Educación Médica
Educación Médica
Educación Médica
versión impresa ISSN 1575-1813
Educ. méd. v.9 n.4a Barcelona dic. 2006
doi: 10.4321/S1575-18132006000400003
Introducción
I. El Siglo XX
De 1929 a 1990
En este período la formación médica de grado en nuestro país no experimenta
importantes modificaciones ni cambios radicales y en aquellos limitados casos en
que se producen, éstos son aislados u obedecen a iniciativas individuales que en un
plazo más o menos corto acaban por fracasar. Sólo se suceden cambios de planes
de estudios caracterizados por modificaciones esencialmente de tipo estructural. De
hecho, no se produce una reforma de cierta envergadura hasta 1990 que, por
desgracia, como analizaremos posteriormente, no es bien aprovechada.
Sin embargo, este período no puede considerarse totalmente plano desde el punto
de vista educativo y en él se pueden distinguir algunos hechos de cierta relevancia.
En 1929 el fisiólogo Juan Negrín1 reorganiza el currículum preclínico en consonancia
con los avances científicos de la época. Poco después, en 1933, surge la
experiencia de la primera Universitat Autònoma de Barcelona. En ella, y por lo que
hace referencia a la enseñanza de la Medicina, se proponen algunas reformas
interesantes, como la desaparición de la enseñanza masificada y la supresión de las
clases magistrales y su substitución por el método inductivo u objetivo o de
autoaprendizaje, con observación directa del hecho biológico. La asistencia a las
clases prácticas se hace indispensable, así como el seguimiento de historias clínicas
y la presencia en intervenciones quirúrgicas y en necropsias. Se intenta, además,
paliar la pobreza de medios materiales y de recursos humanos. La experiencia se
ve truncada por nuestra guerra civil.2
En 1977 se autoriza, por fin, de forma legal y para todas las Facultades de
Medicina, el numerus clausus. De esta forma, las Facultades de Medicina limitan, no
sin problemas ni presiones en contra, el número de estudiantes a ingresar, con
reducciones significativas, aunque no del todo suficientes. La limitación permite
cierta mejora de la enseñanza y el desarrollo de algunas experiencias innovadoras
pero de corto alcance y duración.
En 1980 se crea una nueva Facultad de Medicina en la Universidad de Alicante. Bajo
la dirección de los profesores Belmonte y García Barbero, se introduce un nuevo
currículum basado en sistemas, con un importante nivel de integración de
contenidos, con una clara orientación a la atención primaria de salud y bajo la
dirección de una Unidad o Departamento de Educación Médica, el primero que se
crea en España. La experiencia, única en el país y conocida como el "modelo
Alicante"6, supone el cambio más innovador en la Educación Médica de grado en
España durante mucho tiempo. Dura una serie de años, en los cuales sus
impulsores tienen a su cargo la dirección de la Facultad. Sin embargo, al cambiar el
equipo de gobierno la experiencia desaparece por las resistencias de determinados
grupos de profesores.
A pesar del numerus clausus, hasta 1990 la situación global de la enseñanza en las
Facultades de Medicina no mejora de forma substancial, ya que en los cursos
superiores persisten grandes contingentes de estudiantes que imposibilitan una
enseñanza de una mínima calidad. Se mantiene vigente en todas las Facultades de
Medicina españolas el plan de 19747, totalmente monolítico, que perdura hasta
1990. Sin embargo, en estos años, aparece un hecho de capital importancia en la
Educación Médica de nuestro país. En concreto, en el año 1978, se promulga un
Real Decreto por el que se regulaba la formación médica especializada en unidades
docentes acreditadas y se ponía en marcha el Sistema Nacional de Médicos
Internos y Residentes (MIR). En esas fechas se constituyen también las primeras
Comisiones Nacionales. Quedaba así derogado el decreto anteriormente vigente, de
1959, por el que se había regido la especialización médica –basada en maestros y
escuelas profesionales, con primacía de la enseñanza teórica y con una actividad
clínica voluntaria–, y la correspondiente titulación oficial durante casi veinte años.
Poco tiempo después, en 1984, aparecía el RD 127/1984 por el que quedaban aún
mejor establecidas las características que debía reunir la formación médica
especializada y el procedimiento a seguir para obtener el título de médico
especialista8,9. Se puede afirmar sin lugar a dudas que la implantación del sistema
MIR, con responsabilidad progresiva supervisada del médico en formación, es el
avance más importante en la Educación Médica española. Este sistema de
formación especializada ha sido objeto de admiración en muchos países europeos y
ha contribuido decisivamente a que la Educación Médica postgraduada fuera, desde
el punto de vista cualitativo, la mejor de las tres fases del continuum educativo
médico. Sin embargo, uno de sus principales defectos es el examen de acceso al
mismo. Al ser mayoritariamente de tipo cognitivo, esta prueba ha condicionado e
hipotecado gravemente hasta nuestros días los estudios de grado y las
posibilidades de llevar a cabo una reforma en profundidad de los mismos 10.
La docencia práctica
El Profesorado
Como suele ser habitual, los cambios curriculares no son bien acogidos por el
profesorado, ya sea por mero desinterés por la función docente o porque las
reformas exigen generalmente una mayor dedicación. Teniendo en cuenta la
crónica falta de reconocimiento de la función docente en nuestro sistema
universitario –en el cual las plazas docentes se siguen convocando por necesidades
docentes y se resuelven, mayoritariamente, en función de méritos de
investigación–, no ha de extrañar esta falta de interés por la actividad docente.
Mientras ésta no se reconozca en su justa medida y al mismo nivel de la
investigación, va a ser muy difícil concienciar al profesorado de que participe en
reformas profundas de nuestra enseñanza de pregrado24.
Los estudiantes
¿Cómo han acogido nuestros estudiantes la reforma? En general, reconocen que las
cosas han mejorado en determinados aspectos, pero siguen siendo críticos con la
misma y en general con cualquier tipo de cambio que en su opinión les suponga un
esfuerzo excesivo y no les sea útil para su fin último, que sigue siendo el de
alcanzar un buen resultado en el examen de acceso a la formación especializada,
examen que sigue primando el componente de conocimientos sobre otros24.
¿Qué ocurre en España en este tiempo? A partir del año 2005 en que se publican
los decretos que regulan los estudios oficiales universitarios de Grado y Postgrado 34,
se empieza a producir cierta movilización y el tema empieza a ser objeto de
discusión en talleres, seminarios, jornadas y cursos organizados por las Facultades,
por las universidades y por las Agencias de Evaluación de la Calidad. Diversos
aspectos del proceso de convergencia europea y sus repercusiones en las
Facultades de Medicina, también han sido abordados por distintas sociedades de
Educación Médica de nuestro país y, muy especialmente, en el XVII Congreso de la
SEDEM celebrado en Albacete en octubre de 200535-38. Por otra parte, se han
desarrollado dos acciones de especial importancia: una de ámbito estatal, la
elaboración por la Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina
Españolas del "Libro Blanco de la Titulación de Medicina" 39, y otra de ámbito
catalán, la publicación del documento "Competencias profesionales básicas
comunes de los licenciados en Medicina formados en las universidades de
Cataluña"40.
De entre los documentos que más útiles van a ser para guiarnos en nuestro
proceso de reforma, destacan los ya previamente citados Estándares de Calidad
para la Educación Médica graduada de la WFME (2001)18 y el elaborado por el
Instituto de Educación Médica Internacional (IIME)44, que define las competencias
generales que ha de demostrar cualquier médico independientemente de donde se
forme. Con respecto al primero debemos recordar nuevamente que dicho
documento fue asumido en 2001, en la denominada Declaración de Granada, por la
Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina, la Organización
Medica Colegial, los Ministerios de Educación y Sanidad y diversas Sociedades
Científicas como la SEDEM, la Associació Catalana dEducació Mèdica (ACEM) y la
Sociedad de Educación Médica de Euskadi (SEMDE). Por su parte, la Declaración de
Granada ha sido tenida en cuenta como referente por la Conferencia de Decanos
para la elaboración del Libro Blanco.
¿En qué se traduce este reto? En primer lugar, como dice Oriol45, hemos de
considerar que un currículum o un plan de estudios, no es únicamente la norma
publicada en el BOE y que sólo describe lo que es imperativo que las Facultades de
Medicina hagan en relación con la formación de sus estudiantes, junto con el listado
de materias, asignaturas y cargas lectivas que corresponde a cada una de ellas, así
como su ordenación por períodos lectivos. El concepto de currículum es algo más
complejo que la simple norma. Actualmente, el término "currículum" incluye las
estrategias educativas utilizadas, los contenidos y los objetivos de aprendizaje, las
experiencias educativas, el entorno educativo, la evaluación, los estilos y ritmos de
aprendizaje, la programación de tareas y el programa y resultados del aprendizaje.
Por tanto, a la hora de enfrentarnos a este reto, hemos de tener en cuenta todos
estos aspectos.
4. La ficha técnica fija únicamente los créditos de cada una de las materias del
currículum. La distribución interna corresponde a cada Facultad. Pero, en cualquier
caso, no se debe empezar a construir la casa por el tejado. Esto es, no se deben
distribuir los créditos antes de fijar de forma clara cómo contribuye cada área de
conocimiento a la adquisición de cada una de las competencias y mediante qué tipo
de actividades docentes lo hace. Sólo después de concretar esto podremos
establecer los créditos para cada unidad, módulo o asignatura.
La evaluación
El profesorado
Los estudiantes
Los estudiantes son los usuarios de nuestra docencia. Por lo general son reacios a
participar en reformas, sobre todo en aquellas que preconizan un mayor trabajo
individual y autónomo. Es preciso hacerles ver la necesidad de que sean
corresponsables de su formación, y que es fundamental que durante los estudios de
grado, además de conocimientos, habilidades y actitudes, aprendan a aprender
durante toda su vida profesional. Las Facultades, asimismo, han de poner en
marcha todos los mecanismos que aseguren esta formación.
Los médicos que actuarán en la primera mitad del siglo XXI están ya en formación
en nuestras Facultades de Medicina. Lo que estén haciendo y puedan hacer los
sistemas educativos definirá el tipo de médico del que dispondremos en los
sistemas asistenciales65. Por ello nuestras Facultades han de ser muy conscientes
de la necesidad ineludible de formar a sus estudiantes en los principios que definen
el profesionalismo médico y adoptar aquellas medidas y estrategias docentes en
sus respectivos curricula, que lo hagan posible.
Para que todo este proceso se desarrolle correctamente, es preciso –tal como
indican claramente los Estándares de Calidad para la formación médica básica de la
WFME– que exista en el seno de las Facultades de Medicina un comité curricular o
de programa independiente que incluya profesores, estudiantes y otros agentes.
Este comité ha de tener toda la responsabilidad y, sobre todo, toda la autoridad
para programar y implementar el currículum por encima de intereses
departamentales o individuales. Los profesores han de formar parte, conjuntamente
con la autoridad académica, de este comité curricular. Hemos de ser conscientes,
sin embargo, de que los profesores, por regla general, no suelen ser expertos en
temas de Educación Médica. Ni es necesario que todos lo sean. Pero sí deben ser
conocedores de lo que está pasando o ha pasado en el mundo educativo, y ser
conscientes de que se puede mejorar haciendo las cosas de manera diferente, en
función de lo que han experimentado otros para obtener mejoras reconocidas. Por
ello es necesario recurrir a la experteza en el campo de la Educación Médica. Los
Estándares de Calidad de la WFME proponen que todo el proceso de diseño y
gestión de un proceso curricular se profesionalice mediante la participación de
expertos en Educación Médica, que asesorarán a los diferentes comités curriculares.
Si bien en un primer momento esta experteza educativa puede y debe obtenerse de
una institución nacional o internacional externa, lo óptimo sería que todas las
Facultades de Medicina crearan, a medio plazo, unidades o Departamentos de
Educación Medica, de los cuales tenemos en España actualmente alguna
experiencia (Facultad de Medicina de la Universidad de Castilla-La Mancha,
Albacete)45. En el último congreso de la SEDEM, celebrado en Albacete, hubo un
consenso generalizado sobre la conveniencia de disponer de este tipo de unidades.
Esperemos que tras este consenso, las Facultades de Medicina afronten la
necesidad de estas estructuras y se decidan, de una vez por todas, a recurrir a un
conocimiento experto en Educación Médica, para, posteriormente, crear este
conocimiento experto y no continuar como hasta ahora pensando que ya lo
tienen.20,40
Por último, aunque no menos importante, otro reto fundamental al que nos
tendremos que enfrentar en un futuro próximo será el relacionado con los procesos
de evaluación y acreditación de las Facultades de Medicina y de sus programas de
formación. Uno de los objetivos del proceso de Bolonia es la garantía de la calidad
de las instituciones y de sus programas de formación. La mejora de la calidad y la
excelencia del proceso enseñanza/aprendizaje son los objetivos que deben presidir
los programas para la acreditación de las instituciones docentes y, por tanto, su
aplicación práctica. La evaluación de las instituciones docentes públicas persigue
además rendir cuentas ante la sociedad sobre el grado de cumplimiento de su
misión y sobre su eficacia de la gestión de fondos públicos. La calidad de la
docencia viene determinada por la estructura y el proceso, pero también por la
evaluación competencial de los egresados y su adecuación a las demandas sociales.
En el área de la Medicina es de particular importancia contemplar las necesidades
sociales y futuras de Salud, la evolución del proceso científico y tecnológico, las
variaciones demográficas que puedan tener lugar y otros cambios para ajustar la
docencia a estas previsiones y, consecuentemente, adaptar los esquemas de
evaluación de las mismas66. Los procesos de evaluación y acreditación han de
realizarse confrontando la realidad de cada institución con estándares claramente
definidos. En este sentido debemos citar nuevamente los Estándares Globales en
Educación Médica para una mejora de la Atención de Salud, publicados por la
WFME20. Así mismo, esta organización, conjuntamente con la OMS, y con el fin de
facilitar la labor evaluadora y acreditadora de cada uno de las agencias nacionales o
regionales, ha elaborado una guía para la acreditación de la formación médica de
grado67. Esta guía ha sido desarrollada como un instrumento de ayuda para las
autoridades y agencias nacionales responsables de la calidad de la Educación
Médica, con el fin de garantizar el funcionamiento y la transparencia adecuada de
los sistemas de acreditación existentes, o bien como un instrumento que sirva de
ayuda para la puesta en marcha, en aquellos países o regiones en los que hasta
ahora no existían, nuevos sistemas de acreditación. En los últimos años, en España
se han llevado a cabo procesos de evaluación de las instituciones docentes por
agencias nacionales (ANECA) o autonómicas, pero el impacto de los mismos sobre
la calidad y excelencia del proceso ha sido más bien escaso, entre otras razones
porque no ha ido acompañado de la puesta en marcha de Programas para la Mejora
y la Garantía de Calidad, basados en el diagnóstico obtenido. Es totalmente
necesario generalizar el proceso y por ello las Facultades de Medicina han de
afrontar sin miedo el reto de ser evaluadas, ellas mismas y sus programas
docentes, con el objetivo final de poder arbitrar propuestas de mejora de la calidad.
Conclusiones
Partiendo de una revisión del pasado reciente, hemos analizado los diferentes retos
a que se enfrenta, en los albores de una nueva reforma -que esperamos que esta
vez sea real-, la enseñanza en nuestras Facultades de Medicina. La reforma es
necesaria, posible e, incluso, obligada. Experiencias exitosas en nuestro propio país
nos lo demuestran. Por primera vez, las directrices emanadas de la Administración
Educativa son suficientemente flexibles y permiten la reforma, como nunca antes lo
habían hecho. Las Facultades de Medicina han de aprovechar esta nueva
oportunidad, que es posible que tarde en presentarse otra vez. Es evidente que no
todas las Facultades de Medicina son iguales. Por sus propias peculiaridades, a
algunas les será más fácil que a otras avanzar en el camino de la reforma. También
es verdad que hay factores que no dependen de las Facultades en sí mismas, pero
sin duda, las Facultades han de ser el motor que impulse dichas reformas. Y cuando
se habla de las Facultades, se quiere decir sus profesores y sus alumnos. Seamos
generosos, profesores y estudiantes. Dejemos de pensar en nuestros intereses
personales y departamentales y hagámoslo en los de las Facultades y en aquello
que conviene realmente para impartir una docencia de calidad que permita
homologarnos con los países europeos más avanzados en la mejora de la Educación
Médica. Esta es la verdadera convergencia a la que debemos aspirar y este es
nuestro gran reto.
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