MARRERO Marca. ON WEBER
MARRERO Marca. ON WEBER
MARRERO Marca. ON WEBER
DE MAX WEBER
UN REEXAMEN1
Adriana Marrero
Setiembre, 1999.
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Publicado como: Documentos de Trabajo Nº 48, Depto. de Sociología, FCS, 1999.
INDICE DE CONTENIDOS
I. INTRODUCCIÓN................................................................................................................................................. 3
2
I. INTRODUCCIÓN
Referirse a la obra científica de Max Weber como “sociología comprensiva” es en primer lugar, un
atajo; un modo corto y fácil de señalar uno de los aspectos de su vasta obra también histórica y económi-
ca, también explicativa y comparativa. Es además, y sobre todo subrayar aquello que, entre los grandes
clásicos de la sociología, le es peculiar y característico. Es también, no es bueno olvidarlo, el nombre que el
propio Weber eligió para subtitular su última obra, aunque podemos encontrar en ella mucho más que pro-
puestas comprensivistas. Por último y no casualmente, es también el aspecto de su postura metodológica
que han venido reivindicando últimamente corrientes fenomenológicas, etnometodológicas y en general las
que, adscribiéndose a metodologías de tipo cualitativo, sitúan en la singularidad de la perspectiva indiv i-
dual el objeto específico de las ciencias sociales.
A estos enfoques debemos en gran parte el renovado interés que en las últimas déca-
das ha recibido el trabajo de Weber, aunque buena parte de lo escrito tenga como propósito
justamente, discutir y refutar el estrechamiento subjetivista que la perspectiva weberiana ha
venido sufriendo a veces, como efecto de prácticas científicas que, por centrarse en el actor,
renuncian a la tarea sociológica de ir más allá de él. Con esta “apropiación” del pensamiento
de Weber, curiosamente esas corrientes se proponen y terminan por arrebatar su legado nada
más ni nada menos que a aquél contra el cual reaccionan: el positivismo funcionalista, que hasta
entonces y a partir de la supuesta superación parsoniana, se había declarado su heredero legí-
timo y su natural continuador. Desde otras trincheras, el pensamiento posmoderno llega a We-
ber desde Nietzsche, y enarbola el politeísmo de las valoraciones, el desencantamiento del
mundo y la imposibilidad de una explicación global de la historia, para discutir la validez de la
ciencia misma.
El propio Weber no puede decidir ahora a cuál de los dioses en pugna ha de servir.
Pero es cierto que su magnífica obra, construida sobre tensiones de difícil resolución, puede
examinarse según los patrones que él mismo señaló: desde puntos de vista unilaterales alterna-
tivamente posibles y de acuerdo a la significación cultural que hoy cobra para nosotros.
3
algunos supuestos de su teoría y de su metodología para detenernos en la tercera parte, en uno
de ellos, el de la “referencia a valores” y su relación con la objetividad del conocimiento. Des-
pués de este rodeo que nos habrá conducido a los escritos metodológicos, volveremos en la
cuarta parte del artículo a Economía y Sociedad, para examinar algunos problemas relaciona-
dos con la comprensión y la explicación de la acción social. Terminaremos con un somero
examen del concepto de tipo ideal y su papel en la sociología weberiana.
4
II. LA SOCIOLOGÍA DE LA ACCIÓN
“Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra,
empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender, inter-
pretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su de-
sarrollo y efectos. Por “acción” debe entenderse una conducta humana (bien con-
sista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el suje-
to o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La “acción so-
cial”, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o suje-
tos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo.”
(ES:5)2
Apenas basta reparar en la primera definición para advertir que el método de la com-
prensión coexiste en la sociología weberiana con la explicación. Ambas refieren a procedi-
mientos y propósitos diferentes y son conjuntamente indispensables y características del traba-
jo sociológico. Antes de abordar estas cuestiones, será necesario realizar algunas precisiones
previas sobre el punto de partida de la sociología así entendida: la acción social.
La acción intencional que un sujeto desarrolla en referencia a otros es, para Weber, la
unidad elemental del análisis sociológico. Fuera de ella no existe otra realidad ontológica de
carácter social. Ni las relaciones sociales más simples, como las de la amistad o el amor entre
dos personas, ni las más complejas como el estado, la iglesia o el mercado, pueden ser pensa-
das como existentes independientemente de la interrelación de acciones singulares y mutua-
mente entrelazadas de individuos, sobre las que se construyen. En sus palabras: “...esas forma-
2
Las abreviaturas de las obras de Weber citadas se encuentran al final del artículo.
5
ciones no son otra cosa que desarrollos o entrelazamientos de acciones específicas de perso-
nas individuales, ya que tan sólo estas pueden ser sujetos de una acción orientada por su senti-
do. (...) En todo caso no existe para (la sociología) una personalidad colectiva en acción”
(ES:12). Evitando los enfoques holísticos de lo social y centrándose en la acción del actor indi-
vidual, Weber evita algunos peligros sobre los que venía insistiendo desde sus primeros traba-
jos: 1. El error de confundir las ideas construidas sobre la realidad social con la realidad mis-
ma, reificando los conceptos y atribuyéndoles una existencia independiente de los sujetos ac-
tuantes; 2. El error de creer que la dirección de la investigación científica se encuentra determi-
nada por objetos o formaciones exteriores reales, previas a la tarea misma de investigación. 3.
El error reduccionista de intentar apoyar una ciencia de lo social en estados sicológicos subje-
tivos no objetivados. Los trataremos a lo largo del artículo.
6
plicar hechos históricos sucesivos a los cuales se les atribuye una conexión causal, pueden lle-
gar a veces a tomar preeminencia sobre los hechos mismos, de modo que “el saber histórico
aparece como servidor de la teoría en lugar de ser al revés” (OC:77). El peligro de reificación
en el marxismo, cuyas construcciones tienen para Weber un indudable valor heurístico, apare-
ce “tan pronto como se les confiere validez empírica o se les imagina como “tendencias” o
“fuerzas activas” reales (lo que en verdad significa “metafísicas”)” (OC:78). Weber niega la
posibilidad de formular una teoría ominicomprensiva de la historia, pero rechaza sobre todo y
de modo terminante la posibilidad de asignarle una dirección racional global, y considera este
intento marxista tan ilegítimo como el de la filosofía hegeliana en la que se inspira3. Corolario
de esta concepción global del devenir histórico es el compromiso marxista con una ética de
fines últimos, según la cual cualquier acontecimiento en el mundo social puede ser explicado,
interpretado y evaluado en términos de su correspondencia con la direccionalidad de dicho
proceso. Esto no puede aceptarlo Weber, quien apoyado en la epistemología neokantiana que
postula la separación radical entre juicios de hecho y de valor, sostiene la imposibilidad de
derivar prescripciones normativas a partir del estudio de la realidad empírica: “El destino de
una época cultural que ha degustado el árbol del conocimiento, es el de tener que saber que no
podemos deducir el sentido de los acontecimientos mundiales del resultado de su estudio, por
muy completo que éste sea. Por el contrario, debemos ser capaces de crearlo por nosotros
mismos.” (OC:15) A diferencia de Marx, Weber cree, con Tolstoi que “la ciencia no tiene
sentido4 porque no responde a nuestro problema, el único que tiene importancia para nosotros:
¿Qué debemos hacer y cómo debemos vivir?”(CV:97)
3
Giddens, A., [1977:315]
4
Esto no debe ser interpretado sosteniendo que para Weber la ciencia no tiene ningún valor: una claridad
acrecentada sobre el mundo social y las posibles formas de orientarse en él y actuar sobre él (CV:107ss)
no es un propósito poco ambicioso. Mucho menos quiere decir que la actividad científica no tenga ca-
rácter intencional, que por supuesto tiene. Weber se refiere a la dirección vital de nuestra existencia, y no
porque no podamos dar a nuestra vida, como sentido, el propósito de servir a la verdad científica, sino
porque esta es una elección que no resulta de la actividad científica misma ni debe buscarse en ella. No
podemos, en todo caso, procurar enderezar el curso de nuestra existencia de acuerdo a una supuesta d i-
reccionalidad histórica “verdadera” o “moralemente ascendente”.
7
Situando la acción social en la base de la sociología comprensiva y anclando el princi-
pal procedimiento metodológico a la captación del sentido subjetivo de agentes singulares,
Weber se resguarda de que sus construcciones conceptuales más elaboradas o más rendido-
ras, corten por ello el hilo conductor que las vincula a la infinita complejidad de lo real y ad-
quieran existencia y autonomía propias, sustituyéndolo. En último término, y siempre en el te-
rreno conceptual, cualquier fenómeno social significativo puede ser referido al sentido de la
acción de sujetos individuales, aunque no necesariamente deba serlo, y esto alcanza también,
como veremos, a la actividad científica como tal. Pero ambas instancias, la empírica y la con-
ceptual, aunque conectadas entre sí a través de la atribución de significado y de la imputación
causal realizada por el investigador, son de diversa índole, no deben confundirse y mucho me-
nos deberíamos permitir que la segunda tome el lugar de la primera. Porque “los campos de
trabajo de las ciencias no están basados en las relaciones “materiales” de los “objetos”, sino en
las relaciones conceptuales de los problemas” (OC:30).
8
III. LA REFERENCIA AL VALOR Y LA CUESTIÓN DE LA OBJETIVIDAD
Si la realidad es infinita, difusa y diversa, si nada de lo que existe puede por sí mismo
prevalecer sobre lo demás, si las cosas del mundo no brillan con luz propia guiando con ella el
rumbo de la investigación, entonces la fuente de orientación debe buscarse fuera del mundo de
lo real, en el mundo de las significaciones y valores culturales, al cual pertenece el investigador.
Es la referencia de los hechos reales a juicios de valor, lo que los convierte en objetos singula-
rizados e interesantes, dignos de ser estudiados y conocidos. La “referencia al valor” -idea que
Weber toma directamente de Rickert- sirve de orientación al investigador en el mundo com-
plejo de la realidad social: algo en el mundo adquiere valor en la medida en que un o unos su-
jetos refieren a él juicios de valor, nunca antes. Las cosas del mundo no brillan con luz propia,
pero pueden brillar como objetos culturales bajo el haz de luz valorativo que los sujetos y el
investigador mismo, dirigen hacia ellas. La referencia al valor es lo que le permite al científico
social desbrozar, desenmarañar, elegir, descartar y construir: le permite situarse en una pers-
9
pectiva de entre otras posibles, construir su objeto de estudio de un modo determinado y es-
tablecer posibles vínculos y relaciones causales con otros fenómenos también convertidos, por
referencia a valores, en significativos.
En primer lugar, es claro que la distinción radical entre juicios de hecho y juicios de
valor (y su correlato, la separación de la verdad científica de la valoración ética) que Weber
hereda del neokantismo y sobre la que insiste permanentemente, obliga a descartar de plano la
posibilidad de que el científico estudie su objeto bajo idénticos criterios valorativos que los que
la cultura le atribuye. Al estudiarlos, los despoja de su validez normativa culturalmente acepta-
da y busca interpretarlos y explicarlos en su facticidad. “Cuando algo normativamente válido
se convierte en objeto de estudios empíricos, como tal objeto pierde su carácter de norma”
(LV:148).
10
hechos culturales en objetos científicos simplemente despojándolos de su significado cultural
convencional; “limpiándolos”, por decirlo así, del valor que su cultura les confiere, sea éste de
tipo ético, estético o de cualquier otra índole. El científico los resignifica bajo una nueva luz, los
construye pero desde la perspectiva de su interés cognoscitivo. Hoy aceptamos que el científi-
co social se enfrenta a un mundo preinterpretado de objetos y fenómenos culturales al cual
pertenece, y sobre los cuales proyecta a su vez un interés cognoscitivo que los transforma, les
confiere un nuevo valor como objetos de investigación y de interpretación y como tales, los
constituye. Esta reinterpretación de lo ya culturalmente interpretado constituye, tal como lo
muestra Giddens, una tarea doblemente hermenéutica, característica de las ciencias de lo so-
cial.5 ¿Hay algo de esto en los escritos metodológicos de Weber?
5
Ver Giddens, A., [1987]
6
Las cursivas son nuestras
11
De todos modos, no es claro hasta qué punto Weber fue capaz de reconocer una nue-
va instancia hermenéutica en la relación que existe entre la referencia al valor que guía la inves-
tigación y la preinterpretación del fenómeno que hereda el investigador como miembro de una
comunidad histórica7. De modo no sistemático se refiere a ambas, pero se echa en falta una
mayor explicitación del tipo de vínculo que el científico social establece entre ellas en el proce-
so de investigación. En todo caso, es posible que el propósito que llevó a Rickert a proponer
la categoría de la “referencia al valor” como trascendental a la constitución de las ciencias de la
cultura a fin de diferenciarlas de las ciencias naturales, dificultara a Weber percibir con más
nitidez lo que estaba delante de sus ojos y bajo su pluma: el que el científico comparte las sign-
ficaciones culturales de su época y que éstas pueden guiarlo en parte, pero que debe reinter-
pretarlas nuevamente para tratarlas como objeto del conocer.
Por último, el que la cultura sea trascendente a la ciencia, no significa que lo científica-
mente relevante en las ciencias de la cultura coincida con lo culturalmente relevante en una
época determinada. La ciencia, convertida en un saber especializado, tiene su propia lógica de
desarrollo y sus propios criterios “valorativos” sobre la pertinencia o no de convertir un fenó-
meno cualquiera en objeto de estudio: “La expresión “referencia al valor” únicamente se refiere
a la interpretación filosófica del “interés” específicamente científico8 que domina la selección
y la formación del objeto de un estudio empírico” (LV:123). La ciencia padece también sus
propias inercias: “En una época de especialización, todo trabajo realizado en el marco de las
ciencias de la cultura, después de haberse orientado hacia determinada materia gracias a unos
7
Dice Habermas: “Rickert no había reconocido en esta mediación un problema hermenéutico. Max Weber
lo analiza a medias y le hace después frente con el postulado de la neutralidad valorativa. En las ciencias
naturales el marco teorético en que se efectúa una investigación queda sujeto a control por los result a-
dos de la investigación misma: se revela heurísticamente fecundo o en nada contribuye a la deducción de
hipótesis interesantes. Por el contrario, en las ciencias de la cultura las referencias valorativas metodoló-
gicamente rectoras resultan trascendentes a la investigación. (...) En las ciencias sociales las teorías d e-
penden de interpretaciones generales que por su parte no pueden comprobarse o refutarseconforme a
criterios inmanentes a una ciencia experimental. Bien es verdad que esos presupuestos pueden explic i-
tarse. Las referencias valorativas son metodológicamente inevitables, pero objetivamente no vinculantes.
De ahí que las ciencias sociales estén obligadas a hacer explícita la dependencia de los supuestos teoré-
ticos básicos respecto de tales presupuestos normativos. A ello se refiere el postulado de la neutralidad
valorativa.” Habermas, [1988:95]
8
Las cursivas son nuestras.
12
planteamiento concretos, y una vez adquiridos sus principios metodológicos, verá en la elabo-
ración de esta materia un fin en sí mismo” (OC:90).
9
Dirk Käsler ha querido ver aquí una anticipación de la teoría del cambio paradigmático: “Decades before
the formulation of the concept of “paradigmatic change” in the sociology of science, Weber recognized
the fundamental importance of fixing knowledge to “value ideas” and “epistemological interests”, and of
their permanent “revolutionizing”. [1988:196]
13
Ahora bien. El científico construye su objeto y delinea su estrategia sobre las bases de
una significación que decide atribuir a unos hechos en el mundo10; la referencia de esos hechos
a unos valores determinados entre otros posibles y a un interés cognoscitivo individual depen-
diente del tipo y alcance del estudio que se proponga, dan por resultado unas perspectivas y
estrategias que son parciales y arbitrarias y con las cuales otros podrían no estar de acuerdo.
Desde otros puntos de vista diferentes pero igualmente explicitados, otros científicos podrían
enfocar los mismos problemas de modos totalmente divergentes. Para usar un ejemplo de
Weber, materialismo y espiritualismo pueden constituir puntos de partida alternativos e igual-
mente válidos para encarar el estudio de la relación entre el protestantismo calvinista y el capi-
talismo (EP: 226).
Sobre estas bases ¿cómo es posible una ciencia objetiva? Weber da respuesta a esta
(legítima) interrogante descomponiendo el proceso de investigación científica en instancias lógi-
camente discontinuas: una, donde rige la elección según intereses y valores del investigador, la
otra, regida por la formalización lógica y el pensamiento racional. En un lenguaje que no es el
suyo pero que puede describir este quiebre, en dos contextos distintos, regidos por distintas
lógicas: el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación, el momento “extracientífi-
co” y el “científico”11. En sus palabras:
“cuáles son el objeto de estudio y la profundidad del estudio en la infinidad de las conexi o-
nes causales sólo lo determinan las ideas de valor que dominan al investigador y a su época.
En lo referente al método de la investigación -el cómo - es cierto que el punto de vista domi-
nante determina -como aún veremos- la formación de los conceptos auxiliares que utiliza. Pe-
ro en lo referente a la manera de utilizarlos, el investigador se halla ligado evidentemente a las
normas de nuestro pensamiento. Porque sólo es una verdad científica aquello que pretende
tener validez para todos quienes quieren la verdad.” (OC:52) Y antes: “Porque es y seguirá
siendo cierto que en el campo de las ciencias sociales toda demostración científica metodo-
lógicamente correcta, si pretende haber logrado su finalidad, tiene que ser admitida como co-
rrecta incluso por un chino. (OC:17)
10
Dado que nos referimos a ciencias socioculturales damos por sentado el carácter interpretado de ese
mundo y dejamos de lado ahora el problema de la reinterpretación.
11
Estas últimas expresiones (“científico” y “extracientífico”) son de Marianne Weber [1995:907]
14
han venido desarrollando las ciencias sociales hasta hoy- el hecho de que es posible y frecuen-
te adoptar puntos de vista divergentes para estudiar los mismos fenómenos; sino porque es
difícil sostener al mismo tiempo, que esas divergencias en nada van a afectar el curso ulterior
del trabajo científico, y que el resultado de este puede reclamar para sí un reconocimiento uni-
versal de su validez. Runciman12 se refiere en forma terminante a este respecto:
Guy Oakes13 por su parte, subraya esta dificultad entre muchas otras “ambivalencias”
que encuentra en la metodología weberiana. Weber postula por una parte, un “pluralismo con-
ceptual” que concibe la multiplicidad e irreductibilidad de perspectivas metateóricas y de es-
quemas conceptuales como una propiedad específica y definitoria de las ciencias sociales. Pe-
ro simultáneamente sostendría una especie de “monismo metodológico”, según el cual existe un
único criterio de verdad, prueba y validación, cultural e históricamente invariable. Como bien
señala Oakes14, esta dualidad conduce a Weber a dificultades irresolubles. Por ejemplo, no le
permite ver hasta qué punto el mismo planteo de cierto tipo de problemas requiere una meto-
12
Cf. Habermas, J., [1988:96-97]
13
Oakes, G., [1982:592-93]
14
1. “...if values are variable, and if criteria for truth depend upon values, it follows that the criteria for truth
on which sociocultural investigations are based will also vary with changes in values, a conclusion
which in obviously inconsistent with Weber’s methodological monism. 2. ...inquiry into certain kinds of
sociocultural questions may require a methodology that is committed to a specific criterion for truth.
Some ethnomethodological problems, for example, presuppose a methodology based on the assumption
that the honest avowals of the native are the ultimate criterion for sociological proof. These problems
cannot be solved -indeed, they cannot even arise- within the limits of a methodolgy which rejects this
assumption. Therefore the component of a methodology which defines what qualifies as truth, proof, or
validity may vary with the kinds of questions that are regarded as significant. (This) commits him (...) to
the position that criteria for truth may vary in the same way, a conclusion which is, of course,
inconsistent with his methodological monism.” Op. cit., p. 613
15
dología específica que implica a su vez, criterios de validación y verdad también específicos.
En su ejemplo, “algunos problemas etnometodológicos (...) presuponen una metodología ba-
sada en la suposición de que las declaraciones honestas de los nativos constituyen el criterio
último para la prueba sociológica”. ¿Aceptaría ese criterio de verdad alguien que no aceptara
los presupuestos de la etnometodología? El criterio para dar por bueno un procedimiento de
validación, depende entonces también de la pregunta de investigación y de la perspectiva me-
todológica adoptada por el investigador, lo que le da entonces, un carácter de variabilidad que
Weber, desde su “monismo” metodológico, no puede aceptar. Pero además,
“Weber concibe las ciencias sociales como un campo de batalla en el cual méto-
dos, conceptos y presupuestos antitéticos, luchan por predominar.(...) los conflic-
tos entre esquemas conceptuales en las ciencias socioculturales representan sim-
plemente un aspecto del politeísmo de las valoraciones que es característico de la
modernidad: la implacable lucha entre los dioses y demonios opuestos de la cultu-
ra moderna. La elección entre los dioses en lucha no puede ser resuelta ni empíri-
ca ni lógicamente. (...) Tal elección requiere un compromiso axiológico: una deci-
sión entre valores alternativos y antagónicos. Si el compromiso con una perspecti-
va teorética requiere una elección entre diferentes dioses y sus valores, y si uno de
esos valores es un criterio de verdad, ¿no se sigue que tal compromiso también
requiere una elección entre criterios de verdad alternativos? ¿No se sigue que los
criterios de verdad varían desde un esquema conceptual a otro? Puesto de otro
modo, el pluralismo conceptual que se funda en la axiología de Weber ¿implica un
relativismo metodológico en el cual los criterios de verdad son dependientes de
valores y varían con los cambios de valores? (...) Esta es precisamente la conclu-
sión que Weber se niega a delinear, por lo cual su posición es ambivalente. (...)
No es posible aceptar el pluralismo conceptual fundado axiológicamente y al mis-
mo tiempo rechazar el relativismo metodológico”15
Los críticos de Weber parecen estar acertados en este punto. Por lo pronto, aún de-
ntro de la estricta lógica weberiana, el propósito de convencer a “un chino” siguiendo una
“demostración científica metodológicamente correcta”, sólo se logrará si el chino en cuestión
es él mismo científico, o por lo menos hace suyos los supuestos de la ciencia, ya que: “Ninguna
ciencia se halla totalmente libre de presuposiciones, y ninguna ciencia puede demostrar su valor
fundamental a quien las rechaza” (CV:111) y “no podemos ofrecer nada con los medios de
15
Ibid., p. 614. La traducción es nuestra.
16
nuestra ciencia a aquel que considere que dicha verdad no tiene valor, dado que la creencia en
el valor de la verdad científica es producto de determinadas civilizaciones y no es dado por la
naturaleza.” (OC: 88-89). Pero acordemos además, con sus críticos, en que por más correc-
ción metodológica que exista, a Weber le será mucho más difícil convencer a ese chino, si no
es, al mismo tiempo que chino y que científico, un weberiano convencido.
17
IV. SENTIDO Y ADECUACIÓN CAUSAL: COMPRENSIÓN Y EXPLICACIÓN
EN LA TEORÍA DE LA ACCIÓN SOCIAL
En la teoría de la acción nos encontramos nuevamente ante uno de los rasgos más ca-
racterísticos de la sociología weberiana y sobre el que ya hemos insistido suficientemente: la
conciencia de la infinita complejidad de lo que nos rodea. Lo único irreductible, el mínimo
átomo de lo social, decíamos más arriba, es la acción social: una conducta humana, de cual-
quier tipo que ella sea, siempre que se refiera a otro y tenga un sentido para el actor. Pero tras
esta aparente simplicidad, las manifestaciones concretas de acciones que podemos encontrar
en el mundo, los tipos de sentidos que pueda darle el actor a su acción, los diferentes sentidos
que el observador les puede atribuir, los motivos subyacentes, los modos posibles de explicar
y comprender, todo puede ser tan diverso, mezclado, oculto y complejo, que casi nada se
puede afirmar a priori.
18
Esta forma de “individualismo metodológico” no conduce a un psicologicismo subjeti-
vista, ya que no impide a Weber plantear desde el principio la posibilidad ir más allá del senti-
do subjetivo del agente despegándose de él. El énfasis en la subjetividad del actor no debe
hacer olvidar la propia acción. Si bien el actor tiene una especie de “privilegio epistemológico”,
en cuanto a que el sentido que él mismo atribuye a su acción es lo primero a tomar en cuenta,
lo que realmente hace, el curso que en los hechos sigue su comportamiento, no es menos signi-
ficativo. Porque no existe una relación simple, directa, unívoca y transparente entre sentido
subjetivo y direccionalidad de la acción. Acciones que desde fuera pueden parecer iguales o
semejantes, pueden tener su origen en los más diversos motivos y tener sentidos muy diferen-
tes para los actores; igualmente, idénticos sentidos mentados pueden llevar a diversos cursos
de acción. Una vez más, Weber no desconoce las complejidades que se esconden detrás de
la aparente claridad del comportamiento individual:
16
El sentido es constitutivo a la acción como objeto de comprensión sociológica. Si no hay sentido, la ac-
ción es incomprensible y queda fuera del alcande de la sociología, la cual sólo podrá considerar ese
comportamiento como “ocasión, resultado, estímulo u obstáculo” de otra acción (ES:7).
17
Las cursivas son nuestras.
18
Las cursivas son nuestras.
19
cita en la cita anterior) la da Weber en seguida de modo claro: “Como en toda hipótesis es
indispensable el control de la interpretación comprensiva de sentidos por los resultados: la di-
rección que manifieste la realidad” (ES:10). Aunque el sentido subjetivo del agente sea consti-
tutivo a la acción de tipo social (si no hay sentido, no hay acción comprensible) sus motivacio-
nes reales a menudo quedan ocultas no sólo para el sociólogo sino para el agente mismo, y en
este caso, es la acción la que tiene la palabra. A diferencia de lo que afirma Habermas, la in-
terpretación del sentido subjetivo del agente a través del modo como aparece objetivado en
acciones concretas, sí tiene un lugar en la sociología weberiana. Es probable, como sostiene
este autor, que Weber no haya distinguido “con la suficiente consecuencia entre la compren-
sión de la motivación que reconstruye el sentido que subjetivamente el actor atribuye a su ac-
ción, y una comprensión hermenéutica del sentido, que se apropia un significado objetivado en
obras o en acontecimientos”19. Pero de la lectura del texto anterior, parece resultar que ni des-
conoció el problema, ni se limitó a construir su método interpretativo del sentido sobre los mo-
vedizos fundamentos de “una teoría intencionalista de la conciencia” de un actor “al que en
principio se lo concibe como un sujeto aislado”20. Volveremos sobre este punto.
Como veremos luego, buena parte de la tarea sociológica no es interpretativa sino ex-
plicativa. Con vistas a la explicación de acciones singulares, el procedimiento empírico implica
-antes que intentar reconstruir el sentido subjetivo de un agente silenciado por la distancia física
o histórica- realizar imputaciones de motivos posibles, sobre la base de la interpretación de los
cursos reales de acción. El que esas imputaciones de motivos coincidan o no con el sentido
subjetivo mentado es, en todo caso, un problema empírico, al que Weber prefiere enfrentar
con tal de no descuidar la cuestión conceptual de la conexión de los fenómenos sociales con
los sujetos que les dan origen. Muy poco podría hacer la sociología y la historia si dependieran
fundamentalmente de la comprensión “actual” de las intencionalidades de los agentes individua-
les:
19
Habermas, J., [1988:94] Las cursivas son nuestras.
20
Habermas, J., [1987: 359]
20
“La acción real sucede en la mayor parte de los casos con oscura semiconscien-
cia o plena inconsciencia de su “sentido mentado”. El agente más bien “siente” de
un modo indeterminado que “sabe” o tiene clara idea; actúa en la mayor parte de
los casos por instinto o costumbre. Sólo ocasionalmente -y en una masa de accio-
nes análogas únicamente en algunos individuos, se eleva a conciencia un sentido
(sea racional o irracional) de la acción. Una acción con sentido efectivamente tal,
es decir, clara y con absoluta conciencia es, en la realidad, un caso límite. Toda
consideración histórica o sociológica tiene que tener en cuenta este hecho en sus
análisis de la realidad. Pero esto no debe impedir que la sociología construya sus
conceptos mediante una clasificación de de los posibles “sentidos mentados” y
como si la acción real transcurriera orientada conscientemente según sentido.”
(ES: 18)
Aunque no puede soslayar la tarea que le es específica y que la distingue de las cien-
cias naturales, como es la interpretación del comportamiento humano, la sociología tampoco
puede limitarse a ella. Como toda ciencia de lo general, y a diferencia de la historia (una cien-
cia de lo individual), tiende a la búsqueda de regularidades empíricas y a la formulación de
conceptualizaciones y leyes generales que permitan explicar. Recordemos que para Weber la
sociología es la ciencia que busca comprender, interpretándola, la acción social para de esa
manera explicarla en su desarrollo y efectos. Comprensión y explicación van juntas, ocupan
un lugar igualmente privilegiado como métodos de la sociología, y se encuentran indisoluble-
mente ligadas.
21
mucho el propósito de este artículo el pretender esclarecer cada una de estas diferentes expre-
siones21, pero intentaremos arrojar luz sobre al menos algunas de ellas, con el solo fin de dejar
planteada la cuestión del papel de dichos procedimientos en la última sociología weberiana.
Sin embargo, se podría afirmar, con razón, que los motivos tienen un carácter social,
ya que de otra manera no podrían aparecer al observador como fundamento de ninguna con-
ducta. Weber está suponiendo, efectivamente, que los motivos pueden alegarse, pueden invo-
carse y pueden ser intersubjetivamente aceptados como fundamento válido de comportamien-
21
Un anáisis semejante, que por otra parte exigiría una detallada exégesis de la versión original del texto, es
curiosamente difícil de encontrar en la bibliografía secundaria especializada.
22
tos individuales22. Weber está suponiendo, en definitiva, la existencia de un repertorio limitado
de motivos que pueden, de un modo socialmente comprensible, dar lugar a unas determinadas
acciones y no a otras, y así ser invocados ante los demás. Ahora bien, si el repertorio de moti-
vos es limitado y entonces, recurrente, puede servir de base a la formulación de proposiciones
de alcance más o menos general. ¿Acaso no podrían los motivos ser tratados simplemente
como causas de la acción? ¿No podría, como se ha propuesto desde el positivismo, utilizar el
mismo esquema hipotético deductivo de la explicación causal para la explicación de acciones
intencionales?
22
Para usar la expresión de Ch. Wright Mills habría un “vocabulario de motivos” que sería posible asociar a
las acciones socialmente imputables a él.
23
damos “comprender” un sentido (subjetivo y sólo parcialmente consciente) atribuido por el
agente a su acción?
24
en términos racionales. Un estallido de cólera puede igualmente ser explicado por sus motivos
si los conocemos, al igual que podemos comprender por sus motivos al que lo protagoniza.
“Todas estas representan conexiones de sentido comprensibles, la comprensión de las cuales
tenemos por una explicación del desarrollo real de la acción.” (ES:9) Si Weber no recurre a la
comprensión hermenéutica del sentido, no es porque crea que es sencillo captar el sentido
subjetivo del actor, y mucho menos contentarse con sus motivos invocados, sino porque la
objetivación del sentido se expresa en una acción que es menester explicar por sus motivos.
Weber está distinguiendo entre la intención del agente, los motivos invocables, y lo que real-
mente hace; cuanta mayor correspondencia entre esos tres aspectos, mayor posibilidad de
comprender al actor y explicar la acción.
Explicar una acción por motivos no es igual que explicar un fenómeno por sus causas.
“La explicación causal significa (...) que de acuerdo con una determinada regla de probabilidad
(...) a un determinado proceso (interno o externo) observado sigue otro proceso determinado
(o aparece juntamente con él)”(ES:11) En la explicación causal no tienen lugar ni los motivos,
ni el sentido, ni la comprensión; con cierta probabilidad a un fenómeno o proceso le sigue otro,
de modo que podemos afirmar que el primero es causa del segundo. Una vez más, la sociolo-
gía que se autodesigna “comprensiva” no puede conformarse con semejante esquema explica-
tivo para dar cuenta de la causa de acciones significativas de agentes sociales. El propósito
interpretativo de la comprensión del sentido vuelve una vez más a reclamar su papel específico
en la ciencia de lo social: “Una interpretación causal correcta de una acción concreta signifi-
ca: que el desarrollo externo y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo
tiempo comprendidos con sentido en su conexión. Una interpretación causal correcta de una
acción típica (...) significa: que el acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sen-
tido (...) y puede también ser comprobado como causalmente adecuado (...) Tan sólo aquellas
regularidades estadísticas que corresponden al sentido mentado “comprensible” de una acción
constituyen tipos de acción susceptibles de comprensión (...) es decir, son: “leyes sociológicas”
(ES: 11)”. Ambos componentes, sentido y probabilidad, comprensión y causalidad, son im-
25
prescindibles para la formulación de leyes sociológicas. Sin posibilidad de comprender la co-
nexión de sentido de la acción, por más regular que sea el comportamiento observable, sólo
podremos hablar de recurrencia; pero si no hay recurrencia ni probabilidad, por más diáfano
que sea el sentido, no podremos realizar imputaciones causales válidas. Como dice Habermas:
23
Habermas, J., [1988:91] Habermas analiza la relación entre explicación y comprensión en Weber distin-
guiendo entre “procedimientos”, “fines” y “presupuestos” de las ciencias sociales, postulando que se
trataría de una relación diferente en cada uno de estos casos. Recurre, para ello, a diferentes textos en
especial a los escritos metodológicos y a Economía y Sociedad. Tal vez ello suponga atribuir a la obra de
Weber una unidad un tanto artificial. Sobre todo, porque entre los primeros escritos metodológicos y
26
sofá” o “al pasear por una calle ligeramente ascendente” y que “científicamente, una idea de un
diletante puede tener tanta, o incluso mayor importancia para la ciencia que la de un especialis-
ta”(CV:88), aunque aquel carece de lo que sí es importante y sólo tiene este último: el método
para ponerla a prueba.
Economía y Sociedad, no sólo transcurren varios lustros, sino también un importante cambio en la pers-
pectiva y en las preocupaciones teóricas de Weber.
24
No es que Weber renegara de los métodos llamados “cuantitativos” o de la técnica de la encuesta, a la
que recurrió a menudo, sino que no consideraba que estos procedimientos debieran suplir a la tarea in-
terpretativa propia de las ciencias de lo humano. Nos cuenta Marianne Weber el escrupuloso cuidado
que ponía su esposo en la preparación de los cuestionarios y el modo minucioso en que cuidaba detalles
tales como adjuntar, con cada formulario, un sobre que ya incluyera los datos completos donde debía ser
devuelto.
27
ideas protestantes por parte de sujetos actuantes, nos ponen en la pista de las diferencias de
enfoque que separa a una y otra propuesta.
Por último, cerremos este capítulo sobre la problemática de la comprensión del sentido
de la acción individual recordando, junto con Rex25 que toda esta discusión en la primera parte
de Economía y Sociedad, es en buena medida preparatoria a una más profunda sobre las rela-
ciones sociales, en lo que realmente se centrará Weber. Como dice Rex, es este interés central
lo que lo distingue “de sus sucesores de la escuela fenomenológica que parecen estar interesa-
dos solamente en el sentido subjetivo o en la definición de la situación por parte del actor” y le
posibilita “no trivializar la sociología y ocuparse de las cuestiones más importantes de la historia
económica y social”26. Al ser definida en términos de sentido y probabilidad, la relación social
queda referida no sólo a individuos que se comportan intencionalmente, sino además y sobre
todo, a agentes que se conciben como capaces de superar constricciones de tipo estructural;
el que efectivamente sea posible esperar una conducta y no otra, el que la expectativa recípro-
ca se cumpla o no, no es más que una cuestión de probabilidad.27 De esta manera, se evita la
reificación de los grandes complejos de relaciones sociales en los que realmente Weber está
interesado.
25
Rex, J., [1974]
26
Op. cit. p. 42
27
“Por “relación” social debe entenderse una conducta plural -de varios- que pr el sentido que encierra, se
presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad. La relación social consiste,
pues, plena y exclusivamente, en la probabilidad de que se actuará socialmente en una forma (con senti-
do) indicable; siendo indiferente por ahora, aquello en que la probabilidad descansa” (ES:21)
28
Kalbergh, S., [1994:31ss]; Rex, J., [1974:45].
28
de comportamientos probables. La convicción de las personas de que determinada forma de
comportamiento es la debida o la esperada, constituye la amalgama que, vinculando expectati-
vas recíprocas, evita que la probabilidad de su cumplimiento descanse en el simple azar.
Por otro lado, la trayectoria intelectual de Weber impulsada en buena medida por sus
intereses en cuestiones de política práctica, se fue desarrollando en el sentido de un paulatino
privilegio de las posibilidades comparativas y abarcadoras de la sociología en detrimento de un
enfoque más bien individualizador e histórico, como el que es posible apreciar en sus primeros
trabajos empíricos. A medida que va profundizando en sus estudios sobre el protestantismo,
más interés le despiertan las grandes religiones mundiales; cuanta más irritación le produce el
creciente peso de técnicos y burócratas en la política alemana, mayor necesidad de profundi-
zar en la burocracia y su papel en las distintas formas de organización política; ante el páramo
en que queda convertida la clase dirigente tras Bismarck, se plantea el problema de la rutiniza-
ción y sucesión de las dominaciones carismáticas; y como trasfondo de todo ello, su vivo y
permanente interés en el macro proceso de la racionalización occidental. Si desde la sociología
queremos comprender y explicar casos concretos y coyunturas específicas, poniéndolos en
relación a otros similares en otras partes y momentos, será necesario construir un conjunto
sistemático de conceptos abstractos que nos permita referirnos a los mismos fenómenos ob-
servados en diferentes circunstancias. Conceptos que serán, como decíamos antes, relativa-
mente “vacíos” pero “unívocos”. Esa es la tarea que se propone al redactar Economía y So-
ciedad: la elaboración de un sistema conceptual abstracto, altamente formalizado con el cual
hacer frente a las particulares formas de manifestación de los fenómenos sociales. Por otros
caminos, de un modo no expresamente formulado y al final de su trabajo intelectual, Weber
llega así a reconocer la necesidad de una sociología formalizada, cuyos propósitos no difieren
de los que había atacado en Simmel varios años atrás. Pero lo que sí es peculiar en la formali-
zación weberiana, es su procedimiento: la formulación de tipos puros o ideales. Y esto nos
conduce a la última de las cuestiones que nos proponíamos plantear.
29
V. EL TIPO IDEAL Y SU LUGAR EN LA SOCIOLOGÍA COMPRENSIVA
A lo largo de este artículo hemos aludido ya varias veces a la noción de “tipo ideal”
pero sin tratarlo expresamente. Lo haremos ahora brevemente, sólo para no dejar descuidado
este instrumento de análisis que ocupa un lugar privilegiado en el método weberiano. Aunque
no es un concepto de su invención, ya que venía formando parte de propuestas historicistas y
neokantianas como alternativa metodológica de las ciencias de la cultura frente a los propósi-
tos generalizadores de las ciencias físicas y naturales, son las sucesivas y sistemáticas formula-
ciones de Max Weber las que le han dado a los “tipos puros” o “ideales” su peculiar status en
la sociología contemporánea. Una vez más, hemos de distinguir entre las primeras explicitacio-
nes sobre el uso de “tipos”, tal como aparecen principalmente en los escritos metodológicos,
cuando Weber estaba aún interesado por la explicación e interpretación de grandes fenómenos
históricos singulares, y la que luego, ya más orientado hacia la sociología, formula en Economía
y Sociedad.
El concepto de tipo ideal que Weber delinea en “La objetividad del conocimiento”
puede comprenderse mejor en relación con el trabajo de investigación empírica en el que esta-
ba ocupado en ese mismo momento: el estudio de las relaciones entre el protestantismo ascéti-
co y el impulso del capitalismo en occidente. Tratando de vincular fenómenos de tal enverga-
dura, se enfrenta al desafío de construir conceptos suficientemente abstractos como para abar-
car la pluralidad de prácticas locales y singularizadas asociadas a ellos, y tan unívocos como
fuera posible, a fin de utilizarlos como parámetros distintivos de otros fenómenos, a primera
vista similares, pero analíticamente discernibles. Así, por ejemplo, procede a distinguir el pro-
testantismo calvinista de otras formas de cristianismo primero y de protestantismo después,
construyendo una descripción de esa doctrina religiosa, que pretende ganar en univocidad,
coherencia y comparabilidad respecto a las conceptualizaciones históricas genéricas (contra las
que reacciona Weber) que sólo refieren al fenómeno designándolo. Igual procede con el con-
cepto de capitalismo, sobre la base de los consejos de Franklin a un joven comerciante, pro-
curando distinguirlo del mero afán de lucro y en particular, de otras formas de capitalismo co-
30
mo el “capitalismo aventurero”. Mientras se extiende largamente sobre el tipo ideal en “La ob-
jetividad del conocimiento”, Weber está pensando simultáneamente en estas mismas constela-
ciones históricas, en los problemas concretos que le están planteando y en el modo cómo los
va resolviendo, lo que se percibe claramente en su ejemplificación. El tipo ideal aparece así
como “una construcción mental para la medición y la caracterización sistemática de relaciones
individuales, esto es, significativas por su singularidad, tales como el cristianismo, el capitalis-
mo, etcétera”(OC:74). Porque recordemos que, en concordancia con su postura epistemoló-
gica, además, los tipos ideales han de ser definidos principalmente en función de los intereses
concretos de cada investigación: el tipo “se elabora acentuando “distintos rasgos difusos de la
vida cultural moderna, material y espiritual, para reunirlos en un cuadro ideal, no contradictorio
para nuestra investigación.” (OC:62)29.
Visto desde la perspectiva de sus intereses intelectuales del momento, es fácil com-
prender que Weber sostenga, en esta primera formulación, que “el tipo ideal es ante todo el
intento de expresar individuos históricos o sus distintos elementos mediante conceptos genéti-
cos”(OC:65), con el propósito de “formar el juicio de atribución” (OC:60)30. Preocupado
por vincular fenómenos históricos singulares pero de difícil aprehensión, busca las bases sobre
las cuales realizar imputaciones causales plausibles, en aquellos rasgos de cada uno de esos
fenómenos que son artificialmente acentuados a fin de dotarlos de univocidad. Weber podría
haber intentado fundamentar la conexión causal en proposiciones legaliformes o en “leyes so-
ciológicas” como las designa luego en Economía y Sociedad, pero su principal interés en este
ensayo es todavía mantener la especificidad de lo “ideográfico” sin renunciar por ello a un en-
foque científico objetivo. La imputación causal no puede ser nomológica del mismo modo que
lo es la explicación causal en la física, por ejemplo. Los fenómenos históricos son únicos y sin-
gulares y deben conectarse causalmente, pero a nivel de sentido; su conexión debe ser “com-
prendida”. Es por eso que el tipo ideal tiene aquí un carácter “genético”. Importa atender a la
génesis del fenómeno a fin de delinear aquello que es visto como originariamente específico y
29
Las cursivas son nuestras
31
distintivo en él, de modo de conectarlo con lo que es visto como característico o típico del
fenómeno al cual se lo desea imputar como efecto o consecuencia. Es pertinente recordar nue-
vamente aquí, la cuestión de la “referencia al valor” a partir de la cual el investigador construye
sus conceptos y establece relaciones entre ellos, a la vez que se evita el riesgo de reificación.
No son los fenómenos mismos los que se conectan “realmente” entre sí, sino los conceptos
construidos como tipos ideales, desde unos puntos de vista parciales y alternativamente váli-
dos: “Se trata de la construcción de relaciones que a nuestra fantasía le parecen suficientemen-
te motivadas y, en consecuencia, objetivamente posibles y que a nuestro saber nomológico le
parecen adecuadas.” (OC:63) Sobre estas bases, aparentemente tan subjetivas, ¿cómo eva-
luar la corrección de los constructos y la pertinencia de la relación que se les imputa?: “aquí
hay sólo una escala: la de la eficacia para el conocimiento de fenómenos culturales concretos,
tanto en su relación, como en su condicionalidad causal y su significado. Por lo tanto, la cons-
trucción de tipos ideales abstractos no interesa como fin, sino exclusivamente como medio.”
(OC:63)
30
Las cursivas son nuestras.
32
cionalidades de todo tipo. Veamos por ejemplo cómo Weber explicita la utilización del tipo de
acción racional para la explicación de acciones individuales:
Ahora bien. En tanto constructos los tipos pertenecen al mundo de las ideas y no de
las cosas y en ese sentido ya se distancian del mundo. Pero eso no es suficiente para Weber,
quien nos dice que además, debemos construir los tipos con “precisión y univocidad”, como si
el fenómeno en relación al cual se elabora se presentara idealmente “puro”, de modo que
cuanto más extraño a las manifestaciones concretas del fenómeno, más fecundo resultará. Pero
¿cómo puede resultar rendidor heurística y clasificatoriamente un concepto construido de tal
modo que sea (casi) imposible encontrar un caso en la realidad concreta? La respuesta, una
vez más, la da el propio Weber: “Para que con estas palabras se exprese algo unívoco la so-
ciología debe formar, por su parte, tipos puros (ideales) de esas estructuras, que muestren en
sí la unidad más consecuente de una adecuación de sentido lo más plena posible; siendo por
eso mismo tan poco frecuente quizá en la realidad -en la forma pura absolutamente ideal del
tipo- como una reacción física calculada sobre el supuesto de un espacio absolutamente va-
cío”. (ES:17) O sea que en Economía y Sociedad, un tipo puro puede ser rendidor en el mis-
mo sentido en que es rendidora una ley física que aísla la variable “atmósfera”, aún cuando no
podamos observar el fenómeno que se describe en las condiciones naturales en las que no
existe el vacío.
33
Si el tipo puro o ideal puede ser comparado con los modelos que las ciencias naturales
utilizan para explicar y predecir fenómenos en el mundo, entonces, como se ha señalado repe-
tidas veces, podría ser visto como un modelo en el mismo sentido en que se usa el término en
estas ciencias. Específicamente, los tipos ideales podrían ser vistos como un “modelo hipotéti-
co” o un modelo “como si”: “Este tipo de modelos enfatizan qué pasaría si un cierto sistema
natural o socioeconómico dado, consistiera sólo en un número limitado de parámetros”31, co-
mo es son los casos de un agente puramente racional en la economía o, en la física newtoniana,
el movimiento de un objeto sobre un plano inclinado en el que no existe fricción. El hecho de
que sea virtualmente imposible encontrar en el mundo acciones económicas perfectamente
racionales, no devalúa el valor hipotético del modelo, como tampoco hace caer la primera ley
del movimiento del Newton el que no existan en la naturaleza sistemas físicos en los que no
interfieran otros factores extraños al modelo.
Esta posibilidad es tanto más interesante en la medida en que recordamos que, tal co-
mo los concibió Weber, los tipos puros no tenían el simple propósito de conceptualizar fenó-
menos o proponer relaciones entre ellos; su valor iba mucho más allá de un simple rendimiento
heurístico. El tipo ideal debía ser contrastado con la realidad, a fin de comparar los fenómenos
concretos con el tipo construido y medir la distancia entre ellos. En sus palabras, es “un con-
cepto límite puramente ideal, con el cual se mide32 la realidad a fin de esclarecer determinados
elementos importantes de su contenido empírico, con el cual se la compara” (OC:65) y con
respecto a la acción social, ayuda a conocer los motivos del agente “por medio de la distancia
existente entre la construcción ideal y el desarrollo real.” (ES:17) Al fin y al cabo, podríamos
decir, eso es lo que hace la ciencia natural cuando utiliza sus modelos igualmente ideales. Sin
embargo, este es el aspecto más controvertido de la posible utilización de los tipos ideales co-
mo modelos.
31
Weinert, F., [1996:88] La traducción es nuestra.
32
Estas cursivas son nuestras
34
Aunque no tengamos reparos en aceptar que los tipos ideales, igual que los modelos
hipotéticos no existen en la realidad, y que siempre es posible encontrar en el mundo físico o
sociocultural factores ajenos al modelo que afectan nuestra capacidad de explicar y predecir
directamente a partir de él, no podremos evitar reparar en una importante diferencia entre am-
bos. En los modelos de las ciencias físicas y naturales es posible introducir como nuevos “da-
tos” los factores extraños y mejorar así nuestra capacidad de predicción; más aún, es posible
calcular de modo muy exacto, mediante la introducción de estos otros factores, la distancia
esperada entre el funcionamiento de los objetos en el mundo y las predicciones del modelo.
Esto no es posible en el caso de los tipos ideales, en los cuales ni siquiera se puede especificar
con relativa precisión el grado de aproximación con la realidad en casos concretos33. Y ello
no se debe, como en principio podríamos suponer, solamente porque existan dificultades en de
cuantificación de los factores extraños. También puede ser difícil determinar de un modo indis-
cutible cuáles otros factores deben ser introducidos en el tipo ideal pensado como modelo
hipotético, a fin de aumentar su rendimiento predictivo en casos concretos. Y en caso de que
ello sea posible, resta aún determinar cuántas incorporaciones son necesarias, y de qué entidad
antes de que el modelo resulte, simplemente refutado. Como señala Weinert,
“Las desviaciones o las excepciones empíricas de los modelos deben ser explica-
bles en términos de factores independientes o incluso de regularidades legalifor-
mes. En otras palabras, debe saberse si la excepción es sólo aparente y se puede
dar cuenta de ella apelando a condiciones límite adicionales o si la excepción es
genuina y constituye una “refutación” del modelo. Más aún, el modelo debe ser
sensible a mejoras por la vía de poner algunos de sus parámetros en una mayor
aproximación con parámetros en el sistema real que está siendo modelado. En
otras palabras, tiene que haber un aumento en la susceptibilidad del “output” a va-
riaciones en el error del “input”.34
Los tipos ideales weberianos no satisfacen estas condiciones. No nos es posible de-
terminar la distancia que guardan nuestras grandes organizaciones con el modelo de organiza-
ción burocrática que delineó Weber, o la que separa nuestras propias decisiones económicas
33
La crítica es de David Papineau, cf. Weinert, F., [1996:90)
34
Op. cit, p. 93. La traducción es nuestra.
35
de una acción puramente racional enderezada a fines, por ejemplo. No nos es posible determi-
nar tampoco a priori qué otros factores y en qué medida deberíamos introducir en nuestros
tipos ideales, para lograr una capacidad acrecentada de comprensión de comportamientos y
de predicción de fenómenos. Tampoco aquí cabe esperar avances derivados del “desarrollo”
de las ciencias humanas. No parece haber dudas de que los tipos ideales o puros seguirán ca-
reciendo en el futuro de la potencia que Weber quiso darles como medios de medición y con-
trastación empírica. Pero no es posible negar, al mismo tiempo, el indudable valor científico
que para los hombres y las mujeres dedicados al estudio de lo social, han tenido desde enton-
ces los tipos ideales que él mismo se encargara de delinear. La formulación weberiana de tipos
como la burocracia, el capitalismo occidental, el protestantismo ascético, las formas de domi-
nación, el estado moderno, las formas de acción social, y tantos otros, nos sirven aún hoy para
pensar y reconocer fenómenos y tendencias en la compleja infinitud de lo social de la que él
era tan dolorosamente consciente.
***
36
categorías sociológicas que abrirían “Economía y Sociedad”. Cuando lean esto, decía, “la gen-
te sacudirá la cabeza”35 Ochenta años más tarde, lo seguimos haciendo.
35
Weber, M., [1995:905]
37
VI. FUENTES Y REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BIBLIOGRAFÍA
38
Rex, J., “Tipología y objetividad: Un comentario sobre los cuatro métodos sociológicos de We-
ber” en Sahay, A., 1974.
Runciman, W. G., “Crítica de la filosofía de las ciencias sociales de Max Weber”, México, Fondo
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Weinert, F., “Weber’s Ideal Types as Models in the Social Sciences” en O’Hear, A., “Verstehen
and human understanding”, Cambridge, Cambridge University Press, 1996.
39