Bianchi Cap IV
Bianchi Cap IV
Bianchi Cap IV
CAPITALISMO E INDUSTRIALIZACIÓN
En la segunda mitad del siglo XIX, el mundo se hizo capitalista y una significativa
minoría de países se transformaron en economías industriales. Hasta 1870, Inglaterra mantuvo su
primacía en el proceso de industrialización y su indiscutible hegemonía dentro del área capitalista.
La misma industrialización que comenzaba a generarse en el continente europeo amplió la
demanda de carbón, de hierro y de maquinarias británicas. La rama textil, minera y siderúrgica
experimentaron un notable progreso basado en la mayor mecanización de la producción
Incluso, la prosperidad permitía una mayor demanda de bienes de consumo procedentes de
Inglaterra. Esta primacía industrial estaba además complementada con el predominio en el
comercio internacional.
Sin embargo, la posición inglesa parecía amenazada. La misma “revolución industrial” había
desencadenado procesos de industrialización en un puñado de países europeos como Francia,
Bélgica, Alemania, a los que pronto se agregarían Estados Unidos y Japón. Eran sin duda una minoría
de países, en un mundo que continuaba siendo en su mayoría rural, pero sus efectos resultarían
notables.
En el caso de Alemania, favoreció el desarrollo de la industrialización un marcado intervencionismo
estatal.El objetivo era obtener una creciente autarquía económica y un eficaz poderío militar. El
Estado participó directamente en la construcción de las líneas ferroviarias, aseguró los instrumentos
jurídicos necesarios para la expansión de la gran empresa y subsidió el surgimiento de actividades
industriales consideradas estratégicas para la seguridad nacional.
La expansión del capitalismo transformado en un sistema mundial dejaba pocas áreas que no
estuvieran bajo su influencia.
El crecimiento de la población (por mejoras en la alimentación y en la higiene) y la introducción de
la mecanización en el campo generaba un excedente de mano de obra que no podía ser absorbido
por las tareas rurales. Y esto produjo un éxodo de población rural. Muchos emigraron al extranjero
-fue la época de las grandes oleadas migratorias a América y a Australia , pero también muchos
otros se dirigieron a las ciudades, donde la oferta de trabajo era creciente y los salarios superiores.
como señala Hobsbawm, las ciudades mismas se transformaban rápidamente convirtiéndose en el
símbolo indudable del capitalismo.
Aparecieron los "grandes almacenes" o "grandes tiendas" en París en 1850, que pronto se extendió
a otras ciudades como Berlín y Londres. El objetivo de estos "grandes almacenes" era que el capital
circulara rápidamente, se hacía necesario vender mucho, por lo tanto era necesario vender más
barato. Esto significó la ruina de muchos pequeños comerciantes e incluso de artesanos que todavía
habían podido sobrevivir. Pero antes que la ciudad, era el ferrocarril el símbolo más claro del
capitalismo triunfante. . Constituyeron un multiplicador de la economía global, permitieron unificar
mercados de bienes de consumo, de bienes de producción y de trabajadores.
Los ferrocarriles presentaron mejoras considerables en su construcción, los trenes para pasajeros
ganaron en confort: se diferenció entre los vagones de primera y segunda clase, en otra muestra de
separación social.
La construcción de ferrocarriles se vinculó estrechamente con el desarrollo de la navegación
marítima. Los ferrocarriles En América latina unían a las regiones productoras de materias primas
con los puertos que comunicaban con los países industrializados. También en Europa, las redes
ferroviarias terminaban en grandes puertos.
La navegación había sufrido cambios, se aplicaba el vapor, y los barcos aumentaron sus dimensiones
permitiendo transportar mayores volúmenes. Su construcción exigía grandes volúmenes de
capitales por los costos de producción, que indudablemente estaban fuera del alcance de los
armadores tradicionales que paulatinamente fueron desplazados. Estos fueron reemplazados por
empresas de nuevo tiempo que concentraban grandes capitales.
Estas transformaciones en el sistema de comunicaciones consolidaron el capitalismo y le otorgaron
una dimensión mundial.
Era un sistema de comunicaciones que no tenía precedentes en rapidez, volumen, regularidad e
incluso bajos costos.
Las redes que unía al mundo tendían a acortarse, en este sentido tuvo una importancia fundamental
el telégrafo.
. El telégrafo tuvo una indudable importancia política y económica. Permitía a los gobiernos
comunicarse rápidamente con los puntos más alejados del territorio lo mismo que permitía a los
hombres de negocios estar al tanto de la situación de los mercados y la corización del oro aun en
lugares muy distantes.
Pero al mismo tiempo el resultado era paradójico: cada vez iban a ser mayores las diferencias entre
aquellos países y regiones que podían acceder a la nueva tecnología y aquellas partes del mundo
donde todavía la barca o el buey marcaban la velocidad del transporte
La expansión del capitalismo industrial también estuvo estrechamente vinculado con una
aceleración del progreso tecnológico. Los "inventos" pasaban ahora desde el laboratorio científico a
la fábrica.
Y esta relación entre ciencia, tecnología e industria planteó una cuestión fundamental: los sistemas
educativos se transformaron en elementos esenciales para el crecimiento económico.
A los países que les faltase una adecuada educación masiva y adecuadas instituciones de enseñanza
superior les habría de resultar muy difícil transformarse en países industriales.
Ciencia y progreso se transformaron en dos conceptos fundamentales dentro de la ideología
burguesa.
La naciente economía capitalista, se vio sometida a crisis periódicas, de saturación del mercado por
el crecimiento desigual de la oferta y la demanda. De este modo, a los períodos de auge le sucedían
períodos de depresión en la que los precios caían dramáticamente e incluso muchas
Empresas quebraban. Eran crisis del capitalismo industrial que se imponía a toda la vida
económica. Sin embargo, parecía que las mismas crisis generaban los elementos de equilibrio:
cuando los precios volvían a subir, se reactivaban las inversiones y comenzaba nuevamente el
ciclo de auge. Así, las crisis eran percibidas como interrupciones temporales de un progreso que
debía ser constante.
Hacia los primeros años de la década de 1870, las cosas cambiaron, en Estados Unidos kilómetros
de líneas ferroviarias quedaron paralizadas por la quiebra, los bonos alemanes cayeron y hacia
1877, casi la mitad de los altos hornos dedicados a la producción de hierro quedaron improductivos.
La crisis tenía además un componente que preocupaba :su duración.
En efecto, en 1873 se iniciaba un largo período de recesión que se extendió hasta 1896 y que sus
contemporáneos llamaron la “gran depresión”.
Ante un mercado de baja demanda, los stocks se acumulaban, no sólo no tenían salida sino que se
depreciaban; los salarios, en un nivel de subsistencia, difícilmente podían ser reducidos; como
consecuencia, los beneficios disminuían aún más rápidamente que los precios. El desnivel entre la
oferta y la demanda se veía agravado por el incremento de bienes producidos como consecuencia
de la irrupción en el mercado mundial de aquellos países que habían madurado sus procesos de
industrialización. La edad de oro del capitalismo “liberal” parecía haber terminado. Y esto también
iba a afectar la política.
La crisis había minado los sustentos del liberalismo: las prácticas proteccionistas pasaron entonces
a formar parte corriente de la política económica internacional. Ante la aparición de nuevos países
industriales, la depresión enfrentó a las economías nacionales, donde los beneficios de una parecían
afectar la posición de las otras. En el mercado no sólo competían las empresas sino también las
naciones.
En el marco de las economías nacionales, las empresas debieron reorganizarse para adaptarse a las
nuevas características del mercado: intentando ampliar los márgenes de beneficios, reducidos por la
competitividad y la caída de los precios, la respuesta se encontró en la concentración económica y
en la racionalización empresaria.
En primer lugar En primer lugar, se aceleró la tendencia a una creciente centralización en la
organización de la producción. La producción aumentaba, mientras que el número de empresas
disminuía. Si bien el proceso no fue universal ni irreversible, lo cierto es que la competencia y la
crisis eliminaron a las empresas menores, que desaparecieron o fueron absorbidas por las mayores;
las triunfantes grandes empresas, que pudieron producir en gran escala, abaratando costos y
precios, fueron las únicas que pudieron controlar el mercado.
En segundo lugar, En segundo lugar, la concentración se combinó dentro de las grandes empresas
con políticas de racionalización empresaria. Esto incluía una modernización técnica que permitía
lograr el aumento de la productividad (y dar a la empresa un mayor poder competitivo). Pero
además la racionalización incluía la llamada "gestión científica" impulsada por F. W. Taylor. El
taylorismo se expresó en métodos que aislaban a cada trabajador del resto y transferían el control
del proceso productivo a los representantes de la dirección, o que descomponían sistemáticamente
el proceso de trabajo en componentes cronometrados e introducía incentivos salariales para los
trabajadores más productivos.
Los años que transcurren entre 1875 y 1914 constituyen el período conocido como la época del
imperialismo, en el que las potencias capitalistas parecían dispuestas a imponer su supremacía
económica y militar sobre el mundo.
Durante esos años, dos grandes zonas del mundo fueron repartidas entre las potencias más
desarrolladas: el Pacífico asiático y África.
También a América Latina llegaron las presiones políticas y económicas, aunque sin necesidad de
efectuar una conquista formal. Los Estados europeos parecían no sentir la necesidad de desafiar la
Doctrina Monroe: Doctrina que se expuso por primera vez en 1823 expresaba la oposición a
cualquier colonización o intervención política de las potencias europeas en el hemisferio occidental.
Dentro del marxismo, la interpretación clásica fue la formulada por Lenin: el imperialismo
constituía "la fase superior del capitalismo", y estaba referido a la baja de la tasa de ganancia por la
competencia creciente entre capitalistas.
Según Hobsbawm, la clave del fenómeno no se encuentra en la necesidad de los países capitalistas
de buscar nuevos mercados ni de nuevas áreas de inversiones, tal como sostenía la teoría clásica de
Lenin, la clave del fenómeno radica, desde la perspectiva de Hobsbawm, en las exigencias del
desarrollo tecnológico
Las minas abrieron el mundo al imperialismo, la nueva tecnología dependía de materias primas que
se encontraban ubicadas en lugares remotos, el motor de combustión que se desarrolló durante
este período necesitaba, petróleo y caucho, la industria eléctrica necesitaba del cobre. Oro,
diamantes y metales no férreos comenzaron a ser fundamentales para las aleaciones de acero.
El crecimiento del consumo de masas en los países metropolitanos significó la rápida expansión del
mercado de productos alimenticios, ese mercado se encontraba dominado por productos básicos
como cereales y carne. También comenzó a desarrollarse el mercado de los productos conocidos
desde hacía mucho tiempo como "productos coloniales" o de "ultramar": azúcar, té, café, cacao,
comenzaron a afluir los frutos tropicales. Las grandes plantaciones se transformaron en el segundo
gran pilar de las economías imperialistas.
Sin embargo, esto no impide desconocer la diversidad de condiciones y el pluralismo que reinaba en
la sociedad.
Por un lado, la gente "respetable", desde la pequeña burguesía hasta la más alta nobleza, que
admitía un código común donde se fundían los viejos valores aristocráticos y las nuevas virtudes
burguesas. Por otro lado, los excluidos, los trabajadores manuales. Y dentro de cada uno de estos
dos grandes sectores, m i l signos distintivos, símbolos y comportamientos separaban y definían a
las clases.
El mundo de la burguesía
La burguesía era indudablemente la clase triunfante del período, pero ¿es posible hablar de una
"burguesía" unida, coherente y consciente de su poder? Una parte de la burguesía se beneficiaba
con el desarrollo capitalista, ocupaba un lugar en las esferas dirigentes. Pero subsistía también una
burguesía tradicional, lejos del humo de las fábricas, en pequeñas ciudades de provincia, que vivía
de rentas y se mantenía en contacto con el mundo rural.
Si algo unificaba a la burguesía como clase, eran comportamientos, actitudes y valores comunes.
Entre los logros del mundo burgués de la segunda mitad del siglo X I X se encontraba el espectacular
avance de la ciencia, la ciencia podía constituirse en la base de un progreso indefinido, tenía la
capacidad para dar las respuestas a todas las incógnitas
¿Cuál era el papel que debían desempeñar las mujeres en el mundo burgués?
La familia burguesa era un tipo de estructura familiar que se consolidó en la segunda mitad del siglo
XIX: una autocracia patriarcal, apoyada en una red de dependencias personales, donde El ideal de
una economía lucrativa, el énfasis en la competencia individual el reclamo de libertades y de
oportunidades para el mérito y la iniciativa que proclamaban las burguesías liberales eran negados
sistemáticamente dentro del ámbito familiar.
El pater familia era la cabeza indiscutible de una jerarquía de mujeres y niños consolidada sobre la
base de vínculos de dependencia. Y la red culminaba en su base con los criados (la "servidumbre").
Pero la familia burguesa también cumplió otro papel. Se creaban verdaderas dinastías a través del
intercambio de mujeres vírgenes y dotes , alianzas que dominaron muchos aspectos de la historia
empresarial del siglo XIX.
Al considerarse en el mundo burgués que la ciencia era la clave de todo progreso y tenía la
posibilidad de dar todas las respuestas, durante este período, esta abatió la teología y además las
costumbres urbanas parecían alejarse de las prácticas y la moral religiosas.
Pero, las religiones persistieron. Entre la misma burguesía liberal comenzó a registrarse cierta
nostalgia por las viejas creencias. . Comenzaron entonces a surgir ciertos "sustitutos", como
complejos rituales laicos y nuevas formas religiosas, más acordes a los nuevos tiempos.
En el mundo burgués, comenzó a valorarse el papel tradicional de la religión como instrumento para
mantener en el recato a los pobres -y a las mujeres de todas las clases sociales- siempre proclives al
desorden. Las iglesias comenzaron a ser valoradas como pilares de la estabilidad y la moralidad
frente a los peligros que amenzaban el orden burgués.
Si bien era ya posible definir la situación de los obreros desde el punto de vista económico
(formación de un mercado de trabajo asalariado, concentración en grandes centros industriales,
trabajo disciplinado a m á q u i n a ) , desde una perspectiva social, muchos de los trabajadores aún
no podían ser incluidos estrictamente dentro de esa definición económica de la clase obrera.
Sin embargo, pese a la variedad de situaciones, las condiciones de vida tendían a uniformarse. La
clase obrera adquiría cada vez un perfil más definido. Pero esta uniformidad no impide distinguir
que la misma clase obrera distaba de ser una clase homogénea.
En la cúspide parecían ubicarse los obreros "especializados", aquellos capaces de fabricar y reparar
las máquinas, recibían un mejor pago, se encontraban en una mejor posición para "negociar" con
los patrones.
Muchos de ellos aspiraban obtener las condiciones de vida de la pequeña burguesía. Y, en efecto, la
prosperidad del período, la alfabetización y el desarrollo del sector terciario les permitió a algunos
conseguir, lo que era considerado un claro signo de ascenso social.
Por debajo se ubicaba la gran masa de los obreros y obreras de fábrica, con jornadas de trabajo de
15 o 16 horas diarias, con situaciones de trabajo precarias, bajo la amenaza de las periódicas crisis
de desempleo. Dentro de esta masa obrera, tanto en Francia como en Inglaterra, todavía se
registraba una fuerte presencia de mano de obra femenina e infantil
Eran quienes por su indigencia y su resignación podían aceptar cualquier trabajo, a cambio de un
salario irrisorio, muchas veces peones que trabajaban esporádicamente en la construcción de
ferrocarriles, en la excavación de las grandes ciudades, en la descarga de navios.
Pero, por esto mismo, cumplían un papel fundamental en el desarrollo del capitalismo industrial:
eran quienes, por su constante oferta de mano de obra barata, contribuían a mantener el bajo nivel
salarial.
Si bien en el mundo del trabajo las condiciones de vida eran difíciles, la prosperidad del período
tendió a mejorar relativamente estas condiciones.
H u b o progresos en la seguridad e higiene del trabajo, comenzó a disminuir el empleo infantil, la
jornada laboral tendió a reducirse, en parte por las presiones sindicales, pero también porque el
aumento de la productividad permitía que en un tiempo menor los obreros produjeran más.
También los obreros fueron empujados a esta conciencia común por formas de vida compartidas, no
sólo en el espacio de la fábrica o el taller sino fundamentalmente en espacios de sociabilidad por
ejemplo las tabernas.
En Francia, después de las revoluciones del 48, las organizaciones obreras habían quedado
estrictamente controladas. Algunas sobrevivieron como mutuales y sociedades de socorros mutuos,
aunque también es cierto que tras esta fachada se encontraban asociaciones de resistencia a los
empresarios.
En Alemania, hacia 1860, comenzaba a registrarse un nuevo brote socialista, constituido por los
obreros de las grandes empresas y los viejos artesanos.
En 1863, se fundaba la Unión de Asociaciones de Trabajadores alemanes que, algunos años más
tarde (1875), se habría de transformar en el Partido Obrero Socialdemócrata.
Pero no se trataba aún de un socialismo "revolucionario
En Londres, en 1864, se forma la Asociación Internacional de Trabajadores
La iniciativa surgió de algunos sindicalistas ingleses y de exiliados franceses.
Para los primeros, el objetivo era presionar a la burguesía apoyando huelgas de dimensión
europea; para los segundos, se trataba de lograr la emancipación de los trabajadores a través de
una primera etapa de educación política de las masas. De este modo, la Internacional reunió a
grupos de distintas vertientes e incluyó a Marx.
La Comuna de París fue una de las consecuencias de la guerra franco-prusiana, en la que Francia fue
derrotada por Prusia. La ciudad de París estuvo bajo asedio a manos de los alemanes durante varios
meses. Después del asedio, Francia y el Imperio Alemán hicieron las paces para la paz, pero el
ejército alemán entró triunfante a París e hizo una demostración de victoria, agregando insulto a los
problemas que ya existían.
El 1 de abril del año 1871, miles de soldados iniciaron un bombardeo en la ciudad, los obreros
trataron de resistir los ataques, sin embargo, el 21 de mayo de ese mismo año, las tropas armadas
de Thiers lograron ingresar a la ciudad, asesinando mujeres, ancianos, hombres y niños que
defendían al gobierno revolucionario.
Las aristocracias europeas, si bien en retirada desde 1830, conservaban aún una importante cuota
de poder.
Hasta la década de 1880 dieron la tónica en los círculos mundanos de París, Londres, Berlín o Viena
El poder de esta aristocracia se sustentaba, en parte, en su riqueza. La explotación de sus tierras
continuaba, en efecto, proporcionándole grandes rentas.
Pero también continuaban conservando una importante cuota de influencia política: en el mundo
rural ejercía un sólido poder.
En la segunda mitad del siglo XIX, la más poderosa e influyente de las aristocracias europeas era, sin
duda, la aristocracia inglesa. Era un grupo que había sabido adaptarse a la nueva situación, y que
había hecho un sitio a la alta burguesía, conformando poco a poco, una nueva élite dirigente que
asumió gran parte de las tradiciones aristocráticas.
La aristocracia alemana mantenía un cerrado espíritu de casta, desprecio por la burguesía industrial
y liberal, una actitud fuertemente conservadora en materia política y religiosa y gusto por el arte
militar. Y también era la que controlaba gran parte de los puestos de la administración imperial.
Controlaban una importante parte del suelo a donde habían podido introducir un verdadero
capitalismo agrario.
Pero si bien el poder efectivo de la aristocracia se había diluido después de 1830, continuaba
manteniendo una importante cuota de prestigio social. frente a crisis sociales , los nobles ingresaron
masivamente en las Asambleas nacionales elegidos por el sufragio universal. Hacia fines del siglo, de
sus filas se reclutaban oficiales y embajadores.
C o m o señala Palmade, resulta curiosa esta supervivencia aristocrática en el mundo burgués.
La burguesía experimentaba una especie de complejo de inferioridad frente a las jerarquías
heredadas del pasado, por lo tanto buscaba imitarlas e insertarse en ellas.
Tampoco hay dudas de que la aristocracia constituía una clase en retirada cuya influencia decrecía
paulatinamente hacia fines del período.
En la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, el mundo campesino continuaba siendo una sólida
realidad.
Pese a los años difíciles por la competencia extranjera, como entre 1870 y 1890, gracias a una
adaptación rápida y constante, a la cooperación y el crédito agrícola, el campesinado alemán resistía
y lograba sobrevivir.
Francia, era un país de campesinos -entre 1850 y 1880 constituían la mitad de la población activa,
hostiles a toda innovación. Entre ellos había muchos propietarios, pero también colonos o
arrendatarios instalados en las tierras de nobles o burgueses.
La mayor parte de los campesino, obtenía una renta inferior a la de los trabajadores urbanos en
términos monetarios.
Pero los campesinos obtenían alimento de sus huertos, consumían lo que producían, obtenían
madera en el bosque más próximo, satisfechos de no tener ningún patrón que dirigiese su trabajo.
En síntesis, frente a las transformaciones económicas y sociales que se vivían en Europa las clases
sociales del antiguo orden buscaban sobrevivir, pero pese a todas las resistencias, la expansión
capitalista cambiaba al mundo y consolidaba el apogeo de la burguesía.
Este programa comenzó a encontrar resistencias, estas resistencias y los mismos cambios que vivía
la sociedad no dejaron de impactar sobre un liberalismo que comenzó también a sufrir
transformaciones.
En los últimos decenios del siglo XIX, el liberalismo era el programa que se había impuesto en gran
parte de Europa occidental: se lo consideraba una fuerza progresista, la única con posibilidades de
éxito para desplazar a los resabios del tradicionalismo.
Pero en Europa occidental, las fuerzas conservadoras, que aún mantenían algunas posiciones de
poder, no dudaron en alinearse para atacar al liberalismo, considerado como una doctrina errónea y
peligrosa, que irremediablemente conduciría a la destrucción del orden social.
Pero este conservadurismo en retirada encontró algunas fortalezas desde las cuales resistir. Las
iglesias fueron una de ellas.
En 1864, el papa Pío I X había publicado el Syllabus, en el que se condenaban los errores modernos.
En el documento se enumeraba ochenta errores: entre ellos,
♥ el "naturalismo" - la negación de la acción de Dios sobre el m u n d o - ,
♥el "racionalismo" - e l empleo de la razón sin referencia a D i o s - ,
♥el "indiferentismo" -considerar equivalentes a todas las religiones-,
♥la "enseñanza secular", y
♥la "separación de la Iglesia y el Estado". Este era precisamente el liberalismo.
La Iglesia podía ejercer una influencia conservadora sobre la sociedad en la medida en que aún
mantenía ciertos controles, éstos eran ejercidos sobre todo a través de la familia burguesa.
Hacia la década de 1880, la Iglesia, bajo el embate de los liberales había perdido muchos de estos
controles: la enseñanza comenzó a secularizarse, el Estado fue el responsable de llevar los registros
de nacimientos, matrimonios y muerte.
Sin embargo los sectores del conservadurismo reacios a toda transacción con el mundo "moderno”,
le quedaban aún bastiones que les permitían salir en defensa de sus posiciones, el principal fueron
las fuerzas armadas.
Frente al avance del liberalismo el principal problema que se le planteó a la burguesía liberal fue
precisamente el de la democracia.
Las "masas", es decir, los "no respetables", la misma clase obrera, constituían un amplísimo sector
que cada vez más contaba en política, tarde o temprano, todos los sistemas políticos tendrían que
darles un lugar, esto era algo que aterrorizaba a los "respetables".
El problema radicaba en que el liberalismo, por un lado, carecía de reservas teóricas sólidas contra
los avances de la democracia y ofrecía argumentos muy pobres para negar derechos políticos, como
por ejemplo, el sufragio.
Se reconocía la necesidad de ampliar el derecho al voto, pero el problema que se planteaba era
¿hasta qué límite? Dentro de la masa, ¿cuáles eran los sectores que podían considerarse
"respetables" y cuáles eran las clases "peligrosas"?
Era tal vez posible movilizar a una pequeña burguesía a la que le era difícil decidir a quién temía
más si a los ricos o al proletariado. Indudablemente, la pequeña propiedad necesitaba igual defensa
que la gran propiedad frente a las amenazas del socialismo; los empleados de "cuello blanco"
necesitaban diferenciarse de los simples trabajadores manuales.
En la década de 1860, en casi todos los estados europeos se realizaron ampliaciones más o menos
significativas del derecho al voto.
Hacia 1873, únicamente la Rusia de los zares y el Imperio turco eran los únicos países que se
mantenían como autocracias, sin ninguna forma de participación política.
En la década de 1870, había habido una amplia extensión del sufragio - e n teoría, el sufragio
universal para los varones- en Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca.
En Gran Bretaña, las leyes de 1867 y 1883 cuadruplicaron prácticamente el número de electores.
En 1894, en Bélgica una huelga general para obtener la reforma electoral permitió que el número
de votantes de la población masculina aumentara.
Y esta ampliación del sufragio se debió a las carencias teóricas del liberalismo, a las presiones que
llegaban desde abajo y al hecho de que las burguesías necesitaban la "fuerza del número" porque si
bien confiaba en su riqueza, en su destino histórico y en ideas que eran los fundamentos de los
estados modernos representativos, necesitaban de los votos: necesitaban, movilizar a los "no
burgueses", a esas masas trabajadoras que constituían las mayorías.
El liberalismo se convirtió en una fuerza política considerable por su capacidad para movilizar
también a las capas más bajas de la burguesía y de los trabajadores manuales, en las primeras
décadas de este período, los liberales, partido clásico de las burguesías industriales y comerciantes
se mantuvieron en el poder, salvo interrupciones ocasionales, en Inglaterra, Holanda, Dinamarca,
Bélgica y Austria.
En este proceso de democratización, consideraban que el liberalismo debía ser adaptado a las
necesidades de la sociedad generada por la industrialización; consideraban además que este
reformismo atraería a vastas capas de la población y permitiría acabar con las supervivencias del
poder aristocrático.
Desde el liberalismo comenzó a conformarse una rama más democrática, que fue calificada como
radical, progresista, o reformista.
Muchos temían que la democratización condujera irremediablemente al reino del terror de las
masas. De allí que la burguesía liberal comenzara a mirar cada vez con más simpatía al
conservadurismo. Y en este proceso, el conservadurismo proveyó a un liberalismo cada vez más
conservador algunos conceptos políticos claves, entre ellos, el del nacionalismo.
El NACIONALISMO había sido un concepto que en sus orígenes se vinculaba con el liberalismo y la
democracia.
La idea de nación fue un factor aglutinante. C o n el declive de las comunidades reales a que estaba
acostumbrada la gente - la aldea, la familia, la parroquia, el barrio, el gremio-, la comunidad
imaginaria de la "nación" llenaba ese vacío. Esto indudablemente estuvo vinculado al fenómeno
característico del siglo XIX, de la "nación-Estado".
Era el Estado el que creaba la nación: era quien otorgaba la "nacionalidad".
Habiéndose debilitado los antiguos nexos sociales, el Estado debía mantener la cohesión creando
nuevos nexos de lealtad. Se multiplicaron los símbolos nacionales, la instrucción pública estatal, al
difundir la unidad lingüística e ideológica, se transformó en un agente indispensable de la
construcción de la nación.
Dentro de este clima de ideas, el antisemitismo comenzó a extenderse por toda Europa hacia la
década de 1880.
Hacia mediados de la década de 1890, Theodor Herzl iniciaba el movimiento sionista entre los
judíos, en nombre de un nacionalismo hasta ese momento desconocido.
Desde 1899, Acción Francesa (movimiento político francés, para quienes la nación era el valor
supremo), propiciaba la creación de un Estado corporativo de carácter autoritario, basado en una
idea monárquica de matriz clerical, mientras difundía una ideología de fuerte atracción emocional,
donde las denuncias sobre la "decadencia burguesa" se confundían con la apología de un militante
nacionalismo.
Mientras entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX se conformaba la derecha que
constituiría la principal amenaza al liberalismo y la democracia, también dentro de la izquierda se
agrupaban contrincantes en un número cada vez más considerable.
Había, excepciones en España, Italia y Rusia, es decir, sociedades con un fuerte componente rural y
escaso desarrollo industrial, el "socialismo científico" de M a r x y Engels, de allí la persistencia del
anarquismo.
También Inglaterra constituyó un caso aparte: tras la derrota del cartismo, la orientación del Partido
Laborista, fundado hacia fines del siglo: política social reformista en el marco del sistema
parlamentario y apoyo recíproco entre partido y sindicatos.
Fue un socialismo de tipo marxista el que se impuso en el continente. Y en este proceso cumplió un
papel importante la socialdemocracia alemana.
En 1890, el Partido Socialdemócrata alemán había adoptado un programa, redactado por Karl
Kautsky, su principal ideólogo, que se ajustaba a los principios del marxismo.
El programa declaraba que "la transformación de la propiedad privada capitalista de los medios de
producción en propiedad colectiva" era la condición necesaria para la liberación "no sólo del
proletariado, sino de toda la humanidad".
Incluso en Rusia, también se organizaba, en 1898, bajo la dirección de Plejanov, el Partido Obrero
Socialdemócrata ruso, en la más absoluta clandestinidad e ilegalidad.
La cuestión que se planteó fue precisamente, ¿hasta qué punto esa política reformista propuesta
por la socialdemocracia no implicaba colaborar con gobiernos "burgueses", es decir, con
gobiernos que se encontraban en manos de los "enemigos de clase"?
El conflicto estalló abiertamente en Francia, cuando el jefe del Partido Socialista, Alexandre
Millerand, aceptó una cartera ministerial en el gobierno de Waldeck-Rousseau, lo calificaron de
"traidor" a la clase obrera.
La posición "evolucionista" que mantenía la socialdemocracia, junto con la negativa a actuar junto
con otras fuerzas políticas conducía a un "inmovilismo".
Huelgas generales cada vez más amplias habían sacudido a varios países europeos a comienzos del
siglo XX.
Rosa Luxemburgo, fue una de las principales defensoras de la huelga general como método de
lucha, huelgas espontáneas, de amplitud e intensidad cada vez mayores, provocarían la caída de la
sociedad burguesa permitiendo instaurar la "dictadura del proletariado".
Esta división dentro del socialismo ruso dio origen a la denominación de los partidarios de Lenin,
bolcheviques (mayoría) y mencheviques (minoría). Comenzaba así un nuevo ciclo para la izquierda
socialista.
LA UNIDAD ITALIANA
El Congreso de Viena, al rehacer el mapa de Europa, había formado en Italia siete estados distintos
que conformaban bloques de distintas tendencias.
♠El reino lombardo-veneciano, los ducados de Parma y Módena y el gran ducado de Toscana se
encontraban bajo la influencia directa e indirecta de Austria
♠en el centro de la península, los estados pontificios mantenían sus antiguos territorios bajo la
soberanía absoluta del Papa,
♠en el sur, una rama borbónica había obtenido nuevamente el Reino de las Dos Sicilias.
Únicamente el REINO DE CERDEÑA, integrado por Piamonte, Saboya, Genova, Niza y la isla de
Cerdeña, en manos de una dinastía italiana, mantenía su autonomía en medio de difíciles
circunstancias.
Tras los sucesos del 48, el reino de Cerdeña había adquirido una fisonomía distinta: se presentaba
como un Estado auténticamente liberal e italiano.
El rey Carlos Alberto había establecido un sistema constitucional de monarquía limitada, que fue
mantenido por su hijo y sucesor Víctor Manuel II. De este modo, la dinastía de los Saboya se
transformó en el baluarte del liberalismo italiano que aspiraba a la unidad.
En 1859, Austria declaró la guerra al reino de Cerdeña, los austríacos fueron derrotados por los
ejércitos sardo-franceses
En muy pocos días, Víctor M a n u e l II había logrado incorporar a su reino a Toscana, Parma y
Módena.
Mientras una serie de plebiscitos confirmaban la decisión de los estados del centro de Italia - M ó d
e n a , Parma, Florencia y B o l o n i a - de permanecer anexados al reino sardo y otros consagraban
la decisión de entregar N i z a y Saboya a Francia, como precio por la ayuda recibida anteriormente,
se reiniciaron las acciones militares.
Desde Sicilia, José Garibaldi (militar italiano) iniciaba una audaz campaña que le permitió ocupar el
reino de Napóles.
Desde el norte, el ejército sardo inició operaciones que le permitieron apoderarse de los estados
pontificios, con excepción de Roma, hasta unirse con las fuerzas de Garibaldi.
Poco después, mediante plebiscitos, la Italia meridional y los estados papales resolvían anexarse al
reino de Cerdeña.
Sin embargo aún quedaban problemas para concretar la unidad de Italia, y el principal era el
planteado por la posesión de Roma, residencia del Papa.
El 20 de septiembre de 1870 las tropas italianas ocupaban Roma y establecían allí la capital del
reino, mientras el papa Pío IX se atrincheraba en los palacios del Vaticano declarándose a sí mismo
"prisionero del Reino de Italia".
En 1929,el Papado firmó con el gobierno de Mussolini los Tratados de Letrán que constituyeron un
pequeño Estado independiente, la C i u d a d de Vaticano.
LA UNIDAD ALEMANA
En Alemania, los movimientos liberales y nacionalistas de 1830 y 1848 habían fracasado, sin
embargo, también en la segunda mitad del siglo XIX Alemania concretó su camino hacia la
unificación, aunque en este caso por vías alejadas del liberalismo.
Después de 1815, el territorio alemán había quedado dividido en numerosos estados que se
agrupaban en una confederación presidida por Austria. Entre ellos se destacaron, por su
importancia económica y política, Austria y Prusia.
Desde principios del siglo XIX se inició un proceso de organización de un Estado nacional en
Alemania.
El primer paso hacia la unificación del país tuvo un carácter económico y fue impulsado por Prusia,
que alentó la formación de un mercado único y la supresión de la multitud de fronteras que
separaban a los diversos Estados alemanes
En 1819 organizara el Zollverein o Unión Aduanera, sobre cuya base se afianzó la unidad entre
diversos estados que pronto comenzaron a reconocer la hegemonía prusiana.
En 1861, llegó al poder Guillermo I, Estaba convencido, de que esa unidad sólo podría lograrse por
la fuerza ya que era necesario neutralizar a Austria y para ello su principal objetivo fue la creación
de un ejército poderoso y bien organizado.
Dadas las resistencias internas que se levantaban contra sus planes, Guillermo I recurrió al barón
Otto von Bismarck, a quien designó canciller, este último enemigo acérrimo de todo liberalismo y
dispuesto a arrasar con las conquistas políticas que se habían introducido en Prusia , elaboró los
instrumentos de acción para la ejecución de los planes políticos.
Las guerras contra Dinamarca Austria y Francia fueron las vías por las que Prusia extendió sus
territorios y aseguró su hegemonía.