Sobre Derechos Del Niño en La Legislaicon
Sobre Derechos Del Niño en La Legislaicon
Sobre Derechos Del Niño en La Legislaicon
Facultad de Derecho
Departamento de Derecho Privado
Santiago, Chile
2006
Con mucho cariño, para Gonzalo y mi madre.
TABLA DE CONTENIDO
RESUMEN 1
INTRODUCCIÓN 2
CAPÍTULO I
ORDEN PÚBLICO FAMILIAR 7
1. Introducción al tema 7
2. Noción doctrinaria 10
2.1.Orden público – consecuencias 13
2.2.Orden público – contenido específico 15
2.3.Orden público –fin social 16
2.4.Orden público – noción personalista 17
CAPÍTULO II
TRATADOS INTERNACIONALES Y DERECHOS
FUNDAMENTALES 22
CAPÍTULO III
ORDEN PÚBLICO FAMILIAR 31
1. Conceptualización 31
2. Contenido 32
2.1.Interés Superior del Niño 34
2.1.1. Abstracto e Indeterminado 36
2.1.2. Determinado – estatuto sustituto 38
2.1.3. Determinado – estatuto complementario 42
2.2. Derecho del niño a ser oído 46
2.3. Igualdad 49
2.4. Derechos Fundamentales y Dignidad 51
CAPÍTULO IV
ORDEN PÚBLICO FAMILIAR Y SU RELACIÓN
CON LOS ASPECTOS SUSTANTIVOS DE LA RELACIÓN
FILIAL PERSONAL 56
1. Introducción 56
2. De la relación Filial Personal 58
2.1.Deberes de los Hijos respecto de sus progenitores y
eventualmente respecto de sus ascendientes 62
2.1.1. Respeto y Obediencia 62
2.1.2. Cuidado y Socorro 63
2.2.Deberes de los progenitores y eventualmente de los
ascendientes respecto de los hijos o descendientes
respectivamente 64
2.2.1. Cuidado personal de la crianza 64
2.2.2. Cuidado personal de la educación 69
2.2.3. Deber de establecimiento 72
2.3. Derechos – Funciones de los progenitores respecto
de sus hijos 76
2.3.1. Derecho - Función de la dirección de la educación 76
2.3.2. Facultad de Corregir a los hijos 78
2.3.3. Tuición o cuidado personal de los hijos 80
2.3.3.1. Atribución legal 81
2.3.3.2. Atribución convencional 84
2.3.3.3. Atribución judicial 86
2.3.4. Relación Directa y Regular 92
CONCLUSIONES 100
BIBLIOGRAFÍA 107
RESUMEN
Es preciso señalar que dicho orden será concebido ya no sólo como un límite al
libre ejercicio de la autonomía de la voluntad, la cual, no cabe dudas, debe
sujetarse a éste, sino también desde la perspectiva integracional que se puede
obtener y en este sentido como límite plausible al ejercicio de actividades
estatales. En esa perspectiva, se estudiarán, de acuerdo a las convicciones
alcanzadas en el andar de esta obra, del material disponible y sobre la base del
taller que le dio fuerza, las instituciones concernientes a la relación filial personal,
pasando por aquellas que establecen principios rectores sobre la misma, hasta las
que con una aparente simplitud, (des)materializan aquellos principios, tales como
el artículo 228 del Código Civil que establece un derecho a la persona que no
siendo padre del hijo de su cónyuge, para negar la convivencia de éstos últimos.
No se trata tan solo del Derecho de Familia en particular, como si fuera posible
aislar a éste del resto de las ramas que forman nuestro Derecho; se trata por el
contrario, de un ejercicio de integración, en el que se relacionan el Derecho como
un todo y el Derecho de Familia como un subconjunto que no es independiente a
aquél; todo esto desde la perspectiva de las personas, los niños y los padres, la
relación entre los mismos y en general los vínculos jurídico-familiares que
alrededor de aquellos se van desenvolviendo.
1
FERNÁNDEZ SESSAREGO, C. Introducción a la Teoría del Derecho, “Derecho y Persona”,
cuarta edición, Abril del 2001, Pág. 111. Por su parte, el autor, catedrático de Derecho Civil en la
Universidad de Zaragoza de España, don Carlos Martínez Aguirre, entiende esta corriente como la
despatrimonialización del Derecho Civil, señalando al respecto que ha de entenderse por este
fenómeno, “la subordinación teleológica de las instituciones y valores patrimoniales a los
personales”. MARTÍNEZ DE AGUIRRE Y ALDAZ, C. “El Derecho Civil a finales del siglo XX”,
Editorial Tecnos, 1991, Págs. 151 y152.
Por lo señalado anteriormente, es que puede decirse que el punto de partida y
final de esta memoria serán los Derechos Fundamentales, consagrados tanto en
la Constitución como en los tratados internacionales que a partir de aquella tienen
vigencia en nuestro ordenamiento jurídico.
Los principios y derechos que se les han reconocido a los niños y la familia en
general, no serán ya mirados desde una perspectiva abstracta y teórica sino que,
por el contrario, serán siempre enfocados desde el punto de vista objetivo y
sustantivo del que arrancan, llevándolos a su aplicación en el caso concreto.
ORDEN PÚBLICO
1. Introducción al tema
Luego, no tendría mayor sentido la distinción entre una y otra clase de normas,
considerando que concurren en ambas intereses generales y particulares de
manera conjunta, no existen razones que justifiquen tal diferenciación. Por el
contrario, en dicho orden de cosas, parece conveniente mirar al Derecho como
una integridad, susceptible de caracterizaciones, calificaciones y distinciones,
todas ellas útiles para su entendimiento, pero que ven al mismo como un todo
sistemático, en el cual las normas, con independencia de su objeto o ámbito de
aplicación, gozan de imperio. No sería conveniente formular calificaciones que
tengan por objeto relativizar la importancia de alguna norma en atención a factores
tales como la sustituibilidad2 de la misma por la autonomía de la voluntad, ni
menos a circunstancias tales como su origen o ubicación sistemática en el
ordenamiento jurídico al que pertenecen. Dicha imperatividad, se funda en el
2
En efecto, tal como sucede respecto a los Derechos Fundamentales en conflicto, no es dable
sostener que existen unos derechos más importantes que otros o, bien, si se quiere, que tengan un
carácter jerárquico superior. Cuando dos o más Derechos Fundamentales colisionan, el conflicto
debe resolverse de acuerdo a criterios de ponderación, teniendo en cuenta que todos ellos forman
parte del ordenamiento jurídico y en consecuencia, gozan de imperatividad para el caso concreto.
Dicha ponderación debe realizarse de acuerdo a las circunstancias particulares del caso y el
resultado que se obtenga, va a depender de tales circunstancias. De lo contrario se estaría
desconociendo la vigencia normativa de alguno de ellos. Así mismo, para el caso de las normas de
Derecho, cuyo objeto esté dado por un interés particular, la circunstancia de ser éstas sustituibles
por la autonomía de la voluntad, no importa su derogación; no se trata de “unas u otras”, sino que
por el contrario, se trata de una sustitución, que se justifica en las circunstancias; para el caso
concreto, es posible que se sustituya a esa norma la voluntad del agente, situación contemplada y
permitida por el legislador, lo cual en ningún caso importa la derogación de la norma, ésta
permanece vigente aunque no reciba aplicación.
compromiso social que existe sobre ciertos intereses y principios fundamentales a
los que la sociedad en particular adscribe. Compromiso que luego de largos e
inmemoriales procesos, gozan hoy de un reconocimiento consensuado, de
manera tal que materializan parte de la institucionalidad constitutiva en el núcleo
fundamental de nuestro ordenamiento, tanto jurídico como social y que, al menos
en principio, pareciera reflejarse en los Derechos Fundamentales3.
En efecto, el orden público, lejos de ser un estatuto especial del que gozan cierto
tipo de normas, es un concepto de carácter descriptivo y sustantivo. Es descriptivo
en cuanto depende, en su contenido, del contexto institucional con que se le
3
Para efectos de esta memoria voy a entender los Derechos Fundamentales queriendo destacar
por una parte, el carácter perentorio, inviolable e irrenunciable de los mismos, y por la otra, que
solo algunos de los derechos de las personas, precisamente aquellos que tienen la propiedad de
ser fundamentales forman parte de esta clase de derechos. De lo anterior se obtienen al menos
dos consecuencias esenciales para el entendimiento de este trabajo; en primer lugar, que con la
expresión “Derechos Fundamentales” me estoy refiriendo a un conjunto determinado e identificable
de derechos y no a una noción subjetiva y abstracta y, en segundo lugar, es posible y necesario
distinguir entre esta clase de derechos y aquellos que no tienen el carácter de fundamental, como
así mismo de los principios subyacentes a los mismos, de manera tal de precisar su ámbito de
aplicación. Este concepto de Derechos Fundamentales se encuentra tratado En: SQUELLA
NARDUCCI, A. “Introducción al Derecho”, Editorial Jurídica de Chile, Marzo 2000, Pág. 158.
relacione y sustantivo, toda vez que alcanza sentido en relación a ese contenido.
No se trata de que tales o cuales normas sean de orden público o privado, sino
que algunas de ellas protegen de manera directa los principios que han sido
expresamente reconocidos o bien, subyacen a un ordenamiento jurídico en
particular, mientras que otras, lo hacen de manera indirecta. Como se dijo, la
imperatividad de las normas es permanente y su sustituibilidad por la autonomía
de la voluntad, se determina no en atención a si han sido aquellas calificadas
como normas de orden público por el legislador, sino que en atención a si es que
con dicha sustitución, se infringen o no los principios que la sustentan y que en
definitiva constituyen el orden público.
2. Noción doctrinaria
Por lo dicho hasta ahora, queda de manifiesta la dificultad con que se enfrenta la
doctrina en la búsqueda de un concepto de consenso en el tema que nos aboca.
Al respecto, se ha observado una evolución paulatina en torno a lo que se
entiende por Orden Público, principalmente a la luz de lo expuesto por autores
relacionados con el Derecho Económico. Sin embargo, es en el ámbito del
Derecho Civil donde más dificultades o contradicciones pueden encontrase a
propósito de la expresión en comento, pues es ahí, donde se ha realizado de
manera más profunda una revisión y búsqueda de los principios característicos de
la rama, siendo en consecuencia, numerosos los pasajes de discusión doctrinaria
donde unos quedan excluidos y otros integrados. Así para unos formará parte del
orden público en materia de Derecho Civil, el principio según el cual nadie puede
aprovecharse de su propio dolo; sin embargo para otros, dicha afirmación quedará
comprendida en el principio general de la buena fe, de manera tal que será
materialización y no fundamento del orden público de que se trata.
A.- General; quiere decirse con esto que el orden público alcanza a todas las
normas existentes en el ordenamiento jurídico del que forma parte, ya sea un acto
jurídico cuyo origen se encuentra en la manifestación de voluntad de una persona
natural o bien respecto de la vigencia y constitucionalidad de la ley4 ; además,
quiere decirse, que el orden público es vinculante respecto de todas las áreas del
Derecho, sin ser procedente la exclusión de alguna de ellas en atención a su
contenido específico;
B.- Sustantivo; toda vez que el orden público, es la expresión material del
contenido fundamental que subyace al ordenamiento jurídico en general. Es
necesario agregar a esta característica el hecho de tratarse de un concepto que
no obstante ser sustantivo, es asimismo de carácter indeterminado en cuanto a su
contenido, el que se relaciona y condiciona a un lugar y momento determinado;
depende de su contexto según pasamos a ver en la letra que sigue;
4
Es necesario hacer presente que con respecto a la normas de carácter constitucional, existen
dos situaciones distintas dependiendo de su naturaleza. Es nota característica de nuestra
Constitución Política, la abundancia de normas; algunas de ellas tiene que ver incluso con
aspectos procidementales. Luego, el orden público es vinculante solo respecto de aquellas
normas que, mediante un ejercicio de interpretación, pueden entenderse justificadas y
fundamentadas en el mismo. En cambio, respecto a las normas que sustentan y dan forma al
orden público, no se puede predicar una supeditación al mismo toda vez que, con la modificación
de aquellas, éste cambia en su contenido.
constituido y en consecuencia, su contenido y cometido se determina en atención
al reconocimiento de un orden de cosas cuyo establecimiento se encuentra
fundamentalmente en la Constitución, en particular en el capítulo referido a los
Derechos Fundamentales, descartándose con esto, ulteriores interpretaciones
carentes de utilidad práctica que se pretenden a propósito de la textura abierta que
lo caracteriza a este concepto; como se dijo, el orden público tiene contenido; un
contenido concreto, se refleja en los Derechos Fundamentales, pero bien, como
aquellos, puede variar.
Luego y así entendido el orden público, se le está confundiendo con sus efectos o
consecuencias normativas. Que tal o cual norma tenga el carácter de indisponible
no quiere decir que sea entonces, por ese solo hecho, parte del orden público del
Derecho en que se encuentra. Dicha situación es perfectamente posible, sin
embargo, no es necesaria6. No obstante que la sustituibilidad de la norma
signifique en un caso determinado infracción al orden público, ese antecedente no
es razón suficiente para estimar que la norma particular forme, de manera directa,
parte de dicho orden. Así, en una relación contractual cualquiera, no obstante su
autonomía, las personas deben velar por el Estado Constitucional de Derecho,
fundado en el reconocimiento y respeto de las normas y reglas pertinentes a dicha
relación, que se encuentran establecidas con carácter vinculante - o no - respecto
del negocio de que se trate. La infracción de dichas normas, como infracción de
las reglas del juego, importa a su vez, infracción al Orden Público, no obstante
algunas de ellas puedan ser sustituidas por las partes de acuerdo a su voluntad.
Esta facultad, siendo posible, debe ejercitarse de acuerdo a las circunstancias y
6
La sustituibilidad de una norma, no puede entenderse como un factor concluyente a la hora de
analizar si forma parte o no del orden público correspondiente al ordenamiento jurídico en que se
encuentra. Son numerosos ejemplos en los que encontramos normas de carácter insustituible a la
autonomía de la voluntad y que, sin embargo, son materialización y no fundamento del orden
público en que se justifican. Es el caso del inciso 1, artículo 229 del Código Civil chileno que, en
términos imperativos, establece: “El padre o madre que no tenga el cuidado personal del hijo no
será privado del derecho ni quedará exento del deber, que consiste en mantener con él una
relación directa y regular, la que ejercerá con la frecuencia y libertad acordada con quien lo tiene a
su cargo, o, en su defecto, con las que el juez estimare conveniente para el hijo”. Expresamente
manifiesta el legislador su intención en cuanto a determinar que, para el caso, se trata de un deber
y no sólo de un derecho para los padres el mantener una relación directa y regular con los hijos
que no compartan domicilio con aquellos. Eventualmente podrán establecerse acuerdos en cuanto
a “la frecuencia o libertad con que se ejerza” el deber comentado, sin embargo, no respecto de la
existencia del mismo. Es imperativo e insoslayable para los progenitores mantener dicha relación.
Ahora bien, esta norma, insustituible a la autonomía de la voluntad, es expresión o materialización
de otra(s) normas, que como veremos, son, ahora sí, fundamento del orden público familiar al que
se circunscribe el artículo en comento, especialmente aquellas referidas al interés superior del
niño, principio rector de la normativa familiar. Al respecto, ver: VELOSO V. PAULINA, Principios
Fundamentales que inspiran el nuevo estatuto de filiación. En: El Nuevo Estatuto del Filiación en el
Código Civil Chileno, Fundación Facultad de Derecho, Universidad de Chile, Santiago, Seminario
año 1998, Pág. 29.
procedimientos normativos vigentes. La infracción a las mismas, no obstante,
tratarse de normas en principio sustituibles, es infracción al orden público que las
comprende.
Otros autores, como se cita en seguida, han visto al orden público, como una
institución de carácter general y sustantivo - ambas propiedades compartidas en
este trabajo; sin embargo, desconocen su carácter descriptivo.
7
LIRA URQUIETA, P. “El Código Civil Chileno y su época”, Editorial jurídica de Chile, 1956, Pág.
22 y 23.
establecer un contenido específico para el mismo. Hoy día, no siendo necesario
señalar los cambios que han dado origen al nuevo régimen, está fuera de dudas
que no se puede entender el régimen republicano en Chile en los mismos términos
que se entendía en la época de la codificación y, sin embargo, el concepto de
orden público permanece vigente; su contenido, sin dudas, es otro.
8
Consultado En: NUÑEZ, P. y OTROS, “Materiales de Clases sobre El Orden Público Económico”,
Facultad de Derecho, Universidad de Chile, 1999, Pág. 11.
9
Ibídem.
10
Ibídem.
es un medio para la consecución de fines específicos de carácter político. En su
carácter reflejo, el orden público representa la suma de los intereses consagrados
al más alto nivel normativo en la institucionalidad en que se le identifique y, como
tal, sirve de guía interpretativa ante situaciones en que fuera necesario resguardar
dichos principios; en suma puede decirse que ante situaciones de trasgresión sirve
como límite, tanto para la actividad de los particulares como de los órganos de
autoridad; opera como una especie, no reconocida, de legislador negativo, al que
puede recurrirse con objeto de rechazar una regla o norma determinada que con
su aplicación vulneraría el Estado Constitucional de Derecho en general o un
Derecho Fundamental en particular.
Se trata de una corriente que deja atrás la visión patrimonialista e individualista del
Derecho predominante hasta finales del siglo XX, que paulatinamente va siendo
reemplazada por una noción personalista, caracterizada por ubicar a la persona
como “el bien o valor supremo del derecho y reconoce su rol central de
protagonista en el quehacer jurídico”11.
11
FERNÁNDEZ SESSAREGO, C. “Derecho y Persona, Introducción a la Teoría del Derecho”,
Editorial Grijley, año 2000, Pág. 111.
convivencia. Sin embargo, es en el primero de estos ámbitos donde
históricamente el Derecho Civil ha encontrado un desarrollo, estrictamente
jurídico, de mayor relevancia. En efecto, según advierte Diez-Picazo “el
predominio del Derecho Patrimonial dentro del Derecho Civil es un hecho real
(…)”12. Sin embargo y como se dijo, este paradigma ha ido cambiando,
fundamentalmente en atención a los postulados de una concepción personalista
que ubica a la persona como bien supremo del Derecho, que debe ser
considerada como un fin en sí misma y no ya como un simple actor-factor del
escenario legal. El Derecho pasa a girar en torno a la idea fundamental del respeto
de la dignidad de la persona humana, a través del reconocimiento y promoción de
los Derechos Fundamentales en que se materializa dicha dignidad; el patrimonio
pasaría entonces a constituir solo un elemento, que por indispensable, no debe
restársele importancia, pero que sin embargo se encuentra siempre a disposición
de aquella.
Orden público, en primer lugar, quiere referirse, como se desprende del propio
concepto, a un determinado orden de cosas; el punto está en dilucidar cuál es el
12
MARTÍNEZ DE AGUIRRE Y ALDAZ, C. “El Derecho Civil a fines del siglo XX”, Editorial Tecnos,
año 1991, Pág.151.
contenido de dicho orden, quién lo determina y porqué va acompañado de la
expresión público.
Respecto de la primera pregunta, esto es, el contenido de dicho orden, creo haber
dicho suficiente hasta ahora; se trata principalmente de los principios y Derechos
Fundamentales que sustentan a un ordenamiento jurídico en un espacio de tiempo
y lugar determinados. Estimo razonable señalar que el sujeto encargado de la
determinación de su contenido, no puede ser otro distinto que el órgano
establecido y reconocido como competente para la toma de decisiones, la mayoría
de ellas de carácter político, en la sociedad; el constituyente. Finalmente la
expresión público, no tiene que ver con la ya superada distinción entre Derecho
Público y Privado sino más bien, debe relacionarse con el carácter general que
corresponde al mencionado orden y el hecho de que no sea éste susceptible de
ser establecido por los particulares, pues, como se ha insistido, se trata de la
estructura y organización fundamental de la sociedad.
Habiéndose dicho todo lo anterior, cito lo expuesto por el profesor Jorge Streeter
al respecto que, considero, resume en geniales términos lo que hemos de
entender por orden público y como señalaré, comprende absolutamente en su
definición los caracteres inherentes a dicha expresión. Al respecto señala el
profesor Streeter:
13
STREETER, J. “Modificación de la Ley de la Libre Competencia”, material de clases para el
curso de Libre Competencia del profesor Domingo Valdés, Universidad de Chile Facultad de
Derecho, Primer Semestre 2006, Pág. 35.
He destacado lo expuesto por el profesor Streeter en razón a que con dicha
noción de orden público es posible satisfacer las exigencias conceptuales
comentadas en este documento. En efecto, destaca en la definición el carácter
general que corresponde al orden público, toda vez que no establece restricción
alguna en cuanto al tipo de normas que compromete dicho orden, ni tampoco se
refiere a una determinada área del ordenamiento jurídico, siendo en consecuencia,
vinculante respecto al ordenamiento jurídico en su integridad. En segundo lugar,
no merece dudas el carácter sustantivo que el autor asigna a la expresión orden
público; lo relaciona directamente con la estructura, organización e intereses
fundamentales de la sociedad de que se trata, de manera tal que comprende en
ella los aspectos fundamentales del ordenamiento jurídico al que corresponde.
Finalmente, goza la definición de bastante claridad respecto al carácter descriptivo
que merece la expresión orden público, pues la relación que a su respecto hace
con una sociedad y ordenamiento jurídico determinados, es abierta de manera tal
que no lo limita en su contenido a un escenario en particular, sino que por el
contrario lo hace depender de aquél.
Sin embargo y para terminar, creo que es necesario realizar un solo reparo
a la definición comentada. Éste tiene que ver con la necesidad de añadir en la
misma, de forma expresa y como nota característica, una mención directa a los
Derechos Fundamentales, toda vez que a pesar de poder incorporarlos a través
de un ejercicio interpretativo, me parece que siendo en ellos donde se materializan
buena parte, sino todos, los principios, intereses y valoraciones a las que el
profesor Streeter se refiere, tal inclusión, dotaría de fuerza y funcionalidad a la
institución a la que se refiere.
CAPÍTULO II
14
Pablo Rodríguez señala, a propósito del principio de Supremacía Constitucional, agregando a
sus términos el de Hermetismo Constitucional, que éste consiste en que “la Carta Fundamental se
basta y se agota en sí misma, sin que ella pueda ser complementada, con el mismo poder
vinculante, por otras formas de expresión del Derecho”. Agregando además, respecto a la
intención de incorporar con jerarquía constitucional (…) algunos Tratados Internacionales, que con
esto “la Carta Fundamental queda abierta a modificaciones provenientes de acuerdos
internacionales que en el derecho interno se aprueban por medio de los trámites propios de una
simple ley (…) tesis inadmisible”. RODRIGUEZ GREZ, P. “El Derecho como creación colectiva”
Universidad del Desarrollo, Ediciones Jurídicas, Primera Edición correspondiente al año 1999,
Pág. 169. Opinión que se aparta totalmente de lo que se propone en este capítulo.
15
RIOSECO VASQUEZ, A. “Derechos de los Tratados”, Primera Parte, Apuntes de clases,
Departamento Derecho Internacional, Facultad de Derecho, Universidad de Chile. Segunda
Edición, Santiago, Abril de 1999, Pág. 74.
constitucional la que fundamenta su aplicación por sobre el resto del ordenamiento
jurídico. Al respecto es pertinente tener en cuenta lo señalado por el Tribunal
Constitucional chileno, que, con anterioridad a la entrada en vigencia de la ley
modificatoria antes referida, declaró que “las normas constitucionales prevalecen
sobre disposiciones contenidas en tratados internacionales y que la interpretación
contraria a esta tesis nacionalista significaría permitir la modificación de la
Constitución de un modo distinto al establecido en sus artículos 116 y 118”16. Hoy
día en cambio, con la modificación del artículo 5, cobra un nuevo impulso la tesis
de quienes sostienen que prevalece el derecho internacional humanitario sobre el
derecho interno.
En principio, los argumentos que justifican la inclinación por una u otra de las
posibilidades en comento, se relacionaron fundamentalmente con aspectos
formales en el proceso que lleva a la ratificación de los tratados. Así, no es raro
observar que en los textos que se trata el tema, la presentación incluye
invariablemente una referencia a las facultades del Presidente de la República en
el manejo de las relaciones internacionales y las atribuciones y participación del
Congreso Nacional en la aprobación o ratificación de los tratados.
Luego, se distingue entre los tratados formales o solemnes, siendo éstos, los que
para su entrada en vigencia requieren de la realización del acto administrativo, que
constituye su formalidad habilitante, consistente en la aprobación o ratificación que
realiza el Congreso, en virtud de lo establecido en el artículo 50 inciso primero de
la Constitución; por otra parte, están los acuerdos simplificados, los cuales, en la
medida que concurran los elementos que al respecto se señalan en el número 2
del citado artículo 50, se encontrarían eximidos de la realización del trámite
parlamentario antes dicho.
16
Consultado En: RUIZ-TAGLE VIAL, P. Borrador sobre “Constitucionalidad de los Tratados
Internacionales en Chile”, Curso de Formación General, Primer Semestre, Facultad de Derecho,
Universidad de Chile. Recurso Electrónico
http://www.plataforma.uchile.cl/fg/semestre1/_2003/igualdad/modulo2/clase2/texto/tratados.htm.
Hoy día en cambio, a pesar de encontrase aún al centro de la discusión los
aspectos procidementales y de participación señalados, el tema se ha relacionado
con una cuestión de referencia que dice relación con la existencia o no, de
derechos de carácter humanitario involucrados en los tratados o convenciones, de
manera tal que por mandato constitucional y en virtud del artículo 5, tendrían
naturaleza constitucional los instrumentos internacionales que, en términos del
mencionado artículo versan sobre derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana. Luego, pareciera ser que el momento en que se modifica, en
los términos que actualmente se encuentra vigente, el artículo 5 de la
Constitución, cuando podría predicarse con propiedad la jerarquía constitucional
de dichos tratados.
Antes de comenzar, es preciso eso sí, realizar unas breves advertencias, a saber;
A partir de aquello, puede anotarse como primera conclusión que en el caso de los
tratados internacionales, ratificados y vigentes en Chile, que versen sobre
derechos humanos, no puede predicarse a su respecto una supremacía
constitucional que resolviera conflictos, de manera previa y absoluta, entre los
derechos que en ellos se consagran y los que se encuentran en el artículo 19 u
otro de la Constitución Política de la República. Siendo coherentes con dicho
argumento, tampoco podría sostenerse la tesis contraria, esto es, que los
derechos consagrados en instrumentos de carácter internacional por ese solo
17
RUIZ TAGLE VIAL, P. op. Cit.
hecho tuvieran una jerarquía superior a los derechos consagrados en derecho
nacional o doméstico. Luego, la discusión acerca de la jerarquía de los tratados y
convenciones internacionales, en cuanto tales, resulta inconveniente.
La cuestión, debe plantearse desde la relación que existe entre esos derechos y
los que han sido consagrados y reconocidos por el constituyente como
fundamentales; en términos utilizados por el profesor Ruiz Tagle, se trata del
establecimiento de un “punto de contacto”18 entre unos y otros; existiendo una
relación sustantiva entre el contenido de un instrumento de carácter internacional,
que viene a desarrollar o bien complementar, lo que en derecho interno ha sido
reconocido con el carácter de fundamental, podría sostenerse el carácter
constitucional de dicho contenido.
18
RUIZ TAGLE VIAL, P. op. Cit.
Luego, en el artículo 19, como es sabido, consagra un catálogo de derechos, que
por su naturaleza y contenido gozan del carácter de fundamentales.
19
RUIZ TAGLE VIAL, P. op. Cit.
20
Artículo 5. La soberanía reside esencialmente en la Nación. Su ejercicio se realiza por el pueblo
a través del plebiscito y de elecciones periódicas y, también, por las autoridades que esta
Constitución establece. Ningún sector del pueblo ni individuo alguno puede atribuirse su ejercicio.
El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que
emanan de la naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales
- En primer lugar, que el punto neurálgico de la mencionada norma se
encuentra en la soberanía, su ejercicio, reconocimiento y deberes que el Estado
debe guardar en su ejercicio;
- Luego, la referencia que se hace a la Constitución, tiene que ver con el
segundo y tercer punto señalados; con respecto a los límites se realiza una
referencia implícita, toda vez que los derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana, se encontrarían, aunque no exclusivamente, en la Carta
Fundamental y, en cuanto al deber del Estado de respetar y promover tales
derechos, reconociéndose en este punto, que los mismos se encuentran no sólo
en la Constitución, sino además en los tratados internacionales ratificados y
vigentes en Chile.
derechos, garantizados por esta Constitución, así como por los tratados internacionales ratificados
por Chile y que se encuentren vigentes.
estableciéndose un deber a su respecto, no pudiendo cumplirse con mandato
constitucional alguno, sea legislativo o judicial, contrario a aquellos.
Finalmente quisiera citar las palabras del profesor Ruiz-Tagle, en que, motivado
por las tesis planteadas en una junta académica entre especialistas en Derecho
Público y Derecho Internacional realizada en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile a fines del año 2000, señala que “podemos entender los
derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana, como aquellos
derechos establecidos en la Constitución, en los tratados internacionales
ratificados por Chile y que se encuentran vigentes, respecto de los cuales pueda
establecerse un punto de contacto con los derechos constitucionales, teniendo
todos ellos la virtud de servir como límites a la potestad del Estado por disposición
expresa del citado artículo”21 (refiriéndose al artículo 5) .
21
RUIZ TAGLE VIAL, P. op. Cit.
CAPITULO III
1. Conceptualización
2. Contenido
22
En virtud de lo establecido en el Artículo 5 inciso 2 de la Constitución Política de la República de
Chile. Es el caso de la Convención sobre los Derechos Del Niño, el Pacto de San José de Costa
Rica y la Convención Sobre la Eliminación de Todas Las Formas de Discriminación en contra de la
Mujer de Naciones Unidas (CEDAW), entre otras.
legislación precedente; comienza ha hacerse realidad la consideración efectiva de
la familia como el núcleo central de la sociedad23 pero, además, en un proceso
que sigue en marcha, se reconoce la diversidad familiar, la inexistencia de familias
minusválidas, la igualdad entre el hombre y la mujer, la consideración fundamental
de los niños como sujetos de Derecho. Se reconoce también la igualdad filiativa, la
identidad biológica como especie de identidad personal, el derecho del niño a la
autodeterminación, la coparentalidad al interior de la familia, el derecho del niño a
ser oído, entre otros principios y derechos, todos ellos, relacionados con la visión
personalista del Derecho, a la que nos referimos en el capítulo anterior.
Señala la profesora Veloso, a propósito de la nueva ley de filiación, que “el texto
se ubica perfectamente en la tendencia universal del respeto a los derechos
esenciales de la persona y está por ello en concordancia (…) con los tratados
24
humanos que Chile ha suscrito, ratificado y se encuentran vigentes” ; por su
parte, el profesor Enrique Barros, a propósito de aquella reforma, señala que
“responde a cambios culturales muy profundos respecto de la función atribuida al
Derecho de Familia: se acentúa su rol protector y tiende a abandonarse su rol
expresivo e institucional”25 .
23
Así lo ha señalado expresamente el constituyente; Artículo 1 de la Constitución Política de la
República de Chile.
24
VELOSO,P. op. Cit. Págs. 19 y 20.
25
BARROS BOURIE, E. “Notas Históricas y Comparadas sobre el Nuevo Ordenamiento Legal de
la Filiación” En: El nuevo Estatuto del Filiación en el Código Civil Chileno, Fundación Facultad de
Derecho, Universidad de Chile, Santiago, LOM Ediciones, Seminario año 1998, Pág. 40.
internacionales suscritas y ratificadas por Chile que versan sobre la materia y
habiendo un relativo consenso en la doctrina sobre los aspectos fundamentales
que caracterizan al nuevo Derecho de Familia; faltaría precisar, en orden lógico-
sistemático, las fuentes normativas vinculantes, identificando su contenido
fundamental específico, de manera tal de hacer extensible su ámbito de aplicación
y otorgar la seguridad y certeza jurídica que, en resumidas cuentas, materializa la
irrestricta vigencia que, como sujetos de Derecho, merecen los miembros de la
familia, valga precisar que mujeres y niños incluidos esta vez, respecto de los
derechos que en su calidad de personas les corresponden.
Con dicho motivo, en adelante, pasaré a identificar los principios esenciales que
inspiran el orden público en Derecho de Familia, relacionándolos, en la medida
que corresponda, con el grupo específico al que se refieren y finalmente, mediante
un ejercicio de carácter inductivo, con los Derechos Fundamentales en que se
justifican.
26
Las diferencias se relacionan con la edad que se establece para considerar a un niño como tal.
Así mientras en la Convención sobre los Derechos del Niño, en el artículo 1, se señala que, “se
entiende por niño a todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la
ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad”, la Ley de Tribunales de
Familia, señala por su parte, en el inciso 3 del artículo 16, que, “para los efectos de esta ley, se
considera niño o niña a todo ser humano que no ha cumplido los catorce años y, adolescente,
desde los catorce años hasta que cumpla los dieciocho años de edad”. Sin embargo, en uno y otro
caso se establecen dichas diferencias para efectos de la Convención y la Ley respectivas, en
consecuencia, no se trataría de una diferenciación de fondo con consecuencias sustantivas, siendo
pertinente señalar que, en consideración a los nuevos principios en materia de Derecho de Familia,
en particular a los que se tratan en esta memoria, quedaría derogado el artículo 26 del Código Civil
chileno, que por su parte sí divide a las personas en consideración a su edad.
hecho de no haberse producido dicho reconocimiento de manera espontánea. A
este respecto, caber recordar la Convención sobre los Derechos del Niño, que en
su preámbulo, señala expresamente la necesidad de proporcionar cautela
reforzada en los términos antes dichos, haciendo referencia a diferentes
convenciones de carácter internacional en que así se ha tenido en cuenta 27.
27
Al respecto se señala en el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño, “Teniendo
presente que, como se indica en la Declaración de los Derechos del Niño, éste, por su falta de
madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección
legal, tanto antes como después del nacimiento”, más adelante expresa, “reconociendo que en
todos los países del mundo hay niños que viven en condiciones excepcionalmente difíciles y que
esos niños necesitan especial consideración (…)”. Convención sobre los Derechos del Niño, Texto
promulgatorio, decreto Nº 789, D.O. Nº 33.542 de 09 de Diciembre de 1989.
28
Así lo menciona expresamente el inciso 2 del artículo 16 de la Ley de Tribunales de Familia: “el
interés superior del niño, niña o adolescente, y su derecho a ser oído, son principios rectores que
el juez de familia debe tener siempre como consideración principal en la resolución del asunto
sometido a su conocimiento”. Por su parte en la Convención sobre los Derechos del Niño se
señala, en el artículo 3 inciso primero, que, “En todas las medidas concernientes a los niños que
tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades
administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el
interés superior del niño”.
En lo que sigue, se mencionan las posiciones más importantes que, considero,
han tenido lugar sobre la materia y las consecuentes funciones que, con la
justificación que se propone en cada una de ellas, se ha asignado al principio en
comento.
Luego, si para la doctrina no era fácil la tarea, mucho menos lo era para jueces
que, en un sistema judicial fuertemente caracterizado por la falta de recursos,
tiempo, desarrollo y eficiencia, no daba con las condiciones correspondientes al
espíritu que merecía tal valoración30. Al menos en el ámbito judicial, que es donde
en definitiva se vive el Derecho, el interés superior del niño, pasa a ser lo que
otros, con criterios tan inciertos como dispares, creen que es mejor para aquellos y
no lo que a los mismos les corresponde en su calidad de sujetos de Derecho.
No obstante ser muchos los temas en que podría haber acuerdo sobre el
contenido de tal concepto y aunque hubiera un sistema judicial dotado de gran
capacidad y eficiencia, hay invariablemente una zona gris en la que se permite a
abogados y jueces deliberar criteriosamente al respecto y en consecuencia la
29
POLAKIEWICZ, M. “El Derecho de los Hijos a la Parentalidad”. En: X Congreso Internacional de
Derecho de Familia “El Derecho de Familia y los nuevos paradigmas”, Ponencia, comisión II “El
niño como sujeto de Derecho@, Mendoza, Argentina, 20 al 24 de Septiembre de 1998, Pág. 308.
30
Interesante es tener en cuenta la apreciación que realiza la profesora Schmidt, al señalar que
entre las características de la Ley que crea en Chile los Tribunales de Familia, se encuentra el
establecimiento de una nueva estructura administrativa, “respondiendo a la necesidad de
modernización de la justicia en este ámbito”. SCHMIDT HOTT C., “Tribunales de Familia”, En:
material correspondiente al Taller sobre Aspectos Sustantivos de la Ley de Tribunales de Familia,
Universidad de Chile, Facultad de Derecho, primer semestre 2006, Pág. 2.
protección que se pretende se torna vulnerable31 ; se va realizando un esfuerzo en
torno a encontrar puntos de consenso; acuerdos circunstanciales respecto de los
derechos del niño, generándose la incertidumbre consecuente, grave problema si
recordamos, como se dijo, la imperiosa necesidad de proteger a los mismos.
Para quienes sustentan esta posición, el Interés Superior del Niño sería un
principio cuya función vital se relaciona con la hermenéutica y la orientación en la
toma de decisiones de carácter legislativo - en consideración al inciso segundo del
artículo 5 de la Constitución y la consecuente vigencia de convenciones
internacionales en las que este principio se reconoce - y judicial.
Sin embargo, dicha función por sí sola resulta insuficiente, representa una visión
restrictiva de la obligación que, en virtud del artículo 16 inciso 2 de la Ley que crea
los Tribunales de Familia, tiene el juez en cuanto a considerar en sus decisiones el
Interés Superior del Niño; obligación que en realidad comprende algo más que una
simple consideración; el Interés Superior del Niño, por su propia naturaleza y
contenido, es un principio de carácter prescriptivo, que obliga y limita la actividad
del juez de acuerdo a su contenido. En los términos utilizados por el profesor
Miguel Cillero Bruñol, “el principio del interés superior del niño, lo que dispone es
una limitación, una obligación, una prescripción de carácter imperativo para las
autoridades”32 .
31
“otra debilidad del criterio interés superior del niño, se encuentra en la característica que tienen
todos los conceptos de contenido indeterminado, cual es, el margen de discrecionalidad que tiene
el funcionario que lo aplica, asunto que puede conducir fácilmente a la arbitrariedad (…)el juez
podía tomar cualquier decisión con fundamento en el concepto”. MORALES, G., “El Interés
Superior del Niño en materia de Instituciones Familiares” Págs. 8 y 9. Consultado En: XII Congreso
Internaiconal de Derecho de Familia, “El Derecho de Familia ante los retos del nuevo milenio”, la
Habana 2002.
32
En: CILLERO BRUÑOL, M. “El Interés Superior del Niño en el Marco de la Convención
Internacional Sobre Los Derechos del Niño”. Recurso electrónico: http://www.iin.oea.org
Luego, a pesar de tratarse de una loable función, no se sustenta por sí sola. En la
mayoría de los casos, tendería a la búsqueda de una solución pro-niños, sin
embargo, como se ha dicho, es objeto de un reparo fundamental, a saber, la
incertidumbre y consecuente desprotección que, de la indeterminación que la
caracteriza, se desprende. Según señala el citado profesor Cillero Bruñol, “existen
incluso quienes lamentan que la Convención (sobre los Derechos del Niño) la
recogiera (refiriéndose a este principio) porque amparados en el interés superior,
se permitiría un amplio margen a la discrecionalidad de la autoridad y se
debilitarían los derechos que la propia Convención consagra”33.
A partir de lo señalado por el autor referido en la parte final del número anterior, es
posible dar con algunas directrices fundamentales sobre el tema, que van a
resultar sumamente útiles para la elaboración y entendimiento de un concepto en
torno al principio en estudio.
33
CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit.
34
Es pertinente señalar aquí las facultades que, el artículo 75 inciso 22, de la Constitución Nacional
de Argentina, otorga al Congreso de ese país, en torno a la aprobación de tratados, a los que a su
vez, reconoce una jerarquía superior a la de las leyes, incluyendo entre ellos, la Convención
En efecto, señala que “se reconoce la existencia de protecciones jurídicas y
derechos específicos de cierto grupo de personas, entre los cuales están los niños
(...) Los niños gozan de una supraproteción o protección complementaria de sus
derechos que no es autónoma, sino fundada en la protección jurídica general” 35.
Llega aún más allá cuando, al decir que se trata de una concepción garantista del
interés superior del niño, cita a Dworkin para agregar que, “lo que aquí
provisionalmente denominamos principio, podemos denominarlo, en el caso
específico del interés superior del niño en la Convención (sobre los Derechos del
Niño) como garantía, entendida ésta última como vínculos normativos idóneos
para asegurar efectividad a los derechos subjetivos”36 .
Con esto último, se está reconociendo la existencia previa y general de una clase
de derechos subjetivos fundamentales, respecto de los cuales se puede observar
a un cierto grupo de personas que, por circunstancias particulares de su vida, se
ha visto impedido en el goce de los mismos; luego, es necesaria la existencia de
un estatuto especial de protección que vele o garantice el ejercicio de los derechos
que al grupo específico, como parte de la comunidad, le corresponden.
Internacional sobre los Derechos del Niño. En palabras de Orlandi, “esta constitucionalización
representa una reacción frente a las violaciones masivas, persistentes y sistemáticas de los
Derechos Humanos de una determinada categoría de personas. Atiende a situaciones patológicas
reforzando los instrumentos generales con nuevas normas o instituciones de promoción o
protección”. Consultado En: ORLANDI, O., Ponencia sobre “El Derecho del niño a ser oído en los
procedimientos judiciales vinculados con la familia”, En: X Congreso Internacional de Derecho de
Familia. op.Cit., Págs. 270 y ss.
35
A mayor abundamiento señala expresamente que “cualquier pretensión (...) que propicie un
derecho de menores autónomo, es contraria a los derechos del niño que emana de la doctrina
universal de los derechos humanos”, CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit..
36
CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit.
37
CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit.
De acuerdo a lo dicho para este principio y más aún, siguiendo lo propuesto
respecto al orden público familiar y general, creo son del todo pertinentes las
aseveraciones mencionadas en los párrafos precedentes.
Respecto a las funciones, en primer lugar y de la misma forma que se señaló para
el caso anterior, se reconoce la función interpretativa y orientadora del principio.
Sin embargo, se diferencia al reconocer la existencia de un contenido específico
38
CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit.
39
En efecto, señala en profesor Bruñol que “la falta de un catálogo de Derechos del Niño hacía que
la noción de interés superior pareciera remitir a algo que estaba más allá del Derecho, una especie
de interés colectivo o particular que pudiera imponerse a las soluciones estrictamente de Derecho”.
CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit.
para el interés superior del niño; se limita esta función a los márgenes que de
acuerdo a dicho contenido, puedan determinarse.
Así mismo y relacionado con lo anterior, tendría una función en cuanto límite a la
actividad de la autoridad; ya sea que se trate de autoridades administrativas,
relacionadas con el poder legislativo o judicial. Señala el profesor Cillero Bruñol,
que “desde la vigencia de la Convención - de acuerdo a lo dicho más arriba, se
discrepa respecto a este momento - (...) el interés superior del niño deja de ser un
objetivo social deseable realizado por una autoridad progresista o benevolente y
pasa a ser un principio jurídico garantista que obliga a la autoridad”40.
40
CILLERO BRUÑOL, M. op. Cit.
ejercerlos, de conformidad a lo que el constituyente ha determinado como el
marco ineludible y la sociedad ha aceptado como tal; esos son los Derechos
Fundamentales, donde, como se dijo en el capítulo anterior, se materializan los
intereses no solo de ellos sino además, de todo el resto de las personas.
Respecto a lo dicho para la noción abstracta o difusa del interés superior del niño,
quiero aprovechar de señalar un comentario relativo al problema derivado de los
acuerdos circunstanciales a los que se hizo referencia.
41
Recurso electrónico; consultado En: http://www.derhumanos.com.ar/derechonino.htm. (CIDH,
Opinión Consultiva 17, 22 de septiembre de 2002)
42
Mensaje número 309-352, de S.E. el Presidente de la República con el que inicia un Proyecto de
Ley de Protección de derechos de la Infancia y Adolescencia. Santiago, 18 de Enero del 2005.
2 de la nueva Ley de Tribunales de Familia, es junto con el interés superior del
niño, principio rector en la materia.
Ahora bien, y con el propósito de ser consecuentes con lo dicho hasta ahora, es
necesario resaltar, como nota característica del mencionado derecho, su doble
dimensión. Por una parte, tiene un carácter eminentemente sustantivo; constituye
por sí solo una valoración imperativa respecto a la condición que se le reconoce al
niño en cuanto sujeto de Derecho; sin embargo, a la vez puede sostenerse que se
trata de un derecho consecuencial, toda vez que, el niño, en cuanto persona goza,
por esa sola razón, de dicho reconocimiento y siempre, aunque teniendo en
consideración sus particulares condiciones y características, mereció ser tenido en
cuenta al momento de tomarse decisiones a su respecto. Sin embargo, por las
mismas razones que se dieron en el número anterior, se justifica un
reconocimiento expreso en este sentido.
43
Resulta ilustrativo lo señalado en la parte final del artículo 16 de la Ley de Tribunales de Familia:
“Interés superior del niño, niña o adolescente y Derecho a ser Oído. Esta ley tiene por objetivo
garantizar a todos los niños, niñas y adolescentes que se encuentren en el territorio nacional, el
ejercicio y goce pleno y efectivo de sus derechos y garantías”.
44
Constitución Política de la República de Chile, Editorial Jurídica de Chile, IX Edición Oficial,
Aprobada por Decreto N° 555, de 06 de Junio de 2002. Artículo 19, número 2 y 12.
45
El mencionado carácter operativo, es reconocido en las conclusiones pertinentes de la comisión
Nº 2 del X Congreso Mundial de Derecho de Familia, “El niño como sujeto de derecho. “El Interés
Superior del Niño en las Distintas Instituciones Jurídicas”. Consultado En: SCHMIDT, C.-
VELOSO, P. “La Filiación en el nuevo Derecho de Familia”, Editorial Cono Sur, Santiago de Chile,
2001. Pág. 302, cita al pie n° 362.
Matrimonio Civil, han sido redactados los artículos relativos a la materia. En
efecto, tanto en uno como en otro cuerpo normativo, se establece el derecho en
comento, condicionándolo a la capacidad del niño para “formarse un juicio
propio”46, es decir, se relativiza47. Dicha circunstancia, en parte, ocurre por un
problema de fondo que tiene que ver con el carácter amplio o restrictivo con que
se interpreta el derecho que se reconoce; así una interpretación restrictiva,
reconocería en éste, un derecho para el niño a participar judicialmente como parte,
siendo en consecuencia procedente a su respecto, un análisis objetivo de lo que
dice. Luego, resulta lógico que, analizado bajo los mismos criterios que se toman
para el caso de los mayores de edad, no sea posible tener en cuenta sus
opiniones mientras no esté en condiciones de formarse un juicio propio. Sin
embargo, al realizar el mismo análisis interpretando la norma de acuerdo a su
fundamento, parece ser que lo que se pretende con ella, es la obtención de
información relativa al niño, que solo él, por tratarse de una persona digna (de
donde, según veremos más adelante, proviene su individualidad) está en
condiciones de proporcionar. Así se entiende que palabras, gestos, o cualquier
otra forma, no son sino medios a través de los cuales el niño otorga dicha
información y el deber de los jueces es interpretarlos correctamente48.
46
La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 12 establece: “Los Estados Partes
garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar
su opinión libremente en todos los asuntos que afectan, teniéndose debidamente en cuenta las
opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño”. Por su parte, la nueva Ley de
Matrimonio Civil, señala en el inciso segundo del artículo 85 que, “Cuando existieren menores de
edad comprometidos, el juez deberá considerar especialmente el interés superior del niño, y oirá a
aquél que esté en condiciones de formarse un juicio propio, teniéndose debidamente en cuenta sus
opiniones, en función de su edad y madurez, al resolver todos los asuntos relacionados con su
persona o sus bienes”.
47
A este respecto, cabe señalar que para algunos autores dicha relativización, es absolutamente
pertinente. Resulta ilustrativo lo dicho por la profesora Olga Orlandi, quien declara que, “No todo
menor que pueda expresarse puede ser oído, todo depende de la edad, el grado de madurez y las
características del caso, cuestiones éstas eminentemente fácticas”. Opinión que se encuentra en
dirección absolutamente contraria a lo propuesto en esta memoria, toda vez que de aquella, se
desprende que no habría entonces un derecho de los niños a ser oídos, sino que solo una
recomendación legal a los jueces a oírlos, quienes de acuerdo a condiciones fácticas, cuyo alcance
es objeto de una apreciación peligrosamente personal, van a determinar si corresponde o no
hacerlo.
48
Al respecto puede tenerse en cuenta la dicho por la Comisión II, citada anteriormente, cuando
señala que “El juez debe ser persona idónea para oír al menor y estar preparado profesionalmente
para decodificar sus dichos”.op. Cit. Págs. 270 y ss.
Tanto el constituyente como el legislador en el Código Civil y la nueva Ley de
Tribunales de Familia así lo han entendido; en términos tan simples como
elocuentes se ha prescrito la obligatoriedad de escuchar al niño o, o bien, tener en
cuenta sus opiniones y en la consideración que de ello se haga, relativizar lo que
explícitamente haya observado u oído en atención a su edad y madurez.
2.3. Igualdad
Respecto del interés superior del niño y el derecho al que me referí en el número
precedente, puede señalarse como nota característica su carácter instrumental, en
cuanto forman parte un estatuto general de protección que tiene por objeto ciertos
derechos subjetivos fundamentales. Los niños, por diversas consideraciones, no
podrían ejercer actualmente algunos de esos derechos y en consecuencia, el
legislador y constituyente, cumpliendo con su mandato, cimientan una estructura
institucional que vele por la vigencia de los mismos.
He preferido hacerlo parte de manera expresa entre los principios integrantes del
orden público familiar por tratarse de un derecho cuyo desarrollo y evolución
normativa han sido especialmente relevantes en Derecho de Familia; de acuerdo a
la tendencia personalista de la que hablamos en el primer capítulo y las reformas
legislativas señaladas, es posible afirmar que la igualdad se ha constituido en
pretensión y fundamento del orden público familiar al que en estas páginas nos
hemos referido.
No siendo objeto de esta memoria, desarrollar una particular noción acerca de la
igualdad, pues al respecto, bastantes trabajos tenemos disponibles, interesa sin
embargo precisar, una idea de igualdad, de manera tal que sobre ella, vayamos
analizando la situación en que se encuentran diferentes grupos específicos en
nuestro derecho, particularmente niños y mujeres, estas últimas en su rol de
madres y cónyuges.
Según señala la citada profesora Veloso49, “la idea de igualdad no ignora las
diferencias o desigualdades de los seres humanos”, citando a Francisco Laporta
agrega que, “el núcleo de la idea de igualdad estriba en determinar qué
desigualdades son relevantes y cuáles no (...) el análisis de esta justificación se va
realizando de acuerdo al denominado test de razonabilidad”.
Me parece ser ésta la noción de igualdad adecuada para trabajar en lo que viene,
por reconocerse en aquella que el meollo del asunto no está en la búsqueda de
una definición que verse sobre determinados estados de igualdad, algo así como
la dimensión común entre las personas, tarea que podría ser bastante atractiva,
sin embargo para otras disciplinas; en Derecho, la igualdad es una noción cuyo
contenido y objetivo se relaciona con la búsqueda de justificaciones bajo el prisma
de lo racional; cuál es la justificación razonable para la existencia de determinadas
diferencias o bien, bajo qué condiciones existenciales es necesario establecer
diferencias, son, a mi juicio, las preguntas en que la igualdad encuentra su objeto.
En ese sentido, es ilustrativa la mención que se ha hecho de los derechos y
principios calificados como parte de un estatuto de protección; constituyen un
buen ejemplo en la que dicha igualdad se materializa.
49
VELOSO, P. op. Cit. Pág. 17
2.4. Derechos Fundamentales y Dignidad
50
ALEXIS, R. “Teoría de los Derechos Fundamentales”. Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1997. Pág. 45. Asimismo ha sido declarado por el Tribunal Constitucional chileno cuando
señala que, “la Constitución es un todo orgánico y el sentido de sus normas debe ser determinado
de manera tal que exista entre ellas la debida correspondencia y armonía, excluyéndose cualquier
interpretación que conduzca a anular o privar de eficacia algún precepto de ella”. Ver fallo de fecha
03 de Marzo de 1998 de 24° juzgado civil de Santiago en autos Rol No. C-3634-95.
51
RUIZ-TAGLE, P. “Una dogmática general para los Derechos Fundamentales en Chile”, Revista
de Derecho Público, vol. 63. Pág. 189
Junto con anotarse las consideraciones señaladas, debe reconocerse que entre
los Derechos Fundamentales habría algo en común, que obviamente trasciende a
su denominación.
Centrar la problemática en rededor del origen de los mismos -lo que en resumidas
cuentas, significaría enfrentar el punto desde una perspectiva estructural -
deviene en una discusión impertinente; el tema sería entonces la pregunta acerca
de su validez, cuestión que se aleja del objeto de esta memoria. Sin embargo y
como se verá, en el nivel que corresponde a su contenido habría un fundamento
característico y común a todos ellos.
52
PECES-BARBA MARTÍNEZ, G. Curso de Derechos Fundamentales, Teoría General.
Universidad Carlos III de Madrid, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1999. Págs. 37.
53
Imaginemos que justificáramos la existencia de los Derechos Fundamentales consagrados en
nuestra Constitución a propósito de una idea general de Libertad; para los casos en que la libertad,
entrara en conflicto con algún otro Derecho (con la igualdad sucede todos los días), tendríamos
que reconocerle una vigencia irrestricta, es decir, reconocerle un carácter absoluto y prevaleciente
sobre el otro derecho, pues es el fundamento de aquél. Esto trae como consecuencia problemas
tanto prácticos como teóricos, que vuelven inconsistente esta posibilidad. De hecho, la Dignidad,
no es reconocida como derecho propiamente tal en los términos enumerados en el artículo 19 de la
Constitución, sino en cambio, señalada como punto de referencia, en el artículo 1 de la misma, de
lo cual se desprende, en primer lugar, su carácter fundamental y justificante y luego, la distinción
que habría entre ella y los Derechos Fundamentales que la misma Constitución reconoce como
tales.
54
KELSEN, H. “Teoría Pura del Derecho”, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1999. Págs. 111
a 126.
positivo; mientras que lo que ahora se pretende es encontrar el punto de
referencia en la dimensión ética o moral señalada.
Sin que exista una comprobación de carácter empírico donde pueda constatarse
un consenso específico, parece ser que es en la idea que trasciende al
reconocimiento del ser humano como un sujeto digno, de donde pueden derivarse
consecuencias normativas como las señaladas a lo largo de este capítulo.
Una justificación teórica de tal afirmación podría ser objeto de miles de páginas -
de hecho lo ha sido - sin embargo, por no ser aquel el cometido de este trabajo,
para cerrar el capítulo, sólo quisiera hacer una breve remisión a los principios
antes dichos y a otros que por generales se omitieron, en que queda de manifiesta
dicha relación.
55
Véase Artículo 1.
Económicos, Sociales y Culturales de 1966, en cuanto señala y reconoce que los
derechos que se consagran en aquel -vinculantes y reconocidos por numerosos
Estados, entre los que se encuentra Chile56- se desprenden de la dignidad
inherente al ser humano, lo que va en absoluta concordancia no sólo con lo dicho
hasta ahora, sino además, con la tendencia personalista de la que se habló en el
capítulo anterior y la evolución normativa que se desarrolla en al menos, los
ordenamientos jurídicos pertenecientes a los países del mundo occidental, tanto a
nivel local como internacional.
56
Promulgado por Decreto 326, publicado en el Diario Oficial N° 33.382 de 27 Mayo de 1989.
CAPÍTULO IV
1. Introducción
No obstante la demanda académica y teórica que existe respecto a los temas que
venimos tratando, no tiene mucho sentido abocarnos a la tarea propuesta si
llegado el minuto, no es posible aplicarla al caso concreto, o la situación específica
en que instituciones, correspondientes a la rama sobre la que versa, tienen
presencia.
57
De acuerdo a lo propuesto por Fernando Fueyo Laneri, dicha separación “provino, tal vez de la
diferencia de titularidad de derechos en uno y otro caso (refiriéndose a la autoridad paterna y la
patria potestad); en el primero, don Andrés Bello, admitió la comunidad de derechos de ambos
cónyuges y en el segundo - según el Código Civil original - no se concedió derechos a la madre”
.Consultado En: SCHMIDT HOTT, C. “De las relaciones parentales conforme al nuevo estatuto
filiativo y especialmente de la relación filial personal”. Material de apoyo, curso Taller de Memoria,
“Aspectos Sustantivos de la nueva Ley de Tribunales de Familia”, Facultad de Derecho,
Universidad de Chile, 2006, Pág. 3. Además cabe tener presente, las razones expuestas por la
Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del H. Senado, cuando señala que
“conservar ambas instituciones separadas, en nada afectaría a la esencia del proyecto
(refiriéndose a la nueva Ley de Filiación), más aún cuando, en lo que respecta a la patria potestad
(…) debe tenerse presente que sus reglas en la práctica serían de aplicación excepcional, puesto
que lo normal es que los hijos no emancipados carezcan de bienes”. Esta última opinión es
rechazada categóricamente por la profesora Schmidt, argumentando que se fundamenta en una
concepción restringida sobre la patria potestad, “olvidando que ésta también, implica la
representación legal de los hijos no emancipados, para cuyo ejercicio no necesariamente, éstos
han de tener bienes”. op. Cit, Pág. 3 y 4. Conclusión con la que me encuentro de acuerdo, sumado
además a la falta de consistencia que hay en la admisión de un defecto legislativo - en cuanto la
separación, como se verá, se fundamenta en un argumento discriminatorio - por la escasa
aplicación práctica, cuestión por sí sola inaceptable.
58
Mensaje Nº 198 B 326. Consultado En: SCHMIDT HOTT. C. op. Cit., nota al pie número 5.
consagrados no sólo en la Constitución59, sino además, en instrumentos de
carácter internacional, como lo es, la Convención sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, que en su artículo 16 número 1 señala
que, “los Estados Partes adoptarán todas las medidas adecuadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en todos los asuntos relacionados con el matrimonio
y las relaciones familiares y, en particular, asegurarán en condiciones de igualdad
entre hombres y mujeres: letra d) Los mismos derechos y responsabilidades como
progenitores, cualquiera que sea su estado civil, en materias relacionadas con sus
hijos; en todos los casos, los intereses de los hijos serán la consideración
primordial”60.
A pesar de lo dicho y sólo por ser éste el objeto propuesto, en adelante, voy a
referirme exclusivamente a las instituciones correspondientes a la relación filial
personal, distinguiendo en ella, los diferentes aspectos que la comprenden.
Esta materia es abordada por el legislador en el título IX del Libro I del Código
Civil, denominado “De los Derechos y obligaciones entre los padres e hijos”.
En atención a la profunda confusión que existe respecto a los temas que se tratan
en dicho título, la tozudez del medio para entender las instituciones que se
contemplan de acuerdo a los principios verdaderamente inspiradores en la materia
y la aberrante legislación precedente -de tan sólo un par de años atrás- creo
conveniente reparar en la inaptitud de la nominación existente para provocar un
cambio real y sustantivo en la lectura de los artículos que comprende, toda vez
que así parece mantenerse la cuestión de acuerdo a los criterios patrimoniales
59
op. Cit. Artículo 19 número 2.
60
Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Texto
promulgatorio, decreto Nº 789, D.O. Nº 33.542 de 09 de Diciembre de 1989.
que inspiraron la legislación precedente; es decir, los conceptos clásicos o
tradicionales de obligación y derechos subjetivos61 .
61
“ Los derechos que les asisten a los padres y que el ordenamiento jurídico les reconoce, no se
garantizan en su interés propio, sino que en el del hijo, de allí que suela hablarse de “Derechos-
Funciones”, o de “Facultades que integran la autoridad de los padres en el interés primordial de los
hijos”. SCHMIDT HOTT, C. op. Cit. Pág. 5.
62
Como por ejemplo ocurre con la Teoría de la Imprevisión, en que, por el acaecimiento de un
hecho o circunstancia imprevisible, una de las partes resulta excesivamente gravada, cesando en
tal caso, la obligación de cumplir con su prestación, al menos en los términos que originalmente fue
convenida. Sin embargo, dicha teoría no goza de reconocimiento legal en nuestro ordenamiento
jurídico.
Ahora bien, como es lógico pensar y de acuerdo a lo establecido en la propia
Convención sobre los Derechos del Niño, el lugar ideal en que se ejercen los
aspectos relativos a la Relación Filial Personal, es el seno de la familia63 -en la que
conviven ambos progenitores con sus hijos- no es menos cierto que las
situaciones de conflicto, en que se hace necesario un orden legal claro y
coherente, tienen lugar precisamente cuando el mencionado grupo se
desestabiliza. Así, los asuntos relativos a la tuición, relación directa y regular,
cuidado personal de la crianza y educación u otros, son instituciones que en la
generalidad de los casos, se debaten por primera vez al momento de producirse
un quiebre al interior del grupo familiar64 .
63
Señala en su preámbulo que, “convencidos de que la familia, como grupo fundamental de la
sociedad y medio natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, y en particular
de los niños, debe recibir la protección y asistencia necesarias para poder asumir plenamente sus
responsabilidades dentro de la comunidad”. op. Cit.
64
“El presupuesto ideológico sobre el que se sustenta toda la regulación del tema, se basa en la
inestabilidad del conflicto, en la imposibilidad de los cónyuges de arribar por sí mismos a
soluciones para las crisis que atraviesan. Se garantiza por parte del sistema, que la solución a sus
dificultades les será provista por la ley a través de la decisión judicial”. POLAKIEWICZ, M. op. Cit.
Pág. 315.
65
En atención a que en el Código Civil no se ha dado una definición de lo que es FAMILIA, han
existido numerosas opiniones tendientes a acotar lo que debe entenderse por ésta; una
concepción restringida de familia, compartida por gran número de autores de Derecho Civil, la
acota al elemento de convivencia, de manera tal que en caso de producirse la separación entre los
padres, se produciría la desaparición del “elemento fundamental”, llegando incluso a señalarse,
que “esta desaparición genera por sí misma, la atenuación en el contralor de la educación, en el
respeto debido al otro cónyuge…hasta llegar al desentendimiento total y definitivo.- Si se trata del
Divorcio Vincular, desaparece lisa y llanamente la familia”. LÓPEZ DE CARRIL, J. “El Discurso
peyorativo y su influencia en la conservación de la tenencia o guarda de los hijos” Pág. 69.
Consultado En: POLAKIEWICZ, M. op. Cit. Pág. 297. De otra parte, la Corte Europea de Derechos
humanos se ha pronunciado específicamente en la materia, señalando que “el respeto a la vida
familiar asegurado por la Convención Europea de Derechos Humanos (Art. 8), no permite
distinguir entre familia legítima y familia natural, lo que además constituiría una discriminación
fundada en el nacimiento, violatoria de la Convención (Art. 14). Por ello, para permitir el desarrollo
normal de la vida familiar de una madre soltera y de su hijo, el Estado no debe establecer una
discriminación fundada en el nacimiento”. Consultado En: VELOSO, P. op. Cit. Pág. 21.
artículos pertinentes, pues, como luego de tanto insistir se concluye, los hijos de
padres separados o divorciados, tienen los mismos derechos que todos los niños y
la “especificidad de su situación no puede adquirir una envergadura tal, que
modifique o restrinja la plenitud de sus derechos, y especialmente el derecho a la
parentalidad, y a vivir en una familia66”.
A continuación pasaremos revista por las tres esferas que dan contenido a la
Relación Filial Personal, deteniéndonos en cada una de ellas con objeto de
comentar en qué medida y de qué forma se relacionan con el contenido del Orden
Público Familiar.
Este deber se encuentra consagrado en el artículo 222 del Código Civil, con el que
se da comienzo al título de la Relación Filial Personal.
Respecto a lo que interesa al objeto de esta memoria, cabe anotar que, en dicho
artículo, se materializan al menos dos de los principios enumerados como
integrantes del orden público familiar, a saber;
66
POLAKIEWICZ, M. Ibídem.
- Asimismo, es pertinente anotar que con la modificación introducida por
la Ley 19.585, se consagra este deber de los hijos respecto del padre y
de la madre, en igualdad de condiciones derogándose el antiguo artículo
219 que señalaba que los hijos estaban esencialmente sometidos al
padre. Con esto se concretiza el principio de igualdad ante la Ley del
artículo 19 número 2 de la Constitución, además de cumplirse con el
artículo 16 Nº 1 de la Convención sobre la Eliminación de todas las
formas de Discriminación contra la Mujer, que prescribe que los Estados
Partes - caso de Chile - adoptarán todas las medidas adecuadas para
eliminar la discriminación contra la mujer en todos los asuntos
relacionados con el matrimonio y las relaciones familiares (…).
Este deber se encuentra contemplado, bajo tres hipótesis, en el artículo 223 del
Código Civil: (i) en su ancianidad, (ii) en estado de demencia y (iii) en todas las
circunstancia de la vida en que necesitaren de sus auxilios. Luego, de acuerdo al
inciso segundo del citado artículo, el deber señalado se hace extensible a todos
los demás ascendientes, en caso de inexistencia o insuficiencia de los inmediatos
descendientes. Cesa el deber respecto del hijo que, en términos del artículo 324
del Código, haya sido abandonado en su infancia, cuando la filiación haya debido
ser establecida por medio de sentencia judicial contra su oposición (la del
progenitor).
Hay que tener presente que, como se dijo, el origen de los mismos se encuentra
determinado en atención a la calidad de progenitores o ascendientes y no de su
pertenencia al grupo familiar, de manera tal que la discusión acerca de lo que se
entiende por familia y la existencia o no de convivencia, es una cuestión que no
tiene relevancia para la vigencia de los deberes que se señalan.
67
FUEYO LANERI, F. Derecho Civil, Tomo Sexto, Derecho de Familia, Vol 1, Santiago, Imp y Lito.
Universo S.A., 1959, Pág. 346. Consultado En: SCHIMDT HOTT, C. op. Cit. Pág. 6.
68
Artículo 3, número 2: Los Estados Partes se comprometen a asegurar al niño la protección y el
cuidado que sean necesarios para su bienestar, teniendo en cuenta los derechos y deberes de sus
padres, tutores u otras personas responsables de él ante la ley y, con ese fin, tomarán todas las
medidas legislativas y administrativas adecuadas.
declaraciones públicas o privadas, en las que se hace equivalente el mencionado
deber con lo que tradicionalmente se ha llamado tuición o cuidado personal.
El tema se encuentra regulado en los artículos 224 y siguientes del Código Civil,
estableciéndose como regla general, caso en que los padres e hijos convivan, que
este deber corresponderá a ambos de consuno.
Además, cabe citar como sustento normativo de tal afirmación, cual es, el artículo
9 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que establece el derecho de los
hijos a no ser separados de sus padres; esto en relación con el artículo 2 que
prescribe la obligación de respetar los derechos consagrados en la Convención,
con independencia a la condición en que sus padres se encuentren.
69
POLAKIEWICZ, M. op. Cit., Pág. 298.
Con respecto al artículo 225, conviene hacer un tratamiento separado, toda vez
que los términos, razonamientos y criterios que el legislador utilizó en la redacción
del mismo, dan origen a una multiplicidad de dificultades, todas ellas de relevancia
constitucional.
70
En el mensaje con que se presenta al Congreso Nacional, el proyecto de reforma que da lugar a
la nueva Ley de Filiación, luego de señalarse la necesidad de incorporar a la patria potestad, el
contenido propio de la relación filial personal, en el punto 5.4 se declara: “se deja establecida una
cuestión que por evidente a veces se olvida, cual es que la patria potestad no se ejerce en interés
de los padres, si no en beneficio de los hijos, a quienes en más de una ocasión el juez tendrá que
oír, si poseen suficiente discernimiento”. Consultado En: Mensaje de S.E. el Presidente de la
República que Modifica el Código Civil y otros cuerpos legales en materia de Filiación (Boletín
número 1060-07) correspondiente a la 25 sesión ordinaria del Congreso, de fecha 10 de Agosto de
1993.
La crianza es un deber de los progenitores, cuyo beneficiario es el hijo, siendo
plausible sostener que este último tiene un derecho a este respecto. Pues bien, las
condiciones en que los primeros han decidido o han podido mantener su
respectiva relación, no guarda correspondencia con la que, a su vez, deben a los
hijos. En este orden de cosas, no podría ejercerse legítimamente el derecho que,
de acuerdo al mencionado artículo, corresponde a la atribución legal que se
realiza a la madre, si esto significa la exclusión del padre, como viene
ocurriendo71.
71
“…cabe una consideración respecto del significado propio de la atribución de la tenencia a uno
de los progenitores, como atribución de una facultad o poder a uno de ellos en detrimento del otro
(…) La atribución unipersonal de la tenencia, implica la atribución de una cuota de poder en lo
relacionado con la parentalidad, que representa una compensación a la cuota de poder económico
que conserva generalmente aquel de los padres que no convive con el hijo (…) el progenitor a
quien se ha atribuido la tenencia, comienza a apoderarse de los hijos y el otro a apartarse del
ejercicio cotidiano de la parentalidad, y a apoderarse del control del dinero” POLAKIEWICZ, M. op.
Cit. Pág. 300. De tal comentario pueden extraerse los problemas que surgen de la atribución
unilateral de los derechos relacionados con el cuidado personal; por de pronto, los relacionados
con la perspectiva equivocada que ubica a los progenitores, y no a los hijos, como centro del
asunto y además, la falta de consideración de los hijos como sujetos de Derecho, relegándolos a
las consecuencias que resulten de la forma en que se encuentra estructurada la familia y las
decisiones que los padres tomen a su respecto, pasando por alto los derechos que de acuerdo a la
Convención les corresponden.
prima facie de la madre como progenitor idóneo para la convivencia con el hijo,
responde a criterios tradicionalistas, relacionados con la consideración del padre
como sujeto encargado del sustento económico de la familia y aquella de las
labores domésticas, cuestión que además de alejarse de la realidad, nada tiene
que ver con los deberes que corresponden a la crianza, cuyo alcance es
inmensamente superior que los domésticos o de sustento, aunque comprende
ambos.
En este escenario, lo recomendable sería que la lectura del artículo 225 sea
restringida, interpretándose que el cuidado personal y tuición a la que éste se
refiere se limita exclusivamente a la unidad de domicilio, alcance que, según
veremos, está asimismo sujeto a cuestionamiento. Luego, de conformidad con el
mismo y producida la separación de los progenitores, en principio, el hijo debe
permanecer en el domicilio materno, siguiendo plenamente vigente su derecho a
ser criado por ambos padres y el deber de éstos en ese sentido.
Con lo anterior se está velando por la coparentalidad que expresamente se
encuentra reconocida como derecho de los niños, de conformidad con el artículo
séptimo de la Convención.
La mencionada regla admite sólo dos excepciones, a saber; (i) si el hijo sólo ha
sido reconocido por uno de los progenitores, sólo a éste corresponde y (ii) el caso
del hijo de filiación indeterminada, en que el cuidado personal de la educación
corresponde a la persona designada por el juez.
Con respecto a los hijos, cabe señalar que en las normas citadas, se plasma en la
ley, el derecho esencial que, de acuerdo al artículo 28 número 1 de la Convención
sobre los Derechos del Niño, tienen aquellos a recibir educación, cuestión a la que
Chile se encuentra obligado en virtud del artículo 5 inciso 2 de la Constitución.
Asimismo, y por los términos en que ha sido redactada, se verifica en la misma, la
igualdad entre los hijos; una vez que ha sido determinada la filiación, todos ellos
gozan del derecho a recibir educación.
Además, puede anotarse que, de conformidad con el artículo 230 del Código Civil,
en caso que el hijo tuviera bienes propios y siendo necesario, por ausencia o
insuficiencia de sus progenitores, los gastos relativos a la educación podrán
solventarse con esos bienes, sólo en lo que fuera preciso y así procurar que se
mantenga, en lo posible, la integridad de su capital. Finalmente y en el caso de
carencia de bienes del hijo, además de la ausencia o insuficiencia de los
progenitores, según la modificación introducida por la Ley número 19.741
publicada en Julio de 2001 al artículo 232 del Código Civil, podrá demandarse el
cumplimiento del mencionado deber a los abuelos, pasando en primer lugar a
aquellos de la línea del padre o la madre que no provee; y en subsidio de éstos a
los abuelos de la otra línea, sin que sea pertinente en cualquier caso, distinguir si
la filiación del hijo ha sido matrimonial o extramatrimonial; en ambos casos, el
parentesco se genera sin distinción.
El mencionado deber se encuentra regulado en los artículos 231 y 233 del Código
Civil, que establecen al respecto, la forma en que se realiza la contribución
económica al mismo.
74
Fallo publicado en Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XLVIII, sección segunda, Pág.
79. Consultado En: SCHMIDT HOTT, C. op. Cit. Pág. 8.
De acuerdo al objeto de esta memoria, no es pertinente detenerse en el análisis
del deber en comento, no obstante ser conveniente señalar algunas
consideraciones. La primera de ellas es que dicha institución no se encuentra
consagrada en Derecho Comparado. Además cabe advertir que en consideración
a la naturaleza del deber y la circunstancia de que eventualmente serán titulares o
beneficiarios del mismo, hijos incluso mayores de 28 años de edad, no se aviene
con la realidad de nuestra sociedad ni con el objeto que persiguen los estatutos de
protección que han sido consagrados, tanto a nivel de Derecho Internacional como
de Derecho Interno, respecto de los niños o hijos75.
Terminando con los deberes relativos a la relación filial personal, cabe destacar lo
señalado en el artículo 241 del Código Civil según el cual, y para cuando el hijo se
encontrare en urgente estado de necesidad, dada la ausencia o insuficiencia de
sus padres, se presumirá la autorización de aquellos para la suministración que le
hagan, por cualquier persona en razón de alimentos, habida consideración de su
posición social; agregado final que importa una discriminación injusta y arbitraria
en contra de los hijos que representan aquella parte de la sociedad de precaria
existencia material. Insistimos en la necesidad de dar lectura a los asuntos
relativos a la materia, desde la perspectiva de los hijos, de los derechos que éstos
gozan en su calidad de personas, y en la existencia de deberes a su respecto, con
independencia a factores tales como su sexo, existencia material o posición social,
pues se trata de una materia cuya vigencia y aplicación resulta ser el mínimo
exigible para el reconocimiento de aquellos como sujetos de Derecho, de manera
tal que, aunque resultaren discutibles los términos en que se determine el
cumplimiento de estos deberes a terceros distintos de aquellos que por mandato
legal tienen el deber de contribuir, si puede exigirse al legislador, que evite la
utilización de expresiones tales como la posición social o la existencia material del
niño, cuestión reprochable no sólo desde un punto de vista moral, si no además, a
la luz de las Convenciones ratificadas y vigentes en Chile y los derechos
constitucionales relativos a la materia.
75
SCHMIDT HOTT, C. Ibidem.
Finalmente, quiero referirme al artículo 240 del Código Civil, que representa, de
manera extrema, la falta de entendimiento del legislador en la materia.
76
ÁLVAREZ CID, C. “Derechos y Obligaciones entre Padres e Hijos , en particular de la Autoridad
Paterna”, En: Revista de Derecho, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de
Concepción, Nº 204, Año LXVI, Julio - Diciembre 1998. Consultado En: SCHMIDT HOTT, C. Ob.
cit. Pág. 11, nota al pie número 28.
educados por sus padres, salvo que sea necesaria la separación en virtud de su
propio interés, cuestión que nada tiene que ver con el pago que se establece
como condición en el citado artículo.
Además cabe destacar que la redacción del artículo 240 nos señala que, el juez
sólo concederá la autorización si estima, por razones graves, que es de
conveniencia para el hijo, con lo cual parece establecer una suerte de presunción
legal, de que resulta conveniente para el hijo el mantenimiento del status quo, es
decir, la separación. Dicha presunción deberá ser desvirtuada por los padres en el
curso del proceso. Por el contrario, estimo que lo correcto sería que el legislador
hubiera reconocido y partido del supuesto que lo conveniente es la crianza y
educación de los hijos realizada por sus respectivos padres, así ha sido entendido
en la Convención sobre los Derechos del Niño en el citado artículo 9 y en
consecuencia, será el tercero, quien deberá acreditar lo contrario. Luego, la
redacción debiese señalar que el juez no concederá tal autorización, en caso que
estimare que la misma fuera inconveniente o contraria al interés superior del
niño77.
77
En efecto el artículo 53 del Proyecto de Ley de Protección de derechos de la Infancia y la
Adolescencia establece en el número cuatro que debe reemplazarse el artículo 240 del Código
Civil por el siguiente: Artículo 240: Si el hijo abandonado por sus padres hubiere sido alimentado y
criado por otra persona y quisieran éstos recuperar el cuidado personal, deberán ser autorizados
por el juez para hacerlo, el que en su resolución determinará la forma y plazo en que se producirá
la entrega. El juez sólo negará la autorización si estima, por razones graves, que es de
conveniencia para el interés superior del hijo. La persona que lo hubiera alimentado o criado podrá
solicitar al juez, en el mismo procedimiento, la tasación y reintegro de los gastos de crianza y
educación en que hubiese incurrido. El no pago de dichos gastos, en ningún caso, impedirá la
entrega del niño a sus padres. El sólo hecho de haber confiado el cuidado del menor de edad a
terceros, no constituye abandono para los efectos de lo dispuesto en este artículo." Cuestión que
como se observa tiende a cautelar los derechos y garantías que en estas páginas comentamos se
verían vulnerador por la disposición actualmente vigente.
Este tema guarda relación con los derechos o facultades que tienen los padres
respecto de sus hijos, pero entendidos éstos no en el sentido clásico de derechos
subjetivos, sino en cambio, sujetándolos a una realidad existencial (los hijos) en la
que los titulares no son el centro de la relación. Es por aquello que a la expresión
derechos, señalada en el título, se le agrega el carácter de funciones,
estableciéndose así un vínculo normativo entre el ejercicio de los mismos y la
necesidad de dar cumplimiento a los deberes y límites que les son inherentes, no
siendo posible un ejercicio legítimo de ellos sin la satisfacción de estos últimos.
Según vimos en el apartado relativo al deber de los padres de educar a sus hijos,
el artículo 236, señala que éste constituye no sólo un deber sino además un
derecho para aquellos. En lo que respecta al deber, creo haber dicho suficiente en
su momento, sin embargo he reservado para este acápite algunas
consideraciones relativas al derecho en comento.
Habiéndose establecido que el deber a la educación es un mandato que recae
sobre los progenitores, es difícil estructurar una idea que tienda a su consideración
como derecho o facultad. Sin embargo, el aspecto al que se refiere este derecho,
no tiene que ver con la decisión de dar o no educación a los hijos, sino con el
contenido de ésta, siendo en consecuencia, pertinente señalar que el mencionado
derecho se refiere a la dirección de la educación, como acertadamente se propone
en el título.
Luego, de lo que trata esta materia, es de los límites y sentido que el constituyente
y legislador han considerado debe circunscribirse el contenido de la educación que
los padres otorguen a sus respectivos hijos. Tal como hemos venido diciendo, en
virtud del artículo 5 de la Constitución debe además, considerarse lo que al
respecto se establece en los instrumentos internacionales que versan sobre la
materia.
Con todo esto, puede señalarse que el derecho al que este apartado se refiere, es
de ejercicio limitado en cuanto a su contenido; los padres podrán tomar decisiones
acerca de la orientación que estimen conveniente respecto a la educación de sus
hijos pero sujetos a la condición de satisfacer las exigencias sustantivas mínimas
señaladas con anterioridad. El ejercicio legítimo de este derecho, no podrá
efectuarse por ejemplo, en contradicción del interés superior del hijo, de manera
tal que cualquier acto de educación que tuviera por consecuencia una vulneración
de derechos constitucionalmente reconocidos a los mismos, no podría justificarse
en aquél, pues en tal circunstancia estaría ejerciéndose ilegítimamente.
Además es pertinente señalar que cuando sea necesario para el bienestar del hijo,
los padres podrán solicitar al tribunal que determine sobre la vida futura de aquél,
hasta que cumpla los 18 años de edad, cuestión que de conformidad con el
artículo 8 número 7 de la Ley de Tribunales de Familia, será competencia de esos
tribunales y que relacionada con el artículo 242 del Código Civil, deberán tener en
cuenta en sus resoluciones el interés superior del hijo y sus opiniones, en función
de su edad y madurez; además, debe tenerse en cuenta, el artículo 16 de la Ley
de Tribunales de Familia, en cuanto comprende el derecho del niño a ser oído,
materializando así, derechos constitucionales que a éste le corresponden de
acuerdo hemos venido afirmando.
78
En sentencia de la Cuarta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, no obstante tratarse el
tema con amplitud de pensamiento y orientación doctrinaria de avanzada, al menos en cuanto a la
tuición convencional y la consideración del interés superior del niño como principio rector, se
confunden los términos que corresponden al cuidado personal de la crianza con la tuición, cuestión
que es debatida en el caso. No obstante que tanto el cuidado personal de la crianza, como la
tuición tienen su fuente legal en el artículo 224, se trata de dos instituciones que deben
distinguirse, tanto en sus fundamentos como en sus efectos; es dable exigir que al momento de
referirse a ellos, el juzgador tenga en cuenta las respectivas diferencias. En el caso, se señala
“respecto de la tuición, el legislador consideró, primeramente, como criterio relevante y decisorio, la
voluntad o autonomía de los padres para adoptar las resoluciones a este respecto. Subyace a la
norma jurídica la consideración, prima facie, de que son los padres los que están en mejor
situación para adoptar las decisiones que permitan asegurar la mayor realización espiritual y
material posible del menor, así como asegurar el ejercicio - al hijo - de sus derechos esenciales
como se dijo, para un coherente entendimiento de la materia, es que debemos
acotar la expresión tuición o cuidado personal (sin apellido) a la unidad de
residencia o domicilio, sin que esto tenga que ver con la crianza.
Luego y de acuerdo a los términos en que se regula la materia en los artículos 225
a 228 del Código Civil, es pertinente realizar algunos comentarios en orden a la
constitucionalidad de los mismos.
80
Convención Americana sobre Derechos Humanos denominada Pacto de San José de Costa
Rica. Texto promulgatorio, decreto N1 873, D.O. Nº 33.860 de 5 de Enero de 1991. Artículo 17
número 4.
81
Artículo 16 número 1.
Luego, cabe tener presente lo señalado por el profesor Enrique Barros, quien al
respecto sostiene que en el evento de producirse la separación entre los
progenitores, surge la posibilidad que el niño pase a ser usado como objeto en la
negociación que, como consecuencia, ellos debieron establecer82. Con lo cual se
produce un desconocimiento a la calidad de sujeto de Derecho del niño,
vulnerando así, una vez más, el interés superior del niño, principio rector en la
materia.
Todo esto resulta aún más preocupante si consideramos las razones que tuvo el
legislador para seguir la opción por dicha atribución; de acuerdo ha sido
consignado en el Informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y
Reglamento del Senado de 20 de Noviembre de 1996, “la radicación legal del
cuidado de los hijos, si no hay acuerdo, evita numerosas dificultades y responde a
la práctica que demuestra que lo más frecuente es que sea la madre la que la
asuma cuando los padres no viven juntos”, argumento que viene a identificar lo
bueno con lo natural, o lo normal, hipótesis constitutiva de la falacia naturalista,
que consiste en deducir conclusiones prácticas normativas o valorativas a partir de
premisas que contienen sólo información acerca de hechos83 84.
82
BARROS BOURIE, E. op. Cit. Pág. 47 - 48.
83
“En efecto, la evidencia empírica no es ni con mucho concluyente respecto de la conveniencia de
otorgar siempre la tuición a la madre. Aunque lo usual es que la madre sea aquél de los padres
que pretenda la tuición, cada vez más padres quisieran ejercerla. Y como ha mostrado un estudio
norteamericano; pese a la creencia popular, la investigación desarrollada en las dos últimas
décadas sugiere que el hecho de vivir con la madre puede no siempre ir en beneficio de los hijos.
Pareciera que a los hijos les va mejor al vivir con el progenitor del mismo sexo tras la
separación”.BARROS BOURIE, E. op. Cit. Pág. 47, citando a EDWARD W. Beal y HOCHMAN,
Gloria, en Los Hijos del Divorcio en la Adultez, Estudios Públicos 57.
84
Consultado En: Recurso Electrónico; Wikipedia, la Enciclopedia Libre;
http://es.wikipedia.org/wiki/Falacia_naturalista
Sin duda que una regla como la señalada es discutible desde el punto de vista del
interés superior del niño; pareciera ocuparse primeramente de la consagración de
un derecho subjetivo en favor de la madre cuyo objeto es el hijo y no del derecho
que corresponde a éste de acuerdo a su conveniencia e interés, como
artificialmente propone la norma.
85
El acuerdo debe realizarse mediante escritura pública, o acta extendida ante cualquier oficial del
Registro Civil, subinscrita al margen de la inscripción de nacimiento del hijo dentro de los 30 días
siguientes a su otorgamiento. El mismo es revocable, cumpliendo las mismas solemnidades. (Art.
225 inc. 2 del Código Civil).
En todo caso hay que advertir algunos problemas que pueden presentarse en
atención a la forma en que se realiza el acuerdo en comento; según se señala en
la ley, los sujetos que participan del acuerdo son exclusivamente los progenitores,
siendo así desplazados los hijos en cuanto al ejercicio del derecho a participar que
le corresponde en asuntos en que su interés se encuentre comprometido, de
conformidad al artículo 12 número 1 de la Convención sobre los Derechos del
Niño.
86
SCHMIDT HOTT, C. op. Cit. Pág 18.
A pesar de lo anterior, parece ser ésta la forma en que el legislador debiese haber
dado curso al tema relativo a la tuición de los hijos; el grupo familiar, con
participación del hijo, es el que está en mejor condiciones de establecer la forma
en que se satisfagan sus intereses y en consecuencia debiera haberse
establecido, como primera alternativa, el acuerdo familiar para la determinación de
la tuición, siendo pertinente al caso, una intervención judicial de manera tal que el
juez participe refrendadando lo acordado y así velar por el ejercicio efectivo de los
derechos que al niño y los padres correspondan, en particular, en aquellos
aspectos en que por su posición puedan verse perjudicados. Lamentablemente
este acuerdo refrendado no fue tenido en cuenta por el legislador, quizás con la
intención de evitar la intromisión de terceros en la relaciones de familia, cuyo
contenido altamente singular y privado, no parece dar lugar a la participación de
terceros, como es el caso de los jueces; sin embargo estos últimos sólo
participarían en la dimensión correspondiente al efectivo ejercicio de los derechos
de los intervinientes en el acuerdo, cuestión que se corresponde absolutamente
con su rol, de acuerdo al mandato constitucional que sobre ellos recae87.
Tal como se señaló, existe un caso en que el juez podrá entregar el cuidado
personal del niño al otro progenitor, desvirtuando con esto la regla general, o lo
que los padres hayan acordado de acuerdo al inciso segundo del artículo 225,
siendo aquél en que el interés del hijo lo haga indispensable.
87
“En la especie no estamos exclusivamente ante mayores y capaces que, sin afectar a terceros,
deciden libremente (…) a la inversa, se visualiza la proyección directa que esos acuerdos tienen en
otros sujetos - los niños - que , paradójicamente, son los que se encuentran ausentes y
marginados (…) la labor judicial (…) importará una oportuna intervención para mantener la
privacidad familiar en todos los niveles, sin que se vulnere la dignidad de ningún sujeto
involucrado; pues nadie puede invocar su propia privacidad mientras -a la par- lesiona la intimidad
y la dignidad de otro, en nuestro caso, el niño”. SCHMIDT HOTT, C. op. Cit. Pág. 19, nota al pie
número 62.
Me parece que una correcta lectura de los artículos que se refieren a la materia,
estos son, el artículo 225, 226 y 238 del Código Civil, nos debe llevar a la
conclusión que la causa que faculta al juez para entregar la tuición del hijo al otro
progenitor, es genérica y siempre debe remitirse a la circunstancia de verse
comprometido el interés superior del niño, de manera tal que el maltrato, descuido,
abandono y la inhabilidad física o moral de los padres, son causales sólo
enunciativas y deben aplicarse en relación a dicho interés, pudiendo además, a
partir de la expresión otra causa calificada, otorgada por el legislador, dar lugar a
la atribución judicial de la tuición, por una causa que no sea de aquellas
expresamente contempladas en la ley.
Mención aparte merece el artículo 228 del Código Civil, que nos recuerda una vez
más, aunque esta vez quizás de la forma más dramática, la incoherencia e
inconstitucionalidad presente en alguna de las normas que regulan los distintos
aspectos de la relación filial en Derecho Interno. La citada norma, dispone que la
persona casada a quien corresponde el cuidado personal del hijo, que no ha
nacido de ese matrimonio, sólo podrá tenerlo en el hogar común, con el
consentimiento de su cónyuge. Cuestión que va en abierta contradicción no sólo
con el espíritu que inspira la reforma legal en la materia, aunque, como se dijo, en
muchas oportunidades sólo lo haya hecho artificialmente, sino además con
normas de carácter internacional que en virtud del artículo 5 inciso 2 de la
Constitución tienen rango constitucional en Chile, por ser de contenido
profundamente ligado con los derechos fundamentales establecido en la Carta
Magna.
Por los términos en que ha sido redactada, claro está, que lo que hace es
establecer un derecho en favor del cónyuge que no sea padre del niño, para que
éste, en el evento que fuese de su gusto, sin que sea necesario justificar causa,
ordene la salida del niño, hijo del otro cónyuge, del hogar común o bien, la salida
de ambos. El mayor problema se presenta en la primera hipótesis, pues será en
aquél, en el que la persona que tenga a su cargo el cuidado personal del hijo,
deber que vamos a entender se refiere exclusivamente a la unidad de domicilio, va
a incumplir con el mismo, cuestión que el legislador pareciera permitir sin más.
En primer lugar y como se dijo, el derecho que tiene el niño a ser tratado como
sujeto de Derecho, digno y merecedor de respeto y tutela jurídica. En ese sentido,
es manifiesto que el artículo 228 importa un atentado contra la dignidad del niño,
88
Peor es el caso, si tenemos presente que ha sido derogado el antiguo artículo 46 de la Ley de
Menores, “si al cónyuge a quién correspondía la tuición del menor, había contraído nuevo
matrimonio, el juez podría alterar esas reglas, atendida la conveniencia del menor y conceder la
tuición al otro, siempre que éste no se hubiere encontrado en la misma situación ni le hubiere
afectado alguna inhabilidad. Es así como la nueva normativa se aleja de la solución que daba
nuestro ordenamiento jurídico, que, por cierto, consideraba la opinión del menor” SCHMIDT HOTT,
C. op. Cit. Pág 23.
que nada tiene que ver con los problemas que dieron origen a la disolución del
vínculo existente entre sus padres, siendo considerado un objeto, una carga para
el progenitor que tuviera a su cargo el cuidado personal, llevando dicha condición
al extremo de autorizarse el desprendimiento de su persona, cuestión que a todas
luces resulta atentatoria contra su interés.
89
Mensaje 309-352. op. Cit. Artículo 53.
90
El alcance que corresponde a la Ley de Menores no es el de una transformación del estatus
jurídico de los niños, niñas y adolescentes, sino que más bien responde a problemas bastante
específicos; esta nueva ley no implicó cambios de importancia en las leyes del período anterior,
salvo algunas modificaciones puntuales como la derogación del artículo 233 del Código Civil que
contemplaba la facultad del padre de imponer la detención del hijo o de elegir su estado y profesión
futura. El punto de mayor innovación está dado por la creación de un tribunal de menores, como
depositario del patronato estatal. Es decir, el Estado, a través del juez, actúa como padre. En esa
línea, esta ley se ocupa principalmente de la “desviación social”, es decir, de los niños, niñas y
2.3.4. Relación Directa y Regular
adolescentes que escapan de la norma social. Consultado En: Mensaje 309-352. op. Cit.
por el contrario una cuestión de carácter trascendental en la que el padre o la
madre, con independencia al factor convivencia, cumplen con los deberes que les
corresponden en la crianza y la educación del hijo; en particular, en aquella parte
que trasciende a la contribución económica, determinada por su individualidad y
carácter irremplazable. Al respecto, son pertinentes y acertadas las palabras con
que Marta Polakiewicz entiende la materia, al señalarnos que ésta “no es otra
cosa que la adecuación del ejercicio de la parentalidad después de la ruptura
conyugal”, asunto de suyo, más amplio que las consecuencias fácticas de las
visitas, que en su propio nombre aluden a una cuestión rígida y esporádica.
En dicho contexto es que la facultad que tienen los padres para acordar acerca de
la frecuencia y libertad con que se ejerce este derecho, debe entenderse
condicionada a la satisfacción del interés superior de sus hijos, para lo que dicha
frecuencia y libertad han de ser suficientes; el legislador, cuando autoriza el
acuerdo entre los padres, se refiere a la forma en que se llevará a cabo el
cumplimiento del deber y no a la existencia del mismo, siendo contrario a Derecho,
el establecimiento de un acuerdo en que alguno de los progenitores quede exento
del deber de relacionarse con su hijo.
Sin embargo, cabe hacer presente la carencia de alguna forma de convalidación
judicial del acuerdo al que nos referimos, en la que se asegure el respeto de los
intereses y derechos de padres e hijos ante el quiebre de la convivencia, en
particular el derecho de los niños a ser oídos en los asuntos que los involucran,
inclusive en sede familiar, cuestión que no se encuentra contemplada en el
artículo 229 del Código Civil.
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Ley Nº 19.947, Establece Nueva Ley de Matrimonio Civil, publicada en el Diario Oficial de 17 de
Mayo del año 2004.
que respecta a los deberes y derechos correspondientes a la relación filial
personal, éstos se regirán por las normas del Código Civil (artículo 1) y además
que en las materias de familia, que sean resueltas de conformidad con las
disposiciones de la misma, deberá cuidarse proteger siempre el interés superior
de los hijos y del cónyuge más débil (artículo 3).
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El texto del citado artículo es el siguiente: “Artículo 43.- Derechos y obligaciones de los
padres. Cuando se decreten las medidas contempladas en las letras c), d) y e), del artículo 36, los
padres siempre conservarán el derecho y el deber establecido en el artículo 229 del Código Civil,
salvo que en la misma resolución se hubiere adoptado expresamente alguna de las medidas
previstas en las letras d) o e) del artículo 37. En todo caso, siempre conservará el deber de
contribuir a los gastos de educación, crianza y establecimiento de sus hijos e hijas”. No tiene
sentido la frase que hace referencia a las medidas contempladas en el artículo 36, toda vez que en
dicho artículo lo que se contemplan son causales que dan lugar a medidas y no estas últimas. En
efecto, las causales referidas guardan relación con el incumplimiento voluntario o negligente de las
obligaciones de protección de padres o personas responsables del cuidado personal de los hijos,
cuando ello comprometa su vida, integridad física o psíquica; casos de víctima de maltrato, abuso
o explotación sexual y falta de asistencia de atención de salud para proteger la vida e integridad
me parece debe realizarse- que, los padres siempre conservarán el derecho y el
deber establecido en el artículo 229 del Código Civil, aún en los casos -aunque no
en todos ellos- en que por la concurrencia de alguna causal que signifique la
necesidad de adoptar una medida de protección respecto de los hijos, los padres
han quedado privados de la tuición. Ahora bien, como se señala en la nota al pie
número noventa y uno, el tema carece de la precisión suficiente para ser
desarrollado en estas páginas, sin embargo, lo que se pretende destacar es la
voluntad del legislador, en la que se encuentra presente la idea de que la relación
que corresponde a los padres con sus hijos debe mantenerse vigente como regla
general y sólo se verá interrumpida en casos en que por causas calificadas e
insalvables, ésta se haga imposible o bien, cuando, en virtud del interés del niño,
dicha relación signifique un perjuicio para él mismo.
física del hijo. En ese orden de cosas, podría entenderse que las medidas a las que se refiere el
artículo 43 son las señaladas en el artículo 37 del proyecto; sin embargo, por la complejidad de la
materia y por referirse el artículo 43 sólo a algunas de las letras del artículo 36, sería esta última
una interpretación que rebasaría los límites de interpretativos, llegando derechamente al campo de
las suposiciones, cuestión que en mi opinión, excede las posibilidades tanto del lector del proyecto
como de los jueces que ante la aprobación definitiva del texto, deberán aplicarlo a casos concretos,
consecuencia de lo cual, debe mejorarse la redacción o corregir el error del artículo en comento.
CONCLUSIONES
Además de la misión de los tribunales de justicia en sede familiar que tiene que
ver con otorgar una solución justa a los problemas que se le presenten, debemos
destacar la necesidad de que ésta sea el resultado de una actuación diligente, de
manera tal que el tiempo que se ocupe en alcanzar esa solución, no sea óbice
para su efectividad. Ahora bien, en este punto, debe tenerse en cuenta que los
primero es la justicia; en la búsqueda de soluciones rápidas no puede perderse de
vista las soluciones justas. No sería entonces aceptable que, en determinados
procedimientos -como ocurría bajo el amparo del derogado artículo 48 bis de la
Ley 16.618- se obviara la participación de los niños en asuntos en que su interés
se encontrara involucrado. Se requiere una jurisdicción especializada, con un
número de juzgados y jueces suficientes, con equipos técnicos de asistencia
interdisciplinaria, con dotaciones materiales y humanas suficientes, todos ellos
capaces de cumplir con los plazos establecidos y necesarios para la obtención de
una solución justa, tanto en la teoría como en la práctica.
Luego, puede concluirse que para lo que respecta a la materia de que trata
este trabajo, estamos en presencia de un desafío que por su propia naturaleza se
vuelve inagotable, cuya necesidad de actualización es permanente en el tiempo y
respecto del cual es fundamental un tratamiento sistemático y coherente, lejano
por mucho a lo que hoy día puede observarse en sede familiar.
BIBLIOGRAFÍA
CONGRESOS Y COMISIONES