Velocidad de La Luz
Velocidad de La Luz
Velocidad de La Luz
Hasta tiempos relativamente recientes, la velocidad de la luz fue un tema sujeto a grandes
conjeturas. Empédocles creía que la luz era algo en movimiento, y que por lo tanto en su viaje
tenía que transcurrir algún tiempo.
Por el contrario, Aristóteles creía que «la luz está sujeta a la presencia de algo, pero no es el
movimiento». Además, si la luz tiene una velocidad finita, esta tenía que ser inmensa. Aristóteles
afirmó: «La tensión sobre nuestro poder de creencias es demasiado grande para creer esto».[cita
requerida]
Una de las teorías antiguas de la visión es que la luz es emitida por el ojo, en lugar de ser generada
por una fuente y reflejada en el ojo. En esta teoría, Herón de Alejandría adelantó el argumento de
que la velocidad de la luz debería ser infinita, ya que cuando uno abre los ojos objetos distantes
como las estrellas aparecen inmediatamente.
Islam
Los filósofos islámicos Avicena y Alhacén creían que la luz tenía una velocidad finita, aunque en
este punto otros filósofos convinieron con Aristóteles.[cita requerida]
Hinduismo
La escuela Ayran de filosofía en la antigua India también mantuvo que la velocidad de la luz era
finita.[cita requerida]
Europa
Johannes Kepler creía que la velocidad de la luz era finita ya que el espacio vacío no representa un
obstáculo para ella. Francis Bacon argumentó que la velocidad de la luz no es necesariamente
finita, ya que algo puede viajar tan rápido como para ser percibido.
René Descartes argumentó que si la velocidad de la luz era finita, el Sol, la Tierra y la Luna estarían
perceptiblemente fuera de alineación durante un eclipse lunar. Debido a que tal desalineación no
se ha observado, Descartes concluyó que la velocidad de la luz es infinita. De hecho, Descartes
estaba convencido de que si la velocidad de la luz era finita, todo su sistema de filosofía sería
refutado. 28
Primeros intentos
Primeras mediciones
En 1676 Ole Rømer realizó la primera estimación cuantitativa de la velocidad de la luz estudiando
el movimiento del satélite Ío de Júpiter con un telescopio. Es posible medir el tiempo de la
revolución de Ío debido a sus movimientos de entrada y salida en la sombra arrojada por Júpiter
en intervalos regulares. Rømer observó que Ío gira alrededor de Júpiter cada 42.5 h cuando la
Tierra esta más cerca de Júpiter. También observó que, cuando la Tierra y Júpiter se mueven
separándose, la salida de Ío fuera de la proyección de la sombra comenzaba progresivamente más
tarde de lo predicho. Las observaciones detalladas mostraban que estas señales de salida
necesitaban más tiempo en llegar a la Tierra, ya que la Tierra y Júpiter se separaban cada vez más.
De este modo el tiempo extra utilizado por la luz para llegar a la Tierra podía utilizarse para
deducir la rapidez de esta. Seis meses después, las entradas de Ío en la proyección de la sombra se
adelantaban, ya que la Tierra y Júpiter se acercaban uno a otro. Con base a estas observaciones,
Rømer estimó que la luz tardaría 22 min en cruzar el diámetro de la órbita de la Tierra (es decir, el
doble de la unidad astronómica); las estimaciones modernas se acercan más a la cifra de 16 min y
40 s.
Alrededor de la misma época, la unidad astronómica (radio de la órbita de la Tierra alrededor del
Sol) se estimaba en cerca de 140 millones de km. Este dato y la estimación del tiempo de Rømer
fueron combinados por Christian Huygens, quien consideró que la velocidad de la luz era cercana a
1000 diámetros de la Tierra por minuto, es decir, unos 220 000 km/s, muy por debajo del valor
actualmente aceptado, pero mucho más rápido que cualquier otro fenómeno físico entonces
conocido.
Isaac Newton también aceptó el concepto de velocidad finita. En su libro Opticks expone el valor
más preciso de 16 minutos para que la luz recorra el diámetro de la órbita terrestre,[cita
requerida] valor que al parecer dedujo por sí mismo (se desconoce si fue a partir de los datos de
Rømer o de alguna otra manera).
El mismo efecto fue subsecuentemente observado por Rømer en un punto en rotación con la
superficie de Júpiter. Observaciones posteriores también mostraron el mismo efecto con las otras
tres lunas Galileanas, en las que era más difícil de observar al estar estos satélites más alejados de
Júpiter y proyectar sombras menores sobre el planeta.
Aunque por medio de estas observaciones la velocidad finita de la luz no fue establecida para la
satisfacción de todos (notablemente Jean-Dominique Cassini), después de las observaciones de
James Bradley (1728), la hipótesis de velocidad infinita se consideró totalmente desacreditada.
Bradley dedujo que la luz de las estrellas que llega sobre la Tierra parecería provenir en un ángulo
leve, que podría ser calculado al comparar la velocidad de la Tierra en su órbita con la velocidad de
la luz. Se observó esta llamada aberración de la luz, estimándose en 1/200 de un grado.
Bradley calculó la velocidad de la luz en alrededor de 298 000 km/s. Esta aproximación es
solamente un poco menor que el valor actualmente aceptado. El efecto de aberración fue
estudiado extensivamente en los siglos posteriores, notablemente por Friedrich Georg Wilhelm
Struve y Magnus Nyren.
Medidas directas
La segunda medida acertada de la velocidad de la luz, primera mediante un aparato terrestre, fue
realizada por Hippolyte Fizeau en 1849. El experimento de Fizeau era conceptualmente similar a
aquellos propuestos por Beeckman y Galileo. Un rayo de luz se dirigía a un espejo a cientos de
metros de distancia. En su trayecto desde la fuente hacia el espejo, el rayo pasaba a través de un
engranaje rotatorio. A cierto nivel de rotación, el rayo pasaría a través de un orificio en su camino
de salida y en otro en su camino de regreso. Pero en niveles ligeramente menores, el rayo se
proyectaría en uno de los dientes y no pasaría a través de la rueda. Conociendo la distancia hasta
el espejo, el número de dientes del engranaje y el índice de rotación, se podría calcular la
velocidad de la luz. Fizeau reportó la velocidad de la luz como 313 000 km/s. El método de Fizeau
fue refinado más tarde por Marie Alfred Cornu (1872) y Joseph Perrotin (1900), pero fue el físico
francés Léon Foucault quien más profundizó en la mejora del método de Fizeau al reemplazar el
engranaje por un espejo rotatorio. El valor estimado por Foucault, publicado en 1862, fue de 298
000 km/s. El método de Foucault también fue usado por Simon Newcomb y Albert Michelson,
quien comenzó su larga carrera replicando y mejorando este método.
En 1926, Michelson utilizó espejos rotatorios para medir el tiempo que tardaba la luz en hacer un
viaje de ida y vuelta entre la montaña Wilson y la montaña San Antonio en California. De las
mediciones cada vez más exactas, resultó una velocidad de 299 796 km/s.
Una cavidad con tres ondas en ella; hay un período y medio de longitud de onda en la parte
superior, una en el centro, y de media en la parte inferior.
Antes de la llegada de la tecnología láser, se utilizaron fuentes coherentes de radio para las
mediciones de interferometría de la velocidad de la luz. Sin embargo el método interferométrico
se vuelve menos preciso con longitudes de onda reducidas, y los experimentos fueron por tanto
limitados a la precisión de la longitud de onda larga (~ 0,4 cm ) de las ondas de radio. La precisión
puede ser mejorada mediante el uso de luz con una longitud de onda más corta, pero a
continuación, se hace difícil medir directamente su frecuencia. Una forma de evitar este problema
es comenzar con una señal de baja frecuencia (cuyo valor se puede medir con precisión), y a partir
de esta señal sintetizar progresivamente señales de frecuencias superiores, cuya frecuencia puede
entonces relacionarse con la señal original. La frecuencia de un láser se puede fijar con notable
precisión, y su longitud de onda se puede determinar entonces utilizando interferometría. Esta
técnica la desarrolló un grupo del National Bureau of Standards (NBS) (que más tarde se convirtió
en el NIST). Se utilizó en 1972 para medir la velocidad de la luz en el vacío con una incertidumbre
fraccionaria de 3,5 × 10-9.
Relatividad
Con base en el trabajo de James Clerk Maxwell, se sabe que la velocidad de la radiación
electromagnética es una constante definida por las propiedades electromagnéticas del vacío
(constante dieléctrica y permeabilidad).
En 1887, los físicos Albert Michelson y Edward Morley realizaron el influyente experimento
Michelson-Morley para medir la velocidad de la luz relativa al movimiento de la Tierra. La meta era
medir la velocidad de la Tierra a través del éter, el medio que se pensaba en ese entonces
necesario para la transmisión de la luz. Tal como se muestra en el diagrama del interferómetro de
Michelson, se utilizó un espejo con media cara plateada para dividir un rayo de luz monocromática
en dos rayos que viajaban en ángulos rectos uno respecto del otro. Después de abandonar la
división, cada rayo era reflejado de ida y vuelta entre los espejos en varias ocasiones (el mismo
número para cada rayo para dar una longitud de trayectoria larga pero igual; el experimento
Michelson-Morley actual usa más espejos) entonces una vez recombinados producen un patrón de
interferencia constructiva y destructiva.
Cualquier cambio menor en la velocidad de la luz en cada brazo del interferómetro cambiaría la
cantidad de tiempo utilizada en su tránsito, que sería observado como un cambio en el patrón de
interferencia. Durante los ensayos realizados, el experimento dio un resultado nulo.
Ernst Mach estuvo entre los primeros físicos que sugirieron que el resultado del experimento era
una refutación a la teoría del éter. El desarrollo en física teórica había comenzado a proveer una
teoría alternativa, la contracción de Lorentz, que explicaba el resultado nulo del experimento.
Es incierto si Einstein conocía los resultados de los experimentos de Michelson y Morley, pero su
resultado nulo contribuyó en gran medida a la aceptación de su teoría de relatividad. La teoría de
Einstein no requirió un elemento etérico sino que era completamente consistente con el resultado
nulo del experimento: el éter no existe y la velocidad de la luz es la misma en cada dirección. La
velocidad constante de la luz es uno de los postulados fundamentales (junto con el principio de
causalidad y la equivalencia de los marcos de inercia) de la relatividad especial
La historia de la velocidad del sonido
Después de la oscura Edad Media, Leonardo da Vinci retomó la idea de que el sonido se
desplazaba mediante ondas en el aire, pero nadie se planteo firmemente medir su
velocidad hasta Marin Mersenne . Éste matemático francés, a menudo llamado “el padre
de la acústica”, estuvo la mayor parte de su vida encontrando el sentido matemático de la
música. Por ello, en uno de sus muchos experimentos analizando los ecos del sonido,
intentó medir la velocidad del mismo aprovechándose del eco. Su método, pese a la
ausencia de un sistema de medición preciso, le permitió establecer una velocidad para el
sonido alejándose únicamente un 10%.
Varios fueron lo que lo intentaron después de Mersenne, pero todos los que se
aventuraron a medirlo del mismo modo que Mersenne dependían en exceso de la
capacidad de reacción de la persona que efectuaba la medición, por lo que sus resultados
tuvieron un margen de error similar.
En 1687, Isaac Newton publicaba su teoría del sonido en su libro Philosophiae Naturalis
Principia Mathematica. En ella exponía cómo la propagación del sonido a través de
cualquier fluido dependía únicamente de las propiedades físicas del propio fluido, tales
como la elasticidad y la densidad del mismo. De este modo Newton hizo la primera
aproximación teórica a la velocidad del sonido, el cuál difirió de la real en un 16%.
Henri-Victor Regnault
En 1864, el físico francés Henri-Victor Regnault diseñó un aparato para llevar a cabo la
primera medición automática de la velocidad del sonido. El aparato en cuestión consistía
en un cilindro giratorio revestido de papel sobre el que una pluma trazaba una línea. Ésta
pluma tenía una conexión eléctrica que provocaba que pudiera cambiar de posición en
función de si recibía corriente (la pluma se acercaba al papel) o no (la pluma se alejaba del
papel).
El circuito diseñado por Regnault tenía dos interruptores en paralelo. El primero de los
interruptores estaba conectado al rifle, comenzando el experimento cerrado, y el segundo
estaba conectado a un diafragma sensible al sonido, comenzando el experimento abierto.
De este modo, al comenzar el experimento la pluma pintaba sobre el cilindro, al disparar
el rifle la pluma se alejaba del cilindro, acercándose de nuevo una vez que el sonido
llegase al sensor, situado a varios cientos de metros de distancia.
Como Regnault conocía la velocidad a la que el cilindro giraba, así como el perímetro del
cilindro, tan sólo tuvo que medir el trecho que había dejado la pluma sin pintar,
consiguiendo aproximar la velocidad del sonido a 1200 km/h. Con esto, Regnault consiguió
la primera buena aproximación a la velocidad del sonido, alejándose tan sólo en un 3% de
la velocidad real, que a día de hoy, gracias a otros sistemas más complejos como el tubo
de Quincke, se puede determinar con gran precisión.
La caída libre
Ejemplos de caída libre deportiva los encontramos en actividades basadas en dejarse caer
una persona a través de la atmósfera sin sustentación alar ni de paracaídas durante un
cierto trayecto.12
En la física clásica, la fuerza gravitatoria que se ejerce sobre una masa es proporcional a la
intensidad del campo gravitatorio en la posición espacial donde se encuentre dicha masa.
La constante de proporcionalidad es precisamente el valor de la masa inercial del cuerpo,
tal y como establece el principio de equivalencia. En la física relativista, la gravedad es el
efecto que produce sobre las trayectorias de los cuerpos la curvatura del espacio-tiempo;
en este caso, la gravedad no es una fuerza, sino una geodésica. Por tanto, desde el punto
de vista de la física clásica, un sistema de referencia en caída libre es un sistema acelerado
por la fuerza de la gravedad y, como tal, es no inercial. Por el contrario, desde el punto de
vista de la física relativista, el mismo sistema de referencia es inercial, pues, aunque está
acelerado en el espacio, no está acelerado en el espacio-tiempo. La diferencia radica en la
propia definición de los conceptos geométricos y cinemáticos, que para cada marco
teórico son completamente diferentes.
Convención sobre los derechos del niño
Todos los derechos de los niños están recogidos en un tratado internacional que obliga a los
gobiernos a cumplirlos: la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). Es el tratado más
ratificado de la historia y los 195 Estados que la han ratificado tienen que rendir cuentas sobre su
cumplimiento al Comité de los Derechos del Niño.
Los 54 artículos que componen la Convención recogen los derechos económicos, sociales,
culturales, civiles y políticos de todos los niños. Su aplicación es obligación de los gobiernos, pero
también define las obligaciones y responsabilidades de otros agentes como los padres, profesores,
profesionales de la salud, investigadores y los propios niños y niñas.
El Comité de los Derechos del Niño está formado por 18 expertos en derechos de la infancia
procedentes de países y ordenamientos jurídicos diferentes.
La Convención sobre los Derechos del Niño tiene 3 protocolos que la complementan:
Preámbulo
Considerando que, de conformidad con los principios proclamados en la Carta de las Naciones
Unidas, la libertad, la justicia y la paz en el mundo se basan en el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana,
Teniendo presente que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los
derechos fundamentales del hombre y en la dignidad y el valor de la persona humana, y que han
decidido promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio
de la libertad,
Reconociendo que las Naciones Unidas han proclamado y acordado en la Declaración Universal de
Derechos Humanos y en los pactos internacionales de derechos humanos, que toda persona tiene
todos los derechos y libertades enunciados en ellos, sin distinción alguna, por motivos de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición,
Convencidos de que la familia, como grupo fundamental de la sociedad y medio natural para el
crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, y en particular de los niños, debe recibir la
protección y asistencia necesarias para poder asumir plenamente sus responsabilidades dentro de
la comunidad,
Reconociendo que el niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer
en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión,
Considerando que el niño debe estar plenamente preparado para una vida independiente en
sociedad y ser educado en el espíritu de los ideales proclamados en la Carta de las Naciones
Unidas y, en particular, en un espíritu de paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad,
Teniendo presente que la necesidad de proporcionar al niño una protección especial ha sido
enunciada en la Declaración de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño y en la Declaración
de los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General el 20 de noviembre de 1959, y
reconocida en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (en particular, en los artículos 23 y 24), en el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (en particular, en el artículo 10) y en los estatutos e
instrumentos pertinentes de los organismos especializados y de las organizaciones internacionales
que se interesan en el bienestar del niño,
Teniendo presente que, como se indica en la Declaración de los Derechos del Niño, "el niño, por su
falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida
protección legal, tanto antes como después del nacimiento",
Reconociendo que en todos los países del mundo hay niños que viven en condiciones
excepcionalmente difíciles y que esos niños necesitan especial consideración,
Teniendo debidamente en cuenta la importancia de las tradiciones y los valores culturales de cada
pueblo para la protección y el desarrollo armonioso del niño,