El Principio de La Pureza
El Principio de La Pureza
El Principio de La Pureza
Reconocimientos:
CAPÍTULO 1
Olvidar lo que habría podido ser 3
CAPÍTULO 2
Un interés inteligente en nosotros mismos 5
CAPÍTULO 3
¿Por qué tanta insistencia en esto de la relación sexual? 10
CAPÍTULO 4
En la mirilla y vulnerable 14
CAPÍTULO 5
Su mente es el campo de batalla 17
CAPÍTULO 6
Unas estrategias sabias 23
CAPÍTULO 7
Volverse radical 28
CAPÍTULO 8
Indicaciones para los solteros 33
CAPÍTULO 9
Indicaciones para las parejas y los padres 35
CAPÍTULO 1O
Confesar, rendir cuentas y calcular el precio 39
CONCLUSIÓN
Una batalla que podemos ganar 42
CAPÍTULO 1
¿HA OÍDO DECIR aquello de que «todos los pecados son iguales para Dios»? Pablo no está de acuerdo
con esto. Así les habla a los que viven en Corinto, ciudad tan saturada de inmoralidad sexual: “Huid de la
fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica,
contra su propio cuerpo peca.” (1 Corintios 6:18)
Desde el principio mismo, hay algo en el pecado sexual que es cualitativamente distinto. ¿Por qué? Por
que el acto sexual no es solo algo que uno hace, sino que es alguien que uno es. Cuando una persona
tiene relaciones sexuales, está poniendo su vida en juego. Está entregando algo que tal vez nunca
recupere. Esta cuestión de pureza o impureza va más allá de las cuestiones exteriores de conducta,
cultura y práctica. Es algo que penetra hasta el alma. Corta hasta el centro vivo mismo de lo que usted
es, y de lo que va a llegar a ser.
No fue Hollywood, ni Madonna, ni algún pervertido en un cuarto de charlas de la Internet quien inventó el
acto sexual. Fue el Dios infinitamente santo, envuelto en una luz y una gloria deslumbrantes, rodeado de
ángeles radiantes y santos quien creó la relación sexual. La bondad de la relación sexual se mantiene o
cae, según la bondad de su Creador. «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en
gran manera» (Génesis 1:3 1). La relación sexual formaba parte de ese «todo» que era tan bueno. Aun
después de la caída, la Palabra de Dios habla abiertamente del placer sexual dentro del matrimonio
(Proverbios 5:18, 19; Cantar de los Cantares 4:5; 7:1, 6-9). Las relaciones sexuales son el medio por el
cual se conciben los hijos y se expresa la intimidad matrimonial. Ambas cosas son muy importantes para
Dios. Cuando las relaciones sexuales se producen dentro de su contexto adecuado, y con un espíritu de
entrega, Dios sonríe ante ellas.
EL PODER DE LA RELACIÓN SEXUAL
He aquí lo que hace tan importante el principio de la pureza: La relación sexual es increíblemente
poderosa; es capaz de hacer un bien inmenso... o un daño también inmenso.
El fuego es un don de Dios. ¿Qué haríamos sin él? ¿Ha contemplado usted alguna vez una fogata en una
noche clara y fría, bien metido en el corazón de una región salvaje alumbrada por las estrellas? Sin
embargo, cuando esas mismas llamas mágicas se salen de sus límites, ¿qué sucede? Una horrible
devastación. Dolor. Muerte. Mientras el fuego esté contenido en la chimenea, nos da calor. Pero si se
«libera», se quema la casa.
Los dones más maravillosos de Dios, tomados fuera de los límites dispuestos por Él, se convierten en
totalmente destructores. Eso es lo que sucede con la relación sexual. Su potencial para un gran bien
tiene otra cara: su potencial para un gran mal. He caminado a través de las humeantes ruinas de la vida
de personas destrozadas por la inmoralidad. He compartido su desespero mientras se preguntaban si se
podrían volver a edificar alguna vez. (Pueden, pero creer que pueden es otro asunto.) No puedo olvidar
estas escenas, impresas para siempre en mi alma.
En cambio, abrazar la pureza es reclamar para sí un magnífico regalo. Como la fragancia de una rosa
después de una lluvia de verano. La pureza es incomparablemente hermosa... y es una belleza que
nunca terminará, porque todos los que vivan en el cielo serán puros (Apocalipsis 21:14-15).
¿DÓNDE ESTÁN LOS LÍMITES?
Según la Biblia, los límites de la relación sexual son los del matrimonio. Las relaciones sexuales y el
matrimonio van de la mano. La unión sexual tiene el propósito de ser expresión de un compromiso para
toda la vida. Fuera del matrimonio, ese compromiso perdurable se halla ausente. De esta forma, el acto
sexual se convierte en una mentira. La relación sexual es un privilegio inseparable de las
responsabilidades del sagrado pacto matrimonial. Reclamar para sí un privilegio sin la responsabilidad
que le corresponde es pervertir las intenciones de Dios. Todo acto sexual realizado fuera del matrimonio
los rebaja a ambos.
La relación sexual ha sido pensada para ser la unión de dos personas; de dos espíritus, y no solo de dos
cuerpos. Debe consistir en darle a alguien con quien sabemos que estamos comprometidos al ciento por
ciento (como lo señala el matrimonio legal); no tomar de alguien con quien no estamos comprometidos.
Las palabras «Pero es que nos amamos de verdad» no tienen peso sobre la ética de la intimidad sexual.
La relación sexual no se vuelve algo permitido por medio de los sentimientos subjetivos, sino solo por
medio del compromiso objetivo del matrimonio para toda la vida. Esas son las reglas de Dios. Nosotros
no podemos hacer nada para cambiarlas. Esas reglas son siempre válidas. Cuando nosotros las
quebrantamos, ellas nos quebrantan a nosotros.
La persona inteligente cuando viaja no maldice las barandas de la carretera. No se queja diciendo: « ¡Esa
baranda me raspó el guardabarros!» Mira al precipicio, ve los autos destrozados y le da gracias a Dios
por las barandas. Las barandas de Dios son sus leyes morales. Nos separan de la destrucción. No
existen para castigarnos o privarnos de algo, sino para protegernos.
LA PUREZA Y LA VOLUNTAD DE DIOS
Pablo escribió un párrafo muy fuerte sobre la pureza moral, y en él resuena el tema del inteligente contra
el insensato: (1 Tesalonicenses 4:3-5)
¿Cuántas veces ha oído usted a la gente hablar acerca de «hallar la voluntad de Dios»? Hablamos de la
voluntad divina como si se hubiera perdido, o como si fuera una especie de cubo de Rubik que hace falta
largos años y el cerebro de un Einstein para resolverlo. Pero no hay por qué preguntarse cuál es la
posición de Dios acerca de las relaciones sexuales fuera del matrimonio. «Pues la voluntad de Dios es
vuestra santificación [que seáis apartados, hechos santos]; que os apartéis de fornicación». ¿Acaso no
está bien claro? Muchos están «buscando la voluntad de Dios», pero muchos de ellos no se molestan en
vivir de acuerdo con lo que dicen las Escrituras que es la voluntad de Dios. ¿Qué sentido tiene buscar la
voluntad de Dios en cosas menos importantes, si pasamos por alto lo que Él ya nos ha dicho: Que
seamos puros?
Los discípulos de Cristo no vivían para la lujuria, lo cual realmente los separaba de la cultura pagana que
los rodeaba. La Iglesia de hoy necesita redescubrir este aspecto tan crítico de nuestra identidad como
esposa suya sin mancha. El problema no es la pasión, sino la lujuria. Servimos a un Dios apasionado. Lo
debemos amar y servir con pasión. Pero necesitamos cultivar nuestras pasiones con el objetivo correcto,
y no con los erróneos. Debemos aprender a controlar nuestro propio cuerpo, porque ese control no se
produce de forma natural; de lo contrario, no habría que aprenderlo. Hacen falta adiestramiento y
disciplina.
Resistirse a las tentaciones es negarse de manera firme, valiente y obstinada a violar la ley de Dios. Es
invocar repetidamente a Cristo para que nos dé la fortaleza necesaria a fin de decirles que «no» al
mundo, la carne y el diablo, y en cambio, decirle que «sí» a Dios. Hacemos esto porque buscamos el
gozo máximo, que solo se puede hallar en el conocimiento de Dios. ¿Recuerda aquel canto de los
Beatles, en el que Ringo Star cantaba: «Todo lo que tengo que hacer es actuar con naturalidad»? Lo
cierto es que si usted actúa con naturalidad, va a terminar achicharrado. En cambio, si actúa con
sobrenaturalidad, apoyándose en el poder del Cristo que habita en usted, va a disfrutar de grandes
beneficios personales, ahora y después.
¿Quiere la voluntad de Dios? ¿De veras? Entonces abrace la pureza. Aprenda a controlar su cuerpo.
Niéguese a aprovecharse sexualmente de nadie. Al hacerlo, va a evitar el castigo de Dios y va a probar el
gozo de una vida agradable para Jesús.
¿QUIÉN ES EL DUEÑO DE SU CUERPO?
Algunas veces, cuando estoy hablando de la pureza, pido un lápiz prestado. Lo tomo, lo rompo por la
mitad, lo tiro al suelo y lo pisoteo. La gente se queda boquiabierta. Entonces les pregunto por qué están
tan asombrados. Siempre alguien me dice: «Porque usted le rompió el lápiz a esa persona».
Entonces les explico que en realidad, el lápiz era mío, que yo se lo había dado antes a la persona, y le
había pedido que me lo devolviera cuando se lo indicara. De repente, todo cambia. Puesto que me
pertenece a mí, yo tengo el derecho de hacer con él lo que me parezca. Si le pertenece a otra persona,
no tengo ese derecho. Ahora bien, ¿a quién le pertenece mi cuerpo?: “Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.” (1 Corintios 6:20).
Cuando acepté a Cristo, el título de propiedad de mi vida quedó transferido de mí a Dios. Él me compró y
pagó por mí. ¿A qué precio? El de la sangre que derramó. Somos suyos porque Él nos creó, y suyos de
nuevo por que nos redimió. Él tiene todo el derecho de decirme qué debo hacer con mi mente y mi
cuerpo. Yo soy el que no tengo derecho ninguno a hacer lo que me plazca con mi cuerpo. Para mi
fortuna, Dios actúa siempre, no solo para su gloria, sino también buscando mis intereses. Por eso puedo
estar totalmente seguro de que todo lo que Él prohíba, es algo que me habría hecho daño... y todo lo que
Él ordene, solo va a servir para ayudarme.
CAPÍTULO 4
EN LA MIRILLA Y VULNERABLE
SI USTED ES cristiano, lo tienen en la mirilla; es una persona marcada. Las fuerzas del mal han recibido
la orden de destruirlo. Satanás quiere acabar con usted. Si no se lo puede llevar al infierno, va a hacer
cuanto pueda para que su vida sea un infierno en la tierra.
Recuerdo avergonzado algo que sucedió cuando estaba estudiando en el Colegio bíblico. Oí hablar de un
prominente líder cristiano que había cometido una inmoralidad. ¿Adulterio yo? ¡Primero muerto! Sabía
que nunca podría traicionar de esa forma al Señor y a mi esposa. No; yo no.
Por la gracia de Dios, nunca he tenido relaciones sexuales con otra persona más que con mi esposa.
Pero esto se debe en gran parte a que abrí los ojos. Me tuve que enfrentar a una aterradora verdad: En
realidad, sí me podía suceder a mí. Y habría sido un tonto de haber pensado lo contrario. Si usted está
seguro de que nunca le van a entrar en la casa para robar, deja abiertas las ventanas, y el dinero sobre la
cómoda. Si piensa que nunca va a tener una caída moral, va a vivir despreocupado, sin tomar
precauciones.
«Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu». (Proverbios 16:18)
Dios nos da a escoger: o nos humillamos nosotros mismos, o nos humilla Él (1 Pedro 5:5-6).
No se engañe a sí mismo, pensando que nunca le puede suceder a usted; sí que puede. Y si no piensa
que le puede suceder, es casi seguro que le sucederá. Cuando pastoreaba de joven, estaba aconsejando
a una mujer, cuando de repente me di cuenta de que estaba interesada en mí. Y he aquí lo que me
asustó. Lo había sentido desde el principio..., pero me había sentido halagado por sus atenciones.
Puesto que (aún) no estaba emocionalmente enredado con ella, me sentí tentado a racionalizar. No
obstante, muy adentro de mí oí que sonaba una alarma. Sabía que estaba caminando por un campo
repleto de minas. Dios me recordó que todos los adulterios que conocía habían comenzado con algo
«inofensivo». Así que huí. Hice otros arreglos. Ella podría seguir recibiendo consejería... con otra
persona. Tal vez mi decisión la ofendiera, pero el precio era pequeño. Solo Dios sabe -y yo no quiero
saber- lo que habría podido suceder.
La advertencia de Pablo merece un lugar prominente en la pizarra de nuestro auto, nuestro escritorio,
nuestros organizadores y nuestros PaIm Pilots (ordenadores de mano): «Así que, el que piensa estar
firme, mire que no caiga». (1 Corintios 10:12)
Esta es mi paráfrasis: «Si usted se cree que no necesita tomar precauciones... su nombre se puede
deletrear así: “T-o-n-t-o”.
TODO SALDRÁ A LA LUZ
Violar las normas morales de Dios es como violar la ley de la gravedad. No hay manera de librarse de
ellas: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el
Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo
segaremos, si no desmayamos.” (Gálatas 6:7-9)
Tarde o temprano, el pecado sexual queda al descubierto. «Sabed que vuestro pecado os alcanzará»
(Números 32:23). Salomón dijo: «El que camina en integridad anda confiado; mas el que pervierte sus
caminos será quebrantado» (Proverbios 10:9).
He aquí un pensamiento que debería causar una pausa en la vida de todos: No hay ningún momento que
sea privado.
Jesús les advirtió a sus discípulos: «Nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no
haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado
al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas» (Lucas 12:2-3)
Una de las tácticas más viejas de Satanás es la de tejer una falsa telaraña de secreto, lanzando una
ilusión de intimidad sobre nuestras decisiones pecaminosas. Nos dice: «Nadie te está mirando. Nadie lo
va a saber». Pero está mintiendo. Sí hay alguien mirando: el Público de Uno solo. Alguien ya lo sabe. Y
con el tiempo, lo sabrán muchos. Nunca nos salimos con la nuestra en nada.
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO SEXUAL
Los antibióticos evitan o curan algunas enfermedades venéreas. Los anticonceptivos reducen la
posibilidad de un embarazo. Pero no hay anticonceptivo para la conciencia. La ciencia médica podrá
eliminar algunas de las consecuencias de mi pecado. Sin embargo, no puede hacer desaparecer el que le
tengo que rendir cuentas a Dios.
Dios dice: «El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable» (Proverbios 28:9).
El pecado sexual bloquea la comunión con Dios. Si estamos atrapados en la inmoralidad, solo hay una
oración que Él quiere oír de nosotros: la oración de confesión y arrepentimiento.
El pecado de Acán hizo que murieran treinta y seis israelitas, además de su familia (Josué 7:1-26). Dios
es soberano en la vida de cada persona, pero está claro que los pecados privados de un ser humano
pueden causar con secuencias terribles en otros.
Cindy tenía doce años cuando su padre, líder de la iglesia, cometió adulterio con una mujer de la iglesia
(la mejor amiga de su esposa) y dejó a su familia. La piadosa madre de Cindy, profundamente herida, se
volvió a casar de prisa e imprudentemente con un no creyente. El escándalo penetró en la comunidad.
Cindy tuvo que aprender a vivir con las miradas de lástima y de desprecio que recibía mientras caminaba
por el pueblo. Pero las cosas empeoraron. Cindy ha pasado por una larga serie de malas relaciones con
hombres, entre ellas repetidas concesiones de tipo sexual. Aunque plenamente responsable de sus
propias acciones, también está cosechando lo que sembró su padre (1 20:5).
Toda mujer cuyo esposo ha estado atrapado en la pornografía, puede atestiguar el hecho de que esto ha
tenido un profundo impacto en su vida íntima.
Un hombre activo en el ministerio renunció a causa de sus actividades homosexuales. Yo le pregunté:
¿se le habría podido decir a usted para evitar esto? Después de pensarlo un instante, me contestó: «Si
alguien me hubiera podido ayudar a darme cuenta de la tragedia que esto traería a mi ministerio, y la
ignominia que haría caer sobre el nombre de Cristo, es posible que nunca lo hubiera hecho».
LA IDENTIFICACIÓN DE LAS MENTIRAS DE SATANÁS
Jesús dijo acerca de Satanás: «Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de
mentira» (Juan 8:44). Satanás es un mentiroso agradable y convincente. Jesús nos dice la verdad que
nos hace libres (Juan 8:32).
Pablo dice de Satanás que «no ignoramos sus maquinaciones» (2 Corintios 2:11). Sin embargo, hoy en
día sí las ignoramos con demasiada frecuencia. Necesitamos identificar lo que hace Satanás para
destruirnos, para poderlo ver cuando se nos venga encima, y resistirlo. «Sed sobrios, y velad; porque
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Ped. 5:8).
Algunas veces, cuando aparece una imagen sexualmente provocativa, mientras cierro los ojos o aparto la
cabeza, me imagino un anzuelo de pescar en el extremo de un cordel. Si vacilo aunque sea un instante,
me imagino que me va a atravesar el ojo y desgarrar la carne. Me van a atrapar y llevar a su orilla. Pero
el atractivo es hermoso. Por supuesto. ¿De qué otra forma nos podría pescar y destruir nuestro enemigo?
Dios les advirtió a los primeros humanos lo que les sucedería si comían del fruto prohibido: «Ciertamente
morirás». En cambio, Satanás les dijo: «No moriréis». Cada vez que nos sintamos tentados al pecado
sexual, tenemos que escoger entre dos voces: la de Dios y la de Satanás. ¿A cuál de las dos vas a
creer?
UNA SATISFACCIÓN SUPERIOR
Las imágenes sexuales incitan a mi mente a la lujuria. El mundo, la carne y el diablo me bombardean con
mensajes: Me voy a sentir como un hombre, o una mujer; me va a aliviar mi dolor, mi desilusión, mi
tensión. Voy a ser más feliz si me rindo. La Palabra de Dios me muestra que todo esto es mentira. Me
dice que la verdadera felicidad solo se puede hallar en Cristo. Sigo teniendo que decidir: confiar en
Satanás, o confiar en Dios.
Tengo que escoger entre las fantasías sexuales, y la intimidad con Dios. No puedo tener ambas cosas.
Cuando vea que Dios me ofrece gozos y placeres que no me ofrecen las fantasías sexuales, eso es un
adelanto. Pero ese adelanto solo llegará cuando busque a Dios, haciéndolo el objetivo de mí búsqueda, y
cuando me dé cuenta de que las fantasías solo son un sustituto barato de Dios. Correr hacia ellas es huir
de Dios.
Cuando Cristo satisface mi sed de gozo, el pecado pierde su atractivo. Me niego a aceptar los placeres
pasajeros de la inmoralidad, no porque no quiera placer, sino porque quiero el placer verdadero; un
placer mayor y perdurable que solo se puede hallar en Cristo.
John Piper dice: El fuego de los placeres lujuriosos hay que combatirlo con el fuego de los placeres de
Dios. Si tratamos de combatir el fuego de la lujuria basándonos solo en prohibiciones y amenazas —
incluso las terribles advertencias de Jesús —, vamos a fracasar. Debemos combatirlo con una gigantesca
promesa de una felicidad superior. Debemos hacer que desaparezca la pequeña llama del placer de la
lujuria en la conflagración de una satisfacción santa.
Los que beben inmoralidad nunca se sienten satisfechos (Juan 4:13). Los que beben a Jesús quedan
plenamente saciados (Juan 6:35). Puedo escoger entre dejar que Jesús sacie mi sed, y lanzarme más
profundamente al pecado en búsqueda de lo que no hay en él.
El resto de su vida va a estar determinado en gran parte por la forma en que usted responda esta
pregunta: ¿A quién va a creer?
CAPÍTULO 5
SU MENTE ES EL CAMPO DE BATALLA
BRAD ERA estudiante de seminario y se preparaba para el ministerio. Una noche, discutió con su
esposa. Enojado, se fue en auto hasta Starbucks para pensar un poco las cosas. Pronto se había
enzarzado en una conversación con una joven. Pocas horas más tarde, estaba en cama con ella. Se me
presentó, avergonzado y acongojado. « ¿Se lo voy a poder decir a mi esposa?», me preguntó. ¿Me
perdonará alguna vez? Fue algo tan repentino; tan sin advertencia. Fue algo que surgió de la nada».
¿De veras? Brad había trabajado sin parar para pagarse los estudios en el seminario. Había llegado a
sentirse sutilmente resentido con su esposa, viéndola a ella, y también a los hijos, como obstáculos a su
meta de entrar en el ministerio. Ya nunca salía con ella, ni se comunicaba con ella a un nivel profundo.
Había estado mirando y deseando en los estantes de revistas. Había visto películas indecentes cuando
no estaba su esposa. Todo esto había culminado en el horrible episodio que se había producido «sin
advertencia alguna».
Lo cierto es que el pecado sexual nunca surge de la nada. Es el resultado predecible de unos procesos
naturales. Se descuidan las relaciones y se le concede a la mente el contacto con la impureza.
DE DÓNDE VIENE LA LUJURIA
Es corriente que alguien que caiga sea tomado por sorpresa. Tal vez pregunte: « ¿De dónde vino eso?»
La Biblia da una clara respuesta: «Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones...» (Mateo 15:19-20).
Los pensamientos de hoy son el material del que estará hecho el carácter de mañana. La tentación podrá
aparecer de repente, pero el pecado no. Tampoco aparece de repente la fibra moral y espiritual. Ambas
cosas son resultado de un proceso sobre el cual nosotros sí tenemos control.
Jesús lo resume de esta forma: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón». (Mateo 5:27-28)
Somos lo que pensamos. Forjamos nuestra moralidad sexual por medio de una serie continua de
decisiones y acciones, entre las cuales se incluyen los pequeños excesos y las concesiones minúsculas.
Los ojos se detienen aquí... la mente vaga por allá. Como una placa fotográfica que acumula luz para
formar una imagen, nuestra mente acumula la luz con la cual la ponemos en contacto, sea santa o no lo
sea. La batalla se produce en nuestra mente.
Los fariseos insistían en lo externo. Jesús puso unas exigencias morales más altas, diciendo que la
lujuria no solo es la fuente del pecado sexual, sino que en sí misma también es pecado. Cerró la puerta a
la noción farisaica de que un hombre puede desnudar a una mujer en su mente y seguir siendo puro.
La lujuria se alimenta con todo aquello que hayamos depositado en nuestro cerebro, y que ella pueda
aprovechar. Lo que hay en nuestro cerebro es lo que nosotros hemos permitido que entre por medio de
nuestros sentidos. Las imágenes y las palabras de nuestra mente deben venir de cosas concretas que
han visto nuestros ojos y escuchado nuestros oídos, o de un conglomerado imaginativo de todas estas
cosas.
La clase de persona en la que nos estamos convirtiendo se halla determinada por lo que estamos
dejando entrar en nuestro cerebro. Cuando leemos las Escrituras o buenos libros, participamos en
conversaciones centradas en Cristo o cuidamos de los necesitados, nos inclina hacia la justicia.
«Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra
un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino».
Las acciones, los hábitos, el carácter y el destino comienzan todos con un pensamiento, y los
pensamientos son fomentados por lo que nosotros decidimos meter en nuestra mente. Por eso, su
órgano sexual más importante es su cerebro.
¿Está alimentando la lujuria... o matándola de hambre? ¿Está alimentando su pasión por Cristo... o
matándola de hambre? ¿Cuáles son los deseos más fuertes? Los que uno alimenta más.
LA FIJACIÓN DE LÍMITES
Para proteger nuestra pureza, necesitamos fijarnos unos límites mentales.
En una escala de uno a diez, el adulterio y la adicción a la pornografía podrían ocupar un diez, en la parte
superior de la escala. Ahora bien, la pregunta es esta: ¿Cuáles fueron los escalones inferiores de esa
escala, los del uno, el dos y el tres? Cuando los identificamos, podemos evitar los desastres.
Durante años, yo no me permití entrar a nuestro supermercado local por una puerta determinada, a causa
de unos anaqueles con revistas. Más tarde, mi disciplina mental fue lo suficientemente fuerte para
mantener apartada la vista. Pero hasta ese momento, respeté mis límites. Era algo incómodo, pero era
poco como precio a pagar por guardar mi pureza.
Tenemos televisión, pero no tenemos cable. No por que nos parezca que es malo, sino porque no
queremos más tentaciones en nuestro hogar. No le estoy diciendo lo que tiene que hacer. Los límites
varían de una persona a otra. Un límite podría ser no hacer fila en una contadora de un establecimiento
donde haya en exhibición ciertas revistas. O no ir en auto por cierta zona de la ciudad. O nunca salir solo
en viaje de negocios. O no ver a un actor en particular, o escuchar a un músico determinado.
Los límites impiden que la tentación pueda poner un pie en nosotros. Se basan en la premisa de que no
podemos fortalecer nuestra pureza sexual si seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho. Tenemos
que cambiar nuestros hábitos. Somos centinelas encargados de proteger algo de un valor inmensamente
estratégico. Nuestro Comandante nos dice: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él
mana la vida». (Proverbios 4:23)
«Sobre toda cosa» significa que esto se debe hallar en primer lugar en nuestra lista diaria de cosas por
hacer. Tiene importancia suma que protejamos nuestro ser interior contra nuevas fuentes de tentación.
No le debemos proporcionar municiones a nuestro enemigo para que las use en contra nuestra.
Debemos obligar a nuestra naturaleza de pecado a alejarse de la información vieja (que se va
desvaneciendo con el paso del tiempo). Mientras tanto, nos debemos asegurar que nuestra información
nueva sea pura y honre a Cristo.
Por supuesto, su carne le exigirá que le proporcione nuevo combustible. «Aliméntame», le gritará.
Niéguese mientras hace esta oración: «Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino»
(Salmo 119:37). Usted mismo se convierte en parte de la respuesta a esa oración suya al apartar los
ojos. (Le sugiero que escriba este versículo y lo ponga en su televisor.)
No nos debemos conformar al mundo, sino que debemos ser transformados por medio de la renovación
de nuestro entendimiento (Romanos 12:2). Debemos negarnos a la lujuria y matarla cuando trate de
apoderarse de nosotros (Col. 3:5). Debemos proclamar que somos nuevas criaturas en Cristo, revestidos
de su justicia (2Co. 5:17, 21). Su mente santificada, alimentada por la Palabra de Dios, sustentada por su
Espíritu, vigila sus pensamientos. Acepta lo que le agrada a Cristo, y rechaza lo que no.
LLÉNESE LA MENTE DE PENSAMIENTOS PUROS
Por un instante, querría que usted siguiera con cuidado mis indicaciones. ¿Listo?
Muy bien... No piense en las serpientes. No —se lo repito— no piense en grandes serpientes resbalosas
que salen deslizándose del tragante de su bañera por la noche y se arrastran hasta metérsele en la
cama. Ya me oyó. No piense en las serpientes.
¿He impedido que usted piense en las serpientes? No; lo he estimulado a pensar en ellas.
Ahora quiero que se imagine su postre favorito. Tal vez sea el pastel de manzana holandés que hace su
mamá, o las galletas de chocolate con un buen vaso de leche fría, o helado de crema de chocolate con
moca y almendras, o una natilla con bizcochuelos. Piense en esa cosa tan deliciosa que le hace la boca
agua. ¿Qué le sucedió ahora? Que olvidó por completo las resbalosas serpientes de antes... hasta que
yo se las volví a mencionar
Nuestra mente no es un espacio vacío. Siempre se llena de algo. Los pensamientos puros echan fuera a
los impuros: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad.” (Filipenses 4:8)
Es difícil borrar los archivos malos en el disco duro de nuestro cerebro, pero sí podemos restringir el
número de archivos malos nuevos. Entonces, podemos abrir muchos buenos. Esto es lo que se llama
causa y efecto. Mientras más nos llenemos la mente con cosas puras y menos con cosas impuras,
mayores serán nuestra pureza y nuestra resistencia ante las tentaciones.
«Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). Cuando nos vienen
malos pensamientos, los corregimos, reemplazándolos con la verdad de Dios. Con el tiempo, esos malos
pensamientos ya no están tan bien acomodados en nosotros, y se hacen más fáciles de echar fuera.
Martín Lutero decía: «Uno no puede impedir que las aves vuelen sobre su cabeza, pero sí puede impedir
que le hagan un nido en el cabello». No; no podemos impedir que el mundo nos lance imágenes, pero sí
podemos impedir que se aposenten en nuestra mente.
La masturbación es alimentada por unos ojos errantes y una mente indisciplinada. Cuando recurrimos a
ella, estamos medicando un dolor; tal vez sea la soledad, el desaliento, el rechazo o el temor. Hay algo
más profundo que el deseo evidente. Necesitamos enfrentarnos a la raíz de todo, para ayudar a Dios a
satisfacer esas necesidades que nos hacen vulnerables ante las tentaciones. Ayuda que nos digamos a
nosotros mismos algo así: «En realidad, mirar esta revista no me va a resolver ninguno de mis
problemas, sino que va a crear más problemas, heridas y soledad en mi corazón».
Aunque se trate de una buena resolución, debemos hacer algo más que contentarnos con decir: «No me
voy a masturbar». Las buenas intenciones no destruyen la lujuria. Si no guardamos nuestros ojos y
mente, volveremos a los viejos hábitos.
Decididamente, la victoria es posible. Hoy mismo hablé con un antiguo adicto sexual que no se ha
masturbado en dos años. Pero esa victoria no se puede producir si permitimos que nuestra mente
consuma lo que alimenta la lujuria que impulsa a esta acción. La clave de la victoria de este hermano es
que ha guardado su mente.
Aunque otros instintos existen para nuestro mantenimiento físico, la relación sexual no es así (1 Corintios
6:12-13). Sin comida y agua, nos morimos. Sin relación sexual no nos vamos a morir. Por fuerte que sea
el deseo, la relación sexual nunca es una emergencia; nunca es una necesidad. Un amigo me dijo:
«Nadie ha explotado jamás a causa de una acumulación de semen tóxico».
A medida que aprendemos a dejar de alimentar la lujuria y negarnos a sus exigencias, comenzamos a
dominarla. Con el tiempo, sus exigencias se van volviendo menos fuertes y más posibles de controlar.
LO QUE NOS HACE LA LUJURIA
La lujuria es la promiscuidad mental. Por eso el matrimonio no resuelve el problema de lujuria. El hombre
acostumbrado a mirar a otras mujeres, lo seguirá haciendo. El que se masturba, también lo seguirá
haciendo.
La persona lujuriosa se mueve continuamente de una imagen a otra, de compañera en compañera. Los
hombres casados con mujeres hermosas tienen unas posibilidades igualmente altas de convertirse en
adictos a la pornografía. Es una enfermedad del alma. Lo único que hace es empeorar, mientras no haya
arrepentimiento y cambio. (Añado «cambio», porque muchos se arrepienten una y otra vez, pero vuelven
directamente a su esclavitud).
El hombre lujurioso camina con una soga al cuello. Es un adúltero que solo está esperando a que
aparezca una adúltera. Será una fantasía o una realidad, pero va a aparecer. Algunos racionalizan su
lujuria porque su cónyuge no satisface sus necesidades espirituales. ¿De dónde les viene la idea de lo
que necesitan? De los medios de comunicación, donde unos hombres supersexuales y unas mujeres con
sus atributos resaltados quirúrgicamente y metidas en dietas de hambre se lanzan los unos a los otros.
Nada de esto es real, pero aunque lo fuera, ¿qué infelicidad traería a nuestra vida el ser personas así?
Dios prescribe que busquemos unas cualidades diferentes y mucho mejores (1 Pedro 3:3-4).
UN PACTO CON SUS OJOS
Job dice: «Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?» (Job 31:1). Se había
comprometido a guardar su corazón a base de guardar sus ojos. Los versículos que siguen explican las
terribles consecuencias que caerían sobre él si no cumplía con este pacto de pureza (Job 31:2-12).
Un pacto es un acuerdo entre Dios y el hombre. En este caso, hacemos un compromiso sagrado ante
Dios —y ante nuestras familias y camaradas— de que vamos a establecer un determinado acuerdo con
nuestros ojos. El acuerdo es que no vamos a mirar ninguna cosa que nos arrastre a la lujuria o que se
van a apartar inmediatamente de todo lo que los arrastre a la lujuria
¿Está practicando este pacto de pureza cada vez que camina por el recinto escolar? ¿Cuándo hace
ejercicios? ¿Cuándo conduce? ¿Cuándo escoge los programas de televisión? ¿Cuándo está en la
iglesia? ¿Les ha anunciado a los demás que ha hecho este pacto? ¿Les ha pedido que oren por usted y
le pidan cuentas por esto?
LA ELIMINACIÓN DEL VENENO DE LA LUJURIA
El arsénico tiene un efecto acumulativo. Mata, pero no de una vez. No es necesario ingerir una gran
cantidad de una vez. Un poco aquí, otro poco allí, y por último... usted muere. Con el tiempo, a base de
comer y beber lo que debe, usted puede ir sacando el arsénico de su cuerpo. Sin embargo, nunca se va a
recuperar si no se las arregla para que no le entre más arsénico.
La inmoralidad sexual asesina la vida de los cristianos y su matrimonio. Nos envenenamos todos los días,
poco a poco. Esta novela, aquel programa, esta película, esa revista, este calendario, aquella mirada,
aquel comentario para coquetear, aquel quedarse callado ante un cuento indecente. Este arsénico del
alma nos envenena de forma gradual, de manera que hoy no nos sentimos muy diferentes a ayer, pero
nos hemos vuelto muy distintos a lo que éramos hace cinco años.
¿Cree esto? Si lo cree, dígale a Dios: «Sé que estas imágenes sexuales me están envenenando. Dame
sabiduría y firmeza para alejarme de ellas. En su lugar, llévame a aquello que te agrada».
Si usted cree realmente que algo es veneno, y se abstiene de ese veneno por el tiempo suficiente,
comienza a producirse algo maravilloso. Su apetito por él disminuye. Vuelve a estar saludable. Rom. 7
habla con dolorosa claridad acerca del dominio que los apetitos erróneos pueden tener sobre nosotros.
Pero son muchos los cristianos que han hallado la victoria después de largos y agotadores años de lujuria
y adicción a la pornografía.
Durante décadas he creído que las imágenes eróticas que se ven en la televisión y las películas son
venenosas. Sí, sigo teniendo ganas de verlas, pero esas ganas son dominadas por mi instinto de
alejarme de ellas. Llámelo como quiera, pero apartarme de esas cosas se ha convertido en un hábito
profundamente enraizado en mí. Algunas veces fallo todavía, pero no es ni por asomo lo que sucedía
hace años. Somos criaturas de hábitos, y el Espíritu de Dios nos puede dar el poder necesario para
formarnos nuevos hábitos.
Al decidir apartarme de las tentaciones sexuales a base de hacer un pacto con mis ojos —y porque la
gracia de Dios me capacita para hacerlo—, he escogido la senda de la vida, y las bendiciones que la
acompañan. Cuando le digo que no a la tentación, le estoy diciendo que sí a Dios. Él se complace, y es
glorificado.
Y nadie se beneficia más que yo mismo.
CAPÍTULO 6
UNAS ESTRATEGIAS SABIAS
IMAGÍNESE A alguien cuya debilidad consiste en comer rosquillas. Su médico le dice: «Se acabaron las
rosquillas». Él le promete a Dios: «Se acabaron las rosquillas». Después le promete a su familia: «Se
acabaron las rosquillas». Llama a la iglesia y logra que oren por él en la cadena de oración. Después va a
un ministerio de liberación de rosquillas para que le echen fuera el demonio de las ganas de comer
rosquillas. Esta persona se ha tomado las cosas en serio, ¿no es así?
Pero entonces, ¿qué hace? Bueno, si es como muchos de nosotros, se dedica a leer acerca de las
rosquillas, escuchar música sobre rosquillas y ver programas de televisión donde enseñan a hacer
rosquillas. Se pasa el tiempo con otros amadores de las rosquillas hablando de rosquillas, hace chistes
sobre rosquillas en la oficina, donde les echa con frecuencia una mirada a los calendarios de rosquillas
que hay en las paredes. Busca por todo el periódico los cupones de descuento para comprar rosquillas, y
se suscribe a la revista Ganas de comer rosquillas, con sus brillantes fotografías a todo color.
Poco tiempo después, al ir al trabajo está tomando un camino más largo que «por casualidad» pasa por
una tienda especializada en rosquillas. Baja la ventanilla del auto y olfatea. Muy pronto, está comprando
el periódico de la mañana en el puesto que hay fuera de la tienda de las rosquillas. Se queda allí el
tiempo suficiente para observar las rosquillas por la ventana. Entonces recuerda que tiene que hacer una
llamada telefónica y claro, qué le parece: la tienda de las rosquillas tiene un teléfono público. Y de una
vez, ya que está allí, ¿por qué no tomarse una taza de café?
Ahora bien, recuerde que este hombre no tiene intenciones de quebrantar su promesa y ponerse a comer
rosquillas. Pero el resultado totalmente predecible e inevitable es... ¿qué? ¡Que va a ceder y va a comer
rosquillas! ¿No le parece estar oyendo ya su triste lamento? « Mal oré. Hasta les pedía a otros que
oraran. Le pedí liberación a Dios. ¿Para qué intentarlo de nuevo? Me rindo. Uno hace su mejor esfuerzo,
y mira lo que pasa».
LA ESTRATEGIA PRIMERA Y MÁS BÁSICA
Aunque no aprendamos nada más en la parábola de las rosquillas, sí debemos aprender que las
intenciones sinceras, e incluso las oraciones, no bastan. Para triunfar sobre las tentaciones necesitamos
metas claras y estrategias sólidas, y las debemos llevar a cabo con diligencia. ¿Cuál es nuestra primera
línea de defensa contra la impureza? “Huid de la fornicación” (1 Cor. 6:18). Cuando se trata de
tentaciones sexuales, vale la pena ser cobarde. El que vacila (y racionaliza) está perdido. El que sale
huyendo, salva la vida. Las Escrituras ponen mucho énfasis en esto: “No entres por la vereda de los
impíos, ni vayas por el camino de los malos. Déjala, no pases por ella; apártate de ella, pasa” .
(Proverbios 4:14-15).
José demostró esto con la mujer de Potifar: “Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para
acostarse al lado de ella, para estar con ella... Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo.
Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.” (Génesis 39:10, 12). No solo se negó a
acostarse con ella, sino incluso a estar con ella. Cuando finalmente ella se le ofreció, él no se quedó.
Salió corriendo. No se quede para tratar de resistir la tentación, cuando puede huir de ella.
MANTENGA SU DISTANCIA
Si usted les dijera a sus hijos: «No jueguen en la carretera», ¿qué esperaría que hicieran? ¿Bajar hasta la
carretera, deslizarse hasta el borde, subirse a la baranda protectora y quedarse allí, llegar con los pies
colgados, o danzar en la línea blanca del borde? Por supuesto que no. Eso es coquetear con el desastre.
«Pero no entramos en la carretera», le dirán. Tal vez no, pero si siguen viendo hasta dónde se pueden
acercar a la carretera, solo es cuestión de tiempo antes que los atropellen.
Por eso no me gusta la clásica pregunta de «¿Hasta qué punto podemos llegar?» En realidad, ¿qué
podemos preguntar aquí? ¿Hasta dónde podemos llegar sin estar pecando realmente? Dígame dónde
está la línea para poder acercar lo más posible los dedos de los pies al borde.
Las Escrituras dicen algo muy diferente: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe,
el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:22). Cuando uno va
huyendo, no está mirando atrás todo el tiempo y preguntando: « ¿estoy lo suficientemente lejos?» El
espíritu de obediencia dice: «Si mi Padre me dice que esto está mal, me voy a mantener lejos. Y si esa es
la línea, me voy a quedar a siete metros de distancia, no a siete centímetros».
PREVEA Y EVITE LAS TENTACIONES SEXUALES
Aquellos cuyo trabajo les exige viajar reciben numerosas tentaciones sexuales. El hogar, la familia y la
comunidad nos proporcionan unas limitaciones naturales que quedan atrás. El anonimato, la soledad y el
tiempo libre significan con frecuencia una catástrofe. Conozco hombres y mujeres piadosos que viajan
con frecuencia y, sin embargo, se hallan constantemente en victoria moral. En cambio, muchos otros
tienen un largo historial de fracasos. Estos necesitan dejar de viajar, aunque esto signifique buscarse otro
trabajo que les pague menos.
En una ocasión, pedí en una conferencia de hombres que se pusieran de pie los que tenían que viajar, y
compartieran lo que habían descubierto que les ayudaba a resistir las tentaciones sexuales. Un hombre
nos dijo que durante años había estado viendo películas inmorales en los cuartos de hotel. Al cabo de
años de esto, se decidió por fin a hacer algo:
«Cada vez que me registro en un hotel, les pido que me quiten el televisor del cuarto. Invariablemente,
me miran como si estuviera loco. “Pero señor, basta con que no lo encienda”. Puesto que soy el cliente y
pago, insisto educadamente, y ni una sola vez se han negado. Así, la inmoralidad deja de estar a la
distancia que significa apretar un botón. De esta forma es como yo he dicho: “Señor, voy en serio en
esto”. Lo he hecho durante un año, y es mi clave para la victoria. Todo ha cambiado». Este hombre había
descubierto un gran principio: Siempre es más fácil evitar la tentación, que resistirla. En los
momentos de fortaleza, tome decisiones que eviten la tentación en momentos de debilidad.
CULTIVE SU VIDA INTERIOR
Existe el peligro de que un libro como éste parezca algo para la modificación de la conducta. Soy muy
consciente de que unas simples directrices y la exhortación a «esforzarse más» no bastan para romper el
dominio de la lujuria, ni el poder de unos hábitos profundamente enraizados. No hay ninguna «formulita
fácil». Nunca podré insistir lo suficiente en la importancia que tiene apoyarse en el poder del Cristo
resucitado que vive en nosotros. No basta con tratar de reformarse. Esto podrá producir unos beneficios
limitados, pero lleva a creerse justo, y no a llenar de poder el espíritu.
Con todo, las Escrituras nos ordenan hacer y no hacer ciertas cosas que se hallan a nuestro alcance. Y
muchas veces, al hacer estas cosas, nuestro corazón cambia. Es decir, que debemos dar unos pasos
sabios, a sabiendas de que son necesarios, pero no suficientes. En última instancia, la batalla de la
pureza se gana o se pierde en el silencio, de rodillas ante Dios, y en colaboración con nuestros
compañeros de lucha.
La agitación agota nuestra capacidad para oír al Espíritu de Dios, su Palabra y los suyos cuando nos
sugieren algo. La fatiga nos hace inconscientes de lo que está sucediendo en realidad. Un sano
autoexamen nos puede revelar cuáles son las cosas que nos provocan; las situaciones que nos tientan.
Entonces, se las debemos llevar a Dios. Los momentos de intimidad con Dios son la fuente de la cual
brota la santidad... y también el gozo y el deleite.
RECUERDE QUIÉN ES
En Filipenses 3, Pablo dice de los que no tienen a Cristo: «El fin de los cuales será perdición, cuyo dios
es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal» (y. 19). Puesto que va
camino de la destrucción, viven en medio de ella. Sus apetitos físicos son sus dioses. En lo que más se
enorgullecen es en lo que es más vergonzoso. (El programa de Jerry Springer y otros programas de
televisión similares muestran lo que significa gloriarse en lo vergonzoso.)
Después de esto, Pablo hace un contraste entre ellos y los creyentes: «Mas nuestra ciudadanía está en
los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo
de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya» (vv. 20, 21).
Somos extranjeros, ciudadanos del cielo, y vivimos aquí en esta tierra hostil gracias a una visa de corta
duración. Operamos desde una perspectiva distinta, guiados por unos principios distintos: los de nuestro
verdadero hogar. Vivimos a la luz del regreso de nuestro Rey y el establecimiento de su Reino eterno en
la nueva tierra, donde viviremos para siempre con un cuerpo resucitado impecable. Todos los seres
humanos viven según su destino; puesto que nuestro destino es la glorificación, debemos vivir de
acuerdo con ella aquí y ahora. «Solo piensan en lo terrenal»; en cambio, nuestra mente debe estar
puesta «en las cosas de arriba» en lo que va a sobrevivir a este mundo y perdurar por toda la eternidad
(Colosenses 3:1-2).
Somos la esposa escogida por el Rey santo. Es hora de que cada uno de nosotros se recuerde a sí
mismo y les recuerde a los demás quiénes somos en realidad..., y de quién somos en realidad. Entonces,
podremos vivir como los santos que quería que fuéramos cuando nos hizo.
APRENDA DE MEMORIA Y CITE TEXTOS BÍBLICOS
Jesús citó las Escrituras para responder a las tentaciones de Satanás (Mateo 4:2-11). Cuando se
produzcan los ataques a su pureza, esté listo para tomar la espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios (Efesios 6:17). Esto exige que aprenda de memoria los textos bíblicos: «En mi corazón he guardado
tus dichos, para no pecar contra ti». (Salmo 119:11). En "El principio de la Pureza" hay numerosos
pasajes de las Escrituras. Escoja varios que signifiquen realmente algo para usted. Escríbalos, llévelos
encima o póngalos en un lugar prominente. Cuando sea tentado, respóndale al diablo. La Biblia le da las
palabras que le tiene que decir. Téngalas preparadas.
ORE Y NO SE DÉ POR VENCIDO
Jesús les enseñó a sus discípulos sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar (Lucas 18:1).
Después de perder una batalla, muchas veces caemos de rodillas. Sin embargo, necesitamos caer de
rodillas antes que comience la batalla. Con demasiada frecuencia declaramos una tregua con el pecado.
Toleramos la injusticia y le permitimos reclamar más territorio en nuestra vida y en nuestro hogar.
Jesús nos dice: « ¡No te des por vencido! Pídele ayuda a Dios». Habrá lectores que tendrán sospechas
con respecto a esto, porque han oído: «Basta con que leas la Biblia y ores para que se resuelva todo».
No; no se va a resolver todo, pero no hay nada que se resuelva sin esto. Jesús sabía de lo que estaba
hablando. También Santiago: «Resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7).
¿Le diría Dios que se abstuviera de la impureza, si se tratara de algo imposible? Muchos hombres llevan
derrotados tanto tiempo, que les parece imposible la victoria. Se han dado por vencidos. Esto garantiza
que van a seguir perdiendo. Pero Dios nos llama y nos da poder para ser «vencedores» (Apocalipsis 3:5);
Un amigo que es un vencedor me dijo: «Las personas nunca cambian hasta que les duele menos
cambiar que seguir siendo los mismos». Muchos hombres cristianos —la mayoría de los cuales se habían
desesperado antes— pertenecen a grupos de recuperación de las adicciones sexuales que han sido
grandes instrumentos de cambio en su vida. Decenas de miles de personas son demostraciones vivientes
de que es posible triunfar sobre las tentaciones sexuales. Y francamente, necesitamos escuchar sus
historias en nuestras iglesias, para glorificar a Dios y llevar este mensaje de esperanza.
De igual manera, son muchos los hombres no cristianos que han alcanzado una libertad significativa por
medio del programa secular Sexólicos Anónimos, que usa los doce pasos de los Alcohólicos Anónimos.
Si unos hombres que no tienen a Cristo han hecho unos cambios tan radicales (ciertamente, a base de
afirmar numerosos principios bíblicos), ¿cómo nos atrevemos nosotros a imaginarnos que el Espíritu de
Dios no puede hacer mucho más en los creyentes en los que vive y a los que les da poder?
Si yo le pusiera un revólver en la cabeza y le dijera que voy a tirar del gatillo si se pone a ver pornografía,
¿lo haría usted? ¿No? Entonces no tiene que hacerlo. Lo que sucede es que usted sigue poniéndose
usted mismo y fijando sus ojos en los lugares donde no debe. Aquí es donde debe aprender a corregir
con la verdad de Dios sus pensamientos erróneos, negándose a seguir sus impulsos y cultivando otros
nuevos.
Usted puede apagar el aparato, alejarse, cerrar los ojos. No tiene por qué pinchar el ratón para meterse
en esa página de la Internet. No tiene que acariciar a esa persona, ni permitirle que lo acaricie a usted.
Hay una alternativa. Use sus recursos espirituales: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para
salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos,
vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.” (Tito 2:11-12)
Todo esto tiene que ver con la redención y la gracia, los dos grandes temas de las Escrituras. Nuestras
luchas sexuales nos deben recordar que necesitamos gracia y poder, al mismo tiempo que nos hacen
suspirar por nuestra redención definitiva (Romanos 7:7-25). Si le parece inconcebible toda una vida de
pureza, váyase comprometiendo cada veinticuatro horas. ¿Quiere estar libre de las acciones y las
obsesiones de la lujuria? Busque ayuda. Sea sabio. Evite las tentaciones. Acuda a Cristo. Compruebe
que Él es suficiente. Aproveche su poder.
Y cuando hayan pasado las primeras veinticuatro horas, y haya probado al Señor y visto que Él es bueno
(Salmo 34:8), comprométase para las veinticuatro siguientes. Vaya confiando en Él de día en día. Nunca
subestime a Cristo. El pecado no es más poderoso que Dios. No se imagine que no va a poder tener
victoria mientras no llegue al cielo. Lo que Dios dice es distinto. No debemos esperar la victoria, sino vivir
en ella (1 Juan 5:4).
CAPÍTULO 7
VOLVERSE RADICAL
SUPONGAMOS que yo diga: «En la calle hay una: chica bonita. Vamos a mirarla por la ventana para ver
cómo se desviste y posa para nosotros desnuda de la cintura para arriba. Entonces, se va a meter en un
auto con su amigo y van a tener relaciones sexuales: vamos a escucharlos y ver cómo se llenan de vapor
las ventanillas». Usted se sentiría espantado. Pensaría: « ¡Este hombre es un depravado!». Ahora bien,
supongamos que en lugar de esto diga: «Oye, ven conmigo. Vamos a ver la película Titanic».
Los cristianos recomiendan esta película; los grupos de jóvenes van a verla juntos, y muchos la han visto
en su hogar. Sin embargo, esta película contiene unas escenas que son precisamente como las que he
descrito. Así que, mientras nuestros hombres jóvenes sienten lujuria por ver pechos desnudos en la
pantalla, nuestras mujeres jóvenes se entrenan en la forma de captar la atención de un hombre.
¿Cómo es que algo tan horrendo y vergonzoso se vuelve aceptable, solo porque lo vemos en la televisión
en lugar de contemplarlo por una ventana? En cuanto a los efectos duraderos que producen en nuestra
mente y nuestra moral, ¿dónde está la diferencia? Sin embargo, muchos piensan: «¡Maravillosa! Ni
siquiera estaba clasificada como Restringida».
Todos los días, los cristianos de toda la nación, y entre ellos muchos líderes de las iglesias, ven personas
que se desnudan a través de la ventana de su televisor. Miramos gente cometiendo fornicación y
adulterio, cosas que nuestro Dios llama abominación. Nos convertimos en mirones, espectadores furtivos,
a los que divierte el pecado.
LA NORMALIZACIÓN DE LA MALDAD
La estrategia del enemigo consiste en normalizar la maldad. Piense en una persona joven que lucha con
tentaciones de homosexualidad. ¿Cómo les afecta ver los dramas populares de la televisión en los cuales
unos compañeros homosexuales viven juntos en una normalidad aparente?
A ningún padre se le ocurriría permitir que un adulto de mente sucia les cuidara sus hijos y, sin embargo,
eso es lo que sucede cada vez que permiten que se pongan a recorrer los canales del televisor. No
somos solo nosotros, sino también nuestros hijos, los que perdemos la sensibilidad ante la moral. ¿Por
qué nos sorprende que nuestro hijo embarace a una chica, si hemos permitido que vea centenares de
actos de inmoralidad y oiga miles de chistes con tonos sexuales?
Quizás usted diga: «Pero si solo es una pequeña escena sexual». Supongamos que yo le ofreciera una
galleta dulce y le dijera: «Cayó un poco de excremento de ratas en la mezcla, pero por lo demás, es una
galleta estupenda; ni lo vas a notar».
«El temor de Jehová es aborrecer el mal» (Proverbios 8:13). Cuando es el mal el que nos divierte, ¿cómo
lo vamos a poder aborrecer? ¿Cómo podemos ser puros cuando nos entretenemos nosotros mismos con
la impureza?
Dios nos advierte que no hablemos de la relación sexual de forma inadecuada: “Pero fornicación y toda
inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras
deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen.” (Efesios 5:3-4)
¿Dónde quedan nuestros dramas y programas de entrevistas favoritos con respecto a estos versículos?
¿Qué me dice de Seinfeid y otros programas de todas las noches? ¿Contienen esas cosas que «ni aun
se deben nombrar entre nosotros», o esas «truhanerías»? Si podemos escuchar los monólogos de los
comediantes en los programas de la noche, tan repletos de referencias inmorales, ¿realmente estamos
temiendo a Dios y aborreciendo el mal?
JESÚS EL RADICAL
Medite en estas palabras de Cristo: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo
derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer,
córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea
echado al infierno». (Mateo 5:27-30)
¿Por qué pinta Jesús esta sorprendente imagen? Pienso que quiere que demos unos pasos radicales;
que hagamos cuanto sea necesario para enfrentarnos a las tentaciones sexuales.
Ahora bien, la mano y el ojo no son las causas del pecado. Un ciego también puede sentir lujuria, y un
manco también puede robar. Pero los ojos son el medio de acceso tanto para las cosas buenas, como
para las malas. Y las manos son un medio de realizar actos justos, y también pecaminosos. Por tanto,
debemos gobernar lo que miran los ojos y hacen las manos. Si tomamos en serio a Jesús, necesitamos
pensar de una forma mucho más radical acerca de la pureza sexual.
HACER LO QUE HAGA FALTA
La batalla es demasiado intensa, y lo que está en juego es demasiado importante para pensar en la
pureza de una forma superficial o gradual. O sea, si usted no puede apartar los ojos de esas imágenes
tan explícitas, ni siquiera entre en una tienda donde alquilen videos. Si eso es causa de pecado para
usted, no debe entrar en ellas. Y punto.
¿Sus pensamientos le ponen una zancadilla cuando está con una persona determinada? Deje de andar
con ella. ¿Hay algún tipo de música que aumenta su carga de erotismo? Deje de escucharla. ¿Hizo una
llamada telefónica que no habría debido hacer? Póngales un bloqueo a los números 900 de teléfono para
cosas sexuales, de manera que no pueda llamar a ellos desde su hogar. Si estas cosas le parecen
muletas, no hay problema. Use cuantas muletas le hagan falta para ayudarse a caminar.
Hay hombres que caen en el adulterio mental por medio de anuncios de ropa interior femenina,
carteleras, mujeres que hacen ejercicios con pantalones apretados, mujeres con blusas muy escotadas o
faldas cortas, animadoras de juegos o bailarinas, películas, programas de televisión y comerciales del tipo
de los de cerveza y bikini. Hay algunos hombres cuya debilidad está en los anuncios especiales que
acompañan al periódico del domingo, o a casi todas las revistas.
Si es así, DEJE DE MIRAR. Y después, DEJE DE PONERSE EN LA SITUACIÓN EN QUE PUEDE
MIRAR.
Si tiene que librarse de su televisor para guardar su pureza, hágalo. Si significa que no puede acudir a los
juegos por la forma en que las bailarinas o las animadoras se visten y actúan, así sea. Si significa tener
que bajar la cabeza y cerrar los ojos, hágalo. Si se avergüenza cuando tiene que hacer eso, quédese en
casa.
Háblele a su esposa de sus luchas. O si es soltero, dígaselo a un amigo piadoso. Si necesita dejar de
comprar el periódico a causa de esos anuncios, no hay problema. Si le hace falta que su esposa lo revise
primero y saque las hojas que le hacen daño, pídale que lo haga. Hace años, yo comencé a arrancar y
tirar a la basura las cubiertas sugestivas de la guía de televisión. Mi esposa se acostumbró también a
hacerlo, y ahora suele hacerlo antes de que yo las vea. Le agradezco su ayuda. (Por supuesto, hay
algunas revistas que ya para empezar, nunca deberían entrar al hogar, incluyendo los catálogos de
Victoria’s Secret.)
Romanos 13:14 nos indica que no se debe proveer para los deseos de la carne. Es pecado ponernos
deliberadamente en una situación en la que es muy probable que pequemos. Tanto si se trata del
departamento de ropa interior de señoras, la piscina, el salón de ejercicios de un club atlético, si es algo
que lo hace caer, aléjese.
Proverbios describe la reunión de la mujer liviana con el hombre necio después del oscurecer (Proverbios
7:8-9). Debemos alejarnos de la gente, los lugares y los ambientes que aumentan la posibilidad de que
pequemos. Si se trata de ciertas librerías o lugares de reunión, ALÉJESE DE ELLOS. Si su problema es
la televisión por cable o satélite, o las redes de televisión, o los antiguos amigos de la secundaria, la
Internet o las computadoras, DESHÁGASE DE ELLOS.
Sencillamente, NIÉGUESE a aceptar todo lo que lo esté tratando de alejar de Jesús. Recuerde: si quiere
que las cosas salgan diferentes necesita tomar algunas decisiones también diferentes. Si no puede estar
donde haya mujeres en traje de baño sin mirar y sentir lujuria, entonces no vaya de vacaciones a lugares
donde las mujeres usen traje de baño. Si eso significa no ir a esquiar en el agua o a un lugar favorito de
veraneo, muy bien. Si significa que no va a poder ir a un retiro organizado por la iglesia, no vaya.
¿Le parece drástico? Compárelo con sacarse un ojo o cortarse una mano.
Cuando nuestra familia iba a salir de vacaciones a un lugar bajo el sol, yo les envié un mensaje
electrónico a mis yernos para decirles: «No lo hagamos, a menos que nos pongamos de acuerdo para
apartar los ojos de las mujeres y de sus trajes de baño. Si no lo podemos hacer, no debemos ir». Ellos
son jóvenes que aman a Dios, estuvieron de acuerdo, y yo sabía que cumplirían. Nos convertimos en
aliados para conservar nuestra pureza.
Volverse radical significa establecer unas normas que no toleren la racionalización. Es fácil decirnos:
«Muy bien, voy a apartarme de las tentaciones cuando aparezcan, pero no puedo impedir la primera
mirada». Algunas veces eso es cierto, pero con frecuencia no lo es. Tomar la decisión de ir a una playa
atestada de gente donde las mujeres andan en bikini y decir después que «no podemos impedir la
primera mirada», es racionalizar. Ir a ver una película y tener que bajar la vista al suelo, es mejor que
mirar la pantalla. Pero es más inteligente levantarse y marcharse... y más inteligente aun averiguar
detalles primero sobre la película, para ni siquiera entrar a verla. Hacer un pacto con nuestros propios
ojos no consiste solo en apartarlos de la impureza, sino también en alejarlas de los lugares donde van a
tener que estarse apartando todo el tiempo.
Para muchos hombres, la batalla se hace peor después que cae la noche. La pornografía en la Web y las
líneas telefónicas con material sexual florecen a altas horas de la noche. La solución podría ser una
norma fuerte y rápida. No se quede despierto después de acostarse su esposa, o no vea televisión ni
vaya a la Internet después que su esposa esté en cama. Si está fallando, líbrese de lo que le está
haciendo tropezar.
PERO...
«Pero si apenas quedan programas decentes en la televisión». En ese caso, deje de ver televisión. Lea
libros. Converse.
«Pero si todas las novelas de ahora tienen escenas sexuales». Entonces lea las de antes. Lea libros de
ficción publicados por casas cristianas.
«Pero si es que llevo treinta años suscrito a Sports Illustrated, desde mucho antes que tuvieran esta
cuestión de los trajes de baño». Pero ahora sí la tienen. Así que cancele su suscripción. Y dígales por
qué lo hace.
«Pero si es casi imposible alquilar una película que no tenga contenido sexual y lenguaje obsceno». Hay
lugares cristianos de la Internet donde se presentan revisiones de las películas, y que le pueden ayudar a
hacer buenas selecciones para que las vea toda la familia. También hay servicios que ofrecen películas
editadas, adaptadores de televisión que editan las palabras indecentes y programas de DVD que cortan
de las películas las escenas ofensivas.
Pero supongamos que no haya películas decentes. Entonces, ¿qué? A mí me gustan las buenas
películas, pero la Biblia nunca nos ordena: «Tienes que ver películas». Lo que sí nos ordena es: «Guarda
tu corazón».
Es una batalla, y las batallas son sangrientas. Haga lo que sea necesario para poder caminar en pureza.
Un amigo mío escribió un contrato diario en el que hace estas preguntas: « ¿Estas dispuesto a hacer lo
que sea necesario para proteger tu moderación sexual? ¿A pedirle ayuda a Dios? ¿A acudir a los
demás? ¿A asistir a las reuniones? ¿A leer la literatura? ¿A rechazar como venenosos todos los
tropiezos? ¿A fijarte límites sin cruzarlos? ¿A ser totalmente sincero?»
¿DEMASIADO RADICAL?
« Usted de lo que está hablando es de aislarse de la cultura. Lo que está diciendo es demasiado radical».
No. Lo que yo estoy diciendo no es nada. Jesús fue el que dijo: «Si eso te aleja de las tentaciones
sexuales, más te vale que te saques tu ojo o te cortes la mano». Eso sí que es radical. Yo he orado
diciendo: «Señor, mátame antes que traicione a mi esposa y cometa adulterio». Hace años oí que Bill
Bright hacía esta oración, y sé que la decía en serio. Lo mismo me sucede a mí.
Muchos afirman ir en serio con respecto a la pureza, pero después dicen: «De ninguna manera. No
pienso dejar la televisión por cable», o «No voy a permitir que sea mi esposa quien sepa la contraseña
para entrar a la computadora».
¿Los seguidores de Jesús han sufrido torturas y dado su vida en obediencia a Él, y nosotros andamos
lloriqueando porque tenemos que soltar el cable? Cuando Jesús nos llamó a tomar nuestra cruz y
seguirlo (Mateo 10:38), ¿acaso eso no implicaba unos sacrificios mayores que prescindir del acceso a la
Internet?
¿Hasta qué punto está usted convencido de que hay que batallar por la pureza? ¿Hasta qué punto se
siente desesperado por triunfar sobre el pecado? ¿Cuán radical está dispuesto a ser para su Señor?
¿Cuánto desea el gozo y la paz que solo se pueden hallar en Él? La pureza solo les llega a los que
realmente la quieren.
EL CONTROL DE LA INTERNET
Use proveedores de servicios de Internet que sean para toda la familia. Instale en su computadora un
programa para filtrar la pornografía, pero dése cuenta de que no lo puede filtrar todo. Pídale a otra
persona que sea la que tenga la contraseña de entrada. Pídale a alguien que examine con regularidad la
historia del uso que usted hace de la Internet, para confirmar que no está poniendo en peligro su caminar
con Dios.
Pase las computadoras a lugares donde haya mucho movimiento. A menos que tenga una historia
demostrada de que puede entrar a la Internet sin problemas, no lo haga cuando esté solo. Asegúrese de
que el monitor esté siempre de frente a una puerta abierta, donde otros puedan ver lo que usted está
mirando (1 Corintios 10:13). Busque recursos prácticos para rendir cuentas en cuanto al uso de la
Internet. Si, aún así, está perdiendo la batalla, desconecte la Internet. Si eso no basta, deshágase de la
computadora.
TOME EL CONTROL DE LA TELEVISIÓN
Consulte un horario para escoger los programas adecuados. Cuando uno se pone a recorrer los canales,
está invitando a la tentación a entrar. Mantenga su televisor desconectado, guárdelo en un armario o
póngalo en el garaje para evitar el andar cambiando tontamente de canales. Use con toda libertad el
interruptor que apaga su aparato. Use el control remoto con rapidez cuando surja la tentación. Tenga listo
un canal sano al que pueda pasar.
No permita que los niños pequeños escojan sus propios programas. Cuando sean mayores, podrán
escoger, pero los padres seguirán teniendo el derecho al veto. Evite el que haya varios televisores, que
dividen a la familia y dejan a los niños sin supervisión. No use la televisión para que le mantenga a los
niños entretenidos y tranquilos.
Pásese una hora leyendo las Escrituras, un libro cristiano o haciendo algún tipo de ministerio, por cada
hora de televisión que vea. Cancele el cable, el HBO, su antena parabólica o su televisión, si está
fomentando la impiedad en su hogar. (Esto no es legalismo, sino discipulado.)
«Ayune» periódicamente de la televisión durante una semana o un mes. Observe lo que sucede; vea si le
agrada lo que puede hacer con todo ese tiempo (incluyendo la alimentación de su pasión por Cristo).
CAPÍTULO 8
INDICACIONES PARA LOS SOLTEROS
LOS SOLTEROS y no casados forman un alto porcentaje de la población. Aquí incluimos a los jóvenes,
pero también a los que dejan de ser casados por viudez o divorcio.
La actual combinación sin precedentes de tiempo libre, dinero y formas de transporte para los jóvenes es
históricamente única. Si añadimos a esto la falta de supervisión por parte de los padres y la gran cantidad
de tiempo que transcurre entre la edad promedio en que se produce la pubertad y el momento del
matrimonio. Mezclemos en todo esto la saturación de sexo que hay en los medios de comunicación y la
forma en que presentan como normales las relaciones anteriores al matrimonio. La consecuencia de todo
esto es una serie de tentaciones abrumadoras para la gente no casada, tanto joven como mayor.
Está claro que los cristianos que se encuentran en esa situación tienen que usar unas estrategias sabias
para poder vivir justamente.
¿HASTA DÓNDE PUEDEN LLEGAR LOS NO CASADOS?
Fue Dios quien hizo el impulso sexual. Cuando se estimula ese impulso, se comienza a mover hacia un
punto culminante. Esto es una sencilla realidad de la biología. El hecho de acariciarse mutuamente de
formas sexualmente estimulantes es en realidad un inicio. Y Dios ha dispuesto que este inicio culmine en
la relación sexual.
Puesto que las relaciones sexuales están prohibidas fuera del matrimonio, también lo está cualquier
estimulación erótica. Si no está bien tener relaciones sexuales antes del matrimonio, tampoco está bien
dedicarse a actividades que impulsan a la mente y al cuerpo hacia ellas.
Esto significa que es necesario detenerse en un punto límite antes que cualquiera de las dos personas
quede sexualmente estimulada. Las caricias —y todo lo demás que tenga por consecuencia una
excitación— están prohibidas.
Una vez que usted deje que su cuerpo pase de ese punto límite, ni va a reconocer sus convicciones
cristianas, ni le van a importar. Los hombres se excitan con mayor rapidez y facilidad que las mujeres.
Por lo general, la mujer piensa que no hay nada de malo en los besos y abrazos prolongados, pero el
hombre se excita sexualmente y se siente tentado a seguir adelante. Es necesario que se aseguren de
haber marcado ese punto límite con la suficiente distancia para que ninguno de los dos vaya más allá de
él.
Si uno de ustedes comienza a excitarse, aunque sea a causa de un contacto físico inocente en
apariencia, entonces los dos deben detenerse de inmediato. Si no lo hacen, estarán tomando la decisión
de quedarse en una canoa que va a toda carrera hacia una catarata. Los que se dedican a la
estimulación erótica no se deben sorprender de que todo termine en una relación sexual. Sencillamente,
no es más que el resultado natural y predecible de lo que ellos mismos han escogido. Si quiere unos
resultados distintos, tome unas decisiones distintas.
ESCOJA CON PRUDENCIA SUS AMIGOS
«No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres». (1 Corintios 15:33)
Forma parte de nuestra naturaleza el que influya sobre nosotros lo que nos rodea. Cuando nos ponemos
en una atmósfera limpia con gente que ama a Dios, sentimos su influencia que nos lleva a la piedad.
Cuando nos ponemos en una atmósfera impía con gente impía, recibimos su influencia que nos mueve a
volvernos impíos nosotros también.
«El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado» (Prov. 13:20)
Nos volvemos semejantes a la gente con la que pasamos el tiempo. Dios habla de los «amadores de los
deleites más que de Dios», y nos dice: «A éstos evita» (2 Timoteo 3:4-5).
LAS CITAS SON UNA OPCIÓN... NO UNA NECESIDAD
Gran parte de las tentaciones sexuales surgen a causa de nuestra costumbre social de que las personas
jóvenes anden solas por parejas. Esto constituye un fuerte contraste con respecto a la cultura hebrea y
otras, que exigen que los solteros solo estén juntos cuando hay adultos delante.
Se puede disfrutar de amistades positivas divertidas con personas del sexo opuesto, y participar en toda
clase de actividades, sin tener que andar de pareja con una sola persona. Si está interesado en la
posibilidad de sustituir las citas por el cortejo, lea “Le dije adiós a las citas amorosas”, por Joshua Harris.
He entresacado las indicaciones que presento a continuación de un folleto de dieciséis páginas sobre la
pureza que escribí para mis hijas y para los jóvenes que quisieran pasar tiempo con ellas. Mi esposa y yo
lo revisábamos todo ambos cada vez, punto por punto. Si se decide por las citas, estas directrices le
pueden ser útiles.
1- Si usted es cristiano(a), salga de cita solo con cristianas(os) (2 Corintios 6:14).
2- Si es un(a) discípulo(a) comprometido, solo salga de cita con discípulas(os) comprometidas(os).
3- Cristo lo acompañará toda la noche, dondequiera que vaya y haga lo que haga.
4- La persona con la que tiene la cita es su hermana o hermano, no su «amante» (1 Timoteo 5:2).
5- No salgan solos, sino en grupo.
6- Dedíquense a hablar, no a tocar; conversación y no contacto.
7- Evite las relaciones que se muevan con demasiada rapidez, y la intimidad instantánea.
8- Planifiquen por adelantado toda la noche, sin dejar momentos vacíos.
9- Evite a toda costa las encerronas: nunca estén solos en un sofá, en un auto a altas horas de la noche,
en una casa o en un dormitorio. Tenga alguien a quien rendirle cuentas acerca de sus relaciones físicas.
10- Imagínese que sus padres y los líderes de su iglesia los están observando por la ventana. Dios sí los
está observando (Jeremías 16:17). Escriba sus propias normas, y oblíguese usted mismo a cumplirlas;
nunca dependa de otra persona en cuanto a esto.
11- No haga con la persona que ha salido con usted nada que no quisiera que hiciera después otra
persona con su futura(o) esposa(o). Tenga cuidado con el «desgaste moral» que produce estar saliendo
de cita por mucho tiempo o llevar un compromiso prolongado.
CAPÍTULO 9
INDICACIONES PARA LAS PAREJAS Y LOS PADRES
SON INNUMERABLES los matrimonios que han sido destruidos porque unas relaciones informales en el
trabajo, la escuela o incluso la iglesia, se han convertido en enamoramiento.
Cuando hablen con la gente por separado, hablen de su cónyuge y sus hijos. Tengan cuidado con lo que
piensan, y lo que dicen con los ojos o con su lenguaje corporal. Aunque usted no esté luchando con una
atracción hacia esas personas, no sabe lo que ellas están pensando.
Dígase a sí mismo: «Esto se podría convertir en una atracción capaz de amenazar todo lo que yo
aprecio. No voy a dejar que suceda». No tiene por qué volverse paranoico, pero sí necesita estar alerta.
Ábrase paso a través de la cortina de humo de Satanás antes que el humo esté tan espeso, que se
ahogue en él. Huya de la mentira antes que le clave las garras en la garganta.
Tenemos que desarrollar un sistema de detección temprana para identificar los peligros morales antes de
estarnos hundiendo en su arena movediza. Una relación puede ser inadecuada mucho antes de
convertirse en sexual.
CULTIVE Y PROTEJA SU MATRIMONIO
Todo adulterio comienza con un engaño, y la mayoría de los engaños comienzan con unos secretos
aparentemente inocentes (no tiene por qué saber esto). Si está casado, tome la costumbre de evaluar su
relación con su cónyuge. Haga caso de las banderas rojas del descontento y de unas relaciones sexuales
en disminución. Hablen con franqueza. Esfuércense por arreglar las cosas, aunque sea doloroso hacerlo.
Sea sensible ante las necesidades sexuales de su cónyuge. Recuerde que el matrimonio comprende una
responsabilidad de tipo sexual: «No os neguéis el uno al otro» (1 Corintios 7:5). Comuníquense con
sinceridad acerca de esto. No alimenten los resentimientos. Si uno de ustedes siente que necesitan una
frecuencia mayor o menor en las relaciones sexuales, prueben a escoger por adelantado unos pocos días
por semana, de manera que ninguno de los dos se tenga que preguntar cuándo es el momento correcto.
Haga citas con su cónyuge; anótelas en su calendario. En el trabajo, rodéese de cosas que le recuerden
a su cónyuge y sus hijos. Cuando esté fuera, llame con frecuencia. Sea ferozmente leal a su cónyuge;
tenga palabras de elogio para él o ella. No hable de sus problemas matrimoniales con alguien del sexo
opuesto, a menos que sea dentro de una relación familiar o profesional, y aun entonces, tenga cuidado.
Oren juntos, y el uno por el otro. Cuiden de su salud física; traten de ser tan atractivos para su cónyuge
como puedan. Sean modestos con las demás personas en público, y sexualmente atractivos con su
cónyuge en privado. Nunca hagan lo opuesto.
Esfuércese seriamente por hacer que su cónyuge entre en su mundo. Hablen de sus trabajos. Hablen de
sus luchas, sus desilusiones y sus preocupaciones. Escúchense el uno al otro. (Deje a un lado ese
periódico.) No vivan cada cual su propia vida separada bajo un mismo techo. Este es el primer paso hacia
una aventura con «alguien que me entiende a mí y entiende mi mundo».
Los matrimonios cristianos se enfrentan a las mismas angustias, luchas y frustraciones que los demás
matrimonios. (Pero tenemos recursos sobrenaturales para hacerles frente.) Nuestros matrimonios se
pueden llenar de resentimiento, aburrimiento o dolor. Esto nos hace vulnerables ante la mentira de
Satanás acerca del misterio y la emoción que traería consigo una nueva persona. La respuesta no es una
nueva persona, sino una nueva valoración de la «vieja» persona.
REAVIVE LA ATRACCIÓN HACIA SU CÓNYUGE
Un amigo mío me confió que ya no se sentía atraído hacia su esposa. Así fue como se comprometió a
orar diariamente para que Dios la convirtiera en la mujer más atractiva del mundo para él. Al cabo de
menos de un mes, Dios respondió esa oración de una forma concluyente. Ella no había cambiado, pero él
sí. Después de escuchar su historia, otro hombre hizo lo mismo, y vio también unos resultados drásticos.
Ambos matrimonios han sido revitalizados. Adiestre sus ojos para que se aparten de las imágenes
estimulantes y se fijen en su cónyuge.
Se pueden cultivar los apetitos. Aquello en lo que nos centramos es lo que le da forma a nuestros
apetitos. Al rechazar los apetitos errantes y meditar en las cosas correctas - entre ellas la de sentirse
«cautivado» por el amor de su esposa (Proverbios 5:19), usted se puede adiestrar a sí mismo para
desear lo que es correcto que desee.
Valore a su esposa como un tesoro. Reconozca que las cualidades de ella no son consecuencia de los
peinados y secadores de pelo, los ángulos ante la cámara o la cirugía cosmética. No se van a
desvanecer como se desvanecen esas cosas, sino que van a perdurar y hacerse más profundas. Limite
sus ojos a su esposa, y ella se convertirá en el verdadero anhelo de su corazón. Cuando sienta que se
activa su impuso sexual céntrelo en su cónyuge.
Algunas veces necesitamos ayuda externa en nuestros problemas matrimoniales. Busque ayuda ahora
mismo. Consiga libros cristianos y otros tipos de recursos orientados hacia el enriquecimiento del
matrimonio. El ministerio llamado “Family Life Ministries” ofrece unas maravillosas conferencias de fin de
semana que pueden ser de gran valor para fortalecer los matrimonios.
SEA SINCERO CON SU CÓNYUGE
Una señora me contó que un año antes, su esposo se le había acercado bañado en lágrimas para
confesarle que se sentía atraído hacia una compañera del trabajo. La tentación era constante, y sentía
que se estaba deslizando. Estaba decidido a alejarse de esa relación, y le pidió a su esposa que lo
comprendiera y orara por él. Ella se sintió herida, pero se dio cuenta de que necesitaba ayudarlo a él, en
lugar de sentir lástima de sí misma.
¿El resultado? No solo se apartó de esa relación, sino que, gracias al apoyo de su esposa se acercaron
el uno al otro más que nunca. Con lágrimas en los ojos, me dijo:
«Hace dos meses, mi esposo murió de repente. Si no hubiera sido sincero conmigo aquella noche, habría
tenido una aventura con esa mujer, y lo más probable es que me habría dejado. Él habría muerto sin
estar listo para su encuentro con Dios, y yo me habría pasado el resto de la vida lamentándome por su
aventura. Pero no es eso lo que sucedió. Las últimas palabras que me dijo fueron “Te amo”, y yo sé que
eran ciertas, porque lo había demostrado con sus acciones. Le doy gracias a Dios todos los días porque
pienso sobre él con un respeto y una admiración totales, por haber amado a Dios y haberme amado a mí
lo suficiente para ser sincero con respecto a sus luchas».
Un hombre me dijo: «Solo estamos tan mal como nuestro secreto más profundo». La comunicación
sincera entre los esposos los convierte en aliados, y no en adversarios. Aunque al principio hay dolor
cuando se habla de las tentaciones sexuales, también hay alivio y crecimiento.
«Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados» (Santiago
5:16). Aunque su cónyuge no esté consciente del pecado de usted, este la ha afectado profundamente. Si
no lo confiesa, la estará engañando por partida doble: primero por el propio pecado, y después por no
permitirle que lo perdone, o que reaccione como lo estime conveniente. (No obstante, hay algunos
detalles que no son necesarios ni útiles.)
Pídale ayuda a su esposa, porque lo necesita. Esposa, pregúntele a su esposo acerca de sus
tentaciones. ¿Cómo lo puede ayudar? Sea agradecida si ve que él es franco con usted. No sea ingenua.
Son demasiadas las mujeres que ignoran la batalla que hay en la mente de los hombres. La lujuria
prospera en el secreto. Nada le desanima tanto como ponerla al descubierto.
No les recomiende a su esposo y a su mejor amiga que salgan juntos a correr por el barrio. Si han
llegado al acuerdo de que él solo debe usar la Internet cuando usted ande cerca, no piense: «Me voy a la
cama; no le va a pasar nada».
No actúe con superioridad porque él tiene luchas que usted no tiene. ¿Ha sucumbido alguna vez ante
fantasías acerca de hombres, ante novelitas de televisión o ardientes novelas románticas, ante la
murmuración o la calumnia? Confiésele usted también a él sus pecados. El la necesita como amiga y
aliada; no como adversaria.
LA CRIANZA DE UNOS HIJOS PUROS
A veces, nuestros hijos no nos escuchan. Pero son raras las veces en que no nos imitan. Los hijos
varones aprenden de sus padres a fijarse en las bailarinas, las animadoras y los comerciales con mujeres
seductoras, o a apartar la mirada de estas cosas. Las hijas también notan dónde van a parar los ojos de
papá... y los de mamá. El mayor legado que les podemos dejar a nuestros hijos es mostrarles un
matrimonio lleno de amor, afecto y pureza.
Adiestre a sus hijos en cuanto a las decisiones y sus consecuencias, la sabiduría y la necedad, tal como
lo indica Proverbios. Enséñeles a amar la justicia y odiar el pecado (Salmo 97:10). Enséñeles a
controlarse a sí mismos; a usar la capacidad para decir que no en otros aspectos, también en cuanto a la
pureza sexual.
Los padres deben ejercer un control bondadoso, pero firme, sobre las amistades de sus hijos, y sus
hábitos en el uso de los medios de comunicación. Debemos evitar esa doble norma que dice que los
niños no deben ver cosas impuras en la televisión, pero los adultos sí pueden hacerlo.
Proteja a sus hijos. ¿Habría algún padre con la cabeza en su lugar, capaz de poner un montón de
revistas pornográficas en el armario del cuarto de su hijo, y decirle después «Confiamos en que no las
vas a mirar»? Eso es lo que hacemos cuando permitimos que tenga en su habitación una computadora
con acceso a la Internet.
Los padres necesitan escudriñar la forma en que se visten sus hijos. Los hombres tienen la
responsabilidad de ayudar a su esposa y sus hijas a comprender por qué esto es tan importante. Ya las
mujeres, les ruego que nos crean: cuando nosotros decimos que un vestido para una fiesta de la escuela,
o un traje de baño, es inadecuado, sabemos exactamente de lo que estamos hablando.
LA EDUCACIÓN SEXUAL DE SU HIJO
Todos los niños reciben educación sexual. Las únicas preguntas son estas: 1) ¿Cuando? 2) ¿Dónde? 3)
¿De quién? Los padres deben ser sus principales educadores en cuestiones sexuales.
Si usted no conoce todos los datos, no se sienta avergonzado; averígüelos en las fuentes adecuadas.
Hable de la relación sexual no solo en cuanto a la biología, sino sobre todo en el contexto de los valores,
la responsabilidad y el matrimonio.
Conozca a su hijo: para lo que ya está listo, y para lo que no. Responda todas sus respuestas con
sinceridad, y de una forma adecuada a su edad. Dígales a sus hijos tanto como necesiten saber ahora; ni
más, ni menos.
No lo deje para luego. Lo que está en juego es el bienestar de su hijo. No tenga su primera charla sobre
la relación sexual con su hija embarazada a los quince años.
Sea positivo. Hable de lo bueno que puede ser el acto sexual dentro del matrimonio. No se avergüence
de hablar de aquello que Dios no sintió vergüenza al crear.
Si hay alguna otra persona que les está enseñando a sus hijos acerca de las relaciones sexuales,
averigüe con exactitud lo que les está diciendo.
Enseñe la modestia en el hogar, y dé ejemplo de ella. ¿En qué otro lugar la podrían aprender sus hijos?
CAPÍTULO 10
CONFESAR, RENDIR CUENTA Y CALCULAR EL PRECIO
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad».1 JUAN 1:9
COMO DAVID, que cometió adulterio y asesinato, nosotros también nos debemos arrepentir de una
manera total, sin evasiones ni racionalizaciones (Salmo 51). No nos atrevamos a posponer nuestra
confesión. «El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia» (Proverbios 28:13).
La confesión no es genuina cuando tenemos planes de repetir nuestro pecado. El verdadero
arrepentimiento significa que estamos echando fuera la tentación y cambiando las decisiones que nos
ponen innecesariamente en contacto con ellas. Una noche, cuando aún era un pastor joven, vi
pornografía. Me sentí terriblemente mal. Estaba asustado por lo que había hecho, y por el pecado que
llevaba dentro. Pero los sentimientos de culpa y de vergüenza no me dieron el poder necesario para
alcanzar la victoria. Eso solo llegó cuando comencé a fijar mis límites, y a respetarlos.
Si usted es soltero, y ya no es virgen, se puede comprometer a una virginidad secundaria; a permanecer
sexualmente puro a partir de este día. El que sea perdonado no significa que los pecados del pasado no
tengan sus efectos residuales, pero sí significa que puede detener ahora mismo el daño que le han
hecho, y disfrutar de las bendiciones de la pureza a partir de este momento.
No se desaliente por lo que he dicho acerca de las consecuencias del pecado. Eso es cierto, pero
también es cierto que Dios es soberano y misericordioso; Él saca belleza de las cenizas. Hayamos hecho
lo que hayamos hecho, en el momento en que nos arrepintamos y aceptemos su perdón, nos podemos
encontrar en el centro mismo de su voluntad.
Él es el padre que, al ver que su hijo pródigo volvía a casa, «fue movido a misericordia, y corrió, y se
echó sobre su cuello, y le besó» (Lucas 15:20). Nos va a manifestar su maravillosa gracia de unas formas
que nos van a deleitar. Nos va a purificar para convertirnos en vasos santos, «útiles al Señor» (2 Timoteo
2:2 1). A causa del pecado, renunciamos a ciertas cosas, pero NO renunciamos a la gracia de Dios que
es capaz de perdonarnos.
BUSQUE ALGUIEN ANTE QUIEN RESPONDER
Tome parte activa en una iglesia local que crea en la Biblia y esté centrada en Cristo (Hebreos 10:25).
Rodéese de amigos que lo ayuden a levantar sus normas morales, no a bajarlas (1 Corintios 15:33).
Pídale a un cristiano mayor, que sea maduro, que sea su mentor mientras usted trata de caminar en
pureza (Tito 2:2, 6-8).
Solo, no podrá ganar la batalla. Use el sistema de amigos. Tenga alguien a quien pueda llamar de día o
de noche para pedirle ayuda y oración. Yo tengo un amigo que llama todos los días por teléfono a uno de
sus compañeros ante los cuales rinde cuentas, sin importarle si se siente tentado o no. En lugar de
limitarse a decírselo uno a otro después de haber caído, evitan esas caídas a base de ganarles la partida
al pecado y a la tentación.
Hace cerca de veinte años, las reuniones de nuestro personal pastoral eran lo suficientemente grandes
como para que pudiéramos fingir en ellas. Como consecuencia, yo me comencé a reunir todas las
semanas con otros dos pastores, y después comencé otro grupo de rendición de cuentas con cuatro
laicos. Comenzábamos con el texto bíblico que habíamos aprendido de memoria. Después, cada uno de
nosotros respondía estas preguntas clave:
¿Qué tal le va con Dios? ¿Y con su cónyuge? ¿Y con sus hijos? ¿A cuáles tentaciones se está
enfrentando, y cómo lo está haciendo? ¿Qué tal ha estado su vida mental durante esta semana? ¿Ha
seguido la costumbre de pasar tiempo en la Palabra y en oración? ¿Con quién ha estado compartiendo el
Evangelio? ¿Ha mentido en alguna de sus respuestas? ¿Cómo podemos orar por usted y ayudarlo?
Los hombres de ambos grupos decían que aquellos noventa minutos eran los más significativos de su
semana. Para muchos de ellos, era la primera vez que un hermano en Cristo les había hecho esas
preguntas.
Por lo general, a los que caen en el pecado sexual les ha faltado el tener que responder ante alguien sin
vacilaciones y con toda franqueza. Mientras más visibles se hacen los líderes cristianos, más necesitan
esta rendición de cuentas, y por lo general, menos la consiguen.
Yo necesito tener alguien ante quien rendir cuentas, lo necesita usted, lo necesita su pastor, lo necesita
su esposa y lo necesitan sus hijos. Todo el mundo. Cuando ando en busca de algún pecado secreto, lo
último que querría hacer es estar con cristianos serios. El momento en que más necesito rendir cuentas,
es el momento en que es más probable que me aleje de hacerlo.
Una noche estaba pasando por una fuerte tentación sexual. No me dejaba en paz. Finalmente, llamé a un
hermano con el que iba a desayunar a la mañana siguiente. Le dije: «Le ruego que ore por mí, y me
prometa que me va a preguntar mañana por la mañana lo que hice». Aceptó hacerlo. En el mismo
momento en que colgué el teléfono, desapareció la tentación. ¿Por qué? Me gustaría poder decir que fue
porque yo soy muy espiritual. Lo cierto es que no iba a tener forma de mirarle a la cara a ese hermano a
la mañana siguiente, para tener que decirle que había pecado.
Ese amigo mío fue mi llamada de emergencia. Es mucho mejor conseguir una ayuda inmediata que evite
el pecado, que informarle al grupo a la semana siguiente: «Fallé». La sinceridad acerca de nuestro
pecado es buena, pero la sinceridad acerca de nuestra tentación es mejor aun.
¿Quiénes son sus amigos de emergencia? Los que han tenido ayuda para vencer sus adicciones
sexuales, saben que necesitan apoyarse en otros que estén decididos a vivir con pureza. Nadie gana
esta batalla solo. Cuando un adicto, esclavizado al pecado, admite: «No tengo fuerzas para cambiar»,
entonces puede ir en busca de esas fuerzas fuera de sí mismo. Por encima de todo, Dios, pero también
los compañeros de batalla. Para estos hombres, una reunión semanal no es suficiente. Tal vez necesiten
llamadas telefónicas diarias y reuniones frecuentes. Pero hay esperanza y ayuda para todos los que
estén dispuestos a recibirlas. Hay grupos y ministerios dedicados a ayudar a los que quieren escapar de
esta esclavitud.
CALCULE EL PRECIO
Las consecuencias de las relaciones sexuales antes del matrimonio son serias y permanecen: fallarle a
su Señor, perder su virginidad, adquirir unas imágenes mentales que lo pueden llegar a perseguir; una
posibilidad mayor de relaciones sexuales fuera del matrimonio, un embarazo no deseado y
enfermedades. Las relaciones sexuales antes del matrimonio son pecado, pero el embarazo no lo es. No
haga que su hijo pague el precio de sus malas decisiones. Otras personas lo ayudarán, y ustedes se
ahorrarán un tormento, si dejan que viva.
Hace años, mi amigo Alan Hlavka y yo desarrollamos cada cual por su cuenta una lista de las
consecuencias que podría tener nuestra inmoralidad. Ambas listas eran devastadoras, y nos lanzaban un
mensaje más poderoso que cualquier sermón. Periódicamente, sobre todo cuando viajaba, yo volvía a
leer esta lista, hasta que la aprendí de memoria. Se abre paso como el filo de un cuchillo por la neblina de
la racionalización. A mí me llenó de un sano temor. Lo que le presento a continuación es una versión
editada de ambas listas combinadas. Usted puede revisar esta lista para hacer la suya propia.
¿QUÉ HARÍA MI ADULTERIO?
• Arrastrar por el fango la reputación de mi Señor.
• Obligarme a mirarlo a la cara un día para decirle por qué lo hice.
• Causarle unos sufrimientos indecibles a Nancy, mi leal esposa y mejor amiga.
• Perder el respeto y la confianza de Nancy.
• Dañar de forma permanente mi credibilidad ante mis amadas hijas Karina y Angie.
• Traer gran vergüenza sobre mi familia.
• Herir a mi iglesia y mis amigos, sobre todo aquellos que he llevado a Cristo y discipulado.
• Hacer que se pierdan de manera irreparable tantos años de testificarles a mis parientes y amigos.
• Darle placer a Satanás, el enemigo de Dios.
• Posiblemente darme una enfermedad transmitida por vía sexual (gonorrea, sífilis, herpes o SIDA); poner
en riesgo a Nancy.
• Perder el respeto por mí mismo, desacreditar mi nombre y hacer caer la vergüenza sobre mi persona
para toda la vida.
Aquí hay menos de la mitad de los puntos que tiene la lista. Si pensáramos por adelantado cuáles son las
devastadoras consecuencias que tiene la inmoralidad, estaríamos mucho menos inclinados a cometerla.
CONCLUSIÓN
UNA BATALLA QUE PODEMOS GANAR
EN EL HOBBIT, de J. R. R. Tolkien, al parecer no había nadie más invencible que Smaug, el poderoso
dragón. Lo que no sabía Smaug era que en la armadura con la que protegía su vientre había una
pequeña hendidura. Eso fue todo lo que necesitó Bard el cazador, hábil arquero. Desconocedor de su
punto débil, y menospreciando a sus oponentes, Smaug no se protegió. La flecha de Bard le atravesó el
corazón y así fue como salvó a la gente del lago. Una emocionante historia, con un final feliz. Pero
cuando se trata de un seguidor de Cristo, derribado por el maligno, el final es trágico. Satanás conoce
muy bien las hendiduras que tenemos en nuestra armadura. Y tiene una puntería mortal.
Cuando me miro a mí mismo, y miro a mis hermanos y hermanas en Cristo, me siento profundamente
preocupado por lo descuidados y lo moralmente suaves que nos hemos vuelto. A veces somos
aterradoramente débiles en el ejercicio de nuestra pureza sexual. Vemos cosas que ofenden a la
santidad de Dios, y nos divertimos con ellas.
Hombres y mujeres embotados por la inmoralidad, o titubeando al borde de las aventuras amorosas, se
sientan en las iglesias encallecidos, o retorciéndose en medio de su culpa y agonía, sintiéndose como los
hipócritas que son, y odiándose a sí mismos por serlo. Tal vez sigan asistiendo, pero se distancian de
Dios y de los demás.
Nuestro Dios anhela perdonamos y restaurarnos, liberándonos del camino a la muerte para ponernos en
la senda de la vida. Es hora de que miremos más de cerca nuestra mente, nuestras palabras y nuestras
acciones. Como Aquiles, el guerrero griego, los más fuertes entre nosotros nos pueden parecer
invencibles a nosotros, o a los que nos respetan. Pero basta una saeta en el talón para demostrar lo
contrario.
Piense sincera y cuidadosamente: ¿Es su susceptibilidad ante la impureza sexual su talón de Aquiles?
¿Es la hendidura que hay en su armadura? Si así es, seguir las indicaciones que le ha dado en este libro
podría ser algo más que una excelente precaución, porque en realidad, podría estar salvando de la ruina
su vida y la de su familia. Podría impedir que usted perdiera el derecho a las bendiciones de Dios para su
futuro.
DE CAMINO A LA SEGURIDAD
Dios no quiere que vivamos paralizados todos los días por el temor a una caída repentina. En el contexto
de la resistencia a las tentaciones sexuales, el sabio dice: “Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus
ojos; guarda la ley y el consejo, Y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu
camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te
acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos
cuando viniere, Porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso.” (Prov. 3:21-26).
Si caminamos a diario con Cristo, guardando nuestro corazón y cumpliendo el pacto hecho con nuestros
ojos, entonces —y solo entonces—, podremos caminar «confiadamente» y «sin tener temor».
UNA ÚLTIMA PREGUNTA
¿Está dispuesto a consagrarse, o volverse a consagrar, a una vida sexualmente pura? Este es el
momento de hacerlo. No hay nada más efímero que el momento de la convicción. Dios hizo un universo
en el cual siempre se recompensa la justicia, y siempre se castiga la falta de justicia.
La pureza siempre es inteligente y la impureza siempre es insensata.
«Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino,
según el fruto de sus obras». (Jeremías 17:10)
Viva de tal forma, que un día pueda oír que le dice su Señor: «Bien, siervo bueno y fiel». Cuando lo
oigamos pronunciar esas palabras tan increíbles, sabremos que cuanto sacrificio hemos hecho no ha sido
nada, comparado con el gozo que tendremos para siempre.
Honre a Dios llevando una vida sexualmente pura. Si lo hace, va a experimentar sus bendiciones y
recompensas, no solo hoy, mañana y dentro de diez años, sino a lo largo de toda la eternidad. Si
sembramos pureza hoy, recogeremos una rica cosecha.
Y, por la gracia de nuestro gran Dios, al contemplar lo que ha sido nuestra vida, no lo haremos para
lamentarnos, sino con un profundo sentimiento de gratitud.