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Sonetos de Sor Juana

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Sonetos

Sor Juana Inés de la Cruz


Ramón García López (ed. lit.)

Datos biográficos de Sor Juana Inés de la Cruz


Nace en San Miguel de Nepantla, provincia de Chalco, México, en el año 1648.
Su verdadero nombre era Juana Inés de Asbaje y Ramírez. Hija natural de Pedro
Manuel Asbaje, capitán vasco, nativo de Vergara, Guipúzcoa, casado al llegar y
conocer a Isabel Ramírez de Santillana, criolla, nacida en Yacapixtla, al sur de Nepantla
con quien tuvo tres hijas. Juana fue la segunda de las hijas.
Su precocidad, como la de Lope de Vega, influyó mucho en su educación ya que a
los tres años de edad empezó a garabatear sus primeras letras y a partir de los siete años,
escribir poesía.
A pesar de que las mujeres tenían prohibido el acceso a la Universidad, Juana fue
enviada a la ciudad México para iniciar sus estudios, donde vivían sus tíos maternos,
María Ramírez de Mata y Juan de Mata. Pero donde más se desarrolló su inteligencia
fue en la biblioteca de su abuelo. Al criarse con los hijos de los sirvientes y esclavos de
la casa, indígenas y mulatos, captó desde niña sus lenguas nativas. De los amores de su
madre doña Isabel, tras el abandono de su padre, con el capitán Diego Ruiz Lozano,
nacieron tres hijos, cosa que provocó un rechazo de la niña hacia su madre.
Cuando cumple quince años, Juana, es admirada tanto como por su inteligencia
como por su belleza. Por entonces es nombrada dama de honor de la Virreina, Leonor
Carreto de Toledo, Marquesa Mancera, y pasa a residir durante algún tiempo a la corte,
donde en cierta ocasión el virrey, Antonio Sebastián de Toledo, Marqués de Mancera,
mandó a cuarenta eruditos que la interrogaran en toda clase de disciplinas. Tales fueron
de inteligentes y discretas sus respuestas, que desde entonces su inteligencia fue
admiración de todos los intelectuales de la corte. Por entonces, Juana, tenía 17 años.
Durante su estancia en la Corte, don Antonio Núñez de Miranda, jesuita y confesor,
le aconseja y convence para que entre en la vida religiosa.
En agosto de 1667, con 19 años, ingresa en la Orden Carmelitana como novicia.
Los motivos por los que Juana toma esta decisión, nunca han sido bien explicados por
sus biógrafos, tan sólo existen conjeturas sobre los distintos motivos por los que tomó
esta decisión en su vida.
Dada la dureza de la regla disciplinaria de la Orden, Juana, fue trasladada a la
Orden Jerónima, menos rigurosa en sus estatutos, donde profesó en 1669, allí toma el
nombre de Sor Juana Inés de la Cruz
Empieza su biblioteca particular, contando dentro de su celda, con más de 4000
volúmenes. Pero las nuevas autoridades eclesiásticas, el arzobispo Francisco de Aguiar
y Seijas, escrupuloso y moralista con todo lo que escribe Juana le aconseja dedique más
su labor poética a la poesía sagrada que a la profana, lo que provocó en Juana, un
sentimiento que le obligó a renunciar a su vida literaria, vendiendo su biblioteca y
pasando al cuidado de enfermos y a la oración. Precisamente cuidando a unas monjas
enfermas se contagió y a consecuencia de esta epidemia falleció en la ciudad de México
en 1695.
Varias veces le ofreció la Orden el cargo de Abadesa, siendo rechazada esta oferta
por Juana, prefiriendo desarrollar su labor dentro de la Orden como contadora y
archivera.
En la composición de sus sonetos, estimaron los críticos de la época y posteriores,
está la fluidez de Lope de Vega, el conceptismo de Quevedo y el culteranismo de
Góngora y Calderón. Algunos de estos sonetos alcanzaron gran renombre y fama
posterior sobre todo los que comienzan con: «Detente, sombra de mi bien esquivo»,
«Cauteloso engaño del sentido», «Diuturna enfermedad de la esperanza», «Estas que
fueron pompas y alegría», «Rosa divina que en gentil cultura».
Escritos en prosa fueron Respuesta a la muy ilustre Sor Filistea de la Cruz en
1690. La producción teatral de Juana, tiene títulos como: El divino Narciso 1690; San
Hermenegildo, el mártir del Sacramento y El cetro de José, en una aproximación
propia de la época a Calderón. También siguiendo la tradición de Lope de Vega incluye
en sus comedias sonetos, concretamente en El Divino Narciso y Los Empeños de una
casa (Sonetos LXXI y LXXII).
Antes de su ingreso en el Convento, escribió dos comedias, Los empeños de una
casa y Festejo de amores más laberinto, esta última en colaboración con su primo Juan
de Guevara.
La publicación de sus obras se llevaron a cabo en los años, 1689, 1691 y 1700, esta
última publicación cuando Juana ya no existía.
Toda su vida la dedicó a la Santificación y a las Letras. Fue también conocida
como «Décima Musa» y «Fénix de América» pero sobre todo como la autora más
grande del Barroco Hispanoamericano.

-I-
Correspondencias entre amar o aborrecer

   Feliciano me adora y le aborrezco;


Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno no apetezco.

   A quien más me desdora, el alma ofrezco;  5


a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.

   Si con mi ofensa al uno reconvengo,


me reconviene el otro a mí ofendido;  10
y a padecer de todos modos vengo,

   pues ambos atormentan mi sentido:


aqueste con pedir lo que no tengo,
y aquél con no tener lo que le pido.

- II -
A su retrato

   Este que ves engaño colorido,


que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores,
es cauteloso engaño del sentido;

   este, en quien la lisonja ha pretendido  5


excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

   es un vano artificio del cuidado,


es una flor al viento delicada,  10
es un resguardo inútil para el hado,
   es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

- III -
En que da moral censura a una rosa y en ella a sus semejantes

   Rosa divina que en gentil cultura


eres con tu fragante sutileza
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada en la hermosura.

   Amago de la humana arquitectura,  5


ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

   ¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,


soberbia, el riesgo de morir desdeñas,  10
y luego, desmayada y encogida,

   de tu caduco ser das mustias señas!


Con que con docta muerte y necia vida
viviendo engañas y muriendo enseñas.

- IV -
Al padre Francisco de Castro
   La compuesta de flores maravilla,
divina protectora americana,
que a ser se pasa rosa mexicana
apareciendo rosa de Castilla;

   la que, en vez del dragón (de quien humilla  5


cerviz rebelde en Pathmos) huella ufana
hasta aquí inteligencia soberana
de su pura grandeza, pura silla;

   ya el cielo, que la copia misterioso,


segunda vez sus señas celestiales  10
en guarismo de flores claro suma;

   pues no menos le dan traslado hermoso


las flores de tus versos sin iguales,
la maravilla de tu culta pluma.

-V-
Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón
contra el gusto

   Al que ingrato me deja busco amante;


al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.

   Al que trato de amor hallo diamante  5


y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
   Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo;  10
de entre ambos modos infeliz me veo.

   Pero yo por mejor partido escojo


de quien no quiero ser violento empleo
que de quien no me quiere vil despojo.

- VI -
Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez

   Miró Celia una rosa que en el prado


ostentaba feliz la pompa vana
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;

   y dijo: -Goza, sin temor del Hado  5


el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado;

   y aunque llega la muerte presurosa


y tu fragante vida se te aleja,  10
no sientas el morir tan bella y moza:

   mira que la experiencia te aconseja


que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.
- VII -
A la esperanza

   Verde embeleso de la vida humana,


loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

   alma del mundo, senectud lozana,  5


decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:

   sigan tu sombra en busca de tu día


los que, con verdes vidrios por antojos,  10
todo lo ven pintado a su deseo;

   que yo, más cuerda en la fortuna mía,


tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

- VIII -
En que satisface un recelo con la retórica del llanto

   Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,


como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

   y Amor, que mis intentos ayudaba,  5


venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

   Baste ya de rigores, mi bien, baste;


no te atormente más celos tiranos,  10
ni el vil recelo tu quietud contraste

   con sombras necias, con indicios vanos,


pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

- IX -
Que contiene una fantasía contenta con amor decente

   Detente, sombra de mi bien esquivo,


imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

   Si el imán de tus gracias, atractivo,  5


sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

   Mas blasonar no puedes, satisfecho,


de que triunfa de mí tu tiranía:  10
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

   que tu forma fantástica ceñía,


poco importa burlar brazos y pechos
si te labra prisión mi fantasía.
-X-
Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad

   ¿Tan grande, ¡ay, hado!, mi delito ha sido


que por castigo de él o por tormento
no basta el que adelanta el pensamiento
sino el que le previenes al oído?

   Tan severo en mi contra has procedido,  5


que me persuado de tu duro intento,
a que sólo me diste entendimiento
porque fuese mi daño más crecido.

   Dísteme aplausos para más baldones,


subir me hiciste, para penas tales;  10
y aun pienso que me dieron tus traiciones

   penas a mi desdicha desiguales


porque viéndote rica de tus dones
nadie tuviese lástima a mis males.

- XI -
Enseña cómo un solo empleo en amar es razón y conveniencia

   Fabio, en el ser de todos adoradas


son todas las beldades ambiciosas,
porque tienen las aras por ociosas
si no la ven de víctimas colmadas.

   Y así, si de uno solo son amadas  5


viven de la fortuna querellosas;
porque piensan que más que ser hermosas
constituyen deidad al ser rogadas.

   Mas yo soy en aquesto tan medida,


que en viendo a muchos mi atención zozobra  10
y sólo quiero ser correspondida

   de aquel que de mi amor réditos cobra;


porque es la sal del gusto al ser querida:
que daña lo que falta y lo que sobra.

- XII -
No quiere pasar por olvido lo descuidado

   Dices que yo te olvido, Celio, y mientes


en decir que me acuerdo de olvidarte,
pues no hay en mi memoria alguna parte
en que, aún como olvidado, te presentes.

   Mis pensamientos son tan diferentes  5


y en todo tan ajenos de tratarte,
que ni saben si pueden olvidarte,
ni si te olvidan saben si lo sientes.

   Si tú fueras capaz de ser querido,


fueras capaz de olvido; y ya era gloria  10
al menos la potencia de haber sido.
   Mas tan lejos estás de esa victoria,
que aqueste no acordarme no es olvido
sino una negación de la memoria.

- XIII -
Soneto a Martín de Olivas

    Máquinas primas de su ingenio agudo


A Arquímedes, artífice famoso,
Raro nombre dieron de ingenioso;
¡Tanto el afán y tanto el arte pudo!

    Invención rara, que en el mármol rudo  5


No sin arte grabó, maravilloso,
De su mano, su nombre prodigioso,
Entretejido en flores el escudo.

   ¡Oh! Así permita el Cielo que se entregue


Lince tal mi atención en imitarte,  10
I en el mar de la ciencia así se anegue

    Vajel, que -al discurrir por alcanzarte-


Alcance que el que a ver la hechura llegue,
Sepa tu nombre del primor del Arte.

(Soneto acróstico, con el nombre de Martín de Olivas)

- XIV -
Refiere con ajuste la tragedia de Príamo y Tisbe

   De un funesto moral la negra sombra,


de horrores mil y confusiones llena,
en cuyo hueco tronco aun hoy resuena
el eco que doliente a Tisbe nombra.

   Cubrió la verde matizada alfombra  5


en que Píramo amante abrió la vena
del corazón, y Tisbe de su pena
dio la señal, que aun hoy el mundo asombra.

   Mas viendo del amor tanto despecho,


la muerte, entonces de ellos lastimada,  10
sus dos pechos juntó con lazo estrecho.

   Mas ¡ay de la infeliz y desdichada,


que a su Píramo dar no puede el pecho
ni aun por los duros filos de su espada!

- XV -
A Julia

   La heroica esposa de Pompeyo, altiva,


al ver su vestidura en sangre roja,
con generosa cólera se enoja
de sospecharlo muerto y estar viva.

   Rinde la vida en que el sosiego estriba  5


de esposo y padre, y con mortal congoja,
la concebida sucesión arroja,
y de la paz con ella a Roma priva.
   Si el infeliz concepto que tenía
en las entrañas Julia, no abortara,  10
la muerte de Pompeyo excusaría.

   ¡Qué tirana fortuna! ¡Quién pensara,


que con el mismo amor que la temía,
con ese mismo amor se la causara!

- XVI -
A Porcia

   ¿Qué pasión, Porcia, qué dolor tan ciego


te obliga a ser de ti fiera homicida?
¿O en qué te ofende tu inocente vida
que así le das batalla a sangre y fuego?

   Si la fortuna airada al justo ruego  5


de tu esposo se muestra endurecida,
bástale al mal de ver su acción perdida,
no acabes con tu vida su sosiego.

   Deja las brasas, Porcia, que mortales


impaciente tu amor elegir quiere;  10
no al fuego de tu amor el fuego iguales;

   porque si bien de tu pasión se infiere,


mal morirá a las brasas materiales
quien a las llamas del amor no muere.
- XVII -
Engrandece el hecho de Lucrecia

   ¡Oh famosa Lucrecia, gentil dama,


de cuyo ensangrentado noble pecho
salió la sangre que extinguió, a despecho
el rey injusto la lasciva llama!

   ¡Oh, con cuánta razón el mundo aclama  5


tu virtud; pues por premio de tal hecho
aun es para tusa sienes cerco estrecho
la amplísima corona de tu fama!

   Pero si el modo de tu fin violento


puedes borrar del tiempo y sus anales,  10
quita la punta del puñal sangriento

   con que pusiste fin a tantos males,


que es mengua de tu honrado sentimiento
decir que te ayudaste de puñales.

- XVIII -
Con una reelección cuerda mitiga el dolor de una pasión

   Con el dolor de la mortal herida


de un agravio de amor, me lamentaba;
y por ver si la muerte se llegaba,
procuraba que fuese más crecida.
   Toda en su mal el alma divertida,  5
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertos a una vida.

   Y ciando el golpe de uno y otro tiro,


rendido el corazón, daba penoso  10
señas de dar el último suspiro,

   no sé por qué destino prodigioso,


volví en mi acuerdo y dije: ¡qué me admiro?
Quién en amor ha sido más dichoso?

- XIX -
Encarece de animosidad la elección de estado durable hasta la
muerte

   Si los riesgos del mar considerara


ninguno se embarcara, si antes viera
bien su peligro, nadie se atreviera,
ni al bravo toro osado provocara.

   Si del fogoso bruto ponderara  5


la furia desbocada en la carrera,
el jinete prudente, nunca hubiera,
quien con discreta mano le enfrenara.

   Pero si hubiera algo tan osado,


que, no obstante el peligro, al mismo Apolo  10
quisiera gobernar con atrevida

   mano, el rápido carro en luz bañado


todo lo hiciera, y no tomara sólo
estado, que ha de ser toda la vida.

- XX -
Pretende con toda ingeniosidad esforzar el dictamen de que sea
ausencia mayor mal que los celos

   El ausente, el celoso, se provoca;


aquél con sentimiento, este con ira;
presume éste la ofensa, que no mira;
y siente aquél la realidad, que toca.

   Este templa, tal vez, su furia loca,  5


cuando el discurso en su favor delira;
pues nada a su dolor la fuerza apoca
y, sin intermisión, aquél suspira.

   Este aflige dudoso su paciencia,


y aquél padece ciertos sus desvelos;  10
éste al dolor opone resistencia;

   aquél y ella, sufre desconsuelos;


y si es pena de daño, al fin, la ausencia
luego es mayor tormento que los celos.

- XXI -
Prosigue el mismo pesar, y dice, que aun no debe aborrecer tan
indigno sujeto, por no tenerle aun así cerca del corazón
   Silvio, yo te aborrezco, y aun condeno
el que estés, de esta suerte, en mi sentido;
que infama el hierro al escorpión herido,
y a quien la huella mancha inmundo el cieno.

   Eres como el mortífero veneno,  5


que daña, a quien lo vierte inadvertido;
y en fin eres tan malo y fementido,
que aun para aborrecido no eres bueno.

   Tu aspecto vil a mi memoria ofrezco,


aunque con susto me lo contradice,  10
por darme yo la pena que merezco.

   Pues dando considero, lo que hice,


no sólo a ti, corrida te aborrezco;
pero a mí, por el tiempo que te quise.

- XXII -
Un celoso refiere el común pesar que todos padecen y advierte a la
causa el fin que puede tener la lucha de afectos encontrados

   Yo no dudo, Lisarda, que te quiero,


aunque sé que me tienes agraviado;
mas estoy tan amante y tan airado,
que afectos que distingo no prefiero.

   De ver que odio y amor te tengo, infiero  5


que ninguno estar puede en sumo grado;
pues no le puede el odio avergonzado
sin haberlo perdido amor primero.
   Y si piensas que el alma que te quiso
ha de estar siempre a tu aflicción ligada,  10
de tu satisfacción vana te aviso.

   Pues si el amor al odio ha dado entrada,


el que bajo de sumo a ser remiso
de lo remiso pasará a ser nada.

- XXIII -
De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar del
arrepentimiento

   Cuando mi error y tu vileza veo


contemplo, Silvio de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.

   A mi misma memoria apenas creo,  5


que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.

   Yo bien quisiera, cuando llego a verte,


viendo mi infame amor, poder negarlo;  10
mas luego la razón justa me advierte

   que sólo se remedia en publicarlo,


porque del gran delito de quererte
sólo es bastante para confesarlo.
- XIV -
Efectos muy penosos de amor y que por no grandes igualan con las
prendas de quien las causa

   ¿Vesme, Alcino, que atada a la cadena


de amor, paso, en sus hierros aherrojada,
miseria, esclavitud, desesperada,
de libertad y de consuelo ajena?

   ¿Ves de dolor y angustia el alma llena,  5


de tan fieros tormentos lastimada,
y entre las vivas llamas abrasada,
juzgarse por indigna de su pena?

   ¿Vesme seguir sin alma un desatino,


que yo misma condeno por extraño?  10
¿Vesme derramar sangre en el camino,

   siguiendo los vestigios de un engaño?


Muy admirado estás. ¿Pues, ves, Alcino?
Más merece la causa de mi daño.

- XXV -
Nueva alabanza del hecho de Lucrecia

   Intenta de Tarquino el artificio


a tu pecho, Lucrecia, dar batalla,
ya amante llora, ya modesto calla,
ya ofrece toda el alma en sacrificio.
   Y cuando piensa ya que más propicio  5
tu pecho a tanto imperio se avasalla,
el premio, como Sísifo, que halla
es empezar de nuevo el ejercicio.

   Arde furioso, y la amorosa tema


crece en la resistencia de tu honra,  10
con tanta privación más obstinada.

   ¡Oh Providencia de Deidad suprema!


¡Tu honestidad motiva tu deshonra,
y tu deshonra te eterniza honrada!

- XXVI -
Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios y justifica su
divertimento a las musas

   ¿En perseguirme, Mundo, qué interesas?


¿En qué te ofendo? Cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento,
y no mi entendimiento en las bellezas?

   Yo no estimo tesoros, ni riquezas,  5


a sí, siempre me causa mal contento,
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.

   Y no estimo hermosura, que vencida,


es despojo civil de las Edades;  10
ni riqueza me agrada si es mentida.

   Teniendo por mejor en mis Verdades,


consumir vanidades de la Vida,
que consumir la Vida en vanidades.

- XXVII -
Resuelve la cuestión de cual sea pesar mas molesto en encontradas
correspondencias, amar o aborrecer

   Que no me quiera Fabio, al verse amado,


es dolor, sin igual, en mi sentido,
más, que me quiera Silvio aborrecido
es menos mal, más no menor enfado.

   Que sufrimiento no estará cansado,  5


si siempre le resuenan al oído,
tras la vana arrogancia de un querido,
el cansado gemir de un desdeñado.

   Si de Silvio me cansa el rendimiento,


a Fabio canso, con estar rendida,  10
si de este busco el agradecimiento.

   A mí me busca el otro agradecida,


por activa, y pasiva es mi tormento,
pues padezco en querer, y en ser querida.

- XXVIII -
A la Excelentísima Señora de Paredes
   El Hijo, que la Esclava ha concebido,
dice el Derecho, que le pertenece
al legítimo Dueño, que obedece
la Esclava Madre, de quien es nacido.

   El que retorna, el campo agradecido;  5


opimo fruto, que obediente ofrece,
es del Señor, pues si fecundo crece,
se lo debe al cultivo recibido.

   Así, Lisi Divina, estos borrones,


que hijos del alma son, partos del pecho,  10
será razón, que a ti te restituya.

   Y no lo impidan sus imperfecciones,


pues vienen a ser tuyos de derecho
los conceptos de un Alma, que es tan tuya.

- XXIX -
La mexicana musa, hija eminente

   La Mexicana Musa, Hija eminente


de Apolo, y que las Nueve aun más divina,
porque fuese del Sol la Benjamina,
le nació en la vejez de su Poniente.

   ¡Qué sutil, si discurre! ¡Qué elocuente,  5


si razona! ¡Si habla, qué ladina!
Y si canta de amor, cuerda es tan fina,
que no se oye rozado en lo indecente.

   Única poetisa, ese talento


(que no le desperdicias, que le empleas)  10
aun le envidia mi amor, que es lince a tiento.

   ¡O enhorabuena Peregrina seas,


por si vago tal vez mi pensamiento,
se encontrase contigo en sus ideas.

- XXX -
Discurre inevitable el llanto a vista de quien ama

   Mandas, Anarda, que sin llanto asista


a ver tus ojos, de lo cual sospecho,
que el ignorar la causa, es quien te ha hecho
querer, que emprenda yo tanta conquista.

   Amor, Señora, sin que me resista,  5


que tiene en fuego el corazón deshecho,
como hace huir la sangre allá en el pecho,
vaporiza en ardores por la vista.

   Buscan luego mis ojos tu presencia,


que centro juzga de su dulce encanto,  10
y cuando mi atención te reverencia.

   Los virtuales rayos entretanto,


como hallan en tu nieve resistencia,
lo que salió vapor, se vuelve llanto.

- XXXI -
Inés, cuando te riñen por bellaca

   Inés, cuando te riñen por Bellaca,


para disculpas, no te falta Achaque
porque dices, que traque, y que Barraque
con que sabes muy bien tapar la Caca.

   Si coges la palabra, no hay Urraca,  5


que así la gorja de mal año Saques
y con tronidos, más que un triqui Traque,
a todo el Mundo aturdes, cual Matraca.

   Este bullicio todo lo Trabuca,


este embeleco todo lo Embeleca,  10
más, aunque eres (Inés) tan mala Cuca,

   sabe mi amor muy bien lo que se Peca,


y así con tu afición no se Embabuca,
aunque eres Zancarrón, y yo de Meca.

- XXXII -
Aunque eres (Teresilla) tan muchacha

   Aunque eres (Teresilla) tan Muchacha,


le das que hacer al pobre de Camacho,
porque dará tu disimulo un Chacho,
a aquel que se pintase más sin Tacha.

   De los empleos que tu Amor Despacha,  5


anda el triste cargado como un Macho
y tienen tan crecido ya el Penacho,
que ya no puede entrar, sino se Agacha.
   Estás ha hacerle burlas ya tan Ducha,
y a salir de ellas bien estás tan Hecha,  10
que, de lo que tu vientre Desembucha,

   sabes darle a entender, cuando Sospecha,


que has hecho, por hacer su hacienda Mucha,
de ajena siembra suya la Cosecha.

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