Miedo
Miedo
Miedo
Miedo
Detalle de Jinete sin cabeza
persiguiendo a Ichabod Crane,
El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la
percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria
que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo
que incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además, el miedo está
relacionado con la ansiedad.
En la actualidad existen dos conceptos diferentes sobre el miedo, que corresponden a las dos grandes
teorías psicológicas que tenemos: el conductismo y la psicología profunda. Según el pensamiento
conductista, el miedo es algo aprendido. En el modelo de la psicología profunda el miedo existente
corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.
Desde el punto de vista neurológico, el miedo es una forma común de organización del cerebro
primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el
lóbulo temporal.
Desde el punto de vista psicológico, el miedo es un estado afectivo, emocional, necesario para la
correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad, ya que el individuo
puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la
organización social. Se puede, por tanto, aprender a temer objetos o contextos, y también se puede
aprender a no temerlos. Se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo,
miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos
elementos de la cultura.
Desde el punto de vista evolutivo, el miedo es un complemento y una extensión de la función del
dolor. El miedo nos alerta de peligros que no nos han ocasionado algún dolor, sino más bien una
amenaza a la salud o a la supervivencia. Del mismo modo que el dolor aparece cuando algo nocivo
ataca nuestro cuerpo, el miedo aparece en medio de una situación en la que se corre peligro.
Para algunos, el miedo en el ser humano no guarda ninguna relación fisiológica (como reacción de
alerta), sino que es un producto de la conciencia, que expande nuestro nivel de conocimiento.[1]
El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro,
concretamente en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular acciones esenciales para la
supervivencia, como comer y respirar, y en el sistema límbico,[2]que es el encargado de regular las
emociones, la lucha, la huida, la evitación del dolor y, en general, todas las funciones de conservación
del individuo y de la especie. Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda
la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala
cerebral, que controla las emociones básicas, como el miedo y el afecto, y se encarga de localizar la
fuente del peligro. Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su
respuesta puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización. Se ha encontrado que la sensación de
miedo está mediada por la actuación de la hormona antidiurética (o vasopresina) en la amígdala
cerebral y que la del afecto lo está por la de la hormona oxitocina, también en la amígdala.
[cita requerida] Está en estudio un antagonista selectivo de la hormona antidiurética, el compuesto
SSR149415, que bloquea la sensación de miedo social —miedo hacia otros animales de la misma
especie— pero no otros tipos de miedo. Los fármacos que bloquean el miedo social por antagonismo
de la vasopresina es posible que nunca se comercialicen dadas las funciones, biológicas y de otros
tipos, que tiene tal tipo de miedo en el funcionamiento de las sociedades animales incluida la humana
(cabe destacar que el etanol inhibe la producción de vasopresina). Se han llevado a cabo estudios con
resonancia magnética de la amígdala cerebral y han encontrando datos que indican que los llamados
psicópatas sociales sufren atrofia de las amígdalas cerebrales, lo que les provocaría la pérdida del
miedo social y del afecto que les caracteriza. Cabe señalar que el miedo al daño físico provoca la
misma reacción que el temor a un dolor psicológico.
La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero esto no sucede en humanos
(que a lo sumo cambian su personalidad y se vuelven más calmados), en los que el mecanismo del
miedo y la agresividad es más complejo e interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema
límbico.
Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales (encargados de
cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente. Durante un ataque de
pánico[3]la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos —como el
ritmo cardíaco o la presión sanguínea— son interpretados por el sujeto como una confirmación de la
realidad de la amenaza, se produce una retroalimentación del miedo, que impide una ponderación del
auténtico riesgo. Esto sucede, especialmente, en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz
de prestar atención a otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.
Otro estudio sobre lo que provoca miedo en una persona, realizado por un equipo de investigadores
alemanes del hospital universitario Charité de Berlín, y conducido por el psiquiatra Andreas Heinz,
demostró la relación entre la dopamina y la sensación de miedo.[5]Este estudio demostró que la
dopamina, una sustancia neurotransmisora, estimula o frena la actividad de las células nerviosas en el
cerebro. En este estudio se descubrió que la presencia de poca dopamina en algunas áreas del cerebro
provoca la interrupción o trasformación de la comunicación entre las células nerviosas. Las personas
con una elevada concentración de dopamina en la amígdala cerebral, área en el cerebro que participa
en el procesamiento emocional, reaccionaron con más miedo y estrés que aquellas personas con una
menor concentración de dicha sustancia.
Además, se concluyó que hay otro factor que influye en las sensaciones de miedo: la comunicación
existente entre la amígdala cerebral y el cíngulo anterior, otra región cerebral. Ambas están
interconectadas a través de fibras nerviosas. Estas regiones se comunican cuando la persona percibe
algo negativo. Cuanta más comunicación hay entre ambas regiones, menos miedo sentían las personas
afectadas; en cambio, las personas en las que se produce poca comunicación entre estas regiones
sienten más miedo.
Consideraciones jurídicas
En la medida en que el miedo puede restar autonomía decisoria al sujeto, llega a ser un eximente de
responsabilidad. El derecho romano estableció en el 79 a. C. (mediante una innovación jurídica
introducida por un pretor llamado Octavius) la acción metus causa ('por causa del miedo') como
eximente de responsabilidad.[6]En las Siete Partidas (Part. 7, tít. 3.3, ley 7) se establece en el derecho
castellano la invalidez de pleitos o declaraciones realizados bajo miedo, y el derecho actual determina
que el miedo es causa eximente de responsabilidad criminal. Para el caso del moderno derecho
continental, y en concreto para el español, por ejemplo, se establece lo siguiente:
Están exentos de responsabilidad criminal (...) el que obre impulsado por miedo insuperable.
Código Penal español, Art. 20.6 (vigente desde el 24 de mayo de 1996)[7]
Si bien la doctrina española no aclara de forma unánime qué naturaleza jurídica tiene la eximente del
miedo insuperable, es opinión generalizada que se basa en el «principio de no exigibilidad de otra
conducta», y en ocasiones se vincula a la legítima defensa. Se especifica que el miedo puede no ser el
único motivo de la conducta ilícita, pero sí ha de ser motivo preponderante. La jurisprudencia del
Tribunal Supremo español en ocasiones (y de manera excepcional) no acepta la eximente de miedo
insuperable en ciertos delitos de acción (al entender que quien actúa lo hace habiendo superado el
miedo), y no exige, en cambio, que el peligro sea real (pues puede ser imaginario) ni inminente.[8]Lo
mismo ocurre en el derecho civil y en el canónico católico, en los que el defecto del consentimiento
por miedo es, por ejemplo, causa de nulidad matrimonial.[cita requerida]
Terminología
Claustrofobia, fobia a los
espacios cerrados.
Según el diccionario de la Real Academia Española (DRAE),[9]el miedo es la «angustia por un riesgo
o daño real o imaginario». El vocablo procede del latín metus, que tiene significado análogo. Como
todas las emociones, admite graduación. Así pues, el Diccionario ideológico de Julio Casares establece
algunos términos asociados, como temor, recelo, aprensión, canguelo, espanto, pavor, terror, horror,
fobia, susto, alarma, peligro o pánico.[10]
Uno de los primeros testimonios del uso de esta palabra en castellano escrito, según el Diccionario de
autoridades, se encuentra en la obra legislativa conocida como las Siete Partidas:
…e de tal miedo e de otro semejante fablan las leyes de nuestro libro cuando dicen que pleito o
postura que home face por miedo non debe valer.
Partida 7, título 3.3, ley 7
José Antonio Marina y Marisa López Penas, en su Diccionario de los sentimientos, analizan las
relaciones que se pueden establecer entre distintos vocablos de un mismo campo semántico emocional,
lo que nos permite conocer su matización y su gradación. Riesgo (del latín resecare, 'romper un risco
el casco de una embarcación') y peligro (de la raíz indoeuropea per-, 'ir hacia delante', 'penetrar en
algún sitio') son palabras relacionadas con el miedo. Temor es el miedo a algo que se piensa que ya ha
sucedido y aprensión es la aversión a tocar algo. Canguelo (miedo breve) procede del caló y significa
originariamente 'apestar', y se relaciona con el aflojamiento de esfínteres que produce el miedo.[11]La
gradación del miedo en la lengua castellana, según estos autores, comienza con el miedo intensivo, la
fobia, el terror y el pavor (este último del indoeuropeo peu-, 'golpear', de donde proceden también
pavura y espanto). El pánico es el miedo sin fundamento, colectivo y descontrolado (palabra derivada
del nombre del dios Pan, y se refiere al miedo a los ruidos perturbadores de la naturaleza). Existe
también un miedo breve y súbito, procedente de una causa pequeña: el susto (procedente del
portugués), y también la alarma (que significa, etimológicamente, 'a las armas').
La lingüística comparada permite reconocer las diferencias de vocabulario emocional entre culturas.
En francés,
peur es la inquietud por la presencia de un peligro, crainte es una peur fuerte, terreur es una
crainte grande y profundo, panique es un terreur súbito y sin fundamento, épouvante es un
terreur grande, frayeur es una épouvante causada por la imagen del mal (...), effroi es una
frayeur grande (...).
Marina Torres y López Penas, 2001, p. 248
En alemán se emplean las palabras Furcht ('miedo'), Sorge ('preocupación') y Bammel ('ponerse
nervioso'). El término quizá más empleado, Angst ('miedo' o 'angustia' en alemán y otras lenguas
germánicas), de ocho siglos de antigüedad, proviene de la raíz indogermánica anghu- ('restricción'), y
evolucionó en la palabra del antiguo alto alemán angust, que conservó el significado de restricción, al
igual que la palabra latina angustia, con el mismo origen etimológico. La palabra Angst se extendió al
inglés angst, donde se emplea con el significado de miedo existencial o para referirse a una ansiendad
intensa en lugar de la palabra anxiety. Se usa, por ejemplo, en la expresión angst-ridden ('estar
dominado por el miedo'). El término fue probablemente importado al inglés por George Eliot en 1849.
La escasa variación de significados entre lenguas cercanas indica que el miedo es un sentimiento
universal. Pero la antropología y la sociología muestran que el miedo tiene una modulación cultural, lo
que se analizará en otro apartado de este artículo.
Durante el siglo XIX, los temores relacionados con la muerte inminente estaban estrechamente
vinculados a los miedos acerca de cualquier tipo de vida después de la muerte eventual, así
como relacionados con la inquietud sobre el diagnóstico correcto del deceso (o dicho de otra
manera: que condujera a un entierro prematuro). En nuestro tiempo, por el contrario, tendemos
a preocuparnos mucho más sobre el hecho de que nos obliguen a permanecer vivos más de lo
debido (denegándonos la oportunidad de «morir con dignidad»). Es el personal médico, en vez
de los clérigos, el que preside cada vez más sobre el terror a la muerte. Los debates actuales
sobre la eutanasia y la muerte asistida están relacionados con estos cambios.
Joanna Bourke[13]
Esta investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo son los medios de información
de masas, pero, en todo caso, se precisa de la credulidad de la sociedad para que el pánico estalle. Tras
estudiar los archivos históricos, la autora muestra cómo entre 1947 y 1954 estalló un pánico colectivo
ante el abuso sexual de niños,[13]pese a que los periódicos llevaban años publicando ese tipo de
noticias. Otro caso estudiado por la autora es el pánico colectivo desatado por la retransmisión de La
guerra de los mundos por Orson Welles en 1938, cuando una ficción radiada sobre un ataque
alienígena a la Tierra desató la alarma entre los estadounidenses. La autora recuerda que el precedente
de ese experimento (una emisión equivalente de la BBC realizada por Ronald Knox en 1926, con
idénticos resultados de miedo colectivo en el Reino Unido) fue olvidado, tal vez por un posterior
sentimiento de vergüenza colectiva:
(...) la ola de pánico que Welles causó a través de la radio ha eclipsado la que ocasionó Knox.
Después de todo, más de un millón de estadounidenses se vieron afectados durante la última
ola de pánico (muchos más que en 1926). De todas formas, existía además otra razón: en 1926,
había un palpable sentimiento de vergüenza: todos querían olvidarse del hecho tan pronto
como fuera posible. En Estados Unidos, por el contrario, aunque se pudiera hablar sobre la
vergüenza, otros grupos dentro de la sociedad se sirvieron en muchos sentidos del pánico para
reafirmar su propio estatus (superior). Los sociólogos se vieron involucrados, preparando
elaboradas teorías sobre la psicología de multitudes. Se dio una profesionalización del pánico
en 1938 que no existía en 1926.
Joanna Bourke[13]
La profesionalización de los provocadores del miedo es así una característica de nuestra época, según
Joanna Bourke:
A pesar de que solo 17 personas perdieran la vida a causa de actos terroristas en Estados
Unidos entre 1980 y 1985, el periódico The New York Times publicó un promedio de 4 artículos
sobre el terrorismo en cada edición. Entre 1989 y 1992, solo 34 estadounidenses murieron
como consecuencia de actos terroristas en el mundo, pero más de 1 300 libros fueron
catalogados bajo el rubro de «Terroristas» o «Terrorismo» en las bibliotecas estadounidenses.
Joanna Bourke[14]
La autora concluye que el miedo es también un arma de dominación política y de control social. Son
diversos los autores que denuncian el uso político del miedo como forma de control de la población,
haciéndose hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.[15]
El miedo en el arte
El puente levadizo, de Piranesi.
La presencia del miedo en el arte es ubicua. Tal es así que constituye un género narrativo por sí mismo
(cuentos de miedo, novelas de terror)[17]ampliamente cultivado sobre todo a partir del siglo XIX por
autores de inspiración romántica como Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft o incluso Gustavo
Adolfo Bécquer. La literatura ha generado personajes específicos para retratar el terror y el miedo,
como Drácula o el monstruo de Frankenstein. Es también un género cinematográfico (el cine de
terror). La escultura occidental, especialmente la medieval con sus interpretaciones del apocalipsis, ha
elevado el miedo a categoría de arte. La pintura, especialmente la contemporánea, ha retratado las
angustia del ser humano moderno. Un ejemplo conocido es el del pintor expresionista Edvard Munch
en su emblemático cuadro El grito,[18]aunque los ejemplos se podrían multiplicar a casi todas las
épocas, como en el caso del Bosco, Brueghel o las obras de Piranesi.
Miedo y sociedad
El miedo es una característica inherente a la sociedad humana: está en la base de su sistema
educativo[19](que, como expuso de manera radical Skinner, en buena medida se define por el esquema
básico del premio y del castigo) y es un pilar del proceso socializador.[20]Buena parte del sistema
normativo se fundamenta en el miedo, como muestra el derecho penal.
Desde el ámbito de la sociología, el miedo se ha identificado como una de las características de la
sociedad posmoderna. Ulrich Beck la denomina Risikogesellschaft ('sociedad del riesgo') en la medida
en que es ahora el momento en que por primera vez la especie humana se enfrenta a la posibilidad de
su propia destrucción y extinción.[21]
Miedo y religión
El miedo a la enfermedad, a la
pobreza, a la guerra y a la
muerte están presentes en la
iconografía apocalíptica
tradicional. Los cuatro jinetes
del Apocalipsis, grabado de
Durero (1497-1498).
La Torá hace mención al miedo en su primer libro Bereshit. En concreto, el miedo se convierte en
atributo humano por causa del plan divino:
Y llamó Dios, el Eterno, preguntándole: «¿Dónde estás?». Y respondió: «He oído tu voz en el
huerto, y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso, me escondí».
Génesis 3:9-10
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso, el temor de Dios y cada una, desde
el judaísmo[22]hasta el islam,[23]han desarrollado su particular teología al respecto. Cabe destacar que
ciertas religiones recurren a adoctrinar en el período de aprendizaje infantil con amenazas de
sufrimiento infinito y eterno si no se cree en sus postulados y si no se cumplen sus normas. Otras
religiones, como el budismo, se fundamentan directamente en la necesidad de evitar el dolor y el
sufrimiento, y por tanto, de manera indirecta, tienen una especial relación con el miedo.[24]
Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león.
—Proverbios 28:1
Por otro lado, está el temor benigno, un temor reverente, que incluye el respeto y la obediencia:
Véase también
Ataque de pánico
Terror
Angustia
Sentimiento
Emociones
Fobia
Referencias
1. ↑ Useche, Oscar (2008). «Miedo, seguridad y resistencias: el miedo como articulación
política de la negatividad». Polis, Revista de la Universidad Bolivariana (Chile) (19).
ISSN 0717-6554. Consultado el 2 de mayo de 2018.
2. ↑ «Fisiología Del Miedo y La Ansiedad – ¿Por Qué Sentimos Miedo?». Mi Superación
Personal. Archivado desde el original el 25 de mayo de 2009. Consultado el 5 de
septiembre de 2009.
3. ↑ «Dinámica de un ataque de pánico». Viam. Archivado desde panico.htm el original el 3 de
marzo de 2007.
4. ↑ http://www.solociencia.com/medicina/05102410.htm
5. ↑ Usi, Eva (3 de noviembre de 2008). «La dopamina en el cerebro determina el miedo y la
valentía». DW.
6. ↑ «Formation de la théorie générale des obligations» (en francés). Archivado desde el
original el 30 de noviembre de 2006. «1°.- La violence».
7. ↑ Jefatura del Estado (24 de noviembre de 1995). «Ley Orgánica 10/1995, de 23 de
noviembre, del Código Penal». Boletín Oficial del Estado.
8. ↑ Cerezo Mir, 2001, p. 139.
9. ↑ Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. «miedo».
Diccionario de la lengua española (23.ª edición).
10. ↑ Casares, 1982, p. 423.
11. ↑ Marina Torres y López Penas, 2001, p. 247.
12. ↑ Lutz, 1988, citado en Marina Torres y López Penas, 2001, p. 251.
13. ↑ Saltar a: a b c OConnor, Michael (2004). «Historia del miedo – Una entrevista con la
catedrática Joanna Bourke». Thee Monkeys Online.
14. ↑ Bourke, Joanna (2007). Fear: A Cultural History (en inglés). Counterpoint. p. 365.
ISBN 978-1593761547. Citado en OConnor, Michael (2004). «Historia del miedo – Una
entrevista con la catedrática Joanna Bourke». Thee Monkeys Online.
15. ↑ Cornet Prat, Joan (17 de diciembre de 2002). «Inseguridad ciudadana: la psicología del
miedo». Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya. Archivado desde el original
el 8 de junio de 2008.
16. ↑ Lindquist, 2002.
17. ↑ Bravo, Víctor (2005). «El miedo y la literatura». Anales de literatura hispanoamericana
(34): 13-17. ISSN 0210-4547.
18. ↑ «El Grito de Munch». Universidad Complutense de Madrid.
19. ↑ Burbano, Lida. «Teoría del aprendizaje». Monografías.com.
20. ↑ Fresina, Alberto E. «Funcionamiento de los impulsos». Teoría de Psicología: Las Leyes
del Psiquismo. Archivado desde el original el 8 de diciembre de 2006.
21. ↑ Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. «Ulrich Beck». InfoAmérica.
22. ↑ Ribco, Yehuda (2002). «Temor de Dios». Ser Judío.
23. ↑ «Temor de Dios». Into The Light. Archivado desde el original el 28 de septiembre de
2007.
24. ↑ «Cómo tratar con el miedo». Editorial Tharpa. Archivado desde el original el 30 de
diciembre de 2006.
Bibliografía
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Barcelona: Gustavo Gili. ISBN 84-252-0126-8.
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Lindquist, Sven (2002). Historia de los bombardeos. Madrid: Turner. ISBN 84-7506-539-2.
Lutz, Catherine (1988). Unnatural Emotions: Everyday Sentiments on a Micronesian Atoll
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Marina, José Antonio; López, Marisa; Torres, Marina (2001). Diccionario de los
sentimientos. Barcelona: Anagrama. ISBN 84-339-6691-X.
Zweifel, Larry S; Fadok, Jonathan P; Argilli, Emmanuela; Garelick, Michael G; Jones,
Graham L; Dickerson, Tavis M K; Allen, James M; Mizumori, Sheri J Y; Bonci, Antonello;
Palmiter, Richard D (17 de abril de 2011). «Activation of dopamine neurons is critical for
aversive conditioning and prevention of generalized anxiety». Nature Neuroscience (en
inglés) 14 (5): 620-626. doi:10.1038/nn.2808.
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