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Yawar Fiesta

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' I

jf,l'fa. .
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Bib&oteca Naciol\Af
de,I Pe,rct
Coieccto~
qaechrra-a'JffiO-ra

PAu1RMT
1Q57
v

JOSE MARIA ARGUEDAS

YAWAR FIESTA
NO VELA

LIMA: : : : : •• •
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.I

LA QUEBRADA

D ESDE la cumbre de Kondorsenk'a se divisa ya las tierra•


de sembrlo de Puquio. Kondorsenk' a es, por el ]ado de
Lucanas, el abra mas alta de la Cordillera de la Costa; por ahi
pasa ahora la carretera Nazca-Puquio. En la cumbre de Kopdor-
senk' a se detienen un rato los viajeros que llegan de la costa. La
quebrada aparece, de repente, cuando se 1lega a esta abra. So 4

bre Kondorsenk' a se para la gente como a] horde mismo de la


quebrada.
La quebrada empieza rn:uy lejos; en la puna alta. Desde
Kondorsenk' a solo se ve, por ese lado, un estrechamiento de la
quebrada; alli se cierra el horizonte. Los cerros del frente y las
montafias que forman cadena con el Kondorsenk' a, por el lado
de la costa, se van acercando, y muy arriba, casi se juntan en
una arruga angosta, donde parece que empezara la gran quebra·
da de Lucanas. Hacia abajo, a la derecha, la quebrada se cierra
en la confluencia del rlo grande con el San Pedro que baja de
las punas. AIH, muy lejos de Kondorsenk'a, muere el horizon-
te; termina en una especie de caii6n profundo que parece corta1
las montafias .del lada de la costa.
Las montaiias que se Ie-xantan por el lado de la costa se
alinean casi en orden; al amanecer y en el ~repusculo, sus cum·
hres dihujan en el cielo una Hnea ondulada, suave, sin quebr!l•
duras, sin puntas. Por las faldas de estas montafias corren pc-
quciiaa acequias que nacen . en manantiales que brotan cerca de
las cumbres; pcro el caucc de las acequias no es profundo, apenll.S
se distinguen por la verdc hierba que crece en sus orillas. En
tos meses de invicrno cl agua de los arroyos no llcgan nunca -al
rio, se pierdc en cl riego de las pocas chacru de cebada·. trigo
y maiz quc hay en los falderfos; en tie~po de lluvias' el, por las
4 YAWAR FIESTA

acequias corre un torrente turbio y bullanguero que llega hasta el


rio grande como un hilillo oscuro y pequefio. Al atardecer, des-
pues que el sol ha caido, el filo de estas montafias se ve en e1
cielo, como - un lomo ondulado, parecido a las cumbres de 101
cerros de arena de la costa.
Al otro lado, al frente, por la region de la verdadera sie"
rra, la tierra esta rajada por otras q~ebradas hondas; y en todas
partes se ven cerros puntiagudos cuyas faldas bruscas caen sobre
pampas y lomadas, o mueren en el rio grande. Cerros y q~bra·
das en todos lados; y en el hondo de las quebradas, torrentes que
se avientan, cantando, de pefia en pefia. Esa es la region de los
caserios, de los pueblos, de las chukllas, de los sembrios, de la
verdadera alegria. A ese lado esta Puquio.
Pero de Kondorsenk' a no se ve Puquio; el cerro Sillana·
yok' avanza desde la puna, avanza como una barrera hasta la ori·
Ila del rio grande y tapa al pueblo. Por encima de Sillanayok"
apenas se divisa algunas chacras en el alto de los cerros que ro·
dean al pueblo.
Entre montes de retama y sauce serpentea el rio grande.
Por trechos el rio es espumoso, blanco, el agua se despefia sobre
las piedras negras, y desde el alto, parece una cinta ancha que se
rnoviera hacia abajo. Pero en los remansos el agua es azul, en los
remansos el agua del rio refleja la luz, y parece un espeJO entre
las flores amarillas de los retamales.
'
En los meses de lluvias, cuando la quebrada esta cubier·
ta de arboles, de hierba y de sembrio verde y joven; cuando las
flores silvest;es de todos colores tifien la cumbre de los cerros en
unos sitios, ~n otros los falderios y . la orilla de los caminos; en
esos dias, por la mafiana, bajo el cielo limpio, las torcazas, las
tuyas, los jilgueros, los killinchos, los k' entis se baiian alegremert~
te en la fresca luz de la quebrada, se bafian en la luz, revolotean
en el aire, y cantan, todos canta~. El verde de las hierbas, de los
arbolcs, , de los maizales, de todos los sem.brfos, parece brillar;
las fl ores silvestres encienden sus col ores; y los riachuelos que
bajan desdc las cumbres cantan sobre las pefias con su agua blM·
ca. Al atardecer, en los dias que no llueve, la luz del sol ilumi·
na el ca~po; en la quebrada, la luz del sol toma cuerpo, se vc,
se ·queda sola en el cielo, porque las tuyas, los jilgucros y la1
torcazas se van a can tar a los montes; el amarillo de- la luz 'a•
tiendc sobre los sembrios; eritonces los comun~r-~s· salen a . IOs
JO$ MARIA ARGUEDAS 5

caminos, para volver a sus casas, y tambien ellos a . esa hora can•
tan, y tocan quena o charango en los caminos que cruzan los mai-
zales y los montes de tantar y retama, cantan, entre hombres Y
mujeres; mientras, el amarillo de la luz crepuscular sigue rebo-
tando sobre las piedras, y tine el hondo, el hondo del cielo -; •.

En los meses de invierno, las lornas altas, las faldas de


los cerros, to man el color del pasto seco; en las hondonadas Y
en la base de los cerros, los arbustos moribundos se ven como
grandes manchas negras. Casi toda la quebrada es oscura o blan•
quizca: hojas negras d arbustos, o pasto seco, hierba muerta.
Solo en las orillas de los riachuelos y del rio grande se ve el ver•
de alegre de las sembrios, de los alfalfares, de los molles fron-
dosos y de las retamales.
La quebrada, al amanecer, se ilumina de luz debil; el sol
se levanta ligero, sobre un cielo casi siempre desp~jado y claro.
Sopla un viento suave en todas partes, y los animales caminan,
alegremente, en el campo. Al rnedio dia, el sol ardiente cae so-
bre la tierra seca; los rayos de luz blanca parece que danzan en
el cielo. A esa hara, todo en la quebrada guarda silencio; los
arboles casi no tienen sombra; el sol cae recto y entra a todas
partes; los animal es se jun tan baj o los retarnales, baj o los moll es,
en las aguadas, y esperan que el sol baje. En el cielo azul, terso,
alto, se redondean las nubes y se ponen mas blancas. Los pa-
jaros caminan sobre la hierba seca, buscando semillas; las torca·
zas, las tuyas, los k' en tis, se ocultan bajo la sombra de los mon-
tes, en los riachuelos: las quebradas llenas de piedras blancas y
de arena despiertan sed y hambre; las hierbas se asan y esparcen
en el campo un olor fuerte.
Cuando el sol declina, soplan, recien, los vientos en la
quebrada; pero, a veces, el viento llega como tromba, hace re-
molino en las pampas resecas, en los caminos, y el polvo se le-
vanta en toda partes y sube al cielo. Pero cuando el sol decli.
na, los campos se refrescan salen las animal es a buscar pasto; las
tuyas, las torcazas, los killinchos, todas las aves de la quebrada
vuelan con animo, se reparten en todas direcciones, se trasladan,
de chacra a chacra, en busca de granos y de presa. A esa hora, los
comuneros tambien arrecian el trabajo; las mayordomos rezondran
a lo peones; los principal es, los dueiios, recorren sus tierras, vigi-
lando, viendo, calculando. Los arboles se mecen con el viento.
Y la quebrada parece como que otra vez amaneciera.
I

6 ( YAWAR FIESTA

Al anochecer, la luz amarilla del crepusculo va saltando


de cumbre en cutnbre y .s e adentra poco a poco, se pierde, en el
fondo del ciefo. Las nubes, oscuras o blancas, se ineendian; en
el ocaso, como llamaradas la~ nubes se rasgan; y el cielo, a esa
hora, desde el alto, oprime el coraz·on. Mientras, la quebrada
se apaga, comenzando de las hondonadas. La entrada de la no-
che, en esos dias, da miedo y pena.

I
'

II

PUEBLO INDIO

I•
6 YAWAR FIESTA

esta cerca, por la fachada de una hacienda prox1ma, o por la


alegria del corazon que conoce las distancias. i Ver a nuestro
pueblo desde una abra, desde una cumbre ·don de hay say'"°was
de piedra, y si hay quena o charango, aunque sea rondin, tocar
un wayno de llegada ! Ver a nuestro pueblo desde arriba, mirar
su torre blanca de cal y canto, mirar el techo rojo de las casas,
sobre la ladera, en la loma o en la quebrada, los techos donde bri.
llan anchas rayas de cal; mirar en el cielo del pueblo, volando
a los killincho~ y a lbs gavilanes negros, a veces al condor que
tiende sus alas grand es en el vi en to; oir el canto de los gallos y
el ladrido de los perros que cuidan los corrales. Y sentarse un
rato en la cumbre para cantar de alegria. Eso no pueden hace1
los que viven en los pueblos de la costa.

T res ayllus se ven desde Sillanayok': Pichk' anchuri,


K' ayau, ~haupi. Tres tores, tres plazas, tres barrios indios. Los
chaupis, de pretenciosos, techaron la capilla de su ayllu con cala-
mina. Desde Sillanayok' se ve la capilla de Chaupi, junto a una
pieClra grande, se ve brillante y farga, con su torre blanca y chata.
-1 A ta tao! -dicen los comuneros de los otros barrios-
Parece iglesia d~ misti.
Pero los chaupis estan orgullosos de su capilla.
-Mejor que de misti -dicen ellos.

Entrando por el camino de Sillanayok', el pueblo em·


pieza a las orillas del riachuelo Chullahora; ayllu de Pichk' anchu-
ri. No hay call es ve'r daderas en ningun sitio; los cornuneros han
lev:antado sus ~asas, segun su interes, en cualquier parte; sobr..:-.
una laderita, en buen sitio, con su corr~l cuadrado o redondo.
pero con seiia, para conocerla bien desde los cerros. Hacia afue·
ra, una pared blanqueada, una puerta baja, una o dos ventani·
tas, a veces un poyo pegado a la pared; por dentro, un corred01
de pilares bajos que se .apoyan sobre bases de P.iedra blanca, en
un extremo del corredor una division de pared, para la cocina
Corral, siempre Ueno de estiercol; cuando las vacas y los carne-
ros estan en la puna, 'en los echaderos, en d corral siembran tri-
go o cebada. Junto a la pared del corral, junto a la casa, o al
centro del patio, un molle frondoso que hace sombra por _las
mananas y en las tardes; sobre el molle suben las gallinas al me~
dio dia y dormitan, espulgandose. El techo de la casa, siempre
de teja, teja de los k' ollanas y k' ayaus, sobre el tejado rayas de
JOSE MAR1A ARGUEDAS C}

cal, y en la cima, al medio, una cruz de acero. Asi es el barrio


de Pinchk' achuri y K' ayau, del jiron olivar al ri'o Chullahora.
Llegando de la costa se entra al pueblo por estos ayllns.
- i Pueblo indio !
Toda la lad era llena de casas y corral es; a ratos el via·
jero se encuentra con calles torcidas, anchas en un sitio angost~~
en otro; la calle desaparece cortada por un canch6n rle \ahas
o cebada y vuelve ! aparecer mas alla. El viajero sube la loma~
da, saltando de trecho en trecho, acequias de agua orilladas por
romazales y pasto verde. Ya junto a la cumbre de la lomada
hay callecitas angostas, empedradas y con aceras de piedra blan·
ca; tiendecitas, con mostradores montados sobre poyos de barro,
y en los mostradores, botellas de caiiazo, pilas de panes, mom·
llos multicolores para indias, bptones blancos de camisa, velas.
jabones, a veces piezas de tocuyo y casinete. Es el sitio de los
mestizos, ni comuneros ni principales, alli viven los "chalos"; las
tiendas son de las mestizas que visten percala y se p<;men som-
brero de paja.
Casi de repente, llegando a la cirna de la lomada, se en·
tra el gir6n Bolivar.
-(Que? -dicen los forasteros. ·
Es pues la calle de los vecinos, de los principales. Calle
larga. angosta, bien cuidada, con aceras de piedra pulida. El
gir6n Bolivar comienza en la plaza de armas, sigue derecho tres
o cuatro cuadras y cae despues en una quebrada ancha, se le-
vanta otra vez en cuesta y termina en la plaza del ayllu de Chau-
pi. En el remate del gir6n Bolivar hay una pila grande de cua-
tro caiios; despues esta la plaza del ayllu de Chaupi, su capiHa
de calamina: Alberto, estatua india de alaymoska, Makulirumi
seiia del barrio; y mas alla, en toda la pampa, el pueblo indio de
Chaupi. De una esquina de la plaza de Chaupi comienza la ca-
'1le Derecha, es como prolongaci6n del gir6n Bolivar, pero la
calle Derccha, es calle de indios.
Al otro lado del gir6n Boliv~r, en la otra ladera de la
lomada, esta el ayllu de K' ollana. K' ollana no se puede ver de
Sillanayok' , la lomada lo oculta. lgual que Pichk' achuri, K' ollana
termina en un riachuelo, Yallpu. El pueblo comienza y termina
en riachuelos.
El gir6n Bolivar es el pueblo de los principales. alH vi-
ven todo el aiio. En el gir6n Bolivar estan las casas •le los ve-
10 YAWAR FIESTA

cmos; alll estan las cantinas donde se emborrachan; alli esta el


Billar, la botica; lcis tiendas de comercio.
-<Que? --dicen los forasteros entrando al giron Bo-
livar.
Es pues para el gusto de los mistis. Las puertas son ver-
des, azules, amarillas; las casas son casi todas de dos pisos, con
baJcones de Corredor que dan sombra a las aceras. Las Calles
son angostas; por las noches, los gatos, cuando se persiguen, sal-
tan por el alto, de techo a techo. Pero las calles son derechas,
las que estan en cuesta y en piano, todas son derechas; y la ace-
quia que hay al medio de las calles esta Lien empedrada; de to-
dos los zaguanes corren pequeiios <7anales a esta acequia.
La plaza de armas es tambien de los principales, mas to-
davla que el gir16n Bolivar. Pero la plaza de armas no esta al
centro del pueblo. En . una punta del gir6n Bolivar esta la pla-
za de Chau pi; en la otra pun ta esta la plaza de armas; mas alla
de la plaza de armas ya no hay pueblo. En la plaza de armas
estan las mejoJ1es casas de Puquio; alli viven las familias de mis-
ti que tienen amistades en Lima -extranguero dicen los comu·
neros-, las nifias mas vistos~s y blanqu~tas; en la plaza de ar-
mas esta la iglesia principal, con su torre mocha de piedra blan-
ca; la Subprefectura, el Puesto de la Guardia Civil, el Juzgado
de Primera lnstancia, la Escuela Fiscal de Varones, \a M\micipa·
lidad, la Carcel, el Coso . para encerar a los "daiios.. ; todas las
autoridades que sirven a los vecinos principales; todas las casas,
todas las gentes con que se hacen respetar, con que mandan.
En el centro de la plaza hay una pila de cemento, rodean-
do a la pila un jardin redondo con hierba, algunas Hores amari-
llas y linaza verde. Frente a las gradas de la Municipalidad hay
otra pila de agua.
Mas alla de la plaza de armas ya no hay pueblo, en la
· plaza remata el gir6n Bolivar.
Por eso, el gir6n Bolivar es coma culebra que p arte en
dos al pueblo: la plaza de armas es como cabeza de la culebra
alH estan los dientes, los ojos, la. cabeza, la lengua - carcel, coso:
Subprefectura, Juzgado - el cuerpo de la culebra es el gir6n
Bolivar.
Durante el dia y por las noches, los principales viven en
el gir6n Bolivar; alli se buscan entre ellos, se pasean, se miran
frente a frente , se enamoran, se emborrachan, se odian y pelean.
En el gir 6n Bolivar gritan los vecinos cuando hay elecciones ; alli
1
,

JOSE. MARIA ARGUEDAS II

andan en tropa echando ajos contra sus enemigos politicos; a


veces rabian mucho y se patean en la calle, hasta arrancan las
piedras del suelo y se rompen la cabeza. Cuando los ,6venes
estrenan ropa, cuando estan alegres, se pasean a caballo de lar-
go a largo en el gir6n Bolivar, con el cuerpo derecho, con la
cabeza alta, tirando fuerte de las riendas y dando sentadas al ca-
ballo en cada esquina. . •
Al gir6n Bolivar tambien Hegan primero los principales
de los distritos. D'e canto a canto recorren el gir6n, haciendo
sonar sus roncadoras de plata, luciendo el zapateo de sus caba-
llos eosteiios. Despues de llevar algun regalo al Subpr~fecto y
al Juez, los principales de los distritos se emborrachan con lico-
1·es "finos" en el Billar y en las tiendas de las ninas.
En et Billar se juntan los mistis por las noches ; alli jue-
gan casino, rocambor, sick y medio; conversan hasta media no-
che; se emborrachan, entonces se hacen los valientes y se pelean,
pero mas se dicen "Lalr6n", unos a otros, con voz gruesa, &omo
quien ha visto.
En esa calle corretean, rabian y engordan los mistis, des-
de que nacen hasta que mueren . .

Puquio es pueblo nuevo para los m1shs. Quiza trescien-


tos aiios, quiza mas, quiza menos, llegaron a Puquio los mistis
de otros pueblos donde negociaban en minas. Antes, Puquio en-
tero era pueblo indio. En los cuatro ayllus puro indios nomas
v1v1an. Llegaban alli los mistis, de vez en vez, buscando peo-
nes para las minas, buscando provisiones y mujeres.
1
Otros pueblos que hay c~rca ~e Puquio estan en cerros
llenos de boca-minas; jun to a los riachuelos que dan agua a esos
pueblos, se derrumban ahora trapiches viejos; en los riachuelos
tambien, en todas las orillas se ven muchkas metaleras; alli molian
plata los antiguos. Esos pueblos tienen nombre qe santos, sus
calles son anchas; la plaza de armas bien cuadrada, est{i al me-
dio del pueblo; la iglesia es grand.e, con puerta de arco; el altar.
mayor de las iglesias, es, a veces, de madera tallada, y el dora-
d.o se ve todavia. En los cerros de Puquio no habian minas; por
eso los mistis llegaban de repente, hacian su fiesta con las in-
dias, reclutab~n gente, cle grado o por fuerza, para .las minas; y
se volvian, hasta tiempo.
Pero las mmas se acabaron, el negocio de mineral ya no
valia; entonces los mistis se repartieron por todos los pueblos in-
12 YAWAR FIESTA

dios de la Provincia. Dejaron casi vados de mistis a sus pueblos


con nombres de santos; mestizos nomas quedaron alli, junto con
los viejos y algunos werak' ochas dueiios de tierras. Ahora esos
pueblitos se derrumban co mo los trapiches viej os; las call es se
borran, las iglesias tambien se derrumban, los altares pierden su
dorado. Y otra vez, por todos los caminos Hegan comuneros
de otras partes a esos pueblos; comuneros corridos por los prin-
cipales de los pueblos indios, comuneros de las punas donde aho-
ran hacen SUS potreros los mistis; y ellos nomas, poco a pocO,
hacen casas nuevas en esos pueblos con nombres de santos; pero
levantan su corral y su casa en cualquier parte del pueblo, el te-
cho lo pintan con rayas de cal, sobre el tejado clavan su cruz
de acero. Y desde lejos, desde el alto de los cerros, esos pue-
blitos se ven de otro modo, la mitad indio, nuevecito; la mitad
misti, color tierra, derrumbandose.
Los mas de los mistis cayeron sobre Puquio. Puquio era
pues pueblo grande, con bastantes indios para la servidumbre,
con chacras en todos los cerros, en todas las quebradas; con cua-
tro acequias de agua. una por ayllu, para regar las sementeras.
Pueblo grande, en buen sitio.
Los mistis fueron con su cur a, con su Nino Dios "extran-
guero"; hicieron su plaza de armas en el canto del pueblo; man-
daron hacer su iglesia, con puerta de arco y altar dorado ; y de
ahi, desde su plaza, como qu"ien abre acequia, fueron levantan-
do su calle, sin respetar la pertenencia de los ayllus.
-jQue ni quel .
Habia que ir recto. Calle de misti es siempre derecha.
En poco tiempo, cuando ya ha:bia casas de balcones en
el giri6n Bolivar, cuando pudieron acomodar algunas calles, a un
lado y a otro del gir6n Bolivar, pasaron la Capital de la provin-
cia a su nuevo pueblo.
Y comenz6 el despojo a los ayllus. Con el apoyo de las
autoridades, los mistis empezaron por el barrio de K' ollana. K' olla-
na tenia buenas chacras de maiz, de cebada, de trigo. Los jueces y
los notarios firmaron papeles de toda laya; eso nomas era suficien·
le. Despues de K' ollana, K' ayau. De esos barrios eran las cha·
eras con mas agua, y los terrenos estaban junto al pueblo. En
seguida Chaupi y Pichk' achuri. Por eso ahora Chaupi y Pichk'
achuri son mas dueiios. En otros tiempos era al contrario.
De tanto entrar a los despachos, de tanto corretear por
causa de los papeles con que les quitaban sus chacras, los puquio~
JOSE MARIA ARGUEDAS 13

I
aprendieron a defender los pleitos, comprando a los jueces, a los
escribanos y a los notarios. Cada ayllu se levantaba, entero, pa-
ra defender a sus comuneros. T odos los domingos -habia cabildo
en los ayllus, todos los domingos se juntaban los comuneros para
tomar acuerdo. Y pusieron atajo a los despojos en la quebra-
da. Cuando los mistis ya eran dueiios de casi todas las tierra!
de sembrio, cuando todos los k' ollanas y los k' 'a yaus habian que-
dado para jornaleros de los principales.

Pero el agua no soltaron los ayllus.


lgual que en otros tiempos, los varayok' reparten los tur-
nos del riego., cada cual en su ayllu.
Por eso, al amanecer, los dias de reparto, los mistis de
Puquio entran a los ayllu&. a pedir agua para regar sus semente-
ras. Tiritando todavia con el frio, ocultando la quijada en \as
bufandas, los principales se entropan con los indios del barrio, y
gritan levantando el brazo: -
- i Don Gregorio l j Para mi maicito I
En la madrugada, los abrigos negros, azules, los sombre-
ros de paja, , los sombreros "extrangueros" de paiio, parecen ro-
pa de forastero entre los ponchos , puquios, verdes, rojos y amari-
llos, entre tan to lok' © color vicufia.
A veces llega el sol a la cumbre de los cerros, y t0dav1a
el varayok' repartidor esta oyendo:
- j Para mi triguito de K' ellok' ello, para mi maizal de
K' orek' ocha, para mi cebadal de Chullahora I i Don Gregorio!
I Cuantas veces fueron los mistis al sitio de los repartos;
llevaron a fuete limpio, a los varayok' s alcaldes, y los encerra-
ron en la carcel ! Pero mientras el varayolc' Alcalde pujaba en
la barra, los cuatro ayllus se revolvian; indios de K' ayau, de
K'ollana, de Pichk'achuri, de Chaupi, andaban avisando a todas
las casas. Desde Makulirurni tocaban corneta, wakawak·ras. Pu-
quio quedaba tranquilo. silencio, como en noche oscura.
Reventaban su balita los mistis en todas las calles; en to-
das las calles se emborrachaban y arnenazaban a los comuneros.
Entraban a una casa, a otra; pateaban a las criaturas, sacaban
sangre de la boca, de la nariz, de la frente de los taytas. .
-1 No empurta I
( Acaso misti sabc regar? ( Acaso mistis sabe levantar
cerco? eAcaso mistis sabe deshieTbar los trigales? <.Acaso mis-
ti arrcglar camino, hace tejas, adobes, degiiclla carnero? ( Quien
14 YAWAR FIESTA

pues levantaria las tomas de agua, quien abriria las acequias, quien
remendaria los relejes; quien arreglaria las compuertas, cuando
los repuntes de enero y febrero, cuando las llok'Ilas que bajan
de todos los cerros tumbaran las acequias y llenaran de piedras,
de champa y arena las tomas?
- i Jaj ayllas !
Ni a bala, ni a zurr'ago, ni aun· con los ruegos del tayta
Vicario, Ios comuneros no salian de Ios ayllus.
-1Mi ojo premero sacaral iComo killinche_ladr6n, mi 010
prcmero comera ! i Cumun yaku, jajayllas l
Los Puquios sabian eso.
Entonces los mistis se humillaban primero. Lloraban de
rabia en su conciencia, pero sacaban cafiazo de todas las tiendas_
y rogaban con eso a los varayok' s, a l0s · taytas. Iban a los
ayllus, cada cual segun su pertenencia, y entraban a las casas
hablando con voz dulce, ofreciendo amistad.

Los chalos, segun su interes, unas veces se juntan con los


vecinos, otras veces con los ayllus. No viven en ' el gir6n Bolivar,
sus casas estan en las callecitas que desembocan en la calle de
los mistis. Pero ellos tambien, quieran o no, estan clasificados
por los vecinos, segUn los ayllus. Son mestizos de Chaupi, k' olla-
nas, k' ayaus, pichk' achuris. Entre los chalos nombra el Prefecto
al T eniente Gobernador de} ayllu.
Por las noches, los mestizos se reunen en la puerta del
Billar y de ias cantinas, para ver- lo que juegan y lo que toman
los mistis. A veces entran a las tiendas, se paran apoyandose
en la pared, para no estorbar, y miran.
Cada vecino tiene tres o cuatro chalos de su confianza,
y los mandan a cualquier parte, c:i veces de puro favor. En lo&
dfas que llueve, los vecinos Haman en la caUe a cualquier mesti-
zo amigo de su casa y lo mandan por su abrigo, por su paraguaa,
cualquier mandato les ordenan. Entre ellos escogen los prin -
cipalcs. a sus mayordomos. A estos mt;stizos, que siguen como
perros a los principales, los comuneros les Haman "k' anras... )
quiza no hay en el hab1ar indio, palabra mas sucia.
. Pero algunos mestizos son trabajadol'cs; hacen ncgocio
con los pueblos de la costa, Ilevando quesoa,. cameros, trigo, '1
trayendo caiiazo de contrabando; · velas, jabcmes. •.
Mucbos de eatos mettizos haeen amiatad con los ayllus,
JO~ MARIA ARGUEDAS 1$

y hablan a favor de los comuneros. En los ayllus les Haman,, don


Norberto, don Leandro, don Aniceto ...
Les hablan ' con. respeto. Pero en las fiestas b~ilan con
ellos, de igual a igual; y cuando hay apuro, el mestizo amigo aeon·
seJa bien, defiende a los aynus.

Asi es el vivir en el gir6n Bolivar. Asi entraron a Puquio.


los mistis forasteros.
Pero cuando los puquios miran desde el alto. desde Silla·
nayok' abra, desde la cumbre del tayta Pedrork' o, cuand.o mirart
el gir6n Bolivar, brillando como lomo de culebra entre el teja·
do de los ayllus, asqueando, dicen:
-1 Atatauya Bolivar calle I
Cuando los indios miran y hablan de ese modo, en sus
ojos arde otra esperanza, su alma verdadera brilla. Se rien fuer-
te, quiza tambien rabian en su adentro.

Desde las cumbres bajan cuatro rios y pasan cerea del


pueblo; en las cascadas, el agua blanca grita, pero los mistis no
oyen. En las lomadas, eh las pampas, en las cumbres, con el
viento bajito, Hores amarillas bailan, pero los mistis casi no ven.
En el amanecer, sobre el cielo frio, tras del filo de las montanas,
aparece el Sol, entonces, las tuyas y las torcazas cantan, sacu-
diendo sus alitas; las ·ovejas y los potros corretean en el pasto,
mientras, los mistis duermen, o miran, calculando, la came de
los novillos. Al atardecer, el tayta Inti dora el cielo, dora la
tierra, pero ellos estornudan, espuelean a los caballos en los ca-
minos, o toman cafe, toman pisco caliente.
Pero en el coraz.On de los puquios esta llorando y riendo
la quebrada, en sus ojos el cielo y el sol estan _viviendo; en su
adentro esta cantando la quebrada , con su voz de la rnaiiana,
del medio dia, de la tarcle, del oscurec.er.
III

EL DESPOJO

E N otros tiempos, todos los cerros y todas las pa~pas


la puna fueron igual a igual para mistis y comuneros. En~
de

tonces no habia ml:lcho ganado en Lucanas; los mistis no ambi-


cionaban tantp los echaderos. La puna grande era para todos.
No habia potreros cop. cercos de piedra, ni de alambre. La puna
grande n9 tenia dueiio. Los indios vivian libremente en cual~
quier pa rte: en las cuevas de los rocales, en las chukllas que ha-
d an en las hondonadas, al pie de los cerros, cerca de los . manan-
tiales. Los mistis subian a la puna de vez ~n vez, a cazar vr-
cuiias, o a comprar came en las estancias de los indios. De
vez en vez, tambien, se ll~vaJ?an, de puro hombres, diez, quince
ovejas, cuatro o cinco vacas chuscas; pero Uegaban a la puna
como las granizadas locas, un ratito, hacf an su dafio, y se iban.
De verdad la puna era de los indios; la puna, con sus animal es,
con sus pastos, con sus vientos frios y sus aguaceros. Los mis-
tis le tenian. miedo a la puna, y dejaban vivir alli a los indios.
-Para esos salvajes esta bien la puna -decfan.
Cada ayllu de Puquio tenia sus echaderos. Esa era la
umca division que habia en las punas: un riachuelo, la ceja de
una montaiia seiial<,iba las pertenencias de cada ayllu; y nunca
huho pleitos entre los barrios por causa de las tienas. Pero lo~
pichk' achuris fueron siempre los verdaderos punarunas, punacu·
munkuna; ellos ti en en hasta pueblitos en las alturas: K · onek' ,
Puiiuy, Tak'ra, veinte o treinta chukllas en el hondo de una quc~
brada, tras un cerro, junto a los montes negru~os de los k' eiiwa -
les. En la puna alta, bajo el cielo nublado , en el silencio gran-
de; ya sea cuando el aguacero empieza y los truenos y las nubes
negras asustan y hacen temhlar el coraron; ya sea cuando en e~
cielo alto y limpio vuelan cantando las k'll was y los ojos del via-
;

JOSE MARIA ARGUEDAS 17

jero miran la lejania 11ensativos ante el grande del silencio; en cual-


quier tiempo, esas chukllas con su .humo azul, con el ladrido de
sus chaschas, con el canto de sus gallos, son un consuelo ~ara
los que andan de paso en la puna brava. En estos pueblos man-
dan los varayok'; alli no hay Teniente, no hay GobemadG.-r, no
hay Juez, el varayok' es suficiente cqmo autoridad. En esM RUe·
blos no hay alborotos. Solo cuando los mistis subian a las punas
en busca de came, y juntaban a las ovejas a golpe de zurriago
y bala, para escoger a los mej ores padrillos; entonces itomas ha
bia alboroto. Porque a veces los punaru.nas se molestaban y se
reunian, llamandose de casa en casa, de estancia a estancia ~on
silbidos y wakawak'ras; se juntaban rabiando, rodeaban a los
principales y a los chalos abusivos; entonces, corrfan los mistis,
o eran apedreados ahi mismo, junto a la tropa de ovejas. Des-
pues venia el escarmiento; cachacos uniformados en la puna, ma-
tando a indios viejos, a mujeres y mak'tillos; y el saqueo. Un
tiempo quedaban en silencio las estancias y los pueblitos. Pero
en seguida vo}vfan }os punarunas a SUS hondonadas; prendian
fuego en el interior de las chukllas y el humo azul revolotea:ba
sob re los techos; ladraban los pei;ros, al anochecer, en 1a puerta
de las casas; y por las rnafianitas, las ovej as balaban, alegres, le-
vantando sus hoc .cos al cielo, bajo el sol que reverberaba sobre
los nevados. Anos despues, los indios viejos hadan temblar a
los nifios contando la historia del escarmiento.
Los pichk' achuris fueron siempre verdaderos punarunas.
Los olros ayllus tambien tenian estancias y comuneros en la pu-
na, pero lo mas de SU gente vivia en el pueblo; tentan buenas
tienas de sernbrfo junto a Puquio, y no querian las punas, casi
le temian, como los rnistis. Pichk' achuri era, y ahora s1gue s1en -
do, ayllu compartido entre puquianos y punarunas.

Casi de repente solicitaron ganado en cantidad d e la cos-


ta, especialrnente de Lima; entonces los mistis empezaron a qui-
tar a los indios sus chacras de trigo para sernbrar alfalfa; pero
eso nomas no alcanzaba; de la costa pedlan mas y mas ganado.
Los mistis que llevaban reses a la costa regres~ban platudos. V
casi se desesperaron los principales; se ouitaban a los indios pa-
ra arrancarles sus terrenos; e hicieron sudar otra vez a los jueces,
a los notarios, a los escribanos 1 • • Entre ellos tambien se trom -
pearon y se abalearon muchas veccs. 1Fuera trigo! iFuera ceba-
dal 1Fuera maiz! 1Alfalfa! jAlfalfa! jfuera indiosl Como locos co-
16 YAWAR FIESTA

rretearon por los pueblos lejanos y vecinos a Puquio, compran ..


do, engafiando, robando a veces, toros, torillos y becerros. j Eso
era pues plata ! j Billetes nuevecitos ! Y andaban desesperados, del
juzgado al cosCJ, a las escriba~ias, a los p~treros. Y por las no-
ches, zurriago en mano, con revolver a la cintura y cinco o seis
mayordomosI por- detras. Entonces se acordaron de las punas:
l Pasto! j Ganado! Indios brutos, ennegrecidos por el frio. I Alla
vamos ! . Y ' entre todos corrieron, ganandose, ganandose, a la
puna. Empezaron a barrer para siempre las chukllas, los puebli-
tos; empezaron a levantar cercos de espinos y de piedras en la
puna libre.
Afio tras aiio, los principales fueron sacal).do papeles, do-
cumentos de toda clase, diciendo que · eran duefios de este ma::
nantial, c:Je ese echadero, de las pampas mas buenas de pasto y
mas pr6ximas al pueblo. De repente aparedan en la puna, por
cualquier camino, en gran cabalgata. Llegaban con arpa, vio-
lin y clarinete, entre mujeres y hombres, cantando, tomando vi-
no. Rapidamente mandaban hacer con sus lacayos y concerta-
dos una chuklla grande, o se metian en . alguna cueva, votando
al. indio que vivla alH para cuidar SU ganado. 'Con los mistis ve-
nia el Juez de Primera lnstancia, el Subprefecto, el Capitan· Je-
. fe Provincial y algunos gendarmes. En la chuklla o en la cueva,
1 entre hombres y mujeres, se emborrachaban ; bailaban, gritan-
do , y golpeando el suelo con furia. Hadan fiesta en la puna.
Los indios de los echaderos se avisaban corriendo de es-
tancia en estancia, se reunian asustados; sabia~ que nunca 1lega-
ban para bien los mistis a la puna. E iban los comuneros de la
puna a saludar al "ductur" Juez, al tayta Cura, al "Gobiernos''
de la Provincia y a los werak' o~has vecinos principales de Puquio.
Aprovechando la presencia de los indios, el Juez orde-
naba la ceremonia de la posesi6n: el Juez entraba al pajonal se-
guido de los vecinos y autoridades. Sohre el ischu, ante el silen·
c;io de indios y mistis, leia un papel. Cuando el Juez termina-
ba de leer, uno de los mistis, el nuevo duefio, echaba tierra al
aire, votaba algunas piedras a cualquier parte, se revolcaba so-
bre el ischu. En seguida gritaban hombres y mujeres, tiraban
piedras y reian. Los comuneros miraban todo eso desde lejos.
Cuando terminaba la bulla, el Juez llamaba a Jos indios
y les decla en kechwa:
-Punacumunkuna: senor Santos es dueiio de ~stos pas-
tas; t odo, todo; quebradas, laderas, puquiales, es de el. Si en-


JOSE MARIA ARGUEDAS 19

tra animales de otro aqui, de indio o vecino, es "dafio' '. Si quie•


re, senor Santos dara en arriendo, o sino traera aqui su gana-
do. Conque ... Jindios! Wewrak'ocha Santos es dueiio de es-
tos 1pastos.
Los indios miraban al Juez con miedo. "Pastos es ya
cle don Santos j indios !". Ahi esta pues papel, ahi esta pues
seiior "Gobiern·os" , ahl esta pues werak' ocha Juez, ahi esta gen·
darmes, ahi esta nifias; principales con su arpista, con su clari-
netero, con sus botellas de ·:sirwuisa" . j Ahi esta pues tayta
cura ! "Don Santos es dueiio". "Si hay animales de indios en
eslos pastos, es " daiio" , y. . . al coso, al corral de don Santos, .,
a morir de sed, o a aumentar la punta de ganado que llevara don
Santos, afio tras afio, a " extranguero" .
El ' tayta cur a se ponfa en los brazos una faja ancha de
seda, como para los bautizos, miraba lejos, en todas direcciones,
y d espues, rezaba un rato. En seguida, como el Juez, se dirigia
a los indios:
-Cµmunkuna: con ley ha probado don Santos que es•
tos echaderos son de su per tenencia. Ahora don Santos va ser
respeto; va ser patron de indios cjue viven en estas tierras. Tay-
tacha del cielo tambien resp eta ley; ley es para todos, igual. Cu-
munkuna j a ver ! besen la mano' de don Santos.
Y los comuneros iban, con el lok' o en la mano , y besaban
uno a uno la mano del nuevo dueiio. Por respeto al tay t~ cura,
por respeto a T aytacha Dios.
"Con ley ha probado don Santos que es duefio de los echa-
deros" . "Taytacha del cielo tambien respeta ley''.
( Y ahora d6nde? j D6nde pues ! La cabalgata se perdfa,
de regreso; en la abra pr·6~ima, tras d e'} wayllar ischu que silba-
ba con el viento; se perdia entre cohetazos y gr:iterfo . Y puna-
cornunkuna parecian extraviados; paredan de repente huerfanos.
-j T aytallay tzyta I i Mamallay mama I
Las indias lloraban agarrandose de las piernas de sus ma-
ridos. Ya sabian que poco despues de esa cabalgata llegarlan
tres o cuatro montados a reunir "daiios" en esos echaderos. A
pal.a y zurrjago, hast.a el coso del pue~. (. Acaso? No habia
ya reclamo. El "Gobiernos" de la Provincia era amiguero de los
principales y rezondr.a ba .e n su despac~o a todos los indios quo
mas
jban a res.cat.a r su ganaclo. ·A veces, bien, como ladr6n, el in-
~jo 1eclan>ante, puj_ar1~ ~e d.ol,o r cp el cepo o en la barra. En ~I
;
'

20 YAWAR FIEST A

despacho del Subprefecto, el misti es principal, con el i::iecho sa-


lido, con la voz mandona; es dueno.
-Senor Subprefecto; ese indio es ladr6n -dice nornas.
Y cuando el principal levanta el dedo y senala al indio, "La--
dr6n'' diciendo, ladr6n es, ladr6n redornado, cuatrero conocido. ·
y para el cuatrero indio esta la barra de la carcel; para el indio
ladr6n que v1ene a rescatar sus "danos" es el cepo.
y mientras punacomunero amarillea en la carcel; mien·
tras punacomunero can ta entre lagrimas:

Sapay rikukuni ' Que solo me veo,


mana piynillayo~, sin nadie sin nadie
puna wayta jhina como flor de la puna
llaki llantullayok'. mi sombra nomas tengo.

Tek' o pinkulluypa! Mi · pinkullo tambien esta ronco


chakanas rikukun con nervios de toro estaba apr~tado
nunaypa kirinta pero tanto ha llorado ·
k ' apark' achask 'am pi. · y ahora esta ronco.

Imatak' kausayniy j Que es pues esta vida !


maytatak' ripusak' cD6nde voy a ir?
maytak' tayta mamay sin padre sin madre
i lliusi tukukapun ! l todo se ha acabado !

Mientras el "cuatrero" canta su ayarachi, don Pedro, don


Jesus, don Federico, o cualquier otro, amarra mas firme al in·
dio en la carcel, de aeuerdo con el tinterillo defensor de cholos ;
-y arrean en la punta las v~cas de los punarunas hasta "extrangueJ
ro", o las invernan en los alfalfares de los k' ollanas para ne~
gociarlas despues.
Los punarunas sablan esto muy bien. Ano tras afio, 101
principales iban empujando a los comuneros pastores de K' ayau,
Chau pi y K.' ollana, mas arriba, mas arriba, j unto al K ' ar-
warasu, a las cumbres y a las pampas altas, donde el ischu
es duro y chiquito, pegado a la tierra como garrapata. Por eso
cuando la cabalgata de los mistis se perdia tras la lomada que
ocult.a la cuev a o la -chuklla, los punarunas sentfan, seguro, que el
ayarachi gritaba en su alma: "Ymatak' kausayniy, maytatak' ripu-
JOSE MARIA ARGUEDAS 21

sak". Las indias se abrazaban a las piernas de sus maridos, y
Jloraban a gritos. Entonces punakumunkuna hablaban:
-1Taytallaya! i]udidus! . j]udidusl

La tropa de indios, punarunakuna, buscarfa inmediata·


mente otra cueva, o haria otra ,choza, mas arriba, junto al ne-
vado, alli donde el pasto es duro y chiquito; alli llevarfan su
ganado. Entonces empezaba la pelea: las llamas, las. vacas, los
caballos lanudos, los carneros, escaparfan siempre buscando su
querencia de ante~, buscando el pasto grande y blando. Pero alH
abaj o estarian los concertados de don Santos, de don F ederi·
co ... , los empleados del principal, ch~los, mestizos hambrien- .
tos. Uno por uno, el ganado de los indios iria cayendo de "da-
iio", para aumentar la punta de reses del patron.
Asi fueron acabandose, .Poco a poco, punakumukuna de
los echaderos de Chaupi, K' ollana. Los comuneros que ya no
tenian animales, ni chuklla ni cueva, bajaban al pueblo. Llega·
ban a su ayllu como forasteros, cargando sus ollas, sus pellejos
y sus mak'fllos. Ellos eran pues, punarunas, y el pue-
blo solo era para pasar las grandes fiestas; entonces llegaban al
ayllu con ropa nueva, con las caras alegres, y con "arto plata"
para el trago, para los bizcochos, para comprar generos de co-
lores en el gir6n Bolivar; entonces llegaban a su ayllu con orgu,
llo, y eran festejados. _ Pero cuando llegaban empobrecidos, cuan-
do entraban al pueblo corriendo de los mistis, llegaban con la
barriga al aire, negros de frfo y de hambre.
-jTaytituyl 1Taytituy! -dedan. a cualquiera.
El varayok' alcalde del ayllu los recibia en su casa. Des~
pues llamaban a faena, y los comuneros del barrio levantaban
una casa nueva en siete u ocho dias para el punaruna.
Y en Puquio habia un jornalero mas para las chacras de
los principal es, o para "engancharse" e ir a Nazca o Acari. a tra.·
bajar en la costa; alla ser ia de alimento a los zancudos de la
terciana; el hacendado amarraba a los indios cinco o seis meses
ma fuera del contrato y los met1a a los algodonales, temblando
de fiebre; a la uelta, "cansarian" para siempre en los arena-
le caldeados de sol. en las cuestas, en la puna, o si llegaban
toda ia al ayllu. andarian por las calles. amarillosos y enclen·
ques. dando pena a todos lo comuneros; y sus hijos serian, tam-
bien, como los tercianientos. Pero muchos punarunas, trabajan-
do bien. protegido por el ayllu, entrando, primero, a servir d~
22 YAWAR FfESTA

"lacayos" y "concertados" en las casas de los mistis, para jun-
tar "poco plata" , y consiguiendo despues, tierras de sembrfo pa-
ra trabajar al partir, lograban levantar cabeza. De - punarunas se
hadan comuneros del pueblo. Y ya en Puquio, en el ayllu, se1
guian odiando con mas fuerza al principal que les habia quitado
sus tierras. En el ayllu habia miles y miles de comuneros, todos
juntos, todos iguales; alH, ni don, Santos, ni don Fermin, ni don
Pedro, podian abusar asi nomas, El punaruna que habla llora·
do en las pampas d<;! ischu, el punaruna que habia pujado en el
cepo, que habia golpeado su cabeza sobre las paredes de la Car-
1
ed; ese "endio" que lleg6 al pueblo con los ojos asustados, aho·
ra, de comunero chaupi, k' ollana o k' ayau, tenia mas valor para
mfrar frente a frente , con rabia, a los vecinos que entraban a los
ayl1us a pedir favor.

Asi baja.ron los comuneros de las punas de K' ayau, K' olla·
na y Chau pi. Pocos quedaron. Unos ceica d~l K' arwarasu, en
las cumbres, juntando su ganadito y defendiendo\.o de los prin-
cipales ; bajo la lluvia, bajo las tempestades con rayos y truenos,
baJo las nubes negras de enero y febrero . Y alla, en la puna
brava, cuidandose desde el alba hasta el !inochecer, recorri~ndo
y contando a c ~da ·hora sus vaquitas, haciendo ladrar a los pe.
rros al rededor de la tropa , se iban olvidanpo hasta de sus nom·
bres, se iban poniendo sordos. Y ni para las fiestas ya bajaban
al pueblo. En el alto, junto a las granizadas, envueltos por las
nubes oscuras que tapan la cumbre de los cerros, el enca'nto de la
puna los a ga rraba poco a poco. Y se volvian cerriles.
Otros, por quedarse en su querencia, junto a sus animales,
vendian su ganado al nuevo duefio de los pas tales; recibian diez,
quince soles por cada vaca; tres, cuatro real es por cada oveja;
enterra ban al dinero al pie de alguna piedra grande que tenia
e ncanto, o en la cima de algun tayta ork' o, por ser respeto de
los ladrones :t de los .mistis. Y ya pobres, sin una ovejita qua
les sirviera d e consuelo, se quedaban de vaqueros del patron_;
se declaraban hijos huerfanos del principal que habia tornado po-
sesi6n de los echaderos; y llo.raban, cada vez que el senor lle-
gab a a visitar sus tierras:
- I Aquf estamos papituy ! I Taytituy I
Como chascllas enfermos se arrastrabah en la puerta de la .
chuklla.
-1 Papituy I I Patr oncito I
JOSE MARIA ARCVEDAS 23

Se estrujaban ~as manos y daban vueltas al rededor del


patri6n, lloriqueando. Mostraban la tropa de ove1as, de vacas y
de caballos chuscos, y decian:
-Ahl esta tus ovejitas, ahi esta tus vacas. Toda, to·
·do, completo, taytay.
En el crepusculo, cuando el patron se alejaba de las es ..
tancias, seguido de sus mayo;domos, todos los punarunas lo mi•
raban irse, todos juntas, reunidos en la puerta de la chuklla. EI
sol caia sabre sus caras, el sol amarillo. Y temblaban ~odavfa
los punarunas; co mo en una herida, la sangre dolia en sus co·
razones.
-jYa taytay! , decian, cuando la macora del patron se
perdia en el filo de la lomada o tras de los k' eiiwales.
Pero eso no era ' nada. · De" vez en vez, ei patron manda-
ba comisionados a recolectar ganado en las estancias. Los co·
misionados escogian al allk' a, al callejo'n, o al pillko. Enton•
ces los punarunas, con sus familias, haclan una despedida a los to·
ros que iban a la quebracla, para aumentar la punta de ganado
qu@ el patron llevaria a "extranguero" . Entonces si, sufrian. (A-
caso? Ni con la muerte, ni con la helada, sufrian mas los indios
del alto. -
- i Allk' a, callej.6n, pillko. para la pun ta! -mandaban,
al amanecer, los comision<;idos.
Los ma~'tillos y las mujeres se alborotaban. Los mak'ti.
llos corrian junto a lo~ padrillos, que ese rato, dormian en el co·
rral; con sus brazos les had an cariiio en el hocico lanudo !
-1 Pillkuchallaya ! l Dunde te van llevar, tayta !
El pillko sacaba . SU lengua aspera y se hurgaba las na·
rices, se dejaba querer, mirando a los muchachos con sus ojos
grand es. Y despues lloraban los mak' tillos, lloraban delgadito,
con su voz· de ji·l guero.
- j Pillkuchallaya l I Pillkucha !
Y en eso nomas, ·llegaban los arreadores; had an reventar
su zurriago sobre las cabezas de los mak' tillos:
- •Y' _, car ago.I
. a, ya,
Atropellaban los arreadores; y a golpe de tronadores, se-
paraban de la trbpa a los design~dos.
E'ntonces venia la pena gralnde. La familia se juntaba en
la puerta de la chuklla, para cant'arles la despedida a los padri·
llos que se iban. El mas viejo tocaba el pinkullo, ~us bijos los
wakawak'ras, y una de las mujeres la tinya:


26 YAWAR FIESTA

-1 T urucha carago I -diciendo, se retace6 el chilliko y la


camisa; mostr6 el costiUar corneado.
-1Atatau yawarcha!
Como de una pilita hizo brincar su sangre al suelo.
-jYu pichk'achuri runakuna, k'alakuna!
Los cuatro ayllus ya sabfan. No habia coteja para lo&
' k'aris de Pichk'achuri. Pero ese aifo; dice, K'ayau queria se1
"premero" en la plaza.

Desde junio tocaban turupukllay en, toda la puna y en los


cerros que rodean al pueblo. Los wakawak' ras anunciaban ya la
corrida. Los mak' tillos oian el pukllay en la puna alta' y sentian
miedo , como si de los k' efiwales fuera a saltar el callej,6n o el
barroso, que arafi6 , bramando, la plaza de Pichk' achuri, que hizo
temblar las barreras, que sangr6 el pecho del "Honrao" Rojas.
En toda la puna y en todos los caminos, con sol o con lluvia; a1
amanecer y anocheciendo, los wakawak' ras presentian el pukllay.
'En el descampado, el turupuk!Jay ~ncoge al coraz,6n, le vence, co~
mo si fuera de criatura; la voz del wakawak'ra suena grueso y
'l ento , como voz de hombre.. como voz de la puna alta, con su
viento frlo silbando en las abras, sobre las lagunas. Las mujer..
citas de los cuatro ayllus y de todas las estancias, lloriqueando
hablaban: ·
-1 Yasta pues vintiuchu ! i Para Misitu es fiesta , dice v an
ilevar a plaza grande ; su rabia seguro va llenar tumandu sangre
ie:le endio puquio !
-1Ay taytallayal Capricho dice ha tornado K'ayau para
potar Misitu de K ' oafiani en vintiuchu.
- j Quien pues sera mamitay ! I Quien pues v iuda seraJ
J Quien pues en pante6n llorando estara vintiuchu I
Asf cantaban los wakawak'ras anunciando en todos los
cerros yawar fiesta. Indios de K' oll~na , de Pichk' achuri, d6
Chaupi, de K' ayau, tocaban, amaneciendo , al medio dia, y ha·
jando ya al camino. En la noche tambien, de los barrios subfa
al gir6n Bolivar el can tar de los wakawak' ras. Entraban en com·
petencia los corneteros de los cuatro barrios. Pero don Maywa,
de Chaupi, era el mejor cornetero. La casa de don Maywa esta
jun ~ o a Makulirumi, en la plaza del ayllu. Por las noches, tern
prano todavfa, los v arayok' del barrio y algunos comuneros ve·
.c inos, entraban a la casa de don Maywa. Alli chakchaban su
coquita, y a veces don Mayna sacaba su botella de cafiaz~ para

JOSE MARIA ARGUEDAS 27

,c onvidar. Un mechero alumbraba el cuarto desde una repisa de


FUero de v~ca. Entre copa y copa, don Maywa levantaha su
' .
.wakawak'ra y tocaba el turupukllay. El cuarto se llenaba "7on la
VO? del wakawak'ra, retumbaha en Jas paredes; los comuneros
.m iraban alto, el turupukllay les agarraba, oprimia el peeho; ca•
paz ninguna tonada era para morir como el turupukllay. ·De ratd
,en rato los otros ayllus contestaban.
De los cuatr~ ayllus, comenzando la noche, el turupukllay,
ar
.s ubia gil'6n Bolivar. Desde la plaza de Chaupi, derecho, por/
.e l gir6n Bolivar, subia con el viento el pukllay de don Maywa.
En las ti end as, 'en el Billar, en las · casas de los principales, oian
las niiias y los vecinos.
-Por la noche, esa musica parece de pante6n.
'
-Si, hombre, friega el animo.
- i Nada de eso ! No es la musica, -explicaba algun mis-
ti leido -es que asociarnos esta tonacla con las corridas ·en que
los indios se hacen pelotear con el toro, al compas de est~ mu·
~iquita.
-Si, hombre. Pero friega el anirno. Debiera prohibirse
,que a la hora de comer nos moleste~ de esa manera.
- i Maricones ! A mi me gusta esa tonada. En un solo
cuerno j·que bi en tocan estos indios !
Las niiias y las senoras tambien se lamentaban.
- i Que musica tan penetrante ! Es odioso oir esa tona.da
,a esta hora. Se debiera pedir a la Guardia Civil que prohiba to·
,car esa tonada en las noches.
--SL Y ya tenemos R la Guardia Civil desde hace afios.
-Esos indios se preparan el animo desde ahora. I Que
.feo llora esa corneta l
-Me hace recordar las corridas.
-Ese cholo Maywa es el peor. Su musica me cala hasta
'el alma.
La voz de los wakawak'ras interrumpfa la charla de los
mistis bajo los faroles de las esquinas cfel gir6n Bolivar ; interrum·
pip Ia tranquilidad de la comida en la casa de los principales. Los
muchacho de los barrios se reunian, cuando don Maywa tocaba.
-1 Parece corrida ya I - gritaban.
- i Toro , toro !
Y aprovechaban el puk1lay de don Maywa para 1ugar a
lo toros.
28 YAWAR FIESTA

A veces la cometa de don Maywa se oia en el pueblo


cuando el cura estaba en la Iglesia hacienda el rosario con las se·
iioras y las niiias del pueblo, y con algunas indias de los barrios.
El turupukllay vend a el animo de las devotas ; el cura tambien pa-
.raba un instante cuando llegaba la tonada; se miraban las ninas
y las senoras, como cuidandose, como si el callej6n o el barroso
.f ueran a bramar desde la puerta de la iglesia.
- j Musica del diablo I -decia el Vicario.
Algunas noches, tarde ya, cuando el pueblo quedaba en
.silencio, desd e algun cerro alto tocaban wakawak' ra. E~tonces
'e l pukllay sonaba en la quebrada, de canto a canto, de hondonada
e n hondonada ; llegaba al pueblo, a ratos bi en claro, a ratos me·
'dio apagado, segun la fuerza del viento.
-(()yes? -decian en las casas de los mis tis -Como
Jlonu grueso es ; como voz de gente.
- .i Ueno de la quebrada ese turupukllay ! Por que sera,
me oprime el coraz6n -hablaban las nifias.
- i Que musica perra ! i Revienta el alma! -decian los
principal es.
En los ayllus, los indios oian,
-1 Como don Maywa todavfa I i Eso si, pukllay !
-CU.mun de Pichk' achu sera. Seguro toro bravo r.abiara,
oyendo.
Con el viento , a esa hora, el turupukllay pasaba las cum-
bres, daba v uelta a las abras, llegaba a las estancias y a los pue-
blitos. En noche clara, o en la oscuridad, el turupukllay llegaba
c omo desde el alto. I
v

K'AYAU

EL primer domingo de julio, por la ·tarde, entraron al patio


de don Julian Arangi.iena los cuatro varayok's de K'ayau.
El sol caldeaba las piedras blancas del patio. Los concertados
de don Julian estaban sentados en los poyos de la pared de la
co cm a.
- j Nos dias ! --Saludaron los concertados a los varayok' s.
-1Nos dfas! cDunde esta tayta patron?
La nifia Julia sali6 al corredor. ·
-Nos dias, nifiacha. K ' ayau cumukuna buscando tayta
patron. ,
Los varayok' s se quitaron los lok' os.
-jPapa! Los varayok's de K'ayau.
Don Julian sali6 al corredor, en chaleco y con un peri6dico
en la mano.
,,. Nos
-1 . dfas, taytay I
-(Que dicen?
Los varayok' s subieron las gradas del corredor, se para-
ron en hilera frente 1a don J olian, con el lok' o en la mano.
-Sempre pues, taytay, tu parando por K'ayau -habl6
el varayok' alcalde-. Tu alfalfa tambien, chacra, echaderos tam-
bien en tierra de ayllu K' ayau pues, don Jolian.
-Cierto.
-Por eso entrando · por Misitu de K' oiiani, para vintiuchu.
-fQue? -Don Julian pareda asustado-, Misitu es del
monte. Nadie lo saca.
Los varayok' s rieron en coro.
-Nu'hay empusible para ayllu, taytay. Capaz cerro gran-
de tambien ~argando hasta la mar k' ocha. ·
-&Nu'hay para ayllu!
30 YAWAR FIESTA

-Como a chascha puniento vamos arrear a Misitu.


- i J a caraya ! Como pierro chusco va venir oliendo ca-
mmo.
~1 Cojudeces de ustedes ! Nadie saca a esa fiera de su
querencia. i Ni yo he podido !
-Cumunu pues, patron; asi es Misitu de K' ofiani.
- i Encanto , encanto', diciendo pichk' achuris, taytay ! Nu' ·
hay encanto don J olian. T odo aiio ganando pichk' achuris en pla-
za. Grande pues puna echadero de pichk' achuris; mucho hay
sallk' a en echadero de ayllu Pichk' achuri. Por eso ganando vm-
tiuchu. .
-Ahura K ' ayau va echar Misitu de don Jolian en plaza.
i Mentira encanto ! Sallk' a grande no mas es Misitu, enrabiado has-
ta coraz6n. Por eso queriendo 'para turupukllay.
- j K' ayau va ser premero en vintiuchu !
- j Buen,o, bueno I No me opongo. Pero advierto . Ese
toro v a destripar a todos los indios que vayan de comisi•6n.
- j Allk' o nomas para comunero k' ayau !
-jChascha!~

- i Pierro es para endio k' a~au !


El varayok' Alcalde sao6 su botella de trago de dentro de
su chilliko.
- j Taytay, por tu Misitu tomaras copita !
-jPor tu ayllu K ' ayau, pues, doi:i Jolian!
- i Ya, ya! Pero uno nomas.
El varayok' Alcalde llen6 la copita de porcelona que saco
el Regidor de su chilliko. El Regidor entreg6 la copa a don
Julian.
- j 13ueno ! Por vuestra suerte. Ojala Oios los proteja. l Po
brecitos !
Los concertados de don Julian , que cstaban en cl patio,
oyeron el pedido de los varayok' s.
-c.Cierto pues K'ayau queriendo Misitu?
-iJajayllas ! (. Dunde trayendo Misitu?
Los tres concertados se acercaron al corredor. Don Fer-
min habl6:
-Nu pu~de, tayt~y Alcalde. Misitu de K' onani emabia·
do pelea con el monte tambien; con su sombra tambien enrabia.
1Nu' hay p.ara Misitu!
El varayok' Alc_.ld.e tom6 sJJ copa de caiiazo antes de con-
te~tar.
JOSE MARIA ARGUEDAS 31

-(Acaso concer~ado va a ser cumisi6n? Cumun k'ayau


va ser cumision -el varayok' Alcalde estaba chispo ya- I Con·
certado llo.r ara mirando Misitu, como pierro, gritoneando corre·
ra ! Rabia de comunero es para . Misitu. l Carago ! ( Acaso ayilu
asustando con chascha turu? '
- j Pierdon patron! Carajeando pur maula concertado.
Chispitu ya pues -el Regidor alzo la voz -1 Atatau concertado I
Mauleando.
- i Bueno, bueno ! i Hemos terminado ! Rega lo el Misitu al
ayllu. Y pueden retirarse.
-Cumunu pues, patron.
-jGracias, don Jolian!
- i Tu no mas par an do por ayllu K' ayau !
- j Semfjlre pues, por tu ayllu !
Con el lok' o en la mano bajaron las gradas, pasaron el
patio y Ilegaron al zaguan .·
- i Como a pierro vamos . traer a tu Misitu, don J olian !
Don Julian mir6 con pena a los varayok' s.
EI v~rayok' Alcalde salio primero al gir6n• Bolivar.
Se pusieron el lok' o y entraron al gir6n. Avanza.ron ca mi·
nando por el centro d€ la calle. La's nifias ~e las ti~ndas y lo~
principales los miraban.
-He oido de~ir que K' ayau va traer para este ano al
Misitu de don Julian.
Los varayok' s saludaban a las nifias, levantando con la
mano la falda de sus lok' os. Los cuatro juntas, caminaban pro·
sistas. A tranco largo llegaron a la segunda esquina.
-1Alcalde! cCierto van a traer al Misitu para 28? -pre·
gunto desde la puerta de su tienda don Pancho Jimenez.
-jClaru pues, tayta! -Los cuatro se pararon frente a
la tienda.
-Don J olian regalandu Misitu, ahurita nomas.
- i Bu~na ! Quiero ver eso varayok'kuna. i Muchacho,
trae cuatro botellas de caiiazo I /
Don Pancho mostr·6 a los varayok' s las botellas. de aguar·
diente. •
-Dos arrobitas voy regalar si hacen llegar al Misitu. Ahi
esta adelanto. .
-1Gracias patron! 1Como allk'o va venir para ti Misi-
tucha!
El v~rayok' Alcalde r~cihi6 las botellas.
32 YAWAR FIESTA

- i Ya! Anden nomas. Cabildo estara esperando.


Varies mis tis y algunos chalos se habian reunido ya j urit<i
a la tienda. Los varayok' s saludaban quitandose el lok' o; tiraron
las puntas de sus ponchos sobre el hombre, levantaron alto sus
cabezas, y siguieron calle abajo. Llegaron a la tercera esquina y
voltearon a la izquierda, para el ayllu de K' ayau.
En el gir6n Bolivar los mistis se quedaron hablando sobre
la amenaza de los k' ayaus.
- j Los tigres ! Si estos indios logran traer al Misitu va
haber pelotera en la plaza, come nunca.
-De ver va ser eso. Yo h e ofrecido dos arrobitas d e
aguardiente. EI aiio pasado un solo indio muri6 en la p!aza.
Pero este 28, si traen al Misitu ...
-No, don Pancho. La pelotera va ser en K' oiiani. El
ayllu esta decidido, aunque sea quinientos indios iran por el
Misitu. El tore va hacer su agosto en la pun a. i Que tal destri-
padera ira a haber !
-Cuando los indios se deciden, no hay caso. (.No ve
c6rno la · carretera a Nazca lo hicieron en 28 dias?
La gente iba aumentando en la esquina de don Pancho
Jimenez. .
-Es que tambien trabajaron mas de diez mil indios.
-Les entr6 la fiebre del cammo. i Y habia que ver ! Pa-
red an hormigas.
-Y a ese toro lo traen. I Ya veran ! V erdad que es un
solo ayllu, pero son come dos mil. Aunque sea muerto, pero lo
ponen en la plaza. .
-Los indios de Puquio, sea come sea, pero tienen reso-
luci6n.
- j No hay vainas ! Estes indios son unos fregados.
-En K' onani va ser la pelea, la verdadera corrida. Soy
cap.az de ir.
-En el cabildo de hoy nombraran la comisi6n y seiiala-
ran el dfa. ya lo sabremos.
En los extremes del grupo hablaban.
-El ayllb de K' ayau dice va traer Misitu de K' oiiani pa-
Ya el 28.
- j Al Misitu dicen van a traer para el 2 8 !
-Va ser gran corrida, como en otros tiempos.
- I Los cocos! A esa fiera no lo saca de los k' efiwales ni
el hijo de Cristo.
JOSE MARIA ARGUEDAS 33

De canto a canto, en todo el gir6n Bolivar, se propal6


I
la noticia.
-No debieran permitir -dedan algunas .senoras- iEs
una barbaridad ! i P ob res indios I Ellos son 1os paganos. (Lo que
es yo? No voy. No estoy para salvajismos.
-(Tu iras? -:se preguntaban desde ese mismo dfa las
·-
nmas.
-No se hija, sera de ver. Pero tengo miedo.
-1 Que Misitu, ni que Misitu ! -dedan algunos v1e1os-
y o he vist~ toros bravos verdade'r os; toros machos, con las pier-
nas destrozadas por los dinamitazos, perseguir a los indios, bra-
mando todavia. i Misitu ! i Que tanto sera ! Lo que hemos visto
Jos antiguos ya no habra.

El ayllu completo estaba reunido en K' oro ladera. K' ayau


se reune en un claro de la ladera, entre las casas de los comu-
neros Kaychu, Chamochumpi y los arpistas Liana. Casi en el
centro del claro hay una piedra alaymoska, como de medio me-
tro de altura . . Todo el ayllu de K' ayau est~ casi en la falda del
Tok'to, entre hondonadas y morros; el barrio no tiene calles de-
rechas, pueblo indio es. Ese primer domingo de julio el ayllu
estaba completo en el cabildo. De todas las .chacras y hasta de
los echaderos habfan bajado al puebio los k' ayaus.
Cuando los varayok' s aparecieron en K' oro ladera, los in-
dios se revolvieron. Mas de mil eran. Se hablaban unos a otros,
en voz alta.
- j Campu, campu ! j Carago I
- j Campu ! j Carago I
Estiraban todos el cuello.
El v~rayok' Alcalde se par6 sobre la piedra. T odos los
k' ayaus levantaron la cara.
-Don Jolian Arangilina para ayllu regalando Misitu ...
El varayok' Alcalde avis-6 en kechwa su entrevista con
don Julian.
- i Eso si, carago !
-1 Ahura si, caragu l
-1 Misitucha I j Ahura si !
El sol pasaba ya por el centro del cielo; ardia fuert«:, en
el hlanqueo de las pared es, sobre la. cal de los techos; las rocas,
en la cumbre de los cerros que rodean al pueblo, paredan mas
34 YAWAR FIESTA

negras a esa hora; ya no habian nubes en el ciello; en lo alto,


· daban vueltas ankas y ak'chis, volando lento.
-1 Ayllu entero sera comisi6n r
-Sigoro PU(\S, tayta.
-1 Claru pues !
- i Caragu Misitucha r
-ila caraya._! Mistichas veran. Principales asustaran con
Misitu.
-jSigoro!
-jNu'hay cojodices!
-1 K' ayau premero sera en plaza I
-Capaz en alto nomas Misitu enrabia. j Capaz con di-
nam!ta asustara como chascha ! .
- j Capaz con enjualma asustara I
De todos los ayllus llegaban comuneros para ver de lejos
el cabildo d~ los k'ayaus. Mujeres y mak'tillos tambien mira·
ban desde la . esquina de los arpistas. En los otros ayllus ya ha-
hla terminado el cabildo; y venian a K'ayau para saber. En la
plaza de Pichk' achuri se revolvian los comuneros, miraban la
lad era.
Todos los k'yaus hablaban fuerte, Hasta lejos se oia el
griterfo del cabildo.
-1 Misitu amarrado llegara !
- i Ayllu entero sera comisi6n !
Del centro de la plaza, desde Pichk' achuri, subi6 un co·
hete, echando humo se elev6 en el cielo, pas6 la direcci-6n de}
c~bildo , se fue bien alto, avanzando mas en el cielo de K' ayau,
y revent6 en la altura del Tok'to. El cohete vado, baj6, derecho,
como liwi, y cay6 en el canto del ayllu, eobre las yer~s del ce·
rro. Los indios de K'ayap miraron el cohete, desde su arranque,
hasta que lleg.6 a la tierra.
- j Carag\l, k' anraku'n a l
Se voltearon para mirar la plaza de Pichk' achuri. Los
comuneros de Pichk' achuri salieron de su plaza, por las cuatro
esquinas; muchos alzaban los brazos, ·tiraban las puntas del pon·
cho sobre el hombro.
~i Jajayllas rabia !
Los varayok' s de K' ayau se miraron con los comuneros
del ayllu.
-1 Premero en vintiuchu ayllu K' ayau sera !
Ese domingo, toda la tarde y en la noche, los wakawak'ras
,
JOSE MARIA ARGUEDAS 35

atronaron en todos los barrios. Era muy entrado ya el menguan-


te, pero salio la luna, y alumbro fuerte porque el cielo estaba
limpio; hasta los trigale~ de los cerros se vefan bien claro desde
el pueblo; los eucaliptos de Pichk' achuri, los mo Iles de los corra-
l es, se veian, hasta para eontarles sus ramas. De K' ayao, de K' ~
ollana, de Chaupi, tocaban todavia turupukllay.
Ver el pueblo desde las cumbres. Brillando con la luna
la calamina del gir6n Bolivar; la teja y los molles de los barrios,

medio oscuros; los riachuelos cantando en los cenos; el viento
tambien silba a ratos en los trigales y en las ramas de lqs euca-
liptos y de los molles. Los chaschas de los ayllus estan ladran- .
do con su voz delgada de perros chuscos; y encima, por ,el alto,
mas fuerte que el viento, mas que el aullar de los chaschas, el
turupukllay suei:ia, como desde el hondo, desde -el hondo de la
quebrada; suena grueso, parece Boran, con voz de hombre' gran... •
de, de todas las calles de los barrios.

Desde ese dqmingo, en las casas de los vecinos y en los
barrios, en las calles y en las chacras, hablaban de la conida, de
la competencia de K' ayau con Pichk' achuri, en quien traerfa to-
ros mas bravos, quieri seria mas hombre en la plaza. Chaupi -,
· K' ollana tambien pondrian cua.t ro toros cada ayllu, como todos
los aiios. Pero Chaupi_ solo ganaba a los puquios en .tener mas
herreros, mas carpinteros y sombrereros, en tener maestros artesa-
nos. K' ollana con sus albapi]es y sus danzantes. Casi .todas las
casas nuevas ._de los mistis. eran obra de los k' ollanas. Pero el
28 no podian. Ayllus y vecinos temblaban en la plaza, cuando
los capeadores de K' ayau y Pichk' achµri llamabau desde lejos,
poncho en mano, a los toros bravos. T emblaban d~olas y niiia~.
cuando el callej6n o el allk' a daban vueltas junto a las barreras,
con el Juancha o el Nicacha colgado de las astas, a veces del
· chumpi, a veces de la Ingle. "Honrao" Rojas entraba, dinamita
en m~no a la plaza, ardien.do la mecha, llamaba con su brazo
al pillko, al allk' a. ·- .,_ ~
- - - i Chascha ! i T urucha earago !

El allk' a escarbaha cl suelo, sacando la lcngua.


Mientras, don Maywa y los pichk' ~churis tocaban turu-
pukllay en los · wakawak'ras; la arenilla de la tieri:a ardia en la
~au. -
- i Carago chascha !
36 YAWAR FIESTA

Desde lejos arrancaba el toro. "Honrao" Rojas ya sabia.


Riendose fuerte esperaba:
-iJajayllas turuchal •
Cuando el toro estaba para cornearle ya, ··Honrao" Ro-
jas tiraba al suelo el cartucho. Retumbaba la plaza, el polvo su•
bia del suelo en remolino. "Honrao" Rojas andaba de espal-
das a las barreras. En veces el toro pataleaba, lomo en tierra;
• o corria, como loco, echando sangre del pecho ; otr'a s veces, cuan-
do pasaba el polvo, el toro vela al "Honrao", bramando salta-
ba, pero ya no habia tiempo, el ' Honrao" llegaba, ri~ndose, ~
la barrera.
-1 Jajayllas turucha !
Asi eran los k' ayaus y los pichk' achuris en las cor:tidas.
Por eso Chaupi y K' ollana no pensaban en hacer competencia
• a los capeado;es de los otros ayllus. Pero e~ el 28, y ~n las
otr~s fiestas grand es, K' ollana y Chailpi ponian en las calles a
sus dansak' s. En todas las esquinas y en las plazas, los dansak' s
de ·K' ollana eran dueii.os. No habia hombre para el Tankayllu y
para el tayta Untu de K ' ollana. Tankayllu salia a bailar con
Nicanor Rojas de arpista y Jacinto Ped~aza de violinista. Su
pantal6n y su chillico, espejo y cinta dorada, pines de todos los
colores;su lok' o era un cuero de ak' chi, enterito, con el pico por de-
lante; sus tijeras de acero se oia~ a tres cuadras. Cuando Tan.-
kayllu salia a bailar,. se juntaba la gente de los cuatro ayllus; y
cuando entraba al gifl6n Bolivar, tocando sus tijeras, las niii.as Y
los mistis salian a los balcones.
- j Es un artista este indio ! -dedan.
Pero la competencia de los dansak' no era como la de los
capeadpres. Con los toros bravos era competencia grande, ante
todo el pueblo de Puquio y de los distritos. En cambio, cuando
el Tankayllu entraba al gir6n Bolivar, tocando sus tijeras; las
nifias y los mistis se machucaban en los balcones para verlo. tn-
t onces no habia K ' ayau, ni Chaupi, ni K' ollana; el pueblo ente-
ro, los indios de todos los barrios se alegraban, llenaban la calle
de los mistis; SUS ~jos brillaban mirando la Cara de los Vecinos.
- l Es un artista ! i Hay que llevarlo a Lima! -hablaban
en los balcones.
- j Sera un indio . . . pero que bi en baila !
- I Es brutal, pistonudo !
Mirando la cara de los vecinos, los comuneros de los cua-
' ·JOSE MARIA ARGUEDAS 37

tro ayllus tenian fiesta, el contento era igual para todos los in·
dios de Puquio. Y desafiaban en su adentro a los mistis:
-cDonde habiendo de mistis? Con su caballito nazque-
iio, con SUS apero de plata, con SU corbatita, badulaquean. Con
trapu nomas. cD6nde habiendo hombre para T ankayllu?
Por eso los k' ollanas confiaban para el 28 en el Tan-
kayllu y en el tayta Untu. Decian en los barrios, que ese aiio
el Tankayllu iba a lucir otra ropa y lok' o nuevo.
Mientras; en Pichk'achuri y en K'ayau, se alistaban para
llevar al pueblo los toros mas bravos de todas las punas. Los
capeadores amenazaban:
- i Yu sera! iYu· k'ari! .

Los vecinos tambien, en todas sus reuniones hablaban de


la corrida. Cuando se encontraban e'n los caminos, de paso a
sus chacras o de vuelta al · pueblo; cuando tomaban cerveza y pis-
co en las tiendas; cuando se reunian para charlar bajo los faro.a
Jes de las esquinas, hadan apuestas por K' ayau o por Pichk' achuri;
a favor o en contra del Misitu. Don Pancho Jimenez contra don
Julian Arang'ii'ena.
-Los indios ~rrastraran a SU Misitu -le gritaba don
Pancho.
-jApuestol -contestaba don Julian -·-Lo deje en los
k' eiiwales, y no le pegue un tiro, porque toda la gente de la puna
y de los otros pueblos hablan de mi toro. i Porque es el patron
de las alturas t Lo he regalado a K' ayau para que el Misitu se
banquetee con los indios. Es un regalo aJ Misitu mas bien.
Y la risa le sacudia todo el cuerpq.
Don Pancho Jimenez y don Julian Arangiiena apostaron
diez docenas de cerveza.
Pero en los corredores de la Subprefectura se hablaba de
la corrida, mas que en los ayllus y que en las calles del gir6n Bo-
livar.
El Subprefecto era iquefio, nunca habia visto un turupuk-
llay. Al medio dia y al atardecer, el corredor de la Suhprefec-
tura estaba siempre Ueno de mistis. T odos los principales le ha-
blaban al Subprcfecto de la corrida en Puquio; se qui ta ban la
palabra, porque cada uno queria contar lo mas importante, lo que
era , mas sensacional segun el parecer de los vecinos.
-Usted va gozar, senor Subprefecto. Es algo fenome·
nal.
38 YAWAR FIESTA

-Usted conoce la plaza del barrio de Pichk' achuri, es


mas grande que la plaza de armas de Lima. La indiada de cada
barrio cierra una· esquina con barreras de eucaliptos. Nosotrm1
vemos la corrida · d~ los balcones de don Crisostomo Bendezu y de
un palco que los indios hacen sobre el muro, junto a la casa de
..don Crisostomo. La indiada se acomoda en los techos, en las
barreras y sobre las pared es. i Ya vera , usted ! Diez, doce toros
1
· se lidian. La plaza es grande. No hacen barreras especiales para
los capeadores; abren un chocl6n nomas en el centro de la pla-
za. Los .indios son mas bravos que los toros, y entran, desa~
fiando. Capean con sus ponchos; y cuando se asustan, corren,
y se. tiran al chocl6n, en pelotera. El toro se queda a la orilla
del hueco, resoplando con furia. Pero no todos los indios co·
rren bien, y el toro alcanza a algunos, de la enirepierna los sus-
pende, los retacea como ct trapos ...
- j Eso no es nada ! -deda otro; todos querian hacerse
olr con el S~bprefecto - I Eso no es nada ! l-;lay c~atro enjalmas
para los toros mas bravos; 1las enjalmas las regalan las senoritas
principales de nuestro .pueblo; son enjalmas de seda, con mone-
das de plata y a veces de oro, en las puntas y en el bordado ,
Las enjalmas son paseadas a caballo por nosotros, entre coheta-
zos y musica de la banda 'y de los wakawak' ras que tocan los in-
dios. l Viera ~sted ! Al toro bravo se le cose la enjalma en el
lomo, comenzando del morrillo. Por la enjalma los h~.dios se ·alo·
can, entran por tropas para arrancar la enjalma. I Y eso es de
ver sefior Subprefecto ! Porque los indios son tambien como He-
ras . ..
-1 Caramba ! P,.ero debe ser fuerte eso.
- i Es pistonudo ! .
-Pero yo no crei qu~ fuera tan salvaje. Ya lo veremos.
Solo que quiza no es muy Cristiano eso .. .
-No diga, senor Subprefec.t o, SU antecesor era limefio de
pura cepa, y gozaba como pagado. Usted perdone, pero como
un chancho gozaba. i Habia que ver !
-Los guardias civiles tambien dicen que no han visto
algo de mas emocion. . .
-Sin embargo, yo no estoy de acuerdo son esas salva·
jadas.
-1 No diga mi Supre! Sin corrida el 28 no serla fiesta.
-No hab ri'a nada.
- ( Y el " T ankayllu" ?


JOSE MARIA ARGUEDAS 39

-1Ah, mi querido Supre! El "Tankayllu" es un danzan-


te indio que. vale.
-Para el 28 no hay mas que la corrida, el "Tankayllu"
. .

y el paseo de antorchas de los escoleros.


-Pero la corrida es lo fuerte. Le demas es fiagaza, ri-
p10 nomas. Sin el turupukllay, el 28 seria como cualquier dia.
- i Ya estoy viendo a nuestro Su pre amarillo con la emo-
ci-6n, cuando el K' encho entre dinamita en mano contra el Misitu !
-1 Porque al Misitu lo traen, senor Subprefecto l Nuestros
indios son resueltos. No crea Ud. que son como esos indiecitos
de otros pueblos. Antes, en otros tiempos, nuestros abuelos tu-
vieron que pelarse pant sujetar a estos indios. l Y mas de un
susto }es dieron l Ahora nos llevamos entre bien y mal. I Y valen
estos cholos I
-iSI senor!
-Ya sabe usted que la carretera por donde usted ha ve-
nido la abrieron los indios en veintiocho dias. La plaza de mer-
cado la levantaron los ayllus en dos meses. Trabajaban como
hormigas. •
-1 Y contagian estos indiosl Esos dias de la faena para el
mercado, hasta yo, ' ocioso por sangre, sentia un cominillo pot
entrar con ellos.
-Eso era de ver, senor Subprefecto. En la faena son una!
fieras, aunque trabajando para los principales se duerman en las
chacras.
-1 Bueno, senor Subprefecto ! Al Misitu lo traen de las
ore1as.
-Y con el Misitu tendremos una corrida como en tiem·
po de los antiguos.
-1 Ojala seiiores I Veo que les gusta esas corridas, mas
que a los chapetes su Joselito y su Belmonte.
-Depende senor. Aqui tambien tenemos nuestros cho-
lazo .
Al medio dia y al atardecer llegaban los principales que
ha bi an salido a las chacras. Algunos se iban derecho a sus casas;
otro sabian que a csa hora se podia charlar con el Subprefecto
en el corrcdor de su Despacho, y se dirigian a la plaza. Cuan-
do staban en el parquecito, sujetaban las riendas y lucian sus
aguilillos. para que vieran los vecinos y la autoridad principal.
Desmontaban en la pu~rta del cuartel y subian a carrera las gra-
40 YAWAR FIESTA

das de la Subprefectura. Los que habian llegado se juntaban


cada· vez mas, rodeando al Subprefecto.
--Se llevara usted un recuerdo imperecedero de nuestro
pueblo. Esta corrida va ser grande .
. -Ojala amigos. Aunque no me gustan mucho las sal-
vajadas.
- j Que hubiera dicho entonces con las corridas de ahora
veinte afios ! Cuando se amarraba un condor al lomo del toro mas
bravo, pa.ra que rabie mas. El toro picoteado por el condor,
/ volteaba indios' como si nada. Y despues entraban los vecinos
de a 'caballo; a rej onazo limpi0 ma tab an al toro. Al final de la
fiesta se cosian cintas en las alas del condor y se le soltaba entre
gritos y cantos. El condor se elevaba con sus cintas; parecfa
cometa negra. M.e ses de meses despues, en las alturas, el con:
dor ese volaba todavia, de nevado a nevado, jalando sus c\ntas.
-En noviembre, senor Subprefecto, encontre yo en el
K'arwarasu, un condor con sus cintas. jEra de verl
Los vecinos se arrimaban mas. T odos querian decir su
parte. Contar algo nuevo.
-Usted no conoce nuestro gran cerro, senor Subprefecto.
El Misti de Arequipa es un montoncito de tierra junto a nuestro
nevado K' arwarasu. Tiene tres picos de pura nieve. (. Y por
que sera ? De la nieve misma salen penas negras.
-jSi, mi Supre! En una de esas penas estaba el condor.
Le eche un tiro al aire con mi revolver. Y el animalazo se volo
de la pena. Por encima de los tres picos se fue, jalando sus cin~
tas. Yo le segui con la vista, hasta que se enterr6 en las nubes
q~e siempre hay en el alto del K' arwarasu.
A veces el Subprefecto se cansaba de oirles hablar, ho·
ra tras hora, de las corridas, de los toros bravos, de los indios . ..
--Sefiores, iremos a caminar un poco.
Y bajaba a dar vueltas en el parquecito. De alli se des-
pedia el Subprefecto, y visitaba las tiendas de las nmas. Pero
tambien a eUas les gustaba hablar de las corridas y del "Tari·
kayllu".
- j Diablo ! -deda ya, cuando estaba solo- Tanto me
hablan en este pueblo de ese indio danzante que ya me esta dan·
do ganas de verlo.
Pero el Juez y el Capitan, Jefe Provincial, que eran tam-
b ien costenos, le d ijeron en confianza:
-Ese " TankayUu" es un indio sucio como todos, pero
JOSE MARIA ARGUEDAS 41

. hace algunas piruetas y llama la atencii6n. En cuanto a la co~


rrida ...
-Es 'una salvajada, tal cual usted la piensa. Y ·mas es
lo que uno asquea de lo que hacen estos ind~s brutos que lo que
uno se distrae.
\
Y mientras hablaban las autoridades y los vecinos en el
gn:on Bolivar y en la plaza de-armas; mientras en el Billar, en la
botica, en lo~ comedores y en las tiendas, recordaban el turupuk~
Hay de .otros afios; en los cuatro bar.rios, y en los cerros, sonaban
los wakawak'ras. Algunas noches, de K:ayau y de Pichk'achuri,
se elevaban cohetes de arranque y reventaban en la direccion de
]a call'e de los mistis.

..
),
VI

LA CIRCULAR

U N miCrcoles por la mafiana.. a mediados de Julio, el Sub-


prefecto hizo Hamar al Alcalde y a los vecinos notables,
/

del pueblo.
El Subprefecto recibi6 a lo·s vecinos en su Despacho. A
medida que iban llegando, les mostraba una silla para que se sen-
tar an.
Cerca de las once, los vecinos habian ocupado ya todas
las sillas y las bancas del Despacho. Eran como cincuenta.
• El Subprefecto se par6 de su asiento con un papel en la
mano.
--Senor Alcalde. y sefiores vecinos: T engo que darles una
mala noticia. He recibido una circular de la Direccion de Gobier-
no, prohibiendo las corridas sin diestros. Para ustedes que han
hablado tanto de las · corridas de este pueblo, es una fatalidad.
Pero yo creo que esta prohibici16n es en bien del pais, porque da
fin a una costumbre que era un salvajismo, segun ustedes mis-
mos me han informado, porque los toros ocasionaban muertos y
heridos. Como ustedes se dan cuenta, yo tengo que ha~er cum-
plir esta orden. Y les aviso con tiempo para que contraten a un
torero en Lima, si quieren tener corrida en fiestas patrias. La

circular sera pegada en las esquinas del gir6n principal.
El Alcalde mir6 asustado a los vecinos; los vecinos se le-
vantaron de sus asientos v miraron al Subprefecto. No sabian
que hablar.
(No haber corrida ·en la plaza de Pichk' achuri? (No ha-
, her chocl6n para que se oculten los indios? (No haber paseo de
enjalma~ entre cohetes y musica de wakawak'ras, cachimbos 'Y
camaretas? <No haber dinamitazos para los toros mas bravos~
(Ya no entrarian a la plaza los cholos de Picbk'achuri y K'ayau,
JOSf. MARIA ARGUf.OAS 43

con sus ponchos de tapa' a parar firmes frente a los toros bravos
de K' ofiani y K' ellk' ata? Y entonces (Como iba a ser la corri·
da? ( l;)6nde iba a ser? (La gente de Puquio iba a reunirse en
Pichk' achuri, indios y vecinos, para ver a un solo torerito en la
pampa del barrio, haciendo quites a los toros de K' ofiani?
Don Pancho levant6 el hrazo, como sefialando el asiento
del Subprefecto.
--Senor -dijo- jcomo va ser eso! Hay apuesta pen-
diente para este afio entre el barrio de K' ayau y Pichk' achuri. Y
al Misitu de don Julian lo van a fraer los indios de K' ayau.
-Aunque sea al otro afio pues que prohiban la corrida.
--H~remos reclamo entre todos los vecinos.
--Seguro tambien el diestro no sabe torear en Pichk' •
achuri.
Y todos los principales amigos · de don Pancho hablaron
seguido. Cuando don Pancho empez6, ya ni uno se qued6 sin
hablar. ·.
Pero el grupo de vecinos mas prosistas y mas amigos de
las autoridades, levantaron fuerte la voz, ya al ultimo, viendo
que el Subptefecto miraba con rabia a don Pancho Jimenez.
- j No senor Subprefecto ! I Los vecinos conscientes esta·
mos con la autoridad ! La corrida de Puquio es deshonrosa para
nuestro pueblo. Parecemos salvajes de Africa y nos gozamos
con estos cholos ~ue s~ meten entre las astas de los toros, sin
saber torear y borrachos todavia - don D 1emetrio Caceres ava1!-
z6 hasta la mesa del Subprefecto; se hacia el rabioso - Yo he
estado en las corridas de Belmonte en Lima y he gozado con su
arte. Aqui hay que ensefiar a la gente que sepan ver toros y
corridas civilizadas. T odos estos vecinos que me rodean son los
que van a Lima, son los mas instruidos. Y apoyamos al Co-
bierno. Si, senor ...
Y sigui6 hablando largo rato, porque el Subprefecto le
aprobaba moviendo la cabeza. Y todos los vecinos, comenzan-
do por los mas propietarios, Se fueron reuniendo a SU lado, junto
a la mesa de la autoridad. Cuando don Demetrio Caceres se
call-0. don Pancho estaba lejos, cerca de la puerta de salida; ahi
estaban con el los puquianos menos principales y menos amigos del
Subprefecto; se empujaban para acercarse a los vecinos notables,
pero lo otros miraban como asqueados a don Pancho . daban co--
dazos y querian hacerse ver con el Subprefecto, como gente par-
tidaria de don Demetrio.
YAWAR FIESTA

- j Senor Subprefecto ! -llam6 don Pancho, desde lejos-


Capaz he faltado a la autoridad, pero no es para que se arrimen
y . me empujen a la puerta. Don Demetrio Caceres es pues bien
lei do y se queda eQ. Lima meses de meses; el Alcalde Antenor,
cl on Jesus Gutierrez, don Gregorio Palomino, don Felix de la
Torre . . . tambien son los mas principales de Puquio. Pero val-
gan verdades ante todo; ellos se gozan igual que nosotros en la!!
corridas de Pichk' achuri; se rien con toda la boca cuando el to-
lo retacea el pantali6n del indio borracho. cAcaso n6? Todos
nos hemos criado a iguales en este pueblo, pero ellos entienden
primero a la autoridad. i Quien pues no va obedecer al Go-
.b ierno I Pero este aiio K' ayau va traer al Misitu, y hay apuesta
de dos barrios; corrida grande va ser, por eso nomas he rogado,
y otros tambien. Pero obedeciepdo a la autoridad, todos somos
obedientes, senor Subprefecto. , j Y no hay para que estar ra-
biando ! .
- j Claro, seiior Subprefecto !
- j Mire usted pues bien !
T odos los que estaban jun to a la puerta hablaron, recla·
mando, mostrando su obedieneia.
-Bueno, seiiores vecinos. Estamos de acuerdo. Que el
Concejo Provincial tome las medidas convenientes sobre la co-
rrida, acatando la circular. Yo no tenga nada mas que decir.
Y pueden retirarse.
- j No pues ! -habl6 don Pancho- t Senor Supre, ya que
estamos reunidos siquiera una cervecita nos tomaremos!
- i Se tomara champaiia, senor Subprefecto ! -grit6 do~
Demetrio, como rezondrando a don Pancho y a sus partidarios.
- j Esta bien don Demetrio, no es para calentarse ! Cada
uno ofrece segtln el bolsillo.
-Tendra usted la bondad de acompafi~rnos, seiior Sub-
pref ecto, al Bi:llar. ·
-1 Cl~ro senor Alcalde I Aqui no hay comodidades.
El Subprefecto, don Demetrio y el Alcalde, avanzaron ha-
c1a la puerta; los otros vecinos abrieron calle para ellos. Y sa-
lieron todos tras de la autoridad.
En la plaza, frente al cuartel, se habia reunido un grupo
de chalos y de indios. Cuando los vecinos salieron al corredot
de la Subprefectura, los chalog y los indios se separaron en tro·
pitas; y vieron a los vecinos atravesar la plaz1 y entrar al gi116n
Bolivar.
,
JOSE MARIA ARGUEDAS 45

- i Caray ! Algo pasara, seguro.


Disimulando, de tres en tres, de cuatto en cuatro ; los cha~
los tomaron la delantera y se dirigieron al gir6n Bolivar. T raa
de ellos siguieron los comuneros, en tropa.
- Los .vecinos «?ntraron a la cantina del Billar; pero don
Pancho y un grupo de principales se quedaron en la calle, porque
la tienda no alcanzaba para todos.
- j Senor Supre ! A su salud nos tomaremos una cervecita
en mi tienda. Se queda usted bien acompanado.
· -Sigan senores. Siento no estar con todos.
Y entonces, algunos que ya estaban en la tienda del Bi-
llar salieron para irse con don Pancho. Los vecinos quedaron
asi, en dos bandos. Con don De~etrio Caceres y con don
Pancho.
En el Billar, empez6 a hablar don Demetrio:
-A veces, senor Subprefecto, tenemos que ceder nosotros
a los deseos de los puquia~os atrasados. Pero con Una autoridad
corno usted, ya es distinto. Nos sentimos apoyados y encamina-
dos a la civilizaci6n.
- j Si, si! i Claro, claro !
-Es verdad.
-Asi es.
-Con veinte Subprefectos corno usted se podrla civili-
zar al Peru rapidamente. Necesitamos de autoridades que ven-
gan a enseiiarnos y que esten resueltos a irnponer la cultura del
extranjero. En estos pueblos, senor Subprefecto, vivimos toda-
via en la oscuridad. i Ni que hablar de nuestro retraso ! Y toda
buena costumbre lo echan a perder aquf, . el medio, los cholos
y algunos vecinos que tienen el indio adentro. (.No ve la co-
rrida? Aqui . se hace con wakawak'ras, con dinamita, con lan-
za, en una plaza que es un pamp6n. i Y que ! No hay paso do-
ble, ni marcha, . ni ca pas de co lores, ni banderillas. I Puro indio I
Waynos, ayarachi. Y cholos borrachos. Y viendo eso, diga
senor Subprefecto (. quien no se malogra? Y asi es toda fiesta.
fiesta de religion o patrt6tica. lgual. Por eso , una autor.idad
corno usted es la salvaci6n.
-1Claro!
-1 Mire usted, pues, bien, senor Subprefecto !
-1 Muy bien, muy bien ! F elizmente en la costa ya no
hay ~ada d~ eso. Alla, la civilizaci6n ya es un hecho. Y yo
los ayudare con . t~da voluntad. se que ha bra difi~ultades; el
'
46 YAWAR FIESTA

oscurantismo es dificil de veneer. {No ven que ese otro grupo


es mas reacio? Ahora se emborracharan, y lloraran por la co-
rrida. ·
-No les haga caso, sefior. Son ignorantes y cobardes.
Pero obedec~ran,~tranquilos.
I -1 Ya se, ya se ! Pero veo que tiran mas para el monte.
-1 Y que sirvar el champaiia ! 1Rapido ! -don Deme·
.. trio golpe6 el mostrador .
Don Norberto, el dueiio del Billar, se asusto, cuando oyo
pedir diez botellas de champaiia.
En la tienda de don Pancho j imenez ha bi a mas bulla que
en el Billar. · La mayor parte de los vecinos hablaban alli en tro-
pel. Frente a la puerta, casi llenan<;lo la calle, chalos y comune·
ros, oian, y ellos tambien hablaban.
. -{Como va ser la corrida sin el K'encho? -gritaba don
Pancho- cAsi es que no van a entrar el "Honrao", el Tobias,
el Raura ') {Como va ser, si no hay dinamita, si no hay enjal-
ma? 1Cojudeces nomas ! t Quien torerito va entrar a la plaza
de Pichk' achuri? Como un tankayllu bailara en la plaza, como
saltamonte se perdera.
-{Aver? Pichk'achuri es para que entren cien, doscien -
tos indios a torear. T ocando wakawak' ras, hacienda reventar di-
namita. {Como un blanquinosit9 va entrar a ta plaza de ··Pichk' -
achuri? Se orinarian de risa los indios.
- j No! i No! T elegrafiaremos a Lima. Rogaremos al Go-
bierno.
- j Y ahora todavia ! Cuando K' ayau esta rabioso por
traer al Misitu.
- j Eso es fregar !
-Y don Demetrio se hace el extranjero. Seguro su al-
ma esta llorando por la corrida. "Ay, c6mo va ser sin el "l-:lon-
rao", esta diciendo en su adentro. Pero en cl despacho del Sub-
prefecto parece limefio prisionero ,en Puquio.
-{Por que seran tan aduladores y maricones?
-Y i carajo ! ahora los k' ayaus lo van a saber, y capaz
na van por el !\'lisitu.
r-jNo digal
-1 Un pisco, k' anras !
- j Que pisco ! i Caiiazo ! 1T rago quiero I
-jCanazo!
--Que tendran que meterae en las eosas de los pueblos.
JOSE MARiA ARGUEDAS 41

Pero uno pide en me~orial reclamo para el pueblo iY ni miran


~] papell
-10iga 1don Pancho! Capaz no podemos.
-1 Capaz no hay corrida !
Los chalos y los comuneros oian. Se machucaban ya jun-
to a la puerta.
-..:Que sera ha habido?
-Gobierno habra mandado para que no hayga corrida .
. -1 T ayta ! (Que dice patron don Pancho? (Nu-hay corri-
da dice? . ·
Don Pancho sali6 a la puerta de la tienda. •
- j No hay apuesta con K' ayau ! No hay necesidad Misitu,
m toros de K' ofiani. Hay que traer novillo mas bien para tore-
rito limefio. Gobierno dice no quiere que natural ca pee. Aho .
ra se ha acordado dice de su natural que sufre en la corrida de
28. j Carajo ! j Ya no hay corrida, ni enjalma, ni barreras, n1
dinaminta ! j Traigan no~illo; lecheras, dice, hay que traer para
torero limeiio ! En la orejita nos pondremos clavelinas para ir
en corrida de 28.
Cuando estaba hlablando salieron del Billar los otros ve·
cinos. Viendo al Subprefecto los chalos se fueron, casi corrien·
do, calle abajo. Los comuneros se arrimaron a la pared.
-1 Viene el Subprefecto !
- j Viene el Subprefecto !
Los vecinos se revolvieron en la tienda de don Pancho.
Don Pancho se acerc6 al mostrador. .
-jQue tanta tembladera ! i Mas cafiazo !
El Subprefecto lo encontro con medio vaso de aguardien-
te en la mano.
-..:Que pasa aqui? ..:Que tanta bulla?
Don Pancho estaba ya chispo. T ras del Subprefecto se
alinearon el Alcalde, don Demetria, don Jesus Gutierrez . .. Los
ojos de todos ellos miraban a don Pancho, como si fuera perro
\
fUcio.
-No hay bulla, senor Subprefecto. Aquj estoy notifi-
can do que en Pichk' achuri va to rear diestro limeno; qu~ nuestro
Cobierno tiene pena de su natural.
- ( Quien le ha ordenado notificar?
-1 No pues notificar I Estoy avisando. Nuestra corrida de
Puquio estamos despidiendo con cafiacito. El gnngo don Ccice-
48 YAWAR PIESTA

i·es ha convidado su champan por el torerito de Lima. No e~


para calentarse. Cada uno hacemos segun su conciencia.
- j Nada de insultos ! I No tolero, sefior Subprefecto ! - ·
don Demetrio avanz6 hasta el umbral de la tienda, se cuadro
junto al Subprefecto, y quebrantando su cuerpo, mir o a don
Pancho. ·
- j Chusco, carajo ! j1Adul,e te ! -Don Pancho apret6 el va-
so y tir6 el aguardiente a los ojos de don Demetrio Caceres. So-
n6 todi:tvia el trago en la frent~ del vecino, chorre6 a la camisa
y lleg6 hasta el suelo. El Subprefecto subi.O a la tienda y atro-
pell6 a don Pancho.
-Pega nomas, senor autoridad. Con usted no me m eto.
Levant6 los brazos para taparse la cara. Los otros vecinos
salieron de la tienda, disimulando. En la calle, la gente corria
h acia la puerta de don Pancho. Llegaron dos guardias civiles,
se abrieron campo y entraron a la tienda.
- j Lleven este cholo a la carcel !
Cuando los guardias estuvieron arrastrando a don Pancho,
en la puerta de la tienda, don Demetrio le di6 un puntapie en
la nalga. El Subpref ecto grit6 desde la puerta:
- j Y despejen, guanacos ! j F uera !
Toda la gente corri16, calle arriba y calle abajo.
- j Cholos estupidos ! j Salvajes !
. - i Si, senor! Son unos brutos.
- j Unos salvajes! •
- j Verg'ii"enza de Puquio l
Don Antenor Miranda, don Felix de la Torre, don Jesus
Cl:ltierrez . . . habiaron rapido; ellos tambien sacaban el pecho, ce-
mo el Subprefecto, y miraban asqueando a la gente que hormiguea-
ba en la calle y salia en tropel del gir6n ·Bolivar a las otras call es.
A don Pancho lo llevaron del brazo, los dos guardias. 1Los
chalos y algunos vecinos lo miraban asustados, como pregun-
lando.
- j Por defender a Puquio voy preso !
- j Callese I -le gritaban los guardias.
Y lo empujaron · al patio del cuartel. En el patio se so-
leaban los "cuatreros" indios, los cholos acusados de asesinato,
· de violaci6n, de faltamiento a la autoridad. Todos se pararon
viendo entrar a un i;nisti preso.
-1 Carajo t· i Me enredare ·e11 las tripas de ese adulete ! i Al-
g6n dial -
JOSE MARIA ARGUEDAS 49

Por el g1:ron despejado ya, el Subprefecto y los vecinos


notables volvieron a la plaza. Por las cuatro esquinas llegaban
indios, vecinos, y algunos chalos, pero veian al Subprefecto fren•
te al cuartel, y se regresaban, como si estuvieran perseguidos.
Otros se paraban un rato en el filo de la esq~ina, }lliraban la
Subprefectura, y se ocultaban. -
-1Estos pueblos son una porqueria! Con raz6n nos ga•
naron los chilen.os. Aguaytan como guanacos.
- j Si seiior I La cobardia de los indios se mete en la
sangre de uno.
- j Verdad, seiior Subprefecto ! Bien hicieron los yankis
en exterminar a los pielrojas.
Ese rato, el Juez y dos escribanos salieron del Juzgado;
vieron a los vecinos reunidos en el parquecito, frente al cuartel,
y se dirigieron al grupo.
Cuando el J uez estaba saludando a los vecinos, desde la
puerta del cuartel lleg6 un grito Euerte:
- j Me zurro en Oemetrio Caceres, carajo !
-Ese Pancho Jimenez es el (mica que tiene boca. jSar•
gento ! Haga call.;r a ese hombre, o lo rajo.
Estuvieron esperando un rato. Don Demetrio queria oit
si don Pancho se quejaba; "Ya lo estaran pateando", "Lo es~
taran tumbando", de~ia en su conciencia.
-Bueno seiiores, los dejo. Supongo que a la tardc se•
sionara el Concej o.
El Subprefecto salud6 a todos y se dirigi6 a su de9I>acho.
Los vecinos, ya solos, se miraron con desconfianza, cada
uno, calculando la conciencia del otro. Don Antenor habl 6 pri·
0

mero.
-En serio, nuestra corrida es un atraso. Pero dificil va
ser convencer a la indiada.
-Pero el Municipio tiene que acatar la ley y prohibit
la corrida en Pichk' achuri. I El Gobierno es el Gobierno f
-1Clarol
-1Clarol
-1 Quien dice que n6 !
-(Y don Pancho?
-El Subprefecto se encargara de ajustarlo.
-Hare citar para las 9 p.m. Sena bueno que fueran
todos los vecinos, y el seiior Cura tambien.
,
50 YAW AR F IE ST A

-Si. Que se comprometan todos los vecmos a apoyaz


la circular.
-Hasta luego senores.
-Hasta luego.
Todos vivlan en el giron Bolivar, pero se separaron. No
querian hablar ya mas entre ellos. y llegaron al giron .Bolivai
unos tras de o,tros.

Por la noche, en el corredor de la Municipalidad, alum·


braba una lampara de gasolina. Los faroles de las esquinas de
la plaza apen~s aclaraban el blanqueo de las pared es; la gente
sc veia, en esa luz, como sombras. Los faroles de kerosene au•
mentaban la oscuridad en el centro de la plaza. La luz del Mu·
nicipio pasaba por alto, como saliendo por una ventana, llega·
ha a la tone y a la cumbre de la · iglesia; la cruz de acero de
la iglesia se vela claro, el trapo blanco que colgaba de uno de
sus b'razos temblaba con el viento.
Los vecinos subian al Municipio por ambas gradas, VI·
niendo por la esquina del gir 6n ~olivar y del barrio de K' ayau.
0

Algunos vecinos conversaban en el corredor, bajo la lampara.


Desde la plaza se vela hasta el color de la corbata o el color del
pailuelo que teni'an ~n el cuello. . Levantaban sus bracitos; a
veces se daban una vuelta, hablando, y se paraban despues fren~
te a los · otros, mostrando el pecho y la barriga. Don Antenor
s~lfa y entraba, del corredor al salon municipal.

Cuando el Vicario lleg6 al corredor, don Antenor le di6


la mano, agachando el cuerpo. T ras del Vicario entraron todos
al sal 6n de sesiones.
1

El salon municipal d"e Puquio es grande, eincuenta sillas


caben a lo largo. En la cabecera del salon hay un estrado y
alli esta el despacho municipal; es una mesa de cedro, el asiento
del Alcalde es una siUa grande, como trono: forrada de cuero.
Y a derecha e izquierda del sill6n municipal estan otras sillas
de cuero, mas chicas, para los concejales. Un retrato del Presi~
·d ente de la Republica cuelga de la pared cabecera, a la derecha
de este retrato, hay un cuadro simh6lico de la guerra con Chile
pintado por don Narciso . Cueva, indio de los pueblos del interior.
JOSE MARIA ARGUEDAS 51

El Alcalde y los concejales se sentaron,. en sus sillas _de


cuero, los otros vecinos en las sillas de madera, unos frente a
otros, a todo lo largo del sal .6 n. Uno · de los 1concejales cedi6 su
0

asiento al Vicario y baj6 a sentarse entre los vecmos.


Dos lamparas de gasolina alumbraban con fuerza toda la
sala.
El Ale.aide se puso de pie, y habl6:
-Seiiores concejales, senor Vicario, senores contribuyen-
tes: Ya ustedes estan enterados de -]a Circular del Director de
Gobierno prohibiendo las corridas sin diestros. Hemos convo-
cado este cabildo, para que todos se comprometan a re~petar la
circular y para acordar sobre la corrida. Queremos tambien olr
el consejo de nuestro Vicario F oraneo.
-Pido la palabra.
-El senor Vecino notable Caceres tiene la palabra.
-Nuestro Gobierno, senores, cumpliendo SU llam~mien-
to de protecci6n al indf gena desvalido y de retrasado cerebro,
ha dictado esa dilige~te medida. No podemos estar en desacuer-
do con esa circular que extirpa de rafz un salvajismo de nuestro
pueblo. Y ~ pido que el Concejo envie un telegr~ma de agra-
decimiento al senor Director de Gobierno por ese mandamiento
que protege ]a vida del indigena. Y que libra a Puquio d~ un ·
salvajismo.
Don D'emetrio mir6 a todos los vecmos, despreciando. Y
se sent6.
Los vecmos le aplaudieron.
-Queremos oir el concejo de nuestro Vicario -pidi6
el Alcalde.
El Vicario se par6, y ocultando sus manos en las mangas
de su sotana, como si estuviera en el pulpito, habl.6. -
-Senor Alcalde, seiiores vecinos: ustedes pues saben que
he sido indio de Ka~wank' a. El santo Obispo de Ayacucho me
recogio por caridad y me llev6 al Seminario. Pero en mi co-
raz6n sigo queriendo a los indios, como si fueran hermanos. Las
corridas de Pichk' achuri siempre han sido pues una ofensa al Se-
nor. Los seiiores vecinos, con perd6n sea dicho, gozaban de
una fiesta de Satamis. <D6nde se ha visto que hagan entrar a
indios porrachos contra 'tt>ros bravos, en el deseo de gozar, vien-
do destripar a un cristiano? Aqui, en nuestros pueblos, se ha
vivido ofendiendo a nuestro Senor, al Nino Jesus, patron del
52 YAWAR FIESTA

pueblo, de esa manera. Por eso la prohihici6n ,del Gobierno es


'Santa.
-1Pero don Pancho Jimenez quiere la corrida ! -griti6
don Qemetrio . Caceres.
-Olvidemos a los hijos malvaaos. ya el compren'dera
su ceguera. Pero el cabildo debe · aprobar el pedido del senor
Caceres. Es mi opinion de sacerdote.
- !,V iva el doctor Salcedo!
-1Vivaaa!
-Senor Caceres, haganos el honor de redactar el tele~
gram a.
Don Demetrio subi6 al estrado y ree~plazO- al Secretario.
Mientras don Demetrio escribfa, don Julian Arangiiena
pregunt6 desde ~l extremo del salon:
--Senor Alcalde, (. va a haber o no va a haber corrida?
--Si, senor. El Concejo contratara un diestro en Lima.
- (,Y c6mo va a ser la corrida? (.Los indios van a 1mirar
nomas? (. y las enjalmas? (. y la dinamita? (. y el ayllu de
K' ayau? (.En sHencio no mas va ser la corrida?
- l Don Julian I Le ruego no contradecir al q.obierno.
- i Que contradecir ! Yo no soy don Pancho Jimenez.
Yo hablo aquL He dado mi toro al ayllu d~ K' ayau, y quiero r'

saber.
-Los ayllus van a traer los toros, como s1empre, don
Julian. Pe;o la corrida va a ser a la moderna.
Don Julian se ri·6 fuerte, hasta q~e retumb6· la sala.
-1 No diga, senor Alcalde! Si p9r milagro, traen al Mi-
situ, ( c6mo va a encararle un torerito? (.A ver? (.Que dicen
sefiores vecinos? "
Don Demetrio se levant6 y avanz6 hasta el extremo del
estrado.
-iSenor Alcalde! Hay que dejarse de atracerias. No
hay toros para un diestro limefio. El Misitu es un pobre · gato
comparado con los torazos de Mala.
-Usted ha visto a esos toros en Acho. Don Demetrio
se orinara, en primer lugar, cuando vea al Misitu. ,Y mi toro
destripara a cualquier torerito ...
- j Senor Arangiiena I -contesto el Vicario, midiendo la
conciencia de don Antenor y de don Demetrio. -Eso es cuen~
ta del ~iestro. Pero el Municipio, en su deb er, hara muy bien
JOSE MARIA ARGUEDAS 53

contratando al torero. Que el senor ~aceres se suva leernos el


telegrama. Yo les ruego ca Ima.
- i Bueno, bueno ! Lo que tiene que suceder sucedera. -Y
don Julian s~ alzo de hombros.
Don Demetrio leyo en voz alta:
"El Alcalde, Vicario, y vecinos notables de esta ciudacl.
agradecen a usted y le felicitan por medida contra las corridas
sm diestros, en defensa pueblo indigena desvalido".
-No me convence -don Julian hablaba en voz ba-
ja; algunos vecinos movian la cabe.za, aprobando lo que don Ju-
lian decia. Pq-o todos firmaron el telegrama. l
Firmaban y salian, apurados. En la plaza, junto a las
gradas, se encontraban con un pueblo de indios, de chalos y es-
coleros.
-jTaytay, taytay! -llamaban los indios. Pero los ve-
cinos bajaban a carrera las gradas, se abrian campo, y pasaban
rapido entre la gente, como escapando.
Cuando baj16 don Julian, los indios de K' ayau se acerca-
ron mas a las gradas, llegaron a alinearse sobre el primer escalon.
Tras de los k' ayaus, lo~ pichk' achuris, los k' ollanas y los chaupil~
hablaban en la oscurid~d. El farol de la esquina no se;·via, ·su '
luz no llegaba ni a la pila que hay frente a la carcel. La india-
da llegaba ya hasta la pila grande; parados sobre el cafi.o de fie -
• no y en la base de cemento miraban la puerta del salon munici-
pal ; como en procesion de corpus se arremolinaban fren,te a la
Alcaldfa.
- j Caragu ! i Nusera !
- i Nuhay pukllay dicen ! i Nu sera !
Don Julian bajo la-s gradas, se aju"s t·6 el sombrero y sigui6,
~ranquilo; otr9s principales se regresaron, oyendo a la india"da.
-jTaytay patron! jAvisando pues! Gubiernos, nu quiere
dice, turupukllay en Pichk' achuri.
-iArl!
- i Nusera, don Jolian !
Los varayok' de K' ayau subieron una grad a mas.
-Misitu llegara don Jolian. ?empre sera pukllay, werak'
<llcha.
--Con capeador extranguero va ser, torero extranguero
,,.a 'v enir con su banderilla. Taytay Alcalde traera para 28.
- j Nusera don Jolian ! i Misitu es para ayllu K. ayau.
-1 Kank' am pukllay ! -don Antenor grito desde la puer·
54 y AW AR F IEST A

ta del Municipio. Baj 6 las gradas y mir16 suplicando a don


Julian.
-Hay que decirles que va a haber corrida, seiior Aran·
f6uena. Corrida igual que todos los aiios. <Usted no sabe que
estos indios son unos salvajes?
- I Cumunkuna !
Don Antenor habl6 en kechwa largo rato.
- j Esta bien Taytay Alcalde!
--1 Esta bien !
-1 Esta bien !
Por la esquina de K ' ayau, llenando · la cane, como tropa
~rande de ganado, los puquios salieron de la plaza.
Los mistis se miraron. ·.
-1 Nada, nada, don Antenor!
-Hay que sacrificarse sefiores. No hay que desanimat ,
Ya se arreglara. Y en nombre del cielo, le ruego don J~lian,
-habl6 el Vicario.
Cuando estuvieron saliendo de la plaza, de.s de los cuatro
ay1lus cantaron los wakawak' ras. En Ja plaza oscura, en el pue~
blo tranquilo ya, el pukllay reson6; como viento soplaba en las
calles. i Era el pukllay del 28 ! En el hondo de la contiencia de don
Demetrio, de don Antenor, de don Julian ... se levant6 la ale-
gria, y andaron mas rapido . La alegria de. ver al K' encho, al "Hon-
rao" , rezondrando al toro, mostrando su pecho. •
De algunas tiendas del gir6n Bolivar salia luz blanca de
lamparas hasta la calle. Bajo los faroles de las esquinas habia
una sombra redonda, cuando llegaba viento, la sombra daba vuel·
ta. El blanquep de las paredes, junto a los faroles, se veia des•
de lejos, hasta con las rajaduras que le hicieron los aguaceros.
Pero el gir6n de los misits estaba silencio.
En la plaza de K ' ayau, de Pichk' achuri, gritaban los sa·
pos. T odo el ayllu estaba mas oscuro. Y de alli can ta ban los wa·
kawak' ras, lloraban fuerte; salia el canto como del coraz 6n de la
0

plaza, parece de dentro de la capilla, y llegaba hasta el rio grande.


-En Puquio esta fuerte el preparativo para el 28 - de•
dan los mistis que dormian en las haciendas.
- j K' ayau, Pichk' achuri, dice van pelear vintiuchu ! -
hablaban los concertados de las haciendas, junto al rio grande.
- j Que pueblo de indios I
El Capita n y el Juez de Primera lnstancia maldecian a
Puquio.
VII

LA AUTORIDAD

E L Subprefi.cto vi6, desde el corredor de su Despacho, entrar a


la indiada de los barrios, llegar en tropas grandles, ha-
blando entre todos, y reunirse al pie de la Alc'aldfa. El Subpre-
fecto se paseaba en el corredor, pe,nsando. De rato en rato se
levantaba la voz de la indiada, desde la plaza. Los farolitos de
las esquinas daban su luz sobre los indios que llegaban; pero era
como una tropa cerrada no mas, ni las cabezas se veian; a van'"
zaban en la pampa, como resbalando hacia la Alcaldia.
- i Esto es un cinema! i Parece pelicula !
No tenia miedo. No vefa a la gente, rlo entendia lo que
hablaban.
- j Es puro ganado ! .
En el corrector iluminad~ de la Alcaldia, tambien como
en el cine, hablaban los vecinos; al pie mismo del farol se jun-
tab~n. de tres de cuatro, moviendo sus bracitos; el paiiuelo que
tenfan en el cuello flameaba a ratos con el viento. Cuando el
Vicario lleg6, su sotana negra hizo sombra sobre la pared ca-
leada del corredor. Ante el cura inclinaron. su cuerpo los vecinos;
y tras de el entraron al salon municipal. Despues, el vie'nto ha-
cia llegar
I
la voz del cabildo hasta la Subprefectura. De lo que
dijo el cura, de lo que dijo don Antenor, se oyeron palabras
sueltas; pero la carcajada de don Julian llen6 toda la plaza, le-
vant6 todavia eco en el atrio de la· igle ia. Los ayllus hicieron
bulla en la plaza cuando oyeron la risa de don Julian.
El Subprefecto miraba el pueblo, desde los balcones de su
Clespacho, como si estuviera en sueiios. En el cielo oscuro, si·
lencio, brillaban unas cuantas estrellitas; los ladridos de los pe-
rro~ de los cuatro ayllus parecian venir del cielo alto, negro. En
la plaza grande, con sus cuatro faroles de kerosene, flameando
chiquitos en la oscuridad, la indiada esperaba junta al muro da
56 YAWAR FIESTA

la carcel. El Corredor del Municipio, con SU blanqueo iluminado


por la lampara de gasolina, pareda colgado en el aire, aobre la
-tropa de los indios.
- i Pueblos como de otro mundo 1 Solo la necesidad, la
plata. puede traerlo a uno a sufrir esta cochinada.
La voz del Sargento interrumpi,6 sus lamentos.
-iSeiior Subprefecto l ( Puedo hablarle?
-Pase Sargento. Aqui estoy viendo el cme.
El Sargento lleg6 junto al Subprefecto.
-<. Usted es serrano Sargento?
-No senor Subprefecto, soy arequipeiio.
- (Le gusta este pueblo?
- i Que me va a gustar ! i Que indiada mas fea habia te·
nido l Ahi no se que estan acordando. <.No seria conveniente
sacar los ca hallos? Estos por cualquier cosa se levantan. Yo
he estado cerca de la indiad~. se mueven como el agua de las
lagunas, de un canto a otro canto.
-Ahora n6, Sargento. Ahl adentro esta el cura, el Al-
calde, todos los gamonales, don Julian Arangilena. l Que van a
levantarse ! Rogaran mas bien para que haya destripadera el 28.
<.Que le parece nuestra patria? Es una gran vain&. Pero tam ..
bien que otra cosa puede dar esta tierra. Mire que cielo para
feo, que pueblo mas triste. A veces se me pone negro el humor
entre estos cerros. Y \1ura aulladera de perros; y cuando no los
perros, esos cuernos que los indios tocan como para dia de di 4

funtos; o sino el viento que grita en la calamina. l Es una vaina t


( 0 a usted le parece bien?
' - i Que va, senor! Pero a mi me friega tambien el disimu--
lo y la prosa de estos gamonalcitos.
-Tiene usted raz6n. Unas veces me clan ganas de ra•
jarlos a vergazos. Rohan, chupan. engordan, desuellan a la in-
diada; y vienen ~1 Despacho, "1 Ay senor Supre!". Con la cara
de. lloriqueo, de misericordia. Y si pudieran ma tarlo a uno icon
que ansias lo harian l i Que vaina es esta I
-Solo el Pancho Jimenez es guapo. Y tambien ese ani-
mal del Arang'i.iena.
- i Ah, cierto ! i El Pancho Jimenez! No se que hacer con
ese bruto. Cuando lo veo se me despierta la gana de echarlo
como a perro ra~i9so para que friegue al M.iranda, al Fernandez,
al Caceres ... , a todos estos sucios que se las dan de gente de-
cente. Pero otras veces quisiera molerlo.
JOSE MARIA ARGUEDAS 57

Cuando estaban conversando, la puerta del Municipio se


llen6 de vecinos que salian.
- j Vaya Sargento ! j Vigile !
El Sargento baj6 las gradas a trancos, y corri6 hasta el
centro de la pila·z a, donde estaba la guardia.
Pero despues que el Alcalde explic6 en kachwa a los
ayllus, garantizandoles el turupukllay, la indiada se moviliz 6 a las
1

esqumas. La voz de los indios se oia en la Subprefectura, como


murmullo grueso que pareda sonar dentro de la tierra.
Se fueron por las cuatro es·q uinas, a los ayilus. Un hom-
bre apag6 la lam para del M,u nicipio; y desapareci6 el techo de
la iglesia, la torre de piedra, el corredor de la Municipalidad. El
Subprefecto pestaiie6 para acomodar su visita a la oscuridad. Y
claro, limpio, el agi.i'ita de la pila empez 6 a can tar en la plaza;
1

los grillos que dormian en los rorhanzales tras de la Subprefectura,


hicieron oir su grito. Los p_a sos de los guardias sonaron en el
suelo, acercandose al cuartel. -
-Ya no hay nada senor Subprefecto. Asr son estos cho·
los, armap su bull6n y despues desaparecen.
- c No le dij e? i Si no conocere yo a mi gent~!
-Pero se ha quedado difunta la plaza.
- i Todo es igual aqui ! Mire ahora .la plaza, mire el
cielo, mire este corredor. i Las estrellas se separan en el cielo
de legua en legua! iEste corredor largo, como caj6n de muerto!
La plaza parece el retrato del cielo. Y to~os los indios tienen
metido en el cuerpo el silencio de estos cerros, del cielo, de la
plaza, i de toda esta vaina ! Y cuando gritan, gritan feo , y se
callan de repente. i Oiga Sargento ! i T raigame a ese Pancho Ji·
menez ! Aqui tenemos un poco de pisco. Le haremos hablar a
ese cholo. iA ver si pasamos un buen rato! ·cNo le parece?
- j Buena idea, senor! Para rematar este dia perro.
El Subprefecto abri6 la puerta de su Despacho y prendi 6 1

un f 6sforo para alumbquse; a tientas, con el f6sforo en la ma·


no, avanz6 haciq la mesa; cuando lleg6 al alfombrado del es·
critorio se apag6 el f6sforo. Prendi6 otro y pudo alcanzar al can-
delero de los dos brazos que habia en un extreme de la mesa. La
luz de las velas tambale6 un instante, como si las llamitas fueran
a desprenderse del ·pa°l?ilo, y despues S\"! afirmaron y empezaron
a crecer. Apareci6, bien claro, el cielo raso de tela blanca, con
las manchas redondas que dejaron las goteras ..de la lluvia; el
58 YAWAR FIESTA

retrato del Presidente en la pared cabecera, los sillones en fila,


casi hasta el extremo de la sala, donde ya no llegaba la luz de
las velas. Echando ajos, el Subprefecto se sent6 en su sill6n,
tras de la mesa escritorio.
- j P,uquio ! j Pueblo e porquerias !
Y cuando estaba maldiciendo, desde los cuatro ayllus, la
voz de los wakawak' ras subi 6 a la plaza, entr6 a la Subprefectu-
0

ra, y cada vez mas claro, mas fuerte, la tonada de yawar fiesta
crecia en el pueblo.
-1 M,aldi~i6n ! j Estos indios desgraciados !
Sinti6 los pasos del Sargento y de don Pancho en el co-
rredor.
-1Entren!
Con el sombrero en la mano y los pelos sobre la frente ,
don Pancho entr6 al sali6n.
-1 Buenas noches, mi senor Subprefecto !
-Pase aquL I Aoerquese I Usted tambien Sar.g ento.
\
Don Pancho hizo temblar el piso de tabla con .su andar; .
se sent6 en la primera silla, junto a la mesa del Subprefecto. Con
~as manos en las rodillas, sin pegar el cuerpo en el respaldar de
la siHa, como toda persona respetuosa de la autoridad, ~ir6 des-
confiado al Subprefecto.
-Aqui estoy, a su mandar.
El Sargento se sent•o junto a don Pancho.

-cPor que es tan feo su pueblo, don Pancho?


Don Pancho tranquiliz6 su espfritu. La voz del Supre
era ~mistosa, mucho mas que cuando hablaba con don Antenor ..
-Segun, senor Subprefecto. i Como pues no va ser feo
para usted t Usted es nacido en pueblo de la costa, asi como
tambien el senor Sargento es arequipeiio. Para don Demetrio
tambien es pueblo basurieato. Pero yo soy pues de aqul, mi
cuerpo pa crecido en este aire; para ml, valgan verdades, Pu-
quio no es feo. y 0 he probado a vivir en otros pueblos, pero no \
se puede. Com'o usted, triste vivia.
-(. Y don Antenor?
-1.Para que sirve eso senor! No es verdadero. su alma
en Lima, pero SU panza en Puquio. Es un maldecido.
JOSE MARIA ARGUEDAS 59

- cY usted?
- Yo soy puqmo, sefior, vecmo nacido en Chaupi, para
su m'a ndar.
- (No le friegan esas cornetas de los indios?
-jEse es pukllay, sefior! Ni enterrando el pueblo con
todos los cerros harfa usted callar a los wakawak'ras. Yo n~ soy
adulete, como don Demetrio y don Antenor. Usted me ha hon-
rao haciendome traer a su Despacho; y~ no he venido a joderlo
con mis adulaciones y chismerias, como los sefiores vecinos ali-
menados. i Puqtlio es turupukllay ·! c Acaso es gir6n Bolivar?
Mi tienda es alH, soy vecino principal. i Pero hay que ver senor!
-Primero se tomara usted una copita. Saque cop·as de
]a alacena, Sargento, y el pisco tambien.
A don Pancho le pareda mentira estar en confianza con
el Subprefecto. Estuvo creido que pasari'.a la noche caminando
en el corral de la carcel, junto a los caballos de los civiles. Des-
de el corral habia of do la bulla que hicieron los ayllus en la pla-
za, la voz de los indios; habfa oido tambien la ·carcajada de don
Julian. Y cuando estaba pateando el suelo, de rabia, cuando
su corazon estaba sofocandose, presintiendo lo que habia pasa-
do en el pueblo, lo llam6 el Sargento para llevarlo al Despacho
del Sul>prefecto. i Quien pues iba a creer que era para tomarse
un pisco con la autoridad, como entre amigos de confianza !
-No merezco el honor, senor Subprefecto. Yo tambien
correspond ere, I siempre ! Alguna vez sera. i Caray !
El Sargento sirvi6 en vasos el p1sco. Para don Pancho
]e llen6 mas de medio vaso.
- I Al tenpinar, don Pancho!
- i Comon6, senor!
Sin respirar siquiera, don Pancho volte6 su vaso; y co mo
para dar termino . al trago, g~lpe6 la mesa con la sentadera del
vaso. El Subprefecto y el Sa;gento celebraron el ademan rien-
dose fuerte.
- j Claro, senor! Yo correspondo.
-Ahora, siga, don Pancho.
-Yo le digo, senor Supre, que la indiada es el pueblo,
el Puquio verdadero. cAcaso es don Antenor, caminando blan-
dito, apuntalandose con su bast6n, cariiiando a sus callos? c Co-
mo 'va quitar el Gobierno la ~orrida de Pichk' achuri? De casa
en casa, por los cuatro ayllus tendrfan que -ir los civiles quitando
los wakawak'ras; tendrian qu~ subir estos cerros y entrando a las
,0 YAWAR FIESTA

chukllas, quitar los wakawak'ras de los indios del alto. (.No


estan oyendo, senor? <.Aver? 1Paren un r~to ... ! Ese puk-
llay que suena lejos, que baja, como de los luceros, es de los co-
·muneros del alto. IT endrian que ha<;er parar· el corazon de to·
dos los puquios, para que no can ten los wakawak' ras ! Hasta el
callo podrido de don Antenor sabe eso. Pero el se hace el san-
tito, mejor dicho, y con el perd6n de usted, se hace el giiev16n.
j Le aconsejan mal a • usted, senor! Aqui, en la sierra, la fiesta,
toda clase, de santos y del patria, es de la indiada. Los vecinos
seran platudos, le sacaran el alma a los indios. Pero si hay
fiesta en el pueblo, es de los ayllus . . Ellos hacen las andas de los
santos, ellos revientan los castillos, ellos riegan con Hores las ca-
lles para qu.e pase la Virgen o el Patron del pueblo. Los vecinos
engordamos nomas. Asi es la vida en la sierra, senor. 1Valgan
verdades!
--Hasta ahi tiene razon. Yo he estado en mas de cien
pueblos, desde guardia hasta Sargento, y lo que dice don Pancho
es la pura verdad.
El Sargento se puso de pie.
-Ya le dije a usted, Supre. Este don Pancho es ver-
daderc:i.
El Subprefecto tambien se pus.o ?e pie; entonces don Pan-
cho se par16, respetuoso, agarrando su sombrero con las dos manos.
-Antes de que yo hable, nos tomaremos otra.
El Subprefecto sirvi6 medio vaso para cada uno.
-Cada quien con -la suya I y salud l
V olvieron a vaciar sus copas. Don Pancho golpe6 otra
v ez la mesa con la sentadera del vaso , y se limpi6 la boca con
su mano derecha.
-"Sentaos", dijo Plinio.
El Sargento y don Pancho comprendieron la invitaci6n, y
se sentaron .
.__Yo hablo mejor andando. Y ahora estamos entre hom-
bres (.no es cierto?
-1 Si, senor!
El Subprefecto sali.6 al centro del salon. Con l~s manos
en los bolsillos empez6 a pasearse,· a to do lo largo de la alfombra.
-1 Yo; yo haria enterrar a este pueblo ... !
A don Pancho le ardio en la boca una maldici6n, pero
hizo fuerza y se trag6 un go}pe de saliva.
JOSE MARIA ARGUEDAS 61

-Usted ha hablado como hombre, (no es cierto?


--
-Yo senor soy hombre desde nacido.
-1 Eso es! (Para que sirve su pueblo? Don Antenor y
sus compinches son una majada de perros sinvergiienzas, adu-
letes, como usted dice, con la panza aqui y el alma en Lima. ( Y
los indios? Una recua de sarnosos, sucios, como chanchos, bo-
rrachos, degenerados. S6lo para chupar, cantar, lloriquear y for-
. .
mcar sirven ...
Su voz aumentaba; se paraba a ratos frente a don Pan-
coh, y entonces movfa sus brazos· con rabia, como s1 se sacara
las palabras con la mano.
- j Yo he visto a los indios metiendo piojos a la boca
de sus guaguas ... !
- i No senor! i En Puqµio n6 I
, Don Pancho se levant6 de su silla y se par6 frente al Sub~
prefecto.
- i En Puquio n6 senor!
-(Yo miento?
El Subprefecto mir6 a don Pancho desde el extremo del
alfombrado.
- (,Yo mien to?
-Si, senor Subprefecto. 1En Puquio ningun ayllu come
piofos! iJuro por Dios!
El Sargento se levant6 tambien de su asiento, y tapando a
don Pancho con su cuerpo, cara a cara al Subprefecto, habl.6 fuerte :
- ·Yo tampoco he visto. 1No peleemos senor Subprefec-
to ! Estamos entre hombres.
Se hizo a un lado. Y el Subprefe.cto mir6 otra vez los
OJOS chiquitos de don Pancho.
- j Pero no ha bra corrida en Pichk' achuri ! 1No vera 1:1s-
ted destripar a nadie este 28 ! Usted no sera un sucio como el
Caceres, como el Gutierrez; I pero es un salvaj e, un degenerado,
un come sangre de indios !
-1 Bien senor! Capaz es cierto. j No se enrabie Supre !
Distinto somos. Y usted, como autoridad, con el mandamiento
del Gobierno, puede fregar al pueblo.
-1Si senor Subprefecto ! No se moleste. Tomara US·
ted la ultima.
El Sargento iba a servir; pero el Subprefecto se dirigi6
rapidamente junto a don Pancho ; .. Ahora lo pa tea", pens6 el
guardia. Pero el Subprefecto le tendi6 la mano.
i

62 YAWAR FIESTA

-Hasta luego don Pancho. jVayase! Pero no se meta


'
a arrear a los indios contra mi. Es usted el unico puquiano liso
y de lengua dura. j Pero ya_ sabe ! j Mucho cuidado ! Le pue-
de costar el pellej o.
Don Pancho apret6 la mano Ciel Subprefecto.
-\Hasta luego, senor. Tendre presente SUS palabras.
Se acerc6 en seguida donde el Sargento.
- j Gracias, senor Sargento !
En sus ojos chiquitos alumbr6 claro y limpio el agrade-
cimiento. I
Haciendo temblar el piso, don Pancho se dirigi,6 a la
puerta; en la sombra del extremo del salon, ·SU cuerpo aparec10
crecid,o; casi rozando el umbral sali6 por la puerta. En ei corre·
dor crugieron las tablas con sus pisadas, y despues se sinti6 el
ruido de sus pasos sobre la piedra de las gradas, cuando bajaba
• a la plaza.
-j.Ya esta en la plaza, Sargento !
Como si fuera a perseguirlo, el Subprefecto corri·6 a la
puerta.
- j Venga Sargento ! j Apurese !
El Sargento se dirigi6 a la puerta, con su paso natural.
- j Mire! Esta en lo mas oscuro de la plaza; pero su som·
brero blanco se ve - apret6 el brazo del -Sargento con furia -
j Ahl esta el rifle de tiro, en 1a esquina del Despacho ! i Se esca-
pa ! (Me entiende? I Se escapa ese cholo e mierda ! j Tirele !
Y quedara tumbado como un perro. -Hablaba despacio, pero
conteniendo su voz, hasta que le sacudia todo el cuerpo.
- · (No entiende? i Hay que ma tar lo! T engo orden de
matar a estos cabecillas.
El Sargento sigui6 mirando la plaza, con las piernas abier-
tas, a lo largo de la puerta, apoyandose en el dintel, como una
barrera.
- i Calmese, senor! i T ranquiHcese !
Don Pancho apareci6 cerca de la esquina alumbrada por
el farolito. Alli empez.O a silbar un wayno mestizo. Cuando lle-
g6 al pie del faro}, su cuerpo se vi6 entero, aument6 la luz sobre
su sombrero de paja; apareci6 tambien la sombra de todo el ·
cuerpo en el blanqueo de la pared; y cuando volte6 la esquina, la
luz del farol pareci6 resbalar un poco de lo alto de la pared.
En el silencio del pueblo, el wa:yno que silbaba do1' Pancho se oia
·JOSE MARIA ARGUEDA.S 63

fuerte; desde el giron Bolivar entr6 a la plaza, como llenando


el aire, de esquina a esquina.
- 'Habfa usted sido cobarde, Sargento.
Habl6 el Subp;efecto, levantando la voz, cuando don
Pancho sali.6 de la plaza.
-Yo no mato asi, senor. A traici6n, solo a los bandole-
ros. No a los machos como el senor Jimenez. Desc~nse usted
y despeje su cabeza. j Buenas noches, senor Subprefecto !
6ej6 libre la puerta, se dirigi6 a la salida del corredor,
y baj 6 las gradas, con su andar de costumbre.
EJ cielo estaba ya menos 0°scuro; aparecieron, como som-
bras, los cerros que rodean al pueblo; la torre de piedra blanca,
la_ ilgesia, y la Municipalidad, se vieron mas claro en la plaza.
Pero el cielo parecfa mas hondo, mas fri'o. Segufan ladrando los
perros, desde los cuatro a~ lus. El Subprefecto sinti 6 como que
0

su cuerpo se hinchaba, como que su pecho queria crecer hasta


Ilenar el vado del cielo y el silencio del pueblo.
- j Maldita sea! I Yo ~e largo! j Estos serranos bestias
este pueblo desgraciado ! . Capaz si lo tumba al cholo se hubiera
calmado mi animo. !Pero todo es una sarna en este pais !
Cuando entr6 a su despacho, las dos velas del candelero
flameaban humildes, lamiendo el aire, en el otro extremo de la
sala. El retrato del Presidente parecia tembli'lr tras de esa luz.
- j Si tu estuvieras aqui ! i Desgraciado !
Y el Subprefecto avanzo, a tranco largo, hacia la cabecera
del salon. '

Vlll

LIMA CHALUKUNA
•'

DOS mil lucaninos VIVlan en Lima. Mas de quinientos eran


de Puquio, Capital de la Pr0vincia.
Los lucaninos, llegaron a Lima, cuando en ' todas las pro-
vincias se despert6 , casi de repente, como fiebre, el ansia de co-
nocer la Capital. j Llegar a Lima, ver, aunque fuera por un dia,
el Palacio, las tiendas de comercio, los autos que se quitaban las
calles para correr, los tranvias que hadan temblar el su~lo, y
despues regresarse ! Eso querian todos los lucaninos; desde Lar-
kay, que esta adentro, entre los rios grandes que se van a la mon-
tafia, , hasta los de Querobamba y Saisa, distritos que colindan
con la costa.
Para Lima arre~ban los principales los cientos de gana-
do que had an engordar en los alfalfares de la quebrada; para
Lima eran los quintales de lana que .los vecinos juntaban en las
punas, a latigo y b~la; para Lima eran las piaras de mulas que
salian de las minas del Papacha; de Lima llegaban, por Sillana-
yok' abra, las ruedas de cigarros que colgaban de todos los mos-
tradores de las tiendas; de Lima llegaban todos los generos que
llenaban lo's armarios de los comerciantes; de Lima venian las
ollas de fierro, el azucar, los jarros y los platos de porcelana,
las botellas, las cintas de color,_ los confites, la dinamita, los fos-
foros . . .
Por el Kondorsenk' a habia que subir para ir a Lima, por
esa cumbre azul que se levantaba, lejos, en el comienzo de la
quebrada, alli donde todavia el sol amarillo del anochecer se que-
daba un rato, cuando la quebrada -oscureda. Y tras del Kondor~
senk'a habia una pampa grande, donde se morian, de regreso,
los comuneros que llevaha{l en el "enganche" para la costa, Ga-
leras pampa, donde cafa la lluvia, negra, entre truenos y sonan-
do como repunte sobre las cumbres. Y de alli, faltaban todavia las
JOSE MARIA ARGUEDAS 6S

lomas secas, doride los "enganchados" "cansaban" para s1empre,


con la sed y la cuesta; y despues, las arenas, la pampa de Tu-
llutaka, en que el camino ~sta orillado de cruces que sefiaian los
huesos de los tercianientos. : .
-!D6nde, d6nde todavia sera l -dedan los comuneros y
los mestizos, tnirando el abra de Kondorsenk' a, que pared a azu-
leja, tras del aire de la quebrada. .
Solo los principales iban. los ganaderos, los comerciantes,
los hacendados, los dueiios de minas, las autoridades, el Juez,
cl Agente Fiscal, el Cura. Regresaban de dos, de tres meses,
<:-on ropa extranjera nueva; traye~do pelotas de jebe, trencitos,
bicicletas, sombreritos azules para sus nmos, los uiia w'erak' ochas.
A veces, tambien se fueron muchos chalos, de sirvientes
de los vecinos, y algunos mestizos y comuneros entregaron sus
hijos a los pi:_incipales para que los llevaran de regalo a sus com-
padres y amigos de Lima.
De esos chalos, uno que otro se quedaron, de sirvientes
y mayordomos, con la voluntad de los vecinos o escapandose qe
ellos; otros regresaron. De ';'.:Uelta, parecian ya de otro modo,
<\ndaban lig~ro en las calles, quebrantando atras el cuerpo, y ha-
blando puro castellano, sin "elle", diciendo ''gayo" en vez de
gallina. Y asustaban a sus amistades, contando que hablan yis-
to casas · que llegaban casi hasta el cielo, que las calles se atora.-
ban con la gente, que los carros sonaban mas fuerte que los true-
nos de enero y febrero; que las niiias eran tan lindas, que uno
se quedaba sin habla, sin moverse, cuando ellas miraban de fren-
te a los serranos. Otro~ decian, "Como Puquio nomas habia
sido".
Los que se quedaron, hicieron fama de honrados entre sus
patrones, pero tambien de "brutos" y de hip6critas. Casi nunca
se reian, siempre obed~cian corriendo, pero atolondrados. y zonzos .
Cuando les pegaban, no decian nada; pero cualquier noche, se
iban, llevandose solo su cajoncito de trapos y de papeles. Casi
todos eran amorosos por la lectura, y aunque diHcil, aprendian.
Despues de un tiempo, se compraban su guitarra, y despac;ito,
cuando todos los patrones salian, tocaban y cantaban los waynos
de sus pueblos, en un rinc6n de sus cuartos, que estaban siem-
pre en la azotea o junto al garage. En los primeros tiempos,
cuando salian a la calle, en SUS domingos libres, andaban Casi sin
saber d6nde, llegaban a las plazas. o al paseo Co\.6n; y se senta-
66 YAWAR FIESTA

ban· en una banca a veces horas de horas, viendo pasar a la gen-


te y a los autos.
-!Miren! Un serrano.
Los muchachos descubrian a algunos, y les echaban cas-
caras de platano, les jalabap del sombrero, les insultaban. Unas
veces escapaban, defendiendose a manotones, y se perdian tras
de alguna esquina, mientras los palomillas se reian a gritos; otras
veces se enfurecian y peleahan con los p~lomillas, hasta que lo&
chicos se asustaban o hasta que venia un .. guayruro" y se los Ile·
vaba a alguna comisaria.
Pero en esos parques, tarde o temprano, se encontraban
con alg\ln paisano, o mis tacil, con otro mayordomo de Ayacu-
cho, de Coracora, de Huaucavelica. . . Y la amistad "comenza-
ba ahi mismo. Algunos de los dos corlvidaba una kola, un hela-
dito; conversaban largo rato, Y. despues se iban a andar por cual-
quier parte. Algun domingo, uno de ellos llevaba al otro a au
cuarto; hablaban de sus pueblos, de sus cholas, de las fiestas gran-
aes de SUS querencias; Se alegraban rapido, hasta una mulita de
pisco se tomaban entre los dos; uno de ellos tocaba la guitarra,
cant~ban, despacio, cada uno los waynos que eran preferidos;
mas rato, hasta lloraban, recordando SUS pqeblos y diciendo que
eran como .. huerfanos" en ese pueblo tan grande, donde camina-
ban solitos. Calculando que ya era la hora en que llegaban los
patrones, se despedian.
Y asi, poco a poco, en un aiio, en dos afios, al fin, casii
todos los mayordomos de Puquio, de Coracora, de Chalhuanca,
se llegaban a encontrar.

Pero en el mes de enero de 192 ... lleg6 a Puquio la noti-


cia de que en Coracora, Capital de Parinacochas, se habia reuni-
do en cabildo, todo el pueblo. Que el cura habia hablado en
kechwa y en castellano, y que habian acordado abrir una carre-
tera al puerto de Chala, para llegar a Lima en cinco dias, y para
hacer ver a los puquianos que ellos eran mas hombres. Los tra-
bajos comenzarian en Marzo.
Indios, chalos y vecinos se alborotaron en Puquio.
-(. Cuandu coracora ganandu a c&mun de Puquio?
-iJajayllas ! !Puquios abrfondo calle en cerro grande,
como manteca nomas !
JOSE MAR!l~ ARGUEDAS 61

-!Comun de Puquio es mando !


Amenazarop los comuneros de los cuatro ayllus, los vara-
yok.' s y los machulas ha'blaron en los cabildos cdntra los cora-
coras. En Pichk• achuri, el varayok· Alcalde mostr6 con su ·vara
las montaiias del lado de la costa, y dijo, que si los pobrecitos de
Coracora querian entrar en competencia con los comuneros de
Puquio, los cuatro ayllus harian una tajada entre los cerros y
traerian el mar hasta la orilla del pueblo.
Cada domingo, en los cabildos de los ayllus aumentaba
la rabia contra los coracoras. Ya el afio anterior para asustar
a los comuneros parinacochas, los puquios levantaron la . plaza
de mercado en dos meses. ( Y querian ahora desaHo?
- I Estabin ! i Estabincha I -amenazaron los ayllus.
El ultimo domingo de abril, el ayllu grande, Pichk. achuri,
comision.6 a su's varayok·s para que fueran a hablar con el Vica-
rio. Querian que el Vicario dijera un sermon sobre los coraco-
ras, que los cuatro , ayllus querian abrir camino carretero a Nazca,
para llegar a "la mar k. ocha" en un dia, y para que las maqui-
nas de "extranguero" echaran su humito y roncaran en las call es
de Puquio. El Vicario acept6, porque conocia bien a sus feligre-
ses indios de Puquio, y sa1i>ia que si los indios querian, harian
llegar la carretera a Puquio, antes de que \os de Coracora, hubie-
ran trabajado media legua de su camino a Chala. Sin consul-
tar con las autoridades, cl Vicario decidi6 hablar del pulpito
sobre la decision de los comuneros. JSeria como soltar una bom-
ba en la iglesia !
Los vecinos nunca se habian atrevido a pensar en la ca-
rretera de Nazca, a pesar de que ellos aprovecharian mas del
camino. l Era imposible ! T rescientos kil6metros, con la Cordi-
llera de la Costa que se levantaba como una barrera entre Nazca
y Puquio. i Ni para sofiarlo I
Todo su sermon lo dijo en kechwa. Los indios no resis-
tieron, y se lev!111taron, hasta las mujeres se pararon. En
Puquio, los varayok' s de los cuatro ayllus tienen preferencia en
la iglesia sobre los vecinos, oyen la misa desde las barandas del
altar mayor. Cuando el Vicario dijo, que los comuneros de Pu-
quio, podian, si asi lo acordaban, ha~er un socab6n por dentro
de las montafias hasta las arenas de la cpsta, los dieciseis vara-
yolt' s no resistieron su , alegria:
-1 Claru, tayt~ ! i Claru I
68 YAWAR FIESTA

Gritaron desde el altar mayor, le~antando sus varas; y


dice, los de Pichk' achuri lloraron. ,
Las autoridades y los vecinos se resolvieron, rniraban co-
rno alocados, al Cura, . a los varayok' s, a la indiada que escucha-
ba de pie, silencio, y con los ojos brillantes, llenando la iglesia
y rebalsandose hasta el atrio y hasta la plaza.
Los vecinos y las autoridades salieron de la iglesia, y gri-
taron en Ia plaza sus vivas a Puquio y a los ouatro ayllus. Los
indios se quedaron un rato en la plaza, se extendieron en todo
el parque, has1ta rnachucarse contra las paredes de los extrernos.
Se oia aun el griterio de los principales, pero desaparecieron en-
tre la indiada. Los dieciseis varayok's saludaron a las a~tori­
dades; hablando, entraron al gir6n Bolivar; tras de ellos, salie-
ron, poco a poco, la indiada de los cuatro barrios; con sus rnu-
jeres y todo. Cuando los ultimos indios desaparecieron tras de
la esquina, la plaza qued6 como apagada, y en medio, gritando
como una tropita de aka~ank'as, todos los vecinos; sus vivas
y habladurias, haci'an eco todavia en el atrio de la iglesia.
La indiada lleni6 el gir6n Bolivar, a todo lo largo, y si-
guieron andando, tras de ios varayok' s, hasta el ayliu de Chau-
pi. Alli, en la plaza de Chaupi, hablaron en cabildo los dieciseis
varayok' s, y acordaron, de una vez, abrir el camino carretera.
a Nazca.

Por encargo del Cura, los vecinos juntaron barretas, p icos,


larnpas, barrenos, co~ba~, y cornpraron dinamita, p6lvora y me·
cha. Cada vecino di6 dos' o t r es quintales de aguardiente, una o
dos arrobas de coca. ·
Los varayok' s mandaron cornisionados a todos los ay-
llus de la Provincia.
y la ultima noche de Junio, de todos los extremos del
pueblo, lleg6 musica de bombos, de tambores, de lautas y pin-
kullos. Al poco rato se elevaron al cielo docenas de cohetes de
arranque, reventaron dinamitazos en la· entrada de los cuatro
ayllus.
Como una tropa negra de soldados, llegaron a la punta
los andarnarkas · entre los varayok' s de Andamarka, en rnedio, iba
el varayok' Al~alde de Pichk' achuri, llevando una banderita pe-
ruana amarrada a un palo grande de lambras. En fila, como mo-
vilizables, entraron al gir6n Bolivar; por delante venian sus pm-
JOSE MARIA ARGUEDAS 69

kulleros y su banda de tambores. A la luz de los farolitos, casi


en 10 oscuro, marcharon serios, mirando de frente. T ras de los
andamarkas, los chipaus, los aukaras, los sondondos, los chakra-
llas, los cabanas, los larkays, los wakwa~. . . y al ultimo, los
puquios, con quince varayok' s . al mando.
En las esquinas, junto a los faroles, brillaban un poco las
palas, los picos y las barretas que llevaban al hombro la mayo~
ria de los comuneros. · Bajo la herramienta, su lliklla de fiam·
bre, en carga a la espalda.
De repente, desde Chaupi, 'gritaron los varayoks' de Pu-
qmo:
- j Que veva Locanas !
-jQue veva!
· - j Que veva carritera !
-jQue veva!
- j Que veva bandira piruana !
-jQue veva!
Los diez mil indios de Lucanas vivaron, desde Chaupi
hasta la plaza. Con el griterfo de la indiada se asustaron los
chiwakos y las palomas que dormlan en los arboles y en los
molles de los barrios, se volaron a todos lados, en la <'.1scuridad.
Las nifias y los mistis se frotaron los ojos para ver; el vidrio de
los andamios y de las ventanas se llenaron de polvo con el an-
dar de los indios. .
Parados en el corredor del Municipio, bajo la lampara de
gasolina, las autoridades y los vecinos notabl<1s se rezondraban
entre ellos, para }evantar bien la cabeza hente a la indiada q~e
pareda iba a tumbar todas las casas de la plaza, si segula en-
trando.
- i Paren ! i Par en! i Sayaychik !

Desde la plaza mandaron los andamarkas. Y toda la in-


diada se par6, donde estuvieron.
Ese rato, el varayok' Alcalde de Pichk' achuri, se par6 so-
bre la pila de cementa, frente a la puerta de la carcel, al pie del
Municipio. Todos se callaron; los mistis se ju~taban en el corre-
dor. pegandose a las barandas. Un poco de la luz de la lampara
&lumbr6 la cara del varayok', pero la banderita alcanz6, en lo
alto: toda la fuerza de la lampara, y pareda iluminada frente a
los ojos de ]os principales. El varayok' Alcalde habl6 en kechwa,
co mo diez pa la bras:
..

70 YAWAR FIESTA

-Taytakuna, werak'ochakuna: Ahista, juntos, todo, en-


dios rukanas. Vamos abrir canitera a N~zca para veintiucho
jolio. Vamos reir de coracoras. P.uquio es mando·. Rucana es
mando. Eso nomas, taytakuna.
Y antes de que el Alcalde empezara a hablar, ~l varayok·
salt6 al suelo. La banda de los andamarkas empez6 a tocar los
pinkullos y los bombos. Y la indiada se movi6 para la otra es-
quina, al lado de K' ayau. Casi hasta media noche desfilaron
1os indios. Y hasta· esa hora los vecino~ no pudieron bajar a la
plaza. ' -

Los diez mil comuneros se extendieron en todo el camino


a Nazca. El Vicario hizo el trazo de la carretera, calculando las
quebradas, rodeando los barrancos de piedra que cruzaban el ca-
mino de herradura. Los varayok' s enderezaban el trazo, seg\in
su parecer, cuando el del Cura no era bueno, se juntaban, y con·
sultandose, mejoraban la rut~. Los vecinos corrian a caballo, a
.Io largo de los trabajos; gritaban al pasar:
• - i T aytakuna ! i Eso si !
Pero miraban despacio y recelosos.
Desde el fondo de la quebrada, desde las chacrc~s y las
haciendas que se extendian en toda la orilla del rio grande, se
vela el polvo que levantaban los comuneros, abriendo la tierra en
el cerro; desde las estancias y los caminos de la puna alta, d esde
las cumbres de la cordillera se vela el polvo, como una faja, en-
traba a las hondonadas, subia a las laderas, se perdia en las que.
bradas hondas de los falderios. Y de rato en rato , desde la Sa•
Iida del pueblo hasta el abra de Kondorsenk' a , reventabai;i dina-
mitazos en los rocales con que el camino tropezaba. T rabaj a ban
desde el .amenecer hasta bien entrada la noche. Y de las abras,
de las quebradas, de las estancias y de los pueblitos que hay en
los cerros, oian el canto de los andamarkas, de los aukaras, de
los chacrallas. . . Por la noche tocaban flauta , y cantaban por
ayllus, de cien de doscientos, de quinientos, seglin los pueblos.
Prendian fogatas de taya, de ischu y de tantar, a la orilla del ca-
mino, jun to al deposito de herramientas; can ta ban tonada de
fiesta, de carnaval, de cosecha; tomaban d aguardiente que re-
partieron los mistis, medido, seglin el mandar de los varayok' s.
Las estrellitas brillaban tristes en el cielo, a veces las nubes res-
balaban cruzando todo el horizonte de la quebrada, y como ju-
gando, tapaban y descubrian a los luceros. La luna salia tarde,
JOSE MAAlA ARGUEDAS 71

por el lado de Kondorsenk' a, y aclaraba las nubes y el oscuro de


la quebrada. Las estrellas se perc:Ilan a su lado. ' Poco a poco,
rnientras la luna entreba al cielo, los cornuneros se callaban; se
echaban sobre el suelo, junto a las fogatas, para dormir. Cuando
acababa el canto de los ayllus, se oia, claro, .en todos los cerros,
el canto de los pukupukus; y el sonido del rio subia desde el. fondo
de la quebrada.
A los veinte dias, los comuneros llegaron a las lomas. Dies-
de la sirna de T oromuerto, vieron Cerroblanco,,, el auki
. de las
lomas; contemplaron el valle de Nazca. Como_ una culebra an-
cha, negrusca, salia de la base de los cerros, serpenteaba en el
arenal, se daba vueltas sobre la tierra blanca, y se perdia, ~f fon-
do del aire, en lo mas dentro de la costa, donde la luz del sol ar-
dia corno quernando polvo blanco, polvo · espeso que escondia el
horizonte. i Ahl estaba la tierra de la fiebre I Abajo, entre el
arena} sediento. Ahi se rnoria la tierra, el agua se acababa, i fue-
go nornas !, ni gusanos habian. y entre los algodonales del va-
lle, donde el agiiita corria, apenas, sobre la tierra caliente. j esta-
ba la fiebre !. j T erciana ! Que hacia temblar el cuerpo, que ha-
cia hinchar la barriga, que stt cornia la sangre.
De alli se regresaron los sondondos, los chacrallas, los
aukaras, los andamarkas, por el camino carretero, nuevecito. iRe-
gresaron componiendo, anchando el camino en los barrancos, em-
pedrando los fangales. T enian cariiio por su '.'carritera", co mo
por los duraznales que crecian en los rios de sus pueblos-, al otro
lado de las curnbres, junto a las aguas que bajan a la selva, como
por las torcazas que cantan en los lambras que crecen a la en-
trada de sus casas. En Puquio quedaron los varayok' s de todos
los pueblos, para esperar la entrada del camion que tenia que
l egar para el 28, con los varayok's de los cuatro ayllus.
Los varayok' s de Puquio decidieron llegar hasta el pie de
las lomas. Cien indios cargarian agua para los que trahajaban
en el camino. De Nazca, hasta el pie de las lomas, estaban tra-
bajando los coste:iios, para dar alcance a los puquios.

El 28 de Julio lleg6 el primer camion a Puquio en-


tro con o dieci eis varayok's de los ayllus. Tras del camion fueron
corriendo todas las mujeres de los indios, los 'ejos y los m~'ti­
llos. Los quinientos vecinos y chalos de Puquio gritaron en la
plaza, viendo a los dieciseis varayok' s de pie, serios y tranquilos, so-
72 YAWAR FIESTA

bre la .plataforma del cami6n. Algunos vecinos no pudieron con-


tenerse y lloraron viendo entrar el camion a Puquio.
-jQue viva los varayok's! jLos patrones de Lucanas!
-diaen que don Pancho grit6 esa vez, con su sombrero en la ma-
no, desde lo mas alto de la pila grande.
- i Que viva los papachas !
Y sus lagrimas le caian al pecho.
Los ve~inos le contestaron de golpe:
-1Que viva!
El camion avanzo hasta la puerta de la carcel, junto a la
pila. Desde lo alto, el varayok' Alcaide de Pichk' achuri hablo
para los mistis, que rodeaban el camion:
- j Y asta camino, taytakuna, werak' ochakuna ! Aquista
camion. Ayllu cumple pa la bra. i Comunero es mando, sempre!
Y baj.6 con cuidado, despacio. El Vicario le di6 . la ma-
no primero, despues todos los principal es. ' Los varayok' s de
Sondondo, Chacralla, Aukara, Andamarka, hicieron tropa con
ellos.
-lremos a dar gracias a Dios -dijo el Vicario.
Y todos fueron a la iglesia, por delante los varayok' s, y
siguiendo, los vecinos y los mestizos. Cuando iban a entrar ya a
la iglesia, el Varayok' Alcalde de Pichk' achuri se acerco al Vi-
ca no. '
- j T ayta ! Vas rogar por cinco comuneros, moriendo en
carritera.

A Ia media noche cle ese mismo dfa salieron de Puquio


los varayok' s de los pueblos. En la casa del Varayok' Alcalde
de Pichk' achuri, hicieron la despedida. Los arpistas Liana toca-
rnn los waynos de Sondondo, de Chacralla, de Andamarka, de
Larkay . . . Bailaron en el patio, junto al molle, con las muje-
r es de los cuatro ayllus. Ni un misti ni un chalo entr6 a la des-
pedida.
Cuando estaban cantando, el Varayok' Alcalde de Pichk'
a churi mir6 el cielo ; calculo bi en la distancia de las est.-ellas.
-1 T aytakuna ! - 1 Hora!
Par6 el canto, las mujeres sacaron al patio los kipis de
todos los varay ok' s. Y salieron, con los Liana por delante. Los
varayok' s de Chipa o y de Sondondo empezaron a tocar sus cha-
r angos, acompafiando a las Llana. Siguieron de frente , por el
JOSE MARIA ARGUEDAS 73

camino a los pueblos. Como cinco calles llenaro9 las mu1eres.


Ya saliendo del 'pueblo, las mujeres cantaron, alto, con su voz mas
dclgada, el kachaspari:

I Ay, kutimunki 1Ay volveras


ayali ayali, ayali ayali
iia nchallay allinlla bien nomas camino
ayali ayali! ayali ayali !

En el silencio, en lo tranquilo del cielo, el canto hizo


t emblar el coraz 6n de los varayok' s" La voz delgadita de las
1

m ujeres pasaba corno silbo por los cerros. Para terminar el can-
t o, levan t aban mas alto ~l tono, mas alto, hasta que se quebraba
en la garganta . y era peor, mas triste, que si hubieran llorado.

A mas para N o lluvia


a mas para chaya nkichu no lluvia caera s
Jft.yy ali ayali ! i ayyali ayali !

Amas rinkichu No iras


amas w ayra rinkichu n o iras viento
t ayyali ayali I j ayyali ayali !

En el riachuelo, en Yallpu, se qued aron las muj eres, con


lo arpistas. T odos los varayok' s empezaron a subir el cerro.
De de el riachuelo, con la luz triste de los luceros, los varayok' s
e eian como en uenos, avanzando despacio por el cammo. De
rato en rato, cantaban la mu jeres.
Estu ieron cantando hasta el amanecer. junto con los ga-
llo - del pueblo. Cuando los varayok' s fueron acercandose al
abra, la oz de la mujeres llegaba desde el canto del pueblo,
ma triste todavfa; como i se hubiera apagado en el coraz6n de
todo , como i toda la mujeres de lo ~y1lus se hubieran perdido
en la o uridad · estuvieran llamando. Con la luz de la auro-
ra .se allaron.
En la cumbre, a e a hora, lo varayok' s chakcharon su co-
a: bautizando la tierra, cada uno con su fiambre de caiiazo, se con-
Yidaron por U.ltima •ez en e a faena.
74 YAWAR FIESTA

Poco a poco, fue ap~reciendo en la falda del Sillanayok'


el camino nuevo; el pueblo, los ayllus, Pichk' achuri, Chaupi, K' o-
llana; K' ayau estaba tras de la falda del Tok' to y no se vela to-
do. Y en medio, mas ancho y derecho, cortando en dos al pue-
blo, el gir6n Bolivar con sus casas de calamina; y en el canto,
en el remate de la calle misti, grande y silencio, .v ado, como un
claro del pueblo, la plaza de armas.
Se levantaron .todos los varayok' ~. y se despidieron. Los
varayok's de los pueblos salpicaron un poco de aguardiente sobre
el aire del pueblo grande, de la Capital- de los rucanas, y·. voltea-
ron el abra.

Los peri6dicos de Lima hablaron de la carretera Nazca- '


Puquio. j T~escientos kil6metros en veintiocho dlas ! Por m1c1a-
tiva popular, sin apoyo del Gobierno.
Y desde entonces empezaron todos los pueblos. En el
Norte, en el Centro, en el Sur, hasta en a Montana, se reunfan
en las plazas de los pueblos, en cabildo grande, pasaban tele-
gramas al Gobierno, y comenzaban el trabajo por su cuenta. Cual-
quiera hacia el t_razo de la carretera a la costa, calculando los ce-
rros v las quebradas. Al fin, el Gobierno se acordaba de algunos
puebios, mandaba ingenieros, dinero y herramientas. Ento~ces
los hacendados se peleaban porque las carret~ras pasaran por de-
lante de sus fincas. Y las carreteras que los ingenieros trazaban,
casi siempre daban vueltas, entraban a las quebradas, rompien-
dc las pefias y roquedales, en meses de meses, a veces en afios,
porque el camin.o entrara a las haciendas de los principales. La
gente de los pueblos empez6 a perder confianza, y el entusias-
mo por las carreteras. Desde entonces, la construcci6n de los
caJllinos fue negocio. Y la gente de! pueblo trabaj6 a jornal, o
por obligaci6n. Los T enientes Gobernadores, los Subprefectos,
los guardias civiles, todas las autoridades, empezaron a arrear a
Ios indios, a verga y bala para que trabajaran en las carreteras.
Mientras. los camiones llegaban uno tras otro a Puquio,
por el camino de los ayllus. Cuando entraban al pueblo, los e -
coleros y los m a k'tillos segulan en poblada a los carniones: la
gente saHa a la puer ta de sus casas ; en la plaza se juntaban los
v ecinos y los chalos, y preguntaban a los choferes por el camino.
- j Es cam mo para ca b ras! -dedan. Pero llegaban por
ese camino.
JOSE MARIA ARGUE.DAS 75

Los camicmes sufrian en las cuestas de T ambora, de Toro-


muerto, subian bramando, echando agua por el radiador; el mo-
tor roncaba y parecfa que la maquina iba a rajane. Pero ven-
cfan las cuestas. Y cu~ndo llegaban a la puna, aceleraban. · Las
vikufias y . las llamas corrian a ocultarse en las hondonadas: desde
lejos los estancieros de la puna miraban miedosos. Bajo el agua-
cero, mientras la granizada sonaba en las cumbres y los rayos
caian junto a la carretera, los camiones avanzaban en la puna,
aumentando con su ruido la fuerza de los tempora1es.
Los de Coracora dejaron su camino a Chala y empezaron
a abrir su carretera a. Puquio.
- j Y asta ! i Ahura si perduncha ! ~ij eron los comune-
ros, en los cuatro ayllus de P4quio.

Y por esa carretera llegaron a Lima los dos mil lucani-


nos. Al mismo tiempo, por todos los caminos nuevos, bajaron
a la Capital, los serranos del Norte, del Sur y del Centro.
La Universidad, las escuelas de toda clase, los ministerios,
las casas comerciales, las fabricas, todas las empresas, se llena-
ron de serranos.
Despues de seiscientos aiios, acaso de mil aiios, otra vez,
la gente del Ande bajaba en multitud a la costa. Mientras los
gobiernos abrian avenidas de cuatro pistas de asfalto , y hacian
levantar edificios a la europea; mientras los peri6dicos y las r e-
vistas publicaban versos bonitos, y los seiiores asistian con tongo
y levita a las invitaciones del Gobierno; de las embajadas y de los
club ; los serranos, indios. medio mistis y chal~s. bajaban de la
a ltura, con su charango, con su bandurria, su kirkincho y su cas-
tellano indio, se apoderaban de los barrios, nuevos tambien. don-
de el Gobierno no habia hecho llegar todavia la luz electric a .
ni el asfalto. ni siquiera el agua. En canchones, en r amadas y
en casas de adobe, sin fachada y sin jardin, se quedaban a vivir.
Como en los pueblos de la sierra, traian agua desde lejos, de dos
o tres pilas que el Gobierno mandaba instalar en cada barrio. Y
en sus casas, en sus ramadas defendidas por cercos de adobe,
alumhradas por lamparitas de kerosene, como en Puquio . en Au-
c ara, en Chalhuanca, o en Masma y Huancavelica, los serranos
hacfan sus fiestas. con charango y bandurria, con arpa y guita-
rra. En las fiestas grandes, 28 de Julio, Carnavales y Aiio uevo,
alq uilaban los jardines particulares que hay en los barrios nuevos,


76 YAWAR FIESTA

alquilaban orquestas de jazz; y de cien, de doscientos, llenaban


los rings de baile de esos jardines; bailaban gracioso el jazz, el tan~
go, la rumba. · Al final, hadan · callar la orquesta, 'Y con. arpa,
guitarra, bandurria y canto, prendian la fiesta de ellos; y hasta
las avenidas, donde cruzaban los autos de lujo, llegaba el wayno,
la voz del charango y de la bandurr!a. El canto de la sierra, en
kechwa o en castellano, el alma de las quebradas, de la puna y
de los rios, de los montes de retama, de kiswar y de k' eiiwa.
Los principales tambien siguieron a · los chalos y medio
m1st1s. Desenterraron su plata de los cerros o del cimiento de
sus casas, 6 lo sacaron de los bancos. Escogieron los terenos de
las avenidas, y frente a los palacios de los ricos, junto a las em-
bajadas y a la residenci_a de los hacendados de la costa, levan-
taron sus casas. Asi como 'ellos, con jardfo, con garage, con ba-
iios de lujo; y hasta compraron perros extranjeros para exhibirlos
en el jardfo. ,
Y Lima creci.6 en diez aiios, en veinte aiios, se extendi6
a las haciendas de los alre~·edores. Las chacras de cebolla, de
lechugas, de algod6ri y de vid, se convirtieron en urbanizacio-
nes; en barrios pobres y sucios, llenos de gente, de criaturas, de
vendedores ambulantes y de tiendas de japonese~ y chinos; o
en barrios de lujo, silenciosos, limpios, . tranquilos, donde mostra-
ban su fachada europea, de distancia en distancia, grand~s casas
de cementa, techados de teja,,cubiertos de enredad·e ras, y rodea-
das de parques extensos don de no se vela a n9die; barrios con
calles anch~s. sombreadas par arboles.

Los chalos y las pocos indio~ lucanas que llegaron prime-


ro; esos que las principal es trajeron de regalo a sus amistades
de Lima, recibieron a las que Ilegaron despues, por la carretera.
Los llevaron a los barrios pobres, a Ascona, a Chacra Colorada,
a la Victoria; }es mostraron las fabricas y las empresas, las obras
nuevas, para que fueran a _pedir trabajo. Y sin que nadie lo or-
ganizara, la entrada de las puquios, coma la de todos las serranos,
se hizo en orden: las chalos ayudaron a las chalos, las llevaron
primero a sus casas, mientras encontraban trabaj o; los medio
mistis ayudaron a los de su clase; los mistis a las mistis. mostran-
doles las avenidas donde deblan levantar su casa, presentandoles
a sus amigos, relacionandolos c~r_:i la "sociedad". Los estudiantes
JOSE MARIA ARGUEDAS 77

tambien se ayudaron con el mismo orden, segun el dinero de sus


padres; los pobres buscaron cuartitos, cerca de la Universidad o
de la Escuela de lngenieros, se acomodaron en los cuartos para
sirvientes, en las azoteas, baj o las escaleras, o en las casas seiio-
riales antiguas, que ahora que estcin a punto de caerse, son casas
de alquiler para obreros y para gente pobre.
Pero al barrio de Ascona fueron a vivir la mayoria de los
puquianos pobres, hijos de medio mistis, de principales empqbre-
cidos, o chalos legitimos que fueron a buscar suerte en fa
Capital. Alli llegaron tambien algunos estudiantes de Puquio y
de los distritos. De alH, de Ascona, sall6 el "Centro UniGn Lu.-
canas". Primero foe un club deportivo, le llamaron "Luc~nas";
pero el Capitan del eqmpo .de fotbol era un negro limefio. Ya
entonces, cuando todos los barrios limeiios y los centros de estu-
d!o se llenaron de serranos, ·estaba desapareciendo, entre la gen-
te del pueblo, el desprecio a los "cholos". La invasi6~ que baj 6 1

de todas las provincias andinas, foe imponiendo el respeto a la _gen-


te de la sif;rra. El negro limefio, Capitan del equipo de los lucanas,
se presentaba en la cancha, al frente de s~s jugadores chalos y me-
dip mistis, orgulloso y alegre. Y el club "Lucanas" foe campe6n del
barrio muchas veces.
Cuando los animadores del club "Lucanas" quisieron con-
vertir su club en un Centro Cultural Oeportivo que fuera la or-
ganizacion de todos los hijos de la Provi~cia residentes en Lima,
ya pabia mas de cincuenta organiiaciones provinciales serranas
en la Capital. No fue diffcil. Sesionaron por ultima vez, en el
local de siempre, en el cuarto del sastre Gutierrez, bajo la pre-
sidencia del estudiante Escobar. Como en Puquio, dos velas
de a real alu~braban el cuarto desde una repisita. E'sa noche
asistieron
j
mas de cuarenta socios, y apenas cabian en el local.
-Coniprovincianos -dijo el presidente- Los de Chal-
huanca, las de Caraz, los de Jauja, los de Huamachuco ... tienen
ya SU Centro Cultural Deportivo. Hay mas de cincuenta orga-
nizaciones provinciales andinas en Lima. Estos centros defien-
den los inte.r eses de sus provincias; a las comunidades contra los
abusos de los terratenientes, de las autoridades y de los curas.
Y estan levantando el nivel cultural de sus asociados, organizan-
do conferencias, veladas , bibliotecas, y hasta editando revistas.
EstQs centros tambien avivan el recuerdo del terrufio, tienen sus
orquestas tlpicas, sus fiestas al modo de sus pueblos . . Nosotros
somos ya mas de mil lucaninos en· Lima, y estamos dormidos.
'
YAWAR FIESTA

Mientras tanto, los politiqueros y los gamonales siguen explotan-


do a lbs comuneros, como hace doscientos afios, · a cepo
y fuete. Nosotroa que ya tenemos los ojos abiertos y la concien-
cia libt~- no debemos permitir que desuellen impunemente a nues-
tros hermanos. I Pongo al voto. la organizaci6n del "Centro Union
·Lucanas'' r
E:n todo Ascona se oyo el apl~uso con que los lucaninos
aprobaron la creaqi 6n del Centro. Despues del Presidente habla-
1

ron como diez meas. El conductor de omnibus Rodriguez, ex-


t comunero de Chacralla, empez6 a hablar en. castellano, y como
no pudo, sigui6 e~ kechwa:
- i Hermano~ ! Los indios, nosotios, sabemos defendemos
del viento, de Ia' J\u,via, del rayo, de Ias tormentas que a veces
se levantaq en la t~erra; pero el ultimo mocoso de la familia de
los principales puede escupirnos en la cara., El otro afio no mas,
don Jdvenal Arenas le ha echado cerco al manantial que sirve
para que tome agu~ el pueblo. c. Hasta cuando sera estos abu~
sos? (.De quien es el agua? T odos los afios, en diciembre, el
cura con todo el pueJ>lo en procesion, bendecia esa agua de Cha-
cralla. Y "Es de mi .. , diciendo, le ha echado cerco el gamo-
nal. 1No sera ! Para eso hay .gente de Chacralla en Lima. Asi
es. Nosotros seremos el respeto.
A los diez di41is de esta sesion, el "Centro Uni 6n Lucanas"
0

celebr6 su primera asamblea publica, con doscientos socios. El


estudiante Escobar fue elegido Presidente; el estudiante Tincopa,

Secretario; el chofer Martinez, Fiscal; el sastre Gutierrez, T eso-
rero; el conductor 1Rodriguez, los obreros Vargas, y Cordova, y
los empleados Guzman, Valle, Altamirano y Gallegos, vocales.
Algunos peri6dicos de Lima, en la secci.oon "lnstituciones.. , die-
ron la noticia de que los hijos de la Provincia de Lucanas resi-
dentes en Lima, habian organizado un centro cultural deportivo.
Los principales puquianos establecidos en LiII).a, leyeron
..
con desprecio el suelto, y la lista de los que formaban la di-
rectiva.
--Hasta aqui han de meter bulla esos cholos.
- l Ese Esc.obarcha ! Ya estara pensando en la diputa,
cion.
- j Y ese indio Martinez! j Que vergiienza !
-Todos son unos muertos de · hambre que han venido
aqui a dar pena,
Y mientras los vecinos principales y sus familias insulta-


JOSE MAAIA ARGUE.DAS 79

ban al Centro, los otros vecin<?S que leyeron la noticia, fueron a


inscribirse y a pagar su cuota de ingreso; mayordomos, sirvien-
tes, carpint;4.ros, conductores de omnibus, jardineros, choferes,
obreros y hasta algunos empleados y estudiantes. El Presidente
recibi6 mas de treinta felicitaciones de los otros clubs provin-
cialcs.

En los primeros dias de Julio de 193 ... , al dia siguiente


de haberse celebrado en Puquio el gran cabildo de mistis para dis-
cutir la circular"del Directo1 de Gobierno, el Presidente del •'Cen-
tro Union Lucanas", recibio un telegrama del Alcalde de Puquio .
..Ruego a usted contratar torero para corrida iB por
cuenta de este Concejo. Detalles carta".
El Director de Gobierno recibi6 al mismo tiempo el tele-
grama de los vecinos notables, agradeciend·o le por la supresi6n
de las corridas sin diestros en toda la Republica.
El estudiante Escobar no podia comprender que los prin-
cipales de Puquio se quedaran sin corrida india. Esperaban todo
el aiio el 28 de julio para subir a los balcones de los Ca.breras,
y contener la respiraci6n para ver al K' encho, al .. Honrao' Ro·
jas, arrastrando a los indios borrachos contra los toros bravos
de la puna grande. Don Antenor, don Lucio, don Pancho, don
Jesus, don Julian . . . habian crecido en ese derecho. (Como pe·
dian torero ahora?
-(El Gobierno?
En el Ministerio de Gobierno le informaron que se habia
prohibido las corridas sin diestros, porque en todos los pueblos
de la sierra las corridas ·d el 28 eran verdadera matanza de indios.
Tambien le dijeron que los vecinos notables de Puquio habian
enviado un telegrama de felicitaci6n y de gratitud por esa orden
de prohibici6n.
El estudiante Escobar estaba ahora completamente seguro.
-1 El Centro garantizara la circular del Director d e Go-
bierno I 1El Centro ira a Puquio ! i.Nunca mas moriran indios
en 1a plaza de Pichk'achuri para el placer de esos chanchos! Este
telegrama del Alcalde es una adulaci6n. Pero esta vez estan fre-
gados, tenemos al Gobierno de nuestra parte. i Alg6.n dia !
Cito a la directiva del Centro, para esa noche, en su ha-
bita~i-6n. Calle Loreto, frente al basural de ]~ pla_za de mercado
del barrio.
80 YAWAR FIESTA

F ueron, el estudiante Tincopa, el chofer Martinez, . el em-


pleado Guzman, el conductor Rodriguez y los obreros Vargas
y Cordova. T res se sentaron sobre el catrecito de madera del
estudiante y los. demas sobre cajones. Una fotografia de Maria·
tegui, clavada en la pared cabecer.a, dominaba la habitacion. Ba-
j o el retrato, de una percha, colgaba una guitarra, una cinta pe-
ruana en ros6n adornaba el clavijero de la guitarra.
Escobar info{m6 minuciosamente . sobre sus gestiones y so-
bre las noticias que pudo conseguir acerca de la ;prohibici6n de las
corridas sin diestros.
- i Estan fregados ! -dijo Martinez- Ya no hay salida.
Y estos imbeciles nos encomiendan la contrata del torero. Ire-
mos todos en mi carcocha, torero incluido.
-Sera un triunfo del Centro -el "Obispo" Guzman d~6
un salto y se par6 en medio del cuarto. Su cuerpo redondo se
interpuso entre los que estaban sentados en la catna y los demas.
-Pero haz el campo · Monseiior, tenemos que vernos ias
caras para hablar. .
Guzman retrocedi6 hasta el pie del retrato de Mariategui.
La luz del foco caia de Ueno sobre su cara. La gorf!ura enor-
me habia hecho casi desaparecer las cicatrices de la viruela, pero
su barba corta, sin afeitar, sombreaba su rostro, y Guzman, el
" Obispo" , p a recia un talacho bandido . .
- j Esta vez nos haremos respetar ! Ellos mismos han pues-
to el cuchillo en nuestras manos. i Es un milagro compafieros !
Yo voy a freg~r. Aunque sea de guardia civil me vista y tomo
el fusil contra cualquier gamonalcito. Somos en este instante las
fuerzas del orden.
I
- j Usted lo ha dicho Monseiior !
-1Que Monseiior I Me hare crecer mas la barba y pare-
cere un Anticristo.
Aco!da-ron hablar con el Director de Gobierno, contratar
al torero y viajar a Puquio, t~dos.
Cuando termin6 Ia sesi6n. Escobar se levant.6 de su asien-
t o y se dirigi6 junto al retrato de Mariategui, empez6 a hziblar-
le, corrio si el cuadro fuera otro de los socios de} "Centro Union
L ucanas.. :
-Te gustara werak' ocha lo que vamos a hacer. N.:> has
hablado por gusto, nosotros vamos a cumplir lo que has clicho.
N o tengas cuidado tayta: nosotros no vamos a morir antes de
h aber vista la justicia que has pedido. . Aqui esta RodriguEf.t:, co.:.
JOSE. MARIA ARCUEDAS 11

• . munero de Ohacralla, aqui estamos 'los chal<:>s C6rd«?va, V a:.r!"


gas, Martinez, Escobarch-., estamos en Lima; hemos venido a
saber ~csde d6nde · apoyan a los gamonales, a los tcrratenientes,
hemos venido a medir su fuerza. Por cl camino de los ayllus
hemos llegado. &Si hubieras visto esa faena, taytal Capaz hu~
bieran sanado tus piel'nas y tu sangrc. i Si hubieras conocido
Puquio! Pero nuestro ..Obispo" te va a tocar ·un wayno lucana
y nosotros vamos a cantar para ti, como juramento. l Ya M~n..
senor!
El ..Obispo .. baj6 la guitarra, los sictc sc reumeron al pie
dcl rctrato, y cantaron en kechw~:

Tutlutakapi1 inti rupachkan En la pampa de Tullutaka el aol


( esta ardiendo
Tullutakapis runa wafiuchkan en la pampa .de T ullutaka estan
(muriendo,
lama wak' aychu hermano 1no llor'e s hermal\o
ama llakiychu I no tengas pena I
1

Galeras pampapis chikchi cha- En la pampa d'I Galeras esta ca·


( yachkan (y~do la nieve
Galeras pampapis runa saylcuch- en la pampa de Caleraa eata can-
(kan (1an~o1e el corai:On
lama wak' aychu hermano I no Hores hermano
ama Jlakiychu I no tengas pena !

Llapa runaa mancharillachkan Oic'e toda la gente tiene iniedo


wafiu waiiuy , hayaykamuptin porque el morir esta llegando
1ama wak'aychu hermano I pero no lloree hermano
ama llakiychu I no ten gas pena !

Y mientras los mestizos de Lima cstaban cantand1.); en


el ayllu de K' ayau, los varayok' s animaban a los indios para su.:
bir a la puna a traet al Misitu. En todas las catle8 del banio
hablaban los varayok's amcnazando a los pichk'achuris, am.ena-
zando al Misitu, presintiendo, y vreparando yawar fiesta. .
-1 'ayau premcro sera' 1Cuanto viuda sera qucdando
en vintiuchu !
...

; .·

IX

EL MISITIJ

E L Misitu vivia en lo• k' eiiwales del alto, en las punas de


K' oiiani. Los k' onanis dedan que habia salido de T orkok'
ocha, que no tenia padre ni madre. Que una noche, c~ando to-
dos los machulas del alto todavia eran huahuas, habia caido tor-
menta sobre la laguna; que todos los rayos habian golpeado el
agua, que desde lejos todavia corrian, alumbrando el aire, y se
clavaban sobre las i~las de T orkok' ocha; que el agua de · la lagu-
na habia hervido alto, hasta hacer desaparecer las islas chicas; y
que el sonido de la lluvia habia llegado a to~as las estancias de
K'oiiani. . Y que al amanecer, con la luz de la aurora, cuando
estaba calmando la tormenta, cuando las nubes se estaban yendo
del cielo de Torkok' ocha e iban poniendose blancas con la luz
del amanecer; ese rato, dicen, se hizo remolino en el c~ntro del
lago, junto a la isla grande, y que de en medio del remolino apa-
reci6 el Misitu, bramando y sacudiendo su cabeza. Que todos
los patos de las islas volaron en tropa, haciendo bulla con sus alas..
y se fueron lejos, tras de los cerros nevados. Moviendo todo el
agua nad6 el Misitu hasta la orilla. Y cuando estaba aparecicn-
do el sol, dicen, corria to.davia en la puna, buscando los k' eiiwales
de Negto~ayo, donde hizo su qucrencia. · ...
Todos los punarunas contaban esta historia, desde Pu-
quio hasta Larkay, desde Larkay h~ta Querobamba, en toda la
provincia de los lucanas. Y hasta Pampacangallo, a Coracora,
a Andahuaylas, hasta Chalhuanca lleg6 la fama del Misitu.
Los k' oiianis decian quc corneaba a su sombra, que rom-
pia los k' eiiwales, que a·r aba la tierra con sus cuemoa; y que
el Negromayo corria turbio cuando el Misitu bajaba a tomar agua.
Que de dia, ralsiaba mirando · al 'Sol; y qoe ~ las .noches, corria
1eguas de leguas,' persig\jiendo a la luna; que trepaba a las c~m­
b res mas ahas, y que habian encontrado MUI rastros ·en las lomas
JOSE MARIA ARGUEDAS 83

. del K' arwarasu, en el sitio donde toda la noche habia araiiado


la nieve, pa~a llegar a 1.., cumbre.
(. Quien pues iba a atreverse a entrar a los k' eiiwales de
Negromayo} ' Se persignaban los comuneros, cuando pasaban
cerca; y se paraban de rato en rato, para olr, si el Misitu bramaba.
Los comuneros de K' ofiani asustaban a los via]e'ros que
gasaban por las estancias.
-Vas cuidar tayta. iMisitu como .tinre es! Silencio an-
daras.
Y cuando don Julian Arangiiena mando comisionados por
cl Misitu, -los punarunas se juntaron para hablar con los mayor-
domos.
-1Ama taytallay! 1Vas morirl Nu entrandu patron.
Seguro ahi quedaras. Negromayo tu sangre llevara. Chascha co-
mera tu tripa.
~ero algunos chalos tomaban valor, alistaban sus caballos;
se vaciaban media botella de caiiazo cada uno; montaban apu-
rados, y partian a carrera, por el camino d.e los k' eiiwales. En-
tonces los punarunas sallan en tropa hasta el camino; tocaban
fuerte los wakawak'ras, las tinyas y las lautas; las mujeres canta..
ban llorando el ayataki; -como si los comisionados estuvieran yendo
a la muerte, como si se hubieran alocado y corrieran ciegos a ti-
rarse al barranco.
- .j Ay taytallaya ! j Ay taytallaya I
En el campo abierto, en la puna grande, el canto y l'a voz
de los wakawak'ras llegaba lejos. Y cu~ndo estaban bajando
. a la quebrada, · les entraba la desesperac!6n a los comisionados,
volteaban ~e repente, espueleaban con furia a los caballos, y se
i·egresaban a galope.
-Maldici6n t i Indios animales ! 1Con esa musica el co-
raZ>On no aguanta! Esta quebrada e mierda, estos k' eiiwales de-
ben estar maldecidbs.
Y se regresaban echando ajos; tomaban caiiazo a boca
llena.
Ya para bajar al pueblo se arrepentian.
-cY que . le .diremos aho1a.• a. don ~ian} (Que somos
unos maricones? . (Que hemos orinao de~mied? con el canto de
las in~ias_?
' -1 Es · una vaina hermano I P-ero esa quebrada donde
vive el toro, da. miedo. No se-·.porque, --- p-ero rezondra, y no
aguanta el animo. .
84 YAWAR FIESTA

-Si, hombre, valgan verdades. Yo crco don Julia~ tam.:


bien asustaria.
Pero don Julian se decidio a encabezar la cabalgata.
-Ustedes son como mujeres, wak' ates. Lloran con los
cuentos que los irtdi<?s inventan para asustar a las criaturas. l Pu--
ra cojudez ! l Ahora veran conmigo ! Y si el torito no quiere
salir del monte, le meto un plomo en el cueri>o. Este aiio, los
limefios comer.in churrasco de la carne del Misitu.
Subieron doc~ monfados a K' ofiani. Don Julian en sU
overo, el caballo mas valiente de la quebrada.
Cuando los indios de K' oiiani vieron Ilcgar a don Julian,
con doce montados por detras, presintieron que habia subido por
· el Misitu. I Ahora sil I Capaz lo arrearlan f Don Julian era de-
cidido; era mas rabioso que todos los chalos y mayordomos quc
recorrian las estancias; sus concertados y los comuneros de Pu-
quio dedan, que ni a Taytacha del cielo le temia; que hasta al
cura le hahia rezondrado; y que un dia ~e fiesta, borracho, ha-
bia oido misa a caballo, desde la puerta grande de la iglesia.
Los k' oiianis comisionaron 'a un vaquero. Y cuando don
Julian estaba entrando a su estancia, el vaquero salii6 para Negro-
mayo, con su wakawak'ra y con su fiambre de coca y caiiazo.
Don Julian lleg6 a K' ofiani casi anocheciendo, y decidi6
levantarse en la madrugada, para ir por el Misitu. Pero esa no-
che, desde que oscureci6 bien, hasta cerca del amanecer, se oyo
un grito triste, que llegaba como desde el centro del cielo. No
'· se oia claro, no se entendia nada. Pero era un canto extraiio,
a veces como de hombre, grueso y lento, a ratos delgadito y mas
triste, como de criatura. Los doce peones durmieron en el corredor
de la Casa estancia. Y cuando estaban escuchando en silencio, llc-
g6, arrastrandose, uno de los vaqueros de don Julian.
-Taytakuma ~ estan oyendo ~ Alma de Misitu esta an·
dando en los cerros. Esta llorando por la sangre de comisiona-
dos que va ma tar. l Qui en seni pues tayta ! 1Cuantu sera I
Y se foe, corriendo, como si a el le hubiera entrado el
miedo de morirse.
Don Julian no oia, desde el cuarto bien cerrado, y se dur-
m10 rapido. Pero los mayordomos estuvieron consultando-
se, despacio. Cada hora, como midiendo el tiempo, llegaba el
grito.
Era el vaquero que habia ido a avisar al Misitu. Sentado
sobre una pi~ra, cantaba fuerte, casi sin hablar.
JOSE. MARJA ARGUEDAS IS

- ; Aaay ! I Wai.lay! i Ripuuy !


Se trasladaba lejos. al otro extremo del pajonal; cantaba
dcsde alli con otra vo~. Y tocaba el wakawak· ra, oalculando, en
el lloro gi:ueso; largo, sin varia~iones, soplaba en un solo tono,
todo lo que su fuerza podia. En la puaa brava, el viento lleva-
ba la voz del wakawak'ra, cumbre tras cumbre, aumentand~lo
y apagandolo, segun el campo y las fuerza del aire.
En la madrugada, cuando don Julian abri6 la puerta de la
chuklla, los doce mayordomos recien estaban durmiendo.
-1 Ya, ya, carajo ! i Arriba maulas r i Estos posmas duer-
men como chanchos ! I Varno, varrio, por los cabalfos !
Se levantaron... asustados, y corrieron a traer las bestias.
Les k• ofia.nis ya estaban reunidos en el canchon de la estancia.
Don Julian los rezondro en kechwa:
'
--:-iCarago indios! 1Conmigo no hay pendejadasl '1 Aqui
van esperar hasta que traiga amarrado al Misitu ! Y nada de
wakawak' ras, ni tinya, ni lloriqueo. Yo no soy ningun cha1}0
mayordomito maric6n. i Yo soy el patri6n carago; y a mi no me
asustan con rµusiquitas de mierda ! i Como ganado, cal'ago, van
a esperar aqui, hasta que regrese! Y al primero que se salga le
rompo la crisma. j Asi carago !
Saco su Tev6lver y clav6 un tirQ ~ la pared del corral.
La bala alumbr.6 el canch6n e hizo chispas sobre la piedra del
cereo.
- i Ahi ·nomas guanacos !
Mont6 en su overo, y seguido de sus mayordomos se per~
di6 en la pampa; mientras, el cielo clareaba con la luz de la
madrugada. -
Baj6 a galope al fondo de la quebrada de Negromayo.
Los arboles de k' efiwa ne.greaban a la ~rilla del rio; el isc"°hu alto,
el waylla, alc.inzaba hasta ias ramas de los k' efiwales; los caba~
llos saltaban las matas del waylla, y se iban ac~rcando, rapido,
,junto al rio.
El overo chapote6 en el agua y paso el rio a saltos, corri.6
entre los k. efiwales; aparecia y desapareda tras de cada arboL
En un claro del monte, don Julian par6 al caballo; se puso dos
dedos de su mano izquierda en la boca, y silb6 fuerte. Sus ma- ·
yordomos le rodearon. El silbido rebot6 en las pefias y en los
certos, largo rato. Los chalos le miraron callados al patron. El
vient:o sacudia las ramas de los k• efiwales y hacia agachar las ma~
YAWAR FIESTA 1

tas grandes del waylla; silbaba feo entre el monte y soplando


la paja de· las laderas.
-Esperemos un rato. Si es bravo como dicen, vendra
aqui; o le echamos lazo, o le plan to un tiro.
Estuvieron escuchando un buen rato. Cuando se movia
el k' eiiwal, o cuando salia volando algun pajarito del monte, y
hada ruido , los doce chalos jalaban las riendas y cuadraban los
caballos, como para correr.
IYesde lejos, como desde el principio de la quebrada, ·Hego
por el monte, un canto grueso, dur6 un rato, y se apag6 poco a
poco, como retirandose por dentro de las ramas del k' eiiwal. Loll
clilalos no quisieron mirarse, y esperaron.
-Don Julian; capaz el toro se ha ido a otro k' eiiwal;
por todos estos echaderos and a de noche, -habl6 el Fermin.
- j Que mariconadas ! A ustedes se les levanta el indio
diez veces por dia. En el fondo son puro indios, y se les agua
la sangre, cada vez que hay que meter el cuerpo al peligro. (Don-
de esta el Misitu? Hace aiios que a esta quebradita no entra un
alma, por miedo a ese toro ...
Cuando estaba hablando, se remeci.6 el montq junto al rio,
son6 el · agua; y como ~i estuvieran Jalando la copa de los k' eii-
wales, se oy6 romperse las ramas de los arboles. Desde arriba
grit6 el vaquero, como diabl?: •
--'I Curriychik cristianos ! I Curriychik !
Apareci·6 la cabeza del Misitu; el toro mir6 a los jinetes, y
de un salto entr6 al claro del monte. Los doce chalos apretaron
las espuelas, soltaron todas las riendas, y partieron, como locos,
a la ladera. Don Julian cuadr·6 a su overo.
-1 Mierdas ! i Ya veran k' anras !
Alist6 su lazo, hizo a un lado a su caballo, para esperar
en buen sitio. El Misitu corri6 de fr~nte, latigueando el rabo,
con la cabeza alta, y el cogote ancho, levantado por encima de
I. las astas. El Overe temblaba en su sitio, orejeando, golpeando
el suelo con sus patas traceras.
. Cuando el Misitu estaba, ahi ya, como para clavar su
cuerno en el pecho del caballo, don Julian tir.O el lazo, e hizo
saltar al overo. Sohre la carrera, ajust6 el laze a la cabestrera, y
meti6 ' Ia espuela con furia . El lazo hizo resistencia, un instante,
y zaf6:
- I Yo mas, soy un giievon I i Carajo !
.
Iba a voltear de nuevo, para dar cara al Misitu, pero vi6


JOSE MAR!IA ARGUEDAS 67

a sus concertados, venciendo ya la cumbre; sao6 su rev·olver, dis-


par6 al bulto, sobr.e los chalos. Hinc6 . mas £uerte las espuelas,
salt6 el rio y sali6 del mon~e, como por encima del aire. Mi~
atras, para ver al Misitu. Segufa persiguiendole de cerca; su
lomo pared a mecerse; se le vela _como si fuese un toro del alto
de una iglesia, porque se levantaba sobre el aire para saltar l~s
matas del waylla.
-1 Es mi toro, carajo ! i Es de mi!
;Y le di6 orgullo. Iba a matarlo, pero siguio disparando
al cielo, de rabia, como de alegria. Y empez,6 a receger el lazo.
-1 A esos k' anras los voy a ma tar I j Mas bien ! ·
El Misitu se paro casi al filo de la quebrada, mir6 la pam-
pa, donde el overo seguia corriendo; se cuadr6 un rato, como aco-
modandose para voltear. Y se regres6 a su querencia, caminan-
do al trote, sofocado, botando espuma.
Don J1,1.lian persigui6 a los chalos en la pampa. "' •
-1 Paren carajo ! i Paren k' anr~s !
G'ritaba, con su revolver en Ia mano. ,
Ya ~erca ~e la estancia, frene6 el mayordomo grande,
e] Fermin. Pero los otros siguieron, volteando hacia el camino
a Puquio.
Cuando ya estaba cerca, con su ultima bala, don J ulla~
tumb6 el caballo del Fermin.
-1 No te mato k' anra f I Porque soy cristiano !
Pero era porque ya no podia, tan facil, en estos tiempos.
-J Pierdon pa pay! Con diablo no se puede. Mas bien
he rogado a Dios, wr ti, don Jolian. 1Caray, te hubiera mata ..
do! i Y asta pues rahia ! i Pobre caballito ! i Pubrichalla ! I Caba~
llito !
Lo dej6 lloriqueando, junto al caballo muerto. Y siguio
a la estancia. Soito a sus indios; hizo descansar un rato al ov~~
ro. Y tom6, al paso, el camino de Puqufo.
Anocheciendo 1leg6 al pueblo.
En el Billar, ante el silencio de los otros principales, con--
to lo que le hahia sucedido con el Misitu.
-1 Valgan verdades f Creo que tire el lazo cerrando los
ojos. El toro no debe ser grande, pero cuando corre parece Ufl
templo. i Que torazo l
Y se emborracho, cemo en un dia de fiesta.
-< Misitu? I No hay hombre para cl Mi.situ .! i Haata lu
picdras le tiemblan, carajo ! 1Es de mH rEs mi tOTo !
YAWAR FIESTA

Gritaba, mostrando el pecho, como desafiando.

Pero el Misitu no era de K' ofiani, no era, por eso, del va·
querio de don Julian. Lleg6 a las punas de K' oiiani, ya tora, es·
capando de otra estancia; quien $3he de Wanak.upampa, de Osk··
onta, o de mas lejos. Apareci6 de repente en lo!IS k' eiiwales de
Negro mayo. Y , desde entonce9 las punarunas no se acercaron
a la quebradita del Negromayo, por _el laclo de K'ofiani. El Mi·
situ no consentia qu~ entrara ningun animal a su querencia. Y
cada vez, aiio tras afio, en la saledad del monte, fue panicndose
mas bravo. A veees salia, en Octubre y Noviembre, a buscar
mejor pasta; andaba par las cercanias de Negrornayo, y buscaba
d k' efiwal, atardeciendo.
Los punarunas Uevaran su fama a todos las pueblos. Y
• ya lejos, en l<;>s pueblos del interior, por Sondonda, Chacralla,
Andamarka, hablaban del Misitu, camo si fuera auki. Los k' oiia-
, nis le tem1an. Hicieron creer, a todos las camuneros del alto,
que habia salido <le T orkok' ocha, que en las noches, su lengua
ardia coma fuego; y solo algunos vaqueros se acercahan hasta al
ciinto de la quebrada, para verlo.
Pero c~an-do don Julian lleg6 a la estancia, para arrear
el Misitu a Puquio, Ios k' oiianis se desesperaron. Mandaron al
vaquero Kokchi para qu~ le avisara al Misitu; por.que dedan que
I d Kakchi era layk' a y se hacia entender con los animales. Y en
la madrugada, cuando el patron estaba durmiendo todavia, se
reunieron para rogarle que vendiera el Misitu a los k' ofianis. Pe-
ro don Julian Se desperto rabioso, y rezondro a Jos comunera9
en el canchon de la estancia; hizo reventar su revolver para man ..
dar silencio. Y los k' ofianis se acobarda-ron. .
Cu_ando salio en busca del Misitu, con sus dace chalos,
los k' oiianis se sentaron en el suelo. Los machus miraban el cie·
lo calculando la hora. T odos disimulahan y se mirahan a ratos.
Querian salir y correr en la parnpa para atajar al misti, saltar
en tropa a la quebrada. Porque sabian que don Julian dispara-
ba nomas SU bala. y seguro tumbaria al Misitu. Pero no' te
movieran. T ados abrieron sus piscas, y chakcharon en calma.
Cuando oyeron el tiro que don Julian disparo sobre el
caballo del Fermin, se levantaron de un salto. ()yeron el ~alope
del overo en la pampa. Baiiado en sudor, temhlando de furia,
cl overo entr6 al canch6n.
,
JOSE MARIA ARGUEDAS 69

Don Julian tenia los ojos brillando tod~vi~ de rabia; pe·


. ro ~!t~ba derecho sobre l• montura,. con la cabeza lev~ntada, co·
m4? c':u~ndo paraba al overo en la esquina de l~ plaza de Puquio,
para mirar desde alto, y despreciando, a los otros mistis.
· -Misitu ha palabtao co~ patron. Ahl v~ quedar, e~
Negromayo. K' ofianis van cui~ar, si~mpre --c;lij,9.
-1.Gracias werak' ocha I
-1 Graci~e papituy I
Los machus se acercaron al overo y b.esaron los eshi_bos
de don Julian. •
Don Julian se baj6 con cuida~o d~l overo; co}gO las ri~n­
das en la cabestrera, y se sent6 un ·rato en el poyo de la Casa-
estancia. Los k' ofianis no teni~n valor para h~blar fuerte, al pie
del cerco, se miraban alegres, esperando, rogando que el patron
montara en su overo, y saliera de la estancia.
. Don Julian ajust6 el mismo · la cincha del caballo, mont6
de golpe, y di6 vuelta al evero.
- i'Hasta la vista, taytakuna !
- l Allinlla werak' ocha !
El overo sali6 d~l patio, zapateando, como cuanao corrla
en el giflon de los mistis. Tras del caballo, los k' ofianis entraron
al callej6n, mientras don Julian cruzaba el pajonal. Le miraron,
todos, sin moverse. Cuando ba;°6 a la hondonada, por el cami-
no a Puquio, corrieron, como locos, a dar alcance al Fermin.
El Kokchi lleg6 al canch6n de la estancia, y encontr6
a los k' oiianis abrazandose, borrachos ya, llorando en el suelo.
Ya no sabian ni toca~ lauta, ni levantar los wakawak' ras. De
rato en rato, h~blaban ronco. atorandose.
-1 Misitu carago I i K' ari ! I Nu'hay carago !
-1 Don Jolian, pierro carago ! I Mojir carago, para Misitu !
-1 Ay Misituy Misitu ! i Jatun dueiio I
El Fermin estaba. tirado en medio del canch6n, en las
manos tenia todavia la sangre de su caballo. Mientras, los perros
de las estancias se alborotaban para comerse el caballo del
mayordomo; los mas grandes esta an empezando ya, lamiendo la
~·~n·gre de la herida. .
La nieve de las cumbres reverberaba con el sol; la luz del
medio dia brillab~ en las lagunas, sobre las piedras lisas de lo!!
rocales, en la flor y en las espinas de los sok' ompuros que crecen
cntre los pajonales.
90 YAWAR FIESTA

Los k' efianis se rieron, cuan9o llego , la notic1a de que el


patron habia regalado el Misitu al ayllu K' ayau. . Siempre habian
hecho asustar a los indios de Puquio con el Misitu ; los comu.n e-
ros de los cuatro ayllus pasaban santiguandose junto al Negroma-
yo. (Acaso ahora eptrarian a los k' eiiwales? (Quien entraria ?.
-iJajayllas! iSobi nomas! .
Ni don Julian habia podido; el overo tambien habia e~
pantado frente al Misitu; cuando llego a la estancia, sus piernas
estaban temblando todavia. (Como K' ayau queria? Los k' ofia-
nis tenian pena por los comuneros. Y cuando regresaban miedo-
sos los k' ofianis que bajaban al pueblo, los otros se reian.
- i Atatao ! · i Nu engafioso l -dedan.
Pero los que bajaban a Puquio dudaban. Entraban al ay-
llu K' ayau, y ,oian_ hablar a los comuneros, hasta a las mujeres
y a los mak' tillos. En la chacra, en el camino, en la calle, den-
tro de las casas, los k' ayaus amenazaban al Misitu. Anochecien-
do, tocaban wakawak' ras, con furia. Y los k' oafinis se asustaban,
oyendo.
Bajaron al pueblo, unos tras de otros. Y por fin, una no-
che de lu11a, se reunieron todos, en ~l canch6n de la Casa-estan-
cia de don Julian. De alli salieron, con buen fiambre de coca
y cafiazo. Siguiendo al Kokchi, en la noche helada, camin'a ron ho-
ras dP. horas, hasta llegar al pie del tayta Ak' chi. Las vicufias
tambien gritaban de frio, desde sus canchas, ocultas en las hon-
donadas, entre los pedregales. La cumbre nevada del tayta Ak' -
chi alumbraba todavia, ·aumentando la luz de la luna; pero la
roca negra de las faldas sin nieve, en el silencio grande, asus-
taba; y los k' ofianis entraron de frente a la sombra del auki, d el
Ak' chi, padre cuidador de las estancias de K' ofiani.
El viento helado bajaba de la cumlue. Ya al pie del
Ak' chi no hay nada, ni ischu, ni yerbas, ni el triste pukupuku lle-
ga; solo pedregal frio . Las pefias negras, que se levantan de-
recho, alto, hasta alcanzar la nieve. Ni la vicufia entra a esa al-
tura, se queda abajo, en el pajonal, mirando las rocas. La voz
de la gente suena de otro modo al pie del Ak' chi, cuandq hablan,
la voz crece en las peiias, parece se golpea en la roca, como en
acero templado.
- i Ya tayta ! i Aquista tus criaturas !
El hablar del Kokchi duro largo, como si estuviera su-
biendo en la peiia para al~anzar Ia cumbre.
Baj6 su k' epe, amontono en el suelo el ischu seco, y con
JOSE MARIA ARGUEDAS 9i

un f.6sforo lo encendi6. El ischu prendi6 llameando. Los k' oiia~


· nis se reunieron junto al fuego, las llamaradas no le~ dejaban ver
lejos. Mientras, el Kokchi escarb6 un hueco en el suelo, con su
cuchillo; y prepar6 la ofrenda: mezcl6_ sobre una noja de papel
rojo, trigo grande de la quebrada, maiz blanco de la pampa de
Utek', pifies de color, papel dorado y papel de plata, un real
nuevecito, y pisando la mezcla, un torito de barro, con el cogo-
te ancho y los cuemos casi juntos.
-1 Kofianikuna !
Se juntaron ~l rededor del hueco . De rodillas, levantan-
<!lo sus man o's, el Kokchi le pidi6 Cll auki en kechwa:
-Taytay, jatun Auki, taytay Ak' chi: tus criaturas, ahista,
juntos, toditos, en tu lado, donde comienzas en la tierra. Estcin
llorando por ti, jatun tayta, con llorar te est'iin pidiendo para que
euides al Misitu, para que le dejes, tranquilo , en su k' efiwal de
Negromayo. K' ayau, dice: esta rabiando en la quebrada, va
venir, dice, para llevar tu Misitu, de tu pertenencia, de tu puna.
No vas a querer, tayta. Desde tu cumbre estas viendo T orkok' -
ocha. tu laguna; de alli es Misitu, de su adentro, de su agua, ha
despertado tu animal. Aquista tus k' ofianis, han venido en no-
che, caminando lejos, en helacJ.a, en el frio, en el viento. para avi-
sarte. rabia de . K' ayau quiere Misitu, diciendo. No vas a dejar,
t:ayta.
Enterr6 la ofrenda en el hueco, echandole tierra con las
manos. Y se regresaron, caminando rapido. Ya estaba llegando
la madrugada y la helada crecia. De rato en rato tomaban ca-
nazo. Tenian la conciencia tranquila. El tayta A' chi era el mas
grande de los aukis en todas esas punas. ( Quien era mas en
Puquio? El . tayta Pedrork' o, Sillanayok'. hasta Chitulla, eran
como hijos del tayta Ak'chi. Eran como huahuas para el auki
de los k' ofianis. j Nunca arrastrarian al Misitu !
-iJajayllas! -~ritahan fuerte los k' oiianis y tomaban
SU cafiazo.
Pero el varayok' Alcalde de R'ayau estaba pensando en
pedirle al tayta K' arwarasu. oadre de todas las tierras de Luca-
nas, que protegiera a lo~ k' a~aus. El mismo iba a salir esa se- •
mana, llevando ofrenda para el aukj grande.
Mientras, el Misitu -comia tranquilo el pasto de Negroma-
yo; vigilando su querencia. durmiendo en el monte, bajo la som-
bra de los k' eiiwales que le defend Ian de las helada.s.
..

x
'
LA VISPERA .1• .-1\ . ..

LOS vecinos notables obsequiaron al Subprcfccto un caballo


fino, "para que Io montara cuando saliera a visitar los dis-
tritos, y como prucba de afecto de sus amigos puquian9s" , scg\in
dcda la carta que redact6 don Demetrio. El Subprefecto acep-
to el regalo, porque, calculando bien, el caballo valia no menos
de 500 soles.
Al dia siguiente, el Subprefecto recibi6 up memorial fir-
mado por cuarenta vecinos, pidiendole que la Circular del Direc-
tor de Gobierno no fuera pegada en las esquinas. "La indiada,
- seiior Subprefecto, seria capaz de alborotarse, si llega a saber
positivamente que ,no va permiti.rse la corrida conforme a la cos-
tumbre. Porque hay gente, de entre los vecinos, quc estan ma-
niobrando para que la Circular no se cumpla, a fin de que se
realice el desafio del ayllu K' ayau contra Pichk' achuri. Nosotros,
los mas respo~sables y principales mayores contrtbuyentes, en
cambio, responderemos, con nuestras personas, por el cumplimien-
to del mandato superior. Y para el efecto, adjuntamos copia del
telegrama del senor Presidente del "Centro Union Lucanas", en
cuyo telegrama nos felicita por la orden dada al referido Cen-
tro para la contrata de un torero, y nos promete su inmediata
r ealizaci-On".
El Subprefecto acept6 el pedido, . e hizo Barnar inmedia-
tamente a don Demetrio Caceres, al Alcalde Antenor, a don Je-
sus Gutierrez y a don Julian Arangiiena.
Los recibi6 serio, como molesto. Apenas les di6 la ma-
no y les invit6 asiento. Cuando llegar.on todos, hizo cerrar la
puerta del Despacho, y se sent.O en su sill6n, con gesto de aburri-
miento. Los principales le miraban con desconfianza; solo don
Julian, puso las dos manos sobre sus piernas, y rnir6 al Suprefec-
to, tranquilo, como preguntando.
'
-JooE ~IA ARCUEDAS 93·

.........Seiiotes: he aceptado el memorial. Per_o quiero saber


comet van a garantitarme el cumplimiento de la Cirrcular, y quie-
nes estan desobededendo la ord~n del Go.b ierno. Quiero saber
tambien ah0ta. con que in·t eres el senor Ar:angiiena ha ob,equia-
d 'o su toro al ayllu K' ayau . . . · ·
Don Julian se movi6~ e iba ·a hablar.
-1Espere un rato ! I Yo soy primero I el SuhprefeetG
levant6 la voz, ·rezondrand_;, - Quiero que sepan e~ primer }u..
gar que la Circular se re·s petara, por encima de todo, ~ueste lo
que cueste,' -llizo -9al·t ar los papeles dando un puiietazo a la m"-
sa - i Y que .n o me as\ista que algunos salvajes intriguen y ajo-
chen a la indiada para que no se _c umpla la Circular del Su-p remo
Gob~erno t Para esos tengo la carcel y hasta el azote.
Se call.O de golpe. Y miro a don Julian, clavandole ia

amenaza. .
.
vista, para C!1Ue los otros se d>ieran c.Uenta que con el rczaba la1

- i A ese cholo Jimenez ya lo he asegurado I Ha dor~


mido sobre el excrement0 de los cabaUos, y despues, el cuenta
bien lo que le espera si mueve un dedo contra la autoridad.
Mientras hablaba no le quitaba la vista a don Julian, pe,.,.
ro el misti segula traqquilo, moviendo su pierna y mirando, ya al
Subprefecto, ya al techo o a los otros mistis. .
. -Yo se quienes se rien de las 6rdenes que la autoridad
imparte. Y se c6mo voy a hacer para que · esos infelices se arre-
pientan. i Don Julian Arangiiena, puede usted hablarf
Don Julian se par6. Dolll Julian ten.!a un lunar grande
y bien negro jun to a su ojo derecho; ese lunar y sus cejas encres~
padas y medio rubia-s, le daban cara de fiera, cuando rabiaba.
Por eso los puquios crei'an que don Julian llamaba al diablo, cuan...
do queria rezoqdrar, y que el diablo le entraba al cuerpo por el
lunar negro de su cara. Don Julian se par6; y los otros mistis,
a pesar de que estaban gozando con los insultos del Subprefecto,
sintieron miedo.
-iSCiior autoridad ... !
Asf gruesa y fµerte le salfa la voz, cuando montaba en su
caballo y se metia en la plaza de Pichk' ach. ri, llamando, para
rejonear a los toros que hacian temblar a los otros ve~inos. D-e
eso se acordaban bien don Antenor, don Demetrio. . . aunque
ya pasaba algunos aiios desde que los principales no rejoneaban
en las corridas.
-rSefiar autoridad ... r Como recien ha llega<lo usted no
94 YAWAR FIESTA

conoce a don Julian Arangiiena. Mas conoce usted a don .Ante-


nor, porq~e es habladorcito; a don Demetrio porque esta acaban-
do su herencia convidando 'y limpiando los licores finos del Bi-
llar: 1No se moleste seiior! Conozco mi dcber, rapido voy a
hablar. A mi no me importa que el Gobierno mande que los
indios no se metan a capear en las corridas. El Presidente de
ahora tendra pues buen corazon. Pero es feo que los vccinos esten
mandando telegramitas con mentira. · Ahi esta don Antenor; siem-
pre compra ~os, .tres arrobas .d e caiiazo para emborrachar a los
pichk' achuris y hacer]os entrar a la plaza, para que los toros ha-
gan su degoUadero. i Y ante la autoridad reEriega sus manos,
como santo ! ·
...._i Protesto ! - dc:>n ·Anteno1 se paro, levantando sus
brazos.
-Tranquilito nomas, don Ante. Estamos en confianza.
-1 Pero mod~re sus palabras ! i 0 ie ira mal ! - el Subpre-
fecto salio al centro del Despacho y se par6 junto a don Julian.
-Asi es nuestro Alcalde, senor. Mas bien le estoy ayu-
dando a conocer a los amigos. Ahora voy a decirle del Misitu.
Lo he regal;do a K' ayau, por motivos que el Alcalde Antenor
sahe mejor que yo. Porque al Misitu nadie lo saca de K' ofiani.
i Ni yo, senor! En cuanto a reirse, solo de pensar que en Puquio
va haber corrida con torero limeiio me he reido. (.Para que vea
don Antenor con sus hijitos va venir diestro de Lima? Como
usted habra visto yo no he firmado ese memorial. No entro en
mujeradas, senor. Ahora digarne SU sefioria, si en algo mas pue-
do servirle en su Despacho.
- i En nada ! i Puede largarse I
-Entonccs, h.asta lueguito senor Supre, sefiorcs ve-
cmos ...
Dio media vuelta, sin dar la mano a naclie, y se dirigiO
a la pucrta; corri6 el cerrojo, y saliendo, volvio a cerrar la puerta.
-1Giievones ! - dijo, casi en voz alta. Y bajo las gra-
das, a la plaza; sin mirar antes si habia gente en el correcler. Los
principales y mestizos que estaban esperando alli al Sullprefecto,
lo vieron irse. .
--1 Malo! Don Julian sale fiera. eQue estara pasando a-
denho?
En el De9J>acbo, los tres vecinos y el Subprefecto, queda-
ron en silencio, durante un rato: El Supiefeeto deda en su con-
JOS~ MARIA ARGUEDAS 95

£lencia: "No tiene un .elo eiJte Arangiiena; es mas vivo que


· Judas'\
Don Demetrio se puso de pie y SC accroo Cionde el Sub-
prefecto :'
- - 1 f-:S un propio gamonal, senor Subprefecto I Se come
la sangre de los indios.
. Don Antenor y don Jesus tambien se acercaron al Sub-
prefect-o. _
-Pero no esta de parte de la indiada, valgan verdades.
No sabemos cuanta plata tendra enterrada. Eso nomas amonto·
na. Lo demas no le importa. C9mo bestia es, no' le importa
la vida. Y cuando chupa, como animal se emborracha. No hay
que hacerle caso, mcjor.
-Scguro ha matado muchos indios. Pero en las alturae,
recolectando ganado y lana.
-1 Pero no le pueden meter a la carcell
El Subprefecto casi no les oia. Estaba pensando en la
manera de someter a don Julian.
- ( Ustedes podrian -ayudarme a fregar _a ese salvaje?
les pregunto de golpe, mirandolos firme.
Los ojos de los tres vecinos temblaron.
-Mejor no se meta senor - habl6 don Demetrio
(.Que le importa ese sucio? Primero es su tranquilidad. (No es
cierto senor Alcalde?
-Si, senor Subprefecto. l Su t.ranquilidad, ante todo t
Usted no es de aca. Y como· enemigo, Arangiiena es una bestia.
A usted, senor, lo que le interesa es garantizar su porvenir en lea.
Y aqui cstamos sus amigos sinceros.
-Ahora, por ejemplo, i que se cumpla la Circular! Y
usted qu«:dara como un gran Subprefecto.
-Ahi, esta el quid.
- i Su obra es civilizar este pueblito atrasado I
-Mire usted pues, senor Subprefecto.
Querian hacerle plvidar a don Julian. Que se perdiera
en su mente la idea d.e perseguir a don Julian. 1Aunque sea
mil~ le darian I {Quien le habia aconsejaclo amenazar a don
Julian~ El Pancho Jimenez era otra cosa. I Un chalo platudo
uomasl Pero a Arangi.iena le temblaban, mas que a todo ·en el
mlindo.
--i Senor Subprefecto, a qui estamos sue amigos I
No necesitaban acordar, sue corazones · se adivinaban, en
96 YAWA 'R · FIESTA

sus ojos estaba ardiendo e1 temot, comQ si el lunar ,de don Julian
cstuviera delantc de cllos, crccido, como una arafia v~ncnosa.
-El torcro ha de vcnir, senor Subprefccto. Nucstro plan
es cl siguientc ..
El Subprcfccto adivinaba. Las manos de los principales,
levant.ndose junto a su cara, impacientes, como qucriendo borrar
el nombre de Arangiiena en el aire; los tres vecinos, rodeandoie,
quitandose la palabra, sofocados. "1Porquerial'' "1Estos can~ ..
jos ,.. La concicncia del Subprefecto asqucaba. Y por instint~
olio su interes: "Esta es la hora. Despues que todos se vayan
al diablo. . l No la pierdo !" Y se apag6, de golpe, su rabia con ..
. tra don Julian. Otro apuro mas violento se despertO en SU animo.
-1Mu~ bien, muy bien! 1Mis queridos amigos!
Los tres querfan reir.
- l Precisamente ! T engo un apuio grave. cPodrfan pres..
tarme unos mil quinientos soles? Yo en cambio les ayudaria . ..
Los ojos de los tres mistis se pusieron turbios, como si del ·
fondo de sus conciencias se hubiera levantado un arrepentimiento
grande. Sus ojos se redondearon, se pusieron como duros. Pe~
ro don Demetrio contest6 rapido, con voz firme, y como en sueiios:
-1.Ni una palabra senor! 1Esta listo !
Y pregunt6 a los dos principal es:
-(Que dice don Antenor? (Que dice don Jesus~
-A las tres de ,la tarde - contest«> con voz energica, don
Antenor.
-Buena hora - dijo don Jesus.
"A esa hora muri,6 Cristo", d.ijo en su adentro el Sub ..
prefccto. T om6 del brazo a do.n Antenor y a don Demetrio, e
invitando con un ademas a don Jesus, los 1lev6 junto a su mesa.
-Sentemonos ahora seiiores. Trataremos de la corrida.
Su voz era cariiiosa, pero junto, la burla le salia al ique ..
no, suavecito, pero bien claro, aranando el Corazon de los tres
principal es.
-Vuestro . memorial lo he aceptado. Todo podra ha-
oerse segun vuestro plan, con la sola condici6n de. que la Circu-
lar se cumpla. Ah'ora es tiempo de ponernos de acuerdo.
Los cuatro estaban ya sentados, en un extrema del Dea-
pacho, cerca de la mesa. Al Subprefecto le bailaban los ojos
.de contento, y los tres principales le tniraban com~ avergonza..
• dos. Don Demetrio habia perdido su voz fuerte, de ·})rincipal
JO$ MARIA ARGUEDAS ·97

hien civilizado. hablaba . despacito; don Antenor pared a mas tran·


quilo; y do~ Jesus Gutierrez no hablaba ni ehtendia. Qu~ria irs~.
-Bien senor - don Demetrio se sinti 6 obligado a ha-
0

blar del "plan" - El "Centro Union Lucanas" va a contrat<1:r


volando al torero, porque sus cabecillas son chalos refinados que
hablan contra los gamonales y a favor del indio. A los ayllus
no hay que decirles que solo el torero va a. capear. Como todos
los aiios, que traigan a los toros; si pueden, que traigan al Misitu;
que preparen la corrida. · Pero el 28, pondremos al torero en
la plaza, y los guardias impediran que los indios entren a capear.
<. Que le parece?
-1 Muy bien I Estoy compl~tamente de acuerde.
1
-Solo hay un tropiezo. Usted quiza nos aconsejara.
-cCual?
-.- c El torero querria capear eri. la plaza de Pichk' achuri?
-Eso es. Tienen raz6n. Esa plaza es un pamp6n inmen-
so. Sin peones, toreando solo, creo que ningun die stro acepta-
Yia hacer faena allf. c Y que piensan hacer?
-El senor Vicario tiene un.a idea. Pero no sabemos si
usted aceptaria.
-Desde luego, yo acepto. He prometido ayudarl.os. Y
mucho mas ahora, que voy a deberles un importante servicio.
Los tres se quedaron caUados. Ya habfan tornado un po~
co de confianza; y t~vieron valor para callars~ un rato, intencio-
nalrnente. El Subprefecto comprendi6, y tomo la delantera:
-Claro que siernpre tengo derecho para rechazar cual-
quier medida, si no creo conveniente ...
Dem Antenol" hablo en v0i2 alta. Los cuatro se sacudiel"on.
T odos ha bf an estado secreteando; y los 1:res vecinos hablaoan
in aliento. Pero cuando el Subprefecro a cab6 de decir sn amena-
za, el Alcalde Antenor contest6 alto ; su v oz llcn6 todo el Des-
pacho, y los otros vecinos sc alegraron oy endole.
-El Vicario ha idcado, senor, es ta medida, para ayud~r
:t la autoridad y al pueblo.
-1 Di gala I - el Sub pref cc to tambien habl6 oon voz
fuertc.
-Mandaremos hacer una plaza ch ica de eucaliptos dentto
de la de Pichk'achuri. Los ayllus lo haran. K·ayau y Piclik'achuri.
E l Vicario t dira que la competencia, pctra que sea mas legal
. • para quc sc v ea mejo.r , necesita una plaza chica, con asientos
)'
YAWAR FIESTA I

.,
buenos, donde se acomodaria toda la gente, para ver ~e cer.ca.
Y para' que no pongan pretexto~, les <lira que con dinamita no es
'gracia entrar contra el toro.. Que solo a solo con el toro, es hom-
brla ~apear.
--Si el cura logra arreglar esa farsa, no tengo porque opo-
. 'nerme. Solo el cura puede hacer tragar esa .P ildora a los indios.
,Y o no tengo inconveniente en admitir esa treta.
- Treta o ni6, senor, le dara la oportunidad de hacer c~m­
plir la orden superior.
-Porque de otra rnanera, hubiera tenido que echar mano
a los rifles, para impedir el turupukllay.
-< Y que? La responsabili~ad no es rnia. (. Y que tan-
to da que los indios rnueran destripados o a bala?
-Hubiera tenido que matar algunas docenas.
-Pero se hacia el escarmiento. Y no volvia a repetirse
la destripadera. A la alernana, de una vez. Solo que estamos
hablando de mas. Acepto vuestro plan, en todas SUS partes, pa-
ra la tranquilidad de ustedes y de la rnia. (. 0 traen algo mis
qtie decir?
-Nada, senor.
-Queda acordado, Se lo comunicaremos al Vicario.
-Solo hay un asuntito delicado, senor -habl6 don De-
rnetrio,. haciendo un ademan, como para levantarse.
p Subprefecto sospech6 inmediatamente lo que don De-
rnetrio pediria. - _ .-
--Se trata de Pancho Jimenez (no es cierto?
--Si, senor. Usted lo. ha puesto . en libertad, y ese ho~..
bre es peligroso, porque esta al habla ·con los ayllus. Y no es
una acusaci6n _gratuita. , Pu~de decirlo don Jesus.
-Si senor Subprefecto. Don Pancho tiene partiqo entre
Ja indiada, y si quiere, puede entorpecer nuestra labor. ' Y a don
Demetrio, dicen, lo ha amenazado de rnuerte.
-Es.a bien seiiores. Despues de las tres de la tarde, lo
hare Hamar a mi ·Despacho. Como medida preventiva, ~onnira
ei:i el cuartel, y durante el 'dia un· guardia vigilara su tienda. Lo
obligare a que se recoja al cuartel antes de las seis de la ta;de.
-, cQue le p~rece don Demetrio?.
-iMuy bien!
Se levantaron los tres principales para despedirse.
-Hasta luego,. senor Subprefecto. j Muchas graciasl
JOSE MARIA .ARGUE.DAS 99

-· -Basta las tres, seiiores. Y tambien grac1as.


-Asi sera.
El Subpref ecto lo~ acompano hasta las gradas.
Los tres se fueron caminando por la plaza, un poco se..
parados, como si estuvieran resentidos. - Cuando estuvieron cer~
ca de la pila grande, do; Jesus movi6 sus bratos seiialando a
don D~metrio. '
-iLos he agarrado hien! -dij(!) el Subprefecto, mirando· •
a los tres vecinos principales, y volvi6 a su Despacho.
- i Senor Secretario ! Haga pasar a la gente.
Desde el Despacho, llegaba al corredor, fuerte ~ contagio ..
sa, la risa del Supre. ·
Apenas voltearon la esquina de la plaza, don Jesus se
plant6 en la calle.
- - l Yo nada tengo qu.e hacer en este pleito ! (. Por que
voy a dar mi plata para ese vivo? Ustedes se fregaran ... .
-iTiene usted que ayudarnos, don Jesus! Pero no ha.
ga escandalo en la calle. Entraremos a mi casa a discutir.
La casa de don Demetrio esta en la segunda cuadra del
g1ron Bolivar. Don Jesus no quiso subir a la oficina de don
Demetrio.
-Es rapido esto, don Demetrio, aqui nomas, en el patio,
arreglaremos. i Yo no doy ,un centavo! (Por que voy a dar?
- ( Por que acepto usted en el Despacho? (Por que
no se par6 de hombre, y neg6? i Diga usted, pues, diga l
Don Antenor le hada retroceder, hablandole y metiendo·
le la cara. •
- j Como iba a negar ! Mas bi en les he ayudado pues.
cComo voy a rechazar sabiendo que el Subprefecto es un ham-
brinto?
- j Eso pues va usted a , pa gar ahora ! Su mariconada.
-Y la de ustedes.
- j N6 ! Nosotros vamos a meter en breque al Pancho,
vamos a garantizar la corrida. '
- j Y que termine esto ! El Concejo dara 500 soles, don
Demetrio que de 500, y-o 300, y usted 200. i:Acepta?
Don Jesus miraba la puerta para escapar.
-No sea tacafio. Solo sus indios de Tile-pa ta le. dan l 000
al ano. I Y por nada ! '
-1 Bueno, bueno ! Pero i carajo ! somos unos lanudos.
Sin que ni por que, este Subprefecto nos quita e) "dinerito. i Us-
100 YAWAR ·FIESTA

tedes le fomentan ! Siendo los mas principales, en vez de pa·


rarle los abusos.
-Usted sabe, don Jesus. · La autoridad es la autoridad.
'X, ~el cuero salen las correas.
-Bueno. i Hasta luego ! Mandare el dinero depues de
almuerzo. Y que conste I los tres somos unos gallinas, cuando
don Julian habla!
Don Jesus sali,6 a escape, hasta la calle.
-(En que maldita hor:i me meteria con estos k'anras?
No par6 de insultar y de arrepentirse hasta llegar a su
casa. A la hora de almuerzo, tir6 el plato de mote a la cara de
su mujer, sin motivo, porque su rabia contra el Subprefecto no
habia calmado todavia.
-1Esta mujer perra!
Fue c"orriendo a su dormitor-io. De debajo de su cama sa-
c6 una talega grancle, llena de plata. Cont6, apurado, doscien-
. tos soles, los aman6 en 'un pafiuelo, y sali6 a carrera. Lleg6 a la
casa de don Demetrio.
-1 Aqui tiene la plata ! Y di gale a su marido .que es un
VIVO.
Puso el dinero sobre la mesa del comedor, m\entras la
1
familia de don Demetrio miraba con miedo la cara rabiosa, los
ojos duros de don Jesus.
Don Jesus volvi6, mas tranquilo, a SU casa. Se sent6 Ca-
llado junto a la mesa del comedor. Y comi6 su chupe, su mo·
te, su tek't'e de habas, en silencio, sin mirar a su mujer. Des-
pues mont6 en su caballo y se fue a vigilar su ganado y sus cha-
~ras ,de trigo.
A las tres de. la tarde, don Demetrio y don Antenor en,.
tregaron al SubprefeC:to los 1. 500 ~oles. Los tres se abrazaron
varias veccs, hablaron alegrcs. Y se citaron en el Billar para la
no.c he.
- Festcjarcmos cl arreglo de la corrida.
-Festejaremos a Puquio, seiiores.
Don Antenor y don Demetrio cruzaron la plaza, ya de
regreso, andando rapido.
- ( Mandamos o no mandamos, don Antenor)
-Mandamos. don Dcmetrio. El puehlo est& en nu~
tro bolsillo.
. Pero delante de ~us- ojo_s, ~pa.recia, c~mo e~ sue_iios, la
Cabeza de don JuJilin, SUS oj~s mandones, SU mirar cJe asesino.
JOSE MARIA ARGUEDAS 101

El Presidente del ''Centro Uni16n Lucanas" contrat6 al to-


rero espafiol lbarito II. Por 5 00 sqles, pasajes de ida y vuelta
y estadia pagada, torearia seis toros, en la tarde del 28 de Julio.
lbarito II era banderillero de la plaza de Acho. Habia
venido de Espana, hada como diez afios, con un torero famo-
so; y se qued6 en Lima, porque ya no servia para las plazas de
Espana. Cuando termin6 la temporada del Matador que lo tra-
jo en su cuadrilla1 lbarito se contrat6 para torear en lea, Chincha,
Pisco. Cuando estuvo en lea, oy6 hablar de la faena de 28 dias
en que los indios de Lucanas abrieron la cartetera Nazca-Puquio.
-No me gusta to rear en los . pueblos de la sierra; porque
los toros que le echan a uno, por lo menos deben ya tres o cua-
tro vidas. T odos son rejugados. No ire a Puquio, por menos
de 500, y gasto~.
El estudiante Escobar sabia que el torero tenia ra:zi6n.
Que en Puquio, y en toda la Provincia, los toros que no habian
sido dinamitados, volvian siempre a jug.ar al afi.o siguie1'te; que
esos toros buscaban el cuerpo tras del poncho o de la capa, que
embestian sobre seguro. Eran de experiencia, y sabian matar.
-Esta bien, senor. Pedire instrucciones para que firme-
mos el contrato. T orear en la sierra, como usted dice, cuesta
trabajo. -
El Alcalde acept6 las condiciones del contrato. Y el dies-
tro lbarito II qued6 asegurado para ir a estrenar las corridas "a
la espafiola" en Puquio.

Mas de veinte pnq•:ianos estc>_ban resueltos a ir, represen-


tando al "Centro Union Lucanas", para la corrida del 28. El ' es-
tudiante Escobar inform6 en una asamblea especial. que sabia que
los vecinos principales de Puquio estaban divididos en dos ban-
dos; que don Julian Arangiiena era el cabecilla de los gamonales
mas atrasados, que estaba maniobrando para que la Circular _no
se cumpliera; que don Demetrio Caceres, el cura y el Alcalde ha-
bian resuelto apoyar al Subprefecto: pero que no se podia con-
fiar en ninguno de ellos, porque todo lo que hadan era solo 'por
el interes de quedar hien con ~] Gobierno. " ( Quien no conoce
a don Demetrio, a don Antenor y al Vicario? Si se han puesto
de acuerdo, tenemos que· de-sconfiar. Para nada bueno hacen a-
lianza esta clase de gente''. Avis6 tambien que don Pancho


102 YAWAR FIESTA

Jimenez estaba en condici6n de preso, por orden del SUbprefecto


y a pedido de don Demetrio y del Alcalde. "Don Pancho sera
bruto -dijo- pero es amigo de los ayllus. Si defiende el tu-
rupukllay es porq.u e no se da cuenta que es un mal para los comu-
neros. i T enemos que ir nosotros !". ·
El "Obispo" pidi6 la P.alabra, y._hab16 casi a gritos. La
asamblea se reuni6 en el local de las "Sociedades Unidas", fren-
te al Palacio de J usticia; J;: la voz de} "Obispo" se oia hasta las
dos esquinas de la calle. Los guardias fueron a escuchar desde
Ta puerta.
- .. . El Gobierno esta ahora con nosotros - dijo el
' 'Obispo'' cuando vi 6 a los guardias - Nosotros iremos a defen-
0

der una orden del Gobierno, apoyados por la ley. Con maqui-
naciones, don Julian y don Pancho han puesto frente a frente a
los ayllus principal es de] pueblo, Pichk' achuri y K' ayau; como
para una guerra estan ahora odiandose los dos ~ylfus. Y como
si esto no fuera bastante, don Julian ha regalado a K' ayau su to-
ro Misitu. Ustedes saben lo .que se cuenta de ese toro; ni el ~is­
mo gamonal, con todos sus mayordomos juntos, montados en Jos
mejores caballos de la Provincia, han podido sacar a esa fiera de
su querencia de K' ofiani. (Que van a hacer los k' ayaus? Co-
mo carnaza se entregaran. ( Hasta cuando vamos a consentir es-
tos abusoi? 1Vamos a Puquiol cSomos o no somos hijos d~
Lucanas? T enemos obligaci6n sagrada.
El Centro mandaria ' u~ comisi6n a Puquio ; los que no
pedfai;i ir darian cinco reales cada uno, para los gastos de viaje
de los comisionados.

El Vicario hizo llamar a los dieciseis varayok' s del pueblo


Segun acuerdo, el convenceria a los ayllus para que levantaran una
plaza de toros en Pichk' achuri. Plaza chica, junto al coso don-
de encerraban a los toros bravos.
Cuando los dieci~eis varayok' s llegaron a la casa cura:l, el
Vicario los hizo sentar en los poyos del corredor. Tenia un lihro
negro en la mano. Les habl.6 en kechwa:
- Yo como indio de Puquio, indio soy. Po,r eso he sido
apoyo de los comuneros, siempre. Enfermo o sano, en lluvia .o
en buen tiempo, . he ido a dar el ultimo corisuelo a los indios; hasta
los ayllus h caminado, para confesar y dar buen morir, cuando
JOSE MAR:IA ARGUEDAS 1'03

el tifus hervia en los barrios, cuando las criaturitas, los v1e1os y


los :mak' tas, se morian con la fiebre ...
-Ari, tayta~ papay - los cuatro varayok' s alc~ldes se
acercaron donde el Vicario y le besaron las manos - i Sempre
pues, taytay !
-En faena de carretera tambien, a la punta he ido. He
sefialado el carretero, por buen sitio, subiendo, como gato, las
pefiolerfas; tiritando con el frlo en Kondorsenk' a, en Gal eras pam-
pa, durmiendo en el descampado. con los indios de toao Luca-
nas. Como hermanito he sido para ayllus de Puquio.
- j Sempre pues, taytay ! i ~yllus te quieren !
-Por eso en 28 he llorado por endios. I Como diablo
el toro persigue a los cristianos ! Como enemigo, retacea la car- I
ne de los comuneros, su sangre riega sobre la tierra de Pichk' achu-
ri. ( Acaso la sangre es de ti? T ayta · Dios ha puesto el cora-
z6n en el pecho de los cristianos, para que viva contento, rezan-
. do, respetando la sangre del cristi~o. (Con que derecho los
pichk' achuris, los k' ayaus, entregan su coraz•on al toro?, toda su
sangre, calientita todavia, l~ riegan en el suelo, para el contento,
para la fiesta del diablo que mira desde los oj os del toro bravo.
Los varayok' s se entristecieron; miraban miedosos al Vi-
cario.
-Ahora, en .t8, K' ayau va pelear con Pichk' achuri. En
plaza grande van entrar en tropa, para entr egar su vida al Misitu.
I Misitu es diablo !
-!Nu taytay! iSallk'a grande nomas j - habl6 el V a -
rayok' Alcalde de K' ayau.
• -1 Misit~ es diablo ! Por eso solito vive en el monte,
con su sombra tambien rabia, para ma tar nomas vive; con los pa-
j aritos .del monte tambien rabia; el agua tambien ensucia c on su
lengua
-De su rabp va arrastiar ::i.l Misitu, endio k' ayau, tayta.
Como pierro va entrar a Pichk' achuri; con dinamita pues, reven-
taremos su pecho, en plaza grande - volvi6 a hablar el vara-
y.ok' Alcalde de K' ayau.
__,<No ves? Creo el diablo .ya esta en tu alma, tay tay Al ~
calde. Como hermano de Misitu estas de~endienc;Jo.
-jVamos matar, tayta! - habl6 el varayok' Alcalde
de Pichk' achuri parandose fr~nte al cur~.
- j Su pecho reventaremos con dinamita !
104· YAWAR FIESTA

-!Bueno, bueno ! "Honrao" Rojas, K' encho, Raura. To-


hlas, Wall pa. . . i que entren ! Esta bin. Comunero inocente de
lejos nonias vera, cQue dicen 1taytas?
Se miraron, consultandose, los. dieciseis varayok' s.
-Comunero inocente morira nomas; como oveja Ilegara
al cuerno del Misitu. Varayok' Alcalde sera responsable. Ca-
peador k' ayau, capeador pichk' achuri, como hombre, que peleen
con toros de K' oiiani . . . cQue dicen?
Esta bin, ·tayta.
-Pero en plaza grande no sirve. Plaza chica haremos en
Pichk' achuri, jun to al coso. Con eucalipto, con sauce. Haremos gra-
derio para que sienten endios de K' ayau, de Chaupi, de Pichk' -
achuri, de K' ollana, para que sienten werak' ochas principales, tay-
ta Juez, tayta Alcalde. De cerca veran, rabia grande de capea-
dores. A ver' quien es premero en 28, K' encho de Pichk' achuri
u Raura de K'ayau. Capeador conocido, buen mak'ta, torearan;
~ndio inocente, mak' tillos, mujeres, werak' ochas, miraran de cer-
quita. Chocl6n tambien habra.
-1 Y asta, tayta I
-Pero auki Pedrork' o, auki Sillanayok', capaz molestara,
capaz graderio tapara su cumbre.
-Baj o nomas haremos; miraran alegres todas las cum-
hres, desde alto. •
- j Yasta !Levantaremos plaza, con graderio.
-Asi es varayok'kuna, con saber hay que ser mando,
acordando con Vicario, en amistad con Ttaytacha, no ofendiendo.
Los varayok' s se fueron, para mandar en los ayllus la
construcci6n de la plaza.
T odo estaba allanado. ·
- F stos maricones estan ech . .u"do a percier el valor de ta
!ndiada; estan aguando la sangre del pueblo. i Ya dentro de po-
co no habran hombres en Puquio ! - · decia, rabiando, don Julian.
- j Que esperan ! Siem pre sera el K ' encho, el "Honrao.. ,
cl Raura; ]os papacitos del 28 -decia don Pancho, cada tarde,
cuando iba a dormir en la cuadra de los civiles.
XI

EL AUKI

El ·V arayok' Alcalde . de K' ayau encomend6 sa


ayllu al auki K' arwarasu. El · auki K' arwarasu tiene tres
p1cos de meve, es el padre de todas las montafias de
Lucanas. Del camino a · Ayacucho, desde la cumbre de
Wachwak' asa, casi para baja~ ya a Huamanga, se ve al K' ar-
warasu. Tras del aire frfo· de la puna grande, a cl!larenta leguas de
distancia, cumbre· tras cumbre, la vista alcanza, en la lejania azul,
co mo en el extremo del mundo, 10s tres picos de nieve; jun to ya
al cielo, su nieve blanca; a veces, . baj o 1mbes oscuras, en la · som~
bra negra de las nubes de aguacero, SUS tres picos de nieve, mas
blanoos todavia, clareando entre ·l~s relampagos y el oscuro de la
tormenta.
-1 Ay tayta ! I K' arwarasu tayta !
Los viajeros tinkan aguardiente, mirandolo con respeto,
sus ojos se esfuerzan para distinguirle bien tras de todas las cum-
bres.
-jPapay! datun auki!
Los arrieros lucaninos le hablan con carm.o , le saludan,
r ociando cafiazo al a ire. En sus oj os arde el cariiio al auki, al
vigfa . a1 cuidante de toda la tierra rukana.
El K'arwa r asu es uues la sefia de Lucanas. Cuando los
viajeros sub~n a Wachwak'sa, para ir a Huamanga; cuando sii-
ben al Soraya para ir a ChaJwanka; cuando n ~san p or T ambora,
para bajar a Ia costa; cuando sub en jun to al Sarasara , para ir a
Arequipa, miran. claro, alto, brillando. los tres oicos. d e nieve.
- j Ahista el K' arwarasu ! - hablan - i Que grande habfa
sido ! ; Que imponente !
Entonces el arriero o el ~ufa . dice, seiialando :'
-Si. P§ltr6n. Ahisito , cde frente. en una de esas que-
b t adas, esta Puquio ; al otro lado , atras, estan Aukara, Cabana,
106 YAWAR FIESTA

Sondondo, Chacralla, Waykawachu; alli, por donde aparece el pi-


co del centro, estan Querobamba, Andamarka, Larkay ... ; y al
pie mismo del pico del medio, casi donde empieza la niev~. esta
Chip·au ...
Y va sefialando y nombrando casi todos los distritos de
Lucanas, todos sus pueblos, sus rlos, sus pampas, sus lagunas. Y
encima, mirando todas las tierras de los rukanas, vigila'ry:lo, esta
el K' arwarasu, tranquilo. y de SU nieve, de lo mas blanco y
1

frio, salen · peiias negras y hacen sombra en la nieve • •

El varayok' Alcalde de K' ayau tenia derecho de encomen-


darsc al tayta K' arwarasu, porque es el auki de todos los luca-
nas, aunque los coµiuneros de Chipau lo nieguen. El Varayok'
Alcalde de K' ayau sabfa que tenia derecho, porque Puquio es el
pueblo mas grande de los lucanas, es. SU capital ; y los varayok' S
de Puquio pueden hacer andar y levantar a todos los pueblos
que el tayta K' arwarasu cuida. .-
En tres llamas blancas, el varayok' Alcalde 1 de K' ayau lle-
v.6 la ofrenda del ayllu; le acompaii6 . el varayok' Regidor y un -
wayna del ayllu. Despues de tres di as regres6 co~ un layk' a
de Chipau. El layk' a queria ir solo por el ·Misitu; decia que el
tayta K' arwarasu le habia dado pod er sobre los toros de todas
las punas que pertenecen al auki. Pero el varayok' Alcalde no
queria; dij 0 que el I T ayta le habia ordenado a el, ir con todo
el ayllu. Que cuando estaba escarbando la nieve, para epcontrar
el suelo y enterrar la ofrenda, el T ayea le habia dicho,' hablan-
dole directo al coraz6n:
-Mi layk' a te va guiar, pero tu vas a subir a K ' oiiani, con
los k' ayaus; vas llevar mi Misitu para que juegue en Picnk' achuri.
Yo voy a mirar desde mi cumbre yawar fiesta. Por K'ayau soy,
tayta Alcalde ; K' ayau llevara enjalma:.. premero sera en vintiuchu.
Y que oyendo la .voz dd auki grande, habia llorado, y su
Horar caliente tambien, como ofr~nda habia enterrado.
1

- i Yasta! i Yasta!
-1 Ra to menos tanto I
-1 Rato menos tanto !
-1 Pubrichalla ! i Misitu !
-1 Ay Misituy Misitu I I Llorando bajaras !
-1 Y asta, taytakuna ! I Ra to menos tanto !
-1Tayta K'arwarasu! i]atun tayta!


JOSE MARIA ARGUEDAS 107

- i Tu nomas por ayllu K ' ayau !


- i Jha ! !Carago ! i Con pedo nomas arreando Misitu !
- j Nu' hay layk' a I Orinando lejos nomas arrearemos Mi-
situ.
-1 y auuu taytakuna ! i y auuuu !
El ayllu K' ayau estaba hln~endo. Los varayok' s llamaban #

desde los claros del barrio; los comuneros gritoneaban en la puer-


ta de sus casas.
Desde la torre de la capilla, el Raura tocaba wakawak' ra. '
Senalaba con desprecio la campanita de la torre:
- j Atatau ! i Como criaturita Hora!
Mostraba su wakawak'ra grande, de . tres vueltas, con bo.-
quilla de acero.
- j Ah is ta para mak' ta! i Esto oye, en lej os tambien mak' -
ta k'ayau!
Y soplaba con foria, su cara se hinchaba todavfa, pero co-
mo voz de toro lloraba el wakawak' ra, temblando salia el llo-
rar de su boca redonda, sacudia hondo, bien dentro, el alma de
los k' ~ya us. Bahmdo desde la torrecita, la voz del wakawak' ra en-
traba al coraz6n d~ los k'ayaus; entonces sus oj__os ardj.an, su co-
raz6n desesperaba.
- j Maypim ohay Misitu carago ! ( (. D6nde es ta el Misitu? )
- gritaban.
La rabia sacudia todo el cuerpo de los k' ayaus. Se diri-
gian a la placita del barrio, caminando a tranco largo, pisando
fuerte el suelo; llegando a la esquina de la plaza, tiraban las pun-
tas de su poncho sob~e el hombro, levantaban alto la falda del
lok'o:
- ( Maypim chay Misitu. carago?
Y miraban al Raura; abriendo las p1ernas, e11derezando
bien el cuerpo, y como {)reguntando.
Viendo a los mak'tas y .a los comuneros, amenazando con
furia en la plaza, llamandose para subir, de una vez, a K ' oiiani,
rezondrandose, y golpeando las pared es con los puiios; las cria-
turas y ]as mujeres corrfan, tras de los comuneros. Las criaturas
Y los mak'tillos corrian como perseguidos. Qyendo el wakawak'ra
y ei' rezondro rabioso de sus taytas, crecia el miedo en su aclen-
tro , como sombra negra, como el ruido del aguacero.
-1 Ay taytaya ! i Taytallaya !
Se encontraban en la plaza con el tumulto , con la furia
'de los k' ay aus, amenazando al Misitu, rajandose la camisa y mos-
108 YAWAR FIESTA

trando el pecho. Y temblaban, llorando a gritos, buscando con


los ojos entre la indiada.
- j Eh carago !
Algunos comuneros empujaban con el pie a l~s criaturas
y pateaban a las mujeres, para que se llevaran a las huahuas.
- i Carago k' anra ! 1Ueva criatura, rapido I i Hombre
nomas en plaza!
Entonces el varayok' Alcalde di6 la orden. Era 2 5 de
Julio. K' ayau estaba ardiendo. Ni uno quedaria (. Quien pues
iba a quedarse en el barrio p.a ra cuidante de las mujeres y de las
criaturas?
-1 Ahura sera ! i Ahista corral, corral chiquito, para que ·
sallk' a busque bien cuerpo de endio ! - Y mostraban, seiialando
en el ayllu Pichk' achuri, la plaza nueva, levantada con palos de
eucalipto.
-Aunque en inlesia k' aya? toreara. En altar mayor tam-
bien toreando numas. .
Saldrian a media noche, cada quien llevaria su lazo y su
fiambre. En el canto del pueblo ~e reunirian. El layk' a iria por
delante, y despues de los varayok' s el Raura, el Tobi as ...
- j Y asta ! i T ayta K' arwarasu cu~dando _mirara ! j A su
ayllu K' ayau !
1

Algunos m1stis estuvieron esperando descte temptano en


la orilla del riachuelo Y allpu, para ver pasar a los k' ayaus. Dos
parejas de guardias civiles tambien fueron ·para vigilar la salida.
Don Julian esper6 al otro lado del riachuelo, mohtado en
su overo, solo. El Fermin y los otros mayordomos de don Ju-
lian estaban J]lezclados con los chalos y mestizos que esperaban
en la otra <Hilla; buscaban recelosos al patron, entre la sombra,
al otro ]ado del rio.
Don Pancho sabia que esa noche saldrian los k' ayaus.
- j Senor Sargento ! Que me lJ.even con grillos aunq1.1e
sea, hasta el canto del pueblo nomas. j No sea usted asi, tan fre-
gao ! De lejitos nomas voy a ver pasar a los k ' ayaus:
- i Yo tampoco voy, <ion Pancho! Por hacerle compaiiia.
El Subprefecto lo tiene marcado. Don Demetria y don Ante-
nor · lo vi 'Ian como diablos. Nos podemos fregar los ·dos. Hasta
el am~necer conversaremos si qmere.
JOSE MARIA ARGUEDAS 109

Don Pancho queria rogar mas. Era hombre, como el me-


j or. Pero sabia que a esa hora, todos los k' ayaus se estaban mo-
viendo, que los comuneros iban a salir, Henando el camino; que
el Raura, el Tobias, el Wallpa, el Paukar, iban a ir por delante,
haciendo tronar la quebrada con sus wakawak' ras.
'
Se paseaba en la prevenci6n, a tranco largo. Una lampa·
ra chica de gpsolina iluminaba la cuadra. La sombra ancha de
su cuerpo cruzaba la pared, aumentando y bajandose, segun la
distancia a la lampara.
-Creo pronto voy a desgraciarme con esos aduletes. i No
hay mas! Y el Gobierno tambien .(para que se metera en la vida
de los pueblos? (. Quien friega ·de aqui al Gobi~rno? j Ahl es ..
ta el santito Vicario! ( Porque ha hecho ese corralito de euca-
liptos en Pichk' achuri? Entre el y los aduletes esos, hay acuer-
do. · Como pescao en sopera, el Misitu coleteara en ese corral.
Rapido agarrara a los capeadores. No hay campo jcarajo! ni pa-
ra que se zurre e). Misitu. Y .una buena dinamita del "Honrao"
hara reventar el trasero de los que se· sienten en el palco. i Mejorl
t,No es cierto ~efior Sargento? El que es homb're sera hombre
alli. Y comenzando de] torerito van a dejar el moco todos. los a -
duletes en ese corral. i Yo voy a ver eso ! Se va raj a~ todavia
mi boca,. cuando me ria, viendo a las nifias y a los alimefiaditos,
orinando de miedo, cuando el · Misitu alcance con la lengua los
palquitos de eucalipto. I Jha caraya !
Se paraba a ratos junto al Sargento.
-1 Dejeme ir werak' od~a 1· Veremos salir a los k' ayaus Y
nos regresaremos, tranquilitos, como gente de palabr .
El Sargento 19 miraba, serio. Se le acerc6, y le hizo
sentar junto a la mesa que. habia al pie de la lampara.
-J ugarcmos casino, don Pancho.
- .I Liato I Le juego la salida. Si le gano vamos a ver a
los k' ayaus.
Se acomc;>do, apurado. .
- Traiga el casinito werak' ocha. i Rato menos tanto1
Sus ojos brillaron con fuerza, como si le hubieran abicrto
ya la puerta.
-1 D(ln Pancho t 1Ustcd pa.rec:: huahua ! I Dejese de vai;.
nas ! Si quiere nos tira'temos un pisco. Y pare el ~nimo. Para
ve.r
' . indio-s tiene caanta ocasi6n todavia. Lo demas son mu . .
a los
jcradas.
JIO YA WAR :flESTA ·

Don Pancho sacudio su cuerpo; levant6 su cabeza, mir.6


de frente al Sargento.
-Entonces, una libra por partido~
-Que sea media.
' - j Bueno, bueno I · Suelte el casinito.
Cuando estuvieron jugando, l~ego, desde lejos, pero bien
claro, el llorar de los wakawak' ras. A don Pancho le pareci6 que
la luz de la lampara pestafie6 y oscureci6 un poco, cuando el can-
tar de los wakawak' ras entr6 a la cuadra. Entr6 como una boca-
nada de aire; lo sinti6 en sus ojos; y su cor.azon se encogi 6 de un
0

golpc, sinti6 como un calor fuerte en su sangre, como si la lam-


para ardiera dentro de su pecho._
- j Sargento ! Soy un mujerao, pero enc1erreme. en un
cuarto oscuro. Adentro, en el patio, hay un cuarto donde uste-
des guardan herramientas, los baldes y las escob~s ...
-Esta bien.
·Fueron al patio. Alli, en la· oscuridad, apagando la vo-1-
delgadita de los grillos que llamaban desde los hierbales -~el co-
rral, la voz de los wakawak' ras se oia mas claro; pared a que los
luceros temblaban en el fondo triste del cielo, porque el cantar
de los wakawak' ras los sacudia. Don Pancho entr6 al cuartito
oscuro, casi rozando el techo con su sombrero de paja. El Sargen-
to le echo candado, sin hablar nada. Y despues se volvi6 a la
cuadra.
-Este don Pancho es un cholo fregado. Si no lo tiemplan,
el templara a mas de uno. - .

En · tropa cerrada llegaron los k' ayaus al riachuelo. Co-


mo cien comuneros tocaban wakawak'ras; el Raura era el man-
do de los corneteros. Salpicaron · el agi.iita del riachuelo, como
los caballos, cuando pasan a galope los charcos grandes que deja
el aguacero.
-No se les ve las caras -dedan los mistis desde la ori-
lla del camino. - Pero seguro el Raura esta animando a los coi;:-
net~ros. La tropa chica que va a la pun ta son los varayok' s y el
layk'a.
- j Buena suerte taytas ! - gritaban algunos.
Prendlan f6sforos, pero la llamita • ardia un instante, alum-
braba la cara del principal que lo encendia y se apagaba como
c,o rtada por cuchillo.
JOSE MAR!IA ARGUEDAS 111

-.-<Como n9' trajimos lamparas? jQue brutos! ,


Uno de los guardias civiles clavaba el foco de su linterna
a la cara de los indios ql:le iban pasando. Llevaban su lazo de
cuero enroscado al cuerpo, de sobaco a hombro; su p>oncho colgado
del mismo homoro; y la piska llena de coca. ·
- j Alumbre bien, senor guard'ia ! - gritaban de todas
part es.
Los k'ayaus pasaban callados. Pero los wakawak'ras re-
tumbaban en la quebrada. Arriba, en un estrechamiento de la
caiiada del riachuelo, creda un bosque de eucaliptos; en ese bos-
que pareda latir con mas fuerza el canto de los wakawak'ras; des-
de alli repercutia, saHa el turupukHay, como de dentro · de los ce-
rros.
Cuando la tropa de v~rayok' s pas6 el riachuelo, 'don Ju-
lian llam6: i
-1Alcalde! jSayay!
El varayok' .A lcalde mir16 foerte, y distinguio en lo os-
curo al overo de don Julian.
-En el abra te va entregar un quintal de trago mi ma-
yordomo Ciprian. Para fiambre.
El varayok' Alcalde iba a acercar~ a don Julian; se qui-
t6 el sombrero para subir · del camino. ,
-iPasa! jPasay~hik! - mand6 don Julian con su voz
de ~uefio.
- i Papay! i Gracias . papay !
Y siguieron . subiendo el cerro. La bulla de sus pisadas
se ofa desd~ el riachuelo.
Los principales y los chalos se quedaron a la orilla del
riachuelo, largo rato , hasta que los wakawak' ras sonaron desde
muy alto, en el cerro.
- i Estos indios! jCuantos iran !
-Lo menos seiscientos.
Hablando, regresaron al pueblo.
En el barrio, en K' ayau, las mujeres y las criaturas llora-
ban. Vacio, silencio~ se qued6 el ·ayHu.
Do~ Julian pas6 entre el grupo de los vecino' que vol-
vian al pueblo. Cuando oyeron el golpe de los herrajes del ove-
ro, abrieron campo. El ove'!o paso a galope, sacand'o chispas con
sus herrajes en el pedregal del camino.
-jDon. Julian~ ·
-1 Es doh Julian r El dueiio del Misitu.
112 YAWAR FIESTA

En un instante, el ~uido del galope se apagio, lejos, cas1


ya a la entrada del pueblo.

Los k' ofianis se asustaron, tocaron wakawak' ras, cuando


v ieron salir a los k' ayaus de la honodonada, por el camino de
Puquio. Como hormigas negras s~lian. a la pampa; por tropas,
por tropas, no terminaban de aparecer en la pampa. Se. exten-
dieron en el pajonal y avanzaron en tropel, hacia la estancia gran~
de de don Julian. Ninguno andaba por el camino, como tropa de
caballos, venian por el pajonal. Los cuatro varayok' s y el layk' a
venian adelante, encabezando.
Los k' ofianis corrieron de todas las canchas, de las estan-
cias, de las chukllas que hay en las lomadas, jun to al Ak' chi; se
aventaron cuesta abajo, por el camino de la estancia gran~e.
Mientras, los vaqueros de don Julian tocaban .t riste los waka-
wak'ras.
Ya el sol estaba alto, reverberaba alegre en la nieve
del tayta A}s' chi; y la sombra del cerro alcanzaba lejos, en toda
la pampa, Estaba tranquilo el aire, las k' eullas y los lek'les re-
voloteaba~ gritando en el cielo.
Cerca ya a la entrada de lC! estancia grand'e, los puquios
~ambien contestaron a los k' ofianis. De un golpe empezaron a
tocar los corneteros; los wakaw.a k' ras de K' ayau tronaioon en la
pampa, parece levantaron viento, y el ischu empcz6 a mecerse en
la llanura. Las k' eullas se espantaron en el cielo, y se fueron vo-
lando hacia el lado de T orkok' ocha.
·Los k' oafinis formaron una tropita delante de · la estancia
grande; recostados a la pared de Ja cancha, miraban asustados
a los k' ayaus. T emblaban, cuando el varayok' Alcalde lleg6 al
caserio.
Pararon de tocar los wakawak' ras; y los k' ofianis sintieron
como que SUS pechos r,eSpiraban mas libres. Se ac0modaron un
poco y levantaron la cabeza para recibir a los varayok' s.
;Hablar.on en kechwa,
· -Taytakuna, vamos llcvar Misitucha, para vintiuchu. Don
Jolian manda, . . ··
El vaquero Mayordomo de ' K' ofiani. seiialo con su dedo
al tayta Ak' chi que brill;ba con cl sol, ahi cerca, al final de la
pampa.
JOSE. MARIA ARGUEDAS 113 .

-J a tun auki molestara, tayta Alcalde. · t Acaso? Misitu


es su criatura, su animal.
-Nu' taytitu. Auki K' arwarasu mandando, ahista layk' a
de' Chipau. Tayta K' arwa'rasu es mando.
-Los k' ofianis pestafiearon.
-Ahista layk' a.
El layk' a se acerc6 al vaquero.
-Cierto tayta. Jatun auki K·arwarasu m~nda; para K'a-
yau es Misitu dice. Desde su cumbre, dice, va ver yawar fiesta
de Pichk' achuri, para el va jugar Misitu. De Tork' ocha va levan-
tar otro sallk' a, mas grande, mas . fiera, color humo, k' osfii, para
rn gente de K' oiiani, en lugar del Misitu. Hasta Negromayo, el mis-
mo, jatun K' arwarasu va arrear con honda <le oro. Va visitar a
su runa de K' oiiani.
-Estabin tayta.
El vaquero se tranquiliz6. Quiza era cierto. Quiza el
auki grande, el K' arwarasu. vendria a K' oiian_i_.
-Pero cuidado iran. Misitu huele y pelea por sangre de
gente.
Mientras el varayok" Alcalde ha.blaba con los k' oiianis, los
comuneros de K' ayau rodearon la estancia. El caserio qued6 en-
cerrado por un cerco ancho de k' ayaus. Por si acaso. Los va-
rayok' s sabian que los k' oiianis p~learian por el Misitu, si no
creian que el layk' a chipau era un peon del auki K' arwarasu.
Pero el varayok' Alcalde y el layk' a le hablaron despacio
al mayordomo de la estancia; le contaron, largo rato , que el ayllu
K' ayau habia llevado ofrenda al auki grande, que el layk' a habia
venido a Puquio por man do del apu K' arwarasu. Que era voluntad
del auki que el Misitu jugara en Pichk-achmi. Que un .toro k' osni
iba a salir de Torkok' ocha. en reemplazo del Misitu.
Entonces el Mayordomo orden6 la despedida del Misitu.
..
Las mujeres que estaban en la Casa-estancia, empezaron a llorar
... gritos; entraron al corral de la estancia, y desde alH llamaron a
las mujeref; de todas las canchas:

1Ay Misitu 1Ay Misitu


ripunkichu te vas . a !r
ay warmikuna a lloraremos
wak' aykusan ! las muje;es!
i Ay Y anamayu i Ay Y anamayu
114 YAWAR FIESTA
..
sa pachallayki solito
quidark' okunki ! te vas a quedar I
1Ay K' oiiani pampa 1Ay pampa de K' onani
sapachallayki solito
sa pachallayqui solitito
quid ark' okunki ! te vas a quedar!

Oyendo el canto, las mt,tjeres salian de las otras canchas.


y bajaban el cerro, llorando ya; bajaban a carrera, como pidien··
do auxilio. Como en las noches de eclipse, cuando se muere la
luna, y corren a las lomadas a incendiar el ischu, y Haman al
cielo, llorando, mientras la luna se oscurec~.
En el griterio, cuando estaba aumentando el canto de
las mujeres, el •Varay'ok' Alcalde empez6 a convidar el cafiazo de
don Julian a los k' oiianis. Jarritos llenos les daba. Los k' ofia-
nis tomaban, cerrando los ojos. El canto de las mujeres crecia
en sus conciencias, subia a sus ojos, llameando.
- - j Valor, taytakuna ! - l~ dedan los puquios.
Apretando los ojos tomaban el caiiazo; el trago les que-
maba un poco el pecho. Y segufan tomando. Los cuatro vara-
yok' s les servian, apura.dos.
i Ahora si ! Ya no habia remedio. i Ahl estaban ya can-
tando despedida las mujeres ! El Misitu bajaria a la quebrada;
lo sacarian de su k' eiiwal, lo arrastrarian con lazos, · por el qlS-
cajo del camino como a un sallk' a sucio. En la plaza de Pichk' a-
churi reventarian dinamita bajo su pecho. Cansado entraria al
pueblo; capaz de su casco saldria sangre.
{)yendo el canto de las mujeres, el sufrimiento creda en el
coraz6n de los k' oiianis, aumentaba, como los rios crecen, gritan-
do, cuando cae la lluvia de F ebrero. Se sen ta ban despacio, c~lla'
ditos, junto al cerco de la cancha.

jAy K'oiiani pampa i Ay pampa de K' oiiani


sapachallayki solito
sapachallayki solitito
quidark' okunki ! te ~as a quedar r
i Ay Y anamaru i Ay Y anamayu
sapachall~ykis
quidark' okunki !
.. solitito
te vas a quedar !
JOSE MARIA ARGUEOAS 115

Los k' ayaus, los comuneros del pueblo grande de Luca-


nas, oian el canto, miraban la cara de los k' oiianis. Se hubieran
regresado a carrera, y se hubieran perdido rnejor tras de la hon-
donada. Pero el varayok' Alcalde, miraba tranquilo a los k'ayaus;
y seguian convidando su trago a los punarunas y a sus mujeres.
Al .anochece~ los k' ofianis y sus rnujeres ya no tenian
alien lo; dorrni~n roncando , morados hasta la frente con la bo-
rrachera; tendidos junto a las pared es, como perros muertos.

Cerca ya la aurora, cuando los pajaritos de la puna sal-


taban tantean~o .e ntre el pajonal; ·y en el cielo, medio oscuro to-
davf a, iban apagandose los· lucerQs; los k' ofianis bajaban des-
pacio al fonde de Negromayo. lban corno resbalando, agacha-
dos. pisando con cuidado sobre el waylla ischu. Negro se veia en
el pajonal de la quebradita, los ponchos azules de los k' ayaus
y la bayeta oscura de sus waras. Como en media legua del
pajonal se extendian, y fueron acercandose , despacito , como cre-
ciendo hacia los k' efiwales.
Llegaban, y saltaban so'Qre los arboles de k' eiiwa. El
arbol de k' efiwa es bajo, pero su tronco , cubierto de escamas
rojas, es duro y rarnoso. T repaban a las ramas, desenrollaban
el lazo y lo prepaban como para tirarlo desde lejos. El ischu
de junto al rio, el que crece bajo la sombra de las k ' eiiwas, es
verde oscuro y blando; pisaban alli , y sa ltab a n a los arboles.
Junto al claro mas grande del k' efiwal llegaron el varayok'
Alcalde, el layk' a, el Tobias y el Raura, con una tropa como d e
cien. Los otros varayok' s se repartieron a lo largo de la indiada,
mandando; y en cad a canto de la tropa habia un varayok' .
En el claro del k' efiwal el ischu es amarillo y alto, duro.
Parece como que la luz del dia llegara primero alli'; apenas alum-
bra el alba, el ischu., amarillo se ilumina, mientras el k' efiwal sigue
oscuro, hasta que el sol se levanta de veras en el cielo.
El layk' a se pal'.'6 a distan~ia de los arboles, en el claro
del k' efiwal. Llevaba un lacito de llama, no teina poncho, esta-
ba '3olo. Era layk' a de Chipau, hijo del K' anvarasu, el Misitu
tenia qµe cooocer su voz ; se parari'a en su delante. El -solo habfa
querido entrar a Negromayo.
Cuando el Ultimo k' ayau lleg6 al k ' efiwal, todos gritaron,
juntas, remeciendo las ramas de los arboles. El layk' a seguia
116' YAWAR FIESTA

paTado en el pajonal. Gritaron dos o tres- veces, a un tiempo, co•


menzarido por la tropa del varayok' Alcalde.
Desdc abajo, casi desde el reeodo, por donde ya el Ne-
gromayo entra a la quebrada, gritaron los comunerds:
-1 Toro, toro ! j Misitu ! i Esta corriendo I •
-1Yauuu!
Y remecieron los arboles, gritando sin orden. lban acer-
candose los gritos.
-1Yauuu! iYauuu!
-1 Esta viniendo !
El layk' a se volte6 a ese lado; levant6 su brazo, como
pidiendo tranquilidad. y .cuando estaban mirando a ese sitio del
rio; cuando estaban esperando, c~n el coraz6n que pareda ra-
jarse ya, apareci16 el Misitu, con su cogote levantado, sacudiendo
la , cabeza. Ya habia luz fuerte, y lo vieron correr a saltos para
alcanzar al layk' a; corria como un puma verdadero.
-iS6, sallk'a! iS6 carago! - grit6 el layk'a - jSayay! -
y le estir6 el brazo.
-1Sayayl
Bajo. el mismo pecho le · clav.6 el asta, lo ensart6 facil, y
comenz6 a sacudirlo; le hacia dar vueltas.
- j Yau, yau ! - gritaron los indios, mirando c6mo la
sangre de layk' a corria por el pecho del toro y caia chorreando
sobre el isehu.
El Misitu se tropez6 con el cuerpo del layk' a; venia de-
recho a los arboles pis6 el lazo de llama que estaba a.marrado
a la cintura del brujo; se tropez6 y abri6. d_e una vez el cuerpo del
fayk' a, que cay16 sobre el ischu, raj ad~ de la barriga hasta la en-
trepierna.
- j K' anra carago ! i Mirdas !
Grueso, como voz de wakawak' ra grande, grit6 el Raura.
La rabia hervia en su pecho, y aument6 su voz, como si salie-
ra de una bocamina. Tir6 su lazo, bien, midiendo, sobre segu-
ro, y Jo enganch6 en las dos astas, sobre la frente misma del Mi-
<.>itu. Cuando los k' ayaus abrieron bien los ojos, el Misitu se en-
cabritaba saltando , alto, y el Raura arrastraba el lazo, engan-
chado a una rama de k' efiwa.
· -(Dunde carago? iYu k' ari!. 1Yu k'ayau! - pregonaba
el Raura.
- i Yasta ! - grit6 el varayok' Alcalde, saltando al pa-
j onal - i Y asta car ago!
JOSE MARlA ARGUEDAS 117

El tambien, midiendo tranquilo, ensano SU lazo en las


astas del toro, cuando el Misitu estaba ~ltando, como lo~o, cu~m­
do estaba acercand0se al k' eiiwal, sin saber que ahi se acabaria.
Sintiendo el otro lazo bram6 el Misitu, bram•o feo,,
-1 Y asta llorando ! I Carago I
El varayok' Alcalde corri6 al k' eiiwal para aaegurar el
lazo en un tronco de k' efiwa. El Misitu lo mir'O y quiso correr a
ese lado, pero el lazo del Raura tempM su cabez.a. El blanco de
sus ojos estaba rojo ya, como sangre. ·
Entonces todos los k' ayaus baja;on al claro. Levant~­
ron apurados el cuerpo del layk' a, lo llevaren bajo la sombra del
k' eiiwal y lo taparon con ponchos. El Tobias toc6 wakawak'ra.
Hasta el ultimo de los comuneros, hasta el mas mujerao, engan-
ch6 su lazo en la cabeza del Misitu. El toro empe.z6 a zurrarse,
con su cabeza plantada contra un tronco de k' efiwa, temblando,
como un torillo comun que e·s ta listo para que el capador' le t\lmbe.
El varayok' Alcalde, el ~ura, el Tobias, el Wall pa, lo
alistaron. Los lazos mas grandes le engancharon bien en las dos
astas, y soltaron los que no servian.
Mientras, de arriba y de abajo de la quebrada, .fueron
llegando los k' ayaus; corrian el claro y llegaban jun to al Misitu.
- j Nu tayta ! - decian.
-1Manam!
No querian creer.
- i Ahista Misitu ! - seiialaba tr anquilo el Raura - irMi-
situcha !
El Raura parecia desanimado.
Los k' ayaus se acercaron para mirar bien al Misitu. E~a
gateado, pardo oscuro, con gateado amarillento. No era gran-
de, era como un toro de puna corri_ente ; pero su cogote estaba
bien crecido y redondo, y sus astas anchas, filudas, como rau-
kana de tejedor. En su pecho y en ]a cara tenfa sangre, chorrea-
da hasta los cascos de las patas.
-(Quien, tayta? - preguntaban.
-Layk' a. Su vida ha pagado al Negro mayo por Misitu.
-Pero va morir en Pichk' achuri, con dinamita.
lban a mirar el -cuerpo del layk ·a. Estaba raj ado, de arri-
ba abajo; su interior estaba depositado junto al cuerpo.
T odo el claro del k' efiwal se llen6 de indios. En un rin-

conci~. el Misitu temblaba. Los k' ayaus lo miraban, tristes.
Era un animal de puna nomas. i Ahl estaba ! Bien amarrado,
118 YAWAR FIESTA

bien templado por el Raura, contra el k' efiwal. Ya no habia ra-


bia, estaban todos en silencio.
Ese rato alumbr6 el sol desde el filo de la quebrada, sa-
liendo por un canto del falderio que entra a Negromayo. Sali6
grande, iluminando las matas de ischu que crecen en el filo de la
quebrada; aclar6 el verde oscuio . del k' efiwal; y de frente cay6
,sobre los ojos de los comuneros que estaban mirando al Misitu.
- i Listo I - mand.6 el Rauta.
Una tropita de k' ayaus, los mas trejos, escogidos por el
varayok' Alcalde se acercaron al Misitu. Cinco agarraron cada
lazo. Eran seis lazos, tres E_ara el arrastre y tres para el tiemple.
~

- j Kachariy !- mand6 el varayok' Alcalde, cuando los


arrastradores estuvieron listos.
El Misitu quiso saltar adelante,_ pero los del tiemple lo
aguantaroh.
- i Ya carago !
-iChutay!
-1Aisay!
En medio lo arastrah>an. En vano se encabritaba, en va-
no queria jalar o voltearse. Sefialaban el pajonal con sus cascos,
arrastrandolo.
Y atras, cerquita, le tocaban, triste, el wakawak' ra. La
tropa de los k' ayaus iba tras de los corneteros. Con el
animo tranquilo, mas bien en silencio, como regresando de una
faena corriente.
Subieron el falderio, por el pajonal, cortando distancia,
para llegar temprano al camino, de frente a la hondonada.
Por detras, un poco lejos, ocho comuneros venian car-
gando, en camilla de k' efiwa, el cuerpo del layk' a.
En un rato llegaron a la cumbre. El varayok' Alcalde tin-
k6 su trago al k' efiwal de Negromayo, en nombre del Misitu.
Era pues la querencia del sallk' a. Ya no habria Misitu - en el
k' efiwal. Tranquilo quedaria el monte; los carneritos tamhien
bajarian a tomar agua al rio. K' ofiani quedaria tranquilo, K' o-
fiani, Osk' on ta, Tak' ra, Tinkok' . . . todo todo. T ranquilos an-
darian en las punas de ese lado. ''en de noche y en de dia ...
El miedo grande se llevaban los k' ayaus, ahi estaba, amarrado,
caminando bien templado hacia la quebrada. Ya no regresaria
de adentro. Silencio habrla en la puna. El nombre del Misitu
habfa andado hasta Chalwanka, asta Coracora, hasta Pampa-
JOSE MARIA ARGUEDAS 119

chire; en toda la altura, en los pueblos de Lucunas para afqera,


habian asustado con la fama del Misitu. . ·
-Dice amarrau, como a pi:erro, los k' ayaus lo. habfan
arrastrado - dirfan en todas las estancias y en los pueblos. ·
Hasta las criaturas entrarfan ya a Negromayo, de· frente.
Antes lloraban, cuando se les anocheda a dos leguas d~l k• efi-
wal.
l Cuanto, cuanto, hablarian de los k' ayaus en la altura !
Afio tras aiio, aiio tras afio, quiza nunca acabari'an de contar ·la
1legada de los k' ayaus; su entrada al k' eiiwal GQntarian los vieji.. /
tos, hasta el fin del mundo.
-Amarrau lo llevaron. Tranquilo se qued6 el k' efiwal.
El varayok' Alcalde sabfa. Casi media botella de aguar-
diente derram6 en el filo de la quebrada. En su coraz16n, en
su conciencia, y hablando con respeto, le pidi·6 perdon a Negro-
mayo, al tayta Ak.chi: "jTaytay, tu animal estoy llevando! 1Tu
Misitu J En Pichk' achuri va jugar para el ayllu grande,' para
K' ayau; para tus criaturas !". - .
Los k' ayaus sabian, estaban adivinando el hablar del va.-
rayok' Alcalde; y ellos tambien miraron 111 tayta Ak'chi, agacha-
ron su cabeza y pi:dieron licencia. ' .
Mientras, el Misitu esperaba. De frente y de atras le
templaban los lazos, para que parara un rato en la lomada.
A saltos lo bajaron hasta la hondonada; le hicieron llegar
al camino. De legua en ]egua se reemplazaban para arrastrarlo.

Anocheciendo llegaron al abra de Pedrork' o. En la som-


bra, Puquio se vela grande. El Ayllu K' ayau frente a Pichk' a-
churi; y en la plaza de Pichk' achuri, junto a la pared del coso,
la placita de] Vicario. como un corra]ito de encerrar becerros ;
viendolo, los k' ayaus se rieron. El coso estaba ya Ueno de ga ..
nado; seguro los otros ayllus ya habfan hecho llegar los taros
bravos. En el ayllu de Chaupi, cerca de la pila grande, al pie
de Makulirumi. la pampa estaba llena de indios; negro se vela
el suelo, con los puquios que estaban reunidos en la placita de
Chau pi.
-1 El Tankayllu e tara bailando ! - dijo el Raura.
Ya era la vfspera. Era el Tankayllu, seguro. Con su
Topa nueva estarfa entrando al giron Bolivar.
El Raura toc6 su wakawak'ra ; todos los corneteros de K'a-
120 YAWAH FIESTA

yau tocaron en la cumhre. El •Misitu esperab.a, cansad-0, flojo ya,


bien. atrincado por los treinta laceros.
Claro y limpio, vier.on re.valverse .a los in,di~s en la plaza
de Chaupi, mirar el cerro, y correr, arriba y ah.ajo. Se despe-
jo Ja placita. Pero el Tankayllu, era el, .s eguro, entr6 al giron Bo-
livar. con una tropita de chaupis.
-1 T ankayllu I (. Cuando as.u stando?
El varayok Alcalde salud6 al pueblo, cinkando media
hotella de cafiazo. Mir.6 despues al lado de Chipau, por dondc
vive el jatun auki, -el k' apak K' arwarasu. T odos los k' ayaus se
quitaron el sombrero.
-1Taytal i]atu.n tayta! Aqul esta tu ayllu, entero. Por
tu voluntad. Ahista Misitu, tu animal. Para ti vamos a capear
en Pichk' achuri, con rabia grande, para que seas c.uidante de
K'ayau, sempre. jGracias, jatun Aukil
Y voltearon el abra. Antes de media noche llegarian.
Cuando el varayok' Alcalde estaba hablando al auki, el
Kokchi lleg6 a la casa de don Julian. Entro corriendo. Don
Julian se estaba paseando en el corredor del pati.o
-1 T aytay ! i Mi!!itu ! Ya esta bajando cuesta. Atrincado,
tayta, cqmo toro ladron.
Don Julian se paro en seco.
-(Misitu?
-SI, patron. Lo'han agarrao. Ya esta bajando la cues-
ta. Con seis lazos estan arrastrando.
-~ y cuantos indios ha matado?
-Nenguno, creo, patron. Una camilla nomas esta v1-
niendo. t
Don Julian se quedo pensativo. c.Los k'ayaus habi'an en-
trado al k' efiwal? cSe habian atrevido los indios?
-Han estropeau a tu Misitu, patron. Como a chusco
ladr6n, han arrastrau. Como a p1erro. (. Ensillare overo, pa-
tron? r Ensillare?
Entonces era cierto. En los ojos del Kokchi estaban por
saltar las ]agrimas.
·- iVamos, papay!
El vaquero se desesp~raba. Araiiaba con sus uiias la pie-
dra blanca del pilar.
-(. Ensillare el overo, patron~
Sabia que en el overo, don Julian podia subir la cuesta
en una hora, que encontrando a los k' ayaus miraria con rabia al
JOSE MAruA ARGUEDAS

varayok' Ailcalde; y de un solo ,t iro haria sohar los lazos. El


Misitu se regtesaria. (:apaz ni pensaria ,en corretear a los k' ayaus,
se iria, de f.rente, por ~10s .cerr'>s, hasta su q,uerencia.
Pere den Jul~an no se decidia. Los concertados y los
mayordomos se reunieroa en el patio, junto al vaquero.
--Seguro 'lo estan bajando ya c!le Ped·rork' o.
--Seguro, patron.
-He perdido diez docenas de cerveza.
-(Lo vauste a.. dejar, patron? - pregun.t 6 el Fermin.
1

-(Acasb el Misitu ya es de mi? Es· de K'ayau. Si lo


nan tn~ido, lo han traido. Maiiana destripar' a las k' ayaus, des-
tripara al to.r erito. Se vengara en la plaza. l Kokchi I , Tu Misi-
tu no .v ale, lo han amarrau los k'ayaus. Andate a la cocina, a_
llol'ar.
-(Lo vauste a dejar, patron? - volvi6 a preguntar el
Fermin.
Don Julian bajo al patio; &e acero0, tranquilo, donde el
F-ermin.
- ( Y tu me preguntas, muj erao de mierda?
De un solo puiiete lo tumb.6 al suelo.
-(Ya no te acuerdas que corriste del k'eiiwal como una
gallina?
Y lo revolc6 a puntapies en todo el patio.
-1 Nu, patroncito ! - rogaba.
Pero el patron no lo dejaba levantarse. Cada vez que in·
tentaba pararse, le hacia h~ciquear el suelo a puntapies.
Lo dej 6 como muerto, tumbado cerca de la puerta del
1

zaguan. Y se sali6 a la calle.


La senora hizo cargar al Fermin hasta el corredor. Pero
mientras don Julian pateaba a sus mayordomos, toda la casa guar-
daba silencio.
Don Julian se fue derecho al cuartel. Queria avisar a don
Pancho, que los k' ayaus arrastraban ya al Misitu por el cerro, pa-
ra bajar al pueblo.
El gir6n Bolivar estaba silencio, las tiendas cerradas. En
las callecitas angostas, los faroles ardian humildes en el oscure-
cer del crepusculo. Don Julian lleg6 apurado a la plaza. Junto
a la pila grande ha bi a una rueda de indios ; el corredor de la Sub-
prefectura estaba lleno de p ;incipales. Los iridios y los vecinos
se revolvieron, viendo llegar a don Julian.
De entre la indiada apareci6 el T ankayllu. T oc.O fuerte
122 YAWAR FIESTA

sus tijeras de acero; bailando prosista avanz6 a la esquina, como


para dar alcance a don Julian. Un cuero de ak' chi, nuevecito,
se meda en la cabeza ·del danzante; sobre la pana verde de su
wara brillaban opaco varios espejitos; en su chamarra reludan
pine~ de color y vidrios grandes de lampara.
Antes de que el dansak' le hablara, don Julian le tir6 un
billete de media libra.
-Misitu esta viniendo le habl6 - Preparen recibi-
mien to.
y pas6 rapido.
En el corredor de la Subprefectura, los mistis se acercaron
unos a otros; parecian consultarse, mientras don Julian se acerca-
ba. Cuando ya estaba para llegar a la puerta del cuartel, to~os
se quedaron en su sitio, como esperando. Don Julian no miro
siquiera a los principales, entr6 de frente al cuartel. Estaba el
Caho, sentado junto a la mesita de la prevenci6n.
~Quiero ver al senor,. . Jimenez.
-No se puede, senor. Hay que pedir perm1so al Sub-
prefecto. Suba Ud. al Despacho, ahi esta.
-Ire.
Los mistis vieron a don Julian caminar rapido, pegado
al muro de la Subprefectura. Iba hacia la escalera para subir al
corredor.
-Este es el unico verdader~mente peligroso, senor. Es
la ocasion; si no lo mete preso, despues puede ser tarde.
El estudiante Escobar le hablaba despacio, casi a la ore-
Ja del Subprefecto.
-Hay que sentarle la mano. Una vez adentro, tifdos sus
enemi?<>S, todo Puquio, toma..ra valor, le apoyaran. iAtrevase,
Senor! I

Sintieron los pasos en la escalera, y apareci·o la cabeza de


don Julian en el corredc-,v; sigui6 subiendo. Y salud6 desde la
escalera.
-Seil.ores, buenas tardes .
Le contestaron. Don Julian v10 entre los vecmos ~l es-
ludian~e Escobar, a Guzman, al Chofer Martii-tez, a Tincopa, a
Vargas . . .. todos "mestizos renegados", como el deda, los ca-·
becillas del "Centro Union Lucanas". Le di,6 rabia. "i Estos
k' anrns ! (A que ha bran venido? " , habl6 en su adentro. Y avan-
z6 t.ranquilo. Los principales y los mestizos estabhn como en
lropa, a lo largo del corredor. El Subprefecto, el estudiante Es-
JOSE MARIA ARGUEDAS i23

cobar, don Demetrio, don Antenor, y un hombre desconocido,


rubio y medio sucio, estaban adelante.
-Senor Subprefecto, vengo a pedirle venia para entrevis-
tarme con el senor Jimenez. _
' Habl6 como de tres metros de distancia. La luz del cre-
pusculo todavia tenia fuerza: para marcar la sombra de don Ju-
lian en el suelo del corredor.
-c.Puede usted decirme la urgencia que tiene de hablar
con el senor Jimenez?
-Cl~ro , senor. No es de peligro. Voy a decirle nomas
que me ha ganad'o la apuesta, y le voy a abrazar. Los indios
k' ayaus, a esta hora, estfm arrastr.ando al Misitu por la cuesta de
Pedrork'o.
- Y esta circunstancia ha frustrado la realizacion de los
numeros de la vispera; por ejemplo, el paseo de ·antorchas de
los escolares.
-1 Por que, senor! i No pues ! No hay que asustarse,
el Misitu viene amarrado.
-(. Y usted cree don Julian, que los escolares son brutos
como usted, y rio tendran miedo con la llegada de un toro bra-
vo? - Escobar habl6 en voz alta, antes de que el Subprefecto
contestara, y como para dar valor a todos .
-No te acuerdes pues de tus tiem"pos Escobarcha. Tu,
seguro hubieras zurrado de miedo; pero los muchachos d e aho-
ra tienen pantaloncitos. Este senor sera el torero , c. n6? El mas
bien debia asustar.
-Usted don Julian es un gamonalcito de porqueria. i.Na-
da mas!
H~blando, hablando, el Martinez se abri6 campo, desde
atras, y sali6 hasta ponerse junto al Subprefecto.
- j Un ladr6n que se <flda lib re en las call es!
Don Julian pestane6. · (. Quien carajo le habia dicho eso
en Puquio? Su lunar se redond~6 . el corazon le pesaba como
plorno, le ardia.
- i Indio k' anra ! i No le tendras miedo al infierno cuan-
do le hablas asi a tu werak' ocha !
Y en su conciencia, en su corazon ardiendo decidio l a
suerte del chofer.
- j Silencio ! - el Subprefecto se adelant6 un paso frent e
a don Julian --- i Aqui no se amenaza a nadie ! i Estan fren te
124 YAWAR FIESTA

a la autoridad I Don Julian, tiene usted cinco minutos para hablar


con el Sr. Jimenez. i Vayase I
Don Julian se vohe6 rapido; a tranco largo pas6 el corre.
(
dor, y bajo la escalera. El Subprefecto mir6 desde las harandas;
don Julian se dirigi6 al cuar.tel, y entr6. Entonces, el t~_ptbien,
la autoridad, corri6, haj6 las gradas a escape. Cuando lleg.6 a
la prevenci6n, ya el Caho ltahia hecho entrar a don Julian hasta
el patio del cuartel, y ~staba abriendo el cuarto donde encerrahan
a don Pancho. Esper6 que Arangiiena entrara al cuarto. Despues
foe al patio y llam6 al Caho.
-1 Encierre a los dos! i Ahora mismo t
Fueron con dos guardias. Y mientras el Caho apuntaha
con su pistola hacia el interior del cuarto, los gu_ardias cerraron
la puerta. .
-Apuesto mi cuello que el Suhprefecto esta ordenado
la :prisi6n de Arangiienita - dijo el "Obispo", cuando el Suh-
prefecto baj6 a carrera las gradas.
-1Algun dial - dijo el Martinez - Cuando salga se'r a
el asunto.
Don Antenor, don Demetrio, don Gregorio, doll Felix de
la Torre, no hablaban, estaban como reducidos; mirahan al es-
tudiante Escobar, al "Obispo", a Martinez, al torero; se miraban
entre ellos; parecian sorprendidos. Esos chalos acahaban de llegar;
y, sin em~arg.o, se movian junta al Subprefecto, coma los mas
principales; los miraban a ellos, a los vecinos notables, corno a
gente inferior. El Martinez, el Vargas, el Escobarcha. . . (No
estaban todavia vivas sus padres andando rotozos en los barrios
y en el gir6n Bolivar? l De d6nde habian sacado ese aire de
orgullo, esa resoluci 6n que les daha valot para enfrentarse a don
0

Julian, para mirar con tanto dominio a los principa]es del pue-
blo? Estab~n media aturdidos los mistis; rniraban disimulando,
como envidiosos, a Jos comisionados del "Centro Union Lucanas",
Pero los mediomistis que estaban en el extremo del corredor,
estiraban el cuello para mirar al Martinez, a Guzman, al estu-
diante. (Haberle parado asi a don Julian? (Haberle dicho "La-
dr6n", sobre frio y delante de la autoridad? Hubieran queri-
do abrirse campo y abrazarle, acompafiar a ese indio, que habia
aprendido ~} Castellano para decirJe la Verdad al mas gamonal
de Puquio. Y veian claro el desorden que habia en la conc1en-
cia de los otros principales; veian, c6mo don Antenor se daba
vuelta, sin saber que hacer, y ·m iraba el suelo.
JOSE MAAIA ARGUEDAS 12S

-Esto comienza con gresca - hablo el torero - i Ma ..


la s~fia!
Sintieron los pasos del Subprefecto que subia la esealera.
El ·estudiante Escobar se acero6 a las gradas para recibirlo.
-Senor Subprefecto, mis felicitaciones. Alguna vez veo
una autoridad energica y justiciera. .
El estudiante estrecho la mano del Subprefecto. (.Con que
nombre, como quien, felicitaba asi, con tanta prosa, al Subpre..
fecto ~ Los principal es se sintieron ofendidos. T odos los del
"Centro Union Lucanas" rodearon al Subprefecto, hablandole en
alta voz.
- i Por fin vino quien tenia que ajustarle las clavijas a
1
ese bandolero !
-Senor Subprefecto, usted ha dado un buen ejemplo al
pueblo. .
El Subprefecto lleg6 donde los mistis.
- c"Y ... ? (Que les parece? Ya esta el diablo embote ..
llad.o.
Pero los vecinos no contestaron rapido.
- c No dira usted , don Antenor, que el senor Arangiiena
era un santo? - pregunt·6 el "Obispo".
-Esta bien, senor Subprefeqto. Con tal de que esta me-
dida no le traiga perjuicios ... ~
A don Antenor le cost6 trabajo hablar.
-(Conviene o no conviene para el cumplimiento de la
Circular? - pregunt6 con voz fuerte Escobar.
-Si, claro. Don Julian capaz hubiera alborotado por lo
de su toro. Pero. . . (quien no conoce a don Julian?
- i Esta bien, senor Suhprefecto !
-1 Esta muy bien ! i Nosbtros apoyamos !
Hablaron rapido los ultimos mistis, los que estaban junto
a la pared del extremo.
-.?1, seiiores. Y el Gobierno no le teme a nadie. Eso hay
que recordar: I El Gobierno manda ! El qu~ se opone a las dis-
posiciones del Gobierno, se revienta. Maiiana el diestro toreara
tranquilo. Y ahora, ocupemonos de que la entrada de ese toro
no produzca trastornos.
-lremos a eso, senor Sqbprefecto. i Con SU permiso !
El estudiante Escobar y _los otros comisionados del "Cen-
~ro Union Lucanas", se despidieron del Subprefecto.
-Buenas noches, seiiores. Y vengase con nosotros, Iba-

126 YAWAR FIESTA

rito. Ira usted a conocer a su enemigo mas bravo.


Se fueron. Ya la plaza estaba oscura; en el farolito de
Ia esquina la mecha ardia llameando; por los vidrios del farol
salia la luz amarillenta, C:,paca, y temblaba en la pared blanca de
la esquina. Escobar y su grupo entraron a la plaza y se acerca-
ron rapido a la pila del centro.
-Nosotros tambien nos vamos, senor Subprefecto.
- Vayanse tranquilos; he <:lestacado al Sargento con dos
parejas de guardias para que vigilen la entrada de · ese toro.
Se despidieron los mistis. En la plaza "se dividieron en gru·
pos. Don Antenor se foe con los vecinos mas principales.
-· .- Ese Escobarcha es sospecoso. No pensara levantar
a la indiada? i Que golpe le, ha dado a don Julian!
-Estos cholos leidos, son de peligro.
-El Gobierno no 'debiera consentir que entren a la Uni-
versidad.
-Asi el pals anda sabre candela.
- Tendremos que buscar la forma de reventarlo.
- j Y es vivo ese Esco bare ha! Se ha embolsillado al Sub-
prefecto.
-Pero felizmente conocemos el debil del iqueiio. I Cues-,.
ti•on de unos realitos !
-Lo que es al Martinez, tarde ·O temprano, don Julian lo
hara desollar vivo.
-Eso es asunto arreglado.
Se fueron hablando en secreto.
'
lbarito no qmso ir ,
'
en la osct.iridad, a ver la llegada del
toro .
-Ya se como son estos toros famosos de la sierra ; o son
unos rejugados que se plantan en media plaza, y esperan que uno
meta el cuerpo hasta el hocico para em bestir; o son unos pobres
espantones, que corretean en• toda la plaza, y huyen de la capa
c.omo del diablo . Mejor me quedo descansando en el hotelito.
Mafiana vere Jo de la plaza. Ya me entendere tambien para
despachar a ese " Mesito", o no se que tantos.
Lo dejaron irse. T odos los mestizos del Centro " Luca-
nas" se dirigieron a y allpu. T enlan que pasar por el gir6n Bo-
livar, entrar al ayllu Chaupi, y salir por ese lado al camino de
K' oiiani'. La calle misti seguia en silencio. Desde que oyeron
JOSE MARIA ARCUEDAS 127

los wakawak'ras que los k'ayaus tocaron en la cumbre de Pe-


drok · o, y los indios corrieron a los ayllus, avisando que los k' ayaus
est~ban llamando desde el camino; cerraron las puertas de las ca-
sas y las tiendas en el gir6n Bolivar. Las senoras •y las1 nifias hu-
bieran querido ir a conocer al torero. La noticia de su llegada
habia cundido entre todos los vecinos, desd~ que el c<:trro de Mar-
tinez entr6 a la plaza, con todos los delegados del "Centro Union
Lucanas'', y despues de cd~trolarse en el puesto de la Guardia,
Se dirigi 6 al unico hotelito de Puquio. Pero cuando el torero· y
1

los del Centro "Lucanas" se dirigian a la Subprefectura para' sa-


ludar a la autoridad, lleg6, desde la cumbre, el canto de los wa-
kawak' ras; y los vecinos tambien corrieron a la Subprefectura,
para tomar acuerdo. Era seguro que los k' ayaus traian al Mi-
situ, por eso el varayok' , Alcalde had a avisar la llegada del ayllu.
Pregonaban desde el abra, que bajaban trayendo al Misitu.
Y el pueblo . qued6 en silencio, asustado. Los pichk' achu-
ris corr.eteaban en el ayllu, los varayok' s se afanaban, hablando,
como si hubieran tocado a rebato en las campanitas del ayllu, a-
nunciando peligro. Pero despacio hablaban. Mientras, oscureda,
y la sombra avanzaba sobre t'\l 'cielo apagando las nubes amarillas
del crepusculo; en las callecitas de los barrios, en los pampones.
en las placitas de los ayllus, corria la gente. Las mujeres de K ' a-
yau salian de las casas y miraban el cerro; se llamaban entre ellas.
-1 Yasta Misitu ! De Pedrork' o esta bajando.
-Amarrau estara bajando.
Se hizo noche, noche~ bien oscura. Y hasta los pichk' -
achuris se metieron a sus casar1
-En denoche su len~ua arde, dice - hablaban, recor-
dando al Misitu.
S6lo el Tankayllu seguia bailando de esquina en esquina.
Una tropita de chaupis le acompafiaba; miedosos, procuraban lle-
varlo a K' ollana, lejos del camino de Yallpu. Como nunca, el
Tankayllu bail.aha en silencio, casi para nada. Sus tijeras de a,,e-
ro sonaban lej os en el barrio' oscuro; el arpa y el violin que toca-
ban la danza, tambien lloraban fuerte en el silencio. ( Cuando
el dansak' grande habia bailadq asi en el descampado ?
- ·- Con diaj>lo es compagre, por eso nu asusta - dedan ,
cuando el repique de sus tijeras pasaba por las callecitas y los
pampones de los barrios.
Ni en la pila de Chaupi encontraron gente los del Centro
"Lucanas". Alli acababan los farolitos. En la calle Derecha co-
128 YAWAR FIESTA

mienza el ayllu Chaupi; y desde alli ya no ponen faroles; todo es


oscuro, en las noches sin luna. Solo en ~ puerta: de la capilla,
colgando del dintel, prendla un farolito de lata; no era de vidrios,
las paredes de ese farol son de panza de carnero, es farol indio; y
esta alH para sena- de la Capilla, no para alumbrar. En la oscu-
ridad de la placita, el farol de cuero se vela como en suefios, sus-
pendido en el aire.
-Necesitariamos mil afios para salvar a los indio~ de las
supersticiones - dijo Guzman, viendo la plaza de Chaupi, del ay-
Jlu mas alegre, negra y trist!e, en plena vispera del 28.
-Depende hermano. Un Cobierno amigo, un Cobierno
de nOSQtTOS, por ejemp}o, arrancarla mas pronto, mucho mas pron-
to, este miedo del indio por la tierra, por el cielo, hasta por las
quebradas y los rfos. · Nosotros conoceq10s su alma, nosotros les
iluminariamos de cerca, abrirlamos sus ojos, mucho mas pronto
de lo que creen, para que miraran tal como son las cosas y no
como su alma y su coraz6n temerosos lo imagina y . los hace vivir.
cPero que quieres, hermano.., con gobierno.s que apoyan a todos los
gamonales de coraz•on duro y bestia~ como don Julian Arangiiena?
Estos empujan cada vez mas, y , de prop6sito, con calculo in-
fernal, empujan ~I indio a arraigarse en esa vida oscura, temero-
sa y primitiva; porque eso , les conviene, porque por eso mandan
y gobiernan. Y son gente poderosa, hermanos, porque tambien
ellos conocen el alma del indio, tanto _quiza como nosotros, y ha-
cen lo contrario de lo que podriamos hacer nosotros. Ellos pre-
cipitan al indio hacia lo oscuro, al temor, eso que en la Universi-
dad llamamos "el temor mitico", el miedo a lo inexplicable . a
aquello cuya fuerza no pueden comprender racionalmen te. El
indio ve al K'krwarasu, inmensa montafia de nieve. solitaria ~ o­
bre la puna grande, dominando todo el horizonte; las nubes que
rodean su cumbre son s.i empre oscuras, imponentes; y parece que
alH empezara · siempre la tormenta. (Que dice el indio, viendo-
io? Se ari6dilla, su coraz6n tiembla de miedo. Porque no sabe.
Y los terratenientes, los mismo~ curas, toda la gente que los ex-
plota, que hace dinero a costa de su ignorancia, alienta, hacen
creer y procuran confirmar oue este rniedo del indio por las gran-
des fuerzas de la· tierra, es bueno, es justo y es sagrado. j Pero si
nosotros fueramos Gobierno, hermanos ! (Que pasaria?
En la calle Derecha, en el ayllu oscuro y silencio, la voz
del estudiante se Ola fuerte. Los mestizos, 1os Irma ch aluhu~a.
ique iban con el, le escuchaban callados. Escobarcha se sentia Ii~
I
JOSE MARIA ARGUEDAS' 129

bre para hablar, ,asi, en el ayllu tranquilo, y oscuro, su coraz6n


se enardecia, . cada vez • mas, a medida que iba hablando; un en-
tusiasmo ardiente agitaba su sangre, y sentia como si una ternu-
ra grande le e.ntibiara los ojos.
-Cuando supe que K'ayau iria por el ·M isitu, tuve pena
, y rabia. Seria un degolladero de indios. Pero ahora q~e va-
mos en alcance del ayllu, quisiera gritar de alegria. ( Saben
hermanos lo que significa que los k' ayaus se hayan atrevido a
entrar a Negromayo? (.Que hayan laceado al Misitu y que lo
arrastx:en por toda la puna hasta la plaza de Pichk' achuri? Ellos
lo han hecho por orgullo, para que todo el mundo vea la fuerza
que tienen, la fuerza del ayllu, · cuand~ · quiere. Asi abrieron la
carretera a Nazca, por eso, 1150 kilometros en 28 diasl Como
en tiempos del lmperio. Algunos estudiantes decian en Lima
"Indios estupidos, trabajan para que sus explotadores se bene-
ficien!". jMentiral <.Por d.Onde fuimos a Lima nosotros? <'. Por
donde hemos venido ahorn.? (. Por que puedo hablar yo con es-
ta conciencia que tengo? Yo encontre la forma de iluminar mi
espiritu para servir la causa de ellos, de los ayllus, llegando a
Lima, por el camino que ellos abrieron. T odos nosotros, herma -
nos. El chofer Martinez, del ayllu K ' ollana, el indio Martinez,
acaba de castigar para siempre al gamonal mas terrible de Lu-
c anas. <.Como? Los mistis pestaiiearon de miedo, cuando el
indio k' ollana le dijo "Ladron" al mas fue rte de los principales. ,
Si no hubiera sido por ese camino. . . (. Que importa que el Mi-
situ haya destripado a diez, a veinte k' ayaus? . (.Si al fin le han
e chado un lazo a las astas y lo estan arrastrando co mo a un sallk' a
cualquiera? Han matad9 a un auki, y el dia que ma t en a t~­
dos los aukis que ~tormentan sus conciencias, el Peru se.ra gran-
d e, hermanos. Y nosotros, los " chalos renegades", como dice
don Julian , llev aremos este pais hasta una gloria que nadie
calcula.
Estaban y a en el canto del pue b lo. Las pa~,bras del es-
tudiante caian como fuego ~n el espiritu de los mestizos del "Cen-
tr o Union Lucanas". En ese instante, ellos solos, hubieran pelea-
d o p o r la causa d e los ayllus, c ontra el r.:undo entero.

P a sar on el riachu elo saltando P '"'T las piedras. a] ca!culo.


Cas i todos ch a p otearon en el agua. f I ' 'O bist>o" resbal6 largo
o b re un a pie d ra y cayo sentado en medio del riachuelo .
130 YAWAR FIESTA

-Me hubieras alcanzado tu barriga, .lYlonsefior, te la hu-


biera pasado por delante - le grit6 Vargas.
- F elizmente sopla buen viento1 y te secara en un rato
la sentadera.
-(. Caerse nuestro "Obispo"? Capaz es mala sefia.
El "Obispo'' acab6 de cruzar el agua con dos buenos sal-
tos, y se puso en primera linea para subir la cuesta.
-Ustedes son puro pico. V eremos en la cuesta quien
suda antes.
Y a tranco largo empez6 a subir el ceno· por el camino real.
El viento sacudia las ramas de los arbustos y de las h.ier-
bas, hacia bulla en el suelo, arrastrand~ el pasto y las hojas, l~­
\rantando la tierra del camino y de los falderios resecos. En el
cielo limpio, negro y hondo, brillaban libres· las estrellas, pare-
cian oir el canto de los grillos que gritaban desde los pedregales.
El ladrido delgadito de los perros chuscos llegaba claro desde
los ayllus. Los faroles del gir6n Bolivar se veian desde el cerro,
en el negro duro de la noche, inm16viles de trecho en trecho, chi-
quititos, en hilera, como en los cuentos. Y el sonido del riachue- •
lo que bajaba del cerro, llorando en el silencio.
-!Nuestra tierra "Obispo"! ·c.Oyes? El agua, los gri-
llos y los perros, levantando su canto hasta todos los cerros. (.No
aumenta tu car!fio por nuestra tierra, cuando andas de noche por
estos cerros?
-Si, hermano. Estaba recordando no se cuantas historias
I.
que me han pasado.
-Yo estaba recordando las noches que he dormido en las
eras de trigo de K' ollana. .
-Todo recuerda uno, cuando se anda de noche en es-
tos cerros.
- Y miren a Puquio. Sus farolitos parecen de juego.
- · i Lindo nuestro pueblo!
--Siquiera los farolitos sirven para que veamos a nuestro
pueblo desde las alturas, aunque sea noche oscura.
Casi de repente, sintieron el ruido que los k' ayaus hadan
arrastrando al Misitu. '
- · i Estan viniendo !
- i Ya · estan cerca !
-(Oyen?
No solo se oia el ruido de las usutas resbalando en el cas-
ca10 ; el hablar de los k' ayaus llegaba ahora, bien claro, mas gran-
JOSE MARIA ARGUEDAS. 13 I

de y extenso que la bulla de los cabildos. Y sobre el ruido de


las voces, que parecian como el hablar del cerro, el mando de los
arrastradores llegaba mas fuerte: '
---,j Aisay !
-iChU.tay!
-jSayay!
~jSujetay!
Los mestizos salieron del camino, y se pararon sobre el
cerco del potrero que orillaba todo el camino, hasta la cumbre.
_ ' -Esperaremos aqui. Mas arriba se angosta el camino.
~ aconsej6 Martinez.
La bulla que los k' ayaus had an en el c;erro, se acercaba
despacio. Pareda que ya estaba~ muy cerca, pero demoraban
Los mestizos dbl centro "Lucanas' ' ya no hablaban; miraban el
camino que la luz de las estrellas marcaba apenas en,tre los ar-
bustos y er pasto seco.
~j Ya estan cerquita !
-jYa! iAhora si!
Y los arrastrad~res salieron, uno tras otro, como sombras
chicas.
-Chutay carago !
- i Chutay k' ayaucha !
El cerco estaba co'mo a diez metros del camino. Ni los
arrastradores ni el M_isitu vieton a los mestizos. El Misitu iba
c.on la cara de frente al camino, y los arrastradores jalaban cui-
dandose.
- j Ahi esta el Misitu !
- j El auki preso, hermanos I
<:::uan'd o pasaron los arrastradores y el toro, apareci6 , ll e -
nando el camino, la tropa grande de los k' ayaus. T odos los cha-
los saltaron al camino.
- j T aytay Alcalde! 1Esta bjn !
- j Viva el ayllu K' ayau, hermano !
- j Que viva! .
Corrieron. Los k' ayaus se pararon en seco.
- j Escobarcha soy. Alcalde! •
-Martinizcha, k' o1lana.
-Guzman, chaupi.
-Vargas, p1ch ~· achuri.
-Rodriguez, chacralla ...
El estudiante abraz6 al varayok'. Alcalde.
'
132 YAWAR 1fIESTA
'

-1Esta bin tayta! 1K'ayau es ayllu grande, sempre!


Los otros mestizos abrazaron a los comuneros, sin escoge1.
A Martinez le toc6 el Raura. Se reconocieron.
_.1Mak'ta Raural •
- j Taytay Martinez!
Y se abrazaron largo rato.
- i J a tun Raura I Como pierro l caray I esta yendo Misitu t
Hombre 1caray! ayllu K'ayau.
-1 Varno, vamo ! -grit6 Escobar.
-1Que viva K'ayau!
- j Que viva! - ahora contestaron todos los comuneros.
-Puqui6 esta pilrece pante6n . . Ayllu K' ayau asustando a
Puquio, a principales, a pichk' achuris. i T odo, todo !
El varayok' Alcalde y los comuneros se rieron, contentos.'
De atras atropellaban, para ver quienes se habian aumentado a la
punta. Los mestizos_se repartieron, fueron esperando, y entra-
ban a la tropa de distancia en distancia. A Rodriguez le too6
quedarse con los ultimos, junto a los camilleros del layk' a . Todos
dlos contaron ~ los k' ayaus que el pueblo estaba en silencio, que
no habia habido paseo de antorchas, ni castillos en la plaza, que
el dansak' Tankayllu estaba bailando solito en todos los barrios,
que estaba to~ando su . tijera en el silencio, como en pueblo muer-
to Los k' ayaus se reian. I Eso hahian querido ! Asustar a Puquio.
Ser mando, aunque fuera por un dia, en todo el pueblo.
-iJajayllas caragol
Algunos tenian las manos rajadas. Todos los que iban
atras ya habian pasado su turno, y a muchos el lazo les habia
desollado la palma de las manos. .
Levantaban polvo en el camino. T odos hablaban. Los
del C:entro ...Lucanas" tuvieron que emplear mafia para que los
comuneros no preguntaran por don Julian. Todo el rato, los mes-
tizos averiguaron sobre el laceo del Misitu, sobre la entrada a Ne-
gromayo, sobre los k' oiianis. Los k' ayaus ddan que el auki K'~r­
warasu habia favorecido al ayllu. Que de repente nomas, facH, el
Raura habia laceado primero al Misitu. Pero que, seguro, por respe,.
to y por amist~d al tayta Ak' chi, el auki K ' arwarasu habia paga-
do el Misitu con la sangre de su layk' a. Los k' ayaus preguntaban
• por la carretera, por lo.s pueblos de la costa, algunos querian saber
de Lima. Y de esto hablaron largo los mestizos. Despues, ha-
blaron tambien un poco de los aukis. Quisieron hacer entender a
los k' ayaus que el Misitu habia caido porque los comuneros es-
JOSE MARIA ARGUEDAS 133

taban decididos, porque el Raura tenia valor, porque el hombre


podia veneer siempre a los sallk'as. Los k'ayaus parecian creer.
Pero los mestizos sabian que no era facil, que los comuneros es-
taban seguros que el gran K' arwarasu habia protegi~o al ayllu, y
que todos moririan adorando al a'!_ki, como al padre del ayllu. _
Desde la cabecera de la tropa grit6 el varayok' Alcalde:
-1 Turno I 1Cambio !
Martinez estaba jun to al ' Raura.
Se adelantaron treinta indios.
-1 Para, para!
Los ar.rastradores aguantaron al toro, jalando de atras y
de adelante. .
De rep.ente, Martinez salt6 y se aline6 junto a los del turno.
-Oye Escobar, yo voy a arrastrar a nombre del Centro.
- i Yo tambien !
-No hermano, te reventarias las manos. Maiiana tienes
que hacer frente por nosotros. y 0 soy el mas indio." y ten~o de-
11echo.
- Taytay Alcalde. I
Entre los dos pidiernn que Martinez reemplazara a un co-
munero. El varayok' dud6 un rato.
-jAgarra brazo, tayta! jPor K'ollana voy arrastrar!
El varayok' AlcaJd~ calcul6 los musculos del chnfer.
-Esta bin.
Los dos sintieron en la voz del varayok' la alegria del in-
dio, porque tin mestizo amigo, un Lima chalo, entrara con el ayllu.
El chofer ahraz6 al varayok', y se aline6 con los del turno. l tn
comunero sali6 de la fila.
El varayok' Alcalde puso a Martinez entre 1os arrastrado-
res. Dieron una vuelta, por tras de} cerco, para hacer el cambio.
El riachu~lo estaba cerca ya. Era el ultimo turno. Los fa-
rolitos del pueblo se veian mas claro.
A Martinez le tocaba hacer entrar al toro hasta el ooso de
Pichk' achuri. El toro jalaba fu.erte a veces, y el lazo ardfa. Pero
alli, hombro a hombro con l~s k' ayaus, se sentia orgulloso, corrio
nunca; su brazo aguantaba bien, y arrastraba con furia.
- j ~uena, tayta Martinez!
- j Ahura sf! i Eso sf!
-iChU.tay!
-1Aisay!
Los comuneros que jalabap con el se dieron cuenta de la
YAWAR FIESTA

fuerza con que el chalo arrastraba.


- j Ahura si l - le gritaban.
i - j K' ayau premero, sempre l
Los._ otros arrastradores jalaron tambien con furia. Y el
Misitu resbalaba en el cascajo, arando el suelo con sus patas.
Cuando llegaron a Y allpu, el Raura di6 la sefial con su
wakawak' ra. Todos los corneteros tocaron de un golpe. El
Misitu quis9 encabritarse, pero le hicieron saltar el riachuelo, y lo
arrastraron a carrera por el callej 6n 'de entrada al pueblo.
0

Por el callej6n ancho salieron al ayllu Chaupi. El blan-


queo de las paredes orillaba la calle derecha. Gritaron los arras-
tradores, entrando al pueblo:
-iAisayl
- j Chutay, carago !
-jSujetay!
Los wakawak'ras tronaro'n grueso contra las paredes de
la calle; los perros salieron, ladrando con futia. Los k' ayaus co-
rrian tras de los arrastradores, empujaban las puertas con sus
cuerpos.
- i Y auuu I - llamaba el varayok' Alcalde'.
Entraron a la plaza de Chaupi; pasaron por la puerta de
la capilla, quitandose el sombr~ro. El farolito estaba prendido
todavia.
-1 Que viva K' ayau ! - grit6 Escobar en castellano y
lo mas alto que podia.
- j Que veva ! - contestaron los k' ayaus.
Por detras iban corriendo los guardias civiles que espera-
ron a la entrada del pueblo; corrian con sus rifles al hombro, tra-
!fando el polvo que los k' ayaus levantaban del suelo.
Los chaupis salieron a la calle, decididos, cuando oyeron
la carrera de los k' ayaus. Siguiendo a los guardias, ellos tambien
corrieron. Los civiles iban ~ ntre la indiada, sofocados; por de-
\tras y por delante corria una tropa negra de comuneros, llenan-
do de pared a pared todas las calles.
- i Que vaina ! i Estamos fregados ! - rabiaban y mal-
ded an.
E iba aumetando tras de ellos la indiada. De todas las
calles llegaron, los chaupis primero, despues los k' ollanas ; co-
rrian, ganandose; pasaban jun to a los civiles, por tropas. .
. Y el cielo seguia oscuro; apenas, tras del abra de. .Silla-
nayok', alumbraba la claridad que anuncia a la luna; y las es-
JOSE. MAR1LA ARGUEDAS 135

trellas iban perdiendose en el reflejo que la luna irradiaba des·


de dentro del cielo, por el filo del abra.
Entraron ·a la plaza gra.nde de · Pichk' achuri. El varayok'
Alcalde, Escobar y los vara~ok' s regidores corrieron a la puerta
del coso. Abrieron la puerta, y los otros .toros se revolvieron
junto a la pared del fondo. Los arrastradores entra•r on al coso.
Cuando el Misitu entr6 al corral, los atrastradares corrieron a la
otra puerta, la que daba a la plaza del Vicario. Martinez Ja a-
bn6, y entraron al ruede, cerraron la puerta y amarraron los la-
zos a uno de los troncos de eucalipto que sorportaba los palcos.
Dejaron al fy1isitu con el hocico peg_a do a la puerta de eucalip-
tos, listo para arrancar al ruedo. .
La plaza fue llenandose de indios. Con un farelito de pan-
za de carnero, salii6 por la esquina de la capilla, el varayok' Al-
calde de Pichk' achuri; an·dando despacio se dirigi6 a la puert<!-
del coso. Le hicieron campo.
--i Taytay Alcalde I
. - i Taytay Alcalde!
Se saludaron los dos varayok' s. La lumbre del farol ape-
nas llegaba al suelo.
--Ahista Misitu, tayta - dijo el de K' ayau, y abri6 la
puerta del coso.
.
--cA ver?
El varayok' Alcalde de Pichk' achuri entr6 al coso, tras de
el fueron los regidores de K' ayau y el Alcalde, Escobar, Guzman,
Martinez, d Raura. . . Llegaron jun to al sallk' a. El varayok'
Alcalde de Pichk' achuri levant6 alto su farolito. El gateado del
Misitu se vir6, sq cogote ancho ;- SU tracero , tod0 zurrado, SU rabo
sucio, sus cuernos grandes, rozando la puerta de entrada al ruedo.
· - j Esta bin, tayta ! i Esta bin K ' ayau ! - Y el varayok·
Alcalde de Pichk' achuri se volte6, para regresar a la plaza. Le
8iguieron todos. El farolito avanz6 despacio en el coso, Y' de-
semboc6 a la plaza grande. Estaba llena ya, de todos los indios
de Puquio. Se erp.pujaban, hab~.ando. El varayok' Alcalde de
K' ayau se qued6 c~idando ]a puerta del coso.
-jCampu! iCampu! - gritaron desde la esqt.'ina del
frente, por la entrad~ de K' ayau.
Mas fuerte que Ia bulJa de toda la plaza, se oy6, alto y
, lirnpio, las tijeras de acero de] Tankayllu.
-jCampu! iMak'ta Tankayllu esta entrando! •
Se callaron un poco, y las tijeras del dansak sonaron
1'36 YAWAR Fl-ESTA

en la plaza, como si ~stuviera lloviendo acero del cielo. Avan-


zo basta cl centro de· la plaza. Alli le hicieron campo. Y co-
menzo a bailar pal'a to.dos los indios de los ayllus, para los co-
muneros .d e Pµquio cntero.
Al poco rato, el filo de la luna alumbr6 desde el abra qe
Sillanayok', su luz 1leg6 a la cumbre de los cerros; se fue lejos,
al confin de la quebrad~. iluminando las montaiias de San Pe-
dro, de Chillk~ es, de Casa" 'Blancfi.
I

. I

I
--

XII

YAWAR FIESTA

D E San Pedro, de Chillk' es . de San Andres, de Utek ', de San


Juan de Ak' ola, de todos los distritos cercanos, salieron de
madrugada, a pie y a caballo, con direcci.6n a Puttuio, para ver
la gran corrida, ·el desafio de K' ayau con Pichk' achuri. Indios
y vecinos fueron, por el camino de a caballo y por el camino de
a pie, calculando la hora, para llegar temprano y encontrar sitio
en la plaza. Desde la mafiana estuvieron llegando a Puquio, los
comuneros y los prindpales de los pueblos. Los comuneros se
conodan por la ropa, por el cok.r del poncho }I la forma del lok' o,
por la fovma y el cocido de los usutas, por el color y la tela de
la wara y deI saco, por los adornos del chaleco-. Desde le.i os se
seiialaban: "chillk' es", "sanpedro", .. utek' " . . . y los principa-
les tambien · los reconodan.
-jCaray! Este aiio se han vaciado los pueblos a Puquio;
casi todos los ak' olas, los sanjuanes, los utek'. . . . han ·venido.
( Y d6nde entraran?
-\Fa ser un trabajo para los 1 civiles. En la placita que
ha mandado levantar el Vicario, creo no caben ni. la gente de ]os
ayllus.
Indios o vecinos, llegando a Puquio, corrlan primero al
coso para ver al Misitu. La plaza de Pichk' achuri y los cercos
del coso estaban llenos de gente. Como las espinas que siembran
sobre el releje de los cercos. para hacerlos mas seguros, asf esta-
ban prendidos en la cima d~ los muros, la gente de Puquio y de
los pueblos. Parados, sentados o montados, mirando al Mi~itu,
esperando alH que repicaran las campanas, llamando a la misa
grande.
En el sitio donde comenzaba la plaza de eu~aliptos, sen-
ta,do junto a la palizada, habfa amanecido el Kokchi, en el me~
138 YAWAR FIESTA

jor s1t10, cerca de} toro. Apenas amanecio; cuando la primera


luz de la aurora alumbr6 al pueblo, el Kokchi le habl6 al Misitu.
Llorando habia esperado que rayara el dia. Cuando vi6
la cabeza del Misitu, con el hocico pegado a los tron-
cos de eucalipto de la puerta; cuando v10 sus piernas trase-
ras, embarradas, con todo lo que le. }labian hecho zurrar, el Kok·
chi llor6 como criatura, abrazan.dose al palo de eucalipto donde
comenzaba la plaza:
- j Papay! j Papacito ! i Cumu pues ! j Como te han traido
mak' ta! Te hubieras corrido nifiito; corriendo hubieras salido de
tu k'efiwal, por la pampa nomas te hubieras ido ii tu laguna; tran·
·quifo te hubieras entrado al agua de tu laguna, de tu ~am~y.
i Ay M,isitu, papay ! .Adentro te hubieras ido, al hondo, al hon·
do; te hubieras dormido cuanto tambien; y despues ya, en Fe-
brero, en Enero, cuando en tu k' efiwal hay past~to verde, hubieras
regresado a tu Negromayo.
Llorando, le hablaba fuerte. Los k' ollanas, los pichk~ •
achuris, los k' ayaus, los chaupis que estaban en la plaza, le oian.
Se llenaban harta coca y chacchaban callados, ocultando dificil
su pena.
- j Ay papaCito ! j Ahura ya no regresaras, nunca ya! Di-
namita reventa~an en tu pecho, tu sangre quedara en Pichk' achu-
ri. Y en el alto, en tu puna de K' ofiani, estan llorando, todo, to-
do, el tayta Ak' chi tambien, el monte tambien, el ischu tambien,
el rio, el Negromayo tambien; todo, t.odo, estan llorando por
su mak' ta, por ti solito, pa pay., En T orkok' ocha ni patos ya en-
1 tran, su agua esta remolino, llorando. i Ay papacito ! I Misitu !
Larg~ rato estuvo hablando. Y cuando la gente subi.6 a
los cercos para ver al toro; cuando llegaron los principal es y los
civil es, se qued6 callado, mirando al sallk' a. El t,orero tambien
lleg6, co mo con veinte mistis; entr6 al coso y se acerc6 casi has-
ta tocar al Misitu.
-Es buen toro - dijo - · Ojala sea limpio. Pero seg6n
me dicen ha matada ya a uno, y eso es un lio. Estt>s bichoa
aprenden de una sola lecci6n.
Se fueron . Los comuneros no sabian qu1en era ese m1sll
rubio. Pero en la plaza de Pichk' achuri se quedaron varios de
los comisionados del Centro "Lucanas".
-Por los mistis va torear; ha venido1 de extranguero para
eso - explic6 a los varayok' s el chofer Martinez - Dice lindo
cap ea ; con ropa de dansak' va entrar a la plaza, en competen-

JOSE MARIA ARGUEDAS 139

cia con Pichk'achuri y K'ayau. Pero en punta, pnmero va en-


trar, cuando el Misitu rabia,. entero.
Los comuneros fueron reuniendose junto al chofer. En-
tonces los otros tambien hablaron; cad a quien para un grupo gran-
de de indios. Hablaban en voz alta, explicando que el misti ru-
bio habia venido por cuenta de los vecinos, para torear en Pichk' -
achuri a nombre de los principal es; que torearia primero, por:-
que era maestro en capear, para que vieran su toreo, indios y
mist is.
- i Que entren werak' ochas si hay valor! ·- contest6 en
voz alta el varayok' Alcalde de Pichk' achuri - (Como t rayen-
do contra ta de extranguero para que ca pee por misti? j Nu tayta.!
Ante Juez, con escribano habra apoderadito, en plaz~ nu'hay'
( Acaso K' ayau manda apoderado? Raura entrara, Tobias, Wall-
pa; por ayllu Pichk'achuri parara K'encho , "Honrao" Rojas ...
T odos los comuneros hablaron.
-jQ.aru tayta !
- j Claru tayta I
- j Nada, nada, extranguero !
- i Misitu es para endio !
Los comisionados del Centro "Lucanas" se miraron asus~
tados. El plan h:abia resultado al reves. Los comU11eros tir aban
el poncho sobre el hombro, se arremangaban el lok' o .
- j Que entren principal es! ( Cuando apoderadito?
-1 Misitucha !
T odos amenazaban. Se dirigian a la puerta del c o so , se ~
iialaban el corral, y hablaban:
-jYu k'ari! jYu papacitol
Ya estaban chispos. Toda la noche habian tornado ca-
nazo en la plaza.
f Los comisionados del Centro " Lucanas" s e re unieron
junto a la capilla.
-Quieren morir, hermanos. (Que hacemos?
-El toro los alcanzara facil en ese ruedo chico.
Miraban a los indios, amenazando en la plaza. No en-
tendian, no querian.
-Se ha procedido mal, con mala fe. Debieron prohibir
la corrida. lHemos trai'do por gusto al torero.
-c.Por que ese chancho jesuita mand6 hacer esta plaza?
Por las cuatro esquinas llegaba la gente ; indios de todos
los pueblos corrian al coso , preguntaban ; buscaban, corriendo,

140 YAWAR FIESTA

un claro en los muros del coso, para subir y mirar al Misitu. Y,


cuanto mas llegaba la gente, mas desafiaban los indios de K' ayau
y Pichk' achuri.
El sol alumbraba ardoroso, desde el cielo limpio; · subia
rapido, se alejaba de la cumbre de Sillanayok' y entraba al fon-
do del cielo, sobre el pueblo. La calamina de los techos ardia
y brillaba con fuerza.
-Vamos a decirle a Escobar. Vamos a la Subprefec-
tura. T odavia hay tiempo.
- i Esto no quedara asi ! No vercin una gota de sangre en
I~ plaza, este aiio. - Martinez tom6 la delantera - 0 no vol-
veremos nunca a Lima, y nos quedaremos aqui de may~rdomos
de don Julian. Y si hay saqgre, no sera de los ayllus l caraj o ! senl
de otra clase.
Las calles tambien hervian de gente. En el gir6n Boli-
var, mistis y niiias, vestidos de fiesta conversaban, parados en
las csquinas o en la puerta de las tiendas.
Banderas peruanas flameaban en la puerta de todas las
casas del gir6n Bolivar; tropas de comuneros andaban por el cen-
tro de las calles; y como el sol encendia cl btantjuco de las pa-
r.edes, la calle estaba verdaderamente de fiesta.
Cuando ya iban a llegar a la · plaza, empezaron a r~­
picar las campanas de la torre grande. Era la primera Hamada
para la misa solemne del 28. .
En la plaza, frente a la puerta principal de la iglesia es-
taba bailando el T ankayllu. Por la puerta abierta del templo,
el altar mayor se vela entero. Habian hecho calle los indios, des-
.de la entrada ·de la iglesia hasta el stio donde bailaba el dansak".
El T ankayllu bail.aha sus figuras del ..atipanakuy" , y cada vez
que terminaba una, se cuadraba. mirando el altar mayor, y to~
caba sus tijeras, apuntando al fondo de la iglesia.
Oyendo el primer repique, los indios se dirigieron a la
plaza de armas. Tras de los comisionados del Centro .. Lucanas"
empezaron ya a llegar, entrando por todas las esquinas.
Encontraron en la Subprefedura a .los cuatro tenientes de
los ayllus. El Sargento de la guardia, y Escobar, con los demas
mestizos del Centro "Lucanas", estaban tambien en el Despacho.
-Senor ·subprefecto, la situaci6n es rnala - ,hablando,
Martinez se acerc6 a la mesa del Subprefecto.
-c Que pasa? - pregunt.6 el estudiante. -
JOSE MARllA ARGUEDAS 141

-Los comuneros estan rahiosos por lo del torcro. Di.-


cen que solo ellos tienen derecho a torear al Mlsitu. Que para
eso lo han traido. La situaci6n es grave. Es dificil hacerles en-
tender, senor. '
- l Les haremos en tender! Para eso cstan aqul los te-
nientes.
-Estamos fregados, hermano - Martinez le habl 6 en se-
0

creto al estudi~nte - Quieren entrar ellos solos para el l\1isitu.


Estan am~pazando en la plaza.
El Subprefecto se levant,6 de su asiento y sali6 al alfom-
hrado.
- i Lo demas son vainas ! 1La fuerza, para los brutos l
Oigan usted'es, tenientes: notifiquen a todos los envarados que
al primer indio que salte al ruedo, se le pegara un balazo. Y
que rellenen ese hueco que hicieron en el ruedo. Senor S~rgento:
notifique tambien quc se cancelan las enjalmas. Usted Sargento,
con sus guardias, son ahora los responsables del cumplimiento
de la orden superior. Hay que proceder como hombres; no hay
otro camino en este moinento.
Los cuatro tenientes eran cuatro chalos. Mirahan asus-
tados al Subprefecto y a lo& comisionados del Centro "Lucanas".
-(. Ustedes creen que la amenaza · dara buen resultado?
- pregunt6 Escobar.
-Los indios le tienen miedo a la bala, y capaz se tran-
quilizan .
. -Si' senor. El indio le tiembla al rifle. Seguro calman.
-Usted es "de K'ayau; y usted, de Pichk'achuri; (no? -
pregunt6 Escobar, senalando a los que habian ha'Qlado.
-
-
S1,, senor.
-Amenacen bien entonces. Diganles que los civiles estan
con hamhre de matar indios; y que si se mueven para saltar a la
p]f\za, les van a tirar, de frente al pecho.
- j Si! - el Subprefecto afirm6 las palabras de Escobar,
levantando la voz - Diganles que es en serio. Que se hara un
buen escarmiento.
--Se cumpliran sus .6rdenes, ~efior Subprefecto. Con su
permiso, senor.
Siguiendo al Teniente de Pichk' achuri, salieron los otros
tres. Por la espalda, se veian iguales; sus ternos de diablo fuer-
te, sus cuellos negros de suciedad. Sus zapatos, cosidos en las
zapateri'as de Chaupi, sonaban como pe~radas en el entablado

"
142 YAWAR FIESTA

del Despacho. Desde la puerta, saludaron todavla, inclinando el


cuerp6, como cuando pasan junto a los altares d~ las iglesias.
-Con SU permiso, senor.
. -Y usted, ( que piensa? - pregunt6 el Subprefecto al
estudiante, cuando salieron los tenientes.
· -Esta bien, senor Subprefecto. Y co mo tiene usted . que
asistir a la misa, nosotros tambien nos vamos.
Se despidieron; y salieron al corredor. Por las cuatro es-.
.quinas, seguia llegando la indiada a la plaza. Entraban a la igle-
sia, llenando la puerta. Las mujeres con el rebozo o la lliklla exten-
\ dida, de la cabeza a toda la espalda ;. y los indios con el sombre-
ro en la mano. El dansak' ya se habia ido; estaria bailand~ en
la plaza de Pichk' achuri; y llegaria con la indiada mas grande,
al tercer repique. En el suelo de la/plaza, la sombra de la ban-
dera qel cuartel, jugaba y se movia, agitandose.
- i El torero I Es el unico que puede salvarnos.
Y bajaron en trope! las gradas de la Subprefectura.
·-Si lbarito comienza toreando bien, si par~ firm~ delan-
te del toro, y ca pea 'con voluntad; lo~ indios se lo quedaran mi-
rando desde las barreras. <Comprenden?
-iClaro!
-Vamos a animarlo.
' EI sacristan empez6 a tocar el ultimo repique. Subian
ya por el gir6n Bolivar los k' ayaus y los pichk' achuris. El Tan-
kayllu venla por delante. T ras del dansak.', los varayok' s y los
capeadores conocidos: el K' encho, el "Honrao", el Raura, el
Wallpa , el Tobias . . . De los balcones mir~ban los mistis y las
nmas.
-iEI K'encho! iAhi va el K'encho!
-iEl "Honrao" ! EI indiazo mas macho.
- j El :Raura I i El que lace6 pnmero al Misitu !
- i Ahista el Tobias!
--Pero ya no van a torear.
- c. Qui en dice?
- j Pero si ya esta prohibido ! Por eso han traido al to.
rero.
--1Cierto!
·-Pero si entran a la plaza, veran que torean, que se me-
t.en de hombre.
- - j Ojala I Quisiera ver1os con el toro de don Julian .

e •
..

JOSE MARIA ARGUEDAS 143

Mas de una cuadra llenaban los indios; caminaban despa-


c10, siguiendo al dansak'.

Cuando el dinamitazo de media misa sacudi6 las par edes


del cuartel, dc:m Pancho se persign6, .·quitandose el sombrero.
-Estan levantando el Santisimo, don Julian.
--Seguro. Ya revent0 la dinaminta.
Ahl estaba, tranquilo, dolil Julian. Ni un rato habia ra-
biado f~erte. Cuando le apuntaroFl con el rev6lve1, y los guar-
dias cerraron la puerta del calabozo, don Pancho crey6 que de
l.m bue::i puntapie don Julian haria saltar las tablas de la puer ~
ta. Crey.6 que iba a salir fuego d.e sus ojos, y que haria temblar
el calabozo, gritando.
c~ncerrar a don Julian? 'Hasta el misrno don Pancho
se asust6. Lo mir6, esperando; y su coraz6n hacia bulla bajo su
pecho. Pero d0n Julian le esti ·6 la mano, tranquilo.
-Hey venido ~ verlo , don Pancho. Pero de viejos~ C!eo,
solemos agiievarnos. i Que temeridad ! i Qui en iba a creer ! Los
~
dos, presos, eomo indios.
-jY de abuso! .
-No de abaso. Yo de puro pesa6. Pero a esos chalos
renegados seguro que los voy a desgraciar. Los dos teJ!emos nues- ·
tras cuentitas, don Pa.ncho . Pero ahora hablemos todavia de la
apuestita. Ya . esta.n bajando los k ' ayaus c0n el Misitu. <, O y6 as-
ted el anuncio de los wakawak' ras?
-Si he oido, don Julian. (No le dije? jLos k'ay aus son

trejos ! Hay que hablar claro; lGs indios, cuando acuerdan, creo
hasta al infierno lo taparfain, como a una olla. jCaray! Si saben
que estamos aqui, de puro abuso, capaz nos sacan. Tumban l a
puerta, y atropellando a los civiles, nos llevaon para que miremos
al Misitu.
-A usted sera: Yo pues, a veces , los h e acog0tado feo .
En su adent~o, seguro, me maldicen. Es pu~s de raz6n. Yo, co-
mo a perros nomas los a.rreo. Ya usted sabe, don Panch o, mu-
cho indio hey fregado . Asi es pues. Dios me ha puesto en Pu-
quio para que los aguante. i Caray I Y en la puna. los ~ ey he-
cho gritar bien, aesde las alturas de Coracora hasta Chalhuanca,
de Panpachire a Chipao. Como a potro maiioso los he aman-
sado, asi, a puro golpe, hasta que han arrodillado en el suelo.
Usted es pues de otra manera, otro corazon tiene usted. Y es
144 YAWAR FIESTA

de raz6n. Usted ha hecho plata vendiendo trago y abarrotes no·


mas; calladitos, y de buena voluntad, le han traido ia ganancia
a su misma casa. I Asi cualquiera ! Por eso, usted para. de pnr-
te de los ayllus, es usted fimiguero de K' ayau, ~e Pichk' ac}v.iri, y
como a hijos los defiende. "1 Carajo, los comuneros son papa-
chas !", dice usted. - Y si hay ocasi6n, usted pelea por la indiada.
jClaro puesl Asi tiene que ser. Pero yo tengo que recorrer la pu·
na bien armao 11 y tengo que meterles fuerte la espuela. I Pero val-
gan verdad~s I Nunca hemr•'i peleado con usted. Los otro~ veci-
nos me muerden, peor que indios ...
-Usted, don Julian, es como un toro padre en Lucanas;
sc anda usted, de canto a canto, empujando a los otros, y abusan·
do. Pero cierto es que no hem.os peleao. Y ahora estamos her-
manados en este calabocito. Y cuando salguemos, capaz yuelta
nos traen, pero ya no sera de por gusto.
Don Julian se qued.6 mirando la ventana de cocina que ha-
bia en el techo; agarrandose la quijada con su mano derecha,
pensativo, como viehdo a la noche que entraba rapido por la
ventana y creda en el cuarto.
• -(Se acuerda usted del indio Martinez, de K . ollana?
(De ese que ahora es chaufer en Lima?
-Si, si me acuerdo, don Julian.
-Ahora ya esta de casimir. Ahora ha venido, trayen-
do al torero; con los chalos del "Centro Lucanas" ha venido.
~Que estara pensando ·a estf\s horas? Dicen que los que van a

morir
. .
de un golpe, presienten, . y tienen pena, aunque sean tre-
JOS . . .
Ya no se le veia la cara; el cuarto estaba oscuro, y so lei
bajo la direcci6n de la ventana, en el suelo, y en un 1fodacito del
cuarto, habia claridad; la )µz del crepusculo q~e llegaba todavia.
Pero desde el centro del cuarto, ese poquito de luz, alumbraba
y dejaba ver el cuerpo de don Julian, sentado en la banca de
molle que los civiles habian dejado en el cuarto. Don Pancho
oy6 bien claro la amenaza de don Julian; en el hablar del misti
quemaba la rabia sofocada. Don Pancho no le vela la cara, pe-
i-o sinti6 que el lunar negro de su mejilla derecha $e agrandaba
Y se ponia en guardia, eomo las araiias grandes, los apasankas,
cuan.do enrabian y se levantan, sobre la punta de sus patas.
-Asi es, don Julian.
No queria preguntarle; esper6 que el mismo hablara, po-
co a poco; que le contara la causa de su encarcelamiento y de
JOSE MARIA ARGUEDAS 1'45

la sentencia que le habfa eehado al . Martinez ..


Conversaron hasta bien noche. Un guardia ·vino a ofre-
cerles vela, pero don Julian lo despach6; entonce~ colgaron un
farol en el patio, a la entrada del euart~l. en· la esquina de la pa·
red; la luz amarHlosa del farol ent:t6 por las rendijas de la· puerta,
atravesando ·el patio y dibujando en el suelo y ~ las pareqes del
cuarto rayitas de lumbre que apenas aclaraban el suelo y el blan-
quP.o del calabozo,
Cuando el cuartel estaba· en silencio, ·dy~lion, a lo lejos,
las tiJeras del Tankayllu; la musica del arpa y el &.onido de las
tijeras fueron acercandose a la plaza; pasaron .bien cerca, por de-
tra~ del cuartel, como yendo a ·K' ollana; y se perdieron, poco a
poco, en la direcci6n de ese ayllu, internandose en el cen-
tro del barrio .
.Don Pancho estaba calculando en su conciencia: "Ya es-
taran para llegar a Yallpu; ahurita van a gritar los wakawak' ras...
Don Julian tambien esperaba. Y cuando estaban callados, oyen·
do, el canto de los wakawak' ras lleg6 eh tropel desde Y allpu, por
el aire. '
-1 Ya, don Julian! l Ya estan entrando I i El Misitu I l Su
torof
'Corrio a la puerta, como para salir; peg6 su frente a las
tablas, queriendo mirar por las rendijas.
-.:.c Que dice usted, don Julian?
-Ya debe estar viejo el pobre. Ya deben pesarle las
cTiadillas. Cui,indo yo lo vi en Negromayo era un tigre, saltaba
cemo puma. Le lleg.O la hora, don Pancho. Y va morir en su
Icy. I Caray I I Quien iba a creer !
-1 Ahurita despierta el pueblo! Vauste a ver.
_-,Claro! Cua.ndo calculen que ya esta en el coso. Es-
tos indios son bien desiguales. Mire uste: K' ayau trae arrastran-
do al Misitu, y los otros ayllus se meten a sus casas, como las
vizcachas.

- I Pero ahurita vienen t i Quisiera estar en Pichk' achuri J
i Ver la entrada I I Maldita se~ mi suerte ! (. Usted no quisiera?
-Capaz me vencia la rabia, y le pegaba un tiro al sallk' a.
Lo hubicra tumbado entre la indiada. como se debe. 0 no hu-
biera ido, ni a la corrida.
-1 Buena, don Julian! I Tiene ustcd rabia!
Y oyeron correr despues a lo; indios de K' ollana, por de-
iras y por delante del cuartel. Oyeron pasar al Tankayllu, casi
146 YAWAR FIESTA

corriendo, porque e} sonido de SUS tijeras ClUZO rapido junto a)


cuartel.
- l Ya esta yendo el Tankayllu !
Los cohetes de arranque i~ventaban en el cielo, de tres,
de cuatro. .~· i
-1 Don Julian I l Que pe~ra es mi suerte I l Quisiera estar
alla, junt9 al coso I Regaria con aguardiente los pies de los k. a·
ya~s; tocaria wakawak·ra con el Raura, con el Tobias. 1Siquiera
un pu:fiete le dar~ a esta pu~rta ! l Caraj o I l Maldecido~ I
Y casi ha~e saltar la tabla, junto al cerrojo,
-1Abran, carajol 10 me desgraciol
Don Julian no se movi6 de su sitio.
-Otro mas, don Pancho, para que se desfogue bien.
Pero llegaron los civiles; y el Caho grit6 desde ,el patio:
-~Quiere usted que lo cuelgue en la barrBt como a un
indio? - .
Don Pancho se fue al rinc6n del cuarto, donde no entra·
ha 'la luz que alumbraba por las rendij as.
-1Que dira usted, don Julian! Pero a V'eces me enga·
llina la rabia.
Por eso, cuando oy6 el dinamitazo de media misa, se
persign6 de todo coraz6n. Queria ir a la corrida, no se sentia
seguro de estar tranquilo en la carcel, mientras el Misitu jugaba
\•
en Pichk' achuri. Y en su conciencia, escogiendo las palabras ma~
humildes, le pidi6 al Santisimo:
-Taytacha, senor de Un tuna; tu estas sabientlo que soy
vecino cumplidor de mis deberes; yo no te he blasfemado co•
mo otros; no he sido abusivo ni ladr6n de mis congeneres I bueno
nomas soy! Olvidate pues, por un ratito, de mis borracheras, de
mis vicios con las mujeres, de mis maldiciones a don Demetrio y a
don Antenor, tu estas sabiendo que son unos perros. 1Y sacame,
papacito ! Aunque sea, desde mafiana, por un mes que me en..
cierren. Pero ~hora. . . I no pues I •
tlacia fuerza para no hablar en voz alta. T cnia vergiien..
za de don Julian. Pero don Julian le estaba mirando; y por su
cara humilde, por su cabeza agachada, le estaba adivinando. A
la medta misa, cuando el dinamitazo anunciaba al pueblo que la
hostia sagrada estaba en elevaci6n, seguro rogaba don Pancho;
por eso tenfa esa cara solernne.
-Por sus indios, o por el sera - deda don Julian, mi·
JOSE MARIA ARGUEDAS 147

rando a don Pancho Jimenez, callado y firme, y con la cabeza


delcubierta, en ' medio del cuarto.

Saliendo de la misa grande, todos los indlos se fueron en ·


tropa a Pichk' achuri. Esperaron que los varayok's, los · capeado-
.res. y los corneteros tomaran la d~iantera: y tras de ellos camina- ·,
, ron inezclados, los k' ayaus, los pichk' achuris, los k' ollanas, los
chaupis y los comuneros de IOs pu~hlos. Dede la plaza de ar-
mas hasta el coso llenaron las calles. En la puerta de la plaza
de to:ros encontraron seis policias armados, al Sargento y a los
tenientes de los barrios.
-,-1 Ako I i Alli no mas!
E hicieron detener a los varayok' s, un poco lejos de la pla~
za de eucaliptos. Mientras el Sargento daha la orden, los poli-
ci.as tenian el rifle en las mar,os y los tenientes mirahan a la in~
diada desde la puerta de la pla-za, tras de los civiles.
El Sol estaba pasando ya por medio cielo; a toda la que-
brada llegahan derechos los rayos del sol. La calamina de las
casas reverberaba y ardia; en la tierra blanca de la plaza y de
1as calles hriltaha la arenilla; el cielo limpio, azul, cla·r o y alegre,
parecia rozar la cumbre de los cerros que rodean al pueblo; las
rocas de la cuD;lbre· del tayta , Pedrork' o estapan color ceniza,
JUnto a las rocas 1 volahan varios ak'·chis negros, y por ~so la cum-
hre parecia mas alta todavia y mas lejana; los a k' ~his. dahan
vueltas, volando despacio, como huscando algo en el fondo de
la quehrada. No corria viento, el aire, estaha ~uieto y silencio.
Solo, desde el cielo despejado, el sol mandaba su fuego sohr e
las pampas y lomadas, hasta lo mas hondo d e la quehr ada.
Los varayok' s ohedecieron y se quedaron. parados, sos-
leniendo el empuje de la indiada. •
-1 Alto I 1Sayay I - mandaron tambien ellos.
Pero siguieron entrando y rodeando la placita d e euca·
liptos, dejando un claro en la puerta, frente a los civiles. Por
las cuatro esquinas llegahan todavia, indios y mestizos; y em-
pezaron a subir a las paredes y al t~cho de las . casas. a la torre
y a la capilla. '
-1 Jesus I i Senor Sargento I i Nunca han venido asi para
las corridasl - dijo el Teniente. de Chaupi.
Los guardias mirahan asustaqos a la indiada que seguia .
auinentando, que apareda sobr~ los relejes de las paredes, sohre
148 YAWAR FIESTA

el tejado de las casas vecinas y en el techo ~e la capilla. Desde


el fondo ~e la plaza se esparcia un olor a suciedad, a aguardiente,
y llegaba hasta la cara de los civiles un vapor pesado y fuer~e.
El Sargento empez6 a _sentir miedo. ''Si tan solo se mu even, si
8e arrlman, nos aplastan contra los palos de eucaliptos. I Mi
madre I i Que indiada ,.. . Llam6 a! T eniente de Pichk' achuri.
--D1gales que ahorita llegan las autoridades y los veci-
nos; que tras de las aut~ridades van a entrar ellos a la plaza. No
los amenace. Di gales a buenas. ·
El T eniente se par6 junto al Sargento, y grit6:
---"jCumunkuna !
Les habM largo, explicandoles que tuvierC:}n paciencia, que
ya iban a llegar las autoridades; que en cuanto se presentaran
en la esquina, abriera~ calle para que pasaran.
-1 Esta bin, taytay T eniente f i Esta bin I - contest6 el
varayok' Alcalde de K' ayau.
El Sargento mand6 al mismo T eniente para que avisara
al Subprefecto, al Alcalde, al torero y a los vecinos, que se apu-
raran, que los guardias cstaban en peligro.
El T eniente se abri6 campo entre la indiada, rogando y
4

avisando que iba por el Alcalde, para que de una vcz e'mpezara
la corrida.
Cuando el T cniente estaha en . media plaza, ahrienaose
paso y suplicando, los corneteros de los cuatro ayllus empeza~on
0
a tocar el tu"rupukllay, el verdadero, el del yawar punchau",
dia de san.gre. Los comuneros se movieron, sus ojos se redon-
dearon y miraron derccho, sin moverse, la entrada de la plaza.
El T eniente se par6 un rato; el turupuklJay sonaba fuerte en la
plaza, parecia golpear el pecho; como una desesperacwn creda
dentro de· la conciencia.
· -1 Campu taytay ! i Campu I
El Tcniente empuj6 mas fuerte a los indios, y SC ahrio
campo con los codo8; como ' si se estuviera escapando de la plaza.
-10tra vez esta ~usicaf 1C6mo podran tocar tan tris-
te f Y en un dia asl, de tanto sol, tan caliente. ...
El Sargento miraba nervioso a la indiada, su coraz6n la·
tia apurado.
-1 Mi Sargento ! Si tarda.n nos van a frcgar - decia un
guardia.
-Ya no debcn tardar.
JOSE MARIA ARGUEDAS

El turupukllay del 28, del yawar fiesta, lleg.O a todo el


pueblo. Los vecinos se apuraron para ir.
.I
-1 Ya es la hora I Ya estan llamando los indios.
El canto grueso y triste de los wakawak' ras que sonaba
todos los afios desde Pichk' achuri, esa tarde sacudia el coraz6n
de los principal es, los alocaba; se reu~ian para ir; had an car-·
gar aguardiente y cerveza ·a la plaza. Se entusiasmaban de re-
pente; se alegraban, pero de otro modo, no como cuando se
cmborrachaban, ni como cuando had an buen negocio; era de
otra clase ese . Contento que se levantaba desde lo mas hondo de
sus conciencias; ellos no sabian; ~omo fiesta se hacia en sus con-
ciencias; se llam~ban, e iban apurados a la plaza, resistien.do ape-
nas su deseo de ir corrriendo, gritando fuerte y vivando a los
cholos.
Los primeros vecin0~<; que llegaron a la esquma de la pla-
za, se detuvieron.
-{Por d6nde vamos a pasar?
- i Senor de Unturia I i Cuanto indio I
Las senoras y las niii.as rogaban para regresar. Vimeron
como todos los afios con el coraz6n oprimi4o, pero contando
los pasos, desesperadas, porque Pichk'achuri era lejos. Cuanto
mas se acercaban a la plaza del ayllu, el miedo les agarraba, pe·
ro el mismo t>..ffior que \es ha~.~fa perder el anim~. las empujaba;
~uerfan llegar m~s rapido, sentarse en las sillas que ponian sobre
las barreras; y que inmediatamente soltaran al toro, sobre los ca-
peadores borrachos que entraban por tropas. Pero esta vez, la pla-
za del ayllu estaba llena de iqdios, que esperaban todavia. La
plaza del Vicario se levantaba sobre la cabeza de los indios, co-
mo µna armaz6n fea y grande; y parecia estar .bi~n lejos, al ter-
mino de las cabezas de los indios que se extendian en toda la
pampa. Y ,de entre los lok' os que el sol quemaba; en el fuego
del cielo, de los tejados y de la tierra blanca de las calles; en
ese cielo limpio y cal<;leado, cantaban triste, sacudiendo el cora-
z.6n de toda la gente. los wakawak' ras de los ayllus, el turupuk·
llay del 28 en la tarde. Pareda que los toros del coso estaban
gritando; que el Misitu estaba abriendo toda su boca, y can ta·
ba al cielo, ~irando la cumbre de los cerros.
-jNos vamosl jQue se queden los hombres!
- j Sil l Vamos corriendo !
-1 De una vez !
-1 Larguense pues t cQue tan to hablan?
f50 YAWAR FIESTA

Los sefiores tambien no sabian que hacer. No querfan


pedir paso entre los indios; e iban reuniendose en la calle, tras
la esquina de la plaza, las familia~ principales del pueblo.
· -Ya va venir el Subprefecto con las autoridades y el
torero. Los guardias iendran que abrir cal!e. Varnes a esperar.

Por fin aparecieron, desviandose del gir6n Bolivar hacia


?ichk' achuri, las autoridades y el torero.
-1 Ya vienen! ·
Los mistis se reunieron para mirar a ese lado. Entoncee
1os indios tambien se movieron.
El torero venia en rnedio de las autoridades, su vestido
blanco brillaba desde lejos . .
-1 Que lindo ! I Parece dansak' !
Las senoras y los principales se animaron.
Venian. por el centro de la · calle. . .
-S6lo falta una band a. i Una marcha para el torero !
-(Que diran los inclios?
Cuando lleg6 el torero y las autoridades a la ultima ca-
llec-ita, los vecinos y las senoras aplaudieron, e hicieron campo
para que pasaran. El Cabo y los guardias se adelantar<m para
abrirles sitio entre la indiada.
T odos los indios voltearon para mirar la esquina.
- j Campo! i Campo! - gritaba el Cab<>.
Cuando apareci6 el torero, con su capa y su vestido de
luces, reverberando come la ropa de los santos y del Tankayllu,
los comuneros se revolvieron mas.
- j Campo! i Campo!
Machucandose, empujandose con furia, se arnmaron. Y
empezaron a entrar a la plaza las autoridades.
- j Cree estamos s~lvados ! i V _?lor lbarito ! j Val.or we-
rak' ocha ! - el estudiante Escobar y los del Centro "Lucanas" se
alegraron. Los indios miraban al torero: como si un lucero hu-
biera caido del cielo. Escobar y los chalos, togaban en su con-
ciencia: "1 lbarito; tu puedes hacer lo que solo un todopoderoso
haria ! i Esta tarde !''.
Y fueron avanzando. Don Demetrio, don Felix de la
Torre, don Jesus Gutierrez, don Policarpo Santos, don Greg,1rio
Castillo . . . todos los vecinos notables iban tras de las autoridaA
des, con sus senoras y sus nifias. Los del Centro "Lucanas", los
.

JOSE. MARIA AR<:;.UEDAS 151

mestizos y los j6v.e11es seguian a los principales. Los indios iban


cerrando1e y avanzando, tras de los misti<;. Buscaban afanosos
a don Julian y a don Pancho en la fila de los mistis.
-1 Campo l - mand6 el Sargento.
Los varayok' s, los corneteros y los capeadores tambien a-
brieron calle. Casi no habfa ya sitio entre la paerta de la plaza y l~s
varayok' s; habfan ido resbalando y empuj c.ndo a los guardias.
El torero y los del Centro "Lucanas" se quedaron bajo
los pafo:os; el Subprefocto y ]as autoridades subieron por la es-
calera de la derecha, a los palcos que habian arreglado con ban-
cas y sillas. Rodeando 'a est~s pakos, UB graderio de palos de
eucalipto, como de circo, de veinte filas, daba vuelta al resto de
la plaza; para los ·indios. El rue~o era ehico y redondo; en me-
dio, todavfa estaba removida la tierra, porque !os tenientes aca-
baban de rellenar ·el chocl6n que los indios habiari escarbado pa-
ra burladero, como had an en la plaza grande de Pichk' achurl.
Seis tablones dobles, clavados e11 la tierra, junta a las barreras,
servirlan de burladeros para el torero. .
-Es toda una placita de toros - dijo el Subprefecto.
-Si senor. La levanj.~ron en seis dfas, los de K' ayau
y Pichk' aclrnri.
Los vecinos y las autoridades foeron acomodandose en.
las sillas. De Ios pakos al ruedo habia poco mas de dos metros
de altura. .
Desde la plaza llegaba la bulla que los indios hadan, acer-
candose a la puerta del ruedo.
- i Ya I 1Sueltelos !
Entraron en trope] , corriendo.
-1Arriba!
Los varayok' s, los corneteros y los capeadores subieron ·
pnmero.
' - ·- 1Siga, sigal jKuchuman!
Lo~ tenientes los hicieron avanzar hasta el extremo, junto
a la palizada de sauces que separaban el graderio comun, de los
palcos; capeadores, corneteros y varayok' s se sentaron en fila.
de a uno, apoyandose en la barrera. Todos tenfan ropa nueva
completa, desde zapatos hasta sombrero. Tras de ellos se fue-
ron acomodando los comuneros de los cuatro ayllus y de los pue~
blos, machucandose bien, para no dejar campo. lban subien-
do a todos los graderfos; se sen ta ban y miraban, Suscando la cum-
hre de los cerros. T~dos los aukis podrian ver desde su altura;
,
.

152 YAWAR FIESTA

hasta el fondo del ruedo verian. Las mujeres de los k' ayaus y
de los pichk' achuris tambien entraron; como una faja ancba,
azul, roja y verde, segun el color de las rebozas y de las llikllas,
alegre se vela, entre la indiada, el sitio de las mujeres, desde la
barrera hasta el extremo alto del graderio.
Se llen6 la plaza, de canto. Parecia un ruedo oscuro de
indios, macizo y ancho, con ~u adorno en medio, por el color de
las rebozas.
Pero afuera, en el pamp6n del ayllu, se levant6 un grite-
rio que hizo asustar a los vecinos. El griterio fue dando la vuel-
ta a la plaz~; de todas part~s llegaba. Y corrian en tropel por
la pampa, junto al coso.
Se movieron los palos grandes de eucalipto, y por todas
partes empezaron a salir cabezas de comuneros, de atras, por en-
cima del ultimo graderio.
La puerta del ruedo estaba atracada de indios. Los guar-
dias y los tenientes gritaban, avisando que ya no habla sitio;
pero seguian empujando. Los que estaban todavia en la plaza,
afuera, corrieron, salieron a la pampa; midiendo, midiendo, co~
rretearon junto a las barreras, y empezaron a subir por los palos
grandes. Unos tras otros se agarraron a los troncos, para en-
trar a la plaza; pero los que subieron primero empujaron con los
pies a los otros. Se llenaron la pun ta de los palos. j Ya no ha-
bla por d6nd e I Y los guardias comenzaron a fuetear a los co-
muneros, en la puerta; los tenientes tambien arra caron palos de
las barreras, y ayudaron a los guardias.
-J F uera, fuera I I Bestias I
Los fuetes y los palos rajaban la cabeza de los indios. Los
civiles y los tenientes agarraban furia; cerrando los ojos tiraban
sobre los lok' os de los comuneros.
--<IF uera, guanacos !
Y los empujaron, los hicieron retroceder poco a poco; y
entre todos, guardias y tenientes, cerraron la puerta de la plaza.
Sudando, cansados, se pararon, apoyandose en la puerta.
Cuando vieron cerrada la puerta del ruedo, y llena la
plaza hasta la pun ta de las barreras; los que se quedaron en la
pampa corrieron, desde la puerta hasta la pared del c9so; de
alH regresaban, tropezandose; se paraban jun to a los palos grail-'
des, y miraban arriba.
-1 Papacito I I Nu pues !
Algunos empezaron a llor&r.
JOSE MARIA ARGUEDAS , 153

-1 Papacito !
Llamaban, como si se hubieran perdido; como si estuvie-
ran yendo, borrachos, al entierro de sus tl.ijos. La deses-
peraci6n les agarraba; mirando el extremo alto de las barreras,
corrian, regresaban, todos.
-rPapay! 1Ahistal 1Quidando!
· Se miraban; como si un repunte de aguacero hubiera su-
bido hasta el pueblo y se hubiera llevado sus casas, sus despen·
citas y el dinero que habian juntado; y se estuvieran mirando
asustados, tiritando, junto a la corriente.
-1 Papacito ! - se gritaban; corrian, buscando en las ba..
rreras .
.Miraban al tayta Pedrork' o, al Sillanayok'.
Y querian que se abriera la plaza para entrar y ver, para
mirar al dansak' extranjero peleando con el M"isitu.
Y cuando estaban correteando; de adentro de la plaza
se levant6 el canto de las mujeres; los wakawak'ras tocaron el
"Wak'raykuy", siguiendo al canto:

I Ay turullay turo 1Ay mi toro


wak' raykuyari cornea pues
sipiyku~ari mata pues
turullay turu ! toro torol

Ahi estaban, llamando ya, las mujeres de K' ayau y Pichk' ·


achuri; estaban cantando para el coraz6n del Misitu; pidiendo
misericordia; destemplando con el amargo de su canto el animo
de los sallk' as.

j Turullayturu 1Ay toro


wak,'raykunkichu como has ae cornear
sipiykunkichu como has de matar
turullay furu ! toro toro!

Oyen do el "Wak' rakuy", Ibarito empez6 a perder el ani-


mo.
-Senor Escobar: cno podrian taparles el hocico a esas
mujeres? Can tan, corno si estuvieran viendo ye. mi cadaver.
-No se puede, lbarito. Y no debe usted achicarse
asi. i Tornese un tragc !
YAWAR FIESTA

Pero el estudiante y los chalos perdian confianza.


El Misitu arranc6, araii16 todavia el suelo e hizo polvo con
sus patas en el prim.er salto.
lbarito lo esperaba .con su capa lista, y plantado, con su9
piernas firmes en el suelo. Levant6 la capa y el Misitu pas6 so·
plando jun to a su cuerpo. Pe.r o volvi6 ahi mismo; el torero lo
cape6 bi en todavia; pero a la otra vuelta, el Misitu se plan~6
junto al bulto, y bailando con sus patas traceras empez,6 a re ·
buscar tras de la capa. lbarito echo el trapo sobre la cabeza del
toro, y de tres saltos lleg6 al burladero y se ocult6 en las tablas.
El tor o revolvi6 el trapo con furia, lo pis6 y lo raj6 por todas
partes, como al cuerpo del layk' a.
- j Nu ct:irago !
- j Maula carago I
-iK'anra!
-1Atatau carago 1
Los capeadores gritaron desde las barreras.
-jYu k'ari! iYu k'ayau!
El K ' encho, el Tobias, el "Honrao" , el Wallpa ... se se •
fialaban, golpeandose el pecho con el pufio.
- 1Atatau k'ama! - . Y mostraban con el d edo el burla-
dero donde se habia metido el torero .
- j Maula ! J Mujerao !
En tonces el m ismo don Antenor, el Alcalde, grito• de r e-
pente, saltando de su asiento:
-jQue entre ~I " Honrao" , carajo!
-1Que entre el Tob ias ! - grit6 don Felix de la Torre.
- i Que entre el W all pa!
- j El K' encho ! •
Saltaron todos los capeadores. Y los corneteros to-
caron de nuevo, el 'Wak'raykuy " , en la voz mas gruesa.
-1K'encho!
-1Tobias, carajo!
-1No! 1El Wallpa!
El Wallpa corri6, como loco, derecho contra el Misitu.
Los guardias se acomodaron para ver, quitandose sitio entre ellos.
El Subprefecto no podfa hablar,. temblando, con los ojos duro'l,
miraba el ruedo .
El Mis~tu carg o sob re el W allpa. El k' ay<nl quit6 bi en el
cuerpo.
- i S6 carago ! j Misitucha !
JOSE MARIA ARGUEDAS
~19'1
~
El "Wak'rayklly .. opnm1a el coraz6n de todos los mistis.
.

Los capeadores y los varayok' s miraban, calculando, la cara de


las nifias y de los principales; buscaban el sitio par donde saldrla
el "dansak' " extranjero para torear al Misitu.
· La tierra blanca del iuelo, seca y dura, estaba quemante
ya, a esa hora; el sol empezaba a bajar hacia el abra de Pedrork' o:
su calor subia del suelo a los palcos y a las barreras, como re~
botando ·de la tierra seca.
El varayok" Alcalde de K' ayau se levant6 y d16 la sefiaJ
·al Regidor que estaba esperando la orden para hacer soltar a.}
Misitu. Ya sabfan, por los tenientes, que no habrfa enjalmas, ni
d-inamita, ni cohetes; ' que el turupukllay seria en silencio. Y ahl
estaban, en la puerta de la plaza, todos los civiles, mirando a los
indios, con sus rifles en las manos. .
Las mujeres se callaron. Entonces los corneteros comen~
zaron a to car el "J aykuy" , la entrada; en torio delgado.. coma-
canto de hierra, los wakawak'ras Uamaban, con voz de gente.
Los principales se levantaron para mirar la puerta de eJiltrada al
coso; los comuneros tambien miraban de frente el mismo sitio. En
el silencio del ruedo, el "Jaykuy" subia al cielo, como si toda la
gente que habia en la plaza estuviera cantando desp~cio.
Salt6 el Misitu, se fue de frente; pero con el griterio qui:!
sali6 de toda la plaza, sacudi6 su cabeza, y se qued6 en medio
del ruedo, con el cogote levantado, bien alto, apuntando hada
arriba con sus astas. Los capeadores se sacudieron, el K' encho,
el Tobias, el Wallpa, el "Honrao", sintieron que el coraz6n los
botaba; la sangre les quemaba desde la frente hasta los pies.
-J Carago Misitucha !
- i Carago ! j Yu mak' ta! 1K' ayau !
Y comenzaron a arreglar sus ponchos.
P~ro sali6 el torero por la p~erta donde hadan guardia
los civile~. Y todos los indios se pusieron de pie. El sol brillaba
en su vestido; con el pecho salido, arrogante, se sac6 el somb;ero
y salud6 a todos lados de la plaza.
_....l Bravo! - Los mistis se palmearon, aplaudienqo.
El Misitu se enderez,6 bien, h~cia el lado del torero. lb~.
1ito empez6 a acercarse al toro, cuidandose y midiendo.
- i Viva lbatito ! i Viva el gran torero !
-1Vi~a! .
Los chalos del Centro "Lucanas" gritaron fuerte.
H6 YAWAR FIESTA

Y se acomod6 de nuevo, retrocediehdo un poco. El Mi-


situ volte6 y cruz6 las as~as rozando la barriga .del in~io.
-1S6 maula! iK'anra!
Con cuidado, calculando, el Misitu lo }>ersigui6; el Wall-
pa cuadr6 todavia el poncho, pero cuando ya el toro lo rebusca-
ba de nuev~. regresando. .
- j Lo va a matar ! I Cofio ! - grit6 el torero.
Los otros capeadores se arrimaron mas al Misitu, llaman-
do a voz en cuello. Pero el Misitu· sahia, sigui6 tras el Wallpa.
El k' ayau vi-0 los cuernos arrimandose seguros a su cuerpo, y gri,.
t6 alto, c-on toda su fuerza:
- j Misitucha ! i Pierro I
Pero el sallk' a le encontr6 la ingle, le clav6 hondo su asta
izquierda. Ya el Wall pa ~staba pegado a la .barrera; los otros
capeadores , se habian arrimado hasta el sallk' a; y el "Honrao..
le jal6 del rabo. El Misitu se vblte6 . con furia, rajando la ca-
misa del Wallpa. El "Honrao" tir6 su poncho a la cara del to ..
ro; y mientras el sallk' a revolvia el poncho, los capeadores se
acomodaban para hacerle frente. El varayok' Alcalde de K' ayau
alcanzaba un cartucho de dinamita al Raura.
El Wall pa se had a el hombre todavia; se par6 diHcil, aga-
rrandose de la barrera, y templo SUS piernas para no derrumbarse.
Estaba frente al palco de los principales. Casi todas las nifias J!
los mistis lo estaban mirando. De repente se hincharon sus pan:
talones sobre sus zapatos gruesos de suela, y sali6 por la boca de
su wara, borbotando y cubriendo los zapatos, un chorro grande,
bien rojo de sangre; y empez6 a extenderse en ei suelo.
-<Ve usted, senor Subprefecto? Estas "son nuestras co..-
rridas. I El yawar punchay verdadero ! - le deda el Alcalde al
oido de la autoridarl.
.
I
VOCA•U&IRIO

Y(\.W AR.-Sangre.
"-katank'a.--Eacarabajo.
Ak'clii-A.ve de rapifia.
Allk'a.--Color del ganado vacuno, semejante al moro.
Allk'o.-Perro.
Allinlla.-De allin, bueno ; corresponde a bi~ no mu.
Ama.--No, negativo.
Anka.~avilan.
Ari.--Si, afirmativo.
Atatauya.-lnterjecci6n de as.co.
Atipanakuy.--Competencita; entte r:bansantes, en este caso.
Auki.-Per90naje sagra.do; principalmente las grandes montafiae.
Ayarachi.-De aya, cadaver ; canto funebre, o muy triate.
Ayataki.-De aya y de taki, canto4 Lo cantan en 1011 entierroa.
Aysay .-Jalar.
Comunkuna.-Traducci6n kechwa de comuoeros.
Cumun yaku.-Cumun, alteraci6n de comuq; yaku agua. Agua eomunal.
Curriyc.hik.-Palabra mixta; imperativo keohwa de correr.
Chakcharon.-De chakchay, inaeticar coca.
Chalukuna.-Plural de chalo. La terminaci6n kuna, hace el plural de laa
palabras kechwas.
Ch-aacha.-Perro pequefio.
Chilliko.-Alteraci6n kechwa de chaleco.
C.hiwako.-Zorzal.
Chumpi.-Cintur6n.
Chutay.-Jalar; en este caso esta en imperativo.
Danaak' .-Palabra mixta, de danzar; danzante.
Guanaco.--Eepecie parecida al de la llama. Se emplea como inaulto.
Guayruro.-Poroto de , color rojo y negro • e1 pueblo da este nombre a los
guardias civilee, por 1011 colorea del uniforme.
Huahua.--Criatura, niiio de corta edad .
lschu.-Paja, gramfnea que <:rece en. toda la puna.
i Ja caraya !.-lnterjecci6n de jubilo, de burla, de aorpreaa ..•
Jajayllas.-Interjecci6n kechwa, dt!l jubilo, de burla, de orgullo .••
Jatun.--Grande.
Jaykuy.-Entrar; el jaykuy, la entrada.
Kachaspari ..:.....1...0eapedida.
Kachariy.-Soltar.
K'alakuna.-Plural de k'ala, desnudo; loe indios le dan este n~mbre a los
blancoe.
'Kank'am.-Del verbo kay, haber. Va a hab'e r,
~58 YAWAR FIESTA

K'anra.--Sucio E.si el insulto kechawa mas despectivo.


K'apak'.-Poderoao. I ! 1
I ''
K'ari.-Hombre; se em plea como adjetivo, en lugar de valiente ; como
muy hombre. /
K'ayaucha.-Diminuto de k'ayau; la terminaci6n c:ha forma el diminutivo
de las palabras kechwas.
K'enwal.-De k'efiwa; uno de los pocos- arboles que crecen en la puna.
K'eulla.-Ave acuatica, de las\ lagunas de altura.
Killincho.-Cernicalo.
Kipi, o k'epe.-Atado. I
Kirkincbo.-lnstrumento de cuerda hecho con la concha de un animal I
que
tiene este nombre.
Kjswar.-Arbol de las quebradas del Peru.
K'ocha.-Laguna, Iago. .
Kucbuman.-De kuchu, rinc6n; quiere decir, al rinco)I.
Lambras.-Arbol de clima templado.
Lauta.-Alteraci6n kechwa de flauta.
Layk'a.-Brujo. I

Lek'les.-Ave acuatica de las lagunas de altura.


Liwi.-Arma arrojadiza; pequeiio cuerpo pesado al que se amarra una
: cuerda.
Lok' o.-Sombrero.
Lliklla.-Manta.
Llok'lla.-Avenida de las aguas de lluvia.
Machulaa.-Viejos.
Mak'mas.--Grandes dep6sitos de barro.
Mak'ta.-Joven.
Mak'tillo.-Diminutivo de mak'ta.
Mistis.-Plural castellano de mi:sti, nombre que dan los indios a los blan·
cos.
Mote.-Maiz cocido en agua.
Molle.-Arbol de clima templado.
Muchka.-Mortero.
Mulita.-En Lima se le llama al cu!lrto de botella.
Papay.-De la palabra castellana papa, y el posesivo wechwa y; mi papa, o
padre mfo.
Pasaychik.-lmperativo kechwa de) verbo castellano pasar.
Perduncha.-Diminutivo kechwa ·de perdon.
Pillko.-Cierto color del ganado vacuno.
Pinkullo.-Quena de gran tamaiio.
Piska.-Bolsa tejida o de cuero que emplean 'para llevar la coca.
Pukllay.-Juego, jugar.
Pukupuku.-Peq'l'e iia ave nocturna de lat puna; su canto es muy triste.
]05£ MARIA ARGUEDAS

Punchay.-Dia.
Puyiiu.-Dep6sito redondo de barro, 1irve para cargat' agua.
Raukana.-Instrumento de huello de vicufia, de los tejedores.
Rukana.-Nornl>re de una gran regi6n chanka; los espaiioles prcmunciaron
Lucana. · Hoy es una Provinci~ del Oepartamento de Ayacucho.
Runa.-Gente. Pu~nina; gente de la puna.
Sallka.--Salvaje; le Haman asi a todo11 los animale9 montaraces.
Sayaychik.-lmperativo del verbo kechwa sayay, parar.
Saywa.-Pequeiios monumel\to de .p iedra que levantan en las abras.
Sok'omJ>ur.o.-Cactus enano de la puna; en su pilosidad blanca se queda
el rocio durante muchas horas.
Tank,ayllu.-Mosca grande, de patas muy Jargas. Nombre de} dansak' .
Tantar.-Arbusto espinoso, de flor morada muy hermosa.
Tawantin.-De tawa, cuatro. Quiere decir entl'e las cuatro, o leis cuatro.
Taytay, taytakuna, taytaya, taytallaya.--,Derivados, mas expresivos de Tay-
taya, padre mio. T ayta, padre y el posesivo y.
Taya.-Arbusto recinoso, de ·color verde oscu ro, crece en Jag alturas.
Tinkay.-Ofrendar liguidos, .esparciendolos a l aire con los dedos.
Tinre.-Alteraci6n kechwa de tigre.
Turupukllay.-De toro y de\ pukllay, jugar. Jugada de toros.
Uiia werak'ocha.-Uiia, cria; werak'ocha, p alabra muy respetuosa equ1va•
lente a senor.
Usuta.--Sandalia.
Varayok'.-De vara, ~ el posesivo kechwa yok'. Enva rado, o el que tiene
vara: autoridad indigena.
Wak'ate.-Llor6n.
Wakawak'ra.-De waka alteraci6n kechwa de vaca, y wak'ra, cuerno.
Grandes in&trumentos de viento hechos de -cu e rno.
Wak'raykuy.-lmperativo del verbo wak'ray, cornear.
Wara.-Pantal6n.
Wauk'ey.-Hermano, mi hermano.
-'
Wayna.-Joven.
Wayno.-Canto y ba ile, el mas p refer ido y el mas caract eristico d~ toda
la musica india.
W~a..-Fue el Dios maximo de los inaks; ahora es una palabra
muy respetuosa equivalente a senor.
Yawarcha.-Di.r>Unutivo de yawar, san gre.

15006 ·

Del f\utor

"AGUA", cuentos.

"CANTO KECHW A", version castellana de can-


ciones populares en kechwa.

Cari.tula de Alicia Bustamante

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