La Picara Justina
La Picara Justina
La Picara Justina
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LIBRO DE ENTRETENIMIENTO DE
LA PÍCARA JUSTINA
Texto preparado por ENRIQUE SUÁREZ FIGAREDO
2 LA PÍCARA JUSTINA
LA PÍCARA JUSTINA 3
ADVERTENCIA
E. S. F.
Barcelona, diciembre 2005
4 LA PÍCARA JUSTINA
Miguel de Cervantes
Viaje del Parnaso, Cap. VII,
Madrid, 1614.
LA PÍCARA JUSTINA 5
L I B R O D E
E N T R E T E N I M I E N T O, D E
LA PICARA IVSTINA,EN EL
qual debaxo de graciosos discursos, se
encierran prouechosos auisos.
Al fin de cada numero veras vn discurso , que te muestra
como te has de aprouechar desta lectura, para huyr los
engaños , que oy dia se vsan.
Es juntamente A R T E P O E T I C A , que contiene cincuenta
y vna diferencias de versos,hasta oy nunca recopilados,cuyos
nombres,y numeros estan en la pagina siguiente.
DIRIGIDA A DON RODRIGO
Calderon Sandelin , de la Camara de su
Magestad.Señor de las Villas de la
Oliua y Plasençuela. &c.
COMPVESTO POR EL LICENCIADO
Francisco de Vbeda, natural de Toledo.
C O N P R I V I L E G I O.
Impresso en Medina del Campo,por Christoual
Lasso Vaca. Año, M. DC. V.
6 LA PÍCARA JUSTINA
TASA
APROBACIÓN
PRIVILEGIO REAL
P
OR cuanto por parte de vos, el licenciado Francisco López
de Úbeda, nos fue hecha relación que habíades compuesto
un libro intitulado Libro de entretenimiento de la pícara Justina,
que tenía dos tomos, el cual os había costado mucho trabajo y
estudio, y era muy útil y provechoso, y contenía cosas muy
curiosas acerca de la moralidad y de las buenas costumbres; y nos
pedistes y suplicastes os mandásemos dar licencia para lo poder
imprimir y privilegio por término de veinte años o como la
nuestra merced fuese.
Lo cual visto por los de nuestro Consejo, y como por su
mandado se hicieron las diligencias que manda la premática por
nos últimamente hecha sobre la impresión de libros, fue acordado
que debíamos de mandar dar esta nuestra cédula en la dicha
razón, y nos tuvímoslo por bien. Por lo cual, vos mandamos dar
licencia y facultad para que por tiempo de diez años cumplidos,
primeros siguientes que eran y se cuentan desde el día de la data
desta nuestra cédula en adelante, vos o la persona que contra ello
vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podáis imprimir el dicho
libro que de suso se hace mención, con las enmiendas en él puestas
por Tomas Gracián, que es la persona a quien por nos se mandó
viese y enmendase, el dicho libro.
Y por la presente damos licencia y facultad a cualquier
impresor destos nuestros reinos, que vos nombráredes, para que
durante el dicho tiempo le puedan imprimir por el original que en
el nuestro Consejo se vio, que va rubricado cada plana y firmado
al fin dél de Francisco Martínez, nuestro Secretario de Cámara y
uno de los que en nuestro Consejo residen, con que antes que se
venda le traigáis ante ellos con el dicho original, para que se vea si
esta dicha impresión está conforme a él, y traigáis fe en pública
forma cómo por el corretor por nos nombrado se vio y corregió la
dicha impresión con el dicho original.
Y mandamos al impresor que así imprimiere el dicho libro lo
imprima al principio y primer pliego dél y no entregue más de un
solo libro con el original al autor o persona a cuya costa se
imprimiere, para el efeto de la dicha correción y tasa, hasta que
8 LA PÍCARA JUSTINA
antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los del
nuestro Consejo, y estándolo, y no de otra manera, pueda
imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual
seguidamente se ponga esta nuestra licencia y privilegio, y la
aprobación, tasa y erratas, y no lo podáis vender ni vendáis vos ni
otra persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma
susodicha, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en la
dicha pregmática y leyes de nuestros reinos que sobre él disponen.
Y mandamos que durante el dicho tiempo persona alguna sin
vuestra licencia no le puedan imprimir ni vender, so pena que el
que lo imprimiere o vendiere haya perdido y pierda cualesquier
libros, moldes y aparejos que dél tuviere, y más incurra en pena de
cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere. De
la cual dicha pena, sea la tercia parte para la nuestra Cámara, y la
otra tercia parte para el juez que lo sentenciare, y la otra parte para
el que lo denunciare.
Y mandamos a los del nuestro Consejo, presidentes y oidores
de las nuestras Audiencias, alcaldes, alguaciles desta nuestra casa
y Corte y Chancillerías, y otras cualesquier justicias de todas las
ciudades, villas y lugares de los nuestros reinos y señoríos, a cada
uno en su jurisdicción, así a los que ahora son como a los que
serán de aquí en adelante, que os guarden y cumplan esta nuestra
licencia y merced que así os hacemos, y contra ella no vayan, ni
pasen, ni consientan ir ni pasar en manera alguna, so pena de la
nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara.
Dada en Gumiel de Mercado, a 22 del mes de agosto de 1604.
Yo el Rey.
Por mandado del Rey, nuestro señor,
Juan de la Mezquita.
LA PÍCARA JUSTINA 9
ÍNDICE
PRÓLOGO AL LECTOR
En el cual declara el autor el intento de todos los tomos y
libros de La pícara Justina ................................................................. 16
PRÓLOGO SUMMARIO
de ambos los tomos de La pícara Justina .............................. 23
INTRODUCCIÓN GENERAL
para todos los tomos y libros. Escrita de mano de Justina,
intitulada LA MELINDROSA ESCRIBANA ........................... 25
Número primero: Del melindre al pelo de la pluma .......... 25
Número segundo: Del melindre a la mancha ....................... 35
Número tercero: Del melindre a la culebrilla .................... 43
10 LA PÍCARA JUSTINA
LIBRO PRIMERO
intitulado
LA PÍCARA MONTAÑESA
Capítulo primero: De la escribana fisgada ..................... 54
Número primero: Del fisgón medroso
Número segundo: De la contrafisga colérica ....................... 64
Capítulo segundo: Del abolengo alegre
Número primero: Del abolengo parlero
Número segundo: Del abolengo festivo ................................ 78
Capítulo tercero: De la vida de el mesón ..................... 83
Número primero: De el mesonero consejero
Número segundo: De la mesonera astuta ............................. 93
Número tercero: De la muerte de los mesoneros .............. 99
LIBRO SEGUNDO
intitulado
LA PÍCARA ROMERA,
en que se trata la jornada de Arenillas
Capítulo primero: De la romera bailona ....................... 114
Número primero: De la castañeta repentina
Número segundo: Del escudero enfadoso .......................... 122
Número tercero: Del convite alegre y triste ..................... 128
Número cuarto: Del robo de Justina ................................ 137
Capítulo segundo: De la vigornia burlada .................... 144
Número primero: De la entretenedora astuta
Número segundo: Del parlamento loco .............................. 150
Número tercero: De los beodos burlados ......................... 159
LIBRO TERCERO
DE LA PÍCARA PLEITISTA
Capítulo primero: De la hermana perseguida ............. 314
Capítulo segundo: De la marquesa de las Motas ......... 320
Capítulo tercero: De la vieja morisca .......................... 329
Capítulo cuarto: De la heredera inserta ..................... 334
Capítulo quinto: Del sacristán importuno ................. 340
Capítulo sexto: De la partida de Rioseco ................. 343
LIBRO CUARTO
DE LA PÍCARA NOVIA
Capítulo primero: Del pretendiente tornero llamado
Maximino ...................................... 350
Capítulo segundo: Del pretensor disciplinante ............ 356
Capítulo tercero: De los pretendientes que ni quiero ni
creo .............................................. 363
Capítulo cuarto: De las obligaciones de amor .......... 369
Capítulo quinto: De la boda del mesón ..................... 377
12 LA PÍCARA JUSTINA
A
DON RODRIGO CALDERÓN
Y S A N D E L Í N,
DE LA CÁMARA DE SU MAJESTAD,
SEÑOR DE LAS VILLAS DE LA OLIVA
Y PLASENZUELA,
Señor:
E
STA es sólo para suplicar a v. m. me dé licencia
para honrar y amparar con el escudo de sus
armas este libro, el cual he compuesto sólo a fin
de que con su lectura (que es varia y de
entretenimiento mucho, y no sin flores que, gustadas y
tocadas de tan preciosa abeja, darán miel de gusto y
aprovechamiento). Digo, pues, que le compuse para
que v. m. descanse algún rato del trabajo y peso de los
gravísimos negocios en que v. m. sirve a la persona
Real de nuestro Catolicísimo César y Universal
Monarca y a estos Reinos, mostrando en tan altos
puestos las raras prendas de su discreción e ingenio, el
valor de su pecho en los negocios arduos, la rara
clemencia y mansedumbre con que ha obligado a su
servicio todos los ánimos nobles y gratos y a su
amistad grandes príncipes. Y demás desto ha
LA PÍCARA JUSTINA 13
TABLA
DESTA ARTE POÉTICA
En que se ponen todas las especies y diferencias de
versos que hasta hoy hay inventados, los cuales están
en este libro repartidos en los principios de los
números.
LIBRO PRIMERO
1 Redondillas
2 Quintillas
3 Soneto de pies agudos al medio y al fin
4 Octavas de esdrújulos
5 Terceto de esdrújulos
6 Redondillas con estribo
7 Glosa de uno en quintillas
8 Octava de pies cortados
9 Redondillas de pies cortados
10 Sextillas
11 Glosa de redondilla
23 Seguidilla
24 Octava con hijuela y glosa
25 Sextillas de pie quebrado
26 Quintillas de pie quebrado
27 Sonetillo de sostenidos
28 Romance
29 Sonetillo simple
30 Media rima
31 Unísonas
LIBRO TERCERO
40 Tercetos de ecos engazados
41 Verso heroicos macarrónicos
42 Canción mayor
43 Octavas de arte mayor antigua
44 Seguidilla cortada
45 Séptimas de pies cortados
LIBRO CUARTO
46 Redondillas de solos dos consonantes
47 Liras de pies cortados
48 Redondillas de esdrújulos
49 Hexámetros españoles
50 Redondillas de tropel.
PRÓLOGO AL LECTOR
En el cual declara el autor el intento de
todos los tomos y libros de La pícara Justina
H
OMBRES doctísimos, graves y calificados, en cuya
doctrina, erudición y ejemplo ha hallado el mundo
desengaño, las Escuelas luz, la cristiandad muro y la
Iglesia ciudadanos, han resistido varonilmente a gentes
perdidas y holgazanas y a sus fautores, los cuales, con
apariencia y máscara de virtud, han querido introducir y
apoyar comedias y libros profanos tan inútiles como lascivos,
tan gustosos para el sentido cuan dañosos para el alma. Esta ha
sido obra propia de varones evangélicos, los cuales no
consienten que la honra propia del Evangelio (que consiste en
una publicidad y notoriedad famosa) se dé a fútiles e
impertinentes representaciones de cosas más dignas de
perpetuo olvido que de estamparse en las memorias humanas.
Y que no es justo que el nombre de libro, que se dio a la historia
de la genealogía y predicación evangélica de Cristo, se aplique a
los que contienen cosas tan ajenas de lo que Cristo edificó con
su doctrina y pretendió en su venida.
Estos insignes varones han mostrado en esto ser custodios
angelicales, que defienden los sentidos para que por ellos no
entre al alma memoria del pecado ni aun de su sombra, tan
dañosa cuan mortífera; han probado ser jardineros del
dulcísimo paraíso de Cristo, pues han pretendido que, para que
las tiernas plantas (que son los niños cristianos) crezcan en la
virtud sin impedimento, no les ocupen viendo o leyendo en su
tierna edad cosas lascivas, las cuales, para impremirse en ellos,
halla sus sujetos de cera y, para despedirse, de bronce; hase
visto ser leídos en los santos de la Iglesia y criados a los pechos
de su doctrina sin discrepar un punto della, pues por ella han
juzgado cuán dañoso es en la Iglesia de Dios usar semejantes
libros y asistir a las tales representaciones; han mostrado en
LA PÍCARA JUSTINA 17
PRÓLOGO SUMMARIO
de ambos los tomos de La pícara Justina
INTRODUCCIÓN GENERAL
Para todos los tomos y libros,
escrita de mano de Justina, intitulada
LA MELINDROSA ESCRIBANA
Es tan artificiosa introducción, que con su
ingenio capta la benevolencia a los discretos y
con su dificultad despide desde luego a los
ignorantes.
Divídese esta introducción en tres números
NÚMERO PRIMERO
Del melindre al pelo de la pluma
Suma del número.
REDONDILLAS
Cuando comenzó Justina
a escribir su historia en suma,
se pegó un pelo a su pluma,
y al alma y lengua mohína.
Y con aquesta ocasión,
dice símbolos del pelo
y mil gracias muy a a pelo
para hacer su introducción.
Pluma de pato es símbolo
de la amistad inconstante.
U
N pelo tiene esta mi negra pluma. ¡Ay, pluma mía, pluma
mía! ¡Cuán mala sois para amiga, pues mientras más os trato,
más a pique estáis de prender en un pelo y borrarlo todo!
Pero no se me hace nuevo que me hagáis poca amistad, siendo, como
lo sois, pluma de pato; el cual, por ser ave que ya mora en el agua
como pez, ya en la tierra como animal terrestre, ya en el aire como
ave, fue siempre símbolo y figura de amistad inconstante, si ya no
dicen los escribanos de el número, y aun los sin número, que con
ellos han hecho treguas sus plumas. En fin, señor pelo, no me dejáis
escribir.
26 LA PÍCARA JUSTINA
vago—, de ir, por honrar su junta, más cargada de parches por la cara
que si ella fuera privilegio rodado y ellos sellos pendientes.
No quita un dolor todos los gustos.
¡Desmelenadas, desmelenadas de nosotras, si cuando nuestros
gustos dieron al dolor la tenencia de nuestros cuerpos, desterraran
para siempre de nuestras almas el consuelo!; como si el alma no
pudiera o no supiera dar posada a muchos gustos que vienen en
hábito de peregrinos, mientras el cuerpo llora y afana. Sin pelo salí
del vientre de mi madre y sin pelo tornaré a él; y si alguno pensare
que nací con pelo, como hija de selvajes, terné el consuelo de la rana.
Fábula a propósito de cómo
se consuelan los bubosos.
Dicen las fábulas, a propósito de que nadie hay contento con su
suerte, que la rana, en realidad de verdad, nació con pelo, pero no
tanto que no naciese con mucha más envidia que pelo.
Mosca y cisne envidiados de la rana.
Y de quien tuvo envidia fue del cisne y de la mosca. Del cisne,
porque cantaba dulcemente en el agua, y de la mosca, porque dormía
todo el invierno sin cuidado. Y así pidió a Júpiter le diese modo como
ella durmiese todo el invierno y cantase todo el verano. El Júpiter oyó
benignamente su petición, y la dijo: Hermana rana, harase lo que me
pedís; mas para conseguir el efecto que pretendéis es necesario que os
pelemos, y del pelo que os quitaremos se os infundirá una almohada sobre
que durmáis todo el invierno como la mosca, y del mismo pelo os haremos
una lengua de borra con que al verano cantéis, no con tanta melodía como el
cisne, pero con más gusto y mejor ocasión, pues él canta para convidar a la
muerte, pero vos cantaréis para entretener la vida.
Pelose la rana, y el pelarse le valió conseguir su gusto y su
petición.
Aplícase la fábula.
A propósito, los pelados tenemos este consuelo: que si algún
tiempo fuimos gente de pelo y ahora no le tenemos más que por la
palma —¡Dios sea loado! —, podemos decir que del pelo hecimos
almohada para dormir, mientras los sanos están en misa y sermón,
imitando las moscas, que todo el invierno son de la cofradía de los
siete dormientes; y, juntamente, hecimos lengua de borra para decir
de todos sin empacho.
Bubosos: hidalgos eclesiásticos
y pájaros harpados, y por qué.
Y viene esto bien con el refrán de los del hospital de la folga, en
Toledo, que dice: Los pelados son hidalgos eclesiásticos y pájaros harpados.
LA PÍCARA JUSTINA 31
Y dícenlo porque los de nuestra factión sin pena pierden la misa y sin
vergüenza la fama.
Bubosos son parleros.
Dicen de todos más que relator en sala de crimen, y aun de sí no
callan; y si una vez dan barreno a la cuba del secreto, hasta las heces
derrama. Para decir de los otros son como galeotes en galera, y para
pregonar su caza son como gallinas ponedoras, que para un huevo
atruenan un barrio.
Sesenta especies de bubas.
Sor pelo: sepa que, si en el discurso de la matraca de la pelona lo
quisiéramos meter a voces, no nos faltara cómo echarlo por la venta
de la zarzaparrilla. Mil escapatorias tuviéramos; que sesenta son las
especies de las bubas —como las de la locura—, y se apela de una
para otra, por vía de agravio. Y más yo, que, a puro pasar clases,
estoy de la otra parte de las bubas; pero no es mi desiño que salgan
las monas de máscara, sino que se venda cada cosa por lo que es.
Abona el tratar de la picardía
y bubas con varios símiles.
Si yo quiero, después de haber sido ladrona del tiempo, predicar
al pie de la horca, ¿quién me puede condenar, si no es algún sin alma,
que no quiere escarmentar en cabeza ajena? El cisne canta su muerte,
el cínife los daños de la canícula, la rana los ardores del verano, el
carro su carga y su peligro, y el invierno pregona, con trompetas y
atabales del cielo, los rayos y tempestades.
Abona el hablar a lo pícaro.
Según esto, ni es injusto ni indecente que permitan el Cielo y el
suelo el que sea pregonera de sus males la misma que los labró por
sus manos, y que con el mismo estilo con que hablaba, cuando sin
sentir nada —o por sentir demasiado— se le pegó esta roña, diga
ahora, a lo pícaro y libre, lo que cuesta el haberlo sido. Así que, para
con este artículo de retarme en España lo que pequé en Francia, ya he
cumplido.
El pelo moteja de pobre,
pícara, pelona.
Mas paréceme que me dice mi pluma que se le ofrece otro
escrúpulo, en prosecución de lo que significa el pelo atravesado a tal
coyuntura, y es lo siguiente:
Díceme mi pelo que me llamó pelona, no por bubosa, sino por
pobre. ¡Oh, qué lindo! Hablara yo entre once y mona, cuando
contrapuntea el cochino.
Pobreza, hermana de picardía.
Y en qué se diferencian.
32 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
De lo que has leído en este número primero, lector cristiano, colegirás que
hoy día se precian de sus pecados los pecadores, como los de Sodoma, que con
el fuego de sus vicios merecieron el fuego que les abrasó. Es, sin duda, que el
mundo y demonio, por fomentar la liga que tienen hecha con la carne,
nuestra enemiga, acreditan y honran los vicios carnales.
LA PÍCARA JUSTINA 35
NÚMERO SEGUNDO
Del melindre a la mancha
A propósito de la mancha de la
saya, prosigue artificiosamente el autor la
introducción de su libro.
Mas creedme, señora tinta, que aunque más ufana estéis de haber
manchado mis dedos, toca y lengua, y tras esto lo estéis de que la
mancha vuestra me llegó al alma, por lo menos no podréis negarme
que habéis calificado mi historia, porque de haber vos dado a
entender que ya no tengo sumilleres de corps, ni de cortina, ni
sacrismochos despolvorantes desojados por mi contemplación,
creerán que soy escritora descarnada, desocupada de mociles
ejercicios, que ni me vierto ni divierto, que estoy machucha, que soy
de mollera cerrada, que soy cogitabunda y pensativa, y no como otros
historiadores de jaque de ponte bien que de la noche a la mañana
hacen madurar una historia como si fuera rábano. Pero, porque no se
alabe tanto la hermana tinta, ni se precie de manchega y de que se
halla bien con estas carnes pecadoras, a fe que la he de quitar con
saliva.
Moja Justina el dedo y no puede quitar la
mancha, antes se entinta la saya. Hace
dello melindre, y concluye a propósito.
¡Ay! ¡Ay! ¡Por el siglo del buen Diego Díez, mi padre, que he
mojado tres veces el dedo con saliva en ayunas y no quiere salir la
mancha! Demonio es la negra tinta, pues aunque fuera serpiente,
hubiéramos ya aventádola y aun muértola; que, según dicen en
alabanza del ayuno, la saliva en ayunas mata las serpientes.
Saliva en ayunas.
Mas, según veo, esta tinta, mientras más la escupo, cunde tanto
como si fuera olio, con que asientan y se entrañan la tinta y colores.
Por mi fe, que lleva camino de pedir término peremptorio y meses de
plazo antes de salir a cumplir el destierro. Aun si fuese peor de sacar
una mancha de las carnes que de los vestidos, sería el Diablo.
Sopla Justina y cáese tinta en la saya.
Peor está que estaba. Juro como mujer de bien —a lo menos, como
mujer de buenos— que por quitar la mancha del dedo se me ha
entintado la saya blanca de cotonia, puesta de hoy.
La mancha es mal pronóstico,
y lo primero es símbolo de
castigo de soberbia.
Ya es esto mal pronóstico. Tiros son a mi fama, irremediable pena.
Que, en fin, para el vestido hay jabón, pero no para la mengua en la
fama, contra quien esta mancha arma la mamona, estando en ley
jirolífica, y quiere que mi misma pluma dispare contra mí la
ballestilla.
¡Ay de mí! Por soberbia me tiene la fortuna, pues ansí me trata,
pareciéndole que para humillar mi entonación son necesarias todas
38 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Especial vicio es de gente perdida no llorar los graves desastres de su alma y
lamentar ligeros daños del cuerpo. Tal se pinta esta mujercilla, la cual llora
la mancha de una saya como su total ruina, y de sus inormes pecados no hace
caso. Deste género de gente dijo el Propheta: Tienen manchas desde la
cabeza a los pies, y siquiera no cuidan del fin en que vendrán a parar
males tamaños.
LA PÍCARA JUSTINA 43
NÚMERO TERCERO
Del melindre a la culebrilla
Suma del número.
SONETO DE PIES AGUDOS
AL MEDIO Y AL FIN
Mas ¡qué boba soy!, que no es cosa viva, sino culebra pintada en el
papel, que llaman de culebrilla. Ya parece que se me ha tornado el
alma al cuerpo; ya no tengo miedo.
Mujer, cosa pintada.
Mas ¡ay, qué necia! ¡Qué presto nos consolamos las mujeres con
cosas pintadas! Debe de ser porque somos amigas de andarlo
siempre.
El papel de la mano
es buen pronóstico.
Mas, si va a decir verdad, por mal pronóstico tengo ver pintada
culebra en el papel en quien estampo mis conceptos, y,
especialmente, me da pena el haberla visto al tiempo que tomé la
pluma en la mano.
Hace de todo introductión
a su propósito.
¡No fuera este papel de la mano! Ya siquiera, con serlo,
persuadiérame a que después de escrito tuviera mano para hacerme
mercedes y me acarreara honra y provecho, dándome a maravedí el
palmo. ¡No fuera este papel de la mano, para ganar por ella a los que
blasfemaren destos renglones por ser obras de las mías!
Jiroglífico de la esperanza
y la envidia.
Si fuera de la mano, creyera que era mostrador del reloj, con que
pintan a la esperanza cuerda. Pero siendo de culebrilla, entenderé que
es amenaza de la envidia, cuyas armas fueron una sierpe o culebra
que va engullendo un corazón.
Papel de corazón, buen pronóstico.
¡Ay mi Dios! Papel mío, ya que no sois de la mano, ¿por qué no
fuistes del corazón, para que en la historia donde hago alarde de
algunos empleos del mío fuérades tan felice pronóstico como yo
deseo?
Perdices de Faflagonia.
Necesidad teníades de corazón para mostrarle en las adversidades
en que os habéis de ver, y aun cuando tuviérades dos como las
perdices de Faflagonia, no fueran de sobra. Mientras un animal
muerto tiene dentro de sí el corazón, tarde y mal le penetra el fuego.
Excelencia del corazón
Y así, si vos, aunque váis muerto, tuviérades corazón, tarde os
venciera el fuego de la envidia de mis contrarios, los cuales, por
momentos, intentarán alquitranaros con el fuego de sus lenguas
fogosas.
LA PÍCARA JUSTINA 45
mis obras, que no les quiero dar pena, sino buenas nuevas, como el
dios Mercurio.
Intento del autor es dar
gusto sin hacer daño.
Que les hablo con donaire y gracia y sin daño de barras; que, si
con lisonjas unto el casco, por lo menos no es unto sin sal; que, si
amago, no ofendo; que, si cuento, no canso; que, si una liendre hurto
a la fama de alguno, le restituyo un caballo; que con los discretos
hablo bien, y con los necios hablo en necio para que me entiendan. En
fin, todas son gracias de Mercurio.
Palo de dama.
Y si doy algún disgustillo, es con palo de oro, que es como palos
de dama, que ni dañan ni matan.
Pero ya que tantas cosas se me acuerdan en pro del prójimo,
querría dar con alguna en derecho de mi dedo, por no ser del bando
de los galeotes, que dicen no se haber ensillado para ellos el refrán
que dice: Más cerca está la camisa que el sayo.
Propriedad de la culebra.
¡Ya! ¡Ya! ¡Una boa! La culebra, para no dar a la muerte franco el
postigo de los oídos, por donde el encantador la guía, cose el un oído
con el suelo, y el otro zúrcele con la cola, para que, a puerta cerrada,
se torne la muerte y aun el Diablo. ¡Oh culebrilla, amiga mía.
Remedio contra los lisonjeros,
significado por la culebrilla.
¡Y qué bien me está remirarme en el espejo que me aclara vuestro
catecismo, y aprender en él y en vos cómo me he de defender de los
que, so capa de melosas lisonjas, me baldonan!
Fisgas del libro de la pícara.
Bien sé que destos sirenos enmascarados me han de salir a cantar
y ladrar juntamente.
Unos me dirán:
—Buena está la picarada, señor licenciado.
Otro dirá:
—Gentil picardía.
Otro:
—¡Oh qué pícaro libro!
Otro dirá:
—Buena está la justinada.
Otros:
—Bueno es el concetillo, agudo pensamiento, gánasela a Celestina
y al Pícaro.
Responde a las tácitas del murmurador.
LA PÍCARA JUSTINA 49
APROVECHAMIENTO
La verdadera sabiduría es luz que no sólo descubre su objecto, pero a sí
misma se manifiesta a quien la posee, de manera que nadie hay que mejor
sepa lo que sabe o lo que ignora que aquel en quien la sciencia está. Y, por el
contrario, el ignorante la primera ignorancia que tiene es de que es
ignorante. De aquí es que con razón pinta el autor esta mujercilla tan hueca
de cuatro jiroblíficos que leyó en cualque romancero, en el entretanto que se
le secaban los paños o traían el medio para medir cebada, que le parece que no
hay sabio de Grecia a quien no la gane, ni hombre que no envidie su
sabiduría y elocuencia.
LA PÍCARA JUSTINA 51
Los libros de La pícara Justina, que son la nata de todos los graciosos, pintando al vivo el
engaño y desengaño de vda ociosa en un navío do, sin sentir el tiempo, lleva a los ocios
alegres por el río del Olvido al puerto del Desengaño, 1605.
52 LA PÍCARA JUSTINA
LA PÍCARA JUSTINA 53
LIBRO PRIMERO
INTITULADO
LA PÍCARA MONTAÑESA
54 LA PÍCARA JUSTINA
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA ESCRIBANA FISGADA
NÚMERO PRIMERO
Del fisgón medroso
Suma del número.
OCTAVAS DE ESDRÚJULOS
Da baya un fisgón a Justina, sobre
que se hace coronista de su vida.
Al comenzar Justina, entró Perlícaro,
llamado el matraquista, semi astrólogo.
Miró a medio mogate, al uso pícaro,
y viendo un libro sin título ni prólogo,
hizo el columbrón y pino de Ícaro.
Tosió, sentose, y dijo: Yo, el teólogo,
condeno por nefando ese capítulo,
pues va sin nombre, prólogo ni título.
¡Ah, sora cronicona! ¿Ya es deífica?
¿No responde? Pues oya: Es un mal pésimo,
que porque ha visto ya que no es prolífica,
dé en coronista el año quincuagésimo.
Métase a bruja, que es arte más pacífica.
¿Qué aguarda? Ello ha de ser, y no al centésimo.
Corriose Justina, bravea como un Hércules,
aquel que dio famoso nombre al miércoles.
N
ACIÓ Justina Díez, la pícara, el año de las nacidas, que fue
bisesto, a los seis de agosto, en el signo Virgo, a las seis de la
boba allá.
¿Ya soy nacida? ¡Ox, que hace frío! ¡Tapagija, que me verán nacer
desnuda! Tórnome al vientre de mi señora madre, que no quiero que
mi nacimiento sea de golpe, como cerradura de loba. Más vale salir
de dos golpes, como voto a Dios de carretero manchego. Quiero
marchar de retorno a la panza de mi madre, aunque vaya de vacío, y
estareme uchoando de talanquera, que todo lo he bien menester para
responder al reto de un fisgón, que, andando ayer cuellidegollado, ha
LA PÍCARA JUSTINA 55
salido hoy con una escarola de lienzo tan aporcada como engomada,
más tieso y carrancudo que si hubiera desayunádose con seis tazones
de asador. Y, para los que no le conocen, yo les pintaré su traza,
postura y talle.
Etimología del nombre de Perlícaro.
Llámase Perlícaro, a contemplación de una su doña Almirez, que
por el gran concepto que concibió de sus buenas partes, le llamó
Perlícaro, dándole nombre de perla por su hermosura, y el de Ícaro
por la alteza de su redomada sabiondez.
Nombres de jaracandina, y entrada de Perlícaro.
Mejor me parece a mí que fuera denominarle Perlícaro, de que en
ser murmurador de ventaja era perro ladrador (que el perro símbolo
fue de la murmuración por el ladrar, como de la lisonja por el lamer),
y en el trato era pícaro, y de uno y otro se venía a hacer la quimera de
un Perlícaro. Mas pase, que esto de dar nombres jacarandinos es
pintar como querer.
Entró el muy pícaro husmeando como perro perdiguero, jugando
de punta y talón, como si pisara sobre huevos, deshombreciéndose
por mirar lo que yo hacía, haciendo columbrones de sobre ojo con la
mano sobre la frente, empinándose por momentos, al modo que los
pícaros se realzan y alean de revuelto, cuando dicen que hacen los
pinicos de Ícaro.
Los ademanes del fisgón.
Ya que confrontó conmigo y tuvo llena la barjuleta de lo que
pensaba decir de repens, comenzó a retorcer y hilar un bigote más
corpulento que maroma de guindar campanas, mirando de lado y
sobre hombro, como juez de comisión a criados alquilones, torcido el
ojo izquierdo a fuer de ballestero, cabizbajándose a ratos más que
oveja en siesta, volteando la lengua sobre el arco de sus dientes con
más priesa que perro de ciego cuando salta por la buena tabernera,
con un si es no es de asperges de narices, hablando algo gangoso
como monja que canta con antojos, y, a puntería, me habló así:
Matraca del fisgón que fisga.
—Sora Justiniga, sora pícara en requinta, ¿de cuándo acá da en ser
cronicona de su vida y milagritos? ¿Escribe la historia de Penélope,
de Circe, de Porcia y de otras desta birlada? ¿Su vida guachapea?
Fisga de que la misma Justina escriba su vida.
Bien hace, que quizá no hallará otro historiador que contara la
vida de una persona tan necesaria como secreta. Pocos hubiera que a
cuatro azadonadas de su leyenda no quedaran oliendo a pastel de
56 LA PÍCARA JUSTINA
ronda. Para coronista no tiene poco andado, que algún día habrá
tenido más de cuatro coronas en su casa.
Contraposición de los que escribieron sus
historias. Eneas, César, Esdrás, Moisés.
¿Tienes verecundia, coronista de Bercebuc? ¡Qué madre Teresa
para escribir sus ocultos éxtasis, raptos y devociones! ¡Qué Eneas
para contar a Dido cómo salió libre y sin daño de los abrasadores
incendios de la tierra y de los recios infortunios y borrascas de la mar!
¡Qué César para comentar sus hazañas, indignas de que otro que él
las tomase en la lengua o pluma, ya corta por envidiosa, ya larga por
lisonjera! ¡Qué Esdras para contar la reparación de su pueblo, que
obró con una mano y escribió con otra! ¡Qué Moisés para escrebir el
Pentateuco sancto! ¡Maldita sea la manta que te escupió! Mas yo me
perdono porque voarced me perdone, y me deje llegar otro palmito.
Fisga de que había comenzado
a contar su nacimiento.
A buen tiempo llegué, señora niña, pues vine a punto en que, por
mi gran culpa, la vi nacer envuelta en las pares de los dos oficios más
comunes de la república. Pregunte a mamá si quiere que la enalbarde,
con miel y huevos hueros, unas torrijas y haga por ella los demás
oficios de partero. Mas ¿cómo no gritó su madre pariendo una hija
tan grande?
Motéjala de alcahueta y a su madre de lo otro.
Aunque debe de ser que como v. m. es hija tercera, y su madre
pare como descosida, la parió sin pujo, como quien se purga con
pepinos. Dígale a su madre si quiere unas cuentas de leche para
desenconar los pezones. ¡Dígaselo, ande, ea! Aunque no, téngase. No
se tenga.
Llámala vieja.
La verdad en mi almario, que cumpliera todo lo que la he
ofrecido, si su madre tuviera la mitad de años que v. m. alcanza por
el presente. No se me enoje, daifa, que vengo enfermo de vómitos. Y
aun ahora emprencipio.
Fisga de que el libro trata sin título ni prólogo.
Dígame (así se vea sin esa ruga que le hace la mamona en la
frente), ¿en qué ley de historia trágica halló voarced que se puede
comenzar un libro sin prólogo, ni capítulo sin título? Este capítulo
¿cómo puede ser capítulo sin cabeza? Este libro ¿cómo lo puede ser
sin título, prólogo, ni sobrescrito? ¿Es este, acaso, el original del libro
de los naipes? ¿Ella es la humanista? Por cierto, si no supiera más de
otras humanidades que de estas escritas, pocas cuentas tuviera que
rematar en el valle de Josafat.
LA PÍCARA JUSTINA 57
della burla con visajes y ademanes, sin que esto gaste un adarme de
su paciencia.
Jeroblífico de la paciencia de los reyes.
Tanto, que algunos philósofos griegos dieron esto por jiroblífico
de la paciencia, a que su misma realeza les obliga a los monarcas.
Píntase una mujer corrida que
encubre estar enojada.
Pues dirás, ¿de qué se enojó Justina? Dirélo. Cómeme el pelo.
Ahora bien, yo lo diré a sorbitos, que los que enfermamos de
corrimientos no podemos estar tan a punto como los otros. Vaya el
primer sorbetoncito.
Enojeme, enojeme de que a tan mal tiempo y en tal mala sazón,
como era al punto que tomaba la pluma en la mano para sacar mis
partos a luz me hablasen a la mano. No ha salido mala la deshecha de
mi enojo y no poco verisímil la razón de mi enfado. Y por si alguno
pensare que la razón que he dado es cristiana, verdadera y católica,
yo la quiero confirmar, y sea con una fabulita que no yede.
Fábula de la zorra, a propósito.
¿Acuérdanse de la fábula de la zorra que, por otra causa
semejante a esta, se enojó, como yo, y echó su maldición a una gata
preñada en agosto, y desde entonces salieron los gatos agostizos
desmedrados? Pues si no sabes la fábula, oye, que con la fábula de la
zorra me destetó mi madre.
Enojan las burlas sin tiempo.
Estaba la zorra en una ría, y como siempre anda a buscar de
comer de lance, parece ser que quiso engañar a las sardinas para
cumplir con su buen deseo de cuaresmar por agosto, y para esto dio
en escribir una carta a las sardinas del mar. Escribió, y decía la carta
así:
Carta escrita de la zorra
para las sardinas, con engaño.
APROVECHAMIENTO
Cuál sea el fin del hablar.
Concedió a los hombres el Autor de naturaleza la política comunicación de
palabras, y el uso dellas para ayudarse unos a otros en las miserias desta
trabajosa peregrinación, para pedirse socorro en los trabajos, para alentar el
amor del prójimo y de Dios, último bien nuestro.
Abuso de las conversaciones.
Pero los hombres ignorantes y viciosos adulteran la lengua y las palabras,
usando dellas para comunicar entre sí mismos cosas frusleras y vanas, más
proprias para calladas que dignas de salir a luz. Tales son las que en las
fisgas y matracas usan de ordinario pajes, estudiantes, damas cortesanas y
gentes de la factión de Justina y Perlícaro, como viste en el número pasado y
verás en el siguiente.
64 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO SEGUNDO
De la contrafisga colérica
Suma del número.
TERCETO DE ESDRÚJULOS
Justina fisga del fisgón con mucha
cólera, pero con mucha gracia,
por el mismo orden que él fue
fisgando della
Justina está de cólera frenética,
por ver que la llamaron quincuagésima,
como si aquesto fuera ser somética
Desmiente al fisgón.
—¡Miente! ¡Remiente —le dije— el muy picaño!, que no tengo tantos
años como matrícula el contador del Diablo, y no porque sea burro de
raza ha de retozar con los años, que es burla asnal.
Declara curiosamente cuán mal llevan
las mujeres que su edad se declare.
Sepa que la edad de una mujer en teniendo cero es de cera para en
caso de andar con ella. No sin causa, mandan los obispos que los años
de una persona se queden en la iglesia, en el libro del bautismo, y
guarden el libro los mismos curas que guardan los pecados en
secreto, todo a fin que nadie ande ni toque ni se burle con los años de
nadie.
Salpicón de varia lectión.
Y pues se precia de haber comido del salpicón de Silva de varia
lectión, ¿parécele que fuera tan grave afrenta y maldición ser las
mujeres estériles (según consta de las historias), si no fuera que la
esterilidad es ajuar de viejas?
Esterelidad, ajuar de viejas y cosa afrentosa.
Tráese el ejemplo del milano, culebra y águila.
¿No sabe que aun los milanos, en sintiéndose viejos (corridos de
serlo) no parecen entre gentes, y por no parecer, perecen de hambre?
Refrán.
La culebra, por no parecer vieja, se mete en prensa de piedra,
aunque le duela, y el águila demostola el pico por no parecerlo, y aun
se echa a cocer en agua caliente para renovar sus plumas, porque
tiene de coro el refrán que dice: Padecí cochura por hermosura.
Los niños enseñan a aborrescer la vejez.
Y aun los niños le pudieran enseñar esto, pues, para significar
cuán aborrecible es la vejez, dicen que el repelarles los cabellos por la
LA PÍCARA JUSTINA 65
APROVECHAMIENTO
Algunas mujeres hay de tan poco peso, que les pesa de que las llamen viejas,
y no porque les pese de carecer de fuerzas con que servir a Dios —que es la
causa porque les debría pesar—, sino porque, aun cuando el mundo y la
carne les despiden de sus vanidades, no se quieren dar por entendidas. Y no
sienten otras injurias y sienten que les digan la verdad más cierta de cuantas
hay.
LA PÍCARA JUSTINA 69
CAPÍTULO SEGUNDO
DEL ABOLENGO ALEGRE
NÚMERO PRIMERO
Del abolengo parlero
Suma de todo el capítulo
y número primero.
REDONDILLAS CON SU ESTRIBO
Cada cual de sus abuelos
dan a Justina una cosa,
como a Pandora, la diosa
que emplumaron en los cielos.
Melindres, el titerero,
el suplicacionero, andar,
el tropelista, engañar,
y locuras el barbero.
El mascarero, alegrones,
gaitero, quita pesares,
y el mesón, que pida pares
cuando le ofrecieren nones.
Mas, ¿cuál será Justina,
cuál su sciencia,
que es de tantos enredos
quinta esencia?
Curiosas semejanzas que declaran que el
consejo que da un necio debe ser estimado.
D
ICEN que el consejo que da un necio es comparado al oro,
porque es cosa de tanto precio, que no menoscaba su estima
el hallarse entre lodo y cieno. Y asimismo el consejo, aunque
se halle en la boca de un necio, es de gran valor y estima. Es también
comparado el consejo que da un necio a flor que nace de abrojos, al
sol de invierno, a la comida quitada de la boca de león, a la presa
cogida a ave de rapiña, a invierno, que con lo que yela aprovecha, a la
comida del puerco, que se vuelve en substancia regalada, al palo con
que azotan el pulpo, que azotando aprovecha. Así, las palabras de un
necio, aunque por ser de su boca enfadan y enojan, pero por ser
70 LA PÍCARA JUSTINA
le antojó que era toro de títeres y que las había con una cruz de piedra
que había en el zaguán del hospital, y después de hechas algunas
suertes en su camisa y en otra de la hospitalera, embistió con la cruz
de piedra, diciendo:
—¡Apera, que te aqueno!
Y embiste con mi cruz tan fuertemente, que se quedó allí al pie de
la letra.
La hospitalera era simple y bonaza, y viéndole morir así, decía:
—¡Ay, el mí bendito, al pie de la cruz murió hablando con ella!
Este abuelo nos dejó un pesar, y es que algunos bellacos, por
hacer mal a sus sucesores, nos dicen que nuestro abuelo se mató en la
cruz.
Terterabuelo tropelista de masicoral.
Mi tercer abuelo de parte de padre alcanzó buen siglo; fue de los
primeros que trajeron el masicoral y tropelías a España. Casó con una
volteadora, gran oficiala de todas vueltas y larga de tarea, la cual, con
morir de más de cincuenta años, después un año tísica, murió
volando. Su marido no quiso casarse más por no ver volar más
mujeres. Ganó tanto dinero al oficio, que hombres muy honrados y
muy estirados le quitaban el sombrero; y es esto tanta verdad, que un
hombre, tan honrado que le sobraba un palmo de honra sobre la
cabeza, y tan estirado que murió en la horca, un día quitó a mi
tartatarabuelo el sombrero, de tal modo que por pocas le quitarala
vida a vueltas del sombrero.
Riña del tropelista.
Fue el cuento que mi terterabuelo estaba un día haciendo una
tropella llamada los nueve pasajes de embudón, y por donaire (que
era amigo de decirlos), dijo a fuer de gitano:
—¡Garda la bulza!
Y armó cierta mamona a una faltriquera.
Oyolo el hombre (que era honrado por parte de su mujer), y
creyendo que de veras había montería de bolsas, dio un torniscón a
mi tropelista en la cámara de popa, con que le derribó solas dos
muelas que le habían quedado de resto en el juego de las encías, y, de
recudida, el sombrero que tenía en la cabeza y, dentro dél, la mitad
del oficio. Era desgraciado en riñas, que de ahí a poco en una se le
cayeron todos los dientes; y fue el caso que, por decir otra gracia, le
sucedió otra desgracia en que a cierto roldanillo ratero se le deslizó
un puño de dedos y, como habían de dar en otra parte, le dio en los
dientes y quedaron vacantes las encías. El pobre tropelista (como aun
para hablar entre dientes no tenía resto), viendo que no le podían
LA PÍCARA JUSTINA 77
APROVECHAMIENTO
No hay perdición ni libertad cuyo principio y fomento no sea la demasiada
parlería.
78 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO SEGUNDO
Del abolengo festivo
Suma del número.
GLOSA
Abuelos maternos de la pícara. Un
tamboritero, un barbero y un mascarero,
a los cuales imita en la condición.
Nace y vive y trota al son.
Siempre engendra un bailador
el padre tamboritero,
pero siempre con un fuero:
que si acaso da en señor,
se torna siempre a pandero.
Y porque estos aranceles
no tuviesen excepción,
Justina, que, en conclusión,
es hija de cascabeles,
nace y vive y trota al son.
Las hijas heredan de los padres
todo cuanto en ellos hay.
Tengo por averiguada cosa que los hijos no sólo heredamos de
nuestros padres los malos originales y los bienes naturales, pero malo
y bueno lo barremos, aunque no sea natural.
Herencias de Eva.
Especialmente las hijas, que el día que nos casan barremos la casa,
y el día que nacemos, del cuerpo de Eva heredamos las mujeres ser
gulosas y decir que sabe bien lo que sólo probamos con el antojo;
parlar de gana, aunque sea con serpientes, como quiera que tengan
cara y hablen gordo; comprar un pequeño gusto, aunque cueste la
honra de un linaje; poner a riesgo un hombre por un juguete; echar la
culpa al diablo de lo que peca la carne, y, finalmente, heredamos
comprar caro y vender barato.
Tácita obiectio.
Y no me digas que estos males se heredan, porque de puro usados
se hacen connaturales, y por eso se heredan como naturales. Cree que
no es ansí, sino que viejo y nuevo, natural y accesorio, todo lo
heredan los hijos.
Ejemplos de muchos que heredaron de sus padres y amas
cosas muy particulares de las costumbres citadas.
LA PÍCARA JUSTINA 79
Leonción, médico famoso, pintó los hijos como quiso, sólo con
mirar atentamente una hermosa imagen de Venus y Cupido un poco
antes de el conflicto maridable. Las preñadas imprimen en los hijos la
señal de una flor, si la huelen con intensión.
Cosa natural el salir corderos manchados,
cuando las ovejas miran cosas varias.
Yo he leído que es cosa muy natural que, si las ovejas poco antes
de concebir miran con intensión varas descortezadas, saldrán los
corderos manchados. Pero en las cosas racionales hay más notorios
ejemplos: una ama ladrona crió con su leche a un emperador, y salió
tan inclinado a hurtar, que por satisfacer su inclinación hurtaba; pero,
para remediar este daño, pregonó el emperador que cuando se
hallase faltar alguna hacienda mueble a algún cortesano, la primera
diligencia que hiciese la justicia fuese buscarla en su imperial palacio.
¡Ni sé, mamolo en la leche!
Justina muestra cómo sus
inclinaciones son heredadas.
¿Adónde vas, hermana Justina, cargada de prólogos de bulas?
¡Ay, hermano lector! Iba a persuadirte que no te admires si en el
discurso de mi historia me vieres, no sólo parlona, en cumplimiento
de la herencia que viste en el número pasado, pero loca saltadera,
brincadera, bailadera, gaitera, porque, como verás en el número
presente, es también herencia de madre.
Hallarás en el discurso desta historia que soy cofrada de la
ventosilla, que antes me faltará el huelgo que un cuento. No te
escandalice, que tengo abuelo barbero. Colegirás de mi leyenda que
soy moza alegre y de la tierra, que me retoza la risa en los dientes y el
corazón en los hijares, y que soy moza de las de castañeta y aires bola,
que como la guinda y, por no perder tiempo, apunto a la alilla. No te
espantes, que tuve abuelo tamboritero, a quien no le holgaba
miembro. Verásme echar muchas veces por lo flautado; no se te haga
nuevo, que tuve abuelo flautista, y parece nací con la flauta inserta en
el cuerpo, según gusto della. Verás, finalmente, varios enredos, trajes,
figuras, estratagemas, disimulos y solapos. No te espantes, que soy
nieta de un mascarero y, como tengo dicho, de los padres, madres y
lechonas (digo, de las que nos dan leche) chupamos, a vueltas de la
sangre, los humores y costumbres, como si fuéramos los hijos
esponjas de nuestros ascendientes.
Vaya de abolengo festivo, que harto hago no le intitular el loco. Y
sí hiciera, si no fuera porque no me dijeran que les ensucio el oficio,
como dijo el hijo del zapatero, cuando, mientras fue a su padre con
80 LA PÍCARA JUSTINA
Tamboritero casamentero.
No había moza que no gustase de tenerle contento y ser su
parroquiana, teniendo muy en la memoria aquel refrán que dice: A
ruido de gaitero érame yo casamentero.
No le holgaba miembro; con la boca hacía el son al baile y, al de el
matrimonio con los ojos. A un volver barras, sacara él de la lunada de
un corrillo una sartenada de novios fritos. Verdad es que no eran los
matrimonios de aquel tiempo tan campanudos como los de éste, en el
cual son necesarios muchos arrequives para matrimoniar de modo
que aproveche. Por cierto, con más propriedad le pudieran llamar a
mi abuelo muñidor de matrimonios que tamboritero. Y todo lo hacía
el mi bendito por ganar un real y dejar a sus hijos bien puestos; y
salió con ello, pues nos dejó un tamborino relleno de tarjas, que para
aquel tiempo era un tesoro.
El tamborino de Malpartida.
Y porque gatos de dos pies no goloseasen la cañada de el
tamborilete, le tenía el mi buen Arias Gonzalo colgado en una estaca
muy alta, como atambor ganado en buena guerra. Y decía el buen
viejo, con grande desimulación, que no descolgaba aquel tamborino
porque era vínculo heredado de su padre, Fulano Garzón,
tamborinero también de fama, y que le tenía por consuelo de su
memoria, y que el día que no le viese, no estaría en sí, y que quería
más aquel tamborino roto y remendado que cien sanos. Y, de cuando
en cuando, dábale golpecitos, y decía: Más valéis vos, Antona, que la
Corte toda. Todas verdades apuradas.
Muerte del tamborinero.
Éste murió de desgracia; y fue que, yendo un día de Corpus como
capitán de más de docientos tamborileros que se juntan en Plasencia a
tamborilar la procesión, tañendo su flauta y tamborino, bien devoto
(a lo menos, bien descuidado de lo que podía suceder), sucedió que
andaba de bardanza en la procesión un hidalguete de los de la casa
de Doña Nufla, el cual (de pesadumbre que mi viejo le había
desentablado una amistad de una diechiochena, para acensuarla a
otro parroquiano suyo por dos años, o como la su merced fuese)
viéndole descuidado, le dio una gran puñada en la hondonada de la
flauta y atestósela en el garguero.
Muere con la flauta en el gasnate.
Debía de tener el pasapán estrecho, y atoró la gaita como si se la
hubieran encolado con las vías del garguelo. Y lo peor fue que, al
entrar, se llevó de mancomún tras sí los dientes que encontró en el
camino, como si la gaita no supiera entrar sin aposentadores.
82 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Muchos hombres de oficios alegres, cuales son tamboriteros y gaiteros, son
nocivos en la república y dignos de gran castigo, porque en achaque de
entretenimientos lícitos, incitan y mueven a cosas dañosas, en lo cual imitan
a los que acompañaron la idolatría con el juego.
LA PÍCARA JUSTINA 83
CAPÍTULO TERCERO
DE LA VIDA DE EL MESÓN
NÚMERO PRIMERO
De el mesonero consejero
Suma del número.
OCTAVA DE PIES CORTADOS
Diego Díez, mesonero, padre de Justina,
practica a su hija todo lo que hoy día
pasa en los mesones.
na, Los padres de la Pícara Justi
ros, que fueron en Mansilla mesone
ja, siendo, como son, padres y ella hi
jos. la enseñan y la dan sanos conse
da, Como el consejo a gusto no se olvi
ne; éstos, por serlo tanto, los retie
dre, que ya no hay quien se humille a madre o pa
dre. si no es que al justo con su gusto cua
Vitupera artificiosamente el mesón,
pareciendo que le quiere loar.
L
A primera pluma que se ha ensillado en Castilla para alabar la
vida de el mesón será ésta, que tengo pico a viento esperando
si viene el arriero de el Parnaso y me trae alguna carraca con
que hacer la costa de la buena barba de el mesón. ¿No viene? Pues
crean que he recorrido hasta el pajar de las mulas y los moldes de las
loas y no hallo molde que diga de el mesón cosa que de contar sea.
Consuélome con que podré decir que los moldes se erraron, que son
grandes erradores. Pero allá en Castilla la Vieja, un rincón se me
olvidaba; dígolo por un librito intitulado la Eufrosina, que leí siendo
doncella, en el cual se refiere de un discrépito poeta que, para alabar
el mesón, dijo que Abrahán se preció, en vida, de ventero de ángeles
y, en muerte, de mesonero de los peregrinos y pasajeros del limbo, los
cuales tuvieron posada en su seno. Pero este escritor monobiblio no
advirtió dos cosas: lo uno, que es necedad traer tales personas en
materias tales, y lo otro, porque Abrahán dio de comer a su costa en
su casa a los vivos, y a los del limbo no llevó blanca de posada, lo
cual no habla con los mesoneros deste mundo, ni tal milagro acaeció
84 LA PÍCARA JUSTINA
¡Ah, ah! ¿Es por ahí la grandeza del mesón? ¡Oh, mesón, mesón!,
eres esponja de bienes, prueba de magnánimos, escuela de discretos,
universidad del mundo, margen de varios ríos, purgatorio de bolsas,
cueva encantada, espuela de caminantes, desquiladero apacible,
vendimia dulce, y, por decirlo todo, sois tan dichosos los mesones y
mesoneros, que tenéis por abogado a mi buen padre Diego Díez y a
mi buena madre, ambos mesoneros en la real de Mansilla de las
Mulas, cuyos consejos y astucias verás en este número, que, si le lees,
no te habrás holgado tanto en toda tu vida después que naciste.
Padres de Justina, mesoneros.
Mi padre y mi madre no quisieron tener oficios tan trafagones
como sus antecesores, porque (como eran barrigudos) quisieron
ganar de comer, a pie quedo. Pusieron mesón en Mansilla, que
después se llamó de las Mulas por una hazaña mía que tengo escrita
abajo. Es pueblo pasajero y de gente llana del reino de León, aunque
pese al refrán que dice: amigo de León, tuyo seja, que mío non.
Tres hijas de el mesonero.
Verdad es que no asentó de todo punto el mesón, hasta que nos
vio a sus hijas buenas mozas y recias para servir; que un mesón
muele los lomos a una mujer, si no hay quien la ayude a llevar la
carga. El día que asentó el mesón, éramos tres hermanas, buenas
mozas y de buen fregado (otras tres gracias), bien avenidas en lo
público, aunque en lo secreto cada cual estornudaba como el humor
la ayudaba. No eran nada lerdas, mas, pardiez, yo era un águila
caudal entre todas mis hermanas; víales el juego a legua, mas el mío
para ellas era de pasa pasa. Mis hermanos todos se fueron a romper
por el mundo, y asentáronse en la soldadesca.
Sisas del muchacho.
Sólo quedó en casa Nicolasillo, mochacho hábil, que le enviaban
por ocho de vino y sisaba doce; era el misterio que vendía el jarro en
un cuarto y decía que se le había vertido el vino y quebrado el jarro.
Este quedó para llevar al río las mulas de los huéspedes y ir por
recado de noche, que a nosotras no nos lo consentían, porque había
en el pueblo pisaverdes trasgueros, que es villa de buen gentío, y lo
fino de la ronda es en la calle de los mesones, y lo acendrado de el
mujeriego es el mesonaje.
Justina y su madre castigadas por un jarro.
En buena fe, que una noche que se me antojó ir por vino a una
taberna que estaba junto al cementerio, me sepultó mi padre el jarro
en las espaldas, y alegando que llevaba salvoconducto de mi madre,
fue a ella y la jarreó las costillas, y nos dejó tales a ella y a mí que, a
86 LA PÍCARA JUSTINA
De día, yo os doy licencia que vais por vino y por recado a partes
públicas. Y no sea como una criada que tuve, que la enviaba por
pasteles y iba por ellos a los centenos, y si la reñía, me respondía:
—¡Eso merece quien se ha tardado por traer bien hojaldrada la
cosa y la carne aperdigada!
Y vez hubo que la di un real de a cuatro para que trajese para
comer lo que le pareciese, y trájolo todo de ñésferos. Reñíla. Díjela,
qué comida era aquella. Respondió:
—¿Él no me dijo que trajese lo que mejor me pareciese?, pues esto
es lo que mejor me pareció.
Tened mejor ojo que esta bobitonta.
Traer vino.
Cuando algún huésped os dijere que le vais por vino, preguntalde
en alta voz que la oyan todos:
—Señor, ¿cuánto quiere v. m. que le trayan de vino?
Que es buena treta (la cual llamaba un pariente mío la treta del
atambor), porque los huéspedes, parte por vergüenza de ver gran
jarro, parte porque no piensen que son mezquinos y acreditarse de
liberales, envían por más vino del que han menester. Y hacen bien
que, si el vino es bueno, jamás se pierde, y aunque sea malo, sirve
para lechugas. Hacen bien, rebién, buena pascua les de Dios, que
cuatro maravedís que un hombre alcanza son para lucir con ellos
fuera de su casa y pagar su trabajo a una moza honrada que se
desvela en almohazar el gusto a los huéspedes.
Estancia en la puerta.
Tampoco se os olvide que nunca falte una de vosotras a la puerta,
bien compuesta y arreada, que una moza a la puerta de mesón sirve
de tablilla y altabaque, en especial si es de noche y junto a la cancela.
Naipes.
En lo que no habéis de perder punto es cuando les oyéredes
boquear a los huéspedes que quieren jugar, porque esto es una mina.
Con tres us, decía un tío mío, mesonero de Arévalo, que se
enriquecían los mesones, y eran las us, uelas, uarato, uarajas. Y baraja
tengo yo en mi casa que ha entrado en percha de ochenta veces
arriba, y nunca salió a ver luz sin alumbrarse con un real de a cuatro.
Al más pobre que pidiere baraja, se la dad, no se diga de vosotras que
queréis mal a pobres.
A quién sea lícito el jugar.
Confiésoos que oí a un hombre de buen rejo que el inventor del
naipe había puesto en la baraja tres maneras de figuras, conviene a
saber: sota, caballo y rey, y que esto denotaba que el juego no le han
92 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Hay mesoneros tan mal inclinados y disolutos, que hallarás en sus casas
aposentados más vicios que personas. En ellas se aposenta la codicia, la
sensualidad, el ocio, la parlería y el engaño, y, sobre todo, el mal ejemplo y
libertad, lo cual es causa de gran perdición en la república cristiana.
LA PÍCARA JUSTINA 93
NÚMERO SEGUNDO
De la mesonera astuta.
Suma del número.
REDONDILLAS DE PIES CORTADOS
Cuenta las costumbres de la madre
de la Pícara, y dice que tal fue la
hija como la madre.
Nunca de rabo de puer-,
se pudo hacer buen viro-,
ni para vihuela, cuer -
de palo, leña o garro-.
Cual el árbol, tal la fru-:
Pu- la ma- y pu- la hi-,
pu- la man- que las cobi-,
y el pobre yerno cornu-.
Ya que sabes quién fue Fernando, no puedo absconderte a Isabel. Yo,
hermano lector, ya adivino que en oyendo quién fue mi madre, te has
de santiguar de mí como de la Bermuda. ¿Qué quieres? Diérasme tú
otro molde, y saliera yo más amoldada. Soy fruta de aquel árbol y
terrón de aquella vena. ¿Qué me pides?
Escucha, y oirás las hazañas de otra Celestina a lo mecánico.
Callada la mesonera.
Mi madre era menos boquipanda que su matrimonio. Todos los
recados que nos enviaba eran con las dos niñas de sus ojos, los cuales
traía siempre a puntería de bodocazos. Era por extremo imaginativa.
Aguda lisonjera.
Nuestros pensamientos eran su melonar, y siempre calaba
melones. Decía que nos quería como a los ojos. Y para untarme el
casco, me decía:
—A tus hermanos quiérolos como a los ojos de la puente, y a ti
como a los de la cara.
Oyolo una hermana mía cierta vez, y dijo:
—Pagadas estamos, madre, que no faltarán ojos que sean tan cosa
de aire, a cuyo amor la compare.
Entonces ella, que era astuta, dijo:
—Calla, boba, que quien pasa por un río, tanto quiere que la
puente tenga los ojos en pie, como que lo estén los de su cara, pues le
va la vida.
94 LA PÍCARA JUSTINA
Inocencia astuta.
Aquí haya gran advertencia: que la tal moza, en tal caso, ha de
hablar como inocente y vergonzosa, diciendo:
—En verdad, que compré por amor de sus mercedes un ochavo
de especias y un maravedí de vinagre y ajos, para que la cazuela
sabiese bien a sus mercedes, y dejé en prendas la mi sortija de plata,
que no tengo otra.
Y tras esto, hijitas, una reverencia, que estáis a pique de que, si es
hombre liberal, os dé una buena pieza en pago del empeño de vuestra
sortija y sin haber enajenado ni perdido nada.
No acabara hoy si te contara por extenso sus tretas. Concluyo con
decirte que para abrasar la casa, le sobraban dos hervorcitos de
imaginación, y para hacernos perder pie a todos, no había menester
echar toda la presa. Con todo eso, decía de mí:
Agudeza de Justina.
—Justinica, tú serás flor de tu linaje: que cuando a mí me
deslumbras, a más de cuatro encandilarás.
Y por verme tan bien aplicada, y por las buenas muestras que
siempre di, gustaba mucho de platicarme todos estos ejercicios que he
referido y otros que callo.
Estos trastos heredé de mi madre, sin quedar cachibacho que no
me traspalase. ¿Qué quieres? Quien da lo que tiene, no debe nada, y
quien enseña lo que sabe, menos.
Justina compara a su madre
al águila. Propiedad del águila.
Las águilas enseñan a sus hijos a que miren el sol de hito en hito,
porque como nacen con los ojos húmedos y tiernos, pretenden que el
sol se los deseque y aclare, para que vean la caza de lejos y se
abalancen a ella, por ser esta propriedad única del águila, la cual,
desde lo altísimo de las nubes, ve al cordero en la tierra y los peces en
el agua de los profundos ríos, y bajando con la furia de un rayo,
divide con las alas el agua y saca los peces del abismo. Así (puedo
decir), en esta materia era mi madre un águila, pues aclaró mis
tiernos ojos para considerar la caza desde lejos y saberla sacar,
aunque más encubierta estuviese en un mar de dificultades.
Aguilochos son lerdos.
Verdad es que yo no había menester mucho apetite, ni me costó
muchos pellizcos el aprender, en lo cual hice ventaja a los aguilochos,
y grande, porque ellos son lerdos y tan perezosos, que es necesario
que la madre, a punzadas y herronadas los saque del nido, y aun a
veces los cuelga de las uñas y los hace mirar por fuerza al sol.
LA PÍCARA JUSTINA 97
APROVECHAMIENTO
Podrase decir de algunas madres deste tiempo que son para sus hijas más
crueles que avestruces, y que las que por naturaleza y obligación debían ser
misericordiosas, comen y cuecen sus hijos, como dijo Jeremías. Porque, ¿qué
más proprio cocer y tragar sus hijos puede haber que cocerlos en maldades y
aprender en ellos el fuego del pecado y deshacer sus almas con ruines
consejos y ejemplos?
LA PÍCARA JUSTINA 99
NÚMERO TERCERO
De la muerte de los mesoneros.
Suma del número.
SEXTILLAS
Murió el mesonero de un golpe que le
dio un caballero con un medio celemín,
y la mesonera de un hartazgo de
longaniza y carnero.
Diego Díez desafió
a romance y a latín
a la muerte:
ella venció,
y al Diego Diez le metió
en un medio celemín,
con que vencido quedó.
La mujer del mesonero
sustituyó el batallón,
mas también la dio tapón,
porque la atestó el garguero
con longaniza y carnero,
y así triumphó del mesón.
Las gentes, como viven, mueren.
Y como pecan, penan.
Siempre oí pregonar que las gentes como viven, mueren, salvo que
viven con aire y mueren sin él; y que como pecan, penan, salvo que el
gusto del pecar es enano y las penas del hogar son gigantas. Callo la
historia de la perra y aperreada Jezabel y otros cuentos de las
historias sacras, de hombres cuyos verdugos fueron sus mismos
gustos, que en chapines de tan altos cuentos no me atrevo a andar sin
caer.
Ejemplo de Diomedes, rey de Tracia.
Ahí está Diomedes, rey de Tracia, que fiará y abonará mi intento,
pues él usó engordar sus caballos con carnes de reyes vencidos, y
Hércules, con las suyas, dio un buen día a sus perros.
De Herodías.
También me fiará mi camarada Herodías que, por saltar y bailar
sin estorbo, mandó cortar una cabeza y, después de cortada, punzó
rabiosamente con un alfiler largo la lengua difunta; pero también ella
100 LA PÍCARA JUSTINA
Con esta buena relación que dimos de nuestro padre, nos dejó la
justicia.
Mortaja ridícula.
Amortajámosle. Pusímosle en el aposento del horno, porque ya
que no estuviese honradamente, estuviese hornadamente. Sobre el
amortajarle hubimos palabras yo y mi madre, porque me dio una
mortaja vergonzosilla, que (por ir rota a ciertas partes y vérsele el
cuerpo a tarazones) algunos pensaron que habíamos enterrado a mi
padre con el rasero en la mano, en memoria de lo que había ganado
con el medio celemín, y por tener de sobra los raseros. Desto había
mucha risa y chacota en el entierro.
¡Tontos! ¡Por cierto, sí! ¡Las ganancias del Cid! Si supieran la
buena obra que le había hecho el medio, no pensaran que le habíamos
enterrado con el rasero. ¡Necios! ¡Mirad qué bastón de capitán, para
antojárseles que le enterrábamos con él en la mano, sino un rasero
negro y carcomido! Si mi madre en dar mortaja no anduviera tan
medida, nadie saliera della en maliciar lo del rasero.
Luto a malicia.
Tratamos de enlutarnos; y sí hiciéramos, sino que mi madre echó
de ver que no habría luto que le viniese bien, porque era muy gorda,
y así se puso a la malicia el luto. Aquella tarde toda no quisimos
recebir pésames de nadie, porque dijo mi señora madre:
—Aún ahora mi marido está en casa, no quiero pésames.
Cerramos nuestra puerta, como gente recogida, y aunque
quisimos velar al difunto, no pudimos, porque el ratiño de
Portalegre, en viendo cerrar las puertas, nos convidó a una muy
buena cena.
Cena sin pena, muerto el padre y marido.
Mi madre, como estábamos a puerta cerrada y sin nota, aceptó el
convite. Verdad es que le dijo:
—Señor, somos muchas. O todas, o ninguna.
El caballero hizo a todas. Era honrado.
Guarda un perro al difunto,
y hace un mal recado.
Fuímonos. Dejamos en guarda de mi señor padre un perrillo que
teníamos. ¡Linda pieza! Valía por seis hombres, y así, nos pareció que
para guarda aquello era lo que hacía al caso, que para lo que es
responsos y oraciones, las de sobremesa habían de ser todas suyas.
Con todo eso, el diablo del perrillo, como olió olla y carne, comenzó a
ladrar por salir, y viendo que no le abríamos, fuese a quejar a su amo,
que estaba tendido en el duro suelo. Y como vio que tampoco él se
102 LA PÍCARA JUSTINA
levantaba a abrir la puerta, pensando que era por falta de ser oído,
determinó de decírselo al oído. Y como le pareció que no hacía caso
dél ni de cuanto le decía, afrentose, y en venganza le asió de una
oreja; y viendo que perseveraba en su obstinación, sacola con raíces y
todo y trasplantola en el estómago. Con todo eso, por si era sordo de
aquel oído, acudió al otro, acordándose que suele ser respuesta de
discretos: a esotra puerta, que ésta no se abre. En fin, acudió a la otra
oreja, hizo su arenga y la misma diligencia. El perro debió de hacer su
cuenta: Éste está muy muerto y mis amas muy vivas; yo muerto de hambre
y ellas de boda. Así que, ¿sin mí hacen la boda?, pues yo haré la mía sin
ellos. Y, pardiez, diole de tajo y destajole el cuerpo y cara, de modo
que no le conociera el mismo diablo con ser su camarada.
La poca lástima y dolor
de la pérdida del marido.
Cuando yo llegué y vi al perro harto de carne de mesonero, y la
cara de mi padre tan descarada y el cuerpo tan emperrado, diome
lástima, y aun yo creyera que la tenía mi madre, si no la oyera decir:
—¡Valga el Diablo tanto muerto! ¿Dónde tengo yo ahora aquí hilo
y aguja para andar a coser muertos?
Por ahí lo remendamos, aunque mal. Lo que es la carne no tuvo
remiendo. Yo quisiera quitar unos pedazos de carne a un tabernero
vecino, pero como mi padre era mesonero, no venía bien remendarlo
con carne de tabernero, que es remendar paño de Londres con sayal.
Con esto, determinamos enterrarle muy en haz y en paz. Mi
madre no chistó más que si ella fuera la muerta, y aun el caballero la
dijo que si hablaba, la acusaría de que había echado a su marido a los
perros.
Fácilmente se consuelan.
Era discreta, vio lo que le convenía, ¿qué le había, ni qué
habíamos de hacer?, ya era muerto, lo perdido no era mucho, lo que
él había de hacer en casa nosotras lo sabíamos de coro, y aún mi
madre vivía de sobra. Aquel señor era comedido, mi padre le dio la
ocasión. Cuando le pidiéramos la muerte, sólo fuera enriquecer
justicias y empobrecernos nosotras, y perder los patacones que nos
dio bueno a bueno, sin pleitos ni barajas. ¿Qué había que hacer sino
pedir a la tierra que, pues cubre tantos yertos de médico y purga,
cubriese uno de un caballero y un medio celemín?
Entiérranle sin llorar.
En el entierro no lloramos mucho, que no llevamos palabras
hechas. Mi madre era muy ojienjuta, y nosotras no podíamos llorar si
no era comenzando madre y yendo arreo; y aunque comenzara, no sé
LA PÍCARA JUSTINA 103
REDONDILLA
A la muerte de Diego el mesonero,
muerto con un medio sin rasero.
Que a Diego Díez, mesonero,
le acabe un medio, es muy justo;
que en medio del summo gusto,
pide allí la muerte el fuero.
GLOSA
Un ratiño caballero,
con un medio que arrojó,
dio tal golpe a un mesonero,
que fue el primero y postrero
que en el medio el fin halló.
Prescrito ha la muerte un fuero,
que a cuantos lleva y da fin,
los lleva por un rasero;
mas no por el celemín
que a Diego Díez, mesonero,
Mas hay ley que a hierro muera
el que con hierro mató,
y es regla muy verdadera
que le miden a quienquiera
por el medio que midió.
Y, así, no te cause susto
que a Díez un medio mató,
ni digas que es caso injusto;
que a quien por medio pecó
le acabe un medio, es muy justo;
¡Oh cierto y incierto fin!
¡Quién pudiera imaginar
que te había de encontrar
debajo de un celemín
a la puerta de un pajar!
No me admira que se muera
en su cólera el adusto,
o en medio de un gran disgusto;
lo que pasmara a quienquiera
que en medio del summo gusto.
LA PÍCARA JUSTINA 105
como los famosos mueren con soga de seda, ella murió con soga de
longaniza, a lo menos, la muerte hízole más cortesía que a su abuelo
el tamboritero, que malpartió de Malpartida, que a ella le tapó las
vías con flauta de longaniza y al otro con flauta de madero. No sé, a
toda mi generación la llevó la muerte por lo enflautado. Mucho me
pesa; empero, vaya. Y tiraba de cantazos a su madre.
Llora poco Justina la muerte
de su madre, y por qué.
Lloré la muerte de mamá algo, no mucho, porque si ella tenía
tapón en el gaznate, yo le tenía en los ojos y no podían salir las
lágrimas. Y hay veces que, aunque un hombre se sangre de la vena
cebollera, no quiere salir gota de agua por los ojos, que las lágrimas
andan con los tiempos, y aquél debía de ser estío de lágrimas, y aun
podré decir que unas lagrimitas que se me rezumaron salían a
tragantones. ¿Qué mucho? Vía que ya yo me podía criar sin madre, y
también que ella me dejó enseñada desde el mortuorio de mi padre a
hacer entierros enjutos y de poca costa.
La mortaja de la mesonera, estrecha.
Pues a fe, que del trapo que sobró a la mortaja, de puro cumplida,
no se pudieran hacer muchas balas de papel ni muchas encamisadas.
La dicha camisa era ciclana de mangas, que no tenía más de una, y
era de pechos bajos, y tan bajos, que la hizo entrar a la sepultura a mi
madre pecho por tierra. De espaldas no era muy cumplida, porque
estaba aposta para deceplinante, y las faldas no carecían de celosías.
Como no tenía la camisa más de una manga, allí la metí ambos
brazos. Y créeme que no hice mal, que quizá si se los dejara sueltos
ambos, se anduvieran de sepultura en sepultura buscando longaniza,
y como no viese dónde topase, echaría mano de lo que hallase,
aunque fuesen tripas, y si algún muerto la riñera, no dudo sino que
respondiera una necedad con que se alborotaran los cementerios; o
cuando mucho, dijera:
—Cada loco con su tema, y perdonen que topo.
Que eran dos bordones que ella tenía muy ordinario.
Cierto que, cuando la estábamos amortajando, la miraba a los ojos
y me parecía que me hablaba con ellos tanto y tan a menudo, que el
encaje dellos parecía jaula de papagayo, y no se me pudiera quitar el
miedo y temor, sino que mirando cuán calafateado tenía el gaznate,
se echaba de ver que era muerte de a mazo y escoplo.
El poco llorar de las demás hermanas.
Mis hermanas también lloraron sus sorbitos, pero siempre
guardándome la antigüedad en que yo jugase de mano y llorase la
108 LA PÍCARA JUSTINA
pudiera yo poner en campo unos doce pares, que ni por otros más
necios diera un garbanzo, ni por más determinados un comino!
Contentárame que mis hermanas lo fueran mías, mas estaba de
Dios que yo había de salir de Mansilla sin raíces, y así me dejaron, y
nunca comimos buenas migas. Verlo has en el segundo libro, si allá
llegamos.
Paréceme que te leo los labios, hermano letor, y que me preguntas
y me mandas que te diga muy en particular el discurso de mi vida y
aventuras del tiempo que fui mesonera con tutores y viví con mi
madre. ¡Oh necio quien tal preguntas! ¿Qué vida quieres que cuente,
sabiendo que bailaba al son que me hacía mi madre? Ea, déjame, no
me importunes, ¡gentil disparatón! No pienses que lo dejo porque es
de echar a mal, que cosas hice que pudieran entrar con letra colorada
en el calendario de Celestina, pero no quiero que se cuente por mío lo
que hice a sombra de mi madre. ¿Quiéresme dejar? ¡Quita allá tu real
de a ocho! ¿Dinero das? Pues si tanto me importunas, habré de pintar
algo, aunque no sea sino el dedo del gigante, que por ahí sacarás
quién fue Calleja. Una cláusula tenía yo ordenada para dejar en mi
testamento en favor de una discípula; esa quiero poner aquí, y sea
donación entre vivos en favor de las plateras del mesón, y serviráles
de ejemplo, de espejo y de aviso, pues ella es una summa en que se
suma y cifra lo que toca y pertenece a cuáles y quiénes, cuándo y
cómo y para cuándo han de ser cual fui yo, que dice así, y va medio
en copla:
Cifra de lo que es y lo que
hace una moza de mesón.
La moza del mesón, esto es en conclusión: en andar, gonce; en
pedir, pobre; de día, borrega; de noche, mega; en prometer, larga; en
cumplir, manca; antes de mesa, perrilla; después de mesa, grifa; en
enredos, hilo portugués; al fallo, puerco montés; lo empeñado, todo;
lo vendido, nada o poco; una alforja de bailar y otra de trabajar; en la
bolsa, munición; en la cara, siempre unción; cumplir con todos,
amistad con los más bobos; lo pagado, pase; lo rogado, no vale; de
ordinario alegría y siempre tapagija, y aires bola, y a Dios que
esquilan, que con decir viene mamá y rascar la cofia se avientan los
nublados, y no debo más.
Pide licencia para hablar con seso.
Querría pedir a sus mercedes una licencia, y es para ser un
poquito cuerda y durar como de lana, para enjaguarme los dientes
con una consideración que me brinca en el colodrillo por salir a
danzar en la boca a ringla con los dieciocho. Ya soy cuerda, dure lo
110 LA PÍCARA JUSTINA
que durare. Señores, los mis señores, compadeceos desta pobre que
tales alhajas de inclinaciones heredó de aquella que la parió una vez y
mil la tornó al vientre para renovar las marañas que en mí esculpió al
principio.
Encarece el haber heredado todas
las malas inclinaciones de sus padres.
Créanme que a veces me paro a imaginar que si fuera verdad que
las almas se trasiegan de cuerpo a cuerpo, como dijeron ciertos
philósofos bodegueros, sin duda creyera de mí que tenía a meses las
almas de padre y madre. Y pues va de seso, digo que ahora me
confirmo en que todas las cosas tornan al principio de do salieron.
Todas las cosas vuelven al principio
de a do salieron, y verifícalo en
todas las cosas.
La tierra se va al centro, que es su principio; el agua al mar, que es
su madre; la mariposa torna a morir en la pavesa, de quien fue hecha;
el sol torna cada veinte y cuatro horas al punto donde nació y fue
criado; los viejos se tornan a la edad que dio principio a su ser; la
espiga madura y abundante de granos se tuerce e inclina por tornar a
la tierra de a do salió, y el ave fénix vuelve a morir en las cenizas que
dieron principio a su vida. Y el hombre... ¿Dónde vas a parar, Justina?
Pardiez, que si no me hablaras a la mano, por pocas parara en el
miércoles de Ceniza, y dijera: Acuérdate, hombre, que eres ceniza.
Dicho ridículo de un predicador
del miércoles de Ceniza.
Mas no voy a eso, que cuando yo me hubiera de meter a
predicadera de los encenizados, no me faltara qué decir, aunque no
fuera sino lo que oí a un predicador que predicaba coplas desleídas, y
viniendo a tratar del Evangelio de aquel día, dijo:
—Hermanas, el Evangelio que se ha cantado en la misa de hoy
dice que el día que ayunáredes untéis la cabeza y lavéis la cara, mas
vosotras las mujeres, como en todo andáis al revés, hacéis esto a la
trocadilla, que untáis las caras y laváis las cabezas.
Fisga del dicho.
No me descontentó el puntillo de este padre ceniciento, porque
valía cualquier dinero para si yo fuera quien le predicara, o para él, si
el sermón fuera en la ronda, o entre las cercas, o en la lumbre asando
castañas. Mas en el púlpito, pardiez que fue una de las catorce. Por
otra parte, no me espanto, que quizá lo halló aquel bendito escrito en
algún cartapacio de alquiler y se le dieron con condición que lo dijese
todo como en ello se contenía, y emborrolo; o quizá de puro respeto o
de vergüenza. También le excuso por, ignorante, pero no de ser
LA PÍCARA JUSTINA 111
APROVECHAMIENTO
No dice mal esta libre mujer en que todas las cosas tornan a su principio,
pero es culpable ella y otras de su jaez en no inferir deste punto que, pues el
nuestro fue tierra, polvo y ceniza, obremos como quien teme al que puso al
hombre este fin y paradero, y como quien agradece el haber salido de tal
principio, y como quien ha de volver a Dios, que es universal principio.
112 LA PÍCARA JUSTINA
LA PÍCARA JUSTINA 113
LIBRO SEGUNDO
INTITULADO
LA PÍCARA ROMERA,
EN QUE SE TRATA LA JORNADA DE ARENILLAS
114 LA PÍCARA JUSTINA
[PRIMERA PARTE
DEL] LIBRO SEGUNDO
DE LA PÍCARA ROMERA
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA ROMERA BAILONA
NÚMERO PRIMERO
De la castañeta repentina.
Suma del número.
CANCIÓN DE A OCHO
Trata este número cómo en una romería
que hizo Justina, se mostró andariega y
bailadera. Y que en ella había mucha
libertad y gusto.
El Gusto y Libertad determinaron
pintar una bandera
con sus triumphos, motes y corona.
Y, aunque varios, en esto concordaron:
Libertad saque a Justina por romera,
el Gusto saque a la misma por bailona.
sea el mote: En Justina,
de gusto y libertad hay una mina.
Vida, llamada puerta del otro siglo.
S
I es verdadero el título que los poetas dieron a la vida presente y
a la inclinación natural que más florece, llamándola puerta del
otro siglo, yo digo que los dos quicios de mi puerta (que son las
dos más vehementes inclinaciones mías), fueron, y son, andar sin son
y bailar al de un pandero. Otras dirán que quieren su alma más que
sesenta panderos, mas yo digo de mí que en el tiempo de mi
mocedad quise más un pandero que a sesenta almas, porque muchas
veces dejé de hacer lo que debía por no querer desempanderarme.
Dios me perdone.
Justina comparada a Orfeo, y por qué.
LA PÍCARA JUSTINA 115
Con un adufe en las manos, era yo un Orfeo, que si dél se dice que
era tan dulce su música que hacía bailar las piedras, montes y
peñascos, yo podré decir que era una Orfea, porque tarde hubo que
cogí entre manos una moza montañesa, tosca, bronca, zafia y pesada,
encogida, lerda y tosca, y cuando vino la noche ya tenía encajados
tres sones, y los pies (con traerlos herrados de ramplón, con un
zapato de fraile dominico) los meneaba como si fueran de pluma; y
las manos, que un momento antes parecían trancas de puerta,
andaban más listas que lanzaderas. Todo es caer en buenas manos,
que quien las sabe, las tañe. Mas ¿qué mucho que fuese amiga de
adufe, pues mamé en la leche la flauta y tamboril de mi agüelo, el que
murió con la gaita atorada en el gaznate?
Qué cosi cosi a propósito de la
gaita del abuelo de Justina.
Antes que pase adelante, quiero contar un cuento a propósito de
la gaita que tapó a mi abuelo las vías. A un comediante oí yo una vez
apostar que nadie acertaría cómo es posible tapar siete agujeros con
uno o uno con siete. Yo, acordándome de la muerte de mi abuelo, dije
que los siete agujeros de la flauta los tapó mí abuelo con un agujero
del gaznate, y el uno del gaznate con los siete de la flauta. Con esto,
gané la apuesta, que fue unos chapines, con que me engreí; aunque
miento, que con ellos me humilló mi novio. Pero esto no es de aquí,
sino del medio.
Así que, el un quicio o polo de mi vida fue ser gran bailadora,
saltadera, adufera, castañetera, y la risa me retozaba en el cuerpo y,
de cuando en cuando, me hacía gorgoritos en los dientes.
La mejor comida y la mayor romería.
La segunda inclinación era andar mucho. Hubo un emperador
que dijo que la mejor comida era la que venía de más lejos, y yo sentía
que la mejor romería y estación era la de más lejos. Decía la otra: El
sancto que yo más visito es San Alejos. A la verdad, esto de ser las
mujeres amigas de andar, general herencia es de todas.
Todas las mujeres son andariegas,
y dispútase cuál sea la causa.
Y cierto que muchas veces he visto disputar cuál sea la causa por
qué las mujeres generalmente somos andariegas, y será bien que yo
dé mi alcaldada en esto, pues es caso propio de mi escuela.
Libro de las Cortes de las damas.
Un librito que se intitula Cortes de las damas dice que en las
cortes de las damas que se celebraron en el Parnaso se propuso esta
cuestión, y que sobre ella hubieron varios pareceres.
Primer parecer.
116 LA PÍCARA JUSTINA
Yo había oído decir que afirman doctores graves que cuando dos
instrumentos están bien templados en una misma proporción y
punto, ellos se tañen de suyo, y entonces me confirmé en que era
verdad, porque como mis castañetas estaban bien templadas, y con
tal maestría, que estaban en proporción de todo pandero, no hubieron
bien sentido el son, cuando ellas hicieron el suyo, y dispararon una
castañeta repentina, para que dijese a los señores panderos: acá
estamos todos. Como el bobo de Plasencia que, abscondido de una
dama debajo de la cama, luego que vio entrar el galán, salió de
adonde le había metido la dama, y dijo:
—Acá tamo toro.
Quizá pudo ser que aquella castañeta repentina se causó de que
las castañetas retozaban de holgadas, y no me espanto, supuesto que
en aquel momento se cumplían veinte y cuatro horas que no sabían
qué cosa era siquiera un adarme de golpecito.
Oyó el son un primo mío que guiaba el carro, y no tanto por mal
ejemplo que tomase (que también él era de los de la baila), ni por
pena que tuviese de ver bailar antes de misa, sino por temor de que
no se le espantasen las mulas, que eran nuevas, me riñó a lo socarrón,
diciendo:
Riñe su primo a Justina.
—Prima, muy a punto venían esas tabletas de San Lázaro. Muy
poca pena tenéis vos de la muerte de vuestra madre, mi tía, y de la de
mi tío, vuestro padre, que Dios tenga en el cielo.
Pardiez, si entonces tuviera mi vergüenza en casa, yo me corriera,
pero como no había venido de la Alhambra, donde la despaché por
berros, llamé al enojo, y con su ayuda dije:
De puro enojada, dice mal de su padre.
—Tenga en el cielo, tenga en el cielo, por cierto, tenga, porque
según vuestro tío era de urgandilla y amigo de husmearlo todo, y
según era cohete y busca ruido como su sobrino, y según era amigo
de verlo y escudriñarlo todo sin parar en ninguna parte, imagino que,
si posible fuera salirse las gentes del cielo, no le pudieran detener allá,
ni detenerle de que nos viniera a ver y tantear los pasos y contar si las
castañetadas fueron una o dos, como si fuera caso de Inquisición, que
se examinan los relapsos. Mira ahora, ¡para una castañeta repentina,
que se le podía soltar a un ermitaño, tanto ruido!
Pardiez, ello medio bobería parece, mas díjela con enojo, y luego
pedí perdón a Dios. Prosiguiendo mi enojo, le dije:
Respuesta de Justina.
LA PÍCARA JUSTINA 121
APROVECHAMIENTO
Muchos y muchas de las que en nuestros tiempos van a romerías, que van a
ellas con sólo espíritu de curiosidad y ociosidad, son justamente reprensibles
y comparados a aquellos peregrinos israelitas que, caminando por el desierto
a donde Dios les guiaba, dieron en ser idólatras. Y nota el modo de oír misa
que se pinta desta mujer libre y olvidada de Dios.
122 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO SEGUNDO
Del escudero enfadoso
Suma del número.
VILLANCICO
Muy bien la fablé yo,
mas ella me respondió:
Jo, jo, jo, jo.
Un muy gordo tocinero,
obligado de Medina,
quiso servir a Justina
de galán y de escudero.
Ofreciola vino y pan,
queso, tocino y carnero,
y ella le ofreció un No quiero
tan gordo como el galán.
Muy bien la fablé yo, etc.
Los suspiros que arrojaba
este nuevo Gerineldos,
eran muy crudos rebueldos
con que el alma penetraba;
y entre suspiro y rebueldo,
sacó un hueso de tocino
y una botilla de vino,
diciendo: Vida, bebeldo.
Muy bien la fablé yo, etc.
Dijo corrido el galán:
¿Jo, jo a mí? ¿Soy yo jodío?
Mientes, mientes, amor mío,
que mi padre es Reduán.
Y así te juro, Jostina,
como moro bien nacido,
que de gana te convido
a tocino y a cecina.
Muy bien la fablé yo, etc.
LA PÍCARA JUSTINA 123
APROVECHAMIENTO
Es tan sutil el engaño y engaños de la carne, que a los broncos, zafios e
ignorantes persuade con sus embustes y embeleca con sus regalos.
128 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO TERCERO
Del convite alegre y triste.
Mas considerando
que Fortuna es varia,
trueca sus suspiros
en gustos del alma.
Da higas al tiempo
y a la vil mudanza,
y al son de un adufe
esto dice y baila:
No hay placer que dure,
ni humana voluntad que no se mude.
Epítetos del tocinero enamorado.
Epítetos del necio galán.
Despedida aquella fantasma tocinera, aquel galán de ramplón, aquel
amante inserto en salvaje, me acogí debajo del pabellón de nuestra
carreta, donde nos asentamos yo y mi gente ras con ras por el suelo,
como monas. Estaban conmigo unas primillas mías, de buen fregado,
pero no tan primas que no fuese más la envidia que mostraban que el
amor que me tenían. Tenían por gran primor el servir a mis primos
de estropajo, y así las trataban ellos como a estropajos.
La mujer sólo compra barato lo que estima en poco.
Mas yo a ellos y a ellas hacía que me respetasen, y aun los
despreciaba, porque siempre tuve por regla verdadera que la mujer
sólo compra barato aquello que estima en poco.
Con todo eso, quise dar vado al virotismo y soltar el chorro a la
vena de las gracias y apodos, que es sciencia de entre bocado y sorbo.
Bien sé que no he errado cosa tanto en mi vida, porque las gracias no
son para villanos, y menos para entre parientes. El afeite, la gala, la
damería, la libertad, el favor, el dicho, el donaire, parece bien al yente
y viniente, pero no al pariente. Es como los que dicen: Justicia, y no por
mi casa. Ya se erró. Contémoslos, que de mis cascos quebrados habrá
quien haga cobertera para la olla de las gracias, para que no se le
vierta cuando más yerva.
Comen debajo de la carreta.
Comenzamos a hacer penitencia con un jamón y con ciertas
genobradas, bien obradas, y con nuestras piernas fiambres llenas de
clavos y ajos, y llueva el cielo agua.
Justina no bebe agua.
Miento, que maldita la gota bebí, porque en nuestra tierra
destétannos a las mozas con la que llora la uva por agosto, a causa de
que todas somos friolentas y boca de invierno, como dijo el otro que
nos vendió el rocín por mayo. Yo estaba recostada en el suelo a la
130 LA PÍCARA JUSTINA
pregunté con malicia, y confieso, no sin verecundia, que como tan sin
pensar revolvió sobre mí con tan buen discurso, no sólo no le di a él
ni a ellas más baya, pero me atajé y corté de manera que, por un buen
rato, no encontré con cosa buena ni mala que poder decir.
El buen decidor es de casta lanzadera, y por qué.
Un buen decidor o decidora es de casta de lanzadera, la cual
aunque muchas veces y mucho tiempo ande aguda y sutilmente
sobre los hilos de la tela, pero si por desdicha encuentra en uno solo,
aquél la ase y detiene. Así yo, aunque había gran rato dicho con
agudeza, topé en este hilo y perdí el hilo,
El ademán de Justina corrida.
Y, sin echarlo de ver, no hacía otra cosa sino mirar atentamente a
una cabeza de coneja monda y raída, después de repasada, que estaba
acaso en la mesa, y escarbarla con el dedo, como si allí me comiera.
Entonces, otro de la compañía, a quien jamás vi meter letra, ahora
dio tan en el punto, que en un punto me acabó de poner de lodo.
Condiciones de la adversa fortuna.
Como me vio estar maganta y pensativa, mirando tan
atentamente la calavera de conejo que yo tenía en las manos —que,
como dije, la fortuna adversa es tirana, si desea venganza es
insaciable, y a pendón herido da licencia general a todo necio para
que haga suerte en un discreto asomado. Y en parte hace bien, pues
con ellos gana la honra que pierde en ser tan favorecedora de bobos—
, dijo, pues, el decidor moderno:
El dicho de que se corrió Justina.
—Justina, si como creo que has sido pecadora, creyera que eras
penitente, dijera que, estando así pensativa mirando esa cadavera de
conejo que tienes en la mano, te estabas diciendo a ti misma:
Acuérdate, Justina, que eres conejo, y en conejo te has de volver.
A lo menos, no negaré que este dicho me tornó en gazapo, pues
me agazapó de modo que no dije más que si tuviera los dientes
zurcidos. Tanto fue lo que me hizo callar y encallar.
Mis invidiosas holgaban, la parentela reía, y todos daban las
carcajadas que se pudieran oír en Cambox. Yo, como avecindada en
la Corredera, quíseme vengar, y no fue poco ofrecérseme cómo
responder, de manera que le reñí al tono que él me habla reñido la
castañeta soltera. En fin, yo saqué fuerzas de flaqueza y troqué mi
cara por otro tanto de máscara de grave, y con ella, le dije:
Justina, con disimulación, hace que de grave
calla, y no de corrida. Y responde a punto.
134 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
La libertad y la demasía del gusto entorpece el entendimiento, de modo que
aun en los tristes sucesos no se vuelve una persona a Dios, mas antes
procura alargar la soga del gusto, con que al cabo ahoga su alma.
LA PÍCARA JUSTINA 137
NÚMERO CUARTO
Del robo de Justina.
Suma del número.
LIRAS
Una camarada, llamada la Vigornia,
robaron a Justina con un embuste
muy gracioso.
La Vigornia ladina
ordena una danza, máscara y canción,
con que coge a Justina
cantando en fabordón
su presa, su tropheo y su traición.
La máscara acababa
en robar la Boneta seis bergantes.
La Boneta cantaba:
Soy palma de danzantes,
Ay, ay, que me llevan los estudiantes.
Cogen en volandina
con este embuste a Justina descuidada.
La triste se amohína,
mas no aprovechó nada,
que fortuna, si sigue, da mazada.
Decía muy penosa:
Ay, ay, que me llevan los estudiantes.
Mas era ésta la glosa
de los mismos danzantes,
y así, todos pensaron ser lo que antes.
Ya venía la noche queriendo sepultar nuestra alegría en lo profundo
de sus tinieblas, cuando vi asomar una cuadrilla de estudiantes
disfrazados que venían en ala, como bandada de grullas, danzando y
cantando a las mil maravillas.
La Vigornia.
Eran siete de camarada, famosos bellacos que por excelencia se
intitulaban la Vigornia, y por este nombre eran conocidos en todo
Campos, y por esto solían también nombrarse los Campeones. Estos
traían por capitán a un mozo alto y seco, a quien ellos llamaban el
obispo don Pero Grullo, y cuadrábale bien el nombre. Cuadrole
138 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
En achaque de máscaras y disfraces se cometen hoy día temerarios
pecados, por lo cual los padres cuerdos y cristianos deben guardar a sus hijas
de semejantes ocasiones, en las cuales está solapado el anzuelo del peligro.
144 LA PÍCARA JUSTINA
CAPÍTULO SEGUNDO
DE LA VIGORNIA BURLADA.
NÚMERO PRIMERO
De la entretenedora astuta.
Suma del número.
RIMA DOBLE
Después que la carreta apresurada
quedó emboscada y lejos de la gente,
la Vigornia insolente alborozada
saltó en una llanada, y su regente
quedó muy prepotente en la emboscada.
Viose Justina apretada, y de repente
pensó tan conveniente modo y traza,
que el carro le sirvió de red de caza.
Paró la Vigornia en una llanada.
D
ESPUÉS que salí, o, por mejor decir, me llevaron por mar en
carreta, metida como carne de pepitoria entre cabezas y pies,
y ya después que la noche puso al sol el papahígo para que, o
durmiese, o fuese de ronda a visitar los antípodas, dejando a Delio su
tenencia, pararon en una llanada que estaba poco más adelante de un
bosque que les servía de trinchea y emboscada. Al parar, vieras llover
tanto del jo sobre las mulas, que se te amulara el alma. ¡Dolor de
quien temía que querían desquitar los jos de la mula con los artes de
su persona! Tras esto, saltó en la llanada la insolente Vigornia con
gran alborozo y algazara, diciendo todos:
—¡Víctor la secretaria del señor obispo!
Queda sola Justina.
Y para aperdigarme para el oficio, me dejaron sola con el
obispote.
Miren qué aliño para una pobre dieciochena, que era niña y
manceba y nunca en tal se vio. Temblábanme las carnes de miedo, y
aunque para él eran mis temores trémoles de bandera en coyuntura
de asalto, con todo eso, se detuvo y dijo:
—Justina, ¿de qué temes? ¿Aquí no estoy yo? ¿No estás conmigo?
LA PÍCARA JUSTINA 145
¡Ay, hermano letor, mira con quién, para consolarme con decir: no
estás conmigo! ¡Qué Faltiel para Muchol! ¡Qué Absalón en guarda de
Tamar, sino un obispo de la Vigornia y capataz de la bellacada!
Pero bien dicen que la apretura y estrecheza en que se ve un
entendimiento es la rueda en que cobra filos, pues en viéndome en
este nuevo estrecho de Magallanes, comencé a dar en el punto de la
dificultad, y lo primero en que me resolví fue en entretener
agudamente toda aquella noche el obispote, para que no corriesen sus
gustos por mi cuenta, dado que él pensaba rematar cuentas del pie a
la mano. Valiome mi ingenio; a él le doy gracias, que por su industria
embalsamé mi cuerpo y le libré de corrupción y del poder de aquella
fantasma eclesiástíca y del incendio que ya me tenía tan socarrada
como socarretada. Demás de que mi ganancia no fue de las de tres al
cuarto, pues, como verás, de los despojos de mi victoria quedé tan
aforrada de capas, sombreros, ligas, ceñidores, etc., que pudiera
poner en campaña sombrerados, ligados, ceñidos y capados otros
ocho capigorrones tan grandes bellacos como éstos, que quisieron en
tan breve tiempo dar a la enterísima Justina el ditado de Barca Rota.
Oyan, pues, mi traza; escuchen la victoria alcanzada de una
invencible novicia, no con más soldados que sus pensamientos ni con
más fuerza que sus trazas, y con tan buen modo, que quizá si algunas
le usaran, sonaran menos sus voces y más su fama.
Luego que me vi a solas con este sireno de carreta y vi que con la
una mano me tenía echado un puntal al cuerpo, como hacen al árbol
cuya fruta está a pique de caerse, compré una libra de Roldán por dos
arrobas de dolor de estómago, y con ella desleída en lágrimas,
jalbegué mi cara, la cual quedó tan arroldanada, que hiciera temer al
mismo Almanzor si estuviera en la carreta, y con buen tono, fablé así:
Razonamiento de Justina al obispo.
—Ea, picarón de sobremarca, obispo de trasgos y trasgo de
obispos; él no debe de haber medido los puntos del humor que calzo,
no me ha pergeniado, que a pergeniarme bien aún fuera Bercebú.
Amanse el trote y el trato, que el que por ahora usa es para motolitas
que no saben de carro y toda broza, que las de mi calimbo saben
hacer de una cara, dos, y en caso de visita, saben dar a un obispo
cardenales que le acompañen sin perderle de vista.
Como el bellacón oyó que yo le hablaba a lo de venta y monte, y
que yo había tomado el adobo de la lampa que él practicaba, en parte
le pesó, por ver que no podía sentenciarse de remate su pleito en tan
breve término como él pensaba, y en parte se le alegró la pajarilla,
viendo que había encontrado horma de su zapato. Con esto, deshizo
146 LA PÍCARA JUSTINA
Yo, por les ganar la boca para mis intentos, dije a bulto un amén, y
tras él, dos de mudanzas con tres castañetas en seco, en el poco sitio
que me cabía en el carro, donde íbamos como palominos de venta.
Usaba de todas estas trazas por vestirme del color de la caza, lo cual
fue parte para que el mismo carro que ellos ordenaron para su
triunfo, me sirviese a mí de vivar donde cazarlos (como más larga y
gustosamente lo verás en los dos números que se siguen).
Esto que he referido era entre dos luces, cuando se reía el alba, y
tanto más se reía, cuanto más de cerca iba contemplando la burla que
yo pensaba hacer al villadino, o, por mejor decir, al villadino.
APROVECHAMIENTO
Permite Dios que el pecador no sólo no consiga los gustos que pretende con
sus quimeras, pero ordena y quiere que ellas sean instrumentos de sus penas
y verdugos de su persona.
150 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO SEGUNDO
Del parlamento loco
Suma del número.
ESTANCIAS DE CONSONANCIA DOBLE
EN UN MISMO VERSO
Hizo sceptro de un garrote el obispote,
y a guisa de rey Mono, hizo su trono,
para más abono, dijo en tono:
Amigos, cese el cote y ande el trote.
Hoy se casa el monarca con su marca:
no quede pollo a vida, ni comida,
con que no sea servida mi querida.
Llamalda en la comarca, polliparca.
Traed tocino y bon vin de San Martín,
pan, leña, asadores, tenedores,
frutas, sal, tajadores los mayores,
presto, que el dios Machín pretende el fin.
Acabada esta razón, dijo el moscón:
Marchad luego, bola, sin parola.
Fuéronse con tabaola, y quedó sola
Justina en conversación con su obispón.
Justina entretenía y suspendía,
de modo que pudieron los que fueron
hurtar lo que quisieron, y volvieron
con lo que pedía su señoría.
Venidos, se asentaron y brindaron,
el obispo don Pero se hizo un cuero,
luego el carretero cargó muy delantero;
mas ¿qué?, si mucho pecaron, más penaron.
Ya que estaba el carro atacado de bellacos y el gobernador de la
Vigornia en medio dellos, pareciéndole que no venía bien el ser
obispo casado, no siendo obispo griego, aunque andaba cerca de
serlo, renunció los hábitos y hízose rey. Tomó un garrote en la mano
en forma de sceptro, hizo de las capas un trono imperial, poniendo
LA PÍCARA JUSTINA 151
no es en irse poco a poco, que esto no se podía acabar con ellos. Para
entablar mi juego, de trecho en trecho, y bien a menudo, les decía:
Justina les hace beber.
—Amigos, beban, y así lo llueven las viñas.
Yo, mirando al obispote, hacía que bebía con un vaso de cuerno, y
decía:
—Brindis quoties. Beba el obispo y vaya arreo.
El obispo se excusaba de beber con una gracia que contenía
mucho de naturaleza, y era decir:
Era judío.
—De vino, poco, que soy patrirca de Jerusalén.
Asomado.
Mas, aunque le amargaba, todavía por mi contemplación bebió
unos polvillos, los que bastaron para añublársele el celebro y aun
para añadir algunas erres al abecedario de su Vigornia.
Sal en el vino.
El que menos, ya estaba a treinta y uno con rey; ello, las gracias
sean dadas a ciertos puños de sal que eché en el jarro. Decíame el
obispo don Pero:
—¡Ay, mi Justina, que en todo eres un terrón de sal!
Decía yo para conmigo:
—Verdad dice éste, pues aun el vino, a pura sal, está echado en
cecina.
Ya que todo estaba guisado y a punto, hizo señal el señor bigornio
mayor, y todos escanciaron y comieron como unos leones; sólo mi
obispo tragaba más bocados de saliva que de otra cosa, y pienso que
en mirarme gastó una libra de ojos y en decirles que se diesen priesa
otra de lengua. No dudo sino que tras cada bocado que ensilaban los
de la Vigornia le daba su reloj las ciento; mas ellos (como de la fiesta
no habían de sacar otra cosa que entremesar a las panzas, y como las
traían húmedas del rocío y humedad de la noche, y daban de sí como
panderos mojados), iban dando alargas al tiempo, de lo cual recibía
yo tanto gusto como el obispo pena y rabia. Entre burlas y juego,
siempre yo muy cuidadosa con que bebiese el obispo y fuese arreo.
Borracho Pero Grullo.
Hízolo el obispo a tan buen son, que ya, por decirles daos mucha
prisa, hermanos, decía:
—Daos murria perra, hernandos.
Ya que tuvieron rehechas las chazas y hechas las rechazas, los
buenos de los mozalbetes decían donaires. No metían letra, y si
alguna metían era ces y erres. Hacíanme quebrar el cuerpo de risa,
LA PÍCARA JUSTINA 157
APROVECHAMIENTO
Los malos, como tienen dada la obediencia al demonio, sujétanse de mejor
gana a sus ministros que a los de Dios, mas cual es el dueño a quien sirven,
tales son los gajes que tiran.
LA PÍCARA JUSTINA 159
NÚMERO TERCERO
De los beodos burlados
Suma del número.
OCTAVA DE CONSONANTES
HINCHADOS Y DIFÍCILES
La Fama, con sonora y clara trompa,
publique por princesa de la trampa
la gran Justina Díez, que con gran pompa
vuelve su rebenque en sceptro y le estampa.
La que usa del rebenque como trompa,
la que llueve azotes y no escampa,
la que de su carreta hace palenque,
y sceptro, lanza y trompa del rebenque.
¡Oh Fama, cuyo acento el orbe encampa!
Tu sombrío clarín no se interrompa
hasta ver la picaresca estampa,
No digo en papel puesta, do se rompa,
o en letra de escribano, que haga trampa,
sino en peña, en quien no se corrompa
memoria de un triunfo tan ilustre,
con el siguiente mote por más lustre:
MOTE
Justina triunfó de ocho beodos,
echándolos del carro a azotes todos.
Trazas repentinas, las de las mujeres las mejores.
Cuando las necesidades son repentinas, las mejores trazas y remedios
son los que las mujeres damos, ca así como el uso de la razón en
nosotras es más temprano, así nuestras trazas son las que más presto
maduran. Mil veces verás en los entremeses ofrecerse necesidad de
trazas repentinas y, por la mayor parte, las dan mujeres, que son
únicas para de repens.
Símiles de las trazas repentinas.
Es el discurso y traza de la mujer como carrera de conejo, que la
primera es velocísima, o como envión de francés, que el primero es
invencible. Esto quisieron decir los antiguos cuando pintaron sobre la
160 LA PÍCARA JUSTINA
Hícelo así, y con tales voces que las pudieran oír en el real de
Zamora.
Los beodos, con mis grandes voces, despertaron despavoridos, y
como reconocieron que estaban en medio de la plaza de Mansilla,
castigados por mi mano y aun por la de Dios, como los de Senacherib,
acudían a derribarse del carro a toda furia. Esta era la primera
estación, y no poco gustosa, porque al echarse del carro, daban
temerarios zarpazos y sonaban a cueros que se enjaguan, y los más
dellos chocaban por salir con toda prisa y huir de mis rigores.
Símil de los cuervos traviesos.
Como los cuervos mansos y traviesos suelen derribar un vidrio,
vaso o copa y volver el oído para percebir con gusto el sonido, así yo,
aunque a rebencazos los derribaba, volvía el oído a percebir el sonido
del golpe.
La segunda estación era huir con tal prisa, que parecía llevaban
cohetes en los posteriores. Mas ya que habían huido algún tanto y
tornado sobre sí algo, echaban de ver que iban sin sombreros, sin
capas, sin cuellos, sin ligas, sin ceñidores. Asomaban a querer tornar
al carro a sacar su hacienda, yo les dejaba acercar en buen compás, y,
en viendo que estaban a mi mano, tremolaba el azote de las mulas y
dábales el rebencazo zurcido, que les aturdía.
Échalos a coces del carro.
Bravas suertes hice defendiendo mi carro encantado, o, por mejor
decir, encantarado. Jugaba de rebenque floridamente, porque para de
lejos, me servía de lanza; para de cerca, de trompa de elefante; para
en pie, de azote, y para asentado, de sceptro.
Con estas mis levadas se atemorizaron de modo que, sin capa,
ceñidor, liga, sombrero, ni cuello, ni otras muchas cosas suyas,
aunque habidas de por amor del Diablo, se fueron huyendo por entre
los sembrados, que parecían puramente las zorras de Sansón con
cuelmos encendidos en las colas.
Huyen y despárcense los de la Vigornia.
Todo el pueblo y muchachos se llegó al ruido, y todos les silbaban
y gritaban, y si alguno me miraba de lejos, tornaba a tremolar el
azote. ¡Qué confusión para ellos y qué gusto para mí! Estos fueron
zorros, estos fueron diablos, que desde ahí a más de dieciocho o
veinte días no se pudieron dar alcance unos a otros, hasta que un día
de mercado se juntaron en el de Villada, que era donde ellos solían
hacer sus conciliábulos zorreros. No se acababan de santiguar de la
villana de las borlas y de las burlas, que ambos nombres me llamaban
ellos; de las borlas, por las que llevaba al cuello, como montañesa,
162 LA PÍCARA JUSTINA
Otro decía:
—¡Viva el señor obispo, remediador de huérfanas! El huérfano sea
el Diablo, y tal remedio venga por su casa.
Otro dijo:
—Ella está entera como su madre la parió. Eso juro yo, que la
entera es ella y los quebrantados nosotros.
Otro dijo:
—¡Ea, presto, que el dios de amor tiene alas! juro a diez y a un
rebenque con que hace volar la carreta.
Otro, viendo que tan adelante iba el darle baya, medio
lastimándose, medio fisgando, dijo:
—Carren, carren. Murria perra es esa en dar bayas al rasante.
Tocó tecla de cuando por decir él: callen, callen, daos mucha prisa,
dijo: carren, carren, datos murria perra, etc.
Dijeron dichos agudos y donosos, que por agudos los río y por
largos los callo. Quédese a la discreción del pícaro más discreto, que
es el único censor de toda letura de folga. No dejaron cosa que no
tocasen, ni punto que no glosasen, hasta decirle:
—Bien pareces patriarchón de Jerusalén y nacido allá, pues tan vil
y cobarde naciste.
Henchíanlo de necio, cobarde y pusilánime, y fue tal y tan pública
la baya, que, corrido de los mates que le daban y motes que le ponían,
se fue de aquella tierra. Yo no dudo sino que no paró hasta Ginebra, y
aun, según le pusieron hecho un negro, se debió de ir a Mandinga, o a
Zape, donde envían a los gatos, aunque lo natural era que se fuera él
a la isla de las monas y yo a la de los papagayos. ¡La bellaca que le
saliera al encuentro a este toro agarrochado!
Muy capada quedó la Vigornia, y tan capada cuan descapada.
Con todo eso, se rehizo y cazaba, no como antes, sino mosquitos,
como milano de cuarta muda. Y a fe que no me da a mí poca pena
cuando veo picarillos de alquimia entonarse y que no encuentren
quien los haga tenerse en buenas. No sé acabar un cuento; ya sé que
enfado en él, pero ya acabo.
Vase a su casa Justina.
En fin, yo me fui a mi casa, donde fui recibida como un ángel, que
la gente de mi casa, aunque me quiera mal, holgaba destas
morisquetas, que lo mamamos todos en la leche retozona.
Símil de la pantera.
Y cuando fui a mi casa, llevé tras mí gran cáfila de gente de toda
broza, especialmente niños y páparos, como pantera, que con el olor
de su boca arrebata tras sí los animales, absortos tras su fragancia. De
164 LA PÍCARA JUSTINA
todos fui alabada, por casta, más que Lucrecia; por astuta, más que
Berecinta; por valerosa, más que Semíramis. Verdad es que, por si
acaso llevaba algo socarrada mi fama o otra cosa, me zahumé con
trébol y incienso macho en llegando a mi posada; quiero decir que
conté el cuento con tan buenas clines, que sobre él pudo volar mi
fama.
La burla de las mulas da apellido
a Mansilla de las Mulas.
Súpose y divulgose la burla en toda la comarca, y fue tan célebre
el cuento del carro y de las mulas, que por esta causa, desde entonces,
llamaron a mi pueblo Mansilla de las Mulas, que hasta entonces no se
llamaba más que Mansilla a secas. La gente que me venía a ver y
darme a mí el parabién, como presente, y a los bigornios el paramal,
como ausentes, me tenían despalmada a puros abrazos, aunque no
muy puros, que algunos me pellizcaban, que es uso de la tierra.
Después que reposé en mi casa y se me asentó la cosera, hice libro
nuevo. Ya era otra cosa; ya los principotes de mi pueblo me miraban
con otros ojos; ya me llamaban de merced y las gorras bajaban tantos
puntos que llegaban a dos corcheas, y aun al corcho de mis chapines.
Mujeres gustan de extraños.
Mas no sé qué me hube desde niña, que jamás hombre de mi
pueblo me cayó en gracia. Confieso que las mujeres somos de casta
de plaza, que siempre gustamos de lo de acarreo. Y somos como el
deseo, que siempre endereza a lo más remontado. Y somos como
perros, que no nos hallamos donde no hay gente, y por esta causa
apetecía yo emperrarme. Yo, en particular, siempre tuve humos de
cortesana o corte enferma, y cosa de montaña no me daba godeo. Con
todo eso, el tiempo que duró el festín de los parabienes viví contenta,
que el gusto es el corazón de la vida.
La JUusticia, sabido el caso, me adjudicó el despojo de la batalla y
mandó que el dueño de la mula hurtada me pagase muy buen
hallazgo, pues, por mi industria, había sido librada del poder de la
Bigorma, y que se me diese por testimonio, porque nadie me pudiese
motejar de mala, sino honrar por casta y astuta. Ello, nunca faltan
bellacos; alguno me ha dicho después acá:
Justina, si no quemada, tiznada.
—Hermanita, ¿cómo digo de la jornada de Arenillas? Si no
quemada, tiznada, que una vela pegada a un muro, aunque sea
argamasado, verdad es que no le puede quemar, pero dejar de tiznar
es imposible. ¿Qué será si se pega a carne gorda, que se derrite tan
bien como la misma vela?
LA PÍCARA JUSTINA 165
APROVECHAMIENTO
La beodez no sólo impide los buenos intentos y daña a la vida de la razón,
pero hace que el que se embriaga peque más y guste menos. En especial, note
el lector en qué paran romerías de gente inconsiderada, libre, ociosa e
indevota, cuyo fin es sólo su gusto y no otra cosa.
FIN
166 LA PÍCARA JUSTINA
SEGUNDA PARTE
DEL LIBRO SEGUNDO
DE LA PÍCARA ROMERA
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA JORNADA DE LEÓN
NÚMERO PRIMERO
Del afeite mal empleado
SÁPHICOS Y ADÓNICOS
DE CONSONANCIA LATINA
La vitoria ensorbece.
M
UCHAS veces he oído que los soldados viejos tienen por
común refrán decir: Nunca una victoria sola. Dice bien,
porque el orgullo de un triunfo hace los ánimos invencibles
y los arrisca y dispone para emprender nuevas hazañas.
El grifo, a propósito.
El grifo no pelea hasta que es de edad de cinco años y tiene buen
cuerpo y suficiente proceridad, y si en la primer batalla que tiene con
alguien, vence, es prodigio de fortaleza, y si vencido, queda más
pusilánime que un milano y pocas veces alza cabeza.
Especies naturales de águila. Águila mestiza.
Y cualquier águila —no digo yo la morphnos, ni osifraga, ni
halieto, ni pigargo, que son las especies naturales del águila, sino la
LA PÍCARA JUSTINA 167
pesaba mis ciertas arrobitas, como lo podrán decir los del peso de
Valencia de don Juan, donde se pesan las mozas a trigo en la iglesia,
llevaba las alforjas cargadas de pepinos y cohombros, los cuales me
había dado un bendito hortelano, siempre augusto y nunca angosto,
el cual solía librarnos a las mozas todos sus favores en estas frutillas,
mas tampoco nosotras le pagábamos en mejor moneda.
Saca fiambre.
También saqué algo fiambre, por no andar en León pordioseando,
que como me decían que León era pueblo frío, temí que la caridad
leonina no tuviese la misma propiedad.
Fui en compañía de una Bárbara Sánchez, gran mi amiga, y aun
no quería yo tanta amistad como ella me ofrecía. Iban también
conmigo otras mozuelas que me alababan poco por mirarme mucho.
Dícenle a Justina lo del afeite, y ella responde una simpleza.
Una dellas, viéndome más lucida que todas, y aún que lo
ordinario y acostumbrado en mí, a causa del nuevo acecalado, no lo
pudo sufrir, y con más invidia de la fruta de mis granadas que deseo
del buen suceso de mis flores, me dijo:
—Señora Justina, muy sonrosada vas.
Yo, que siempre envido en las primeras cartas, la respondí luego
—mas confieso que el haberme aforrado de primera me hizo necia de
flux—, en fin, la dije:
—Señora Brígida Román, no es lo que piensa, sino que me lavé
con agua de agavanzas y amapoles.
Dio una gran risada de ver mi inocencia y de que pensase yo que
había de persuadirse ella que, porque las amapolas y agavanzas son
coloradas, me había de colorear a mí el agua dellas.
Nadie nace enseñado.
Confieso que respondí como inocente, que nadie nace enseñado,
si no es a llorar.
La muy matrera, como vio que me llevaba de vencida, me dijo:
Fisga del afeite.
—Mi hijita, pues, en verdad, que habiéndote encerado el rostro de
antemano con esa cera que se te derrite por el rostro, que fue mucho
pegarse tanto a él el agua de amapolas y su color, que no suele el
agua detenerse tanto sobre cosas enceradas.
Vime convencida de la nueva Celestina, y hube de ser confesora
sobre mártir. Mas juré de nunca llevar sobre mi rostro testigos que a
la primer vuelta de cordel parlan y descubren cuantos secretos les
encarga una mujer honrada en su retrete. Por esta causa, y por no
verme más corrida, me apeé y lavé mi rostro y garganta en una de
LA PÍCARA JUSTINA 173
APROVECHAMIENTO
Pondera, el lector, que los males crecen a palmos, pues esta mujer, la cual, la
primera vez que salió de su casa, tomó achaque de que iba a romería, ahora,
la segunda vez, sale sin otro fin ni ocasión más que gozar su libertad, ver y
ser vista, sin reparar en el qué dirán.
LA PÍCARA JUSTINA 175
NÚMERO SEGUNDO
De la pulla del fullero
cien leguas como bizmados, y se conocen por brújula, que les sirve de
judiciaria en defeto de la cabeza toledana.
Caínes.
Y quiso su ventura que, en aquel breve rato que me hizo la
salutación, le eché de ver una señal, y aun señales, por donde no le
podían desconocer, que estos bellacones son los Caínes del mundo,
que andan vagamundos y traen señal para que todos les conozcan y
nadie les mate, porque quiere Dios que no tengan tan honrados
verdugos como manos de hombres, sino que sus pecados lo sean. Las
señales que en el rostro tenía, eran dos juanetes, que podían ser hijos
del Preste Juan —que yo supongo que los hijos del Preste Juan se
llaman Preste Juanetes—. Tenía un ojo rezmellado y el párpado
vuelto afuera, que parecía saya de mezcla regazada con forro de
bocací colorado, y el ojo que parecía de besugo cocido y no poco
gastado a puro brujulear.
APROVECHAMIENTO
Traza del Demonio es que las mujeres libres, a primera vista, encuentren
ocasiones con las cuales se conserven y continúen sus libertades, porque
toma él muy a su cargo fomentar la perdición que una vez persuade.
180 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO TERCERO
De la entrada de León
Suma del número.
REDONDILLAS DE PIE QUEBRADO
Tiene León una entrada
tan extendida y tan larga,
que, por desabrida, amarga,
y por importuna, enfada.
Mas Justina,
por vencer esta mohína
y por dar contento a todos,
comenzó a decir apodos
de una entrada tan malina
y tan lodosa.
Puente del Castro.
Yo entré por mi León por la puente que llaman del Castro, que es una
gentil antigualla de guijarro pelado mal hecha pero bien alabada,
porque los leoneses la han bautizado por una de las cinco maravillas.
Puentes de Segovia, Alcántara, Herodiana.
Casi yo tenía creído que era semejante a la segoviana que hizo
Hércules, o el Diablo por él, según dicen los niños, o Trajano, el que
hizo la de Alcántara, de quien dijo el otro al rey Filipo II que mirase
su majestad muy bien el ojo del medio, o como la que hizo de media
legua de largo Herodes, el que reedificó el Templo; pero, con licencia
de los señores leoneses, más gesto tiene de caballete de tejado que de
puente pasajera.
Puente de Villarente.
¡Dolor de la puente de Villarente, que está junto a mi pueblo!, que
si no tuviera en medio un tirabraguero de madera, a causa de haberse
quebrado por la parte más necesaria y de más corriente, pudiera
hablar donde hubiera puentes, aunque fueran las de Navarra, de
quien dice el refrán de aquella tierra: Puentes y fuentes, zamarra y
campanas, Estella la bella, Pamplona la bona, Olite y Tafalla, la flor de
Navarra, y, sobre todo, puentes y aguas.
Arrabal de Santa Ana, largo. El que
eligió morir sangrando de los tobillos.
LA PÍCARA JUSTINA 181
Junto a esta puente por do entré está el arrabal de Santa Ana, que
si como iba a ver fiestas, fuera a buscar la muerte civil, yo escogiera el
ir por allí a buscarla, como el otro que escogió morir sangrando de los
tobillos. ¡Necio!, mejor fuera escoger que le llevaran a morir cien mil
leguas de su lugar o que le dejaran ir a morir a León y entrar por la
puerta del Castro y arrabal de Santa Ana, que con este medio tuviera
esperanza de que en el ínterin pudiera apelar sesenta veces y tener
despacho.
Entrada de San Lázaro.
Ya quiso Dios que aporté a la ermita de San Lázaro. Quise entrar a
hacer oración, mas vi unos altarcitos y en ellos unos santitos tan mal
ataviados, que me quitaron la devoción, y yo había menester poco.
Tabletas de San Lázaro. Templo de Ceres.
A la puerta de San Lázaro oí tañer unas tabletas, no de botica, que
a serlo fuera más a cuento para remedio de mi cansancio, mas no se
me hizo creíble que la ermita de San Lázaro fuese como el templo de
la diosa Ceres, que tenía siempre a la puerta pan caliente. También se
me ofreció si acaso tañían a entredicho o tinieblas, que, pardiez,
según yo sabía poco de Iglesia, no me acordaba si caía el jueves Santo
en agosto. También me vino a la imaginación si acaso se habían
anticipado mis castañetas y hecho otra levada como en la entrada de
Arenillas.
Tabletas para pedir de lejos.
Mas nada de eso era, sino que aquella mujer pedía limosna con
aquellas tabletas, y para pedir de lejos, de modo que cuando allí
lleguen los caminantes traigan desatacada la bolsa y no se detengan
en madurar la gana de dar, se hace aquello.
Yo, como nueva, le pregunté a la tablera:
—Hermana, ¿no fuera mejor pedir con la boca, y no, que parecéis
que espantaís moscas?
Dijo:
—No, señora hermosa, que esto se hace para que puedan pedir
todos los pobres que aquí se curan, aunque sean gangosos y mudos.
Yo enmudecí también, porque me tapó la razón, sólo di un rodeón
hacia las compañeras, y les dije:
—Bueno, por vida de Justina, muy próvidos son los de León; a fe
mía que deben ser pedidores de a legua y de ventaja, pues enseñan a
pedir a los mudos. Amiguitas, otro ñudo a la bolsa, que piden mucho
en León.
Angerona, abogada de los mudos.
182 LA PÍCARA JUSTINA
Humedad de León.
También estos buenos pensamientos me sirvieron de freno para
refrenar el temor que llevaba, pensando que por la mucha humedad
del sitio, cuando llegase a la posada nos había de haber nacido berros
en las uñas a mí y a la jumentilla.
Las cansadas hermosas.
Ya entré por la puerta que dicen de Santa Ana, y a fe que no
faltaron gentes que mirasen la procesión de los que entrábamos, y
sobre todo la mesonera burlona hacía raya, que un cansancio, aunque
embota el gusto, aguza el garabatillo.
Cansancio con muletas.
Hice paraje en un mesón que está pegante con la misma puerta de
Santa Ana, lo primero, porque mi cansancio no me daba más licencia
(que al cansancio los antiguos le pintaron con las piernas trozadas); lo
segundo, me entré allí por ver entrar gente de Campos empanada en
carretas; lo tercero, por tener cerca un paseo que llaman el Prado de
los judíos, y lo principal, porque vi una fuente apacible allí junto a la
puerta del mesón.
Fuente de la puerta de Santa Ana.
Fuente es que corre cuando quiere, y algunas veces se queda a oír
vísperas en la Iglesia Mayor o hacer colación de rábanos en la plaza
de San Martín. Dígolo, porque con todos estos puestos y manantiales,
tiene necesidad de hacer cuenta antes de llegar allí, y aun cuando
llega trae necesidad de otra tanta agua con que lavar el barro que ha
cogido en estas estaciones. Yo había oído nombrar la fuente Cabalina,
y viendo que allí iban a beber muchos caballos que habían venido de
acarreo para las fiestas, pregunté si aquella era la fuente Cabalina;
engañome el nombre.
Sucediome también un buen chiste, y fue que me dijo un leonés,
viendo que yo miraba a aquellos caballos forasteros:
—¿Qué mira, señora hermosa? ¿Espántase de que haya en León
gente de a caballo? A fe, señora, que si hubiera en León caballos, que
hubiera muchos caballeros.
Mira, por tu vida, qué querías que le respondiese, sino un ¡arre
allá! Pero dejele, porque me dejase, que, según vi en él, era uno de los
que buscaban caballo y pudiera ser que me cayera a cuestas la
respuesta y el ¡Arre allá!
Diome gusto que vi bien proveído el mesón, y sin duda lo estaba
mejor que el mío, digo, de alhajas, mas no de astucias, que a las
mocitas de munición se les vía el juego a legua.
Mozas del mesón, simples.
LA PÍCARA JUSTINA 185
APROVECHAMIENTO
La persona que una vez pierde el respecto a Dios, mira con desprecio las
cosas santas y no santas, las honrosas y las que no lo son tanto; y de aquí es
que aun de las piedras, calles y edificios y paredes murmura y fisga.
186 LA PÍCARA JUSTINA
CAPÍTULO SEGUNDO
DEL FULLERO BURLADO
NÚMERO PRIMERO
De la del penseque.
Suma del número.
SEGUIDILLA
Hácese bobilla
la del penseque,
y no mira cosa
que no penetre.
Águila.
O
JOS que ven no envejecen, si no son los del águila, que cuanto
más pico ven, van más a Villavieja. También digo que de la
regla dicha exceptúo los ojos de mi amigo el ojimel, el sobrino
del hermano del cura, el que nos vendió el galgo, el cual, con la
continuación del juego y falta de sueño, andaba tan chupado que
pensé que se le había exprimido el alma por los ojos y de puro
brujulear se había tornado brujo.
Alusión tácita.
Así, porque no envejeciesen mis ojos, todos once, mientras
esperaba alguna coyuntura para hacer la burla al del ojo
arremangado, quise ver, y no por brújula, todo lo que había que ver
en León, que ojos, y de León, aun durmiendo, es bien que estén
dispiertos. Y aunque tuve bien que mirar en algunos buenos picos
que acudieron a decir donaires, mas como ojos de águila envejecen
viendo pico, no quise que me acaeciese otro tanto.
Vistas sin costas.
En resolución, quise ver libremente, sin costas, sin echar sisa en
voluntad ajena ni pagar alcabala de la propia, y para esto era propio
ver de lejos y guardarme de picos, que o son picadores o
picardeadores.
Fiestas de León.
Yo pensé que había mucho que ver en las fiestas, mas confieso que
no había; aunque miento, yo me asuelvo, que sí había, y es bien
decirlo porque no nos maten los legoneses, que tienen nombre de
LA PÍCARA JUSTINA 187
Leones moscados.
Algunos de estos moscones se me pegaron a título de que en un
portal mío que yo tenía en Mansilla, bien regado, habían estado de
camarada, como huevos en cazo de agua. La que yo sudé en ir por la
calle de Santa Cruz, plaza y calle Nueva, a la Iglesia Mayor, no fue
poca, porque el calor era mucho y el trecho no poco. Yo pensé que
aquel pueblo era fresco, como me habían dicho, mas debíase de
entender que era fresco porque no es nada salado, o que lo es cuando
no es menester, o quizá, como los leoneses tenían tan publicadas sus
fiestas, debió de venir a verlas el calor de Extremadura.
León, fría y cálida.
Dijéronme que los temporales de León eran muy francos, y pensé
que nacían por las calles manzanillas de oro; mas, según vi, la
franqueza era que no sabe acabar por poco, porque comienza en
fresco y acaba en yelo, y su calor acaba en fuego: pueblo extremado.
Mozas de cántaro, parleras.
Llegué a la Iglesia Mayor, y poco antes de entrar en ella encontré
con una tropa de mozas de cántaro que pensé que eran gorriones en
sarmentera, según chillaban, y era que al pie del patio —que es el
paseo de los señores de la iglesia—, está la fuente que llaman de
Regla, no, a lo menos, por la que allí les vi tener, sino por la que fuera
razón guardar junto a tan sacro lugar. ya que está allí la fuente. Mas
estaba tan ajena de regla, que yo vi moza que, embebida en ver, oír y
no callar, con un lacaísimo bellaquísimo, se entretuvo cogiendo y
vaciando agua en su cántaro de barro más de media hora. ¡Dolor de
su ama, si la estaba esperando con el frío de la calentura para que le
echase ropa de la que le sobraba a ella!
Agua de León.
Lo que es la moza tardó mucho. Yo la perdono, porque me dio a
beber por su cántaro un poco de agua que, aunque gruesa y no nada
fresca, por donde mojaba pasaba, y aficioneme más a su cántaro que a
otro por ser el más enjuagado o enaguado, como dicen las
ciliantristas.
Iglesia mayor de León.
Comencé a entretenerme en mirar la iglesia. Es bien galana, tanto,
que pensé que era el carro del día del Corpus adornado de varios
gallardetes y banderolas.
Portada antigua.
Noté que estaba notablemente envejecida la portada, más que
ninguna otra parte de la iglesia, y pensé que la causa era porque
todas las viejas gastan más de boca que de ninguna otra parte, en
LA PÍCARA JUSTINA 189
APROVECHAMIENTO
Personas mal intencionadas son como arañas, que de la flor sacan veneno, y
así, Justina, de las fiestas santas no se aprovecha sino para decir malicias
impertinentes.
—oOo—
NÚMERO SEGUNDO
De la vergonzosa engañadora
que se me salió el alma a los ojos, y tras ella las tres potencias a mirar
la pieza. Alabésela parte por parte y púsele en las nubes por ver si me
le daba, mas, ¿quién le había de alcanzar, habiéndole puesto en las
nubes? Repetile mil veces:
—V. m. le goce con quien más bien quiere.
Pensando que quizá me respondiera.
—Pues v. m. la goce, porque v. m. es a quien yo más quiero.
O, si quizá me preguntase si me quería servir dél, mas paréceme
que por entonces no quizó.
Loar una treta es pedirla.
Es muy ordinaria treta de mujeres alabar una cosa para que nos la
den, o por ganar nuestra boca, o por temer no reventemos de
antojadas. Están tan en uso esto, que ya se tiene por vil quien no se
deja caer en este lazo. Mas yo conocí un bellaco que con gran
subtileza se salía dél. Si le alababan mucho alguna buena pieza, oíalo,
y ya que se habían cansado de alabarla, o, por mejor decir, de
pedírsela, preguntaba muy de reposo:
—¿De veras, señoras, que a vuesas mercedes les parece bien?
Modos de no dar lo que se loa.
Decían sí y resí mil veces, por entender que a cabe de paleta
estaba el decir: Pues sírvase v. m. de la pieza. Mas él entonces, con
mucha pausa, decía:
—Huélgome que esta pieza esté calificada con tan buenos votos,
por estimarla más de aquí adelante. Yo, por ser tal la aprobación, la
terné por pieza avinculada.
A gente más moderna solía decir cuando le loaban sus cosas:
—No me espanto que a v, m. le parezca bien, que por buena me
costó a mí.
Este mi hombre no sabía tanto de respuestas como de echar
cerraderos, y hízose gorra, aunque pienso que lo debió de hacer por
pensar que de vergüenza no la recibiera yo a título de dada.
Ya que vi que este tiro había salido incierto, eché el resto de mis
estragemas, y comencé a fingir con ademanes y tragantones de saliva
y encorvadas de rostro y cuello, que no me atrevía, aunque quería,
decirle una cosa. Mas él, que de mis palabras rozaba más que rocín de
yerba nueva, no vía bien asomada a mi boca una palabra, cuando me
la procuraba sacar con raíz y todo, y desta suerte, y con protesta de
que cuanto le pidiese me daría, aunque fuese la mitad de su reñón,
me sacó la razón siguiente:
Pide que la trueque una pieza de oro con intención
de encajalle una pieza de plata por una de oro.
200 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
La modestia y vergüenza, aunque sea fingida, es agradable y muy decente a
las doncellas, y gran pecado el aprovecharse mal de una cosa, de suyo tan
buena y loable, para fines malos.
—oOo—
NÚMERO TERCERO
De la burla del ermitaño
Suma del número.
SEXTILLAS DE PIE QUEBRADO
Dios me deje avenir con un bellaco de pan por pan, y no con estos
sirenos enmascarados.
En mi pueblo hubo uno déstos, tan gran ladrón como hipócrita,
que en hábito de ermitaño era gran garduño; por tal le prendió el
corregidor. Escapose dos días antes de Nuestra Señora de Agosto y
fue a posar en el mesmo mesón del fullero con quien tenía especial
conocencia, porque se llamaban Pavones —¡la bellaca que fuera la
pava! —. No osaba salir de día porque no cayesen o porque no
recayesen en él, y fuese por la recaída.
Los bellacos traen el marbete en el nombre.
Al justo le venía llamarse Pavón, proprio de bellacos famosos,
según he oído decir a uno que llamaban Pico de Perlas, es traer
puestos en el nombre el marbete de su marca, como Lutero y Manes,
autor el uno de los luteranos y el otro de los maniqueos, que el un
nombre quiere decir una cosa sucia en su lengua, y el otro, Lutero, en
la nuestra significa una cosa de burla y mofa.
Por las calidades del pavón va contando las del fullero.
Pavón se llamaba, y es proprio este nombre para que por él y por las
cualidades desta ave me vaya yo acordando de las malas y perversas
deste bellacón.
Pavón, figura de hipócritas.
El pavón es propria figura de un hipócrita, porque tienen
propriedades tales los pavones que unas desmienten a otras, y, en
hecho de verdad, parece uno y es otro. Tiene el pavón en la cabeza
crestas, en las cuales denota lozanía como la del gallo y poder como
de serpiente, pero el macho es muy flaco y de pocas fuerzas y la
hembra de tan poco calor que los más huevos que pone los enhuera.
Tal era mi Martín Pavón.
Gallo vence al león.
Quien le oyera decir cómo antes que se recogiese había servido al
rey en Orán, en Malta y otras fronterías, pensara que era gallo de cien
crestas, que es tan lozano que vence al león, y poderosa serpiente
temida de todo hombre.
Pavón, flaco y frío, pareciendo lo contrario.
No hay cuclillo que así cante su nombre como él cantaba y
cantaba sus hazañas, pero venido al fallo, era tan grande lebrón que,
si no es en la batalla de cortabolsas y en la guerra de gallinas, nunca
otro acometimiento hizo ni otra cabeza cortó.
El pavón todo está lleno de ojos, y ve tan poco, que, si la pava se le
asconde, jamás la puede descubrir hasta que ella quiere. Este bellacón
tenía tantos ojos para censurar vidas ajenas, que nunca hacía sino dar
206 LA PÍCARA JUSTINA
tan poco gobierno. Decidme, hija, de qué pueblo es, para que yo le
encomiende a Dios.
Yo, con inocencia aparente, me di una palmada en la frente, y dije:
—No se me acuerda; bien sé que es tres leguas de aquí.
Él me dijo:
—¿Es Mansilla?
Respondile:
—Sí, sí, sí, ese es el pueblo. Y ha venido aquí el corregidor a ver
las fiestas, y como me ha visto a mí, dice que si yo le hago placer, no
quiere más fiestas.
Lo que él se inquietó y azoró no se puede significar, porque se le
traslució que le venía a buscar y a prender y a hacer extraordinarias
diligencias, pero el hipocritón, como yo le dijese que no se inquietase,
me respondió:
—No os espantéis, hija, que las ofensas de Dios en el pecho de un
cristiano son pólvora que le minan y hacen que se inquiete y salga de
sí. Pero con todo eso, decidme, hija, ¿ese corregidor sabe adónde
vivís?, ¿no os podíades vos esconder dél? Ítem, si yo os buscase
dineros, ¿cómo le habíades de huir el rostro?
A esto le respondí:
Modo de huir y resistir al corregidor.
—Padre, el corregidor bien sabe que yo poso aquí, y dice que
aquí, a este mesón donde estamos, ha de venir a la noche, y que para
esto tiene un buen achaque, y es que anda espiando un famoso ladrón
que en Mansilla llaman el Pavón, el cual se le fue de la cárcel de
Mansilla y se vino aquí a León, y creo no tardarán mucho en venir.
Mas si su reverencia me buscase algún remedio, muy fácilmente me
escaparía yo dél, porque aprestaría luego mi jumentilla y iríame esta
noche a nuestra Señora del Camino con mis compañeras, que van allá
todas, y si me dice algo, direle que en la romería se verá su negocio;
en la romería excusareme con mis parientes y compañeras, direle que
me lleve a Mansilla, que es camino de mi pueblo; en Mansilla avisaré
a su mujer que mire que su marido anda perdido y le recoja, y con
esto iré mi camino y él se quedará en su casa. Pero si voy sin manto a
mi casa y sin la hacendilla que traje aquí para entretenerme algunos
días, ¿qué he de hacer?
Entonces el bellacón se alteró aún más, viendo que si el corregidor
venía, le había allí de coger in fraganti. Con todo eso, me hizo otro
sermoncete, pero con mejor método que el pasado, porque la
conclusión fue darse otra palmada en la frente (confrontábamos) y
decir:
210 LA PÍCARA JUSTINA
—¡Ya, ya, alabado sea el Redemptor! Algún ángel dejó aquí unos
dineros de un mi compañero para tal necesidad. Yo me quiero atrever
a tomárselos, con que vos le recéis otros tantos rosarios como os doy
de reales.
Dicho esto, sacó de un zurrón seis escudos y me los puso en estas
manos pecadoras. Juntáronse su temor y mi contento para que ni él
me dijese otra palabra ni yo a él. Fuime.
Él luego mudó de traje y se fue a ver con el fullero. Yo ensillé mi
burra y marché, porque los Pavones no me cayesen en la treta.
Pavón fue éste que en mi vida más supe dél, que ha sido mucho
para la mucha tierra que he visto y para la dicha que he tenido en
encontrar con bellacos.
El del ojo rezmellado no me vio jamás, pero escribiome una
donosa carta, y yo, en respuesta, otra no menos, y por mi fe, que
aunque sea detener la historia de la vuelta de León a mi tierra, te he
de referirlas, y si te parecieren larga cartas, ya te he dicho que yo
siempre peco por carta de más, y si buenas, holgareme de que
encartaré gente honrada.
APROVECHAMIENTO
Hipócritas y gente que no viven en comunidad y hacen ostentación de
ejercicios y ceremonias y hábitos inventados por sólo su antojo, siempre
fueron tenidos por sospechosos en el camino de la virtud.
LA PÍCARA JUSTINA 211
CAPÍTULO TERCERO
DE LAS DOS CARTAS GRACIOSAS
Súmase el capítulo.
QUINTILLAS DE PIE QUEBRADO
El fullero escribe y pica
a la pícara Justina.
Ella, picando, replica,
y repicando, repica,
y con furiosa bolina
le demuestra
que su burla fue más diestra,
lo otro, más provechosa,
lo tercero, más graciosa.
En fin, burla de maestra,
en todo el mundo famosa.
y ainda.
E
STE es un tralado bien y fielmente sacado de un scripto y
rescripto que pasó entre mí, Justina, y el bachiller Marcos
Méndez Pavón, en razón de una burla mayor de marca, que
después de haber pasado en cosa juzgada por espacio de nueve años,
retoñando las quejas en el corazón y lengua del sobredicho bacalario,
enviaron a las quince un correo a su pluma y ella al papel, y todos
dieron de rebato sobre la pobre Justina, a quien con parte de real y
medio, bien llorado y mal pagado, le publicaron la sentencia y misiva
siguiente, que a no poder apelar para la respuesta, era casi casi cosa
de afrenta.
Va de carta.
No podéis negar que una mía vale por ciento, pues, por una palabrita que
en el aire os dije de las bulas de coadjutoria, armastes todo el caramillo que
ha pasado y metido más obra que los cazos de Toledo y monumentos de
Sevilla, y creed que en buena philosophía natural —la cual vos sabéis ya
muy bien, atento que profesáis mucho los movimientos sentibles de que ella
trata—, toda causa es mejor que su efecto, y por tanto, se conoce que mi
burla fue mejor que la vuestra, pues ella os hizo a vos parir la que me
hecistes. Reventáredes con ella el cuerpo.
Otrosí, bien sabéis que todo licor mezclado no es tan perfecto en su
especie como el puro, y, pues mi burla fue burla de todos cuatro costados, sin
brizna ni mezcla de veras, ni de ofensa, ni de venganza, fue burla más
perfecta en su especie que la vuestra, la cual vino envuelta en un muy
verdadero y averiguado latrocinio. Creedme que, así como se tienen por
malas las burlas del burro y otros animales de su jaez, porque no se saben
burlar sin estampar uñas o patas, así vuestra burla se ha de llamar burral,
por cuanto en ella señalastes las manos y aun las uñas. Yo burlas he visto de
damas que, con amor fingido, parece que echan llamaradas y queman la olla
del seso, y de recudida espuman la bolsa, pero vos, no con demostración de
amor, sino a título de trueco, engañastes, y por trueco bautizastes el hecho.
Ruégoos que si otro trueco hubiéredes de hacer al tono deste, lo primero que
troquéis sean esas manos por otras, so pena de que, a pocas tretas, os
cortarán las uñas para asentaros el guante, y no sólo os cortarán las uñas,
pero los pasos.
No se alabe tanto, que sepa que yo pensaba darle la pieza que me llevó y
más barata y con menos trotes de pasos, que si bien se acuerda, anduvo al
trote desde la iglesia al mesón para topetar con yo. ¡Pecadorcita, en qué vicio
dio! Menos inconveniente fuera dar en otro vicio menos costoso en quien,
aunque llevara carga, pero no de restitución. No le declaro el vicio porque de
ese menester se le entiende mucho. Dirame voarced: señor licenciado, todo se
andará y aun todo se ha andado. Créolo, porque el vicio que yo digo y el
hurto son grandes camaradas. Por eso dijo el otre que los vicios son conejos.
Allá en Salamanca le declararán este latín, que, a lo que yo perjunco, quiere
decir que como los conejos y conejas todos paren y ninguno es estéril, así, un
vicio pare más vicios que un conejo gazapos.
Engañome su merced, pero puédome alabar que me engañó tomando por
medio un agnus de cera, cordero mudo. Hágome cuenta que tomó la pieza de
mi cuello, como tomaron a Cuenca los soldados en hábito y forma de ovejas y
corderos a la misma hora que voarced me hizo el tiro. Sólo me pesó que para
un hecho tan humano tomase un medio tan divino. ¡Herejota! ¿Por fuerza
había de serla burla en cosas de las tejas arriba? ¿No me podía hacer la burla
en unas calzas de obra que yo tenía en la posada o en algún dinero seco? Mi
fe no se atrevió a venir cara a cara, sino que se metió detrás de un santo como
LA PÍCARA JUSTINA 213
vestidos de mona. ¿Alega que no fui cara a cara y que volví barras? A eso
digo: lo uno, que en guerra de retorno son lícitas las tretas; lo otro, que si fue
engaño, fue engaño a vista de oficiales. ¿No estaba un platero delante, con
sus pesas y apatusco, y entre ellos dos lo ordenaron como quisieron? ¿Qué
más quiere? ¿No le dije yo que guardase bien el agnus en el bolsillo, porque
el oro de Portugal, de puro fino, se toma? No quise decir que se tomaba él de
fino, sino que por ser tan bueno le deseaban muchos tomar y le tomaban, y
echáralo de ver cuán presto se toma, pues no se le hube bien dado, cuando fue
tomado de mí.
No le dé cuidado pensar si acaso parlé el chiste en León, que le digo de
verdad que nunca fui amiga de vender secretos que se suelen pagar por calles
públicas, y no quiero yo que por falta de secreta me hagan hacer la digestión
en la calle, jeringándome las espaldas con alguna penca o rebenque o cualque
cosi. Acá, para conmigo, confieso que mil veces me parlo el chiste entre pecho
y espalda, y a su costa traigo forradas en risa todas las tres potencias del
alma, especialmente cuando me acuerdo que se queja de mí porque, con
inocencia fingida, le ofrecí si quería prestados los cincuenta y cinco y un
cuarto. Sepa que a tontos como él no se pueden ofrecer los cincuenta y cinco
justos; lo uno, porque no vienen bien justos con pecadores; lo otro, porque
como es número de mazo, morirase por él, como gavilán por rábanos, y así,
no se le podrán envidiar de falso. ¿Y dirá que no me descarto de mazos y
descártome de él? Ofrecile un cuatro. ¿Pregunta si es trasero o delantero? El
que su merced mandare, que para él tanto monta, que me dicen hace a dos
luces, como candil de mesón, y que ha estado a pique de una plaza él y otro
por ser amigos de atrás, y aun dicen de él que es dado a perros.
No se espante que le dé el bolso de los novios, porque quien no vio, novio
es. Si no está roto el que le di, por su vida que me le envié con un poco de
almizcle, porque después que tomé en las manos su carta, me huelen a sudor
de jalma, y prométole, si me le envía, de pagárselo en mandar a una recua de
tontos que traigo tras mí con cebo de que serán mis novios, que bailen toda
una tarde por su ánima, disfrazados con vestidos hechos de ochos y nueves,
que es librea muy a su gusto. Mas eso de hacerle decir misas ni sacrificios,
¡no me lo mande voarced no me lo mande voarced!, porque unos pocos de
capellanes amigos que tenía están depuestos como gallinas cluecas. Si él
quisiere que por su intención y a su costa haga que me recen cada día a mi
puerta la oración del justo Cordero, yo lo haré con que me envíe el agnus de
plata que me tomó, que, tal como es, a mí trie hace falta y a él sobra, por ser
cosa buena y de devoción.
Ya sé que tengo enojado el purgatorio, mas también sé que tiene él por
amigos los del infierno; cuente a cómo salimos. Cuando leí los muchos títulos
que me daba, conocí que esa debe de ser la letanía que reza: cual es el devoto,
tal el santo y tal la devoción.
218 LA PÍCARA JUSTINA
Lo menos a propósito para él es contar mis años, porque si con los pocos que
tenía entonces le di la papilla que papó, ¿qué le parece al papenco que será
agora si le tornase a requerir el cañal, después de haber comido mán guindas
que él arrobas de bobo?
¿Por los dientes me cuenta el alma? Bien parece que le mordí. Por lo
menos, sabe que soy viva, pues muerdo. Con salud lo cuente, y sea tanta que
le reviente por los ijares. Ya pensé que tenía olvidada esta burla, mas
paréceme que según busca consuelos, no debe de tener aún bien sana la llaga.
Échela un poco de massea y mascunda, con un granito de sal de necio, y
luego sanará.
Por acá no hay nada de nuevo, sino que el cardenal vive en esta ciudad y
trae orden de desterrar todos los vagamundos y fulleros. Avísole porque no le
tiente el Diablo de venir a esta tierra en tan mala coyuntura, porque, demás
y allende que los cardenales desta tierra son muy rigurosos, tenemos un
corregidor en esta ciudad que a cincuenta pasos huele cuerpos malhechores.
Por allá, que es tierra de bobos, se le correrá bien el oficio, que por acá
hendemos un cabello por veinte partes.
Lo de la marca se borre, que el rey no comete el marcar a gente de tan
ruin marca, cuanto y más que un pigmeo como él no puede marcar a una
giganta como yo.
Ríome de que se me firme Pavón. ¿Cómo digo de aquella bendita limosna
que me pidió su pariente, el que nos vendió el galgo? ¿Sabe qué veo? Que les
viene tan de casta el ser ladrones como el ser engañados.
A buenas noches, Pavón, deshace el rodancho, mosquilón, arrímate,
gigantón, que eres un bobarrón, y por si acaso quisieres presentar esta carta
a la justicia para pedir lo que fue ganado en buena lid, advierte que va de
letra de un escribano muerto, que suele ser falso, y sin firma, porque sólo un
tonto como tú podrá firmar carta semejante.
Fecha en Salamanca, en el mes gatuno, entre once y mona.
APROVECHAMIENTO
La gente disoluta no se empacha de publicar sus maleficios por palabra y por
escrito, pero Dios las escribe en el libro donde las leerán con gran confusión y
mengua suya.
LA PÍCARA JUSTINA 219
CAPÍTULO CUARTO
DE LA ROMERA DE LEÓN
NÚMERO PRIMERO
De la romera dormida y dispierta
Suma del número.
UN SONETILLO DE SOSTENIDOS
Ni dormida más dispierta,
ni dispierta más dormida,
ni ganada más perdida,
ni perdida más alerta.
Cubierta más descubierta,
cosiente más descosida,
jineta más a la brida,
fisgona más encubierta.
Devota más sin rezar,
pagadora más en venta,
veladora más en vano.
Huéspeda más sin pagar,
cual este número cuenta,
jamás la vido cristiano.
Y
A que he dado cuenta de lo que me sucedió en León y del
retoño que de ahí a nueve años hubo (lo cual puse junto
porque se conociese más de próximo la materia de que las
cartas trataban), quiero que nos descartemos de cartas para ir
adelante con el cuento de mi jornada.
La causa de la partida.
Aquel día de Nuestra Señora en la noche, porque acaso aquellos
pavitos no me apareciesen en sueños y pidiesen carta de pago de mis
deudas y desengaño de mis burlas, y por quitarles del cuidado que
querían tomar de ser de mi guardia sin ser ángeles buenos, determiné
ser romera, como quien va a Roma por todo.
Pártese en silla.
220 LA PÍCARA JUSTINA
¿No notas el natural cuidado que tenemos las mujeres que no nos
vean los hombres? ¿Qué piensas que es? Por ventura, ¿huir dellos?
No, hermano, y si no, mira tú cuán pocas dejan de salir de casa por
miedo de encontrallos.
Mujer basilisco. Hermosura de mujer es purga.
No es sino una de dos; o que como basiliscos queremos ganar por
la mano, por matar y no morir, o porque nuestro bien parecer es de
casta de purgas, que nunca se hacen con sola naturaleza, sino con
artificio, y por eso no queremos que quien nos viere nos coja
descuidadas, y así verás que en mirando a una mujer de repente,
luego se inquieta y se remira, acude a cubrirse y descubrirse en
aquella forma y manera que a ella le parece que es más a propósito de
agradar. Mal me haga Dios si jamás quise mal a hombre; con todo
eso, nunca gusté que me cogiese de repente, aunque ni mato ni
espanto.
Condición de Justina.
El muchacho comenzó a tascar con su bizcocho, y al ruido que
hacía con el juego de las muelas —que era mayor que el de los veinte
y ocho majaderos de la pólvora de Pamplona—, me dormí como
perro al son de los golpes del ayunque.
Por qué las mujeres duermen poco.
Descansé, y aunque el sueño fue poco más de hora y media, con
todo eso me satisfizo, porque las mujeres, como vivimos depriesa,
dormimos poco, y aun si dormimos es a ojo abierto como leones, y no
cerramos ojo sino a pura fuerza de naturaleza.
Dormí, y debime de echar de mal lado, porque todo se me fue en
soñar, y fue el sueño que, por las burlas que había hecho en León, me
habían desterrado un año.
Penas dadas por Dios.
¡Cosa notable! Que me pareció real y verdaderamente que había
pasado por mí un año, por donde eché de ver cuán fácil será a Dios el
día del juicio dar a un hombre en un instante tanta pena de fuego en
alma y cuerpo que le parezca que ha sido un año, y que le haya de
doler como si tuviera diez cursos de infierno.
El sueño es traidor.
También me confirmé en sentir cuán traidor es el sueño, pues
igualmente abre las puertas a el gusto y al daño nuestro, para que
igualmente haga suertes en nuestra imaginación, y aun abre puerta
para que entre la muerte en sueños, como el ladrón que saltea con
máscara.
Aplica lo dicho.
224 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Los que toman la santidad por vía de burla, hacen la de los santos lugares,
pero tiempo verná en el cual lo baga de ellos el Juez Universal.
LA PÍCARA JUSTINA 225
NÚMERO SEGUNDO
Del asno perdido
Súmase el número.
SÚMASE EN UN ROMANCE
Una notoria excelencia
que vemos en los borricos
es que casi todos son
de un color y talle mismo;
y aun hay algunos dolores
de que sanan los heridos,
si se sientan ras por ras
encima de algún pollino;
y aun quien quisiese emborrar
propriedades de borricos,
se pudiera estar roznando
desde aquí al otro siglo.
Basta saber que las dichas
fueron único motivo
para que Justina hiciese
a su salvo un lindo tiro.
De puro bobidevota,
se le traspuso el pollino,
y ella traspuso en otro
el sillón y albardoncillo;
que si los hurtan o truecan,
ni lamentan ni hacen mimos,
y con el mismo semblante
sirven al pobre que al rico.
Tanto le parecía
el nuevo hallado al perdido,
que a boca llena le dice:
Vos sois burro y asno mío;
que pues tanto os parecéis
al burro que se me ha ido,
y me sanáis del dolor
que mis entrañas ha herido,
y pues que concurre en vos
todo burral requisito,
226 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
El malvado, como por burla, obra la maldad. Ansí se ve en Justina, que
celebra sus hurtos como si fueran virtudes heroicas y excelentes hazañas.
LA PÍCARA JUSTINA 231
NÚMERO TERCERO
De la romera envergonzante.
Suma del número.
SÚMASE EN UN SONETILLO
Demás de ser cosa bella,
no hay cosa más subida
que vergüenza de doncella.
Y, ora dada y ora vendida,
la que se aprovecha della,
con ella pasa su vida.
Con aqueste presupuesto,
dio Justina en vergonzante,
con que ganó un joyel de oro.
Y si como hizo un cesto,
hiciera más adelante,
pudiera hacer un tesoro.
Vendedera.
Una vendedora o corredera de León andaba cruzando entre todos los
de la romería a fin de que la comprasen un joyel de oro que traía en la
mano para vender, que estas venteras de ciudad son como
pescadores, que mudan mil veces el anzuelo agua arriba, agua abajo,
hasta encontrar pez que pique, y como yo era hacendosilla y
codiciosa destas piezas, piqué en el anzuelo y puse en venta la pieza,
que si buena era la que se vendía, mejor era la ventera, sin hacer
agravio a la merchante.
Confieso que, como maliciosa, temí no me hiciese otra gatada
como la que yo dejaba hecha en León, mas mal año, que sabo yo
mucha mona.
Prueba de oro y alquimia.
Bien sabía yo que para ver si una cosa es oro o plata el mejor
contraste es morderla, y para ver si es alquimia o latón, ver si mancha
en raso blanco. Hice la prueba y saliome a prueba.
Compra sin hacer cuenta con la bolsa.
Concertela en ocho ducados, pero como inadvertida no hice
cuenta con la bolsa, y así, cuando fui a pagarla, eché de ver que no
podía sufrir tantas ancas, porque me venían a faltar dieciséis reales, y,
232 LA PÍCARA JUSTINA
sin embargo deso, no tenía con qué tornarme a mi pueblo ni con qué
pagar aquella noche cena y cama.
Aquí verán mi virtud, pues estando yo en tiempo en el cual
pudiera yo hacer dinero empeñando la honra, no consentí en tal
tentación, ni nunca Dios tal permita, porque tenía yo muy de coro
una sentencia que vi escrita en el pedestal de una cruz de canto que
está hacia Villamartín, en la Montaña, que dice: Antes arreventar que
pecar. Y así yo eché a volar mi pensamiento para cazar una traza
conveniente con que cumplir mi deseo sin pecar.
Desean las mujeres galas con extremos.
Y crean que las mujeres, en orden a cumplir un antojo de galas,
somos extrañas, y si nos determinamos a comprar una gala, nos ha de
venir a las manos, aunque nos cueste lo que la manzana de Paris.
Herencias de Eva.
Es herencia de Eva,. y desde que ella, por un gusto que el Diablo
pintó, puso a riesgo un hombre y en él el mundo todo, quedamos mal
enseñadas a poner a riesgo cuanto hubiere y atropellarlo todo a
trueco de salir con nuestros gustos; y mucha parte es para salir con
nuestros antojos, el poder estar preñadas, o el estarlo, o el querer que
lo estemos, y a este título, quedamos tan mal acostumbradas, que,
aunque las demás costumbres se nos alcen y hagan treguas, pero esta
nunca jamas, amén.
La mujer halla todos sus bienes en el oro.
Pues que si el antojo es de galas de oro, es carta ejecutoria para
trabucar un mundo, y es la causa de semejante afecto es porque todos
nuestros bienes los hallamos juntos en el oro.
Míralo tú; los bienes son en tres maneras: honesto, útil y
deleitable. En el oro hallamos honra y estima, que es mona del
premio del bien honesto; en el oro tenemos el interés y el provecho,
que es el bien útil; tenemos gusto, hermosura y gala, que es bien
deleitable. Mira, pues, con tanto tropel de bienes adunados, cómo no
se ha de avivar el deseo.
Pinturas de los afectos más intensos.
A la vanagloria (que es un deseo de honra y estima) la pintaron
con unas velas hinchadas que caminan presurosamente al gusto, con
tijeras y aguja para cortar y coser nuevos trajes; a la codicia, con alas;
pues juntándose todo en uno, ¿qué se puede imaginar sino que, como
codiciosa, había de ser inventiva y enhilar mil trazas y dar mil Cortes,
y como deseosa de gusto y fau fau, había de andar solícita, viento en
popa y volando, para poner mis deseos en ejecución?
LA PÍCARA JUSTINA 233
rodillas. Caían de recio, y pensé que por pocas me las quebraran, pero
Golpe de cobre nunca mató a hombre.
Dice de quien le dio ocho reales.
En resolución, dentro del término perentorio que pedí a la moza
corredora y a la vieja corrida, saqué más de dieciséis reales en
moneda de vellón, sin un patacón de a ocho que me metió en las
manos un canónigo que debía de ser un santo. A lo menos, si tenía
tanta mano para con Dios como para conmigo, él pudo medir el
camino del cielo a palmos. Yo, de en cuando en cuando, en achaque
de componer el pañuelo, sacaba mi mano nada negra y no poco larga,
con la cual, pareciendo moza de respecto, provocaba a lástima a los
que veían que a una tan buena moza la obligaba su pobreza a tales
extremos y su castidad a tales trazas.
Llegaban galanes; ella cabecea.
Algunos galanes me echaban alguna limosna por los oídos o, por
mejor decir, me la pedían. Mas yo cabeceaba como rocín enfrenado
que siente mosca y la espanta a cabezadas, y dilas tan buenas, que
aunque di algunos cincos de calle, una vez encontré el achón y llevé
de camino una nariz jerusalena que parecía cuatro de bolos y —como
es uso y costumbre— me descarté, diciendo:
Da a uno con la cabeza en las narices.
—Perdone, que topé.
—Estaba junto a mí cierto niño diechiocheno, de los que crió la
Rollona a castañas y pan de boda, el cual, viendo mi resolución, dijo:
—¡Ox, cómo se espolvorea la envergonzanta!
Descúbrese algo.
También, a ratos, descubría un si es no es de una mejilla en buena
coyuntura y sazón, y vi palpablemente la eficacia desta actión, pues
hubo mozo que entró y salió seis veces en la iglesia con su antepos,
sólo por dar limonsna a la envergonzanta.
Levántanse
Ya que tuve hecha mi mochila, me levanté del ponedero.
Codicia de los pobres.
Y no fice poco en acabar de levantar de eras, porque cada cuarto
que me echaban era aceite en el fuego de mi codicia y clavo que me
cosía de nuevo con el asiento adonde estaba. Es verdad, cierto, que
probé a levantarme más de cinco veces, y que con decir: Tras deste
cuarto, voy; ya va; agora; luego... Mas luego me detuve un juicio.
¡Válgate el Diablo, la codicia, cuál eres!
Pondera el mal de la codicia.
Agora digo que no me espanto de los escribanos ni de otra gente
de a dinero fresco por barba, aunque estén amancebados a pan y
236 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Algunas mujeres se enriquecen a título de pobres envergonzantes, mas no
por eso los siervos de Dios han de olvidar de dar la limosna que dan por sólo
amor de su buen Dios y Señor.
—oOo—
NÚMERO CUARTO
Del pleito de la romera con Justina
Suma del número.
MEDIA RIMA
Riñe Justina con unas romeras;
llámalas bordionas; danse de
las astas y hácense amigas.
Dijo a Justina un galán:
Vamos al Humilladero,
do aquestas romeras van.
Ella dijo: ¡Majadero,
Vaya él!, que yo no quiero
ir do bordionas están;
que ir virgen con hombre a humilladero,
es irse tras el manso al matadero.
Las romeras que esto oyeron,
de tal suerte se enojaron,
que sus bordones alzaron
y por pocas no la hirieron.
Mas de palabra chocaron,
aunque al cabo amigas fueron;
que la guerra y la paz de las mujeres
anda presa con puntas de alfileres.
APROVECHAMIENTO
Las mujeres libres, aun los nombres de los santos lugares ignoran: tal es
descuido que tienen de las cosas santas.
248 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO QUINTO
Del engaño meloso
Suma del número quinto.
UNÍSONAS
A un bachillerejo, por echarle
de sí, le hizo una burla tan
necia como graciosa.
Un bachiller, graduado
de importuno y porfiado,
se pegó a Justina al lado,
mas él quedó escarmentado
del habérsele pegado
en tan mala coyuntura
para su ventura.
Enviole por cierta miel,
pero volviósele en yel;
y aun anduvo tan cruel,
que le llevó a Peñafiel
el chapeo y zaragüel,
de que quedó avergonzado
el Antón Pintado.
Bachillerejo pegado.
Pero si algún hombre sin provecho vi en el mundo, fue un
bachillerejo algo mi pariente que aunque me pesó, se me pegó al
tornarme de la romería a León. Este, en virtud de ciertos cursos
interpolados que había tenido en el Colegio de los Dominicos de
Trianos, llevaba un pujo de decir necedades como si hubiera tomado
alguna purga confeccionada de hojas de Calepino de ocho lenguas y
dieciséis onzas de disparates de Pero Grullo y trecientas cosas más.
Bachiller necio.
Iba tan disparatado en el decir, que si no fuera por mi respecto,
cuantos pasaban le hinchieran la cara de dedos, porque en achaque
de decir gracias, les decía lástimas, y si replicaban, les decía
necedades desaforadas y daba la pernada que desmostolaba la gente.
Respuesta de un discreto padre francisco.
Un padre de San Francisco le respondió a él como merecía. Iba el
fraile en un pollino y el bachillerejo en otro; no le faltaba sino no ir
tan fuera de sí. Así que mi bachiller, en viéndole, dijo así:
—Padre, en tiempo de nuestro padre San Francisco, no andaban
los frailes a caballo.
El fraile le respondió:
—Hermano, es porque entonces no había tantos asnos como
ahora.
Yo me espanto cómo a cordonazos no le echó a orear el seso, que
me pareció mozo de digo y hago.
Yo mil veces, hecha una diosa Angerona, puse el dedo en la boca
pidiéndole que callase, mas él, hecho un Vulcano, arrojaba rayos de
lástimas envueltos en truenos de pullas, con que abrasaba la gente.
Donaires de necios, decir secretos;
y el principio de su engaño.
Esto de decir gracias, si no cae en manos de discretos, es retozar a
coces. A un necio parécele que la mejor gracia del mundo es decir
secretos propios y menguas ajenas, y es general engaño de bobos, que
como ven que la gente se ríe de lo que dicen, y imaginan que hacen
aplauso a sus gracias, y no ven los cuitados que son risas que
canonizan su necedad y tonterías. Demás de que no es mucho que se
rían los que oyen faltas ajenas, porque eso procede de que no hay
quien no guste de sacar a luz faltas ajenas con la mano de un tonto.
Donaires de los discretos.
El discreto hace las gracias del aire, y de que el otro escupió recio
o paso saca facetas gracias, dichos donosos y entretenimientos
suaves.
Mercurio, dios de los buenos dichos, y su jeroblífico.
250 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
La mujer viciosa fácilmente se precipita a poner los hombres en peligro, que
quien no teme el suyo, tampoco teme el ajeno.
TERCERA PARTE
DEL LIBRO SEGUNDO
DE LA PÍCARA ROMERA
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA MIRONA GUSTOSA
NÚMERO PRIMERO
De la mirona fisgante
Suma del número.
ESDRÚJULOS SUELTOS CON FALDA DE RIMA
Justina dice gracias, mirando con
atención dos monasterios, Huerta de
Rey y casa de Guzmanes, en León.
Pero aunque parece que murmura,
alaba.
Suele en el verano el blando céfiro
hacer entre las yerbas varios círculos,
éntrase penetrando hasta lo íntimo,
queriéndolas haber con los antípodas;
no pudiendo bajar, sube al empíreo,
no pudiendo subir torna a lo ínfimo;
anda, vuelve y revuelve, y desde el ártico
da vuelta general hasta el antártico.
El necio, cuando oye tal estrépito,
teme como si fuera ruido bélico;
el sabio dice que es cosa utilísima,
pues los terrestres, aéreos y acuátiles,
en él tienen contra el mal antídoto,
gusto, regalo, esfuerzos, ánimo;
sólo el enfermo dice ser mortífero
el dulce viento, a los sanos salutífero.
Nota mucho que con los mismos
consonantes hace la aplicación.
256 LA PÍCARA JUSTINA
D
ICEN que la vista es el sentido más noble de los cinco
corporales, y por esta causa los philósofos le dan muy
honrosos epítetos.
Dícense alabanzas de la vista; Aristóteles, Platón,
Séneca, Eurípides, Teseo. Griegos; poetas.
Y he oído que Aristóteles dijo ser la vista la más noble criada del
alma y la más fiel amiga de las sciencias; y Platón la llamó espejo del
entendimiento; Séneca, arcaduz de bienes; Cicerón, mina de tesoros;
Eurípides, llamó los ojos los galanes del alma; Teseo, escuderos de la
voluntad; Menandro, espejos de la memoria; los excelentes griegos,
reyes de lo criado; los poetas los llaman aljófares, perlas, cristales,
diamantes y estrellas.
Estos diz que lo dicen; véanlo allá, que si la cota saliere falsa, no
seré yo la primera que creo en cotas que no son a prueba.
Así que todos convienen en que no hay gozo sin vista, y que con
ella todos los gustos son tributarios del alma. Por mí digo que esto de
ver cosas curiosas y con curiosidad es para mí manjar del alma, y, por
tanto, les quiero contar muy de espacio, no tanto lo que vi en León,
cuanto el modo con que lo vi, porque he dado en que me lean el alma,
que, en fin, me he metido a escritora, y con menos que esto no
cumplo con mi oficio. Y noten que cuando les parezca que mormuro,
me aguarden, no me maldigan luego. Espérenme, que, cuando no
LA PÍCARA JUSTINA 257
piensen, volveré con la lechuga, que aunque sea para con tocino no es
mala, y hecha la cuenta, verán que torno más honra que la que debo,
que no pretendo disgustar a nadie ni llevar lo bien ganado.
Descripción de el edificio de San Marcos.
Como digo de mi cuento, yo entré en León, caballera en mi
borrica, por la puente que llaman de San Marcos, que es el nombre de
un ilustre convento de los señores freiles de Santiago, a cuyas paredes
está arrimada la puente. Esta casa, según me pareció, tenía muy
buena habitación, si se toma en las sillas del coro, que son tan buenas
como yo pienso que serán las celdas en que han de vivir, cuando las
hicieren.
Iglesia de los Santos Freiles; dice algunas
gracias y torna con mayor loa.
También la iglesia está muy buena. Es muy sumptuosa, capaz,
exenta, costosa, alta, anchurosa, desenfadada, grave y galana; sino
que yo quisiera que la volvieran lo de dentro a fuera, como borceguí,
y si así estuviera, estuviera al derecho.
Por qué pusieron hacia fuera las mayores
curiosidades del edificio, y sobre esto
varios pareceres graciosos.
Dígolo porque noté que lo más delicado de la obra, lo más primo
y más costoso y la imaginería de canto más delicada y más subtil la
pusieron hacia fuera, al oreo de viento y agua, y lo más llano hacia
dentro. Yo no sé qué fundamento tuvieron los artífices para hacer un
tuerto tan contra derecho.
Esta misma cuestión se movió estando yo presente, y sobre cuál
hubiese sido la ocasión de traza semejante, daban mis compañeros los
romeros varios pareceres. Y no se espanten, que ya han prescripto los
holgazanes en dar sus votos sobre toda architectura y perspectiva, y
aun los pícaros no admiten cuento que sea de menos estofa que la
toma de la Goleta; y cuando mucho quitan del precio, consienten, de
por amor de Dios, que se cuente a la ligera un poco del señor don
Juan de Austria, con censo de que al mejor tiempo se le ponga
silencio para que se trate de mayores cosas. Así que comenzaron a
discurrir mis camaradas en esta cuestión, que, a caer entre pícaros, la
llamaran de vos, sin permitirla sentar; pero romeros comen de todo.
El primer voto, sin duda galano, fue decir:
—Mirad, esta iglesia, como está tan junto al río, débenla de lavar a
menudo, y ahora, como la han puesto a secar, sécanla por el derecho,
que en estando enjuta, volverán la haz hacia dentro, como a ropa
seca.
258 LA PÍCARA JUSTINA
Otro dijo:
—No es eso, sino que esta iglesia la fundó gente caritativa, y
viendo que todo el aire burgalés, que es el dañoso, había de entrar
por esta parte, pusieron hacia fuera la imaginería, para que tocando el
aire en ella se purificase de pestilencia.
Devota contemplación, por cierto, pero a mí no me cuadró,
porque si esto pretendieran, no habían de haber puesto, entre otras
santas imágines, algunas medallas que allí hay de mozas tan
pecadoras como yo y otras como yo.
Otro dijo que, como aquella casa se ha mudado tantas veces, a la
iglesia se le antojó también, y no se le amañando jornada más larga,
se volvió lo de dentro a fuera, que fue encamisada de las más galanas
que yo he visto.
Queja de los pasajeros.
A lo menos, si es así que desde principio la fundaron aquella casa
como ahora está, una queja tenemos los forasteros de los señores
tracistas, y es que, sin duda, fiaron poco de nuestra devoción y
curiosidad, pues creyeron que no tendríamos flema para entrar
adentro a ver lo bueno, si lo pusieran dentro sino que lo dispusieron
de tal modo que visto el lienzo del frontispicio, no hay más que ver.
Todo galano junto.
Es como colgadura de tela, que todo se ve de una vez, o, por
mejor decir, es comida a la borgoñoña, que todo se sirve junto.
Escalera agria.
Verdad es que adentro diz que tienen un muy buen medio
claustro con una escala de Jacobe que parece que se hizo aposta para
enseñar a trepar. A fe, que diz que es agria, aunque no sé si esto de la
escalera mal madura es allí o en el monasterio de Señor San Claudio,
donde cantan muy recio unos pavos.
Obra que no es de cantería.
También tienen allí en San Marcos una sacristía de muy buen
yeso, con variedad de molduras y medallas, que, por lo menos, nadie
dirá que aquella sacristía está hecha en canto llano. Junto a este
convento, vi un hospital, que se edificó para que estén allí malos los
franceses y otras gentes que van camino de Francia y no buscan a
Gaiferos.
Justina, por murmuradora, se compara al
hortelano, y loa lo que al parecer vituperó.
Parecerle ha a alguno que soy corno el hortelano, que de cuantas
yerbas toco, sólo echo mano de la mala, pero aunque pícara, sepan
que conozco lo bueno, y sé que aunque esta iglesia, mirada con ojos
LA PÍCARA JUSTINA 259
médicos, cuales son los míos, parece que está al revés. Pero para
quien mira a las derechas, al derecho está, sino que siempre fue
verdadero el refrán de aldea: Cual el cangilón, tal el olor. Los ojos
picaños, aunque sean trucheros, siempre tienen algo de borrachos en
pensar que las combas del nivel propio son tuertos de lo que mide.
Bien veo que fue muy buena traza no poner aquellas medallas
junto al Sacramento y en parte tan escura, y si dije que no hay más
celdas y habitación que iglesia y coro, burleme, ca, hablando de veras,
es claro que es suma alabanza suya el no haber edificado celdas para
sí ni cuidado de su descanso por sólo dársele a Dios, y carecer de
aposentos porque Dios los tenga holgados, que aunque pecadora,
bien sé la historia de Salomón, el cual primero dio templo a Dios que
palacio a su corona, y la de Urías, que no quiso cama por saber que
estaba en campaña la tienda del capitán general de los ejércitos del
cielo y suelo.
Los santos freiles; Urías y Salomones.
Si mi voto no acortara la grandeza de aquellos señores, yo los
llamara segundos Urías y Salomones, pues por haber dado insigne
templo y casa de descanso a Dios, carecen del suyo propio.
Profesión de los ilustres caballeros de
Santiago, y su fortaleza y otras cosas.
Cuanto y más que la orden de aquellos ilustres caballeros no
quieren descanso, siendo su profesión y ejercicio el quitar a los
enemigos el que desean y ahuyentar la infidelidad de los términos de
su invencible España.
Estos cuidados los hacen no acabar claustros, pretendiendo antes
atender a cercar y claustrar ciudades y reinos enemigos. Y este asiduo
y trabajoso ejercicio les hace que no sientan la subida de escaleras
agrias, gente que escala fuertes con tal valor, que si en las nubes
hubiera muros de enemigos, por ellos rompieran y en el más alto
alcázar pusieran su real bandera adornada con la espada que da a
España renombre famoso y blasón insigne.
¿Paréceles que lo he parado bueno? ¿No ha estado buena la buena
barba? Pues déjolo, con juramento que es verdad todo esto y otro
tanto que callo, así de lo de veras como de lo de burlas. Hágome de
cuenta que, callando lo ridículo y lo no tal, quedará la olla de mi seso
hecha cazuela de pepitoria.
Quiero contar mi derrota y camino.
Ríos que coronan a León.
Dos famosos ríos cercan a León, para que entre otras coronas que
ciñen aquella ilustre cabeza de las Españas, no sea menor una corona
260 LA PÍCARA JUSTINA
Con esta ocasión, pasé de largo sin ver el monasterio más que por
defuera; sólo pude echar de ver que aquel monasterio tiene más tierra
que el Escorial —entiéndese en las tapias—. Por eso decía el otro: Dios
te deje, hijo, tratar con gentes llanas que hacen las casas a mazadas.
Verdaderamente que cuando los predicadores quisiesen decir a los
hombres que sus cuerpos son casas terrenas, les podrían decir:
Acuérdate, hombre, que tu cuerpo es casa leonesa, que en nuestro lenguaje
jacarandino sería decirle: Acuérdate que tu cuerpo es terreno y
desmoronadizo.
Aunque no vi el monasterio, tuve mucho cuidado de preguntar a
mis compañeras si le habían visto, y me dijeron que sí.
Candelero precioso.
Pediles que me contasen lo visto, y una me dijo que le mostraron
un candelero de Flandes, el cual, sobre una piramidal de bronce
torneado, funda un vistoso artificio, y deste tronco de bronce salen
cuarenta y cinco hermosos candeleros de tres órdenes, a quince por
banda, con gran proporción, y, de trecho en trecho, entre candelero y
candelero, sembradas bolas de bronce y selvajes de preciosa labor, y
en el último remate, un selvaje bravato con unas armas asidas de la
una mano y en la otra un ñudoso bastón. Yo, cuando lo oí, las dije:
—Según eso, cuando ese selvaje y selvajicos estuvieren colgados,
al menearse el candelero, parecerá danza de títeres o matachines
gobernada por el gran selvaje.
En fin, me hicieron creer que era el mejor candelero del mundo, y
por hacerles limosna y buena obra, lo creí.
Figuras de vírgines.
También me dijeron que les mostraron seis cabezas de vírgines,
las tres bien puestas, bien labradas y aderezadas, con unas piedras
que fueran preciosas si todo lo que reluce fuera oro; las otras dos o
tres las tienen en unas cajas de unas madera muy no sé cómo, y
hízoles lástima su mal aliño.
Efectos de la pobreza.
Mas esto de la pobreza hace que las cosas estén al justo del posible
y fuera del nivel del deseo. Yo mando dos reales de limosna para el
aderezo y ruego que pidan para ellas, que cuando todas las pícaras
den tanto como yo prometo, yo creo que en son de hacer cabezas de
vírgines, podrán hacer otras tantas de lobo.
Como cuando yo oía esto iba diciendo algunas gracias, quiso mi
ventura que un cura, muy aficionado a los frailes de aquella orden,
que me había venido escuchando y llevaba muy mal las gracias que
yo decía, rompió la presa de súbito y, queriendo hacer la corrección
262 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
A los santos templos, que para el santo son un despertador del alma y un
incentivo de devoción, hacen la gente libre y disoluta casa de conversación y
blanco de entretenimiento, cosa que por ser tan contra la honra de Cristo,
morador de los templos, la castigará ásperamente. De lo cual dio indicio su
Majestad Divina viviendo en esta vida mortal, pues sólo castigó por su mano
a los violadores del templo, cosa digna de notar de su modestia, ¡oh, Majestad
Suprema!
LA PÍCARA JUSTINA 265
NÚMERO SEGUNDO
Del barbero embobado
Suma del número.
VERSOS SUELTOS CON FIN DE RIMA
Va Justina por la huerta que llaman del Rey
y, acompañada del barbero bobo, el cual
gustó mucho de ver unos selvajes de canto.
Un vivo selvaje vio pintados
ciertos selvajes que, con sus lanzones,
ocupan un hermoso frontispicio
de unas ilustres casas que en León
habitan los Guzmanes más famosos.
Quedó abobado sólo en ver selvajes.
Puédese decir deste embobado:
No difiere lo vivo y lo pintado.
Bertol Araujo, que así se llamaba el malogrado del barbero que se me
injirió, tenía muy poco de especulativo, y dábale notable pena verme
tan escudriñadora y curiosa. Mas viendo que no me podía sacar de
mi paso y que era fuerza verlo todo, me dijo:
Dícela el barbero que pique
y que vea la Huerta del Rey.
—Señora Justina, pique esa burra, si trae con qué, o si no, déla que
ande, y verá la Huerta del Rey, que es nombrada en León y está dos
pasos de aquí.
Yo, como oí decir huerta de rey, pensé que era algún Aranjuez
ricamente aderezado, con mucha murta, jazmín, arrayán, alhelís,
mosqueta y clavellinas. En fin, huerta de rey.
Vitupera a prima faz la huerta del Rey,
y abajo torna a loar el caso.
¿Qué será bueno que viese yo en la Huerta del Rey? Por vida de
mi gusto que, si no fueron muchos infinitos cuernos del Rastro, otra
mosqueta ni mosquete, otros claveles ni clavellinas yo no vi. ¿Pues el
olor? De pecinas, sangre, lodos, charcos, lechones. Era todo tan lindo,
que hacía olvidar la fragrancia de los mil Aranjueces.
Vista de cuernos, odiosa.
Eran tantos y tan innumerables los cuernos que cubrían el suelo y
aun mi corazón de tristeza, que verdaderamente no sé quién puede
llevar en paciencia aquel estar un cuerno siempre jurándolas por la
punta, la cual, por la mayor parte, está vuelta hacia la cara; y querría
266 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Las mujeres dadas a vano gusto no le tienen en mirar cosas honrosas y de
autoridad.
—oOo—
CAPÍTULO SEGUNDO
DE LA BIZMA DE SANCHA GÓMEZ.
NÚMERO PRIMERO
De la enfermedad de Sancha la gorda
Suma del número
TERCETOS DE PIES CORTADOS
Pinta Justina la persona, traza y trato
de Sancha Gómez, su huéspeda, y cómo
enfermó. Y en el terceto se pone un nombre,
que por mal nombre llamaban a la mesonera.
Tocas de Sancha.
E
RA dueña deste mesón viuda de dos maridos, o, por mejor
decir, de marido y fiador, a cuya causa traía una toca roquetal
muy larga, que, en razón de exceder la gravedad de su persona
aquel hábito y toca, se puede creer que la mitad de la toca era por el
marido y la mitad por el fiador.
Las gordas siempre cojean.
Pareciome algo coja, y no lo era, sino que las gordas siempre
cojean un poco, porque como traen tanta carne en el peso, nunca
LA PÍCARA JUSTINA 271
pueden andar tan en el fiel que no se desquilate una balanza más que
otra, y esta era gorda en tanto extremo, que de cuando en cuando la
sacaban el unto para que no se ahogase de puro gorda.
Cura de perrilla con hastío.
¡No la hubiera conmigo!, que yo la enjutara la panza con
cortezones duros y secos; que ansí curé yo una perrilla de una dama
que tenía hastío de comer bizcochos. A esta mesonera, mi huéspeda,
la llamaban en León, por mal nombre, Cobana Restosna, de que ella
se corría mucho, porque se le pusieron por causa de que cierta noche
que se halló bautizada en vino, como sopa, preguntándola un
huésped:
Mesonera llamada Cobana Restosna, y por qué.
—¿Cómo se llama, huéspeda?
Respondió que Cobana Restosna, y con él se quedó.
La triste quiso decir que se llamaba Juana Redonda, y por decir
Juana Redonda, dijo Cobana Restosna. No hay que espantar, que si
los moldes, con ser moldes, se yerran, que la lengua se yerre de noche
y ascuras y en tiempo cargado y con nieblas en el celebro, no hay que
espantar. Después deste suceso, se mudó nombre y sobrenombre, y se
llamó Sancha Gómez.
Torna a ver la suma del número
y verás la curiosidad del poeta.
Mas, para memoria del antiguo nombre de Cobana Restosna, le
hallarás en la suma del número, en lo sobrado de los pies cortados,
que soy como sastre hacendoso, que hasta los retacitos aprovecho.
Cordón y otros donosos atavíos de la mesonera.
La cuitada, para echar el resto de sus pesadumbres, traía un muy
grueso cordón, que más parecía bordón según era duro, ñudoso y
grueso, y a los dos lados deste gordo cordón una bolsa y llavero de
llaves; la bolsa, de la hechura de huevo de avestruz, el llavero
tamaño, y con tanto hierro como el incensario de Santiago. ¡Miren si
esta carga era para doblegar una mujer que parecía que constaba de
sólo carne momia, o que era carne sin hueso, como carne de
membrillo!
Facciones de Sancha.
Sin duda era mala visión. Toda ella junta parecía rozo de roble.
Era gorda y repolluda. No traía chapines, sino unos zapatos sin
corcho, viejos, herrados de ramplón, con unas duras suelas que en
piedras hacen señal. Los anillos de sus manos eran verrugas, que
parecían botones de coche en cortina encerada.
Fealdad de Sancha.
272 LA PÍCARA JUSTINA
todo eso, volví sobre mí, considerando que no hay castillo roquero ni
alcázar pertrechado que deje de rendir su entono y descervigar su
presumpción, si se ve sitiado de una perseverante estratagema o
imaginación constante determinada a morir o vencer.
Acrecentó mi ánimo ver el poco que tenía la vieja. Ello, la diablesa
de la Sancha estaba perdida y quejábase de modo que, a no ser mal
conocido, yo pensara que hacía cuenta con pago. ¡Plugiera a las
ánimas del purgatorio!, que, si así fuera, a fe que habíamos de ser
herederos ab intestato Araujo y yo.
Sota de bastos.
Pero guardábame la ventura para serlo in solidum de la morisca de
Rioseco, según verás en el tercer libro, que ya asoma la caperuza
como la sota de bastos.
Testamento del gato.
¿No dicen que el gato hizo un testamento en que mandó a sus
descendientes todo lo puesto a mal recado, y por no se hallar presente
el gato, entró el ratón ab intestato, con decir que él y el gato se
parecían en el color del pellejo, y viniendo el gato a cobrar su
testamento, el ratón lo tragó y royó.
Hereda el ratón al gato, y la causa
de la disensión entre gatos y ratones.
A cuya causa quedó perpetua disensión entre gatos y ratones?
Pues, según eso, bien pudiéramos Araujo y yo ser herederos ab
intestato de Sancha por la parecencia, puesto que Araujo se le parecía
en lo bobo y yo en lo mesonático.
Pero dio en no se morir y yo en que con su candil había de
encontrar la merced de Dios con miel por encima, como dijo el bobo.
APROVECHAMIENTO
Débense guardar las viejas sencillas de mozuelas que con halagos
conquistan, no tanto su amistad, cuanto su hacienda.
278 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO SEGUNDO
De la bizma pegajosa
Suma del número.
SEXTILLAS DE PIES CORTADOS
Entre el barbero y Justina ordenan
una bizma con que estafan a la
mesonera.
Sancha Gómez, mesone-,
en su mesón recibi-
a la pícara Justi-
y al mochillero y barbe-.
¡Linda trinca, por mi vi-,
de mazo, flux y prime-!
Tomaron la posesi-
de la apacible posa-,
y la Sancha los rega-.
Mas llevó su mereci-;
que quien hace bien a rui-
jamás espera otra pa-
lo iba diciendo, que si alguien lo oyera, más aína pensara que era
pregonar que recetar, pues iba diciendo conmigo, y acabose el
razonamiento con decir:
—Y no falte nada de lo que dijo y ordeno.
Yo le respondí:
—Amén.
Porque parecía mesa de órdenes, según iba de grave y repetido.
Con esto me entré adentro a intimar a Sancha más distintamente
lo que con un confuso sonido había oído al doctor Bertol.
Díjela:
Receta Justina lo que era necesario para
coger miel, huevos y torreznos.
—Madre, dice el doctor Araujo que a v. m. se le ha de hacer una
bizma estomaticona, y ha de llevar los requisitos siguientes: tomarás
de lo gordo del tocino que está más metido y entrañado en lo magro
de un pernil añejo, sin rancido ni corrución; derretirlo has y, con ello
algo caliente, fregarás las sobretripas, que por otro nombre se llama
barriga o espalda delantera, y juntamente las mejillas dentonas y
molares del rostro, porque no acuda el mal a perlesía, después desto,
la fregarás el cuerpo con pan rallado; hecho esto, harás una estopada
con doce o catorce claras de huevos, no muy frescos, sin que se
mezcle yema ninguna, sobre esto, harás una sufasión de miel en
buena cantidad, & fiat mixtio; encerótenla y arrópenla. No entenderá
todo esto, madre, pero lo principal y los materiales ya lo habrá
entendido. Yo me ofrezco a ponerla las manos, y agradézcamelo, que
con mi propia madre no hiciera esto. Manda también el doctor que,
después de echada esta bizma, se esté queda y cubierta de ropa
cuerpo y cara por espacio de hora y media, que con esto será su
remedio cierto. ¿Qué me dice? ¿No me agradece la diligencia? Pues a
fe que si no entendiera della que es liberal y dadivosa y que en otra
cosa me lo podrá pagar, no me ofreciera a tanto.
Justina encaja la saya.
Ella —que estuvo atenta a la receta y tan medrosa de que no se le
ordenase cosa que costase dinero, como yo astuta en echar el cartabón
de las puertas adentro—, acabado que la oyó, dijo:
Recado de la vieja.
—¡Oh, bendito sea Dios!, que no he menester enviar fuera por
cosa ninguna de las que ha recetado el señor doctor, que todo eso
tengo yo de mi puerta adentro. Y vos, hija, no perderéis de mí la
paga. Tomá, hija, esta llave, con ella podréis sacar pan, huevos,
estopa, tocino y miel. Cerrad la puerta de la calle, no entre nadie
282 LA PÍCARA JUSTINA
(treta vieja para decir que no le cogiésemos nada. Mas, ¿con quién las
había?).
Yo la dije:
—No la hurtará hombre un pelo ni se disporná de nada si no es
como lo manda la receta.
Enciende la lumbre con aceite.
Fue necesario hacer lumbre, y como las mujeres somos soplonas
de oficio y no había otra por el presente, cúpome a mí la tanda, mas
por salir deste trabajo y por no rogar nada a soplos, supliqué al aceite
de una alcuza que atizase por mi intención.
Fríe sus torreznos.
Remojé con ella los maderos verdes, hice una lumbre real, saqué
la yema a un pernil de tocino, freíla con una docena de huevos.
Rechinaba el oficio, y la mesonera, muy contenta, pensando que
estábamos muy ocupados en hacerle su socrocio.
Sancha, untada y calafeteada.
Sacamos de pañales lo frito, pusímoslo a enfriar. Mientras tanto,
eché en una escodilla el pringue de lo gordo del tocino, lo cual, con
unas claras de huevos, llevé para curar a Sancha. Con esto la unté la
barriga, y quedó tal que parecía cordobán vaqueteado; con lo que
sobró, le floté los hocicos, de modo que parecía vendimiadora golosa.
Tras esto, le calafeteé todo el cuerpo con mucha de la clara de huevo
y miel, con que quedó tan clarificada como pegada. Tras esto, la
revolví las estopas al cuerpo, y quedó de suerte que, en ser redonda y
con pelos, parecía vellón en jugo, y en lo apretativo de las estopas y
claras, parecía cuba breada. Cubríla cuerpo y rostro y arropéla. Como
todo su mal era cansancio y frío, con ropa y calor descansó.
Sancha, arropada y sudando.
Dejé a mi Sancha cubierta como perol de arroz, sudando más que
gato de algalia, tan cubiertos sus ojos y sentidos, cuan atentos los
míos por ir a despachar lo frito.
Cenamos, y no digo más, porque sabiendo la cena y la gana,
estase dicho el cuento. Ya que vimos a la cena el fondo y bebido de la
bota de cuero de Araujo, remordiome la conciencia, y fui a destapar el
perol de Sancha. Halléla medio loca de contento, dándome por lo
hecho más gracias que si yo fuera el mismo benedicamus domino en
persona. Parlaba tanto y prometía tanto, que temí no se resolviesen
sus promesas en palabras y las palabras en aire, que es su fin y su
principio.
Ya me enfadaba, y díjela:
Vanidad de palabras.
LA PÍCARA JUSTINA 283
saquemos a Sancha dinero con que remojar la obra, que anda muy
seca, como dicen los oficiales cuando echan la buena barba.
¿Qué hago? Dígola:
—Madre, ahora sólo resta, para que el mal no acuda a perlesía,
que se le echen dos ventosas en los dos carrillos.
Mamonas a Sancha.
No hube bien dicho esto, cuando el Bertol, que estaba encarnizado
en curar la vieja, desenvainó las dos ventosas; pero antes que se las
echase, de común consentimiento, la hecimos muchas mamonas, con
achaque de que era necesario hacer llamamiento de humores a las
mejillas para que la ventosa los desbombase.
Ya que tuvimos gastados los dedos de hacer mamonas, y las
reideras de celebrarlas, echámosle las dos ventosas, las cuales
encarnaron y tiraron de manera que la boca se reía renegando, los
ojos parecían deciplinados y los oídos como de liebre.
Ventosas de Sancha, con que
excede los consejos de Catón.
Con esto, excedía la Sancha a los consejos de Catón, pues no sólo
callaba como él manda en la cartilla, pero ni vía, ni oía, ni aun podía.
Coge cuartos a Sancha.
Con todo eso, la cubrí la cara con la sábana, porque de lo que no
se ve no se da testimonio, y con dos deditos eché mano a la bolsa de
Judas que tenía colgada a la cabecera como si fuera diciplina, y saqué
a discreción cuartos, los que bastaron para lamprear los torreznos en
la sartén de mi estómago. Ya diome conciencia de tenerla tanto en el
potro, y cuando la destapé, estaban tan bien medradas las ventosas,
que no se le vía la cara.
Símil.
Parecía acémila de grande, con armas de bronce en la cara.
También, para quitar escrúpulos, le dije al licenciado que si algo fuese
de más a más, lo tomase por el trabajo.
Dicho del sotateólogo que,
con mal fin, reprendió a Justina.
Muchas veces me he acusado de esta gatada que hice a Sancha, y
estoy bien en que me culpen, pero no tanto como me culpó una vez
un sotateólogo, que me dijo en una venta y sobremesa —sabe Dios
con qué intención— que él sustentaría que el mayor pecado del
mundo era retozar con la bolsa, y que esto defendería en pública
disputa.
¡Hideputa traidor! Sin duda lo dijo por concluir que era menor
pecado el retozar con las gentes que con la bolsa. Nunca argüí tanto
como con aqueste cabrahigo de teología. Oye lo que le dije, que
LA PÍCARA JUSTINA 285
APROVECHAMIENTO
Permite Dios, por justo juicio suyo, que quien gana hacienda con engaño, sea
engañada de otros en honra, salud y hacienda, porque pague en la misma
moneda sus delitos.
LA PÍCARA JUSTINA 287
CAPÍTULO TERCERO
DEL BOBO ATREVIDO
Suma de todo el capítulo.
LIRAS SEMINIMAS
El bobo se atreve casi a Justina,
ella se defiende con buena traza.
Es muy recio
el tiro del dios rapaz,
y más necio
quien sustenta paz
con él, que al mejor tiempo echa el agraz.
¿Quién pensara
que el rey de la afición
intentara
tirar a un bobarrón
flecha, saeta y dardo al corazón?
Mas, sin pensar,
le hizo tal herida,
que, a perseverar
Justina dormida,
hubiera de caer de recudida.
S
ENTIME muy cansada y, para remediar mi mal, determiné
echar la comida, quiero decir echarme yo y la comida sobre la
cama, que eso llamo yo echar la comida.
Justina mentirosa.
Quiero confesar una verdad, aunque no la doy de diezmo, que
según son pocas entre año, más gana conmigo el alcabalero de las
mentiras, que el dezmero de las verdades.
Nogal junto a hortaliza, jeroglífico
de la mujer junto a hombre solo.
Es, pues, la verdad ciclana que, si el barbero Araujo fuera de otro
humor, sin género de duda afirmo que no me atreviera a dormir sola
en el mesón tan junto a él, que el hombre solo y con mujer fue
simbolizado en un nogal junto a la hortaliza, la cual con su sombra se
enflaquece y, con sus nueces se deshace. Mas como era un cuitado,
pareciome que no se le entendía cosa de provecho y que cuando
288 LA PÍCARA JUSTINA
pensé quedara como otro Caín, conocido por malhechor; pero no era
su culpa tanta, pues no hubo sangre.
Solíame decir mi madre
—Hija, tú fueras buena para falso testimonio, porque te levantas
tarde.
Justina, segura junto al nido de Sancha.
Pero en esta ocasión, como sentí la mosca, avivé, levanteme y
vestime, y aun si hallara una cota, me la atacara; y no contenta con
esto, me fui junto a la cama de la mesonera, con achaque de que iba a
saber de su salud.
Oropéndola.
Mas la verdad era que me pareció a mí que junto a ella no podía
correr peligro mujer ninguna, que ansí como a la oropéndola ninguna
vez la conoce el macho en el nido porque le tiene sucísimo, así junto a
tan sucio nido no me parecía a mí que corría peligro mi honestidad.
Ello, pardiez, que si allí viniera, que lo había de pagar la vieja, porque
a repelones la había de sacar la bizma de claras de huevos y flotar con
ello la cara a Bertol.
Levántase Bertol y ve su engaño.
Levantose por la mañana Araujo, y como me vio vestida y en
talanquera junto a Sancha, el mesón sin gente, toda la casa yerma, que
parecía cosa de encantamiento o aventura de Galiana, echó de ver su
necedad y mi discreción, y, de espanto, comenzó a dar manotadas en
seco; parecía gato que está a caza de pardales en punta de canal de
tejado y, al querer hacer la presa, da una gatada en el suelo por causa
de querer echar al aire las dos manos en que estribaba. Este no tenía
de donde caer alto, porque siempre andaba a burra, sin peligro de
poder caer della; mas lo que es dar manotadillas en seco como gato
burlado, dábalas que era un contento. Corriose de ver que le habían
entendido la treta, y defendido el saco, y tanto de corrido y
avergonzado, voló sin decir siquiera a Dios que me mudo, y ya
disimulara con que no me dijera a mí quedad con Dios, pues estaba
excusado de ofrecerme salud de Dios quien me había intentado
enfermedad del Diablo. Pero el no pagar la posada con un decir,
señora huéspeda, mire que vuelvo barras, fue recio caso.
Para remate de sus desdichas y principio de sus temores, se le
olvidaron en la cabecera de la cama de la mesonera cuatro ventosas y
una venda de sirgo que él decía que le había mandado su mujer
comprar para sangrar las damas, y entre ellas a un muy melindroso
capón de mi pueblo que se sangraba muchas veces del tobillo, y, a
LA PÍCARA JUSTINA 291
pesar del Diablo, que le habían de poner una venda de sirgo. A este
llamaba un sobrino mío mamá, taita, por verle sin barbas.
Olvidos del bobo.
Pérdida fue ésta por la cual fue ásperamente reprendido Bertol
Araujo de su mujer, a quien llamamos muerte supitaña. ¿Qué diré?,
hasta los tiros de la espada dejó olvidados. Negro tiro fue el suyo, que
tan mal salió. Pienso yo que los vientos no llevaban más ligereza que
aquella con que la vergüenza le sacó de la posada. Aquí verán que
tuvieron razón los que pintaron a la vergüenza con alas, pues el
vergonzoso, cuando huye, vuela; y por eso dijo el refrán: El toro y el
vergonzoso poco paran en el coso.
Aunque sea anticipar cuentos, es muy donoso el que me aconteció
con Araujo en Mansilla. No había darle un alcance, que la vergüenza
de no se haber careado conmigo le hacía no carearse ahora a las
derechas. Ya, una vez, no pudo dejar de verme en mi casa, porque le
hice llamar para sangrar a un huésped que estaba en ella, de quien él
sabía que tenía tan buena sangre en la bolsa como en las venas. Vino,
y no le quise hablar hasta que hiciese la sangría, por no le alterar la
mano con el miedo, como el emperador, cuando para sosegar un
barbero medroso de ver a su majestad, le tomó de la mano.
Ya que acabó, hice encontradiza con él y díjele:
Da baya Justina al bobo.
—Señor Araujo, esta es buena hora para sangrar, pero en horas
desacomodadas avísole, como amigo, que no use oficios que no son
para hacer a tientas Y dígame, mameluco, ¿cómo se ha atrevido a
venir a mi casa, que nacen en ella Roldanes de la noche a la mañana,
que son espantavillanos?
Decir discreciones a necios es
probar corneta donde no hay eco.
Estas y otras mil gracias le dije buenas, pero a hablar con un
discreto. Pero decir semejantes gracias a tontos, es como quien prueba
corneta donde no hay eco. Con todo eso, si alguna vez estuvo menos
necio, fue entonces, que me dijo:
Razonamiento de Justina y Bertol.
—Señora Justina, ¿qué se le antojó decir que había tanta gente en
el mesón del país de marras? ¿A media noche ve visiones?
Yo le dije:
Justina en el mesón, Anteón sobre la tierra.
—¡Ay, el mi buen Bertol, buen Bertol! ¡Y aun por no ver yo una,
dije que vía tantas! Diga, bambarria, ¿al maestro cuchillada? ¿Con
mesonera burlona quiere burlas en mesón? ¿No sabe que yo en un
292 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
No hay hombre que, estando con mujer a solas, comúnmente sea seguro en
caso de sensualidad, y aunque más ignorante sea. Antes deben ser
reprendidas las que con decir fulano es un ignorante, excusan su flaqueza y
falta de recato, siendo ésta razón que antes acusa que excusa, pues la
ignorancia es la que carece de freno y suelta las riendas en semejantes casos.
LA PÍCARA JUSTINA 293
CAPÍTULO CUARTO
DE LA PARTIDA DE LEÓN
NÚMERO PRIMERO
De la despedida de Sancha
Suma del número.
SONETO
Despedida de Sancha
y segunda estafadura.
Justina se despide y pide a Sancha
la paga de la bizma y medicina.
Y porque dé de sí, la muy mezquina,
la aprieta con sus brazos, aunque es ancha.
Y como la lisonja siempre ensancha,
dio de sí, y dio truchas, miel, cecina.
¡Oh, omnipotentísima lisonja!
¡Cuánto vales, cuánto puedes, cuánto enseñas!
Y más si te encastillas en mujeres:
allí del bien ajeno eres esponja,
de allí vences durezas, rompes peñas,
lo que quieres puedes y puedes lo que quieres.
E
S uso en la ciudad de León —a lo menos entonces éralo, ahora
no sé si se ha quitado con los diez días—, digo que era uso que
a las cuatro de la mañana el abogador de una cofradía en voz
muy alta, iba por todas las esquinas de las plazas diciendo a voces:
—Encomendaréis a Dios las ánimas de Fulano Pillitero y de
Fulana Pilletera.
Y por aquí iba echando una letanía de gente del otro mundo.
Justina se espanta.
Y como yo aquella noche había estado tan despierta que había
contado todos los relojes, y estuve atenta al pasar este pregonero
eclesiástico, espantome y durome el periquillo hasta que la Sancha
me refirió la corónica de la cofradía y no con poca devoción.
Después acá me ha parecido que sería bien mandar quitar aquel
uso, que quien oyere aquello a tal hora, pensará que o es cofradía de
trasgos o zorra de morrazos.
294 LA PÍCARA JUSTINA
Cógele el espejo.
Yo, por pagarle la confianza que de mí hizo, le cogí un espejo del
arca.
Arpía, se ahoga viendo su cara
en el espejo del alma.
Merced fue que le hice para que no viese su maldita cara y se
ahorcase como arpía; mas no haría, que yo la vi tocar en los cristales
de una herrada de agua, y no desesperó ni se ahogó. De gasto de
cebada y costa de posada no hubo memoria, que Cuando corre la
ventura, las aguas son truchas.
El avaro cuando da es largo.
Créeme que un avariento, la vez que da, es Alejandro, es como
Zapardiel cuando sale de madre.
Tanto da el avaro como el franco, y por qué.
Yo hallo por mi cuenta que tanto da el avaro como el franco, sino
que el avaro lo da de un golpe y el franco de muchos; el liberal, como
siempre piensa en el dar, siempre piensa en el retener, y así salen de
sus manos las franquezas con freno y falsas riendas; pero el avariento
da sin freno, porque da con deseo de poner fin de una vez a los dones
todos.
Séneca: Aténgome a don de liberal vivo
y testamento de avariento muerto.
He oído referir de Séneca que, en materia de espontáneas
donaciones, se atenía a los dones de avariento vivo y testamento de
liberal muerto.
Fábula de la gata bodegonera, a propósito
de que el avaro cuando se suelta a hacer
amistad, da mucho.
Y en el libro de jauja se refiere que cierta gata era bodegonera y
tenía en su servicio otra gata a quien encargó ciertas varas de
longaniza para que las vendiese a palmos; vino a la tienda cierta
garduña amiga suya a comprar ciertos palmos de longaniza.
Corta las uñas la gata para medir.
Quísola hacer cortesía y dar buen palmo y, pareciéndola que
palmo de gato es muy estrecho, se hizo cortar las uñas y con ellas
enhiladas en largo le midió el palmo tan largo como su voluntad.
Pidiole su ama a la gata razón de tamaña perdición y de un medir tan
sin medida; a lo cual respondió:
Medir de entre amigos.
—Quien mide a amigos, no puede medir con uñas, y por eso me
las quité, y si el palmo salió grande, yo no excedí el mandato de v. m.,
porque palmo hecho de uñas de gato, palmo de gato es.
LA PÍCARA JUSTINA 299
APROVECHAMIENTO
La hacienda mal ganada siempre paga censo a malos y a buenos, que contra
el ladrón, los unos sirven de verdugos y los otros de jueces.
300 LA PÍCARA JUSTINA
NÚMERO SEGUNDO
Del desenojo astuto
Suma del número.
SÉPTIMAS DE TODOS
LOS VERBOS Y NOMBRES CORTADOS
Parte de León Justina encuentra en el
camino al bachiller y, con un nuevo engaño,
le desenoja y le coge dinero, y hace creer
que ella le trató verdad en lo de la miel.
En el capítu- siguient-
se cuent- un cuent- admira-
de un bachill- disparata-
Neci-, bo-, loc-, imprudent-,
en quie- se cumplí- el refrá
que tras cornu-, apalea-,
y tras los cuern-, peniten-.
Salida apresurada.
Salí del mesón con la furia que sale el impetuoso torbellino impelido
del Eolo enojado, y aunque pasé por mi primera posada, no me dio
temor ni de los Pavones ni de la mesonera, porque los unos tuve por
cierto que estaban en cartis pitis, y la mesonera —a la ley de creo—
había trabado la ejecución en los muebles del bachiller.
Burra cargada.
Mi burra iba bien cargada y sin peligro de que el aire la llevase a
transformar en canícula, a causa de que mi criado y yo habíamos
metido en las alforjas más especies de cosas que cupieron en el arca
de Noé.
Mochillero hace tiros como su ama.
Porque como mi mochillero entendió la vida y humor de su ama,
también él hacía por su parte tiros, mochilla y levadas conforme a su
capacidad, que no se puede pedir más a un muchacho de poca edad.
Seguía el arte y entendíala, y vilo en algunos buenos tiros que hizo a
inocentes platerillas. Mucho me debe aquel muchacho. Hícele
hombre, que si yo no fuera tamboritera, no saliera bailador.
Buenas salidas.
Aunque salí de León por la misma parte que entré, y dije mal de
las entradas, me parecieron bien las salidas, que las tiene León muy
buenas, mucho, mucho. Entiéndese si las salidas son para no tornar
jamás, como yo lo he hecho.
LA PÍCARA JUSTINA 301
APROVECHAMIENTO
Quienquiera triunfa de un labrador, porque su indiscreción da armas contra
él.
LA PÍCARA JUSTINA 307
NÚMERO TERCERO
De los trajes de montañeses y coritos.
Suma del número.
SEXTILLAS UNÍSONAS
DE NOMBRES Y VERBOS CORTADOS
Refiere Justina los trajes y un
razonamiento que tuvo con
un asturiano.
Yo soy due-
Que todas las aguas be-
Quisiera, como digo, ser una duquesa para hacer destos trajes una
tapicería tan costosa como la de Túnez, tan graciosa como la de los
disparates, tan fresca como la del Apocalipsis. En fin, fuera tapicería
tan varia y de tanto gusto, que su variedad te excusara un Aranjuez,
su riqueza unas Indias, su gusto los mil placeres.
Decía (y decía bien) una dama discreta:
Declara por qué no es amiga
de colgaduras de seda.
—No soy amiga de tapicerías de seda, brocado, terciopelos, ni
damascos, porque estas son colgaduras de pobres.
Y probábalo, porque estas son telas de repuesto para que, faltando
dinero para saya, puedan servir de lo que les mandaren.
Excelencias de las tapicerías de figuras.
La que es propio ornato para tapicería es la que tiene figuras,
porque éstas tienen mucho provecho y gusto. En invierno, arropan;
en soledad, acompañan; en tristeza, divierten; en necesidad, adornan.
Cuento a propósito.
En fin, casi, casi suplen lo que los hombres, como se vio en el otro
capitán que no quiso ir en casa de un enemigo suyo que tenía muy
buenos tapices, diciendo:
—No quiero ir a ver hombre enemigo mío que tiene dinero para
sustentar tantos hombres pintados, que quien compra pintados que le
deleiten, buscará vivos que le venguen.
Así que, si yo fuera duquesa, es sin duda que yo mandara hacer
una tapicería destos trajes de los montañeses y montañesas de mi
tierra, y coritos y coritas, que te diera muy grande gusto.
Asturianos, llamados guañinos.
Lo primero, yo encontré unos asturianos, a los cuales, por aquella
tierra de León, unos les llamaban los guañinos, porque van
guarrando como grullas en bandadas, o quizá porque siempre van
con las guadañas insertas en los hombros.
Asturianos llamados coritos, y por qué.
Otros les llaman coritos, porque en tiempos pasados todo su
vestido y gala eran cueros. Alguno dijo ser la causa otra. La verdad es
que la falta de artificio, la necesidad del tiempo, la simplicidad del
ánimo y la necesidad de su defensa, les hizo andar deste traje, y no,
como algunos maldicientes dicen, el haber salido de Asturias los que
inventaron los cueros para el vino y las coronas para Baco. Mas no
por eso niego que el Baco tenga allí y haya tenido jurisdición y gran
parte de su real patrimonio, no digo en vivos, sino en vinos. Agora ya
no se visten de cuero, si no es algunos que le traen de partes de
LA PÍCARA JUSTINA 309
dentro, y para esto tienen comercio de por mar con las Indias de
Ribadavia, que engendra vino de color de oro.
Pernina de Oviedo.
Otros llaman a estos coritos hijos de la Pernina. Maldicientes
quieren decir venir esta denominación de una gran hechicera que allí
traía los diablos al retortero y se llamaba la Pernina.
Asturianos, hijos de la Pernina,
porque andan en piernas.
Pero no es por eso, sino que por denotar que sus piernas andan
vestidas de las calzas de aguja que sus madres les labraron en los
moldes de sus tripas, les llaman de la Pernina. Todos estos nombres
son asentados en las cortes de los muchachos con sólo el fundamento
de su niñero gusto y no es mi intención que pasen por verdades, pues
se sabe que los mochachos han tomado licencia para dar bayas a los
más calificados del mundo, y si yo hubiera de tejer historias de seda
fina, a fe dijera bellezas de Oviedo y de la Cámara Santa y del
Principado de Asturias, pero soy relatera ensarta piojos, y si tomo
pluma en la mano, es para hacer borrones. Voy con la pluma
retozando con orlas de cortapisas. Díselo tú, que a mí no me vaga.
Postura y figura de los asturianos.
Va de cuento. Estos asturianos encontré en diversas tropas o
piaras, con tales figuras que parecían soldados del rey Longaniza o
mensajeros de la muerte de hambre. Lo cual creyera cualquiera que
los viera flacos, largos, desnudos y estrujados, y con guadañas al
hombro. Vi también que llevaban unas espaditas de madero en la
cinta. Pareme a pensar qué podía ser aquello, porque decir que había
enemigos que no podían morir— si no es con puñal de madera, era
negocio difícil de entender, si no es creyendo que eran enemigos
encantados como los de don Belianís. Imaginé si era batalla de sopas,
en la cual se suele hacer la guerra con madera, pero eso fuera si las
espadillas tuvieran forma de cucharas. En fin, no atinando la causa,
me resolví de aguardarlo a saber en el otro mundo.
Razonamiento de Justina y un asturiano.
Miren si es por ahí la gente corita, pues llevan armas
incomprehensibles que agotan el entendimiento.
Los que iban, iban sin sombreros y casi desnudos; los que venían,
traían dos sombreros y mucho paño enrollado, de manera que
imaginé si acaso iban a la Isla de los Sombreros y allí los segaban con
aquellas guadañas. En lo del paño tuve envidia, porque las mujeres
somos grandes personas de andar empañadas, y de los sombreros
tuve curiosidad.
310 LA PÍCARA JUSTINA
apóstol, éstas son de cuero o pellejo, y las traen atadas con un cordel
tan fuertemente, que después de calzadas pueden en las soplantas
hacer son como pandero, y creo lo hacen a veces, a falta de témpano.
Otras traen unos zapatos de vaca, no cosidos, sino clavados con tan
fuerte clavazón, como si fuera postigo de fortaleza, y aun algunas
para vestir tan al propio como al provecho, traen echados tacones de
herraduras viejas. Una cosa vi en que juzgué que los asturianos deben
de ser volteadores de inclinación y aves de caza, porque sus madres
los crían en el aire. Y es que van camino ocho y diez leguas y llevan
los mochachos en unos cestos o banastos sobre las cabezas. Si como
los traen en el aire, fuera en el agua, según razón, habían de ser
pescados, y cerca andan ellos dello, pues no suelen tener casi nada de
carne. Verdad es que a ellas les sobra.
Selvajes escamados.
Todas estas visiones llevara en paz y en haz de mi gusto, si
encontrara alguna de buena cara, pero teníanla todas tan mala, tan
negra y abominable, que yo imaginé que eran selvajes escamados y
que quitados los pelos y cerdas, habían quedado ansí las caras sin
barbas. Yo no sé cómo, siendo aquella tierra fría, son aquellas mujeres
negras, porque el color negro es efecto de mucho calor, como se ve en
el cuervo. Mas debe de ser que con el frío se queman y ennegrecen
como los naranjos cuando se yelan, o se deben de afeitar con color de
guinea, o las paren sus madres en los cañones de las chimeneas, o las
ponen al humo que se acecinen, o cualque cosi.
Los antechristos del ocio no quieren estar en Asturias.
Ya sería posible que como Asturias ha sido y será el muro de la
Fe, y la herejía tiene por antechristos al ocio, al gusto y al dios
Cupido, proveyó Dios destas malas caras, porque sin duda, viendo
estos caballeros tan malas visiones, se tornarán a la herejía, su señora,
diciendo: Señora, hay peste. No es tierra para nosotros, que no viviremos
dos días. Y con esto, dejara la herejía la jornada y el intento de entrar
allí. Santo y bendito. Ahora digo que las doy licencia para que sean
feas del Papa, pues tanto importa.
APROVECHAMIENTO
Ánimos libres y holgazanes sólo ponen su fin en cosas vanas y de poco
momento, olvidándose de las cosas sólidas e importantes.
LIBRO TERCERO
DE LA PÍCARA PLEITISTA
314 LA PÍCARA JUSTINA
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA HERMANA PERSEGUIDA
Suma del número.
TERCETOS DE ECOS ENGAZADOS
Pusieron en Justina sus hermanos
manos, lengua, y tras esto, una demanda.
Manda el juez pague costas de escribanos.
Vanos jueces —dice—; apelo al Almirante,
ante el cual llamaré a Justes de Guevara,
vara de manteca y pecho de diamante.
Vale mal en su pueblo.
Y
A, Dios norabuena, asenté real en Mansilla. Pero fueme como
en real, pues contra mí asestaron sus tiros los que más
obligación me tenían: hermanos y hermanas, unos por codicia
y todos por envidia. Y esto duró lo que bastó y aun lo que sobró para
desengañarme, que la esperanza de buen suceso era ninguna, porque
la ocasión era tan durable como mi persona aunque a los principios
me mostraban hocicos solos a boca cerrada, de ahí a poco abrieron la
boca y desbocáronse. Luego, mostraron dientes, luego me mostraron
las manos y luego las uñas, cada cosa por su orden. Tras ten con ten,
pinicos; tras pinicos, andadura; tras andadura, trote, y tras trote,
asomo de garrote. Como el odio es fuego, si una vez mina el alma,
crece, y cuando más no puede, revienta.
Justina reprehendida de libre.
Mis hermanos siempre salían con decirme que yo era libre y pieza
suelta, y esto de pieza suelta me repetían cada paso, porque, demás
de parecerles injuria, la tenían por brava elegancia.
Yo jamás les respondía de veras, por no les dar ocasión a que la
tomasen, sino hacía mis letradas por vía de gracia, que siempre tuve
esta por muy buena manera de responder, que la tal respuesta tiene
lo bueno de la venganza y lo bueno de la trapagija; es fruta madura
para el dador y verde para quien la recibe.
A esto de pieza suelta les solía yo decir:
Aprovéchase del nombre de pieza
suelta para excusar su libertad.
—Por cierto, que no os entendéis. En realidad de verdura que una
moza villana (digo de villa), yendo a ciudad, es como peón, que en
LA PÍCARA JUSTINA 315
yendo suelto se hace más presto dama, según dicen los jugadores del
juego de los de Alba, que es el de los escaques.
Decíales más:
—¿Qué sabéis vosotros si con esto granjearé yo un casamiento con
que honre a mi linaje y sea nuestro mesón casa solariega, y se llame la
casa de los Dieces o de los Justinos? ¿Cuántas doncellas las envían sus
padres a comedias y fiestas para que finjan que van sin licencia, en
demonstración de las finezas de amor, sólo a fin de que acarreen a
casa un novio mostrenco de los que creen a las quince? Andad, que
bolos son diablos, como dijo el otro que iba a birlar y le faltaban diez.
Donde no se piensa salta la liebre, y andaba sobre un tejado. Creed
que, antes, ser pieza suelta me ha de hacer a mí mucho provecho, y
quizá a vosotros.
Otras veces, pardiez, espumaba la olla y se desespumaba la mar, y
les decía con toda la cólera del mundo y del Diablo y la carne:
Justina aborrece el encerramiento y la monjía.
—¿Qué pensábades, que me había yo de estar aquí hecha monja
entre dos paredes? Nunca medre Justina si vosotros tal viéredes en
los días de vuestra vida, aunque viváis más que Matuta. No ha
habido monja en nuestro linaje; no quiero yo ser la primera que
quiebre el ojo al diablo. No en vano, dice el cantar: Mariquita, daca mi
manto, que no puedo estar encerrada tanto.
Estas gracias no podían sufrir, que eran para ellos sol de Marzo,
que parece que sabe y da mazada. En fin, viéndome moza de tan
buen descarte, mis hermanos me querían tan mal, como si de
hermana me hubiera vuelto en almorrana. ¿Qué piensas? Viniéronse
a poner conmigo en contarme los pasos, en fingir quimeras, y todo
era sobre que yo les pedía mi hacienda. ¡Ah, interés, interés! Más
puedes que la naturaleza, pues ella me dio hermanos y tú me los
volvistes culebrones. Hacíanme fieros, y aun si va de confesión, me
pusieron las manos, y no para confirmarme ni aun para componerme
el albanega. ¡Ay, me!, que no hay peores ni más crudos verdugos
para una mujer que hermanos.
Hermanos son crueles enemigos.
Estos, para decir desvergüenzas, se aprovechan del privilegio de
hermanos; para reprimir y quitar gustos, del oficio de padres; para
regalar y hacer bienes, se acotan a hombres; y no más, que en esto se
dice que son tiranos, y para si una pobre moza hace alguito, luego
tocan a la hermandad y aun el arma. Un mal hermano es enemigo
como la carne, que no la podemos echar de nosotras. Quien dijo
316 LA PÍCARA JUSTINA
hermano, dijo herir con la mano. Hablo de los que tienen tan
corrompido el amor corno el nombre.
Hermanas cizañeras.
Mis hermanas me ayudaban poco, antes creo que ellas
descomponían la paz y armaban las pendencias, y sabido el porqué,
no era otro sino que me olían dama y orgullosa de condición y no
podían llevar mis cosas. Maleaban con los de fuera mi crédito y con
los de dentro mellaban mi honra. La tijerada me daban que me
toreaban la ropa y ainda.
Declara cómo gastó más hacienda que nadie.
Decían de mí que era una arpía, que había yo sola gastado a mis
padres más que todas; y tenían razón, que yo gasté a mis padres todo
el caudal de entendimiento y no dejé que heredasen. Esto sí gasté más
que ellas, mas de hacienda, yo seguro que la mitad del tiempo comí lo
que no entrara jamás en casa, si no fuera a contemplación mía.
Persigue el villano perseguir al de buen
entendimiento y noble de condición.
Es ordinario en gente de condición villana perseguir las personas
de buen entendimiento.
Tráese el jeroglífico de la águila y la corneja.
A este propósito pintaron los sabios a la villanía como corneja y a
la nobleza como águila, y es la causa porque el águila es tan noble de
condición, como libre, y la corneja tan envidiosa como villana.
Alas de Águila corroen las de la corneja.
Es de manera que la corneja siempre anda machinando males al
águila, tanto que cuando más no puede, se le pone frontera al águila
para hacerla gestos, más ella, como reina, no estima por afrenta lo que
hace una ave vil, vasalla suya, que es tan para poco, que, aun muerta,
el águila puede comer y de hecho con sus alas come las suyas y las de
la epantera.
Epantera.
Esto para mí no era consuelo, porque yo quisiera comerlas en vida
y no aguardar a cuando muerta, que entonces no es tiempo de comer.
Ignorantes persiguen a los sabios.
Es muy proprio de ignorantes envidiar a los sabios, y todo
menesteroso tiene envidia de aquello que no tiene.
Enemiga del ratón y elefante, a propósito.
Cuando yo veo que el elefante sufre que se quiera con él levantar
a mayores un ratón, no me admiro de la enemiga y odio natural y
entrañado que tienen los hombres de corto y ratero y ratonado
entendimiento con los de bueno. Persigue el ratón al elefante por ver
que el elefante tiene todo lo que a él le falta. El elefante es
LA PÍCARA JUSTINA 317
APROVECHAMIENTO
Los malos no saben tener paz aun entre sí mismos, que lo heredan del
demonio, que es príncipe de las discordias.
—oOo—
CAPÍTULO SEGUNDO
DE LA MARQUESA DE LAS MOTAS
Suma del número.
VERSOS HEROICOS MACARRÓNICOS
Usa oficio de hilandera y en él
raros enredos por los cuales le dan
nombre de Marquesa de las Motas.
Ego poeturrius, cabalino fonte potatus,
Ille ego qui quondam Parnaso in monte pacivi,
Iam sum cansatus luteas transcendere tejas;
Iam cantare nolo porrazos atque cachetes;
Non porra Herculea, non iam roldánica maza
Arridet michi. Cosas de marca minori
Nunc cantare volo. Fusum, turnum atque mazorcam,
Hiis quasi gladiis Justina picaña triumphat;
Quam cardatores titulis regalibus ornant
Haec est hilanderarum princepa sublimis,
Haec cardatorum barbatorum stafatora,
Haec vetularum bruxarum garduna sutilis;
Inter aceitatos, haec est Marquesa Motarum,
Atque inter pícaros, haec est picaña suprema.
Oficiales de Audiencia alargan los pleitos.
LA PÍCARA JUSTINA 321
Q
UÉ vieja cosa es entre oficiales de Audiencia untar con manteca
los pleitos para que den de sí! Como los de cierto pueblo, que
untaron un banco con manteca para que diese de sí y cupiese
más gente, y sí cupo, mas fue porque se quitaron los capotes. Pero la
untura destos escribas hace que quepa un mundo en sus manos, y
todo con capote de justicia.
Justicia torcida.
¡Ah, vara de justicia!, que siendo tan delgada, hace sombra más
que el árbol de Nabico de Sorna, como dijo el bobo, y con ella se
disimulan y encubren hartas cosas. No lo digo sin propósito, que soy
linda aplicativa.
Presteza de negociantes.
Es el caso que, pensando que mi negocio era más breve que acento
de monjas, aún no despedí al truchero —que esto de negociar, como
sale tan del corazón, siempre camina con alas—, pero un solicitador
mío que hacía mi negocio, aunque más el suyo, me dijo que sería mi
negocio largo.
Solicitador pervertido.
Pesome, porque se me representó que quería gastar papel, tinta,
dinero y tiempo a costa de la pleitista novicia, e hícele un gesto de
golosa en miércoles de Ceniza. Y como él viese que yo me amohinaba
de tan largas esperanzas y temiendo no me solicitase otre para darle
la ganancia de solicitador mío, deseoso de no me desaperroquiar, me
apuntó cierta vereda y camino para abreviar mi negocio, diciéndome
que por el camino que él me apuntaba había tanta diferencia para
negociar como hay diferencia en andar un camino a caballo y con
acicates a las quince, o andallo a pie y con muletas y a legua por día y
a veces tornar atrás; y añadió:
—Y con todo eso, es vía ordinaria.
¿Qué cosi cosi? Pensó el necio que ignoraba yo aquella junciana si
la quisiera usar, y así le dije:
Castidad de Justina.
—Señor mío, no me está a cuento la abreviatura que me ofrece de
mi negocio. ¡A otro hueso con ese perro!
Entonces él, por abonar su yerro, me comenzó a decir:
Excusa de hipócritas.
—Pues en verdad, señora, que han venido a mí pleiteantas que
han seguido mis consejos, y alguna pleiteanta entró a pie, pobre y sin
blanca, que salió con sentencia en favor y con dinero de sobra y a
caballo, y todo por orden mío.
322 LA PÍCARA JUSTINA
sólo con grojear), sino en lo que verás. Mas como para un trato tan
mecánico como este era necesario bajar el entono, determiné mudar
pellejo como culebra, quiero decir mudar de vestido.
Vestido de hilandera.
Así lo hice. Recogí mis joyas, corales y sartas, mis sayuelos y mis
sayas, mi manto y rebociños, y quedeme —como representante
desnudo— con sola una sayita parda y corta, una mantillina blanca,
mi zapato mocil; en fin, a lo hilandero.
Ello, el jemecillo de cara siempre puesto en razón, que por
virtuosa que sea una mujer, nunca se suele olvidar desta estación, y
yo, en particular, siempre tuve por opinión que no hay traza buena
que no tenga en la cara el molde; y esto mejor lo sé entender que
explicar.
En la cara, el molde de las trazas.
Puesta, pues, como pícara pobre —aunque no rota—, fui una o
dos veces a pedir lana para hilar en compañía de la vieja mi
huéspeda, y traíamosla de casa de un cardador que vivía junto a San
Andrés.
Cardadores, muy barbados.
Era el cardador muy barbado, como ellos suelen serlo de
ordinario, a causa de que el aceite y el arroyo de Berrueces tienen el
arrendamiento de las barbas de España.
Ya yo tenía prevenida a mi vieja que llevase más lana de la
ordinaria para que yo la ayudase a hilar.
Remoquetes de cardadores.
Ella la pidió de muy buena gana, y el cardador me la dio de mejor,
y aun me prometió que para mí nunca faltaría lana en su casa. Los
cardadores no dejaban de decirme sus remoquetes, y yo los llevara
menos mal, si no fuera que aquel olor del aceite me daba intolerable
fasquía. Mas decíanme mis compañeras que, cuando melindreando
decía:
—¡Ay, Jesús, con el aceite, y qué mal huele!
Se me ponía el rostro como unas flores. Era sin duda de pura
congoja, y ahora echo de ver cuán bonita estaba, pues mientras más
me enfadaba yo, más se desenfadaban conmigo los de la carda.
Interés villano.
¡Ah, interés villano, que para poseer tu gusto es necesario comerte
como perdiz manida, con las narices tapadas!
Fuerza del interés.
¡Oh, interés, interés! No me admiro que esfuerces a pasar mil
mares de agua en navíos de frágil madera, ni que al delicado galán y
LA PÍCARA JUSTINA 325
lanudos, viendo que ahorraban de tan malas caras y que el trueco era
tan bueno. Con esto, entablé yo mi juego como se podía desear.
¿Pensarás que pretendía yo hilar esta lana? Mejor me trasquilen, que
yo tal quise ni hice. Yo te diré lo que hacía: yo traía la lana y
encargaba a las vecinas que la hilasen delgada, igual, lasa y a
provecho. Cobraba el hilado, tornábalo, y dábame el dinero.
Dirás ahora:
Declara la ganancia.
—¿Pues esa es la famosa traza que Justina tanto cacareó? ¿Pues
qué ganaba Justina en trajinar cada día treinta o cuarenta libras de
lana? ¿Negros doce maravedís? ¡Gran cosa! Antes parece que era
perder tiempo y servir de balde, y ser como el sastre del Campillo y la
costurera de Miera, que el uno ponía manos y hilo, y la otra trabajo y
seda.
Caso puesto por mercader.
Advierte, y no te engañes, que si no miras más de a cómo lo he
contado, es como caso de conciencia en materia de restitución puesto
por boca del mismo mercader interesado, que lo afeita de manera
que, si encuentra un nuevo teólogo buscadero, de los de a ciento en
carga, no sólo le tumbará, pero harále parecer que un promontorio de
injusticia es monte de piedad, y una manifiesta usura es una variedad
heroica.
Sábete que, en esto de pedir yo la lana y traerla y llevarla por mi
mano, tenía yo muchas e infinitas ganancias que yo había aprendido
de hilanderas famosas, que, si como me enseñaron a hilar lana, me
enseñaran a enhilar rosarios, ellas me aprovecharan más y yo me
engañara menos. Pero ya ves que hago alarde de mis males, no a lo
devoto, por no espantar la caza, sino a lo gracioso, por ver si puedo
hacer buena pescadora.
Al punto que yo llegaba en casa del maeso, los cardadores,
desvalidos y a porfía, se levantaban a tomar el peso y pesas para
pesarme las libras de lana que se me habían de dar para llevar, como
colectora y agente de mis viejas, para que hilasen.
Pesadores infieles.
Y entonces, ora por descuido del que pesaba —que atendía más a
verme que a poner el peso y pesas en razón—, ora por hacerme placer
y obligarme, ora por mi ruego, ora porque yo daba al peso un
pasagonzalo a lo disimulado, me solían dar dos o tres onzas y a veces
un cuarterón de más.
Mermas en la lana hilada.
LA PÍCARA JUSTINA 327
recebir las mujeres lana en secreto, y debajo de los pies le salen a una
mujer embarazos.
Tornábanla, y después iba yo a ventura de que los oficiales y mi
ventura y mis diligencias me valiesen. Con este tratillo muerto vine a
revivir y juntar muy buenos reales, con que hice mis negocios,
pasando como marquesa, y de lo restante, compré una borrica que
me costó veinte ducados, que las borricas de aquella tierra andan
muy subidas.
Esta di a comisión a un aguador por un real y de comer cada día,
y él sacó en condición que las fiestas gozase de los alquileres de
trajinar dueñas honradas. Y corríasele el oficio, porque había entonces
en aquel pueblo unas doncellas amovibles y algunas viudas de oropel
y cierta camarada de mujeres que parecían de casta de nabos, que
para no se esturar, es necesario revolverlos y menear la olla.
APROVECHAMIENTO
En las hilanderas hay muchas marañas y embustes para hurtar lo que se les
encarga, y deben restituirlo, porque en tanta cantidad de menudos, vienen a
defraudar notablemente.
LA PÍCARA JUSTINA 329
CAPÍTULO TERCERO
DE LA VIEJA MORISCA
Suma del número.
CANCIÓN MAYOR
Habla con Calíope.
Finge el autor que, de enfado desta
inicua vieja, no quiere aun sumar
el número en verso. Es figura
retórica que encarece la materia.
¡Que no viera yo un barbero acaso,
o siquiera un albeítar no se hallara,
que con ballestilla o mano de mortero,
de la vena poética sangrara
un triste rozayerbas del Parnaso!
¿No basta media vez decir no quiero,
sino que a fuer de fuero,
me pidas, Musa mía,
que con mi talante
los hechos de una vieja en verso cante?
Que doña Lucía,
si no una parca, una arpía en el alma y gesto,
vaya en prosa, que de verso sobra aquesto.
Símil. Pinta un río y su ornato.
Justina, río, y la vieja, mar.
Encarece las astucias de la vieja.
A
SÍ como los caudalosos ríos se van ufanamente gallardeando
por junto a las márgenes de la tierra, sustentando un paso
grave y entonado, usando de sus hinchadas olas como de
brazos para ir poniéndolos sobre las cabezas de las tiernas plantas
que a uno y otro lado le acompañan, llevando un ruido majestadoso y
autorizado, pero en entrando en la corte de la mar, en presencia del
emperador Neptuno, enmudecen y se esconden, sin dar más
muestras de autoridad que si se hubieran convertido en terrestre limo
o polvo seco y menudo, así yo, la que entre estudiantes, galfarros,
barberos, mesoneras, bigornios, pisaverdes, mostré mi entono, sin
poder alguno medir conmigo lanzas iguales, reconociéndome todos
superioridad, dando a la excelencia de mi ingenio título de grandioso,
ahora que entré a competir con el mar de una morisca vieja,
hechicera, experta, bisabuela de Celestina, me verás rendir mi entono
330 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Mujeres viejas que son indevotas dan indicio que son un abismo de mil
miserias y hechicerías.
334 LA PÍCARA JUSTINA
CAPÍTULO CUARTO
DE LA HEREDERA INSERTA
U
N martes, a la noche, se levantó una gran tempestad de
truenos, relámpagos, aires, lluvia y turbiones que ponían
grima, Yo encendí una vela bendita y púseme a rezar. La
vieja fuese a otro aposento, y pensé que se iba a acostar, porque ella
no temía nada destos embarazos.
Como dormía con luz por defuera y miedo por de dentro, no
pude enristrar el sueño, ni aun pude acabar con mi fiel corazón que
dejase de dar aldabadas a la puerta de mi imaginación, el cual, por
instantes, las daba a las puertas de mi alma para que recordase y
escudriñase lo que pasaba.
Levanteme y vestime, y fui al aposento de la vieja por salir de la
inquietud que me atormentaba sin saber la causa. No hube bien
entrado, cuando veo mi vieja papo arriba, como trucha amorguada,
que estaba muy en sana paz dando la última bocada.
Verdaderamente, confieso que en verla muerta perdí algún tanto del
LA PÍCARA JUSTINA 335
APROVECHAMIENTO
Nota las falsas lágrimas de una mujer, las astucias de una doncella, la
codicia de una mozuela, sus embustes y mentiras, y todo te sirva de
escarmiento y de aviso.
—oOo—
CAPÍTULO QUINTO
DEL SACRISTÁN IMPORTUNO
SEGUIDILLA CORTADA
Señor sacristán, vay con el Dia-,
que no quiero honras que cuestan ca-.
Mirar de casa con ojos señoriles.
Y
A que la gente, después del entierro, me trajo a mi casa y tuve
segura posesión del arca del tesoro y del tesoro del arca, paseé
la casa toda muy bien y vi el mueble, que era poco, pero no
malo. Verdad es que los vestidos estaban más a propósito para sacar
dellos polilla que dinero.
Estando mirando lo que en casa había, llamó a la puerta el
sacristán, que era una sal; digo en el color, que en la gracia era una
salmuera. ¡Lindo talle para trasgo! El sacristán más asacristanado que
comí en toda mi vida. Era lego, soltero y bien soltero, aunque a los
principios no se atrevió a soltar.
Sacristán, pide el dinero del entierro.
Venía el bueno del hombre por el dinero del entierro, que eran
cinco ducados, en honor y reverencia de los cinco sentidos corporales.
Hablome con tres mil retruecanos y cortesías, dicho todo con una
manera de angustia, que entendí que era segundo mortuorio a humo
muerto. En resolución, él me dijo que entonces no quería más de un
LA PÍCARA JUSTINA 341
APROVECHAMIENTO
Un loco amor lo menos que acarrea es deshonor.
—oOo—
CAPÍTULO SEXTO
DE LA PARTIDA DE RIOSECO
SÉPTIMAS DE PIES CORTADOS
E
NTRE la hacienda que había en casa, encontré dos
obligaciones: una, contra una morisca muerta, y otra contra
otra viva, la cual yo conocía y aun la temía, porque ésta sabía
muy bien que yo no era nieta de la vieja, sino que todo era trama, y
para que no me descubriese, usé de este ardid.
Yo le dije:
—Hermana, veis aquí una obligación de seis mil maravedís que
debéis a mi abuela. Ella me la dio y entregó para que cobrase de vos,
344 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
Pondera el gran descuido de tomar santas devociones para encaminar a Dios
el matrimonio santo, por lo cual hoy día tienen los matrimonios fines tan
aviesos y desgraciados.
LAUS DEO
348 LA PÍCARA JUSTINA
LA PÍCARA JUSTINA 349
LIBRO CUARTO
DE LA PÍCARA NOVIA
350 LA PÍCARA JUSTINA
CAPÍTULO PRIMERO
DEL PRETENDIENTE TORNERO LLAMADO
MAXIMINO
Suma del número.
REDONDILLAS DE SOLOS DOS CONSONANTES,
DE MANO DE JUSTINA
Máximo de Umenos pretende a Justina;
finge ser más de lo que es. Infórmase
Justina, deséchale y dale baya donosa.
Un Maximino de Umenos,
por ir de menos a más,
quiso, ni poco menos,
poseer en mí lo más.
Fingiome ser, cuando menos,
Mendoza, Guzmán y aun más;
mas todo fue por demás,
porque era un pelón y aun menos.
Yo le dije: —No haya más,
señor mínimo de menos;
que ni tengo amor de más,
ni tengo seso de menos.
Y no me torne aquí más,
señor tornero; a lo menos,
visite mi casa menos,
si quiere no tener más.
Dijo Umenos: —A lo menos,
no me quitarás jamás
que te quiera mucho más,
cuanto me quisieres menos,
Si ansí procedes de hoy más,
tal es lo más cual lo menos;
ruégote vamos a menos
y no me envides más y más.
LA PÍCARA JUSTINA 351
D
OS cosas hay en los pueblos pequeños que no se pueden
esconder: almoneda y moza casadera. Y como me olieron a
víspera de novia, iban y venían pretendientes como la
vanagloria.
Descripción de Umenos.
El primer pretendiente mío (a lo menos, de los primeros) fue uno
tan faltoso de hacienda y traza cuan sobrado de amor y buen despejo,
mocito espigado, barbiponiente, bermejuelo, pintojo, espadachín, no
mal talle, sino que tenía la cabeza chica, que parecía porra de llaves,
señal de poco seso, y la cara hoyosa de viruelas, tal que parecía molde
de picar botas. Llamábase Maximino de Umenos, y aun era menos de
lo que parecía. Éste, después de haber hecho algunas
352 LA PÍCARA JUSTINA
remedio como mejor podía, y que yo era libre para hacer mi gusto, y
por no perder ocasión ninguna que fuese dél, le comencé a dar un
poco de baya, y volviendo el rostro al sesgo como se usa entre
matraquistas de la hampa, le comencé a decir veinte cosas.
Matraquea Justina al pretendiente y
zahiérele con su misma información.
—Sor tornasolado —le dije—, dígame por vida de ese banco de
botonera y por esas barbas de oropel, ¿no halló otro oficio que más
me cuadrase que el de tornero veraniego? Pues ¿tan amiga le parece
que soy de maridos que tengan oficio de a pie quedo y de siempre en
casa?
Fisga de que se llamó tornero.
Pues ¿no ve que siendo tornero de dos de queso, en faltándome
qué hacer, le enviara por cuernos al Rastro para que torneara tinteros
para toda la vecindad?
Fisga del aderezar garrochones para torear.
Dígame, ¿tantos toros pensaba correr, siendo mi marido, que se
ofreció de aderezar lanzas y garrochones con que torearlos?
Fisga de que dijo daba cuenta de caballos.
Consuélese con que sabe poner en orden caballos, que para
cuando haya de salir de semejantes ocasiones tan avergonzado como
corrido, estarle ha bien, y saldrá encima de esos caballos.
Pregunta Justina de qué pensaba servirse della.
Una cosa le quiero preguntar, y respóndame, que yo le doy
licencia que me hable: ¿Por qué en aquella relación que me hizo de
sus oficios, calidades y partes, no me dijo en qué le podía yo ayudar
en aquel oficio de torneador veraniego? No hube bien preguntado
esto, cuando el mancebillete me respondió sin maldita la pepita:
Responde sin vergüenza
y echa pullas a Justina.
—Sora mía, yo la diré a voarced de lo que me había de servir si
matrimoniáramos los dos. Habíame de hacer cordeles de cerro y
amolar las puntas a los clavos de trompos y peonzas, porque los
muchachos dejaran toda la ganancia en casa.
Enójase Justina con Maximino y hácele fieros.
Aquí confieso que me enoje en un si es no es, y me desprendí dos
alfileres de la paciencia, y sin ellos y sin ella, le dije:
—¡Muy pícaro de a ocho en cuarterón! Lo que ha de hacer es ir a
buscar moza a Úbeda, donde son los buenos cerros, y busque una
aguzadera de puntas de trompos en la manflota, que, Dios es mi
padre, si otra vez me mira al rostro ni estampa el pie veinte y cinco
pasos de mi puerta, le haga yo al trompero trompón, no sólo ir
LA PÍCARA JUSTINA 355
APROVECHAMIENTO
Los que pretenden casarse en estos tiempos mienten en su calidad y casi en
todo, siendo el contrato que con mayor verdad se debe tratar.
—oOo—
CAPÍTULO SEGUNDO
DEL PRETENSOR DISCIPLINANTE
Suma del número.
LIRAS DE PIES CORTADOS
Un hidalgo, hijo de viuda, no pudiendo
de otra suerte, ronda a Justina en
hábito de disciplinante. Justina
le envía corrido.
Un pelón desgarra-
que andaba amartelado por Justi-,
por verse remedia-,
pidió al dios Cupi-,
le diese de limosna un buen vesti-.
El ciego de Cupi-,
como ciego, pobre e inocent-,
le dio un pobre vesti-,
más para penitent-
que para ostentación de pretendient-.
Amor es inventivo.
Dio al triste amant-
camisa, capirote y discipli-,
y, hecho disciplinant-,
pasea su Justi-,
mostrando en azotarse gallardi-.
LA PÍCARA JUSTINA 357
N
O se le puede negar al amor que es inventivo y que en trajes
y disfraces tiene la prima. No trato del amor excelentísimo,
porque en m casa llueve como en Toledo, de las tejas abajo,
que no soy Ícaro, ni Phaetón, ni Simón Mago, ni marqués de las
nubes, para que el vuelo de mi lengua y pluma suba medio coto sobre
el caballete de un tejado.
Amor muda trajes.
Digo, pues, que con justo título se le dan al amor de inventivo,
pues muda y disfraza como quiere las gentes.
Portugués, muere vestido, y por qué.
Porque quien es tan poderoso para en un instante trocar las almas,
no es mucho que lo sea para trocar los vestidos, si no es que sean los
vestidos del otro portugués, que se vistió para morir, y dijo: Ahora,
máteme Deus, con condezaon que el día do juicio no me tire este vestido o
truque, que eo quiero que co o meo me faga Deus ben.
El amor ha dado todas las libreas.
Muchas cosas te pudiera decir por donde conocieras los raros
disfraces y ensayos del amor, mas por ahora me contentaré con
decirte uno de los más donosos que has oído, y es de un pretendiente
mío que, no teniendo otro modo ni manera cómo hablarme, dio en
vestirse de diciplinante para que no le faltase al amor librea que haya
dado a los suyos.
Hijo de viuda.
En mi pueblo había un hijo de una lavandera viuda muy regalón
y muy hijo de viuda.
Madre de Jauja.
Éralo tanto, que él solo se sentaba a comer a la mesa y su madre le
servía, como si fuera madre al uso de Jauja. Nunca la llamaba mi
madre, sino la mi lavandera.
Provechos sin provecho.
Harto tenía la madre que afanar para sustentarle a él. El provecho
que dél se tenía en casa no era sino sólo que, estando él en ella, jamás
se endurecía ni tomaba de moho el pan, y para pasar dos azumbres
de vino de un aposento a otro, no había menester bota, ni jarro, ni
358 LA PÍCARA JUSTINA
cuero. También había su madre dél otro provecho, y era que cada día,
después de comer, la contaba un pedazo de la historia y descendencia
de los Machucas, y concluía siempre diciendo:
Porfía necia del presumido hidalgo.
—Lavandera mía, desta gente fue vuestro marido y mi padre, que
sea en gloria. Hidalgo era, aunque pese a ruines hombres, que
aunque le hicieron pechero, fue cosa injusta, y el rey nos debe todos
los pechos mal llevados desde docientos años acá. Yo soy hidalgo,
que en Castilla el caballo lleva la silla.
Con este cuento andaba la madre tan pagada, viendo que su hijo
no era sólo hidalgo, sino becerro de hidalguías, y daba sus servicios
por bien empleados en razón que de su linaje hubiese en el mundo un
hidalgo. En fin, la pobre vieja andaba machucada y él muy pomposo
por el lugar.
Talle del disciplinante.
Tenía el mozo no mal talle, antes era alto, bien dispuesto y por
extremo blanco, y de tan buenas carnes como mal espíritu. Púsosele
en la cabeza casar conmigo.
Ladrón perezoso.
Gustara él para esta aventura hallarse muy vestido y arreado, mas
no le fue posible por ninguna vía, porque aunque él quisiera hurtar
algún vestido negro mal guardado, no le había en el pueblo, que por
entonces no vestían los de Mansilla paño guineo, ni tampoco era para
el oficio de ladrón, porque por no llevar él una mala noche anduviera
en cueros.
Esta ocasión de verse con tan poca ropa le detuvo de venirme a
hablar cuerpo a cuerpo y decirme su razón. Sí que pasaba él con otros
por la calle y miraba hacia mi ventana, mas tornando a mirarse,
deshacía la rueda de los ojos y alentaba las del cuerpo para pasar de
largo.
Vestidos del pretendiente pobre.
Sin duda que le vi un día con unas calzas que, para no perderse el
pie y pierna al embocarse en ellas, era menester una guía de hilo a
hilo; los gregüescos tan repelados, que más traía gesto de toreador
acornado que de pretendiente amoroso; sayo y capa de la misma
suerte.
Hidalgo porfiado.
Y con andar ansí, era tan poderoso para con él la descendencia de
los Machucas, que forcejeaba contra la tempestad de sus trapos y
pobreza, pretendiendo arribar al tálamo de Justina, la hidalga.
Diciplinante rondador.
LA PÍCARA JUSTINA 359
APROVECHAMIENTO
El loco amor vuelve los hombres locos y hace que con vergüenza y deshonor
sea castigado quien le admite en su alma.
LA PÍCARA JUSTINA 363
CAPÍTULO TERCERO
DE LOS PRETENDIENTES QUE NI QUIERO
NI CREO
Suma del número.
REDONDILLAS
DE PIES ESDRÚJULOS
Refiérense los pretendientes que
desechó Justina, que son varios.
Aquí verás junto al tálamo
la celebérrima Phílide,
y festejar a Amarílide
el amor con dulce cálamo.
Aquí verás la matrícula
de muchos míseros zánganos,
que con almas de canícula
tienen bolsas de carámbanos.
En fin, verás que amor, si es pobre y pícaro,
alas da, pero son alas de Ícaro.
A
SÍ como en un cuerpo humano vemos que su hermosura no
consiste toda en ojos, que eso fuera ser el hombre puente, ni
toda en pies, que eso fuera ser copla, ni toda en brazos, que
eso fuera ser mar, ni toda en manos, que eso fuera ser papel, sino que
también requiere la hermosura que haya uñas, cejas, cabellos, vello y
otros excrementos, así el conocer el honor de haber sido pretendida
no consiste en que se conozcan los amantes admitidos tanto cuanto en
que se conozcan los desechados, que son como excrementados. Estos
han de honrar mi historia.
Los pretendientes desechados
honran a las damas.
Estos desechados honran a las damas como espina a flor, como
cabeza de tirano a pies de capitán, como cautivo acoyundado en carro
de triunpho.
Mozas casaderas, compiten
con todos los vientos.
364 LA PÍCARA JUSTINA
APROVECHAMIENTO
La mujer vana es terrero de necios en quien hacen suerte los locos y de poco
seso, y el vano amante es vil esclavo, que en las minas de su proprio cuerpo y
alma cava el azogue y metales para pagar el verdugo de sus gustos, que es la
mujer a quien sirve y el proprio amor en quien idolatra. Y finalmente, no hay
quien no compre el amor a dinero.
LA PÍCARA JUSTINA 369
CAPÍTULO CUARTO
DE LAS OBLIGACIONES DE AMOR
Suma del número.
HEXÁMETROS ESPAÑOLES
Dice Justina qué causas la
obligaron a amar a su Lozano, y
las que generalmente obligan
a todas las mujeres, y encarece
por la mayor el interés.
Tanto crece el amor cuanto la pecunia crece,
que hoy día todo a él se rinde y todo le obedece.
V
ARIAS semejanzas y jiroblíficos dibujaron los antiguos para
por ellos significar qué cosa es la mujer, pero casi en todos
iban apuntando cuán natural cosa le es buscar marido para
que la apoye, fortalezca, defienda y haga sombra, ca aun pintadas, no
nos quieren dejar estar sin hombres.
Símil de la paloma y la yedra.
Unos la dibujaron en la paloma, porque esta ave sin hembra
conocida, jamás está en palomar ni la hembra sin el macho. Si así nos
pareciéramos a ellas en tener la yel en el zancajo, no fuera malo.
Otros, por la yedra, por cuanto esta planta jamás puede prevalecer sin
tener parte de adonde asir, en tanta manera, que por asirse
fuertemente a lo que topa, suele derribar los muros, a cuya causa
establecieron las leyes que no plantasen yedra junto a los muros, lo
cual he visto yo traer a propósito de que las mujeres hagan menos
sombra en los muros de la república y demoronen menos cal. Bien
aludieron a esto los que dijeron ser la mujer una planta que en ojos,
frente, cabellos, manos y vestidos tenía raíces como de yedra para
prender doquiera que acostase.
Varios epítetos de la mujer.
Otros llamaron a la mujer tierra, otros agua, otros aire, otros fuego
y otros cielo, y aunque esto fue dicho a diversos propósitos, conviene
a saber: que por su bajeza y menoría, la llamaron tierra; por su
parlería, ola, y por su fecundidad, mar; por su instabilidad, aire; por
su cólera, fuego, y por su hermosura, cielo.
Mujer, salió del hombre y a él desea tornar.
370 LA PÍCARA JUSTINA
Pero todos estos epítetos convienen en que así como todas estas
cosas buscan su centro y natural región para conservarse y el cielo
polos y ejes en que apoyarse, así la mujer, naturalmente, apetece
hombre que la defienda, y como salió del hombre, que es su centro, al
mismo quiere tornar para adquirir su conservación, si ya no es que lo
apliques a que una mujer dentro de una casa es junta la contrariedad
de todos los elementos. ¡Hola, amigo, basta! Lo aplicado estaba
bueno.
Viendo, pues, yo que allende de las comunes y generales
obligaciones que las mujeres tenemos de ser varonesas y buscar
varón, a mí me corría tan particular por el aprieto en que me vía, me
casé con un hombre de armas a quien yo había nombrado curador y
defensor en los negocios de mi partija.
Modo de bien querer.
Este hombre de armas me armó, y si quieres saber cómo fue, no
digo más sino que me miró y mirele, y levantose una miradera de
todos los diablos, semejante al humo de cal viva. Ahora, ¡qué cosi,
cosi! Solía yo con este hombre hablar de la oseta y meter más ruido y
armonía que gorrión en sarmentera; mas luego que le quise bien,
nunca tuve palabras.
Amor tiene pocas palabras.
Sin duda es que diz que el dios de amor condena a los parleros a
que saquen la lengua por los ojos y el corazón por las manos. Ya es
verdad que en esto de sacar la lengua, siempre apelamos con las mil y
quinientas.
Amor tiene ciertos dos tiros, y cuáles sean.
Pienso, sin duda, que la causa que movió a pintar al dios Cupido
con dos saetas es porque el amor tiene dos tiros: el uno al corazón y el
otro a traspasar la lengua.
Amor, por arrogante, tiene los ojos vendados.
Símil a propósito.
Y eslo tanto, que para mostrar su destreza se venda los ojos, como
el diestro tañedor que para hacer ostentación de su arte no mira al
juego del instrumento más que si fuera ciego.
En resolución, digo que como el verdadero amor nunca echa su
caudal en palabras, al punto que en nuestras almas entró, vació el
alma del aire con que se hacen las palabras, y metió en su lugar fuego
con que abrasa los corazones. Era fuego y quememe, que ni soy
Larins, ni Setin, ni Arbeston, ni pabilo de la vela de Venus, ni mantel
de Plinio, ni dedo de Pirros, ni cuerpo de Falisco para que el fuego no
me queme.
LA PÍCARA JUSTINA 371
APROVECHAMIENTO
Una mujer libre a la misma Iglesia santa pierde el respeto y en ella se
descompone, porque quien niega a Dios la posada de su alma y la tiene tan
en poco que, de casa de Dios, la hace pocilga de demonios, tampoco atiende
cuán digno es de suma reverencia aquel divino templo en que Dios está real y
verdaderamente.
LA PÍCARA JUSTINA 377
CAPÍTULO QUINTO
DE LA BODA DEL MESÓN
Suma del número.
REDONDILLAS EN TROPEL
Casó Justina en Mansilla,
y tañérone y cantárone
y bailoren y danzárone.
Hubo cien mil maravillas
y trecientas mil cosillas.
Y
A que vino el día de mi casamiento, si no lo han por enojo,
amaneció, y amaneció puro sol de boda, de suerte que era
necesaria muy poca astrología para adivinar por el sol que se
casaba Justina aquel día, porque salió el sol con su caraza de harnero,
todo muerto de risa, dando porradas en las gentes, que son las
cualidades de novios de aldea, según dijo el buen Cisneros.
En todo hay opiniones.
Por la mañana me vinieron a tocar mis vecinas, y me tocaron más
que si si yo fuera portapaz. Fue tal la prisa de tocarme, que riñeron
sobre mis toquijos, que en todo hay opiniones, hasta en tocar una
novia.
378 LA PÍCARA JUSTINA
Otros tenía hechos con pimienta, pero no los quise servir, por
creer que era hacerme a mí la burla y ponerme a peligro de gastar
otro tanto de vino. Lo de las estopas me dio mucho gusto, porque
hubo hombre que con las estopas en los dientes se halló más
embarazado y enredado que si tuviera entre los dientes el labirinto de
Creta.
Madrina bebedora.
La madrina comía poco, porque con el enojo de los tocados se las
juró a un pichel, porque tenía en el pico pintado un rostro semejante a
la que sin su orden me había tocado, y con la saña asió el pico y del
pichel y dio tanto en él, que no le dejó, con ser de azumbre, gota de
sangre. Mira tú cuál estaría para darme los consejos que suelen dar
las madrinas.
La madrina ronca.
Yo me viera harto corrida si no proveyera la fortuna que esta se
durmiera, a tan buen son, que al de su ronquido se dieron algunas
zapatetas.
Bailan corregidor y corregidora.
Una cosa muy calificada tuvo la boda, y fue que bailaron
corregidor y corregidora y los corregidoricos y todo.
Baile de la boda; baila la hija del corregidor.
Una hija del corregidor bailó bien, y recibiendo dello gran gusto
su padre, la dijo que pidiese cosa de su gusto, aunque fuese la mitad
de su reñón.
Petición por el gusto del baile.
Ella le pidió una cabeza de ternera y una caja de carne de
membrillo y unas medias lagartadas. Mas él le dijo en su casa a solas:
—Hija, no lo decía por tanto. Cabeza, yo te la daré. Di tú a la moza
de casa que vaya al Rastro por una de cordera tierna, y cata ahí una
cabeza de ternera. Lo otro que pides no se usa en esta tierra ni
pertenece a mi reino.
Baile del sacristán; dice a la gala.
También el sacristán bailó su poquito y aun zapateó un si es no es,
y aun algo más de lo que sus bragas requerían. A cada zapateta,
repetía:
—A la gala de San Martín.
El bendito decíalo por honrar al patrón de la parroquia en que nos
casamos, que se llamaba San Martín, mas algunos bellacos,
maliciando que lo hacía el sacristán en honor y reverencia del vino,
que era de San Martín, le comenzaron a arrendar, y tras cada
zapateta, decían:
LA PÍCARA JUSTINA 381
Pide paga.
Dios nos dé salud a todos; a los lectores para que sean paganos,
digo para que los paguen; y a mí para que cobre, y no en cobre,
aunque si trae cruces y es de mano de cristianos lo estimaré en lo que
es y pondré donde no lo coman ratones.
Soy recién casada. Es noche de boda. A buenas noches.
APROVECHAMIENTO
Generalmente, en el discurso de este primer tomo y en el de la mocedad de
esta mujer, o, por mejor decir, desta estatua de libertad que be fabricado,
echarás de ver que la libertad que una vez echa en el alma raíces, por
instantes crece con la ayuda del tiempo y fuerza de la ociosidad. Verás ansí
mismo cómo la mujer que una vez echa al tranzado el temor de Dios, de nada
gusta, si no es de aquello en que le contradice, siendo ansí que sin Dios no
hay cosa que merezca nombre de gusto, sino de pena mayor que los mil
infiernos. Mas como Dios sea infinitamente bueno, de los Males saca bienes
para los suyos y para su divino nombre, honra y gloria.
—oOo—
LAUS DEO