Miguel Hernández
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Miguel Hernández
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José Navas Molina – Miguel Hernández
MIGUEL HERNÁNDEZ
ISBN - 84-9822-524-8
THESAURUS
Miguel Hernández, Lírica del siglo XX, Generación del 27, Generación de 1936, Guerra
civil española (1936-1939), Góngora
RESUMEN
En la primavera de 1939, en su frustrado intento de huida a Portugal, Miguel
Hernández podría haber pasado prácticamente desapercibido en la frontera onubense,
pero una fatal coincidencia marcó su futuro: en aquel puesto se encontraba destinado
un guardia paisano suyo que conocía sus afinidades políticas y lo denunció. Su suerte
estaba echada: penalidades, cárcel, enfermedad y muerte.
Destino, poesía e historia marcan a sangre y fuego (“toro” y “rayo”) la vida de
Miguel Hernández (Orihuela, 1910-1942), dando valor y realce a esa trágica
premonición que siempre le acompañó: “Como el toro he nacido para el luto y el dolor”.
El poeta-pastor suple su escasa formación académica con una insaciable
voracidad lectora que une a su talento natural y le fortalece en su afán de convertirse
en “poeta con vocación de escritor”. Sobre dos puntos geográficos gravita su
existencia y actividad literaria, la conservadora Orihuela y Madrid, “rompeolas de todas
las Españas”; y en cada una de ellas hallará poderosas influencias, Ramón Sijé (la
cultista y neocatólica) y Pablo Neruda (la vanguardia y el comunismo),
respectivamente.
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Animado por el afán de ser conocido, viaja a Madrid con un puñado de poemas
y alguna que otra recomendación que resultó baldía. Pronto agota sus ahorros y no
encuentra un empleo, por lo que, tras sufrir numerosas privaciones, regresa a Orihuela
donde encuentra trabajo como aprendiz en una notaria. No obstante ya se comienza a
hablar en la capital del “cabrero-poeta” y aprovecha su estancia para profundizar en
sus lecturas. Ecos de aquella estancia en Madrid será su libro de poemas
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defienden en su revista (El gallo crisis), al tiempo que va cultivando nuevas relaciones:
Alberti, Aleixandre…y sobre todo Neruda, con quien colabora en la revista Caballo
verde para la poesía. La admiración por la obra del vate chileno le empuja a conducir
su instinto creativo por rutas menos exploradas, y las posiciones políticas y
anticlericales de éste le distancian cada vez más de sus referencias levantinas. Esa
ruptura ideológica con el mundo conservador y religioso del que procedía se hace
cada vez más evidente, como reflejan los siguientes versos del poema Sonreídme:
Este enfrentamiento “con el amigo del alma” coincide con su muerte (Diciembre
de 1935) lo cual le produce un profundo dolor que encuentra reflejo en la Elegía
publicada en El Rayo que no cesa (Enero 1936), extraordinaria muestra de amor
humano vivido y sentido en lo más profundo. No en vano, en una carta fechada en
1936, Miguel Hernández se lamentaba del trato dispensado al amigo: “Yo estoy muy
dolorido por haberme conducido injustamente con él en estos últimos tiempos”.
Al publicarse El rayo que no cesa, el autor le comunica a su novia que “todos
los versos que van en este libro son de amor y los he hecho pensando en ti. Menos
unos que van a la muerte de mi amigo”. La Revista de Occidente publica la Elegía y
varios sonetos. De ello se hace eco Juan Ramón Jiménez, consagrando con sus
palabras la aparición de un nuevo poeta que, al fin, va alcanzando la notoriedad
deseada: “Todos los amigos de la poesía pura deben leer estos poemas vivos”.
La primavera de 1936 resulta desbordante de ofertas para el poeta:
colaboraciones radiofónicas y literarias, que coinciden con el comienzo de su obra
teatral El labrador de más aire.
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Los surcos como escritura trazada por el arado (octava XX) puede observarse
en esta adivinanza:
Cinco bueyes aran
con solo una reja:
el barbecho es blanco.
la labor es negra
Para vender ejemplares de su libro, Miguel Hernández fue explicándolo por los
pueblos provisto de un cartelón de feria que aludía a los motivos de las octavas y las
hacía más inteligibles. Así convertía versos gongorinos en materia juglaresca y la
gente acogía con agrado tan singular experimento. No obstante, Miguel Hernández
lamentaba el escaso eco que tuvo su primera obra, pero García Lorca supo apreciar
su valía y le aconsejaba calma, lucha y perseverancia: “Los libros de versos, querido
Miguel, caminan muy lentamente”.
El vocabulario, de notable valor descriptivo, halla su fuente primordial en la
naturaleza. Entre los modelos literarios podemos diferenciar los clásicos (Virgilio,
Góngora, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Quevedo…) y los contemporáneos
(J. R. Jiménez, Lorca, Machado, J. Guillén…)
En algunos poemas se aprecian notables resonancias religiosas, no en balde
Ramón Sijé es, en estos momentos, una figura clave en su vida. El poeta se halla en
un periodo de transición, de lenta introspección; él sigue buscando fuera de sí, pero
los primeros guiños introspectivos le permiten descubrir el dolor en su interior. Es en El
Silbo Vulnerado donde M. Hernández da el gran paso hacia el descubrimiento de su
propia voz poética. Muestra la pena como ansia incontenible hacia la amada ausente o
inalcanzable y la herida que dicha ausencia va abriendo en su corazón. También
asume la visión del espectro de la muerte, con lo que la pena adquiere una dimensión
de angustia vital que lo atenaza y le lleva a expresar que es “hombre más apenado
que ninguno”. No obstante el periodo 1930-34 se puede considerar de tanteo tanto en
lo estilístico como en lo temático, si bien las influencias barrocas se aprecian con
claridad.
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Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida (El rayo que no cesa)
Escribí en el arenal
los tres nombres de la vida:
vida, muerte, amor” (Canción 26 del Cancionero)
En este último verso aparece el tríptico temático que dotó de enorme fuerza su
obra. Vida personal eternamente amenazada, en la que aparecen, de manera
creciente, lúgubres presagios de muerte. ¿De dónde le llega esa obsesión por la
amenaza de la muerte? Por un lado de su propia existencia vital (motivos realmente no
le faltarán); por otro, de sus lecturas (el fatalismo andaluz lorquiano era bien conocido
por él).
La obra central es El Rayo que no cesa, anticipado por dos libros inéditos en
los que se contienen poemas de éste (El Silbo vulnerado e Imagen de tu huella) Los
ejes temáticos son el amor y el dolor ante la muerte, presentimiento y amenaza, que
metafóricamente giran alrededor del rayo. Entre las fuentes literarias cabe destacar
fundamentalmente a Quevedo. Ya lo hizo J. R. Jiménez cuando conoció algunos
poemas de este libro, pero fue más allá en sus apreciaciones: “Tiene su empaque
quevedesco, es verdad, su herencia castiza. Pero la áspera belleza tremenda de su
corazón arraigado rompe el paquete y se desborda, como elemental naturaleza
desnuda”
El vocabulario central es: “beso, corazón, llanto, pena, piedra, rayo, sangre,
siembra, hierro, venas, toro…” También aparecen voces populares: “tiznar, miera,
tuera…”, muy próximas a la cotidianidad del poeta-pastor y que le ayudan a describir
de forma directa su situación amorosa.
En El rayo que no cesa se aborda un nuevo tipo de relación entre verdad
poética y verdad humana, donde la palabra adquiere un nuevo carácter en contacto
con las raíces de la propia existencia y el influjo de las vivencias amorosas.
Las treinta composiciones que integran la obra se constituyen en torno a tres
ejes de simetría:
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Dos obras centrales, Viento del pueblo y El hombre acecha (corpus de poemas
redactados entre 1937 y 1938), junto a unos poemas sueltos, son los que marcan la
transición entre el periodo anterior y la transformación ideológica que el poeta va
experimentando. A destacar las influencias fundamentales de Pablo Neruda y Vicente
Aleixandre. Neruda tilda la poesía neocatólica anterior de M. Hernández de “ahogada
en incienso”.
Del descubrimiento de sí mismo la materia poética se desplaza a la
contemplación de la historia como eje central, en un clima bélico que atraviesa un
momento de exaltación (Viento del pueblo) para desembocar en la constatación
amarga del dolor por lo que se está viviendo y el desenlace que se avecina (El hombre
acecha).
Viento del pueblo (1937) es un libro combativo, nacido en pleno fragor de la
lucha, dotado de un riquísimo contenido, aunque acuse las circunstancias en las que
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surgió. Obra libre de influencias, más allá de las que imponen el propio ambiente y la
gravedad del momento, así como la impronta del poeta, comprometido con su voz y
con su canto en defensa de los valores de la república. Cada poema parte de una
visión de la realidad, de un hecho, un sentimiento o un estado de ánimo (vivencia
ligada a creación prácticamente inmediata) y no es fruto elaborado de una idea
previamente estructurada o preconcebida.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran.
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta…
Estos poemas van surgiendo al hilo y calor de los acontecimientos,
publicándose en revistas de agitación (Ayuda, El mono azul, Altavoz del Frente, La voz
del combatiente…) o culturales (Hora de España), entre septiembre de 1936 y julio de
1937 como límites cronológicos. En ellos encontramos la voz íntima y vigorosa de un
poeta que lucha activamente por los frentes, comparte las trincheras con los
milicianos, disfruta sus mismos sentimientos de amor o paternidad, a la vez que trata
de convertirse en fuerza y estímulo de las ilusiones y resistencia de un pueblo que se
encuentra inmerso en una amarga lucha fratricida. Dice el autor en el breve prólogo
que encabeza el libro: “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar
soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las
cumbres más hermosas”.
A medida que la guerra se prolonga en el tiempo, el ardor inicial va perdiendo
fuerza, y el conflicto comienza a percibirse como fuente de destrucción y de dolor,
como fuerza brutal que arrastra al hombre a mostrar su cara más cruel y despiadada.
Surge así la poesía apesadumbrada de El hombre acecha, en la que el dolor se
constituye en centro temático: los heridos, las familias destruidas, el presentimiento de
las cárceles, la percepción de la trágica realidad de España… Ahora ya no habla
Miguel sólo del enemigo, ya no le dedica a él en exclusiva los feroces atributos
metafóricos (“monstruos, fieras, hienas…”) sino que los hace extensivos al hombre en
general. En este proceso, pasa de poeta combatiente de un bando a poeta universal
que contempla y expresa con amargura la imagen degradante de un hombre
entregado a sus instintos más animales. Pese a todo, entre tanto horror, odio y
miserias…aún muestra algún atisbo de luz y esperanza en estos versos finales:
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave
dejadme la esperanza
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símbolo del vientre como centro del universo; la trascendencia cósmica del amor; el
lazo de las generaciones presentes con las futuras…
Como ya quedó indicado, el poema más importante es Hijo de la luz y de la
sombra; está escrito en serventesios alejandrinos rimados, y recoge en un tríptico el
ciclo del nacimiento del hijo:
- En la primera parte, el hijo ha sido engendrado en la sombra. La esposa es la
noche.
- En la segunda, la esposa es el alba y el padre el mediodía. Por eso será
también hijo de la luz.
- En la tercera, en el nacimiento del hijo se prolonga la vida, que llega de lo más
remoto de las generaciones, y a cuyo eterno caudal se suman en sintonía con
su condición humana. Esta es la última estrofa del poema:
Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.
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(Acto II- Cuadro III- Escena VIII). Juan, “el labrador de más aire”, encarna los ideales
sociales del autor.
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del amigo y consejero político muerto en el frente de Madrid, Pablo de la Torriente, que
ejerció gran influencia en la evolución ideológica y estética del poeta
Resulta curioso comprobar la importancia que tuvo el teatro de Miguel
Hernández en el devenir de su suerte futura: su primera obra, el auto sacramental, la
del pastor evangélico, facilitó la excarcelación del poeta; posteriormente fue de nuevo
detenido y enviado a Madrid, donde fue condenado a muerte. Como elemento
acusatorio fundamental apareció su Teatro de Guerra, que demostraba su actividad
política a favor de la república.
Para llegar a ser dramaturgo, M. Hernández tuvo necesidad de modelos
literarios –Calderón, Lope…- hasta que la realidad se convirtió en su modelo y génesis
temática. El teatro de M. Hernández ejecuta una parábola completa sobre el eje de su
condición vital de pastor: la que va del pastor evangélico con la que se inicia, al pastor
revolucionario con la que cierra su producción dramática. Una obra que se constituye
en fiel reflejo de una trayectoria vital trágicamente truncada.
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5. La simbología
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El símbolo del toro como elemento trágico, como muestra de fuerza y del poder
genesiaco de la naturaleza pertenece a la más vieja mitología.
En la obra de M. Hernández juega un papel central, es una constante poética
que asoma temprana y resume en sí todos los aspectos esenciales de su visión del
mundo.
Siendo el amor uno de sus ejes poéticos, el toro es el gran enamorado. El poeta
hace del toro un símbolo trágico de sí mismo, y establece una asociación simbólica
subjetiva, a la que incorpora sus presentimientos:
- Ambos destinados al luto y al dolor.
“Como el toro he nacido para el luto” (El Rayo… Soneto 23)
- La virilidad de ambos
- El corazón desmesurado que les traerá tanto sufrimiento
- Su indomable fiereza
“Como el toro me crezco en el castigo” (El Rayo…Soneto 23)
- Exteriorización sincera de su interior. Nobleza
- Insistencia perseverante y terca, virtud varonil
“Como el toro te sigo y te persigo” (El Rayo…Soneto 23)
- Destino trágico de ambos
La muerte es el sino de un animal tan noble, valiente y enamorado…como él.
Será en El silbo vulnerado y en El rayo que no cesa donde el toro alcanzará
toda su grandeza simbólica al convertirse en el gran enamorado. Todas las
connotaciones antes citadas se desperdigan en un buen número de poemas, pero se
concentran especialmente en el soneto XXIII de El rayo…Por oposición a las
cualidades del toro, el poeta recurre a la imagen de los bueyes para ofrecernos la
tristeza de la frustración.
Los tres grandes motivos temáticos de la poesía hernandiana (vida, amor y
muerte) encuentran en el toro la síntesis de la vida trágica y de su cosmovisión
poética.
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En El rayo que no cesa el rayo marca el suplicio del poeta por el amor no
correspondido. El rayo brota en su interior con una energía que le desborda, que
estalla en su seno y le daña como un clavo que desea ser arrancado. Este símbolo
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En la Elegía aparece como elemento que blande hacia el cielo para mostrar su
dolor e indignación ante la temprana pérdida del amigo:
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
En su poesía bélica, el viento era síntesis de la fuerza del pueblo con la que se
fundía, “los poetas somos viento del pueblo”. El viento del pueblo exalta, unifica…Con
él se fusiona el poeta, arrastrado por ese viento con el cual se identifica su voz de
combatiente cantor.
En el Cancionero el viento positivo desaparece y da paso al viento destructor
del amor, que quiere separar a los enamorados (“Huracanes quisieron/ con rencor
separarlos” (Canción 9)), y provocar la caída de los amantes, en una clara secuencia
verbal perfectamente graduada: “derribarnos…, arrastrarnos…, alejarnos…,
separarnos…” (Canción 8).
Y también aparece, en una dimensión colectiva, para mostrar un desenlace a la
guerra que el poeta no quiere que se produzca, que fatalmente sucederá, y pese a
todo seguirá proclamando el triunfo del amor en medio de la tormenta: “Los secos
vientos no pueden/ secar los mares jugosos” ( Canción 97).
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romance y las canciones, cultivadas con maestría tanto en su poesía bélica como en el
Cancionero y Romancero de Ausencias.
Su escasa formación escolar le exigió una fuerte dedicación autodidacta y en
su faceta creativa le llevó, inicialmente, a un necesario mimetismo (gongorino-
octavas-, calderoniano –auto sacramental-, garcilasino- égloga-, lopesco – sus
dramas- quevedesco- sonetos-, guilleniano- décimas-, nerudiano-Oda entre sangre y
vino a Pablo Neruda…) Precisamente será Neruda, junto a Vicente Aleixandre,
quienes le animen a liberarse de sus ataduras formales (de las normas tradicionales,
del acervo metafórico clásico…) y a no dejarse guiar sino por su atinado instinto
poético.
En su producción dramática, todas las obras, excepto Los hijos de la piedra,
están en verso, dominando las formas métricas y ritmos populares: por ejemplo, en El
labrador de más aire encontramos redondillas, cuartetas, romances, romancillo,
coplas, canciones con estribillo, etc.
Apenas cultivó el verso libre, tal vez no tanto porque careciera del sentido
musical necesario, sino porque causas extraliterarias, la guerra civil y su conversión en
la voz del pueblo le llevarán por el camino de una poesía popular y propagandística
necesaria para elevar el ánimo de los combatientes y conmover al pueblo con formas
por él comprensibles. Así, en Viento del pueblo, la forma más característica es el
romance, que parece imponerse como forma literaria del combate. En aquella
coyuntura histórica, el sentimiento popular da vuelo al romancero, en el que se
identifican poeta y pueblo en una comunión eficaz y auténtica. A medida que la
contienda se alarga en el tiempo el poeta tiende a emplear formas más cultas y
versos de mayor amplitud rítmica (endecasílabos y alejandrinos).
Sus composiciones en ritmo libre, no exentas de calidad, no alcanzarán la
valoración de su poesía rimada, pero estarán muy presentes en su producción durante
los años 35-36 y gran parte de la guerra. No obstante, Miguel Hernández supo
explotar la musicalidad y los valores emocionales y simbólicos de ciertos sonidos para
realzar determinados aspectos del poema o crear una atmósfera apropiada al mensaje
lírico que pretendía transmitir. También el ritmo se acomodaba perfectamente al fluir
del sentimiento y la emoción, tanto propia como la que intentaba provocar. Otros
menesteres requerirán su atención e impedirán que siga cultivando ese tipo de poesía
más del gusto de las minorías. Su temprana muerte nos privó de la oportunidad de
contrastar los rumbos que habría seguido su poesía y de degustar los jugosos frutos
que a buen seguro nos habría deparado.
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BIBLIOGRAFÍA
- Ediciones de la obra de Miguel Hernández.
. Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras, Cruz y Raya, núms. 17-
18,julio-septiembre, 1934
. El torero más valiente. Se publicaron dos escenas en El Gallo Crisis, núms. 3-4,
Orihuela, San Juan de Otoño, 1934, pp. 20-23 Publicado íntegramente en Madrid,
Alianza, 1987; edición y notas de Agustín Sánchez Vidal.
. Seis poemas inéditos y nueve más, ed. Vicente Ramos y M. Molina, Alicante, Col.
Ifach, 1951
. Obras Completas, ed. E. Romero, prólogo de M.G. Ifach, Buenos Aires, Losada,
1960. Se incluye Pastor de la muerte.
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. Poesía y prosa de guerra, y otros texto olvidados, ed. J. Cano Ballesta y R. Marrat,
Madrid, ed. Ayuso, 1977
. Dos cuentos para Manolillo (para cuando sepa leer), ed. J.C. Rovira, Madrid, Palas
Atenea, 1987
Estudios
. AAVV (1976). Miguel Hernández, ed. de María de Gracia Ifach, Madrid, Taurus (“El
escritor y la crítica”)
. AAVV (1978), En torno a Miguel Hernández, ed. de Juan Cano Ballesta, Madrid,
Castalia
. CHEVALIER, Marie (1978), Los temas poéticos de Miguel Hernández, Madrid, Siglo
XXI.
- La escritura poética de Miguel Hernández, Madrid, Siglo XXI, 1977
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. HOYO, Arturo del (2003), Escritos sobre Miguel Hernández, Orihuela, F.C.M.H.
. IFACH, María de Gracia (1975), Miguel Hernández, rayo que no cesa, Barcelona,
Plaza y Janés.
- Vida de Miguel Hernández. Barcelona, Plaza y Janés, 1982
. SÁNCHEZ BALAGUER, Juan José (et al) (2004), Presente y futuro de Miguel
Hernández, Orihuela, Fundación Cultural Miguel Hernández.
. SÁNCHEZ VIDAL, A. y ROVIRA, J.C. (1992) Obra Completa, ed. crítica (con la
colaboración de Carmen Alemany), Madrid, Espasa-Calpe.
. SÁNCHEZ VIDAL, A (1976). Algunas notas sobre Perito en lunas , Madrid, Alhambra
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