Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Juana de Arco, Hereje Por Razón de Estado

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

JUANA DE ARCO, HEREJE POR RAZÓN DE ESTADO

GRANDES JUICIOS
La doncella de Orleans fue víctima de un proceso eclesiástico alentado por ingleses
y borgoñones en el que tampoco contó con la defensa del rey francés

¿Por qué todos quieren a Juana de Arco?

Juana de Arco en la hoguera en una imagen del manuscrito de 'Las vigilias de


Carlos VII', por Marcial de Auvernia (siglo XV)
 Dominio público

LOS ANTECEDENTES

Nacida en el seno de una familia rural en el pequeño municipio de Domrémy, en


la Lorena, en 1412, Juana de Arco tuvo la educación religiosa y la dedicación a
las labores del hogar de cualquier niña de su entorno hasta que un hecho marcó el
que sería su futuro: la ocupación y el saqueo de tropas inglesas que apoyaban al
duque de Borgoña, Juan sin Miedo, en su disputa por la regencia de Francia y
la tutela de sus herederos.

Tras el trauma que supuso esa invasión de tropas extranjeras y sumida en un


misticismo interior, Juana aseguró que durante varios años había tenido las
apariciones del arcángel san Miguel, de santa Margarita de Antioquía y
de Catalina de Alejandría, mártir de la Iglesia. Señalándola en todos los casos
como salvadora de Francia y conminándola a unirse al heredero legítimo al trono,
el delfín de Carlos VI.

Eso fue lo que hizo con apenas 16 años tras enfrentarse a su familia y su párroco,
quien trató de disuadirla. Y así es cómo se plantó ante Robert de Baudricourt,
comandante de la guarnición de Vaucouleurs, la más cercana y que no estaba
bajo control borgoñón, para acceder al heredero y transmitirle así su misión
divina. Carlos había establecido su corte en el castillo de Chinon, en el valle
del Loira, como posición fuerte en la guerra contra borgoñones e ingleses.

Se convirtió en el nuevo objetivo de borgoñones e ingleses, que

pusieron precio a su captura

La leyenda explica que Carlos trató de engañarla poniendo a otro en su lugar, pero
que Juana lo reconoció pese a no haberlo visto nunca y que eso lo convenció para
prestarle atención. La debilidad de sus posiciones y el hecho de que existiesen
profecías de que Francia sería salvada por una virgen de las fronteras de la
Lorena, llevó al heredero a escuchar a la joven. No sin antes obtener un examen
teológico que certificaba que Juana de Arco era, efectivamente, una enviada de
Dios.

Posiblemente aquél era el último recurso para menoscabar la moral de los crédulos
borgoñones, que controlaban junto a sus aliados todo el norte de Francia, incluidas
las ciudades de París y Ruan. Además de Reims, ciudad de la coronación del rey
de Francia. Y el sitio inglés sobre Orleans estaba a punto de acabar con el último
bastión del bando leal de Armagnac.

Al mando de 10.000 hombres, Juana de Arco consiguió acabar con el asedio inglés
y las tropas del delfín se hicieron fuertes en el valle del Loira y desde ahí fueron
ganando posiciones. Carlos VII fue finalmente coronado el 17 de julio de
1429 y la desconocida Juana de Arco se convirtió en la legendaria doncella de
Orleans y en el nuevo objetivo de borgoñones e ingleses, que pusieron precio a su
captura –10.000 libras– y consiguieron atraparla en una emboscada
en Compiègne, en la Alta Francia.

A partir de ahí, tras varios intentos de fuga y de rescate en las fortificaciones en


las que estuvo presa, se abrió contra ella un proceso penal por herejía, idolatría,
apostasía, abandono del hogar y travestismo, entre otros cargos que llegaron a
sumar 70. La causa se instruyó en el castillo de Ruan a partir de febrero de 1431,
con un tribunal nombrado por el obispo Pierre Cauchon de Beauvais, partidario
de la causa borgoñona.

El asedio de Orleans, según el manuscrito de 'Las vigilias de la muerte de Carlos


VII', del siglo XV.
Dominio público

EL JUICIO

Pese a que el viceinquisidor del norte de Francia, Jean Lemaitre, se opuso al


proceso y el notario clerical Nicolas Bailly, que debía recoger testimonios contra
Juana, no encontró ninguno, el juicio se abrió el 21 de febrero de 1431, con
Juana encerrada en una jaula y atada con cadenas y grilletes, y una de las
primeras disposiciones del tribunal fue rechazar el alegato que hizo la propia
acusada, que no dispuso de defensa, para que entre sus miembros figurasen
eclesiásticos vinculados a la causa del rey francés.

Pese a su nula cultura teológica, el tribunal no consiguió hacerla caer en


ninguna de las trampas saduceas habituales en los juicios por herejía. No
reconoció de forma explícita estar en estado de gracia a no ser por la intercesión
de Dios ni respondió sobre ninguna de sus apariciones. “Vine de parte de Dios y ya
nada tengo que hacer aquí, dejadme volver a Dios, a quien he tenido que dejar
para estar aquí”, respondió en una de sus intervenciones con las que se consideró
que deslegitimaba al tribunal.
Buena parte de las sesiones se celebraron en la celda de la acusada con la
única presencia del juez el obispo y el viceinquisidor que juzgó la causa, sin
que Juana de Arco soltase prenda sobre el contenido de los mensajes que recibió
en sus apariciones ni sobre la intención del arcángel san Miguel, santa Margarita y
Catalina de Alejandría. Un asunto aparentemente peregrino como el idioma en el
que habían dirigido las apariciones fue considerado como prueba acusatoria.

Algunos guardianes habían intentado forzarla y volvió a vestir sus

ropas masculinas.

En las actas del juicio sí figura la respuesta que la acusada dio a la pregunta
sobre si creía que Dios odiaba a los ingleses: “Sobre el amor o el odio que
Dios tenga a los ingleses yo no sé nada, pero me consta que serán arrojados de
Francia, excepto los que encuentren aquí su tumba, y que Dios dará el triunfo a
los franceses”, respondió.

Sobre su vestimenta masculina, Juana se mostró dispuesta a vestir los ropajes


femeninos que le ofrecieron, aunque argumentó que algunos guardianes
habían intentado forzarla y volvió a vestir sus ropas masculinas, lo que fue
tenido también por el tribunal como un argumento definitivo para su acusación por
esta causa. En una causa de este tipo, el derecho eclesiástico determinaba que
debían ser monjas quienes la custodiasen, aunque el tribunal apeló a sus intentos
de fuga para negarle este derecho.

Juana tampoco contó con el favor del rey Carlos VII, que permaneció
ajeno a la causa en lo que los historiadores interpretan tanto como una forma de
evitar un conflicto con la Iglesia como su negativa a reconocer que había basado
su ofensiva desesperada sobre ingleses y borgoñones en el liderazgo de una
plebeya.
Juana de Arco es interrogada en su celda por el cardenal de Winchester,
Dominio público

EL FALLO

El 4 de mayo de 1431, tras rehusar retractarse, reconocer y pedir perdón por los
múltiples delitos por los que se la juzgaba, el tribunal la declaró culpable de todos
ellos. La Facultad de Teología y Derecho de París apoyó el fallo considerando,
entre otros aspectos, que las apariciones de la acusada habían sido fingidas e
inspiradas por el diablo, que la señal ofrecida al rey había sido engañosa, que su
traje masculino suponía una blasfemia, que al marchar de su hogar había violado
su obligación de servir a los padres y que su negativa a someterse al tribunal
eclesiástico suponía un delito de cisma, desprecio a la Iglesia y apostasía.
El 23 de mayo, el tribunal consideró realizar una última amonestación a la acusada
para obtener su arrepentimiento y el reconocimiento de sus delitos, pero Juana se
opuso una vez más. Antes de pronunciar el fallo público que la condenaba a la
hoguera una semana después, el obispo de Beauvais le leyó la fórmula para
abjurar, que Juana finalmente aceptó señalando que se sometía a la Iglesia.

“Juana, que se hace llamar la doncella: embustera, malvada,

embaucadora del pueblo, adivina...”

Eso sólo le valió para librarse de la excomunión, ya que la condena a muerte


por todos los demás delitos no le fue en ningún caso conmutada. Ni
siquiera fueron tenidas en cuenta unas declaraciones de Juana que contradicen su
postura durante todo el proceso en las que se habría sentido finalmente
arrepentida y engañada por unas voces procedentes del diablo.

Declarada culpable, la acusada fue tocada con una mitra en la que se leía


“herética, relapsa, apóstata e idólatra”. Era el resumen de la acusación
pública: “Juana, que se hace llamar la doncella: embustera, malvada,
embaucadora del pueblo, adivina, entregada a prácticas supersticiosas, blasfema
contra Dios, presuntuosa, traidora a la fe de Cristo, idólatra, cruel, disoluta,
invocadora del demonio, apóstata, provocadora del cisma y herética”.

Juana murió quemada en la hoguera a los 19 años y sus restos fueron después
incinerados hasta que quedaron reducidos a cenizas para evitar cualquier culto.
En 1456, un tribunal inquisitorial autorizado por el papa Calixto III examinó su
juicio, desmintió los cargos en su contra, la declaró inocente y la nombró mártir.
En 1803 fue declarada símbolo nacional de Francia por Napoleón Bonaparte .
Fue beatificada en 1909 por el papa Pío X y canonizada en 1920 por Benedicto
XV.

También podría gustarte