Mi Hermana La Mayor: Héctor Abad Faciolince
Mi Hermana La Mayor: Héctor Abad Faciolince
Mi Hermana La Mayor: Héctor Abad Faciolince
INTRAMUROS
Mi hermana la mayor
Héctor Abad Faciolince*
Mi hermana la mayor arregla muertos. Cuando de que la vida, o mejor dicho, la muerte, sea un poco vergüenza, nada le da miedo. Cuando hay algo casi
preparar cadáveres se trata, todos preferimos no menos insoportable o un poco más llevadera. imposible de resolver, en la casa pensamos: si no lo
saber bien cómo se hacen estas cosas; no pregun- Ser la hija mayor tiene ventajas y desventajas. Hay resuelve Maryluz, no lo resuelve nadie.
tamos mucho y mejor miramos para otro lado. Pero responsabilidades con las que nadie más es capaz Los muertos no hablan, los muertos no sienten, a los
ella, Maryluz, arregla muertos desde que tenía 21 de cargar porque los otros hermanos son muy jóve- muertos no les importa que los vean desnudos, páli-
años. Empezó a hacerlo con otra de mis hermanas, nes. Y una de ellas ha sido, para mi pobre hermana dos, demacrados, en el peor momento de su vida, por
Marta, que se murió de cáncer a los 16, y fue mi pa- mayor, arreglar a los muertos que se nos van mu- decirlo así. O quizá haya un momento aun peor, bajo
dre –que era médico– el que le enseñó de qué ma- riendo. Digo pobre, pero al mismo tiempo pienso tierra, pero ese ya casi nunca, por fortuna, lo tene-
nera hay que preparar a alguien cuando se muere, que esa dificultad le ha dado parte de la fuerza de mos que ver. La podredumbre final ocurre a oscuras,
para no tener sorpresas desagradables antes del carácter que tiene: Maryluz no se amilana ante en la húmeda y fría tierra, a ojos de los gusanos y de
entierro. En medio del dolor, y sobreponiéndose a ninguna dificultad; ella pasa por encima de lo que las bacterias (si es que tienen ojos), que no se impre-
él, hay que superar el fastidio y la impresión, para sea, sin rendirse nunca. Nada le da asco, nada le da sionan por nada y a nadie se lo cuentan.
ESPECIAL COLOMB IA 7