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Expedicion Nazi Al Tibet

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Revista Año Cero. Mayo 2007, por Miguel Pedrero.

Pp 26 a 29
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Expedición nazi al Tibet

Heinrich Himmler, el todopoderoso jefe de las SS, era un fiel


creyente en el mundo de la magia y el ocultismo, que practicaba con
cierta asiduidad. En 1936, Himmler conoce al científico Ernst Schhfer, un
joven miembro de su «policía» que todavía no había llegado a la treintena
y que tenía fama de aventurero. El científico ya había participado en
expediciones a China y a las peligrosas fronteras occidentales del Tíbet,
así que Himmler pensó que era la persona adecuada para comandar un viaje
a esa región, con el fin de encontrar la prueba definitiva sobre la
existencia de una raza de semidioses de la que derivarían los arios. El
jerarca nazi estaba convencido de que los tibetanos procedían de esta
raza cuasidivina e incluso creía que, en algún lugar del Himalaya, podían
ocultarse algunos supervivientes de la misma, Una vez terminada la II
Guerra Mundial, Schafer tuvo que pasar por un proceso de
«desnazificación», al igual que miles de alemanes. A sus interrogadores
les confesó que durante el primer encuentro con Himmler. éste le dijo que
el Universo se había formado después de una batalla cósmica entre el
fuego y el hielo, y que los antepasados de la raza aria habían descendido
directamente de los cielos.
El líder de las SS también le aseguró a Schafer que los antepasados
sobrenaturales de los arios habían quedado atrapados en bloques de hielo
y que rayos divinos los ha-
bían librado de su prisión. Esta particular cosmogonía bebía de las
teorías de un ingeniero y astrónomo aficionado llamado Hanns Horbiger.
que la comunidad científica internacional tildó de «pseudocientíficas».
Sin embargo. el propio Hitler confesó en su libro Tischgesprach
(«Conversaciones de sobremesa») que se sentía inclinado a aceptar las
teorías de Hórbiger e, incluso, planteaba construir un observatorio en
Linz dedicado a «las tres grandes concepciones cosmológicas de la
historia: la de Ptolomeo, la de Copérnico y la de Hórbiger».
Himmler sólo le impuso a Schafer dos condiciones: que su expedición
estuviese bajo el paraguas de la Ahnenerbe —una organización dependiente
de las SS cuyo fin era buscar pruebas por todo el planeta sobre los
orígenes de la raza aria—y que contase en su equipo con Edmund Kiss, un
oficial nazi que había pasado más de diez años estudiando la antigua
ciudad de Tiahuanaco. en el altiplano boliviano. Sus inmensos bloques de
piedra llevaron a Kiss a concluir que los verdaderos constructores de la
ciudad habían sido una élite de refugiados procedentes de la Atlántida
15.000 años atrás.
Schafer aceptó la primera condición, pero gracias a sus dotes de
persuasión logró librarse de la presencia de Kiss en su equipo, que al
final quedó compuesto por tres científicos más: un botánico, un geólogo y
un antropólogo. Este último, de nombre Bruno Beger, llevó a cabo —tiempo
después de regresar del Tíbet— determinadas «investigaciones
antropológicas» en el campo de concentración de Auswichtz, Los
prisioneros a los que estudió terminaron sus días, como muchos otros, en
la cámara de gas.

Por sorprendente que pueda parecer, las teorías racistas que


defendían diversas sectas y organizaciones ocultistas, y que luego
retomarían Hitler y sus secuaces. derivaban, en parte, de las
«revelaciones» de Madame Blavatsky y su Sociedad Teosófica. Desde luego,
no se puede culpar del racismo nazi a Blavatsky, pues lo cierto es que
sus tesis —cargadas de fantasía— fueron deformadas por la Sociedad Thule
y otros grupos ariosóficos de similar calaña,
Esta popular viajera y ocultista rusa, nacida en 1831, afirmaba que
pudo llegar hasta el Tíbet, algo probablemente falso. Esto es lo de
menos, porque parece cierto que visitó algunos lamasterios, probablemente
en la India. Los lamas le habían narrado una de las leyendas budistas mas
fascinantes: la existencia de Shamballa, una tierra más allá del Himalaya
en la que moraba una casta de «sabios—maestros», con los que la ocultista
dijo luego mantener contacto. Su popular obra, “La doctrina secreta”,
cuya cubierta aparecía adornada con una gran esvástica, causo sensación
en Europa y diseminó la idea de que los tibetanos eran descendientes de
una raza superior, los atlantes. Por supuesto, en esa época nada se sabía
de la ideología nazi ni de su principal seña de identidad. La esvástica
es un símbolo milenario que se repite en diferentes culturas orientales.
Es probable que la Sociedad Thule y otras sectas similares, de las que
derivaría el nazismo, tomaran este símbolo de las obras de Blavatsky.
Las teorías esotéricas de la Sociedad Teosófica coincidieron en el
tiempo con las del lingúista Friedrich Schlegel, quien sostenía que el
sánscrito era la lengua de las elites y sus primeros parlantes habían
sido una raza de guerreros instruidos en la India septentrional.
Empujados por un afán civilizador, estos nobles nórdicos habrían
conquistado el mundo. Segun el especialista alemán, atravesaron Europa y
llegaron a Escandinavia.
La prueba que avalaría su teoría es que las en la época. Los
miembros de la Artmanen lenguas europeas y las indias tenían un tron-
pensaban que en el Himalaya todavía poco común. Schlegel bautizó a estos
nórdicos dían existir pobladores descendientes de con el nombre de
«arios», palabra que en los primeros arios. Allí, entre las montañas
sánscrito significa «aristócratas» o «nobles», tibetanas, se encontraba
el secreto que El nacionalismo alemán se sirvió de esta teoría
demostraría que los arios procedían de una aderezada con una dosis de
ocultismo raza superior. Esta es la razón por la que blavatskiano, para
subir el ánimo a sus decaídos simpatizantes. Los arios penetraron, de
este modo, en campos tan diversos como el de la filosofía, la
antropología, la biologia geografía.
En 1896 se funda la primera delegación de la Sociedad Teosófica en
Alemania y las obras de Blavatsky comienzan a difundirse con enorme
exito. Esto provocó una expIosión de sociedades ocultistas —vinculadas o
imitadoras de la Sociedad Teosófica—, cuyos miembros consideraban a los
judíos una raza inferior estaban fascinados por Shamballa, las runas y el
supuesto simbolismo secreto de la esvástica.
Himmler se inscribió en una de estas ordenes, la Artmanen, y más
tarde parece que se interesó en la Sociedad Thule, además de "devorar"
las publicaciones ocultistas que circulaban abundantemente Himmler puso
tanto empeño en que se Ilevara a cabo la expedicion.
Schafer recibió una ayuda inesperada para su «empresa». En 1938 se
reunió en Londres con sir Francis Younghusband, una de las figuras más
relevantes de la aventura imperial británica, que a principios del siglo
XX recibió la orden de viajar al Tíbet para evitar una posible
infiltración rusa. Aquello terminó en una invasión en toda regla, con
gran derramamiento de sangre, que el gobierno británico nunca le perdonó.
Cayó en desgracia y terminó refugiándose en el ocultismo. Aseguraba que
en el Tíbet vivió una experiencia mística que le hizo replantearse la
vida e incluso llegó a escribir libros sobre la existencia de vida
inteligente en otros planetas. Los consejos e informaciones de
Younghusband supusieron para Schafer una fuente de conocimientos previos
sobre lo que se iba a encontrar en tan lejanas tierras.
Schafer y los suyos llegaron a la ciudad sagrada de Lhasa portando
espectaculares banderas nazis y otras en las que eran visibles dos runas
sieg, que para los paganos germánicos simbolizaban la victoria. Era la
insignia inconfundible de las SS. En los rollos de películas que se
llevaron de vuelta de su viaje se puede apreciar que los expedicionarios
no se escondieron en ningún momento, mostrando a las claras su
pertenencia al III Reich. También se ve en las películas —que todavía se
conservan para regocijo de historiadores cómo los alemanes se dedicaban a
medir y a tomar moldes de yeso de los lugareños. El fin de estos
particulares estudios, claro está, era demostrar que los tibetanos eran
descendientes de la primigenia raza aria, tal como sostenía Himmler, el
jefe de las SS. En los primeros contactos con los lamas. éstos les
narraron a los expedicionarios todo tipo de historias sobre ciudades
perdidas y portentosos poderes. Decían, ante los atónitos occidentales,
que eran capaces de generar un «calor interno» que les permitía
sobrevivir desnudos a altísimas temperaturas:
o llegar a la iluminación mediante prácticas sexuales tántricas.
Schafer tardó en ganarse la confianza de los monjes, pero al final
recibió la noticia que esperaba: todo el grupo de alemanes estaba
invitado a visitar al lama más importante de Lhasa. Reting Rimpoché, en
su palacio del Potala. Este enseguida congenió con los visitantes, a
quienes contó con entusiasmo el descubrimiento de la nueva reencarnación
del Dalai Lama, hecho que había tenido lugar recientemente y se intereso
sobre todo por el pelo de los alemanes. A cambio, éstos pudieron
realizar, no sin ciertos impedimentos, varias filmaciones, en algunas de
las cuales aparecía el lama. Cuando enviaron los rollos a Alemania, los
científicos dc las SS comprobaron que Reting Rimpoché se veía borroso. La
conclusión fue que el efecto era debido a algún tipo de «emanacion
energética» proveniente de su cuerpo. El doctor de las SS Eberhard Cold
de terminó que la causa de la mala calidad de la imagen era el «aura» del
lama.

Los estudios que llevaron a cabo los expedicionarios que de


científicos tenían más bien poco— dejaron para la posteridad unas
imágenes irrepetibles. Filmaron todas las celebraciones que tenían lugar
en Lhasa durante las fiestas del nuevo año. Rituales multitudinarios)
fiestas varias quedaron impresas en los rollos de los alemanes. Incluso
pudieron grabar el momento más importante: las profecías del oráculo
viviente. Solo existían tres oráculos en el Tíbet y sus palabras eran
tenidas muy en cuenta por el pueblo y por los dirigentes de aquel remoto
territorio. Después de una cuidada puesta en escena, el "profeta"
apareció ante la multitud. Su cara desencajada y sus movimientos eran la
señal de que se encontraba en éxtasis. Luego comenzó a hablar: «Observad
las montañas que estan en la frontera, gente voladora se acercará a la
tierra de la nieve a través del cielo. Vienen con hermosos presentes y su
habla sera tan dulce como el arrullo de las palomas. Pero traen un falso
dogma que no viene del cielo (...). Proteged la enseñanza, haced
sacrificios, sed amables con los extranjeros, pero rechazad sus presentes
(...). Un dragón gobierna su mundo».
En cuanto llegaron las primeras noticias que apuntaban al comienzo
de una gran guerra europea. Schafer y su equipo abandonaron el Tíbet: eso
si. llevándose consigo valiosos textos religiosos budistas, cientos de
objetos y animales, gran cantidad de rollos de película y las
conclusiones de sus estudios. En Berlín, los recibió calurosamente
Himmler, que estaba estusiasmado con los resultados de la expedición.
Schafer iba a ser uno de los cientificos de cabecera del III Reich pero,
tras la II Guerra Mundial, tanto sus estudios como su persona cayeron en
el más absoluto de los olvidos, probablemente tambien porque el prefirió
permanecer en un cómodo segundo plano. Su pasado en las SS sería una losa
que no le abandonaría hasta el último día de su existencia.

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