Historia de La Cerveza
Historia de La Cerveza
Historia de La Cerveza
Hay autores que ubican los orígenes de la cerveza luego del comienzo de la
agricultura, en el año 11.000 a. C. No en vano, era conocida como “pan líquido”, su
fabricación se consideraba exclusiva de las mujeres; mientras el hombre cazaba y
hacía la guerra, las mujeres se dedicaban al delicado oficio de la cocina donde las
primeras cervezas vieron la luz.
Según el historiador belga Marcel Gocar, “hubo una época en que la cerveza se
consumía en los templos, preparada y servida por las sacerdotisas”. Testimonio de lo
anterior se dio en el Imperio Inca en donde las vírgenes del sol (Inti) eran las
encargadas de preparar la cerveza de maíz del Inca, generando la fermentación del
grano con su propia saliva. Asimismo, los héroes escandinavos muertos acceden al
“Walhalla” (cielo) tras beber cerveza del caldero de las “Valkirias”.
En el siglo II a. C., el emperador de China producía cerveza a partir del mijo y arroz; en
Japón, por aquella época, sólo se fabricaba cerveza obtenida de arroz, llamada hasta
nuestros días: Sake.
En el siglo V d. C. la cerveza, al igual que el vino, comenzó a ser producida por los
monasterios europeos. Órdenes como la benedictina fueron abanderadas en la
fabricación de cervezas, proceso que algunas abadías de Holanda y Bélgica mantienen
hasta nuestros días (cerveza Trapense). Los monjes preparaban tres cervezas
diferentes: la mejor, llamada “prima melior”, a base de cebada, reservada para los
huéspedes distinguidos y autoridades de alto rango; la segunda, llamada “cervisia”
hecha con avena, se reservaba para el consumo interno de los frailes y, finalmente la
tercera, conocida como la “tertia”, se entregaba a los peregrinos y gente del común.
Entre el siglo XI y XIII aparecen las primeras fábricas de cerveza artesanal en las
ciudades europeas, mientras que la fabricación casera sigue en manos de las mujeres.
En Estrasburgo, documentos de 1.259, hablan de un personaje conocido como Arnoldo
el cervecero, quien ejercía un oficio respetable y lucrativo, y en el año 1267 se inauguró
la “calle de la cerveza” en la misma ciudad. La cerveza se convirtió en un negocio
rentable e impulsó todo tipo de prácticas para su producción, que incluían la utilización
de productos “non santos” para su elaboración, lo que generó una alerta en los
fabricantes y una reacción importante de la comunidad para la conservación de su
calidad.
Un reglamento que data del año 1.550, en la ciudad de Artois, prohibía la utilización de
cal y jabón en la fabricación de la cerveza. No obstante, la norma más conocida en este
aspecto la dictó Guillermo IV, el príncipe elector de Baviera, quien aprobó la famosa ley
de la pureza o “Reinheitsgebot”, la cual restringía a los fabricantes de cerveza a utilizar
solo agua, cebada y lúpulo, reglamento que ha preservado la pureza del precioso
líquido hasta la fecha.
A comienzos del siglo XIX la manera de hacer cerveza no difería mucho de los tiempos
medievales, tuvieron que llegar los descubrimientos científicos y los avances
tecnológicos para que el rumbo de la cerveza cambiara drásticamente. Mientras que la
cerveza tradicional conocida como de alta fermentación se fabricaba a temperaturas de
entre 15 y 20 °C, los checos de la ciudad de Pilsen inventaron en 1.842 una cerveza de
baja fermentación elaborada entre 7 y 12 °C, especialmente dorada y limpia. Esta
cerveza comenzó a ser llamada pilsner o lager y con el paso del tiempo se convirtió en
la favorita del público por su carácter refrescante, color, brillo y espuma, hasta llegar a
ser la referencia mundial para la cerveza en los siglos XX y XXI.