Gestionar Tus Emociones
Gestionar Tus Emociones
Gestionar Tus Emociones
ANA SOTILLOS
A veces las emociones toman las riendas de las situaciones y nos dominan, nos bloquean e
impiden que tomemos las decisiones correctas. Así puedes conocerlas y aprender a
gestionarlas mejor.
Conocer las propias emociones hace que las dominemos y utilicemos en beneficio propio.
Pero, con frecuencia, se enseña poco sobre ellas y las vamos conociendo, muchas veces, de
forma brusca o poco agradable. ¿Cómo tomar las riendas de la situación y conseguir ser
nosotros nuestro propio director de orquesta? "A través de un proceso
de autoconocimiento vas a detectar tus propias emociones. Luego, utilizando y practicando
técnicas y metodologías, podrás aprender a gestionarlas mejor", explica Estanislao
Bachrach, doctor en biología molecular, en su libro En el limbo (Grijalbo). "Tienes que
transitar este aprendizaje creyendo en ti, queriendo y estando dispuesto a practicar,
equivocándote, muy probablemente en el intento", añade.
“El primer paso para gestionar las emociones es conocerse mejor.” Tomás de la Fuente
Empieza por entender y registrar tus creencias, son clave para comprender tus emociones.
Las creencias influyen en la forma de interpretar lo que nos sucede, y junto con otros factores
determinan como nos sentimos frente a diferentes circunstancias.
Utiliza la neuro plasticidad. Se ha demostrado que, además de lo que llevas en tu herencia
genética, tu contexto y cultura, la forma de pensar y sentir también produce cambios
estructurales en el cerebro. Para reconducir tu neuro plasticidad es necesario: focalizar los
pensamientos en el cambio (a través de la meditación, por ejemplo), cierto sentido de
urgencia (que se liberen neurotransmisores en proporción adecuada al cambio),
y dormir/descansar (que es cuando el cerebro se resetea).
La importancia de la epigenética. "Tus emociones pueden activar secuencias genéticas, pues
el contexto exterior que te rodea provoca que envíes señales químicas a tus genes, para que
se enciendan o apaguen a través de las emociones que vives".
Para sentir más gratitud: focalízate en que haya más momentos para sentirla, pensar
cada mañana en cosas por las que te sientes agradecida, dar las gracias con frecuencia
a las personas que cruzan en tu vida...
Para practicar la confianza, es muy eficaz visualizarse a sí mismo tras haber
conseguido el propósito que persigues y pensar en cómo te sientes.
Si quieres ser más decidida, te ayuda seguir la regla de empezar a hacer algo al
respecto en los cinco segundo siguientes a haber tenido una idea, elaborar una lista de
cosas que sueles posponer o procrastinar, y empezar a llevarlas a cabo poco a poco.
Para construir tu autoestima es bueno hacer una lista de los logros conseguidos cada
día, además: vivir conscientemente, aceptarse, vivir con un propósito, emplear la
afirmación comunicándote de forma asertiva contigo misma...
Se consciente de ellas, reconoce las emociones que no te gustan pero que forman
parte de ti misma.
Analiza su por qué, muchas veces lo importante no es la emoción en sí misma sino lo
que la originó.
Distánciate. Observa las emociones que consideres negativas sin apego.
Etiqueta las emociones. La idea que pasó por tu cabeza en un momento determinado
no forma parte de ti. Así será algo de lo que puedes despegarte con más facilidad.
Intenta no darle tantas vueltas al mismo pensamiento. Los psicólogos hablan
de ideas rumiantes, que ocupan los pensamientos una y otra vez.
Cuando una emoción está demasiado presente es una emoción memorizada. Pero el
deseo de cambiarla y el entrenamiento mental (como la meditación) pueden ayudar a
cambiarla. La neuro plasticidad nos demuestra lo abierto a los cambios que está el
cerebro.
Seguro que alguna vez has explotado y, a los pocos minutos, te has arrepentido. O te has sentido desbordada
por alguna situación y tus emociones se han disparado. Así puedes reeducarlas y afrontar
las dificultades con más calma en esos momentos en los que el cerebro está en plena acción con
tus emociones.
Nuestro maravilloso cerebro no solo sirve para pensar. Atrás queda la creencia de que en ese
órgano solo caben la razón, la lógica y el aprendizaje, porque entre sus múltiples tareas también
está la de procesar nuestras emociones. Oculto en lo más profundo del cerebro se encuentra el
sistema límbico, una red de conexiones neuronales que reciben y mandan información
emocional a nuestra parte cognitiva. La neurocientífica Nazareth Castellanos, de Nirakara Lab,
nos lo aclara mejor: "imaginemos que el cerebro es una naranja donde la piel es la corteza. Esta
se encarga de la información de la que somos conscientes (lo que hablamos o escuchamos). Pero
esto debe procesarse antes, en zonas del interior del cerebro, donde destaca una pequeña
estructura conocida como amígdala. Esta es información no consciente". Y nos explica el
recorrido con un ejemplo: "desde que me dices algo y yo soy consciente de ello, pasa un cuarto
de segundo. Dices 'hola', por ejemplo, que llega a mis oídos; estos lo transforman en electricidad
y el cerebro reconoce las palabras y les otorga un contenido emocional en la amígdala. Cuando,
por fin, todo ha sido procesado, el mensaje llega a la última capa del cerebro: la corteza,
encargada de planificar nuestras acciones, gestión del comportamiento, la atención y la
memoria, entre otras cosas. Entonces soy consciente de lo que me has dicho".
“El control emocional ayuda a afrontar mejor las dificultades de cada día.” Tomás de la Fuente
Una vez que la amígdala reacciona frente a un mensaje, manda conexiones al hipotálamo (otra
estructura del sistema límbico), que activa los músculos, sube la frecuencia cardíaca, la sudoración y
el cuerpo actúa. "La emoción sin sensaciones corporales no es emoción. Sin cosquilleo, tensión
muscular, o sin cambio de respiración, no hay emoción".