones se hubieran
efectuado a su amparo de haberse difundido de antemano que ellas estarían sujetas a un
contrato cuyas cláusulas, no obstante haber sido discutidas en profundidad entre las partes,
terminaban siendo modificables unilateralmente por el Estado.
En este sentido, debiera preocuparnos el bajo nivel de seguridad jurídica que se atribuye
internacionalmente a la Argentina. Esta percepción tiene un correlato inmediato en el ya citado
factor ’riesgo’ con que se evalúan los proyectos en nuestro país, y desvaloriza los activos en él
existentes al exigir mayores tasas de retorno para justificar inversiones en su territorio,
disminuyendo así, en definitiva, tanto la riqueza nacional como el flujo de nuevos aportes de
capital.
Por último, pero no por ello menos importante, la teoría del contrato administrativo limita la
competencia al alejar de la contratación pública a las empresas sin protección política, como
ocurre frecuentemente con las de tamaño mediano y pequeño, aunque acercando a quienes sí la
tienen, como las empresas estatales extranjeras.
2. La jurisprudencia
El amplio recurso a la figura del contrato administrativo que se observa por parte de la
jurisprudencia se debe, en parte, a la existencia de un fuero especializado: la especialidad
jurisdiccional buscó, primero, justificarse en la especialidad sustantiva extranjera y, con el
transcurso del tiempo, generó notas sustantivas autóctonas que hoy explican su existencia como
fuero separado. La especialidad jurisdiccional se retroalimenta así con la sustantiva.
La teoría del contrato administrativo es, también, grata a la jurisprudencia porque, al colocar
los derechos de las partes en una penumbra jurídica, permite corregir en sede judicial los
errores o abusos cometidos en sede administrativa con bajo costo para el erario público(253).
Ella serviría, entonces, para limitar la ’ultra-actividad’ de contratos reputados contrarios al
interés público y sólo logrados al amparo de una determinada coyuntura política. Existen,
asimismo, casos en los cuales la solución no depende de la aplicación de la teoría del contrato
administrativo pero ésta es traída a colación por el tribunal para reforzar la argumentación
incurriendo así en ’exceso retórico’(254).
Es probable que la visión judicial del problema sea muy diferente de la aquí expuesta, y que
considere que la teoría que criticamos es aplicada parsimoniosamente por los tribunales y sólo
para corregir situaciones de claro e injusto perjuicio para las arcas públicas. Sin embargo, las
consecuencias que se derivan de la teoría del contrato administrativo, según su manifestación
doctrinal y jurisprudencial, son mucho más amplias y afectan, por ello, toda la contratación
estatal y no sólo la que desemboca en los estrados judiciales.
Hoy día, más importante aún que la solución de controversias específicas, es la predicción de
soluciones a posibles controversias. Todo proyecto de importancia es precedido por un análisis
que pesa cuidadosamente los riesgos jurídicos involucrados. Una teoría que permite al tribunal
ignorar lo estipulado expresamente por las partes, aumenta significativamente el riesgo para el
inversor o financiador que se basa en un contrato con el Estado. Y como ocurre que un
porcentaje pequeño de las inversiones que se llevan a cabo generan controversias que terminan
en juicio, el precio de contar con herramientas flexibles para solucionar los pocos litigios que se
suscitan, es incrementar la tasa de riesgo de todas las inversiones que dependen de un contrato
estatal.
3. Las provincias
El art. 117 de la Constitución (antes 101), otorga a la Corte Suprema de Justicia de la Nación
competencia originaria y exclusiva en las causas en que una provincia es parte. De acuerdo con
el art. 24 del decreto-ley 1285/58, que recoge la regla del art. 1º, inc. 1º de la ley 48, que a su vez
fuera tomada de la Judiciary Act de 1789 de los Estados Unidos, dicha competencia juega
solamente respecto de las causas ’civiles.’ Esta norma ha permitido a la Corte Suprema apartar
de su competencia originaria a las causas que versan sobre temas regidos por el derecho
administrativo provincial y aún nacional(255). Tal interpretación se aparta de las fuentes
norteamericanas para las cuales la locución ’causas civiles’ sólo tiene por objeto excluir a las
’criminales’(256), y ha sido criticada por alguna doctrina al introducir una limitación al texto
constitucional, convirtiendo en ratione materiae una competencia que debiera ser solamente
ratione personae(257).
Ante esta jurisprudencia, la figura del contrato administrativo permite reducir aún más la
competencia originaria de la Corte Suprema, al excluir gran parte de las controversias
contractuales en las que las provincias están involucradas, que antes de la difusión de esta teoría
quedaban alcanzadas por la locución ’causas civiles’(258).
Por otra parte, la calificación de un contrato como ’administrativo’ permite a las provincias
obligar a sus contratistas a ocurrir ante el fuero contenciosoadministrativo local, hasta hace
poco uniformemente reservado a los tribunales superiores locales.
Se observa, entonces, cómo la teoría del contrato administrativo presenta un doble interés para
las provincias: por una parte restringe el alcance de la competencia originaria de la Corte
Suprema, a la que siempre se han resistido(259), y por la otra impone la intervención de su
fuero contenciosoadministrativo con las limitaciones que ello acarrea para el acceso a la justicia
por parte de los contratistas(260).
Vemos así una curiosa sucesión de efectos: el sistema jurisdiccional francés influyó en el
derecho sustantivo argentino y éste, a su vez, provocó consecuencias jurisdiccionales para
nuestro propio país en la interpretación de normas tomadas de la Constitución y la ley
norteamericanas.
La teoría del contrato administrativo otorga a la parte estatal amplias facultades, cuyos
alcances y consecuencias son igualmente imprecisos, para alterar sus obligaciones contractuales.
Se da la paradoja de que del contrato que tradicionalmente ha servido de paradigma a la teoría,
el de obra pública, la situación es más favorable al contratista, ya que la misma ley aplicable fija
el límite a la facultad estatal. Por el contrario, los contratos que sorpresivamente son así
catalogados, quedan envueltos en una penumbra normativa: es imposible, hasta tanto se
pronuncie el tribunal judicial, saber qué reglas lo rigen.
Una teoría que coloca al cocontratante, pues, en una situación tal de incertidumbre, debiera ser
unánimemente criticada por los directamente afectados por ella, o sea los contratistas del
Estado. Que no lo hagan, sino, por el contrario, que defiendan la existencia de la teoría,
demuestra que, en la práctica, ella frecuentemente los favorece, por lo menos en cuanto su poder
de negociación con la administración, o su habilidad litigiosa sean considerables. La
contrapartida de las prerrogativas estatales lo constituye el principio del equilibrio financiero
del contrato que oculta, frecuentemente, el traspaso de parte del riesgo empresarial al Estado.
Se observa, asimismo, el intento de utilizar la categoría del contrato administrativo para
sustraerse a las consecuencias negativas que la legislación general impone a los contratantes
sujetos al derecho privado, como ocurrió históricamente, con la teoría de la imprevisión, nacida
en el derecho administrativo y sólo luego extendida al derecho privado(261), y como se observó
entre nosotros, más recientemente, con el desagio(262) y con la prohibición de las cláusulas de
ajuste establecida por la Ley de Convertibilidad(263).
Por otra parte, la mutabilidad del contrato permite renegociar sus términos fuera del alcance
de los estrictos principios que rigen la licitación pública, tema éste que ha motivado el interés de
la doctrina: ¿hasta qué punto es compatible tal mutabilidad con la regla de la igualdad que es
piedra fundamental del procedimiento de selección del contratista estatal?(269)
La teoría del contrato administrativo permitió, en nuestro país, adecuar los contratos
celebrados por el Estado al fenómeno inflacionario que nos afligió durante casi medio siglo. Los
avatares políticos de ese período, y el creciente desorden administrativo que ellos acarrearon,
unidos al intenso intervencionismo estatal que, con sus marchas y contramarchas, tornaba
impredecibles las normas básicas de la economía, colocaron a los contratistas del Estado en una
posición de gran vulnerabilidad. La teoría del contrato administrativo y su énfasis sobre el
carácter de colaborador estatal del contratista, actuó como un factor morigerador de los riesgos
que el mismo Estado, directa o indirectamente, le creaba. El precio del remedio, que no fue otro
que el de diluir la fuerza obligatoria de todos los contratos que la administración celebra,
pareció aceptable frente a las soluciones que permitía arbitrar. Bajo las actuales condiciones
económicas, la teoría ya no es necesaria.
III
Conclusión
Creemos detectar, de todos modos, fuera de Francia una inflexión en la doctrina tradicional del
contrato administrativo, motivada, en parte, por el cambio de la tipología contractual del Estado
que ya hemos mencionado. En nuestro país, el rechazo del rescate de la concesión de servicios
públicos, cuando no está expresamente previsto en la ley o en la documentación contractual,
posición que sostuviéramos hace varios años(271), gana adeptos(272). También se destacan las
consecuencias nocivas de la inestabilidad de los derechos contractuales frente al Estado(273).
En Chile, el rechazo del rescate como causal de terminación de la concesión de obras públicas
tiene apoyo legislativo(274). En Uruguay se sostiene actualmente la inexistencia de las cláusulas
exorbitantes implícitas(275). En Brasil se exige una ley especial para rescatar la concesión de
servicios públicos(276). En España la sustantividad pierde terreno(277). Pareciera que la
doctrina se vuelve cada vez más descriptiva y menos prescriptiva, con la consiguiente ganancia
para la seguridad jurídica.
Hemos explicado someramente, pues la tarea es más propia de otras ciencias sociales, las
razones extrajurídicas que condujeron al exuberante desarrollo que la teoría del contrato
administrativo ha tenido entre nosotros. Pero hay algo más profundo en este fenómeno. El
recurso a teorías que por su vaguedad son más propias de la filosofía o de la retórica que del
derecho, como ocurre con la invocación constante a la justicia distributiva, y el rechazo del
estricto respeto de lo pactado, son facetas de una misma predisposición a colocar la solución de
los conflictos entre el Estado y los particulares a merced del criterio discrecional e impautado, y
por ende impredecible, de algún órgano estatal, sea él administrativo o judicial. Esta posición no
es propia de un país serio y con instituciones confiables.
NOTAS
(*) El núcleo de este trabajo lo constituyó la prueba de oposición rendida en junio de 1997 en el
concurso para la renovación del cargo de profesor titular de Derecho Administrativo de la U.N.
de Buenos Aires.
(1) Recordamos aquí los comentarios que mereciera en ’Doctrina Judicial’, la publicación que
dirigía Gerónimo Cortés Funes, el fallo de la Cámara Federal in re: ’Empresa Nacional de
Telecomunicaciones c. I.M.A., S.R.L.’, que aplicó la teoría del contrato administrativo a un
contrato de suministro: ’Es verdad que en la doctrina y en la jurisprudencia nacionales se
menciona al ’contrato de suministro’ como un contrato administrativo típico, pero es también
cierto que ni los tratadistas ni los jueces han podido lograr una definición cabal de lo que es un
’contrato administrativo’ en nuestro ordenamiento jurídico; no es ello extraño porque los
conceptos usuales en los libros —y por ende— en los fallos, se basan en una vieja doctrina creada
por el Consejo de Estado de Francia cuyas características fueron tan imprecisas, que los
tratadistas de otros países no han querido traducirla y se refieren a ella en su lengua de origen:
contrat administratif. Falta también la demostración jurídica de que la Administración Pública
tiene la atribución, fundada en el interés público, de rescindir por su propia autoridad y sin
recurrir a la justicia el ’contrato de suministro’; el indispensable respaldo de nuestro
ordenamiento jurídico y de los principios generales que lo informan (estabilidad de los
derechos, el contrato ’ley de las partes, pacta sunt servanda, etc.) no puede ser sustituido por
afirmaciones doctrinarias, por elevada que sea la jerarquía de quien las formula. Las ’cláusulas
exorbitantes’ a que nos referimos precedentemente, actúan solamente en el ámbito que les es
propio y que debe resultar o del contrato en sí o de las normas positivas que ellas traducen, sin
excluir por ello la aplicación de las normas de derecho privado en cuanto no resulten
expresamente excluidas o modificadas por las de derecho público.’ (Doctrina Judicial del
24/6/1965).
(2) Ver nuestro trabajo La ideología del servicio público, ’Rev. de Derecho Administrativo’, Nº
14, ps. 359-437 (1993).
(4) El art. 54 de la Ley de Procedimientos Administrativos de 1976 dispone que una autoridad,
en lugar de dictar un acto administrativo, puede celebrar un contrato de derecho público con
quienes, de otra manera, hubieran sido los destinatarios del acto administrativo. Ver M. P.
Singh, German Administrative Law, Springer-Verlag 1985, ps. 50-51. La doctrina anterior a la
Ley de Procedimientos Administrativos de 1976 puede verse en E. Forsthoff, Traité de Droit
Administratif Allemand, Bruselas, 1969, ps. 415-426; y en M.A. Flamme, Traité Theorique et
Pratique des Marchés Publics, Bruselas, l969, t. I, ps. 70-79. Sobre las diferencias entre el
contrato administrativo del derecho francés y español, y el contrato de derecho público alemán,
ver S. Martín-Retortillo Baquer, El Derecho Civil en la Génesis del Derecho Administrativo y de
sus Instituciones, 2a. ed., Madrid, l996, ps. 77-96.
(5) Excluimos, por ende, como integrantes del tráfico patrimonial, a los ’contratos de derecho
público’ del derecho alemán (nota 4, supra), y abrimos un interrogante acerca de aquellos
’contratos de atribución’ en los cuales las cargas que asume el particular, o las inversiones que
encara, son meramente accesorias con relación a los beneficios que el Estado le confiere. Pero sí
incluimos dentro del tráfico jurídico patrimonial a los típicos contratos administrativos de la
doctrina mayoritaria: las concesiones de servicio público y de obra pública, el contrato de obra
pública y el contrato de suministro.
(6) M. A. Berçaitz, Teoría General de los Contratos Administrativos, 2ª ed., p. 189.
(7) André de Laubadère, Traité des Contrats Administratifs, 2a. ed. (actualizada por F.
Moderne y P. Delvolvé, París, 1983, citada en lo sucesivo como Contrats...), t. 1, ps. 125-240; G.
Vedel y P. Delvolvé, Droit Administratif, 12a. ed., París, 1992, ps. 369-397; J. Rivero, Droit
Administratif, 10a. ed., París, 1983, ps. 114-123; M. Waline, Droit Administratif, 9a. ed., París,
1963, ps. 564-574; R. Chapus, Droit Administratif Général, París, 1985, t.1, ps. 373-389; F. P.
Benoit, El derecho administrativo francés, Madrid, 1977, ps. 713-737; J. M. Auby y R. Drago,
Traité de Contentieux Administratif, 3a. ed., París, l984, t. 1, ps. 462-471; R. Odent, Contentieux
Administratif, París, 1976-1981, t. II, ps. 558-569. Anteriormente eran inescapables las
referencias a las obras de G. Jèze (Principios Generales del Derecho Administrativo, ed.
castellana, Buenos Aires, l950, cit. en los sucesivo como ‘Principios...’, ts. IV, V y VI) y de G.
Pequignot (Théorie Générale du Contrat Administratif, tesis, Montpelier, l945). Duguit, por el
contrario, sostenía que no existían diferencias en cuanto al fondo entre las dos categorías de
contratos (Traité de droit constitutionnel, 3a. ed., París, l928, t. III, p. 44).
(8) Es el criterio del arrêt Epoux Bertin (Rec. Lebon, 1956, ps. 167-168) aplicado y ampliado
desde entonces en numerosas oportunidades (M. Long, P. Weil, G. Braibant, P. Delvolvé y B.
Genevois, Les grands arrêts de la jurisprudence administrative, 11a. ed., París, 1996, citado en lo
sucesivo como ’Grands Arrêts’, ps. 526-535 de donde extraemos las citas del párrafo).
(9) El criterio se remonta al arrêt Societé des Granits Porphyroïdes des Vosges (Rec. Lebon,
1912, p. 909). Ver de Laubadère, Contrats..., t. 1, ps. 210-229. Cfr. J. Lamarque, Le déclin du
critère de la clause exorbitant, Mélanges Waline, París, 1974, ps. 497-518.
(10) Se citan en este sentido los arrêts Roudier de la Brille (Rec. Lebon, 1967, p. 428); y Soc.
Ateliers de nettoyage, teinture et apprêts de Fontainebleau (Rec. Lebon, 1972, p.753). Ver de
Laubadère, Contrats..., t. 1, ps. 229-235.
(13) P. Weil, Le critere du contrat administratif en crise, en Mélanges Waline, París, l974, p.
848.
(14) R. Bielsa, Derecho Administrativo, 5a. ed., t. II, ps. 142-153; M. M. Diez, Derecho
Administrativo, t. II, ps. 435-458; M. S. Marienhoff, Tratado de Derecho Administrativo, 3a. ed.,
t. III-A, ps. 19-134; Berçaitz, op. cit.; H. Escola, Tratado Integral de los Contratos
Administrativos; J. C. Cassagne, La sustantividad del contrato administrativo y sus principales
consecuencias jurídicas, Rev. de Der. Adm., Nº 15/16, l994, p. 143; R. C. Barra, Contrato de
Obra Pública, t. 1, ps. 19-61.
(15) Entre muchos otros, CSJN, ’Gas del Estado c. International Sales Division General Electric
Co.’ ([;ED, 110-611], con nota de J. C. Cassagne, Naturaleza administrativa de ciertos contratos
celebrados por empresas estatales); y ’Mevopal S.A. c. Banco Hipotecario Nacional’ (Fallos,
307:2216); CNCont.-adm. Fed. sala III, ’Marle Construcciones S.A. c. Caja Nacional de Ahorro y
Seguro’ ([ED, 112-368]). Ver, además, los trabajos de P.J.J. Coviello, El Criterio de Contrato
Administrativo en la Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, [ED, 111-
845]; La Teoría General del Contrato Administrativo a través de la Jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, en ’130 años de la Procuración del Tesoro de la Nación’, 1993,
ps. 98-137; y El concepto de contrato administrativo, en ’El Derecho Administrativo Hoy’, ps.
166-175. La evolución de la anterior jurisprudencia de la Corte Suprema desde el caso ’F.C. de
Buenos Aires y Puerto Ensenada v. Nación’ (Fallo, 111:339) en que se consideró a una concesión
de servicio público como un contrato entre partes civiles, pasando por las causas en las que
caracterizó a la concesión como un acto de derecho público (’S.A. Canal y Puerto del Oeste c.
Nación’, Fallos, 141:190) hasta el fallo ’Cía Argentina de Teléfonos S.A. v. Provincia de Mendoza’
(Fallos,: 211:83) en que la Corte Suprema se acercó a la figura del contrato de derecho público,
puede verse en Berçaitz, op. cit., ps. 645-651.
(16) CSJN, ’Gas del Estado S.E. v. Lindoro I.C.S.A.’, Fallos, 306:328; ’Ferrocarriles Argentinos
v. Jorge Papadópulos’, Fallos, 306:333; ’López v. Estado Nacional’, Fallos, 306:731; ’Empresa
Ferrocarriles Argentinos v. Inforex S.A.’, Fallos, 306:762; ’Talleres Carmona S.C.A. v.
Ferrocarriles Argentinos’, Fallos, 306:856; y ’E.N.T.E.L. v. Cía de Seguros del Interior S.A.’,
Fallos, 308-229.
(17) Entre otros, ’Durruty v. Provincia de Mendoza’, Fallos, 310:2309; ’Contipel Catamarca S.A.
c. Provincia de Salta’, Fallos, 311:2065 (y también en [ED, 132-402] con nota crítica de G. Bidart
Campos, La materia de derecho provincial limita la jurisdicción originaria de la Corte); ’Sideco
Americana S.A.C.I.I.F. v. Provincia del Chubut’, Fallos, 314:620; y ’Mariategui S.A.C.I.M.A.C. v.
Provincia del Neuquén’, Fallos, 315:1355.
(18) Marienhoff define al contrato administrativo como aquel ’celebrado por un órgano del
Estado ... para satisfacer finalidades públicas’ (Tratado..., t. 3, p. 34). Este criterio fue seguido en
algunos casos por la Corte Suprema: ’fin público o propio de la Administración’ fue la
caracterización utilizada en el caso ’Cinplast I.A.P.S.A. v. E.N.Tel’ (Fallos, 316-212); y la aplicada
también en ’Organización Coordinadora Argentina v. Secretaría de Inteligencia del Estado de la
Presidencia de la Nación’ (LL, 1996-E-76, con nota de P.J.J. Coviello, El caso ‘O.C.A.’: una
aclaración conceptual de la Corte en materia de contratos administrativos). Ampliar en P. J. J.
Coviello, La Teoría General..., cit., p. 113.
(19) ’Contrato celebrado por la administración pública con una finalidad de interés público’ es
la síntesis que propone Escola (ob. cit., t. I, p. 129).
(20) Es el factor distintivo que propone Cassagne, La sustantividad..., cit., ps. 152-154.
(21) Para Bielsa eran contratos administrativos aquellos que tienen por objeto una ’prestación
de utilidad pública’ (op. cit.., t. II, p. 142).
(22) Berçaitz consideraba que son contratos administrativos aquellos que tienen un ’fin público
o cuya ejecución puede afectar la satisfacción de una necesidad pública colectiva’ (op. cit., ps.
246-247).
(23) Así, Marienhoff, Tratado..., t. III A, ps. 56, 57: cuando la prestación fundamental del
cocontratante en un contrato de colaboración se relaciona directa e inmediatamente con las
funciones específicas del Estado o sea con los fines públicos de éste.
(24) Sala V, CNCont.-adm. Fed., ’Pauri c. Instituto de Vivienda del Ejército’ (LL, 1997-D-718).
Como se verá, este criterio está tomado de la nueva Ley de Contratos de las Administraciones
Públicas de España sancionada en l995.
(25) CNCont.-adm. Fed., sala III, ’Acosta c. Comisión Municipal de la Vivienda’, LL, 1989-B-
295.
(27) Marienhoff, Tratado..., t. III-A, ps. 69-70. Esta subjetividad (y de allí la imposibilidad de
predecir muchas veces qué opinará el tribunal) es consecuencia de la teoría misma: ver análogas
discusiones en Francia en R. Chapus, Droit du Contentieux Administratif, París, 1982, ps. 734-
735.
(29) En el primer sentido opinaba originalmente M. Waline, ob. cit., p. 572; en el segundo
sentido, G. Vedel y P. Delvolvé, ob. cit., t. 1, ps. 389-390; en el tercer sentido, Lamarque, ob. cit.,
p. 512.
(33) Así, Marienhoff, Tratado..., t. III-A, ps. 74-84; C.S.J.N., Lindoro e Inforex (supra nota 16);
C. Civil La Plata, sala I, ’Banco Hipotecario Nacional c. Díaz’, [ED, 112-371], Nº 10 y otros.
(34) Berçaitz considera también como administrativos aquellos contratos que el legislador ha
sometido a reglas de derecho público, exorbitantes del derecho privado (ob. cit., ps. 246-247).
Barra (Contrato de Obra Pública, t. I, p. 35) y Cassagne (Los contratos de la administración
pública, [ED, 57-793]) también aceptan esta categorización. La Corte Suprema utilizó este
concepto en López (supra, nota 16); ’Serra, Fernando Horacio v. Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires’ (Fallos, 316:2454); y ’Yacimientos Petrolíferos Fiscales S.A. v. Construcciones
Saddemi S.A.’, (Fallos, 316:2771).
(35) Dictamen del Procurador General de la Nación en ’Contipel Catamarca’ (supra, nota 17). A
ese dictamen cabe responder con las sabias palabras de una Corte anterior cuando dijo: ’ningún
recurso creado por las leyes locales puede enervar las acciones derivadas de las leyes que dicte el
Congreso para la nación, pues si así no fuera, las provincias podrían privar a la corte de la
jurisdicción originaria que la constitución le ha conferido.’ (’Cía de Seguros La Minerva de París
v. Provincia de Buenos Aires’, Fallos, 178:418).
(36) CSJN, ’Contipel Catamarca’, supra , nota 17; en el mismo sentido, Marienhoff, Tratado...,
t. III-A, ps. 97-98.
(38) ’Organización Coordinadora Argentina’, supra, nota 18; en el mismo sentido, Marienhoff,
Tratado..., t. III-A, p. 96.
(42) En este sentido, H. D. Casal, Marco jurídico de los contratos petroleros según el plan
Houston, LL,1989-D-1237.
(45) Gordillo alega que las normas administrativas son aplicables sólo supletoriamente en el
caso de las concesiones mineras y que, de dichas normas, no serían pertinentes las referentes a
la extinción del contrato (ob. cit. en nota 41, p. 714). La limitación es plausible, ya que se basa en
el art. 18 del Código de Minería, pero es imposible vaticinar si el tribunal la aceptaría. Véanse
también las razonables exclusiones que postulan Escola para el contrato administrativo de
empréstito público (ob. cit., t. II, ps. 593-607) y Barra respecto de ciertas prerrogativas de la
administración (Los actos administrativos contractuales - Teoría del acto coligado, ps. 113-126).
(51) Cfr. CSJN, ’General Electric’, supra, nota 15; J.C. Cassagne, La extensión del régimen del
contrato de obra pública a las empresas y sociedades del Estado (cit. en lo sucesivo como ‘La
extensión...’), en ’Actualidad y Perspectivas del Derecho Público a Fines del Siglo XX’
(Homenaje al Profesor Garrido Falla, Madrid, 1992, t. 2, ps. 907-918); en el mismo sentido
Barra, Contrato de Obra Pública, t. I, ps. 48-49.
(52) Así, Barra, Contrato de obra pública, t. 1, ps. 37-38; y Los actos administrativos
contractuales, cit., p. 172, nota 6.
(53) Así, J. L’Huillier, Les contrats administratifs tiennent-ils lieu de loi à l’Administration?,
Dalloz, 1953, sección Chroniques, p. 87; Bénoit, ob. cit., nos. 1184 a 1192. Respondió a estas
críticas de Laubadère en su artículo Du pouvoir de l’Administration d’imposer unilateralement
des changements aux dispositions des contrats administratifs, ’Revue de Droit Public’, l954, ps.
36-63.
(54) G. Jèze, Le régime juridique du contrat administratif, ’Revue de Droit Publique’, 1945, p.
251, en p. 257.
(56) Comparar, por una parte, de Laubadère, Contrats... t. 2, p. 396 y F. Llorens, Le pouvoir de
modification unilatérale et le principe de l’équilibre financier dans les contrats administratifs, en
’Revue Française de Droit Administratif’, 1984, p. 45; con J. M. Auby, nota al fallo publicada en
la ’Revue de Droit Public’, 1984, ps. 217-223, esp. p. 222.
(57) Contrats..., t. 2, p. 390. Estas palabras no figuraban en la primera edición, de l956. Cfr.
Vedel y Delvolvé, ob. cit., t. 1, p. 417.
(59) Grands Arrèts, p. 131; en el mismo sentido, de Laubadère, Contrats..., t. 1, p. 406; Vedel y
Delvolvé, ob. cit., t. 1, p. 419. Llorens (ob. cit. en nota 56, supra) pareciera considerar posible que
en el futuro la jurisprudencia expanda el alcance de la potestad.
(60) ’Mevopal’, supra, nota 15, Considerando 15; y ’Marocco y Cía. S.A. v. Dirección Nacional de
Vialidad’ (Fallos, 312:84), respectivamente.
(62) Cfr. C. M. Grecco, Potestad tarifaria, control estatal y tutela del usuario, ‘Rev. de Der.
Administrativo’ Nº 5, ps. 485-494 (1990).
(63) de Laubadère, Contrats..., t. 2, p. 669. Vedel y Delvolvé, si bien señalan que en algunos
casos la regla se limita por razones de moralidad (ob. cit., t. 1, p. 421), establecen la regla sin
limitaciones en el caso más importante que es el del rescate de una concesión de servicio público
(ob. cit., t. 2, p. 787).
(64) Marienhoff niega el lucro cesante (El lucro cesante en las indemnizaciones a cargo del
Estado, [ED, 114-949]; y Nuevamente acerca del lucro cesante en las indemnizaciones a cargo
del Estado, LL, 1991-C-1080); mientras que lo aceptan Berçaitz, ob. cit., p. 413; R. C. Barra
(Responsabilidad del Estado por Revocación Unilateral de sus Actos y Contratos, [ED, 122-
859]); E. G. Mabromata (El lucro cesante en la revocación de los contratos administrativos, LL,
1994-B-352); A. B. Bianchi (Nuevos alcances en la extensión de la responsabilidad contractual
del Estado, nota al fallo ’Sánchez Granel’, [ED, 111-551]); y O.A.F. Pritz con relación al rescate
(El Rescate, en ’Estudios de Derecho Administrativo’, p. 88-94).
(65) Se indemnizó el lucro cesante en ’Eduardo Sánchez Granel Obras de Ingeniería S.A. v.
Dirección Nacional de Vialidad’ (Fallos, 306:1409); se admitió su procedencia en teoría —ya que
en forma muy limitada en la práctica— en ’Meridiano S.C.A. v. Administración General de
Puertos’ (Fallos, 301:292); también se limitó el lucro cesante, mediante la aplicación del
reformado art. 1638 del C. Civ., en ’J.C. Ruiz Orrico v. Nación Argentina’ (Fallos, 316:1025).
(66) Véase la crítica que efectúa Marienhoff a la jurisprudencia del Consejo de Estado que exige
decisión del tribunal para declarar la caducidad en la concesión de servicio público, pero no en
otros contratos administrativos: Tratado..., t. III-A, p. 407, nota 578. Sobre la regla en el
derecho francés, ver Vedel y Delvolvé, ob. cit., t. 1, p. 429.
(67) En ’Sánchez Granel’ (supra, nota 65), la sentencia de la Corte Suprema recayó ocho años
después de que se produjera la extinción del contrato.
(68) Ello es consecuencia del régimen impuesto por el art. 22 de la ley 23.982. Al respecto ver
P. Aberastury (h), Consolidación de Deudas del Estado, ps. 135-145.
(69) Así lo reitera Marienhoff (Tratado..., t. III-A, ps. 334, 350 y 617). En el mismo sentido,
CSJN, ’Necón S.A. v. Dirección Nacional de Vialidad’ (Fallos, 314:491); Montes y Empresa
Hidráulica Argentina c. Municipalidad de Quilmes (Fallos, 315:1760).
(71) Así, la sala I de la CNCont.-adm. Fed., en ’Sideco Americana S.A. c. Comisión Nacional de
Energía Atómica’ (LL, 1996-D-122 [ED, 168-409]) invocó el principio pacta sunt servanda para
rechazar la demanda del contratista de revisión de la fórmula de ajuste; también en ’Montes’
(nota 69, supra) se rechazó, por aplicación del mismo principio, la demanda del contratista; lo
mismo ocurrió en S.C.A. ’Intecar v. Ferrocarriles Argentinos’ (Fallos, 301:525); en ’Marocco’
(supra, nota 60), por el contrario, el principio se invocó para rechazar la pretensión
modificatoria de la administración.
(72) Cfr. ’Panedile Argentina S.A.I.C.F.I. v. Agua y Energía Eléctrica S.E’, Fallos, 305:1011;
’Juan María de Vido e Hijos S.C.A. v. Dirección Nacional de Vialidad’, Fallos, 311:971; ’Necón’,
supra, nota 69; ’Astilleros Costaguta S.A. v. Estado Nacional’, Fallos, 315:890; ’Vicente Robles
S.A. v. Estado Nacional’, Fallos, 316:382 [ED, 155-29]; ’Calderas Salcor Caren S.A. c. Estado
Nacional’, CSJN, LL. 1997-C-782 (con nota de E. Mertehikian, El costo financiero en el contrato
de obra pública); CNCont.-adm. Fed., sala IV, ’Dulcamara c. ENTel’, 29-9-1988, y ’Alto Paraná
S.A. c. Fisco Nacional’, 27-2-96 ([ED,169-875], Nº 119). Se invocó el principio de la buena fe
para admitir la acción de las contratistas en ’Franklin Consultora S.A. y otra c. Nación
Argentina, Provincia de Buenos Aires y otras’, C.S.J.N. 23-4-1996, F.431.XXI.
(73) Drago, citado por F. Llorens, Contrat d’Entreprise et Marché de Travaux Publics, París,
1981, (citado en lo sucesivo como ‘Contrat d’Entreprise...’), p. 666.
(74) Así, CNCiv. y Com. Fed., sala I, ’Tenso SRL c. YCF’, [ED, 112-371], Nº 9.
(75) Cfr. los esfuerzos del fallo de la sala I de la CNCont.-adm. Fed., en ’Herpazana S.R.L. c.
Banco de la Nación Argentina’ (LL, 1997-C-309) para justificar la aplicación del derecho privado
a un problema de pago parcial: dicha aplicación no procedería de modo directo o supletorio,
sino ’por analogía’ ante la ausencia de normas o principios de derecho público que rigen el
punto. En el mismo sentido, sala III, ’Acosta’, supra, nota 25; y SCBs.As., ’Kasprat S.A. c. Poder
Ejecutivo’, [ED, 112-375], Nº 36. La CSJN aplicó el principio del art. 1622 del C. Civ. a una
concesión de servicios públicos en ’S.A. Compañía Avellaneda de Transportes v. Nación
Argentina’, Fallos, 289:462. El Consejo de Estado recurre frecuentemente a las reglas del Código
Civil sobre contratos: Odent, ob. cit., t. I, ps. 17-19.
(76) C.E. 9/12/1932, Rec. Lebon 1050; Grands Arrêts, p. 277. Su recepción en nuestro derecho
puede verse en Marienhoff, Tratado..., t. III-A, ps. 359-360. Sobre los intentos en España de
diferenciar el régimen de la fuerza mayor en el derecho administrativo respecto del civil ver F.
Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, t. II, 10 ed., Madrid, 1992, ps. 94-97,
especialmente su nota 29.
(79) Berçaitz, sostiene que la teoría de la imprevisión juega de manera diferente en el derecho
administrativo que en el privado, aunque admite la aplicación supletoria del art. 1198 del cód.
civil a los contratos administrativos (ob. cit., ps. 462-464). La SC Bs.As. en ’Menfer S.A. c. Poder
Ejecutivo’, ([ED, 94-620]) diferenció los efectos de la quiebra de la ecuación económica en el
derecho privado (donde sería causal de rescisión) de los que el mismo fenómeno produciría en
el derecho administrativo (donde el contratista debe continuar cumpliendo el contrato y
gestionar una compensación). En sentido similar, ver el fallo de la CNCont.-Adm. Fed., sala III,
en ’Marle Construcciones’ (supra, nota 15).
(80) Llorens, Contrat d’ Entreprise..., p. 667. Este autor sostiene que también en el derecho
privado el dueño de la obra posee el ius variandi (Contrat d’Entreprise..., p. 271, citando
jurisprudencia y el artículo de R. Demogue, Des modifications aux contrats par volonté
unilatérale, ’Revue Trimestrielle de Droit Civil’, 1907, p. 245), posición que se ha propuesto
también en nuestro derecho (Alberto G. Spota, Locación de Obra, 3a ed., t. II, ps. 535-540, quien
compara las soluciones del Código Civil con las de la Ley de Obras Públicas).
(81) Ver al respecto la obra de J.D.B. Mitchell, que comentamos en la Segunda Parte de este
trabajo, The contracts of public authorities, a comparative study, Londres, 1954.
(84) ’Martínez Suárez de Tinayre v. Argentina Televisora Color L.S. 82 Canal 7 S.A.’ (Fallos,
308:821).
(86) Cfr. el fallo de la CNCiv. y Com. Fed. in re ’Mengolini c. ENTel’ ([ED, 117-627]) donde
sostuvo que ’En virtud de la potestad que el ordenamiento habilita mediante la disposición del
art. 12 de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, la Administración puede decidir
ejecutivamente sobre el perfeccionamiento del contrato y su validez; la interpretación del
mismo; la realización de las prestaciones debidas por el contratista en cuanto a su modo, tiempo
y forma; la calificación de las situaciones de incumplimiento; la imposición de sanciones
contractuales; la responsabilidad del contratista; la rescisión del contrato; la devolución de las
garantías; etc.’ El fallo, sin embargo, termina reconociendo que todo ello, en definitiva, sólo
traslada al contratista la carga de la impugnación.
(87) La Corte Suprema ha resuelto que, al estar el contrato de concesión de servicio público
regido por el derecho administrativo, ello ’supone la existencia de una cierta relación de
subordinación de los derechos de los particulares respecto de los de la administración, que en el
plano contractual se traduce no en una estricta equivalencia aritmética sino en una igualdad
proporcional de esos derechos’ (sic) (caso ’Meridiano’, cit. en nota 65, supra). Cfr. Berçaitz, ob.
cit., ps. 224-243. Sobre la desigualdad de las partes en el derecho español ver S. Martín-
Retortillo Baquer, ob. cit., ps. 108-118.
(90) Cfr. CNCont.-Adm. Fed., sala IV, ’Ferrocarriles Argentinos c. Canovas, Antonio y otros’,
[ED, 117-629].
(91) En ’Cavallín c. HIPASAM’ ([ED, 108-434]) la CNCiv. y Com.Fed., sala I, sostuvo como
regla general, que ’en las relaciones jurídicas en que interviene una Administración Pública, la
voluntad impugnatoria del contratista (debe) exteriorizarse de alguna forma’. Obsérvese que
esta regla quedaría cumplida con una objeción o aun una mera reserva de derechos formulada
por escrito. Cfr. CSJN., ’Huayqui S.A. de Construcciones v. Municipalidad del Pilar’, [ED, 174-
899], Nº 479: incurre en exceso ritual la desestimación de la demanda basada en la falta de
impugnación de la legitimidad de la rescisión, si el reclamo alegó que, pese a la validez del acto
rescisorio, la administración debía resarcir al contratista dado que las irregularidades habían
sido imputables sólo a los funcionarios municipales.
(92) Comparar la jurisprudencia de la CSJN en ’Mevopal’ (supra, nota 15), y ’Oks Hermanos y
Cía. S.A. v. Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio’ ([ED, 122-694]), con el caso ’Gypobras
S.A. v. Estado Nacional’ (LL,1995-E-473) que analiza G. S. Tawil en su nota El artículo 25 de la
ley 19.549 en la reciente jurisprudencia de nuestra Corte Suprema. En el fuero
contenciosoadministrativo, el tema mereció el plenario ’Petracca e hijos S.A.C.I.F.I. c. Estado
Nacional’, LL,1986-D-10 [ED. 118-391], en el cual se sostuvo que los principios del acto
administrativo son aplicables al contrato administrativo. Diez (ob. cit., t. III, p. 22), Gordillo
(Tratado..., t. 3, ps. IV-27/29) y Hutchinson (Ley Nacional de Procedimientos Administrativos,
t. I, p. 163) concuerdan en excluir a los contratos del concepto de acto administrativo; mientras
que Marienhoff subsume al contrato dentro de la figura del acto administrativo y considera
aplicables al contrato administrativo las reglas del acto administrativo ’salvo texto expreso en
contrario’ (Tratado..., t. III-A, ps. 327-328). En España se ha sostenido ’la naturaleza
jurídicamente unilateral’ del origen del contrato de derecho público, basándose en el art. 54 de
la L.C.A.P. de 1995 según el cual los contratos se perfeccionan mediante la adjudicación (J. L.
Martínez López-Muñiz, La naturaleza de los contratos públicos a la luz del derecho español, su
fundamento y sus consecuencias, en la Obra Colectiva en Homenaje al Profesor Miguel S.
Marienhoff, p. 956), argumento que nos parece análogo a sostener que, en nuestro derecho, los
contratos por correspondencia, que según el art. 1154 del cód. civ. se perfeccionan mediante el
envío de la aceptación al oferente, son de naturaleza unilateral en su origen. Como dice Weil: ’La
predilección por el acto unilateral es tal que es apenas con la redacción de un instrumento
contractual que se acepta verdaderamente la existencia de una relación contractual’ (P. Weil, Le
renouveau de la théorie du contrat administratif et ses difficultés, en ’Mélanges Stassinopoulos’,
París, l974, p. 224).
(93) La sala IV de la CNCont.-adm. Fed. consideró que los contratos administrativos son actos
administrativos ’en la medida que le son aplicables los principios de su teoría general’
(’Yacimientos Carboníferos Fiscales c. Frabia’, [ED, 102-234]).
(94) Gordillo reputa inconstitucional el art. 18 de la LPA en lo que respecta a esa facultad
(Tratado ..., t. 3, ps. VI-40/41).
(96) Mientras que la doctrina iusprivatista considera al contrato como acto jurídico típico (C.
Eisenmann, Cours de Droit Administratif, París, 1982, t. I, p. 368 y sus citas), el estudio del acto
administrativo se refiere principalmente a los actos unilaterales (así, p. ej., la obra de P.
Delvolvé, L’acte administratif, París, 1983, ps. 75-83, y la ya citada de Eisenmann). Por ello no
compartimos la afirmación de Marienhoff según la cual La teoría de los ’actos’ administrativos,
con relación a los ’contratos’ administrativos, tiene la misma importancia que la teoría de los
’actos jurídicos’ respecto a los contratos de derecho privado.’ (Tratado..., t. III-A, p. 554).
(97) Sobre la distinción en derecho francés entre acto administrativo y contrato, ver de
Laubadère, Contrats..., t. I, ps. 54-71; Delvolvé, ob. cit., loc. cit.
(98) Así Marienhoff, Tratado..., t. III-A, p. 405; y sus artículos citados en nota 64, supra.
(101) CNCont.-adm. Fed, sala II, ’Thorne c. Gobierno Nacional’, Rep. LL,1982-830, Nº 2; ídem
sala I, ’Polledo S.A. c. Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas’, [ED, 111-537].
(105) Así lo hemos sostenido en nuestro trabajo Los meros pronunciamientos administrativos,
incluido en la Obra Colectiva en Homenaje al Profesor Miguel S. Marienhoff, p. 651.
(106) En Francia, salvo muy pocas excepciones, las decisiones que adopta la administración
durante la ejecución de un contrato administrativo no pueden ser objeto del recurso por exceso
de poder ni ser impugnadas de otra manera en cuanto a su validez, sino que el debate a su
respecto se limita a la procedencia de indemnización a favor del contratista (de Laubadère,
Contrats..., t. 2, ps. 1004-1011 y 1056-1061: se exceptúan los actos que ponen fin a contratos de
larga duración en los que el contratista ha realizado importantes inversiones). En nuestro
derecho, dada la diversidad de votos del plenario ’Petracca’ (supra, nota 92), la cuestión podría
no estar totalmente cerrada.
(107) Escola, ob. cit., t. I, ps. 394-395. En Francia algunos autores admiten la limitación
contractual del poder de modificación unilateral: J.C. Bruère, Le consensualisme dans les
contrats administratifs, ’Revue du Droit Public’, 1996, p. 1726.
(108) de Laubadère, Contrats..., t. 2, ps. 405 y 734; y Droit Administratif, t. 1, ps. 624 y 626. En
el mismo sentido, C. Blumann, La renonciation en droit administratif fran‡ais, París, 1974, ps.
211-212.
(109) Como dice Giannini: ’Cierto es que en el derecho positivo italiano las así llamadas
prerrogativas de la administración no tienen nada de inexplicable en base a las normas comunes
del derecho privado’ (Diritto Amministrativo, 3a. ed., Milán l993, t. 2, p. 368).
(110) Además de los autores citados en nota 14 supra, ver G. E. Fanelli Evans, El ius variandi en
los contratos administrativos, en ’El Derecho Administrativo Argentino Hoy’, p. 197; CSJN,
casos ’Mevopal’ (supra, nota 15), ’Marocco’ (nota 60, supra), y ’Suñé v. S.E.G.B.A.’ (Fallos,
258:322); CSSanta Fe, ’Sociedad de Electricidad de Rosario v. Municipalidad de Rosario’,
LL,63-620.
(112) Ley 13.064, arts. 30 y 53, inc. (a): por encima de ese tope el contratista puede rescindir el
contrato.
(113) Reglamentación del art. 61 de la Ley de Contabilidad, según Decreto 5970/72, inc. 84 (a)
y (b).
(117) Conf. G. Jèze, nota en la ‘Revue de Droit Public’, 1945, p. 257 (modificando su anterior
posición).
(121) Mención especial merece el tema de las tarifas de los servicios públicos prestados por
particulares, a cuyo respecto deben diferenciarse dos situaciones. Cuando el servicio se presta en
base a un contrato, deberá estarse al texto del respectivo contrato. En este aspecto, el derecho
francés es categórico: el ius variandi no alcanza a la tarifa ya que, como sostienen Vedel y
Delvolvé, en materia tarifaria el carácter reglamentario rige respecto de los usuarios pero no
entre la administración y el concesionario (supra, nota 61).
Cuando una determinada actividad que viene siendo prestada por los particulares en un
régimen de libertad de precios es posteriormente regulada como servicio público por una ley, los
problemas que se presentan no son de índole contractual sino constitucional: ¿hasta qué punto
puede avanzar tal regulación sin vulnerar la garantía constitucional a la propiedad que protege
al prestador?
Entre estas dos situaciones ’puras’, típica del derecho francés la primera y del derecho
norteamericano la segunda, existen situaciones mixtas como las que se suscitan cuando el
contrato se otorga en el marco de una ley preexistente que prevé ajustes periódicos de la tarifa, o
cuando una ley reglamenta una actividad prestada hasta ese entonces en base a un contrato. En
nuestro país el tema se vio confundido, además, por casi medio siglo de alta inflación, que llevó
a tratar como modificacion tarifaria lo que no era sino su mantenimiento en moneda constante.
(122) Cfr. de Laubadère, Contrats..., t. 2, ps. 389-392, donde el autor pareciera limitar el ius
variandi a los supuestos de cláusula legal o contractual que lo prevé o de competencias
atribuidas al ente contratante en materias ajenas al contrato en sí, con lo cual dicha potestad no
resultaría una consecuencia del carácter administrativo del contrato sino, ya sea una facultad
expresamente conferida por la normativa contractual, ya sea una potestad extra-contrato
aplicable por ende a todo tipo de relación contractual del Estado.
(123) Berçaitz rechazó inicialmente la procedencia de la exceptio para luego admitirla con
restricciones (ob. cit., ps. 370-371). Escola la rechaza aunque acepta una solución morigeradora
del incumplimiento estatal (ob. cit., ps. 434-438). Marienhoff sostuvo elocuentemente, por el
contrario, la procedencia de la exceptio en los contratos administrativos, aunque con un alcance
limitado a la creación de una razonable imposibilidad de cumplir el contrato para el contratista:
Tratado..., t. III-A, ps. 373-391; la observación sobre la relación tripartita de la concesión de
servicios públicos le pertenece.
(124) SCBA, ’Cegelec S.A. c. Dir. Energía Prov. Bs. As.’, DJBA 119-602 (1980); y ’J.L.R.P.
Publicidad S.R.L. c. Municipalidad de General Pueyrredón’ ([ED, 94-620]) donde se sostuvo que
la exceptio se aplica plenamente en contra del contratista, pero sólo limitadamente frente a la
administración. En ’Rancevich c. Estado Nacional’ ([ED, 112-375], Nº 40) la sala III de la
CNCCont.-adm. Fed. admitió la exceptio cuando el incumplimiento de la administración crea
una situación que, por su envergadura, impide al contratista cumplir con sus obligaciones.
Acerca de la recepción de la teoría por la CSJN, ver E. Mertehikian, Estudios sobre contratación
pública, ps. 183-208.
(125) Cfr. J. R. Comadira, La responsabilidad del Estado por las obligaciones de sus entes
descentralizados, [ED, 145-380].
(127) Debe continuar el contrato ’hasta el límite de sus posibilidades’ dice García (ob. cit.). Un
caso de controversia acerca del grado de incumplimiento que justifique la exceptio es el de
’Cinplast’, citado en nota 18 supra.
(128) Ver Ley de Obras Públicas 13.064, art. 7. Esta regla ha sido calificada como ’principio
fundamental’ del derecho presupuestario por la doctrina, la que sostiene que ’El Poder Ejecutivo
no puede formalizar los contratos susceptibles de originar gastos si no dispone de la pertinente
autorización legislativa para poner los gastos a cargo del tesoro público, conforme surge de los
establecido por los arts. 75, inc. 8º, 100, inc. 7º y 99, inc. 10, de la Constitución Nacional.’ (A.
Atchabahian, Régimen jurídico de la gestión y del control en la hacienda pública, ps. 564 y 493).
(129) Así, dice F. J. López de Zavalía: el incumplimiento debe alcanzar cierto grado de
intensidad que apreciarán los jueces según los principios de la buena fe (Teoría de los contratos,
2a. ed., t. I, Parte General, p. 380); en el mismo sentido, F. Messineo, Manual de Derecho Civil y
Comercial, t. IV, p. 531.
(130) Art. 100, inc. 5º. Ver los trabajos de J. Suay Rincón y de J. Leguina Villa en
Comentario..., ps. 409-411 y 549, respectivamente.
(131) Cfr. el caso ’J.L.R.P. Publicidad S.R.L.’ citado en nota 124, supra, en que el tribunal
sostuvo que la potestad de emitir ’órdenes de servicio’ está ínsita en todo contrato
administrativo y por ello no requiere de norma expresa que la establezca.
(133) Tal lo sostenido por el fallo del Tribunal Superior de Córdoba en el sentido de que la
enumeración de ciertas sanciones en el contrato no impide que existan otras implícitas
(’Ramonda c. Banco Social de Córdoba’, Digesto Jurídico L.L.3, VII-724, N° 35).
(134) Así las ha calificado la jurisprudencia: SCBs.As., ’Vanoni S.C.A. c. Poder Ejecutivo’, [ED,
115-671].
(135) Así como el art. 55 de la Ley de Contabilidad se aplica a los contratos que el Estado
Nacional celebra, sin distinguir entre los administrativos y los de derecho privado, la
Reglamentación del art. 61 de la misma (decreto 5720/72 con su reforma por el decreto 825/88
[EDLA, 1988-394]) estableció el ’Registro de Sancionados’ que preveía inhabilidades para
’contratar con el Estado’ sin distinguir el tipo de contrato de que se trataba.
(136) CSJN, ’Ingeniero Livio Dante Porta y Cía. S.I.C. S.R.L. v. Empresa Ferrocarriles
Argentinos’, Fallos, 286:333. En ’Sociedad Puerto San Nicolás c. Provincia de Buenos Aires’
(Fallos, 114:124) dijo la Corte: ’La caducidad de las concesiones otorgadas por la Nación está
sometida al criterio y apreciación de la misma, según considere que subsisten o no los motivos
de utilidad general que fundaron aquéllas, sin que ningún interés de orden privado pueda
sobreponerse a las consideraciones y voluntad del concedente’. Este fallo, cuyos términos se
reiteraron en ’Empresa Ferrocarriles del Estado Argentino v. Pedro Albino Rossi’ (Fallos,
271:229), motivó las siguientes agudas observaciones de Juan Francisco Linares: ’Es
interesante, como tema de sociología jurídica, advertir la manera en que estas expresiones de la
Corte, con las que cuestionaba el derecho de un tercero a discutir la concesión de la empresa, en
un caso en que no debatían concedente y concesionario, sino un tercero con derecho precario y
la empresa concesionaria, han sido utilizadas como prototipo del pensamiento de la Corte en
materia de concesiones, por autoridades administrativas, tratadistas, incluso por un fallo de la
Cámara Federal de la Plata (JA, 68-279).’ (J. F. Linares, Fundamentos de Derecho
Administrativo, p. 380).
(137) En Francia, ciertas concesiones de uso del dominio público pueden otorgar a sus titulares
garantías de permanencia: J. Dufau, Le Domaine Public, París, 1977, p. 400.
(138) Ver, para Francia, de Laubadère, Contrats..., t. 2, p. 669, Vedel y Delvolvé, ob. cit., t. 2, p.
787, y Jeze, Principios..., t. VI, p. 388; para España LCAP, art. 170, inc. 4º.
(139) Tal imposibilidad rige en el derecho norteamericano: C.A. Wright, A. Miller y E. Cooper,
Federal Practice and Procedure, St. Paul, Minn., l983, t. 14, Nº 3655. Mitchell propone idéntica
regla para el derecho inglés (ob. cit., p. 233).
(141) Rechazó esa analogía la CSJN, en ’Sánchez Granel’, supra, nota 65. Ver el acertado
comentario de A. B. Bianchi citado en nota 64, supra.
(142) Cierto es que en ’Marocco’ (supra, nota 60) la CSJN hizo hincapié en la necesidad de
demostrar la existencia del interés público, pero parece difícil que, invocado someramente un
interés público por la Administración, el tribunal entre a analizar si su entidad justifica o no la
rescisión. Como dice Diez al respecto: ’El juez del contrato se limitará solamente a comprobar la
existencia de estos motivos de interés general pero no tendrá facultades para apreciar su valor’
(ob. cit., t. II, p. 575).
(143) Tal el art. 3º de la ley 24.065 [EDLA, 1992-111] y el art. 5º de la ley 24.076 [EDLA, 1992-
171] que prohíben al Estado prestar el servicio mientras haya particulares interesados en
hacerlo; y el art. 4.5 del reglamento de la ley 24.076 (decreto 1738/92 [EDLA, 1992-751]) que
excluye la posibilidad del rescate. Ver nuestro trabajo La ideología del servicio público, cit., p.
417.
(145) Vol. VII, Capítulo IV ’Public Contracts’, escrito por C. C. Turpin, págs. 29-31. En Bélgica,
la doctrina tiene una alcance mucho menor que en Francia, según lo reconoce M. A. Flamme,
ob. cit., t. I, ps. 148-154.
(146) Ob. cit, págs. 31-34. Ver, además, para Italia, A.M. Sandulli, Manuale di Diritto
Amministrativo, 15a. ed., Nápoles, 1989, ps. 604-605; G. Landi y G. Potenza, Manuale di Diritto
Amministrativo, 7ª. ed. Milán, 1983, ps. 559 y 570; y M. S. Giannini, ob. cit., t.2, ps. 367-368;
para Gran Bretaña, C. Turpin, Government Contracts, 1972, ps. 98-99; H. W. R. Wade,
Administrative Law, 6ª ed., Oxford, 1988, ps. 787-790; y P. P. Craig, Administrative Law, 2ª ed.,
Sweet & Maxwell, 1989, ps. 497-498; para Alemania las obras citadas en nota 4 supra; para
Suiza, Grisel, ob. cit., t. I, ps. 444-456, donde leemos que si bien en Suiza se conocen los
’contratos de derecho administrativo’, sus partes están en situación de igualdad y su ejecución se
rige por las normas de derecho privado (p. ej. la aplicación de la exceptio non adimpleti
contractus) con la sola excepción que la administración puede recurrir a la ejecución directa (ps.
454-455).
(147) En los Estados Unidos, la aplicación de los principios generales del derecho privado, en
ausencia de legislación especial, fue reconocida en diversos fallos entre los que se citan a
’Clearfield Trust Co. v. United States’, 318 US 363 (1943) y ’Padbloc Co. v. United States’, 161 Ct.
Cl. 369 (1963). Cfr. J. W. Whelan y R.S. Pasley, Federal Government Contracts, The Foundation
Press, 1975, ps. 55-56; R. C. Nash Jr. y J. Cibinic, Jr., Formation of Government Contracts, 2a.
ed., l986, p. 151; F. Trowbridge von Baur, Differences Between Commercial Contracts and
Government Contracts, Public Contract Law Journal, octubre, 1968, ps. 5-12. La aplicación de
las normas del derecho común es reconocida incluso por quienes sostienen la conveniencia de
introducir el concepto de contrato administrativo en el derecho norteamericano: así, D. Frenzen,
The Administrative Contract in the United States, The George Washington Law Review, vol. 37,
ps. 270, 277, 282 (1968).
(148) J. D. Hotop, Principles of Australian Administrative Law, 6ª ed., The Law Book Company
Ltd., 1985, ps. 445-459.
(149) Ver la obra, tan interesante desde el punto del derecho comparado, de René Dussault,
Traité de droit administratif canadien et québecois (Quebec, 1974, ps. 874-880) donde se
reconoce, a regañadientes es cierto, la aplicación de las normas de derecho común a los
contratos del Estado.
(150) La figura del contrato administrativo ha sido recibida en Chile (E. Silva Cimma, Derecho
Administrativo Chileno y Comparado - Actos, Contratos y Bienes, Santiago de Chile, 1995, ps.
170 - 173); Colombia (J. Vidal Perdomo, Derecho Administrativo, 6a. ed., Cali, l978, ps. 417-
454); y Méjico (G. Fraga, Derecho Administrativo, 9ª ed., México, 1962, ps. 423-432). Por el
contrario, en el Uruguay, Sayagués Laso rechazaba la distinción nítida entre contratos privados
de la administración y contratos administrativos, (ob. cit., t. I., p. 537); posición que retoma
actualmente, para Venezuela, Brewer Carías (Contratos Administrativos, Caracas, 1992, ps. 51-
53). En Brasil es crítica la posición de Bandeira de Mello (Elementos de direito administrativo,
San Pablo, 1980, ps. 136-163); y L. del Valle Figueiredo, (Extinçao dos Contratos
Administrativos, San Pablo, 1986, ps. 14-19), aunque anteriores a la reciente legislación sobre
licitaciones y contratos de la administración pública (ley 8666 de l993) y sobre concesión de
servicios públicos (leyes 8987 y 9074 de l995).
(153) ’Contrato del Estado y Common Law’, prólogo a la obra de J. I. Monedero Gil, Doctrina
del Contrato del Estado, Madrid, 1977, ps. 7-55; y su trabajo en la Obra Colectiva en Homenaje
al Profesor Miguel S. Marienhoff (ps. 867-901), Contrato y Poder Público. La Figura del
Contrato Administrativo en el Derecho Español y Europeo.
(158) ’Windsor & Annapolis Railway v. The Queen’, (1886) 11 App. Cas. 607.
(166) Ob. cit., p. 445, con cita de ’Dowty Boulton Paul Ltd. v. Wolverhampton Corp.’, [1971] 2
All ER 277.
(168) ’New Orleans Gas Light Co. v. Louisiana Light Manufacturing Co.’ (1885) 115 U.S. 650.
(169) ’Walla Walla v. Walla Walla Water Co.’ (1898) 172 U.S. 1.
(171) ’G. L. Christian & Associates v. United States’ (1963) 160 Ct. Cl. 1 y 58; 312 F. 2d 418 y 320
F. 2d 345.
(172) Ver el artículo de Trowbridge von Baur citado en nota 147, supra.
(173) Whelan y Paisley, ob. cit., p. 880. En este sentido el primer fallo en ’Christian’ dijo: ’...está
admitido que cuando el Gobierno celebra un contrato tiene derechos y de ordinario incurre en
responsabilidades similares a las de una persona privada que es parte de un contrato (citas
omitidas), y si el Gobierno rescinde un contrato sin justificación, dicha rescisión es una violación
del contrato y el Gobierno deviene responsable por todos los daños resultantes de su acto
ilegítimo (citas omitidas). Los daños incluirán no sólo los gastos y pérdidas de la parte agraviada
al cumplirse parcialmente el contrato, pero también, si se les prueba debidamente, las utilidades
que dicha parte habría obtenido si se le hubiere permitido completar el contrato (citas
omitidas). El objetivo es colocar a la parte agraviada en una posición pecuniariamente tan buena
como la que hubiere tenido si el contrato hubiere sido cumplido en su totalidad...’. Fue sólo la
inclusión, en la reglamentación aplicable, de la cláusula permitiendo la rescisión anticipada, y la
presencia de circunstancias que indicaban que la omisión de transcribirla en el contrato no
había sido deliberada, lo que motivó la decisión contraria al contratista.
(174) R. C. Nash, Jr. y J. Cibinic, Jr., Federal Procurement Law, The George Washington
University, 1977, ps. 46-49.
(175) R. C. Nash, Jr. y J. Cibinic, Jr., Administration of Government Contracts, The George
Washington University, 3a. ed., 1995, p. 27. La subparte 1.4 de la FAR permite y reglamenta los
apartamientos de sus normas.
(176) Landi Potenza, ob. cit., ps. 559 y 570; Giannini, ob. cit., t. 2, ps. 406 y 417. Ver un
detenido análisis de la doctrina italiana sobre los contratos del Estado en Barra, Los actos
administrativos contractuales, cit., ps. 45-64.
(180) Comparar lo expuesto por este autor en el t. 1 (Milán, l983), p.318, y en el t. 4, p. 505,
ambos de su obra ya citada. También S. y A. Buscema incluyen dentro de los contratos de
derecho privado a los ’contratos administrativos’, o sea aquellos en los cuales se rigen por una
disciplina publicística diferente del derecho privado (caso del contrato de obra pública) pero sin
que ella implique el ejercicio de potestades públicas, existiendo, por el contrario, una base de
paridad con el contratista privado (Tratatto di Diritto Amministrativo dirigido por G.
Santaniello, t. VII, I Contratti della Pubblica Amministrazione, de S. y A. Buscema, 2a. ed.,
Padua, 1994, p. 58).
(182) Sandulli, ob. cit., t. 1, p. 605. S. y A. Buscema enumeran los siguientes: el contrato de
empleo público, los convenios expropiatorios y en materia impositiva, los acuerdos de derecho
público entre entes públicos, los actos complejos en que intervienen varios órganos de un mismo
ente, las convenciones de derecho privado entre entes públicos, y la ’concesión-contrato’ en la
cual se yuxtaponen el acto administrativo de concesión con el contrato (cada uno con su propio
régimen) y que entran en contacto sólo cuando la falta de validez del primero incide sobre la
existencia del contrato. (ob. cit., ps. 56-57).
(184) Ley de Contratos del Estado según texto aprobado por decreto 923 del 8 de abril de l965
(en lo sucesivo ’la Ley de l965’).
(195) Comentario..., p. 127. Subsiste cierta incertidumbre, sin embargo, respecto de los
llamados ’contratos mixtos’ en los que se superponen prestaciones de varias clases de contratos
administrativos (idem, ps. 124-125).
(198) ’El principio de la legalidad es una de las consagraciones políticas del Estado de Derecho
y, al mismo tiempo, la más importante de las columnas sobre que se asienta el total edificio del
Derecho Administrativo’ (F. Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, t. I, 11ª ed.,
Madrid, 1989, p. 175).
(199) Cassagne, La sustantividad..., cit., p. 155.
(200) La Corte Suprema rechazó el intento de ’administrativizar’ los contratos que celebran
con otros particulares las empresas de servicios públicos privatizadas, en ’Davaro v. Telecom,
S.A.’ (Fallos, 315:1883), con disidencia de los Dres. Barra y Fayt.
(201) Cfr. el fallo de la CSJN en ’Cinplast’, supra, nota 18; y el que calificó de administrativo un
contrato celebrado por una empresa estatal de electricidad en atención al ’carácter público’ de
sus objetivos (CSJN, ’Construcciones Lama S.A. v. SEGBA’, Fallos, 307:1858).
(203) Ob. cit., p.52. En Brasil se presenta un fenómeno similar según observa Bandeira de
Mello al comentar la recepción de la teoría francesa del contrato administrativo: ’En el derecho
brasileño los estudiosos se apoyaron en los autores franceses. Como los administrativistas
franceses no hacen sino —en su mayoría y desde hace muchos años— sistematizar su
jurisprudencia, los autores brasileños, por vías indirectas, teorizan sobre la jurisprudencia
francesa en la materia’. (ob. cit., p. 140).
(204) Sobre las vías de hecho en el derecho francés ver J. Puisoye, La voie de fait
administrative, Sirey, l962; P. Weil, Emprise et voie de fait, Dalloz, l961; Vedel y Delvolvé, ob.
cit.., t.1, ps. 140-148; R. Chapus, Droit Administratif Général, cit., t. 1, ps. 576-582; J. M. Auby y
R. Drago, ob. cit., t. 1, ps. 672-693. Acerca de su recepción en el derecho argentino, ver H. A.
Mairal, Control Judicial de la Administración Pública, t. I, ps. 252-254 y 272-276.
(205) J. Schwarze, European Administrative Law, Sweet & Maxwell, 1992, p. 113.
(206) Como reconoce Marienhoff: ’El régimen jurídico del contrato administrativo, tanto en
nuestro país, como en la generalidad de los países, se concreta en normas positivas aisladas, en
resoluciones jurisprudenciales y, sobre todo, en las enseñanzas de la doctrina científica, la cual
encuentra expresión sea a través de libros o en las conclusiones de congresos de especialistas.’
(Tratado..., 3a. ed., t. III-A, p. 115).
(214) Así, por ejemplo el art. 36 de la Ley de Obras Públicas 13.064. En los Estados Unidos los
capítulos (parts) 22 y 23 de la FAR están dedicados a la aplicación del derecho laboral y del
ambiental, respectivamente, en las compras del Estado federal.
(217) de Laubadère, Contrats..., t. 1, ps. 716-721; Vedel y Delvolvé, ob. cit., t. 1, ps. 422-425. En
nuestro derecho, Marienhoff, Tratado..., t. III-A, ps. 469-549; Escola, ob. cit., t. 1, ps. 452-467.
(218) Ver notas 77 y 78, supra, y el texto que anotan. Ver también Vedel y Delvolvé, ob. cit., t. 1,
ps. 422-423.
(219) Así , A. G. Spota habla del ’equilibrio de las prestaciones desde el punto de vista
económico’ (Instituciones de Derecho Civil - Contratos, t. I, p. 147); y J. J. Llambías y A. A.
Alterini mencionan en el mismo sentido el ’sinalagma funcional’ (Código Civil Anotado, t. III-A,
p. 172).
(222) El ’acto del soberano’ (sovereign act) puede consistir en una ley, reglamento o conducta
administrativa que tiene alcance público y general y no está dirigida específicamente al
contratista; las medidas dirigidas específicamente al contratista generan responsabilidad
contractual: Nash y Cibinic, Administration of Government Contracts, cit., ps. 365-373.
(223) Así, Vedel y Delvolvé, ob. cit., t. 1, p. 427. Para un desarrollo general de la teoría del
hecho del príncipe ver de Laubadère, Contrats..., t. 2, ps. 515-558.
(224) Entre otros, CSJN, ’Cantón c. Gobierno Nacional’, Fallos, 301:403; y ’Winkler c.
Gobierno de la Nación’, Fallos, 305:1045. En el mismo sentido, Marienhoff, Tratado...., t. IV, ps.
714-715. Todo ello sujeto a la regla, sentada por la Corte Suprema, según la cual el ejercicio
razonable por el Estado de sus poderes propios no puede, en principio, ser fuente de
indemnización para terceros (’Suñé’, cit. en nota 110, supra).
(225) Marienhoff incluye al hecho del príncipe dentro de las hipótesis de responsabilidad
extracontractual del Estado (Tratado..., t. III-A, ps. 495-500 y t. IV, p. 713).
(227) Tal la Ley 12.910 de ‘mayores costos’. Al respecto, ver Barra, Contrato de Obra Pública, t.
3, ps. 1146-1170.
(230) Ver nuestro trabajo, La ideología del servicio público, supra, nota 2.
(232) FAR, sección 1.102. Ver también la descripción de la política de ‘partnering’ en Nash y
Cibinic, Administration of Government Contracts, cit., p. 6.
(234) En el ámbito nacional, el fuero contenciosoadministrativo fue creado por las leyes 12.967
y 13.278 de 1948.
(235) García de Enterria y Fernández han destacado el origen adjetivo de la teoría (Curso..., t. I,
ps. 675-679), posición que no comparte G. Ariño Ortiz (Contrato y Poder Público. La Figura del
Contrato Administrativo en el Derecho Español y Europeo, cit., ps. 867-901) pero sí S. Martín-
Retortillo Baquer (ob. cit., ps. 96-100) y R. Parada (Derecho Administrativo, 4a ed., Madrid,
1992, t. I, p. 265).
(236) Ver S. y A. Buscema, ob. cit., ps. 637-642, quienes distinguen entre la competencia sobre
el procedimiento administrativo de selección del contratista, que corresponde al tribunal
administrativo, de la que versa sobre el cumplimiento del contrato en que, por lo general,
entiende la justicia ordinaria.
(237) Así, la Constitución de Buenos Aires (art. 166).
(238) Tal es el caso de las Constituciones de La Pampa (art. 97) y Neuquén (art. 171).
(241) Para un análisis de la evaluación empresaria de los riesgos inherentes en una licitación
pública y de las consecuencias que emanan de cláusulas inadmisibles para los oferentes, ver C. J.
P. Mitrani, Doing Business with Governments of Civil Law Jurisdictions: Risks Behind the
Contracting Process, en Diritto del Commercio Internazionale, Año XI, Nº 1, p. 25 (1997).
(242) Ley 21.499 [ED. 71, 796], art. 4. Ver la interpretación de la doctrina enJ. L. Maiorano, La
Expropiación, p. 45.
(243) Ley 21.499, art. 10. La constitucionalidad de esta exclusión fue aceptada por la Corte
Suprema en ’Provincia de Buenos Aires v. C.M. Irigoyen’, Fallos, 300:131.
(245) La Corte Suprema ha caracterizado a la concesión de uso de bienes del dominio público
como ’contratos administrativos regidos por el derecho público, con su consiguiente
consecuencia precaria’ (’Ferrocarriles Argentinos v. Arenera Zarateña’, Fallos, 295:1005). Ver
también nota 136, supra.
(250) Law and Finance, ’Working Paper’ del National Bureau of Economic Research, Inc.,
Cambridge, Massachusetts, 1996. El concepto ’Desconocimiento de contratos por el Gobierno’
incluye los riesgos de repudio, suspensión o reducción del contrato, entre otras causas, por
cambios en el gobierno, cambios en las prioridades económicas y sociales, y reducción de
presupuesto. El concepto ’expropiación’ se refiere a los riesgos de confiscación o nacionalización
forzosa. Según este trabajo, en los países cuyo derecho ha sido influenciado por el derecho
francés, los derechos de los contratistas del Estado están menos protegidos que en aquellos que
pertenecen a la órbita del common law o del derecho germánico o escandinavo. Dado que en
Francia se observa un alto grado de protección jurídica, nos hallaríamos aquí ante otro ejemplo
de esas teorías francesas que sólo son aplicadas con mucha prudencia en su país de origen pero
que intoxican a los extranjeros.
(251) Otra de las causales de esta negativa percepción radica en la tendencia (que hoy parece
felizmente superada en la jurisdicción nacional) de rescindir contratos estatales alegando
presuntas —y, en definitiva, inexistentes— razones de ilegitimidad. Nos referimos a este tema en
nuestra conferencia Política y Derecho. Problemas jurídicos de los contratos públicos de
relevancia política, en el Primer Seminario Internacional sobre Aspectos Legales de la
Privatización y la Desregulación, ed. Ciencias de la Administración, 1989, ps. 143-157 y en el
artículo Foreign Investments and Municipal Laws: the Argentine Experience publicado en el
Connecticut Journal of International Law, Vol. 4, Nº 3, ps. 635-674 (1989).
(252) Waline, Droit Administratif, cit., p. 35. En el mismo sentido, Vedel y Delvolvé, ob. cit., t.
1, p. 108.
(254) El caso ’I.M.A.’ citado en nota 1 supra, es un buen ejemplo de esta actitud judicial: en un
contrato de suministro la demandada envió una oferta en el marco de un concurso de precios y
luego reconoció que su mercadería no se ajustaba a las especificaciones, fue declarada
negligente en la producción de la prueba, y la sanción pecuniaria por la que se demandó era la
prevista en los pliegos respectivos. De allí que el comentarista hiciera notar que la solución del
caso no variaba según que se aplicaran o no las reglas del contrato administrativo francés. Otro
caso de ’exceso retórico’ es el fallo ’Mengolini’, cit. en nota 86, supra.
(257) Así, G. Bidart Campos, Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, t. II. p.
452; contra Bianchi (Competencia Originaria... ps. 173 y 286-289) por entender que la norma
legal respeta las autonomías provinciales.
(258) En ’De Simone v. Provincia de San Juan’ (Fallos, 180:87) se declaró que ’causa civil’ es la
que surge de ’estipulación o contrato’, pero en ’Provincia de Buenos Aires c. S.A. Frigorífico
Anglo’ (Fallos, 209:514) y en ’Provincia de Corrientes v. S.R.L. Capri’ (Fallos, 293:412) se
resolvió lo contrario respecto de un contrato de suministro y en ’S.A. Las Petaquitas A.C. e I. v.
Provincia de Buenos Aires’ ( Fallos, 296:34) respecto de un contrato de obra pública. Las causas
basadas en el incumplimiento de empréstitos públicos fueron consideradas inicialmente ’civiles’
por la Corte Suprema ’(Cía. de Seguros La Minerva de París v. Prov. de Buenos Aires’, Fallos,
178:418) pero actualmente se ha abandonado este criterio (caso ’Contipel Catamarca’, supra,
nota 17). Marienhoff se manifestó contrario a la inclusión de las controversias relativas a los
contratos administrativos dentro del concepto de ’causa civil’ (Tratado...., t. III. A, ps. 124-131.
(259) Ver los antecedentes que cita Bianchi en Competencia Originaria..., ps. 188-197. En los
Estados Unidos esa resistencia provocó la Enmienda XI en 1798 que retiró la competencia de la
Corte Suprema cuando un Estado es demandado por vecinos de otro Estado. El Estado de
Georgia llegó a dictar una ley condenando a pena de muerte ’sin auxilio sacerdotal’ a quien
intentara ejecutar la sentencia de la Corte Suprema federal en el caso ’Chisholm v. Georgia’ (2 U.
S. 419) de 1793 que fue el primero en el que ese tribunal ejerció la competencia
constitucionalmente otorgada (E. Chemerinsky, Federal Jurisdiction, Boston, l989, p. 331).
(267) La invocación de la justicia distributiva es por demás vaga como para extraer de ella
consecuencias precisas: ver la discusión acerca de si la justicia distributiva autoriza o rechaza la
indemnización del lucro cesante ante la terminación del contrato administrativo por decisión de
la administración basada en motivos de conveniencia, en el trabajo de E.G. Mabromata citado
en nota 64, supra. Cassagne ha destacado también el rol que cumple la justicia conmutativa en
el contrato administrativo (La extensión..., cit., ps. 911-912).
(268) Trowbridge vom Baur, ob. cit., p. 7. Sin embargo, el Capítulo (part) 50 de la FAR
reglamenta las autorizaciones legales que permiten modificar contratos en favor del contratista
cuando ello es motivado en razones de defensa nacional.
(270) Jean Rivero, Le Huron au Palais Royal ou réflexions naïves sur le recours pour excès de
pouvoir, Dalloz, 1962, sección Chroniques, p. 37.
(272) En este sentido, J.C. Cassagne, La intervención administrativa, 2a. ed., p. 210 (1994).
(273) Ver los trabajos de Gordillo y Fanelli Evans citados en las notas 246 y 247,
respectivamente, supra.
(274) El art. 27 de la Ley de Concesiones de Obras Públicas chilena (t.o. por decreto 900 del
31/10/1996) sólo incluye como causal de extinción al cumplimiento del plazo, el mutuo acuerdo,
el incumplimiento grave del concesionario y las causales que se estipulen en las bases de la
licitación.
(275) Así, C.E. Delpiazzo considera que los poderes de dirección y control, modificación
unilateral y sancionatorio sólo existen en cuanto estén previstos en la ley, reglamento o contrato
(Manual de Contratación Administrativa, 3a. ed., Montevideo, l996, t. I, ps. 136-140).
RESUMEN
La historia del poder discrecional está incompleta. Podemos pensar, quizá, que conocemos
su final, porque el control jurisdiccional de su ejercicio está ya plenamente consolidado. Nos
faltan, sin embargo, los capítulos iniciales, la respuesta a las primeras preguntas: ¿cuándo y
por qué puede la ley otorgar poderes discrecionales a las autoridades administrativas? ¿En
qué condiciones puede hacerlo? ¿Con qué límites? A estas preguntas pretende darse aquí
una primera respuesta.
ABSTRACT
The history of the discretionary power is not complete. We have not the answer to the first
and fundamentals questions: when and why can the law concede discretionary powers to the
administrative authorities? What conditions? What limits? One tries to give here an answer
to these problems.
I. PRELIMINARES
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
2. El porqué de la elección
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
rridas de toros, asunto este emblemático como pocos que ningún jurista
español se había atrevido a tratar hasta entonces por considerarlo, qui-
zá, poco académico. Mi guía fue siempre la curiosidad y el deseo de
aprender cosas nuevas, de explicarme a mí mismo y explicar a los de-
más lo que hasta entonces no había sido explicado o no lo había sido,
en mi opinión, satisfactoriamente.
Esa trayectoria cambió un día cuando tuve que escoger un tema
para el libro homenaje a mi maestro, el profesor GARCÍA DE ENTERRÍA. Me
gusta en estas ocasiones elegir algo que tenga especial significación en
la vida y en la obra del homenajeado y, en este caso, a mi juicio al me-
nos, nada como La lucha contra las inmunidades del poder en el Derecho
Administrativo, la célebre conferencia de Barcelona que en 1962 com-
prometió definitivamente a nuestra disciplina en la lucha por la liber-
tad2. Tomé, pues, como referencia el tratamiento que allí se hacía del
control jurisdiccional del poder discrecional de la Administración con
el modesto propósito inicial de revisarlo para situarlo en el marco de la
Constitución, y en concreto del principio de interdicción de la arbitra-
riedad de los poderes públicos, que el artículo 9.3 de esta había consa-
grado. Mi trabajo, que titulé Arbitrariedad y discrecionalidad para sub-
rayar así desde el principio la trascendencia que en el plano teórico y en
la práctica cotidiana tiene una distinción en la que la jurisprudencia de
las Salas 2.ª y 3.ª del Tribunal Supremo había comenzado ya a insistir3,
desató inopinadamente una viva polémica que rebasó los límites del
Derecho administrativo y trascendió al campo de la Teoría del Derecho,
como prueban especialmente los trabajos de Juan IGARTUA y Manuel
ATIENZA4.
En esas circunstancias yo no podía abandonar el tema, como ha-
bía hecho hasta ese momento con otros muchos. Me quedé con él y en
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
1. De la exención a la excepción
5
Citado por J. MORAND-DEVILLER, Cours de Droit Administratif, 7.ª ed., Montchrestien, 2001.
6
Vid. Administrative Law, Boston, 1991, pág. 650.
7 Me remito a los trabajos recogidos en el libro, ya citado, De la arbitrariedad de la
Administración.
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
naire et le juge administratif français», en Festschrif für Hermann Jahrreis, Carl Heymanns Ver-
lag, Colonia-Berlín-Bonn-Múnich, 1974, págs. 67 y ss. Sobre la movilidad de la línea diviso-
ria de legalidad y oportunidad, vid. J. F. LACHAUME, Les grands decisions de la jurisprudence.
Droit Administratif, 3.ª ed., PUF, Themis, 1985.
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
Este desenlace, que la doctrina francesa acepta sin reparo por la in-
mensa auctoritas que el Conseil d’État ha ganado con su brillante his-
toria, no puede ser aceptado por nosotros, que no contamos con una
justicia administrativa que goce de idéntico respaldo. Nosotros nece-
sitábamos (y seguimos necesitando inexcusablemente) construir una
teoría del control del poder discrecional capaz de sentar las bases,
conceptuales y, por supuesto, constitucionales, de ese control y de nor-
malizar este, es decir, de ponerlo a cubierto del decisionismo de los jue-
ces, que es en lo que pararía esa política jurisprudencial a la que los au-
tores franceses se refieren al carecer del aval de dos siglos de historia.
Esto es, exactamente, lo que yo vengo intentando hacer desde aquel
primer trabajo de hace veinte años sobre la discrecionalidad legítima
y la arbitrariedad constitucionalmente prohibida. No voy a repetir aquí,
como es lógico, lo que ya tengo dicho y repetido al respecto. Me limi-
taré a recordar que el eje de esa teoría no puede ser otro que el de la mo-
tivación de las decisiones discrecionales, una motivación que hay que
entender como justificación de esas decisiones, como demostración
de que no son el simple fruto de la mera voluntad o el simple capricho
de quien las adopta aprovechando el espacio, mayor o menor, que la ley
le deja libre, sino el resultado consciente de una elección racional, de
una voluntad sostenida por razones objetivas, consistentes con la rea-
lidad y, por lo tanto, externamente verificables.
En esta línea está ya firmemente instalada la jurisprudencia del
Tribunal Supremo, como lo prueban las sentencias dictadas estos últi-
mos años en el delicado asunto de los nombramientos de magistrados
del Alto Tribunal y de cargos de gobierno de la judicatura. La Senten-
cia de 18 de mayo de 2010 recuerda, muy oportunamente, las decisio-
nes primeras de 3 de febrero de 1997 y 30 de noviembre de 1999 que
consideraron innecesaria e inexigible la motivación de estos nombra-
mientos supuesta la potestad de libre designación de los cargos judi-
ciales reconocida por la ley al Consejo General del Poder Judicial. A par-
tir de ahí, «la jurisprudencia se halla en tránsito», como expresivamente
advirtió la Sentencia del Pleno de la Sala 3.ª de 3 de marzo de 2005, un
tránsito que parece haber llegado felizmente a su término con la ejem-
plar Sentencia de 27 de noviembre de 2007, que, apoyándose en otra an-
terior de 29 de mayo de 2006 y afirmando como esta la libertad de la
que el Consejo goza, como órgano de gobierno que es del Poder Judi-
cial, para decidir la clase de méritos que deberán ser ponderados en
cada momento y, por supuesto, el margen de apreciación que igual-
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
10 Sobre este asunto me remito a mi libro De la arbitrariedad del Legislador, Civitas, Ma-
drid, 1998.
11 Vid., por todos, M. ATIENZA y J. RUIZ MANERO, Las piezas del Derecho. Teoría de los enun-
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
titutionnel», en el volumen colectivo Le Droit Administratif en mutation, PUF, París, 1993. Pue-
den verse también los trabajos de Y. POIRMEUR, D. ROUSSEAO y el propio CHEVALLIER incluidos
en el volumen Droit et Politique, PUF, París, 1993.
13 Vid. su Teoría pura del Derecho, traducción de M. NILVE de la edición francesa de 1953,
que recoge las correcciones introducidas por el propio KELSEN en la edición alemana de
1934, Buenos Aires, 1960, págs. 164 y ss.
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
1961, págs. 155 y ss. Sobre las tesis de HART, vid. I. LIFANTE VIDAL, La interpretación jurídica
en la Teoría del Derecho contemporáneo, CEPC, Madrid, 1999, págs. 191 y ss.
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
16 El Tribunal Constitucional dejó muy claro ya en sus primeras sentencias que debe ser
el Parlamento el que determine los elementos esenciales del tributo, «siquiera sea con la fle-
xibilidad que una tasa de este género requiere» (Sentencia de 16 de noviembre de 1981). En
materia de sanciones administrativas tardó más en tomar una posición clara, condicionado
sin duda por la normativa preconstitucional, que era muy arriesgado descalificar de un gol-
pe y con la que los propios constituyentes contemporizaron a última hora al sustituir la Co-
misión Mixta Congreso-Senado la palabra «Ley» que figuraba en el texto del artículo 25 de
la Constitución aprobado por ambas Cámaras por la más ambigua de «legislación». La Sen-
tencia de 7 de abril de 1987 es la que pone fin a ese periodo inicial de ambigüedad.
17 La jurisprudencia inicial del Tribunal Constitucional es, en efecto, vacilante. Hay pro-
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
fónicas, por ejemplo, han sido necesarias dos sentencias sucesivas del
Tribunal Europeo, la Sentencia Valenzuela, de 30 de julio de 1998, y la
Sentencia Prado Bugallo, de 18 de febrero de 2003, para ajustar a las exi-
gencias del Convenio —que no son distintas ni mayores que las que
nuestra propia Constitución impone— el artículo 579 de la Ley de En-
juiciamiento Criminal, cuyo texto, pese a haber sido reformado, ha
vuelto a ser objeto de reproche por la Sentencia constitucional 148/2003,
de 23 de octubre.
El círculo inicial se ha ido ensanchando por esta vía para incluir pro-
gresivamente el derecho a la intimidad18, el derecho a la integridad fí-
sica19, la libertad de expresión20, la libertad de circulación21, la libertad
personal22; pero no ha cuajado en una doctrina general digna de tal
nombre hasta la Sentencia 292/2000, de 30 de noviembre, más atrás ci-
tada, a la que por eso es preciso hacer aquí y ahora una referencia de-
tallada.
La Sentencia resuelve de una manera ejemplar el recurso de in-
constitucionalidad promovido por el Defensor del Pueblo contra dos
preceptos de la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Per-
sonal, de 13 de diciembre de 1999, que declara inconstitucionales y
nulos.
El primero de dichos preceptos, artículo 21.1, permitía a las Admi-
nistraciones públicas comunicar los datos de carácter personal reco-
gidos o elaborados por ellas para el desempeño de sus propias funcio-
nes a otras Administraciones públicas distintas para el ejercicio de
competencias diferentes «cuando la comunicación hubiere sido pre-
vista por las disposiciones de creación del fichero o por disposición de
superior rango que regule su uso», lo que la Sentencia considera con-
trario a la Constitución porque esta «ha querido que la Ley y solo la Ley
pueda fijar los límites de un derecho fundamental», en este caso la libertad
informática23, y eso significa que la ley no puede limitarse a apoderar
a otro Poder Público para fijar en cada caso las restricciones que pue-
dan imponerse a ese derecho.
Cuando esto ocurre, dice la Sentencia, «esa Ley habrá infringido el
derecho fundamental porque no ha cumplido con el mandato contenido
18 Vid. Sentencias constitucionales 37/1989, de 15 de febrero; 207/1996, de 16 de febre-
35/1996, de 11 de marzo.
20 Vid. Sentencia constitucional 52/1995, de 23 de febrero.
21 Vid. Sentencia constitucional 85/1989, de 10 de mayo.
22 Vid. la Sentencia 103/1992, de 25 de junio, y sus referencias.
23 Construida como derecho fundamental y bautizada con ese nombre por la Sentencia
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
manos que ha citado con anterioridad en su fundamento jurídico 9 (no el 8, como dice por
error); en concreto, a las Sentencias de los casos Leander, de 26 de marzo de 1987; Gaskin, de
7 de julio de 1989; Funke, de 25 de febrero de 1993, y Z, de 25 de febrero de 1997.
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
las personas, las mercancías, los servicios y los capitales puedan circular
con libertad, proceso que se inició con el Acta Única Europea, de 1986,
y al que dio un renovado y decisivo impulso el Tratado de Maastricht,
de 1992, con el que, de un modo formal y solemne, la nueva Europa,
que desde su fundación se había abstenido cuidadosamente de for-
mular cualquier compromiso ideológico, optó solemnemente por un sis-
tema de economía de mercado basado en la libre concurrencia (sic. el
art. 3G), opción que, aunque no se reconozca expresamente, tiene para
todos los Estados miembros una indiscutible trascendencia constitu-
cional25.
En este nuevo contexto, ya no puede negarse a la libertad de empresa
lo que a la libertad personal y a los derechos fundamentales próximos
a ella se reconoce. También aquí es al legislador y solo a él a quien co-
rresponde decidir. Es él y solo él quien puede restringirla en la medida
en que sea estrictamente necesario para preservar o proteger otros bie-
nes o intereses constitucionalmente relevantes, pero debe hacerlo me-
diante reglas precisas que no dejan a la discrecionalidad de las autori-
dades administrativas un campo de maniobra excesivo, que cierren el
paso, en definitiva, a su eventual arbitrariedad.
Así viene afirmándolo el Tribunal Europeo de Justicia en una ju-
risprudencia sostenida con firmeza desde la última década del siglo
pasado, de la que son buen ejemplo dos Sentencias que me gusta re-
cordar porque nos conciernen directamente: la Sentencia de 22 de ene-
ro de 2002, asunto Canal Satélite Digital, S.L., y la Sentencia de 13 de
mayo de 2003, que resolvió el recurso por incumplimiento promovido
por la Comisión Europea contra el Reino de España con motivo de la
aplicación del régimen vulgarmente conocido como la golden share a de-
terminadas empresas que acababan de ser privatizadas.
La primera de dichas Sentencias resolvió la cuestión prejudicial
promovida por nuestro Tribunal Supremo en el marco del recurso con-
tencioso-administrativo interpuesto por Canal Satélite Digital contra el
Real Decreto 136/1997, de 31 de enero, por el que se aprobó el Regla-
mento Técnico y de Prestación del Servicio de Telecomunicaciones por
Satélite. Este Reglamento, dictado en desarrollo del Real Decreto-Ley
1/1997, de 31 de enero, que incorporó al Derecho español la Directiva
95/47, sobre el uso de normas para la transmisión de señales de televi-
sión, sujetó a un régimen de inscripción obligatoria en un registro pú-
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
trativo para el mercado interior europeo», en la Revista Española de Derecho Europeo, núm.
22, 2007. La literatura producida con posterioridad es muy abundante. Valga por todos la re-
ferencia a la obra colectiva, dirigida por R. RIVERO ORTEGA, Mercado europeo y reformas ad-
ministrativas. La transposición de la Directiva de Servicios en España, Civitas-Thomson-Reu-
ters, Madrid, 2009. Una posición crítica que pretende limitar la eficacia de la Directiva a la
eliminación de la discriminación de los nacionales de otros Estados miembros, en T. DE LA QUA-
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
nómico y Social Europeo y al Comité de las Regiones, Hacia un mejor funcionamiento del mer-
cado único de servicios partiendo de los resultados del proceso de evaluación recíproca de la Di-
rectiva de Servicios, Bruselas, 27.1.2011.
En realidad, la tarea que ha iniciado la Directiva de Servicios es permanente, como se des-
prende de su propio texto, y en concreto de su artículo 41, que dice así: «A más tardar el 28
de Diciembre de 2011 y cada tres años en lo sucesivo la Comisión presentará al Parlamento
Europeo y al Consejo un informe completo sobre la aplicación de la presente Directiva. El in-
forme, de acuerdo con el artículo 16, apartado 4, versará en particular sobre la aplicación del
artículo 16. Se referirá también a la necesidad de adoptar medidas adicionales sobre asun-
tos excluidos del ámbito de aplicación de la presente Directiva. Adjuntará, si procede, pro-
puestas para la modificación de la presente Directiva con vistas a completar el mercado
interior de servicios».
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
pero los derechos deben salir completos de las manos del legislador, de
forma que puedan ser exigidos con éxito por sus titulares en el caso de
que les sean negados.
Este nuevo modo de entender el papel de la ley va abriéndose paso
poco a poco entre nosotros. La legislación de Seguridad Social acertó
a demostrar desde la implantación del sistema que es perfectamente po-
sible convertir los deberes genéricos que los artículos 39 y siguientes
de la Constitución imponen a los poderes públicos en obligaciones
concretas correlativas al derecho de los ciudadanos a percibir las co-
rrespondientes prestaciones. Su ejemplo no es ya solitario. Las leyes ur-
banísticas establecen con toda normalidad, a partir de la reforma de
197530, los parámetros que el planificador debe respetar en todo caso
con el fin de garantizar un cierto nivel de calidad de la urbanización,
sin el cual la vivienda no merecería los calificativos de digna y adecuada
que el artículo 47 de la Constitución utiliza, reduciendo apreciable-
mente de este modo la omnímoda libertad de la que antes disfrutaba
a la hora de ordenar el espacio urbano. La Ley General de Sanidad de
25 de abril de 1986 y la Ley de 14 de noviembre de 2002, reguladora de
los derechos y obligaciones del paciente en materia de información y
documentación clínica, han hecho también un esfuerzo importante
en esta dirección. Y lo mismo puede decirse en general de las leyes
que regulan los sectores privatizados, que definen ahora con toda pre-
cisión el ámbito del servicio público universal y de las obligaciones
del servicio público que deben asumir los operadores, lo que ha con-
tribuido a mejorar notablemente la posición de los usuarios de los dis-
tintos servicios, que antes se encontraban inermes las más de las veces
a causa de la ambigüedad e imprecisión de los reglamentos de los an-
tiguos monopolios31.
El ejemplo más reciente de esta evolución lo ofrece la Ley 39/2006,
de 14 de diciembre, de Promoción de la autonomía personal y atención
a las personas en situación de dependencia, que ha venido a dar ade-
cuado desarrollo al artículo 49 de la Constitución.
30 Todas las leyes urbanísticas de las Comunidades Autónomas regulan hoy con particular
detalle estas cuestiones. Es particularmente rigurosa en este punto la Ley del Suelo de Ma-
drid, de 17 de julio de 2001, que en su artículo 36 fija con toda precisión el número de me-
tros cuadrados de suelo por cada 100 metros cuadrados construidos que es necesario reser-
var para las redes generales de zonas verdes (20/100), de equipamientos sociales y servicios
(30/100), de infraestructuras (20/100) y para las redes locales de equipamientos y servicios pú-
blicos (30/100), para aparcamientos (una plaza y media por cada 100 metros cuadrados edi-
ficables), etc.
31 El único que se preocupaba de fijar con precisión los niveles de prestación que habría
de mantener el servicio era, hasta donde yo sé, el viejo Reglamento de Verificaciones Eléctricas
y Regularidad en el Suministro de Energía, de 12 de mayo de 1954, que fijaba con precisión
la tensión que venían obligadas a mantener las empresas suministradoras (art. 65) y las san-
ciones que podrían serles impuestas en caso de incumplimiento (art. 71).
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
A lo hasta aquí dicho habría que añadir todavía lo que resulta del de-
recho fundamental que el artículo 24 de la Constitución reconoce a to-
dos a la tutela judicial de sus derechos e intereses legítimos, una tute-
la que no podrá ser efectiva como la Norma Fundamental quiere si la
ley que atribuye poderes discrecionales a la Administración se abstie-
ne de precisar los contornos de la libertad de actuación que concede a
esta y los criterios a los que el órgano concretamente apoderado para
actuar debe ajustar su ejercicio.
32 Citado por V. AGUADO I CODOLA, «El régimen jurídico de los servicios sociales y de aten-
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
SOBRE LOS LÍMITES CONSTITUCIONALES DEL PODER DISCRECIONAL TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
Allan R. Brewer-Carías
Profesor, Universidad Central de Venezuela
Adjunct Professor, Columbia Law School, New York (2006-2007)
Vice Presidente, Academia Internacional de Derecho Comparado
1
Cuando la ley dice: "El Juez o Tribunal puede o podrá", se entiende que
lo autoriza para obrar según su prudente arbitrio, consultando lo más
equitativo o racional, en obsequio de la justicia y de la imparcialidad" 2.
2
actividades y lograr sus fines de un modo cabal, porque la ley
no puede prever y reglamentar las múltiples, cambiantes y
complejas relaciones jurídicas que se producen en la sociedad. De
ahí que, en muchos casos, la ley se limite a determinar normas
que fijan la competencia de los diversos órganos administrativos y
deja a éstos una cierta libertad de apreciación de los hechos, para decidir
u orientar su actuación5.
En todo caso, el ejercicio de una actividad discrecional tiene
siempre su fundamento y su razón de ser en una ley. La
discrecionalidad, dijo hace años Ballbe, "no se funda en la
ausencia de preceptos jurídicos que limitan la actividad de la
administración, sino en la atribución, por el derecho, de una libertad
de apreciación"6. En este mismo sentido, la jurisprudencia venezolana
sostuvo hace años que el funcionario sólo tiene las facultades que la
ley le señala expresamente, por lo que "nunca, en ninguna
oportunidad, puede el funcionario ejercer atribuciones discrecionales,
a menos que la ley se las conceda directa y categóricamente"7. Por
todo ello, puede decirse que el primer límite del poder discrecional
está en la ley que lo autoriza.
Este poder discrecional, que se da siempre que la ley otorgue a la
autoridad administrativa la potestad de elegir entre varias decisiones
conforme a su libre apreciación, por ello, ra como un aspecto medular
del derecho administrativo, al punto de que Marcel Waline afirmó
hace más de medio siglo que si fuera necesario dar de algún modo
una definición de derecho administrativo, podría decirse «que es
3
esencialmente el estudio del poder discrecional de las autoridades
administrativas y de su limitación para salvaguardar los derechos de
terceros (administrados o agentes públicos)»8.
Por tanto, si bien es cierto que el poder discrecional de las
autoridades administrativas es una condición indispensable de toda
buena y eficiente administración, también es cierto que su limitación
es asimismo indispensable para que el Estado no sea arbitrario, y
para que los administrados no se encuentren expuestos al simple
arbitrio de los gobernantes. 9 Así, los dos extremos siempre presentes
en el derecho administrativo, por una parte la salvaguarda del poder
administrativo por el reconocimiento del poder discrecional, y por la
otra, la salvaguarda de los derechos de los administrados por la
limitación de ese poder, en este campo deben también conciliarse
para que el Estado no se vuelva anárquico o arbitrario10.
Es por ello que el derecho administrativo ha experimentado en
las últimas décadas, en casi todos los países, un proceso progresivo
de reducción de las llamadas "inmunidades de poder", donde
tradicionalmente se había enmarcado el poder discrecional11; siendo
este proceso uno de los aspectos de mayor interés comparativo en
8. Marcel Waline, «Étendue et limites du contrôle du juge administratif sur les actes de
l'Administration», Études et documents, Conseil d'Etat, núm. 10, París, 1956, p. 25.
9 Sobre los poderes discrecionales y sus límites, véase Allan R. Brewer-Carías, Las
Instituciones Fundamentales del Derecho Administrativo y la Jurisprudencia Venezolana,
Caracas 1964, p. 52 y ss.; Allan R. Brewer-Carías, Fundamentos de la Administración
Pública, Tomo I, Caracas 1980, pp. 203-222; Allan R. Brewer-Carías, "Los límites al
poder discrecional de las autoridades administrativas" en Ponencias Venezolanas al
Vil Congreso Internacional de Derecho Comparado, Caracas 1966, pp. 255-278 y en
Revista de la Facultad de Derecho, UCAB, Nº 2, Caracas 966, pp. 9-35.
10 Cfr. Marcel Waline, "Étendue et limites...", loc. cit., p. 25; J. M. Hernández Ron, "La
potestad administrativa discrecional" en Revista del Colegio de Abogados del
Distrito Federal, Nos. 35-36, Caracas 1943, p. 8..
11 Vid. el clásico trabajo de Eduardo García de Enterria, "La lucha contra las
inmunidades de poder en el Derecho Administrativo" (poderes discrecionales,
poderes de gobierno, poderes normativos), Revista de Administración Pública, Nº 38,
Madrid 1962, pp. 159 a 205.
4
materia contencioso-administrativa, y donde la labor de los jueces ha
sido fundamental12.
Esa evolución, en efecto, no ha sido ni ha podido ser la obra de
puras y abstractas regulaciones legales, sino que la reducción del
ámbito del poder discrecional a un control jurisdiccional efectivo, fue
inicialmente el resultado de todo un "vasto movimiento de lucha por
el derecho"13 en el que naturalmente, no fue sólo responsable y ni
siquiera primariamente el legislador; sino que en ella se destacó la
obra de la jurisprudencia, en la cual se pueden distinguir dos fases que
se han agrupado dentro de la expresión "control del poder
discrecional". Tal como lo señaló en su momento Alejandro Nieto, en
"el inexorable progreso hacia la reducción de la discrecionalidad hay
que distinguir dos fases completamente distintas: una, la de precisión
o determinación de lo que no sea discrecional, y sobre lo que se
extiende, como es lógico, la jurisdicción; y una segunda fase, la de
control —en la medida de lo posible— de lo que sí es discrecional"14.
Por ello, al referirnos al poder discrecional y, en particular, a sus
límites, debemos distinguir, primero, aquellas áreas del actuar
administrativo que no se configuran realmente como ejercicio del
poder discrecional y que corresponde al ámbito de los llamados
conceptos jurídicos indeterminados; segundo, los límites derivados
de la vigencia del principio de la legalidad y que permite el control
de los actos administrativos en lo que no es realmente
discrecionalidad; y tercero, los límites que efectivamente constituyen
5
la reducción de la discrecionalidad o de la "libertad de apreciación de
los hechos"15, impuestos por los principios generales del derecho.
6
conceptos jurídicos indeterminados, en el sentido de que la medida
concreta para la aplicación de los mismos en un caso particular, no la
resuelve o determina con exactitud la propia ley que los ha creado y
de cuya aplicación se trata19. Por esa indeterminación,
tradicionalmente se admitía que la calificación de los hechos en estos
casos indeterminados encajaba dentro de la discrecionalidad20; sin
embargo, lo cierto es que los conceptos jurídicos indeterminados han
servido para reducir la discrecionalidad.
A tal efecto, la diferencia entre la discrecionalidad y la técnica de
los conceptos jurídicos indeterminados se puede fijar, como mínimo,
en que en la discrecionalidad auténtica, la Administración es libre de
elegir entre varias posibilidades, y cualquier solución que adopte
dentro de ellas, en principio es jurídicamente irreprochable; en
cambio, en el supuesto de los conceptos jurídicos indeterminados la
elección no es libre, sino que se trata de la aplicación de la ley a un
caso concreto y que admite sólo una solución justa. Por ejemplo,
cuando una Ordenanza municipal establece la posibilidad de que la
autoridad pueda ordenar la demolición o modificación de las
edificaciones que "amenacen o se encuentren en ruina", lo que se
configura es un concepto jurídico indeterminado, en el sentido de
que ante una edificación determinada no cabe más que una sola
solución justa: la misma se encuentra en ruina o no lo está. Esta
determinación no puede ser objeto de una facultad discrecional21.
Esto significa, como lo dijo Alejandro Nieto22, que en la
discrecionalidad la operación que debe realizar la Administración es
de naturaleza volitiva, como sucede, por ejemplo, cuando la ley
faculta a la Administración para tomar una medida dentro de un
19 Cfr. E. García de Enterría, "La lucha contra..." loc. cit., p. 171; A. Nieto, "Reducción
jurisdiccional...", loc. cit., p. 154.
20 Vid. M. Stassinopoulos, Traite des actes administratifs, Collection de l'Institut
Français d'Athènes, Nº 82, Atenas, 1954, pp. 185 y sig
21 Cfr. E. García de Enterria, "La lucha contra…", loc. cit., p. 174.
22 Vid. Alejandro Nieto. "Reducción jurisdiccional...", loc. cit., p. 154
7
límite máximo y un límite mínimo claramente determinado23; en
cambio, en el caso de los conceptos jurídicos indeterminados la
operación que realiza la Administración es de naturaleza intelectiva,
en el sentido de que la Administración estima, juzga o determina que
la edificación amenaza ruina. Tal distinción provoca efectos
importantes, pues mientras en el primer caso no hay posibilidad de
controlar esa voluntad puesto que la ley la ha atribuido
expresamente, en el segundo caso siempre cabe la posibilidad de que
la Administración se haya equivocado en su juicio, y tal error puede
ser controlado y corregido por los tribunales24.
Como ejemplo de este control puede citarse lo resuelto en
sentencia de la antigua Corte Suprema de Justicia de Venezuela de 19
de mayo de 198325, al conocer de la impugnación de un acto
administrativo que había decidido la suspensión de un programa de
televisión por ofensas a la moral pública. En el caso, el Reglamento
relativo a la Radiodifusión Audiovisual (Televisión) de 1980,
establecía que dichas estaciones, entre los programas que podían
transmitir, estaban «los programas recreativos que contribuyan a la
sana diversión, sin ofender la moral pública ni exaltar la violencia ni
el delito» (art. 15). El Ministerio respectivo con competencia en
materia de comunicaciones, consideró que en el caso, referido a un
determinado programa (Hola Juventud), transmitido por una
estación de televisión, en una fecha determinada, «se proyectó una
escena de una obra de teatro en la cual se ofende la moral pública,
por cuanto apareció la figura de un hombre desprovisto de
vestimenta», razón por la cual la Administración sancionó a la
empresa con suspensión del programa referido, por un día.
8
El acto administrativo sancionatorio fue impugnado ante la
jurisdicción contencioso-administrativa, ante la cual se alegó que la
escena en cuestión correspondía a una obra de teatro denominada
«Macunaima» de Brasil, y que personificaba el nacimiento de dicho
personaje, quien era un héroe mitológico indígena; y que no podía
considerarse que ofendía la moral pública, razón por la cual se
consideró que la transmisión del programa no había violado el
Reglamento aplicado.
La Corte Suprema de Justicia, en su sentencia, al anular la
Resolución impugnada, se basó en la siguiente argumentación:
«El presupuesto de hecho -ofensa a la moral pública- incorpora a la
norma uno de aquellos elementos que la doctrina administrativa ha
denominado conceptos jurídicos indeterminados, y que se diferencian
claramente de las llamadas potestades discrecionales. Mientras éstas
dejan al funcionario la posibilidad de escoger según su criterio entre
varias soluciones justas, no sucede lo mismo cuando se trata de la
aplicación de un concepto jurídico indeterminado. Se caracterizan, estos
últimos, por ser conceptos que resulta difícil delimitar con precisión en
su enunciado, pero cuya aplicación no admite sino una sola solución
justa y correcta, que no es otra que aquella que se conforma con el
espíritu, propósito y razón de la norma.
La aplicación del concepto jurídico indeterminado por la
Administración Pública constituye una actividad reglada y por
consiguiente, sujeta al control de legalidad por parte del órgano
jurisdiccional competente. De allí la importancia que tiene establecer la
significación y alcance del concepto moral pública empleada por la
norma y que ha sido invocada como fundamento de la Resolución
impugnada»26.
9
Con base en esas premisas, la antigua Corte Suprema de Justicia
analizó el concepto de “moral pública”, como concepto dinámico,
destinado a proteger el buen orden social y la pacífica convivencia de
los ciudadanos (y no atinente a la moral individual), el cual,
consideró, «cambia con el correr de los tiempos y la evolución de las
costumbres». «De allí que para juzgar si una determinada actuación
ofende efectivamente la moral pública -sostuvo la antigua Corte-,
menester es atenerse al criterio dominante en el medio social en que
aquélla se realizó», concluyendo que «En el estado actual de la
evolución cultural de Venezuela, seria inexacto sostener que toda
manifestación del cuerpo humano desprovisto de vestimenta afecte a
la moral pública o constituya objeto de escándalo o de repudio por
parte de la colectividad»27.
En esta forma, la distinción entre lo que es ejercicio del poder
discrecional y lo que no es discrecionalidad, basado en la noción de
los conceptos jurídicos indeterminados, ha conducido a una
reducción efectiva del ámbito de la libertad de apreciación y a una
ampliación de los poderes de control judicial. La consecuencia es que
la discrecionalidad sólo existe cuando la ley deja a la Administración
la elección entre varias decisiones, de manera que en la voluntad del
Legislador, cualquiera de ellas es jurídicamente admisible y tiene el
mismo valor; en cambio, existe un concepto jurídico indeterminado y,
por tanto, no hay discrecionalidad, cuando sólo una sola decisión es
la jurídicamente admisible28. Lo peculiar de estos conceptos jurídicos
indeterminados es que su calificación en una circunstancia concreta
no puede ser más que una: o se da o no se da el concepto; es decir,
una actividad es de utilidad pública, o no la es; o se da, en efecto, una
perturbación del orden público, o no se da; o el precio que se señala
para un bien es justo o no lo es; o se ofende a la moral pública o no se
la ofende. No hay un tercer género o posibilidad. Por ejemplo, para
27. Idem.
28. Vid. F. Sainz Moreno, op. cit., p. 234.
10
que se adopte una orden municipal de demolición de un inmueble
porque amenaza ruina, el inmueble, o está en estado ruinoso o no lo
está.
Como lo puntualizó García de Enterría, «hay, pues, y esto es
esencial, una unidad de solución justa en la aplicación del concepto a
una circunstancia concreta». Por ello califica el proceso de aplicación
de conceptos jurídicos indeterminados como un «proceso reglado»,
porque no admite más que una solución justa: «es un proceso de
aplicación a interpretación de la Ley, de subsunción en sus categorías
de un supuesto dado; no es un proceso de libertad de elección entre
alternativas igualmente justas»29.
Sobre esto, el Tribunal Supremo de España, en relación con el
concepto de «justo precio» como un concepto jurídico indeterminado,
indicó que sólo podía conducir a determinar el precio en una
expropiación como real y efectivamente un «verdadero y justo
valor». Así, en una la decisión judicial pionera en este campo en el
mundo de habla hispana, de 28 de abril de 1964, el Tribunal señaló:
«las facultades discrecionales se caracterizan por la pluralidad
de soluciones justas posibles entre las que libremente puede
escoger la Administración, según su propia iniciativa, por no
estar comprometida dentro de la norma la solución concreta;
mientras que el concepto jurídico indeterminado (ruina, precio
justo, utilidad pública etc.) es configurado por la Ley como un
supuesto concreto de tal forma que solamente se da una única
solución justa en la aplicación del concepto a la circunstancia
de hecho» 30.
Esta noción de los conceptos jurídicos indeterminados como área
de actividad pública que no pertenece a lo discrecional, también se
ha adoptado en Italia pero sobre la base de la distinción entre la
llamada «discrecionalidad administrativa» y «discrecionalidad
11
técnica». La discrecionalidad administrativa, así, se ha definido
«como la facultad de escogencia entre comportamientos
jurídicamente lícitos, para la satisfacción del interés público, y para la
consecución de un fin que se corresponda con la causa del poder
ejercido»31; en cambio en la «discrecionalidad técnica» no existe
escogencia alguna. Como lo destacó hace años Aldo Sandulli, en la
discrecionalidad técnica «la escogencia del comportamiento a seguir,
tomando en cuenta los intereses públicos, fue realizada por el
legislador a priori (de una vez y para siempre) de manera vinculante,
por lo que a la Administración sólo le corresponde realizar una
valoración sobre la base de conocimientos y de reglas técnicas, como
son aquellas de la medicina, de la ética, de la economía, como sería el
caso, por ejemplo, de la determinación del valor económico de un
bien32. La «discrecionalidad técnica» por tanto, como lo destacó en su
momento Massimo Severo Giannini, no es discrecionalidad,
derivando su denominación de un error histórico de la doctrina33.
Por esta razón por ejemplo, la Ley General de la Administración
Pública de Costa Rica recalca con precisión, que «en ningún caso
podrán dictarse actos contrarios a reglas unívocas de la ciencia o de la
técnica» autorizando al Juez para «controlar la conformidad con esas
reglas no jurídicas de los elementos discrecionales del acto, como sí
ejerciera contralor de legalidad» (art. 16).
En Francia, el proceso de ampliación del control jurisdiccional de
la Administración y de reducción de la discrecionalidad, también se
ha manifestado en este campo aún cuando sin denominarlo como de
los conceptos jurídicos indeterminados, y sin dejar de considerarlo
como parte del ejercicio de potestades discrecionales, mediante el
desarrollo del control jurisdiccional en relación con la calificación de
12
los hechos y en la apreciación de los motivos de los actos
administrativos34.
El primer arrêt del Consejo de Estado que se dictó en estos
aspectos fue el arrêt Gomel de 4-4-191435, en el cual se juzgó el poder
legal de un Prefecto, para negar el otorgamiento de un permiso de
construcción en los casos en los que se considerara que el
alineamiento y el nivel de la construcción proyectada con la vía
pública, no se encontrase acorde con el interés de la seguridad
pública, de la salubridad y, en particular, de la conservación de
perspectivas monumentales y del sitio. El Consejo de Estado, en un
caso concreto en París, entró a apreciar si la construcción permisaza
atentaba contra «la perspectiva monumental existente» en nuna
conocida plaza de París (Place Beauveau), concluyendo en el caso
concreto que la misma no chocaba con la “perspectiva monumental”
del sitio, por lo que consideró que el Prefecto, al haberse rehusado a
conceder el permiso de construcción, había hecho una falsa
aplicación de la Ley.
Este arrêt se consideró en su momento como el punto de partida
de una abundante jurisprudencia relativa al control por el juez de
exceso de poder, de la calificación jurídica de los hechos, en el sentido
de que cada vez que un texto subordine el ejercicio de un poder de la
Administración a la existencia de ciertas circunstancias de hecho, el
juez debe verificar si estas condiciones de hecho están efectivamente
cumplidas, y, particularmente, si los hechos presentan un carácter de
tal índole que justifican la decisión tomada36. Ello llevó al Consejo de
Estado a controlar, por ejemplo, el carácter artístico y pintoresco de
monumentos y ciudades (CE 2 mai 1975, Dame Ebri et autres, Rec. 280,
13
AJ 1975, 311 concl. G. Guillaume); el carácter técnico de un cuerpo de
funcionarios (CE 27 juin 1955, Deleuze, Rec. 296; A. J. 1955, II, 275,
concl. Laurent); el carácter fáctico del acto de un agente público, (CE
13 mars 1953, Teissier, Rec. 133 concl. Donnedieu de Vabres); el
carácter licencioso o pornográfico de una publicación (CE 5 déc 1956,
Thibault, Rec. 463; D. 1957, 20, concl. Mosset); o el carácter inmoral de
un film (CE 18 déc 1959, Societé Les Films Lutetia, Rec. 693, concl.
Mayras)37.
En este último caso, el Consejo de Estado estimó que el Alcalde
respectivo, al haber prohibido la exhibición de un film en el
municipio, había tomado la decisión correcta, al precisar el concepto
jurídico indeterminado del «carácter inmoral» del film.38 En otros
casos similares, el Consejo de Estado examinó si esta inmoralidad era
de naturaleza tal como para justificar legalmente la prohibición,
teniendo en cuenta las circunstancias locales (CE 14 oct 1960, Societé
Les films Marceau, Rec, 533, y 23 déc 1960, Union générale
cinematographique, Rec. 731), anulando la prohibición de exhibición de
un film. En otro caso, rechazó el recurso contra la prohibición de
proyectar otro film39. En estos casos, se trató, de una operación de
control de la calificación jurídica de los hechos por parte del juez o, si
se quiere, de la aplicación por la Administración de conceptos
jurídicos indeterminados, que no configuran ejercicio de poder
discrecional.
Después de estas primeras manifestaciones, la reducción del
ámbito de la discrecionalidad condujo en Francia, al control
jurisdiccional en casos de «error manifiesto de apreciación» y
mediante la aplicación del principio del «balance-costo-beneficios»,
En cuanto al principio del «error manifiesto de apreciación»
como mecanismo de control de la discrecionalidad, el mismo se
14
aplicó por ejemplo en el arrêt Sociéte anonyme Libraire Fraçois Maspero,
de 2 nov 1973 (Rec. 611, concl. Braibant)40, en el cual el Consejo de
Estado decidió, con motivo de la impugnación de un acto
administrativo del Ministro del Interior de prohibir la circulación de
la edición francesa de la Revista Tricontinental, editada en Cuba, que
había sido adoptado en virtud de una Ley que lo autorizaba para
prohibir la circulación distribución y venta de revistas y periódicos
de proveniencia extranjera; que dicha decisión no podía ser discutida
en la jurisdicción contencioso administrativa, al no estar “viciada de
error manifiesto”, en cuanto a la apreciación del Ministro del Interior
sobre el peligro que representaba la revista para el orden público41.
En esta decisión, sin embargo, a pesar de tratarse de un tema
propio de los conceptos jurídicos indeterminados, como se ha
analizado, el Consejo de Estado estimó que estaba en presencia del
ejercicio de un poder discrecional de apreciación por la
Administración, el cual consideró que sólo podía ser juzgado si el
Ministro hubiera incurrido en error manifiesto de apreciación. En
sentido similar la doctrina consideró que en estos casos en los cuales
«el legislador no ha fijado las condiciones bajo las cuales se debe ejercer
la actividad administrativa o bien las ha fijado de manera general e
imprecisa», activándose el poder discrecional de la Administración, no
puede el juez, bajo esta hipótesis, controlar la calificación jurídica de los
hechos, sino solamente la legalidad de la motivación de la decisión. En
estos casos, como en el arrêt Maspero, si bien el juez ha sido conducido
a someter a la Administración, a un control mínimo en cuanto a la
apreciación de los hechos realizada por ella: «de hecho el juez no se
pronuncia sobre la apreciación como tal, sino sobre el error que ha
podido viciar esta apreciación cuando este error es evidente, al poder
ser descubierto por simple sentido común, cuando se trate de un error
manifiesto que desnaturalice la interpretación que hace la
Administración de la extensión de su poder discrecional» 42.
15
En todo caso, este criterio del «error manifiesto de apreciación”
puede considerarse en Francia, como fundamental en cuanto a la
limitación y control al poder discrecional conforme al principio de la
razonabilidad o racionalidad, particularmente cuando es aplicado a
casos en los cuales se trate del verdadero ejercicio del poder
discrecional, cuando la Administración tiene la libertad de escoger
entre varias decisiones justas. En casos como en el decidido en el arrêt
Maspero, en el cual sólo se trataba de juzgar si la Revista prohibida
presentaba peligro para el orden público de manera de justificar la
prohibición de circulación, en realidad, bajo el ángulo de la técnica de
los conceptos jurídicos indeterminados, el Ministro del Interior no
ejercía poderes discrecionales sino que sólo podía tomar una decisión
justa: o la revista presentaba o no presentaba peligro para el orden
público al momento en el cual se dictó la decisión y esa decisión
configuraba, por tanto, el ejercicio de una competencia reglada. Esto
ya lo había apuntado en la doctrina francesa André De Laubadére,
cuando se refirió a los casos de “apariencia” de control del poder
discrecional; precisamente referido a la aplicación de conceptos
jurídicos indeterminados en los cuales «el juez administrativo,
contribuyendo así con el legislador a determinar en qué casos hay
poder reglado, transformándose entonces una competencia
aparentemente discrecional en una competencia reglada»43, o más
exactamente, según la expresión de Auby y Drago, «descubre» las
condiciones legales, los motivos considerados por el cómo los solos
legítimos de la decisión.44
Otro principio destacado por la jurisprudencia francesa relativo
al control jurisdiccional del poder discrecional, o más propiamente,
mediante el cual se buscó descubrir competencias regladas en lo que
aparentemente era el ejercicio de poderes discrecionales, fue el
16
conocido principio del «balance-costo-beneficio»45, desarrollado en
casos de urbanismo y expropiación con ocasión de la aplicación
precisamente, del concepto jurídico indeterminado de «utilidad
pública» .
El inicio de esta aproximación al control jurisdiccional del poder
discrecional se puede situar en el arrêt denominado Ville Novuelle Est
adoptado por el Consejo de Estado el 28 de mayo de 197146, con
motivo de la impugnación de un acto administrativo del Ministro del
Equipamiento y Vivienda que había declarado de utilidad pública un
proyecto de desarrollo y renovación urbana al este de la ciudad de
Lille destinado a configurar, tanto una ciudad universitaria como una
Nueva Ciudad. Con motivo de la impugnación de la decisión, entre
otros motivos, se denunció que la destrucción de un centenar de
viviendas que podía evitarse si se hubiera dispuesto de un proyecto
distinto al de una autopista, constituía un costo demasiado elevado
para la operación proyectada que le quitaba el carácter de utilidad
pública a la misma. El Consejo de Estado, al juzgar «la utilidad
pública de la operación» y considerar que el proyecto si tenía carácter
de tal, estimó «que una operación no podría ser legalmente declarada
de utilidad pública sino cuando los atentados a la propiedad privada,
el costo financiero, y eventualmente los inconvenientes de orden
social que ella comporta, no son excesivos en relación al interés que
ella presenta»47.
Hasta ese momento, el Consejo de Estado había controlado la
finalidad de utilidad pública de determinados proyectos, verificando
si la operación correspondía en sí misma a un fin de utilidad pública,
45. Vid. Jeanne Lemasurier, «Vers un nouveau principe général du droit. Le principe
"bilan-cout-avantages"», Melánges offerts a Marcel Waline, París, 1974, t. II, pp. 551-
562.
46. CE 28 mai 1971, Ministre de 1'équipement et du logement c. Fédération de défense des
personnes concernées par le projet actuellement dénommé «Ville Nouvelle Est», Rec. 409,
concl. Braibant. Vid. en Long, Weil y Braibant, op. cit., pp. 561-574.
47. Vid. en Long, Weil y Braibant, op. cit., p. 563.
17
pero se había rehusado a examinar el contenido concreto del
proyecto, es decir, la escogencia de las parcelas a expropiar. Con el la
decisión comentada, el Consejo de Estado asumió la tareas de decidir
y de apreciar, en cada caso, la utilidad pública de un proyecto,
realizando el balance entre las ventajas y los inconvenientes de la
operación y apreciando no sólo el costo financiero de la misma, sino
también su costo social48. Marcel Waline, al comentar el
«considerando» del arrêt constató que:
«El juez se reconoce el derecho de apreciar todo tipo de ventajas e
inconvenientes de la operación en cuestión, de establecer entre ellos un
balance, de hacer en alguna forma la suma algebraica de unas y otros, y
de no dar la aprobación, sino cuando el saldo de esta operación, después
de hechas las cuentas, le parecía positivo» 49.
18
obra era o no era de utilidad pública. El balance costo-beneficios que
efectuó el Consejo de Estado fue precisamente lo que la
Administración estaba obligada a hacer en cada caso, para adoptar la
única solución justa al concretar el concepto jurídico indeterminado
de «utilidad pública» en un proyecto de expropiación. El Consejo de
Estado, por tanto, al efectuar jurisdiccionalmente el mismo balance lo
que controló no fue el ejercicio de poder discrecional alguno, sino la
competencia legal que tiene la Administración al hacer la declaratoria
de utilidad pública; es decir, corregir “las faltas o las ligerezas,
algunas veces fantasiosas”, como lo indicó Marcel Waline, de los
tecnócratas administrativos52.
Como lo destacó indirectamente el Comisario Morisot en sus
conclusiones sobre el caso Sainte-Marie de l’Assomption:
«La noción de utilidad pública es relativa. No se la puede apreciar y, en
consecuencia, controlar sin considerar todos los elementos, lo que
conduce a hacer el balance de los aspectos positivos y negativos de la
operación. Dado el caso de que la utilidad pública de ésta es la
52. Vid. M. Waline, «L'appeciation...» loc. cit., p. 461. El problema se plantea, incluso,
en los cases de control judicial de la constitucionalidad de las leyes que declaran la
utilidad pública a los efectos expropiatorios, como ha sucedido en Argentina. En el
caso Nación Argentina y Jorge Ferrario, 1961, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación señaló «si los jueces de una causa expropiatoria comprueban que la
utilidad pública no existe o ha sido desconocida por la Administración, y...media
alguno de los supuestos de gravedad o arbitrariedad extrema... están obligados a
desempeñar la primera y más elemental de las funciones que les incumben, esto
es, la que consiste en proteger las garantías constitucionales declarando la
invalidez de los actos del Estado que pretendan vulnerarlos» (Fallos t. 251, pp. 246
ss.). Agustín Gordillo, sobre este principio, ha comentado lo siguiente: «si la
jurisprudencia ha establecido, y con razón, que puede controlar y revisar hasta la
calificación de utilidad pública hecha por el Congreso en materia de expropiación
(lo que si es probablemente facultad discrecional, y ni siquiera del Poder Ejecutivo
sino del Poder Legislativo), no se advierte entonces qué superioridad
constitucional tiene el Poder Ejecutivo sobre el Poder Legislativo y el Poder
Judicial para que los actos discrecionales del parlamento, esto es las leyes del
Congreso de la Nación, puedan ser controladas judicialmente, pero no pueda serlo
un acto meramente emanado del Poder Ejecutivo», Agustín Gordillo, El acto
administrativo, Buenos Aires, 1969, p. 216.
19
condición de legalidad de la puesta en marcha de un procedimiento de
expropiación, la apreciación hecha por el juez de esta utilidad, con todos
los elementos que ella comporta, es un control de legalidad» 53.
20
obrar, ello no quiere decir que pueda obrar al arbitrio, "eludiendo
toda regla de derecho, pues la autoridad administrativa debe
observar siempre los preceptos legales sobre formalidades del acto"55.
Por tanto, los requisitos de forma de los actos administrativos
siempre han de cumplirse ineludiblemente en el ejercicio de la
potestad discrecional56; y es por ello, que el artículo 12 de la Ley
Orgánica de Procedimientos Administrativos de Venezuela de 1982
disponga que la Administración, aún en ejercicio de potestades
discrecionales, debe cumplir los trámites, requisitos y formalidades
necesarios para su validez y eficacia de los actos administrativos. Por
tanto, el acto discrecional no puede nunca ser arbitrario en sus
formas; debe cumplir las formalidades previstas en la Ley. En el
mismo sentido, en cuanto al cumplimiento de los requisitos de
fondo en el ejercicio del mismo poder discrecional, la jurisprudencia
ha hecho especial referencia a la competencia57, señalando que "el
funcionario al obrar discrecionalmente tiene que hacerlo sin
excederse de su competencia"58.
Pero en esta materia, hay elementos de fondo de los actos
administrativos que la Administración está obligada a observar,
quizán con mayor atención cuando ejerce poderes discrecionales, y
que se refieren al elemento causa o a la determinación de los
presupuestos de hecho del acto administrativo y a su finalidad.
Adicionalmente está, también, el principio de la igualdad que la
Administración está obligada a observar en todas sus actuaciones.
21
2. Las exigencias impuestas por la determinación del presupuesto de hecho
del acto administrativo discrecional y la forma de apreciación de los
hechos
Dentro de los elementos de fondo de los actos administrativos,
se destaca el elemento fáctico, es decir, los presupuestos de hecho del
acto que configuran el elemento denominado causa59. La
determinación de estos los presupuestos de hecho constituye una de
las etapas que debe seguir la Administración para manifestar su
voluntad, la cual no comprende ningún elemento de apreciación ni
de juicio60.
Por tanto, en esta determinación de los hechos, aun
encontrándose en ejercicio de un poder discrecional, la
Administración debe ceñirse a determinados límites en relación con
la comprobación de los presupuestos de hecho del acto; en relación
con la certeza de los mismos; y en relación con la correcta calificación
de ellos. Estos tres son condicionantes de la actividad administrativa,
incluso de la realizada en ejercicio del poder discrecional.
22
estatuida para obligar a la Administración a someter sus actos, en
cada caso, al precepto jurídico preexistente"61.
Conforme a esta doctrina, por ejemplo, en un caso llevado ante la
antigua Corte Suprema de Venezuela, la sentencia respectiva declaró
la nulidad de un acto administrativo revocatorio de otro por el cual
se le había concedido la nacionalidad venezolana a una extranjera,
por el hecho de que la Administración no comprobó suficientemente
los hechos en que se fundaba la resolución ministerial impugnada,
señalando, en el caso, "no existir, como en efecto no existe, prueba
alguna de los hechos que se imputan a la recurrente”. La Corte
concluyó en el caso, por falta de elementos de prueba, que la
“Resolución impugnada carece de toda eficacia legal, por haberse
fundado en hechos no comprobados y porque al dictarla la autoridad
administrativa actuó en forma no permitida por la rigidez del
precepto legal".62
Por tanto, uno de los límites del poder discrecional en cuanto a la
determinación de los presupuestos de hecho del acto administrativo,
es la necesaria comprobación de dichas circunstancias de hecho por
la Administración. En consecuencia, en cuanto al acto discrecional,
esta exigencia implica: En primer lugar, que todo acto
administrativo debe tener una causa o motivo, identificado,
precisamente, en los supuestos de hecho, no pudiendo haber acto
administrativo sin causa y sin supuesto de hecho. En segundo
lugar, que debe haber adecuación entre lo decidido y el supuesto
de hecho y para que ello sea cierto, es necesario que ese
supuesto de hecho haya sido comprobado, estando la
Administración, obligada a probarlo. El acto, por tanto, no puede
estar basado simplemente en la apreciación arbitraria de un
funcionario. No basta señalar, por ejemplo, que una fábrica
23
contamina para ordenar cerrarla. Si el funcionario considera que
una instalación industrial es contaminante tiene que probar que
contamina y debe hacer constar en el expediente cuáles son los
efectos contaminantes. Esto implica que la carga de la prueba en
la actividad administrativa, recae sobre la Administración, como
principio general muy importante.
La comprobación exacta de los presupuestos de hecho del acto, o
la "exactitud material de los hechos básicos de la decisión"63 evita, por
otra parte, el llamado error de hecho64 que puede ser controlado
también judicialmente y que consiste simplemente en el "falso
conocimiento de la realidad"65.
En este sentido la jurisprudencia ha señalado al decidir sobre la
impugnación de un acto administrativo que contenía un error de
cálculo, acordando su nulidad, que "el error en que incurre la
Resolución ministerial impugnada, equivale a falta de adecuación entre
el supuesto legal y la realidad, de allí que el resultado obtenido haya
sido inexacto”, resultando procedente el recurso de nulidad
solicitado66.
63 M. Letourneur, "El Control de los hechos por el Consejo de Estado Francés, juez
del Recurso por exceso de poder, en la jurisprudencia reciente" en Revista de
Administración Pública, Nº 7, Madrid 1952, p. 221.
64 Cfr. M. Stassinopoulos, op. cit., pp. 175 y sig.
65 Sebastian Martin-Retortillo Baquer, "El Exceso de poder como vicio del acto
administrativo", Revista de Administración Pública,, Nº 23, Madrid 1957, p. 138.
66 Vid. sentencia de la Corte Suprema de Justicia de 3 de julio de 1961 en Gaceta
Forense, 2ª etapa, Nº 33, Caracas 1961, p. 20.
67 Cfr. J. C. Venezia, op. cit., p. 25
24
que se ha llamado "calificación jurídica de los hechos"68 como otro de
los límites de la actividad administrativa y por tanto limitativo de la
potestad discrecional, que permite el control judicial de lo que la
jurisprudencia italiana llamó la tergiversación de los hechos69, y que
en la actualidad se configura como el vicio de falso supuesto; es decir,
el vicio que se configura “en la errada fundamentación fáctica del
procedimiento administrativo, pues, la Administración fundamentó
su decisión en hechos inexistentes, falsos y no relacionados con el
asunto objeto de la decisión”. 70
En este elemento está, quizás el área más rica de vicios del
acto administrativo: el vicio en la causa, en la comprobación de
los hechos, en la calificación de los hechos, e inclusive, en la
propia existencia del supuesto de hecho. Por ello, el falso
supuesto del derecho procesal encuentra aquí su asidero
fundamental en materia de derecho administrativo. Es decir, los
actos no pueden partir de falsos supuestos, sino que deben
partir de supuestos probados, comprobados y adecuadamente
calificados.
25
Por otra parte, la Administración no puede tergiversar los
hechos, que tampoco es infrecuente, sino que debe darle el
tratamiento racional a los hechos, comprobados técnicamente.
En este sentido la jurisprudencia hace años indicó que "si la
Administración, sin violar un precepto legal, realiza un acto en el que
altere la verdad que sirve de presupuesto a éste, no podría
ciertamente decirse que ha cometido una efectiva transgresión de la
Constitución o de la ley positiva... pero no puede caber duda de que
el acto así cumplido está gravemente viciado por exceso de poder. La
potestad discrecional del funcionario administrativo, lo mismo que la del
juez, no puede traspasar los lindes de la verdad y de la equidad"71.
Por tanto, los límites del poder discrecional y la posibilidad de
control no se reducen a la posible trasgresión de normas
constitucionales o legales expresas, sino que abarcan también la
necesidad de que el funcionario, aun en el caso de darle
cumplimiento estricto a la norma escrita, en la aplicación de este
precepto legal, no tergiverse los presupuestos de hecho que autorizan
su actuación72, ni falsee el lógico y verdadero presupuesto del mismo.
En tal sentido Sebastián Martín Retortillo consideraba que un acto se
dictaba con tergiversación de los hechos, no sólo en el caso extremo
de que el acto se fundase sobre el presupuesto de la existencia o
inexistencia de hechos que resultaban inexistentes o existentes, sino
también bastaba con que en su realidad tales hechos fueran
sustancialmente distintos a como fueron aprehendidos por la
autoridad administrativa; es decir, cuando ésta, realizando un error
26
de método, no consideraba debidamente elementos esenciales o por
lo contrario, diera excesiva importancia a elementos accesorios73.
La función de calificación de los hechos y sus límites,
ciertamente es una actividad reglada y, por tanto, controlable en
todos los actos administrativos, pero su verdadera relevancia se
particulariza en relación con la actividad discrecional. Como lo ha
destacado la jurisprudencia, este vicio del acto administrativo por
falsa calificación de los hechos, consiste en "hacer uso indebido del
poder que es atribuido al funcionario, independientemente del fin
logrado, bien porque se tergiverse la verdad procesal denudándose
los hechos, o bien por cualquier otra causa"74, lo que conlleva un
cierto elemento subjetivo de valoración intelectual por parte de la
Administración. Esto distingue por otra parte, a la calificación de los
hechos y su vicio, la tergiversación de los mismos, de la
comprobación de los hechos y su vicio, el error de hecho75.
En esta materia, la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos de Venezuela, establece en el artículo 12, como
otro límite a la discrecionalidad, que el contenido del acto debe tener
adecuación con los supuestos de hecho que constituyen su causa.
73 Cfr. S. Martin-Retortillo Baquer, "El exceso de poder. . .", loc. cit., p. 131. Vid.
asimismo sentencia de la Corte Suprema de Justicia en Sala Político-Administrativa de
8 de junio de 1964.
74 Vid. sentencia de la antigua Corte Federal de 9 de agosto de 1957 en Gaceta Forense.,
2ª etapa, Nº 17, Caracas 1957, p. 135.
75 Cfr. S. Martin-Retortillo Baquer, "El Exceso de poder. . .", loc. cit., p. 138
27
a los previstos en la norma, así sean ellos plausibles desde el ángulo
del servicio público. La no adecuación a los fines previstos en la
norma, da origen al conocido vicio de desviación de poder,
regulado en el artículo 259 de la Constitución venezolana.
Sin embargo, en sus inicios ello fue destacado por la
jurisprudencia al indicar que "la subordinación (de los actos
administrativos) a la equidad y a la verdad significa que el
funcionario o la Administración no pueden en modo alguno salirse
de los fines que con la norma legal se persiguen, aun en el supuesto
de que estén en función las facultades discrecionales del Poder
Público"76.
De allí que otro de los elementos reglados del acto
administrativo que ha contribuido eficazmente a la fijación de los
límites del poder discrecional, haya sido este de la finalidad
perseguida, en el sentido de que la "discrecionalidad no implica
arbitrariedad ni injusticia puesto que la Administración nacional,
estadal o municipal, no obra en pura conformidad a su elección, sino
en virtud y como consecuencia de su capacidad condicionada por su
fin"77.
La desviación de poder, por tanto, como vicio en la finalidad de
los actos administrativos, "surge cuando la Administración usa de
sus poderes con finalidades distintas a aquellas determinadas en la
ley"78, por lo que su configuración es sencilla: la Administración está
obligada a realizar su actividad no sólo respondiendo a un fin
público o social buscado79, sino que dentro de tal concepto genérico,
28
debe actuar precisamente conforme al fin especifico para cuyo logro le
son concedidas las facultades determinadas que ejercita80.
En consecuencia, la desviación de poder no sólo se presenta
como resultado de la obtención de un fin extraño al interés general,
sino también como resultado de la obtención de un fin que, sin ser
extraño al interés general, no es la manifestación concreta del interés
general por el que la autoridad administrativa ha recibido los
poderes que ejercita81. En este sentido, un acto administrativo “aun
siendo dictado por quien está facultado para hacerlo y en forma tal
que aparece subordinado a la ley, [está viciado si] en su espíritu o en
el fondo es realmente contrario a la finalidad del servicio público o de los
principios que informan la función administrativa”82.
La actividad administrativa en el Estado de Derecho está
condicionada por la ley a la obtención de determinados resultados; por
ello no puede la Administración pública procurar resultados distintos
de los perseguidos por el legislador, "aun cuando aquéllos respondan
a las más estrictas licitud y moralidad pues lo que se busca es el logro
de determinado fin"83 que no puede ser desviado por ningún motivo,
así sea plausible éste.
En consecuencia, este elemento reglado de la finalidad de la
actuación administrativa, viene a ser otro de los límites impuestos al
poder discrecional por el principio de la legalidad administrativa.
4. Las exigencias impuestas por el principio de la igualdad
Como lo ha señalado la jurisprudencia venezolana, la
consagración en la ley de facultades discrecionales para que un
29
funcionario público actúe, es hecha, además, para que éste obre
"según su prudente arbitrio, consultando lo más equitativo y racional,
en obsequio de la justicia y de la imparcialidad"84. Por tanto, otro de
los límites impuestos al ejercicio del poder discrecional, como a toda
actuación de la Administración, es el que se deriva del principio de la
igualdad que impide los tratamientos de favor de parte de la
autoridad administrativa en relación a los administrados. Hay en este
sentido, igualdad, cuando se toman las mismas medidas en
condiciones parecidas o análogas; por el contrario, no hay igualdad
—hay desigualdad y parcialidad— cuando en las mismas
condiciones se niega a un administrado lo que se ha acordado a
otro85.
El principio de la igualdad, aunque de rango constitucional y,
por tanto, aplicable a todas las actuaciones del Estado, ofrece especial
interés en cuanto límite del poder discrecional, pues el ejercicio de
éste debe adecuarse especialmente a las exigencias de este principio86.
De ahí que se haya hablado de la "irracionalidad de la desigualdad"87.
Existe entonces desigualdad y el acto así dictado puede ser
controlado judicialmente cuando de la actuación administrativa
surge un disparejo trato de dos o más casos, pese a no existir
sustancial diferencia de circunstancias de hecho; o dicho de otro
modo, cuando la Administración ha discriminado entre supuestos
similares, dando a unos y a otros, no obstante su esencial identidad,
tratamientos distintos88. Por ejemplo, hay evidentemente un trato
desigual si frente a dos propietarios de edificaciones en igualdad de
30
situaciones de peligro, es decir, que ambas amenazan ruina, la
autoridad administrativa ordena a uno la demolición, y al otro no.
La aplicación del principio de la igualdad como límite del poder
discrecional, tiene riquísimas posibilidades, y entre éstas,
especialmente, la llamada "vinculación del precedente"89. Se admite,
en efecto, que la contradicción de un acto administrativo con otro
anterior emanado en circunstancias análogas produce la violación del
principio de la igualdad y, como consecuencia, dicho acto puede ser
controlado por la jurisdicción contencioso-administrativa. No hay
duda que esta forma de control ofrece máximas posibilidades, pues la
Administración frente a supuestos idénticos, no debe sino decidir en
forma también idéntica..
5. La motivación de los actos administrativos y el control de la
discrecionalidad
Uno de los elementos de forma de los actos administrativos de
mayor importancia en cuanto al control de los mismos,
particularmente de los discrecionales, es la motivación de ellos, es
decir, la necesaria expresión formal de los motivos o causa de los
actos. Ello es esencial para permitir que los jueces contencioso-
administrativa puedan hacer realmente efectivos los límites
impuestos al poder discrecional90.
Esta exigencia de motivación de los actos administrativos,
ciertamente que en la actualidad está consagrada formalmente en
todas las leyes de procedimientos administrativos, pero sin duda,
también fue la jurisprudencia la que la impuso en ausencia de
aquellas. Ello se evidencia, por ejemplo, de la sentencia de 9 de
agosto de 1957 de la antigua Corte Federal donde se estableció lo
siguiente:
31
"Entre los elementos integrantes del acto administrativo están el motivo
y la forma... Pues bien, el motivo del acto administrativo es, como lo
enseña la doctrina, el antecedente que lo provoca. Un acto
administrativo se integra con tal elemento cuando exista previa y
realmente una situación legal o de hecho, cuando esa situación es la que
el legislador ha previsto con miras a la actuación administrativa. De allí
que, vinculado o discrecional el Poder de la Administración Pública,
cuando están de por medio el interés colectivo y los derechos subjetivos
de los administrados, todo acto administrativo, máxime si es revocatorio
de uno proferido por el inferior jerárquico, ha de ser motivado, o mejor
dicho, fundamentado con los razonamientos en que se apoya… En este
orden de ideas, la forma del acto en lo tocante a la motivación del
mismo, ha llegado a considerarse sustancial, en razón de que la ausencia
de fundamentos abre amplio campo al arbitrio del funcionario... Los
actos administrativos deben expresar concretamente la causa o motivo
que los inspira como condición de validez... De otra parte, la motivación
del acto dictado por la Administración, no sólo es conveniente como
justificativo de la acción administrativa, sino como medio de permitir el
control jurisdiccional sobre la exactitud de los motivos y su
correspondencia con los textos legales en que se funda el acto" 91.
32
apreciación de los hechos y de la oportunidad de actuar otorgada al
funcionario, no significa que pueda actuar arbitrariamente92.
El problema de los límites al ejercicio del poder discrecional
radica, entonces, en el establecimiento de la frontera entre
discrecionalidad y arbitrariedad; de manera que el juez contencioso
administrativo pueda controlar el ejercicio directo del poder
discrecional cuando resulte arbitrario, además de ejercer sus poderes
de control sobre los aspectos reglados del acto discrecional93 y
particularmente sobre la comprobación y calificación de los
presupuestos de hecho94, y sobre la adecuación de la decisión a los
fines establecidos en la Ley.
Las dudas del Juez contencioso-administrativo de controlar
efectivamente lo que es ejercicio del poder discrecional por la
Administración y establecer el límite entre discrecionalidad y
arbitrariedad, históricamente existieron en todos los países
contemporáneos, donde con frecuencia se formuló el principio de que
el juez no podía juzgar sobre las razones de oportunidad o de
conveniencia para la adopción de un acto administrativo porque: «el
juez no puede sustituirse al administrador por motivos obvios de
diferenciación y especialización de funciones conectadas con el
principio de la separación de poderes»95.
33
Sin embargo, tanto en la jurisprudencia como en la legislación de
América Latina, desde hace décadas se aprecian esfuerzos
significativos por permitir, efectivamente, que el juez contencioso-
administrativo penetre en el ámbito de la discrecionalidad y controle
la arbitrariedad. En esta materia, de nuevo, los principios generales
del derecho han suministrado el arsenal inicial para esta lucha contra
la arbitrariedad que habiendo sido inicialmente librada por los jueces,
ha venido teniendo como aliado al Legislador en la codificación del
procedimiento administrativo.
1. Los principios generales del derecho
Hace medio siglo, por ejemplo, uno de los clásicos tratadistas
venezolanos, J. M. Hernández Ron, señalaba que "la acción
administrativa se puede considerar como discrecional, cuando se
realiza según la libre apreciación de las circunstancias que, con
sujeción siempre a la equidad y a los principios generales del derecho, hará
la Administración"96. Ello implica la facultad de ejercer una actividad
administrativa en forma discrecional, está limitada por los principios
generales del derecho y puede suponer un control judicial que no
implica "una sustitución de la discrecionalidad administrativa por la
judicial"97. Entre esos principios generales se encuentran el principio
de la injusticia manifiesta, el de la irracionalidad, el de la buena fe, el
de la proporcionalidad de los medios a los fines, el de la igualdad, y
en general todos los principios derivados de los derechos y libertades
fundamentales de las personas, puesto que es evidente que la
Administración no puede, en nombre de sus facultades
discrecionales, violar principios constitucionales consagrados como
base entera de la organización social y del orden jurídico98.
34
Un punto de partida contemporáneo en este esfuerzo, puede
situarse en dos sentencias de la antigua Corte Federal de Venezuela
adoptadas en los años cincuenta. En la primera (caso Municipalidad
de Maracaibo) de fecha 24 de febrero de 1956, al declarar la Corte la
anulación de un acto administrativo que había revocado un permiso
de construcción, el juez consideró que era arbitrario por carecer de
fundamento y por ser injusto, afirmando que «la discrecionalidad no
implica arbitrariedad ni injusticia puesto que la Administración... no
obra en pura conformidad a su elección, sino en virtud y como
consecuencia de su capacidad condicionada por su fin»99.
En la segunda sentencia (caso Reingruber) de 6 de noviembre de
1958, la antigua Corte, a pesar de haber considerado que la potestad
dada al Ministerio de Hacienda de poder reducir las multas cuando
concurran circunstancias que demuestren falta de intención dañosa
del contraventor, era una potestad discrecional, y decidir que «la
manera como el funcionario administrativo ejerció la facultad
discrecional» que le reconoce la ley no podía ser revisado por la
Corte, el Supremo Tribunal reconoció que en los casos de atribución
de poder discrecional debe entenderse que la Ley autoriza al
funcionario: «para obrar según su prudente arbitrio, consultando lo
más equitativo o racional, en obsequio de la justicia y de la
imparcialidad»100.
Puede decirse que en este considerando la antigua Corte sentó
las bases para el control jurisdiccional del ejercicio del poder
discrecional en Venezuela, fundamentándose en principios generales
"constituyen un límite exterior que no puede ser violado por el contenido de los
actos discrecionales, ya que en este sentido se producirá un desbordamiento de la
potestad discrecional invadiendo la esfera reglada, cuya norma la constituirán los
preceptos administrativos y, en su defecto, los principios generales del Derecho".
99. Gaceta Forense, núm. 11, Caracas, 1956, pp. 27-30, Vid. en Allan R. Brewer-Carías,
Jurisprudencia de la Corte Suprema de 1930-1974 y Estudios de Derecho Administrativo,
t. I, Caracas, 1975, pp. 611-612.
100. Gaceta Forense, num. 22, Caracas, 1958, pp. 133-134
35
del derecho, como son el principio de la racionalidad (la decisión
administrativa adoptada en ejercicio de un poder discrecional no
puede ser ilógica o irracional); el principio de la justicia o de la equidad
(la decisión producto del ejercicio de poderes discrecionales no
pueden ser inicua, inequitativa o injusta); y el principio de la igualdad
(la decisión administrativa que resulte del ejercicio de poderes
discrecionales no puede ser parcializada ni discriminatoria). A estos
principios se agrega el principio de la proporcionalidad que toda
decisión adoptada en ejercicio de un poder discrecional debe
respetar, de manera que exista una adecuación entre los supuestos de
hecho y la decisión tomada101, y debe agregarse también el principio
de la buena fe, de manera que toda actuación del funcionario que con
intención falsee la verdad, también sería ilegal102.
101. Vid. en Allan R. Brewer-Carías, «Los limites del poder discrecional de las
autoridades administrativas», loc. cit., pp. 27-33. Vid. los comentarios a nuestro
análisis en Gustavo Urdaneta Troconis, «Notas sobre la distinción entre actos
reglados y discrecionales y el control jurisdiccional sobre estos» en Tendencias de la
Jurisprudencia venezolana en materia contencioso administrativa, Caracas, 1986, pp.
395-399.En Colombia, al referirse a la necesaria sumisión del ejercicio del poder
discrecional a los principios generales del derecho, Consuelo Sarría los resume así:
«la Administración tendrá en cuenta la racionalidad o razonabilidad: en cuanto su
decisión tiene que estar de acuerdo con la razón con la lógica y congruente con la
motivación, en cuanto la discrecionalidad no implica arbitrariedad; la justicia: el
actuar de la Administración, aunque sea discrecional en el sentido de que puede
evaluar la oportunidad y conveniencia de sus decisiones, no puede ser injusto,
deberá siempre ser equitativo, respetando los intereses de la Administración y de
los administrados; la igualdad: la autoridad administrativa tendrá que respetar el
principio de la igualdad que se aplica a todas las actuaciones del Estado enfrente a
los particulares, en cuanto estos serán tratados en igualdad de condiciones, sin que
pueda haber favoritismo por parte de las autoridades; la proporcionalidad: que debe
existir entre los medios utilizados por la Administración y los fines de la medida; el
derecho a la defensa: en cuanto la Administración antes de tomar una medida, debe oír
al administrado», Consuelo Sarria, «Discrecionalidad Administrativa» en J.C.
Cassage y otros, Acto Administrativo, Tucumán, 1982, p. 118.
102. Vid. sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 21 de
marzo de 1984, Revista de Derecho Público, núm. 18, Caracas, 1984, p. 172.
36
En la jurisprudencia argentina y uruguaya, estos principios que
se configuran como límites a la discrecionalidad, se englobaron en la
exigencia de la «razonabilidad» en la actuación administrativa103, en
el sentido de que un acto administrativo, aún dictado en ejercicio de
facultades discrecionales, puede ser revisado judicialmente si es
irrazonable o arbitrario. El principio de la razonabilidad se desarrolló
particularmente en Argentina como un límite al ejercicio del poder de
policía104, al erigirse en la garantía de seguridad respecto a la forma,
modo, manera y oportunidad del cómo debe realizarse la función
policial. La jurisprudencia argentina, así, conformó cuatro principios
de lógica jurídica que conforman el carácter razonable de una medida
de policía, exigiendo que la limitación debe ser justificada; el medio
utilizado, es decir, la cantidad y el modo de la medida, debe ser
adecuado al fin deseado; el medio y el fin utilizados deben
manifestarse proporcionalmente; y todas las medidas deben ser
limitadas105.
La razonabilidad se ha configurado así, en un standard jurídico
comprensivo de una serie de valores que deben guiar la actividad
administrativa (en lugar de «bonus pater familiae» el «bonus
magistratus») y que realizan la justicia con todos sus sinónimos:
equivalencia, proporción, adecuación, igualdad, paridad, justa
distribución, dar a cada uno lo que le corresponde, etc106. La
actuación administrativa irrazonable, por tanto, es arbitraria y aún
cuando sea producto del ejercicio de un poder discrecional, puede ser
controlada judicialmente, tal como lo decidió la antigua Corte
Suprema de Justicia de la Nación (Argentina), en 1959, al señalar que
«los jueces poseen la potestad de revocar o anular la decisión
administrativa sobre hechos controvertidos, si ella fuera
103. Vid. Juan Francisco Linares, Poder Discrecional Administrativo, Buenos Aires, 1958,
pp. 155 ss.
104. Vid. Ramón F. Vásquez, Poder de Policía, Buenos Aires, 1957, pp. 41 ss. y 122 ss.
105. Bartolomé A. Fiorini, Poder de Policía, Buenos Aires, 1958, p. 149.
106. Idem, p. 158; Juan Francisco Linares, op. cit., p. 164.
37
suficientemente irrazonable, o se apoyara tan solo en la voluntad
arbitraria o en el capricho de los funcionarios»107.
Lo arbitrario o irrazonable de una actuación administrativa, en
todo caso, puede resultar, de la irrazonabilidad en la elección del
momento (decisión manifiestamente inoportuna); en la elección de
modalidades de actuación (medios desproporcionados, por ejemplo),
o en la forma de actuación (desigual o discriminatoria)108.
En la jurisprudencia contencioso-administrativa del Uruguay se
encuentran soluciones basadas en principios similares. Así, el
Tribunal de lo Contencioso administrativo en sentencia de 27 de
septiembre de 1971 afirmó que «los poderes discrecionales... sólo los
podía ejercitar (la Administración) dentro de los límites razonables y
conforme a una equilibrada valuación de los factores constitutivos de
la falta en juicio»109.
En España, la reducción progresiva de la arbitrariedad se
desarrolló inicialmente por la jurisprudencia del Tribunal Supremo,
en igual forma, por la aplicación de los principios generales del
derecho. Eduardo García de Enterría y Tomas Ramón Fernández, en
esta forma, citan un cúmulo de sentencias en las cuales el control
jurisdiccional del ejercicio del poder discrecional se ha efectuado con
base en considerar que unas medidas eran injustificadas a todas luces
a incluso contrarias a la razón (sentencia 6-2-63). Así, se censuraron
jurisdiccionalmente las actuaciones administrativas contrarias al
«respeto debido al principio de la buena fe, en que han de inspirarse
los actos de la Administración» (sentencias de 23-12-59, 22-6-60, 27-
12-66, 13-5-71, 12-3-75, 6-2-78, 24-2-79 y 5-2-81); o «cuya gravedad no
guarda una razonable proporcionalidad con la infracción» (sentencia
107. Caso Reyes de 25 de septiembre de 1959, Fallos t. 244, cit. por A. Gordillo, Tratado
de Derecho Administrativo, t. 3, Buenos Aires, 1979, pp. 9-27.
108. Juan Francisco Linares, op. cit., pp. 164 ss.
109. Vid. en J. P. Cajarville, Dos Estudios de Derecho Administrativo, Montevideo, 1988, p.
106.
38
de 25-3-72). El Tribunal Supremo también acudió al principio favor
libertatis para obligar a la Administración a acomodar sus
intervenciones en la esfera de los administrados al procedimiento
menos restrictivo de la libertad110.
2. La progresión legislativa y jurisprudencial
Ahora bien, esta interdicción de la arbitrariedad o la exigencia de
la razonabilidad en la actuación de la Administración, como límite al
ejercicio del poder discrecional, ha encontrado en América Latina, en
muchos casos, consagración legislativa, positivizándose en esta forma
los principios generales del derecho.
En tal sentido, la Ley General de la Administración Pública de
Costa Rica establece varias normas relativas al ejercicio del poder
discrecional y al control judicial del mismo que deben destacarse. El
articulo 15.1 de la Ley General, en efecto, comienza por prescribir que
el ejercicio del poder discrecional está «sometido en todo caso a los
límites que le impone el ordenamiento expresa o implícitamente,
para lograr que su ejercicio sea eficiente y razonable», atribuyéndose
el juez potestad para controlar la legalidad no sólo sobre los aspectos
reglados del acto discrecional, sino «sobre la observancia de sus
límites» (art. 15.2).
Ello lo refuerza la propia Ley General al prescribir en su artículo
216 que:
«La Administración deberá adoptar sus resoluciones dentro del
procedimiento con estricto apego al ordenamiento y, en el caso, de las
actuaciones discrecionales, a los límites de racionalidad y razonabilidad
implícitos en aquél».
39
Otro límite al ejercicio del poder discrecional en la Ley de Costa Rica,
se establece, en relación a «los derechos del particular» (art. 17) frente
a la discrecionalidad, que no deben ser vulnerados.
La Ley General, además, consagra expresamente la consecuencia
del traspaso de los límites mencionados por la autoridad
administrativa al prescribir, en el artículo 158, como una causa de
invalidez de los actos administrativos, la infracción a las reglas
técnicas y científicas de sentido unívoco y aplicación exacta, en las
circunstancias del caso, y agrega en el artículo 160, que:
«El acto discrecional será inválido, además, cuando viole reglas
elementales de lógica, de justicia o de conveniencia, según lo indiquen
las circunstancias del caso».
111. Vid. los comentarios en Allan R. Brewer-Carías, «Comentarios sobre los Principios
Generales de la Ley General de la Administración Pública de Costa Rica», en
Revista del Seminario Internacional de Derecho Administrativo, San José, 1981, p. 52;
Eduardo Ortíz, «Nulidades del Acto Administrativo en la Ley General de
Administración Pública», idem, p. 386; Gonzalo Fajardo, «El Estado de Derecho y la
Ley General de Administración Pública, idem, pp. 523-524.
40
La Ley venezolana de Procedimientos Administrativos de 1982,
recogió también el principio de los límites al ejercicio del poder
discrecional en la norma que hemos comentado del artículo 12, que
prescribe:
«Aún cuando una disposición legal o reglamentaria deje alguna medida
o providencia a juicio de la autoridad competente, dicha medida o
providencia deberá mantener la debida proporcionalidad y adecuación
con el supuesto de hecho y con los fines de la norma, y cumplir los
trámites, requisitos y formalidades necesarios para su validez y
eficacia».
41
Es precisamente, por los límites impuestos al ejercicio de los
poderes discrecionales derivados de esos principios generales del
derecho, por lo que la jurisprudencia ha reiterado112 que "la
discrecionalidad no es arbitrariedad"113 Entre esos límites, deben
específicamente destacarse, los que derivan de los principios de
proporcionalidad, racionalidad y justicia
2. Los límites impuestos por el principio de la proporcionalidad
Como hemos dicho, por ejemplo, las leyes de Colombia y
Venezuela establecen que el acto discrecional debe mantener la
debida proporcionalidad, lo cual configura uno de los límites que
tradicionalmente la jurisprudencia exigía a la autoridad administrativa
frente a la discrecionalidad. El acto discrecional no puede ser
desproporcionado, porque la desproporción es arbitrariedad. Si
una disposición establece, por ejemplo, que por la infracción de una
norma se puede aplicar una sanción entre dos limites, máximo y
mínimo, según la gravedad de la falta, a juicio de la autoridad
administrativa, dentro de su libre apreciación de la situación, la
Administración no puede ser arbitraria y aplicar medidas
desproporcionadas. La decisión que tome tiene que ser
proporcional al supuesto de hecho.
Por supuesto, la proporcionalidad, como limite a la
discrecionalidad, no sólo rige respecto de la aplicación de sanciones,
sino en general, respecto de toda medida discrecional que adopte la
Administración.
Este límite había sido tradicionalmente elaborado por la
jurisprudencia que había señalado expresamente que "el funcionario
al obrar discrecionalmente, tiene que hacerlo… marcando la exacta
112 Vid. sentencia de la antigua Corte Federal de 17 de julio de 1953 en Gaceta Forense,
Nº 1, 1953, p. 151. Vid. Además, la antigua Corte Federal de 24 de febrero de 1956 en
Gaceta Forense, 2ª etapa, Nº 11, 1956, p. 28.
113 Cfr. J. M. Hernández Ron, "La Potestad discrecional y la Teoría de la
Autolimitación de Poderes", loc. cit, p. 8.
42
correspondencia entre el fin perseguido y los medios utilizables
(medio que ofrece la técnica de su actividad)"114. Se trata de la
aplicación del principio de la proporcionalidad de medios a fines
como límite del poder discrecional115. En este sentido, la
desproporcionalidad entre los fines perseguidos y los medios
utilizados puede también ser controlada judicialmente. Esa situación
puede plantearse en casos como el siguiente: un funcionario comete
una falta de poca entidad (contestar de mala forma a un superior); no
se discute el hecho considerado en sí mismo; las leyes y reglamentos
no prevén la falta, ni fijan la sanción; aunque el poder disciplinario,
en principio, es discrecional, no podría destituirse al funcionario
porque tal sanción sería manifiestamente excesiva, configurando una
arbitrariedad116.
La proporcionalidad también se establece en la Ley argentina de
Procedimiento Administrativo, al prescribir dentro de los «requisitos
esenciales del acto administrativo», la necesidad de que «las medidas
que el acto involucre deben ser proporcionalmente adecuadas» a la
finalidad que resulta de las normas que otorgan las facultades al
órgano administrativo (art. 7.f).
Estas normas incorporaron, por tanto, a los límites a la
discrecionalidad, el principio de la proporcionalidad117, conforme al
114 Vid. sentencia de la antigua Corte Federal de 24 de febrero de 1956 en Gaceta Forense,
2ª etapa, Nº 11, Caracas 1956, p. 28.
115 Cfr. E. García De Enterria, "La interdicción...", loc. cit., p. 130; Merikoski, Le pouvoir
discretionnaire de l'administration, Bruselas, 1958, p. 44 cit. por E. García De Enterria,
"La interdicción...", loc. cit., p. 163.
116 Cfr. Enrique Sayagues Laso, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo I, Montevideo,
1953, p. 410, nota Nº 3.
117. Vid. Allan R. Brewer-Carías, El Derecho administrativo y la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos, Caracas, 1985, p. 46; Agustín Gordillo, El acto
administrativo, Buenos Aires, 1969, p. 250. Conforme a lo establecido por la Corte
Suprema de la Nación (Argentina) «las medidas utilizadas por la autoridad
pública deben ser proporcionadamente adecuadas a los fines perseguidos por el
legislador». Caso: Sindicato Argentino de Músicos, 1960, Fallos t. 248, pp. 800 ss.
43
cual las medidas adoptadas en los actos administrativos deben ser
proporcionales tanto a los fines que prevé la norma que las autoriza,
como a los hechos que las motivan. Tal como lo precisó la antigua
Corte Suprema de Justicia de Venezuela, los actos administrativos
estarían viciados de abuso de poder:
«cuando no existe proporción o adecuación entre los motivos o
supuestos de hecho que sirvieron de base al funcionario u órgano autor
del acto recurrido para dictar su decisión, y los contemplados en la
norma jurídica, en el sentido de que se trata de un vicio que consiste en
la actuación excesiva o arbitraria del funcionario, respecto de la
justificación de los supuestos que dice haber tornado en cuenta, para
dictar el acto» 118.
44
de la facultad atribuida y manteniendo la debida proporción entre los
medios a emplear y los fines públicos que deba tutelar, a fin de que
respondan a lo estrictamente necesario para la satisfacción de su
cometido (art. IV, 1.4).
120. Conclus, CE, 13 de noviembre de 1970, Lambert, cit., por A. De Laubadère, «Le
contrôle juridictionnel du pouvoir discrtionnaire dans la jurisprudence récente du
Conseil d'Etat Français», Mélanges offerts a Marcel Waline, París, 1974, t. II, p. 540.
121. Conclus, CE, 2 de noviembre de 1973, Librairê François Maspero, Rec. 611, Long,
Weil y Braibant, Les grands arrêts de la jurisprudence administrative, cit., p. 585.
122. Long, Weil y Braibant, op. cit., p. 580.
45
dicho,se trata de la técnica de los conceptos jurídicos
indeterminados123. Quizás, supuestos de aplicación del error
manifiesto de apreciación en tanto que control del ejercicio del poder
discrecional, en estricto sentido se pueden encontrar en las decisiones
del Consejo de Estado sobre error de equivalencia entre empleos
públicos (CE 13 nov 1953, Denizet, Rec. 489; y CE 15 fév 1961,
Lagrange, Rec. 121; CE 9 mai 1962, Commune de Montfermeil, Rec.
304)124.
En cuanto al principio de la proporcionalidad como límite al
ejercicio del poder discrecional, aun cuando a veces se afirmó que no
había sido reconocido plenamente en el sistema francés125, fue
aplicado en muchas decisiones por el Consejo de Estado,
comenzando por el arrêt Benjamin del 19 de mayo de 1933, en el cual
el Consejo de Estado anuló la prohibición de una reunión impuesta
por un Alcalde, considerando que «la eventualidad de las
perturbaciones... no presentaban un grado de gravedad tal que no
pudiera, sin prohibir la conferencia, mantener el orden decretando las
medidas de policía que le correspondía tomar»126. En este caso, como
lo observaron Long, Weil y Braibant, el juez verificó «no solamente la
existencia, bajo las circunstancias del caso, de una amenaza de
perturbación del orden público susceptible de justificar una medida
de policía, sino también si esta medida era apropiada, por su
naturaleza y su gravedad a la importancia de la amenaza;
controlando así la adecuación de la medida a los hechos que la
motivan»127.
123. Vid. todas las referencias jurisprudenciales en Long, Weil y Braibant, op. cit., con
ocasión de los comentarios al arrêt Maspero, pp. 580-585; J. M. Auby y R. Drago, op.
cit., t. II, pp. 399-400.
124. Vid. las referencias en Long, Weil y Braibant, op. cit., p. 581.
125. Guy Braibant, «Le Principe de la proportionalite», Mélanges offerts a Marcel Waline,
París, 1974 t. II pp. 297 ss.
126. Rec. 541, concl. Michel. Vid. en Long, Weil y Braibant, op. cit., pp. 217 ss.
127. Idem, p. 221.
46
Se trató, sin duda, de la aplicación del principio de la
proporcionalidad, es decir, de la adecuación entre las medidas
adoptadas y los hechos, lo cual también tuvo aplicación en Francia en
materia disciplinaria a partir del arrêt Lebon (CE 9 juin 1978), en el
cual el Consejo de Estado, aplicando la técnica del error manifiesto,
controló la proporcionalidad de la sanción disciplinaria con la
gravedad de la falta128. En otra decisión del Consejo de Estado en el
arrêt Vinolay (CE 26 juillet 1978), conforme al mismo criterio, anuló
una destitución de un funcionario, señalando que «si las faltas a
reglas de buena administración... eran de tal índole que legalmente
justificaran una sanción disciplinaria, ellas no podían legalmente
fundamentar, sin error manifiesto de apreciación, una medida de
revocación que constituye la sanción mas grave dentro de la escala de
las penas»129.
3. Los límites impuestos por el principio de la racionalidad
Pero además del límite al poder discrecional derivado del
principio de la proporcionalidad, otro importante límite al mismo es
el que se ha construido por la jurisprudencia derivado del principio
de la racionalidad o razonabilidad. Como lo dijo la antigua Corte
Federal de Venezuela, en los casos de ejercicio del poder
discfrecional, la ley autoriza al funcionario para obrar según su
prudente arbitrio, consultando lo más equitativo o racional, en
obsequio de la justicia y de la imparcialidad” 130.
En sentido similar, en otra decisión referente a las limitaciones a
la libertad de cultos, los cuales conforme a la legislación, están
sometidos a la suprema inspección de la Administración, la antigua
Corte Federal venezolana también señaló que "esa inspección o
47
vigilancia no es puramente contemplativa, sino que implica la
facultad de tomar medidas que a juicio del Ejecutivo Nacional
aconsejan los superiores intereses de la Nación, materiales, morales,
políticos, industriales, patrióticos o de cualquier otra índole racional y
justa"131.
Por tanto, uno de los límites del ejercicio de la libertad de
apreciación que implica el poder discrecional, es que éste se ejerza
racionalmente, lo que no es sino una consecuencia de ese principio
que impone a la Administración una actuación lógica y congruente.
La irracionalidad y la ilogicidad aparecen entonces como una falta de
consecuencia y de nexo lógico entre las distintas partes que forman el
acto administrativo, siempre que no sea la ley la que determine su
estructura. En este sentido habría ilogicidad por contradicción en la
propia motivación o en el propio dispositivo del acto o por falta de
correspondencia entre la motivación y el dispositivo132.
Uno de los supuestos que requiere de racionalidad en el ejercicio
de la facultad discrecional es la oportunidad de obrar. Si bien es
típico de la discrecionalidad que "la administración no está sometida
al cumplimiento de normas especiales en cuanto a la oportunidad de
obrar. . . ello no quiere decir que se obre al arbitrio"133, es decir, ello no
quiere significar que en la elección de ese "momento" se pueda obrar
irracionalmente. Por ejemplo, el viejo Reglamento General de
Alimentos de Venezuela establecía que correspondía “al Ministerio
de Sanidad y Asistencia Social todo lo relacionado con la higiene de
48
la alimentación y, en consecuencia,. . . adoptar cualquier otra medida
sanitaria que se considere conveniente para el mejoramiento de la
alimentación en el país"134. Ello implica que la autoridad
administrativa, para hacer uso de esa facultad discrecional cuando lo
"considere conveniente", puede tomar cualquier medida sanitaria en
vista del mejoramiento de la alimentación, pero siempre que ello sea
oportuno. Y aquí hay que hablar de una oportunidad espacial y
temporal. No sólo es necesario que el "momento" sea el congruente
con la medida adoptada (por ejemplo, la prohibición de importar
carne de cerdo, aunque ésta haya sido tratada para destruir las
triquinas, que disponga la autoridad sanitaria porque existe temor de
que esté contaminada, en virtud del alto índice de contaminación que
presenta en un momento dado en el país de origen, debe hacerse
cuando el "momento" lo exige, y no tiempo después, cuando el
peligro de contaminación ha sido erradicado), sino que también debe
esa apreciación de la oportunidad tener una referencia espacial (por
ejemplo, prohibición de importar carne de cerdo de un país dado
donde existe alto índice de contaminación, y no prohibición general
de importación respecto, a todos los países) . En este sentido la
jurisprudencia ha determinado que los actos administrativos
discrecionales implican "un juicio técnico lógico de los hechos,
soberanamente apreciados a través de las respectivas normas
jurídicas"135.
Por otra parte, el poder discrecional debe ser utilizado
técnicamente para que sea racional. Era muy clara en este sentido una
norma del mismo viejo Reglamento General de Alimentos citado, que
inicialmente era única en el derecho positivo, que establecía que:
"Cuando en este Reglamento se deje alguna medida, reglamentación
o providencia, a juicio de la autoridad sanitaria, se entiende que tal
medida, reglamentación o providencia debe estar fundada en principios,
49
normas, directrices o apreciaciones de carácter científico o técnico y de
ninguna manera podrá ser el resultado de una actuación arbitraria"(art. 2).
Este es otro de los límites impuestos al ejercicio del poder
discrecional, en el sentido de que éste debe ser usado técnicamente
por la autoridad administrativa: La prohibición de utilizar
determinados utensilios en la elaboración de alimentos debe estar
fundada en razones de carácter técnico, es decir, en que del análisis
del utensilio se ha comprobado científicamente que contiene
substancias capaces de alterar el alimento.
Este principio del viejo Reglamento, como se dijo, se recogió
textualmente en el artículo 12 de la Ley venezolana de
Procedimientos Administrativos de 1982, al disponer que «Aún
cuando una disposición legal o reglamentaria deje alguna medida o
providencia a juicio de la autoridad competente, dicha medida o
providencia deberá mantener la debida proporcionalidad y
adecuación con el supuesto de hecho y con los fines de la norma, y
cumplir los trámites, requisitos y formalidades necesarios para su
validez y eficacia».
4. Los límites impuestos por el principio de la justicia
Pero además de la exigencia de que el acto administrativo
discrecional sea racional, la jurisprudencia en distintas decisiones ha
exigido que sea justo. El poder discrecional está dado a la autoridad
administrativa para que obre "según su prudente arbitrio,
consultando lo más equitativo o racional, en obsequio de la justicia y de
la imparcialidad"136. Por ello la "discrecionalidad no implica
arbitrariedad ni injusticia"137, y en todo caso, la potestad discrecional
50
del funcionario administrativo, "no puede traspasar los lindes de la
verdad y de la equidad"138.
En este sentido, puede ser controlada judicialmente la falta de
equidad manifiesta o "iniquidad manifiesta"139 en los actos
discrecionales, así como también su injusticia manifiesta140.
En este sentido el principio de la equidad como integrante del
más amplio de justicia, funciona al lado de la libertad de apreciar la
oportunidad, "como uno de los principios inspiradores para la
obtención del mejor contenido del acto, tratando que la autoridad
administrativa elija entre las diversas soluciones la más equitativa, la
mejor que respete los intereses de la administración y de los
administradores"141.
Por otra parte, el acto administrativo discrecional no puede crear
situaciones manifiestamente injustas. Clásico ere el cláisco ejemplo de
la jurisprudencia italiana por el cual se "anulaba un acto
administrativo de separación por escaso rendimiento de un
ferroviario, cuya capacidad había sido notablemente disminuida a
causa del servicio"142, lo que producía una situación manifiestamente
injusta.
De todo lo antes expuesto resulta, en consecuencia, que “la
discrecionalidad no implica arbitrariedad”143.Es decir, la Administración,
cuando realiza una determinada actividad en ejercicio del poder
138 Vid. sentencia de la antigua Corte Federal de 9 de agosto de 1957 en Gaceta Forense,
2ª etapa, Nº 17, 1957, p. 135.
139 Cfr. Eduardo García De Enterria, "La interdicción de la arbitrariedad en la Potestad
Reglamentaria", Revista de Administración Pública, Nº 30, 1959, p. 164; M. M. Diez, El
Acto Administrativo, Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires, 1956, p. 197.
140 Cfr. S. Martin-Retortillo Baquer, "El exceso de poder...", loc. cit., p. 148.
141 M. M. Díez, op. cit., p. 198.
142 S. Martin-Retortillo Baquer, "El exceso de poder. . .", loc. cit., p. 149.
143 Vid. sentencia de la antigua Corte Federal de 24 de febrero de 1956 en Gaceta Forense,
2ª etapa, Nº 11, 1956, p. 28; sentencia de la misma Corte de 17 de julio de 1953 en
Gaceta Forense, 2ª etapa, Nº 1, 1953, pp. 151-152; y sentencia de la misma Corte
Federal de 26 de noviembre de 1959, en Gaceta Forense, 2ª etapa, Nº 26, 1959, p. 125.
51
discrecional, además de estar enmarcada su actuación dentro de los
requisitos legales generales, la misma debe ser racional, justa, igual y
proporcional, pues de lo contrario sería arbitraria, es decir, irracional,
injusta, desigual o desproporcionada, lo que produciría la posibilidad
de ser controlada judicialmente por los tribunales contencioso-
administrativa. Por ello, precisamente, en materia de ejercicio del
poder discrecional es que se ha hablado, y tan bien, de la "interdicción
de la arbitrariedad" como limitación al mismo144.
52
Revista Chilena de Derecho, Vol. 25 N” 2, pp. 309.327 (1998). Sección Estudms
Pierre Bon
Profesor de la Universidad de Pnu y de los países del Adour (Francia).
Director del Instituto de Estudios Jurídicos Ibtucos e Iberoamericanos
* Traducido del francés por Alejandro Vergara Blanco, profesor de la Pontificia LJniverw
dad Católica de Chde. en el marco del Proyecto ECOSICONICYT C94H09, “Les m~mfwm du
dmtpublic” (1995.1997).
310 REVISTACHILENADEDERECHO [Vd. 25
La tercera hipótesis dice relación con los bienes llamados “propios” del
concesionario, es decir aquellos bienes que son de su propiedad y que no
están clasificados por el pliego de condiciones ni entre los bienes de reinte-
gro ni entre los bienes de recuperación. Por tratarse de propiedad de la perso-
na privada, ellos no pueden además formar parte del domrnio público.
En definitiva, la única originalidad de estas reglas que acaban de ser
expuestas dice relación con los bienes de reintegro: ficticiamente conside-
rados desde el origen de propiedad de la persona pública, cllos pueden
formar parte del dominio público, aunque es posible a pesar de todo estimar
que ellos formaban entonces parte del patrimonio de la persona privada.
El régimen jurídico aplicable a los bienes que forman parte del dominio
público presenta la característica esencial de ser un régtmen ampliamente
exorbitante del derecho común, como lo muestra el estudio sucesivo de sus
tres principales componentes: el régimen de protección, cl régimen de uso y
el régimen de vectndad.
los terceros podrían intentar ocupar sin título un bien que forma parte del
dominio público.
Para evitar estos tres grandes riesgos y en consecuencia proteger cficaz-
mente el dominio público, un cierto número de reglas exorbitantes del derecho
común han sido establecidas. Cuatro son esenciales: el principio de la
inalienabilidad del dominio público; la pdice (vigilancia) de la conservación
del dominio público; la obligación para la administración de conservar el do-
minio público; y, la lucha contra los ocupantessin título del dominio público.
B. El régimen de uso
Se trata del conjunto de reglas que definen la manera por la que los
administrados pueden utilizar el dominio público. Estas reglas son diferentes
según si la dependencia del dominio público está afectada al uso público o a
un servicio público.
. El principio de libertad.
servicio público, las que deben respetar estas empresas si desean continuar
siendo autorizadas para utilizar el dominio público (Consejo de Estado, 5 de
mayo de 1944, Compagnie muritinre de I’Afrique orientale). Esa así como, en
un caso excepcional, el Consejo de Estado ha juzgado que a una sociedad
que efectúa el remolque en un puerto puede la administración imponerle
verdaderas obligaciones de servicio público, como igualmente condiciones
de autorización que ella está obligada a solicitar. Es el mismo caso para las
empresasde transporte público de pasajerosy para los taxis.
. El principio de gratuidad
. El principio de igualdad
C. El régimen de vecindad
Se entiende por tal las cargas recíprocas que el dominio público y las
propietarios privados vecinos soportan por el hecho de su contigtiidad. Es así
que existen cargas de vecindad que benefician al dominio público y que se
imponen sobre las propiedades vecinas y cargas de vecindad que se imponen
sobre el dominio público y benefician a los propietarios vecinos.
Ellas no existen sino sólo para el bcncficio de los vecinos a las vías
públicas, quienes disponen de los tres derechos siguientes:
En primer lugar, un derecho de acceso. que puede beneficiar tanto al
propietario como a toda persona que acuda a un inmueble limítrofe de la vía
pública. Este derecho permite abrir puertas o portales que den sobre la vía
pública. Este derecho permite igualmente a los vecinos estacionar sobre la
19981 BON:DOMINIOPUBLICOANTEELDERECHOFRANCES 327
Laburpena: Testu honek egileak duela gutxi emandako hitzaldi bat jasotzen du, eta, bertan, gure herrian gero eta
larriagoa den arazoa plazaratzen du, hain zuzen, alderdi politikoak, eta neurri txikiagoan, erakunde sindikal handienak,
konfiantza-irizpideetan oinarritutako izendapen eta kontratuen bidez, enplegu publikoa kolonizatzen ari direla esaten du.
Kolonizazio horrek sistema politiko eta administratiboaren funtzionamenduan ondorio kaltegarriak dituela argi uzten du
egileak. Horrez gain, enplegu publikoan konfiantza politikoko irizpideek eta klientelismoak nola egiten duten aurrera azal-
tzen du. Azkenik, egoera hori zuzentzeko legezko hainbat neurri aztertzen dira, baina horiek praktikan jartzeko ohitura poli-
tikoen erabateko aldaketa behar da, eta hori gizarteak bakarrik, hau da, hautesleek exijitu ahal diete alderdiei.
Hitz gakoak: Alderdi-estatua; enplegu publikoa; konfiantza politikoa.
Resumen: El presente texto recoge una reciente conferencia del autor en la que se plantea el problema, cada vez
más agudo en nuestro país, de la colonización del empleo público por los partidos políticos y, en menor medida, por
las mayores organizaciones sindicales, a través de nombramientos y contratos basados en criterios de confianza. Se ex-
ponen las consecuencias nocivas que ello tiene para el correcto funcionamiento del sistema político y administrativo,
así como las vías por las que se produce esa penetración de los criterios de confianza política y del clientelismo en el
empleo público. Finalmente se abordan algunas medidas legales para corregir la situación, que, sin embargo, requieren
para su puesta en práctica de un cambio radical de los usos políticos, que sólo la sociedad —los electores— podría im-
poner a los partidos.
Palabras clave: Estado de partidos; empleo público; confianza política.
Abstract: The article contains a recent paper by the author where he considers the problem, which is becoming
increasingly more acute in our country, of the colonization of public-sector employment by the political parties and, to
a lesser extent, by the leading trade union organisations, by means of appointments and contracts based on confidence
criteria. The ensuring harmful consequences for the administrative and political system to operate correctly are discussed,
along with the channels used for the patronage system to penetrate public-sector employment. Finally, some legal
measures are proposed to correct the situation, whose implementation, however, requires a radical change in political
customs, which only society —the voters— could impose on the parties.
Keywords: Party State; public-sector employment; political confidence.
* El presente texto tiene su origen en la conferencia que pronuncié en Vitoria-Gasteiz el día 10 de junio de 2010, en el marco
del «VI Congreso Internacional sobre Gestión de Recursos Humanos en la Administración Pública». Posteriormente he aña-
dido ciertas precisiones —algunas consecuencias del debate que siguió a la presentación— y las notas a pie de página.
Pero he preferido mantener el carácter directo y llano de la exposición, sin transformarlo en un análisis más minucioso y
documentado, para el que habrá otras ocasiones.
Sumario
I. La hipertrofia del Estado de partidos y criterios de igualdad, mérito y capacidad. Y así lo dis-
sus consecuencias negativas sobre el pone claramente también el artículo 103.3 de nuestra
sistema administrativo Constitución.
Sucede, no obstante, que las democracias actua-
La presente intervención tiene por objeto expo- les y entre ellas la nuestra adoptan la forma histórica,
ner un problema de nuestro sistema de empleo pú- constitucionalizada incluso, del «Estado de partidos»1,
blico no por conocido menos importante y que se pues son los partidos los que organizan y encauzan
ha venido agravando con el tiempo. Me refiero a la básicamente la vida política de la comunidad y pro-
progresiva colonización del empleo público por los veen a la presentación ante los electores de los can-
partidos políticos —y en menor medida por las prin- didatos a representantes políticos, así como los que
cipales organizaciones sindicales—, consistente en sostienen a los Gobiernos electos o procuran su sus-
la reserva y ampliación de cargos y empleos públicos titución. El área gubernativa, que incluye la dirección
o del sector público a los que se accede por estrictas política de las Administraciones públicas, es, además
razones de confianza política o de confianza personal de los Parlamentos, el ámbito característico de la ac-
de quienes ejercen el poder político, así como a la in- tuación de los partidos. De ahí que sea lógico y natural
fluencia de los vínculos políticos —o sindicales— en designar a los miembros del Gobierno y aun a otros al-
el sistema de acceso al empleo público y en la carrera tos cargos que adoptan decisiones políticas relevantes
funcionarial. con criterios de partido o de confianza política.
Antes de exponer los datos y apreciaciones en Ahora bien, no se puede olvidar que los parti-
que se basa el análisis de la cuestión, conviene expli- dos políticos son a la vez organizaciones de perso-
car por qué estamos ante un problema y cuáles son nas con intereses comunes, que se apoyan entre sí y
sus consecuencias. que compiten con los demás para alcanzar y retener
En tal sentido, hay que empezar recordando que el poder. El partido es, en este sentido, una political
en nuestro sistema constitucional, al igual que en los enterprise. Como tal, uno de los elementos de cohe-
del resto de los Estados de nuestra área geopolítica sión interna de los partidos —máxime en tiempos
—no sólo la Unión Europea sino la de las democracias como el nuestro en que las diferencias ideológicas se
más asentadas— la Administración pública es y debe difuminan en la práctica de la gestión política cotidia-
seguir siendo una organización profesional, que es di- na— es el reparto de cargos y empleos públicos o la
rigida por los gobiernos democráticamente elegidos expectativa de repartirlos. Y como todo poder tiende
para el logro de sus fines de interés público, pero que a expandirse hasta donde le es posible, resulta que
no se confunde con el Gobierno de turno. Nuestra los partidos son proclives a incrementar el número de
Constitución expresa muy adecuadamente esta idea cargos a distribuir entre sus afiliados y afines o entre
en el artículo 103.1, al disponer que la Administración sus clientelas, invadiendo en su caso zonas o ámbitos
Pública sirve con objetividad los intereses generales. que tradicionalmente se han reservado o que lógica-
Intereses que definen las leyes y otras normas jurídicas mente —y jurídicamente— deberían estar reservados
en vigor y que, en el marco de las mismas, concretan al empleo público profesional, por no tratarse de car-
los órganos de gobierno del Estado, de las Comunida- gos donde se adoptan decisiones de trascendencia
des Autónomas y de las entidades locales. Pero intere- política sino de ejecución de las leyes o decisiones de
ses que deben ser perseguidos «con objetividad», es contenido técnico.
decir, sin acepción de personas ni discriminaciones o
Esta tendencia puede ser común a todos los re-
interferencias partidarias, además de con eficacia.
gímenes democráticos que conocemos. Pero en mu-
De ahí que, como en el resto de los Estados de chos de ellos —y desde luego en las democracias eu-
nuestro entorno y como en las instituciones de la pro- ropeas más fuertes así como en las instituciones de la
pia Unión Europea, el acceso al empleo público y la Unión Europea— se han establecido criterios y reglas
carrera profesional dentro de él deba estar regida por jurídicas por lo general claras —o cuando menos usos
políticos consolidados— para conseguir un equilibrio Antes de analizar la extensión del fenómeno con-
entre la dirección política gubernativa y la Administra- viene, no obstante, recordar sus consecuencias.
ción profesional, entre el área de gobierno y la buro-
Por un lado, los nombramientos por razones de
cracia administrativa, regidas por principios y criterios
estricta confianza política pueden y suelen mermar
de acceso diferentes. Por ello son limitados los cargos
la eficacia de la Administración. Pues el criterio esen-
públicos que, más allá de los miembros del Gobierno,
cial de selección interna o externa de los partidos no
se pueden cubrir por meros criterios de confianza po-
es el mérito y la capacidad sino la fidelidad. O, dicho
lítica, ya que la inmensa mayoría, inclusive entre los
de otro modo, el mérito se confunde frecuentemen-
cargos de alta dirección, se proveen por funcionarios
te con la fidelidad de los elegidos, mientras que su
de carrera o, en cualquier caso, en virtud de criterios
capacidad queda en un plano secundario. Eso no
de selección objetiva por méritos.
significa —no se entienda mal— una descalificación
Dichas reglas existen también en nuestro orde- global de quienes desempeñan un cargo público en
namiento jurídico, pues a ello obliga el artículo 103 virtud de un nombramiento político ni afirmar que
de la Constitución. Sin embargo, se trata de normas sus capacidades personales carezcan de relieve. Por
hoy por hoy muy imperfectas, que no impiden una el contario, es obvio que muchos de ellos —segura-
gradual expansión del sistema de confianza política mente la mayoría— poseen buenas cualidades para
en el nombramiento de cargos públicos. Y además desempeñarlos, demostradas con antelación. Gran
son reglas que no siempre se cumplen de manera parte de los cargos de confianza son de hecho fun-
estricta, a falta de garantías efectivas y en razón de cionarios de carrera de los cuerpos superiores o pro-
hábitos y prácticas de selección secularmente des- fesionales de prestigio, en su mayoría no afiliados a
viadas. En consecuencia, nuestro «Estado de parti- un partido, o bien son personas que han ido adqui-
dos», a diferencia de otros, adolece de una manifiesta riendo experiencia política y de gestión pública en
hipertrofia, que se corresponde por lo demás con la cargos inferiores. Pero el criterio de la confianza po-
estrechez de los cauces de participación y represen- lítica no asegura esa idoneidad y, por otra parte, pro-
tación política que funcionan en la práctica y con las pende a multiplicar cargos sin excesivas o claras fun-
rigideces de nuestro sistema electoral, fundado en el ciones para compensar la fidelidad de otras personas
criterio de listas cerradas y bloqueadas y poco per- que no han podido ocupar o han dejado de desem-
meable al desarrollo de nuevas formaciones políticas peñar en un momento dado cargos de responsabili-
minoritarias. dad política. La multiplicación de cargos de confian-
za es además una vía indirecta de financiación los
Esa hipertrofia partidista de nuestra vida institu-
partidos, pues es común que el designado deba abo-
cional tiene manifestaciones perversas, que a la vista
nar una parte de su sueldo al partido, en virtud de
están. La más notoria es el reparto por cuotas parti-
normas internas escritas o no. En ciertos casos esta
distas de los cargos de designación parlamentaria en
circunstancia contribuye también a aumentar el nú-
instituciones jurisdiccionales y en algunos organismos
mero de cargos de confianza2.
de control y regulación —las llamadas autoridades
«independientes» y otros entes públicos— o el blo- Por otra parte y de manera más clara aun, ese tipo
queo de los nombramientos por intereses puramente de nombramientos merma las garantías de imparciali-
partidistas. Grave cuestión esta que desprestigia a las dad con que la Administración debe actuar e inclusive
propias instituciones afectadas, entre ellas nada me- la transparencia administrativa. Pensemos que hoy en
nos que el Tribunal Constitucional y el Consejo Gene- día las Administraciones públicas no son sólo entida-
ral del Poder Judicial, y de hecho aleja de las respon- des prestadoras de servicios públicos —cada vez mo-
sabilidades públicas en tales órganos a muchos de los nopolizan menos esa prestación— sino entidades de
mejores candidatos posibles, pues es cada vez más regulación, de control, de fomento, que ejercen pode-
obvio que sólo tienen oportunidad de ser nombra- res de autorización o licencia, concesión, contratación
dos aquellos que mantienen una relación estrecha de pública, subvención, supervisión y sanción. De las Ad-
confianza con alguno de los partidos mayoritarios o, ministraciones públicas dependen muchas activida-
en el ámbito judicial, con las diferentes asociaciones des y negocios privados y por eso la imparcialidad y la
profesionales, a su vez divididas por criterios ideológi- transparencia son fundamentales, pues de lo contrario
cos. Lo que se traduce además en un menoscabo, real se convierten en fábricas de hacer favores. De ahí que
o aparente, de la independencia de esos otros Pode- en muchos casos la garantía esencial sea la interven-
res y organismos de control. Pero hay otras manifes- ción decisoria o preceptiva de un funcionario o de un
taciones que afectan directamente al funcionamiento órgano colegiado de composición profesional cuyos
de las Administraciones públicas, que es de lo que miembros carezcan de vínculos clientelares y tengan
aquí se va a tratar. asegurada la inamovilidad burocrática3. Sin hablar
ahora de las dificultades que plantea sacar la luz las querido nombrar Director General a alguien que no
irregularidades y conductas delictivas en el seno de la era funcionario. Con todo, es cierto que el criterio le-
Administración, cuando quienes pueden tener cono- gal supone un límite que se procura cumplir y, de he-
cimiento de ellas deben su cargo a la confianza de los cho, en la Administración General del Estado la gran
presuntos responsables o sus compañeros de partido mayoría de los Directores Generales son funcionarios
o bien pueden temer por su carrera o por su misma si- superiores.
tuación profesional en el empleo público.
Esa exigencia de profesionalidad para cargos de
En resumen y por todo ello, el nombramiento de nivel semejante no existe en cambio en las leyes de
cargos de designación política o por este tipo de cri- organización gubernativa y administrativa de las Co-
terios debe estar claramente limitado y constituir una munidades Autónomas. Por el contrario, en éstas los
estricta excepción para aquellos casos en que esté jus- Directores Generales son cargos de estricta confianza
tificado. Este es un límite necesario del Estado de par- política. Y no sólo ellos sino que en algunas Comuni-
tidos y una cautela básica para el buen funcionamien- dades Autónomas también lo son otros cargos direc-
to de la democracia. tivos creados por su legislación propia: viceconsejeros,
comisionados, directores o delegados provinciales e
inclusive en ciertas Comunidades Autónomas otros
II. Vías que se utilizan para ampliar el cargos de las Consejerías de rango inferior a Director
ámbito de los nombramientos por ra- General.
zones de confianza política De la misma manera, no existen límites efectivos
a este tipo de nombramientos políticos en las enti-
Lamentablemente no se ha entendido así en dades locales, pues, aunque la Ley de Modernización
nuestra práctica política y, como he señalado, la situa- de los Gobiernos Locales de 2003 (Ley 57/2003, de
ción se ha ido agravando, no obstante las opiniones 16 de diciembre) los introdujo en términos semejan-
críticas de los intelectuales, de la doctrina jurídica, los tes a los de la LOFAGE para los municipios de gran
pronunciamientos de los Tribunales y el cada vez más población (y solo para éstos), las excepciones a la
extendido clamor de la opinión pública expresada a regla de que los coordinadores de área y los directo-
través de los medios de comunicación o revelada por res generales sean funcionarios, legalmente posibles
los sondeos de opinión. (art. 130.3 LBRL), son sin duda numerosas. Es más,
Varias son las vías a través de las cuales se ha veni- muchas entidades locales siguen aplicando el artícu-
do ampliando en nuestras Administraciones públicas lo 176.3 del Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18
el número y el ámbito de los nombramientos por ra- de abril, que permite el desempeño de cargos direc-
zones de confianza política y que ahora conviene co- tivos locales por funcionarios eventuales, de estricta
mentar brevemente. confianza política, a pesar de que la vigencia de ese
precepto es más que dudosa tras la aprobación del
a) La primera es, directamente, el gradual incre-
EBEP (Ley 7/2007, de 12 de abril)5.
mento de los altos cargos de designación política en
las diferentes Administraciones territoriales. Hay que insistir en que esta libertad de nombra-
miento no descalifica a quienes desempeñan los car-
Sólo en la Administración General del Estado, en vir-
gos en cuestión, gran parte de los cuales son en efec-
tud de la LOFAGE de 1997 (Ley 6/1997, de 14 de abril),
to funcionarios superiores u otras personas con gran
se estableció un límite más o menos preciso (y no del
experiencia. Pero hay una inflación de cargos públicos
todo) entre los cargos puramente políticos y otros car-
de confianza, no todos ellos necesarios ni mucho me-
gos superiores o directivos que precisan ser nombra-
nos, como los actuales recortes presupuestarios vie-
dos entre funcionarios públicos. Aún así, en el caso
nen a demostrar.
de los Directores Generales, que como regla general
deben ser funcionarios superiores, se admitió la ex- b) La segunda vía es el nombramiento de perso-
cepción por causas justificadas, lo que ha permitido al nal eventual al servicio de los altos cargos. Estos pues-
Gobierno utilizarla cada vez que le ha parecido opor- tos de trabajo, que no conllevan responsabilidades de
tuno. A pesar de que el Tribunal Supremo ha reitera- gestión y menos de dirección, han sido siempre propi-
do que ello sólo es posible en virtud de una justifica- cios para recompensar a militantes de partido y otros
ción objetiva y suficiente, no abstracta sino específica, afines y su número ha crecido con el tiempo. Ahora,
y en función de lo que establezcan las normas de es- en la Administración General del Estado, donde son
tructura orgánica de cada Ministerio4, el Gobierno ha más de 600 según los datos publicados6, y en virtud
venido modificando dichas normas de organización, de la política de reducción de estructuras se ha esta-
con justificaciones más bien formales, siempre que ha blecido un límite cuantitativo (RD 495/2010, de 30 de
abril), pero no precisamente modesto: un Director con la IGAE, cerca de 2.200 dependen de las Comunidades
rango de Subsecretario y trece asesores para los Gabi- Autónomas, 473 del Estado y el resto de las entidades
netes de los tres Vicepresidentes del Gobierno (nada locales8.
se dice, por cierto, del Gabinete del Presidente, donde
Es obvio que no todos aquellos que trabajan en
se concentra el mayor número de eventuales); un Di-
estas entidades del sector público deben su empleo
rector con rango de Director General más cinco ase-
a razones de confianza política y es obvio también
sores para los Gabinetes de los Ministros; un Director
que en muchos casos la finalidad y características de
más tres asesores para los Gabinetes de los Secretarios
la institución exige procesos rápidos de selección de
de Estado. El rango mínimo de todos esos asesores es personal. Pero debe tenerse en cuenta que esta Admi-
de Subdirector General. Pero además se prevé que los nistración paralela cuenta en la actualidad con unos
puestos de las oficinas o unidades de prensa y «rela- 300.000 o 400.000 empleados, que es la diferencia
ciones sociales» también pueden ser cubiertos por existente entre el número de empleados del sector
personal eventual. público que indica la EPA y que sobrepasa claramente
En este tipo de nombramientos, sin duda, las los 3.000.000 de efectivos, con los datos del Registro
Comunidades Autónomas no van a la zaga de la del Central de Personal, que suma casi 2.670.000 emplea-
Estado, aunque no en todas ellas existe información dos públicos de las Administraciones territoriales, de
fácilmente accesible sobre los datos. Tampoco las en- Justicia, Universidades y otros organismos autónomos
tidades locales, siendo así que muchas Diputaciones administrativos. Sin duda la situación es propicia para
Provinciales y municipios de gran población o inclu- extender el campo de la contratación sin vinculación a
so de media dimensión cuentan con varias decenas criterios de mérito contrastados.
de empleados eventuales7, para cuya designación se d) En fin, la influencia de los criterios de confianza
suelen tener en cuenta cuotas de partido y que no política en el sistema de empleo público se manifiesta
raramente recaen sobre integrantes de las listas elec- también de otras maneras.
torales que no alcanzaron un cargo representativo
en las últimas elecciones. A lo que hay que sumar los Por una parte, da pie a ello el sistema de libre
eventuales que prestan servicio en otras instituciones designación para la provisión de puestos de trabajo
públicas, inclusive ciertos órganos del Poder Judicial y entre funcionarios públicos. En la medida en que ese
órganos constitucionales, en las Universidades y entes sistema se ha entendido como una libertad absoluta
públicos de todo tipo. Aunque no conozco datos esta- de nombramiento entre quienes participan en la co-
dísticos completos —y dudo de que existan—, es fácil rrespondiente convocatoria, los criterios de mera pre-
deducir que estamos hablando de bastantes miles de ferencia política o personal tienen cabida en el mismo.
puestos de trabajo en la actualidad. Pero no solo eso, sino que la inmoderada (y muchas
veces ilegal) extensión del procedimiento de libre de-
c) En tercer lugar, hay que tener en cuenta que signación afecta a las garantías de imparcialidad del
junto a las Administraciones públicas tradicionales, se funcionario público, que sabe que para aspirar a cier-
ha ido creando una especie de Administración parale- tos puestos de nivel superior no es suficiente con sus
la compuesta de sociedades públicas o semipúblicas, méritos profesionales.
fundaciones del sector público, consorcios y otros en-
tes semejantes, dependientes de hecho o de derecho Tampoco ofrecen demasiadas garantías algunos
de los entes públicos y financiados total o mayoritaria- procedimientos de nombramiento de personal inte-
mente con fondos públicos. Normalmente el acceso rino y, sobre todo, de contratados temporales, que
al empleo público en todas estas entidades del sector después por cierto se eternizan con frecuencia en
público no se produce mediante pruebas selectivas esa condición hasta que pueden consolidar su pues-
de ningún tipo ni con publicidad alguna, por lo que to de trabajo en virtud de un concurso-oposición a la
no resulta complicado «colocar» en ellas a personas carta u otras vías igualmente artificiosas. La tentación
con las que existe un vínculo de confianza política o de hacer un uso clientelar de esas formas de empleo
público precario es sin duda fuerte, sobre todo en las
personal.
entidades locales y especialmente en zonas muy cas-
Esta Administración paralela ha crecido con fuerza tigadas por el paro. Y eso pese a que a veces el precio
en las dos últimas décadas. Si incluimos en ella a to- es muy alto (para el contribuyente), como demuestra
dos los organismos públicos no territoriales o instru- le experiencia de algunos Ayuntamientos que han in-
mentales, entre ellos los más clásicos, el número total crementado en exceso sus plantillas de esta manera y
de entidades que la componen se acerca los 4.000, después se han visto obligados a intentar la tramita-
contando las que dependen de los tres niveles terri- ción de un ERE por la imposibilidad de pagar las nó-
toriales de gobierno. Más de la mitad, según datos de minas a sus numerosos empleados.
En fin, es claro que no siempre los procedimientos si se prefiere, de las carencias de nuestra cultura po-
de selección mediante pruebas de acceso fundadas lítica, que empuja muchas veces a los gobernantes a
en el mérito y capacidad están exentos de interferen- atender más los intereses de partido inmediatos que a
cias políticas y sindicales en algunas Administraciones criterios institucionales de más largo alcance, esto es,
públicas, pese a que quienes ostentan cargos políticos a la necesidad de sostener la estabilidad y mejorar el
o de confianza política ya no pueden formar parte de prestigio y el buen funcionamiento de las institucio-
los órganos de selección, conforme al artículo 60.1 del nes políticas y administrativas.
EBEP. Pero es significativo al respecto que los sindica- Veamos, no obstante, cuales son algunas de las re-
tos se opusieran tajantemente a su exclusión de los formas pendientes.
mismos, cuando se tramitó el EBEP, y que consiguieran
una fórmula legal descafeinada9, que en la práctica no a) La primera de ellas es la que afecta a los cargos
ha impedido que sigan nombrando a delegados sin- directivos de las Administraciones públicas. Con in-
dicales como miembros de los órganos de selección. dependencia ahora de su número y nivel, lo que más
A través de esa presencia, en si mismo poco justifica- importa es que esos puestos se cubran entre personas
ble, los representantes sindicales pueden seguir ejer- con capacidad y experiencia contrastada, en virtud de
ciendo una influencia a favor de sus clientelas, aunque procedimientos de selección públicos y con la inter-
por lo común este problema afecta solo al acceso a vención de órganos de selección o preselección de
los cuerpos y categorías inferiores del empleo público. carecer técnico. Eso es lo que sucede, por una u otra
No obstante lo cual, ese tipo de pruebas de selección vía, en la mayor parte de los Estados más relevantes
(la oposición o el concurso-oposición) sigue siendo la de la Unión Europea11.
mejor garantía frente a lo que denominamos la captu- No quiere decirse con ello que todos los cargos
ra del empleo público. directivos del sector público deben quedar reservados
En definitiva, podríamos plantearnos cuántos de a funcionarios superiores, pues sin duda hay muchos
quienes perciben su salario de una entidad del sector profesionales del sector privado que pueden desem-
público deben esencialmente el cargo o el empleo peñarlos con provecho, especialmente en las áreas
que desempeñan, de una u otra manera, a criterios de más afines al funcionamiento de las empresas. Tampo-
confianza o preferencia política o a la influencia de los co hay que excluir que en la selección puedan jugar
sindicatos. Sin duda un porcentaje relevante de esos criterios de preferencia por razones de confianza, po-
tres millones de empleados, aunque no sea posible, lítica o personal. Pero deben introducirse mecanismos
por razones obvias, aventurar una cifra. legales de selección o de propuesta de nombramien-
to en los que lo fundamental sea la comprobación
de los méritos y capacidades de los candidatos. So-
III. Remedios legales aplicables bre esta base, excluyendo pues a quienes carecen de
ellos, pueden aplicarse criterios de confianza, esencia-
Llegados a esta situación, lo que sí podemos pre- les para la estabilidad y eficacia de los equipos directi-
guntarnos es qué debería hacerse para poner remedio vos. El artículo 13 del EBEP, pese a sus ambigüedades,
a la misma o, al menos —siendo más realista— para permite establecer una regulación semejante del per-
reducir el problema y evitar que acabe por distorsio- sonal directivo público. Pero apenas se ha desarrollado
nar el entero sistema del empleo público basado en y aplicado.
las previsiones constitucionales. b) Por lo que se refiere al personal eventual exis-
La respuesta no es difícil en el plano de la teoría tente en todas las Administraciones Públicas, habida
y ha sido ya avanzada por estudios de muy diferente cuenta de que es por definición personal de estric-
tipo. Incluso algunas propuestas concretas se formu- ta confianza política de quien lo nombra, deberían al
laron ya por la Comisión para el Estudio y Preparación menos establecerse límites cuantitativos estrictos a
del Estatuto Básico del Empleado Público10. Pero des- través de leyes u otras normas generales, que evitaran
pués esas propuestas quedaron muy difuminadas en el abuso de esos nombramientos. Deberían especifi-
carse también las funciones de confianza o asesora-
el texto de esta Ley o, sencillamente, no se recogieron
miento especial que legitiman ese tipo de empleo pú-
en ella. Y las que lo están no han sido hasta ahora de-
blico, excluyendo todas aquellas que sean propias de
sarrolladas de manera cumplida por la legislación com-
una actividad profesional, incluidas las de relaciones
plementaria, del Estado y de las Comunidades Autóno-
públicas y servicios de comunicación y prensa y más
mas, de manera que poco se ha hecho al respecto.
aun la elaboración de informes preceptivos. Y, muy en
Pues el problema fundamental sigue siendo, entre particular, debería introducirse un alto grado de trans-
nosotros, un problema de falta de voluntad política o, parencia en esos nombramientos, de manera que el
ciudadano pueda conocer en todo momento cuál es e) Otra de las medidas a adoptar sería limitar las
el número de eventuales de cada Gobierno —estatal, convocatorias de empleo público precario —interinos
autonómico o local—, quiénes son designados como y contratados temporales— a los casos estrictamen-
tal, cuáles son sus retribuciones y qué funciones con- te previstos en la ley y prohibir de manera tajante, con
cretas están llamados a realizar. previsión de posibles sanciones a los responsables,
que esos nombramientos y contratos sobrepasen el
c) Por lo que se refiere a los entes instrumentales
plazo máximo legal. Así se propuso ya por la Comisión
del sector público, parece claro que la crisis econó-
mica exige ya de por sí una cierta poda y de hecho de expertos para la preparación del EBEP, sin que tal
las diferentes Administraciones han empezado a ela- propuesta fuera recogida en ese texto legal.
borar e incluso a publicar normas y planes de reorde- f ) En fin, es preciso profundizar en la reforma del
nación. Pero ésta debería hacerse previo análisis de- sistema de selección de los empleados públicos para
tenido de las funciones de cada ente y en atención a dotarlo de mayor transparencia y objetividad, no in-
criterios de necesidad y eficacia y llevarse a la prácti- compatible con una mayor agilidad. Para eso y, en
ca con decisión, cosa que no suele ser fácil. En cual- concreto, para desterrar las interferencias políticas y
quier caso, convendría también hacer público quié- sindicales debería avanzarse hacia un modelo de se-
nes son los administradores y directivos de todos lección profesional y especializada, por ejemplo como
esos entes del sector público, así como establecer el que organiza la Unión Europea a través de la Oficina
también normas estatutarias de selección de esos Europea de Selección de Personal (EPSO).
directivos, que sean ágiles y flexibles, si se quiere,
pero al mismo tiempo transparentes y fundadas en
estrictos criterios de profesionalidad y experiencia. IV. Conclusión
El Real Decreto-ley 8/2010, de 20 de mayo, de medi-
das para la reducción del déficit público ha dado un Está claro, sin embargo, que todas estas propues-
primer paso en esta dirección, al crear un registro del tas u otras semejantes que puedan articularse en la
personal directivo del sector público estatal, depen- misma dirección no podrán abordarse o no se abor-
diente del MEH, que debe incluir a todo el personal darán con rigor mientras no haya un cambio en esa
que ejerza funciones ejecutivas del máximo nivel en nuestra cultura política que ha dado prioridad excesi-
sociedades, fundaciones y consorcios pertenecientes va a los intereses de los partidos políticos sobre todo
a ese sector público. Lo mismo debería empezar por lo demás.
hacerse en las Comunidades Autónomas y en la Ad-
ministración Local. Pero quizá la crisis actual —que entre nosotros no
es sólo un crisis económica profunda, que ya de por
d) Convendría además modificar el sistema de sí obliga a algunas reformas de calado para reducir el
libre designación para el desempeño de puestos de déficit público, sino también una crisis de confianza en
trabajo de la alta función pública. En primer lugar, es los gobernantes, en los partidos políticos y en su acti-
necesario poner coto al abuso de este tipo de pro- tud, como confirman todas las encuestas— suponga
cedimiento, siguiendo las pautas que viene marcan- una oportunidad. De hecho, ha bastado el anuncio de
do el Tribunal Supremo. Pero, sobre todo, es preciso las medidas anticrisis que afectan al aparato público
entender que libre designación no equivale a nom- para que hayan empezado a multiplicarse las voces
bramiento libre y libre cese, sino que se trata de un críticas con la inflación de altos cargos y de personal
procedimiento de selección fundado en el mérito y eventual, con la dimensión excesiva del sector públi-
la capacidad, aunque no dependa de la aplicación co y sus ineficiencias, con la orientación clientelar de
de un baremo. Así lo ha empezado a dejar claro un la política de personal de no pocas Administraciones,
importante giro doctrinal del propio Tribunal Supre- con los privilegios de los sindicatos del sector públi-
mo12, que exige que en las convocatorias correspon- co13, etc. Si hasta hace poco la exigencia de reformas
dientes se determinen los tipos de méritos y expe- como las que hemos comentado era cuestión limita-
riencia a valorar, en función de las características el da a los más directamente afectados, al debate parla-
puesto de trabajo, y que en los nombramientos se
mentario y a reducidos ámbitos académicos y mediá-
justifique expresamente por qué el designado reúne
ticos, hoy en día es un asunto de interés mucho más
mejores cualidades profesionales que sus competi-
generalizado.
dores a la vista de los criterios elegidos como priori-
tarios. Esta doctrina debería aplicarse ya de manera La sociedad, en efecto, debe hacer sentir a quie-
general por todas las Administraciones Públicas y lle- nes tienen el poder de aprobar las reformas adminis-
varse al texto de los reglamentos y normas de provi- trativas que así no se puede seguir, que el Estado de
sión aplicables. partidos tiene sus límites intrínsecos, esenciales para
que el sistema democrático funcione así como para empleados del sector público, pues, como decía la
generar confianza en el interior y en el exterior, en Constitución de Weimar (art. 130.1), «los funcionarios
la ciudadanía, en los mercados, en las organizacio- son servidores de la totalidad y no de un partido».
nes internacionales y en los Gobiernos de los demás Esta máxima constituye un límite esencial del llama-
países de la Unión Europea —y aun de otros— con do «Estado de partidos», sin el cual no puede fun-
los que compartimos intereses esenciales, valores e cionar correctamente y entra en un proceso de de-
instituciones. Y eso significa, entre otras muchas co- cadencia. Deriva gravísima esta, pues la democracia
sas, que los partidos políticos (y los sindicatos) no moderna no puede dejar articularse a través de los
pueden funcionar como empresas de colocación de partidos políticos.
Notas
1. Entendiendo por tal, el Estado democrático y pluralista cuya organización político-jurídica funciona y es animada decisi-
vamente por la acción de los partidos políticos. Sobre el Estado de partidos existe una abundante literatura. Me remito
por todos al ya clásico texto de M. García-Pelayo, El Estado de Partidos, Madrid, Alianza Ed., 1986, del que beben algunas
de estas páginas. Es obvio que las democracias actuales no pueden funcionar sin los partidos políticos, por lo que lo que
en el texto se expone no es ni debe entenderse en modo alguno como un rechazo al Estado de partidos, que sería tan-
to como rechazar la democracia misma. Pero ese modelo de Estado —que es también un Estado de Derecho y precisa-
mente porque lo es— implica ciertos límites al poder y la acción de los partidos políticos. Sobre algunos de ellos versa
esta exposición, cuya finalidad no es otra que mejorar el funcionamiento de nuestro sistema democrático tal como se
configura en la Constitución.
2. El problema ha saltado a la luz pública en algunas ocasiones, Por ejemplo, en relación con la «carta financiera» de Esquerra
Republicana de Catalunya y la pluralidad de cargos públicos a la que, de manera expresa o secreta, se aplicaba. Véase, La
Vanguardia, 22 de diciembre de 2006.
3. En repetidas ocasiones se ha planteado, por ejemplo, la necesidad de que las comisiones de urbanismo, municipales, pro-
vinciales o autonómicas, tengan una composición exclusivamente técnica o que las mesas de contratación no estén presi-
didas por cargos políticos, sin que tales propuestas hayan encontrado el menor eco en los partidos capaces de traducirlas
en norma jurídica.
4. SSTS de 7 de diciembre de 2005, 6 de marzo de 2007 y 4 de junio y 12 de diciembre de 2008, así como la más reciente de
3 de septiembre de 2010, que anula el nombramiento de varios Directores Generales. Esta jurisprudencia consolidada exi-
ge que la motivación de la excepción a la necesidad de que el nombramiento recaiga en un funcionario público sea ex-
puesta «en términos que permitan comprender las razones por las cuales la decisión misma es adoptada», lo que permite
un control judicial efectivo de tales excepciones. No obstante y pocos días después de la última y fundamental sentencia
citada, el nuevo Gobierno formado en octubre de 2010 ha vuelto a aumentar el número de Directores Generales que no
precisan ser funcionarios.
5. Véase sobre esas cuestiones, A. Serrano Pascual: El personal de confianza política en las entidades locales, Madrid, La
Ley, 2010.
6. En concreto, 632, según los datos del Registro Central de Personal correspondientes a enero de 2010, si bien en una re-
ciente interpelación parlamentaria (28 de septiembre de 2010), el PP eleva la cifra a 875.
7. Véanse los datos recogidos por A. Serrano Pascual: op cit., sobre las Diputaciones Provinciales y los Ayuntamientos de las
mayores capitales de provincia.
8. Fuente: IGAE, Informe sobre el Sector Público Empresarial y Fundacional en 2007. Ministerio de Economía y Hacienda (página web).
9. Me refiero a la del actual artículo 60.3 del EBEP: «La pertenencia a los órganos de selección será siempre a título individual,
no pudiendo ostentar ésta en representación o por cuenta de nadie».
10. Me remito directamente a ese documento, publicado por el INAP en 2005.
11. Véase, R. Jiménez Asensio: Directivos públicos, Oñate, IVAP, 2006.
12. SSTS de 30 de septiembre de 2009, 19 de octubre de 2009, 23 de noviembre de 2009 y 5 de febrero de 2010, entre otras.
13. Entre ellos no es el menor, por cierto, el excesivo número de liberados sindicales, que ha crecido en los últimos años
muy por encima de lo que la Ley preveía, a lomos de la negociación colectiva. Según la respuesta a una reciente pre-
gunta parlamentaria (Sesión de 20 de octubre de 2010 del Congreso de los Diputados), el número de liberados, a tiem-
po completo o parcial, en la Administración del Estado y organismos dependientes es de 4.200 aproximadamente. No
existen datos más globales, pero teniendo en cuenta otros —fragmentarios— relativos a algunas Comunidades Autó-
nomas (la Comunidad de Madrid, por ejemplo, calcula que son más de 3.500 en su ámbito) y entidades locales, puede
estimarse que el número total de liberados sindicales en el conjunto del sector público supera el 1 por 100 de los efec-
tivos totales, es decir, sería superior a los 30.000 liberados. Esta es también una forma peculiar de «captura» de empleo
público, pues sin lugar a dudas ese número puede ser reducido significativamente sin merma de la efectividad de la
acción sindical.
Las respuestas a las preguntas agrupadas bajo este título general son,
en lo que respecta a Francia, bastante • imprecisas y expuestas a conjeturas
En efecto, el que suscribe no tiene conocimiento de encuestas de opi-
niones dedicadas al tema abordado. No se puede uno fiar más que de las
impresiones personales, de resultados de lectura, etc. Sin embargo, una par-
te de la respuesta está vinculada, por lo menos de una manera indirecta, con
los trabajos de la Mesa redonda de la Asociación Francesa de Ciencia Po-
lítica sobre la «despolitización» (noviembre de i96o).
173
GEORGES VEDEL
Sin embargo, hay que tener en cuenta las ideas muy extendidas en los
medios del pequeño comerciante, la artesanía y de un sector del hombre del
campo. El «poujadismo» ha explotado y extendido este sentimiento. El mito
es el siguiente: una casta de funcionarios, saturada de un saber adquirido en
los libros, no habiendo tenido nunca que enfrentarse con problemas reales,
«amateurs» de construcciones teóricas, usa su poder a los fines de acrecentar
su importancia y su bienestar y al servicio de los intereses de los «gordos»
(que son a la vez de los capitalistas internacionales y de los criptomarxistas...).
Lo que está- probado es, sobre todo, la administración fiscal, la administra-
ción económica; a veces, la Sanidad (lucha contra el alcoholismo), la segu-
ridad social, la Universidad. Contra estos «tecnócratas» se hace un llama-
miento al sentido común, a la sabiduría de la gestión comercial de las pe-
queñas Empresas. Por medio de esta opinión se rechaza a la vez la política y
la técnica. Se imaginan unas formas de dirección de la sociedad, en realidad
mal precisadas, pero que se aproximan a la frase: «Que me dieran el Poder
174
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
3) La palabra "tecnócrata".
En el idioma francés, «tecnócrata» es a «técnico», lo que «burócrata» es
a funcionario, lo que «clerical» es a «creyente».
La palabra «tecnócrata» corresponde, poco más o menos, a la imagen
del técnico vista por un «poujadista», tal como ya lo hemos mencionado.
Un especialista es considerado como «tecnócrata» cuando se le quiere
denigrar.
Esto es, bien entendido, en el lenguaje vulgar.
175
CEORGES VEDEL
176
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
Ciertos Organismos han llevado una vida al margen del Poder político,
y a veces secreta (Ejército, Comisariado de la Energía Atómica), o semisecreta
(Dirección General de Impuestos, Planeamiento).
En otros sectores, los Sindicatos, gremios profesionales, etc., prácticamente
han dirigido sus propios asuntos.
La Educación nacional es caracterizada sobre este particular. Todos los mi'
nistros de la IV se han limitado a aprobar las sugerencias de los Sindicatos o
Consejos sobre cuestiones tan «políticas» como el régimen de los estudios, el
de los exámenes, la investigación científica. Aquí se ve con toda claridad lo
poco que hay que contar con los técnicos para plantear revoluciones.
Los motivos de esta situación son los siguientes:
177 12
GEORGES VEDEL
178
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
179
GEORGES VEDEL
180
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
181
GEORGES VEDEL
de la jerarquía. Por lo tanto, el ser bien visto por el Poder es de suma im-
portancia para los altos «fines de carrera». Por otra parte, diversas disposi-
ciones o costumbres {revocación de un miembro del Consejo de Estado en
misión en Argelia), marcan un afianzamiento de la posición de la V Repú-
blica en lo que respecta a la obediencia {lo cual es lógico) y la libertad de
opinión {lo cual no es lógico) de los funcionarios.
182
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
He aquí varios ejemplos concretos; rogamos que nos excusen que los de-
tallemos de una forma un poco vaga:
Un alto Cuerpo, consultado sobre la legalidad jurídica de un texto fun-
damental para la política de Ultramar, amenaza con declarar que el texto es
ilegal si éste contiene disposiciones restringiendo sus prerrogativas (cuando el
caso era que estas disposiciones no tenían nada que ver con la legalidad jurí-
dica del texto).
La centralización y la racionalización de una gran Administración siempre
han sido imposibles debido al particularismo de las ramas de que se compo-
nen y de la necesidad de mantener los cargos para el ascenso (ejemplo en
varias versiones).
Habiéndose nombrado una Comisión ajena a una gran Administración para
examinar ciertos problemas referentes a esta Administración, la Comisión se
encuentra con que se le niegan los datos esenciales; la Administración, que
durante meses se ha mantenido inactiva, redacta a toda velocidad un pro-
yecto para «cortocircuitar» a la Comisión.
En puntos tan vitales para el porvenir nacional como la educación en sus
diversos niveles, la formación de cuadros medios o superiores (concursos de
los grandes colegios) son tratados generalmente, tomando como referencia las
tradiciones, la comodidad y la reputación de los Cuerpos interesados.
183
GEORGES VEDEL
12) ¿En qué medida deben ser examinadas ciertas decisiones políticas
para pedir consejo}
Sin entrar en detalles sobre la reglamentación, puede decirse que en Fran-
cia toda decisión de una cierta importancia interpretada en un texto de ori-
gen gubernamental, es sometida al Consejo de Estado. Corrientemente, acep-
ta también el consejo de uno o varios Consejos técnicos (Consejo Superior
de la Educación Nacional, Consejo Superior de Transportes, Consejo Supe-
rior de la Electricidad y Gas, etc.). En el conjunto de textos sometidos de este
modo a la «Administración consultativa» figuran, evidentemente, las «deci-
siones fundamentales». La experiencia demuestra que es muy difícil de se-
parar el aspecto político, el aspecto técnico y el aspecto formal para un exa-
men de consulta de estos textos. De este modo, el Consejo de Estado, si es
discreto en el aspecto «político» de los textos, no deja de darle en sus dis-
cusiones un lugar bastante amplio.
La importancia de estas intervenciones consultivas pueden definirse, en
general, como sigue:
En la mayoría de los casos es decisiva. En un texto que no tenga una
importancia política de primer orden, los ministerios interesados no toman
decisiones contrarias a las opiniones de los Consejos, y sobre todo, del Con-
sejo de Estado.
184
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
185
GEORGES VEDEL
186
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
APÉNDICE
RÉ5UMÉ
188 .
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
3. D'une fogón genérale, ce qui frappe dans l'opinion, <fest que l'idée
d'un pouvoir politique, ayant sa nature propre, non technique, est en voie
de disparition:
:89
GEORGES VEDEL
SUMMARY
i9o
LOS PROBLEMAS DE LA TECNOCRACIA EN EL MUNDO MODERNO...
3. Quite generally, the idea of a political power, having its aum, non*
technical nature, seems to be fadmg away:
RESUMEN
En las dos últimas décadas se ha producido una nueva correlación en las relaciones entre Es-
tado y sociedad. Muchas funciones que se tenían por características del Estado, situadas en su
órbita y en la de las Administraciones Públicas, se han venido trasladando, de manera ya ma-
siva, a particulares, a la sociedad en definitiva. El Estado que ha perdido así la titularidad
sobre funciones y medios debe ahora recomponer su protagonismo reiventándose como Esta-
do garante para garantizar la protección de los intereses generales. Un movimiento necesario
—o reacción ante la pérdida de protagonismo gestor— será la extensión del Derecho público en
el ámbito privado, a toda una serie de relaciones entre particulares. Disponemos ya de expe-
riencias y líneas de proyección del Derecho administrativo que se analizan en el artículo.
Palabras clave: Derecho administrativo; privatización; interés general; regulación.
ABSTRACT
In the last two decades a new relationship between State and civil socitety can be observed.
Many public activities and public functions have been transfered in a massive way to private,
to the civil society. State and Public Administrations have lost the comand over relevant tools
and instruments but they must perform and protect public interest. As a logical and
necessary reaction, the extension of public law offers just now very interesting experiences
and lines of development in the future.
Key words: Administrative Law; general interest; privatization; regulation.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
I. PLANTEAMIENTO
Sólo podemos reparar aquí en dos de ellas: la primera, la que tengo por
la transformación más profunda y trascendente que es la recomposición
de las relaciones entre Estado y sociedad; la segunda, que se deriva de la
anterior, la nueva orientación que adopta un Estado que, explícitamen-
te o no, tiende a configurarse —a reiventarse, si se quiere hablar así—
como un Estado garante ante la pérdida de posiciones e instrumentos de
dominio1.
1 Estas transformaciones las analizo con mucho mayor detenimiento, desde sus antece-
civil puede destacarse la obra de J. COHEN/A. ARATO, Civil Society and Political Theory, Verso, Lon-
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
ció —se autocomprendió, por usar un término filosófico— como tal, con
su propia dinámica en torno al mercado y la actividad económica, fren-
te al Estado, con capacidad de desenvolverse autónomamente, como des-
tacaron Adam Smith y los fisiócratas3. La primera correlación entre es-
tas dos realidades a lo largo de todo el siglo XIX es en términos de la
estricta separación que caracterizará al Estado liberal y que dejará en el
Derecho público que entonces se gesta, y perdura todavía en muchos as-
pectos, un dualismo muy característico: principio democrático y princi-
pio monárquico; ley y potestad reglamentaria; relaciones generales y re-
laciones especiales de sujeción, según se adscriban a la sociedad los
primeros, al Estado los segundos.
Entrado el siglo XX, el Estado se abre a la sociedad, que le ofrece su
plena legitimidad democrática y le faculta para intervenir ampliamente
sobre ella en cumplimiento de los mandatos para garantizar los dere-
chos sociales y la actividad prestacional que imponen las Constitucio-
nes de Estados europeas aprobadas en el tramo central de ese siglo. El mo-
delo de Estado social que así se instala postula una constante y difusa
interrelación, una supuesta integración, entre Estado y sociedad. Enti-
dades que hasta entonces se adscribían a la sociedad y separadas por
ende del Estado, como eran los municipios4, adquieren entonces su ca-
rácter y dimensión de Administraciones Públicas y se integran en la es-
tructura del Estado5.
dres, 1992. En un formato más breve puede mencionarse a Michael WALZER, «Civil Society and
the State», en Politics and Passion, Yale University Press, New Haven, 2004. De particular inte-
rés, por la proyección filosófica que estas relaciones han suscitado, sobre todo a partir de He-
gel, es el ensayo de Charles TAYLOR «Invocar la sociedad civil», en su libro recopilatorio, Argu-
mentos filosóficos Paidós, Barcelona, 1997.
3 Entre los autores fisiócratas que más destacan y desarrollan la idea de la autonomía de la
sociedad civil frente al Estado cabe destacar a DUPONT DE NEMOURS, MERCIER DE LA RIVIERE,
por su obra L’ordre natural et essential des societés politiques, y LE TROSNE, autor de L’intéret so-
cial, que se publica en 1777. La relevancia de estos doctrinarios en el tema que nos ocupa ha sido
destacada por Pedro de Vega al afirmar que «fueron los fisiócratas (DUPONT DE NEMOURS, MER-
CIER DE LA RIVIERE, etc.) quienes consagraron, como es bien notorio, la separación entre Esta-
do y sociedad, sobre la que descansa toda la construcción liberal», Derecho y economía en el Es-
tado social, J. CORCUERA ATIENZA/M. A. GARCÍA HERRERA (eds.), Tecnos, Madrid, 1988, pág. 123.
4 Sobre ello ha insistido recientemente Alejandro NIETO: «los Ayuntamientos eran corpo-
raciones naturales de carácter social, no estatal, de tal manera que su autonomía originaria
era esencial y las inevitables intervenciones de la Administración, más o menos intensas, se
realizaban “desde fuera” enmarcadas en la relación dialéctica Estado-Sociedad», Mendizábal. Apo-
geo y crisis del progresismo civil, Ariel, Barcelona, 2011.
5 Una integración, que al hacer desaparecer las fronteras, produjo no pocas confusiones y
abusos, certeramente denunciados con ese trasfondo por A. SANTAMARÍA PASTOR, «No cabe ocul-
tarse que este fenómeno extensivo puede encubrir, además, intereses cuando menos discutibles:
no son excepcionales los casos de entidades originariamente privadas que van provocando la
acentuación progresiva de sus caracteres públicos hasta instalarse en un cómodo terreno de na-
die que asegura determinados privilegios o monopolios y en el que a cambio de una más o me-
nos vigorosa calificación pública, se garantiza una libertad de funcionamiento con arreglo al De-
recho privado. En este orden de cosas, pues, no está de más recordar la necesidad de restaurar
de algún modo la tradicional línea divisoria entre Estado y sociedad, que no por decimonóni-
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
ca debe condenarse de antemano. El que tal línea divisoria no tenga la nitidez de antaño no su-
pone un imperativo en orden a hacerla desaparecer total y definitivamente» en «Gobierno y Ad-
ministración: Una reflexión preliminar», Documentación Administrativa, núm., 215, pág. 83.
6 Sobre la recuperación de la distinción entre Estado y sociedad destacan varios trabajos del
profesor E.-W. BÖCKENFÖRDE, ya en la década de los setenta del pasado siglo; el más accesible
y clarificador: «Die Bedeutung der Unterscheidung von Staat und Geseellshaft im demokratis-
chen Sozialstaat del Gegenwart», recogido en Staat, Gesellschaft, Freiheit, Suhrkamp, Frankfurt
am Main, 1976, págs. 185 y ss.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
nes de la regulación, S. MUÑOZ MACHADO/J. ESTEVE PARDO (dirs.), Iustel, Madrid, 2010.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
desconcierto del Leviatán. Política y Derecho ante las incertidumbres de la ciencia, Marcial Pons,
2.ª ed., 2013.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
taciones de los biólogos Humberto Maturana y F. J. Varela que aplican a su vez métodos ciber-
néticos a la biología para esclarecer las formaciones y relaciones de los seres vivos.
11 Una evolución que conducía de las comunidades, de lejano origen tribal, a la sociedad ar-
ticulada en los términos de Adam Smith: «La sociedad —afirma TÖNNIES— agregada cohesio-
nada por convención y por derecho natural, se concibe como una multitud de individuos na-
turales y artificiales, cuyas voluntades y esferas forman numerosas uniones entre sí y en sus
relaciones, a pesar de lo cual se mantienen entre sí independientes y sin inmiscuirse mutuamente
en su interior. Y ahí tenemos la descripción general de la “sociedad civil” o “sociedad de cam-
bio”, cuya naturaleza y movimientos se afana en conocer la economía política: estado en que,
según expresión de Adam Smith, “todos son comerciantes”». F. TÖNNIES, Comunidad y sociedad,
Losada, Buenos Aires, 1947 pág. 79. Otra edición reciente en castellano es la de A. GURRUTXA-
GA, con traducción de J. F. IVARS, con el título Comunidad y asociación (El comunismo y el so-
cialismo como formas de vida social), Ed. Biblioteca Nueva/Minerva, Madrid, 2011.
12 Así lo destaca el sociólogo Alain TOURAINE en su libro Un nuevo paradigma para com-
prender el mundo de hoy, Paidós, Barcelona, 2005, cuando recuerda que en torno al paradigma
económico y social giraban categorías y referencias hasta ahora fundamentales: clases sociales
y riqueza, burguesía y proletariado, desigualdades y redistribución, estratificación y movilidad
social (op. cit., pág. 13). Ahora la globalización como forma extrema del capitalismo separa
por completo la economía de las instituciones sociales y políticas a las que estaba conectada des-
de su propia gestación. Esta disolución de fronteras de todo tipo acarrea la fragmentación de
lo que se llamaba sociedad (op. cit., pág. 257). TOURAINE es otro de los autores que destaca la ac-
tualidad de la obra de TÖNNIES al invertirse la evolución que este último percibió y que culmi-
naba en la formación de la moderna sociedad. Hoy esa sociedad parece descomponerse y retornar
a las comunidades; las comunidades de ahora que vendrían a ser los sistemas autorreferencia-
les o categorías similares. En la misma línea A. GARRAPON en su obra La Raison du moindre État.
Le néolibéralisme et la justice, Odile Jacob, París, 2010.
13 Sobre el concepto de interés actual y su significación actual resulta de gran interés el in-
forme o estudio del Conseil d´État francés, L´intérêt général, en la serie Études et documents du
Conseil d’État, París, 1999.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
Administración del siglo XIX y primera mitad del XX desempeñó un papel decisivo en el progreso
de una sociedad muy limitada en sus capacidades técnicas y económicas —de ahí, por ejemplo,
el notable desarrollo de una Administración fuertemente intervencionista y prestacional—, en
la actualidad esta situación se ha invertido. Una sociedad más fuerte y con más capacidad pro-
fesional, técnica y económica, ha relegado a una posición secundaria a las Administraciones Pú-
blicas, cuyas funciones necesariamente deben reajustarse para adecuarse al nuevo escenario»,
«La Administración Pública y las reglas de la externalización», en Le esternalizzazioni. Atti del
XVI Convegno degli amministrativisti italo-spagnoli, Bononia University Press, Bolonia, 2007.
15 Por reparar en una de las últimas entregas en ese flujo de cometidos desde el Estado a la
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
nistrativa. A propósito del Informe “Schlanker Staat”», Revista Autonomías, núm. 26, 2000,
págs. 335 y ss.
17 Sobre la reacción del Estado garante ante los proyectos reductores, hasta llegar al Esta-
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
es la del Estado regulador, que en muchos aspectos se considera equivalente a la del Estado
garante como tendremos ocasión de comprobar. Vid. al respecto A. LA SPINA/G. MAJONE, Lo
Stato regolatore, Il Mulino, Bolonia, 2000. Como no podía ser de otro modo, estos autores no
dejan de destacar que este nuevo modelo de Estado se debe a una nueva correlación entre Es-
tado y sociedad, y a la pérdida por el Estado de buena parte de las posiciones de titularidad en
las que tradicionalmente se han venido fundando sus poderes («storicamente la propietà
pubblica è stata la principale forma di regolamentazione economica in Europa», cit. pág. 17).
La equivalencia material de estas denominaciones es confirmada por A. VOSSKUHLE, «Neue
Verwaltungsrechtswissenschaft», en Grundlagen des Verwaltungsrechts, vol. I, HOFFMANN-
RIEM/SCHMIDT-ASSMANN/VOSSKUHLE (eds.), Beck Verlag, Munich, 2006, págs. 1 y ss.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
21 Cuáles sean esas funciones y esos servicios es desde luego una cuestión debatida, pero pa-
rece que en cualquier caso habrían de quedar comprendidas las funciones y sectores que en las
dos últimas décadas, al filo del proceso de recomposición de las relaciones entre Estado y so-
ciedad se han deslizado desde el Estado, de la órbita y titularidad administrativa, hacia la so-
ciedad. La explicación de ese tránsito está, como se ha destacado, en la capacidad técnica y ra-
cionalidad en términos de coste que muestra la sociedad y los operadores privados, pero no en
que estas funciones y servicios hayan perdido su dimensión pública que permanece inalterada
y no se cuestiona. Como experiencia ilustrativa, por abarcar diversos y relevantes sectores, la li-
beralización de servicios publificados que se produce en esas décadas no se ha percibido en modo
alguno como una pérdida de la dimensión pública de los mismos (no en vano son objeto de una
significativa reconversión terminológica: servicios de interés general) que ahora se pretende
mantener y tutelar a través de la actividad administrativa de regulación.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
adelante, nos muestra bien a las claras estos dos tipos de relaciones que reclaman la aplicación
del Derecho público. Una es la que se da entre operadores privados —pero en una situación in-
cuestionable de poder como prestadores de servicios esenciales— y usuarios. Otra, la que se en-
tabla entre operadores pero que puede recaer sobre objetos y materias de incuestionable inte-
rés público.
23 E. GARCÍA DE ENTERRÍA, «Verso un concetto de Diritto Amministrativo come Diritto sta-
tutario», Rivista Trimestrale di Diritto Pubblico, año 10, 1960, págs. 317 y ss.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
24 Por supuesto que estas caracterizaciones rebasaban también el ámbito académico y te-
mismo, muy reveladores. Así la monografía de J. A. CARRILLO DONAIRE —que analiza de mane-
ra rigurosa un sector dominado por una complejidad técnica que desborda el conocimiento
medio de las Administraciones lo que motiva el traslado a particulares, a la sociedad, de funciones
públicas—, El Derecho de la seguridad y de la calidad industrial, Marcial Pons-Instituto García
Oviedo, Madrid, 2000, «creemos que la trascendencia actual de la categoría —se refiere el au-
tor a la de particulares que ejercen funciones públicas— está íntimamente ligada a la cuestión
de los límites de aplicación del Derecho administrativo en la constante redefinición de las re-
laciones Estado-sociedad y al debate sobre el concepto mismo de la disciplina», pág. 551. No pro-
cede desde luego terciar aquí en ese debate académico sobre el concepto de la disciplina, pero
sí conviene significar que este mismo autor aportaba ya otros testimonios doctrinales que pos-
tulaban la extensión del Derecho administrativo al ejercicio por particulares de funciones pú-
blicas (así, F. LÓPEZ MENUDO, «El Derecho administrativo como Derecho “especial”y “excepcional”
de algunos entes públicos», en AA.VV., La Administración Institucional, vol. I, págs. 543 y ss.) o
la necesidad de separar la caracterización de la actividad administrativa del sujeto que la rea-
liza «con la consiguiente quiebra de la concepción estatutaria (así, J. M. BOQUERA OLIVER, Es-
tudios sobre el acto administrativo, 7.ª ed., Civitas, Madrid, 1993).
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
tados Unidos de América en su sentencia de 1876 (Munn v. Illinois) que admitió por vez primera
la regulación pública de actividades desarrolladas por particulares pero «revestidas» de un in-
terés público.
28 Una exposición muy clarificadora sobre el funcionamiento del sistema en R. J. PIERCE, JR./
E. GELLHORN, Regulated Industries, 4.ª ed., West Group, Saint Paul, 1999.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
el mejor estudio es, sin duda, el de J. D. KERNEY/T. W. MERRILL, «The Great Transformation of
Regulated Industries Law», Columbia Law Review, núm. 98, 1998.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
Conviene reparar ahora en que esa extensión del Derecho público a las
relaciones entre sujetos privados se produce en un sistema, éste de la re-
gulación en competencia, en completa sintonía con el llamado Estado
garante: un Estado que abandona posiciones de dominio y titularidad —
en este caso titularidad sobre servicios— pero que pretende garantizar la
atención de los intereses generales cuando la titularidad y gestión de los
medios está en manos de sujetos privados. La extensión a estos sujetos y
a sus relaciones de principios y normas de Derecho público se erige así en
una de las principales funciones instrumentales de este tipo de Estado30.
En el ámbito de los servicios sujetos a regulación que ahora contem-
plamos, la intervención pública en las relaciones entre operadores se
produce en momentos y entornos diversos. Uno de ellos es el acceso a re-
des si se trata, como es frecuente, de servicios que necesitan de este so-
porte técnico. Hay operadores que disponen de redes propias, que lle-
gan a estar muy extendidas si se trata de operadores que ostentaron una
posición monopolista en el anterior modelo regulatorio. Se trata enton-
ces de que los operadores puedan interconectar sus redes, permitiendo así
a los operadores entrantes acceder a las grandes redes de que disponen
sus mayores competidores. La intervención de las autoridades regula-
doras se concentra entonces en los acuerdos, contratos, de intercone-
30 En ese sentido concluye Mercé DARNACULLETA: «Se cierra el círculo así con la consi-
guiente consideración: el Estado garante es, al mismo tiempo, un Estado regulador y, a la inversa,
la regulación es una estrategia de intervención propia y característica del Estado garante», en
su artículo «La recepción y desarrollo de los conceptos y fórmulas de la regulación. El debate
en la República Federal Alemana», en Fundamentos e instituciones de la regulación, op. cit.,
pág. 386. En la doctrina alemana, entre otros muchos, es M. RUFFERT bien categórico al afirmar
que «la regulación es un mecanismo para asegurar el cumplimiento de tareas públicas en el Es-
tado garante» en su estudio sobre el concepto (Begriff) de regulación en la obra colectiva Re-
gulierungsrecht, M. FEHLING/M. RUFFERT (eds.), Mohr Siebeck, Tubingen, 2010, pág. 359. De
esa obra y su entorno conceptual, en el que ahora reparamos, doy cuenta en mi crónica «La re-
cepción en la Europa continental del Derecho de la regulación de la economía (Regulierungs-
recht. La sistemática de la doctrina alemana y sus sustanciales analogías con la recepción doc-
trinal en España)», en Revista de Administración Pública, núm. 183, 2010, págs. 295 y ss.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
xión de redes entre operadores para situar a los mismos en una posición
que permita la competencia efectiva entre ellos, evitando abusos de los
operadores dominantes. Una intervención que con toda normalidad pue-
de alcanzar al elemento fundamental de estos acuerdos: el precio de ac-
ceso a las redes31.
cas específicas de los servicios en red», en Fundamentos e instituciones de la regulación, cit., págs.
759 y ss.
32 Más apoyatura jurisprudencial en esta misma línea puede encontrarse en mi trabajo «La
revisión judicial de las decisiones de las autoridades reguladoras. Jurisprudencia del Tribunal Su-
premo y la Audiencia Nacional», Fundamentos e instituciones de la regulación, cit., págs. 881 y ss.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
37 De ella da cumplida cuenta F. HOCHN, «Privatization and the boundaries of judical review»,
públicas y sujetos privados que las ejercen, vid., al respecto, E. ARANA GARCÍA, «Naturaleza ju-
rídica de la actividad de Inspección Técnica de Vehículos», Revista Vasca de Administración
Pública, núm. 54, 1999, págs. 9 y ss.; D. CANALS I AMETLLER, «La jurisprudencia ante el ejerci-
cio privado de la función pública de control técnico por razones de seguridad», Revista del Po-
der Judicial, núm. 56, 1999.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
41 Así F. HOCHN, «Privatization and the boundaries of judicial review», cit., 2011, pág. 93.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
42 Sector que significativamente ha suscitado entre nosotros los estudios más relevantes,
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
wortung) en ese sentido más amplio de titularidad y de capacidad última de decisión (decisión
bajo propia responsabilidad, eigene Verantwortung) y no el término de responsabilidad civil por
posibles daños (Haftung).
44 También entre nosotros se ha destacado acertada y categóricamente con relación a la ac-
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
vados. Esta extensión del Derecho público se está produciendo más re-
cientemente, en una segunda fase, si se la quiere llamara así: la primera
fase, que convencionalmente podríamos localizar en los ochenta y, sobre
todo, en los noventa, sería la de la privatización de muchos servicios y fun-
ciones; pero es ya entrado el presente siglo cuando se plantea, en la línea
y en la lógica en las que aquí reparamos, la aplicación, la extensión del De-
recho administrativo a estos sujetos destinatarios de procesos privatiza-
dores, cuando se va adquiriendo plena conciencia de que es posible, y en
muchos casos puede ser conveniente por razones pragmáticas, la atri-
bución de esas funciones a sujetos privados, pero que no se puede des-
conocer su dimensión pública, la presencia de inequívocos intereses pú-
blicos que han de ser atendidos y protegidos por el Derecho público en el
caso de que el Derecho privado, que es el primeramente llamado por la
naturaleza privada de los sujetos intervinientes, no les dispensara una
tutela adecuada.
La tradicional ecuación que se establecía tradicionalmente, en tér-
minos muy estrictos, entre sujetos públicos y Derecho público, se está
rompiendo en muchos frentes en los que el Derecho público está des-
prendiéndose de su clásico eje vertical —relaciones entre sujetos públicos
investidos de potestades y particulares— para extenderse a las relaciones
entre sujetos privados si en esas relaciones están implicados intereses
públicos relevantes45. En la categoría que ahora contemplamos, esa ex-
tensión del Derecho público se produce a través de una fórmula subjeti-
va, sujetando a determinadas personas privadas —o, mejor, a un seg-
mento de su actividad— al Derecho público y bajo el control de la
jurisdicción contencioso-administrativa, sin que por ello se desvirtúe su
naturaleza privada, ni se conviertan en sujetos públicos, menos aún en Ad-
ministraciones Públicas. De ahí que en las exposiciones sistemáticas, en
manuales y tratados, del Derecho administrativo no se considere en nin-
gún caso a estos sujetos como Administraciones Públicas en su sentido
subjetivo, aunque su actividad, o una parte de la misma, pueda califi-
carse como actividad administrativa.
Así es como en las exposiciones más aceptadas y convencionales del
Derecho administrativo alemán se viene a distinguir entre la Adminis-
tración directa o inmediata, que es la desarrollada por genuinas Admi-
45
Vid. al respecto el muy completo y documentado estudio de M. DARNACULLETA I GARDE-
LLA, «La colaboración de entidades privadas en Alemania: los Beliehne o entidades que actúan
como agentes descentralizados de la Administración», en El ejercicio de funciones públicas por
entidades privadas…, cit. Las conclusivas palabras con las que esta autora cierra su artículo son,
a nuestros efectos, definitivas: «En Alemania está claro, pues, que el ejercicio de funciones
públicas, en sentido estricto, con independencia de la naturaleza pública o privada del sujeto
que las ejerza, debe estar revestido de las garantías básicas previstas por el Derecho adminis-
trativo».
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
nal Federal, en «Beteiligung Privater an der Wahrnehmung öffentlicher Aufgaben und staatli-
che Verantwortung», VVDStRL (Publicaciones de la Asociación Alemana de Profesores de Derecho
Público), núm. 62, 2003, págs. 266 y ss.
LA EXTENSIÓN DEL DERECHO PÚBLICO. UNA REACCIÓN NECESARIA JOSÉ ESTEVE PARDO
RESUMEN:
PALABRAS CLAVE: summa divisio, derecho público, derecho privado, derecho administrativo,
The “summa divisio iuris” Public and Private and the normative integration in administrative and civil
issues
ABSTRACT:
fying the whole regulation in public or private law, in order to identify the rules that –in
case of gaps– should be supplementarily applied in case of public works concessions
VERGARA
Revista de Derecho Privado
**
43
44 ALEJANDRO VERGARA BLANCO
esquema normativo, y cabe analizar y ofrecer elementos para tal tarea de inte
de ULPIANO
ULPIANO dice que los aspectos del estudio del derecho
son dos: publicum et privatum
iura propria
KANT
JÜRGEN HABERMAS y HANNAH
ARENDT
KELSEN
WEBER, RADBRUCH, BOBBIO
ULPIANO
pueden serle aplicables, sucesivamente, normas de uno u otro sector del ordena
disciplina misma del derecho administrativo es una disciplina del derecho público,
XVII
a ULPIANO, KANT
lógico general parece que es algo matizado:
Lo público
Lo privado
i) La esfera pública
distinguir si el interés general es una suerte de interés ontológicamente propio
Jurisdicción pública
i)
todo lo público: este se adueña de todo lo común, incluidos aspectos privados
ii)
KELSEN: es una división ideológica, depende de
hecho jurídico
jurisprudencia
ción de componer aquellas situaciones en las que las conductas de los ciudadanos
doctrina
science of
law, doctrine juridique, dottrina, Rechtswissenschaft, Rechtsdogmatik
2: es la literatura
DS
SAVIGNY sistema
DWORKIN prioridad local
DWORKIN
departements of law
com-
partmentalization of law DWORKIN a lo que en nuestra tradición
Index de
Law’s Empire
compartmentalization
divisionismo [sic] del derecho
pios de una rama singular del derecho: si fuesen las reglas y principios tan generales,
es cada disciplina
DWORKIN
en JUAN MANUEL PÉREZ BERMEJO Coherencia y sistema jurídico
No nos engañemos, pues cada vez que mencionamos esta división solo pode
mos hacerlo porque: i)
ii)
tertium genus
II infra
y 21 DS
En estos dos casos los vacíos normativos se deben rellenar aplicando corre
lativamente, como supletorias, primero otras normas de derecho público y luego
otras
especial
derecho público y
de derecho privado
el método
El efecto se puede resumir así:
civil
blico
CPR
avant la lettre
a) Lo estatal público.
bienes fiscales
los bienes públicos
una tradición de dos mil años, pero el derecho administrativo nació recién tras la
XX
summa divisio
7
lex
ius
summa divisio
lex e ius
UL-
PIANO
Instituciones de ULPIANO,
privatum,
quod ad singulorum utilitatem
ius commune
iura propia 12
mutilar la unidad del panorama13
XVII
14, en que se compusieron diferentes obras que se titulaban,
11
12 GROSSI, PAOLO L’ordine giuridico medievale El
orden jurídico medieval, MESTRE,
JEAN-LOUIS. Introduction historique au droit administratif français, ,
13 Así CHEVRIER, GEORGES Remarques sur l’introduction et les vicissitudes de la distinction du ‘jus privatum’
et du ‘jus publicum’ dans les œuvres des anciens juristes français, en Archives de philosophie du droit, 1952,
14
15 Es el caso de DOMAT, JEAN Le droit public, suite des lois civiles dans leur ordre naturel en
Œuvres de J. Domat
Derecho privado
entre:
ofrece una división suprema del derecho, que denomina, precisamente: derecho público
17
véase ALEJANDRO VERGARA BLANCO El Derecho Administrativo como sistema autónomo. El mito del
Código Civil como ‘derecho común’
M ICHEL T ROPER Pour une théorie juridique de l’État Por una
teoría jurídica del Estado
relevancia en el Common Law DAWN OLIVER Pourquoi n’y
a-t-il pas vraiment de distinction entre droit public et droit prive en Angleterre?, en Revue internationale de
droit comparé
JEAN-BERNARD AUBY y MARK FREEDLAND La distinction du droit public et du droit privé:
regards français et britanniques. The Public Law-Private Law Divide: une entente assez cordiale?,
19 KELSEN
20 SALVATORE
PUGLIATTI Enciclopedia del Diritto XII
sus obras pareciera que se siente obligado a señalar algo sobre la distinción, así
sea vagamente o con mayor precisión21
en sociedad22
nario de los autores y profesores, conectado con la realidad, y que poco a poco fue
DS
23
21 Es posible reenviar a cada manual introductorio de las disciplinas del derecho, o de filosofía
23
en cada sector del derecho, para los efectos de su enseñanza, sino también para
lex
ius
antiguos brazos del derecho, como ciencia, por una asentada convención acadé
pública o privada, según la ubicación de tal disciplina en tal bipartición del dere
24 Tema al que me refiero en VERGARA, Derecho administrativo y supuesta supletoriedad general del
Código Civil
25
origen
naturaleza del derecho legal puede llegar a ser binaria, esto es por una constatación
rio de las fuentes del derecho positivo vigente, como si fuesen de autores distingui
bles26
el populus
DFL
privati
lex
27
origen
la
lex como en el
ius
ius
lex
27 ALEJANDRO VERGARA BLANCO Público y privado ante la dogmática y la teoría del derecho. En
especial, las disciplinas de bienes públicos, minas y aguas (a propósito de un reciente libro sobre la ‘cons-
titucionalización del derecho’), Revista de Derecho Público
Estas materias y subsecuentes disciplinas, según sus parentescos, forman así dos
núcleo dogmático
lex
ius
público o privado podría llamar a dudas a quienes estimen que las fronteras entre
derecho público y privado no siempre son nítidas, pero lo que ofrezco en esta
respectivamente:
no los comparten29
normativa, como es el caso de la supletoriedad, entre disciplinas de los sectores
contrapuestos del derecho30
CONCLUSIONES
29
YVES GAU-
DEMET , y SOPHIE GAUDEMET Droit public, droit prive Revue de droit Henri Capitant
CORTÉS,
no obstante, el relleno de lagunas puede ser por vía de los principios que inspiran
integran cada uno de estos dos sectores comparten entre sí bases esenciales y prin
summa divissio
a posteriori
dependiendo de la ubicación de la disciplina en uno de los dos polos, tales normas
BIBLIOGRAFÍA
CHEVRIER, G. (1952):
OLIVER, DAWN
Revue internationale de droit comparé
VIII
ALEJANDRO