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EL CINE Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA Zulema Marzorati

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EL CINE Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA

Zulema Marzorati
Artículo Revista Reflexión académica diseño y comunicación
Un siglo después de la invención de las imágenes en movimiento, los medios visuales se han transformado
indiscutiblemente en los principales conductores de mensajes históricos en nuestra cultura.
Robert Rosenstone
Revisioning History. Film and Construction of a New Past1
Ante la importancia que en la actualidad tienen las imágenes cinematográficas en los procesos de construcción de la
memoria individual y colectiva de la identidad, mi propuesta en estas Jornadas Institucionales es reflexionar acerca de la
relación entre el cine y la historia.
Desde los inicios del siglo XX el cine se constituye en un medio de comunicación masivo, propio de la sociedad urbana
industrial, capaz de influir en la forma que las personas estructuran el mundo2
Sus imágenes constituyeron a lo largo del siglo pasado y en lo que ha transcurrido del actual un inmenso laboratorio para
la reflexión de los historiadores y cientistas sociales, de este modo, la tarea de investigar el devenir de los procesos
socio-históricos cuenta hoy con este inestimable recurso provisto por la ciencia y la tecnología modernas.
La idea de que el pasado puede recuperarse desde esa “máquina cultural” es ampliamente aceptada en los medios
científicos. Los films nos brindan otras versiones del pasado y son considerados como “memorias relevantes” que
reclaman ser tenidas en cuenta a la hora de reconstruir los hechos históricos
Un siglo después de la invención de las imágenes en movimiento, los medios visuales se han transformado
indiscutiblemente en los principales conductores de mensajes históricos en nuestra cultura.
Para José Monterde, cuando el director rueda una película, incluye un sentido intrínseco del período de tal forma que,
cada vezque se la vea en los años siguientes, “ofrezca una visión Irreemplazable del mundo” de esa época.
Para su análisis, consideramos a los films como productos culturales que toman elementos del universo simbólico que
los rodea y también en su carácter de constructores y reproductores de imaginarios sociales. Estas representaciones
colectivas expresan siempre, en algún punto, un estado del grupo social reflejando la forma en que éste reacciona frente
a un acontecimiento exterior o
interior. Según Bronislaw Bazcko., a lo largo de toda la historia las sociedades inventan sus propias representaciones
globales por medio de las cuales se dan una identidad, perciben sus divisiones, legitiman su poder.
Los historiadores han discutido sobre el valor de estos documentos ágrafos y analizan la importancia de la interpretación
de acontecimientos históricos en la sociedad moderna orientada, preponderantemente hacia las imágenes. En su
opinión, tanto las fuentes escritas como los testimonios cualitativos y artístico-culturales son herramientas que se
complementan permitiendo una reconstrucción multilateral, brindando distintas perspectivas de abordaje que pueden
contribuir a plantear nuevos interrogantes en los temas investigados. Principales teorizadores de la relación Cine e
Historia. El primero en plantear la posibilidad de conocer aspectos de una sociedad a través de las imágenes fílmicas en
ella producidas, fue el filósofo y crítico cultural alemán Siegfried Kracauer. Este intelectual fue testigo del nacimiento y
posterior auge del cine expresionista en su país.
Emigrado a los Estados Unidos en 1941, la Fundación Guggenheim le concedió una beca para la preparación de un libro
sobre la historia del cine alemán. El resultado fue un clásico indiscutible: De Caligari a Hitler, publicado en 1946. El texto
abarca el período extendido entre la aparición del film El gabinete del Dr. Caligari (Alemania, Wiene, 1919) y la subida de
Hitler al poder (1933).
Para Kracauer las películas de una nación reflejan su mentalidad de forma más directa que otros medios artísticos. Por
medio del análisis de las producciones cinematográficas de la República de Weimar, que revelarían las tendencias
psicológicas dominantes de 1918 a 1933, se propuso comprender el surgimiento del nazismo. Para ello analizó los
rasgos ideológicos en la evolución
del cine expresionista alemán durante ese período y su relación con la política. Los temas representados eran
preferentemente los de la fantasía y el terror; la pantalla alemana se pobló así de monstruos, fantasmas, asesinos,
vampiros, locos, tiranos, constituyendo una parábola expresionista que reflejaba – según el autor- la angustia y la
descomposición socio-política y moral que se vivía en la
República de Weimar. apartir de este estudio pionero, otros investigadores han reflexionado sobre las posibilidades que
el cine ofrece en la conformación de los procesos identitarios y la memoria histórica, abriendo un camino hacia una
nueva consideración del séptimo arte en cuanto a su relación con la historia.
Entre los más representativos destacaremos los estudios teóricos desarrollados por los historiadores franceses Marc
Ferro y Pierre Sorlin y por el historiador norteamericano Robert Rosenstone.

Marc Ferro ha destacado tres dimensiones de esa intersección:


a. El cine como fuente auxiliar de la historia, en la medida que se considera que a través de la lectura histórica de un film
–ya se trate de documentales, noticiarios o películas de ficción- puede realizarse un contra-análisis de la sociedad que lo
produce. Esta lectura bucea más allá del contenido explícito del film, intentando extraer datos relevantes socio-históricos,
ayudándonos a descubrir lo latente bajo lo aparente, lo no visible a través de lo visible. De esta manera se pueden
conocer las formas de expresión cultural en una sociedad en el momento de la producción de una película.
b. La capacidad del cine en constituirse en agente de la Historia, es decir su influencia, los efectos que produce en la
sociedad que los recibe o los asimila. Esto nos llevaría al análisis del impacto del cine como medio de difusión de la
cultura oficial o su capacidad de crear una contra-cultura y por lo tanto a contribuir a la concientización de la sociedad al
emitir un mensaje alternativo ya la posibilidad de transformar o cambiar los procesos sociales y en especial, los políticos.
c. La tercera dimensión de la relación es la función del Séptimo Arte como recurso didáctico para la enseñanza de la
Historia. Ferro hace una vinculación entre el cine y su contexto de producción, virtual representación ideológica de su
tiempo, que nos permite comprender mejor las sociedades de hoy y del pasado. El film “no cuenta sólo por lo que
atestigua, sino por el acercamiento socio-histórico que permite”14, por eso considera que además de lo específico de la
expresión cinematográfica, se debe examinar en relación con la sociedad que la produce y la recibe, articulando
producción, audiencia, crítica y sistema político. A su vez, para lograr una mejor comprensión de las imágenes se puede
recurrir a las vías de abordaje que ofrecen otras disciplinas. Otro teorizador de la relación cine e historia es Pierre Sorlin
quien otorga gran importancia a la perspectiva socio-histórica en el análisis del film. El método utilizado por este
historiador es la semiótica o ciencia de los signos, la cual permite profundizar el tratamiento del lenguaje, de las
imágenes, del sonido, del montaje y de las temáticas abordadas. El análisis que propone es el de considerar las películas
como prácticas significantes, estudiándolas siempre en relación con la expresión ideológica y el medio social en que se
insertan. El cine muestra diferentes interpretaciones de la sociedad y de las relaciones que en ella se desarrollan.
Para Sorlin, las películas que reconstruyen el pasado se refieren más a la sociedad que las ha realizado, a su contexto,
que al acontecimiento histórico que intentan evocar. Aunque se refieran a temas históricos ocurridos anteriormente, los
directores eligen aquellos eventos que tienen conexión con las circunstancias contemporáneas en las que están
inmersos. Así, la lectura histórica y el análisis que los investigadores realizan sobre los films, constituyen una forma de
aproximación a la manera en la que individuos y grupos perciben su propia época.
Un film es un montaje, una sucesión de puntos de vista y no una mirada neutral sobre las cosas Además de producción
de sentido, constituye un producto cultural, obra de un equipo inmerso en un medio cuyo lenguaje y orientaciones
comparte. A diferencia de Kracauer, que considera al cine como un instrumento ideológico que refleja la mentalidad de
una nación y su realidad histórica, en opinión de Sorlin, más que un espejo, en las imágenes se construyen
representaciones de esa realidad ya que “la cámara registra cosas reales, pero esas cosas no son la realidad: son la vida
percibida, reconstituida o imaginada por quienes hacen el film...”17
A diferencia del enfoque de Ferro y Sorlin que analizan el contexto de enunciación del mensaje fílmico y los componentes
culturales de una sociedad y una época, Robert Rosenstone está interesado en cómo el medio audiovisual, sujeto a las
reglas dramáticas y de ficción, muestra el pasado. Su propuesta es así más radical: el film histórico no debe ser visto en
términos de cómo se lo compara con la historia escrita, sino como una forma de relatar el pasado con sus propias regla
de representación.
El cine puede ser una vía legítima de hacer historia, de representar, interpretar, pensar y dar significado desde las
huellas del pasado. El autor considera que la historia no debe ser reconstruida únicamente en el papel, ya que a través
de elementos como el sonido, la imagen, la emoción y el montaje, un film ofrecería otras versiones de los hechos y
puede hacernos reflexionar sobre los mismos.
La historia, aunque ciencia humana de lo particular y lo concreto, no puede entender el pasado sin crear abstracciones
como revolución, progreso, modernización. Pero a diferencia de la palabra, la imagen fílmica no puede abstraer o
generalizar.
Esta es una característica de la representación fílmica del pasado: explicarlo a través de individuos, actuando dentro del
proceso histórico, padeciéndolo o intentando transformarlo, a través de lo que denomina condensación. Para
Rosenstone, el cine no reemplaza a la historia como disciplina, ni la complementa. Es colindante con ella, al igual que
otras formas de relacionarnos con el pasado como por ejemplo la tradición oral.
A modo de conclusión
En el mundo moderno la percepción es moldeada mucho más por las imágenes que por las palabras. Las imágenes
cinematográficas las que contribuyen a generar en la mente del ciudadano moderno la conciencia histórica, ayudando a
los historiadores a comprender la sociedad en que fueron realizadas el film deja de ser sólo un entretenimiento,
convirtiéndose en un documento de gran influencia política, altamente revelador de tensiones y de problemáticas
históricas que a través de las representaciones de la realidad ilumina los procesos sociales.
De acuerdo con los aportes teóricos arriba desarrollados, el cine - artefacto cultural e ideológico y medio de
comunicación masivo- ofrece al historiador múltiples perspectivas de análisis: como documento histórico, versión fílmica
del pasado, como recurso didáctico, sistema significante, y lugar de la memoria y del imaginario social. Todas ellas
constituyen espacios de encuentro, de intersección entre estas dos prácticas y determinan la conformación de un nuevo
campo explorado por los investigadores que valoran las imágenes en movimiento como elementos relevantes para la
construcción del saber histórico.
Referencias bibliográficas
- Ferro, Marc (1995) Historia contemporánea y cine. Barcelona: Ariel.
- Kracauer, Siegfred (1995) De Caligari a Hitler. Buenos Aires: Nueva Visión.
- Rosenstone, Robert (1997) El pasado en imágenes. El desafío del cine nuestra idea de la historia. Barcelona:
Ariel.
- Sorlin, Pierre (1985) Sociología del cine. La apertura para la historia de mañana. México: Fondo de Cultura Económica.

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