Las Tres Caras Del Amor
Las Tres Caras Del Amor
Las Tres Caras Del Amor
Josh McDowell
y Paul Lewis
A
Jim y Vivian Simpson
quienes han gozado y compartido
el secreto de amar
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9. ¿Procurarás lograrlo?
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Al cabo de unos años, Paul se casó con una de aquellas hermanas, Leslie.
Después de muchos años de matrimonio han profundizado su
comprensión de cómo mantener y alimentar el verdadero amor. Es por eso
que le pedí a Paul que escribiera este libro conmigo.
Más tarde Dottie, mi mejor amiga y también mi novia, se convirtió en mi
esposa. A través de los años hemos disfrutado de un amor igualmente
creativo y hermoso.
El título de este libro es Las tres caras del amor, por una razón particular.
Las personas tratan por todos los medios de descubrir ese amor rico,
fuerte y que crece cada día. En muchas ocasiones se nos dice que el
secreto es liberarse de las restricciones puritanas del pasado. Estoy
contento de anunciar que todos hemos sido liberados desde hace mucho
tiempo. Incluso, ni recordamos esos días represivos que se han evaporado.
De todo el país recibo cartas, tanto de jóvenes como de adultos casados,
donde señalan que ese amor dinámico es algo de lo que todavía carecen.
Su ansia sigue insatisfecha. Tal vez a ti te suceda lo mismo.
¿No deberíamos preguntarnos por qué? ¿Por qué, en medio de una libertad
de expresión sexual donde no existen límites y que hace tanto tiempo
disfrutamos, seguimos tan insatisfechos como siempre? ¿Por qué es que
algo tan hermoso y natural como es el sexo produce relaciones tan pobres?
¿Qué anda mal? ¿Es el sexo el secreto del amor?
Hace unos años la revista Time hizo una caricatura cómica para ilustrar
un artículo sobre “La nueva moralidad”. El dibujo mostraba a dos
estudiantes universitarias conversando, mientras caminaban por el
parque. Una de ellas le decía a la otra: “Para ser sincera, me hubiera
encantado haber nacido antes de que existiera el sexo”.
Aunque es un comentario ridículo, hay un momento cuando todos nos
sentimos así. Estamos bombardeados excesivamente de información
sexual. De día en día nos azotan los vientos de imágenes y palabras,
algunas sutiles, otras descaradas. En las revistas que llegan a nuestros
hogares encontraremos siempre algún artículo sobre las relaciones
sexuales. En una de ellas podemos leer sobre “Los placeres de la libertad
sexual” junto a “Los problemas de la libertad sexual”. En otra, una
psicóloga encara “La soledad sexual del hombre”. Y, por si eso fuera poco,
en el próximo número habrá un psicólogo masculino que hablará a las
mujeres sobre “La autoconfianza y el atractivo sexual”. Podemos leer sobre
“La importancia de las relaciones sexuales en el matrimonio”, o “Cómo
obtener más satisfacción en las relaciones sexuales”. Solteros, casados,
jóvenes o ancianos, ¡el sexo es para todos, que viva el sexo!
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particular o sencillamente porque se les ha dicho que está bien, esto puede
ocasionarles un aumento del propio rechazo.
¿Los sentimientos de ira, de culpa y de sentirse usado, unidos al
autorrechazo, son las consecuencias de la liberación? El doctor Rubin no
es el único que está lanzando señales de advertencia. La psicóloga Lonnie
Garfield Barbach, autora de “Para usted: la satisfacción de la sexualidad
femenina” admite que probablemente la presión sea mayor para las
mujeres jóvenes. Muchas de las pacientes de la doctora Barbach piensan
que todo el mundo tiene que ser “libre, casual, sensual, multiorgásmico, y
sin inhibiciones sexuales”. Cuando no pueden lograr esas expectativas, se
resienten “tremendamente consigo mismas”. Ella enfatiza:
Las mujeres entre los veinte y los treinta años se ven bombardeadas entre
los mensajes conservadores que sus padres les inculcan y la filosofía de la
revolución sexual.
El complemento perfecto.
Moisés nos dice que hizo dormir a Adán y formó una mujer de una de sus
costillas. Y para Adán tampoco fue una cuestión secundaria. En el
versículo 23, Adán se despierta, ve a la mujer y dice:
Esta es ahora hueso de mis huesos,
y carne de mi carne…
Génesis 2:23
Una traducción más moderna del hebreo sería un sorprendido:
“¡Caramba…! ¿Dónde habías estado todo este tiempo?”
El hombre y la mujer fueron creados por Dios de manera que están
incompletos el uno sin el otro. Por eso moisés dijo:
Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre
y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
Génesis 2:24
Al investigar sobre el secreto de la sexualidad, hay que agarrase
fuertemente a esta frase. La expresión sexual es una de las formas claves
en que el hombre y la mujer llegan a ser “una sola carne”.
Pero, ¿qué es lo que tiene tan particular la mujer que la hace tan
indispensable para el hombre? Hay dos ideas en la frase que usó Moisés:
“ayuda” e “idónea”. La idea es que la mujer es la compañera fundamental y
perfecta para el hombre, destinada a proveer para su plenitud, y para la
suya propia también. Ese complemento básico fue creado para satisfacer
las ansias individuales de tal modo que cuando un hombre y una mujer se
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“Espera un momento” –me dices-, “yo creía que la Biblia enseñaba que el
propósito principal del sexo era la procreación, tener hijos”.
¡No! Ese es el mito que los mal informados críticos del cristianismo han
propagado para servir a sus propios intereses. La procreación no es la
razón primordial del sexo. Es una razón secundaria y muy importante,
pero no es la razón principal por la cual Dios creó la sexualidad.
La unidad es el factor principal. Es para dar a un hombre y a una mujer
la condición de “una sola carne”, una experiencia en la esfera física que
ilustra la intensidad de la relación espiritual que un hombre o una mujer
tienen con Dios, cuando él o ella han nacido de nuevo en Cristo Jesús.
Esta unidad en la relación sexual provee a un hombre y a una mujer el
gozo más exquisito y perdurable y la mayor plenitud que puedan llegar a
conocer. Es por eso que el acto sexual en el momento oportuno, con la
persona adecuada, y en la relación correcta, ¡es tan increíblemente
perfecto! Y es por eso que el abuso de las relaciones sexuales al final
produce tal desilusión.
El mensaje equivocado.
Muchas personas han entendido mal el mensaje acerca de las relaciones
sexuales. Nunca lo han escuchado correctamente por causa de las
caricaturas erróneas que se han pintado acerca de la visión cristiana del
sexo. La filosofía de la revista Playboy, entre muchos otros, ha conducido a
millones de personas a creer que Dios está en contra de las relaciones
sexuales, y que la Biblia rechaza el placer y la satisfacción sexual. Han
llegado a la conclusión de que para ser un cristiano verdadero, hay que
negar y reprimir los impulsos sexuales.
Nada podría estar más lejos de la verdad. Algunas de las palabras más
hermosas que jamás se hayan escrito sobre el amor entre un hombre y
una mujer se encuentran en la Biblia, en el Cantar de los Cantares de
Salomón. La poesía sobre dos que se aman, y se entregan totalmente a la
satisfacción mutua; ¡es una increíble poesía de galanteo amoroso!
Dios no está en contra de la sexualidad. Está tan a favor que quiere que
todo hombre y mujer comprendan cómo obtener lo mejor de ella. Él desea
que sepamos que no es un juego ocasional, sino que es un placer
fundamental que debe protegerse cuidadosamente, no importa lo
gratificante que pueda parecer tener una relación fuera del matrimonio.
La verdad es que se han dicho muchas cosas ridículas en contra del sexo
en nombre del cristianismo. Y al unir todas esas imágenes equivocadas, se
puede crear una caricatura muy lamentable, y que a la vez es falsa. Tal vez
esa parezca ser la “visión cristiana del sexo”, pero ni siquiera se le
aproxima. Y cuando se destruye esa falsedad, como es el hecho de la
filosofía de la revista Playboy, en realidad no se ha destruido nada. Los
hechos son que la sexualidad viene de Dios. Él la creó para satisfacer y
llenar los hondos impulsos que Él mismo puso en cada hombre y cada
mujer, y nada podrá jamás cambiarlo.
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Sin embargo, ser amados de esta forma pronto llega a ser tan poco positivo
como tratar de ganar la clase de “amor si”. Y es una base movediza para
fundar un matrimonio, o cualquier otra relación sobre él.
Consideremos, por ejemplo, el problema de la competencia. ¿Qué ocurre
cuando aparece alguien que tiene más talento que nosotros y esta es la
cualidad por la cual se nos ama? Supongamos que eres mujer, y tu belleza
es una de las razones del amor de tu esposo. ¿Qué ocurre cuando entra en
escena una mujer más bella que tú?
Si el amor de tu novia o tu esposa está basado en lo que percibes de
salario, o en las cosas o experiencias que se pueden comprar con dinero,
¿qué ocurre si pierdes tu trabajo, o quedas inhabilitado para trabajar, o
por cualquier motivo pierdas la posibilidad de ganar el dinero que antes
ganabas? O, ¿qué ocurre cuando entra en escena alguno con más dinero o
más poder de conseguirlo? ¿Te pondrá nervioso la competencia? ¿Sentirás
amenazado tu amor? Si es así, entonces tu amor es de la clase de “amor
por”.
Y aún hay otro problema con el “amor por”. Está basado en que la mayoría
de nosotros somos dos tipos de personas. Una es la persona exterior, el
Josh McDowell o el Paul Lewis que el público ve, y la otra es esa persona
interna que está muy en el fondo, que muy pocos, o ninguno, realmente
conocen. He descubierto al aconsejar a personas cuyas relaciones están
basadas en la clase de “amor por”, que uno o ambos miembros de la pareja
están temerosos de que la otra persona sepa cómo es realmente en su
interior. Temen que, si se conociera la verdad, serían menos aceptables, o
menos amados, o quizás hasta serían totalmente rechazados.
¿Hay algo en tu vida que no puedes compartir con tu cónyuge por temor
siquiera a una leve incomodidad o rechazo? Si es así, te resultará difícil
experimentar la plenitud sexual, porque una profunda intimidad sexual
requiere cien por ciento de confianza y entrega. Si hay alguna inseguridad
en tu amor, si hay algún temor, el primer lugar donde se manifestará es en
esta esfera, porque en la expresión máxima de la verdadera sexualidad,
nos hacemos completamente vulnerables, estamos totalmente entregados
sin reservas uno al otro. Es esta misma entrega lo que hace posible la
máxima gratificación y unidad sexual, y esta misma entrega causa el dolor
más profundo si no somos totalmente aceptados. De manera que en una
relación del tipo “amor por”, nunca se puede llegar a una entrega total de
uno mismo al compartir el amor físico, porque es muy grande el riesgo de
ser herido.
Estaba compartiendo estas ideas con un grupo, cuando una de las
muchachas del público comenzó a llorar. Había sido una joven bella, y
estaba comprometida para casarse. En un accidente automovilístico, un
lado de su cara había quedado terriblemente desfigurado. Tuvo que
someterse a la cirugía plástica. Pero su relación era del tipo “amor por”.
Inmediatamente la invadió el temor, y toda la relación se deterioró. Era un
caso típico de “amor por”. Se reflejaba claramente en la frase “Te quiero y
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me gustas por…”. Mucho del amor que tenemos en nuestra vida es de esta
clase, y estamos totalmente inseguros respecto a su duración.
necesaria para esperar que juntos logren los ajustes necesarios. No hay
otra forma en que un hombre pueda demostrar mejor su amor por su
esposa que siendo paciente y tierno con ella en la esfera de los ajustes
sexuales.
La elección es suya.
¿Cuál de estas tres clases de amor quisieras experimentar? Muy pocas
personas eligen la clase de “amor si”, pues esto requiere un esfuerzo y una
actuación continuos e ilimitados. Quedan otras dos clases de amor. Y,
sorprendentemente, muchas personas eligen el “amor por”. Tal vez es más
placentero ser amado de esta manera. Tal vez ser amado por algo que
tenemos o somos, produce satisfacción. Ayuda a que nos formemos una
buena autoimagen. Pero es una postura frágil y, en definitiva,
contraproducente.
El secreto de amar reside en la tercera clase de amor: “amor y punto”. No
es muy frecuente. Porque la única fuente inagotable de ese amor es Dios
mismo. Ninguna persona puede desplegar continuamente esta clase de
amor sin que el Espíritu Santo de Dios more en ella y controle su vida. Y
Dios implanta libremente este amor en el corazón mismo de la persona que
está dispuesta a admitir que lo sea, y que necesita la ayuda de Dios para
amar de esa forma.
¿Por qué es tan escaso este amor? ¿Por qué es tan secreto? Porque arranca
de raíz al orgullo humano. No queremos admitir que no podemos ser
aquello que queremos por pura fuerza de voluntad y propia determinación.
Y nos conviene ignorar esta clase de “amor y punto” porque cuando se
refiere a las relaciones sexuales, requiere disciplina y autocontrol.
Requiere que pongamos nuestras emociones e impulsos físicos a nuestro
servicio, y no lo contrario, que nosotros les sirvamos a ellos.
¿Estás cansado de los amores “si” y “por”? Puedes encontrar el “amor y
punto”. Es el secreto de amar. Y si quieres comenzar a experimentarlo en
tus relaciones con el sexo opuesto, probablemente tendrás que realizar
algunos ajustes en tu manera de pensar. Tendrás que reeducar al órgano
sexual más importante.
Pues bien, permíteme decirte que hay una tremenda diferencia entre las
relaciones sexuales y el tomarse un vaso de agua. Ya sea que se tengan
relaciones por algún tipo de utilidad o no, las relaciones sexuales implican
todo lo que se es como individuo. La relación sexual nunca es un acto
puramente físico. Y como dijimos al comienzo, el aspecto físico de la
sexualidad casi siempre funciona bien. Las disfunciones casi siempre
están en la mente. ¡Tu mente es el órgano sexual más importante!
A esta altura, espero que estés comenzando a comprender que las
relaciones sexuales fueron creadas por Dios como un instrumento para el
placer y para la expresión de la máxima unión entre un hombre y una
mujer dentro de los lazos de una relación permanente y continua como
debe ser el matrimonio. Espero que estés comenzando a ver que las
relaciones sexuales casuales nunca pueden ser definitivamente
satisfactorias o plenas; que cualquier gratificación que se pueda
experimentar en un encuentro ocasional, o incluso en relaciones algo más
duraderas, sólo sirve para impedir la posibilidad de un amor firme y
satisfactorio. Sin embargo, todo esto es exactamente lo opuesto a lo que la
sociedad está constantemente diciéndonos.
Estamos constantemente bombardeados por mensajes y presiones que
basados en una ética y una práctica sexual falsas e incompletas. Cuando
el doctor Kinsey entrevistó a las mujeres acerca de su vida sexual en la
década de los 40, encontró que entre la mitad y las dos terceras partes de
las mujeres casadas afirmaron tener orgasmos regulares o frecuentes.
Treinta años después, un estudio acerca de la mujer ha revelado que tres
cuartas partes de las mujeres norteamericanas “siempre o casi siempre”
experimentan orgasmos durante las relaciones sexuales. El número de
mujeres que logran satisfacción física ha aumentado mucho. En vista de
esto, Jody Gaylin Heyward, escribiendo en la revista Ladies Home Journal
de mayo de 1978, pregunta:
¿Por qué, entonces, van las mujeres a clínicas de disfunciones sexuales en
un número nunca antes visto? ¿Y por qué hay tantas historias sobre la
desilusión y el desencanto proveniente de los terapeutas que tratan a
mujeres de todas las edades? Tal vez porque hay algo más que es
necesario para sentirse satisfecho, que el simple placer físico. Tal vez
porque la frecuencia del orgasmo no mide la plenitud sicológica.
Pero aunque hayamos sido perdonados, es indudable que tal vez habrá
algunas consecuencias de nuestro pecado que queden sin resolver. Si tú
eres responsable de una mujer que haya quedado embarazada y haya
dado al bebé en adopción, siempre sabrás que en algún lugar hay un hijo
tuyo. Si tú has perdido tu virginidad hace tanto tiempo que ya no
recuerdas cuándo, algunos de esos recuerdos seguramente persistirán.
Pero Cristo tiene una sorprendente manera de curar incluso esos
recuerdos, de manera que las consecuencias de los pecados pasados no te
inmovilicen.
R. C. Sproul, un amigo mío que trabaja con estudiantes en la zona de
Pittsburg, dice que se puede recuperar la virginidad o la castidad perdida.
Así es; se las puede recobrar. Obviamente, no se las puede reclamar en
sentido fisiológico o histórico, pero sí en sentido espiritual y psicológico.
Porque cuando Dios dice que perdona nuestros pecados, los olvida. Dios
los arroja a lo profundo del mar, y para Él, volvemos a ser castos. Y gracias
a eso, no tenemos que seguir arrastrando nuestro pesar a causa de
nuestra conducta sexual pasada. Quedamos libres para seguir andando
como personas nuevas. Dios ha perdonado y ha olvidado.
Ese es otro de los grandes atributos de Dios. No sólo perdona, ¡0lvida!
Limpia tu vida. Puedes sentirte renovado, limpio y nuevo, no importa lo
terrible que haya sido tu pasado. Tus buenas intenciones recién
adquiridas pueden convertirse en una realidad gracias al amor de Cristo y
a los favores inmerecidos que pone en nuestro camino. El tener un nuevo
comienzo es un sueño posible. Por medio de la confesión y del sacrificio de
Cristo en la cruz, puede ser tu propia realidad.
Ahora que estás comenzando de nuevo, veamos hacia dónde ir a partir de
aquí. En los próximos dos capítulos, consideraremos el asunto de las citas
con las personas del sexo opuesto y nuestras relaciones de desposados.
¿Recuerdas tu primera cita con una persona del sexo opuesto? Yo sí.
Estaba tan emocionado que comencé a bañarme a las cuatro de la tarde.
Tomé el aceite de burbujas de mi hermana, llené la bañera hasta el tope, y
literalmente me di un baño de primera. Ponerme la corbata para la cita era
un asunto fundamental. Tuve que tomarme media hora para esa tarea. La
anudé siete veces, sólo para asegurarme que colgaba en la posición
perfecta. ¡Y el cabello! Cada cabello tenía que estar a la perfección. Tomé el
espejo de mi hermana (el que ella usaba para descubrir granitos en la
cara), lo ubiqué cuidadosamente detrás de mi cabeza, en busca de cabellos
sueltos que necesitaran una dosis extra de fijador de pelo.
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Y luego la colonia. Hombre, eso sí que era importante. La primera vez que
me puse colonia no tenía la menor idea de cuánto usar. Tengo un hermano
mayor muy distinguido quien solía comprar colonias costosas, y en la
noche de mi primera cita, me metí en su cuarto (con la actitud de “si un
poco está bien, mucho será mejor”) y me dediqué a destapar una variedad
de frascos. Para cuando salí de casa olía a fábrica de colonias.
En mi primera cita, caminé desde mi casa a la de ella para recogerla.
Estaba tan nervioso que creía que vomitaría en el arbusto más próximo.
Parecía muy ancho y muy largo, y yo me sentía tan asustado que di una
vuelta más a la manzana antes de atreverme a caminar por ese sendero.
Recuerdo el momento en que llegué a la puerta y toqué el timbre. Allí
estaba yo, semiahogado en colonia, a punto de perder lo que tenía en el
estómago en los arbustos, y con la esperanza de que nadie saliera a
atenderme. Pero alguien lo hizo: su papá.
- Hola, soy Josh –dije dócilmente.
- Pasa –respondió. Supongo que él estaba tan nervioso como yo (era
también la primera cita de su hija) pero no lo demostró.
- Gracias, señor –dije.
Y allí nos sentamos en profundo silencio, interrumpido por preguntas
cortas y respuestas aún más cortas.
- ¿Cómo te va en el colegio?
- Muy bien, señor.
- ¿Qué tal el equipo de fútbol?
- Bueno… no tan bien, señor.
- ¿Cómo anda tu padre?
- Muy bien, señor.
Y luego entró ella. Era la chica más hermosa que yo había visto.
¡Seguramente había comenzado a prepararse a las tres y media de la
tarde!
Fuimos caminando hasta el teatro local. No fue la noche más espléndida
que yo haya tenido, a causa de mi nerviosismo; pero me sentí muy
orgulloso cuando abrí mi billetera con mis diez dólares (tenía el adelanto
de diez meses de mi asignación o mesada), y la sostuve, a la Rockefeller,
como si contuviera todo el valor de la Casa de la Moneda.
Estar sentado en el teatro me resultó incómodo. No sabía si había que
conversar con la muchacha durante la función, o no. Comencé a
transpirar profusamente. Susurré algo a la altura de su nariz, creyendo
que era su oído. Fue una noche inolvidable.
Pero, como todos sabemos, después de la primera cita se adquiere
experiencia y se avanza más. Se sueña toda la semana con tomarle la
mano. Y la segunda vez que se visita, ya uno no se siente tan nervioso. La
próxima vez en el teatro, se planea el ataque. Uno se acomoda hacia atrás
en la butaca, cruza la pierna derecha, levanta el hombro derecho, y con
aire de indiferencia pasa el brazo sobre los hombros de la joven. Y uno se
queda ahí sentado en esa posición terriblemente incómoda tratando de
mirar la película. Diez minutos después comienzan los dolores de hombro,
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empezando por la parte superior, bajando luego por el brazo hasta que se
cree que se va a morir antes de que termine la película.
Pero, a medida que pasa el tiempo en el proceso de salir con chicas, lo
novedoso de “poner el brazo alrededor de los hombros” comienza a
gastarse, y hay que seguir adelante con otras cosas. Y sigue el proceso…
Si quieres tener éxito en las relaciones con el sexo opuesto, en cuanto a las
citas, al principio de la progresión y a la Ley de las respuestas
decrecientes, tienes que involucrar tu órgano sexual más importante: tu
mente. Y por “éxito” no me refiero en absoluto a “puntaje”. Me refiero a
sentirte bien en cuanto a la experiencia de las citas: la ausencia de culpa,
y la presencia de sentimientos buenos y positivos en relación a la cita, a ti
mismo, a Dios y a tu futuro.
Significa sentarte de antemano en un contexto no sexual y decidir lo que
significa para ti el matrimonio. Significa mirar al verdadero propósito del
juego sexual, que debe preparar a cada uno para el encuentro definitivo –
la relación sexual. Significa planear de antemano la velada para no
terminar en una situación comprometedora, en algún lugar donde sería
mejor no estar. También significa comprenderte a ti mismo y al sexo
opuesto. A medida que vayas aumentando tu comprensión, también irán
aumentando tus normas.
En el capítulo cinco hablamos acerca de algunas de las diferencias
sexuales entre el hombre y la mujer. Recordemos algunas de estas
condiciones. Una de las grandes diferencias es aquello que los motiva.
Como me dijo el doctor Gerhard Dirks:
Las mujeres son programadas básicamente por el tacto, los hombres por la
vista.
Como dice mi amigo Ken Poure, un conferencista popular entre la
juventud:
Los senos son los símbolos femeninos en nuestro mundo. De manera que
una muchacha bien dotada, con una camiseta que dice: “Soy real,
pellízcame”, hace que sea muy difícil para un hombre mantener su
compostura.
Sin embargo, las mujeres no necesitan ser bien dotadas ni usar camiseta
para entusiasmar a un hombre.
Creo que la mayoría de las mujeres saben lo que es provocativo y lo que no
es. Saben que su aspecto colabora para incitar a un hombre. Y por eso,
sugiero que las mujeres piensen seriamente en cómo se visten cuando
salen en una cita. Lo que escogen produce una variedad de señales.
Y si un hombre está tratando de evitar que la relación se vuelva demasiado
física, tiene que estar alerta a lo que hace con sus manos. No estoy
abogando por una política de que te abstengas totalmente de usar las
manos. Pero, hombre, recuerda, el tacto es lo que excita a una mujer, y si
quieres ser un compañero de cita responsable, tienes que ejercer el
cuidado en esta esfera.
Otra diferencia ocurre en el plano de las relaciones sexuales y del amor.
De mis experiencias en aconsejar a hombres y mujeres, estoy convencido
de que el “sexo” domina más la mente de los hombres, mientras que el
“amor” es más importante en la mente de las mujeres. Déjame darte un
ejemplo que ocurre en el matrimonio.
Digamos que el esposo está en el trabajo y ve una mujer con una camiseta
bien ajustada. “BOOM” la mente se le dispara, sólo piensa en el S-E-X-O,
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controlado por este don de Dios. Ahora, veamos algunos detalles sobre las
salidas con su novio o novia.
Elegir un tema del que ninguno de los dos sabe nada y dedicar varias
horas a descubrir todo lo que se puede sobre el mismo en la biblioteca
pública.
Identificar las habilidades que les gustaría aprender uno del otro, y
turnarse para enseñarse el uno al otro.
Visitar alguna fábrica y observar el proceso de producción de la misma.
Hacer alguna tarea artística juntos. Preparar regalos para la Navidad.
Elegir un motivo para tomar fotografías, como edificios antiguos, niños
que juegan en la calle, automóviles poco usuales, ancianos, carteles con
anuncios extraños, etc.
Construir y remontar un barrilete o cometa.
Visitar un centro comercial llevando una grabadora con casetes y
entrevistar a algunos niños, adultos y ancianos.
Dedicar un sábado a grabar sonidos extraños.
Planear una fiesta juntos e invitar a un grupo de amigos de cada uno.
Pensar en algún objeto difícil de encontrar y ponerse en la tarea de
localizarlo.
Desenterrar el álbum de fotografías y familiarizarse con los antepasados
de cada uno.
Asistir a un culto y a otras actividades de la iglesia juntos.
Tomar un tren que lleva a un pueblo cercano e ir a almorzar o cenar
allí.
Asistir a una función musical, a un concierto o al teatro.
Asistir a una subasta.
Esta es apenas una fracción de las actividades que se pueden realizar para
lograr una salida agradable. Para encontrar otras ideas específicas del
lugar donde vives, consulta los siguientes lugares:
Pide en la oficina de Turismo o en la Cámara de Comercio una lista de
los lugares que visitan los turistas.
Consulta los museos, universidades y centros cívicos sobre el
programa de actividades, conferencias, exposiciones, etc.
Lee la sección de “espectáculos” del diario.
Llama por teléfono a la dirección de asuntos públicos de la radio o la
televisión para averiguar sobre algún acontecimiento especial que se
lleve a cabo en tu zona.
Pide a tus amigos que te den sus propias sugerencias.
Como indiqué anteriormente, las mejores ideas son aquellas que tú mismo
piensas. Sé creativo, deja volar tu imaginación. Con toda seguridad, se te
ocurrirán ideas muy interesantes.
Un descubrimiento sorprendente.
Antes de aceptar a Jesús como mi Salvador, no era indecoroso (aunque
algunas mujeres me llamaban “pulpo”). Después de aceptar a Cristo,
comencé a salir con una muchacha cristiana, y después de la sexta o
séptima salida, decidí que necesitaba algo a cambio, de manera que
comencé a presionarla un poco. Y ella dijo: “No. Pensé que bromeaba, de
modo que insistí. Y ella dijo: “No”. Bueno, eso me molestó, porque no
muchas personas me habían dicho “No” a mí. De modo que le dije: “¿Quién
te crees que eres?” A lo que ella me contestó: “¿Y quién te crees tú que
eres?” Y en ese mismo momento, esta muchacha cristiana liberada
comenzó a enseñarme una lección.
A medida que comencé a madurar en mi relación con Cristo, comencé a
comprender que, en primer lugar, mi pareja era mi hermana en Cristo. Y
muchas cosas que solía hacer al salir con otras chicas, no las haría nunca
con mi “hermana”. En efecto, no pasó mucho tiempo antes de que esta
perspectiva se ampliara hacia una actitud de siempre pensar cómo podría
ayudar a madurar a la joven con la que estaba saliendo. ¿Cómo podría
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ayudarla a ser una persona mejor por medio del tiempo que pasábamos
juntos? Y permítanme decirles, hombres y mujeres, cuando uno tiene una
actitud así para una salida, el asunto es mucho más emocionante. Es más
placentero de lo que jamás se hayan imaginado.
Una buena salida tiene un comienzo, un desarrollo y un fin premeditado. Y
toda la ocasión es de puro gozo cuando se trata a la otra persona de la
manera que a ti te gustaría que otro tratara a la persona con quien algún
día te casarás. No encontrarás una manera mejor de amar a tu novio o
novia que ésta. Y en ese proceso te estarás haciendo un enorme favor a ti
mismo. Estarás aprendiendo a amar con el amor de Dios, el “amor y
punto”. Te estarás desarrollando en la persona “ideal”, aquella a quien
Dios pueda confiar su querido hijo o hija como compañero de matrimonio
de por vida.
Esa promesa, ¿vale todo el compromiso? Esa recompensa, ¿vale todo el
esfuerzo y la espera? Consideremos el costo.