54 - II Corintios
54 - II Corintios
54 - II Corintios
II Corintios
Versión de Mons. Juan Straubinger
Libro 54 de la Biblia
II Corintios 2
II Corintios Capítulo 1 3
Capítulo 1
Salutación apostólica
1
Pablo, por la voluntad de Dios apóstol de Cristo Jesús, y el hermano
Timoteo, a la Iglesia que está en Corinto, con todos los santos de toda la Acaya:
2gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre, y de nuestro Señor
Jesucristo.
Acción de gracias
3
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las
misericordias y Dios dé toda consolación; 4el cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en
cualquier tribulación, con el consuelo con que nosotros mismos somos
consolados por Dios. 5Porque, así como abundan los padecimientos de Cristo
para con nosotros, así por Cristo abunda nuestra consolación. 6Si sufrimos, es
para vuestra consolación y salud; si somos consolados, es para vuestra
consolación, que se muestra eficaz por la paciencia con que sufrís los mismos
padecimientos que sufrimos nosotros. 7Y nuestra esperanza sobre vosotros es
firme, sabiendo que, así como participáis en los padecimientos, así también en
la consolación.
1. Esta segunda epístola fue escrita poco después de la primera, a fines del año 57, en
Macedonia, durante el viaje del Apóstol de Éfeso a Corinto. Tito, colaborador de San Pablo, le
trajo buenas noticias de Corinto, donde la primera carta había producido excelentes resultados. La
mayoría acataba las amonestaciones de su padre espiritual. No obstante, existían todavía intrigas
que procedían de judíos y judío-cristianos. Para deshacerlas les escribió el Apóstol por segunda vez
antes de llegarse personalmente a ellos. Santos: los cristianos. Cf. Hechos de los Apóstoles 9, 13; I
Tesalonicenses 5, 27.
2 s. Notemos la preocupación del Apóstol por enseñarnos siempre a distinguir entre las divinas
Personas del Padre y del Hijo (véase Juan 17, 3; I Juan 1, 3; I Corintios 3, 6 y nota).
3. Padre de las misericordias y Dios de toda consolación: Recordemos este admirable título
que él da a nuestro Padre celestial, tan distinto del de un severo gobernante o de un simple Creador.
Cf. Efesios 1, 3; I Pedro 1, 3.
4. Lo que aquí dice del consuelo, lo dice de los bienes en 9, 8-11: Dios nos da una y otra cosa
sobradamente, para que pueda alcanzar hasta nuestro prójimo, y recibamos así, además del don
mismo, el beneficio aun mayor de hacerlo servir para nuestra santificación.
5. Véase un ejemplo de esto en 7, 4 ss.
II Corintios Capítulo 1 4
8
Pues no queremos, hermanos, que ignoréis nuestra aflicción, que nos
sobrevino en Asia, porque fuimos agravados muy sobre nuestras fuerzas hasta
tal punto que desesperábamos aun de vivir; 9pero si tuvimos en nuestro interior
esa respuesta de la muerte fue para que no confiásemos en nosotros mismos,
sino en el Dios que resucita a los muertos. 10Él nos libró de tan peligrosa muerte,
y nos librará aún; en Él confiamos que también en adelante nos librará;
11cooperando igualmente vosotros en favor nuestro por la oración, a fin de que
la gracia que nos fue concedida a nosotros a instancias de muchos, sea ocasión
para que muchos la agradezcan por nosotros.
19Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que entre vosotros fue predicado por
8 s. En Éfeso, donde el platero Demetrio, con apariencia de piedad, promovió un ruidoso
alboroto contra el Apóstol, por defender su negocio de imágenes de la diosa Diana (Hechos de los
Apóstoles 19, 23 ss.). La respuesta de muerte: Se cree que el Apóstol alude a una grave enfermedad
o a la persecución de 1 Corintios 15, 32. San Pablo no vacila en mostrarnos su flaqueza para
enseñarnos, como tantas veces lo hace David en los Salmos, que sólo de Dios viene el remedio, y
cuan saludable resulta, para el aumento de nuestra fe, esa comprobación de nuestra debilidad.
14. El día de nuestro Señor Jesús: el día del juicio. Cf. Mateo 7, 22; I Corintios 3, 13; Filipenses
1, 6 y 10; II Pedro 3, 12; Judas 6.
15 ss. Los intrigantes le habían acusado de inconstancia, por el simple hecho de haber
cambiado el plan de viaje. El Apóstol se defiende diciendo que lo hizo por ser indulgente con ellos
(v. 23). Las divinas promesas se han confirmado y cumplido en Cristo que es el Sí absoluto (v. 19).
El Amén (v. 20) es nuestra respuesta, profesión de fe y sumisión al llamado de Dios.
II Corintios Capítulo 2 5
nosotros. 21El que nos confirma juntamente con vosotros, para Cristo, y el que
nos ungió es Dios; 22el mismo que nos ha sellado, y nos ha dado las arras del
Espíritu en nuestros corazones. 23Yo tomo a Dios por testigo sobre mi alma de
que, si no he ido a Corinto, es por no heriros; 24porque no queremos ejercer
dominio sobre vuestra fe, sino que somos cooperadores de vuestro gozo; pues
por la fe estáis firmes.
Capítulo 2
Objeto de esta carta
Me he propuesto no volver a visitaros con tristeza. 2Porque si yo os
1
contristo ¿quién será entonces el que me alegre a mí, sino aquel a quien yo
contristé? 3Esto mismo os escribo para no tener, en mi llegada, tristeza por parte
de aquellos que debieran serme motivo de gozo, y con la confianza puesta en
todos vosotros, de que todos tenéis por vuestro el gozo mío. 4Porque os escribo
en medio de una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no
para que os contristéis, sino para que conozcáis el amor sobreabundante que
tengo por vosotros.
El apóstol perdona al incestuoso
5
Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino en cierta
manera —para no cargar la mano— a todos vosotros. 6Bástele al tal esta
corrección aplicada por tantos. 7Más bien debéis, al contrario, perdonarlo y
consolarlo, no sea que este tal se consuma en excesiva tristeza. 8Por lo cual os
exhorto que le confirméis vuestra caridad. 9Pues por esto escribo, a fin de tener
de vosotros la prueba de que en todo sois obedientes. 10A quien vosotros
21 s. Santo Tomás, comentando estos versículos en la Suma contra los Gentiles, dice que el
sello es la semejanza, la unción, el poder de obras perfectas, y las arras, la esperanza segura del
Reino, que actualiza desde ahora en nosotros la beatitud de Dios. Cf. Efesios 1, 13. El P. Prat llama
la atención sobre el concurso de las tres Divinas Personas en la obra del Apostolado: “Véase cómo
contribuyen las Divinas Personas a dotar a los predicadores de la fe: el Padre, como primer autor
de los Dones espirituales: el Hijo, como fuente de la vida sobrenatural de esos predicadores, y el
Espíritu Santo, como sello de la misión de ellos y como prenda del éxito que alcanzarán.”
23. Si no he ido todavía, etc.: Es de admirar el espíritu sobrenatural y la humildad verdadera
de San Pablo, que lejos de creerse indispensable, se abstiene de ir, convencido de que así convenía
más a los fieles en tal caso. Veamos también el altísimo concepto que el Apóstol tiene de la misión
del pastor de almas y de la delicadeza con que ha de tratárselas sabiendo que nadie es dueño de la
salvación de otros. Véase a este respecto la lección de San Pedro (I Pedro 5, 2). y el notable ejemplo
de impersonalidad que da Moisés en el episodio de Eldad y Medad (Números 11, 29), como
también su celo sublime por la pura gloria de Yahvé y el bien de su pueblo, en contra de las ventajas
personales que el mismo Dios le ofrece (Números 14, 10 ss.).
5. Parece que la excomunión infligida al incestuoso en la primera carta (I Corintios 5) ha
producido buenos efectos, de modo que la comunidad le puede recibir de nuevo. Esta exclusión se
llamó excomunión, no en cuanto quedaba privado de la fracción del pan, sino en cuanto se le
excluía de la comunidad de los fieles o Iglesia (Mateo 18, 18 ss.) que era llamada comunión por su
vida de fraterna unión en la caridad (Fillion). Cf. Hechos de los Apóstoles 2, 42 y nota.
II Corintios Capítulo 3 6
perdonáis algo, yo también; pues lo que he perdonado, si algo he perdonado,
por amor a vosotros ha sido, delante de Cristo, 11para que no nos saque ventaja
Satanás, pues bien conocemos sus maquinaciones.
Solicitud paternal
12
Llegado a Tróade para predicar el Evangelio de Cristo, y habiéndoseme
abierto una puerta en el Señor, 13no hallé reposo para mi espíritu, por no haber
encontrado a Tito, mi hermano, y despidiéndome de ellos partí para
Macedonia. 14Pero gracias a Dios siempre Él nos hace triunfar en Cristo, y por
medio de nosotros derrama la fragancia de su conocimiento en todo lugar,
15porque somos para Dios buen olor de Cristo, entre los que se salvan, y entre
los que se pierden; 16a los unos, olor de muerte para muerte; y a los otros, olor
de vida para vida. 17Y para semejante ministerio ¿quién puede creerse capaz?
Pues no somos como muchísimos que prostituyen la Palabra de Dios; sino que,
con ánimo sincero, como de parte de Dios y en presencia de Dios, hablamos
en Cristo.
Capítulo 3
Excelencia del Ministerio apostólico
¿Es que comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O es
1
12. Tróade, ciudad del Asia Menor, situada cerca de la antigua Troya, Una puerta: una ocasión
para predicar el Evangelio.
15 s. La predicación del Evangelio produce distintos efectos, según la rectitud de los oyentes.
No hay que olvidar ese gran misterio de que Cristo fue también presentado como piedra de
tropiezo y signo de contradicción “para ruina y resurrección de muchos” (Lucas 2, 34; Romanos 9,
33; I Pedro 2, 6 s.; Salmo 117, 22 y nota). El que rechaza la Palabra está peor que si no se le hubiera
dado (Juan 12, 48), porque se pedirá más cuenta al que más se le dio (Lucas 12, 48). Recordemos
la necesidad, enseñada por Jesús, de no dar el pan a los perros ni las perlas a los cerdos (Mateo 7,
6). San Pablo nos enseña que Dios nos prepara de antemano las obras para que las hagamos (Efesios
2, 10). A esas obras hemos de atender, sin creernos con arrestos de quijote capaz de salvar al mundo
(cf. Salmo 130 y notas). El efecto de tal suficiencia lo muestra el Señor en Mateo 23, 15. Cf. 8, 10
s.; I Corintios 1, 30 y nota.
17. Véase sobre este punto I Corintios 16, 26 y nota.
3. Los frutos que mi predicación del Evangelio ha producido entre vosotros son la mejor
recomendación.
II Corintios Capítulo 3 7
4
Tal confianza para con Dios la tenemos por Cristo; 5no porque seamos
capaces por nosotros mismos de pensar cosa alguna como propia nuestra, sino
que nuestra capacidad viene de Dios. 6Él es quien nos ha hecho capaces de ser
ministros de una nueva Alianza, no de letra, sino de espíritu; porque la letra
mata, mas el espíritu da vida.
7Pues si el ministerio de la muerte, grabado con letras en piedras, fue con
tanta gloria, que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés,
a causa de la gloria de su rostro, la cual era perecedera, 8¿cómo no ha de ser
de mayor gloria el ministerio del Espíritu? 9Porque si el ministerio de la
condenación fue gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia.
10En verdad, lo glorificado en aquel punto dejó de ser glorificado a causa de
esta gloria que lo sobrepujó. 11Por lo cual, si lo que está pereciendo fue con
gloria, mucho más será con gloria lo que perdura.
El velo de Moisés y la libertad del apóstol
Teniendo, pues, una tan grande esperanza, hablamos con toda libertad; 13y
12
no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel
no contemplasen lo que se acaba porque es perecedero. 14Pero sus
entendimientos fueron embotados, porque hasta el día de hoy en la lectura de
la Antigua Alianza permanece ese mismo velo, siéndoles encubierto que en
Cristo está pereciendo (la Antigua Alianza). 15Y así, hasta el día de hoy, siempre
que es leído Moisés, un velo cubre el corazón de ellos. 16Más cuando vuelvan
al Señor, será quitado el velo. 17Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde
5. “Nadie, dice San Agustín, es fuerte por sus propias fuerzas, sino por la indulgencia y
misericordia de Dios”. Es éste ciertamente uno de los puntos más fundamentales, y muchas veces
olvidados de la espiritualidad cristiana.
6. Como ministro del Nuevo Testamento, el Apóstol está por encima de Moisés, pues en el
Antiguo fue dada la Ley, en tanto que Cristo nos trajo la gracia y la ley del espíritu de vida (Romanos
7, 6; 8, 2; Juan 1, 17; I Juan 1, 1 y 5).
7. Después de conversar con Dios, el rostro de Moisés se revestía de un resplandor tal que el
pueblo lo advertía mientras le trasmitía las palabras de Dios. Al terminar cubría su rostro con un
velo, que sólo se quitaba cuando volvía a hablar con Dios. (Éxodo 34, 33).
8 s. El ministerio del Espíritu: la nueva Ley, el Evangelio. A esto opone el Apóstol el ministerio
de la condenación (v. 9), esto es, la Ley Antigua. Así lo llama por la falta de cumplimiento de la
Ley por parte del pueblo escogido.
14. Todavía hoy, en las sinagogas, el Libro Sagrado está cubierto con un lienzo. San Pablo
refiere este hecho a la triste ceguedad de los judíos, que no habiendo aceptado la luz de Cristo que
es la llave de toda la Escritura (Juan 12, 32 y nota), han quedado sin poder entender sus propios
libros santos. Cf. Romanos 11, 25; Hebreos 5, 11.
16. Cuando vuelvan al Señor: “Esta última expresión, que en el Éxodo (34, 34) se dice de
Moisés cuando se volvía al Señor para hablar con Él, aplica San Pablo a los judíos cuando por la fe
se vuelvan al Señor” (Bover). Véase Romanos 11, 25 ss.; Mateo 23, 39; Juan 19, 37; Zacarías 12,
10.
17. “El desacuerdo de los exégetas (sobre este pasaje) no puede ser más completo” (Prat.).
Por eso pusimos la traducción literal de este texto difícil que, según los Padres griegos se refiere al
Espíritu Santo, según otros a Cristo. Éste, al revelarnos el carácter espiritual de su mensaje (Juan 4,
II Corintios Capítulo 4 8
está el Espíritu del Señor hay libertad. 18Y todos nosotros, si a cara descubierta
contemplamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria, en la misma imagen como del Señor que es Espíritu.
Capítulo 4
El apóstol y su ministerio
1Por lo cual, investidos de este ministerio, según la misericordia que se nos
ha hecho, no decaemos de ánimo. 2Antes bien, hemos desechado los
vergonzosos disimulos, no procediendo con astucia, ni adulterando la palabra
de Dios, sino recomendándonos por la manifestación de la verdad a la
conciencia de todo hombre en presencia de Dios.
3Si todavía nuestro Evangelio aparece cubierto con un velo, ello es para los
que se pierden; 4para los incrédulos, en los cuales el dios de este siglo ha cegado
los entendimientos a fin de que no resplandezca (para ellos) la luz del Evangelio
de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios; 5porque no nos predicamos
a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos
vuestros por Jesús, 6pues Dios que dijo: “Brille la luz desde las tinieblas” es
quien resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento
de la gloria de Dios en el rostro de Cristo.
23 s.) y de nuestro destino, nos ha librado de toda esclavitud de la Ley (Juan 8, 31 s.; Gálatas 4,
31; Santiago 2, 12). La falsa libertad consiste en querer obrar a impulsos de nuestra voluntad propia,
porque “haciendo lo que quería, dice San Agustín, llegaba adonde no quería”. Cf. Romanos
capítulo 7.
18. Como aquí vemos, esa transformación nos convierte en imagen del mismo Espíritu que
nos conforma. Véase en Romanos 8, 1, cómo nuestra resurrección corporal a semejanza de Cristo
será también obra del Espíritu.
1. La misericordia que se nos ha hecho: La vocación sobrenatural del Apóstol a predicar el
Evangelio (Hechos de los Apóstoles 9, 15; 13, 2).
2. Viril retrato del verdadero apóstol.
3. Se refiere al velo de que habló en 3, 12 ss. Para los que se pierden: véase este tremendo
misterio tratado nuevamente en II Tesalonicenses 2, 10.
4. El dios de este siglo: El espíritu mundano ciega sus corazones para que oigan y no entiendan.
La imagen de Dios: Cristo es imagen de Dios por tener la misma naturaleza que el Padre, siendo su
Hijo unigénito y consubstancial (Hebreos 1, 3; Colosenses 1, 15; Juan 6, 46; 14, 9; Sabiduría 7, 26
y nota).
5. Siervos vuestros por Jesús: San Pablo no cesa de insistir (cf. 1, 23 s. y nota) en la humildísima
misión de todo verdadero apóstol, que no ha sido puesto para dominar, ni ser admirado o servido,
sino para servir según la expresa instrucción de Cristo, que se presentó Él mismo como sirviente
(Lucas 23, 25-27 y nota).
6. Es decir que es el mismo Espíritu Santo quien nos hace descubrir al Padre, en el rostro de
Cristo, que es su perfecta imagen (v. 4). Por esto dice San Juan que el que niega al Hijo tampoco
tiene al Padre (I Juan 2, 23), y que todo el que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, en Dios
permanece y Dios en él (I Juan 4, 15) El cristiano, una vez adquirida esta luz, se hace a su vez luz
en las tinieblas para manifestar a otros la gloria de Dios. Es lo que Jesús enseña en el Evangelio.
Véase Lucas 11, 34 ss.; Efesios 5, 8 s.
II Corintios Capítulo 4 9
Confiesa su propia fragilidad
7Pero este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que la excelencia del
hablé”; también nosotros creemos, y por esto hablamos; 14sabiendo que el que
resucitó al Señor Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos pondrá
en su presencia con vosotros. 15Porque todo es por vosotros, para qué
abundando más y más la gracia, haga desbordar por un mayor número (de
vosotros) el agradecimiento para gloria de Dios. 16Por lo cual no desfallecemos;
antes bien, aunque nuestro hombre exterior vaya decayendo, el hombre
interior se renueva de día en día. 17Porque nuestra tribulación momentánea y
ligera va labrándonos un eterno peso de gloria cada vez más inmensamente;
7. La fe es un tesoro que llevamos en vasijas de barro, por lo cual a cada rato necesitamos
cerciorarnos de que no la vamos perdiendo cada día, sin darnos cuenta, por haberse roto la vasija
al contacto del mundo y de su atrayente espíritu, que es contrario al Evangelio y constantemente
tiende a deformar la fe, dejándonos sólo la apariencia de ella. De ahí que la fe necesite ser probada
como el oro en el crisol (I Pedro 1, 7; cf. IV Esdras 16, 74), y Dios enseñe también bondadosamente
por boca del mismo San Pablo, la suma conveniencia de que seamos nosotros mismos quienes nos
preocupemos por mantener viva esa fe que tan fácilmente se adormece (13, 5; I Corintios 11, 31).
De lo contrario Él se vería obligado a mandarnos pruebas de carácter doloroso, en tanto que
nosotros podemos hacerlo con insuperable dulzura por el contacto continuo de nuestro
pensamiento con la divina Palabra, la cual nos mantiene atentos a la verdadera realidad, que es la
sobrenatural, oculta a nuestros sentidos y tan ajena a las habituales preocupaciones del hombre de
hoy. Así es como la divina Palabra libra de las pruebas, según enseñó Jesús. Cf. Juan 15, 2 siguiente
y nota.
10. Cf. 1, 5. Expuestos todos los días a mil tormentos y a la misma muerte, representamos en
nuestros cuerpos la imagen de Jesucristo, paciente y muerto (Santo Tomás). Y esto será mientras la
cizaña esté mezclada con el trigo, es decir, hasta el fin (Mateo 13, 30 y 39). En vano pretenderíamos
para la Iglesia militante en este mundo un triunfo que sería todo lo contrario de lo que anunció su
divino Fundador. Cf. Lucas 18, 8.
13. Véase Salmo 115, 1. Los predicadores y creyentes al Evangelio tienen la misma fe que los
justos del Antiguo Testamento: éstos, como dice San Agustín, creían en el Cristo que había de venir,
y nosotros que Él ha venido ya, mas nuestra fe no se detiene en los misterios pasados, sino que
abarcando “lo nuevo y lo viejo” (Mateo 13, 52), nos lleva a los misterios de la resurrección,
contemplando a Jesús, como dice San Pedro, en sus pasiones y posteriores glorias (I Pedro 1, 11).
16. De ahí que el mismo Apóstol nos enseñe que en su debilidad está su fortaleza (10, 10; I
Corintios 1, 25-27; 12, 10).
II Corintios Capítulo 5 10
18
por donde no ponemos nosotros la mirada en las cosas que se ven, sino en
las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mas las que no se ven,
eternas.
Capítulo 5
La esperanza de la inmortalidad
1
Sabemos que, si esta tienda de nuestra mansión terrestre se desmorona,
tenemos de Dios un edificio, casa no hecha de manos, eterna en los cielos. 2Y
en verdad, mientras estamos en aquélla, gemimos, porque anhelamos ser
sobrevestidos de nuestra morada del cielo; 3pero con tal de ser hallados
(todavía) vestidos, no desnudos. 4Porque los que estamos en esta tienda
suspiramos preocupados, no queriendo desnudarnos, sino, sobrevestirnos, en
forma tal que lo mortal sea absorbido por la vida. 5Para esto mismo nos hizo
Dios, dándonos las arras del Espíritu.
6Por eso confiamos siempre, sabiendo que mientras habitamos en el cuerpo,
vivimos ausentes del Señor —7puesto que sólo por fe andamos y no por
visión— 8pero con esa seguridad nos agradaría más dejar de habitar en el
18. ¡He aquí algo que puede ser definitivo para curarnos de todo amor efímero! Dios quiere
lo que es y no parece: la Eucaristía. El hombre, a la inversa, quiere lo que parece y no es (cf. Mateo
15, 8). Por eso busca tanto las obras exteriores, sin comprender que Dios no las necesita y que ellas
valen sólo en proporción del amor que las inspira. Como por desgracia no es normal que tengamos
siempre ese amor en nosotros, debemos previamente preparar el espíritu por la meditación y la
oración, que aumentan la fe y la caridad (4, 7 y nota). Entonces todo lo que hagamos inspirados
por ese amor tendrá la certeza de ser agradable a Dios. De ahí la lección fundamental de los
Proverbios (4, 23): “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón.” Porque del estado de éste
depende el valor de todo lo que hagamos. Sobre la fugacidad de lo visible, cf. I Corintios 7, 31 y
nota.
1. Esta tienda de nuestra mansión terrestre: el cuerpo. Nuestra verdadera habitación es el cielo
(v. 2; Filipenses 3, 20).
2 ss. “Querríamos llegar a la vida eterna sin pasar por la muerte. Este deseo sólo es realizable
con la condición de hallarnos vivos en el momento de la Parusía (I Tesalonicenses 4, 13-18; I
Corintios 15, 50-54)” (Buzy). Cf. la nota en I Corintios 15, 51.
3. Es decir, anhelamos la glorificación de nuestro cuerpo, mas no a través de la muerte, que
nos desnudaría del mismo (v. 2 y nota). Es muy de notar que el Apóstol no nos señala como prueba
de amor y esperanza el deseo de la muerte, sino el de la segunda venida de Jesús, y bien se explica,
puesto que sólo entonces la visión será plena (Filipenses 3, 20 s.; Juan 3, 2; Apocalipsis 6, 9 ss.;
Lucas 21, 28; Romanos 8, 23, etc.). Este misterio en que lo mortal será absorbido por la vida, lo
explica el mismo Apóstol en I Corintios 15, 51-55. Sobre la muerte de los mártires, véase Apocalipsis
2, 10 y nota.
5. Cf. 1, 22. El Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo es el principio vital de la
resurrección en Cristo. San Crisóstomo acentúa la verdad contenida en este versículo, diciendo:
“Dios es el que nos ha creado para este fin, esto es, para hacernos inmortales e incorruptibles,
dándonos su Espíritu y su gracia como prenda y arras de esta inmortalidad y gloria venideras”.
8. Continúa el Apóstol insistiendo sobre el mismo admirable misterio de nuestra dichosa
esperanza (Tito 2, 13). Después de mostrarnos que, lejos de ser ella una ambición ilegítima, es un
deseo que el mismo Espíritu Santo nos pone en el alma (v. 5), nos muestra ahora, como San Juan
II Corintios Capítulo 5 11
cuerpo, y vivir con el Señor. 9Y por esto es que nos esforzamos por serle
agradables, ya presentes, ya ausentes. 10Pues todos hemos de ser manifestados
ante el tribunal de Cristo, a fin de que en el cuerpo reciba cada uno según lo
bueno o lo malo que haya hecho.
El amor de Cristo, alma del Ministerio apostólico
11Penetrados, pues, del temor del Señor, persuadimos a los hombres, pero
ante Dios estamos patentes, y espero que también estemos patentes en vuestras
conciencias. 12No es que otra vez nos recomendemos a vosotros, sino que os
estamos dando motivo para gloriaros de nosotros de modo que tengáis (cómo
replicar) a quienes se glorían en lo exterior y no en el corazón. 13Porque si somos
locos, es para con Dios; y si somos cuerdos, es por vosotros.
14Porque el amor de Cristo nos apremia cuando pensamos que Él, único,
sufrió la muerte por todos y que así (en Él) todos murieron. 15Y si por todos
murió, es para que los vivos no vivan ya para sí mismos, sino para Aquel que
por ellos murió y resucitó. 16De manera que desde ahora nosotros no
en I Juan 3, 3, la eficacia santificadora de este deseo, único capaz de hacernos despreciar todo
afecto terreno (Lucas 17, 32 s. y nota) y preferir el abandono de la presente vida, cosa que se nos
hace harto difícil cuando se trata de pasar por la muerte. Sólo la falta de conocimiento de estos
misterios puede explicar quizá la sorprendente indiferencia en que solemos vivir con respecto al
sumo acontecimiento, tan inefablemente feliz para el fiel cristiano. Cf- Apocalipsis 22, 20 y nota.
9. Como observa Fillion, es este deseo y esta esperanza de gozar de Nuestro Señor Jesucristo
por toda la eternidad, lo que nos excita poderosamente a hacer desde ahora lo que a Él le agrada.
10. Cristo ha sido, en efecto, constituido por el Padre como Juez de vivos y muertos. Cf.
Hechos 10, 40; Romanos 14, 10; I Pedro 4, 5 s.; Apocalipsis 19, 11 ss. La concreta referencia a
nuestros cuerpos, que se hace en este versículo, contribuye grandemente a la preparación señalada
en la nota anterior. Ya no se trata solamente de la hora de nuestra muerte y el misterioso destino
del alma sola, sino del inmenso acontecimiento del retorno de Jesús como Juez, cuando vendrá
“como ladrón de noche” (I Tesalonicenses 5, 2 y nota) a salvar a los suyos y destruir las cabezas de
sus enemigos (Salmo 109, 5 s. y nota), “como vasos de alfarero” (Salmo 2, 9; I Corintios 15, 25).
Esta reflexión, la más grave que un hombre puede hacerse en la presente vida, explica la insistencia
con que el mismo Juez, hablándonos como Salvador, nos dice amorosamente: “no sea que
volviendo de improviso os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”
(Marcos 13, 36 s.).
11. Ante Dios estamos patentes: Los apóstoles no necesitan protestar de su sinceridad ante
Dios que conoce sus corazones, pero sí delante de los hombres (I Corintios 2, 14), cuyo juicio carnal
difícilmente entiende la lógica sobrenatural del Evangelio, en el cual tanto se escandalizaban de
Jesús (Lucas 7, 39 y nota). De ahí que el Apóstol tenga que ser cuerdo para con ellos, como les dice
en el v. 13 (cf. I Corintios 14, 32 y nota), dejando para el trato con Dios aquella locura que no tiene
límites ante el misterio del amor con que somos amados (v. 14 y nota).
14. El amor que Cristo nos mostró, muriendo por nosotros y haciendo que su muerte nos
redimiese como si cada uno de nosotros hubiese muerto como Él, es algo tan inmenso que reclama
irresistiblemente nuestra correspondencia. “Al que así nos amó, cómo no amarlo”, dice San Agustín,
y lo repite un himno de la Liturgia (Adeste, fideles). Este es el pensamiento que según el Apóstol
nos lleva a enloquecer de gozo (v. 13).
16. Según la carne, esto es, según miraba cuando no conocía a Cristo. Se refiere al tiempo
antes de su conversión. Mas ahora, dice, ha comenzado nuestra resurrección en Cristo. “No
dudamos con desconfianza, ni aguardamos con incertidumbre, sino que, habiendo empezado a
II Corintios Capítulo 5 12
conocemos a nadie según la carne; y aun a Cristo si lo hemos conocido según
la carne, ahora ya no lo conocemos (así). 17Por tanto, si alguno vive en Cristo,
es una creatura nueva. Lo viejo pasó: he aquí que se ha hecho nuevo.
18Y todo esto es obra de Dios, quien nos reconcilió consigo por medio de
recibir el cumplimiento de nuestra promesa, empezamos a ver las cosas venideras con los ojos de
la fe, y alegrándonos de la futura exaltación de nuestra naturaleza, de modo que lo que creemos
ya es como si lo tuviéramos” (San León Magno).
17. Sobre esta nueva creatura, véase Juan 3, 5 y nota; Efesios 4, 13 ss. “El intento de hacer
vida «cristiana», tomando como base la vida natural propia, es impracticable; pues el plano de la
vida de Cristo, frente a la forma humana de vida, es totalmente diferente y nuevo. El «nuevo
hombre» se forma mediante la transposición del hombre natural a nueva forma de vida fundada
en la vida de Cristo. Pero si esta nueva forma de vida ha de lograrse, debe realizarse una real
transposición de sí mismo. Debe realizarse, por así decir, una incorporación mediante la cual se
establezca la unión con esa otra nueva vida” (P. Pinsk). Cf. Romanos 6, 6; Efesios 4, 22; Colosenses
3, 9.
18 ss. Tan sólo Dios pudo renovarlos; no hay redención hecha por hombres; no hay redención
sino en Cristo. San Crisóstomo, contemplando el amor de Dios en la obra de la reconciliación,
exclama: “¿Qué ha dejado de hacer Dios para que lo amemos? ¿Qué no ha hecho? ¿Qué ha
omitido? ¿Qué mal nos ha hecho nunca? Gratuitamente le hemos ofendido y deshonrado,
habiéndonos Él colmado de innumerables beneficios. De mil modos nos llamaba y atraía, y en vez
de hacerle caso proseguimos en ultrajarle y ofenderlo, y ni aun así quiso vengarse, sino que corrió
tras nosotros y nos detuvo cuando huimos... Después de todo esto apedreamos y matamos a los
profetas y perpetramos otros infinitos crímenes Y ¿qué hizo Él entonces? No envió más profetas,
no ángeles, no patriarcas, sino a su mismo Hijo y después de matado el Hijo, persevera exhortando,
rogando, y nada omite para que nos convirtamos”.
19 s. Nótese la sublimidad de la misión confiada al verdadero predicador evangélico: al ofrecer
a los hombres la reconciliación conquistada por Cristo, es como si el mismo Dios hablase por su
boca (v. 20). Cf. I Pedro 4, 11.
21. Para que fuéramos justicia: “Para que este beneficio nuestro fuera simplemente posible,
era menester que Cristo se compenetrase e identificase tan íntimamente con nosotros, que nuestro
pecado pudiera llamarse suyo. Y esto significa por nosotros: en representación nuestra. Cristo se
hizo como la personificación de toda la Humanidad; y como la Humanidad entera era como una
masa de puro pecado, Cristo vino a ser como la personificación de nuestro pecado” (Bover). Cf.
Ezequiel 4, 4 y nota.
II Corintios Capítulo 6 13
Capítulo 6
Cuadro de la vida apostólica
En cumplimiento de esa cooperación, a vosotros exhortamos también que
1
2. En el tiempo aceptable, etc.: Es una cita tomada de Isaías 49, 8, según los Setenta, donde,
como observa Crampón, se refiere a la liberación de Israel (cf. I Corintios 10, 11 y nota). También
observa el mismo autor que allí estas palabras se dirigen no al pueblo, sino al Siervo de Yahvé, es
decir, al Mesías, en respuesta a su oración. De ahí que San Pablo las aplique igualmente a sí mismo
y a los que ejercen el ministerio, como se ve en todo lo que sigue.
3. Para que no sea vituperado el ministerio: Señala el Apóstol cómo la fe sufre detrimento
porque las almas le imputan a ella las fallas de los pastores. De ahí la tremenda responsabilidad de
los que, haciendo profesión de difundir la buena doctrina, le sirven, al contrario, de tropiezo.
4 ss. He aquí el retrato auténtico de la vida apostólica, que se completa con el trazado por el
mismo San Pablo en I Corintios 4, 1 ss., con una elocuencia que no necesita comentario, pero sí
mucha meditación.
10. Lo poseemos todo: Véase I Corintios 3, 22 y nota.
11. ss. El gran Apóstol después del claro desahogo que precede, trata de despertar un eco de
caridad fraterna en el mezquino corazón de aquellos corintios, que es el mismo de todos nosotros.
14. ss. Para muchos cristianos el trato con los paganos era peligroso. No quedaba otro remedio
que huir de la ocasión próxima de pecado. San Jerónimo cree que San Pablo prohíbe aquí los
matrimonios con los infieles.
II Corintios Capítulo 7 14
15
¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O que comunión puede tener el que
cree con el que no cree? 16¿Y qué transacción entre el templo de Dios y los
ídolos? Pues templo del Dios vivo somos nosotros, según aquello que dijo Dios:
“Habitaré en ellos y andaré en medio de ellos;
y Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
17Por lo cual salid de en medio de ellos,
Capítulo 7
Satisfacción y gozo del apóstol
Teniendo carísimos, tales promesas, purifiquémonos de toda
1
nadie hemos explotado. 3No lo digo para condenar; pues ya he dicho que estáis
en nuestros corazones, para morir juntos, y juntos vivir. 4Mucha es mi
franqueza con vosotros; mucho lo que me glorío de vosotros; estoy lleno de
consuelo, reboso de gozo en medio de toda nuestra tribulación. 5Porque
llegados nosotros a Macedonia, no tuvo nuestra carne ningún reposo, sino que
de todas maneras éramos atribulados; por fuera luchas, por dentro temores.
15. Belial o Beliar: palabra que significa la causa de los malos: nombre de Satanás, príncipe de
los demonios.
16. Cita libre de Levítico 26, 12, hecha en forma análoga; pues, como observa Fillion, se ve
aquí un eco de la promesa hecha a Israel en Ezequiel 37, 27 (cf. II Reyes 7, 14; Isaías 43, 6; 32, 11;
Jeremías 31, 9; 32, 38; 51, 45; Ezequiel 20, 34 y 41; Oseas 1, 10). Para el cristiano es aún más íntima
y ya presente la habitación de Dios en su alma, que debe alejarlo con repugnancia de toda
contaminación exterior (I Corintios 3, 16; 6, 19). “Si en vez de mirar a Dios como un objeto exterior
a mí, lo considero en mí, hallo ya cumplida y colmada mi oración, pues nunca soñaría yo en llegar
a pedirle que habitase en mí y me transformase a la imagen de su Hijo Jesús. Eso es lo que ya ha
hecho Él conmigo, y continúa haciéndolo a cada instante por la gracia de su bondad a causa del
excesivo amor con que nos ama” (Efesios 2, 4 ss.). Hasta esa consideración inicial: “yo estoy ya
divinizado por la gracia”, para que inmediatamente el alma entre en la paz, superando por un lado
toda inquietud o escrúpulo, y por otro lado evitando con el mayor esfuerzo posible todos los
peligros de pecado, y quedando así en el estado de ánimo propicio para crecer en la fe y en el
amor. He aquí lo que hemos de recordar especialmente cuando nos sentimos incapaces de orar.
2. El Apóstol, que tanto ama a los corintios, les pide nuevamente amor y confianza.
4. Como vemos en el v. 6 s., San Pablo se refiere al gran consuelo que tuvo con la llegada de
Tito. Bello ejemplo de lo que el mismo Apóstol enseña en 1, 5.
II Corintios Capítulo 7 15
6
Pero Dios, el que consuela a los humildes, nos ha consolado con la llegada
de Tito; 7y no tan sólo con su llegada, sino también con el consuelo que él
experimentó por causa de vosotros, cuando nos contó vuestra ansia, vuestro
llanto, vuestro celo por mí; de suerte que creció aún más mi gozo. 8Porque,
aunque os contristé con aquella carta, no me pesa. Y aun cuando me pesaba —
pues veo que aquella carta os contristó, bien que por breve tiempo— 9ahora
me alegro; no de que os hayáis contristado, sino que os contristasteis para
arrepentimiento; porque os contristasteis según Dios, y así en nada sufristeis
daño de nuestra parte. 10Puesto que la tristeza que es según Dios, obra
arrepentimiento para salvación, que no debe apenarnos; en cambio, la tristeza
del mundo obra muerte. 11Pues ved, esto mismo de haberos contristado según
Dios, ¡qué solicitud ha producido en vosotros, y qué empeño por justificaros;
qué indignación, qué temor, qué anhelos, qué celo y qué vindicación! En toda
forma os mostrasteis intachables en aquel asunto.
Nueva consolación
12
Así, si os escribí, no fue por causa del que cometió el agravio, ni por causa
del que lo padeció, sino para que vuestra solicitud por nosotros se manifestase
entre vosotros en la presencia de Dios. 13Por eso nos hemos consolado; y
además del consuelo nuestro nos regocijamos aún mucho más por el gozo de
Tito; pues su espíritu fue confortado por todos vosotros. 14Porque si delante de
él en algo me precié de vosotros, no quedé avergonzado; sino que, así como
fue verdad todo lo que hemos hablado con vosotros (reprochándoos), así
también resultó verdad el preciarnos de vosotros ante Tito. 15Y su entrañable
afecto para con vosotros va todavía en aumento al recordar la obediencia de
todos vosotros, cómo con temor y temblor lo recibisteis. 16Me alegro de poder
en todo confiar en vosotros.
6. Tito, llegado de Corinto, lo consuela relatándole los preciosos frutos de la 1ª Epístola.
10. De la contrición cristiana del corazón, nacen santos (cf. Mateo 5, 5; Hechos de los
Apóstoles 11, 18; I Pedro 2, 19); de la tristeza del siglo, que es la consecuencia del abuso de los
bienes, salen, en cambio, hombres débiles, malignos, suicidas. Cf. Eclesiástico 38, 18 siguientes.
12. Del que lo padeció: Se supone que alude al padre del incestuoso de I Corintios 5, 1 ss.
Algunos piensan que se refiere a otro caso, o quizás al mismo Pablo que había sido ofendido por
uno o algunos de la comunidad.
II Corintios Capítulo 8 16
Capítulo 8
Doctrina sobre la limosna
1Os hacemos también saber, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las
1. Empieza la segunda parte de la carta, que trata de la organización de una colecta para los
cristianos de Jerusalén. El Apóstol misionero es aquí organizador de obras de beneficencia cristiana.
Es de notar que huye como con repugnancia de nombrar el dinero. Aquí, por ejemplo, llama a la
colecta “gracia de Dios”, en el v. 19, “beneficio”, en 9, 5, “bendición”, como para mostrar que
“más dichoso es dar que recibir” (Hechos de los Apóstoles 20, 35). Véase Gálatas 2, 10.
4. Los santos: los cristianos (1, 1 y nota). La colecta estaba destinada para alivio de los
judeocristianos de Jerusalén, cuna de la religión cristiana y primera residencia de los apóstoles.
5 Primeramente al Señor: Como hace notar Fillion, el Apóstol destaca la rectitud de intención
sobrenatural de aquellos fieles, mostrando que antes de tomar la empresa de ningún hombre (I
Corintios 1, 12 s.), se habían entregado a Dios, por lo cual sus obras eran de verdadera caridad. Cf.
I Corintios 13, 1 siguientes.
8. En 9, 7 vemos por qué San Pablo no quiere obrar como quien manda.
9. Notemos que no habla de hacernos ricos por la riqueza del poderoso Redentor, sino ante
todo por su pobreza. Nunca quiso Él ser rico, para que nadie pudiese atribuir su predicación al afán
de lucro. “Si los discípulos hubieran tenido riquezas, dice San Jerónimo, creeríamos que predicaron,
no por la salvación de los hombres, sino por aumentar sus haberes.”
10. En este caso práctico nos muestra precisamente el Apóstol cómo lo que importa es tener
siempre la buena disposición en el corazón (Proverbios 4, 23 y nota), pues, habiendo ésta, la
ejecución de las buenas obras vendrá en el momento oportuno, cuando Dios nos muestre su
voluntad para que las hagamos, ya que es Él mismo quien las prepara (Efesios 2, 10).
II Corintios Capítulo 8 17
tiene, no a lo que no tiene. 13No de tal modo que otros tengan holgura, y
vosotros estrechez, sino que por razón de igualdad, 14en esta ocasión vuestra
abundancia supla la escasez de ellos, para que su abundancia, a su vez, supla la
escasez vuestra, de manera que haya igualdad, 15según está escrito: “El que
(recogió) mucho no tuvo de sobra; y el que poco, no tuvo de menos.”
Recomendación cristiana
16Gracias sean dadas a Dios que puso la misma solicitud (mía) por vosotros
en el corazón de Tito. 17Pues no sólo acogió nuestra exhortación, sino que, muy
solícito, por propia iniciativa partió hacia vosotros. 18Y enviamos con él al
hermano cuyo elogio por la predicación del Evangelio se oye por todas las
Iglesias. 19Y no sólo esto, sino que además fue votado por las Iglesias para
compañero nuestro de viaje en esta gracia administrada por vosotros para
gloria del mismo Señor y para satisfacer la prontitud de nuestro ánimo. 20Con
esto queremos evitar que nadie nos vitupere con motivo de este caudal
administrado por nuestras manos; 21porque procuramos hacer lo que es bueno,
no sólo ante el Señor, sino también delante de los hombres. 22Con ellos
enviamos al hermano nuestro a quien en muchas cosas y muchas veces hemos
probado solícito, y ahora mucho más solícito por lo mucho que confía en
vosotros.
23En cuanto a Tito, él es mi socio y colaborador entre vosotros; y nuestros
hermanos son enviados de las Iglesias, gloria de Cristo. 24Dadles, pues, a la faz
de las Iglesias, pruebas de vuestra caridad y de la razón con que nos hemos
preciado de vosotros.
13 ss. Esta igualdad es el equilibrio de que habla en el v. 14, según lo confirma en 9, 12 y en
Romanos 15, 27, es decir, de manera que “en esta ocasión” los corintios participen de los bienes
espirituales de los santos de Jerusalén a quienes ayudan con sus bienes materiales. Claro está que
este elevado pensamiento de San Pablo no impedía, antes bien favorecía una generosidad material
tan amplia como libre, según nos muestran los Hechos de los Apóstoles (Hechos de los Apóstoles
4, 34 s. y notas). Cf. I Corintios 9, 11; Gálatas 6, 6.
15. Véase Éxodo 16, 18. Se refiere al maná que caía del cielo en forma que a nadie faltaba y a
nadie sobraba. Los que recogían mucho no tenían más que los que recogían poco, por donde se ve
que la superabundancia era estéril como la del avaro que se llena de lo que él no puede aprovechar
e impide que lo aprovechen los otros. Véase lo que sucedía a este respecto con el mismo maná
(Éxodo 16, 19 s.) Cf. Eclesiástico 27, 1 y nota.
18. Este hermano parece ser San Lucas, aunque podría tratarse también de Bernabé o Silas, y
aun de alguno de los que acompañaban a San Pablo en Hechos de los Apóstoles 20, 4. Sobre el v.
19 cf. Hechos de los Apóstoles 15, 22 s. y notas.
20. En la administración de fondos y limosnas el ministro de Dios debe cuidarse aún de la
apariencia de enriquecerse a sí mismo. Por lo cual San Pablo delega en otros tales funciones.
II Corintios Capítulo 9 18
Capítulo 9
Preparativos para la colecta
1
Respecto al socorro en favor de los santos no necesito escribiros. 2Pues
conozco vuestra prontitud de ánimo, por la cual me glorío de vosotros entre
los macedonios (diciéndoles), que Acaya está ya pronta desde el año pasado, y
vuestro celo ha estimulado a muchísimos. 3Envío, empero, a los hermanos, para
que nuestra gloria acerca de vosotros no quede vana en este punto y para que,
según he dicho, estéis preparados; 4no sea que si vinieren conmigo macedonios
y os hallaren desprevenidos, tengamos nosotros —por no decir vosotros— que
avergonzarnos en esta materia. 5Tuve, pues, por necesario rogar a los hermanos
que se adelantasen en ir a vosotros, y preparasen de antemano vuestra
bendición ya prometida, de manera que esté a punto como bendición y no
como avaricia.
Dador alegre ama Dios
Pues digo: El que siembra con mezquindad, con mezquindad cosechará, y
6
1. Delicada fórmula que muestra cuánto confía el Apóstol en la fidelidad de los hijos que había
engendrado por el Evangelio, lo cual no le impide hablarles con toda franqueza (v. 3 ss.).
2. Acaya: nombre de la provincia cuya capital era Corinto.
7. En I Corintios 13, 3 ha mostrado el Apóstol que sin el amor nada valen las obras. El que
ama da con gusto, porque está deseando dar (Filemón 14; Hebreos 13, 17; Eclesiástico 35, 11). “Si
podéis dar, dad; si no podéis mostraos afables. Dios recompensa la bondad de corazón del que
nada tiene que dar. Nadie diga que no tiene; la caridad no necesita bolsa” (San Agustín) Cf. 12, 15;
Romanos 12, 8 y nota.
8. El mismo Dios nos da, tanto los bienes para la limosna cuanto el deseo de darla. Véase 1,
4 y nota; 8, 16; Efesios 2, 10; Filipenses 2, 13.
9. Véase Salmo 111, 9 y nota.
12. La gratitud más agradable a Dios consiste en glorificarle a Él que es el Padre de quien
proceden todos los bienes (Santiago 1, 17). No es cristiana la costumbre de colocar placas
recordatorias para honrar a los hombres que han hecho obras de beneficencia, puesto que el honor
sólo ha de ser para Dios (Salmo 148, 13 y nota). Por lo demás, lejos de favorecerles se les hace el
II Corintios Capítulo 10 19
oblación no sólo remedia las necesidades de los santos, sino que también
redunda en copiosas acciones de gracias a Dios. 13Pues al experimentar este
servicio glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al Evangelio de Cristo,
y por la liberalidad con que comunicáis lo vuestro a ellos y a todos. 14Y ellos, a
su vez, ruegan por vosotros, amándoos ardientemente a causa de la sobre-
excelente gracia de Dios derramada sobre vosotros. 15¡Gracias a Dios por su
inefable don!
Capítulo 10
La energía apostólica es “para edificación”
1
Yo mismo, Pablo, os ruego, por la mansedumbre y amabilidad de Cristo,
yo que presente entre vosotros soy humilde, pero ausente soy enérgico para
con vosotros, 2os suplico que cuando esté entre vosotros no tenga que usar de
aquella energía que estoy resuelto a aplicar contra algunos que creen que
nosotros caminamos según la carne. 3Pues, aunque caminamos en carne, no
militamos según la carne, 4porque las armas de nuestra milicia no son carnales,
sino poderosas en Dios, para derribar fortalezas, aplastando razonamientos 5y
mayor daño, pues Jesús enseña que el que buscó y aceptó aplauso ya tuvo su recompensa y no
tendrá otra (Mateo 6, 1-5).
1. San Pablo se defiende categóricamente contra algunos agitadores, que sembraban
desconfianza ridiculizándolo por su fragilidad corporal y lo que llamaban “su lenguaje despreciable”
(v. 10), que contrastaba con la elocuencia de su pluma. Véase 11, 6.
4. Aprendamos que no hemos de combatir al mundo con sus propias armas, ni en su propio
terreno, sino con las armas espirituales y en el terreno del espíritu. En aquél siempre seremos
vencidos, porque en el mundo seguirá dominando Satanás (Juan 14. 30); en este venceremos con
la omnipotencia de Dios. Véase Filipenses 4, 13. Romanos 13, 12; II Corintios 13, 10; Efesios 6, 13-
17.
5. Cautivamos todo pensamiento, empezando por el propio. Cuando el tentador nos presenta
la idea de un pecado revestido de toda la belleza que él sabe ponerle, sea de soberbia o de
concupiscencia, sentimos que estamos espontáneamente inclinados a dar nuestra aprobación, y sólo
la condenamos después de reflexionar que tiene que ser cosa mala, puesto que está prohibida por
Dios. Esta experiencia que todos hemos hecho, debería alarmarnos hasta el extremo, pues nos
demuestra la debilidad de nuestro entendimiento. Y desde entonces ¿qué fe podemos tenerle, como
guía de nuestros actos, a mi entendimiento que formula juicios favorables a lo que Dios condena?
Por eso San Pablo nos dice que nos renovemos en el espíritu de nuestra mente (Efesios 4, 23) y
seamos transformarlos por la renovación de nuestra mente (Romanos 12, 2), o sea, como aquí dice,
cautivando todo pensamiento a la obediencia de Cristo. Entonces podremos ser árbol bueno, y de
suyo los frutos serán buenos todos (Mateo 12, 33). Cf. Lucas 6, 44 s.; 11, 13 y 28 y 34. Esto se
entiende fácilmente, pues ¿cómo vamos a odiar un acto, mientras lo miramos como cosa deseable?
¿Cómo vamos, por ejemplo, a juzgar con el criterio de la Verdad cristiana una ofensa recibida del
prójimo, mientras conservamos nuestra lógica humana, que nos dice que una ofensa necesita
reparación porque eso es lo justo? El mismo Cristo nos está diciendo que lo justo y lo lógico no es
eso sino todo lo contrario, es decir, el perdonar una y siete, y quinientas veces por día a cuantos
nos ofendan; y que sólo así podremos pretender que Dios nos perdone nuestras deudas, si
II Corintios Capítulo 10 20
toda altanería que se levanta contra el conocimiento de Dios. (Así) cautivamos
todo pensamiento a la obediencia de Cristo, 6y estamos dispuestos a vengar
toda desobediencia, cuando vuestra obediencia haya llegado a perfección.
7Vosotros miráis según lo que os parece. Si alguno presume de sí que es de
débil, y su palabra despreciable”— 11piensan esos tales que cual es nuestro modo
de hablar por medio de cartas, estando ausentes, tal será también nuestra
conducta cuando estemos presentes.
Comunicación de bienes espirituales
12Porque no osamos igualarnos ni compararnos con algunos que se
recomiendan a sí mismos. Ellos, midiéndose a sí mismos en su interior y
comparándose consigo mismos, no entienden nada, 13en tanto que nosotros no
nos apreciaremos sin medida, sino conforme n la extensión del campo de acción
que Dios nos asignó para hacernos llegar hasta vosotros. 14Y hasta vosotros
hemos llegado ciertamente en la predicación del Evangelio de Cristo; no
estamos extralimitándonos, como si no llegásemos hasta vosotros. 15Y según
esto, si nos gloriamos (aun en vuestros trabajos) no es fuera de medida en
labores ajenas, pues esperamos que con el aumento de vuestra fe que se
produce en vosotros, también nosotros creceremos más y más conforme a
nuestra medida, 16llegando a predicar el Evangelio hasta más allá de vosotros,
no para gloriarnos en medida ajena, por cosas ya hechas.
17Porque “el que se gloría, gloríese en el Señor”. 18Pues no es aprobado el
“nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Para eso el Evangelio nos enseña que necesitamos
nada menos que nacer de nuevo (Juan 3, 3), y San Pablo no nace sino desarrollar esa doctrina
explicándonos que la renovación ha de ser por el conocimiento y según la imagen de Cristo, como
Cristo lo es del Padre (Colosenses 3, 10) y que para poder imitar a Cristo en sus actos, es necesario
que primero nos pongamos de acuerdo con Él en sus pensamientos, y como él es signo de
contradicción y opuesto a esa lógica nuestra, nada válido haremos en el orden de la conducta,
mientras no hayamos “cautivado todo nuestro pensamiento a la obediencia de Cristo” (véase I
Corintios capítulos 1-3).
12. No sin ironía fustiga el Apóstol a ciertos sujetos, cuya única fuerza consistía en ensalzarse
a sí mismos.
15. Admirable ejemplo de la comunicación de bienes espirituales. Cf. 1 Corintios 12, 2 y nota.
18. Por eso San Pablo no se preocupa del juicio ajeno, ni tampoco del propio, como lo vimos
en 1 Corintios 4, 3 siguientes y nota.
II Corintios Capítulo 11 21
Capítulo 11
Ironía con los falsos apóstoles
1
¡Ojalá me toleraseis un poco de fatuidad! Sí, ¡tolerádmela! 2Porque mi
celo por vosotros es celo de Dios, como que a un solo esposo os he desposado,
para presentaros cual casta virgen a Cristo. 3Sin embargo, temo que, como la
serpiente engañó a Eva con su astucia, así vuestras mentes degeneren de la
simplicidad y pureza que han de tener con Cristo. 4Porque si alguno viene y
predica otro Jesús que al que nosotros hemos predicado, o si recibís otro
Espíritu que el que recibisteis, u otro Evangelio que el que abrazasteis, bien lo
toleraríais, 5y yo estimo que en nada soy inferior a tales superapóstoles. 8Pues
aunque rudo soy en el hablar, no por cierto en el conocimiento, el cual hemos
manifestado ante vosotros de todas maneras y en todas las cosas.
A nadie fui gravoso
7¿O acaso pequé porque me humillé a mí mismo para que vosotros fueseis
elevados y porque os prediqué el Evangelio de Dios gratuitamente? 8A otras
Iglesias despojé recibiendo (de ellas) estipendio para serviros a vosotros. 9Y
estando entre vosotros y hallándome necesitado, a nadie fui gravoso, pues mi
necesidad la suplieron los hermanos venidos de Macedonia; y en todo me
guardé y me guardaré de seros gravoso. 10Por la verdad de Cristo que está en
mí (os juro) que esta gloria no sufrirá mengua en las regiones de Acaya.
11¿Por qué? ¿Es que no os amo? Dios lo sabe. 12Mas lo que hago, seguiré
haciéndolo para cortar el pretexto a los que buscan una ocasión de ser como
1. Fatuidad: En sentido irónico les pide que lo dejen hablar de sí mismo como suelen hacer
los otros. Bien puede él hacerlo sin ser sospechoso de vanagloria, puesto que tanto les ha probado
amarlos con santo celo, con el celo de Dios (v. 2), y que su amor fue en vivo contraste con la
frialdad de los corintios y con la hipocresía de los falsos apóstoles.
2. A un solo Esposo: es decir, no os busco para mí, sino para Él. Bellísima expresión de
fidelidad que hallamos también en boca del Bautista, cuando declara que no es el Esposo, sino
simple amigo de Éste (Juan 3, 28-30). Vemos también aquí, como en el Cantar de los Cantares,
que no sólo la Iglesia en su conjunto (Efesios 5, 27 ss.; Apocalipsis 19, 6 ss.), sino también cada alma
es personalmente la esposa de Cristo. Cf. 17, 14; I Corintios 11, 3 y notas.
4 s. Bien lo toleraríais. Es exactamente lo que dice Jesús en Juan 5, 43 para mostrar que los
falsos profetas son mejor recibidos que los verdaderos. Superapóstoles: claro está que San Pablo
habla con ironía, y no se refiere en manera alguna a Pedro, Santiago y Juan como algunos han
pensado, sino a sus jactanciosos adversarios, los falsos apóstoles (v. 13), según lo confirma todo el
contexto. Vemos aquí, como en muchos otros pasajes, el gran peligro de apartarse de la primitiva
y verdadera tradición apostólica, sobre todo si perdemos la primitiva sencillez propia de Cristo (v.
3), para caer en manos de los falsos apóstoles. Véase la fuerza con que habla de esto en Gálatas 1,
6 siguientes.
9. Aquellos críticos cobraban remuneraciones por el ministerio que ejercían en Corinto, en
tanto que Pablo jamás pidió dinero por la predicación del Evangelio, sino que se sustentaba con el
trabajo de sus manos (Hechos de los Apóstoles 20, 34) Cf. III Juan 7.
II Corintios Capítulo 11 22
nosotros en el gloriarse. 13Porque los tales son falsos apóstoles, obreros
engañosos que se disfrazan de apóstoles de Cristo. 14Y no es de extrañar, pues
el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. 15No es gran cosa que sus ministros
se disfracen de ministros de justicia. Su fin será correspondiente a sus obras.
El Apóstol se compara con sus adversarios
Digo otra vez: Nadie crea que soy fatuo; y si no, aunque sea como fatuo,
16
admitidme todavía que yo también me gloríe un poco. I7Lo que hablo en este
asunto de la jactancia no lo hablo según el Señor, sino como en fatuidad. 18Ya
que muchos se glorían según la carne, también (así) me gloriaré yo, 19pues
toleráis con gusto a los fatuos, siendo vosotros sensatos. 20Vosotros, en efecto,
soportáis si alguno os reduce a servidumbre, si os devora, si os defrauda, si se
engríe, si os hiere en el rostro.
21Para deshonra mía digo esto como si nosotros hubiéramos sido débiles. Sin
13 ss. Véase II Tesalonicenses 2, 7 ss.; I Juan 2. 18; Mateo 7, 15; I Timoteo 4, 1; II Timoteo 3,
5; 4, 3 ss.; II Pedro 3, 3; Judas 18.
18. Los continuos ataques obligan al Apóstol a hablarles de sí mismo, pero no por vanidad,
como sus adversarios, sino para sostener su autoridad apostólica. La continua ironía de su lenguaje,
tan ajena a su habitual mansedumbre, muestra cuan a disgusto se ve obligado a descender a tal
defensa.
23. Hablo como un loco: San Pablo extrema el sarcasmo, diciendo que habría que estar loco
para afirmar que tales hombres son ministros de Cristo. A continuación añade el Apóstol una
impresionante lista de sus aventuras que podría formar un film maravilloso, titulado: el aventurero
de Cristo. En los pasajes que citamos más adelante pueden verse muchos de ellos, tan apasionantes,
que han tentado la pluma de muchos biógrafos buenos y malos, siendo solamente de lamentar que
el interés biográfico y anecdótico, o el de la erudición histórica, hayan primado por lo general
sobre el de la admirable doctrina sobrenatural revelada y predicada por el Apóstol y sobre el
carácter netamente bíblico del personaje dentro de ese plan de Dios que lo suscita a él solo, sin que
forme parte de los Doce (Gálatas 2, 7ss.; Romanos 1, 1 ss.; Efesios 3, 8 ss., etc.), para descubrir los
más recónditos arcanos de su eterna misericordia. Cf. 6, 5; Hechos de los Apóstoles 16, 23;
Romanos 3, 36; I Corintios 15, 30, 32.
24. La Ley permitía dar cuarenta azotes, y para no sobrepasar ese número, los judíos por
precaución daban solamente 39. Tal era el premio que recibía de los hombres, por los cuales se
desvivía haciéndoles el bien. Véase Deuteronomio 25. 3.
25. Véase Hechos de los Apóstoles 14, 19; 16, 22; 27, 2 y 41.
26 s. Véase por su orden: Hechos de los Apóstoles 13, 4 ss.; Romanos 15, 9; Gálatas 1, 17;
Hechos de los Apóstoles 9, 23; 13, 50; 14, 5; 17, 5; I Tesalonicenses 2, 15; Hechos de los Apóstoles
II Corintios Capítulo 12 23
peligros de salteadores, peligros de parte de mis compatriotas, peligros de parte
de los gentiles, peligros en poblado, peligros en despoblado, peligros en el mar,
peligros entre falsos hermanos; 27en trabajos y fatigas, en vigilias muchas veces
(más que ellos), en hambre y sed, en ayunos muchas veces, en frío y desnudez.
28Y aparte de esas (pruebas) exteriores, lo que cada día me persigue: la solicitud
por todas las Iglesias. 29¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién padece
escándalo, sin que yo arda?
30Si es menester gloriarse, me gloriaré de lo que es propio de mi flaqueza.
31El Dios y Padre del Señor Jesús, el eternamente Bendito, sabe que no miento.
32
En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía custodiada la ciudad de los
damascenos para prenderme; 33y por una ventana fui descolgado del muro en
un canasto, y escapé a sus manos.
Capítulo 12
Sus visiones y revelaciones
Teniendo que gloriarme, aunque no sea cosa conveniente, vendré ahora a
1
14, 5; 19, 23; 27, 42; Gálatas 2, 4; I Tesalonicenses 2, 9; II Tesalonicenses 3, 8; I Corintios 4, 11;
Filipenses 4, 12.
28. Llama exteriores las pruebas que le afectan personalmente, y sobrepone a ellas la lucha
espiritual en que lo mantiene su celo por las Iglesias y por cada alma.
30. He aquí un pensamiento genuinamente paulino: no gloriarse de las virtudes sino de la
flaqueza, porque esto es lo que provoca la misericordia de Dios a ayudarnos. Cf. 12, 9 s. y notas.
32. Etnarca: Gobernador de un distrito o pueblo.
33. San Pablo nos enseña a no perder, en una estéril muerte, la vida que Dios nos ha dado
para glorificarle. Cf. Apocalipsis 2, 10 y nota.
2. San Pablo habla de sí mismo en tercera persona, para destacar que en tales visiones, todo
fue obra de Dios, sin mérito alguno de su parte. El tercer cielo: Los rabinos distinguían tres cielos:
el atmosférico, el astral, y el empíreo. San Pablo se refiere al último, pero entendiéndolo como
cielo espiritual, la morada de Dios. Cf. Salmo 113 b, 6 y nota.
7. Un aguijón: más exactamente una espina en la carne, como un dolor prolongado. Algunos
entienden que el Apóstol alude a una enfermedad o dolencia física (cf. Gálatas 4, 13); otros piensan
en la rebeldía de la concupiscencia de la que habla en Romanos 7, 23.
II Corintios Capítulo 12 24
para que no me engría. 8Tres veces rogué sobre esto al Señor para que se
apartase de mí. 9Mas Él me dijo: “Mi gracia te basta, pues en la flaqueza se
perfecciona la fuerza.” Por tanto, con sumo gusto me gloriaré de preferencia
en mis flaquezas, para que la fuerza de Cristo habite en mí. 10Por Cristo me
complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las
persecuciones, en las angustias, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Abnegación por la grey
11
Me volví fatuo, vosotros me forzasteis; pues por vosotros debía yo ser
recomendado, porque si bien soy nada, en ninguna cosa fui inferior a aquellos
superapóstoles. 12Las pruebas de ser yo apóstol se manifestaron entre vosotros
en toda paciencia por señales, prodigios y poderosas obras. 13Pues ¿qué habéis
tenido de menos que las demás Iglesias, como no sea el no haberos sido yo
gravoso? ¡Perdonadme este agravio!
14He aquí que ésta es la tercera vez que estoy a punto de ir a vosotros; y no
os seré gravoso porque no busco los bienes vuestros, sino a vosotros; pues no
8. Tres veces rogué: Es para que no nos desalentemos en nuestras peticiones. Es lo que Jesús
enseña en las parábolas del amigo (Lucas 11, 5 ss.) y de la viuda (Lucas 18, 1-8).
9. En la flaqueza se perfecciona la fuerza: San Pablo ha entendido bien a Cristo en el misterio
de la pequeñez, según el cual Dios da a los débiles y pequeños lo que niega a los grandes y a los
fuertes (mejor dicho, a los que se creen tales). Con sumo gusto se niega a sí mismo, para que así,
hallándolo bien vacío, pueda llenarlo más totalmente la fuerza del Dios esencialmente poderoso y
activo, que sólo desea vernos dispuestos a recibir, para podernos colmar (Salmo 80, 11 y nota). No
es otra la doctrina de la vid y los sarmientos (Juan 15, 1 ss.). según la cual éstos no pueden tener ni
una gota de savia que no les venga del tronco, o sea de Cristo, “de cuya plenitud recibimos todos”
(Juan 1, 16).
10. Sobre esta paradoja, que no puede explicarse sino por el misterio de la gracia, véase 4, 16
y nota. De aquí sacó Santa Teresa de Lisieux su célebre y profunda sentencia: “Amad vuestra
pequeñez”, idea que parecería tanto más paradójica cuanto que no se trata aquí de la pobreza o
humildad en lo material sino de nuestra incapacidad para las grandes virtudes, de nuestra
insignificancia y debilidad espiritual, que nos obliga a vivir en permanente reconocimiento de la
propia nada y en continua actitud de mendigos delante de Dios. Pero ahí está lo profundo. Porque
si Él nos dice, por boca de su Hijo Jesús, que nos quiere niños y no gigantes, no hemos de pretender
complacerle en forma distinta de lo que Él quiere, creyendo neciamente que vamos a hacer o a
descubrir algo más perfecto que su voluntad. Esta presunción que el mundo ciego suele elogiar
llamándola “la tristeza de no ser santo” encierra, como vemos, una total incomprensión del
Evangelio.
11. Me volví fatuo: Véase 11, 1 ss. y notas, sobre el sentido de esa insensatez frente a tales
falsos apóstoles.
14. No busco los bienes vuestros, sino a vosotros: Cualquiera que ama entenderá esto.
Podemos hacer la experiencia de preguntar a una madre, la más ignorante campesina, cuál de sus
hijos le da mayor gusto: si el que le da muchos regalos, o el que le dice que ha estado todo el día
pensando en ella. No dudará en declarar que se siente mil veces más feliz con este último, que le
dedica sus pensamientos, es decir, algo de sí mismo. He aquí por qué María vale más que Marta. Si
en cambio hacemos la pregunta a un simple negociante, dirá sin duda que prefiere los regalos a los
pensamientos. Por eso el que no ama, no entiende nada de Dios, dice San Juan, porque Dios es
amor (I Juan 4, 8). El que no ama, no concibe otra norma que la lógica comercial del “do ut des”.
Y eso es precisamente lo que Jesús quiso destruir con el ejemplo de su amor, pagando Él, inocente,
II Corintios Capítulo 13 25
son los hijos quienes deben atesorar para los padres, sino los padres para los
hijos. 15Y yo muy gustosamente gastaré, y a mí mismo me gastaré todo entero
por vuestras almas, aunque por amaros más, sea yo menos amado.
16Sea, pues. Yo no os fui gravoso; más como soy astuto (dirá alguno) os
prendí con dolo. 17¿Es que acaso os he explotado por medio de alguno de los
que envié a vosotros? 18Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Por ventura
os ha explotado Tito? ¿No procedimos según el mismo espíritu? ¿En las mismas
pisadas?
Temores del apóstol
Pero ¿estaréis pensando, desde hace rato, que nos venimos defendiendo
19
Capítulo 13
Amenazas y exhortaciones
1Por tercera vez voy a vosotros. “Por el testimonio de dos testigos, o de
tres, se decidirá toda cuestión.” 2Lo he dicho antes y lo repito de antemano —
ausente ahora, como en la segunda visita hallándome presente— a los que antes
pecaron y a todos los demás, que si voy otra vez no perdonaré, 3ya que buscáis
una prueba de que Cristo habla en mí, pues Él no es débil con vosotros, pero sí
fuerte en vosotros. 4Porque fue crucificado cómo débil, más vive del poder de
Dios. Así también nosotros somos débiles en Él, pero viviremos con Él en virtud
del poder de Dios en orden a vosotros.
para que no pagásemos nosotros, los culpables. Eso es lo que quiso inculcarnos en el sermón de la
montaña, cuando impuso como obligatoria la Ley de la caridad, tan distinta de aquella norma de
la justicia humana (Mateo 7, 2 y nota). Si bien miramos aquí está sintetizado todo el problema de
la espiritualidad. Por lo demás, San Pablo ha dejado antes bien establecido que, al buscar las almas,
no las pretende para él sino para el Esposo. Cf. 11, 2 y nota.
15. Vemos cómo el Apóstol cumplía él mismo lo que nos enseña en 9, 7.
16 s. Contesta a la última y más insolente calumnia. Los falsos doctores decían que, si bien el
Apóstol no se enriquecía por sí mismo, lo hacía por medio de sus compañeros en el apostolado,
Tito y otros, que organizaban la colecta para los pobres de Jerusalén.
1. La Ley de Moisés exigía tres o por lo menos dos testigos, para condenar a un acusado,
(Deuteronomio 19, 15; Mateo 18, 16).
4. Nosotros, como miembros suyos, participamos de sus debilidades, de sus abatimientos y
penas; mas participaremos también de su poder, y de esto os daremos pruebas muy claras, juzgando
y castigando a los incorregibles (Santo Tomás). Cf. 1, 5.
II Corintios Capítulo 13 26
5
Probaos a vosotros mismos para saber si tenéis la fe. Vosotros mismos
examinaos. ¿O no reconocéis vuestro interior como que Jesucristo está en
vosotros? A no ser que estéis reprobados. 6Espero conoceréis que nosotros no
estamos reprobados. 7Y rogamos a Dios que no hagáis ningún mal, no para que
nosotros aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis el bien,
aunque nosotros pasemos por réprobos. 8Porque nada podemos contra la
verdad, sino en favor de la verdad. 9Nos regocijamos cuando nosotros somos
flacos y vosotros fuertes. Lo que pedimos (en nuestra oración) es vuestro
perfeccionamiento. 10Por eso escribo estas cosas ausente, para que presente no
tenga que usar de severidad conforme a la potestad que el Señor me dio para
edificar y no para destruir.
Epílogo
Por lo demás, alegraos, hermanos, y perfeccionaos; consolaos, tened un
11
mismo sentir, vivid en paz; y el Dios de la caridad y de la paz será con vosotros.
Saludaos unos a otros en ósculo santo. 12Os saludan todos los santos.
13La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios (Padre) y la