Plan de Clase Formas de Producir y Comerciar en El Mundo Colonial (4to)
Plan de Clase Formas de Producir y Comerciar en El Mundo Colonial (4to)
Plan de Clase Formas de Producir y Comerciar en El Mundo Colonial (4to)
Grado: 4ºB
MODOS DE CONOCER:
Recorte:
¿Por qué en la sociedad colonial fue jerárquica, desigual y conflictiva?
PRIMERA CLASE
Tiempo: 1 módulo
¿Y cómo piensan que sería la sociedad colonial, más justa o con desigualdades? ¿Por qué?
¿Cómo creen que era la vida de los españoles? ¿Y de sus hijos? ¿Cómo sería la de los
aborígenes? ¿Y la de los negros? ¿Tendrían los mismos derechos?
Propósito del docente: Proponer la lectura de un texto para corroborar qué actores
sociales existían en la época colonial.
Propósito del docente: Presentar a los alumnos imágenes con los distintos actores
sociales para que observen características significativas que den cuenta de las
desigualdades.
¿Qué diferencias existían entre los trabajos que ejercían los blancos y los que
desempeñaban los mestizos, los mulatos y los zambos?
Conversamos…
¿Qué observaron en la imagen? ¿Qué están haciendo los blancos? ¿Y los negros? ¿A qué
se dedicaba cada uno? ¿Por qué los negros servían a los blancos?
3) Completar en tu carpeta:
Hoy aprendí que…En la sociedad colonial existían desigualdades sociales porque las
personas tenían diferentes derechos según su lugar de nacimiento, color de piel o nivel
económico.
Se entregará una fotocopia con esta actividad para realizarla como tarea. Se retomará en
la siguiente clase.
4) En los diarios de la época, era común ver avisos como el siguiente. Léanlo y
respondan.
¿De qué modo les parece que eran considerados los esclavos: como personas o como
objetos? ¿Por qué?
Recursos consultados/utilizados:
Fotocopias con actividades: texto informativo, imagen de la época colonial, aviso del
diario.
Pizarrón y tizas.
En 1776, el rey español Carlos III decidió la creación provisoria del Virreinato del Río de la Plata para asegurar
un control más eficaz de sus dominios americanos. Hasta entonces, Buenos Aires y el interior dependían del
Virreinato del Perú, que tenía su capital en Lima. La enorme distancia que separaba al Río de la Plata de la
cabecera virreinal había despertado la codicia de ingleses y portugueses, quienes lucraban con el contrabando
hacia Buenos Aires y la zona del Litoral, perjudicando a las arcas reales.
El virreinato del Río de la Plata se hizo definitivo en 1778, y cuatro años más tarde se creó el régimen de
Intendencias, que tornó aún más efectiva la supervisión estatal, a la vez que hizo disminuir la importancia de
los cabildos.
El Río de la Plata quedó dividido en ocho intendencias (tres en el actual territorio argentino) y una serie de
gobernaciones militares. Asimismo, se crearon nuevos cuerpos administrativos como la Audiencia de Buenos
Aires (para la justicia) y el Consulado (para el comercio).
La vida cotidiana
La creación del virreinato modificó radicalmente la vida de Buenos Aires y, en menor medida, la de las provincias
del interior. La flamante capital aumentó su población en forma progresiva, creció el número de sus viviendas
(antes con techos de paja, ahora de tejas) y la intensa actividad mercantil elevó el nivel de ingresos de sus
habitantes. Los sucesivos virreyes, por su parte, fueron introduciendo mejoras públicas como el alumbrado
público y el empedrado de algunas calles.
Desde el punto de vista cultural, se crearon el Real Colegio de San Carlos, el Protomedicato (institución donde
se formaban los médicos), el Teatro de la Ranchería y se instaló la imprenta que tenían los jesuitas en Córdoba.
Esto permitió la edición de libros y periódicos que aumentaron el nivel educativo de los habitantes.
En la sociedad apareció un nuevo sector, el de la burocracia, cuyo número de funcionarios aumentó a raíz de
la creación de las nuevas instituciones administrativas. Los funcionarios y los comerciantes _que se dedicaban
a la importación y exportación_, ocupaban el primer rango dentro de la escala social. En su mayor parte eran
españoles, pero en los últimos tiempos del virreinato también había criollos (nacidos en América). El abanico
social se completaba con los esclavos negros, que habían sido traídos de África y se dedicaban, en general, a
tareas domésticas; los gauchos (producto del mestizaje entre españoles e indios) que habitaban la campaña, y
una reducida proporción de indios.
La Iglesia, pese a la expulsión de los jesuitas y al sistema de patronato (estaba sometida al control virreinal)
siguió siendo muy importante y, prácticamente, regía la vida civil.
El rey español Carlos III creó el Virreinato del Río de la Plata el 1 de agosto de 1776 para defender a sus
colonias del contrabando y las incursiones extranjeras
Desde su fundación en 1580, Buenos Aires había vivido a la sombra del vastísimo Virreinato del Perú. Todo lo
que se hacía en la ciudad rioplatense debía ser aprobado antes por Lima, su capital. Pero desde que pasó a
ser cabeza de un nuevo Virreinato ya no hizo falta viajar miles de kilómetros en carretas y a lomo de mula para
recurrir a la Justicia o tratar de obtener algún permiso comercial.
Depender del Perú era muy caro. Las mercaderías salían de España en barco e iban a parar a Panamá. Se
descargaban y se transportaban hasta la otra orilla, sobre el Océano Atlántico, donde se embarcaban otra vez
con destino a Lima. Desde allí se enviaban en mula a Buenos Aires. Después de meses, por fin, llegaban al Río
de la Plata costando diez o veinte veces más...
Los habitantes de Buenos Aires no se resignaban a ser cola de león y habían recurrido al contrabando como
forma de subsistencia. Barcos ingleses, franceses, holandeses y portugueses atracaban en sus orillas trayendo
mercaderías a menos de la mitad de precio de las que llegaban de Lima.
Cuando el contrabando alcanzó en Buenos Aires grandes proporciones, los comerciantes de Lima se quejaron
al virrey y este trasladó las quejas a la Corona. El rey no sólo empezó a preocuparse por esas demandas sino
también por los frecuentes choques militares que ocurrían en el Río de la Plata con los portugueses, quienes
estaban instalados en Brasil y pretendían apoderarse de la ciudad de Colonia del Sacramento (en el actual
Uruguay) y competir con Buenos Aires.
Carlos III envió a un militar, Don Pedro de Cevallos, para resolver la situación. Cevallos desalojó a los
portugueses y fue nombrado primer virrey del Río de la Plata.
Las intendencias
El Virreinato del Río de la Plata abarcaba los actuales territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y
partes menores que hoy pertenecen a Brasil y Chile. Si bien con su creación se había conseguido achicar el
enorme Virreinato del Perú, la inmensidad seguía siendo un problema. Por eso, la corona española tomó
rápidamente una nueva medida: en 1782 dictó una Real Ordenanza dividiendo al flamante virreinato en
Intendencias.
Las tropas Cevallos, primer virrey del Río de la Plata, combatieron con los portugueses en Colonia del
Sacramento (actual Uruguay) y restablecieron el dominio español en esta ciudad.
El actual territorio argentino quedó dividido en tres intendencias y una provincia subordinada, Misiones. Las
intendencias fueron la de Buenos Aires, que comprendía la provincia de Buenos Aires, el litoral y toda la
Patagonia; la de Córdoba del Tucumán, con jurisdicción sobre las actuales provincias de Córdoba, San Luis,
Mendoza, San Juan y La Rioja, y la Intendencia de Salta del Tucumán que abarcaba a Santiago del Estero,
Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy. Al frente de cada Intendencia había un Gobernador Intendente. En el caso
de Buenos Aires, se hizo cargo el propio virrey.
Las otras intendencias virreinales fueron las de Paraguay, La Paz, Cochabamba, Charcas y Potosí; a las que
se sumaron las provincias subordinadas de Moxos y Chiquitos (en la actual Bolivia) y Montevideo (Uruguay, por
entonces conocido como la Banda Oriental).
Los Gobernadores Intendentes eran nombrados directamente por el rey y duraban cinco años en su cargo. El
Cabildo, que hasta entonces funcionaba como la autoridad más importante de las ciudades, perdió poder. ¿Qué
hacían los Intendentes?: un poco de todo. Podían actuar como jueces en causas civiles y criminales, percibían
los impuestos y contabilizaban los ingresos públicos, se encargaban de la seguridad pública y de la limpieza de
las ciudades, y además albergaban y mantenían a las tropas militares. El mando y la decisión de la guerra, no
obstante, seguía siendo privativo de los virreyes.
El puerto
El puerto de Buenos Aires estaba muy lejos de ser lo que es ahora. Con poca profundidad y asentado sobre un
terreno muy barroso, los barcos debían anclar a cientos de metros de la costa. Hasta allí iban las carretas para
descargar las mercancías y traerlas a tierra firme. Pese a su precariedad, el puerto rioplatense fue
incrementando su actividad a punto tal de preocupar no sólo al comercio de Lima sino también a la economía
de los pueblos del Interior debido a la competencia que le hacían los productos importados.
España obligaba a sus colonias a comerciar en forma exclusiva con la madre patria: ese sistema económico se
conoce como monopolio y su aplicación ahogaba toda posibilidad de progreso. En 1778 Carlos III moderó esa
situación al habilitar 33 puertos en América y España para el intercambio y suprimir algunos impuestos. En
1795, la Corona autorizó el comercio con las colonias extranjeras.
Pese a las nuevas medidas, los comerciantes porteños, en especial los criollos que eran los menos favorecidos,
pretendían algo más: el libre comercio.
Un mundo convulsionado
Mientras Buenos Aires se iba acomodando a su nueva situación de capital de un flamante virreinato, Europa
entraba en ebullición: en 1789, con la toma de la Bastilla, Francia inauguraba su revolución. Al grito de ¡Libertad!,
¡Igualdad! y ¡Fraternidad!, el pueblo francés abolió los títulos de nobleza y declaró a todos los hombres iguales
y con los mismos derechos. Lamentablemente, muy pronto se produjeron excesos: le cortaron la cabeza al rey
Luis XVI y a su esposa, María Antonieta. Muchos nobles también perdieron la suya debajo de un instrumento
de terror, la guillotina.
Francia entró en guerra con las coronas vecinas lo que la puso al borde el caos. Cuando todo parecía perdido
apareció un hombre providencial, Napoleón Bonaparte. Sus triunfos militares hicieron retroceder a los enemigos;
en 1804 se hizo coronar Emperador.
En América, en tanto, nacía una poderosa nación: los Estados Unidos de América. En la ciudad de Filadelfia se
firmó en 1776 la Declaración de Independencia que puso fin al dominio inglés en el norte del continente. El
nuevo país adoptó para su gobierno la forma republicana e influyó poderosamente en el resto de las colonias
americanas.
La economía y la gente
La reducida actividad comercial durante el Virreinato favorecía primero a los españoles y después a los criollos,
los dos grupos sociales principales.
La economía virreinal no había alcanzado un desarrollo significativo. En Buenos Aires, las dos industrias más
prósperas derivaban del abundante ganado vacuno que pastaba libre por las pampas: el cuero y la salazón de
carnes. El cuero era exportado en grandes cantidades y la carne salada (llamada tasajo o charqui), servía de
alimento a los esclavos e iba a parar casi en su totalidad al Brasil.
En el Interior se fabricaban diversos productos para consumo interno. En el centro y norte se tejían cobijas,
frazadas y ropas de abrigo. En la región de Cuyo, sobre todo en Mendoza y San Juan, elaboraban vinos,
aguardientes, pasas de uva y orejones (duraznos). En Tucumán, y también en Mendoza, se fabricaban carretas
para el transporte, en tanto que en Corrientes se levantaron algunos pequeños astilleros de donde salían
embarcaciones de poco calado. En la zona de Misiones ya se cultivaba la yerba mate, asi como también el
algodón.
La economía virreinal recibió un renovado aliento con la creación del Consulado, en 1794, del que fue su primer
secretario el criollo Manuel Belgrano. La institución era un tribunal de comercio que debía resolver los pleitos
mercantiles, proteger y fomentar el comercio y procurar el adelanto de la agricultura.
La Sociedad Colonial
Estaba claramente dividida en españoles y criollos. Los primeros tildaban a los segundos de “cholos” y a su vez
recibían el mote de “marranos” o “maturrangos”. Los principales cargos de gobierno y las facilidades en el
comercio eran para los españoles, aunque lo criollos habían ganado su lugar hacia finales del siglo XVIII.
La vida religiosa tenía una gran importancia ya que era en las iglesias adonde se reunía la gente para asistir a
las misas, fiestas patronales, casamientos, bautismos, etc. Los integrantes del alto clero –españoles de origen–
ocupaban el peldaño más alto de la sociedad junto a los funcionarios y a los comerciantes más ricos. Los curas
pobres, criollos en su mayoría, se mezclaban entre el paisanaje y llevaban una vida sacrificada compartiendo
penurias y privaciones.
Los negros eran traídos en barcos desde África y vendidos como esclavos. Como no había grandes plantaciones
y se ocupaban por lo general de las tareas domésticas, el trato que recibían era mucho mejor que en el resto
de América.
Los indios que habitaban el noroeste continuaban combatiendo la dominación española y trataban de seguir el
ejemplo de rebeldía que les había dado el inca Tupac-Amaru, quien terminó siendo descuartizado entre cuatro
potros en 1780. Los indios de las pampas y del Chaco también eran una preocupación para las autoridades
rioplatenses por sus frecuentes incursiones sobre los poblados. Los únicos indígenas que, en alguna medida,
se habían sometido a los españoles eran los que vivían en la región mesopotámica.
En el Virreinato del Río de la Plata, como en el resto de América, los negros eran esclavos. Pero justo es decir
que en esta parte del continente la condición de los negros era mucho mejor que en la del resto del continente
ya que aquí se los utilizaba para cumplir tareas domésticas o rurales.
El gaucho era el mestizo que regularmente vivía en zonas rurales y se empleaba como jornalero campestre. A
fines del siglo XVIII el gaucho de las pampas, corrido por los indios, se había conchabado (empleado) en las
grandes estancias fronterizas. Sin embargo, nunca perdió su actitud viril y se destacaba por emprender
actividades que exigían destreza, como la doma de potros.
Vida cotidiana y cultural
Sin televisor ni automóviles es posible suponer que la vida en el virreinato era aburrida. Pero lejos estuvo de
serlo. Los cronistas de la época cuentan que las mujeres, elegantemente vestidas, participaban activamente de
los bailes que se organizaban todas las semanas en las principales ciudades. Los domingos, en tanto, los
habitantes de Buenos Aires se reunían en el Retiro –algo similar pasaba en algunas ciudades del Interior– para
disfrutar de las corridas de toros. También había teatro desde 1747 y los espectáculos musicales eran
frecuentes.
En los suburbios de la ciudad era muy común la realización de carreras cuadreras (carreras de caballo), el juego
de la taba (un hueso arrojado al aire donde se gana según de qué lado caiga) y el de las bochas. Además, era
habitual la riña de gallos.
Había dos universidades: la de Charcas (hoy en Bolivia) y la de Córdoba, que había sido fundada en 1613. La
enseñanza primaria se impartía en los conventos, en las escuelas del Rey –donde era gratuita– y de forma
particular. ¿Qué se enseñaba? Muy poco: a leer, escribir y hacer cuentas. La enseñanza secundaria sólo se
transmitía en los colegios de San Carlos, en Buenos Aires, y el de Montserrat, en Córdoba.
La Real Imprenta de los Niños Expósitos (huérfanos y abandonados), que el virrey Vértiz hizo instalar en Buenos
Aires en 1780 fue importante para la cultura y la difusión de las ideas a fines del siglo XVIII. Allí se imprimieron
los primeros periódicos locales: El Telégrafo Mercantil, Rural, Político-Económico e Historiógrafo del Río de la
Plata, fundado en 1801. Al año siguiente se editó el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, dirigido por
Juan Hipólito Vieytes. En 1780 se creó el Protomedicato, una institución que se encargaba de controlar la tarea
de los médicos y evaluar la salud pública. En 1801 comenzó a funcionar la Escuela de Medicina que estuvo a
cargo de los doctores Agustín Fabre y Cosme Argerich.
Pese a que la Corona trataba de evitar la difusión de nuevas ideas, llegó a Buenos Aires la obra de autores
como Voltaire, Rousseau y Montesquieu que comenzaron a ser leídos por los criollos ilustrados. En sus escritos
cuestionaban a la monarquía, proponían un nuevo sistema de gobierno con división de poderes y defendían el
derecho del pueblo a elegirlo.
Bibliografía utilizada:
Del docente:
Del alumno: