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Sonetos Sor Juana

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Sonetos

Sor Juana Inés de la Cruz

Ramón García López (ed. lit.)

Datos biográficos de Sor Juana Inés de la Cruz

Nace en San Miguel de Nepantla, provincia de Chalco, México, en el año 1648.

Su verdadero nombre era Juana Inés de Asbaje y Ramírez. Hija natural de Pedro Manuel
Asbaje, capitán vasco, nativo de Vergara, Guipúzcoa, casado al llegar y conocer a Isabel
Ramírez de Santillana, criolla, nacida en Yacapixtla, al sur de Nepantla con quien tuvo tres
hijas. Juana fue la segunda de las hijas.

Su precocidad, como la de Lope de Vega, influyó mucho en su educación ya que a los tres
años de edad empezó a garabatear sus primeras letras y a partir de los siete años, escribir
poesía.

A pesar de que las mujeres tenían prohibido el acceso a la Universidad, Juana fue enviada
a la ciudad México para iniciar sus estudios, donde vivían sus tíos maternos, María Ramírez
de Mata y Juan de Mata. Pero donde más se desarrolló su inteligencia fue en la biblioteca
de su abuelo. Al criarse con los hijos de los sirvientes y esclavos de la casa, indígenas y
mulatos, captó desde niña sus lenguas nativas. De los amores de su madre doña Isabel,
tras el abandono de su padre, con el capitán Diego Ruiz Lozano, nacieron tres hijos, cosa
que provocó un rechazo de la niña hacia su madre.

Cuando cumple quince años, Juana, es admirada tanto como por su inteligencia como por
su belleza. Por entonces es nombrada dama de honor de la Virreina, Leonor Carreto de
Toledo, Marquesa Mancera, y pasa a residir durante algún tiempo a la corte, donde en
cierta ocasión el virrey, Antonio Sebastián de Toledo, Marqués de Mancera, mandó a
cuarenta eruditos que la interrogaran en toda clase de disciplinas. Tales fueron de
inteligentes y discretas sus respuestas, que desde entonces su inteligencia fue admiración
de todos los intelectuales de la corte. Por entonces, Juana, tenía 17 años.

Durante su estancia en la Corte, don Antonio Núñez de Miranda, jesuita y confesor, le


aconseja y convence para que entre en la vida religiosa.

En agosto de 1667, con 19 años, ingresa en la Orden Carmelitana como novicia. Los
motivos por los que Juana toma esta decisión, nunca han sido bien explicados por sus
biógrafos, tan sólo existen conjeturas sobre los distintos motivos por los que tomó esta
decisión en su vida.

Dada la dureza de la regla disciplinaria de la Orden, Juana, fue trasladada a la Orden


Jerónima, menos rigurosa en sus estatutos, donde profesó en 1669, allí toma el nombre de
Sor Juana Inés de la Cruz

Empieza su biblioteca particular, contando dentro de su celda, con más de 4000


volúmenes. Pero las nuevas autoridades eclesiásticas, el arzobispo Francisco de Aguiar y
Seijas, escrupuloso y moralista con todo lo que escribe Juana le aconseja dedique más su
labor poética a la poesía sagrada que a la profana, lo que provocó en Juana, un
sentimiento que le obligó a renunciar a su vida literaria, vendiendo su biblioteca y pasando
al cuidado de enfermos y a la oración. Precisamente cuidando a unas monjas enfermas se
contagió y a consecuencia de esta epidemia falleció en la ciudad de México en 1695.

Varias veces le ofreció la Orden el cargo de Abadesa, siendo rechazada esta oferta por
Juana, prefiriendo desarrollar su labor dentro de la Orden como contadora y archivera.

En la composición de sus sonetos, estimaron los críticos de la época y posteriores, está la


fluidez de Lope de Vega, el conceptismo de Quevedo y el culteranismo de Góngora y
Calderón. Algunos de estos sonetos alcanzaron gran renombre y fama posterior sobre todo
los que comienzan con: «Detente, sombra de mi bien esquivo», «Cauteloso engaño del
sentido», «Diuturna enfermedad de la esperanza», «Estas que fueron pompas y alegría»,
«Rosa divina que en gentil cultura».

Escritos en prosa fueron Respuesta a la muy ilustre Sor Filistea de la Cruz en 1690. La
producción teatral de Juana, tiene títulos como: El divino Narciso 1690; San Hermenegildo,
el mártir del Sacramento y El cetro de José, en una aproximación propia de la época a
Calderón. También siguiendo la tradición de Lope de Vega incluye en sus comedias
sonetos, concretamente en El Divino Narciso y Los Empeños de una casa (Sonetos LXXI y
LXXII).

Antes de su ingreso en el Convento, escribió dos comedias, Los empeños de una


casa y Festejo de amores más laberinto, esta última en colaboración con su primo Juan de
Guevara.

La publicación de sus obras se llevaron a cabo en los años, 1689, 1691 y 1700, esta última
publicación cuando Juana ya no existía.

Toda su vida la dedicó a la Santificación y a las Letras. Fue también conocida como
«Décima Musa» y «Fénix de América» pero sobre todo como la autora más grande del
Barroco Hispanoamericano.
-I-

Correspondencias entre amar o aborrecer

Feliciano me adora y le aborrezco;

Lisardo me aborrece y yo le adoro;

por quien no me apetece ingrato, lloro,

y al que me llora tierno no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco; 5

a quien me ofrece víctimas, desdoro;

desprecio al que enriquece mi decoro,

y al que le hace desprecios, enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo,

me reconviene el otro a mí ofendido; 10

y a padecer de todos modos vengo,


pues ambos atormentan mi sentido:

aqueste con pedir lo que no tengo,

y aquél con no tener lo que le pido.

- II -

A su retrato

Este que ves engaño colorido,

que del arte ostentando los primores,

con falsos silogismos de colores,

es cauteloso engaño del sentido;

este, en quien la lisonja ha pretendido 5

excusar de los años los horrores,

y venciendo del tiempo los rigores

triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,


es una flor al viento delicada, 10

es un resguardo inútil para el hado,

es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

- III -

En que da moral censura a una rosa y en ella a sus semejantes

Rosa divina que en gentil cultura

eres con tu fragante sutileza

magisterio purpúreo en la belleza,

enseñanza nevada en la hermosura.

Amago de la humana arquitectura, 5

ejemplo de la vana gentileza,

en cuyo ser unió naturaleza

la cuna alegre y triste sepultura.


¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,

soberbia, el riesgo de morir desdeñas, 10

y luego, desmayada y encogida,

de tu caduco ser das mustias señas!

Con que con docta muerte y necia vida

viviendo engañas y muriendo enseñas.

- IV -

Al padre Francisco de Castro

La compuesta de flores maravilla,

divina protectora americana,

que a ser se pasa rosa mexicana

apareciendo rosa de Castilla;

la que, en vez del dragón (de quien humilla 5

cerviz rebelde en Pathmos) huella ufana


hasta aquí inteligencia soberana

de su pura grandeza, pura silla;

ya el cielo, que la copia misterioso,

segunda vez sus señas celestiales 10

en guarismo de flores claro suma;

pues no menos le dan traslado hermoso

las flores de tus versos sin iguales,

la maravilla de tu culta pluma.

-V-

Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra


el gusto

Al que ingrato me deja busco amante;

al que amante me sigue dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata,

maltrato a quien mi amor busca constante.


Al que trato de amor hallo diamante 5

y soy diamante al que de amor me trata,

triunfante quiero ver al que me mata

y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquel, mi pundonor enojo; 10

de entre ambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo

de quien no quiero ser violento empleo

que de quien no me quiere vil despojo.

- VI -

Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez

Miró Celia una rosa que en el prado

ostentaba feliz la pompa vana


y con afeites de carmín y grana

bañaba alegre el rostro delicado;

y dijo: -Goza, sin temor del Hado 5

el curso breve de tu edad lozana,

pues no podrá la muerte de mañana

quitarte lo que hubieres hoy gozado;

y aunque llega la muerte presurosa

y tu fragante vida se te aleja, 10

no sientas el morir tan bella y moza:

mira que la experiencia te aconseja

que es fortuna morirte siendo hermosa

y no ver el ultraje de ser vieja.

- VII -

A la esperanza
Verde embeleso de la vida humana,

loca Esperanza, frenesí dorado,

sueño de los despiertos intrincado,

como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana, 5

decrépito verdor imaginado;

el hoy de los dichosos esperado

y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día

los que, con verdes vidrios por antojos, 10

todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,

tengo en entrambas manos ambos ojos

y solamente lo que toco veo.

- VIII -

En que satisface un recelo con la retórica del llanto


Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

como en tu rostro y tus acciones vía

que con palabras no te persuadía,

que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba, 5

venció lo que imposible parecía:

pues entre el llanto, que el dolor vertía,

el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste;

no te atormente más celos tiranos, 10

ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,

pues ya en líquido humor viste y tocaste

mi corazón deshecho entre tus manos.

- IX -
Que contiene una fantasía contenta con amor decente

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si el imán de tus gracias, atractivo, 5

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero

si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfa de mí tu tiranía: 10

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pechos

si te labra prisión mi fantasía.


-X-

Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad

¿Tan grande, ¡ay, hado!, mi delito ha sido

que por castigo de él o por tormento

no basta el que adelanta el pensamiento

sino el que le previenes al oído?

Tan severo en mi contra has procedido, 5

que me persuado de tu duro intento,

a que sólo me diste entendimiento

porque fuese mi daño más crecido.

Dísteme aplausos para más baldones,

subir me hiciste, para penas tales; 10

y aun pienso que me dieron tus traiciones

penas a mi desdicha desiguales

porque viéndote rica de tus dones

nadie tuviese lástima a mis males.


- XI -

Enseña cómo un solo empleo en amar es razón y conveniencia

Fabio, en el ser de todos adoradas

son todas las beldades ambiciosas,

porque tienen las aras por ociosas

si no la ven de víctimas colmadas.

Y así, si de uno solo son amadas 5

viven de la fortuna querellosas;

porque piensan que más que ser hermosas

constituyen deidad al ser rogadas.

Mas yo soy en aquesto tan medida,

que en viendo a muchos mi atención zozobra 10

y sólo quiero ser correspondida

de aquel que de mi amor réditos cobra;


porque es la sal del gusto al ser querida:

que daña lo que falta y lo que sobra.

- XII -

No quiere pasar por olvido lo descuidado

Dices que yo te olvido, Celio, y mientes

en decir que me acuerdo de olvidarte,

pues no hay en mi memoria alguna parte

en que, aún como olvidado, te presentes.

Mis pensamientos son tan diferentes 5

y en todo tan ajenos de tratarte,

que ni saben si pueden olvidarte,

ni si te olvidan saben si lo sientes.

Si tú fueras capaz de ser querido,

fueras capaz de olvido; y ya era gloria 10

al menos la potencia de haber sido.


Mas tan lejos estás de esa victoria,

que aqueste no acordarme no es olvido

sino una negación de la memoria.

- XIII -

Soneto a Martín de Olivas

Máquinas primas de su ingenio agudo

A Arquímedes, artífice famoso,

Raro nombre dieron de ingenioso;

¡Tanto el afán y tanto el arte pudo!

Invención rara, que en el mármol rudo 5

No sin arte grabó, maravilloso,

De su mano, su nombre prodigioso,

Entretejido en flores el escudo.

¡Oh! Así permita el Cielo que se entregue


Lince tal mi atención en imitarte, 10

I en el mar de la ciencia así se anegue

Vajel, que -al discurrir por alcanzarte-

Alcance que el que a ver la hechura llegue,

Sepa tu nombre del primor del Arte.

(Soneto acróstico, con el nombre de Martín de Olivas)

- XIV -

Refiere con ajuste la tragedia de Príamo y Tisbe

De un funesto moral la negra sombra,

de horrores mil y confusiones llena,

en cuyo hueco tronco aun hoy resuena

el eco que doliente a Tisbe nombra.

Cubrió la verde matizada alfombra 5

en que Píramo amante abrió la vena

del corazón, y Tisbe de su pena


dio la señal, que aun hoy el mundo asombra.

Mas viendo del amor tanto despecho,

la muerte, entonces de ellos lastimada, 10

sus dos pechos juntó con lazo estrecho.

Mas ¡ay de la infeliz y desdichada,

que a su Píramo dar no puede el pecho

ni aun por los duros filos de su espada!

- XV -

A Julia

La heroica esposa de Pompeyo, altiva,

al ver su vestidura en sangre roja,

con generosa cólera se enoja

de sospecharlo muerto y estar viva.

Rinde la vida en que el sosiego estriba 5


de esposo y padre, y con mortal congoja,

la concebida sucesión arroja,

y de la paz con ella a Roma priva.

Si el infeliz concepto que tenía

en las entrañas Julia, no abortara, 10

la muerte de Pompeyo excusaría.

¡Qué tirana fortuna! ¡Quién pensara,

que con el mismo amor que la temía,

con ese mismo amor se la causara!

- XVI -

A Porcia

¿Qué pasión, Porcia, qué dolor tan ciego

te obliga a ser de ti fiera homicida?

¿O en qué te ofende tu inocente vida

que así le das batalla a sangre y fuego?


Si la fortuna airada al justo ruego 5

de tu esposo se muestra endurecida,

bástale al mal de ver su acción perdida,

no acabes con tu vida su sosiego.

Deja las brasas, Porcia, que mortales

impaciente tu amor elegir quiere; 10

no al fuego de tu amor el fuego iguales;

porque si bien de tu pasión se infiere,

mal morirá a las brasas materiales

quien a las llamas del amor no muere.

- XVII -

Engrandece el hecho de Lucrecia

¡Oh famosa Lucrecia, gentil dama,

de cuyo ensangrentado noble pecho


salió la sangre que extinguió, a despecho

el rey injusto la lasciva llama!

¡Oh, con cuánta razón el mundo aclama 5

tu virtud; pues por premio de tal hecho

aun es para tusa sienes cerco estrecho

la amplísima corona de tu fama!

Pero si el modo de tu fin violento

puedes borrar del tiempo y sus anales, 10

quita la punta del puñal sangriento

con que pusiste fin a tantos males,

que es mengua de tu honrado sentimiento

decir que te ayudaste de puñales.

- XVIII -

Con una reelección cuerda mitiga el dolor de una pasión


Con el dolor de la mortal herida

de un agravio de amor, me lamentaba;

y por ver si la muerte se llegaba,

procuraba que fuese más crecida.

Toda en su mal el alma divertida, 5

pena por pena su dolor sumaba,

y en cada circunstancia ponderaba

que sobraban mil muertos a una vida.

Y ciando el golpe de uno y otro tiro,

rendido el corazón, daba penoso 10

señas de dar el último suspiro,

no sé por qué destino prodigioso,

volví en mi acuerdo y dije: ¡qué me admiro?

Quién en amor ha sido más dichoso?

- XIX -
Encarece de animosidad la elección de estado durable hasta la
muerte

Si los riesgos del mar considerara

ninguno se embarcara, si antes viera

bien su peligro, nadie se atreviera,

ni al bravo toro osado provocara.

Si del fogoso bruto ponderara 5

la furia desbocada en la carrera,

el jinete prudente, nunca hubiera,

quien con discreta mano le enfrenara.

Pero si hubiera algo tan osado,

que, no obstante el peligro, al mismo Apolo 10

quisiera gobernar con atrevida

mano, el rápido carro en luz bañado

todo lo hiciera, y no tomara sólo

estado, que ha de ser toda la vida.


- XX -

Pretende con toda ingeniosidad esforzar el dictamen de que sea


ausencia mayor mal que los celos

El ausente, el celoso, se provoca;

aquél con sentimiento, este con ira;

presume éste la ofensa, que no mira;

y siente aquél la realidad, que toca.

Este templa, tal vez, su furia loca, 5

cuando el discurso en su favor delira;

pues nada a su dolor la fuerza apoca

y, sin intermisión, aquél suspira.

Este aflige dudoso su paciencia,

y aquél padece ciertos sus desvelos; 10

éste al dolor opone resistencia;

aquél y ella, sufre desconsuelos;

y si es pena de daño, al fin, la ausencia

luego es mayor tormento que los celos.


- XXI -

Prosigue el mismo pesar, y dice, que aun no debe aborrecer tan


indigno sujeto, por no tenerle aun así cerca del corazón

Silvio, yo te aborrezco, y aun condeno

el que estés, de esta suerte, en mi sentido;

que infama el hierro al escorpión herido,

y a quien la huella mancha inmundo el cieno.

Eres como el mortífero veneno, 5

que daña, a quien lo vierte inadvertido;

y en fin eres tan malo y fementido,

que aun para aborrecido no eres bueno.

Tu aspecto vil a mi memoria ofrezco,

aunque con susto me lo contradice, 10

por darme yo la pena que merezco.


Pues dando considero, lo que hice,

no sólo a ti, corrida te aborrezco;

pero a mí, por el tiempo que te quise.

- XXII -

Un celoso refiere el común pesar que todos padecen y advierte a la


causa el fin que puede tener la lucha de afectos encontrados

Yo no dudo, Lisarda, que te quiero,

aunque sé que me tienes agraviado;

mas estoy tan amante y tan airado,

que afectos que distingo no prefiero.

De ver que odio y amor te tengo, infiero 5

que ninguno estar puede en sumo grado;

pues no le puede el odio avergonzado

sin haberlo perdido amor primero.

Y si piensas que el alma que te quiso

ha de estar siempre a tu aflicción ligada, 10


de tu satisfacción vana te aviso.

Pues si el amor al odio ha dado entrada,

el que bajo de sumo a ser remiso

de lo remiso pasará a ser nada.

- XXIII -

De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar del


arrepentimiento

Cuando mi error y tu vileza veo

contemplo, Silvio de mi amor errado,

cuán grave es la malicia del pecado,

cuán violenta la fuerza de un deseo.

A mi misma memoria apenas creo, 5

que pudiese caber en mi cuidado

la última línea de lo despreciado,

el término final de un mal empleo.


Yo bien quisiera, cuando llego a verte,

viendo mi infame amor, poder negarlo; 10

mas luego la razón justa me advierte

que sólo se remedia en publicarlo,

porque del gran delito de quererte

sólo es bastante para confesarlo.

- XIV -

Efectos muy penosos de amor y que por no grandes igualan con las
prendas de quien las causa

¿Vesme, Alcino, que atada a la cadena

de amor, paso, en sus hierros aherrojada,

miseria, esclavitud, desesperada,

de libertad y de consuelo ajena?

¿Ves de dolor y angustia el alma llena, 5


de tan fieros tormentos lastimada,

y entre las vivas llamas abrasada,

juzgarse por indigna de su pena?

¿Vesme seguir sin alma un desatino,

que yo misma condeno por extraño? 10

¿Vesme derramar sangre en el camino,

siguiendo los vestigios de un engaño?

Muy admirado estás. ¿Pues, ves, Alcino?

Más merece la causa de mi daño.

- XXV -

Nueva alabanza del hecho de Lucrecia

Intenta de Tarquino el artificio

a tu pecho, Lucrecia, dar batalla,

ya amante llora, ya modesto calla,

ya ofrece toda el alma en sacrificio.


Y cuando piensa ya que más propicio 5

tu pecho a tanto imperio se avasalla,

el premio, como Sísifo, que halla

es empezar de nuevo el ejercicio.

Arde furioso, y la amorosa tema

crece en la resistencia de tu honra, 10

con tanta privación más obstinada.

¡Oh Providencia de Deidad suprema!

¡Tu honestidad motiva tu deshonra,

y tu deshonra te eterniza honrada!

- XXVI -

Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios y justifica su


divertimento a las musas

¿En perseguirme, Mundo, qué interesas?


¿En qué te ofendo? Cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento,

y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros, ni riquezas, 5

a sí, siempre me causa mal contento,

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura, que vencida,

es despojo civil de las Edades; 10

ni riqueza me agrada si es mentida.

Teniendo por mejor en mis Verdades,

consumir vanidades de la Vida,

que consumir la Vida en vanidades.

- XXVII -

Resuelve la cuestión de cual sea pesar mas molesto en encontradas


correspondencias, amar o aborrecer
Que no me quiera Fabio, al verse amado,

es dolor, sin igual, en mi sentido,

más, que me quiera Silvio aborrecido

es menos mal, más no menor enfado.

Que sufrimiento no estará cansado, 5

si siempre le resuenan al oído,

tras la vana arrogancia de un querido,

el cansado gemir de un desdeñado.

Si de Silvio me cansa el rendimiento,

a Fabio canso, con estar rendida, 10

si de este busco el agradecimiento.

A mí me busca el otro agradecida,

por activa, y pasiva es mi tormento,

pues padezco en querer, y en ser querida.

- XXVIII -
A la Excelentísima Señora de Paredes

El Hijo, que la Esclava ha concebido,

dice el Derecho, que le pertenece

al legítimo Dueño, que obedece

la Esclava Madre, de quien es nacido.

El que retorna, el campo agradecido; 5

opimo fruto, que obediente ofrece,

es del Señor, pues si fecundo crece,

se lo debe al cultivo recibido.

Así, Lisi Divina, estos borrones,

que hijos del alma son, partos del pecho, 10

será razón, que a ti te restituya.

Y no lo impidan sus imperfecciones,

pues vienen a ser tuyos de derecho

los conceptos de un Alma, que es tan tuya.


- XXIX -

La mexicana musa, hija eminente

La Mexicana Musa, Hija eminente

de Apolo, y que las Nueve aun más divina,

porque fuese del Sol la Benjamina,

le nació en la vejez de su Poniente.

¡Qué sutil, si discurre! ¡Qué elocuente, 5

si razona! ¡Si habla, qué ladina!

Y si canta de amor, cuerda es tan fina,

que no se oye rozado en lo indecente.

Única poetisa, ese talento

(que no le desperdicias, que le empleas) 10

aun le envidia mi amor, que es lince a tiento.

¡O enhorabuena Peregrina seas,

por si vago tal vez mi pensamiento,

se encontrase contigo en sus ideas.


- XXX -

Discurre inevitable el llanto a vista de quien ama

Mandas, Anarda, que sin llanto asista

a ver tus ojos, de lo cual sospecho,

que el ignorar la causa, es quien te ha hecho

querer, que emprenda yo tanta conquista.

Amor, Señora, sin que me resista, 5

que tiene en fuego el corazón deshecho,

como hace huir la sangre allá en el pecho,

vaporiza en ardores por la vista.

Buscan luego mis ojos tu presencia,

que centro juzga de su dulce encanto, 10

y cuando mi atención te reverencia.

Los virtuales rayos entretanto,


como hallan en tu nieve resistencia,

lo que salió vapor, se vuelve llanto.

- XXXI -

Inés, cuando te riñen por bellaca

Inés, cuando te riñen por Bellaca,

para disculpas, no te falta Achaque

porque dices, que traque, y que Barraque

con que sabes muy bien tapar la Caca.

Si coges la palabra, no hay Urraca, 5

que así la gorja de mal año Saques

y con tronidos, más que un triqui Traque,

a todo el Mundo aturdes, cual Matraca.

Este bullicio todo lo Trabuca,

este embeleco todo lo Embeleca, 10

más, aunque eres (Inés) tan mala Cuca,


sabe mi amor muy bien lo que se Peca,

y así con tu afición no se Embabuca,

aunque eres Zancarrón, y yo de Meca.

- XXXII -

Aunque eres (Teresilla) tan muchacha

Aunque eres (Teresilla) tan Muchacha,

le das que hacer al pobre de Camacho,

porque dará tu disimulo un Chacho,

a aquel que se pintase más sin Tacha.

De los empleos que tu Amor Despacha, 5

anda el triste cargado como un Macho

y tienen tan crecido ya el Penacho,

que ya no puede entrar, sino se Agacha.

Estás ha hacerle burlas ya tan Ducha,


y a salir de ellas bien estás tan Hecha, 10

que, de lo que tu vientre Desembucha,

sabes darle a entender, cuando Sospecha,

que has hecho, por hacer su hacienda Mucha,

de ajena siembra suya la Cosecha.

XXXIII -

Inés, yo con tu amor me regocilo

Inés, yo con tu amor me Regocilo,

y viéndome querer, me Regodeo,

en mirar una Hermosura me Recreo,

y, cuando está celosa me Reguilo.

Si a otro miras, de celos me Aniquilo, 5

y tiemblo de tu Gracia, y tu Meneo,

porque sé (Inés) que tú con un voleo,

no dejarás humor, ni aun para Quilo.

Cuando estás enojada no Resuello,

cuando me das picones me Refino, 10

cuando sales de casa no Reposo,


Y espero (Inés) que entre esto, y entre

tu Amor acompañado de mi Bino,

de contigo en la cama, o en el Coso.

- XXXIV -

Vaya con Dios (Beatriz) el ser estafa

Vaya con Dios (Beatriz) el ser Estafa,

que esto se te conoce, hasta en el Tufo;

mas no es razón, que siendo yo tu Rufo,

les sirvas a otros gustos de Garrafa.

Fiaste en que tu traza es quien te Zafa 5

de mi cólera, cuando yo más Bufo,

pues advierte (Beatriz) que si me Atufo,

te abriré en la cabeza tanta Rafa.

Dime, si es bien, que el otro a ti te Estafe,


y cuando por tu Amor eche yo Bofe, 10

te vayas tú con ese Mequetrefe.

Y yo me vaya al Rollo, o a Getafe,

y sufra que el Picaño de mi Mofe,

en Asa, Uso, Afe, Ofe, y Efe.

- XXXV -

Aunque presume (Nife) que soy tosco

Aunque presume (Nife) que soy Tosco,

y que, (cual Palomilla) me Chamusco,

yo te aseguro, que tu luz no Busco,

porque ya tus engaños Reconozco.

Y así aunque en tus enredos más me Embosco, 5

muy poco viene a ser lo que me Ofusco,

porque, si en el color soy algo Fusco,

soy en la condición mucho más Hosco.


Lo que es de tus Picones, no me Rasco,

antes estoy con ellos ya tan Fresco, 10

que te puedo servir de helar un Frasco,

Que a darte nieve sólo me Enternezco,

y así (Nife) no piensa darme Chasco,

porque yo sé muy bien lo que me Pesco.

- XXXVI -

Condena por crueldad disimulada, el alivio, que la esperanza da

Diuturna enfermedad de la esperanza,

que así entretienes mis cansado años,

y el fiel de los bienes, y los daños,

tienes en equilibrio la balanza.

Que siempre suspendida, en la tardanza 5

de inclinarse, no dejan tus engaños


que lleguen a excederse en los tamaños

la desesperación, o confianza.

¿Quién te ha quitado el nombre de homicida?

pues lo eres más severa, si se advierte, 10

que suspendes el alma entretenida;

y entre la infausta, o felice suerte,

no lo haces tú, por conservar la vida,

sino por dar más dilatada muerte.

- XXXVII -

Alaba con especial acierto el de un músico primoroso

Dulce Deidad del viento armonioso,

suspensión del sentido deseada,

donde gustosamente aprisionada,

se mira la atención más bulliciosa.


Perdona a mi zampoña licenciosa, 5

si el escuchar tu Lira delicada,

canta con toda voz desentonada,

prodigios de la tuya milagrosa.

Pause tu lira el Tracio, que aunque calma

puso a las negras sombras del olvido, 10

cederte debe más gloriosa palma.

Pues más que a ciencia el arte has reducido,

haciendo suspensión de toda un alma,

el que sólo era objeto de un sentido.

- XXXVIII -

Aunque en vano, quiere reducir a método racional el pesar de un


celoso

¿Qué es esto, Alcino, cómo tu cordura

se deja así vencer de un mal celoso,

haciendo con extremos de furioso


demostraciones más que de locura?

¿En qué te ofendió Celia? si se apura; 5

o porque al amor culpas de engañoso,

si no aseguró nunca poderoso

la eterna posesión de su hermosura?

La posesión de cosas temporales

temporales, Alcino, y es abuso 10

el querer conservarlas siempre iguales.

Con que tu error, o tu ignorancia acuso,

pues Fortunas, y Amor de cosas tales

la propiedad no han dado, sino el uso.

- XXXIX -

En la muerte de la Excelentísima Señora Marquesa de Mancera

De la beldad de Laura enamorados


los Cielos, le robaron a su altura,

porque no era decente a su luz pura,

ilustrar estos valles desdichados.

O porque los Mortales engañados, 5

de su cuerpo en la hermosa arquitectura,

admirados d ver tanta hermosura,

no se juzgasen bienaventurados,

Nació donde el Oriente el rojo velo

corre al nacer el Astro rubicundo, 10

y murió, donde con ardiente anhelo

da sepulcro a su luz el mar profundo,

que fue preciso a su divino vuelo,

que diese como Sol la vuelta al Mundo.

- XL -

Para explicar la causa a la rebeldía…


Probable opinión es, que conservarse

la forma celestial en su fijeza,

no es porque en lo material hay más nobleza,

sino por la manera de informarse.

Porque aquel apetito de mudarse, 5

la sacia de la forma, la Nobleza,

con que cesando el apetito, cesa

la ocasión, que tuvieran de apartarse.

Así tu amor, con vínculo terrible,

el alma que te adora, Celia informa, 10

con que su corrupción es imposible.

Ni aducir otra con quien no conforma,

no por ser la materia incorruptible,

más por lo inadmisible de la forma.

- XLI -
Aplaude la ciencia astronómica del padre Francisco Kino

Aunque es clara del Cielo la luz pura

clara la Luna, y claras las Estrellas,

y clara las efímeras centellas,

que el aire eleva, y el incendio apura.

Aunque es el rayo claro, cuya dura 5

producción, cuesta al viento mi querellas,

y el relámpago, que hizo de su huellas

medrosa luz en la tiniebla oscura.

Todo el conocimiento torpe humano,

se estuvo oscuro, sin que los mortales, 10

plumas pudiesen ser, con vuelo ufano.

Ícaros de discursos racionales,

hasta que al tuyo, Eusebio soberano,

les dio a las luces, luces celestiales.


- XLII -

Lamenta con todos la muerte de la Señora Marquesa de Mancera

Mueran contigo, Laura, pues moriste,

los afectos, que en vano te desean,

los ojos, a quien privas, de que vean

la hermosa luz, que a un tiempo concediste.

Muera mi Lira infausta, en que influiste 5

ecos, que lamentables te vocean,

y, hasta estos rasgos mal formados, sean

lágrimas negras de mi pluma triste.

Muévase a compasión la misma muerte,

que precisa no pudo perdonarte, 10

y lamentó el amor su amarga suerte.

Pues si antes, ambicioso de gozarte,

deseó tener ojos para verte

ya le sirvieran sólo de llorarte.


- XLIII -

En que consuela a un celoso epilogando la serie de los amores

Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos;

crece con riesgos, lances y recelos,

susténtase de llantos y de ruegos.

Doctrínanle tibiezas y despego, 5

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste;

pues, ¿por qué, Alcino, sientes el desvío 10

de Celia que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste,


pues no te engañó Amor, Alcino mío,

sino que llegó el término preciso?

- XLIV -

Yo no puedo tenerte ni dejarte

Yo no puedo tenerte ni dejarte,

ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,

se encuentra un no sé qué para quererte

y muchos sí sé qué para olvidarte.

Pues ni quieres dejarme ni enmendarte, 5

yo templaré mi corazón de suerte

que la mitad se incline a aborrecerte

aunque la otra mitad se incline a amarte.

Si ello es fuerza querernos, haya modo,

que es morir el estar siempre riñendo: 10

no se hable más en celo o en sospecha,


y quien da la mitad, no quiera el todo;

y cuando me la estás allá haciendo,

sabe que estoy haciendo la desecha.

- XLV -

A la muerte de la Marquesa de Mancera

Bello compuesto en Laura dividido,

alma inmortal, espíritu glorioso,

¿por qué dejaste cuerpo tan hermoso?

¿y para qué tal alma has despedido?

Pero ya ha penetrado mi sentido, 5

que sufres el divorcio riguroso.

Porque el día final puedas gozoso

volver a ser enteramente uncido.

Alza tu alma dichosa al presto vuelo,


y de tu hermosa cárcel desatada, 10

dejando vuelto su arrebol en hielo,

sube a ser de Luceros coronada;

que bien es necesario todo el cielo

porque no eches de menos tu morada.

- XLVI -

Convaleciente de una enfermedad grave, discretea con la Señora


Virreina, Marquesa de Mancera, atribuyendo a su mucho amor aun su
mejoría en morir

En la vida que siempre tuya fue,

Laura divina, y siempre lo será,

la parca fiera, que en seguirme da,

quiso asentar por triunfo el mortal pie.

Yo de su atrevimiento me admiré, 5

que si debajo de su imperio está

tener poder, no puede en ella ya,


pues del suyo contigo me libré.

Para cortar el hilo que no hiló,

la tijera mortal abierta vi; 10

¡ay parca fiera! dije entonces yo,

mira que sola Laura manda aquí;

ella, corrida, al punto se apartó

y dejome morir sólo por ti.

- XLVII -

Como en la regia playa cristalina

Como en la regia playa cristalina

el gran señor del húmedo tridente

acompaña ideal, sirve obediente

a cerúlea deidad, pompa marina,

no de otra suerte, al Cerda heroico inclina 5


de almejas coronada la alta frente,

la laguna imperial del occidente,

y al dulce yugo la cerviz destina.

Tres partes del tridente significa

dulce, amarga y salada en sus cristales, 10

y tantas al bastón dan conveniencia:

porque lo dulce o lo civil se aplica,

lo amargo a ejecuciones criminales,

y lo salado a militar prudencia.

- XLVIII -

Atribuido a Juana

Cítara de carmín que amaneciste

trinando endechas a tu amada esposa

y, paciéndole el ámbar a la rosa,

el pico de oro, de coral teñiste;


dulce jilguero, pajarito triste, 5

que apenas el aurora viste hermosa

cuando el tono primero de una glosa

la muerte hallaste y el compás pediste:

no hay en la vida, no, segura suerte;

tu misma voz al cazador convida 10

para que el golpe cuando tire acierte.

¡Oh fortuna buscada aunque temida!

¿Quién pensará que cómplice en tu muerte

fuera, por no callar, tu propia vida?

- XLIX -

Jocoso, a la rosa

Señora Doña Rosa, hermosa amago

de cuantas flores miran Sol y Luna:


¿cómo, si es dama ya, se está en la cuna,

y si es divina, teme humano estrago?

¿Cómo, expuesta del cierzo al rigor vago, 5

teme humilde el desdén de la fortuna,

mendigando alimentos, importuna,

del turbio humor de un cenagoso lago?

Bien sé que ha de decirte que el respeto

le pierdo con mi mal limada prosa. 10

Pues a fe que me he visto en harto aprieto;

y advierta vuesarced, señora Rosa,

que le escribo, no más, este soneto

porque todo poeta aquí se roza.

-L-

Que explica la más sublime calidad de amor


Yo adoro a Lisi, pero no pretendo

que Lisi corresponda mi fineza;

pues si juzgo posible su belleza,

a su decoro y mi aprehensión ofendo.

No emprender, solamente, es lo que emprendo: 5

pues sé que a merecer tanta grandeza

ningún mérito basta, y es simpleza

obrar contra lo mismo que yo entiendo.

Como cosa concibo tan sagrada

su beldad que ni quiere mi osadía 10

a la esperanza dar ni aun leve entrada:

pues cediendo a la suya mi alegría,

por no llegarla a ver mal empleada,

aun pienso que sintiera verla mía.

- LI -

Que escribió curioso a la madre Juana para que le respondiese


En pensar que me quieres, Clori, he dado,

por lo mismo que yo no te quisiera;

porque sólo quien no me conociera,

me pudiera a mí, Clori, haber amado.

En tú no conocerme, desdichado 5

por sólo esta carencia de antes fuera;

mas como yo saberlo no pudiera,

tuviera menos mal en lo ignorado.

Me conoces, o no me has conocido;

si me conoces, suplirás mis males. 10

Si aquello, negaraste a lo entendido;

si aquesto, quedaremos desiguales.

Pues, ¿cómo me aseguras lo querido,

mi Clori, en dos de Amor carencias tales?

- LII -
Que respondió la madre Juana en los mismos consonantes

No es sólo por antojo el haber dado

en quererte, mi bien: pues no pudiera

alguno que tus prendas conociera,

negarte que mereces ser amado.

Y si mi entendimiento desdichado 5

tan incapaz de conocerte fuera,

de tan grosero error aun no pudiera

hallar disculpa en todo lo ignorado.

Aquella que te hubiere conocido,

o te ha de amar, o confesar los males 10

que padece su ingenio en lo entendido,

juntando dos extremos desiguales;

con que ha de confesar que eres querido,

para no dar improporciones tales.


- LIII -

A la muerte del Señor Rey Felipe IV

¡Oh cuán frágil se muestra el ser humano

en los últimos términos fatales,

donde sirven aromas Orientales

de culto inútil, de resguardo vano!

Sólo a ti respetó el poder tirano, 5

¡oh gran Felipe! pues con las señales

que ha mostrado que todos son mortales,

te ha acreditado a ti de Soberano.

Conoces ser de tierra fabricado

este cuerpo, y que está con mortal guerra 10

el bien del alma en él aprisionado;

y así, subiendo al bien que el Cielo encierra,

que en la tierra no cabes has probado,

pues aun tu cuerpo dejas porque es tierra.


- LIV -

En que celebra la poetisa el cumplimiento de años de un hermano


suyo

¡Oh quién, amado Anfriso, te ciñera

del Mundo las coronas poderosas!

Que a coronar tus prendas generosas

el círculo del Orbe corto fuera.

¡Quién, para eternizarte, hacer supiera 5

mágicas confecciones prodigiosas,

o tuviera las hierbas milagrosas

que feliz gustó Glauco en la ribera!

Mas aunque no halla medio mi cuidado

para que goces de inmortal la palma, 10

otro más propio mi cariño ha hallado


que el curso de tu vida tenga en calma;

pues juzgo que es el más proporcionado

de alargar una vida, dar un alma.

- LV -

Habiendo muerto un toro el caballo a un caballero toreador

El que Hipogrifo de mejor Rugero,

Ave de Ganimedes, más hermoso,

Pegaso de Perseo más airoso,

de más dulce Arión, Delfín ligero

fue, ya sin vida yace el golpe fiero 5

de transformado Jove, que celoso

los rayos disimula, belicoso,

sólo en un semicírculo de acero.

Rindió el fogoso postrimero aliento

el veloz bruto, a impulso soberano; 10

pero aquel su dolor, que tuvo, siento,


más de afectivo y menos de inhumano:

pues fue de vergonzoso sentimiento

de ser bruto, rigiéndole tal mano.

- LVI -

Que celebra a un graduado de doctor

Vista tus hombros el verdor lozano,

Joven, con que tu ciencia te laurea;

y puesto en ello dignamente, sea

índice de tus méritos ufano.

Corone tu discurso soberano 5

la que blanda tus sientes lisonjea

insignia literaria, en quien se emplea

el flamante sepulcro de un gusano.

¡Oh qué enseñanza llevan escondida


honrosos los halagos de tu suerte, 10

donde despierta la atención dormida!

Pues ese verde honor, si bien se advierte,

mientras más brinda gustos a la vida,

más ofrece recuerdos a la muerte.

- LVII -

Alaba en el padre Baltasar de Mansilla de la Compañía de Jesús, gran


predicador y confesor de la Señora Virreina, tanta sabiduría como
modestia

Docto Mansilla, no para aplaudirte

ponderaciones buscaré del arte

retórica, que fuera limitarte

querer entre sus cláusulas ceñirte.

Sólo en mi intento, cuando llego a oírte, 5

alabarte con sólo no alabarte;

pues quien mejor llegare a ponderarte


será el que no intentare definirte.

Aún en tu mismo juicio tú no cabes;

ni de tu ingenio las riquezas raras 10

pudiera, del discurso con los graves

reflejos, conocer si lo intentaras:

porque si tú supieras lo que sabes,

mucho de lo que sabes ignoraras.

- LVIII -

Al presbítero Br. D. Diego de Ribera, cantor de la dedicación de la


catedral

Suspende, cantor Cisne, el dulce acento:

mira, por ti, al Señor que Delfos mira,

en zampoña trocar la dulce lira

y hacer a Admito pastoril contento.


Cuanto cabe suave, si violento, 5

piedras movió, rindió la infernal ira,

corrido de escucharte, se retira;

y al mismo Templo agravia tu instrumento.

Que aunque no llega a sus columnas cuanto

edificó la antigua Arquitectura, 10

cuando tu clara voz sus piedras toca,

nada se vio mayor sino tu canto;

y así como lo excede tu dulzura,

mientras más lo engrandece, más lo apoca.

- LIX -

Al presbítero Br. D. Diego de Ribera, cantor de las obras del Arzobispo


Virrey Don Fray Payo Enríquez de Ribera

¿Qué importa al Pastor Sacro, que a la llama

de su obrar negar quiera la victoria,

si cuando más apaga tanta gloria,


la misma luz a los recuerdos llama?

¿Si en cada mármol mudamente clama 5

de sus blasones indeleble historia,

porque sirva la letra a su memoria

lo que de piedra al tiempo de su Fama?

A la sagrada cifra, que venera

el discurso en las piedras, comedido, 10

y en duración eterna persevera,

exenta y libre del oscuro olvido,

alabarte podrás, culta Ribera,

que sólo le construyes el sentido.

- LX -

Al presbítero Lic. D. Carlos de Sigüenza y Góngora, frente a


su Panegírico de los Marqueses de la Laguna
Dulce, canoro Cisne Mexicano

cuya voz si el Estigio layo oyera,

segunda vez a Eurídice te diera,

y segunda el Delfín te fuera humano;

a quien si el Teucro muro, si el Tebano, 5

el ser en dulces, cláusulas debiera,

ni a aquél el Griego incendio consumiera,

ni a éste postrara Alejandrina mano:

no el sacro numen con mi voz ofendo,

ni al que pulsa divino plectro de oro 10

agreste avena concordar pretendo;

pues por no profanar tanto decoro,

mi entendimiento admira lo que entiendo

y mi fe reverencia lo que ignoro.

- LXI -

A una pintura de Nuestra Señora, de muy excelente pincel


Si un pincel, aunque grande, al fin humano,

pudo hacer tan bellísima Pintura,

que aun vista perspicaz en vano apura

tus luces, o admirada, si no en vano.

El Autor de tu Alma soberano, 5

proporcionado campo a más hechura,

¿qué gracia pintaría, qué hermosura,

el Lienzo más capaz, mejor la Mano?

¿Si estará ya en la Esfera luminoso

el pincel, de Lucero graduado, 10

porque te amaneció Divina Aurora?

¡Y cómo que lo está! Pero, quejoso,

dice que ni aun la costa le ha pagado:

que gastó en ti más luz que tiene ahora.

- LXII -
A Señor San José, escrito según el asunto de un certamen que pedía
las metáforas que contiene

Nace de la escarcha fresca rosa

dulce abeja, y apenas aparece,

cuando a su regio natalicio ofrece

tutela verde, palma victoriosa.

Así Rosa, María, más hermosa, 5

concibe a Dios, y el vientre apenas crece,

cuando es, de la sospecha que padece,

el Espíritu Santo Palma umbrosa.

Pero cuando el tirano, por prenderlo,

tanta inocente turba herir pretende, 10

sólo Vos, ¡oh José!, vais a esconderlo:

para que en Vos admire, quien lo entiende,

que Vos bastáis del mundo a defenderlo,

y que de Vos, Dios sólo le defiende.


- LXIII -

Al retardarse San Juan de Sahagún en consumir la hostia sagrada por


aparecérsele en ella Cristo visiblemente

¿Quién, que regale visto y o comido,

el León, ya panal, imaginara?

¿Quién, que dulzura tanta se estorbara

lo muy sabroso, por lo muy florido?

¡Oh Juan, come y no mires, que a un sentido 5

le das celos con otro! ¿Y quién pensara

que el Fruto de la Vida le quitara

lo hermoso, la razón de apetecido?

Manjar de niños es el Sacramento,

y Dios, a ojos cerrados, nos provoca 10

a merecer, comiendo, su alimento.

Sólo a San Juan, que con la vista toca

a Cristo en él, fue más merecimiento

abrir los ojos y cerrar la boca.


- LXIV -

Vuestra edad, Gran Señor, en tanto exceda

Vuestra edad, gran Señor, en tanto exceda

a la capacidad que abraza el cero;

que la combinatoria de Kirkero

multiplicar su cantidad no pueda.

Del giro hermoso la luciente Rueda, 5

que el uno trastornó, y otro lucero;

y que el fin fue del círculo primero,

principio de feliz al que suceda.

Vivid, porque entre propios, y entre extraños,

de mi plectro las claras armonías, 10

celebren vuestros hechos, sin engaños;

y uniendo duraciones a alegrías,


a las glorias compitan vuestros años

y las glorias excedan a los días.

- LXV -

Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes

Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes

en decir, que te olvidas de olvidarte;

pues das ya en tu memoria alguna parte,

en que, por olvidado, me presentes.

Si son tus pensamientos diferentes 5

de los de Albiro, dejarás tratarme;

pues tu misma pretendes agraviarte,

con querer persuadir, lo que no sientes.

Niégasme ser capaz de ser querido,

y tú misma concedes esta gloria, 10

con que en tu contra tu argumento ha sido.


Pues si para alcanzar tanta victoria,

te acuerdas de olvidarte del olvido,

ya no das negación a tu memoria.

- LXVI -

Altísimo Señor Monarca Hispano

Altísimo Señor Monarca Hispano,

que a Dios, entre accidentes escondido,

cuando queréis mostraros más rendido,

es cuando os ostentáis más soberano.

Que esa sección Señor, que al Luterano 5

asombró en Carlos Quinto esclarecido,

y esa, por quien el gran Rodolfo vido

del mando al Cetro en su piadosa mano.

Aunque aplaudida en el Hispano suelo


ha sido, con Católica alegría, 10

no causa admiración a mi desvelo.

Quede admirado aquel, que desconfía,

y de vuestra Piedad, Virtud, y Celo,

esa, y más Religión, no suponía.

- LXVII -

A la sentencia que contra Cristo dio Pilatos

Firma Pilatos la que juzga ajena

sentencia, y es la suya ¡O caso fuerte!

quien creerá, que firmando ajena muerte,

el mismo juez en ella se condena.

La ambición de sí, tanto le enajena, 5

que con el vil temor ciego no advierte,

que carga sobre sí la infausta suerte,

quien al justo sentencia a injusta pena.


Jueces del mundo, detened la mano

aun no firméis mirad si son violencias 10

las que os pueden mover de odio inhumano.

Examinar primero las conciencias,

mirad no haga el juez recto, y soberano,

que en la ajena firméis vuestra sentencia.

- LXVIII -

A la muerte del Excelentísimo Señor Duque de Veragua

Ves caminante en esta triste Pira,

la potencia de Jove está postrada;

aquí Marte rindió la fuerte espada,

aquí Apolo rompió la dulce Lira.

Aquí Minerva triste se retira, 5

y la luz de los Astros eclipsada


todo está en la ceniza venerada,

del Excelso Color que aquí se mira.

Tanto pudo la fama encarecerlo,

y tanto las noticias sublimarlo, 10

que sin haber llegado a conocerlo,

llevó con tanto extremo el Reino a amarlo,

que muchos ojos no pudieron verlo,

mas ninguno pudieron no llorarlo.

- LXIX -

Al mismo

Detén el paso, caminante, advierte,

que aun esta losa guarda enternecida,

con triunfos de su diestra no vencida,

al Capitán más valeroso, y fuerte.


Al Duque de Veragua ¡o triste suerte! 5

que nos dio en su noticia esclarecida,

en relación, los bienes de su vida,

y en posesión, los males de su muerte.

No es muerto el Duque, aunque su cuerpo abrace,

la losa, que piadosa le recibe, 10

pues porque a su vivir el culto enlace.

Aunque el mármol su muerte sobrevive,

en las piedras verás el «aquí yace»,

más en los corazones, «aquí vive».

- LXX -

Al mismo

Moriste Duque Excelso, en fin moriste,

Sol de Veragua claro, y refulgente,

que apenas ilustrabas el Oriente,

cuando en fatal Ocaso te pusiste.


Tú que por tantas veces te ceñiste, 5

al desdén vencedor del Sol ardiente,

apareciste exhalación luciente,

llegaste aplauso, ejemplo feneciste.

Moriste en fin, pero mostraste osado

el valor de tu pecho no vencido, 10

de la propia Nación tan venerado.

De las contrarias armas tan temido,

moriste de improviso, que aun el Hado,

no osará acometerte prevenido.

- LXXI -

De El divino Narciso Cuadro IV - Narciso

Mas ya el dolor me vence. Ya, ya llego,

al término fatal por mi querida:


que es poca la materia de una vida

para la forma de tan grande fuego.

Ya licencia a la muerte doy: ya entrego 5

el alma, a que del cuerpo la divida,

auque en ella y en él quedará asida

mi deidad, que las vuelva a reunir luego.

Sed tengo: que el amor me ha abrasado

aun con todo el dolor que padeciendo 10

estoy, mi corazón aún no saciado.

¡Padre! ¿Por qué en un trance tan tremendo

me desamparas? Ya está consumado.

¡En tus manos mi espíritu encomiendo!

- LXXII -

De Los empeños de una casa Acto I - Ana


Si de Carlos la garra y bizarría

pudo por sí mover a mi cuidado,

¿cómo parecerá, siendo envidiado,

lo que sólo por sí bien parecía?

Si sin triunfo rendirle pretendía, 5

sabiendo que ya vive enamorado,

¿qué victoria será verle apartado

de quien antes por suyo le tenía?

Pues perdone don Juan, que aunque yo quiera

pagar su amor, que a olvido ya condeno, 10

¿cómo podré si ya en mi pena fiera

introducen los celos su veneno?

Que es Carlos más galán; y aunque no fuera,

tiene de más galán el ser ajeno.

FIN DE LOS SONETOS DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

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