Barroco - S. XVII Francés
Barroco - S. XVII Francés
Barroco - S. XVII Francés
QUINTA PARTE
finales del siglo xv1 nos hicieron ver qué dimensión adquiría la unidad ele
inte1vención en la reforma del territorio, ya fu ese el del campo en torno a
las villas "pallaclianas.. o el ele la Homa ele Sixto V. En el siglo XVII podemos
medir mejor que nunca hasta qué punto se transforma la relación, que ya
hemos tenido ocasión ele comprender, entre la morfología del territorio y la
tipología ele los edificios.
El territorio adquiere el tamaño ele una región y lo somete tocio: paisaje,
forma urbana, arquitectura . Los mecanismos formadores del tejido son
revisiones, fragmentos , figura s, encadenamientos gramaticales. La innova-
ción tipológica se encuentra en el límite del artificio en los casos más
demostrativos, pero por tocias partes se la encuentra : París, ciudad ele
madera , sale del siglo como una ciudad de piedra, el tipo del bote! es
minuciosamente codificado, lo que no obsta para que se inicie tocio un tra-
bajo sobre la casa (del que el manual ele Le Muet de 1623 es indicativo)
que conducirá a la constitución del inmueble "de alquiler.. en el siglo xv111.
Las potencialiclacles plenas de esta ciudad, revisada ele arriba abajo, forma
y tipos, quedarán ilustradas por la ciudad del siglo xv111.
Más sutilmente, el control ele la cantidad sobre fondo ele extensión que
es, en adelante, la referencia del espacio, no es ajeno a los contenidos del
clasicismo arquitectónico . Como Descartes, Claucle Perrault rechaza los
aspectos táctiles, ele color, al rango ele cualidades secundarias, para desta-
car exclusivamente los valores abstractos que son mejor percibidos por el
espíritu que por el ojo. Para él, cantidad quiere decir medida, obsesión por
un orden contrastado que se pretende objetivo. Surgirá una fuerte oposi-
ción con las investigaciones más polémicas de la generación ele 1630-1660,
que se arriesgará a aproximarse al barroco, tentada por un saber sobre el
espacio que el clasicismo ele la Academia dejará a un lado. También en ese
punto se deja notar un corte cuyas consecuencias pesan todavía sobre
nosotros.
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21. PLAZAS REALES Y NUEVOS BARRIOS:
EL DESARROLLO DE PARÍS BAJO ENRIQUE IV
Y Luis XIII
Cuando Enrique IV entra por fin en París el 22 de marzo de 1594, seis años
de durísimo asedio han devastado la capital. La población ha caído desde los
300.000 habitantes de 1575 hasta 200.000. Las destrucciones debidas al cañón
y al fuego son numerosas.
Enrique IV se ocupa de restablecer la actividad y de marcar en la ciudad la
prese ncia de la nueva dinastía (no olvidemos que es el primero ele los
Barbones). La prudencia de que hace gala al asumir los proyectos ele los Valois
(la unión entre el Louvre y las Tullerías, el Pont Neuf, la idea de una plaza
monumental) no debe engañarnos: París no es para él un simple lugar de resi-
dencia agradable, sino una capital cuyo prestigio descansa de ahora en adelan-
te sobre el mercantilismo y que exige un verdadero plan de reforma. Enrique IV
clesatTolla en diez años (1600-1610) una sólida política urbanística que se apoya
en tres polos: la plaza ele los Vosgos (1605), la plaza Dauphine (1607) y la
plaza de Francia (1610).
J E AN CASTEX
309
El .\ i j : / O XVII /f'llllt'fÍ,,·
137. La' plaza, reales ele Enrique IV: plaza ele lo' Vo,gc>., (grnbaclo ele Pérelle).
LA PLAZA DAUPll!NE
A falta ele trasladarse a la plaza ele los Vosgos, los banqueros (..changeurs..),
que desempeñaban su negocio en el Pont au Change, entre el Chatelet y la
Cité, encuentran asilo en una plaza triangular creada en la punta ele la isla en
1607 por el presidente Achille ele Harlay, a quien había siclo concedida. El
1:38. La plaza Dauphine y el Pont-Neuf, en la punta de la isla ele la Cité (grabado ele Chastillon).
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J>l11 :as r ea / e\ y nu evo ,\' bar r i o ,· ; e l d c .\ a rr o llo d e l'ar l .\ baj o E n ri qu e IV )' Lu is XIII
--
--- ~
139. La pht/.:t Dauphine, con d plano de las casa~ de: los cambistas y orfebre~ (Blunt).
LA PLAZA DE FRANCIA
El tercer polo del urbanismo ele Enrique IV queda simplemente esbo-
zado a la muerte del rey . Los terrenos pantanosos del Temple, al norte
ele la plaza ele los Vosgos, habían siclo elegidos para reagrupar y descen-
tralizar a la vez los mercados y los órganos principales del gobierno.
Una puerta monumental abierta en la muralla ciaba a una vasta plaza en
semicírculo bordeada por edificios públicos similares a los ayuntamien-
tos ele Flandes. De esta plaza irradiaban calles que cortaban en línea
recta ele través el barrio del Marais. Extrañas torres con atalayas marca-
ban los cruces ele las calles, bordeadas por casitas ele artesanos ele un
piso ele altura.
JEAN CASTEX
311
El ,,·iglo xv11 francés
l 10. [J proyecto ele l.t pl.t7.t de Franc.i.1 por Cla uele ele Clu,tillon (gm b.telo ele Poin,.trt) .
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Pla ::. as r ea le s y nuevo s hurrio s : el desarr o llo d e Pa rís bajo Enrique IV y Lu i ,,· X III
los armazones ele carpintería, a los que se ha privado ele su valor esencial,
son aprovechados ahora para perfeccionar las cubriciones: pabellones,
grupas, cubiertas en desván se multiplican hasta llegar a la invención ele la
cubierta aguda "ª la Mansart...
El aspecto ele París queda totalmente transformado, puesto que asistimos
"ª la sustitución, en medio siglo, ele una ciudad ele madera por otra hecha ele
materiales sólidos .. (Francastel). El frescor ele la policromía tricolor traduce el
deslumbramiento que provoca este paso a la moclerniclacl: suprimidos los
saledizos, los planos son claros y se recortan con nitidez gracias al entrama-
do ele elementos ele piedra que tan bien sabe unir la precisión técnica con la
preocupación por el control prospéctico. Este clasicismo precoz se ha
desembarazado ele tocias las inquietudes del manierismo y es parco en refe-
rencias sabias: los únicos frontones que se permite figuran en las pue1tas y
en las buhardillas.
Hay otros tres factores que no podemos olvidar a la hora ele explicar el auge
sin precedentes ele la construcción durante la primera mitad del siglo XVII. La
población ele París se duplica, con 415.000 habitantes en 1637 y alrecleclor ele
medio millón hacia 1660, aumentando a medida que lo hace la riqueza fran-
cesa. La construcción, racionalizada como acabamos ele ver, no es cara -al
menos en relación con el precio ele las subsistencias. Y, sobre tocio, repo1ta
mucho: los alquileres siguen una curva ascendente que J.-P. Babelon conside-
ra impresionante. La iniciativa burguesa no falta. Si la Iglesia se muestra más
activa que nunca, multiplicando los conventos para sostener la
Contrarreforma, los grandes señores ceden su lugar a una dispersión social
bastante fue1te que beneficia a tocios los rangos ele la burguesía. El papel del
parcelador -alto funcionario que tiene acceso a fondos estatales- es esen-
cial para asegurar la continuidad entre esta iniciativa multiforme y los progra-
mas oficiales.
Las vicisitudes del proyecto ele la plaza ele los Vosgos muestran hasta
qué punto el papel del promotor es indispensable para las empresas reales
y qué límites se le fijan muy pronto. La administración se revela capaz ele
adaptar su proyecto, pero, una vez asegurado su éxito, debe defender con
energía su tenor original. Porque no basta con imponer un diseño ele
fachada. Si la plaza Dauphine se encuentra tan alterada en nuestros días, a
diferencia ele lo ocurrido con la plaza ele los Vosgos, se debe al peso ele las
constricciones que, en el caso ele esta última -nobleza obliga-, llegaban
hasta la prohibición de dividir una casa por motivos de herencia. El pro-
motor aspira a desbordar las reglas. La muerte ele Enrique IV nos lo deja
ver ele inmediato e n el caso ele las obras ele la plaza ele Francia: el bello
esquema no es objeto sino ele una ejecución irrisoria a partir ele 1626 y en
provecho del especulador Charlot, que conserva un simulacro ele vía anu-
lar (la calle Debelleyme) y que da a las calles vagamente radiales nombres
ele provincias (Saintonge, Perche, Bretaña, etc.). Una cosa está clara: desa-
parecido Enrique IV, a la especulación le será fácil multiplicar los nuevos
barrios.
JEAN CASTEX
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141 y 142. La reclefinición ele Ja casa pari,ieni.e por Le Muet en MI manual Maniere de bien baslirpour
1011/es sol1es de jX!1~·011nes (1623). Este cuadro reüne las nueve primera~ ·plazas·, con excepción de la ~egun
cla, y omite las variante,, . Se apreci.1 el principio ele clasificación, que se basa en el tamaño de las par-
cela., . Las medidas, dada,, en pies por Le Muet, han siclo convenidas en metro,, . La estrechez de las
cinco primera' ca'ª·' (ele 3,65 a 6, JO metro,) e' chocante. N<Jtese l.1 po,ición ele los patio,, su eluplica-
ci6n y la ¡)l'eM:nda de un jardín cu:mclo la profundidad alc:1n;-a lo' 30 metros. La denominación ele las
R E N A C I M I E N TO BARROCO Y C L A S I C I SMO
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PI a .:: u s re a I es y 11 u e\' o,\ /, t1 r r; a , .: e I ti'-' ,\ n r ro 11 o de Par t' s bajo B tt r; e¡ u e I V y l.. u is X/ 11
15,25 17 4-0. ,.
..
. ,.
pieza., estü indicada, pero no figuran aquí mús que en la planta baja: cada pieza dotada de una chime-
nea en la que se puede cocinar basta para albergar a una familia y e~, por tanto, autónoma, lo que ~e
comprueba ~iguienclo los acceso~; siempre son posibles asociaciones para formar unidades más vastas,
pero cualquier combinación puede ~er deshecha a voluntad. El paisaje de la calle está marcado por la
atención a la composición reglada y simple, que no acepta ornamentos más que en las buhardillas
(raramente en las puertas) y subraya el contorno de las ventanas.
J E A N CASTEX
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El si .~lo xv 11 fra 11 cé1
316
PI a : a ·" r e a I e .~ y 11 11 e vos b a r r i os : e I de .n1r ro 11 o de P a r r .v bajo En r i q u e I V y L 11 is X 111
144. Parcel:tción del jardín de la reina Margot, a la derecha , entre el muelle y la calle de la
Univernidad. El puente llarhier se ha convertido en puente de las Tullerías, hoy Pont Royal. El merca-
do ha recu¡x:rado su lugar momentáneament<.: (plano de Maire, 1808).
JEAN CASTEX
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El 1 ig/ o XV I I fra 11 cé s
318
Pla :. as reale s y nuevo s harri o s: e l d es arrollo de Par l s ha jo Bnr i t¡u t~ I V y l.. u i .v X III
sentido del orden. Este estatus monumental al que acceden las casas corrien-
tes anuncia la ·laicización· ele la monumentalidacl y beneficia a toda la ciu-
dad, puesto que es ésta la que, por la adición ele sus fragmentos, se hace
idealmente monumental. ¿Acaso no es esta tendencia la que será llevada al
extremo por Haussmann al diseñar sus bulevares interminablemente monu-
mentales?
Las parcelaciones posteriores a 1610, sin alcanzar esta nitidez en su figu-
ra, no dejan ele constituir con frecuencia unidades urbanas completas, con
su jerarquía viaria a la que subyace un repa1to ele papeles bien estudiado
(isla de San Luis), o con su centro funcional (el mercado ele las ·allées
Marguerite•). En la isla de San Luis, se establece una relación explícita entre
la forma ele conjunto y los tipos construidos: el muelle del Sena queda bor-
deado por hoteles situados en anchas parcelas, el eje mediano, más estre-
cho, por casas en banda e inmuebles, y las calles intermedias de unión
incluyen parcelas de menor valor destinadas a los servicios artesanales.
El efecto perturbador del fragmento no se aprecia verdaderamente más
que en la marquetería de operaciones del barrio Richelieu, cuya ortogonali-
dad ..quiebra la orientación natural en abanico hacia el noroeste• (Rouleau).
l li 5. L:1 plaza Dauphine y el Pont Neuf en el plano de Turgot 0739). La nitidez gcométrica del fragmen-
to quc dibuja la plaza triangular se cxplica mejor que nunca por la cxtensi(m que se descubre con el río.
JEAN CASTEX
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él ,· i¡.:lo xv11 francds
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P/(l : t1\ rt1 ttlc .r y nuevos barrios: el desarroll o de Pa rís />ajo E 11 ri quc IV y Luí.\ XIII
1' 16. 1~1 plaza D.1uphinc, el l'ont-Ncuf y l;1s Tuflerías vistos JX>r Merian ( 1615). En primer plano, un
bastión ele la 1m11~1lla de Fossés~Jaunes, entonce., apenas iniciada; se puede ver, detr:'is ele las
Tullerías, la muralla ele Carlos V y, separada ele ella por la Gran Galería, la torre angular sobre el
Sena; en la otra orilla, la torre de Nesle.
J E A N CASTEX
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/:"/ •i¡¡l a ' ' ' ' f ra 11 cé.v
ele la ele Chenonceaux, que se contentaba con salvar un río. A partir ele
este doblete que atraviesa el límite ele la ciudad y, por tanto, lo cleval(1a, se
desarrolla una secuencia ele espacios que van abriéndose cada vez más
hacia el paisaje: el jardín ele las Tullerías, más tarde el cours ele la Reine,
que encauza el Sena más allá del jardín (María ele Meclicis, 1616; como es
sabido, la planicie situada detrás del cours será plantada al tresbolillo por
Le Notre hasta la gran avenida trazada en el eje ele las Tullerías en 1667 y
este conjunto, conocido como los Campos Elíseos, será prolongado por
etapas hasta Neully, que se alcanza en 1772).
Así pues, la ciudad va a buscar fuera, a lo largo ele la gran secuencia del
Louvre, el espacio extenso ele los jardines y los paseos que, en su interior, le
es escatimado, si no totalmente negado. Con esta ape1tura al paisaje lumino-
so está en consonancia la innovación del Pont- euf, libre ele casas, a dife-
rencia ele tocios los puentes anteriores. Desde el Pont-Neuf no solamente se
ofrece a la mirada el espectáculo del río (ya desde 1528 habían aparecido
algunos muelles al borde del Louvre), sino que la ciudad descubre el paisaje
del que el río forma parte, hasta el horizonte ele la colina ele Chaillot. En la
punta ele la Cité, la especie ele estanque trapezoidal formado por la reunión
ele los dos brazos del Sena va a ser tratado como un lugar urbano, afirmán-
dose su monumentaliclacl a tocio lo largo del siglo XV II, cuando se disponen
en él el cuadrado del Louvre (1667-1670) y el colegio ele las Cuatro Naciones
(1662), e incluso en pleno siglo XVIII, con la implantación ele la enorme
fachada ele la casa ele la Moneda (1768-1785).
Es fácil comprender ahora la relación existente entre los fragmentos urba-
nos y los barrios nuevos ele que hablábamos y este paisaje que la ciudad
descubre fuera ele sus límites y que intenta incorporar. La misma geometría
capaz ele instituir la extensión del espacio reina en los fragmentos y en los
jardines y los paseos que van a multiplicarse con, por ejemplo, el nuevo
palacio del Luxemburgo, que María ele Meclicis hace construir fuera ele la
ciudad en los límites del convento ele los Ca1tujos, a pa1tir del modelo apro-
ximado del ·palacio Pitti y el jardín ele Boboli ele Florencia (1615-1627). Unos
y otros responden al gusto por el lujo y el placer ele unas élites a las que ya
no satisface la ciudad atestada y van a buscar en sus márgenes y, muy pron-
to, clecicliclamente, en su exterior los espacios a modelar en su propio bene-
ficio (ver el capítulo siguiente sobre el jardín a la francesa).
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Pla :. a.\ reales y nue\lo ,'i barrio s : el dc\arrollo d e Par í s bajo Enrique IV y J,.u;, XIII
r,
'1 48. El l1:1zado ele la 111w:1lla d<: Carlos V (c:11l<:s de Clély y su pa1~1lela el<: Bou1hm-Vill<:n<:uv<:) y d bul<:var
que suslituy<i a la muralla de ros.,és~Jaunes (nól<:se el bastión de llonn<:-Nouvdk). Plano de Maire ('1808).
El barrio Hichdi<:u, que se apoya en la calle Hichelieu y el palacio Cardinal (después l':ilais Royal, en el plano
Tribunal), se desarrolla entre las dos murallas.
JEAN CASTEX
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El ,f t ,t :lo .\' \1 11 fran c l:.\
PARA PROFUNDIZAR
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24. UN CLASICISMO ABIERTO Y EL ENSAYO
DE UN BARROCO ATEMPERADO:
LEMERCIER, MANSART Y LE VAU (1630-1660)
Lt bella simplicidad ele las construcciones del tiempo ele Enrique IV -cuadri-
culado ele las jambas y las cadenas ele piedra y relleno ele ladrillos- parecía re-
probar las citas complicadas, como prueban la plaza ele los Vosgos o la plaza
Dauphine. Pero esta saludable reconducción al orden ele la arquitectura pron-
to iba a enfrentarse a cie1tas tentaciones: la herencia ele la crisis manierista em-
pujaba en el sentido ele lo fantástico; ele Flandes, cuyo nuevo lenguaje arqui-
tectónico se recomendaba, afluían motivos llamativos traídos por los manuales
ele decoración; la importación ele modelos italianos se hacía sin método. Lo
mismo que ocurría en literatura, no estaban lejos el libe1tinaje, lo burlesco y el
preciosismo, componente difuso y renovador que ponía a prueba una situa-
ción prácticamente monolítica.
A corto plazo, era inevitable que se plantease la cuestión del clasicismo.
Sería preciso retomar en alguna ocasión el hilo del clasicismo que habían
tendido, bien que mal, durante e l Renacimiento, Pierre Lescot, Philibert
Delorme o Jean Bullant. Hacia 1630, la cultura arquitectónica francesa se ve
obligada, para profundizar, a reconsiderarse a sí misma frente a las tenden-
cias italianas: tuvo que tomar posiciones ante las soluciones pallaclianas a la
contestación manierista , tuvo que tomar partido o por los cuestionamien-
tos y los conflictos -el barroco estaba naciendo- o por negar tales conflictos
mediante una retórica a menudo legalista que procedía ele Vignola y del Gesü
(la sede ele los jesuitas en Roma, 1570).
Tres hombres van a determinar con sus opciones el clasicismo francés
entre 1630 y 1660: Jacques Lemercier (1580 o 1585-1654), Fran<;ois Mansart
(1598-1666) y Louis Le Vau (1612-1670). Para ellos, las opciones están abier-
tas : ensayos y crítica ele los modelos italianos, adaptaciones, conversiones .. .,
todo puede interesarles en grados diversos (sobre todo al turbulento
Fran\:ois Mansart). A falta ele poder aportar aquí un estudio completo ele
cada uno ele ellos, me contentaré con cuatro noticias acerca ele:
- el palacio ele Maisons (1642-1651), ele Mansart;
- la iglesia del Val-cle-Grftce (1645-1667), en París, en la que a Mansart
le sucede Lemercier;
JEAN CASTEX
349
El s i ~ /n > V II fra11 c é 1·
el Colegio ele las Cuatro Naciones (1662), hoy Instituto, ele Le Vau;
el hotel ele Beauvais (1652-1655), en París, debido a Le Pautre.
l. EL CHATEAU DE MA.ISONS
RENACIMIEN T O , BARROCO Y C L A S I C I S MO
350
U11 Cla ,\ ·ici .\ ·mo abic• rto y el 1!11 .\ l l ) ' f l clt: 1111 /Jarroco at e mperado
163. Fran~ois Mansart: el cbá1em1 ele Maisons, cl antepatio y el patio, dibujo a tinta y lavado de
Juks Formigé (1888) reconstruyendo el foso y la~ caballerizas demolidas en 1833; las dos porta-
das ele primer plano y el foso seco que las separa desaparecieron en l877.
otra, como ligeros puentes. En el centro se deja una .. abe1tura" que permite
abarcar con la mirada toda la caja y por la que se expande la luz. Este tipo
ele escalera, que aquí encontramos por vez primera, es una novedad del
siglo xv11 que corresponde a un sentido nuevo del espacio y a una creciente
audacia en la estreotomía, el arte del coite ele las piedras.
J E AN CASTEX
351
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Un C/a\1ci\mo 11 /J lt!r t o \'el (.' lf .''"-"º de llll Bar r o c o at<• mpc· 1t1do
2. LA IGLESIA DE VAL-DE-G~CE
JEAN CASTEX
353
/~ / SiJt/ O XVII /ra11c:és
•
•
••
166. El primer proyecro ele Franr,:oi~ M a n~~ llt para el Val -ele- ,race ( 16'16) comparado con el lkdentor de
l':tll:tdio en Veneci.1 y con el Ge~ll de Vignol:i en l(oma.
opuesto que estas dos plantas. Para Vignola, coronar con una cúpula el cru-
cero ele las naves ele una iglesia basilical es algo que no plantea problema
alguno: la cúpula se apoya entre cuatro cúpulas más pequeñas que atirantan
los sopottes que las po1tan. Por el contrario, para Palladio nada es más difí-
cil: la operación es casi contra natura. Existen dos familias ele edificios: los
edificios con cúpula coronando una planta centralizada y las salas re tangu-
lares que suscitan sus propios sopo1tes y los incorporan alojándolos entre
capillas a cada lado. Su típica nitidez garantiza su autenticidad y remite a
una serie ele precedentes célebres, preferentemente antiguos o reinterpreta-
ciones ele la Antigüedad. La sala no puede derivar más que del San Andrés
de Mantua ele Albe1ti, y se separa ele la cúpula, que se desarrolla a partir ele
la lección clásica restaurada, por ejemplo, en la Consolación ele Todi en una
planta con cuatro semirrotondas. Es la "contradicción yuxtapuesta".
También Mansait yuxtapone dos salas: una centralizada y coronada por
una cúpula a pa1tir del modelo de la del Gesli pero provista de dos semirro-
354
Uu Cla s i c ism o t1 hi e rto y el ""'. ")' " e/ e• u11 /Jarroc:o ttte m perado
EL FONDO Y LA FORMA
Mansart, que nunca estuvo en Italia, capta con agudeza, como se ve, el
debate arquitectónico que allá se desarrolla. Las referencias no son sólo
correctas, sino las más finas y polémicas. Una vez más, nos vemos en pleno
montaje barroco: recordad los esfuerzos ele Borromini por atribuir a la sala
rectangular los rasgos ele la sala centralizada (cap. 19) y repasad todo Jo que
el barroco sabe hacer con el ciclo ele las dos salas contradictoriamente yux-
tapuestas desde la Salute hasta el lejano Vittone (final del cap. 19).
¿Fue esta exigencia la que perdió a Mansart, tan ocupado, por lo demás,
y tan difícil en sus relaciones con los clientes a los que se dedicó a maltratar
como para que se prefiriera a Lemercier cuando la construcción llegaba al
entablamento ele la planta baja? Fácilmente podremos convencernos ele que
este último se mantenía lejos ele toda esa efervescencia. Termina las obras
como lo haría un proyectista competente: había estado en Roma (antes ele 1607-
1614) el tiempo suficiente como para asimilar la manera retórica ele Giacomo
della Po1ta y era capaz ele atenerse a ella con extrema ficleliclacl. La nave,
cubie1ta con un opulento cañón, cesa ele rivalizar con la cúpula, que adquie-
re coloraciones romanas. Lemercier, el arquitecto del cardenal Richelieu, que
tiene tras sí la Sorbona y el chateau ele Richelieu, logra maravillosamente
aclimatar en París las formas romanas: la fachada tiene ecos ele Maclerno
(Santa Susana, 1603) y ele sus muchas derivaciones, la cúpula se confunde
con las cúpulas romanas: un poco ele la cúpula ele San Pedro, en la que
Giacomo della Potta había siclo el último en poner la mano, un poco ele la
San Cario ai Catinari (comenzada en 1612).
JEAN CASTEX
355
El ,,· ;~/o .\\11 frllnce\
·167. l.ouis Le Vau: d col<:gio de la' Cuatro Naciones, del modelo p;illadiano ( l.t 'ill.t Tri,sinn, axonome ·
tría seg(111 l'ane) a Mt eco parisiense (grabado de Le Blond).
356
U 11 C f a .\· i e i \' m o a b , e ,. 1 o y e f e u ·' '' y o d t• u 11 /J o r r o ,. ,, " r e m f' e r a d o
4. EL HOTEL DE BEAUVAIS
La reputación ele Antaine Le Pautre (1621-1681) viene ciada por el hotel ele
Beauvais, en la rue Franr;ois Miran, híbrido entre el tipo del hotel parisino y el
gran inmueble. Veamos sus pa1tes: las tiendas sobre la calle, con el entresuelo
accesible por una escalera que ocupa su fondo; el pasaje en "pue1ta cochera ..
que va desde la calle al patio; la escalera (grande a la izquierda, pequeña a la
derecha); cocheras y caballerizas; corredores y escaleras secundarias; en el
piso principal, vestibulo, salón, habitaciones y gabinetes, con la galería ilumi-
nada a la vez por el patio y por un "jardín en terraza .. sobre el cual da la ..sala
ele baños... Comocliclacl y un punto ele confo1t, pero también ingenio.
Es la ingeniosidad ele la geometría lo que constituye el principal mérito del
hotel ele Beauvais. Mme. ele Beauvais había adquirido dos parcelas que ciaban
a dos calles opuestas y fue preciso hacer entrar en un contorno imposible
tocias las pa1tes que acabamos ele reconocer introduciendo en ellas un orden
evidente, el del espacio. La geometría se enfrenta a tocias estas dificultades. El
patio se estrangula por falta ele sitio (a la izquierda choca con la medianería)
antes ele expandirse en el hemiciclo terminal. A esta doble contracción-dilata-
ción responde el vestíbulo circular que a1ticula el paso al patio y a las escale-
ras y que abomba la fachada trasera del cuerpo ele habitaciones principal,
tenso hasta entonces por su esfuerzo ele regulariclacl. Ante el peligro ele disper-
sión, el patio queda unido por un densa cornisa apoyada sobre ménsulas y
por un orden que, por su pa1te, no se mantiene y cede interrumpiendo su
entablamento en cada ventana principal. Al nivel del detalle, se multiplican los
.. rescates .. en los que se alojan pequeñas escaleras, pasos, almacenes.
JEAN CASTEX
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El .i igl o XVII fra11c é s
~-----
168. El hotel ele lkauvais. Plano ele la planta baja según el levantamiento ele 13asserot Bélanger ( 1809-
1836). Planta noble segCm el gran Marot ('1670).
358
Un Cla.\ici.\m o abierto y el e n s a y o tle un Barroco ate mperado
TRADUCIR
JEAN CASTEX
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25. LA POLÍTICA DE PUESTA EN PRÁCTICA
DEL CLASICISMO BAJO LUIS XIV
JEAN CASTEX
361
El < í 11/ o X V II fra11 cé 1·
lugar ele distracción para Luis XIV, es decir, hasta 1670. Colbert pone en
él tocias sus energías para retrasar el momento fatal en que se verá obli-
gado a ceder ante Versalles: ya en 1668 Le Vau esboza las primeras refor-
mas que conducirán a la .. envoltura ele piedra ... Ahora bien, en 1665 nada
está aún clecicliclo para el Louvre y, sobre tocio, para su fachada oriental,
la que mira a París, al barrio ele Saint-Germain l'Auxerrois. Y no es que no
se haya registrado movimiento desde 1662: ha habido que prescindir ele
los servicios del indócil Mansart, se ha acudido a un Le Vau que no gusta
a Colbert y se ha tenido entonces la idea ele pedir planos a los italianos;
han respondido cuatro ele ellos y sus planos más bien han chocado por
su barroco ele vanguardia (entendido aquí como un .. capricho .. insultante).
Se ha clecicliclo finalmente -celebridad obliga- hacer venir a París a Bernini
(junio-octubre ele 1665) para tenerlo al alcance de la mano cuando cié su
tercer proyecto para el Louvre . Se le habían rechazado ya dos, ele opu-
lentas incurvaciones barrocas, dos modelos ele articulación plástica que el
maestro consiente en retranscribir en una formulación más maciza y pla-
na: su tercera y última solución, magníficamente romana y colosal. Las zo-
nas del patio Cuadrado que ya existían (las ele Lescot, Lemercier y Le Vau)
quedaban soberbiamente negadas en un plano ele conjunto que multipli-
caba las galerías, las escaleras, las salas de aparato, con un sentido de las
.. c[isposiciones .. que Francia era incapaz ele admitir. La agitación ele las ca-
marillas tuvo razón en eso: Bernini fue políticamente devuelto a su tierra.
Nos queda ele su estancia un busto de Luis XIV y una estatua ecuestre des-
lumbrante que su destinatario se cuidó ele alejar lo más posible ele su vis-
ta relegándola al fondo ele la pieza ele agua ele los Suizos (donde ha siclo
recientemente víctima del vandalismo).
El triunfo ele los franceses no fue instantáneo, ya que en él se mez-
claban la crítica contra el barroco y los rencores contra los artistas ita-
lianos a los que Mazzarino había protegido en exceso, lo que podía to-
marse como desconfianza contra el propio Estado. La dosificación entre
los clanes pudo ser determinada en la primavera de 1667 -¡ya era hora,
se está viendo asomar Versalles! Luis XIV nombró un "pequeño consejo ..
en el que Colbert había situado a Le Vau, hombre del rey, que representa
la competencia arquitectónica, a Le Brun, el primer pintor, funcionario
encargado ele la política artística, y a Claucle Perrault, experto en la teo-
ría arquitectónica.
En abril de 1667 se podía ya optar entre dos proyectos sometidos al pe-
queño consejo. En 1670, la columnata estaba prácticamente acabada. No nos
mezclemos en cuestiones de atribución: es bien cierto que Le Vau sabía ha-
cerse respetar y, a la inversa, que el sentido innovador y la cultura teórica ele
Perrault no hacen ele él el único autor (por más que ello disguste a su ambi-
cioso hermano Charles, el ele los cuentos). Aceptemos la idea ele una obra co-
lectiva, que se corresponde bien con el contexto; por otro lado, después ele la
marcha ele Bernini, su espíritu planea aún por estos lugares.
362
l.. 11 p o 1 í t i e: a de p u e \' t a e 1t p r a e t i e a de I C I a ,\· i (' i ·' m o buj o 1- u i ,\' X I V
169. Bernini, eMuelio pa1~1 la e., tatua ecuestre de Lui~ XIV. Rara vez la fatalidad ha marcado más a
una ob1~1 de arte. Encargada de mala gana a Bernini ocho día~ antes de su pattida ele París (octu-
bre de 1665), terminada doce aiios despues (1677), olvidada en Roma ocho afios más, no llegó a
V<.:r.,alle~ ha~ta 1685, para verse inmediatamente condenada por su destinatario. La apoteosis glo-
riosa que Bemini había querido conceptualizar y de la que son testimonio el amplísimo vuelo de
drapeado~ y crines, o la huella sobre los labios ele una sonrisa a punto de formar.se eran cosa., que
no casaban con el gran gusto oficial. La estatua fue corregida por Gi1~1rdon, rebautizada y alejada
de la vista del rey, al extremo de la pieza de agua de los Suizos. Recientemente dañada por acto~
vandálicos, ha encontrado refugio bajo la bóveda ele ladrillo ele la gmn caballeriza de Vcrsalle~ ,
antes ele volver a ocupar su lugar bajo la forma de una reproducción.
JEAN CASTEX
363
El .\' Í}.:lo x v 11 Jrancé .t
17 1. El tercer proyecto de llemini, 1mzaclo en París bajo el control de Colbert en 1665 y abandonado cle'-
pués de un principio de ejetuci<in.
364
L11 po/ i 1i c a de pue .\ta e n p r ti e 1 i l .' a d e l C la .1ic:1.<1110 '1111" L11i s XIV
172. La llamada columnata ele Perrault, construida ele 1667 a 1670 (en lo e~encial); dihujo de C. N. L.
Durand para 1:1 lám ina 68 de su Rec11ei/ et Para/le/e.
LA HERENCIA DE RAFAEL
Hay que buscar al pintor más característico del siglo xv11 francés no en
París -donde no reside más que por espacio ele dieciocho meses, en 1640-
1642, en el punto central ele su carrera, y casi por deber oficial- sino en Roma,
donde se afinca en 1624 y donde lleva la vida ele un eremita ele la pintura. La
quietud ele su retiro da la imagen ele su trabajo: llegar a la expresión clásica.
JEAN CASTEX
365
El s i g l fJ xv 11 f r 11 11 cés
173. l'ous.,in, ·Lt Fie., la de 1':111·, dibujo a pluma y l:tvaclo, Gl'>lillo ele Wincbor. Es1e estudio pa ra una
bacanal, ele mediados de.: los ano' 16;30, 'e in,pira en un ba jorrelieve antiguo y e~ típico clel clasicbmo
e'cull<>rico ele l'ous.,in.
R E N AC I M I E N T O , BARROCO Y CLASICISMO
366
L u p o I i 1 i e a el e p ue .~ 1 a t! 11 p r d e: 1i e a d e I C I a s i e ; _v mo h a j o !... u i ,\ X I V
punto una pintura "escultóriG:L» en la que las figuras "tienen esa apariencia he-
lada que se obse1va a menudo en las estatuas ele danzantes en mármol" (Blunt).
No solamente estudia los bajorrelieves romanos, sino que se hace figurillas
ele tieITa y después verdaderas maquetas con las que hace series ele croquis y ele
esbozos modificándolas a su antojo. Su coito y decepcionante paso por París
provoca el decisivo avance ele los años 1642-1653: pintando los graneles temas
centrales del Nuevo Testamento, Poussin trata ele no destacar más que lo esen-
cial, mediante un control muy estricto ele las reglas. Apela al espíritu, no al ojo,
a la contemplación reflexiva que poco a poco descubre la lógica ele la obra en
un orden del que ha desaparecido tocio accidente y que no se da ya más que
en su generaliclacl, en su simpliciclacl típica. Los doce últimos años (1653-1665)
muestran hasta dónde llega esta ape1tura: la razón, definitivamente clominacla,
desvela sus posibiliclacles creadoras -insospechadas- y se deslumbra volvién-
dose hacia sus contrarios -la imaginación, la sinrazón, lo salvaje- para desta-
carlos y celebrarlos mejor y mucho más profundamente ele lo que ellos mis-
mos hubieran podido hacer.
JEAN CASTEX
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EI ,\ i 1-: I o "v11 f r " 11 c. tf .\·
17'1 . El Louvre de Permuh. Con las extraordinarias máquinas de elevación de piedras del frontón , inven-
tada~ por l'ermult, Ja t<!cnica recu¡x:1~1 el dominio: el clasicismo del siglo xv11 pretende imponer un nuevo
eMatus proll:~ional a k" arquitectos franceses, Jo que no deja de recordar la revolució n efectuada por
Brunellesch1 en l li20- 1·13'; en Ja obr:i de J:i c(1pula de Florencia.
R E N A C I M I E N T O, BARROCO Y CLASICISMO
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L t1 p o I i t i e t1 ti t! J1 u e , . / <t e n p r lÍ e t i e a d e I C I a s i <' i \ m " huj o L u i ·' X I V
cias. Había trabajado en anatomía y gustaba ele las "conjeturas", es decir, ele las
hipótesis originales para resolver los problemas complicados. Inmediatamente
después ele ser nombrado académico, se convie1te en un investigador celoso.
Se dedica a la disección, hasta el punto ele que morirá en 1688 contaminado
por un camello que estudiaba. Anota y traza dibujos para ser publicados. Y
sufre la influencia dominante ele su tiempo: la ele la mecánica. Lo toca tocio: el
sonido, la luz, la lluvia, los materiales (la creta) e incluso los puentes (somete
a Colbert un proyecto ele arco ele madera ele 60 metros para el puente ele
Sevres). Tocio ello no es baladí, y será reconocido en su justo valor más abajo.
Perrault tenía, quizá, menos títulos que hacer valer en arquitectura en 1667,
pero el tema no debía serle en absoluto desconocido, ya que pudo dedicarse in-.
mediatamente a su traducción, que iba a hacer ele él el Vitruvio francés, dotán-
dola ele impo1tantes notas críticas que demuestran lo extenso ele su documenta-
ción y ele su conocimiento ele las interpretaciones anteriores ele un texto difícil
que, como ya hemos dicho, se prestaba a muchos errores. Dominan en él, como
se ve, cualidades de método y capacidades ele asimilación felizmente reunidas.
Y, al mismo tiempo que la teoría arquitectónica es precisada -porque Perrault
modifica a Vitruvio y la suya no es una simple relectura-, es también puesta a
prueba en una aplicación ejemplar: la columnata del Louvre. Es un hecho com-
pletamente esencial que determinará tocio lo que va a ocurrir en el siglo xvu1.
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El <iglo 1111 fra11c é '
370
La política el e 11 u ex l C1 ,. ,, practica del C/asiL'l\lllo b a;o l..u i ' XIV
t f •.
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J E A N CASTEX
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El .1· iglo X VII fra11 c es
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l.. u p o /11 ica el e (J lt t'.~ lo e n pr <Íc li ca el e / C /a .\' i l'i l· mo bajo Lu i .~ XIV
JEAN CASTEX
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/JI ,,;~'" X VII fra11cés
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f;~YF·~
I'.:! J ¡:.•TUI. :Dint!l
'177. 1~1 c:nvoltur:1 ele: pic:dr:i. La tc:rr:iza c:rca una (mica pc:ro poderosa articulación en el bloque. La .~ec:
ción rc:vela que Ja I:1c:hada sobre: c:I parque: no es m:í1> que: una 1míscara que: oculta el amontonamic:nto
contradictorio de: las cuhic:rtas clc:I cbt?lem1 primitivo.
once ventanas impusieron su ley a todas las demás. D'Orbay estaba a la altura
ele la tarea: Blunt encuentra en el resultado una calidad digna ele Bramante.
A partir ele 1678 el chateau tuvo que sufrir una segunda oleada ele am-
pliaciones que desembocaría en una remoclelación radical bajo la autoridad
ele Jules-Harclouin Mansa1t, sobrino del gran Frans;ois Mansait. Se decidió ocu-
par el espacio ele la terraza para construir allí la Galería ele los Espejos -alte-
ración que Blunt juzga desastrosa para el exterior. ¿Era preciso cambiar la or-
denación? Sí, si tenemos en cuenta que no quedaba ya ninguna traza ele las
ventanas ele Luis XIII. Ahora bien, sólo en el transcurso ele la realización (1680)
se decidió cubrir con medios puntos las ventanas del piso cortando los bajo-
rrelieves, y aún así no se pudieron adaptar tocias las ventanas a causa ele los
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la pol í ti c a de p11esta e 11 pr tíctic(I del Clasi ci•mo bajo L11is XIV
178. La ordenación final de la fachada del chútea11 de Versalles sobre el parque, después de las
transformaciones efectuadas por ju les J-lardouin-Mansa11.
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E I ' ; .~ I o x\ 11 fra 11 e e'
• Tf,..•n• •
® c.••
• •
179. La envoltura de piedra: el pequeño chálea11 de Lu is XI II sigue 'iendo bien reconocible en el cen-
tro. El crnte formado por la terra /.a ~e 'uperpone a la galería que bordea el jardin (plano de la planta
baja).
HEFEHENCIAS
A. Blunt, Ar! et arcbitec//lre en France, 1500-1700, op. cil [traducción castellana citada],
ha siclo ampliamente utilizado sobre tocio para l'ou., sin (Blunt e,, un especialista en l'ou ,,~in).
Sobre el problema del clasicismo, aconsejo un pequei'lo libro (en francés), muy claro:
Summer~on, Le /angage de /'arcbitec/11re classiq11e, L'Equerre, París, 1981 (cd. original en
inglés, 1963) [traducción ca,tellana, El /e11g1t!!ie clásico de la arq11ilectura. De L. 13. A!herti a
le Cor/msier, ed. Gustavo Gilí, Barcelona , 1984. 1." edición castellana 19 41.
R E N A C I M IE N T O , B A RROCO Y CLASICISMO
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t (1 ,, " I í I ; {' (1 d (' " ,, l' .~ I " e " p ,. tí e I i e a ti e I e I a ,\" i e i ,\' 111 " ¡, " j " /.. " ; .\ X I V
l80. El cb!itea11 cle.,¡JL1é,, ele la~ transformaciones ele .Jule:, l l:irclouin-M:111';;11'l: plano del primer piso. La
gran galería h:i horrado tocio m'tro ele articulación en volumen por el lacio del parque. El proceso ele
clen~ificacicín ha comen'l.aclo: los patio~ que ~eparahan el cbcltee111 primitivo de la envoltura de piedra
prácticamente han desaparecido.
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El sig lo xv11 francés
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