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La Ira Emocion Intensa

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LA IRA EMOCION INTENSA

La ira es una emoción de enojo intenso provocado por desagrado o frustración; se puede
perder el control y cometer violencia física o verbal. Todos sentimos ira, pero somos
responsables de manejarla. El control de la ira, es crucial para una interacción social positiva.

Al controlarla nos permitimos reflexionar e identificar las causas de esa ira.  La ira, dificulta
nuestras relaciones personales, nubla nuestra capacidad de razonar, limitándonos para
resolver problemas. La ira tiene una enorme fuerza destructora y causa daños irreparables.

La ira es una emoción natural y produce una activación corporal que nos prepara para
defendernos ante lo que identificamos como ataque: el ritmo cardíaco aumenta, la respiración
se acelera, los músculos se contraen y el flujo sanguíneo se dispara. Pero cuando esta
excitación permanece por más tiempo, produce una predisposición a actuar agresivamente. La
ira descontrolada afecta la salud y las relaciones. El control de la ira ayuda a reaccionar
adecuadamente. Existe un ejercicio llamado auto-instrucción, consiste en reemplazar el
pensamiento que genera ira, por otro que nos acerque a una solución (pensamiento positivo).
Esto ayuda a afrontar la situación constructivamente.

El manejo de la ira supone reflexionar sobre la emoción. Algunas recomendaciones:

• Pensemos antes de hablar: en un momento de enojo, decimos cosas de las cuales nos
arrepentimos. Tomémonos un momento para ordenar nuestros pensamientos y
expresémoslos asertivamente, evitando confrontar. Comuniquémonos clara y directamente,
sin herir.

• La actividad física puede reducir el estrés del enojo. Dediquemos tiempo a algunas
actividades físicas que disfrutemos (bailar, montar bicicleta, caminar).

• Tomémonos un tiempo para reflexionar: los momentos de tranquilidad ayudan a manejar la


molestia.

• Identifiquemos posibles soluciones, en lugar de concentrarnos en la molestia.

• Mantengamos nuestros comentarios en primera persona para evitar tensiones. Ejemplo:


«Me molestó que te levantaras de la mesa sin levantar los platos», en vez de: «Nunca ayudas».

La depresión en niños y jóvenes

La depresión es un trastorno que se caracteriza por sensación de decaimiento, falta de interés


por las actividades diarias, baja autoestima, falta de energía y dificultad de concentración,
presentándose estos síntomas durante un tiempo prolongado.

Acerca de la depresión
Síntomas de la depresión
Complicaciones de la depresión
Causas de la depresión
Diagnóstico de la depresión
Tratamiento de la depresión

Acerca de la depresión

Aproximadamente 2 de cada 100 niños menores de 12 años sufren depresión. Entre los
adolescentes, esta cifra aumenta a 5 de cada 100.

Todos los niños se sienten a veces tristes o abatidos, pero estos sentimientos no son
duraderos. Se considera que un niño está deprimido si el sentimiento de tristeza persiste
durante dos semanas o más. La depresión puede provocar tristeza y abatimiento en el niño
durante un periodo prolongado de tiempo y puede llegar a interferir con su vida. Es posible
que al niño todo le resulte cuesta arriba y, en los casos graves, puede llegar a tener
pensamientos suicidas. En términos generales se puede hablar de tres tipos de depresión.

Depresión leve

La depresión leve provoca que el niño se sienta infeliz, pero no le impide llevar una vida
normal. Es posible que le suponga un esfuerzo llevar a cabo las tareas cotidianas y no les vea
mucho sentido. Con unos pequeños cambios en el estilo de vida, el niño puede recuperarse de
la depresión leve.

Depresión moderada

La depresión moderada repercute de forma considerable en la vida del niño. Puede causar una
sensación constante de abatimiento y tristeza. El niño debería visitar a su médico de cabecera,
ya que es poco probable que los cambios en el estilo de vida ayuden a resolver el problema.

Depresión mayor

Si el niño se siente incapaz de enfrentarse a la vida diaria y tiene pensamientos negativos


constantemente, es posible que padezca una depresión mayor. Esta enfermedad supone una
amenaza para la vida, ya que el niño podría intentar suicidarse, por lo que es importante
acudir al médico de inmediato.

Síntomas de la depresión

Los síntomas de la depresión varían de una persona a otra. A veces puede resultar difícil
determinar si los síntomas que muestra un joven son los característicos del desarrollo en la
adolescencia o si se trata de síntomas de depresión. Algunos de los síntomas de depresión más
habituales son los siguientes:

 Sentimientos de desesperación e impotencia.

 Episodios frecuentes de llanto.

 Sensación de infelicidad la mayor parte del día.

 Falta de autoestima y poco interés por ver a los amigos o familiares.

 Dificultades para dormir.

 Cansancio o falta de energía.


 Dificultad para concentrarse.

 Pérdida de confianza.

 Cambios en los patrones alimentarios.

 Dolores sin causa aparente.

 Pensamientos sobre la muerte o el suicidio.

El tipo y el número de síntomas que mostrará el niño dependerán de si tiene una depresión
leve o mayor. Si su hijo presenta alguno de los síntomas anteriores y le preocupa que pueda
sufrir una depresión, hable con el médico de cabecera del niño.

Complicaciones de la depresión

Aproximadamente uno de cada diez niños con depresión se recupera por sí solo en un periodo
de tres meses. Transcurrido un año, la mitad de los niños con depresión mejoran. En los casos
graves, la depresión se asocia a autolesiones y suicidio, por lo que es importante que vigile si
se producen cambios en el estado de ánimo de su hijo.

Causas de la depresión

Entre los factores que pueden provocar la depresión en niños y jóvenes se encuentran los
siguientes:

 Problemas familiares o separación de los padres.

 Muerte de un familiar, un amigo o alguien cercano.

 Acoso escolar.

 Abandono.

 Trastornos de salud prolongados o enfermedad grave.

 Dificultades escolares.

 Cambio importante en su vida, como una mudanza de domicilio.

 Problemas con los amigos.

 Abuso de alcohol u otras sustancias.

Se cree que la depresión es hereditaria y que si un niño tiene algún familiar cercano con
depresión tendrá más probabilidades de desarrollarla. Es más habitual en las niñas que en los
niños, pero las tasas de suicidio en la adolescencia son más elevadas entre los niños que entre
las niñas.

La depresión también se asocia a cambios en el funcionamiento cerebral del niño. Es posible


que se produzcan cambios químicos en el área del cerebro que controla el estado de ánimo y
éstos generen los síntomas de la depresión.

Diagnóstico de la depresión

Si sospecha que su hijo padece una depresión, es importante que consulte a un médico lo
antes posible. El médico de cabecera de su hijo es un buen punto de contacto para empezar.
Podrá recomendarle que el niño se someta a una serie de pruebas médicas y psicológicas para
determinar si existe algún otro trastorno médico que esté causando estos síntomas.

Muchos jóvenes se recuperan por sí solos, pero si la depresión de su hijo es mayor, el médico
de cabecera puede derivarlo a un servicio de salud mental para niños y jóvenes. Es posible que
el niño tenga que acudir a la consulta de un psiquiatra, un médico especializado en trastornos
de salud mental. También podría ser derivado a un psicólogo clínico, con el que podrá hablar
de los problemas que le preocupan.

Tratamiento de la depresión

Casi un tercio de los niños o jóvenes que han padecido un episodio depresivo tendrá como
mínimo una recaída durante los cinco años posteriores. Sin embargo, la mayoría de los niños y
jóvenes que han sufrido un episodio depresivo acabará llevando una vida adulta normal.

Son varios los tratamientos disponibles para la depresión. El tipo de tratamiento que se recete
a su hijo dependerá de la gravedad de la depresión.

Autotratamiento

Si su hijo padece una depresión leve, puede probar varios métodos para ayudarle a
recuperarse por sí solo. La práctica regular de algún ejercicio, como caminar, correr, nadar o
montar en bicicleta, puede mejorar su estado de ánimo. Es posible que el médico del niño le
recomiende seguir algún programa deportivo. Es importante que el niño lleve una dieta sana y
equilibrada. Asimismo, es fundamental que el joven reciba el apoyo de sus padres. Puede
intentar hablar con él de sus problemas y tranquilizarlo demostrándole su voluntad de
ayudarle a recuperarse.

Medicamentos

En el caso de los niños y adolescentes, los antidepresivos únicamente se recetan si se trata de


una depresión mayor o si los síntomas persisten. Si el médico del niño le receta algún tipo de
medicación, por regla general se tratará del antidepresivo llamado fluoxetina (Prozac),
combinado con alguna terapia. Durante las cuatro primeras semanas del tratamiento, se
controlará al niño semanalmente y, más adelante, con la periodicidad que determine el
médico. El médico le informará sobre los posibles efectos secundarios y la duración prevista
del tratamiento. Lea siempre el prospecto de información para el paciente que acompaña a los
medicamentos.

Si el niño no se siente bien después de tomar fluoxetina o, en casos muy extraños, si tiene
pensamientos suicidas o ha perdido mucho peso, es posible que le receten un antidepresivo
distinto, como la sertralina o el citalopram. No deberían tomarse otros antidepresivos, como la
paroxetina o la venlafaxina, ya que pueden tener efectos secundarios graves.

Cuando empiece a sentirse mejor, el niño deberá tomar los fármacos antidepresivos durante
seis meses, para poder garantizar su recuperación.

Tratamiento hospitalario

La mayoría de los niños y jóvenes con depresión pueden ser tratados y mejorar sin que sea
necesario ingresarlos en el hospital. Sin embargo, si el niño tiene pensamientos suicidas o a su
médico le preocupa que pueda autolesionarse, quizá necesite el refugio y la protección que
proporciona el hospital. Si el médico del niño considera que ésta es la mejor decisión, facilitará
a los padres y al propio afectado la información y el asesoramiento pertinentes.

Psicoterapia

La psicoterapia consiste en que el niño hable con un terapeuta sobre sus problemas. En estas
sesiones, el terapeuta no dará consejos ni recetará ningún tratamiento, sino que formulará
preguntas al niño para tratar de resolver sus preocupaciones. Algunas veces, los terapeutas
pueden trabajar con los padres y con la escuela del niño.

La terapia conductual cognitiva puede contribuir a que el niño cambie su comportamiento y los


pensamientos y sentimientos negativos que pueden haberse desarrollado desde que empezó a
sentirse deprimido. En función de la gravedad de la depresión, la terapia conductual cognitiva
puede llevarse a cabo de forma individualizada o en grupo, con otras personas de la misma
edad. Para obtener más información sobre la terapia conductual cognitiva, consulte los temas
relacionados.

En la terapia interpersonal, el niño habla con un terapeuta sobre los problemas que pueda
tener en sus relaciones con los amigos, los familiares o personas del entorno escolar. El
terapeuta ayudará al niño a resolver o gestionar sus problemas.
La terapia familiar es un tipo de tratamiento en el que participan tanto el niño como los
padres. Se reunirán todos juntos con un terapeuta y el joven afectado expresará sus
problemas. El terapeuta puede ayudarles a hacer frente a estos problemas.
El tipo de psicoterapia que seguirá el niño dependerá de las opciones disponibles, de sus
preferencias y de la gravedad de la depresión.
Terapias complementarias
Los adultos suelen tomar hipérico como alternativa a los antidepresivos. En el caso de los niños
no se debería recurrir a este remedio de herboristería para tratar la depresión, puesto que se
desconocen sus efectos secundarios en estas edades.

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